culturas
N° 28 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de mayo de 2005
Fotograma de Del rosa al amarillo, de Manuel Summers, uno de los autores que desarrolló el ‘espíritu de Salamanca’
CINE ESPAÑOL 5
Celebramos el cincuentenario de las Conversaciones de Salamanca ensayando un diagnóstico de nuestro cine.
Un pequeño en busca de madurez
3 JUAN GELMAN
4 ELLIOT MURPHY
El Premio Reina Sofía ha recaído en un poeta que ha conjurado, con el humor y el juego, el horror de la persecución política y del exilio.
Vuelve a Salamanca uno de los grandes francotiradores de la música, con canciones que hurgan en la herida del perdido sueño americano.
N°28
2 culturas
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de mayo de 2005
incuenta años después del comienzo de las Conversaciones de Salamanca, todavía se csiguen organizando encuentros, mesas redondas y debates sobre su importancia para el cine español. Al margen de lo redondo de la efeméride –en un año en el que se celebra prácticamente todo– la opinión de la gente del cine es que supusieron una ocasión única para reunir a personas con peso y formular planteamientos estéticos y prácticos que sacaran al cine español de la rancia línea de
exaltación de los valores patrios y folklóricos. Curiosamente, quienes menos quieren pronunciarse son algunos de los que estuvieron presentes, como Basilio Martín Patino, que declina cualquier oportunidad que se le ofrece para hablar del asunto. Para no quedarnos en la simple conmemoración, hemos querido preguntar cómo está hoy el cine español: con baja cuota de pantalla, los discursos críticos apuntan a unas reglas del juego que favorecen claramente al cine comercial norteame-
Recortes 1 LAS NUEVAS VÍAS DE LA PUBLICIDAD Seguramente recordarán a aquel entrañable señor de Majaelrayo (Guadalajara) que preguntaba a dos viajeros intrépidos si el Madrid había quedado otra vez campeón de Europa. Su presencia en el anuncio de un coche le hizo fugazmente famoso y su pueblo es ahora atractivo para los amantes del senderismo sin bajarse del todoterreno. Aquel ‘spot’ es de hace unos años, cuando todavía el producto que se pretendía vender tenía cierta importancia visual en el anuncio. Ahora la tendencia es otra. Se venden valores, sensaciones, estimulantes modos de vida a los que accederemos apropiándonos del bien en cuestión. Una línea publicitaria es la de la campaña solidaria. Se coloca al producto no como un objeto que se vende, sino como motor de acciones sociales de buen rollo. Lo hizo Fortuna con el 0,7 –recuerdan, el porcentaje del PIB reclamado para los países en vías de desarrollo– y ahora una bebida isotónica, la misma que hizo recientemente una campaña publicitaria diciendo que no necesitaba hacer campañas publicitarias, vuelve a la carga, utilizando a un hombre llamado Justo Gallego.
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JUSTO GALLEGO Y LA CATEDRAL BIZARRA El nuevo icono, que prontó será entrevistado en los ñoños magazines de la radio vespertina, es un paisano que desde el 12 de octubre de 1961 lleva construyendo, por su cuenta y riesgo, una catedral consagrada a la Virgen del Pilar en la localiad madrileña de Mejorada del Campo. Justo no es un desconocido, pero sus admiradores procedían hasta ahora del circuito que queda fuera de los medios de comunicación masivos. La revista de actualidad bizarra ‘Mondo Brutto’ le ha dedicado ya unas cuantas páginas y una entrevista en su último número. Y su obra ha sido incluida en la exposición ‘The Real Royal Trip’, organizada por el MOMA de Nueva York, parece ser que por el interés de su comisario, Szeemann, por el ‘outsider art’. Justo ha ido construyendo su catedral con la ayuda de un albañil, recogiendo materiales de construcción reciclados,
ricano, pero también a una escasez de riesgo estético que se olvida gracias al espejismo de la proyección internacional de unas cuantas firmas. En este número nos acercamos también a Juan Gelman, recién galardonado con el Premio Reina Sofía, un poeta que ha conjurado el horror a través del humor. Elliot Murphy es otro de esos artistas que viven al margen pero que tienen mucho que ofrecer y repasamos también la obra del fotógrafo Pérez Siquier.
Antonio Marcos sin planos y con mucha dedicación y sinsabores. Una obra única que recuerda el empeño de aquellos constructores del gótico, pero sin su matiz místico. Y ahí han visto el filón los ágiles creativos publicitarios, siempre muy atentos a incorporar al sistema cosas nuevas, frescas y originales. A convertir en papilla para el consumo lo poco que aún queda fuera. Decía Justo Gallego en la mencionada entrevista: «Con este chico de Guadalajara –el albañil– pagándole veinticinco mil pesetas cada día, y dos o tres peones, en cinco años esto pega un cambio total. Con doscientos millones y con el Ángel pagándole bien ‘to’ los días haríamos maravillas aquí, hombre. Pero la gente no da dinero ‘perdío’. Ni los americanos, ni nadie». Pues parece que han llegado los americanos y con ellos la publicidad y quizá el dinero. Dice algún experto que, aunque se termine la catedral, nunca podrá abrirse porque no guarda las mínimas garantías de seguridad en su construcción. Lo que parece seguro es que a partir de ahora vamos a oír hablar mucho de este hombre. El negocio funciona así.
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LA INVASIÓN PUBLICITARIA EN LA CIUDAD Marta Peirano se pregunta en Elastico.net quién diseña nuestras ciudades. Ante el uso de espacios públicos como soporte publicitario, la argumentación es contundente: «Cuando vemos la tele, escuchamos la radio o leemos un diario gratuito, entendemos que los anuncios son el precio que tenemos que pagar por seguir disfrutando del servicio. Hay quien se abona a la televisión de pago para no tener que ver anuncios. Numerosos medios ‘online’ ofrecen suscripciones sin ‘banners’ y hay quien da ‘wifi’ gratis a cambio de publicidad. Quien no quiere pagar ese precio se busca un servicio de pago que le ahorre la publicidad pero ¿quién decide por nosotros en nuestra propia calle?». Vallas publicitarias, logotipos en fachadas en rehabilitación, anuncios en transportes públicos, generan un ruido conceptual, un impulso al consumismo del que ya, aunque renunciemos a ver la televisión, que no vamos a renunciar, no nos vamos a poder escapar aunque queramos.
