culturas
N° 47 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 30 de octubre de 2005
Prieto
Perelétegui
TMORI/CURTO Rostros para una nueva feria
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Art/Salamanca/05 acaba de arrancar, una cita hasta el martes con el arte contemporáneo. Entrevistamos a dos artistas cuya presencia en la feria coincide con sus exposiciones individuales en galerías de la ciudad.
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El director estrena Una historia de violencia, donde continúa su búsqueda personal y extrema sobre la dualidad del ser humano.
El viaje remite formalmente a Munch y nos habla de amistad, amor y libertad. Un cómic hecho desde la instrospección para el disfrute visual.
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es un año de primeras ediciones. En verano, el Festival de las Artes, financiado éporste la Junta de Castilla y León; ahora, Art/Salamanca/05, la feria de arte contemporáneo, pagada por el Ayuntamiento y Caja España. Hagan memoria y acuérdense de Arcale. Como se acercaba el 2002 y ni siquiera había una sala de exposiciones de titularidad municipal, unos avispados comerciantes convencieron a nuestros dirigentes para organizar una feria. Hicieron aquello y quisie-
ron convencernos de que ARCO tenía que echarse a temblar, que llegaba Arcale. Y que nos andáramos con ojo que como protestáramos se la llevaban a Valladolid. El caso es que a pocas instituciones culturales –fundaciones, museos y demás– les interesaba comprar allí, que es para lo que se organizan estas cosas. Y ahora llega la nueva feria, con un comité de expertos, un tema central –algo no demasiado habitual–, un cuidado diseño y la presencia de galerías con peso en la creación contemporá-
nea. Esta vez sí, parecen haberse puesto las bases para que la iniciativa cuaje. Una oportunidad para la difusión del arte y sus autores. Hemos querido ponerle rostro y entrevistamos a dos artistas cuya participación en la feria coincide con exposiciones individuales en galerías de la ciudad: Félix Curto, que muestra en Adora Calvo sus últimos trabajos, y TMori, que lleva a cabo en Benito Esteban un proceso de transformación del vídeo creado para ‘Barrocos y Neobarrocos’.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1En ZARABANDA EN VALLADOLID el anuncio que ha realizado Isabel Coixet para publicitar la cincuenta edición de la Seminci, dos señoras comentan en el mercado que Bergman acaba de hacer otra película. «Sarabanda», puntualiza el tendero. La publicidad, ya se sabe, siempre exagera, pero el mensaje es esta vez cierto: el festival tiene un arraigo incuestionable en la ciudad. Curiosidad para unos, cinefilia para otros, acontecimiento social para todos. Ver las setecientas butacas del Calderón llenas para presenciar la última de Haneke, por ejemplo, lo demuestra. Y cualquiera puede comprobar las colas bajo la lluvia, los carteles de ‘no hay entradas’. Un evento cultural con repercusión mediática, proyección positiva para la ciudad y respaldo de los ciudadanos no es fácil de construir, y ahí se notan los cincuenta años de antiguedad, el peso de la historia, reflejada ahora en un libro escrito por César Combarros. El autor ensalzaba en sus comentarios a la prensa la figura del ‘semanista’: esa persona que espera horas ante las taquillas, coge sus vacaciones en octubre para disfrutar sin prisas de las películas o viene todos los años a casa de sus amigos vallisoletanos desde Murcia. Y este año, que era de celebración, se ha visto a muchos semanistas cabreados: que si las butacas vacías en la inauguración, que si todos los días se desayunaban con cambios en la programación que anulaban los planes previstos, que si retrasos, que si copias en mal estado que se cortaban y obligaban a devolver el dinero de las entradas... Como el título de la película de Bergman que comentaban las señoras: una zarabanda. Lo nunca visto. Había indicios de que algo podía salir mal: el relevo del equipo directivo tras la salida del dirigido por Fernando Lara –que cubrió los últimos veinte años– se hizo tarde y de mala manera. Y lo que debería haber sido un aniversario feliz ha tomado un aire de incógnita sobre qué rumbo tomará un festival hasta ahora tan milimétrica e independientemente organizado. Ya pudimos comprobar con el salmantino Festival de las Artes de este verano cómo nadie reconoce, al menos públicamente, los errores, y lo de la rana fue de auténtico bulto. Seguro que la Seminci puede con esto: es un evento fuerte, arraigado y con un público crítico detrás que, seguro, no se deja dar gato por liebre.
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BOYERO, EL OTRO IRREDUCTIBLE Tengo que reconocer que le cogí cierta manía a Carlos Boyero cuando en algún festival de cine le veía salirse al cuarto de hora de película y luego escribía su crítica poniéndola a parir. A este hombre, es mentarle a Kiarostami y empezar a ponerse magenta. Pues bien, estoy enganchado a su encuentro semanal con los lectores de ‘El Mundo’ en su página web. Habla con vehemencia de lo que le gusta y lo que no. Se puede no coincidir, claro, pero eso me gusta. Cuanto más conoce uno la crítica de los grandes medios, menos se fía. Boyero, como lo fuera Haro Tecglen, es un irreductible: no está de acuerdo con la línea editorial del periódico que le paga, y lo dice. Y lo dice allí. Parece haber llegado a un punto en el que lo único que le importa es ser coherente consigo mismo, por encima de poses y modas, que tanto abundan. Y de hacer una lectura personal e íntima de los productos culturales. Tienen todas las respuestas de los últimos meses archivadas para una lectura más que recomendable.
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LOS PORNOAGENTES Para ser agente del FBI, además de llevar bien planchado el traje negro y tener unas gafas de sol tipo malo de Matrix, había que tener el arrojo para cumplir tu jornada laboral enfrentándose a terroristas y narcotraficantes. A partir de ahora también perseguirán a los responsables de las películas pornográficas que consideren perjudiciales para la salud mental del país americano. Lo avisaban los autores del documental Dentro de Garganta Profunda, del que ya les hablé aquí: venía una ola que pondría de nuevo en el tapete la lucha por la libertad de expresión, con la pornografía como excusa. Aunque de momento parece que van a centrarse sólo en lo que consideran obsceno: fetichismos varios. Es curioso lo del sexo: en Japón, fabricante por excelencia de todos los fetichismos, no se permite mostrar los órganos sexuales ni en las películas para adultos; y aquí llevamos meses dedicados al acoso, derribo y tomatazo de las llamadas folclóricas lesbianas en horario de tarde. ¿No era esto lo que le daba dinero al detective Phillip Marlowe en las novelas negras de hace más de cincuenta años? Bienvenidos al pasado.
