culturas
N° 44 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 9 de octubre de 2005
Los dos colones, en un momento de la obra La Barraca de Colón, que se estrena los próximos viernes y sábado en el Liceo
TEATRO CORSARIO Cristóbal Colón baja del pedestal
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El grupo estrena La Barraca de Colón en la XV Cumbre Iberoamericana, una visión iconoclasta que humaniza al almirante y le aleja de las interesadas historias oficiales.
3 ICONOS
7 FRANZ FERDINAND
La Universidad reúne el sábado a los más premiados escritores de nuestra lengua, desde José Saramago a Vargas Llosa.
El nuevo disco de los escoceses confirma la vitalidad del rock. ¿Quién dijo que la electrónica iba a acabar con el resto de la música?
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 9 de octubre de 2005
a Cumbre Iberoamericana ya está aquí, arrastrando tras de sí un buen número de lactos culturales. Del programa hemos elegido dos: el estreno de La Barraca de Colón por parte de Teatro Corsario y el encuentro que se producirá entre los alumnos de la Universidad de Salamanca y un selecto grupo de escritores, titulares de los más prestigiosos premios. Teatro Corsario es la compañía más representativa de nuestra Comunidad. Su trayectoria, el rigor de su trabajo y su planteamiento como gru-
po estable de producción hacen que cada estreno suyo sea esperado. Llevaban tiempo trabajando en un montaje sobre la figura de Cristóbal Colón y la celebración de la cumbre propicia que vaya a estrenarse aquí. En él, bajan al almirante del pedestal en el que se le coloca: el de las dignas estatuas y el de las ‘Historias oficiales’. Unos artistas de feria le retratan como a un personaje perdedor, un antihéroe, engañador engañado que acabó su vida entre la miseria y la humillación, pero del que apenas tenemos
datos fiables, por eso una interpretación creativa y desmitificadora puede situarse al mismo nivel que otras ficciones más interesadas. El sábado, en el Paraninfo, reunión con el ramillete de literatos más prestigiosos, un placer para quienes gustan de conocer a sus referentes literarios de cerca. Ahí estará Francisco Ayala, lo que nos da pie para preguntarnos cuándo vamos a incorporar la cultura de los exiliados. Y también hablamos en este número de cómic y de música.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1 SEXO, PURITANISMO Y CINTAS DE VÍDEO «Al dinero no le interesan las callejuelas del arte. El dinero quiere autopistas». Con esta breve frase resume el escritor Norman Mailer la corta pero intensa historia del cine pornográfico. Desde Garganta profunda (Gerard Damiano, 1972), la decadencia del género más excitante es hoy tan evidente que ni siquiera el programa de Antonio Gasset, ‘Días de cine’, le ha dedicado su reportaje anual coincidiendo con el Festival de Cine Erótico de Barcelona. Mailer pronuncia su sentencia en el documental Dentro de Garganta profunda, dirigido por Fenton Bailey y Randy Barbato, que, como era de esperar por su escaso reclamo comercial, ha tenido un breve paso por nuestra cartelera. Y hay que agradecer a los Van Dyck que, al menos, se haya proyectado porque es una gran película, de esas que aprovechan una pequeña excusa para hablarnos de asuntos mucho más importantes.
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EL PELUQUERO, LA MUJER Y OTRAS COSAS DE... Gerard Damiano tenía una peluquería en Nueva York, y también tenía una cámara de cine. Hoy vive en una tranquila zona residencial y se viste con unos pantalones que le llegan hasta el ombligo, pero tuvo un momento de gloria. Había hecho algunas películas caseras hasta que se topó con la que pasaría a la historia del cine como Linda Lovelace. Fue su marido quien se la presentó y en unos días estaba lista la primera película porno para las masas. Garganta profunda costó veinticinco mil dólares y recaudó unos seiscientos millones, lo que la convierte en la película más rentable de todos los tiempos. El filme puso en circulación dos palabras que permanecían ocultas: clítoris y felación. Dada la habilidad de Linda para el sexo oral, Damiano inventó un argumento en el que ella descubría que los motivos de su ausencia de orgasmos se debían a que tenía su clítoris en la garganta. Sí, disparatado, pero entonces se esforzaban por darle un argumento al chacachaca. Comenzó con fuerza en el ajado circuito de cines porno hasta que un artículo en el ‘New York Times’ la catapultó: «Porno chic» decía el titular que atrajo a un público no habitual de esas salas, entre los que se encontraban estrellas de Hollywood como
Jack Nicholson o Warren Beaty y toda la ‘gente bien’ de Nueva York. Hasta ese momento, el cine porno tenía la obligación de realizarse con coartada médica o didáctica: frías secuencias de sexo con salmodias explicativas. No habría vuelta a atrás, aunque lo intentaron, y mucho.
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BIENVENIDOS A LA FAMOSA PRIMERA ENMIENDA Tanto alborotó alertó al sector más puritano, que encontró en Richard Nixon al gobernante propicio para sus requerimientos. Una comisión pidió un informe a especialistas, que concluyó que la película no constituía ningún peligro. Se desestimó. Mientras su fama se extendía a estados vecinos, en Nueva York comienza un proceso que encuentra en Harry Reems su chivo expiatorio. Al actor que encarnaba al médico medio chiflado que curaba a Linda le condenaron a cinco años de cárcel por participar en la película: como había sospechas –más que fundadas– de que la mafia había intervenido en su gestación, se le consideraba responsable sólo por el hecho de participar en ella. Se entabló una lucha en cuyo fondo se jugaba la libertad de expresión, protegida por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense. La caída de Nixon tras estallar el escándalo Watergate –destapado a dos periodistas por un informador anónimo, curiosamente conocido como ‘garganta profunda’– dejó en nada la intentona prohibicionista, pero las leyes en las que se amparaba siguen vigentes. El abogado-cruzado declara en el documental: «Creo que ahora es un buen momento para volver a intentarlo». Y eso mete mucho miedo, porque Bush deja pequeño a Nixon en muchas cosas.
