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culturas

N° 63 Suplemento de

artes y letras

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 26 de febrero de 2006

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A Jewish giant at home with his parents in the Bronx, N.Y., 1970

Buscó con su cámara todo lo que se esconde detrás de una sociedad ordenada. Sus impactantes y verdaderas fotografías se exponen en La Caixa.

DIANE ARBUS

La fotógrafa de lo extraño 3 CESC GELABERT

6 CAZA DE BRUJAS

«Hay que estar informado, pero mantener la personalidad local y universal», dice el coreógrafo, candidato a dos Premios Max.

Tras la excelente Buenas noches, y buena suerte repasamos uno de los períodos más oscuros de la democracia norteamericana.


N°63

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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 26 de febrero de 2006

semana, Norteamérica es el tema principal del suplemento. Curiosmente, se junetansta en el tiempo los puntos de vista de dos creadores que se alejan de las corrientes dominantes, que buscan más allá de lo que se ofrece como la verdad oficial. Diane Arbus se nos presenta, en la exposición que ha organizado la Fundación La Caixa en Barcelona, como una mujer que superó la barrera de lo bello y fotografió con verdad y profundidad a multitud de personajes extraños, eso de lo freak que hoy

vuelve a estar de moda. No era la suya una mirada morbosa, sino que buscó la revelación de lo que se esconde bajo una sociedad prístina. Esa luz le resulto finalmente demasiado cegadora. George Clooney nos retrotrae a los principios de la televisión para elaborar un discurso crítico sobre el papel de los medios de comunicación ante los abusos políticos, ante las corrientes de miedo colectivo. La ‘caza de brujas’ figura como uno de los momentos más oscuros de una América que exportaba su idea de liber-

tad mientras se dedicaba a perseguir a todo aquel considerado sospechoso de antipatriota. Como hoy. En aquel momento, la valentía de unos periodistas y la ingenuidad del medio permitían la resistencia. Clooney aborda el pasado para reflexionar sobre el presente. Convesamos también con Cesc Gelabert, uno de nuestros más importantes coreógrafos, y traemos libros de Ken Bruen y su magnífica Maderos, Jefrrey Sachs y sus recetas para acabar con la pobreza, Josefina Aldecoa y Leon de Winter.

Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es

1PERIODISMO ULTIMAS NOTICIAS SOBRE EL «Desde el principio se ve con claridad el establecimiento de un nexo único que no había existido en el mundo antes de Estados Unidos: el existente entre libertad y comunicación. (...) Sólo allí, y sin duda en primer lugar allí, el sistema de comunicaciones e informaciones es uno de los instrumentos principales del desarrollo y tiene un papel no menos fuerte que el poder de las instituciones políticas y de las iniciativas económicas. Sirve, en efecto, para el desarrollo de ambas y se amplía progresivamente justo a través de la función que desarrolla». Lo escribe Furio Colombo en su libro Últimas noticias sobre el periodismo (Anagrama, 1997). En este contexto debemos situar lo que nos cuenta la película Buenas noches, y buena suerte (George Clooney, 2005). Un grupo de periodistas se enfrenta a un político (y de paso a los patrocinadores de una incipiente televisión), desmarcándose de paso de la corriente anticomunista que arrasaba el país. La lectura política es sencilla. Clooney rescata un hecho del pasado para criticar el presente: el comunismo es ahora el terrorismo. Pero, ¿y la lectura periodística? También. En el discurso de Edward R. Murrow que abre y cierra la película, se asiste a la amenaza de la desaparición del criterio informativo de utilidad pública en favor del espectáculo y la rentabilidad comercial. Clooney lo deja ahí, a mediados de los cincuenta. Lo que sigue ya estaba contado en Network (Sidney Lumet, 1977), una película que enlaza la época dorada de la televisión con nuestro asombroso presente de periodistas empotrados e intereses comerciales a escala global. Los protagonistas son dos periodistas viejos, todavía principiantes cuando Murrow estaba en activo. Howard Beale presenta las noticias y ante la escasez de audiencia anuncia que se suicidará en directo: el público le apoya y su papel de discreto presentador se transforma en una especie de predicador contra los grandes males del mundo. Hasta que sube al despacho del auténtico jefe, un tipo llamado Arthur Jensen (Ned Beatty) que había permanecido en la sombra. El magnífico guión de Paddy Chayefsky alcanza su punto culminante: «No existe América, no existe la democracia», le dice Jensen, otro visionario, que

pronostica un mundo gobernado por las grandes empresas, sin ideologías y habitado por gente sin problemas que verá televisión para no aburrirse. Acertó en casi todo. La televisión de Network ha acabado ya con el rigor, con la postura clásica del ‘cuarto poder’, el siguiente paso del «nosotros contamos los hechos, no los provocamos» que le dice a Murrow el presidente de la CBS. Estados Unidos ha sido un país capaz de crear los monstruos y de combatirlos con la misma fuerza. Hoy da la sensación de que la opinión pública es algo mucho más amorfo, desmovilizado y pasivo.

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DAVID MAMET DIBUJA Viñetas gráficas con intención política por uno de los grandes dramaturgos que ha dado América. Quizá, viendo en lo que ha acabado la televisión, la base de esperanza la ponga Internet, antes de que se convierta en otra cosa. Los pueden ver en huffingtonpost.com/david-mamet. No es que dibuje muy bien, pero siempre merece la pena saber qué está pasando por la cabeza de este hombre.

