El arduo camino de regreso a casa volum I

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INDICE DE CONTENIDOS

VOL I PEREGRINOS DE UNA NUEVA ERA

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PENSAMIENTOS EN TORNO AL BHAGAVAD GITA

18

THOT-HERMES Y LOS PILARESDEL ESOTERISMO OCCIDENTAL

68

DESVELANDO A AKHENATON

176

PARA LEER EL TAO TE KING

356

VOL.II 417 LA PALABRA DEL BUDHA EL MAESTRO ETERNO: PITAGORAS DE SAMOS

518

EL GRAN RABÍ JESUS DE NAZARETH

622

VOL.III 2


AMMONIO SACCAS: FILOSOFÍA Y ÉXTASIS

849

PLOTI I ELS FILALETEOS

897

IBN AL-ARABÍ: EL MENSAJERO DE LA UNIDAD EL RABINO ISAC LÚRIA Y LA UNIVERSALIZACIÓN DE LA CABALÁ

936 1043

EL PODER DEL SILENCIO:SRI RAMANA MAHARSHI

1148

LA EXPERIENCIA SUPREMA:LA CONSCIENCIA CÓSMICA

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Querid@ herman@ de viaje, lo que tienes ante ti, es el resultado de largos años de estudio, de reflexión y del intento no siempre exitoso, 3


de asimilar e interiorizar, los mensajes que algunos de los más grandes maestros han ido dando a la Humanidad, para ayudarla en su árduo camino de regreso a nuestro verdadero hogar. Que el universo no es producto del azar, ni de la casualidad, sino el resultado de un proyecto volitivo y/o generado por un “lo que sea”, la Mente Universal, Dios o como queramos llamarlo. Que el ser humano es algo más que huesos, vísceras, cerebro y pensamientos y que está dotado de unas dimensiones “digamos” espirituales. Que más allá de lo que denominamos muerte, existe una continuidad de la vida. Que todos y cada uno de los seres humanos, estamos llamados a desempeñar un determinado papel en la evolución del universo. Que lo que nos parecen fenómenos objetivos aislados, forman parte de una red que interrelaciona a todas las cosas desde las más pequeñas, próximas e insignificantes, hasta aquellas inmensas y lejanas. Éstas son algunas de las afirmaciones que a lo largo de éstas páginas vamos a tratar de demostrar, apoyándonos en el testimonio de algunos de los más Grandes Maestros, que a lo largo de los últimos milenios nos han dejado su testimonio de Sabiduría. No, no están todos, la lista completa, no cabría ni en cien libros como éste. Tampoco se dice todo lo que se podría decir de cada uno, para ello harían falta miles de volúmenes como éste. Se trata sólo de una aproximación, parcial y sesgada según mis propios motivos e intereses, que espero pueda ser compartida por todos y cada uno de vosotros queridos lectores. Llegará el día en que las escrituras deberán ser olvidadas, porque la Verdad no se encuentra en ellas, són sólo un mapa que nos indica donde se encuentra el tesoro, pero si queremos encontrarlo, deberemos buscarlo en nosotros mismos, ya que: “el Reino de los cielos, está en nuestros corazones”. Mientras no llegue ese día, mi deseo es que éste mapa nos permita acercarnos. Solstici d’Hivern 2016

PEREGRINOS DE UNA NUEVA ERA. 4


De la manera que nos toca vivir en el mundo de hoy, la mayoría de entre nosotros encuentra serias dificultades en el momento de decidir los caminos a transitar, o sobre como desarrollar todas las potencialidades, tanto físicas, como psíquicas o espirituales de las que somos protadores. Esta falta de orientación o de guía, es la causa de no pocos de nuestros errores, imputables en mayor medida a nuestra ignoráncia, que no a un malsano deseo de perjudicar a los demás. En consecuencia, buena parte de los hombres y mujeres de nuestra sociedad, sufrimos de angustia, fustración y desmotivación. Esta insatisfacción, no afecta tan sólo a aquellos que centran su vida en torno a la adquisición y posesión de los bienes materiales, de una posición social sólida, o de una buena reeputación; sino que, afecta tambien a aquellos, que por diferentes motivos, hemos descubierto el carácter inestable e insustancial de las “cosas del mundo”, que ahora vienen y luego necesariamente se van; y que nos hemos hecho el firme propósito de edificar nuestras vidas sobre los cimientos de aquello que es inmutable y permanente. Desgraciadamente, en determinado nivel de evolución personal, querer no significa aún poder, aunque tengamos que recordar que querer es, sin lugar a dudas, la condición primera y la más importante de las condiciones previas. Demasiado a menudo, las circunstancias nos arrastran, sin que sepamos como podríamos evitarlo, y con mucha más frecuencia de la que nos gustaría reconocer, nos encontramos inmersos en una multitud de circunstancias, problemas, situaciones, que nos alejan, distraen, incluso hacen olvidar, aquello que consideramos verdaderamente importante para nosotros 5


mismos, de aquello que amamos más profundamente y que, como bien sabemos, debería de concentrar todas nuestras energías disponibles. Es éste un viejo problema. Tan viejo como la humanidad misma, pero que en nuestros dias se vé agravado por el vertiginoso ritmo de los acontecimientos, por la brillantez y el colorido de los objetos que nos rodean, y por la locura colectiva en que se han sumido las civilizadas sociedades en que vivimos. Muy posiblemente no existan soluciones mágicas, instantáneas o definitivas, o por lo menos el que suscribe éstas líneas no ha sido capaz de encontrarlas, aunque deba confesar que lamentablemente no cree que existan fórmulas igualmente válidas para todo el mundo. En éste como en la mayoría de los casos, cada uno, ha de saber encontrar su propia verdad, su propio camino. A pesar de ello, la Tradición Perenne ha construido verdaderas “autopistas” que hacen relativamente posible que cualquier ser humano, pueda, con la ayuda de una abundante dósis de constáncia, paciencia y tenacidad, plantearse iniciar el largo recorrido hacia su propio destino personal. Una de estas “autopistas”, por no decir, la más importante y concurrida, es aquella que conocemos como camino de la oración, o de la meditación, que como trataremos de mostrar al lector, puede aportar no pocas sorpresas y enseñanzas. Los primeros pasos. Cuando un ser humano siente en su interior la LLAMADA de la Verdad y no la rechaza, su vida empieza a cambiar. Se rodeará de aquello que le recuerde en todo momento lo Inmutable y Permanente. Por extraño que pueda parecerle en estos momentos iniciales, le conviene hacerse a la idea de que tiene por delante un largo y muy difícil viaje. Se ha convertido en un Peregrino y le esperan el desierto y el vacío. “Durante nuestra peregrinación sobre la tierra, a través de nuestro ser-en-el-tiempo, no somos en realidad otra cosa que un nudo temporal, en espera de devenir, de llegar a devenir, de llegar al final del tiempo y de SER finalmente. Entretanto, la VERDAD tiene que ser buscada, tiene que ser analizada, y sobre todo, tiene que ser hecha. Para llegar a conocer la verdad, ha hacerse partícipe de la verdad, conviene recordar la importáncia que en todas las tradiciones espirituales de la humanidad 6


