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AÑO: 1 Nº 26
LIMA, DOMINGO 20 DE JULIO DE 2014
EDITOR: PACO MORENO
Julio de
sangre
y tristeza
El recuerdo
de La Cantuta y Tarata cubre con un manto gris el mes de la Patria.
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alevosía; y el Estado respondía con las mismas armas sucias, en muchos casos. El Perú era visto entonces como país destruido, que lloraba sangre en medio de un fuego cruzado, mientras la gente de a pie pedía, en las calles y en las plazas, paz y reconciliación. Han pasado 22 años y los chicos de 20 no entienden qué es lo que pudo pasarle a su país para que ocurrieran La Cantuta y Tarata, por ejemplo. Tienen que saber. Ahí hay una tarea de todos a fin de que nunca más vuelvan a pasar aquellas atrocidades. En el Perú de ahora, el terrorismo bajó sus armas gracias a diversas luchas y no solo por la obra del fujimorismo corrupto. Ahora al país lo acecha
Opinión Paco Moreno Julio, mes de celebraciones por la independencia, mes de fiesta para nuestra Patria (tan herida), es desde 1992, tiempo para recordar dos hechos gravísimos que sacudieron a nuestra sociedad contemporánea. El crimen de La Cantuta de parte del Estado y el demente ataque a Tarata del lado del senderismo vampiro demuestran que, a inicios de los noventa, el país estaba enfermo, que era una casa grande de hermanos irreconciliables. El terrorismo, con guadaña en mano, asesinaba y atemorizaba a la gente y seguía matando con
Heridas abiertas
Citas
¡CÓMO QUE ALAN NO ES DOCTOR!
citables
DOS BANDOS Cuando estamos señalando al terrorismo en el mundo y particularmente al terrorismo que se gesta en la guerrilla y los ‘paras’, tenemos que hacer nuestro propio acto de contrición y mirar también el terrorismo que se gesta desde el Estado con las desapariciones forzosas, las torturas, los inocentes en las cárceles, la violación de los derechos humanos. (Íngrid Betancourt).
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El crimen de La Cantuta de parte del Estado y el demente ataque a Tarata del lado del senderismo vampiro demuestran que, a inicios de los noventa, el país estaba enfermo… el flagelo de la corrupción, la delincuencia y el narcotráfico. Seguimos siendo un pueblo sin planes, sin futuro seguro, que avanza al guerrazo, cual combi, regalando los recursos naturales y comprando a precio elevado los bienes hechos por otros con insumos nuestros que vendimos a precio de ganga.
<AE=K Q <AJ=L=K Lrn]lYf Lg\gjgn No deja de ser cierto que un terrorismo revolucionario precedió y convivió al principio con el terrorismo de Estado, y que no se puede comprender el uno sin el otro.
BmYf HYZdg AA El terrorismo nace del odio, se basa en el desprecio de la vida del hombre y es un auténtico crimen contra la humanidad.
INJUSTIFICABLE Mi punto de vista es el de los condenados de la Tierra, el de los excluidos. No acepto, sin embargo, en nombre de nada, acciones terroristas, pues de ellas resulta la muerte de inocentes y la inseguridad de los seres humanos. El terrorismo niega lo que vengo llamando ética universal del ser humano. (Paulo Freire). NUEVOS MÉTODOS Aunque el fin de todo acto de terrorismo no es solamente matar ciegamente a algunas personas, sino también lanzar un mensaje destinado a desestabilizar al enemigo, desde el momento en que los medios de comunicación retransmiten estos actos (y no pueden evitar hacerlo), colaboran de hecho con el enemigo. Por otra parte, los aliados del terrorista no se esconden en los Estados rebeldes, sino en la City de Londres o las islas Caimán donde anidan sus poderes ocultos y económicos. Entonces hay que inventar algo nuevo. (Umberto Eco)
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=\mYj\g ?Yd]Yfg Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas.
B j_]f @YZ]jeYk La irresponsabilidad por los daños forma parte de la esencia del terrorismo.