Imágenes de la entrada de la catedral de Mejorada del Campo, sus arcos en la zona principal, su cúpula y de Justo Gallego, el constructor.
POESÍA
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de mayo de 2005
Recién galardonado con el Premio Reina Sofía de poesía, Gelman posee una obra –publicada en España por Visor– en la que el humor y el juego nos devuelven la ternura ante el horror de la persecución y el exilio ngeles Pérez López, poeta y profesora, es mi amiga generosa. De ella poseo palabras, poemas, familias, amigos, apoyos, objetos y, sobre todo, el amoroso respeto a un género que no profeso –la poesía– y una sola certidumbre: hay seres que nos ayudan a superar cuanto hay de malo en este mundo. Seres que escriben y nos escriben, seres que llegan generosamente con su palabra viva y nos la entregan. Gentes que a veces, para nuestra mayor alegría, ganan un premio y el ámbito privado y minoritario de un auditorio de poesía se hace público y grandioso. Ángeles Pérez López, que me ha regalado muchos de sus privilegios –un niño, un compañero, una hermana, un poema–, me compartió un día uno de ellos: «En octubre viene Juan Gelman al Aula Salinas». Y yo recordé el tiempo en que vivía en el México de todos los exilios y sabía de Juan Gelman por los periódicos que se hacían eco de la dolorosa búsqueda de su nieta. Nacido en 1930 en Buenos Aires, este judío bello que tiene sobre sí todos los desarraigos, pugnaba en 1998 por recuperar a la hija de sus hijos desaparecidos por la dictadura argentina de la que huyó en 1975. Para mí, este poeta excelso que ha ganado merecidamente el Premio Reina Sofía, era un hombre que luchaba por una niña, el símbolo de toda esperanza, el conjuro del perdón y nunca del olvido. Ahora que el eco del horror y el peligro de la desmemoria puede con el orden establecido que celebra fastos de conmemoración de la barbarie, premiar a Gelman es un acto de justicia poética. Y no sólo porque es uno de los poetas más originales y fecundos de una tradición compleja de convivencias, sino porque toma partido hasta mancharse. Ante el horror, en su poesía el humor y el juego subvierten el lenguaje y nos devuelven la inocencia y la ternura; ante el olvido, la memoria se mantiene viva. Gelman es el fruto de muchos destierros, judío sefardí, periodista y poeta que se inició en 1956 con el libro Violín y otras cuestiones, al que le siguen numerosos títulos que ha publicado en España la editorial Visor, depositaria de un último hallazgo País que fue será, escrito en el 2004. A lo largo de su trayectoria
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Profunda hondura JUAN GELMAN
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Juan Gelman, en su reciente paso por Salamanca / Perelétegui
su escritura acrecienta la memoria, conjura el olvido.... sin dejar de gozar con la vida, compartir los afectos, jugar con las palabras que articulan una lengua propia el ‘gelmaneo’ que practican los poetas amigos y que consiste en ironizar con los conceptos. Un creador total del lenguaje, Gelman ‘con-pone’ y dispone de todos los
recursos del idioma para crear a su antojo un espacio propio donde conviven la lengua sefardí, el tango, la grandilocuencia argentina, la cábala, la lucha contra la impunidad de los torturadores y los místicos españoles. Gelman es un mundo en sí mismo que nos contiene a todos, y ahora más que nunca, cuando su persona y su pa-
Gelman es un hombre que ha elegido la ternura tras pasar por la expresión máxima del horror
labra se someten, educada y sosegadamente, con una humildad desconocida: «Muy honrado por quien lo otorga, por el jurado y por todos los que lo han recibido antes» a la vorágine pública de un premio prestigioso. El Premio Reina Sofía de poesía es un poquito nuestro. Lo otorga entre otras instituciones la
Universidad de Salamanca, y nos pertenece un mucho porque propicia la publicación de una magnífica antología de la poesía del galardonado hecha por la Universidad al cuidado de profesores de la casa. Se trata de ediciones exhaustivas entre las que destaco los dedicados a autores hispanoamericanos como el volumen de poesía de Gonzalo Rojas y la ingente Summa de Maqroll el Gaviero, de Álvaro Mutis con una insuperable introducción y edición de Carmen Ruiz Barrionuevo, Los espejos las sombras, dedicado a Mario Benedetti a cargo de Paqui Noguerol y Páginas en Blanco, de Nicanor Parra, un trabajo compartido (hecho con y dividido entre, en ese delicioso juego gelmaniano que se contagia al lector) de Niall Binns y Ángeles Pérez López. Indudablemente el Reina Sofía es todo nuestro, y más cuando la defensa de Juan Gelman como ganador de esta edición, corrió a cargo de Ángeles Pérez López quien destacó de Gelman «su capacidad para testimoniar el tiempo en que vive y dar cuenta de sus tensiones». Propuesto entre 68 candidatos por la Biblioteca Nacional de Buenos Aires y la Universidad Cristóbal Colón de Veracruz, en México, Gelman recibió la noticia en París, siempre en la diáspora, dispuesto a responder, pausadamente, como siempre, a los requerimientos de la urgencia. «¿Cómo es Gelman?», le pregunté a mi amiga generosa, y ella se detuvo para darle forma a cada una de esas palabras que un poeta no utiliza al azar ni siquiera cuando juega. Me habló de un hombre detallista que se preocupa por su semejante y permanece atento a cuanto sucede a su lado, un hombre que ha elegido la ternura tras pasar por la expresión máxima del horror. Un hombre, en el mejor sentido de la palabra, bueno. Ese poeta que lee a los místicos españoles y siente que el Amado es su país y su familia perdidos por la maldad del hombre, ese judío errante que escribió noventa poemas en sefardí y que sabe de todos los exilios, ese mexicano que evoca el tango y distorsiona el lenguaje, retuerce las palabras y les saca el jugo del humor y del amor ha sido distinguido y se vuelve familiar e imprescindible. Cuán necesarias son voces como la suya. Qué acto de justicia a los desaparecidos y que certidumbre la nuestra de que no habrá más penas ni olvido. Charo Alonso
