culturas
N° 53 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de diciembre de 2005
Un momento de Homenaje a los malditos, el último montaje de La Zaranda Miguel Ángel Gonzalez
LA ZARANDA La búsqueda de un teatro vivo
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El Teatro Inestable de Andalucía la Baja presenta el sábado en el Liceo su Homenaje a los malditos, el último paso de un camino hacia la esencia escénica.
3 SERGIO PITOL
7 ARTURO CISNEROS
El Premio Cervantes nos acerca a este mexicano viajero que juega con los géneros, traduce y descubre una segunda realidad.
El director del documental Bagdad Rap, una sorprendente película sobre la guerra, abre el jueves una nueva edición del SDLM.
N°53
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de diciembre de 2005
ace unos meses, al hablar de las movilizaciones en protesta por el abandono del teah tro Juan del Enzina, lanzábamos una propuesta: cualquier sala teatral que vaya a cerrar debería representar Perdonen la tristeza en su programa de despedida. Hoy entrevistamos al autor del texto de aquella obra que se estrenó mundialmente en Salamanca: fue el primer trabajo como escritor de Eusebio Calonge para La Zaranda, el Teatro Inestable de Andalucía la Baja. El sábado vuelven con Homenaje a los
malditos, su último montaje. Calonge lanza algunas de las claves del trabajo del grupo jerezano, quizá la compañía privada con mayor proyección de este país. Lo suyo es una búsqueda de lo misterioso, de ese momento que hace pensar que el teatro es algo vivo y que contagia con su verdad al espectador. Quien ha visto a La Zaranda no los olvida fácilmente, por eso les recomendamos la experiencia. En este número nos acercamos también a Sergio Pitol, que acaba de ganar el Premio Cervantes pero ya estaba
ahí desde hace mucho tiempo, con sus magníficas traducciones, con un sentido enciclopédico de la cultura y con una desbordante fantasía para jugar con todo. Hablamos con Arturo Cisneros, autor del alabado documental Bagdad Rap, una mezcla de imágenes sobre la guerra de Irak con el rap español más combativo que se proyecta este jueves en la sesión inaugural del Seminario Discurso Legitimación y Memoria. Y también John Berger, Lorenzo Silva, Roman Polanski y Chaplin.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
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INTELECTUALES Harold Pinter se encuentra enfermo y no podrá recoger personalmente el Premio Nobel de Literatura. Su discurso acaba de difundirse y en él carga contra la política de los Estados Unidos, partiendo del concepto de verdad: «‘No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente cierta o falsa; puede ser al mismo tiempo verdad y mentira’. Creo que esas afirmaciones aún tienen sentido, y aún se aplican a la exploración de la realidad a través del arte. Así que, como escritor, las mantengo, pero como ciudadano no puedo; como ciudadano he de preguntar: ¿qué es verdad? ¿qué es mentira? (…) El lenguaje político, tal como lo usan los políticos, no se adentra en ninguno de estos territorios dado que los políticos, tal como nos demuestran, no están interesados en la verdad sino en el poder y en conservar ese poder. Para conservar ese poder es necesario mantener al pueblo en la ignorancia, que vivan sin conocer la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas. Lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, de las cuales nos alimentamos». En escolar.net han traducido el discurso completo. Otro de los grandes críticos con lo que está pasando es –ya, nuestro– Juan Gelman. En la contraportada del magnífico diario argentino Página 12 escribe sobre la complicidad entre los ocupantes y la violencia que sigue vigente en Irak, comparándolo con las actuaciones norteamericanas en América Central: «Los asesores norteamericanos enseñan a las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes en qué consiste ‘la opción El Salvador’, el programa de contrainsurgencia de Reagan que segó la vida de decenas de miles de campesinos salvadoreños. Resulta imposible saber con exactitud cuántos civiles iraquíes son víctimas de los escuadrones de la muerte. Faik Baqr, director de la morgue central de Bagdad, declaró que el número de muertes sospechosas bajo Saddam eran de 200 a 250 por mes, con unas 16 producidas por disparos. Bajo la ocupación estadounidense, esa cifra oscila entre las 700 y 800 mensuales, con unas 500 motivadas por armas de fuego (www.realcities.com, 27-6-05). Se ve que ahora hay democracia en Irak».
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MÁRTIRES Ya se habrán enterado de que hace veinticinco años que el libro El guardián entre el centeno pasó a la posteridad por ser el favorito de uno de sus lectores, Mark David Chapman, el tipo que disparó contra John Lennon con resultado de muerte. De todo lo que se ha escrito me quedo con lo de Rodrigo Fresán, una vez más, en Página 12: «Un apunte personal y, en lo que a mí respecta, me acuerdo de que yo me enteré al leer, a la mañana siguiente, en el titular tamaño catástrofe de un diario, un LENNON MUERE BALEADO. Recuerdo también que lo primero que pensé fue que Lennon había caído... intentando robar un banco. No me pregunten por qué pensé eso; pero lo cierto es que jamás me creí del todo su discurso en plan millonario profeta de la paz, entonando cómodas canciones/slogans como ‘Imagine’ o ‘Happy Xmas (War Is Over)’ o ‘Give Peace a Chance’ o ‘Power to the People’ o ‘Mind Games’. Para mí, Lennon siempre fue un elemento imprevisible y de humor tan cambiante como el de la nitroglicerina. Un tipo único e individualista al que –como a Dylan, que no se dejó tentar– poco y nada podía interesarle convertirse en ‘la voz de su generación’ y todo eso; pero, sin embargo, aceptó sumiso y hasta contento la corona y el cetro de Jesus Christ Superstar, predicando un evangelio público que poco tenía que ver con su credo privado».
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FRIKIS ¿Son frikis los personajes de Nacho Vigalondo? Así podría calificarse a aquel suicida por amor de 7:35 de la mañana, su exitoso corto. Ahora vuelve a la carga con Choque, la historia de un tipo, de nuevo interpretado por él mismo, que muestra todo su orgullo mal digerido y su patético sentido de la protección en una pista de coches chocones, que por aquí se llaman así. Visiten su página personal y descarguen, que merece la pena. En Mucia, la galería de arte T20 acaba de inaugurar una exposición llamada ‘Freakylandia’, sobre el concepto de lo extraño, un término que ha ido cambiando y que cada vez está más gastado en los últimos tiempos. Los salmantinos Javier Núñez Gasco, Kaoru Katayama y Domingo Sánchez Blanco forman parte del elenco.
