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culturas

N° 80 Suplemento de

artes y letras

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de junio de 2006

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Dos exposiciones muestran la obra más reciente de la artista. ‘Quédate día feliz’, en el DA2 hasta septiembre, y, a partir del viernes en la galería Benito Esteban.

El abismo del tiempo libre

PALOMA PÁJARO 3 BILLY WILDER

6 MAÍLLO

Recordamos a uno de los más grandes guionistas y directores del cine americano en el centenario de su nacimiento.

Su escultórico memorial y la investigación sobre un archivo fotográfico nos remiten a momentos clave de la Sierra de Francia.


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emana de artistas. Ocupa la portada Paloma Pájaro, que acaba de inaugurar expossición en el DA2 y que el viernes la completará en la galería Benito Esteban. Podemos ver sus trabajos más recientes, una reflexión sobre la capacidad que tenemos para ser infelices en una sociedad que, paradójicamente, tiene más tiempo libre que nunca. Bajo la brillante y precisa superficie de sus cuadros, Paloma trabaja cuidadosamente los conceptos y las relaciones espaciales que vertebran sus

exposiciones, mide sus imágenes para que le ofrezcan múltiples lecturas al espectador. En Mogarraz acaba de inaugurar Florencio Maíllo un memorial que a partir de ahora será uno de los símbolos distintivos de este pueblo. Y no lo será sólo por su imponente presencia física, sino porque además contiene un homenaje a una forma de habitar y configurar el territorio que está en completo desuso en el mundo rural. Comarca despoblada, la Sierra de Francia sufrió como pocas el pro-

ceso de emigración a principios de los años sesenta. Maíllo ha investigado esa etapa y acaba de presentar una tesis doctoral basada en unos archivos fotográficos encontrados por azar. Ambos trabajos se complementan y nos ofrecen una panorámica profunda y sensible sobre el mundo rural. Trazamos un perfil de Willy Wilder, que esta semana hubiera cumplido cien años. En los muchos que vivió dejó algunas de las mejores películas de la historia del cine.

Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es

1 PEQUEÑO MANIFIESTO PORNOLÁBICO «En el momento social en el que parece que ya no debiera haber problemas morales que obstaculizaran la difusión masiva de la pornografía, en que parece que se ha normalizado por completo el mercado de opciones eróticas y en el momento en que se diría que todo vale, desde el pornolab nos planteamos una crítica al porno que se distribuye masivamente. Y no es por falta de argumentos, que maldita la falta que le hacen al porno, ni por falta de calidad en su elaboración, puesto que tampoco parece que unos altos presupuestos sean un remedio milagroso a nada. Nos metemos con el porno precisamente por la falta de imaginación erótica, porque con lo previsible y lo estereotipado nos parece tremendamente poco pornográfico, porque lo erótico tiene muchos mas registros que los consabidos y resabidos numeritos a los que nos someten una y otra vez en cansina repetición los materiales pornográficos, el cine sobre todo, comerciales». Ha ocurrido esta última semana y siempre es de agradecer que alguien se preocupe por los contenidos de la mayor industria del entretenimiento. Más información en pornolab.org.

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PEQUEÑAS Y GRANDES MUERTES Enlazando con el párrafo anterior, las únicas muertes que se producen en las películas pornográficas son esas ‘petit mort’, como llaman los franceses, tan sofisticados ellos, al orgasmo. En las series de televisión tampoco hay demasiadas, sobre todo si se trata de personajes principales, y si no recuerden la que se lió con Paloma-Loles León en ‘Aquí no hay quien viva’. El guionista autor del jugoso y anónimo blog ‘Pianista en un burdel’ –el título viene de aquella cita «no le digáis a mi madre que trabajo de guionista. Ella cree que soy pianista en un burdel»– traduce un texto de su colega Ken Lavine bastante ilustrativo de los entresijos de la profesión: «Matar personajes principales mantiene al público en vilo. Y lo que es mejor para los escritores, mantiene A LOS ACTORES en vilo. Por fin estamos un poco por encima de las estúpidas y pejigueras sugerencias de los actores; de las rabietas

de la diva; de los olvidos de diálogo; de tener a todo el equipo esperando veinte minutos mientras el co-protagonista está al teléfono con otro co-protagonista al otro lado de la ciudad, que también tiene a todo un equipo esperando. Ningún guionista volverá a oír aquello de ‘no creo que mi personaje dijera eso’. Se acabaron los días en que había que rescribir escenas porque cierta estrella no se veía ‘lo suficientemente atractivo’. Es algo hermoso. Y tiene su gracia jugar a ser Dios. Si ahora descubriéramos la manera de matar ejecutivos...». Que divertidos son los guionistas cuando se ponen a hablar de lo suyo.

