La Revista - 13 Julio 2014

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AÑO: 1 Nº 25

LIMA, DOMINGO 13 DE JULIO DE 2014

EDITOR: PACO MORENO

Tiempo

de reformas

Los mercaderes de la educación siguen agitando contra la nueva Ley Universitaria.

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Opinión

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Debe ser gratuita en todos sus extremos ligencia de un país serio, un lugar donde los estudiantes se profesionalicen de una manera exclusiva y excluyente. No será un buen profesional quien en las clases está pensando en el tra-

Paco Moreno

A

hora, cualquiera puede ser universitario y así tampoco es. El fujimorismo es el culpable de que abunden universidades cuyos alumnos están en la mera calle además, porque son universidades sin sedes, huérfanas de techos. Es un escándalo que 53 universidades, 53, estén en la mira porque no cumplen con los mínimos estándares de calidad. La nueva Ley Universitaria no resuelve todo el problema, pero es un gran avance y qué bien que se haya aprobado, pese a tre-

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menda oposición. García estuvo fuera de foco en el debate. Hablaba de que la norma vulnera la autonomía y todo el mundo se dio cuenta de que defendía los

intereses de la Universidad San Martín en la que gana un platal. Tal vez más adelante, la universidad pública debiera ser gratuita en todos

sus extremos. Pero no todos deben acceder a esta universidad. Debe ser un privilegio para los mejores estudiantes. Debe ser como la reserva de la inte-

Citas

PARA EL TUIT

citables

“La Universidad debiera insistirnos en lo antiguo y en lo ajeno. Si insiste en lo propio y lo contemporáneo, la Universidad es inútil, porque está ampliando una función que ya cumple la prensa” Jorge Luis Borges

La autonomía    “Para sacar sinvergüenzas como el de la U. Garcilaso, no se debe liquidar la autonomía universitaria. Poder Judicial y Congreso deben actuar (…) La superintendencia militar sobre las universidades es un remedio peor que la enfermedad. Y como es pésima será pasajera. Además, la intromisión del gobierno en la universidad busca distraer de Helios, postores únicos, aportes de mineros ilegales y narcos, etc.” (Expresidente Alan García). Quieren desprestigiar ley    “Se ha tratado de desprestigiar esta Ley diciendo que se viola la autonomía universitaria; la autonomía universitaria no se viola en ningún momento, se recoge exactamente lo que dice el artículo 18 (de la Constitución) sobre la autonomía. No se busca limitar la autonomía universitaria, sino mejorar la calidad educativa.” (Daniel Mora). No les interesa el futuro    “Hay universidades a las que no les interesa el futuro del profesional que egresa, solo les importa que paguen su mensualidad, que saquen su título, que paguen por su título y yo me olvido del seguimiento y la formación continua necesarias para una formación de calidad. Eso se terminó porque esta nueva Ley no permite que haya universidades que no cumplen con los requisitos básicos.” (Presidente Ollanta Humala).

   La universidad debe ser como la reserva de la inteligencia de un país serio, un lugar donde los estudiantes se profesionalicen de una manera exclusiva y excluyente.

bajo y en el trabajo en las clases. Los estudiantes que accedan a las universidades públicas deben recibir un monto de dinero para que vea cine en serio, ir al teatro. Pero estos beneficios no deben ser para todos sino para una élite de chicos y chicas que cuando crezcan sabrán agradecer a su país. El Perú de ahora tiene universidadespúblicas empobrecidas con estudiantes obligados a trabajar. Es la prueba de que la educación no es la prioridad. Pero pueden venir tiempos mejores así como pueden empeorar las cosas.

“Si la educación te parece cara, prueba con la ignorancia.” Albert Einstein.

“El cerebro no es un vaso por llenar, sino una lámpara por encender.” Plutarco.

A mí me va muy bien en la San Martín.

“Para investigar la verdad es preciso en la medida de lo posible, dudar de todas las cosas una vez en la vida.” René Descartes.

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Hecho el Depósito legal Nº 2005-2098

Dpto. de Distribución: Telf. 460-7928 7.5 ALTO X7X5 ANCHO

Editor: Paco Moreno, Arte y Diseño: Julio Arroyo S, Edición Gráfica: Hugo Curotto.

