culturas
N° 40 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de septiembre de 2005
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A partir de mañana se reúnen en Salamanca los directores de las Academias de la Lengua, los ‘domesticadores’ de palabras. Nos adentramos en el apasionante mundo del lenguaje y su historia con el profesor Alberto Buitrago.
Domadores de
PALABRAS 3 J.M. CAMERON
4 LOS GRIMM
La primera fotógrafa supo vencer las limitaciones de un arte naciente y dejarnos retratos que desvelan el alma de las personas.
Terry Gilliam parecía el director más indicado para llevar al cine ese mundo de fantasía oscura que se esconde en sus inmortales cuentos.
ILUSTRACIÓN: ELSA GARCÍA SÁNCHEZ
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de septiembre de 2005
partir de mañana, los directores de las Academias de la Lengua del mundo se areúnen en Salamanca para revisar algunos de sus principales proyectos en común: el Diccionario Histórico de la Lengua Española, la nueva gramática y la creación del Diccionario de Americanismos. Su presencia nos ha llevado a cuestionarnos el estado de nuestra lengua, una reflexión que parece pertinente en una ciudad que pretende erigirse como el mayor centro de enseñanza del español para
extranjeros. Alberto Buitrago tiene contacto con esos dos aspectos: es profesor en Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca y coautor del Diccionario del origen de las palabras, entre otras obras. Él nos habla de por qué hay que llamar a nuestro idioma ‘español’ y no ‘castellano’, de las pocas palabras que utilizamos para comunicarnos, de la fuerza que tiene para repeler la invasión de palabras ajenas inútiles, de su tradición y facilidad para recoger múltiples influencias, de los
tópicos que hay que derribar en torno a en qué sitio se habla mejor y de lo apasionante que resulta leer diccionarios. El lenguaje parece estar siempre ahí, esperando a que nos interesemos por él. Más contenidos: un perfil de la primera fotógrafa y de las limitaciones de este arte para las mujeres pioneras; un repaso a la obra recién editada de los hermanos Grimm a raíz del estreno de la película de Terry Gilliam; la renovada carrera de Teenage Fanclub e interesantes reseñas literarias.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1 SE BUSCAN CARAS NUEVAS No sé si la anécdota es real o un chiste adaptado que corre por las productoras del mundo. Le están pasando las pruebas de una película a un productor y en el primer plano sale el trasero de una actriz, y el tipo dice: «Eso es lo que necesitamos, caras nuevas». La nueva cadena de televisión que empezará a emitir en noviembre, Cuatro –la tele del grupo Prisa–, también necesita caras nuevas y no se conforma con la de Iñaki Gabilondo. Una de sus primeras ideas es hacer una especie de Operación Triunfo para gente de la tele. Más concretamente buscan un actor, un presentador, un humorista y un periodista. Una idea algo gastada, porque ya, de hecho, hay ex concursantes de telerrealidades varias trabajando en cada uno de esos gremios. Pero se ve que eso de ver a la gente buscando trabajo da audiencia y dinero. Ahora si no haces un cásting como dios manda y en directo, no eres nadie ni llegarás a serlo, por lo menos en el mundo del espectáculo. Lo siento por el que se presente a periodista. ¿Qué se entiende en ese contexto por periodista? ¿Cómo se le hará un cásting a un periodista? Hasta la palabra es odiosa, pregúntenle a los actores. La industria del porno, siempre tan avanzada, encontró un filón en ese concepto. Canal Plus encontró un filón en el porno. Cuatro se abona desde ya a esa otra pornografía de la vida trucada en directo, a las colas de aspirantes con una pegatina numerada en el pecho. Hay que competir, claro. Y no vean en esto aquella cantinela que nos dicen a los periodistas nuestras madres y abuelas: es que esos advenedizos os quitan el trabajo. No. La tele no es igual a periodismo. La tele es igual a espectáculo. Pero ya que incluyen a los aspirantes a periodistas como carne fresca para el espectáculo, como decía la canción de Los Enemigos, «sueño que en vez de salario/ sueño que tengo caché». Eso sí, hay quien no va a tardar en acordarse de cuánto ha criticado ‘El País’ la ‘telebasura’ y sus derivados. Vamos, que ya les están poniendo a parir.
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EL ARTE NUEVO Y LAS MENTES LENTAS No me digan que nunca han escuchado eso de que «a mí el arte contemporáneo es que no me dice nada, ni lo entiendo, ni me gusta». Incluso habrá alguien que hasta lo haya pensado y se lo ha callado
por si acaso. Y es una postura muy legítima, pero que suele esconder cierto desinterés y falta de actitud para con lo nuevo, sobre todo si se pretende teorizar sobre ello. O lo que es lo mismo, se enfrentan hechos nuevos con conceptos viejos. En el interesante ‘blog’ Contraindicaciones, Germano París escribe sobre lo alejados que se encuentran los literatos e intelectuales españoles de las nuevas prácticas artísticas, a raíz de un artículo de Francisco Umbral sobre la exposición Fotomontajes pintados, de Jorge Galindo en la galería Soledad Lorenzo (en su web puede hacerse una visita virtual). Parece que Umbral criticaba a Galindo sus ínfulas por crear unos cuadros parecidos a los cartelones que anuncian las películas en la Gran Vía madrileña, reduciendo su trabajo a esa capacidad de ejecución. Pues bien, resulta que los cuadros los ha pintado uno de los artistas publicitarios que trabajan para los cines, tomando como modelos los fotomontajes realizados por el propio Galindo. Aquí ya hemos podido ver algunas de sus obras anteriores, donde integraba imágenes de la cultura popular en su pintura. El ‘Hola’ y el gesto al mismo nivel. Ahora, da un paso más y pone en cuestión el concepto de autoría y privilegia el aspecto de la idea sobre la ejecución, un poquito más allá del corta y pega. No se sabe hacia dónde avanza el arte, pero está claro que lo hace rápido.
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DOS ANIVERSARIOS Y UNA DESPEDIDA En esos días de calor, no pude reseñar dos aniversarios a tener en cuenta. Les Paul and Friends es el título de un disco que homenajea los noventa años del músico que inventó la guitarra Gibson Les Paul, que junto a las Fender Telecaster y Stratocaster componen el trío de oro del rock. Y cien años cumple un personaje de ficción, Arsenio Lupin, creado por Maurice Leblanc. Lupin, caballero ladrón, un aristocracia del delito con principios, un auténtico ingeniero social en pleno nacimiento de la sociedad de masas, funciona como el reverso luminoso de Sherlock Holmes y nos hace desear que, por una vez, el ladrón se salga con la suya. Y la despedida es la de un icono del entretenimiento: Los Siete Picos, la primera montaña rusa del Parque de Atracciones de Madrid, deja de funcionar esta misma semana.
