El arduo camino de regreso a casa volum II

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INDEX VOLUM II

LA PALABRA DEL BUDHA

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EL MAESTRO ETERNO: PITAGORAS DE SAMOS

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EL GRAN RABÍ JESUS DE NAZARETH

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LA PARAULA DEL BUDHA 2


Según nos aclara Mónica Cavallé Cruz (Doctora en Filosofía y autora de libros sobre filosofía perenne y sabiduría oriental) en su artículo “El vedânta advaita ante el sufrimiento“:“… la doctrina de la no-dualidad (advaita-vâda), lejos de ser exclusiva de la tradición vedânta, constituye el eje central de prácticamente todas las grandes tradiciones espirituales y metafísico-gnósticas. Encontramos esta doctrina no-dual en el mundo índico (en el vedânta advaita, en el Shivaísmo de Cachemira, etc.), en el budismo (especialmente en el budismo mahâyâna, y dentro de éste, en el budismo zen), en el taoísmo, en el núcleo esotérico del islamismo (en el sufismo y la gnôsis shiíta), en la filosofía griega o de ascendencia griega, ligada a los Misterios (el orfismo, el platonismo, el neo-platonismo), en ciertas vertientes del gnosticismo y de la mística especulativa (Eckhart, Angelo Silesio…), en el hermetismo, en la qabbAlAh hebrea, etc.” Como Sir Edwin Arnold hace notar: “Esta venerable religión – el budismo- contiene en sí la eternidad de una esperanza universal, la inmortalidad de un amor sin límites, un elemento indestructible de fe en el bien final, y la más rotunda afirmación que jamás se ha hecho de la libertad humana”. “Hasta aquí el conocimiento sólo nos ha traído la muerte. Más adelante nos traerá una nueva vida. Pero por el momento todo es confusión y oscuridad. Porque hemos perdido nuestra fe en las hadas, porque ahora no creemos que existan duendes en nuestras cavernas, porque no existe espíritu en el viento ni voz en el trueno, nos hemos llegado a convencer de que los árboles y las rocas, las flores y las tempestades, son todas cosas muertas. Nosotros, decimos que están formadas de materiales que ya conocemos, que están gobernados por leyes que hemos descubierto, y que no existe vida alguna en la naturaleza. Para el budista, así como para el griego en la antigüedad, toda la Naturaleza es una cosa viviente”. Mr. Fielding Las últimas entradas de éste blog, se corresponden a un esfuerzo para ofrecer a los lectores, un recorrido por algunas de las principales aportaciones espirituales en la historia de la Humanidad, en el convencimiento de que existe la necesidad de una rapidísima y poderosa transformación, en el orden de los valores dominantes del mundo de hoy. En las dos entradas anteriores dedicadas al Tao Te King, reproducíamos el siguiente pensamiento de R. Guenon: “La Tradición es de esencia doble, religiosa y metafísica; puede calificarse muy exactamente de exotérico el lado religioso de la doctrina, que es en efecto el más exterior y el que está al alcance de todos, y de esotérico su lado metafísico, que constituye el sentido profundo de la misma, y que es, por otra parte, considerado como la doctrina de la 3


élite; y esta distinción conserva bien su sentido propio, dado que son éstas las dos caras de una sola y misma doctrina». Conviene añadir que, para Guénon, el esoterismo es siempre y por todas partes el mismo, cualesquiera que sean los nombres que se le dan según la variedad de los países y tradiciones. Si el conocimiento verdadero de la última Realidad es el objeto final de la búsqueda esotérica, los métodos utilizados, aunque frecuentemente análogos, no son forzosamente idénticos; pueden variar como varían también las lenguas y los individuos. «La diversidad de los métodos, escribía Guénon el 3 de octubre de 1945, responde a la diversidad misma de las naturalezas individuales para las cuales están hechos; es la multiplicidad de las vías conducentes todas a una meta única».

Es conforme a éste pensamiento que presentamos las dos entradas que dedicaremos al Budismo en ésta ocasión. Nos ceñiremos lo máximo posible al mensaje original del Buda, personaje excepcional en su humanidad y en la ola de transformación espiritual que generó con su experiencia y enseñanzas. Para ello, nos acogeremos al Canon Palí, el más antiguo y “supuestamente fiel” a sus palabras, dejando de lado otras corrientes del budismo más en boga, como el budismo tibetano, o más próximo a mis personales puntos de vista, como el budismo zen. A éste último, deberemos remitirnos en alguna otra entrada posterior. Como aviso a lo que nos viene encima, esos cambios de paradigma a los que me refería anteriormente, comenzaré por reproducir, los resultados de un reciente estudio. 4


Según todos los estudios que he podido consultar, en las próximas décadas se producirá un aumento espectacular de las religiones a nivel mundial, recíprocamente, un disminución porcentual equivalente, de las personas ateas, gnósticas o no adscritas a ninguna. Algunas de las razones son de tipo demográfico, parece bastante lógico que aquellos países del mundo con una tasa de crecimiento de la población más alta, con una población más joven, aporten un mayor número de creyentes a la religión dominante en su país, veamos el siguiente cuadro:

En el 2010, el cristianismo era, con mucho, la religión más grande del mundo, con un total estimado de 2.2 mil millones de adherentes, casi un tercio (31%) del total de 6,9 millones de personas en la Tierra. El Islam fue segundo, con 1,6 mil millones de adherentes, o el 23% de la población mundial. Si las tendencias demográficas actuales continúan, el Islam casi igualará al cristianismo a mediados del siglo 21. Entre 2010 y 2050, se espera que la población total del mundo aumente a 9,3 mil millones, un aumento del 35%. Durante ese mismo período, los musulmanes - una población relativamente joven, con altas tasas de fecundidad - se prevé que aumente en un 73%. El número de cristianos también se prevé que aumente, pero más lentamente, aproximadamente a la misma tasa (35%) que la población mundial en general. Como resultado de ello, de acuerdo con las proyecciones del Pew Research, para el año 2050 habrá cerca de la paridad entre los musulmanes (2,8 mil millones, o el 30% de la población) y cristianos (2,9 mil millones, o el 31%), posiblemente por primera vez en la historia. 5


Con la excepción de los budistas, todos los principales grupos religiosos del mundo están preparados para, al menos, tener un cierto crecimiento en números absolutos en las próximas décadas. Se espera que la población mundial budista se mantenga bastante estable debido a las bajas tasas de fecundidad y al envejecimiento de la población en países como China, Tailandia y Japón. Pero a ello, habría que sumar los millares (o millones?) de practicantes de las técnicas de meditación zen y/o Mindfullness, tanto en Europa, como en los EE.UU y otros países americanos, independientemente de la religión a la que se adscriban. A nivel mundial, la población hindú se prevé que aumente en un 34%, de poco más de 1 mil millones a cerca de 1,4 millones de dólares, más o menos mantener el ritmo de crecimiento de la población en general. Los Judios, el grupo religioso más pequeño para el que se realizaron las proyecciones separadas, se espera que crezca un 16%, a partir de un poco menos de 14 millones en 2010 a 16.1 millones en el mundo en 2050. Los adherentes de diversas religiones populares - incluyendo las religiones tradicionales africanas, religiones populares chinas, las religiones indígenas americanas y religiones aborígenes australianos se prevé que aumenten en un 11%, pasando de 405 millones a casi 450 millones de dólares. Y todas las demás religiones combinadas - una categoría general que incluye bahaíes, los jainistas, sijs, taoístas y muchos credos más pequeñas - se prevé un incremento del 6%, de un total de aproximadamente 58 millones a más de 61 millones en el mismo período. Del mismo modo, la población religiosamente no afiliada se proyecta para reducir el tamaño como un porcentaje de la población mundial, a pesar de que se incrementará en número absoluto. En 2010, los censos y las encuestas indican, había alrededor de 1,1 mil millones ateos, agnósticos y las personas que no se identifican con ninguna religión en particular. En 2050, se espera que la población no afiliada a superar los 1,2 mil millones. Sin embargo, como porcentaje de todas las personas en el mundo, los que no tienen afiliación religiosa se prevé que disminuyan del 16% en 2010 al 13% a mediados de este siglo.

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Otro determinante importante del crecimiento es la distribución de la edad actual de cada grupo religioso ya que sus adherentes son predominantemente jóvenes, con sus años reproductivos todavía por delante. En 2010, más de un cuarto de la población total del mundo (27%) fue menor de 15 años. Sin embargo, un porcentaje aún mayor de los musulmanes (34%) e hindúes (30%) eran menores de 15, mientras que la participación de los cristianos menores de 15 años coincidía con la media mundial (27%). Estas poblaciones de jóvenes son algunas de las razones por las que se proyectan los musulmanes a crecer más rápido que la población total del mundo y que los hindúes y los cristianos están proyectados para mantener más o menos el ritmo de crecimiento de la población en todo el mundo. 7


Más allá del año 2050 se espera que en el 2070 el número de cristianos y musulmanes en el mundo quede igualado, mientras que para el 2100 el número de musulmanes supere al de cristianos en un 1%. La corriente filosófico-existencial imperante en la sociedad occidental, secularizada tras un profundo arraigo cristiano, que se halla ya superado por la llamada Nueva Era, ha permitido que se dieran las circunstancias idóneas para una rápida expansión de tradiciones trascendentales como el budismo, que en pocos años ha ganado más y más adeptos en Europa y Estados Unidos. Es un hecho que la popularidad de una figura como la del Dalai Lama, otrora defenestrada por las férreas convicciones religiosas de corte romano-occidental, ha experimentado un notable ascenso en las diferentes sociedades occidentales durante los últimos años. El papel del líder espiritual del budismo tibetano ha pasado en Occidente de gran desconocido al entrañable personaje cuya voz y opinión es tenida en cuenta cada día más. Y no es extraño a éste fenómeno que muchas personalidades del mundo occidental se hayan sumado a una extraordinaria campaña de marketing, en favor de la libertad del Tibet.

Tal es el calado que el budismo tibetano ha logrado en el nuevo pensamiento occidental que ciertamente encontramos la huella de esta filosofía oriental en buena parte de las bases y principios más sobresalientes de la llamada Nueva Era ("New Age" en inglés) que, hoy por hoy, concentra buena parte de la actividad intelectual occidental. Uno de estos principios coincidentes es la concepción globalizadora del conocimiento o, dicho de otra forma, la creencia en una 8


conciencia que, más allá de los individuos y su ciclo vital, va perpetuándose en un camino sin fin ni principio. La influencia del budismo en el "New Age" se deja ver también en la visión trascendental de la misma existencia del hombre, estableciendo la consecución de una meta, como el final de un camino de esfuerzo y autocontrol, de las facetas tanto física como mental y emocional –concepción, por otra parte, holística del ser humano, hasta llegar a alcanzar un nivel más elevado de consciencia. Definitivamente, la cultura occidental ha dejado atrás el racionalismo práctico y se ha dejado invadir por actores como el misticismo, la meditación, la visión trascendental de la existencia y tradiciones y técnicas basadas en la conjunción de cuerpo, mente y alma en un todo inseparable.

Éste es la encrucijada en la que nos encontramos como especie. Lo hemos dicho reiteradamente en éste blog, es imprescindible un cambio de paradigma, de visión del mundo. Tal vez como decía Eckhart Tolle, el cambio, el despertar de una nueva espiritualidad, de una nueva consciencia, se está produciendo ya, aunque no nos demos cuenta, como les ha pasado siempre a las personas que han vivido en los grandes períodos de cambio de la historia de la humanidad. 9


Hoy nos dedicaremos a reflexionar sobre el Budismo, especialmente sobre las enseñanzas del fundador de ese movimiento de reforma religiosa –en el sentido de religare, volver a unir- y espiritual que fue el Buda. Aproximación biográfica.

El Buda nació en el 566 a.e.c. en el Parque Lumbini, lo que actualmente es la parte sur de Nepal. Aunque su nombre Siddhartha no aparece en el canon pali, aquí lo utilizaremos por conveniencia. Gotama, (sct. Gautama) otro nombre utilizado para referirse al Buda, era el nombre de su clan.

El padre de Siddhartha, Shuddhodana, no era un rey, como se describió posteriormente en la literatura budista. En lugar de ello, fue un noble del clan Gautama, quien probablemente sirvió como gobernador regional en Sakiya. El canon pali no registra el nombre de la madre del Buda, pero fuentes sánscritas posteriores la identifican como Maya-devi.

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La madre de Buda Maya Devi soñó con un elefante blanco durante el embarazo. Dice la leyenda que Maia fue fecundada por un pequeño y bello elefante provisto de seis colmillos que hirió delicadamente su regazo sin causarle dolor. Al nacer, el pequeño Siddharta habría aparecido ante su madre sobre un loto mientras una suave lluvia de pétalos caía sobre ambos, y dijo: «Triunfaré sobre el nacimiento y la muerte y venceré a todos los demonios que hostigan al humano» 11


La madre de Siddhartha murió poco después de su nacimiento, por lo que él fue criado por su tía Pajapati, con quien su padre se casó como era la costumbre de la época.

Se dice que cuando Buda empezó a caminar a cada paso florecía una flor de loto. Dice también la leyenda, que cuando Gautama nació recobraron la vista los ciegos, los sordomudos hablaron y una música celestial llenó el mundo.

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Buda y su padre Según la tradición oral, poco después de su nacimiento fue visitado por el brahmán Asita, un asceta de gran reputación por su sabiduría y por sus dotes para interpretar presagios. El sabio brahmán profetizó que Siddharta llegaría a ser un gran gobernante o un gran maestro religioso, lo que consternó a Śuddhodana, que quería que su hijo siguiera sus mismos pasos y que un día le sucediera en el trono. Por ello su padre lo protegió de la dureza de la vida, fuera de palacio, para evitar que el hijo desarrollara su tendencia hacia lo espiritual.

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El brahman Asita visita a Buda. Pensó que el mejor modo de evitarle la tendencia a la religiosidad consistía en impedirle toda experiencia con el lado amargo de la vida, de modo que creó en torno de él una vida llena de placeres y con el menor contacto posible con el sufrimiento de la realidad. Los primeros 29 años de la vida del príncipe Siddharta Gautama Buddha, transcurrieron completamente ajenos a toda actividad espiritual, siempre vivió con su familia.

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Los detalles de la infancia y juventud de Siddharta narran una vida rodeada de enorme lujo y comodidad. Recibiรณ la mejor educaciรณn y formaciรณn posibles en su tiempo.

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Siddharta comenzó a sentir curiosidad por conocer cómo eran las cosas en el mundo exterior y pidió permiso a su padre para satisfacer su deseo. Śuddhodana accedió, pero preparó la salida de su hijo ordenando que despejaran las calles de toda visión que pudiera herir la sobreprotegida conciencia del príncipe.

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No obstante, sus cuidadosos arreglos fracasaron pues Siddharta, aclamado por la multitud a su paso por las calles, no pudo dejar de 17


percibir el dolor bajo sus formas más agudas, por primera vez se percató de la vejez, enfermedad y muerte.

Siddhartha se casó con Yashodhara. Ella era la prima de Siddhartha y la hermana de Devadatta. Posteriormente, Devadatta llegaría a ser el 18


principal rival Tuvieron un hijo llamado Rahula.

del

Buda.

Poco después del nacimiento de su hijo, el Buda dejó Kapilavatthu a la edad de 29 años y se dirigió a Magadha en busca de la verdad espiritual . Viajó a lo largo del camino norte y cruzó el río Ganges para llegar a Rajagaha. Buda abandona su hogar, a su mujer y a su hijo.

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Partiรณ ataviado con un vestido amarillo de itinerante, sin dinero ni bienes de ninguna clase, en busca de la iluminaciรณn. Mรกs tarde descubriรณ que todo extremo es malo.

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Se rapó la cabeza y se puso un Brahma, despojado de todos sus bienes. Aprendió diferentes técnicas de meditación y logró altos estados de conciencia. En esencia, las distintas ideas que examinó Siddharta intentaban redefinir la unión del individuo con un absoluto para así lograr la liberación. Pero a pesar de sus grandes logros con estas prácticas, no encontró en ellas satisfacción para sus preguntas. Entonces, en un intento por doblegar totalmente al mundo sensorial, Siddharta probó a someterse a austeridades tan extremas que casi ocasionaron su muerte,

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pero aun así tampoco encontró solución a su problema. Por esto decidió investigarlo de una manera nueva y diferente. Aprendió dos cosas de suma importancia: primero, que el ascetismo extremo no conducía a la liberación total, sino que era preciso algo más; y segundo, que, alcanzado cierto punto, ningún maestro era capaz de enseñar nada más. Siddhartha partió decidido a no seguir buscando fuentes externas de sabiduría, sino a encontrarlas dentro de sí mismo.

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Una versión mítica de esta etapa de su vida nos dice que Siddharta, en sus extremas prácticas de ascetismo, después de algunos días sin comer ni beber agua, pocos minutos antes de su muerte, escuchó a un maestro que estaba enseñándole a una niña a tocar la sítara. Dicho maestro le dijo que si la cuerda estaba muy floja no sonaría, pero si la cuerda del sitar se encontraba muy tensa se rompería: la cuerda debía estar en su justa tensión para que pudiera dar música y armonía. En ese momento Siddharta comprendió el camino del medio: tanto el ascetismo extremo como la vida de placeres del palacio eran dos extremos, y la verdad se hallaría en la justa medida entre el placer exacerbado y el ascetismo extremo.

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Al final de su periplo Siddharta caminó a un lugar llamado Bodhgaya, en el estado indio Bihar, hasta sentarse bajo la sombra de un árbol llamado bo o bodhi (ficus religiosa), considerado el árbol de la sabiduría. Una noche de luna llena decidió no levantarse hasta que hallara la respuesta al sufrimiento. Pasó varias semanas debajo de este árbol. Como empezó una terrible tormenta, de debajo de las raíces del árbol surgió Muchilinda, el rey de los nagas (serpientes), se enroscó alrededor de Gautama y lo cubrió con su caperuza.

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La fuerza de determinación de Buda hizo que pronto Mara (el rey de los demonios) se preocupase, enviando a sus ejércitos para quebrar la voluntad de Siddharta, quien respondiendo a la tentación de Mara describió a sus ejércitos de este modo: ‹‹La sensualidad y los placeres forman tu primer ejército, el segundo se llama Aversión. Tu tercer ejército es el Hambre y la Sed, el cuarto, el Deseo. Tu quinto ejército es Pereza e Indolencia, el sexto, Cobardía. Tu séptimo ejército es la Duda, el octavo, la Hipocresía y la Estupidez. Ganancias, Fama, Honores y Gloria falsamente obtenidos, la Alabanza de uno mismo y el Menosprecio de los demás; éste es tu ejército››.

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Viendo que Shakyamuni (nombre comúnmente usado para el Buda Siddhartha) no claudicaba, Mara envió a sus tres hermosas hijas para que lo seduzcan y lo desvíen de su búsqueda espiritual. Esas hijas eran Deseo, Satisfacción y Arrepentimiento. ‹‹Al no tener éxito, Mara le envía a sus tres hijas para seducirlo sexualmente. Las tres hijas recurren a toda clase de ardides amorosos de que disponen, exhibiendo su piel semejante al alabastro, atrayéndolo con canciones y danzas, miradas de soslayo y dulces palabras de elogio.

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Se pasean frente a él levantando sus faldas y diciéndole cosas como: “Quisiera ser la servidora de un gran hombre como tú”. Pero, es innecesario decirlo, Shakyamuni permanece inmutable.›› Irritado ante el autocontrol de Siddhartha, Mara le dice que el asiento de la iluminación le corresponde por derecho a él. “¡Yo soy tu testigo!”, claman al unísono los demonios de Mara, quien desdeñoso interroga a Buda diciéndole: “¿Quién hablará por ti?” Entonces Siddhartha, conservando aún su postura meditativa de flor de loto, acerca la mano derecha a la tierra y la toca (la pone hacia abajo sobre su rodilla derecha, según otras fuentes). Tras ser tocada, la tierra tiembla, se abre y de ella sale la Diosa Tierra (personaje simbólico) con un jarrón de flores. “Yo doy testimonio”, dice la diosa, aunque las palabras que expresa en la versión de Joseph Campbell son más impactantes a la hora de entender el sentido de la budeidad: ‹‹Éste es mi hijo amado, quien a través de innumerables vidas se ha entregado a sí mismo, por lo que no hay un cuerpo aquí››

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Finalmente Gautama tomó conciencia de que ya se había liberado definitivamente. Comprendió las Cuatro Nobles Verdades. Ya no pesaba sobre él la ilusión del falso yo: su verdadero ser estaba más allá de las dualidades del aferramiento y la repulsión; había trascendido el espacio y el tiempo, la vida y la muerte. Comprendió que nunca más volvería a renacer, que había roto el eterno girar de la rueda del samsara. Esto es el nirvana. Contando para entonces 35 años, según la leyenda, Siddharta despertó de sus meditaciones como un Buda y siguió sentado bajo el árbol bodhi durante cierto tiempo, disfrutando de la dicha de la renunciación, de la liberación.

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Después empezó a enseñar sobre el nirvana a quien le oyera; fundando lo que se conoce en Oriente como Buddha-Dharma (la enseñanza del buda); en occidente se conoce más comúnmente como el budismo. El Buda pasó la estación lluviosa en el Parque de los Venados con sus cinco compañeros y pronto atrajo a un pequeño número de seguidores que formaron una comunidad célibe, de la cual se hizo cargo.

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Pronto se unieron a la comunidad del Buda Shariputra y Moggallana los principales discípulos de un gurú local. Posteriormente, se volvieron los discípulos más cercanos del Buda. Shariputra le solicito al Buda que formulara los votos para la creciente comunidad monástica y el rey Bimbisara sugirió que adoptaran algunas de las costumbres de los grupos espirituales mendicantes, tales como los jainistas.

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Específicamente, el rey recomendó que sostuvieran reuniones trimestrales para discutir las enseñanzas. El Buda accedió.

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Mientras tanto, el Buda viajó a visitar a su familia en Kapilavatthu. Su padre, Suddhodana, pronto se volvió uno de sus seguidores, y Rahula, su hijo de ocho años, se unió a la orden monástica como novicio. En los años siguientes, muchos nobles sakiyan se unieron; incluyendo a sus primos.

La tía y madrasta del Buda, Pajapati, le solicitó ingresar a la creciente comunidad, pero inicialmente el Buda se negó. Sin desanimarse, ella se rasuró la cabeza, vistió los hábitos amarillos y, acompañada de un gran grupo de mujeres, siguió al Buda a donde quiera que fuera. Ella siguió pidiéndole la ordenación al Buda pero él se la negó por segunda y tercera vez. Finalmente, pocos años antes de morir el Buda aceptó ordenarla y fue el inicio de las órdenes de monjas en el budismo.

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Buda y su hijo Buddha vio que su padre estaba gravemente enfermo, y despuĂŠs de su muerte el Buda llevĂł personalmente el ataĂşd de su padre, dando un ejemplo para el mundo por ese entonces. 33


El Buda salió una vez más después de las lluvias. En el se detuvo en una de las dos principales ciudades de Malla. Allí en la fiesta se sirvió carne de cerdo envenenada por un herrero llamado Chunda. Ante la sospecha de algo malo, el Buda les pidió a sus primos que no comieran el cerdo; en lugar de ello, se lo comió él y les pidió que enterraran el resto. Es muy posible que el veneno estuviera destinado para Ananda, quien era famoso por haber memorizado todas las enseñanzas del Buda. Si Ananda fuera asesinado, las enseñanzas y la comunidad del Buda no perdurarían.

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Al sufrir el Buda una diarrea hemorrágica aguda, le pidió a Ananda que lo llevara cerca de Kusinara. Allí, en una cama tendida entre dos árboles (hamaca), les preguntó a los pocos monjes que estaban con él si tenían más preguntas o dudas. Abrumados por el dolor, Ananda y los otros monjes permanecieron en silencio.

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Finalmente, se recostó en un bosque de mangos en Kushi-Nagara, a unos 175 kilómetros al noroeste de Patna. Allí, rodeado de sus discípulos, alcanzó la paz eterna de la extinción completa, el paranirvana.

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Este es un estado al que solo acceden después de morir los que han alcanzado el nirvana durante su vida. Antes de expirar dijo el Nirvana Sutra, donde resume toda su enseñanza y aclara los puntos que él vio que no estaban bien comprendidos. El budismo prácticamente desapareció de la India hace mil años. La enseñanza se expandió hacia el sur a Sri Lanka y el sudeste de Asia, donde la forma theravada de budismo aún sigue floreciendo. También se difundió al norte al Tíbet, China, Mongolia y Japón. Las formas majaianas de budismo se practican en estos países. En el siglo XX el budismo empezó a perder adeptos en Oriente, mientras que se ha difundido en Occidente.

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Debido a ciertas malas interpretaciones muy comunes, se debe enfatizar que Buda no es Dios. Esto no solo lo aseguró el mismo Buda Gautama, sino que la misma cosmología budista hace esta distinción al afirmar que el estado del budha únicamente lo pueden lograr los seres humanos (pero no se limita a esta humanidad en particular), en quienes reside el mayor potencial para la iluminación.

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Siddharta Gautama también afirmó que no existen intermediarios entre la humanidad y lo divino. Devas (dioses o ángeles), humanos y demonios se rigen por el karma, cuyas leyes dictan que la compasión y el amor por la existencia generan provecho tanto para las demás criaturas como para el que las ejerce, purificando su karma. Buda es tan solo un ejemplo, un guía y un maestro para aquellos seres que deben recorrer la senda por su cuenta, lograr el despertar espiritual y ver la verdad y la realidad tal como son.

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La doctrina budista de práctica meditativa no fue una revelación divina, sino más bien el entendimiento de la verdadera naturaleza de la mente y tal entendimiento puede ser descubierto por cualquiera. Es el adentrarse en la realidad lo que se logra al comprender que la ignorancia puede eliminarse. (tomado de http://www.taringa.net/comunidades/taringabudismo/8321449/Lavida-del-Buda-Shakyamuni.html) Posteriormente a esa experiencia crucial dudó sobre que hacer y, según la leyenda, los dioses del cielo le pidieron que no se quedara para sí esa experiencia sino que la compartiera con los demás hombres. Así fue como en el Parque de las Gacelas, en Isipatana (la actual Sarnath), el Buda se encontró nuevamente con los 5 ascetas que habían compartido con él parte de su búsqueda. Al principio éstos se negaron a escucharle, convencidos que aceptar alimento (aquellas gotas de leche) había sido una claudicación.

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No obstante la serenidad y confianza del Buda se impuso y escucharon el primer sermón. De esta manera, cuenta la leyenda, empezó a girar la rueda de la ley: las cuatro nobles verdades que caracterizan al budismo con una identidad propia. Así fue como nació la Sangha. La Sangha, la comunidad budista, es la consecuencia de la prédica del Buda. No resisto la tentación de transcribir las apasionadas palabras de Edward Conze, un reconocido estudioso del budismo: "La comunidad budista es la institución más antigua de la humanidad. Ha sobrevivido más tiempo que ninguna otra institución, con excepción de la secta afín de los jainos. Allí están los grandes y orgullosos imperios de la historia, guardados por legiones de soldados, naves y magistrados. Apenas alguno de ellos duró más de unos tres siglos. Y allí tenemos un movimiento de mendigos voluntarios, que siempre apreciaron más la pobreza que la riqueza; que habían jurado no hacer daño ni matar a otros seres; que pasaban el tiempo soñando maravillosos sueños, inventando hermosas tierras de nunca jamás; que despreciaban todo lo que el mundo valorara; que valoraban todo lo que el mundo despreciara; la mansedumbre, la generosidad, la contemplación ociosa. Y sin embargo, mientras que esos poderosos imperios, construidos sobre la codicia, el odio y el engaño, duraron sólo unos cuantos siglos, el impulso de autonegación llevó a la comunidad budista a través de 2.500 años." Volveremos a hablar de la Sangha al final de la segunda entrada dedicada a la palabra del Buda. 41


Durante 45 años Buda predicó a toda clase de personas: de ambos sexos, ricos, pobres, santos y ladrones. No hacía ninguna distinción de clase, de cultura, o de sexos. Tampoco de castas (con lo que se enfrentó directamente con el hinduismo, la religión dominante en la zona). También aceptó la admisión de mujeres al nuevo culto; siendo la primera gran religión que creó la categoría de monjas; algo que en su época causó verdadero horror porque las mujeres no podían entender ni aspirar al conocimiento religioso. Un detalle curioso es que las campanas, y su uso dentro del culto, también son de origen budista. La personalidad del Buda histórico, Sidarta Gotama, tal como aparece en todos los relatos de la época, es avasallante. Su personalidad se proyecta a través de los tiempos en cada anécdota que leemos de él. El Buda murió en Kusinara (el actual Uttar Pradesh), a los 80 años, rodeado de una multitud de discípulos. Según los escritos budistas sus últimas palabra fueron: "todas las cosas son perecederas. Esforzaos por vuestra salvación".

El Dharma:La obra y enseñanzas de Buda.

Me gustaría comenzar recordando una preciosa conferencia, del muy admirado Jorge Luis Borges

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Los occidentales, siempre interesados en el rigor histórico (a diferencia de los hindúes) también se han preocupado por la realidad de los hechos anteriormente mencionados. Como dice Borges "lo legendario envuelve toda la vida del Buddha, pero es más profuso en la etapa que antecede a la proclamación de su ley. El itinerario de sus viajes debe de ser auténtico, dada su precisa topografía. Nos queda pues a crónica minuciosa de cuarenta y cinco años de magisterio, de la que basta extirpar algunos milagros". Luego agrega Borges un comentario muy interesante: "Acaso no sea inútil señalar que el siglo VI a.C., en que floreció el Buddha, fue un siglo de filósofos: Confucio, Lao Tse, Pitágoras y Heráclito fueron contemporáneos suyos". Posteriormente el budismo se escindió en diversas ramas con sus propias variaciones; extendiéndose desde la India del Norte por todo el subcontinente, Ceilán, Birmania, Tailandia, Camboya, Laos, Vietnam, Pakistán, Tíbet, China, Japón, Mongolia, Corea, Formosa, y partes de lo que hasta hace poco fue la Unión Soviética.

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¿Cómo llegó a Europa? Escribe el ya citado E. Conze que "en los siglos XVII y XVIII, los misioneros jesuitas habían adquirido un conocimiento bastante exacto del budismo chino y japonés, pero el primero que dio a conocer el budismo en Europa como una religión viva fue un filósofo alemán, Arturo Schopenhauer. Sin embargo este filósofo no tuvo oportunidad de leer ninguna traducción directa de las escrituras budistas por lo que resulta difícil encontrar una figura claramente introductoria. Por ejemplo, se dice que Richard Wagner fue también profundamente impresionado por las enseñanzas búdicas. Wagner en los últimos años de su vida sintió un vivo interés por las doctrinas orientales y dentro de sus proyectos de dramas musicales se hallaba uno titulado "Los Vencedores" cuyos protagonistas Savitrý y Amanda, formaban parte del mundo budista.

En cualquier caso, la lenta infiltración de estas ideas fueron consecuencia, en el siglo pasado, de la propia acción imperialista europea. Muchos estudiosos se aplicaron a conocer a fondo estos antiguos pueblos que empezaba a formar parte del floreciente mercado inglés, y así se aplicaron a estudiar el budismo "como se observa a un enemigo, empeñados en probar la superioridad del cristianismo" Pero el conocimiento trajo la comprensión y algunos descubrieron una doctrina con bondades desconocidas. Este proceso, derivado de la expansión europea, fue, como era de suponer, particularmente notable en el Reino Unido, Alemania y Francia; y de muy baja intensidad en los países periféricos. Posteriormente se fueron instalando en las metrópolis de los países mencionados pequeños grupos mixtos, formados por estudiosos locales e inmigrantes del imperio colonial. Así crecieron nuevas sociedades, como la Sociedad Teosófica, fundada en 1875 por 44


Madame Blavatsky y el coronel Olcott, que dieron un fuerte impulso a los estudios orientalistas en general y a los budistas en particular.

Se produjo un fenómeno muy curioso que fue, y es, totalmente desconocido en España. Con palabras de E. Conze: "En esa época [se refiere a la segunda mitad del siglo XIX], la civilización europea, una mezcla de ciencia y comercio, de cristianismo y militarismo, parecía enormemente fuerte. La dinamita latente de la guerra nacional y de la guerra de clases era percibida por muy pocos. Una creciente cantidad de hombres educados en la India y en Ceilán, sentía, al igual que los japoneses por la misma época, que no tenía más alternativa que adoptar el sistema occidental con todo lo que ello implicaba. Los misioneros cristianos esperaban rápidas conversiones masivas. Pero entonces cambió la corriente, en forma bastante súbita e inesperada. Unos cuantos miembros de la raza dominante, hombres y mujeres blancos de Rusia, América e Inglaterra, teósofos, aparecieron entre los hindúes y los singaleses para proclamar su admiración hacia la antigua sabiduría del oriente. Madame Blavatsky habló del budismo en términos de la más alta consideración, el coronel Olcott escribió un "catecismo budista" y A. P. Sinnett publicó un libro de gran éxito en el cual toda clase de ideas misteriosas, pero fascinantes, eran presentadas como "budismo esotérico".

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De esta manera, y gracias indirectamente, a la expansión europea, entró el budismo en las grandes metrópolis coloniales. En este siglo volvió a darse un fenómeno también imprevisto: la invasión y posterior anexión del Tíbet por parte de la China comunista (agresión que se hizo y se consolidó con la absoluta indiferencia del mundo occidental) hizo volar por el aire el antiguo régimen tibetano, donde la religión estaba indisolublemente unida a todas las demás actividades sociales. Pronto se crearon movimientos guerrilleros para combatir al invasor chino; más fueron desautorizados por el Dala Lama, (hasta entonces gobernante del Tíbet) que, como budista, rechazaba cualquier forma de violencia para hacer valer sus derechos. Se produjo la gran diáspora del pueblo tibetano, en parte presionado por una política deliberadamente terrorista del gobierno chino (con destrucción de monasterios y santuarios históricos), y sustitución de los habitantes nativos por chinos traídos de otras partes del imperio comunista. Política que está debidamente documentada en organismos internacionales y que cuenta con la indiferencia de las mismas potencias que se soliviantan cuando se amenazan las posesiones petrolíferas de cualquier jeque árabe. Sin embargo, este atentado a un pueblo pacífico y a la comunidad internacional trajo, como decíamos, un resultado inesperado: una nueva ola de difusión budista hacia occidente.

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Santuario Budista del Garraf (Barcelona) Ahora localizada sobre todo en USA, y que, en menor medida ha alcanzado a Europa (sobre todo en el Reino Unido y Francia) donde se han fundado nuevos monasterios y consolidados los anteriores. Los Canons budistas. Dentro del budismo no existe la noción de libro sagrado inalterable como en el cristianismo o Islam. Tampoco la creencia de que la verdad sea una revelación divina inalterable. De ahí que al hablar de canon budista se debe tener cuidado. En el budismo el canon es considerado como la base de escritos de una escuela o grupo determinado que estructura la forma de tratar ciertos temas generales o específicos del budismo y debe ser comentado críticamente. Históricamente las escuelas budistas muchas veces producían traslados de sus respectivos cánones. En la actualidad el budismo tiene tres cánones que corresponden aproximadamente a las tres grandes escuelas del budismo. El canon Pali asociada al Theravāda, el canon Chino que recopila los principales escritos del Mahāyāna y el canon Tibetano que es la base del Vajrayāna. Los dos últimos juntan una serie de escritos de las escuelas del mahayana y otras tradiciones anteriores ya extintas.

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El canon budista, siguiendo el modelo del canon Pali, se divide en tres partes. La primera recopila las enseñanzas del Buda Gautama o Dharma, así como escritos relacionados con sus anteriores vidas y relatos de su vida. Estos escritos formaron parte de la tradición oral hasta su fijación en escritura, siendo el Suttapitaka (cesto de los discursos) la colección de textos más antigua disponible. Un segundo grupo corresponde a las reglas y normas del Sangha (la orden de monjes y monjas). Éste contiene todos los textos relacionados con las reglas de la orden, así como los comentarios que explican dichas normas. Un tercer conjunto de escritos corresponde al comentario sobre aspectos doctrinales del budismo. Muchos de éstos son exploraciones filosóficas sobre temas planteados por los discursos del Buda, así como teorías psicológicas y epistemológicas derivadas de dichos comentarios. También se compone de manuales de enseñanza de las técnicas de meditación, así como sus comentarios. Este tercer grupo de escritos es de fecha reciente y en general le otorga un alto grado de diferenciación a los distintos grupos budistas. Se calcula que entre todos los canones, existen cientos de volúmenes, hasta superar en 160 veces al contenido de la Biblia cristiana. El Canon Palí Tipitaka (del pali ti , "tres" + pitaka , "canastas"), conocido también como el Canon Pali, es la colección de los antiguos textos budistas escritos en el idioma pali, que constituye el cuerpo doctrinal y fundacional del budismo Theravada.

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Según la tradición, la metáfora de las "canastas" se remonta a la época, en la cual estas enseñanzas han sido escritas por primera vez en hojas de palma en Sri Lanka, luego de ser transmitidas a lo largo de cinco siglos por vía oral: las hojas fueron colocadas luego en tres canastas de acuerdo con su contenido, conformando, de esta manera, la gran división del Canon Pali consistente en tres principales partes: Vinaya Pitaka (Canasta de la Disciplina), Sutta Pitaka (Canasta de los Discursos) y Abhidhamma Pitaka (Canasta de la Enseñanza Superior). Según otra interpretación, la alegoría de las "canastas" denota la portabilidad de estas escrituras: las canastas, repletas de unas valiosas enseñanzas liberadoras del Buda, pueden ser llevadas alrededor del mundo y ser compartidas con los demás. 49


La totalidad de los escritos del Tipitaka conforma un vasto conjunto de literatura proveniente de las más diversas épocas. En su última edición autorizada del Gran Concilio Budista de los años 1955-1957 (World Tipitaka Edition) el Canon Pali cuenta con 40 volúmenes de un total de unas 12.000 páginas. Hagamos un alto. Me gustaria compartir con vosotros una extraordinaria película no muy conocida El Latido del Tambor:

Por ser ésta la más antigua és la que utilizaremos para reproducir algunos de los discursos o sermones del Buda. En 1951 escribía Edward Conze: "El impulso creador del pensamiento budista hizo un alto unos 1.500 años después del Nirvana de Buda. Durante los últimos 1.000 años no ha surgido ninguna nueva escuela importante, y los budistas simplemente han conservado, como mejor han podido, la gran herencia del pasado".. A juzgar por lo que se ve en la segunda mitad de este siglo, diera la impresión que la "Sangha" ha comenzado un nuevo ciclo de expansión. Para terminar una pequeño fragmento de un budista que se acerca bastante al tipo de doctrina que nos gustaría compartir: "Buda afirmó que aquí, en esta vida, se podía conseguir plenamente un estado de paz, no por sacrificio a los dioses, ni por oraciones, sino por un esfuerzo incesante y por la abnegación lentamente perfeccionada.

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El Budismo no es una religión que se acepta ciegamente de una vez por todas; tiene que ser comprendida y constantemente investigada. Buda dijo 'Aceptad mis palabras sólo y después de haberlas comprobado vosotros mismos; no las aceptéis simplemente por la veneración que me profesáis (Tattvasangraha). Aunque en el transcurso del tiempo el budismo ha sido a veces afectado por la tradición, ritos, etc., su fundador no pretendió que fuera otra cosa que un método que había que comprobar. La confianza en sí mismo y la tolerancia son las claves del pensamiento budista. Buda dijo muchas veces: 'Vosotros mismos sois los que tenéis que hacer el esfuerzo, los Budas sólo indican el camino' (Dhammapada). Por consiguiente, el budismo nunca podría ser una fe proselitista. Ciertamente, el seguidor de la enseñanza de Buda es exhortado a usar dicha enseñanza únicamente "como balsa para cruzar la corriente". Una vez conseguido el objetivo, Nibbána, la balsa, debe ser abandonada. Las últimas palabras de Buda fueron éstas: "Perseverad atentamente". Perseverar en la atención es ver el mundo claramente y ver a nuestros prójimos claramente, sin juicio, sin envidia, sin odio. Para lograr esto es necesario que nos conozcamos íntimamente y que conozcamos la fuente de felicidad e infelicidad que yace en nuestro interior" Diferencias entre el Budismo y las religiones occidentales

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Nosotros, a menudo confundimos ideas al creer que todas las religiones buscan explicar cómo se creó el universo y quién lo hizo. En cierta forma el error se justifica porque lo anterior es aplicable a algunas importantes religiones mundiales, tales como el cristianismo y el islamismo; pero cometemos el pecado de "etnocentrismo" al suponer que lo que pensamos y creemos es un supuesto generalmente admitido por todos los humanos. No es así. "Cuando corresponde definir la actitud de una religión con respecto a otra en un sentido más específico, es observable una diferencia entre las surgidas del gran tronco semita, incluido el Cristianismo, y la mayoría de las demás, puesto que las primeras tendieron a excluir de su punto de vista la posibilidad de que la espiritualidad, para diversos sectores de la humanidad, pudiese asumir formas diferentes; mientras en el segundo caso, para el cual las tradiciones hindúes proporcionan el modelo, se acepta y no se teme que una pluralidad de senderos espirituales, en el nivel formal, pueda, al seguírselos, implicar de por sí perjuicio para la propia tradición"

Jesús en imagen semejante a Buda Un ejemplo de esta amplia tolerancia para concepciones religiosas radicalmente diferentes es el Budismo. Esta religión que fue fundada por Sidarta Gotama, en el siglo V antes de Cristo, y que se ha mantenido durante estos 2500 años merece ser investigada. Su conocimiento no puede traer ningún perjuicio, y quizá (dependiendo 52


de la actitud del buscador) puede allegar algunas concepciones interesantes para interpretar lo que observamos. En un mundo donde, para un occidental, comunicarse con Japón no resulta extravagante; donde Internet teje una tela cada vez más tupida, no deja de ser un anacronismo sostener generalizaciones "etnocéntricas". Esto no quita que cada cual prefiera sus creencias. El conocimiento de otras religiones no tiene porque modificar nuestros supuestos básicos; sin embargo una visión más amplia no sólo hace justicia con otras perspectivas, también enriquece nuestra visión. Recuerdo el caso de un brillante epistemólogo argentino (con el cual tuve la oportunidad de conversar sobre "religiones...") que me las criticaba "todas" basándose únicamente en su erudición del tronco común judeo-cristiano-islámico. Esto sucedió hace unos años... pero es probable que, si la conversación volviera a darse, se mantuviera en los mismos términos. Se trata, en todo caso, de incluir todo el mundo en nuestro análisis, cuando emitimos opiniones que abarcan todo el mundo. No es mucho pedir, me parece.

La palabra "ateo" ha tenido muchos avatares en su significado. Muchos desconocen que los cristianos primitivos fueron así clasificados en la Roma imperial: "porque no creían en los dioses del Estado". Al negar el carácter de divinidad, por ejemplo, a Cesar Augusto, eran considerados no-creyentes. Una manera sencilla de cortar la tarta: los buenos aquí, y los malos allá. La palabra evolucionó para significar a los que niegan la existencia de un Dios creador (del cielo y de la tierra). Es en este sentido que Von Glassenap habla del Budismo como "una religión sin Dios" ya que si bien esta religión admite la existencia de dioses, no acepta la concepción de un creador del universo. "El budismo considera insoluble la pregunta por un primer comienzo del mundo y rechaza todas las especulaciones referentes a ello. La pregunta acerca del gobierno del mundo se resuelve para el budismo, 53


por medio de la teoría de la ley del Karma, inmanente al mundo, que es efectiva en forma mecánica y automática, y no requiere de ningún dios que la mantenga en marcha. (...) Como no cree [el budismo] en un proceso histórico que conduzca a una futura terminación del mundo, falta en él la creencia en una conducción providencial. En este respecto el budismo se apartó de la concepción propia de la antigua India: "Para las Unapishadas, el proceso cósmico es el sueño de un dios; para el Budismo, hay un sueño sin soñador. Detrás del sueño y bajo el sueño no hay nada."

Algunos autores se han extrañado de la aparente similitud entre la mentalidad budista y la científica contemporánea. Llevar esta coincidencia más allá de un paralelismo sería demasiado atrevido. No se pueden comparar ballenas y elefantes, excepto en algunos aspectos que pueden tener en común como organismos vivos (por ejemplo, la necesidad de respirar). Cada especie tiene sus propias reglas de juego y hay una esencial diferencia, creemos, entre ciencia y religión. Sin embargo no deja de ser impresionante el hecho de que, para una mente entrenada en cualquier disciplina científica, resulten más "creíbles" algunas de las posturas esenciales del budismo que las equivalentes en nuestras religiones occidentales. "La creencia en un orden moral universal que se manifiesta en la retribución kármica, releva al budismo de la aceptación de un creador de los preceptos morales y de un juez riguroso que vele por el mantenimiento de las prescripciones morales dejadas por él y se haga cargo de la recompensa y del castigo en el más allá." No hay juicio final, ni contabilización de los pecados. De la misma manera que la "ley de gravedad" funciona sin tribunales ni organismos ocupados de su mantenimiento, la ley del "karma" funciona según la cadena de consecuencias que provoca cada hecho. Si haces el mal, recibirás, en algún momento de la cadena, las consecuencias de tus propios actos. No hay ninguna posibilidad de remediar este hecho; como no existe ninguna posibilidad de frenar la marea cuando empieza a crecer. 54


La diferencia esencial con la ciencia moderna, está en que para el budismo existe un orden moral inmanente al universo. No es una creación humana o divina. La retribución kármica es una ley de la naturaleza. Según la mentalidad budista el universo es "ético" de la misma manera que es "físico". No hay necesidad de montar tribunales para hacer respetar que el sol salga cada mañana por el Este. Dios, (el dios de la concepción judaica-cristiana-islámica), no tiene necesidad de existir.

Por otro lado, si insistiéramos en mantenerlo (por aquello de que le hemos tomado cariño) podría tener diversas funciones asignadas; sólo que no debería ser reconocido como "creador del universo", ya que, aparte de la indemostrabibilidad de esta hipótesis, originaría un nuevo problema ¿quién creó a Dios?. Y de admitir que la propia naturaleza divina hace que se haya generado así misma, se podría argumentar que, entonces, no es necesario pensar en Dios. La misma hipótesis podría aplicarse al universo, concluyendo que éste se generó a si mismo. Esta clase de discusiones Sidarta Gotama las condenó expresamente por no conducir a nada útil: no solucionan los problemas del dolor, la enfermedad y la muerte. Sólo sirven para mentes ociosas que evitan enfrentarse con los más graves problemas de la existencia. Personalmente pienso que es muy discutible que las religiones influyan decisivamente en la conducta humana. Y si influyen ... no parece que tengan grandes consecuencias para predecir el comportamiento diario, ya que en todas partes, (no importa sus creencias religiosas), la gente suele comportarse razonablemente bien y, en algunos momentos, desagradablemente mal. De todas formas cabe la posibilidad que algunas dificultades sean favorecidas por cierto tipo de creencias. Opinan algunos psiquiatras que una formación demasiado puritana puede perjudicar el desarrollo de una sexualidad equilibrada (no dejan en claro lo que significa "equilibrada", aunque puede entenderse que implica practicar el sexo sin pensar que tu vida post-mortem cambie a causa de ello). En este caso el budismo no incentiva ninguna clase de "culpa". Dado que la ley kármica opera sobre la base de que "se recibe lo que se entrega", la clave ética de una relación sexual (o de cualquier otra conducta social) estará dada por la situación específica en la que se sitúa.

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En el caso del sexo, según algunas autoridades budistas que he tenido oportunidad de consultar, si es practicado sin causar dolor a nadie no origina consecuencias kármicas negativas. Otra cosa sería, por ejemplo, el adulterio; ya que aquí se está causando dolor (o pesar) al cónyuge extraño a la relación. En cambio, (y esta es una deducción personal, porque no se me ocurrió preguntar en su momento) una relación que lo incluya (un "menage à trois" que dicen los franceses) no sería negativa, ya que nadie es perjudicado. Insólitas consecuencias de la ley kármica. Quizá es por esta concepción de la vida que el budismo constituye la única religión que ha recorrido muchos pueblos de lenguas y costumbres diferentes sin ocasionar ninguna guerra religiosa. No existe ningún testimonio conocido de que monjes budistas hayan participado como tales en una guerra por su Fe. El budismo, luego de muchos siglos de esplendor, fue batiéndose en retirada en su propia tierra de origen, hasta llegar a ser una religión puramente testimonial en la India. El golpe de gracia se lo dió el islamismo persiguiéndolo cruelmente (sus monjes eran eliminados sin más trámite). A pesar de ello no hubo reacción violenta. Simplemente se limitaron a extenderse por otros lugares, abandonando la tierra ancestral que les había dado la espalda. De esta manera fueron llegando a otros países donde predicaron su particular visión del mundo. Poco a poco, siglo tras siglo, fueron extendiéndose lentamente por el centro, el sur y el este de Asia hasta llegar al Japón. No hay mejor prueba, dicen, que la de "los hechos"... y en los hechos históricos el budismo obtendría "matrícula de honor" en su rechazo permanente e inviolable de la violencia física por causa de creencias religiosas o políticas. "Si se insultara al Buda, un budista vería muy poca razón para torturar o matar a la persona que lo "insultara". ¿Para qué indignarse cuando se insulta a los Budas? A los Budas no los alcanzan las blasfemias".

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De todas formas siempre habrá excepciones, como la siguiente: “Resulta imposible no vincular la violencia, con centenares de muertos en las calles, a una campaña emprendida por varios monjes budistas para proteger la nación – Birmania- de una supuesta amenaza islamista. La campaña se llama 969, tres números que representan las “tres joyas” del budismo: los nueve atributos del Buda, los seis atributos del Dhamma (sus enseñanzas) y los nueve atributos de la Sangha (la comunidad monástica budista). A lo largo y ancho del país se pueden ver pegatinas con el símbolo de la campaña en tiendas y taxis. Su propósito es identificar los negocios en los que los “buenos budistas” deben gastar su dinero. El mensaje implícito es que los budistas deben evitar las tiendas de los kalar, un término ofensivo similar al inglés nigger con el que los birmanos se refieren a los descendientes de indios en general y a los musulmanes en particular. Ashin Wirathu es la cara más visible del movimiento 969. Este monje de 45 años, que se autodenomina el “Bin Laden birmano” por su discurso ultra-nacionalista, se ha hecho famoso hasta el punto de ser la portada de la revista Time, lo que ha provocado una gran polémica en Birmania. En su monasterio de Mandalay. Sentado en una silla, y con varios retratos enormes de sí mismo a su espalda, habla de la conspiración para conquistar Birmania a lo largo de este siglo que, según él, han urdido los musulmanes y los acusó de obligar a mujeres budistas a casarse con ellos y convertirse al islam. De todas maneras, aunque me falta mucha información para poder precisar una opinión, me da la sensación de que detrás de lo que parece un 57


conflicto religioso, entre musulmanes y budistas, se esconde como casi siempre, un conflicto de clases sociales. He querido dejar constancia de éstos hechos como una excepción notoria, pero evidentemente el budismo, los budistas y en particular los monjes budistas, nunca han sido una masa resignada dispuesta a soportar la opresión sin protestar o defenderse, la ahimsa –no violencia- no quiere decir sometimiento borreguil, recuérdese la firme defensa de su identidad que hicieron los monjes budistas en Vietnam. Pero volvamos a nuestro tema. Una de las consecuencias de esta "tolerancia" histórica que siempre, (insisto), ha practicado el budismo lleva a no negar a los dioses del lugar, siempre que no representen ideas contrarias a los principios básicos, se los integra. Al fin de cuentas todos los hombres santos lo han sido en virtud de sus obras, no por decreto divino; algo que ninguna creencia debería rechazar.

"En las religiones occidentales (Parsismo, Judaísmo, Cristianismo, Islamismo) se halla, en el punto central de las creencias, un creador y gobernador del mundo, personal y superior a todo, junto al cual no se piensa ningún otro ser divino efectivo en la naturaleza. El budismo ha conservado la idea de los dioses naturales de la India y de los otros 58


países a los que llegó, ya que considera también a los devas como arraigados al Samsára". Si Italia se convirtiera al budismo (es un decir) San Genaro seguiría siendo un excelente santo o "deva" para los napolitanos. Podría seguir haciendo sus milagros dentro del nuevo orden. Los devas ayudan a los seres humanos, a cambio de devoción y ofrendas, en sus negocios particulares "pero el poder de las divinidades se limita a la satisfacción de esa clase de deseos mundanos; crear el mundo, alterar su orden u otorgar al que se vuelve hacia ellas la salvación o una reencarnación favorable, no está en su poder. Y de todas maneras como ningún devoto suele pedirle a su santo que cambie la ley de gravedad, o equivalente, casi nadie se daría cuenta del cambio. La necesidad de santos o devas parece ser generalizada en todas las tribus humanas. Quizá venga a cuento la reflexión que sobre este asunto hace Conze: "Debemos darnos cuenta de que la gente religiosa de todas partes también espera obtener beneficios inmediatos de su religión. Vi recientemente, en la vidriera de una tienda anglicana en Oxford, que en la actualidad San Cristóbal parece ser el único santo que tiene atractivo para esos círculos. Sus medallas protegen de los accidentes automovilísticos. En forma semejante, el budista esperaba de su religión que lo protegiera de las enfermedades y del fuego, que les diera hijos y otros beneficios". Eso sí, y esto es algo que en principio no afectaría a la feligresía, pero cambiaría radicalmente la situación de nuestros queridos protectores: los santos budistas... son mortales.

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"Los dioses budistas se diferencian de los de otras religiones por el hecho de que han nacido y morirán." Los santos, según el budismo, duran más y están en mejor condición que los humanos. Son una especie de aristocracia de los seres vivientes; más también les llega su hora. "Los dioses están libres de enfermedad hasta que expiran." Como se ve los santos, o mejor dicho "devas", han logrado su situación gracias a sus excelentes virtudes practicadas en otras vidas anteriores; esto los coloca en un nivel de existencia privilegiada. Con podéres especiales que pueden hacer servir para el bien; pero todo lo compuesto está destinado a deshacerse, y en algún momento, por diversas razones, terminan como todos: en el hoyo. Dejo constancia que la concepción budista es mucho más compleja que lo descrito más arriba; un superficial resumen de divulgación. No obstante hago notar que esta "mortalidad" de los "seres superiores" (que están en otro plano de la existencia) junto con el reconocimiento de su "importancia" para los hombres, es un hecho fundamental para definir al budismo como una religión y no sólo como una filosofía y una práctica de vida. Algo que algunos intelectuales occidentales, que se han visto deslumbrados por la filosofía budista, les cuesta aceptar, ya que, básicamente, tienen una mentalidad no-religiosa. A esta altura debe estar suficientemente claro que el budismo no arrasa las tradiciones locales; simplemente las va subsumiendo en una estructura mayor, con la mínima violencia para que encajen en su visión del universo. Una explicación de por qué se fueron desarrollando tantas variedades de budismo. Cada una ligada a una zona concreta donde se instaló y creció. No existe nada parecido en el mundo occidental. No existe una rama del cristianismo que no reconozca la existencia histórica y crucial de Jesús, mientras otra cree que si bien existió no fue el único ni el más importante; que "Cristos" hubo muchos en la historia, antes y después de Jesús (en el budismo, el Buda que vendrá recibe el nombre de "Maitreya").

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La variedad del budismo es tal que desconcierta y abruma a quien se ha metido en su estudio con el modelo inconsciente del cristianismo. Por supuesto que todos los budismos aceptan la existencia y la importancia del Buda histórico (Sidarta Gotama); pero existen radicales diferencias cuando llega la hora de considerarlo el "primer" hombre que alcanzó "el despertar" en vida. Y pongo el "primero" porque para el budismo cualquiera, si sigue el camino adecuado, puede convertirse en Buda a partir de su naturaleza humana. Algo que curiosamente no pueden hacer los santos o devas. Si quisieran alcanzar la naturaleza de Buda, no tendrían más remedio que morir y reencarnarse en un humano: el único tipo de ser consciente que por sus virtudes y debilidades puede luchar y llegar a ser iluminado, convertirse en un Buda, si tiene la suficiente voluntad y constancia para ello. Esta última afirmación, que yo sepa, es única del Budismo: todos los seres sintientes (incluyendo los santos y las lagartijas) son dignos de respeto y protección... pero únicamente los humanos, en tanto sienten, sufren y tienen conciencia de sí, pueden alcanzar la iluminación. Los demás organismos tendrán que esperar una reencarnación favorable que los haga humanos para tener esta magnífica posibilidad.

De aquí se pueden deducir muchas cosas, yo prefiero deducir una sola: los humanos tenemos el deber de protección de todos los seres 61


del universo; si los dañamos o los destruimos... ese mal se volverá contra nosotros irremediablemente. No sé si la ley kármica existe, pero, si algo de esta intuición religiosa fuera cierta... tal como tratamos a la naturaleza e incluso a nuestros semejantes, tendremos problemas para rato. Diversas tendencias en el budismo Luego de la muerte del Buda su doctrina se fue diseminando por diversas naciones." Bajo el reino de Asoka se reunió un primer concilio budista -alrededor del 240 a.C.- con el objeto de zanjar disputas sectarias. Está claro que ya habían surgido herejías, pues algunos de los edictos de Asoka tratan de la expulsión de los cismáticos; y en verdad sabemos que se proclamaron herejías aun durante la vida del mismo Buddha. Con el transcurso del tiempo aparecieron muchísimas sectas y todas por igual se proclamaban a sí mismas las seguidoras de la verdadera doctrina, tal como ha sucedido con el cristianismo y toda otra gran fe. Las tendencias budistas se dividen en dos grupos principales: las del Hinayana y el Mahayana. Las primeras cuyas escrituras se preservan en Pali, sostienen que representan las puras y originales enseñanzas de Gautama, y en general conservan en alto grado sus características racionalistas, monásticas y puritanas; las segundas, cuyas escrituras están en sánscrito, interpretan la doctrina de otra manera, con un desarrollo místico, teológico y devocional. El Hinayana ha mantenido su supremacía principalmente en el sur, en particular en Ceylán y Birmania;

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el Mahayana en el norte, en Nepal y China. Pero es un error ubicar a las dos escuelas como definidamente del sur y del norte". Los términos de Hinayana y Mahayana (Pequeño y Gran Vehículo) son -según cuenta Borges- "metáforas [que] se refieren al caso de un incendio hipotético, del cual una persona se salva sola, en un carrito tirado por una cabra [El Hinayana], mientras otra salva a una multitud en un carromato conducido por bueyes [El Mahayana]"

Se comprende que los budistas del sur no vean con buenos ojos la denominación de "Hinayana" y prefieran la de "Theravada". "Ambos Vehículos tienen en común: las tres características de ser (impermanencia o fugacidad, sufrimiento e irrealidad del Yo), las cuatro nobles verdades, la transmigración, el karma y la via media" Sin embargo las diferencias se fueron haciendo cada vez más notables. Desde un punto de vista occidental (es decir, poco habituado a diferencias doctrinales tan grandes dentro de una misma creencia), se podría decir que constituyen dos religiones diferentes atendiendo a sus escritos canónicos. Pero quizá esta afirmación sea algo exagerada, porque comparten algunas ideas fundamentales: que el humano es el único camino para alcanzar la budeidad, que ningún dios puede eliminar las consecuencias kármicas (lo que significa que las consecuencias de nuestras acciones son irredimibles), y que no existe ningún creador de cielo y tierra, supremo legislador y juez del universo.

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Monje budista tibetano La escuela Theravada se desarrolla por el sur de la India, la isla de Ceilán y toda la península Indochina. Es la más antigua y actualmente se mantiene con todo vigor en los países que surgieron luego de la descomposición del imperio colonial inglés y francés. Como dice Coomaraswamy sus adeptos consideran que mantienen los principios del más temprano budismo. En este sentido consideran a el Buda Sidarta "como un hombre igual a otros y que sólo se lo distinguía de los demás por su penetración intuitiva de los secretos de la vida y del dolor, en su percepción de las cosas tal como verdaderamente son, como una eterna Transformación; con este conocimiento alcanzó el Nibbana [Nirvana en sánscrito] y para él se extinguieron las causas del nacimiento" . En esta escuela no se admite especulación de si Buda y los demás Arahats (persona que ha alcanzado la budeidad) subsisten después de la muerte física. Es, en cierto sentido, una religión estrictamente racionalista aunque, naturalmente, tiene su culto y rituales para todas las principales situaciones de la vida humana. "El Mahayana, o "Gran Barca" es así llamado por sus adherentes como réplica al Hinayana o "Pequeña Barca" del budismo primitivo, pues ofrece a todos los seres de todos los mundos la salvación por medio de la fe y el amor, así como por el conocimiento, mientras que el segundo sólo puede llevar, a través del proceloso mar de las Transformación a la lejana orilla del Nibbana, a aquellas pocas almas fuertes que o no requieren ninguna ayuda espiritual exterior ni el consuelo del culto" La escuela Mahayana se extendió por el Tíbet, donde tomó el nombre de Vrajayana (El camino del Diamante), China y Japón. En occidente es muy conocido el Zen, que es una rama del Mahayana nacido en China (con el nombre de "Chan"), para luego japonizarse. 64


Posteriormente alcanzó en la isla del sol naciente su máximo esplendor.

Monje budista vietnamita Sin embargo esta localización geográfica es errónea si se entiende que ambas tendencias nacieron de un desplazamiento geográfico. Según diversos autores el Theravada también alcanzó el Tíbet, simplemente que no arraigó en él, probablemente porque no conciliaba con la mentalidad de sus habitantes, aunque parece, que esto puede empezar a estar cambiando. Dibujando un esquema de trazos gruesos, sin detalle, podríamos decir que para un intelectual occidental, ateo (en el sentido de no creer en ninguna clase de dioses grandes o pequeños, creadores o protectores), la rama Theravada seduce por su mensaje empírico, basándose en la experiencia y en el análisis personal antes de dar el siguiente paso. En cambio el Mahayana resulta, para esta mentalidad, más similar al cristianismo u otras grandes religiones universales. De todos modos, incluso en el Mahayana, como ya dijimos más arriba, se excluye la visión de un Dios modelo judeo-cristiano-islámico: creador, legislador, juez y perdonador de los pecados, si llega el caso. Ya en nuestra época además de estas dos corrientes fundamentales han aparecido intentos de acomodar, o de síntesis, protagonizados por budistas occidentales. La primera experiencia en este sentido fue la sociedad Teosófica, de origen inglés, allá por 1875; y una de las últimas (que tenga noticia) es la protagonizada por otro inglés: Dennis Lingwood, (Londres, 1925) que luego de vivir 20 años en oriente 65


volvió a su tierra en 1967 para fundar los "Amigos de la Orden Budista Occidental". El D.Lingwood, más conocido por Sangharakshita, ha creado centros en diferentes partes del mundo. En nuestro país se encuentra uno de ellos en la provincia de Alicante ("Gujialoka"). La síntesis que ha hecho resulta bastante atractiva, a juzgar por la cantidad de centros que se han abierto siguiendo esta visión del budismo. De todas formas es evidente que todas las variedades del budismo se encuentran en expansión y cambio. Veamos el conocido Tercer sermón de Buda: El sermón del fuego Adittapariyaya Sutta Esto he escuchado. En una ocasión el Bienaventurado estaba en Gaya, en la Cabeza de Gaya, junto a un grupo de mil monjes. Estando ahí, se dirigió a ellos con estas palabras: Monjes, todo está ardiendo. ¿Qué significa que todo está ardiendo? El ojo está ardiendo, las formas están ardiendo, la conciencia del ojo está ardiendo, el contacto del ojo está ardiendo; también toda sensación placentera o penosa, y la que no es ni placentera ni penosa que depende del ojo como su condición indispensable, está ardiendo. ¿Ardiendo con qué? Ardiendo con el fuego de la codicia, con el fuego de la animadversión, con el fuego de la falsa ilusión; ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con las penas, lamentaciones, dolores, con la angustia y desesperación. El oído está ardiendo..., la nariz está ardiendo…, la lengua está ardiendo..., el cuerpo está ardiendo..., la mente está ardiendo, las ideas están ardiendo, la conciencia de la mente está ardiendo, el contacto de la mente está ardiendo; también toda sensación placentera o penosa, y la que no es ni placentera ni penosa que depende de la mente como su condición indispensable, está ardiendo. (…) Podemos escucharlo en el idioma Palí (no es el que Buda usaba)

Monjes, viendo esto, el bien instruido noble discípulo experimenta desapego hacia el ojo, hacia las formas, hacia la consciencia del ojo, hacia el contacto del ojo y hacia toda la sensación placentera o penosa, y hacia la que no es ni placentera ni penosa que depende del ojo como su condición indispensable. Experimenta desapego hacia el oído..., hacia la nariz..., hacia la lengua..., hacia el cuerpo..., hacia la mente, hacia las ideas, hacia la consciencia de la mente, hacia el contacto de la mente y hacia toda sensación placentera o penosa, y hacia la que no es ni placentera ni penosa que depende de la mente como su condición indispensable. Experimentando desapego se vuelve desapasionado. Mediante el desapasionamiento, su mente se libera. Alcanzada esta libertad, 66


aparece en él el conocimiento de que está liberado. Entonces entiende: el nacimiento está destruido, la vida santa ha sido realizada, la tarea ha culminado. No queda nada más por delante. Esto dijo el Bienaventurado y aquellos monjes se sintieron deleitados y elevados por las palabras del Bienaventurado. Y las mentes de aquellos mil monjes fueron plenamente liberadas de las contaminaciones a través del no-apego. La Ley del Karma H. Saddhatissa, nació en Ceilán y fue ordenado monje budista en 1926. Posteriormente se desempeñó como profesor de budismo en la Universidad de Benarés (India) y en Toronto (Canadá). Es un representante calificado de la escuela Theravada. Kamma o Karma, según lo escribamos en Pali o en Sánscrito, está producido -para Saddhatissa- por todas las acciones que cada individuo efectúa. Karma es la manera como "el pasado influye sobre el presente, pues 'Kamma' es pasado al igual que presente. El pasado y el presente influyen sobre el futuro -en esta vida o en la venidera-. Buda ha dicho: 'Es al acto mental de la voluntad, oh monjes, al que llamo Kamma. Después del deseo viene la acción mediante el cuerpo, la palabra o el pensamiento' (Anguttaranikaya)". Habitualmente, y no sólo en el budismo, se usa "Karma" como nombre genérico para denotar la conducta y sus resultados. Dichas consecuencias forman una intrincada madeja, interactuando entre si hasta el punto de no poder seguir la cadena causal. Cadena que puede llegar a ser muy compleja dado que nuevos efectos reaccionan con los anteriores, generando consecuencias de toda clase. Es de hacer notar que, según el budismo (Theravada), no todas las acciones humanas son provocadoras de Karma: "la voz Pali "Kamma" (...) significa literalmente "acción", "actuar". Pero en la teoría buddhista del karma tiene un sentido específico: expresa únicamente la "acción volitiva", y no todas las acciones. Además, esta palabra no significa, como muchos suelen emplearla errónea y libremente, el resultado del karma, pues en la terminología buddhista, el karma no significa nunca su propio efecto, sino que éste es conocido con el nombre de "fruto" o "resultado" del karma (Kamma-phala o Kammavipaka).

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Tampoco debe confundirse la acción de la ley kármica con "recompensa" o "castigo" por la conducta llevada a cabo. No es la acción de la justicia humana o divina, es el resultado de una ley natural. Una clase de acción volitiva genera unos efectos, otra clase genera distintos. "La idea de justicia moral o de recompensa y castigo, proviene de la concepción de un ser supremo o de un Dios que juzga, dicta sentencia y decide qué es lo bueno y qué es lo malo" El budismo considera que no se pueden eliminar las consecuencias kármicas que operan hasta su extinción; como las ondas provocadas por lanzar una piedra en un lago se extienden hasta llegar a la orilla o perderse en la distancia. Las consecuencias (vipaka) de la conducta volitiva se extienden hasta que sus efectos quedan cumplidos. Esta acción puede abarcar más de una vida. De ahí la dificultad para establecer la cadena causal en la determinación del estado presente; deberíamos incluir también vidas anteriores, con los inconvenientes de no saber qué hechos son los que provocaron los actuales efectos. Siendo una cuestión básica para la comprensión no sólo del budismo sino de las tradiciones orientales este concepto ha sido bastante mal entendido, al asimilarlo incorrectamente al destino; a una especie de predestinación que está más allá de la voluntad humana.

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No es el "destino", porque éste se nos impone. En cambio la ley kármica es el resultado de acciones que pueden ser cambiadas por la acción de la libertad humana. "Nuestra vida -dice Saddhatisa- es, a la vez, vipaka [resultado] del pasado y Kamma [productora de consecuencias] del futuro. La ley del "Kamma/vipaka" explica la razón por la que el Budismo es frecuentemente considerado como la doctrina del aquí y del ahora. Pues el aquí y el ahora es el único campo de acción en el que el hombre puede influir sobre la cadena del Kamma/vipaka y, finalmente interrumpirla. Las 4 nobles verdades Según la historia, el Buda expuso en su primer sermón a los cinco ascetas, en Isipatana, el núcleo de la nueva doctrina. Allí, a sus antiguos y recelosos compañeros, el Buda expuso lo que más tarde fueron conocidas como "las cuatro nobles verdades". Estas "verdades" o principios del budismo si bien son aceptadas por todas las escuelas o sectas budistas, tienen múltiples interpretaciones. Para empezar mejor ajustarse al punto de vista Theravada. Al fin de cuentas es el más antiguo. Veamos el texto del Sermón:

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Primer discurso de Buddha: puesta en marcha de la rueda del Dhamma Dhammacakkappavattana Sutta Esto he oído. En una ocasión el Buddha estaba residiendo cerca de Baranasi, en Isipatana, en el Parque de los Venados. Allí el Sublime se dirigió al grupo de los cinco monjes: Estos dos extremos, monjes, no deberían ser seguidos por un renunciante. ¿Cuáles son estos dos? La complacencia en los placeres sensuales —lo cual es bajo, vulgar, ordinario, innoble y no beneficioso — y la adicción a la mortificación —lo cual también es doloroso, innoble y no aporta beneficio—. No siguiendo estos dos extremos el Tathagata ha penetrado el camino medio que genera la visión y el entendimiento, que conduce a la paz, a la sabiduría, a la iluminación y al Nibbana. ¿Cuál es, monjes, el camino medio que el Tathagata ha penetrado que genera la visión y el entendimiento, que conduce a la paz, a la sabiduría, a la iluminación y al Nibbana? Simplemente el Noble Óctuple Sendero, es decir, (i) correcto entendimiento, (ii) correcto pensamiento, (iii) correcto lenguaje, (iv) correcta acción, (v) correcta vida, (vi) correcto esfuerzo, (vii) correcta atención y (viii) correcta concentración. Éste es el camino medio que el Tathagata ha penetrado, que genera la visión y el entendimiento, que conduce a la paz, a la sabiduría, a la iluminación y al Nibbana. Esta, monjes, es la noble verdad del sufrimiento. El nacimiento es sufrimiento, la vejez…, la enfermedad…, la muerte es sufrimiento; 70


asociarse con lo indeseable…, separarse de lo deseable…, no obtener lo deseado es sufrimiento. En breve, los cinco agregados de la adherencia son sufrimiento. Esta, monjes, es la noble verdad del origen del sufrimiento. Es el deseo que genera nueva existencia, el cual, asociado con el placer y la pasión busca deleite en todas partes. Es el deseo sensual, el deseo por la existencia y el deseo por la no existencia. Esta, monjes, es la noble verdad de la cesación del sufrimiento. La total extinción del deseo, su abandono, su eliminación, la liberación y no dependencia de él. Esta, monjes, es la noble verdad del sendero que conduce a la cesación del sufrimiento. El Noble Óctuple Sendero, es decir, (i) correcto entendimiento, (ii) correcto pensamiento, (iii) correcto lenguaje, (iv) correcta acción, (v) correcta vida, (vi) correcto esfuerzo, (vii) correcta atención y (viii) correcta concentración. (…) Monjes, mientras el entendimiento y la visión con respecto a estas Cuatro Nobles Verdades —de acuerdo a la realidad bajo sus tres modos y doce aspectos— no fue totalmente puro en mí, no admití frente al mundo con sus divinidades, sus Maras y Brahmas, ni a la humanidad con sus ascetas, brahmanes y hombres, que había realizado correctamente por mí mismo la incomparable iluminación. (…)

De esta forma surgió en mí el entendimiento y la visión: «Inconmovible es mi liberación. Éste es el último nacimiento. No habrá nuevas existencias». Esto dijo el Despierto y los cinco monjes se regocijaron de las palabras del Sublime. Cuando esta exposición se estaba impartiendo, surgió en el venerable Kondaña la pura e inmaculada visión del Dhamma: «Todo aquello que está sujeto a un surgir, está sujeto a un desaparecer». Cuando el Buddha puso en movimiento la rueda de la doctrina, la divinidades terrestres exclamaron: «Esta excelente rueda de la doctrina ha sido puesta en movimiento por el Sublime cerca de Baranasi en Isipatana, en el Parque de los Venados, y no podrá ser detenida por ningún asceta, brahmán, divinidad, Mara o Brahma, ni por ningún ser en el universo». (…) Y en ese instante, esa exclamación se extendió hasta el mundo de los Brahmas. Y los diez mil universos se estremecieron, se sacudieron y temblaron violentamente. Y una espléndida e ilimitada luz, sobrepasando el fulgor de las divinidades, se manifestó en el mundo.

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Luego el Sublime pronunció esta expresión de alegría: «Amigos, Kondañña ha comprendido. Amigos, Kondañña realmente ha comprendido». Y el venerable Kondañña fue llamado Aññasikondañña. Entonces, el venerable Aññasikondañña —habiendo visto el Dhamma, alcanzado el Dhamma, conocido el Dhamma, penetrado el Dhamma, trascendido la duda e incertidumbre, sereno e independiente de otro en la enseñanza del Maestro—, se dirigió al Sublime: «Venerable Señor, deseo recibir la ordenación en presencia del Sublime, deseo recibir la alta ordenación». «Venga monje» —dijo el Buddha—. «Bien expuesta está la Doctrina. Practique la vida noble para poner fin completamente al sufrimiento». Y esa fue la ordenación del venerable Aññasikondañña. Siguiendo el modelo médico de la antigua India: dar el nombre de la enfermedad, su causa, su pronóstico y el tratamiento recomendado, están son las "cuatro nobles verdades":

1) Dukkha. 2) Samudaya, el surgimiento de Dukkha 3) Nirodha, la cesación de Dukkha 4) Magga, El Sendero que conduce a la cesación de Dukkha."

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El uso de los términos Pali no es caprichoso. El problema de la traducción es... el "problema de la traducción": la diversidad de significados para estas importantes palabras. Por eso, para evitar nuestra fijación en "uno" de los varios sentidos posibles, Walpola Rahula coloca, (en la versión inglesa), estas palabras en lengua Pali. Sólo nos queda hacer constar que el Pali no es la lengua originaria del Buda; por lo que los problemas de exactitud histórica... pueden ser una verdadera fuente de "Dukkha". ¿Que significa "Dukkha"? En Pali es lo opuesto a "sukha": felicidad, bienes, holgura. Luego es "sufrimiento", "dolor", "pena", "aflicción", "imperfección", "impermanencia", "insustancialidad". W.Rahula afirma que no es conveniente traducirla por "sufrimiento" o "dolor", simplemente (aunque la absoluta mayoría de los textos en español así lo hacen). Una traducción tan estrecha no facilitaría una buena comprensión de la palabra búdica. La primera noble verdad, en consecuencia, establece que "Dukkha" es un estado universal y omnipresente. Lo cual no quiere decir, ni mucho menos, negar la felicidad y el placer; sólo indica que incluso en los mejores estados que un ser consciente puede atravesar, siempre está presente la sensación de fugacidad de éstos. En una palabra: la impermanencia. La segunda noble verdad trata del origen de Dukkha. No tiene una única causa, ya que existe una policausación resultado de la interacción de un conjunto de fuerzas discernibles; pero la principal se localiza en la "sed" (tanha), entendida, en su acepción más general posible, como el "deseo". Es tanha "el deseo, la voluntad de ser, de existir y volver a existir, de devenir, de acrecentar más y más, de acumular incesantemente" lo que mueve el ciclo de la impermanencia, del "samsara". Dicho así, esta concepción choca frontalmente con nuestra mentalidad. Para un occidental el deseo es una fuerza vital que lleva al desarrollo; al despliegue de todas las capacidades humanas. Es, además, la fuerza de nuestra civilización consumista ¿Que venderían las empresas si redujéramos tanha? El budismo antiguo no niega las consecuencias positivas del deseo; pero deja constancia que lo bueno sucede sólo en el corto plazo. Más allá la satisfacción continua de deseos crecientes genera nuevos y complicados problemas, y en vez de conseguir más "humanidad" sólo obtenemos menos. Un resultado paradójico difícil de advertir de una ojeada. Veamos el Sermón entero de Buda

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Las cuatro nobles verdades Saccavibhanga Sutta Esto he escuchado. En una ocasión, el Bienaventurado estaba morando en Baranasi, en el Parque de los Venados de Isipatana. Estando ahí, el Bienaventurado se dirigió a los monjes de esta manera: En Baranasi, monjes, en el Parque de los Venados de Isipatana, el Tathagata —el Realizado, el Plenamente Despierto—, puso en 74


movimiento la incomparable Rueda del Dhamma, la cual no puede ser frenada por ningún asceta, brahmán, deva, Mara o Brama, ni por nadie en este mundo, a saber: la enseñanza, la descripción, el establecimiento, la revelación, la exposición y exhibición de las Cuatro Nobles Verdades. ¿Cuáles cuatro? La enseñanza, la descripción, la revelación y exposición de (i) la noble verdad del sufrimiento. La enseñanza, la descripción, la revelación y exposición de (ii) la noble verdad del origen del sufrimiento. La enseñanza, la descripción, la revelación y exposición de (iii) la noble verdad del cese del sufrimiento. La enseñanza, la descripción, la revelación y exposición de (iv) la noble verdad del sendero que conduce al cese del sufrimiento. En Baranasi, monjes, en el Parque de los Venados de Isipatana, el Tathagata —el Realizado, el Plenamente Despierto—, puso en movimiento la incomparable Rueda del Dhamma, la cual no puede ser frenada por ningún asceta, brahmán, deva, Mara o Brama, ni por nadie en este mundo, a saber: la enseñanza, la descripción, el establecimiento, la revelación, la exposición y exhibición de estas Cuatro Nobles Verdades. Monjes, cultiven la amistad con Sariputta y Moggallana; asóciense, monjes, con Sariputta y Moggallana. Ellos son sabios y sirven de ayuda a sus compañeros de la vida santa. Sariputta es como una madre y, Moggallana, como una nodriza. Sariputta enseña a otros cómo alcanzar el fruto de la «entrada en la corriente» y, Moggallana, la meta suprema. Sariputta, monjes, es capaz de enseñar, describir, establecer, revelar, exponer y exhibir las Cuatro Nobles Verdades. Esto fue lo que dijo el Bienaventurado y, habiendo dicho esto, el Sublime se levantó de su asiento y entró en su morada.

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Entonces, una vez que el Bienaventurado se hubo retirado, el Venerable Sariputta se dirigió a los monjes con estas palabras: (…) ¿Y qué es, amigos, la noble verdad del sufrimiento? El nacimiento es sufrimiento, la vejez es sufrimiento, la muerte es sufrimiento. El pesar, el lamento, el dolor, la aflicción y la desesperanza son sufrimiento. No obtener lo deseado es sufrimiento. En resumen: los cinco cúmulos del apego, son sufrimiento. ¿Y qué es el nacimiento, amigos? El nacimiento dentro de varias clases de seres, la llegada a la existencia, el engendramiento, la manifestación de los cinco cúmulos y la obtención de las bases del contacto. Esto es el nacimiento. ¿Y qué es la vejez, amigos? La vejez dentro de varias clases de seres, la senilidad, la caída de los dientes, la aparición de las canas, las arrugas de la piel, el declive de la vida y el debilitamiento de las facultades. Esto es la vejez. ¿Y qué es la muerte, amigos? El fin de la existencia dentro de varias clases de seres, el fallecimiento, la desaparición, la culminación del tiempo, la disolución de los cinco cúmulos y la deposición del cuerpo. Esto es la muerte. ¿Y qué es, amigos, el pesar? El pesar, la congoja, el tormento, la agonía interna, la angustia de quien experimenta algún infortunio o ha sido afectado por algún estado penoso. Esto es el pesar. ¿Y qué es, amigos, el lamento? La queja, el llanto, el gemido, el clamor y el descontento de quien experimenta algún infortunio o ha sido afectado por algún estado lamentable. Esto es el lamento. ¿Y qué es, amigos, el dolor? El dolor físico, la enfermedad corporal, toda sensación desagradable producto del contacto corporal. Esto es el dolor. ¿Y qué es, amigos, la aflicción? La congoja mental, el malestar mental, toda sensación desagradable producto del contacto con la mente. Esto es la aflicción.

¿Y qué es, amigos, la desesperanza? El desaliento, la tribulación, la desesperación, el desánimo y abatimiento de quien experimenta algún infortunio o ha sido afectado por algún estado de pérdida. Esto es la desesperanza. ¿Amigos y qué significa que no obtener lo deseado es sufrimiento? Significa que, aunque los seres deseen evitar el nacimiento —la vejez, la enfermedad, la muerte, el pesar, el lamento, el dolor, la aflicción y la desesperanza—, como esto no es algo que se obtenga simplemente deseando, el no obtenerlo genera sufrimiento. ¿Y qué significa, amigos, que los cinco cúmulos del apego son sufrimiento? Significa que, como los cúmulos de las formas materiales —de las sensaciones, de las percepciones, de las formaciones 76


mentales y de los estados de consciencia— son afectados por el apego, entonces los cinco cúmulos del apego son sufrimiento. Esta es la noble verdad del sufrimiento. ¿Y qué es, amigos, la noble verdad del origen sufrimiento? Es la avidez, el apetito que trae la perpetuación de los seres, acompañada del deleite y la codicia que hace complacerse en esto y aquello, es decir, la avidez por los placeres sensuales, la avidez por la existencia, la avidez por la no-existencia. Esta es la noble verdad del origen del sufrimiento. ¿Y qué es, amigos, la noble verdad del cese del sufrimiento? Es la disolución y cese, la extinción, el renunciamiento, el dejar ir y el abandono de esta misma avidez. Esta es la noble verdad del cese del sufrimiento. ¿Y qué es, amigos, la noble verdad del sendero que conduce al cese del sufrimiento? Es el Noble Óctuple Sendero, es decir, el correcto punto de vista o comprensión, la correcta intención o pensamiento, la correcta forma de hablar, la correcta acción, la correcta forma de vida, el correcto esfuerzo, la correcta atención consciente y la correcta concentración.

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La tercera noble verdad establece que es posible emanciparse de Dukkha. En palabras más sencillas el ser humano puede liberarse del sufrimiento causado por la impermanencia y la satisfacción de deseos. Esta liberación tienen un nombre: "Nibbana" en Pali y "Nirvana" en Sánscrito. Dado que el último término es el más conocido en nuestra lengua, a partir de ahora lo usaré casi en exclusiva. La tercera noble verdad trata, en consecuencia, de la existencia del Nirvana. Más ¿en qué consiste? No resulta fácil dar una respuesta sencilla: En uno de los textos budistas más antiguos (el Asamkhatasamyutta) "se mencionan 32 sinónimos de Nibbana"; así que puede traducirse como "extinción de la sed", "no compuesto", "incondicionado", "desapego", "cesación", "extinción", "tranquilidad", "la otra orilla", "del otro lado", "Verdad", etc. etc. Como dice el Lankavatara-sutra: "La gente se atasca en las palabras, cual un elefante en el fango" Incluso se ha considerado que Nirvana es la aniquilación del Yo, pero, como alerta W.Rahula "el Nirvana no es de ningún modo la aniquilación del yo, porque en realidad no existe un yo que deba ser aniquilado. Si es algo, es la aniquilación de la ilusión, de la falsa idea del yo". Esta última idea es la que, personalmente más me agrada, sin desmedro de las otras, ya que al final, todas son meras aproximaciones a un estado que, por su radical "otredad" no puede ser descrito como un objeto. También es un error pensar al Nirvana como la consecuencia de la extinción de la avidez, ya que no es ni causa ni efecto de nada. "Hay un Sendero que conduce a la experiencia del Nirvana, pero éste no es el resultado del Sendero. Podéis llegar a la cima de la montaña siguiendo una senda; empero, la montaña no es ni el resultado ni el efecto de la senda; podéis ver una luz, más la luz no es el resultado de vuestra vista"

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De estas palabras se desprende que para el budismo Theravada el Nirvana existe independientemente de la dificultad lingüística para expresarlo, "al igual que no se puede explicar a un pez en que consiste la tierra firme"; que se puede alcanzar por medios estrictamente humanos. Y que, una vez alcanzado, tiene una consecuencia radical: se acaban las consecuencias de una percepción errónea de las cosas y de uno mismo. Otra fuente de error en este término clave es entender al Nirvana como un estado que se puede alcanzar después de la muerte. "No existe un "entrar en el Nirvana después de la muerte" Para la concepción budista la muerte es un estado de transición a una nueva vida. Sólo los que han alcanzado el estado de Buda, mueren para no renacer. Mueren bien muertos: "Tenemos la voz parinibbuto que se emplea para indicar la muerte de un Buddha o la de un Arahant que ha experimentado el Nirvana; pero no tiene la significación de "entrar en el Nirvana". Parinibbuto sólo significa "totalmente muerto", "enteramente soplado", "totalmente extinguido", porque tanto el Buddha cuanto el Arahant no renacen después de la muerte". Quizá estas palabras causen desconcierto al lector, ya que contrarían todos sus supuestos conscientes e inconscientes. Para el Budismo (que en esto, comparte la misma visión con otras religiones hinduístas) la muerte física no es la verdadera muerte. No se puede escapar a la rueda de las reencarnaciones. Quizá en un occidental "volver a nacer" sea una esperanza; para un budista es una maldición. Es volver, con renovada inocencia, a repetir idénticos errores y a sufrir las consecuencias negativas de las 79


acciones pasadas. No hay necesidad de inventar el infierno... está aquí, con nosotros. Es imposible escapar; abres cualquier puerta y vuelve a reaparecer el mismo paisaje. Se comprende, entonces, que el objetivo sea, pues, escapar de la cadena de reencarnaciones. Cadena que, además, actúa en todos los seres; lo que hace muy difícil renacer en un cuerpo humano. Se dice que es más fácil que una tortuga que habita el fondo del océano salga a la superficie justo en el centro de un anillo de algas, que uno renazca ser humano; tal es la diversidad de seres vivos dispuestos a acogernos. El Buda y los Arahant (los que han alcanzado el estado de Buda, luego del Buda histórico) han cortado el ciclo. ¡Han definitivamente muerto y descansan en paz!

Una consecuencia de este enfoque es la importancia que cobra la vida humana. Es una especie de lotería que toca a muy pocos en la inmensidad del tiempo y del espacio. Desperdiciarla es como dilapidar un gran premio en McDonalds y demás antros parecidos. Difícilmente podremos volver a un cuerpo y una mente humana en milenios. Considerando la cantidad de insectos que hay en nuestro planeta... parece razonable el cálculo anterior. Otra consecuencia de esta perspectiva es la benevolencia con todas las formas de vida orgánica. Uno ahora es hombre, pero mañana puede ser cucaracha... o algo más elemental. ¡No quiero ni pensar en que habrán reencarnado Hitler o Stalin! Sin embargo, no tengo clara la mecánica de la ley kármica. Ya que la gente suele adjudicar los peores sitios a los pobres y a los perdedores; y los peores de los 80


peores a los que reúnen simultáneamente los dos requisitos anteriores. Creo que este aspecto debería ser revisado a la luz de los nuevos enfoques contemporáneos. A esta altura es evidente que la opinión de los vecinos no es la más objetiva. De existir la ley kármica, tendría que operar sobre bases menos frágiles. Otra consecuencia es la perspectiva global que se introduce con esta doctrina. El Dios semita es, al fin de cuentas, un Dios de la tribu. La ley kármica, en cambio, es válida para todos los seres sintientes. Deben haber parecido extrañamente localistas las ideas cristianas llevadas por los primeros misioneros. En vez de un ciclo universal en un universo profundamente ético se nos cuenta la historia de un Dios, creador del bien (y del mal) que permite volver al paraíso, definitivamente, sólo a los humanos que lo glorifican. No se trata de un ejercicio de religión comparada, sino tratando de imaginar cómo pueden sonar nuestras "verdades" en oídos no acostumbrados a ellas. En esta perspectiva un budista no pensaría en el suicidio como una alternativa válida. Sería equivalente a mudarse de casa sin saber donde se va a aterrizar. No es una solución; es un cambio que, probablemente, agrave nuestros problemas (ya que podemos renacer en una forma de vida muy insatisfactoria, a nuestros ojos). La única manera de alcanzar la paz es escapar a esa rueda inexorable alcanzando el estado de Buda. Un aspecto importante es que "En casi todas las religiones sólo después de la muerte es posible alcanzar el summun bonum. Pero el Nirvana puede ser experimentado en esta vida; no es necesario esperar la muerte para alcanzarlo"

Experimentar el Nirvana en vida, y acabar al final... definitivamente muerto; he aquí el ideal del budista. El Nirvana está aquí, en el mismo mundo del Sansara, de las apariencias y del dolor: "Aquel que ha 81


experimentado la Verdad, el Nirvana, es el más feliz de los seres. Hállase libre de todos los complejos, obsesiones, zozobras y turbaciones que atormentan a los demás. Su salud mental es perfecta. No se arrepiente del pasado ni cabila acerca del futuro, sino que vive completamente en el presente. Por tanto, aprecia todas las cosas y goza de ellas en el sentido más puro, sin autoproyecciones. Es feliz, está alborozado, disfruta de la vida pura, sus facultades están satisfechas, está libre de la ansiedad, es sereno y pacífico. Dado que está libre de todos los deseos egoístas, del odio, del engreimiento, del orgullo, así como de otras "máculas" similares, por ende, es puro, apacible, está colmado de amor universal, compasión, bondad, simpatía, comprensión y tolerancia. Asiste a sus semejantes con la mayor pureza, pues no piensa egocéntricamente. No busca ganancia, no acumula nada, ni siquiera algo espiritual, porque está libre de la ilusión del Yo y de la "sed" de devenir. He puesto deliberadamente esta extensa cita porque en ella se encuentra compendiada todo lo que admira el budista, y a "contrario sensu", todo lo que rechaza. Independientemente que cada adepto se acerque lo que pueda a este ideal, lo anterior son las ideas y los valores que aprecia. Así entendemos como la tolerancia está en el corazón de su doctrina. Un pensar intolerante es un pensar egocéntrico; no hay porque defender la verdad. Cuanto más la defiendes más la encubres.

