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El Amor, la más Bella Historia
El Amor, la más Bella Historia
Para ello, con la seguridad requerida y guardando prudencia, aunque siempre vestía de negro, podía moverse entre las multitudes captando en su joven espíritu la belleza de cada rincón del globo. En muchas veces, dado que su juventud se mantenía fulgente y sus encantos estaban intactos, entre las gentes que visitaba, siempre encontraba galanes que perturbaban su tranquilidad, muchos de los cuales quedaban perturbados y la perseguían con la finalidad de conocerla y lograr su amistad. Pasó algún tiempo y de entre los lugares que visitaba recibía impresiones que motivaron en ella profundos suspiros y arrobamientos que denunciaron ante la viejita su enamoramiento. Como ella sabía, más por su experiencia, lo que le ocurría a bella, buscó obtener respuestas directamente de ella y, le contó lo que hacía, los lugares que visitaba, la forma en que disimulaba su presencia, y lo que más llamaba la atención de la querida amiga, se había
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quedado prendada de algunos guapos caballeros y especialmente uno de ellos quien le había dominado sus fuerzas y taladrado su alma con impactantes miradas de tierno afecto y cariño.
En principio le causó una desazón a la viejita que creyó iniciarse el camino de su separación con su queridísima amiga, más, conociendo que bella es bastante joven y necesita expresarse como mujer y conocer la felicidad del matrimonio, mediante sabios consejos y sesudas razones, hizo que ella se decidiera a unirse en feliz matrimonio con un honrado caballero, muy apreciado por la sociedad, trabajador y responsable de varias sólidas empresas.
El meritorio matrimonio se hizo con mucha pompa y algarabía. Ella feliz y él satisfecho de la hermosura que cautivó su corazón y ahora era su esposa.
Conocedoras del feliz suceso, la viejita y sus amigas convinieron en hacerle un agasajo para lo que organizaron una fiesta general con nuevos eventos y entretenidos juegos, teniendo que ser de
corta duración ya que no podía aislarse de su esposo más que por solo unos pocos minutos, tanto porque lo amaba demasiado, cuanto porque no quería que supiera que ella tenía encuentros furtivos con personas ajenas, pudiendo causarle algún malestar.
Como el hombre era buen trabajador, y por sus altas responsabilidades tenía un horario extendido, luego del saludo cariñoso con su amada, pasadas las altas horas de la noche, se sumergía en un sueño en extremo pesado, esto era aprovechado por ella para sus fugas de encuentro con la viejita y sus amigas. Al regresar, a veces aterida del frío, y en ocasiones cansada, lograba el placentero descanso en su regazo, y al sentirla temblando de frío, procuraba estrecharla en sus brazos y darle su calor.
Como, ya eran repetidas las madrugadas en que su querida esposa estaba tiritando de frío, tuvo razones de preocuparse considerando que puede aquejarse de alguna enfermedad o su enfriamiento se debería por descuido suyo, por lo que decidió evitar la profundidad de su sueño, durmiendo para
el efecto con un ojo abierto. Entonces, pasada la media noche, cuando ella suponía que su esposo estaba adentrado en lo más profundo de los sueños, suavemente se retira de sus brazos y sigilosamente se quita las cobijas, se levanta, busca ropas abrigadas, abre la ventana y dice: “De villa en villa, de ciudad en ciudad, escobita amada me harás volar” y dando un pequeño salto desapareció en su vuelo nocturno.