Mtro. Gilberto Flores Ruiz
Asesor Técnico Pedagógico de la zona 9 federal de Educación Especial
Q
uienes me conocen saben de mi afición por el ajedrez. Pasa poco tiempo de que conozco a alguien hasta que le pregunto: “¿Te gusta el ajedrez? ¿Jugamos una partida”? Y lugar al que voy, trabajo en el que estoy, ahí hago lo que puedo por promover su práctica y hacer alguno que otro torneo. Recuerdo cuando estuve en Jesús María: al Centro de Atención Múltiple al que estuve asignado se le dio la posibilidad de participar en la Kermés anual del pueblo para recabar fondos en apoyo a este mismo centro; entre las actividades que pudimos realizar estuvieron venta de alimentos, de manualidades, algunos bailables etcétera, fue entonces cuando propuse y conseguí organizar pequeños encuentros de ajedrez con niños, jóvenes y adultos de la población. Sin causar mucho revuelo, sí se logró captar algo de atención y se recaudó una modesta cantidad con la que pudimos contribuir a los fondos del CAM. También en Pegueros me fue posible incluir algo en el Proyecto Escuelas de Calidad para la adquisición de unos cuantos tableros como apoyo didáctico a las actividades docentes. Me es inolvidable el evento: las caritas, las expresiones de los niños y jóvenes manipulando las piezas y relojes de ajedrez, y tomando en cuenta que para la inauguración-entrega de ese y otros materiales nos acompañaron miembros de un club de ajedrez de la ZMG, gran-
12
Zona 17 Federal de Educación Especial
A PRACTICAR EL JUEGO CIENCIA Reflexiones sobre ajedrez y el quehacer educativo
des entusiastas de la promoción del juego, como de la atención integral a grupos vulnerable. Fue un interesante y satisfactorio día de convivio y aprendizaje para todos. En Tepatitlán formé un equipo en una de las escuelas atendidas por USAER, donde un alumno de claros talentos destacó en encuentros con otras escuelas, y de los que guardo también gratos recuerdos pues incluso en alguna ocasión se me invitó como juez. En fin, también aquí en Zapopan donde tengo mi zona actual de adscripción me he podido involucrar en varias acciones, casi siempre coordinado con los compañeros docentes de Educación Física, quienes son los que tradicionalmente se encargan de la realización de eventos sobre este juego ciencia. Lo que particularmente quiero en este espacio, es reflexionar sobre algunos aspectos de aprendizajes no contemplados explícitamente en planes y programas de estudio, pero considero de trascendencia en el desarrollo integral de los alumnos y de nosotros mismos. He constatado que una práctica deliberada y consciente de estas habilidades en el juego de ajedrez pueden trasladarse a otros formas de desempeño. No hablo por hablar, aunque tenga inevitable carga subjetiva, lo he vivido, lo he experimentado en mí mismo y en alguno que otro de mis cercanos amigos y compañeros jugadores, por lo que me atrevo a proponerlo como aplicable a
nuestro trabajo cotidiano como docentes, directores, asesores, o lo que sea en que nos desempeñemos. Juzguen ustedes. Ceñirnos a un plan. Saber a dónde vamos no solo es deseable, sino que llega a ser imprescindible, tanto si queremos ganar una partida, como si aspiramos a obtener los mejores resultados en cualquier intervención educativa. Todo ajedrecista que se respete conoce la frase: “es mejor tener un mal plan que no tener ninguno”, referida a que si vas a estar moviendo cualquier pieza al azar, sin un sentido o propósito claro y definido, irremediablemente terminarás recibiendo mate. Esto, tan bien conocido en el mundo del ajedrez, debería meditarse y aplicarse en muchas facetas de la práctica educativa, ya sea a niveles altos de dirección, como en el más humilde de los salones de clase de las periferias o alejadas rancherías. Si quien tiene la enorme responsabilidad de tomar decisiones de gran calado no dedica buena parte de su talento a visualizar desde la situación actual de un sistema educativo, cómo se llegó a este y hacia donde debería tender, termina cayendo en la implementación a ciegas de modas y sistemas no probados de prácticas que en vez de hacer avanzar el nivel educativo de la población, lo estanca y hasta lo lleva al retroceso. Y en el otro extremo, si el docente en el aula se guía sólo por su instinto, por su estado de ánimo o por sus