se dá a la oración, considerada en su concepción metafísica, llámese meditación, yoga o mejor aún, contemplación pura y simple”. (Raimundo Panniker: La verdad en los Vedas). Es necesario además que sepa que éste es un viaje muy especial; las dificultades y las contradicciones, las dudas y la sin razón le acompañaran en todo momento, desde los primeros pasos e, irán aumentando, conforme el Peregrino se aleja del punto de partida. Una de las primeras de estas dificultades, surge incluso antes de iniciarlo, en muchas ocasiones, para los tébios, indecisos o que carezcan de una buena dósis de valor, puede resultar definitivo, insalvable... El futuro Peregrino siente la LLAMADA en su interior, la ha reconocido, pero al mismo tiempo, su cuerpo, la mente, el peso de la costumbre, las consideraciones sociales, o familiares, las circunstancias perosonales, o cualquier otro motivo, le hacen decirse: “¿A dónde crees que puedes ir tú?”, o “¡Déjate de tonterias y sigue con lo tuyo!”. En general, estos argumentos tienen un peso casi insoportable, además, al fín y al cabo, aquello que nos es habitual, cotidiano, nuestro mundo, lo que “tenemos” tampoco está del todo mal, uno se acostumbra y después, no quiere prescindir de él. Otra de las argumentaciones a las que recurrimos para justificarnos y postergar sine die nuestra partida es “¿Porqué diantres quieres aventurarte en la oscuridad de la Noche, exponiéndote a las inclemencias e incomodidades, correr riesgos, asumir peligros que seguramente destrozarán tu vida, acabarán por aniquilarte?”. De ahí qué en muchos casos, los Peregrinos no se deciden a emprender el viaje, aplazándolo para mañana, o para pasado mañana, o para el año que viene, cuando sea mayor, cuando me jubile, etc. Si a pesar de todo se decide a arrancar, no debería olvidar nunca, de aquellos que por su debilidad, no fueron capaces de dar el primero de los pasos, quedando apresados para siempre en la duda. Si a pesar de todo, te decides a partir -permíte que a partir de aquí te tutee, pues en estas circunstancias los dos somos igualmente compañeros-, recuerda que la contradicción, la duda, te acompañará en todas y cada una de las diversas etapas, hasta las mismas puertas de tú destino y quizás incluso más allá. Habrá momentos en los que te sentiras irremediablemente perdido, desorientado, enmedio de paisajes totalmente desconocidos y desolados, cansado y desanimado, alejado de todos y de todo, rechazado... Sólo en la fría Noche, sin siquiera un amigo, un ser humano con quien compartir la helada oscuridad, nadie te tenderá la mano afectuosa, nada consolará el terror de tu mente o de tu alma, en un universo desolador. En más de una ocasión, te asaltarán pensamientos y sensaciones que creías 7


ya superados, del tipo “¿que hago yo aquí?”, “¿quien me ha mandado meterme en este berenjenal, en éste viaje tan absurdo?”, “¡Con lo bien que podría estar haciéndo lo mismo que todos los demás!”. “Todos los apoyos han sido retirados; todas las seguridades se han colapsado; el viajero se encuentra desnudo y sin ayuda; sólo el Amor está allí para iluminar el camino”. Es absolutamente cierto que los seres humanos, si dependiese tan sólo de su voluntad o de sus fuerzas, no llegarían jamás a Su destino. Pero no es menos cierto que la LLAMADA será cada vez más fuerte y poderosa, sólo su propia fuerza té impedirá renunciar, empujándote siempre a avanzar, más allá, más allá, mucho más lejos. “En el siglo pasado, Motovilov, un laico atormentado por el problema de la identidad cristiana fué a visitar al monje Serafín de Sarov y éste le respondió: La verdadera meta de la vida cristiana consiste en la adquisición del Santo Espíritu de Dios”.(Anónimo: Relatos de un peregrino ruso.) Supongo que no será necesário que te diga, que utilizo la imagen de un viaje, en un sentido doble, a la vez simbólico y real. De hecho, puedes realizarlo, incluso si trabajas, estudias o vives inmerso en un determinado ambiente familiar, o círculo de amistades, con unas obligaciones materiales que cumplir... No te es imprescindible abandonarlas, puedes continuar con ellas, pero tendrás que buscar un tiempo, un momento entre tus diversas actividades, pueden ser tan sólo unos cuantos minutos al día, para reempreder tu viaje, siempre hacia el interior, hacia adentro, en dónde se esconde el Gran Misterio, la Verdad, el Amor, el Yo Absoluto, el Om, el Espíritu, Dios o como sea que quieras llamarlo. Y muy pronto, el viaje irá provocando cambios en tu mundo y en tí mismo... provocará cambios en tu manera de analizar, juzgar, valorar las cosas, el mundo que te rodea, adquiriendo una particular perspectiva, tan alejada de la de tus amigos, familiares, compañeros, que fácilmente se les ocurrirá pensar que te has vuelto loco. No te comprenderán y, muy posiblemente, ni tú mismo consigas entenderte, ni a los demás. Y, no te quepa duda, esta incomprensión te ocasionará nuevos dolores, nuevos problemas, conflictos y contradicciones. En éste, como en todos los largos viajes que se han de hacer paso a paso, sin más ayuda que el propio esfuerzo, se ha de poder caminar ligero, para ello hay que estar dispuesto a dejar de lado todo aquello que sea innecesário, superficial o excesivamente pesado. Puede suceder, que a estas alturas del viaje, aún no estés preparado para 8


prescindir de todas las cosas, pero debes dedicar una parte de tus energías a aprender a vivir sin ellas. Es preciso dejar atrás, la afición y la dependencia a las cosas. Sin lugar a dudas, éste será otro de los grandes obstáculos que deberás salvar para poder seguir tú camino. Como nos dice el gran obispo brasileño Helder Cámara: “Si quieres ser, perdona que te diga, que primero deberas liberarte del exceso de poseer que te llena tanto, de arriba a abajo, que no te deja espacio ni para tí mismo, y mucho menos para Dios”. De entre las muchas cosas de las que debes desprenderte lo antes posible, figuran en primer lugar el miedo y la ansiedad. Has de aprender a no preocuparte por el futuro, a no sentirte culpable, ni nostálgico del pasado. Estos sentimientos no te sirven de nada. Vive única y exclusivamente el momento presente, el precioso instante, el ahora y aquí, lo único real. Si, ya sé que estarás pensando que ésto es mucho más fácil de decir que de hacer..., ciertamente, así es... porque en cierta medida, nos guste o no reconocerlo, tenemos apego a nuestras pequeñas angustias y sufrimientos, y nos cogemos a ellos con fuerza. Pero tú, querido hermano y compañero de viaje, no desesperes. Ten confianza. Conforme avanzamos, nos vamos liberando del miedo. La siguiente cosa de la que nos hemos de desprender, es la dependéncia al pensar continuamente; al pensamiento discursivo, al parloteo incesante de la mente, al torrente de imágenes, conceptos que incontroladamente se posesionan de nuestras pantallas interiores, asi como, del deseo de poseer una buena cantidad de conocimientos y experiencias. En este viaje hemos de estar dispuestos a no atarnos a nada, ni siquiera a los buenos pensamientos, o a las buenas obras, a los más elevados sentimientos, al deseo de Dios, el Amor o lo que sea... pues no deberías olvidar, que todas esas cosas no son Dios. Recuerda que en esta vida, mientras nos encontremos sometidos a los imperativos de nuestra materialidad, al tiempo y al espacio, Dios será para nosotros tan sólo la Nada, el vacío absoluto, la “Nube-del-no-saber”, o cualquiera de las muchas imágenes que en éste sentido, nos aportan la infinidad de tradiciones de la humanidad. Ten en cuenta que se muestran coincidentes en señalar que ningún hombre ha visto con sus ojos, o con su mente a Dios. Es por todas estas razones que el viaje es tan inseguro, pues nada hay donde cogerse, nadie en quien descansar, con quien compartir y comentar las experiencias, ningún guía o experto gurú dirigirá tus 9