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ICI LA FRANCE «En la pantalla del televisor, Alain Giresse era tan pequeñito que siempre parecía que estaba lejos». Lo dice Eduardo Galeano en su El fútbol a sol y sombra –un libro que debería ser obligatorio en las escuelas– de aquel magnífico jugador que junto a Platini, Tigana y Fernández formaba la media de Francia en la Eurocopa del 84, que los franceses jugaban en casa después de maravillar y perder en el Mundial 82. Nadie recuerda quiénes eran los delanteros de aquel equipo que ganó a la España de Arconada –al que Forges estuvo durante años llamando Arcomanta igual que luego haría con Subimaleta, se ve que Forges es un portero frustrado– y Sarabia. El combinado español tuvo la osadía de jugar aquella competición con una estéticamente intachable equipación marca Le Coq Sportif, más francesa que el Camembert y quizá por eso perdiera en la final. En 2000, la selección volvió a cruzarse con una Francia que venía de ganar un Mundial, también en su casa, pero también casi, como siempre, un fallo a última hora, un error personal de esos que jalonan el historial de fracasos del fútbol español, lista merecidamente encabezada por el nonato ‘gol de Cardeñosa’. Ahora, ya lo sabrán, nos jugamos los cuartos con Francia, prácticamente la misma de 2000, con un Zidane al que los millones no le han borrado esa mirada de clase obrera que tiene, como de estibador del puerto de Marsella en una película de Robert Guédiguian. Los nuestros, en general, tienen un estilo más ‘tunning’, andan más frescos y tienen un entrenador sabio que les llama de usted. Que nervios.

Viñetas de ‘Macanudo’, de Liniers, uno de los humoristas gráficos del momento. Busquen por ‘Autoliniers’ en Blogspot. Abajo, a la izquierda, una curiosa portada de Superman –ahora que vuelve– que utilizan los organizadores del Pornolab


CINE

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l pasado jueves Billy Wilder se hubiera convertido en centenario. De no haber fallecido por una neumonía en su mansión de Beverly Hills en marzo de 2002, estaría aún a tiempo de hacer cumplir su última voluntad, que no era otra que la de morir a los 104 años, completamente sano, asesinado por un marido cornudo que le acabara de pillar in fraganti con su joven esposa. Wilder no consiguió hacer realidad su deseo pero sí fue capaz de lograr con sus películas aquello que siempre demandó del séptimo arte: «Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el cine ha alcanzado su objetivo». Sin dejar de tener nunca en cuenta que el cine es una fábrica de sueños, sus trabajos fueron concedidos siempre partiendo de la base de que lo primero que ha de lograr un filme es divertir al público. En todos ellos, el entretenimiento es conseguido gracias a un fresco ritmo narrativo y a una magistral utilización del diálogo. Porque, ante todo, el de Billy Wilder fue un cine de guión que basaba toda su fuerza en la palabra. «Lo más importante –solía decir– es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas que puedan convertir mierda de gallina en chocolate». Consciente de ello, y asumiendo que el trabajo constante suele dar más frutos que la pasiva espera del beso en la frente de las musas, componía sus guiones con una minuciosidad artesanal que le llevaba a buscar la expresión más adecuada para cada situación, puliendo, repitiendo o tachando lo escrito las veces que fueran necesarias. Su forma de trabajar le valió el enfrentamiento con más de un productor y llegó a desquiciar al novelista Raymond Chandler, con quien colaboró en el guión de Perdición. Cuentan que Chandler, que no tenía experiencia alguna en la escritura cinematográfica a pesar de que por aquel entonces era ya un reputado autor de literatura negra, se presentó el primer día de trabajo con un voluminoso manuscrito inservible como guión fílmico que fue desechado al instante por Wilder. Ese desencuentro fue el primero de una larga lista que se vio acrecentada por la diferencia de edad y modos de vida que había entre ambos. El escritor, en tratamiento de abstinencia por su agudo alcoholismo, no soportaba ver cómo el cineasta bebía whisky sin parar mientras escribía y salía cada noche con chicas guapas. No obstante, su persistente trabajo sobre el libreto no llegó a significar nunca el descuido de aspectos de sus películas como la puesta en escena, siempre simple pero efectiva, o los alardes de realización, visibles en el inicio de El

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Wilder, con su esposa, fotografiados por Helmut Newton

BILLY WILDER

Palabras de cine «Lo más importante es tener un buen guión. Los cineastas no son alquimistas que puedan convertir mierda de gallina en chocolate». Películas geniales, frases geniales. Disfrutar de su extensa y elevadísima obra, con filmes magistrales en una variedad de géneros, continúa siendo un placer. crepúsculo de los dioses o en el de Irma la dulce. Esa atención sobre todo el proceso compositivo de los filmes, sumada a su capacidad para dominar todos los géneros y no encasillar jamás su obra, convirtió a Wilder en un cineasta absolutamente genial, del que cuesta encontrar un mal plano o una lí-

nea de diálogo fallida. Tan memorables como el ‘nadie es perfecto’ que cierra Con faldas y a lo loco, como las conversaciones entre Jack Lemmon y Walter Matthau en Primera plana o como las réplicas de Charles Laughton en Testigo de cargo resultan las imágenes que su obra ha dejado para

