TERCIOPELO Diciembre 2013 - A単o 2 ISSN: 2250 - 7477 ISSN: 2250 -
LLos os 60 60ss
Muchacha ojos de papel, adónde vas quedate hasta el alba. Muchacha pequeños pies, no corras más quedate hasta el alba. Sueña un sueño despacito entre mis manos, hasta eu por la ventana suba el sol. Muchacha piel de rayón, no corras más, tu tiempo es hoy. Y no hables más muchacha corazón de tiza cuando todo duerma te robare un color. Muchacha voz de gorrión, adónde vas quedate hasta el día. Muchacha pechos de miel, no corras más, quedate hasta el día. Duerme un poco y yo, entretanto, construiré un castillo con tu vientre hasta eu salga el sol, muchacha, te haga reír, hasta llorar, hasta llorar. Y no hables más muchacha, corazón de tiza, cuando todo duerma te robare un color.
Luis Alberto Spinetta Almendra I 1969
Editorial Por
Analía Yaker Valle Directora editorial
Cambio político, cambio ideológico; cambio en la sociedad, cambio en el rol de la mujer. Cambio en las formas de vestir. Cambio en el arte y en la ciencia...“Cambio” es sin duda la palabra que mejor describe la década de 1960. A lo largo del siglo XX hubo ciertas décadas que fueron eje de revoluciones en cada ámbito conocido, como sucediera en los años '20 previamente, los años sesenta fueron otro gran ejemplo de la evolución y revolución humana. En un mundo de post-guerra convulsionado por la amenaza de la Guerra Fría, la lucha entre Capitalismo y Comunismo, y por la cruenta guerra de Vietnam, la gente, particularmente los jóvenes se adueñaron del tiempo y de las calles; dejando para siempre su huella en la sociedad. Hippies, beatniks, mods, militantes. Todos a su manera, con sus ideologías, su música y, por supuesto, su propia moda, supieron expresarse defendiendo aquello en lo que creían fervientemente. Algunos bajo un halo intelectual, vestidos de negro, otros más ligados a la naturaleza que optaron por túnicas fluidas y telas orgánicas. Cada uno a su manera buscaba la tan ansiada paz , y llevar la imaginación al poder, en un mundo altamente bélico y conservador. En un siglo que había iniciado con mujeres cubiertas de la cabeza a los pies y encorsetadas hasta el punto de la deformidad, en tan sólo 50 ó 60 años (apenas un suspiro de tiempo para lo que históricamente habían demorado los cambios en el vestir) las jóvenes de los años '60, no sólo eliminaron por completo las restricciones de sus prendas, sino que pudieron, por primera vez en la historia, exponer sus piernas por completo, gracias a la aparición de la minifalda. Y los muchachos, tras la irrupción del jean y la camiseta en la década anterior, ahora tenían la libertad de optar por el estilo que los identificara y no sólo el terno como lo usaran sus padres. La indumentaria en la década de 1960 se conjugaba con todo lo que circulaba en la sociedad, lo que se veía en pantalla y lo que se leía en los periódicos. Se mezcla con movimientos artísticos como el Op Art y el Pop Art; con la ciencia que impulsaba la Era Especial, y la Ciencia Ficción en cine y TV. Con las ideologías que defendía el Che Guevara a viva voz en cada acción que realizó y que marcó para siempre a una generación. A partir de esta época, cada individuo pudo empezar a vestirse y por ende presentarse al mundo y mostrar todo aquello con lo que se sentía identificado; ya sea arte, ciencia o política. Se comenzó a estampar la identidad en una camiseta.
STAFF DE TERCIOPELO Directora Editorial Analía Yaker Valle Editora Agustina Fornasier Jefe de arte y diseño gráfico Dacio Luna Álvarez Columnistas Bárbara Brizzi Delia Etcheverry Rosa Iglesias Susana Speroni Alejandra Espector Colaboran en este número Ignacio Ramírez Charré ISSN: 2250 - 7477
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Edición Diciembre 2013
Sumario En pantalla Ayer y hoy Cosas que pasan Fotos de ayer
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Crónicas En las tablas Sonidos de ayer Por el mundo
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En pantalla Por Bárbara Brizzi
60-60-60 ¡Qué década! ¡Cuántas veces habremos oído acerca del “espíritu de los '60! De lo cual se deduce que fue una década con mucho “espíritu”. Espíritu de lucha: movimientos revolucionarios, protestas estudiantiles, guerras... Espíritu pacifista: hippies, flower power, amor y paz...Espíritu artístico: arte pop, psicodelia, arte óptico... Espíritu de aceptación y convivencia... Variadas actitudes frente a la vida...Carrera espacial...Carrera armamentista...Guerra fría... Minifaldas, colores estridentes, maquillaje en primer plano. Líneas geométricas y cargazones barrocas. Y mucho yeah, yeah, yeah. Por supuesto, el cine atravesó todos estos tópicos y como la moda, recibió influencias de todos. Nos detendremos, entonces, en los que, de alguna manera impactaron más en el gusto del momento. Sin duda, una de las caras femeninas más características de la década fue Audrey Hepburn. Su esbelta figura ya se paseaba por las pantallas del mundo desde la década anterior pero fue en los '60 que se convirtió en la musa inspiradora de Hubert de Givenchy quien la vistió para Desayuno en Tiffany's (Blake Edwards – 1961) donde encarnaba a aquella muñequita de lujo, como se conoció la película en algunos países de habla hispana, que soñaba con obtener alguna de las joyas que veía en las vidrieras de Tiffany's de Nueva York, mientras “desayunaba” después de una noche agitada. ¡Cómo no recordar aquel vestido negro que contorneaba su silueta, o la capelina del mismo color que nadie podría llevar con tanta gracia! Unos años más tarde, Givenchy la viste para Charada (Stanley Donen – 1963) donde presentaba una batería de conjuntos de vestido y tapado (inolvidable el que combina paño rojo con manguito y sombrero tipo panal, animal print), trajecitos de corte impecable, casquetes tipo pill box y los infaltables anteojos para sol que iba a poner de moda hasta para usarlos en las reuniones nocturnas a la page. Para la agridulce comedia Dos en el camino (Stanley Donen – 1967) el vestuario para Audrey Hepburn fue realizado, entre otros