pasos, o te mostrará el camino correcto. El único apoyo con el que contarás, será el que tu mismo seas capaz de procurarte, tu propia fe y confianza en lo que se encuentra al final (?) del camino. En la misma medida en que tu avanzas, el Amor, la Verdad, el Espíritu, Dios se despertará en tu corazón de Peregrino, y lenta pero inexorablemente, te irás transformando por el efecto del “fuego que quema sin consumirse” que se halla en el interior de tu pecho. “El Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir porque no le vé ni le conoce. Pero vosotros lo conoceis porque mora con vosotros y en vosotros está.... Y no habrá que buscarle ni encima, ni fuera de vosotros, sino en el fondo de vuestro corazón”.(San Juan 14, 17) En muchas de las tradiciones de la humanidad, pero muy especialmente en el taoísmo, se nos explica que hay dos tipos de actitudes posibles en la conducta del Peregrino, y que determinan así mismo, dos vías o caminos: · El camino del esfuerzo consciente. · El camino de la no acción. El camino del esfuerzo consciente se dá principalmente en las primeras etapas del viaje, o cuando la LLAMADA no es lo suficientemente poderosa aún, o porque no la queremos seguir de momento. En este camino, el Peregrino piensa, analiza, se hace preguntas, reflexiona cuidadosamente las opiniones y experiencias, propias y ajenas. Está convencido de que son necesarias decisiones muy serias y transcendentes, definitivas, que ha de ponerse cabeza abajo, levitar a un palmo del suelo, o conseguir que el mundo gire de izquierda a derecha. Estos pensamientos, éstas acciones, van creando su personalidad, conduciéndole a nuevas situaciones, pues es de esta manera que nos hacemos a nosotros mismos. El otro camino, el de la no acción, exige un cambio radical en la perspectiva. Cuando el Peregrino decide abandonar la confortabilidad de su vida quotidiana, la seguridad de su casa, iniciando el camino hacia el interior de uno mismo, se ha de preocupar mucho menos por la manera en que deben hacerse las cosas. Ha de aprender el dificilísimo arte de dejar a las cosas seguir sus propios ritmos, su propio camino. No intervenir, despreocuparse de las decisiones una vez adoptadas, ni preocuparse anticipadamente por las que se habrán de tomar en un futuro más o menos próximo, o lejano. Dejar que las acciones, decisiones, etc., surgan irreprimibles de nuestro interior, 10


cuando ya no nos queda más remedio, antes de que sea demasiado tarde sí, pero sólo cuando sea la acción inevitable, la justa. Esta actitud de no-acción, no significa en absoluto, pasotismo, indiferencia, despreocupación, en el sentido de “tanto me da, no me importa”, por el contrario, cuando en realidad nos decidimos a no-hacer, permitimos que una fuerza muy profunda que subyace en nosotros mismos actúe, realice alguna cosa. Sin duda lo mejor sería que fuésemos capaces de dejar que ella lo hiciese todo. Por eso se dice que “el hombre del Tao es aquel que deja actuar al Tao -siendo el Tao, el Misterio Innombrable que rodea a la vida humana- sin poner ningún impedimento en su camino”. Dejar que actúe el Tao, sin interferir, en la confianza de que el Tao actuará beneficamente en mi interior y por todas partes. “Sentarse, sólo sentarse, y la hierba verde, crece por sí misma”

El gran círculo del vacío. Los principiantes seguramente pensarán en las obligaciones impuestas por las escrituras, tales como la Biblia, o el Corán, o realizarán largas y graves plegarias a Dios con fervor y devoción, con un esfuerzo considerable, incluso puede que consideren más conveniente realizar buenas obras. Pero antes o despues, llegará un momento en el que han de dejar la meditación-oración discursiva y el esfuerzo activo, para que aquellas realidades que se encuentran en el interior del ser humano puedan comenzar a actuar. Dicho de otra manera, habrán de pasar del esfuerzo consciente a la no-acción, que por paradójico que nos parezca, en última instáncia, es un nivel de acción mucho más poderoso. En la práctica esto conlleva el abandono deliberado del razonamiento, del pensamiento y de cualquier tipo de esfuerzo. ¡Que las cosas sucedan!¡Que actúe el espíritu! Dios es el Gran Artista y nosotros somos tan sólo el barro a moldear. Así pues, permanezcamos en paz. “Sólo lo que aquí han de hacer es dejar el alma libre y desembarazada, descansada de todas las notícias y pensamientos, no teniendo cuidado de lo que allí pensarán o meditarán, contentándose sólo con la advertencia amorosa y sosegada en Dios, y estar con 11


cuidado y sin eficacia, sin ganas de gustarle o de sentirle; porque todas esas pretensiones desquietan y distraen el alma de la sosegada quietud y ocio suave que aquí se dá” (San Juan de la Cruz: Noche oscura). Pero conseguir este estado resulta muy difícil para los occidentales, pensamos que estamos perdiendo el tiempo, que somos unos gandules, que deberíamos estar haciendo otras cosas -el camino del esfuerzo consciente-. Incluso puedes llegar a pensar que te estás quedando impotente, que te falta energía y que no podrás hacer nunca más nada. En las primeras ocasiones en que uno se pone en meditación, se produce la sensación de una oscura y lejana presencia que se encuentra en el límite de nuestra percepción, parece como si continuando un poco más, esforzándonos un poco más, se pudiese llegar a encontrar al mismísimo Dios, pero finalmente eso no sucede. La experiencia meditativa resulta al principio singularmente transcendente, pero con mucha facilidad, en las siguientes sesiones uno se queda esperando y no sucede nada de extraordinário, de ahí que resulte doloroso, hasta triste y fustrante. Según todas las tradiciones, la experiencia se vuelva mas “secreta”, “escondida”, por eso otros peregrinos nos hablan de tinieblas, vacío, desierto, soledad, etc. A pesar de todo, la experiencia no tiene nada de negativa, sencillamente hemos de tratar de dejar de caminar para ser llevados en los brazos del Espíritu, del Amor. “Si soy capaz de liberarme del miedo y de la angústia, dejo que Dios me estire. No se trata ahora de que yo le quiera a El, sino sencillamente, de reconocer que El siempre me ha querido, desde mucho antes, pues El se ha cuidado siempre de mí”.

Cuando me encuentro en el vacío, sotenido por las virtudes de la fe y de la confianza, sin hacer absolutamente nada, brota en mí interior el Amor divino sin límites, si me entrego a éste Amor, dejo que posea mi vida, que me indunde, que hable a mi interior... Cuando ésto sucede, el amor con el que amamos a los otros hombres deja de ser nuestro propio amor, para convertirse en el Suyo; sólo con éste tipo de amor podemos llegar a amar a los otros como a nosotros mismos, y a nuestros enemigos, como si fueran amigos. No puede sorprendernos que nuestra mente, nuestro cuerpo, opongan una tenaz resistencia a dejar que el Amor nos posea. El Ego, el “yo” saben perfectamente que el Amor nos transmutará, y nadie quiere ser cambiado, nos aferramos a nuestra personalidad, nos 12


empeñamos en seguir siendo quienes somos, con todos nuestros defectos e ignoráncia... En cierta manera, cambiar es morir... pero tambien resucitar. “Sí, os lo aseguro, si el grano de trigo cae a tierra y no muere, queda infecundo; en cambio si muere dá fruto abundante. Quien tiene apego a la propia existencia, la pierde, quien desprecia la propia existencia en el mundo, éste la conserva para una vida sin término.” (San Juan 12, 24-25) Y al cambiar, podemos perder nuestro pequeño centro para ir a caer en aquel centro inmenso y profundo que es Dios que vive en nosotros. De ésta manera, aquel Peregrino que lleno de dudas, arrastrado por la poderosa LLAMADA inició el viaje, se pierde completamente. No queda ya ningún viajero, ni camino, ni destino, tan sólo el gran círculo de la nada. “Trata pues en tu intento de practicar la contemplación mística, de dejar atrás todos los sentidos y las operaciones del intelecto, así como todas las cosas que pueden percibir los sentidos y el intelecto, y todas las cosas, las que son y las que no son. Lánzate a lo desconocido en la medida de tus posibilidades, hacia la unión con Aquel que está por encima de todas las cosas y de todo conocimiento. Sólo por una incesante y absoluta negación de tí mismo y de todas las cosas en pureza, abandonando todo y liberándote de todo, serás transportado al Rayo de la Divina Oscuridad que supera todo ser. (Dionisio Aeropagita: Teología Mística)

Pero la nada no es el final, y el Peregrino regresa a la vida, eso transformado, cambiado, vuelve al mundo lleno del Amor Divino y compasión hacia todos los seres sensibles. Su amor es ahora, nuevo amor y él es tambien, un hombre nuevo. Alguna cosa muerto y algo nuevo ha nacido.