siempre en el imaginario colectivo de los amantes del cine, desde las que muestran a Marilyn Monroe riendo mientras el aire del metro se cuela bajo sus faldas hasta las que dejan ver a un moribundo Fred McMurray grabando su confesión en un dictáfono pasando por las que enseñan la enloquecida mirada de Gloria Swanson creyéndose la estrella que ya no era. Como Otto Preminger o Fritz Lang, Billy Wilder, nacido en el seno de una familia judía en lo que entonces era el Imperio Austrohúngaro, desembarcó en Hollywood huyendo del nazismo. Tras

compartir apartamento, hambre y frustraciones con el actor Peter Lorre, consiguió entrar como guionista en los estudios de la Paramount Pictures. Junto a Charlie Brackett –su mano derecha hasta finales de la década de 1940, en la que comenzó a colaborar con su desde entonces inseparable I.A.L. Diamond–, trabajó al servicio de Ernest Lubitsch, que se convirtió en su gran maestro y referente. Del director de Ninotchka aprendió la fórmula mágica de la comedia, que desarrolló años después en Con faldas y a lo loco, En bandeja de plata, Uno, dos, tres, Avanti o Bésame tonto, perfectos engranajes cinematográficos cuya agilidad narrativa hace que la hilaridad y las escenas descacharrantes se sucedan sin respiro. En su filmografía, sin embargo, hay también sitio para el género negro (Perdición), el drama (Días sin huella) o incluso el cine bélico (Cinco tumbas al Cairo), aunque no para el western, su gran afición de juventud, que le llevó a ser conocido por todos como Billy y no como Samuel, su verdadero nombre, por la devoción que profesaba al personaje de Buffalo Bill. A pesar de lo heterogéneo de su producción, sus películas aparecen vinculadas, además de por su tono ácido y por sus impagables diálogos, por el afán del director y guionista por retratar al americano medio a través de una gama de personajes marcados, sin llegar a caer en el estereotipo, por la derrota y la necesidad de supervivencia. Cínicas y amargas, sus obras se mostraban tremendamente críticas con la hipocresía, el egoísmo y el miedo al extraño de la sociedad estadounidense de la época. El mismo ojo crítico y desengañado con el que diseccionó la sociedad americana fue proyectado sobre la evolución de la industria en la que trabajó desde 1930, responsable del ocaso del cine clásico al que amaba y de la progresiva vulgarización de las producciones. Por eso es el suyo un cine que combina la carcajada con la reflexión, la sonrisa con la frase incómoda de digerir, la capacidad de análisis social con la vitalidad que lo sigue manteniendo hoy tan fresco y válido como el día de su estreno. Por encima de la aparente y simpática cotidianeidad de lo narrado, en sus cintas latía una voluntad de mostrar una visión universal del hombre llena de pesimismo y melancolía que alcanzó su cima en El apartamento, una de esas historias agridulces de perdedores que hacen que el espectador ría sin dejar se sentir nunca lo tremendamente triste que resulta esa carcajada. Para quien un día fue llamado dios en la gala de los Óscars nada podría llegar a ser nunca tan terrible como para hacer perder una sonrisa. Javier Sánchez Zapatero 


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PALOMA PÁJARO

Una soleada infelicidad La artista expone sus nuevos trabajos en el DA2 y a partir del viernes en la galería Benito Esteban. ‘Quédate día feliz’ es una lectura que abre interrogantes sobre los conceptos de tiempo libre e infelicidad. a serie ‘Quédate día feliz’, expuesta en el DA2 hasta el 18 de septiembre, es la continuación de ‘Occitente’, después de un proceso que dio lugar a ‘Especial bordados’. Una reflexión sobre el tiempo libre y la infelicidad. Se podría hablar de una acción rebelde, de un gesto idiosincrásico por alterar el orden social y así generar un nuevo estado de conciencia personal. Y entonces cada grito, cada lágrima, cada suspiro, cada muerte, serían una proclama, una pancarta, una filacteria, irrumpiendo y dinamitando el ‘estar de las cosas’. Pero en los cuadros de Paloma Pájaro no juega ese nivel de desobediencia civil y dinamización de los valores sociales. La serie –’Quédate día feliz’– no es ilustrativa de revulsivos holísticos que intentan fragmentar la permeable membrana de la célula social. Su interés no reside siquiera en el valor testimonial de los grandes cambios sociales que sacuden los estratos tanto individuales como colectivos. No es una documentalista del caldo cultural ni pretende que la onda expansiva interrumpa la sinapsis colectiva. «Todo ‘Occitente’ giraba en torno a esa búsqueda. Ha sido difícil encontrar una línea argumentativa sólida, porque me interesa mucho el aspecto estético, entonces el ejercicio más difícil era intentar conjugar los argumentos teóricos