El edificio de arriba parece un cuadro mal hecho de la fachada de la Universidad de Salamanca, pero es el Museo de Arte de San Diego. La foto, como la del fordiano Monument Valley, es de Gigapxl Project, tomas que permiten un nivel de detalle que asusta. A la izquierda, Fernando Lara, emocionado en el acto de presentación del libro de historia de la Seminci, la pasada semana.
CINE
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Una historia de violencia acomete un bucólico diagnóstico sobre esa furia que nos contamina, donde cualquier imagen idílica se puede transformar en una pesadilla, en una inapelable tragedia
Un momento de la última película de David Cronenberg. Abajo, el director durante el rodaje
Cronenberg, la piel del lobo Cronenberg recurre en su última película a su habitual maestría para fraguar un sólido y abrumante diagnóstico sobre la violencia inherente al ser humano. avid Cronenberg nos propone con Una historia de violencia otra experiencia extrema, algo habitual en el obsesivo autor de Spider, penetrando esta vez en la insondable fisiología de la brutalidad inherente al ser humano y sus diferentes representaciones de una manera, como no podía ser de otro modo en este transgresivo realizador, audaz y controvertida, sin rehusar a la náusea implícita que ésta provoca bajo la falsa felicidad, retornando a viejas perturbaciones temáticas como el sexo, la ambigüedad o la ambivalencia. Esta historia de violencia tiene como protagonista a Tom Stall, dueño de un restaurante que vive feliz junto a su familia en Millbrook, un pueblecito de clase ‘media baja’ situado en el estado de Indiana. Cuando Tom, en defensa propia, mata a dos criminales que intentan asaltar su bar sufre las consecuencias del examen público por medio de los medios de comunicación, que le aclaman como a un héroe. Un hecho que pro-
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voca el tremebundo regreso de sus fantasmas del pasado. Lo que parece una película que rompe la continuidad estilística y temática del autor canadiense, no es más que el cambio metalingüístico a la hora de indagar en las oscuras acequias morales que inundan cuestiones acerca de la identidad, la verdadera naturaleza y la obsesiva dualidad encubierta que perduran en el interior humano. Con un poder teologal de inabordable ingenio subversivo, Una historia de violencia acomete un bucólico diagnóstico sobre esa furia que nos
contamina, donde cualquier imagen idílica se puede transformar en una pesadilla, en una inapelable tragedia de enfermedad infecciosa, la que provoca la violencia de carácter atávico que necesita ser eliminada de raíz con más violencia. Una intensa y lúcida obra que demuestra que Cronenberg es un director capaz de enfrentarse a su propia idiosincrasia, tomando un material ajeno y transformándolo por completo, sin renunciar por ello a sus obsesiones morbosas o su brillante y sutil sentido del humor. Poco tiene que ver la versión cinemato-
gráfica del ‘cómic-book’ de John Wagner y Vince Locke, guionizado para la ocasión por Josh Olson, ya que Cronenberg destruye los preceptos ‘tebeísticos’ en su disertación de una pacífica familia en la que un simple incidente desata una gradual metamorfosis hacia la conducta violenta. Tal vez sea ésta la más naturalista de las películas del director, donde la reincidente mutación es más humana y abordable, acercando al público a lo brutal desde la normalidad, para desgranar una visión de la apariencia de lo establecido y revelar la turbación que engendra lo más recóndito del ser humano, con un metodismo tan enérgico como lo haya podido mostrar anteriormente en sus películas más célebres. Una historia de violencia comienza desplazándose por un cauce aparentemente lánguido, donde nada es desapacible ni desconcertante, presentando a un Stall modélico, hombre rural que saluda cada mañana a todos sus vecinos y participa en tediosas charlas sobre ex novias, amante de una bella mujer que concreta ocasionales juegos sexuales y padre ejemplar de dos hijos encantadores. Demasiado impávido si no supiéramos que algo está a punto de pasar promovido por un magistral prólogo. Cuando los criminales irrumpen en el restaurante de Stall y éste los elimina de forma implacable y brutal, la narración comienza a implicar un nivel emocional progresivo
que tiene como consecuencia un subyugante ritmo que se fragua en la abrumante intriga clásica y catártica de divergencias entre ambientes y personajes. El heroísmo actual de los Estados Unidos se construye sobre el asesinato de dos ladrones por parte de un individuo anónimo que es magnificado por la prensa, lo que hará que se destape una doble faceta del individuo, su ‘yo’ pasado, un criminal. Y es que la trasgresión, la perversión, la abyección psicológica y la sexualidad sin tapujos giran en torno a la identidad constituida a partir del círculo claustrofóbico de ese otro ‘yo’ afincado en la interioridad subjetiva. La metamorfosis es, en definitiva, una mutación de la subjetividad que se desdobla en el exterior. Una duplicidad inseparable que proviene aquí de los más bajos (y naturales) instintos humanos como son el sexo y la violencia visualizada en la comentada secuencia de sexo entre el matrimonio Stall con una morbosidad perversa, encerrando en esta violencia, amago de violación y atracción a unos niveles psíquicos que arranca con iracundos golpes de odio y desprecio por parte de la pareja y acaba con una colérica cópula marital sobre las escaleras, suscitada por un primitivo estímulo. Concentrada toda la tensión en una impecable puesta en escena, meticulosa y precisa en los momentos de agresividad violenta, la visceralidad se va robusteciendo por una grafía de concisión ejemplar, permitiéndose aglutinar referencias al cine negro de los años 50 espíritu, del ‘western’, del drama sentimental e incluso de cintas de fondo ‘teenager’, Una historia de violencia no se cuestiona por la moralidad de los actos que en ella aparecen, porque llega un momento en que el espectador, consciente de la crudeza de lo que está viendo, respalda la actitud manipuladora e interesada de Stall, ya que, en último término, su objetivo prioritario no es alejarse de su pasado, si no mantener a salvo a su familia, delimitando su territorio y salvaguardando una progenie que ha logrado matar al criminal del pasado. Miguel Á. Refoyo
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es de hallazgos, pero que están dentro del programa. Luego usas sus recursos como tú quieres manejarlos. Una nueva versión te obliga a empezar de nuevo. Es un círculo vicioso. Yo uso tecnologías que tengo muy asimiladas. Un vídeo basado sólo en efectos es un videoclip, pero creo que no tiene una trascendencia artística.