DIRECCIÓN: AV. JOSÉ PARDO 741 MIRAFLORES TELÉFONOS: 447-1218 / 447-3092 FAX: 444-0883 LOS AUTORES DE NOTAS DE INVESTIGACIÓN Y/U OPINIÓN SON LOS ÚNICOS RESPONSABLES DE SU ELABORACIÓN Y CONTENIDO. LA CASA EDITORA NO SE SOLIDARIZA NECESARIAMENTE CON ELLOS.

La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros. Thomas Carlyle.

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Cervantes malogra el apellido de

don Miguel Exrector de la U. Garcilaso se ha convertido el botón de muestra de lo mal que estamos.

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l exrector de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, Luis Cervantes Liñán, quien ganaba la suma escandalosa de dos millones de soles al mes, que mandó esculpir un busto suyo en la Facultad de Educación y hasta había puesto su nombre a Unidad de Postgrado de esa casa de estudios, sin ninguna duda, ha sido, el motor del debate sobre la reforma de universidad, el botón de muestra de las cosas malas que estaban pasando en nuestras universidades. Cuando la justicia le preguntó cuánto ganaba, Cervantes dijo que no podía revelar el monto y que en todo caso su remuneración estaba de acuerdo a ley y que él era rector de una universidad privada, cuando es público que la Garcilaso es una asociación sin fines de lucro. Hay otros rectores que se han aprovechado de sus cargos, han sobrevalorado obras y han cobra-

do sueldos que no merecen; pero nadie empata siquiera a Cervantes, quien tira con ese sueldazo el apellido del célebre don Miguel de Cervantes Saavedra. Más sombras opacan a este personaje inaudito en la historia de la universidad del Perú, porque nadie como él se ha enriquecido tanto con la educación. Se habla incluso de presunta vinculación a delitos escabrosos como el asesinato. El informe de investigación sobre el caso Garcilaso, que fue liderado por el legislador Daniel Mora, presidente de la Comisión

de Educación del Parlamento, hizo un cálculo, que la Fiscalía debe corroborar, e indicó que Cervantes y más de una veintena de colaboradores retiraron de la universidad, en sueldo y bonos de productividad, más de 350 millones de soles. El informe revela que desde el 2006, año en que Cervantes llegó a ser rector, el estatuto de la universidad indica que solo la máxima autoridad, es decir él, puede contratar y fijar los sueldos a los decanos, administrativos principales, etc.

QUE REGRESEN LA PLATA El congresista Yonhy Lescano, miembro del grupo de trabajo congresal que investigó a la U.Garcilaso, pidió que los que resulten responsables regresen el dinero.

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Sobre el político analfabeto    BERTOLT

BRECHT

“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las judías, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de las medicinas, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.”

Gran motor del desarrollo personal    NELSON

MANDELA

“La educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en una médica, el hijo de un minero puede convertirse en el jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación.”


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Raúl Wiener

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n los años 60, el Perú se hizo consciente de las consecuencias de la revolución demográfica que había venido ocurriendo en los veinte años anteriores producto de la combinación entre tasa alta de fecundidad, aumento progresivo de la expectativa de vida y mayor control de enfermedades, y sobre todo un gigantesco proceso migratorio que en poco tiempo cambió las proporciones de la distribución de la población entre ciudad y campo, y empezó a convertir a Lima en la megalópolis que es hoy en día. Uno de los efectos de este enorme fenómeno se reflejó en el sistema universitario. Lo que antes era un espacio de élites se masificó a una velocidad impresionante desbordando la capacidad de asimilación de las tradicionales entidades de la educación superior. Ello se tradujo en procesos de admisión cada vez más multitudinarios para vacantes que se quedaban cada año más cortas y que obligaban a lo que se llamaban exámenes masacre en los que miles de miles salían desaprobados y forzados a repetir la faena el año siguiente, o a retirarse de su pretensión de ser profesionales. Entonces, hablar de universidad era referirse a la educación pública. En Lima había un paquete determinado de opciones que iban de San Marcos, la UNI (Ingeniería) y la Agraria, a La Cantuta, Federico Villarreal y paren de contar. A lo que se sumaban, desde el lado privado, la Católica, de vieja historia conservadora y clerical, la Cayetano Heredia, que fue una escisión de un grupo de profesores de medicina de San Marcos (San Fernando), y algunas otras que eran vistas como una especie de zona consuelo para los que no podían llegar a superar los difíciles exámenes de ingreso de las universidades más prestigiosas y contaban con la plata de sus papás para poder estudiar. En provincias sucedía algo por el estilo: normalmente había una universidad estatal en la capital del departamento a la que todos aspiraban a ingresar y a veces alguna particular para los que no podían entrar a la nacional y podían resolverlo

