Línea - 12 Mayo 2013

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La muerte de Javier Diez Canseco ha sido un duro golpe para la democracia y las fuerzas de izquierda.

Pero su legado seguirá en pie.

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El adiós y la esperanza César Lévano <aj][lgj

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uchas personas que no participan en política y no comulgan con las ideas de izquierda me han dicho: ¿Qué va a ser de la izquierda ahora que ya no está Diez Canseco?

En la pregunta hay una franja de admiración, pero también un tono de pesimismo. La respuesta yace en las sombras de lo desconocido.

En el multitudinario velorio de Javier, en la Casona sanmarquina, vi indicios de lo venidero.

Había gran cantidad de jóvenes y de mujeres, así como numerosos profesionales de la ciencia y la tecnología. Pensé que en esa multitud se encuentra el germen de nuevos luchadores.

La izquierda, un sector necesario

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de las sociedades modernas, atraviesa en nuestro país por una crisis de dispersión, al compás de una

ausencia de teoría y doctrina, así como de liderazgos respetados. La muerte de Javier agrava esa crisis.

Sin embargo, esa desdicha ha reanimado a los diversos segmentos del izquierdismo, y es posible que fomente esfuerzos por el fortalecimiento de los partidos de esa orientación, incluido el Partido Socialista del difunto. Si eso ocurre, no tardaría en producir esfuerzos a favor de la unidad.

Un hecho auspicioso es que el vacío dejado por Javier en el Congreso va a ser cubierto por Manuel Dammert. Conocido es éste por su lucha en defensa de los trabajadores y en la lucha contra la corrupción y la traición nacional, y la entrega de nuestros puertos y nuestro mar a los voraces tiburones de la pesca. La

derecha y las transnacionales no tardarán en sentir la pegada.

Dammert proviene, igual que Diez Canseco, de la nueva izquierda. Lo mismo que éste, surge en el seno de una familia acomodada, pero desde muy temprano inicia su militancia izquierdista.

Esa raigambre social nos recuerda que muchos de los revolucionarios más importantes de los últimos siglos tenían su origen en familias de la clase alta. Ejemplares son los casos de Marx, Engels, Lenin, Mao y Fidel Castro.

En el campo de la libre especulación y del recuerdo de Javier, uno puede preguntarse si no anidará en muchos jóvenes de las clases acomodadas el deseo de emular la trayectoria del recién desaparecido.

Muchos de esos jóvenes, también inspirados en las ideas del socialcristianismo, recordarán que Javier estudió la primaria en el Colegio del Inmaculado Corazón de los jesuitas, para pasar luego al exclusivo colegio Santa María Marianistas y matricularse más tarde en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad Católica.

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Raúl Wiener J]\Y[[a f

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a mañana del martes nos despedimos de Javier en una cadena de actos que fueron acompañados por miles de personas.

Fueron momentos en los que sentí que compartíamos un intenso sentimiento rojo y que no teníamos temor de mostrarnos como lo que éramos: socialismo, izquierda, pueblo.

Rojos porque nuestros corazones estaban abiertos por el dolor y el amor profundo por el compañero que se había ido. Y lo que

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Un mañana rojo brota de los corazones es absolutamente rojo y es la esencia de la vida. Javier amaba la vida y por eso no quería morir. Y nosotros amábamos a Javier y no queríamos que se fuera.

Perdimos la batalla y por eso también estábamos rojos, como decía Hildebrandt, de pura ira, la que produce saber que se van los buenos, los limpios, los necesarios y se quedan los falsos, los

mediocres y los bandidos. La ira de ver desde afuera ese congreso donde la “ética”, Sr. Lay, consiste en sancionar a Diez Canseco con argumentos copiados a Aldo M, y exculpar a Kenji por estar ligado a una empresa de transporte de cocaína y al robagua que sigue reinando en el norte chico.

Estábamos rojos porque esa ha sido la bandera universal de la justicia, desde Espartaco

hasta la revolución francesa, la comuna de París y la revolución de octubre, y con ellas todos los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad. Esa fue siempre la bandera de Javier.

Y por eso, en su nombre, cantamos ayer a toda voz el Himno de la Internacional, que es el de la unidad de los trabajadores más allá de las fronteras.