Arriba, una fotografía reciente de Harold Pinter. Yoko Ono utilizó unas gafas ensangrentadas de Lennon para el disco posterior a su muerte. Obra de Núñez Gasco en ‘Freakylandia’ y el cartel en plan GTA del último corto de Vigalondo.
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SERGIO PITOL
Un Cervantes viajero El Premio Cervantes nos acerca a un autor difícil de clasificar: ha aportado su originalidad a los cuentos, novelas, ensayos y traducciones. Hay premios que merecen el gusto de un descubrimiento. éxico nos desembarca y conquista con la pluma, nos posee y digiere con su prosa desaforada, sus poemas y su feria del Libro de Guadalajara. México nos devuelve a los tiempos de Sor Juana en los que el mejor barroco no era el español, sino el de La Nueva España, como mexicano es este año el Cervantes y sus aledaños, porque ahora, en cualquier premio, cuentan tanto los descartados como los ganadores y la polémica se sirve en la misma bandeja en la que aparece el nombre del afortunado. Nuestro Nobel español este año tenía que ser novohispano, hay una regla no escrita en el Premio Reina Sofía, en el Cervantes y me temo, en el Premio de Poesía García Lorca por la que se alternan los autores españoles y los hispanoamericanos. Claro que también hay otra regla aparente, ‘no lo ganarán fácilmente las mujeres’ una norma contra la que me rebelo y que, en el caso del Cervantes, resulta ya verdad consabida. Un premio a toda una trayectoria ejemplar en lengua española que no se otorgue aún a Ana María Matute está contaminado por principio. Y todo ello con ganadores solventes y necesarios, que de esto sabe mucho quien tuvo la osadía de renunciar a ser jurado del cada vez más impresentable Premio Planeta. Juan Marsé parece un candidato eterno al Cervantes, Mario Benedetti también... y como el jurado lo tiene harto complicado, se sale por la tangente y recuerda a un escritor de vida literaria al margen de las normas cuya prosa perfecta juega a escaparse de toda taxonomía: el narrador, traductor y ensayista mexicano Sergio Pitol. Cuando Elena Poniatowska le dedica un libro a sus ángeles tutelares, a sus compañeros admirados, a sus admirables coetáneos les llama ‘Las tres gracias’: Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol. Entre la Generación
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Sergio Pitol, en su casa, posa tras recibir la noticia del Premio Cervantes EFE
de los Cincuenta mexicanos parece no haber más que entendimiento y apoyo, Monsiváis le canta las mañanitas a Pitol cuando recibe la noticia del Cervantes; Pacheco, también firme candidato al mismo premio, se deshace en elogios ante esos medios que, cuando se produce este tipo de felices cataclismos buscan en Internet el nombre del ilustre desconocido y se ponen al día en un segundo. Pitol nació en Puebla de los Ángeles, en el México barroco donde sitúa sus delirantes e inteligentes novelas, ese mismo México que asimila a sus autores y les convierte en diplomáticos para soltarles por el mundo en forma de agregados culturales –por ahí anda Jorge Volpi mexicaneando– claro que a Pitol, original como siempre, le tocó una Europa del Este en penumbra, sombría y desconocida a la que arribar con marimbas caribeñas y colores desaforados. Embajador en Praga, continuador de esa saga agradecida de escritores diplomáticos que se iniciara con Rubén Darío y siguiera con Pablo Neruda, Pitol se dedicó a traducir, a escribir, a asimilar el pensamiento sutil y desconocido de una Europa Central tan exótica como la sel-
Todo en Pitol es descubrimiento, gozo y asimilación: juega con los géneros, traduce a Conrad y Chejov sin dejar de ejercer de mexicano
va Lacandona. Todo en Pitol es descubrimiento, gozo y asimilación: lo mismo juega con los géneros y convierte sus ensayos en novelas y sus novelas en ensayos, que traduce a Conrad, al polaco Witold Gombrowicz y a Antón Chejov entre tantos otros escritores, sin dejar de ejercer de autor mexicano y sirviéndose del juego, de la parodia y de esa capacidad barroca de descubrir una segunda realidad ahí donde se espesa la iglesia sobre la pirámide azteca propia del novohispano. Hay en la constante producción, en el juego de los géneros, en la pasión desaforada por todo tipo de cultura monumental, enciclopédica, aparentemente caótica mucho en común entre José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, entre Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska –a quien Pitol conociera en Polonia, precisamente–. Entre todos podía haberse repartido un Cervantes admirable, mexicano y universal, pero como los premios son uno y no trino ni cuarteto de cuerda, el premio es para un Pitol sorprendido, halagado y humilde que lo recibe preguntándose si lo merece –sólo por ello habría de dárselo– a él, que no participa en los vaivenes de la vida lite-
raria, dedicado a elaborar cuentos feroces (Nocturno en Bujara), novelas excéntricas (El arte de la fuga), traducciones algebraicamente perfectas y memorias viajeras (Obras reunidas). Libre de toda atadura, salvo aquella que le hizo vivir en lugares donde nadie lo era, la literatura de Pitol es un espectro de luz, original, brillante y fascinante. El Cervantes nos lo generaliza y acerca a él, al niño solitario quien, convaleciente de una enfermedad, descubrió los libros y nunca dejó de refugiarse en ellos. Hay muchos autores, desgraciadamente que merecen un Cervantes, pero también hay Cervantes que merecen el gusto de un descubrimiento. Sergio Pitol, enhorabuena en Jalapa, el Veracruz hermoso que se abre al mar y que produce autores tan especiales como José Emilio Pacheco o Hugo Argüelles. En una casa jalapeña, Cervantes habla polaco y Monsiváis, el más mexicano de ‘las tres gracias’ le canta las mañanitas a un Pitol apartado del mundanal ruido cuyo eco, feliz, le ha llegado como un regalo mientras otro Pacheco feliz, le brinda el triunfo. Charo Alonso
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Bajo estas líneas, momentos sábado en el Liceo, fotografia
La Zaranda, en busca de lo esencial Miguel Ángel Gonzalez
EUSEBIO CALONGE
«Todos los trofeos se ponen moh Calonge (Jerez de la Frontera, 1963) ha escrito los textos de los últimos seis montajes de La Zaranda, cuyo Homenaje a los malditos se verá el sábado en el Liceo, y habla sobre las claves de una compañía que desde hace casi treinta años persigue la creación de un teatro esencial y vivo. Antonio Marcos
¿Cómo surgió la idea de este homenaje a los malditos? A mucha gente y a la crítica le cuesta diferenciar en nuestra trayectoria incluso una obra de otra. Al fin y al cabo son como versos descabalados en un poema que uno se obstina en vivir y que se van acumulando en nuestra experiencia más vital y más honda, en un destino poético, que es el que siempre nos ha movido a llevarnos hasta el escenario. La génesis siempre es muy imprecisa, pero había un par de ideas que la gestaron. Nos apetecía hacer un homenaje a creadores que siempre habían afluido con su obra en la nuestra y también realizar una crítica de todo homenaje, de todas esas momificaciones estatales para conmemo-
rar un nacimiento o la muerte de la memoria viva de algún autor. Creo que lo hemos padecido este año notoriamente con todo este estrépito sobre El Quijote, que al final queda absolutamente en nada. En esa frontera del homenaje y la crítica a la manipulación de esa memoria viva surgió la obra. Siempre nos cuesta hablar de las obras porque es como explicarnos la vida, carece de sentido, pierde toda su magia y todo su fondo. Nos importa el infinito de la realidad que crea cada espectador, en su soledad, de lo que ve en ese espejo del teatro. Siempre ha sido nuestro primer punto de mira: desaparecer la obra, los personajes, la autoría... para transformarlo en un sendero de algo vivo que se ofrece. Eso nos ha mantenido en estos casi treinta años.
