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CONTEXTO INTERNACIONAL Publicación del CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS E INTERNACIONALES perteneciente a la FUNDACIÓN PARA LA INTEGRACIÓN FEDERAL
ENERO - mAYO AÑO 16- NÚMERO 41 ISSN 1851-7900
COORDINACIÓN STAFF GENERAL CEPI Fabián Drisún DIRECTOR EDITORIAL Germán Martínez COORDINADOR EDITORIAL Rafael Pansa CONSEJO EDITORIAL Y DISEÑO Carla Morasso, Juan Pablo Mordini, Emilio Ordóñez, Cecilia Rubio, Ana Lucía Mucci, Dana Valdano
Pedro Arrospidegaray, Imanol Barrangú, Jonatan Carne, Carla Chernomordik, Esteban Covelli, Román Fellippelli, Matías Ferreyra, Jesica Garcia, Luciano Herrero, Paula Martin, Priscila Pretzel, Luciana Rodríguez, Noemí Rabbia, María Belén Serra, Mirco Silva. Esteban Smolarz, Fabián Vidoletti, Nabih Yussef. 3
editorial Una de las temáticas globales que se ha impuesto en la agenda de este siglo son las migraciones internacionales. De acuerdo a los registros de organismos internacionales, se estima que actualmente los migrantes mundiales, tanto legales como irregulares, ascienden a 250 millones. Son personas que migran entre países vecinos, entre regiones y entre continentes, por causas vinculadas a cuestiones políticas y socio-culturales, tales como los conflictos, las guerras, las persecuciones ideológicas y políticas; por sufrir los resultados de catástrofes naturales, como las sequías y las inundaciones que conllevan un notable impacto sobre la población; y particularmente por razones relacionadas a circunstancias económicas, a la distribución desigual de recursos y a la pobreza. La línea divisoria entre el Norte “desarrollado” y el Sur “en desarrollo” sigue siendo la causa fundamental de las migraciones internacionales, lo cual se refleja en el hecho de que los tres principales receptores son Estados Unidos, Arabia Saudita y Alemania. No obstante, las migraciones Sur-Sur continúan en aumento. De acuerdo con el Banco Mundial, más del 38% de los migrantes se movieron entre países en desarrollo en 2013. Entre estos migrantes, los refugiados ocupan un lugar central, ya que más del 85% es recibido por países en desarrollo de África y Medio Oriente, si bien las tragedias en Mediterráneo y el flujo de migrantes sirios en la Unión Europea mantienen la atención central de la prensa mundial. Otros aspectos importantes relativos al vínculo entre migración y desarrollo se observan en cuestiones de economía global y en la configuración de las grandes urbes cosmopolitas. En muchos países en desarrollo, los fondos enviados por los emigrantes constituyen una fuente de ingresos más importante que la ayuda oficial al desarrollo o las inversiones extranjeras directas, mientras que los PBI de los países receptores se ven engrosados por los aportes de los migrantes. Por otra parte, el aumento de la urbanización mundial ha propiciado las migraciones. Tal como se señala en el Informe 2015 de la Organización Internacional para las Migraciones, uno de cada cinco migrantes vive en una de las 20 ciudades más pobladas del mundo y en muchas de las mismas los migrantes representan más de una tercera parte de la población. Considerando la relevancia de las migraciones en la configuración de las relaciones internacionales contemporáneas, los aportes del presente número de Contexto Internacional abordan diversas aristas de esta cuestión, tales como su incidencia en la conformación de identidades nacionales y ciudadanías, sus impactos en los procesos de integración y las perspectivas de los sujetos migrantes. Desde el Consejo Editor, esperamos que nuestros lectores encuentren en los que los casos y análisis presentados a lo largo de esta edición insumos valiosos que contribuyan a reflexionar críticamente sobre esta problemática humana universal.
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Carla Morasso Consejo Editor Contexto Internacional
SIN PATRIA, SIN AMIGOS: EL A DIFICULDADE CASO DE LOS DA INCORPOROHINGYAS, LA RAÇAO DA MINORÍA MÁS SOCIEDADE NUEVA PERSEGUIDA MIGRACIÓN BRASILEIRA DE LA LIBRE INMIGRACIÓN DEL MUNDO LABORAL DE A UMA CIRCULACIÓN AFRICANA MUJERES EN CONTINENTAL IDENTIDADE MIGRACIONES HACIA LATINO A LA DEL SIGLO XIX ARGENTINA. Alex Guedes ESTADOS UNIDOS DE AMERICANA CIUDADANÍA LOS JOVENES LAS AMÉRICA: SUDAMERICANA AFRICANOS EN MIGRACIONES 1990-2014 Entrevista a HORIZONTALES LA CIUDAD DE Leticia 48 Roberto Aruj SUBSAHARIAROSARIO Eduardo Vior Di Maio NAS EN LA ERA Daniela Tancredi DE LAS CRISIS Castro MIGRATORIAS: María de 20 Alquicira 12 los Ángeles 6 LUCES Y Gattari SOMBRAS
Mbuyi Kabunda Badi
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sumario
De la libre circulación continental a la ciudadanía suramericana From the continent-wide free circulation to the South American citizenship EDUARDO VIOR Eduardo J. Vior es Dr. en Ciencias Sociales (Univ. de Giessen, Alemania, 1991) y en Sociología (Univ. do Paraná, Brasil, 2011), M.A. en Ciencia Política (Univ. de Heidelberg, Alemania, 1984) y Prof. de Historia (UBA, 1979). Tiene numerosas publicaciones especializadas sobre las visiones de las Américas, la participación política de comunidades de origen inmigrante, ciudadanía medioambiental, la ciudadanía suramericana, teoría y metodología de los derechos humanos, los derechos humanos en el Peronismo y las temporalidades yuxtapuestas en América Latina. En 2012 publicó su libro Migraciones internacionales y ciudadanía democrática (Saarbrücken: EAE-Verlag). Fue docente de Cultura Latinoamericana en numerosas universidades alemanas, de Ciencia Política en la Universidad de Magdeburg (2001-04), Profesor de Ciencia Política en las universidades nacionales de La Matanza (2004-06) y Río Negro (2009-10), así como en la Univ. Federal de la Integración Latinoamericana (Foz de Iguazú, Brasil, 2010-12). Actualmente se desempeña como periodista independiente sobre Política Internacional en el diario Tiempo Argentino y en la revista Veintitrés.
Resumen Desde la firma del Acuerdo de Libre Circulación del MERCOSUR y Países Asociados en 2002, América del Sur se desarrolló en el sentido opuesto: Argentina (2004) y Uruguay (2008) promulgaron leyes de migraciones que reconocen el derecho humano a la migración y todos los países suramericanos cerraron entre sí acuerdos bilaterales cuyo entramado creó de hecho una zona subcontinental de libre circulación de las personas. Como simultáneamente todos los países y los organismos regionales de integración aplican los tratados internacionales de derechos humanos, reconocen de hecho a los inmigrantes la totalidad de sus derechos, incluso los políticos, al mismo nivel que a los nacionales. Entre 2010 y 2013 el MERCOSUR, la UNASUR y la CAN sacaron la lógica conclusión de este hecho y proclamaron la ciudadanía suramericana. Sin embargo, como no existe autoridad supranacional que pueda ponerla en vigencia, su implementación está actualmente retrasada. En la presente contribución se exploran algunas propuestas para superarla.
Palabras Clave
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LIBRE CIRCULACIÓN DE PERSONAS/ DERECHO HUMANO A LA MIGRACIÓN / CIUDADANÍA SUDAMERICANA
Abstract Since the signing of the Free Circulation of MERCOSUR and Associated Countries in 2002, South America was developed in the opposite direction: Argentina (2004) and Uruguay (2008) enacted migrations laws that recognize the human right to migration and all South American countries closed bilateral agreements to each other, whose framework created, in fact, a subcontinental area of free movement of people. Simultaneously all countries and regional integration organizations apply international human rights treaties, so they also recognize immigrants all their rights in fact, including politicians, at the same level as nationals. Between 2010 and 2013 MERCOSUR, UNASUR and CAN drew the logical conclusion from this fact and proclaimed the South American citizenship. However, as there is no supranational authority that can put into effect, its implementation is currently lagging behind. Some proposals to overcome are explored in the present contribution.
Keywords FREE MOVEMENT OF PERSONS / MIGRATION HUMAN RIGHT / SOUTH AMERICAN CITIZENSHIP
Planteo de la cuestión1 Más de 200 millones de personas en el mundo residen actualmente de modo precario en países extranjeros cuyos gobiernos los tratan represivamente, mientras promueven estereotipos xenófobos y racistas que, especialmente en Europa y América del Norte, atizan el temor a la “extranjerización”. La División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UNFPA, 2011) estimaba ya en 2011 que había al menos 214 millones de personas viviendo fuera del país en que nacieron. No se conoce la cantidad de quienes se desplazan dentro de las fronteras de su propio país. En China, según la información dada a conocer por el censo de 2010, más de 260 millones de personas, principalmente campesinos, vivían lejos del lugar donde está registrado su hogar y esa cantidad representaba un aumento de un 81% en un decenio. Entre tanto, la situación de los migrantes en tránsito se agravó considerablemente en los últimos años por las persistentes guerras y la falta de autoridad estatal en muchos países del Sur que se combinan con desastres naturales, catástrofes ecológicas y crisis económicas. Más de 487.000 personas llegaron a Europa por el Mediterráneo en los primeros nueve meses de 2015, el doble de los que arribaron durante todo 2014 y el número más alto desde que se llevan estadísticas migratorias (Banulescu-Bogdan & Fratzke, 2015). Sin embargo, aunque Europa es el continente con el mayor contingente de inmigrantes2 , en relación a la población total del país de acogida y al tamaño de su economía hay casos mucho más agudos, como por ejemplo Líbano. Sobre una población total de 6.181.000 habitantes, viven allí casi 1,1 millones de sirios y casi medio millón de palestinos (CIA, 2015). Sólo en Pakistán viven 1,5 millones de refugiados afganos (UNHCR, 2015). Otro 1.380.000 buscó refugio en Irán (Pajhwok Afghan News, 2015). Por su parte, organizaciones no gubernamentales estiman que anualmente 400.000 personas entran irregularmente a México por su frontera sur (OIM, 2014).
Extrayendo lógicas consecuencias de estas implicaciones normativas, los organismos de integración de América del Sur han coincidido en el objetivo de establecer la ciudadanía sudamericana: el MERCOSUR en diciembre de 2010, la UNASUR en noviembre de 2012 y la CAN en mayo de 2013. Sin embargo, esta decisión suscita numerosas preguntas: ¿ante quién debe demandar sus derechos el ciudadano sudamericano, en tanto en un lapso previsible no existirá un “Estado sudamericano”? ¿Podrá ejercer su derecho activo y pasivo al voto indistintamente en cualquiera de los países miembros? ¿Los países donde el voto es obligatorio podrán forzar a votar también a los originarios de otros países de la región? Puede seguir un sinfín de preguntas sobre el reconocimiento y homologación de derechos ciudadanos, así como en cuanto a la gobernanza subcontinental. Este planteo de la cuestión coincide con las más recientes discusiones internacionales sobre la ciudadanía. En la tradición del Derecho Constitucional y de la Ciencia Política este estatuto se define como institución del Estado soberano y en la mayoría de los casos es asimilable a la nacionalidad. Según el principio que el Estado adopte, se puede tener la ciudadanía por origen (jus sanguinis), por haber nacido en el territorio de dicho Estado (jus solis), por habitar determinado tiempo en su territorio (jus domicilii), por concesión o por opción (Cabanellas de Torres, 2007; Lipszyc, 2004 y Vega, 1991). Este es el marco legal con el que los estados nacionales sancionaron en los últimos dos siglos los criterios de pertenencia de los individuos a determinadas comunidades políticas. Sin embargo, como mostró T.H. Marshall ya en 1950 y confirmó su comentarista T. Bottomore en 1991 (Marshall y Bottomore, 2004), estos estatutos legales se han modificado bajo la influencia de tres fenómenos de las sociedades burguesas contemporáneas: a) la progresiva expansión de los derechos civiles, políticos y sociales y la incorporación de cada vez más sectores sociales a la comunidad política; b) el carácter homogeneizador de los derechos ciudadanos, en contradicción permanente con la tendencia del capitalismo a la desigualdad social; c) el desarrollo de las imágenes nacionales como forma simbólica del Estado y de la sociedad burguesa, creando la sensación de homogeneidad necesaria para legitimar el instituto de la ciudadanía democrática (Anderson, 2000). De este modo los autores mencionados han invertido el sentido que esta institución tuvo históricamente: si los derechos ciudadanos, en tanto manifestación de los derechos humanos, son universales, todos los habitantes de un determinado Estado tienen derecho a la ciudadanía en cuanto sujetos de los derechos políticos. La ciudadanía deja de ser un re1-Para una versión más extensa de la argumentación de esta contribución v. Vior (2015). 2- La mayoría vive allí desde larga data. 3-El Acuerdo sólo entró en vigencia, cuando el Senado de Paraguay lo ratificó en 2009.
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Por el contrario, desde la firma del Acuerdo de Libre Circulación del MERCOSUR y Países Asociados en 2002, América del Sur se desarrolló en el sentido opuesto: Argentina (2004) y Uruguay (2008) promulgaron leyes de migraciones que reconocen el derecho humano a la migración y todos los países suramericanos cerraron entre sí acuerdos bilaterales cuyo entramado creó de hecho una zona subcontinental de libre circulación de las personas. Desde 2009 la vigencia del acuerdo del MERCOSUR3 ha confluido con acuerdos similares de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), creando una zona subcontinental de libre circulación de las personas. Al mismo tiempo, como todos los países sudamericanos han ratificado también los pactos internacionales y regionales de derechos humanos y éstos son inseparables y sistémicos; todo migrante goza en el subcontinente de todos sus derechos, incluidos los políticos.
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conocimiento del Estado hacia el individuo, para pasar a ser un derecho inherente a la persona que el Estado debe aceptar. Sin embargo, como parte de las discusiones sobre la incorporación a los sistemas democráticos de las minorías étnicas y culturales, numerosos autores han cuestionado desde la década de 1980 los fundamentos monoculturales de la argumentación de Marshall y Bottomore. En distintas disciplinas se comenzó a buscar la posibilidad de desvincular el “derecho a tener derechos” de la pertenencia a un Estado nacional. Desde entonces la discusión internacional estuvo hegemonizada por pensadores liberales universalistas por un lado y multiculturalistas (Bonilla, D., 1999; Bouchard y Taylor, 2008; Correa Molina, 2009; Kymlicka, 1996; y Taylor, 1993) por el otro. Mientras que los universalistas (Sartori, 2001) sostenían que las diferencias culturales no son relevantes para el ejercicio de los derechos y que, por consiguiente, los pueblos originarios y las comunidades de origen inmigrante debían ser tratadas de igual modo que los miembros de las culturas mayoritarias en cada Estado, los multiculturalistas (Kymlicka, 1996 y Taylor, 1993) destacan las características específicas con las que cada cultura se incorpora a la ciudadanía liberal. Sin embargo, estos últimos autores preservan un núcleo de supuestos éticos y simbólicos fundantes de un Estado liberal que el respeto por la diversidad de las culturas no puede ni debe afectar. El reconocimiento del pluralismo cultural, por ejemplo, no puede afectar el derecho de propiedad ni la división de poderes ni el alineamiento del respectivo Estado en el orden político internacional. De este modo las demandas por derechos de las minorías se tratan exclusivamente como “culturales” en el sentido más restringido del término. No obstante, algunas experiencias realizadas en Canadá y en Escandinavia4 han demostrado que reconocer los derechos culturales implica también satisfacer los derechos económicos, sociales, civiles y políticos. En este sentido se dirigen también los reclamos expresados en el último cuarto de siglo por los pueblos originarios y afrodescendientes de América. A partir del análisis y crítica de las concepciones tradicionales y sociales de ciudadanía así como de la perspectiva multiculturalista, en esta contribución se defiende una noción sustantiva de interculturalidad alineada con las propuestas de la Escuela de Aachen5 . Mientras que el multiculturalismo acepta y reconoce la diferencia entre las culturas, pone como condición para el desarrollo de las culturas minoritarias que acepten el sistema dominante de valores, normas y símbolos del país de acogida. El interculturalismo, por el contrario, lleva el diálogo permanente entre las culturas hasta poner a disposición del acuerdo intercomunitario los fundamentos del orden social y político en general (Fornet-Betancourt, 2009 y Bonilla, A., 2013). Ésta es la base y punto de partida adoptados aquí para el tratamiento de la ciudadanía suramericana.
Perspectivas de la ciudadanía sudamericana En América del Sur se hallan actualmente en crisis los procesos liberadores y democráticos que surgieron desde fines del siglo pasado. Mientras que en la etapa ascendente de estos movimientos reformistas (hasta más o menos 2012) los países confluían en el intento de ampliar y estrechar sus vínculos económicos y comerciales, facilitando al mismo tiempo la circulación de las personas, en la etapa posterior la masiva irrupción de la crisis económica mundial a partir de 2013 redujo los intercambios intracontinentales y suscitó problemas para la libre circulación entre los países. La proclamación de la ciudadanía suramericana arriba mencionada se produjo al final de la primera etapa, pero su implementación en la fase actual se ha hecho mucho más dificultosa. En la actual situación de crisis se enfrentan dos concepciones: a) la mayoritaria, que tiende al cierre de las fronteras y a controlar policialmente los movimientos migratorios con el argumento de la lucha contra la criminalidad y el narcotráfico y b) la minoritaria, que sostiene que el mejor remedio para la crisis es profundizar y ampliar la integración regional y la libre circulación de las personas. Estos posicionamientos se entrelazan con propuestas políticas y sociales abarcadoras. Quien propone el tratamiento securitario de la circulación transfronteriza de las personas acepta tácita o expresamente que se establezcan mercados de trabajo duales en los que una masa de trabajadores no registrados sirva de instrumento para la baja de los costos laborales. Necesariamente este mercado de trabajo informal está regulado por procedimientos criminales que involucran por igual a funcionarios estatales, empresarios y bandas delictivas. Como consecuencia lógica, quien opte por esta perspectiva debe tolerar graves limitaciones a la democracia y los derechos ciudadanos. Finalmente, esta propuesta conduce a la militarización de los límites estatales y conspira contra la integración y la ciudadanía suramericanas. Por el contrario, los sostenedores de la posición contraria tienden a transparentar los mercados de trabajo ampliando y expandiendo los derechos sociales para toda la sociedad, ponen el acento en la
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4- Respectivamente con los inuits y los sami. 5- Se refiere al equipo de trabajo que el investigador de origen cubano Dr. Raúl Fornet-Betancourt lideró entre 1990 y 2010 en el Instituto de Misiología de Aachen (Aquisgrán) y actualmente desde la Universidad Técnica Católica (KTHA) de la misma ciudad alemana.
innovación productiva (y, por consiguiente, en el mejoramiento de la salud y la educación para que los trabajadores se capaciten) como palanca del crecimiento económico, la ampliación de la ciudadanía a todos los habitantes del país y la mayor integración subcontinental en libertad, democracia y justicia. Por lo expuesto puede afirmarse que hay una relación directa entre el derecho a la libre circulación, la incorporación de las comunidades de origen inmigrante a los sistemas políticos democráticos, la consolidación de la ciudadanía, el desarrollo económico armónico y el avance de la integración regional. Por lo tanto puede sostenerse que la libre circulación de las personas y la incorporación de las comunidades de origen inmigrante a los sistemas políticos democráticos son condiciones indispensables de la unidad suramericana. Sólo el efectivo reconocimiento político y jurídico de la paridad de todas las formas culturales de reivindicación de los derechos ciudadanos y su implementación en los sistemas políticos y jurídicos pueden garantizar que la ciudadanía suramericana revierta en la igualdad de derechos para todas y todos. En tanto no es previsible que próximamente haya en el subcontinente una autoridad política supranacional, la ciudadanía suramericana deberá convivir con diez ciudadanías nacionales. De modo pragmático, sin embargo, es posible pensar en la progresiva equiparación de los derechos ciudadanos entre los países mediante la aplicación de una fórmula de transición por la cual en todos los estados de la región tengan derecho de participación política y de representación todos aquéllos que los tienen en sus respectivos estados. De este modo se avanzaría hacia la construcción de un nuevo orden político continental policéntrico y con soberanías compartidas, una democracia confederal continental.
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El avance hacia este objetivo requiere la voluntad política de los estados miembros, la participación de los pueblos y soluciones originales, adaptadas a la realidad, las necesidades y los deseos de las y los suramericanos. La consigna de Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar, sigue siendo válida: “o inventamos o morimos”.
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A dificuldade de Incorporação da Sociedade Brasileira a Uma Identidade Latino-Americana The Difficulty of the Brazilian Society to Incorporate a Latin American Identity LETICIA DI MAIO TANCREDI Estudante de graduação em Relações Internacionais na Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS). Publicações nas áreas de Política Externa Brasileira e Integração Regional Sul-Americana. Intercâmbio acadêmico em Doble Grado Ciências Sociales y Jurídicas na Universidad Carlos III de Madrid (2015). Áreas de interesse: Processos de Integração Regional, Política Externa Brasileira, Inserção da América do Sul e Análise das Relações Internacionais Contemporâneas.
Resumo Este trabalho pretende discutir as origens da dificuldade de incorporar a sociedade brasileira a uma identidade comum latino-americana através dos seguintes aspectos: investiga a contribuição do processo de construção histórica da sociedade e do Estado brasileiro e os reflexos das relações com países desenvolvidos e com países latino-americanos na formação desta negação; tenta identificar os pontos de semelhança ignorados pela sociedade brasileira e os aspectos culturais que contribuem para a manutenção deste contexto; reflete sobre o papel que as classes dominantes brasileiras exercem no fomento de certa discriminação em relação aos demais países latino-americanos.
Palavras-Chave SOCIEDADE BRASILEIRA/ AMERICA LATINA / INTEGRAÇÃO REGIONAL.
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Abstract This work analyzes the origins of the difficulty of incorporating the Brazilian society in a Latin American common identity, through the following two aspects: investigating the contribution of the process of historical development of Brazilian society and state, and the consequences of relations with developed countries and Latin American countries in the formation of this denial; trying to identify the ignored by Brazilian society points of similarity and cultural aspects which help to hold this context. It reflects on the role that Brazilian ruling classes have in promoting certain discrimination over other Latin America countries.