Arriba, una de las obras de Jorge Galindo (soledadlorenzo.com). Sobre estas líneas, la patente original de la chancla (más patentes curiosas en Papelcontinuo.net) y Los Siete Picos; a la izquierda, obras Peter y Lene, los autores del proyecto ‘8861 MILES’, una creación conjunta de dos artistas separados por esa cantidad de millas, entre Australia y Dinamarca (encontrado en elsrgarcia.blogspot.com).
ARTE
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Cameron fue la primera fotógrafa de la historia, con pasión por un arte nuevo y vedado a la mujer más allá del álbum familiar. La Sociedad Fotográfica de Londres no la aceptó y criticó con fuerza su trabajo
Retrato de Julia Jackson, 1867. Julia era la sobrina de Julia Margaret Cameron y uno de sus modelos favoritos
El peso de la plata Julia Margaret Cameron, nacida en Calcuta en 1815, fue la primera fotógrafa de la historia. Ella convirtió las limitaciones físicas impuestas por la técnica en virtud, consiguiendo atrapar el alma de las personas en sus retratos. l final, todo se reduce a una cuestión de tamaño. Mi nueva cámara de fotos apenas cabe en la palma de la mano, sin embargo, las pioneras de la fotografía difícilmente podían cargar con sus enormes artefactos de retratar, una novedad que hacía furor a comienzos de 1840 y que constaba de tantas cajas y placas que el fotógrafo parecía un laboratorio ambulante. No era para menos, hasta 1880, cuando se descubrió la mítica Kodak ‘portátil’, el artista debía revelar en el mismo momento en el que apretaba el obturador. Sin embargo, tras esta innovación, el peso de la plata seguía siendo considerable: en México en las primeras décadas del siglo XX, una desconocida Tina Modotti se hacía acompañar de muchachitos indígenas que cargaban su equipo y su impresionante Rolley Flex, y en los mismos años, la francesa Marie Chambefort recorría los valles del Sena y del Loira arrastrando su material de cincuenta kilos sobre
a
un carromato de titiritera. Si todo se reduce a fuerza bruta, la mujer de la alta sociedad, dedicada a la pintura, y por ende, fascinada también por la novedad de la fotografía, debía conformarse con el círculo hogareño, los modelos ocasionales pertenecientes a la familia o a las amistades y con alguna breve escapada al campo. La mujer artista, una diletante de buena sociedad, una amateur que cambia el teclado y el pincel por la caja negra, se queda en la casa fotografiando niños, interiores y rostros femeninos. El exterior es sombrío y amenazador, apenas puede desplazarse por él con su aparato de retratar y, además, la imagen de una mujer unida a una máquina es tremendamente subversiva y provoca la crítica más cruel. Nuestras pioneras del nitrato de plata no surgieron de la nada, unas eran biólogas, como Anna Atkins; otras pintoras, como Gertrude Käsebier, y la misma Julia Margaret Cameron era una escritora fantasma que debía trabajar para mantener a la familia ante la dejadez de su muy culto y deletéreo marido. A Cameron podemos considerarla una de las primeras ‘profesionales’ de la fotografía, ya que para ella el retrato tenía también un fin económico y no se trataba de una forma de llenar el ocio de damas hastiadas de pinceles y bordados y fascinadas por la imagen como lo fueron Lady Filmer, Lady Talbot, o Lady Mildmay entre otras. En un tiempo en el que apenas se diferenciaba la pintura de la recién
nacida fotografía, las mujeres podían sustituir la exquisita práctica de la misma por la novedad inquietante de la cámara siempre y cuando no salieran de los delicados márgenes del hogar y del jardín cercado. Sin embargo, Julia Margaret Cameron resultaba un elemento inquietante, nacida en 1815 en Calcuta, era una inglesa de 48 años a la que su hija regaló una cámara de fotos iniciándose así una pasión desbordada por retratar a quien se prestara
La mujer artista, una diletante de buena sociedad, una amateur que cambia el teclado y el pincel por la caja negra, se queda en la casa fotografiando niños, interiores y rostros femeninos
Arriba, Whisper of the Muse, retrato del pintor G.F. Watts, 1865; abajo, el astrónomo J.F.W. Herschel, 1867
para ello: hijos, yernos, criados, vecinos, y más allá aún celebridades y desconocidos a los que ella agasajaba con toda clase de originales regalos. Fruto de la Inglaterra colonial y de la necesidad de ponerse al mando de su casa, Cameron no sólo fue la primera fotógrafa de la historia, sino que plasmó sus inquietudes en una autobiografía titulada acertadamente Los anales de mi casa de cristal, toda una declaración de principios sobre su pasión por un arte nuevo y vetado más allá del álbum familiar a la mujer, ya que a Cameron no la aceptaron en la Sociedad Fotográfica Londinen-
se, entidad que criticaría con fuerza su trabajo. Pionera y subversiva, la mujer que convirtiera su depósito de carbón en un laboratorio y su gallinero en un estudio y que llegara a retratar a personajes como Tennyson y Darwin, no revelaba sus fotografías y utilizaba los fallos de su cámara para producir un efecto poético muy cercano al difuminado de la pintura. Detalles estos últimos que suponían un escollo insalvable para los críticos de la época, que escondían así su rechazo ante una mujer que se atrevía a publicar sus retratos y a realizarlos no como una actividad femenina tan delicada como coser o guardar recuerdos de los niños en libros que resultaban una obra de arte, sino que plasmaba el rostro humano con una furia y una pasión desconocidas. Directos y agresivos, sus primeros planos pretendían, según sus palabras, «hacer fotos a la gente con el fin de hacer verosímiles sus biografías y sacar a la luz en cada foto su personalidad esencial. Eso que llamamos indistintamente temperamento, alma, humanidad». La afirmación no deja de ser una declaración de principios, primero porque supone una reflexión acerca del trabajo fotográfico –los artistas no tienen necesariamente que analizar por escrito su labor– y segundo porque establece los principios de un arte, el del retrato fotográfico, que va más allá de la representación física del sujeto y trata de captar la psicología del retratado. Cameron eligió la mirada directa sobre su paisaje humano, para ella el peso no tenía ninguna importancia porque convirtió la inmovilidad en una virtud. Después de todo, a las mujeres no les quedaba más remedio que innovar desde sus precarias condiciones. Unas condiciones que poco a poco fueron solventando para salir a un exterior agresivo y desafiante. Tan desafiante como los primeros planos directísimos de la señora Cameron, en su caso no se trataba en absoluto de una cuestión de peso, ella lo supo hacer liviano. Charo Alonso
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Con ánimo revanchista, el más prolífico de la panda Monty Python ha rodado el cuento dentro del cuento en una película que desborda su personal estética por los cuatro costados Terry Gilliam ha hecho suya la estética de los hermanos Grimm
