[Radiador] No.23

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Textos: Gerardo Ugalde Laura Sofía Rivero Adán Cabral Sanguino Enrique Verástegui Guillermo Coutiño Aquino Rodrigo Gardea Iliana Hernández Partida

Magazine Digital de Literatura

Reportaje Gráfico Fluxus: George Maciunas


www.radiador


Radiador Magazine No.23 贸 de las Teor铆as

magazine.com


No. 23 Agosto de 2013

DIRECTORIO °Editor en Jefe y Diseñador Daniel Malpica

°Curaduría Poética

Emmanuel Vizcaya

°Tracklist

El Radiador

ÍNDICE

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Gerardo Ugalde Laura Sofía Rivero Adán Cabral Sanguino Enrique Verástegui Nueva Pestaña: Revista Dédalo Fluxus: George Maciunas Guillermo Coutiño Aquino Rodrigo Gardea Iliana Hernández Partida Nueva Pestaña: Evelyn Glennie

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EDITORIAL

o de las Teo[r]Ă­as

Emmanuel Vizcaya

por el Radiador

Can One more night: http://www.youtube.com/watch?v=MyJzv4AFZXc


Faust Why don´t you eat carrots: http://www.youtube.com/watch?v=eppW-k7lQXQ

Kraan Kraan Arabia: http://www.youtube.com/watch?v=jsxDcZuXd0I

Neu! Hallogallo: http://www.youtube.com/watch?v=EAXYMOgHQI4


Ash Ra Temple Day Dream: http://www.youtube.com/watch?v=e0bMw7Tq6vs

Amon Duul II Hijack: http://www.youtube.com/watch?v=gIUx4AKqyZs

Cluster Untitled #1: http://www.youtube.com/watch?v=i_B_wUHCEaY


Exégesis

Gerardo Ugalde (Guadalajara, 1989)

“…les cuento todos los días lo que aprendí en las pocas horas que mi boca estuvo gobernada por el otro.” Juan José Arreola

El texto a continuación es una transcripción encontrada en la suela de un zapato, localizado en las vías de un tren. Para su lectura, decodificación y posterior transcripción fue necesario de un extenso trabajo de seis meses. Aún no ha habido señales de su autor. Por lo tanto el significado del mismo es desconocido. Creí importante darlo a conocer por la locura poética que nos recuerda la labor de los profetas de oriente, quienes veían en las arenas del desierto una explicación del Final. También desconocemos si esto es el texto completo o sólo un fragmento. Juzgue usted. Me desperté a un mundo donde la conciencia ha sido asesinada con saña, dejando al humano huérfano. Nuestros temores y deseos se funden creando una nueva religión que venera la insuficiencia de la razón. Homogenizando el espíritu. Llevando al límite la individualidad. Desplazando la victoria de la razón contra la superstición; la matemática contra la filosofía, o en palabras más simples: el estar contra el ser. Por el consumo exagerado de nada, enajenamos nuestra percepción. Nuestra visión de la futura es la presencia. Si vivirnos hoy, viviremos mañana. La destrucción del planeta empezó con la destrucción del propio ser humano. Cansado de una guerra fratricida, el hombre y la mujer, vistieron y alimentaron sus cuerpos y mentes, con la abundancia de la Naturaleza. El titán ha empezado a agonizar. La mecanización del corazón del hombre todavía no es perfecta. La Naturaleza se lanza al kamikaze; unificando esfuerzos mediante el sacrificio de su espíritu intentara desvanecer el sacrificio humano. Nuestra misión, nuestra existencia parece residir-triste señal que ha marcado la historia humana- en la envidia.

La tradición judeocristiana lo explica con maestría:

Lucifer (El conocimiento) era uno de los arcángeles predilectos de Dios (La Naturaleza). Poco a poco su gratitud se convierte en soberbia, y empieza a actuar bajo su propia personalidad. Dios no puede hacer nada, ha creado algo igual de poderoso que [06]


él. Los poderes de Lucifer igualan mas no superan a los de su creador. Eso le infunde terror. No puede ejecutar sus planes sin ayuda. Habla con valentía a sus iguales. Los incita a pelear contra Dios. Lucifer pierde. Se retira del cielo y desde el infierno planifica con delicadeza su campaña guerrillera en contra de Dios. Dios crea al hombre. Un ente débil. Incapaz de actuar sin fuego. Lucifer capta con rapidez el siguiente paso a dar.

