culturas
N° 29 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 22 de mayo de 2005
Enrique Bunbury, en una de sus actuaciones en directo / Ladoire
BUNBURY
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El viaje de un dandi moderno 3 LUIS MORO
4 JUAN SORIANO
La galería Adora Calvo acoge una muestra de sus imágenes orgánicas y delicadas, que reflejan la fuerza de la naturaleza en transformación.
El Premio Velázquez, un galardón otorgado a toda una trayectoria artística, ha recaído en este mexicano, hijo de revolucionarios y siempre auténtico.
Tras su éxito con Héroes del Silencio, ha emprendido un camino musical que busca huir del conservadurismo, algo coherente con su estética decadentista y con referentes literarios y artísticos como Oscar Wilde.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 22 de mayo de 2005
presencia ayer de Enrique Bunbury en nos ha ofrecido la posibilidad ldeaSalamanca acercarnos a su trabajo desde un punto de vista original. Es evidente que el aragonés no cae bien a todo el mundo: su pose estudiada, su discurso en las entrevistas, su hacer lo que le da la gana... no son cosas que estén bien vistas, más allá de que cada uno sea más o menos receptivo a su música. Bunbury es un personaje dominado por la estética, el último dandi. Todo en él atiende a unos conceptos
cuya raíz podemos encontrar en el decadentismo y en figuras como Oscar Wilde. Les unen un rechazo al conservadurismo y un sentirse extraños en este mundo. Y es coherente con eso. Otro músico que nos visita es Josele Santiago. Con Los Enemigos alcanzó todo el éxito que se les permite a los rockeros independientes y, en su nueva etapa, presenta una cara más sosegada pero igual de intensa. La Alquitara, uno de los lugares de la provincia más activos en programación cultural no ofi-
cial, acoge el viernes un concierto acústico que tiene muy buena pinta. Nos acercamos a dos pintores. Uno joven como Luis Moro, que expone en Adora Calvo, y otro consagrado recientemente por el Premio Velázquez, el mexicano Juan Soriano, un hombre que vivió en su niñez la revolución de su país, que contactó con los surrealistas y que supo ser independiente, cambiante, arraigado y cosmopolita. Entre las críticas literarias encontramos a Tom Wolfe y a Noam Chomsky.
Recortes 1 PERDONEN LA TRISTEZA La Zaranda es un grupo de teatro de Jeréz. Teatro Inestable de Andalucía La Baja, se hacen llamar. Hacia mediados de los noventa estuvieron en Salamanca con una obra titulada Perdonen la tristeza, representada en el Juan del Enzina. La escena ocurría en medio de un teatro destartalado, lleno de polvo, y los cómicos hacían sus maletas para marcharse, pero se demoraban entre recuerdos, incertidumbres y pesares, con esa forma suya de pervertir, a fuerza de repeticiones, el lenguaje popular para que acabe diciendo lo que ellos quieren. Las autoridades competentes deberían de contratar a La Zaranda para hacer esta función cada vez que se cierra un teatro, algo que ocurre cada vez más frecuentemente. Por lo menos, así podríamos despedirnos, como los protagonistas del drama, de esos lugares de alta densidad emocional.
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NO A LA MUERTE DEL JUAN DEL ENZINA Una activa plataforma, compuesta por alumnos y profesores de la Facultad de Filología, se está haciendo oír para que el rectorado retome el proyecto de apertura de un teatro que lleva tapiado tres años. El equipo de Gobierno universitario ha reaccionado ayer diciendo que el cierre no fue culpa suya –ellos llegaron después– y que nunca hubo presupuesto para el prometido arreglo. En casos como éstos siempre se encuentran justificaciones. Y la actividad de quienes reivindican se va apagando con el paso del tiempo. Lo hemos comprobado ya en casos como el del Teatro Bretón –a la espera de la iniciativa de la Fundación Sánchez Ruipérez– o el Arango, en Gijón, ahora en manos de Corporación Dermoestética. A menos que seas alcalde y decidas comprar el Liceo, el asunto está difícil. El caso del Juan del Enzina es especialmente sangrante por dos motivos. El primero es económico: el edificio es propiedad de la Universidad. No se trata de adquirir un enorme inmueble a precios astronómicos, sino del arreglo de una infraestructura ya existente –aunque quizá su utilización como escombrera durante las obras de ‘Anayita’ obliguen a hacerlo de nuevo–. El segundo motivo
Antonio Marcos tiene incluso mayor importancia. El Juan del Enzina ha funcionado como Aula de Teatro para la comunidad universitaria, un lugar para la experimentación y el conocimiento, para la reflexión crítica y participativa. Si el teatro sigue teniendo alguna importancia en nuestra sociedad –que la tiene, sobre todo en este ámbito– la Universidad debería fomentarlo.
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PARADOJAS DEL ESPECTÁCULO Baudrillard definió a la nuestra como la ‘sociedad del espectáculo’. El teatro fue el único espectáculo que hubo antes de que llegaran el cine y la televisión, los medios verdaderamente masivos de entretenimiento. Ahora, hacer teatro supone cuestionar desde la acción esa forma de entender el hecho narrativo audiovisual como una mera forma de evasión. Y los teatros, los edificios, deberían cuidarse tanto como las catedrales, porque son los símbolos físicos de nuestra historia como espectadores. En lugar de eso los convertimos en bancos y bingos. Sería interminable la lista de músicos, actores, artistas, que han dejado su trabajo en el Juan del Enzina, de las películas que se proyectaron en aquel Cine Club Jean Vigo, de nuestros descubrimientos y deslumbramientos como espectadores. Sí, suena nostálgico. Pero esa nostalgia no la provoca tanto el pasado como el horizonte de uniformización que se nos viene encima.