Antonio Marcos
Su último trabajo forma parte de un proyecto más amplio, ‘Poder analógico’ ¿Una reivindicación en tiempos digitales? Llevo desde el 96 con este proyecto, que surgió a partir de las prestaciones que me daba la máquina de mezclas de vídeo. Cae en mis manos una misiva secreta entre empresas de electrónica en la que figura la cronología de la aparición de tecnologías como el DVD y la desaparición en el 2010 de toda la tecnología analógica. A partir de esa fecha no se venderán ni cintas de VHS, hasta la televisión va a ser digital. Me pareció interesante, sobre todo por la ironía, hacer bandera de lo analógico, cuando la mesa de mezclas que uso trabaja con procesos digitales. La bestia está dentro de nosotros y estamos contaminados. Hay también una parodia y me siguen identificando con los artistas sociales de lo analógico... Este vídeo surgió del encargo de Panera sobre el monstruo y lo acepté como reto. Partiendo de Calabrese, utilicé esas imágenes de películas, que la mayoría vienen de otros vídeos de artistas que ya las habían usado. Una selección ya seleccionada. Mezcladas pierden definición y ganan ruido. Luego las he llevado a ‘plotter’ y ahora las estoy pintando. Trabajo de capas, vídeo en el DA2, expansión de la obra... el rizoma a lo bestia. Para acabar pintando, lo más analógico y básico... Era como romper el himen. Desde el 96 necesitaba pintar lo que hacía en vídeo, pero no encontraba el proceso. Paloma Pájaro me ha enseñado a pintar de nuevo. Tenía que crearme un método eficaz para clavar en un mes esas dieciséis imágenes, es como muy orgánico y te da sorpresas para bien y para mal. Es algo conceptual en el que he ido planteando reglas del juego y de momento es como el último capítulo. No sé qué pasará después, ¿seré pintor? (risas). Es curiosa esa agenda oculta sobre la desaparición programada cuando en realidad parece una selección natural... Esta todo dirigido. Hay un proceso de adaptación, porque que la gente tire sus aparatos viejos inmediatamente sólo pasa en Japón. La industria inventa los pasos intermedios que hay de una tecnología vieja a otra nueva, nos hacen consumir una evolución y además nos la naturalizan, en el fondo lo que hacen es educar a unos consumidores. Es una manipulación. Somos en teoría más libres, pero el mercado juega con la inestabilidad y la inseguridad. Tenemos una subscripción a la tecnología, una dependencia. También evoluciona el software sin parar... Se estima que necesitas cinco años con un programa para empezar a hacer cosas tuyas, ese tiempo
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Parece que todo avanza, incluso el videojuego, hacia una total apariencia de realidad, una línea que usted no sigue. El vídeo había desaparecido salvo por los ‘maquis’ que siguen trabajando en el underground. Ahora aparece de nuevo, pero realmente son performances, una teatralización, lo de los setenta filmado. No hay tratamiento de investigación sobre la superficie de la imagen, ni siquiera sobre las estructuras de la narración. Hay una pequeña aldea gala que resiste: unos trabajan en un sentido más cromático llevandolo hacia la pintura, otros en un sentido más cinematográfico en cuanto a recuperar investigaciones del cine como la ‘nouvelle vague’ y desarrollarlas hasta sus límites en vídeo. Hay más mundo del que parece, sobre todo fuera de España. Aquí no, por temas de mercado sobre todo. Las galerías no tienen ni idea de vídeo: han asimilado la performance y lo usan para vender ese producto. Eres un marciano si haces un vídeo fuera lo performativo. Esperemos que alguien le de la vuela a la ola.
TMori, en la galería Benito Esteban Perelétegui
TMORI
«Nos han educado en la narración» TMori (Valladolid, 1970) comenzó a trabajar con el vídeo a finales de los noventa. La galería Benito Estaban acoge una extensión de su último trabajo, ‘Inestabilidad y metamorfosis’ y en la feria presenta una pieza de ‘Love songs’. Hablamos con él de educaciones varias: la de los modelos narrativos, la del consumo de tecnología y de la evolución del videoarte.