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Hecho el Depósito legal Nº 2005-2098
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Editor: Paco Moreno, Arte y Diseño: Julio Arroyo S, Edición Gráfica: Hugo Curotto.
DIRECCIÓN: AV. JOSÉ PARDO 741 MIRAFLORES TELÉFONOS: 447-1218 / 447-3092 FAX: 444-0883 LOS AUTORES DE NOTAS DE INVESTIGACIÓN Y/U OPINIÓN SON LOS ÚNICOS RESPONSABLES DE SU ELABORACIÓN Y CONTENIDO. LA CASA EDITORA NO SE SOLIDARIZA NECESARIAMENTE CON ELLOS.
Fgje ;gd]eYf No olvidemos nunca que el terrorismo es, en el fondo, en su naturaleza maligna, una guerra psicológica.
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La Cantuta,
todavía impune
DENIS MERINO
Familiares de los nueve estudiantes y el profesor de La Cantuta que fueron secuestrados, torturados, asesinados y luego quemados por el grupo Colina, exigen a las autoridades del Ministerio de Justicia y al Poder Judicial que capturen a los responsables del múltiple crimen que falta arrestar y que de una vez enjuicien a los que se encuentran en prisión, sobre los que pesan los cargos de homicidio calificado y desaparición forzada. A 22 años del hecho ocurrido durante el fujimorato, que conmovió a la opinión pública, los deudos manifiestan que falta capturar a Carlos Zegarra Ballón, Enrique Oliveros Pérez y a Haydee Terrazas Arroyo. “¿Cómo es posible que a 12 años de la sentencia a estos ex agentes del Estado, aún no los puedan atrapar? ¿O es que alguien los protege?” se pregunta Carmen Amaro, hermana de Armando, uno de los estudiantes asesina-
Familiares demandan justicia para las víctimas, ante la
impunidad que ampara a los criminales. dos cuyo cuerpo no ha sido ubicado, como el de otros cuatro alumnos y un profesor. Si bien los principales responsables del operativo comandado por Martín Rivas se encuentran en prisión, aún no afrontan el juicio por el crimen de La Cantuta, “porque primero tiene que quedar sin efecto la pena impuesta por la llamada justicia militar que los condenó, aunque después Fujimori les otorgo amnistía” explica. Raida Cóndor, madre de Ar-
mando, exclama al borde del llanto “volví a perder a mi hijo. El terreno de Chavilca, en Cieneguilla, donde enterraron algunos de los cuerpos quemados y donde se encontraron las llaves que pertenecían a mi Armando, está todo removido, cerros de tierra han cubierto las cruces y los símbolos que habíamos colocado, dicen que ahí construirán un condominio, es terrible, ya no tendré donde buscarlo”. La dolida mujer se queja del fiscal Juan de la Cruz Aguilar de
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la Cuarta Fiscalía Penal Supranacional de Lima, nombrado para el caso por la Fiscalía de la Nación, “él estaba obligado a impedir que el lugar sea removido, así lo ordenó la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Nos ofreció cumplir y nada”. APOYA A VICTIMARIOS El referido fiscal es el mismo que admitió, días atrás, el pedido de semilibertad de Juan Carlos Mejía León, el ex oficial de la policía preso por comandar el secuestro y desaparición del estudiante de la Universidad Católica Ernesto Castillo Páez, lo que había sido declarado inadmisible por otros fiscales en anteriores oportunidades. Los victimarios del caso La Cantuta, enterraron algunos cuerpos a un costado de la carretera Ramiro Prialé en Huachipa y otros en Cie-