Además, sus obras son difíciles de contar, hay que verlas... Reducirse a cánones decimonónicos de planteamiento, nudo y desenlace, poco tiene que ver con la realidad y sí con un naturalismo muy trasnochado. Lo importante de ir al teatro es lo que se vive en el teatro en ese momento, no lo que te quiera contar alguien desde sus presupuestos de vanidad literaria, actoral o cualquiera que confluya en un escenario para cautivar. No se trata de hacerlo bien, sino de hacerlo verdad. ¿Quiénes son esos malditos a los que homenajean? La crítica ha apuntado cientos de nombres, incluso cosas disparatadas. Es comprensible porque para un crítico, por la rapidez con la que tiene que hacer su trabajo, le es más fácil irse al parecido que al fondo. No nos gusta apuntar nombres porque podemos caer en la utilización de esos nombres propios. Definir siempre es cercar. En el siglo XX se tiró mucho a romper y cuando nos hemos quedado sin ningún brillo sólido del pasado, ahora tenemos que rescatar esos añicos, que empezar de nuevo a
de buscar a los creadores sino lo que había en su creación, lo que había de hondo en ellos. Quienes buscan la belleza como misterio son nuestros maestros.
Eusebio Calonge
desenterrar ese eje que fue la creación de atrás y buscarle un nuevo sentido, qué queremos mover con esa palanca, qué puerta del sepulcro en el que se ha convertido esto de la escena contemporánea tenemos que mover, a quién resucitar. Me he escapado absolutamente de tu pregunta. No se trata
¿Cómo conciben un concepto de malditismo que puede tener mucho de pose estética? Sí, sí, literariamente ya se entiende el malditismo como los poetas del fin de siglo francés. No tiene que ver con esto, nos remontamos a un concepto más nuestro, el maldito en la cultura española, que yo creo que hoy día es todo aquel que disoció totalmente la idea de la vanguardia artística con la modernidad, el que truncó ese maridaje que nos vino impuesto por culturas foráneas. Eso nos ha marcado mucho en nuestra labor creativa, el malditismo español de nombres enterrados, o semienterrados u ocultos por una historia terrible muchas veces, por un marketing que desde luego no quería ver algo que se negaba a declarar que sólo era bueno lo que vendía. También hay mucho de nuestra salvaje cultura de la ‘vanitas’, del Barroco donde el hombre encuentra una soledad terrible y devoradora que
os de una representación de la obra que podrá verse el iados por Gutiérrez y Tamayo
ahí dentro y paseamos por el cementerio nuestro ego, pero eso son sepulcros blanqueados, no hay nada dentro, un callejón sin salida. La vanguardia ya no tiene nada que ver con la modernidad. Como decía aquella cita, el siglo XXI tendrá que ser espiritual o no será. El qué emergerá... hacia ahí creamos, vamos en un vuelo sin saber muy bien. Pero esa estética fría donde se diseña lo que se quiere hacer con el pensamiento... el secreto está en el alma del hombre. Ustedes parecen encontrar esa verdad en lo popular, en su lenguaje. Creo que sí. Esto te evita, a mí que escribo, la ostentación literaria, esa vanidad tan peligrosa. Hay una base en el ser humano que es
la esperanza de salir de él sino de derribar sus paredes, de meter al espectador dentro de él. Porque la salida del laberinto sería la obra totalmente consumada y nosotros creo que, por lo menos de esta parte de la vida, no lo vamos a lograr. Nos encerramos cuatro meses en una nave apartada del mundanal ruido, en la oscuridad durante muchas horas diarias, trabajamos hasta la extenuación hasta que confluye lo que uno lleva dentro con la idea que uno tiene de lo que debe ser la escena. Somos gente muy caótica y no valemos para esto de los métodos. Lo importante en el teatro es cuando una escena coincide con tu sueño, no con lo que has escrito o pensado, sino con lo que ha pasado alguna vez por un sueño. Eso es tocar algo cercano al
Vivimos en un purgatorio de modernidad, de marketing, de vacío, pero todo será barrido porque nuestra cultura es más urgente y más fuerte, en cuanto se nos pase esta gran dosis de anestesia que nos dan los tiempos
hosos» todavía está en nuestra cultura. El eje de nuestra creación es ese rechazo social, ese crear fuera del tiempo, antes de o después de, pero nunca a tiempo con la vigencia de la época. Esto tuvo un contrapelo y unos rechazos que aún se pagan de un modo muy ostentoso y lamentable. No corren aún buenos tiempos para nuestras propias entrañas, para sacar los entresijos de lo que es nuestra propia cultura sin paliativos y sin necesitar los cánones que nos importan. Nuestra tradición cultural es tan fuerte y tan desbordadora que volverá a emerger con una fuerza brutal. Creo en eso. Ahora vivimos en un purgatorio de modernidad, de marketing, de vacío, pero todo será barrido con un vendaval porque lo otro es más urgente y más fuerte, en cuanto se nos pase esta gran dosis de anestesia que nos dan los tiempos. Predomina y vende mucho la ‘modernez’, lo que parece moderno sin serlo... España llega a eso casi de segunda mano, cuando en Europa eso ya es un cementerio nosotros accedemos a él y es lo que nos encontramos. Nos hemos instaurado
