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culturas

N° 46 Suplemento de

artes y letras

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 23 de octubre de 2005

5 Valladolid

acoge esta semana la cincuenta edición de su festival de cine, que se ha consolidado

SEMINCI Del seminario al cine comprometido

desde los tiempos ligados a lo religioso.

3 NÉLIDA PIÑÓN

7 SINNAMON RECORDS

La escritora brasileña pasó por Salamanca y acaba de recibir el Premio Príncipe de Asturias, que distingue a los arrinconados por el Nobel.

El sello musical independiente publica su referencia número cien, un hito para una empresa que se mueve en los márgenes del mercado.


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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 23 de octubre de 2005

a Semana Internacional de Cine de Valladolid cumple cincuenta ediciones con una lfórmula que la ha convertido en el segundo festival más importante del país: cine de autor e interés por lo social. Mientras otros eventos destacan por las estrellas que pisan sus alfombras, la Seminci ha preferido refugiarse en la oscuridad de las salas y en la fidelidad de su público, trayendo cada año lo mejor de la cosecha de los festivales de categoría ‘A’, los de gran presupuesto y obligados

a proyectar en su concurso obras totalmente inéditas. En ese segundo plano ha sabido moverse con habilidad y ha ganado un prestigio que ahora debe mantener. Cincuenta son muchas ediciones y lejos quedan aquellos encuentros en torno al cine religioso con sus tétricos carteles. Traemos en este número a Nélida Piñón, una mujer que ha contagiado con su optimismo brasileño y la dulzura de su lengua portuguesa al jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Damos un repaso a

la cosecha del Festival de Sitges, nada esperanzadora para los amantes del cine fantástico y de terror, sobre todo en lo que a la producción española se refiere. Festejamos los cien discos del sello Sinnamon Records porque demuestran que desde la independencia también se puede vivir de la música; y presentamos la novela ganadora del último Premio Nacional de Narrativa, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, y la prosa punzante y seca de George Saunders.

Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es

1‘Visto/oído’ LA BUENA MEMORIA era una columna sobre radio y televisión en las últimas páginas de ‘El País’, ésas por donde mucha más gente de la que parece empieza a leer el diario. Haro Tecglen siempre sostenía que no tenía sentido hablar de páginas de ‘Cultura’ en un periódico, que cultura es todo. La televisión también es todo, así que el columnista escribía allí de cualquier cosa menos de programas. Una especie de marginación hacia la parte menos noble del diario que, sin embargo, le daba la libertad de pronunciar una opinión que nunca crearía doctrina editorial. Su tono no era el de quienes pretenden influir en las decisiones, el de la prosa rimbombante y teatralizada, la de las arengas, sino una especie de voz resistente y desesperanzada, un eco de una manera olvidada de convivir. «Haro Tecglen es una manera de pensar, de ver la vida, la tolerancia, la crítica, la defensa del más débil, el valor del diálogo y la palabra; siempre», escribía su compañera Concha Barral el día después de su muerte en el ‘blog’ en el que colgaba todas sus colaboraciones periodísticas. En los comentarios (más de mil) se ve que había gente que le quería y esperaba su punto de vista. Hay quien ha querido ver en su figura a un revanchista, una especie de ‘rojo justiciero’, y no lo era. Basta leer sus libros, como La buena memoria, donde conversa con Fernán-Gómez sobre el teatro, el cine y la vida. Con él se pierde un espacio que invitaba a dudar, algo tan necesario.

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PLANETA LITERARIO «Una cosa es la literatura y otra la vida literaria» le dijo Juan Marsé a la ganadora del Premio Planeta. «Literatura fácil para lectores fáciles», definió Umbral. Cuando hace ya algunos meses el poeta Tomás Sánchez Santiago hablaba aquí de las «ceremonias de visibilidad de un libro», seguro que no estaba pensando en esto. El mundo literario permanece prácticamente invisible hasta que salta la polémica y los escritores se enzarzan: a los medios parece gustarnos ese espectáculo. Buenafuente comentó de pasada lo del escándalo Planeta diciendo «me he enterado por otras cadenas». Claro, Planeta es una gran empresa que tiene periódicos, televisiones (Antena 3) y muchas editoriales, muchas. Y en algunas

de ellas publican libros que merecen mucho la pena. ¿Acabarán las editoriales haciendo montajes como los de los famosos para que se hable de sus libros? ¿Se imaginan un ‘A tu lado’ con escritores discutiendo sobre si sigue vigente el existencialismo francés o la utilización del verso libre? Tendría su puntito. Ya puede tomar nota Javier Rioyo para su Estravagario.

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NEGRA Y CRIMINAL La librería especializada en género policiaco estrena ‘blog’ (negraycriminal.blogcindario.com), un sitio para estar al día de las novedades editoriales cuyas valoraciones podemos leer después con todo detalle en la revista electrónica La Gansterera. Les deseamos una feliz presencia en la blogosfera y agradecemos los elogiosos y exagerados comentarios que pronuncian sobre este suplemento.

4 VIDEOJUEGOS DE AUTOR Leo que Steven Spielberg ha firmado un contrato con Electronic Arts para producir tres videojuegos. Los números de esta industria del ocio superan ya a los del cine, por eso en Hollywood se lanzan a hacer películas basadas en títulos para las consolas y en otras echas a faltar el mando de doce botones a la tercera secuencia. Spielberg ya firmaba un programa de simulación cuya publicidad decía que podías hacer películas como él. Quizá lo que más supervise el autor de Tiburón sean esos vídeos con los que te meten el caramelo por los ojos: los trailers de los videojuegos engañan bastante. En ‘Elastico’ piden para la industria del juego menos fotorrealismo y más imaginación: que la ‘calidad’ no se mida en función de cuánto se parecen los personajes y los entornos a la realidad. Por eso, valoran más la miniconsola de Nintendo –ya está aquí su juego de crianza de mascotas perrunas que causa furor en Japón– que la superventas PSP. Y hablando de trailers mentirosos, no se pierdan unas joyas que circulan por la Red y que pueden buscar a través del mismo ‘Elastico’: montajes cortos de El resplandor como una película familiar de buen rollo, West Side History como una de zombies y Titanic en versión terrorífica. Todo ello, contando exclusivamente con planos que aparecen en las obras originales. Muy bueno.