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con una forma plástica capaz de expresar a un nivel no sólo de impresiones, sino de emociones y de ideas, eso que bullía en mi cabeza. Por eso ha sido una serie tan difícil y se ha prolongado durante cinco años y en esta última fase de todo el proceso creo que he conseguido sintetizar bastante el argumento. Tiene que ver con una reflexión acerca de un hecho que es muy sintomático de nuestra sociedad contemporánea y es que la gente tiene tiempo libre. Se supone que es un hecho histórico sin precedentes y sin llegar a concluir nada, sin hacer una crítica exhaustiva, sin llegar a denunciar nada, simplemente he intentado reflejar ese estado en el que a pesar de tener tiempo libre para intentar desarrollar nuestra capacidad de ser felices, a pesar de eso, nuestra sociedad, la más avanzada tecnológicamente de la historia, es tremendamente infeliz. Hay unos niveles elevadísimos de estrés, de ansiedad y de infelicidad. He terminado pensando que en realidad no hablo de nuestra incapacidad para ser felices sino de nuestra capacidad para ser infelices. Es más interesante yo creo. Es simplemente un reflejo, una reflexión que intento aportar al espectador sin concluir nada, no hay ninguna solución. El empleo de la estética de verano he intentado

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En primera instancia, la arquitectura en la obra de Paloma es una metáfora del refugio, de la fortaleza personal. Los edificios racionalistas, faltos de toda estética, reúnen los condicionantes perfectos como ‘cámaras de cuarentena’

utilizarlo como una metáfora del tiempo libre. Se puede tener en enero después de una jornada de trabajo a partir de las ocho de la tarde. ¿Qué busca la gente en su tiempo libre? ¿Qué encuentra? Son preguntas que yo me tengo que hacer porque me inquietan, pero que no tienen por qué estar reflejadas en los cuadros, o por lo menos no directamente. Hay que tener mucho cuidado, trabajar con cierto grado de ambigüedad porque si el mensaje es inmediato se pierde mucha magia y mucho misterio. Me lo ha parecido siempre. Si tuviera tan claro lo que quiero contar lo escribiría en un papel y lo daría por la calle a la gente. La imagen, el arte, abre una ventana y el

espectador tiene que seguir investigando, incluso haciendo una análisis interior», afirma la autora. A través de la ironía, revindica su derecho a la ignorancia, al lienzo en blanco, a la eliminación de todas las fuerzas de rozamiento capitalistas y materialistas que tienden a homogeneizar los productos y a dotarles de la misma aceleración en su caída hacia el puchero social. No quiere oír de órdenes ni premisas. En su labor productiva y creativa no se expone a juicios. Se aísla, se enquista, y desde esa atalaya, esa cueva-torre-palacio-apartamento de verano, su único mensaje es la muralla del derecho personal a ser ella misma. Como se puede deducir, los per-


ARTE

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Me interesa el aspecto convencional de lo bonito, no renuncio a la belleza entendida de una manera convencional ni a disfrutar del propio proceso

Al final de todo el trabajo he terminado pensando que en realidad no hablo de nuestra incapacidad para ser felices sino de nuestra capacidad para ser infelices

Piezas de las series ‘Quédate día feliz’ y ‘Preludios para la meditación’ que pueden verse ya en la exposición del DA2 y a partir del viernes en Benito Esteban. A la izquierda, Paloma Pájaro /Perelétegui

sonajes de sus cuadros también se encuentran en esa existencia insular y autónoma. Su actividad revolucionaria, al igual que la de la autora, es la obtención de un nicho propio en el que poder llevar a cabo sus propios descubrimientos. No quiere inducir ni ser inducida. Tras sucesivos experimentos que van del arte expresionista a la filigrana de los bordados pasando por el ‘assemblage’ y el videoarte, deriva en una tendencia hiperrealista cuya finalidad no es el ‘trompe l’oeil’, no es el engaño óptico ni el simulacro visual, sino exactamente la necesidad de somatizar la realidad del discurso y apoderarse de él sometiéndolo al silencio personal. «He pretendi-

do que la estética sea muy atractiva. Lo que quiero decir es que me interesa el aspecto convencional de lo bonito, no renuncio a la belleza entendida de una manera convencional. Eso se aprecia en la manera de desarrollar plásticamente las imágenes. No renuncio a disfrutar del propio proceso. Hay parcelas de los cuadros que se acercan peligrosamente a técnicas hiperrealistas y me interesa y creo que es necesario para intentar trasladar, hacer más accesible aun al espectador, no al especialista, una determinada imagen. Me parece necesario trabajar con esos parámetros. Comprendo que es una opción polémica dentro del arte contemporáneo. Se puede confundir con una exhibición de virtuosismo, entonces es un cuchillo de doble filo. Por un lado estoy convencida de que eso favorece la lectura de la imagen porque la hace más accesible al público, depura las trabas clásicas, y sin embargo se puede confundir con una exhibicionismo técnico y que la lectura se quede en simplemente eso: que bonito, que bien está hecho, como dibuja esta chica, pero bueno, ese es el riesgo, y es muy interesante correrlo. He procurado en esta fase complementar esa riqueza plástica con zonas resueltas de una manera muy sintética, muy cercanas al diseño

gráfico, zonas de color absolutamente plano». En primera instancia, la arquitectura en la obra de Paloma es una metáfora del refugio, de la fortaleza personal. Los edificios racionalistas, faltos de toda estética, reúnen los condicionantes perfectos como ‘cámaras de cuarentena’. A esto hay que añadirle un ‘vaciado’ meteorológico. El apartamento de verano en los meses de invierno es la ‘imago’ directa del cuerpo despersonalizado, de la cáscara corpórea. Las paredes blancas de litoral levantino durante las lluvias, se yerguen como monumentos, como estatuas funerarias, como mausoleos de nuestro espíritu social y colectivo, en rui-