El campo de batalla no es por lo eterno, sino por lo efímero.

La incapacidad de ambos para destruirse los condena a ser amantes.

La necesidad de un enemigo produce catarsis en ambos bandos. La catarsis genera caos, el caos un orden. Un orden un ciclo

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Barthes y la muerte del autor. Teoría literaria Laura Sofía Rivero (México, 1993)

Mi abuelo solía decir que el acto de la lectura significaba entablar una conversación con miles de voces desconocidas. Es cierto que al leer se van imprimiendo en nuestra mente las palabras que alguien dispuso de cierta manera; recorremos con los ojos, renglón a renglón, un entramado de significaciones. Pero ¿quién nos está relatando dichas proyecciones mentales? Abrimos el libro en determinada página e iniciamos una conversación… ¿con quién? La respuesta parece sencilla: hablamos con quien nos escribe. Parece lógico si pensamos, por ejemplo, en una carta. Yo le escribo a mi amiga de Tamaulipas y ella sabe que, por medio de las palabras, habla conmigo. Pero ¿qué pasa si esa misma amiga inicia la lectura de una novela epistolar? Supongamos que recientemente adquirió Querido Diego, te abraza Quiela. Al leer, ¿habla con Quiela, la protagonista, o con Elena Poniatowska, la autora? Es esencial considerar que la literatura no trata, como dice Alfonso Reyes, de sucederes reales o históricos, sino de sucederes imaginarios. El sujeto que escribe, crea una realidad distinta; una realidad literaria. Por lo tanto la configuración de una obra implicará, obligadamente, lo que Roland Barthes llama la muerte del autor. Es decir, la conversación que entablamos al leer literatura no la mantenemos con el sujeto-autor del texto. En El corazón delator, escuchamos una voz que inicia su propio relato: “Yo no estoy loco”. El sujeto de esa primera persona no es Edgar Allan Poe, sino un narrador-personaje a quien conoceremos después como el asesino del anciano con ojo de buitre. En su artículo, Barthes señala que la figura del autor es una creación moderna. Es propio de las culturas primigenias el considerar a un individuo como intermediario de la palabra, más no como productor de ésta. Algo similar podría pasar con otras artes: las grandes construcciones de la antigüedad carecen de firma o anotación en la que se haga público un nombre a quien atribuir la obra. Conservamos las pirámides de Egipto, los templos teotihuacanos… pero “sólo” eso. Si bien ya hemos dicho hasta el cansancio que la voz con la que conversamos no es la del autor, faltaría cerrar el hueco que ha quedado abierto: ¿a quién le pertenece esa voz? Al hacerle esta pregunta a mi amigo Juan, él me contestó con toda naturalidad: “No hablamos con Edgar Allan Poe, sino con él loco. El loco es la voz que escuchamos”. Cierto es que, al leer narrativa, frecuentemente nos encontramos con personajes como lo es éste. Pero la literatura se conforma también por otros géneros como el ensayo, el teatro y las derivaciones de la poesía. Debemos tener muy en claro que los personajes no son personas, los narradores tampoco, ni lo es la voz lírica. Todos los elementos literarios son un cúmulo de símbolos que

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se entretejen para formar la madeja del texto. Al no tener una existencia anímica, real y tangible -como sí la tiene mi amigo Juan-, estos elementos son creados por medio de una infinitud de conceptos, vivencias, actitudes, objetos... El texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura, dice Barthes. Durante ese enfrentamiento entre nosotros, como lectores, y el texto, suele ocurrir que tomamos la postura de médicos ante un enfermo: lo auscultamos y revisamos desde la cabeza a los pies, y finalizamos la inspección firmando una sentencia en forma de receta. Sin embargo, debemos recordar que el texto (más allá de estar enfermo o no, eso no pienso discutirlo) no nos pide una “cura” ni mucho menos una “solución”. Barthes señala atinadamente que en la escritura múltiple todo está por desenredar, pero nada por descifrar. Los textos no nos piden encontrar su sentido real, porque ellos están llenos de diversos sentidos. A la estructura se la puede deshilar en todos sus nudos y todos sus niveles, pero no hay un fondo; el espacio de la escritura ha de recorrerse, no atravesarse. La literatura es un complejo sistema… de problemas. Mi amigo Juan suele desesperarse cuando hablamos de estas cosas. Le miro el rostro delineado por dos cejas anguladas y sé perfectamente que ha comenzado a pensar en lo difícil que resulta mantener una conversación conmigo, pero sobretodo, con unos textos en los cuales no sabe quién le habla desde el fondo de la página