Arriba, un plano de El resplandor convertida en película de ‘familia feliz’. ¿Se acuerdan de los Tamagotchi? Ahora les suceden los perritos dentro de una consola portátil. A Sudden Gust of Wind (after Hokusai), de Jeff Wall, los papeles y los libros fáciles para lectores fáciles se los lleva el viento.


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NÉLIDA PIÑÓN

El don de la alegría Los premios Príncipe de Asturias de Literatura son traviesos y reparan olvidos de otros. Con Piñón hacen justicia a la lengua portuguesa, auténtica patria de esta mujer dulce en cuya prosa cabe un continente. Nélida Piñón, esta gallega nacida en el Brasil ruidoso de la música y de la mezcla, le fue otorgado el don de la alegría. En la cuadra de la agente literaria Carmen Balcells ella es la yegua más fina y la que relincha con más energía, y tiene por qué. A esta dama aventurera le cabe todo un continente en su prosa y aún le queda sitio para las imaginaciones gallegas que siempre son nebulosas y mistéricas y ocupan poco espacio. En un país desmesurado de ciudades imposibles, músicos que movilizan calles enteras al ritmo de sus tambores, modelos de apellidos alemanes y cuerpos de sílfide, futbolistas geniales y playas y junglas inagotables donde las mujeres saben a clavo y a canela, Nélida Piñón constituye una tesela más de este mosaico multiétnico y fascinante capaz de poner a Lula Da Silva en la presidencia, exportar talentos futbolísticos y fabular incansables novelas sobre el legado español en un espacio en el que se habla el portugués dulcísimo que nosotros nunca aprendemos. Brasil es una mezcla salvaje de geografías inacabables que una mujer pequeña, el rostro enmarcado por una sempiterna melena ordenada, nombra reiteradamente a través de morosos títulos de novela, La república de los sueños, Guía-mapa de Gabriel Arcanjo. Nélida Piñón tiene el don de la alegría. Se pasea por sus propias páginas deslumbrada por el ejercicio de escribir y por el diario compartir de una producción marcada por la herencia conquistadora y el espacio conquistado. Una gallega en Brasil, una perla de educación inglesa, sólida como cabo adentrado en el océano, Piñón escribe en portugués y se convierte en el primer Premio Príncipe de Asturias de Literatura en esa lengua, porque si algo reivindica esta delicada dama de ultramar es la lengua como patria de quienes tienen tantas raíces que disfrutan del privilegio del mestizaje. A Nélida Piñón, inda-

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Nélida Piñón, en su reciente visita a Salamanca / Prieto

gadora, historiadora, lectora, escritora... no le atan las fronteras ni las servidumbres de una sola lengua, se maneja con igual soltura por los caminos clásicos –Tebas de mi corazón– por la herencia emigrada y por la realidad de un Brasil multiétnico de tantos

alientos que, por ello, sus personajes se enzarzan en una realidad soñada donde se confunden sus voces hasta hacerse un solo eco complejo y múltiple. No es fácil la prosa de esa dama aparentemente llana cuyo rostro se asoma a los periódicos con alegría recién es-

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Si algo reivindica esta delicada dama de ultramar es la lengua como patria de quienes tienen tantas raíces que disfrutan del privilegio del mestizaje

trenada, ella que sabe de los halagos del mundo y de romper lanzas en espacios masculinos –fue la primera presidenta de la Academia Brasileña de Letras– sólo se embriaga con el ejercicio de la amistad y de la escritura. En un espacio mágico de excesos radica su casa y en ella vive con la ligereza de un espíritu juguetón de bosque gallego, transitando por el pasado y por el presente arrastrando la compleja riqueza de una prosa que se ha impuesto al sólido edificio de Paul Auster, Philip Roth y el israelí Amos Oz, a quien amo porque sabe levantar la voz en medio del estruendo y tiene la belleza de un actor de cine dedicado al solitario arte de la introspección literaria. Con rivales así, lo más educado era dejarle libre el paso a su caminar pausado y a su prosa infinita. Tres hombres

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Los Premios Príncipe de Asturias se han caracterizado, en el plano literario, por agasajar con tino a quienes arrincona el Nobel con su pereza de siglos bellos como estatuas y una dama alegre con la dulzura infinita de la lengua portuguesa ¿Cuánto de político hay en estas deliberaciones? Nélida Piñón lo merece, pero también hay un guiño especial a este Brasil al que no conquistamos y al que ahora queremos desembarcar a través de la lengua abriendo Institutos Cervantes y exportando talentos que golpean la pelota con la misma alegría con la que se enfrenta al paisaje de la bahía en Río de Janeiro esta mujer nacida en 1937 de inmigrantes gallegos. Los Premios Príncipe de Asturias tienen un halo transgresor y travieso frente a otros grandes premios. Relativamente recientes –se iniciaron en 1981– se han caracterizado, en el plano literario, por agasajar con tino a quienes arrincona el Nobel con su pereza de siglos a la que le sorprende la muerte. Estoy recordando a Miller y a Susan Sontag, a quienes les llegó al menos un reconocimiento grande de una tierra pequeña que ha conseguido despertar el interés de propios y extraños y alargar las fronteras hasta lo imposible. Le estamos agradecidas: a Carmen Martín Gaite le dieron el premio en 1988 junto al poeta también desaparecido José Ángel Valente y aunque fue repartido, le supo a lo que no pudo probar de un Cervantes también escurridizo e ingrato. Cuando en el año 2001 le entregaron el Premio a Doris Lessing, también tenía cierto sabor reivindicativo un honor que se hurta a veces porque el escritor es excesivamente incómodo, tan incómodo como esta Susan Sontag de negro y terciopelo, envuelta en su futura muerte que recogió en el 2003 su premio compartido con una exultante y colorista Fatema Mernissi. En un espacio que no premia a las mujeres y en el que no caben ciertas minorías porque el griterío es infame, se alza la voz de un jurado enamorado que, como en la Edad Media, pensaba que los poemas de amor debían estar escritos en portugués. Por eso premian a una gallega de pluma brasileña endulzada con caña de azúcar, y es que Nélida Piñón, tiene impreso en su rostro de moneda antigua, su troquel perfecto, el don de la alegría. Charo Alonso 