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VIGALONDO Y LA BARRA DE PROGRESO Mientras Los cronocrímenes progresa adecuadamente, el director de Choque se acuerda de lo tarde, mal y misteriosamente que cargaban los juegos en el Spectrum y lo compara con el entretenimiento de moda, el de las descargas. «Curiosamente la misma proporción matemática que hoy en día se vive con los programas de intercambio de archivos. La espera de la descarga y los procesos de acumulación, distribución y tostado de megas tienen un protagonismo mayor que el disfrute de los archivos bajados. El dilema no es si ser usuario de Emule o no. El dilema es por qué hemos dedicado más tiempo en comprobar el tanto por ciento de archivo descargado que en disfrutar el archivo en sí».

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CÓMICS PREMIADOS Otra web de obligada visita es ‘La cárcel de papel’, donde recientemente publicaban sus premios anuales. Si siguen este suplemento, les sonarán algunos. Interesante también una comparativa entre Hitchcock y Hergé en el blog ‘Con C de Arte’.

Sobre estas líneas, tres secuencias de Network que resumen el proceso que media entre el momento en el que acaba la película de George Clooney y el día de hoy: Howard Beale anuncia en directo que se suicidará delante de esa misma cámara dentro de una semana; Arthur Jensen le explica a Beale la nueva configuración del mundo: «América no existe, la democracia no existe, es un gigante moribundo»; Beale vuelve ante su público a anunciar esta buena nueva


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 Yanisbel Victoria Martínez

¿Cómo funciona esta compañía dirigida por dos personas? ¿Cómo se reparten las tareas? Nosotros nos encontramos en el año 80, y diríamos que nos fascinamos, y a partir de entonces logramos sobrevivir en esta aventura, un tanto complicada. Somos dos personas que tenemos muchos puntos en común pero a la vez somos muy distintos… Y es el reto, sobrevivir respetándonos y dirigiendo una compañía de danza, siendo tan distintos; la riqueza de la diversidad, creo que es muy interesante. Actualmente esta claro que soy yo quien hace las coreografías, las partes técnicas; Lydia se ocupa del vestuario y en general de los aspectos de imagen, por ejemplo la página web. Gelabert-Azzopardi recibe numerosas ayudas de instituciones públicas. Háblemos de esto… Hemos estado quince años residiendo en el Hebbel-Theater de Berlín. Actualmente somos la compañía residente en el Teatro Lluire de Barcelona, es ahí donde hemos estrenado la mayoría de nuestros espectáculos, es el lugar donde presentamos nuestros trabajos, nos coproducen nuestros espectáculos. Allí yo actué por primera vez en el año 1976, en el momento inaugural del Lluire y en mi carrera siempre he estado ligado a esta institución, que en Cataluña es emblemática e importante. Para mí es muy valioso tener una relación con algún teatro. Ahora en Cataluña, a partir del tripartito, hay una implantación mayor de compañías residentes en los teatros, tanto en Barcelona ciudad como en los alrededores. Sobrevivimos por las ayudas públicas, fundamentalmente de la Generalitat de Cataluña, pero también recibimos ayudas del INAEM, del Ayuntamiento de Barcelona. Y luego, claro, todos los teatros que nos programan en España. En Salamanca ha actuado usted varias veces, en el Teatro Juan del Enzina, la Hospedería Fonseca. ¿Cómo percibe al público salamantino? Yo estoy muy contento y cómodo con el público aquí. Ahora además estamos haciendo una gira por Castilla y León y el público ha respondido muy bien. Con treinta años de oficio en este país ves que para este tipo de espectáculo antes había ochenta personas y ahora puede haber mil. Y esto me hace mucha ilusión, pues el público se está acostumbrando a ver danza, y es muy agradecido. En estos momentos usted es finalista a los Premios Max 2006 y además atesora numerosísimos reconocimientos, como el Premio Nacional de Danza. ¿Qué importancia le da a los premios? Los premios siempre ayudan, son un estímulo, te dan un poco de ánimo e incluso a veces un poco de dinero. En general ayudan a

No tiene sentido copiar lo que se hace en otro país. Aquí tenemos otro carácter. Hay que estar informado, pero mantener la diversidad, la personalidad local y universal

Cesc Gelabert  Outumuro

CESC GELABERT

«He querido crear un modelo de bailarín» Junto a la artista inglesa Lydia Azzopardi, fundó en 1986 una de las más acreditadas compañías de danza contemporánea. Finalista de los inminentes Premios Max en dos categorías, pasó por Salamanca –donde era un habitual del Juan del Enzina– con dos de sus últimas coreografías. que la gente se fije un poquito en tu trabajo, porque lo más importante es poder trabajar, que apoyen tu obra, que te contraten. Pero los premios no siempre son justos. El que te den un premio no significa que eres tú mejor que otro, pues hay muchos que son mejores y nos les premian, pues porque no les ven. Aunque sí es cierto que cuando te dan un premio alguna calidad hay en lo que haces.