El cuento de los hermanos Grimm rase una vez un narrador convertido en personaje… Mejor dicho, un par de cuentistas. Terry Gilliam, realizador de culto desde Brazil, venga las pesadillas infantiles de medio mundo en su primer estreno de la temporada con El secreto de los hermanos Grimm. A la vuelta de la esquina acecha su Tideland, que presenta en el festival de Toronto. Alejados de la asepsia ‘neocon’ (servadora) de lo políticamente correcto, Wilhelm y Jacob Grimm, a los que el corrector del ordenador se empeña en cambiar el apellido por ‘Grima’, sembraron de arquetipos el inconsciente colectivo hace dos centurias con La cenicienta o Blancanieves. Los ecologistas les agradecen su amor por los animales, con lobos a los que llenaron la panza de indigestas piedras, mientras que los colectivos feministas piensan concederles una placa por su contribución a la hoguera de la misoginia, a la que echaron madera sus malvadas madrastras y sus princesas bobas. Ancianas asesinadas en la seguridad del hogar y niños engordados para servir de primer plato a brujas glotonas son su legado a la limón. Con ánimo revanchista, que ha confesado orgulloso en cuantas entrevistas ha concedido, el más prolífico de la panda Monty Python ha rodado el cuento dentro del cuento en una película que desborda su personal estética por los cuatro costados. Característica ésta que no sorprende a los habituales de
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Clásicos en papel La ilusión de los más pequeños continúa avivándose en la era de Internet con los cuentos inmortales de los hermanos Grimm. Sus temibles historias de niños abandonados, lobos con exceso de gula y príncipes azules continúan alimentando la mitología occidental gracias a la tradición oral y la continua reedición de sus clásicos. Este mismo año, la editorial Zendrera Zariquiey ha rescatado Las tres plumas,
un director que sabe generar una cautivadora ambientación de inspiración barroca. En su personal ‘vendetta’, Gilliam nos sumerge en la Alemania del siglo XIX, en la que Jake y Will, interpretados por Matt Damon y Heath Ledger, se ganan la vida recorriendo los pueblos y embaucando a los crédulos lugareños mediante su desbordante imaginación. Con la labia del fabulador, echan mano de la siempre útil superchería del vulgo para convencer a los humildes labriegos de que
adaptado por Anne Jonas y traducido por Ángeles Fabregat Oliva, en el que se perpetúa el estigma del hermano más pequeño, siempre menospreciado. Tres plumas son soltadas al viento para que el destino designe el camino de cada uno de los tres príncipes herederos. La primera se dirige hacia levante. La segunda se aleja hacia poniente. La tercera cae siempre a los pies del hijo menor. Con la moralina final que tanto caracteriza a estos autores, el menor acaba demostrando ser justo merecedor de la recompensa prometida en un exótico universo ilustrado por Anne Romby. La sección de infantil y juvenil de Anaya cuenta con numerosos títulos de los hermanos fabuladores en su catálogo.
padecen truculentas maldiciones y que espíritus perversos los acechan. Sólo ellos, una especie de cazafantasmas en pleno periodo romántico germano, pueden salvarlos con esotéricos exorcismos. Todo va bien hasta que, en un cóctel de realidad y ficción, el metraje del rencoroso Terry les conduce a una villa que padece una maldición real. En el bosque vecino, que está encantado, han desaparecido varias niñas. Obligados por la situación, a los dos cuentistas no les queda más remedio que
Con mimo ha publicado la antología Cuentos de Grimm en la que Gustavo Martín Garzo nos introduce en la teoría del final feliz y Hermann Grimm, hijo de Wilhelm y sobrino de Jacob, pone el epílogo. Dentro de la colección Sopa de Libros de esta misma editorial, las ilustradoras Ana Juan, Carmen Segovia y Elisa Arguilé han revisitado, con la fuerza de su siempre particular estilo, las conocidas La bella durmiente, Caperucita roja y El lobo y los siete cabritillos en esta serie dedicada a los primeros lectores. En este mínimo repaso de una bibliografía que daría para empapelar varias veces las Torres Petronias, cabe destacar el lujo, para niños y grandes, del cuidado álbum ilustrado que, con sabor contemporáneo y regusto añejo, ha ambientado Anthony Browne en su mirada a las angustiosas peripecias de Hansel y Gretel para Fondo de Cultura Económica. Los dibujos muestran sin disimulo la cruda miseria de los hermanos y la maldad de la hermanastra. Vistos, leídos o escuchados, los Grimm ocupan un asiento de honor en nuestros fantasmas más freudianos. Á. Domingo
intentar rescatarlas con la ayuda de la joven Angelika sin sospechar que deberán enfrentarse a la pérfida bruja encarnada por la no menos terrible Mónica Bellucci y las trampas de un antipático general francés. Gracias a esta superproducción, que ha costado más de 80 millones de dólares, Terry Gilliam regresa con fanfarrias después de su inconclusa aventura para trasladar a la gran pantalla al caballero de la triste figura. Las desgracias del rodaje de su malhadado Quijote acabaron conver-
tidas en un celebrado documental que fue estrenado recientemente. Ahora vuelve por la puerta grande con un título a medio camino entre su barón Münchausen y El rey pescador. Apuesta comercial, sin otra pretensión que entretener, que casa la genialidad de los Grimm con uno de los realizadores más personales de los últimos tiempos. Sólo el gran público dirá si juntos se comen las perdices de la taquilla. Ángel A. Domingo
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protegidos de invasiones, en este caso del inglés. El español tiene una cosa muy curiosa: hace suyo aquello que necesita, el resto lo aleja. Un ejemplo fácil: hoy nadie dice balompié. Fútbol ya es una palabra española, aunque a nuestros abuelos les tuvo que producir extrañeza en su forma original, pero ya a nadie le sorprende verla españolizada. Esmoquin, güisqui... Son cosas que nuestra lengua no tiene. ¿Cómo llamar al güisqui? ¿Agua de vida que se obtiene por destilación, que es su sentido original en gaélico? Se adopta la palabra y no pasa nada. Lo peligroso es que teniendo palabras españolas, utilicemos palabras de otras lenguas. Decir «me voy de ‘weekend’» es una estupidez, y como todas las estupideces, pasan y ya está. Un bocadillo no es lo mismo que un sándwich, que se adopta y se especializa para el bocadillo hecho con pan de molde. Tenemos una lengua tan potente y ha sufrido tantas influencias, enriquecedoras, que no hay ningún problema. La lengua regenera las palabras, las disfraza, las pule, las vuelve a pintar y las adopta como palabras patrimoniales nuestras. Creo que de todas las lenguas, vamos a decir antiguas –europeas o neolatinas– el español es la lengua más protegida contra las invasiones, por así llamarlas, bárbaras.