Perelétegui
4 UN DRAMA DE ATALAYA Mientras, el jueves y el viernes en el Liceo, la compañía Atalaya de Sevilla presenta su versión del mito de Medea. «Atalaya mantiene el compromiso político y estético que viene desarrollando desde hace más de veinte años. Referencias de las vanguardias teatrales, cierto manierismo actoral, clonación y trasiego de los elementos escenográficos, preeminencia de la música como elemento trágico (en esta Medea músicas del mundo traídas desde Armenia, Albania, Irán y Grecia). Nos describen la dictadura del drama de la emigración. Una recreación del mito con actitud contemporánea», según el crítico teatral F. Revuelta.
Prieto
Un explícito cartel a la puerta del Juan del Enzina y la desfasada cartelera del Bretón. La Zaranda y su elegía por los teatros olvidados
ARTE
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El pintor y el juguete de la escultura Desde finales de abril hasta el 25 de mayo, la galería Adora Calvo muestra la exposición ‘Pintura y escultura: obra reciente’, del artista segoviano Luis Moro; dos lenguajes que se enriquecen mutuamente para exhibir una obra singular de un creador único. a galería Adora Calvo –calle San Pablo, 66– muestra desde finales de abril la exposición ‘Pintura y escultura: obra reciente’, que recoge hasta el día 25, el próximo martes, la singular creación del artista segoviano Luis Moro, quien ya ha visitado esta ciudad en varias ocasiones con motivo de la celebración de la ya desaparecida Feria Internacional de Arte de Castilla y León –Arcale–. En total, Moro ha acercado a la galería salmantina una docena de piezas –pinturas sobre tela y sobre papel y esculturas–; éstas últimas, según explicaba en la presentación el propio autor, le hacen sentir «como un niño con un juguete nuevo». Las dos formas de expresión se unen, construyen un conjunto y dan luz a una única sensibilidad, a una reconocible voz; se enriquecen mutuamente y completan la narración de una historia que lleva millones de años escribiéndose. El trabajo de Luis Moro es, en toda su extensión, telúrico; por un lado, sus formas, sus pinceladas, parecen arrancadas de la propia carga genética del planeta Tierra, se trata de una investigación profunda de lo que está en el inicio, como si Moro bucease con su mente, con su mirada, en lo que le rodea hasta querer dar con la verdad microscópica de la realidad, de este presente que se ha construido con el peso de los siglos; por otro lado, su creación surge de la influencia de su entorno, del lugar en el que vive, como si éste –en realidad cualquier lugar– contuviese toda la información necesaria. Hay, además –o precisamente por todo eso–, una vocación inconsciente de conjura, de invocación de las fuerzas ocultas para que salgan a la luz; y es, en ese sentido, un conocedor de la verdad a la que da forma en su doble condición evidente y confusa. En esa posición de médium, tanto su escultura como su pintura muestran los dos lados de todo lo que existe, los opuestos fundidos, lo visible y lo oculto, la vida y la muerte... La obra pictórica que presenta en Adora Calvo reúne piezas de las series ‘Microcosmos’ y ‘Tormenta de arena’. La primera tras el análisis de lo opuesto; Moro ya pintó los colosos, tenía que viajar al otro extremo; la segunda serie toma el nombre de un cuadro que surge de una experiencia que explica, en parte, el singular mundo de este artista: durante un paseo por el campo, Moro se en-
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Arriba, a la izquierda, Luis Moro junto a una de sus últimas obras escultóricas; en las imágenes, esculturas y pinturas en Adora Calvo / Formigo
contró frente a un espectáculo poco habitual, una batalla entre dos colonias de hormigas; durante días, explica, los dos frentes estuvieron combatiendo sin descanso y, finalmente, el rastro de la lucha quedaba reflejado en una enorme masa de sus pequeños cadáveres. Esa fuerza natural –es una mezcla de incomprensión, de irracionalidad, y de verdad instintiva– es la que refleja su obra y es, de hecho, en muchos casos, el insecto el motivo que pinta o esculpe, como trasunto del propio hombre, con su
Moro refleja al hombre con su materia confusa, presa de un entorno hostil, y con su espíritu en lucha, que no halla los límites de su condición
materia confusa, presa de un entorno hostil, y con su espíritu en lucha, que no halla los límites de su condición. Y en la escultura, Moro ha conseguido el don de dar vida a lo que durante años ha estado fijado en la tela. La obra de Luis Moro es un tratado completo de Historia Natural que elude la vitrina y el catálogo, que piensa por quien observa, traduce, resume, sugiere y evoca. Óscar Rodríguez
4 culturas ARTE A sus ochenta y cinco años, este mexicano acaba de conseguir el reconocimiento que supone el Premio Velázquez, el Cervantes de las artes plásticas. En el convulso México del siglo XX supo ser siempre auténtico. sí le llamaba su amigo Octavio Paz, así le tituló Elena Poniatowska cuando le escribió un libro en el que le retrataba entero en 1998. Porque es verdad que el pintor, escenógrafo y escultor Juan Soriano tiene cara de niño a sus ochenta y cuatro años. Cara de niño sabio que siempre lo fue, por eso, el IV Premio Velázquez de las Artes es para él una sorpresa, una piñata de cumpleaños llena de cositas buenas. Con la misma dotación económica que el Premio Cervantes, el Velázquez se instaura para premiar la trayectoria de artistas plásticos hispanoamericanos –Soriano es el primero– y españoles y viene con el añadido de una exposición organizada en el Reina Sofía y una beca para un artista que el premiado elija. Una dulce piñata que, conociendo al autor, tendrá forma de muerte chiquita, de esqueletito rumbero, porque si hay algo que pueda resumir muy brevemente la obra de este niño prodigio que expuso por primera vez a los catorce años, es el ser profundamente, terriblemente, desesperadamente mexicano. Juan Soriano nació en Guadalajara en 1920, en el estado donde se gestan todos los tópicos del México insurgente, el Jalisco cruel de Juan Rulfo. Su padre era un revolucionario que a todo le corría a balazos y su madre una niña que se fue con él a luchar para no perderlo. Rodeado de tías, hermanas y nanas, el único macho era un niño de sulfurosos ojos verdes que se dedicaba a pintar y a construir sus primeras esculturas con cajitas y yeso. Cuando logró zafarse de aquella tribu enloquecida, se encontró con otra en la capital del estado: el México de los treinta hervía de creatividad y de idealismo. Juan Soriano era uno más entre los que construían el imaginario artístico de México auspiciados por los tres grandes muralistas a los que aquel chiquillo original e impenitente no respetaba. Soriano nunca se adhería a los dogmas, bufaba, reía y pintaba a su aire, estudiaba lo que quería y se la vivía entre bailes y balas. La suya era una visión originalísima de los rostros, de las escenas mexicanas, de su compleja inteligencia y de su exacerbada sensibilidad cromática. Una mirada intensamente mexicana –amor, lujuria y muerte a partes iguales- y falsamente figurativa porque la suya era una subjetividad apasionada. Los ángeles,
