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Un breve recuento de la ganadería en México

En México la ganadería es una actividad que cuenta no solo con historia, sino con tradición. Gracias a la domesticación y cría de los animales, el hombre ha podido habitar en extensos territorios y aprovechar una infinidad de plantas y forrajes que él, por sí mismo, sería incapaz de cosechar. Con la domesticación, los animales han obtenido el beneficio de asegurar la supervivencia de su propia especie, al contar con la protección del hombre contra otros depredadores y la garantía de que muchas de sus necesidades básicas sean atendidas; a su vez, el ser humano ha conseguido un medio de subsistencia a cambio de su trabajo: carne, leche, huevo, miel, lana, pieles, son algunos de los productos que tenemos gracias a la ganadería. Si a ello sumamos el hecho de que durante siglos los animales fueron el principal medio de trasporte y de tracción, podemos concluir que la vida, como la conocemos, no hubiera sido posible sin la ganadería.

Desde su introducción al territorio nacional por parte de los españoles, el ganado bovino contó con tres propósitos principales: carne, leche y tiro. Este último propósito fue de hecho uno de los usos más importantes, pues los animales aportaron la fuerza necesaria para arrastrar carretas, impulsar molinos, mover yuntas y otras herramientas agrícolas. Durante la época colonial, la ganadería se desarrolló rápidamente y las condiciones del territorio que actualmente es México permitieron que la cría extensiva se expandiera. Aunque claro, con el tiempo también surgieron numerosos problemas: la tenencia de la tierra y el uso de suelo no estaban bien regulados y por todas partes surgieron grupos de bandidos que afectaban a los ganaderos. Muchos años después, a principios del siglo XX, la ganadería, aunque constituía una fuente de subsistencia para muchas familias de todo el país, se encontraba en una situación bastante complicada como resultado de la Revolución, pues las vacas se usaban como botín de guerra y a veces terminaban en manos de gente sin el menor conocimiento de la crianza de ganado. En ese entonces, la mayor parte del ganado mexicano era de tipo criollo, producto del cruzamiento de las diferentes razas originarias de España que se habían adaptado al territorio nacional. A finales de los años veinte del siglo pasado, se inició la importación de nuevas razas a nuestro país, principalmente de las cebuinas, como Gyr, Guzerat e Indubrasil. Solo en ciertas regiones del país se utilizaron las razas

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35 AÑOS DE VERDADEROS PROPÓSITOS

bovinas europeas, por ejemplo, la Hereford en el noroeste y la Suiza en el centro y sur del país. En los años treinta y parte de los cuarenta, surgió la Reforma Agraria y millones de hectáreas fueron repartidas. Muchos ganaderos decidieron organizarse en la Confederación Nacional Ganadera, para gestionar los trámites necesarios con el fin de asegurar la propiedad de sus tierras mediante documentos legales que en ese entonces se conocían como Certificados de Inafectabilidad Ganadera. Este recurso fue importante para proteger la actividad, pues a pesar de que los repartos se hacían con el sincero propósito de lograr la justicia social, lo cierto es que muchos de esos ranchos solo podían aprovecharse de una manera rentable y sustentable a través de la ganadería extensiva: si se hubieran repartido todas esas tierras, lo más probable sería que al día de hoy no servirían ni para la agricultura, ni para la ganadería. Luego, en la década de los cuarenta, nuestro país sufrió una lamentable experiencia: a raíz de un pobre control sanitario surgió un brote de fiebre aftosa. Fueron años terribles para la ganadería nacional, pues para detener la epidemia el gobierno mexicano (asesorado por autoridades estadounidenses) adoptó la medida conocida como el “rifle sanitario”, que implicaba sacrificar no solo a los animales enfermos, sino a todo aquél que se considerara “sospechoso”. Esta medida resultó en la muerte de más de medio millón de cabezas de ganado, además de la prohibición de todas las exportaciones a Estados Unidos durante siete años. A partir de esa experiencia, se establecieron requisitos mucho más rigurosos para la introducción de ganado a México.

A mediados del siglo pasado, los esfuerzos de mejoramiento genético llevados a cabo por las dependencias gubernamentales, eran pocos y cuando los había, casi siempre estaban dirigidos al ganado lechero. Fue hasta los años sesenta cuando se acrecentó el interés por el mejoramiento de la genética bovina y los programas de inseminación artificial, pero los alcances de ésta aún no eran suficientes como para utilizarse en todos los ranchos del país. Sin embargo, en la década de los setenta, la ganadería mexicana experimentó una verdadera transformación cuando un conjunto de funcionarios de gobierno y productores visionarios introdujeron los primeros sementales de diversas razas puras europeas −conocidas en ese entonces como “razas exóticas”− que constituyeron la base genética de nuestro país.

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