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Historia de un cuento Adán Cabral Sanguino (Veracruz, 1971)

Ese vivo sentimiento de esperanza que tanto me había conmovido poco antes, ahora evidenciaba ser lo que era: el fruto engañoso de la soledad. Alberto Moravia

Te llega a la mente la historia del cuento… ¿cómo hilarla? ¿Qué forma le das? ¡Ya está! X se traslada hacia un lugar A, luego conoce a Y, inicia una leyenda de amor; después, X resulta sentenciado al cadalso, Y se rebela y… No, no, no. Primero, te encuentras repasando el decálogo de Horacio Quiroga, la preceptiva del relato de Edgar Allan Poe, releyendo las fábulas de Chéjov, Borges, Donoso, Cortázar, García Márquez, Onetti, Arreola, Fuentes, Rulfo, Bioy Casares, Monterroso, Sábato, Vargas Llosa, Bryce Echenique… Luego, algo de técnica narrativa (personajes, tiempo, espacio, narrador, etc.); algo de teoría del cuento; posteriormente, tomas clases en algún taller literario (para que salgas escribiendo igual que el instructor); más tarde, ingresas en alguna Facultad de Filosofía y Letras (para que egreses convertido en erudito) y, así, terminarás siendo crítico en vez de escritor que era lo que querías. ¿Qué estilística le darás a tu cuento? Escoge: clásico, neoclásico, barroco, realista, romántico, costumbrista, regionalista, surrealista, futurista, etc. O con ciertos aspectos que no denegan, pero tampoco afirman la presencia tangencial de algunos rasgos de una indeterminada escuela literaria, implícito en su forma tan bonita, linda y candorosa. X cae decapitado. La tierra se humedece con la sangre caliente de su cuerpo que aún contorsiona los músculos. Aquel rictus agrada a los representantes de la Santa Inquisición. El arrecife de los recuerdos que nadan sin rumbo fijo abriga las entrañas de Y. Transcurren los siglos (Y no murió porque tras una intrigante expedición, logra beber del Santo Grial), nos encontramos en la región D. Ahora, Y como toda mujer que desea reencontrar el amor perdido, decide estudiar Derecho en la Universidad de Harvard, a fin de regresar a la época en que X se encontraba prisionero y defenderlo con sofisticados recursos legales. Sabe que, mediante la trasgresión del espacio en velocidades por encima de la luz – teoría del hiperespacio-, sería posible tan anhelado viaje a través del tiempo. Según los estudiosos del cuento –short story-, éste debe cubrir las siguientes características: sintético, de lenguaje lacónico, diégesis única y un solo efecto estético. Su extensión consta de 3500 palabras; la intensidad del estilo se logra haciéndolo sobrio y conciso (fruto de la observación) y, sin duda, llegando a un punto culminante o clímax (point terminant) en determinado momento. Así que ya lo sabes: si no sigues las anteriores reglas en el relato que estás escribiendo, no eres un buen cuentista. Enciendes un cigarrillo. Te asomas a la ventana y mentalmente reelaboras la historia.