Keywords BRAZILIAN SOCIETY / LATIN AMERICA / REGIONAL INTEGRATION
1. Introdução
Este trabalho pretende discutir as origens desta dificuldade de incorporar o Brasil a uma identidade comum latino-americana, investigando a contribuição do processo de construção histórica da sociedade e do estado brasileiro e os reflexos das relações com países desenvolvidos e com países latino-americanos na formação desta negação, tentando identificar os pontos de semelhança ignorados pela sociedade brasileira e os aspectos culturais que contribuem para a manutenção deste contexto, bem como o papel que as classes dominantes brasileiras (considerando-se o grupo minoritário detentor de recursos políticos e financeiros) exercem para fomentar certa discriminação em relação aos demais países latino-americanos. A análise foi feita a partir de uma pesquisa qualitativa; inicialmente, realizou-se uma análise exploratória de demarcações do conceito de identidade em si para um entendimento inicial. Posteriormente, realizou-se uma descrição histórica dos países da região (utilizando principalmente o método comparado); uma análise da política exterior do brasil, com foco na política para américa latina e américa do sul e por fim, artigos provenientes dos principais meios de comunicação brasileiros - considerando-se esta a principal fonte de formação de opinião pública da sociedade. Importa esclarecer que trabalho com o conceito de identidade em seu aspecto cultural, que segundo persio santos de Oliveira (2004) relaciona-se a um “sentimento de pertencimento”. A identidade latino-americana será considerada, portanto, como um sentimento de pertencimento cultural da sociedade brasileira a região em que está inserida, indo de encontro a afirmação de Jorge Larraín (1994) de que a identidade não se refere a conteúdos essenciais fixos, sendo concebida mais como um processo de identificação. Considero ainda que a construção de identidades é um processo intencional e que se desenvolve em um contexto de relações de poder (Santos, 2011), motivo este pelo qual analiso a influência das classes dominantes brasileiras na dificuldade de incorporação da sociedade em geral à uma identidade com os demais países latino-americanos. De acordo com Santos (2011) e Doval (2013), considera-se ainda que a construção de identidades culturais acontece em um âmbito paralelo de identificação/diferenciação. “o sentimento de pertencimento a um povo, a uma cultura, nacionalidade, região, religião, grupo ou a outra forma de identidade cultural, quase sempre, significou o não pertencer a outro”. A identidade cultural, portanto, constitui uma dinâmica relacional de identidade/diferença (Giorges, 1993, Apud Santos, 2011); denota-se daí o fato de que, historicamente, as discussões acerca de uma identidade latino-americana quase sempre se estabeleceram em oposição a uma identidade européia ou a uma identidade americana que englobasse a américa anglo-saxônica.
2.
Peso histórico: a construção do estado e da sociedade brasileira
As causas originais deste “estranhamento” da sociedade brasileira em relação ao restante
da América Latina residem ainda na época colonial, principalmente nas heranças culturais deixadas por suas metrópoles. Desde o início dos tempos modernos, já se fazia presente uma rivalidade entre espanha e portugal que, disputando uma posição de protagonismo no concerto europeu, concorriam por terras no chamado ‘novo mundo’ e aqui empreendiam estilos diferentes de colonização, fato que contribuiu para que o brasil se desenvolvesse de “costas para a outra América” (Carvalho, 1998 apud dorella, 2010). As diferenças entre os modelos de colonização acabaram criando limites geográficos, culturais e políticos; no entanto, ambos os modelos foram marcados por um caráter de dominação e subjugação dos povos originários, processo esse que passava pela negação de suas culturas, religiões e destruição de símbolos próprios (Merian, 2000). Embora seja elemento de semelhança, esta dominação a que os povos colonizados foram submetidos contribuiu para o afastamento de que tratamos neste ensaio a partir da imposição das culturas próprias das metrópoles - e, posteriormente, dos elementos externos trazidos pelos demais povos imigrantes que aqui chegaram.
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O século xxi marca o fortalecimento das discussões, a nível governamental, acerca da viabilidade e da importância dos processos de integração regional latino-americanos, a partir da consolidação do mercosul e criação da UNASUL, CELAC e ALBA. Estas instituições marcam, a nível político, uma aproximação entre os países da região, fato este que inevitavelmente fomenta certa discussão por parte das populações dos países envolvidos acerca da necessidade ou não de inserir-se nestes processos. Contextualizando esta informação no nível interno brasileiro, considera-se a hipótese de que a sociedade brasileira mantém certa resistência a incorporação do país a este processo de aproximação com as demais nações latino-americanas. O debate interno pauta-se pelo questionamento das reais vantagens da participação no mercosul, desconhecimento dos demais mecanismos de integração regional mas, principalmente, por uma negação das semelhanças sociais, políticas e culturais que o brasil possui com estes países, beirando à discriminação. Tal percepção é corroborada pelo resultado da pesquisa de opinião pública the americas and the world: public opinion and foreign policy, datada de 2015, em que apenas 4% dos brasileiros entrevistados definiram-se como latino-americanos (Guimarães, 2015) e ganha força com a afirmação de Bressan (2012) de que um aprofundamento da integração regional acarreta em maior mobilização da sociedade civil em tornos dos projetos, mas que não necessariamente isso significa aprofundamento destes visto que de acordo com suas preferências esses atores podem agir de maneira favorável ou contrária a integração regional.
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Seguindo a trajetória histórica da construção dos estados e das sociedades latino-americanas, os movimentos de independência serviram apenas para fomentar o afastamento entre brasil e américa hispânica. O processo de independência brasileiro deu-se de forma pacífica - sendo consentido pela metrópole, realizado pelo herdeiro do rei português (com apoio da burguesia brasileira) e mantendo-se o país unido sob a coroa, consolidando o Brasil como uma monarquia. Salvo peculiaridades inerentes a alguns países/regiões, os processos de independência da américa espanhola ocorreram de maneira diferente, tendo sido marcados por grande instabilidade, guerras contra a metrópole e posterior fragmentação territorial. Este contexto serviu para alimentar certa discriminação do Brasil em relação a estas nações vizinhas que nasciam: o Brasil, politicamente estável e “civilizado”, considerava as repúblicas latino-americanas “violentas, extremamente instáveis e ‘bárbaras’” (Bethell, 2009; Milani, 2014). Tal fato influenciou na identidade internacional do brasil. Segundo Villafañe (2014): “no império, por exemplo, negava-se implicitamente a identidade sul-americana (ou mesmo americana) do país. O discurso oficial sobre a identidade brasileira procurava apresentá-la como um império que, ainda que tropical e distante, se assemelharia mais às monarquias européias e seria, assim, essencialmente distinto de seus vizinhos” (p. 25). O elemento de diferenciação da construção identitária brasileira aqui – ou seja, o “outro” – era, portanto, a américa hispânica. É importante notar que nesta época as repúblicas da América hispânica também se voltavam de costas para o Brasil, devido a, dentre vários fatores, as diferenças de regime político (monarquia vs. República), ao modelo de agricultura escravocrata o qual o Brasil seguia (e que era muito criticado pelos demais países latino-americanos) e a proximidade mantida com os países europeus. Dessa forma, o Brasil, tratado com extrema desconfiança, era deixado de fora dos projetos integracionistas da região, inclusive por Simon Bolívar, figura de extrema importância tratando-se das independências das ex-colônias espanholas (Bender Et Al, 2014; santos, 2012). De qualquer forma, o Brasil, em pleno período do segundo reinado, tampouco se identificava com os projetos de união interamericana - voltava-se ao atlântico, preferindo manter laços políticos e econômicos com a grã-bretanha e angariar influências culturais da frança e de portugal (Bethell, 2009). Dessa forma, enquanto as repúblicas hispano-americanas sentiam-se ameaçadas pelas potências européias e pelos eua, o Brasil caminhava no sentido oposto, buscando justamente uma aproximação cada vez maior com estas nações, não dando grande importância ao sentimento de desconfiança que atraía para si por parte de seus vizinhos regionais. A trajetória de aproximação com os países desenvolvidos continuou sendo seguida no período republicano brasileiro, inclusive no âmbito cultural. Já naquela época, a cultura latino-americana era desvalorizada pelas elites brasileiras, que enxergavam a cultura européia (e posteriormente, a norte-americana – como ocorre ainda nos dias de hoje) como modelo a ser seguido. Neste sentido, inclusive pode-se falar já num “complexo de vira-lata” incorporado pela elite brasileira, que nega não só os elementos latino-americanos como a própria cultura brasileira como sendo inferior a cultura do mundo ocidental desenvolvido. Recapitulando a trajetória histórica discorrida até aqui, portanto, percebe-se que, desde sua formação, o brasil buscava referências do mundo desenvolvido para construir sua identidade cultural, mantendo o país numa certa posição de dependência em relação aos países europeus e, posteriormente, aos estados unidos. Neste sentido, as elites políticas e econômicas brasileiras desde sempre enxergaram com muito mais facilidade suas diferenças com relação ao restante da América Latina do que suas semelhanças.
3.
Brasil e América hispânica: semelhanças ignoradas
As semelhanças começam já no processo histórico de constituição dos estados e sociedades da região: todas as nações passaram por três séculos de colonização ibérica; por uma ampla influência tanto inglesa quanto francesa, no século XIX; e enfrentaram o forte intervencionismo norte-americano no século XX. Dessa forma, Brasil e América hispânica compartilham de uma origem e herança cultural comum, bem como de uma história de dependência e colonização semelhantes (Dorella, 2010; Santos, 2012). A sobrevivência de valores ibéricos como o personalismo, a recusa do liberalismo, o ideal de uma sociedade baseada na integração e o patrimonialismo, além da religião católica e idiomas semelhantes, marcam uma identidade comum a todos os países latino-americanos. Dessa forma, pode-se dizer que a expansão ibérica que serviu para afastar o brasil da américa hispânica devido aos seus modelos diferentes de colonização e formação das sociedades, é também o principal elemento unificador que mantém uma coesão identitária entre todos os países latino-americanos, afirmação esta corroborada por autores como Delfín Colomé (2000) e José Murilo de Carvalho (1998). Além disso, é importante denotar que as sociedades latino-americanas apresentam origem e composição extremamente semelhantes. Segundo juan carlos gomes leytón (2014) “a mescla de raças (branca, parda e negra) deu origem a uma mistura racial e, ao mesmo tempo, a um sincretismo cultural-religioso intenso e determinante na configuração do ethos cultural latino-americano”.
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Há, ainda, semelhanças políticas e econômicas. Em termos econômicos, todos os países desenvolveram-se sob a dinâmica do capital internacional, produzindo matérias- primas pra exportação e importando bens manufaturados, marcando um padrão de dependência em relação aos países desenvolvidos. Em termos políticos, citando alguns exemplos, quase todos os países da região passaram por período ditatorial entre as décadas de 60 a 80; empreenderam, logo após, processos de transição democrática – constituem todos, portanto, “democracias recentes”. Já ao fim da guerra fria, quase todos os países aderiram as propostas da “globalização liberal” e suas políticas econômicas. Cabe trazer aqui um elemento passível de discussão: a essencialidade da identificação cultural para que os processos de integração regional possam finalmente se consolidar com êxito, sendo buscados não só pelos governos mas também pelas sociedades latino-americanas. Parece haver um isolamento cultural do Brasil na América Latina, como se a produção brasileira fosse algo totalmente diferente da cultura dos demais países da região. No Brasil, há uma grande ignorância acerca da produção cultural de seus vizinhos, enquanto, por outro lado, há uma inundação de produção européia e norte-americana – muitas vezes consideradas como superiores até mesmo em relação a produção nacional (vide o preconceito que a produção cinematográfica brasileira ainda sofre no próprio país). Além disso, o Brasil pouco importa a produção musical latino-americana para cá: enquanto ritmos como a cumbia e o reggaeton têm um grande êxito em todos os demais países da região (e inclusive na europa), são pouquíssimo difundidos dentro das fronteiras brasileiras. Quando importados, o são em suas versões em inglês, feitas pra atingir os mercados europeus e norte-americanos.
O ensino da história e da cultura latino-americanas nas escolas também passa praticamente despercebido. A oportunidade de contextualizar as similitudes históricas e culturais que o Brasil possui com seus vizinhos não é aproveitada. O jovem brasileiro sai da escola tendo aprendido tudo sobre a história e a cultura européias, mas nada sobre o restante da América Latina. Estuda-se a guerra do Paraguai já com a conotação do imperialismo brasileiro existente à época, passando a imagem de Solano Lopez como o terrível ditador paraguaio que ameaçava as jovens nações Brasil, Argentina e Uruguai (Iglecias, 2014). Símon Bolívar, figura amplamente conhecida nos demais países latino-americanos, é pouco retratada no Brasil: “o Bolívar ‘brasileiro’ é, ainda hoje, ‘uma figura distante e pouco conhecida, pois que o Brasil não precisa de heróis latino-americanos (na verdade, gostaria de criar heróis brasileiros para a América Latina)” (Prado, 1983 apud dorella, 2010: 16). Esse vácuo na educação brasileira prejudica não só o entendimento da própria história do Brasil – que em muito se relaciona com a história latino-americana – como dificulta ainda mais a identificação de uma cultura compartilhada, dificultando, por conseguinte, o processo de integração regional.
4.
Uma análise da política exterior do Brasil para a região
Outro fator demonstrativo da dificuldade que o Brasil possui em identificar-se com uma identidade latino-americana reside na própria história da política exterior brasileira. A América Latina levou um longo tempo para aparecer na agenda de inserção internacional brasileira como um parceiro em potencial, tendo o MERCOSUL, de 1992, e a UNASUL, de 2008, marcado os esforços mais contundentes no sentido de uma cooperação entre Brasil e os países vizinhos. Até então, a perspectiva brasileira de relações regionais restringia-se a bacia do prata, área em que o país possuía melhores condições de irradiar seus interesses nacionais. O período republicano é marcado por tentativas de aproximação dos Estados Unidos com a América Latina. Já com o Barão de Rio Branco a frente da condução da política externa brasileira, no período de 1902 a 1912, a aproximação com os Estados Unidos tornou-se fator chave da política exterior do país (Doval, 2013). A partir dos anos de 1930, com Vargas a frente do Brasil, esta aproximação pretendia conceder ao Brasil a oportunidade de exercer uma liderança submissa, possibilitada por ser delegada ao Brasil pelos Estados Unidos. Essa noção de delegação de responsabilidades permite afirmar, portanto, que o Brasil só tenta tornar-se parte da América Latina quando assim é reconhecido pelas potências, fato que acontece principalmente durante a Segunda Guerra Mundial e a posterior Guerra Fria, momento em que, através da doutrina monroe, os Estados Unidos escolhe “zeladores” para auxiliar na manutenção da segurança e da contenção da ameaça comunista nas diferentes regiões do mundo. A noção de diferença entre Estados Unidos e América Latina era compartihada pelo brasil, mas com um elemento a mais: o Brasil incluía-se neste contexto de diferença, e incluía-se ao lado dos Estados Unidos. Deste modo, o Brasil buscava incansavelmente desenvolver uma “aliança não escrita” com
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Wagner Iglecias em “o que o brasileiro médio sabe sobre a América Latina?” (2014) traz a questão acerca da culpa que a imprensa e as escolas brasileiras possuem nessa ignorância acerca da cultura latino-americana. A imprensa pouco retrata os acontecimentos nos demais países da região. Quando retrata, é quase sempre em tom de crítica, por vezes julgando os próprios processos de aproximação que ganharam algum fôlego nos últimos anos e enfatizando aspectos negativos como crises econômicas e políticas ou tráfico de drogas. A única coisa que a televisão brasileira importa em termos culturais são as telenovelas mexicanas.
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os Estados Unidos, ganhando peso político em relação aos demais países da região ao mesmo tempo em que empreendia com certo êxito seu desenvolvimento econômico. Tais fatores causavam amplo desconforto aos demais países latino-americanos, fazendo com que tampouco reconhecessem o gigante brasileiro como parte da América Latina. Cabe considerar que nesta época os demais países latino-americanos possuíam relações de tensão com os Estados Unidos frente à crescente intervenção deste nos assuntos internos da região (Doval, 2013). O Brasil, portanto, caminhava no sentido contrário ao de seus vizinhos. Por último, importa notar que outro fator que contribuiu para o sentimento de desconfiança em relação ao Brasil era a geopolítica de conquista empreendida pelo país na região até pelo menos os anos 80 (merian, 2000). Deve-se levar em conta, portanto, que os obstáculos à uma aproximação eram impostos não só pelo lado brasileiro, como também pelos demais países da região. Não tardou muito para que os governos brasileiros que mantinham-se na aliança com os Estados Unidos percebessem que esta relação não rendia os frutos desejados pelo Brasil: não rendeu ao país nenhum papel especial na ordem global do pós-guerra (principalmente tratando-se do tão sonhado – até hoje – assento permanente no conselho de segurança das nações unidas) e tampouco recebeu todos os recursos necessários e pretendidos para empreender o desenvolvimento econômico nacional. Decepcionado, já na Guerra Fria o Brasil passou a seguir uma política externa cada vez mais independente, iniciando-se com o segundo governo Vargas, ganhando força e reconhecimento a partir da política externa independente (Pei) de Jânio Quadros e João Goulart, e mantendo-se alguns traços durante os governos ditatoriais. Tais governos deram início a um processo de aproximação; por diversas vezes, neste período, a América Latina foi inclusive considerada como prioridade nas relações exteriores do Brasil. Segundo Milani et Al (2014), contribuem para essa inflexão a criação da CEPAL e da ALALC, dando início a um processo de aproximação baseada em diversas iniciativas de integração regional. Com os governos que se seguiram após a restituição democrática, o país consolidou tal processo de aproximação, principalmente a partir de uma configuração favorável a iniciativas em conjunto com a Argentina. Segundo Barreto (2010): “transpostos os temores do passado e alguns episódios marcados pela rivalidade de vizinhança na década de 70, Brasil e Argentina viram-se impelidos, a partir do momento histórico de remocratização interna, ocaso da guerra fria e novos condicionantes econômicos e globais, a buscar o destino manifesto da integração regional”. Ainda, segundo Milani et Al (2014): “a superação da rivalidade com a Argentina permitiu a formação do MERCOSUL, uma das referências da identidade internacional do país”. A partir do governo de Luiz Inácio Lula Da Silva (2002-2010), os esforços de integração regional ganham ainda mais força. Os contextos regional e internacional favorecem: crise do neoliberalismo e ascensão de governos progressistas, que possuem uma vontade política comum pela busca do fortalecimento da integração regional e o desejo de manter a região afastada das tentativas de imposição de interesses de potências externas, principalmente dos Estados Unidos. É neste sentido que os governos latino-americanos derrubam a proposta estadunidense de integração hemisférica, a Área de Livre Comércio das Américas (ALCA), enquanto em contraponto empreendem uma reformulação do mercosul e criam organismos mais abrangentes (em termos de membros e de tópicos), como a UNASUL e a CELAC. Tal contexto pode ser considerado como um indício do processo de construção identitária em que uma coletividade é constituída a partir da negação do “outro” (novos processos de integração regional em relação a negação da ALCA). Considero, portanto, que os processos atuais de integração regional prometem ser um primeiro passo para mudar o histórico de relações regionais conduzidas através das potências; no entanto, ainda é cedo para anunciar seu real êxito: noções antigas como a de ‘Brasil império’, com pretensões no Rio da Prata e empreendedor de fortes laços com os eua ainda não foram totalmente apagadas, e alinhadas com o peso político e econômico do país em relação aos seus vizinhos, contribuem até hoje para a manutenção de algumas desconfianças de um “subimperialismo” brasileiro, que pode ser considerado um dos obstáculos a maior consolidação da integração regional.
5.
O posicionamento da elite brasileira
Se a nível governamental o país hoje trata a região como uma de suas prioridades de política externa, a nível social ainda mantém-se um certo sentimento de “antilatino-americanismo” brasilei-
ro, já enraizado na sociedade por ser parte da própria formação histórica do país. Este sentimento está presente principalmente no discurso da elite brasileira, que por vezes posiciona-se criticamente em relação a integração regional, preferindo uma política externa que priorize as organizações internacionais e as relações com os países desenvolvidos. Tal contradição entre o tratamento dado a região pelo governo brasileiro e pelas elites do país fica explícita em Milani et Al (2014): “tais alternativas indicam a América do Sul como espaço prioritário da PEB, muito embora não haja consenso entre representantes políticos e membros da elite brasileira acerca dessa liderança”.
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Deve-se ater, ainda, ao papel que esta elite possui na difusão dessa não-aceitação da identidade latino-americana às demais camadas da população, acordando com a teoria de Karl Deutsch (1986) sobre a formação em cascata da opinião pública, em que o nível inicial (e portanto difusor) seria constituído
pelas elites econômicas e sociais. (Deutsch, 1986 Apud Bressan, 2012). Ao manter o controle sobre os grandes meios midiáticos, as informações que chegam para as classes média e baixa pouco falam de América Latina, fazendo com que essas classes incorporem a visão e o discurso elitista acerca desta região. Desta forma, a elite brasileira contribui não só para essa ignorância que temos sobre nossos vizinhos, como para um discurso que por vezes tem um caráter de ódio contra muitos deles (vide polêmica gerada devido a investimentos brasileiros em países como Cuba e Venezuela, por exemplo). Tais fatos, na verdade, dão continuidade ao discurso histórico de discriminação frente aos demais países da região e sua cultura política e social, tendendo as classes altas brasileiras a vê-los sempre como ‘bárbaros’, ‘não-civilizados’ e ‘subdesenvolvidos’, negando-se a reconhecer que na verdade, as tendências políticas e sociais brasileiras muito se parecem àquelas dos demais países latino-americanos (e em alguns quesitos inclusive deixam a desejar, vide diferentes respostas aos excessos dos períodos ditatoriais, muito mais eficientes e justos em países como a Argentina ou o Chile).
O próprio governo no momento em que, embora tenha buscado uma crescente integração com seus países vizinhos, esquece-se de incluir a sociedade brasileira no processo, não esclarecendo o porquê de considerar tão essencial uma integração regional sul-americana e contribuindo para a alienação da população em relação aos demais países. É fundamental que o governo crie canais de participação da sociedade e incentive a participação da própria elite na consolidação dos processos regionais. De acordo com Bressan (2012): “(...) Quando as elites não expressam apoio ou vontade de envolvimento aos projetos regionais, estes terão dificuldade de se desprender da lógica governamental.” Ainda segundo a autora e sua interpretação da obra de Ernest Haas, o processo de integração regional consolida-se através da transferência de lealdade dos atores políticos ao centro político regional – esta transferência de lealdade parte da elite para os demais grupos através de um spillover. Dessa forma, sustenta-se a visão de que nenhum processo de integração regional poderá ser verdadeiramente consolidado apenas no âmbito econômico e político, sem passar pelo apoio das elites e integração das sociedades. Talvez por isso os processos de integração na região ainda sejam tão graduais e enfrentem tantos obstáculos para consolidarem-se.