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David Slade y Cronenberg han sido los más destacados mientras que Park Chan-Wook, Balagueró y Tim Burton no sorprenden con sus últimos trabajos

Hard Candy, de David Slade, triunfadora en Sitges. Abajo, Quentin Tarantino en su paso por el festival

Quiero y no puedo en Sitges Mala cosecha de cine fantástico en el festival que más se vuelca en este género. Un amargo sabor de boca dejado por la mala organización y la baja calidad de la producción española. o ha sido un buen año de cine en Sitges, que volvió a acoger otra edición de su ya veterano certamen cinematográfico con la XXXVIII entrega del Festival Internacional de Catalunya. En la población del Garraf, las jornadas fílmicas fueron copadas por multitud de películas, en su mayor parte de cine de terror y fantástico, una impronta privativa de un festival que, lamentablemente, sigue caracterizándose por su nula organización interna. Debe andar muy flojo el panorama que acopia el monopolio argumental de este certamen para decepcionar tanto, cuando, a priori, el cartel era inmejorable. Contaba con todos los componentes para hacer de esta edición una de las más recordadas. Algunos directores premiados en anteriores años estrenaban aquí sus últimas películas, también producciones de gran presupuesto se han vestido de gala para su ‘premiere’, los homenajes estaban dedicados a personalidades que han venido en persona a recoger su galardón (como

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Álex de la Iglesia y Jodie Foster –metida en la promoción de la apática Flightplan–) e incluso viejos conocidos de Sitges se han paseado por sus calles recordando viejos tiempos (Tarantino y Eli Roth, que presentaron su absurda gamberrada Hostel). Bajo la acechante aleta en forma de efigie del escualo más famoso de la Historia del cine, el creado por Joe Alves y dirigido por Steven Spielberg hace ya tres décadas y con ofrenda incluida, Sitges arrancaba con el pase inaugural de The Devil’s Rejected, la secuela de La casa de los 1.000 cadáveres, dirigi-

da por el rockero Rob Zombie. Una película que representa a la perfección lo que ha sido este festival: un ‘quiero y no puedo’. Zombie a pesar de recrear la ferocidad de sus asesinatos, de su bien llevada atmósfera de demencia criminal y de su resolución cismática, compone una sinfonía de violencia previsible y desvariada. Algo parecido sucedió con títulos que prometían gran calidad y brillantez, pero a pesar de su indiscutible valía, no han estado a la altura. Es el caso de Sympathy for Lady Vengance, de Park Chan-Wook, una sobria obra de hermosa belleza estética y con

un desarrollo que va estableciendo una espiral sinfónica convenida como una triste tragedia maternofilial que no renuncia a su aguardado lirismo, pero que parece disminuir su efecto con un erróneo final de efluvio onírico y fabulesco, narrando su cierre como un cuento sentencioso y estético. Un efecto patógeno que pareció extenderse a trabajos que, sin decepcionar, no llegaron a resultar sorprendentes, aportando más bien poco a las filmografías de sus directores. Tim Burton no desilusionó con La novia cadáver, una obra de sólida composición estética, que sigue ese vademécum visual idiosincrásico de un cineasta con un gran problema de autoreferencia en su fábula romántica que, pese a su magia y habilidad, no deja de recordar demasiado al mismo Burton y, en este caso, a su inolvidable producción Pesadilla antes de Navidad. Frágiles, la última de Jaume Balagueró, desconcertó también por su condición de facsímil, ofreciendo más de lo mismo; una fotografía inquietante de absoluta pompa visual que potencia la atmósfera insalubre de su narración, pero que no aporta ninguna novedad al género, siendo todo fugaz, estático y previsible. Del cine oriental cabe destacar Election, de Johnnie To, como exploración oscura y realista de las mafias orientales; Shutter, de Parkpoom Wongpoom y Banjong Pisanthanakun y su reflexivo discurso de fantasmal objetivo en el cual los espectros perpetúan su

presencia por lazos afectivos de oscura naturalidad; o las más dispares Bittersweet life, de Kim Jeewoon, poética cinta de corte dramático en la que el bucólico proceder del director potencia una hermosa historia de amor platónico y cruel venganza; o Voice, de Equan Choe, que sin ser gran cosa, perpetua su recuerdo por lo poético de su terrorífica historia. Lo que no tiene cabida es un subproducto tan lisérgico como el The Great Yokai War, de Takashi Miike, ridículo festival de máscaras de carnaval de nimiedad infantiloide e insufrible experimento. Lo mejor, sin duda alguna ha sido la gran ganadora de este certamen; Hard Candy, de David Slade, extraño e incómodo juego a modo de opresivo ‘thriller’ psicológico de una película asfixiante y resuelta con una solvencia impecable sobre la mentira, el castigo, la venganza y la culpa. También en el apartado estético ha triunfado Mirrormask, de Dave McKean, una visión conceptual que combina de manera excelsa la fotografía, el dibujo y los célebres 'collages' representando a la perfección el cosmos cromático de este artista multimedia y la taiwanesa El sabor de la sandía, de Tsai Ming-liang, un provocador y vibrante musical colorista y surreal que sorprendió por lo original de la propuesta. Sin olvidar la nueva obra maestra de Cronenberg, Una historia de violencia, grito enfervorecido de estilo con una soberbia historia acerca de mutabilidad de la realidad y la transformación del significado de la existencia humana y el sentido mismo de la violencia. Un apartado positivo en el que no podía faltar la fascinación estética de los hermanos Quay y su espléndida The Piano Tuner of Earthquakes. Por último, y a modo de toque de atención, hay que destacar la baja calidad de las cintas españolas presentadas en Sitges. Tanto Somne, de Isidro Ortiz, La monja, de Luís de la Madrid y, en menor medida, Oculto, de Antonio Hernández, denotan el mal momento del cine patrio. Las dos primeras, además, incluyen historias de una necedad insultante, de pertinaces oquedades, con progreso narrativo inexistente que hacen de ambos productos filmes vejatorios, insultos a la inteligencia del espectador. Auténticos despropósitos. Paradigmas del lamentable estado por el que atraviesa nuestro cine. Miguel Á. Refoyo 