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La guillotina cercenó tu cuello; quisiste gritar de manera estentórea, pero las cuerdas vocales, despedazadas, ahogaron el sonido. Todavía dolió el golpe de tu cabeza rebotando en el suelo y contemplaste el abismo. Si hubieses podido hablar, nos contarías qué se siente morir. Apagas la colilla en el cenicero

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Anotaciones en un libro de Nietzche Enrique Verástegui (Lima, 1950)

1. Definición de la historia. Escombros del futuro son cuarteles, decreto—leyes, Estados, geo-políticas que son vestigios del pasado: al poder pertenece esta norma, a la humanidad transgredirla. 2. Reflexión del oficio. ¿Qué es un tema? — nada. ¿La poesía? — todo. En el equilibrio frágil de la nada y el todo resplandece intacta esta verdad del poema. 3. La Estética dice: Si nadie encuentra la misma luz en el poema, el inquisidor siempre trató de hallar oscuridad

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http://issuu.com/dedalolaberinto/docs/silencio_web2

Teorías...

Crítica = Cultura = Arte Revista cultiral, Año 2, No.9: SILENCIO


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La internalidad del micropersonaje en el microrelato de la afección. Guillermo Coutiño Aquino

¿Por qué ha de mirarse sólo el horizonte? Si las posibilidades de mirar a través del concreto sirven a la necesidad de imaginar un-otro-mundo infectado por los sueños del hombre retiniano, aún siendo nuestros viejos sueños la evolución de lo que ahora creemos ser, no somos más que el espejo de nuestra internalidad: creí volverme salvaje para saltar las delgadas telarañas, no sé de dónde cuelgan, no sé dónde comienza y dónde termina, pero el malestar de la insoluble realidad atrapada en microsegundos es agitada con el click y otro click seguidos por infinidad de click. Por eso puedo manifestarme en el tiempo suspendido a kilómetros de distancia, suspendido, cuando pienso que se puede alcanzar el objeto me doy cuenta que es necesario montar el Gigahertz modelo 2013 e irme por la internalidad del objeto, redondo, en 3D. Pero me doy cuenta que estoy atrapado dentro del objeto, mi internalidad atrapada dentro de la internalidad del objeto, el cual está atrapado en una red de seda que cuelga del infinito. Y a lado mío: el temor de la humanidad: reventando como minúsculas esferas atacadas por la neurosis

1 Inspirada en la fotografía digital intitulada El Virus AH1N1 de José Manuel Valdéz [25]


Poliedro #1

Rodrigo Gardea (Ciudad de México, 1985)

El Hombre Invisible… 1. ¿Es invisible para sí o sólo para los demás [hombres visibles]? 2. ¿Existe, pero no es consciente de que existe porque no hay quien, visible o invisible, le traiga noticias de sí mismo? 3. ¿Siente frío, miedo, placer o dolor, o sólo experimenta emociones igualmente imperceptibles (para él y para los demás)? 4. Es invisible, sí, pero ¿puede tocar y ser tocado?

4 bis) ¿Interfiere, entonces, con la realidad que lo rodea?

5. 6. 7. 8. 9.

¿Habita una dimensión imposible, es decir, invisible? ¿No hemos podido verlo o no hemos querido verlo? ¿Lleva atada una sombra invisible? Si arremete contra mí y me asesta una sorpresiva zancadilla ¿sufro una invisible? O ¿mi caída visible lo vuelve -desde cierto punto de vista más bien oblicuo- visible a Él también? ¿Deja una huella visible o invisible?

9 bis) ¿Teje un canto invisible también?

10.

¿Estará haciéndole el amor a su mujer invisible justo en frente de nosotros y en este mismo momento

10 bis) ¿O estará, más bien, haciéndole el amor a una mujer visible sin que esta note que la voluntad que le hace el amor no es la suya? 11. 12. 13. 14. 15. 16. [26]

¿Va desnudo o consigue ropas invisibles? ¿Las precisaría? ¿Como una suerte de semilla interior nos crea una duda intrascendente pero molesta o una confusión perturbadora sólo por diversión o por oficio? ¿Le otorgan estas líneas, o cualquier otro juego de palabras, cierto sesgo aparente de visibilidad? ¿Es un capricho azaroso del Universo y su Inconsciente Colectivo o una compleja verdad manifiesta de las Leyes de la Óptica? ¿Se mira en el espejo (invisible) o ni siquiera? ¿Cómo se sabe si no se mira mientras está?