Una de las bases de su trabajo es la crítica a los medios de comunicación masivos... Y al arte también. Es otro medio de comunicación, con otras estructuras, pero que lleva implícita una ideología, y muchas veces una ideología bestial. Incluso los propios artistas no saben lo que tienen entre las manos. Parece que me he puesto en plan ‘tocacojones’ y nunca he tenido una mentalidad guerrillera ni social, pero parece que hay cosas que hacen pupa. La de ‘videojockey’ parece una profesión de moda. ¿Cuál es su experiencia? No soy un ‘videojockey’ al uso. Lo usual es pinchar imágenes en una fiesta dance en un contexto de música repetitiva y consumo de sustancias alcohólicas o químicas. A eso se le añade la estimulación visual, y eso ya es el tripi total, el viaje psicodélico, hacia una dimensión fuera de todos tus problemas. Después de varios años de hacerlo me doy cuenta de que no acaba de funcionar porque en una sesión de seis horas, cada una de las imágenes que meto es distinta, cuando el resto hacen pequeñas variaciones sobre unos clips desde el ordenador. Lo que yo hago, a una persona empastillada la bloquea. Necesita otra cosa para seguir bailando en ese contexto de neurona única. Gracias al Equipo Moral, con Chema Alonso, he ido hacia un enfoque
El arte es también un medio de comunicación y lleva implícita una ideología, muchas veces una ideología bestial más contemplativo o de concierto, sin narración, una sucesión de imágenes con mayor o menor potencia o impacto, pero modulando los estados de ánimo de una audencia. Si alguien intenta poner estructuras narrativas, se le disuelven inmediatamente. Hay que dejarse llevar hacia lo emotivo. Dance y pensamiento no casan, ¿no? Es una forma de evasión, una orgía colectiva con ropa. Dionisiaco hasta lo políticamente correcto. Es una nueva iglesia, heredera del concierto de rock, ya no tiene un pope visible, se ha puesto en la sombra, pero sigue manipulando, es la música o la imagen pura. Y no propicia una comunicación. Horas de introspección. Es para estudiarlo antropológicamente. ¿Estamos perdiendo capacidad de sorpresa ante las imágenes? No se agotan las imágenes, sino la forma de estructurarlas. El cine ha agotado el modelo de representación institucional, la publicidad, la televisión... están agotadas. Por cada artista de vídeo hay un género, posibilidades de modificar y mover la imagen, pero los medios mantienen una actitud conservadora: tienen al público educado, controlado, y eso supone dinero. Sólo le ofrecen algunas chispas de espontaneidad. Es un círculo cerrado que tendrá que estallar. Si estalla, será por el ‘háztelo tú mismo’ de la videocámara. La industria se ha paralizado a sí misma. Nos queda la incertidumbre, que es lo más interesante. Los canónicos del cine no conciben modelos no narrativos... Es que estamos educados en la narración. Si la narración que tenemos ahora se la pones a un espectador de los principios del cine, lo primero que hace es vomitar. La velocidad es bestial para unos ojos antiguos. La imagen en movimiento siempre se va a intentar analizar desde el plano narrativo y cuando eso no sea posible, estás perdido. Y ese estado de perdición es muy interesante. Si hay un mercado para eso en el cine será a través de Internet, aunque parece que la Red sigue hoy los patrones de la industria y la gente sólo quiere comprar lo que se anuncia. El sistema cultural está basado en el sistema de estrellas. Hasta que no se rompa y las nuevas estrellas dejen de parecerse a las viejas, no se podrá evolucionar.
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El arte transgresor es válido, no sólo cuando el mensaje es bueno sino cuando quien lo está haciendo sea un tipo auténtico, si no, no me lo creo lamanca. Extraño también la cava del Corrillo, era un lugar mágico, con un ambiente muy especial. Hay una añoranza de esa época: podías ver jazz, rock en el Santa Barbara y después irte a otro bar y escuchar una buena banda sonora. Creo que hay muchos bares en Salamanca, pero casi todos son iguales.
Félix Curto, la pasada semana en la galería Adora Calvo Ladoire
FÉLIX CURTO
«Me gusta más el camino que llegar a la meta» A. Marcos
Su exposición en Adora Calvo se centra sobre la música, el rock, que junto con lo autobiográfico es una constante en su creación... Trabajo en la música como parte de la obra, con un sentido de homenaje, de empatía, de reflejo de uno con las ideas de otro. Con la música, todos buscamos eso. El nexo es la música, pero es todo el conjunto. Hay símbolos, frases de canciones, cosas que surgen después de haber vivido algo. Los colores, el lugar en el que estás, las canciones que escuchas. Tengo una pieza muy pop para la feria. Es parte del trabajo: jugar, pero dentro del proyecto, aprovechando la libertad del artista. He introducido ahora la plata, porque en el pueblo donde vivo se trabaja, le cambio el sentido de la joyería utilizandolo para algo más conceptual, usando el símbolo de la estrella, que es un icono mío. Es muy revival, muy vintage. Los aficionados a la música suelen hacer un fanzine. En cambio usted, lo convierte en parte de su obra artística.
Félix Curto (Salamanca, 1967) fue becado a México y se quedó para siempre. Su obra abarca todos los formatos y está plagada de referencias culturales, especialmente de la música. ‘Es sólo rock and roll’ es su último trabajo, expuesto en Adora Calvo, un acercamiento hacia las sensibilidades de otros, de músicas escuchadas en bares que añora.
Tenía un fanzine, hace muchos años. Sigo comprando mucho vinilo en México, encuentras cosas que no ves ni en Londres. Tengo ese rollo de fetichismo, de la búsqueda. Lo recupero para mi obra, nunca supe que iba a salir por ahí, pero intento meterlo, así amortizo los discos que compro (risas). También es notable su capacidad para traspasar formatos, con sus intervenciones sobre objetos, fotos... Podría funcionar solamente como pintor, pero me gusta experimentar, relacionar las cosas. El artista debe buscar. También depende de las circunstancias de cada uno, también de los galeristas. Los hay que ‘enfocan’ y te dicen hasta cómo tienes que vestir. Voy haciendo objetos y aprendiendo, buscando.
¿Encontró en México ese sitio que todos vamos deseando encontrar o se dejó sorprender? Ese sitio todavía se sigue buscando. Me gusta estar en el camino, cuando llegas a la meta parece que ya has cumplido un sueño y dejas de soñar. Encontré algo de eso, pero sobre todo humanidad. El contacto humano es muy importante en mi trabajo, estar con Manuel el carpintero, el mecánico... nos conocemos, puedes comer con ellos en su casa. Te haces uno más, puedes conectar, es un enriquecimiento. El crecimiento económico nos ha hecho olvidar muchos valores en favor del dinero. El paisaje también me ha desbordado, lo llevaba de la literatura, de las ‘road movies’... La realidad supera a la ficción.
¿Tan lejos llega la influencia del mercado? Por desgracia, el mundo del arte tiene esa connotación negativa: es muy competitivo y la gente quiere subir como sea. Eso te puede hacer comulgar con esas cosas, pero creo que hay que buscar tu propia fuerza. Es un mundo complejo.