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neguilla. En este último lugar se hallaron algunos huesos y pedazos de ropa de los jóvenes; pero, todavía falta excavar dos fosas más para seguir en la búsqueda de los restos de Cóndor, Marcelino Rosales Cárdenas, Felipe Flores Chipana, Heráclides Pablo Meza y del profesor Hugo Muñoz. Gisela Ortiz, hermana de Enrique, otra de las víctimas, pregunta “¿Hasta cuándo los jueces que tienen a su cargo el proceso contra el general Juan Rivero Lazo, el coronel Federico Navarro Pérez, los mayores Santiago Martin Rivas y Carlos Pichilingue Guevara, y los técnicos Nelson Carbajal García, Antonio Sosa Saavedra y Julio Chuqui Aguirre, esperaran para continuar con el proceso denunciándolos, como ordena una sentencia del 2008 que deja sin efecto la del fuero militar? ¿A qué le tienen miedo? ¿Por qué después de toda la verdad avanzada, de las responsabilidades determinadas, de descubrir el papel que cada quien cumplió, no se apresuran las investigaciones? ¿O es que hay encubrimiento?”. Sobre el cumplimiento de la sentencia de la CIDH para el pago de la reparación económica, cuyo plazo máximo se cumplió en diciembre del 2007, expresa que el Estado no ha cumplido plenamente con esta reparación “pese a las comunicaciones enviadas al presidente de la República, presidente del Consejo de Ministros, ministros de Justicia y viceministro de Derechos Humanos; pese a que hay recursos transferidos por el ex Fedadoi”. “Es una vergüenza que los familiares tengamos que exigir al Estado el cumplimiento de sus obligaciones internacionales y que dicha exigencia demore siete años sin dar resultados. En el caso Cantuta fallecieron los padres del estudiante asesinado Robert Teodoro Espinoza sin que el Estado cumpla con el pago de las reparaciones y ni siquiera asuma los gastos de los sepelios. La mayoría de padres son campesinos o trabajadores independientes sin pensión alguna, necesitan dinero para su manutención y atención de su salud; antes de la masacre, sus hijos eran su esperanza de un mejor futuro.” Ortiz se queja también del descuido que sufre el Memorial El Ojo que Llora en el Campo de Marte, donde cientos de piedras llevan grabados los nombres de las víctimas del periodo de violencia política.
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Una reflexión pendiente Veintidós años después de la tragedia,
aún no hemos reflexionado sobre el país que deseamos para nuestros hijos. Raúl Wiener
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s verdad que Sendero Luminoso optó por el terror urbano más despiadado creyendo que con el miedo se podía paralizar al país y obligar a decisiones de emergencia que a la larga serían rechazadas por la gente. Una de esas decisiones fue el golpe de Estado, la disolución del Congreso, la intervención del poder judicial y los órganos de control, la eliminación de los gobiernos regionales y la manipulación de la prensa. Los seguidores de Guzmán estuvieron convencidos de que ellos lograron eso, lo
El golpe del 5 de abril de 1992 fue siempre explicado por la existencia de una situación excepcional. Hasta hoy se cuenta la historia de que el Perú estaba a punto de caer en manos del comunismo, lo que equivale a decir que a punta de coches bomba se podía llevar a la caída del Estado y del ejército que, hasta esa fecha, estaban básicamente enteros y en una correlación apabullante respecto a los insurrectos. que probablemente sea verdad, pero no hubo ninguna corriente de opinión que diera la razón a los alzados en armas. Sendero creía, además, que la otra decisión de emergencia consistía en una intervención directa de gobiernos extranjeros en el Perú, especialmente fuerzas de los Estados Unidos, lo que otorgaría un carácter “nacional” a la guerra y podrían conducir a un cambio de posiciones en el mediano o largo plazo. Hay una cantidad de documentos en los que los seguidores de Guzmán reafirman este pronóstico, empezando por la llamada “entrevista
del siglo” de 1988. Mientras tanto, en el exterior había movidas para “ayudar” al gobierno de Fujimori, bajo el argumento de que estaba a punto de producirse el tercer gran genocidio del siglo XX (el nazismo y el régimen camboyano de Pol Pot eran los antecedentes), según declaraciones del subsecretario de Estado para América Latina, publicadas el mismo día del golpe. Pero Fujimori no quería convertirse en gobierno títere de los gringos y esperaba lograr la victoria sin su ayuda para apropiarse de todo el poder.
