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DOBLE CARTELERA Comedia repostera es presentada como una lectura escénica: un diálogo imaginario que reúne a la célebre cocinera Petrona C. de Gandulfo, interpretada por Alejandra Radano, y Arias como sí mismo. En tanto, Deshonrada, de Gonzalo Demaría (también interpretada por Radano, en la piel de Fanny Navarro) lleva su dirección: “Esta propuesta será un antes y un después en la carrera de Radano, porque es fabuloso tocar la parte medular de una actriz, más toda su experiencia musical. Va a crear una situación teatral única”. Ambas se presentan en El Cultural San Martín.
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ALFREDO ARIAS
“CUANDO UNA COSA SE QUIERE IMPONER, SE VUELVE DUDOSA” EL
ACTOR, DIRECTOR Y RÉGISSEUR ARGENTINO RADICADO EN
INSPIRADAS EN MUJERES ICÓNICAS: Y
FANNY NAVARRO,
DE
GANDULFO,
VUELVE A LA ESCENA PORTEÑA CON DOS OBRAS
COMO LA GRAN ADOCTRINADORA DE LA CLASE MEDIA;
EJEMPLO INFAUSTO DEL COSTO QUE LA POLARIZACIÓN POLÍTICA PUEDE TENER PARA LOS ARTISTAS.
REFLEXIONES
SOBRE EL PODER Y EL HACER DE UN HOMBRE LIBRE.
l plan que tenían los padres de Alfredo Arias para que no fuera artista, fracasó. Y no fue un simple fracaso. No. Fue tremendo e incontenible. Haberlo puesto a los 11 años en el Liceo Militar para desviar su vocación no funcionó. Hoy, siguen en pie aquellas ganas de contar, de transmitir historias nacidas en su niñez en Lanús. Actor, director y régisseur consagrado, pasea su arte y sus fantasías por el mundo. A sus 71 años, ya tiene proyectadas actividades hasta fines de 2017, entre ellas una revista y dos musicales en Italia, y en París, obras para el inicio de la temporada. “Eso no me cansa. Me canso conmigo mismo: me aburro, necesito todo el tiempo una fantasía”, asegura, riéndose. En los ‘70 llegó a París y, luego de más de 30 años de vivir en Francia, ya no se siente extranjero: “No tiene nada que ver con cómo a uno le va, sino con cómo uno se mete en otra realidad, se integra y la lee. A mí me tomó muchísimo tiempo: es como si hubiera estado siempre con la valija en la mano”, confiesa. Varios premios Molière, el nombramiento de Chevalier, Oficial y Comendador de las Artes y las Letras, cientos de puestas aplaudidas por la crítica y un pasaporte francés no lograron dar cuenta de que emigró algún día de su país. “Nunca volví, si siempre estuve... No espero nada de acá, pero tengo mi laboratorio, donde no se mete nadie: en mi laboratorio de la memoria estoy en mi mundo, y puedo ir buscando y reconstruyendo una especie de historia mía y también de mucha gente. Es así que para mí tiene un gran valor estar acá”. Y el “acá”, tan de acá, tiene la misma fuerza que él. Provocadora y arriesgada. Y tan polémica para muchos. Los franceses dicen que es un “gran puestista emocional”. ¿Qué piensa de esa definición? El problema es que a veces el teatro, por diferentes razones, ha quedado confinado a un ejercicio más de orden intelectual, donde la articulación del pensamiento va quedando un poco geometrizado. Trato siempre de incorporar algún sacudón de orden imprevisto, una especie de ruptura donde puede nacer la emoción. Y me parece que eso es algo bastante transgresor porque, al mismo tiempo que el teatro es una fuente emocional constante, a veces la gente que lo hace no quiere emocionarse porque piensa que es menos, que es ponerse en una zona
E
PETRONA C.