por la mismísima propulsora de la minifalda, Mary Quant, y por el arquitecto devenido diseñador de indumentaria Paco Rabanne. Este último reconocido por introducir en el mundo de la moda materiales nunca antes usados en ese rubro como plástico, metal, etc., la viste con uno de sus clásicos modelos de chapitas y argollas plateadas. La película transcurre entre los diez o doce años que separan el momento en que los protagonistas se conocen, las vicisitudes de los años de casados y los difíciles momentos donde las nubes de la separación nublan el futuro. Esta trama que va y viene entre el pasado y el presente permite hacer un recorrido por la moda de distintos momentos, circunstancias y lugares. La inigualable Audry aparecerá con un corte de cabello a lo Vidal Sasoon que hará furor en todo el mundo. Prácticamente en la vereda opuesta estarían las chicas Bond, James Bond, claro. Mujeres voluptuosas y de generosas curvas que emergían de las aguas como Ursula Andress en el Satánico Dr. No (Terence Yung – 1962). Bellezas sexys que se paseaban por lugares exóticos o no tanto, ya sea con el fondo de la Guerra Fría, los problemas políticos con China o la avaricia de algún científico extravagante. Títulos como De Rusia con amor (T. Yung – 1963); Goldfinger (Guy Hamilton – 1964), en la que Sean Connery en la piel de Bond se quita un traje de buzo para lucir un impecable smoking blanco, que lleva debajo, al que le agrega un glamoroso clavel rojo en el ojal para entrar a una fiesta; Operación Trueno (T. Young – 1965); Sólo se vive dos veces (Lewis Gilbert – 1967) y Al servicio secreto de su majestad (Peter Hunt – 1969) completaron una década de fanáticos que no se perdía un estreno. En esta última aparecía Diana Riggs, la refinada protagonista de la serie televisiva Los Vengadores que también encantó a su audiencia y convocó una importante legión de seguidores/as.
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En 1963 se estrenó Cleopatra, protagonizada por Elizabeth Taylor, dirigida por Joseph Mankiewicz. Si bien las críticas fueron demoledoras, debemos agradecer al maquillaje de la diva y sus maravillosos ojos, la difusión del exagerado delineado y el uso de sombras verdes, celestes y azules que hicieron las delicias de las mujeres de los '60. La irrupción del cine francés en las pantallas mundiales después del éxito del extravagante lenguaje propuesto por la nouvelle vague hizo que algunas bellezas algo hieráticas como Catherine Deneuve exportaran sus encantos a otras costas y encontraran así sus seguidoras. Belle de jour la tuvo como protagonista en 1967, dirigida por Luis Buñuel.
Cleopatra, 1963
La multipremiada Dr. Zhivago (David Lean – 1965) con su intrincado relato que comienza en la década del '50 y abarca, yendo hacia atrás, desde la Primera Guerra, la revolución rusa y el establecimiento del régimen soviético, provocó que las pieles ribeteando los ruedos y las mangas de tapados y trajecitos de invierno y los gorros estilo cosaco, se pusieran de moda a miles de kilómetros de donde transcurría la historia. En 1968 Stanley Kubrick dirige 2001 Odisea del espacio, que se convertiría en película de culto para varias generaciones de cinéfilos. Su manejo de los silencios, la forma de mostrar la falta de gravedad y las enormes naves espaciales danzando al son del Danubio Azul, mientras el paso del tiempo se iba dando según la aparición de un extraño bloque y Así hablaba Zaratustra elevaba los espíritus a lo más alto, hizo que el efecto “era espacial” se pudiera imaginar como algo más cercano. Este efecto también llegó a las pasarelas de la mano de Pierre Cardin que reinterpretó los trajes de astronauta convirtiéndolos en vestidos minifalda de corte neto, casquetes con “ventanas” para poder ver, poleras muy ceñidas para hombre, camperas con cierres a la vista y telas o vinílicos plateados y brillantes.
Dr. Zhivago, 1965
La década se va cerrar (por lo menos en lo que a nosotros concierne) con Busco mi destino (Dennis Hopper – 1969), una película emblemática y bien de su tiempo. De bajísimo presupuesto, tuvo un éxito rotundo, sobre todo entre los jóvenes que se veían reflejados en las andanzas de estos muchachos que salían a buscarse montados en sus motos de horquilla larga y a los que esta búsqueda les depararía todo tipo de momentos, como llegar a una pequeña comunidad hippie, vivir en una cueva y ser rechazados por la sociedad que no los comprende. Un tema muy contemporáneo. Muchos temas, muchos tópicos, una década.