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Niño de mil años JUAN SORIANO
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Juan Soriano practica la pintura, escultura, escenografía... Mexicano y cosmopolita tuvo un gran contacto con los surrealistas europeos
los juguetes infantiles, las niñas desnudas y los esqueletos de Soriano configuraron un valiente mundo nuevo opuesto a la grandiosidad ya vacía de los muralistas. Sin él, la pintura de José Luis Cuevas y Vicente Rojo y la plástica actual, no se entenderían. Porque Soriano supo ser profundamente mexicano para convertirse en un artista cosmopolita: su relación con el Grupo Poesía en
Voz Alta, que lideraba Octavio Paz le puso en contacto con el surrealismo europeo mientras pintaba decorados para sus montajes; actividad que coincidió con su relación con los intelectuales republicanos radicados en México que voltearon del todo la cultura del país. Su amistad amorosa con Diego de Mesa con el que vivió en Roma y París, su relación con María Zambrano, quien escribió mucho sobre su pintura y su inclusión en un cír-
Tiene una mirada intensamente mexicana y falsamente figurativa, porque la suya es una subjetividad apasionada
culo cosmopolita que pintaba en París hicieron de su obra una manifestación aún más inteligente, compleja, exigente y pese a todo, profundamente inocente, capaz de seguir mostrando los iracundos colores de México y su dolorosa mezcla de amor, humor y muerte. La vida de Soriano, siempre entregada a los otros, a sus amigos, se convirtió en un desesperado, caótico desorden de creatividad y abandono hasta
que un polaco inteligente, Marek Kéller, se convirtió en su agente y en su compañero. Cuando Elena Poniatowska se inició como periodista en 1953, uno de sus primeros trabajos fue hacer reseñas de exposiciones de pintura y allá que se fue a gozar de la amistad que se convertiría en numerosas entrevistas de las que saldría el volumen Juan Soriano, niño de mil años, en el que el propio autor repasa su fascinante vida, analiza su obra y muestra un sosiego final lleno de gracia. A través de la amiga, testigo de muchas cosas, la voz del artista se hace eco de su fascinante inteligencia, sumida al final en una tranquilidad activa que bulle de palabras y de trazos, a la que Poniatowska ha sabido poner ecos emocionados. El sosiego también ha hecho crecer su animalario, sus pequeñas esculturas de animales, fauna que pululaba por sus dibujos y sus cuadros como una corriente subterránea de deseo e irracionalidad, se convirtieron en parque público. Yo he visto las esculturas monumentales de Soriano, sus animales densos que parecen ponerse a volar en medio de calles y plazas, sus rotundas formas sensuales y vivas invitan al abrazo. Tan vivas como un autor que podía haber disfrutado de su merecida fama y que, sin embargo, se convirtió en escultor monumental con todo lo que eso conlleva de desafío físico: «El arte sirve para no dejarnos envejecer; el arte es siempre juventud, fuerza, invención...». Soriano recibe el Premio Velásquez con una sonrisa de niño de mil años, como recibió la retrospectiva de 1997 en el Reina Sofía que le permitió acercarse a los hijos y nietos de sus amigos del exilio y que le permitió, a los no mexicanos, conocer a un rotundo artista que en 2002 llenó la Casa de Correos de Madrid de esculturas. ¿Vendrían volando sus palomas, bufando en el barco sus toros? Los trazos firmes y los colores inclementes, las formas desorbitadas porque en México todo lo es, la conversación rápida e inteligente y la valentía más viril de ser como siempre quiso que le vieran: auténtico y en movimiento constante. Que hable la obra, y que lo haga con la mayor de las libertades, está firmada por Juan Soriano. Charo Alonso
MÚSICA
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El viaje a contrapelo de Bunbury Tras su estudiada imagen, que pudimos ver de nuevo anoche en Salamanca, se aprecia todo un entramado de referencias literarias y artísticas decadentistas, una estética que busca la Belleza y rechaza el conservadurismo. eductor y desafiante se alza en el escenario, ya sea a modo de pequeño cabaret ambulante o de espectáculo circense. En él convergen todas las miradas, pues dicho sea de paso, como a todo ególatra, le gusta que le miren. Simbólicamente se eleva así distinguiéndose de su público, que le admira y quizá también, por qué no, le envidia en su pedestal. De este modo se desenvuelve el personaje en una de las paradas de su viaje a ninguna parte, en clara alusión a la novela homónima de Fernando Fernán Gómez. En ella, el propio viaje y la posterior representación teatral constituyen el medio de evasión de una compañía de actores que luchan por una imposible subsistencia frente a su gran competidor: el cine. Pero las referencias literarias no terminan ahí, dado que el tema de la huida subyace en lo que Oscar Wilde denominó ‘bunburysmo’. En su comedia La importancia de llamarse Ernesto, uno de los protagonistas, Algernon, inventa un enfermo crónico llamado Bunbury, a quien supuestamente debe acompañar cada vez que su salud empeora. Esta excusa le permite ausentarse de Londres y lo que este núcleo urbano conlleva: sus deberes y obligaciones sociales. A través del ‘bunburysmo’, el escritor irlandés introduce la confusión característica de las comedias de enredo, a la vez que expone su actitud ante la vida y su modo de ver el mundo.