6. Conclusão A dificuldade encontrada pela sociedade brasileira em enxergar-se como parte da América Latina remonta a própria formação social e política do país e às suas diferenciações se comparadas a formação dos países da chamada América hispânica. As rivalidades entre ambas as metrópoles, o modo como o processo de colonização foi conduzido na região e seus posteriores processos de independência contribuiram para que Brasil e América hispânica se voltassem de costas um ao outro. No entanto, as semelhanças entre Brasil e seus vizinhos são muito mais preponderantes do que suas diferenças. Tal fato deve passar a ser considerado pela sociedade brasileira para que esta entenda que o Brasil é parte da América latina. No entanto, para considerar, a sociedade deve primeiro conhecer. É este conhecimento que ainda precisa ser estimulado. A ignorância em relação aos demais países latino-americanos é histórica, abrindo espaço para tom discriminatório. Este contexto só será alterado quando as próprias elites forem instruídas e tornarem-se capazes de livrarem-se de “óculos ideológicos” para perceber que até mesmo seus interesses são contemplados pelos processos de integração regional. A educação brasileira precisa incluir o estudo da América em seu programa, visto que o próprio estudo da história do Brasil torna-se incompleto se não entende-se o contexto da região em que está inserido. O governo, se quer continuar empreendendo a integração regional sul-americana, precisa incluir a sociedade no processo e instruí-la sobre o porque a aproximação com seus vizinhos oferece tantas vantagens ao país. A indústria cultural deve importar produtos criativos da região em detrimento da exclusividade que hoje dá às indústrias dos países nortistas. A sociedade brasileira deve entender que a incorporação a identidade regional não nega a identidade nacional; e que a aproximação aos países vizinhos não implica necessariamente em rompimento com os países desenvolvidos, tão visados principalmente pelas classes dominantes. O Brasil, país de posição historicamente pragmática, pode e deve relacionar-se com diversos países em diversas frentes.
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A posição muitas vezes discriminatória em relação a realidade da região em que o país se insere faz com que a maioria da sociedade brasileira ou desconheça ou posicione-se contra os processos de integração regional sul-americana, tendendo a considerar desvantajoso que o país empreenda tantos esforços políticos e econômicos na aproximação de países vizinhos, desconhecendo de que forma a “outra” América poderia acrescentar a país de tamanho peso e aspirações como o Brasil (Dorella, 2010). Novamente segundo Milani et al (2014): “(...) O processo de integração regional é constantemente questionado no âmbito doméstico por motivos comerciais e políticos, revelando a ausência de consenso na sociedade brasileira sobre a importância econômica que a região (e principalmente o mercosul) tem para o país em termos de inserção comercial competitiva. A região é um dos principais destinos de produtos industrializados brasileiros. As elites brasileiras e boa parte das sul-americanas parecem hesitar sobre a relevância do projeto de integração, seduzidas pelas vantagens, no curto prazo, de acordos comerciais”.
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Dadas as suas proporções continentais e sua complexidade social, tem plena capacidade de assimilar diferentes culturas, não sendo a cultura latino-americana inferior a nenhuma outra a nível mundial (pelo contrário). A construção de laços com os países latino-americanos não dificulta o desenvolvimento e o reconhecimento internacional do país; pelo contrário, a posição de destaque que o país tanto almeja no sistema internacional passa pela construção de laços e sua inserção regional no âmbito latino-americano.
* ARTÍCULO RECIBIDO EL 30/11/2015 ACEPTADO EL 06/02/2016
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ENTREVISTA A ROBERTO ARUJ
Migraciones del siglo XIX INTERVIEW WITH ROBERTO ARUJ
19th century migrations HERNÁN ARUJ Hernán Aruj, nacido en Argentina, Licenciado en Relaciones Internacionales y Magíster en Master en Economía y Desarrollo Industrial, Orietación PYMEs, se desempeña actualmente en el Ministerio de Seguridad de la Nación.
Resumen Roberto Aruj es doctor en Ciencias Sociales y magíster en Investigación en Ciencias sociales de la Universidad de Buenos Aires y actual coordinador general del Instituto de Políticas Migratorias y Asilo (IPMA). Es también profesor en Universidad Nacional de Tres de Febrero y en la Universidad de Buenos Aires. En esta entrevista nos explica las características de las migraciones en el siglo XIX y la situación de nuestro país respecto a ello.
Palabras Clave
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MIGRACIONES INTERNAS / DESIGUALDAD / TENSIONES ETNO-CONFESIONALES / YIHADISMO.
Abstract Roberto Aruj, holds a PhD in Social Sciences and a Master in Social Science Research at the University of Buenos Aires and he is the current head coordinator of the Institute for Migration and Asylum Policy (IPMA). He is also a professor at the National University of Tres de Febrero and at the University of Buenos Aires. In this interview he explains the characteristics of migration in the nineteenth century and the situation in our country regarding that matter.
Keywords INTERNAL MIGRATIONS / INEQUALITIES / ETHNICS AND CONFESSIONALS CONFLICTS / DJIHADISM.
¿Cuáles son las razones que dieron origen a las grandes migraciones del siglo XIX? Roberto Aruj (R.A.): A finales del Siglo XIX se produjo una gran crisis económica en Europa, que tuvo como resultado un movimiento migratorio muy importante, de las zonas rurales hacia las ciudades. Esta crisis provocó, entre otras cosas, un alto nivel de desocupación y problemas graves en términos de pobreza entre los europeos. América aparece entonces como una alternativa y se convirtió concretamente en un lugar buscado, y hacia el cual comienzan a viajar, a migrar hacia nuestro continente, varios contingentes de europeos. Este proceso se conoce como “migraciones transoceánicas”, las cuales según algunos datos, generaron un movimiento poblacional de alrededor de 55 millones de personas, lo cual es un número muy importante teniendo en cuenta la cantidad de población que había en esa época en el mundo. Se calcula que el mundo estaba habitado por 1.100 millones de personas hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, lo cual nos muestra que la cantidad de personas que se traslada de su país de origen hacia el Continente Americano representa un 5,5% del total de la población del planeta. Esto de alguna manera contradice a varios escritos actuales que hablan que estamos viviendo en la Era de las Migraciones. No, la era de las migraciones fueron aquellas debido a que hoy somos alrededor de 7.200 millones de habitantes y solo hay alrededor de 240 millones de personas fuera de su país de origen. Estamos hablando de un 3 % más o menos.
¿De qué manera impactó esto en Argentina? La Argentina fue uno de los países de recepción de esos migrantes de Europa, fundamentalmente, y luego de otros países, sobre todo, del Líbano, de Siria, de Turquía, de algunos países del norte de África. Este movimiento que se genera desde 1870 - 1880 hasta mediados de siglo XX, que va a provocar este gran contingente de migrantes, produjo que América fuera una región de alta recepción.
La razón principal es que se trata de un país muy grande en extensión territorial y se necesitaba mano de obra para concretar el proyecto de la Generación del 80´. Esta Generación tiene como objetivo el desarrollo del país a través de la urbanización, construcción de caminos y de comunicaciones. Y fundamentalmente, la producción agrícola y ganadera que eran las bases de sustentación económica de la época. Más allá de que comienza a partir del Siglo XX, se desarrolla una incipiente industria que va a dar lugar después de 1930 a la sustitución de importaciones. Esta convocatoria que produce la llegada de muchos trabajadores europeos que tienen como objetivo encontrar un espacio donde concretar sus aspiraciones, mejorar su calidad de vida, instalarse y vivir.
¿Emigraban y se establecieron definitivamente en el país? Muchos de los que llegaron, retornaron a su país de origen. Esa fue la primera idea, venir y hacer la América, el famoso dicho “Hacemos la América y volvemos”. Muchos más se quedaron acá. La Argentina fue un país de alta recepción de migrantes de diferentes comunidades extranjeras que se instalaron en el país: trabajaron, establecieron redes, clubes, hospitales, asociaciones de fomento. Pero especialmente son los que inician con las ideas que traen un movimiento social, sindical y político que va a dar cuenta de la organización a partir de esta llegada de migrantes, de nuevos partidos políticos o el reforzamiento de partidos políticos pequeños existentes que van a confrontar con los grupos de poder dominantes de la época, que es la conocida Oligarquía Nacional, que venía dominando o ejerciendo la dominación desde la conformación del Estado allá por 1860. Y luego la consolidación del Estado Nacional, a partir de los 70, 80 con Avellaneda, Sarmiento, la Generación del 80, Mitre, Roca, etc. Estos grupos que van a ir participando en los partidos políticos y que van a conformar fundamentalmente movimientos ideológicos distintos, socialistas, anarquistas, comunistas van a producir, entre otras cosas, una desestabilización del status quo. De ahí que un señor, que todos conocemos por su pluma literaria más que por su posición política ideológica, Miguel Cané (“Juvenilla”) redacta la Ley de Residencia. Esta Ley de Residencia lo que es-
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Los países con mayor inmigración del continente fueron Estados Unidos, la Argentina, Brasil, Venezuela. Hay que tener en cuenta que nuestro país tiene en su Constitución una convocatoria hacia todos aquellos que quieran venir a habitar el suelo argentino. Lo podemos ver en su Preámbulo, y en varios artículos que convocan a la emigración hacia nuestro país.
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tablece, entre otras cosas, es que todo aquel que atente contra el Estado, la Sociedad, el Bien Común, puede ser detenido y expulsado del país. ¿A que apuntaba esta Ley? A restringir el desarrollo de nuevas ideas de cambio, de transformación que estaba pidiendo la sociedad argentina desde hace tiempo, pero que se manifiesta a través de estos nuevos movimientos políticos y sociales que van a solicitar, entre otras cosas, las ocho horas de trabajo, las vacaciones, el aguinaldo, una serie de políticas laborales y sociales que se van a consolidar recién, fundamentalmente después de la década de 1940. Sin embargo, van a tener un desarrollo y van a comenzar a presionar con la llegada del Gobierno de Yrigoyen y del radicalismo. Aclaremos que me refiero al radicalismo de aquella época.
¿Marca un cambio sustantivo la presidencia de Yrigoyen? Si se hace una lectura profunda de ese proceso histórico, más allá de que Yrigoyen pone en marcha una serie de reivindicaciones atendiendo a esta presión popular, también va a estar presionado por los sectores dominantes, con lo cual las contradicciones y los conflictos van a ser muy importantes para todo este Proceso, en donde llegan constantemente migrantes al país. Los movimientos migratorios ultramarinos se detuvieron al comienzo de la Primera Guerra Mundial y se reactivaron después de esta finalizara. Se detuvo nuevamente con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y se volvió a reactivar en los primeros años de los finales de la contienda, prolongándose hasta mediados de 1950, cuando la Argentina deja de ser un país de inmigración para convertirse también en un país de emigración. Es importante destacar que la inmigración desde los países limítrofes seguía circulando en aquella época, pero su visibilidad será notoria recién cuando se detienen las migraciones transoceánicas.
En ese recorrido histórico, una parte importante es la llamada “fuga de cerebros”, referida a los científicos R.A: Justamente, a partir de la década de 1950, comienza a producirse una migración de profesionales argentinos. En realidad, hay una convocatoria. Tenemos que tener en cuenta que después de la Segunda Guerra Mundial comienza a reconstruirse Europa a través del Plan Marshall y hay una convocatoria de profesionales de distintas disciplinas, ingenieros principalmente, profesionales de la salud.Hay algunos estudios importantes de esa época sobre migraciones de personal calificado de distintas ramas de actividad. Esta situación se combina con el comienzo de una serie de golpes militares que atentan con la institucionalidad democrática de nuestro país produciendo entre otras cosas, la migración de profesionales que son perseguidos por los regímenes militares por su condición política e ideológica. En 1966 con el golpe militar de Onganía y la conocida “Noche de los Bastones Largos”, la Universidad es intervenida y comienza una persecución a los investigadores, a los docentes, a los intelectuales. Muchos de estos académicos deciden migrar, exiliarse en muchos casos por la persecución ya que no están dadas las condiciones para quedarse en el país produciendo una expulsión importante de recursos humanos altamente calificados.
¿De qué manera sucede esto en la década del setenta? Con el regreso de la democracia en 1973 hay una posibilidad de retornar, de incorporarse nuevamente en la sociedad. Pero las condiciones no son las más aceptables y mejores como para poder concretar esta situación. Recordemos que en el año 1974 comenzó a actuar la organización llamada Triple A, lo cual generó un conflicto de envergadura en términos de persecución de personas. El Proceso de Reorganización Nacional de 1976 produjo una estampida de profesionales, de migrantes de todo tipo, pero entre ellos de profesionales y recursos humanos altamente calificados que deben exiliarse o migrar debido al golpe militar la persecución política, ideológica, represión, los secuestros, la desaparición de personas.
¿Existen cifras de estos procesos? No. Yo, particularmente, considero que las estadísticas son muy relativas porque no se sabe los que se fueron, los que llegaron, los que volvieron, los que se fueron clandestinamente. Hubo mucha gente que se tuvo que escapar clandestinamente, no hay un registro y nadie iba al Consulado de la Argentina en el país adonde se fue a decir: yo me fui.
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Hay estimaciones… yo no las considero fidedignas. En realidad, me parecen muy relativas. Incluso hoy, hablar de una cantidad de argentinos en el exterior yo también lo relativizo porque en realidad siempre se tomó en cuenta la diferencia de entrada y salida, y eso no da cuenta de quien vive afuera y quien no. Incluso, existe un elemento interesante para mejorar esto, que es la convocatoria a los registros en los Consulados y en las Embajadas, pero no todo el mundo lo hace ni todo el mundo va a votar en el momento eleccionario. Lo que es destacable es el Programa Raíces, lo que logró es una convocatoria general de todos los profesionales y recursos humanos calificados para que retornen, dándoles algunas posibilidades. Hubo un intento anterior en 1983 por parte de Alfonsín que acompañado de Hipólito Solari Yrigoyen, realizaron una recorrida de países, llamando a los argentinos a reuniones para que vuelvan al país con el regreso de la democracia y hubo argentinos que volvieron y se quedaron. Hubo otros argentinos que volvieron, observaron la situación y retornaron al país de recepción. Eso se explica en un libro que se llama “El Retorno de los Hijos del Exilio”, en donde esta temática del retorno, o sea lo que intentaron hacer con el programa, a partir de Alfonsín, se toman el trabajo y tratan de fomentar el retorno. El Programa Raíces tiene otras aristas y de alguna manera, permitió y permite la convocatoria de todos aquellos científicos argentinos que viven en el extranjero, tienen la posibilidad de retornar con condiciones bastante aceptables para su integración al país, en todos los sentidos.
¿Argentina sigue siendo un país abierto a la Inmigración? Si, por supuesto. No solo somos abiertos, sino que tenemos la Ley de migraciones más progresista del Planeta. Es una Ley que es ejemplo a nivel mundial porque fundamentalmente toma los derechos humanos como pilar. Y los derechos humanos de los trabajadores migrantes son los mismos que los trabajadores nativos. Y esto es revolucionario en términos de leyes migratorias.
De todo, existen migrantes de todo tipo, hay migrantes no calificados y calificados; migrantes altamente calificados o profesiones que son fundamentales para determinadas ramas de una actividad. Por ejemplo, bolivianos que han venido a la Argentina y trabajaban en las minas en la parte de detonación, que hoy trabajan en demoliciones porque son expertos. Hay gente que viene de la zona rural y hoy son los que desarrollan todo el complejo de laburo hortícola y frutal que abastece a la ciudad de Buenos Aires y al país. Escobar es un ejemplo del trabajo de estos migrantes para la producción de alimentos para la provincia de Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires. Hoy hay muchos médicos sudamericanos que han migrado al país para estudiar y perfeccionarse, para realizar su carrera y que se terminan quedando. Argentina, en ese sentido, es muy rico, es muy amplia la apertura cultural. Somos la Síntesis. La síntesis del entrecruzamiento de todas estas culturas que han llegado, que están llegando y que van a llegar. Porque la Argentina es un país abierto a todos aquellos que quieran venir a trabajar, y a desarrollarse. Por eso somos una síntesis y eso enriquece nuestra cultura. Poder aceptar, respetar al otro e integrarlo en esto que son las costumbres, los hábitos, la alimentación, la literatura, la música, la danza, el teatro, el cine, es decir, las artes en general. Pero además, las ciencias y las profesiones, el trabajo. Esto es lo que enriquece a nuestra Sociedad pero además porque los migrantes no solo cumplen esto que acabo de plantear, sino que son vehiculizadores de trabajo, son aportantes al Sistema de Seguridad Social, al Sistema Jubilatorio, pagan sus impuestos y dinamizan la sociedad. Son parte de la dinámica que necesita cualquier sociedad para crecer en todo sentido.
¿A qué se deben las migraciones de europeos y norteamericanos de este último tiempo? Si bien es pequeña por ahora, pero notable en el sentido de que estos jóvenes son profesionales. Por ejemplo, cuando tuve la oportunidad de entrevistar y estar en conversando con ellos, te dicen, “la Argentina lo que tiene es una posibilidad impresionante en términos culturales, un acceso a la cultura increíble. Fundamentalmente aquí no hay techo. Acá todo es abierto, hay muchas cosas por hacerse. Europa es todo más compartimentado y clasista. También allá está todo muy estructurado, está todo
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¿Cuáles son las profesiones que desempeñan los inmigrantes?
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muy reglamentado, normado. Entonces uno no puede salir”. La Argentina lo que tiene, y América Latina en general, es esta posibilidad de oportunidad para crecer, para crear, para inventar, para poner en marcha proyectos nuevos sin ningún tipo de techo que a uno lo pueda detener. Y eso moviliza, motiva a estos jóvenes europeos y norteamericanos que han llegado a generar nuevos emprendimientos.
¿A qué regiones del país considera que se dirigen estos inmigrantes? Fundamentalmente las ciudades. Porque todavía no hay una política que organice la instalación de estos que llegan desde distintos lugares. Está abierto y es libre. Cada uno va a donde cree que puede estar mejor. Las ciudades siempre proponen mejores oportunidades que los pueblos y las zonas rurales. Pero me parece que una de las deudas que tenemos en nuestro país es la generación de políticas que intenten aplicar a la distribución poblacional para que se traslade hacia diferentes regiones, un poco más organizado y pautado en términos de los que se necesita en cada espacio regional y lo que puede aportar el que llega a esos espacios. Fíjense que ahora la posibilidad de que estén llegando o la llegada de sirios, refugiados de África o de oriente medio, o de la zona más conflictiva, llegan y van a lugares donde tienen redes, donde tienen familia, donde tienen gente de su mismo origen. Y esto es por una cuestión de similitud, de búsqueda de tener a alguien de referencia. Creo que la gran deuda que tenemos en la Argentina es esta, tenemos que armar una política. Para esos que llegan e incluso también para los que residen hoy en las grandes ciudades que quizás no tienen las oportunidades que por ahí podrían tener en otros lugares donde se necesita determinado tipo de mano de obra o de recurso para el propio desarrollo de la región. En algún momento, con un equipo de especialistas, pensamos en un proyecto sobre la reubicación de habitantes de zonas carenciadas de la Provincia de Buenos Aires y de la Ciudad de Buenos Aires, originarios de provincias del Interior o de países vecinos, con el objetivo no de crear un ghetto, ni mucho menos, sino para generar en esas provincias, en esas regiones, trabajo, salud, vivienda, educación para que puedan reinstalarse, en el caso de los migrantes internos. Poder volver a su lugar de origen con todas las condiciones propicias y para los extranjeros que vengan, a partir de sus habilidades y posibilidades, que se instalen en lugares donde se los necesiten
¿Qué paso con ese proyecto? Es muy difícil de concretar por distintas razones. No digo que es imposible, porque creo en esa posibilidad. Habría que cerrar con el Gobernador de una Provincia, con el intendente del Municipio, con la gente que vive en ese lugar. Porque yo le voy a dar las condiciones a uno que llega y los que viven en ese lugar van a querer las mismas condiciones.
Hay que crear incentivos para ambas partes. Hice una primera encuesta piloto y pregunte a santiagueños, chaqueños, tucumanos, formoseños que viven en la ciudad en situaciones precarias y trabajadores no calificados que viven en la provincia de Buenos Aires o en villas de emergencias, ¿si el estado argentino te da la posibilidad de volver a tu lugar de origen y te da casa, trabajo, educación, salud, volves? Y la respuesta fue: ¿Dónde firmo? ¿Cuándo me voy? Porque es lógico. La migración no deja de ser una ruptura de las raíces, de la historia, de los afectos, vivir en otra ciudad o trasladarse a otra ciudad implica un conflicto, con lo cual dejar todo allá, bueno, viajan, van, visitan a la familia, pero si nosotros creamos las condiciones para que vuelvan, ellos vuelven. El tema es que también hay que crear las condiciones para los que están viviendo en aquel lugar, por que sino se generaría un nuevo conflicto. Digo, yo estoy seguro que los paraguayos, bolivianos, uruguayos, brasileros, peruanos, chilenos, senegaleses, sirios, somalíes, ganeses o chinos que vienen a la Argentina, si se les dieran todas las condiciones para que tengan una buena calidad de vida en su país de origen no se irían. Ahora claro si estoy en medio de una guerra, y no tengo otras posibilidades, y no tengo consciencia de que me tengo que quedar para sostener lo que tengo, me voy. Porque no todos migran, y esto es fundamental tener en cuenta. Vivimos en un mundo donde la mayoría de la gente está excluida del sistema. Es un sistema desigualitario, pero no todos migran.
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Sino no tendríamos los 240 millones de personas fuera de su país de origen, sino que habría 4.000
millones. ¿Por qué no los hay? Porque no todo el mundo migra. Porque no todo el mundo piensa que la salida a su situación de precariedad y vulnerabilidad y de exclusión es con la migración. Hay otras formulas que el sujeto desarrolla internamente para enfrentar o afrontar una situación de conflicto.
En este momento existen diferentes discusiones en Estados Unidos y Europa sobre los problemas migratorios… ¿cuáles son las particularidades de cada una? Hay distintas posturas. Están todas muy vinculadas hoy a las tendencias que plantean el control. Porque en realidad hay una fuerte contradicción entre lo que muchas veces se dice y lo que realmente se hace. Y lo que en última instancia se necesita. Europa es una sociedad que se plantea como una gran sociedad cada vez más envejecida, con lo cual necesita mano de obra joven, recursos humanos, en realidad, población económicamente activa para poder enfrentar las jubilaciones y las pensiones de sus propios habitantes que van a requerir un ingreso por parte de los aportes que hacen los trabajadores… Si no hay un crecimiento vegetativo, entran en conflicto. Por lo tanto, ¿cuál es la posibilidad inmediata? En el largo plazo puede haber programas de incentivo para que la gente tenga más hijos pero mientras tanto, bueno, los migrantes son la solución.
¿Cómo han solucionado esto otros países? Yo estuve en Japón y los japoneses tienen un grave problema con el tema de su crecimiento vegetativo, hay pocos jóvenes. Entonces hay una convocatoria: Japón está convocando a jóvenes de todo el mundo, de distintas profesiones a capacitarse y a instalarse en Japón. Y eso que Japón es una sociedad en términos poblacionales, muy importante. Tiene una población de casi 130 millones de habitantes, y en un territorio que no es muy amplio pero tienen una población muy envejecida y hay que sostener esa población.