Colección “Era espacial”, Pierre Cardin
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Ayer y hoy Por Agustina Fornasier
A los pies de los 60s
En la Sala de vitrinas del Museo Nacional de la Historia del Traje, donde se exponen accesorios y complementos de las exposiciones, podemos ver unos zapatos de plataforma que si no sabemos que pertenecen a la década del 1960 - 1970 bien podríamos creer que fueron comprados hoy, hace un momento, en alguna de las tantas zapaterías que existen. Sin embargo, el origen de las plataformas podemos encontrarlo en tiempos muy lejanos. Se hace difícil no encontrar en el pasado remoto alguna huella de lo que usamos en el presente. Dalila Puzzovio. C. 1960
Los griegos, que nos dieron la filosofía, la democracia, los Juegos Olímpicos y la mitología, entre tantísimas otras cosas, también tenían unos zapatos con una base de madera llamados coturnos. Eran usados en el teatro griego para dar altura a los actores y, de esta manera, podían ser vistos por todo el público, además de engrandecer y darle superioridad al personaje. Unos cuantos años después, en el Renacimiento, las mujeres venecianas utilizaban un calzado llamado chapín o chopín. También de suela gruesa, impedían el contacto con las calles lodosas y, por supuesto, permitían elevar varios centímetros la altura de las damas.
Hoy, a miles de años los coturnos y a cincuenta de la época más revolucionaria del siglo XX, las plataformas son de nuevo protagonistas. De madera o de corcho, las desfilan todas las mujeres, siguiendo la moda. Y sin duda. para las más “bajitas”, resultan ser una gran solución. Pero no sólo se utilizó este tipo de calzado entre 1960 y 1969.
C. 1540
Ya más cercano a nuestra época, durante la Segunda Guerra Mundial, también las mujeres calzaron plataformas. Siempre con el objetivo de aparentar más estatura de la real, en los años '40 el uso de este tipo de zapatos pretendía imprimirle a la mujer un aspecto masculino y de igualdad al tener que cargar sobre sus espaldas las tareas y trabajos que hasta entonces les competían sólo a los hombres, ahora alistados en el ejército. Hablando ya de la década del '60, en el segundo número de Terciopelo, dedicado íntegramente a Calzado, dedicamos una página a la doble plataforma, zapato diseñado por la artista Dalila Puzzovio. Mezclando y hermanando la moda y el arte. Lo creativo y lo funcional.
Inolvidables son las botas blancas, altas, de cuero, charol, plástico o vinilo (estos últimos, materiales novedosos y revolucionarios para ese entonces). Las sandalias de cuero, que calzaban los hippies; los más aniñados Mary Jane, nuevamente puestos de moda por la delgadísima Twiggy y las botas Beatle, completan la gran variedad de estilos que caracterizaron esta época. La misma revolución que se vivió a nivel político, social y cultural se tradujo en la indumentaria. Nuevos colores, nuevos estampados, la psicodelia, la minifalda, los juegos visuales del arte óptico, los lunares, las rayas, el flower power, la moda espacial. La política estaba en la moda. La naturaleza, la ideología, la música, el arte. Todo eso y más en tan poco tiempo. Dicen que veinte años no es nada. Pero en la moda, a veces es muchísimo
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Cosas que pasan Por Lic. Susana Speroni
Jacquie K. Durante los años '60, tan prolíferos y maravillosos en cuanto a la creación artística, la moda no podía estar ausente de ese contexto. Conjuntamente a los diseños de Alta Costura aparecieron otros, organizados e inspirados en acontecimientos políticos, sociales, históricos y los viajes espaciales. Así surgieron la psicodelia, el hippismo, el op art y el arte geométrico que el mercado masivo de indumentaria adoptó. Revolución de usos y costumbres por medio de la moda. Dentro de esta vorágine surgieron nombres propios que se convirtieron en un ícono de la moda, tanto a escala local como internacional. Vanguardia y distinción, ilusión y magia, señalaron para siempre en esta década a Jacqueline Bouvier Kennedy, la más glamorosa y educada de las que fueron “Primera Dama” de Estados Unidos. Juvenil sonrisa en un agraciado rostro y gentiles maneras la vieron llegar en abril de 1966 a nuestro país, en visita privada a las Sierras de Córdoba para ser huésped de la familia de Miguel A. Cárcano en su establecimiento de Ascochinga. Acompañada de sus pequeños hijos John John y Carolina, al descender del avión lucía, impecable como siempre, un tapado de color “orange” y un vestido blanco, los guantes y los zapatos eran del mismo color. Los más observadores, apreciaban sastrería de primera línea y un cuello pequeño y sin pie que fue imperdible durante esos años. Atrás, pero imborrables, permanecían los acontecimientos trágicos que habían tronchado la vida de su esposo, el presidente John Fitzgerald Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. En esa fecha lucía un traje Chanel en color rosa, con blusa azul igual que el forro de la chaqueta. Estas prendas, manchadas de sangre, se conservan en el Museo y Biblioteca John Fitzgerald Kennedy. Sus padres, de ascendencia francesa, escocesa e irlandesa, provenían de las mejores familias de Nueva York y su padrastro millonario le dieron la educación esmerada de su status social y, sobre todo de su madre, recibió el gusto por las buenas maneras, la etiqueta de las altas clases sociales, sus costumbres y sobre todo el gusto por el atuendo en que nada debía estar fuera de lugar. En 1947, en su presentación en sociedad fue declarada la “debutante del año”. En 1953 contrae matrimonio con John Fitzgerald Kennedy y lo acompaña en su carrera hasta la llegada a la Casa Blanca en 1961. En los “años de Camelot”, como ella los definía, cambió el estilo de residencia presidencial imprimiéndole refinamiento artístico e intelectual. Para la ropa amaba el buen corte con detalles. París era su referente, Chanel y Givenchy además de su innato buen gusto como decía Diana Vreeland, gurú de la moda. Su forma de vestir y su magnetismo se convirtieron en una forma
de transmitir el idealismo joven y la dedicación al cambio social del programa de gobierno de su esposo. Su guardarropa electoral era elegante y tranquilo; el personal, más dinámico e inconformista, como lo prueba en 1960 a bordo del yate familiar en pulóver color naranja y pantalones capri de un rosa furioso. Durante la campaña electoral todo lo que vistió produjo tendencia pero también tensiones. Se le enseñó que sería conveniente introducir en su guardarropa un estilo más americano. Es que la campaña fue apoyada por la “Unión Internacional de Damas Trabajadoras de Prendas Textiles”, con votos y dinero. Con inteligencia y dinamismo pidió consejo a Diana Vreeland, editora de la revista Harper's Bazaar y a un amigo de la familia Kennedy: el diseñador Oleg Cassini. Su estilo fue construido codo a codo con él, agregando comentarios y transformaciones; se inspiraba en modelos auténticos de Dior, Balenciaga, Givenchy, Chanel, a quienes copiaba minimalizando sus detalles. Los originales se los prestaba su hermana Lee, casada con el príncipe Radziwill. Cada prenda debía ser entregada a tiempo y haber respetado sus ideas. Cuando en Francia eligió para su visita oficial de 1961 una sabia mezcla de prendas de Oleg Cassini y Hubert de Givenchy, se la apreció y toda la prensa reconoció el glamour y lo bien vestida que estaba Jackie K. Nunca dejó de estar elegante y sobria donde aparecía, el buen gusto la envolvía. Así fue siempre pero a pesar de la riqueza, la belleza y el triunfo, la tragedia y el dolor fueron su compañía.