¿Cómo siente usted el pulso de la danza contemporánea española actualmente? Yo soy un bailarín y considero que formo parte de la familia de la danza, si es contemporánea, flamenca, clásica, me da igual… Lo importante es que sea danza y que sea buena. Públicamente procuro no quejarme. En Cataluña y en España las cosas han mejorado mucho, aunque hay tantas cosas que

se pueden hacer… Pero el esfuerzo tiene que ser colectivo, del público, de los artistas, los políticos, las instituciones, para animarse y mantener esta forma cultural, porque vale la pena. ¿Podría señalarse en estilo de la danza contemporánea española, como sí se puede reconocer un sello belga o alemán? En España una de las formas de danza que tenemos es el flamenco, y esto es algo que marca mucho la danza en general. Tenemos muchas danzas folklóricas, pero el flamenco se ha convertido en una cosa universal y los grandes bailadores de flamenco son conocidos por todo el mundo. Pero el tema de la danza no flamenca en España siempre

ha costado mucho. Si eres un creador español y haces flamenco te vas a París y nadie te puede decir nada, pero si haces danza contemporánea y te vas a esa ciudad te miran un poco raro. Lo que creo es que en España hay una gran variedad de estilos, pero no hay una gran escuela, o tendencia, como han podido marcar una Pina Baush, o antes Lavan. Aquí tenemos muchos creadores distintos, nos asociamos a ideas diferentes, entonces esto es positivo en el sentido de que tenemos una gran riqueza, pero sí estaría bien que tuviéramos un sello que nos identificara, sería bonito. Aunque en el fondo creo que lo tenemos. Yo, aunque quisiera, no puedo ser de otro sitio, se me nota la factura de dónde soy. Particularmente siempre he dicho que para mí lo importante es crear un modelo de bailarín y un patrimonio coreográfico y a esto he entregado mis treinta años de trabajo. Puedo decir con orgullo y tranquilidad que lo que hago es una cosa informada del mundo, pero que tiene su personalidad, no soy una copia de segunda, o de tercera, de ningún creador importante europeo. Yo he trabajado por el mundo y siempre he vuelto a España, para hacer mi síntesis en mi país. A mí me hubiera sido mucho más fácil y práctico haberme hecho bailarín de alguna compañía europea, coger el nombre y el estilo de estas agrupaciones y volver aquí. Pero no lo he creído. Cuando empecé en los sesenta, en los setenta, alguien tenía que estar aquí en España manteniendo la danza viva, y haciendo el paso de lo clásico a la danza contemporánea. ¿Cuáles podrían ser esos pilares de los que habla? Los pilares podrían ser grupos y colectivos que trabajen el oficio, la forma de hacer, y que exista algo que yo llamo una ‘diversidad informada’, como la biodiversidad. Es importante que todos los creadores del mundo no hagamos lo mismo. No tiene sentido que se copie lo que se hace en otro país. Aquí tenemos otra tesitura, otro carácter. Lo que sí hay que hacer es estar informado, hoy el mundo está todo comunicado, entonces hay que estar comunicado pero mantener la diversidad, la personalidad local y universal.


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Susan Sontag la definió como fotógrafa de lo raro. Su arte busca la revelación de lo que hay más allá de la sociedad ordenada en la que se crió. La Fundación La Caixa expone en Barcelona todo su proceso creativo. very young baby, dormido, terso, perfecto, el bebé en un primer plano golpea al espectador, su inquietante quietud nos remite a la muerte. Horrorizada, Gloria Vanderblit, su madre, prohibió la difusión de la fotografía hecha en 1968 para cambiar de idea posteriormente. Así son las fotografías de Diane Arbus, golpean, noquean, escupen a un espectador que se horroriza, asquea y, posteriormente, acepta la belleza desgarrada que cada imagen de la artista neoyorquina sitúa frente a nosotros con la inocencia de un niño que apunta con un arma. Ya dijo Norman Mailer que darle a Diane Arbus una cámara era como entregarle a un bebé una granada de mano. Inocencia deslumbrada. La reticencia de los albaceas de Arbus para exponer sus fotografías hacen de la exposición de Barcelona un acontecimiento. Su título ‘Revelaciones’ alude tanto a la alquimia del revelado como al intento desgarrado de la autora por mostrar lo que hay de oculto en una sociedad aparentemente prístina. La América en la que se crió Arbus era un lugar ordenado y rectilíneo. Nacida en 1923, vivía en un Nueva York acomodado, culto y cosmopolita que ni siquiera reparaba en su propio judaísmo. Hija de una familia acomodada, Arbus era una criatura melancólica y creativa de la que se esperaban grandes cosas: destacaba en pintura, escribía, era hermosa y peculiar... tanto que cuando se enamoró sin remedio abandonó toda aspiración y se convirtió en una joven esposa y madre dedicada a explorar sus propios sentimientos. Por suerte, Allan Arbus, un aspirante a actor, eligió la fotografía de moda como medio de vida, enseñó a Diane a revelar en el lavabo de su baño convirtiéndose ambos en una empresa famosa por su encanto, su innovación y su original forma de vida. Eran los tiempos del ‘Vogue’ y del ‘Harpers Bazaar’, tiempos de papel couché aparentemente hermoso, brillantísimo. El fulgor escondía deseos insatisfechos: Allan quería ser actor, Diane quería ir más allá de sí misma. A los 35 años, con un matrimonio roto, dos hijas que atender y un considerable bagaje, Arbus deambulaba por los barrios más ocultos de la ciudad, las cámaras al cuello, los

a

Obras de Diane Arbus expu plastic orchids at night, N.Y 1962; A child crying, N.J., 1

DIANE ARBUS

Desolación de la quim enormes ojos bien abiertos. Un submundo caótico y demente deambulaba por las tripas de la ciudad fascinándola, poseyéndola. «Todo es tan soberbio y sobrecogedor», escribió abrumada por esta visión despiadada de una realidad que su protegida infancia, su cuidada adolescencia y su vida matrimonial no le habían dejado ver. Aprehenderla a través de la lente fue un proceso inevitable y doloroso en el que no estuvo sola: la influencia de fotógrafos como Walter Adans, Weege, Richard Avedon, el propio Allan Arbus y sobre todo, su maestra, Lissette Model –cuyo principio «las fotografías que causan admiración tienen el poder de perturbar» asumió del todo– liberó el objetivo de la autora para dirigirlo no hacia la belleza, «esa aberración», sino a esos freaks desesperados, rostros marcados por la anormalidad que ocupan sus imágenes con la mis-

ma naturalidad con la que viven su desgracia. Travestidos, nudistas, fenómenos de feria, gentes marcadas por la desdicha genética, locos, curiosidades, gentes normales de una anormalidad extrema...