sí, de un ha

Es la Luz que surge de la oscuridad. La práctica de la meditación. Vamos a dar por sentado que el lector de éstas líneas, siente en su interior el sincero deseo de encontrar una verdad que no puede ser demostrada ni por palabras, ni por razonamientos de ningún tipo, que no puede ser probada de ninguna otra manera que por la experiencia propia. Que el lector parte del convencimiento de que no basta con la simple curiosidad, que sabe que el conocimiento del que vamos a 13


hablar, de aquí en adelante, comporta el compromiso personal de no tomárselo a broma, sino que debe intentar con total sinceridad practicarlo de acuerdo con las estrictas normas establecidas por una tradición multisecular. En casi todas las tradiciones de la humanidad, pero particularmente en aquellas del extremo oriente, los ejercicios de meditación empiezan siempre con una atención particular a una área determinada del propio cuerpo denominada HARA, que se encuentra a unos cuatro centímetros por debajo del ombligo y, aproximadamente, en el centro de nuestro cuerpo. En HARA se sitúa el centro de gravedad del cuerpo humano, y su nombre significa literalmente “el mar de la energía”, como muy bien saben los practicantes de las denominadas artes marciales. La palabra energía es entendida aquí como una especie de energía cósmica o fuerza vital que corre por todo el universo, de uno al otro confín, nutriendo a todos los seres, cuando atraviesa el cuerpo de un ser humano lo carga de ésta energía cósmica. En las personas sanas ésta energía (Ki) se acumula en HARA y no deja de crecer hasta el momento de la muerte. Es una energía que favorece las actividades espirituales tales como la oración o la meditación, así como, ayuda a restablecer el orden físico, psíquico y espiritual. Es sabido que cuando un ser acumula una gran cantidad de Ki puede llegar a curar a otros por la simple imposición de manos. Un concepto intimamente ligado a Ki es “muga” que literalmente quiere decir no-mente, y es el arte de perder la noción del “yo”, de vaciar la propia mente de todo concepto, sensación o pensamiento, entrando en un estado de relajación, de concentración profunda en la que la mente queda liberada, no sólo de razonar o pensar, sino tambien de odio, pasión, miedo... sólo desde éste estado, la energía puede fluir por nuestro interior o traspasarse a otro ser más necesitado, pues Ki se bloquea con la ansiedad, el odio, la tensión o el rencor. Es por ésto, que un auténtico buscador, ha de tener muy en cuenta sus propias intenciones, actuando siempre impulsado por la confianza, la fe y el amor, hacia sí mismo, y hacia el universo entero. La escalera que conduce al objetivo de una consciencia superior y, a descubrir la infinita maravilla que se encuentra en el interior de todo ser humano, tiene tres escalones: 1.—El control del cuerpo. 2.—El control de la respiración. 14


3.—El control de la mente. 1.- El Peregrino ha de sentarse comodamente en una silla, con la espalda recta, las manos en los muslos de las piernas, sencillamente experimenta, siente las sensaciones del cuerpo; el contacto de la ropa sobre la piel, la presión de la espalda en la silla, las plantas de los pies, las manos, no se trata de pensar en el cuerpo, sólo de experimentarlo, sin ningún tipo de idea, concepto o imagen, solo la sensación misma... de ésta manera, se produce la concentración de la mente en el cuerpo, se llega al espíritu a través del cuerpo, es la unión con uno mismo y por lo tanto, con Dios. En las escuelas de meditación, sobre todo las orientales y en el Hatha Yoga, se recomienda muy especialmente la posición del loto. Es una postura perfectamente equilibrada, con la pierna izquierda encima del muslo derecho y, el pie derecho encima del muslo izquierdo, la espalda recta, la barbilla un poco erguida, la fuerza concentrada en el abdomen, con ésta postura, uno llega -cuando puede superar el insoportable dolor de las primeras ocasiones- fácilmente al SILENCIO, y a la unipolarización cuerpo-mente. Sea cual sea, la posición que, finalmente, desees adoptar, lo principal es estar atento a captar el momento presente en su totalidad, más allá del tiempo y del espacio, sin angustia y sin miedo. 2.- La medicina occidental sabe bien que respirar con el abdomen profundamente, es un ejercicio sano y vigorizante; el pensamiento oriental añade que la respiración, o el aire, son la fuente principal del prana o Ki. Si mantenemos la espalda recta, sin forzarla, la respiración se vuelve inmediatamente abdominal. Un ejercicio podría comenzar contando las respiraciones abdominales, tranquilamente, simplemente siguiéndolas con atención, en su sucesión, en la entrada del aire por las fosas nasales, o en el subir o bajar de la respiración desde el abdomen, hasta conseguir ser consciente únicamente de la respiración. Con ésto se ha conseguido concentrar la mente en un único acto, o pensamiento -la respiración, produciéndose la unificación de la que hemos hablado en el punto anterior. Con la suficiente práctica, cualquier persona llega a controlar el ritmo de su respiración, abriéndole la posibilidad de controlar otras áreas de su sistema nervioso autónomo como la digestión, el sueño, el rítmo cardíaco, sus emociones, estados de ánimo, etc. El libre fluir del Ki por todo nuestro cuerpo, con sus benéficos efectos para el cuerpo, mente y el espíritu, ha contribuído ha hacer que muchas personas en todo el mundo, práctiquen una técnica de 15


meditación tan sencilla como sentarse a respirar, sin palabras, sencillamente en SILENCIO. 3.- Sabemos por experiencia personal que la mente humana es inquieta, incontrolable e indisciplinada. Contínuamente se produce nuestro parloteo interior, nos asaltan pensamientos sobre el futuro, el pasado, expectación, miedo, nostalgia, sentimiento de culpa, de manera que nos es virtualmente imposible captar el momento presente, el “aquí y ahora”, por lo que dificilmente nos damos cuenta de lo que somos y de Lo que és. Una forma adecuada de empezar la difícil lucha por el control de los pensamientos que continuamente nos bombardean, sería practicar cualquiera de los ejercicios señalados en los puntos 1 y 2. Recordando lo esencial de ellos se trataba de unipolarizar la atención en una sóla cosa, el cuerpo, la respiración, un sonido, o una vista; pero evidentemente, tambien puede ser un pensamiento: Amor, Jesús, Al.lâh, Om, Amén, Yo. Algunas escuelas sostienen la idea de que, no importa mucho cual de los pensamientos elijamos, lo importante es que sea representación de las más elevadas cualidades, para cada uno de nosotros, una persona muy querida, o de gran bondad, un santo determinado, o un maestro espiritual, etc.. Esta unificación cuerpo-mente, esta unipolarización en una sola cosa, nos hace totalmente conscientes de nuestro verdadero ser, de la realidad del presente. En los momentos en que esta concentración es perfecta o profunda, se entra en el estado de no-mente, podemos pues disponer de toda la energía de nuestro Ki en bien propio y de toda la humanidad. El resultado inmediato de esta concentración en un sólo punto, es la rápida y clara supresión de todas las distracciones y automatismos que nos dominan y que, hablando con propiedad, componen nuestra consciencia ordinária o habitual. El hombre pasa gran parte de su vida dejándose dispersar en una u otra dirección, por una infinidad de momentos discontínuos que le son externos. Los sentidos y el subconsciente aportan constantemente a su conciencia una multitud de objetos que le dominan y alteran. El primer deber de todo Peregrino que aspira a deleitarse con el elixir de la inmortalidad, es pensar, es decir, no dejarse pensar. Cuando consigue detenerse a voluntad el flujo mental se constituye una “masa psíquica”, una continuidad sólida y unifi-cada. Mediante la práctica de la concentración, el Buscador, el Peregrino, logra, aunque sólo sea durante el breve espacio de tiempo que duran 16


sus ejercicios suprimir la condición humana. Inmóvil, respirando rítmicamente, con la atención en un sólo punto, experimenta un tránsito que le lleva más allá de la modalidad común de la existencia. Empieza a sentirse autónomo respecto al cosmos, y al mismo tiempo integrado -fusionado- en la totalidad; las tensiones exteriores ya no le turban; como se ha situado más allá de los opuestos, se muestra insensible por igual al frío y al calor, a la luz y a la oscuridad; la actividad de los sentidos ya no le arrastra hacia el exterior, hacia los objetos propios de la actividad sensorial; los automatismos y la memoria ya no son capaces de invadir o dirigir la corriente psicomental. El Peregrino está ya concentrado o unificado. Se adentra en su propio Yo, con un avance directamente proporcional a los progresos con que es capaz de “retirarse” del mundo que le rodea, se vuelve hacia si mismo, se hace invulnerable. Aún desprendido de los fenómenos sigue contemplándolos, pero no conoce ya, como anteriormente, por las formas y estados de la mente, sino que contempla directamente la esencia de todos los objetos, de manera que se hace cierta la sentencia del Corán que nos dice: “Hacia dondequiera que se vuelva tu vista, allí encontrarás la Faz de Al.lâh.”