En sus notas para lo que expone en la feria hay un homenaje a algunos bares de Salamanca... Trabajé en el 911, ponía música el fin de semana, hacía lo que me gustaba y me pagaban. Conocía a la gente que llevaba estos sitios. Ahora no estoy muy conectado y no sé si hay bares musicales en Sa-
Son como obras de arte efímeras que siempre acaban desapareciendo. Es cierto. El Corrilo era como un icono de Salamanca, un lugar con solera y con cultura. Esos sitios son los que dan el sabor a una ciudad, esos cafés de tertulia. Aquí no los hemos sabido conservar, se podía haber hecho algún tipo de negociación. Está el Novelty, pero el Corrillo tenía un aroma especial. El devenir de la vida, los valores, el poder económico... hacen que se pierdan, pero eso forma parte del patrimonio. Recuerdo El Platería, donde ponía música por el simple hecho de estar allí, porque me gustaba o El Cambalache antiguo, que el de ahora está muy bien, pero el anterior lo recuerdo como una cueva donde nos reuníamos... Me apetecía manifestar esa añoranza. También hay en su obra un fuerte componente poético. Creo que la poesía es fundamental, necesaria, y más en el tiempo en el que vivimos. Si nos basamos sólo en la política, en el arte agresivo... no creo que sea por ahí por donde van las cosas. Conozco a artistas transgresores famosos que en su casa escuchan buena música, comen en los restaurantes más caros, quieren lo mejor. Transgresión de tres a cuatro de la tarde. Si consumes poesía en tu casa, ¿por qué no la das? ¿Es una cuestión de pose? Hay mucha pose, sí. Es algo que está de hace unos años y hay gente que se ha apuntado al carro. Hay una vanguardia hoy día, pero la vanguardia de hoy puede ser el pasado de mañana. Y lo que es bueno, es bueno hoy, mañana y pasado. El arte transgresor es válido, no sólo cuando el mensaje es bueno sino cuando quien lo está haciendo sea un tipo auténtico, si no, no me lo creo. A veces cuela, pero este transgresor no tiene nada que ver con aquellos ‘beatniks’, porque quiere estar de número uno en la farándula. El ‘beatnik’ vivía su vida, se involucraba con el medio y no pretendía ninguna fama.
6 culturas LIBROS NOVEDADES
Gloria y muerte de Mozart H.C. ROBBINS LANDON 1791. El último año de Mozart Traducción: Gabriela Bustelo y Beatriz del Castillo. Siruela, 2005. Libros del tiempo 288 pp. / 18,9 euros
1791 es el año de la muerte de Mozart. Es también el año del Concierto para clarinete, de La flauta mágica y del Réquiem: una sucesión de obras maestras que, como ha escrito George Steiner, señalan uno de los más increíbles momentos de creatividad de la experiencia humana. Mozart se apaga bruscamente a los treinta y cinco años en medio de una actividad portentosa, agotado, sin duda, por el exceso de trabajo, pero quizá aún más por la tensión espiritual de su último período de creación, esa fase de 1791 en la que ya no cabe hablar de madurez ni plenitud, sino tan sólo de superación. El musicólogo Robbins Landon ha construido un relato tan ágil como completo de los últimos días de Mozart y de las circunstancias de su muerte en el contexto de la vida musical de Viena y Praga en 1791 y de sus relaciones con la corte imperial. H. C. Robbins Landon (Boston, 1926), historiador y musicólogo, está considerado el máximo experto en la vida y obra de Mozart. Ha fundado la Haydn Society y publicado numerosas obras sobre Haydn y el clasicismo vienés. También ha colaborado en la edición completa de la obra de Mozart.
Farsa policial de Stevenson ROBERT LOUIS STEVENSON Aventuras de un cadáver Traducción: Rafael Santervás Valdemar, 2005 208 pp. / 18 euros
Aventuras de un cadáver es una novela de acción en la que Stevenson utiliza sus grandes dotes de narrador de aventuras en un tema detectivesco que maneja con los habituales efectos de claridad y suspense. Hablamos de tema detectivesco porque no llega a ser una novela policiaca, ya que carece de elementos tan básicos como un crimen y un detective, pero no deja de tener un cadáver yendo de un lado para otro y un decisivo móvil económico conectado con la muerte que constituye la base de la obra. Las constantes alusiones irónicas a métodos policiacos, a policías famosos, a detectives imaginarios como Robert Skill, nos harían pensar en una sátira de ese género de novela, pero resulta que el autor trata con la misma socarronería los demás aspectos económicos, sociales y políticos. Esta sorna general, ligera y sin consecuencias, convierte a la novela en una divertida farsa.
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Medieval Rosa Montero Aventura, fantasía y reinterpretación de la leyenda de la doncella guerrera en su última novela n el epílogo ‘Unas consideraciones finales’, Rosa Montero hace referencia a aspectos diversos de su novela, incidiendo en su pretensión de hacer un libro «voluntariamente anacrónico, o, mejor dicho, ucrónico», confiesa. Libro que considera «dentro de las aventuras y lo fantástico». Tales advertencias la liberan, obviamente, de posibles errores tratándose de un periodo histórico tan mal conocido. Por otra parte, recuerda ciertas observaciones que le permiten conseguir dos objetivos: aliviar a los siglos medievales XII y XIII de la visión basada en el tenebrismo y la ignorancia y hacer presente su conocido feminismo. El florecimiento del siglo XIII fue un verdadero renacimiento social, en el que la importancia de la mujer le da pie para hablar de «la preponderancia de las damas». Esta concepción marcadamente femenina lleva a la autora a escoger un protagonista muy especial: se trata de Leola, cuyo nombre, leído en forma de peculiar palíndromo, se convierte en una curiosa denominación. Leola es una muchacha de gran cultura, lo que le permite el privilegio de ser la narradora de la obra y disfrutar de un gran sentido de la libertad: «Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre». Esta misma confesión cierra de forma circular las páginas, añadiendo: «¿No es hermoso todo lo que la vida me ha dado?». A esta condición culta se une la valentía de la protagonista. Indignada por lo que se hace con su padre y su hermano, decide irse a la guerra, como ‘hombre de hierro’. Estamos por tanto ante una nueva interpretación de la leyenda de la doncella guerrera, a quien la guerra conducirá por múltiples escenarios (como se indica en el mapa que abre la obra), en los que vivirá aventuras sin cuento. Se trata por tanto de una novela itinerante, pero