Por fin la cuarta noble verdad es la verdad de Magga: el Sendero que conduce al Nirvana, a la liberación de Dukkha. También se le llama el "Sendero Medio", en recuerdo al rechazo del Buda de los dos extremos: el ascetismo, por un lado, y la búsqueda de los placeres de los sentidos, por el otro. Este Sendero tiene 8 aspectos; no son 8 82


etapas, son 8 factores que deben contemplarse simultáneamente y que deben ser practicados en la medida que cada situación reclame la puesta en práctica de cualquiera de los 8 factores implicados. Estos son: 1) Samma ditthi: recta comprensión 2) Samma sankappa: recto pensamiento 3) Samma vaca: rectas palabras 4) Samma kammanta: recta acción 5) Samma ajiva: rectos medios de vida 6) Samma vayama: recto esfuerzo 7) Samma sati: recta atención 8) Samma samadhi: recta concentración. El objetivo de la práctica de estos ocho factores interrelacionados se encuentra en el adiestramiento para desarrollar los tres principios capitales del método budista que, como un senda dibujada en la montaña, permite alcanzar el Nirvana: 1) la conducta ética (sila), 2) el control mental (samadhi), y 3) y la sabiduría (pañña). El desarrollo del "óctuple sendero", que así también se lo llama, quedó expuesto en el siguiente Sermón del Buda:

El noble óctuple sendero Maggavibhanga Sutta

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He oído que, en cierto momento, el Despierto estaba viviendo en Savatthi, en el bosquecillo de Jeta del monasterio de Anathapindika. Allí se dirigió a los monjes, diciendo: Enseñaré y analizaré para ustedes el Noble Óctuple Sendero. Escuchen y presten mucha atención que voy a hablar. ¿Y cuál es, monjes, el Noble Óctuple Sendero?” Correcta visión o entendimiento, correcta intención o pensamiento, correcta forma de hablar, correcta acción, correcto modo de vida, correcto esfuerzo, correcta atención y correcta concentración. ¿Qué es la correcta visión o entendimiento? Conocimiento en referencia al sufrimiento, conocimiento en referencia al origen del sufrimiento, conocimiento en referencia al cese del sufrimiento, conocimiento en referencia al camino que lleva al cese del sufrimiento. Esto es correcta visión o entendimiento. ¿Qué es la correcta intención o pensamiento? Es estar decidido a renunciar a los apegos, a liberarse de la mala voluntad, a no hacer daño a los seres. Esto es correcta intención o pensamiento. ¿Qué es la correcta forma de hablar? Abstenerse de mentir, abstenerse de hablar de forma divisiva, abstenerse de hablar de forma insultante, abstenerse de la charla banal. Esto es correcta forma de hablar. ¿Qué es la correcta acción? Abstenerse de quitar la vida a otros seres, abstenerse de robar, abstenerse de la lujuria. Esto es correcta acción. ¿Qué es el correcto modo de vida? Es abandonar el modo de vida deshonesto y mantener un modo de vida basado en el correcto actuar. Esto es correcto modo de vida.

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¿Qué es el correcto esfuerzo? Es el caso de quien (i) genera deseo, persistencia, se esfuerza y afana en el propósito por evitar la aparición de cualidades mentales poco hábiles e insalubres que aún no han aparecido en su mente. (ii) Genera deseo, persistencia, se esfuerza y afana en su propósito por hacer desaparecer las cualidades mentales poco hábiles e insalubres que han aparecido en su mente. (iii) Genera deseo, persistencia, se esfuerza y afana en su propósito por hacer aparecer cualidades mentales hábiles y saludables que no han aparecido en su mente. (iv) Genera deseo, persistencia, se esfuerza y afana en su propósito por mantener, incrementar, desarrollar, madurar y culminar las cualidades mentales hábiles y saludables que han aparecido en su mente. Esto es correcto esfuerzo. ¿Qué es la correcta atención? Es el caso de quien permanece centrado en el propio cuerpo, fervoroso, consciente y atento; apartado de la codicia y aflicción por el mundo. (ii) Permanece centrado en las propias sensaciones, fervoroso, consciente y atento; apartado de la codicia y aflicción por el mundo. (iii) Permanece centrado en la propia mente, fervoroso, consciente y atento; apartado de la codicia y aflicción por el mundo. (iv) Permanece centrado en las propias cualidades mentales, fervoroso, consciente y atento; apartado de la codicia y aflicción por el mundo. Esto es correcta atención. ¿Y qué es la correcta concentración? Es el caso de quien aislado de la sensualidad, aislado de las cualidades mentales poco hábiles, entra y permaneces en (i) el primer jhana: éxtasis y placer nacidos de la renuncia, acompañados de pensamiento dirigido y sostenido. Con el apaciguamiento del pensamiento dirigido y sostenido, entra y permanece en (ii) el segundo jhana: éxtasis y placer nacidos de la concentración, unificación de la consciencia libre del pensamiento dirigido y sostenido, seguridad interior. Con el desvanecimiento del éxtasis, permanece ecuánime, atento y alerta, sintiendo placer con el cuerpo. Entra y permanece en (iii) el tercer jhana, del cual los nobles declaran: ecuánime y atento, tiene una morada placentera. Con el abandono del placer y el dolor —como con la anterior desaparición de la euforia y aflicción— entra y permanece en (iv) el cuarto jhana: la pureza de la ecuanimidad y la atención, sin placer ni dolor. Esto es correcta concentración. Esto es lo que el Bendito dijo y, agradecidos, los monjes se deleitaron en sus palabras.

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Baste decir que los tres principios antes mencionados deben existir como una trinidad indivisible, por si solos no significan mucho: conducta ética sin sabiduría no es malo en si mismo, pero no ayuda al practicante en su desarrollo espiritual. Sabiduría sin control mental, degenera en vana erudición. Y control mental sin sabiduría lleva al desarrollo de poderes que obstaculizan el propio crecimiento espiritual al acentuar la ilusión del yo; una manera de acentuar la ilusión egocéntrica. El poder sin sabiduría genera un abrumador karma negativo. La historia humana está repleta de miedo, violencia y tristeza debido al ejercicio de un poder desnudo de compasión y conocimiento (la "sabiduría" es la profunda comprensión del carácter de la existencia marcada por sus tres características: la impermanencia, la insatisfacción y la ilusión del Yo). Sobre ésta cuestión podríamos ver el siguiente Sermón: Segundo discurso de Buddha: la ausencia de un «yo» substancial Anattalakkhana Sutta Esto he escuchado. En una ocasión el Bienaventurado estaba morando en el Parque de los Venados de Isipatana, cerca de Baranasi. Estando allí, se dirigió al grupo de los cinco monjes: Monjes, la forma es no-ser. Porque si la forma fuera el ser, no conduciría a la aflicción y sería posible conseguir que la forma fuera de esta manera o de esta 86


otra manera. Pero como la forma es el no-ser, entonces conduce a la aflicción y no es posible conseguir esto de ella: que la forma sea de esta u otra manera. Monjes, la sensación es no-ser. (…) Monjes, la percepción es no-ser. (…) Monjes, las formaciones mentales son no-ser. (…) Monjes, la consciencia es no-ser. (…) Qué opinan, monjes, ¿es la forma permanente o transitoria? Transitoria, venerable señor. Y lo que es transitorio, ¿da insatisfacción o felicidad? Insatisfacción, venerable señor. Y lo que es transitorio, insatisfactorio y sujeto a cambio, ¿puede ser considerado: esto es mío, esto soy yo, esto es mi ser? No, venerable señor. La sensación, la percepción, las formaciones mentales y la consciencia, ¿son permanentes o transitorias? Transitorias, venerable señor. Y aquello que es transitorio, ¿da insatisfacción o felicidad? Insatisfacción, venerable señor. Y si es transitorio, insatisfactorio y sujeto a cambio, ¿puede ser considerado: esto es mío, esto soy yo, esto es mi ser? No, venerable señor.

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Por eso, monjes, cualquier clase de forma —del pasado, presente o futuro, interna o externa, vulgar o sutil, inferior o superior, lejana o cercana—, toda forma debería ser vista tal como realmente es, con la correcta sabiduría: esto no es mío, esto no soy yo, esto no es mi ser. Cualquier clase de sensación —del pasado, presente o futuro, interna o externa, vulgar o sutil, inferior o superior, lejana o cercana—, (…) Cualquier clase de percepción —del pasado, presente o futuro, interna o externa, vulgar o sutil, inferior o superior, lejana o cercana—, (…) Cualquier clase de formación mental —del pasado, presente o futuro, interna o externa, vulgar o sutil, inferior o superior, lejana o cercana —, (…) Cualquier clase de consciencia —del pasado, presente o futuro, interna o externa, vulgar o sutil, inferior o superior, lejana o cercana —, (…) Monjes, viendo de esta manera, el instruido noble discípulo experimenta desapego hacia la forma, desapego hacia la sensación, hacia la percepción, hacia las formaciones mentales y la consciencia. Y experimentando desapego, llega a estar desapasionado y, mediante el desapasionamiento, su mente se ve liberada. Alcanzada esta libertad, entonces llega el conocimiento de que está liberado y comprende: destruido está el nacimiento, la vida santa ha sido vivida, lo que había que hacer se ha realizado y, he aquí, no hay más futuros estados de existencia. Esto fue lo que dijo el Despierto. Entonces aquellos cinco monjes se sintieron satisfechos y deleitados por las palabras del Bienaventurado, y sus mentes se vieron liberadas mediante el noapego. El Budismo excluye la idea de "pecado". No existe un castigo, propiamente hablando, de una mala conducta. Así cómo la electricidad no castiga a quien pone la mano en un cable pelado. Las consecuencias son desfavorables de la misma manera que una piedra que se echa a rodar por una montaña arrastra a otras hasta formar una lluvia de piedras. Al darnos cuenta de cómo "funciona" la realidad podemos elegir, (pero no estamos obligados a hacerlo), una senda más favorable y trabajar simultáneamente en tres direcciones: hacia los demás, hacia nuestra mente, y hacia la comprensión de la realidad objetiva. La consecuencia de ello, si se hace rectamente, es obtener el Nirvana en vida; luego ... el vacío nos acogerá dulcemente.

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Veamos fragmentos de: Los 4 discursos del Buddha sobre el Nirvana Pathamanibbanapatisamyutta Sutta – Primer discurso conectado con el Nibbana Introducción: El Buda describe el Nibbana. He aquí lo que yo he oído decir. Cierta vez el bhagavant se encontraba en la ciudad de Savatthi, en el Bosque del Príncipe Jeta, en el parque de Anathapindika. En aquella ocasión el bhagavant instruyó, incitó, entusiasmó, llenó de gozo a los bhikkhus con una conversación sobre la doctrina relativa al nirvana. Y aquellos bhikkhus oían la doctrina, haciendo de ella el objeto de su atención, captándola en su mente en toda su integridad, concentrados, escuchando cuidadosamente. El bhagavant, comprendiendo el sentido, dijo en aquella ocasión este udana: Existe, oh bhikkhus, aquel dominio en que no se dan ni la tierra ni las aguas ni el fuego ni el aire ni el dominio de la infinitud del espacio, ni el dominio de la infinitud de la conciencia, ni el dominio de la nada, ni el dominio del cono cimiento y del no-conocimiento, ni este mundo ni el otro ni el sol ni la luna. Yo os digo, oh bhikkhus, que ahí no se entra, que de ahí no se sale, que ahí no se permanece, que de ahí no se decae y que de ahí no se renace. Carece de fundamento, carece de actividad, no puede ser objeto del pensamiento. Es el fin del sufrimiento. 89


Dutiyanibbanapatisamyutta Sutta – Segundo discurso conectado con el Nibbana Introducción: Lo difícil de comprender el Nibbana. He aquí lo que yo he oído decir. Cierta vez el bhagavant se encontraba en la ciudad de Savatthi, en el Bosque del Prín cipe Jeta, en el parque de Anathapindika. En aquella ocasión el bhagavant instruyó, incitó, entusiasmó, llenó de gozo a losbhikkhus con una conversación sobre la doctrina relativa al nirvana. Y aquellos bhikkhus oían la doctrina, haciendo de ella el objeto de su atención, captándola en su mente en toda su integridad, concentrados, escuchando cuidadosamente. El bhagavant, comprendiendo el sentido, dijo en aquella ocasión este udana: El nirvana es difícil de comprender, Pues la verdad no es fácil de ver. El deseo es atravesado por el que conoce, Para el que ve nada existe.

Tatiyanibbanapatisamyutta Sutta – Tercer discurso conectado con el Nibbana Introducción: El Nibbana como lo no-nacido, no-devenido, no-hecho, no-compuesto. He aquí lo que yo he oído decir. Cierta vez el bhagavant se encontraba en la ciudad de Savatthi, en el Bosque del Prín cipe Jeta, 90


en el parque de Anathapindika. En aquella ocasión el bhagavant instruyó, incitó, entusiasmó, llenó de gozo a losbhikkhus con una conversación sobre la doctrina relativa al nirvana. Y aquellos bhikkhus oían la doctrina, haciendo de ella el objeto de su atención, captándola en su mente en toda su integridad, concentrados, escuchando cuidadosamente. El bhagavant, comprendiendo el sentido, dijo en aquella ocasión este udana: Existe, oh bhikkhus, lo no-nacido, no-devenido, no hecho, nocompuesto. Si no existiese, oh bhikkhus, lo no-nacido, no-devenido, no-hecho, no-compuesto, no se percibiría en este mundo una salida para lo nacido, devenido, hecho, compuesto. Pero, puesto que existe, oh bhikkhus, lo no-nacido, no-devenido, no-hecho, no-compuesto, por tal razón se percibe una salida para lo nacido, devenido, hecho, compuesto. Catutthanibbanapatisamyutta Sutta – Cuarto discurso conectado con el Nibbana Introducción: Cómo se llega al fin del sufrimiento. He aquí lo que yo he oído decir. Cierta vez el bhagavant se encontraba en la ciudad de Savatthi, en el Bosque del Prín cipe Jeta, en el parque de Anathapindika. En aquella ocasión el bhagavant instruyó, incitó, entusiasmó, llenó de gozo a losbhikkhus con una conversación sobre la doctrina relativa al nirvana. Y aquellos bhikkhus oían la doctrina, haciendo de ella el objeto de su atención, captándola en su mente en toda su integridad, concentrados, escuchando cuidadosamente. El bhagavant, comprendiendo el sentido, dijo en aquella ocasión este udana: La inestabilidad existe para el que tiene apego, la inesta bilidad no existe para el que no tiene apego. Cuando no existe la inestabilidad, se produce la calma; cuando existe calma, no se produce la inclinación; cuando no existe inclinación, no seproduce ni llegada ni partida; cuando no existe ni llegada ni partida, no se produce desaparición ni reaparición; cuando no existe desaparición ni reaparición, ya no existe ni aquí ni más allá, ni nada entre ambos. Es el fin del sufrimiento. Añadamos aún otro sermón:

El camino al Nibbana Aniccanibbanasappaya Sutta Monjes, voy a enseñarles sobre el camino correcto para alcanzar el Nibbana. Escuchad y prestad atención que voy a hablar. 91


¿Y cuál es, monjes, el camino correcto para alcanzar el Nibbana? He aquí, el monje mira el ojo como transitorio, mira las formas como transitorias, mira la consciencia del ojo como transitoria, mira el contacto del ojo como transitorio, mira como transitoria cualquier sensación que surja del contacto con el ojo como condición: sea esta una sensación placentera, dolorosa o neutral. Además, el monje mira el oído como transitorio, mira los sonidos como transitorios, mira la consciencia del oído como transitoria, mira el contacto del oído como transitorio, mira como transitoria cualquier sensación que surja del contacto con el oído como condición: sea esta una sensación placentera, dolorosa o neutral. Además, el monje mira la nariz como transitoria, mira los olores como transitorios, mira la consciencia de la nariz como transitoria, mira el contacto de la nariz como transitorio, mira como transitoria cualquier sensación que surja del contacto con la nariz como condición: sea esta una sensación placentera, dolorosa o neutral. Además, el monje mira la lengua como transitoria, mira los sabores como transitorios, mira la consciencia de la lengua como transitoria, mira el contacto de la lengua como transitorio, mira como transitoria cualquier sensación que surja del contacto con la lengua como condición: sea esta una sensación placentera, dolorosa o neutral. Además, el monje mira el cuerpo como transitorio, mira al tacto como transitorio, mira la consciencia del cuerpo como transitoria, mira el contacto del cuerpo como transitorio, mira como transitoria cualquier sensación que surja del contacto con el cuerpo como condición: sea esta una sensación placentera, dolorosa o neutral. Además, el monje mira la mente como transitoria, mira los fenómenos mentales como transitorios, mira la consciencia de la mente como transitoria, mira el contacto de la mente como transitorio, mira como transitoria cualquier sensación que surja del contacto con la mente como condición: sea esta una sensación placentera, dolorosa o neutral. Éste es, monjes, el camino correcto para alcanzar el Nibbana.

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A veces me pregunto si el Budismo podría dar, también, una esperanza de vida mejor a los occidentales que, como uno, no creen no ya en la rueda de las reencarnaciones, sino en que exista "sólo una" reencarnación. Pongamos por caso que el vacío espere por igual, sin elección, tanto a los que viven correctamente como malvadamente (o simplemente angustiados por problemas nimios y grandes que se suceden sin interrupción) No es fácil responder (si se quiere decir algo más que simples trivialidades). En todo caso algo parece cierto: el Budismo provee de un marco de análisis de la existencia que no violenta nuestra razón con la hipótesis de Dioses fantasmales que crean el bien y el mal, y luego se lavan las manos cuando observan las consecuencias desafortunadas de su obra. Es imposible abarcar y dar una idea precisa de las cuatro nobles verdades, las ideas en que se fundan y las consecuencias que se derivan sin muchos y áridos estudios. Todo lo anterior y posterior (me refiero no sólo a este artículo, sino también a todos los demás que lleven mi firma) debe ser tomado como una visita turística a una realidad doctrinal compleja que no se presta a ser captada en una sola visita. La actitud "correcta" (samma), para seguir empleando la terminología budista, creo que debería ser: Primero: Considerar que todo lo explicado sobre el Budismo y su manera de pensar, es provisionalmente verdadero. Segundo: Una vez que se empieza a estudiarlo, considerar que todo lo anteriormente explicado es provisionalmente falso. 93


Tercero: La síntesis final (en el caso de haberla), será tan personal como la mía, y cuando se explique dará lugar a un nuevo principio para el que la escuche o lea.(Tomado de Elena en Buenas Tareas) Hacemos un alto para ver la extraordinaria película:

Un breve resumen. El lector que haya seguido pacientemente el largo desarrollo del tema expuesto en ésta entrada, quizás no necesite de éste brevísimo resumen. No repetiré aquí lo dicho anteriormente, sino que me ceñiré a lo que dijo, hace más de 100 años un viejo caballero inglés, miembro de la sociedad Teosófica Leadbeater: Para decirlo en breves palabras, el Buda presentaba ante sus oyentes lo que él llamaba “El Sendero Medio”. Declaraba que los extremos, en cualquier sentido que fuesen, eran igualmente contraproducentes; decía, por una parte, que la vida del hombre del mundo, absorto por completo en sus negocios y persiguiendo sueños de gloria y poder, era de resultados perjudiciales y funestos, puesto que de este modo descuidaba por completo todo aquello que era realmente digno de estima y consideración. Pero por otra parte enseñaba también que el riguroso ascetismo que dice al hombre que debe renunciar por completo al mundo y que le aconseja que se dedique exclusiva y egoístamente a buscar los medios de separarse y escapar del mismo, era igualmente perjudicial y nocivo. Sostenía que el “sendero medio” de la verdad, y del deber, era el mejor y más seguro, y que si bien la vida consagrada exclusivamente a la espiritualidad, podía ser vivida por aquellos que estaban suficientemente preparados para ella, había, sin embargo, también una perfecta y verdadera vida espiritual posible para el hombre que todavía tenía su sitio y desempeñaba su misión en el mundo. Basaba su doctrina de una manera absoluta, sobre la razón y el sentido común. No pedía a nadie que creyese ciegamente, sino que, por el contrario, decía a todos que abriesen los ojos y mirasen en torno de sí. Declaraba que, a pesar de todas las miserias y sufrimientos del mundo, el gran esquema del cual el hombre forma parte, es un esquema de justicia eterna, y que la ley bajo la cual vivimos es una ley misericordiosa que sólo necesita que la comprendamos y que adaptemos nuestra conducta a la misma. Declaraba que el hombre mismo es la causa de sus sufrimientos, debido a que se deja dominar por el deseo, yendo constantemente tras aquello que es objeto de sus ansias, y que la felicidad y la satisfacción se pueden obtener más fácilmente limitando y restringiendo los deseos, que por medio del aumento de los honores y riquezas. Veamos aún, un último sermón del Buda:

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(Se halla en el segundo Libro de Comentarios y lo dirige a los arhats). Dijo el Todo-Misericordioso: “Bendito seáis, ¡oh Bhikshus! Felices vosotros que habéis comprendido el misterio del ser y del no-ser, explicado en el Baspa, y preferisteis el no-ser porque sois verdaderamente mis arhatas... El elefante que ve su mole reflejada en el lago, y la mira y se marcha porque la cree el cuero real de otro elefante, es más sabio que el hombre que al mirarse en la corriente de la vida dice: “Ese soy yo... Yo soy yo”. Porque el “Yo”, su ser, no está en el mudable mundo de las doce nidânas, sino en el del no-ser, único mundo más allá de los engaños de mâyâ... El verdadero “Yo” [Ego], el Yo del Universo, no tiene causa ni autor, existe por sí mismo, es eterno y está mucho más allá del alcance de la mutabilidad. El universo de Nam-Kha dice: “Yo soy el mundo de Sien-Chan”. Las cuatro ilusiones replican riendo: “Verdaderamente es así”. Pero el realmente sabio advierte que ni el hombre ni el universo, por donde cruza como ligera sombra, son reales, como tampoco la gota de rocío que refleja una chispa del Sol, es el mismo Sol... Tres cosas hay, ¡oh Bhikshus!, eternamente las mismas y que jamás sufren vicisitud ni modificación: la ley, el nirvâna y el espacio. Los tres son Uno, puesto que los dos primeros están en el tercero, y éste a su vez es una mâyâ, en tanto el hombre se halla en el torbellino de las existencias afectivas. No es necesario que muera el cuerpo físico para evitar las acometidas de la concupiscencia y otras pasiones. El arhat que guarda los siete preceptos ocultos de Baspa, puede llegar a ser Dangma y Lha, oír la santa voz de * * * * [Kwan-yin] y hallarse dentro de 95


los límites de Sanghârâma transferido a Amitâbha Buddha. Al unirse con Anuttara Samyak Sambodhi, puede pasar a través de los seis mundos del Ser (Rûpaloka) y entrar en el primero de los tres mundos de arûpa... Quien escuche mi secreta ley, predicada por mis escogidos arhats, llegará con su ayuda al conocimiento del Yo y de aquí a la perfección”.

Volviendo al resumen: “No creáis en una cosa que se dice por el solo hecho de que se dice; ni en las tradiciones porque han sido transmitidas por la antigüedad; ni en los rumores como tales; ni en los escritos de los sabios sólo porque proceden de ellos; ni en ideas que quizás imaginéis que han sido inspiradas por un Deva (esto es, en una supuesta inspiración espiritual); ni en conclusiones sacadas de alguna suposición que por acaso podáis haber hecho; ni en la que puede parecer una fatalidad inevitable; ni en la simple autoridad de vuestros propios instructores o Maestros. Pero creed cuando el escrito, doctrina o máxima esté sancionada por vuestra propia conciencia. Por esto yo os he enseñado, no a creer meramente lo que habéis oído, sino a creer según los dictados de vuestra propia conciencia, así como a obrar según ella con entera y completa libertad”. Tras ver la figura de Buda, la Enseñanza o Damma, veamos el tercer refugio del budista, 96


La Sangha u orden monastica budista Aunque existen en la actualidad diversos tipos de Sangha, como bien nos explican los maestros del budismo, una cosa es la reunión de los budistas laicos hombres y mujeres o "parisa", y otra muy distinta la Shanga, veamos algunas reflexiones: "En el Tipitika, las enseñanzas del Señor Buddha puestas por escrito, uno encuentra dos enfoques principales para el significado de Sangha: la tercera parte del Triple Refugio (en el Buddha, Dhamma y Sangha) y el tercer factor de la Triple Joya a venerar (el Buddha, Dhamma y Savaka Sangha). De hecho, el Tipitika es preciso sobre lo que se entiende por el tercer refugio. En el Canon, siempre que una persona inspirada tomaba el Triple Refugio como una expresión de su fe, o era en el Buddha, Dhamma y Bhikkhu Sangha, o en el Buddha, Dhamma y Bhikkhuni Sangha. De esta manera, en el budismo original, el significado de Sangha en el contexto del Triple Refugio es indiscutiblemente el sangha monástico. El sangha como el tercer factor de la Triple Joya venerado por los budistas parece tener un significado diferente. Se llama Savaka Sangha (o Ariya Sangha) y se define como aquellos que han alcanzado alguno de las Ocho Etapas de la Iluminación (las cuatro habituales divididas en camino y fruto) quienes son "dignos de obsequios, hospitalidad, ofrecimientos y saludos reverenciales y que 97


son el campo de mérito sin par en el mundo". Entonces, en los textos originales, ¿quiénes son "el campo de mérito sin par en el mundo y dignos de ofrendas y saludos"? En el Dakkhinavibhanga Sutta (Majjhima 142), el Buddha dijo que, "un ofrecimiento hecho al sangha monástico es incalculable, inconmensurable. Y, os digo, que de ningún modo tiene una ofrenda hecha a una persona individualmente mayor fruto que un ofrecimiento hecho al Sangha de los monjes". Por coherencia se demuestra que el Savaka Sangha, el campo de mérito no superado en el mundo, ha de ser una parte, un subconjunto del sangha monástico -no hay mayor fruto que un ofrecimiento al sangha monástico.

Esto demuestra que el significado de 'Sangha' en el contexto de la Triple Joya que ha de ser venerada es aquella parte del sangha monástico que ha alcanzado una etapa de la Iluminación. Este Savaka Sangha, o Ariya Sangha, no está de ningún modo fuera del sangha monástico sino dentro de él, como un subgrupo… Es mucho mejor ir por refugio al Sangha monástico y ofrecer respeto a ese Sangha, especialmente a aquéllos dentro del Sangha monástico con realizaciones en el Camino. ¿Por qué? Porque el Sangha monástico es también la expresión física del Camino Medio del Señor Buddha, es la única organización acreditada de enseñanza budista, y en tercer lugar, es la bandera del budismo capaz de dar inspiración a los pueblos y ciudades de nuestro mundo. 98


Que el sangha monástico sea la expresión física del Camino Medio del Señor Buddha se demuestra fácilmente cuando uno investiga en los Suttas qué quería decir el Señor Buddha con 'Camino Medio'. En el Aranavibhanga Sutta (Majjhima 139), el Señor Buddha explicó claramente que el Camino Medio es un camino de celibato, "más allá de la persecución de los placeres de los cinco sentidos". La vida monástica es la expresión física del celibato. Todo budista debería saber que la sensualidad es la primera de las tres ansias (kamatanha) mencionadas en la Segunda Noble Verdad como la causa directa de dukkha. También, que esa sensualidad es el primero de los apegos (kama-upadana). Así pues los que se toman en serio abandonar tal ansia y arrancar de raíz ese apego, serán atraídos naturalmente hacia el sangha monástico. De esta forma, los monjes y las monjas incluyen a todos los que se toman lo bastante en serio la Iluminación como para abandonar en serio sus ansias y apegos. Que la autoridad en el budismo corresponde al sangha monástico se demuestra si uno considera que solamente alguien que está practicando el Dhamma y desarraigando la sensualidad tiene autoridad para enseñar a otros a hacer lo mismo. Un budista laico sexualmente activo que disfruta de la buena comida y la diversión a la vez que acumula posesiones mundanas y que enseña a otros a abandonar sus apegos se llama un hipócrita, uno que no practica lo que predica a otros. No tiene autoridad. Es cierto que algunos monjes también cuentan como hipócritas en esto, pero es mucho más fácil demostrar lo que son a diferencia del maestro laico con muchas menos reglas. En pocas palabras, un monje es más de fiar.

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Que el sangha monástico sea la bandera del budismo se refiere a la apariencia y estilo de vida del monje o monja budistas. El sencillo hábito marrón y la cabeza rasurada son símbolos de renuncia y un rechazo de la moda. Para la gente son una bandera de que el camino a la felicidad no pasa por amontonar riquezas y lucirlas ante los demás. La forma de vida de moralidad y autocontrol que se ve en la conducta de un buen monje o monja señalan a los demás de que la libertad está dentro de los preceptos, no más allá de ellos. Y la tranquilidad y felicidad de un monje adiestrado indica la meta del Noble Óctuple Sendero, que es el fin del sufrimiento. Los buenos monjes y monjas se destacan como ningún laico podría hacerlo, inspirando incluso a los no budistas como dignos hijos e hijas del Señor Buddha. Tal como un patriota siente inspiración y ánimo al ver la bandera de su país, así un verdadero budista siente esas mismas emociones al ver la bandera del sangha en un monje o monja diligentes. Tomado de Ven. Ajahn Brahmavamso Breve cronología

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Algunos hechos históricos importantes Año Acontecimiento 560480 a.C Vida de Sidarta Gotama: el Buda. 480 a.C

Primer Concilio. Se redacta el Canon Pali.

380 a.C

Segundo Concilio. Secesión de los futuros partidarios del Mahayana.

274236 a.C

Reinado del emperador Asoka que unifica la India y se convierte al Budismo.

246 a.C.

Tercer Concilio. Se inicia el movimiento misional. Mehinda, hijo de Asoka, lleva el Budismo a Ceilán.

67217 d.C

El Budismo entra en China.

150

Época del gran Mahayana: "Nagarjuna".

372

El Budismo entra en Corea.

430

Empieza a funcionar la más famosa de las antiguas universidades budistas en la India: "Nalanda".

400500

El Budismo entra en Birmania, Camboya, Vietnam e Indonesia.

520

Ch'an (en japonés: "Zen"). Se funda esta escuela por Bodhidarma en China.

522

El Budismo entra en Japón.

639

Entrada en el Tíbet.

600700

Entrada en Tailandia.

700888

Se consolida en Nepal, Bhutan y Sikkim.

1038- Época de "Milarepa", 1122 asceta y santo tibetano.

para

el

budismo

filósofo

poeta,

1191 Escuela de Zen, Rinzai, en Japón. Escuela de Zen, Soto, en Japón. 1225 Fundador: "Dogen". 1261 El Budismo entra en Mongolia y 101


Siberia. 1300 Se establece en Laos. Reforma del budismo en Tíbet. Aparece la figura del Dalai Lama, como jefe de la escuela Gelupa y 1409 del país. F. Max Müller, introduce el 1832- Budismo en Occidente. Editor de 1900 "Sacred Books of The East". T.W.Rhys Davids: traductor del 1842- Canon Pali y fundador de la Pali 1922 Text Society (1881). 1ª Traducción del Dhammapada a 1862 un idioma occidental (el alemán). 1868- Quinto Concilio 1871 Birmania.

en

Mandaly.

Parlamento de las Religiones en Chicago. Importante presencia 1893 budista. Gordon Douglas: 1º monje 1899 occidental ordenado en Birmania. En Alemania se celebra el 1º 1906 Congreso Budista de Europa. China 1949 Tíbet.

ocupa

militarmente

el

Conmemoración de los 2.500 años de Budismo. El Dr. B.R.Ambedkar, padre de la Constitución India, abraza públicamente el Budismo junto a 500.000 de sus seguidores 1956 "intocables" de Nagpur. El Dalai Lama, junto con 100.000 adeptos, se exilia en la India a 1959 causa de la represión china. Se cierran todos los centros budistas de China debido a la 1966 "Revolución Cultural".

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Hasta aquí la entrada de hoy. Como siempre, espero que os haya sido útil e interesante.

EL MAESTRO ETERNO: PITAGORAS DE SAMOS "En la vida de Pitágoras hay, sobre todo, ternura, o sea, esencia de humanidad. El trazo magnífico de su larga existencia se dibuja, además, sobre una época cuya evocación es tan rica en gratos escenarios, tan inagotable en gérmenes de imitación y absorción, que hoy, el representarla a través de la lectura, equivale a una dádiva inapreciable". J. Maynadé “En el siglo VI antes de Cristo, que es el mismo siglo de la destrucción del Templo de Jerusalén, y contemporánea de Lao Tsé y Confucio en la China, del Buddha Gautama en la India, y del profeta Daniel en Babilonia, nace la escuela de Pitágoras que, también heredera de los antiguos misterios revelados por Hermes, iluminará posteriormente a la cultura griega, tanto a los presocráticos como a Sócrates y Platón. Este pensamiento hermético influyó notablemente en la cultura romana, en los primeros cristianos y gnósticos alejandrinos, en los caballeros, constructores y alquimistas de la Europa medioeval y en los filósofos y artistas renacentistas, nutriéndose al mismo tiempo de los conocimientos cabalísticos y del esoterismo islámico”. 103


A lo largo de los años dedicados a desentrañar el "enigma", varios son los personajes que se han ido cruzando en mi camino hacia el conocimiento y la experimentación de la Verdad. De muchos de ellos he reflexionado con vosotros a lo largo de las páginas de éste mi/vuestro blog, de otros muchos quedan aún tantas cosas por pensar y compartir... Hoy quisiera exponeros, algunas de mis reflexiones sobre el Maestro Eterno, sobrenombre que dan algunos maestros masones, rosacruces y teósofos al Gran Pitágoras de Samos: geómetra, aritmético, matemático, astrónomo, místico, filósofo, pedagogo, músico, terapéuta... que vivió allá por el s. VI antes de nuestra era, excelso intermediario -según la tradición- entre los antiguos conocimientos de Oriente y Egipto, con el Occidente, reunificando aquello que Grecia y Europa habían casi separado absolutamente, la ciencia y la espiritualidad en un sólo todo, devolviendonos una visión del Kosmos, harmónico y equilibrado, cognoscible por la razón. Poco sabemos en realidad de su vida y obra. Cómo suele suceder, mitos, leyendas, anécdotas más o menos inventadas, acontecimientos constatables, se entremezclan de forma inseparable, tejiendo un asombroso velo que oculta al Pitagoras -si es que existió viviente, para dejarnos entreveer una especie de superhombre, con carácteres casi divinos: don de la ubicuidad -podía estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo-, era capaz de preveer acontecimientos futuros, de recordar hasta veinte encarnaciones anteriores, de dominar las fuerzas de la naturaleza: vientos, tormentas, lluvia; poseer conocimientos casi infinitos en varios campos del saber, en fín, capaz de unos prodigios que la mayoría de nosotros no podemos sino desdeñar por inviables, y que en todo caso, cabe atribuir a la admiración y devoción que sus seguidores le propiciaron. Debemos además tener en cuenta, que no existen obras escritas del propio Pitagoras. En su afán de que el conocimiento no llegase a oidos de aquellos que no pudieran utilizarlo adecuadamente, toda su enseñanza fué oral y directa, de maestro a discípulo, como era habitual en el mundo antiguo, protegido además por un juramento de secretismo que conllevaba el castigo de la muerte a aquellos que lo desvelaran. Por ello, lo poco que podemos saber de él, se debe a escritos de biógrafos como Jamblico, Diógenes Laercio, o a referencias más o menos indirectas de grandes pensadores como Platón (en especial el Timeo), o Aristóteles, todos ellos en general, escritos varios siglos después de la vida del propio Pitágoras. Estando asi las cosas, el lector deberá ser muy crítico a la hora de juzgar las informaciones que sobre Pitágoras se puedan hacer aquí, o en cualquier otro lugar, no perder el sentido común -el menos común de los sentidos- y al mismo tiempo abrir los otros sentidos a lo inesperado, lo sorprendente, lo no imaginable. 104


Como sea que finalmente deberemos hacer un pacto entre Mitos y Logos, me gustaria recomendaros dos pequeños libritos de la maestra teosófica Josefina Maynadé, hija del tambien teósofo Ramón Maynadé, exiliado en Mejico después de la Guerra Civil española (1936-1939). El primero de ellos es una biografia: que podéis descargaros aquí: http://www.4shared.com/web/preview/pdf/OpiN1GO0ba? El segundo un estudio algó más profundo de los Versos Aurios y del pensamiento de Pitágoras

que podéis descargaros aquí: http://www.4shared.com/web/preview/pdf/KfBKM13ace? Pero bueno, sin más empecemos.

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Con la perspectiva de los siglos, la poesía dora y exalta las grandes vidas. Como el epíteto de los mismos versos, la vida de Pitágoras merece también el calificativo de dorada. La biografía del maestro de Samos deberíamos en verdad catalogarla entre aquellas primerísimas y excelsas, que podríamos llamar vidas asimiladas, cuyos postulados y virtudes se ha ido incorporando la humanidad a través de los siglos, las lecciones y las sucesivas etapas de la conciencia. Pocas veces ocurre el fenómeno siguiente: que la distancia en el tiempo opere una creciente aproximación entre una vida alejada veinticinco siglos y nosotros. El secreto de la proximidad se halla en la sintonización cíclica. Al cerrarse la curva de un gran ciclo de civilización, el momento en que vivió Pitágoras y el presente por que atraviesa el mundo, se asemejan. Si sobre esas excelsas vidas, la devoción ha tejido el brocado maravilloso de la leyenda, su verdad no sólo permanece, sino que se incrementa, se desvela, se nos acerca, merced a ese espejismo seductor de las constantes históricas. A medida que el fenómeno de aproximación y asimilación se efectúa, se glorifica de Pitágoras no sólo lo que fue, sino lo que quiso ser. Se revive, en suma, la vida y su doble: el hombre y su ideal proyectado sobre un cúmulo de indefinidos requerimientos presentes.

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He aquí su dádiva completa a la posteridad, con la aportación actual de aquel filósofo, pedagogo y taumaturgo que fue Pitágoras, el maestro de la Armonía por antonomasia.

Según las crónicas, ya antes de nacer, fue anunciada esa vida preciosa, por la Pytia de Delfos. Sus futuros padres, Partenis y Mnesarco fueron desde la isla de Samos, su patria, a consultar al oráculo después de sus bodas, al tiempo que ponían a los pies de la divinidad solar, el esperado fruto de sus amores. En el santuario de Delfos quedó delineado su destino: “Engendraréis con inmenso amor un hijo que superará en belleza y sabiduría a todos los mortales. Él enseñará la verdad a los hombres del presente y a los del futuro. Haceos dignos de él y el Hado os premiará con una vida de felicidad y de riqueza”. En Samos, en la isla griega de la comunidad jónica, Mnesarco allegó fortuna. Y nació el anunciado. Esto ocurría hacia la cuarenta y siete olimpiada "año 586 de la pasada era". Según otros autores sería en el año 570 aC. Como consagración a Apolo Pírico, sus padres le impusieron al niño el nombre de Pitágoras. Según sus biógrafos, desde su más tierna infancia se reveló Pitágoras como un ser excepcional, conforme predijera el oráculo. En todos sus actos y palabras se traslucía la elevada condición de su ego y sus excepcionales facultades. Dice Jámblico al respecto que, desde niño, 107


tenía su persona una singular prestancia y que su rostro de rasgos purísimos reveló siempre una inalterable serenidad. Eran tales su hermosura, su elegancia y su sabiduría, que todos lo reconocían como un mediador entre los dioses y los hombres. A su paso, dice el biógrafo que muchos exclamaban: "Es un ser divino, una manifestación de Apolo Hiperbóreo." Le procuraron sus padres una esmerada educación, confiada a los más sobresalientes pedagogos de su época. Pronto, sin embargo, demostraba tal discípulo superar en conocimientos a todos sus preceptores. Sin embargo, de Hermodanas, su primer tutor, aprendió la cultura básica y especialmente los grandes poemas épicos, recitados al compás de la lira. A los 5 o 6 años, empezó a trabajar en el taller de orfebrería de su padre.

A los 10 acudía asiduamente al gimnasio, donde además de los ejercicios físicos, salto, carrera, lanzamiento de jabalina, o de disco – en los que sobresalió notablemente-, aprendió las primeras nociones de canto y música. En su juventud ya destacaba por su gran sabiduría, incluso para algunos estudiosos de su vida, daba muestras de una cierta clarividencia, pudiendo tener intuiciones de los acontecimientos futuros. A los 18 años (sobre el 552 aC) inicia sus viajes. Su excepcional interés por la filosofía y la mística trascendentes, le pusieron en relación con Ferécides de Siros

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y, a través de este famoso maestro de la antigüedad, fue Pitágoras, apenas trascendida su adolescencia, iniciado en los misterios órficos, que constituían una síntesis, adaptada a la tónica occidental, de la profunda sabiduría de los templos de Egipto. Las reglas de vida de los órficos eran de un severo ascetismo y su ritual solar se basaba en el conocimiento integral del hombre y del universo.

El desenvolvimiento de sus facultades, tanto externas como internas, le permitieron pronto entrever cual era su misión en el mundo. A tal fin decidió ir en busca de más amplios horizontes y más profundas experiencias. Renunció a todo lazo de familia y a todo 109


convencionalismo social. Y después de recibir la bendición de sus padres y maestros, embarcó rumbo a Mileto, la sabia meca del mundo griego. En la famosa y floreciente escuela milesia y bajo la enseñanza directa de su mentor, el filósofo Tales –

uno de los 7 sabios de la antigua Grecia- que en aquellos años ya de edad avanzada, apenas llevaba actividades docentes y de su discípulo Anaximandro, famoso matemático conocido en todo el mundo antiguo, aprendió el valor abstracto de los números y su significado filosófico, así como la matemática del universo, lo que aquellos maestros llamaban el '"secreto del mundo". Tales de Mileto, afirmaba que el origen de todo en la naturaleza era el Agua. De Anaximandro Pitagoras tomó sobre todo el concepto de ápeiron. La palabra es un cultismo de τὸ ἄπειρον (apéiron: sin límites, sin definición),"A" significa la negación de algo. El verbo Πειρω (peiro) significa “pasar de un estado a otro, superar un límite, exceder una frontera". En su sentido etimológico, el a-peiron es lo que no puede limitarse, y por lo mismo, no tiene forma, no es definible. Ápeiron significa lo indefinido, lo indeterminado, lo que no tiene fin. Concepto introducido por La palabra es un cultismo de τὸ ἄπειρον (apéiron: sin límites, sin definición),"A" significa la negación de algo. El verbo Πειρω (peiro) significa “pasar de un estado a otro, superar un límite, exceder una frontera". En su sentido etimológico, el a-peiron es lo que no puede limitarse, y por lo mismo, no tiene forma, no es definible. Ápeiron significa lo indefinido, lo indeterminado, lo que no tiene fin. Concepto introducido por Anaximandro

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para designar la materia infinita, indeterminada. Para los pitagóricos, el ápeiron es un principio sin forma, sin límite y junto con su contrario -el «límite»- constituye la base de todo lo existente, este ápeiron es la unidad matemática, la cual confundieron con la unidad geométrica, que para ellos era difícil pensar aún en conceptos abstractos, es por eso que creyeron que el número era la sustancia material. Tanto Tales como Anaximandro, le recomendaron que viajara hasta Egipto. Una vez saturado de todo cuanto podía enseñarle el centro cultural jónico, se dirigió a Egipto en busca de mayores conocimientos, con el secreto anhelo de ser admitido en el seno de sus severos misterios. Por el camino, auténtico viaje interior para alcanzar el conocimiento, pasó por Tiro y Sidón, donde absorbió los conocimientos fenicios y hebreos, llegando incluso a mantener alguna relación con comunidades ascéticas que pudieron ser antecedentes de los esenios.

“En Fenicia él (Pitágoras) conversó con los profetas que eran los descendientes de Moschus (no Moisés) el fisiólogo, y con muchos otros, así como con los hierofantes locales…. Después de ganar todo lo que él pudiera de los Misterios Fenicios, encontró que provenían de los ritos sagrados de Egipto, formándose como si fueran una colonia 111


egipcia…. Sobre la costa Fenicia, bajo el Monte Carmelo, donde, en el Templo sobre el pico, Pitágoras la mayoría del tiempo había morado en soledad… El Monte Carmelo, el cual ellos conocían por ser más sagrado que otras montañas, y bastante inaccesible para el vulgar…” Aprendemos de esta cita antigua que Pitágoras, el padre de las matemáticas y fundador de la Escuela Pitagórica, en realidad fue iniciado por los precedentes de los Esenios Nazarenos sobre el Monte Carmelo. El Monte Carmelo, en los tiempos de Yeshu, era en realidad una parte de Fenicia en lugar de Judea. Sabemos de otros documentos antiguos que ambos, los Esenios y Pitagóricos, compartieron muchas cosas en común. Ambos eran vegetarianos, usaban ropa blanca y estaban profundamente sumergidos en estudios Cabalísticos. En el milenario país de los faraones, se presentó en Sais ante el mismo faraón, por el que fue recibido gracias a las cartas de recomendación del tirano de Samos, en aquellos momentos aliado de Egipto. Se presentó en el Templo de Heliópolis,

donde no fue aceptado por ser extranjero, recorrió los templos de Memphis donde también fue rechazado, pero le recomendaron se llegase hasta el templo de Luxor. Pasó frente a las Pirámides

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que le impresionaron grandemente y por las ruinas de Tell-al-Amarna,

la antigua y abandonada capital de Akenaton, finalmente en el Templo de Diospolis en Tebas, fue sometido a largas y terribles pruebas. Pero, al fin, logró lo que anhelaba ser admitido en las secretas comunidades egipcias y alcanzar el máximo grado de su iniciación, así como el nivel más elevado al que podía aspirarse en la escuela anexa de sabiduría.

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Allí aprendió el concepto de la continuidad muerte-vida, así como de que las matemáticas son el verdadero sentido de la armonía Al cabo de más de veinte años de permanencia allí, ya en plena madurez, sazonado de sabiduría, la invasión de Egipto por Gambises (530 aC),

le obligó –como esclavo del rey persa- a trasladarse, de África a Asia. No obstante, reconocido como un hombre de gran talento y conocimientos, dispuso de libertad de movimientos que aprovechó para aprender astronomía de los sacerdotes caldeos y babilónicos.

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Recorrió entonces el Lejano Oriente y la India y se afirma que allí estuvo en contacto con el propio Buda.

La tradición conserva el paso por la India de Pitágoras al que se da el nombre de Yavanacharya (el Maestro Jonico). Parece que fué allí donde Pitagoras aprendió el famoso teorema que lleva su nombre y que en realidad se debe al matemático indio Baudhayana anterior en tres siglos al propio Pitágoras. No en vano se ha dicho que: “Las doctrinas Budistas nunca pueden ser mejor comprendidas que cuando se estudia la filosofía Pitagórica - su fiel reflejo -, ya que proceden de esta fuente (las filosofías antiguas), del mismo modo que las religiones Brahmánica y el Cristianismo primitivo... La verdadera comprensión de toda la doctrina del aparentemente intrincado sistema Budista sólo puede ser alcanzada si se procede estrictamente de acuerdo con el método pitagórico y platónico: de lo universal a lo particular. Su clave reside en las refinadas y místicas doctrinas del influjo espiritual y de la vida divina. Buda dice: “Aquel que no conoce y vivencia mi Ley, y muere en esa situación, debe volver a la Tierra, hasta que se torne un Samâna (asceta) perfecto. Para alcanzar ese estado, debe destruir dentro de sí la trinidad de Maya. Debe extinguir sus pasiones, unirse e identificarse con la Ley (las enseñanzas de la Doctrina Secreta), y comprender la religión de la aniquilación (Isis sin Velo, I, 289)”.

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No, no es en la letra muerta de la literatura budista donde los eruditos pueden esperar encontrar alguna vez la verdadera resolución de sus sutilezas metafísicas. De toda la antigüedad, únicamente los Pitagóricos las entendieron perfectamente, y es en las incomprensibles (para los Orientalistas comunes y para los materialistas) abstracciones del Budismo donde Pitágoras basó las principales doctrinas de su filosofía”. En Oriente como en Occidente, se le reconocía como el más grande de los matemáticos, geómetras y astrónomos de su tiempo. Sus teorías como pedagogo integral y corno filósofo de la vida armónica llegaron a los más extremos lugares del mundo civilizado. Más tarde halló entrañable acogida entre los sacerdotes parsis y fenicios.

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Fraternalmente hospedado por los magos caldeos del templo de Baal, perfeccionó especialmente allí sus conocimientos de astrología esotérica "la ciencia madre de todas las ciencias". En su Vida de Pitágoras nos dice Jámblico: "Desde que Pitágoras fue iniciado en los misterios de Byblos y de Tiro, en las sagradas operaciones de los sirios, en los misterios de los fenicios y que pasó veintidós años en el adytum de los templos de Egipto y de sus escuelas de sabiduría; que se asoció con los magos de Babilonia y fue por ellos instruido en la sagrada ciencia de los astros, nada tiene de maravilloso que conociese la magia y la teúrgia y fuese capaz de llevar a efecto cosas que sobrepujan los habituales poderes humanos." Siguiendo las directrices de su horóscopo, bien posesionado de su misión, volvió a Samos ( 513 aC.), donde se instaló en una cueva de una montaña

próxima a la capital de la isla, a la sazón sometida al gobierno despótico de Polícrates. Tuvo la alegría de abrazar a su anciana madre, ya que su padre había partido del mundo físico hacía ya varios años. 117


Hizo allí Pitágoras cuanto pudo por difundir sus conocimientos. Trató de convencer al tirano Polícrates y sus secuaces para volver por los derroteros del buen gobierno democrático, los destinos de su amada isla. Tuvo allí sus primeros discípulos, 28, entre ellos a la que con el tiempo se convertiría en su esposa Theano de Crotona, gran filósofa y matemática.

Empieza también a soñar con la constitución de una ciudad ideal, en la que la igualdad de sexos, la repartición de la riqueza fueran la regla básica. Enuncia allí los grandes principios de su filosofía: los números como principio de todas las cosas, la búsqueda de la Belleza, el establecimiento de la armonía y el equilibrio, a través de los gestos, las palabras, incluso la comida; el desarrollo de la fraternidad entre los seres humanos, el respeto a los animales, la necesidad del análisis de consciencia diario; que el alma reencarna una y otra vez hasta volver al inicio... Todo fue en vano. Coerciones y amenazas le obligaron a emigrar entonces a Creta,

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tras una breve parada en Delos. De la antiquísima civilización minoica aprendió las sabias leyes, la magia natural, el arte depuradísimo y la tónica científica de su religión. Fue iniciado en los misterios de Zeus en la cripta subterránea del padre de los dioses, al pie del Monte Ida, coronado de nieves eternas. Bajo la guía de Epiménides

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conoció la tradición oculta del país, el método de las catarsis, de las curaciones ocultas y el ritual danzado de los sacerdotes idanos. Su preceptor y guía le confirió ciertos secretos para el dominio de los poderes terrestres y para obtener la colaboración de los espíritus elementales; le enseñó a poner en juego su voluntad para que las fuerzas de la naturaleza le sirvieran, ya que tenía fama Epiménides de ejercer poder sobre los elementos, y de ello se relataban peregrinas anécdotas. Ya en posesión de tales poderes y nuevos conocimientos, viajó nuestro filósofo por toda la Grecia Continental, desde la sobria y dura Esparta, hasta la sabia Atenas. Fácil le fue llegar al ádito secreto del templo más bello del mundo, el de la diosa Palas Atenea, la de los verdes ojos, patrona de la inteligencia divinizada. De Atenas se dirigió a Eleusis por la Vía Sacra y por su calidad de alto iniciado en Egipto, fue introducido en el corazón de los misterios eleusinos. Es una verdad que vela poéticamente la leyenda, que allí, en forma consciente y merced a los poderes adquiridos, descendió desde el santuario de las grandes diosas, Deméter y Perséfone, a los infiernos, o sea, al Hades, llamado por los orientales "plano astral".

Según sus biógrafos, fue entonces Pitágoras coronado por los dioses" en cuya presencia "bebió las Aguas de Vida". Después de esta suprema experiencia, podía manifestar que "todo cuanto existe en la tierra es semejanza y sombra de lo que existe en otras esferas". Después de diversas experiencias se encaminó a Delfos, el "ombligo del mundo". 120


En el Manteión profético, consultó de nuevo a la Pitya, la sucesora de aquella que perfiló clarividentemente antes de que naciera, su posterior destino. Entonces, ya en plena sazón, ofrendó su alma y su vida al Señor de la Luz, al Sol Interno, el divino Apolo. Allí recordó una de sus vidas pasadas y cuenta su biógrafo Laercio que incluso reconoció el enmohecido escudo que, en una existencia anterior, contemporáneo de la guerra de Troya, brindara al dios de la luz como trofeo. Aprovechó Pitágoras aquella feliz coyuntura para estudiar las excelencias de la organización federal y democrática de los Estados griegos que tenían en Delfos su sede político-religiosa. Allí se reunían periódicamente, bajo la advocación suprema de Apolo, todos los representantes de las Anfictionías, las asambleas griegas y se resolvía a base de verdadero estudio y amplia deliberación, toda índole de problemas y mejoras concernientes a los Estados asociados. Con tal motivo, acudían las más destacadas personalidades del mundo antiguo.

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Delfos era, no sólo un lugar sagrado de fama mundial, sino un lugar de reuniones selectas, un punto de alta confraternidad en el que hallaba amistad y estímulo el peregrino, lauros el poeta, satisfacción el representante popular, al mismo tiempo que se señalaban las directrices del destino y los móviles de la historia, de los individuos y de los pueblos. Enriquecidos sus conocimientos, sazonadas sus experiencias, prosiguió Pitágoras su camino bajo las insinuaciones del Hado. Como buen filósofo, emprendió a pié sus jornadas, siguiendo la ruta del sol. Llegando al Golfo de Corinto en el extremo occidental de la península griega, embarcó con sus discípulos un buen día rumbo a la península itálica (510 aC.), a la sazón colonia griega, llamada Magna Grecia. Desde Sibaris siguió peregrinando por la curva amplia y abierta que dibujaba el mar azul en el Golfo de Tarento.

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En el decurso de ese recorrido, su espíritu quedó captado por la hermosura de la ciudad de Crotona y por sus maravillosos alrededores. Contribuyó a ello, en no poca medida, la amabilidad y la cordial acogida que le hicieron sus habitantes, gentes humildes y sencillas entre las que caló profundamente su mensaje. Allí decidió fijar su morada y desenvolver sus planes. Pronto fue reconocido en todos los estamentos como hombre sabio, prudente y bondadoso, dotado de excepcionales facultades. Practicó con éxito extraordinario sus dotes de sanador, realizando milagrosas curas. Actuó de maestro. El destino le deparó oportunidad de ejercer sus relevantes facultades de orador, con cuatro grandes discursos a los jóvenes, al Senado a las mujeres y a los niños... Así un día reunió a las mujeres en el templo de Hera Lacinia,

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que se alzaba en la punta del acantilado próximo, a la vera del mar. Inspirado por el genio de su misión, habló a las crotoniotas de la necesidad de que abandonaran el nefasto ejemplo de las sibaritas. Díjoles que la belleza verdadera dimanaba de la pureza y de la sencillez. Que la elegancia reposaba en la armonía de todas las cualidades desenvueltas y apropiadamente aplicadas. Que el mayor atractivo de la mujer era su bondad unida al cultivo de su inteligencia. Despertó al numeroso auditorio femenino el ansia ferviente de regeneración a través de un lenguaje cálido y convincente y las persuadió de las ventajas del estudio y del trabajo, fuentes de sana alegría, alejándolas así de la vagancia, madre de todos los vicios. Con gran elocuencia, las responsabilizó de la alta misión de la mujer en la sociedad, especialmente a través de la maternidad consciente. Por fin, las instó a la renuncia de tanto adorno superfluo a trueque de las más valiosas galas del espíritu.

Las mujeres escuchaban con religiosidad y creciente interés a aquel original predicador que desvelaba ante sus ojos con inusitado colorido, el panorama de una nueva vida más completa, más feliz y hermosa. Ganadas por los postulados pitagóricos, hicieron allí mismo, colectivamente, ofrenda de sus joyas a la diosa. Y prometieron a Pitágoras su ayuda para toda obra en que tratara de poner en práctica los ideales expuestos. Prosiguiendo la línea trazada, reunió otro día a los hombres en el templo de Apolo. E invocando la luz de la inteligencia al dios solar, les 124


instó, con verbo viril, entusiasta y vibrante, a que abandonaran las tentaciones materiales, a que se apartaran de la crápula, de la vida muelle y vana, de la codicia y del afán de atesorar riquezas en detrimento del equilibrio social y del bienestar de sus conciudadanos. Hizo un llamamiento a la generosidad en todas sus formas. Les aconsejó la práctica de los principios morales y religiosos pero en forma racional e inteligente. Estimuló en ellos el ansia de instruirse y al mismo tiempo, de practicar los métodos de una cultura física integral basada en el acrecentamiento de la fuerza, de la resistencia y de la belleza. Y por encima de todas estas consecuciones, les aconsejó el desenvolvimiento de las facultades espirituales.

Desde entonces, el prestigio de Pitágoras creció de tal modo que, dondequiera que se hallara, iban a su encuentro gentes de todas las categorías para solicitar su orientación o para recabar su consejo y ayuda. Esta fe general que iba despertando, aumentaba en su persona el magnetismo radiante que poseía ya en tan gran medida. Un halo de simpatía y de confianza le rodeaba. Era ya el ídolo de Crotona, el mentor de elección espontánea, popular e indiscutible. No dejaba esto de inquietar a los gobernantes y a los sacerdotes quienes, desde la aparición de Pitágoras, sentían en cierto modo menoscabada su representación, menguada su autoridad. Llegaron algunos a atribuir a aquel extranjero que irrumpía de tal manera en la vida pública, aviesas intenciones. Podía ser un ambicioso de poder que enmascaraba sus propósitos con apariencias filantrópicas. Y acordaron pedirle cuenta pública de sus intenciones. 125


El solo anuncio de este acontecimiento soliviantó los ánimos de los ciudadanos que tantos beneficios allegaban de él. Todo el pueblo de Crotona acudió a la interpelación del sabio jonio. Llegado el día anunciado, compareció Pitágoras ante la tribuna en que se hallaban representados todos los organismos de gobierno de la ciudad. Seguro de sí mismo, sonriente y sereno, confiado en el alto poder en cuyo nombre obraba, esperó a que le interpelaran. Cuando se hizo el silencio, el primer magistrado se levantó y dijo, dirigiéndose a Pitágoras: — El concejo que regenta esta ciudad y su sacerdocio, cuyos organismos en este instante represento, se ve precisado a pedirte detallada cuenta de tu proceder. ¿Qué te propones con tus reuniones y tus prédicas a la juventud de Crotona?. ¿Qué fin persigues?.

Pitágoras respondió con su misma sencillez, concisión y seguridad proverbiales, dirigiéndose, ora a sus jueces, ora a la excitada multitud congregada: — Erráis vosotros, investidos de cargos rectores, si suponéis que intento socavar vuestra autoridad irrumpiendo en vuestras funciones de legítimo gobierno. No ambiciono cargos, no deseo suplantar a nadie, sino llenar mis deberes de ciudadano del mundo. Si sois capaces de velar en verdad por los crotoniotas, ¿Qué hacéis para impedir el descenso de la moralidad, pública, el auge de la degeneración, de la enfermedad, del egoísmo en las clases pudientes, de la miseria en las humildes?. Y vosotros, intérpretes de la divinidad — continuó señalando a los sacerdotes — ¿Qué hacéis para ganar almas a la práctica de la virtud, alejándolas del vicio creciente, de la irresponsabilidad, del escepticismo y de la mala fe?. ¿Qué positivo bien hacéis a vuestros fieles?. El pueblo me pide a mí porque todos vosotros sois incapaces de responderle. Pitágoras se iba convirtiendo de interpelado en interpelante. Su dominio de la dialéctica le permitía usar el tono adecuado de la voz, el ademán preciso y la frase justa que el momento requería.

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Tuvo conciencia de que era llegado el momento decisivo. Y, dirigiéndose al público que le escuchaba de pie, pendiente de su palabra, dijo: — ¿Tienes algo que aducir en contra de mi conducta, pueblo de Crotona?. La multitud prorrumpió entonces en gritos y exclamaciones en favor de Pitágoras manifestándose de manera creciente contra los jueces. Estos, preocupados, deliberaron entre sí mientras el murmullo de la multitud seguía. Pitágoras, inmóvil, en actitud digna y serena, esperaba el resultado de las deliberaciones. Por fin, el primer magistrado se levantó y dijo con voz un tanto insegura: — ¿Qué remedios propones para estos males de nuestra sociedad que has puesto de manifiesto?. Los aquí reunidos te invitamos amistosamente a que lo hagas.

— Ante todo, la conveniente educación de la juventud. No basta que los padres cuiden tiernamente de sus hijos en la infancia. No basta que el estado les procure la primera enseñanza y haga obligatorios los ejercicios del gimnasio. No basta que más tarde se dé a los hombres los cursos de entrenamiento militar. En la hora crítica de la mocedad, cuando las pasiones aparecen y la inteligencia creadora se despierta, cuando es más necesario el cuidado y más difícil la formación integral de las jóvenes generaciones, tanto los padres como el estado se desentienden de ellos y los abandonan, no a su libre albedrío, que debe ser el resultado del orden interno y externo, sino al libertinaje, aliado siempre de la inconciencia. Asistid como simples ciudadanos a la plaza pública, asomaos a los hogares y veréis los resultados. Entonces se levantó uno de los sacerdotes y con voz conmovida, conciliadora y amable, dijo: — Reconozco en ti a un enviado de los dioses. Pido al tribunal que deponga al instante sus fueros y que, como simples ciudadanos, oigamos a este hombre que ha venido a Crotona a enseñarnos a todos. 127


Acto seguido hizo uso de la palabra el magistrado y dijo: — Extranjero, desde este momento te otorgamos la ciudadanía en nuestro país. En virtud de ello, te rogamos que expongas libremente tus ideas. Si son dignas de atención y ayuda, sumaremos todos nuestros esfuerzos para llevarlas a buen término. Hacía rato que Pitágoras esperaba aquella advenida coyuntura que tan bien servía a sus propósitos. Entonces, con tono dulce y a la vez enérgico y persuasivo, haciendo gala de sus mejores dotes de orador, habló largamente a la sumada concurrencia. Bajo el hechizo de su perfecta oratoria se fueron descorriendo a la vista interna de todos los presentes, sus panoramas iluminados.

Les habló de la posibilidad de erigir para el pueblo de Crotona y para los que en él desearan acogerse, una Escuela-Internado de la que saldrían los mejores hombres y mujeres de Grecia. En esta Institución ideal, se llevarían a la práctica sus planes pedagógicos y sus doctrinas aprendidas y cimentadas a través de muchos años de pruebas, de estudios, de viajes y de estancias entre los más sabios y selectos núcleos humanos del mundo. Díjoles que era llegado el momento de la misión espiritual de Grecia. Ella debía, en el porvenir, dar las normas a todo el occidente. Los más altos y democráticos predicados sociales que la metrópoli y las colonias poseían, debían enriquecerse con la más elevada aportación espiritual ofrecida a todos aquellos que fueran capaces de asimilarla, practicarla y difundirla. Era necesario crear en Grecia una autoselección de ciudadanos, (que constituirían la auténtica clase rectora de la nación), agrupando a los hombres y mujeres mejores. La democracia no tiene valor — dijo por fin — si no anteponemos a todas nuestras leyes la ley superior, la divina, y a ella no ajustamos 128


los preceptos prácticos de la vida integral. Hay que formar la verdadera aristocracia de las almas. Sin adecuada levadura, no puede levantarse la masa de la sociedad. Es, pues, necesario crear esta levadura humana educando convenientemente a la juventud bien dotada. Los dioses han elegido este lugar para ensayo de esta sociedad ideal. Por su clima, por su ambiente, por la buena disposición de sus habitantes, cábele a este país la primogenitura de la elección. Sepamos todos hacer honor a la ofrenda de la divinidad al pueblo de Crotona. En el auditorio, suspenso de la palabra del maestro jonio, iba creciendo el entusiasmo. Su capacidad dialéctica, unida a la fuerza de su espiritualidad y a su magnetismo radiante, lograron cumplidamente el objetivo apetecido. Se afincaba cada vez más en el ánimo de todos la realidad de la obra entrevista y sentían el ansia ferviente de colaborar en ella.

Como inmediato resultado a su peroración, los fondos comunales de la ciudad abrieron sus arcas repletas para la construcción del gran Instituto Pitagórico. Todos los ciudadanos, sin distinción de clases, aportarían su esfuerzo voluntario a aquella empresa de beneficio común. A los pocos días, toda Crotona centralizaba su afán en competir el alcance de sus dádivas en la fábrica que se estaba cimentando, puestas sus esperanzas en la obra magnífica que debía anclar su ejemplo en lo hondo de los venideros siglos. Entre la alta comba saliente que formaba la punta del cabo Laciniano y la ciudad de Crotona, se alzaba una suave colina toda cubierta de olivos y cipreses. 129


Era un lugar tranquilo y risueño, al abrigo de los vientos. Un cielo sereno y transparente lo cubría. Por su belleza, la tradición había consagrado aquel lugar a las Musas. Pitágoras transformó la mentalidad de las gentes de Crotona: los hombres despidieron a sus concubinas, y las mujeres se desprendieron de los trajes lujosos. Todo ello, unido a su natural don de gentes y a sus facultades de sicólogo y de mentor, contribuyó a destacar su figura en aquel medio, propicio al reconocimiento de la grandeza. Incluímos aquí un fragmento de las Metamorfosis de Ovidio que puden ayudarnos a comprender el respeto que las gentes setían por el pensamiento de Maestro de Samos. Discurso de Pitágoras según Ovidio.

“ Un varón hubo allí, de nacimiento samio, pero había huido al par de Samos y de sus dueños y, por odio de la tiranía, un exiliado por su voluntad era, y él, aunque del cielo por la lejanía remotos, con su mente a los dioses llegó y lo que la naturaleza negaba a las visiones humanas, con los ojos tales cosas de su pecho lo sacaba, y cuando en su ánimo y con su vigilante cuidado lo había penetrado todo, en común para aprenderse lo daba, y a las reuniones de los que guardaban silencio y de los admiradores de sus relatos los primordios del gran mundo y las causas de las cosas y qué la naturaleza, enseñaba, qué el dios, de dónde las nieves, cuál de la corriente fuera el origen, si Júpiter o los vientos, destrozada una nube, tronaran, qué sacudía las tierras, con qué ley las constelaciones pasaban, y cuanto está oculto; y él el primero que animales en las mesas se pusieran rebatió, el primero también con tales palabras su boca, docta ciertamente, liberó, pero no también creída: «Cesad, mortales, de mancillar con festines sacrílegos 75 vuestros cuerpos. Hay cereales, hay, que bajan las ramas 130


de su peso, frutas, y henchidas en las vides, uvas, hay hierbas dulces, hay lo que ablandarse a llama y suavizarse pueda, y tampoco a vosotros del humor de la leche se os priva, ni de las mieles aromantes a flor de tomillo. 80

Pródiga, de sus riquezas y alimentos tiernos la tierra os provee, y manjares sin matanza y sangre os ofrece. Con carne las fieras sedan sus ayunos, y no aun así todas, puesto que el caballo, y los rebaños y manadas de la grama viven. Mas aquellas que un natural tienen inmansueto y fiero, 85 de Armenia los tigres, y los iracundos leones, y con los lobos los osos, de los festines con sangre se gozan. Ay, qué gran crimen es en las vísceras vísceras esconder y con un cuerpo ingerido engordar un ávido cuerpo, y que un ser animado viva de la muerte de un ser animado. 90 ¿Así que de entre tantas riquezas que la mejor de las madres, la tierra, pare, nada a ti masticar con salvaje diente te complace y las comisuras recordar de los Cíclopes, y no, si no es perdiendo a otro, aplacar podrías los ayunos de tu voraz y mal educado vientre? 95 Mas la vieja aquella edad, a la que, áurea, hicimos su nombre, con crías de árbol y, las que la tierra alimenta, con las hierbas, afortunada se le hizo y no mancilló su boca de sangre. Entonces también las aves, seguras, movieron por el aire sus alas, y la liebre impávida erraba en mitad de los campos 100 y no su credulidad al pez había suspendido del anzuelo.

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Todas las cosas, sin insidias, y sin temer ningún fraude y llenas de paz estaban. Después que un no útil autor los víveres envidió, quien quiera que fuera él, de los leones, y corpóreos festines sumergió en su ávido vientre, 105 hizo camino para el crimen, y por primera vez de la matanza de fieras calentarse puede, manchado de sangre, el hierro -y esto bastante hubiera sido-, y que los cuerpos que buscaban nuestra perdición fueran enviados a la muerte, a salvo la piedad, confesemos: pero cuanto dignos de ser dados a la muerte, tanto no de que se les comieran fueron. 110 Más lejos, desde ahí, la abominación llega, y la primera se considera que víctima el cerdo mereció morir porque las semillas con su combo hocico desenterrara y la esperanza interceptara del año. Una vid al ser mordida, que el cabrío ha de ser inmolado del Baco vengador junto a las aras, se dice. Mal les hizo su culpa a los dos. 115 ¿Qué merecisteis las ovejas, plácido ganado y para guardar a los hombres nacido, que lleváis plena en la ubre néctar, que de blandos cobertores vuestras lanas nos ofrecéis y que en vida más que con la muerte nos ayudáis? ¿Qué merecieron los bueyes, animal sin fraude ni engaños, 120 inocuo, simple, nacido para tolerar labores? Ingrato es, solamente, y no del regalo de los granos digno, el que pudo recién quitado el peso del curvo arado 132


al labrador inmolar suyo, el que, ése molido por la labor, ése con el que tantas renovara el duro campo 125 cuantas veces diera cosechas, ese cuello tajó con la segur.

Y bastante no es que tal abominación se cometa: a los propios dioses inscriben para ese crimen y el numen superior con la matanza creen que disfruta de ese sufridor novillo. La víctima, de tacha carente y prestantísima de hermosura, 130 pues el haber complacido mal le hace, de vendas conspicua y de oro, es colocada ante las aras, y oye sin comprender al oficiante, y que se imponen ve entre los cuernos de la frente suya, los que cultivó, esos granos, y tajada, de su sangre los cuchillos tiñe, previamente vistos quizás en la fluida onda. 135 En seguida, arrancadas de su viviente pecho sus entrañas las inspeccionan y las mentes de los dioses escrutan en ellas. Después -¿el hambre en el hombre tan grande es de los alimentos prohibidos?osáis comerlo, oh género mortal, lo cual suplico no haced y a los consejos vuestros ánimos volved nuestros, 140 y cuando de las reses asesinadas deis sus miembros al paladar, que coméis vosotros sabed, y sentid, a vuestros colonos. Y ya que un dios mi boca mueve, obedeceré al dios que mi boca mueve ritualmente, y los Delfos míos y el propio éter abriré y descerraré los oráculos de una augusta mente. 145

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Grandes cosas y no investigadas por los talentos de los predecesores y que largo tiempo han estado ocultas cantaré. Place ir a través de los altos astros, place las tierras y su inerte sede dejada en una nube viajar y en los hombros asentarse de Atlas, y a los diseminados hombres por todos lados y de razón carentes 150 abajo contemplar desde lejos, y agitados y de su final temerosos así exhortar y la sucesión revelarles de su hado: Oh género de los atónitos por el miedo de la helada muerte, ¿por qué a la Estige, por qué las tinieblas y nombres vanos teméis, materia de los poetas, peligros de un falso mundo? 155 Los cuerpos, ya la hoguera con su llama, o ya con su consunción la vejez los arrebatare, males poder sufrir ningunos creáis. De muerte carecen las almas y su anterior sede abandonada en nuevas casas viven y habitan, en ellas recibidas. Yo mismo, pues lo recuerdo, en el tiempo de la guerra de Troya 160 el Pantoida Euforbo era, al que en su pecho un día clavó, a él enfrentado, la pesada asta del menor Atrida. He conocido el escudo, de la izquierda nuestra los fardos, hace poco, en el templo de Juno, en la Abantea Argos. Todas las cosas se mutan, nada perece: erra y de allí 165 para acá viene, de aquí para allá, y cualesquiera ocupa miembros el espíritu, y de las fieras a los humanos cuerpos pasa, y a las fieras el nuestro, y no se destruye en tiempo alguno, y, como se acuña la fácil cera en nuevas figuras, y no permanece como fuera ni la forma misma conserva, 170 pero aun así ella la misma es: que el alma así siempre la misma es, pero que migra a variadas figuras, enseño.

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Así pues, para que la piedad no sea vencida por el deseo del vientre, cesad, os vaticino, las emparentadas almas con matanza abominable de perturbar, y con sangre la sangre no sea alimentada. 175 Y ya que viajo por un gran mar y llenas a los vientos mis velas he dado: nada hay que persista en todo el orbe. Todo fluye, y toda imagen que toma forma es errante. También en asiduo movimiento se deslizan los mismos tiempos, no de otro modo que una corriente, pues detenerse una corriente 180 ni una leve hora puede: sino como la onda es impelida por la onda, y es empujada la anterior por la que viene y ella empuja a su anterior, los tiempos así huyen al par y al par ellos persiguen y nuevos son siempre pues lo que fue antes atrás queda y deviene lo que no había sido, y los momentos todos se renuevan. 185 Tú contemplas que también las ya medidas noches tienden a la luz, y que la luminaria esta nítida sucede a la negra noche, y el color tampoco es el mismo en el cielo cuando, cansadas todas las cosas, del reposo yacen en mitad, y cuando el Lucero sale claro con su caballo blanco; y de nuevo es otro cuando, adelantada, de su luz 190 la Palantíada tiñe, el que ha de entregar a Febo, el orbe. El propio escudo del dios cuando se levanta de lo más hondo de la tierra, por la mañana rojea, y rojea cuando se esconde en lo más hondo de la tierra; cándido en lo más alto es, porque mejor naturaleza allí la del éter es y lejos de los contagios de la tierra huye, 195 tampoco pareja o la misma la forma de la nocturna Diana ser puede nunca y siempre la de hoy que la siguiente, 135


si crece, menor es, mayor si contrae su orbe. ¿Y no que en apariencias cuatro se sucede el año ves, realizando las imitaciones de la edad nuestra? 200

Pues tierno y lactante y semejantísimo de un recién nacido a la edad en la primavera nueva es. Entonces la hierba reciente y de dureza libre está turgente y sólida no es y en su esperanza deleita a los campesinos. Todas las cosas entonces florecen, y con los colores de las flores, nutricio, juega el campo, y todavía virtud en sus frondas ninguna hay. 205 Pasa al verano, tras la primavera, más robusto el año y se hace un vigoroso joven, pues ni más robusta edad ninguna, ni más fértil, ni que más arda, ninguna hay. La releva el otoño, depuesto el fervor de la juventud, maduro y suave y, entre el joven y el viejo, 210 en templanza intermedio, asperjado también en sus sienes de canas. Después la senil mala estación llega, erizada con paso trémulo, o expoliada de los suyos -o de los que tiene, blanca- de cabellos. También nuestros propios cuerpos siempre y sin descanso alguno se transforman, y no lo que fuimos o somos 215 mañana seremos. Hubo aquel día en el que, simientes solo y esperanza de hombres, de nuestra primera madre habitábamos en el vientre: la naturaleza sus artesanas manos nos allegó y que estuvieran angustiados esos cuerpos en las vísceras escondidos de nuestra distendida madre 136


no quiso y de esa casa nos emitió, vacías, a las auras. 220 Dado a la luz estaba tendido sin fuerzas ese niño; luego como cuadrúpedo y al modo movió sus miembros de las fieras, y poco a poco temblando y todavía de hinojo no firme se puso de pie, ayudando con algún esfuerzo a sus músculos; después vigoroso y veloz fue, y el espacio de la juventud 225 atraviesa y, agotados del intermedio tiempo también los años, se baja por el camino inclinado de la caduca vejez. Socava esta y demuele de la edad anterior las fuerzas, y llora Milón de mayor, cuando contempla inanes a aquéllos que fueran por la mole de sus sólidos músculos 230 a los de Hércules semejantes, sus brazos, fluidos, colgar. Llora también cuando en el espejo arrugas de vieja se ha visto la Tindáride y consigo misma por qué dos veces se la raptara se pregunta. Tiempo, devorador de las cosas, y tú, envidiosa Vejez, todo lo destruís y corrompidas con los dientes de la edad 235 poco a poco consumís todas las cosas con una muerte lenta.

Tampoco tales cosas persisten, a las que nosotros elementos llamamos, y qué tornas les ocurren, vuestros ánimos prestad, os mostraré. Cuatro cuerpos generadores el mundo eterno contiene. De ellos dos son onerosos, y por su propio 240 peso hacia lo más bajo, la tierra y la onda, se marchan, y otros tantos de gravedad carecen y sin que nadie les empuje a lo alto acuden, el aire y que el aire más puro el fuego. Las cuales cosas, aunque en espacio disten, aun así todo se hace de ellas y hacia ellas caen: y disuelta la tierra 245 se enralece hacia las fluidas aguas; atenuado, en auras y en aire el humor acaba; y privado también de peso de nuevo hacia los altísimos fuegos el aire más tenue centellea. De ahí para atrás vuelven y el mismo orden se desteje, pues el fuego, espesado, a denso aire pasa, 250 éste a aguas, tierra aglomerada se reúne de la onda. 137


Y la apariencia suya a cada uno tampoco le permanece y, de las cosas renovadora, desde unas rehace la naturaleza otras figuras, y no perece cosa alguna, a mí creed, en todo el mundo, sino que varía y su faz renueva y nacer se llama 255 a empezar a ser otra cosa de la que fue antes, y morir a acabar aquello mismo. Aunque hayan sido acá quizás aquéllas, éstas transferidas allá, en suma, aun así, todas las cosas se mantienen. Nada yo, ciertamente, que dura mucho tiempo bajo la imagen misma creería: así hasta el hierro vinisteis desde el oro, siglos, 260 así tantas veces tornado se ha la fortuna de los lugares. He visto yo, lo que fuera un día solidísima tierra, que era estrecho, he visto hechas de superficie tierras, y lejos del piélago yacen conchas marinas, y, vieja, encontrado se ha en los montes supremos un ancla, 265 y lo que fue llano, valle la avenida de las aguas hizo, y por una inundación un monte ha sido abajado a la superficie, y de una pantanosa otra tierra aridece de secas arenas, y lo que sed había soportado, empantanado de lagos se humedece.

Aquí manantiales nuevos la naturaleza ha lanzado, mas allí 270 los cerró y, muchos, por los antiguos temblores del orbe han irrumpido, o, desecados, se han asentado. Así, donde el Lico ha sido apurado por una terrena comisura, brota lejos de ahí, y renace por otra boca. Así ora es embebido, ora, por un cubierto abismo resbalando, 275 regresa ingente el Erasino de Argolia en los campos, y al misio, de la cabeza suya y de su ribera anterior que sentía disgusto dicen: que por otro lado ahora va, el Caíco. Y, no poco, revolviendo el Amenano las arenas sicanias, ahora fluye, a las veces, detenidos sus manantiales, aridece. 280 Antes se le bebía, ahora, las que tocar no quisieras, vierte el Anigro sus aguas, después que -salvo que a los poetas se les deba arrebatar toda la fe- allí lavaron los bimembres las 138


heridas que les había hecho del portador de la clava, de Hércules, el arco. ¿Y no el Hípanis, de los montes escíticos nacido, 285 que había sido dulce, de sales se corrompe amargas? De oleajes rodeadas habían estado Antisa y Faros, y la fenicia Tiro: de las cuales ahora isla ninguna es. Una Léucade continua tuvieron sus viejos colonos: ahora estrechos la rodean. Zancle también que unida estuvo 290 se dice a Italia, hasta que sus confines el ponto arrebató y rechazó la tierra en plena onda. Si buscas Hélice y Buris, Acaides ciudades, las encontrarás bajo las aguas, y todavía señalar los navegantes suelen, inclinadas, sus fortalezas con sus murallas sumergidas. 295 Hay cerca de la Pitea Trecén un túmulo, sin árboles algunos arduo, un día llanísima área de campo, ahora túmulo. Pues -cosa horrenda de relatarla fuerza fiera de los vientos, encerrada en ciegas cavernas, afuera soplar por alguna parte queriendo y luchando en vano 300 por disfrutar de más libre cielo, como en su cárcel grieta ninguna hubiera en toda ni permeable para sus soplos fuera, hinchió, distendida, la tierra como el aliento de la boca tensar una vejiga suele, o arrancadas sus pieles a un bicorne cabrío. El bulto aquel de ese lugar permaneció y de un alto 305 collado tiene la apariencia y se endureció con la larga edad.

Muchas cosas aunque me vienen, oídas y conocidas por nos, pocas más referiré. ¿Qué, que no la linfa también figuras da y las toma nuevas? En medio del día, cornado Amón, tu onda helada está, y en el orto y en la puesta está caliente. 310 Acercándole aguas, que los Atamantes encienden un leño se cuenta cuando la luna se ha retirado a sus orbes mínimos. Una corriente tienen los cícones, la cual bebida, de piedra vuelve las vísceras, la cual produce mármoles en las cosas por ella tocadas. El Cratis y desde él el Síbaris, colindante a nuestras orillas, 315 al ámbar semejantes hacen y al oro los cabellos. 139


Y lo que más admirable es, los hay que no los cuerpos sólo, sino los ánimos también sean capaces de mutar, humores. ¿Quién no ha oído de Sálmacis, la de obscena onda, y de los etíopes lagos? De los cuales, si alguien con sus fauces apura, 320 o delira o padece de admirable pesadez un sopor. Del Clítor quien quiera que su sed en el manantial ha aliviado, de los vinos huye y goza abstemio de las puras ondas, sea que una fuerza hay en su agua contraria al caliente vino, o sea, lo que los indígenas recuerdan, que de Amitaón el nacido 325 a las Prétides, atónitas después que merced a un encanto y hierbas las arrancó de sus delirios, los purgantes de su mente los lanzó a aquellas aguas, y el odio del vino puro permaneció en sus ondas. A éste fluye, por su efecto disparejo, de la Lincéstide el caudal, del cual, quien quiera que con poco moderada garganta saca, 330 no de otro modo se tambalea que si puros vinos hubiese bebido. Hay un lugar en la Arcadia, Féneo lo llamaron los de antaño, por sus ambiguas aguas sospechoso, las cuales de noche teme: de noche dañan ellas bebidas, sin daño en la luz se las bebe. Así unas y las otras fuerzas lagos y corrientes 335 conciben: y un tiempo hubo en que nadaba en las aguas; ahora asentada está Ortigia. Temió la Argo, asperjadas por los embates de las olas rotas en ellas, a las Simplégades, que ahora inmóviles permanecen y a los vientos resisten. Y tampoco el que arde con sus sulforosas fraguas, el Etna, 340 ígneo siempre será, pues tampoco fue ígneo siempre.

Pues si ella es un ser que alienta, la tierra, y vive y tiene respiraderos que llama exhalan por muchos lugares, mudar las vías de su respiración puede y cuántas veces se mueva, éstas acabarlas, abrir aquellas cavernas puede; 345 o si leves vientos están encerrados en profundas cuevas, y rocas contra rocas y materia que posee las simientes de la llama arrojan, ella concibe con sus golpes el fuego, sus cuevas abandonarán frías al sedarse esos vientos; 140


o si del betún las fuerzas arrebatan esos incendios 350 o gualdos azufres arden con exiguos humos, naturalmente cuando la tierra sus pábulos y alimentos pingües a la llama no dé, consumidas sus fuerzas a través de la larga edad, y a su naturaleza voraz su nutrimento falte, no soportará ella su hambre y esos abandonos abandonará el fuego. 355 Que hay hombres, la fama es, en la hiperbórea Palene, que suelen velar sus cuerpos con leves plumas cuando nueve veces han sentido la laguna de Tritón. No lo creo yo, por cierto: asperjados también sus cuerpos de venenos que ejercen las artes mismas las Escítides se recuerda. 360 Si alguna fe, aun así, ha de ofrecerse a las cosas probadas, ¿acaso no ves que cuantos cuerpos con la demora y el fluido calor se descomponen en pequeños vivientes se tornan? Ve y también entierra unos selectos toros inmolados -cosa conocida por el uso-: de la podrida víscera por todos lados, 365 selectoras de las flores, nacen abejas, que a la manera de sus padres los campos honran y su obra favorecen y para su esperanza trabajan. Presa de la tierra un caballo guerrero del abejorro el origen es. Sus cóncavos brazos si quitas a un cangrejo ribereño, el resto lo pones bajo tierra, de la parte sepultada 370 un escorpión saldrá y con su cola amenazará corva. Y las que suelen con sus canos hilos entretejer las frondas, las agrestes polillas -cosa observada para los colonos-, con la fúnebre mariposa mudan su figura.

Unas simientes el cieno tiene que procrea las verdes ranas, 375 y las procrea truncas de pies, luego, aptas para nadar, piernas les da, y para que éstas sean para largos saltos aptas, la posterior medida supera a las partes anteriores. Tampoco el cachorro que en su parto reciente ha dado la osa sino carne malamente viva es. Lamiéndolo su madre hacia sus articulaciones 380 141


los modela y a la forma, cuanta abarca ella misma, lo conduce. ¿Acaso no ves, a las que la cera hexagonal cubre, a las crías de las portadoras de miel, las abejas, que cuerpos sin miembros nacen y tardíos su pies como tardías asumen sus remeras? De Juno el ave, que de cola constelaciones lleva, 385 y el armero de Júpiter y de Citerea las palomas y el género todo de las aves, si de las partes medias de un huevo no supiéramos que se forman, quién, que nacer podrían, creería? Hay quienes, cuando podrido se ha una espina en un sepulcro cerrado, que se mutan creen en serpientes las humanas médulas. 390 Éstos, aun así, de otros los primordios de su género sacan. Una ave hay que se rehaga y a sí misma ella se reinsemine. Los asirios fénix la llaman. No de granos ni de hierbas, sino de lágrimas de incienso y del jugo vive de amomo. Ella cuando cinco ha completado los siglos de la vida suya, 395 de una encina en las ramas y en la copa, trémula, de una palmera, con las uñas y con su puro rostro un nido para sí se construye, en el cual, una vez que con casias y del nardo lene con las aristas y con quebrados cínamos lo ha cimentado junto con rubia mirra, a sí mismo encima se impone, y finaliza entre aromas su edad. 400 De ahí, dicen que, quien otros tantos años vivir deba, del cuerpo paterno un pequeño fénix renace. Cuando le ha dado a él su edad fuerzas, y una carga llevar puede, de los pesos del nido las ramas alivia de su árbol alto y lleva piadoso, como las cunas suyas, el paterno sepulcro, 405 y a través de las leves auras, de la ciudad de Hiperíon adueñándose, ante sus puertas sagradas de Hiperíon en el templo los suelta. Si con todo hay algo de admirable novedad en tales cosas, de que cambie sus tornas y la que ora como hembra en su espalda padecido al macho ha, ahora de que sea macho ella admirémonos, la hiena. 410

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De éste también, del viviente que de vientos se nutre y de aura, que en seguida simula cuantos colores ha tocado. Vencida, al portador de los racimos, linces dio la India, a Baco, cuya vejiga, según recuerdan, cuanto remite se torna en piedras y congela, el aire al ser tocado. 415 Así también el coral, en el primer momento que toca las auras, en ese tiempo se endurece: mullida fue hierba bajo las ondas. Acabará antes el día y Febo en la alta superficie teñirá sus caballos sin aliento, de que yo alcance todas las cosas con mis palabras, que a apariencias se han trasladado nuevas. Así los tiempos tornarse 420 contemplamos: a aquellas gentes asumir fortaleza, caer a estas. Así grande fue, de hacienda y de hombres, y durante diez años pudo tanta sangre dar: ahora, humilde, nada más Troya viejas ruinas y muestra en vez de sus riquezas los túmulos de sus abuelos. 425 Clara fue Esparta, vigorosa fue la gran Micenas, y no poco la Cecrópide, y no poco de Anfíon los recintos. Vil suelo Esparta es, alta cayó Micenas, la Edipodonia qué es, sino unos nombres, Tebas, qué de la Pandionia queda, sino el nombre, Atenas. 430 Ahora también, la fama es, que una Dardania Roma está surgiendo, la cual, próxima del nacido del Apenino, del Tíber, a las ondas, bajo una mole ingente los cimientos de sus estados pone.

Ella, así pues, su forma creciendo muda, y en otro tiempo la cabeza del inmenso orbe será. Así lo han dicho los profetas 435 y, cantoras del hado, lo refieren las venturas, y por cuanto recuerdo el Priámida Héleno al que lloraba y dudaba de su salvación había dicho, a Eneas, cuando el estado troyano caía: «Nacido de diosa, si conocidos bastante los presagios de nuestra mente tienes, no toda caerá, tú a salvo, Troya. 440 La llama a ti y el hierro te darán un camino: irás y a la vez Pérgamo arrebatado te llevarás, hasta que a Troya y a ti, 143


exterior al paterno, os alcance un más amigo campo. Una ciudad también contemplo que debes a nuestros frigios nietos cuan grande ni es ni será -ni aun vista- en los anteriores años. 445 A ella otros próceres a través de siglos largos poderosa, pero dueña de los estados, uno de la sangre nacido de Julo la hará, del cual cuando la tierra se haya servido, lo disfrutarán las etéreas sedes, y el cielo será la salida para él». Que tales cosas Héleno había cantado al portador de los penates, a Eneas, 450 yo, de mente memorioso, refiero, y de que esas a mí emparentadas murallas crezcan me alegro, y de que útilmente a los frigios vencieran los pelasgos. Para que, aun así, olvidados de que a su meta tienden mis caballos, lejos no me desplace, el cielo y cuanto bajo él hay muta sus formas, y la tierra, y cuanto en ella hay. 455 Nosotros también, parte del mundo, puesto que no cuerpos sólo, sino también voladoras almas somos, y a ferinas casas podemos ir, y de rebaños en los pechos escondernos, esos cuerpos, que pueden las almas tener de nuestros padres o de nuestros hermanos o de gentes unidas por algún pacto a nosotros, 460 o de hombres, ciertamente, que seguros estén y honestos permitamos, o no acumulemos entrañas en nuestras mesas de Tiestes. Cuán mal acostumbra, cuán a sí mismo se prepara él, impío, para el crúor humano, de un novillo el que la garganta a hierro rompe e inmutados ofrece a sus mugidos sus oídos, 465 o el que, vagidos semejantes a los infantiles cuando un cabrito da, degollarlo puede, o de un ave alimentarse a la que puso él mismo sus comidas. ¿Cuánto hay que falte en ello para el pleno crimen? ¿A dónde el tránsito desde ahí se prepara?

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El buey are, o su muerte impute a sus mayores años, 470 contra el bóreas horripilante la oveja armas suministre, sus ubres den, saturadas las cabritas, a manos que las opriman. Las redes junto con los cepos, y los lazos y artes dolosas quitad, y al pájaro no engañad con la cebada vara, y, hechas para el espanto, con las plumas a los ciervos no burlad 475 ni esconded con carnadas falaces los corvos anzuelos. Perded a cuanto cause daño, pero esto también perdedlo tan sólo, las bocas de sangre queden libres y alimentos tiernos cojan».