“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar de pié en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Más tú, cuando ores, entra en tú aposento y cerrada la puerta, ora a tú Padre que está en secreto... Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagais semejantes a ellos, pues vuestro Padre sabe de que cosas teneis necesidad, antes de que vosotros lo pidais.”(San Juan) El método de Sabazius. Como has podido comprobar la práctica totalidad de las tradiciones coinciden plenamente, en la forma y en el fondo, a pesar de que muchos “expertos” continuen afirmando la superioridad de ésta o aquella, todas son una y la misma ¿cómo iba a ser de otra forma?. Hace un tiempo pasó por mis manos un librito mágico, que en razón de unas circunstáncias sumamente dolorosas, muy probablemente no volveré a recuperar. Este libro era una novela en torno a un misterioso personaje denominado Sabazius, un maestro de nuestro tiempo que enseñaba en el Sur de California. Sabazius conocía perfectamente los métodos tradicionales de la meditación yóguica, budista zen y otras, pero él elaboró un método particular que paso a describirte, por 17


considerarlo sumamente adecuado, especialmente para todos aquellos que, como yo mismo, no hemos creado aún una fuerza de voluntad suficiente, como para habituarnos a unos ejercicios meditativos más ascéticos, en la forma, que no en el fondo. Sabazius recomienda ponerse cómodamente estirado en un sofá, en la cama, sobre la alfombra, donde sea y en la posición que cada uno considere más cómoda, en el sentido de que le sea más fácil despreocuparse del cuerpo -por cierto, los monjes budistas recomiendan a los chelas o novicios que para dormir adopten la postura de estirarse sobre el lado izquierdo del cuerpo, con los tobillos y las rodillas de la pierna derecha encima de los tobillos y rodillas de la pierna izquierda, el brazo derecho extendido sobre el cuerpo y el brazo izquierdo extendido hacia adelante, en esta posición la respiración penetra facilmente por la fosa nasal derecha y el corazón se beneficia mejor-. Una vez adoptada la posición preferida, cerrar los ojos y disponerte a dormir. Antes pero, has de hacer un recorrido por tu cuerpo, manos, piernas, espalda, cuello, cara, pecho, cabeza, no importa en absoluto el orden, simplemente recórrelo con la “visión interior”. Realizado este preliminar, déjate asaltar por el torbellino de pensamientos que se producirán en tu cabeza, ésto, aquello, he hecho, mañana tengo que, llueve, el coche que pasa, el resultado de la última quiniela, pero tu no te enganches a ellos, sencillamente déjalos que se proyecten en las pantallas interiores, no les des continuidad. Verás que conforme te vaya viniendo el sueño, el ritmo de los pensamientos disminuye, así como la lógica interna de los mismos desaparece. Tu cerebro es como un receptor de radio o de televisión que capta unas ondas que están en el éter, pero no debes prestarles atención. Aún así, si un determinado pensamiento o imagen te arrastra y crea una cadena de nuevos pensamientos, no te preocupes, sencillamente trata de romper con ellos. Verás como lentamente, tus sentidos exteriores se desconectan del mundo, los sonidos, las luces, los movimientos, se van alejando de tí, y tú te hundes cada vez más en el estado de sueño, el cuerpo se relaja, la respiración se acompasa rítmicamente, pero tu atención debe seguir ahí alerta, observándolo todo, pero sin ningún tipo de intención o finalidad. Alerta ¿hasta cuando?, hasta que el sueño te venza. De lo que se trata, aquí como en las formas más tradicionales, es de mantenerse en el punto de encuentro de vigilia y sueño, en la

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frontera entre los mundos, pues en esa frontera no hay mente, no hay pensamientos, no hay ningún “yo”, ningún cuerpo, sólo SER. “Entre tú y yo persiste un “soy yo” que me atormenta.¡Ay! Por tu gracia, quita este “yo” de entre nosotros. Yo soy aquel a quien amo, y mi amado es yo, somos dos almas en un solo cuerpo. Si me ves, le estás viendo, y si le ves, nos ves a los dos”. (Al-Hal.laj) “Ahora ya conozco, Señor, lo que se oculta en mí corazón. En secreto, retirado del mundo, mi lengua habló con mi Adorado. De modo que nosotros, unidos estamos, somos uno, y con todo, la desunión es nuestro estado eternamente. Aunque de mi mirada profunda hondo temor tu rostro ha ocultado, en gracia maravillosa y extática siento que tocas lo íntimo de mi ser”.(Al-Junaid)

PENSAMIENTOS EN TORNO AL BHAGAVAD GITA. La mayoría de los lectores más o menos habituales de éste blog, han podido recorrer en las últimas entradas, un largo camino que desde el Antiguo Egipto, nos ha conducido por los orígenes del pensamiento místico de occidente. Tot-Hermes, Akenaton, Ammonio Saccas, Pitágoras, han dejado lo esencial de su mensaje -de acuerdo a las limitadas capacidades del que éstas líneas escribe- para que aquellos de entre vosotros lo deseeis, podáis beneficiaros de sus inmensos y sabios conocimientos. Faltan aún, muchísimos de los grandes maestros de la antiguedad: Zoroastro, el mismísimo Sócrates, Parménides, Platón y Plotino, sólo para citar algunos de los grandes personajes que están llamando a mis pantallas interiores, como si tuvieran urgencia para que los traiga ante vosotros. Hoy, tengo la osadía de presentaros, una de las más magníficas enseñanzas espirituales de la Humanidad, se trata como podéis ver en el título, del Bhagavad Gita, traducido habitualmente como el "Canto del Señor". En el, Krisna -uno de los grandes Maestros - vierte su enseñanza divina sobre Arjuna. Podéis descargaros la maravillosa y poética traducción que hizo Annie Besant 19


http://editorial.hastinapura.org.ar/textos/BhagavadGita.pdf Como siempre trato de hacer, primero veremos cómo llegó el Bhagavad Gita hasta nosotros. Cuando Occidente se enamoró de la Índia Algunos estudiosos europeos quedaron, en su primer contacto con la India, profundamente impresionados con la sabiduría, amplitud y elocuencia de la filosofía védica. En 1784 se creó en Calcuta la Asociación Asiática de Bengala, para publicar y difundir estudios históricos, lingüísticos y literarios. William Jones, Charles Wilkins y Thomas Colebrook sobresalieron como pioneros de los estudios indológicos en Occidente. Charles Wilkins fue el primero en aprender sánscrito, y se afanó estudiando con los pandits de Benarés y traduciendo obras sánscritas. En 1785 publicó su traducción de la Bhagavad-gita. Varios de los colonizadores británicos con tendencias investigadoras empezaron a intuir que quizá habían tropezado con la religión primigenia, anterior a todo lo encontrado en Oriente Medio. En 1786 el brillante juez Sir William Jones, de reconocido prestigio como lingüístico, anunció a la Asociación Asiática de Bengala su famoso descubrimiento de que el sánscrito estaba relacionado con el latín y el griego, así como con el persa, el celta y el gótico.