4 culturas MÚSICA Franz Ferdinand: clásicos modernos FRANZ FERDINAND Franz Ferdinand Domino-PIAS, 2004
¿Otro grupo que llega desde Gran Bretaña para comerse el mundo? Jóvenes, con un aire ‘retro’ perfecto para las portadas de las revistas y con un montón de canciones pegadizas bajo el brazo. Ellos dicen que no, que son especiales; el New Musical Express también nos intenta convencer; incluso U2 los elige como teloneros de sus conciertos europeos y los que han disfrutado de su directo hablan de auténticas invitaciones al baile y la diversión. ¿Qué es en realidad Franz Ferdinand? Pues, ni más ni menos, que la banda con más talento
con permiso de los irreconciliables The Libertines de la avalancha de nuevos grupos, que las grandes compañías intentan vender entre la música y la moda... Y en tiempos de mediocridad, su propuesta, descarada y eminentemente festiva, triunfa sin objeciones. Si ellos miran hacia atrás en lo musical –desde The Jam a Gang of four–, sus estilistas están a la última a la hora de elegir su vestuario, con lo que el cóctel funciona como un reloj. Ahora se vuelve a editar el debut de estos escoceses, que ha sido elegido –con el permiso de Tom Waits y Devendra Banhart–, casi unánimemente, el mejor disco del pasado año. Como regalo a los seguidores más fieles, esta reedición incluye las ‘caras B’ de sus singles y para aquellos que se perdieran su lanzamiento tienen la oportunidad de disfrutar con las diez canciones originales, unidas por el nexo común del ritmo, la frescura y la particular voz de Alex Kapranos. No deslumbra por su originalidad, pero hay que rendirse ante la contagiosa vitalidad de ‘Take me out’, y su ya famoso cambio de ritmo, o ante la presencia de otros grandes temas –en realidad todas las canciones del disco son potenciales singles– como ‘Tell her tonight’, ‘This fire’ y ‘Auf asche’. Momentos que ya suenan como clásicos en nuestros oídos, aunque se hayan editado hace sólo un año. Una invitación al baile sin prejuicios y un toque de atención ante tanta melancolía absurda y falsa trascendencia que esperemos tenga una continuación digna en futuras entregas. Fernando Bernal
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ELLIOT MURPHY
El trovador de los perdedores as razones del éxito siguen siendo uno de esos misterios insondables que la humanidad jamás alcanzará a descifrar. Bruce Springsteen, que, a pesar de lo que nos quiere hacer creer Manel Fuentes, no ha conseguido grabar en los últimos años más de una docena de canciones verdaderamente notables, sigue llenando estadios allá donde va. Mientras, tipos como Elliot Murphy, Steve Earle o John Hiatt, representantes como el Boss de la más urbana y auténtica tradición rockera americana, continúan sobreviviendo al margen de la industria, relegados a la más absoluta indiferencia mediática y comercial. Poco parece importarle la marginalidad a Murphy. Afincado en París desde hace más de quince años, voluntariamente alejado del ‘showbussiness’ y consagrado a una carrera casi artesanal, el músico americano se ha convertido con el paso de los años en una de esas figuras legendarias que combinan de forma casi proporcional la veneración de los colegas de profesión con el desconocimiento del gran público. Su asentamiento en la capital gala le ha permitido convertirse en un habitual de los circuitos de conciertos europeos. De hecho, el del martes será su tercer concierto en Salamanca, el segundo que realiza en el último año y medio. En la línea de gran parte de los artistas malditos estadounidenses de los últimos años, impactados ante la belleza decante de la vieja Europa, la estancia de Elliot Murphy no ha supuesto un simple cambio de residencia ni una postura ética ante la que reivindicar su desacuerdo con las formas mercenarias de la industria multinacional disquera, sino que ha servido para enriquecer y abrillantar un ramillete sonoro que, en la línea de los grandes del rock americano, sigue teniendo en la sencillez y en la crudeza sus principales señas de identidad. Sin dejar de beber en el blues sureño y en la larga tradición folk, Murphy, gracias fundamentalmente a la colaboración del virtuoso guitarrista Olivier Durand, su brazo derecho desde hace más de diez años, ha sabido hacer de su música un ente maleable que con los años suena más melódico, elegante y, sin que sea una obviedad, adulto. Desde Aquashow (Polydor, 1973), contundente carta de presentación en la que aparecen bien definidos los contornos que jalonarán su trayectoria, los universos literarios de Murphy, típicamente americanos, han permanecido inalterables. Sus canciones son a la música lo que las películas de Clint Eastwood al cine: historias de desheredados, de perdedores condenados sin remedio, de solitarios que aspiran a ver cumplido un sueño americano que jamás lograrán... Su romántico imaginario, teñido de derrota y de cruda reali-
Murphy es uno de los grandes de la música americana pero, sin embargo, no ha alcanzado el reconocimiento masivo. El martes podremos disfrutarle de nuevo en el Palacio de Congresos.