La reform una larga histo    Un repaso a los intentos de reformar a la universidad

peruana, de los últimos cincuenta años, con sus intentos de reforma, sus conflictos y frustraciones. con plata. La universidad peruana tenía en esos momentos, además, otros rasgos que le eran distintivos: una alta politización del movimiento estudiantil que había pasado por una intensa pugna a través de la cual los partidos de izquierda desplazaron al APRA, que había

mantenido una férrea hegemonía por muchos años. También se caracterizaba por una conciencia marcada de autonomía, que hacía que la comunidad de autoridades, profesores y alumnos se sintieran como en un mundo protegido de la influencia de los gobiernos y las empresas;

una estructura extremadamente rígida de universidades, facultades y cátedras que convertían a los rectores, decanos y profesores en entidades casi feudales que evitaban cooperar unos con otros. LOS CAMBIOS Ese mundo universitario que conocí cuando dejaba la adoles-

cencia parecía hecho para durar indefinidamente, pero estaba herido por varios flancos: (a) dependía del presupuesto público que se fue rezagando al crecimiento de la matrícula impulsado por la masificación y que se hizo más crítico cuando empezaron las crisis en la economía;

(b) el Estado capituló a la i de ponerle orden a la universid pública e inscribirla en algún proye de desarrollo, y el sector priva encontró en la educación privada proveedor de personal profesio de acuerdo a sus intereses; (c) la inestabilidad se inst bajo la forma de una lucha en autoridades y alumnos, y enfren mientos entre diversos grupos A largo plazo estos factores fue llevando a una caída de la calid de la enseñanza, los servicios infraestructura de las que hab sido las principales universida del país. A comienzos de los 70, el


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bierno militar dictó una ley de la universidad que fue como todo lo de ese período un ukase contra lo existente y un intento de resolver con procedimientos militares problemas de larga data. Pero esta vez el choque fue con los estudiantes politizados y hasta cierto grado con sus profesores, y quebró las posibilidades de hacer puentes con estos sectores para la reforma de la universidad. Los uniformados proponían cosas como dejar atrás el sistema de feudos (universidades, facultades, cátedras), para crear mecanismos flexibles como los departamentos y programas que permitían

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múltiples combinaciones entre diversos componentes de la oferta educativa de cada universidad, lo que era repudiado como una copia del modelo norteamericano. Asimismo, creaba los estudios generales, como escalón entre la formación escolar y la especialización profesional, y que pretendía ajustarse a los conocimientos de base que todos debían tener. Otra cosa era la exigencia de determinados rendimientos para continuar la carrera y que se extendían también al derecho de participación en el gobierno universitario (para ser miembro de la Asamblea había que estar en el tercio superior). Finalmente creaba el super-rector, un poder absoluto que se imponía al resto de la comunidad universitaria. Adicionalmente se creaba el Consejo Nacional de la Universidad Peruana (Conup) que era un órgano estatal integrado por los rectores de las universidades nacionales, encargado de dirimir sobre sus problemas cuando no podían ser resueltos internamente en cada universidad. Algo así como un mecanismo por el cual lo que un rector no podía solucionar por su cuenta lo derivaba a sus colegas para resolverlo juntos. La ley, con sus elementos

buenos y malos, y por supuesto con su marca autoritaria, fue puesta en la picota y rebautizada como la “ley gorila” y fue un motivo de enfrentamientos, tomas de locales e intervenciones durante casi toda la década de los 70. Los cambios previstos nunca pudieron implementarse del todo, y varias partes fueron desapareciendo con el tiempo. Por ejemplo quedamos inmersos en un mix entre facultades, departamentos y programas; la mayoría de universidades dejaron de lado los estudios generales, los sistemas de elección de autoridades fueron ajustados por estatutos internos, el Conup se convirtió en Asamblea Nacional de Rectores e incluyó a los de la universidades privadas, etc.