CINE

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A la izquierda, el cartel de la 50 edición, diseñado por el pintor Eduardo Arroyo. Sobre estas líneas, los hermanos Dardenne, premiados en Cannes. Abajo, Carla Bruni, la musa de François Ozon

uentan los veteranos de la Seminci que hubo un tiempo en el que Valladolid era un lugar de encuentro para ver un cine perseguido por la censura, proyectado bajo esa etiqueta de ‘valores humanos’ que se añadió a la de ‘cine religioso’ de las primeras ediciones’. La evolución del diseño de los carteles que se reproducen en la portada del suplemento habla por sí sola de los cambios de un festival que, para los que nos incorporamos más tarde, ha contribuido decisivamente a la distribución del cine social de los noventa y ha servido de proyección a alguno de los autores más relevantes del panorama nacional, como Fernando León e Iciar Bollaín, reconocidos con sus primeros trabajos. El sello de la espiga en el cartel publicitario de una película ha sido garantía de una mirada independiente, personajes de carne y hueso y estilos personales: cine europeo con marcado tono social –Ken Loach, Robert Guédiguian, los hermanos Dardenne, Mike Leigh, las secuelas del ‘Dogma’– y autores con sello estilístico –Takeshi Kitano, Atom Egoyan, Lars Von Trier, Michael Haneke, Kiarostami o Winterbottom–. Añadan a la receta retrospectivas de casi todos estos autores y algunos de los españoles aquejados del ‘vacío crítico’, el a menudo

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Celebraciones y retos en Valladolid La Semana Internacional de Cine de Valladolid celebra su cincuenta aniversario con una edición marcada por el carácter retrospectivo y una nueva dirección que se enfrenta al reto de afianzar el prestigio conseguido en todos estos años. menos valorado pero igual de interesante concurso de documentales ‘Tiempo de Historia’, una selección de la cosecha anual del cine español dedicada especialmente a la prensa extranjera, cuidadas publicaciones y una atención delicada a todos los detalles que componen el complejo entramado de un festival. Todo ello respaldado por una asistencia masiva de público. Así ha ganado la Seminci su prestigio, algo a lo que difícilmente aspiran otros certámenes situados por debajo de los ‘cuatro grandes’ –Berlín, Cannes, San Sebastián y Venecia–. El cincuenta aniversario se presenta –paradójicamente y debido a la

marcha de Fernando Lara a la Dirección General de Cinematografía– como un año en el que el festival tiene ante sí el reto de afianzar lo conseguido, definir líneas y asegurar un terreno cada vez más amenazado por otros festivales. Probablemente, a partir de esta edición veamos otra Seminci: el tiempo nos dirá si sigue avanzando y en qué dirección. El concurso de la sección oficial, que comenzó hace un par de días y llega hasta el próximo viernes, convoca de nuevo a Lars von Trier con Manderlay, una prolongación de sus últimos trabajos en busca de esa estilización escénica que le ha distinguido en los

tiempos recientes; Michael Haneke vuelve a mostrarnos la violencia soterrada con Caché; François Ozon, uno de los jóvenes talentos del cine francés con su riesgo narrativo presenta Le temps qui reste y la presencia española la componen Vida y color, de Santiago Tabernero, Segundo asalto, de Daniel Cebrián, y las coproducciones Elsa y Fred, de Marcos Carnevale y Hermanas, de Julia Solomonoff. Bent Hamer ha adaptado al Charles Bukowski de Factotum con Matt Dillon y Lili Taylor. Dentro de la misma sección, pero fuera de concurso se anuncia a Ang Lee con Brokeback Mountain, Costa-Gavras con Le Couperet, una nueva entrega flamenca de Carlos Saura con Iberia y unos clásicos del festival, Jean-Pierre y Luc Dardenne, unos especialistas en sobrecoger con la crudeza de la realidad, con L’enfant. Los ciclos retrospectivos dedicados a autores de las distintas

disciplinas cinematográficas han sido sustituidos en este año de efeméride por un programa que recoge una selección de sesenta largometrajes y cuarenta y seis cortos que han pasado por las ediciones anteriores, donde se mezclan películas que han sido relevantes por distintos motivos. La apuesta es sobre seguro porque a lo largo de los años han ido desfilando joyas por la pantalla del Calderón y los cines asociados: Akira Kurosawa, Billy Wlder, Nanni Moretti, Stanley Donen, Kubrick, Dreyer, Terence Davis, Visconti, Léolo, Tarkovski, Bresson, Samuel Fuller, Fellini, Bergman, Thelma y Louise –Brat Pitt estuvo en Valladolid cuando todavía no era ese icono en el que se ha convertido–, Kieslowski y, por citar sólo algunos, esa deliciosa adaptación de Chejov que es Tío Vania en la calle 42, de Louis Malle. Tiene por tanto esta edición ese carácter cinéfilo que es característico de Valladolid, que siempre ha conservado más el tono de uno de aquellos cine-forums que organizaban los curas en los primeros años que a los oropeles de alfombra roja y foto con flash de certámenes con mayores presupuestos y ambiciones mediáticas . Antonio Marcos 