FRANCIA
dudosa y que entonces es mejor afirmar la profundidad que uno tiene por el lado más intelectual. Yo, la verdad, necesito de los contrastes. Y exponerme. ¿Y cómo queda después? ¡Quedo emparchado! (risas). Y bueno, eso es lo divertido: es como la carpa de un circo con muchos remiendos. Adentro está el espectáculo. Vuelve a la cartelera porteña con dos personajes muy representativos de una época: Doña Petrona y Fanny Navarro. ¿Por qué esas dos mujeres? Petrona terminó siendo mi psicoanalista. En la obra, ironizo sobre sus recetas y en algunas secuencias ella comenta las situaciones familiares de mi infancia. En realidad es una ficción, pero la hago responsable de cómo mi familia combatía mi imaginario, como si fuera ella la persona que representaba mi imaginario de niño. Comedia repostera son diferentes episodios, más o menos dramáticos, de mi infancia hasta que mi madre y mi padre deciden ponerme en el Liceo Militar. Estuve cinco años allí. E irreversiblemente me separé de mi familia, no tuve más necesidad de volver hacia ellos: sentía de una forma muy intensa que no querían ocuparse de mí. Era el caso de este niño con una vocación artística que, como ellos no querían, lo dejaron en manos de los militares esperando que, cuando saliera, ya iba a tener el cerebro lavado e iba a querer ser piloto. Surtió el efecto contrario... Absolutamente no resultó, sino que reafirmó lo que quería ser. Me acuerdo que una vez vino un tipo al Liceo que hacía orientación vocacional y le fue preguntando a cada uno qué quería hacer. Ninguno quería seguir la carrera militar. Cuando terminó, hizo una reunión y dijo: “Acá hay uno que sí sabe lo que quiere hacer”. Y me señaló. Yo había dicho artista, una sola palabra que condensa lo que uno iba a ser toda la vida. ¿Por qué tenía tan definida su vocación, siendo tan chico y con todo en contra? Debe haber una cosa genética, no sé, una herencia. Creo que cada uno de nosotros somos el resultado de muchas historias, y de pronto una persona va a constituirse en quien las transmite, como pasa con la gente que canta, escribe, pinta. De alguna manera estaba constituido para contar, para relatar, para traducir episodios y experiencias personales en nombre de una comunidad de pensamiento. Y eso vino con-
Txt: Susana Parejas migo, me superó. Era un niño bastante rebelde: era peronista, de padres radicales; militaba por Evita en la escuela, iba a los sindicatos a recitar poemas... Justamente, otro de los personajes que rescata es Fanny Navarro: amiga de Eva, amante de su hermano Juan y una de las actrices que, por haber estado tan identificada con el gobierno peronista, cayó en desgracia a partir del ‘55... El caso de ella es el de un fanatismo que lo combate otro fanático. Ella se vuelve chivo expiatorio de una historia siendo un personaje no necesariamente de relevancia artística capital. Pero el hecho de su amistad con Eva Perón y de que fuera amante de Juan Duarte hacen que, cuando Evita muere, quede totalmente desprotegida y comiencen a destruirla. Creo que no hay otro crimen de esa dimensión... Fue escupida, humillada, abandonada, torturada de manera sádica por muchísima gente. Y me parece que eso hace pensar de qué manera los artistas se pueden comprometer con una ideología política, qué es lo que pasa cuando termina esa ideología y dónde quedan ubicados, cómo su palabra va a quedar manchada con ese compromiso. ¿Y cuál es su compromiso a nivel político? Creo que tengo que tener una palabra amplia. Nosotros, sobre todo en el teatro, tenemos que tener la posibilidad de transitar todas las palabras, no podemos atrancarnos en una. Quiero decir: no podemos tener las palabras que nosotros manejamos focalizadas por una ideología. Entonces, me declaro hombre libre. Y puedo pensar todo lo que quiero de esto y de aquello, de estos que están por y de aquellos que están en contra. Me parece que lo único posible es el diálogo. Si la gente se combate, ahí la historia se paraliza y se pone monstruosa. ¿Cómo ve la situación del país? En toda democracia, la circulación del pensamiento es esencial. Podemos estar enfrentados, pero el movimiento no puede estar bloqueado. Tengo amigos con los cuales no se puede discutir de nada, hay que decir “está todo bien”, falta el matiz del pensamiento. Cuando una cosa se quiere imponer, se vuelve dudosa. Personalmente, creo en desfanatizar y en dar la posibilidad a una reflexión, porque lo que está pasando ahora lo sabemos como ahora, pero lo sabremos mejor mañana. Va a tomar tiempo revertir que circule otra manera de concebir el poder.◆
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