4 PERO A MÍ NO ME GUSTA, SI NO SALE LINDA LOVELACE... La letra de la canción de Aerolíneas Federales ya dejaba entrever una nostalgia del porno fundacional. Linda murió hace tres años en una accidente de coche, totalmente retirada y en la pobreza, después de atacar a la película y declarar que la había hecho drogada. El vídeo e Internet han cambiado el mundo del porno para siempre, a peor. Dentro de garganta profunda realiza el retrato de una época, de su política, los miedos de su sociedad y nos dice que hoy no estamos tan lejos de todo aquello como creíamos.
A la izquierda, Linda Lovelace en el cartel de Garganta profunda. Más abajo, la foto de la ficha policial de Harry Reems, coprotagonista de la película más rentable de la Historia, y funcionarios secuestrando las copias prohibidas. Abajo del todo, curiosa publicidad para anunciar la última temporada de la serie Los Soprano, producida por la HBO.
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XV CUMBRE IBEROAMERICANA
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Encuentros feroces El Paraninfo de la Universidad de Salamanca acogerá el sábado, para sus alumnos, un encuentro con los literatos más premiados del ámbito iberoamericano. Una reunión de notables muy atractiva. i padre tiene una retranca peligrosa, me pregunta irónicamente si no voy a ver a Fidel Castro con motivo de la famosa Cumbre que nos ocupa y preocupa desde hace semanas. Claro, que yo tampoco le voy a la zaga, resulta que ya le vi en su salsa, es decir, en su Cuba, y resulta que la visión de los poderosos no es precisamente algo que persiga como ‘gruppie’ histérica: a mí lo que me apasionan son los escritores. Sólo me he tropezado con las máscaras del poder gracias a la casualidad, como cuando me di de bruces con una valla en la plaza del Corrillo y me vi a escasos metros de un rey que me pareció muy grande y un par de emperadores que me parecieron muy chicos. Naruito y Michiko venían a Salamanca a entregar el órgano restaurado de la catedral y todo a su alrededor era inmenso y barroco, Juan Carlos incluido. Me emocionaron, tenían la delicadeza de las figuritas japonesas y sonreían a la gente agitando una mano minúscula. Pero lo mío son los escritores, delante de Castro no me tembló ni una pestaña, delante de Vargas Llosa trepitó hasta lo que no puede nombrarse. Estas cumbres desmesuradas de poder van siempre acompañadas de actos igual de descomunales y despliegues imposibles. Por eso no me sorprende que se organice un encuentro de escritores con los alumnos universitarios que resulta una concentración excesiva de talentos literarios. La lista resulta abrumadora: Vargas Llosa, Saramago, Gonzalo Rojas, Jiménez Lozano. Jorge Edwards, Nélida Piñón, Francisco Ayala, Carlos Bousoño, Francisco Nieva, Pablo García Baena, Caballero Bonald y Nicanor Parra juntos en lo que Antonio Marcos, dueño también de otra retranca igualmente letal, denomina La Liga de los Hombres Extraordinarios y que yo, con menos respeto, llamaría la lista de los Premiados Oficiales. Y es que semejante concentración me resulta un poco angustiosa, aunque no deja de tener su interés el hecho de juntar talentos tan indiscutibles y disímiles.