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Fotos de antes
Sepia. 17,5cm x 24cm Colecci贸n Astesiano Archivo fotogr谩fico MNHT 5
Crónicas Por Rosa Iglesias
Mujeres paradigmáticas de los '60 Janis Joplin (1943-1970) considerada la “mejor cantante de blues, blanca, del mundo”, sin dudas, llegó a la cumbre de la fama en el Festival de Woodstock. Su voz no parecía tener límites. Vestida con ropa hippie, idolatrada por una juventud cuyo lema era: “espero morir antes de llegar a vieja”; murió a los 27 años de una sobredosis de heroína en un hotel de Hollywood.
motivaron a modistos como Courreges y Rabanne a tomarla como musa de sus diseños.
Jane Fonda (1937) En 1967, Roger Vadim la dirigió en su papel de Barbarella y, rápidamente se convirtió en la chica de la “era espacial”, con su traje de charol negro con botas y pistola. Pero Jane Fonda no se dejaba moldear fácilmente: se dio cuenta en seguida que Barbarella no era el proyecto de una nueva mujer. Dejó a Vadim, regresó a Estados Unidos, protestó contra la guerra de Vietnam, se unió a la causa del medio ambiente y a la de los derechos de las mujeres y, con ello, se convirtió en un ídolo de los '60.
Joan Baez (1941) Tenía 19 años cuando, en 1960, se convirtió en estrella. Estuvo al lado de Martin Luther King en la lucha por los derechos civiles, protestó contra la guerra de Vietnam y apoyó las revueltas estudiantiles. Pacifista convencida, fue modelo de los jóvenes idealistas de la década en la que se la conocía como la “Juan de Arco de la canción folk”
Francoise Hardi (1944) Fue ídolo juvenil de la canción en Francia. Se mostró siempre de acuerdo con la opinión dominante y nada transgresora. En 1962 su tema “Je suis d'accord” recorrió el mundo. Sin embargo, su aspecto, hizo que se la considerara la típica representante del movimiento juvenil: piernas largas, una delgadez casi infantil y una melena lacia y rubia
Faye Dunaway (1941) Hizo furor en 1967 protagonizando el papel de temeraria novia gangster y amante romántica en el película Bonnie and Clyde y también en la moda de los '60: el pañuelo al cuello, la boina y los sweaters de morley ceñidos conquistaron al público joven, romántico y con inclinaciones revolucionarias.
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Julie Christie (1941) Competía en popularidad con Los Beatles y fue la segunda inglesa a la cual Hollywood dio un papel después de Vivien Leigh, quien interpretara el personaje de Scarlett O'Hara en la película Lo que el viento se llevó; en este caso, que desarrolló Julie fue el de Lara en el film Dr. Zhivago: una joven temeraria pero vulnerable. Lo desatacable es que aparecía, casi siempre sin maquillaje y en ropa sport. Se convirtió en ídolo de la juventud que buscaba la naturalidad y la franqueza.
Catherine Deneuve (1943) Si bien alcanzó el éxito en 1963 con el film Los paraguas de Charburgo, no fue hasta que se presentara el largometraje Belle de Jour,, en el año1967, dirigida por Luis Buñuel, que se consagró como excelente actriz e icono de belleza. El mismo Buñuel dijo de ella:”es bella como la Muerte y fría como la Virtud”. Fue musa del diseñador Yves Saint Laurent y su rostro encarnó a Marianne, símbolo nacional de la República Francesa
Jacqueline Kennnedy (1929-1994) Cuando se convirtió en la primera dama de los Estados Unidos, en 1960, con 30 años de edad, todas las mujeres de oponentes y compañeros de su marido y de los otros mandatarios del mundo parecían mucho mayores a su lado. El estilo de Jackie era joven y sin adornos. Fue una representante típica de los años '60 y, a la vez, predecesora del minimalismo de los '90. Su pelo suelto con flequillo o no, dibujaba un marco a su rostro de ojos muy separados. Para cumplir con la etiqueta que prescribía el sombrero en mucha ocasiones protocolares, se diseñó el pill box, especialmente para ella. Todo su guardarropas era estrictamente geométrico y extraordinariamente fotogénico. Nada se apartaba del corte sencillo. Su modisto preferido, mientras fue la Sra. Kennedy, fue Valentino. Más tarde, al convertirse en la Sra. Onassis, su moda se tornó aun más joven y simple: camisetas de rayas horizontales, pantalones rectos y sandalias bajas, siempre con grandes anteojos de sol y, también así, creó estilo.