nas, definitivamente, de nuestra esperanza de ocio y consumo. Son homenajes también a los veranos de bicicleta y gazpacho, a los primeros flotadores, a las divertidas olas, a las sandías y a los melones, a los chiringuitos, a la paella y las toallas, monolitos intemporales que marcan, como miliarios, el camino de vuelta a los días felices. «He intentado en esta última serie radicalizar el gesto, tanto en la figura humana como el la arquitectura. He seleccionado de Gandía ese tipo de casa de verano, con sus jardines, todos están fotografiados en invierno, aunque ese cerramiento no se aprecia muy bien a simple vista. He decidido retratar esa casa en lugar de esas moles espanto-

sas para traer un espacio de ocio mucho más atractivo en teoría, esos jardines, esos artificios naturales tan apetecibles. Con esta radicalización creo que es aún más potente al enfrentar dos imágenes tan extremas. Ese tipo de casa de verano es la que menos prolifera, es como una especie de ruina de lo que siempre apreciábamos como unas vacaciones apetecibles, de repente se queda en un pasado… apenas se veranea ya de esa manera, se queda en una utopía». La exposición en Benito Esteban se inaugura este viernes y contendrá obras de una nueva serie y otras anteriores. Fabio F. de la Flor y A. Marcos 


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Florencio Maíllo ha documentado el pasado reciente de la Sierra de Francia en su tesis doctoral y ha plasmado en un memorial, inaugurado ayer, un mundo en extinción. i esas herramientras hablaran de la labor de sufrimiento y esfuerzo que tienen detrás, sería un grito tremendo, descomunal». Lo dice Florencio Maíllo (Mogarraz, 1962) de su memorial inaugurado ayer en su pueblo, una columna de útiles de trabajo fosilizados que dejan constancia de un tiempo pasado. «Están ahí, pudriéndose, incorporados a la tierra de la que salieron. Aquí hubo algo diferente, todo no es como ahora es ni como será dentro de cuarenta años. La escultura nace de la necesidad de dejar constancia de una memoria conocida, de saber que esas herramientas sirvieron para el cultivo de una comarca que ha sido transformada porque el tiempo ha querido otra cosa diferente, la evolución humana nos ha llevado por otros derroteros». Ese tiempo de parcelas que ocupaban hasta el último rincón de tierra, de más de veinte mil habitantes donde hoy apenas viven siete mil, nos remite hasta los años en que el artista nació. Justo en ese momento, a comienzos de los sesenta, la emigración asoló la comarca y Maíllo, en su tesis doctoral recién presentada ha documentado ese cambio decisivo a través del archivo fotográfico, encontrado por azar, de Bienvenido Vega. Son dos trabajos que se retroalimentan: investigación exhaustiva de un período histórico decisivo y capacidad simbólica para dejar constancia de una forma de entender la vida que ya no existe. Fernando R. de la Flor habla, en el libro que la editorial Delirio publicará recogiendo todo el proceso de creación de la obra, de «voluntad de recordar el deber de no olvidar» y define lo inmemorial como «el signo y el monumento bajo lo que se presenta, tomando forma, aquello que no puede (ni aun debe) olvidarse. Es lo que retorna y recae del ayer sobre nuestro tiempo. Pues aquello que no debe olvidarse es, siempre, el origen y la matriz de lo que ahora es y existe». Diez toneladas de piedra y hierro con herramientas –cepos, azadones, picos, hachas, arados, rejas– fosilizadas en un monolito que se eleva hasta los diez metros de altura, realizado con la ayuda de su hermano y del herrero Jesús, con el poso de toda una familia instalada en ese territorio y dedicada a la fragua. La vinculación personal es el resorte que mueve a Florencio Maíllo a embarcarse en estos dos muy laboriosos proyec-

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Perspectivas del memorial de Florencio Maíllo que fue inaugurado ayer en Mogarraz, según la mirada del fotógrafo Victorino García Calderón

Memorias de la Sierra In-Memorial. Una escultura de Florencio Maíllo en la Sierra de Francia Texto de Fernando R. de la Flor. Fotografía de F. Maíllo y Victorino García Calderón

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Delirio, 2006. Colección Río de Oro, 1 64 pp. / 8 euros