Montesinos lo convenció que eso era posible si se daba un golpe de mano y, en nombre de la excepcionalidad de la situación, se tomaba el control de todas las instituciones. En junio de 1992, Sendero hizo explotar un camión bomba sobre el local de Frecuencia Latina y ese mismo mes realizó un ataque en la comisaría de Villa María del Triunfo. Faltaba solamente la brutal ofensiva de coches bomba de julio. Y el clímax fue el día 17 contra el edificio de la calle Tarata, donde mueren 22 personas, y en Villa El Salvador contra
quería con Pero Fujimori no de los ere vertirse en gobierno tít la victoria ar gringos y esperaba logr se de todo ar pi sin su ayuda para apro el poder. el municipio, la comisaría y la radio comunal. Un comentario de esos días de Gustavo Gorriti, advertía lo que parecía evidente, que en el Perú de 1992 se podía cambiar la coyuntura con cincuenta kilos
de anfo. La idea que empezab meterse en las cabezas era qu golpe no había servido para na o en todo caso, apenas podía señalado como un desarticula de los movimientos sociales. Como bien se ha dic
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ba a ue el ada, a ser ador . cho,
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Un comen-
tario de esos días de Gustavo Gorriti, advertía lo que parecía evidente, que en el Perú de 1992 se podía cambiar la coyuntura con cincuenta kilos de anfo.
muertos podrá ejercer jamás el derecho de defensa. Por supuesto que Sendero no perdió capacidad operativa y solo encontró su límite el 12 de septiembre con la captura de Abimael Guzmán. Durante un año, además, se negó el crimen y se llegó a especulaciones delirantes como que los desaparecidos se habían “autosecuestrado”.
Tarata desafió a un barrio de prosapia y le mostró sus vulnerabilidades. Era una barbaridad increíble, porque equivalía a llamar al poder a vencer todos sus escrúpulos y a actuar más allá de las leyes, acentuando la perspectiva del golpe del 5 de abril. La población, que había sido tocada en lo más íntimo, clamaba por dureza, venganza, y ninguna concesión a los asesinos. El milagro de una marcha conjunta de los miraflorinos con la gente de Villa El Salvador subrayó el grado de aislamiento en que habían caído los autores de los atentados.
UNA EXPERIENCIA PERSONAL El día de Tarata me encontraba en un edificio en la calle Pablo Bermúdez en Jesús María. De pronto se sintió un estruendo, un comentario lejano que llegó como una onda retardada e hizo estremecer las paredes y tronar a las ventanas. El médico dueño del departamento dijo que seguro era otro atentado y se preguntó dónde se habría realizado. Un poco más tarde todos los canales de televisión estaban llenos de imágenes sobre la terrible tragedia. Tan fuerte era el impacto que casi se ignoró lo de Villa El Salvador. La violencia y la muerte hermanaron a personas de humilde condición y a los propietarios de departamentos en uno de los
lugares más caros de Lima. No sabíamos, por supuesto, que esa misma noche Fujimori pidió a Montesinos “mandar un mensaje” a Sendero Luminoso eliminando alguna de sus células. El asesor ofreció cumplir con el reclamo y decidió
que lo que había más a mano era el grupo de residentes de la vivienda universitaria en La Cantuta, donde informes de inteligencia hablaban de un trabajo de captación de cuadros, a cargo del profesor Hugo Muñoz, y sobre el cual
redir a la El método de ag ar inestabr población civil para sem o autocrisid bilidad y miedo, no ha herederos. s ticado por Guzmán y su a de bomForjar coyunturas a punt que ha o bas, no solo es cruel, sin io que nos od sembrado un profundo participano afecta a todos los que mos de la guerra.