Antonio Marcos
Hay algo fascinante en los diccionarios, un conocimiento que esconde auténticas historias que parecen de ficción... Es verdad. Sólo tenemos que nombrar a gente como Borges o García Márquez, apasionados lectores de diccionarios. Y más ahora, que los diccionarios son más de uso que simples cementerios de palabras. La lectura de un diccionario es absolutamente fascinante porque te da idea de la larguísima vida de las palabras, palabras que se van y que vuelven después de siglos, otras que se pierden... todo eso está ahí. Tenemos cierto miedo o respeto al diccionario, ¿verdad? Sí, quizá por el formato. Lo vemos como una especie de dinosauro, y es un poco difícil de manejar. Yo invito a la gente a que los lea, desde el propio de la Real Academia, se descubren los genes de la lengua. Si el de la RAE se limitara a reflejar las palabras que usamos, se quedaría prácticamente en un folleto... Creo que estaría entre unas 3000 y 4000 palabras para un hablante estándar, un par de miles más en el caso de un hablante muy culto. No sé calcular porcentajes, pero nos quedamos en un dos o tres por ciento de la capacidad total de uso de palabras que puede tener nuestar lengua, que es absolutamente rica en este aspecto. Todas las lenguas lo son, pero la nuestra tiene una capacidad de generación de palabras tremenda, como esas células o animales que se reproducen al cortarlos. Se reproduce con una facilidad y una delicadeza asombrosas. Esta semana se reúnen en Salamanca representantes de las Academias de la Lengua. ¿Qué papel juega hoy la Academia? Es como el árbitro de un partido de fútbol, algo absolutamente necesario. Podemos marcar unas leyes para arbitrarnos nosotros mismos, pero el partido acabaría degenerando. Es una figura un poco ajena al juego, pero mediadora fundamental. El lenguaje lo hacen las personas que hablan, pero alguien tiene que ponerle coto a eso. Acabaríamos diciendo y escribiendo cosas horrendas. Otra cosa es que vaya por delante o por detrás, legislando, pero tenemos que aceptarlo porque forma parte de las reglas del juego, igual que el árbitro se equivoca a veces al pitar un penalti. Una de las discusiones recurrentes es la contaminación de la lengua con términos ajenos. ¿Siempre ha ocurrido así? No nos tenemos que preocupar. Nuestra lengua tiene mecanismos de protección absolutos. El propio cuerpo, la propia lengua, genera sus anticuerpos. Estamos muy
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¿Por qué es así? Es muy fuerte, muy rica, muy culta y que ha estado acostumbrada desde siempre a recibir, a necesitar, influencias. Tiene un padre evidente que es el latín, pero tiene una madre que no tienen otras lenguas de nuestra familia, que es el árabe. Por la misma razón que convivieron aceituna (árabe) y oliva (latina), pueden convivir perfectamente sándwich y bocadillo. Es como si te ponen una vacuna, la enfermedad se acaba transformando en algo beneficioso. Alberto Buitrago, bajo el medallón de Nebrija en la Plaza Mayor Alberto Prieto
ALBERTO BUITRAGO
«Sólo usamos un 3% de las palabras» Investigador del lenguaje, apasionado de las palabras y de los diccionarios y buen comunicador, Buitrago (Salamanca, 1964) enseña el idioma en Cursos Internacionales y es autor de Diccionario de dichos y frases hechas y coautor de Diccionario del origen de las palabras. Acudimos a él para valorar cómo marcha nuestra lengua en esta semana de Academias.
Otro tema del que se habla: la posición del español en el mundo. Te lo voy a decir con una frase de Lázaro Carreter: «El español es el latín del siglo XXI». El inglés es la lengua franca, pero el español también. Calculamos que en Estados Unidos puede haber a día de hoy tantos hablantes de español como primera lengua como hay en España. Unos veinte millones censados y otro tanto de población inmigrante que no está oficializada. Dentro de tres o cuatro años será el país como más hablantes nativos de español. Y en Europa, ya es la segunda lengua en muchos países después del inglés, en Francia, Italia, y con importancia creciente en el Este de Europa. Observo que se refiere al idioma como español y no como castellano... Si en cualquier lugar del mundo pones una academia de ‘castellano para extranjeros’, no vendes nada. Sé que sobre esto hay mucha polémica. El castellano es la forma de hablar español en Castilla, o lo
No hay que preocuparse por la invasión de palabras ajenas. Nuestra lengua está acostumbrada a recibir influencias, es fuerte y rica y ella misma se protege que hablaba Mío Cid, pero yo no puedo hablar como él. Otra cosa, muy respetable, es que por motivos políticos, algunos países que hablan español quieran decir castellano porque el hecho de llamarlo español remite a una unidad nacional con la que no se sienten cómodos. Y eso me parece respetable. Me parece muy bien, pero yo lo llamo español. ¿Es una sensación mía o en Latinoamérica se habla mejor que aquí? Tenemos que deshacer el mito ése de que en España, en Castilla, se habla el mejor español. Se habla bien y mal en todas partes. Sí es cierto que globalmente, en América se cuidan más ciertas cuestiones que aquí no se atienden tanto. Aquí se están extendiendo como una mancha de aceite el laísmo y el leísmo, y allí no ocurre. Algunos de nuestros alumnos, profesores latinoamericanos, dicen que nuestro español es más rudo y el suyo más delicado, y es verdad. Te puedes encontrar niños en Nicaragua o en Venezuela, que viven en la pobreza y hablan un español perfecto, es una cosa increíble. Quizá mucho tiene que ver la protección contra el inglés, se forma una coraza. Utilizan muchas palabras riquísimas que tenía nuestra lengua en tiempos y que desaparecieron, con una sintaxis fantástica y una gramática absolutamente fiel, culta y normativa. Después de tanto conocer las palabras, tendrá sus favoritas... Hay muchas, algunas especialmente curiosas. Poca gente podría pensar que chándal tiene que ver con los vendedores de ajos. A mí me fascinó. Se crea a partir de una expresión francesa que es ‘marchant d’ail’ (vendedor de ajos) y con el final de la primera y el principio de la segunda palabra se crea chándal en alusión a ese vestuario un poco campestre y hortelano. Guiri –extranjero– tiene una historia muy interesante. Para algunos es un gitanismo y para otros tiene que ver con las guerras carlistas: los carlistas llamaban guiris o guiristinos (de cristinos) a los extranjeros en el trono, partidarios de la reina regente Cristina y no del rey don Carlos. Me gustan las palabras de partes del cuerpo que tienen que ver con metáforas antiquísimas: pene en latín era simplemente un pincel.