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En las tablas por Alejandra Espector
EL CUERPO DESNUDO Y EL CUERPO INTERVENIDO
En la década del 60 se introduce en las manifestaciones artísticas más innovadoras (la performance y el happening) un nuevo concepto del cuerpo desnudo que va más allá de la teatralidad y la realidad; es el cuerpo en exhibición, como objeto de experimentación e intervención que tuvo sus máximas expresiones a través de movimientos tales como el Body Art, el Accionismo Vienés y el Arte Feminista. La mirada puesta en el cuerpo como vínculo entre el arte y la vida, en sincronía con la aparición y afirmación de los movimientos de liberación sexual, marcó un sinfín de producciones artísticas focalizadas en la corporalidad y la desnudez, para expresar a través de ésta, problemáticas de índole sociopolíticas y sexuales. Más tarde, los artistas comenzaron a explorar su propio cuerpo como obra de arte en sí misma, a través de la experimentación y la intervención como cuerpo contaminado, vulnerable, perecedero, mutilado, tecnológico.
Mientras que las acciones se basaban en el concepto de uno o varios artistas, la secuencia dramática era esencialmente abierta y su resultado dependía del público participante. Era una acción previamente planificada, pero aleatoria, ya que el espectador, al asumir distintas formas de percepción y comportamiento iba produciendo resultados diferentes con su participación. Kaprow, el primer artista en realizar un happening, lo define como “acontecimiento”, como algo que “simplemente sucede”. Su 18 happenings en 6 partes se realizó en 1959 en Nueva York en una galería de arte. Se implicó al público desde el principio ya que en las invitaciones ponía: “usted se convertirá en una parte de los happening, usted los experimentará simultáneamente”. Su desarrollo tenía lugar a través de pequeñas habitaciones separadas por paneles de plástico dentro de las que se disponían sillas en círculo para que el público pudiera mirar en todas direcciones. En el programa se informaba que el happening estaba dividido en 6 partes y que cada una contenía a su vez 3 happenings que sucederían al mismo tiempo. El comienzo de cada uno era marcado por el sonido de una campana. En una habitación había una mujer que permanecía inmóvil con el brazo izquierdo levantado y el antebrazo señalando el suelo, en otra se proyectaban diapositivas, había actores que leían carteles sobre temas como el arte, el tiempo, la esencia de las cosas, etc. Al mismo tiempo se tocaba la flauta, el ukelele y el violín mientras algunos pintores pintaban. Su duración total fue de 90 minutos, siendo anunciado su final a través del sonido de la campana.
HAPPENING Y PERFORMANCE El happening era un tipo de evento donde el artista proponía consignas al público participante, ya que el rol del espectador era muy dinámico, transformándose en coautor de la propuesta. Con referencias constantes al teatro de Appia, Meyerhold, Artaud y a Schlemmer en la Bauhaus, se caracterizaba por transcurrir sin un hilo conductor narrativo sino por la espontaneidad y el nivel de participación del espectador, quien decidía hasta dónde deseaba involucrarse en el evento.
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La performance se acercaba más al concepto de puesta en escena, con un lugar más definido entre actores y público. El evento podía estar guionado o parecer relativamente espontáneo, pero siempre el foco de atención era el artista intérprete. Se basaba en el happening, el arte corporal, la danza, la música, el teatro, los medios tecnológicos y las artes plásticas a través de la experimentación y la mezcla de lenguajes. Al comienzo las performances eran más improvisadas y azarosas pero luego fueron adquiriendo un concepto más teatral. De hecho, el precursor de la performance fue un músico, John Cage, cuyo “recital – performance” en 1952, 4’33”, consistió en cuatro minutos y 33 segundos de silencio, reemplazando la música por todos los sonidos y reacciones del público durante ese lapso. Otra actuación de Cage precursora de la performance fue su Untitled Event, en que participaban distintos intérpretes: músicos, pintores, bailarines, etc., como Rauschenberg y Merce Cunningham.
El happening y la performance tienen en común que ,a pesar de tener cada uno un concepto identificable, son eventos singulares y efímeros, eventos de acción, acontecimientos artísticos, que tienen su propia dinámica y que interactúan con el espectador. No son teatro, ni danza ni ópera, pero pueden tener elementos propios de estos géneros. Es “aquí y ahora”. Por otro lado, la importancia de la acción y su sentido efímero hizo que estuvieran limitadas a un número reducido de participantes. Para poder llegar a un público más numeroso, se comenzó a registrar los eventos en formato super 8 y 16 mm y más tarde en video. Al comienzo la idea era documentar la obra, pero luego se fue transformando en un formato propio, la videoperformance, oponiéndose a la imagen televisiva, ya sea como transgresión o parodia del medio televisual.
BODY ART, ACCIONISMO VIENÉS Y ARTE FEMINISTA El body art o arte del cuerpo, es aquel donde el artista trabaja con el cuerpo de distintos modos, a veces a través de acciones corporales que se realizan delante de un público. A pesar de que se consolida a principios de los 70, en la década de 1960, es cuando se comienza a manifestar. Es un arte proyectual que experimenta con la transformación y el cambio del cuerpo a través de someterlo a diferentes acciones. No importa tanto el resultado como el proceso en sí mismo.