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Viaje como rebeldía El motivo del viaje se plantea aquí como rebeldía contra la sociedad decimonónica marcada por la revolución industrial, en la que impera una burguesía movida por un exceso de materialismo y pragmatismo. Frente a la vulgaridad y el conformismo dominantes emerge la figura del dandi, envuelto en refinamiento estético y sed de ideal. Como define Wilde, «el dandismo es la afirmación de la absoluta modernidad de la Belleza». Su postura queda establecida en la defensa del arte por el arte, expre-
Bunbury toma su nombre de un personaje de la comedia La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde. Viendo su fotografía y el retrato del autor inglés, hecho por Beardsley, se diría que el músico sigue a Wilde hasta en su forma de posar
sión que refleja la búsqueda y exaltación de la belleza como reacción contra los valores prácticos y conservadores. Siguiendo esta línea, Théophile Gautier mantenía que todo lo útil es feo, demostrando su teoría con un ejemplo indiscutible: «el lugar más útil de la casa es el retrete». El dandi encuentra su modelo en el duque Jean Floressas Des Esseintes, personaje principal de la novela de J-K. Huysmans de significativo título: À Rebours (traducido como «a contrapelo», «contra corriente» o «al revés»), y considerada la biblia del decadentismo. Des Esseintes encuentra en su casa de Fontenay el aislamiento ideal del mundo que le rodea, donde el arte no tiene cabida al no ser valorado ni comprendido. Fontenay representa así su mundo interior, refugio de sueños y extravagancias contra el tedio, que convertirán su propia vida en obra de arte. Sus excentricidades constituyen la vía de distinción de esa sociedad utilitaria contra la cual se rebela. Quizá la más llamati-
Fotografía de Elsa García Sánchez
Ambigüedad, imagen andrógina que busca el ideal supremo de belleza: delgadez, pose estudiada... una forma de rebelión a un mundo en el que se siente extranjero
va sea la protagonizada por una tortuga que es recubierta de oro y de una cuidadosa selección de piedras preciosas, imitando las hojas y flores de la naturaleza. Su fantasía culmina al colocar el animal sobre la alfombra, cuya belleza quedaría de este modo resaltada. Sin embargo, la tortuga muere víctima de este exceso de artificio y trasgresión, simbolizando la imposibilidad de este modo de vida al margen de lo establecido. A consecuencia del fracaso, el esteta se vuelve melancólico y nostálgico, con una permanente sensación de insatisfacción. Nunca llegará a alcanzar la dicha, puesto que como afirmaba Stendhal, «lo Bello no es sino promesa de felicidad». Estética Todos estos raros, como los calificaba Rubén Darío, adoptan también una estética, en lo que a indumentaria se refiere, que les identifica como tales. Recordemos a Lord Byron con sus trajes orientales; a Wilde, paseando con un girasol en la solapa o a Baudelaire, con una boa de plu-
mas y el cabello teñido de verde. No obstante, no se trata simplemente de manifestaciones ancladas en el siglo XIX. Ahí está Álvaro Isasmendi, el adolescente protagonista de la novela de Luis Antonio de Villena, a quien su hermana mayor le reprocha que haga de Rimbaud o de Jim Morrison. Su incipiente excentricidad le hace dudar entre dedicarse a la poesía, a la música rock ‘tipo Morrisey’ (o tipo Bunbury, podríamos añadir) o decantarse por la egiptología, todo ello por la poderosa razón de tratarse de cosas rarísimas, frente a la carrera de Derecho que le aconseja su padre. Álvaro comparte con Bunbury la ambigüedad, esa imagen andrógina que no es más que la búsqueda del ideal supremo de belleza: delgadez, pose estudiada, uñas pintadas de rojo o negro, leves ojeras bajo el khol que profundiza su mirada… Todo ello como rebelión a un mundo en el que se sienten extranjeros y que convierte al segundo en aragonés errante. Elsa García Sánchez
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Pianoman Einaudi LUDOVICO EINAUDI Una Mattina Decca, 2004
Caminaba por la orilla del mar, llevaba una chaqueta negra, un pantalón elegante y una corbata. Se intentó averiguar su identidad, si era alguien caído al mar y había llegado allí nadando. No hablaba, sin documentación y un traje sin etiquetas. Le acercaron lápiz y papel y dibujó un piano. Le aproximaron a un piano y tocó. Entre piezas clásicas, algunas parecían de creación propia, semejantes a las composiciones del italiano Ludovico Einaudi. Nacido en Turín, en 1955, Einaudi estudió piano y composición en el conservatorio de Milán, y posteriormente con Luciano Berio, igual que Max Richter. A mediados de los ochenta comenzó a buscar un len-
JOSELE SANTIAGO