6 culturas LIBROS NOVEDADES
Arquitectura del siglo XX ANTONIO MIRANDA Un canon de arquitectura moderna (1900-2000) Cátedra, 2005 25 euros
En Las piedras de Venecia, John Ruskin escribió: «Con independencia de estilo, época, autor o nacionalidad, debe existir una ley que permita distinguir la buena arquitectura de la mala, porque discutir sin tener principios en que apoyarse, es peor que aceptar una moneda dudosa sin hacerla sonar». Sin tener la seguridad de haber encontrado tan necesaria ley universal, Antonio Miranda ha establecido en este libro unos principios que son los que han construido este canon de arquitectura con las obras que merecen el título de obras maestras. En este canon antológico se tratará, en exclusiva, de obras y proyectos del siglo XX en Occidente, es decir, un tramo del espacio-tiempo suficientemente breve como para poder hacer una crítica sincrónica. Hasta los primeros años del pasado siglo, la arquitectura auténtica podía ser aceptada como una ‘creación artística’. Son Auguste Perret y Adolf Loos quienes en palabra y obra arrancan la arquitectura del vidrioso marco formado por las Bellas Artes. El Movimiento Moderno acaba de nacer. A partir de esas fechas ya nada sería igual. Cualquier arquitectura con efectos figurativos o pretensiones estéticas podría, con toda legitimidad, ser calificada de falsa, esto es, de inferior.
Un cómic a ritmo de cine DORISON / MATHIEU LAUFFRAY Prophet 01. Ante genesem Norma Cómics, 2005 48 pp. / 13 euros
Mathieu Lauffray y Xavier Dorison empezaron juntos esta apasionante historia donde vemos una Nueva York sumergida en un enorme cataclismo. El famoso explorador y reportero Jack Stanton promocionaba su último libro sobre su trágica experiencia en las montañas y el sorprendente lugar que vio, cuando de repente el mundo se tambalea. Mientras intenta recuperarse de la catástrofe, encuentra otros supervivientes que lo coronan como el líder tras comprobar la marca que hay en su torso: él es el profeta. Con un dibujo impresionante, este ‘best-seller’ en Francia tiene toda la fuerza de un relato cinematográfico. Parte de la culpa la tiene la experiencia en el mundo del cine de Mathieu Lauffray, director artístico del filme El internado.
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de septiembre de 2005
Paisaje de desencanto a reedición de Las calles de nuestros padres, editada por primera vez en 1984, tiene, por lo menos, dos cosas buenas. Por un lado, permite al público acceder fácilmente a una obra fundamental dentro del policiaco español que hasta ahora sólo se podía conseguir rebuscando en librerías de viejo o en fondos de biblioteca. Por otro, supone un reconocimiento a la producción de un autor perseguido por la mala suerte e incapaz de conseguir el reconocimiento público que su trayectoria literaria y personal merece. Tildado de ‘rojo’ y ‘pornógrafo’ por el aparato cultural franquista, Francisco González Ledesma sufrió durante la dictadura las prohibiciones de la censura, viendo limitada su capacidad creativa a la composición de novelas de quiosco bajo el pseudónimo de Silver Kane. Con la llegada de la democracia y la normalización del proceso de distribución y recepción editorial, el autor barcelonés pudo por fin desarrollar sin cortapisas sus inquietudes literarias, dando lugar así a una de las más logradas sagas de novelas negras de la literatura estatal. El hallazgo del cadáver de una mujer bajo la cama de una pensión barata supone el punto de partida de la obra. Lo que en principio parecía un crimen pasional, o un simple ajuste de cuentas, va descubriéndose a medida que avanza la narración como un asesinato con implicaciones políticas del más alto nivel. A través de tres investigaciones cuyos resultados se le van ofreciendo al lector casi en paralelo y que en la trama novelesca se van complementando y cruzando entre sí, González Ledesma va poniendo de manifiesto cómo las cloacas sociales están, más a menudo de lo que se piensa, directamente relacionadas con los poderosos. El fondo en el que el autor proyecta el fresco de corrupción y crimen que es Las calles de nuestros padres es una Barcelona muy dife-
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FRANCISCO GONZÁLEZ LEDESMA Las calles de nuestros padres La Factoría de Ideas, 2005. Primera edición: 1984 317 pp. / 18,95 euros
rente a la ciudad europea, moderna y de diseño que acostumbran a vender los catálogos de turismo. La Barcelona de la que escribe González Ledesma es una ciudad áspera, sórdida, «castigada –como ha señalado Paco Ignacio Taibo II– por las cagadas de mosca y los retretes donde el vaho de la orina perturba al usuario»... Sobre ese paisaje de putas, soplones y mercenarios supervivientes se impone la figura del comisario Méndez, que ya había aparecido en la anterior novela del autor (Expediente Barcelona, 1983). De vuelta de casi todo, Méndez, es, como los protagonistas clásicos del género negro, un personaje descreído y desencantado que pulula por las calles más miserables con los bolsillos llenos de libros y cuyo único ideal está en la denominada por su creador «justicia de izquierdas», aquella que protege a la víctima y no al culpable. Nacido en plena transición democrática, el comisario representa, con su desengaño y escepticismo, la frustración de toda una generación ante las transformaciones sociales, políticas y económicas producidas después de 1975 y ante la constatación del fracaso de todo el idealismo utópico que rodeó los primeros meses de cambio político. Frente a la interpretación histórica efectuada desde las fuentes de poder, que impusieron el olvido como única forma de superar el pasado y propagaron hasta la saciedad el éxito del modelo reformista, Francisco González Ledesma y otros autores, como Manuel Vázquez Montalbán o Juan Madrid, vertebraron a través de sus novelas negras un discurso contracultural opuesto al mensaje oficialista y recelaron del aparente éxito de la transición, porque, como dice uno de los personajes de la novela, a pesar de todos los cambios, «al pueblo siempre se le oculta la verdad». Javier Sánchez Zapatero