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ROSA MONTERO Historia del rey transparente Alfaguara, 2005 534 pp. / 19,50 euros
sobre todo de una crónica de ritmo vivísimo, en la que aparecen personajes históricos (llegará a conocer y hablar con Eoísa, la amante del filósofo Abelardo, por ejemplo) y personajes de condición casi mitológica, como ocurre con Filippo, el eunuco que lleva tatuado su cuerpo con citas de la Iliada. Pero los personajes con los que Leola establecerá un contacto más constante son aquellos que pueden servir de referencia al mundo medieval. Dejando aparte a Jacques, personaje irrelevante, Leola conocerá a Nyneve, que esconde una condición de bruja y que se convertirá en la maestra de la protagonista. Gracias a su protección, Leola sorteará peligros tan severos como el acoso de Dhouda, encarnación femenina de la crueldad del poder. El mundo de los afectos se presenta a través de seres, diversos, bien sea en forma de admiración de lo intelectualidad, como es el caso de Fray Angelico, o del afecto primario, como ocurre con León, siempre acompañado de un animal misterioso. Gaston puede ser el símbolo más preciso de lo humano, encubriendo contradicciones que Leola nunca admitirá. Historia del rey transparente (leyenda cuya narración nunca se consuma en la novela) responde también al viejo procedimiento del ‘manuscrito encontrado’, hallado en este caso en la biblioteca de la Universidad de Coimbra. En él se esconde la clave del final de muchos pasajes de la novela. La muerte de Nyneve atrae misteriosamente a Leola. Parece que se irá con ella, pero la puerta del retorno queda abierta: «Y regresaremos, y seremos millones». Es un final muy armónico con el sentido de esta atractiva novela, pero… ¿no estará además anunciando, de forma delicadamente críptica, la continuación de nuevas aventuras por parte de Leola? Nicolás Miñambres
El peor sitio del mundo no no deja de encontrar páginas de Chéjov que antes no había leído, y no cesa de preguntarse si este hombre escribió algo que no fuera una obra maestra. Ni siANTÓN P. CHÉJOV quiera cuando no La isla de Sajalín pretendía hacer liteTraducción de Víctor Gallego ratura. Como en este Alba, 2005 caso, en que hasta se 447 pp. / 30 euros negó a que el libro formara parte de sus obras completas. El libro fue concebido más como un tratado científico, algo semejante a una reseña etnográfica. Chéjov deseaba rendir tributo a la ciencia, que tanto había aportado en su vida, y tal vez superar un estado semidepresivo, para lo cual concibió el proyecto de viajar a un lugar tan insólito como inhóspito. El más insólito y el más inhóspito que se le pudo ocurrir. Hasta el extremo de que esta isla está consagrada, por las autoridades rusas, al establecimiento de colonias penitenciarias, que son las que aportan la mayor parte de vida del entorno. Eso si concedemos al entendimiento el hecho de que cierto estado de degradación humana, el más bajo, pueda ser llamado vida. Y así este hombre, tan incapaz de permanecer encerrado en una ha-
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bitación, se aventura en el terreno de la humillación tras documentarse exhaustivamente. La frase «hemos dejado que millones de hombres se pudran en la prisión; hemos hecho que se pudran en vano, sin razón, bárbaramente», pertenece a una misiva personal, y no al tono de la redacción de su ensayo. Su escritura es objetiva, neutra, erudita, matérica; de manera que nunca se empacha con recursos descriptivos viscerales. No pretende imponer una opinión sentimental, sino ofrecer un trabajo exploratorio que todo unido forma un compendio ante el que es imposible permanecer sereno. Son contadas las ocasiones en las que el ser humano demuestra que no hay más remedio que expresar su compasión, por encima de su persecución por registrar todo. Del mosaico global, del conjunto de detalles y reseñas, es del que el lector sale manchado de barro hasta las cejas, creyendo que ha acompañado a Chéjov al mismísimo infierno. El libro se abre con un párrafo demoledor, advirtiéndonos de que jamás será posible solazarse con un paisaje. La isla, e incluso la ruta hasta ella, será parte de una prisión donde tiene lugar todo lo malo y degradante que uno puede imaginar. Es tal la variedad de recursos de Chéjov, que cuando necesita describir otro paisaje rememora no su impresión, sino la de un marinero: «A veces llevamos allí doscientos o trescientos condenados a la vez, y muchos
de ellos lloran al ver el lugar». Aunque llega a extremos de dureza insoslayable cuando trata asuntos como el alma: «para pensar que los presos rusos respetan la vida y la bolsa del prójimo sólo porque son perezosos y cobardes, hay que tener muy mala opinión de los hombres en general o no conocerlos en absoluto». Este narrador no cesa de aprender a cada párrafo: «Cuando la vida surge y se desarrolla no según el curso normal de los acontecimientos, sino artificialmente, y su crecimiento depende menos de condiciones naturales y económicas que de las teorías y la fantasía de algunos individuos, la arbitrariedad adquiere una relevancia absoluta y se convierte en una especie de norma inevitable». Hasta que no le queda más remedio que tomar partido: «El mar es frío y turbio, y sus altas olas grisáceas rompen en la arena y parecen exclamar: Señor, ¿por qué nos creaste?». Él mismo describe la impresión que se le queda al lector tras bucear en este libro: «Pero pronto todo eso desapareció también y sólo quedó la oscuridad y un sentimiento terrible, como el que se tiene después de ensueño desagradable y siniestro». Y, sin mencionarlo, Chéjov se pregunta si los propios parias no se cuestionan las razones de la vida: ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? Ricardo Martínez Llorca
LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 30 de octubre de 2005