extraño. Arbus abordaba en sus rondas nocturnas a su protagonista, hablaba con él, se implicaba con él y, por último, le fotografiaba con una heladora disección de acerado forense. Retratos direc-

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Arbus era mucho más que una ‘morbosa’ espectadora de la noche. Concebía la fotografía como un proyecto totalitario que exploraba concienzudamente: los manicomios, los circos todos fueron atravesados por la lente de Arbus, consciente, fría y sin embargo, absolutamente cercana. Sus tomas no son imágenes captadas ‘à la sauvette’, a hurtadillas, a la manera de Cartier Bresson, son el resultado de una empatía profunda, de un conocimiento del sujeto perturbador y

tos y contemplativos, los de Arbus son tan frontales y cercanos que resultan agresivos. En un mundo en el que no queremos ver la realidad de frente, Arbus te obliga a enfrentarte a su radial y desnuda belleza, y lo hace perentoria, bruscamente. No hay compasión en ella cuando foto-


ARTE

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puestas en La Caixa. De izquierda a derecha: Child selling Y.C., 1963; The human pincushion, Ronald C. Harrison, N.J., 1967

mera

A family on their lawn one Sunday in Westchester, N.Y., 1968

grafía lo que es aparentemente más sórdido y triste de nuestro paisaje humano. Hay vida que chorrea con todos sus sucios fluidos. A ella le gustaba tener la regla, sentir la sangre. Su recorrido por el submundo no era aséptico, se implicaba, incluso llegaba a tener experiencias sexuales que relataba como un medio de conocimiento de esa realidad a la que se enfrentaba con cierta inocencia. Peripatética de estaciones, circos de mala muerte, ambientes sórdidos, entablaba relaciones y se asimilaba. La forma de trabajo que le imponía su cámara exigía exposiciones largas en las que el sujeto debía permanecer quieto, cómplice. Arbus incluso visitaba el ambiente, su atmósfera para hacerse una idea mejor del resto de su vida. Cuando en 1977 retrata al gigante judío con sus padres, la imagen de la madre desesperada por la deformidad del hijo es tan palpable como la ternura que despierta el hombre encorvado hacia ella. Susan Sontag dijo en su magistral ensayo Sobre la fotografía que «fotografado por Arbus, cualquiera es monstruoso», convirtiéndola en una desoladora «reina de lo raro», focalizando su trabajo en un único aspecto que ella negaba desespe-

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En 1971, Arbus aparece muerta, vestida en una bañera vacía. Como en el caso de Sylvia Plath, el suicidio la cristaliza como ser torturado y su obra se magnifica radamente. Arbus era mucho más que una ‘morbosa’ espectadora de la noche. Concebía la fotografía como un proyecto totalitario que exploraba concienzudamente –Coney Island, los manicomios, los campamentos nudistas, los circos–. Tomaba compulsivas notas en pilas interminables de cuadernos donde registraba con letra indescifrable breves resúmenes de cientos de vidas que fotografiaba, coleccionaba confidencias, guardaba en secreto historias sin nombre... era una trabajadora obsesiva, lo que contrastaba con su carácter de depresiva postrada. Inconsciente de su gran capacidad como escritora, leía, hacía collages, convertía sus tablones en una reflexión agudísima sobre la cultura de su tiempo y acumulaba objetos disímiles, pequeños mundos que pueden verse en la exposición

de Barcelona en un desesperado intento de reivindicar su carácter de artista ‘total’, de hacer que el espectador salga de su ‘Gran Guignol’ de fenómenos de la naturaleza. Arbus escribía largos pies de fotos, títulos reveladores de una mente compleja, ávida, inquietante y torturada. Siempre había padecido depresiones que ocultaba celosamente a sus hijas y amigos, como obviaba su infinito dolor por no haber sido ‘capaz’ de mantener su matrimonio. En 1971, Arbus aparece muerta, vestida en una bañera vacía. Como en el caso de Sylvia Plath, el suicidio la cristaliza como ser torturado y su obra se magnifica. Encerrada en la cápsula de ámbar de su muerte, Arbus se convierte en un misterio que Patricia Bsoworth intentó penetrar en su magistral biografía sobre la fotógrafa. Una fotógrafa a la que no le gustaba posar, quien se retrató

desnuda y embarazada, y que en sus últimos años aparecía demacrada, hundida –apenas se alimentaba–, dolorosamente vencida. Al igual que Sylvia Plath, Arbus pagó el doloroso peaje de intentar abarcarlo todo: el arte, el amor marital, la maternidad, la imagen social que proyecta la familia, el éxito, el desarrollo de una personalidad artística excesiva. La mujer que cambió la belleza cristalizada de las modelos por la fealdad que duele y sin embargo, está palpitantemente viva, no pudo resistir las tensiones de una vida vivida hasta el extremo. La obsesiva observación de un entorno que le era ajeno le sirvió para negarse la mirada interior que le devolvía un cuerpo que no le respondía, una mente que se complacía en torturarla. La exposición retrospectiva de su obra, un año después de su muerte, en el Metropolitan, fue todo un acontecimiento cultural. La revelación tenía una luz excesivamente cegadora. Llena de rostros, llena de reflejos que inciden sobre un espectador y producen un golpe, un extrañamiento, acaso asco, finalmente, aceptación. Infinita belleza. Infinita tristeza. Charo Alonso 