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Para ser precisos, Jones no fue el primero en observar las similitudes. Cien años antes, un mercader florentino en Goa, Filippo Sassetti, y un jesuita inglés, Thomas Stevens, ya detectaron, cada uno por su cuenta, el mismo fenómeno. Sin embargo, fue Jones el primero en presentarlo en forma documentada. Y expresó su franca atracción a la literatura y filosofía védicas: Estoy enamorado de Gopia, encantado con Crishen [Krishna], y soy un entusiasta admirador de Raama y un adorador devoto de Brihma [Brahma], Bishen [Vishnu], Mahiser [Maheshvara (Shiva)]; sin mencionar que Judishteir, Arjen, Corno [Yudhisthira, Arjuna, Karna] y otros guerreros del M’hab’harat [Mahabharata] parecen a mis ojos superiores a como me parecieron Agamenón, Ayax y Aquiles la primera vez que leí la Ilíada. Jones se describe como “un cristiano devoto y convencido”, y como ocurre con los estudiosos actuales, contemplaba el Bhagavata Purana como “un relato variopinto”. Sin embargo, de ideas bastante ecuménicas, no escondió su entusiasmo por el conocimiento védico referente a la reencarnación: “No soy hindú, pero creo que la doctrina de los hindúes sobre el futuro del alma es incomparablemente más racional, más piadosa y más adecuada para apartar al hombre de los vicios que las horrendas opiniones inculcadas por los cristianos acerca de un castigo sin fin”. El romance alemán con la India Los trabajos de la Asociación Asiática de Bengala se convirtieron en motivo de las conversaciones cultas de Europa. El diario de la 21


Asociación obtuvo fama inmediata, y las traducciones inglesas llevadas a cabo por los estudiosos de sánscrito de Calcuta pronto se tradujeron al alemán y al francés. Los estudiosos alemanes, en particular, no perdieron tiempo en aproximarse a esta nueva frontera intelectual. El sánscrito y la filosofía védica se convirtieron en el principal placer de muchos románticos alemanes. Mientras que las relaciones británicas con la India pronto se desarrollaron hacia el colonialismo y la conversión, los alemanes, sin intereses económicos ni políticos en la India que cultivar, se dedicaron a profundizar en lo intelectual y emocional.

El primero en despertar la pasión alemana por la India fue Johann Gottfried von Herder, filósofo y escritor en quien predominaba la intuición sobre lo racional, y que influyó notablemente en el famosoGoethe. De von Herder surgieron muchas de las ideas que formaron las bases del Romanticismo alemán, y él fue quien alentó la imaginación de sus camaradas literatos de modo que veneraran a la madre India. “Los brahmanas [la intelligentsia espiritual de la India] poseen una sabiduría y poder extraordinarios para educar a sus gentes en avanzados niveles de educación, cortesía, templanza y castidad. Han consolidado estas virtudes de manera tan eficaz que, en comparación, los europeos frecuentemente parecen bestiales, borrachos o locos”. Friedrich von Schlegel, otro filósofo y escritor cuyos ensayos contribuyeron a consolidar las bases del romanticismo alemán, se dedicó al estudio del sánscrito. Desde 1805, solía emplear su recién adquirido conocimiento para pronunciar una serie de conferencias en 22


la universidad de Colonia. “Todo, absolutamente todo, tiene su origen en la India”, afirmaba. Él atribuyó a la civilización egipcia el haber difundido las semillas de la India, y afirmaba que la civilización hebrea se basaba en los restos de la metafísica védica. En 1808 Schlegel publicó su Ensayo sobre el lenguaje y sabiduría de los indios. Las dos primeras secciones loaban la belleza y antigüedad del sánscrito, así como su facilidad para exponer conceptos filosóficos profundos. En otra sección era partidario de afirmar que una emigración de talento e intelecto procedente del norte de la India fue la responsable de la aparición de la civilización en Europa. El romanticismo alemán, aparte de su fascinación por la India, puso la semilla para considerar a Alemania como el primer receptor europeo de la civilización. “Si la regeneración de la especie humana se inició en el Oriente, Alemania ha de ser considerada el Oriente de Europa”, dijo el hermano de Friedrich von Schlegel, August Wilhelm von Schlegel. August Wilhelm, estudioso de gran influencia, se convirtió en el primer profesor de sánscrito de la universidad de Bonn. En 1823 Julius von Klaproth acuñó el término “indo-alemán”, y muchos escritores alemanes lo adoptaron. Naturalmente, los intelectuales de fuera de Alemania de la época prefirieron el término “indoeuropeo”, y Franz Bopp, en 1833, instituyó esa preferencia incluso en la parte oriental del Rhin.

El ministro de educación de Prusia, Wilhelm von Humboldt, empezó a estudiar sánscrito en 1821. Humboldt, famoso también por ser uno de los padres fundadores de la lingüística, publicó un amplio estudio de la Bhagavad-gita donde la describió como “la cosa más profunda y 23


elevada que el mundo nos ha de mostrar”. La extendida fascinación hacia la India también afectó al afamado compositorLudwig van Beethoven. Sus manuscritos contienen fragmentos de selecciones de las Upanishads y laGita. El filósofo Georg Hegel comparó el descubrimiento del sánscrito a contemplar un nuevo continente. Advirtió de los “lazos históricos entre el pueblo indio y el germano”. Aunque el complejo Hegel admitió no estimar demasiado la India, y criticó a los románticos por idolatrarla, no obstante, en su libro Lecturas sobre la filosofía de la historia elogió el subcontinente indio calificándolo de “inicio del mundo occidental”. Otro famoso filósofo alemán, Arthur Schopenhauer, quedó encantado con las Upanishads. Tras leer una traducción al latín, las calificó de “producto de la sabiduría humana más elevada”. Schopenhauer, considerando que las Upanishads contenían conceptos casi sobrehumanos, dijo: “Se trata de la lectura más satisfactoria y elevada (a excepción del texto original) que es posible encontrar en todo el mundo; ha sido mi consuelo en la vida y lo será en mi muerte”. Fue tan famosa e internacional la magnitud de la inmersión de los alemanes en los estudios védicos que, cuando en 1871 se consolidaron por fin los distintos estados alemanes para configurar el Imperio Germano, algunas autoridades británicas de la India atribuyeron la unificación al extendido amor alemán por el conocimiento védico. Aunque se tratara de una exageración, esta noción indica la reputación de Alemania de disfrutar de los textos antiguos de la India. Sir Henry Maine, un miembro del consejo del Virrey de la India, declaró enfáticamente: “Ha nacido una nación por causa del sánscrito”. El enérgico compromiso alemán a la causa de los estudios indios continúa en la actualidad. Casi todas las principales bibliotecas alemanas tienen un departamento reservado a la India. Cada universidad mantiene una biblioteca departamental dedicada a la indología. Hay cátedras de sánscrito en seis universidades: Bonn, Tubingen, Hamburgo, Munich, Marburg y Gšttingen. Casi todas las universidades ofrecen estudios de sánscrito en su departamento de lingüística comparada. Tres universidades alemanas publican una revista dedicada exclusivamente a la indología. Otras naciones se unen al viaje Los franceses no quisieron quedarse fuera de esta adopción de la India. Voltaire, el pensador por excelencia de la Ilustración, quedó fascinado.