La cara oculta de Cervantes n este año que se celebra el cuarto centenario de la publicación de El Quijote, acaba de aparecer un ensayo, escrito por César Brandariz, en CÉSAR BRANDARIZ el que redescubre Cervantes la figura de Cerdescodificado vantes, y asegura, Martínez Roca, 2005 entre otras cosas, 344 pp. / 18 euros que éste procedía del pueblo Cervantes de Sanabria, en los Montes de León. Cervantes decodificado. Las raíces verdaderas de Cervantes y de Don Quijote y los tópicos que las ocultan, publicado por Martínez Roca, es el libro de este investigador, que ha invertido más de siete años en poner en limpio sus tesis provenientes, sobre todo, de la lectura intensa y pormenorizada de la obra de Cervantes, además de investigar, aquí y allá, toda clase de documentos, como la partida de bautismo. Brandariz sostiene que la supuesta partida de bautismo de Cervantes, fechada en una iglesia de Alcalá, que figura como hijo de doña Leonor y don Rodrigo, es falsa, «porque el nombre que está escrito en apócope pone Juan y no Miguel, el nombre que luego lo apunta alguien con otra letra, y esta partida original no es la que luego se difunde, sino una copia amanuense». «La gente no
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tiene esa oportunidad de ver esta anomalía y de buena fe, yo creo, se ha pensado que era de Alcalá», explica este economista, abogado e historiador, experto en Cervantes. Brandariz también asegura que la trama del Quijote no se desarrolla en tierras de Castilla-La Mancha, «lugar que Cervantes conocía tan sólo de paso a tierras andaluzas», dice, y que es el propio Cervantes el que sembró toda clase de dudas acerca de sus orígenes, «ya que siempre intentó ocultarlo y, de hecho, existen cinco alusiones literarias, como en Rinconete y Cortadillo, y otras sobre la conveniencia de ocultar sus orígenes. «Sus coetáneos no sabían de dónde era, incluso Lope de Vega llegó a pensar que era de Madrid. Es más, en 1790 un hispanista inglés, que intentó hacer una magnifica edición de El Quijote, tiene que acudir al Rey para que le diga quién es Cervantes, porque no existe ninguna biografía». Su condición de judío fue, según el autor, una de las causas que le llevaron a ocultar su verdadera identidad, «ya que Cervantes en varias ocasiones se encubrió como cristiano nuevo». Para Brandariz, Cervantes procedía de una familia de judíos conversos originarios de Cervantes de Sanabria, en los Montes de León. Un sitio que está ubicado en lo que ahora es la provincia de Zamora que en aquellos años no existía. Brandariz también defiende que Cervantes estudió con los jesuitas de Monterrey (Orense), y no en Sevilla, y que los pasajes más famosos
Brandariz sostiene que los pasajes más famosos de El Quijote no se ubican en Castilla-La Mancha, sino en la zona que va de Sanabria a Benavente del Quijote no están en Castilla-La Mancha, sino en la zona que va de Sanabria a Benavente puesto que la flora y la fauna no son propios de La Mancha. «Efectivamente, en La Mancha, no existen hayas ni castaños, y las Lagunas de Ruidera, en Albacete, no son siete, sino 15 ó 16... La cueva de Montesinos tampoco coincide. En cambio, las descripciones hechas en El Quijote coinciden con las siete lagunas del alto Tera, en Sanabria o con la cueva de Sotillo», asegura el autor. Otro de los símbolos importantes en la obra maestra cervantina, los Molinos de Viento, demuestran, según Brandariz que está claro que se refiere a zona del Bierzo, ya que los molinos se instauraron en La Mancha en 1575, mientras que en el noroeste español se implantaron dos siglos antes. En definitiva, una interesante revisión de la novela por excelencia. L. Barreda
LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de septiembre de 2005
Vino, hombres y canciones on varias las cosas que unen a Özlem Kumrular con nuestro país y con nuestra ciudad. No es habitual que una licenciada en Filología Inglesa por la Universidad del Bósforo realice una tesis sobre La degeneración y corrupción en la España del Siglo de Oro y menos aún que se acerque a Salamanca a preparar una segunda tesis sobre Carlos I y Solimán el Magnífico. El resto de su currículum parece casi milagroso en una persona de treinta y un años: cuatro libros de narrativa, dos de historia, otro de humor negro, traducciones al turco que van desde los diarios de Colón a Borges pasando por el Lazarillo y el Buscón, diez años de crítica musical que incluyen un libro sobre Manu Chao, y la docencia en una universidad turca. Publicada en la prestigiosa editorial El Cobre y ganadora de un reciente Premio Internacional de Novela de la Diversidad otorgado en Cartagena, De Estambul a Rodas es el primer libro de Kumrular que aparece en nuestro idioma, y lo hace además antes de publicarse en su lengua original. Rafael Carpintero, el único traductor literario actual del turco al español, que yo sepa, se ha encargado de esta versión y por momentos ha hecho una labor meritoria, aunque, como suele suceder, las últimas páginas están menos cuidadas que las primeras. De Estambul a Rodas se compone de cinco historias que pueden considerarse tanto relatos independientes como capítulos de una novela. Varias cosas otorgan al conjunto su unidad: el vino; el Mediterráneo; el personaje de Nora, bajo cuyo nombre se oculta una profesora de nuestra Universidad; y Nosta, la protagonista y narradora. Se trata de historias que muestran un rebosante entusiasmo por la vida, el amor, la amistad y la belleza, un incontenible afán de vivir, de reír y de gritar. De alguien con el currículum de Kumrular esperaríamos tal vez una visión del mundo más racional, pesimista y ponderada; por el contrario, en este libro
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ÖZLEM KUMRULAR De Estambul a Rodas. Historias con sabor a vino Traducción de Rafael Carpintero El Cobre, 2005 188 pp. / 20 euros
encontramos un entusiasmo nietzscheano y casi adolescente. El vino, por ejemplo (Kumrular demuestra una conmovedora devoción por nuestro Ribera del Duero), no es simplemente vino: es una puerta abierta a la belleza y al placer. Ender, el principal personaje masculino del libro, aparece caracterizado por su rechazo rotundo al alcohol; y Nosta, que había soñado compartir con él una venerable botella, intuye ante ese rechazo que su amor terminará mal porque un abismo les separa: el que media entre estar en el mundo de una manera religiosa o de una manera gozosa. A pesar de lo que pudiera pensarse al leer encabezamientos del tipo ‘3/4 Mezzoforte’, la escritura de Kumrular rezuma espontaneidad hasta adquirir cualidades casi orales. La libertad con la que la narradora salta en el tiempo o, sencillamente, en el tema se halla a mitad de camino entre lo estudiado de la composición escrita y la naturalidad de una narración oral. La narradora, además, menciona continuamente personajes a los que no conocemos, y lo hace como si estuviéramos al tanto de quiénes son, es decir, como si estuviera charlando con alguien de la familia. Y podríamos considerar otro rasgo de oralidad la ausencia de un control de calidad. Por eso, junto a hallazgos del tipo de «cuyos dedos recorrían como una araña el mástil del cello» encontramos frases indignas de la imprenta. Lo mejor del libro son dos cosas: su sentido del humor, y el personaje de Nosta, la narradora, que es un personaje sorprendente, contradictorio, creíble sin dejar de ser extraño, y que nos despierta ese tipo de interés que suelen provocar los personajes que son trasunto de sus autores. Nora la califica de ‘doñajuana’. Aparentemente más cercana al hedonista Casanova que al atormentado don Juan, esa impresión se ve pronto desmentida ante cierta crueldad que aparece esporádicamente. Garcimuñoz