trasmitida a los más sencillos y ellos son parte de una cultura popular que también está siendo arrasada, manipulada, devastada por los medios de comunicación. Pero hay un poso de verdad en sus exclamaciones, en sus dichos, en su modo de recoger su propio destino, en consonancia con verdades existenciales, que emergen desde lo más instintivo. Ésta ha sido una de las claves de la recepción de La Zaranda, hablamos desde ahí, desde lo más sencillo, no desde la retórica ni desde una expresividad muy elaborada. Al fin y al cabo, se le devuelve algo que es suyo, que le pertenece. ¿Hay un factor geográfico, una influencia de esa Andalucía la Baja, en su creación? Es como una raíz que siempre está en todas las ramas. Siempre hemos estado muy en relación con el pueblo más directo de allí, que socialmente ha sido más pobre que otras zonas de España y quizá eso haya tenido mucha influencia en que su verdad no haya sido enmascarada con un lenguaje más ‘educado’. Ha habido un gran número de analfabetos y mantenían una cultura con mayúsculas, de un modo absolutamente soberbio y sorprendente, con una gran sabiduría. Hemos estado cerca de esa gente con un saber muy antiguo. Esta gente estará en cualquier parte, porque si no nuestro teatro se hubiera quedado en una frontera más pequeña que en la que se ha movido por el mundo. ¿Cómo es su método de trabajo? No sabemos contestar a esa pregunta. No hay un método, hay un vuelo que no deja huella. No podemos decir «como lo hicimos la última vez». Cada montaje trae un laberinto y ahí te internas no con
culturas 5 Vivid, vivid, malditos TEATRO
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misterio. Ese destello que se da rara vez pero que se debe de dar al menos en un segundo. Nosotros tenemos que sentir mucho y ser la vasija que contiene ese sentimiento que el público va a beber. Ni siquiera son nuestros sentimientos, sino los que nos han poseído. ¿Cómo se aprecia en perspectiva la trayectoria de la compañía? Lo que más me interesa es qué será la próxima creación y si será. Del pasado te queda la frustración de que al final todo acabó en una obra de teatro. Sí, con buena crítica, con lugares que uno recorrió, bueno, vanidad de vanidades. Pero no tiene uno la satisfacción de haber encontrado ese vínculo con lo espiritual que uno hubiese querido plasmar nítidamente. Es una gran frustración siempre, no he podido decir lo indecible. Hay que volver a intentarlo, sabiendo que es inútil, pero que en ese salto hacia lo que no podemos alcanzar, levantarnos ese centímetro del suelo, en eso está la vida. No podría ver satisfacción en nuestra trayectoria, más bien hay cansancio, olvido, y empezar de nuevo, buscar fuerzas para saltar en el vacío de una nueva obra. El seguir desnudando todas las cosas que han sido volutas en nuestra obra, seguir descarnando para que aparezca verdaderamente lo que hay de fondo en nuestro teatro, en el camino aún más esencial... eso es lo que hay. Citando a Machado, nuestro camino ha sido un no camino, porque todas las hemerotecas amarillean muy rápido, todos los trofeos se ponen mohosos y todos los recuerdos acaban siendo olvido. Lo que nos nutre es esa inquietud , cómo viviremos ese silencio, el tiempo sagrado de la creación, el estar apartados. Eso es lo que nos gusta, cada vez más.
a Zaranda parece rendirse al destino entre denuncias, lamentos y un humor preñado de tristeza. Eusebio calonge, que además se encarga de las luces, ha escrito un texto con el que dotar de una apariencia de vida a quienes están exiliados de ella, a quienes deambulan por los márgenes de sí mismos, a unas vidas que no pasan de ser unos paréntesis entre dos nadas –por otro lado, como todas– que se pretenden algo y escribir dentro del paréntesis el artificio de un homenaje póstumo. Ese texto se puede resumir en ese certero y breve discurso que se dice dos veces sobre el escenario: «el principio no se entiende si no se sabe el final, pero cuando se sabe el final ya no se recuerda el principio». El olvido es el reverso de la memoria, como la muerte lo es de la vida, dos caras de una misma moneda. No se dan los unos sin los otros, por más que se nieguen, es la dialéctica de la existencia.