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Elliot Murphy / Marc Ginot
dad, no es ajeno al inequívoco gusto estadounidense por los elementos míticos, progresivamente enriquecido con la introducción en sus letras de referencias a la cultura europea y a algunos de los más emblemáticos lugares del continente y manifestado con vehemencia en un cancionero en el que se dan la mano Elvis Presley, Marilyn Monroe y Henry Miller. Con treinta y dos años de carrera y más de una veintena de discos a sus espaldas, el actual es uno de los momentos más fecundos en la carrera de Elliot Murphy. A su regular entrega de trabajos, a ritmo de casi uno por año desde 1998, se ha sumado en los últimos meses la reedición en CD de sus primeras obras, fomentada por el sello discográfico asturiano Dusty Roses, propiedad
Sus canciones son a la música lo que las películas de Clint Eastwood al cine: historias de perdedores, solitarios que aspiran a ver cumplido un sueño americano que jamás lograrán del grupo The Stormy Mondays y cuyo nombre homenajea a uno de los más clásicos temas del autor neoyorquino. Javier Sánchez Zapatero
CINE
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Michi Huerta: en lo artístico, vivimos una especie de desierto y de conservadurismo estético que es preocupante, sobre todo por la falta de autocrítica
José Luis Borau y Enrique Torán, en el rodaje de Crimen de doble filo
De Salamanca a ninguna parte Cuando se cumplen cincuenta años de las Conversaciones de Salamanca, historiadores, críticos y cineastas coinciden en su relevancia histórica y esbozan un diagnóstico sobre los males que siguen lastrando el cine español. e salamanca a ninguna parte. Chema de la Peña asegura que puso este título a su documental sobre las Conversaciones de Salamanca porque cuenta la historia de un grupo de amigos (Patino, Saura, Picazo, Summers) que hacían cine y que acabaron disgregándose como colectivo, buscando cada uno su hueco. Pero se le puede hacer un par de lecturas más. La primera, que aquel encuentro no sirvió de mucho en la práctica profesional de sus ponentes. La segunda, que si aquello fue un intento por crear un cine español sólido industrial e intelectualmente, fue un intento fallido. Hagamos un poco de historia. Tal día como ayer hace cincuenta años, en plena dictadura franquista, en la Universidad de Salamanca, se reunió un grupo heterogéneos de gente del cine: desde hombres del régimen, como José María García Escudero, directores afectos como Sáenz de Heredia, autores con prestigio internacio-
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Los participantes de las Conversaciones, frente a la catedral de Salamanca
nal como Guido Aristarco y comunistas más o menos declarados como Juan Antonio Bardem o Ricardo Muñoz Suay. A cargo de la logística, un joven Basilio Martín Patino, estudiante de Filosofía y Letras. ¿Por qué, tanto tiempo después, se sigue hablando de aquel encuentro? Por su planteamiento y sus conclusiones. «Fue la primera vez que lo cinematográfico era
objeto de reflexión por parte de la élite cultural y marca una cierta adultez del cine español, pues entre sus participantes está la primera generación de cineastas con una formación universitaria y que salió de una escuela de cine», afirma José Luis Sánchez Noriega, profesor, historiador y crítico de cine. Michi Huerta, profesor de Estética Cinematográfica en la Uni-
versidad Pontificia sostiene que «el halo de leyenda que las hace sobrevivir al paso del tiempo viene dado por el contexto político de su celebración y por la grandeza artística de algunos de sus participantes». Y sobre todo, se las recuerda por su final, sus conclusiones, el famoso ‘pentagrama de Bardem’, publicado en el número 6 de la revista ‘Objetivo’: «El cine español es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo, industrialmente raquítico». Cinco adjetivos negativos que reflejaban el descontento general sobre el cine que se hacía, una cosa rancia de exaltación de los valores nacionales a través de los dramas históricos y el folklore mal entendido. Según Rafael R. Tranche, investigador y moderador esta semana de un debate sobre el tema en el Festival Documenta, «un grito que clamaba por un cambio». ¿Se produjo ese cambio? Tranche opina que «no a corto plazo. Lo aprovecharon más los que vinieron después que los que estuvieron. Se puso una semilla que fructificó en los sesenta». «No sé si hay una relación causa-efecto clara, pero parte de sus aspiraciones se cumplieron, sobre todo tras el ascenso de García Escudero a la Dirección General, como el apoyo a los directores jóvenes y el establecimiento de unas reglas claras para la censura», señala Sánchez Noriega. ¿Pero qué ocurre hoy con el cine español? La pérdida de espectadores es un síntoma de su falta de solidez industrial y su poco peso en el sistema de distribución. Mi-