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A requerimiento de discípulos y amigos, comenzó a delinear su misión a favor de un clima que estimó propicio para su obra. Resaltó con tan maravillosos colores, con tan decididas perspectivas su sueño de establecer un centro pedagógico ideal donde formar armónicamente a las jóvenes generaciones que, vencidas por fin las naturales reservas de algunos gobernantes suspicaces, sentó las bases, con el general consenso y múltiples ofertas de colaboración, de su futura escuela. En la cima de un montecillo poblado de pinos y de encinas próximo al mar y emplazado en los mismos aledaños de Crotona, fue derivando en realidad sus sueños. Allí se llevó a cabo la construcción del que sería famoso instituto Pitagórico, conocido y admirado en todo el orbe antiguo y de donde habría de brotar el primer ejemplo práctico de la pedagogía integral y armónica y de un internado basado en un conocimiento completo del individuo derivado de las enseñanzas de los misterios hasta entonces vedados a la luz pública. El anhelo vehementísimo de Pitágoras era ya una realidad. Aquel núcleo selecto de jóvenes de ambos sexos, surgidos de todos los sectores sociales, sometidos de antemano a un examen completo y minucioso de capacidad física, moral, intelectual y síquica, se convertiría, andando los años, en una pléyade de ciudadanos de superior categoría, en una nueva aristocracia de las almas que serviría de injerto para elevar el nivel de la sociedad. La Fraternidad Pitagórica

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“En cuanto al origen del Instituto (Pitagórico), la tradición nos dice únicamente que hasta la LXII Olimpiada (530 A.C.), o un poco después, Pitágoras fue a Crotona con numerosos discípulos que lo acompañaron desde Samos, y comenzó a hablar en público de tal manera que pronto se granjeó la simpatía de los oyentes, que venían en gran número a escuchar sus inspiradas palabras; les enseñó verdades que nunca habían sido escuchadas en aquellas regiones y de boca de un hombre como él. Fue recibido con gran deferencia tanto por el pueblo como por el partido aristocrático que entonces detentaba las riendas del gobierno, y tal fue el entusiasmo despertado por sus enseñanzas que sus admiradores erigieron un magnífico edificio en mármol blanco – denominado homakoeion, o auditorio público -, en el cual podría proclamar convenientemente sus doctrinas y les permitía vivir bajo su guía... Su autoridad creció de tal manera que pronto ostentó una verdadera influencia moral en la ciudad, que rápidamente se propagó hacia el exterior, hasta los vecinos distritos de la Magna Grecia, Sicilia, Sybaris, Tarento, Rhegio, Catania, Himera y Agrigento. Desde las colonias griegas y desde las tribus italianas de Lucani, Peucetil, Mesapii e incluso de las aldeas romanas, acudían a él discípulos de ambos sexos, y lo tomaban como maestro los legisladores más célebres de esos lugares, Zauleco, Carondas, Numa, y otros. Con su intermediación se pudo restaurar el orden, la libertad, las costumbres y las leyes (The Pythagorean Sodality of Crotona, por Alberto Granola, Spirit of the Sun Publications, Santa Fe, New Mexico, 1997, páginas 4-5, extractos). Ha destacar la colonia pitagórica que se estableció en la ciudad de Roma que llegó a construir una extraordinaria basílica subterránea, junto a la Porta Maggiore.

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“Porfirio relata que más de dos mil ciudadanos con sus esposas y familias se reunían en el Homakoeion, vivían en comunidad de bienes y regulaban sus vidas por las leyes que les dio el filósofo, a quien veneraban como a un Dios. Fue así como se formó la Fraternidad, a la que tenía acceso todo hombre o mujer de bien; y a esta familia filosófica del Maestro le fueron dadas las mismas reglas que él había visto en las escuelas de Oriente y de Egipto, en las cuales, como ya se ha referido, él adquirió el conocimiento de los Misterios. El alumnado tenía que obedecer unas normas estrictas. Debía asistir con puntualidad, realizar los cantos, u oraciones al inicio de cada sesión, y recibían las lecciones de viva voz de Pitágoras invisible tras una cortina. Tenían que mantenerse abstemios, parcos en comer, vegetarianos, modestos en vestir y puros con un exacerbado respeto a todo ser viviente, por lo que no aceptaba vestiduras confeccionadas con pieles de animales. Los alumnos no podían ver al maestro cara a cara, hasta que no superaran las enseñanzas preliminares que podían durar incluso tres años. Escuela hermética. Solo los aprobados tras la enseñanza previa, pasaban al secretismo. Usaba Símbolos místicos y esotéricos, de interés para reconocerse entre ellos. Los adelantados se convertían en colaboradores del maestro, como el caso de su mujer Téano, ya que no eran discriminadas las mujeres. Llegó a tener en un curso a más de 600 seguidores, procedentes de múltiples ciudades. Resultaban la élite de la sociedad, aprendiendo las disciplinas de Religión-Medicina-Cosmología- Filosofía-Ética- Política- y Música. Su porte era distinguido por la elegancia y esmerada educación. Tenían acceso a los puestos públicos más elevados. El instituto llegó a ser al mismo tiempo un colegio de educación, una academia científica y una pequeña ciudad modelo, bajo la dirección de un gran iniciado. Y fue por medio de la teoría acompañada de la práctica, y por la unión de la ciencia y el arte, que gradualmente se alcanzó esa ciencia de las ciencias y esa armonía del alma y del 148


intelecto con el universo, las cuales los Pitagóricos consideraban que eran los arcanos de la filosofía y de la religión. (Ibid. p. 8) “En realidad, su meta era la elevación de sus discípulos en espíritu y acción, ya sea inspirándoles cultura general y conocimiento, ya sea haciéndoles practicar la disciplina más rigurosa de la mente y de las pasiones...” (Ibid. p. 12)

“...el sabio de Samos se propuso reformar a los hombres desde el interior, y con ello necesariamente modificar las condiciones exteriores de la vida individual y social. Una vez que deseó construir religión fundada en un sentimiento interior y no en prácticas externas de adoración, las cuales, no habiendo una consciencia con la que se correspondiesen, se convertían en meras supersticiones y vacíos formalismos dogmáticos, fue completamente natural que la nueva intuición despertase en medio de los elementos reaccionarios y conservadores de la sociedad de Crotona y la Italiana y, sobre todo, la cólera de la ignorante aristocracia, que estaba excluida por su deficiencia intelectual y moral, del mismo modo que los sacerdotes, que se vieron privados de influencia sobre la mayor parte – y la mejor – de la juventud. Las calumnias que ellos supieron difundir con el arte que parece ser su privilegio, encontraron crédito, como siempre, en el vulgo, y pronto fueron animados por otros que vieron igualmente amenazados sus intereses particulares” (Ibid. 13-14). “Por otro lado, está debidamente documentado que cierto aristócrata extremadamente ignorante de nombre Cylon, el cual, debido a su ignorancia e ineptitud, no pudo obtener la admisión en la Fraternidad interna, lleno de rabia y malicia, comenzó a agitar a los descontentos... logrando un decreto de proscripción por el cual se expulsaba a Pitágoras.

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Este, después de haber obtenido asilo en Caulonia y Locris, fue recibido finalmente en Metaponto, donde murió poco después. Se estableció entonces una feroz persecución contra los Pitagóricos: unos fueron asesinados y otros desterrados, convirtiéndose en fugitivos en las comarcas vecinas. En estas condiciones, la vida en la Fraternidad fue extremadamente corta, no habiendo durado más de cuarenta años; con todo, la eficacia de las enseñanzas Pitagóricas duró muchos siglos. Su llama nunca se extinguió y, por si acaso, fue rigurosamente preservada y transmitida de generación en generación por los elegidos, a los cuales fue confiada, por grados, el contenido sagrado; de tal forma que los cimientos de la doctrina esotérica se mantuvieran, y en todas las sucesivas épocas fue conocida en mayor o menor grado.” (Ibid. pp. 14-15) “Había dos tipos de adeptos en la Fraternidad: los que eran admitidos a un grado de iniciación (discípulos genuinos o familiares) y los que eran novicios (o neófitos) o simplemente oyentes (acustici o pythagoristae); a los primeros, divididos en varias clases... y a los discípulos directos del Maestro, se les administraban enseñanzas secretas o esotéricas; los otros apenas podían comparecer en las conferencias exotéricas de carácter esencialmente moral” (Ibid. p. 16) “En lo que respecta a las enseñanzas... eran dobles y, para ser admitido en la parte cerrada o secreta, era necesario haber comprobado, durante varios años, que el candidato estaba presto a recibir y, por tanto, tenía aptitudes. Aquel que no pudiese dar tal garantía, podía seguir instruyéndose en las escuelas comunes o exotéricas en una enseñanza desprovista de todo el simbolismo pero de carácter esencialmente moral” (Ibid. p. 24).

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"La matemática como ciencia nació en el siglo VI a. de C. en la comunidad religiosa de los pitagóricos y fue parte de esta religión. Su propósito estaba bien claro. Revelando la armonía del mundo expresada en la armonía de los números proporcionaba un sendero hacia una unión con lo divino. Fue este objetivo elevado el que en aquel tiempo proporcionó las fuerzas necesarias para un logro científico del que en principio no puede darse parangón. Lo que estaba involucrado no era el descubrimiento de un bello teorema ni la creación de una nueva rama de la matemática, sino la creación misma de las matemáticas”. I.R. Shafarevich "La influencia de la geometría en la filosofía y el método científico ha sido profunda. La geometría, tal como fue establecida por los griegos, comienza con axiomas que son (o creían ser) evidentes en sí mismos. Luego avanza la geometría por razonamientos deductivos hasta teoremas que no son, ni mucho menos, evidentes en sí. Los axiomas y teoremas se tienen por ciertos en el espacio real, y éste es algo dado por la experiencia. Así parecía ser posible descubrir cosas del mundo real, descubriendo primero lo que es evidente en sí, y después haciendo uso de la deducción. Esta idea influyó en Platón, Kant y en la mayoría de los filósofos intermedios. Cuando dice la Declaración de Independencia que "estas verdades las consideramos como evidentes en sí", se rige por Euclides. La doctrina del siglo XVIII de los derechos naturales es una búsqueda de axiomas euclidianos en el campo de la política.* La forma de "los principios" de Newton, a pesar de su materia reconocidamente empírica, está dominada del todo por Euclides. La teología, en sus exactas formas escolásticas, se nutre de la misma fuente; la religión personal se deriva del éxtasis, la teología, de las matemáticas, y ambas se encuentran en Pitágoras. Creo que la matemática es la fuente principal de la fe en la verdad eterna y exacta y en un mundo suprasensible e 151


inteligible. La geometría trata de círculos exactos, pero ningún objeto sensible es exactamente circular; por muy cuidadosamente que manejemos el compás siempre habrá imperfecciones e irregularidades. Esto sugiere la idea de que todo el razonamiento exacto comprende objetos ideales, en contraposición a los sensibles; es natural seguir adelante y argüir después que el pensamiento es más noble que los sentidos y los objetos de la idea más reales que los que percibimos por los sentidos. Las doctrinas místicas respecto a la relación del tiempo con la eternidad también se apoyaron en las matemáticas puras, porque los objetos, como los números, si son reales son eternos y no colocados en el tiempo. Estos objetos eternos pueden ser concebidos como pensamientos de Dios. De allí se deriva la doctrina de Platón de que Dios es un geómetra, y la de Jeams Jean de que Dios ama la aritmética. La religión racionalista en contraposición a la apocalíptica ha sido completamente dominada desde Pitágoras y, sobre todo, desde Platón, por las matemáticas y sus métodos. La combinación de matemáticas y teología que se inció con Pitágoras caracterizó la filosofía religiosa en Grecia, en la Edad Media y en los tiempos modernos, hasta Kant. El orfismo anterior a Pitágoras era análogo a las religiones asiáticas de misterios. Pero en Platón, San Agustín, Tomás de Aquino, Descartes, Spinoza y Leibniz existe una fusión íntima de religión y razonamiento, de aspiración moral y admiración lógica por lo eterno, que procede de Pitágoras, distinguiéndose la teología intelectualizada de Europa del misticismo más directo de Asia. Solamente en tiempos modernos ha sido posible declarar abiertamente 152


que Pitágoras estaba en un error. No conozco ningún otro hombre que hubiese tenido mayor influencia en el campo del pensamiento. Lo digo porque lo que aparece como platonismo resulta, después de analizarlo, esencialmente pitagorismo. Toda la concepción de un mundo eterno que se revela al intelecto y no a los sentidos, se deriva de él. Si no fuere por él, los cristianos no habrían considerado a Cristo como el Verbo; a él deben los teólogos la búsqueda de pruebas lógicas de la existencia de Dios y de la inmortalidad. Sin embargo, en Pitágoras todo eso queda aún sobreentendido". Historia de la filosofía occidental , Bertrand Russell

La Sucesión Pitagórica Según la Vida de Pitágoras escrita por Jámblico: “El sucesor reconocido de Pitágoras fue Aristeu, el hijo del crotoniense Damoflón, el cual fue contemporáneo de Pitágoras, y vivió siete generaciones antes de Platón. Siendo especialmente dotado en las doctrinas pitagóricas, continuó su escuela, instruyendo a los “hijos de Pitágoras” y casándose con su esposa Theano. A los discípulos del 153


grupo esotérico de Pitágoras se les llamaba los discípulos genuinos o familiares. De ahí que se hable de “hijos” o de “esposa”. Ver: Laercio). Se dice que Pitágoras enseñó en su escuela durante 39 años y que vivió un siglo. Cuando envejeció, Aristeu entregó la escuela al hijo (discípulo) de Pitágoras llamado Mnesarco. A este le sucedió Bulagoras, en cuya época Crotona fue saqueada. Después de la guerra, Gartydas el crotoniense, que había estado ausente de viaje, regresó y tomó para sí la dirección de la escuela; pero, debido a la tristeza que le produjo la calamidad en que se encontraba su país, murió prematuramente... Posteriormente, Aresas Lucano, a quien habían salvado ciertos extranjeros, tomó a su cargo la escuela, y a él acudió Diodoro Aspendio, que apenas fue recibido por culpa de el entonces pequeño número de verdaderos Pitagóricos (genuinos). Clinias y Filolau estaban en Heraclea; Teórides y Euryto en Mataponto; y en Tarento estaba Arquitas. También se dice que Epicarmo fue uno de los oyentes extranjeros, no perteneciendo a la escuela; no obstante, habiendo llegado a Siracusa; evitó filosofar en público debido a la tiranía de Hiero. Aún así, escribió los puntos de vista pitagóricos en verso y publicó los preceptos pitagóricos ocultos en sus comedias. Es probable que la mayoría de los pitagóricos hayan sido anónimos y hayan permanecido desconocidos” (Pythagorean Sourcebook, Op. Cit. p. 120) “Entre los Pitagóricos de la escuela primitiva o de las primeras generaciones, habiendo pertenecido a los discípulos o familiares (es decir, al grupo esotérico) o a los aucustici (oyentes exotéricos), Jámblico menciona 280” (Ibid, pp 121-122). Diógenes Laercio informa sobre seis: Empédocles, Epicarmo, Arquitas, Alcmeón, Hipaso y Filolau. “Aquellos que provinieron de esta escuela, no sólo los Pitagóricos más antiguos, sino también aquellos que, durante la vejez de Pitágoras, eran aún jóvenes, como Filolau y Euryto, Carondas y Zaleuco, Brysson y Arquitas el viejo, Aristeu, Lysis y Empédocles, Zalmoxys y Epiménides, Mino y Leucipo, Alcmaeon e Hippaso, y Tymáridas, constituyeron, en aquella época, una multitud de sabios, incomparablemente excelentes. Todos ellos adoptaron este modo de enseñanza (los símbolos pitagóricos), en sus conversaciones, comentarios y anotaciones. Igualmente sus escritos y todos los libros que publicaron, la mayoría de los cuales han llegado a nuestros días (es decir, desde los días de Jámblico, cerca del 250-330 D.C.), no fueron compuestos en dicción popular o vulgar, o en el modo usual de los otros escritores para poder ser inmediatamente comprendidos: fueron presentados en una forma que no era fácil de comprender por los lectores, ya que los autores adoptaron la ley de la reserva de Pitágoras, de forma arcana, en la que se ocultaban los misterios divinos a los no iniciados, oscureciendo sus escritos y mutuas conversaciones” (Vida de Pitágoras, por Jámblico, Pythagorean Sourcebook, op. cit. p. 83) 154


Algunos discípulos pitagóricos según Jamblico: Lugar de Nombres procedencia

Crotona

Ageas, Agelas, Agilo, Alcmeón, Antimedón, Aristeo, Brías, Bulagoras, Buto, Cleofrón, Cleóstenes, Damocles, Dimas, Ecfanto, Egón, Episipo, Erato, Evandro, Ficíadas, Filtis, Gartidas, Hemón, Hipóstenes, Hipóstrato, Itaneo, Leofrón, Menón, Mía, Milias, Milón, Mnemarco, Onatas, Rodipo, Silo, Timeo, Timica.

Metaponto

Agesarco, Agesidamo, Alcias, Alopeco, Antímenes, Aristeas, Aristomenes, Astilo, Brontino, Damármeno, Damótages, Eirisco, Eneas, Epifrón, Eufemo, Eurifemo, Eurito, Evandro, Glicino, Haníoco, Jenócades, Jenofantes, Lácidas, Lácrates, Lácrito, Lafaón, Leócides, León, Megistias, Melesias, Oréstadas, Parmisco, Pirrón, Procles, Quilas, Rexibio, Téano,Tráseas, Trasímedes.

Agrigento

Empédocles

Elea

Parménides

Tarento

Acmónidas, Acusiladas, Arceas, Aristipo, Aristoclidas, Arquémaco, Arquitas, Asteas, Brías, Carofántidas, Cenias, Clearato, Cleón, Clinágoras, Clinias, Dicearco, Dicas, Dinócrates, Equécrates, Eurimedonte, Eurito, Eutino, Filolao, Filónides, Frínico, Frontidas, Habróteles, Habrotelia, Helandro, Hestieo, Ico, Leonteo, Licón, Lisibio, Lisis, Mimnómaco, Pactio, Pisícrates, Pisírrode, Pisírrodo, Polemarco, Simiquias, Teodoro, Zopiro.

Síbaris

Diocles, Empedo, Endio, Evánor, Hípaso, Léanax, Menestor, Metopo, Polemeo, Próxeno, Timasio, Tirsenis, Tirseno.

Cartago

Antes, Hodio, Leócrito, Milcíades.

Paros

Alcímaco, Dexíteo, Dinarco, Eecio, Eumorio, Fenecles, Metón, Timáridas, Timeo, Timesianax.

Locros

Estenónidas, Eudico, Eutino, Evetes, Filodamo, Gitios, Jenón, Sosístrato, Tímares, Zaleuco.

Posidonia

Atamante, Batilao, Cránao, Fedón, Mies, Próxeno, Simo.

Lucania

Aresas, Aresandro, Cerambo, Ecelo, Ocelo, Ocilo.7

Dardania

Malión

Argos

Babelica,

Boio,

Critón,

Eveltonte,

Hipomedonte, 155


Políctor, Timóstenes, Trasidamo. Lacedemoni a

Autocáridas, Cleanor, Cleecma, Eurícrates, Quilónide, Teadusa.

Cratesíclea,

Hiperbórea

Abaris

Regio

Arístides, Aristócrates, Calais, Demóstenes, Euticles, Eutosión, Fitio, Helicaón, Hipárquides, Mnesíbulo, Opsimo, Selinuncio.

Siracusa

Damón, Fintias, Leptines.

Samos

Arquipo, Heloripo, Heloris, Hipón, Lacón, Meliso.

Caulonia

Calímbroto, Dicón, Drimón, Jéneas, Nastás.

Fliunte

Diocles, Equécrates, Equecratia, Fantón, Polimnasto.

Sición

Demón, Estratio, Políades, Sóstenes.

Cirene

Aristángelo, Melanipo, Proro, Teodoro.

Cízico

Butero, Hipóstenes, Jenófilo, Pitodoro.

Catania

Carondas, Lisíades.

Corinto

Crisipo

Tirrenia

Nausitoo

Atenas

Neócrito

Ponto

Liramno

Arcadia

Lastenia

Aspendo

Diodoro

Megara Hiblea

Epicarmo

Algunas enseñanzas pitagóricas Los esfuerzos de Pitágoras se debieron de centrar, en lo que concierne a la formación personal completa, en los jóvenes a quienes encontró más flexibles y con más capacidad de absorber el espíritu pitagórico plenamente. Puesto que su sistema de pensamiento estaba basado en el descubrimiento y contemplación de la armonía del cosmos y a ello se habría de llegar muy fundamentalmente a través de la introducción en consideraciones científicas, muy difíciles para los más adultos, ocupados en los asuntos de la ciudad, estableció de modo natural dos formas distintas de enseñanza. Así es como explica Iámblico (Vita Pyth. 88) la existencia en la primitiva comunidad pitagórica de dos clases de miembros, los matemáticos (mathematikoi, conocedores) es decir los iniciados a quienes Pitágoras comunicaba los conocimientos científicos a su disposición y los acusmáticos (akousmatikoi, oidores) que participaban de los conocimientos y creencias, de los principios morales, ritos y 156


prescripciones específicas de la hermandad, si bien sin conocer en profundidad las razones de su credo y su proceder. Además, recibían los conocimientos del maestro sin poder verlo directamente pues él lo hacía detras de una cortina.

Esta distinción resultó ser de enorme trascendencia en la evolución de la comunidad pitagórica. Los acusmáticos se constituyeron en custodios de las enseñanzas de Pitágoras y su preocupación fue que éstas se conservaran tal como Pitágoras las había transmitido. Los matemáticos se consideraban continuadores más bien del espíritu de Pitágoras, basado en el conocimiento científico, y puesto que es connatural a éste su propia evolución era claro para ellos que el conjunto de conocimientos de Pitágoras era susceptible de perfeccionamiento. Era natural que esta diversidad de pareceres había de conducir a la división de la comunidad con la desaparición de Pitágoras y así sucedió en efecto. La distinción entre matemáticos y acusmáticos es transmitida por múltiples canales. Iámblico es quien narra más por extenso la división entre ellos y su narración parece haber sido tomada de la obra perdida de Aristóteles sobre los pitagóricos. Al parecer fue Hipaso de Metaponto

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el principal representante de los matemáticos. Se debió de ocupar con notable éxito de hacer avanzar los conocimientos matemáticos. A principios del siglo V (500-480) entró en conflicto con los acusmáticos, ya que fue el primero en ofrecer por escrito al público en general "el secreto de la esfera de los doce pentágonos" (Iámblico, Vita Pyth.88), en castigo de lo cual murió en un naufragio. El "secreto de la esfera de los doce pentágonos" alude a cierta construcción relacionada con el dodecaedro regular que los pitagóricos primitivos deseaban mantener en secreto, como el grueso de su doctrina en general. En otro lugar Iámblico mismo (Vita Pyth. 246-247) cuenta que aquél que reveló "la naturaleza del conmensurable y del inconmensurable a quienes no eran dignos de participar de tales conocimientos", fue expulsado de la comunidad. Los pitagóricos le erigieron una tumba como si para ellos ya hubiera muerto. Parece probable que fue Hipaso mismo este personaje que reveló por primera vez la existencia de longitudes inconmensurables y precisamente a través de un estudio del pentágono regular como veremos más adelante. Iámblico acusa a Hipaso de haberse atribuído el mérito de sus descubrimientos, "siendo así que todos proceden de El", es decir de Pitágoras. Se puede pensar razonablemente que Hipaso fue un gran matemático que efectivamente dió por primera vez con la existencia de longitudes inconmensurables, es decir tales que una no es un múltiplo de una parte de la otra, dando con ello al traste con la acariciada creencia de los pitagóricos primitivos de que todo debe estar regido por los números enteros y las proporciones entre ellos. La versión que Iámblico cuenta, acusando a Hipaso de plagio, proviene según la conjetura de van der Waerden, del círculo de pitagóricos matemáticos anónimos entre 480-430 de quienes la tomó Aristóteles mismo. Estos pitagóricos fueron potentes 158


matemáticos con la estrategia común de atribuir a Pitágoras mismo sus descubrimientos matemáticos. ¿Como pudo tener lugar el descubrimiento de Hipaso de los inconmensurables?. En 1954 Kurt von Fritz publicó un artículo importante, The Discovery of Incommensurability by Hippasus of Metapontum, Annals of Mathematics 46 (1954), 242-264. De acuerdo con sus investigaciones se puede pensar que fue más o menos como sigue. Los pitagóricos primitivos estaban profundamente familiarizados con el pentágono regular. Según parece el emblema que les servía para reconocimiento mutuo era el pentagrama, es decir la estrella de cinco puntas formada por las diagonales de un pentágono regular.

En sus cinco vértices solían colocar las letras de la palabra ugieia, salud. Las razones de la especial veneración de los pitagóricos por esta figura no nos es bien conocida, pero uno se inclina a pensar que en ella, al igual que en la tetraktis, que luego examinaremos más a fondo, encontraban armonías geométricas y numéricas extraordinariamente llamativas. Es fácil ver que todos los ángulos que aparecen en la figura son múltiplos enteros del más pequeño de entre ellos (72º=2x36º, 108º=3x36º, 144º=4x36º, 180º=5x36º). Parece natural que los pitagóricos se preguntaran sobre la proporción en que se encuentran también los segmentos que aparecen en esta figura. No es difícil ver, siempre con los elementos que los pitagóricos del tiempo de Hipaso tenían a su disposición, que cada segmento de los dibujados está con el que es inmediatamente mayor exactamente en la misma proporción, que es precisamente la proporción los pitagóricos tenían ya, como veremos más tarde en detalle, el proceso denominado antanairesis, o cancelación de uno y otro lado, que se corresponde geométricamente con el llamado algoritmo de Euclides 159


para hallar el máximo común divisor de dos números. Supongamos que los segmento señalados en la figura por AD y EG son conmensurables es decir que existe un segmento u tal que AD mide mu y EG mide nu. Tratamos de determinar la fracción m/n. Podemos suponer que m/n está en forma irreducible, es decir, suponemos que no existen números naturales, m* menor que m, y n* menor que n, tales que m/n=m*/n*. De la figura misma es sencillo deducir que GI mide (m-n)u y que GF mide (2n-m)u. Por otra parte es claro que AD y GI son diagonales de pentágonos regulares de lados EA= EG y GF respectivamente. Por tanto AD/EG=GI/GF, es decir m/n=(m-n)/(2n-m). LLamando m*= m-n, n*=2n-m, hemos obtenido una contradicción con nuestra hipótesis de que m/n era fracción irreducible. Así nuestro punto de partida de que AD y EG son conmensurables es falso. Así como entre los pitagóricos acusmáticos, como es natural, apenas se pueden distinguir etapas evolutivas, entre los pitagóricos matemáticos que se dedicaron al desarrollo de la ciencia estas etapas se pueden diferenciar con cierta probabilidad. Así van der Waerden distingue cinco generaciones en el pitagorismo entre los años 530360. 1ª Generación (530-500): Pitágoras. 2ª Generación (520-480): Hipaso de Metaponto, Alcmeon. 3ª Generación (480-430): Matemáticos anónimos. 4ª Generación (440-400): Filolao, Teodoro. 5ª Generación (400-360): Arquitas de Tarento. Los matemáticos anónimos de la tercera generación debieron de constituir un grupo muy interesante del que Aristóteles se hace eco con admiración. De ellos habla como de los fundadores de la matemática tal como se cultivaba en su tiempo, una matemática bien adulta, rigurosa y ampliamente evolucionada. De ellos decía Aristóteles(según Iámblico De communi math. sci. 78) que "estiman mucho la exactitud de la argumentación en las ciencias matemáticas, porque solo ellas poseen demostraciones". Más adelante tendremos ocasión de examinar el fuerte impacto que dejaron en la geometría y en la aritmética, que quedó plasmado en los Elementos de Euclides.

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Filolao de Crotona, de la 4ª generación, fue de estilo grandilocuente y ampuloso, sin mucho rigor matemático. Su astronomía también carece de rigor científico. Conocía y utilizaba los conocimientos matemáticos, pero su lógica y su matemática resulta más bien floja. ARMONÍA DEL COSMOS Pocos filósofos y muchos menos han sido los científicos que hayan sabido encarnar sus enseñanzas con elementos sensibles con tanto acierto como Pitágoras. La famosa armonía de las esferas de la enseñanza pitagórica primitiva era mucho más profunda que la mera conjetura de la consonancia de las notas que los astros producen en su movimiento. Para Pitágoras la visión fundamental consistió en que el universo es un cosmos, un todo ordenado y armoniosamente conjuntado. El destino del hombre consiste en considerarse a sí mismo como una pieza de este cosmos, descubrir el lugar propio que le está asignado y mantener en sí y en su entorno, en lo que está de su parte, la armonía que es debida de acuerdo con el orden natural de las cosas. La armonía cósmica entendida en este sentido fue probablemente una audaz conclusión de madurez a la que Pitágoras llegó a través de la observación de la congruencia de sus consideraciones científicas sobre números, figuras, notas musicales, con las ideas orientales sobre el alma, los astros y la divinidad.

Los números constituían el armazón inteligible de las formas en la aritmética figurativa de los pitagóricos, construída por ellos mediante piedras (psefoi, cálculos). Al mismo tiempo los números desvelaban las proporciones que regían las consonancias musicales. ¿No era natural ver en el número el principio inteligible a través del cual el cosmos divino gobernado por el espíritu manifestaba al hombre su armonía interna?. 161


Según cuenta Porfirio (Vita Pyth. 30-31) y Iámblico (Vita Pyth. 6466) en un pasaje que toman de Nicómaco de Gerasa (ca 50-150 d. de C.), quien por su parte parece hacerse eco de fuentes pitagóricas antiguas, Pitágoras "dirigía su oído y su espíritu hacia las sublimes consonancias del cosmos gracias a una inefable capacidad divina difícil de imaginar. Con ello oía y entendía él solo, según explicaba, toda la armonía y el concierto de las esferas y los astros que en él se mueven". La música era a la vez entre los pitagóricos el símbolo de la armonía del cosmos y un medio para lograr el equilibrio interno en el espíritu mismo del hombre. EL JURAMENTO PITAGÓRICO Bajo diversas formas se ha conservado una breve fórmula pitagórica de difícil interpretación que, según es de suponer, contenía algo muy cercano a la quinta esencia del espíritu pitagórico. En la versión más corriente reza así: "No, por Aquél que ha entregado a nuestras almas la Tetraktis, una fuente que contiene las raíces de la naturaleza eterna". Al parecer constituye un juramento de secreto sobre el contenido de la enseñanza pitagórica, reservado a miembros de la comunidad exclusivamente. "Aquél", por supuesto, es Pitágoras mismo, a quien los pitagóricos primitivos no osaban nombrar. La Tetraktis, o cuaterna, consiste probablemente en los números 1,2,3,4, que conjuntamente solían representar los pitagóricos en esta forma figurativa

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¿En qué sentido la Tetraktis podía ser "fuente de las raíces de la naturaleza eterna"?. Según parece, la Tetraktis alude a la iluminación pitagórica inicial y fundamental sobre las proporciones numéricas que rigen las notas musicales consonantes: el tono (1:1), la octava (1:2), la quinta (3:2) y la cuarta (4:3). Más adelante tendremos ocasión de considerar en detalle los experimentos musicales con cuerdas que pusieron de manifiesto tales proporciones. En la experiencia pitagórica esta observación debió de constituir el estímulo decisivo hacia la extrapolación cuasimística de que el cosmos es en algún modo alcanzable a través del número. Tal vez es en este sentido en el que se exalta la Tetraktis como fuente del conocimiento de las raíces de la armonía de la naturaleza eterna, en el cual se basa la existencia pitagórica.

Tetraktys pitagórica 1. La Unidad: Lo Divino, origen de todas las cosas. El ser inmanifestado. 2. La Díada: Desdoblamiento del punto, origen de la pareja masculino-femenino. Dualismo interno de todos los seres. 3. La Tríada: Los tres niveles del mundo: celeste, terrestre, infernal, y todas las trinidades. 4. El Cuaternario: los cuatro elementos, tierra, aire, fuego y agua, y con ellos la multiplicidad del universo material. El conjunto constituye la Década, la totalidad de Universo: 4: 1 + 2 + 3 + 4 = 10 → 1 + 0 = 1. Se puede uno preguntar: ¿cuál fue el sentido del secreto pitagórico que el juramento solemnemente impone?. Entonces, como hoy, el 163


secreto compartido constituye un fuerte vínculo de conexión de los miembros de una comunidad reducida. La comunidad pitagórica llegó a tener una complicada organización interna, con largos períodos de noviciado, pruebas de silencio -los discipulos que ingresaban en la fraternidad debían mantener un estricto voto de silencio durante 5 años (!)

y de robustecimiento del espíritu a través de experiencias encaminadas a fomentar la humildad y la asimilación paulatina del espíritu pitagórico. Muchas de las doctrinas esotéricas de los pitagóricos se prestaban, fuera de su contexto total, a malentendidos que era conveniente evitar. Las mismas enseñanzas matemáticas cobraban probablemente un halo especial colocadas dentro del ambiente de los iniciados pitagóricos, constituyendo para ellos un soporte de su camino de vida con un significado que va mucho más allá del carácter de mera curiosidad especulativa que podía constituir para los espectadores externos. Por otra parte, en la vida religiosa de la Grecia contemporánea a Pitágoras abundaban extraordinariamente los misterios o ceremonias asimismo secretas de iniciación y purificación progresiva, con la finalidad de provocar en el espíritu del iniciado un estado de veneración, fervor religioso y entusiasmo místico, llevadas a cabo en una parte oculta del templo. Los festivales nacionales de Delfos, Eleusis, incluían misterios celebrados con 164


genuina exaltación religiosa. Parece muy probable que Pitágoras adoptase en la tarea de formación de sus adeptos los métodos y técnicas que había observado ser de gran eficacia..

Este rasgo secretista de la enseñanza pitagórica primitiva fue mitigado más adelante. El "No" rotundo del juramento aparece convertido en sí en los Versos Aureos, una compilación de enseñanzas pitagóricas escrita probablemente en el segundo o tercer siglo después de Cristo, teniendo a la vista fuentes mucho más antiguas, y destinada a expandir la doctrina pitagórica a todos los hombres. INMORTALIDAD DEL ALMA Porfirio, en su biografía de Pitágoras (Vita Pyth. 19) transmite un testimonio de Dicaiarcos un alumno de Aristóteles, que resume las enseñanzas de Pitágoras en estos cuatro puntos: (1) Que el alma es inmortal. (2) Que las almas cambian su lugar, pasando de una forma de vida a otra. (3) Que todo lo que ha sucedido retorna en ciertos ciclos y que no sucede nada realmente nuevo. (4) Que hay que considerar todos los seres animados como emparentados entre sí.

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La creencia pitagórica del origen divino del alma viene expresada en los versos áureos cno las siguientes palabras: "63. "Pero tú ten ánimo. De naturaleza divina son los mortales".

Este aspecto de la filosofía pitagórica aparece fuertemente emparentado con la mentalidad del orfismo, un movimiento religioso que, probablemente viniendo de oriente, se instaura en Grecia empezando por Tracia en siglo VI a. de C. La Grecia anterior al siglo VI tenía en los libros homéricos un equivalente de las escrituras sagradas de otros pueblos. El pensamiento de un alma inmortal es totalmente ajeno al espíritu griego antiguo. Pero al parecer esta situación cambió radicalmente a partir del siglo VI, muy posiblemente bajo la influencia de multitud de movimientos religiosos que procedentes de Persia, de la India, de Egipto, se asentaron en el mundo griego. De hecho el panorama de creencias religiosas es totalmente diferente en el siglo IV a. de C. El orfismo tenía a Diónisos como dios y a Orfeo como su sacerdote, reuniendo cierto sentido místico con una ascética de purificación. El espíritu humano procede de otro mundo y se encuentra como desterrado en este, encadenado al cuerpo por la sensualidad. Existe un mundo de acá y otro de más allá y la vida debe vivirse como una fuga de lo terreno.

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Muy probablemente Pitágoras amalgamó elementos órficos con otros, posiblemente de origen persa, como el del eterno retorno que aparece mencionado en el punto 3 de Diocaiarcos, y con sus propias concepciones sobre la constitución del cosmos y sobre el modo concreto de purificación a través de la contemplación, dando primacía al elemento racional y matemático sobre el poético de aquellas cosmmogonías primitivas, para producir una síntesis que resultó profundamente atrayente no sólo para sus contemporáneos, sino para los muchos movimientos de inspiración pitagórica durante más de diez siglos. Al parecer, en el modo de vida de los pitagóricos primitivos la metafísica como tal era poco importante. Lo que verdaderamente importaba era la vida pura, concretada en la armonía del alma con el cosmos, que habría de concluir con la liberación del alma del círculo de reencarnaciones. Lo que importaba era la elevación del alma al cielo de los bienaventurados tras la muerte. LA MEDITACION ENTRE LOS PITAGÓRICOS

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Sabemos que Pitágoras dividía a sus discípulos en candidatos o acusmáticos y esotéricos o geómetras; “A los neófitos les imponía un silencio durante cinco años, poniendo a prueba su autocontrol, pues el dominio del habla es más difícil que las demás autodisciplinas” (Jámblico, 17, 72). “Si los candidatos se mostraban dignos de participar en las doctrinas”, tras el silencio quinquenal “se convertían en esotéricos y dentro del velo escuchaban y veían a Pitágoras” (Jámblico 17, 72) Sin embargo, sus enseñanzas esotéricas apenas se conocen porque la prohibición de divulgarlas fue estrictamente observada. A esto contribuyó seguramente el método simbólico con que venían expuestas. Incluso las enseñanzas más externas o exotéricas, al ser expresadas también en forma de máximas “no han sido compuestas de una manera inteligible” dado que los pitagóricos venían obligados a “guardar silencio sobre los misterios divinos” y sobre todos los “modos arcanos de expresarse para los no iniciados y recubrían con símbolos sus conferencias y escritos” (Jámblico, 23, 104).

Enseñaba la “ciencia contemplativa” mediante la abstinencia “de ciertos alimentos que son un obstáculo a la vigilancia y pureza del 168


pensamiento”. Toda vez que el cuerpo (sõma) es como una tumba o cárcel (sêma) en la que el alma vive encadenada a la materia, es decir, al imperio de los sentidos, el método de los pitagóricos propone la reunificación a través de un proceso de desprendimiento o purificación por el que el alma recupere cierta relación de sintonía, homogeneidad o resonancia con el mundo espiritual, dado que sólo los iguales pueden conocerse. Tal resonancia solo es posible cuando el hombre resigna y unifica sus sentidos y potencias. ¿Cómo? Apenas sabemos nada sobre las prácticas ascéticas y meditativas de los pitagóricos. Por algunas menciones de Numenio y Plotino sabemos que se practicaban ejercicios de concentración y meditación mediante la recitación de monosílabos a los que se atribuía un carácter mágico o taumatúrgico. Especialmente las palabras griegas on (esencia o existencia) o hen (Unidad). Por herencia órfica, sabemos que los pitagóricos practicaban la meditación acompasada con ciertos ejercicios de respiración. Refiriéndose a Pitágoras y otros sabios que alcanzaban trances o visiones, Porfirio comenta que dominaba “todo tipo de técnicas de sabiduría, pues había adquirido un inmenso tesoro en sus prápides, porque cuando concentraba toda la fuerza de sus prápides, sin esfuerzo alcanzaba a visualizar en detalle las cosas de diez o veinte generaciones de hombres” (Vida de Pitágoras, 31). Siendo la traducción más probable de prápides, “pulmones”, tales técnicas de respiración empleadas por Pitágoras y otros sabios como Parménides, Epiménides, etc. consistirían, seguramente, en una forma de control del pensamiento mediante la concentración en la respiración que, certeramente, se ha puesto en relación con la técnica de respiración oriental del pranayama o de concentración en el hara (centro del abdomen).

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Uno de los conceptos más extraños y significativos de las prácticas meditativas de los pitagóricos que buscaban la unión mística con Apolo (el Uno), es el llamado «salto de Leúcade». Leúcade es una isla griega consagrada a Apolo con unos formidables acantilados (desde los que se arrojó la poetisa Safo). Al acudir a ese símbolo, los pitagóricos se estaban refiriendo a un momento crucial de la práctica meditativa en que, desconectados los sentidos y resignadas todas las potencias, finalmente hay que entregarse totalmente, ceder el control y abandonarse por completo a la meditación. Es el instante liminal previo al éxtasis o “visión” del Uno, es decir, de la unidad esencial del Ser. En algunos casos, las resistencias psico-mentales a ceder el control se traducen momentáneamente en dificultades respiratorias, taquicardias, pérdidas de conocimiento (no pérdidas de consciencia), etc., todo lo cual es representado por el miedo a saltar al precipicio. El buscador espiritual que anhela tener la “visión” del Uno ha de estar dispuesto, llegado el momento, a dar el salto final que reafirme su voluntad de trascender los lazos del cuerpo y la servidumbre de la materia. En cuanto último obstáculo del contemplativo, el precipicio tiene el mismo significado que el Dragón que vigila el acceso al tesoro depositado en los Infiernos o que custodia a la Dama cautiva (recuérdese el descenso de Orfeo a los infiernos para rescatar a Eurídice), o el héroe que ha de atravesar unas rocas entrechocantes (symplegades). Se trata de una prueba definitiva en la que el aspirante ha de arriesgar la vida.

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El «salto de Leúcade», en suma, es la última prueba en el itinerario espiritual del que aspira a vencerse a sí mismo.

LA GEOMETRÍA DE LOS PITAGÓRICOS.

La principal fuente de nuestro conocimiento sobre la geometría de los pitagóricos se encuentra en el comentario de Proclo a los Elementos de Euclides. Proclo escribe en Alejandría, muy alejado de Pitágoras en el tiempo, pues vivió del 410 al 485 d. de C., pero es seguro que tuvo ante sus ojos la Historia de la Geometría que Eudemo, un discípulo de Aristóteles, escribió hacia el año 320 a. de C. Al comienzo de su comentario a los Elementos Proclo transmite un resumen de lo que fue la historia de Eudemo. Otra fuente de considerable importancia es el mismo libro de los Elementos de Euclides. Señalaré a continuación algunas de las porciones de los elementos que parecen provenir de fuentes pitagóricas, a juzgar por diversos testimonios y por razones lógicas internas. LA YUXTAPOSICIÓN DE SUPERFICIES Euclides, en I, 44, propone la siguiente construcción: "Yuxtaponer a un segmento dado, según un ángulo dado, un paralelogramo que sea igual (en área) a un triángulo dado". En su comentario a este ejercicio escribe Proclo: "Estas cosas son antiguas, como afirman los que siguen a Eudemo, y son invenciones de los pitagóricos, a saber la yuxtaposición (parabolé) de superficies, su exceso (hyperbolé) y su defecto (elleipsis). De ellas tomaron los más recientes los nombres y los aplicaron a las llamadas secciones del cono y las denominaron a una parábola, a la ota hipérbola y a la tercera elipse, mientras que aquellos antiguos y 171


divinos hmbres (los pitagóricos) dieron significado a estos nombres fundamentándose en la construcción de superficies planas sobre un segmento". Los problemas de yuxtaposición de superficies se pueden proponer e forma más sencilla, como lo hicieron los pitagóricos, omitiendo la referencia a paralelogramos, del siguiente modo: (A) Yuxtaponer a un segmento dado AB un rectángulo R que sea igual (en área) a un triángulo dado (parabolé).

(Para nosotros, resolver ya=S) (B) Yuxtaponer a un segmento dado AB un rectángulo R igual a un triángulo dado S de modo que le falte un cuadrado Q (elleipsis).

(Para nosotros, resolver xy=S, x+y=a) (C) Yuxtaponer a un segmento dado AB un rectángulo R igual a un triángulo dado S de modo que le sobre un cuadrado Q (hyperbolé).

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(Para nosotros, resolver xy=S, x-y=a) Como se ve, la solución de estos problemas equivale a la de una ecuación de segundo grado. Los problemas son extraordinariamente importantes y así Euclides los trata en tres ocasiones diferentes. La solución de los griegos procede como lo haríamos nosotros mismos, sólo que todo viene fraseado geométricamente. Si queremos resolver xy=S, x-y=a, lo reducimos a y(y+a)= S, que se puede poner, completando el cuadrado y^2+ay +(a/2)^2= S+ +(a/2)^2, es decir (y+a/2)^2 = S + (a/2)^2. Se trata ahora de construir un cuadrado de área igual a la de S+(a/2)^2 y así se obtiene y+a/2 y por tanto y. Todas estas operaciones algebraicas son las que aparecen e lenguaje puramente geométrico en la solució de Euclides. Si, como opina van der Waerden y otros muchos, es cierto lo que Proclo afirma sobre el origen pitagórico de estos problemas y sus soluciones, se puede pensar que los pitagóricos, probablemente ya los pitagóricos anónimos de la tercera generación, si no antes, tuvieron conocimiento de una parte bien substanciosa de los Elementos, en particular, por lo que de aquí se desprende, de I-45, I-47, II-5, II-6, II-14, que contienen las herrmientas para las soluciones de los problemas de yuxtaposición de superficies. POLIGONOS REGULARES

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El libro IV de los Elementos enseña cómo inscribir en un círculo un triángulo equilátero, un cuadrado, un pentágono, un hexágono y un pentadecágono. Existen varios escolios es decir, notas marginales que se encuentran en diversos manuscritos, que atribuyen los teoremas de este libro IV a los pitagóricos. Según W. Burkert en su obra Weisheit und Wissenschaft (p. 426), estos escolios proceden de Eudemo. Los teoremas que aparecen en el libro IV se presentan en un estilo unitario a excepción del que se refiere a la construcción del pentadecágono. Proclo explica que la intención de Euclides al introducir el pentadecágono en este contexto estaba motivada en las necesidades de los astrónomos. Hacia 440 a. de C. Oinópides de Quios había determinado en 24º la inclinación de la eclíptica. Este ángulo es precisamente 360º/15 y así coincide con el ángulo correspondiente al lado del pentadecágono desde su centro. Según parece por todos los indicios, los pitagóricos antiguos supieron cómo construir polígonos regulares. Así, con todos estros datos, se puede pensar co van der Waerden y otros, que el libro IV, a excepción del último problema, sobre el pentadecágono, constituía una unidad de enseñanza mucho antes de que Euclides la incorporara a su obra, incluso se puede conjeturar que sea anterior al 440 a. de C.

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De todas las construcciones del libro IV la más interesante es la que se refiere al pentágono regular (IV, 10-11). esta construcción se apoya de modo decisivo en la observación de que cada diagonal corta a otra en dos segmentos en proporción áurea, o bien en lo que Euclides llama "media y extrema razón". Los pitagóricos tenían especiales razones como hemos visto, para ocuparse intensamente del pentágono regular. La estrella formada por las diagonales, el pentagrama, era su símbolo de reconocimiento y de deseo de salud. Parece natural pensar en un intenso interés por construir exactamente tal figura y por entenderla racionalmente a fondo. Como hemos visto antes al tratar de Hipaso, el dodecaedro regular, y por tanto el pentágono regular, entrañaban para los pitagóricos hechos muy fundamentales. En este contexto pienso que se debe hacer notar que las consideraciones sobre la inconmensurabilidad de la diagonal con el lado que antes hicimos son independientes de la posibilidad de construcción efectiva del pentágono regular. No es necesario pensar que Hipaso supiera construir el pentágono regular al modo de Euclides, aunque tampoco hay motivos para pensar que efectivamente no lo supo. Por otra parte, la construcción de la "media y extrema razón" que en Euclides aparece en II, 11, no requiere otra cosa que la solución de un problema de yuxtaposición de superficies, que los pitagóricos antiguos, según hemos visto, dominaban totalmente. Así teniendo en cuenta estas conexiones lógicas, se puede concluir que los pitagóricos conocieron la construcción de la razón áurea que se propone en los Elementos II, 11. Guiados por los testimonios históricos, por argumentos de tipo lógico como los aducidos y por otros derivados del estilo de presentación y de congruencia interna, tanto van der Waerden como otros historiadores llegan a la conclusión de que los libros II y IV de los Elementos proceden completa o casi completamente de los pitagóricos.

Del libro III, relativo a cuerdas y tangentes en el círculo y de ángulos en el círculo, Neuenschwander ha mostrado que una gran parte era conocida de los pitagóricos antiguos y de Hipócrates de Quíos. El libro I de los Elementos tiene un carácter mucho menos transparente. Se puede aventurar que tal vez los pitagóricos hayan formulado una axiomática incipiente, pues los axiomas 1,2,3,7,8 son citados verbalmente (estilo pitagórico) en los libros II y IV, de 175


procedencia más claramente pitagórica. La proposición I, 29 sobre la igualdad de los ángulos determinados por paralelas era conocida de los pitagóricos que demostraron mediante ella que la suma de los ángulos de un triángulo mide dos rectos. Conocieron también I,47(el "teorema de Pitágoras"), pero la demostración que poseían era a través de la teoría de proporciones, que Euclides evita en este libro.

Para acabar con los puntos más sobresalientes de la geometría de los pitagóricos se puede decir que, de acuerdo con un escolio al libro XIII de los Elementos, los pitagóricos conocieron de los cuerpos regulares, el cubo, el tetraedro y el dodecaedro. Según el mismo escolio, que parece muy verosímil, el octaedro y el icosaedro parecen haber sido estudiados por vez primera por Teeteto, en la primera mitad del siglo IV a. de C.

LA ARITMÉTICA DE LOS PITAGÓRICOS.

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Al estudiar la aritmética de los pitagóricos es necesario distinguir claramente entre la aritmética científica y la aritmética popular. La aritmética científica de los griegos se encuentra resumida en los libros VII, VIII y IX de los Elementos de Euclides que fueron escritos hacia el año 300 a. de C. Por testimonios históricos se puede concluir que algunas porciones de los libros VII y VIII es obra de los pitagóricos. En particular el libro VII debe de proceder de los matemáticos anónimos anteriores a Arquitas y el VIII de los de la escuela de Arquitas. Algunas porciones del libro IX, como la doctrina del "par e impar" es anterior incluso a los pitagóricos anónimos y posiblemente procede del tiempo de Hipaso de Metaponto (hacia el año 500 a. de C.). No me ocuparé aquí de detallar específicamente el contenido de esta aritmética científica, pues esto será realizado en otra conferencia de esta serie, por el profesor Alberto Dou, dedicada a Euclides. Sólo quisiera señalar dos puntos particularmente notables de la aritmética de los Elementos, de los cuales uno con seguridad es de procedencia pitagórica y el otro con gran probabilidad también. El primero se refiere a los llamados "números lado y diagonal". El segundo es el llamado "algoritmo de Euclides" para la obtención del máximo común divisor de dos números. Los números lado y diagonal constituyen pares de números formados recursivamente que servían a los pitagóricos para aproximar mediante fracciones, cada vez con mayor exactitud, la relación entre la diagonal y el cuadrado, es decir para aproximar la raíz de 2. De esta forma se expresa Proclo en su 177


comentario al libro sobre la República de Platón: "La unidad, como origen de todos los números, es potencialmente tanto lado como diagonal. Se toman ahora dos unidades: una como unidad-lado y otra como unidad-diagonal y se forma un nuevo lado, añadiendo a la unidad-lado la unidad-diagonal, y una nueva diagonal, añadiendo a la unidad-diagonal el doble de la unidad-lado" El proceso de formación de los pares de números lado y diagonal prosigue de la misma forma. El nuevo lado es suma de los números lado y diagonal anteriores, la nueva diagonal es la suma de la diagonal anterior y dos veces el lado anterior, es decir:

¿De dónde proviene la extraña idea de este proceso recursivo, probablemente el primero de tal naturaleza en la historia de la matemática?. Según Proclo, los pitagóricos demostraron el siguiente teorema: " Si L y D son lado y diagonal de un cuadrado, entonces también L* =L+D y D*=D+2L son lado y diagonal de un cuadrado" Y Proclo afirma que la demostración de los pitagóricos de esta propiedad se realizó mediante la proposición II, 10 de los Elementos de Euclides, que representa la identidad que nosotros escribiríamos así (2X+Y)2+Y2=2X2+2(X+Y)2 En efecto, si suponemos que X=L, Y=D son lado y diagonal de un cuadrado, se tiene D2=2L2 y así substituyendo arriba y simplificando Y2=2X2, resulta 178


(2L+D)2=2(L+D)2 es

decir,

2L+D

es

diagonal

del

cuadrado

de

lado

L+D.

Es posible que la idea original de tal hilo de pensamiento y de demostración esté implicita en el proceso de antanairesis con el que, según O.Becker y otros (Cf. O.Becker, Grösse und Grenze der Mathematischen Denkweise, Karl Alber Verlag, 1959; trad. esp. Rialp, 1969) se procedía originariamente a la demostración de la irracionalidad de raíz de 2. El proceso aparece muy claramente sugerido por la siguiente figura:

179


Si l1=EF y d1=EC son lado y diagonal de un cuadrado, entonces DC=l2=l1+d1 y AC=d2=d1+2l1 son también lado y diagonal de otro cuadrado. El proceso de antanairesis es efectivamente la vuelta atrás del proceso de construcción de los pares de números lado y diagonal. En realidad, desde el punto de vista matemático es mucho más razonable pensar que el camino de las ideas fue el inverso, es decir, a fin de hallar la unidad común, si existe, capaz de medir al tiempo lado l2 y diagonal d2, era natural substraer de la diagonal el lado l2, obteniendo así CF y luego tratar de hallar la unidad común de CF=l1 y DC=d2, restando CF=EF=DE de DC para obtener así EC=d1. Al tratar de obtener la unidad común de EC=d1 y FC=l1 observamos que estamos en las condiciones iniciales pues d1 y l1 son diagonal y lado de un nuevo cuadrado. El proceso no acaba nunca y esto viene a demostrar la no existencia de tal unidad común. La vuelta atrás de esta antanairesis aplicada al cuadrado fue probablemente la motivación del método de construcción de los números lado y diagonal. El proceso de antanairesis que hemos seguido no es otra cosa que la versión geométrica del algoritmo de Euclides para la obtención del máximo común divisor de dos números (VII, 33). Así, tanto por la estructura lógica de los libros VII y VIII de los Elementos como por consideraciones históricas, parece razonable concluir que los pitagóricos, en particular probablemente alguno de los matemáticos anónimos del siglo V conoció y estructuró estos dos algoritmos de una brillantez y profundidad que aún hoy día nos llenan de asombro.

La aritmética popular de los pitagóricos tenía otro sabor totalmente distinto del de estos retazos de la aritmética científica que hemos examinado. Su finalidad era hacer inteligible a todos las 180


fascinantes propiedades de los números. La principal fuente de nuestro conocimiento de esta aritmética es la Introducción a la Aritmética de Nicómaco de Gerasa (ca. 50-150 d. de C.), obra que se extendió extraordinariamente a juzgar por el gran número de manuscritos (44) que de ella se conservan. En este trabajo aparecen por extenso la teoría figurativa de los números, los números triangulares, cuadrados rectangulares, pentagonales, etc. y se habla de las fabulosas y místicas propiedades de ciertos números en concreto.

ARMONÍA CIENTÍFICA DE LOS PITAGÓRICOS.

La armonía, como hemos visto anteriormente, está en el corazón mismo del pitagorismo. La música era el método de elevación y purificación del alma y al mismo tiempo objeto de contemplación intelectual que revelaba, con sus congruencias expresables mediante relaciones numéricas, la armonía más profunda del cosmos. La capacidad cuasimágica de la música es elemento heredado por el pitagorismo de las corrientes órficas más primitivas. El análisis científico de los sonidos armónicos es en cambio rasgo muy específicamente pitagórico, que casi con toda seguridad se remonta al mismo Pitágoras.

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Existen varias versiones sobre el modo concreto como Pitágoras llegó a desentrañar las relaciones numéricas entre los sonidos consonantes, es decir aquellos cuya producción simultánea origina una sensación agradable en nuestro oído: el tono, la octava, la quinta y la cuarta. Nicómaco de Gerasa, Gaudencio y Boecio hablan de la observación de Pitágoras de los diferentes sonidos producidos en el yunque del herrero por martillos de diferentes pesos. Un martillo cuyo peso era como 6 producía el tono, otro con peso 12 producía la octava, otro con peso 9 la quinta y otro de peso 8 la cuarta. Pitágoras volvió a casa, colgó tales pesos de cuatro cuerdas iguales y observó que se producían los sonidos consonantes correspondientes. Este es el ejemplo típico de una de esas historias cuya falsedad podría haber comprobado un historiador con sentido crítico sin más que tratar de repetir la experiencia. La frecuencia del sonido producido por una cuerda vibrante no está en proporción con la tensión, sino con la raíz cuadrada de la tensión. Diógenes Laercio propone a Pitágoras mismo como inventor del monocorde, no un instrumento musical, sino más bien un aparato científico para verificar la teoría musical utilizado por los pitagóricos. Gaudencio explica pormenorizadamente el experimento más verosímil con el que Pitágoras comprobó y cuantificó su intuición genial de la conexión de la armonía musical con los números. Pitágoras tensó una cuerda musical que producía un sonido que tomó como fundamental, el tono. Hizo señales en la cuerda, que la dividían en doce partes iguales. Pisó la cuerda en el 6 y entonces

observó que se producía la octava. Pisó luego en el 9 y resultaba la cuarta. Al pisar el 8 se obtenía la quinta. ¡Las fracciones 1/2, 3/4, 2/3 182


correspondían a la octava, la cuarta y la quinta!. Los sonidos producidos al pisar en otros puntos resultaban discordes o al menos no tan acordes como los anteriores. ¡Los números 1,2,3,4, la Tetraktys, determinaban con sus proporciones relativas los sonidos más consonantes!. Los números 12,9,8,6 constituyeron así mismo en el pitagorismo posterior otra cuaterna muy interesante por sus propiedades aritméticas. Se verifica:

,

,

Así 9 es media aritmética entre 12 y 6, 8 es media armónica entre 12 y 6. Se verifica 12.6=9.8 y esto es una propiedad general de la media aritmética y armónica

, , luego ab = mh Iámblico afirma que la teoría de la media aritmética y la media armónica procede de los babilonios y fue importada por Pitágoras. No hay pruebas concluyentes de tal afirmación, pero sí se puede asegurar que esta teoría pertenece al pitagorismo primitivo. La armonía fue una ocupación constante de la escuela pitagórica en todas las etapas de su evolución. Platón había manifestado su descontento con el carácter empírico tanto de la armonía como de la astronomía de los pitagóricos. Tal vez por su influjo se produjo una curiosa fundamentación: axiomática de la armonía pitagórica, relatada por el astrónomo Tolomeo (ca. 130 d.de C.) en su obra sobre armonía Los axiomas pueden expresarse así: 1.- A los sonidos musicales corresponden números. A los del mismo tono el mismo número, a los de distinto tono números distintos. 2.- Los números correspondientes a sonidos consonantes se comportan entre sí como el numerador y el denominador de las fracciones más perfectas a/b, que son aquéllas en que el numerador es múltiplo del denominador, a = nb, o bien aquéllas en que a sobrepasa a b en una parte de b, es decir a=b+b/n, y esta relación es tanto más perfecta cuanto más simple, es decir cuanto más pequeño sea n. 3.- A la octava, como más perfecta, debe corresponder la relación 2/1. 183


De esta forma resulta por pura deducción lógica que a la quinta le debe corresponder 3/2 y a la cuarta 4/3. De entre los desarrollos ulteriores de la armonía científica de los pitagóricos se puede destacar la explicación, asombrosamente acertada, de la naturaleza del sonido como una sucesión de percusiones en el aire, haciendo depender el tono del número de percusiones que se producen por unidad de tiempo, es decir, de la frecuencia. Con ello se explica de modo natural y exacto la producción de sonidos fisiológica y psicológicamente agradables, consonantes, en la cuerdas cuyas longitudes se comportan como los números más sencillos. Las percusiones del aire producidas simultáneamente por una cuerda y la cuerda con la misma tensión, de longitud mitad, tono y octava, llegan al tímpano de una forma representable en el eje del tiempo de la manera siguiente:

Su composición da lugar a una estructura de percusiones como la que sigue:

que

es

sencilla

y

previsible, armoniosa,

para

nuestro

oído.

En cambio la producción de dos sonidos de frecuencias de percusión arbitrarias dará lugar a una estructura un tanto caótica que para nuestro oído resulta opaca, no previsible, en una palabra, disonante. Para mayor información sobre estos problemas profundamente interesantes puede consultarse el artículo de B.L. van de Waerden, Die Harmonielehre der Pythagoreer, Hermes 78 (1943) 163. La curación pitagórica La sabiduría musical de Pitágoras, desarrollada a partir de las vibraciones del cosmos, la Música de las Esferas, el poder catártico, iluminador y curador de los Tonos Musicales se consagra y eleva. Esta sabiduría ha sido difundida en todo el mundo occidental como 184


Ciencia-Arte por más de 2500 años. Para Pitágoras, la salud era la armonía y el equilibrio de los opuestos, y la enfermedad era desarmonía y desequilibrio de los elementos, características y emociones. El equilibrio es esencial para una perfecta salud psicofísica y la turbación de este equilibrio resulta en enfermedad. Para la recuperación, debe haber una reconciliación de todos estos elementos y esta puede lograrse con sintonía. En las enseñazas de Pitágoras, la medicina era la ciencia de remover y agregar, o como Platón solía decir, de vaciar y llenar, removiendo así el exceso o la falta.

Jámblico en “La Vida Pitagórica” dice: “Creyendo que la primera curación de los hombres debía comenzar con la percepción sensible, a partir de la Escucha - percepción de bellas formas y figuras, de bellos ritmos y melodías – colocaba en primer lugar la educación musical mediante determinados ritmos y melodía que curan la índole y los afectos humanos, llevando nuevamente las facultades del alma al equilibrio original. Además concibió medios para prevenir y curar enfermedades físicas y psíquicas. Pero por encima de todo esto – prosigue Jámblico – son dignos de consideración los denominados tratamientos y adaptaciones musicales que elaboró y organizó para sus discípulos, inventando con extraordinaria habilidad arreglos musicales de genero diatónico, cromático y enarmónico con los que habitualmente cambiaba para bien y revertía los sentimientos del alma que hubieran surgido y crecido de modo irracional: dolor, ira, celos y miedos absurdos, ansias de todo tipo, excitación y depresión, 185


laxitud y violencia. Cada uno de estos sentimientos los rectificaba por medio de apropiadas armonías musicales.

Muy poco sabemos con certidumbre acerca de la vida y la doctrina de este hombre (Pitagoras). Pero un examen reflexivo de la frondosa «leyenda pitagórica» ha permitido descubrir, o al menos conjeturar muy fundadamente, la pertenencia del sabio de Samos al área del chamanismo. Varios motivos de esta leyenda —encarnaciones previas del alma de Pitágoras descenso a los Infiernos, ascensión a una nube, relaciones con Zamolxis, dominio sobre daimones — dan considerable verosimilitud a la tesis de una iniciación chamanística del «filósofo» de Samos. En ella tendría una de sus principales raíces la medicina pitagórica. Cualquiera que fuese la relación del pitagorísmo con el movimiento órfíco, es indudable la semejanza entre la medicina mágica de los pitagóricos y las «curaciones» realizadas por los seguidores de Orfeo. Tres notas, en efecto, parecen caracterizar el proceder terapéutico de Pitágoras y sus discípulos: el propósito de expulsar daímones del cuerpo y el alma del enfermo, el empleo de la música y la concepción catártica de la dieta.

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Pongamos ahora nuestra atención en las dos primeras. Las más antiguas concepciones pitagóricas acerca de la enfermedad fueron crasamente «primitivas»: dentro de ellas, un enfermo sería un hombre poseído e impurificado por algún daimon maligno. En consecuencia, la intención del tratamiento médico había de ser ante todo apotropaica (expulsión del daimon perturbador) y catártica (restitución de la naturaleza del enfermo a su «pureza» inicial). A. Delatte ha puesto en evidencia el gran parecido entre la terapéutica supersticiosa de los charlatanes y curanderos combatidos en el escrito de morbo sacro y las prácticas medicinales y rituales de los pitagóricos. «Los remedios de esos charlatanes —comenta Boyancé— van dirigidos contra un mal determinado, pero en sí mismos son prácticas de alcance muy general; todo pasa casi como si la vida pitagórica fuese presentada por aquéllos como necesaria para evitar la epilepsia.» Una doble conjetura surge, bajo forma de dilema, en el ánimo del historiador: o bien los catarías mencionados en el escrito hipocrático son indignos herederos de Pitágoras, o bien los pitagóricos habrían acogido en su regla de vida las creencias y los ritos que menciona Hipócrates. El saber actual no nos permite optar con seguridad entre una y otra conjetura.

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En cualquier caso, no sólo la epilepsia y la locura fueron enfermedades atribuidas a la irrupción de un daimon innominado o dotado de nombre en el cuerpo del enfermo; también lo fueron otras muchas afecciones morbosas, especialmente las súbitas y febriles, e incluso afecciones psíquicas de condición no morbosa, como los sueños y las pasiones. Para la mente primitiva, todo lo que «sobreviene» en la vida del hombre de un modo inopinado e incomprensible tiene como causa oculta la penetración de un daímon perturbador e invisible en la realidad de aquél. Arístides Quintiliano dirá que ciertos «varones sabios» —es más que probable la alusión a los pitagóricos— llaman a las pasiones “pequeñas epilepsias»; expresión que manifiesta muy claramente la interpretación de los estados afectivos intensos como «pequeñas posesiones» y la transición continua que para el griego hubo siempre entre el páthos como «pasión» y el páthos como «enfermedad». No será inoportuno anotar que esa transición poseía a la vez carácter cuantitativo, porque una pasión muy intensa es ya afección morbosa, y carácter genético, porque las enfermedades stricto sensu producen pasiones, y las pasiones pueden producir enfermedades o expresarse con los mismos signos que ellas. Así concebidas la enfermedad y las pasiones, ¿ cuál podía ser su tratamiento ? Los primitivos pitagóricos, como tantos otros «primitivos», apelaron a la presunta eficacia mágica del ensalmo y la música; más precisamente, al ensalmo cantado. Decía Aristoxeno de Tarento que los pitagóricos purificaban el cuerpo con la medicina y el alma con la música. Pero es seguro que esta precisa dicotomía catártica y terapéutica procede de la ordenadora mentalidad de Aristoxeno, porque tanto Jámblico como Porfirio nos dicen muy claramente que también las enfermedades del cuerpo fueron tratadas 188


por los pitagóricos mediante la música. La música de la lira — Pitágoras, como luego Platón, repudiaba la flauta: el soplo de ésta «impurificaría» el oído de quienes la escuchan— fué el principal recurso de la medicina mágica de Pitágoras y sus secuaces. Había en el círculo pitagórico hasta una suerte de farmacopea musical, un arte de mezclar sonidos, enteramente equiparable al de mezclar medicamentos simples y enderezado, como éste, al logro de acciones terapéuticas especiales. Es notable la analogía entre dicha práctica y la que Hofman ha podido observar entre los chamanes de los indios Ojibua: «En el curso de la instrucción preparatoria que constituye el primer estadio de la iniciación, el maestro enseña al alumno cantos particularmente eficaces, pero éste aprende también a «preparar cantos» para las necesidades de la práctica, exactamente como un alumno de farmacia aprendería a componer medicamentos».

¿Quiere esto decir que la palabra humana no tuvo papel alguno en los encantamientos musicales de los pitagóricos ? La verdad es que tales encantamientos, como los órficos, fueron casi siempre canciones, y que en ellas la letra no tuvo menor importancia que la música. Jámblico y Porfirio hablan textualmente de epódaí cuando exponen las actividades terapéuticas de Pitágoras. Acompañándose con la lira, el mago pitagórico intentaba la expulsión del daímon y la curación «purificadera» del enfermo cantando péanes de Thaletas y fragmentos de Homero y Hesiodo, más o menos próximos por su contenido a la naturaleza del caso tratado. Cuenta Jámblico, por ejemplo, que un joven ebrio y violentamente enamorado llegó hasta el paroxismo de su doble pasión por obra de un tañedor de flauta que hacía sonar su instrumento al modo frigio. Llamado Pitágoras en ayuda del mozo, le sanó sustituyendo el sonido de la flauta por el grave canto de un espondeo. El carácter sacral y teológico que la poesía de Homero y Hesiodo tuvo para los hombres de Grecia —«la Biblia de los griegos», ha llamado Wilaimowitz a esa poesía— explica bien la preferencia de los que buscaban en ella el texto de sus ensalmos. Siglos más tarde, Proclo heredará esa vieja práctica pitagórica, y hasta la utilizará in propria persona. Un día en que le 189


atormentaba un dolor violento se hizo cantar ciertos himnos, y sus dolores se mitigaron. La misma intención antidemónica tenían, según todas las apariencias, las purificaciones matinales y vesperales de los pitagóricos. Por la mañana, esas purificaciones eliminaban del alma la confusión creada en ella por los daímones nocturnos y los malos ensueños que éstos hubiesen podido causar; por la tarde preparaban la vía a los buenos daímones —es decir, a los buenos ensueños— y cerraban el paso a los malos. Parece razonable, según esto, atribuir a Pitágoras algunos rasgos chamanísticos. En cierta medida, el fundador del pitagoreísmo fué un hombre de la estirpe de Abaris, Aristeas y Hermótimo de Clazómene. Pero la figura de Pitágoras quedaría lamentablemente desconocida y degradada olvidando que si él fué de algún modo un chamán, lo fué, en definitiva, sin perder su condición de hombre griego. Utilizó mágicamente la música, pero lo hizo —a tanto no había llegado hombre alguno anterior a él— orientando su mente hacia lo que la música «es» ; y si concibió de manera primitiva y demónica las pasiones del alma y el hecho de la enfermedad, su inteligencia, genialmente atenta a una intelección rigurosa de lo que las cosas «son», llegó por primera vez a formular —o cuando menos a preparar — una doctrina verdaderamente «científica» acerca de la enfermedad y las pasiones. Sin haber dejado de ser «mago» y «hechicero», en el más amplio sentido de estas palabras, Pitágoras constituye un hito histórico decisivo en el proceso que conduce desde la medicina “mágica» a la medicina «científica». ¿ Qué es la ¡música ? En su realidad propia, e independientemente de los efectos que su audición produzca en nosotros, la música es a la vez sonido y número, porque la altura del sonido de una cuerda se halla en estricta relación numérica con la longitud de ésta. Hazaña genial de Pitágoras : con ese descubrimiento suyo, la acción mágica de la música queda en inmediata relación con la acción mágica del número. Pero hay más. La música es armoniosa cuando imita la armonía del movimiento de los astros ; y puesto que los astros son lo más divino en la divina naturaleza, siguése de ahí que el número ha de poseer una significación y un valor a la vez religiosos y cósmicos. Para los pitagóricos —dirá luego Aristóteles— «los números son la esencia de todas las cosas, y los cielos, armonía y número». El número sería el principio y el fundamento del cosmos. Con ello, la buena salud del hombre, en su doble aspecto psíquico y somático, es pureza divina y armonía. «Para que su ánimo se hallase siempre imbuido de divinidad, Pitágoras... acostumbraba a cantar con la cítara». Esta sentencia de Censorino expresa bien el verdadero sentido de las canciones pitagóricas —simultáneamente mágicas, morales, -metafísicas y religiosas— y nos permite entender con suficiente hondura las ideas que acerca de las pasiones y la enfermedad germinaban en la Magna Grecia a fines del siglo v. La enfermedad, los estados afectivos violentos y los sueños son «pasiones» (páthé) del hombre producidas por la interrupción de daímones en la individual 190


realidad de quien las padece. Tal parece ser la causa de dichas alteraciones. Pero, ¿ cuál será su real consistencia ? ¿ En qué consisten las alteraciones de la vida humana que llamamos «pasión» y «enfermedad» ? Es previsible la respuesta de los pitagóricos. Las pasiones violentas y las enfermedades —nos dirán— son «faltas de armonía», desórdenes del número a que en último término pueden y deben ser reducidas la pureza divina del hombre, la concordancia de su vida con el orden universal de la naturaleza y la buena salud. La vita pythagorica —dieta alimenticia, canciones, ciencia del número, preceptos diversos— sería el método para conservar la divina armonía de la salud o para conquistarla de nuevo si por azar un páthos violento nos la ha hecho perder. Siéntese ya la inminencia de la «patología fisiológica» de Alcmeón de Crotona, con su fecunda idea de la isonomía. Volvamos ahora al texto de Jámblico : «Los pitagóricos usaron más pomadas y cataplasmas que sus predecesores ; el tratamiento con fármacos no lo estimaban mucho; usábanlo casi siempre sólo en las úlceras ; menos aún recurrían a las incisiones y al cauterio; en algunas enfermedades empleaban también canciones mágicas (ensalmos cantados, epódaí)». En esas canciones, ¿qué papel tenían, junto a la música, las palabras del cantor ? ¿ Cómo interpretó Pitágoras la operación mágica de la palabra cantada ? ¿ Cómo lo que en la canción se dijera podía contribuir al restablecimiento de la armonía perdida ? La verdad es que la mente de Pitágoras, demasiado arcaica todavía, ni pudo llegar a proponerse estas interrogaciones, ni era capaz de darles respuesta adecuada. Para obtenerla será preciso esperar hasta Platón.

El final del Instituto pitagórico

“En cuanto al origen del Instituto (Pitagórico), la tradición nos dice únicamente que hasta la LXII Olimpiada (530 A.C.), o un poco después, Pitágoras fue a Crotona con numerosos discípulos que lo acompañaron desde Samos, y comenzó a hablar en público de tal manera que pronto se granjeó la simpatía de los oyentes, que venían en gran número a escuchar sus inspiradas palabras; les enseñó verdades que nunca habían sido escuchadas en aquellas regiones y de boca de un hombre como él. Fue recibido con gran deferencia tanto por el pueblo como por el partido aristocrático que entonces detentaba las riendas del gobierno, y tal fue el entusiasmo despertado por sus enseñanzas que sus admiradores erigieron un magnífico edificio en mármol blanco – denominado homakoeion, o auditorio público -, en el cual podría proclamar convenientemente sus doctrinas y les permitía vivir bajo su guía... Su autoridad creció de tal manera que pronto ostentó una verdadera influencia moral en la 191


ciudad, que rápidamente se propagó hacia el exterior, hasta los vecinos distritos de la Magna Grecia, Sicilia, Sybaris, Tarento, Rhegio, Catania, Himera y Agrigento. Desde las colonias griegas y desde las tribus italianas de Lucani, Peucetil, Mesapii e incluso de las aldeas romanas, acudían a él discípulos de ambos sexos, y lo tomaban como maestro los legisladores más célebres de esos lugares, Zauleco, Carondas, Numa, y otros. Con su intermediación se pudo restaurar el orden, la libertad, las costumbres y las leyes (The Pythagorean Sodality of Crotona, por Alberto Granola, Spirit of the Sun Publications, Santa Fe, New Mexico, 1997, páginas 4-5, extractos). “Porfirio relata que más de dos mil ciudadanos con sus esposas y familias se reunían en el Homakoeion, vivían en comunidad de bienes y regulaban sus vidas por las leyes que les dio el filósofo, a quien veneraban como a un Dios.

Fue así como se formó la Fraternidad, a la que tenía acceso todo hombre o mujer de bien; y a esta familia filosófica del Maestro le fueron dadas las mismas reglas que él había visto en las escuelas de Oriente y de Egipto, en las cuales, como ya se ha referido, él adquirió el conocimiento de los Misterios. El instituto llegó a ser al mismo tiempo un colegio de educación, una academia científica y una pequeña ciudad modelo, bajo la dirección de un gran iniciado. Y fue por medio de la teoría acompañada de la práctica, y por la unión de la ciencia y el arte, que gradualmente se alcanzó esa ciencia de las ciencias y esa armonía del alma y del 192


intelecto con el universo, las cuales los Pitagóricos consideraban que eran los arcanos de la filosofía y de la religión. (Ibid. p. 8) “En realidad, su meta era la elevación de sus discípulos en espíritu y acción, ya sea inspirándoles cultura general y conocimiento, ya sea haciéndoles practicar la disciplina más rigurosa de la mente y de las pasiones...” (Ibid. p. 12)

En 513 a.C., Pitágoras viaja a Delos para cuidar de Ferécides, su antiguo maestro, que se encontraba moribundo. Permaneció allí por unos meses, hasta la muerte de su amigo y maestro.

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En 510 a.C., Crotona fue atacada y ocupada por la localidad vecina de Síbari; ciertos indicios señalan que Pitágoras se vio de algún modo involucrado en la disputa.

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Pitagoras se sentiría responsable por las muertes sucedidas a lo largo de éstos conflictos –unos 300 discípulos morirían en éstos incidentes, a los que se debería añadir todos los soldados de las diferentes ciudades que se enfrentaron-. La intervención en la política de las ciudades de la Magna Grecia, a pesar de las buenísimas intenciones del Maestro, tuvieron unas consecuencias que le entristecerían, causándole un gran dolor, llevándole a dejarse morir de sed y hambre en el templo de las Musas de Metaponto.

La evidencia sobre el lugar y el año de la muerte de Pitágoras es incierta. Ciertamente la Sociedad Pitagórica prosperó por muchos años después de este acontecimiento y se esparció hacia otras ciudades italianas. Esto refuerza la idea de que Pitágoras de hecho volvió a Crotona y cita como evidencia la edad de Pitágoras al morir -alrededor de 100 años-, un dato ampliamente aceptado, así como el hecho de que varias fuentes aseguran que enseñó a Empédocles, por lo que tuvo que haber vivido hasta después de 480 a.C.

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Su tumba fue exhibida en Metaponto en tiempos de Cicerón.

Conclusión

Los pitagóricos contribuyeron en alto grado a articular el mensaje de la civilización griega basada en la leyenda y en la sabiduría. Así ofrecería Grecia su inestimable dádiva al presente y al futuro de la humanidad. Las juventudes educadas en el instituto de Pitágoras representaban la levadura humana capaz de hacer fermentar la masa, capacitarla al máximo, y elevarla a la mayor posibilidad de su destino histórico. Trasplantado este núcleo de selección al área social de la Grecia antigua, se le brindó los mejores legisladores, los más sabios juristas, los más capacitados pedagogos, los más grandes filósofos, artistas y patriarcas dotados de todas las virtudes cívicas, noble dechado de una civilización que fue, y sigue siendo, la sabia mentora del mundo occidental. A pesar de los siglos transcurridos, la obra que llevó a cabo el filósofo de Samos a través de su famoso instituto, no sólo no ha sido superada, sino tan siquiera igualada. Ya que la educación que en ella se obtenía no era sólo mental y física, no era sólo de ejemplaridad externa y de instrucción, sino que allí desenvolvía el alumno otras capacidades de índole superior, siguiendo las enseñanzas directas del maestro.

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En el instituto pitagórico se desenvolvía como un todo armónico, el elemento subconsciente y el superconsciente, la contraparte humana, cósmica o divina de nuestra maravillosa naturaleza. Los resortes pedagógicos, las claves dialécticas que poseía Pitágoras, no se hallaban al alcance de los no iniciados. Era aquí la base permanente, insobornable, de su herencia a la humanidad de todos los tiempos. Por eso dijo de él la maestra H. P. Blavatsky: "Si la metempsícosis de Pitágoras pudiese ser completamente explicada y comparada con la teoría moderna de la evolución, se vería que proporciona todos los eslabones que faltan en la cadena de ésta. Pitágoras, el filósofo puro, profundamente versado en los más ocultos fenómenos de la naturaleza, el noble heredero de la antigua ciencia cuyo gran designio era librar al alma de la ignorancia de las cadenas de los sentidos y obligarla a manifestar sus poderes, debe vivir eternamente en la memoria de los hombres." 197


En el doble sentido de su persona y de su obra, fue Pitágoras la luz precursora que señaló el camino a todo el Occidente. Luz alzada sobre el futuro desde los orígenes articulados de nuestra civilización y que proyecta sus potentes rayos con la claridad del primer día; y que ofrece posibilidades de renovación inéditas porque la orientación de su obra está por encima del tiempo, del lugar y de la anécdota. Con su sonrisa paternal y su expresión serena, todavía Pitágoras nos muestra el camino —camino sin tiempo ni distancias—, que puede conducirnos a la superación del caos y la desarmonía presentes, sirviendo al establecimiento de la nueva era que comienza.

“...el sabio de Samos se propuso reformar a los hombres desde el interior, y con ello necesariamente modificar las condiciones exteriores de la vida individual y social. Una vez que deseó construir una religión fundada en un sentimiento interior y no en prácticas externas de adoración, las cuales, no habiendo una consciencia con la que se correspondiesen, se convertían en meras supersticiones y vacíos formalismos dogmáticos, fue completamente natural que la nueva intuición despertase en medio de los elementos reaccionarios y conservadores de la sociedad de Crotona y la Italiana y, sobre todo, la cólera de la ignorante aristocracia, que estaba excluida por su deficiencia intelectual y moral, del mismo modo que los sacerdotes, que se vieron privados de influencia sobre la mayor parte – y la mejor – de la juventud. Las calumnias que ellos supieron difundir con el arte que parece ser su privilegio, encontraron crédito, como siempre, en el vulgo, y pronto fueron animados por otros que vieron igualmente amenazados sus intereses particulares” (Ibid. 13-14). Este, después de haber obtenido asilo en Caulonia y Locris, fue recibido finalmente en Metaponto, donde murió poco después. Se estableció entonces una feroz persecución contra los Pitagóricos: 198


unos fueron asesinados y otros desterrados, convirtiéndose en fugitivos en las comarcas vecinas. En estas condiciones, la vida en la Fraternidad fue extremadamente corta, no habiendo durado más de cuarenta años; con todo, la eficacia de las enseñanzas Pitagóricas duró muchos siglos. Su llama nunca se extinguió y, por si acaso, fue rigurosamente preservada y transmitida de generación en generación por los elegidos, a los cuales fue confiada, por grados, el contenido sagrado; de tal forma que los cimientos de la doctrina esotérica se mantuvieran, y en todas las sucesivas épocas fue conocida en mayor o menor grado.” (Ibid. pp. 14-15)

Los Versos Áureos

Honra ante todo a los dioses inmortales según establece la ley. Respeta la palabra dada. Honra luego a los héroes glorificados, y consagra por fin a los genios terrestres, rindiéndoles también debido culto. Honra a tu padre, a tu madre y a tus próximos parientes. Escoge por amigo al más destacado en virtud, atiende sus dulces advertencias, y aprende de sus ejemplos. Discúlpale sus faltas mientras puedas, evitando todo juicio severo; ya que lo posible se halla cerca de lo necesario. Sé razonable. Acepta las cosas como son. Acostúmbrate a vencerte. 199


Sé sobrio en el comer, activo y casto. Nunca cometas actos deshonestos de los que puedas luego avergonzarte, ni en privado ni en público. Ante todo, respétate a ti mismo.

Observa la justicia en acciones y palabras. Nunca te comportes si-n regla ni razón. Piensa que el Hado ordena a todo morir, y que los fáciles honores y bienes de fortuna son inciertos; que las pruebas de la vida vienen por voluntad divina. Sea adversa o favorable, alégrate siempre de tu suerte, mas trata con noble tesón de mejorarla. Piensa que el destino es más benévolo para los buenos que comprenden y a sus designios se ajustan. Mucho se habla y mucho se enjuicia sobre diversos temas. No los acojas con admiración ni tampoco los rechaces. Más si advirtieres que el error triunfa, ármate de paciencia y de dulzura. Observa estas razones en toda circunstancia: Que nadie te induzca con palabras o actos a decir o a hacer lo que no te corresponda. De insensatos es hablar y obrar sin premeditación. Consulta, delibera, y elige la más noble conducta.

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Trata de edificar sobre el presente lo que ha de ser realidad futura. No alardees de lo que no entiendas, pero aprende siempre y en toda circunstancia, y la satisfacción será su resultado. Jamás descuides la salud del cuerpo. Dale con mesura comida, bebida, ejercicio y descanso, ya que armonía es todo aquello que no perjudica. Habitúate a vivir sencilla y pulcramente. Evita siempre provocar la envidia. No realices dispendios excesivos como aquellos que ignoran la medida de lo bello. No seas avaro ni mezquino, y elige en todo un justo medio razonable. No te empeñes en hacer lo que pueda perjudicarte. Reflexiona bien antes de obrar. No permitas que cierre el dulce sueño tus párpados sin analizar las acciones del día.

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¿Qué hice? ¿En qué falté? ¿Qué dejé de hacer que de[biera haber hecho? Y si en el examen hallas falta, trata de enmendarte; mas si has obrado bien, regocíjate de ello. Trata de practicar estos preceptos. Medítalos y ámalos, que ellos te conducirán por la senda de la virtud divina. Lo juro por Aquel que ha transmitido a nuestra alma la Tetrada Sagrada, inmenso y puro símbolo, fuente de la naturaleza, de curso eterno. No inicies obra alguna sin antes rogar a los dioses que en ella colaboren. Y cuando te hayas familiarizado con estas costumbres, sondearás la esencia de hombres y [dioses y conocerás, de todo, el principio y el fin. Sabrás también oportunamente la unidad de la naturaleza en todas sus formas. Nunca entonces esperarás lo inesperable, y nada te será ocultado. Sabrás también que los males que aquejan a los hombres han sido por ellos mismos generados.

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En su pequeñez, no saben ver ni entienden que tienen muy cerca los mayores bienes. Pocos conocen e1 secreto de la felicidad, y ruedan como objetos de acá para allá, abrumados de múltiples pesares. La aflictiva discordia innata en ellos limita su existencia sin que se den cuenta. No conviene provocarla, sino vencerla, a menudo, cediendo. O Zeus inmenso, padre de los hombres! Tú puedes liberar a todos de los males que les agobian si les muestras el genio que les sirve. Mas ten valor, que la raza humana es divina. La sagrada naturaleza te irá revelando a su hora, sus más ocultos misterios. Si te hace partícipe de ellos, facilmente lograrás la perfección. Y sanada tu alma, te verás libre de todos los males. Ahora abstente de carnes, que hemos prohibido en las purificaciones. Libera poco a poco tu alma, discierne lo justo, y aprende el significado de las cosas. Deja que te conduzca siempre la inteligencia soberana, y cuando emancipado de la materia seas recibido en el [éter puro y libre, venceras como un dios a la muerte con la inmortalidad. 203


Queda tanto por explicar... Sabía cuando comenzaba éstaentrada que no conseguiría dar a conocer todo aquello que quería... No obstante pienso que en el limitado espacio de unas entradas de blog, podéis haceros una idea de la grandeza de éste Maestro Eterno que fué Pitagoras de Samos, al que occidente debe tantas y tantas cosas.

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EL GRAN RABÍ JESÚS DE NAZARETH No me considero cristiano, como tampoco budista, o musulman. Efectivamente, como a la mayoría de las personas de mi generación, a los pocos meses de edad, me bautizaron como católico. Aunque por razones que no vienen al caso, mi hogar nunca fué muy religioso, yo seguí a grandes trazos lo que se consideraba "normal": primera comunión, confirmación, escuela religiosa "can culapi" -las Escuelas Pías-, misas, más comuniones, sentimientos de culpa, confesiones, penitencias, algunos ejercicios espirituales, catecismo, clases de religión... demasiados pecados y arrepentimientos... No ocultaré que en algún momento de mi infancia creí tener una cierta vocación, quería -según me recordara mi madre, muchos años después- ser Papa "para salvar al mundo"... Ufff!... En la adolescencia, como tantos otros, me volví materialista. Renegué de todo aquello que tan machaconamente me habían inculcado, incluso en un exceso de soberbia, me atreví a negar la existencia de aquello que es por definición inefable. Pero..., siempre hay un pero..., me quedó un sentimiento de que el mundo no estaba bien. De la necesidad de un cambio hacia un mundo mejor: más libre, más justo, más igualitario. No podía entonces, quizás tampoco podría ahora, definirlo mejor, pero ese ideal -al que llamaría la dulce Anarquía- se parecía mucho a aquel Reino de Dios en la Tierra que los sacerdotes me explicaron. Cuando en la adolescencia empecé a conocer las bravas luchas de la clase obrera por su emancipación, las biografías de sus héroes, desde Fermín Salvochea a Louise Michel, o de Durruti al Che Guevara, yo los veía como una especie de Jesús de Nazareth, curando a los enfermos, echando a los mercaderes del Templo, repartiendo panes y peces a la multitud, injustamente asesinado por conveniencias politicoreligiosas, actualizados. Debo agradecer a Lluís Maria Xirinachs, a Josep Trepat, a Lluis Tort, parte de esa "confusión". Renegué de todo, sí, pero no del Rabí de Nazareth, del Maestro del Sermón de Montaña, al que siempre, o casi, he tenido en mi corazón. Por eso hoy, cuando se aproximan las fiestas navideñas, con todo eso del consumismo desaforado, de la odiosa obligación de ser -por unos días- buenas personas, de las reuniones familiares no siempre deseadas, para no hablar de aquellos que se ven forzados a asistir a ceremonias y rituales que no desean, o en los que sencillamente ya no creen, me gustaria compartir con vosotros éste cuento de Navidad, tomado íntegramente del primer capítulo del libro de Rafael Argullol, autor del que ya os he hablado en más de una ocasión,

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No quisiera continuar sin aconsejaros que leáis el conjunto de éste excelente libro y por otra parte, quedo a disposición del autor o de sus representantes para retirar éstas líneas si consideran que vulnero algún derecho o propiedad intelectual. En mi descargo, creo sinceramente que la cultura debe de ser compartida y en especial, cuando un texto, por su importáncia y capacidad de hacernos reflexionar, merece estar a disposición de todos. PASION DEL DIOS QUE QUISO SER HOMBRE

Una Quimera. Un monstruo. ¿Acaso no veis que es un monstruo, el mayor que haya existido, y el destinado a sufrir más ningún otro? Dejad, pues, que disfrute por un momento del consuelo de unas caricias. Ella seca con su larga cabellera tus tobillos, aún húmedos por el agua tibia con que los ha lavado, y luego besa tus pies. ¡Qué escalofrío tan dulce te proporcionan esos besos!

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Si no supieras lo que estás obligado a saber, éste sería el instante perfecto con el que sueña cualquier hombre. Un perfume, unos labios. Quisieras prolongar indefinidamente ese instante sin que la promesa de placer precipitara el estremecimiento. Quisieras que el mundo quedara suspendido para siempre antes del beso final. Pero sabes demasiado. Siempre has sabido demasiado y en ésto ha consistido tu naturaleza quimérica. Sabías al nacer, y sabías demasiado antes de nacer, cuando urdiste el plan, cuando te prestaste a ser el protagonista del oscuro experimento que rompía todas las leyes imaginables. ¿Hay una monstruosidad mayor que un dios metido en la piel de un hombre?