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Puñado de fracasados Eusebio Calonge y Paco de la Zaranda, el director, han subido al escenario a un puñado de fracasados, en cuyas biografías falta siempre una página en la que está escrita la clave del misterio, clave que se lleva consigo la muerte, mientras que el resto de las páginas son hojas que se lleva el tiempo, las arruga y las hace ilegibles, ininteligibles: ese manojo informe de papeles en los que el organizador del homenaje se hace la ilusión de tener encerradas las glorias del prócer, objeto de agasajo, rendido por una tropa de desposeídos, que sólo buscan sacar tajada, como muertos que son condenados a vivir. Un espejo, al fondo del escenario, refleja su reverso y lleva hasta el espectador esa sensación de lejanía de los vivos condenados a morir, de modo que el fracasado sabe que lo es, y este es su logro, antes de que la muerte se lo confirme, mientras que el triunfador, cómodo en la butaca, empaña sus logros si no se ‘ve’, se ‘siente’, se ‘acepta’ como un fracasado, antes, igualmente, de que la muerte se lo confirme. La pasión inútil que es el hombre, según sentencia sartriana hace de la condición humana la de un ser para la muerte o, lo que viene a ser lo mismo, un fracaso condenado a ser vivido. En su reconocimiento está el verdadero triunfo que legitima la autoconde-
Paco de la Zaranda y su compañía no han dejado de ser fieles a sus raíces, poniendo al servicio de sus obras los elementos recurrentes de su teatro, sin que ello signifique adocenamiento coración, el autohomenaje, la autoconcesión del distintivo laudatorio. Hay mucha carga existencialista en esta obra, en la que el malditismo se pone la máscara de la calavera que se carcajea, no de nosotros, sino en nosotros, representado la existencia en clave de farsa trágica. Fieles a sí mismos Paco de la Zaranda y su compañía no han dejado de ser fieles a sus raíces, poniendo al servicio de sus obras los elementos recurrentes de su teatro, sin que ello signifique adocenamiento en fórmulas prefijadas, sino en escribir distintos lenguajes teatrales con las mismas palabras o, dicho en boca de Paco de la Zaranda, «hemos cambiado tanto que seguimos siendo los mismos». Y, así, la estética con la que se envuelve el vivir en las cunetas de la vida fluye al ritmo de los dramáticos desfiles procesionales que recorren las calles andaluzas durante la Semana Santa, y en la que se exhibe el dolor y la muerte, aunque en el escenario sin la esperanza de la resurrección, ni siquiera con la ilusión de una vida mejor. El nutrido grupo de actores dice sin estridencias, aunque con algún brote histriónico, sus reiteradas palabras, y ejecutan sus repetidos movimientos, componiendo escenas, perfiladas por luz mortecina, sobrecogedoras, desasosegantes. Pero sin duda la escena más estremecedora es la final, en la que el anverso, que es la vida, ya no disimula su reverso, la nada que llena su vacío. Los muertos en vida se despiden con un simulacro macabro de saludo. Y en lo alto un reloj que se balancea, mientras el tiempo se detiene. F. Llorente
6 culturas LIBROS RESCATADOS
Realismo y violencia ANDREU MARTÍN Prótesis Primera edición: 1980
Hay obras literarias que se resisten a envejecer. Éste es el caso de Prótesis, una novela escrita por el autor catalán Andreu Martín. Esta obra, publicada en 1980, coincide con una de las décadas de más transformaciones que ha sufrido la sociedad española. Con la muerte del dictador Franco cinco años atrás se empieza a recomponer un país que ha estado demasiados años a expensas de los grandes progresos. Este aspecto trascenderá también en lo literario y con la novela negra surgirá un tipo de narrativa donde todo será posible. Este pretexto será utilizado por varios autores, cuyo abanderado será Manuel Vázquez Montalbán ya que abrirá las puertas del género ganando en 1979 el Premio Planeta con Los mares del sur. Con este premio se demuestra que calidad literaria y crónica histórica son capaces de reunirse dentro de un mismo género. Al año siguiente se siguieron publicando obras de género negro como fue el caso de Prótesis, la novela más dura y violenta que se recuerda dentro del género en España. Prótesis es, pues, una historia tan cotidiana y real que no hay ni buenos ni malos. Por primera vez esta novela nos explica los relatos de una serie de personajes donde todos son odiosos: por una parte, Miguel Vargas Reinoso, un hombre que debido a las palizas, se le conoce como ‘El Dientes’, ya que lleva una prótesis dental. Se trata de un hombre que sólo busca venganza a través de la violencia como la única manera de sobrevivir. Al otro lado, el Gallego, el otro protagonista de la trama, un ex policía que apaleó a Miguel y su tropa, y cuya violencia le costó la expulsión del cuerpo policial. Por tanto, la relación entre los dos personajes es el agresor contra el agredido, que a la misma vez los dos son víctimas y verdugos de su propia violencia, la única forma de comportamiento que conocen para conseguir sus propósitos. Todo ello ambientado en uno de los barrios más marginales de Barcelona, como es el barrio de la Mina. A partir de entonces la violencia explícita e implícita está presente a lo largo de toda la novela. Para mostrar mayor verosimilitud, el autor establece unos parámetros reales perfectamente creíbles donde se puede desarrollar la acción. Tal es la importancia del factor tiempo, que los mismos capítulos están divididos en segmentos temporales. El reflejo de la Barcelona de la transición se respira en cada página de la narración, ubicada a finales de los setenta y principios de los ochenta. Lo que genera Prótesis es una violencia destructiva envuelta en aspectos como la irracionalidad, lo oculto y la agresión, y es la presencia de esta violencia la que garantiza su modernidad. Àlex Martín Escribà
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Donde se encuentra la vida John Berger presenta nueve textos nómadas que confirman su magnífico pensamiento poético n la solapa del libro, bajo la foto del maestro (pues de ninguna otra manera cabe calificarlo) John Berger, en el texto biobibliográfico, se le cataloga como uno de los pensadores más influyentes de los últimos cincuenta años. Este comentario, tan lleno de bonhomía, no deja de ser un error, o al menos un tópico que se debería completar, porque el pensamiento de Berger es, sobre todo, el de quien persigue la verdad poética. De ahí que su afinidad con el campesinado no resulte paradójica en alguien que tan bien sabe leer el arte. Y de ahí que sus obras maestras sean los relatos de Una vez en Europa (segundo volumen de la trilogía De sus fatigas) y sus personalísimos análisis de imágenes, y que textos tan dispares reflejen una misma esencia del conocimiento. Ahora bien, para aquel que todavía desconozca su obra anterior y quiera saber a qué nos estamos refiriendo, no le vendría mal dedicar unas horas a leer este volumen, Aquí nos vemos, tan extraño como soberbio. El libro recoge nueve textos nómadas en los que el pensamiento poético de Berger viaja, a través de una memoria en la que hasta los fallos están delicadamente medidos, hacia la consistencia de lo más espiritual que configura sus días. El libro es una recapitulación sobre lo que ha vivido, una selección del aprendizaje sensual, trayendo al presente lo que compuso, eso que uno llamaría alma si no fuera porque este vocablo ha perdido su entereza y, al igual que el sustantivo amor, carece de fortaleza para formar parte de un discurso coherente. De hecho, en ningún momento aparecen palabras de las familias de estos dos términos, ni siquiera cuando encuentra algo que debe ser el fantasma de su madre compartiendo minutos con él mientras pasea Lisboa. Su madre y Lisboa son la primera persona y el primer paisaje elegido de entre los que le formaron. Después vendrá Ginebra y la poesía de Borges, Cracovia marcada por la guerra,