chi Huerta es contundente en su diagnóstico: «No sé si suscribir el ‘pentagrama’ de Bardem. Andamos prácticamente en las mismas, sin identidad, sin industria, siempre en crisis. En lo artístico vivimos una especie de desierto preocupante, sobre todo por la falta de autocrítica: identificamos muy bien los males del exterior pero somos miopes mirando hacia dentro. Suscribo que las reglas del juego son impuras y la distribución está en manos de la mafia americana, pero no es menos grave el conservadurismo estético, la falta de ideas brillantes, valientes y capaces de conformar una identidad propia». Tranche demanda un cine crítico, «no en un sentido contestatario o revolucionario, sino que refleje nuestra realidad. No es fácil reconocerse en las historias que cuenta el cine español». Sánchez Noriega se ampara en los datos para afirmar que «hay que hablar de crisis, pero no de forma lastimera sino como constatación de un hecho: tenemos un cine cautivo que sólo ve un diez o quince por ciento de espectadores. Además, se sigue rodando bastante, pero hay un oligopolio interno por el que un par de películas acaparan cada año casi la mitad de esos espectadores. Corremos el riesgo de que esto derive en poca pluralidad y que se atienda más a la fórmula comercial que al riesgo estético». Chema de la Peña hace hincapié en la distribución y rechaza esa corriente de opinión que acusa al sector de vivir de las subvenciones: «El porcentaje de los presupuestos que va al cine no supone sino las migajas. Tenemos una situación en la que cuatro multinacionales deciden qué se ve y cuánto tiempo se puede ver. El cine es un bien cultural y se está utilizando como ‘caballo de troya’ para introducir la cultura americana en todas partes. Creo que los Estados no deben mirar para otro lado y considerar que esto es importante». Pese a que la situación ha cambiado, es evidente que el cine español sigue manteniendo problemas estructurales importantes y que el ‘espíritu de Salamanca ya no es posible’. «La dictadura les unió, propiciaba la solidaridad. Ahora no hay nada que nos una desde fuera, aunque la censura económica es tan mala o peor que la política. Pertenecemos a una sociedad mucho más individualista», concluye De la Peña. Antonio Marcos
6 culturas LIBROS NOVEDADES
Edición crítica de Tiempo de silencio
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de mayo de 2005
Dejando atrás a Flanagan
En la sórdida y desalentada peripecia de Tiempo de silencio (1962), una obra que transformó para siempre, elevándolas y abriéndolas al mundo, las aspiraciones de la novela española, se pueden admirar tanto el contenido intelectual como la técnica narrativa y estilo, inspirados en muy heterogéneos modelos clásicos y contemporáneos. Al igual que en el Ulises de Joyce, la descripción de una ciudad contiene también la visión cultural del país: la acción narrativa sirve de soporte a soliloquios, digresiones y descripciones que presentan un panorama de la historia española desde la Edad Media. En la primera edición crítica y anotada de la obra, Alfonso Rey estudia a fondo todos estos elementos y ofrece un texto depurado, que analiza y tiene en cuenta los problemas de censura que rodearon a su publicación. La indispensable y muy completa anotación, acompañada de un útil glosario, permite aclarar los referentes culturales, guiños, neologismos lingüísticos, juegos conceptuales y alusiones políticas con que el talento de Luis Martín-Santos enriqueció su novela.
reador de Flanagan, mítico personaje de la literatura juvenil de misterio protagonista de títulos como No comas sardina fuera de temporada o Todos los detectives se llaman Flanagan, el tándem creativo formado por Andreu Martín y Jaume Ribera, uno de los más prolíficos y complementados de nuestras letras, da el salto a la literatura para adultos con la primera aventura del detective Ángel Esquius, Con los muertos no se juega (Amb els morts no s' hi juga). Ninguno de los autores pisa, sin embargo, territorio desconocido. Martín y, en menor medida, Ribera, cuentan con una vasta producción narrativa, circunscrita casi en su totalidad al género negro. De todos modos, la crudeza y la violencia de sus novelas compuestas en solitario son sustituidas en esta obra por una mayor dosis de humor e ironía que hace de su lectura un ejercicio más amable. Con una estructura de novela negra clásica, basada en la superposición de tramas secundarias a la línea argumental principal, Con los muertos no se juega, título efectista similar al de uno de los relatos recientemente reeditados del gran Rafael Azcona, sumerge al lector en una trepidante historia que indaga en algunas problemáticas sociales de plena actualidad, como las mafias farmacéuticas o el tráfico de drogas de diseño en los locales nocturnos. El intenso ritmo, propiciado por la siempre subyacente intriga y por la ordenada acumulación de personajes y escenarios barceloneses a través de los que se mueve el detective Esquius descubriendo cadáveres sin parar, como el Marlowe más en forma, es el mayor valor de la novela, pues no sólo permite mantener en todo momento la tensión narrativa y la atención lectora, sino que, al estilo de las grandes obras del género, sitúa al detective como constante ojo crítico ante la miseria y la hipocresía de una sociedad corrompida en la que el chantaje y la mentira parecen convertirse en la única forma de comportamiento. Ángel Esquius se nos presenta como
Biografía de Albert Einstein
Luis del Val retrata la soledad
LUIS MARTÍN-SANTOS Tiempo de silencio Edición de Alfonso Rey Crítica, 2005 288 pp. / 11,90 euros
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CARL SEELIG Albert Einstein 21,90 euros
Cuando se cumple el centenario de la formulación de la teoría de la relatividad por Albert Einstein, Espasa presenta una biografía documentada de manera exhaustiva, en la que el escritor y periodista Carl Seelig nos relata la vida del Premio Nobel de Física desde su nacimiento hasta su muerte, una vida salpicada de entretenidas anécdotas y ligada a los trabajos de investigación que le hicieron famoso. Este libro es una invitación a adentrarnos en la mente de uno de los grandes genios del siglo XX. Carl Seelig (1894-1962), poeta, crítico de arte, mecenas y periodista, fue, además de un gran amigo de Albert Einstein, su primer biógrafo. Se entrevistó en numerosas ocasiones y mantuvo una intensa relación epistolar con el gran físico y también con celebridades ajenas al mundo de las ciencias, como Carl Jung y Salvador de Madariaga.