LA EXPERIENCIA RECIENTE En 1996, en el momento de mayor hegemonía del régimen fujimorista, se dictó en mérito a facultades otorgadas por el Congreso, el decreto legislativo Nº 882, de promoción de la inversión privada en la educación, que creó un nuevo actor, un nuevo socio, que se suponía iban a acabar con todas las hipocresías y recurrir al mercado para que ofreciera en perfecto equilibrio entre oferta y demanda, una educación de calidad para quién pudiera pagarla, y un incentivo de renta para el que quisiera meterse en este tipo de empresa. Todo lo que se discute ahora sobre las “universidades de garaje”, los estudiantes estafados y los títulos académicos que no tienen valor para obtener

ar de univer   En los 60, habl ucación sidad era referirse a la ed paquete un pública. En Lima había s que iban determinado de opcione geniería) (In de San Marcos, la UNI a, Federico y la Agraria, a La Cantut ar. nt Villarreal y paren de co

trabajo, está relacionado con este intento de crear un submundo universitario dirigido por el dinero. Cierto que han aparecido Universidades de alta inversión, de pensiones caras y que están asociadas a la gran empresa, y cuyos propietarios y autoridades se han acostumbrado a manejar en condiciones en que todo los favorece: no pagan impuestos, no son regulados, expiden títulos en nombre de la nación, etc. Pero al lado de ellas han crecido las universidades que Humala describió como de medio pelo, como opción para los que solo podían pagar pensiones bajas y cuya calidad puede llegar a pésima sin nadie que las regule. Como en otros campos, en la educación superior las “reformas” de los 90, tendieron a la solución darwinista en que debía prevalecer la ley del más fuerte. En realidad lo que crearon es un gigantesco desorden y desgobierno que dura hasta el día de hoy. Curiosamente, luego de un enorme rodeo hemos llegado otra vez al punto del intento de reforma integral y en un gobierno presidido por un militar en retiro y una comisión del Congreso presidida por un general.

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   Esta vez los opositores recalcitrantes son los rectores que antes eran los aliados de todos los gobiernos y los empresarios de la educación que reclaman su propia versión de autonomía que significa que nadie se meta en lo que están haciendo. Pero esta vez los opositores recalcitrantes son los rectores que antes eran los aliados de todos los gobiernos y los empresarios de la educación que reclaman su propia versión de autonomía que significa que nadie se meta en lo que están haciendo. Ya en esta oposición de camarillas e intereses mezquinos hay una pauta para apreciar algunas bondades de la ley que toca intereses creados que pretenden que el sistema siga tal cual, es decir sin ninguna sistematicidad. La universidad vuelve a cambiar. Habrá que ver hasta dónde llega la reforma.


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JULIO RAMÓN RIBEYRO

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acia el atardecer, cuando Matías y su mujer sorbían un triste té y se quejaban de la miseria de la clase media, de la necesidad de tener que andar siempre con la camisa limpia, del precio de los transportes, de los aumentos de la ley, en fin, de lo que hablan a la hora del crepúsculo los matrimonios pobres, se escucharon en la puerta unos golpes estrepitosos y cuando la abrieron irrumpió el doctor Valencia, bastón en mano, sofocado por el cuello duro. —¡Mi querido Matías! ¡Vengo a darte una gran noticia! De ahora en adelante serás profesor. No me digas que no... ¡espera! Como tengo que ausentarme unos meses del país, he decidido dejarte mis clases de historia en el colegio. No se trata de un gran puesto y los emolumentos no son grandiosos pero es una magnífica ocasión para iniciarte en la enseñanza. Con el tiempo podrás conseguir otras horas de clase, se te abrirán las puertas de otros colegios, quién sabe si podrás llegar a la Universidad... eso depende de ti. Yo siempre te he tenido una gran confianza. Es injusto que un hombre de tu calidad, un hombre ilustrado, que ha cursado estudios superiores, tenga que ganarse la vida como cobrador... No señor, eso no está bien, soy el primero en reconocerlo. Tu puesto está en el magisterio... No lo pienses dos veces. En el acto llamo al director para decirle que ya he encontrado un reemplazo. No hay tiempo que perder, un taxi me espera en la puerta... ¡Y abrázame, Matías, dime que soy tu amigo! Antes de que Matías tuviera tiempo de emitir su opinión, el doctor Valencia había llamado al colegio, había hablado con el director, había abrazado por cuarta vez a su amigo y había partido como un celaje, sin quitarse siquiera el sombrero. Durante unos minutos, Matías quedó pensativo, acariciando esa bella calva que hacía las delicias de los niños y el terror de las amas de casa. Con un gesto enérgico, impidió que su mujer intercalara un comentario y, silenciosamente, se acercó al aparador, se sirvió del oporto reservado a las visitas y lo paladeó sin prisa, luego de haberlo observado contra luz de la farola.