Esas acciones quedan registradas a través de fotografías, videos o grabaciones. El cuerpo se transforma en el soporte, en material de expresión e interesa por sí mismo, como objeto artístico, como material de expresión. Su origen lo encontramos en la performance de Yves Klein Antropometrías durante la cual, las intérpretes desnudas se embardunaban de pintura azul y dejaban registrados sus cuerpos o partes del mismo sobre las telas de acuerdo a las directivas de Klein. Otro precedente es la coreografía Parades and Changes, en 1965, de Anna Halprin donde los bailarines sugerían sexo grupal, se desnudaban, se pintaban los cuerpos unos a los otros y se tocaban, envueltos en grandes pliegues de papel.
El body art europeo se caracteriza por someter al cuerpo a acciones dramáticas y masoquistas cuyo testimonio son fotogafías y videos. Se centra más en el sometimiento y mortificación del cuerpo a través de lesiones como marcas, incisiones, cortes, incluso mutilaciones, rechazando la imagen del cuerpo narcisista y fetiche generado por la propaganda social. Los accionistas vieneses en particular, en el período de 1965 a 1970, con la exaltación de la agresión y el contacto con la sangre, buscaron un acercamiento a los aspectos más primitivos y ritualistas del hombre en contra de las limitaciones más represoras de la sociedad contemporánea, concentrándose en el cuerpo como lugar de protesta social. El cuerpo se convierte en material artístico, vulnerable y orgánico a través de las obras de Günter Brus, Otto Mühl, Rudolf Schwarzkogler y Hermann Nitsch y es modificado desde acciones tan simples como Autopinturas, donde Brus desnudo y pintado de blanco con una raya negra que recorre su cuerpo se pasea por la calles de Viena, hasta acciones extremas como la de Schwarzkogler quien registró fotográficamente la amputación de su pene centímetro a centímetro.
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La representación del cuerpo femenino y su sexualidad como sujeto activo y no como mero objeto sexual, fue su temática relevante. Su obra más importante fue Meat Joy, estrenada en París en 1964 y posteriormente llevada a Londres y Nueva York. Es una performance de índole orgiástica, basada en el rito dionisiaco, que celebra lo carnal, donde ocho parejas, hombres y mujeres bailaban y se restregaban uno con el otro, mientras se frotaban pescado y pollo crudo, embutidos, deshechos, así como pintura fresca, en sus cuerpos. Se une la espontaneidad de las acciones y gestos con la coreografía estructurada donde los movimientos van desde la danza gestual a acciones más cotidianas. Generalmente las performances de carácter más marcadamente erótico o de gran contenido sexual fueron realizados por artistas mujeres, quienes trataban de transgredir y provocar la moral heredada de la década del 50 y muchas veces anticiparon movimientos de liberación sexual. Las reinvindicaciones y acciones feministas cuestionaban las diferencias de género, las convenciones sociales que reprimían la vida de la mujer, el falso feminismo, el puritanismo, etc. Su pionera fue Yoko Ono con su acción Cut Piece, a comienzos de los 60, donde se dejaba cortar la ropa, mientras ella, inmóvil e impasible contemplaba la escena, simbolizando la indiferencia de la sociedad ante la discriminación de la mujer y la falsa moral respecto al desnudo femenino.
El Body Art feminista celebra y reafirma el cuerpo de la mujer desde los lugares tradicionalmente ignorados, reprimidos o deformados por las sociedades machistas. Estas performances incluyen un rechazo explícito de las ideas tradicionales, haciendo hincapié en el cuerpo desnudo femenino y su sexualidad. Las mujeres artistas desarrollan entonces un lenguaje personal vinculado conceptualmente a su condición femenina. Entre estas mujeres artistas se destacan Carolee Schneemann y Valie Export.
Carolee Schneemann Nace en 1933 en U.S.A. Comienza su carrera artística en los años 50 como pintora neodadaísta. En 1962 se muda a Nueva York y comienza a desarrollar su propio lenguaje artístico feminista caracterizado por el uso de la tecnología.
La performance era de carácter teatral, en la cual durante los 15 primeros minutos los artistas ignoraban completamente al público mientras comían y bebían en escena. Cuando sonaba la música comenzaban la acción propiamente dicha. Era una performance de carácter muy sensual con la incorporación de lo sensorial, táctil, visual, olores, gusto, mezclado de manera erótica, revulsiva, cómica y coreográfica, “una verdadera celebración de la carne”. “Había muchas razones para usar el cuerpo desnudo en mis trabajos cinéticos de teatro: para abordar los tabúes contra la vitalidad del cuerpo desnudo en movimiento, para erotizar mi cultura de la culpabilidad y confundir la cultura de la rigidez sexual –que la vida del cuerpo es más variada y expresiva de lo que la sociedad represiva sexualmente pueda admitir.» (Schneemann, 1979).A pesar de que en París, un espectador se desnudó y uniéndose a los artistas quiso estrangular a Schneemann violentamente, no existía una intención real de interacción con el público. Meat Joy es una fase intermedia entre la obra de 1963 Eye Body, una serie de fotografías en las Schneemann misma posó desnuda en su estudio , y el video experimental Fuses de 1965 donde las imágenes sexuales se muestran explícitas, con sonidos ambientales, felatios, masturbaciones, desnudos, y movimientos sexuales, hasta culminar en un plano de una mujer corriendo en una playa y unas ventanas inundadas por la luz del día, como alusiones al orgasmo; siendo sin embargo, su actuación más radical, Interior Scroll en 1975, durante la cual la artista leía un texto que iba extrayendo lentamente de su vagina.