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La criatura nacida de esa pesadilla está destinada a padecer el mayor de los tormentos pues, por su propia condición tendrá el corazón de un ser humano y los pensamientos de un dios. La sangre correrá por sus arterias en busca del goce y el dolor de cada día incierto, pero en su alma se arremolinarán continuamente el pasado y el futuro; el pasado, como una piedra de fuego, y el futuro, como un espejo cristalino en el que todo se refleja con nítida crueldad.¿Se puede imaginar a alguien sin dudas sobre su porvenir que, al mismo tiempo, esté desprovisto del beneficio del olvido? Tú eres ese alguien. Y tú la criatura que conoce, con abominable detalle, todos los actos que le esperan. Incluido el día y las circunstancias de tu muerte. Esto lo sabes porque tú mismo la has fijado minuciosamente, como la última escena, la más grandiosa y terrible, del plan trazado para conmover los cimientos del mundo. Has elegido tu muerte, la muerte de un dios, a manera de gran provocación contra el conformismo de las conciencias. Serás el sacrificador y la víctima. Prisionero de tu propia esencia, obligado a ser puro espíritu, ajeno por tanto a cualquier juego de los sentidos, ajeno a las emociones, sin miedo pero también sin esperanza, envidiabas las veleidades de los mortales, necesitabas ser como ellos. Es más: querías ser uno de ellos. Así empezó el reto y así te dispusiste a emprender un largo viaje, cuyas estaciones conocías de antemano. La muerte te resultaba el hecho más desconcertante y, sin embargo, asimismo, el más imprescindible. Sólo la muerte humana de un dios perturbaría definitivamente el orden de las cosas. El velo del mundo quedaría rasgado; el pecho de los hombres, conmovido; y tú mismo, el dios 208


suicida, se vería al fin aliviado de la terrible monotonía de una errancia meramente espiritual. La luz, para volver a ser luz, necesita extraviarse en caminos oscuros y valles de penumbra. El círculo ya estaba cerrado cuando empezaste a crecer en el vientre de tu madre. A decir verdad ya lo estaba nueve meses antes, cuando se le anunció a la pobre muchacha que en sus entrañas yacía la semilla de un drama sin precedentes.

La adolescente, María, queda sobrecogida por la noticia y su cara se tiñe con una seriedad impropia de la adolescentes. Los pintores, tus centinelas, lo han reflejado con precisión. Cada pintor, por separado, es un mentiroso, pero la suma de todos ellos recoge la verdad. Tras la Anunciación tu futura madre se pliega sobre sí misma y su es una extraña mezcla de reverencia, devoción y temor. El monstruo divino la ha elegido a ella entre millones hospedarse en su interior. ¡qué extraño destino para muchacha pueblerina que sólo aspiraba a una modesta felicidad! María ya nunca borrará esta expresión de su rostro.

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Nacido el cachorro la madre nunca aparecerá como una de esas madres que miran alegre y orgullosamente a su alrededor. Sus ojos están serios, vigilantes, atentos. Está claro que su responsabilidad es excesiva. La escena encanta a los pintores y la reproducen miles de veces. La madre, con la mirada tensa, una fiera dispuesta a lanzarse contra los depredadores que amenazan al cachorro; o la madre, con una a profunda y solemne, consciente del deber extremo que ha recaído sobre ella; o, en la inclinación más trágica, la madre que se enfrenta al porvenir con una intensa melancolía porque ya sabe, también, lo que le espera al niño que acoge amorosamente en su regazo. Naturalmente nunca pensaste en tu madre. Poseído por el furor de experimentar la condición humana hasta sus últimas consecuencias no te detuviste un solo instante a considerar lo que le hacías a esta muchacha. Ninguna mujer sale indemne de la violación divina. Danae, Io, Leda, Senele... Es un estigma que la marca para siempre. No obstante, lo peor viene después, cuando el fruto se agranda en su seno. Si estar preñada de minotauros o esfinges conduce a la locura, ¿ a qué extremo puede conducir la angustiosa percepción de saberse encinta por el espíritu con la imperiosa orden de engendrar un ser humano? Desde que recibió la noticia la púber de Nazaret se esconde de los demás y de sí misma. Todos a su alrededor sospechan, empezando por su prometido, José, el carpintero, un buen hombre desbordado por los acontecimientos, que sufre en silencio, como hacen los buenos hombres.

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José, entrado en años, aguanta la humillación por el amor que profesa a su jovencísima novia. Aguanta con la seriedad del tímido. En sus ojos se detecta el fulgor apagado de la mirada humilde. Ningún pintor ha arrancado una sonrisa al rostro de José. Para ella, María, las cosas son diferentes. Apenas puede ocuparse en sentir lástima del futuro esposo. El rayo se ha precipitado sobre ella y, aunque no ha sido reducida a cenizas, como otras poseídas por los dioses, el incendio tiene lugar en su interior. No comprende nada de lo que le sucede y un terror indefinido le abruma día tras día. Pero por las noches, cuando el agudo silencio del cielo de Galilea penetra en su alcoba, el pánico queda momentáneamente en suspenso y un oscuro orgullo, un oscurísimo orgullo, se apodera de su mente. Su vientre es un volcán a punto de erupción e involuntariamente sueña con la lava deslizándose por su carne.

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Sus emociones danzan a flor de piel mientras el monstruo se agita violentamente entre sus vísceras. Está empezando a amar al pequeño ser que ha interrumpido su vida de niña que hace poco jugueteaba por las polvorientas calles del pueblo para transformarla en una mujer completamente anómala. Empieza a amar ese nuevo juguete abismal que le ha proporcionado el destino. Con un amor sombrío, duro y dulce simultáneamente, dispuesto a para defender su ley. Y tú, entretanto, te sientes satisfecho porque el desesperado amor de María que alimenta tu sangre te hace experimentar los primeros latidos humanos. ¿qué importan la vergüenza de una adolescente y el oprobio de un buen hombre como José, ante el plan grandioso que te has trazado para ti mismo? Nada: una mota de polvo en medio del huracán. En cambio, ¡qué maravillosa sensación dejar atrás lentamente la anodina perfección del espíritu para dar inicio a los conocimientos de la carne! ¡Qué delicia, qué dolorosa delicia abandonar las inmensas praderas de la eternidad, con sus horas eternamente iguales, para adentrarse en los primeros espasmos del tiempo! La semilla crece, los órganos brotan, te excita la proximidad de la cosecha. La gran serpiente muda su piel. La curiosidad del dios que anhelaba ser hombre está a punto de ser satisfecha. Todo está preparado para cuando la matriz de María expulse al fruto. Todo lo has preparado minuciosamente para apoderarte hasta la náusea de la condición de la condición humana. 212


No convienen palacios ni comodidades, que sin duda mitigarían la crudeza del experimento. Un establo es mucho más propicio que un lecho de oro para la epifanía de un monstruo. Y naces, humano, bajo un alarido del cielo. Después, el silencio, un silencio que congela el universo, y tras el cual la vida retorna a su pulso con el llanto de un recién nacido. En el establo la sangre de la joven madre se derrama sobre la paja sucia y húmeda del invierno mientras José, con pericia de carpintero, corta el cordón para que tú, el monstruo con corazón humano y pensamientos divinos, empieces tu periplo en la tierra. El escenario que has escogido, brutal y enigmático, encantará a los pintores. Al fondo de la cueva el cachorro, lavada la grasa que cubría su cuerpecito, reluce entre el padre adoptivo y la madre natural. José tiene la mirada perdida, incapaz de entender lo que sucede a su alrededor. Ella, en cambio, apenas liberado su vientre, ¡con qué veloz comprensión se hace cargo de las cosas! La púber ha madurado fulminantemente: ahora, ya mujer, está al acecho, dispuesta a abalanzarse sobre quienes traten de saquear su tesoro. Con certero instinto, con determinación maternal, María se suma al destino de la criatura, sin importarle las consecuencias, dichosa de que, nueve meses atrás, una fuerza tumultuosa se cebara en ella como víctima y como elegida. Los pintores, atentos a lo insólito, se vuelcan en el intento de capturar la transfiguración de la niña. Retratan su cara desde cien ángulos. ¡Que violenta suavidad! ¿Que calma prodigiosa! Has escogido nacer en condiciones miserables, entre leñadores y pastores, ajeno a la mirada de los poderosos, casi en secreto: el dios se encarna en el hombre con sigilo, en el rotundo anonimato de una aldea perdida en las montañas. El mundo ignora la subversión contranatural que ha tenido lugar. La quimera se ha instalado sobre la 213


tierra con el menor ruido posible, los apenas audibles gemidos de un organismo entregado al aire. ¡A quién, en el Imperio, puede importarle un niño nacido en el poblacho de Belén? A nadie, por supuesto, salvo unos pocos, dotados de olfatos especialmente refinados. En el insomnio de una mala noche el rey Herodes lee desconcertantes augurios en el firmamento. Intuye que algo extraordinario sucede, algo que sus adivinos, consultados precipitadamente, son incapaces de descifrar. Pero Herodes, hijo de una estirpe cruel y desconfiada pero sagaz, no se deja engañar por la confusión. Y al reanudar el sueño el largo insomnio ve con claridad que un invasor divino ha irrumpido entre los hombres, y que el mundo se precipita hacia una incertidumbre nueva en la que ni siquiera reyes como el podrán sentirse seguros. Dado que en el sueño aparece la aldea de Belén, un triste rincón de su reino, Herodes ordena ejecutar a todos los cachorros recién paridos en este territorio. A los cachorros de lobo, a los cachorros de vaca y de oveja, a los cachorros de mujer.

Pese a su vesánica sagacidad Herodes no sabe con qué piel se ha pertrechado el intruso. Para salvarte, José, el tímido carpintero que sólo ha visitado Jerusalén, fuera de su Galilea natal, prepara la huída al lejano Egipto, contigo, el bastardo que le ha caído del cielo con tu ensimismada madre. Y como es un hombre práctico, logrará tu salvación, aunque en su conciencia de buena persona no sabrá si es para bien o para mal. Además de Herodes, también los magos persas, más duchos en la materia que los adivinos del rey, perciben el acontecimiento excepcional que ha trastocado el mapa de las estrellas. Una luz 214


intensa en medio de la oscuridad les indica el rumbo con nitidez. Rápidamente se ponen en camino: las altas cordilleras primero y luego el desierto sirio.

Y logran llegar a la cueva de Belén antes de que José parta para Egipto con el bastardo divino. Nada gusta más a los pintores que mostrar a los magos llegados desde la opulenta Persia con sus obsequios para el niño. Son generosos, pero su objetivo es otro: quieren verte cara a cara, quieren saber si has nacido como hombre para partir el mundo en dos mitades, con la luz en una y la tiniebla en otra. Te miran cuidadosamente a los ojos y, a su regreso, tu mirada no deja de obsesionarles durante las largas jornadas del desierto sirio.

Ya en Nazaret, a la vuelta de Egipto, vives y creces en la discreción de los lugares remotos. Y así transcurren treinta años de los treinta y tres que tú mismo te concediste al concebir el reto contra la rutina eterna en que te hallabas. Treinta años son muchos o pocos para un monstruo: depende de si los vives con los pensamientos del dios o con el corazón del hombre. Con todo, no hay duda de que son dichosos para ti, pues tu aspiración era vivir una felicidad de hombre, 215


una existencia alejada de la perfección divina, sencilla, tranquila, esquiva a las ambiciones. A excepción de la secuencia de tu breve estancia infantil en el Templo de Jerusalén,

junto a los maestros de la ley, los pintores nada saben de esos treinta años tuyos de mediocridad humana porque las pobres horas del hombre, repartidas entre la supervivencia y las pequeñas pasiones cotidianas, han merecido poca atención por parte de los artistas. Y, sin embargo, tu aprendizaje transcurre en esas tres décadas llenas de minúsculos descubrimientos que perturban tu anterior impasibilidad divina. En Nazaret, como todos los niños, asistes a los cursos de la sinagoga por la mañana y, por la tarde, correteas por las calles polvorientas. Luego, adolescente ya, ayudas a José en la carpintería,

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e incluso te inicias en el oficio de herrero. Te sientes feliz porque en el pueblo nadie sabe que eres un monstruo, y llega el momento en que tú mismo empiezas a olvidarte de tu monstruosidad. Una tarde, dormitando bajo una higuera para escapar del calor de agosto, piensas que en realidad todo ha sido una pueril pesadilla y que tú en nada eres distinto a los demás muchachos de Nazaret, que sueñan con ir a trabajar a Jerusalén y que miran furtivamente los cuerpos desnudos de las muchachas cuando éstas se bañan en el río. Estás a punto de derrotar a la eternidad para ser sólo una criatura fugaz, con sus miedos, con sus inútiles pero preciosas ilusiones. Así pasan treinta años. Un buen trecho en el tramo de un hombre, una menudencia para un dios. José ha muerto.

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Lo echas en falta porque, aunque algo le turbó desde el inicio, siempre te trató con cariño, sin afectaciones ni estridencias. María, por el contrario, nunca ha dejado de vigilar, protectora apasionada de tus pasos y tan íntimamente implicada con tu suerte que parece ajena al transcurrir humano. Golpeada por el rayo, el mundo se detuvo hace tres décadas, cuando le fue anunciada una misión insoportable. Las comadres de Nazaret murmuran contra ella como han venido haciendo desde que quedó embarazada, y ahora la acusan de una sospechosa juventud, algo que juzgan diabólico pues, en efecto, para María, una mujer madura ya, el tiempo está detenido, acaso bajo la espada de un ángel, y con frecuencia su rostro aparece a los demás tan joven como lo contemplaron los magos persas en el establo de Belén.

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!Treinta años! El día de tu aniversario estás ansioso, desconcertado. De pronto, se te hace evidente que únicamente te quedan tres años para cumplir el plazo que trazaste en su momento. Al anochecer de ese día tus dos naturalezas se aprestan al combate y tus pensamientos de dios, atrapados por de la vida diaria, se sueltan, grandiosos y terribles, contra tu corazón de hombre. Por la noche, agitado, recorres cien veces tu habitación, de un extremo a otro. Te sientes acorralado. La conciencia del monstruo ha renacido con todo su esplendor. Ya no puedes estar quieto ni un minuto más. La pequeña vida de Nazaret es ahora una aberrante reclusión. Necesitas movimiento, acción. Al amanecer huyes al desierto.

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Los pintores, desatentos con tus treinta años de dicha secreta, te siguen con interés en el desierto de Judea. A partir de ahora te van a seguir a todos lados, sensibles a cualquier detalle de tu nueva vida itinerante. El nómada enfebrecido sustituye al sedentario demasiado pacífico para constituir materia del arte. En el desierto te pasas cuarenta días mirando cara a cara al sol. Quieres calmar el combate que tiene lugar en tu interior. Sin embargo, el deslumbramiento es implacable. Una angustia desconocida se apodera de ti, poseedor de todos los conocimientos. El sol horada tus ojos obligándote a extrañas visiones que no sabes si atribuir a tu poder divino o a tu sentir humano. En medio de la blancura maldita que reverbera en la arena tu monstruosidad aflora en el cálido aire del desierto, y de pronto no te reconoces ni como hombre ni como dios, sino como un ser distinto a todos cuantos hayan existido, y para definirte sólo se te ocurren palabras solitarias: el desterrado, el fugitivo, el náufrago, el expulsado de los afectos de los hombres y de las perfecciones de los dioses. A medida que transcurren los días del desierto, castigado por el sol desde el amanecer hasta el ocaso, tus alucinaciones aumentan y, con ellas, la certeza de que te estás enfrentando al diablo. Pero el diablo es sólo tu terror y una sentencia única que martillea tus oídos: «Ya no eres un dios y nunca serás un hombre». Cuando, agotado por la debilidad provocada por el ayuno al que te obligas cedes a la proclama del diablo, el pánico se apodera de tu conciencia. Un dios no puede sentir miedo. Y, sin embargo, tú lo sientes, criatura 220


desprotegida en medio del naufragio. El diablo, tu terror, te tienta: ! Renuncia a ser hombre!». Por las noches, oculto el sol sangriento, meditas sobre esta exigencia. El grito del diablo retumba en tu interior: !Renuncia a ser hombre!, ! renuncia a ser hombre!». El diablo no quiere interferencias ni confusiones: una línea de hierro separa para siempre a los inmortales y a los sujetos a la muerte. Nadie debe traspasar la frontera para que no se trastoque el orden del mundo.

No obstante, tú no estás dispuesto a la renuncia pese a recordar que únicamente te quedan tres años antes de que se cumpla tu plazo. Respondes al diablo: ¡No renunciaré!, ¡no renunciaré! Mientras contestas piensas con aprensión en la monotonía eterna que abraza a los inmortales. Y así tu duelo con el diablo se prolonga días tras día, en extenuantes jornadas de lucha. En ellas el mundo es una pura absurdidad, un sinsentido en el fondo del más insondable precipicio. La indiferencia está a punto de asaltarte, un indicio de la próxima victoria del diablo. Hasta que un mediodía, el último de tus cuarenta en el desierto de Judea, el combate se decanta hacia tu lado. El sol está en el centro del cielo, y el cielo blanco ciega las retinas que se le exponen. También tú estás ciego, completamente ciego: entonces se te hace perceptible la idea que había pugnado por abrirse paso en tu pecho durante estas semanas de fuego. Enloqueces de alegría. Le gritas al diablo que tú vas a invertir el caudal del río haciendo que los mortales, curso arriba, alcancen la fuente de la inmortalidad en lugar 221


de ser arrojados a la desembocadura de la nada. ¡Que gran idea la de hacer resurgir a los muertos, golpe definitivo que vence al diablo! La resurrección de la carne: tú, el monstruo, has resuelto, crees, el conflicto entre tus naturalezas. La carne se hará con el cielo, los sentidos se incrustarán, con sus placeres, en los pensamientos demasiado puros de los dioses y tú, el solitario perpetuo, alegremente acompañado por los nuevos huéspedes, verás por fin alterada la insoportable y monótona eternidad. Abandonas el desierto de Judea convencido de poseer el talismán que modificará para siempre el rumbo del universo. La resurrección de la carne: una idea a la que los dioses, hartos de su triste apatía, no pueden oponerse, ni los hombres, siempre aterrorizados por la muerte, resistirse. Te quedan tres años para propagar la buena nueva. Ya no piensas en volver a la carpintería de Nazaret. Ahora eres el vagabundo que quiere propagar la revelación del desierto.

Tus pies todavía guardan el recuerdo de los besos de la muchacha y tu nariz, el aroma del ungüento que derramó sobre tu piel, pero eres tú ahora, en un gesto que asombra a tus amigos, quien quiere lavar los pies a los demás, como si fueras un esclavo. Has convocado a tus discípulos para celebrar la cena pascual y, de pronto, la interrumpes para levantarte, quitarte el manto, ceñirte una toalla. Aunque están acostumbrados a tus extravagancias, tus invitados, al principio, se oponen. Luego tienen que ceder a tu insistencia. Te arrodillas y vas pasando ante ellos, uno a uno. Permanecen sentados e introducen sus pies en el lebrillo con agua. Realizado el lavatorio tú se los enjuagas con la toalla con que estás ceñido. El recuerdo de los cabellos perfumados de la muchacha, que secaron tu piel, se mezcla 222


con la visión de estos pies sucios y maltratados, pies acostumbrados a largas marchas a la intemperie y al escaso descanso. Los pies de estos hombres te han seguido fielmente durante tres años. ¡Tres años! Éste es el tiempo que ha transcurrido desde que regresaste del desierto lleno de grandes ideas. Nada sería, un destello sólo, si contaras los días como un dios. Pero ya posees memoria de hombre y las horas se escurren por su interior entre grandes huecos e intensas llamaradas. Han sido tres años de continuo peregrinaje. Difundías el plan grandioso concebido en el desierto, con tus ojos incendiándose al contacto con un sol violento, procreador de sueños infinitos. ¡La resurrección de la carne! Tu propia resurrección, tras tu bien meditada muerte, marcaría el camino.¡La resurrección de la carne! Dios sería hombre para que el hombre pudiera ser dios. Tras los cuarenta dias del desierto esta idea te resultaba embriagadora. Te lanzaste a la tarea con ímpetu monstruoso, de acuerdo con tu naturaleza híbrida e incomprensible. Vivías con la energía del atleta, persuadías con la habilidad del retórico, arrebatabas los corazones con los prodigios del mago.

Y esos pies que, amigo tras amigo, lavas con sincera humildad, con extraño agradecimiento, te siguieron a todas partes, de aquí para allá, entre exaltaciones y escarnios de la muchedumbre. Tú, en tu terrible ansiedad de monstruo que desconoce las reglas de la vida, les quitaste todo para que te siguieran en una aventura oscura y loca. Les quitaste el amor de los suyos, la familia, el trabajo, los pequeños afectos que conforman la vida de un hombre, para arrojarlos al vacío. Treinta años antes habías hecho lo mismo con una pobre adolescente a la que, con tiniebla disfrazada de luz, convertiste en madre de una quimera, en tu madre. Ella te siguió ciegamente en tus propósitos. Estos a los que ahora lavas los pies, trabajadores modestos y hasta miserables, también te siguieron para que tu orgullo, tu gloria o tu terror pudieran cumplirse. Arrodillado ante cada uno de estos hombres rememoras, como llevado por el vértigo, lo que han sido estos años de peregrinaje que pronto, muy pronto, se consumirán. De vuelta del desierto ya no echaste de menos la vida tranquila de Nazaret. Tu madre no pudo retenerte, consciente de que en ese momento llegaba la prueba definitiva, aquella por la que había sido extrañamente elegida tantos años atrás, cuando el ángel le anunció que sería penetrada por una espada de luz. Te alejaste, sin mirar 223


atrás, sin observar el rostro de tu madre, el rostro tierno vigilante de siempre, el que se había apoderado de una juventud eterna al aceptar amorosamente el vacío que había crecido en su vientre. Pronto te dejaste arrebatar por tu nueva condición de mensajero, aunque, en realidad, eras mensajero de ti mismo. Una energía desbordada, demoníaca, la energía de un dios, la energía del monstruo que se liberaba de ataduras se apoderó de tus acciones. Apenas dormías y las horas de días se multiplicaban por cien. Ibas de pueblo en pueblo, reclutabas seguidores, proclamabas promesas atrevidas que enardecían a mentes sencillas, subyugadas por lo terrible y por lo esperanzador. Tus argumentos eran refinados pero tu actitud, siempre a contracorriente de las leyes que te rodeaban, rozaba el salvajismo. Por eso, antes de escapar al desierto para enfrentarte a la tentación de tu demonio, te hiciste bautizar por un salvaje, un ser huraño, Juan, pariente tuyo, que vivía entre las bestias vomitando oscuridades sobre el mundo. Pronto Juan, tras tu bautizo, perdió su cabeza, decapitado en una ceremonia de muerte, instinto y santidad que encantará a los artistas de todos los tiempos. Un sacrificio, el de Juan, alimenta el comienzo de tu aventura, del mismo modo en que tu propio sacrificio será su nutrición final.

Mientras Salomé, casi desnuda, bailaba ante Herodes, y la cabeza de Juan, yugulada, era exhibida en la corte del rey, tu tomabas la dirección contraria, con la mirada vuelta hacia los miserables. Los pintores, que se han enamorado de la sofisticación cruel de Herodes pero han despreciado tus anodinos años de Nazareth, te seguirán a partir de entonces a todas partes. ¿Cómo no iban a seguirte si tus oblicuas palabras, duras cuando no enigmáticas e indescifrables, se despliegan rodeadas por imágenes 224


de incomparable riquezas? A tu alrededor, alrededor del taumaturgo absorbente y desconcertante, los hombres estallan indefensos, y afloran sus pasiones, sus pensamientos ocultos, sus gestos retraídos. Con tu contacto monstruoso el mundo se subvierte, se ordena al revés, desbordándose sus incertidumbres entre la epifanía de turbadoras promesas. Apostaste muy fuerte desde el inicio. Ahora, al levantarte para ir a buscar más agua para el lebrillo, miras de soslayo a tus discípulos y recuerdas, con rara nostalgia, aquel sermón en la montaña, tu primera aparición ante la muchedumbre. Dijiste, como seguirías diciendo luego, durante tres años enfebrecidos, cosas inquietantes para unos y para otros. A los poderosos no podía gustarles tu desprecio por la jerarquía terrenal; pero tampoco los miserables estaban en condiciones de entender tus palabras.

En un mundo fiero, violento, en el que el fuerte luchaba para imponerse y el débil, para sobrevivir, ¿a qué venía tu elogio de la mansedumbre? ¿Por qué los tristes, los llorosos, tenían un porvenir mejor que los que se alegraban en los bailes y festines? ¿De dónde habías sacado que los pobres en espíritu poseerían la Tierra? Te miraron con ojos atónitos y te escucharon con oídos confusos. No sabían, los que te escuchaban, que en el fondo de tu solitario corazón hablabas para ti mismo. Tú, el monstruoso solitario, suspendido entre tus dos naturalezas, exiliado de la imperturbabilidad divina pero, como ser humano, todavía aprendiz, combatías desesperadamente para sentir lo que sienten los hombres. Querías 225


ser pobre de espíritu, como ellos, para escapar al hielo asfixiante de tu sobrepeso espiritual. Exigías la paz mientras en tus entrañas, alocado y terrible, se revolvía el monstruo que, desde tu nacimiento, te había convertido en héroe de la soledad. Allá, en la montaña, hablando a la multitud, te sabías ni dios ni hombre. Sin embargo, lo divino, en su fantasmagoría, se conmovió, y lo humano, sin comprender tus intenciones, se puso en marcha como el arroyo que se engrosa hasta convertirse en río caudaloso, únicamente que empujando las aguas curso arriba, en la dirección que todo lo turba y todo lo arrasa. Tus pronunciamientos se clavaron en los pechos como gas venenosas, y el veneno, veneno divino puesto a disposición de los hombres para sortear la muerte, se derramó sobre el mundo. Al bajar de la montaña ya no podías dar marcha atrás ni deshacer el camino. El sacrificio te esperaba puntual cuandohubieses agitado suficientemente las conciencias de los que te rodeaban. Suscitarías un odio y un amor inigualables. Pero continuarías siendo el mayor solitario. Ningún odiado ha estado más solo que tú porque el odio promueve compañía, aunque sea mala compañía. Tampoco nadie tan amado ha sentido tanta soledad. Desde el principio, junto al odio y la calumnia, el amor se volcó sobre ti, como si las gentes quedaran imantadas por tu secreta singularidad. Hombres de toda condición te siguieron con la determinación del amante que lo deja todo, incluso los demás amores, para conseguir la cercanía del ser amado. Las mujeres se enamoraron fervientemente de tí, con el ímpetu que la pasión otorga al corazón femenino, ahora alejada de tí por tí. Grupos de oyentes se enardecían a tu paso por los senderos de Galilea. Todo en vano. Permanecías solo, completamente solo, sin calor animal, sin calor angélico. Eras el ser más solitario que había concebido el universo. Tú, que por encima de todo buscabas compañía. Tu que habías urdido una existencia mortal y una resurrección gloriosa para procurarte la compañía de los hombres y evitar, así, el desierto de hielo por el que se deslizan eternamente los espíritus. El sermón de la montaña, pese a su enigma, o quizá por él te colocó en el centro de los interrogantes. ¿Quien eras? Los más entusiastas se ponían de tu lado sin necesidad de contestar a la pregunta. Otros sí lo hacían: ¿Quien eras? En el desierto habías alumbrado pensamientos; en la montaña habías lanzado palabras como dardos; en los valles y las ciudades persuadías con hechos. Avanzabas hacia tu destino pasara lo que pasara, sin importarte cruzar el precipicio entre la razón y la demencia ni, lo que todavía era más sobrecogedor, entre la vida y la muerte. Serías taumaturgo, y fuiste de hecho el mayor taumaturgo que los hombres, siempre predispuestos al milagro, contemplaron jamás. Tus enemigos te calificaban de mago impostor; tus amigos, de profeta e, incluso, de mesías. Sólo tú sabías en qué consistía el juego. 226


¡Con qué generosidad los pintores han acogido tus dotes para la taumaturgia!

¿No consiste en esto el arte taumatúrgico, cruce portentoso de las fronteras que separan el sueño de la realidad, la muerte de la inmortalidad? Tú descolocabas la mirada de los hombres al poner ante ellos decorados que nunca hubiesen imaginado. El cojo caminaba, el ciego veía, el paralítico se movía, el leproso quedaba limpio de sus repugnantes pústulas. En tu gesto más comentado procuraste panes y peces para una turba hambrienta.

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En plena convulsión de las conciencias nadie se demandaba si lo que veía era cierto, porque cuando se cree lo que se ve la verdad aflora espontáneamente. Al fin y al cabo, ¿Qué es la verdad? Mientras remueves el agua del lebrillo para limpiar los pies de otro de tus discípulos sabes que alguien, muy pronto, te hará esta pregunta. Ni siquiera pasarán doce horas antes de que te la hagan. ¿Sabías entonces, en medio de tus hazañas, qué era la verdad? ¿Sabes realmente cuál es tu verdad en esta representación de la cual eres protagonista y que todo lo trastoca? Los pintores recogen en sus lienzos milagro tras milagro hasta llegar a tu obra maestra, un adelanto de tu regalo futuro a la Humanidad. La resurrección de Lázaro.

A diferencia de otras prestidigitaciones, dirigidas a seres anónimos con los que te topabas en el camino y que te servían como lección para los demás, el caso de Lázaro te conmovió profundamente. Desprovisto por tu naturaleza divina de la capacidad de amar, habías empezado a comprender el amor que al igual que el odio, une a los seres humanos de una manera incomprensible para un dios. Tú mismo habías empezado a amar a algunos hombres y mujeres. No a la humanidad en general, como predicabas, algo tan etéreo como una idea, sino a ciertos individuos con los que habías establecido una relación singular y que te habían despertado lo que los dioses, infinitamente superiores a los hombres, no pueden tener: emociones y sentimientos. Lloraste cuando, al llegar a Betania, Marta y María te informaron de la muerte de su hermano, Lázaro. Por primera vez tus discípulos, asombrados, te vieron llorar.

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Están acostumbrados a las manifestaciones de tu monstruosidad, a tu bondad abismal convertida en dureza. Hacía poco en el monte Tabor, los habías aterrorizado al presentarte, flanqueado por Moisés y Elías, como un espectro blanco en el que resplandecía tu divinidad. Quemaste la retina de tus seguidores como el día en que fuíste concebido el espíritu quemó el sexo de una muchacha. Algunos creyeron enloquecer porque en efecto, determinada blancura, la del dios espectral, corta la lengua y mata la razón, tal como comprobó Moisés en lo alto del Sinaí.

En el día terrible de tu transfiguración en la cima del monte Tabor tú no tenías ojos amorosos para ningún hombre. Eras, otra vez, solamente un dios y tu presencia incendiaba el mundo. Los pintores no saben muy bien que hacer con ese dia tumultuoso. Muchos no se atreven con él. Otros te muestran como un diablo blanco que lleva la congoja a los corazones y el desvarío a la mente. No amabas, en Tabor. 229


En Betania sí. Y cuando, acompañado de Marta y de María, te dirigías a la cueva donde estaba enterrado Lázaro, tu pecho estaba conmovido por el dolor. De acuerdo con tu poder resucitarías a Lázaro a modo de ensayo general de la gran obra que debía representarse, a través del esplendor de la carne, al final de los tiempos. Pero mientras tanto llorabas su defunción y tus sentidos estaban impregnados del horrible aire de tristeza y putrefacción que rodea la muerte. A tus oídos llegaban los gritos de las plañideras y a tu olfato, el hedor insoportable de un cadáver que, tras cuatro días, estaba ya en proceso de descomposición. No hiciste nada para evitar la pesadumbre. Querías percibir hasta el fondo qué es la aflicción humana. Sólo cuando llegaste al pie del doloroso desfiladero recuperaste tu poder: ¡Lázaro, sal fuera! Lázaro volvió a la vida y, al ser despojado de su sudario, reparaste inmediatamente en el hecho de que aquella vida te precipitaba a la muerte. Betania era una aldea demasiado próxima a Jerusalén: ninguno de tus prodigios anteriores había tenido la resonancia de la resurrección de Lázaro. Los sacerdotes del Templo intuyeron por primera vez en toda su magnitud el peligro que significabas. Caifás lo resumió a la perfección al acusar a sus colegas de no comprender el auténtico riesgo de alguien que se había propuesto romper las fronteras entre la tierra y el cielo. Fuiste sentenciado de antemano: es necesario que muera un hombre para que se salve el resto de la humanidad. Exactamente lo que tú te habías propuesto con tu suicidio divino presentado como asesinato humano. Tu hora se acercaba. En el mismo momento en que Lázaro puso un pie en el suelo tú empezaste a caminar hacia la tumba. Se iniciaba la cuenta atrás. Pero nadie pudo advertirlo porque tú, borracho las emociones de los hombres, estabas loco de alegría. El útimo discípulo debe poner sus pies en el lebrillo. Es Pedro. Se niega. No quiere que estés arrodillado ante él. Se lo pides. Se niega de nuevo, con esa terquedad suya. Le exiges que lo haga. Ves ante ti los pies toscos y maltrechos del pobre pescador, ese al que has quitado la mísera barca y has obligado a asumir ideas incomprensibles. También amas a Pedro, pese a que no tiene la delicadeza de Lázaro o la dulzura de Juan. Pero aprecias su nobleza humilde y decidida.

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Pedro te advertía, tras la resurrección de Lázaro, de los peligros que te aguardaban si entrabas en Jerusalén. No obstante, tu te empeñaste en hacer una entrada triunfal en la ciudad. Fue un paseo extraño, algo grotesco, montado en un pollino y rodeado de una multitud enardecida. ¿Por qué lo hiciste? ¿Para compensar con algo de gloria el sufrimiento que te aguardaba? ¿Fue para seguir la senda del aprendizaje humano, dando rienda suelta a la vanidad aun a costa del decoro? ¿O simplemente, querías sentir que los hombres te amaban antes de experimentar que te despreciaban hasta el punto de desear tu ejecución? Fue una decisión desconcertante. Tu monstruosidad, tus intenciones, tu destino, nuestro fervor. Han pasado tres años desde tu estancia en el desierto y falta un día para que te acoga la tumba. El tiempo de un dios no vale nada, por demasiado extenso; pero el tiempo de un hombre lo vale todo, porque casi no existe. Parece que únicamente un instante te separe de la visita del ángel a María de la del diablo en el desierto, y con un solo parpadeo has cubierto esos tres años de peregrinaje que te han enseñado a sentir como hombre. Y ahora, como si fueras hombre realmente, con angustia infinita, tratas de alargar las horas de tu último día. Tras secar los pies de Pedro, te incorporas y te diriges a la mesa para cenar con tus amigos.

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Será la última vez que los veas y lo que ahora digas se guardará en su memoria para siempre. Las palabras finales son siempre las más decisivas y, a menudo, borran las demás. Por eso les hablas de la carne y de la sangre, que los dioses no poseen y envidian a los hombres. Y del pan y del vino, que no son sino la carne y la sangre en la inmortalidad de la tierra, cuando tras la muerte invernal estalla el nuevo nacimiento de la primavera. Ésa es la vida eterna a la que quieres invitarles: no una vida propia de fantasmales presencias sino de carne y sangre, donde los hijos se reencuentren con los padres, los hermanos con los hermanos, el amante con la amada, el amigo con el amigo. ¿De qué vale la horrible soledad de un dios, el monótono almacenamiento de un tiempo imperecedero, sin unos cabellos perfumados que rodeen tu cuello, sin una caricia que tense el alma hasta el agotamiento? Lo proclamas sabiendo que será tu testamento: "Mi vida eterna es de carne y de sangre». Los discípulos apenas comprenden, los pintores apenas comprenderán. Únicamente los teólogos pretenderán en el futuro comprender, aunque serán los más ignorantes. Vuelves, de repente, a tu angustia y, a través de ella, a las pasiones que te exaltan y agotan. Mencionas la traición. Se hace el silencio. Entre los comensales hay un traidor. Todos se turban: "Acaso soy yo, maestro?». Ese momento dramático encanta a los artistas. En realidad con tu torpeza habitual como aprendiz de las cosas humanas eres injusto, como un déspota, con esos hombres que lo han abandonado todo para acompañarte en tu rumbo desconocido. Nadie ha sido más leal que ellos pues es difícil encontrar un amigo que acepte las palabras y los gestos oscuros, sin pedir nunca explicaciones. Tú les tratas con la calculada crueldad del adolescente que intenta mantener en vilo el alma de los que le quieren. Desatas una sombra de sospecha sobre esos pobres hombres que te adoran. 232


"¿Acaso soy yo maestro?": el universo se detiene para ellos. Y sólo prosigue su marcha cuando les libras de la duda para acusar a uno, en la mayor de tus injusticias. ¿Por qué dejaste que Judas te acompañara, entusiasta como los demás, en el duro peregrinaje por los caminos de Galilea? Tú, con tu mente divina, habías escrito el libro de tu vida y de tu muerte, con todos los capítulos, con todos los renglones. ¿Por qué reservaste, entre tus personajes, un lugar para la traición, y por qué el traidor debía ser uno que te amaba? Que los seres humanos se vean abocados a eso, en su libre caída por el azar, puede entenderse, pero tú, ¿ que necesidad tenías de que el fiel Judas fuera a negrura de la traición y vendiera su alma antes de destrozar su cuerpo? Cierto que hubiese podido resistirse, de acuerdo con esa libertad humana que tú siempre proclamabas. Pero entonces se habría interrumpido la representación. Y tu obra debía continuar, trágica e inapelable. Tú pensaste el papel de Judas y tú sentenciaste su destino, únicamente porque necesitabas una pieza más en el rompecabezas de tu propia historia. Todo debía encajar para que se diera el desenlace previsto, sin importar cuanto sufrimiento se causara. Pero no lograbas permanecer impasible: día a día te comportabas más como los desgraciados héroes de las fábulas que como los dioses impasibles. La angustia se ha apoderado de ti, ahora que has llegado al último capítulo. Tras la cena apenas puedes ya disimularlo. Cruzas precipitadamente el barrio de Jerusalén donde has cenado con tus amigos y te diriges a las afueras de la ciudad. Más allá del torrente Cedrón te internas en el huerto de Getsemaní.

Ya no consigues retener la memoria de tu origen divino, volcado como estás en el pavor de la muerte. Las imágenes de lo que está a punto de suceder están clavadas como puñales en tu conciencia. 233


Y sus heridas son cada vez más profundas. Caes al suelo. Aplastas tu cara contra la tierra. Sudas sangre, aterrorizado al constatar que únicamente eres un hombre, empujado a la agonía y a la extinción, como es propio de los hombres. Gritas: "Aparta de mí este cáliz de sufrimiento!». ¿A quién? No sabes ya a quién te diriges. Nada recuerdas. La soledad te atraviesa. De pronto tienes una ansiosa necesidad de compañía, de amistad, de amor. Te levantas y corres hacia la entrada del huerto, donde te aguardan tres discípulos. Te prometieron que velarían a pesar del cansancio. Duermen. Te desesperas. Los insultas. Luego quieres reconciliarte: los necesitas. Ellos están ahí, a tu lado, como siempre. Pero tú estás solo. Solo. Quisieras huir. No sabes adónde. Todo está cerrado. El mundo humano y el mundo divino. Quisieras escapar del relato que has confeccionado. No puedes. Estás atrapado por ti mismo. Y el último capítulo comienza tal como tú habías previsto. Todo ocurre como tú has previsto.

Entra gente armada en el huerto. Judas, tu traidor, te besa en la mejilla. Inmediatamente te prenden. Pedro, para defenderte, saca una espada e hiere en la oreja a un soldado. Reclamas a tus discípulos que se queden quietos. Te dejas detener: todo ha de cumplirse según lo escrito por tu mano cuando eras un dios que quería ser hombre. En sólo un minuto se precipitan los acontecimientos y entras en la vorágine. A partir de ahora los pintores van a registrar con detalle cualquiera de tus movimientos. De momento se quedan con el beso de Judas. Les hechiza. Lo retratan desde los más diferentes ángulos. Luego siguen hasta el final los pasos del pobre Judas. Las treinta monedas de la traición, tu precio, fijado por los sacerdotes del Templo, regarán un campo de sangre para la futura sepultura de proscritos. Judas, Judas. Sólo él te supera en soledad. Las lágrimas le cubren los ojos. Corre como un poseso. Grita tu nombre por las calles de la ciudad. 234


Atraviesa

las

murallas.

Llega

a

un

bosquecito.

Los pintores lo pintan ahorcado en la rama de un árbol, con los diablos devorándole las entrañas. Él te amaba. De nuevo en Jerusalén, te llevan ante el Sumo Sacerdote. Ya no hay respiro. no hay respiro. Ante Caifás y previamente ante Anás, su suegro y anterior Sumo Sacerdote, confirmas lo que te sucederá en adelante. Pasarás por las pruebas que tú mismo te has prescrito para experimentar tu humanidad: serás acusado injustamente, serás juzgado, sometido a suplicio y, una vez emitida la sentencia, ejecutado. Entre tus acusadores en todo momento resonará una burla perpleja: si eres un dios ¿por qué tienes que sufrir rabiosamente como un hombre? No obstante tú, inmerso en el torbellino que te has impuesto, no tienes respuesta o no quieres tenerla, porque te sabes prisionero de tu propia narración. Eres autor y protagonista, y el protagonista no tiene escapatoria, no puede romper las redes que le ha tendido, a su alrededor, el autor. Y, en efecto, experimentas con prodigalidad la maldad y la furia humanas, sin cuyo conocimiento no se alcanza la condición de 235


hombre.

En los interrogatorios de Caifás y de los sacerdotes sufres la violencia moral de la insidia, la calumnia y la injuria, mientras en manos de los soldados eres humillado y agredido. Estás atrapado, y cada vez más solo. Tus amigos han desaparecido, incluso aquél, Pedro, que te ha jurado acompañarte hasta el final. Solo y casi mudo. Apenas contestas a las palabras de tus acusadores. O bien estás demasiado angustiado o bien tienes pocas ganas de hablar porque sabes que la trama no variará con tus protestas. Durante los tres años de tus prédicas nómadas hablaste y hablaste, como si los cuarenta días de silencio en el desierto te hubieran cargado de razones. Día tras día quisiste inmiscuirte en las cosas del mundo para escudriñar el último rincón del alma humana, y has logrado dejar tras de tí una tierra convulsa y un futuro incierto. Incluso el cielo parece puesto al revés después de escuchar tus palabras demoledoras. Pero en Getsemaní has vuelto al silencio del desierto, y ahora, prisionero, como si estuvieras cansado de vivir, apenas ofreces resistencia. Tú, que cuando lo creíste conveniente actuaste con cólera y violencia, insultando a los fariseos y alzando el látigo contra los mercaderes, te muestras sumiso, exhausto. Callas, y en la breve interrupción de tu silencio, balbuceas como en un eco: «Tú lo has dicho" le respondes a Caifás, ante el Consejo de Ancianos, cuando por tu pretensión divina. En absoluto actúas como un dios, pero facilitas el camino al Sumo Sacerdote. Caifás te sentencia como blasfemo y se 236


rasga las vestiduras. Él en su suprema hipocresía, sí actúa como un sacerdote. Tú mutismo y tu pasividad desorientan a los pintores. Un héroe mudo y pasivo permanece escasamente iluminado por la luz del arte. Ensimismado tú, hierático, ausente, los artistas se sumergen en el remolino que te engulle. La maldad de Caifás, la brutalidad de los soldados, la farsa sangrienta que te rodea y en la que has asumido el papel de víctima. No has elegido, para sufrir y morir, el papel del héroe, cuyo sacrificio se desarrolla entre elevadas dignidades, sino el de alguien que consume sus últimas horas en medio de un carnaval de la bajeza humana. Resulta misterioso que para sentir lo humano hasta su raíz hayas elegido tal baño de abyección. Tal vez tu naturaleza monstruosa, enredada en tus pensamientos divinos, no supo escoger con acierto cómo es el final de un hombre y se precipitó en un patetismo igualmente monstruoso; o tal vez quisiste, en efecto, apurar la copa de la condición humana hasta las heces, algo de lo que alardeabas, antes de percibir el desgarro de tus palabras en la carne. Los pintores trasladarán una y otra vez a sus lienzos tu travesía del lodazal humano. Bajo la luna llena pascual eres conducido de un palacio a otro. Del de Caifás al del gobernador Poncio Pilato, del de éste al del rey Herodes Antipas, para luego ser devuelto al palacio del gobernador. Pasas de una estancia suntuosa a otra, y en los interludios, sometido a la fría noche de abril, eres entregado a esbirros y torturadores. No te dan el trato de un héroe, sino el de un villano, el de un pobre hombre al que se puede hundir con burlas y sevicias. Se ríen de ti, te escupen, te abofetean. Te visten como un rey de feria, con una reluciente túnica púrpura y, como cetro, una caña. Luego completarán tu atuendo con una corona de espinas, que irá arrancando gotas de sangre a tu frente.

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Sin embargo, lo peor vendrá luego, alejado ya de los torturadores nocturnos, cuando el pueblo se pronuncie contra ti. Es una lección definitiva en el curso de tu aprendizaje. Hace sólo cuatro días ese mismo pueblo te vitoreó durante tu entrada triunfal en Jerusalén, montado en el ridículo pollino. Te ofreció palmas de victoria. Ahora reclama tu muerte, y prefiere que se libere a un criminal, Barrabás, antes de dejarte escapar. El populacho, sumiso y adulador en la calma, es en la tormenta la ola desatada de las peores pasiones. El gobernador sólo oye un grito de la multitud: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"

Para ti ya no hay alternativa. En el remolino que te traga irremisiblemente, Poncio Pilato te ha dado una tregua. Es el único que te ha escuchado, el único dispuesto a prestarte atención. Pero tú le has hablado oscuramente, como casi siempre: «He venido a dar testimonio de la verdad" En medio del drama, en medio de la farsa, desatadas todas las furias, Poncio Pilato es el personaje que intenta 238


aporta luz y sensatez con una sola pregunta: "Que es la Verdad?"

En la avalancha de respuestas sinuosas y terribles interrogante, con su sabio escepticismo, quiere salvarte Pero tú no puedes salvarte. Tú no quieres salvarte. Tú, la quimera engendrada por el espíritu en el vientre de María, perteneces ya a un mundo que ha perdido sus contornos, exiliado de lo divino, incapaz para lo humano, arrastrado por la corriente de un destino incomprensible que todo lo derriba a su paso, incluso la tentativa del gobernador ro-mano para librarte de tu suerte. Estás condenado, como ya sabes desde hace mucho tiempo. Poncio Pilato, ante el sombrío caos que adivina, se lava las manos. Serás flagelado y, de inmediato, crucificado. Antes de retirarse el gobernador te entrega al pueblo: "¡Aquí tenéis al hombre!" Ecce Horno. Consideras que has conseguido tu objetivo. Querías ser tratado como un hombre, querías sentir la intimidad de la carne. Los pintores aciertan alfijar sus pinceles en tu flagelación. Cada latigazo es una senda abierta hacia aquella intimidad. El flagelo completa el dibujo de tu condición humana. El improperio, la calumnia, el resentimiento, los peores sentimientos se graban en tu piel; y también los mejores, en los que reconoces la calidez de la amistad y esa fragancia espiritual que la sensualidad pone al alcance de los hombres.

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Los latigazos, todos diferentes, crueles, depositarios de una lucidez ignota, ultiman tu construcción como ser humano. Habías experimentado la soledad como dios y ahora, al experimentarla como hombre, sientes una difusa añoranza por la vida que estás a punto de perder y, en la fugaz historia de esta vida, tú, que has estado rodeado por varones los últimos tres años, buscas la cercanía de lo femenino, como si únicamente las mujeres te enraizaran en lo profundo de la tierra. Y esta cercanía se manifiesta de pronto, cuando atraviesas Jerusalén con la cruz a cuestas, camino ya del monte Calvario donde serás ejecutado, al divisar al grupo de mujeres que te siguen entre la multitud indiferente de curiosos. Ves a Magdalena, con la túnica roja que tanto te gusta, a María y a Marta, las hermanas de Lázaro, y a tu madre, a la que has despreciado frecuentemente en estos tiempos, como si quisieras olvidar el vientre virginal sobre el que se precipitó el espíritu. Miras su cara, a la que no habías prestado atención. La ves envejecida, y te extraña porque aún recuerdas los comentarios malévolos de las comadres de Nazaret sobre su extraña juventud. Quisieras decirle algo que endulzara la escasa ternura que le has dedicado, pero está demasiado lejos y tú estás demasiado cansado, sin fuerzas. Balbuceas algunas palabras y, enseguida, caes desfallecido. Desde el suelo vuelves a mirar el rostro envejecido de tu madre y lo comparas con aquel otro, joven y vigilante, que te acompañaba en la niñez. Quizá las cosas hubieran podido ser de otro modo. Pero no, tú lo habías pensado exactamente así, como ocurrió y como está 240


ocurriendo. La sangre que sale de tu frente te ciega los ojos. No puedes continuar.

Sin embargo, tienes que continuar porque la muerte te espera. Los soldados te levantan en volandas. Como ya no puedes cargar tu cruz, le exigen a un labrador que regresa del campo, Simón, que cargue con ella. Te empujan hacia adelante. Temen que mueras antes de tener la oportunidad de matarte. Si eso sucediera, advierte uno de los soldados, serían sancionados. El cielo está cubierto, con nubes que amenazan tormenta. Intentas saber lo que siente tu cuerpo, y dudas porque pasas del dolor extremo a la ausencia de sensaciones. O no sientes, o sientes demasiado. Los soldados, y los pintores con ellos, te arrastran hasta el Gólgota. Para reanimarte algo te dan a beber vino mezclado con hiel. Tú lo pruebas. Tus labios y tu lengua están secos. No tienes sabor. Rehúsas la bebida. De inmediato te tumban sobre la cruz. Ha llegado el momento que más temías, el que, al pensarlo, te estremecía. ¿Era necesario? ¿Era necesaria esa temeridad monstruosa tuya? ¿Rectificarías si fuera posible? Pero no es posible porque éste es el camino que has elegido para ser hombre y para gozar de la compañía de los hombres. Un camino que, en tus delirios divinos, quieres perpetuar con la resurrección de la carne. El primer martillazo interrumpe tu ensimismamiento. El clavo penetra, limpio, en la palma de la mano derecha. Es una tea ardiente que recorre el brazo y luego el cuerpo entero. El segundo martillazo para el clavo de la otra mano te alcanza cuando aún estás atrapado en la hoguera anterior. Tiene menos eficacia. 241


Tras la confusión inicial buscas los ojos de los soldados que te crucifican. Te sorprende que no te miren. Están demasiado concentrados en su labor. Quisieras la complicidad de una mirada solemne, o al menos enemiga. Pero no hay ningún destello en su mirada. Son muchachos casi adolescentes, probablemente campesinos. Tienen prisa. Los martillazos para clavarte los pies al leño son rápidos, nerviosos. Una vez se han asegurado del éxito de su trabajo, alzan la cruz mediante cuerdas.

Desde tu nueva posición vertical ves a tu lado a dos hombres que van a morir como tú, crucificados. De hecho hay muchas cruces esparcidas por el monte, algunas con los cadáveres todavía colgados. El dolor de los clavos ha remitido o se ha confundido con un dolor más general. Tus sentidos se reabren. Puedes escuchar. Hay un murmullo a tus pies acompañado de alguna injuria. Uno de los reos que está a tu lado te insulta con palabras soeces; el otro se apiada de ti y te asegura que la muerte llegará veloz, muy veloz. Puedes ver. Con cierta curiosidad ves a los soldados que te han crucificado repartirse tu ropa. Juegan a los dados. Desde la altura en la que te encuentras todo parece un mundo de máscaras. Algunas de ellas se dirigen a ti, como pidiéndote explicaciones; otras simplemente te gritan algo que no percibes con claridad. Súbitamente, entre las máscaras, te parece ver a Juan, tu discípulo adolescente, de la edad de los soldados. Hace horas que no ves a ninguno de tus amigos. A su lado está Magdalena. Su cabello rubio 242


resplandece entre las sombras. También está tu madre que, a diferencia de los otros, se acerca hasta el pie de la cruz. Aunque te cuesta doblar el cuello para mirar hacia abajo la observas con atención. Está de nuevo joven, muy joven, como tú la recordabas siempre. Te está diciendo algo que no consigues escuchar. Cuando ella lo percibe se dirige a ti con gestos. Levanta los brazos, como cuando, en tu infancia, escapabas de su lado y siempre temía que te fuera a ocurrir algo. Ahora amas sus gestos, su mirada, con un amor que nunca le expresaste. Quisieras hablarle y explicarle ese amor, pero las palabras no adquieren fuerza en tu garganta y se quedan atrapadas en tus labios de piedra. Un soldado, de los que habían estado jugando a los dados, se acerca a tu madre y se la lleva, conduciéndola hasta donde aguardan Magdalena y Juan. Piensas en esos dados que has adivinado a lo lejos. La suerte está echada. Todo se cierra a tu alrededor. Ya no oyes. Ya no ves. El mundo es una noche eterna que se agolpa en tu conciencia. Y vuelve la soledad, con más fuerza que nunca, mientras la muerte va avanzando, con paso rápido ya, hacia tu entraña. Después de ser el más solitario de los dioses solitarios eres el más solitario de los hombres solitarios. La suerte está echada. Mientras la tiniebla se apodera del universo sientes que tienes que reunir las últimas fuerzas, las pocas que te quedan, en un grito terrible dirigido al cielo que te ha abandonado. "¡Dios mio, por qué me has abandonado!». Pero algo interrumpe tu desesperación. Desde abajo, sujetándola a una caña, alguien ha alzado una esponja empapada con vinagre para mitigar tu sed antes del último suspiro. Una gota alcanza tu lengua y, con ella, una luciérnaga salta de rama en rama en el bosque oscuro. Una exhalación sale de tu boca. Y te sientes extrañamente acompañado mientras se rompen todas las palabras y el silencio se hunde en tu pensamiento.

243


Mírate, ya sin vida, tal y como te pintan los pintores que con tanto ahínco han expresado tu agonía. Mírate desde tu recién conquistado territorio de sombras, sombra tú mismo tras tu tempestuosa travesía. Encarnado en un vientre de mujer, a la búsqueda de una complicidad humana que quebrara tu soledad de dios, has impulsado tu propia muerte. Y ahora, desde el exilio de la vida, como si fuera una representación que se desarrolla ante tus ojos, contemplas el cadáver de un hombre, ajusticiado en la cruz, tras ser prendi-do, acusado con mentiras, sentenciado y torturado. La cabeza de este hombre, inerte ya, se inclina hacia delante, y también sus miembros caen exangües, mientras sus dos compañeros de crucifixión, todavía vivos, agonizan entre gemidos. Luego, después de que los ejecutores les rompan las piernas, también ellos se derrumban. Para asegurarse del éxito de la misión un soldado atraviesa con una lanza el costado del reo ya muerto. De la herida brota sangre y agua. La cohorte de soldados dispersa a los presentes. Cae la tarde sobre el Gólgota y sus cruces. Tu amigo José de Arimatea ha pedido a Poncio Pilato tu cuerpo para darle sepultura. Tiene que darse prisa y enterrarte antes de la puesta del sol pues, de lo contrario, al iniciarse el sábado y la fiesta de Pascua tu cadáver permanecerá insepulto un par de días. Con ayuda de cuerdas José y dos servidores bajan lentamente tu cuerpo. Temen que pueda desencajarse.

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Al pie de la cruz esperan Juan, llorando como el niño que todavía es, tu madre y Magdalena. Ésta, sin que José de Arimatea pueda impedirlo, se abraza a tu pecho y junta su cara con la tuya. Te besa los ojos, y luego las mejillas ensangrentadas, y luego los labios. Un beso largo y desesperado. Y tú, desde las sombras, tienes envidia de tu propio cadáver y piensas, sin poder sentirla, en la dulzura de aquellos besos, y en el precioso amasijo de sus cabellos dorados entrelazados con los tuyos, sucios y polvorientos. Todo lo que reúnen los cielos puede ser ofrecido por un solo momento como éste. Los pintores se recrearán en aquello que los sacerdotes temen y disimulan. Tus ojos expectantes están más cerca de lo que aquéllos ven a través del pincel. Con suavidad José de Arimatea aparta a Magdalena y, tomando tu cuerpo en brazos, lo deposita en el regazo de tu madre. Hay prisa, pero ese abrazo no podía ser negado.

Y ves a María, tu madre, balanceando levemente tu cadáver, casi 245


arrullándolo, como cuando eras un recién nacido. Entonces, una púber hermosa y seria, vigilaba con fiereza que los depredadores no cayeran sobre ti, pero ahora parece querer conservar su tesoro con los ojos en blanco, como ausente, sin aceptar que el saqueo ya se ha producido. Te preguntas si fuiste un niño y si ella fue contigo una madre feliz, o si, por el contrario, el peso de tu monstruosidad fue demasiado grande para ambos. No tienes manera alguna de ponderarlo. cala has tenido, ni siquiera ahora, materia de sombras. José de Arimatea apremia a tu madre y casi te arrebata de sus brazos. Ella protesta. Quiere lavar el cadáver de su hijo y ungirlo con aceites aromáticos. No hay tiempo, dice José. Al menos, suplica ella, ligarlo con fajas para contrarestar los desgarros de la carne causados por las heridas. hay tiempo. Los dioses tienen demasiado tiempo y los hombres, demasiado poco. Tienes la ocasión de mirarte crudamente. Te han depositado en una piedra plana, desnudo. En nada te diferencia de los demás reos que yacen, desnudos, en otras piedras del Gólgota.

Como despiadadamente mostrarán los artistas, estás listo para que un cirujano horade tu piel con un bisturí en busca de tus secretos. ¿Es el espíritu el más precioso de ellos? Recuerda al gobernador Poncio el único en Jerusalén que no fue injusto contigo: Envuelven tu cuerpo con una sábana y, con un pañuelo, tratan de sujetar tus mandíbulas, ya desencajadas. Los de José de Arimatea sostienen tu cadáver y se aprestan a trasladarlo hasta tu sepulcro, una cueva situada en la hacienda de su amo. Van rápidos porque el cielo nublado parece entrar ya en el crepúsculo. Tu tumba es una cavidad a en la roca. Con sumo cuidado, guiados por José, te colocan sobre un banco pétreo en el que se han vertido especies aromáticas y perfume. José de Arimatea besa tu frente. Luego, con los siervos, sale de la cueva. Con gran esfuerzo hacen correr una pesada piedra redonda que cierra la entrada del sepulcro. La luz plomiza del ocaso desa-parece lentamente de tu tumba. E irrumpe la noche total. 246


Se ha escrito la última página del último capítulo. Pero ¿es ésa la verdad? Ahora deberás convencer a los hombres, y convencerte a ti, de que nunca hay una última página ni un último capítulo, y que lo que muere renace. ¿Será esto la verdad? Has ido más lejos que nadie, ni dios ni hombre, sino todo a la vez, quimera, pero esa travesía ¿te ha proporcionado la verdad? ¿O sigues suspendido, solitario, entre varios mundos, como un funambulista que cruza en silencio el abismo de los destinos humanos? ¿Eres un desvarío nuestro, que necesitamos de lo divino para hacer frente a nuestra impotencia, o somos acaso nosotros un desvarío tuyo, un remedio contra el tedio de la eternidad? Si se produjera la resurrección de la carne, que tú has pronosticado durante tu periplo, los distintos mundos se unirían y la muerte carecería de valor, reencontrados, en el lejano horizonte, los amantes, los amigos, los herma-nos. No habría ya distancia entre los dioses y los hombres. Pero es a la carne, a los sentidos, a lo que apelamos nosotros y tú para alcanzar una conciliación en la que sólo unos locos, tocados por la llama, creen. Para ellos la vida eterna sería poder comer tu carne y beber tu sangre. La vida eterna sería gozar de los sentidos con una tal intensidad que puedas, finalmente, olvidarte de ellos y verterte en el espíritu. Desde la cruz, mientras morías, eras de una lucidez implacable; de nuevo en la existencia humana expresas una melancolía desasosegante. Los pocos pintores que te han seguido en este epílogo de tu relato te muestran distante, huidizo, sujeto a una indefinible nostalgia. Tus ojos son, otra vez, los de un errante, con la diferencia de que ahora tu errancia ya no es por los caminos de Galilea, seguido de discípulos, inmerso en prodigios, un hombre tenaz y contradictorio, sino por los fríos senderos del reino de las sombras, del cual sólo escapas para vivir esporádicamente el sueño de los hombres. Y ese sueño lo vives con ansiedad y melancolía, sin poder abrazar, según desearías, las figuras amadas a las que obstinadamente persigues en tu memoria espectral. Pareces rodeado de una aura gélida que acrecienta tu aislamiento. Así te retratan los pintores al reencontrarte con tus amigos, con tu madre, pese a que les anuncias tu resurrección reciente y la suya futura. Destacan, con especial delectación, tu encuentro con Magdalena.

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Esta mujer te ha amado en todo momento. Ha unido su desesperación a tu agonía y su belleza, tan elogiada, a tu horror. Te recibió al pie de la cruz y besó tu rostro desfigurado.Te abrazó hasta que fue alejada de tu pecho inerte. Al volverte a ver no se pregunta si eres un espectro o no, ni tampoco si eres la criatura de una alucinación; simplemente, fuera de sí, feliz, intenta abrazarte. Tú te apartas. Pronuncias palabras crueles: "¡No me toques!" Y tus ojos se extravían, presos de una feroz melancolía. Desapareces, alejándote de ella. Y de pronto desfilan ante ti todos los deseos que, en tu travesía de lo humano, nunca se convirtieron en sensaciones. Hubieses debido hacer sentir a Magdalena tu amor, y también a la muchacha que besó tus pies y los enjuagó con sus cabellos, y a tantas otras mujeres que te amaron en esos años prodigiosos; hubieses debido hacer sentir a tu madre tu agradecimiento por su afecto y valentía; hubieses debido hacer sentir a Lázaro tu amistad, y al joven Juan, y al leal Pedro, y a los discípulos; hubieses debido hacer sentir a Judas tu estima y tu perdón; hubieses debido hacer sentir al gobernador Poncio Pilato tu respeto por haber hecho la pregunta fundamental. No hiciste sentir a nadie lo que deseabas que sintieran. ¿Cual es la verdad? ¿Será cierto que hay barreras infranqueables que separan los mundos? Las sensaciones son los pensamientos de los hombres; los pensamientos son las sensaciones de los dioses: ¿Es ésta la verdad? Ya no lo sabes porque, aceptado el sacrificio, convertido en quimera, no te sientes como hombre ni te piensas como dios. Vives en la soledad absoluta. Aunque de vez en cuando crees que tu historia empieza otra vez, y ves al ángel que te anuncia a María, y sales del vientre de tu madre, y correteas por las calles de Nazaret, y charlas con tus amigos por los caminos de Galilea, y cenas con tus discípulos, y eres arrestado, juzgado y torturado, y un gobernador romano te pregunta por la verdad, y eres flagelado y crucificado, y percibes en 248


tus

labios

muertos

Y

sueñas

con

los

la

besos

cálidos

resurrección

de

de

Magdalena.

la

carne".

Hasta aquí el fragmento del libro de Rafael Argullol, espero que os haya sido tan relevante e inspirador como lo ha sido para mí. Las ilustraciones están bajadas de la red y creo que son un buen complemento para el texto.

Lo reconozco, no soy un buen creyente, de nada… Más bien un francotirador a quien le gusta ir por libre, con el único acuerdo de su propio corazón y de su propia consciencia. Por ello, no me gustan en absoluto ni las iglesias, ni las sectas, ni los partidos o grupúsculos políticos, ni que me digan lo que debo creer, lo que debo hacer, a quien debo obedecer… ¿Soberbia?, quizás… Pero esa ha sido una constante en mi trayectoria vital y, creo que a mi edad, ya no voy a cambiar. Más que un seguidor de nada, soy un ecléctico, los lectores de éstas páginas verán mezclados y sin sonrojos, mensajes con contenidos de colores y tonalidades muy diversos, siempre que éstos puedan ayudarnos en la difícil tarea de evolucionar como personas individuales y como colectividad, tanto desde un punto de vista espiritual –o de consciencia- como social. 249


Además, hay cosas que de entrada me suscitan una gran resistencia, por ejemplo, las revelaciones individuales y exclusivas, los poseedores de mensajes a la humanidad recibidos directamente de dios, o de extraterrestres, por intermediarios elegidos, contactados, médiums y todo lo demás. Hace tiempo, muchos años atrás, buscando información sobre la infancia de Jesús de Nazaret –los llamados años perdidos-, ese período fascinante –por desconocido-, entre otras muchas cosas, fui a dar con los libros de JJ. Benítez, los famosos “Caballo de Troya” (1987?), de los que me leí con semejantes dosis de entusiasmo y escepticismo, según iban saliendo, los cuatro primeros volúmenes de la serie. Conforme avanzaban los volúmenes, el escepticismo ganaba y el entusiasmo decaía, hasta que los abandoné, con la sensación de que era mucho más “gato que liebre” lo que me daban… De una cosa a otra, el libro de Ernest Renan –por mucho tiempo incluido en la lista de libros prohibidos- por el Tribunal del Santo Oficio –la Inquisición- que durante años fue presidido por el Papa Ratzinger, autor así mismo de una obra sobre el tema… Otros libros que me han sido útiles: “Memoria de esenio. La otra cara de Jesús” que por cierto me atrevería a recomendar, no para ser tomado literalmente, sino como una obra muy inspiradora, o “Jesús el esenio”…, a pesar de que entre los esenios del Monasterio del Qumram y el rabí de Nazaret, existen notables diferencias y, unas pocas, similitudes. También en los Evangelios apócrifos, pueden hallarse datos sobre la infancia de Jesús, particularmente en el Evangelio de (pseudo?)Tomás, como veremos más adelante. En realidad, el vacío existente, voluntariamente tramado por la iglesia cristiana, ha dado lugar a tantísimas hipótesis que uno no puede saber a ciencia cierta, donde se encuentra la verdad: que si fue un esenio, que si un iniciado en Heliópolis, que si un mago egipcio, que si estuvo en India –concretamente en el Himalaya-, que si fue un monje budista o un profeta pelegrino influido por el budismo, que si fué un revolucionario de los denominados zelotes, o sencillamente uno más de los centenares de profetas que salían del desierto llevando un supuesto mensaje de dios a los hombres, incluso se ha llegado a afirmar que estuvo en Inglaterra y fue formado por los druidas… Además sabemos que en el cristianismo primitivo, habia diferencias substanciales sobre quien fué Jesucristo, pensemos que hasta el siglo IV de nuestra era hubo más de 150 evangelios diferentes (apócrifos, gnósticos), varios de ellos, mucho más antiguos que los 4 canónicos. Por todo ello, no es de extrañar que la Iglesia Cristiana, llevó a cabo una gran criba, para determinar que libros se incorporarían a la doctrina oficial recogida en el Credo -dogma de fe- de la Iglesia. Pero nadie pudo negar ni las influencias paganas en el cristianismo, ni la veracidad de la apropiación de hechos atribuidos a dioses, figuras, o mitos anteriores al propio Jesús, por ejemplo: el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, parece demasiado semejante al Nacimiento de Mitra en la misma fecha. La resurrección de Jesús al tercer dia, es demasiado similar a la vivificación de Osiris por Isis; el anuncio de la 250


natividad por una estrella, el nacimiento de una virgen, la cruz, etc. Para todas éstas hipótesis existen “sesudos” defensores, multitud de libros y tratados, que el lector puede descubrir por si mismo sólo con colocar “años perdidos de Jesús” en el google, esa especie de abracadabra de tantas y tantas puertas al conocimiento o a la confusión… Y es precisamente en una de esas puertas donde se me apareció el Libro de Urantia. No tengo una opinión lo suficientemente formada de él. De momento no he leído más que los apartados dedicados a la vida de Jesús, que era la llave que me llevó hasta el citado libro. Presentado como la Quinta Revelación pretende ser una síntesis sobre el Universo y el plan divino, su desarrollo, evolución, organización, etc. Permitid que pase sobre el contenido del libro como sobre ascuas, os remito a la página de la wikipedia que habla sobre él: http://es.wikipedia.org/wiki/Libro_de_Urantia Y también permitidme que os exponga una opinión crítica respecto al mismo: http://www.sjarre.com.ar/2001/06/el-engano-urantia-y-la-pasionde.html Pero entonces, ¿que sabemos con exactitud sobre los primeros 30 años de Jesús?, además ¿existió realmente como persona física en el mundo?. Al cabo de los años, sinceramente, ¡no lo sé! y no creo que con los medios actuales, a menos que se produzcan nuevos y significativos descubrimientos, técnicas de investigación, etc., podamos llegar a descifrarlo. Entonces, ¿que es lo que sabemos con certeza sobre Jesús?... Poco, casi nada. Incluso hay quien afirma que Nazaret no existía en los tiempos en que se supone que vivió. Entonces?... Las fuentes "oficiales", aceptadas por la Iglesia, por el cristianismo en general son muy pocas, además de sesgadas o interesadas, por parte de una institución muy poderosa, como fué la Iglesia a partir del s.IV y se reducen a: Relato de la infancia de Jesús en los Evangelios Canónicos:

Descripción Localización Escritura La divinidad JUAN 1:1-5 de Cristo Anunciación del nacimiento Jerusalén Lu 1:5-25 de Juan el Bautista 251


Esponsales de la Virgen Nazaret María La anunciación del Nazaret nacimiento de Jesús La visita de Hebrón, María a Isabel Juta Su regreso a Nazaret la visión de Nazaret José El nacimiento y la infancia Hebrón de Juan el Bautista Nacimiento Belén de Jesús Adoración de Belén los pastores La Belén circuncisión Presentación Jerusalén y purificación Las Genealogías Adoración de los Reyes Belén Magos Huida a Egipto Masacre de Belén los inocentes Regreso a Nazaret La infancia de Nazaret Jesús Con los doctores en Jerusalén el Templo Juventud de Nazaret Jesús

Mt 1:18 una y veintisiete Lu

Lu 1:26-38

o

Lu 1:39-55 Lu 01:56 Mt 1:20-25

Lu 1:57-80

Lu 2:1-7 Lu 2:8-16 Mt 1:25 dos y veintiuno Lu Lu 2:22-29 Mt. 1:1-17 Lu 3:23-38 Mt. 2:1-12 Mt 2:13-15 Mt 2:16-18 Mt 2:19-23 Lu 2:39 Lu 02:40 Lu 2:46-50 Lu 02:51

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Podéis dirigiros al siguiente enlace: http://www.biblija.net/biblija.cgi?l=ca donde podréis encontrar el desarrollo de los diversos apartados, a todas luces insuficiente. Por ejemplo, desde el apartado Regreso a Nazaret, hasta Con los doctores en el Templo, es decir treze años de la vida de Jesús se resumen en una sóla frase: "Y el niño crecía y se hacía más fuerte y más sabio, y gozaba del favor de Dios." No sé a vosotros que os parece, pero a mí me es absolutamente insuficiente. Me era necesario encontrar mucho mas. Por otra parte, en el Evangelio Apócrifo de Tomás, entre otras, se nos cuentan los siguientes episodios: “I 1.Yo, Tomás Israelita, vengo a anunciaros a todos vosotros, mis hermanos entre los gentiles, para que los conozcáis, los actos de la infancia y los prodigios de Nuestro Señor Jesucristo, cumplidos por él después de su nacimiento en nuestro país. 2.Y he aquí cuál fue su comienzo.

Gorriones hechos con barro II 1.El niño Jesús, de cinco años de edad, jugaba en el vado de un arroyo, y traía las aguas corrientes a posar, y las tornaba puras en seguida, y con una simple palabra las mandaba. 2. Y, amasando barro, formó doce gorriones, e hizo esto un día de sábado. Y había allí otros muchos niños, que jugaban con él. 253


3. Y un judío, que había notado lo que hacía Jesús, fue acto seguido, a comunicárselo a su padre José, diciéndole: He aquí que tu hijo está cerca del arroyo, y, habiendo cogido barro, ha compuesto con él doce gorriones, y ha profanado el sábado. 4. Y José se dirigió al lugar que estaba Jesús, lo vio, y le gritó: ¿Por qué haces, en día de sábado, lo que no está permitido hacer? Pero Jesús, dando una palmada, y dirigiéndose a los gorriones, exclamó: Volad. Y los pájaros abrieron sus alas, y volaron, piando con estruendo. 5.Y los judíos quedaron atónitos ante este espectáculo, y fueron a contar a sus jefes lo que habían visto hacer a Jesús. Muerte del hijo de Anás III 1.Y el hijo de Anás el escriba se encontraba allí, y, con una rama de sauce, dispersaba las aguas que Jesús había reunido. 2. Y Jesús, viendo lo que ocurría, se encolerizó, y le dijo: Insensato, injusto e impío, ¿qué mal te han hecho estas fosas y estas aguas? He aquí que ahora te secarás como un árbol, y no tendrás ni raíz, ni hojas, ni fruto. 3. E inmediatamente aquel niño se secó por entero. Y Jesús se fue de allí, y volvió a la casa de José. Pero los padres del muchacho muerto lo tomaron en sus brazos, llorando su juventud, y lo llevaron a José, a quien reprocharon tener un hijo que hacía tales cosas. Castigo infligido por Jesús a un niño IV 1.Otra vez, Jesús atravesaba la aldea, y un niño que corría, chocó en su espalda. Y Jesús, irritado, exclamó: No continuarás tu camino. Y, acto seguido, el niño cayó muerto. Y algunas personas, que habían visto lo ocurrido, se preguntaron: ¿De dónde procede este niño, que cada una de sus palabras se realiza tan pronto? 2. Y los padres del niño muerto fueron a encontrar a José, y se le quejaron, diciendo: Con semejante hijo no puedes habitar con nosotros en la aldea, donde debes enseñarle a bendecir, y no a maldecir, porque mata a nuestros hijos. José reprende a Jesús V 1.Y José tomó a su hijo aparte, y lo reprendió, diciendo: ¿Por qué obras así? Estas gentes sufren, y nos odian, y nos persiguen. Y Jesús respondió: Sé que las palabras que pronuncias no son tuyas. Sin embargo, me callaré a causa de ti. Pero ellos sufrirán su castigo. Y, sin demora, los que lo acusaban, quedaron ciegos. 2. Y los que vieron esto, vacilantes y atónitos, decían de Jesús que toda palabra que pronunciaba, buena o mala, se cumplía, y producía un milagro. Y, cuando hubieron visto que Jesús hacía cosas semejantes, José se levantó, lo agarró por la oreja, y se la estiró con fuerza. 3. Pero el niño se enfadó, y le dijo: Bien fácil te es buscar sin encontrar, y acabas de obrar como un insensato. ¿Ignoras que te pertenezco? No me hagas daño.

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IX 1. Algunos días después, Jesús jugaba en una terraza, sobre lo alto de una casa, y uno de los niños que jugaba con él, cayó de la terraza, y murió. Y, Viendo esto, los demás niños huyeron, y Jesús quedó solo. 2. Y, habiendo llegado los padres del niño muerto, acusaron a Jesús de haberlo hecho caer. (Jesús les dijo: Yo no hice tal.) Y lanzaron invectivas contra él. 3. Mas Jesús se tiró de la terraza abajo, se detuvo cerca del cuerpo del niño caído, y gritó a gran voz, diciendo: Zenón (porque tal era su nombre), levántate, y dime: ¿Soy yo quien te hizo caer? Y, habiéndose levantado inmediatamente, el niño repuso: No, Señor, tú no me has hecho caer, sino que me has resucitado. Y los espectadores del lance quedaron conmovidos de asombro. Y los padres del niño glorificaron a Dios por el milagro cumplido, y adoraron a Jesús. Resurrección de un joven X 1.Pasados otros cuantos días, un joven cortaba leña en las proximidades del pueblo. Y he aquí que su hacha le hendió la planta del pie, y murió, por haber perdido toda su sangre. 2. Y, como ello produjera una aglomeración y un tumulto de gentes, el niño Jesús corrió también allí, y, haciéndose sitio, atravesó la multitud, y tomó el pie herido del joven, que en seguida quedó curado. Y dijo al joven: Levántate, sigue cortando leña, y acuérdate de mí. Y la multitud, al ver lo que había pasado, adoró al niño, diciendo: Verdaderamente, el espíritu de Dios reside en ti.

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Jesús en la fuente XI 1.Y, cuando tenía seis años, su madre le dio un cántaro, y lo envió a tomar agua, para llevarla a casa. Pero, habiendo tropezado el niño con la multitud, el cántaro se rompió. 2. Entonces Jesús, extendiendo la túnica que lo cubría, la llenó de agua, y la llevó a su madre. Y su madre, reconociendo milagro tal, lo abrazó, y guardó en su corazón los misterios que veía cumplidos. Milagro del grano de trigo XII 1.Otra vez, en la época de la siembra, el niño salió con su padre para sembrar trigo en su campo, y, mientras su padre sembraba, el niño Jesús sembró también un grano de trigo. 2. Y, una vez lo hubo recolectado y molido, obtuvo cien medidas y, llamando a la granja a todos los pobres de la aldea, les distribuyó el trigo, y José se quedó con lo que aún restaba. Y Jesús tenía ocho años cuando hizo este milagro. Milagro de las dos piezas de un lecho XIII 1. Y su padre era carpintero, y hacía en aquel tiempo carretas y yugos. Y un hombre rico le encargó que le hiciese un lecho. Mas, habiendo cortado una de las piezas más pequeña que la otra, no sabía qué partido tomar. Entonces el niño Jesús dijo a su padre José: Pon las dos piezas en el suelo, e iguálalas por tu lado. 2. Y José procedió como el niño le había indicado. Y Jesús se puso al otro lado, tiró de la pieza más corta, y la tomó igual a la otra. Y su padre José, viendo tal, quedó admirado, y abrazó a Jesús, diciendo: Felicitarme puedo de que Dios me haya dado este niño. XVI 1.Y José envió a su hijo Jacobo a cortar madera, el niño Jesús lo seguía. Y, mientras Jacobo trabajaba, una víbora le mordió en la mano. 2. Y, como sufría y parecía herido de muerte, Jesús se aproximó, y le sopló en la mordedura, y en seguida cesó el dolor, y murió el reptil, y, al instante, Jacobo quedó sano y salvo. Resurrección de un niño XVII 1.Más tarde, murió un niño en la vecindad, y su madre lloraba mucho. Y Jesús oyó el clamor de su gran pena y se apresuró a acudir. Y, hallando al niño muerto, le tocó el pecho, y dijo: Yo te mando, niño, que no mueras, sino que vivas, y que te quedes con tu madre. Y en seguida el niño abrió los ojos, y sonrió. Y Jesús dijo a la mujer: Tómalo, y dale leche, y acuérdate de mí. 2. Y, viendo esto, la gente se llenó de admiración, y decía: En verdad, este niño es un Dios o un ángel de Dios, porque toda palabra suya se convierte en un hecho. Y Jesús se fue a jugar con los demás niños. Resurrección de un hombre XVIII 1. Algún tiempo más tarde, habiéndose producido en una casa que se construía un gran tumulto, Jesús se levantó, y acudió al lugar. Y, viendo a un hombre que yacía sin vida, le tomó la mano y dijo: 256


Levántate, hombre, y continúa laborando en tu obra, pues yo te lo ordeno. Y el hombre se levantó, y lo adoró. 2. Viendo lo cual, quedó la gente admirada, y decía: Este niño viene del cielo, porque ha salvado almas de la muerte, y las salvará durante toda su vida”. Como podéis ver, éstos extractos nos dan una idea de un "niño" muy diferente del que cabría esperar del Jesusito de las imágenes "piadosas" que nos han ido colocando como por ejemplo:

Por eso creo que en la narración que vamos a ver a continuación, aunque sinceramente opino que se trata de una fabulación y no de una Revelación, el lector va a encontrar elementos suficientes para una profunda reflexión que sin duda le acercará a "los años perdidos" de Jesús de Nazaret. Tomados del Libro de Urantia, me he permitido -para una mejor interpretación de los lectores- suprimir -siempre que me ha sido posible- todas las referencias no imprescindibles, a otros aspectos más específicos de Libro de Urantia. Como el texto es bastante extenso, he dividido ésta entrada en cinco partes, acompañándolo con imagenes que ido bajando de la red, ilustradoras de aquellas situaciones o temas tratados en el texto. El nacimiento y la infancia de Jesús. 257


SERÍA casi imposible explicar plenamente las numerosas razones que llevaron a elegir Palestina como país…, y en especial por qué exactamente se escogió a la familia de José y María como marco inmediato para la aparición de este Hijo de Dios… Después de estudiar un informe especial…y como resultado de su estudio de los grupos humanos y de su examen de las características espirituales, intelectuales, raciales y geográficas del mundo y de sus pueblos, decidió que los hebreos poseían aquellas ventajas relativas que justificaban su elección como raza …con el encargo específico de investigar la vida familiar judía. Cuando esta comisión finalizó su tarea, …y recibió el informe que designaba a tres posibles parejas que, en opinión de la comisión, eran igualmente favorables como familias de donación para la encarnación que … tenía en proyecto. De las tres parejas designadas, escogió personalmente a José y María; posteriormente se apareció en persona a María y le dio la grata noticia de que había sido elegida para ser la madre terrestre del niño de la donación. 1. José y María

José, el padre humano de Jesús (Josué ben José) era un hebreo entre los hebreos, aunque poseía muchos rasgos raciales no judíos que, de vez en cuando, se habían añadido a su árbol genealógico a través de las líneas femeninas de sus progenitores. Los antepasados del padre de Jesús se remontaban a los tiempos de Abraham, y por medio de este venerable patriarca, a linajes más antiguos que llegaban hasta los sumerios y los noditas y, a través de las tribus meridionales del antiguo hombre azul, hasta Andón y Fonta. David y Salomón no eran antecesores en línea directa de José, cuyo linaje tampoco se remontaba directamente hasta Adán. Los ascendientes próximos de José eran artesanos: constructores, carpinteros, albañiles y herreros. El mismo José era carpintero, y más tarde fue contratista. Su familia pertenecía a una larga e ilustre línea de notables del pueblo, realzada 258


de vez en cuando por la aparición de personalidades excepcionales que se habían distinguido en el ámbito de la evolución de la religión... María, la madre terrestre de Jesús, descendía de una larga estirpe de antepasados extraordinarios que comprendía muchas mujeres entre las más notables de la historia... Aunque María era una mujer típica de su tiempo y de su generación, con un temperamento bastante normal, contaba entre sus antecesores a mujeres tan ilustres como Annon, Tamar, Rut, Betsabé, Ansie, Cloa, Eva, Enta y Ratta. Ninguna mujer judía de la época poseía un linaje que tuviera en común a unos progenitores más ilustres, o que se remontara a unos orígenes más prometedores. Los antepasados de María, como los de José, estaban caracterizados por el predominio de individuos fuertes pero corrientes, resaltando de vez en cuando numerosas personalidades sobresalientes en la marcha de la civilización y en la evolución progresiva de la religión. Desde un punto de vista racial, no es muy apropiado considerar a María como una judía. Por su cultura y sus creencias era judía, pero por sus dones hereditarios era más bien una combinación de estirpes siria, hitita, fenicia, griega y egipcia; su herencia racial era más heterogénea que la de José. De todas las parejas que vivían en Palestina en la época para la que se había proyectado la donación, José y María poseían la combinación más ideal de vastos vínculos raciales y de dotaciones de personalidad superiores a la media. El plan…era aparecer en la Tierra como un hombre ordinario, para que la gente común pudiera comprenderlo y recibirlo. 2. Gabriel se aparece a Isabel El trabajo que Jesús realizó durante su vida… fue empezado, de hecho, por Juan Bautista. Zacarías, el padre de Juan, pertenecía al clero judío, mientras que su madre, Isabel, era miembro de la rama más próspera del mismo gran grupo familiar al que también pertenecía María, la madre de Jesús. Zacarías e Isabel, aunque estaban casados desde hacía muchos años, no tenían hijos. A finales del mes de junio del año 8 a. de J.C., unos tres meses después de que se casaran José y María, Gabriel se apareció a Isabel, un día al mediodía, de la misma forma que más tarde hizo conocer su presencia a María. Gabriel dijo: «Mientras tu marido Zacarías oficia ante el altar en Jerusalén, y mientras el pueblo reunido ruega por la llegada de un libertador, yo, Gabriel, he venido para anunciarte que pronto darás a luz un hijo que será el precursor de este maestro divino; llamarás a tu hijo Juan. Crecerá consagrado al Señor tu Dios, y cuando llegue a la madurez, alegrará tu corazón porque llevará muchas almas hacia Dios, y proclamará también la venida del sanador de almas de tu pueblo y libertador espiritual de toda la humanidad. Tu pariente María será la madre de este hijo de la promesa, y también me apareceré a ella.» Esta visión asustó mucho a Isabel. Después de la partida de Gabriel, le dio muchas vueltas a esta experiencia en su cabeza, reflexionando 259


largamente las palabras del majestuoso visitante, pero no habló de esta revelación a nadie salvo a su marido, hasta que conversó posteriormente con María a principios de febrero del año siguiente. Sin embargo, Isabel guardó durante cinco meses su secreto incluso a su marido. Cuando le contó la historia de la visita de Gabriel, Zacarías permaneció muy escéptico y dudó de toda la experiencia durante semanas, consintiendo solamente en creer a medias en la visita de Gabriel a su esposa, hasta que ya no pudo dudar de que estaba esperando un hijo. Zacarías estaba extraordinariamente perplejo ante la próxima maternidad de Isabel, pero no puso en duda la integridad de su mujer, a pesar de su propia edad avanzada. No fue hasta unas seis semanas antes del nacimiento de Juan cuando Zacarías, a consecuencia de un sueño impresionante, se convenció por completo de que Isabel iba a ser la madre de un hijo del destino, el encargado de preparar el camino para la venida del Mesías. Gabriel se apareció a María hacia mediados de noviembre del año 8 a. de J.C., mientras ella estaba trabajando en su casa de Nazaret. Más adelante, cuando María supo sin lugar a dudas que iba a ser madre, persuadió a José para que la dejara ir a la Ciudad de Judá, a siete kilómetros en las colinas al oeste de Jerusalén, para visitar a Isabel. Gabriel había informado a cada una de estas futuras madres de su aparición a la otra. Naturalmente estaban impacientes por encontrarse, comparar sus experiencias y hablar del futuro probable de sus hijos. María permaneció tres semanas con su prima lejana. Isabel contribuyó mucho a fortalecer la fe de María en la visión de Gabriel, de manera que ésta regresó a su hogar más plenamente dedicada a la misión de ser la madre del hijo del destino, a quien muy pronto debería presentar al mundo como un bebé indefenso, como un niño normal y común del planeta. Juan nació en la Ciudad de Judá, el 25 de marzo del año 7 a. de J.C. Zacarías e Isabel sintieron una gran alegría con la llegada de su hijo, como Gabriel había prometido. Al octavo día, cuando presentaron al niño para la circuncisión, lo llamaron oficialmente Juan como se les había ordenado anteriormente. Un sobrino de Zacarías ya había partido para Nazaret llevando el mensaje de Isabel a María de que su hijo había nacido y que se llamaría Juan. Desde la más tierna infancia de Juan, sus padres le inculcaron juiciosamente la idea de que cuando creciera se convertiría en un dirigente espiritual y en un instructor religioso. Y el corazón de Juan siempre fue un terreno favorable donde sembrar estas semillas sugerentes. Incluso siendo niño, se le encontraba con frecuencia en el templo durante los períodos de servicio de su padre, y estaba profundamente impresionado con el significado de todo lo que veía. 3. La anunciación de Gabriel a María

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Cierta tarde al ponerse el Sol, antes de que José hubiera regresado al hogar, Gabriel se apareció a María al lado de una mesa baja de piedra; después de que ella recobrara la serenidad, le dijo: «Vengo por orden de aquel que es mi Maestro, a quien tú amarás y alimentarás. A ti, María, te traigo gratas noticias al anunciarte que tu concepción está ordenada por el cielo, y que cuando llegue el momento serás la madre de un hijo; lo llamarás Josué, y él inaugurará el reino de los cielos en la Tierra y entre los hombres. No menciones esto a nadie salvo a José y a Isabel, tu pariente, a quien también me he aparecido, y que pronto dará igualmente a luz un hijo cuyo nombre será Juan. Éste preparará el camino para el mensaje de liberación que tu hijo proclamará con gran fuerza y profunda convicción a los hombres. No dudes de mi palabra, María, pues este hogar ha sido elegido como morada humana del hijo del destino. Mi bendición te acompaña, el poder de los Altísimos te fortalecerá y el Señor de toda la Tierra te protegerá.» Durante varias semanas, María reflexionó sobre esta visita de manera secreta en su corazón. Cuando estuvo segura de que esperaba un hijo, se atrevió por fin a revelar a su marido estos acontecimientos inusitados. Cuando José escuchó toda la historia, y aunque confiaba plenamente en María, se quedó muy preocupado y perdió el sueño durante varias noches. Primero José tuvo dudas sobre la visita de Gabriel. Luego, cuando se persuadió casi por completo de que María había oído realmente la voz y había contemplado la forma del mensajero divino, se torturó la mente preguntándose cómo podían suceder tales cosas. ¿Cómo era posible que un descendiente de seres humanos pudiera ser un hijo del destino divino? José no podía conciliar estas ideas contradictorias hasta que, después de varias semanas de reflexión, tanto él como María llegaron a la conclusión de que habían sido elegidos como padres del Mesías, aunque los judíos casi no tenían el concepto de que el liberador esperado tuviera que ser de naturaleza divina. Una vez que llegaron a esta conclusión trascendental, María se apresuró a partir para charlar con Isabel. A su regreso, María fue a visitar a sus padres, Joaquín y Ana. Sus dos hermanos, sus dos hermanas, así como sus padres, fueron siempre muy escépticos respecto a la misión divina de Jesús, aunque por aquel entonces no sabían nada, por supuesto, de la visita de Gabriel. 261


Pero María sí le confió a su hermana Salomé que creía que su hijo estaba destinado a ser un gran maestro. La anunciación de Gabriel a María tuvo lugar al día siguiente de la concepción de Jesús, y fue el único acontecimiento de naturaleza sobrenatural que se produjo en toda su experiencia de gestar y dar a luz al hijo de la promesa. 4. El sueño de José