El profesor suplente Un cuento de nuestro gran escritor Julio Ramón Ribeyro, un hombre que se dejaba querer por todas las sangres.

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   Durante un

cuarto de hora recorrió inútilmente las calles adyacentes. En ese barrio residencial solo se encontraban salones de peinado. Luego de infinitas vueltas se dio de bruces con la tienda de discos y su imagen volvió a surgir del fondo de la vidriera. Esta vez Matías lo examinó: alrededor de los ojos habían aparecido dos anillos negros que describían sutilmente un círculo que no podía ser otro que el círculo del terror.

—Todo esto no me sorprende —dijo al fin—. Un hombre de mi calidad no podía quedar sepultado en el olvido. Después de la cena se encerró en el comedor, se hizo llevar una cafetera, desempolvó sus viejos textos de estudio y ordenó a su mujer que nadie lo interrumpiera, ni siquiera Baltazar y Luciano, sus colegas del trabajo, con quienes acostumbraba reunirse por las noches para jugar a las cartas y hacer chistes procaces contra sus patrones de la oficina. A las diez de la mañana, Matías abandonaba su departamento, la lección inaugural bien aprendida, rechazando con un poco de impaciencia la solicitud de su mujer, quien lo seguía por el corredor de la quinta, quitándole las últimas pelusillas de su terno de ceremonia. —No te olvides de poner la tarjeta en la puerta —recomendó Matías antes de partir—. Que se lea bien: Matías Palomino, profesor de historia. En el camino se entretuvo repasando mentalmente los párrafos de su lección. Durante la noche anterior no había podido evitar un temblorcito de gozo cuando, para designar a Luis XVI, había descubierto el epíteto de Hidra. El epíteto pertenecía al siglo XIX y había caído un poco en desuso pero Matías, por su porte y sus lecturas, seguía perteneciendo al siglo XIX y su inteligencia, por donde se la mirara, era una inteligencia en desuso. Desde hacía doce años, cuando por dos veces consecutivas fue aplazado en el examen de bachillerato, no había

vuelto a hojear un solo libro de estudios ni a someterse una sola cogitación al apetito un poco lánguido de su espíritu. Él siempre achacó sus fracasos académicos a la malevolencia del jurado y a esa especie de amnesia repentina que lo asaltaba sin remisión cada vez que tenía que poner en evidencia sus conocimientos. Pero si no había podido optar al título de abogado, había elegido la prosa y el corbatín del notario: si no por ciencia, al menos por apariencia, quedaba siempre dentro de los límites de la profesión. Cuando llegó ante la fachada del colegio, se sobreparó en seco y quedó un poco perplejo. El gran reloj del frontis le indicó que llevaba un adelanto de diez minutos. Ser demasiado puntual le pareció poco elegante y resolvió que bien valía la pena caminar hasta la esquina. Al cruzar delante de la verja escolar, divisó un portero de semblante hosco, que vigilaba la calzada, las manos cruzadas a la espalda. En la esquina del parque se detuvo, sacó un pañuelo y se enjugó la frente. Hacía un poco de calor. Un pino y una palmera, confundiendo sus sombras, le recordaron un verso, cuyo autor trató en vano de identificar. Se disponía a regresar –el reloj del Municipio acababa de dar las once– cuando detrás de la vidriera de una tienda de discos distinguió a un hombre páli-

