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Viernes, 9 de mayo de 2014
AĂąo 2014 ÂŚ NÂş 162
ÂżEl regreso de la guerra frĂa? Los grandes medios de prensa occidentales han denunciado a coro las acciones de Vladimir Putin en Ucrania, pero no han registrado la responsabilidad de las potencias occidentales en la escalada de la crisis. La unanimidad en los medios de comunicaciĂłn siempre es preocupante. ÂżEs posible que hoy se estĂŠ manifestando la inercia de cuarenta aĂąos de guerra frĂa? (PĂĄg. 2-3)
A rendir cuentas
Roberto Bissio*
H
ace unos cuatro mil aĂąos, el rey Hammurabi hizo tallar en piedra las leyes de sus dominios entre los rĂos Tigris y Éufrates y colocĂł el monolito delante de su palacio. No las escribiĂł sobre las tabletas de arcilla que entonces se usaban, para que no pudieran ser cambiadas durante la noche a su antojo y usĂł el idioma llano de la gente, no el lenguaje arcano de los sacerdotes, para que todos entendieran y aprendieran, por ejemplo, que incluso los jueces tienen el deber de no traicionar las reglas en sus decisiones. Se crearon asĂ los principios bĂĄsicos de la rendiciĂłn de cuentas de los gobernantes a los gobernados. Mucho mĂĄs recientemente, hace apenas dos siglos, la DĂŠclaration des Droits de l’ Homme et du Citoyen estableciĂł en 1789 que todos los ciudadanos WLHQHQ GHUHFKR D YHUL²FDU OD QHFHVLGDG de pagar impuestos y que la sociedad tiene derecho a reclamar cuentas de todos los agentes pĂşblicos.
En las Ăşltimas dĂŠcadas, todos los gobernantes del mundo se han comprometido con la DeclaraciĂłn Universal de Derechos Humanos (1948), que establece los mĂnimos indispensables a la dignidad humana, la DeclaraciĂłn de RĂo (1992), que reconociĂł los derechos de las generaciones futuras, las de Copenhague y Beijing (1995), que prometen erradicar la pobreza y lograr la justicia de gĂŠnero, y la DeclaraciĂłn del Milenio (2000), que los compromete a garantizar la realizaciĂłn simultĂĄnea de un triĂĄngulo enmarcado por la paz y la seguridad en un vĂŠrtice, la democracia y los derechos humanos en el segundo, y por Ăşltimo, pero no menos importante, el desarrollo y la justicia social. La red internacional Social Watch fue creada en 1995 para ayudar a los gobiernos a no olvidar sus promesas y a los gobernados a registrar los logros‌ o la falta de ellos. Hoy en dĂa, Social Watch tiene coaliciones activas que agrupan a mĂĄs de mil organizaciones en ochenta paĂses que reportan sobre la performance de sus propios gobiernos. Al hacerlo, descubrimos algo que probablemente Hammurabi ya sabĂa: la rendiciĂłn de cuentas solo tiene sentido si los poderosos pueden ser llama-
dos a responsabilizarse. Los poderosos son el terrateniente, el alcalde y el jefe de policĂa en una comunidad rural distante. Y en el mundo globalizado, son los grandes paĂses, las instituciones intergubernamentales -en particular ODV GHO FRPHUFLR \ ODV ²QDQ]DV ODV empresas transnacionales e incluso algunas fundaciones y ONG mundiales con enormes presupuestos. Muy a menudo, las coaliciones nacionales de Social Watch tambiĂŠn han encontrado en la prĂĄctica que cuanto mĂĄs pequeĂąo, mĂĄs pobre o mĂĄs vulnerable es un paĂs, mĂĄs tiene que rendir cuentas. Todos los gobiernos tienen que reportar ante sus pares sobre el cumplimiento de sus obligaciones legales con los derechos humanos, en el marco del Examen PeriĂłdico Universal del Consejo de Derechos Humanos.
Sin una rendiciĂłn de cuentas efectiva por parte de los poderosos no habrĂĄ un nuevo programa de desarrollo creĂble y el sistema multilateral perderĂĄ su legitimidad.
Éste es un gran paso adelante. Pero los paĂses en desarrollo tienen que informar, ademĂĄs, sobre el cumplimiento de sus compromisos de adhesiĂłn a la OrganizaciĂłn Mundial del Comercio, son supervisados por el FMI, incluso si no son deudores, e informan a cada uno de sus donantes bilaterales individual y colectivamente. De hecho, con frecuencia la rendiciĂłn de cuentas a los ciudadanos se pospone o menoscaba porque primero hay que responder a los poderosos del mundo, aunque eso debilite el papel de los parlamentos y socave las instituciones democrĂĄticas. Para empeorar las cosas, mĂĄs de dos mil acuerdos de inversiĂłn bilaterales y regionales suscritos en las Ăşltimas dĂŠcadas han creado nuevos derechos para las empresas transnacionales, incluso que los humanos no tienen, como a establecerse en el lugar que quieran, UHSDWULDU ORV EHQH²FLRV VLQ UHVWULFciones o litigar contra los gobiernos HQ GHPDQGD GH EHQH²FLRV SHUGLGRV debido a polĂticas decididas democrĂĄticamente, no ante tribunales locales, sino a travĂŠs del arbitraje internacional. De hecho, el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI), hospedado en
Washington por el Banco Mundial, no solo es un tribunal nada trasparente que suplanta las jurisdicciones nacionales, sino que se ha vuelto un creador de legislaciĂłn internacional, por vĂa de sus interpretaciones y de su insistencia en que las normas de inversiĂłn son superiores a los acuerdos ambientales o de derechos humanos. Ninguna obligaciĂłn compensatoria fue creada para las empresas asĂ favorecidas y ĂŠste es uno de los motivos de la desproporcionada captura por SDUWH GHO FDSLWDO GH ORV EHQH²FLRV GHO crecimiento y la reducciĂłn simĂŠtrica de la participaciĂłn del trabajo en el reparto del ingreso. Hace siete siglos, el pensador ĂĄrabe Ibn JaldĂşn, padre de la sociologĂa moderna, advirtiĂł que “la injusticia arruina la civilizaciĂłn y destruye la dinastĂa (o sea el Estado)â€?. Sin una rendiciĂłn de cuentas efectiva por parte de los poderosos no habrĂĄ un nuevo programa de desarrollo creĂble y el sistema multilateral perderĂĄ su legitimidad.
* Director del Instituto del Tercer Mundo (ITeM). Resumen de la intervenciĂłn del autor en el panel “Seguimento y RendiciĂłn de Cuentasâ€? convocado por el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, John Ashe.