Mirando por el telescopio Mapas del tiempo reúne la historia natural y la historia humana en una narración única, grandiosa y comprensible. Es una gran hazaña, semejante a la que protagonizó Isaac Newton en el siglo XVII cuando unió los cielos y la tierra bajo las leyes uniformes del movimiento». Pongamos las cosas en su sitio: no cabe duda de que William H. McNeill se excede cuando comienza así el prefacio de Mapas del tiempo. Pero no cuando lo concluye diciendo: «Al lector que está a punto de adentrarse en este libro le aguarda una experiencia inolvidable. Que lea, se asombre y admire». Como disciplina universitaria, la gran historia (‘big history’: obsérvese que la palabra ‘big’ no exhibe esa inmodestia de ‘gran’, que el inglés reserva para ‘great’) no ha cumplido veinte años. Pretende abarcar la historia completa, reuniendo historia natural y humana e integrando astronomía, física, biología, geología, arqueología y lo que siempre hemos llamado historia. La creciente superespecialización a la que obliga la marcha de la investigación en todos los campos hace necesario un esfuerzo por integrar todas las parcelas del saber. La gran historia da un paso importante en ese sentido. Los primeros cursos se impartieron en 1989 y hasta hoy la gran historia apenas ha trascendido las universidades de Estados Unidos y Países Bajos. En palabras de Mark Twain: «Si la torre Eiffel representase la edad del mundo, la pincelada que cubre la punta sería la historia del hombre; y todos pensarían que la torre se construyó para dar esa pincelada. Creo que los demás lo pensarían; yo no». Observar la historia de la humanidad enmarcada en la historia del universo nos obliga a ver las cosas de manera diferente, y el mérito de este libro es haber sido consecuente con esa diferencia. La humanidad pasa por aquí de forma distinta a como transita por los libros de historia habituales. La anécdota no tiene espacio en estas 700 páginas, aunque sí el ejemplo, en la medida en que el ejemplo representa lo sucedido a los humanos, mientras la anécdota no. El nombre de Hitler no aparece. Alguien se extrañará de que con-
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DAVID CHRISTIAN Mapas del tiempo. Introducción a la ‘gran historia’ Traducción de Antonio-Prometeo Moya Editorial Crítica, 2005 726 pp. / 39 euros
sideremos a Hitler anecdótico, pero lo es, al menos a escala cósmica. Sin embargo, se cuenta el testimonio de Moumouni, un agricultor del Sahara que ha vivido diferentes etapas de la destrucción de la tierra cultivable, porque el testimonio de Moumouni no es anecdótico. Frente a ese imprescindible trabajo de los historiadores que fatigan archivos como examinando por un microscopio, la gran historia nos observa desde el telescopio. El universo se creó hace 13.000 millones de años; el sistema solar, hace 4.500 millones; la vida en nuestro planeta no tiene más allá de 3.800 millones, y la vida pluricelular no más de 600; la India no se separó de la Antártida hasta hace 100 millones de años, y no formó parte de Eurasia hasta hace 45. Hasta aquí las primeras 170 páginas del libro: se entenderá el esfuerzo que requiere para un historiador elaborar toda esta parte. Toda la historia humana, si bien recibe un espacio desproporcionado (en proporción apenas le correspondería una coma de este grueso libro), nos parece diminuta. David Christian ha puesto mucho empeño en producirnos esa impresión. Desde el telescopio los humanos parecemos no solo pequeños, sino lentos. Por nuestra historia pululan los hombres, las guerras y los cambios; pero no hay aquí batallas, acontecimientos grandiosos ni hombres singulares. Citando a Robert Wright: «Si mirásemos de más lejos y prescindiéramos de detalles borrosos, tendríamos una imagen más general: los siglos pasan y las civilizaciones vienen y van, pero la civilización prospera, aumenta su radio de acción y su complejidad». David Christian es especialista en historia de Rusia, dentro de la cual ha profundizado en dos campos: la época de Alejandro I y los usos gastronómicos. Antonio-Prometeo Moya, el traductor, se merece todos los elogios. De una puntillosidad extrema, su amplia obra puede rastrearse casi por cualquier editorial que conceda importancia a la calidad de las traducciones. Sin su trabajo este libro no sería tan recomendable ni tan agradable de leer.
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investigador privado español, estudiando su historia, su evolución y su actual estado, son los objetivos de Confidencias de un detective privado, la tercera obra de JuanCarlos Arias, investigador privado –director de la agencia sevillana ADAS desde 1982– e incondicional aficionado al género negro, quien ya había dando rienda suelta a sus inquietudes literarias y a sus deseos por difundir los más ocultos aspectos de su profesión en Conexión detective y Sevilla confidencial. Con ánimo divulgador, estilo directo y una profusión de datos que revela una ardua labor documental, el autor analiza en la primera parte del libro la situación del gremio en España, atendiendo, además de a sus antecedentes y condicionamientos históricos y sociales, a sus principales rutinas profesionales. Se descubren así herramientas, trucos e instrumentos de trabajo que demuestran que el detective es un hombre pasivo que tiene en la observación, la capacidad de deducción y la facilidad de comunicación para obtener información sus principales armas. Para complementar la base teórica con la que se inicia la obra, Arias relata, convenientemente ficcionalizados y maquillados para respetar el secreto profesional, algunos de los casos reales a los que tuvo que enfrentarse como investigador privado. A través de su
RESCATADOS
Consecuencias de una catástrofe DON DELILLO Ruido de fondo Primera edición: 1985
alter-ego Reyes y con una prosa austera y sobria heredera de los maestros del género, el autor muestra un mundo lleno de venganzas, odios, celos, avaricias y rencores que pone de manifiesto que, en ocasiones, la realidad supera con creces a la ficción. Los casos protagonizados por Reyes no sólo permiten conocer los modos de actuación de los detectives, sino que también dejan al descubierto algunas de sus dudas morales a la hora de aceptar clientes o resolver enigmas, casi siempre resueltas por su convicción de sacar a la luz la verdad, independientemente de los beneficios que ello genere. La obra, que se completa con tres interesantes informes de investigación periodística sobre casos reales, permite poner al lector en contacto con la realidad de una figura que casi siempre ha marchado por los caminos del mito y que tradicionalmente sólo ha sido conocida como imagen cultural. Pese a desterrar viejas creencias y establecer un retrato fiel contrario a cualquier estereotipo, lo cierto es que, después de leer el libro de Arias, el atractivo de la figura del detective perdura, quizá porque en el fondo todos seguimos viendo en él, como decía Raymond Chandler, «un hombre corriente, pero también un hombre especial».
