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Desalojo Terrible

Desalojo Terrible

La maldad de la gente se presentó orientando su furia hacia ella y, en cierto momento, su residencia fue agredida por una turba sin límites que en su afán destructivo irrumpieron la santidad de su hogar y causaron múltiples destrozos en ventanales y puertas, cortinajes y adornos, al lanzar todo tipo de proyectiles, endilgando insultos por demás hirientes y falsos. Se le acusó, como si ella fuese la responsable, de varias ofensas sociales entre las que se habló de crímenes sociales, prostitución, e incluso, de profesar ocultos secretos de brujería, lo que, por esos tiempos, era causal de pena de muerte, de ser posible en la hoguera.

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Considerando que la situación podría ser superada, la bella evitó imputar denuncias, optando por poner en el saco del olvido las graves injurias recibidas. Perdonando, con su alma noble, a truhanes, escandalosos y falsos, desnaturalizadores de la verdad, esos que desatan su odio gratuito hacia

inocentes que, desconociendo las confabulaciones ocultas y las negras intenciones de inexplicables enemigos, coexisten, permitiendo accionar libremente poniendo en práctica sus artimañas que como la ponzoña de las víboras laceran y destruyen.

La animadversión hacia la bella, en lugar de apaciguarse, fue creciendo y desbordándose lo que desembocó en mayores agresiones que hicieron peligrar su vida. Fueron tantas las ínfulas de los facinerosos agresores que cierto día arrojaron contra su casa, antorchas encendidas, amenazadoras llamas, por lo que, aterrorizada, tuvo que escapar con suerte, apenas llevándose una manta para evitar ser afectada por el horrendo fuego y, tomando rumbo hacia lo desconocido, caminaba por senderos de cabras, pedregosos, casi cubiertos por tupidas malezas y que ocasionalmente utilizaban los campesinos de la zona, yendo a parar en las despobladas cercanías de un monte, en cuyas escarpadas laderas divisó una miserable casucha armada con palos y pocas pajas, aparentemente deshabitada.

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