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Caza de Brujas

El lado oscuro de América Con la película Buenas noches, y buena suerte, George Clooney critica el presente recordando uno de los episodios más negros de la democracia americana, la ‘caza de brujas’. Repasamos el fenómenos histórico y sus protagonistas. uenas noches, y buena suerte, la segunda película como director del actor George Clooney, después de la estupenda Confesiones de una mente peligrosa, vuelve a centrarse en la historia de la televisión, esta vez repasando uno de los episodios más oscuros y lamentables de la historia de los Estados Unidos y capítulo de advertencia histórica dentro de los fastos del siglo XX. Se trata de la denominada ‘caza de brujas’ o ‘mccarthysmo’, una tramoya política impulsada por el senador republicano Joseph McCarthy que tuvo su origen en la Guerra Fría, con la división entre dos bloques; el capitalista, liderado por los Estados Unidos, y el comunista, encabezado por la Unión Soviética, iniciada tras el final de la Segunda Guerra Mundial, pero en realidad un ejemplo de contención ideológica y represión de libertad propugnada por el ‘New Deal’ de Harry Delano Roosvelt. A finales de los años 40, la influencia del minúsculo Partido Comunista americano había despertado el temor de los intelectuales ideólogos de la época, así como en el mundo del cine, haciendo creer que dentro del movimiento se ejercían oscuros trámites ilegales, como aceptación de sabotajes, terrorismo, espionaje… El comunismo era un ignominia aterradora que había que combatir por todos los medios y eliminar la tendencia prosoviética que empezaba a proliferar en el mundo del cine, con películas como Days of glory, de Jacques Tourneur o Mission to Moscow, de Michael Curtis (centrado en las purgas de Stalin entre 1937 y 1938) bajo el abrigo de Jack Warner. Para frenar la filiación comunista y la amenaza roja se creó el Comité sobre Actividades Antiamericanas (HUAC) en la Cámara de Representantes del Congreso, tutelado por el congresista Martin Dies, que proporcionó con su restricción de libertades un cli-

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Arriba, David Strathairn se mimetiza con el periodista Edward R. Murrow (derecha) en la película Buenas noches, y buena suerte. Sobre estas líneas, el sentador McCarthy

ma de sospecha alimentado por la difamación y los rumores con la confección de las listas negras que propiciaron una terrible pesadilla de delaciones, pérdidas de empleo y hasta de la propia identidad que descubrió a unos pocos culpables en prejuicio de muchos inocentes, destruyendo la vida personal y profesional de miles de personas por el simple hecho de tener contactos con conocidos supuestamente vinculados al comunismo. Un clima de tensión patriótica y rasgos alusivos a la censura totalitarista y fascista que culminaría con la llegada del senador Joseph R. MacCarthy al

Sobre estas líneas, Murrow en una revista de televisión de la época

frente del Comité de Actividades Antiamericanas, urdiendo un implacable y despótico sistema inquisitorial que vulneraba los derechos individuales en su obstinada persecución de la incursión comunista en Estados Unidos. Antes del apogeo del ‘mccarthysmo’ (que tuvo su esplendor entre 1950 y 1953), uno de los episodios más célebres y funestos llevados a cabo por la HUAC fue la ‘caza de brujas’ que se llevó a cabo en Hollywood, donde el Comité sobre Actividades Antiamericanas presidida por J. Parnell Thomas obligó a firmar declaraciones juradas, pro-

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Hasta 1953, más de dos mil personas del mundo del arte, la ciencia y la prensa fueron condenadas al ostracismo social y profesional duciéndose oscuras afirmaciones arbitrarias y dudosas delaciones de gentes atemorizadas por la supuesta ‘amenaza global’ del co-

munismo. Hollywood se dividió, creándose la Alianza para la preservación de los valores americanos, con una primera reunión en el Beverly Wilshire Hotel. Actores como John Wayne, James Stewart, Gary Cooper, Clark Gable, Ronald Reagan, Barbara Stanwyck, Ginger Rogers o directores como Leo McCarey, Cecil B. De Mille, Victor Fleming, Frank Capra o Walt Disney apoyaron la iniciativa anticomunista, mientras que otros, como Edgard G. Robinson, junto a Humprey Bogart y Lauren Bacall, promovieron el Comité para la Primera Enmienda para posicio-


CINE / LIBROS

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Murrow hizo frente a las presiones corporativas y publicitarias para destapar las mentiras y la repugnante táctica de McCarthy

narse en contra del HUAC, siendo acusados de rebeldía por parte de Parnell Thomas y de un joven llamado Richard Nixon. En este caos de inculpaciones, aparecieron delatores que ofrecían nombres de simpatizantes comunistas. Jack L. Warner, Robert Taylor y Adolphe Menjou, el sobrevalorado Bertold Bretch, Gary Cooper, Elia Kazan, Lee J. Cobb, Leo Towsend, cobardes parafascistas, hirieron gravemente al cine de la época con sus acusaciones, muchas veces infundadas, que llevaron a que diez miembros de Hollywood se negaran a declarar, por sus conexiones con la ideología comunista (los conocidos como ‘Los 10 de Hollywood’); el director Edward Dmytryk, Adrian