se tenían listas de estudiantes comprometidos. La idea era quebrar el grupo a pesar de no saber si era de acción o de formación, usando solo algunas referencias; como explica, Efraín Rúa en su libro,El Crimen de La Cantuta, se les identificó por su actuación en los actos de repudio al dictador cuando visitó la universidad intervenida militarmente. El Crimen de La Cantuta ha sido interpretado como una respuesta del Estado fujimorista a Tarata y no faltan los que dicen que fue algo “necesario” para mostrar que había capacidad de contraatacar. La discusión de si había algunos senderistas entre los secuestrados y ejecutados está condenada a terminar en un punto ciego, ninguno de los
UN PAÍS DIVIDIDO ¿Cómo podemos empezar a superar el doble trauma de Tarata y La Cantuta, para poder forjar una convivencia viable en el país? Por lo que se sabe, Sendero ya aceptó que el coche bomba fue un “error”, una explicación absolutamente insuficiente porque buena parte de sus acciones de terror estaban cargadas de la misma sustancia. El método de agredir a la población civil para sembrar inestabilidad y miedo, no ha sido autocriticado por Guzmán y sus herederos. Forjar coyunturas a punta de bombas, no solo es cruel, sino que ha sembrado un profundo odio que nos afecta a todos los que no participamos de la guerra. Por otra parte, casos como La Cantuta, Barrios Altos y muchos otros, no han sido exorcizados aún como un método inaceptable para acabar con el llamado “terrorismo”. Hay muchos que piensan que Urresti fue culpable de la muerte de Bustíos y que está bien que con ese antecedente se haga cargo de la delincuencia. Otros ven al coronel Elidio, acusado de dirigir escuadrones de la muerte para eliminar delincuentes, como una carta para pacificar Trujillo. Es decir, estamos atracados en una guerra no concluida correctamente que se recrea en formas de nueva violencia. Veintidós años de Tarata y La Cantuta deberían llevarnos a una reflexión profunda sobre el país que deseamos.
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EFRAÍN RÚA
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ras el atentado de la calle Tarata, Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos entendieron que no tenían tiempo que perder, pues sus argumentos para el golpe de Estado habían perdido su razón de ser. Debían encontrar a los responsables bajo riesgo de quedar en ridículo ante la comunidad nacional e internacional. Ya el gobierno norteamericano les había advertido que debían poner coto a las acciones de Sendero Luminoso si es que no querían arriesgarse a una intervención internacional. Una velada amenaza que implicaba que podían quedar fuera de juego, con el proyecto que habían ideado para permanecer 20 años en el poder. El atentado provocó desesperación en los socios, que dieron órdenes terminantes a sus agentes de inteligencia para que ubiquen a los responsables del atentado. En realidad, la búsqueda ya se había iniciado días antes, luego que las huestes de Sendero Luminoso hicieran estallar unos 15 coches-bomba, que habían dejado una treintena de muertos, en la misma semana en que se cumplían los 100 días del autogolpe de Estado promovido por Fujimori y su clan con el pretexto de terminar con el terrorismo. Un día después del ataque en Tarata, el triunvirato organizó un cónclave para analizar los hechos. Fujimori, Montesinos y el general Nicolás Hermoza recibieron un informe de inteligencia que responsabilizaba del atentado a un grupo de estudiantes de la universidad Enrique Guzmán y Valle, más conocida como La Cantuta. NOMBRES Los nombres que les llegaron no eran desconocidos para varios de ellos. Un año antes, cuando decidieron intervenir las universidades, la protesta de los cantuteños estuvo encabezada por algunos de los que se encontraban en la lista que se les había alcanzado. A lo largo de esos meses, agentes de inteligencia habían insistido en vincular al profesor Hugo Muñoz y a varios estudiantes con la organización subversiva. Desesperados como estaban, los socios no hicieron demasiadas preguntas para confirmar la verdad de las imputaciones.
La matanza que desnudó a la dictadura EL 18 DE JULIO DE 1992 un siniestro comando del ejército ingresó a la Universidad Enrique
Guzmán y Valle, La Cantuta, y secuestró a un profesor y nueve estudiantes. El rastro desapareció en medio del silencio oficial. Un año después los restos de algunos de ellos aparecerían en fosas de Cieneguilla y Huachipa, dejando al desnudo la entraña criminal del régimen de Fujimori y Montesinos. La versión de los agentes de Inteligencia se basaba en un informe que daba cuenta de que en la misma noche del atentado de Tarata, el profesor Hugo Muñoz y varios estudiantes ingresaron a la universidad en la camioneta del primero,
en la que se distinguían numerosas manchas de sangre. Al ser interrogado, el profesor alegó que las manchas eran de las aves sacrificadas para la reunión celebratoria que habían organizado para el 17 de julio en la universidad.
