muestra Lilas del S Jagannatha

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Los lトォlト《 del Seテアor Jagannト》ha

Somanath Khuntia


Los lトォlト《 del Seテアor Jagannト》ha

Somanath Khuntia


Título: Los l…l s del Señor Jagann tha Título del original: The L…l s of Lord Jagann tha (ed. 1990) Autor: Somanath Khuntia Traducción: Su ila d s… Diseño e ilustración de tapa: Verónica Renata Arzuaga Diseño de interior: Art in Literary Translation Ilustración de primera página: Mathur R j d sa Colaboración: Nanda Gopal d sa © 2009 Somanath Khuntia © 2009 Art in Literary Translation Todos los derechos reservados ISBN 978-987-05-6562-8

Somanath Khuntia Los lilas del señor Jagannatha / Somanath Khuntia; dirigido por Sushila Dasi. - 1a ed. - Córdoba : el autor, 2009. 104 p. ; 22x15 cm. ISBN 978-987-05-6562-8 1. Filosofía Hindú. I. Sushila Dasi, dir. II. Título CDD 181.4

Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723. No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros mπtodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Primera edición - Julio de 2009 - Argentina


ÍNDICE Prefacio

1

El Señor Jagannātha y la diosa Carcikā

3

El Señor Jagannātha y el devoto orgulloso El Señor Jagannātha y el capitán Beatle

8 11

El Señor Jagannātha y la princesa Viṣṇupriyā El Señor Jagannātha y Gītā Pāṇḍa

21

El Señor Jagannātha y Dasia Bouri

26

El Señor Jagannātha y Salabega

31

El Señor Jagannātha y la yoginī

34

El Señor Jagannātha y la bandeja de oro El Señor Jagannātha y Karmabāi

40

44

El Señor Jagannātha y el deseo concedido Otro deseo concedido

16

47

50

La aparición del Señor Jagannātha

53

Nava-kalevara-Yātrā: Los ritos de la transformación Preguntas y respuestas sobre el Señor Jagannātha El autor

99

61 72



El Señor Jagannātha y la diosa Carcikā

No solo gente de todo el mundo viene a ver al Señor Jagannātha, sino también dioses y diosas. Se cree que estos devas gustan más de presenciar la última ceremonia del día conocida como Pahuda, en la cual Jagannātha se retira a su cama. Esto ocurre poco después de media noche. Se presentan ante las Deidades tres camas hechas de marfil y decoradas con flores del más dulce aroma, especialmente jazmines blancos. Se esparcen flores sobre las camas mientras suena música devocional, y se acuestan en las camas las formas de oro en miniatura de Jagannātha, Subhadrā y Balabhadra para que duerman. Luego se realiza un ārati —se ofrece una lámpara—, y se arrojan flores a todo su alrededor y hacia arriba para que los dioses y las diosas las recojan como muestra de las bendiciones del Señor Jagannātha. Por lo tanto, también es el deber de los dioses y diosas estar presentes en el momento de esta ceremonia todas las noches. Un día, la diosa Carcikā de la lejana aldea de Banki llegó tarde a la ceremonia. El Señor Jagannātha la disculpó, pues Él perdona todos los errores, pero Balabhadra no la disculpó: —Madre, ¿usted cree que los rituales de este templo deben realizarse según su conveniencia? Últimamente está muy orgullosa. ¡Fuera de aquí! No puede venir más a ver la ceremonia Pahuda. Carcikā no estaba preparada para aceptar esta reprimenda de Balabhadra. Furiosa respondió: —Yo no soy la orgullosa. Tú eres el ostentador, vestido de manera tan espléndida, engalanado con trajes reales, ornamentos de oro y flores de muy dulce aroma. Yo tengo ocho manos, pero Tú, que no tienes manos, Te crees que estás haciendo todo. ¿Quién es el orgulloso? Hazme el favor, déjame pasar a ver a mi Señor. 3