El hombre que escucha unque no se haya seguido muy de cerca y de forma completa la obra ensayística de Walter Benjamin, la mayor parte de la gente conoce su forma de pensar WALTER BENJAMIN con cierta certeza Historias y relatos dado que es, junto a Traducción de Gonzalo Pascal, Bertrand Hernández Ortega Russell o SchopenEl Aleph, 2005 hauer, uno de los fi123 pp. / 13 euros lósofos más citados de la historia, y posiblemente el que más reflexionó sobre los vaivenes de la memoria. No sin motivos. Está considerado, por otra parte, como uno de los grandes críticos literarios del siglo XX, una labor que viene a culminar de alguna manera con esta obra con la que ahora nos sorprende la editorial El Aleph. Con frecuencia, se tacha a los críticos de autores frustrados si se les pretende descalificar o cuestionar su opinión. Creo que se trata de labores bien diferenciadas, y que el género de crítica literaria bien puede considerarse como independiente, tal y como vino a demostrar Oscar Wilde en su ensayo El crítico como artista. Pero por si acaso, Walter Benjamin cerró filas en torno a sí mismo y a su entidad como lector merced a un puñado de cuentos,
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una miscelánea que tiene por objetivo ser la tarta nupcial en un proyecto literario. Porque el sabor que nos dejan es muy dulce, perfecto, de narrador purísimo. Nos encontramos frente a textos breves, momentos precisos y significativos, en los que se trasluce el gusto por el arte de narrar propio del hombre que ha construido su entretiempo en la oralidad, y que detiene el tiempo en unos instantes en que el mundo está cambiando, en trance de olvidarse del relato esencial, transmitido por el lenguaje preciso, limpio, de sonido natural. La meditación sobre la memoria aparece muchas veces representada por el clásico recurso del hombre que narra frente a una audiencia, recreando un momento propicio, si bien en ocasiones, como en los primeros cuentos –’La muerte del padre’, ‘El palacio D...’ y, ‘La historia de un fumador de hachís’–, es el asunto central merced a una pérdida y su sentido, la fidelidad a un pasado que se mantiene secreto o la recreación de unas sensaciones hipertrofiadas y especializadas. Todos ellos lucen una estructura y un ritmo tan depurados como los del mejor Maupassant. En algunos otros, como en ‘El viaje de Mascotte’ o en ‘Cuenta Rastelli’, la última frase obliga al lector a recomponer todo el texto, cuando no a leerlo nuevamente para descubrir el otro sentido de lo que ha estado leyendo. También es capaz de inventarse un perso-
naje fronterizo, tan enigmático como los más inspirados de Conrad o Stevenson, que protagoniza ‘La cerca de cactus’. Las tácticas narrativas por las que el cuento justifica su existencia con los motivos por los que debe ser narrado, aparecen en obras como ‘El pañuelo’ o ‘Una tarde de viaje’, explicándose que si la gente relata un suceso que conserva en su memoria lo hace para su bien y para bien del oyente, pues habla sobre el hombre que aprende o quiere decir que el hombre aprende. También practica el relato muy breve, como en las ‘Historias desde la soledad’, anécdotas biográficas que surgen en periodos vacacionales, cuando la mirada ha descansado y penetra en los matices singulares, o en ‘Cuatro historias’, homenajes al relato chino, ruso, judío y americano, de un ingenio muy afilado y un dominio de temas y tramas con mucho fundamento. Hay, incluso, un par de relatos sobre el arte de la conversación –‘Conversación sobre el Corso’ y ‘Tener buena mano’-, en los que se van enlazando subhistorias en las que no importa si se pretende demostrar nada, sino la alegría de saberso tomando té con unos amigos. Finalmente, Benjamin sorprende con un relato gótico que no deja de constituir todo un cuestionamiento de los simples principios académicos que distinguen fondo y forma. Ricardo Martínez Llorca
culturas 7 NOVEDADES
En la cocina de Kubrick JAVIER CORTIJO El chef de Kubrick T&B Editores, 2005 142 pp. / 10,50 euros
Un cocinero italiano es fichado para poner orden gastronómico en la mansión inglesa de los Kubrick. Aunque al principio comprueba que en todas partes cuecen habas, pronto se integrará en el heterodoxo núcleo familiar, siendo ocasional confesor e inspirador del mítico cineasta. El chef de Kubrick plantea, al dente y mezclando hechos y personajes reales con rigurosa invención, la naturaleza quijotesca y doméstica de la relación entre ambos personajes, además de ofrecer un gran angular de la situación del cine en los años sesenta y setenta mediante la intervención como ‘invitados comensales’ de figuras como Jack Nicholson, Malcom McDowell, Arthur C. Clarke o Buñuel. En la novela también están presentes los rodajes de filmes como 2001, La naranja mecánica o el inconcluso Napoleón. En fin, un nutritivo plato de cine-ficción que gravita alrededor del monolito más fabuloso y ‘fabulable’ de la Historia del cine: Stanley Kubrick. Sin duda, la figura del director recientemente desaparecido concita un interés del que es fiel reflejo este libro. Considerado por muchos como el gran autor de un arte tan reciente como el cine, se las arregló para ofrecernos un puñado de ‘obras maestras’ que, bajo la aparencia del género, muestran a un cineasta total.
Pensamiento multicultural PAREKH BHIKHU Repensando el multiculturalismo Istmo, 2005 528 pp. / 18 euros
En este libro, Parekh desarrolla un nuevo enfoque que sitúa en el centro del escenario a la interacción dialéctica entre una humanidad compartida y la mediación cultural. Ofreciendo una amplia gama de ejemplos provenientes de contextos muy distintos, utiliza este enfoque para establecer el valor positivo de la diversidad cultural, brindar nuevas reformulaciones de los principios de justicia e igualdad, más aptos para una sociedad multicultural, y esbozar un esquema que pudiera servir de marco para solucionar el problema que suponen esas prácticas minoritarias que atentan contra sus principios básicos.