José no aceptó la idea de que María iba a ser la madre de un hijo extraordinario hasta después de haber experimentado un sueño bastante impresionante. En este sueño, se le apareció un brillante mensajero celestial que le dijo, entre otras cosas: «José, aparezco ante ti por orden de Aquel que ahora reina en las alturas; he recibido el mandato de informarte acerca del hijo que María va a tener, y que llegará a ser una gran luz en el mundo. En él estará la vida, y su vida se convertirá en la luz de la humanidad. Vendrá primero hacia su propio pueblo, pero ellos casi no lo recibirán; pero a todos los que lo reciban, les revelará que son hijos de Dios.» Después de esta experiencia, José no volvió a dudar nunca más de la historia de María sobre la visita de Gabriel, ni de la promesa de que el niño por nacer sería un mensajero divino para el mundo. En todas estas visitas no se había dicho nada sobre la casa de David. Nunca se había insinuado nada de que Jesús fuera a convertirse en el «liberador de los judíos», ni tampoco que debiera ser el tan esperado Mesías. Jesús no era el tipo de Mesías que los judíos esperaban, pero 262


sí era el libertador del mundo. Su misión era para todas las razas y para todos los pueblos, no para un grupo en particular. José no descendía del linaje del rey David. María tenía más antepasados que José en la rama de David. Es verdad que José fue a Belén, la ciudad de David, para registrarse en el censo romano, pero esto se debió al hecho de que, seis generaciones antes, el antepasado paterno de José de aquella generación, como era huérfano, había sido adoptado por un tal Zadoc, que era descendiente directo de David; por eso José también contaba como perteneciente a la «casa de David». La mayoría de las llamadas profecías mesiánicas del Antiguo Testamento fueron redactadas para acomodarlas a Jesús mucho tiempo después de su vida en la Tierra. Durante siglos, los profetas hebreos habían proclamado la venida de un libertador, y estas promesas habían sido interpretadas por las generaciones sucesivas como que se referían a un nuevo gobernante judío que se sentaría en el trono de David, y que mediante los célebres métodos milagrosos de Moisés, establecería a los judíos en Palestina como una nación poderosa, libre de toda dominación extranjera. Además, muchos pasajes metafóricos que se encontraban por todas partes en las escrituras hebreas fueron, con posterioridad, aplicados erróneamente a la misión de la vida de Jesús. Muchos textos del Antiguo Testamento fueron tergiversados para que parecieran cuadrar con algunos episodios de la vida terrestre del Maestro. Jesús mismo negó una vez, públicamente, toda conexión con la casa real de David. Incluso el pasaje «una joven dará a luz a un hijo», se cambió en «una virgen dará a luz a un hijo». Lo mismo sucedió con las numerosas genealogías de José y María que se compusieron después... Muchos de estos linajes contienen bastantes antepasados del Maestro, pero en general no son auténticos y no se puede confiar en su exactitud. Con demasiada frecuencia, los primeros seguidores de Jesús sucumbieron a la tentación de hacer que todas las antiguas declaraciones proféticas parecieran encontrar su cumplimiento en la vida de su Señor y Maestro. 5. Los padres terrestres de Jesús José era un hombre de modales dulces, extremadamente escrupuloso, y fiel en todos los aspectos a las convenciones y prácticas religiosas de su pueblo. Hablaba poco, pero pensaba mucho. La penosa condición del pueblo judío entristecía mucho a José. En su juventud, conviviendo con sus ocho hermanos y hermanas, había sido más alegre, pero durante los primeros años de su vida matrimonial (durante la infancia de Jesús) sufrió períodos de ligero desaliento espiritual. Estas manifestaciones temperamentales se atenuaron considerablemente poco antes de su muerte prematura y después de que la situación económica de su familia hubiera mejorado gracias a su ascenso desde la categoría de carpintero a la función de próspero contratista. 263


El temperamento de María era totalmente opuesto al de su marido. Habitualmente alegre, rara vez se encontraba abatida, y poseía un carácter siempre risueño. María se permitía expresar libre y frecuentemente sus sentimientos emocionales, y nunca se la vio afligida hasta después de la muerte súbita de José. Apenas se había recuperado de este golpe cuando tuvo que enfrentarse con las ansiedades y las dudas que despertaron en ella la extraordinaria carrera de su hijo mayor, que se desarrollaba tan rápidamente ante sus ojos asombrados. Pero durante toda esta experiencia insólita, María se mantuvo serena, animosa y bastante juiciosa en sus relaciones con su extraño y poco comprensible hijo mayor, y con sus hermanos y hermanas sobrevivientes. Jesús poseía de su padre gran parte de su dulzura excepcional y de su maravillosa comprensión benevolente de la naturaleza humana; había heredado de su madre su don de gran educador y su formidable capacidad de justa indignación. En sus reacciones emocionales hacia su entorno durante su vida adulta, Jesús era en ciertos momentos como su padre, meditativo y piadoso, a veces caracterizado por una tristeza aparente; pero en la mayoría de los casos continuaba hacia adelante a la manera optimista y decidida del carácter de su madre. En conjunto, el temperamento de María tendía a dominar la carrera del Hijo divino a medida que crecía y avanzaba a grandes pasos hacia su vida de adulto. En algunos detalles, Jesús era una mezcla de los rasgos de sus padres; en otros aspectos, los rasgos de uno predominaban sobre los del otro. Jesús poseía de José su estricta educación en los usos de las ceremonias judías y su conocimiento excepcional de las escrituras hebreas; de María obtuvo un punto de vista más amplio de la vida religiosa y un concepto más liberal de la libertad espiritual personal. Las familias de José y de María eran muy instruidas para su tiempo. José y María poseían una educación que estaba muy por encima del promedio de su época y de su posición social. Él era un pensador; ella sabía planificar, era experta en adaptarse y práctica en la ejecución de las tareas inmediatas. José era moreno con los ojos negros; María era casi rubia con los ojos castaños. Si José hubiera vivido, se habría convertido sin duda alguna en un firme creyente en la misión divina de su hijo mayor. María alternaba entre la creencia y la duda, enormemente influida por la postura que tomaron sus otros hijos y sus amigos y parientes, pero su actitud final siempre estuvo fortalecida por el recuerdo de la aparición de Gabriel inmediatamente después de la concepción del niño. María era una tejedora experta, con una habilidad por encima de la media en la mayoría de las artes hogareñas de la época; era una buena ama de casa, con capacidad sobrada para crear un hogar. Tanto José como María eran buenos educadores, y se preocuparon por que sus hijos estuvieran bien instruidos en los conocimientos de su tiempo. Cuando José era joven, fue contratado por el padre de María para construir un anexo a su casa; en el transcurso de una comida al 264


mediodía, María llevó a José un vaso de agua, y fue en ese momento cuando empezó realmente el cortejo de los dos jóvenes que estaban destinados a ser los padres de Jesús. José y María se casaron, de acuerdo con la costumbre judía, en la casa de María, en las afueras de Nazaret, cuando José contaba veintiún años de edad. Esta boda fue la culminación de un noviazgo normal de casi dos años. Poco después se trasladaron a su nueva casa de Nazaret, que había sido construida por José con la ayuda de dos de sus hermanos. La casa estaba situada al pie de una elevación que dominaba de manera muy agradable la comarca circundante. En esta casa especialmente preparada, los jóvenes esposos en espera de niño pensaban acoger al hijo de la promesa, sin saber que este importante acontecimiento del universo iba a suceder en Belén de Judea, mientras estaban ausentes de su domicilio. La mayor parte de la familia de José se hizo creyente en las enseñanzas de Jesús, pero muy pocos miembros de la familia de María creyeron en él hasta después de su partida de este mundo. José se inclinaba más hacia el concepto espiritual del Mesías esperado, pero María y su familia, y sobre todo su padre, mantenían la idea de un Mesías como liberador temporal y gobernante político. Los antepasados de María se habían identificado de manera destacada con las actividades de los Macabeos, en tiempos por aquel entonces muy recientes. José sostenía vigorosamente el punto de vista oriental, o babilonio, de la religión judía; María tendía fuertemente hacia la interpretación occidental, o helenística, de la ley y de los profetas, que era más amplia y liberal. 6. El hogar de Nazaret

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La casa de Jesús no estaba lejos de la elevada colina situada en la parte norte de Nazaret, a cierta distancia de la fuente del pueblo, que se encontraba en la sección oriental de la población. La familia de Jesús vivía en las afueras de la ciudad, lo que le facilitó posteriormente a Jesús disfrutar de frecuentes paseos por el campo y subir a la cumbre de esta montaña cercana, la más alta de todas las colinas del sur de Galilea, a excepción de la cadena del Monte Tabor al este, y de la colina de Naín, que tenía aproximadamente la misma altura. Su casa estaba situada un poco hacia el sur y el este del promontorio sur de esta colina, y aproximadamente a mitad de camino entre la base de esta elevación y la carretera que conducía de Nazaret a Caná. Además de subir a la colina, el paseo favorito de Jesús era un estrecho sendero que rodeaba la base de la colina en dirección nordeste, hasta el lugar donde se unía con la carretera de Séforis. La casa de José y María era una construcción de piedra compuesta por una habitación con un techo plano, más un edificio adyacente para alojar a los animales. Los muebles consistían en una mesa baja de piedra, platos y ollas de barro y de piedra, un telar, una lámpara, varios taburetes pequeños y alfombras para dormir sobre el piso de piedra. En el patio trasero, cerca del anexo para los animales, había un cobertizo que protegía el horno y el molino para moler el grano. Se necesitaban dos personas para utilizar este tipo de molino, una para moler y otra para echar el grano. Cuando Jesús era pequeño, echaba grano con frecuencia en este molino mientras que su madre hacía girar la muela. Años más tarde, cuando la familia creció, todos se sentaban en cuclillas alrededor de la mesa de piedra agrandada para disfrutar de sus comidas, y se servían el alimento de un plato o de una olla común. En invierno, la mesa estaba iluminada durante la cena por una pequeña lámpara plana de arcilla que llenaban con aceite de oliva. Después del nacimiento de Marta, José construyó un agregado a esta casa, una amplia habitación que se utilizaba como taller de carpintería durante el día y como dormitorio por la noche. 7. El viaje a Belén En el mes de marzo del año 8 a. de J.C. (el mes en que José y María se casaron) César Augusto decretó que todos los habitantes del Imperio Romano tenían que ser contados, que había que hacer un censo para mejorar el sistema de los impuestos. Los judíos siempre habían estado enormemente predispuestos contra cualquier intento por «contar al pueblo»; este hecho, sumado a las graves dificultades internas de Herodes, rey de Judea, había contribuido a retrasar un año este empadronamiento en el reino judío. En todo el Imperio Romano, este censo se llevó a cabo en el año 8 a. de J.C., excepto en el reino de Herodes en Palestina, donde tuvo lugar un año más tarde, en el año 7 a. de J.C. 266


No era necesario que María fuera a Belén para empadronarse — José estaba autorizado para registrar a su familia — pero María, que era una persona intrépida y decidida, insistió en acompañarle. Temía quedarse sola por si el niño nacía durante la ausencia de José, y puesto que Belén no estaba lejos de la Ciudad de Judá, María preveía la posibilidad de una agradable charla con su pariente Isabel. José prácticamente prohibió a María que lo acompañara, pero no sirvió de nada; en el momento de empaquetar la comida para el viaje de tres o cuatro días, preparó raciones para dos personas y se aprestó para partir. Pero antes de ponerse efectivamente en camino, José ya había consentido en que María lo acompañara, y dejaron alegremente Nazaret al despuntar el día. José y María eran pobres, y como sólo tenían una bestia de carga, María, que estaba encinta, montó sobre el animal con las provisiones mientras que José caminaba conduciendo a la bestia. Construir y amueblar la casa había sido un gran gasto para José, que también tenía que contribuir al mantenimiento de sus padres, ya que su padre se había quedado incapacitado hacía poco tiempo. Así es como esta pareja judía partió de su humilde hogar, por la mañana temprano, el 18 de agosto del año 7 a. de J.C., en dirección a Belén. Su primer día de viaje les llevó cerca de los cerros al pie del Monte Gilboa, donde acamparon durante la noche junto al río Jordán, e hicieron muchas especulaciones sobre la naturaleza del hijo que iba a nacer; José se adhería al concepto de un maestro espiritual y María sostenía la idea de un Mesías judío, un liberador de la nación hebrea. A primeras horas de la radiante mañana del 19 de agosto, José y María se pusieron de nuevo en camino. Tomaron su comida del mediodía al pie del Monte Sartaba, que domina el valle del Jordán, y continuaron su viaje, llegando por la noche a Jericó, donde se alojaron en una posada del camino, en las afueras de la ciudad. Después de la cena y de mucho discutir sobre la opresión del gobierno romano, Herodes, la inscripción en el censo y la influencia comparativa de Jerusalén y Alejandría como centros del saber y de la cultura judíos, los viajeros de Nazaret se retiraron a dormir. El 20 de agosto por la mañana temprano reanudaron su viaje, llegando a Jerusalén antes del mediodía; visitaron el templo y continuaron hacia su destino, llegando a Belén a media tarde. La posada estaba atestada, y en consecuencia José buscó alojamiento en casa de unos parientes lejanos, pero todas las habitaciones de Belén estaban llenas a rebosar. Al regresar al patio de la posada, le informaron que los establos para las caravanas, labrados en los lados de la roca y situados justo por debajo de la posada, habían sido desalojados de sus animales y limpiados para recibir huéspedes. Dejando el asno en el patio, José se echó al hombro las bolsas de ropa y de provisiones, y descendió con María los escalones de piedra hasta su alojamiento en la parte inferior. Se instalaron en lo que había sido un almacén de grano, enfrente de los establos y de los pesebres. Habían colgado cortinas de lona, y se consideraron afortunados por haber conseguido un alojamiento tan cómodo. 267


José había pensado ir a inscribirse enseguida, pero María estaba cansada; se sentía bastante mal y le rogó que permaneciera con ella, lo cual hizo. 8. El nacimiento de Jesús

María estuvo inquieta toda aquella noche, de manera que ninguno de los dos durmió mucho. Al amanecer, los dolores del parto empezaron claramente, y a mediodía, el 21 de agosto del año 7 a. de J.C., con la ayuda y la asistencia generosa de unas viajeras como ella, María dio a luz a un niño varón. Jesús de Nazaret había nacido en el mundo. Se le envolvió en las ropas que María había traído por precaución, y se le acostó en un pesebre cercano. El niño de la promesa había nacido exactamente de la misma manera que todos los niños que antes y después de ese día han llegado al mundo. Al octavo día, según la costumbre judía, fue circuncidado y se le llamó oficialmente Josué (Jesús). Al día siguiente del nacimiento de Jesús, José fue a empadronarse. Se encontró con un hombre con quien habían conversado dos noches antes en Jericó, y éste lo llevó a ver a un amigo rico que ocupaba una habitación en la posada, el cual dijo que con mucho gusto intercambiaría su alojamiento con el de la pareja de Nazaret. Aquella misma tarde se trasladaron a la posada, donde permanecieron cerca 268


de tres semanas, hasta que encontraron alojamiento en la casa de un pariente lejano de José. Al segundo día del nacimiento de Jesús, María envió un mensaje a Isabel indicándole que su hijo había nacido, y ésta le respondió invitando a José a que subiera a Jerusalén para hablar con Zacarías de todos sus asuntos. A la semana siguiente, José fue a Jerusalén para conversar con Zacarías. Tanto Zacarías como Isabel habían llegado al sincero convencimiento de que Jesús estaba destinado a ser en verdad el libertador de los judíos, el Mesías, y que su hijo Juan sería el jefe de sus ayudantes, el brazo derecho de su destino. Como María compartía las mismas ideas, no fue difícil convencer a José para que se quedaran en Belén, la Ciudad de David, con objeto de que cuando Jesús creciera, pudiera ocupar el trono de todo Israel como sucesor de David. Por consiguiente, permanecieron más de un año en Belén, y José efectuó mientras tanto algunos trabajos en su oficio de carpintero.

Aquel mediodía en que nació Jesús, los serafines…, reunidos bajo las órdenes de sus directores, cantaron efectivamente himnos de gloria por encima del pesebre de Belén, pero estas expresiones de alabanza no fueron oídas por los oídos humanos. Ningún pastor u otra criatura mortal vino a rendir homenaje al niño de Belén, hasta el día en que llegaron ciertos sacerdotes de Ur, que habían sido enviados por Zacarías desde Jerusalén. Hacía algún tiempo, un extraño educador religioso de su país les había dicho a estos sacerdotes de Mesopotamia que había tenido un sueño en el cual se le informaba que la «luz de la vida» estaba a punto de aparecer en la Tierra como un niño y entre los judíos. Y hacia allí se dirigieron estos tres sacerdotes en busca de esta «luz de la vida». Después de muchas semanas de búsqueda infructuosa en Jerusalén, estaban a punto de regresar a Ur cuando Zacarías se encontró con ellos, y les reveló su creencia de que Jesús era el objeto de su búsqueda; los envió a Belén, 269


donde encontraron al niño y dejaron sus regalos a María, su madre terrestre. El niño tenía casi tres semanas en el momento de su visita. Estos hombres sabios no vieron ninguna estrella que los guiara hasta Belén. La hermosa leyenda de la estrella de Belén se originó de la manera siguiente: Jesús había nacido el 21 de agosto, a mediodía, del año 7 a. de J.C. El 29 de mayo del mismo año 7 tuvo lugar una extraordinaria conjunción de Júpiter y de Saturno en la constelación de Piscis. Es un hecho astronómico notable que se produjeran conjunciones similares el 29 de septiembre y el 5 de diciembre del mismo año. Basándose en estos acontecimientos extraordinarios, pero totalmente naturales, los seguidores bien intencionados de las generaciones siguientes construyeron la atractiva leyenda de la estrella de Belén, que conducía a los Magos adoradores hasta el pesebre, donde contemplaron y adoraron al niño recién nacido. Las mentes de Oriente y del próximo Oriente se deleitan con los cuentos de hadas y tejen continuamente hermosos mitos como éste alrededor de la vida de sus dirigentes religiosos y de sus héroes políticos. En ausencia de imprenta, cuando la mayoría del conocimiento humano se trasmitía oralmente de una generación a la siguiente, era muy fácil que los mitos se transformaran en tradiciones, y que las tradiciones fueran aceptadas finalmente como hechos. 9. La presentación en el templo Moisés había enseñado a los judíos que cada hijo primogénito pertenecía al Señor, pero que en lugar de sacrificarlo, como era costumbre entre las naciones paganas, ese hijo podría vivir siempre que sus padres lo redimieran mediante el pago de cinco siclos a cualquier sacerdote autorizado. También existía un mandato mosaico que ordenaba que después de haber pasado cierto tiempo, una madre tenía que presentarse en el templo para purificarse (o que alguien hiciera en su lugar el sacrificio apropiado). Era costumbre realizar ambas ceremonias al mismo tiempo.

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En consecuencia, José y María subieron personalmente al templo, en Jerusalén, para presentar a Jesús ante los sacerdotes, efectuar su redención y hacer al mismo tiempo el sacrificio apropiado para asegurar la purificación ceremonial de María de la supuesta impureza del alumbramiento. Dos personajes notables se paseaban constantemente por los patios del templo: Simeón, un cantor, y Ana, una poetisa. Simeón era judío, pero Ana era galilea. Los dos estaban juntos con frecuencia y ambos eran íntimos amigos del sacerdote Zacarías, que les había confiado el secreto de Juan y de Jesús. Tanto Simeón como Ana deseaban ardientemente la venida del Mesías, y su confianza en Zacarías les condujo a creer que Jesús era el libertador esperado por el pueblo judío. Zacarías sabía el día que José y María tenían que venir al templo con Jesús y había convenido con Simeón y Ana que, en la procesión de los niños primogénitos, haría un saludo con la mano levantada para indicarles cuál era Jesús. Para esta ocasión, Ana había escrito un poema que Simeón se puso a cantar, ante el gran asombro de José, de María y de todos los que se encontraban reunidos en los patios del templo. He aquí su himno de redención del hijo primogénito: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, Porque nos ha visitado y ha traído la redención a su pueblo; Ha suscitado un poder salvador para todos nosotros En la casa de su siervo David. Según ha dicho por boca de sus santos profetas — Nos salva de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; Muestra misericordia a nuestros padres y recuerda su santa alianza — El juramento por el que prometió a Abraham nuestro padre, Que nos concedería, después de librarnos de la mano de nuestros enemigos, Servirle sin temor, En santidad y rectitud delante suya, todos los días de nuestra vida. Sí, y tú, niño de la promesa, serás llamado el profeta del Altísimo; Porque irás delante de la faz del Señor para establecer su reino, Para dar conocimiento de la salvación a su pueblo En la remisión de sus pecados. Regocijaos en la tierna misericordia de nuestro Dios, porque desde lo alto el alba nos ha visitado ahora Para iluminar a los que habitan en las tinieblas y en la sombra de la muerte, Para guiar nuestros pasos por los caminos de la paz. Y ahora deja a tu siervo partir en paz, Oh, Señor, según tu palabra, Porque mis ojos han contemplado tu salvación, Que has preparado delante de la faz de todos los pueblos; 271


Una luz para iluminar incluso a los gentiles Y para la gloria de tu pueblo Israel. En el camino de vuelta a Belén, José y María permanecieron silenciosos — confundidos y sobrecogidos. María estaba muy turbada por el saludo de despedida de Ana, la anciana poetisa, y José no estaba de acuerdo con este esfuerzo prematuro por hacer de Jesús el Mesías esperado del pueblo judío. 10. Herodes actúa Pero los espías de Herodes no estaban inactivos. Cuando le informaron de la visita de los sacerdotes de Ur a Belén, Herodes ordenó que estos caldeos se presentaran ante él. Interrogó cuidadosamente a estos sabios sobre el nuevo «rey de los judíos», pero le proporcionaron poca satisfacción, explicando que el niño había nacido de una mujer que había venido a Belén con su marido para registrarse en el censo. Herodes no estaba satisfecho con esta respuesta y los despidió con una bolsa de dinero, ordenándoles que encontraran al niño para que él también pudiera ir a adorarlo, puesto que habían declarado que su reino sería espiritual, y no temporal. Como los sabios no regresaban, Herodes empezó a sospechar. Mientras le daba vueltas a estas cosas en su cabeza, sus espías regresaron y le dieron un informe completo sobre los recientes incidentes acaecidos en el templo; le trajeron una copia de algunas partes de la canción de Simeón que se había cantado en las ceremonias de la redención de Jesús. Pero no se les había ocurrido seguir a José y María, y Herodes se encolerizó mucho con ellos cuando no pudieron decirle a dónde se había dirigido la pareja con el niño. Envió entonces a unos indagadores para que localizaran a José y María. Al enterarse que Herodes perseguía a la familia de Nazaret, Zacarías e Isabel permanecieron alejados de Belén. El niño fue ocultado en casa de unos parientes de José. José tenía miedo de buscar trabajo, y sus pocos ahorros estaban desapareciendo rápidamente. Incluso en el momento de las ceremonias de purificación en el templo, José se consideró lo bastante pobre como para limitar a dos palomas jóvenes la ofrenda de María, tal como Moisés había ordenado para la purificación de las madres pobres. Después de más de un año de búsqueda, los espías de Herodes aún no habían localizado a Jesús; y como se sospechaba que el niño estaba todavía oculto en Belén, Herodes preparó un decreto ordenando que se hiciera una búsqueda sistemática en todas las casas de Belén, y que mataran a todos los niños varones con menos de dos años de edad. De esta manera, Herodes pretendía asegurarse de que el niño que estaba destinado a ser el «rey de los judíos» sería destruido. Y así fue como en un día perecieron dieciséis niños varones en Belén de Judea. La intriga y el asesinato, incluso dentro de su propia familia cercana, eran cosa corriente en la corte de Herodes. 272


La masacre de estos niños tuvo lugar a mediados de octubre del año 6 a. de J.C., cuando Jesús tenía poco más de un año. Pero incluso entre los miembros de la corte de Herodes había creyentes en el Mesías venidero, y uno de ellos, al enterarse de la orden de matar a los niños de Belén, se puso en contacto con Zacarías, quien a su vez envió un mensajero a José; la noche antes de la masacre, José y María salieron de Belén con el niño, camino de Alejandría en Egipto. Para evitar atraer la atención, viajaron solos con Jesús hasta Egipto. Fueron a Alejandría con los fondos que les proporcionó Zacarías, y allí José trabajó en su oficio, mientras que María y Jesús se alojaron con unos parientes acomodados de la familia de José. Vivieron en Alejandría dos años completos, y no regresaron a Belén hasta después de la muerte de Herodes. Los primeros años de la infancia de Jesús DEBIDO a las incertidumbres y ansiedades de su estancia en Belén, María no destetó al niño hasta que llegaron sanos y salvos a Alejandría, donde la familia pudo llevar una vida normal. Vivieron con unos parientes, y José pudo mantener fácilmente a su familia porque consiguió trabajo poco después de su llegada. Estuvo empleado como carpintero durante varios meses y luego lo promovieron al puesto de capataz de un gran grupo de obreros que estaban ocupados en la construcción de un edificio público, entonces en obras. Esta nueva experiencia le dio la idea de hacerse contratista y constructor después de que regresaran a Nazaret.

Durante todos estos primeros años de infancia en que Jesús estaba indefenso, María mantuvo una larga y constante vigilancia para que no le ocurriera nada a su hijo que pudiera amenazar su bienestar, o que pudiera obstaculizar, de alguna manera, su futura misión en la 273


Tierra; ninguna madre estuvo nunca más consagrada a su hijo. En el hogar donde se encontraba Jesús, había otros dos niños aproximadamente de su misma edad, y entre los vecinos cercanos, seis más cuyas edades se acercaban lo suficiente a la suya como para ser unos compañeros de juego aceptables. Al principio, María estuvo tentada de mantener a Jesús muy cerca de ella. Temía que le ocurriera algo si se le permitía jugar en el jardín con los otros niños, pero José, con la ayuda de sus parientes, consiguió convencerla de que esta actitud privaría a Jesús de la útil experiencia de aprender a adaptarse a los niños de su edad. Comprendiendo que un programa así de protección exagerada e inhabitual podría hacer que el niño se volviera cohibido y un tanto egocéntrico, María dio finalmente su consentimiento al plan que permitía al niño… crecer exactamente como todos los demás niños. Aunque cumplió con esta decisión, efectuó su papel de estar siempre vigilante mientras que los pequeños jugaban alrededor de la casa o en el jardín. Sólo una madre amorosa puede comprender la carga que María tuvo que soportar en su corazón por la seguridad de su hijo durante estos años de su niñez y de su primera infancia. Durante los dos años de su estancia en Alejandría, Jesús gozó de buena salud y siguió creciendo normalmente. Aparte de unos pocos amigos y parientes, no se dijo a nadie que Jesús era un «niño de la promesa». Uno de los parientes de José lo reveló a unos amigos de Menfis, descendientes del lejano Akenatón. Éstos se reunieron, con un pequeño grupo de creyentes de Alejandría, en la suntuosa casa del pariente y benefactor de José, poco antes de regresar a Palestina, para presentar sus mejores deseos a la familia de Nazaret y sus respetos al niño. En esta ocasión, los amigos reunidos regalaron a Jesús un ejemplar completo de la traducción al griego de las escrituras hebreas.

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Pero este ejemplar de los textos sagrados judíos no se lo entregaron a José hasta que él y María declinaron definitivamente la invitación de sus amigos de Menfis y Alejandría de permanecer en Egipto. Estos creyentes afirmaban que el hijo del destino podría ejercer una influencia mundial mucho mayor si residía en Alejandría que en cualquier lugar determinado de Palestina. Estos argumentos retrasaron algún tiempo su regreso a Palestina, después de recibir la noticia de la muerte de Herodes. Finalmente, José y María se despidieron de Alejandría en un barco propiedad de su amigo Esraeon, con destino a Jope, puerto al que llegaron a finales de agosto del año 4 a. de J.C. Se dirigieron directamente a Belén, donde pasaron todo el mes de septiembre en deliberaciones con sus amigos y parientes para decidir si debían quedarse allí o regresar a Nazaret. María nunca había abandonado por completo la idea de que Jesús debería crecer en Belén, la Ciudad de David. José no creía en realidad que su hijo estuviera destinado a ser un rey liberador de Israel. Además, sabía que él mismo no era un verdadero descendiente de David; el hecho de contar entre el linaje de David se debía a que uno de sus antepasados había sido adoptado por la línea de descendientes davídicos. María consideraba naturalmente que la Ciudad de David era el lugar más apropiado para criar al nuevo candidato al trono de David, pero José prefería tentar la suerte con Herodes Antipas antes que con su hermano Arquelao. Albergaba muchos temores por la seguridad del niño en Belén o en cualquier 275


otra ciudad de Judea; suponía que era más probable que Arquelao continuara con la política amenazadora de su padre Herodes, a que lo hiciera Antipas en Galilea. Aparte de todas estas razones, José expresó abiertamente su preferencia por Galilea, porque lo consideraba un lugar más adecuado para criar y educar al niño, pero necesitó tres semanas para vencer las objeciones de María.

El primero de octubre, José había convencido a María y a todos sus amigos de que era mejor para ellos regresar a Nazaret. En consecuencia, a principios de octubre del año 4 a. de J.C., partieron de Belén rumbo a Nazaret por el camino de Lida y Escitópolis. Salieron un domingo por la mañana temprano; María y el niño iban montados en la bestia de carga que acababan de adquirir, mientras que José y cinco parientes los acompañaban a pie; los parientes de José no consintieron que viajaran solos hasta Nazaret. Temían ir a Galilea pasando por Jerusalén y el valle del Jordán, y las rutas occidentales no eran del todo seguras para dos viajeros solitarios con un niño de poca edad. 1. De regreso a Nazaret Al cuarto día de viaje, el grupo llegó sano y salvo a su destino. Llegaron sin anunciarse a su casa de Nazaret, ocupada desde hacía más de tres años por uno de los hermanos casados de José, que en verdad se quedó sorprendido al verlos; lo habían hecho todo tan calladamente, que ni la familia de José ni la de María sabían siquiera que habían dejado Alejandría. Al día siguiente, el hermano de José se mudó con su familia, y María, por primera vez desde el nacimiento de Jesús, se instaló con su pequeña familia para disfrutar de la vida en su propio hogar. En menos de una semana, José consiguió trabajo como carpintero, y fueron extremadamente felices. 276


Jesús tenía unos tres años y dos meses cuando volvieron a Nazaret. Había soportado muy bien todos estos viajes y gozaba de excelente salud; estaba lleno de alegría y entusiasmo infantil al tener una casa propia donde poder correr y disfrutar. Pero echaba mucho de menos la relación con sus compañeros de juego de Alejandría. Camino de Nazaret, José había persuadido a María de que sería imprudente divulgar, entre sus amigos y parientes galileos, la noticia de que Jesús era un niño de la promesa. Acordaron no mencionar a nadie este asunto, y ambos cumplieron fielmente esta promesa. Todo el cuarto año de Jesús fue un período de desarrollo físico normal y de actividad mental poco común. Mientras tanto, se había hecho muy amigo de un niño vecino, aproximadamente de su edad, llamado Jacobo. Jesús y Jacobo siempre eran felices jugando juntos, y crecieron siendo grandes amigos y leales compañeros. El siguiente acontecimiento importante en la vida de esta familia de Nazaret fue el nacimiento del segundo hijo, Santiago, al amanecer del 2 de abril del año 3 a. de J.C. Jesús estaba muy emocionado con la idea de tener un hermanito, y permanecía cerca de él durante horas simplemente para observar los primeros gestos del bebé. Fue a mediados del verano de este mismo año cuando José construyó un pequeño taller cerca de la fuente del pueblo y del solar donde se detenían las caravanas. A partir de entonces hizo muy pocos trabajos de carpintería al día. Tenía como socios a dos de sus hermanos y a varios obreros más, a quienes enviaba a trabajar fuera mientras él permanecía en el taller fabricando arados, yugos y otros objetos de madera. También hizo algunos trabajos con el cuero, la soga y la lona. A medida que Jesús crecía, y cuando no estaba en la escuela, repartía su tiempo casi por igual entre ayudar a su madre en los quehaceres del hogar y observar a su padre en el trabajo del taller, escuchando al mismo tiempo las conversaciones y las noticias de los conductores y viajeros de las caravanas procedentes de todos los rincones de la Tierra.

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En julio de este año, un mes antes de cumplir Jesús los cuatro años, una epidemia maligna de trastornos intestinales, contagiada por los viajeros de las caravanas, se extendió por todo Nazaret. María se alarmó tanto por el peligro al que Jesús estaba expuesto con esta enfermedad epidémica, que preparó a sus dos hijos y huyó a la casa de campo de su hermano, a varios kilómetros al sur de Nazaret, en la carretera de Meguido, cerca de Sarid. Estuvieron fuera de Nazaret durante más de dos meses; Jesús disfrutó mucho con su primera experiencia en una granja. 2. El quinto año (año 2 a. de J.C.) Jesús cumplió cinco años en agosto de este año, y por ello nos referiremos a él como el quinto año (civil) de su vida. En este año 2 a. de J.C., poco más de un mes antes de su quinto cumpleaños, Jesús se sintió muy feliz con la llegada al mundo de su hermana Miriam, que nació en la noche del 11 de julio. Durante el atardecer del día siguiente, Jesús tuvo una larga conversación con su padre sobre la manera en que los diversos grupos de seres vivos nacen en el mundo como individuos diferentes. La parte más valiosa de la primera educación de Jesús la proporcionaron sus padres, respondiendo a sus preguntas reflexivas y penetrantes. José no dejó nunca de cumplir plenamente con su deber, tomándose el trabajo y encontrando el tiempo para contestar a las numerosas preguntas del niño. Desde los cinco hasta los diez años, Jesús fue una interrogación permanente. 278


Aunque José y María no siempre podían contestar a sus preguntas, nunca dejaron de discutirlas a fondo, y lo ayudaban de todas las maneras posibles en sus esfuerzos por encontrar una solución satisfactoria al problema que su mente despierta le había sugerido.

Desde su regreso a Nazaret, habían tenido una intensa vida familiar, y José había estado extraordinariamente ocupado con la construcción de su nuevo taller y la reanudación de sus negocios. Tenía tanto trabajo que no había encontrado tiempo para hacer una cuna para Santiago, pero esto pudo remediarlo mucho antes de que naciera Miriam, de manera que ella contó con una cuna muy cómoda en la cual se acurrucaba mientras que la familia la admiraba. El niño Jesús participaba de todo corazón en todas estas experiencias naturales y normales del hogar. Disfrutaba mucho con su hermanito y su hermanita, y ayudaba mucho a María cuidando de ellos. En el mundo de los gentiles de aquellos tiempos, había pocos hogares que pudieran proporcionar a un niño una educación intelectual, moral y religiosa mejor que la de los hogares judíos de Galilea. Estos judíos tenían un programa sistemático para criar y educar a sus hijos. Dividían la vida de los niños en siete etapas: El niño recién nacido hasta el octavo día. El niño de pecho. El destete del niño. El período de dependencia de la madre, hasta el final del quinto año. 279


El comienzo de la independencia del niño, y en el caso de los hijos varones, el padre asumía la responsabilidad de su educación. Los chicos y las chicas adolescentes. Los hombres y las mujeres jóvenes. Los judíos de Galilea tenían la costumbre de que la madre se responsabilizara de la educación del niño hasta que éste cumplía los cinco años, y si el niño era varón, entonces el padre se encargaba en adelante de su educación. Así pues, aquel año Jesús entró en la quinta etapa de la carrera de un niño judío de Galilea; en consecuencia, el 21 de agosto del año 2 a. de J.C., María transfirió formalmente a José la educación futura de su hijo. Aunque José tenía que asumir ahora directamente la responsabilidad de la educación intelectual y religiosa de Jesús, su madre seguía ocupándose de su educación hogareña. Le enseñó a conocer y a cuidar las parras y las flores que crecían en las tapias del jardín que rodeaban por completo la parcela de su hogar. María también se ocupó de poner en el tejado de la casa (el dormitorio de verano) unos cajones de arena poco profundos, en los que Jesús dibujaba mapas y efectuó la mayoría de sus primeras prácticas de escritura en arameo, en griego y más tarde en hebreo, porque aprendió en su momento a leer, escribir y hablar con fluidez estos tres idiomas. Jesús tenía la apariencia física de un niño casi perfecto y continuaba progresando de manera normal en el aspecto mental y emocional. Tuvo un ligero problema digestivo, su primera enfermedad leve, a finales de este año, su quinto año (civil).

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Aunque José y María hablaban con frecuencia del futuro de su hijo mayor, si hubierais estado allí, únicamente habríais observado el crecimiento de un niño normal de aquel tiempo y lugar, sano, sin preocupaciones, pero extremadamente ávido de saber. 3. Los acontecimientos del sexto año (año 1 a. de J.C.) Con la ayuda de su madre, Jesús ya había dominado el dialecto galileo de la lengua aramea; ahora, su padre empezó a enseñarle el griego. María lo hablaba poco, pero José hablaba bien el griego y el arameo. El libro de texto para estudiar la lengua griega era el ejemplar de las escrituras hebreas — una versión completa de la ley y de los profetas, incluidos los salmos — que les habían regalado a su partida de Egipto. En todo Nazaret sólo había dos ejemplares completos de las escrituras en griego, y la posesión de uno de ellos por parte de la familia del carpintero hacía de la casa de José un lugar muy solicitado, lo que permitió a Jesús conocer, a medida que crecía, una procesión casi interminable de personas estudiosas serias y de sinceros buscadores de la verdad. Antes de terminar este año, Jesús había asumido la custodia de este manuscrito inestimable, habiéndose enterado el día de su sexto cumpleaños que el libro sagrado se lo habían regalado los amigos y parientes de Alejandría. Muy poco tiempo después podía leerlo con toda facilidad. La primera gran conmoción en la joven vida de Jesús tuvo lugar cuando aún no tenía seis años. Al chico le parecía que su padre — o al menos su padre y su madre juntos — lo sabían todo. Imaginad pues la sorpresa que se llevó este niño indagador cuando preguntó a su padre la causa de un leve terremoto que acababa de producirse, y oyó que José le respondía: «Hijo mío, en verdad no lo sé». Así empezó una larga y desconcertante cadena de desilusiones, durante la cual Jesús descubrió que sus padres terrestres no eran infinitamente sabios ni omniscientes. El primer pensamiento de José fue decirle a Jesús que el terremoto había sido causado por Dios, pero un instante de reflexión le advirtió que una respuesta semejante provocaría inmediatamente preguntas posteriores aún más embarazosas. Incluso a una edad muy temprana, era muy difícil contestar a las preguntas de Jesús sobre los fenómenos físicos o sociales diciéndole a la ligera que el responsable era Dios o el diablo. De acuerdo con la creencia predominante del pueblo judío, hacía tiempo que Jesús estaba dispuesto a aceptar la doctrina de los buenos y de los malos espíritus como una posible explicación de los fenómenos mentales y espirituales; pero empezó a dudar muy pronto de que estas influencias invisibles fueran responsables de los acontecimientos físicos del mundo natural. Antes de que Jesús cumpliera los seis años de edad, a principios del verano del año 1 a. de J.C., Zacarías, Isabel y su hijo Juan vinieron a 281


visitar a la familia de Nazaret. Jesús y Juan disfrutaron mucho durante esta visita, la primera que podían recordar. Aunque los visitantes sólo pudieron quedarse unos días, los padres hablaron de muchas cosas, incluyendo los planes para el futuro de sus hijos. Mientras que estaban ocupados en esto, los chicos jugaban en la azotea de la casa con trozos de madera en la arena, y se divertían juntos de otras muchas maneras, como hacen los niños.

Después de conocer a Juan, que venía de los alrededores de Jerusalén, Jesús empezó a manifestar un interés extraordinario por la historia de Israel y comenzó a preguntar con mucho detalle por el significado de los ritos del sábado, los sermones de la sinagoga y las fiestas conmemorativas periódicas. Su padre le explicó el significado de todas estas celebraciones. La primera era la fiesta de la iluminación, a mediados del invierno, que duraba ocho días; la primera noche encendían una vela, y cada noche siguiente añadían una nueva. Con esto se conmemoraba la consagración del templo, después de que Judas Macabeo restaurara los oficios mosaicos. A continuación venía la celebración de Purim, a principios de la primavera, la fiesta de Esther y de la liberación de Israel gracias a ella. Luego seguía la solemne Pascua, que los adultos celebraban en Jerusalén siempre que era posible, mientras que en el hogar los niños debían recordar que no se podía comer pan con levadura en toda la semana. Más tarde venía la fiesta de los primeros frutos, la recogida de la cosecha; y por último la más solemne de todas, la fiesta del año nuevo, el día de la expiación. Algunas de estas celebraciones y ceremonias eran difíciles de comprender para la joven mente de Jesús, pero las examinó con seriedad, y luego participó con gran 282


alegría en la fiesta de los tabernáculos, el período de las vacaciones anuales de todo el pueblo judío, la época en que acampaban en cabañas hechas con ramajes y se entregaban al júbilo y a los placeres. Durante este año, José y María tuvieron dificultades con Jesús a propósito de sus oraciones. Insistía en dirigirse a su Padre celestial como si estuviera hablando con José, su padre terrenal. Este abandono de las formas más solemnes y reverentes de comunicación con la Deidad era un poco desconcertante para sus padres, especialmente para su madre, pero no podían persuadirlo para que cambiara; recitaba sus oraciones tal como le habían enseñado, después de lo cual insistía en tener «una pequeña charla con mi Padre que está en los cielos». En junio de este año, José cedió el taller de Nazaret a sus hermanos y empezó formalmente a trabajar como constructor. Antes de terminar el año, los ingresos de la familia se habían más que triplicado. La familia de Nazaret nunca más conoció el apuro de la pobreza hasta después de la muerte de José. La familia creció cada vez más y gastaron mucho dinero en estudios complementarios y en viajes, pero los ingresos crecientes de José siempre se mantuvieron a la altura de los gastos en aumento. Durante los pocos años que siguieron, José hizo trabajos considerables en Caná, Belén (de Galilea), Magdala, Naín, Séforis, Cafarnaúm y Endor, así como muchas construcciones en Nazaret y sus alrededores. Como Santiago había crecido lo suficiente como para ayudar a su madre en los quehaceres domésticos y en el cuidado de los niños más pequeños, Jesús se desplazó frecuentemente con su padre a estas ciudades y pueblos vecinos. Jesús era un observador penetrante y adquirió muchos conocimientos prácticos en estos viajes lejos de su hogar; guardaba asiduamente los conocimientos relacionados con el hombre y su manera de vivir en la Tierra. Este año Jesús hizo grandes progresos para adaptar sus sentimientos enérgicos y sus impulsos vigorosos a las exigencias de la cooperación familiar y de la disciplina del hogar. María era una madre amorosa pero bastante estricta en la disciplina.

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Sin embargo, en muchos aspectos, José era el que ejercía el mayor control sobre Jesús, porque solía sentarse con el muchacho y le explicaba íntegramente las razones reales y subyacentes por las cuales era necesario disciplinar los deseos personales para contribuir al bienestar y la tranquilidad de toda la familia. Cuando se le explicaba la situación, Jesús siempre cooperaba inteligente y voluntariamente con los deseos paternos y las reglas familiares. Cuando su madre no necesitaba su ayuda en la casa, Jesús dedicaba una gran parte de su tiempo libre a estudiar las flores y las plantas durante el día, y las estrellas por la noche. Mostraba una tendencia molesta a permanecer acostado de espaldas contemplando con admiración el cielo estrellado, mucho después de la hora habitual de acostarse en esta casa bien organizada de Nazaret. 4. El séptimo año (año 1 d. de J.C.) Éste fue en verdad un año lleno de acontecimientos en la vida de Jesús. A principios de enero, una gran tormenta de nieve cayó sobre Galilea. La nieve se acumuló hasta sesenta centímetros de espesor; fue la nevada más grande que Jesús conoció en toda su vida y una de las más importantes en Nazaret en los últimos cien años. Las distracciones de los niños judíos en los tiempos de Jesús eran más bien limitadas; con demasiada frecuencia, los niños imitaban en sus juegos las actividades más serias que observaban en los adultos. 284


Jugaban mucho a las bodas y a los funerales, ceremonias que veían con tanta frecuencia y que resultaban tan espectaculares. Bailaban y cantaban, pero tenían pocos juegos organizados como los que gustan tanto a los niños de hoy.

En compañía de un niño vecino, y más tarde de su hermano Santiago, a Jesús le encantaba jugar en el rincón más alejado del taller de carpintería de la familia, donde se divertían con el serrín y los trozos de madera. A Jesús siempre le resultaba difícil comprender el daño de ciertos tipos de juegos que estaban prohibidos el sábado, pero nunca dejó de conformarse a los deseos de sus padres. Tenía una capacidad para el humor y los juegos que pocas veces se podía expresar en el entorno de su época y de su generación; pero hasta la edad de catorce años, la mayor parte del tiempo estaba alegre y de buen humor. María tenía un palomar en el tejado del establo contiguo a la casa, y los beneficios de la venta de las palomas los utilizaban como fondo especial de caridad que Jesús administraba, después de deducir el diezmo y haberlo entregado al empleado de la sinagoga. El único accidente verdadero que Jesús sufrió hasta ese momento fue una caída por las escaleras de piedra del patio trasero que conducían al dormitorio con techo de lona. Sucedió en julio, durante una tormenta de arena inesperada procedente del este. Los vientos cálidos con ráfagas de arena fina soplaban por lo general durante la estación de las lluvias, particularmente en marzo y abril. Una 285


tormenta de este tipo era totalmente inesperada en el mes de julio. Cuando se desencadenó la tormenta, Jesús estaba jugando como tenía costumbre en el tejado de la casa, porque durante una gran parte de la temporada seca, éste era su lugar de juego habitual. La arena lo cegó mientras bajaba las escaleras, y cayó. Después de este accidente, José construyó una balaustrada a ambos lados de la escalera. No había manera de prevenir este accidente. No se trató de una negligencia… Sencillamente no se pudo evitar. Pero este ligero accidente, ocurrido mientras que José estaba en Endor, ocasionó una ansiedad tan grande en la mente de María, que trató de manera poco razonable de mantener a Jesús pegado a ella durante varios meses. Éste no fue más que uno de los numerosos accidentes menores que le ocurrieron posteriormente a este joven intrépido e investigador. Si pensáis en la niñez y en la juventud normales de un muchacho dinámico, tendréis una idea bastante buena de la carrera juvenil de Jesús, y casi podréis imaginar la cantidad de ansiedad que causó a sus padres, en particular a su madre. José, el cuarto hijo de la familia de Nazaret, nació la mañana del miércoles 16 de marzo del año 1 d. de J.C. 5. Los años de escuela en Nazaret. Jesús tenía ahora siete años, la edad en que se suponía que los niños judíos empezaban su educación formal en las escuelas de la sinagoga. Por consiguiente, en agosto de este año comenzó su memorable vida escolar en Nazaret. El muchacho ya leía, escribía y hablaba con soltura dos idiomas, el arameo y el griego. Ahora tenía que imponerse la tarea de aprender a leer, escribir y hablar la lengua hebrea. Estaba realmente impaciente por empezar la nueva vida escolar que se abría ante él. Durante tres años — hasta que tuvo diez años — asistió a la escuela primaria de la sinagoga de Nazaret. Durante estos tres años estudió los rudimentos del Libro de la Ley, tal como estaba redactado en lengua hebrea. Durante los tres años siguientes estudió en la escuela superior y memorizó, por el método de repetición en voz alta, las enseñanzas más profundas de la ley sagrada. Se graduó en esta escuela de la sinagoga cuando tenía trece años, y los dirigentes de la sinagoga lo entregaron a sus padres como un «hijo del mandamiento» ya educado — en adelante, un ciudadano responsable de la comunidad de Israel, con derecho a asistir a la Pascua en Jerusalén; en consecuencia, ese año participó en su primera Pascua, en compañía de su padre y su madre.

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En Nazaret, los alumnos se sentaban en semicírculo en el suelo mientras que su profesor, el chazan, un empleado de la sinagoga, se sentaba enfrente de ellos. Empezaban por el Libro del Levítico, y luego pasaban al estudio de los demás libros de la ley, seguido del estudio de los Profetas y de los Salmos. La sinagoga de Nazaret poseía un ejemplar completo de las escrituras en hebreo. Hasta los doce años, lo único que estudiaban eran las escrituras. En los meses de verano, las horas escolares se reducían considerablemente. Jesús se convirtió muy pronto en un experto en hebreo. Siendo un hombre joven, cuando ningún visitante eminente se encontraba ocasionalmente en Nazaret, se le pedía a menudo que leyera las escrituras hebreas a los fieles reunidos en la sinagoga para los oficios regulares del sábado. Por supuesto, las escuelas de la sinagoga no tenían libros de texto. Para enseñar, el chazan efectuaba una exposición que los alumnos repetían al unísono después de él. Cuando tenían acceso a los libros escritos de la ley, los estudiantes aprendían su lección leyendo en voz alta y repitiendo constantemente. Además de su educación oficial, Jesús empezó a tomar contacto con la naturaleza humana de todos los rincones del mundo, ya que por el taller de reparaciones de su padre pasaban hombres de muy diversos países. Cuando tuvo más edad, se mezclaba libremente con las caravanas que se detenían cerca de la fuente para descansar y comer. Como hablaba muy bien el griego, tenía pocos problemas para 287


conversar con la mayoría de los viajeros y conductores de las caravanas. Nazaret era una etapa en el camino de las caravanas y una travesía para los viajes; una gran parte de la población era gentil. Al mismo tiempo, Nazaret era bien conocida como centro de interpretación liberal de la ley tradicional judía. En Galilea, los judíos se mezclaban más libremente con los gentiles que en Judea. De todas las ciudades de Galilea, los judíos de Nazaret eran los más liberales en interpretar las restricciones sociales basadas en el miedo a contaminarse por estar en contacto con los gentiles. Esta situación dio origen a un dicho corriente en Jerusalén: «¿Puede salir algo bueno de Nazaret?» Jesús recibió su enseñanza moral y su cultura espiritual principalmente en su propio hogar. La mayor parte de su educación intelectual y teológica la adquirió del chazan. Pero su verdadera educación — el equipamiento de mente y corazón para la prueba real de afrontar los difíciles problemas de la vida — la obtuvo mezclándose con sus semejantes. Esta asociación estrecha con sus semejantes, jóvenes y viejos, judíos y gentiles, le proporcionó la oportunidad de conocer a la raza humana. Jesús era muy instruido, en el sentido de que comprendía a fondo a los hombres y los amaba con devoción. Durante todos sus años en la sinagoga fue un estudiante brillante, con una gran ventaja puesto que conocía bien tres idiomas. Con motivo de la finalización de los cursos de Jesús en la escuela, el chazan de Nazaret comentó a José que temía «haber aprendido más de las preguntas penetrantes de Jesús» que lo que había «sido capaz de enseñar al muchacho».

En el transcurso de sus estudios, Jesús aprendió mucho y obtuvo una gran inspiración de los sermones regulares del sábado en la sinagoga. Era costumbre solicitar a los visitantes distinguidos que se detenían el sábado en Nazaret que hablaran en la sinagoga. A medida que crecía, Jesús escuchó los puntos de vista de muchos grandes pensadores de todo el mundo judío, y también a muchos judíos poco ortodoxos, puesto que la sinagoga de Nazaret era un centro avanzado y liberal del pensamiento y de la cultura hebreos. 288


Al ingresar en la escuela a los siete años (por aquella época los judíos acababan de sacar una ley sobre la educación obligatoria), era costumbre que los alumnos escogieran su «texto de cumpleaños», una especie de regla de oro que los guiaría a lo largo de sus estudios, y sobre la cual muchas veces tenían que disertar en el momento de graduarse a la edad de trece años. El texto que Jesús escogió estaba sacado del profeta Isaías: «El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para traer la buena nueva a los mansos, para consolar a los afligidos, para proclamar la libertad a los cautivos y para liberar a los presos espirituales.» Nazaret era uno de los veinticuatro centros sacerdotales de la nación hebrea. Pero el clero de Galilea era más liberal que los escribas y rabinos de Judea en su interpretación de las leyes tradicionales. En Nazaret también eran más liberales en cuanto a la observancia del sábado. Por este motivo, José tenía la costumbre de llevarse de paseo a Jesús los sábados por la tarde; una de sus caminatas favoritas consistía en subir a la alta colina cercana a su casa, de donde podían contemplar una vista panorámica de toda Galilea.

Al noroeste, en los días despejados, podían ver la larga cima del Monte Carmelo deslizándose hacia el mar; Jesús escuchó muchas veces a su padre contar la historia de Elías, uno de los primeros de la larga lista de profetas hebreos, que criticó a Acab y desenmascaró a los sacerdotes de Baal. Al norte, el Monte Hermón levantaba su pico nevado con un esplendor majestuoso y dominaba el horizonte, con casi 1.000 metros de laderas superiores que resplandecían con la blancura de las nieves perpetuas. A lo lejos, por el este, podían discernir el valle del Jordán, y mucho más allá, las colinas rocosas de Moab. También hacia el sur y el este, cuando el Sol iluminaba los muros de mármol, podían ver las ciudades greco-romanas de la Decápolis, con sus anfiteatros y sus templos presuntuosos. Y cuando 289


se demoraban hasta la puesta del Sol, podían distinguir al oeste los barcos de vela en el lejano Mediterráneo. Jesús podía observar las filas de caravanas que entraban y salían de Nazaret en cuatro direcciones, y hacia el sur podía ver la amplia y fértil llanura de Esdraelón, que se extendía hacia el Monte Gilboa y Samaria. Cuando no subían a las alturas para contemplar el paisaje lejano, se paseaban por el campo y estudiaban la naturaleza en sus distintas manifestaciones, según las estaciones. La educación más precoz de Jesús, exceptuando la del hogar familiar, había consistido en tomar un contacto respetuoso y comprensivo con la naturaleza. Antes de cumplir los ocho años de edad, era conocido por todas las madres y mujeres jóvenes de Nazaret que se habían encontrado y hablado con él en la fuente cercana a su casa, que era uno de los centros sociales de encuentro y de habladurías de toda la ciudad. Este año, Jesús aprendió a ordeñar la vaca de la familia y a cuidar de los demás animales. Durante este año y el siguiente, también aprendió a hacer queso y a tejer. Cuando llegó a los diez años era un experto tejedor. Aproximadamente por esta época, Jesús y Jacobo, el muchacho vecino, se hicieron grandes amigos del alfarero que trabajaba cerca del manantial; mientras observaban los hábiles dedos de Natán moldeando la arcilla en el torno, los dos decidieron muchas veces hacerse alfareros cuando fueran mayores. Natán quería mucho a los muchachos y a menudo les daba arcilla para que jugaran, tratando de estimular su imaginación creativa sugiriéndoles que compitieran en la modelación de objetos y animales diversos. 6. Su octavo año (año 2 d. de J.C.) Éste fue un año interesante en la escuela. Aunque Jesús no era un estudiante excepcional, sí era un alumno aplicado y formaba parte del tercio más avanzado de la clase; hacía sus tareas tan bien que durante una semana al mes estaba exento de asistir a la escuela. Dicha semana la pasaba generalmente con su tío el pescador en las orillas del mar de Galilea, cerca de Magdala, o en la granja de otro tío suyo (hermano de su madre) a ocho kilómetros al sur de Nazaret. Aunque su madre se preocupaba exageradamente por su salud y su seguridad, poco a poco se iba habituando a estas ausencias fuera del hogar. Los tíos y las tías de Jesús lo querían mucho; entre ellos se produjo una viva rivalidad, durante todo este año y algunos de los siguientes, para asegurarse su compañía durante estas visitas mensuales. Su primera estancia de una semana (desde la infancia) en la granja de su tío fue en enero de este año; la primera semana de experiencia como pescador en el mar de Galilea tuvo lugar en el mes de mayo. Por esta época, Jesús conoció a un profesor de matemáticas de Damasco, y después de aprender algunas nuevas técnicas aritméticas, dedicó mucho tiempo a las matemáticas durante varios 290


años. Desarrolló un agudo sentido de los números, de las distancias y de las proporciones. Jesús empezó a disfrutar mucho con su hermano Santiago, y al final de este año había empezado a enseñarle el alfabeto.

Jesús hizo planes este año para intercambiar productos lácteos por clases de arpa. Tenía una inclinación especial por todo lo musical. Más adelante contribuyó mucho a promover el interés por la música vocal entre sus jóvenes compañeros. A la edad de once años ya era un arpista hábil, y disfrutaba mucho entreteniendo a la familia y a los amigos con sus extraordinarias interpretaciones y con sus hábiles improvisaciones. Aunque Jesús continuaba haciendo progresos considerables en la escuela, no todo se desarrollaba fácilmente para sus padres o sus maestros. Persistía en hacer muchas preguntas embarazosas acerca de la ciencia y de la religión, particularmente en geografía y astronomía. Insistía especialmente en averiguar por qué había una temporada seca y una temporada de lluvias en Palestina. Una y otra vez buscó la explicación de la gran diferencia entre las temperaturas de Nazaret y las del valle del Jordán. Simplemente no paraba nunca de hacer preguntas de este tipo, inteligentes pero inquietantes. Su tercer hermano, Simón, nació la tarde del viernes 14 de abril de este año, el 2 d. de J.C. Nacor, un profesor de una academia rabínica de Jerusalén, vino en febrero a Nazaret para observar a Jesús, después de haber realizado una misión similar en casa de Zacarías, cerca de Jerusalén. Vino a 291


Nazaret por insistencia del padre de Juan. Aunque al principio le disgustó un poco la franqueza de Jesús y su manera nada convencional de relacionarse con las cosas religiosas, lo atribuyó a que Galilea estaba lejos de los centros de instrucción y de cultura hebreos, y aconsejó a José y María que le permitieran llevarse a Jesús a Jerusalén, donde tendría las ventajas de la educación y de la enseñanza en el centro de la cultura judía. María estaba casi decidida a dar su consentimiento; estaba convencida de que su hijo mayor iba a ser el Mesías, el libertador de los judíos. José dudaba; él también estaba persuadido de que cuando Jesús creciera sería un hombre del destino, pero estaba profundamente inseguro en cuanto a cuál sería ese destino. Pero nunca dudó realmente de que su hijo tuviera que realizar alguna gran misión en la Tierra. Cuanto más pensaba en el consejo de Nacor, más dudaba de la sabiduría de este proyecto de estancia en Jerusalén. Debido a esta diferencia de opinión entre José y María, Nacor solicitó permiso para someter todo el asunto a Jesús. Jesús escuchó con atención y habló con José, con María y con un vecino, Jacobo el albañil, cuyo hijo era su compañero de juego favorito. Dos días más tarde, les manifestó que había diferencias de opinión entre sus padres y sus consejeros, y que no se consideraba cualificado para asumir la responsabilidad de tal decisión, porque no se sentía fuertemente inclinado ni en un sentido ni en otro. En estas circunstancias, había decidido finalmente «hablar con mi Padre que está en los cielos»; y aunque no estaba totalmente seguro de la respuesta, sentía que debía más bien quedarse en casa «con mi padre y mi madre», añadiendo: «Ellos que me quieren tanto, serán capaces de hacer más por mí y de guiarme con más seguridad que unos extraños que sólo pueden ver mi cuerpo y observar mi mente, pero que difícilmente pueden conocerme de verdad.» Todos se quedaron maravillados, y Nacor emprendió su camino de regreso a Jerusalén. Pasaron muchos años antes de que se volviera a considerar la posibilidad de que Jesús se fuera de su hogar. Los últimos años de la infancia de Jesús AUNQUE Jesús podría haberse beneficiado en Alejandría de mejores oportunidades para instruirse que en Galilea, no hubiera tenido un entorno tan espléndido para resolver los problemas de su propia vida con un mínimo de guía educativa, disfrutando al mismo tiempo de la gran ventaja de un contacto permanente con una cantidad tan grande de hombres y mujeres de todas clases, procedentes de todos los lugares del mundo civilizado. Si hubiera permanecido en Alejandría, su educación hubiera sido dirigida por judíos y según principios exclusivamente judíos. En Nazaret consiguió una educación y recibió una instrucción que lo prepararon mucho mejor para comprender a los gentiles, y le proporcionaron una idea mejor y más equilibrada de los méritos respectivos de los puntos de vista de la teología hebrea oriental, o babilónica, y de la occidental, o helénica. 292


1. El noveno año de Jesús (año 3 d. de J.C.) Aunque no se puede decir que Jesús estuviera nunca gravemente enfermo, este año sufrió algunas enfermedades menores de la infancia junto con sus hermanos y su hermanita. En la escuela continuaban las clases, y seguía siendo un estudiante favorecido, con una semana libre cada mes; continuaba dividiendo su tiempo en partes más o menos iguales entre los viajes con su padre a las ciudades vecinas, las estancias en la granja de su tío al sur de Nazaret y las excursiones de pesca fuera de Magdala. El incidente más grave ocurrido hasta entonces en la escuela se produjo a finales del invierno, cuando Jesús se atrevió a desafiar la enseñanza del chazan de que todas las imágenes, pinturas y dibujos eran de naturaleza idólatra. A Jesús le encantaba dibujar paisajes y modelar una gran variedad de objetos con arcilla de alfarero. Todo este tipo de cosas estaba estrictamente prohibido por la ley judía, pero hasta ese momento se las había arreglado para calmar las objeciones de sus padres, hasta tal punto que le habían permitido continuar con estas actividades. Pero un nuevo alboroto se produjo en la escuela cuando uno de los alumnos más retrasados descubrió a Jesús haciendo, al carbón, un retrato del profesor en el suelo de la clase. El retrato estaba allí, tan claro como la luz del día, y muchos de los ancianos lo pudieron contemplar antes de que el comité se presentara ante José para exigirle que hiciera algo para reprimir la desobediencia a la ley de su hijo mayor. Aunque no era la primera vez que José y María recibían quejas sobre las actividades de su polifacético y dinámico hijo, ésta era la acusación más seria de todas las que hasta el momento habían presentado contra él. Sentado en una gran piedra junto a la puerta trasera, Jesús escuchó durante un rato cómo condenaban sus esfuerzos artísticos. Le irritó que culparan a su padre de sus pretendidas fechorías; entonces entró en la casa, enfrentándose sin temor a sus acusadores. Los ancianos se quedaron desconcertados. Algunos tendieron a considerar el incidente con humor, mientras que uno o dos parecían pensar que el chico era sacrílego, si no blasfemo. José estaba perplejo y María indignada, pero Jesús insistió en ser escuchado. Lo dejaron hablar, defendió valientemente su punto de vista y anunció con un completo dominio de sí mismo que acataría la decisión de su padre, tanto en este asunto como en cualquier otra controversia. Y el comité de ancianos partió en silencio. María intentó convencer a José para que permitiera a Jesús modelar la arcilla en casa, siempre que prometiera no realizar en la escuela ninguna de estas actividades problemáticas, pero José se vio obligado a ordenar que la interpretación rabínica del segundo mandamiento tuviera que prevalecer. Así pues, desde ese día, Jesús no volvió a dibujar ni a modelar una forma cualquiera mientras vivió en la casa de su padre. Sin embargo, no estaba convencido de que lo que había 293


hecho estuviera mal, y abandonar su pasatiempo favorito constituyó una de las grandes pruebas de su joven vida. A finales de junio, Jesús subió por primera vez a la cima del Monte Tabor en compañía de su padre. Era un día claro y la vista era magnífica. Este chico de nueve años tuvo la impresión de que había contemplado realmente el mundo entero, a excepción de la India, África y Roma. Marta, la segunda hermana de Jesús, nació el jueves 13 de septiembre por la noche. Tres semanas después del nacimiento de Marta, José, que se encontraba en casa por algún tiempo, empezó la construcción de una ampliación de su casa, una habitación que serviría como taller y dormitorio. Se construyó un pequeño banco de trabajo para Jesús, y por primera vez pudo disponer de sus propias herramientas. Durante muchos años trabajó en este banco en sus ratos libres y se volvió muy experto en la fabricación de yugos.

Este invierno y el siguiente fueron los más fríos en Nazaret desde hacía varias décadas. Jesús había visto la nieve en las montañas y varias veces había nevado en Nazaret, aunque sin permanecer mucho tiempo en el suelo; pero hasta este invierno no había visto el hielo. El hecho de que el agua pudiera ser sólida, líquida y gaseosa — había meditado largamente sobre el vapor que se escapaba del agua hirviendo — dio al joven mucho que pensar sobre el mundo físico y su constitución; y sin embargo, la personalidad encarnada en este niño 294


en pleno crecimiento era al mismo tiempo la verdadera creadora y organizadora de todas estas cosas en todo un extenso universo. El clima de Nazaret no era riguroso. Enero era el mes más frío, con una temperatura media alrededor de los 10° C. En julio y agosto, los meses más calurosos, la temperatura variaba entre 24° y 32° C. Desde las montañas hasta el Jordán y el valle del Mar Muerto, el clima de Palestina variaba entre el frío y el tórrido. Así pues, en cierto sentido, los judíos estaban preparados para vivir prácticamente en cualquiera de los climas variables del mundo. Incluso durante los meses más calurosos del verano, una brisa fresca del mar soplaba generalmente del oeste desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche. Pero de vez en cuando, los temibles vientos cálidos procedentes del desierto oriental soplaban en toda Palestina. Estas ráfagas calientes aparecían por lo general en febrero y marzo, hacia el final de la temporada de las lluvias. En esos momentos, la lluvia caía en chaparrones refrescantes desde noviembre hasta abril, pero no llovía de manera continuada. En Palestina sólo había dos estaciones: el verano y el invierno, la temporada seca y la temporada lluviosa. Las flores empezaban a abrir en enero, y a finales de abril todo el país era un vergel florido. En mayo de este año, Jesús ayudó por primera vez a cosechar los cereales en la granja de su tío. Antes de cumplir los trece años, se las había arreglado para saber algo de casi todos los trabajos que realizaban los hombres y las mujeres alrededor de Nazaret, a excepción del trabajo de los metales; cuando fue mayor, después de la muerte de su padre, pasó varios meses en el taller de un herrero. Cuando disminuía el trabajo y el tránsito de las caravanas, Jesús hacía con su padre muchos viajes de placer o de negocios a las ciudades cercanas de Caná, Endor y Naín. Incluso siendo joven había visitado con frecuencia Séforis, situada sólo a cinco kilómetros al noroeste de Nazaret; desde el año 4 a. de J.C. hasta cerca del año 25 d. de J.C., esta ciudad fue la capital de Galilea y una de las residencias de Herodes Antipas.

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Jesús continuaba su crecimiento físico, intelectual, social y espiritual. Sus viajes fuera del hogar contribuyeron mucho a proporcionarle una comprensión mejor y más generosa de su propia familia; en esta época, sus mismos padres empezaron a aprender de él al mismo tiempo que le enseñaban. Incluso en su juventud, Jesús era un pensador original y un hábil educador. Se encontraba en un conflicto permanente con la llamada «ley oral», pero siempre trataba de adaptarse a las prácticas de su familia. Se llevaba muy bien con los niños de su edad, pero a menudo se desalentaba por su lentitud mental. Antes de cumplir los diez años, se había convertido en el jefe de un grupo de siete muchachos que formaron una sociedad para adquirir los conocimientos de la edad adulta — físicos, intelectuales y religiosos. Jesús logró introducir entre estos chicos muchos juegos nuevos y diversos métodos mejorados de entretenimiento físico. 2. El décimo año (año 4 d. de J.C.) El cinco de julio, el primer sábado del mes, mientras Jesús se paseaba por el campo con su padre, expresó por primera vez unos sentimientos y unas ideas que indicaban que estaba empezando a tomar conciencia de la naturaleza excepcional de su misión en la vida. José escuchó atentamente las importantes palabras de su hijo, pero hizo pocos comentarios y no dio ninguna información. Al día siguiente, Jesús tuvo una conversación similar con su madre, pero más larga. María escuchó igualmente las declaraciones del 296


muchacho, pero ella tampoco proporcionó ninguna información. Pasaron casi dos años antes de que Jesús hablara nuevamente a sus padres de esta revelación creciente, dentro de su propia conciencia, sobre la naturaleza de su personalidad y el carácter de su misión en la Tierra. En agosto ingresó en la escuela superior de la sinagoga. En la escuela, causaba continuas perturbaciones con las preguntas que persistía en hacer. Cada vez tenía más a todo Nazaret en un alboroto más o menos continuo. A sus padres les disgustaba prohibirle que hiciera esas preguntas inquietantes, y su profesor principal estaba muy intrigado por la curiosidad del muchacho, su perspicacia y su sed de conocimientos. Los compañeros de juego de Jesús no veían nada sobrenatural en su conducta; en la mayoría de los aspectos era totalmente como ellos. Su interés por el estudio era un poco superior a la media, pero no tan excepcional. Es verdad que en la escuela hacía más preguntas que los demás niños de su clase. Quizás su característica más excepcional y sobresaliente era su repugnancia a luchar por sus derechos. Aunque era un muchacho bien desarrollado para su edad, a sus compañeros de juego les resultaba extraño que tuviera aversión por defenderse incluso de las injusticias o cuando era sometido a abusos personales. A pesar de todo, no sufrió mucho por culpa de esta tendencia gracias a la amistad de Jacobo, el muchacho vecino, que era un año mayor. Se trataba del hijo del albañil asociado con José en los negocios. Jacobo admiraba mucho a Jesús y se encargaba de estar pendiente para que nadie se le impusiera, aprovechándose de su aversión por las peleas físicas. Varias veces atacaron a Jesús unos jóvenes mayores y violentos, contando con su notoria docilidad, pero siempre recibieron un castigo rápido y seguro de manos de Jacobo, el hijo del albañil, su campeón voluntario y defensor siempre dispuesto. Jesús era el jefe comúnmente aceptado por los muchachos de Nazaret que tenían los ideales más elevados de su tiempo y de su generación. Sus jóvenes amigos lo amaban realmente, no sólo porque era justo, sino también porque poseía una simpatía rara y comprensiva que revelaba el amor y se acercaba a la compasión discreta. Este año empezó a mostrar una marcada preferencia por la compañía de las personas mayores. Le encantaba hablar de temas culturales, educativos, sociales, económicos, políticos y religiosos con pensadores de más edad; la profundidad de sus razonamientos y la fineza de sus observaciones gustaban tanto a sus amigos adultos que siempre estaban más que dispuestos para conversar con él. Hasta que tuvo que hacerse cargo de mantener a la familia, sus padres trataron constantemente de inducirlo a que se asociara con los chicos de su misma edad, o más cercanos a ella, en lugar de personas mayores mejor informadas, por quienes mostraba tanta preferencia. A finales de este año tuvo con su tío una experiencia de dos meses de pesca en el Mar de Galilea, y se le dio muy bien. Antes de llegar a la edad adulta, se había convertido en un experto pescador. 297


Su desarrollo físico continuaba; en la escuela era un alumno avanzado y privilegiado; en el hogar se llevaba francamente bien con sus hermanos y hermanas más jóvenes, contando con la ventaja de tener más de tres años y medio que el mayor de los otros niños. En Nazaret tenían una buena opinión de él, a excepción de los padres de algunos de los niños más torpes, que a menudo decían que Jesús era demasiado engreído, que carecía de la humildad y de la reserva propias de la juventud. Manifestaba una tendencia creciente a orientar las actividades recreativas de sus jóvenes amigos hacia terrenos más serios y reflexivos. Era un instructor nato y sencillamente no podía dejar de actuar como tal, incluso cuando se suponía que estaba jugando. José empezó muy pronto a enseñar a Jesús las diversas maneras de ganarse la vida, explicándole las ventajas de la agricultura sobre la industria y el comercio. Galilea era una comarca más hermosa y próspera que Judea, y vivir allí apenas costaba la cuarta parte de lo que costaba en Jerusalén y Judea. Era una provincia de pueblos agrícolas y de ciudades industriales florecientes, con más de doscientas ciudades por encima de los cinco mil habitantes y treinta con más de quince mil.

Durante su primer viaje con su padre para observar la industria pesquera en el lago de Galilea, Jesús casi había decidido hacerse pescador; pero la estrecha relación con el oficio de su padre le impulsó más adelante a hacerse carpintero, mientras que más tarde aún, una combinación de influencias le llevó a escoger definitivamente la carrera de educador religioso de un orden nuevo. 3. El undécimo año (año 5 d. de J.C.) Durante todo este año, el muchacho continuó haciendo viajes con su padre fuera del hogar, pero también visitaba con frecuencia la granja de su tío, y en ocasiones iba a Magdala para pescar con el tío que se había instalado cerca de aquella ciudad. José y María a veces estuvieron tentados de mostrar algún tipo de favoritismo especial por Jesús, o de revelar de alguna otra manera su conocimiento de que era un niño de la promesa, un hijo del destino. Pero sus padres eran, los dos, extraordinariamente sabios y sagaces en todos estos asuntos. Las pocas veces que mostraron de alguna manera una preferencia cualquiera por él, incluso en el más ínfimo grado, el muchacho rechazó de inmediato toda consideración especial. Jesús pasaba bastante tiempo en la tienda de abastecimiento de las caravanas; como conversaba con los viajeros de todas las partes del mundo, adquirió una cantidad de información sobre los asuntos internacionales sorprendente para su edad. Éste fue el último año que 298


pudo disfrutar mucho de los juegos y de la alegría juvenil; a partir de este momento, las dificultades y las responsabilidades se multiplicaron rápidamente en la vida de este joven. Judá nació al anochecer del miércoles 24 de junio del año 5 d. de J.C. El alumbramiento de este séptimo hijo estuvo acompañado de complicaciones. María estuvo tan enferma durante varias semanas que José se quedó en la casa. Jesús estuvo muy ocupado haciendo recados para su padre y realizando múltiples tareas ocasionadas por la grave enfermedad de su madre. A este joven no le fue posible nunca más volver al comportamiento infantil de sus primeros años. A partir de la enfermedad de su madre — poco antes de cumplir los once años — se vio obligado a asumir las responsabilidades de hijo mayor, y a hacer todo esto uno o dos años antes de la fecha en que esta carga hubiera recaído normalmente sobre sus hombros. El chazan pasaba una tarde por semana con Jesús ayudándole a estudiar en profundidad las escrituras hebreas. Le interesaba mucho el progreso de su prometedor alumno, y por eso estaba dispuesto a ayudarlo de muchas maneras. Este pedagogo judío ejerció una gran influencia sobre esta mente en crecimiento, pero nunca pudo comprender por qué Jesús era tan indiferente a todas sus sugerencias sobre la perspectiva de ir a Jerusalén para continuar su educación con los rabinos eruditos. Hacia mediados de mayo, el joven acompañó a su padre en un viaje de negocios a Escitópolis, la principal ciudad griega de la Decápolis, la antigua ciudad hebrea de Bet-seán. Por el camino, José le contó muchas cosas de la antigua historia del rey Saúl, los filisteos y los acontecimientos posteriores de la turbulenta historia de Israel. Jesús se quedó enormemente impresionado por la limpieza y el orden que reinaban en esta ciudad llamada pagana. Se maravilló del teatro al aire libre y admiró el hermoso templo de mármol consagrado a la adoración de los dioses «paganos». A José le inquietó mucho el entusiasmo del joven y trató de contrarrestar estas impresiones favorables alabando la belleza y la grandeza del templo judío de Jerusalén. Desde la colina de Nazaret, Jesús había contemplado a menudo con curiosidad esta magnífica ciudad griega, y había preguntado muchas veces por sus amplias obras públicas y sus edificios adornados, pero su padre siempre había tratado de eludir estas preguntas. Ahora se encontraban cara a cara con las bellezas de esta ciudad gentil, y José ya no podía fingir que ignoraba las preguntas de Jesús. Se dio la circunstancia de que precisamente en aquel momento se estaban celebrando, en el anfiteatro de Escitópolis, los juegos competitivos anuales y las demostraciones públicas de proezas físicas entre las ciudades griegas de la Decápolis. Jesús insistió para que su padre lo llevara a ver los juegos, e insistió tanto que José no se atrevió a negárselo. El joven estaba entusiasmado con los juegos y entró de todo corazón en el espíritu de aquellas demostraciones de desarrollo físico y de habilidad atlética. José se escandalizó indeciblemente al observar el entusiasmo de su hijo mientras 299


contemplaba aquellas exhibiciones de vanagloria «pagana». Después de terminar los juegos, José recibió la mayor sorpresa de su vida cuando oyó a Jesús expresar su aprobación y sugerir que sería bueno que los jóvenes de Nazaret pudieran beneficiarse así de unas sanas actividades físicas al aire libre. José tuvo una larga y seria conversación con Jesús respecto a la naturaleza perversa de tales prácticas, pero supo muy bien que el joven no estaba convencido. La única vez que Jesús vio a su padre enfadado con él fue aquella noche en su habitación de la posada cuando, en el transcurso de su discusión, el chico olvidó los principios del pensamiento judío hasta el punto de sugerir que volvieran a casa y trabajaran a favor de la construcción de un anfiteatro en Nazaret. Cuando José escuchó a su primogénito expresar unos sentimientos tan poco judíos, perdió su calma habitual y, cogiéndolo por los hombros, exclamó encolerizado: «Hijo mío, que no te oiga nunca más expresar un pensamiento tan perverso en toda tu vida». Jesús se quedó sobrecogido ante la manifestación emocional de su padre; nunca había sentido anteriormente el impacto personal de la indignación de su padre, y se quedó pasmado y conmocionado de manera indecible. Se limitó a contestar: «Muy bien, padre, así lo haré». Y mientras vivió su padre, el muchacho no hizo nunca más la más pequeña alusión a los juegos ni a las otras actividades atléticas de los griegos.

Más tarde, Jesús vio el anfiteatro griego en Jerusalén y comprendió cuán odiosas eran estas cosas desde el punto de vista judío. Sin embargo, durante toda su vida se esforzó por introducir la idea de un esparcimiento sano en sus planes personales y, en la medida en que lo permitían las costumbres judías, también en el programa posterior de las actividades regulares de sus doce apóstoles. Al final de este undécimo año, Jesús era un joven vigoroso, bien desarrollado, con un moderado sentido del humor, y bastante alegre, pero a partir de este año empezó a pasar cada vez con más frecuencia por períodos peculiares de profunda meditación y de seria 300


contemplación. Se dedicaba mucho a meditar sobre la manera en que iba a cumplir con sus obligaciones familiares y obedecer al mismo tiempo la llamada de su misión para con el mundo; ya había comprendido que su ministerio no debía limitarse a mejorar al pueblo judío. 4. El duodécimo año (año 6 d. de J.C.) Este fue un año memorable en la vida de Jesús. Continuó haciendo progresos en la escuela y nunca se cansaba de estudiar la naturaleza; al mismo tiempo, se dedicaba cada vez más a estudiar los métodos que la gente utilizaba para ganarse la vida. Empezó a trabajar regularmente en el taller familiar de carpintería y se le autorizó para que gestionara su propio salario, un arreglo bastante excepcional en una familia judía. Este año aprendió también la conveniencia de guardar en familia el secreto de estas cosas. Se iba haciendo consciente de la manera en que había causado perturbación en el pueblo, y en adelante se volvió cada vez más discreto, ocultando todo lo que contribuyera a ser considerado como diferente de sus compañeros. Durante todo este año experimentó numerosos períodos de incertidumbre, si no de verdadera duda, en cuanto a la naturaleza de su misión. Su mente humana, que se desarrollaba de manera natural, aún no captaba por completo la realidad de su doble naturaleza. El hecho de tener una sola personalidad hacía difícil que su conciencia reconociera el origen doble de los factores que componían la naturaleza asociada con esta misma personalidad. A partir de este momento logró entenderse mejor con sus hermanos y hermanas. Tenía cada vez más tacto, se mostraba siempre compasivo y considerado por su bienestar y felicidad, y mantuvo buenas relaciones con ellos hasta el principio de su ministerio público. Para ser más explícito, se llevó muy bien con Santiago, Miriam y los dos niños más pequeños, Amós y Rut (que aún no habían nacido). Siempre se llevó bastante bien con Marta. Los disgustos que tuvo en el hogar surgieron principalmente de las fricciones con José y Judá, en particular con éste último. Para José y María fue una experiencia difícil encargarse de criar a un ser que reunía esta combinación sin precedentes de divinidad y de humanidad; merecen que se les reconozca un gran mérito por haber cumplido con tanta fidelidad y con tanto éxito sus responsabilidades parentales. Los padres de Jesús comprendieron cada vez más que había algo sobrehumano en su hijo mayor, pero jamás pudieron soñar ni siquiera un instante que este hijo de la promesa fuera en verdad el creador efectivo de este universo local de cosas y de seres. José y María vivieron y murieron sin enterarse nunca de que su hijo Jesús era realmente el Creador del Universo encarnado en la carne mortal. Este año, Jesús se interesó más que nunca por la música, y continuó enseñando a sus hermanos y hermanas en el hogar. Aproximadamente por esta época, el muchacho se volvió 301


profundamente consciente de la diferencia de puntos de vista entre José y María respecto a la naturaleza de su misión. Meditó mucho sobre la diferencia de opinión de sus padres, y a menudo escuchó sus discusiones cuando ellos creían que estaba profundamente dormido. Se inclinaba cada vez más por el punto de vista de su padre, de manera que su madre estaba destinada a sentirse herida al darse cuenta de que su hijo rechazaba poco a poco sus directrices en las cuestiones relacionadas con la carrera de su vida. A medida que pasaban los años, esta brecha de incomprensión fue incrementándose. María comprendía cada vez menos el significado de la misión de Jesús, y esta madre buena se sintió cada vez más herida porque su hijo favorito no llevaba a cabo sus esperanzas más acariciadas. José creía cada vez más en la naturaleza espiritual de la misión de Jesús; y si no fuera por otras razones más importantes, de hecho es una pena que no viviera lo suficiente como para ver realizarse su concepto de la donación de Jesús en la Tierra. Durante su último año en la escuela, cuando tenía doce años, Jesús manifestó a su padre su protesta por la costumbre hebrea de tocar el trozo de pergamino clavado en el marco de la puerta, cada vez que entraban o salían de la casa, y besar después el dedo que lo había tocado. Como parte de este rito, era costumbre decir: «El Señor protegerá nuestra entrada y nuestra salida, de ahora en adelante y para siempre.» José y María habían enseñado repetidas veces a Jesús las razones por las cuales estaba prohibido hacer retratos o dibujar cuadros, explicando que estas creaciones se podían utilizar con fines idólatras. Aunque Jesús no llegaba a comprender por completo la prohibición de hacer retratos y dibujos, poseía un elevado concepto de la coherencia, y por eso señaló a su padre la naturaleza esencialmente idólatra de esta reverencia habitual al pergamino de la puerta. Después de estas objeciones de Jesús, José retiró el pergamino.

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Con el paso del tiempo, Jesús contribuyó mucho a modificar las prácticas religiosas de los suyos, tales como las oraciones familiares y otras costumbres. Muchas de estas cosas se podían hacer en Nazaret porque su sinagoga estaba bajo la influencia de una escuela liberal de rabinos, representada por José, el famoso maestro de Nazaret. Durante este año y los dos siguientes, Jesús sufrió una gran aflicción mental como resultado de sus constantes esfuerzos por conciliar sus opiniones personales sobre las prácticas religiosas y las diversiones sociales, con las creencias enraizadas de sus padres. Estaba angustiado por el conflicto entre la necesidad de ser fiel a sus propias convicciones, y la exhortación de su conciencia a someterse obedientemente a sus padres; su conflicto supremo se encontraba entre dos grandes mandamientos que predominaban en su mente juvenil. El primero era: «Sé fiel a los dictámenes de tus convicciones más elevadas sobre la verdad y la rectitud.» El otro era: «Honra a tu padre y a tu madre, porque ellos te han dado la vida y la educación». Sin embargo, nunca eludió la responsabilidad de hacer cada día los ajustes necesarios entre la lealtad a sus convicciones personales y el deber hacia su familia. Consiguió la satisfacción de fundir cada vez más armoniosamente sus convicciones personales con las obligaciones familiares, en un concepto magistral de solidaridad colectiva basada en la lealtad, la justicia, la tolerancia y el amor. 5. Su decimotercer año (año 7 d. de J.C.) 303


En este año, el muchacho de Nazaret pasó de la infancia a la adolescencia; su voz empezó a cambiar, y otros rasgos de la mente y del cuerpo revelaron la llegada de la virilidad. Su hermanito Amós nació la noche del domingo 9 de enero del año 7 d. de J.C. Judá no tenía todavía dos años, y su hermanita Rut aún no había nacido. Se puede ver pues que Jesús tenía una numerosa familia de niños pequeños que se quedó a su cuidado cuando su padre encontró la muerte al año siguiente en un accidente. Hacia mediados de febrero, Jesús adquirió humanamente la seguridad de que estaba destinado a efectuar una misión en la Tierra para iluminar al hombre y revelar a Dios. En la mente de este joven se estaban formando importantes decisiones, junto con planes de gran envergadura, mientras que su apariencia exterior era la de un muchacho judío corriente de Nazaret.

El primer día de la semana, el 20 de marzo del año 7, Jesús se graduó en los cursos de enseñanza de la escuela local asociada con la sinagoga de Nazaret. Era un gran día en la vida de cualquier familia judía ambiciosa, el día en que el hijo primogénito era nombrado «hijo del mandamiento» y el primogénito rescatado del Señor Dios de Israel, un «hijo del Altísimo» y servidor del Señor de toda la Tierra. El viernes de la semana anterior, José había regresado de Séforis, donde estaba encargado de construir un nuevo edificio público, para estar presente en esta feliz ocasión. El profesor de Jesús creía firmemente que su alumno despierto y aplicado estaba destinado a alguna carrera eminente, a alguna misión importante. Los ancianos, a 304


pesar de todos sus disgustos con las tendencias no conformistas de Jesús, estaban muy orgullosos del muchacho y ya habían empezado a hacer planes para que pudiera ir a Jerusalén a continuar su educación en las famosas academias hebreas. A medida que Jesús oía de vez en cuando discutir estos planes, estaba cada vez más seguro de que nunca iría a Jerusalén para estudiar con los rabinos. Sin embargo, poco podía imaginar la tragedia tan próxima que aseguraría el abandono de todos estos proyectos, obligándole a asumir la responsabilidad de mantener y dirigir una familia numerosa que pronto iba a estar compuesta por cinco hermanos y tres hermanas, además de su madre y él mismo. Al tener que criar esta familia, Jesús pasó por una experiencia más extensa y prolongada que la que tuvo José, su padre; y se mantuvo a la altura del modelo que más tarde estableció para sí mismo: ser un educador y hermano mayor sabio, paciente, comprensivo y eficaz para esta familia — su familia — , tan repentinamente afligida por el dolor y tan inesperadamente acongojada. 6. El viaje a Jerusalén Como Jesús había llegado ahora al umbral de la vida adulta y se había graduado oficialmente en las escuelas de la sinagoga, reunía las condiciones necesarias para ir a Jerusalén con sus padres y participar con ellos en la celebración de su primera Pascua. La fiesta de la Pascua de este año caía el sábado 9 de abril del año 7. Un grupo numeroso (103 personas) se preparó para salir de Nazaret hacia Jerusalén el lunes 4 de abril por la mañana temprano. Viajaron hacia el sur en dirección a Samaria, pero al llegar a Jezreel se desviaron hacia el este, rodeando el Monte Gilboa por el valle del Jordán para evitar tener que cruzar Samaria. A José y a su familia les hubiera gustado atravesar Samaria por la ruta del pozo de Jacob y de Betel, pero como los judíos no querían mezclarse con los samaritanos, decidieron continuar con sus vecinos por el valle del Jordán. El temible Arquelao había sido depuesto, y existía poco peligro en llevar a Jesús a Jerusalén. Habían pasado doce años desde que el primer Herodes había tratado de destruir al niño de Belén, y nadie pensaría ahora en asociar aquel asunto con este muchacho desconocido de Nazaret.

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Antes de llegar al cruce de Jezreel, prosiguiendo su viaje, muy pronto dejaron a la izquierda el antiguo pueblo de Sunem, y Jesús escuchó de nuevo la historia de la doncella más hermosa de todo Israel que vivió allí en otro tiempo, y también las obras maravillosas que Eliseo había realizado en aquel lugar. Al pasar por Jezreel, los padres de Jesús contaron las acciones de Acab y Jezabel y las hazañas de Jehú. Al pasar cerca del Monte Gilboa, hablaron mucho de Saúl que se suicidó en las vertientes de esta montaña, del rey David, y de los acontecimientos asociados con este lugar histórico. Al rodear la base del Gilboa, los peregrinos podían ver a la derecha la ciudad griega de Escitópolis. Admiraron desde lejos los edificios de mármol, pero no se acercaron a la ciudad gentil por temor a profanarse, lo que les impediría participar en las ceremonias solemnes y sagradas de la Pascua en Jerusalén. María no comprendía por qué ni José ni Jesús querían hablar de Escitópolis. No sabía nada de su controversia del año anterior, porque nunca le habían contado el incidente. Ahora la carretera descendía rápidamente hacia el valle tropical del Jordán, y Jesús pudo pronto contemplar admirado el serpenteante y tortuoso río Jordán, con sus aguas resplandecientes y ondulantes fluyendo hacia el Mar Muerto. Se quitaron los abrigos mientras viajaban hacia el sur por este valle tropical, disfrutando de los fértiles campos de cereales y de las hermosas adelfas cargadas de flores rosadas, mientras que hacia el norte el macizo del Monte Hermón cubierto de nieve se perfilaba a lo lejos, dominando majestuosamente el histórico valle. Poco más de tres horas después de haber pasado Escitópolis, llegaron a una fuente burbujeante y acamparon allí durante la noche bajo el cielo estrellado. En su segundo día de viaje pasaron por el lugar donde el Jaboc, procedente del este, desemboca en el Jordán; al contemplar este valle 306


hacia el este, recordaron los tiempos de Gedeón, cuando los medianitas se extendieron por esta región para invadir el país. Hacia el final del segundo día de viaje, acamparon cerca de la base de la montaña más alta que domina el valle del Jordán, el Monte Sartaba, cuya cima estaba ocupada por la fortaleza alejandrina donde Herodes había encarcelado a una de sus esposas y enterrado a sus dos hijos estrangulados. Al tercer día pasaron por dos pueblos que habían sido construidos recientemente por Herodes y observaron su magnífica arquitectura y sus hermosos jardines de palmeras. Al anochecer llegaron a Jericó, donde permanecieron hasta el día siguiente. Aquella noche, José, María y Jesús caminaron unos dos kilómetros y medio hasta el emplazamiento del antiguo Jericó, donde según la tradición judía, Josué, de quien Jesús había tomado el nombre, había realizado sus famosas hazañas. Durante el cuarto y último día de viaje, la carretera era una procesión continua de peregrinos. Ahora empezaron a subir las colinas que conducían a Jerusalén. Al acercarse a la cumbre, pudieron ver las montañas al otro lado del Jordán, y hacia el sur, las aguas perezosas del Mar Muerto. Aproximadamente a mitad de camino de Jerusalén, Jesús vio por primera vez el Monte de los Olivos (la región que jugaría un papel tan importante en su vida futura). José le indicó que la Ciudad Santa estaba situada justo detrás de aquellas lomas, y el corazón del muchacho se aceleró ante la feliz expectativa de contemplar pronto la ciudad y la casa de su Padre celestial.

Se detuvieron para descansar en las pendientes orientales del Olivete, junto a un pueblecito llamado Betania. Los lugareños hospitalarios salieron enseguida para atender a los peregrinos, y dio la casualidad de que José y su familia se habían detenido cerca de la casa de un tal Simón, que tenía tres hijos casi de la misma edad que Jesús — María, Marta y Lázaro. Éstos invitaron a la familia de Nazaret a que entraran a descansar, y entre las dos familias nació una amistad que duró toda la vida. Más adelante, en el transcurso de su vida llena de acontecimientos, Jesús se detuvo muchas veces en esta casa. Se apresuraron en continuar su camino, y pronto llegaron al borde del Olivete; Jesús vio por primera vez (en su memoria) la Ciudad Santa, los palacios pretenciosos y el templo inspirador de su Padre. Jesús no experimentó nunca más en su vida un estremecimiento puramente humano comparable al que le embargó por completo esta tarde de abril, en el Monte de los Olivos, mientras estaba allí de pie bebiendo con su primera mirada a Jerusalén. Unos años más tarde estuvo en este mismo lugar, y lloró por la ciudad que estaba a punto de 307


rechazar a otro profeta, al último y al más grande de sus educadores celestiales. Se dieron prisa por llegar a Jerusalén. Ahora era jueves por la tarde. Al llegar a la ciudad pasaron por delante del templo, y Jesús no había visto nunca una multitud así de seres humanos. Meditó profundamente sobre cómo estos judíos se habían reunido aquí desde los lugares más distantes del mundo conocido. Poco después llegaron al lugar previsto donde se alojarían durante la semana pascual, la amplia casa de un pariente rico de María, que sabía por Zacarías algo de la historia anterior de Juan y de Jesús. Al día siguiente, el día de la preparación, se dispusieron a celebrar convenientemente el sábado de la Pascua. Aunque todo Jerusalén estaba ocupado con las preparaciones de la Pascua, José encontró tiempo para llevar a su hijo a visitar la academia donde se había convenido que proseguiría su educación dos años más tarde, en cuanto cumpliera la edad requerida de quince años. José estaba realmente perplejo al observar el poco interés de Jesús por todos estos planes cuidadosamente elaborados. Jesús estaba profundamente impresionado por el templo y todos sus servicios y demás actividades asociadas. Por primera vez desde la edad de cuatro años, estaba demasiado preocupado por sus propias meditaciones como para hacer muchas preguntas.