17. Si su condición de invisibilidad lo priva de experimentar miedo, frustración, felicidad, tristeza, jubilo y demás emociones humanas, y lo exenta, por lo tanto, de formularse complejas dudas ontológicas y de sentir una constante inquietud por expresarse o comunicarse, entonces ¿por qué se le llama hombre invisible si no guarda relación alguna, ni en forma ni en fondo, con el Hombre visible, más que por una total oposición de conceptos –cosa que, como sabemos, tiende al absurdo de toda negación-? 18. ¿La imbecilidad del Hombre (visible), en tanto que especie humana, lo orilló a hacerse invisible? 19. ¿Se formula el opuesto exacto a este conjunto de preguntas pero entorno al hombre visible? 20. ¿Es, su masa invisible, pesada o ligera? 21. ¿Crea obras de arte invisibles o visibles? 22. ¿Sus deshechos (fisiológicos) son visibles o invisibles? 23. ¿Lo negamos? ¿Nos negamos? O ¿Nos negamos a negarlo? 24. ¿Sabe, entonces, que es invisible?

24 bis) ¿Lucha contra esa condición?

¿Tiene ojos invisibles que sólo ven lo invisible? ¿Todo lo visible en realidad es invisible para Él (y viceversa)? ¿Y su muerte también es invisible?

25. 26. 27.

27 bis) ¿Y qué con su nacimiento?

EPÍLOGO (E.g.):

Simple casuística empírica: Duermo. Y mientras duermo sueño. Alguien junto a mí me mira dormir y alcanza a intuir que sueño, pero –como es natural- no puede mirar lo que sueño. Entonces, ¿no son reales mis sueños porque solamente yo los veo? O ¿Son visibles para mí –y caso para sí mismos- pero invisibles para todos los demás? Es decir, ¿si sueño a un Hombre Visible sigue siendo invisible ante los ojos de todas las demás personas?

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Los pequeños olvidos Iliana Hernández Partida (Ensenada, B.C)

La insistencia de Mario había dado fruto, una pequeña jaula de metal hizo la ansiada entrada a su habitación desplazando a todos los muñecos y héroes de plástico. Sus ojos pasaron esa tarde sonriendo satisfechos, de verdad le entretenía observar los movimientos nerviosos del hámster, su diminuta nariz oliendo el aire, la carrera circular que no lo llevaría a ningún lado más que a buscar más comida que lo distrajera del agotamiento. Julia pensó que una jaula de treinta centímetros cuadrados era ideal para un hámster, el invierno se acercaba y sería más fácil que el roedor no amaneciera helado, además esa jaulita tenía forma de un castillo medieval, Mario podría meter soldados a defenderlo en caso de alguna invasión bárbara, al menos el animalito le haría compañía, porque el padre y ella siempre estaban tan cansados, atadas sus tardes en el trabajo, no faltaba la llamada telefónica la que los sacaba de casa. Su ausencia era tan presente, aun cuando se esforzaran por leer cuentos al niño cuando le llevaban a la cama. La primer semana fueron felices al contemplar la cara emocionada de Mario, explicando atropellado, los trucos geniales que le enseñaba a su mascota, Julia se daba cuenta de su gozo con solo ver las pequeñas manos de Mario describiendo cómo Jack, el hámster, volaba por los cielos junto al hombre araña y era capaz de agarrarse algunas veces de las cortinas. La madre pensaba que bastaba con poco para dar alegría a los niños. Algunos días más tarde el niño no lucía ya tan contento, Jack necesitaba un compañero que lo ayudara a pelear contra soldados enemigos, últimamente se estaba haciendo el flojo y no quería pelear, así que Mario utilizó la frase “por favor” en todos los tonos, llantos y gritos posibles; hasta que la madre estuvo de acuerdo con que un solo hámster no podría acabar con el mal que impera en este mundo. Cuando abrió los ojos el sábado, lo primero que vio Mario fue una cabecita color miel que hacía contraste con el pelaje oscuro de Jack, ¡yes! , gritó feliz, ahora tendría dos aliados que morderían las cabezas de los enemigos, no perdió tiempo y estuvo toda la tarde entre cajas de cartón, barricadas de almohadas que igual recibían el ataque aéreo de roedores o paracaidistas suicidas, que arriesgaban su vida por el territorio del pequeño rey. Los padres notaron entonces, que cuando el niño salía de su habitación a cenar hablaba con tal delirio, decía que por fin las peleas entre los soldados se hacían más entretenidas gracias a Jack y Tom. Julia ya no tenía que leerle cuentos en la noche ni llevarlo al parque por las tardes; al fin tenía más tiempo para ella. Era justo dejar que el niño madurara a solas, se merecía escapar con sus amigas y avivarse con otros aires. En esas tardes de café con otras mujeres la madre no pensaba en su trabajo de oficina ni en las obligaciones, pagos y el intermitente silencio que la unía a su marido. En su casa daba lo mismo el mutismo del esposo que la marea de gritos en la que hacía aspavientos su hijo, era el [28]