Los līlās del Señor Jagannātha

¿Por qué me condenas por una ofensa tan pequeña? Entonces, Balabhadra se irritó aún más y perdió la paciencia: —El mal comportamiento que has tenido con Bhitarcha Mahāpātra, el sacerdote principal, es muy grave. Él me ha ordenado que te impida la entrada al templo de ahora en más. ¿Cómo puedes proteger tu región de Banki, incluso con tus ocho manos con armas, si no tienes disciplina?—. Carcikā respondió: —¡Oh, entonces ve y pídele que me perdone! No podré vivir en paz si se me priva de ver al Señor. Solo volveré a ser feliz cuando se me perdone. Carcikā quedó allí, al pie de Baishipabacha, los veintidós escalones que llevan al templo. La noche pasó y su corazón comenzó a latir más rápido. Casi amanecía. Los sevakas salían del templo. Los devas de todos los asuntos del mundo habían ido aquella noche, como era de costumbre, a hacerle consultas a Jagannātha, el Señor del universo. Ahora se estaban yendo a ejercer Su voluntad. Solo Carcikā quedó parada en la entrada. Si un deva falta a su deber, puede llegar a causarle daño a los demás, y debe ser reemplazado. El pecado de exceso de orgullo es casi irremediable. Justo cuando Carcikā estaba recordando esto, Balabhadra regresó con la mala noticia de no poder permitirle la entrada y le entregó el mensaje del Señor Jagannātha: “Al deva orgulloso no se le permitirá la entrada. Si quieres redimirte, presta servicio en la casa de Bhitarcha Mahāpātra, el sacerdote principal a cuya ceremonia has llegado tarde, y no a Mí. Bhitarcha Mahāpātra es el único que puede exonerarte si así lo desea y si se siente complacido con tu servicio”. Baladeva explicó: —Mediante la práctica de virtuosas actividades la persona ordinaria asciende y a su debido momento alcanza el nivel de semidiós. Esa buen alma puede ser considerada igual a Dios, pero solo por su bondad, no por su posición elevada. ¿Está claro? —Sí, me he equivocado. Yo misma emprenderé la tarea de servir a este hombre, Bhitarcha Mahāpātra, por más que sea una diosa de la orden más elevada. Es el castigo justo para una diosa degradada. Estaré sirviendo a un sirviente del Señor Jagannātha. Permíteme abandonar este lugar antes de que salgan los demás. 4


Los līlās del Señor Jagannātha

Después de disfrazarse de una joven viuda con un sari blanco, Carcikā partió del templo hacia la casa de Bhitarcha Mahāpātra. Cuando llegó, vio al hombre sentado en los escalones de la entrada, así que se cubrió el rostro de inmediato con una parte de su sari y se paró lejos por respeto. El anciano levantó la mirada y pensó: “¿Quién es esta señora? Solo puedo verle la mitad de la cara, ¡pero luce tan joven y radiante! No la he visto antes por estos lados”. Después de pensar esto la llamó: —Madre, ¿has venido a nuestra casa o estás buscando a alguien de este vecindario?—. La apariencia delicada y maternal de Carcikā hizo que Bhitarcha Mahāpātra la tratara como a una madre. —Padre, le ruego que me acepte como sirvienta en su casa —le imploró Carcikā—, ya que no tengo otro medio de subsistencia. Mientras yacía postrada en el suelo ante el Señor Jagannātha, Él mismo me ordenó que lo sirviera aquí en su casa—. El anciano quedó atónito y con lágrimas en los ojos respondió: —Este es tu propio hogar. Te pareces mucho a mi madre. Un hijo nunca puede negarse a darle refugio a su madre. Así, Carcikā se convirtió en la sirvienta del sacerdote principal Bhitarcha Mahāpātra. Poco a poco, ella se acostumbró a los asuntos hogareños de la familia y se hizo cargo por completo del cuarto de pūjā. Limpiaba los artículos de bronce, le cambiaba los trajes a las Deidades todos los días y encendía las lámparas. Desempeñaba el papel de madre con tal perfección que Bhitarcha Mahāpātra raramente pensaba en su madre, que había muerto hacía muy poco. El tiempo pasó. La esposa de Bhitarcha era anciana y estaba enferma, y también se sentía muy complacida con la ayuda de Carcikā y sus buenos modales. A veces, la gente se preguntaba por Carcikā. ¿Quién era? ¿De dónde venía? A veces Carcikā se sentía sobrecogida cuando oía hablar del Señor Jagannātha. ¿A qué se debía eso? La gente le preguntaba: —¿Por qué no vas al templo y recibes darśana del Señor Jagannātha? Muchísima gente viene desde lejos para verlo, y tú que vives cerca no vas. —Es una cuestión de suerte —Carcikā respondía triste—. A veces no se está destinado a verlo. Visitaré al Señor cuando Él me conceda Su misericordia. 5