Sesión íntima en Béjar guaje musical más libre y personal. Parte de su trabajo deriva hacia el cine y la danza. Sus bandas sonoras con Giuseppe Piccioni en Luce dei miei occhi o la más reciente con Roberto Andó, Sotto falso nome. Nada en el ambiente y la música iluminada que rebosó en los noventa. Una fusión de estilos eclécticos, dibujados en el vanguardismo de escucha cómoda. El minimalismo de los conciertos reiterados de Michael Nyman, melodías esbozadas a lo Arvo Pärt. Huyendo de etiquetas se ha acercado al mundo del rock, colaborando con los incombustibles Coldplay y los combustibles Red hot chili peppers. En Una Mattina se nos muestra al piano solo, salvo en tres momentos que armoniza con un violonchelo. Un sonido del piano envolvente, limpio y cálido. Son composiciones claramente melódicas, algunas casi con formato de canción. En otros temas se muestra más intenso y dinámico pero sin perder su escritura asequible. De su nuevo trabajo, Una Mattina, él dice: «Diría que es una colección de canciones ligadas unidas por una historia. Habla sobre mí y cómo estoy ahora, la luz, la música que escucho, los libros que leí y que no leo, mis memorias, mis amigos y el amor de la gente». Ahora, la desmemoria del chico que toca el piano con aire Einaudi. A falta de una patera, su enigma nos parece romántico. Creo que de alguna manera es lo que los psiquiatras definen como «el proceso mediante el cual los creadores cubren con las maravillas de la imaginación el pozo negro de su dolor, su miseria o su culpa». Comienza el rodaje sobre la vida de Maradona. José Helguera
La Alquitara acoge el viernes, a las doce de la noche, un concierto acústico de Josele Santiago, que estará acompañado por Pablo Novoa, donde presentará su último disco y repasará los imperecederos temas de Los Enemigos n la primera semana de abril de 2002, los fans de Los Enemigos que acudieron a su concierto de despedida en La Riviera salieron de la sala con una extraña sensación. Algo así como «no volveré a disfrutar ésto». En ese momento acababa una trayectoria de más de quince años para un grupo que alcanzó algo más importante que el éxito masivo: la adhesión a conciencia de un público que se veía reconocido en sus canciones y el respeto de los compañeros de profesión. Los Enemigos tuvieron dignidad hasta para separarse. Josele Santiago fue el alma del grupo. Se mantuvo desde la formación inicial, componía, tocaba la guitarra y cantaba. Dos años antes de la separación, intuyó que aquello se había estancado, que no se sorprendían a sí mismos y que cada vez se divertían menos. Y ahí comenzaron a morir Los Enemigos y a nacer los proyectos personales de sus componentes. Josele no lo ha tenido fácil con el suyo. Debe ser verdad eso de que ‘lo de la música está fatal’, porque tuvo que empezar casi de cero con su maqueta y pasaron dos años hasta que cristalizó en Las golondrinas etcétera.
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Un disco en el que Josele hace lo que había hecho siempre: poner el alma en cada canción, cantar con su voz quebrada y tocar. Y todo más de cerca. En el DVD que acompaña al disco, Josele aparece en el salón de su casa hablando sobre el proceso creativo mientras su gato dormita por la zona. Un ambiente tranquilo. Lejano a todo aquello de salir a gatas de los bares, las excursiones por el abismo de los poblados y acabar los conciertos cuando se perdía el sentido. «Vas cumpliendo años y no es que te reformes, es que no te aguantan las fuerzas», decía en una entrevista en este mismo suplemento, cuando actuó en noviembre en el Potemkim. Y el disco es más reposado, más hecho a su medida, más como el solista de una orquesta de jazz que como el cantante de un grupo de rock. Más reposado, pero igual de intenso. Josele ha vuelto a escribir algunas de esas canciones que se convierten en imprescindibles. ‘Mi prima y sus pinceles’, ‘Cuatro días’, ‘Borrico’, ‘Feliz BigBang’ o ‘Tragón’ contienen algunos de los temas sobre los que ha girado su obra. Quizá la diferencia entre ‘Cuatro días’ y ‘La cuenta atrás’ sea una cuestión de grado de angustia. En sus letras se saldan cuentas con las propias mentiras que uno mismo acaba creyéndose, se expresa la frialdad de la vida, el desamparo, la incertidumbre, la dificultad de comunicarse de una manera auténtica, lo paradójico y también lo humorístico de la existencia. Nacho Mastretta, productor del disco, ha aportado una forma de trabajar que propicia la autencidad del sonido final –grabación conjunta de la banda, en vez de la tradicional por pistas– y dota de una dul-