ción desafiante de un grupo de periodistas televisivos de la CBS encabezados por Edward R. Murrow en el programa ‘See It Now’ (junto a los históricos Fred Friendly y Joe Wershba), pusieron en duda la legitimidad de los métodos del senador y lograron destrozar la imagen pública de McCarthy presentándole cada día como «el hombre que atemorizaba a América». George Clooney recupera una figura histórica algo postergada en la memoria que, a través de su reconocido riesgo por salvaguardar los ideales democráticos y priorizar la libertad de expresión hizo frente a las presiones corporativas y publicitarias para destapar las mentiras y la repugnante táctica falsaria perpetradas por McCarthy durante su ‘caza de brujas’ anticomunista quien, tras dirigir sus acusaciones al Ejército durante el mandato de Eisenhower, fue destituido y repudiado a pesar de mantener el escaño político. En su camino, el guionista de cine Martín BerkeArriba, los ‘Diez de Hollywood’ con sus abogados; sobre ley denunció a 162 estas líneas, Bogart y Bacall en la marcha por los derechos compañeros, un antiguo alto cargo Scott (productor), los guionistas del Departamento de Estado, AlAlvah Bessie, Herbert Biberman, fred Hiss, fue acusado de ser un Lester Cole, Albert Maltz, Ring espía soviético y el matrimonio Lardner Jr., John H. Lawson, Sa- Julius y Ethel Rosenberg fueron muel Ornitz y el director Dalton imputados por pasar secretos Trumbo, fueron repudiados por atómicos a Rusia y, declarados la industria y encarcelados du- culpables sin pruebas suficientes, rante meses. Incluso otros varios condenados a muerte y ejecutasospechosos como Dashiell Ham- dos. Además de la HUAC, tammet, Robert Rossen, Joseph Lo- bién colaboraban en desmantelar sey, Jules Dassin, Charles Chaplin la acción comunista tres antiguos u Orson Welles tuvieron que ex- miembros del FBI y el periodista patriarse a Europa hasta el final Vincent Harnett, fundador de los del ‘mccarthysmo’ por miedo a ‘red channels’, que destaparon represalias políticas. Hasta 1953, 151 nombres más de personas inmás de dos mil personas relacio- volucradas en actividades subnadas con el mundo del arte, el ci- versivas o comunistas. Un ejemne, los medios de comunicación, plo histórico de poder inquela literatura y la ciencia fueron brantable gracias al miedo semcondenadas al ostracismo social y brado en un lapso histórico que profesional. hay que rememorar para evitar La cinta de Clooney Buenas caer en el tremendismo que aflonoches y buena suerte se centra, ra en la actualidad en Estados no obstante, en la caída de Unidos y que Clooney se ha enMcCarthy, en el derrocamiento cargado de revivir con una pelíde la bestia totalitaria que abogó cula nominada a seis Oscar de la por la represión ideológica y la Academia. censura de la libertad democrática. Cuando en 1954, la provocaMiguel Á. Refoyo 

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Negra y amarga Maderos, de Ken Bruen, la más impresionante novela negra del año ay un viejo chiste irlandés, lleno de incorrección política, que pone en duda la virilidad de todo aquel que prefiera las mujeres al whisky. En una sociedad que duplica la media del consumo de alcohol de la Unión Europa, en la que ser abstemio es motivo de escarnio público y en la que las academias policiales aleccionan con arengas como «a la gente le gusta que nos guste la cerveza, lo que no le gusta son los bribones», resulta complicado ser expulsado de la policía por alcoholismo severo. «Hay que esforzarse de veras para lograrlo», dice Jack Taylor en la primera línea de la novela, antes de mostrar el éxito de sus esfuerzos, basados en la adicción y en su problemática conducta. Obligado a abandonar el cuerpo, el protagonista y narrador decide aprovechar su experiencia para convertirse en detective privado, instalando su oficina en el pub de su amigo Sean y aprovechando los pocos ratos de sobriedad que le quedan para resolver pequeños casos delictivos. Inmerso en una dinámica autodestructiva que parece no tener fondo, encuentra un resquicio para la esperanza cuando una mujer le encarga que esclarezca la muerte de su hija de 16 años, oficialmente suicidada. Taylor se enamora de su clienta, se convence de la necesidad de dejar el alcohol y busca su ansiada redención en una investigación que le lleva a indagar asuntos de corrupción y pederastia. Es la suya una huida hacia delante que parece evaporarse al entrar en contacto con una copa de coñac o una pinta de cerveza negra. Lejos de convertirse en una historia barata de superación personal, la de Taylor es una peripecia fatalista en la que siempre parece haber lugar para retroceder. Novela de personaje y de ambiente, Maderos presenta a través del filtro de su protagonista, un pétreo y cínico detective que combina despiadadas muestras de brutalidad con dosis de implacable humanidad, los vaivenes de una sociedad en continua transformación. De ahí que el alcoholismo de Taylor no deba ser interpretado como un mero elemento genérico, sino como un rasgo esencial que conforma una imagen social reacia a perder sus señas de identidad. Como los investigadores norteamericanos de los años 20, condenados a la eterna soledad de su oficina en una realidad cambiante a la que eran incapaces de adaptarse, Jack Taylor aparece como un antihéroe desubicado que sólo