do que lo espiaba. Con sorpresa constató que ese hombre no era otra cosa que su propio reflejo. Observándose con disimulo, hizo un guiño, como para disipar esa expresión un poco lóbrega que la mala noche de estudio y de café había grabado en sus facciones. Pero la expresión, lejos de desaparecer, desplegó nuevos signos y Matías comprobó que su calva convalecía tristemente entre los mechones de las sienes y que su bigote caía sobre sus labios con un gesto de absoluto vencimiento. Un poco mortificado por la observación, se retiró con ímpetu de la vidriera. Una sofocación de mañana estival hizo que aflojara su corbatín de raso. Pero cuando llegó ante la fachada del colegio, sin que en apariencia nada lo provocara, una duda tremenda le asaltó: en ese momento no podía precisar si la Hidra era un animal marino, un monstruo mitológico o una invención de ese doctor

Valencia, quien empleaba figuras semejantes para demoler sus enemigos del Parlamento. Confundido, abrió su maletín para revisar sus apuntes, cuando se percató que el portero no le quitaba el ojo de encima. Esta mirada, viniendo de un hombre uniformado, despertó en su conciencia de pequeño contribuyente tenebrosas asociaciones y, sin poder evitarlo, prosiguió su marcha hasta la esquina opuesta. Allí se detuvo resollando. Ya el problema de Hidra no le interesaba: esta duda había arrastrado otras muchísimo más urgentes. Ahora en su cabeza todo se confundía. Hacía de Colbert un ministro inglés, la joroba de Marat la colocaba sobre los hombros de Robespierre y por un artificio de su imaginación, los finos alejandrinos de Chenier iban a parar a los labios del verdugo Sansón. Aterrado por tal deslizamiento de ideas, giró los

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ojos locamente en busca de una pulpería. Una sed impostergable lo abrasaba. Durante un cuarto de hora recorrió inútilmente las calles adyacentes. En ese barrio residencial solo se encontraban salones de peinado. Luego de infinitas vueltas se dio de bruces con la tienda de discos y su imagen volvió a surgir del fondo de la vidriera. Esta vez Matías lo examinó: alrededor de los ojos habían aparecido dos anillos negros que describían sutilmente un círculo que no podía ser otro que el círculo del terror. Desconcertado, se volvió y quedó contemplando el panorama del parque. El corazón le cabeceaba como un pájaro enjaulado. A pesar de que las agujas del reloj continuaban girando, Matías se mantuvo rígido, testarudamente ocupado en cosas insignificantes, como en contar las ramas de un árbol, y luego en descifrar las letras de un aviso comercial perdido en el follaje. Un campanazo parroquial lo hizo volver en sí. Matías se dio cuenta de que aún estaba en la hora. Echando mano a todas sus virtudes, incluso a aquellas virtudes equívocas como la terquedad, logró componer algo que podría ser una convicción y, ofuscado por tanto tiempo perdido, se lanzó al colegio. Con el movimiento aumentó el coraje. Al divisar la verja asumió el aire profundo y atareado de un hombre de negocios. Se