Estando en la fase final de su enfermedad, Javier siguió escribiendo y escogiendo temas que eran como instrucciones para lo que se viene, y el que más lo inquietó fue el de los derechos de los trabajadores, especialmente los de los llamados “regímenes especiales”. Javier no se daba

vueltas: no hay sociedad del crecimiento y la inclusión, sin derechos laborales y organización sindical fuerte y representativa.

Es decir, estaba recordándonos las fuentes del pensamiento socialista al que siempre estuvo inscrito.

Javier es consecuencia y no vacilación gritaba la gente en el centro de Lima. Y saltaba a la vista que estaban contrastando al hombre valiente que no se arredraba por una campaña de prensa en su contra y no callaba sus opiniones cuando estaba ante los entreguistas, los corruptos y los asesinos del pueblo. Por eso él nunca colgó el polo rojo por el polo blanco. Javier nos ha hecho sentir orgullosos porque fue un hombre excepcional y lo tuvimos muy cerca. Estaba entre nosotros. Ahora nos toca la enorme responsabilidad de confirmar que esa enorme vida no fue en vano. Que con su ejemplo los corazones rojos venceremos.

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Alberto Adrianzén M. ;gdYZgjY\gj

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a idea no está motivada solo por el cariño y amistad que muchos teníamos por él, sino también porque considerábamos que su presencia en la política nacional era imprescindible.

Javier, hay que decirlo más de una vez, era el mejor de aquella generación que nació a la vida política a fines de los sesenta y comienzos de los setenta. Años tumultuosos pero al mismo tiempo extraordinarios. Años en los cuales se nos metió a la cabeza y al corazón la idea de cambiar el mundo y el país.

Generación que nació marcada por la revolución cubana, por el Ché, por el despertar del otrora llamado tercer mundo, por el velasquismo y sus reformas, por las luchas estudiantiles, por la guerra del heroico Vietnam, por la idea de que el socialismo era posible, por los “hippies”, pero también por una abierta oposición a una sociedad oligárquica, viejo rezago de una sociedad co-

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Javier y la lonial, que se negaba a cambiar.

Conocí a Javier en 1970, cuando ingresé a la Universidad Católica. Ese mismo año me afilié al Frente Revolucionario de Es-

tudiantes Socialista (FRES) que Javier y otros habían fundado dos años atrás. Voté por él por primera vez cuando postuló a la presidencia de la federación de

estudiantes (FEPUC) y después varias veces cuando candidateó al Congreso de la República.

Militamos juntos en la Unidad Democrática Popular (UDP) en los setenta y, luego, en el Partido Unificado Mariateguista (PUM) al que renuncié en 1988 por divergencias políticas. No compartía las ideas de Javier en aquel momento.

La vida, sobre todo en estos últimos años, nos volvió a acercar y no solo por la política, también los veranos en San Bartolo, en la casa de un entrañable y viejo amigo. Ahí, teniendo como telón de fondo el mar y la bahía,

seguíamos conversando y discutiendo y, sobre todo, riendo. Fue el mejor Javier que conocí.

Pienso que este reencuentro se dio por el reconocimiento mutuo de que ambos a pesar de las discrepancias que habíamos tenido en distintos momentos, finalmente estábamos del mismo lado.

Seguíamos, pese a todo, militando en la izquierda e identificados con las causas de los trabajadores y del pueblo.

Digo pese a todo porque ya había caído el muro de Berlín, la Unión Soviética, considerada la “patria socialista y paraíso comunista” de los obreros, finalmente se había disuelto y con esta crisis, sumada a la división de la Izquierda Unida, la izquierda peruana comenzó a

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Izquierda parecerse a las doce tribus que vagaron por varios años por el desierto buscando la tierra prometida.

Y en esos años, Javier seguía ahí, tenazmente en la izquierda, hablando por ella, representando a miles de luchadores sociales que lo veían no solo como un tribuno, sino como un representante de sus esperanzas y sueños de transformación y cambio.

Javier siempre mantuvo en alto la bandera roja, símbolo de la izquierda, la que muchos arriaron y hasta, incluso, cambiaron por otra cuyo escudo, como dice la canción de Joaquín Sabina, eran “dos tibias y una calavera”, verdaderos piratas del pensamiento.

Javier era, pues, un obstinado, un ter-

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nado de la vida.