Pero los agentes de inteligencia no creyeron la versión y denunciaron el hecho a sus superiores. De allí saldría la historia de que algunos de los heridos del atentado se habían refugiado en La Cantuta. Horas después, “el tenien-
te Medina”, uno de los oficiales a cargo del control de la universidad, se presentó ante los estudiantes que participaban en la fiesta de los internos y los amenazó abiertamente. “¡Ya se jodieron, senderistas de mierda, terroristas de mier-
da!”, les dijo tras acusarlos de celebrar los atentados senderistas. Una acusación que tuvo respuesta, la estudiante Bertila Lozano se enfrascó en un áspero diálogo con él. “Medina” les contaría a sus superiores que ella lo amenazó y que le
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a Con las manos amarradas las espaldas, los detenidos fueron em pujados hacia la pendiente del cerro, rcerca de una acequia. De pronto Ma ». tin Rivas gritó: «¡Arrodíllense todos! rás Sujetos armados se colocaron det del de ellos. La orden final la dio el jefe grupo armado.
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pués del ataque en Tarata, el triunvirato organizó un cónclave para analizar los hechos. Fujimori, Montesinos y el general Nicolás Hermoza recibieron un informe de inteligencia que responsabilizaba del atentado a un grupo de estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y Valle, más conocida como La Cantuta. dijo que moriría como la gente de la calle Tarata. Cierta o no la versión, a esas horas ya los capitostes del régimen habían tomado la decisión de castigar a los cantuteños. En el cuartel Barbones, sede de la Dirección de Fuerzas Especiales, el general Pérez Documet fue informado por Nicolás Hermoza que esa noche se iba a realizar un operativo en la universidad, y que el mayor Santiago Martin
Rivas iría para solicitar el apoyo del teniente Aquilino Portella, que conocía bien a los estudiantes. En la Villa Militar, unos 22 miembros del Grupo Colina se alistaban para el operativo. Allí cogieron el armamento, las palas, los picos y la cal, que habrían de utilizar horas después. El agente Jesús Sosa les informó a todos que iban a ir a La Cantuta para «sacarles la mierda» a los que habían consumado el atentado de la calle Tarata. EL SECUESTRO Ajenos a la amenaza, los estudiantes de la residencia
se fueron a dormir, pero cerca de la medianoche fueron despertados bruscamente. Enrique Flores Chipana, Juan Mariños, Enrique Ortiz, Armando Amaro, Marcelino
Rosales, Robert Teodoro y Pablo Meza, fueron sacados desnudos al jardín con golpes de culata, patadas y jaladas de pelos. El profesor Muñoz sería detenido en su casa. En el in-
después, “el teniente Mediconna”, uno de los oficiales a cargo del e los ant trol de la universidad, se presentó fiesta de estudiantes que participaban en la nte. los internos y los amenazó abiertame , terda mie de s ista “¡Ya se jodieron, sender sarlos rroristas de mierda!”, les dijo, tras acu s. ista de celebrar los atentados sender
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ternado de mujeres se repitió la operación. Bertila Lozano fue reconocida de inmediato. Ella respondió a las agresiones lanzando insultos contra los militares. En medio de golpes y empujones fue bajada al primer piso junto con Dora Oyague y Norma Espinoza. La última fue liberada luego que uno de los jefes del operativo observara que no estaba en la lista de los “subversivos”. Rumbo a Lima, por la autopista Ramiro Prialé, los secuestradores interrogaron a los detenidos y les preguntaron por los últimos atentados ocurridos en la ciudad. El furor de los agresores solo se contuvo cuando los vehículos se estacionaron en el kilómetro 1.5, a la entrada de un descampado, al que se ingresaba por un cerro cortado en dos, denominado “la boca del diablo”. Con las manos amarradas a las espaldas, los detenidos fueron empujados hacia la pendiente del cerro, cerca de una acequia. De pronto Martin Rivas gritó: «¡Arrodíllense todos! ». Sujetos armados se colocaron detrás de ellos. La orden final la dio el jefe del grupo armado. En medio de la tierra arenosa quedaron regados los cuerpos del profesor Hugo