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A la izquierda, José Saramago; abajo, Mario Vargas Llosa
rector del periódico ‘El Norte de Castilla’, junto a la irreverencia poética y personal de un chileno Nicanor Parra, Premio Reina Sofía de Poesía 2003, capaz de arrebatar al público con sus hallazgos verbales. Quizás le iba mejor el agrupamiento con Pablo García Baena, Príncipe de Asturias del 1984, poeta, crítico, fundador de la mítica revista ‘Cántico’, seguramente muy en armonía con otro poeta andaluz, novelista y genial llamado Caballero Bonald premio Reina Sofía 2004. Aunque si seguimos hablando de poetas, tenemos a un venerable Gonzalo Rojas, el mismo premio en 1992 y Cervantes en el 2003, referencia in-
Saramago y Vargas Llosa justifican ellos solos cualquier encuentro. Sencillamente deslumbran, arrastran al lector y al interlocutor con su voz sabia Me pregunto que hará el sobrio y contenido Jiménez Lozano, premio Cervantes del 2002, poeta, novelista, estudioso de la mística y di-
soslayable en la poesía hispanoamericana como lo es en la española el crítico, poeta y profesor Carlos Bousoño, Príncipe de Asturias del
1995. Por si no fuera suficiente tenemos un novelista, escenógrafo y hombre de teatro como Francisco Nieva, Príncipe de Asturias del 1992, y un carismático narrador y diplomático chileno llamado Jorge Edwards, Premio Cervantes 1999. ¿No resulta una lista excesivamente ‘masculina’? Los premios prestigiosos evitan a las mujeres, por eso el nombre de Nélida Piñón, Príncipe de Asturias del 2005 parece una nota exótica y necesaria. Y si todo esto no fuera ya suficientemente abrumador, la presencia del casi centenario Francisco Ayala, Cervantes en el 1991 y Príncipe de Asturias en 1998 nos hace saltar de gozo. Gozo compartido con dos de los polemistas más lúcidos y acerbos de una sociedad sorda al llamado de los intelectuales: Saramago, el premio Nobel siempre comprometido y Mario Vargas Llosa, el premio Príncipe de Asturias del 1986 y el Cervantes de 1994, eterno candidato al Nobel y capaz estos días de subirse a un escenario a narrar sus historias favoritas en la buena compañía de la actriz Aitana Sánchez Gijón. El antiguo tacherista y el defensor de todas las causas perdi-
das, el Nobel y el candidato, dos plumas lúcidas y dos polemistas valientes. Saramago y Vargas Llosa justifican ellos solos cualquier encuentro. Sencillamente deslumbran, simplemente arrastran al lector y al interlocutor con su voz sabia. Hay escritores cuya fuerza al escribir se pierde en la palabra directa, hay autores que hacen vibrar al interlocutor con su sola mirada. Y los he visto a los dos, he tenido ese privilegio. Saramago me pareció tan alto como la luna, los ojos inmensos tras las gafas inmensas, largas manos que sostenían el libro que le entregamos como una ofrenda. La cola era inacabable y el los firmó todos, deteniéndose en cada rostro. Se siente uno confortado con la generosidad de un autor al que se admira como hombre y como literato. Los defectos se vuelven grandezas. Vargas Llosa es la desmesura y el genio hasta para los errores. La primera ocasión en la que tuve la fortuna de verlo era un candidato seguro de sí mismo que reinaba en los Cursos Internacionales del Escorial e impartía cátedra con sola su presencia. Yo a su lado tenía el tamaño de un perro sentado mientras el me preguntaba que de dónde venía y evocaba después Salamanca y su plaza con gesto soñador. Odié profundamente a Patricia Llosa, la mujer sempiterna que, al menos, era igual de bajita que yo. La segunda vez que le vi le habían crecido los enanos, fue en un congreso en Barcelona, cuando ya derrotado y a punto de desplomarse de fatiga nos dio una conferencia interrumpida por un provocador. Nunca olvidaré su rostro hastiado y resignado, su porte nunca derruido. Contestó a cada acusación de forma sosegada aunque hervía en su tono la lava del ofendido. Nos ganó y estaba derrotado, se creció en el castigo. Le amé más y más y no pude encontrar a Patricia Llosa, seguramente estaba ardiendo de ira en una esquina. Ahora que han pasado unos cuantos tiempos y las aguas políticas se han amansado hasta el estancamiento me pregunto qué tipo