Cuando conoció de su grave enfermedad la enfrentó con todas sus fuerzas. Tres meses la mantuvo a raya, luchando palmo a palmo, sin que esta dolorosa batalla le quitara las ganas de hablar y escribir.

Ahora que no está sabremos cuanto falta nos hace.

Javier se va, acaso, en uno de los momentos más difíciles para el país, para la izquierda peruana, para los trabajadores, porque

estamos frente a una formidable embestida de una derecha que ha demostrado que la división entre una “bruta y achorada” y otra “liberal”, puede derivar, finalmente, en una ficción mediática.

Se va cuando comienza una ofensiva continental en contra de los gobiernos progresistas de la región. Cuando los pueblos de América Latina y de otras partes del mundo requieren de una clara muestra de solidaridad y, en un momento especial,

cuando las izquierdas peruanas han decidido, una vez más, intentar unirse.

Hoy la derecha, tanto la “bruta y achorada” como la “liberal”, quiere todo el poder frente a un gobierno débil y temeroso.

Aquellos que perdieron las elecciones, pretenden terminar por poner a un lado a Ollanta Humala e impedir cualquier reforma progresista, por mínima que sea, así como también marginar a las organizaciones de izquierda y a los movimientos sociales, para gobernar ellos solos. En este contexto, Javier hubiera sido, como lo demostró en el pasado, un adversario formidable de esta arremetida autoritaria.

El mejor legado y ejemplo que nos deja Javier es su terca militancia e identidad con la izquierda, con los trabajadores, con los discapacitados, y con la necesidad de derrotar la hegemonía y continuismo neoliberales.

Como se dijo en la ceremonia de despedida “Javier no solo era militante del Partido Socialista, fue también un militante de cada uno de los partidos de izquierda”. Tan de izquierda que el día su partida, en su memoria y en medio de las banderas rojas, entonamos la Internacional y nos comprometimos a forjar la unidad de todas las fuerzas democráticas y progresistas.

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2011, y estando la FEPUC controlada por un grupo más conservador, se invitó a Javier y él asistió a esa manifestación porque siempre tuvo ese sentido de la solidaridad, siendo respetuoso de las diferencias. »­; eg ^m] lm ]ph]ja]f[aY ]f dY [YehY Y \]d *())$ YhgqYf\g Y BYna]j [mYf\g \][a\a ngdn]j Y hgklmdYj Yd ;gf_j]kg7

—Así como Javier estaba en cualquier momento en el que se le necesitase, también recibía ese apoyo que él daba. Muchos jóvenes entramos a su campaña, sin muchos recursos económicos. A eso se suma que Gana Perú no era nuestra lista, y no toda su gente representaba nuestros ideales. Pese a ello se logró el acuerdo con Gana Perú y fue una campaña ardua, boca a boca, en una “van” forrada con el número y el rostro de Javier.

Caminamos mucho, fue una campaña austera. Se luchó mucho contra estereotipos como el que Javier ya era mayor y debía dejar espacio a los jóvenes; su discapacidad que no era bien vista por esta sociedad conservadora; además de ser de izquierda. Felizmente logró su elección, siendo uno de los más votados. Luego de haber ganado, nos llamó para que le apoyemos, con una comunicación constante, sin alejarse de las bases.

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“Javier no ha muerto, se queda como ejemplo”  Ka_ja\ :Yr~f$ ]phj]ka\]flY \] dY >]\]jY[a f \] =klm\aYfl]k \] dY Mfan]jka\Y\ ;Yl da[Y >=HM;! q eadalYfl] \]d HYjla\g Kg[aYdaklY HK!$ \aYdg_ [gf D9 HJAE=J9 kgZj] ]d d]_Y\g la[g q hgd la[g im] \]bY BYna]j <a]r ;Yfk][g ljYk km hj]eYlmjY \]kYhYja[a f&

Víctor Liza J]\Y[[a f

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—Al terminar la secundaria, hacía mucho voluntariado social.

De allí surgió un interés hacia la política. Iba a muchas protestas, veíamos a quienes se involucraban en ellas, y allí encontramos a varios grupos de izquierda. Así me acerqué al PS. La horizontalidad, ver a todos los dirigentes en el local, trabajando, y el tomar en cuenta mi opinión a pesar de no militar, fueron hechos que me animaron a hacerlo. Me inscribí

en el 2008, ese mismo año ingresé a la universidad, y fue allí que conectando la actividad política partidaria con la universitaria invitamos a Javier Diez Canseco junto a Rocío Silva Santisteban para una charla, denominada “¿Qué es ser de izquierda hoy?”, que fue a salón lleno y en la que mucha gente se quedó afuera.