6  culturas LIBROS Religión, amor y revolución

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 23 de octubre de 2005

Las secuelas de una guerra Con su primer y único libro, el desaparecido Alberto Méndez ganó el Premio Nacional de Narrativa

ÁLVARO POMBO Una ventana al norte Anagrama, 2004 318 pp. / 16,50 euros

 En un largo y peculiar epílogo, Álvaro Pombo desvela los hilos temáticos con los que ha urdido esta novela. En principio, fue la recreación de Isabel de la Hoz, una extraordinaria mujer santanderina de comienzos de siglo. Prima de su madre y tías, el novelista cuenta cómo la obra «se componía (...) sólo de una historia local santanderina con un personaje vigoroso y fascinante que se casa con un indiano de Potes y viaja a México, eso era todo» (p.309). Pero la lectura de un libro de Carlos Fuentes (en el que alude a la revolución cristera, que tiene lugar entre l926 y l929) le lleva a Álvaro Pombo a modificar y ampliar la trama. Con ello, lo que iba a ser una novela santanderina, se transforma en una novela mexicana. El amor arrebatado e inmediato que Isabel de la Hoz siente por Indalecio Cuevas, una tarde de lluvia en la plaza de Santander, es para ella la señal de que ése era el hombre de su vida. De nada le habían servido los pretendientes santanderinos, pálidos reflejos humanos al lado del mexicano, originario de Potes y presente en Santander para buscar una mujer a la que unirse en matrimonio. La escandalosa boda que llevan a cabo, con estancia en Potes durante la primera noche será la única experiencia santanderina. El resto de la vida se desarrollará en México, con la revolución cristera como telón de fondo. México supondrá una nueva vida en todos los campos. La pasión repentina entre Indalecio Cuevas e Isabel de la Hoz pronto quedará reducida a pálidas cenizas. La recuperación sentimental de Indalecio Cuevas por Lupe, su antigua amante, explica la relación de Isabel de la Hoz con Fabián Ponce, afamado defensor de la revolución cristera y ayudante del general Gorostieta. Isabel comprueba que odia tanto a su marido como odiaba a su padre, por mediocre y poco aventurero y que de nada va a servir la presencia del clérigo don Ubaldo Zamacois, una especie de ayuda de cámara en la casa de Isabel de la Hoz. De esta forma, el amor, la religión y la guerra toman cuerpo en los personajes. Nada importará Isabel a su marido que, después de haber sucumbido a las tentaciones del alcohol, se verá llevando en sus entrañas un hijo de Fabián Ponce, desenlace que tampoco inquieta a Indalecio Cuevas. Amor, revolución, sentimientos religiosos se transformarán en ingredientes peligrosos. Por ello, el desenlace de la obra (que algunos lectores pueden considerar de ciertos tintes melodramáticos) admite cualquier lectura. No es mal epílogo para esta excelente novela, aunque desmesurada en el tratamiento de algunos pasajes... N. Miñambres 

everendo padre, estoy desorientado como los girasoles ciegos» es el comienzo de uno de los cuatro relatos (‘Cuarta derrota: l942, o los girasoles ciegos’) que integran esta obra. Con su lectura se tiene la sensación de que la guerra y la literatura siguen siendo fuente inagotable de sorpresas: Alberto Méndez (nacido en l941 y vinculado siempre a trabajos editoriales) no había publicado nunca un libro de narrativa, pero su ‘opera prima’ tiene hechuras de obra maestra. El relato que da título a la obra presenta todas las connotaciones y recuerdos que la contienda civil puede suponer para un lector medio. La situación de autoexiliado de un intelectual Ricardo Mazo (topo en un armario de su propia casa), la indefensión de Lorenzo el niño, la condición soez, intransigente y burda del hermano Salvador... se convierten en las tres voces narrativas del relato, marcadas por una tipografía diferente. La desolación de Ricardo Mazo y Elena, la zozobra íntima de Lorenzo, y la sordidez humana del religioso le sirven al narrador para trazar una situación dramática de la posguerra española. El trágico desenlace del relato no es en el fondo sino una complementación de las secuelas de una guerra que ha generado una tragedia aun mayor en otro miembro de la familia: Elena, la hija, ha huido, embarazada, con su novio, un poeta admirador de Garcilaso. Los avatares dramáticos de estos jovencísimos padres son el argumento del escalofriante relato, ‘Segunda derrota: 1940 o el manuscrito encontrado en el olvido’, con el que Alberto Méndez quedó finalista en el Premio Internacional de Cuentos Max Aub. Es difícil descubrir una obra más estremecedora y lírica que esta narración. El cuaderno del joven poeta Eulalio Cevallos

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ALBERTO MÉNDEZ Los girasoles ciegos Anagrama, 2005 158 pp. / 12 euros

Suárez (con la crónica de sus últimos días «en una braña de los altos de Somiedo, donde se enfrentan Asturias y León») es un diario sobrecogedor de cómo se acaba la vida, a pesar de los titánicos esfuerzos personales por evitar la tragedia que el destino impone. Aun cuando muchas de las situaciones descritas resulten inverosímiles, la belleza de las impresiones recogidas en el cuaderno hace que el lector las pase por alto. La correlación entre estos dos relatos se mantiene igualmente en el primero y en el tercero. La grandeza humana del capitán Alegría descrita en ‘Primera derrota: l939 o si el corazón pensara dejaría de latir’, tendrá su complementación narrativa en ‘Tercera derrota: l941 o El idioma de los muertos’. Cronológicamente, ‘Primera derrota...’ es el comienzo de las zozobras narradas en los cuatro relatos. Asistimos al final de la guerra y, sobre todo, a la grandeza del capitán Alegría, que le lleva a pasarse al bando de los derrotados. «Soy un rendido», confiesa desde una humildad humana que le lleva a rechazar la victoria. Su condición humana y su formación universitaria salmantina han hecho de él un héroe anónimo, pero grandioso. La buena fortuna lo convertirá en un personaje extraño, con relevancia literaria en ‘Tercera derrota: l941 o El idioma de los muertos’, tercero de los relatos de la obra. Ambos son la visión militar de la guerra, pero presentada con una visión muy ‘sui generis’. Los dos bloques ofrecen así la visión humana y militar de una guerra. Una guerra desolada y dramática siempre, pero que puede servir de sustancia temática para unos relatos deslumbrantes, como son los que integran la obra de Alberto Méndez. Nicolás Miñambres 