de justa poética nos encontraremos. Ahora que no distinguimos las voces de los ecos y que los intelectuales claman sordamente en un mediático desierto me ratifico de nuevo en el hecho de que prefiero mil veces escuchar a estos autores que sentarme a mirar a estos títeres del poder que van a escenificar una pantomima de la desmesura y de la inutilidad. Después de todo, a mí ni Fidel Castro me hace temblar de entusiasmo izquierdista y mesiánico, tiene razón mi padre, ironías de la vida, a estas alturas lo único que no le perdono es que prefiera a la Thatcher. Hay hombres de los que me gustan hasta sus errores. Charo Alonso
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La Barraca de Colón: «Lo gro que siempre han caracteriza contexto ya de por sí deform
Teatro Corsario estrena, el viernes y el sábado en el Liceo en el contexto de la Cumbre Iberoamericana, su último montaje, una visión iconoclasta de Colón contada por artistas de feria, que le revela como un pícaro engañado, lejos de la imagen oficial de las estatuas. Su director, Fernando Urdiales, nos habla de la obra, el rumbo de la compañía y la situación de nuestro teatro.
FERNANDO URDIALES
«En Colón busco al antihé Víctor M. Díez
Ésta no es la primera vez que Teatro Corsario estrena uno de sus montajes aquí. Ya en 1992 ocurrió con Asalto a una ciudad, de Lope de Vega en versión de Alfonso Sastre y en 2002 con Don Gil de la calzas verdes, de Tirso de Molina ¿Por qué un nuevo estreno en Salamanca? En esta ocasión se trata de una casualidad. Íbamos a estrenar en octubre, cuando se nos propuso hacerlo en el contexto de la Cumbre Iberoamericana y nos pareció estupendo. Nuestra esperanza es que los invitados a la misma puedan asistir a las representaciones, aunque mucho nos tememos que estén ocupados en otros menesteres. ¿Qué es La Barraca de Colón? Es un montaje muy libre, plagado de elementos propios de la barraca de feria para contar, en clave de humor negro, la vida de uno de los personajes más comple-
jos y misteriosos de nuestra Historia. Los espectadores no encontrarán una simple biografía de Colón, sino un espectáculo ágil, divertido y de gran sugerencia estética. Sorprende a primera vista su interés por un personaje tan oficializado como Cristóbal Colón ¿Cómo lo han abordado? Contra lo que pueda parecer, hablamos de un personaje que, despojado de la parafernalia de la historia oficial interesada o trucada, resulta muy enigmático y sugerente. Del cual no se sabe con certeza nada, ni quién es, ni dónde nació o dónde reposan sus huesos; cuyos escritos son versiones o citas de otros… Y que, por tanto, permite intervenir a la imaginación del creador y del espectador. No me interesa nada la historia oficial, ésta tiene en sus pistas o huellas tanta invención, por lo poco que sabemos de Colón, como la recreación documentada en la que nosotros hemos basado nuestro trabajo. El teatro juega con esa ficción
que es lo realmente interesante, sin perder de vista que puede haber más autenticidad en ella, basada en la honradez creativa, que en la ‘verdad’ interesada de la oficialidad del imperio o en la versión contraria si se basa en absurdos maniqueísmos. ¿Se podría decir que ustedes presentan a un Colón víctima de sus propias hazañas? Sin duda, Colón ha sido el personaje más manipulado de la Historia española y americana, quizás un chivo expiatorio de oscuros intereses a los que no era ajeno. Era más bien como un pícaro que cayó en desgracia. Véase que muere en Valladolid en una posada miserable, enfermo, olvidado, diciendo a todo el mundo que es ‘el Almirante’. Suscitando con seguridad las burlas de quienes le rodeaban, los cuales le tomarían por uno de esos locos que se creen Napoleón. O es objeto de esa degradación humillante, siguiendo al rey en una mula para reclamar sus
Fernando Urdiales
derechos. Todo ello le convierte en un personaje que mueve a la conmiseración por muy depredador que hubiese llegado a ser. Esta figura de gran perdedor es, a mi
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otesco y el expresionismo son dos recursos expresivos ado nuestro trabajo. La situación se propone en un mado, como el que puede ser una barraca de feria».