Josele ha vuelto a escribir algunas de esas canciones que se convierten en imprescindibles, donde desarrolla sus temas de siempre. Quizá la diferencia esté en el grado de angustia zura que pega muy bien con la voz áspera del cantante. Pero donde se ve la verdadera dimensión de este trabajo es en directo, como siempre ocurre con Josele. Sustituyan al grupo de rock por una banda de jazz canalla. Imaginen a Los Enemigos tocando con los instrumentos prestados por una banda de músicos ambulantes. El resultado es una bomba. Sería un pecado decir «mejor que antes», y además sería injusto. Ésto es otra cosa, pero es una cosa tan original, excitante, bien tocada y auténtica que los fans de los que hablaba en el primer párrafo salen diciendo: «siempre hay una segunda oportunidad». A la espera de confirmar su asistencia con la banda al Festival de Blues, La Alquitara ha preparado una sesión íntima, un acústico con Josele y Pablo Novoa sobre el escenario. Novoa es un hombre orquesta y uno de los músicos con más talento que se conocen, así que el concierto se presenta como una oportunidad única para sentirles bien cerca. Antonio Marcos
LIBROS
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Tom Wolfe: paso en falso mpeñado en diseccionar todas las estructuras de la sociedad estadounidense con su corrosiva pluma y no dejar títere con cabeza, Tom Wolfe ha situado a las instituciones universitarias en el punto de mira de su última sátira. Después de arremeter contra el mundo de las altas finanzas en La hoguera de las vanidades y contra la especulación empresarial en Todo un hombre, el hombre del sempiterno traje blanco se embarcó, siguiendo las normas del ‘nuevo periodismo’, en un largo proceso de investigación que le llevó a recorrer diversos campus para poder tomar notas de la vida académica y del ambiente estudiantil. El resultado de esa inmersión es Soy Charlotte Simmons (I Am Charlotte Simmons), vasta obra narrativa de 900 páginas cuya publicación ha levantado ampollas en las instituciones universitarias americanas. El diagnóstico que Wolfe hace de la situación de la educación superior estadounidense no puede ser más lamentable. No sólo denuncia la autocomplacencia intelectual del profesorado y el ínfimo nivel de la cultura americana, sino también la degradación moral de la comunidad estudiantil. Con un tópico discurso propio de una conversación de barra de bar, el autor arremete con fiereza contra un sistema universitario en el que el sexo y el alcohol parecen tener un papel mucho más destacado que el saber y el ansia de conocimientos. Para construir su crítica, se sirve de unos protagonistas que, a pesar de estar construidos con la profusión de detalles y la minuciosidad habituales en su obra, resultan excesivamente planos. Su carencia de matices es similar a la del tono moralizante que desprende toda la obra. El personaje que da título a la novela es el más complejo de cuantos aparecen en ella pero, a pesar de ser el único cuyo proceso de transformación tras su paso por el campus tiene algún viso de autenticidad, no deja de ser más que un reflejo de un estereotipo utilizado hasta la saciedad en la literatura y en el cine. Envalentonado por las críticas de Norman Mailer y John Irving, que le acusaron de no saber construir personajes femeninos, Wolfe da el protagonismo de la obra a Charlotte Simmons, ejemplar y puritana estudiante que descubre con asombro al llegar al campus de Dupont, parodia de los selectos de Harvard o Yale, un mundo artificial que en nada se parece al paraíso intelectual que esperaba encontrar. Con este poco original punto de partida como base, el autor inicia un despiadado retrato de las universidades de elite y de la pretendida amoralidad que las corroe que, si
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culturas 7 NOVEDADES
Florecientes letras checas KVETA LEGÁTOVVÁ La transformación Traducción: Daniel Sáiz Siruela, 2005 144 pp. / 16 euros
Protectorado de Bohemia-Moravia, 19421943. Una joven médico que trabaja en un hospital de Brno está en peligro, perseguida por la Gestapo por ser la responsable de la huida de un grupo de disidentes que ella ha curado. Poco antes de ser arrestada, es salvada por su mejor amigo y colega: éste la convence de que se refugie en Zelary, un pueblecito de montaña, y que acepte casarse con Joza, un paciente suyo al cual Eliska había salvado la vida. El precio que debe pagar es muy alto: asumir una nueva identidad, renunciar para siempre al ambiente bullicioso e intelectual de la gran ciudad y, sobre todo, unirse a un hombre que no ama, Joza, un carpintero tosco y feo. Pero Eliska, que tendrá que cambiarse también el nombre, acepta y su vida se transformará para siempre. Kveta Legátová (seudónimo de Vera Hofmanová) nació en Brno en 1919. Inició sus estudios de checo y alemán, que se vieron interrumpidos por la guerra y que finalizó en 1947. Posteriormente realizó estudios de física y matemáticas y trabajó en diversas escuelas en aldeas y pueblos de Moravia. Considerada «problemática» por el régimen comunista, a menudo era trasladada de una escuela a otra. De esta región, llamada Kopanice, surge la inspiración para muchas de sus historias de tema rural recopiladas en el volumen Gente de Zelary.
