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¿Virtualidad o virtuosismo?
from 024 / TeatroMyLove!
📷 / Sourabh Gijare / Unsplash
Por Humberto Busto*
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Cuando escuchaba en las primeras semanas de encierro el debate primigenio sobre la posible virtualidad de las artes escénicas, inmediatamente pensé en Room Service, la pieza interactiva realizada por el colectivo Gob Squad en 2003 donde sus cuatro performers pasaban una noche en vela, cada uno de ellos encerrado en un cuarto de hotel, mientras los espectadores se reunían en una sala de conferencias contigua para observar sus acciones a través de monitores en circuito cerrado. El subtítulo de la pieza (Help me make it through the night) constituía la variable de interacción entre ambas realidades que sólo podía adquirir materialidad a través de una línea telefónica. Recuerdo que los busqué ese día de abril por internet (hace tiempo que no les seguía la pista ) y me sorprendí con la graciosa coincidencia de que acababan de subir un vídeo editado de una de las presentaciones de dicho evento a su canal de Youtube, producto de reflexiones similares tras el encierro.
Y escribo sobre ésto porque desde ese momento no ha parado (afortunadamente) en México una imperiosa necesidad de encontrar la forma de seguir generando contenidos que, si bien tienen un origen “teatral”, no dejan ya de circular de la mano con otras manifestaciones artísticas o audiovisuales. Durante semanas hemos sido testigos de una abundante (y lo digo, con toda sinceridad viviendo en el extranjero: abundante) cantidad de contenido. Estoy casi seguro que no hay ningún otro lugar en el planeta donde se hayan realizado tantas acciones híbridas teatrales, tan disímiles y complementarias, y tan sorpresivas como desbordadas.
La distancia social (enemigo del alma) no significa distancia emocional ni intelectual. Y eso lo ha asumido nuestra comunidad teatral de una manera vivificante y gloriosa. Discutir sobre si “es teatro o no es teatro” me generó la misma angustia que cuando al final de un espectáculo multidisciplinario he oído pelear a un espectador con otro por tratar de llegar a una conclusión.
El duelo que estamos viviendo por la fragmentación de nuestra realidad no sólo está asociada a las juntas por Zoom y los lives en paridad. Como todos sabemos, penetra como daga en la parte más valiosa de nuestros paradigmas táctiles. Y necesitamos seguir tomados de la mano.
En ese sentido, me parece que el camino para reactivar nuestra alma e integrarnos a la compleja mirada de lo que se viene, es ontológicamente correcto. Y así de válido es en tiempos de guerra. Quizá es el último empujón que necesitábamos para salir del marasmo teatral productivo que nos impedía recordar los orígenes reales del teatro. Y así como un par de botones se vuelve esencial para un sobreviviente bélico, el conjunto de nuestras exploraciones se convierte en mina de oro. Bello es descubrir nuevos públicos que acceden, en esta ocasión, por primera vez a nosotros desde diversos espacios geográficos. Potente es la decisión de algunos creadores escénicos de guardar silencio y reflexionar profundamente en las razones para subirse nuevamente a un escenario. Entrañable resulta regresar a la miniatura, al gesto, al espacio vacío, a lo ínfimo, a lo matemático, a lo accidentado, a lo primigenio.
Todos sabemos que nada será igual. Y dicen que el que sobrevive es el que se adapta. Nadie está negando la posibilidad de regresar, pero el círculo parece ser más largo de lo pensado. Quizá podríamos hacer un milagro semántico y definir a la virtualidad desde el aspecto de la virtud: potencia, capacidad, posibilidad, energía, fuerza.
Justamente, Gob Squad acaba de realizar un nuevo performance durante 12 horas seguidas, esta vez conectados vía streaming con todo el planeta. Al proyecto lo llamaron “Show me a good time” y lo concibieron caleidoscópicamente desde el HAU en Berlín. A una hora que no recuerdo de la madrugada, uno de ellos visitaba el aeropuerto vacío con un pequeño avión de juguete en la mano. Volando. Pensé: no hay ser humano que en este momento no esté pensando (aunque se lo niegue) en las cuestiones fundamentales de la existencia. Y en esas preguntas seguirá resonando lo teatral. Podremos tener nuevas formas de vincularnos a la imaginación. Podremos, quizá así, en lo precario, seguir como nuestros ancestros las sucesiones de lo nuevo, como se nos presenten a través de la historia. Nuestra obra nunca será una reflexión fija. Y ese es, posiblemente, el milagro detrás de nuestro duelo.
* Humberto Busto es egresado del CUT de la UNAM. Actor, director y gestor de diversos proyectos en cine, teatro y streaming.
twitter @humbertobusto1
instagram @humbertobusto
¿Virtualidad o viruosismo?