El crecimiento, para dar un ejemplo de informática y telemática de la década de 1980, lo dieron los indios y los chinos, con la convocatoria que hizo Estados Unidos. Y ahí no hubo discriminación, ahí convocaron, y después que cada uno viva en su barrio y no moleste al otro. ¿De qué manera se resuelve el choque cultural que se produce? En el caso de Europa, son culturas muy conservadoras y quieren mantenerse como al margen de la posibilidad de “contaminación”, lo que ellos denominan contaminación. La derecha europea habla concretamente de contaminación por parte de la cultura de los que llegan, de los migrantes. Estados Unidos, en ese sentido, tiene una política más definida, tiene “barrios/ghettos”. La diferencia es que en Estados Unidos no hay integración posible. Están los hispanos, están los afroamericanos, los asiáticos y están los blancos, los anglosajones, y los que dominan son ellos, más allá de que quizás la población más dinámica y mas creciente sea la latinoamericana. Incluso yo estoy en contra de esta expresión que tienen los estadounidenses cuando hablan de “hispanos”. Los estadounidenses tienen una concepción de racialización. Están divididos los grupos étnicos, ellos llaman razas. Los asiáticos, los afros, los hispanos, los anglosajones o blancos. ¿Hispanos? ¿Quiénes son los hispanos? Las diferencias entre brasileros, argentinos, venezolanos, dominicanos, nicaragüenses, mejicanos y españoles son muy importantes. Es más, los españoles a nosotros nos llaman sudacas, digo, como pueden englobar o agrupar a todos juntos. No… Eso es una fórmula para marcar los territorios y también es una fórmula para ejercer la dominación y el disciplinamiento social. Existen el control y el disciplinamiento. Se arman compartimientos y en cada uno meten gente y después hay una libertad, una supuesta libertad, y cada uno hará lo que tenga que hacer para crecer, para movilizarse socialmente y para mejorar su condición y calidad de vida. La sociedad estadounidense es una sociedad multiétnica. Es una sociedad multiétnica pero dominada por una sola etnia. Por eso se habla de multiculturalismo, Porque el multiculturalismo tiene en cuenta múltiples culturas pero diferenciadas, no integradas. El interculturalismo habla de la integración de las culturas y Argentina es un ejemplo de eso.
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¿Cómo se sostiene esta situación? Mediante el aporte de la población económicamente activa. Si se está envejecida, tenemos que traer jóvenes. Bueno, eso es lo que sucede en Europa. Estados Unidos tiene otra política, por eso abre todos los años su tarjeta verde y la inmigración hacia un número equis de personas que ellos necesitan.
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Después hay que ver si es tan así y si se puede o no se puede. Yo tengo mis dudas en torno a las posiciones que tienen los europeos y los norteamericanos, obviamente, hoy van será hacer control y después de todos estos conflictos que surgen todos los días y que hacen a la violencia internacional, se van a poner mucho mas duros en términos de control. Es más ya hay quienes dicen “nosotros ya advertimos que recibiendo a los refugiados que vienen de los conflictos de los países árabes, íbamos a recibir a terroristas”. Con esto que acaba de pasar en Francia y lo que pasó con el avión ruso, y que va a seguir pasando. Pero porque vivimos en un mundo que tiene como uno de los principales principios rectores la guerra.
¿Por qué menciona a la guerra como un motivo? La guerra es el mayor negocio de la historia. Mientras no reconozcamos esto, seguimos en problemas. La guerra moviliza a la industria en todas las ramas de actividad. Es el único fenómeno que moviliza todas las ramas de actividad al mismo tiempo. Textil, medicina, tanto medicamentos como infraestructura, armas, medios de comunicación, tecnología, transporte, lo que quieran. Piensen en algo, y la guerra lo moviliza, lo desarrolla. Una vez que se destruye algo, hay que volver a construirlo. La construcción es el motor. La guerra ha sido para los países desarrollados, una herramienta fundamental para incluso salir de las crisis. Y hoy la guerra es parte de nuestra cotidianeidad. Vivimos en un mundo en guerra y desde hace mucho tiempo, diría desde siempre. Hoy la diferencia es que las guerras se han atomizado en distintas partes del planeta. Por suerte nosotros en América Latina, estamos bastante tranquilos. Creo que por un tiempo.
¿Y qué es lo que se viene para América Latina? ¿Cuál es hoy la amenaza para Argentina en este tema? Argentina no solamente, para América Latina. Por eso me parece fundamental consolidar el UNASUR, consolidar la unidad sudamericana. Yo no quiero decir la Patria Grande, pero si la Comunidad de Naciones Latinoamericanas. Es fundamental porque nosotros estamos muy cerca de pasar a ser una región de altos niveles de conflicto. Más allá de que hoy existen algunos vinculados al narcotráfico y que me parece que están vehiculizados por el sistema, o sea, no dudo de que el narcotráfico sea parte de la funcionalidad del Sistema Capitalista para América Latina. En particular, creo que hay otras situaciones que se van a producir en términos de intervención sobre nuestros países que están vinculadas a los recursos naturales. Todavía no se ha producido directamente esto pero hay algunos indicios. Lo que le están haciendo a Dilma Rousseff en Brasil, lo que se genera cotidianamente en México a través del narcotráfico, los conflictos en distintos países, lo que le está sucediendo a Venezuela, con el boicot histórico a la propuesta chavista. Más allá de que yo tengo mis diferencias críticas hacia el Gobierno de Nicolás Maduro, debo reconocer que ha habido un constante, histórico y perpetuo boicot a ese proyecto, por parte de los grupos dominantes y obviamente del sistema capitalista a través de sus distintos agentes. A mi me parece que es un tiempo muy importante de consolidar una unión de naciones latinoamericanas para enfrentar el futuro que se viene, que es aquel que está vinculado a la intervención de nuestra región para apropiarse de los recursos naturales. No digo nada nuevo, lo que está pasando en Oriente es eso, la guerra en Oriente es esa. Es la búsqueda de la apropiación de gas y el petróleo. Bueno, acá será por el agua y la tierra. Sin duda.
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Las migraciones horizontales subsaharianas en la era de las crisis migratorias: luces y sombras The horizontal sub-Saharan migrations in the age of the migratory crises: lights and shadows MBUYI KABUNDA BADI Mbuyi Kabunda Badi, nacido en la República Democrática del Congo, es doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. Es también profesor de política africana en la Universidad de Basilea, miembro y profesor del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo, y de los másteres de cooperación al desarrollo de las universidades de Málaga, Granada, País Vasco, Valencia, Castellón y Alicante. Dirige la Revista África América Latina Cuadernos de SODEPAZ y el Observatorio de Estudios sobre la Realidad Social Africana de la UAM. Entre sus líneas de investigación destacan los problemas e desarrollo, conflictos, etnicidad, integración regional, y la cooperación al desarrollo y la cooperación Sur-Sur.
Los países subsaharianos se caracterizan, desde comienzos del siglo XX, por importantes flujos migratorios, tanto externos como internos, organizados o clandestinos, al margen de la crisis migratoria o de los refugiados actuales. El presente artículo analiza estas migraciones internas o Sur-Sur, sus características y dinámicas, y además pone de manifiesto las medidas de expulsión y la xenofobia de las que son víctimas los inmigrantes subsaharianos en los países de acogida tanto en el África del norte como en el África Austral. El futuro de estas migraciones interafricanas dependerá de factores políticos y económicos: la superación de las coacciones del Estado jacobino, la consolidación de las agrupaciones regionales africanas, el codesarrollo o la cooperación al desarrollo.
Palabras Clave MIGRACIONES INTERNAS / DESIGUALDAD / TENSIONES ETNO-CONFESIONALES / YIHADISMO.
Abstract The sub-Saharan countries are characterized, from beginning of the 20th century, by important migratory flows, so much external as boarders, organized or clandestine, to the margin of the migratory crisis or of the current refugees. The study analyzes these internal migrations or South - South, his characteristics and dynamics, beside revealing the measures of expulsion and the xenophobia of those who are victims the sub-Saharan immigrants in the countries of reception both in the North Africa and in the Southern Africa. The future of these interafrican migrations will depend on political and economic factors: the overcoming of the constraints of the Jacobin State, the consolidation of the regional African organizations, the codevelopment or the cooperation to the development.
Keywords INTERNAL MIGRATIONS / INEQUALITIES / ETHNICS AND CONFESSIONALS CONFLICTS / DJIHADISM.
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Resumen
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Introducción La crisis migratoria o de los refugiados nacida en los últimos meses, a partir de la desestabilización de Libia (por los ataques de la OTAN) y de la guerra en Siria (a mano del Daesh o del “Estado Islámico”), ha vuelto a poner sobre el tapete el fenómeno de las migraciones Sur-Norte. Las mismas, con su cohorte de tragedias humanitarias en el Mediterráneo y en los países ribereños, han llegado al punto de eclipsar completamente las migraciones Sur-Sur. Generalmente, los análisis sobre los flujos migratorios suelen insistir más en las migraciones Sur-Norte, verticales o intercontinentales, pasando por alto las intracontinentales u horizontales, o entre los países africanos. Las migraciones Sur-Norte han convertido a los países del África del norte en países de destino, y no sólo de paso hacia Europa -donde los últimos atentados terroristas del 13 de noviembre de 2015, en París, han llevado a una actitud hostil hacia la migración por el amalgama que los partidos y gobiernos conservadores han establecido entre ésta y el terrorismo1. Estas migraciones han generado una verdadero odisea o drama para los migrantes subsaharianos: la muerte en las travesías (el desierto, el Mediterráneo o el Atlántico); la explotación por las mafias de tráfico de seres humanos o de la inmigración clandestina; la violación de los derechos humanos; el racismo y las redadas policiales en países como Marruecos y Argelia, encargados del papel de gendarmes de sus fronteras por la Unión Europea; las condiciones de vida infrahumanas y espantosas en monte Gurugú (norte de Marruecos); y los cuchillos de las vallas en los enclaves españoles de Ceuta y Melilla, concebidas para disuadir a los emigrantes africanos. Así, nunca se sabrá el número exacto de las numerosas muertes como consecuencia de las enfermedades, las agresiones y los naufragios como los sucedidos en las islas italianas de Lampedusa o en las aguas griegas. Es imposible negar el incremento de los flujos Sur-Norte, o hacia Europa por su cercanía con las grandes regiones en crisis de la planeta (Oriente Medio, África y Asia Central) y como consecuencia del fin del mundo bipolar y del rápido proceso de liberalización excluyente facilitado por la globalización, según manifiesta Sami Naïr (2007). A pesar de todos los obstáculos creados, el número de migrantes en América del norte, Australia y Europa Occidental duplicó entre 1983 y 1993, pasando de 1,3 millones a 2,7 millones, según la OCDE (Dewitte, 2002). La globalización de la economía incrementó la diversificación de las regiones de origen, de los países de destino o acogida y los espacios de desplazamiento (con la globalización de medios de comunicación, la uniformización de los modos de vida y consumo, junto a las inmensas frustraciones nacidas de los desequilibrios económicos y demográficos a escala del planeta). Los perfiles socio-profesionales de los migrantes también han cambiado: los trabajadores cualificados, incluso con títulos universitarios, también han tomado el camino del exilio (es decir las clases medias frustradas por la calidad de vida y las condiciones de trabajo que no encuentran in situ) –es el famoso caso de la “fuga de cerebros” -, a pesar del hecho de que los campesinos y los obreros sin trabajo siguen siendo mayoritarios en los flujos migratorios (Dewitte, 2002; Hugon, 2013). En tal contexto, se suele obviar que las migraciones internacionales se desarrollan más entre los países del Sur que hacia el Norte. Las poblaciones del mal llamado Tercer Mundo emigran a menudo hacia los países limítrofes o vecinos, a penas menos pobres que el país de origen (Dewitte, 2002). Las migraciones interafricanas abarcan a millones de personas y superan con creces a las migraciones internas de otros continentes. África cuenta con unos 40 millones de migrantes internos. Para citar sólo un ejemplo, Costa de Marfil (el escaparate del África Occidental), acoge proporcionalmente cuatro veces de inmigrantes que Francia (cf. Smith, 2009; Leymarie y Perret, 2006), y los problemas políticos que ha conocido este país, en la última década, se explican en parte por este fenómeno. Costa de Marfil, junto a Australia, son los países con más inmigrantes en el mundo. Tristes records los de África: el campo de Dadaab, que acoge a los somalíes en Kenia, es el campo más grande de refugiados en el mundo, mientras que la RD Congo destaca por tener el gran número de desplazados internos en el mundo (1.317.879 personas en 2007), después de Colombia.
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1-Se envía a la sociedad de acogida un mensaje sutil según el cual “todos los inmigrantes no son terroristas, sin embargo los terroristas son de origen inmigrante”, aunque nacidos todos en Europa.
Considerando lo expuesto, el presente trabajo se ocupa retomar el las migraciones interafricanas. Centrándose en África Central, Oriental, Austral y Occidental, el análisis pone de manifiesto sus dinámicas, características y las perspectivas que presentan. I.
Historia de las migraciones internas africanas
África, integrada por diversos pueblos, conoció importantes dinámicas migratorias internas y autónomas, desde tiempos remotos. Durante la antigüedad, las etnias emigraron en el continente en función de circunstancias a veces mal conocidas. Es el caso de las civilizaciones vecinas de los egipcios faraónicos, como la de los kuchitas, en Nubia, que utilizaron el Nilo -principal y primera vía de las migraciones africanas-, hacia el año 3.000 AC, para emigrar hacia Kenia y Tanzania. Lo mismo puede decirse de los bantúes (pueblos de lengua bantú), que en la misma época, y desde los actuales Nigeria y Camerún y el lago Chad, emigraron hacia el centro y el sur del continente, transmitiendo a los pueblos de lengua khoisan que vivían en estas partes, sus técnicas agrícolas y metalúrgicas, así como los valores de sociedades jerarquizadas, influyendo de una manera determinante en la cultura de estos pueblos (Gamrasni, 2010a). En definitiva, el homo sapiens, o el antepasado del hombre moderno, e incluso el hombre de Neandertal, nuestro antepasado directo, salieron de África, cuna de la humanidad o “la casa de Lucy”, para colonizar o conquistar otras regiones del mundo. La conquista de la tierra nace de una evolución de más de 6 millones de años, desde África hasta los demás continentes del planeta (cf. Gamrasni, 2010b, véase también Morin, 2010 y Mulot, 2013) “en busca de nuevos territorios que explotar, movido por el crecimiento demográfico del grupo de origen, por una disminución de los recursos alimentarios o por cambios ecológicos” (Simon, 2010: 14).
De este modo, la historia del continente, según puntualiza Sylvie Brunel (2004: 202), siempre ha sido la de las migraciones que jugaron un papel fundamental en los contactos y el desarrollo las sociedades precoloniales. África ha sido y sigue siendo el continente de las migraciones: desplazamientos de los pueblos ganaderos en función de estaciones, a la búsqueda de pasteo y del agua; desplazamientos de aldeas a la búsqueda de tierras fértiles para escapar o huir de fenómenos considerados como maldiciones (muertes misteriosas, epidemias, malas cosechas recurrentes...); la migración de los pueblos bantúes hace 3000 años A.C. para colonizar el África Central, Oriental y Austral, como hemos mencionado previamente; la huída ante la penetración del Islam después de las razias esclavistas. Es decir, una historia de movilidades y de nomadismo se encuentra arraigada en la propia tradición africana. Es verdad que África, enfrentada en la actualidad a las dificultades para su desarrollo, se encuentra en el centro del sistema migratorio con Europa (por las migraciones procedentes fundamentalmente del África Austral y Occidental y en menor medida del África Central), en parte por la preocupación por las poblaciones de mejorar sus condiciones de vida y por los vínculos históricos, en particular por las relaciones creadas entre las metrópolis o los antiguos países colonizadores y sus colonias convertidos en Estados independientes, las que explican muchas redes migratorias. Sin embargo, no se puede perder de vista que a lo largo de los siglos, existieron importantes migraciones entre los países africanos, como queda subrayado, que en los últimos años se explican fundamentalmente por razones económicas y políticas. II.
Los factores impulsores de las migraciones interafricanas contemporáneas
Las migraciones africanas, tanto en su dimensión Sur-Norte como Sur-Sur, se explican fundamentalmente por factores políticos y económicos. a-
Los factores económicos
El proceso de descolonización se acompañó con importantes diferencias de crecimiento económico entre los países africanos, diferencias que explican la necesidad de mano de obra en algunos países o, al contrario, los mecanismos de repulsión en otros.
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Más tarde, con la esclavitud a mano de los bereberes y los árabes desde el siglo VII, y de los europeos desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, junto a la colonización, África conoció migraciones forzadas, que le hicieron perder durante mucho tiempo el control de su destino (Simon, 2010; Leymarie y Perret, 2006), y que explican en parte el subdesarrollo del subcontinente que fue sometido a una verdadera hemorragia humana.
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Dos categorías de países se convirtieron en atractivos: los que consiguieron un importante crecimiento económico a través de su estabilidad política y los que pudieron mantener la paz y la seguridad internas. África Occidental, con importantes diversidades humanas, físicas y económicas, tiene tres zonas diferentes: 1. la zona saheliana (Burkina Faso, Malí, Níger y Senegal), dominada por la sequía, se caracteriza por la economía pastoril y débiles densidades de población; 2. la zona de transición sahelo-guineana, integrada por las partes meridionales de los países sahelianos arriba mencionados y el territorio de Guinea-Bissau, está dominado por la sabana tropical, húmeda y seca, y la coexistencia de zonas de fuertes densidades de población y otras con débiles densidades de las mismas; y 3. la zona costera o forestal del sur (Costa de Marfil, Ghana, Benín, Togo, Nigeria), que presenta abundantes lluvias que generan importantes actividades agrícolas y económicas, con las consiguientes altas densidades de poblaciones. Tales características de la región influyen en los flujos migratorios que se orientan en el sentido Norte-Sur. Es decir, de las regiones secas sahelianas, por los problemas socioeconómicos y de sequía, hacia las regiones costeras húmedas, representando Costa de Marfil del 25 al 30% de inmigrantes en la población total. A ello es preciso añadir las desigualdades económicas entre los países de la zona: los del interior o del Sahel que pobres y generan efectos de expulsión (emigración de la población joven y activa y de capitales) y los de la costa, ricos y dotados de importantes infraestructuras, que poseen efectos de atracción (Diop, 2007: 208) Todos estos factores convierten a África Occidental en una zona caracterizada por una fuerte movilidad transfronteriza, al pasar las poblaciones de un país a otros, cruzando la frontera, a la búsqueda del pasteo y por las necesidades del comercio, de productos agrícolas o del agua, sobre todo en el espacio senegambiano (Gambia, Senegal, Guinea- Bissau). Los principales países de emigración en África Occidental son Cabo Verde, Senegal, Malí y Burkina Faso, cuyos migrantes de dirigen hacia Costa de Marfil, Ghana, Gabón y Europa. Costa de Marfil, es el primer exportador mundial de cacao, además de importantes producciones de café y de madera, lo cual lo han convertido en el segundo polo económico de la región después de Nigeria. Este país atrae a millones de inmigrantes del oeste africano, en particular los oriundos de Burkina Faso. Durante el período de la estabilidad política, durante el mandato de Houphouët-Boigny, las importantes inversiones extranjeras, el desarrollo de la industria turística y hoy la explotación de yacimientos de petróleo off shore, suministraron al país importantes fuentes de ingresos. Después, a partir de la década del noventa, la inestabilidad política, resultado del agotamiento del modelo de desarrollo basado en los cultivos de exportación “modelo que condujo a la demanda de una importante mano de obra importada”, borró estos importantes avances y conquistas. A pesar de ello, Costa de Marfil sigue siendo un país receptor de inmigración procedente de varios países del África Occidental. Ghana, con casi la misma trayectoria que Costa de Marfil, al ser el principal productor de cacao, oro, madera, café, tiene una importante capacidad de atraer las inversiones extranjeras. Este país se ha convertido en país de inmigración y de emigración Sur-Norte. Nigeria, donde la abundante renta petrolera ha atraído la mano de obra de los países de la zona para las distintas tareas vinculadas con la industria petrolera. Sin embargo, la mala gestión, junto a los sucesivos contrachoques petroleros, condujo al gobierno a proceder a la expulsión de inmigrantes oesteafricanos. Aunque el país disponga de importantes recursos naturales, el sistema político y las recurrentes tensiones etno-confesionales no contribuyen al desarrollo del país. Por lo tanto, Nigeria es a la vez un país receptor de inmigrantes procedentes de países africanos y emisor de migración hacia el Norte. Por su parte, Senegal, a pesar del problema de La Casamance, se caracteriza por una situación política relativamente estable y un sistema democrático que favorecen la producción de cacahuetes y de fosfatos junto al desarrollo de las actividades turísticas, que le permiten conseguir ingresos económicos relativamente importantes. Con una tasa débil de SIDA en relación con otros países africanos, Senegal es un país atractivo para los países más pobres, como Malí y Mauritania, por los caracterizados por la crónica inestabilidad política, como Guinea Conakry, o para los refugiados de distintas guerras civiles en los países de la zona: Guinea-Bissau, Sierra Leona, Liberia. Sin embargo, el débil crecimiento le convierte en un país de recepción de migraciones Sur-Sur y de punto de partida de las mismas hacia Europa y Estados Unidos.
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En África Central, Gabón, con un sistema político estable y un enorme territorio poco poblado, además de los emigrantes del África Occidental, acoge a la mano de obra procedente de países del África Central y que la renta petrolera permite gestionar sin muchas dificultades.
Guinea Ecuatorial por las mismas razones asume más o menos el mismo papel. En África Oriental, Etiopía y Sudán suelen dirigir sus flujos migratorios hacia Europa y los países del Golfo. En tanto, los países que atraen las migraciones africanas, en particular los flujos de refugiados de Somalia y Sudán, por su relativo crecimiento económico son Tanzania y Kenia, productores de té y café que cuentan además con importantes industrias del turismo. En África Austral, dos países, Sudáfrica y Botsuana, que han basado su desarrollo en una verdadera industrialización, y no sólo en las economías rentistas, se han convertidos en países de inmigración. El primer país, como potencia económica a escala continental, atrae los inmigrantes subsaharianos, y en particular del África Austral, para mejorar sus condiciones de vida o huyendo de los conflictos armados. Los oriundos de la República Democrática del Congo (RDC), Malaui, Zimbabue, Lesotho y Mozambique emigran a menudo hacia Sudáfrica. b-
Los factores políticos
La otra causa fundamental de las migraciones internas africanas procede de las guerras y los conflictos armados, con su corte de refugiados. Éstos, junto a las personas desplazadas, constituyen la mayoría de los africanos o las víctimas de las migraciones forzadas, estimados en unos 10 millones de personas. En África Occidental, los conflictos de Sierra Leona, Liberia, Guinea-Bissau, Guinea Conakry y Costa de Marfil tuvieron como consecuencia el desplazamiento de varios centenares de miles de personas.