negro, la trágica visión del héroe… Se adivinan muchos elementos de corte esperpéntico en el planteamiento. Lo grotesco y el expresionismo son dos recursos expresivos que siempre han caracterizado nuestro trabajo. La situación se propone en un contexto ya de por sí deformado, como el que puede ser una barraca de feria, integrada por una ‘troupe’ de gentes, digamos, un tanto defectuosas. Son esos personajes, sean domadores, payasos, equilibristas o magos, los que traducen, cuentan dentro de su repertorio la vida de Colón. Este hecho lo distancia indudablemente del naturalismo de una biografía al uso. La obra está cargada de signos o símbolos que invitan al juego de la imaginación, enriqueciendo
sación de que desde las instituciones se les valora pero no se les ayuda? Creo que hay algunas personas dentro de las instituciones con buena voluntad hacia las gentes de teatro, otras evidentemente no. Pero esos que están por la labor no conocen, no entienden nuestras necesidades. Y es comprensible en cierto modo porque quienes lo hacemos estuvimos también atrapados en espejismos de tipo romántico ¿Qué queda de los viajes al extranjero, de las giras por todo el estado hoy aquí y mañana allí? Poco o nada. Lo que más me interesa ahora mismo, y ya le digo que he tardado en darme cuenta, es hacer un trabajo en mi ciudad y en mi comunidad, sin renunciar a salidas de interés, pero normalizadas. Lo
El teatro está ahora fuera del tejido social. No somos un artículo de lujo, ni una mercancía en las fauces del mercado, sino artistas de un arte que, según entendemos, puede ser útil a la sociedad, un servicio público otras puestas en escena que se me antojan más planas.
éroe» modo de ver, lo que le salva y le convierte en la imagen del antihéroe moderno que puede resultar muy contemporáneo. Es fácil pensar, conociéndole, que le habrá dado vueltas al hecho de cómo puedan percibir este montaje desde “el lado de allá” ¿No es así? Desde luego. En Latinoamérica ha habido siempre una conciencia crítica respecto al tema de Colón y la colonización. Nuestro montaje está emparentado, entre otras cosas, con la visión que a este respecto ofrecen los autores latinoamericanos. Que nadie espere que abundemos en ciertas visiones acartonadas o patrioteras del Cristóbal Colón estatuario. En ese sentido intuyo que tendremos espectadores cómplices en ambos lados, porque lo que hemos buscado es dar una versión del personaje con tintes de humor negro pero sin acritud. La idea de la barraca, el humor
Usted firma también el libreto de La Barraca de Colón. Siguiendo su costumbre, como cuando la obra es de otro autor, ha reinterpretado escénicamente el texto original ¿Es que no puede ser fiel ni a sí mismo? La primera versión de la obra que yo escribí trazaba en lo textual una anti-historia con ciertas sugerencias de ruptura. Pero al ponerlo en escena, ese primer espejo se rompe. Al trasladar la situación a esa barraca de feria, creamos un distanciamiento mucho más eficaz desde el punto de vista teatral; más aun que cuando los personajes reales tan sólo se parodiaban a sí mismos. Hay un paso decisivo que curiosamente, al tomar perspectiva, revela mejor lo contado. Dando un repaso al panorama teatral actual ¿Cómo ser una compañía de veintitantos miembros, veinticinco años de existencia, ofreciendo un amplio repertorio de obras y no estar locos? Hemos vivido y vivimos de hecho en una ‘locura’ que apenas nos permite ganarnos la vida. Sólo existimos para crear teatro, y lo hacemos contra viento y marea, pero el tiempo para hacer un esfuerzo tan brutal como el que llevamos a cabo a cada nuevo montaje está llegando, desgraciadamente, a su fin. Barrunto que una cierta ‘cordura realista’ se nos va a imponer sin tardar mucho. Tal y como están las cosas no creo que podamos sobrevivir por más tiempo con este planteamiento. Usted ha sido reconocido con el más reciente Premio de la Artes de Castilla y León ¿Tiene la sen-
que necesitamos es un lugar estable donde exponer nuestro repertorio, donde hacer un trabajo de implicación, prestando un servicio público, para el cual ya recibimos dinero de hecho. Lo más importante para poder llevar a cabo nuestra labor las gentes del teatro es que nos permitan encardinarnos dentro del tejido social. Ahora mismo estamos fuera, en los márgenes. No somos un artículo de lujo, ni una mercancía en las fauces del mercado, sino artistas de un arte que, según entendemos, puede ser útil para la sociedad. Desde formar y elevar el nivel de percepción de los espectadores, hasta conocer sus clásicos de una forma atractiva para su tiempo, por poner sólo algunos ejemplos. Después de muchos años trabajando con los clásicos han renunciado a ellos en los dos últimos montajes ¿Se trata de un salto cualitativo en el quehacer de Teatro Corsario? Volveremos, sin duda, a montar clásicos y espero mucho de ese retorno, ahora que hemos paseado por otros ámbitos en las últimas puestas en escena. Soy muy consciente de la bondad y de la conveniencia de haber salido de ellos por un tiempo, de respirar para volver a abordarlos con nuevas perspectivas más airosas. Me parece una progresión bastante lógica de la compañía. Del mismo modo, en las apuestas actuales como La Barraca de Colón o Celama, incide el bagaje de nuestro conocimiento del género chico, tanto del Siglo de Oro como de autores del tipo de Muñoz Seca, Jardiel Poncela o Arniches. Por tanto hay una realimentación estética permanente de nuestra tradición que habla más de evolución que de ruptura o salto.
culturas 5 Colón en la barraca Fernando Urdiales
a Historia se construye a partir de aseveraciones ‘documentadas’ que, por lo general, permanecen inamovibles, como los dogmas de fe, en el transcurso del tiempo. Constituyen la versión oficial de hechos y de acontecimientos concebida para contribuir al fortalecimiento y la perennidad de los Poderes, para consolidar su ideología y el ámbito sobre el que ejercen su dominio secular. Este propósito se evidencia de forma elocuente en la imagen hierática y prepotente de las estatuas de personajes ilustres. Su pétrea verticalidad contribuye a perpetuar la rígida imagen del Poder. Si probáramos a inclinarlas, a tumbarlas o a colgarlas boca abajo, tendríamos otros puntos de vista más interesantes desde donde observarlas y, sin duda, más divertidos. Cristóbal Colón está presente con su imagen estatuaria en infinidad de lugares emblemáticos, en esos sitios reservados para patriotas y próceres. El héroe monolítico, plantado con abrumadora presencia en tantos países del mundo, ha sido objeto de una biografía construida a partir de ‘documentos’ que tratan de argumentar la mentira interesada, defendida sin pudor alguno de manera obsoleta, por los siglos de los siglos. La mayoría de sus escritos fueron censurados o desaparecieron. Lo que ha llegado hasta nosotros mutilado no es, por tanto, ni verosímil ni fiable. Por otra parte, no deja de tener su punto de humor negro la pelea que se ha mantenido y se mantiene acerca de qué país o ciudad conserva sus huesos. Esfuerzo inútil por tener algo tangible, polvo de los restos por lo menos, de este aventurero tan enigmático que a veces parece inventado. Si tratáramos de palpar las aristas, los recovecos, los orificios y los fluidos del personaje, tal vez podríamos abrir la imaginación
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hacia otras ficciones que lo hicieran más humano y también menos despreciable. La Barraca de Colón se ubica en un territorio tan particular como es el de las barracas de feria. Una ‘troupe’ de artistas de circo y variedades,
Colón ha sido objeto de una biografía construida a partir de ‘documentos’ que tratan de argumentar la mentira interesada marginales y defectuosos, representa la vida del Almirante a su modo, aportando una visión iconoclasta de Cristóbal Colón que nos acerca a su perfil más humano y a su faceta de engañador engañado, de perdedor, en definitiva, que es la alegoría más común del héroe contemporáneo.