Sin embargo, hizo varias preguntas embarazosas a su padre (como ya había hecho en otras ocasiones) sobre por qué razón el Padre celestial exigía la carnicería de tantos animales inocentes e indefensos. Por la expresión del rostro del muchacho, su padre sabía bien que sus respuestas y sus tentativas de explicación no eran satisfactorias para la profundidad de pensamiento y la agudeza de razonamiento de su hijo. El día anterior al sábado de la Pascua, una oleada de iluminación espiritual atravesó la mente mortal de Jesús e inundó su corazón 308


humano de piedad afectuosa por las multitudes espiritualmente ciegas y moralmente ignorantes, reunidas para celebrar la antigua conmemoración de la Pascua. Éste fue uno de los días más extraordinarios que el Hijo de Dios vivió en la carne. Así termina la carrera del muchacho de Nazaret y comienza el relato del joven adolescente — el hombre divino cada vez más consciente de sí mismo — que empieza ahora a considerar su carrera en el mundo, mientras se esfuerza por integrar su proyecto de vida en desarrollo con los deseos de sus padres y las obligaciones hacia su familia y la sociedad de su tiempo. Jesús en Jerusalén DE toda la extraordinaria carrera terrestre de Jesús, ningún acontecimiento fue más atractivo, más humanamente conmovedor, que esta visita a Jerusalén, la primera que recordaba. La experiencia de asistir solo a las discusiones del templo le resultó particularmente estimulante, y se grabó durante mucho tiempo en su memoria como el acontecimiento más importante del final de su infancia y del principio de su juventud. Ésta fue la primera oportunidad que tuvo de disfrutar de unos pocos días de vida independiente, de la alegría de ir y venir sin sujeción ni restricciones. Este breve período viviendo a su aire, durante la semana siguiente a la Pascua, fue el primero totalmente libre de obligaciones que había disfrutado nunca. Pasaron muchos años antes de que volviera a disponer, aunque fuera por poco tiempo, de un período semejante libre de todo sentido de la responsabilidad. Las mujeres asistían rara vez a la fiesta de la Pascua en Jerusalén, porque no se requería su presencia. Sin embargo, Jesús se negó prácticamente a partir a menos que su madre los acompañara. Cuando ella se decidió a ir, muchas mujeres de Nazaret se sintieron motivadas para hacer el viaje, de manera que la expedición pascual contenía, en proporción con los hombres, el mayor número de mujeres que había salido nunca de Nazaret para la Pascua. En el camino de Jerusalén, los viajeros cantaron de vez en cuando el Salmo ciento treinta.

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Desde el momento en que salieron de Nazaret hasta que llegaron a la cima del Monte de los Olivos, Jesús experimentó todo el tiempo la tensión de la expectativa. Durante toda su alegre infancia, había oído hablar con respeto de Jerusalén y de su templo; ahora iba pronto a contemplarlos en la realidad. Visto desde el Monte de los Olivos, y al observarlo más de cerca desde el exterior, el templo había colmado con creces lo que Jesús esperaba; pero una vez que traspasó las puertas sagradas, la gran desilusión empezó. En compañía de sus padres, Jesús atravesó los recintos del templo para reunirse con el grupo de los nuevos hijos de la ley que estaban a punto de ser consagrados como ciudadanos de Israel. Se sintió un poco decepcionado por el comportamiento general de la gente en el templo, pero la primera gran conmoción del día se produjo cuando su madre los dejó para dirigirse a la galería de las mujeres. A Jesús nunca se le había ocurrido que su madre no lo acompañaría a las ceremonias de la consagración, y estaba completamente indignado porque ella tuviera que soportar una discriminación tan injusta. Estaba enormemente enfadado por esto, pero aparte de unas palabras de protesta a su padre, no dijo nada. Sin embargo reflexionó, y reflexionó profundamente, como lo demostraron sus preguntas a los escribas y educadores una semana después. Participó en los rituales de la consagración, pero le decepcionó su naturaleza superficial y rutinaria. Echaba de menos aquel interés personal que caracterizaba a las ceremonias de la sinagoga de Nazaret. A continuación regresó para saludar a su madre, y se preparó para acompañar a su padre en su primer recorrido por el templo y sus patios, galerías y corredores diversos. Los recintos del templo podían contener más de doscientos mil creyentes a la vez, y aunque la enormidad de estos edificios — en comparación con otros que hubiera visto antes — le causó una gran impresión, estaba más interesado en meditar sobre el significado espiritual de las ceremonias del templo y del culto asociado a las mismas. 310


Aunque muchos rituales del templo impresionaron vivamente su sentido de la belleza y de lo simbólico, continuaban decepcionándole las explicaciones que sus padres le ofrecían sobre el significado real de estas ceremonias, en respuesta a sus múltiples preguntas penetrantes. Jesús simplemente no podía aceptar unas explicaciones sobre el culto y la devoción religiosa, basadas en la creencia en la ira de Dios o en la cólera del Todopoderoso. Después de terminar la visita del templo, continuaron discutiendo estas cuestiones y su padre le insistía suavemente para que aceptara las creencias ortodoxas judías; Jesús se volvió repentinamente hacia sus padres y, mirando a los ojos de su padre de manera suplicante, le dijo: «Padre, no puede ser verdad — el Padre que está en los cielos no puede mirar de ese modo a sus hijos desviados de la Tierra. El Padre celestial no puede amar a sus hijos menos de lo que tú me amas. Por muy imprudentes que sean mis actos, sé muy bien que nunca derramarías tu ira sobre mí, ni descargarías tu cólera contra mí. Si tú, mi padre terrenal, posees esos reflejos humanos de lo Divino, cuánto más el Padre celestial deberá estar lleno de bondad y rebosante de misericordia. Me niego a creer que mi Padre celestial me ame menos que mi padre terrenal.» Cuando José y María oyeron estas palabras de su hijo primogénito, se quedaron en silencio. Nunca más trataron de cambiar sus ideas sobre el amor de Dios y la misericordia del Padre que está en los cielos. 1. Jesús visita el templo A Jesús le disgustó y le repugnó el espíritu de irreverencia que observó en todos los patios del templo que recorrió. Estimaba que la conducta de las multitudes en el templo no era consecuente con el hecho de estar presentes en «la casa de su Padre». Pero recibió el mayor golpe de su joven vida cuando su padre lo acompañó al patio de los gentiles, donde la jerga ruidosa, las voces y las maldiciones se mezclaban indiscriminadamente con el balido de las ovejas y la cháchara ruidosa que revelaba la presencia de los cambistas y de los vendedores de animales para los sacrificios y otras mercancías diversas. Pero por encima de todo, su sentido de lo adecuado se vio ultrajado al observar a las frívolas cortesanas que se pavoneaban por este recinto del templo, iguales a las mujeres repintadas que había visto tan recientemente en una visita a Séforis. Esta profanación del templo suscitó toda su indignación juvenil y no titubeó en expresárselo claramente a José. Jesús admiraba la atmósfera y el servicio del templo, pero le disgustaba la fealdad espiritual que observaba en el rostro de tantos adoradores irreflexivos. A continuación descendieron al patio de los sacerdotes, bajo el borde rocoso delante del templo, donde estaba el altar, para observar la matanza de los rebaños de animales y las abluciones en la fuente de bronce para lavar la sangre de las manos de los sacerdotes que oficiaban la masacre. El pavimento manchado de sangre, las manos 311


ensangrentadas de los sacerdotes y el gemido de los animales agonizantes sobrepasaron lo que podía soportar este muchacho amante de la naturaleza. El terrible espectáculo descompuso a este joven de Nazaret; se agarró al brazo de su padre y le rogó que lo sacara de allí. Regresaron atravesando el patio de los gentiles; incluso las risas groseras y las bromas profanas que escuchó allí fueron un alivio después de lo que acababa de presenciar. José vio cuánto habían afectado a su hijo los ritos del templo y lo llevó sabiamente a ver «la hermosa puerta», la puerta artística hecha con bronce corintio. Pero Jesús ya había visto bastante para esta primera visita al templo. Regresaron al patio superior en busca de María y caminaron durante una hora al aire libre, lejos del gentío, mirando el palacio Asmoneo, la residencia imponente de Herodes y la torre de los guardias romanos.

Durante este paseo, José explicó a Jesús que sólo los vecinos de Jerusalén tenían permiso para asistir a los sacrificios diarios del templo, y que los habitantes de Galilea sólo venían al templo tres veces al año para participar en el culto: en la Pascua, en la fiesta de Pentecostés (siete semanas después de la Pascua) y en la fiesta de los tabernáculos en octubre. Estas fiestas habían sido establecidas por Moisés. Analizaron a continuación las dos últimas fiestas establecidas, la de la dedicación y la de Purim. Después regresaron a su alojamiento y se prepararon para celebrar la Pascua. 2. Jesús y la Pascua Cinco familias de Nazaret habían sido invitadas por la familia de Simón de Betania, o se unieron a ella, para celebrar la Pascua. Simón había comprado el cordero pascual para todo el grupo. La masacre de un número tan enorme de estos corderos es lo que había afectado tanto a Jesús en su visita al templo. Habían planeado comer la Pascua 312


con los parientes de María, pero Jesús persuadió a sus padres para que aceptaran la invitación de ir a Betania. Aquella noche se reunieron para los ritos de la Pascua, comiendo la carne asada con el pan ázimo y las hierbas amargas. Como Jesús era un nuevo hijo de la alianza, se le pidió que contara el origen de la Pascua, y lo hizo muy bien, pero desconcertó un poco a sus padres con la inclusión de numerosos comentarios que reflejaban moderadamente las impresiones que habían hecho en su mente joven, pero reflexiva, las cosas que había visto y oído tan recientemente. Éste fue el comienzo de los siete días de ceremonias de la fiesta pascual. Incluso en esta fecha temprana, y aunque no dijo nada a sus padres sobre este asunto, Jesús había empezado a darle vueltas en la cabeza a la idea de si sería adecuado celebrar la Pascua sin sacrificar el cordero. Estaba mentalmente seguro de que este espectáculo de la ofrenda de los sacrificios no complacía al Padre celestial y, con el paso de los años, estuvo cada vez más resuelto a establecer algún día la celebración de una Pascua sin derramamiento de sangre. Jesús durmió muy poco aquella noche. Su descanso estuvo enormemente alterado con pesadillas de matanzas y sufrimientos. Tenía la mente aturdida y el corazón desgarrado por las inconsistencias y el carácter absurdo de la teología de todo el sistema ceremonial judío. Sus padres durmieron poco también. Estaban muy desconcertados por los acontecimientos del día que acababa de terminar. Tenían el corazón completamente trastornado por la actitud del muchacho, que les parecía extraña y decidida. María experimentó una agitación nerviosa durante la primera parte de la noche, pero José permaneció tranquilo, aunque también estaba perplejo. Los dos temían hablar francamente con el joven de estos problemas, aunque Jesús hubiera conversado gustosamente con sus padres si se hubieran atrevido a estimularlo. Los oficios del día siguiente en el templo fueron más aceptables para Jesús y contribuyeron mucho a mitigar los recuerdos desagradables del día anterior. A la mañana siguiente, el joven Lázaro se hizo cargo de Jesús y empezaron a explorar sistemáticamente Jerusalén y sus alrededores. Antes de terminar el día, Jesús había descubierto los diversos lugares alrededor del templo donde se daban conferencias de enseñanza y respondían a las preguntas de los asistentes; aparte de algunas visitas al santo de los santos, donde se preguntaba maravillado qué había realmente detrás del velo de separación, la mayor parte del tiempo la pasó alrededor del templo en las conferencias de enseñanza. Durante toda la semana de la Pascua, Jesús ocupó su lugar entre los nuevos hijos del mandamiento; esto significaba que tenía que sentarse fuera de la barrera que separaba a todas las personas que no tenían la plena ciudadanía de Israel. Como se le recordaba de esta manera lo joven que era, se contuvo y no hizo todas las preguntas que se amontonaron en su mente; al menos se contuvo hasta que 313


terminó la celebración de la Pascua y se levantaron las restricciones que se habían impuesto a los jóvenes recién consagrados. El miércoles de la semana de la Pascua, Jesús fue autorizado a ir a casa de Lázaro para pasar la noche en Betania. Aquella noche, Lázaro, Marta y María escucharon a Jesús disertar sobre las cosas temporales y eternas, humanas y divinas, y desde aquella noche los tres lo amaron como si hubiera sido su propio hermano. Al final de la semana, Jesús vio menos a Lázaro porque éste ni siquiera podía entrar en el círculo exterior de las discusiones del templo, aunque asistió a algunos discursos públicos que se pronunciaron en los patios exteriores. Lázaro tenía la misma edad que Jesús, pero en Jerusalén, los jóvenes eran admitidos raramente a la consagración de los hijos de la ley antes de que cumplieran los trece años de edad. Durante la semana de la Pascua, los padres de Jesús encontraron repetidas veces a su hijo sentado a solas y profundamente pensativo, con su joven cabeza entre las manos. Nunca lo habían visto comportarse de esta manera y estaban dolorosamente perplejos, sin saber hasta qué punto la confusión reinaba en su mente y la perturbación en su espíritu, a causa de la experiencia que estaba atravesando; no sabían qué hacer. Se alegraban de que terminara la semana de la Pascua y deseaban ver a su hijo, que actuaba de manera extraña, felizmente de regreso en Nazaret. Día tras día, Jesús volvía a pensar en todos sus problemas. Al final de la semana ya había efectuado muchos ajustes; pero cuando llegó la hora de regresar a Nazaret, su joven mente aún hervía de perplejidad y estaba acosada por un montón de preguntas sin respuestas y de problemas sin resolver. Antes de que José y María partieran de Jerusalén, tomaron las medidas oportunas, en compañía del maestro de Jesús en Nazaret, para que Jesús regresara a Jerusalén cuando cumpliera los quince años, a fin de empezar un largo ciclo de estudios en una de las academias rabínicas más famosas. Jesús acompañó a sus padres y a su profesor en sus visitas a la escuela, pero los tres se entristecieron al observar la indiferencia que aparentaba ante todo lo que hacían y decían. María estaba profundamente apenada por sus reacciones a la visita a Jerusalén, y José enormemente perplejo por los extraños comentarios y la conducta insólita del muchacho. Después de todo, la semana de la Pascua había sido un gran acontecimiento en la vida de Jesús. Había disfrutado de la oportunidad de conocer a decenas de muchachos de su misma edad, candidatos como él a la consagración, y utilizó estos contactos como medio para enterarse de cómo vivía la gente en Mesopotamia, Turquestán y Partia, así como en las provincias más occidentales de Roma. Ya conocía bastante bien cómo se desarrollaba la vida de los jóvenes de Egipto y de otras regiones cercanas a Palestina. En aquel momento había miles de jóvenes en Jerusalén, y el muchacho de Nazaret conoció personalmente y entrevistó de manera más o menos extensa a más de ciento cincuenta. Estaba particularmente 314


interesado por los que venían de Extremo Oriente y de los países lejanos de Occidente. Como resultado de estos intercambios, el joven empezó a sentir el deseo de viajar por el mundo con objeto de aprender cómo trabajaban los diversos grupos de sus contemporáneos para ganarse la vida. 3. La partida de José y María El grupo de Nazaret había acordado reunirse cerca del templo, a media mañana del primer día de la semana después de terminar la fiesta pascual. Así lo hicieron y emprendieron su viaje de regreso a Nazaret. Jesús había entrado en el templo para escuchar los debates, mientras sus padres aguardaban la llegada de sus compañeros de viaje. La compañía se dispuso a partir enseguida, con los hombres formando un grupo y las mujeres otro, como tenían la costumbre de hacer en sus viajes de ida y vuelta a las fiestas de Jerusalén. Jesús había venido a Jerusalén en compañía de su madre y de las mujeres. Pero ahora, como era un joven consagrado, se suponía que haría el viaje de vuelta a Nazaret con su padre y los hombres. Mientras el grupo de Nazaret partía hacia Betania, Jesús se había quedado en el templo completamente absorto en una discusión sobre los ángeles, totalmente inconsciente de que había pasado la hora de la partida de sus padres. No se dio cuenta de que se había quedado atrás hasta el mediodía, hora en que se suspendían las conferencias del templo. Los viajeros de Nazaret no se dieron cuenta de la ausencia de Jesús porque María suponía que viajaba con los hombres, mientras que José pensaba que iba con las mujeres, puesto que había ido a Jerusalén con las mujeres, conduciendo el asno de María. No descubrieron su ausencia hasta que llegaron a Jericó y se prepararon para pasar la noche. Después de preguntar a los rezagados del grupo que iban llegando a Jericó, y de haberse enterado que ninguno de ellos había visto a su hijo, pasaron la noche en blanco, haciendo conjeturas sobre qué podría haberle ocurrido, mencionando muchas de sus reacciones insólitas ante los acontecimientos de la semana pascual, y regañándose suavemente el uno al otro por no haberse asegurado de que estaba en el grupo antes de salir de Jerusalén. 4. El primer y segundo día en el templo Mientras tanto, Jesús había permanecido en el templo durante toda la tarde, escuchando las discusiones y disfrutando de un ambiente más tranquilo y decoroso, puesto que las grandes multitudes de la semana pascual casi habían desaparecido. Al concluir las discusiones de la tarde, en las cuales no participó, Jesús se dirigió a Betania, donde llegó en el preciso momento en que la familia de Simón se disponía a cenar. A los tres jóvenes les encantó acoger a Jesús, que pasó la noche en casa de Simón. Los vio muy poco durante la velada, pasando la mayor parte del tiempo meditando a solas en el jardín. 315


Al día siguiente, Jesús se levantó temprano y se encaminó hacia el templo. Se detuvo en la cima del Olivete y lloró por el espectáculo que contemplaban sus ojos — el de un pueblo espiritualmente empobrecido, encadenado por las tradiciones y viviendo vigilado por las legiones romanas. Por la mañana temprano ya se encontraba en el templo, decidido a participar en los debates. Mientras tanto, José y María también se habían levantado al amanecer con la intención de desandar el camino hasta Jerusalén. Primero se dirigieron apresuradamente a la casa de sus parientes donde se habían alojado en familia durante la semana pascual, pero sus indagaciones revelaron que nadie había visto a Jesús. Después de buscarlo todo el día sin encontrar su rastro, regresaron a casa de sus parientes para pasar la noche.

En la segunda conferencia, Jesús se había atrevido a hacer preguntas y participó en las discusiones del templo de una manera sorprendente, aunque siempre compatible con su juventud. A veces, sus preguntas incisivas ponían un poco en aprietos a los maestros eruditos de la ley judía, pero mostraba tal espíritu de cándida honradez, unido a una sed evidente de aprender, que la mayoría de los maestros del templo estaban dispuestos a tratarle con consideración. Pero cuando se atrevió a poner en duda que fuera 316


justo condenar a muerte a un gentil embriagado que se había extraviado fuera del patio de los gentiles, penetrando inadvertidamente en los recintos prohibidos supuestamente sagrados del templo, uno de los maestros más intolerantes se impacientó por las críticas implícitas del muchacho, lo miró con el ceño fruncido y le preguntó cuántos años tenía. Jesús replicó: «Me faltan poco más de cuatro meses para cumplir los trece años.» «Entonces», añadió el maestro ahora encolerizado, «¿por qué estás aquí, si no tienes edad para ser un hijo de la ley?» Cuando Jesús explicó que había sido consagrado durante la Pascua y que era un estudiante graduado de las escuelas de Nazaret, los maestros replicaron al unísono, con aire burlón: «Deberíamos haberlo sabido; es de Nazaret.» Pero el presidente afirmó que Jesús no tenía la culpa de que los dirigentes de la sinagoga de Nazaret lo hubieran graduado formalmente a los doce años, en lugar de a los trece; aunque algunos de sus detractores se levantaron y se fueron, se decidió que el muchacho podía continuar tranquilamente como alumno en las discusiones del templo. Cuando terminó esta segunda jornada en el templo, Jesús fue otra vez a Betania para pasar la noche. Y salió de nuevo al jardín para meditar y orar. Era evidente que su mente estaba ocupada en la meditación de problemas importantes. 5. El tercer día en el templo Durante el tercer día de Jesús en el templo con los escribas y maestros, se congregaron numerosos espectadores que habían oído hablar de este joven de Galilea, para disfrutar de la experiencia de ver a un muchacho confundir a los sabios de la ley. Simón también vino desde Betania para observar lo que hacía el muchacho. Durante toda la jornada, José y María continuaron buscando ansiosamente a Jesús e incluso entraron varias veces en el templo, pero nunca se les ocurrió escudriñar los diversos grupos de discusión, aunque en una ocasión se encontraron casi al alcance de su voz fascinante. Antes de terminar el día, toda la atención del principal grupo de debate del templo se había concentrado en las preguntas de Jesús. Entre sus muchas preguntas se encontraban las siguientes: ¿Qué hay realmente en el santo de los santos, detrás del velo? ¿Por qué las madres de Israel deben estar separadas de los creyentes varones en el templo? Si Dios es un padre que ama a sus hijos, ¿por qué toda esta carnicería de animales para obtener el favor divino? ¿Se ha interpretado erróneamente la enseñanza de Moisés? Puesto que el templo está consagrado al culto del Padre celestial, ¿no es incongruente tolerar la presencia de aquellos que se dedican al trueque y al comercio mundano? ¿Será el Mesías esperado un príncipe temporal que ocupará el trono de David, o actuará como la luz de la vida en el establecimiento de un reino espiritual? 317


A lo largo de todo el día, los espectadores se maravillaron con estas preguntas, pero ninguno estaba más asombrado que Simón. Durante más de cuatro horas, este joven de Nazaret acosó a aquellos maestros judíos con preguntas que daban que pensar y sondeaban el corazón. Hizo pocos comentarios a las observaciones de sus mayores. Trasmitía sus enseñanzas con las preguntas que hacía. Por medio del planteamiento hábil y sutil de sus preguntas, conseguía simultáneamente desafiar sus enseñanzas y sugerir las suyas propias. En su manera de preguntar combinaba con tal encanto la sagacidad y el humor, que se hacía amar incluso por aquellos que se indignaban más o menos por su juventud. Siempre era totalmente honrado y considerado cuando efectuaba estas preguntas penetrantes. Durante esta tarde memorable en el templo, mostró su reticencia característica, confirmada en todo su ministerio público posterior, a sacar ventaja desleal de un adversario. Como adolescente, y más tarde como hombre, parecía estar completamente libre de todo deseo egoísta de ganar una discusión simplemente por el placer de triunfar sobre sus compañeros por medio de la lógica. Una sola cosa le interesaba de manera suprema: proclamar la verdad eterna y efectuar así una revelación más completa del Dios eterno. Cuando terminó el día, Simón y Jesús regresaron a Betania. Durante la mayor parte del camino, el hombre y el niño guardaron silencio. Jesús se detuvo de nuevo en la cima del Olivete, pero al contemplar la ciudad y su templo no lloró; solamente inclinó la cabeza en un gesto de devoción silenciosa. Después de la cena en Betania, rehusó una vez más unirse a la alegre reunión; en lugar de eso, salió al jardín, donde permaneció hasta altas horas de la noche. Se esforzó inútilmente en elaborar un plan definido para abordar el problema de su misión en la vida, y para escoger la mejor manera de trabajar para revelar, a sus compatriotas espiritualmente ciegos, un concepto más hermoso del Padre celestial, 318


y liberarlos así de su terrible esclavitud a la ley, a los ritos, a las ceremonias y a las tradiciones arcaicas. Pero la luz esclarecedora no se le presentó a este joven que buscaba la verdad. 6. El cuarto día en el templo Jesús se había olvidado, extrañamente, de sus padres terrenales. Incluso en el desayuno, cuando la madre de Lázaro comentó que sus padres debían estar llegando ahora al hogar, Jesús no pareció darse cuenta de que estarían un poco preocupados porque él se había quedado atrás. De nuevo se dirigió hacia el templo, pero no se detuvo en la cima del Olivete para meditar. Durante las discusiones de la mañana, dedicaron mucho tiempo a la ley y a los profetas, y los maestros se asombraron de que Jesús conociera tan bien las escrituras, tanto en hebreo como en griego. Pero estaban más perplejos por su juventud que por su conocimiento de la verdad. En la conferencia de la tarde, apenas habían empezado a responder a su pregunta sobre la finalidad de la oración cuando el presidente invitó al muchacho a que se acercara, y una vez sentado a su lado, le pidió que expusiera su propio punto de vista respecto a la oración y la adoración. La noche anterior, los padres de Jesús habían oído hablar de un extraño joven que se batía muy hábilmente con los intérpretes de la ley, pero no se les había ocurrido que este muchacho pudiera ser su hijo. Casi habían decidido dirigirse a la casa de Zacarías, pues imaginaban que Jesús podría haber ido allí para ver a Isabel y a Juan. Pensando que Zacarías quizás estuviera en el templo, se detuvieron allí camino de la Ciudad de Judá. Mientras deambulaban por los patios del templo, imaginad su sorpresa y asombro cuando reconocieron la voz del muchacho extraviado, y lo vieron sentado entre los maestros del templo.

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José se quedó mudo, pero María dio rienda suelta a su temor y ansiedad largo tiempo reprimidos; se abalanzó hacia el joven, que ahora se había levantado para saludar a sus sorprendidos padres, y le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has tratado así? Hace ya más de tres días que tu padre y yo te buscamos angustiados. ¿Qué te ha llevado a abandonarnos?» Fue un momento de tensión. Todas las miradas se volvieron hacia Jesús para ver qué iba a contestar. Su padre lo miraba con desaprobación, pero no dijo nada. Hay que recordar que se suponía que Jesús era un hombre joven. Había terminado la escolaridad normal de un niño, había sido reconocido como hijo de la ley y había recibido la consagración como ciudadano de Israel. Sin embargo, su madre le regañaba duramente delante de todo el público reunido, precisamente en mitad del esfuerzo más serio y sublime de su joven vida, poniendo fin de manera poco gloriosa a una de las mayores oportunidades que jamás se le habían presentado de enseñar la verdad, predicar la rectitud y revelar el carácter amoroso de su Padre celestial. Pero el joven se mostró a la altura de las circunstancias. Si tenéis en cuenta con imparcialidad todos los factores que se combinaron para dar lugar a esta situación, estaréis mejor preparados para examinar la sabiduría de la respuesta del chico a la reprimenda inintencionada de su madre. Después de reflexionar un momento, Jesús le dijo: «¿Por qué me habéis buscado durante tanto tiempo? ¿Acaso no esperabais encontrarme en la casa de mi Padre, puesto que ha llegado la hora de que me ocupe de los asuntos de mi Padre?» Todo el mundo se asombró de la manera de hablar del muchacho. Todos se alejaron en silencio y lo dejaron a solas con sus padres. El joven suavizó enseguida la embarazosa situación de los tres, diciendo tranquilamente: «Vamos, padres míos, cada cual ha hecho lo que consideraba mejor. Nuestro Padre que está en los cielos ha ordenado estas cosas; regresemos a casa.» Partieron en silencio y por la noche llegaron a Jericó. Sólo se detuvieron una vez, en la cima del Olivete, donde el joven levantó su cayado hacia el cielo y, temblando de los pies a la cabeza con la agitación de una intensa emoción, dijo: «Oh Jerusalén, Jerusalén y sus habitantes, ¡cuán esclavizados estáis — sometidos al yugo romano y víctimas de vuestras propias tradiciones — pero volveré para purificar el templo y liberar a mi pueblo de esta esclavitud!» Durante los tres días de viaje hasta Nazaret, Jesús no dijo casi nada; sus padres tampoco hablaron mucho en su presencia. Estaban realmente desorientados por la conducta de su hijo primogénito, pero atesoraron sus palabras en su corazón, aunque no pudieran comprender plenamente su significado. Al llegar al hogar, Jesús hizo una breve declaración a sus padres, reiterándoles su afecto y dándoles a entender que no tenían que temer pues no volvería a ocasionarles nuevas ansiedades con su conducta. Concluyó esta importante declaración diciendo: «Aunque 320


debo hacer la voluntad de mi Padre celestial, también obedeceré a mi padre terrenal. Esperaré a que llegue mi hora.» Aunque mentalmente Jesús rehusaba muchas veces aprobar los esfuerzos bien intencionados, pero descaminados, de sus padres por dictarle el rumbo de sus reflexiones o establecer el plan de su obra en la Tierra, sin embargo, de todas las maneras compatibles con su consagración a hacer la voluntad de su Padre Paradisiaco, se conformaba con mucho agrado a los deseos de su padre terrenal y a las costumbres de su familia carnal. Incluso cuando no podía aprobarlos, hacía todo lo posible por conformarse a ellos. Era un artista en el asunto de conciliar su consagración al deber con sus obligaciones de lealtad familiar y de servicio social. José estaba perplejo, pero María, después de reflexionar sobre estas experiencias, se sintió fortificada, acabando por considerar las palabras de Jesús en el Olivete como proféticas de la misión mesiánica de su hijo como liberador de Israel. Se dedicó con renovada energía a moldear los pensamientos de Jesús dentro de canales nacionalistas y patrióticos, y recurrió a la ayuda de su hermano, el tío favorito de Jesús. De todas las maneras posibles, la madre de Jesús se dedicó a la tarea de preparar a su hijo primogénito para que asumiera el mando de los que querían restaurar el trono de David y rechazar para siempre el yugo de la esclavitud política de los gentiles. Los dos años cruciales DE TODAS las experiencias de la vida terrestre de Jesús, su decimocuarto y decimoquinto años fueron los más cruciales. Los dos años comprendidos entre el momento en que empezó a tomar conciencia de su divinidad y de su destino. Este período de dos años es el que debería llamarse la gran prueba, la verdadera tentación. Ningún joven humano que haya experimentado las primeras confusiones y los problemas de adaptación de la adolescencia, ha tenido que someterse nunca a una prueba más crucial que la que Jesús atravesó durante su paso de la infancia a la juventud. Este importante período en el desarrollo juvenil de Jesús empezó con el final de la visita a Jerusalén y su regreso a Nazaret. Al principio, María estaba feliz con la idea de haber recobrado a su hijo, de que Jesús había vuelto al hogar para ser un hijo obediente — aunque nunca hubiera sido otra cosa — y que en adelante sería más receptivo a los planes que ella forjaba para su vida futura. Pero no se iba a calentar durante mucho tiempo al sol de las ilusiones maternas y del orgullo familiar no reconocido; muy pronto se iba a desilusionar mucho más. El muchacho vivía cada vez más en compañía de su padre; cada vez acudía menos a ella con sus problemas. Al mismo tiempo, sus padres comprendían cada vez menos sus frecuentes alternancias entre los asuntos de este mundo y las meditaciones sobre su relación con los asuntos de su Padre. Francamente, no lo comprendían, pero lo amaban sinceramente. 321


A medida que Jesús crecía, su compasión y su amor por el pueblo judío se hicieron más profundos, pero con el paso de los años, se fue acentuando en su mente un justo resentimiento contra la presencia, en el templo del Padre, de los sacerdotes nombrados por razones políticas. Jesús tenía un gran respeto por los fariseos sinceros y los escribas honestos, pero sentía un gran menosprecio por los fariseos hipócritas y los teólogos deshonestos; miraba con desdén a todos los jefes religiosos que no eran sinceros.

Cuando examinaba a fondo la conducta de los dirigentes de Israel, a veces se sentía tentado a ver con buenos ojos la posibilidad de convertirse en el Mesías que esperaban los judíos, pero nunca cedió a esta tentación. El relato de sus hazañas entre los sabios del templo en Jerusalén era gratificante para todo Nazaret, en especial para sus antiguos maestros de la escuela de la sinagoga. Durante algún tiempo, los elogios hacia Jesús estuvieron en boca de todos. Todo el pueblo contaba su sabiduría infantil y su conducta ejemplar, y predecía que estaba destinado a convertirse en un gran jefe de Israel; por fin saldría de Nazaret de Galilea un maestro realmente superior. Todos esperaban el momento en que cumpliera los quince años para que se le permitiera leer regularmente las escrituras en la sinagoga el día del sábado. 1. Su decimocuarto año (año 8 d. de J.C.) Éste es el año civil de su decimocuarto cumpleaños. Se había vuelto un buen fabricante de yugos y trabajaba bien tanto la lona como el cuero. También se estaba convirtiendo rápidamente en un experto carpintero y ebanista. Este verano subía con frecuencia a la cima de la colina, situada al noroeste de Nazaret, para orar y meditar. Hacía 322


poco más de cien años que esta colina había sido el «alto lugar de Baal», y ahora se encontraba allí la tumba de Simeón, un santo varón famoso en Israel. Desde la cumbre de la colina de Simeón, Jesús dominaba con la vista todo Nazaret y la región circundante. Divisaba Meguido y recordaba la historia del ejército egipcio que ganó allí su primera gran victoria en Asia; y cómo posteriormente un ejército semejante derrotó a Josías, el rey de Judea. No lejos de allí podía divisar Taanac, donde Débora y Barac derrotaron a Sísara. En la distancia podía ver las colinas de Dotán donde, según le habían enseñado, los hermanos de José lo vendieron como esclavo a los egipcios. Luego, al volver la vista hacia Ebal y Gerizim, rememoraba las tradiciones de Abraham, Jacob y Abimelec. Así es como recordaba y repasaba en su mente los acontecimientos históricos y tradicionales del pueblo de su padre José. Continuó adelante con sus cursos superiores de lectura bajo la dirección de los profesores de la sinagoga, y también continuó con la educación familiar de sus hermanos y hermanas a medida que éstos alcanzaban la edad apropiada.

A primeros de este año, José empezó a ahorrar los ingresos procedentes de sus propiedades de Nazaret y Cafarnaúm, para pagar el largo ciclo de estudios de Jesús en Jerusalén; se había planeado que Jesús iría a Jerusalén en agosto del año siguiente, cuando cumpliera los quince años. Desde los comienzos de este año, José y María tuvieron dudas frecuentes sobre el destino de su hijo primogénito. Era ciertamente un muchacho brillante y amable, pero muy difícil de comprender y muy arduo de sondear; además, nunca había sucedido nada de extraordinario o de milagroso. Su madre, orgullosa, había permanecido decenas de veces en una expectativa sin aliento, 323


esperando ver a su hijo realizar alguna acción milagrosa o sobrehumana; pero sus esperanzas siempre terminaban en una cruel decepción. Todo esto era desalentador e incluso descorazonador. La gente piadosa de aquellos tiempos creía sinceramente que los profetas y los hombres de la promesa demostraban siempre su vocación, y establecían su autoridad divina, realizando milagros y haciendo prodigios. Pero Jesús no hacía nada de esto; por ello, la confusión de sus padres aumentaba sin cesar a medida que consideraban su futuro. El mejoramiento de la situación económica de la familia de Nazaret se reflejaba de muchas maneras en el hogar, especialmente en el aumento del número de tablillas blancas y lisas que se utilizaban como pizarras para escribir; la escritura la efectuaban con un carboncillo. A Jesús también se le permitió reanudar sus clases de música, pues le encantaba tocar el arpa. Se puede decir en verdad que, a lo largo de este año, Jesús «creció en el favor de los hombres y de Dios». Las perspectivas de la familia parecían buenas y el futuro se presentaba resplandeciente. 2. La muerte de José Todo fue bien hasta aquel martes fatal 25 de septiembre, cuando un mensajero de Séforis trajo a esta casa de Nazaret la trágica noticia de que José había sido herido de gravedad por la caída de una grúa mientras trabajaba en la residencia del gobernador. El mensajero de Séforis se había detenido en el taller antes de llegar al domicilio de José. Informó a Jesús del accidente de su padre, y los dos juntos fueron a la casa para comunicar la triste noticia a María. Jesús deseaba ir inmediatamente al lado de su padre, pero María no quería oír nada que no fuera salir corriendo para estar junto a su marido. Decidió que iría a Séforis en compañía de Santiago, que por entonces tenía diez años, mientras que Jesús permanecería en la casa con los niños más pequeños hasta su regreso, pues no conocía la gravedad de las heridas de José. Pero José había muerto a consecuencia de sus lesiones antes de que llegara María. Lo trajeron a Nazaret y al día siguiente fue enterrado con sus padres.

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Justo en el momento en que las perspectivas eran buenas y el futuro parecía sonreírles, una mano aparentemente cruel golpeaba al cabeza de familia de Nazaret. Los asuntos de este hogar saltaron en pedazos y todos los planes con respecto a Jesús y su futura educación quedaron destruidos. Este joven carpintero, que acababa de cumplir catorce años, tomó conciencia de que no sólo tenía que cumplir la misión recibida de su Padre celestial de revelar la naturaleza divina en la Tierra y en la carne, sino que su joven naturaleza humana tenía que asumir también la responsabilidad de cuidar de su madre viuda y de sus siete hermanos y hermanas — sin contar la que aún no había nacido. Este joven de Nazaret se convertía ahora en el único sostén y consuelo de esta familia tan súbitamente afligida. Así se permitió que sucedieran unos acontecimientos de tipo natural que forzaron a este joven del destino a asumir bien pronto unas responsabilidades considerables, pero altamente pedagógicas y disciplinarias. Se convirtió en el jefe de una familia humana, en el padre de sus propios hermanos y hermanas; tenía que sostener y proteger a su madre y actuar como guardián del hogar de su padre, el único hogar que llegaría a conocer mientras estuvo en este mundo. Jesús aceptó de buena gana las responsabilidades que cayeron tan repentinamente sobre él y las asumió fielmente hasta el final. Al menos un gran problema y una dificultad prevista en su vida se habían resuelto trágicamente — ya no se esperaba que fuera a Jerusalén para estudiar con los rabinos. Siempre fue verdad que Jesús «no era el discípulo de nadie». Siempre estaba dispuesto a aprender 325


incluso del niño más humilde, pero su autoridad para enseñar la verdad nunca la obtuvo de fuentes humanas. Aún no sabía nada de la visita de Gabriel a su madre antes de su nacimiento; sólo lo supo por Juan el día de su bautismo, al comienzo de su ministerio público.

A medida que pasaban los años, este joven carpintero de Nazaret medía cada vez más cada institución de la sociedad y cada costumbre de la religión con un criterio invariable: ¿Qué hace por el alma humana? ¿Trae a Dios más cerca del hombre? ¿Lleva al hombre hacia Dios? Aunque este joven no descuidaba por completo los aspectos recreativos y sociales de la vida, cada vez consagraba más su tiempo y sus energías a dos únicas metas: cuidar a su familia y prepararse para hacer en la Tierra la voluntad celestial de su Padre. Este año, los vecinos cogieron la costumbre de dejarse caer por la casa durante las noches de invierno, para escuchar a Jesús tocar el arpa, oír sus historias (pues el muchacho era un excelente narrador) y escuchar cómo leía las escrituras en griego. Los asuntos económicos de la familia continuaron rodando bastante bien, porque disponían de una suma considerable de dinero en el momento de la muerte de José. Jesús no tardó en demostrar que poseía un juicio penetrante para los negocios y sagacidad financiera. Era desprendido, pero moderado, y ahorrativo, pero generoso. Demostró ser un administrador prudente y eficaz de los bienes de su padre. 326


Pero a pesar de todo lo que hacían Jesús y los vecinos de Nazaret para traer alegría a la casa, María, e incluso los niños, estaban llenos de tristeza. José ya no estaba. Había sido un marido y un padre excepcional, y todos lo echaban de menos. Su muerte les parecía aun más trágica cuando pensaban que no habían podido hablar con él o recibir su última bendición. 3. El decimoquinto año (año 9 d. de J.C.) A mediados de este decimoquinto año — contamos el tiempo de acuerdo con el calendario del siglo veinte, y no según el año judío — Jesús había tomado firmemente el control de la dirección de su familia. Antes de finalizar este año, sus ahorros casi habían desaparecido, y se encontraron en la necesidad de vender una de las casas de Nazaret que José poseía en común con su vecino Jacobo. Rut, la más pequeña de la familia, nació la noche del miércoles 17 de abril del año 9. En la medida de sus posibilidades, Jesús se esforzó por ocupar el lugar de su padre, consolando y cuidando a su madre durante esta prueba penosa y particularmente triste. Durante cerca de veinte años (hasta que empezó su ministerio público) ningún padre podría haber amado y educado a su hija con más afecto y fidelidad que Jesús cuidó a la pequeña Rut. Fue igualmente un buen padre para todos los demás miembros de su familia.

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Durante este año, Jesús formuló por primera vez la oración que enseñó posteriormente a sus apóstoles, y que muchos conocen con el nombre de «Padre Nuestro». En cierto modo, fue una evolución del culto familiar; tenían muchas fórmulas de alabanza y diversas oraciones formales. Después de la muerte de su padre, Jesús trató de enseñar a los niños mayores a que se expresaran de manera individual en sus oraciones — como a él tanto le gustaba hacer — pero no podían comprender su pensamiento y retrocedían invariablemente a sus formas de rezar aprendidas de memoria. En este esfuerzo por estimular a sus hermanos y hermanas mayores para que dijeran oraciones individuales, Jesús trató de mostrarles el camino con frases sugerentes; y pronto se descubrió que, sin intención alguna por su parte, todos utilizaban una forma de rezar ampliamente basada en las ideas directrices que Jesús les había enseñado. Al final, Jesús renunció a la idea de que cada miembro de la familia formulara oraciones espontáneas. Una noche de octubre, se sentó cerca de la pequeña lámpara rechoncha, junto a la mesa baja de piedra; cogió una tablilla de cedro pulido de unos cincuenta centímetros de lado, y con un trozo de carboncillo escribió la oración que sería en adelante la súplica modelo de toda la familia. Este año Jesús estuvo muy inquieto debido a reflexiones desconcertantes. Sus responsabilidades familiares habían alejado, de manera bastante eficaz, toda idea de desarrollar enseguida un plan que se adecuara al mandato recibido en la visita de Jerusalén para que «se ocupara de los asuntos de su Padre». Jesús razonaba, con acierto, que velar por la familia de su padre terrenal debía tener prioridad sobre cualquier otro deber, que mantener a su familia debía ser su primera obligación. En el transcurso de este año, Jesús encontró en el llamado Libro de Enoc un pasaje que le incitó más tarde a adoptar la expresión «Hijo del Hombre» para designarse durante su misión… Había estudiado cuidadosamente la idea del Mesías judío y estaba firmemente convencido de que él no estaba destinado a ser ese Mesías. Deseaba intensamente ayudar al pueblo de su padre, pero nunca pensó en ponerse al frente de los ejércitos judíos para liberar Palestina de la dominación extranjera. Sabía que nunca se sentaría en el trono de David en Jerusalén. Tampoco creía que su misión como liberador espiritual o educador moral se limitaría exclusivamente al pueblo judío. Así pues, la misión de su vida no podía ser de ninguna manera el cumplimiento de los deseos intensos y de las supuestas profecías mesiánicas de las escrituras hebreas, al menos no de la manera en que los judíos comprendían estas predicciones de los profetas. Asimismo, estaba seguro de que nunca aparecería como el Hijo del Hombre descrito por el profeta Daniel. Pero cuando le llegara la hora de presentarse públicamente como educador del mundo, ¿cómo se llamaría a sí mismo? ¿De qué manera definiría su misión? ¿Con qué nombre lo llamarían las gentes que se convertirían en creyentes de sus enseñanzas? 328


Mientras le daba vueltas a estos problemas en su cabeza, encontró en la biblioteca de la sinagoga de Nazaret, entre los libros apocalípticos que había estado estudiando, el manuscrito llamado «El Libro de Enoc». Aunque estaba seguro de que no había sido escrito por el Enoc de los tiempos pasados, le resultó muy interesante, y lo leyó y releyó muchas veces. Había un pasaje que le impresionó particularmente, aquel en el que aparecía la expresión «Hijo del Hombre». El autor del pretendido Libro de Enoc continuaba hablando de este Hijo del Hombre, describiendo la obra que debería hacer en la Tierra y explicando que este Hijo del Hombre, antes de descender a esta Tierra para aportar la salvación a la humanidad, había cruzado los atrios de la gloria celestial con su Padre, el Padre de todos; y había renunciado a toda esta grandeza y a toda esta gloria para descender a la Tierra y proclamar la salvación a los mortales necesitados. A medida que Jesús leía estos pasajes (sabiendo muy bien que gran parte del misticismo oriental incorporado en estas enseñanzas era falso), sentía en su corazón y reconocía en su mente que, de todas las predicciones mesiánicas de las escrituras hebreas y de todas las teorías sobre el libertador judío, ninguna estaba tan cerca de la verdad como esta historia incluida en el Libro de Enoc, el cual sólo estaba parcialmente acreditado; allí mismo y en ese momento decidió adoptar como título inaugural «el Hijo del Hombre». Y esto fue lo que hizo cuando empezó posteriormente su obra pública. Jesús tenía una 329


habilidad infalible para reconocer la verdad, y nunca dudaba en abrazarla, sin importarle la fuente de la que parecía emanar. Por esta época ya tenía decididas muchas cosas relacionadas con su futuro trabajo en el mundo, pero no dijo nada de estas cuestiones a su madre, que seguía aferrada a la idea de que él era el Mesías judío. Jesús pasó ahora por la gran confusión de su época juvenil. Después de haber resuelto un poco la naturaleza de su misión en la Tierra, «ocuparse de los asuntos de su Padre» — mostrar la naturaleza amorosa de su Padre hacia toda la humanidad — empezó a examinar de nuevo las numerosas declaraciones de las escrituras referentes a la venida de un libertador nacional, de un rey o educador judío. ¿A qué acontecimiento se referían estas profecías? Él mismo, ¿era o no era judío? ¿Pertenecía o no a la casa de David? Su madre afirmaba que sí; su padre había indicado que no. Él decidió que no. Pero, ¿habían confundido los profetas la naturaleza y la misión del Mesías? Después de todo, ¿sería posible que su madre tuviera razón? En la mayoría de los casos, cuando en el pasado habían surgido diferencias de opinión, era ella quien había tenido razón. Si él era un nuevo educador y no el Mesías, ¿cómo podría reconocer al Mesías judío si éste aparecía en Jerusalén durante el tiempo de su misión terrestre, y cuál sería entonces su relación con este Mesías judío? Después de que hubiera emprendido la misión de su vida, ¿cuáles serían sus relaciones con su familia, con la religión y la comunidad judías, con el Imperio Romano, con los gentiles y sus religiones? El joven galileo le daba vueltas en su mente a cada uno de estos importantes problemas y los examinaba seriamente mientras continuaba trabajando en el banco de carpintero, ganándose laboriosamente su propia vida, la de su madre y la de otras ocho bocas hambrientas. Antes de finalizar este año, María vio que los fondos de la familia disminuían. Transfirió la venta de las palomas a Santiago. Poco después compraron una segunda vaca y, con la ayuda de Miriam, empezaron a vender leche a sus vecinos de Nazaret. Los profundos períodos de meditación de Jesús, sus frecuentes desplazamientos a lo alto de la colina para orar y todas las ideas extrañas que insinuaba de vez en cuando, alarmaron considerablemente a su madre. A veces pensaba que el joven estaba fuera de sí, pero luego dominaba sus temores al recordar que, después de todo, era un hijo de la promesa y, de alguna manera, diferente a los demás jóvenes. Pero Jesús estaba aprendiendo a no expresar todos sus pensamientos, a no exponer todas sus ideas al mundo, ni siquiera a su propia madre. A partir de este año, sus informaciones sobre lo que pasaba por su mente fueron reduciéndose cada vez más; es decir, hablaba menos sobre cosas que las personas corrientes no podían comprender, y que podían conducirle a ser considerado como un tipo raro o diferente de la gente común. Según las apariencias, se volvió vulgar y convencional, aunque anhelaba encontrar a alguien que pudiera comprender sus problemas. Deseaba vivamente tener un amigo fiel y de confianza, pero sus problemas eran demasiado complejos para 330


que pudieran ser comprendidos por sus compañeros humanos. La singularidad de esta situación excepcional le obligó a soportar solo el peso de su carga. 4. El primer sermón en la sinagoga A partir de los quince años, Jesús podía ocupar oficialmente el púlpito de la sinagoga el día del sábado. En muchas ocasiones anteriores, cuando faltaban oradores, habían pedido a Jesús que leyera las escrituras, pero ahora había llegado el día en que la ley le permitía oficiar el servicio. Por consiguiente, el primer sábado después de su decimoquinto cumpleaños, el chazan arregló las cosas para que Jesús dirigiera los oficios matutinos de la sinagoga. Cuando todos los fieles de Nazaret estuvieron congregados, el joven, que ya había seleccionado un texto de las escrituras, se levantó y comenzó a leer:

«El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para traer buenas nuevas a los mansos, para vendar a los doloridos, para proclamar la libertad a los cautivos y liberar a los presos espirituales; para proclamar el año de la gracia de Dios y el día del ajuste de cuentas de nuestro Dios; para consolar a todos los afligidos y darles belleza en lugar de ceniza, el óleo de la alegría en lugar de luto, un canto de alabanza en vez de un espíritu angustiado, para que puedan ser llamados árboles de rectitud, la plantación del Señor, destinada a glorificarlo. 331


«Buscad el bien y no el mal para que podáis vivir, y así el Señor, el Dios de los ejércitos, estará con vosotros. Aborreced el mal y amad el bien; estableced el juicio en la puerta. Quizá el Señor Dios será benévolo con el remanente de José. «Lavaos, purificaos; la maldad de vuestras obras quitadla de delante de mis ojos; dejad de hacer el mal y aprended a hacer el bien; buscad la justicia, socorred al oprimido. Defended al huérfano y amparad a la viuda. «¿Con qué me presentaré ante el Señor, para inclinarme ante el Señor de toda la Tierra? ¿Vendré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Le agradarán al Señor millares de carneros, decenas de millares de ovejas, o ríos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi transgresión, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? ¡No!, porque el Señor nos ha mostrado, oh hombres, lo que es bueno. ¿Y qué os pide el Señor si no que seáis justos, que améis la misericordia y que caminéis humildemente con vuestro Dios? «¿Con quién, entonces, compararéis a Dios que está sentado en el círculo de la Tierra? Levantad los ojos y mirad quién ha creado todos estos mundos, quién produce sus huestes por multitudes y las llama a todas por su nombre. Él hace todas estas cosas por la grandeza de su poder, y debido a la fuerza de su poder, ninguna fallará. Él da vigor al débil, y multiplica las fuerzas de los que están fatigados. No temáis, porque estoy con vosotros; no desmayéis, porque soy vuestro Dios. Os fortificaré y os ayudaré; sí, os sustentaré con la diestra de mi justicia, porque yo soy el Señor vuestro Dios. Y sostendré vuestra mano derecha, diciéndoos: no temáis, porque yo os ayudaré. «Y tú eres mi testigo, dice el Señor, y mi siervo a quien he elegido para que todos puedan conocerme, creerme y entender que yo soy el Eterno. Yo, sólo yo, soy el Señor, y aparte de mí no hay salvador». Cuando terminó de leer así, se sentó, y la gente se fue a sus casas meditando las palabras que les había leído con tanto agrado. Sus paisanos nunca lo habían visto tan magníficamente solemne; nunca lo habían oído con una voz tan seria y tan sincera; nunca lo habían visto tan varonil y decidido, con tanta autoridad. Ese sábado por la tarde Jesús subió con Santiago a la colina de Nazaret, y cuando regresaron a casa, con un carboncillo escribió los Diez Mandamientos en griego sobre dos tablillas. Más tarde, Marta coloreó y adornó estas tablillas y estuvieron colgadas mucho tiempo en la pared, encima del pequeño banco de trabajo de Santiago. 5. La lucha financiera Jesús y su familia volvieron gradualmente a la vida simple de sus primeros años. Sus ropas e incluso sus alimentos se simplificaron. Tenían leche, mantequilla y queso en abundancia. Según la estación, disfrutaban de los productos de su huerto, pero cada mes que pasaba les obligaba a practicar una mayor frugalidad. Su desayuno era muy simple; los mejores alimentos los reservaban para la cena. Sin 332


embargo, la falta de riqueza entre estos judíos no implicaba inferioridad social. Este joven ya poseía una comprensión casi completa de cómo vivían los hombres de su tiempo. Sus enseñanzas posteriores muestran hasta qué punto comprendía bien la vida en el hogar, en el campo y en el taller; revelan plenamente su contacto íntimo con todas las fases de la experiencia humana. El chazán de Nazaret continuaba aferrado a la creencia de que Jesús estaba destinado a convertirse en un gran educador, probablemente en el sucesor del famoso Gamaliel de Jerusalén. Aparentemente, todos los planes de Jesús para su carrera se habían desbaratado. Tal como se desarrollaban las cosas, el futuro no parecía muy brillante. Sin embargo, no vaciló ni se desanimó. Continuó viviendo día tras día, desempeñando bien su deber cotidiano y cumpliendo fielmente con las responsabilidades inmediatas de su posición social en la vida. La vida de Jesús es el consuelo eterno de todos los idealistas decepcionados. El salario diario de un carpintero corriente disminuía poco a poco. A finales de este año, y trabajando de sol a sol, Jesús sólo podía ganar el equivalente de un cuarto de dólar al día. Al año siguiente les resultó difícil pagar los impuestos civiles, sin mencionar las contribuciones a la sinagoga y el impuesto de medio siclo para el templo. Durante este año, el recaudador de impuestos intentó arrancarle a Jesús una renta suplementaria, e incluso le amenazó con llevarse su arpa. Temiendo que el ejemplar de las escrituras en griego pudiera ser descubierto y confiscado por los recaudadores de impuestos, Jesús lo donó a la biblioteca de la sinagoga de Nazaret el día de su decimoquinto cumpleaños, como su ofrenda de madurez al Señor. El gran disgusto de su decimoquinto año se produjo cuando Jesús fue a Séforis para recibir el veredicto de Herodes, relacionado con la apelación que habían interpuesto ante él por la controversia sobre la cantidad de dinero que le debían a José en el momento de su muerte accidental. Jesús y María habían esperado recibir una considerable suma de dinero, pero el tesorero de Séforis les había ofrecido una cantidad irrisoria. Los hermanos de José apelaron ante el mismo Herodes, y ahora Jesús se encontraba en el palacio y oyó a Herodes decretar que a su padre no se le debía nada en el momento de su muerte. A causa de esta decisión tan injusta, Jesús nunca más confió en Herodes Antipas. No es extraño que en una ocasión se refiriera a Herodes como «ese zorro».

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Durante este año y los siguientes, el duro trabajo en el banco de carpintero privó a Jesús de la posibilidad de relacionarse con los viajeros de las caravanas. Un tío suyo ya se había hecho cargo de la tienda de provisiones de la familia y Jesús trabajaba todo el tiempo en el taller de la casa, donde estaba cerca para ayudar a María con la familia. Por esta época empezó a enviar a Santiago a la parada de las caravanas para obtener información sobre los acontecimientos mundiales, intentando así mantenerse al corriente de las noticias del día. A medida que crecía hacia la madurez, pasó por los mismos conflictos y confusiones que todos los jóvenes normales de todos los tiempos anteriores y posteriores. La rigurosa experiencia de tener que mantener a su familia era una salvaguardia segura contra el exceso de tiempo libre para dedicarlo a la meditación ociosa o abandonarse a las tendencias místicas. Éste fue el año en que Jesús arrendó una gran parcela de terreno justo al norte de su casa, que dividieron en huertos familiares. Cada uno de los hermanos mayores tenía un huerto individual, y se hicieron una viva competencia en sus esfuerzos agrícolas. Durante la temporada de cultivo de las legumbres, su hermano mayor pasó cada día algún tiempo con ellos en el huerto. Mientras Jesús trabajaba en el huerto con sus hermanos y hermanas menores, acarició muchas veces la idea de que todos podían vivir en una granja en el campo, donde podrían disfrutar de la libertad y la independencia de una vida sin trabas. Pero no estaban creciendo en el campo, y Jesús, que era 334


un joven totalmente práctico a la vez que idealista, atacó su problema de manera vigorosa e inteligente según se presentaba. Hizo todo lo que estuvo en su mano para adaptarse con su familia a las realidades de su situación, y acomodar su condición para la mayor satisfacción posible de sus deseos individuales y colectivos. En un momento determinado, Jesús tuvo la débil esperanza de que pudiera reunir los recursos suficientes para justificar la tentativa de comprar una pequeña granja, con tal que pudieran recaudar la considerable suma de dinero que le debían a su padre por sus trabajos en el palacio de Herodes. Había pensado muy seriamente en este proyecto de establecer a su familia en el campo. Pero cuando Herodes se negó a pagarles el dinero que le debían a José, abandonaron el deseo de poseer una casa en el campo. Tal como estaban las cosas, se las ingeniaron para disfrutar de muchas de las experiencias de la vida campesina, pues ahora tenían tres vacas, cuatro ovejas, un montón de polluelos, un asno y un perro, además de las palomas. Incluso los más pequeños tenían sus tareas regulares que hacer dentro del plan de administración bien organizado que caracterizaba la vida hogareña de esta familia de Nazaret. Al finalizar su decimoquinto año, Jesús concluyó la travesía de este período peligroso y difícil de la existencia humana, de esta época de transición entre los años más placenteros de la infancia y la conciencia de la edad adulta que se aproxima, con sus mayores responsabilidades y oportunidades para adquirir una experiencia avanzada en el desarrollo de un carácter noble. El período de crecimiento mental y físico había terminado, y ahora empezaba la verdadera carrera de este joven de Nazaret. Los años de adolescencia AL EMPEZAR los años de su adolescencia, Jesús se encontró como jefe y único sostén de una familia numerosa. Pocos años después de la muerte de su padre, habían perdido todas sus propiedades. A medida que pasaba el tiempo, se volvió cada vez más consciente de su preexistencia; al mismo tiempo empezó a comprender más plenamente que estaba presente en la Tierra y en la carne con la finalidad expresa de revelar su Padre Paradisiaco a los hijos de los hombres. Ningún adolescente que haya vivido o que pueda vivir alguna vez en este mundo o en cualquier otro mundo ha tenido ni tendrá nunca que resolver problemas más graves o desenredar dificultades más complicadas. Ningún joven tendrá nunca que pasar por unos conflictos más probatorios o por unas situaciones más penosas que las que Jesús mismo tuvo que soportar durante el arduo período comprendido entre sus quince y sus veinte años de edad. Tras haber saboreado así la experiencia efectiva de vivir estos años de adolescencia en un mundo acosado por el mal y perturbado por el pecado, el Hijo del Hombre llegó a poseer un conocimiento pleno de 335


la experiencia que vive la juventud. Así se convirtió para siempre en el refugio comprensivo de los adolescentes angustiados y perplejos de todos los tiempos. 1. El decimosexto año (año 10 d. de J.C.) El Hijo encarnado pasó por la infancia y experimentó una niñez exenta de acontecimientos notables. Luego emergió de la penosa y probatoria etapa de transición entre la infancia y la juventud — se convirtió en el Jesús adolescente. Este año alcanzó su máxima estatura física. Era un joven viril y bien parecido. Se volvió cada vez más formal y serio, pero era amable y compasivo. Tenía una mirada bondadosa pero inquisitiva; su sonrisa era siempre simpática y alentadora. Su voz era musical pero con autoridad; su saludo, cordial pero sin afectación. En todas las ocasiones, incluso en los contactos más comunes, parecía ponerse de manifiesto la esencia de una doble naturaleza, la humana y la divina. Siempre mostraba esta combinación de amigo compasivo y de maestro con autoridad. Y estos rasgos de su personalidad comenzaron a manifestarse muy pronto, incluso desde los años de su adolescencia. Este joven físicamente fuerte y robusto también había adquirido el crecimiento completo de su intelecto humano, no la experiencia total del pensamiento humano, sino la plena capacidad para ese desarrollo intelectual. Poseía un cuerpo sano y bien proporcionado, una mente aguda y analítica, una disposición de ánimo generosa y compasiva, un temperamento un poco fluctuante pero dinámico; todas estas cualidades se estaban organizando en una personalidad fuerte, sorprendente y atractiva.

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A medida que pasaba el tiempo, su madre y sus hermanos y hermanas tenían más dificultades para comprenderlo; tropezaban con lo que decía e interpretaban mal sus acciones. Todos eran incapaces de comprender la vida de su hermano mayor, porque su madre les había dado a entender que estaba destinado a ser el libertador del pueblo judío. Después de haber recibido estas insinuaciones de María como secretos de familia, imaginad su confusión cuando Jesús desmentía francamente todas estas ideas e intenciones. Este año Simón empezó a ir a la escuela, y la familia se vio obligada a vender otra casa. Santiago se encargó ahora de la enseñanza de sus tres hermanas, dos de las cuales eran lo bastante mayores como para empezar a estudiar en serio. En cuanto Rut creció, la pusieron en manos de Miriam y Marta. Habitualmente, las muchachas de las familias judías recibían poca educación, pero Jesús sostenía (y su madre estaba de acuerdo) que las chicas tenían que ir a la escuela lo mismo que los varones, y puesto que la escuela de la sinagoga no las admitiría, lo único que se podía hacer era habilitar una escuela en casa especialmente para ellas. Durante todo este año, Jesús no pudo separarse de su banco de carpintero. Afortunadamente tenía mucho trabajo; lo realizaba de una manera tan superior que nunca se encontraba en paro, aunque la faena escaseara por aquella región. A veces tenía tanto que hacer que Santiago lo ayudaba. A finales de este año tenía casi decidido que, después de haber criado a los suyos y de verlos casados, emprendería su trabajo público como maestro de la verdad y revelador del Padre celestial para el mundo. Sabía que no se convertiría en el Mesías judío esperado, y llegó a la conclusión de que era prácticamente inútil discutir estos asuntos con su madre. Decidió permitirle que siguiera manteniendo todas las ilusiones que quisiera, puesto que todo lo que él había dicho en el pasado había hecho poca o ninguna mella en ella; recordaba que su padre nunca había podido decir algo que la hiciera cambiar de opinión. A partir de este año habló cada vez menos con su madre, o con otras personas, sobre estos problemas. Su misión era tan especial que nadie en el mundo podía darle consejos para realizarla. A pesar de su juventud, era un verdadero padre para su familia. Pasaba todas las horas que podía con los pequeños, y éstos lo amaban sinceramente. Su madre sufría al verlo trabajar tan duramente; le apenaba que estuviera día tras día atado al banco de carpintero para ganar la vida de la familia, en lugar de estar en Jerusalén estudiando con los rabinos, tal como habían planeado con tanto cariño. Aunque María no podía comprender muchas cosas de su hijo, lo amaba de verdad; lo que más apreciaba era la buena voluntad con que asumía la responsabilidad del hogar. 2. El decimoséptimo año (año 11 d. de J.C.) Por esta época se produjo una agitación considerable, especialmente en Jerusalén y Judea, a favor de una rebelión contra el pago de los 337


impuestos a Roma. Estaba creándose un fuerte partido nacionalista, que poco después se conocería como los celotes. Los celotes, al contrario que los fariseos, no estaban dispuestos a esperar la llegada del Mesías. Proponían resolver la situación mediante una revuelta política. Un grupo de organizadores de Jerusalén llegó a Galilea y fueron teniendo mucho éxito hasta que se presentaron en Nazaret. Cuando fueron a ver a Jesús, éste los escuchó atentamente y les hizo muchas preguntas, pero rehusó incorporarse al partido. No quiso explicar en detalle todas las razones que le impedían adherirse, y su negativa tuvo por efecto que muchos de sus jóvenes amigos de Nazaret tampoco se afiliaran. María hizo lo que pudo para inducirlo a que se afiliara, pero no logró hacerle cambiar de parecer. Llegó incluso a insinuarle que su negativa a abrazar la causa nacionalista, como ella se lo ordenaba, equivalía a una insubordinación, a una violación de la promesa que había hecho, cuando regresaron de Jerusalén, de que obedecería a sus padres; pero en respuesta a esta insinuación, Jesús se limitó a poner una mano cariñosa en su hombro y mirándola a la cara le dijo: «Madre, ¿cómo puedes?» Y María se retractó. Uno de los tíos de Jesús (Simón, el hermano de María) ya se había unido a este grupo, y posteriormente llegó a convertirse en oficial de la sección galilea. Durante varios años, se produjo cierto distanciamiento entre Jesús y su tío. Pero el alboroto se estaba fraguando en Nazaret. La actitud de Jesús en este asunto había dado como resultado la creación de una división entre los jóvenes judíos de la ciudad. Aproximadamente la mitad se había unido a la organización nacionalista, y la otra mitad empezó a formar un grupo opuesto de patriotas más moderados, esperando que Jesús asumiera la dirección. Se quedaron asombrados cuando rehusó el honor que le ofrecían, alegando como excusa sus pesadas responsabilidades familiares, cosa que todos reconocían. Pero la situación se complicó aún más cuando poco después se presentó Isaac, un judío rico prestamista de los gentiles, que propuso mantener a la familia de Jesús si éste abandonaba sus herramientas de trabajo y asumía la dirección de estos patriotas de Nazaret. Jesús, que apenas tenía entonces diecisiete años, tuvo que enfrentarse con una de las situaciones más delicadas y difíciles de su joven vida. Siempre es difícil para los dirigentes espirituales relacionarse con las cuestiones patrióticas, especialmente cuando éstas se complican con unos opresores extranjeros que recaudan impuestos; en este caso era doblemente cierto, puesto que la religión judía estaba implicada en toda esta agitación contra Roma.

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La posición de Jesús era aún más delicada porque su madre, su tío e incluso su hermano menor Santiago, lo instaban a abrazar la causa nacionalista. Los mejores judíos de Nazaret ya se habían afiliado, y los jóvenes que aún no se habían incorporado al movimiento lo harían en cuanto Jesús cambiara de opinión. Sólo tenía un consejero sabio en todo Nazaret, su viejo maestro el chazan, que le aconsejó sobre cómo responder al comité de ciudadanos de Nazaret cuando vinieran a pedirle su respuesta a la petición pública que se le había hecho. En toda la juventud de Jesús, ésta fue la primera vez que tuvo que recurrir conscientemente a una estratagema pública. Hasta entonces, siempre había contado con una exposición sincera de la verdad para esclarecer la situación, pero ahora no podía proclamar toda la verdad. No podía insinuar que era más que un hombre; no podía revelar su idea de la misión que le aguardaba cuando fuera más maduro. A pesar de estas limitaciones, su fidelidad religiosa y su lealtad nacional estaban puestas en entredicho directamente. Su familia se encontraba agitada, sus jóvenes amigos divididos y todo el contingente judío de la ciudad alborotado. ¡Y pensar que él era el culpable de todo esto! Qué lejos estaba de su intención causar cualquier alboroto y mucho menos una perturbación de este tipo. Había que hacer algo. Tenía que aclarar su postura, y lo hizo de manera valiente y diplomática, para satisfacción de muchos aunque no de todos. Se atuvo a los términos de su argumento original, sosteniendo que su primer deber era hacia su familia, que una madre viuda y ocho hermanos y hermanas necesitaban algo más que lo que simplemente se podía comprar con el dinero — lo necesario para la vida material — , que tenían derecho a los cuidados y a la dirección de un padre, y que en conciencia no podía eximirse de la obligación que un cruel accidente había arrojado sobre él. Elogió a su madre y al mayor de sus hermanos por estar dispuestos a exonerarlo de esta responsabilidad, pero reiteró que la fidelidad a la memoria de su padre le impedía dejar a la familia, independientemente de la 339


cantidad de dinero que se recibiera para su sostén material, expresando entonces su inolvidable afirmación de que «el dinero no puede amar». En el transcurso de esta declaración, Jesús hizo varias alusiones veladas a la «misión de su vida», pero explicó que, con independencia de que fuera o no compatible con la acción militar, había renunciado a ella así como a todo lo demás para poder cumplir fielmente sus obligaciones hacia su familia. En Nazaret todos sabían muy bien que era un buen padre para su familia, y como esto era algo que tocaba la sensibilidad de todo judío bien nacido, la alegación de Jesús encontró una respuesta favorable en el corazón de muchos de sus oyentes. Algunos otros que no tenían las mismas disposiciones fueron desarmados por un discurso que Santiago pronunció en ese momento, aunque no figurara en el programa. Aquel mismo día, el chazan había hecho que Santiago ensayara su alocución, pero esto era un secreto entre ellos. Santiago declaró que estaba seguro de que Jesús ayudaría a liberar a su pueblo si él (Santiago) tuviera suficiente edad como para asumir la responsabilidad de la familia; si consentían en permitir a Jesús que permaneciera «con nosotros para ser nuestro padre y educador, la familia de José no sólo os dará un dirigente, sino en poco tiempo cinco nacionalistas leales, porque ¿no somos cinco varones que estamos creciendo y que saldremos de la tutela de nuestro hermano-padre para servir a nuestra nación?» De esta manera el muchacho llevó a un final bastante feliz una situación muy tensa y amenazadora. La crisis se había superado por el momento, pero este incidente nunca se olvidó en Nazaret. La agitación persistió; Jesús ya no volvió a contar con el favor universal; las diferencias de sentimiento nunca llegaron a superarse del todo. Este hecho, complicado con otros acontecimientos posteriores, fue uno de los motivos principales por los que Jesús se trasladó años más tarde a Cafarnaúm. En adelante, los sentimientos respecto al Hijo del Hombre permanecieron divididos en Nazaret. Santiago terminó este año sus estudios en la escuela y empezó a trabajar a jornada completa en el taller de carpintería de la casa. Se había convertido en un obrero diestro con las herramientas y se hizo cargo de la fabricación de los yugos y arados, mientras que Jesús empezó a hacer más trabajos delicados de ebanistería y de terminación de interiores. Durante este año Jesús progresó mucho en la organización de su mente. Gradualmente había conciliado su naturaleza divina con su naturaleza humana, y efectuó toda esta organización intelectual con la fuerza de sus propias decisiones y con la única ayuda de su Monitor interior, un Monitor semejante al que llevan dentro de su mente todos los mortales normales en todos los mundos donde se ha donado un Hijo. Hasta ahora no había sucedido nada sobrenatural en la carrera de este joven, excepto la visita de un mensajero enviado por su hermano mayor Emmanuel, que se le apareció una vez durante la noche en Jerusalén. 3. El decimoctavo año (año 12 d. de J.C.) 340


En el transcurso de este año, todas las propiedades de la familia, excepto la casa y el huerto, fueron liquidadas. Se vendió la última parcela de una propiedad en Cafarnaúm (excepto una parte de otra propiedad) que ya estaba hipotecada. Las ganancias se emplearon para pagar los impuestos, comprar algunas herramientas nuevas para Santiago, y pagar una parte de la antigua tienda de reparaciones y abastecimientos de la familia, cercana a la parada de las caravanas. Jesús se proponía ahora comprar de nuevo esta tienda, pues Santiago ya tenía edad para trabajar en el taller de la casa y ayudar a María en el hogar. Liberado por el momento de la presión financiera, Jesús decidió llevar a Santiago a la Pascua. Partieron para Jerusalén un día antes para estar solos, y fueron por el camino de Samaria. Iban a pie y Jesús informó a Santiago sobre los lugares históricos que iban atravesando, como su padre lo había hecho con él cinco años antes en un viaje similar. Al pasar por Samaria observaron muchos espectáculos extraños. Durante este viaje conversaron sobre muchos de sus problemas personales, familiares y nacionales. Santiago era un muchacho con fuertes tendencias religiosas, y aunque no estaba plenamente de acuerdo con su madre sobre lo poco que conocía de los planes relacionados con la obra de la vida de Jesús, esperaba impaciente el momento en que sería capaz de asumir la responsabilidad de la familia, para que Jesús pudiera empezar su misión. Apreciaba mucho que Jesús lo llevara a la Pascua, y hablaron sobre el futuro con más profundidad de lo que nunca lo habían hecho antes. Jesús reflexionó mucho mientras atravesaban Samaria, especialmente en Betel y cuando estuvieron bebiendo en el pozo de Jacob. Examinó con su hermano las tradiciones de Abraham, Isaac y Jacob. Preparó bien a Santiago para lo que iba a presenciar en Jerusalén, tratando así de atenuar una conmoción semejante a la que él mismo había experimentado en su primera visita al templo. Pero Santiago no era tan sensible a algunos de estos espectáculos. Hizo comentarios sobre la manera superficial e indiferente con que algunos de los sacerdotes efectuaban sus deberes, pero en conjunto disfrutó enormemente de su estancia en Jerusalén. Jesús llevó a Santiago a Betania para la cena pascual. Simón había fallecido y descansaba con sus antepasados, y Jesús ocupó el lugar del cabeza de familia para la Pascua, pues había traído del templo el cordero pascual. Después de la cena pascual, María se sentó a charlar con Santiago mientras que Marta, Lázaro y Jesús estuvieron hablando hasta muy entrada la noche. Al día siguiente asistieron a los oficios del templo, y Santiago fue recibido en la comunidad de Israel. Aquella mañana, al detenerse en la cima del Olivete para mirar el templo, Santiago expresó su admiración mientras que Jesús contemplaba Jerusalén en silencio.

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Santiago no podía comprender el comportamiento de su hermano. Aquella noche regresaron de nuevo a Betania, y al día siguiente habrían partido para su casa, pero Santiago insistía en volver a visitar el templo, explicando que quería escuchar a los maestros. Y aunque esto era cierto, deseaba en secreto oír a Jesús participar en los debates, tal como se lo había oído contar a su madre. Así pues fueron al templo y escucharon los debates, pero Jesús no hizo ninguna pregunta. Todo aquello parecía pueril e insignificante para esta mente de hombre y Dios en vías de despertarse — sólo podía apiadarse de ellos. A Santiago le decepcionó que Jesús no dijera nada. A sus preguntas, Jesús se limitó a responder: «Mi hora aún no ha llegado». Al día siguiente emprendieron el viaje de vuelta por Jericó y el valle del Jordán. Jesús contó muchas cosas por el camino, entre ellas su primer viaje por esta carretera cuando tenía trece años. A su regreso a Nazaret, Jesús empezó a trabajar en el viejo taller de reparaciones de la familia, y se sintió muy contento de poder encontrarse a diario con tanta gente de todas partes del país y de las comarcas circundantes. Jesús amaba realmente a la gente — a la gente común y corriente. Cada mes pagaba la mensualidad de la compra del taller, y con la ayuda de Santiago, continuó manteniendo a la familia. Varias veces al año, cuando no había visitantes que lo hicieran, Jesús continuaba leyendo las escrituras del sábado en la sinagoga y muchas veces comentaba la lección; pero habitualmente seleccionaba los pasajes de tal manera que no necesitaban comentarios. Era tan hábil ordenando la lectura de los distintos pasajes, que éstos se iluminaban entre sí. Siempre que hacía buen tiempo, nunca dejaba de llevar a sus hermanos y hermanas a pasear por la naturaleza las tardes del sábado. Por esta época, el chazan inauguró una tertulia de discusiones filosóficas para jóvenes; éstos se reunían en la casa de los diversos 342


miembros y a menudo en la del chazan. Jesús llegó a ser un miembro eminente de este grupo. De esta manera pudo recobrar una parte del prestigio local que había perdido al producirse las recientes controversias nacionalistas. Su vida social, aunque restringida, no estaba descuidada por completo. Contaba con muy buenos amigos y fieles admiradores entre los jóvenes y las muchachas de Nazaret. En septiembre, Isabel y Juan vinieron a visitar a la familia de Nazaret. Juan, que había perdido a su padre, se proponía regresar a las colinas de Judea para dedicarse a la agricultura y a la cría de ovejas, a menos que Jesús le aconsejara quedarse en Nazaret para dedicarse a la carpintería o a cualquier otro oficio. Juan y su madre no sabían que la familia de Nazaret estaba prácticamente sin dinero. Cuanto más hablaban María e Isabel de sus hijos, más estaban convencidas de que sería bueno que los dos jóvenes trabajaran juntos y se vieran con más frecuencia. Jesús y Juan tuvieron varias conversaciones a solas y hablaron de algunos asuntos muy íntimos y personales. Al concluir esta visita, los dos decidieron no volver a verse hasta que se encontraran en su ministerio público, después de que «el Padre celestial los hubiera llamado» para cumplir con su misión. Juan se quedó enormemente impresionado por lo que vio en Nazaret, y comprendió que debía regresar a su casa y trabajar para mantener a su madre. Se convenció de que participaría en la misión de la vida de Jesús, pero vio que Jesús iba a estar ocupado muchos años cuidando a su familia. Por eso estaba mucho más contento de regresar a su hogar, dedicarse a cuidar su pequeña granja y atender las necesidades de su madre. Juan y Jesús no volvieron a verse nunca más hasta el día en que el Hijo del Hombre se presentó para ser bautizado en el Jordán. La tarde del sábado 3 de diciembre de este año, la muerte golpeó por segunda vez a esta familia de Nazaret. El pequeño Amós, su hermanito, murió después de una semana de enfermedad con fiebre alta. Después de atravesar este período doloroso con su hijo primogénito como único sostén, María reconoció finalmente y en todos los sentidos que Jesús era el verdadero jefe de la familia; y era en verdad un jefe valioso. Durante cuatro años, su nivel de vida había declinado constantemente; año tras año se sentían cada vez más atenazados por la pobreza. Hacia el final de este año se enfrentaron con una de las experiencias más difíciles de todas sus arduas luchas. Santiago todavía no había empezado a ganar mucho, y los gastos de un entierro sumados a todo lo demás les hizo tambalearse. Pero Jesús se limitó a decir a su madre ansiosa y afligida: «Madre María, la tristeza no nos ayudará; todos hacemos lo mejor que podemos, y la sonrisa de mamá quizás podría inspirarnos para hacerlo aún mejor. Día tras día nos sentimos fortalecidos para estas tareas por nuestra esperanza de disfrutar de tiempos mejores en el futuro». Su optimismo práctico y sólido era realmente contagioso; todos los niños vivían en un ambiente donde se esperaban tiempos y cosas mejores. Esta valentía 343


llena de esperanza contribuyó poderosamente a desarrollar en ellos unos caracteres fuertes y nobles, a pesar de su pobreza deprimente.

Jesús poseía la facultad de movilizar eficazmente todos los poderes de su mente, de su alma y de su cuerpo para efectuar la tarea que tenía entre manos. Podía concentrar su mente profunda en el problema concreto que deseaba resolver, y esto, unido a su paciencia incansable, le permitió soportar con serenidad las pruebas de una existencia mortal difícil — vivir como si estuviera «viendo a Aquel que es invisible». 4. El decimonoveno año (año 13 d. de J.C.) Por esta época, Jesús y María se entendieron mucho mejor. Ella lo consideraba menos como un hijo; se había vuelto para ella como un padre para sus hijos. La vida cotidiana rebosaba de dificultades prácticas e inmediatas. Hablaban con menos frecuencia de la obra de su vida, porque a medida que pasaba el tiempo, todos sus pensamientos estaban mutuamente consagrados al mantenimiento y a la educación de su familia de cuatro niños y tres niñas. A principios de este año, Jesús había conseguido que su madre aceptara plenamente sus métodos para educar a los niños — la orden positiva de hacer el bien en lugar del antiguo método judío de prohibir hacer el mal. En su casa y durante toda su carrera de enseñanza pública, Jesús utilizó invariablemente la fórmula de exhortación positiva. Siempre y en todas partes decía: «Haréis esto, deberíais hacer aquello». Nunca empleaba la manera negativa de enseñar, derivada de los antiguos tabúes. Evitaba resaltar el mal 344


prohibiéndolo, mientras que realzaba el bien ordenando su ejecución. En esta casa, la hora de la oración era el momento de debatir todos los asuntos relacionados con el bienestar de la familia. Jesús empezó a disciplinar sabiamente a sus hermanos y hermanas a una edad tan temprana que nunca tuvo necesidad de castigarlos mucho para conseguir su pronta y sincera obediencia. La única excepción era Judá, a quien en diversas ocasiones Jesús estimó necesario imponer un castigo por sus infracciones a las reglas del hogar. En tres ocasiones en que se juzgó oportuno castigar a Judá por haber violado deliberadamente las reglas de conducta de la familia, y haberlo confesado, su castigo fue dictado por la decisión unánime de los niños mayores y aprobado por el mismo Judá antes de serle infligido. Aunque Jesús era muy metódico y sistemático en todo lo que hacía, había también, en todas sus decisiones administrativas, una elasticidad de interpretación refrescante y una adaptación individual que impresionaba enormemente a todos los niños por el espíritu de justicia con que actuaba su hermano-padre. Nunca castigó arbitrariamente a sus hermanos y hermanas; esta justicia constante y esta consideración personal hicieron que Jesús fuese muy querido por toda su familia. Santiago y Simón crecieron tratando de seguir el método de Jesús, consistente en aplacar a sus compañeros de juego belicosos y a veces enfurecidos mediante la persuasión y la no resistencia, y muchas veces lo consiguieron; por el contrario, aunque José y Judá aceptaban estas enseñanzas en el hogar, se apresuraban a defenderse cuando eran agredidos por sus compañeros; Judá en particular era culpable de violar el espíritu de estas enseñanzas. Pero la no resistencia no era una regla de la familia. No se imponía ningún castigo por violar las enseñanzas personales.

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Todos los niños en general, pero sobre todo las niñas, consultaban a Jesús acerca de sus aflicciones infantiles y confiaban en él como lo harían en un padre cariñoso. A medida que crecía, Santiago se iba convirtiendo en un joven bien equilibrado y de buen carácter, pero no tenía tantas tendencias espirituales como Jesús. Era mucho mejor estudiante que José, y éste, aunque era un buen trabajador, tenía aún menos tendencias espirituales. José era constante y no llegaba al nivel intelectual de los otros niños. Simón era un muchacho bien intencionado, pero demasiado soñador. Fue lento en establecerse en la vida y causó considerables inquietudes a Jesús y María, pero siempre fue un chico bueno y bien intencionado. Judá era un agitador. Tenía los ideales más elevados, pero poseía un temperamento inestable. Era tan decidido y dinámico como su madre o más aún, pero carecía mucho del sentido que ella tenía de la medida y de la discreción. Miriam era una hija bien equilibrada y sensata, con una aguda apreciación de las cosas nobles y espirituales. Marta pensaba y actuaba lentamente, pero era una chica muy eficiente y digna de confianza. La pequeña Rut era la alegría de la casa; aunque hablaba sin reflexionar, tenía un corazón de lo más sincero. Casi adoraba a su hermano mayor y padre, pero ellos no la mimaban. Era una niña hermosa, pero no tan bien parecida como Miriam, que era la belleza de la familia, si no de la ciudad. A medida que pasaba el tiempo, Jesús contribuyó mucho a liberalizar y modificar las enseñanzas y las prácticas de la familia relativas a la 346


observancia del sábado y a otros muchos aspectos de la religión; María dio su sincera aprobación a todos estos cambios. Por esta época Jesús se había convertido en el jefe incontestable de la casa. Judá empezó a ir a la escuela este año, y Jesús se vio obligado a vender su arpa para costear los gastos. Así desapareció el último de sus placeres recreativos. Le gustaba mucho tocar el arpa cuando tenía la mente cansada y el cuerpo fatigado, pero se consoló con la idea de que al menos el arpa no caería en manos del cobrador de impuestos. 5. Rebeca, la hija de Esdras Aunque Jesús era pobre, su posición social en Nazaret no había disminuido en absoluto. Era uno de los jóvenes más destacados de la ciudad y muy considerado por la mayoría de las muchachas. Puesto que Jesús era un espléndido ejemplar de madurez física e intelectual, y dada su reputación como guía espiritual, no es de extrañar que Rebeca, la hija mayor de Esdras, un rico mercader y negociante de Nazaret, descubriera que se estaba enamorando poco a poco de este hijo de José. Primero confió sus sentimientos a Miriam, la hermana de Jesús, y Miriam a su vez se lo comentó a su madre. María se alarmó mucho. ¿Estaba a punto de perder a su hijo, que ahora era el cabeza indispensable de la familia? ¿Nunca se terminarían las dificultades? ¿Qué podría ocurrir después? Entonces se detuvo a meditar sobre el efecto que tendría el matrimonio sobre la futura carrera de Jesús. No muy a menudo, pero al menos de vez en cuando, recordaba el hecho de que Jesús era un «hijo de la promesa». Después de discutir este asunto, María y Miriam decidieron hacer un esfuerzo para ponerle fin antes de que Jesús se enterara; fueron a ver directamente a Rebeca, le expusieron toda la historia y le contaron francamente su creencia de que Jesús era un hijo del destino, que iba a convertirse en un gran guía religioso, tal vez en el Mesías. Rebeca escuchó atentamente; se quedó pasmada con el relato y estuvo más decidida que nunca a unir su destino con el de este hombre de su elección y compartir su carrera de dirigente. Discurría (en su interior) que un hombre así tendría aún más necesidad de una esposa fiel y eficiente. Interpretó los esfuerzos de María por disuadirla como una reacción natural ante el temor de perder al jefe y único sostén de su familia; pero sabiendo que su padre aprobaba la atracción que sentía por el hijo del carpintero, suponía acertadamente que aquel proporcionaría con mucho gusto a la familia la renta suficiente con la que compensar ampliamente la pérdida de los ingresos de Jesús. Cuando su padre aceptó este proyecto, Rebeca mantuvo otras conversaciones con María y Miriam, pero al no conseguir su apoyo, tuvo el atrevimiento de acudir directamente a Jesús. Lo hizo con la cooperación de su padre, que invitó a Jesús a su casa para la celebración del decimoséptimo cumpleaños de Rebeca.

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Jesús escuchó con atención y simpatía la narración de todo lo sucedido, primero por parte del padre de Rebeca, y luego por ella misma. Contestó con amabilidad que ninguna cantidad de dinero podría reemplazar su obligación personal de criar a la familia de su padre, «de cumplir con el deber humano más sagrado — la lealtad a la propia carne y a la propia sangre». El padre de Rebeca se sintió profundamente conmovido por las palabras de devoción familiar de Jesús y se retiró de la entrevista. Su único comentario a su esposa María fue: «No podemos tenerlo como hijo; es demasiado noble para nosotros». Entonces empezó la memorable conversación con Rebeca. Hasta ese momento de su vida, Jesús había hecho poca distinción en sus relaciones con los niños y las niñas, con los jóvenes y las muchachas. Su mente había estado demasiado ocupada con los problemas urgentes de los asuntos prácticos de este mundo y con la contemplación misteriosa de su posible carrera «relacionada con los asuntos de su Padre», como para haber considerado nunca seriamente la consumación del amor personal en el matrimonio humano. Pero ahora se encontraba frente a otro de los problemas que cualquier ser humano corriente tiene que afrontar y resolver. En verdad fue «probado en todas las cosas igual que vosotros». Después de escuchar con atención, agradeció sinceramente a Rebeca la admiración que le expresaba, y añadió: «Esto me alentará y me confortará todos los días de mi vida». Le explicó que no era libre de tener, con una mujer, otras relaciones que las de simple consideración fraternal y la de pura amistad. Precisó que su deber primero y supremo era criar a la familia de su padre, que no podía pensar en el matrimonio hasta que completara esta tarea; y entonces 348


añadió: «Si soy un hijo del destino, no debo asumir obligaciones para toda la vida hasta el momento en que mi destino se haga manifiesto». Rebeca se le rompió el corazón. No quiso ser consolada, y pidió insistentemente a su padre que se fueran de Nazaret, hasta que éste consintió finalmente en mudarse a Séforis. En los años que siguieron, Rebeca sólo tuvo una respuesta para los numerosos hombres que la pidieron en matrimonio. Vivía con una sola finalidad — esperar la hora en que aquel que era para ella el hombre más grande que hubiera vivido nunca, empezara su carrera como maestro de la verdad viviente. Lo siguió con devoción durante los años extraordinarios de su ministerio público. Estuvo presente (sin que Jesús lo advirtiera) el día que entró triunfalmente en Jerusalén; y se hallaba «entre las otras mujeres» al lado de María, aquella tarde fatídica y trágica en que el Hijo del Hombre fue suspendido en la cruz. Porque para ella, como para innumerables mundos de arriba, él era «el único enteramente digno de ser amado y el más grande entre diez mil». 6. Su vigésimo año (año 14 d. de J.C) La historia del amor de Rebeca por Jesús se murmuraba en Nazaret y posteriormente en Cafarnaúm, de manera que, aunque en los años siguientes muchas mujeres amaron a Jesús como los hombres lo amaban, nunca más tuvo que rechazar la propuesta personal de la devoción de otra mujer de bien. A partir de este momento, el amor humano por Jesús tuvo más bien la naturaleza de una consideración respetuosa y adoradora. Hombres y mujeres lo amaban con devoción por lo que él era, sin el menor matiz de satisfacción personal y sin el deseo de posesión afectiva. Pero durante muchos años, cada vez que se contaba la historia de la personalidad humana de Jesús, se mencionaba la devoción de Rebeca. Miriam, que conocía bien la historia de Rebeca y sabía cómo su hermano había renunciado incluso al amor de una hermosa doncella (sin percibir el factor de la carrera futura que sería su destino), llegó a idealizar a Jesús y a amarlo con un afecto tierno y profundo, como padre y como hermano. Aunque difícilmente podían permitírselo, Jesús tenía un extraño deseo de ir a Jerusalén para la Pascua. Conociendo su reciente experiencia con Rebeca, su madre lo animó sabiamente a que hiciera el viaje. Sin ser muy consciente de ello, lo que Jesús más deseaba era tener la oportunidad de hablar con Lázaro y visitar a Marta y María. Después de su propia familia, estas tres personas eran las que más amaba.