Muñoz y de los estudiantes Armando Amaro Cóndor, Enrique Ortiz, Dora Oyague, Bertila Lozano, Juan Mariños, Robert Teodoro, Felipe Flores Chipana, Marcelino Rosales y Heráclides Pablo Meza. LAS FOSAS Tras varios meses de negar los hechos, el gobierno estaba convencido de que el caso quedaría en el olvido. Una sala de la Corte Suprema había declarado que no estaba probada la preexistencia de los desaparecidos. En el Congreso, los oficialistas proclamaban la tesis del autosecuestro. Pese a las amenazas del general Hermoza, comandante general del Ejército, la verdad se fue abriendo paso. El general Rodolfo Robles denunció a los asesinos y el periodismo fue develando el accionar del Grupo Colina y los planes del oficialismo para ocultar los crímenes. Un día de 1993, llegó a la redacción de la revista Sí un mapa que revelaba el lugar donde se encontraban los restos de los desaparecidos. El 8 de julio, en el kilómetro 14 de la carretera a Cieneguilla, se encontraron tres fosas en las que se hallaron los restos de algunos de los desaparecidos. En la tercera fosa apareció un juego de llaves con una cadena de plata, restos de un maxilar superior y cinco dientes. Las llaves pertenecían a Juan Mariños, dirigente de los estudiantes electromecánica, y a Armado Amaro Cóndor, según se confirmaría semanas después. Así, el camino quedó abierto para encontrar a los autores materiales e intelectuales del crimen de La Cantuta. Ello ocurriría cuando Fujimori y su mayoría parlamentaria aprobaron la amnistía para los miembros del Grupo Colina, una decisión que dejaría evidenciada su complicidad con los asesinos y su coautoría en el crimen.
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OTRAS DISQUISICIONES
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la gran cultura. («Quiero el mejicano latín para las izquierdas», escribió el , y, curiovez a Alfonso Reyes.) Solo se vive un ores de «Luis samente, es esta. Que los admirad ic» ya es Miguel» sigan pensando que un «cl música de cámara.
Expropiemos
Víctor Hurtado Oviedo
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o también me he aburguesado, pero, como soy pobre, no se nota. Me siento —según dijo Abraham Valdelomar— igual que el chaleco, que pretende ser saco pero carece de mangas. Soy un pobre de clase media; es decir, de la clase que tiene el dinero suficiente para saber qué le falta, pero que siente una súbita y súbdita indignación cuando les quitan a otros lo que les sobra (ojalá que, cuando yo sea rico, todos los pobres sean como yo). Ya se ve que, en este mundo, el respeto por la propiedad está mejor distribuido que la propiedad. Para no aburrirnos, algún día habría que probar lo contrario. En realidad, los miembros de la clase media solo somos diletantes de la pobreza. La miseria es una especialización que ejercen otros, las grandes mayorías; y ni siquiera hay que ir a la universidad para adquirirla: se aprende en casa con precocidad admirable. ¿Quién sabe si, a fin de restringir la excesiva oferta de indigentes, habría que castigar el empobrecimiento ilícito? Mientras tanto, para mejorar su suerte, a los pobres solo les queda confiar en la reencarnación; en cambio, los ricos saben que la reencarnación ya ha llegado. Por suerte, los afiliados a la clase media estamos libres de semejantes avatares, demasiado hindúes. Para nosotros, la pobreza solo es un estado mental, una envidia secreta: un punto de comparación perfectamente lícito, pues, desde Einstein, todo —incluido el universo— es relativo. Así, el paso insolente de un Mercedes-Benz opera en nosotros la aflicción monetaria, tanto como lo hace la irreversible ausencia de los seis caudalosos volúmenes del Diccionario crítico etimológico de Joan Corominas, obra que —como se sabe— abunda en las bibliotecas de nuestras clases pudientes, tan cultas. Todo es relativo. Así pues, aburguesarse es fácil. El método consiste en creer que los capitalistas tienen virtudes que debemos compartir. La mejor explicación me la dio Bird, película de Clint Eastwood. Se basa en la vida trágica y viciosa de Charlie Parker, genio
diario
un soneto, Francisco de Quevedo se desborda: En crespa tempestad del oro undoso nada golfos de luz ardiente y pura mi corazón, sediento de hermosura, si el cabello deslazas generoso.