Caló fuerte en los estudiantes

que se haya traído a un ponente de la talla de Javier. Se podía confiar mucho en él, pues si lo invitabas, siempre apoyaba. La multitudinaria manifestación por su fallecimiento demuestra que Javier ha cumplido no solo como dirigente de un partido para sus militantes o para los sindicatos con los que trabajó, sino para quien lo necesitase. Javier era así, así lo conocí y así me he despedido de él. »­;m~d ^m] km Yhgjl] ]f dY dm[`Y \] dY Mfan]jka\Y\ ;Yl da[Y hgj dY \]^]fkY \] km Ymlgfge Y7

—Cuando hubo la manifestación por la autonomía en el

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—Creo que el hecho de que Javier se haya ido es una de las cosas más terribles que le ha pasado al PS, pero en general a la izquierda y al país. A algunos de nosotros más de sorpresa, porque Javier estaba estable el día que falleció. Pero las cosas son así, hay que estar preparados, y creemos que su figura siempre ha sido importantísima, no solo para la formación, sino para el trabajo y el sostenimiento de los movimientos sociales.

También ha sido inspirador para el movimiento LGBT. Sabemos que también hay una fuerza detrás que no se va inmovilizar. Una de las cosas que se ha dicho en estos días era que Javier no solo no ha muerto y está con nosotros en las luchas, sino que ha renacido como un símbolo, independientemente de quien lo haya dicho. Ha sido un mentor para muchos de nosotros. El tener esa inspiración es una esperanza y una motivación muy grande para tratar de cubrir con todas nuestras fuerzas ese vacío que ha dejado. »­Im ha]fkYk \] ]kY kYf[a f afbmklY ]f ]d ;gf_j]kg7

—Lo que sucedió el día de la sanción fue la gota que derramó el vaso, además de las diferencias con el tema Conga. Ja-

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vier, como consecuente, con otros congresistas, entendió que no debía seguir en la bancada. Fue una sanción completamente injusta, porque la ley que promovía Javier estaba ya propuesta por otros congresistas, y que haya retomado la propuesta era lo mínimo que podía hacer un parlamentario, que es trabajar y no faltar, como Keiko Fujimori cuando fue parlamentaria, con récord de inasistencias incluido. »H]jg dY kYf[a f hjgnafg \] k][lgj]k \] mdljY\]j][`Y³

—Obviamente que respondía a interés detrás. Todos responden a un caudillo, o a la decisión de un par de personas.

No se vota la decisión, sino que se dan órdenes, y Javier lo dijo: esperaba que votaran por lo que dicte su conciencia, y no por directivas. Eso es condenable.

Por eso creo que esos millares que estuvieron en la despedida de Javier, saben que la derecha recalcitrante vale poco para el pueblo. Lo que queda es lo que ha logrado, su ejemplo y su lucha contra la corrupción, es el legado más grande que ha logrado para el país. »BYna]j qY fg ]kl~$ q [gjj]khgf\] Y dYk fm]nYk _]f]jY[agf]k lgeYj km dm% _Yj ]f dY hgd la[Y& ­Ha]fkYk k]_maj km [Yeafg ]f ]d ;gf_j]kg7

—Si le haces esa pregunta a cualquier militante del PS, todos te responderán que sí. Javier era un intelectual que no se quedó en la universidad, sino que era la

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realizado en la conformación de Fuerza Ciudadana. Eso debe continuar. Si he de tomar el rol de dirigente, lo haré. Ese legado es el que vamos a continuar, porque yo creo que Javier no ha muerto, se queda como un ejemplo.

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La Izquierda después de Javier Rodrigo Montoya Rojas

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sa virtud de hacer lo que se dice y decir lo que se hace parece más grande de lo que es porque en esos mismos 40 años vimos cómo el Apra fue perdiendo lo poco de decencia que le quedaba de aquellos pocos años aurorales; cómo con Sendero Luminoso se perdió toda frontera entre la política y la ética para hacer de la muerte un instrumento de lucha que conduce a la autodestrucción; cómo el fujimontesinismo hizo de la muerte, del robo gigantesco y de la corrupción generalizada, su método para gobernar 20 o 30 años; y, también, cómo una parte de gentes de la izquierda organizada cambió de orilla para acomodarse en los pequeños espacios del bienestar y del empleo más o menos seguro.