En el Cuerno de África, las guerras entre Etiopía y Somalia, junto al desmembramiento de este último país controlado por los señores de la guerra, explican importantes movimientos de refugiados hacia Kenia y Yibutí, representando los refugiados la mitad de la población de este último país (350 mil de los 700 mil habitantes). Según el Instituto Internacional de las Migraciones (2012), en el Cuerno de África, con fronteras abiertas, los flujos migratorios dentro, hacia y desde esta región aumentan considerablemente por la falta generalizada de oportunidades en sus lugares de origen. Las desigualdades económicas, la explosión demográfica, las altas tasa de desempleo de la juventud, el éxodo rural y el deterioro medioambiental, están empujando a los etíopes y somalíes a emigrar hacia Kenia, el único país de la región que conoce un importante crecimiento económico y modernización, como inmigrantes económicos. El resultado es el aumento de tensiones entre los inmigrantes y los oriundos de Kenia, por existir en este país altos niveles de desempleo entre la juventud y por fomentar la presencia de los inmigrantes una feroz competencia en el mercado del trabajo. En definitiva, más del 30% de la población total del Cuerno de África emigra fuera de la región como consecuencia de los cambios medioambientales, los factores políticos, económicos, sociales, demográficos y tecnológicos, sucedidos en ella, con la consiguiente fuerte dependencia de las remesas. En resumen, la inmigración política Sur-Sur representa los flujos de personas más importantes que la inmigración económica. Sin embargo, es preciso subrayar que ningún país africano dispone de un sistema completo de información sobre las migraciones, en lo que se refiere tanto a la inmigración como a la emigración. Fundamentalmente, se trata de un continente con un importante excedente de emigración sobre la inmigración, a causa del fracaso del desarrollo y de la creación de redes migratorias (Dumont, 2004a: 156). III. Las migraciones forzadas o el problema de los refugiados Según puntualizan Leymarie y Perret (2006), África, después de Asia, es el continente con más refugiados, estimados por ACNUR en unos 5 millones de personas en 2004, sobre un total mundial de 17 millones. La mitad de los 25 millones de personas desplazadas en cada país son africanos, víctimas de los conflictos armados internos o regionales desde la década del sesen-
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En África Central, los conflictos que tuvieron como escenarios, en las dos últimas décadas, en Angola, la RD Congo y el Congo-Brazzaville, Centroáfrica, generaron flujos migratorios hacia el África Austral. A ello es preciso añadir los refugiados de los conflictos que tuvieron en esta misma zona, en particular en Mozambique y Zimbabue. En esta misma región del África Central, en torno a la región de los Grandes Lagos, desde la década de los noventa, se han producido importantes movimientos de refugiados con los conflictos de Ruanda, Burundi, la RDC, acogiendo Tanzania la mayoría de ellos.
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ta (con las tensiones étnicas en Ruanda, Burundi, la RDC y la guerra del Biafra en Nigeria) y en la década de los setenta, por las guerras de liberación en las antiguas colonias portuguesas (Angola, Mozambique y Guinea-Bissau), o los que huían del sistema del apartheid en Sudáfrica y Rhodesia. En la década del ochenta, las guerras entre Somalia y Etiopía, y entre Etiopía y Eritrea, entre el norte y el sur de Sudán, y la de una crueldad inédita entre el gobierno ugandés y la guerrilla del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) generaron importantes movimientos de refugiados dentro de cada uno de estos países y en los países vecinos. Las guerras civiles en Liberia y Sierra Leona a partir de 1989 y durante toda la década del noventa, generó al igual que en los casos anteriores, importantes movimientos de refugiados, culminados con los refugiados generados por los conflicto de Costa de Marfil y de Darfur. Actualmente, los refugiados proceden especialmente de los conflictos armados en el sur de Sudán y en Centroáfrica; del yihadismo de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) y en el Sahel y de Daesch en Libia; el terrorismo de Boko Haram en Nigeria (con repercusiones en Níger, Camerún y Chad) y del entramado de Al Shabaab en el cuerno de África. En la única franja sahelo-sahariana, la actividad de los grupos islamistas radicales y terroristas subsaharianos han generado unos 3,5 millones de refugiados y más de 20 mil las víctimas mortales, en su mayoría civiles (cf. Soudan, 2015). Una mención especial merece la región de los Grandes Lagos (cf. Kabunda, 2012; Ngoie Tshibambe, 2012), en la intersección entre el África Central y el África Oriental. Se trata de una región muy inestable desde mediados de la década del noventa, que presenta desplazamientos masivos de poblaciones. En 2003, se estimaba en unos 4 millones el número de personas desplazadas desde 1997 en el territorio de la RDC (en particular en las provincias orientales del Kivu), víctimas de los combates entre los grupos rebeldes y las fuerzas gubernamentales de los países de la zona. Los refugiados, además de contribuir para su supervivencia a la deforestación de los países de acogida, y a pesar de las operaciones de retorno o de repatriación financiadas por la ACNUR y las ayudas suministradas por los Estados y los organismos humanitarios internacionales, son instrumentalizados para la desestabilización política del país de acogida o se convierten en objetivos potenciales para los grupos que se disputan el poder. El drama de la región de los Grandes Lagos, con un balance de más de 8 millones de muertos, se origina en la ausencia de solución a los problemas de los refugiados ruandeses en la década del sesenta, por falta de voluntad política y en particular por la escases de tierras cultivables. Este problema no resuelto es uno de los factores que han contribuido a la instauración de la violencia a partir de la década de los noventa en África Central (Lemarie y Perret, 2006). En esa década, varias crisis o limpiezas étnicas convirtieron el África Central en un infierno para los refugiados (generalización de flujos de refugiados). Cuatro principales crisis explican esta situación (Guichaoua, 2004; Ndikumagenge, 2009): 1- Las matanzas, en 1993, de las poblaciones ruandófonas en el Kivu-norte (Walikale, Masisi y Rutshuru) por las etnias autóctonas (hunde, nyanga y tembo, shi, havu, vira, fuliru, nyindu…), precedidas por los pogromos instrumentalizados por el decadente régimen mobutista contra los kasaianos en la provincia zaireña del Shaba-Katanga. 2- El asesinato en Burundi, en junio de 1993, a manos de los militares tutsis, de Melchior Ndadaye, primer presidente hutu democráticamente elegido. 3- La guerra civil en Ruanda iniciada por los ataques del FPR y culminada por el atentado aéreo contra los presidentes ruandés y burundés, el 6 de abril de 1994, con el consiguiente genocidio contra los tutsis y los opositores hutus en Ruanda. Dos millones de refugiados emigraron hacia el Kivu congoleño, y hacia los países vecinos (en particular Tanzania y Burundi).
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4- La cuestión de la nacionalidad de los banyamulenges o banyaruandas, tutsis congoleños, amenazados de expulsión por el gobierno zaireño (congoleño) hacia Ruanda por oponerse a la creación de un hutulandia (“gran Ruanda” o “país hutu” en el Kivu), como retaguardia para la reconquista del poder por los hutus en este país (por la presencia en los campos de refugiados del Kivu de militares y milicias interahamwes hutus responsables del genocidio en Ruanda, además de seguir con sus violencias hacia las poblaciones tutsis congoleñas). Esto condujo a la primera guerra del Congo (1996-1997) a manos de la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo (AFDL) de Laurent Kabila, con el apoyo de Ruanda,
Uganda y Burundi, y a la segunda guerra (1998-2003), tras la ruptura de Kabila con sus aliados ruandeses y ugandeses, que se limitaron a controlar las provincias orientales de la RDC -tras la intervención de Angola y Zimbabue en apoyo a Kabila-, directamente o por señores de la guerra interpuestos. El resultado ha sido la producción de 4 millones de refugiados en toda el África Central y Oriental (RDC, Congo-Brazzaville, Centroáfrica, Tanzania), hasta el África Austral (Angola, Zambia, Namibia). Cada uno de estos países conociendo, en un cierto grado, conflictos internos con el subsiguiente problema de refugiados (Congo-Brazzaville, Centroáfrica, Angola). En la década del noventa, todos estos conflictos se articularon con los que tuvieron lugar en la RDC y en Angola en el marco de un conjunto de conflictos que afectaron el conjunto del África Central (Bazenguissa-Ganga, 2004). Por lo tanto, existen fuertes coherencias regionales en cuanto a la producción de refugiados en la zona (Guichaoua, 2004), caracterizada por la “impunidad internacional” de los países, ejércitos y bandas armadas, implicados en aquellos conflictos. La tercera guerra de la RDC, iniciada por el general disidente tutsi, Laurent Nkunda, con el respaldo de Ruanda (y después por el M23 de Bosco Ntaganda), empeoró la situación de los refugiados en la parte oriental de este país, problema que sigue latente a pesar de las recientes operaciones militares conjuntas entre el ejército congoleño y el ejército ruandés contra las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), operación Umoja wetu, Kimia, Amani o Sokola, que tuvo un catastrófico balance humanitario para los refugiados.
Si la comunidad internacional ha acertado apostando por la reconstrucción del Estado de derecho en la RDC y de su integridad territorial, como punto de partida de la resolución del problema de los refugiados en el África Central (región de los Grandes Lagos), ha cometido el grave error de no neutralizar a los beligerantes y de no proteger a las víctimas civiles, en particular a los refugiados. En definitiva, la RDC, como subcontinente y por su posición central, concentra la casi totalidad de los problemas de los refugiados en el África Central dada la inmensidad de su territorio y su implicación en la mayoría de los conflictos regionales. Por lo tanto, es a la vez el país de acogida tradicional de las poblaciones refugiadas de toda la región del África Central desde la época de las independencias y a su vez se ha convertido, desde la desaparición del aparato del Estado en 1996, en un terreno por excelencia de enfrentamientos directos o indirectos de sus principales vecinos. Es decir, es a la vez el país receptor de refugiados procedentes de los países vecinos en crisis y el país exportador de impresionantes efectivos de refugiados (Guichaoua, 2004). Lo más llamativo en todo este proceso, ante la indecisión y casi indiferencia de la comunidad internacional, es el uso con fines políticos de los refugiados por algunos líderes cínicos para conseguir su rehabilitación nacional e internacional (caso de Mobutu), o como moneda de cambio entre los gobiernos de la región, e incluso como escudo humano por los distintos movimientos de guerrilla. IV. Tipología de las migraciones interafricanas A partir de los factores económicos y políticos de migraciones, se pueden distinguir siguientes tipos de países africanos (cf. Hugon, 2013; Vernières, 2003): -Países de emigración política (guerras, conflictos civiles, crisis y tensiones recurrentes, fuerte corrupción): Liberia, Sierra Leona, Guinea-Bissau, Guinea Conakry, Togo, Chad, Sudán, Centroáfrica, Etiopía, Somalia, RD Congo, Congo-Brazzaville, Uganda, Ruanda, Burundi, Angola, Zimbabue, Mozambique, Madagascar. -Países de emigración con un fuerte componente económico: los países del Sahel (Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger), Benín, Camerún, Zambia, Namibia, Eritrea, Suazilandia, Lesotho.
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Las provincias congoleñas del Kivu se convirtieron en un verdadero polvorín desde 1994, el cual dura hasta la actualidad, con la llegada masiva de los refugiados ruandeses. Esto generó los siguientes problemas: la fuerte presión demográfica en la zona; las distintas fuentes de propiedad o acceso a la tierra (moderna y tradicional); la incertidumbre de la nacionalidad de los ruandófonos; y las luchas en cuanto al acceso a las prebendas del Estado. En definitiva, la exportación de los conflictos hutus-tutsis de Ruanda en la parte oriental de la RDC, creó una ruptura entre las poblaciones autóctonas y los banyaruandas y por extrapolación la desestabilización del África Central.
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-Países receptores y exportadores de migrantes: Senegal, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria, Kenia, Tanzania. Generalmente, las migraciones se producen desde los países pobres y del interior o en guerra (con bajos índices de desarrollo humano y generalmente “estados fallidos”) hacia los países costeros, ricos y con estabilidad política. Dicho con otras palabras, estas migraciones se desarrollan en unos sistemas migratorios subregionales bastante diferenciadas obedeciendo a las dinámicas siguientes: la atracción económica de los países costeros agro-exportadores, de los países petroleros del golfo de Guinea y de los países mineros del África Central o Austral; la expulsión nacida de conflictos (en África Oriental u Occidental); y la marcha hacia las ciudades más dinámicas. Estas zonas sirven de polos de atracción, pues atraen a las personas y las exportaciones alimentarias de los países vecinos e importantes flujos financieros (Uwizeyimana, 2005). V.
Las migraciones en África Austral: África expulsa a sus propios hijos
Los africanos a la búsqueda del trabajo, los que huyen de la miseria o de la guerra, no se dirigen todos hacia Europa, según recuerda acertadamente Bernard (2010). Mientras que África Subsahariana cuenta con 40 millones de migrantes internos al continente, los 30 países ricos de la OCDE acogen menos de 4 millones. En África Occidental, 7.5 millones de personas viven en un país diferente de donde nacieron, o sea diez veces más que el número de oesteafricanos afincados en Europa. En la opinión de Bernard, de una manera más brutal que en “las puertas del espacio Schengen, -y también más discretamente-, los desafíos de la inmigración se juegan, a menudo en la violencia, en las fronteras internas de África”, donde los migrantes son víctimas de la xenofobia y de expulsiones. Esta realidad contradice los buenos discursos de la unidad africana, echa por tierra el ideal panafricano y relativiza las críticas sobre la gestión occidental de la inmigración. Ello fue puesto de manifiesto desde mayo de 2008 por las violencias xenófobas que han ensangrentado Sudáfrica. La llegada ilegal en este país desde hace una década de unos 3 millones de zimbabuenses nace de clásicos factores de atracción tan viejos como las propias migraciones humanas: el deterioro económico y las violencias políticas han echado a poblaciones al territorio del país vecino, en plena expansión. La Sudáfrica multirracial (48 millones de habitantes) es un viejo país de inmigración. Su política en la materia fue puesta durante mucho tiempo al servicio del fortalecimiento de la supremacía blanca. Desde el fin del apartheid, la instauración de una ciudadanía no racial y la reducción de los controles en frontera han producido masivamente a los “irregulares”. De país excluyente de los negros, Sudáfrica ha pasado a ser el “El Dorado”. Los migrantes africanos de Mozambique y Lesoto, tolerados por el régimen racista en los enclaves internos reservados a los negros, se encontraron en una situación irregular en el país liberado a comienzos de la década de los noventa. La apertura y el éxito económico han avivado la tendencia, profundizando las tensiones sociales en un país donde los sindicatos estiman que la tasa de desempleo es de un 40% y donde no existen las infraestructuras de acogida para los recién llegados. Excluidos del estatus de refugiados, los migrantes son sometidos a una vigorosa política de expulsión por Pretoria. Cada año, 150 mil extranjeros están siendo expulsados violentamente, en tren, hacia Zimbabue. Muchos de ellos regresan al día siguiente. Sin mencionar a los refugiados políticos echados de sus países por las guerras, “la historia reciente de África, está llena de episodios de este tipo”. Cada vez más, la xenofobia avivada por las rivalidades económicas o agrarias, es instrumentalizada con las consiguientes expulsiones masivas. En los principales países de acogida (Camerún, Gabón, Angola, y sobre todo Nigeria y Costa de Marfil), el deterioro de la situación económica suele acompañarse de la expulsión de inmigrantes (Bernard. 2010).
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Siguiendo a Philippe Bernard (2010), países como Senegal o Níger, se han convertido en países de tránsito hacia Europa (cf. Grégoire, 1998, Brachet, 2009, Kabunda, 2012). En los últimos años, el fin de los numerosos conflictos ha conducido a la reducción espectacular del número de refugiados (2.3 millones en 2007 contra 5.4 millones en 1990, según las cifras de ACNUR). Al contrario, la paz junto a la pobreza rural, la inestabilidad económica y la dilapidación de las riquezas alimentan cada vez más las migraciones económicas, vectores de considerables transferencias de fondos hacia los países de origen. Las migraciones irregulares internas han cobrado tan magnitud que la Unión Africana recomienda desde 2006 “un reparto concertado, organizado y eficiente” del fenómeno. De mo-
mento una buena intención. La ausencia de registro civil, el tráfico de papeles a gran escala, inmensas fronteras a menudo artificiales hacen los controles imposibles, máxime cuando los países africanos, organizados en torno a las agrupaciones regionales que, teóricamente, preconizan la libre circulación de personas y de bienes en su seno. Conclusión Al igual que en el resto del mundo, donde las migraciones se manifiestan en todos los sentidos Sur-Norte, Sur-Sur, Norte-Norte, Norte-Sur (Wihtol de Wenden, 2013), las migraciones africanas combinan dos factores esenciales: los efectos de expulsión nacidos de las mediocres perspectivas, incluso catastróficas en un país, los efectos de atracción de los territorios que ofrecen oportunidades, y la esperanza de mejora de las condiciones de vida o la mera realización de un sueño . Nacen de las profundas desigualdades y grandes desequilibrios económicos, sociales, políticos, culturales y ecológicos en el mundo, o dicho con otras palabras de las desigualdades tanto a nivel internacional como a nivel interno (Kabunda Badi, 2015). Las migraciones interafricanas forman parte de esta lógica, con la peculiaridad de intensificarse por dos razones principales: la inestabilidad interna de muchos regímenes africanos y el fracaso del desarrollo en este continente. Las violaciones a gran escala de derechos humanos por los regímenes dictatoriales y autoritarios y las numerosas guerras civiles que afectan esporádicamente el continente, constituyen la principal causa de las migraciones forzadas. Los refugiados de jure o de facto, que constituyen la mayoría de los flujos migratorios interafricanos, se ubican a menudo en los países vecinos de su territorio de origen. Solo una minoría de ellos consigue solicitar un asilo político en los países del Norte. Es preciso también subrayar la mala gestión económica que aniquila cualquier posibilidad de creación de empleos y las esperanzas del desarrollo. La inseguridad económica junto al desempleo empuja a la población a buscar alternativas en otros países africanos que han gestionado mejor sus economías rentistas o más eficientes. De ahí la importancia de las migraciones Sur-Sur hacia países atractivos como Libia, Gabón, Ghana, Tanzania, Kenia, Sudáfrica y, durante varias décadas, hacia Costa de Marfil.
-La resolución interna de los problemas de los estados de reciente creación (el fracaso del Estado-nación de tipo jacobino o de los aparatos heredados de la colonización); -El éxito de las agrupaciones económicas regionales y subregionales (creación de instituciones comunes o de proyectos panafricanos y no la integración por el mercado, pues estas migraciones internas, con los subsiguientes intercambios al margen del Estado (informales) y a veces contra él, podrían servir de polos de integración entre los Estados); -La concreción del partenariado con el Norte -realización de verdaderos proyectos de codesarrollo o la conversión de las remesas en factor de desarrollo y la eficiente ayuda pública al desarrollo, que ha de concentrarse en las necesidades y prioridades de las comunidades locales-, tras el fracaso de muchos proyectos de desarrollo. Entonces, África con su potencial económico reforzado, no tendrá ninguna razón de ser un continente que expulsa a sus poblaciones. De lo contrario, nada impedirá la continuación y profundización de los flujos migratorios tanto intracontinentales como intercontinentales (Dumont, 2004b). Con estas migraciones interafricanas, además de los flujos financieros, se realizan una cierta homogeneización de los modos de vida, junto a la creación de espacios supraestatales que podrían servir de bases a la integración regional. Desgraciadamente, además de precarias, son destruidas por los gobiernos a la primera crisis económica o tensión diplomática entre los estados, tal y como sucedió con la expulsión de los oriundos de los países del África Occidental en Nigeria, de los centroafricanos en Gabón, de los subsaharianos en Sudáfrica, o de los malienses y burkinabés en Costa de Marfil, en nombre de la “marfilinidad”. Es decir, la hostilidad de los autóctonos con respecto a los migrantes procedentes de los países vecinos se desarrolla desde hace varias décadas (Uwizeyimana, 2005). Con ello se puso en entredicho el ideal panafricano o la solidaridad africana, además de desperdiciar la oportunidad de la integración regional desde las bases, pues los flujos migratorios se han convertido en la fuente de crisis, tensiones e incluso guerras como en el caso de la región de los Grandes Lagos. África, desestabilizada por un crecimiento demográfico a menudo superior al crecimiento
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El futuro de las migraciones interafricanas depende de las evoluciones políticas y económicas, en particular de tres factores:
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económico, está en plena efervescencia migratoria. De ahí la afirmación de Bernard (2010), para quien, a pesar de los obstáculos, la xenofobia y las expulsiones, los africanos son los habitantes más móviles del planeta.
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Nueva migración africana hacia Argentina. Los jóvenes africanos en la ciudad de Rosario New african migration to Argentine. The young africans living in Rosario MARÍA DE LOS ÁNGELES GATTARI Licenciada en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Becaria doctoral del CONICET y doctoranda en Humanidades con mención en Antropología en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR). Desempeña sus tareas de investigación en el Centro de Estudios sobre diversidad Cultural (UNR) donde, desde hace varios años, trabaja temas vinculados a los movimientos migratorios y procesos identitarios. Integró el Área de Antropología del Cuerpo (Escuela de Antropología, UNR) desde la cual participó como investigador de apoyo en el proyecto de investigación “Cuerpo y multiculturalismo en prácticas socio-estéticas contemporáneas. Un estudio comparativo sobre performances en las ciudades de Buenos Aires y Rosario” (UBACYT 2006-2009). Su investigación actual aborda la problemática de los jóvenes de origen africano que residen en Rosario, atendiendo principalmente a sus experiencias cotidianas en la ciudad y a la configuración y resignificación identitaria a partir de su condición como migrantes y solicitantes de refugio. Sobre este tema ha presentado diversos trabajos en revistas académicas, congresos naciones e internacionales. Es docente de Antropología y Metodología de la Investigación en el Instituto Superior Provincial de Danzas “Isabel Taboga” de Rosario.
Durante la década de 1990 y principios del 2000 se evidencia un aumento en el número de migrantes que llegan a la Argentina provenientes de diversos países de África subsahariana. Frente a este contexto, en el año 2010 decidimos iniciar, desde la antropología socio-cultural, una investigación –aún en curso- sobre esta problemática, focalizándonos en las experiencias cotidianas de los jóvenes africanos que residen en la ciudad de Rosario, en la posible configuración y resignificación identitaria a partir de su nueva condición como migrantes e indagar en las políticas públicas desarrolladas e implementadas tanto por el gobierno local como por el Estado nacional en torno a la temática migratoria. En este artículo nos proponemos caracterizar algunos aspectos de la investigación en curso centrándonos específicamente en las posibles causas y motivaciones de este movimiento migratorio, en las prácticas cotidianas de los jóvenes africanos en Rosario y en los modos de organización y redes de solidaridad que van estableciendo en la ciudad de
Abstract During the 1990s and early 2000s an increase in the number of migrants arriving to Argentina from several sub-Saharan countries. In this context, at the end of 2010 we decided to start a research -even in course- on this subject, based on sociocultural anthropology, focusing on the everyday experiences of young Africans who are living in the city of Rosario, on the possible configuration and resignification of their own identity due to their new status as migrants. We also investigate public policies, which are developed and implemented by both the local government and the national State concerning migration issues. In this article we are going to characterize some aspects of the ongoing research focusing specifically on the possible causes and motivations of this migratory movement, in the daily practices of young Africans in Rosario and modes of organization and solidarity networks they are establishing in their new destination.
destino.
Palabras Clave MIGRACIÓN AFRICANA / JÓVENES MIGRANTES / EXPERIENCIAS COTIDIANAS.