La Europa de Milosz
Tan esperada como temida, la última novela del enfant terrible de las letras americanas no puede calificarse sino como un borrón en una carrera que hasta ahora lucía tan inmaculada como su habitual atuendo bien resulta entretenido en sus primeras páginas, acaba volviéndose insoportable por su incapacidad para insuflar vida a unos personajes y a un escenario cuya validez parece depender sólo de su capacidad al servicio de la crítica. Ni siquiera su maestría en reflejar el habla de la calle se revela tan contundente como en sus anteriores novelas. A pesar de que su conocimiento de las jergas, así como su habilidad para construir diálogos que reflejen la agilidad del lenguaje oral, están también presentes en Soy Charlotte Simmons, el vo-
TOM WOLFE Soy Charlotte Simmons Ediciones B, 2005 897 pp. / 25 euros
cabulario estudiantil, al menos el empleado en la traducción, se antoja en ocasiones desfasado y un tanto burdo. Tan esperada como temida, la última novela del enfant terrible de las letras americanas no puede calificarse sino como un borrón en una carrera que hasta ahora lucía casi tan inmaculada como su habitual atuendo, una obra fallida que va a hacer que a partir de ahora sea más difícil ser indulgente con sus frecuentes boutades, su demagogo americanismo y sus moralinas burguesas. Javier Sánchez Zapatero
CZESLAW MILOSZ Otra Europa Tusquets, 2005 352 pp. / 10 euros
¿Cómo hacer comprender la historia y la cultura de un país y de un pueblo desconocidos e ignorados, divididos entre lo profano y lo cristiano, el Este y el Oeste, la pasión y la razón, la tradición totalitaria, acompañada de la silenciosa sumisión, y el desgarro de la independencia nacional e individual? Czeslaw Milosz –a partir de su propia experiencia, desde la infancia idílica en los bosques lituanos hasta la tragedia nazi y la ocupación soviética, seguida años después, en 1951, de su rechazo del Estado totalitario stalinista y del realismo socialista– nos lleva de la mano por las contradictorias aventuras de su vida y de su espíritu, y nos acerca a su país, Polonia y a las gentes de esa otra Europa, tan desconocida para los occidentales.
8 culturas LIBROS NOVEDADES
Viaje a la mente del ‘serial killer’ ROBERT K. RESSLER Y TOM SHACHTMAN Asesinos en serie Ariel, 2005 384 pp. / 18 euros
«¿Si ahora se me cruzaran los cables, no te parece que lo pasarías mal? Te podría arrancar la cabeza y ponerla sobre la mesa para que el guardia la viera al entrar. Él tenía razón: me podía matar antes de que yo o cualquier otra persona pudiera hacer algo al respecto. Le dije, pues, que si se metía conmigo, tendría serios problemas. Se burló: ¿Qué pueden hacer? ¿Impedirme ver la tele?». Este fue el modo en que el famoso asesino en serie Ed Kemper, durante una entrevista en la cárcel, intentó intimidar al autor del libro. Robert K. Ressler, antiguo agente del FBI, investigó a estos criminales a lo largo de su carrera profesional, acuñó el término ‘asesino en serie’, ayudó a desarrollar las técnicas de redacción de perfiles criminales, fue asesor de diversas películas, entre ellas El silencio de los corderos y realizó una extensa serie de entrevistas a los más sanguinarios asesinos recluidos en las cárceles estadounidenses. En este libro Robert K. Ressler nos cuenta sus andanzas en el FBI, presenta casos de asesinato en serie y otros crímenes, y proporciona una valiosa visión científica del área. El asesino en serie: un cazador cuya presa es su propia especie. ¿Cómo llega alguien a ser así? ¿Por qué mata?
Las claves de lo antiamericano
¿Qué figura en el orden del día? n
o es preciso que nos dirijamos resueltamente a la catástrofe, tan sólo porque figure en el orden del día». Así termina el libro, como casi todos los artículos y entrevistas que desde hace años prodiga Noam Chomsky, la voz de la conciencia más importante de nuestro mundo (tomando por concepto de conciencia la voz de quien se pone de parte de los que sufren), con un alarde de optimismo que sólo es contestado con el uso despectivo de la voz utopía por los que abusan de la retórica infantil. El mundo después de Iraq es una recopilación de textos de variado pelaje, desde entrevistas a artículos ampliados, desde conferencias a foros de Internet, mayormente producidos en los momentos anteriores a la guerra de Iraq, entre el año 2000 y el 2003. Con la contundencia de siempre, Chomsky nos recuerda una y otra vez las razones por las que merece la pena embarcarse en el activismo político: las dimensiones del terrorismo aumentadas cuanto más poderoso es el que lo practica, siendo el paradigma el perpetrado por los Estados Unidos; la lucha contra los instrumentos de propaganda y la participación mediática en la colonización de las mentes; los cambios de dirección en las estrategias de política mundial en función del único interés del beneficio inmediato, amparadas en represalias y mentiras que infunden pánico en la población; la impunidad con que asesinan a poblaciones inocentes los amos del mundo con una amplia gama de recursos, desde el bombardeo hasta el estrangulamiento por sanciones; el sistema de apoyo a corporaciones privadas a través de tecnología armamentística y la socialización del gasto en tanto que se privatizan los beneficios; el apoyo a regímenes brutales negando evidencias y abogando por el derecho a actuar unilateralmente por parte del estado más poderoso de la tierra, y su negativa a dejar de participar en el terror, es decir, que justifican la producción y mantenimiento
NOAM CHOMSKY El mundo después de Iraq Txalaparta, 2004 320 pp. / 18 euros