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disponía a cruzarla cuando, al levantar la vista, distinguió al lado del portero a un cónclave de hombres canosos y ensotanados que lo espiaban, inquietos. Esta inesperada composición –que le recordó a los jurados de su infancia– fue suficiente para desatar una profusión de reflejos de defensa y, virando con rapidez, se escapó hacia la avenida. A los veinte pasos se dio cuenta de que alguien lo seguía. Una voz sonaba a sus espaldas. Era el portero. —Por favor —decía ¿No es usted el señor Palomino, el nuevo profesor de historia? Los hermanos lo están esperando. Matías se volvió, rojo de ira. —¡Yo soy cobrador! —contestó brutalmente, como si hubiera sido víctima de alguna vergonzosa confusión. El portero le pidió excusas y se retiró. Matías prosiguió su camino, llegó a la avenida, torció al parque, anduvo sin rumbo entre la gente que iba de compras, se resbaló en un sardinel, estuvo a punto de derribar a un ciego y cayó finalmente en una banca, abochornado, entorpecido, como si tuviera un queso por cerebro. Cuando los niños que salían del colegio comenzaron a retozar a su alrededor, despertó de su letargo. Confundido aún, bajo la impresión de haber sido objeto de una humillante estafa, se incorporó y tomó el camino de su casa. Inconscientemente eligió una ruta llena de meandros. Se distraía. La realidad se le escapaba por todas las fisuras de su imaginación. Pensaba que algún día sería millonario por un golpe de azar. Solamente cuando llegó a la quinta y vio que su mujer lo esperaba en la puerta del departamento, con el delantal amarrado a su cintura, tomó conciencia de su enorme frustración. No obstante se repuso, tentó una sonrisa y se aprestó a recibir a su mujer, que ya corría por el pasillo con los brazos abiertos. —¿Qué tal te ha ido? ¿Dictaste tu clase? ¿Qué han dicho los alumnos? —¡Magnífico!... ¡Todo ha sido magnífico! —Balbuceó Matías—. ¡Me aplaudieron!— pero al sentir los brazos de su mujer que lo enlazaban del cuello y al ver en sus ojos, por primera vez, una llama de invencible orgullo, inclinó con violencia la cabeza y se echó desconsoladamente a llorar.


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OTRAS DISQUISICIONES

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el chismoso de Hermes, ningún ismo; y es otro dios griego se dedicó al periodhubiese gusuna lástima porque a muchos nos . tado leer las columnas de Hércules

   Excepto

Víctor Hurtado Oviedo

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xcepto el chismoso de Hermes, ningún otro dios griego se dedicó al periodismo; y es una lástima porque a muchos nos hubiese gustado leer las columnas de Hércules. Entretanto, con los siglos, alguien cambió de sitio la Atlántida y hoy ya nadie la encuentra; nos viajaron el Partenón para que no se aburra en su Atenas de siempre y para que se embrume en la niebla de Londres. Modernidad es trocar la ciudadEstado por la City. Así pues, el tiempo fue pasando y llevándose las cosas, como en una mudanza. Por esto, los clásicos hablan de “la mudanza del tiempo”. Los siglos huyen, mas allí están siempre las columnas de Hércules, viendo pasar el tiempo, como la Puerta de Alcalá, pero desde antes. Hércules, o Heracles (Gloria de Hera), volvió de cumplir uno de sus míticos trabajos, y, al ver que el mar Mediterráneo tenía un escape, levantó dos columnas enormes para advertir a los marinos que no debían avanzar. (Esas rocas son el estrecho de Gibraltar.) De tal hazaña proviene el nombre de columnas de Hércules. (Otros mitos narran los falsos hechos de otra manera, pero mienten, como todos los mitos.) La tenebrosa advertencia rezaba Non terrae plus ultra (No hay tierra más allá), y los marinos debían saberlo: más allá hay monstruos, la planicie rutilante del agua, la traición de un mar pseudoinfinito que se desbarranca hacia el vacío universal en una catarata sin fondo y sin nombre. Más allá, la muerte. En el libro del Infierno (XXVI, 56-142), Dante Alighieri narra otro mito: la muerte de Ulises. Anciano y rey, lo devora el ansia de tornar a la aventura. Reúne a sus viejas glorias del mar y los entusiasma para que naveguen con él más allá de las columnas (la traducción es de Ángel Crespo): “Considerad (seguí) vuestra ascendencia: / para

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vida animal no habéis nacido, / sino para adquirir virtud y ciencia”. Todos se embarcan para saber qué hay de verdad en el enigma, mas una tormenta los abate: “y nos cubre por fin la mar airada”. Se ve el apólogo de Dante: la curiosidad mata al audaz que no venera el misterio; pero quizá no importe la derrota, sino la intención de saber. Hércules fue un héroe del trabajo; Ulises, un héroe de la ciencia.

tenebrosa advertencia rezaba Non terrae plus ultra (No hay tierra más allá), y los marinos debían saberlo: más allá hay monstruos, la planicie rutilante del agua, la traición de un mar pseudoinfinito que se desbarranca hacia el vacío universal en una catarata sin fondo y sin nombre. Más allá, la muerte.

   La

Héroe de la ciencia !Qué tal raza! Hicimos nuestras carreras en universidades para gringos, con la plata de ustedes.

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