El futuro mundo infeliz ueve años después de su publicación en Estados Unidos, aterriza en España el primer libro de George Saunders, uno de esos escritores de la estirpe de GEORGE SAUNDERS los incómodos, de Guerracivilandia quien ya conocíaen ruinas mos su Pastoralia. Traducción de Javier Calvo El libro es un conMondadori, 2005 junto formado por 182 pp. / 16 euros seis relatos y una novela corta que, aparentemente, Saunders concibió como un conjunto formal. El libro ofrece una impresión de unidad poco frecuente en este tipo de publicaciones. Y la unidad no se debe al estilo de Saunders, seco, corto, directo, que atrapa al lector por el aliento arrastrándolo al interior de las páginas; tampoco se debe a un criterio uniforme de ambientación, ni a historias que entrelazándolas podrían dar lugar a una novela de vidas cruzadas. La unidad del libro se debe a la lectura de lo terrible que será el futuro inmediato. El tema común es una advertencia sin marcha atrás: para enderezar el rumbo de esta vida, habría que volver a nacer, pero en un mundo distinto. La única esperanza, como nos muestra en el cierre de la nove-

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la breve –un cierre que bien podría estar abarcando al resto del libro-, sería rebelarse contra ese futuro, que es tan inmediato que para que la rebelión fructifique habría que armarse y echarse al monte. Saunders busca algo tan complicado como reunir dentro de la misma atmósfera tanto a la sátira como al esperpento, y eso sin presentar ningún atisbo de humor. Si el lector no se ofrece al juego, puede resultarle un tanto sensacionalista, un tanto exagerado, y entonces la literatura de Saunders perdería toda verosimilitud. Creo que éste no es un buen consejo. Yo diría que lo mejor es dejarse arrastrar, entrar en este mundo de seres deformes, grotescos, rutinarios, acongojados, y sometidos a una marginación atípica, pues en su mundo casi todos son marginados. Ése es el punto alegórico de Saunders: que la marginación sea la norma: «No soy un mal tipo. Solo me gustaría dejar de tener esperanzas», dice uno de ellos, una frase tan propia de un deprimido como de cualquiera de nosotros. Y esta marginación sucede en un lugar donde si existe la naturaleza es para que sea controlada por exterminadores de mapaches. Todo es artificial. Tan artificial como los parques temáticos en decadencia, como los negocios que ocupan grandes extensiones y en cuyo seno se vive al igual que si se tratara de un campo de concentración. Tampoco hay convivencia, de ahí que no

existan diálogos, que estos hayan sido sustituidos por los comentarios de gente cruel que no mide el alcance de sus palabras. Y al final, o al principio, o en el medio, siempre muere alguien, unos homicidios a los que Saunders y los narradores de Saunders (todos los cuentos están escritos en primera persona) no le dedican más de una línea. Tal vez porque en realidad lo que nos está dando más miedo sean las acciones comunes: «Cuando intenta dar miedo le sale mal. No tiene ni idea de gemir. Da más miedo cuando hace cosas normales de niño, como sacarse mocos y limpiárselos en la zapatilla deportiva». Y lleva los asuntos hasta extremos insospechados como que el miedo provenga de la pornografía y no de la muerte: «Pero inténtenlo... maten a un niño encantador por un descuido y luego intenten disfrutar del sexo. Si pueden, son ustedes unos dementes». Únicamente cabe preguntarse si Saunders es capaz de disfrutar mientras escribe, si él mismo llega a elaborar este extrañamiento, demoledor, sin que se le escape por las axilas un sudor helado. Un consejo para el lector que deba decidir si comprar o no este libro: lea la primera frase de cada relato y conocerá el tono de esta literatura. Saunders no se anda por las ramas. Ricardo Martínez Llorca 


MÚSICA

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 23 de octubre de 2005

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omo los grandes clubes de fútbol, que tomaron por costumbre celebrar sus centenarios con grandes fastos y alardeando de una historia brillante y repleta de éxitos, Sinnamon Records ha decidido también mirar hacia atrás, de forma más modesta pero con más talento, y conmemorar la edición de sus primeras cien referencias. Para ello, sus responsables han preparado un doble disco (CD + DVD) que recoge rarezas de algunas de las bandas más representativas de la ‘casa’ y en la parte multimedia diecisiete videos que repasan tres años de historia de lo mejor de la reciente música independiente nacional e internacional en imágenes. Este testimonio resume tres años de experiencia musical que comenzaron en 2002, gracias a la iniciativa de Paloma Cordón y José Cadahia, que antes de la creación del sello se encargaban de la programación y gestión de la Sala Razzmatazz y de Mond Club –dos de los principales referentes de la escena musical de Barcelona–, así como de la promotora de conciertos. Esta experiencia permitió acercar al público español a grupos de gran talento, que no contaban con distribución en nuestro país, y desde Sinnamon Records se pensó que era un buen momento para montar un sello y dar salida al material en estudio de sus artistas preferidos. «La primera referencia fue el álbum de debut de The Libertines. Los habíamos traído de gira y Rough Trade y la banda quedaron tan satisfechos que nos propusieron editar su primer disco aquí. Por supuesto, no nos pudimos negar. El disco salió a la venta a finales de octubre de 2002», asegura Nuria Berlanga, responsable de promoción del sello. El catálogo de Sinnamon Records incluye prácticamente toda la producción de Rough Trade, Bella Union y, desde hace poco, también de Cooperative, además de la edición de discos en el apartado nacional del sello. Se trata de un muestrario tan atractivo como inclasificable que, sin embargo, se encuentra unido por el nexo de la calidad. Sus referencias viajan entre el rock más puro de Detroit Cobras hasta el pop emotivo y visionario de Arcade Fire. Las paradas en las estaciones nacionales rinden visita a Chucho, Astrud o La Buena Vida, lo que son palabras mayores dentro del mercado español y ellos lo saben. «La verdad es que nos sentimos especialmente orgullosos de todo el apartado nacional del sello. Poder editar discos de grupos de los que éramos auténticos fans y apoyar a proyectos nuevos en los que creemos plenamente, como Clovis o Álex Torio, es un auténtico orgullo». Entre las cien primeras ediciones