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¿Qué hacemos con los exiliados? La presencia en Salamanca de Francisco Ayala y los homenajes a la familia Cárdenas nos dan pie a plantear la necesidad de recuperar la literatura del exilio, esa parte ‘desenfocada’ de nuestra cultura. scribir desde el exilio se convierte en ocasiones en algo parecido a lanzar gritos en medio del desierto. Alejados con su marcha de sus lectores habituales y condenados al silencio más absoluto en el que hasta entonces había sido su ambiente intelectual, los autores exiliados tras la resolución de la guerra civil se han convertido en figuras fantasmagóricas que oscilan entre el olvido y el mito. La imposibilidad de ser leídos y difundidos en España durante toda la dictadura se convirtió en un elemento bifronte que hizo que la obra de muchos de ellos fuera desconocida por casi todos y que, en cambio, la de otros fuese, siguiendo la tradicional atracción del hombre por lo prohibido, sublimada y leída con veneración. Del mismo modo que hoy se ignora sistemáticamente a autores como Luis Rosales, Leopoldo Panero o Rafael Sánchez Mazas por su adscripción política durante la dictadura, el establecimiento por parte de ciertos sectores de la crítica literaria de un sistema de estudio en el que lo ético prevalece sobre lo estético ha hecho que la producción de determinados representantes de la diáspora republicana sólo cobre importancia a la luz de su condición de exiliados antifranquistas. Y así, entre el desconocimiento y la mala interpretación, continúa aún hoy una de las más ricas generaciones de intelectuales y artistas que se han gestado nunca en España. Durante la dictadura, la política cultural imperante impidió la normal recepción de la literatura de estos escritores en España. El férreo control que el régimen establecía sobre las producciones editoriales, así como la prohibición de expresar opiniones críticas con el comportamiento de las autoridades o los principios del Movimiento Nacional, hacía imposible que aquellos que habían abandonado el país por su compromiso político pudieran difundir sus obras en el espacio cultural de la época de la dictadura, destinado además a condenar la actuación del gobierno republicano y a construir una imagen mitificada del país y de su historia acorde con los intereses del franquismo. Sólo a partir de la década de 1960, coincidiendo con un ligero aperturismo político, con
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Francisco Ayala
la promulgación de la nueva Ley de Prensa e Imprenta y con la esporádica vuelta al país de escritores como Francisco Ayala, algunas editoriales nacionales comenzaron a publicar obras de exiliados. Hasta entonces, las pocas que llegaban lo hacían de forma clandestina a través de empresas editoras extranjeras, como la francesa Ruedo Ibérico, la argentina Santiago Rueda o la mexicana Joaquín Mortiz, cuyas publicaciones eran transportadas bajo los asientos de los coches o en los dobles fondos de las maletas e intercambiadas con el sigilo y la discreción de quien sabe del valor de lo prohibido. El primer texto narrativo de un autor desterrado que se editó en España fue El centro de la pista, colección de relatos compuesta por Arturo Ba-
Entre el desconocimiento y la mala interpretación continúa aún hoy una de las más ricas generaciones de intelectuales y artistas que se han gestado nunca en España
rea y publicada de forma póstuma en España por Ediciones Cid en 1960. Esta iniciativa cundió y pocos años más tarde editoriales como Seix Barral, Destino o DelosAymá lanzaron al mercado español, previo sometimiento a la obligatoria censura, novelas de autores como Ramón J. Sender o Segundo Serrano Poncela. El primero de ellos, cuyo compromiso político contra el régimen de Franco estaba fuera de toda duda, gozó durante la dictadura de cierta popularidad, llegando incluso a ganar el premio Planeta con su novela En la vida de Ignacio Morel. A pesar de estas iniciativas, la obra de los exiliados seguía siendo, en general, desconocida para los españoles. Como señaló Max Aub, el régimen tuvo «la gran habilidad de dejar en
Babia a casi la totalidad del país», haciendo así que las generaciones de jóvenes de los años cincuenta, sesenta y sesenta apenas tuvieran conocimiento de la obra de los literatos que abandonaron el país tras la guerra. Porque, si en determinadas ocasiones se lograron burlar los resortes de control para introducir en el país lecturas prohibidas o para celebrar puntuales actos clandestinos conmemorando la obra de algún autor, nada se pudo hacer para que los planes de estudios, una de las más eficaces plataformas para instruir a los lectores, incluyeran mención alguna a la labor de los escritores españoles que permanecían fuera del país. Del mismo modo, eran pocos los manuales y antologías de Literatura Española que se ocupaban de la literatura del exilio. En la mayoría de los casos, de hecho, se obviaba por completo su existencia. Aquellos que tangencialmente trataban el tema solían centrarse en las más destacadas figuras intelectuales del destierro, como Max Aub, Ramón J. Sender o Francisco Ayala, contribuyendo así al desequilibrio cognoscitivo de la obra de los exiliados que aún hoy continúa vigente. Mientras los tres escritores citados, y otros, como los miembros del grupo poético del 27, han sido objeto de numerosos estudios, autores como Paulino Masip, Esteban Salazar Chapela, Juan Chabás, Tomás Ballesta, José Moreno Villa o César M. Arconada permanecen aún en el más oscuro anonimato y su desconocimiento perpetuo parece no tener remedio. Como si de un círculo vicioso se tratase, su omisión en el canon literario –en el que sí se han instalado, aunque todavía en condición de ‘transgresores’, autores como Cernuda, Ayala o Aub– y en las estructuras académicas, que obvian prácticamente cualquier referencia al exilio, ha hecho que las generaciones más jóvenes sean incapaces de incorporarlos a la tradición nacional. Resulta indispensable recuperar la memoria cultural de los escritores que se vieron obligados a abandonar España tras la guerra civil para restaurar la plenitud de la cultura del siglo pasado. Quienes fueron condenados al ostracismo por el franquismo no pueden ahora sufrir la indiferencia y la ignorancia de la opinión pública. La mejor recompensa que cualquier escritor puede recibir es la de ser leído. Sólo poniendo los medios para que eso sea posible, y para que esa lectura sea la mejor de las posibles, se podrá ser justo con una generación literaria que, ausente de bibliotecas públicas, librerías y catálogos editoriales, no merece seguir, treinta años después del final de la dictadura, clamando en medio de la nada. Javier Sánchez Zapatero