LUIS DEL VAL Volveremos a Venecia Algaida, 2005 384 pp. / 19 euros
Umbriel, 2005 426 pp. / 17,95 euros
a extensa carrera literaria de Luis del Val (autor de media docena de novelas y algunos de ensayos) dota al escritor aragonés de un consistente sustrato creativo. Estamos ante un autor experimentado en las lides literarias de rigurosa elaboración, pero también ante el periodista que, día a día, se ve obligado a urdir ante las ondas de radio una pequeña joya literaria, de efímera condición, sin embargo. Sus colaboraciones radiofónicas hacen de Luis del Val un sutil y lírico notario del sentir popular. De ahí el atractivo de su dinámica estilística y la actualidad de los temas que desarrolla. En sus confesiones respecto a la génesis de estos argumentos, ha advertido que son, en muchos casos, testimonio de sucesos reales. Una vez más, la realidad supera la ficción. El novelista recibió la esencia argumental de la obra en la narración que le hizo un magistrado del Tribunal Supremo: las relaciones amorosas de una juez, destinada en un pueblo del Pirineo aragonés, con un guardia civil con el mismo destino. Pero lo que podría haber sido motivo argumental para un grueso cartelón de feria se convierte en una parábola de la soledad humana. O de la impotencia sentimental que las estructuras sociales imponen. Con todo, hay que recordar que la novela esconde otros supuestos temáticos mucho más comprometidos: tráfico de armas, asesinatos desconocidos, turbios intereses judicia-
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Espasa, 2005
ANDREU MARTÍN JAUME RIBERA Con los muertos no se juega
un personaje ejemplar donde los haya. Lejos del cinismo, la caradura y la violencia propia de los grandes detectives de los autores clásicos del género, el investigador creado por Martín y Ribera es un abuelo que disfruta regalando golosinas a sus nietos, un entrañable maduro canoso que seduce a sus clientas sin necesidad siquiera de coquetear con ellas y un dedicado e inteligente profesional dotado de una impagable pericia deductiva. Como él, muchos de los personajes que pululan por la novela parecen meros muñecos movidos por una única pulsión, simples protagonistas de una pieza cuyo retrato se limita a encajar con tópicos prejuicios novelescos. Así, hay policías malvados que reniegan de la presencia del huelebraguetas en el lugar del crimen y llevan la investigación por derroteros distintos a los conducentes a la verdad, detectives pseudomongolos sólo preocupados por lucir su pistola y su paquete, jóvenes poetisas con un discurso cursi y refinado propio de los peores ejemplos de las novelas rosas... Es en estas construcciones maniqueas en las que más se echa de menos el dramatismo y la sórdida realidad que transpiran las obras firmadas individualmente por los autores, especialmente las de Andreu Martín, uno de los más duros y menos complacientes cronistas de la Barcelona negra. Ganadora del premio Columna y del Premio Brigada 21 a la mejor novela policiaca en lengua catalana en el año 2004, Con los muertos no se juega parece plantearse como una obra de transición a medio camino entre la ingenuidad de las tramas juveniles, aunque no por ello menos pensadas, de Flanagan y la rotunda madurez de obras como Prótesis o Barcelona connection. La evolución del personaje de Esquius, protagonista de una segunda aventura, Joc de claus, aún no editada en castellano, marcará en qué territorio negro desean adentrarse sus autores. Javier Sánchez Zapatero
les… La juez Licia Basantes (que llega destinada a Vallefrío, destino profesional en otro tiempo de su padre, ahora magistrado del Tribunal Supremo) es el símbolo femenino de una carrera judicial esclavizada por compromisos profesionales casi inconfesables. Licia Basantes depende de un pasado que ha ido avanzando por los hitos del aislamiento y del fracaso, lo que la convierte en pasto fácil de cualquier acoso humano. El sargento Antonio Marcopán (humilde en su condición y leal en su comportamiento hasta donde sus limitaciones humanas le permiten) se erige en inesperado casus belli sentimental. La soledad que acecha a los dos personajes será la causa de su forma diferente de asumir los efectos del fracaso. El viaje a Venecia, esencial en su relación, será el negativo temático que aclare la postura sentimental de los protagonistas, condenados a un desenlace inesperado. Marca el terruño y marcan, sobre todo, unos hábitos de comportamiento humano que suelen ser poco respetuosos con los tópicos y los convencionalismos. El dominio de las delicadas relaciones que la obra refleja, la actitud psicológica de los personajes y una especial facilidad para la captación de ambientes, hacen de Volveremos a Venecia una obra de incuestionable amenidad. Nicolás Miñambres
LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de mayo de 2005
Cuando crecer es incómodo e aquí la propuesta más arriesgada que cabe leer sobre la adolescencia, sobre los cambios en el cuerpo que nos hacen dudar de nuestro yo, sobre la construcción del carácter y la evolución que nos define y nos destruye pese a nosotros mismos. La editorial Pre-textos recupera un texto de Umberto Saba demoledor pero sin sentimentalismos, pues el narrador, que parece conocer muy bien al protagonista sin terminar de saberse todos los recovecos de su alma, actúa de testigo para nosotros, es un cronista que traduce los episodios más determinantes de la vida del muchacho sin atreverse a interpretar, dejando que sea el lector quien determine qué significa, para él o para los actores, aquello que está leyendo. Se trata de un texto sin concesiones, sin aire entre líneas, seco, en el que adivinar las sensaciones es un trabajo incómodo para quien empieza a conocer algo tan vital como es el despertar a la sexualidad. A caballo entre la novela erótica con trasfondo social y el realismo directo hasta la extenuación, y alejado del estudio de la estética que proponen obras como La muerte en Venecia, con la que comparte la idea del amor entre un hombre maduro y un adolescente, y de la aventura del viaje iniciático, recurso muy utilizado en las novelas que tratan el abandono de la infancia para traspasar las barreras hacia la madurez. Eligiendo cinco episodios significativos, Saba nos acerca la historia de un adolescente de clase baja que sobrevive en el Trieste portuario de finales del siglo XIX, y que acepta sin regañadientes y sin emociones, la relación sexual con un descargador maduro, una relación que por su parte se limita a permitir que el otro lo sodomice en cuanto surge un momento oportuno. El primero de los episodios da fe del inicio de este encuentro, sin vaticinar nada; en el segundo, en