Para nuestro público, las descargas por Internet son más un medio para conocer nuevas bandas que un sustituto para los discos originales

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estos momentos el sector. «El público al que nos dirigimos ama la música y valora el hecho de poder tener un disco original. Las descargas por Internet son para nuestro público más un medio para conocer nuevas bandas que un sustituto para los originales. No poner precios abusivos a los discos, cuidar los ‘art works’ y dar contenidos extras son los caminos para que la gente no renuncie a tener discos originales. El principal problema para los sellos independientes es poder lograr llegar a un público amplio porque la mayor parte de grandes emisoras de radio cobran a las discográficas para poner los discos y ese coste no lo puede asumir una compañía independiente». La labor discográfica de Sinnamon Records se complementa con la programación de conciertos y la organización de grandes eventos musicales. Durante el mes de noviembre, se podrá ver en Valencia, Barcelona, Bilbao y Madrid la cuarta edición de Wintercase que, al estilo de los festivales ambulantes, reunirá a Ian Brown, Teenage Fanclub, Mercury Rev, The Go-Beetweens o The Tears, entre otros. Se trata de interesantes espectáculos que conjugan la línea de apuesta por la música de calidad con el gusto del gran público. Según reconoce Nuria Berlanga, «la estructura de Sinnamon Records permite poder trabajar con el cariño, la dedicación y el

The Hidden Cameras, uno de los grupos que edita Sinnamon en España

Otra industria musical es posible Cien discos en tres años. Sinnamon Records se ha hecho un hueco en la industria desde la independencia, a fuerza de cuidar los detalles que rodean a la música, moderar los precios y apostar por grupos como The Libertines, Broken Social Scene, Belle and Sebastian, Chucho o Astrud.

también se encuentran pequeñas sorpresas, que, casi sin ruido, se instalan entre nuestros artistas preferidos de forma inmediata, como es el caso de British Sea Power, Low o The Dears. «Con los grupos extranjeros, nosotros no hacemos la selección sino que ésta nos viene dada por los sellos con los que tenemos acuerdos. Afortunadamente, todos ellos tienen un gusto impecable y un criterio muy semejante al nuestro. Sería muy difícil elegir un solo grupo... Adam

Green, Belle and Sebastian, Sufjan Stevens, Broken Social Scene, Lambchop, The Hidden Cameras... Imagino que cada persona del sello pondría una lista distinta y que todas ellas serían igualmente buenas». Sinnamon Records apuesta por una forma de trabajar muy especial, basada en el gusto por los detalles cuidados –sólo hace falta fijarse en la portada que el genial Javier Aramburu ha preparado para el recopilatorio– y la

valía de sus artistas. Su filosofía tiene como objetivo final a «un público que ama la música y que no se deja dirigir por modas o tendencias y para el que los discos no son un producto de lujo sino casi un producto de primera necesidad. Poder trabajar con grupos a los que admiras, ayudar en proyectos en los que realmente crees... todo eso te lo da el trabajar en la independencia, considerando la música como un arte y no sólo como un negocio». La posición de sello independiente de Sinnamon Records les ha permitido huir en cierto modo de la presunta crisis que vive en

amor a la música de una discográfica independiente con el aliciente de que se encuentra englobada dentro de una estructura más amplia que abarca festivales, una promotora de conciertos y una de las más importantes salas del país, pudiendo aprovechar las sinergias que ofrece toda esa estructura». Y prometen siempre más sorpresas, «porque de lo contrario la vida sería muy aburrida», y cumplir 200 nuevos buenos discos, con el mismo espíritu que ha presidido estos tres años, pero con más experiencia. Lo dicho: enhorabuena. Fernando Bernal 