Ahora que sus cenizas están aún calientes, un sentimiento compartido por miles de personas comprometidas de un modo u otro con la izquierda socialista es la necesidad urgente de la unidad que nos hace falta. Fue parcial e incompleta la unidad ofrecida por Izquierda Unida. Es grande la desunión desde1985. ¿Hasta cuándo seguirá la izquierda en la lógica del corto plazo? Está a punto de cumplir 30 años continuos votando por el mal menor, acostumbrándose a perder, consolándose con elegir algunos congresistas.

Ayer: mejor Humala que Keiko; mañana (tal vez): mejor Nadine que Keiko. Entre tanto, fuerzas dispersas compiten para lograr una inscripción electoral, decenas de personas alucinan con ser candidatos y ganar una curul si la suerte los compaña.

Por el camino del mal menor no ganaremos nunca. No es lo mismo votar por candidatos que

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Todo va bien para ella mientras nadie se atreve a tocar la gran inversión y el supuesto bienestar general que crea Si se renuncia a la lógica del corto plazo y se asume otra de largo aliento, se pensaría la política de hoy en términos de 20 o 30 años. Para tener una alternativa política de izquierda y estar en condiciones de gobernar se requiere de un trabajo intenso, para ir ganando la complicidad y apoyo de la mayoría de peruanos y peruanas.

Una victoria electoral sólida supone tener 55% de los votos válidos. Para eso se requiere construir muchos puentes y ganar los votos de los pueblos indígenas, de los pueblos ribereños en la Amazonía, de los migrantes andinos, amazónicos y costeños en Lima y en todo el país, de los campesinos, obreros, mujeres, estudiantes, maestros, de todos los diferentes que reclaman sus derechos sexuales y de muchos etcéteras más. No es suficiente el color rojo porque se trata de lograr la complicidad de todo el arcoíris del país, de

FOTO: JUAN PABLO AYALA

todas las sangres, lenguas, culturas, patrias y naciones.

Las fuerzas políticas de la derecha obtienen los votos que necesitan porque ejercen el poder desde tiempos de Pizarro y

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controlan los gobiernos. Esa es la fuerza de la metáfora del piloto automático. Los grandes medios de comunicación, las Fuerzas Armadas, la jerarquía de la iglesia católica, ofrecen su apoyo a la derecha de modo suave y sencillo. ¿En cuánto tiempo se puede tener figuras políticas equivalentes a Lula o a Evo Morales en el Perú? Si se votara por el mal menor en las elecciones de 2016 es seguro un fracaso más que sí importa, y mucho.

Para salir del corto plazo y tener un proyecto político en 30 años se requiere otras caras con el color de la tierra, otros apellidos, otras personas parecidas a Javier por eso del decir y el hacer y por eso de estar en el día a día de la defensa de los derechos de los ninguneados del país. Se requiere también una capacidad de renuncia para no llegar al Congreso o a otro puesto de poder a cualquier precio. ¿Estarán dispuestas las cúpulas de las organizaciones de izquierda a presentar solo una lista y nada más? Dos listas serán suficientes para que el pasado siga siendo presente y futuro. El primer gran acuerdo podría ser unirse y en el camino ir precisando las líneas gruesas de lo que podría ser el futuro definiendo programas y ganando los puestos de dirección con trabajo y honradez. Que los egos, vanidades, soberbias y figuretismos vuelvan al mundo de la farándula.

Para terminar quiero recordar aquí un sabio consejo de Gramsci, el gran marxista italiano, original por donde se le mire: antes de ganar el poder es necesario haber ganado la hegemonía, es decir, ser los mejores en la política y en cada una de las esferas de la vida cotidiana.

No solamente hacen falta políticos de izquierda sino hombres y mujeres de izquierda en cada una de las ramas del trabajo y del conocimiento, para estar en condiciones de decir qué hacer, qué cambiar, y qué no tocar o tocar a medias. Cuando se llega al gobierno sin saber para qué, la victoria real corresponde a la derecha y su piloto automático para no tocar lo esencial.