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UMBERTO SABA Ernesto Pre-Textos, 2005 175 pp. / 18 euros
el que las conjeturas emotivas apenas están enunciadas, reseña las trampas a que se ve abocada la relación por ser tan ilegal como mal vista en la sociedad pública; en el tercero Ernesto se cuestiona su sexualidad en un trance con una prostituta al que se somete tanto por voluntad propia como por el empuje tácito de los muchachos de su quinta, que indica que ésa es la situación que debe vivir a su edad; en el cuarto se plantea la necesidad sin culpa de obtener una redención a partir de una confesión que le hace regresar por unos minutos a los valores seguros de la infancia, y el libro termina enunciando someramente cuál es la decisión amorosa por la que opta, merced a unas experiencias que le han hecho dejar atrás la inocencia, y que sí se rigen, en cierta medida, por criterios vinculados a la belleza. Durante este periodo de su vida, Ernesto va conociendo el precio del silencio obligado por lo clandestino, que le tallará hasta transformarlo en una persona muy especial, razón por la cual Saba ha escogido relatar esta historia. No ha vivido nada platónico, sino sodomizaciones reales en manos de un hombre a quien se supone preso de amor, de manera que Ernesto es tan incapaz de amarle como de odiarle. Y ha practicado sus últimos juegos infantiles, ha leído y escrito sus últimas poesías, ha sido vencido por el trato de un tutor malnacido que sustituyó a su padre, comido sus últimos dulces y reivindicado sus últimas ilusiones socialistas. El paso del mundo infantil al adulto se ha movido de manera pendular, y así Saba no se recrea en ninguna de las facetas, limitándose a enunciarlas como quien dice: sí, en el mundo hay una cosa que se llama pecado. Porque la materia del libro es el mundo, de ahí la variedad de distancias humanas que lo protagonizan. Ricardo Martínez Llorca
Luckács, Tarzán y causas perdidas l palestino Edward W. Said nació en Jerusalén en 1935. Exiliado como la mayor parte de sus compatriotas, fue profesor de literatura inglesa y comEDWARD W. SAID parada en la UniReflexiones sobre el exilio versidad de Columbia, aunque escriTraducción: Ricardo García Pérez bió sobre política, Debate, 2005 música, filosofía e 581 pp. / 22 euros historia, además de literatura. En español pueden encontrarse sus libros Orientalismo, Cultura e imperialismo, Representaciones del intelectual, y un libro de memorias, Fuera de lugar, además de los artículos publicados por ‘El País’. En los últimos años de su vida ganó celebridad mediática por su amistad con Baremboim, con quien trabajó por la paz y el improbable derecho a existir de los palestinos. Murió en 2003. Tradución de Reflections on Exile, este es un libro aparentemente heterogéneo que comprende artículos literarios junto a otros meramente políticos y a otros que mezclan ambos temas. De hecho, no solo el libro parece heterogéneo (antes de leído), sino cada uno de los treinta y dos artículos de que consta. Las unidad se la da la propia fuerza de su pensamiento: trate el tema que trate, Edward W. Said está tra-
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tando su tema, como les sucede a los grandes ensayistas. También podrían agruparse, con el mismo resultado, artículos diversos de Unamuno o de Borges. El pensamiento de Edward Said no busca la argumentación de una tesis, sino que vaga con extraordinaria honradez, sin la organización, trampas y parcialidad que se impone el que pretende demostrar algo. Said tampoco cae en el extremo opuesto, el de dejar su mente totalmente libre, sin organización alguna. En uno de los artículos más memorables del libro, ‘Sobre las causas perdidas’, parte de la expresión ‘causa perdida’ para examinar las condiciones en que se juzga que algo es una causa perdida, ir después al nacionalismo árabe, después a La educación sentimental, a Lukács, al Quijote, a San Judas Tadeo, a Jude el oscuro, a Los viajes de Gulliver, a la tradición japonesa, a los soldados de la Confederación, y a la causa palestina. Podríamos pensar que todo está en función de argumentar algo con respecto a la causa palestina, pero no es así. No hay cálculo a la hora de hacer ese recorrido; o mejor, hay ese tipo de cálculo que es propio del extrañamiento filosófico y no de la maliciosa oratoria. Esta honradez llama poderosamente la atención también en otros aspectos. Un ejemplo: otro en su lugar presumiría de tener amigos judíos, pero cuando Said menciona que determinado amigo suyo es judío, lo menciona porque el ser judío tiene alguna importancia dentro de lo que está
contando, y no subraya en absoluto ni da mayor importancia al hecho de ser judío que al de ser sueco, y no espera que lo estimemos más por ser capaz, en su situación, de tener amigos judíos; otro ejemplo, la forma en que Said rechaza internarse en elegancias de intelectual como la etimología, aun cuando vengan como anillo al dedo, como cuando después de dar vueltas a lo que supone ser un exiliado, concluye así un párrafo: «De estos, el Estado –o, más exactamente, el estatismo– es uno de los más insidiosos, puesto que el culto al Estado tiende a suplantar todos los demás vínculos humanos». El parentesco entre Estado y estar, o stay, habría sido aprovechado por cualquier otro, que le habría dedicado varias páginas. Es éste un libro importante, no siempre fácil ni agradable de leer, dominado por la amargura («nuestro tiempo –con su guerra moderna, su imperialismo y las ambiciones cuasiteológicas de los gobiernos totalitarios– es ciertamente la era del refugiado, de la persona desplazada, de la inmigración masiva»), un libro que gira en torno a gran cantidad de temas (Tarzán, Conrad, Orwell, Nietzsche, Hemingway, el Tercer Mundo, Luckács, Mahfouz, la causa palestina, Moby Dick, la música y la historia, la novela árabe...) que suelen confluir en el mismo punto: esa especie de campo de refugiados en que se convierte la vida para el que sufre la experiencia del exilio. Garcimuñoz
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El arte degenerado, en Lápiz Lápiz. Revista Internacional de Arte Número 212 8 euros