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En 1775 afirmó: “Estoy convencido de que todo ha llegado hasta nosotros desde las orillas del Ganges: astronomía, astrología, metempsicosis, etc.”. También parecía pensar que todo lo relacionado con Adán y el Génesis provenían asimismo de la India. Bel filósofo y escritor francés famoso por su obra La Enciclopedia, sugirió en su artículo dedicado a la India que las “ciencias podrían haber aparecido antes en la India que en Egipto”. En 1787 apareció la primera traducción en francés de la Gita (basada en la traducción inglesa de Wilkins) En París se creó la primera cátedra universitaria de sánscrito en 1816. Muy pronto los estudiosos franceses tradujeron las obras de los alemanes prendados de la India. Jules Michelet, el historiador francés famoso por su hercúlea Historia de Francia en 17 volúmenes, creía con certeza que la India era “la cuna del mundo”. Los pueblos eslavos también estuvieron de acuerdo. A comienzos del siglo XIX, los estudiosos de las diferentes regiones eslavas empezaron a cuestionarse sus orígenes. Algunos publicaron obras comparando términos sánscritos con los de las lenguas eslavas. El estudioso checo Pavel Shafarikescribió que los pueblos eslavos tenían sus orígenes en la India. Un científico polaco Valentin Mayevsky describió muy elaboradamente las conexiones entre los pueblos eslavos y los antiguos indios. Rusia publicó su primer texto en sánscrito en 1787. N. I. Novikov tradujo la interpretación que había hecho Charles Wilkins al inglés de la Bhagavad-gita. Se creó en San Petersburgo una Academia Asiática en 1810, con profesorado de sánscrito. Rusia continuaría produciendo famosos indólogos durante el siglo diecinueve, como V. P. Vasilyev y V. P. Minayev. El húngaro Csoma de Kšršs (1784-1842) visitó la India y estudio allí lenguas y literatura. Al otro lado del Atlántico los americanos también se unieron a esta atracción por lo védico.

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En la universidad de Yale se iniciaron estudios índicos en 1841. Elihu Yale, antiguo gobernador de la Compañía de las Indias Orientales británica en Madrás, fundó la universidad en 1718, con la ayuda de los donativos que trajo de la India. La nueva universidad, en agradecimiento, adoptó su nombre. En la universidad de Harvard, en 1836, se reunió un grupo de autores y poetas para fundar el Club Trascendental de América. La crema del mundillo literario de América —Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau, Walt Whitman y otros —estudiaron los textos védicos disponibles, así como las ideas de Goethe, Kant, y los antiguos egipcios, griegos y persas. Los trascendentalistas americanos, como fueron bautizados, buscaron y estudiaron traducciones inglesas de la Bhagavad-gita, Upanishads y el Vishnu y Bhagavata Puranas.

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Emerson pronunció su clásica loa de la Gita: “Le debo un día magnífico a Bhagavad-gita. Fue el primero de los libros; fue como si un imperio se abriera ante nosotros, nada diminuto ni intrascendente, sino amplio, sereno, consistente, la voz de una antigua inteligencia que en otra era y ambiente hubiera sopesado y prevenido las mismas preguntas que a nosotros nos preocupan”. Henry David Thoreau, el todavía venerado autor de Walden, también expresó su euforia intelectual: “Los extractos de los Vedas que he leído se derramaron sobre mí como la luz de una luminaria superior y pura, que describe una elevada trayectoria a través de un nivel más puro”. También: “Por la mañana baño mi intelecto en la fantástica y cosmogónica filosofía de la Bhagavad-gita, desde cuya composición han transcurrido años de dioses y en comparación a la cual nuestro moderno mundo y su literatura parece débil y trivial”.

Thoreau, calificando la Gita como el mejor tratado intelectual, dijo: “En ningún otro texto es el lector elevado y situado en una mayor y más pura región del pensamiento que en la Bhagavad-gita”. Aún tratándose de un americano de una época cristiana muy conservadora, hizo una evaluación muy audaz: “La religión y filosofía de los hebreos son las de una tribu salvaje y rústica, falta de la civilización y los refinamientos intelectuales de la cultura védica”. Otros gigantes de la literatura americana que reconocieron la influencia de la filosofía védica son T. S. Eliot, Paul Elmer e Irving Babbitt. Todos ellos estudiaron en Harvard bajo la guía del famoso estudioso del sánscrito Charles Rochwell Lanman, que estuvo enseñando durante 40 años y publicó libros dedicados al sánscrito y la filosofía védica. Otro factor que contribuyó al interés védico suscitado en América fue la fundación en 1842 de la Asociación Americana Oriental. 27


Ciertamente, en todas las naciones citadas es posible también encontrar estudiosos con una percepción negativa e incluso racista de los textos védicos. Aunque lo verdaderamente asombroso es la sublime frescura que los incipientes aires de la indología trajeron a la mayoría de aulas universitarias a lo largo de la primera mitad del siglo diecinueve. “India, ¡sí! Los Vedas, ¡sí!” Los intelectuales europeos, especialmente durante el cambio del siglo XVIII al XIX, esperaban un “renacimiento oriental”. La idea consistía en que, del mismo modo que el estudio del griego había dado lugar al primer Renacimiento, el estudio del sánscrito y los Vedas provocaría el segundo. El antiguo orientalismo —basado en los estudios europeos del árabe, persa y hebreo— dieron paso a la India y los Vedas. (Tomado deJuan Carlos Ramchandani). Contexto de la obra en la literatura Hindú. El Mahabharata es un extenso poema hindú, que al parecer fue escrito hace 5.000 años (3.000 a. C.). La tradición atribuye su redacción a Vyasa, si bien alcanzaría su forma definitiva varios siglos después, bajo el reinado de los Gupta.

Consta de más de 107.000 pares de versos. Su extensión es siete veces superior a las famosas obras «La Ilíada» y «La Odisea» juntas. Parece tener un fuerte fundamento histórico, ya que en los Vedas hay 28


referencias a personajes del Mahabharata, que supuestamente intervendrían en una guerra intertribal, ocurrida en el segundo milenio antes de Cristo, y en la que participó toda la India septentrional. Este antiguo poema narra en lengua sánscrita la epopeya de las reyertas entre los «kurus» y «pandavas», clanes tribales que tenían como predecesor común a Bharata, hijo de Sakuntala. La guerra entre las dos tribus hermanas había sido iniciada a consecuencia de que Pandu, el hijo menor del rey Hastinapura, había ascendido al trono debido a que su hermano mayor, Dhritarashtra, era ciego. Veamos

un

breve

resumen

argumental.

Por una ofensa inferida a los dioses, Pandu debió dejar el reino y junto con su esposa y sus cinco hijos se retiró a los bosques a hacer penitencias, donde moriría tiempo después. Durante este tiempo en el que Pandit hacía sus penitencias, su hermano Dhritarashtra había ascendido al trono, teniendo una prole de cien hijos. Duryodhana, el hijo mayor de Dhritarashtra, sentía celos y envidia de las buenas virtudes de los cinco hermanos pandavas, pues al morir Pandu, Dhritarashtra les había acogido y criado como a sus propios hijos. Y por esta razón Duryodhana les tiende un atentado, en el que aparentemente perecieron. Pero no fue así. Tiempo después, Duryodhana se entera de que los pandavas han emparentado con un poderoso monarca, por su casamiento con su hija Draupadi. El padre de la princesa había organizado un torneo, cuyo ganador tendría como recompensa la mano de su hija. Arjuna, uno de los hijos de Pandu, resulta victorioso, aunque por un extraño incidente familiar, debe compartir su esposa con sus hermanos. Dhritarashtra, al enterarse de la situación en que se encontraban los pandavas, y siguiendo el consejo de su tío Bhishma, les otorga la mitad de su reino. Por este motivo, crece el odio de su hijo mayor (Duryodhana) hacia los pandavas, y, cegado por la envidia, reta a un fraudulento juego de dados a Yudhistriya, el mayor de los hijos de Pandu. Este acepta y pierde sus posesiones, su libertad y la de sus hermanos. Pero Dhritarashtra interviene y les devuelve su libertad y sus posesiones. Mas, nuevamente, Duryodhana desafía a Yudhishtriya, concertando que si éste pierde en el juego, deberá retirarse junto con sus hermanos al bosque durante doce años. Yudhishtriya pierde y los «pandavas» marchan al exilio. Transcurrido el tiempo fijado de exilio, los «pandavas» vuelven y reclaman a Duryodhana su parte del reino, pero éste se niega. Yudhishtriya entonces ofrece otra posibilidad de acuerdo pacífico, sugiriéndole que él y sus hermanos estarían satisfechos tan sólo con una ciudad cada uno. Pero Duryodhana rechaza también esta segunda petición, haciéndose así inevitable la declaración de guerra por parte de los pandavas. 29