Góngora pa’l
campesino
A falta de pan, buena es la métrica.
del yaz. En una escena, Parker, turbio de mala noche, pregunta a Dizzy Gillespie —otro músico negro y asombroso— por qué este es tan cumplido: no se droga y es abstemio y puntual. Gillespie le responde: «Porque todo eso es precisamente lo que no esperan de mí los blancos». Cortante lección de ética: orgullo de negro, de indígena, de pobre, de nadie, resonante como un látigo en el aire del desprecio. Ser como el señor, no gusta mucho al señor, porque empezaríamos a parecernos a él —o, mucho más peligroso, a pa-
recernos a la imagen de él y que él no encarna—: esta es la única forma digna de aburguesarse. El problema es que la envidia de los que no tienen se ha fijado en lo esencial (el dinero) en vez de subirse por las ramas (la cultura). Se termina entonces codiciando el lujo, que es una vulgaridad carísima, el matrimonio gordo de la moneda y el ridículo. En cambio, como parece que la eternidad ha dejado la justicia económica para después, habría que trepar ya al opulento enramado de la historia: la música compleja, la poesía clásica, el
cine en serio, la gran pintura... —todo eso que no regalan los salxérox ni trae Julio Iglesias, la dispepsia hecha canción—. Para ascender a la fronda más alta de la cultura hay que reconocer que el arte popular no basta. Este va bien y crea belleza a cada instante, pero nunca llegará a la complejidad que nos legaron los genios. Una taza de barro no es porcelana china, así como la letra de un bolero no es un milagro gongorino. En «Te quiero», dijiste, María Grever resume: «Muñequita linda de cabellos de oro»; por el contrario, en
Los pelos rubios pueden ser también un rizado fulgor de oro ondulante, mas esta fulguración solo se ve desde lo alto. Tal es la lección de los genios. Quizá sea el lenguaje el campo donde la conquista de la cultura sea más ardua, precisamente porque está tan cerca y se nos escapa. Los lingüistas afirman que todas las hablas son iguales pues nos comunican, pero esto no siempre es cierto. Yo creo más en los poetas. Uno de ellos, el español Pedro Salinas, escribió: «El campesino de cualquier país de vieja civilización habla bien, le gusta hablar bien, admira al que habla bien. Hay en el hombre del pueblo una sensibilidad para la calidad del lenguaje muy superior a la del mesócrata de cultura superficial. El pueblo percibe que el lenguaje del hombre tiene destinos más altos». ¡Y pensar que algunos predican hoy la abolición de la ortografía!: de la ortografía, dignidad que debemos conquistar hasta la perfección más absoluta. A los niños mal hechos con sumas de restas (casa sin padre, mesa sin pan, pies sin zapatos, escuela sin vidrios), falsos amigos quieren darles vocales sin tildes: pobreza sobre pobreza. ¿Y qué les importa, si sus hijos van a escuelas privadas? Hay, pues, que sentarse a la mesa de la aristocracia y servirse el banquete de la belleza, aunque no nos inviten y aunque no haya aristocracia (lo más probable). Por lo general, a la burguesía, un festín de arte solo le provoca gases, y el eructo es entonces la cabal expresión de un pensamiento. Expropiemos la gran cultura. («Quiero el latín para las izquierdas», escribió el mejicano Alfonso Reyes.) Solo se vive una vez, y, curiosamente, es esta. Que los admiradores de «Luis Miguel» sigan pensando que un «clic» ya es música de cámara.
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