Keywords AFRICAN MIGRATIONS / YOUNG MIGRANTS / EVERYDAY EXPERIENCES
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Resumen
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Introducción De acuerdo a los antecedentes de investigación1 analizados y al trabajo de campo2 realizado hasta el momento, podemos afirmar que si bien a finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX arribaron al país los primeros grupos de migrantes provenientes del continente africano, específicamente de las islas de Cabo Verde y Sudáfrica (Maffía 2012, 2010 a), durante la década de 1990 y principios del 2000 se evidencia un aumento en el número de migrantes que llegan a la Argentina provenientes de diversos países de África subsahariana como Costa de Marfil, Guinea, Camerún, Ghana, Liberia, Nigeria, Níger, Senegal y Sierra Leona. La mayoría de estos migrantes son hombres, solteros, cuyas edades se encuentran entre los 20 y 40 años y se han establecido en diversas ciudades del país como Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Rosario. Varios de los migrantes que hoy residen en Rosario han llegado a la ciudad escondidos en buques de carga, solicitando posteriormente ser reconocidos bajo el estatuto de refugiados. Otra de las vías de ingreso es desde países limítrofes como Brasil, Uruguay y Paraguay. Al respecto, Silvina Agnelli y Bernarda Zubrzycki, en su investigación sobre la migración senegalesa en Buenos Aires y La Plata, afirman: “En Senegal no hay embajada ni consulado argentino, pero si brasilero, por lo cual pueden pedir -y conseguir- visa para ingresar a dicho país…” (Agnelli y Zubrzycki, 2008: 05). Una vez llegados a Brasil se trasladan hacia Argentina por vía terrestre, ingresando, en muchos casos por pasos fronterizos no establecidos, lo cual provoca posteriormente dificultades para iniciar los trámites de residencia. Estos jóvenes, en su mayoría, ya han tenido experiencias migratorias previas, algunos de ellos han migrado a países vecinos y otros se han trasladado fuera del continente, tanto a Europa como a diversas naciones del continente americano. Al respecto un migrante ghanés comenta: “…en el año diecinueve noventa y cuatro me fui de mi país, de Ghana, me fui a Senegal, Guinea, Costa de Marfil, trabajaba en los barcos y de ahí me fui a Panamá. En Panamá conocí a un chico argentino, un turista y nos hicimos amigos y yo le decía llevame a Argentina, llevame a Argentina, entonces el se volvió y después los padres de él me ayudaron para que yo pudiera viajar a Argentina…” (Entrevista a S. migrante ghanés). Y en otra entrevista, un joven senegalés cuenta que: “Cuando terminé la escuela fui a la capital a trabajar, después volví a mi pueblo. También estuve en Brasil, antes de acá, pero no me gustó…” (Entrevista a F., migrante senegalés). En relación a esta cuestión, diversos autores dedicados al estudio de las migraciones africanas coinciden en la constante movilidad (intra y extra continental) de dichos pueblos (Adepoju, Kabunda, Maffia, Sarró, por citar algunos), la cual “…tiene una profundidad en el tiempo que va más allá del análisis histórico. Son múltiples los registros (…) que nos hablan de una movilidad permanente de la población en el interior y hacia fuera del continente…” (Maffia, 2010 b: 09). Esta idea acerca de la movilidad constante de los pueblos africanos, nos conduce a preguntarnos cuáles son las posibles causas y motivaciones que llevan a estos jóvenes a dejar sus lugares de origen y establecerse en países como Argentina, específicamente en la ciudad de Rosario, donde -en la mayoría de los casos- no existen lazos históricos, políticos y culturales previos. Para una mayor comprensión, se analizarán además las prácticas cotidianas de los jóvenes africanos en dicha ciudad, y los modos de organización y redes de solidaridad que se han ido estableciendo entre ellos.
¿Por qué migran los jóvenes africanos? Delineando las posibles causas y motivaciones A partir de nuestra investigación, sostenemos que las causas y motivaciones por las cuales estos jóvenes migran son múltiples y pueden vincularse tanto con las vivencias y experiencias personales de cada uno de ellos como con aspectos sociales y culturales de sus comunidades de origen. Asimismo, consideramos que para un análisis en profundidad3 también es fundamental indagar en los contextos históricos, sociales y políticos de los países de origen como factores que influyen en las decisiones de estos jóvenes migrantes, atendiendo además a ciertos aspectos del contexto global, nacional y local
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1- En el ámbito académico, los antecedentes de investigación hacen referencias a las investigaciones previas (dentro de la Antropología social, como de otras ciencias sociales) que abordan temáticas similares a la escogida (en este caso las migraciones africanas en general y las migraciones africanas en Argentina en particular). Entre algunos de los autores trabajados podemos citar a Marta Maffia, Bernarda Zubrzycki, Susana Moreno Maestro, Silvina Agnelli, Mbuyi Kabunda, Aderanti Adepoju, entre otros. 2- En el año 2011 comenzamos a realizar el trabajo de campo, basado principalmente en observaciones y entrevistas a migrantes de origen africano que residen en la ciudad de Rosario como a miembros de dependencias públicas y organizaciones de la sociedad civil vinculadas con la problemática migratoria. 3- Por cuestiones de espacio en este artículo no desarrollaremos los contextos de origen y destino que han sido abordados en otras publicaciones (Gattari, 2012, 2013, 2014).
que también han incidido, de algún modo, en que Argentina y específicamente la ciudad de Rosario se conviertan en lugares de destino4. No obstante, nos parece oportuno incorporar aquí los aportes de ciertos autores que trabajan problemáticas afines y que, a nuestro entender, ofrecen ideas y concepciones que ayudan no sólo a delinear las posibles causas y motivaciones -y en consecuencia, caracterizar este movimiento migratorio-; sino también relativizar los argumentos ampliamente difundidos –y desde nuestra perspectiva parcialessegún los cuales las migraciones africanas son el resultado exclusivo de la miseria, el hambre, las guerras internas, -entre otros factores- que han afectado y afectan dicho continente5. En su investigación sobre migrantes senegaleses en Buenos Aires, Bernarda Zubrzycki (2011) propone que la migración –entre el colectivo senegalés- puede entenderse como una estrategia de vida, una realización como persona: los jóvenes deben migrar para ser hombres, para existir y convertirse en un referente social en su comunidad de origen. Así mismo, la autora plantea que la emigración no sólo debe pensarse como una estrategia individual, sino también como una estrategia familiar, idea que también aparece en la investigación de Marta Maffia (2010 a) sobre los caboverdianos en Buenos Aires6. Por consiguiente, al conocer que los jóvenes que hoy residen en Rosario han tenido experiencias migratorias previas, que en varios casos han llegado al país (y posteriormente a Rosario) porque contaban con algún tipo de contacto (amigo, pariente o conocido), y que varios de ellos envían dinero a sus familias y están en contacto permanente con ellas, es posible pensar que estas ideas no son exclusivas de la comunidad senegalesa, permitiendo extender a otras sociedades africanas esta apreciación acerca de la migración como experiencia, realización personal y estrategia familiar. Por otra parte, es interesante también la propuesta de Ramón Sarró (2009) acerca de pensar la migración subsahariana como aventura. Dicho autor plantea que los migrantes africanos: “….a menudo describen el trayecto migratorio como un proceso de aprendizaje sin retorno. La migración no es un ‘viaje’ del que uno pueda retornar, sino un cambio total y radical en el que el individuo aprende a vivir la vida con un sentido pleno otorgado por su propio movimiento” (Sarró, 2009:504).
Creemos que las propuestas de pensar la migración africana como aventura, estrategia, experiencia y realización constituyen un valioso aporte al momento no sólo de intentar caracterizar este movimiento migratorio sino también al poder incorporarlas entre las motivaciones que llevan a estos jóvenes a migrar. De esta manera, acordamos con Maffia cuando señala que no es posible hablar de la nueva inmigración africana subsahariana hacia Argentina como un fenómeno homogéneo, sino que es preciso atender a la diversidad “… en función de factores múltiples tales como país de origen, religión, normativa migratoria, redes sociales, acceso a la información, a medios de comunicación y transporte, entre otros” (Maffia, 2010 a: 17).
Sobre las experiencias cotidianas de los jóvenes africanos en Rosario De acuerdo con los datos publicados en el último censo nacional de población realizado en octubre de 2010, en Argentina residen 2.738 migrantes africanos, de los cuales aproximadamente el
66,6 % son hombres. En el departamento Rosario residen 49 personas nacidas en países africanos, de las cuales 25 son hombres con edades que van desde los 15 a los 64 años. Estos datos no especifican la procedencia por país de origen y, si bien son las únicas cifras oficiales con las que contamos, consideramos que es probable que no todos los migrantes africanos que viven hoy en nuestro país hayan sido censados ante las diversas situaciones en que se encuentran sus trámites de residencia. 4- En relación al contexto nacional, se hace referencia específicamente a los cambios de la política migratoria en Argentina, mediante la Ley de Migraciones N ° 25.871 promulgada en 2004, en la cual se reconoce a la migración como un derecho humano y al migrante como un sujeto de derechos, y la Ley General de Reconocimiento y Protección a los Refugiados N ° 26.165 sancionada y promulgada en 2006. A nivel local, el gobierno municipal firmó en el año 2007 un acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), por el cual Rosario se convierte en Ciudad Solidaria y se compromete a proteger los derechos de los refugiados y acompañar el proceso de integración local. 5- Como mencionamos anteriormente, creemos que para caracterizar este movimiento migratorio es preciso considerar los contextos históricos, políticos y económicos de los países de origen como factores que influyen en las decisiones de los jóvenes migrantes, pero no tomar a éstos como únicas causas de dichos movimientos. 6-De acuerdo con Maffia, entre los caboverdianos, la migración es concebida como una estrategia que permite “…la reproducción de la sociedad caboverdiana en y fuera de su lugar de origen” (Maffia, 2010 a:30).
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Sin embargo, Sarró remarca que la noción de aventura para pensar la migración africana no se opone ni a la necesidad ni al sufrimiento que pueden implicar un hecho migratorio; “Decir que los africanos vienen a Europa ‘por aventura’ no equivale a decir que vengan ‘de vacaciones’. Tampoco equivale a decir que en África hoy no haya necesidad de emigrar…” (Sarró, 2009:504).
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Al respecto, Maffia, Monkevicius, Zubrzycki, Agnelli y Ottenheimer (2012) afirman que miembros de diversas asociaciones de migrantes africanos en Buenos Aires, sostienen que en el país residen entre 4.000 y 5.000 africanos, resaltando la dificultad en “…establecer una cifra con exactitud especialmente debido a la elevada movilidad de los individuos, ya que algunos sólo permanecen en el país durante un breve período de tiempo y luego vuelven a migrar, mientras que nuevos inmigrantes continúan arribando” (Maffia et al 2012: 2-3). En consonancia con lo expuesto, es interesante la respuesta dada por un joven senegalés cuando se le consultó si conoce el número de senegaleses que residen actualmente en Argentina: “…acá [Rosario] somos 15 más o menos pero en Argentina hay casi 4.000…”. (Entrevista a F., migrante senegalés). Si bien, como afirmamos en la introducción, la mayoría de los jóvenes son solteros, en los últimos años varios de ellos han formado familia, algunos se han casado, otros conviven y tienen hijos con mujeres argentinas7. En su gran mayoría, los jóvenes migrantes trabajan en la venta ambulante de bijouterie y accesorios (lentes de sol, relojes, gorras, bolsos, billeteras, entre otros), estableciéndose en diferentes calles del microcentro de la ciudad. A partir del trabajo de campo realizado, podemos decir que los espacios urbanos escogidos ya se encuentran prácticamente establecidos, ocupando cada uno de ellos siempre los mismos lugares y concurriendo diariamente a realizar su trabajo; sólo en algunos casos, se van trasladando y así modificando tanto el lugar escogido como los días y horarios en que acuden a vender. Esta última situación puede vincularse, en parte, a que varios de los jóvenes no poseen el permiso que otorga la Dirección de Habilitaciones de la Municipalidad de Rosario para trabajar como vendedores ambulantes, por lo cual deben trasladarse constantemente a fin de que los agentes de control urbano no les impidan realizar su trabajo. Por otra parte, muchos de estos jóvenes se trasladan durante los meses de verano a diversas localidades turísticas de la costa atlántica, donde hay una alta concurrencia de personas y en consecuencia mayores posibilidades de venta. “…si, voy siempre San Bernardo, me gusta mucho, siempre alquilo mismo local…y sí se trabaja bien…”. (Entrevista a joven senegalés) Es habitual que los migrantes que se encuentran en la ciudad desde hace más tiempo ofrezcan su ayuda y asesoramiento a quienes recién llegan, prestándoles incluso mercadería para que puedan comenzar con la venta ambulante. Al respecto un joven ghanés, que hace más de diez años reside en la ciudad, explica de qué manera colabora con los recién llegados: “…algunos de los chicos que llegan, les damos mercadería para que empiecen a vender, y les decimos donde pueden ubicarse, para que los de control urbano no los saquen y se queden con su mercadería… yo sé que después ellos, me van a devolver, es para que tengan algo con que empezar (…) hace poco la guardia urbana llevó a un chico que recién había llegado, y le llevó toda la mercadería, no tenía nada, y yo fui a la municipalidad a decirles, que lo dejaran trabajar y le devolvieran las cosas, pero nunca la dieron, entonces yo les dije a los chicos de la asociación que juntemos mercadería para que pueda volver a trabajar, porque yo sé que después me va a devolver…” (Entreviste a S., migrantes ghanés) Estas redes de solidaridad han sido analizadas en profundidad por Zubrzycki (2011) para el caso de los senegaleses en Argentina, no obstante, consideramos que no son exclusivas de dicha comunidad y que, tal como lo hemos observado en la ciudad de Rosario, aparece como práctica habitual en otras sociedades africanas. Por consiguiente, coincidimos con esta autora cuando plantea que estos mecanismos comunitarios y de solidaridad en inmigración dejan a un lado las diferencias étnicas y religiosas que están vigentes en el país de origen; afirmación que vemos ejemplificada en la ciudad, con la conformación de la Asociación Africana de Rosario, donde, como veremos a continuación, las diferencias existentes entre sus miembros –por el momento- no han obstaculizado dicha práctica solidaria.
Modos de organización y redes de solidaridad: la conformación de la Asociación Africana de Rosario y su participación en la Feria de Colectividades Como ejemplo de las relaciones y prácticas que los migrantes africanos van desarrollando en la ciudad, en el año 2009 varios de ellos deciden participar en la Fiesta Nacional de Colectividades, una de las fiestas más populares de la ciudad, que se realiza desde 1985 en el Parque Nacional a la Bandera y que es organizada por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad y por diversas asociaciones de inmigrantes con amplia trayectoria en la ciudad (fundamentalmente italianas y españolas).
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7- Según registros del año 2012 de la Fundación Migrantes y Refugiados sin Frontera, alrededor de diez migrantes han formado familia en la ciudad.
Año tras año el stand de África ha ido creciendo, siendo mayor el número de migrantes que participan, cada uno con su puesto de venta de bijouterie y accesorios, y ofreciendo también diversas comidas típicas. Si bien la feria se realiza en un espacio público, al aire libre, desde hace algunos años se dispone -durante los diez días que dura la fiesta- de un cerco perimetral que delimita el espacio de la feria en donde se ubican las carpas de las distintas colectividades. Sin embargo, el stand de África nunca estuvo dentro del predio establecido, sino que la carpa se sitúa del otro lado del cerco. Según lo comentado durante la entrevista con uno de los jóvenes, las distintas colectividades que participan en la organización de la fiesta no les permiten participar en forma plena de la misma porque deben figurar como asociación, es decir deben cumplir con los requisitos legales necesarios para ser reconocidos como personería jurídica. Si bien esta situación les molesta y se sienten discriminados por parte de las otras asociaciones de inmigrantes, al mismo tiempo manifiestan estar contentos y conformes porque: “…la gente nos apoya, mira como crecimos, el primer año teníamos un puesto chiquito, vendíamos pocas cosas, ahora tenemos una carpa grande…y aunque estamos del otro lado, la gente viene acá, les gusta, la música, los tragos, África es el stand con más gente de las colectividades…” (Entrevista a S., migrante ghanés). Con el propósito de no tener una participación marginal en la feria y cumplir con los requisitos solicitados, a mediados del 2012 y con el asesoramiento de un abogado, deciden conformar la Asociación Africana de Rosario. Sin embargo hasta el año 2014 continuaron sin poder ingresar como participantes plenos8 de la feria de colectividades, postulando que se sienten discriminados por la organización de la feria y pidiendo ser reconocidos como cualquier otro grupo de migrantes que residen en la ciudad.
Además de participar en la Feria de Colectividades, desde la asociación han realizado diversas actividades. Desde el año 2013 han organizado, en el mes de mayo, el festejo por el Día de África, en conmemoración al 25 de mayo de 1963, fecha en que se fundó la Organización para la Unidad Africana (OUA). El festejo ha contado con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad, y se realiza al aire libre, disponiendo en el espacio público los puestos (mesas y paragüitas) de venta de bijouterie y accesorios; un stand con comidas típicas, tablones y sillas y un escenario donde presentan números de música y danza. El espacio elegido para el festejo es adornado con banderines de color verde amarillo y rojo, carteles con imágenes de Nelson Mandela y de diversos paisajes de África con la inscripción “Asociación Africana de Rosario”. Además, para este evento, la mayoría de los jóvenes se visten con ropas típicas como camisolas y pantalones de diversos colores, sombreros y collares: “…el 25 de mayo vamos a festejar el día de África que a todos los chicos les gusta…ponerse ropa típica africana…imagínate que hace mucho que no me pongo eso…” [sic]9. Otra de las actividades realizadas por la asociación fue una cena homenaje a Nelson Mandela, algunas semanas después de su fallecimiento. El evento anunciaba comidas típicas y shows de música en vivo. A principios de mayo de 2014 volvieron a realizar un evento similar anunciado como Dance Party Africa al cual, según sus organizadores, asistieron alrededor de 150 personas. Antes de finalizar, nos parece importante hacer una aclaración. A lo largo de este artículo, como en nuestra investigación, hablamos de migrantes africanos, lo cual pareciera que se ignorasen las diferencias internas existentes vinculadas a país de procedencia, etnias, idiomas, creencias, entre otras. A partir de nuestro trabajo de campo, observamos que tales diferencias, por el momento, han sido dejadas a un lado por los propios migrantes, considerando el hecho de ser oriundos de un mismo continente, migrantes, y vendedores ambulantes como rasgos compartidos a partir de los cuales ha sido posible conformar la asociación mencionada previamente. A través de la misma, se estableció un espacio de encuentro, organización, de sociabilidad y ayuda mutua, así como también un lugar desde donde denunciar los casos de discriminación y luchar por sus derechos. Creemos que, en parte, esta situación ha sido posible teniendo en cuenta que el número de migrantes 8- Al no ser parte de las colectividades organizadoras del evento (participantes plenos), el colectivo africano no figura en las publicidades oficiales del evento, no participa del desfile de colectividades que se realiza por el microcentro de la ciudad los días previos al comienzo de la fiesta, no pueden participar de la elección de la reina y princesa de Colectividades como tampoco pueden presentarse en el escenario mayor de Colectividades para mostrar sus danzas y músicas como lo hacen las demás colectividades participantes. 9- Entrevista realizada a Stephen, migrante ghanés, en el programa Compromiso, Canal 3 de Rosario, 05/04/2014.
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Actualmente la asociación tiene entre veinte y treinta miembros y no recibe ayuda económica de ninguno de los países de procedencia ni tampoco del Estado argentino ni del gobierno municipal. Si bien nos comentan que han solicitado ayuda a funcionarios municipales en la búsqueda de un espacio físico, la asociación funciona de manera informal y no cuenta aún con una sede propia, sino que el lugar de encuentro y reunión es la casa de uno de sus miembros.
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procedentes de África es inferior a otros grupos migrantes residentes en la ciudad, principalmente aquellos que provienen de países limítrofes y europeos (fundamentalmente España e Italia), no obstante, ignoramos si en un futuro esas diferencias no conducirán a conflictos o escisiones dentro de la organización. Por lo tanto, lo que vemos hoy es una entidad incipiente que intenta mantenerse unida, ser solidaria entre sus miembros, tornarse visible en la sociedad de destino y aspirar, -por medio de la conformación de la asociación- al reconocimiento oficial del Estado, con el propósito de actuar frente a él como interlocutores legitimados (Maffia, Monkevicius, Zubrzycki, Agnelli y Ottenheimer, 2012) y desde allí poder reclamar por sus derechos.
Palabras Finales Como mencionamos en la introducción, en este artículo se pretende realizar una breve caracterización de una experiencia migratoria particular y muy reciente en Argentina, y específicamente en Rosario, la de los jóvenes africanos. En primer lugar, intentamos delinear las posibles causas y motivaciones de este movimiento migratorio, incorporando para ello las ideas de estrategia, aventura y realización, ideas que –a nuestro entender- permiten relativizar el argumento de que los africanos huyen exclusivamente de la pobreza, el caos y las guerras internas. En segundo lugar, indagamos en las experiencias cotidianas de los jóvenes migrantes que viven en la ciudad de Rosario, haciendo hincapié en su trabajo como vendedores ambulantes; para en último lugar, detenernos en los vínculos y lazos de solidaridad que entre estos jóvenes se van estableciendo en un país y en una ciudad que al momento de su llegada prácticamente desconocían, pero que, a pesar de las dificultades y obstáculos encontrados, han elegido para establecerse, trabajar y conformar espacios de solidaridad, defensa y reclamo de sus derechos.
*ARTÍCULO RECIBIDO EL 17/11/2015 ACEPTADO EL 29/02/2016
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Sin patria, sin amigos: el caso de los rohingyas, la minoría más perseguida del mundo Without land, without friends: the case of rohingyas, the world’s most persecuted minority ALEX GUEDES Alex Guedes Brum. Candidato a maestro en Estudios Estratégicos (UFF). Licenciado en Relaciones Internacionales (PUC-Rio). Actualmente, se dedica al estudio de las políticas de Brasil para las comunidades brasileñas en el exterior.
Resumen Existen alrededor de un millón y trecientos mil Rohingyas en Myanmar. No obstante, el gobierno no los reconoce como ciudadanos nacionales. Se trata de una minoría étnico-religiosa en condición de apátrida. Ciertamente, la falta de un vínculo legal con un Estado determinado tiene repercusiones severas en la vida de los individuos; al final, la nacionalidad es en la práctica “el derecho a tener derechos”. En este sentido, el caso de los Rohingyas arroja varias contradicciones. El presente artículo busca analizar en qué medida la apatridia agrava la violencia que envuelve la movilidad de los Rohingyas y como ello afecta tanto a los procesos migratorios como al acceso a determinadas categorizaciones negociadas internacionalmente, como las de “refugiados” y “desplazados internos”.
Palabras Clave APATRIDA / ROHINGYAS/ REFUGIADOS.
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Abstract Even though there are about one million and three hundred thousand Rohingyas in Myanmar, the government does not recognize them as nationals. In fact, that ethno- religious minority is in statelessness. That situation represents clear violations to nationality rights. The lack of a legal relationship to a particular State has a severe impact on the lives of each person; in the end, nationality is in practice “the right to have rights”. The case of the Rohingyas throws several contradictions in this sense. In this regard, the article intents to analyze how statelessness aggravates the violence overcoming Rohingyas, and how this affects migratory processes and access to certain categorizations internationally negotiated , such as “ refugees” and “ internal displaced”.