8  culturas PALABRARIO / MÚSICA

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 23 de octubre de 2005

Abundio y otros tontos arios son los personajes que circulan desde antiguo por nuestra lengua como paradigma de la estulticia. Y es que, como asegura el dicho popular, «el número de tontos es infinito». He aquí las pequeñas historias de algunos de ellos. Quizá uno de los más renombrados necios de nuestro idioma sea el pobre Abundio. A este personaje proverbial, de oscura filiación, se le atribuyen innumerables ‘hazañas’ pero, entre todas, hay tres que destacan sobremanera: echó una carrera él solo y quedó el segundo; vendió el coche para comprar la gasolina y cuando iba a vendimiar llevaba uvas de postre. Algunos afirman que el personaje es el reflejo de un individuo que vivió en Córdoba a principios del siglo XVIII y que su bien ganada fama se debe a que pretendía regar todo un cortijo «con el solo chorrillo de la verga». Otro tonto paradigmático es el bobo o tonto de Coria, oriundo de la localidad cacereña, por más que los corianos lo quieran hacer pasar por vecino de la sevillana Coria del Río. La interpretación más extendida, y con más visos de ser cierta, es la que identifica el personaje con un bufón del duque de Alba, y posteriormente del rey Felipe IV, al que Velázquez retrató en un famoso cuadro llamado ‘El bufón Calabacillas’. Se sabe que el duque tenía tierras en Coria, por lo que la explicación no puede andar del todo desencaminada. Al parecer, en un inventario de la obra del pintor sevillano realizado a finales del siglo XVIII, por ignorancia o por hacer una gracia, se llamó a este retrato ‘El bobo de Coria’, lo que nos habla bien a las claras de la fama que tanto el cuadro como la expresión habían atesorado ya en la época. Algunas explicaciones identifican al tonto de Coria con el ‘inepto’ arquitecto romano que construyó en dicha ciudad un puente bajo el que, y puede comprobarse, no pasa el río. La verdad es que el río Alagón pasó por debajo del puente hasta 1755, fecha en la que el tristemente célebre terremoto de Lisboa desvió el curso de las aguas. Encontramos también, lo que no deja de ser curioso, una expresión aplicable casi exclusivamente al sexo –obsérvese que no digo ‘género’– femenino: la tonta del bote. Y lo más extraño, para rizar el rizo, es que no tenemos referencias históricas a tontas del bote, y sí a tontos del bote; en concreto, se sabe que en el siglo XIX se hizo famoso uno que pedía limosna con un bote por las iglesias madrileñas. Se cuenta que en cierta ocasión se escapó un toro de los que iban a ser lidiados en la plaza de las Ventas. Sucedió que estaba sentado por allí el tonto del bote, durmiendo beatífico e inmóvil; el toro se acercó a él, lo olfateó y, sin hacerle nada, siguió su camino. Seguramente el hecho de que la expresión se emplee en femenino esté en el título de una conocida película, La tonta del bote, basada en la obra teatral homónima de Pilar Millán Astray, y que tuvo dos versiones, ambas de gran éxito, una en 1939, dirigida por Gonzalo P. Delgrás y protagonizada por Josita Hernán y otra en 1970, con Juan de Orduña como director y Lina Morgan como protagonista. Pero el idioma nos ofrece, también

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R E S C ATA D O S

Arcordes para una generación SIMPLE MINDS Street Fighting Years Virgin, 1989

aquí, otra vuelta de tuerca: los tontos superlativos, es decir, los tontos de capirote. El capirote es un gorro puntiagudo, el que se colocan los nazarenos; el mismo que, acompañado del sambenito, se ponía a los condenados por la Inquisición; el que, a menudo adornado con unas orejas de burro, se plantaba a los niños traviesos o poco avispados en la escuela y también, y seguramente a éste se refiera la locución, el que llevaban quienes en los teatros y en las fiestas –tradición que, especialmente en Carnaval, se mantiene en muchos lugares de España– se colocaban los que hacían los papeles de graciosos o de tontos, antepasados de los actuales payasos, que también lo llevan. Miguel de Unamuno, en un artículo de 1923 afirma que el tonto de capirote es «el que con un capirote o bonete puntiagudo hace de tonto en las fiestas. Es un tonto de alquiler y casi oficial». Tampoco podemos olvidar que antiguamente se tocaban con una especie de capirote los estudiantes y bachilleres, los llamados gorrones o capigorrones, por lo que es muy probable que a los más necios de entre éstos la gente los llamara tontos de capirote; es decir, ilustrados, con estudios, pero imbéciles al fin y al cabo.

 Rescatar la trayectoria musical de Simple Minds y especialmente su Street Fighting Years (1989) nos permite trazar un itinerario de uno de los grupos más representativos durante la década de los ochenta. Su nacimiento en tierras escocesas, a finales de los setenta, constituye un vuelco significativo hacia una nueva forma de enfocar la música. A través de su pop-rock innovador, Simple Minds consiguió atraer y captar la atención de numerosos fieles vendiendo más de veinticinco millones de discos por todo el mundo. La banda de Jim Kerr y Charlie Burchill, vocalista y guitarrista respectivamente, sufrió desde sus inicios musicales varios contratiempos y reemplazos continuos entre sus componentes, aspectos que no les impidieron sacar provecho de sus éxitos y temas por todos los continentes. Durante sus primeros años, de 1979 a 1982, asistimos a los trabajos más prolíficos y exuberantes de este quinteto escocés. Su carrera musical se inicia con Life in a day (1979), un álbum donde la estética ‘new wave’ era la predominante en sus primeros acordes. A este disco le siguieron Reel to Real Cacophony y Empires and dance (1980), dos álbumes que supusieron la consagración del grupo y donde demostraron que eran capaces de componer una música llena de lucidez, con nuevos sonidos electrónicos y punzantes. Fue a partir de entonces cuando la banda empezó a disfrutar de un gran prestigio y reconocimiento con un doble álbum llamado Sons & fascination y Sister feelings call (1981). Los siguientes años constituyeron para Simple Minds una nueva etapa, ya que además de cambiar de discográfica salieron a la luz Sparkle In The Rain (1984) y Once upon a time (1985), unos álbumes que gozaron de un gran éxito aunque el grupo abandona cada vez más sus raíces iniciales y sus tonos peculiares de los primeros años. Tras su directo Live in the City of the Light’(1987) apareció Street Fighting Years su último trabajo durante la década de los ochenta y donde muchos se aferran a considerar la despedida musical de la banda. Este álbum muestra algunos de sus grandes temas, desde su himno ‘Belfast Child’, su reivindicativa ‘Mandela Day’, hasta la lograda adaptación de ‘Biko’, de Peter Gabriel. Todo ello, combinado con unos retoques melódicos y unas letras profundas que muestran a un Jim Kerr y a su banda en plena inspiración. A partir de entonces se sucedieron trabajos donde ofrecen una música más sobria, menos exitosa, pero que sigue destiñendo la esencia del grupo. En definitiva, Street Fighting Years constituye –a mi entender– el álbum de culto de Simple Minds, una banda que a pesar de haber sufrido demasiados altibajos a lo largo de sus veinticinco años de carrera musical, se ha ganado su reconocimiento por derecho propio.

Alberto Buitrago 

Àlex Martín Escribà 

Ilustración: Elsa García Sánchez

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A Abundio se le atribuyen innumerables ‘hazañas’ pero, entre todas, hay tres que destacan sobremanera: echó una carrera él solo y quedó el segundo; vendió el coche para comprar la gasolina y cuando iba a vendimiar llevaba uvas de postre


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