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De hecho, en 1969 mientras Günter Brus realiza su acción Kunst und revolution, Valie Export realiza su acción Aus der Mappe der Hundigkeit, para demostrar su disconformidad con el concepto misógino de los accionistas vieneses, acción en la cual camina por una zona comercial de Viena llevando a su compañero con una correa al cuello y en cuatro patas como un perro, provocando en la gente desde risas hasta indignación. Sus obras más significativas de esa década fueron Tapp und Tast Kino ( “Cine táctil”), llevada a cabo en diez ciudades europeas entre 1968 y 1971 y Aktionshose: Genitalpanik (‘Action Pants: Genital Panic’) de 1969. En Tapp und Tast Kino, su compañero Peter Weibel, invitaba al público a través de un megáfono a introducir sus manos en el interior de una maqueta de una sala de cine en miniatura y que la propia Export llevaba colocada alrededor de su pecho. Cuando el público colocaba las manos dentro de la caja tocaban los senos desnudos de la artista que permanecía con el rostro imperturbable, lejos de cualquier pose erótica o seductora. Cuando posteriormente reemplazó a su compañero por una amiga, Erika Mies, las reacciones provocadas fueron mucho más violentas porque las confundían con prostitutas. En Aktionshose: Genitalpanik, la artista se presentó en un cine pornográfico con una metralleta en la mano vestida con un conjunto de cuero negro cuyos pantalones tenían una abertura triangular a la altura del pubis. Al exponer su sexo real frente a lo representado en las películas, más el uso de la metralleta, símbolo fálico y masculino por excelencia, asumía, así, no sólo un papel activo, sino de verdadero ejercicio de poder frente a la imagen pasiva, sumisa y burda de la mujer como un objeto sometido al varón: “Avancé lentamente sobre cada fila de butacas de cine, dando la cara a la gente.
Valie Export Nace en Austria en 1940 como Waltraud Lehner. Su trabajo incluye video instalaciones, performances, cine expandido, animaciones, fotografía, escultura y publicaciones sobre arte contemporáneo. Sus primeras performances se centraban en su propio cuerpo como herramienta artística esencial, uniendo lenguajes como el cine, el vídeo, la arquitectura, la fotografía.
En sus comienzos estaba vinculada con el accionismo vienés por su deseo de romper los límites de lo sexual, social y culturalmente aceptable, la abolición de los tabúes y la predilección por el cuerpo humano como herramienta de trabajo pero se diferenciaba del mismo ya que sus acciones eran feministas y su objetivo era destruir la imagen de la mujer impuesta por una sociedad patriarcal mientras que los accionistas vieneses mostraban el abuso de la mujer como una forma de liberación sexual masculina.
No me movía de un modo erótico. Avanzaba sobre cada hilera y el arma que llevaba apuntaba a las cabezas de los que quedaban en la fila de atrás. Tenía miedo y no tenía ni idea de lo que la gente podía llegar a hacer. A medida que avanzaba, cada hilera de gente se levantaba en silencio y se marchaba del cine. Fuera del contexto de la película había un modo completamente diferente para ellos de conectarse con ese símbolo erótico particular” , indica la intérprete. Las dos acciones tienen en común el elemento cinematográfico ya que para la artista el cine promovía ese estereotipo femenino, la mujer como objeto sexual comercializada a través de directores y productores masculinos. Tanto Carolee Schneemann como Valie Export fueron pioneras en las vanguardias de la década del 60 como precursoras del arte feminista y de los movimientos de liberación sexual a través del uso del cuerpo desnudo, como elemento y material de expresión artística. En la actualidad ambas artistas siguen trabajando dentro de sus temáticas y exponiendo su obra en galerías de arte, museos, etc.
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Sonidos de ayer Por Ignacio Ramírez Charré
Los otros sesentas
“Creo que durante toda la historia del jazz hay una tendencia de crecimiento libre, en dirección a la liberación de la idea improvisadora de las limitaciones armónicas”
Don Heckman
Ornette Coleman debutó como compositor en 1958, y en un lapso de 18 meses, se encargo de profetizar en forma de composiciones la irrupción por venir. Tomorrow is the question! (1959), The art of the improvisers (1959), The shape of jazz to come (1959), Change of the century (1959) y This is our music (1960). De la serie preliminar derivó el título máximo de su historia. Tras esto "Free jazz" se llamó la composición que Coleman lideró a finales de 1960. Free jazz se tituló el disco que la contuvo. Free jazz fue el concepto que describió al nuevo jazz de la década de los '60, los tiempos de la liberación y la lucha por los derechos civiles. Este giro hacía la atonalidad, más que un acercamiento a las vanguardias europeas del dodecafonismo, de la cuales Coleman
nada supo hasta conocer a Gunther Schuller ya instaurado este nuevo movimiento. Son una reivindicación folklórica a los cantos de los esclavos en las plantaciones de algodón. La cual bien se sabe que fue la semilla del Blues y sus bemolismos. Como todos los cambios de paradigma fue duramente recibido por la mayoría de los músicos ya consagrados, especialmente por parte de los que tras años de estudio y trabajo estaban asentándose en la muy inestable industria musical. Muchos de sus detractores, lo denominaron anti-jazz. Un poco por elitismo, otro poco por miedo. Desprendiéndose aquí la noción de libertad en el Jazz, la cual proviene de las capacidades de cada intérprete de improvisar en base a las variaciones armónicas de cada composición. Sin embargo, a la libertad interpretativa propia del jazz clásico y las estructuras A-B-A, A-B-A-C-A, A-A-B-A, donde el conjunto de músicos da una vuelta a todos los compases de una composición, para luego improvisar sobre su estructura armónico-rítmica. La ruptura que plantea Coleman fue lo que el denominó Armolódico, o harmolodyc -en el