8 culturas MÚSICA
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de septiembre de 2005
R E S C ATA D O S
Arrabaleros y mestizos LES NEGRESSES VERTES Famille nombreuse Delabel, 1991
Cuentan que un día un vigilante no les dejó entrar no sé dónde por ir con sus pintas de arrabal francés de los años ochenta –más cercano a la estética del circo que al chandalismo que nos invade–. Aquel día se habían teñido el pelo de verde y el guardia les gritó: «Fuera de aquí esos negros verdes». Y ahí nació el nombre. Su leyenda se propagaría poco a poco por los garitos más populares: un grupo que pone a bailar a todo el mundo con un sonido que mezcla flamenco y raï, culturas mediterráneas, vientos, cuerdas y acordeones, con letras poéticas que hablan con
TEENAGE FANCLUB
Luces en el cielo del norte a primera vez que se escuchó hablar en los medios de nuestro país de Teenage Fanclub fue hace trece años. En el antiguo Pabellón de Deportes del Real Madrid, el grupo escocés acompañó a Nirvana en un concierto memorable –era la primera vez que Kurt Cobain pisaba España– en el que también participó Surfin’Bichos, con Fernando ‘Chucho’ Alfaro como profeta de los nuevos tiempos musicales en España. Era la eclosión de la música independiente europea, refrendada por el momento de mayor auge del ‘grunge’ estadounidense. En 1992, Teenage Fanclub se presentó con sus dos primeros álbumes ante el público español, los imprescindibles A catholic education (1990) y Bandwagonesque (1991) –editados dentro del mítico sello británico Creation– que componen un catálogo de canciones de pop agresivo, con guitarras distorsionadas dando la réplica perfecta a los juegos vocales de Gerard Love, Norman Blake y Raymond McGingley. Esta combinación se ha convertido en una seña de identidad del grupo, que ha mantenido, desde ese momento, la misma formación, salvo las rotaciones de Francis McDonald y Paul Quinn en la batería. A principios de los noventa, Teenage Fanclub representaba el sonido más ‘americano’ dentro del panorama británico, el grupo miraba de reojo a Dinosaur Jr., a The Byrds e, incluso, a The Beach Boys pero sin abandonar nunca su veneración por The Beatles. Temas de sus primeros discos, como ‘Metal Baby’ o ‘What yo do to me?’, parecen réplicas perfectas de la forma de componer e interpretar de Lennon y McCartney, pero con un abrasador fondo de guitarras ruidosas y una sección rítmica que se acercaba a los modos experimentales de sus compatriotas The Jesus and Mary Chain. En 1993, salió a la venta Thirteen, un
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ironía de los deseos y los fracasos, de la vida al fin y al cabo. Así se puede imaginar uno aquellos primeros tiempos. Su primer disco, Mlah, sorprendió por su madurez y contenía canciones que se acabarían convirtiendo en himnos. Realmente, no entraban dentro de eso que se llamó ‘world music’ –demasiado franceses–. Su música era eminentemente urbana, de arrabal. Y también lo era su actitud. Famille nombreuse, el disco que hoy rescatamos, supuso su consolidación y, a la vez, el final de los días felices. Helno, su vocalista y autor de la mayor parte de las letras, moría de sobredosis poco después. Su testamento es uno de los más reconfortantes temas que se han escrito sobre la muerte, ‘Face à la mer...’, invadido por una suave melancolía entre arena y cipreses. Pero el sello de LNV es la alegría contagiosa, ésa de los cantantes de raï argelino, siempre sonrientes pese a las persecuciones de los integristas, la del lado luminoso de la miseria. Tras la desaparición de Helno, el grupo graba un nuevo disco, Zig zague, que decididamente no está a la altura de los dos anteriores. Mientras tanto, su originalidad ha llamado la atención de los mezcladores, de la incipiente música electrónica. Y ahí será donde terminen LNV, con dos discos de tendencia vanguardista, Trebendo y Acoustic clubbing –invención de un formato: la electrónica acústica–, que no deja de ser un grandes éxitos adaptado. Antes de ese paso desde lo caliente y abrupto a la sofisticación de las máquinas, dejan grabado un tremendo directo, Green bus. ¿Herederos? Zebda. Marcos Sánchez
Después de un hundimiento creativo, la banda ha tenido una catarsis positiva con su último trabajo, grabado con su formación inicial, en el que ha recuperado el pulso de su sonido
paso adelante en las formas y una nueva recreación del pop clásico al estilo TFC. La veneración por grupos como Big Star –el trabajo se titula igual que una canción del grupo de Alex Chilton–, queda reflejada en canciones con el sello inimitable de los escoceses como ‘Hang On’. Sin embargo, también reservaron espacio para nuevos hallazgos musicales, con un sonido más endurecido como en ‘Radio’, combinados con guiños a la forma de entender la música de sus ‘colegas’ The Pastels. Su popularidad creció y la banda comenzó a ser una presencia constante en los festivales de toda Europa –en España se les pudo ver en el Festimad y en el FIB– gracias a la publicación de Grand Prix (1995), que seguía de manera fiel la línea de su anterior trabajo. Pese a ese continuismo y a la presencia de canciones tan poderosas como ‘Going places’ o ‘Neil Jung’ –homenaje a otro de sus referentes musicales– la crítica y el público mostraron cierto rechazo ante una fórmula que parecía agotarse. Con habilidad, los ‘adolescentes’ supieron reinventarse gracias a Songs from northern
britain (1997), que aunque no supuso un gran impulso comercial –nunca han sido una banda de grandes ventas– sí que reforzó su imagen de grupo de referencia, con un disco pletórico formado por piezas de pop ‘guitarrero’ perfectamente ensambladas y con un Norman Blake inspirado en la composición de temas como ‘I don´t want control of you’ o ‘Take the long way round’, con las que todavía siguen abriendo sus conciertos. La última etapa de la banda está marcada por Howdy! (2000), quizás su momento menos brillante hasta la fecha, en el que bordearon el peligro de llegar a convertirse en una banda que se parodiaba a sí misma, como le ha pasado a otros muchos grupos de rock. La publicación del inevitable recopilatorio de grandes éxitos y de un ‘tributo’ colectivo a la banda What a concept! (2004), hicieron pensar en un aburguesamiento total. Sin embargo, este hundimiento creativo ha tenido su catarsis positiva con su último trabajo, Made Man (2005). Teenage Fanclub, con la formación inicial de 1990, ha fundado su propia productora, PeMa, y se ha puesto en manos de John McEntire –miembro de Tortoise y productor de otros grupos como Stereolab– para lograr retomar el pulso a su sonido. Los momentos melancólicos y los pasajes más vibrantes –abre el repertorio un tema digno de sus mejores momentos ‘It’s all in my mind’– se alternan en Man-Made, que desde su revelador título ya deja claras sus intenciones. Un retorno al pasado que en su trayectoria significa una recuperación de las raíces y de sus mejores momentos. Con él han vuelto a lograr que en Glasgow, pese a su aspecto frío y gris, siempre haya un motivo para el optimismo y su cielo brille radiante, como en la canción de Nick Drake. Fernando Bernal