del terror mundial, afirmando que la única solución posible es el exterminio (toda una paradoja). Y un largo etcétera que agotaría el final de estas líneas antes de que cumplieran su cometido. Como siempre, las hipótesis de Chomsky se encuentran perfectamente documentadas, recurriendo a información aparecida en toda clase de medios, incluyendo los independientes (resulta inconcebible cómo puede llegar a amasar tanta información, a no ser que confiemos en su categoría como recopilador de la que consiguen los batallones de luchadores sociales del orbe) y documentos desclasificados, sin renunciar a la presentada por los medios más reaccionarios que creen estar elogiando a los economistas y políticos neoliberales a la hora de describir sus actuaciones. En alguna de las ocasiones, da respuesta a la confusión terminológica que han prodigado los que deciden el destino del mundo, llegando a negarse a responder a cuestiones que incluyen términos como globalización o antiamericanismo, hasta que la pregunta se formule correctamente, y debatiendo, con énfasis sobre ideas como terrorismo y contraterrorismo, siempre apoyándose en ejemplos de la historia más reciente, la del siglo pasado. Cabe destacar sus idearios anarquistas, justificados en el hecho, bien explicado, de que los estados no son agentes morales, sino sistemas de poder que responden a la distribución interna de poder, generados artificialmente y casi siempre como consecuencia de episodios bélicos. Aunque reconoce que ahora no es el momento para derribar estados. Chomsky, al igual que Eduardo Galeano, Arundathi Roy o Naomi Klein, pretende evitar que caigamos en la depresión con su lectura, pues la depresión es la madre de la pasividad. Busca nuestra intervención, que bien podría comenzar por leer y divulgar libros como éste. Ricardo Martínez Llorca
Memorias de un aristócrata rural omo otros tantos escritores, Bernardo Víctor Carande no ha recibido el reconocimiento que merece. Hijo del eminente historiador palentino Víctor Carande (de cuya fascinación por él deja abundantes y afectuosas pruebas en estas memorias) su trayectoria vital es tan sugestiva y pintoresca que se resiste a cualquier síntesis. Sin hacer alardes de su condición aristocrática y cosmopolita, Bernardo Víctor Carande ha sido escritor, pintor, fotógrafo de tauromaquia, cineasta, apasionado del golf en el ámbito rural… Y, sobre todo, desde l955, hombre entregado ‘al agro’, con los inevitables sinsabores que esta actividad supone. Desde su casa de la Dehesa del Amparo o Capela, puede presumir de ser de los pocos ‘escritores de literatura agraria’, junto con Manuel Halcón, los hermanos Cuevas y el recientemente fallecido Muñoz Rojas. La afición por estos espacios agrarios la ha dejado Bernardo Víctor Carande bien palpable, entre otras, en obras como Suroeste, El año de la sequía, Don Manuel y la agricultura o Jinetes de llanura sin caballo. Y aquí persiste, palpable en su sincera y desnuda confesión: «Se trata de un libro distante, si no distinto, de la vida de un hombre que, justo cuando la sociedad mayoritariamente se urbanizaba, él decidía vivir la otra parte, cada día más reducida y obsoleta, más ajena e inoperante de la contemporaneidad, la agraria». De una experiencia humana tan honda y rica no es extraño
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MONCHO TAMAMES La cultura del mal Espejo de Tinta, 2005 342 pp. / 18,95 euros
La Cultura del Mal concentra por primera vez en un único texto, todos los aspectos denigrantes y estremecedores de lo que es hoy EE.UU., su cultura, sistema, comportamiento... Se ponen de relieve nuevos argumentos para la que es ya, históricamente y por encima de cualquier religión, la corriente ideológica global con más seguidores: el ‘antiamericanismo’. Se reconstruye desde la Historia lo esencial de su pueblo y cultura de hoy, en cuanto a su forma de vida y sus escasos valores. Se reivindica la cultura latina, como opción de un modelo digno; no sin criticarse a ésta por importar a ciegas todas sus modas y tendencias a través de los medios de idiotización masiva con su exposición constante de sucesos. De lectura directa y opiniones contundentes, La Cultura del Mal supone una mezcla de desahogo y revelación para cualquiera que se considere medianamente crítico con EE.UU.
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 22 de mayo de 2005
BERNARDO VÍCTOR CARANDE Memorias (1932-2002) Los Libros del Oeste, 2005 346 pp.
que los recuerdos afloren intensos y abundantes. A veces, incluso, incontrolables. A pesar de la riqueza de estas vivencias, el escritor adopta siempre una actitud de llamativa humildad en lo personal y de sencillez en lo literario. Las formas coloquiales abundan por doquier, llegando en algún caso a parecerle extremado al lector el tono de espontaneidad al que el escritor recurre. Véanse, en este sentido, los cálculos que hace de los libros que ha escrito, variables a lo largo de los sucesivos recuentos, rematados de forma espontánea: «Voy a volver a contar: Sí, ahora salen». Curiosamente, el escritor sabe que es hombre de recursos literarios, de escritor con oficio, como confiesa entristecido al no ganar el Premio Nadal o el Premio Planeta, siendo consciente de lo que en España es escribir bien: «O muy bien, como casi siempre he tenido la certeza –con perdón– de que lo hago». Prueba de su buen oficio literario es el curioso cuasi-palíndromo con el que, fugazmente, retrata al gran crítico de arte Santiago Amón: «alba que bala». No hay duda de que la lectura de estas Memorias serán un gozo para muchísimos lectores. Sobre todo para ésos que saben que muy pocos españoles pueden recuperar la memoria que de España quedó grabada en la personalidad de hombres tan egregios como los que el autor recuerda en este libro. Nicolás Miñambres