original-, es otra de las revoluciones ocurridas en los años '60. En un comienzo fue una palabra híbrida para involucrar los tres rumbos básicos de la música: armónico, melódico y rítmico. Pero a esos tres elementos hay que añadirles el cuarto: el elemento místico. En sus propias palabras: “Hay mucha gente que interpreta. En música, a la interpretación se le llama cambios (del inglés Changes, funciona como neologismo para referirse a la improvisación sobre los acordes dados). Los cambios te indican dónde estás. Juntando los cambios con el sonido obtienes una gramática. Los seres humanos se expresan utilizando un lenguaje llamado gramática. Algo parecido ocurre con los sonidos, los cuales se expresan mediante una gama de frecuencias que se articula en forma de una gramática. Con la particularidad de que en la gramática de los sonidos sólo existe un idioma universal” Free jazz (1960), un álbum donde utilizó a dos cuartetos sin piano, instrumento eximido de la formación por tratarse de un elemento armónico tan explícito. En simultáneo con solistas como Don Cherry (trompeta de bolsillo), Freddie Hubbard (trompeta), Eric Dolphy (clarinete bajo), Scott Lafaro y Charlie Haden (contrabajos) y Ed Blackwell y Billy Higgins (baterías). El 21 de diciembre de 1960 todos ellos tocaron libremente, sin una aparente guía de ruta, durante un lapso de 37 minutos sin interrupciones y
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por canales opuestos, agrupados por cuartetos Las circunstancias que caracterizan este estilo son absolutamente revolucionarias en la historia del jazz. Por un lado no hay una sección rítmica en si misma, sino que la misma se extiende a la globalidad en forma de impulsos y de energía, llevando la polirritmia hasta las últimas consecuencias. Lo que arrastra también a una variación sobre la marcha de los tempos. La melodía y el ritmo no se tratan como sectores independientes, sino interrelacionados. Los acordes son sujetos a la invención espontanea, y se deja de lado el concepto de fraseo, buscando la autonomía de cada sonido, ampliándose la entonación y el timbre propio de cada instrumento, sin ningún miedo a entrar al campo de los ruidos. Todos estos aspectos suponen, realmente, un intento de «vuelta a lo africano» sin renuncia a la modernidad, incluso con especial énfasis en la modernidad. Un músico de jazz no necesita saber el nombre de la nota que va a tocar, pero sí necesita sentir ese sonido un instante antes de que se manifieste en su instrumento, entonces desde esta escuela de pensamiento el músico desarrolla un oído "relacional" sofisticado, un oído de relaciones interválicas que lo acerca a su contexto creativo elemental. El free jazz no sólo rompió límites y estereotipos en la música, además fue una manifestación artística que invitó a la reivindicación de los derechos de los negros en Estados Unidos y puso en duda algunas bases cristianas, ampliando el horizonte musical del jazz a rítmicas árabes e hindúes.
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Por el Mundo Por Analía Yaker Valle
Los 60s en el cuerpo y en el mundo
Es innegable que el mundo de las exhibiciones de indumentaria han desplegado un halo de nostalgia del siglo XX muy marcado. Ya sea por el rock and roll de los años '50 o las atemporales creaciones de Chanel en la década del '20.
hincapié en que, por primera vez, los diseñadores de alta costura no dictaban todas las tendencias, en su lugar, la inspiración para muchos de los últimos estilos devino de hippies y de los jóvenes en la calle.
Pero probablemente sean los años '60 los que mayor emoción produzcan en las personas. Los que vivieron tan cambiante década, por el hecho de haber formado parte de la revolución que transformó para siempre la realidad de las sociedades. Y para aquellos que aparecimos en el mundo tiempo después, la romántica nostalgia de “lo que fue”. Todos sabemos que los 60s quedarán por siempre grabados en la historia y un nuestras mentes a sangre y fuego, Y yo personalmente agregaría a fuerza de música inmejorable y modas imborrables. Sandalias y túnicas “muy hippies”. Estampados perfectos para quienes gustan de las formas y colores extravagantes, puramente psicodélicos. La estructura de combinación infinita de los geométrico y el futurismo. Cada estilo acompañado al son de los grande de la música del rock y pop: The Beatles, The Rolling stones, Bob Dylan, Janis Joplin, Santana, el Flaco Spinetta, con Almendra y Pescado Rabioso, Pappo, Sui Generis y tantos más, que llenaron y llenan nuestros oídos y almas con letras y sonidos únicos. Por esto y mucho más, varios museos del mundo especializados en indumentaria, han dedicado exhibiciones a esta maravillosa década: En abril del 2012, The Museum at FIT (el museo del Instituto de Moda y Tecnología) de Nueva York presentó YOUTHQUAKE! The 1960s Fashion Revolution, una exposición que explora el impacto dramático de los jóvenes en la moda durante una década de cambio político, social y cultural .
Hippie Chic. Museo de Bellas Artes. Boston
Y en sintonía con el mundo, aquí, en la ciudad de Buenos Aires, el único museo especializado en la historia de la indumentaria, el Museo Nacional de la Historia del Traje, el pasado 7 de noviembre, inauguró 1965 – 1975 Creativos y Revolucionarios. Una exhibición que demuestra que también en Argentina, las influencias de las revoluciones sociales, artísticas y científicas, dejaron su huella en nuestro estilo de vestir.
Harry Gordon, 1968, Inglaterra
Del 16 a de julio al 11 de noviembre pasado, el Museo de Bellas Artes de la ciudad de Boston, presentó Hippie Chic. Una retrospectiva que abarcaba las décadas de 1960 y 1970, haciendo
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“A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le falta una gota”. Madre Teresa de Calcuta.
¡Feliz Navidad y un Año Nuevo lleno de proyectos!
Es el deseo de todos los que trabajamos en el Museo Nacional de la Historia del Traje y la Fundación Museo del Traje.