Son dos trabajos que se retroalimentan: investigación de un período histórico decisivo y capacidad simbólica para dejar constancia de una forma de entender la vida que ya no existe tos y a teñirlos con una sensibilidad emocional que acaba de otorgarles mayor cohesión y potencia. «Viví en Mogarraz hasta los catorce años, así que yo también soy un emigrante. Vi lo que era el trabajo porque mis padres se dedicaban a la agricultura, sé lo que es el día a día del mantener las fincas. El agricultor sacaba lo justo de la

tierra para malvivir y pagar los impuestos, en una economía de subsistencia. El territorio se vino abajo porque no había manera de mantenerse así con las condiciones de mejor calidad de vida que se estaban dando en el exterior», afirma Maíllo. El memorial refleja aquella dureza: el paisaje se moldeó a fuerza

de romper el granito, construir paredes y organizar bancales. «La columna se alza de esas piedras, estableciendo un diálogo entre roca y herramienta, subiendo como si fuera una sima que ha quedado al descubierto». Resto arqueológico de un mundo que no existe, de parcelas donde ahora se extiende el bosque. «La despoblación hace

que se abandonen las tierras. Había un ciclo de la vida perfectamente establecido: la hoja se recogía para las camas de los caballos, el estiercol abonaba las fincas. Ahora, el monte no se limpia y los incendios lo arrasan, la tierra se desertiza». El principio del proceso de desestructuración comienza con los


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De izquierda a derecha, y de arriba a abajo, fotografías del archivo de Bienvenido Vega: Amador López con sus abuelos en mayo de 1964 (foto cortada); Retrato de chico entrando en coche (Manolo Hidalgo) en agosto de 1965; el grupo de coros y danzas de la Sección Femenina actuando en el parque del Barrero de Sequeros el día 19 de junio de 1966; Luís Martín Quintero y Teofila Payan Sánchez con su hija Josefa Martín Payan, en el ‘Bote’ de Villanueva del Conde, el 23 de Diciembre de 1964; Juan José Hidalgo Acera realizando el Espejo plaza el 26 de diciembre de 1964

años sesenta. En un viejo baúl comprado como antigüedad por un hermano, Maíllo encuentra unas viejas fotografías destinadas al fuego o a la basura. Parecían estar esperando a ser descubiertas. Se trataba del archivo de Bienvenido Vega, un fotógrafo que vive en Sequeros –en aquel momento cabeza de partido– y realiza un trabajo continuado y documental –objetivo, sin pretensión artística, diario– en la comarca. Después de limpiar los negativos, Maíllo descubre caras conocidas y entra de lleno en el factor humano de la emigración. Resultó que en ese archivo está retratada el noventa por ciento de la población de Villanueva del Conde, lo que le permite trazar un censo y reconstruir las biografías de todas las personas que aparecen en las fotos, lo que equivale a documentar el momento fuerte del éxodo. Este trabajo se ha convertido en su tesis doctoral, recientemente defendida, y se constituye desde ya en un documento imprescindible para el estudio de toda una época. En esas fotografías hay muchas claves para entendernos: fiestas –bodas, comuniones, festejos patronales– celebradas en diciembre porque era cuando los trabajadores volvían a casa, familias posando con un coche como símbolo material de su mejora de vida, abuelos cuidando de niños. «Se hacía un sorteo para emigrar con contrato de trabajo, pero hubo un contingente clandestino enorme, igual que ahora. Los domingos se juntaban en Zurich doscientas personas de Villanueva para ir a misa, igual que ahora se juntan los ecuatorianos en El Retiro. Cómo no se iban a juntar, si son hermanos y necesitan de los suyos para nos sentirse desamparados. Fueron gente emprendedora, que no tenía ningún miedo, capaz de dejar lo suyo porque veían que no había futuro aquí, gente muy sufrida, que había conocido la miseria. Luego, vuelven y montan su pequeño negocio y muchos siguen ahí, en su bar, su frutería...», apunta Maíllo. De extremo rigor documental, fruto de más de tres años de intenso trabajo, su tesis respira, por debajo del aparato científico, un aire que su autor identifica con la obra de John Berger: «Para mí siempre ha sido una referencia en el tema de la imagen, pero además su narrativa denunciando lo que

ocurre con el mundo rural es un ejemplo desde el punto de vista ético e ideológico». ¿Cuál es el futuro de la comarca? Cuando La Alberca recibe la categoría de Monumento Nacional, se aprecia que lo ancestral, el pasado, tiene un atractivo. Y llega el turismo. Maíllo aventura que la población bajará a unos tres mil habitantes en un plazo

de unos quince años, dado el envejecimiento de la población, y la zona será un espacio de recreo. «El territorio está en tránsito de ser cada vez más cambiado. El turismo está transformando lo auténtico, lo está haciendo más light, más visual. En las últimas dos décadas, igual que está ocurriendo en el arte, se apuesta por el simu-

lacro, la falsificación, el parque temático de la tramonera, un decorado que no hace honor a la tradición constructiva de la Sierra de Francia. Lo ideal sería la posibilidad de mantener una economía autóctona que permita una fisonomía en relación con el pasado, que no se pierda del todo», opina. En este tránsito, quizá no poda-

mos evitar que entrar, como señala Rodríguez de la Flor, en «el generalizado mandato de olvido que sabemos hoy pesa sobre el mundo y sobre las cosas del mundo en la era del capitalismo avanzado». Pero, por lo menos, hoy, sabemos un poco más como era. Antonio Marcos 


8  culturas LIBROS NOVEDADES

Fábulas africanas VÉRONIQUE TADJO La canción de la vida Siruela, 2006. Las Tres Edades 120 pp. / 13,9 euros