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JOHN BERGER Aquí nos vemos Alfaguara, 2005 217 pp. / 15 euros
el barrio de Islington donde vive su amigo de juventud, Le Pont d’Arc y lo que nos hace menos humanos que los hombres de Cro-Magnon («En lugar de enfrentarse a los misterios, la cultura de hoy persiste en evadirlos»), el horrible hotel Ritz madrileño, la estepa polaca tan colmada de vida, y un interludio sobre la función sensual de las frutas dentro de la Creación. Ojalá fuera cierto que Berger es uno de los pensadores con mayor influencia en el Mundo, pues a este planeta no le vendría nada mal un poco más de poesía, ideas como ésta en la que se refiere a su madre: «Todos los libros tratan del lenguaje, y el lenguaje para mí es inseparable de tu voz». O esta otra con la que resume la sensación de pasear por una plaza de Cracovia: «Aquí no hay seguridades. Lo más cercano aquí a la certeza son las abuelas». También está el reconocimiento de la sabiduría en los demás, como hace cuando pone en boca de su amigo de Islington, cuya presencia le lleva a recordar a la muchacha con la que descubrió que el sexo estaba aderezado de una estética dorada, y que resume la senectud: «Desde hace algún tiempo necesito mucha tranquilidad por la mañana para poder enfrentarme a él (el día). Todos los días tienes que decidir ser invencible». Y no olvida su faceta de estudioso de arte, concluyendo, sobre las pinturas rupestres que visita: «Estas pinturas sobre la roca se hicieron donde ya estaban para que existieran en la oscuridad». Aunque todo es imprescindible, lo mejor, sin duda, llega al final junto a la historia de Danka y Mirek, en los parajes de la Europa del Este donde las cosas suceden de forma tan distinta y tan poco compleja, al menos desde su punto de vista, al menos desde su prosa, al menos desde su sabiduría: «Creo que todos fuimos a Moskie Oko para ver lo que hace el tiempo sin nosotros». Ricardo Martínez Llorca
Más que una investigación Lorenzo Silva radiografía la Barcelona contemporánea en la cuarta entrega de Bevilacqua y Chamorro on la salida al mercado de La reina sin espejo, son ya tres las obras publicadas por Lorenzo Silva en menos de un año. Tras el volumen de cuenLORENZO SILVA tos Nadie más que La reina sin espejo otro. Cuatro asuntos de Bevilacqua y la Destino, 2005 compilación de ensa382 pp. / 17,50 euros yos y reportajes Líneas de sombra. Historias de criminales y policías, el escritor madrileño vuelve a la sección de novedades de las librerías con la cuarta novela de la saga protagonizada por el sargento Bevilacqua y la cabo Chamorro. Tras El lejano país de los estanques, El alquimista impaciente y La niebla y la doncella, los personajes de los dos guardias civiles aparecen en esta última obra plenamente consolidados, dotados de una entidad individual que les hace ser mucho más que elementos al servicio de la trama deductiva. A través de las cuatro novelas, Silva, que, según ha manifestado en más de una ocasión, nunca creó a los dos investigadores con voluntad de que perduraran literariamente, ha conseguido trazar dos personajes de raza, singulares, complejos y muy alejados de los tópicos con los que se sigue identificando a la Guardia Civil.
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La aparición del cadáver de la conocida periodista catalana Neus Barutell en un pequeño pueblo de Zaragoza supone el punto de partida de la novela. Lo que en principio se presenta como un simple crimen pasional va complicándose a medida que avanza la investigación, narrada con el lujo de detalles y la verosimilitud que suele caracterizar al ‘police procedural’, hasta el punto de que los dos agentes han de trasladarse a Barcelona para entrar en contacto con el círculo personal y profesional de la finada. Además de relatar el desarrollo de las pesquisas policiales, en las que cada vez tienen más peso los medios tecnológicos, La reina sin espejo cuenta, como las grandes novelas del género, una búsqueda personal. Al llegar a Barcelona, Bevilacqua se da de bruces con un pasado incómodo con nombre de mujer al que no le queda más remedio que enfrentarse. De esa nostalgia, que en ocasiones se transforma en dolor al recordar lo que pudo ser y no fue, nace el tono crepuscular de la obra, cuyo protagonista aparece más desengañado y escéptico que nunca. El lector tiene así la oportunidad de asistir a un doble descubrimiento: por una parte, el que le permite conocer el vínculo que une al sargento con la ciudad; por otra, el que le muestra los miedos e inseguridades de la otra protagonista del libro, la periodista fallecida, cuya vida se va desgranando a medida que su muerte se va escla-
reciendo. La localización de la trama en la capital catalana no sólo supone un homenaje a la ciudad con más tradición negra y criminal en las letras españolas, sino que sirve también a Silva para reflejar una novedosa realidad policial en la que han de convivir tres cuerpos policiales. La acción de la obra transcurre en el momento, plenamente actual, en el que las Fuerzas de Seguridad nacionales han iniciado su repliegue en Cataluña, lo que permite al autor trazar una radiografía de la Barcelona contemporánea. A pesar de pertenecer a los más selectos ambientes sociales y culturales de la ciudad, Neus Barutell estaba en contacto con los sectores marginales de la población por su trabajo como periodista de investigación, que le había llevado a indagar en la problemática de las mafias europeas, el tráfico de blancas o la inmigración clandestina. Sin caer en prejuicios ni tópicos centralistas, Silva muestra así la cambiante actualidad de una ciudad en la que conviven pueblos y culturas y en la que junto al diseño más exquisito aparece la más sórdida delincuencia. A través de ese retrato, el autor madrileño pone una vez más de manifiesto la capacidad del género negro para, sin perder un ápice de amenidad, reflejar la realidad contemporánea y ser testigo crítico de sus cambios. Javier Sánchez Zapatero
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de diciembre de 2005
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Nos hizo ilusión que nos compararan con Michael Moore, pero nuestro trabajo poco o nada tiene que ver con él, nos mueve la defensa de los derechos humanos una causa. Los raperos han cogido el relevo de esa canción protesta de la Transición. Es una corriente imparable y con futuro, porque no es una cosa aislada, se ha expandido por el mundo. Hay una corriente que ellos llaman ‘rap serio’ con un mensaje potente. Una canción de rap tiene tanto texto como cinco o seis canciones de pop. Además, continúan con esa tradición oral de muchas culturas, dentro, eso sí, de esa estética americanoide de pantalones gigantes... pero venimos de donde venimos.