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Ken Bruen

KEN BRUEN Maderos Traducción de Antonio Fernández Lera 279 pp. / 18 euros

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Jack Taylor aparece como un antihéroe desubicado que sólo encuentra su sitio bebiendo en un pub con el suelo lleno de escupitajos y serrín

encuentra su sitio bebiendo en un pub con el suelo lleno de escupitajos y serrín. Con un pie en los más duros representantes del género negro clásico y otro en la particular idiosincrasia irlandesa, Ken Bruen ha logrado construir un personaje de raza –borracho y amante de la literatura, violento pero tremendamente cabal– , de ésos que no dejan indiferente, insuflando así nuevos aires a la clásica figura detectivesca y poniendo en evidencia a la últimamente bienpensante y oficialista novela policiaca europea. Todo ello, sin renunciar a un estilo de calidad y a un peculiar ritmo narrativo basado en aforismos y retazos. Dice Martin Amis que un buen libro es aquel que incita a invitar a una copa a su autor. Apunten, pues, una ronda de Guinness a la salud de Ken Bruen, autor de la más impresionante novela negra de la temporada. Amarga, dura y mordaz, Maderos resulta tan adictiva como la cremosa cerveza irlandesa. Tanto, que ya se espera con ansiedad The killing of tinkers, la segunda entrega de las aventuras de Taylor, de próxima aparición en la colección ‘Negro’ de la editorial Tropismos. Javier Sánchez Zapatero 


8  culturas LIBROS Ecos de los cincuenta JOSEFINA ALDECOA La Casa Gris Alfaguara, 2005 294 pp. / 18,50 euros

 En su obra de memorias En la distancia, Josefina Aldecoa narra su fascinación al conocer las experiencias vividas en 1950 por María Moliner en Crosby Hall, una residencia inglesa de mujeres universitarias. En el verano de ese mismo año, Josefina Aldecoa es admitida en esa misma residencia para ‘tareas no cualificadas’. Comienza así una experiencia inalcanzable para las universitarias españolas de ese momento, escasas por otra parte. El verano de 1950 se convierte así en el marco de una experiencia sorprendente, trasfondo temático de La Casa Gris. La obra es la crónica personal de esas vivencias estivales a lo largo de los meses de junio, julio y agosto. Aunque el mes de septiembre, mes ya de la despedida, recibe un tratamiento literario semejante en cuanto a extensión, recoge exclusivamente las ceremonias del adiós. La obra se articula en torno a esos tres meses en los que la narradora convive con una serie de chicas inglesas, con las que alcanza un una relación poco más que superficial, relación explicable en el ambiente en el que se desarrolla la experiencia. No hay apenas escenario que sirva para ambientar estas vivencias, salvo el eco de la guerra, presente en recuerdos y comentarios de los personajes femeninos. Como consecuencia de esto, no aparece ningún tipo de visión interior. Las impresiones son superficiales, si bien la maestría narrativa de Josefina Aldecoa hace de la lectura una experiencia agradable. No es ajena a su visión la perspectiva de la nueva narrativa española, a la que ella pertenece, y en la que es un maestro admirable su marido Ignacio Aldecoa, con el que todavía no ha contraído matrimonio. Pero la visión literaria de la estancia en Inglaterra inglesa tiene más de cuaderno de bitácora personal que de modelo de narrativa social, tendencia a la que Josefina Aldecoa se entregará posteriormente con maestría. En La Casa Gris el escenario es casi inexistente, reducido a una visión borrosa desde la perspectiva de recuerdos difusos y extremadamente subjetivizados. Algo parecido ocurre con los personajes que pueblan la obra. Todos son personajes femeninos, si se exceptúan la grotesca semblanza de don Luis (un exiliado español que no es precisamente símbolo de una españolidad atractiva) y la imagen de Romualdo, tampoco un prodigio de humanidad ni de elegancia, igual que Thomas, el tercero de los elementos masculinos presente en la obra. La Casa Gris es un valioso documento biográfico que no alcanza, sin embargo, las altas cotas de calidad literaria que Josefina Aldecoa consigue en obras posteriores. Con todo, esconde el atractivo de ser la crónica personal de unas vivencias inalcanzables para cualquier joven española de ese momento. Nicolás Miñambres 

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 26 de febrero de 2006

La influencia de Paul Auster Leon de Winter juega con las leyes del azar en la recomendable novela El gimnasio de God ara certificar que no se pretende llamar a engaño a nadie, conviene aclarar que el hecho de que esta novela pertenezca a una estirpe americana, pese a estar escrita por un holandés, en una línea capitaneada por Paul Auster, no significa que tratemos de descalificarla, sino meramente de catalogarla para facilitar su identificación a posibles lectores. Se puede seguir la estela de la cocina de Paul Auster, a caballo entre la imaginación y la imaginería, para crear una literatura de interés al tiempo que de entretenimiento, y hacerlo bien o hacerlo mal, o regular. Y, la verdad, Leon de Winter es un discípulo aventajado, cuyas capacidades, tal vez, podrían llegar a adelantar a las del maestro, siempre y cuando ose embarcarse en proyectos de mayor calado, más personales o más originales, si es que estos dos términos no son la misma cosa. El gimnasio de God es una novela en la que no deja de estar presente el azar que rige el orden del mundo, pero se trata de un azar que no carece de leyes, las que llevan a la elaboración de una trama redonda, un azar que funciona exactamente igual al mecanismo de una novela. Dentro de ese esquema, coaccionado por la esencia de la pérdida que nutre la savia del narrador y/o el protagonista, Joop, el padre de Miriam, que fallece en un accidente en carretera, se encajan varias historias secundarias, entrecruzadas, manipuladas con maestría por el autor de modo que en ningún momento decaiga el interés por ninguna de ellas, al tiempo que resultan muy naturales las transiciones de unas a otras: la biografía de Joop y su historia matrimonial, la entrega incondicional de God para mitigar su culpa, el espionaje para el Mosad, la persecución del corazón donado de Miriam, la resurrección sin sentido de un amor de adolescencia que aprovecha un momento de debilidad. Unos relatos protagonizados por unos seres tan paradójicos como arquetípicos. El más logrado de ellos es God –cuyo