«Aplicado al arte, el término ‘degeneración’ se vuelve mucho más complejo. Al fin y al cabo, para considerar que el legado artístico de una época concreta o de un grupo de artistas es ‘degenerado’, primero tendríamos que definir cuáles son las características propias del arte, y esto no es tarea fácil. Es fácil ponerse de acuerdo sobre qué características son propias de los chimpancés, pero no sobre qué hace que una pintura, un objeto, o una sinfonía sean considerados fenómenos artísticos, y otros no. No obstante, el concepto ‘degeneración’ ha estado muy presente en el arte de los últimos dos siglos. Cuando, en 1865, Manet expuso por primera vez su Olympia en el Salon des Refusés, esta obra fue considerada degenerada. Ante la tela, se formaron largas colas de irritados espectadores que agitaban coléricamente sus bastones exigiendo su inmediata retirada. A estos airados señores no les bastaba con que el cuadro hubiera sido rechazado en el salón oficial; lo consideraban inaceptable y querían verlo destruido. Recordemos que el Salon des Refusés (‘Salón de los Rechazados’), por usar un término actual, era un salón ‘alternativo’, donde a los artistas rechazados por los jurados del salón oficial se les permitía exponer sus obras. ¿Qué había en Olympia para provocar tales altercados? ¿Cómo es posible que el público se sintiera tan molesto por su mera existencia?». Esta reflexión de Jesús Galiana forma parte de uno de los artículos que pueden encontrarse en el número 212 de la revista Lápiz, que desde 1982 le presta atención a las manifestaciones internacionales del arte contemporáneo, convirtiéndose así en un valioso instrumento documental sobre la creación artística de los últimos veinte años. En este número pueden leerse también un editorial titulado ‘El declive del Reina Sofía’, a raíz de la polémica suscitada por el nombramiento de la nueva subdirectora general de Conservación e Investigación del museo público de referencia; un acercamiento al nacimiento del Expresionismo de la mano de los artistas del grupo Brücke; un recorrido por las claves de la última obra del videocreador Bill Viola, que recupera el espíritu místico de arte histórico religioso de los siglos XV y XVI; un panorama por el más reciente y joven arte vasco, y las ya habituales secciones de crítica de exposiciones y reseñas de libros relacionados con las distintas manifestaciones artísticas.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de mayo de 2005
Pérez Siquier: mira cómo mira Premio Nacional de Fotografía en 2003, el fundador del grupo AFAL presenta en Madrid una retrospectiva de su obra, que alterna una mirada social a la España paupérrima de hace cincuenta años con un refrescante y colorista ejercicio ‘pop’. a Fundación Telefónica tiene un acuerdo con el Ministerio de Cultura por el cual expone a fotógrafos que han recibido el Premio Nacional de Fotografía, una deliciosa servidumbre que, en un perverso sentido de la oportunidad, se ofrece como antítesis o paradoja de la muestra titulada Mira cómo se mueven, programada también en las salas madrileñas de la Fundación. La fotografía es, por definición, estática, y la elección del cartel anunciador nos sitúa no en las imágenes sobre el movimiento que también expone Siquier, sino en el retrato detenido, en el instante decisivo en el que una mirada condensa toda la realidad y se convierte en una dulce y afilada acusación al espectador. Los primeros planos en gran formato y blanco y negro que el fotógrafo realizó entre los años 50 y 70 en el barrio almeriense de La Chanca son un duro alegato contra la pobreza y una defensa incuestionable sobre la dignidad y la gracia humana. Hay en estos rostros morenos de inmensos ojos una belleza que el espectador capta sin reparar en el decorado o las vestiduras que nos sitúan en la miseria de una España gris y marginal. Nos devoran, nos fascinan... y se imponen al resto de las imágenes de un artista que compagina el ejercicio del disparo con la aportación teórica. La muestra nos devuelve a la mirada de Siquier, la mirada del testigo puesto que el autor afirma que «el fotógrafo debe ser testigo de su tiempo y de lo que más sensibilidad le produzca». La suya es una visión absolutamente social y valerosamente personal ya que era profundamente realista cuando imperaba el pictorialismo y sus retratos de los habitantes de un barrio marginado podían en los años 50 compararse a la poesía social de Blas de Otero y de Celaya, a la narrativa de Aldecoa y Fernández Santos. Una generación que sabía acusar las injusticias relatándolas en sus páginas, imprimiéndolas en sus negativos. Sin embargo, recrearse en un hallazgo estético no es propio de un autor que, testigo de los cambios, se acerca a las playas que se invaden progresivamente de coloristas figuras, a captar utilizando una suerte de ‘pop-art’ descarado y vivo. Las fotos dedicadas a la playa nos muestran a un espectador divertido que se solaza con los colores y las masas deliciosas de carnes desnudas e iluminadas por un sol inmisericorde. La mirada de Siquier es pícara y gozosa, siempre
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prodigiosamente original y llena de recursos. No en vano ha sido considerado como un precursor de la vanguardia, y sus imágenes mentales de un viaje nos sitúa en la reflexión sobre el movimiento interior y exterior que la muestra vecina no contempla. En este caso, el sujeto se mueve mentalmente y, a la vez, se desplaza en el espacio y la cámara trata de captar, con todos los recursos a su alcance, este doble movimiento complejo y lleno de fuerza. La actividad de Siquier también es vertiginosa. Nacido en 1930, su labor contracorriente encontró pronto compañeros de ruta. En 1956 fundó el grupo AFAL (Agrupación Fotográfica Almeriense) que publicó una revista que perduraría hasta 1962 que reuniría a toda una generación de fotógrafos como Cualladó o Massats, autores
Pérez Siquier articula obra y reflexión para ofrecer una visión objetiva, testimonial y social de la fotografía que, a la vez, acepte los principios vanguardistas
que nunca pensaron que trabajar en la periferia fuera menos importante que establecerse en la capital. Dueño de una capacidad muy notable para el análisis teórico de la fotografía, Siquier, ganador del Premio Nacional de Fotografía en el 2003, merece un reconocimiento más generalizado. En él obra y reflexión se articulan para ofrecer una visión objetiva, testimonial y social de la fotografía que, a la vez, acepte los principios vanguardistas y dé rienda suelta a la originalidad del fotógrafo. Evolución y movimiento, mirada múltiple y nunca detenida, aunque sea ese disparo del obturador el que pare el tiempo y congele la imagen en el espacio. Entonces el espectador mira cómo mira el fotógrafo. Y se detiene. Charo Alonso