 Mezclando sueño y realidad, leyendas y mitos africanos, Véronique Tadjo, autora e ilustradora de este libro, nos ofrece un universo poético en el que hombres, animales y genios se encuentran, se relacionan y, a veces, se separan. La magia de la creación y el nacimiento de la Máscara, hijo-de-la-luna-y-del-sol; la descripción de una danza africana asociada a la de una pantera; la mitológica diosa marítima Mammy Wata enamorada de un pescador; o la historia de amor entre una jirafa y un elefante son cosas que suceden en La canción de la vida. Un libro delicado para los pequeños y curiosos lectores que quieran acercarse a las fábulas de un gran continente: África. Véronique Tadjo nació en París en 1955, aunque creció en Abidjan (Costa de Marfil). Ha viajado y residido en varios países africanos, así como en Europa y en Estados Unidos. Recientemente se ha mudado con su familia a Johannesburgo (Sudáfrica).

Una amorosa investigación LALLA ROMANO Suaves caen las palabras Trad. de Carlos Manzano Libros del Asteroide, 2006 360 pp. / 20,95 euros

 Una historia de amor cuyos protagonistas son una madre y un hijo. Una madre dotada de gran sensibilidad y un hijo único, anticonformista y quisquilloso, cuyo comportamiento la madre registra minuciosa y despiadadamente, en un desesperado intento por conocerlo, por retenerlo. Una novela con la forma de una amorosa investigación que disecciona los recuerdos de la vida del hijo –fotos, cartas, redacciones escolares, calificaciones, anotaciones– en un obstinado inventario de encuentros y desencuentros, de pequeños dramas domésticos. En la sucesión de recuerdos se van perfilando los retratos del hijo y de la madre, o dicho en palabras de la autora del prólogo: «En el silencio, en el ruido, en todo lo que se han dicho, y, sobre todo, en las muchas cosas que no se han dicho, en las palabras que, silenciosas, flotan entre ellos, Lalla Romano, más allá de su propio retrato como madre, nos ofrece el retrato de La Madre, el prototipo de quien ha dado la vida a un ser y quiere saber qué clase de vida ha dado, porque había soñado con dar la mejor, la más excelsa, de las vidas».

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 25 de junio de 2006

Convicción de ser uno mismo Alba Editorial recupera la obra de Heine, llena de espíritu socarrón, burla y sátira amarga acido en 1797, Heinrich Heine se educó en el seno de una familia católica, con un padre profundamente religioso hacia el que, como queda patente tras leer este volumen, profesaba desde su memoria una reverencia cargada de cariño. Una cierta admiración por el pueblo judío, que constituía una de sus formas de pensar a contracorriente en aquella época, en aquella Alemania antisemita, o el estudio de la obra racionalista de Hegel, fueron escorándole en vaivenes religiosos que fluctuaban desde el ateísmo hasta el protestantismo, sin dejar de consentir con las costumbres católicas, incluso en el día de su boda, de tal forma que en unos años, los del romanticismo, tan llenos de prejuicios, él demostró ser un hombre ecléctico, de pensamiento elástico y bien dispuesto a reconocer valores allí donde otros veían fanatismo; de hecho, contactó con el socialismo y con la obra de Marx, criticando ambos o, por mejor decir, matizando algunas aristas que él veía podían llevar a confusión, al mismo tiempo que se declaraba admirador de la cultura helénica y reconocía un odio acerbo por el pueblo romano y sus códigos civiles: «Estos ladrones querían asegurarse sus robos, y lo que habían conquistado con la espada, trataban de protegerlo con las leyes». Siendo él un autor romántico, tampoco consentía del todo ese espíritu que se atribuían a sí mismos los intelectuales de la época, esa altura de miras trascendente (de echo atacó a los escritores románticos alemanes de su época por su sometimiento a las autoridades políticas y religiosas, de tendencia reaccionaria), y tampoco renunciaba a la superioridad educativa de la aristocracia, como queda patente en los párrafos que dedica a la posible tiranía que supone un gobierno del pueblo. Estos conflictos crearon en Heine el espíritu de desencanto, de burla y de sátira amarga que caracteriza a tantos de sus escritos. Todo esto se trasluce de la lectura de esta obra, deliciosa, que Heine escribió al final de sus días, pos-

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HEINRICH HEINE Confesiones y memorias Traducción de Isabel Hernández Alba, 2006 182 pp. / 17 euros