MÚSICA
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 9 de octubre de 2005
n un momento de Traisnpotting, Irving Welsh situaba a uno de los personajes, Mark Renton, en un lujoso club de baile de Edimburgo; embaucado por los ritmos frenéticos que salían de los platos del dj, pronunciaba una frase: «nuevos tiempos, nuevas músicas…». La banda sonora era, por ejemplo, Underworld, aunque podía haber sido cualquier otra que divagara entre el techno, el house, el drum’n’bass, el jungle o el hip hop… en definitiva, la electrónica. Diez años después y muy cerca de allí, en Edimburgo, Alex Kapranos declaraba, «queremos hacer canciones para que puedan bailar las chicas». Este joven estudiante de Bellas Artes y tres colegas escoceses ultimaban los detalles de su álbum de debut, bajo el nombre de Franz Ferdinand. ¿Qué es lo que ha cambiado realmente en la música en estos últimos diez años? ¿Es cierto que la electrónica vuelve a dejar paso al rock? ¿Volverá ahora a ser el tiempo de las guitarras? Se abre ahora un nuevo panorama en la música considerada como de consumo popular. Desde Estados Unidos, las multinacionales llevan ya unos años apostando por el rock, por el reciclaje de formas con la vista puesta en los gloriosos setenta, pero con un componente moderno, The Strokes, o con un punto cultural más propio del underground neoyorkino, como Interpol o !!!. Ahora el turno es para Gran Bretaña, el lugar en el que tras una ‘nueva ola’ musical, siempre viene otra. Una playa a la que primero llegaron Oasis y Blur, luego Coldplay y Radiohead y donde ahora parece que el papel de brillantes conquistadores corresponde a Franz Ferdinand, Kaiser Chiefs, Mäximo Park y Bloc Party. Desde luego, estamos ante un generación interesante pero que, como siempre, ha sido aupada a la categoría de fenómeno de masas cuando las formaciones defendían todavía sus primeras e inmaduras creaciones. Siempre en la cuerda floja en Gran Bretaña, el lugar donde no da vergüenza mirar la lista de singles más vendidos, muchos grupos interesantes se han ido directamente al desván de los saldos de Tower Records cuando han tenido que pasar la reválida de su segundo trabajo. Echobelly o Elastica ya no significan nada para los nuevos degustadores de pop, sin embargo, hace diez años, en el tiempo de Renton, estos grupos hacían furor en las Islas y llenaban las salas de conciertos incluso en nuestro país. Con la nueva generación, al menos en el caso de los grupos británicos, parece que la cosa es distinta. Todos tienen un punto a su favor, divergen en estilos, apuestan inusualmente por el riesgo y su
culturas 7 venta con su electrónica de mil gustos y sabores, el rock nunca perdió su cuota de popularidad, ahora nos encontramos ante el mismo panorama. Se trata de dos estilos condenados a entenderse, puesto que poseen un poderoso ‘feedback’ y se producen coincidencias evidentes en su búsqueda de nuevos terrenos en cuestiones artísticas y también en su indudable habilidad a la hora de acertar en los gustos de la audiencia, siempre ávida de nuevas sensaciones. Si Frank Ferdinand desde su perspectiva ‘artie’ ya coquetean sin disimulo con los ritmos de baile, lo propio hacen Bloc Party que acaban de publicar un disco de remezclas de su interesante álbum de debut, Silent Alarm, cuando éste lleva sólo unos meses en las tiendas. Nunca se ha dado un fenómeno de exclusión y sí una retroalimentación basada en compartir hallazgos musicales, que al final se encuentran condenados a compartir el mismo espacio aunque sea bajo formas muy distintas. Desde hace varias décadas ya no es extraño que los músicos sean considerados, por su capacidad creativa, como verdaderos artistas. Recientemente, Dj Shadow reconocía en un libro de entrevistas editado por ‘Rock de Lux’: «cuando me siento a trabajar en una canción intento contribuir en algo a la música: quiero hacer música que siento que falta en el mercado. Por eso me gusta escuchar el material que hace otra gente, escuchar nuevas cosas, viejas, para asegurarme de que no estoy repitiendo demasiadas cosas. (…) Es casi como, siguiendo con la analogía de la arquitectura, echar un vistazo a la ciudad, buscar un
e
Nuevas arquitecturas Franz Ferdinand encabezan una nueva ola dentro del rock que reivindica, desde Gran Bretaña, la vigencia de su sonido frente a la explosión de la música electrónica. Dos tendencias enfrentadas en sus planteamientos rítmicos, estéticos y comerciales que están condenadas a entenderse. imagen impacta y casa perfectamente con los gustos de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, este arrebato de euforia hacia el pop rock ya ha comenzado a tener sus primeras víctimas como es el caso de The Libertines, los más interesantes creativamente de su generación pero ahora más preocupados por reventar su imagen pública y batir el récord de impactos en el ‘Daily Mirror’ que por cualquier otra cosa. La ‘nueva
ola’ es descarada y sus grupos rebosan talento, los primeros que han tenido tiempo de refrendar su valía han sido Franz Ferdinand con la edición de You could have it so much better with… Este trabajo les consolida como un grupo muy interesante capaz de levantar un peso tan grande como el que supone haber firmado un éxito internacional como ‘Take me out’, algo que otros no han podido. Un momento de expectación que sirve para re-
FRANZ FERDINAND You could have it so much better whith...