Los līlās del Señor Jagannātha

Un día, una enorme tormenta se desató en Purī y llovió torrencialmente. El pueblo completo quedó envuelto en la oscuridad. Bhitarcha Mahāpātra apenas podía ver el camino a casa hasta que finalmente llegó a la puerta y golpeó fuerte. Carcikā abrió preocupada: —¡Ah, qué noche peligrosa para estar afuera! Cuando oscureció, encendí una vela y me senté a esperar. Esperaba que llegara en cualquier momento. La vela se acaba de terminar de consumir. Mahāpātra había llegado del templo y estaba completamente empapado. Le entregó el mahā-prasāda a Carcikā y se fue a cambiar la ropa. Pero no había con qué encender una vela en su habitación. Tampoco había traído una vela del templo, pues estaba lloviendo torrencialmente. Sorprendido preguntó: —¿Cómo hiciste para encender esa vela, si no había con qué y todos los vecinos ya se habían ido a la cama? ¿Puedes encender otra? —Claro, hay una manera —respondió Carcikā—. Permíteme iluminar la habitación —. En seguida adoptó su forma original, extendió una pierna hasta el pináculo del templo, donde ardía una lámpara y con ella encendió la vela del sacerdote. Al ver esta imagen divina, Mahāpātra casi cae sin sentido. No podía creer lo que veía. ¿Cómo podía esta sirvienta adoptar una forma tan divina y milagrosa? Era tan inmensa y gloriosa. Todo Purī podía entrar en el espacio que había entre sus pies. Un profundo sentimiento de respeto y asombro lo invadió. Carcikā volvió a su forma normal en un segundo, y la habitación quedó iluminada. Mahāpātra sintió como si sus ojos lo hubieran engañado y se estuviera volviendo loco. —No te preocupes padre —dijo Carcikā. Bhitarcha Mahāpātra cayó extendido a sus pies implorándole: —¡Oh, madre!, por favor revela tu verdadera identidad. ¡No abandonaré tus pies hasta que lo hagas! —. Aquella extraña muestra de la gracia de Dios estremeció al sacerdote una y otra vez. Quedó entumecido. Entonces, Carcikā le reveló todo, en especial las razones por las que la habían echado del templo. —¡Oh, Madre! —exclamó Bhitarcha—, por favor regresa a tu morada original. Conseguiré el permiso debido del Señor para tu readmisión —. Con aquella promesa, Carcikā desapareció de la casa de Bhitarcha. Fue 6


Los līlās del Señor Jagannātha

después de medianoche. La lluvia había pasado. Era como si todo hubiera sucedido acorde al plan de Dios. Una vez más, Carcikā se dirigió a la entrada principal del templo y Balabhadra le dio la bienvenida con una sonrisa. Así, Carcikā comprendió que no se puede mantener ni siquiera la posición de semidiós si no se cumple con los deberes y los compromisos para el avance del mundo, pues estos son los deberes del semidiós. —Ahora Me siento muy feliz contigo —dijo el Señor Jagannātha—. Te asignaré una responsabilidad más: la de custodiar mi vehículo durante el Ratha-Yātrā, el gran festival de carrozas. Aunque los sevakas se encuentren allí para custodiar la Nandighoṣa, tú serás su deva. Carcikā se quedó callada y solo asintió con la cabeza agradecida. Luego partió. Ya era de mañana y Bhitarcha Mahāpātra se presentó ante las Deidades para prestar el servicio diario. ¡Jaya Jagannātha!

Este incidente ocurrió en el año 1368. Antes de partir de la casa de Bhitarcha Mahāpātra, el sacerdote principal, la diosa Carcikā le preguntó si deseaba algo. Él respondió que no necesitaba cosas mundanas, mas solo deseaba verla nuevamente. —¡Ve a tu cuarto de pūjā!—, le dijo la diosa, y luego desapareció. Él sacerdote se dirigió al lugar y vio que del suelo sobresalía una imagen de piedra enmarcada de la devi. Hasta hoy en día, unos siglos más tarde, esta imagen sagrada se encuentra allí y todos los días recibe la pūjā de los descendientes de Bhitarcha Mahāpātra.

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El Señor Jagannātha y el devoto orgulloso

En el año 1727, Dhananjay Mehta, un hombre muy rico de la ciudad de Hyderabad del sur de India, fue de visita a Purī. Se sentía muy orgulloso de su riqueza. Había ido con su familia, aunque internamente no tenía fe en Jagannātha. Cuando estuvo en frente de Él, quiso desafiar la imagen de madera. En el templo, se le ofrece alimentos a las Deidades tres veces al día. Entonces, Dhananjay Mehta anunció públicamente que haría una donación de cien mil rupias a Jagannātha si los cocineros del templo podían gastarlo todo en preparar una ofrenda de prasāda. En aquel entonces, las frutas y las verduras eran muy baratas. Hasta cien rupias eran suficientes para comprar los ingredientes para un bhoga, u ofrenda de alimento. Mil rupias es demasiado. Por lo tanto, nadie en el templo podía imaginarse qué se podía comprar con cien mil rupias. Esto se convirtió en un gran problema para los adoradores del famoso templo del Señor Jagannātha. Sin duda, se sentían apenados de ver una actitud tan desafiante de parte de un supuesto devoto. El sacerdote se cuestionó: “¿Habrá que decirle que esa cifra tan alta es definitivamente excesiva? ¿Habrá que decirle que dé una donación menor? ¿Será muy bochornoso pedirle eso? Sabemos que Jagannātha es grandioso —Su templo es majestuoso, Sus rituales son místicos y divinos— así que ¡cómo podemos decirle a este hombre que dé menos! ¿Cómo podemos decirle que haga una ofrenda menor para que nosotros, los mortales ordinarios, podamos manejarla?”. En aquel entonces, la mantequilla era el más costoso de todos los ingredientes, por lo tanto, ¿qué tipo de prasāda se podría preparar solo con ghī? El prasāda más delicioso y costoso fácilmente podía prepararse 8


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