Arturo Cisneros, director de Bagdad Rap
ARTURO CISNEROS
«Fui a Irak a ponerle cara y nombre a los muertos» Antonio Marcos
Días antes del comienzo de la guerra se marchan a Irak con un grupo de brigadistas. ¿Tenía ya la idea de hacer esta película? Todo ocurrió casi sobre la marcha. Se precipitaron los acontecimientos en marzo de 2003, cogimos la cámara y queríamos hacer algo, aunque no sabíamos muy bien qué. Sí que intuíamos que había que pasar al campo de batalla de la información: nos bombardeaban con un montón de imágenes e información no del todo veraz, que repondían a intereses políticos y económicos concretos y no a la verdad. Fuimos a intentar contrainformar y dar ese punto de vista alternativo e independiente que quizá faltaba. Creemos fundamental algo que los medios de comunicación masivos no hacen, poner cara, nombres y apellidos a cada víctima, que no son daños colaterales sino personas que mueren, personas mutiladas. Como confiamos en el género humano estamos convencidos de que si la opinión pública estadounidense supiera todo lo que está ocurriendo en Irak, todo el expolio cultural, las desapariciones, las torturas..., las cosas hubie-
El Seminario Discurso Legitimación y Memoria arranca este jueves con la proyección en el DA2 del documental Bagdad Rap, una película combativa y crítica con la última guerra de Irak, activista en pro de los derechos humanos. En estos días se publica en DVD junto con su banda sonora original.
ran cambiado. En esa batalla estamos. ¿Estamos insensibilizados ante la imagen de la muerte? Indudablemente. Los informativos te ponen en el mismo nivel cognitivo que echan del Madrid a Luxemburgo, un atentado en Bagdad durísimo con cincuenta muertos y luego te hablan de cómo va la Bolsa, el cotilleo del corazón último... eso impide darle a cada cosa la importancia que tiene. Eso, unido a nuestra cultura bastante nihilista, que parece que todo lo que no te salpica directamente carece de interés o pertenece a otro mundo... intentamos luchar contra eso. Y ahí defiendo el lenguaje documental: te sientas en tu butaca o tu sillón y recibes un mensaje de hora y media que profundiza y trata de explicar y contextualizar una situación y sus consecuencias. Consciente de que es difícil seducir a un público joven con un lenguaje documental convencional, nos ponemos a explorar otro tipo de montaje o de estética más ágil, con más ritmo, que la gente joven reconozca como suya y ayude al acceso al mensaje. La información es poder y el poder conscientemente la ma-
nipula. Desde la independencia económica y política hay que lanzar otros mensajes para contrarrestar eso. Es, por tanto, una actitud activista... Sí, y además este compromiso social, sociopolítico, es anterior al proyecto cinematográfico. Cuando hablas de política parece que estás hablando de siglas, pero de lo que se trata, al final, es de derechos humanos. Cuando decido irme a Irak lo hago movido por mi compromiso en la defensa de los derechos humanos. ¿Ha utilizado el rap como conductor musical de la película por confiar en su potencial subversivo? He visto que a los chavales les puedes estar una hora hablando de lo mal que está el mundo y se enteran bien poco. En cambio, se sube FrankT al escenario, empieza a disparar sus mensajes rimados y les ves que se les hincha la vena del cuello, están recibiendo los mensajes uno tras otro. Vi que ahí había una herramienta de comunicación muy potente y el ejercicio que hemos hecho es ponerla al servicio de
Cada día, vemos nuevas y alarmantes noticias sobre Irak. ¿Le ve una salida? Desgraciadamente, se está demostrando que estábamos en lo cierto con todas aquellas denuncias que hacíamos en 2003, no éramos unos majaras antiamericanos y antipatriotas. Nos da fuerza para continuar, pero al mismo tiempo nos entristece porque Estados Unidos se está pasando por alto toda la legislación en materia internacional que se había establecido en el siglo XX, utilizando prácticas de cualquier dictadorzuelo o de la Alemania nazi, armamento prohibido en todas las convenciones internacionales, tortura, mintiendo a su propio pueblo. Del uranio empobrecido todavía no ha saltado nada a la opinión pública y creo que es porque resulta muy grave, con unas consecuencias tan importantes y cuya contaminación va a perdurar a lo largo de generaciones... Cuando esto salte, se verá la verdadera cara de la política estadounidense. No cabe duda de que Sadam era un dictador, pero señores.... ¿Cómo lleva que le hayan definido como el Michael Moore español? Ahora con gracia. En su día nos hizo mucha ilusión porque es el documentalista con mayor éxito comercial de la historia. Al mismo tiempo con muchísimas reservas, porque poco o nada tenemos que ver con él. Él es un gran comunicador, especialista en los medios de comunicación estadounidenses, que responde a un tipo de motivaciones que no tienen nada que ver. Yo soy un tipo de Pamplona que hace su primer trabajo por razones, no sé si altruistas, pero que no tienen que ver con lo económico, sino con la idea de los derechos humanos y de poner freno al imperio.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de diciembre de 2005
Chaplin, la mueca del genio La Filmoteca de Castilla y León dedica a partir de esta semana –y en pantalla grande, como debe ser– un ciclo a la figura de Charles Spencer, más conocido como Charles Chaplin, que puede ser considerada como eterna. Primer cómico en la cronología cinematográfica gracias a su más entrañable y recordado personaje, el mítico Charlot, donde convergen infinidad de sentimientos derivados de su siempre mirada crítica y poética con la sociedad que le rodeaba, Chaplin supo crear como nadie una distinción acrobática de movimientos, vehemencia de la expresión cómica y dialéctica facial sin parangón, unido todo ello a un sentido del ritmo impecable. Proveniente de una familia curtida en el ‘music-hall’, Chaplin debutó en el teatro a los cinco años y desde entonces no paró de trabajar por Inglaterra y Europa. Su llegada a Estados Unidos en 1912 dejaría una serie de inolvidables trabajos y la creación de la United Artists con Griffith, Fairbanks y Mary Pickford. Con Charlot, Chaplin logró establecer un icono de la comedia, precisado en la perfección psicomotriz, redimido de la vulgaridad y reflejos instintivos de un género tan propicio a la mueca como el ‘slapstick’. La profundización y estudio del ‘gag’, sin engrandecer su figura, (por debajo del personaje) y los elementos sentimentales, desde el principio presentes, llegaron hasta al punto álgido del romanticismo melodramático en cintas como El chico, El peregrino, La quimera del oro, El circo o Luces de la ciudad, donde Charlot/Chaplin aunó la mayoría de los chistes visuales más conmemorados de su