trado en la cama, enfermo de esclerosis múltiple, angustiado y dolorido, confinado a la tumba de su colchón, pero sin renunciar a la conciencia de ser quien era, el mismo autor socarrón, de mirada tan positiva como hilarante, que a lo largo de varios años había compuesto textos periodísticos para diversos medios de París, muchos sobre arte contemporáneo y política. Fue en esta época cuando comenzó a elaborar un estilo propio de periodismo, anticipándose a las técnicas más modernas de escribir columnas de opinión. Al mismo tiempo, jamás abandonó la poesía, convirtiéndose en uno de los poetas líricos de mayor influencia en autores como Bécquer. La editorial Alba en su elegante colección de clásicos nos acerca estas Confesiones y memorias de las que se puede deducir todo lo expuesto más arriba. Destaca ese espíritu socarrón, expresado constantemente en las relaciones que hace de la vida francesa, o de la relación de un alemán con Francia que considera a los franceses serios como los más divertidos. Y también en los retratos de gente como Rousseau o Madame de Staël o Chateubriand, quien le impulsó a hacerse prusiano tras verle rebautizar a gente con agua del río Jordán. De esta manera, al tiempo que confiesa la verdad, es decir que se sincera, prodiga un cinismo de la mejor estirpe, como cuando comenta que la debilidad hereditaria del hombre consiste en que a los ojos del mundo queremos aparecer diferentes a como somos en realidad. Y así, tras confesar los prejuicios para permitir al lector interpretar el escrito, mezclando y dosificando lo ético con el rizo burlón de lo cotidiano, mostrando un humor vivo hasta en la desgracia, diciendo lo que quiere decir sin andarse con rodeos y hablando, finalmente, de las personas a que adora en la memoria y que le construyeron, Heine nos ofrece un texto de tan fácil lectura como exquisita contundencia. Ricardo Martínez Llorca 

Catálogo de belleza industrial t Magníficos depósitos de agua en el catálogo de los fotógrafos Bernd y Hilla Becher

engo sobre mi mesa uno de los libros más bellos que haya visto nunca. El lector perdonará que no sea una publicación demasiado reciente, y que BERND Y HILLA apareciera como caBECHER tálogo de una exposiTipologías ción clausurada hace Fundación Telefónica, 2005 muchos meses, pero 300 pp. / 50 euros he juzgado que la belleza de este precioso objeto cuadrado, de aproximadamente 30 cm. de lado, merecía una reseña aquí, aunque fuera una reseña con retraso. Se trata en realidad de una edición en español, pero impresa y encuadernada en Alemania, del libro Typologien industrieller Bauten, de 2003, cuyo único defecto es no consignar el nombre del traductor (aunque sí aparece el de todo aquel que lleva corbata en la Fundación Telefónica, salvo el conserje). Tipologías es una colección de más de 1500 fotografías de edificaciones industriales, fotografiadas siempre con una frontalidad y uniformidad rigurosísimas. La evidente intención es que las condiciones de la fotografía no varíen, para que destaquen las similitudes y diferencias entre los objetos retratados. Para ello, todas las fotografías se han realizado a una distancia aparentemente igual, desde la altura aproxi-

mada de una persona, todas en días nublados, todas con absoluta frontalidad y centralidad, todas en los mismos tonos, todas con la misma profundidad de campo. Estas fotografías, que guardan la proporción áurea y son casi siempre verticales (pero cuando son horizontales, lo son durante series enteras) están reproducidas en el libro conformando series de objetos similares. Por ejemplo, en el primer apartado del libro, dedicado a los depósitos de agua, hay diecinueve páginas que suman unos trescientos depósitos. Cada una de estas páginas ofrece depósitos muy similares (pero siempre diferentes): así, la página 6 muestra vasos en forma de balón sobre una columna delgada; la 14, vasos sobre columnas monumentales, a cuyo tipo pertenecía el de Salamanca antes de que el señor Lanzarote le aplicara su método de protección de ciudades Patrimonio de la Humanidad, y la página 17 depósitos, en general franceses, con vaso en forma de embudo, semejantes al de Villamayor. Las partes del libro son las siguientes: depósitos de agua; torres de refrigeración; gasómetros; castilletes de extracción; plantas de tratamiento; graveras; caleras; silos de cereal; silos de carbón; altos hornos; detalles; y naves industriales. Esta es una fotografía objetiva, documental, próxima a la fotografía europea de archivo, una fotografía de la que los mismos autores dijeron, hace mucho tiempo ya, que era fotografía

‘de objetos y no de motivos’. Y, sin embargo, la reivindicación de lo documental que está teniendo lugar en los últimos años, particularmente en el campo cinematográfico, hace resaltar a nuestros ojos la belleza silenciosa, la nobleza melancólica, de todas estas fotografías que (no malinterpretemos algunas de las declaraciones de sus autores) tuvieron desde el primer momento un sentido estético, como demuestra el hecho de que fuera adonde fuera, el matrimonio Becher decidiera siempre esperar a que el día estuviera nublado. El objeto queda así destacado, exento en la medida de lo posible de su entorno, de líneas de sombra, de coches y de personas. Como señala Armin Zweite, en estas fotografías «no se encubre ni se ennoblece nada, tampoco hay transfiguraciones románticas: sigue predominando el enfoque neutralizador, la objetividad casi penetrante, la desubicación sin su sombra y la atemporalidad neutra». Tipologías reúne treinta años de trabajo del matrimonio Becher, que nos han ayudado a ver con nuevos ojos el bellísimo patrimonio industrial, uno de los grandes legados del siglo XX. Ojalá libros como este terminen llegando a nuestra esquina del mundo para ayudar a poner bridas a cierto alcalde que por sus muchos méritos acaba de recibir el último premio Caballo de Atila. Garcimuñoz 


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