mismo hueco que ningún sentimiento llenaba, sentía que su vitalidad se había quedado atascada en algún salto del tiempo, ahora mismo en el momento de estar con sus amigas le costaba trabajo seguir el parloteo, el guión de la plática se le escapaba, era siempre la sensación de tener que estar en otra parte. A veces pensaba que era el café lo que la atontaba, o seguramente la entumecía su costumbre de sentarse frente a la ventana a observar sus propios pensamientos, a tratar de no pensar, o ese esfuerzo por ir reteniendo las emociones en una cubeta que siempre iban a dar al excusado, porque no era adecuado desear huir, porque una madre siempre tiene que estar accesible aunque sus ojos huyan de obligaciones que nunca pidió. Esa noche el frío le había congelado los pies. No recordaba haber puesto cobertores más gruesos en la cama de Mario en mucho tiempo, quizá meses. ¿Cuánto hacía que no veía realmente a su hijo? corrió a la habitación contigua y abrió la puerta; un olor penetrante le abrió los ojos, a Mario parecía que no le perturbaba el sueño, sus párpados se movían con rapidez. Ella recorrió la habitación y despertó al desastre: restos de comida en el piso, puños de ropa sucia crecían en las esquinas de la habitación, las estrategias y planes de ataque de las batallas de Mario estaban claramente detalladas en las paredes con tinta negra, pero el olor, la peste era lo que no soportaba; ya aclararía con el niño el porqué de esa inmundicia acumulada. La fetidez provenía de la pequeña jaula, lo que le recordó su intención aplazada, de comprar otra más grande, al fin que ya eran dos hamsters que necesitaban un poco de más espacio. Pero las buenas intenciones habitan en un terreno inaccesible, poblado de espinas al que es difícil llegar en un primer intento. Cuando la madre pudo ajustar sus ojos a la penumbra, pudo ver el horror al interior del pequeño castillo medieval, la fortaleza había sido tomada por los enemigos: cuerpos decapitados, patas que asomaban colgando de tejidos laxos, rostros con ojos desorbitados y apenas algunas tiras de pelo, hacinamiento de roedores respirando trabajosamente unos contra otros, unos comiéndose las crías, copulando los otros en una misma ansiedad, todos dedicándole una mirada al vacío. Julia sabía de qué se trataba, ella siempre había mirado así

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http://www.ted.com/talks/evelyn_glennie_shows_how_to_listen.html

Teorías...

El sonido más allá de los tímpanos [La percusionista sorda Evelyn Glennie nos muestra las posibilidade de la música por encima de la audición misma]


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uando todos se vayan a otros planetas yo quedaré en la ciudad abandonada bebiendo un último vaso de cerveza, y luego volveré al pueblo donde siempre regreso como el borracho a la taberna y el niño a cabalgar en el balancín roto. Y en el pueblo no tendré nada que hacer, sino echarme luciérnagas a los bolsillos o caminar a orillas de rieles oxidados o sentarme en el roído mostrador de un almacén para hablar con antiguos compañeros de escuela. Como una araña que recorre los mismos hilos de su red caminaré sin prisa por las calles invadidas de malezas mirando los palomares que se vienen abajo, hasta llegar a mi casa donde me encerraré a escuchar discos de un cantante de 1930 sin cuidarme jamás de mirar los caminos infinitos trazados por los cohetes en el espacio. Jorge Teillier


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