carrera. En su tumultuosa vida privada, los escándalos sentimentales e impúdicos romances con menores se integraron con su activismo ideológico liberal. Chaplin afrontó con coherencia las consecuencias del final del cine mudo, que sobrevino cuando su estilo visual había alcanzado la cumbre y la efectividad de su pantomima, de la que dependía en gran parte su creación. Por eso, Chaplin, se mostró siempre hostil con la técnica y el progreso, en un magistral díptico formado por Tiempos modernos y El Gran dictador, con sendas críticas sobre el trabajo en cadena instaurado por Ford y un libelo en contra de las dictaduras (especialmente cínico con Hitler), respectivamente. Acusado por la Comisión de Actividades Antiamericanas de simpatizar con el comunismo y con un halo de inconformismo que le granjeó la antipatía de medios aislacionistas, Charles Chaplin fue capaz de combinar la sátira y el patetismo melodramático, bajo los que laten cuestiones como el amor, la humanidad y la libertad individual, pronunciando con sus creaciones un discurso que trascendió el tiempo y el espacio, recordando muchas veces a Eisenstein en su búsqueda de una iluminación expresiva que aunara el cine mudo y el sonoro. Monsieur Verdoux, Candilejas o Un rey en Nueva York son trabajos que completaron con madurez su filmografía de fábulas satíricas que camuflaron la ignorancia y la estupidez de un ‘maccarthysmo’ por entonces en pleno ocaso. Hoy en día, además de haber encumbrado al famélico y entrañable Charlot a una categoría de humanismo universal, la verdadera grandeza del genio, se encuentra en la personalidad de un director que hizo frente a la adversidad. M. Á. Refoyo
ROMAN POLANSKI
Sedentario y ambiguo acido como Raimund Polanski hace 73 años en París, el que es uno de los últimos clásicos del cine contemporáneo vivió una terrible infancia en la que abandonó su hogar en Cracovia para refugiarse en una zona donde residían judíos, viendo cómo los soldados de las ‘Schuzstaffel’ se llevaban a sus padres al campo de concentración de Auschwitz. Una temática que visitó con crudeza en el El pianista, filme con el Polanski regresó a aquellos escenarios para contar la historia de Wladyslaw Szpilman, un pianista polaco obligado, junto a su familia, a vivir en el corazón del ghetto de Varsovia y que se fugó de un campo de concentración al que fue enviado. Oliver Twist, su nuevo filme es más asequible como película para toda la familia. Y aunque obvie la crudeza de esa tortura infantil, aparentemente alejado de los temas que han caracterizado la carrera de este polémico cineasta, analizando su niñez, tampoco es tan extraño que el director polaco siguiera expiando los fantasmas de su pasado, ya que, al igual que Twist, Polanski fue un niño con un traumático aprendizaje iniciático. Polanski es un creador difícil, un hombre con una visión bastante compleja del mundo, con insólito universo creativo de tendencias surrealistas, donde la violencia y el voyeurismo marcan sus personajes heredados de ese tortuoso pasado, determinados por la actitud de abrirse camino en un mundo absurdo y superar así la fatalidad. Una de las claves del cine de Polanski es una marcada pauta hacia lo infrecuente, lo inadmisible de la existencia sin perder nunca la raigambre familiar. Desde su primer e inquietante largometraje Un cuchillo bajo el agua (Oscar a la mejor película extranjera de aquel año), Polanski concibe el cine como reflejo de un mundo como un espacio cerrado donde poder generar las más insólitas acciones o las más terribles pesadillas. El in-
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Desde su primer e inquietante largometraje, concibe el cine como reflejo de un mundo como un espacio cerrado donde poder generar las más insólitas acciones o las más terribles pesadillas fortunio, la ansiedad, la demencia social, una tendencia a la desilusión o su afinidad por lo absurdo son elementos necesarios para entender la obra de un cineasta errante, extraordinario y polémico. Decidido a acometer una filmografía de carácter internacional, el realizador polaco comenzó su carrera en Francia donde conoció de cerca a grandes maestros como Jean-Luc-Godard, Claude Chabrol o Ugo Gregoretti con los que rueda el filme colectivo Las más famosas estafas del mundo, sin durar mucho este acercamiento a la idiosincrasia europeísta de los clásicos continentales. Pero la tendencia intelectual no reafirma el entusiasmo de un Polanski lúgubre y oscuro que siempre ha sido entusiasta de los infiernos psicopatológicos cercanos a la paranoia, como dejaron claro Repulsión, Callejón sin salida, El baile de los vampiros o La semilla del diablo, cintas que, en diversos estratos, mezclan géneros e inclinaciones que llevan consigo desde el humor negro, la lúgubre monomanía solitaria e incluso en la vena más inspirada de autores como Ionesco. El cine de Polanski, incómodo y transgresor, parte de un error psicológico transformado en gesta imborrable sobre nuestros
miedos, sobre la sociedad y sobre el horror más interno y psíquico que uno pueda imaginar en el que los dogmas religiosos pueden servir de mecanismo de exaltación de las pulsiones y fracasos, de las creencias trasladadas a través de un régimen educativo opresor y malévolo, que llevan, como destino final, a la destrucción de la inocencia humana. Películas como Tess, Frenético, Lunas de Hiel, La muerte y la doncella o La novena puerta dispusieron en Polanski a adoptar una perspectiva bastante pesimista frente al mundo, en la búsqueda de la verdad a través de la contemplación de un mundo que rodea a sus vulnerables protagonistas visto como una amenaza, como ejemplo del propio enfrentamiento a la realidad en nuestro día a día. Polanski ha sido un cultivador de obsesiones recurrentes: donde los impulsos individuales, las urgencias inconscientes y las psicosis de los seres humanos han transformado su cine en una emulsión de elementos en los que destacan el mal, la tragedia, la dicotomía entre fantasía y realidad, contradicción y dualidad, represión, sexo, claustrofobia, violencia, pesimismo… Pura ambigüedad. Oliver Twist parece un alto en el camino, un ejercicio academicista en la readaptación de un clásico desde el punto de un Polanski que pretende ser fiel a la novela, encumbrando su estilo y evolución como cineasta a una película familiar y procurando plasmar la emoción y el humor de la obra. El miserable Londres victoriano y la castigada Varsovia nazi guardan para el autor muchos puntos en contacto como los que podemos hallar entre Dickens y Polanski, dos artistas de infancias castigadas para quienes el éxito de sus carreras no logró desvanecer la mancha instalada en sus memorias, ni la fatalidad que siempre les perseguiría con obcecación. Miguel Á. Refoyo