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LEON DE WINTER El gimnasio de God Traducción de Goedele de Sterk Salamandra, 2005 379 pp. / 17,50 euros

apodo proviene de Godzilla y no de Dios–, un afroamericano de dos metros y ciento cincuenta kilos, campeón de kárate, conductor de la moto en la que viajaba junto a Miriam, y que tiene intenciones de erigir un templo griego a la memoria de la muchacha; ésa es su paradoja: «la felicidad era algo que no podía captarse hasta que se había esfumado». La mejor de las paradojas probablemente sea el detalle del último regalo que el padre hace a su hija el día de su cumpleaños que será el del accidente: una agenda, es decir, un cuaderno en el que registrar lo que a uno le queda por hacer en el próximo año de vida. En cuanto a la razón de recurrir a la fórmula de arquetipos, como el propio narrador explica en algún momento aplicando la fórmula a una de sus creaciones, se sirve de personajes para tipificar a la gente. En casi todos ellos habita un cierto afán de creer en la trascendencia de la vida, algunos claramente identificados a través de su fidelidad religiosa, y el único ateo, Joop, convencido de la perdurabilidad espiritual de su hija en el corazón que ha donado y que seguirá latiendo durante diez años dentro de la carcasa de otra persona. Los recursos narrativos son muy variados, desde la perfecta dosificación de diálogos y acciones alternados, los flash backs más clásicos, a las confesiones biográficas durante un viaje en automóvil. Unos recursos al servicio de explicar cómo puede cambiarle a uno la vida en un extrañamiento amable, grato e incluso divertido. Aunque donde realmente destaca De Winter es en la capacidad para describir a los personajes sin un eje claro, sino en función de las sensaciones de cada uno de los otros personajes a partir de las actitudes de los demás. El gimnasio de God se trata, en definitiva, de una obra que sin renegar de su intención comercial, es una estupenda recomendación para sobrevivir a un fin de semana lluvioso. Ricardo Martínez Llorca 

Cuestión de voluntad El economista Jeffrey Sachs rebate tópicos y propone ideas para acabar con la pobreza n el prólogo a este libro, Bono (el cantante, no el ministro), pone el dedo en la llaga, aunque no sé si lo pone de manera correcta: «...La muerte diaria JEFFREY SACHS de quince mil africaEl fin de la pobreza. nos, víctimas de enCómo conseguirlo en fermedades que se nuestro tiempo pueden prevenir y Trad. de Ricardo García y tratar, por falta de Ricard Martínez unos medicamentos Debate, 2005 que nosotros tene550 pp. / 16,50 euros mos asegurados (...) En el fondo, si de verdad aceptáramos que sus vidas –las vidas africanas– son iguales que las nuestras, todos estaríamos haciendo más para apagar el incendio. Se trata de una verdad incómoda». En mi opinión no es una cuestión de racismo: nuestro sistema no es realmente racista, y Bono está más acertado cuando concluye: «Éste es el drama de África. Que esto no aparezca en los informativos, que no lo tratemos como una emergencia: éste es nuestro drama». No es racismo, pues, es vista limitada: si no hubiéramos visto en televisión los crímenes de Al Qaeda o de ETA, a nadie le importarían. Si viéramos en ella los crímenes de nuestro sistema económico, nos impor-

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tarían. El motivo por el que unos aparecen en televisión y otros no tal vez no sea solo la dominación de los medios por parte de los poderosos, sino la comercialidad de unos crímenes, que nos producen el bienestar de ver el mal como algo ajeno a nosotros mismos; frente al escaso gancho comercial de millones niños a los que mata un sistema al que pertenecemos y unos políticos a los que votamos. De hecho, en tanto que el atentado terrorista tiene su razón de ser en la visión y es provocado con la finalidad de acaparar minutos televisivos, la pobreza está para ser ocultada. El libro parte de una idea evidente: por primera vez en la Historia, nuestra generación tiene en su mano la posibilidad de acabar con la pobreza extrema. Es una posibilidad incluso barata. No estoy seguro, pero creo que fue Olusegun Obasanjo quien, al comienzo de la guerra de Irak aseguró que con lo que costaba un día de guerra se podían salvar tres millones de vidas en África. Pero lo importante no es que sea posible ni que sea barato, lo fundamental es que sepamos cómo hacerlo. Si tenemos un plan viable para erradicar la pobreza, entonces el no hacerlo será simple crueldad por nuestra parte. Una crueldad que deja muy atrás las crueldades míticas, con el holocausto judío a la cabeza (y que-

de claro que ‘mítico’ no significa ‘falso’). Es importante, pues, que este plan sea realista. Este libro no es un «demos el 7 % a las ONGs». Es, primero, una explicación del mundo actual, del crecimiento de la desigualdad y de los problemas por los que algunos países no pueden prosperar; un estudio detenido de Bolivia, Rusia, La India, China, etc.; y un diseño del plan de erradicación de la pobreza, del que sería difícil dar otra idea en el corto espacio de esta reseña que la necesidad fundamental de invertir al mismo tiempo en seis tipos de capital: empresarial, humano, natural, intelectual, institucional y en infraestructuras, dado que el éxito en cualquiera de las áreas depende del conjunto de las inversiones realizadas. Quien lo escribe ha sido declarado por el New York Times «probablemente el economista más importante del mundo». Profesor en Harvard durante 20 años, actualmente es profesor en la Universidad de Columbia y consejero especial de Kofi Annan. Sus cargos han sido numerosos, su trabajo amplísimo en multitud de países, en los que ha trabajado para gobiernos estimables, pues Sachs rebate la idea generalizada de que los países pobres están generalmente gobernados por políticos corruptos. Garcimuñoz 


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