Ruido de fondo, de Don DeLillo, es un libro que, de entrada, presenta a un personaje que recuerda a la figura de Orson Welles, Jack, un individuo que estudia y padece las consecuencias de una catástrofe medioambiental en su familia, un profesor arquetípico que es especialista en Hitler. Triste, melancólico, dubitativo que arrastra un dilema: no sabe hablar alemán. Uno de los principales atractivos es la contraposición entre los adultos con respecto a los hijos. Mientras los adultos no saben afrontar la vida, como entes básicos que actúan llevados por el instinto, ignorantes y burdos, los niños demuestran una incómoda madurez, cruel, que fastidia a cuantos rodean por la sabiduría de sus palabras. Personajes, en cualquier caso, que viven angustiados existencialmente, incapaces de reaccionar ante unos problemas que les ahogan. Hay un cinismo en Ruido de fondo en torno a la unidad familiar, a las costumbres que definen estos lazos que perfilan el desencanto con el que está vista la sociedad contemporánea por DeLillo. Para DeLillo y su cosmos familiar la sociedad está muerta y precisamente lo primero que muere es el silencio. Un apoteósico análisis del miedo a la muerte, resumido en esas pastillas Dylar, que en inglés suena a muerte. Unas pastillas que son un punto común en las vidas de los personajes infelices de DeLillo. Es un oscuro viaje a través de un hombre que se somete a las directrices de la incomprensión por parte de los que le rodean, dejándose llevar por un autopsicoanálisis que alivia la tristeza porque explica sus causas y, por otro lado, la absoluta negación de la melancolía: las pastillas. El final desesperado, lleno de violencia y con una pregunta sin respuesta a las ansias de creer y tener fe, una fe perdida por la propia Iglesia representada en unas monjas prácticamente nihilistas antes de intentar matar los fantasmas de su agonía, es un símbolo de la frustración, de la desesperanza, de la derrota moral de un hombre al que le queda poco para morir. Y lo asume desprendiéndose de objetos personales, de recuerdos, aceptando que la vida se acaba y que es mejor vivir lo que queda en armonía y olvidar los problemas. Mirar al efímero futuro olvidando el pasado. El mejor amigo de Jak, Murray, al principio de la novela, en el supermercado, le dice: «Aquí no morimos, compramos. Pero la diferencia es menos señalada de lo que podrías pensar». Una frase que define no ya sólo el espíritu descarnado de la novela, sino también la sociedad moderna con total contundencia.
Javier Sánchez Zapatero
Miguel Á. Refoyo
Garcimuñoz
Mitos de carne y hueso onstituida como uno de los grandes iconos literarios y cinematográficos del siglo XX, la figura del detective privado ha permanecido siempre oculta tras una JUAN-CARLOS cortina de ambigüeARIAS dad y misterio. Todo Confidencias de un detective privado lo que la sociedad saLa Esfera de los Libros, 2005 bía de sus rutinas de 412 pp. / 24 euros trabajo lo conocía a través de los estereotipos, envueltos en humo y olor a pólvora, utilizados por las películas y las novelas de género negro. El poder embaucador de la ficción frente a la realidad provocó la identificación de la figura del detective con la de un personaje solitario, seductor, alcohólico, desarraigado... Tras esa imagen prototípica, sin embargo, se esconde una realidad de carne y hueso que atañe a un colectivo en expansión que comienza a ser reconocido socialmente gracias a la homologación universitaria de los estudios de Criminología y que mantiene unas características corporativas no siempre coincidentes con las difundidas a través de los modelos culturales. Descubrir ese realidad y establecer un retrato fiel y detallado del
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 30 de octubre de 2005
BAUDOIN
Un viaje interior El autor francés comparte con el personaje de su cómic su peripecia vital: dejó su cárcel de rutina para buscar su lugar en el mundo. Nos invita a acompañarle en su sugerente y fascinante viaje. ay descuidos imperdonables: olvidarse de una fecha señalada, no recordar la hora de una cita o incluso haber obviado El viaje, de Baudoin, en nuestro repaso anual a los mejores comics del 2004. Pero, ya se sabe, a grandes errores, grandes excusas (¿qué ser humano puede seguir, física y monetariamente, la avalancha editorial española de los últimos meses?) y mejores sentencias (nunca es tarde si la dicha es buena). En el fondo, como dijo aquel sabio, no hay nada mejor que postergar el disfrute. Y El viaje es sobre todo eso, un disfrute con mayúsculas: una experiencia visual y un ejercicio introspectivo de enorme hondura. Un viaje compartido entre su personaje, su autor, Edmond Baudoin, y nosotros, los lectores. Simon, como le sucedía a Baudoin en los años 60, es un triunfador social abocado al fracaso personal, un hombre esclavo de su entorno, de su trabajo, de su geografía más inmediata. Un día, Simon, como hizo Baudoin a finales de aquella década, decide huir, romper los barrotes de su prisión física y mental, abrir su mente a nuevos parajes y gentes por conocer, enfocar su existencia hacia nuevas formas de entender la experiencia vital. Simon, al igual que Baudoin, escapa sin rumbo fijo, se aleja de su París, una ciudad que para él está muy lejos de las ensoñaciones mágicas de la mítica y bohemia ciudad del amor. Un París que podría ser Madrid, Tokio o Nueva York, daría igual, porque Baudoin, perdón, Simon, no se aleja de una ciudad sino de sí mismo.
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Expresionista y lírico En su viaje, nuestro viaje, reconoceremos los lugares que nunca hemos visitado aunque hayan existido siempre en nuestros sueños; volaremos hacia nuestros deseos infantiles ya olvidados y viviremos todos los momentos que nunca nos hemos atrevido a
Con El viaje vivimos una sensación de ‘déjà-vu’ obra de arte, una vez más, se configura en un estado de ánimo y el lector intuye en ella su propia experiencia, la de esa huida hacia adelante que es la existencia
vivir. El viaje de Baudoin, es un tránsito interior hacia la madurez, hacia nuestra autoaceptación como adultos imperfectos; una renuncia definitiva de lo que fuimos y una afirmación serena (y optimista) del que ha de ser nuestro momento y nuestro lugar en cada instante vital. Por eso, el dibujo EDMOND BAUDOIN de Baudoin más que El viaje representar, sugiere. Traducción: David Abia Su trazo, etéreo, y Javier Zalbidegoitia abierto y libre, encieAstiberri, 2004 rra (valga la parado234 pp. / 18 euros ja) símbolos e insinuaciones que se mueven en el territorio de la lírica, más que en el de la narración. Las pinceladas del francés da en un viaje iniciático hacia el ofrecen una visión expresionista futuro. Con El viaje vivimos una (¡omnipresente la influencia del sensación familiar de ‘déjà-vu’: la pintor noruego Edward Munch!) obra de arte, una vez más, se conde la realidad física transforma- figura en un estado de ánimo y el
lector intuye en ella su propia experiencia, la de esa huida hacia adelante que es la existencia. Porque este cómic canta a todo lo que de verdad importa en nues-
tro periplo vital: a la libertad, al amor, a la amistad y a cada uno de nosotros mismos. Rubén Varillas