Décimo octavo domingo del TO

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MENSAJE DOCTRINAL El hombre, por condición natural, es un ser en devenir, en constante transformación. Sin dejar de ser él mismo, se transforma su cuerpo y su espíritu por medio del ambiente en que se transcurre la existencia, de la educación que recibe, sobre todo en la infancia y juventud, de las circunstancias vitales que le rodean y dan un molde a su personalidad, de los acontecimientos históricos que inciden sobre su dinamismo espiritual. Pero no sólo es un sujeto pasivo, sometido a influencias externas, es también sujeto activo que con su acción y sus decisiones influye en las personas y en el ambiente que le rodea. Todo hombre, aunque el grado pueda variar, cambia y es cambiado, influye y es influido por las personas y las realidades de su alrededor. Lo importante es que todo vaya enderezado al bien del hombre y de la sociedad. El cristiano también es un ser en devenir, en transformación permanente. Siendo idéntico en su fe a los orígenes del Evangelio y del cristianismo, se transforma al contacto con realidades nuevas que tendrá que leer a la luz del Evangelio, con culturas nuevas que implican la labor de injertar en ellas la fe cristiana, con situaciones y desafíos nuevos -pensemos en la Europa del Este o en los problemas de la biogenética-, que exigen una respuesta coherente con la fe y la moral cristianas. Esta transformación no es autónoma ni total, sino que tiene que ir al ritmo de Dios en la historia, y realizarse tanto cuanto el Espíritu Santo inspire a la Iglesia y a la propia conciencia. Es bien sabido que tanto la excesiva lentitud cuanto el aceleramiento apresurado en la acción transformadora terminan mal y suelen hacer mucho daño a la comunidad de los creyentes. Quien no acepta el juego entre la identidad y el cambio, entre la identidad y la adaptación, se anquilosa por excesiva inercia y falta de dinamismo en la fe, y termina por morir con las armas en la mano, pero sin poder entrar en

batalla, o, lo que es peor, luchando con fusiles contra quienes cuentan con armas electrónicas muy sofisticadas. Quienes rechazan el juego por justificaciones realmente fútiles, por muy razonables que a ellos les puedan parecer, no entrarán en el banquete de bodas, quedarán al margen del gran plan de Dios en la historia

LECTURAS PARA LA SEMANA XXVIII Semana del Tiempo de Ordinario IV Semana del Salterio, Tomo IV Años impares (I) Lunes 12

Ga 4,22-24.26-27.31 5,1; Sal 112,1-7; Lc 11,29-32

Martes 13

Ga 5,1-6; Sal 118,41.43-45.4748; Lc 11,37-41

Miércoles 14

Ga 5,18-25; Sal 1,1-4.6; Lc 11,4246

Jueves 15

Ef 1,1-10; Sal 97,1-6; Lc 11,47-54; ó Jn 15,1-8

Viernes

Ef 1,11-14; Sal 32,1-2.4-5.12-13; Lc 12,1-7

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Ef 1,15-23; Sal 8,2-7; Lc 12,8-12

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VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

MISAL DOMINICAL DE LOS FIELES 11 de octubre de 2020 RITOS INICIALES MONICIÓN INICIAL Un domingo más, respondiendo a la llamada del Señor, nos hemos reunido en torno al altar para celebrar la Eucaristía. La Eucaristía es banquete de bodas abierto a todos. Este es el mensaje que el Evangelio de hoy nos va a transmitir. Pero para asistir a la fiesta, el Señor nos pide unas actitudes personales: un traje de fiesta, una actitud de agradecimiento y una respuesta positiva a su invitación a participar. Con frecuencia, también nosotros ponemos excusas al Señor para no participar, o lo hacemos de una forma apática y pasiva. Vamos a revisar nuestra actitud y a vivir esta Eucaristía como una respuesta a la invitación que el Señor nos hace a cada uno.

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 129, 3-4 Si conservaras el recuerdo de nuestras faltas, Señor, ¿quién podría resistir? Pero tú, Dios de Israel, eres Dios de perdón. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Saludo: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo, esté con todos ustedes.

Comisión de Pastoral Litúrgica Arquidiócesis de San Salvador 2020

Verde/ Ciclo A

Acto Penitencial A pesar de que el Señor nos invita a su mesa, nosotros no queremos corresponder a su llamado. Arrepentidos, pidamos perdón en el silencio de nuestro corazón.

Tú, que ofreces un perdón sin límites: R/. Señor, ten piedad. Tú, que nos enseñas a amar y a perdonar: R/. Cristo, ten piedad. Tú, que esperas de nosotros justicia y caridad: R/. Señor, ten piedad. Se dice Gloria. ORACIÓN COLECTA e pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos disponga y nos acompañe, de manera que estemos siempre dispuestos a obrar el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

T

LITURGIA DE LA PALABRA Monición a la primera lectura El profeta Isaías anuncia la futura intervención salvadora de Dios para con su pueblo: Dios prepara un banquete festivo al que invitará a todos. Un mensaje similar escucharemos en el Evangelio de hoy. Escuchemos con atención la primera lectura. Del libro del profeta Isaías

E

25, 6-10

n aquel día, el Señor del universo preparará sobre este monte un festín con platillos suculentos para todos los pueblos; un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos. Él arrancará en este monte el velo que cubre el rostro de todos los pueblos, el paño


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