flexionar sobre la vigencia del rock, art rock, punk rock, pop rock o como se quiera llamar, en definitiva aquel que deriva de la herencia de la música popular de los setenta y ochenta. Y esto, ¿arrincona al techno en el panorama musical? ¿Supone un giro en los gustos del gran público? Pues de igual manera que cuando Orbital, The Chemical Brothers o los dj’s de Detroit o Nueva York triunfaban en las listas y en los santuarios del baile en los no-
solar y pensar qué sería lo mejor, y entonces construir el edificio más bonito posible para que la ciudad sea mejor». Dj Shadow mezcla en sus platos, casi bate, ruidos, guitarras, voces y samplers para convertirlos en hip hop. El creador del clásico de la electrónica Endtroducing apuesta por la fusión de estilos y texturas y además aporta con sus palabras una visión clarividente del papel del músico respecto al arte y a la propia sociedad. Una última pregunta (esta vez con respuesta): ¿el nuevo disco de Franz Ferdinand ocupa un solar vacío dentro de la ciudad? Evidentemente, sí. Por lo tanto, ha encontrado su sitio en el mundo, además de seguir haciendo bailar a las chicas que es de lo que se trataba ¿no? Fernando Bernal
8 culturas CÓMIC MARC HEMPEL
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 9 de octubre de 2005
Demencia infantil pleo profuso del carboncillo (dotando al conjunto de cierto aire näif). La obra se mueve entre el esquematismo de ciertas tiras periodística (Barnaby, Peanuts, etc) y la espontaneidad que aporta la (falsa) simplicidad de su acabado cuasi-esbozado.
Hempel consigue algo difícil, hacernos reír con las historias de un niño que viste una camisa de fuerza y vive recluido en un sórdido sanatorio mental. Imaginación, humor y ternura. YO GREGORY!”. Si existiera la justicia poética, éste habría de ser el grito de guerra de los desheredados y los locos de corazón noble. Imagínense: un niño cabezón embutido en una camisa de fuerza, sin más espacio vital que una habitación de apenas cinco metros cuadrados y sin más amigos que su rudo carcelero y una rata parlanchina y autodestructiva (que en la última fase del libro adquiere un protagonismo esencial). Con estos mimbres tan exiguos como desoladores, Marc Hempel teje las páginas de su Gregory y, lo que es mejor, consigue que en vez de morirnos de pena, nos carcajeemos sin sentimientos impostados de culpa. Efectivamente, Gregory es un cómic de humor, pero no uno cualquiera. Hace ya un tiempo que parte de la obra de Hempel vio la luz en nuestro país (si bien es cierto, con más pena que gloria en cuestión de ventas y popularidad), con la correctísima edición por parte de Astiberri de dos tomos de Tug & Buster. Sin embargo, llevábamos ya mucho tiempo esperando a que algún editor caritativo se atreviera con el personaje esencial del americano. Al fin, Gregory habla español por la verbigracia de Planeta de Agostini. La edición, además, solventa en la medida de lo posible las muchas dificultades de adaptación que planteaba la obra original (los radicales juegos tipográficos de Hempel, su peculiar uso del lenguaje y los muchos registros estilísticos de los protagonistas, etc.); el resultado es impecable y su precio realmente ajustado (7, 95 euros-176 páginas). Gregory es un trabajo incalificable dentro del mundo del cómic. Nos cuesta encontrar precedentes a su humor cafre y surrealista: podemos mencionar algunas referencias más o menos obvias por su naturaleza impredecible, como el archiconocido Krazy Kat (también con altas dosis de demencia surreal), o los cómics 'underground', que antici-
¡
Hempel nunca nos deja disfrutar a costa de su dolor. Pocas veces un autor ha respetado tanto a su creación, y pocas veces un antihéroe ha regresado tan fortalecido de su viaje a los infiernos como Gregory
pan la irreverente heterodoxia con que Marc Hempel se enfrenta a la labor gráfica. Sin embargo, no todo resulta tan sencillo como mencionar dos o tres influencias lejanas; lo cierto es que
GREGORY Marc Hempel Planeta de Agostini, 2005
Gregory es una obra gráfica que rompe cualquier tipo de esquema preestablecido. Su dibujo, tremendamente básico, se apoya en un trazo nervioso y en un relleno que alterna la tinta y un em-
Comicidad Por otro lado, el tono de las páginas de Gregory depende casi exclusivamente de la habilidad de Hempel para crear una anécdota cómica desde la nada. Sus personajes se alimentan de la habilidad del artista a la hora de convertir sus tics recurrentes en un hallazgo descriptivo; de este modo, la narración avanza al mismo tiempo que sus personajes adquieren unos matices más sutiles. Además, las altas dosis de impredecibilidad que sazonan cada episodio de Gregory, evitan cualquier atisbo de monotonía, al tiempo que nos invitan a reírnos de nosotros mismos y de nuestro lado más primitivo e instintivo; ese que nos reubica en la irracionalidad de una infancia elevada al cubo de la locura. Pero no hay que llevarse a equivocaciones con Hempel. Pese a apoyarse en una base trágica (la demencia infantil), su humor surrealista nunca es cruel, más bien todo lo contrario: el lector no se ríe de ese niño tristemente enjaulado; sonreímos con sus ocurrencias, vivimos como propios sus irrefrenables ataques de euforia esencial y compartimos con congoja la incomunicación que le brinda el mundo que le rodea (curiosamente nuestro mundo real), sin embargo, Hempel nunca nos deja disfrutar a costa de su dolor. Pocas veces un autor ha respetado tanto a su creación, como lo hace el dibujante americano, y pocas veces un antihéroe ha regresado tan fortalecido de su viaje a los infiernos como Gregory. Así que, en un arrebato de bendita locura, descubran todos ese lado oculto que, seguro, esconden en su interior, y griten conmigo: ¡¡¡¡¡¡¡YO, GREGORY!!!!!!!!!!! Rubén Varillas