Keywords STATELESSNESS / ROHINGYAS / REFUGEES.
Introducción Los Rohingyas constituyen una comunidad musulmana, oriunda de Myanmar (antigua Birmania), de la región de Rakhine, situada en la parte oeste del país, donde existe, también, una mayoría poblacional budista. Aunque existen más de un millón trescientos mil Rohingyas en el país, el gobierno no los reconoce como ciudadanos nacionales. Así, esta minoría étnica y religiosa se encuentra en situación de apatridia, lo que representa una violación clara a los derechos a una nacionalidad (prescrito en el artículo 15 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos) (ONU, 1948). Como acostumbra indicarse en el marco del Derecho Internacional Humanitario, la falta de un lazo legal con un determinado Estado tiene severas repercusiones en la vida de los individuos. Después de todo, la nacionalidad es en la práctica “el derecho a tener derechos” y quedar exento de ella implica estar exento de múltiples derechos individuales. En esta condición es que encontramos la figura del apátrida (Belton, 2005: 67). El caso de los Rohingyas, por lo tanto, es extremadamente contradictorio a la internacionalmente endosada ley de derechos humanos, bien como al derecho individual a la ciudadanía. Como ha señalado Alam (2011), los Rohingyas de Birmania son la minoría étnica más perseguida y vulnerable del mundo. En el caso de la región de Rakhine, los campos de refugiados se han multiplicado debido a la violencia creciente entre la población budista y los Rohingyas, considerados inmigrantes ilegales por el gobierno birmano que pretende, sin más, expulsarlos del país (Euronews, 2013). En ese contexto, miles de musulmanes de la etnia Rohingya están dejando Myanmar hacia los países vecinos dada la violencia de la que son víctimas en su país de origen (BBC, 2013). Para comprender de manera cabal esta problemática en el marco del presente trabajo, resulta necesario escudriñar el concepto de apatridia, sus implicaciones sobre las vidas de los individuos que se encuentran en tal situación y también, la manera en que la comunidad internacional lidia con el problema. Asimismo, es necesario presentar el caso de los Rohingyas indicando sus especificidades étnico-culturales. También, enfatizando como la carencia de nacionalidad acaba creando cuadros favorables para la violación de muchos otros derechos, dificultando los procesos de migración y el acceso a las categorizaciones negociadas internacionalmente, como las de Refugiados y Desplazado Interno.
La historia de los Rohingyas se remonta a inicios del siglo VII, cuando comerciantes árabes musulmanes se establecieron en la antigua Birmania. Actualmente, la ONU estima que existen cerca de un millón y trescientos mil Rohingyas en Myanmar (800 mil de ellos sin ciudadanía) incluyendo personas tanto de origen bengalí - que se instalaran varios siglos atrás - como aquellos que entraron en el país en las décadas recientes. No obstante, la ley en Myanmar solo considera como ciudadanos a aquellos que se asentaron en el país antes de la independencia nacional, en 1948. Así, los inmigrantes “pos-independencia” son considerados ilegales por el Estado (Aljazeera, 2012). Aquella persecución contra la minoría musulmana en el país tiene un origen histórico. En la década de 1940, cuando la región conquistó su independencia y la élite musulmana abandonó el país todo el peso del racismo cayó sobre las espaldas de la población musulmana más pobre y principalmente negra. Desde entonces, los musulmanes pasaron a ser tratados como ciudadanos de segunda clase, con la prohibición de sus prácticas religiosas, la posibilidad de reformar o construir mezquitas y hasta la posibilidad de viajar (Euronews, 2013). Desde 1982, de acuerdo a una ley que excluyó al grupo étnico de la lista de minorías oficialmente reconocidas por el Estado, los Rohingyas tienen prohibido obtener la ciudadanía birmana (Burma Citizenship Law). Como demuestra Uddin (2013), la negación de la ciudadanía es el principal mecanismo de exclusión, que institucionaliza la discriminación y el trato autoritario a este grupo. Se les impone severas restricciones de movimiento y casamiento, prisiones arbitrarias, extorsiones, trabajo forzado y confiscación de tierras. Otro agravante es el hecho de que el país no sea firmante de las convenciones del Estatuto de los Apátridas de 1954 y de la Reducción de la Apatridia de 1961. Esto le confiere libertad para desconsiderar a los Rohingyas como ciudadanos plenos de Birmania, quedando así desprotegidos contra diversas formas de discriminación étnica. A su vez, el gobierno birmano impone ciertas políticas específicas sobre aquella comunidad, como la imposición de una antigua disposición con el objetivo de forzarlos a la monogamia y a no tener más de dos hijos (Diario de Pernambuco, 2013). Tal disposición va en contra de los derechos humanos, por ser discriminatoria. Temiendo vivir sus vidas en campos hacinados, habiendo perdido sus propiedades y sus seres queridos, los Rohingyas han procurado salir de Myanmar en busca de supervivencia y mejores oportunidades de vida. Miles de ellos atraviesan las fronteras en barcos sobrecargados, con escasez de agua y
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Sobre los rohingyas
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mantenimientos en dirección a los países vecinos. Como si fuera poco, al arribar a estas localidades, suelen recibir tratos hostiles. En Tailandia, por ejemplo, los Rohingyas son interceptados por la Marina y por la policía del país que, de ahí en más, los negocia en el mercado clandestino de tráfico humano (BBC, 2013). Pero la opción de volver es descartada pues creen que la inseguridad es aún mayor en las localidades de origen (Aljazeera, 2012). Queda claro que existe un genocidio organizado contra aquellos musulmanes, lo que resulta inadmisible ante la existencia de tantas normas y convenciones internacionales de derechos humanos. Por lo común, los países se niegan a prestar auxilio humanitario y no se colocan a disposición para dar la acogida necesaria. La comunidad internacional, en verdad, se ha mostrado enmudecida frente a tantas muertes reportadas solo por organizaciones de derechos humanos. De acuerdo con Kundu (2015), los EE.UU., la EU y sus vecinos como India y China son los países que menos presión internacional ejercen sobre el gobierno de Myanmar, en gran parte debido a su interés económico en el país. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN por su sigla en inglés: Association of Southeast Asian Nations) aún no ha emitido una declaración oficial sobre el tema. Hasta ahora, la ASEAN no ha tenido éxito en la formulación de un marco legal para abordar los temas de los refugiados y la inmigración ilegal. Como ha señalado Kundu (2015), el sentido de responsabilidad compartida, la protección de los derechos humanos, los derechos sociales y bienestar social forman parte de los objetivos de la Comunidad del ASEAN, pero el hecho de eludir alguna responsabilidad en el caso de los Rohingyas, está contradiciendo su propia agenda.
La apatridia El concepto de apátrida se aplica en múltiples contextos y con diversas personas. El mismo incluye a individuos que evaden o amenazan a un Estado, pueblos que demandan un Estado para sí e incluso personas que perdieron el territorio físico de su Estado (Belton, 2005). Sin embargo, en este artículo se utiliza el concepto para referir específicamente a individuos que no poseen nacionalidad en ningún país. La categoria divide entre apatridia de jure y de facto. Así, de acuerdo con la ley internacional, el apátrida de jure es el individuo que no es considerado nacional de ningún estado (ONU, 1954). El apátrida de facto, por su parte, posee vínculo nacional con un determinado Estado pero no es tratado como un ciudadano. Como no existe consenso en torno de la definición de la apatridia de facto, ella acaba siendo empleada en múltiples situaciones (por ejemplo, en casos donde hay falta de protección gubernamental o inclusive de inhabilidad del individuo de disfrutar de sus derechos). De acuerdo con ACNUR, 12 millones de personas son apátridas de jure en todo el mundo (2010: 1). No obstante, es muy difícil obtener un número factual de la situación de apátrida, puesto que la mayoría de los Estados no poseen procedimientos para determinar quien es y quien no es apátrida de jure. Asimismo, muchos apátridas vacilan en ser identificados como tal debido al miedo de ser apresados, deportados o discriminados (Belton, 2005). Los apátridas son el fruto de diversas causas. Dentro de ellas, pueden mencionarse las políticas de desnacionalización que ejecutan algunos Estados, ciertas brechas en las leyes de nacionalidad, fallas administrativas, incapacidad gubernamental, disolución de Estados e incluso negación a la concesión de ciudadanía (Belton, 2005, p: 54). Lo cierto es que los Estados tienen el derecho a la desnacionalización de sus ciudadanos. Dependiendo de las leyes del Estado en cuestión, los individuos pueden ser desnacionalizados por convertirse a otra religión, por dejar de renovar sus pasaportes o aún por no adaptarse a las costumbres del país. El problema de la apatridia termina por ser leído también como un problema de minorías. A los apátridas suele asociárseles a una percepción de amenaza, de corrupción del tejido social, de no incluidos. De esta forma, estos grupos son concebidos como no deseados, siendo objeto de políticas de targeting que los aleja de las dinámicas del país donde viven. La ONU ya produjo dos convenciones sobre la apatridia. La primera, la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, de 1954, reconoce el problema y delinea los derechos y deberes de los apátridas en sus países de residencia. Ella demanda que los Estados signatarios traten a los apátridas como extranjeros cuando se trata de derechos de propiedad, asociación, empleo y libertad y a concebirlos como nacionales cuando se versa sobre derechos artísticos y científicos, acceso a Cortes, educación básica y legislación laboral (ONU, 1954).
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La segunda, la Convención sobre Reducción de la Apatridia, en 1961 presentó criterios legislativos que los Estados signatarios deberían adoptar con la intensión de prevenir el surgimiento de apátridas, por ejemplo: evitar la desnacionalización arbitraria de los individuos y garantizar que las personas tengan acceso a otra nacionalidad antes de ser desnacionalizadas (ONU, 1961). Cabe resaltar que estas convenciones están entre las menos ratificadas del sistema ONU. Actualmente, a pesar del posiciona-
miento oficial de Naciones Unidas, varios procesos de desnacionalización permanecen en vigencia, resultando en varias formas de discriminación, lo que representa la más causa más importante de apatridia en el mundo.
Refugio y poblaciones internamente desplazadas Después de reconocer que las categorías de refugio y de desplazados internos atraviesan la realidad de los Rohingyas, resulta necesario desentrañar tales conceptos y analizar como los mismos son abordados por la comunidad internacional. Es importante enfatizar que el régimen internacional para refugiados se relaciona directamente con el régimen internacional de derechos humanos, el cual fue creado pocos años después de éste. En el contexto de pos-guerra, la cuestión de los derechos humanos pasó a ser debatida por la comunidad internacional, ante las atrocidades cometidas por los regímenes totalitarios. El Estado y sus agentes, aunque posean la atribución de garantizar y concretizar los derechos humanos de sus ciudadanos, pasaron a ser entendidos como potenciales violadores de los derechos más fundamentales (Moreira; Rocha, 2010: 18). Esto llevó a la constitución del régimen internacional de los Derechos Humanos en el ámbito de Naciones Unidas, con la Declaración Universal de 1948, que garantiza una serie de derechos a los individuos, pasando a reconocerlos como sujetos de derecho en el plano internacional. El texto preveía, entre otros, el derecho de procurar asilo a todo individuo víctima de la persecución. No obstante, Vale resaltar que el derecho del individuo perseguido en su país de origen, de buscar asilo, dirigiéndose a otro país y solicitándole protección, no se debe confundir con el derecho al asilo, o sea, a la concesión de esta protección por el Estado de destino (Andrade, 2001).
Los refugiados son los migrantes forzados que cuentan con el sistema más completo de protección. Tal sistema trae una definición de las personas en la condición de refugiadas y de los derechos que devienen de tal situación, pues cuentan con un sistema universal previsto en la Convención de 1951 y en el Protocolo de 1967. Según Piovesan (2007), la Convención Relativa al Estatuto del Refugiado de 1951 es considerada la Carta Magna del estatuto, pues establece, con carácter universal, tanto el concepto de refugiado como sus derechos y deberes, de modo restrictivo, temporal y geográficamente: En consecuencia de acontecimientos ocurridos antes del 1 de enero de 1951, y temiendo con razón ser perseguida en virtud de su raza, religión, nacionalidad, filiación en cierto grupo social o de sus opiniones políticas, se encuentre fuera del país del que tiene nacionalidad y no pueda o, en virtud de aquel temor, no quiera pedir la protección de aquel país; o que, si no tuviese nacionalidad y estuviera fuera del país en el cual gozaba de su residencia habitual después de aquellos acontecimientos, no pueda o, en virtud de dicho temor, a él no quiera volver (ONU, 1951: 2). El hecho de no haber una protección internacional institucionalizada y que las causas del desplazamiento sean por veces las mismas que producen refugiados, justifica la intervención del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en el sentido de asentar una definición para las poblaciones desplazadas internamente: Grupos numerosos de personas que fueron forzados de forma súbita o inesperada, a desenraizarse y abandonar sus casas, fijándose en localidades diferentes en su país, debido a conflictos armados, luchas internas, violaciones sistemáticas de los derechos humanos o calamidades provocadas por el hombre (ACNUR, 2007). Para Oliveira (2004), las definiciones de desplazados internos son limitadas, pues se basan en el criterio de la refugee-like situation, donde solamente el hecho de no cruzar una frontera nacional los diferenciaría de los refugiados. Así, mientras los refugiados poseen un status especial en el derecho internacional, los internamente desplazados no lo tienen, pero se presupone que tengan los mismos derechos que los demás ciudadanos. Actualmente, las oportunidades de los refugiados se han visto crecientemente estrechadas. Ello se evidencia especialmente después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, dada la secutirización de la cuestión de la inmigración de forma global, con una asociación cada vez más frecuente entre flujos migratorios y grupos de desplazados, y cuestiones de seguridad internacional, regional o nacional
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Así, la Declaración Universal reconoce el derecho del individuo a procurar asilo, pero no hay obligación de los Estados en concedérselo – de igual forma ocurre también en la Convención de 1951-. Esto se debe a que la concesión del asilo (o refugio) es un acto soberano de los Estados, que deviene de otra atribución estatal: el control territorial y de sus fronteras. Siendo así, consiste en una decisión política, sujeta a complejos intereses (Moreira; Rocha, 2010: 18).
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(Moreira; Rocha, 2010: 22). Por fin, nuevas dinámicas están tornando más difícil la aplicación de los términos de la Convención de 1951 y del Protocolo de 1967 a situaciones contemporáneas. Los conflictos violentos están tornándose cada vez más complejos, en la medida en que confunden las dimensiones nacional e internacional (Moreira, 2010: 22)
Movilidad humana y la violencia de la apatridia: el caso de los rohingyas. En muchos casos, analizar la apatridia conlleva poner el foco en como una minoría o un grupo dado puede ser sistemáticamente jerarquizado, segregado y discriminado. El proceso que deriva en la creación del individuo de “segunda clase” es un problema de naturaleza compleja y que tiene implicaciones para toda la inestabilidad de una región o de un país (Waas, 2008). Dado que la violencia e inseguridad son causas comunes para los desplazados involuntarios, la inseguridad individual vivenciada por apátridas se torna una cuestión local, nacional o, internacional cuando se transforma en inseguridad colectiva de un gran grupo. El caso de los Rohingyas es ilustrativo de esos fenómenos por diversas razones, incluso considerando los mecanismos de los gobiernos de aquella región para evitar su desplazamiento. Como señala Lewas (2009), la negación de la ciudadanía ha servido como una estrategia clave para justificar el tratamiento arbitrario y políticas discriminatorias contra los Rohingyas, que son prohibidos de trabajar en el sector público. En 1994, las autoridades pararon de emitir certificados de nacimiento a los niños de aquella minoría. En Myanmar, la libertad de movimiento de los Rohingyas es severamente restricta. Ellos son confinados a sus respectivos barrios, imposibilitados de acceder a servicios médicos y educacionales. En caso que quieran viajar, necesitan de autorización oficial y deben pagar un impuesto el cual, en muchos casos, ellos no pueden solventar. En caso que intenten viajar sin autorización, son apresados. Esta restricción – que no es impuesta a la población Rakhine vecina – impacta seriamente en los padrones de vida, particularmente en lo que refiere a la seguridad alimentaria (Wass, 2008). Una de las más graves repercusiones de esta política se expresa en la limitación de acceso a las diversas estructuras de auxilio otorgadas internacionalmente (Diene, 2007). Tal como son tratados los refugiados, apátridas, en el caso de los Rohingyas, éstos son frecuentemente “contenidos” en campos precarios, donde se registran las más diversas situaciones y limitaciones que perpetúan el sufrimiento humano, minando su libertad y el ejercicio de sus derechos en áreas bastante inhóspitas (Waas, 2008). Otro aspecto importante es que, según la ley nacional birmana, aquellos que dejan el país sin autorización del gobierno pueden tener su nacionalidad birmana invalidada, y, una vez perdida de esta manera, no pueden ser recuperadas, generando un mecanismo de control sobre la movilidad que efectivamente crea un número enorme de individuos apátridas en países vecinos, como Tailandia, que concentra cerca de dos millones de ellos, pero que son considerados inmigrantes ilegales por la legislación local (Wass, 2008). Las dimensiones del problema crecen cuando las organizaciones direccionadas a la búsqueda de alivio de estas condiciones severas son imposibilitadas para trabajar. Esto se debe a las restricciones que padecen por políticas del Estado, o incluso debido a amenazas que suelen recibir estos agentes por parte de grupos locales contrarios a aquellas minorías desprotegidas. Este proceso puede también aumentar la dimensión del sufrimiento, no solo espacialmente – para otros Estados - sino también temporalmente, pues, el gran número de desplazados y de poblaciones que sufren discriminación lleva a que muchos nacimientos no sean contabilizados y que, al mismo tiempo, nuevas generaciones nazcan como ilegales y al mismo tiempo apátridas (Waas, 2008). Para agravar la situación, se han dado eventos puntuales que llevaron a una mayor polarización del país, al aumento de desplazados y a la elevación de las tensiones étnicas. Por ejemplo, después de un caso de violación de una birmana budista, por un grupo de jóvenes identificados como Rohingyas en mediados de 2012. En medio de la naturaleza precaria del régimen político, los principales actores políticos del país quedan inmovilizados delante de tal violencia, a fin de no perder apoyo en las competencias electorales (Irin, 2012). De acuerdo con la UN Office for the Coordination of Humanitarian Affairs (OCHA), la cuantía total de desplazados internos en Rakhine alcanza aproximadamente a las 110 mil personas. Las estimaciones del gobierno del Estado de Rakhine indican que más de 35 mil personas fueron desplazados en los espirales de violencia entre budistas de Rakhine y musulmanes Rohingyas, y 75 mil desplazados internos están en Sittwe y Kyauktaw desde junio de 2012 (Ocha, 2012).
Conclusión
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La movilidad humana involucra por sí misma un amplio conjunto de violencias simbólicas y tam-
bién reales contra la persona humana que la emprende. La salida de un local conocido con personas próximas resulta generalmente conflictiva y, además de eso, el proceso de cruce de fronteras no solo es altamente burocratizado sino también peligroso. Por eso es importante el concepto legal de ciudadanía, que reduce la carga peyorativa de determinadas identidades que emprenden movimientos migratorios. De esta manera, es evidente que la apatridia termina por configurarse en un agravante a la violencia que suele someter a los individuos. Si la nacionalidad puede ser entendida como el derecho a tener derechos, dentro de ellos podemos considerar el derecho a atravesar determinadas fronteras, lo que resulta negado al apátrida. Y cuando consigue moverse es para encuadrarse en categorías victimizadas y desapoderadas, perpetuando el violento cuadro en el cual está inserto (Belton, 2005, p: 67). Los Rohingyas, entonces, son un caso significativo, por cuanto se refiere a una minoría discriminada y oprimida que no tiene su nacionalidad reconocida, formando un gran grupo de apátridas en territorio birmano. Los que buscan protección en otras localidades acaban a menudo bajo el mote de poblaciones internamente desplazadas o, cuando atraviesan la frontera nacional, luchan por el status de refugiado, lo cual se configura como una de las escasas posibilidades de protección en la vigente situación. No obstante, como la concesión de status está asociada a la ratificación de la Convención de 1951 en la mayoría de los casos aquellos musulmanes no tienen forma de solucionar su problema. La respuesta de la comunidad internacional no ha sido muy alentadora y, en su conjunto, los países de la ASEAN están muy ocupados evitando sus propias responsabilidades (Kundu, 2015). Países como Indonesia y Malasia, por ejemplo, sólo se han puesto de acuerdo para ayudar a los migrantes Rohingyas como alivio temporal, lo que en verdad no permite la solución definitiva del problema.
* ARTÍCULO RECIBIDO EL 9/12/2015 ACEPTADO EL 7/02/2016
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Puede concluirse que la segregación promovida por los múltiples y rígidos instrumentos de categorización (convenciones, protocolos, declaraciones, legislaciones locales) atribuye a determinadas entidades las responsabilidades por determinados grupos, lo que dificulta el alcance de regímenes globales de gobernanza para la movilidad humana. Estos elementos serían capaces de asegurar una mayor efectividad en la garantía de protección de aquellos que necesitan relocalizarse. Pero faltan regímenes capaces de englobar más actores, para posibilitar una gobernanza más amplia y capaz de abarcar las diferentes víctimas de estos procesos, a fin de combatir las jerarquías de protección, priorizando por encima de todo a la persona humana.
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Migración Laboral de Mujeres Latinoamericanas en Estados Unidos de América: 1990 – 2014 Labor Migration of Latin-American Women in the United States of America: 1990 – 2014 DANIELA CASTRO ALQUICIRA Licenciada en Economía y Maestra en Estudios Latinoamericanos por las Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), trabaja temas relacionados a la migración internacional desde Centroamérica, México y Estados Unidos, mercados de trabajo y mujeres en la migración. Es profesora adjunta en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM desde 2011; e investigadora en la asociación civil Iniciativa Ciudadana y Desarrollo Social INCIDE. Social desde 2012, colabora en proyectos sobre mujeres migrantes centroamericanas en tránsito por México, género y migración y mujeres migrantes y violencia. Entre sus temas de investigación se encuentran la migración laboral internacional, migraciones femeninas y los mercados laborales.
Resumen El presente artículo se centra en el vínculo existente entre el trabajo femenino y la dinámica económica internacional, a partir de la migración internacional. El objetivo es evidenciar que el empleo de las mujeres migrantes tiene un papel importante en el plano social y económico de los países de destino. Asimismo, se examina el trasfondo de la demanda de mano de obra femenina latinoamericana en Estados Unidos, la cual opera como catalizador de la migración de estas mujeres. Finalmente se camina por la vertiente de la investigación empírica, en aras de profundizar en el proceso de inserción laboral de estas mujeres en el mercado de trabajo estadounidense, desde la década de 1990 hasta lo que va del siglo XXI. Para ello, se presenta un análisis de datos estadísticos que dan cuenta de este fenómeno.
Palabras Clave
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MIGRACIONES FEMENINAS / MIGRANTES LATINAS EN ESTADOS UNIDOS/ MERCADOS DE TRABAJO.