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En este viaje a Jerusalén fue por el camino de Meguido, Antípatris y Lida, recorriendo en parte la misma ruta que atravesó cuando fue traído a Nazaret a su regreso de Egipto. Empleó cuatro días para llegar a la Pascua y reflexionó mucho sobre los acontecimientos del pasado que se habían producido en Meguido y sus alrededores, el campo de batalla internacional de Palestina. Jesús atravesó Jerusalén, deteniéndose solamente para contemplar el templo y las multitudes de visitantes. Sentía una extraña y creciente aversión por este templo construido por Herodes, con sus sacerdotes elegidos por razones políticas. Lo que deseaba por encima de todo era ver a Lázaro, Marta y María. Lázaro tenía la misma edad que Jesús y ahora era el cabeza de familia; en el momento de esta visita, la madre de Lázaro había fallecido también. Marta era poco más de un año mayor que Jesús, mientras que María era dos años más joven. Y Jesús era el ideal que los tres idolatraban. Durante esta visita se produjo una de sus manifestaciones periódicas de rebelión contra la tradición — la expresión de un resentimiento contra aquellas prácticas ceremoniales que Jesús consideraba que representaban falsamente a su Padre celestial. Al no saber que Jesús iba a venir, Lázaro se había preparado para celebrar la Pascua con unos amigos en un pueblo vecino, más abajo en el camino de Jericó. Jesús proponía ahora que celebraran la fiesta allí donde estaban, en la casa de Lázaro. «Pero», dijo Lázaro, «no tenemos cordero pascual». Entonces Jesús emprendió una disertación prolongada y convincente para mostrar que el Padre celestial no se interesaba realmente por 350


aquellos rituales infantiles y desprovistos de sentido. Después de una oración ferviente y solemne, se levantaron y Jesús dijo: «Dejad que las mentes infantiles e ignorantes de mi pueblo sirvan a su Dios como Moisés ordenó; es mejor que lo hagan. Pero nosotros, que hemos visto la luz de la vida, dejemos de acercarnos a nuestro Padre a través de las tinieblas de la muerte. Seamos libres al conocer la verdad del amor eterno de nuestro Padre». Aquella tarde, a la hora del crepúsculo, los cuatro se sentaron y participaron en la primera fiesta de la Pascua que unos judíos piadosos hubieran celebrado nunca sin cordero pascual. El pan ácimo y el vino habían sido preparados para esta Pascua, y Jesús sirvió a sus compañeros estos símbolos, llamándolos «el pan de la vida» y el «agua de la vida». Comieron en solemne conformidad con las enseñanzas que acababan de impartirse. Jesús adquirió la costumbre de practicar este rito sacramental en cada una de sus visitas posteriores a Betania. Cuando volvió a su casa, se lo contó todo a su madre. Ésta se escandalizó al principio, pero gradualmente fue comprendiendo su punto de vista; sin embargo, se sintió muy aliviada cuando Jesús le aseguró que no tenía la intención de introducir en su familia esta nueva idea de la Pascua. Año tras año continuó comiendo la Pascua con los niños en el hogar «según la ley de Moisés». Fue durante este año cuando María tuvo una larga conversación con Jesús acerca del matrimonio. Le preguntó francamente si se casaría en el caso de que estuviera libre de sus responsabilidades familiares. Jesús le explicó que, puesto que el deber inmediato le impedía el matrimonio, había pensado poco en este tema. Se expresó como dudando de que llegara a casarse nunca; dijo que todas estas cosas tenían que esperar «mi hora», el momento en que «el trabajo de mi Padre tendrá que empezar». Habiendo decidido ya mentalmente que no iba a ser padre de hijos carnales, dedicó muy poco tiempo a pensar en el tema del matrimonio humano. Este año reemprendió la tarea de unir más su naturaleza humana y su naturaleza divina en una individualidad humana sencilla y eficaz. Su estado moral y su comprensión espiritual continuaron creciendo. Aunque todas sus propiedades de Nazaret (a excepción de su casa) se habían vendido, este año recibieron una pequeña ayuda financiera por la venta de una participación en una propiedad de Cafarnaúm. Esto era lo último que quedaba de todos los bienes de José. Este trato inmobiliario en Cafarnaúm se efectuó con un constructor de barcas llamado Zebedeo. José terminó sus estudios este año en la escuela de la sinagoga y se preparó para empezar a trabajar en el pequeño banco del taller de carpintería de su domicilio. Aunque la herencia de su padre se había agotado, las perspectivas de salir de la pobreza habían mejorado, porque ahora eran tres los que trabajaban con regularidad.

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Jesús se hace hombre rápidamente, no simplemente un hombre joven sino un adulto. Ha aprendido bien a llevar sus responsabilidades. Sabe cómo seguir adelante ante los contratiempos. Resiste con valentía cuando sus planes se contrarían y sus proyectos se frustran temporalmente. Ha aprendido a ser equitativo y justo incluso en presencia de la injusticia. Está aprendiendo a ajustar sus ideales de vida espiritual con las exigencias prácticas de la existencia terrestre. Está aprendiendo a hacer planes para alcanzar una meta idealista superior y distante, mientras trabaja duramente con el fin de satisfacer las necesidades más cercanas e inmediatas. Está adquiriendo con firmeza el arte de ajustar sus aspiraciones a las exigencias convencionales de las circunstancias humanas. Casi ha dominado la técnica de utilizar la energía del impulso espiritual para mover el mecanismo de las realizaciones materiales. Aprende lentamente a vivir la vida celestial mientras continúa con su existencia terrenal. Depende cada vez más de las directrices finales de su Padre celestial, mientras que asume el papel paternal de orientar y dirigir a los niños de su familia terrestre. Se está volviendo experto en el arte de arrancar la victoria de las mismas garras de la derrota; está aprendiendo a transformar las dificultades del tiempo en triunfos de la eternidad. Así, a medida que pasan los años, este joven de Nazaret continúa experimentando la vida tal como se vive en la carne mortal en los mundos del tiempo y del espacio. Vive una vida completa, representativa y plena. Dejó este mundo conociendo bien la 352


experiencia que sus criaturas atraviesan durante los cortos y arduos años de su primera vida, la vida en la carne. Y toda esta experiencia humana es propiedad eterna del Soberano del Universo. Él es nuestro hermano comprensivo, nuestro amigo compasivo, nuestro soberano experimentado y nuestro padre misericordioso. Siendo niño acumuló un enorme conjunto de conocimientos; cuando joven ordenó, clasificó y correlacionó esta información. Ahora como hombre del mundo, empieza a organizar estas posesiones mentales con vistas a utilizarlas en su futura enseñanza, ministerio y servicio para sus compañeros mortales de este mundo… Nacido en el mundo como un niño del planeta, ha vivido su vida infantil y ha pasado por las etapas sucesivas de la adolescencia y de la juventud. Ahora se encuentra en el umbral de la plena edad adulta, con la rica experiencia de la vida humana, con la comprensión completa de la naturaleza humana y lleno de compasión por las flaquezas de la naturaleza humana. Se está volviendo experto en el arte divino de revelar su Padre a las criaturas mortales de todas las edades y de todas las etapas. Ahora, como un hombre en posesión de todas sus facultades — como un adulto del mundo — se prepara para continuar su misión suprema de revelar Dios a los hombres y de conducir los hombres a Dios. Los primeros años de la vida adulta de Jesús CUANDO Jesús de Nazaret comenzó los primeros años de su vida adulta, había vivido, y continuaba viviendo, una vida humana normal y corriente en la Tierra. Jesús vino a este mundo exactamente como los demás niños; no tuvo nada que ver en la elección de sus padres. Vino al mundo de una manera natural, creció como un niño del planeta y luchó contra las vicisitudes de su entorno de la misma manera que lo hacen los demás mortales en este mundo… 1. El vigésimo primer año (año 15 d. de J.C.) Al llegar a la edad adulta, Jesús emprendió seriamente y con plena conciencia de sí mismo la tarea de completar la experiencia de conocer a fondo la vida de las formas más humildes de sus criaturas inteligentes; así adquiriría el derecho definitivo y completo a gobernar de manera incondicional el universo que él mismo había creado. Emprendió esta inmensa tarea con una conciencia total de su doble naturaleza. Pero ya había combinado eficazmente estas dos naturalezas en una sola — la de Jesús de Nazaret.

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Josué ben José sabía muy bien que era un hombre, un hombre mortal, nacido de una mujer. Esto queda demostrado en la elección de su primera denominación, el Hijo del Hombre. Compartió realmente la naturaleza de carne y hueso, e incluso ahora que preside con autoridad soberana los destinos de un universo, conserva todavía entre sus numerosos títulos bien ganados el de Hijo del Hombre. Es literalmente cierto que el Verbo creador — el Hijo Creador — del Padre Universal «se hizo carne y habitó… como un hombre del mundo». Trabajaba, se cansaba, descansaba y dormía. Tuvo hambre y sació su apetito con alimentos; tuvo sed y apagó su sed con agua. Experimentó toda la gama de sentimientos y emociones humanas; fue «probado en todas las cosas de la misma manera que vosotros», sufrió y murió. Obtuvo conocimientos, adquirió experiencia y combinó ambas cosas en sabiduría, como lo hacen otros mortales del mundo. Hasta después de su bautismo no utilizó ningún poder sobrenatural. No empleó ninguna influencia que no formara parte de su dotación humana como hijo de José y de María. En cuanto a los atributos de su existencia prehumana, se despojó de ellos. Antes de empezar su trabajo público, se impuso a sí mismo conocer a los hombres y los acontecimientos exclusivamente por medios humanos. Era un verdadero hombre entre los hombres. Es una verdad eterna y gloriosa que: «Tenemos un alto gobernante que puede conmoverse con el sentimiento de nuestras debilidades. Tenemos un Soberano que fue, en todos los aspectos, probado y tentado como nosotros, pero sin pecar». Y puesto que él mismo 354


sufrió, habiendo sido probado y tentado, es perfectamente capaz de comprender y ayudar a los que se encuentran confundidos y afligidos. El carpintero de Nazaret comprendía ahora plenamente el trabajo que le esperaba, pero escogió dejar que su vida humana continuara su curso natural. En algunas de estas cuestiones es realmente un ejemplo para sus criaturas mortales, pues tal como está escrito: «Tened dentro de vosotros el mismo espíritu que tenía también Cristo Jesús, el cual, siendo de la naturaleza de Dios, no consideraba extraño ser igual a Dios. Sin embargo, se dio poca importancia, y tomando la forma de una criatura, nació en la similitud de los hombres. Habiendo sido moldeado así como un hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, incluso hasta la muerte en la cruz». Vivió su vida mortal exactamente como todos los miembros de la familia humana pueden vivir la suya, como «aquel que en los días de su encarnación elevaba con tanta frecuencia oraciones y súplicas, incluso con una gran emoción y lágrimas, a Aquel que es capaz de salvar de todo mal, y sus oraciones fueron eficaces porque creía». Por este motivo era necesario que se volviera en todos los aspectos semejante a sus hermanos, para poder llegar a ser un soberano misericordioso y comprensivo para ellos. Nunca dudó de su naturaleza humana; era evidente por sí misma y siempre estaba presente en su conciencia. En cuanto a su naturaleza divina, siempre había lugar para las dudas y las conjeturas; al menos fue así hasta el acontecimiento que se produjo en su bautismo. La autoconciencia de su divinidad fue una lenta revelación, y desde el punto de vista humano, una revelación evolutiva natural. Esta revelación y esta autoconciencia de su divinidad empezaron en Jerusalén con el primer acontecimiento sobrenatural de su existencia humana, cuando aún no tenía trece años. La experiencia de realizar esta autoconciencia de su naturaleza divina se completó en el momento de la segunda experiencia sobrenatural de su encarnación; este episodio se produjo cuando Juan lo bautizó en el Jordán, acontecimiento que marcó el principio de su carrera pública de servicio y de enseñanza. Entre estas dos visitas celestiales, una a los trece años y la otra en su bautismo, no ocurrió nada sobrenatural ni sobrehumano en la vida de este Hijo Creador encarnado. A pesar de esto, el niño de Belén, el muchacho, el joven y el hombre de Nazaret, eran en realidad el Creador encarnado de un universo; pero en el transcurso de su vida humana hasta el día en que Juan lo bautizó, nunca utilizó ni una sola vez este poder, ni siguió las directrices de personalidades celestiales, exceptuando las de su serafín guardián. Nosotros que atestiguamos esto sabemos lo que decimos. Sin embargo, durante todos estos años de su vida en la carne, era realmente divino. Era en efecto un Hijo Creador del Padre… Una vez que emprendió su carrera pública, después de completar técnicamente su experiencia puramente mortal para adquirir la soberanía, no dudó en admitir públicamente que era el Hijo de Dios. No dudó en declarar: «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el 355


primero y el último.» Años más tarde, no protestó cuando le llamaron Señor de la Gloria, Gobernante de un Universo, el Señor Dios de toda la creación, el Santo de Israel, el Señor de todo, nuestro Señor y nuestro Dios, Dios con nosotros, el que tiene un nombre por encima de todos los nombres y en todos los mundos, la Omnipotencia de un universo, la Mente Universal de esta creación, el Único en el que están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, la plenitud de Aquel que llena todas las cosas, el Verbo eterno del Dios eterno, Aquel que era antes de todas las cosas y en quien todas las cosas consisten, el Creador de los cielos y de la Tierra, el Sostén de un universo, el Juez de toda la Tierra, el Dador de la vida eterna, el Verdadero Pastor, el Libertador de los mundos y el que Dirige nuestra salvación.

Nunca puso objeción a ninguno de estos títulos cuando les fueron aplicados, después de emerger de su vida puramente humana para entrar en los años siguientes en los que tenía conciencia del ministerio de la divinidad en la humanidad, por la humanidad y para la humanidad, en este mundo y para todos … Jesús sólo puso objeción a un título que le aplicaron: cuando una vez le llamaron Emmanuel, simplemente replicó: «No soy yo, es mi hermano mayor». Siempre, e incluso después de emerger a una vida más amplia en la Tierra, Jesús permaneció humildemente sometido a la voluntad del Padre que está en los cielos. Después de su bautismo, no tuvo inconveniente en permitir que los que creían sinceramente en él y sus seguidores agradecidos lo adoraran. Incluso cuando luchaba contra la pobreza y trabajaba con sus manos para proporcionar las necesidades básicas a su familia, su conciencia de ser un Hijo de Dios iba en aumento; sabía que era el autor de los cielos y de esta misma Tierra en la que ahora estaba viviendo su existencia humana. 356


Este año, Jesús se desplazó con José a Jerusalén para celebrar la Pascua. Como ya había llevado a Santiago al templo para la consagración, pensaba que tenía el deber de llevar a José. Jesús nunca mostró el menor grado de predilección en el trato con su familia. Fue con José a Jerusalén por la ruta habitual del valle del Jordán, pero regresó a Nazaret por el camino que pasaba por Amatus, al este del Jordán. Al bajar por el Jordán, Jesús le contó a José la historia judía, y en el viaje de vuelta, le habló de las experiencias de las famosas tribus de Rubén, Gad y Gilead que tradicionalmente habían vivido en estas regiones al este del río. José hizo muchas preguntas capitales a Jesús en relación con la misión de su vida, pero a la mayoría de ellas, Jesús se limitó a responder: «Mi hora aún no ha llegado». Sin embargo, en el transcurso de estas discusiones, Jesús dejó caer muchas palabras que José recordó durante los acontecimientos sensacionales de los años siguientes. Jesús pasó esta Pascua, acompañado de José, con sus tres amigos en Betania, como tenía la costumbre de hacer cuando estaba en Jerusalén asistiendo a estas fiestas conmemorativas. 2. El vigésimo segundo año (año 16 d. de J.C.) Éste fue uno de los años durante los cuales los hermanos y hermanas de Jesús se enfrentaron con las pruebas y tribulaciones propias de los problemas y reajustes de la adolescencia. Jesús tenía ahora hermanos y hermanas entre los siete y los dieciocho años de edad, y estaba muy ocupado ayudándolos a adaptarse a los nuevos despertares de su vida intelectual y emocional. Así pues, tuvo que luchar con los problemas de la adolescencia a medida que se presentaban en la vida de sus hermanos y hermanas menores. Simón terminó sus estudios en la escuela este año y empezó a trabajar con Jacobo el albañil, el antiguo compañero de juegos de la infancia y el defensor siempre dispuesto de Jesús. Después de varias conversaciones familiares, llegaron a la conclusión de que no era prudente que todos los muchachos se dedicaran a la carpintería. Pensaban que si escogían oficios diferentes estarían en disposiciones de aceptar contratos para construir edificios enteros. Además, habían pasado por períodos de paro forzoso desde que tres de ellos trabajaban como carpinteros a jornada completa. Jesús continuó este año con la terminación de interiores y la ebanistería, pero dedicó la mayor parte de su tiempo al taller de reparaciones de las caravanas. Santiago empezaba a alternarse con él en el servicio del taller. Hacia finales de este año, cuando el trabajo de carpintería llegó a escasear en Nazaret, Jesús dejó a Santiago a cargo del taller de reparaciones y a José en el banco de carpintero de la casa, mientras que él se fue a Séforis para trabajar con un herrero. Estuvo trabajando seis meses en el metal y adquirió una habilidad considerable en el yunque.

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Antes de empezar en su nuevo empleo de Séforis, Jesús mantuvo una de sus conferencias familiares periódicas y nombró solemnemente a Santiago, que acababa de cumplir dieciocho años, como cabeza de familia. Prometió a su hermano un apoyo sincero y toda su cooperación, y exigió a cada miembro de la familia la promesa formal de obedecer a Santiago. A partir de este día, Santiago asumió toda la responsabilidad financiera de la familia, y Jesús entregaba a su hermano su paga semanal. Jesús nunca más recuperó de Santiago las riendas del hogar. Mientras trabajaba en Séforis podría haber regresado cada noche al hogar si hubiera sido necesario, pero permaneció ausente a propósito, echándole la culpa al tiempo y a otras causas, aunque su verdadero motivo era preparar a Santiago y a José para llevar la responsabilidad de la familia. Había empezado el lento proceso de separarse de su familia. Jesús volvía a Nazaret todos los sábados y a veces durante la semana cuando lo exigía la ocasión, para observar cómo funcionaba el nuevo plan, ofrecer consejos y aportar sugerencias útiles. El hecho de vivir la mayoría del tiempo en Séforis durante seis meses, proporcionó a Jesús una nueva oportunidad para conocer mejor el punto de vista que tenían los gentiles sobre la vida. Trabajó con ellos, vivió con ellos y de todas las maneras posibles estudió de cerca y con sumo cuidado los hábitos de vida y la mentalidad de los gentiles. Los niveles morales de esta ciudad natal de Herodes Antipas eran muy inferiores a los de incluso la zona para las caravanas de Nazaret, de tal manera que después de permanecer seis meses en Séforis, Jesús no dudó en encontrar un pretexto para regresar a Nazaret. El grupo para el que trabajaba iba a emprender unas obras públicas tanto en Séforis como en la nueva ciudad de Tiberiades, y Jesús estaba poco dispuesto a asumir cualquier tipo de empleo que estuviera bajo la supervisión de Herodes Antipas. También existían otras razones que hacían prudente, en opinión de Jesús, el regresar a Nazaret. Cuando volvió al taller de reparaciones, no asumió otra vez 358


la dirección personal de los asuntos familiares. Trabajó en el taller en asociación con Santiago y, tanto como le fue posible, le permitió continuar supervisando el hogar. La gestión de los gastos familiares y la administración del presupuesto doméstico, que estaban en manos de Santiago, no sufrieron ningún cambio. Fue precisamente mediante esta planificación sabia y cuidadosa como Jesús preparó el camino para su retirada final de toda participación activa en los asuntos de su familia. Cuando Santiago tuvo dos años de experiencia como cabeza de familia — y dos años antes de que se casara — José fue encargado de los fondos de la casa y se le confió la dirección general del hogar. 3. El vigésimo tercer año (año 17 d. de J.C.) La presión financiera cedió este año ligeramente, ya que cuatro miembros de la familia estaban trabajando. Miriam ganaba bastante con la venta de la leche y la mantequilla; Marta se había convertido en una tejedora experta. Habían pagado más de un tercio del precio de compra del taller de reparaciones. La situación era tal que Jesús dejó de trabajar durante tres semanas para llevar a Simón a la Pascua de Jerusalén; éste era el período más largo, libre de las faenas cotidianas, que había disfrutado desde la muerte de su padre. Viajaron a Jerusalén por el camino de la Decápolis y atravesaron Pella, Gerasa, Filadelfia, Hesbón y Jericó. Regresaron a Nazaret por la ruta costera, pasando por Lida, Jope, Cesárea, y desde allí, rodeando el Monte Carmelo, fueron a Tolemaida y Nazaret. Este viaje permitió a Jesús conocer bastante bien toda Palestina al norte de la región de Jerusalén. En Filadelfia, Jesús y Simón conocieron a un mercader de Damasco que experimentó tanta simpatía por los hermanos de Nazaret, que insistió para que se detuvieran con él en su sede de Jerusalén. Mientras Simón asistía al templo, Jesús pasó mucho tiempo conversando con este hombre de mundo bien educado y bastante viajero. Este mercader poseía más de cuatro mil camellos de caravanas; tenía intereses en todo el mundo romano y ahora estaba de camino hacia Roma. Le propuso a Jesús que viniera a Damasco para trabajar en su negocio de importaciones de oriente, pero Jesús le explicó que no tenía justificación para alejarse tanto de su familia en ese momento. Sin embargo, durante el camino de vuelta pensó mucho en aquellas ciudades lejanas y en los países aún más distantes del Lejano Occidente y del Lejano Oriente, países de los que había oído hablar con tanta frecuencia a los viajeros y conductores de las caravanas. Simón disfrutó mucho de su visita a Jerusalén. Fue admitido debidamente en la comunidad de Israel durante la consagración pascual de los nuevos hijos del mandamiento. Mientras Simón asistía a las ceremonias pascuales, Jesús se mezcló con las multitudes de visitantes y emprendió muchas conversaciones personales interesantes con numerosos prosélitos gentiles. 359


El más notable de todos estos contactos fue quizás con un joven helenista llamado Esteban. Este joven visitaba Jerusalén por primera vez y se encontró casualmente con Jesús el jueves por la tarde de la semana de la Pascua. Mientras los dos paseaban contemplando el palacio asmoneo, Jesús inició una conversación fortuita que tuvo como resultado el sentirse interesados el uno por el otro, lo que les llevó a una discusión de cuatro horas sobre la manera de vivir y el verdadero Dios y su culto. Esteban se quedó enormemente impresionado por lo que Jesús le dijo, y nunca olvidó sus palabras.

Este mismo Esteban es el que posteriormente se hizo creyente en las enseñanzas de Jesús, y cuya intrepidez predicando este evangelio incipiente provocó la ira de los judíos, que lo apedrearon hasta morir. Una parte de la extraordinaria audacia de Esteban proclamando su visión del nuevo evangelio provenía directamente de esta primera conversación con Jesús. Pero Esteban nunca tuvo la menor sospecha de que el galileo con quien había hablado unos quince años antes era precisamente la misma persona que más tarde proclamaría como Salvador del mundo, y por quien tan pronto daría su vida, convirtiéndose así en el primer mártir de la nueva fe cristiana en evolución. Cuando Esteban dio su vida como precio por su ataque al templo judío y a sus prácticas tradicionales, un tal Saulo, ciudadano de Tarso, se hallaba presente. Cuando Saulo vio cómo este griego podía morir por su fe, se despertaron en su corazón unos sentimientos que finalmente le llevaron a abrazar la causa por la que había muerto Esteban; más tarde se convirtió en el dinámico e indomable Pablo, el filósofo, si no el único fundador, de la religión cristiana. El domingo después de la semana pascual, Simón y Jesús emprendieron su viaje de regreso a Nazaret. Simón no olvidó nunca lo que Jesús le enseñó en este viaje. Siempre había amado a Jesús, pero ahora sentía que había empezado a conocer a su hermano-padre. Tuvieron muchas conversaciones íntimas y confidenciales mientras atravesaban el país y preparaban sus comidas al borde del camino. 360


Llegaron a la casa el jueves a mediodía, y aquella noche Simón mantuvo despierta a la familia hasta tarde, contándoles sus experiencias. María se quedó trastornada cuando Simón le informó que Jesús había pasado la mayor parte del tiempo en Jerusalén «conversando con los extranjeros, especialmente de los países lejanos». La familia de Jesús nunca pudo comprender su gran interés por la gente, su necesidad de hablar con ellos, de conocer su manera de vivir y de averiguar lo que pensaban. La familia de Nazaret estaba cada vez más absorbida por sus problemas inmediatos y humanos; no se mencionaba con frecuencia la futura misión de Jesús, y él mismo hablaba raras veces de su carrera futura. Su madre no se acordaba mucho de que era un hijo de la promesa. Poco a poco iba abandonando la idea de que Jesús tenía que cumplir una misión divina en la Tierra, pero a veces su fe se reavivaba cuando se detenía a recordar la visita de Gabriel antes de que el niño naciera. 4. El episodio de Damasco Jesús pasó los cuatro últimos meses de este año en Damasco, como huésped del mercader que conoció por primera vez en Filadelfia, cuando iba camino de Jerusalén. Un representante de este mercader había buscado a Jesús al pasar por Nazaret y lo acompañó hasta Damasco. Este mercader, en parte judío, propuso consagrar una enorme cantidad de dinero para establecer una escuela de filosofía religiosa en Damasco. Proyectaba crear un centro de estudios que sobrepasara al de Alejandría. Le propuso a Jesús que emprendiera inmediatamente una larga gira por los centros de educación del mundo, como paso previo para convertirse en el director de este nuevo proyecto. Ésta fue una de las mayores tentaciones con las que Jesús tuvo que enfrentarse en el transcurso de su carrera puramente humana. Poco después, este mercader trajo ante Jesús a un grupo de doce mercaderes y banqueros que aceptaban financiar esta escuela recién proyectada. Jesús manifestó un profundo interés por la escuela que proponían y les ayudó a planificar su organización, pero siempre expresó el temor de que sus otras obligaciones anteriores, sin indicar cuáles, le impedirían aceptar la dirección de una empresa tan ambiciosa. El que deseaba ser su benefactor era obstinado y empleó provechosamente a Jesús en su casa haciendo algunas traducciones, mientras que él, su esposa y sus hijos e hijas trataban de persuadirlo para que aceptara el honor que se le ofrecía.

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Pero no se dejó convencer. Sabía muy bien que su misión en la Tierra no debía estar sostenida por instituciones de enseñanza; sabía que no debía comprometerse en lo más mínimo, para no ser dirigido por «asambleas de hombres», por muy bien intencionadas que fueran. Él, que fue rechazado por los jefes religiosos de Jerusalén incluso después de haber demostrado su autoridad, fue reconocido y recibido como maestro instructor por los empresarios y banqueros de Damasco, y todo esto cuando era un carpintero oscuro y desconocido de Nazaret. Nunca habló de esta oferta a su familia, y al final de este año se encontraba de nuevo en Nazaret cumpliendo con sus deberes cotidianos, como si nunca hubiera sido tentado por las proposiciones halagadoras de sus amigos de Damasco. Estos hombres de Damasco tampoco asociaron nunca al futuro ciudadano de Cafarnaúm, que puso boca abajo a toda la sociedad judía, con el antiguo carpintero de Nazaret que había osado rechazar el honor que sus riquezas combinadas hubieran podido procurarle. Jesús se las ingenió con gran habilidad e intencionalidad para aislar diversos episodios de su vida con el fin de que, a los ojos del mundo, nunca fueran asociados y considerados como acciones realizadas por un mismo individuo. En los años posteriores escuchó muchas veces contar esta historia del extraño galileo que declinó la oportunidad de fundar en Damasco una escuela que rivalizara con Alejandría. Al tratar de aislar ciertos aspectos de su experiencia terrestre, uno de los objetivos que Jesús perseguía era evitar la reconstrucción de una carrera tan hábil y espectacular, que incitara a las futuras generaciones a venerar al maestro en lugar de someterse a la verdad que había vivido y enseñado. Jesús no quería que la reconstrucción de una historia humana tan sobresaliente desviara la atención de sus enseñanzas. Reconoció muy pronto que sus seguidores se sentirían tentados a formular una religión acerca de él, que podría hacerle la competencia al evangelio del reino que tenía la intención de 362


proclamar al mundo. Por consiguiente, durante toda su carrera extraordinaria, trató de suprimir convenientemente todo aquello que, en su opinión, pudiera favorecer esta tendencia humana natural a exaltar al maestro en lugar de proclamar sus enseñanzas. Éste mismo motivo explica también por qué permitió que se le conociera por medio de nombres diferentes durante las diversas épocas de su variada vida en la Tierra. Además, no quería ejercer ninguna influencia indebida sobre su familia u otras personas, para no inducirles a creer en él en contra de sus sinceras convicciones. Siempre rehusó sacar una ventaja indebida o injusta de la mente humana. No quería que los hombres creyeran en él, a menos que sus corazones fueran sensibles a las realidades espirituales reveladas en sus enseñanzas. A finales de este año, las cosas marchaban bastante bien en el hogar de Nazaret. Los niños crecían y María se iba acostumbrando a las ausencias de Jesús del hogar. Éste continuaba enviando su salario a Santiago para el sostén de la familia, reservándose sólo una pequeña parte para sus gastos personales más inmediatos. A medida que pasaban los años, resultaba más difícil darse cuenta de que este hombre era un Hijo de Dios en la Tierra. Parecía que se estaba convirtiendo en un habitante más del planeta, en un hombre entre los hombres. El Padre que está en los cielos había ordenado que la donación se desarrollara precisamente de esta manera. 5. El vigésimo cuarto año (año 18 d. de J.C.) Éste fue el primer año en que Jesús estuvo relativamente libre de responsabilidades familiares. Santiago administraba con mucho éxito los asuntos del hogar, ayudado por los consejos y las rentas de Jesús. A la semana siguiente de la Pascua de este año, un joven de Alejandría vino hasta Nazaret para organizar un encuentro entre Jesús y un grupo de judíos de Alejandría, que se celebraría en el transcurso del año y en algún lugar de la costa de Palestina. La conferencia se fijó para mediados de junio, y Jesús se desplazó hasta Cesárea para reunirse con cinco judíos eminentes de Alejandría, que le rogaron que se estableciera en su ciudad como instructor religioso, ofreciéndole como aliciente, para empezar, el puesto de ayudante del chazan en la sinagoga principal de la ciudad. Los portavoces de esta comisión explicaron a Jesús que Alejandría estaba destinada a convertirse en el centro principal de la cultura judía para el mundo entero; que la tendencia helenista de los asuntos judíos había sobrepasado probablemente a la escuela de pensamiento babilónica. Recordaron a Jesús los siniestros rumores de rebelión que corrían por Jerusalén y toda Palestina, y le aseguraron que cualquier sublevación de los judíos palestinos equivaldría a un suicidio nacional, que la mano de hierro de Roma aplastaría la rebelión en tres meses, y que Jerusalén sería destruida y el templo demolido hasta que no quedara piedra sobre piedra. 363


Jesús escuchó todo lo que tenían que decir, les agradeció su confianza, y al declinar su invitación para ir a Alejandría, les dijo en esencia: «Mi hora aún no ha llegado». Se quedaron confundidos por su aparente indiferencia al honor que habían intentado conferirle. Antes de despedirse de Jesús le ofrecieron una bolsa de dinero como muestra de la estima de sus amigos de Alejandría, y en compensación por el tiempo y los gastos de venir hasta Cesárea para hablar con ellos. Pero rehusó también el dinero, diciendo: «La casa de José nunca ha recibido limosnas, y no podemos comernos el pan de otra persona mientras yo tenga buenos brazos y mis hermanos puedan trabajar». Sus amigos de Egipto se embarcaron para su tierra; años después, cuando oyeron los rumores sobre el constructor de barcas de Cafarnaúm que estaba creando tanta conmoción en Palestina, pocos de ellos imaginaron que se trataba del niño de Belén ya adulto y del mismo galileo singular que había declinado sin ningún formalismo la invitación de convertirse en un gran maestro en Alejandría. Jesús regresó a Nazaret. Los seis meses restantes de este año fueron los más tranquilos de toda su carrera. Disfrutó de este respiro temporal en su programa habitual de problemas a resolver y de dificultades a superar. Comulgó mucho con su Padre que está en los cielos e hizo enormes progresos en el dominio de su mente humana. Pero los asuntos humanos en los mundos del tiempo y del espacio no transcurren con tranquilidad durante mucho tiempo. En diciembre, Santiago tuvo una conversación privada con Jesús para explicarle que estaba muy enamorado de Esta, una joven de Nazaret, y que les gustaría casarse pronto si fuera posible. Atrajo la atención sobre el hecho de que José pronto cumpliría dieciocho años, y que sería una buena experiencia para él tener la oportunidad de servir como cabeza de familia. Jesús dio su consentimiento para que Santiago se casara dos años más tarde, siempre que durante este intervalo preparara adecuadamente a José para asumir la dirección del hogar. Entonces se produjeron otros hechos — los esponsales estaban en el ambiente. El éxito que tuvo Santiago al obtener el consentimiento de Jesús para casarse animó a Miriam a presentarse con sus proyectos ante su hermano-padre. Jacobo, el joven albañil, antiguo defensor voluntario de Jesús y ahora socio de Santiago y José en los negocios, hacía tiempo que había intentado obtener la mano de Miriam para casarse. Después de que Miriam expuso sus planes a Jesús, éste ordenó que Jacobo viniera a verle para pedir oficialmente la mano de Miriam, y prometió su bendición al matrimonio en cuanto ella estimara que Marta estaba preparada para asumir sus deberes de hija mayor. Cuando estaba en casa, Jesús continuaba enseñando en la escuela nocturna tres veces por semana, leía a menudo las escrituras los sábados en la sinagoga, conversaba con su madre, enseñaba a los niños y se comportaba en general como un ciudadano digno y respetable de Nazaret, dentro de la comunidad de Israel. 364


6. El vigésimo quinto año (año 19 d. de J.C.) Este año empezó con toda la familia de Nazaret en buena salud y fue testigo del final de la escolaridad regular de todos los niños, a excepción de algunos trabajos que Marta tenía que hacer para Rut. Jesús era uno de los ejemplares humanos más vigorosos y refinados que habían aparecido en la Tierra desde la época de Adán. Su desarrollo físico era espléndido. Su mente era activa, aguda y penetrante — comparada con la mentalidad media de sus contemporáneos, había alcanzado proporciones gigantescas — y su espíritu era en verdad humanamente divino. El estado financiero de la familia se encontraba en las mejores condiciones desde que se liquidaron las propiedades de José. Se habían efectuado los últimos pagos del taller de reparaciones de las caravanas; no debían nada a nadie y, por primera vez en muchos años, contaban con algunos fondos. Por todo ello, y puesto que había llevado a sus otros hermanos a Jerusalén para que participaran en sus primeras ceremonias pascuales, Jesús decidió acompañar a Judá (que acababa de terminar sus estudios en la escuela de la sinagoga) en su primera visita al templo. Fueron a Jerusalén por el valle del Jordán y regresaron por el mismo camino, porque Jesús temía que podría tener algún problema si atravesaba Samaria con su joven hermano. En Nazaret, Judá ya había tenido varias veces pequeñas dificultades a causa de su carácter impulsivo, unido a sus violentos sentimientos patrióticos. Llegaron a Jerusalén a su debido tiempo e iban de camino para efectuar una primera visita al templo, cuya sola visión había excitado y entusiasmado a Judá hasta lo más profundo de su alma, cuando se encontraron por casualidad con Lázaro de Betania. Mientras Jesús charlaba con Lázaro y trataba de arreglar las cosas para celebrar juntos la Pascua, Judá inició un incidente muy serio para todos ellos. Cerca de allí se encontraba un guardia romano que hizo unos comentarios indecorosos sobre una muchacha judía que pasaba en ese momento. Judá enrojeció de indignación y no tardó en expresar su resentimiento por esta descortesía, haciéndolo de manera directa y al alcance del oído del soldado. Los legionarios romanos eran muy sensibles a todo lo que se pareciera a una falta de respeto por parte de los judíos; así pues, el guardia arrestó inmediatamente a Judá. Esto fue demasiado para el joven patriota, y antes de que Jesús pudiera prevenirlo con una mirada de advertencia, ya había dado rienda suelta a una voluble declaración de sentimientos antirromanos reprimidos, lo que no hizo más que empeorar la situación. Judá, con Jesús a su lado, fue llevado de inmediato a la prisión militar. Jesús trató de conseguir una audiencia inmediata para Judá, o bien que lo liberaran a tiempo para poder celebrar la Pascua aquella noche, pero fracasó en sus esfuerzos. Puesto que el día siguiente era un día de «santa asamblea» en Jerusalén, ni siquiera los romanos se atrevían a oír acusaciones contra un judío. En consecuencia, Judá 365


continuó encarcelado hasta la mañana del segundo día después de su arresto, y Jesús permaneció con él en la prisión. No estuvieron presentes en el templo en la ceremonia de recepción de los hijos de la ley como plenos ciudadanos de Israel. Judá no participó en esta ceremonia oficial hasta varios años después, cuando se encontró de nuevo en Jerusalén durante otra Pascua, en conexión con su trabajo de propaganda a favor de los celotes, la organización patriótica a la que pertenecía y en la que era muy activo.

A la mañana siguiente de su segundo día en la cárcel, Jesús compareció ante el magistrado militar en nombre de Judá. Presentó sus excusas por la juventud de su hermano y efectuó una exposición aclaratoria, pero juiciosa, de la naturaleza provocativa del incidente que había llevado al arresto de su hermano. Jesús manejó el asunto de tal manera, que el magistrado expresó la opinión de que el joven judío pudiera haber tenido alguna excusa válida que justificara su violenta explosión. Después de advertir a Judá que no se atreviera otra vez a ser culpable de semejante temeridad, dijo a Jesús al despedirlos: «Harías bien en vigilar al muchacho; es capaz de crearos muchos problemas a todos». El juez romano tenía razón. Judá causó muchísimos problemas a Jesús, y siempre eran de la misma naturaleza: encontronazos con las autoridades civiles a causa de sus estallidos patrióticos imprudentes e insensatos. Jesús y Judá se desplazaron hasta Betania para pasar la noche, explicaron por qué no habían acudido a la cena pascual, y al día siguiente salieron para Nazaret. Jesús no contó a la familia el arresto de su joven hermano en Jerusalén, pero unas tres semanas después 366


de su regreso, tuvo una larga conversación con Judá sobre este incidente. Después de esta conversación con Jesús, el mismo Judá contó el suceso a la familia. Nunca olvidó la paciencia y la indulgencia que manifestó su hermano-padre durante toda esta penosa experiencia. Ésta fue la última Pascua en la que Jesús acompañó a un miembro de su propia familia. El Hijo del Hombre iba a desligarse cada vez más de los estrechos lazos que le unían a los de su propia carne y sangre. Este año, sus períodos de profunda meditación fueron interrumpidos a menudo por Rut y sus compañeros de juego. Jesús siempre estaba dispuesto a aplazar sus reflexiones sobre su trabajo futuro para el mundo y el universo, a fin de compartir la alegría infantil y el regocijo juvenil de estos jóvenes, que nunca se cansaban de escucharle contar las experiencias de sus diversos viajes a Jerusalén. También disfrutaban mucho con sus historias sobre los animales y la naturaleza. Los niños siempre eran bienvenidos al taller de reparaciones. Jesús ponía arena, pedazos de madera y piedras al lado del taller, y los niños acudían en bandadas para entretenerse allí. Cuando se cansaban de sus juegos, los más atrevidos miraban a hurtadillas dentro del taller, y si el dueño no estaba ocupado, se arriesgaban a entrar diciendo: «Tío Josué, sal y cuéntanos un largo cuento». Entonces lo hacían salir tirándole de las manos hasta que se sentaba en su piedra favorita junto a la esquina del taller, con los niños sentados en semicírculo en el suelo delante de él. ¡Cómo disfrutaban estos pequeñuelos con su tío Josué! Aprendían a reírse, y a reírse con ganas. Uno o dos de los más pequeños tenían la costumbre de trepar hasta sus rodillas y se sentaban allí, contemplando embelesados las expresiones de su rostro mientras narraba sus historias. Los niños amaban a Jesús, y Jesús amaba a los niños. A sus amigos les resultaba difícil comprender la amplitud de sus actividades intelectuales, cómo podía pasar de manera tan súbita y completa de las profundas discusiones sobre la política, la filosofía o la religión, a las travesuras alegres y gozosas de estos pequeños de cinco a diez años de edad. A medida que sus propios hermanos y hermanas crecían, a medida que disponía de más tiempo libre y antes de que llegaran los nietos, prestaba una gran atención a estos pequeños. Pero no vivió suficiente tiempo en la Tierra como para disfrutar mucho de los nietos. 7. El vigésimo sexto año (año 20 d. de J.C.) Al empezar este año, Jesús de Nazaret se volvió poderosamente consciente de que poseía un poder potencial muy extenso. Pero también estaba totalmente persuadido de que este poder no debía ser empleado por su personalidad, como Hijo del Hombre, al menos hasta que llegara su hora. Por esta época reflexionó mucho sobre sus relaciones con su Padre que está en los cielos, aunque habló poco de ello. La conclusión de 367


todas estas reflexiones la expresó una vez en su oración en la cima de la colina, cuando dijo: «Independientemente de quién sea yo y del poder que pueda o no ejercer, siempre he estado y siempre estaré sometido a la voluntad de mi Padre…». Sin embargo, mientras este hombre iba y venía de su trabajo por Nazaret, era literalmente cierto — en lo que se refiere a un enorme universo — que «en él estaban ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento». Los asuntos de la familia fueron bien todo este año, excepto en lo que se refiere a Judá. Santiago tuvo dificultades durante años con su hermano menor, que no estaba dispuesto a ponerse seriamente a trabajar ni se podía contar con él para que participara en los gastos del hogar. Aunque vivía en la casa, no era consciente de que tenía que ganar su parte para el mantenimiento de la familia. Jesús era un hombre de paz, y de vez en cuando se sentía apenado por las explosiones belicosas y los numerosos arrebatos patrióticos de Judá. Santiago y José estaban a favor de echarlo de la casa, pero Jesús no quiso consentirlo. Cada vez que llegaban al límite de su paciencia, Jesús sólo les aconsejaba: «Tened paciencia. Sed sabios en vuestros consejos y elocuentes en vuestras vidas, para que vuestro hermano menor pueda conocer primero el mejor camino, y luego se sienta obligado a seguiros en él». El consejo sabio y afectuoso de Jesús evitó una ruptura en la familia. Permanecieron juntos, pero Judá nunca adquirió la sensatez hasta después de casarse. María hablaba rara vez de la futura misión de Jesús. Cada vez que se mencionaba este asunto, Jesús se limitaba a contestar: «Mi hora aún no ha llegado». Jesús casi había terminado la difícil tarea de destetar a su familia, para que no tuvieran que depender de la presencia inmediata de su personalidad. Se estaba preparando rápidamente para el día en que podría dejar convenientemente este hogar de Nazaret y empezar el preludio más activo de su verdadero ministerio hacia los hombres. No perdáis nunca de vista el hecho de que la misión principal de Jesús… consistía en adquirir la experiencia de las criaturas. Y al mismo tiempo que acumulaba esta experiencia misma, efectuar la revelación suprema del Padre. Concomitante con estos objetivos, también se dedicó a desenredar los complicados asuntos de este planeta en la medida en que estaban relacionados con la rebelión de Lucifer. Jesús disfrutó este año de más horas libres de lo habitual, y consagró mucho tiempo a enseñar a Santiago la administración del taller de reparaciones, y a José la dirección de los asuntos del hogar. María presentía que se estaba preparando para dejarlos. ¿Dejarlos para ir adónde? ¿Para hacer qué? Casi había abandonado la idea de que Jesús era el Mesías. No podía comprenderlo; simplemente no podía sondear el interior de su hijo primogénito.

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Jesús pasó este año una gran parte de su tiempo con cada uno de los miembros de su familia. Salía con ellos para dar largos y frecuentes paseos por las colinas y a través del campo. Antes de la cosecha, llevó a Judá a casa de su tío granjero al sur de Nazaret, pero Judá no se quedó mucho tiempo después de la recolección. Huyó de allí y Simón lo encontró más tarde con los pescadores en el lago. Cuando Simón lo trajo de vuelta al hogar, Jesús mantuvo una conversación con el muchacho fugitivo y, puesto que quería ser pescador, fue con él hasta Magdala y lo puso en manos de un pariente que era pescador; desde aquel momento, Judá trabajó bastante bien y con regularidad hasta que contrajo matrimonio, y continuó como pescador después de casarse. Por fin había llegado el día en que todos los hermanos de Jesús habían elegido sus oficios y se habían establecido en ellos. El escenario se estaba preparando para que Jesús abandonara el hogar. En noviembre tuvo lugar una doble boda. Santiago se casó con Esta y Miriam se casó con Jacobo. Fue realmente un feliz acontecimiento. Incluso María estaba de nuevo feliz, excepto cuando se daba cuenta, de vez en cuando, que Jesús se estaba preparando para marcharse. Sufría el peso de una gran incertidumbre. Si Jesús quisiera sentarse y hablar francamente con ella de todo esto como cuando era niño... Pero se había vuelto muy reservado y mantenía un profundo silencio sobre el futuro. Santiago y su esposa Esta se instalaron en una linda casita, regalo del padre de ella, en la parte oeste de la ciudad. Aunque Santiago continuaba manteniendo el hogar de su madre, su contribución se redujo a la mitad a causa de su matrimonio, y José fue nombrado oficialmente por Jesús como cabeza de familia. Judá enviaba ahora fielmente su contribución mensual a la casa. Los enlaces de Santiago y de Miriam ejercieron una influencia muy beneficiosa sobre Judá, y al 369


marcharse para la zona pesquera al día siguiente de la doble boda, le aseguró a José que podía confiar en él «para cumplir con todo mi deber y más si es necesario». Y mantuvo su promesa. Miriam vivía en la casa de Jacobo, contigua a la de María, pues Jacobo padre había sido enterrado con sus antepasados. Marta ocupó el lugar de Miriam en el hogar, y la nueva organización funcionó sin problemas antes de que terminara el año. Al día siguiente de la doble boda, Jesús tuvo una importante conversación con Santiago. Le contó confidencialmente que se estaba preparando para dejar el hogar. Regaló a Santiago la escritura de propiedad del taller de reparaciones, dimitió de manera oficial y solemne como jefe de la casa de José, e instaló a su hermano Santiago de forma muy afectuosa como «jefe y protector de la casa de mi padre». Redactó un pacto secreto, que luego firmaron los dos, en el que se estipulaba que a cambio de la donación del taller de reparaciones, Santiago asumiría en adelante toda la responsabilidad financiera de la familia, eximiendo a Jesús de cualquier obligación posterior en esta materia. Después de firmar el contrato y de arreglar el presupuesto de tal manera que la familia pudiera hacer frente a sus gastos reales sin ninguna contribución de Jesús, éste dijo a Santiago: «Hijo mío, no obstante continuaré enviándote algo todos los meses hasta que haya llegado mi hora, pero utiliza lo que yo te envíe según se presenten las circunstancias. Emplea mis fondos para las necesidades o los placeres de la familia, como te parezca conveniente. Utilízalos en caso de enfermedad o para hacer frente a los incidentes inesperados que puedan sobrevenir a cualquier miembro de la familia». Así es como Jesús se preparaba para emprender la segunda fase de su vida adulta, separado de los suyos, antes de empezar a ocuparse públicamente de los asuntos de su Padre. JESÚS se había separado de manera completa y definitiva de la administración de los asuntos domésticos de la familia de Nazaret y de la dirección inmediata de sus miembros. Hasta el día de su bautismo continuó contribuyendo a las finanzas familiares y tomándose un vivo interés personal por el bienestar espiritual de cada uno de sus hermanos y hermanas. Y siempre estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera humanamente posible por el bienestar y la felicidad de su madre viuda. El Hijo del Hombre lo tenía ahora todo preparado para separarse de manera permanente del hogar de Nazaret; hacer esto no fue nada fácil para él. Jesús amaba de manera natural a su gente; quería a su familia, y este afecto natural había crecido enormemente debido a su extraordinaria dedicación a ellos. Cuanto más plenamente nos entregamos a nuestros semejantes, más llegamos a amarlos; puesto que Jesús se había dado tan completamente a su familia, los quería con un afecto grande y ferviente. Poco a poco, toda la familia había empezado a comprender que Jesús se estaba preparando para dejarlos. La tristeza de la separación que se avecinaba sólo estaba atenuada por esta manera gradual de 370


prepararlos para anunciarles su intención de partir. Durante más de cuatro años observaron que estaba proyectando esta separación final. 1. El vigésimo séptimo año (año 21 d. de J.C.) Una lluviosa mañana de domingo del mes de enero de este año 21, Jesús se despidió sin ceremonias de su familia, explicándoles solamente que iba a Tiberiades y luego a visitar otras ciudades alrededor del Mar de Galilea. Así se separó de ellos, y nunca más volvió a ser un miembro regular de este hogar. Pasó una semana en Tiberiades, la nueva ciudad que pronto iba a sustituir a Séforis como capital de Galilea. Como encontró pocas cosas que le interesaran, pasó sucesivamente por Magdala y Betsaida hasta llegar a Cafarnaúm, donde se detuvo para visitar a Zebedeo, el amigo de su padre. Los hijos de Zebedeo eran pescadores, y él mismo era constructor de barcas. Jesús de Nazaret era un experto en el arte de diseñar y en la construcción; era un maestro trabajando la madera, y Zebedeo conocía desde hacía tiempo la habilidad del artesano de Nazaret. Hacía mucho tiempo que Zebedeo tenía la intención de construir mejores barcas; expuso pues sus proyectos a Jesús, e invitó al carpintero visitante a que se uniera a él en esta empresa. Jesús aceptó con mucho gusto.

Jesús sólo trabajó con Zebedeo poco más de un año, pero durante este tiempo creó un nuevo tipo de barcas y estableció métodos completamente nuevos para su fabricación. Gracias a una técnica superior y a unos métodos mucho mejores de tratar las tablas al 371


vapor, Jesús y Zebedeo empezaron a construir barcas de un tipo muy superior; se trataba de unas embarcaciones mucho más seguras que los antiguos modelos para navegar por el lago. Zebedeo tuvo durante varios años más trabajo, fabricando este nuevo tipo de barcas, que el que su pequeña empresa podía producir; en menos de cinco años, prácticamente todas las embarcaciones que navegaban por el lago habían sido construidas en el taller de Zebedeo en Cafarnaúm. Jesús se hizo famoso entre los pescadores de Galilea como el diseñador de estas nuevas barcas. Zebedeo era un hombre medianamente adinerado; sus astilleros se encontraban al borde del lago al sur de Cafarnaúm y su casa estaba situada a la orilla del lago cerca del centro de pesca de Betsaida. Jesús vivió en la casa de Zebedeo durante su estancia de más de un año en Cafarnaúm. Durante mucho tiempo había trabajado solo en el mundo, es decir sin padre, y disfrutó mucho de este período de trabajo con un socio paternal. Salomé, la mujer de Zebedeo, era pariente de Anás, antiguo sumo sacerdote en Jerusalén, que había sido destituido hacía sólo ocho años, pero que seguía siendo el miembro más influyente del grupo de los saduceos. Salomé se convirtió en una gran admiradora de Jesús. Lo quería tanto como a sus propios hijos, Santiago, Juan y David, mientras que sus cuatro hijas lo consideraban como su hermano mayor. Jesús salía a menudo a pescar con Santiago, Juan y David, los cuales descubrieron que era tan buen pescador como experto constructor de barcas. Jesús envió dinero a Santiago todos los meses de este año. En octubre regresó a Nazaret para asistir a la boda de Marta, y durante más de dos años no volvió por Nazaret hasta poco antes de la doble boda de Simón y de Judá. Jesús construyó barcas durante todo este año y continuó observando cómo vivían los hombres en la Tierra. Iba a visitar con frecuencia la parada de las caravanas, pues la ruta directa de Damasco hacia el sur pasaba por Cafarnaúm. Cafarnaúm era un importante puesto militar romano, y el oficial que mandaba la guarnición era un gentil que creía en Yahvé, «un hombre piadoso», como los judíos solían designar a estos prosélitos. Este oficial pertenecía a una rica familia romana, y había asumido la responsabilidad de construir una hermosa sinagoga en Cafarnaúm, que había donado a los judíos poco antes de que Jesús viniera a vivir con Zebedeo. Jesús dirigió los oficios en esta nueva sinagoga más de la mitad de las veces este año, y algunos de los viajeros de las caravanas que asistieron por casualidad lo recordaban como el carpintero de Nazaret. Cuando llegó el momento de pagar los impuestos, Jesús se inscribió como «artesano cualificado de Cafarnaúm». Desde este día hasta el final de su vida terrestre, fue conocido como habitante de Cafarnaúm. Nunca pretendió tener otra residencia legal, aunque permitió, por diversas razones, que otros fijaran su domicilio en Damasco, Betania, Nazaret e incluso en Alejandría. 372


Encontró muchos libros nuevos en las arcas de la biblioteca de la sinagoga de Cafarnaúm, y pasaba al menos cinco noches por semana estudiando intensamente. Dedicaba una noche a la vida social con los adultos y pasaba otra con los jóvenes. En la personalidad de Jesús había algo de agradable e inspirador que atraía invariablemente a los jóvenes. Siempre hacía que se sintieran a gusto en su presencia. Quizás su gran secreto para permanecer entre ellos consistía en el doble hecho de que siempre se interesaba por lo que estaban haciendo, mientras que raramente les aconsejaba, a menos que se lo pidieran. La familia de Zebedeo casi adoraba a Jesús, y nunca dejaban de asistir a las charlas con preguntas y respuestas que dirigía cada noche después de la cena, antes de irse a estudiar a la sinagoga. Los jóvenes de la vecindad también acudían con frecuencia a estas reuniones tras la cena. A estas pequeñas asambleas, Jesús les impartía una enseñanza variada y avanzada, tan avanzada como podían comprender. Hablaba con ellos sin ninguna reserva y exponía sus ideas e ideales sobre la política, la sociología, la ciencia y la filosofía, pero nunca pretendía hablar con una autoridad final excepto cuando hablaba de religión — de la relación del hombre con Dios. Una vez por semana, Jesús mantenía una reunión con toda la gente de la casa, el personal del taller y los ayudantes de la costa, pues Zebedeo tenía muchos empleados. Entre estos trabajadores es donde llamaron a Jesús por primera vez «Maestro». Todos lo querían. Le gustaba su trabajo en Cafarnaúm con Zebedeo, pero echaba de menos a los niños jugando al lado del taller de carpintería de Nazaret. De todos los hijos de Zebedeo, Santiago era el que más se interesaba por Jesús como maestro y como filósofo. Juan apreciaba más su enseñanza y sus opiniones sobre la religión. David lo respetaba como artesano, pero hacía poco caso de sus ideas religiosas y de sus enseñanzas filosóficas. Judá venía muchos sábados para escuchar lo que Jesús decía en la sinagoga, y se quedaba para charlar con él. Cuanto más veía a su hermano mayor, más se convencía de que Jesús era realmente un gran hombre. Jesús hizo este año grandes progresos en la dominación ascendente de su mente humana. Éste fue su último año de vida estable. Jesús nunca más pasó un año entero en el mismo lugar o en la misma tarea. Se estaban acercando rápidamente los días de sus peregrinaciones terrestres. Los períodos de intensa actividad no estaban lejos en el futuro, pero entre su vida simple e intensamente activa del pasado y su ministerio público aún más intenso y arduo, iban a intercalarse ahora unos pocos años de grandes viajes y de actividad personal muy diversificada. Tenía que completar su formación como hombre del mundo antes de emprender su carrera de enseñanza y de predicación como hombre-Dios… 2. El vigésimo octavo año (año 22 d. de J.C.) 373


Jesús se despidió de Zebedeo y de Cafarnaúm en marzo del año 22 d.de J.C. Pidió una pequeña suma de dinero para costear sus gastos de viaje hasta Jerusalén. Mientras trabajaba con Zebedeo, sólo había cobrado las pequeñas cantidades de dinero que enviaba mensualmente a su familia de Nazaret. José venía un mes a Cafarnaúm para buscar el dinero, y al mes siguiente era Judá quien pasaba por Cafarnaúm para recibir el dinero de Jesús y llevarlo a Nazaret. El centro pesquero donde trabajaba Judá sólo estaba a unos kilómetros al sur de Cafarnaúm. Cuando Jesús se despidió de la familia de Zebedeo, acordó con ellos permanecer en Jerusalén hasta la Pascua, y todos prometieron estar presentes para este acontecimiento. Incluso convinieron en celebrar juntos la cena pascual. Todos se entristecieron cuando Jesús se marchó, especialmente las hijas de Zebedeo. Antes de dejar Cafarnaúm, Jesús tuvo una larga conversación con su nuevo amigo e íntimo compañero Juan Zebedeo. Le dijo que pensaba viajar mucho hasta que «llegue mi hora», y le pidió que cada mes enviara en su nombre algún dinero a la familia de Nazaret, hasta que se agotaran los fondos que se le debían. Juan le hizo esta promesa: «Maestro, dedícate a tus asuntos y haz tu trabajo en el mundo. Actuaré en tu lugar en éste y en cualquier otro asunto, y velaré por tu familia como si tuviera que mantener a mi propia madre y cuidar a mis propios hermanos y hermanas. Emplearé los fondos que te debe mi padre tal como has indicado y según se necesiten. Cuando tu dinero se haya agotado, si no recibo más de ti y tu madre se encontrara en la necesidad, entonces compartiré mi propio salario con ella. Puedes emprender tu camino en paz. Actuaré en tu lugar en todas estas cuestiones».

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Barca encontrda en los astilleros de Cafarnaum, supuestamente, construida por Jesús. Después de que Jesús partiera para Jerusalén, Juan consultó con su padre Zebedeo sobre el dinero que se le debía a Jesús, y se quedó sorprendido de que la suma fuera tan importante. Como Jesús había dejado el asunto completamente entre sus manos, acordaron que lo mejor sería invertir estos fondos en inmuebles y utilizar la renta para ayudar a la familia de Nazaret. Zebedeo conocía una casita de Cafarnaúm que estaba hipotecada y en venta, por lo que recomendó a Juan que la comprara con el dinero de Jesús, y guardara la escritura en depósito para su amigo. Juan hizo lo que su padre le aconsejó. Durante dos años, el arrendamiento de la casa se utilizó para pagar la hipoteca, y esto, unido a una importante cantidad de dinero que Jesús envió a Juan poco después para que la familia lo utilizara según sus necesidades, fue casi suficiente para cancelar esta deuda. Zebedeo añadió la diferencia, de manera que Juan pagó el resto de la hipoteca a su vencimiento, consiguiendo así una escritura libre de cargas para esta casa de dos piezas. De esta manera Jesús se convirtió, sin saberlo, en el propietario de una casa en Cafarnaúm. Cuando la familia de Nazaret se enteró de que Jesús se había marchado de Cafarnaúm, como no sabían nada de este arreglo financiero con Juan, creyeron que les había llegado la hora de salir adelante sin contar con su ayuda. Santiago se acordó de su pacto con Jesús y, con la ayuda de sus hermanos, asumió inmediatamente toda la responsabilidad de cuidar a la familia. Pero volvamos atrás para observar a Jesús en Jerusalén. Durante cerca de dos meses, pasó la mayor parte de su tiempo escuchando las discusiones en el templo, y realizando visitas ocasionales a las 375


diversas escuelas de rabinos. La mayoría de los sábados los pasaba en Betania. Jesús había llevado consigo a Jerusalén una carta de la esposa de Zebedeo, dirigida al antiguo sumo sacerdote Anás, en la que Salomé lo presentaba como «si fuera mi propio hijo». Anás pasó mucho tiempo con él, llevándolo personalmente a visitar las numerosas academias de los educadores religiosos de Jerusalén. Jesús inspeccionó a fondo estas escuelas y observó cuidadosamente sus métodos de enseñanza, pero no hizo ni una sola pregunta en público. Aunque Anás consideraba a Jesús como un gran hombre, no sabía bien cómo aconsejarle. Reconocía que sería una tontería sugerirle que ingresara como estudiante en una de las escuelas de Jerusalén, y sin embargo sabía muy bien que nunca concederían a Jesús la categoría de profesor titular, ya que nunca se había formado en estas escuelas. La época de la Pascua se estaba acercando, y junto con el gentío que venía de todas partes, Zebedeo y toda su familia llegaron a Jerusalén procedentes de Cafarnaúm. Todos se alojaron en la espaciosa casa de Anás, donde celebraron la Pascua como una familia unida y feliz.

Antes de finalizar esta semana pascual, y aparentemente por casualidad, Jesús conoció a un rico viajero y a su hijo, un joven de unos diecisiete años. Estos viajeros procedían de la India, y mientras iban de camino para visitar Roma y otros diversos lugares del Mediterráneo, habían planeado llegar a Jerusalén durante la Pascua, con la esperanza de encontrar a alguien a quien poder contratar como intérprete para los dos y como preceptor para el hijo. El padre insistió para que Jesús consintiera en viajar con ellos. Jesús le habló de su familia y de que no era muy razonable marcharse por un período de casi dos años, durante los cuales podrían pasar necesidades. Entonces este viajero de Oriente le propuso a Jesús adelantarle el salario de un año, de manera que pudiera confiar estos 376


fondos a sus amigos para proteger a su familia de la pobreza. Y Jesús aceptó hacer el viaje. Jesús entregó esta importante cantidad a Juan, el hijo de Zebedeo. Y ya sabéis cómo utilizó este dinero para liquidar la hipoteca de la propiedad de Cafarnaúm. Jesús confió a Zebedeo todo lo relacionado con este viaje por el Mediterráneo, pero le encargó que no se lo dijera a nadie, ni siquiera a los de su propia carne y sangre. Zebedeo no reveló nunca que conocía el paradero de Jesús durante este largo período de casi dos años. Antes de que Jesús regresara de este viaje, la familia de Nazaret estaba a punto de darlo por muerto. Solamente las aseveraciones de Zebedeo, que fue a Nazaret en diversas ocasiones con su hijo Juan, mantuvieron viva la esperanza en el corazón de María. Durante este período, la familia de Nazaret se las arregló bastante bien. Judá había aumentado considerablemente su cuota y mantuvo esta contribución adicional hasta que se casó. A pesar del poco apoyo que necesitaban, Juan Zebedeo adquirió la costumbre de presentarse cada mes con unos regalos para María y para Rut, de acuerdo con las instrucciones de Jesús. 3. El vigésimo noveno año (año 23 d. de J.C.) Jesús pasó todo su vigésimo noveno año completando su periplo por el mundo mediterráneo. En la medida en que se nos ha permitido revelar estas experiencias, los principales acontecimientos de este viaje constituyen el tema de la narración que sigue inmediatamente a este documento. Durante todo este recorrido por el mundo romano, a Jesús se le conoció, por muchas razones, como el escriba de Damasco. Sin embargo, en Corinto y en otras escalas del viaje de vuelta, fue conocido como el preceptor judío. Éste fue un período extraordinario en la vida de Jesús. Durante este viaje efectuó muchos contactos con sus semejantes, pero esta experiencia es una fase de su vida que nunca reveló a ningún miembro de su familia y a ninguno de los apóstoles. Jesús vivió toda su vida en la carne y dejó este mundo sin que nadie supiera (excepto Zebedeo de Betsaida) que había hecho este gran viaje. Algunos de sus amigos pensaban que había vuelto a Damasco; otros creían que se había ido a la India. Su propia familia tendía a creer que estaba en Alejandría, porque sabían que una vez lo habían invitado a ir allí para convertirse en el ayudante del chazan. Cuando Jesús volvió a Palestina, no hizo nada por cambiar la opinión de su familia de que había ido desde Jerusalén hasta Alejandría; les dejó que continuaran creyendo que todo el tiempo que había estado fuera de Palestina lo había pasado en aquella ciudad de erudición y de cultura. Únicamente Zebedeo, el constructor de barcas de Betsaida, conocía los hechos sobre esta cuestión, y Zebedeo no se lo dijo a nadie. 377


En todos vuestros esfuerzos por descifrar el significado de la vida de Jesús... Si queréis comprender el significado de muchas de sus acciones aparentemente extrañas, tenéis que discernir el propósito de su estancia en vuestro mundo. Tuvo la constante cautela de no fabricar una carrera personal demasiado atractiva que acaparara toda la atención. No quería emplear recursos excepcionales o abrumadores con sus semejantes. Estaba dedicado al trabajo de revelar el Padre celestial a sus compañeros mortales, y al mismo tiempo se consagraba a la tarea sublime de vivir su vida terrestre mortal constantemente sometido a la voluntad de este mismo Padre. Para comprender la vida de Jesús en la Tierra, siempre será útil también que todos los mortales recuerden que, aunque vivió esta vida de encarnación, la vivió para todo su universo. En la vida que vivió en la carne de naturaleza mortal, había algo especial e inspirador para cada una de las esferas habitadas de todo el universo. Gracias a las experiencias de este periplo por el mundo romano, y mientras duró el mismo, el Hijo del Hombre completó prácticamente su aprendizaje educativo por contacto con los pueblos tan diversos del mundo de su época y de su generación. En el momento de su regreso a Nazaret, y debido a lo que había aprendido viajando, ya conocía prácticamente cómo el hombre vivía y forjaba su existencia. El verdadero objetivo de su recorrido alrededor de la cuenca del Mediterráneo era conocer a los hombres. Estuvo en estrecho contacto con centenares de seres humanos en este viaje. Conoció y amó a toda clase de hombres, ricos y pobres, poderosos y humildes, negros 378


y blancos, instruidos e iletrados, cultos e incultos, brutos y espirituales, religiosos e irreligiosos, morales e inmorales. En este viaje por el Mediterráneo, Jesús efectuó un gran avance en su tarea humana de dominar la mente material y mortal. Al finalizar este periplo, Jesús sabía implícitamente — con toda certidumbre humana — que era un Hijo de Dios, un Hijo Creador del Padre Universal. 4. El Jesús humano Para las inteligencias celestiales… que lo observaban, este viaje por el Mediterráneo fue la más cautivadora de todas las experiencias terrestres de Jesús, al menos de toda su carrera hasta el momento de su crucifixión y de su muerte física. Éste fue el período fascinante de su ministerio personal, en contraste con la época de ministerio público que pronto le seguiría. Este episodio único en su género fue aún más sobresaliente porque en aquel momento era todavía el carpintero de Nazaret, el constructor de barcas de Cafarnaúm, el escriba de Damasco; era todavía el Hijo del Hombre. Aún no había conseguido el dominio completo de su mente humana. Era todavía un hombre entre los hombres. La experiencia religiosa puramente humana del Hijo del Hombre — el crecimiento espiritual personal — alcanzó casi la cima de lo accesible durante este año, el vigésimo noveno de su vida. Esta experiencia de desarrollo espiritual fue un crecimiento permanentemente gradual, hasta el día en que finalizó y se confirmó esta relación humana normal y natural entre la mente material del hombre y la dotación mental del espíritu. El fenómeno de fundir estas dos mentes en una sola fue una experiencia que el Hijo del Hombre alcanzó de manera completa y final, como mortal encarnado del mundo, el día de su bautismo en el Jordán. A través de todos estos años, aunque no parecía dedicarse a muchos períodos de comunión formal con su Padre celestial, perfeccionó unos métodos cada vez más eficaces para comunicarse personalmente con la presencia espiritual interior del Padre… Vivió una vida real, una vida plena y una verdadera vida en la carne, normal, natural y corriente. Conoce por experiencia personal lo equivalente a la realidad de todo lo esencial de la vida que viven los seres humanos en los mundos materiales del tiempo y del espacio. El Hijo del Hombre experimentó la amplia gama de emociones humanas que van desde la alegría más espléndida al dolor más profundo. Era un niño alegre y un ser con un buen humor poco común; era igualmente un «varón de dolores que conocía las aflicciones». En un sentido espiritual, atravesó la vida mortal desde el punto más bajo hasta el más elevado, desde el principio hasta el fin. Desde un punto de vista material, podría parecer que evitó vivir en los dos extremos sociales de la existencia humana, pero intelectualmente se familiarizó totalmente con la experiencia entera y completa de la humanidad. 379


Jesús conoce los pensamientos y los sentimientos, los deseos y los impulsos, de los mortales evolutivos y ascendentes de los mundos, desde el nacimiento hasta la muerte. Ha vivido la vida humana desde los principios del yo físico, intelectual y espiritual, pasando por la infancia, la adolescencia, la juventud y la madurez, llegando incluso hasta la experiencia humana de la muerte. No solamente pasó por estos períodos humanos, normales y conocidos, de avance intelectual y espiritual, sino que también experimentó plenamente las fases superiores y más avanzadas de aproximación entre el ser humano que tan pocos mortales… consiguen alcanzar.

Esta vida perfecta que vivió en la similitud de la carne mortal quizás no haya recibido la aprobación completa y universal de sus compañeros mortales, de aquellos que fueron casualmente sus contemporáneos en la Tierra; sin embargo, la vida encarnada que Jesús de Nazaret vivió en… sí recibió la plena y completa aprobación del Padre Universal, porque constituía, al mismo tiempo y en una sola y misma vida de personalidad, la plenitud de la revelación del Dios eterno al hombre mortal, y la presentación de una personalidad humana perfeccionada que satisfacía plenamente al Creador Infinito. Éste fue su objetivo verdadero y supremo. No descendió para vivir… como el ejemplo perfecto y detallado a seguir por cualquier niño o adulto, por cualquier hombre o mujer, de aquella época o de cualquier otra. En verdad es cierto que todos podemos encontrar en su vida plena, rica, hermosa y noble, muchos elementos exquisitamente ejemplares y divinamente inspiradores, pero esto es así porque vivió una vida verdadera y auténticamente humana. Jesús no vivió su vida en la Tierra para establecer un ejemplo a imitar por 380


todos los demás seres humanos. Vivió esta vida en la carne mediante el mismo ministerio de misericordia que todos vosotros podéis utilizar para vivir vuestra vida en la Tierra. Al vivir su vida mortal en su época y tal como él era, estableció un ejemplo para que todos nosotros vivamos también la nuestra en nuestra época y tal como somos. Quizás no aspiréis a vivir su vida, pero podéis decidir vivir la vuestra como él vivió la suya, y por los mismos medios. Jesús puede que no sea el ejemplo técnico y detallado para todos los mortales de todos los tiempos en todos los planetas de este universo local, pero es eternamente la inspiración y guía de todos los peregrinos con destino… hasta Dios, de lo parcial a lo perfecto, de lo terrenal a lo celestial, del tiempo a la eternidad. Al final de su vigésimo noveno año, Jesús de Nazaret casi había terminado de vivir la vida que se exige a los mortales como residentes temporales en la carne. Trajo a la Tierra toda la plenitud de Dios que se puede manifestar al hombre; ahora casi se había convertido en la perfección del hombre que espera la ocasión para manifestarse a Dios. Y realizó todo esto antes de cumplir los treinta años. Los años de transición DURANTE el viaje por el Mediterráneo, Jesús había estudiado cuidadosamente a las personas que fue encontrando y los países que fue atravesando, y aproximadamente por esta época llegó a su decisión final en cuanto al resto de su vida en la Tierra. Había examinado plenamente y entonces había aprobado finalmente el plan que estipulaba que nacería de padres judíos en Palestina. Por consiguiente, regresó deliberadamente a Galilea para esperar el comienzo de la obra de su vida como instructor público de la verdad. Empezó a hacer planes para una carrera pública en el país del pueblo de su padre José, y actuó así por su propio libre albedrío. Jesús había descubierto, por experiencia personal y humana, que de todo el mundo romano, Palestina era el mejor lugar para dar a conocer los últimos capítulos, y representar las escenas finales, de su vida en la Tierra. Por primera vez se sintió plenamente satisfecho con el programa de manifestar abiertamente su verdadera naturaleza y revelar su identidad divina entre los judíos y los gentiles de su Palestina natal. Decidió definitivamente terminar su vida en la Tierra y completar su carrera de existencia mortal en el mismo país donde había empezado su experiencia humana como un niño indefenso. Su carrera… había comenzado entre los judíos de Palestina, y escogió terminar su vida en Palestina y entre los judíos. 1. El trigésimo año (año 24 d. de J.C.) Después de despedirse de Gonod y de Ganid en Charax (en diciembre del año 23) Jesús regresó por el camino de Ur a Babilonia, donde se unió a una caravana del desierto que se dirigía a Damasco. De 381


Damasco fue a Nazaret, parándose sólo unas horas en Cafarnaúm, donde se detuvo para visitar a la familia de Zebedeo. Allí se encontró con su hermano Santiago, que desde hacía algún tiempo había venido a trabajar en su lugar en el astillero de Zebedeo. Después de charlar con Santiago y Judá (que también se encontraba por casualidad en Cafarnaúm) y después de transferir a su hermano Santiago la casita que Juan Zebedeo se había ingeniado para comprar, Jesús continuó su camino hacia Nazaret. Al final de su viaje por el Mediterráneo, Jesús había recibido dinero suficiente como para hacer frente a sus gastos diarios casi hasta el momento de empezar su ministerio público. Pero, aparte de Zebedeo de Cafarnaúm y de la gente que conoció en el transcurso de esta gira extraordinaria, el mundo nunca supo que había hecho este viaje. Su familia siempre creyó que había pasado este tiempo estudiando en Alejandría. Jesús nunca confirmó esta creencia, ni tampoco refutó abiertamente este malentendido.

Durante su estancia de varias semanas en Nazaret, Jesús charló con su familia y sus amigos, pasó algún tiempo en el taller de reparaciones con su hermano José, pero consagró la mayor parte de su atención a María y a Rut. Rut estaba a punto de cumplir entonces los quince años, y ésta era la primera ocasión que Jesús tenía de conversar largamente con ella desde que se había convertido en una jovencita. Tanto Simón como Judá deseaban casarse desde hacía algún tiempo, pero les disgustaba hacerlo sin el consentimiento de Jesús; en consecuencia, habían retrasado estos acontecimientos, esperando el regreso de su hermano mayor. Aunque todos consideraban a Santiago como el cabeza de familia en la mayoría de los casos, cuando se trataba de casarse querían la bendición de Jesús. Así pues, Simón y 382


Judá se casaron en una doble boda a principios de marzo de este año 24. Todos los hijos mayores estaban ahora casados; sólo Rut, la más joven, permanecía en casa con María. Jesús charlaba con toda naturalidad y normalidad con cada uno de los miembros de su familia, pero cuando estaban todos reunidos tenía tan pocas cosas que decir, que llegaron a comentarlo entre ellos. María en particular estaba desconcertada por este comportamiento excepcionalmente extraño de su hijo primogénito. Cuando Jesús se estaba preparando para dejar Nazaret, el guía de una gran caravana que pasaba por la ciudad cayó gravemente enfermo, y Jesús, que era políglota, se ofreció para reemplazarlo. Este viaje significaba que estaría ausente durante un año; puesto que todos sus hermanos estaban casados y su madre vivía en la casa con Rut, Jesús convocó un consejo de familia donde propuso que su madre y Rut se fueran a vivir a Cafarnaúm, a la casa que había cedido a Santiago tan recientemente. En consecuencia, pocos días después de que Jesús se marchara con la caravana, María y Rut se mudaron a Cafarnaúm, donde vivieron durante el resto de la vida de María en la casa que Jesús les había proporcionado. José y su familia se mudaron a la vieja casa de Nazaret. Éste fue uno de los años más excepcionales en la experiencia interior del Hijo del Hombre; hizo un gran progreso en la obtención de una armonía funcional entre su mente humana……y preparar la mente para los grandes acontecimientos que se hallaban entonces en el futuro cercano. La personalidad de Jesús se estaba preparando para su gran cambio de actitud hacia el mundo. Éste fue el período intermedio, la etapa de transición de este ser que había empezado su vida como Dios que se manifiesta como hombre, y que ahora se estaba preparando para completar su carrera terrestre como hombre que se manifiesta como Dios. 2. El viaje en caravana hasta el Caspio El primero de abril del año 24 fue cuando Jesús salió de Nazaret para emprender el viaje en caravana hasta la región del Mar Caspio. La caravana a la que Jesús se había unido como guía iba desde Jerusalén hasta la región sudoriental del Mar Caspio, pasando por Damasco y el Lago Urmia, y atravesando Asiria, Media y Partia. Antes de que regresara de este viaje habría de transcurrir un año entero.

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Para Jesús, este viaje en caravana era una nueva aventura de exploración y de ministerio personal. Tuvo una experiencia interesante con la familia que componía la caravana — pasajeros, guardias y conductores de camellos. Decenas de hombres, mujeres y niños que residían a lo largo de la ruta seguida por la caravana vivieron una vida más rica como resultado de su contacto con Jesús, el guía extraordinario, para ellos, de una caravana ordinaria. No todos los que disfrutaron de su ministerio personal en estas ocasiones se beneficiaron de ello, pero la gran mayoría de los que lo conocieron y conversaron con él fueron mejores para el resto de su vida terrestre. De todos sus viajes por el mundo, éste que realizó al Mar Caspio fue el que llevó a Jesús más cerca de oriente, y le permitió adquirir una mejor comprensión de los pueblos del lejano oriente. Efectuó un contacto íntimo y personal con cada una de las razas… Disfrutó con la misma intensidad realizando su ministerio personal para cada una de estas diversas razas y pueblos mezclados, y todos fueron receptivos a la verdad viviente que les aportaba. Los europeos del extremo occidente y los asiáticos del extremo oriente prestaron una atención idéntica a sus palabras de esperanza y de vida eterna, y fueron influidos de igual manera por la vida de servicio amoroso y de ministerio espiritual que vivió entre ellos con tanta benevolencia. El viaje de la caravana fue un éxito en todos los sentidos. Fue un episodio de lo más interesante en la vida humana de Jesús, pues durante este año desempeñó una tarea ejecutiva, siendo responsable del material confiado a su cargo y de la seguridad de los viajeros que integraban la caravana. Cumplió sus múltiples deberes con la mayor fidelidad, eficacia y sabiduría. A su regreso de la región caspia, Jesús renunció a la dirección de la caravana en el Lago Urmia, donde se detuvo poco más de dos semanas. Regresó como pasajero en una caravana posterior hasta Damasco, donde los propietarios de los camellos le rogaron que permaneciera a su servicio. Rehusó esta oferta y continuó su viaje con la procesión de la caravana hasta Cafarnaúm, donde llegó el primero 384


de abril del año 25. Ya no consideraba a Nazaret como su hogar. Cafarnaúm se había convertido en el hogar de Jesús, de Santiago, de María y de Rut. Pero Jesús no vivió nunca más con su familia; cuando se encontraba en Cafarnaúm se alojaba en la casa de los Zebedeo. 3. Las conferencias de Urmia Camino del Mar Caspio, Jesús se había detenido varios días en la vieja ciudad persa de Urmia, en la orilla occidental del Lago Urmia, para descansar y recuperarse. En la isla más grande de un pequeño archipiélago situado a corta distancia de la costa, cerca de Urmia, se encontraba un gran edificio — un anfiteatro para conferencias — dedicado al «espíritu de la religión». Esta construcción era en realidad un templo de la filosofía de las religiones. Este templo de la religión había sido construido por un rico comerciante, ciudadano de Urmia, y sus tres hijos. Este hombre se llamaba Cimboitón, y entre sus antepasados se encontraban pueblos muy diversos. En esta escuela de religión, las conferencias y discusiones empezaban todos los días de la semana a las 10 de la mañana. Las sesiones de la tarde se iniciaban a las 3, y los debates nocturnos se abrían a las 8. Cimboitón o uno de sus tres hijos siempre presidían estas sesiones de enseñanza, de discusión y de debates. El fundador de esta singular escuela de religiones vivió y murió sin revelar nunca sus creencias religiosas personales. Jesús participó varias veces en estas discusiones, y antes de partir de Urmia, Cimboitón acordó con Jesús que en su viaje de regreso residiría dos semanas con ellos y daría veinticuatro conferencias sobre «la fraternidad de los hombres»; también dirigiría doce sesiones nocturnas de preguntas, discusiones y debates sobre sus conferencias en particular, y sobre la fraternidad de los hombres en general.

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En conformidad con este acuerdo, Jesús se detuvo en su viaje de vuelta y dio estas conferencias. De todas las enseñanzas del Maestro, éstas fueron las más sistemáticas y formales. Nunca dijo tantas cosas sobre un mismo tema, ni antes ni después, como lo hizo en estas conferencias y discusiones sobre la fraternidad de los hombres. Estas conferencias trataron, en verdad, sobre el «reino de Dios» y los «reinos de los hombres». Más de treinta religiones y cultos religiosos estaban representados en la facultad de este templo de filosofía religiosa. Los profesores eran elegidos, mantenidos y plenamente acreditados por sus grupos religiosos respectivos. En aquel momento había en la facultad unos setenta y cinco profesores, y vivían en casas de campo con capacidad para unas doce personas. Estos grupos se cambiaban cada Luna nueva echándolo a suertes. La intolerancia, el espíritu contencioso o cualquier otra tendencia que interfiriera con el funcionamiento apacible de la comunidad, suponía la destitución inmediata y sumaria del educador transgresor. Lo despedían sin ceremonias y su sustituto en espera era instalado inmediatamente en su lugar. Estos instructores de las diversas religiones hacían un gran esfuerzo para mostrar la similitud de sus religiones en cuanto a las cosas fundamentales de esta vida y de la siguiente. Para obtener una plaza en esta facultad bastaba con aceptar una sola doctrina — cada profesor debía representar a una religión que reconociera a Dios — a algún tipo de Deidad suprema. Había en la facultad cinco educadores independientes que no representaban a ninguna religión organizada, y Jesús apareció ante ellos bajo esta modalidad. Después de la muerte de Cimboitón, sus hijos encontraron grandes dificultades para mantener la paz en la facultad. Las repercusiones de las enseñanzas de Jesús hubieran sido mucho mayores si los educadores cristianos posteriores que se incorporaron a la facultad de Urmia hubieran mostrado más sabiduría y hubieran ejercido más tolerancia. El hijo mayor de Cimboitón recurrió a Abner, de Filadelfia, para que le ayudara, pero Abner tuvo muy poco acierto en la elección de los educadores, en el sentido de que resultaron ser inflexibles e intransigentes. Estos instructores trataron de que su religión dominara a las otras creencias. Nunca sospecharon que las conferencias del conductor de caravanas, a las que se aludía con tanta frecuencia, habían sido dadas por el mismo Jesús. Al aumentar la confusión dentro de la facultad, los tres hermanos retiraron su apoyo financiero, y al cabo de cinco años la escuela cerró. Más tarde se abrió de nuevo como templo mitríaco, y finalmente se incendió en conjunción con una de sus celebraciones orgiásticas. 7. El trigésimo primer año (año 25 d. de J.C.) Cuando Jesús volvió de su viaje al Mar Caspio, sabía que sus desplazamientos por el mundo prácticamente habían terminado. Sólo hizo un viaje más fuera de Palestina, y fue para ir a Siria. Después de 386


una breve visita a Cafarnaúm, se dirigió a Nazaret, donde se quedó unos días haciendo visitas. A mediados de abril salió de Nazaret para Tiro. Desde allí viajó hacia el norte, deteniéndose unos días en Sidón, pero su destino era Antioquía. Éste es el año de los recorridos solitarios de Jesús a través de Palestina y Siria. Durante todo este año de viajes, fue conocido por diversos nombres en distintas partes del país: el carpintero de Nazaret, el constructor de barcas de Cafarnaúm, el escriba de Damasco y el educador de Alejandría. En Antioquía, el Hijo del Hombre vivió más de dos meses, trabajando, observando, estudiando, visitando, ayudando y, durante todo este tiempo, aprendiendo cómo viven los hombres, cómo piensan, sienten y reaccionan al entorno de la existencia humana. Durante tres semanas de este período trabajó como fabricante de tiendas. En Antioquía permaneció más tiempo que en cualquiera de los otros lugares que visitó en este viaje. Diez años después, cuando el apóstol Pablo predicó en Antioquía y oyó hablar a sus discípulos de las doctrinas del escriba de Damasco, no sospechó que sus alumnos habían oído la voz y escuchado las enseñanzas del propio Maestro. Desde Antioquía, Jesús viajó hacia el sur a lo largo de la costa hasta Cesárea, donde se detuvo unas semanas, continuando luego por la costa hasta Jope. Desde Jope viajó tierra adentro hasta Jamnia, Asdod y Gaza. Desde Gaza cogió la ruta interior hasta Beerseba, donde permaneció una semana. Jesús emprendió entonces su periplo final, como individuo particular, a través del corazón de Palestina, desplazándose desde Beerseba en el sur hasta Dan en el norte. En este viaje hacia el norte se detuvo en Hebrón, Belén (donde vio su lugar de nacimiento), Jerusalén (no visitó Betania), Beerot, Lebona, Sicar, Siquem, Samaria, Geba, En-Ganim, Endor y Madón. Atravesando Magdala y Cafarnaúm, continuó hacia el norte, pasando al este de las Aguas de Merom, y se dirigió por Cárata hasta Dan o Cesárea de Filipo. … condujo entonces a Jesús a apartarse de los lugares habitados por los hombres, y a subir al Monte Hermón para poder terminar allí el trabajo de dominar su mente humana, y completar la tarea de efectuar su consagración total al resto de la obra de su vida en la Tierra. Ésta fue una de las épocas excepcionales y extraordinarias de la vida terrestre del Maestro. Atravesó otra experiencia muy similar cuando estuvo solo en las colinas cercanas a Pella, inmediatamente después de su bautismo. Este período de aislamiento en el Monte Hermón marcó el final de su carrera puramente humana, es decir, la terminación técnica de su donación como mortal, mientras que el aislamiento posterior señaló el comienzo de la fase más divina de su donación. Jesús vivió a solas con Dios durante seis semanas en las pendientes del Monte Hermón. 8. La estancia en el monte Hermón 387


Después de pasar algún tiempo en las proximidades de Cesárea de Filipo, Jesús preparó sus provisiones, adquirió una bestia de carga, contrató a un muchacho llamado Tiglat y se dirigió por el camino de Damasco hasta un pueblo conocido en otro tiempo como Beit Jenn, en los cerros al pie del Monte Hermón. Aquí, poco antes de mediados de agosto del año 25, estableció su campamento, dejó sus provisiones al cuidado de Tiglat y ascendió las laderas solitarias de la montaña. Durante este primer día, Tiglat acompañó a Jesús en su subida hasta un punto determinado a unos 2000 metros sobre el nivel del mar, donde construyeron un receptáculo de piedra en el que Tiglat tenía que depositar los alimentos dos veces por semana. El primer día después de dejar a Tiglat, Jesús sólo había ascendido un corto trayecto de la montaña cuando se detuvo para orar. Entre otras cosas, pidió a su Padre que hiciera volver a su serafín guardián para que «acompañara a Tiglat». Solicitó que se le permitiera subir solo hacia su última contienda con las realidades de la existencia mortal, y esta petición le fue concedida. Jesús comió frugalmente mientras estuvo en la montaña; sólo se abstuvo de todo alimento un día o dos a la vez. Los seres superhumanos que se enfrentaron con él en esta montaña, con quienes luchó en espíritu y a quienes derrotó en poder, eran reales… no eran fantasmas de la imaginación, producidos por los desvaríos intelectuales de un mortal debilitado y hambriento que no pudiera distinguir la realidad de las visiones de una mente enajenada. Jesús pasó las tres últimas semanas de agosto y las tres primeras de septiembre en el Monte Hermón. Durante estas semanas, terminó la tarea mortal de alcanzar los círculos de comprensión mental y de control de la personalidad. Durante todo este período de comunión con su Padre celestial, … también finalizó los servicios que se le habían asignado. La meta mortal de esta criatura terrestre fue alcanzada allí. Sólo quedaba por consumar la fase final de armonización… Después de más de cinco semanas de comunión ininterrumpida con su Padre, Jesús estuvo absolutamente seguro de su naturaleza y de la certeza de su triunfo sobre los niveles materiales de manifestación de la personalidad en el espacio-tiempo. Creía plenamente en el predominio de su naturaleza divina sobre su naturaleza humana, y no dudó en afirmarlo. Hacia el final de su estancia en la montaña, Jesús pidió a su Padre que se le permitiera celebrar una conferencia con sus enemigos en su calidad de Hijo del Hombre, como Josué ben José. Esta petición le fue concedida. La gran tentación, la prueba del universo, tuvo lugar durante la última semana en el Monte Hermón. Satanás (en representación de Lucifer) y Caligastia, el Príncipe Planetario rebelde, estaban presentes junto a Jesús y fueron hechos plenamente visibles para él. Esta «tentación», esta prueba final de lealtad humana frente a las falsedades de las personalidades rebeldes, no tenía que ver con el alimento, los pináculos del templo o los actos presuntuosos. No tenía que ver con los reinos de este mundo, sino con la soberanía de 388


un poderoso y glorioso universo. El simbolismo de vuestras escrituras estaba destinado a las épocas atrasadas del pensamiento infantil del mundo. Las generaciones siguientes deberían comprender la gran lucha que mantuvo el Hijo del Hombre aquel día memorable en el Monte Hermón. A las numerosas proposiciones y contraproposiciones de los emisarios de Lucifer, Jesús se limitó a responder: «Que prevalezca la voluntad de mi Padre, y a ti, mi hijo rebelde, que los Ancianos de los Días te juzguen divinamente. Soy tu Creador-padre; difícilmente puedo juzgarte con justicia, y ya has despreciado mi misericordia. Te confío a la decisión de los Jueces de un universo más grande». A todos los arreglos y artimañas sugeridos por Lucifer, a todas las proposiciones engañosas relativas a la donación de la encarnación, Jesús se limitó a responder: «Que se haga la voluntad de mi Padre.» Cuando la dura prueba terminó, el serafín guardián que se mantenía apartado volvió al lado de Jesús y le aportó su servicio. Cuando Jesús descendió de su estancia en el Monte Hermón, la rebelión de Lucifer en Satania y la secesión de Caligastia… estaban prácticamente arregladas. Jesús había pagado el último precio que se le exigía para obtener la soberanía de su universo, que en sí misma regula el estado de todos los rebeldes y determina que toda sublevación futura de este tipo (si llega a producirse alguna vez) puede ser tratada de manera sumaria y eficaz. En consecuencia, se puede observar que la llamada «gran tentación» de Jesús tuvo lugar algún tiempo antes de su bautismo, y no inmediatamente después. Al final de su estancia en la montaña, mientras Jesús descendía se encontró con Tiglat, que subía para acudir a la cita con los alimentos. Al indicarle que se volviera, solamente le dijo: «El período de descanso ha terminado; tengo que volver a los asuntos de mi Padre». Se mantuvo silencioso y muy cambiado durante el viaje de regreso hacia Dan, donde se despidió del muchacho, regalándole el asno. Luego se dirigió hacia el sur por el mismo camino que había venido, hasta llegar a Cafarnaúm. 9. El período de espera Ahora estaba próximo el final del verano, cerca de la época del día de la expiación y de la fiesta de los tabernáculos. El sábado, Jesús tuvo una reunión familiar en Cafarnaúm y al día siguiente partió para Jerusalén con Juan, el hijo de Zebedeo, dirigiéndose por el este del lago y por Gerasa, y descendiendo por el valle del Jordán. Aunque charló de vez en cuando con su compañero durante el camino, Juan notó un gran cambio en Jesús. Jesús y Juan se detuvieron en Betania para pasar la noche con Lázaro y sus hermanas, y a la mañana siguiente salieron temprano para Jerusalén. Estuvieron casi tres semanas en la ciudad y sus alrededores, al menos así lo hizo Juan. Muchos días, Juan fue solo a Jerusalén mientras Jesús deambulaba por las colinas cercanas y se 389


dedicaba a numerosos períodos de comunión espiritual con su Padre celestial. Los dos asistieron a los oficios solemnes del día de la expiación. Juan estaba muy impresionado con las ceremonias de este día importante en el ritual religioso judío, pero Jesús permaneció como un espectador pensativo y silencioso. Para el Hijo del Hombre, este espectáculo resultaba lastimoso y patético. Lo veía todo como una falsa representación del carácter y de los atributos de su Padre celestial. Consideraba los acontecimientos de este día como una parodia de los hechos de la justicia divina y de la verdad de la misericordia infinita. Ardía en deseos de proclamar la auténtica verdad sobre el carácter amoroso y el comportamiento misericordioso de su Padre en el universo, pero… su hora aún no había llegado. Sin embargo, aquella noche en Betania, Jesús dejó caer numerosos comentarios que perturbaron mucho a Juan, el cual nunca comprendió por completo el verdadero significado de lo que Jesús dijo en la conversación que tuvieron aquella noche. Jesús planeó quedarse con Juan toda la semana de la fiesta de los tabernáculos. Esta fiesta era la festividad anual de toda Palestina, la época de las vacaciones de los judíos. Aunque Jesús no participó en el júbilo de la ocasión, era evidente que le causaba placer y experimentaba satisfacción al contemplar cómo los jóvenes y los mayores se entregaban a la alegría y al gozo. A mediados de la semana de esta celebración y antes de que terminaran las festividades, Jesús se despidió de Juan diciendo que deseaba retirarse a las colinas, donde podría comulgar mejor con su Padre. Juan hubiera querido acompañarlo, pero Jesús insistió para que se quedara hasta el fin de las festividades, diciendo: «No se te exige que lleves el peso del Hijo del Hombre; sólo el vigilante debe estar en vela mientras la ciudad duerme en paz.» Jesús no regresó a Jerusalén. Después de pasar casi una semana solo en las colinas cercanas a Betania, partió para Cafarnaúm. Camino del hogar, pasó un día y una noche a solas en las laderas del Gilboa, cerca del lugar donde el rey Saúl se había quitado la vida; cuando llegó a Cafarnaúm, parecía más alegre que en el momento de dejar a Juan en Jerusalén. A la mañana siguiente, Jesús fue al arca que contenía sus efectos personales, que se habían quedado en el taller de Zebedeo, se puso su delantal y se presentó al trabajo, diciendo: «Es conveniente que permanezca ocupado mientras espero a que llegue mi hora.» Y trabajó varios meses en el astillero, al lado de su hermano Santiago, hasta enero del año siguiente. Después de este período de trabajo con Jesús, Santiago nunca más abandonó real y totalmente su fe en la misión de Jesús, a pesar de las dudas que oscurecían su comprensión del trabajo de la vida del Hijo del Hombre. Durante este período final de trabajo en el astillero, Jesús pasó la mayor parte de su tiempo acabando los interiores de algunas grandes embarcaciones. Ponía un gran cuidado en toda su obra manual, y parecía experimentar la satisfacción del logro humano cada vez que terminaba una pieza digna de elogio. Aunque no perdía el tiempo con 390


pequeñeces, era un artesano cuidadoso cuando confeccionaba los detalles esenciales de un encargo determinado. A medida que pasaba el tiempo, llegaron rumores a Cafarnaúm sobre un tal Juan que predicaba mientras bautizaba a los penitentes en el Jordán. La predicación de Juan era: «El reino de los cielos está cerca; arrepentíos y sed bautizados.» Jesús escuchó estos informes a medida que Juan remontaba lentamente el valle del Jordán desde el vado del río más cercano a Jerusalén. Pero Jesús continuó trabajando construyendo barcas, hasta que Juan llegó río arriba a un lugar cercano a Pella, en el mes de enero del año siguiente, el año 26. Entonces dejó sus herramientas, declarando «Ha llegado mi hora», y poco después se presentó ante Juan para ser bautizado. Un gran cambio se había producido en Jesús. De la gente que había disfrutado de sus visitas y servicios mientras recorría el país de arriba abajo, pocos reconocieron después, en el maestro público, a la misma persona que habían conocido y amado como individuo particular en años anteriores. Había una razón que impedía a sus primeros beneficiarios reconocerlo en su papel posterior como educador público lleno de autoridad: La transformación de su mente y de su espíritu se había estado desarrollando a lo largo de muchos años, y había finalizado durante la permanencia extraordinaria en el Monte Hermón. 8. Encuentro de Jesús y de Juan En el mes de diciembre del año 25, cuando Juan llegó a las proximidades de Pella en su viaje remontando el Jordán, su fama se había extendido por toda Palestina, y su obra se había convertido en el tema principal de conversación de todas las ciudades cercanas al Lago de Galilea. Jesús había hablado favorablemente del mensaje de Juan, lo que hizo que muchos habitantes de Cafarnaúm se unieran al culto de arrepentimiento y de bautismo de Juan. Santiago y Juan, los hijos pescadores de Zebedeo, habían ido al vado en diciembre, poco después de que Juan se instalara a predicar cerca de Pella, y se habían ofrecido para ser bautizados. Iban a ver a Juan una vez por semana, y traían a Jesús las noticias directas y recientes de la obra del evangelista. Santiago y Judá, los hermanos de Jesús, habían hablado de ir a ver a Juan para ser bautizados. Ahora que Judá había venido a Cafarnaúm para los oficios del sábado, después de escuchar el discurso de Jesús en la sinagoga, tanto él como Santiago decidieron pedirle consejo con respecto a sus planes. Esto sucedía el sábado 12 de enero del año 26 por la noche. Jesús les pidió que aplazaran la discusión hasta el día siguiente, y entonces les daría su respuesta. Durmió muy poco aquella noche, pues estuvo en estrecha comunión con el Padre celestial. Había acordado almorzar con sus hermanos a mediodía y aconsejarles con respecto al bautismo de Juan. Aquel domingo por la mañana, Jesús estaba trabajando como de costumbre en el astillero. Santiago y Judá habían llegado con el almuerzo y lo estaban 391


esperando en el almacén de madera, pues aún no había llegado la hora del descanso de mediodía, y sabían que Jesús era muy formal en estas cuestiones. Poco antes de la pausa del mediodía, Jesús dejó sus herramientas, se quitó su delantal de trabajo y anunció simplemente a los tres trabajadores que estaban con él en el taller: «Ha llegado mi hora.» Fue en busca de sus hermanos Santiago y Judá, repitiendo: «Ha llegado mi hora — vamos a ver a Juan.» Partieron inmediatamente para Pella, tomándose el almuerzo mientras viajaban. Esto ocurría el domingo 13 de enero. Se detuvieron para pasar la noche en el valle del Jordán y llegaron al lugar donde Juan estaba bautizando hacia el mediodía del día siguiente. Juan acababa de empezar a bautizar a los candidatos del día. Decenas de penitentes formaban cola esperando su turno, cuando Jesús y sus dos hermanos ocuparon su lugar en esta fila de hombres y mujeres sinceros que se habían hecho creyentes en la predicación de Juan sobre el reino venidero. Juan había preguntado por Jesús a los hijos de Zebedeo. Estaba enterado de los comentarios de Jesús sobre su predicación, y día tras día esperaba verlo llegar a aquel lugar, pero no había imaginado encontrarlo en la cola de los candidatos al bautismo.

Como estaba absorto con los detalles de bautizar rápidamente a un número tan elevado de conversos, Juan no levantó los ojos para ver a Jesús hasta que el Hijo del Hombre no estuvo delante de él. Cuando 392


Juan reconoció a Jesús, interrumpió las ceremonias unos momentos mientras saludaba a su primo carnal y le preguntaba: «Pero ¿por qué bajas hasta el agua para saludarme?» Jesús respondió: «Para someterme a tu bautismo.» Y Juan replicó: «Pero soy yo quien necesita ser bautizado por ti. ¿Por qué vienes hasta mí?» Y Jesús le susurró a Juan: «Sé indulgente conmigo ahora, pues conviene que demos este ejemplo a mis hermanos que están aquí conmigo, y para que la gente pueda saber que ha llegado mi hora.» La voz de Jesús tenía un tono firme y terminante. Juan temblaba de emoción al prepararse para bautizar a Jesús de Nazaret en el Jordán, a mediodía del lunes 14 de enero del año 26. Así fue como Juan bautizó a Jesús y a sus dos hermanos, Santiago y Judá. Y cuando Juan hubo bautizado a los tres, despidió a los demás hasta el día siguiente, anunciando que reanudaría los bautismos al mediodía. Mientras la gente se marchaba, los cuatro hombres, que aún permanecían en el agua, oyeron un sonido extraño, y acto seguido se produjo una aparición durante unos instantes inmediatamente por encima de la cabeza de Jesús, y oyeron una voz que decía: «Éste es mi hijo amado en quien me siento muy complacido.»

Un gran cambio se produjo en el semblante de Jesús; salió del agua en silencio y se despidió de ellos, dirigiéndose hacia las colinas del este. Nadie lo volvió a ver durante cuarenta días. 393


Juan siguió a Jesús la distancia suficiente como para contarle la historia de la visita de Gabriel a su madre antes de que nacieran los dos, tal como lo había escuchado tantas veces de labios de su madre. Dejó que Jesús continuara su camino, después de haberle dicho: «Ahora sé con seguridad que tú eres el Libertador.» Pero Jesús no respondió. 9. Cuarenta días de predicación Cuando Juan regresó junto a sus discípulos (ahora tenía unos veinticinco o treinta que vivían constantemente con él), los encontró conversando seriamente, discutiendo lo que acababa de suceder en relación con el bautismo de Jesús. Se quedaron mucho más asombrados cuando Juan les contó ahora la historia de la visita de Gabriel a María antes del nacimiento de Jesús, y también el hecho de que Jesús no le dijera ni una palabra después de hablarle de ello. Aquella noche no llovió, y este grupo de treinta personas o más conversó largamente bajo la noche estrellada. Se preguntaban dónde había ido Jesús y cuándo lo volverían a ver.

Después del incidente de este día, la predicación de Juan adquirió un nuevo tono de certidumbre en sus proclamaciones respecto al reino venidero y al Mesías esperado. Estos cuarenta días de espera, aguardando el regreso de Jesús, fueron un período de tensión. Pero Juan continuó predicando con gran fuerza, y sus discípulos empezaron 394


a predicar aproximadamente por esta época a las multitudes desbordantes que se amontonaban alrededor de Juan a orillas del Jordán. En el transcurso de estos cuarenta días de espera, numerosos rumores se esparcieron por el país, llegando incluso hasta Tiberiades y Jerusalén. Miles de personas pasaban por el campamento de Juan para ver la nueva atracción, el famoso Mesías, pero Jesús no estaba a la vista. Cuando los discípulos de Juan afirmaban que el extraño hombre de Dios se había marchado a las colinas, muchos dudaban de toda la historia. Unas tres semanas después de la partida de Jesús, una nueva delegación de los sacerdotes y fariseos de Jerusalén llegó hasta aquel lugar de Pella. Preguntaron directamente a Juan si él era Elías o el profeta que Moisés había prometido. Cuando Juan les dijo, «Yo no soy», se atrevieron a preguntarle, «¿Eres el Mesías?», y Juan respondió: «No lo soy.» Entonces, estos hombres de Jerusalén le dijeron: «Si no eres Elías, ni el profeta, ni el Mesías, entonces ¿por qué bautizas a la gente, creando todo este alboroto?» Y Juan replicó: «Aquellos que me han escuchado y han recibido mi bautismo os pueden decir quién soy yo, pero os afirmo que si bien yo bautizo con agua, ha estado entre nosotros aquel que volverá para bautizaros con el Espíritu Santo.» Estos cuarenta días fueron un período difícil para Juan y sus discípulos. ¿Cuales iban a ser las relaciones entre Juan y Jesús? Se planteaban cientos de interrogantes. La política y las preferencias egoístas empezaron a hacer su aparición. Brotaron violentas discusiones alrededor de las diversas ideas y conceptos del Mesías. ¿Se convertiría en un jefe militar y en un rey como David? ¿Destruiría a los ejércitos romanos como Josué había hecho con los cananeos? ¿O vendría para establecer un reino espiritual? Juan se definió más bien por la opinión de la minoría, de que Jesús había venido para establecer el reino de los cielos, aunque no tenía del todo claro en su propia mente qué debería de incluirse exactamente dentro de esta misión de establecer el reino de los cielos. Fueron días arduos en la experiencia de Juan, y oró para que Jesús regresara. Algunos discípulos de Juan organizaron grupos de reconocimiento para ir en busca de Jesús, pero Juan lo prohibió diciendo: «El tiempo de cada uno de nosotros está en las manos del Dios del cielo; él guiará a su Hijo elegido». El sábado 23 de febrero por la mañana temprano, cuando los compañeros de Juan, que estaban tomando su desayuno, levantaron la mirada hacia el norte, vieron a Jesús que venía hacia ellos. Mientras se acercaba, Juan se subió a una gran roca, elevó su voz sonora y dijo: «¡Mirad al Hijo de Dios, el libertador del mundo! Es de él de quien he dicho, ‘Detrás de mí vendrá aquel que ha sido elegido antes que yo, porque existía antes que yo`. Por esta razón he salido del desierto para predicar el arrepentimiento y bautizar con agua, proclamando que el reino de los cielos está cerca. Ahora viene aquel que os bautizará con el Espíritu Santo. Yo he visto al espíritu divino 395


descender sobre este hombre, y he oído la voz de Dios afirmar: ‘Éste es mi hijo amado en quien me siento muy complacido.`»

Jesús les rogó que continuaran desayunando, mientras se sentaba para comer con Juan, pues sus hermanos Santiago y Judá habían regresado a Cafarnaúm. Al día siguiente por la mañana temprano, se despidió de Juan y de sus discípulos y emprendió el regreso a Galilea. No les dio ninguna indicación sobre cuándo volverían a verlo. A las preguntas de Juan acerca de su propia predicación y de su misión, Jesús dijo solamente: «Mi Padre te guiará ahora y en el futuro como lo ha hecho en el pasado.» Y estos dos grandes hombres se separaron aquella mañana a orillas del Jordán, para no volverse a ver nunca más en la carne”. Hasta aquí la transcripción detallada de los capítulos de Libro de Urantia sobre “los años perdidos de Jesús”. Lo que sigue en el Libro de Urantia, sobre la vida pública y la predicación del Maestro de Nazaret está lo suficientemente detallado en el Nuevo Testamento, como para que la mayoría de los lectores de éste blog, puedan conocerlo. Sinceramente, no veo en estas páginas, ninguna REVELACIÓN divina, por lo menos mi alma, no es capaz de descubrir otra cosa que un intento, por cierto bastante ingenioso, piadoso y en general, verosímil –aunque el planteamiento global y alguno de los episodios no lo sean-, de lo que pudo ser la vida cotidiana de aquel Jesús de Nazaret, 396


desde el momento de su nacimiento hasta el momento de iniciar su vida pública. Si más no, el texto nos permite rellenar un vacío existente, completar el esbozo de aquel retrato de Jesús de Nazaret que estamos tratando, con total humildad y sin ningún tipo de pretensión, en algunas de las últimas entradas, de dibujar… Como siempre, espero que os haya sido útil e interesante.

EL SERMÓ DE LA MUNTANYA

LES BENAURANCES Jesús de Natzaret és, sens dubte, una de les figures més importants que mai hagi aparegut en la història de la humanitat. Això ho hem d'admetre; no importa de la manera com el considerem. Això és veritat, així l’anomenem Déu o home; si el considerem Déu, les raons són evidents i, si el considerem home, ja el tinguem pel més gran Profeta i Mestre del món, o merament com un ben intencionat fanàtic que, després d'una efímera i tempestuosa vida pública, va sofrir el dolor, la ruïna i el fracàs. Sigui quina sigui la nostra interpretació, quedarà el fet incontrovertible que la seva vida i la seva mort, així com els ensenyaments que se li atribueixen, han influït en el curs de la història més que les de qualsevol altre home que mai hagi viscut. Ell ha estat la inspiració religiosa de tota Europa durant els dos mil·lennis que aquesta ha dominat i modelat les destinacions del món sencer —tant cultural, com social, com políticament—, i durant el període que tota la superfície terrestre ha estat per fi descoberta i ocupada i els seus trets més característics traçats per la civilització europea. Però en realitat: Què va ensenyar Jesús? 397


Què va voler veritablement que creguéssim i féssim? Quins van ser els fins que albergava en el seu cor? El primer que hem de comprendre és un fet d'importància fonamental, perquè significa trencar amb els punts de vista ordinaris de la ortodòxia. La veritat és que Jesús no va ensenyar cap de mena teologia. El seu ensenyament és enterament espiritual o metafísic. Ens explica que la justificació veritable de la vida de l'home descansa en el fet de la seva entitat essencialment espiritual i eterna, i que aquest món, i la vida tal com intel·lectualment la coneixem, són només una petita part de la veritat completa. Mirant des d’un petit racó de l'univers —i això amb els ulls entreoberts— i col·locant-se en un plànol exclusivament antropocèntric i geocèntric, els homes han creat absurdes i horribles rondalles sobre un Déu limitat i semblant a nosaltres, que regeix el seu univers com un reïetó oriental, més aviat ignorant i bàrbar, que manegés els assumptes del seu petit regne. A aquest ésser així creat se li atribueixen tota sort de febleses humanes, com ara la vanitat, la inconstància, i el rancor. Després va sorgir una llegenda forçada i inconseqüent sobre el pecat original, la expiació per la sang, el castic infinit per transgressions finites, i, en certs casos, es va afegir una doctrina increïblement horrible sobre la predestinació al turment etern o a la felicitat eterna. Ell per contra, ens adverteix, no ja una vegada sinó moltes, que l'obstinació en el pecat porta en veritat serioses conseqüències, i que l'home que perd la integritat de la seva ànima, tot i que guanyés el món sencer, resulta extremadament neci. Per altra banda, ens ensenya que som castigats a causa dels nostres propis errors, o millor encara, són els nostres propis errors els que ens castiguen. Jesús ens ensenya també que cada home o dona, per ensorrats que estiguin en l'impur i dolent, tenen accés directe a un Déu de misericòrdia, paternal i totpoderós, qui els perdonarà i els proporcionarà la seva pròpia fortalesa per a ajudar-los a descobrir-se de nou a si mateixos, setanta-set vegades si és necessari!.

Jesús ha estat també mal comprès i malament representat de diverses altres maneres. Per exemple, no hi ha cap fonament en el seu ensenyament sobre el qual establir determinada forma de església ni de jerarquia, o de sistema ritualista. Ell no autoritzà cap cosa semblant, i, de fet, tot el contingut del seu pensament és 398


definitivament i profundament anti esclesiàstic. A través de tota la seva vida pública el veiem enfrontat amb els clergues i d’altres oficials religiosos del seu propi país. Per això ells se li van oposar i el van perseguir després, duts per l’instint de la pròpia conservació — instintivament van sentir que la Veritat, tal com Ell l'exposava, anunciava la fi de la seva força i poder-, i per aixó, més tard el van fer matar. Ell va ignorar deliberadament la suposada autoritat que tenien aquells com representants de Déu; i envers els seus rituals i cerimònies, no va mostrar altra cosa que impaciència i menyspreu. Molts cristians moderns, s'adonen que no hi ha cap sistema de teologia en la Bíblia, tret que es vulgui deformar-la de manera deliberada, i han renunciat gairebé per complet a la teologia; però encara conten amb el cristianisme perquè senten intuïtivament que és la Veritat, malgrat els esforços de molts dels mandamasos eclesiàstics entestats en fer-nos creure que Jesús va elaborar una complicada teoria sobre Déu, els sagraments, sobre les cerimònies, o rituals –amb una sola excepció- etc., En realitat, la seva actitud s’explica ja que no posseeixen la “Clau Espiritual”, que fa intel·ligible l'ensenyament de Jesús, i per això tracten de racionalitzar la seva actitud de diverses maneres. La Bíblia és una col·lecció de documents inspirats que van ser escrits a través dels segles per homes de tot tipus i en circumstancies diverses. Molt pocs d'aquests documents són originals; en la seva majoria es tracta de redaccions i compilacions de fragments més antics, i el nom dels autors rares vegades se sap amb seguretat. Això, no obstant, no afecta al propòsit espiritual de la Bíblia; sinó que en realitat manca d'importància. El llibre, tal com el tenim, és una font inesgotable de la Veritat espiritual, no importen els camins pels quals ens ha arribat en la seva forma present. El nom de l'autor d'un capítol qualsevol no té més interès que el del seu amanuense a qui tal vegada l'hi hagués dictat. La Saviesa Divina és l'autor, i això és tot el que ens importa. L’exegesi o alta crítica s'ocupa exclusivament de l'aspecte extern, de la lletra de les Escriptures, passant per alt el seu contingut profund, i tal crítica manca de valor des del punt de vista espiritual. El missatge profund de la Bíblia ens és presentat a través de formes diverses: història, biografia, així com lírica i altres formes poètiques; però sobretot s'empra la paràbola per a expressar la veritat espiritual i metafísica. I la Veritat, d’acord a aquella “Clau Espiritual” de la que parlavem, ve a ser, ni més ni menys que la sorprenent però innegable realitat que: “tot el món exterior —sigui el cos físic o les coses comunes de la vida, els vents i la pluja, els núvols, la terra mateixa— està subjecte al pensament de l'home, i que ell pot dominar-lo quant adquireix consciència d'això”. El món exterior, lluny de ser una presó de circumstàncies com comunament se’l suposa, no té en realitat cap caràcter propi, ni bo ni dolent. El seu caràcter és ni més ni menys que el que els nostres pensaments li donen. És plàstic al nostre pensament, que és qui li dona una determinada forma, i això és cert, entenguem-ho o no, vulguem-ho o no. 399


Els pensaments que al llarg del dia ocupen la nostra ment, el nostre lloc secret, estan modelant la nostra destinació cap allò bo, o cap a l'inconvenient. Veritablement, tota l'experiència de la nostra vida no és més que la projecció externa del nostre pensament. Ara bé, està al nostre abast, triar la classe de pensaments que alberguem en el nostre receptacle mental. És molt difícil canviar el rumb ordinari de la nostra viciosa manera de pensar, però afortunadament pot fer-se. Podem escollir l'índole dels nostres pensaments —i en efecte, sempre ho fem així—, per tant, les nostres vides són justament el resultat de la nostra selecció mental. Són, per tant, el resultat del que nosaltres mateixos, conscient o inconscientment, hem disposat, i en conseqüència, existeix perfecta justícia en l'univers. No existeixen sofriments com a terrible conseqüència del pecat original d'uns altres, sinó que recollim la collita que nosaltres mateixos hem sembrat. Posseïm lliure albir, però aquest albir descansa en la nostra selecció mental. Aquesta és l'essència del que Jesús va ensenyar, d’acord amb el que és habitual en tots els grans Mestres de totes les tradicions. Jesucrist va recapitular aquesta Veritat, la va ensenyar totalment i a fons, i sobretot la va encarnar, és a dir, la va demostrar en la seva pròpia persona. En una ocasió, al llarg del seu ministeri quan ho va estimar convenient, Jesús va voler reunir i expressar tot el seu ensenyament en un seguit de discursos, que probablement li van dur diversos dies, parlant potser dos o tres vegades al dia. Aquest ordenament ha estat comparat en ocasions i amb força exactitud, a certes sistematitzacions semblants de les escoles orientals que coneixem avui en dia. Jesús va aprofitar aquella oportunitat per a fer un resum del seu missatge o, el que és el mateix, per a posar els punts sobre les íes, com es diu vulgarment. És natural que molts dels presents prenguessin mentalment notes de les paraules de Jesús, les quals van ser més tard degudament reunides i ordenades en el que avui coneixem com el Sermó de la Muntanya. Cadascun dels quatre evangelistes va recollir material d'aquell Sermó d'acord amb els seus punts de vista personals, i és Mateu qui ens dóna la versió més completa i coherent. La presentació que ell ens ofereix és una codificació gairebé perfecta del misatge de Jesucrist, i és per aquesta raó que s'ha escollit la versió de Mateu com text fonamental per a aquest treball. Mateu conté allò essencial; és personal i pràctic; és concís i específic, i no obstant això el seu ensenyament és ple de llum. Un cop que el sentit dels seus conceptes –d’acord a la “Clau Epiritual”- ha estat degudament comprès, no manca sinó posar-los fidelment en pràctica per a obtenir de seguida els resultats. La importància i l'abast dels resultats estaran en relació directa a la sinceritat i constància amb que les seves instruccions siguin aplicades. Si el que desitgem veritablement és canviar les nostres condicions de vida; si realment volem transformar-nos; si de debò anhelem la salut, la serenitat i el progrés espiritual, hem de posar la 400


nostra mira en el Sermó de la Muntanya, perquè en ell Jesús ens diu el que hem de fer. La tasca no és fàcil, però estem segurs que pot realitzar-se perquè uns altres ho han fet. Però és necessari pagar un preu, i aquest consisteix a aplicar estrictament els principis de Jesús en cada aspecte de la vida i en cada fet quotidià, tant si sentim el desig de ferho com si no, i especialment en aquells casos que ens sentim inclinats a no fer-ho. Si estem disposats a pagar aquest preu, llavors l'estudi d'aquest magnífic Sermó de la Muntanya es convertirà per a nosaltres veritablement en la Muntanya de l'Alliberament.

“I veient la munió, va pujar a una muntanya; i asseient-se, es van acostar a ell els seus deixebles. I obrint la seva boca, els ensenyava, dient: Benaurats els pobres d’esperit: perquè d'ells és el regne dels cels. Benaurats els quals ploren: perquè ells seran consolats. Benaurats els mansos: perquè ells heretaran la terra. Benaurats els que tenen fam i set de justícia: perquè ells seran sadollats. Benaurats els misericordiosos: perquè ells arribaran a la misericòrdia. Benaurats els nets de cor: perquè ells veuran a Déu. Benaurats els pacífics: perquè ells seran anomenats fills de Déu. Benaurats els que pateixen persecució per causa de la justícia: perquè d'ells és el regne dels cels. Benaurats sereu quan us vituperaren i us perseguissin, i diguessin de vosaltres tot mal per la meva causa, mentint. Gaudiu-vos i alegreu-vos; perquè la vostra mercè és gran en els cels; que així van perseguir als profetes que van anar abans que vosaltres”. (Mateu, V 1-12) El Sermó de la Muntanya comença amb les vuit Benaurances. Aquesta és, sens dubte, una de les secciones més conegudes de la Bíblia. Àdhuc aquelles persones el coneixement de les Escriptures es limita a mitja dotzena dels capítols més familiars, coneixen de memòria les Benaurances. Però malauradament, gairebé mai les comprenen...i menys encara, intenten aplicar-les a la seva experiència quotidiana. Les Benaurances constitueixen un bell poema en prosa de vuit versos, formant un tot harmoniós que és al mateix temps un resum perfectament acabat de l'ensenyament cristià. Es considera més una sinopsi espiritual que literària, que recull l’esperit de l'ensenyament 401


millor que la lletra. Resums d'aquesta índole són característics de l'antic sistema oriental de tractar una qüestió religiosa o filosòfica. Ens recorda els Vuit Camins del Budisme, els Deu Manaments de Moisès i altres compendis semblants. Jesús es va dedicar exclusivament a ensenyar principis generals, que tenien sempre que veure amb els estats mentals, perquè Ell sabia que quan es pensa amb rectitud la conducta resulta així mateix recta, per contra, quan el pensament pren una adreça torta, res pot sortir bé. El seu objecte és precisament alliberar al cor - la ment més profunda- de posar la seva confiança en coses externes, sigui per a assolir recompenses temporals, o per a arribar a la salvació espiritual. Ell vol dur-nos a una actitud mental completament nova, i això és el que les Benaurances ens mostren palmariament.

‘Benaurats els pobres d’esperit: perquè d'ells és el regne dels cels.’ Un dels problemes que patim la majoria dels éssers humans en l’actualitat, és que el volum d’informació que rebem és molt superior a les nostres capacitats d’interpretar-la adequadament. Per exemple la paraula Benaurat, en els nostres dies, sembla més aviat tenir un caràcter pejoratiu... gairebé arriba a ser un insult, beneït!. Perquè Jesús va triar aquesta paraula, i no d’altres com Salvat, o Feliç?. Potser el Rabí de Galilea, quan trià aquesta paraula, va voler ampliar, aclarir, aprofundir la Llei de Moisès, potser recordava l’inici del llibre dels Salms de Salomó que ens diu: “Benaurat el baró que no ha seguit consell dels dolents, ni va seguir el camí dels pecadors, ni en cadira dels que difamen s’ha assegut, sinó que en la Llei de Jehova té el seu delit, i en aquesta Llei medita dia i nit. Serà com l’arbre plantat a la vora d’un riu Que dóna el seu fruit al seu temps, I la seva fulla no cau, I tot allò que faci prosperarà”. Ser pobre d’esperit no significa de cap de les maneres el que avui dia anomenem “pobresa espiritual”. Ser pobre d’esperit significa haver renunciat a tota idea preconcebuda per a buscar a Déu de tot cor. Qui 402


és pobre d’esperit està disposat a deixar de costat la seva actual manera de pensar, les seves idees i prejudicis, i fins i tot, la seva present manera de viure si és necessari. En altres paraules, està preparat llençar per la broda tot allò que pogués representar-li un obstacle en la seva recerca de Déu. Els pobres d’esperit no sofreixen cap d'aquests impediments, bé perquè no els han tingut mai, o bé perquè s'han elevat cap a un plànol superior, gràcies a l'influx de la comprensió espiritual. S'han alliberat de l'amor als diners i als béns terrenals, del temor al “que diran” i a la desaprovació de familiars o amics. Cap autoritat humana, per elevada que sigui, els intimida. Han abandonat tota nècia confiança en la infal·libilitat de les seves pròpies opinions. Per fi han comprès que les seves creences més benvolgudes poden estar equivocades, i que la seva manera de veure les coses i les seves idees sobre elles podrien ser falses i requereixen de modificació. És tracta d’aprendre la humilitat –que és el contrari de l’orgullabandonant qualsevol idea d’erudició, afany de riqueses, idees preconcebudes. En qualsevol d’aquests casos la nostre ment no està buida, no està doncs receptiva. Només podem acostar-nos al significat d’aquesta primera Benaurança comprenent el veritable significat de pobres d’esperit i per això cal recordar el valor i la importància de la meditació-oració i pregària. Perquè aquesta sigui fructífera l’aspirant ha de tractar d’apartar de la seva ment tots aquells pensaments que li recordin l’existència, del món material i la seva pròpia, per trobar aquell estat de calma mental. Mentre creiem que tenim una possessió material, mental o emocional, aquesta dominarà la nostre consciència i no podrem ser pobres d’esperit. El pobre d’esperit ha de sentir en el seu propi cor, amb la totalitat de la seva ment que malgrat l’atracció que sentim per les nostres possessions, per les coses del món, tot allò que passa a través de la nostre ment, és només un pensament, una idea, una cosa que no té una existència pròpia, tan sols una il·lusió. Que aquest món en el que vivim que ens sembla tan sòlid, substancial, real, no és sinó una entitat canviant, transitòria, fugaç, com si fos un somni. Així mateix, el passat, present i futur, no són sinó un seguit de pensaments que venen se’n van, idees que passen a través de la nostre il·lusió. Llavors ens hauríem de preguntar, pot existir un pensament sense que tinguem cap consciència d’ell?, en la nostre opinió la consciència és la part fonamental del pensament, la seva veritable naturalesa. Si és retira la consciència del pensament, aquest desapareix, però la consciència és manté. Si pretenem trobar la consciència en la seva expressió més pura, hem de lliurar-la de tota forma, de tota idea sobre el que és, o no és, si ho aconseguíssim, ens adonaríem del valor efímer i transitori de la vida exterior del món, obtenint a canvi el coneixement de la Vida veritable, esdevenint pobres d’esperit, iniciant així el camí que ens duria cap a la finalitat promesa per aquesta Benaurança: el regne dels cels. L’encontre amb la Realitat, eterna, perdurable que no ve, ni se’n va, desafiant al temps, la Substància que està a totes les coses i és totes 403


les coses. Quan s’arriba a aquest estadi, s’acaben els desigs, els temors, el sofriment i la mort, som capaços de distingir el Fet interior de la fábula exterior, Estan preparats per a emprendre altra vegada la ruta de la vida, i començar de nou a aprendre la seva significació.

‘Benaurats els que ploren: perquè ells seran consolats.’ La desgràcia i l'aflicció no són, en si, bones, sent la voluntat de Déu que cada criatura conegui l'alegria i tingui a l’abast una vida de joiós èxit. “He vingut perquè tinguin vida, i perquè la tinguin en abundància.” No obstant això, el dolor i el sofriment són sovint extremadament útils, perquè molta gent no es prendrà la molèstia de buscar la Veritat fins que l'adversitat o el fracàs els forci a fer-ho. Llavors el dolor es converteix en alguna cosa relativament bona. Tard o d’hora, cada ésser humà haurà de descobrir la veritat que és en Déu, i verificar per si mateix el seu propi contacte amb Ell. Haurà d'arribar a aquella comprensió de la Veritat que l’alliberarà per a sempre de les limitacions del nostre món tridimensional i els seus ajudants —el pecat, la malaltia i la mort—. Però la majoria no emprendran la recerca de Déu de tot cor tret que els obligui a això algun tipus de contrarietat. La veritat és que no és necessari que l'home sofreixi desgràcies, perquè si abans cerqués a Déu les desgràcies mai vindrien. Sempre és possible triar entre aprendre per mitjà del desenvolupament espiritual o mitjançant les doloroses experiències, i si algú escull aquest últim procediment, ningú sinó ell té la culpa. Per regla general, només després que s'ha perdut la salut, i tots els recursos ordinaris de la medicina han fallat en proporcionar alleugeriment, és quant ens decidim seriosament a buscar aquesta comprensió espiritual del cos com encarnació vertadera de la Vida Divina, única cosa que ens ofereix la garantia de superar la malaltia i finalment la mort. Però si, coneixedors de la nostra veritable naturalesa, ens tornéssim a Déu mentre la nostra salut és bona, no es donaria mai el cas que caiguéssim malalts. Aquest principi general és aplicable a tots els nostres problemes, no solament a les dificultats físiques o financeres, sinó també a tots els altres mals que està subjecte el gènere humà. Cap motiu de pesar — problemes de família, altercats i incomprensions, pecats i remordiments, etcètera— ens traurà mai la pau si busquem en primer lloc el Regne dels Cels i la Recta Comprensió. 404


Aquesta segona Benaurança, ha estat considerada com una continuació de l’anterior, però alhora amplia el seu contingut. A partir del moment en que sentim que som pobres d’esperit, ens adonarem de manera clara i definitiva que no estem en aquest món per sempre, sabent que les possessions materials i les “glòries” terrenals son passatgeres i que no ens haurien d’esclavitzar mai. Així, després de deixar anar totes les pertinences, totes les coses i també totes les maneres de pensar i considerar la realitat que ens envolta, lògicament ens sentirem afligits, desorientats, perduts i sols. Tot l’antic ordre de valors, les coses donades per descomptat, allò que fins llavors estava fonamentat en les coses externes, ara mancaran de sentit i probablement plorarem amargament. Estem tan aferrats als objectes, als fenòmens que els confonem amb la pròpia existència que identifiquem allò que tenim, amb allò que som. Quan el cos està malalt diem “estic malalt”, quan travessem una onada de felicitat diem: “estic content”, o estic trist, o soc infeliç... barregem de tal manera subjecte i objecte que encara no som “pobres d’esperit”. També pot esdevenir –i seria desitjable que fos així- que un cop renunciem a les coses –a totes les coses-, un cop sentim la soledat i la buidor en el més profund de nosaltres mateixos, descobrim que res no pot donar-nos una pau vertadera que no sigui el coneixement de la Realitat Absoluta, sense forma: la Divinitat. Aquesta es la condició imprescindible perquè es compleixi la segona part de la Benaurança: “ells seran consolats”. No hauríem d’oblidar que perquè això sigui possible es imprescindible la Fe, la confiança en les paraules de Jesús de Natzaret, no una fe cega, irracional, sinó una “fe intel·ligent”, una mena de sensibilitat especial, una confiança en que darrera de les paraules, dels objectes sensibles hi ha un Poder... misteriós, si!, però real. El testimoni de molts grans homes, ens diu que Jesús te el poder d’intensificar les ànsies dels éssers humans, de fer despertar les seves ànimes, de conduir-les cap a la renuncia i el despreniment interior, de fer que els nostres cors anhelin amb força inconcebible el retorn a la nostre Llar Vertadera. Ningú pot ser consolat sense el plor, veritable camí d’entrada a la Saviesa. Llàgrimes pels errors del passat, de desesperació per les nostres desgràcies, de dolor físic, per la traïció dels nostres familiars o 405


amics, per la pèrdua o separació dels qui estimem, deixem-les que ens omplin els ulls, que vessin en el nostre cor, és només així que Jesús podrà acudir a consolar-nos, i la nostre ànima serà atreta vers Ell, com la papallona per la llum.

“Benaurats els mansos: perquè ells heretaran la terra” A primera vista aquesta Benaurança sembla tenir molt poc sentit, i els fets ordinaris de la vida semblen contradir-la. Cap persona entenimentat, observant el món que l’envolta i amb uns mínims coneixements de la història, podria sincerament acceptar aquesta dita al peu de la lletra, i la majoria dels cristians ho han passat per alt en la seva pràctica, sentint amb pena que les coses haurien de ser així, però que de fet no ho són. Però aquesta actitud no conduïx a res. Tard o d’hora l'ànima arriba a un punt que ha de descartar d’una vegada per sempre totes les evasions i subterfugios, i enfrontar-se honestament a les realitats de la vida, costi el que costi. És necessari admetre que: o Jesús pensava el que deia, o que no ho pensava; que sabia de que parlaba, o no ho sabia. Ell, en revalidad, sabia el que deia, i coneixia millor que ningú l'art de viure. Les penes i ansietats que sofreix la humanitat es deuen al fet que la nostra manera de viure és tan oposat a la Veritat que les coses que Jesús va dir i va ensenyar ens semblen a primera vista absurdes i boges. La veritat és que quan el comprenem correctamente, trobem que l'ensenyament de Jesús és no solament veritable, sinó summament practicable. En veritat és la més practicable de totes les doctrines. Arribem a descobrir, doncs, que Jesús no era un visionari sentimental ni un dispensador de trivialitats, sinó un consumat realista com només un gran místic pot ser-ho; i l'essència total de la seva doctrina així com la seva aplicació pràctica estan perfectament resumides en aquest text. Aquesta Benaurança es troba entre la mitja dotzena dels versicles més importants de la Bíblia. Quan s'està en possessió del sentit espiritual d'aquest text, es posseïx la “Clau Espiritual”, el secret que ens fa aptes per a superar tota classe de dificultat. És, literalment, la Clau de la Vida. És el missatge de Jesús reduït a una sola frase. Aquestes paraules són, actualment, com la Pedra Filosofal dels Alquimistes que transformen el metall bàsic de la limitació i l'aflicció, 406


en l'or del “confort”, o sigui, la veritable harmonia. Notem que hi ha en el text dues paraules que obren com pols sobre l'atenció: “mansos” i “terra” —ambdues són emprades en un sentit molt especial i altament tècnic, el qual ha de ser ben aclarit abans que es reveli el significat ocult que duen en el fons—. En primer lloc, la paraula “terra” no s'usa en la Bíblia com mera referència al globus terrestre. Significa manifestació; manifestació o expressió és el resultat d'una causa. És necessari que una causa es manifesti o expressi abans que puguem conèixer-la; i, per altra banda, tota manifestació o expressió ha de tenir la seva causa. Ara bé, en la metafísica divina, i particularment'en el Sermó de la Muntanya, aprenem que tota causa és mental, i que els nostres cossos i tot el que ens concerneix —llar, negocis, tota la nostra experiència— no són sinó la manifestació del nuestre propi estat mental. El fet que siguem inconscients de la major part dels nostres estats mentals no vol dir res, perquè de totes maneres estan aquí en la ment subconscient, no importa que ja els hàgim oblidat o que mai hàgim estat conscients d'això. En altres paraules, la nostra “terra” significa la totalitat de la nostra experiència externa, i “heretar la terra” significa adquirir domini sobre aquesta experiencia, o sigui, tenir la facultat d'ordenar la nostra vida en condicions d'harmonia i èxit positiu. “Tota la terra s'omplirà de la glòria del Senyor.” “La seva ànima habitarà a gust i la seva llavor (oracions) heretara la terra” “El Senyor reina, gaudeixi's la terra.” Així veiem que quan la Bíblia parla sobre la terra —posseir la terra, governar la terra, omplir la terra de La seva glòria, etcètera—, es refereix a les nostres condiciones de vida, des de la salut corporal fins al més mínim detall dels nostres assumptes personals. I aquest text està aquí per a dir-nos com podem arribar al ple domini sobre la nostra vida i ser així els amos de la nostra destinació. Però vegem com pot fer-se això. La Benaurança diu que el domini, o sigui, a la capacitat de governar les condicions de la nostra vida, pot arribar-se de certa manera, i és de la més inesperada de les formes — ni més ni menys que sent dòcil—. No obstant això, és també cert que aquesta paraula està usada en un sentit especial i tècnic. El seu significación veritable no és de cap manera la qual avui la hi dóna en el llenguatge modern. En efecte, actualment hi ha poques qualitats de la naturalesa humana més desagradables que aquella expressada per la paraula “docilitat”. Per al lector modern l'adjectiu suggereix generalment la idea d'una persona feble, falta de valor i de respecte cap a si mateixa, i probablemente hipòcrita i ruin al mateix temps. No ocurría el mateix en temps per exemple, de Charles Dickens. El lector modern, amb aquestes connotacions de la paraula en ment, se sent inclinat a menysprear el concepte general del Sermó de la Muntanya, perquè ja al principi se li diu que només sent mans obtindrà la facultat de domini; i tal doctrina li resulta inacceptable. Però la paraula “docilitat”, en sentit bíblic, vol donar a entendre una 407


actitud mental que cap altra paraula en particular descriu amb exactitud, i precisament en aquesta actitud mental radica el secret de la “prosperitat” o de l'èxit en l'oració. És una combinació de ment oberta, de fe en Déu, i del convenciment que la voluntat de Déu pel que fa a nosaltres és sempre alguna cosa vital i interessant, que porta goig a l'existència, i molt superior a qualsevol altre cosa que nosaltres poguéssim arribar a imaginar. Aquest estat mental inclou així mateix una completa predisposició a permetre que la voluntat de Déu es manifesti en la forma que consideri millor la Saviesa Divina, i no segons la manera particular que nosaltres escollim. Aquesta actitud mental, complexa en la seva anàlisi àdhuc que senzilla en si mateixa, és la Clau del Poder, o sigui, l'èxit en la prova. No hi ha paraula per a ella en el llenguatge corrent perquè la cosa no existeix sinó per a qui estan afirmats sobre la Roca Espiritual de la paraula de Jesucrist. Si desitgem heretar la terra, hem d'adquirir “docilitat”. Cercar la docilitat no implica que haguem de col·locar-nos submisament als peus dels altres, ni claudicar, ni acumular temor davant del món. La docilitat, a la que fa referència la Benaurança, seria més aviat: seure com un nen davant l’Infinit, plens d’admiració, veneració i goig; quan això s’esdevé, el món sencer es fa nostre, a través d’aquesta actitud, el Poder que s’amaga darrera de tot poder, se’ns fa evident, real, tangible, llavors ja no necessitem cercar cap altre, doncs és Infinit, és un determinat estat del Ser que és troba en l’arrel de tota l’existència, causa darrera i creadora de totes les formes, tan materials com mentals. La màxima Saviesa és aquella que ens diu que només existeix una Força en tot l’Univers, malgrat que se’ns presenti –des de la condició de l’oblit de la nostre veritable essència- amb l’aparença de múltiples formes. La ignorància màxima ve provocada per aquell oblit, per l’engany en que és troba constantment la nostre ment, víctima de la il·lusió dels sentits, pel nostre convenciment de que som un Ego aïllat, separat dels altres, del món, de Déu. Els mansos veritables són aquells que viuen en l’auto submissió voluntària a Déu, lliures de l’errònia creença de “jo” i “meu”, és a dir els pobres d’esperit. Quan aprenem a ser mansos, trobem que l’odi i el ressentiment, són sempre conquerits per la gentilesa i l’amor. Diu en Lao Tse al seu Tao Te King: “De les coses suaus i febles del món, potser no hi ha cap altre com l’aigua. Però res podrà igualar-la en vèncer allò que és fort i ferm. Allò que és suau conquereix a allò que és dur. La rigidesa i la duresa son companyes de la mort, la suavitat i la tendresa ho són de la vida”. Renunciant sincerament a l'Ego, comprenent el propòsit de la nostre actual encarnació i el sentit general de l’evolució, essent mansos, esdevindrem agents col·laboradors en la gran obra que Natura està duent a terme, en instruments d’aquest Poder, és per això que heretarem la terra.

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‘Benaurats els quals tenen fam i set de justícia: perquè ells seran sadollats.’ “Justícia” és una altra de les paraules clau de la Bíblia que el lector ha de comprendre adequadament si vol penetrar en el profund sentit del llibre. D'igual manera que “terra” i “mans”, “justícia” és un terme tècnic usat en un sentit definit i especial. Justícia, en la seva accepció bíblica, té a veure no solament amb rectitud de conducta, sinó amb el pensament recte en cada aspecte de la vida. A mesura que ens endinsem en l'estudi del Sermó de la Muntanya, trobarem en cada frase una reiteració d'aquesta gran veritat: les coses exteriors no són sinó l'expressió (expressar, pressionar cap a fora), o manifestació dels nostres pensaments i creences internes. Hem vist que tenim el domini o poder de guiar a voluntat el curs dels nostres pensaments, per la qual cosa, indirectament, som nosaltres qui fem les nostres vides d’acord amb l'índole del nostre pensar. Jesús ens repetirà constantment en aquestes xerrades que no podem exercir cap acció directa sobre les coses exteriors, perquè aquestes no són més que les conseqüències o, per dir-lo així, les imatges del que ocorre en el Lloc Secret. Si ens fos possible canviar directament l'exterior sense alterar la nostra manera de pensar, això significaria que podríem pensar en una cosa i produir altra, la qual cosa seria contrari a la Llei del Univers. En efecte, és aquesta noció, errònia, la qual constitueix precisament la base errònia de totes les desgràcies humanes —malalties, pecat, conteses, pobresa, i fins a la mateixa mort—. No obstant això, la gran Llei de l'Univers és ni més ni menys aquesta: el que duem en la nostra ment és la causa determinant de la nostra experiència. Tal com és el de dintre, així és el de fora. No podem pensar una cosa i produir altra. Si volem tenir control sobre les circumstàncies que ens envolten per a fer-les harmonioses i felices, primer hem de convertir en harmoniosos i feliços els nostres pensaments, i llavors l'exterior seguirà el mateix camí. Si desitgem salut, pensem primer de tot en salut, i, recordem-ho, això no vol dir solament pensar en un cos sa, encara que això és important, sinó que aquest estat mental inclou pensaments de pau, de goig i de bona voluntat envers tots, perquè, com veurem més endavant en el Sermó, les emocions negatives són una de les principals causes de la malaltia. Si volem elevar la nostra alçària espiritual i créixer en el coneixement de Déu, hem d'imprimir un ritme espiritual als nostres pensaments, i concentrar la nostra atenció (que és la vida mateixa) en Déu més que 409


en les nostres limitacions. Si volem prosperar materialment, hem de tenir pensaments de prosperitat, i fer un hàbit d'aquest pensar, perquè el que manté a la majoria de la gent en la pobresa és el costum de pensar en termes de pobresa. Si volem veure'ns envoltats d'amable companyonia i tenir l'afecte dels altres, cal que en els nostres pensaments es reflecteixin l'amor i la bona voluntat. “Totes les coses treballen juntes per al bé d'aquells que estimen el bé.” Quan un ésser humà desperta al coneixement d'aquestes grans veritats, naturalment tracta d'aplicar-les a la vida. Comprenent per fi la importància vital de la justícia, o de mantenir solament pensaments harmoniosos, un home raonable comença de seguida a tractar de posar en ordre la seva casa. Però troba que, encara que la teoria és bastant simple, la pràctica és qualsevol cosa menys fàcil. Ara bé, per què ha de ser això així? La resposta es troba en l'extraordinària potència de l'hàbit; i els nostres hàbits de pensament són alhora els més subtils i els més difícils de trencar. Abandonar un hàbit físic és comparativament més fàcil, si un s’ho proposa amb serietat, perquè l'acció sobre el plànol físic és molt més lenta i palpable que sobre el plànol mental. Quan es tracta d'hàbits mentals no podem, per així dir-ho, posar-nos a un costat i mirar-los objectivament com fem en contemplar les nostres accions. Els nostres pensaments llisquen pel camp del coneixement en un corrent incessant, i amb tal rapidesa que només amb una vigilància activa i constant podem dirigir-los. A més, el teatre dels nostres actes és el lloc que ens trobem. No puc obrar més que on estic. Puc, per descomptat, donar ordres per carta o per telèfon, o puc tocar un timbre i obtenir certs resultats a distància. No obstant això, l'acte mateix ocorre on estic i en el moment actual. En canvi, amb el pensament puc recórrer tot el panorama de la meva vida, evocar a totes les persones que he conegut, i amb igual facilitat puc submergir-me en el passat o remuntar-me cap al futur. Veiem, per tant, que la tasca d'assolir un equilibri de pensament just i ple d'harmonia, és molt més gran i difícil del que pot semblar-nos a primera vista. Això, per descomptat, és un greu error. La condemna de si mateix, al ser un pensament negatiu i per tant injust, tendeix a produir més dolor encara, conservant el vell cercle viciós. Si no progressem tan de pressa com voldríem, el remei és redoblar la vigilància a fi de mantenir el pensament en un curós estat d'harmonia. No ens aturem en els nostres errors o en la lentitud del nostre progrés. Demanem constantment la Presència de Déu en la nostra vida, amb tant o més afany com més gran sigui la dificultat que tractem de superar. Demanem Saviesa, Poder o Prosperitat en l'oració. Fem-nos un inventari mental i revisem amb cura la nostra vida, no sigui que en algun racó de la nostra ment encara s'amaguin pensaments torts. Segueix havent encara algun aspecte de la nostra conducta que no és del tot recte? Hi ha algú a qui no hem perdonat encara? Ens permetem algun tipus d'odi polític, religiós, o racial? Si tenim aquests 410


sentiments, segur que es troben disfressats sota la capa d'una falsa justificació. Si el descobrim, arrenquem-li la disfressa d'il·lusió amb que s'oculta, i desfem-nos d'ell com si fos una cosa perniciosa que està enverinant la nostra vida. En aquesta Benaurança, Jesús ens aconsella que no ens desanimem si no obtenim de seguida la victòria, si el nostre progrés sembla lent. Per altra banda, si no fem cap progrés, això es deu amb tota seguretat que no estem orant bé, i ens toca a nosaltres descobrir la causa examinant la nostra vida i demanant saviesa i direcció. En veritat, hem de demanar constantment a Déu que ens il·lumini i ens guiï, i vessi sobre nosaltres el poder vivificant de l'Esperit Sant, perquè l'eficàcia de la nostra oració —la nostra prosperitat— s'acreixi de dia en dia. Però si veiem algun avenç, si les coses milloren tot i que sigui a poc a poc, no hi ha motiu perquè ens sentim desanimats. Tan sols és necessari que ens esforcem resoludament, i que els nostres intents siguin sincers. És impossible que un home perseveri a buscar la veritat i la justícia de tot cor, sense que sigui coronat per l'èxit. Déu no és fals i no es burla dels seus fills. No podem deixar de constatar un cop més, que en el seu sentit literal aquesta Benaurança és difícilment comprensible. Malauradament en el món en que vivim, aquells que aspiren a la Justícia són empresonats, maltractats, torturats, novament hem de tractar de superar un concepte limitat de Justícia. El missatge del Rabí de Galilea, no pot reduir-se a un de subversiu i revolucionari –en el sentit estret d’aquests conceptes- perquè va molt més enllà. Transcendeix aquest món il·lusori, no per a desentendre's d’ell, sinó per aportar els elements necessaris per a que tota persona pugui gaudir d’una existència vertadera, eterna, despertant en el seu interior la Llum que li permeti realitzar el propòsit de l’encarnació i la vida. El concepte de justícia es utilitzat per Jesús en el sentit de la tradició espiritual a la que ens venim referint, com a sinònim de Salvació, alliberament del Mal, d’unió amb Déu. La fam i la set a que fa referència, són set i fam de Veritat, la intensa aspiració a descobrir aquesta Veritat al preu que sigui, costi el que costi. Hem de lluitar per a desenvolupar en el nostre interior aquesta aspiració, utilitzant les eines que Éll ens va mostrar, la meditació, la pregària, sense renunciar a la investigació interior, any rera any, fins els mateixos límits de la tomba. Aprendre a concentrar i dirigir els nostres pensaments vers el Senyor, només llavors estarem plens de Justícia. Alguns d’entre nosaltres tenen molta Fe, però molt poca fidelitat. Les dificultats ens vencen amb una gran facilitat, si la vida fos fàcil, sense dificultats per un llarg període de temps, deixaríem d’evolucionar i moriríem. Les dificultats es troben al davant nostre precisament per a superar-les, educant a la nostre voluntat a obeir els dictats de la nostre consciència. La Veritat es tan subtil i difícil de trobar que sense una voluntat decidida, mai la trobaríem. Em de cercar-la incansablement perquè 411


ella és el més elevat objectiu a que podem aspirar, només des de la Veritat podem veure-ho tot, tal i com és en Realitat. El món, la Il·lusió, empresona la nostre ànima fent-nos creure que és inestable com l’aigua en arribar al seu punt d’ebullició, o fosc i terrible com el mar en una nit de tempesta. Els éssers humans del nostre temps, vivim en la foscor –ignorància absoluta- és per això que tenim tanta necessitat de Llum. Es propi de la condició humana que en l’interior de cadascun de nosaltres, en el nostre cor, hi hagi una gran esperança que ens recordi en tot moment la nostre naturalesa immortal, malgrat reconèixer que el nostre cos s’haurà de desintegrar i esdevenir pols; recordant-nos que el Poder que sosté l’Univers és benèvol i que tot i no conèixer els seus designis, hi ha d’haver una veritable Justícia, invisible a la nostre raó. D’un a l’altre extrem del món, en tot temps, una munió de persones l’han cercat conscientment o inconscient, només uns pocs –aquells que tenen una veritable fam i set- han estat capaços de traspassar el llindar de la porta de la Infinita Veritat, desaparèixer momentàniament de la nostre vista i retornar satisfets i serens per la visió de la Divinitat i de la seva Justícia.

‘Benaurats els misericordiosos: perquè ells trobaran misericòrdia.’ Heus aquí novament un resum concís de la Llei de la Vida, que Jesús desenvolupa més endavant en el Sermó (Mateu 7,1-5). Aquesta Benaurança no requereix molt comentari, perquè les paraules emprades comporten el sentit habitual que avui se'ls dóna en la vida diària, i la frase és tan clara i òbvia en la seva significació com la llei expressada és senzilla i inflexible en la seva acció. El punt que necessita tenir en compte un cristià que vol aplicar la seva religió és que, com sempre, el principi formulat en aquesta Benaurança ha de ser realitzat en el camp del pensament. El que en essència importa és que siguem mentalment misericordiosos. Les bones accions, si van acompanyades de pensaments no bondadosos, són pura hipocresia, dictades pel temor, o el desig de vanagloria, o algun motiu semblant. Són falsificacions que no donen profit a qui dona ni al que les rep. Per altra banda, un pensament bo cap al nostre proïsme el beneeix espiritual, mental i materialment, i ens beneeix a nosaltres al mateix temps. Siguem misericordiosos al jutjar al nostre proïsme, perquè el cert és que tots som un, i com més gran sembli ser el seu error, tant 412


més gran és el nostre deure d’ajudar-lo amb el pensament adequat, facilitant-li així la manera d'alliberar-se. Tan aviat com comprenguem el poder del Pensament Espiritual —la Veritat del Crist— adquirirem una responsabilitat que els altres no tenen, i que no podem evadir. Quan tinguem evidència de la falta del nostre proïsme, recordem que el Crist que està en ell ens demana el nostre ajut, així que, siguem misericordiosos. Perquè en realitat i en veritat tots som un; formem part del mantell vivent de Déu. El mateix tracte que avui els donem als altres, abans o després ho rebrem; igualment rebrem la mateixa misericòrdia, en el moment que la necessitem, d'aquells que estan més avançats en el camí que nosaltres. Per sobre de tot hi ha una veritat, i és que, alliberant a d’altres del pes de la nostra condemna, fem possible perdonar-nos nosaltres mateixos. Un dels principis donamentals de la filosofia esotèrica és la questió del Karma que trobareu desenvolupat en un altre text d’aquest mateix blog. En relació a la Benaurança que ens ocupa, el que ens diu Jesús es que alló que cadascun de nosaltres dona al món que l’envolta, innexorablement ens serà retornat. També és molt possible que aquest principi ens sigui difícil d’acceptar, dons continuament veiem com els cruels, els egoistes, els violents són els qui semblen manar, dominar i triumfar. Contràriament les persones de cor generós, els inocents, són humiliats, oprimits, dominats. Aquesta idea ens ha dut a desconfiar els uns dels altres, a negar qualsevol mena de trascendència i, fins i tot, a negar l’existencia d’un ordre benevol a l’Univers. La lògica, la percepció sensorial, el que veiem semblen confirmar-lo, però no hauríem d’oblidar que ho percebem des de la ignorància i l’engany de la Il·lusió. La Llei del Karma és encara seguida per una part important del total de la població del planeta, és troba implícita en la majoria de les religions, fins i tot en el cristianisme primitiu, abans del S.III, era un principi acceptat, com ho era el de la reencarnació. S’ha definit la vida humana com una mena d’escala que ens duu d’un estadi d’animalitat al d’un esperit pur, essent cada encarnació com un dels graons de la llarga escala, en la que aprenem lenta i penosament mentre l’anem pujant. En aquest pujar l’enveja, l’odi, la gelosia, són alguns dels obstacles que dificulten la nostre ascensió. Ens diu Patanjali, un filòsof hindú: “La calma impertorbable de la ment –condició imprescindible per a la realització de la vida humana- només s'aconsegueix cultivant l’amistat amb els qui són feliços, la misericòrdia i la compassió vers els infeliços, el delit amb els qui són virtuosos i la indiferència envers els qui són dolents”. Contràriament, quan algú dels que coneixem és feliç solem sentir-nos gelosos, quan a algú no li surten les coses bé, sentim una alegria insana, quan una persona és bona sentim enveja, quan algú és dolent sentim odi i, d’aquesta manera no podrem avança gaire per l’escala. 413


Tot pensament d’odi, enveja, gelosia provocarà una onada d’odi, enveja o gelosia a la nostre ment, augmentant la nostre ignorància, enfortint el nostre ego, pertorbant la nostre calma mental, allunyantnos de l’objectiu de ser mansos, pobres d’esperit, de la Veritat. Hem d’aprendre a ser tolerants i misericordiosos; per aconseguir-ho no n'hi ha prou amb voler-ho ser, s’ha de saber abans discernir. Les coses no són bones o dolentes per si mateixes, ho són en funció d’una determinada època, circumstància o persona, etc. Sempre hem de tractar de percebre allò que no és evident, entendre les raons de les coses i si ens és possible, des de la perspectiva de la totalitat, doncs no existeix una pauta universal adaptable a la conveniència de cadascun de nosaltres. Només recordant tot això, tenint-lo en compte sovint en la nostre vida quotidiana podrem arriba a ser misericordiosos i, obtenir misericòrdia, aquella calma mental que ens dugui a realitzar l’objectiu d’aquesta vida. A més, no hauríem de deixar de pensar que per la Llei del Karma, i no per caprici de cap divinitat venjativa, les circumstàncies adverses no só el resultat d’una cega fatalitat, d’un destí implacable que ens persegueix sempre, sinó la collita de les accions, paraules i pensaments que en algun moment vàrem tenir o fer, i que un dia haurem necessàriament de recollir. Algú podria dir que en el seu cas aquesta llei no és compleix, dons no sap la causa que el duu a una vida plena de desgràcia, en el pitjor dels casos endut per la desesperació, arribar a la conclusió de que no val la pena ser misericordiosos, o tractar d’actuar amb justícia, doncs els errors del passar s’hauran de pagar igualment. Però tots aquests arguments son tan falsos com nocius, seria doncs adequat recordar aquella dita sobre quina és la diferència entre Déu i l’home: “se fereixes una persona, ni que sigui una sola vegada, oblidarà de cop totes les bones accions que amb ella has tingut anteriorment. En canvi si oblides a Déu i comets centenars de pecats, Ell perdonarà totes les teves faltes i recordarà les poques ocasions que vas pregar amb sinceritat, doncs el pecat només existeix a ulls dels homes, per a la Saviesa Divina, només tenim ignorància”.

‘Benaurats els nets cor; perquè ells veuran a Déu.’ Aquest és altre d'aquests preceptes meravellosos en els quals la Bíblia és tan rica. Tota la filosofia de la religió es troba aquí, resumida en poques paraules. Comencem considerant la promesa que se'ns fa en aquesta Benaurança. Ni més ni menys que veure a Déu. 414


Ara bé, sabem per descomptat que Déu no té forma corporal, i per tant l'assumpte no pot consistir en “veure'l” tal com veiem físicament amb els nostres ulls a un semblant, o un objecte. Si poguéssim veure a Déu d'aquesta manera, seria limitat i, per tant, ja no seria Déu. “Veure” es refereix aquí a la percepció espiritual, aquella capacitat de concebre la naturalesa veritable de Déu, de la qual infortunadament manquem. Vivim en l'univers de Déu, però no coneixem en manera alguna com és en realitat. El Cel no és un lloc llunyà en el firmament, sinó que ens està envoltant ara mateix. Però com ens falta la percepció espiritual, no podem reconèixer-ho, o, per dir-ho d'una altra manera, no podem experimentar-ho. I és només des d’aquesta perspectiva que podem entendre que se'ns nega l'entrada al Cel. Estem en contacte amb un fragment molt petit d'aquest Cel al que anomenem univers, però àdhuc aquest petit fragment el veiem torçat en la seva major part. El Cel és el nom religiós que significa la presència de Déu. El Cel és infinit, però la nostra manera de veure les coses ens duu a interpretar-lo en funció d'un món de tres dimensions. El Cel és l'Eternitat, però l'experiència que tenim arriba al nostre coneixement en sèrie, en una seqüència que anomenem “temps”, la qual cosa mai permet que comprenguem una experiència en la seva totalitat. Déu és l'Esperit Diví, i en aquest Esperit no hi ha limitacions ni restriccions de cap mena. Malgrat això, veiem totes les coses distribuïdes en el que anomenem “espai”, és a dir, estan espaiades; això dóna lloc a una restricció artificial que constantment destorba el reordenament dels successos de la nostra experiència que requereix el pensament creador. El Cel és el regne de l'Esperit, la Substància pura; allà no hi ha vellesa, ni decadència, ni discòrdia; és el regne de l'Etern Bé. I no obstant això, als nostres ulls tot està envellint, decaient, deteriorantse; florint per a marcir-se, naixent per a morir. Veure a Déu és comprendre la Veritat, una experiència que porta la llibertat infinita i la felicitat perfecta. En aquesta meravellosa Benaurança Jesús ens diu exactament com haurà de complir-se aquesta tasca suprema, i qui són els que la portaran a terme: els nets de cor. Aquí de nou cal tenir en compte que les paraules “pur” i “puresa” tenen un sentit molt més ampli que el que correntment se'ls atribueix. “Puresa”, en la Bíblia, significa molt més que la neteja física, per important que aquesta sigui. En plenitud de sentit consisteix en el reconeixement de Déu com l'única Causa vertadera i l'únic Poder veritable que existeix. La paraula “cor” en la Bíblia indica generalment el que els psicòlegs moderns anomenen la ment subconscient. Això és d'extrema importància, perquè no ni ha prou que acceptem la Veritat només amb la ment conscient. En aquest cas la nostra acceptació no és més que una opinió. Només quan és acceptada per la ment subconscient, i assimilada així per tota la mentalitat, pot la Veritat reformar el caràcter i transformar la vida. 415


La puresa, com ja ens ha passat amb les Benaurances anteriors, ha d’interpretar-se en un sentit molt més ampli del que podríem entendre literalment, ser pur de cor vol dir no tenir cap mena d’egoisme persona, haver-se lliurat dels desigs personals, de totes les passions i auto indulgències que ens encadenen a la Il·lusió, a l’engany, al món. A totes les religions trobem almenys dos elements fonamentals: l’ideal a realitzar i el mètode a seguir per a realitzar-ho. Gairebé totes –amb la excepció de determinades branques del budisme- proclamen l’existència de Déu i que la finalitat de l’experiència humana es veure’l, tot i que les apreciacions d’aquesta divinitat puguin semblar molt diferenciades les unes de les altres. En el Sermó de la Muntanya, Jesús ens mostra el mètode de la purificació del cor que ens duu a la Perfecció i completa Realització. Hi ha una manera molt senzilla de poder considerar si som o no som purs... Procurem pensar en Déu ara mateix, atura la teva ment i pensa en Déu i només en Ell... El pensament de la seva presència passa a través de la nostre ment... per uns instants... o tan sols com un llampec. Immediatament comencen les distraccions. Molt aviat ens sorprendrem pensant en un munt de coses, però ja no en Déu. Aquestes distraccions, ens assenyalen que la nostre ment es encara molt feble i impura. Cal que ho tinguem ben clar, el desig d’arribar a veure a Déu, no pot ser enterbolit per cap altre idea.

‘Benaurats els pacífics: perquè ells seran anomenats fills de Déu.’ Rebem aquí una lliçó pràctica de incalculable valor sobre l'art de l'oració —i l'oració, recordem-ho, és l'única manera de renovar la nostra comunió amb Déu—. A primera vista, aquesta Bienaventuranza podria passar per una generalització religiosa de caràcter merament convencional, i per una d'aquestes trivialitats sentenciosas que usen els que volen impressionar als seus oïdors sense tenir res original que dir. Francament, la pregària és l'única acció completa en el sentit més exacte de la paraula, perquè és l'única cosa capaç de cambiar el caràcter. Un canvi en el caràcter o en l'éspírit és un veritable canvi. Quan es verifica un canvi d'aquesta índole, el subjecte es torna diferent, i la resta de la seva vida es comportarà de manera molt diferent. 416


En altres paraules, ja no és la mateixa persona d'abans. El grau de diferència pot ser gairebé imperceptible cada cop que ens possem a pregar; malgrat això, tot i que petit, té lloc, perquè és impossible orar sense que ens fem diferents en algunu mesura. Si poguessim prendre consciència plenament de la Presència de Déu, un canvi radical i dramàtic s'obraria en el nostre caràcter en un obrir i tancar d'ulls, transformant la nostra manera de pensar, els nostres hàbits, la nostre vida sencera. Però perquè aquesta Presència de Déu sigui un fet en nosaltres, i les nostres oracions siguin eficaces, és precis que arribem a cert grau de veritable pau mental. Aquesta pau interior ha estat anomenada pels místics serenitat i ells no es cansen mai de repetir-nos que la serenitat és el gran vehicle de la Presencia de Déu —el mar suau com un mirall que envolta el seu Gran Tron Blanc—. Això no vol dir que sense la serenitat no es puguin vèncer per mitjà de l'oració àdhuc les majors dificultats, perquè per descomptat es pot. En efecte, quant majors són els nostres problemes, menor és la serenitat que podem disposar, i la serenitat mateixa només s'obté per l'oració i per l'acció de perdonar als altres i a un mateix. Però hem de tenir la serenitat per a avançar en el regne de l'esperit, aquella tranquil·litat d'ànima a la qual es refereix Jesús amb la paraula “pau”, una pau que supera l'enteniment humà. Els pacífics dels quals es parla en aquesta Benaurança, són aquells que realitzen aquesta pau veritable o serenitat en les seves pròpies ànimes, perquè són ells els que superen les dificultats i limitacions i arriben a ser no només potencialment sinó, veritablement, els fills de Déu.

‘Benaurats els quals pateixen persecució per causa de la justícia: perquè d'ells és el regne dels cels. Benaurats sou quan us vituperin i us persegueixin i diguin de vosaltres mal per la meva causa, mentint. Gaudiu-vos i alegreu-vos; perquè la vostra gràcia és gran en els cels: doncs així van perseguir als profetes que va haver abans de vosaltres.’ Com hem vist, el caràcter essencial de l'ensenyament de Jesús és que la Voluntat de Déu per a nosaltres és harmonia, pau i goig; que aquestes coses poden convertir-se en realitat conreant una manera de pensar justa i recte. Jesús ens diu constantment que és la voluntat del nostre Pare donar-nos el seu Regne i que per a merèixer la justícia 417


hem de conrear la serenitat, la pau interior. Ell declara que els pacífics que compleixen això adquiriran prosperitat, heretaran la terra, veuran a Déu i el seu dolor es transformarà en goig. Tot això és sens dubte sorprenent, i alhora perfectament correcte; només cal que comprenguem una cosa: que l'origen de tota aquestes desgracies, dolors, infelicitats, persecucions no és una altra cosa que nosaltres mateixos. Sempre que trobem difícil el pensar amb rectitud; sempre que sentim la temptació de considerar injustament determinada situació, o persona, o àdhuc nosaltres mateixos; sempre que ens sentim inclinats a cedir a la còlera, o a la desesperació, llavors som perseguits a causa de la justícia, Qualsevol pràctica espiritual implica una lluita amb el “Jo inferior” el qual s’estima molt més la vella manera de pensar i s'aixeca i ens insulta, per dir-ho dramàticament, a la manera oriental. Ara bé, com aquests combats amb la nostre naturalesa inferior s’han de dur a terme tard o d'hora, serà millor efectuar la lluita i vèncer com més aviat millor. De manera que aquestes persecucions esdevinguin, relativament parlant, benediccions divines. Notem que en realitat no hi ha cap virtut o profit si més no en el fet que uns altres ens molestin o persegueixin. Res, absolutament res, ve a la nostra experiència, sinó hi ha alguna cosa en nosaltres mateixos que ho atregui. Per la qual cosa, si ens esdevenen molèsties o dificultats és sens dubte degut al fet que hi ha alguna cosa en la nostra ment necessita ser examinat i aclarit; perquè sempre veiem les coses com som capaces de concebre-les. Segons la Gran Llei de la Vida, de la qual tot el Sermó de la Muntanya és una exposició, solament podem rebre a través de la nostra existència el que a cada moment ens correspon, i ningú pot impedir que aconseguim el que ens toca; per aquesta raó tota persecució o frustració prové absolutament de l'interior de nosaltres mateixos.

Tot el Sermó de la Muntanya està ple de l’amorosa presència de Jesús, totes elles són plenes d’ànims, d’alè per empènyer als que vulguin seguir el seu camí envers la unió amb Déu. Cap intenció d’amonestarnos, d’humiliar-nos pels errors del passat, encegats per la ignorància, arrossegats per les passions incontrolades, no, el seu missatge és ben clar, tot el que hem fet fins el moment present pot ésser perdonat i oblidat; i no només això, sinó que pot ser considerat com el preludi necessari per arribar a lliurar-nos a la Voluntat Divina. Les 418


benaurances son un discurs extraordinari des del punt de vista de l’ensenyança espiritual, però per damunt de tot, són un missatge d’esperança per a tothom. La misericòrdia divina no pot ser guanyada, no pot ser comprada, res no podem fer per forçar-la, brolla incessantment com l’aigua d’una font, flueix com d’un brollador perpetu. A nosaltres ens toca arribarnos, reconèixer-la i després rentar els nostres errors i restar purs i lliures de tot mal. Jesús ve a dir-nos que no podem caure en la desesperació per tot el que patim, que abans que nosaltres d’altres grans personatges també varen sofrir, fins que descobriren la fórmula que els va permetre transcendir el dolor, també nosaltres, seguint les ensenyances contingudes en aquestes Benaurances podrem assolir la mateixa Pau i la mateixa Joia que ells varen aconseguir.

EL PARE NOSTRE L’objectiu de les pàgines que segueixen es fonamentalment el de constatar i reflexionar la importància de la pregària per a tota persona que aspiri a una vida plena i feliç. La complexitat de la temàtica es tan gran que ja d’entrada hauria de reconèixer que moltes de les idees que exposarem no podran ser analitzades ni aprofundides tot el que és mereixerien... a més voldria aclarir que els conceptes que aquí tractarem, no poden ser considerades com a part de cap mena de cos de doctrina, ni de cap tradició concreta i, ni molt menys, quelcom que s’hagi de seguir al peu de la lletra, sinó els pensaments d’un cercador que només pretén que la seva pròpia experiència i molt temps de reflexió pugui servir a d’altres, en la recerca de la seva pròpia i única Veritat. La pregària –més endavant aclarirem el concepte- és la pràctica més comuna i compartida per totes les religions que s’han donat al llarg de la història de la Humanitat. Quan parlem en aquestes pàgines de religió, no volem referir-nos a les diferents esglésies, ni a les seves jerarquies, ni als seus dogmes, sinó exclusivament a allò que és suposa que és compartit per totes elles; o sigui, l’afany per donar un sentit de transcendència a la vida dels éssers humans, l’interès per a 419


conduir-los a un millorament personal que els ofereixi la possibilitat de gaudir de les veritables Pau i Felicitat, ara i per sempre. Com han posat de manifest infinitat d’estudis, aquest substrat comú, és dona a la pràctica totalitat de les cultures, a totes les tradicions i és essencialment el mateix en tota època i en qualsevol lloc; i és transmet al llarg dels temps en la paraula i obra dels grans mestres, savis o com sigui que els vulguem anomenar d’arreu del món. Com ja he comentat en l’escrit sobre les Benaurances, soc de l’opinió que d’entre aquests darrers, la figura de Jesús de Nazaret és una de les més lluminoses, malgrat els esforços d’uns quants poderosos, egoistes i apoltronats que s’auto atorguen el monopoli de la seva representativitat. En el Sermó de la Muntanya culmina, complerta i simplifica la totalitat de missatges que d’altres abans que ell ja ens havien fet arribar. En molt poques ocasions s’havia aconseguit un grau comparable de síntesi i claredat, resumint tota l’experiència i saviesa de la humanitat en una sola frase: “Estima als altres com a tu mateix”, com ens manà el Rabí de Galilea. Es que d’uns anys ençà, la personalitat de Jesús de Nazaret desperta en el meu interior un viu interès, i molt particularment allò que fa referència a la seva instrucció als seus deixebles i a tots aquells que s’acostaven a escoltar-lo en la seva predicació. La veritat és que no podem tenir una gran certesa en allò que va dir, és molt probable que Jesús no sabés escriure, i tot el que la tradició ens diu que va dir, ha hagut de passar pel tamís dels interessos del poder, i les conveniències i les adaptacions de l’església cristiana en les seves relacions amb d’altres poders, malauradament conec prou bé les manipulacions, canvis i falsedats en que tot això sol degenerar. És per això que he preferit reflexionar exclusivament al voltant del que és suposa que va pronunciar davant d’una nombrosa multitud, confiant en que l’abundància de testimonis podria garantir una cert grau de fidelitat, o com a mínim reduir les contradiccions més evidents. Després de les Benaurances, els evangelis ens diuen que Jesús ensenyà als seus deixebles i als qui el seguien el Pare nostre. Aquesta és sense cap mena de dubtes una de les pregàries més repetides a diari arreu del món, però sospito que són molts pocs els que s’han aturat a reflexionar més enllà del sentit literal, limitant-se la majoria, a repetir-la amb la ment plena de d’altres pensaments i sense parar esment al que en realitat estan dient, en tot cas, desaprofitant la immensa riquesa i profunditat de les seves paraules, en les que és troben claus més que suficients per a que qualsevol persona pugui aconseguir un estadi de desenvolupament interior en el que la vida sigui digna de ser viscuda, mercès a un coneixement veritable de la Realitat. El Pare nostre es una pregària que té el seu origen en un gran coneixement espiritual i que orienta l’ànima cap a la devoció. El Gran Mestre de Galilea, recomanà aquesta pregaria a tothom que vulgui trobar l’alegria, la plenitud i la llibertat eternes, a través de la voluntària absorció en la Consciència Divina, doncs és aquesta i no un 420


altre, la finalitat darrera de l’existència humana per a qualsevol religió. Aquesta absorció en la Consciència Divina, pot expressar-se amb una infinitud de paraules equivalents: “veure a Déu”, “anar al Regne dels Cels”, Il·luminació, Salvació o Saviesa, per citar només alguns exemples, més o menys coneguts. En aquest sentit el Pare nostre ha de ser comprés com un instrument, una eina, un mètode segur que ens aproxima a Déu i també, com una síntesi exemplar del seu ensenyament, un camí de perfecció envers la realització de la divinitat. Per la majoria de nosaltres, imaginar-se a Déu –l’Absolut, la Causa Primera, el Suprem Creador- com una entitat impersonal és francament molt difícil, per no dir impossible del tot. Considerar-lo el Buit Generador de totes les coses, o la Essència de totes les coses, i d’altres expressions per l’estil, queda massa lluny per a nosaltres, és una idea massa abstracta, difícil d’assimilar. Quan preguem, quan meditem, se’ns fa gairebé impossible retenir el que sentim com una idea, mentre ens percebem a nosaltres mateixos com a carn i sang, com a entitats físiques, amb sentiments, pensaments, emocions i desigs. El missatge de Jesús té una pretensió Universal, vull dir que va adreçat a tots els éssers humans, sense distincions de cap mena i no només a aquella minoria d’afortunats que ja és troba en un nivell de desenvolupament de la consciència, en el que ja els és possible retenir aquelles abstraccions a les que ens referíem anteriorment, com és el cas dels practicants experts de determinades pràctiques espirituals. Com a molts altres grans mestres, Jesús va orientar-nos a recórrer el camí de la devoció perquè aquest permet i recomana adorar al Senyor, entès com un Ser personal. L’objectiu d’aquesta recomanació no és la de limitar a Déu – allò Il·limitat per definició, sinó la d’oferir una eina que permeti als éssers humans dur a terme la immensa tasca de demolició del Ego i de la ignorància, la qual cosa és pràcticament impossible d’aconseguir si els fidels no tenen un lloc segur on poder recolzar-se, com a mínim en els seus primers passos en aquest llarg i difícil camí. Aquest recolzament serà arribar a estimar al Senyor amb tot el nostre cor, amb tota la nostre ment. Considerar-lo com una “cosa” pròpia, establir una relació definida amb Ell. Aquest és el testimoni de la gran majoria dels místics de totes les tradicions, siguin cristians com ara: Francesc d’Asís, Teresa de Jesús; musulmans, com ara: Rumi o Ibn Arabí; o de d’altres escoles : Kabir, Tagore; però també Alce Negro... etc. Tradicionalment s’han establert cinc tipus de relació: entre creatura i creador; entre serf i Senyor; entre amic i Amic; entre muller i Marit; entre amant i Estimat i finalment, entre fill i Pare. El Pare nostre ens diu que pensem en Ell com en el nostre Pare. Però si per un pare sentim normalment respecte, o temor, Jesús ens recomana que hi pensem sempre amb una confiança absoluta en el seu amor. Som els fills de Déu i en conseqüència hem de considerar-nos permanentment sota la seva protecció, per això començà dient: 421


“Pare nostre” Des del principi dels temps, una part de la humanitat demana proves de la existència d’un Déu Creador de l’univers. La Filosofia, la Ciència, la Teologia, la Lògica i les religions han cercat milions d’arguments que han estat fàcilment contrarestats per d’altres milions en el sentit contrari. Desenganyem-nos, no veig la manera de que la existència d’un Déu pugui arribar a ser demostrada exclusivament per la via de la raó, de la comprensió intel·lectual, és allò del nen i el cubell en el que vol ficar tota l’aigua del mar, el nostre intel·lecte és limitat per encabir quelcom que es il·limitat. Totes les tradicions insisteixen en que la única manera d’obtenir la certesa absoluta de la seva existència és la experiència personal i directa. Al llarg dels mil·lenis, molts grans mestres, filòsofs, científics ens han dit sense dubtes: “Déu existeix!. Ho sé, perquè jo ho he experimentat, jo l’he vist”. D’altres, unes poques figures senyeres, han anat més lluny i arriben a identificar-se amb la divinitat. Però qui pot garantir que no ens enganyen?, que no confonen els seus desigs amb la realitat?, que no pateixen cap mena d’al·lucinació que els fa creure el que volen creure?. Només observant les seves vides, reflexionant sobre els seus actes i les seves paraules, podrem respondre seriosament si els seus testimonis, les seves ensenyances poden ser mereixedores de la nostre confiança i un estímul per a perseverar en el camí que ells ens assenyalen. Quan estudiem a Jesús de Nazaret, quan reflexionem o meditem sobre la seva vida i obra, molts sentim néixer en el nostre interior aquesta convicció i podem disposar-nos a tractar de seguir el camí que Ell ens mostrà. El Rabí ens diu que el Pare està al Cel. El Cel al que Jesús es refereix no és evidentment un lloc a l'atmosfera, o un determinat punt de l'espai. El Cel del que ens parla, molt probablement es troba molt més enllà de l'espai, de les quatre dimensions, però també ens diu que està dins nostre, en el nostre cor concretament. Quan comencem a mirar el nostre interior, a la recerca d'aquest Cel, la ignorància, o sigui l'oblit de la nostre natura divina, només ens deixa percebre el cos físic, el món, el temps, l'espai i la relativitat. Quan amb sinceritat ens 422


preguntem "qui soc jo"?, ens responem: doncs "fulanet de tal", que fa això o allò, que té això i allò, o senzillament el nostre cos, la nostre memòria. Mentre la nostre consciència resti impura, o sigui, apegada als objectes sensorials, com la pols en un mirall, no ens podrem veure reflectits en éll. Per a poder percebre en la nostre consciència el Cel del que Jesús ens parla, cal purificar la ment, treure la pols del mirall, i per a fer-ho hem de seguir el seu ensenyament i disposar-nos a la pregària - meditació; i Ell ens repeteix que cal pensar en Déu com en un ser personal - el Pare- que viu en l'interior de nostre cor. Cal pregar localitzant-lo allà perquè no el trobarem a cap altre lloc. Aquesta és doncs una condició imprescindible per tal d'anar més enllà del temps i de l'espai i assolir l'estat supraconscient de la Il·luminació, o sigui realitzar el Pare en nosaltres.

" qui esteu en el Cel" Moltes són les tradicions que manifesten la conveniència de la pràctica espiritual d'invocar repetida i contínuament el nom del Senyor. Les paraules o grups de paraules utilitzades en aquesta repetició reben noms diversos segons les cultures i pot variar segons l'aspecte concret de la divinitat que el devot escolleixi per adorar a Déu en la seva meditació-pregària. Invocant el nom del Senyor amb freqüència, l'ocupació de l'activitat dels llavis, o de la ment es tornarà, lenta però inexorablement en demanda sincera al cor del devot, deixant que Déu, o la nostre idea més elevada, prengui possessió de la nostre ment conscient, amb el resultat de que després d'una llarga pràctica, no importa el que estem fent, allò que diguem o allò que pensem, una part de la nostre ment estarà adorant-lo de forma natural, espontània i fins i tot, una mica automàticament - que no mecànicament- . Així el devot obté Llum i aliment pel seu esperit. A partir d'aquí, el nom de Déu s'experimenta de manera viva i conscient, és sent la unitat amb la divinitat, l'ànima, la consciència i l'esperit del devot experimenten la seva identificació amb Ell.

423


"sigui

santificat

el

vostre

nom"

Un dels punts de referència més significatius en el camí d’aquell que sent el desig de trobar a Déu, és produeix quan comença a descobrir la presència divina per a tot arreu, a totes les coses, situacions o persones. Això no succeeix de cop i volta, sinó gradualment. Però a cada instant que passa, ho constatem amb més força que en l’anterior. Per això Jesús ens recomana que quan ens disposem a orar, pregar o meditar hem d’intentar concentrar-nos en la Essència de totes les coses, anar més enllà de les formes i aparences, fins aconseguir oblidar-nos de tot, del món que ens envolta, del nostre cos, de nosaltres mateixos i sentir amb total intensitat que només existeix Ell. Això pot semblar-nos molt forçat al començament, però amb la pràctica, la ignorància va desapareixent, i ens adonem que en realitat, el Regne dels Cels està per a tot arreu, i de que a Déu l’hem d’anar a cercar a l’interior del nostre cor, fins adonar-nos de que això no és només una esperança del que ha de succeir en el futur, sinó una realitat en aquest precís moment. El Regne dels Cels ja ha arribat. Ha estat des de sempre amb nosaltres, ara mateix, aquí, en aquest precís instant.

“vingui a nosaltres el vostre Regne” “Res no succeeix que no sigui observat pel Senyor de l’Univers”. Es des d’una perspectiva humana inconcebible el tipus de Consciència del Creador, l’Absolut. La lògica ella soleta, és incapaç de donar-nos una explicació sobre el Pla i l’Ordre de l’univers. El Misteri es d’una tal magnitud que moltes ments inquietes, fins i tot sincerament carregades de bones intencions, han caigut en 424


interpretacions absurdes i frustrants com la de que tot es deu a l’Atzar o a la Casualitat, o aberrants com: “perquè sí”. Segons anem veient, per a Jesús de Nazaret, com per a tots els grans mestres de totes les tradicions, el perquè de les nostres vides és la realització de la divinitat en el nostre interior, i el perquè de l’Univers, sembla trobar-se en aquesta mateixa direcció, amb totes les matisacions que calgui fer. Des de la posició actual d’ignorància, es fa molt difícil determinar com seria la manera més convenient d’utilitzar la nostre vida, som molts els que tractem d’interpretar quina és la Seva voluntat, amollant-nos sincera i completament a les seves disposicions. Acostumem a fer exactament allò que ens dona la gana a nosaltres mateixos en funció dels nostres desigs, anhels i necessitats, i a cops ens justifiquem dient – i creient- que aquesta és precisament la Seva voluntat. En l’extrem d’aquesta manera de procedir s’hi troben molts dels més horribles crims de la Humanitat, justificats com el compliment de la Seva voluntat. Per aquell que sincerament cerca la unió amb la divinitat, la voluntat de Déu hauria de ser exclusivament allò que serveixi en cada moment per acostar-nos a la seva presència tot demanant esdevenir una eina útil a les seves mans.

“Faci's la vostre voluntat, així en la terra com en el Cel” La majoria sentim que som portadors de tantes imperfeccions i defectes que íntimament estem convençuts de que malgrat la sinceritat dels nostres esforços, no podrem mai trobar a Déu, com no sigui en un moment inimaginablement llunyà en el temps, i això, si tenim molta “sort”. Sota l’aparença de la humilitat s’amaga la ignorància de la veritable naturalesa de Déu, quan no senzillament la vanitat, però en cap cas la veritable senzillesa del cor, o la “pobresa d’esperit”. El testimoni dels savis coincideix en assenyalar que la Il·luminació, la Salvació, el “Regne dels Cels” s’obté exclusivament per la Gràcia Divina i, no hauríem d’oblidar que la seva gràcia vessa al damunt de tots els éssers humans sense distincions, com la pluja o el sol, no importa quina sigui la seva condició social, les seves creences, els molts “pecats” –errors- que hagi pogut cometre al llarg de la seva existència. Però alhora, caldria recordar que només pot produir-se una bona collita allà on el terra ha estat adequadament preparada. La 425


pregària i la meditació són l’únic estri que disposem per a prepararnos. Jesús ens ensenya a fixar la ment en el Senyor, sense oblidar que a través del do de la Gràcia, i amb plena independència dels nostres èxits o fracassos, dels nostres esforços, Ell pot revelar-se al seu fidel devot, en qualsevol moment. L’esforç personal, la disciplina espiritual, són necessaris perquè ens ofereixen la possibilitat de purificar la nostre ment, de lliurar-la de totes aquelles impureses que la mantenen vinculada a les coses del món, per tal de fer-nos sensibles, receptius al do de la Seva Gràcia, i ens explica que cal posar-nos en l’actitud de pregària-meditació, perquè pugui manifestar-se “avui”, en aquest precís moment i per a tota l’Eternitat.

“El nostre pa de cada dia, doneu-nos avui” Qualsevol pensament, qualsevol acció, comporta almenys dos conseqüències: primer crea una impressió a la ment que com tota llavor tindrà el fruit de noves accions i pensaments de caràcter similar. Segon, d’acord amb la naturalesa del pensament o acció, ens comportarà felicitat o aflicció. El nostre caràcter és en bona mesura el resultat dels nostres hàbits de pensament i d’acció, ens agradi o no reconèixer-ho. Tots tenim la tendència a fer els altres responsables dels mals que es presenten a la nostra vida. Ja adam va culpar a Eva, i aquesta a la serp. Però un ésser humà que aspiri a la plenitud, ha de començar per acceptar la responsabilitat total dels propis pensaments i accions que configuren allò que hem anomenat Karma i, no culpabilitzar els altres –societat, món, família, etc.- . Només llavors ens serà fàcil de perdonar en el nostre cor a aquells qui ens són deutors –els qui ens han fet mal, ens han pres alguna cosa, etc.- , coneixent per experiència pròpia les dificultats que tenim nosaltres mateixos en controlar els nostres pensaments i accions i preveure les seves conseqüències. D’altra banda, amb qui o que tenen deutes els altres? A qui o que li han fet mal, o l'hi han pres alguna cosa?. L’única resposta es l’Ego, la personalitat, la causa de la nostre ignorància, allò que ens fa sentir, creure, pensar que estem separats de la divinitat. Per a poder eliminar l’Ego i alliberar-nos de l’esclavatge dels desigs i del Karma, hem d’oferir el fruit de les nostres accions al Senyor, sense esperar 426


cap mena de recompensa, sotmetre’ns a Ell, recordar en tot moment que nosaltres no som, sinó que només Ell És. Per això el Rabí ens ensenya que hem de demanar perdó per a les nostres deutes i ens convida a perdonar abans en el nostre cor, als nostres deutors, només des d’aquesta posició podrem superar el Karma i trobar-nos amb Ell, evidenciant la nostre plenitud en Ell.

“i perdoneu-nos les nostres culpes, així com nosaltres perdonem als nostres deutors” La meravellosa màgia de la Il·lusió, ens fa creure en un Univers Múltiple. Volem gaudir dels objectes, situacions, fenòmens i ens deixem arrossegar per les “coses” que ens criden des de l’exterior, com a resultat, vivim sempre fora de nosaltres mateixos, perseguint somnis sense fi. Vivim com esclaus per a satisfer els desigs de l’Ego, immersos en l’error i la ignorància. Mentre som feliços amb els nostres joguines acabades d’estrenar, no ens cal cap mena de justificació les coses és succeeixen l’una darrera l’altre a una gran velocitat, només aconseguit un objecte de desig, ja en tenim un altre tant o més fort que l’anterior i així sense interrupció. Però quan un ésser humà, després de múltiples edats d’anar perdut darrera les coses del món, pren consciència clara que cap d’ells no el satisfà més que per uns breus instants i obre els ulls, sent néixer irreprimible l’afany per trobar la Seva presència, com la única font on poder apaivagar la seva set insaciable. Aquest afany, creix i creix, fins arribar a esdevenir el seu únic objectiu, la finalitat de la seva vida. Serà llavors quan el Senyor, el Pare, acudirà, mostrant-se al devot en la totalitat de la Seva Magnífica Presència, en l’interior de tota criatura, la essència de tot objecte, per tot arreu. Quan això succeeix els devots veuen com eren de certes aquelles paraules: “De la Joia procedeix l’Univers sencer, a la Joia existeix i a la Joia retornarà algun dia tot aquest Univers”.

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"I no ens deixeu caure en la temptació, ans lliureu-nos de qualsevol mal, perquè vostre és el Regne, el Poder i la Glòria... Pels segles dels segles. Amén".

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