Abstract This article focuses on the link between women’s work and international economic dynamics, starting from international migration. The aim is to show that the employment of migrant women has an important role in the social and economic situation in the destination countries. In the same way, the background of the demand for Latin American women workers in the United States is examined, because it operates as a catalyst for the migration of these women. Finally we walk down the slope of empirical research, in order to deepen the process of employment of these women in the US labour market since the 1990s to this ongoing century. So this work presents an analysis of statistical data which shows how this phenomenon occurs.
Keywords FEMALE MIGRATION / LATIN IMMIGRANTS IN THE UNITED SATATES OF AMERICA / LABOUR MARKETS.
Las migraciones femeninas y la dinámica económica mundial El trabajo que realizan las mujeres de los países latinoamericanos, lejos de estar desconectado de la economía internacional, se ha articulado a ella de diferentes maneras, las cuales son atravesadas por la dimensión del género. En América Latina, en el periodo primario – exportador, por ejemplo, las labores tradicionales realizadas por las mujeres al interior de los hogares podrían ser interpretadas, como una especie de subsidio que permitía la supervivencia de las familias en situaciones en donde los salarios de los hombres eran extremadamente bajos. Esto que ocurría comúnmente en empleos ligados a la esfera transnacional, como era la producción de alimentos y materias primas para la exportación (Sassen, 2003). Lo anterior da cuenta de la contribución de las mujeres a la financiación de la modernización de la producción primario – exportadora. Por otro lado, cuando las mujeres se insertaron en el mercado laboral, sobre todo desde la década de 1970 en la producción manufacturera de origen extranjero, también conocida como maquila1, se movilizó una fuerza de trabajo femenina masiva. Esto ha permitido la obtención de ganancias exorbitantes sin necesidad de desarrollo tecnológico e innovación en estas ramas2. De ello deriva el destacado papel de las mujeres como agentes económicos y su estrecha relación con los requerimientos del capital a escala global. Otra de estas articulaciones ocurre con la migración laboral internacional. Al respecto es pertinente mencionar que en la actualidad existe una gran variedad de flujos migratorios en los que se insertan una cantidad cada vez mayor de mujeres. Dichos movimientos se han hecho más evidentes desde mediados de la década de los ochenta del siglo XX, periodo en el que las dinámicas de la globalización económica han tenido impactos negativos sobre los países en desarrollo. En estos espacios se han implementado profundas reformas con el fin de amoldarse a las nuevas necesidades de la economía global; se han desarrollado numerosos programas de ajuste estructural y demás medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, bajo el discurso de la reducción de la deuda externa, el alcance del desarrollo y crecimiento económico.
Ante las reducciones del gasto social en salud, educación y servicios como las guarderías, los comedores infantiles, etc., que permitían a las trabajadoras permanecer en el mercado laboral, las mujeres han tenido que responder a las necesidades sociales de las que antes se hacía cargo el Estado, dedican más tiempo al trabajo doméstico para la subsistencia, o se integran de diversas formas a la economía informal y/o migran en búsqueda de empleo. En este sentido, la mujer no sólo tiene que enfrentarse a la explotación en el mercado laboral sino que también es la principal responsable del trabajo que requiere la reproducción de la familia. Si bien las mujeres en América Latina viven en un contexto de feminización de la pobreza, la causa detonadora de su migración no se encuentra en esta condición. Al contrario de lo que sugieren los teóricos de los factores push – pull y de otras teorías neoclásicas, la situación de atraso y de vulnerabilidad de las economías de los países expulsores no es la causa fundamental de la migración. Partiendo de una postura crítica a los desarrollos teóricos tradicionales sobre la migración y la integración de las mujeres a los flujos, este fenómeno se ha desarrollado históricamente a partir de una estrecha y compleja conexión de las dinámicas económicas, políticas, sociales y demográficas entre los países de origen y de destino de la migración. Por un lado, en los países de destino existe una fuerte demanda de fuerza de trabajo para llevar a cabo los procesos de acumulación, sobre todo en ciertos sectores productivos. Por otro, en los países periféricos tienen lugar ciertas particularidades que potencian la migración, como la pobreza, el subdesarrollo y la desigualdad y; principalmente, su tipo de incorpora1- La maquila o industria maquiladora se caracteriza por la exportación de partes o equipos ensamblados cuyos componentes fueron previamente importados; proceso que requiere la participación masiva de trabajadores y condiciones de precariedad laboral, bajos salarios y políticas públicas que dan facilidades a las empresas, mayoritariamente extranjeras, como exención de impuestos, subsidios, infraestructura, etc. Para algunos autores, la maquila es parte estructural del nuevo patrón de acumulación trasnacional que define una nueva etapa de la industrialización de la mayoría de los países subdesarrollados y una nueva división internacional del trabajo (Morales, 2013). 2- Según datos de Lourdes Benería (1991), para finales de la década de 1980 el empleo de las mujeres en zonas francas de once países subdesarrollados (Belice, Barbados, República Dominicana, Haití, Honduras, Indonesia, Jamaica, Corea del Sur, Malasia, Isla Mauricio, México, Marruecos, Filipinas, Taiwán y Túnez) variaba entre el 66 y 90% del total del empleo manufacturero.
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Si bien se han logrado reducciones en la deuda de los gobiernos latinoamericanos y alcanzado ciertos niveles de crecimiento (como 5% anual en el caso de Chile); se han originado enormes costos para ciertos sectores de la economía y de la población. El desmantelamiento de los Estados en América Latina, los problemas de la deuda externa y el aumento excesivo de sus intereses, se han convertido en una característica sistemática de los países en desarrollo desde la década de 1980. Estas tendencias han acarreado reducciones en los niveles de gasto público orientado a programas sociales, lo que aunado al incremento del desempleo, han traído resultados adversos sobre los trabajadores, que tienen implicaciones diferenciadas en las mujeres.
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ción al sistema global basada en una relación de dependencia y desigualdad. Estas cuestiones generan las condiciones de complementariedad subordinada (Roldán, 2013) que permiten el impulso de estos flujos migratorios desde los países subdesarrollados hacia los desarrollados. El proceso de reestructuración económica en las áreas centrales del sistema capitalista, así como la segmentación de los mercados laborales, ha generado un incremento de la demanda de trabajadores en general, y de trabajadoras en particular, a los que se les pagan salarios irrisorios en empleos que ofrecen pocas posibilidades de ascenso. La migración constituye para muchas mujeres una de las estrategias paliativas a sus carencias económicas y las de sus familias; al mismo tiempo, su movilidad responde a los requerimientos de mano de obra en ciertos sectores, localizados sobre todo en las ciudades. Esta conjunción entre mujeres que buscan trabajo con salario suficiente, digno y estable y la existencia de una demanda de mano de obra, no se da en igualdad de términos, pues el trabajo femenino que se demanda queda condicionado a las necesidades de ciertos segmentos de los mercados, los cuales impulsan o limitan el ritmo de los flujos migratorios.
La demanda de mano de obra femenina latinoamericana en Estados Unidos La profundización de la globalización económica neoliberal y la reconversión productiva han traído impactos determinantes en la inserción de los trabajadores al mercado y en su distribución entre las diferentes actividades laborales, industrias, sectores y regiones geográficas. Durante el proceso de reconversión hacia la producción flexible, el empleo industrial estadounidense (y de otros países desarrollados) se contrae de manera significativa, al tiempo que se acrecienta el número de empleos en el sector servicios. De igual modo, la composición de los mercados laborales se vuelve heterogénea con la incorporación creciente de las mujeres al mundo laboral. Desde el decenio de 1950, la participación de las mujeres estadounidenses en el mercado laboral se ha ido incrementando. En esos años 33.9% de las mujeres en edad laboral se insertó al trabajo remunerado, mientras que para 1960, 1970 y 1980, el porcentaje femenino de participación aumentó a 37.7%, 43.3% y 51.5%, respectivamente. Para el año 2000 y los primeros 14 años del siglo XXI, el nivel de participación de mujeres se mantiene alrededor de 60% (Véase gráfica 1). En el caso de los hombres, su porcentaje de participación laboral muestra una reducción importante, púes de 86.4% en 1950 disminuye hasta 72.6% para el año 2014 (Castro, 2015).
FUENTE: datos de IPUMS – USA, 2015
Asimismo, la concentración de la economía estadunidense en el sector terciario y la flexibilización de gran parte de los empleos, ha generado una expansión de aquellos trabajos en los que se insertan las mujeres. Lo que evidencia que no sólo asistimos a una mayor participación de las mujeres en el mundo laboral, sino también a una feminización de la reserva de mano de obra. En Estados Unidos el debilitamiento de los sindicatos, la retracción de las obligaciones del Estado, el declive del salario mínimo, la flexibilización laboral, la precarización del empleo y demás cuestiones que han repercutido negativamente en los niveles de vida de los trabajadores y de sus familias. Lo que ha impulsado el ingreso masivo de las mujeres al trabajo asalariado y al mismo tiempo, ha contribuido a la reducción del empleo de los hombres.
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El cambio económico de las últimas décadas ha venido quebrantando el fundamento material que sostenía el rol del hombre como principal proveedor familiar y de la mujer como esposa y madre que permanecía principalmente en el espacio de la vida privada. Sin embargo, pese a la creciente importancia de las mujeres en términos laborales y en la generación de ingresos, éstas continúan como la principal responsable de la mayor parte de las obligaciones domésticas y del cuidado de los hijos. Hasta ahora, el balance entre el trabajo asalariado, las demandas del hogar y la crianza de los hijos es un desafío para las mujeres trabajadoras y comienza a serlo también para los hombres3. Una de las formas en que las y los trabajadores logran un equilibrio entre el trabajo asalariado y las responsabilidades en el hogar, es a través de la contratación de trabajadoras que se encarguen del cuidado de los hijos y de las labores domésticas. Para algunos autores, la satisfacción de estas necesidades constituye la base de la economía y de la cultura estadounidense (Sassen, 1988; Hondagneu–Sotelo, 2007); a pesar de que estos empleos y las mujeres que los desempeñan se sitúen en el plano de invisibilidad y la desatención. Además, en las grandes ciudades estadounidenses, los efectos de la reconversión productiva como el rápido crecimiento de la industria financiera y de los servicios muy especializados, no sólo han originado empleos técnicos y administrativos de alto nivel y calificación, sino también empleos no calificados de bajos ingresos. Éstos últimos a su vez, son impulsados a través de las nuevas pautas de consumo de las clases medias y altas que han generado nuevos tipos de servicios que requieren de grandes cantidades de trabajadores (Harvey, 1990: 180). Estas nuevas actividades terciarias, además de generar nuevas relaciones laborales, intervienen en la formación de una demanda continua de trabajadores como suministro significativo para los antiguos y nuevos servicios que requieren poca calificación y estudios, pero que a la vez son trabajos indeseables, que no ofrecen oportunidades de movilidad socioeconómica y con frecuencia tienen pocos o ningunos beneficios y derechos. Muchos de estos trabajos son realizados por las mujeres migrantes y van desde la limpieza y reparaciones en oficinas, transportes, mensajería, jardinería, servicios en restaurantes, hoteles, fraccionamientos, edificios de departamentos, supermercados, hasta actividades en tiendas gourmet, boutiques, peluquerías y estéticas, lavanderías exclusivas con lavado a mano, los servicios especializados de limpieza, reparto a domicilio, etc. Estos servicios nunca son representados como parte de la economía global, sin embargo, forman parte de la infraestructura de los empleos involucrados para su funcionamiento, al igual que las finanzas internacionales (Sassen, 2011).
Para el periodo 1990 – 2014, las mujeres latinoamericanas4 participan en la migración hacia Estados Unidos en una proporción similar a la de los hombres, su participación aumenta (mínimamente) de 48.8% en 1990 a 48.1% pare el año 2000, 49.13% en 2010 y finalmente a 49.4% para 2014, con diferencias importantes según el país de origen. Estos datos muestran que las mujeres latinoamericanas, por lo menos desde 1990, conforman la mitad de la inmigración latina y, por tanto, son actores relevantes dentro de la misma (Castro, 2015). Es importante resaltar el hecho de que aunque en términos absolutos se observe una mayor cantidad de hombres (hecho que se debe sobre todo al peso de la migración mexicana, la cual es un 56% masculina), en el conjunto de las trayectorias latinoamericanas hacia Estados Unidos la proporción de mujeres es mayor, tendencia que es sobre todo visible en las migraciones provenientes de: Belice, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Haití, Jamaica, Barbados, Trinidad y Tobago, Bolivia, Brasil, Colombia y Paraguay. Desde por lo menos las tres últimas décadas, las mujeres latinoamericanas migran de forma autónoma e independiente de los varones y a su llegada a Estados Unidos se integran activamente al mercado laboral. Dichas cuestiones son resultado de la transición económica mundial que ha implicado cambios trascendentales en las oportunidades de empleo de mujeres y hombres y ha impulsado la incorporación de la mujer a la población económicamente activa de las últimas cuatro décadas. Lo anterior a su vez ha generado cierta reconfiguración en las convenciones anteriores sobre los roles de género. 3- Según un estudio realizado por el Pew Research Center en 2013, en 1965 los hombres dedicaban 42 horas a las semana al trabajo asalariado, cuatro horas al trabajo doméstico y 2.5 horas en el cuidado de los hijos; relación que en el caso de las mujeres era de 8, 32 y 10 horas respectivamente. Para el año 2013 la distribución de los hombres cambia marginalmente a 37 horas para el trabajo remunerado, 10 horas para labores domésticas y 7 horas para el cuidado de los hijos y, en el caso de las mujeres a 21, 18 y 14 horas para el mismo orden de actividades (Pew Research Center, 2013). 4- Si bien parece pretencioso abarcar la totalidad de la movilidad femenina latinoamericana, esto es posible a partir del término latinos, el cual ha sido utilizado desde la década de 1970 por la Oficina de Censos de Estados Unidos para contabilizar a las personas que viven en este país pero que nacieron en América Latina, o que al menos uno de sus padres nació en esta región. El término contempla a personas provenientes de las cuatro subregiones latinoamericanas, en América de Norte se incluye a México, en América Central a Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, en América del Sur a Bolivia, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela y, finalmente de la región caribeña a Cuba, República Dominicana, Haití, Jamaica, Barbados y Trinidad y Tobago. Si bien, dentro de la categoría latino que utiliza el censo se incluye a las personas originarias de Puerto Rico, para este análisis no se retoman, pues ésta sigue una dinámica que se aleja de la del resto de los países latinoamericanos.
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Inserción de las migrantes latinoamericanas en el mercado de trabajo estadounidense
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Las mujeres migrantes latinoamericanas por lo menos desde 1990 han incrementado progresivamente su participación dentro del mercado de trabajo en Estados Unidos. Según datos del censo estadounidense de 1990, 60% del total de migrantes latinoamericanos formaba parte de la población económicamente activa en Estados Unidos, en donde el 61% eran hombres y el 39% mujeres, de los cuales 81% y 51% respectivamente se encontraban empleados y respecto a los desempleados, 62% eran mujeres y el 37.7% hombres. Entre el decenio del noventa y el primero del siglo XXI, la población económicamente activa latinoamericana aumenta de manera importante, pues pasó de 5.8 a 15 millones, lo que representa una tasa de crecimiento de casi 3% decenal (véase gráfica 2), el cual se detiene en los años posteriores a 2009, a causa de la crisis económica en Estados Unidos (Castro, 2015). Dentro de este comportamiento general, las mujeres aumentaron su participación dentro de la Población Económicamente Activa (PEA) un punto porcentual por cada decenio: de 39% en 1990 y 2000, 40% en 2010 a 41% en 2014. En cuanto al empleo de las migrantes latinoamericanas, éste aumentó de 51% en 1990 a 54.6% en 2014 y, por el contrario, disminuye el porcentaje de las que se encuentran desempleadas de 62.2% a 56.9%en el mismo periodo. En el caso de los hombres, es importante ver que, al contrario de las mujeres, su participación dentro de la PEA y de la población económicamente ocupada disminuye, eventos que pueden estar relacionados con el impacto negativo de la crisis económica
FUENTE: datos de IPUMS – USA, 2015
de 2008 en las actividades y sectores productivos en donde se emplean los varones latinoamericanos, como es el caso de la construcción. Al comparar los porcentajes de participación laboral de las mujeres y los hombres migrantes, se encuentran grandes diferencias. M mientras los hombres migrantes en 2014 tenían un porcentaje de inserción laboral de 76.3%, las mujeres de 54.6%. Una de las razones de esta disparidad pueden ser los tipos de trabajos que las mujeres realizan, pues éstos no siempre encajan dentro de la concepción tradicional de trabajo asalariado, por lo que muchas veces no se reconocen como actividades productivas y son escasamente registradas por las estadísticas laborales. Igualmente, es común que estas mujeres trabajen por temporadas o que debido a su status de indocumentación no sean reconocidas como trabajadoras que reciben salarios.
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La participación de las mujeres latinoamericanas en el empleo no es homogénea, varía de manera importante según su país de origen. Tomando en cuenta los datos del censo estadounidense de 1990 sobre las latinoamericanas económicamente activas, se registra que pocas nacionalidades tenían un nivel de empleo mayor al 40%. Entre ellas se ubicaron las mexicanas, quienes se integraron al trabajo remunerado en 49%, 47% las dominicanas, 46% las cubanas y 43% las venezolanas. Para el 2000, un mayor número de nacionalidades registran niveles importantes de empleo. Si bien las mexicanas, cubanas, dominicanas y venezolanas, mantienen los mayores porcentajes de participación en el empleo;
mujeres de otros países participan en más del 40% en el empleo. Entre ellas están las provenientes de Guatemala (49%), Ecuador (47%), Argentina (46%), Chile (46%), Costa Rica (45%), El Salvador (45%), Honduras (45%), Nicaragua (45%), Brasil (43%), Colombia (43%) y Perú (41%) (Castro, 2015). Es importante destacar que es justamente para el año 2000 cuando se registra una mayor entrada de población migrante de origen latinoamericano, relacionada sobre todo al crecimiento de la economía estadounidense a lo largo del decenio de 1990, cuando se registra un aumento promedio real del PIB de 3.7%, porcentaje importante si se toma en cuenta que en el periodo 1850 – 1914, el de mayor crecimiento en la historia de Estados Unidos, fue de 3.9% (Roldán, 2009). Para los censos de 2010 y 2014, el número de mujeres que participan de manera importante en el empleo otra vez se reduce. En estos años únicamente las mexicanas, costarricenses y las cubanas tienen porcentajes de participación en el empleo superiores a 40%. Por otro lado, quienes tienen menor participación en este periodo son las jamaiquinas, haitianas, bolivianas y paraguayas con apenas 28.5%, 33%, 32% y 31%, respectivamente. En el apartado anterior se apuntó a que la incorporación de las mujeres migrantes latinoamericanas al mercado de trabajo estadounidense, se define en gran medida por la demanda de mano de obra en el sector de servicios, de cuidados y el trabajo doméstico. En este sentido, los datos de los censos estadounidenses de 2000 y 2010 y American Community Survey (ACS) para 2014, corroboran la idea, pues los sectores de ocupación en los que se insertan las mujeres son principalmente aquellos. En el censo del 2000, 23.7% del empleo de las migrantes latinas se concentraba en el sector servicios educativos, salud y servicios sociales, 15% en la manufactura, 12.2% en artes, entretenimiento, recreación y servicios en hoteles y restaurantes, 9.8% en el comercio al por menor, 8.4% en otros servicios, donde se incluye el trabajo doméstico y 5.6% en servicios auxiliares de administración, manejo de desechos y limpieza de edificios.
Conclusión El trabajo que realizan las mujeres migrantes latinoamericanas no está desconectado de la economía mundial, sino que se relaciona estrechamente con ella, a partir de: 1) el subsidio que el trabajo femenino en el hogar significó para la producción primario – exportadora, 2) su trabajo en la industria maquiladora transnacional, el cual permite la obtención de ganancias exorbitantes sin la necesidad de desarrollo tecnológico y, 3) a través de la migración laboral internacional. La causa detonadora de su migración es resultado de la conjunción entre elementos como la desigualdad, en el aumento del desempleo, en la exclusión social, en el incremento de las múltiples expresiones de violencia, o en el resto de los impactos negativos que han tenido las reformas estructurales en América Latina y; la fuerte demanda de fuerza de trabajo femenina en Estados Unidos, originada por la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral y la reducción de los servicios del Estado en salud, educación y cuidados. Dicha demanda es resuelta, en una buena parte, por las mujeres migrantes, lo que revela su importancia para el mantenimiento de las mujeres estadounidenses en el mercado de trabajo y el buen funcionamiento de sus hogares. Asimismo, la terciarización de la economía generó la formación de una demanda continúa de trabajadores para servicios que requieren “poca calificación” y estudios pero que a la vez son indeseables y no ofrecen posibilidades de ascenso económico ni social. Dichos trabajos, aunque comúnmente no se relacionan como parte de la economía global, atraen cantidades importantes de fuerza de trabajo femenina migrante y forman parte de la infraestructura de los empleos necesarios para la acumulación de capital. Las mujeres latinoamericanas participan en la migración hacia Estados Unidos en una proporción similar a la de los hombres, es decir, que conforman prácticamente la mitad de la inmigración latina en dicho país. Asimismo, estas migrantes son parte de la población económicamente activa estadounidense, con un porcentaje que varía entre 39% y 41% (de 1990 a 2014) y un nivel de empleo que va de 51% a 54% para ese periodo. Los datos recuperados comprueban que las actividades en las que está inserta la mayor parte de las mujeres latinoamericanas, se caracterizan por requerir de trabajadores que acepten condiciones altamente inestables y precarias, sin contratos laborales, trabajos temporales, o de medio tiempo, subcontratación, sin protección, ni seguridad laboral o social, etc. La inserción laboral de las migrantes
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En el censo del año 2010 el empleo en el sector servicios educativos, de salud y servicios y servicios sociales se mantuvo con el porcentaje más alto, 26.1%. Por otro lado, se incrementó el volumen del empleo en los demás sectores mencionados, salvo el caso de la manufactura, el cual se redujo de 15.5% en 2000 a 10% para 2010. Para el año 2014 se registran cambios importantes, el empleo en el sector servicios educativos, de salud y servicios sociales se reduce de 26.1% a 17.3%. Mientras que el sector de los servicios auxiliares de administración, manejo de desechos y limpieza de edificios se amplía de 7.3% a 16.9%, es decir, que se incrementa en casi 10% en cuatro años. Por otro lado, en los sectores otros servicios, artes, entretenimiento, recreación y servicio en hoteles y restaurantes, comercio al por menor y manufactura se mantiene el porcentaje de empleo registrado en 2010.
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latinoamericanas en Estados Unidos se lleva a cabo a partir de una serie de niveles de explotación y discriminación, que se relacionan con ser trabajadoras, ser migrantes y ser mujeres. Estas tres características (las cuales en sí mismas no son negativas, ni mucho menos implican una debilidad frente a otros sujetos) las colocan en una situación particularmente desventajosa y vulnerable. En el contexto de la migración, ser mujer y trabajadora migrante representa un límite para acceder a una mejor condición laboral, salarial y de vida.
* ARTÍCULO RECIBIDO EL 30/11/2015 ACEPTADO EL 8/02/2016
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