Tanto Duryodhana como los pandavas solicitan la ayuda de Krishna y de sus huestes, los Vrishnis. Krishna ofrece a unos su presencia en las filas, pero sin tomar parte activa en la batalla, y al otro bando le ofrece sus huestes. La elección se lleva a cabo y Duryodhana elige las huestes, mientras que los pandavas se quedan con la presencia a su lado de Krishna (Arjuna elige). El combate entre los dos bandos dura dieciocho días y finaliza con la muerte de Duryodhana y la victoria de Arjuna y los pandavas. El Mahabharata termina relatando el peregrinaje de los pandavas al Himalaya y su ascensión a la morada de Dios. Pero volvamos al tema de la presente entrada. El Bhagavad-Gita, «Canto del Señor», cuyo título completo es Srimadbhagavadgita- upanishad, («Enseñanzas impartidas en el Canto Supremo del Señor») se encuentra en el libro VI Bhismaparvan, sección 6 del Mahabharata. Se trata de un Upanishad («Enseñanza a los Pies del Maestro»). Es decir, es una revelación espiritual de una enseñanza secreta impartida por Krishna. Hay quien afirma que, originalmente, no formaba parte de la gran epopeya india, sino que fue añadido posteriormente. Los dieciocho breves capítulos del Gita versan sobre el diálogo que mantuvieron Krishna y Arjuna ante el desfallecimiento de este último, breves instantes antes de la batalla final, que decidiría la victoria de uno de los dos bandos. Arjuna, el más diestro de los hijos de Pandu, siente flaquear su ánimo cuando ve a la mayoría de sus familiares y amigos entre las filas enemigas. El cuerpo central de este bello poema filosófico-espiritual es la respuesta de Krishna ante el desaliento del valiente Arjuna, que se niega a luchar a muerte contra sus seres queridos. Krishna le habla a Arjuna acerca del Universo, de quién es él y su condición en medio del Cosmos, además de la Misión que debe desarrollar el hombre en la tierra y de cómo han de comprenderse los misterios de la vida y de la muerte. Esta obra, junto con el Shrimad Bhagavatam, constituye la piedra angular de todas las religiones y sectas religiosas hindúes de tendencia Bakti (devocional), centrándose el objeto de adoración en la personalidad divina de Krishna, aceptado como un Maestro Perfecto, una encarnación sobre la tierra de ese Poder omnipotente, omnipresente y omnisciente, que los occidentales llamamos Dios.

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Krishna vivió en la India hace unos 5.000 años y allí pasó su vida terrena, cuya duración fue de unos 125 años. La leyenda de Krisna. Nacimiento e infancia Krisna pertenecía a la tribu de los iadus, de la dinastía lunar. Como su tío Kamsa (‘bronce’) ―primo de Devaki y tirano del reino de Vrisni con sede en la ciudad de Mathura― fue avisado por el sabio Nárada Muni de que moriría en manos de un hijo de Devaki con su esposo Vasudeva (un noble de la corte), Kamsa los encarceló. Aunque Devaki y Vasudeva trataron de no tener hijos (para evitar que fueran muertos), tuvieron uno cada año. Kamsa fue matando uno por uno todos los hijos que nacieron en cautiverio. El séptimo hijo, Balaram, escapó de la muerte al ser transferido desde el útero de Devaki encarcelada al de Rójini (esposa no encarcelada de Vasudeva, que había quedado bajo el cuidado del pastor Nanda y no tenía contacto con Vasudeva desde hacía varios años). Como octavo hijo se encarnó Visnú, en la forma de Krisna. Actualmente ahora existe un templo (Krisna Yanma Bhumi) donde los hinduistas creen que estaba la celda del rey Kamsa. Para sustraerlo de la muerte, su padre lo sacó milagrosamente de la celda y lo llevó hasta Vrindavan (a 10 km), donde lo reemplazó subrepticiamente durante el sueño por una bebé que acababa de alumbrar la esposa de Nanda, Iashoda. Regresó a la celda, donde la hija de Iashoda ―que en realidad era la energía material de Krisna, conocida como Durgá― se dio a conocer ante Kamsa y le advirtió que el hijo que habría de matarle ya había nacido 31


y que él nada podría hacer contra eso ya que los planes de Visnú jamás son frustrados. En la casa donde quedó Krisna, ya había un bebé, que sería su hermano mayor, Balaram. En historias de la adultez de Krisna aparece también una hermana menor, Subhadra, pero no es nombrada en las historias de la juventud de Krisna. Krisna es llamado Góvinda (‘el que da placer a las vacas’, pastor de vacas). Es contrastado con su hermano Balaram, quien es agricultor y es llamado Jala-Iudha (‘que pelea con la azada’). El rey Kamsa, desde pocos meses después de nacer Krisna, empezó a enviar monstruos a matar al bebé ―una historia muy conocida es la del asesinato (en manos de Krisna, de pocos días de vida) de Putana, quien era una giganta enviada por su tío el rey Kamsa para darle de mamar con su pecho envenenado―, y lo continuó haciendo hasta que Krisna, al cumplir 16 años de edad, fue a Mathura con el pretexto de una contienda circense, donde mató a todos los gladiadores que su tiránico tío había puesto contra él y luego mató a éste a golpes. En una ocasión, Krisna bebé se estaba portando tan mal que su madre lo ató a un mortero de madera por el vientre. El bebé se arrastró gateando y arrancó de cuajo dos árboles. Sin embargo, se dejó atar por amor a su madre adoptiva. Por este pasatiempo es conocido como Dámodar (atado con cuerdas por la barriga), el significado de ello es que el Divino sólo se deja atrapar por el amor del devoto. Una de las historias más populares de India es la del bebé-dios Krisna khir-chor (‘el ladrón de mantequilla’), que le roba (chora) a su madre la mantequilla (khīra) recién hecha. En India todo el mundo conoce los cuentos acerca de su infancia en los bosques de Vrindavan. Uno de los más famosos, narra como su madre adoptiva, al hacerle abrir la boca a Krisna para ver si se estaba comiendo la mantequilla, vio el universo entero contenido dentro de ella. Radha y Krisna

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Krisna pasó su niñez y adolescencia en la región de Vrindavan (a 10 km de Mathura), en medio de pastores y pastoras, una de las cuales, Radha, tuvo amores con él. Krisna es conocido como Gópinath: el amado seductor de las gopīs (particularmente de Radha). Según el Guitá govinda y otros numerosos trabajos, Krisna como adolescente tiene amoríos trascendentales con las gopis (‘pastoras’), que son las adolescentes casadas del pueblo de Vrindavan. Los devotos de Krisna creen que estos pasatiempos lilas (‘diversiones’) divinos son el tema más profundo de su teología. En este sentido Krisna sería el diferente del anterior avatar de Visnú: el Señor Rama, quien estaba casado y fue el ejemplo de la fidelidad a las reglas religiosas y sociales. Rama era la encarnación divina de la verdad y la rectitud, mientras que Krisna es la encarnación divina del gozo y del amor. Krisna es un adolescente púber eternamente de unos 13 años, por ello foco de devoción (es llamado «el amante», «el completamente atractivo», «el flautista»). Frecuentemente se le representa tocando alguna de sus flautas traveseras, atrayendo y fascinando a las gopis (pastoras) púberes de Vrindávan. La flauta representa la llamada del Divino a las almas, que son personificadas por las gopis o pastoras. La unión de Krisna y Radha, muy celebrada en templos y fiestas de toda India, representa la unión del Divino con el alma. Esta imagen, la unión del amado con la amada, se encuentra en los textos de los místicos de diversas tradiciones espirituales. Krisna el príncipe Krisna se convirtió en el rey de los iadavas (descendientes del rey Iadu) en Mathura. En este período hizo amistad con su primo Aryuna y los demás príncipes Pāndavas del reino de Kuru, al otro lado del río Iamuna. Se casó con Rukmini, hija del rey Bhishmaka 33


de Vidarbha. Varias décadas más tarde, se llevó a sus súbditos a Dwaraka (en la actual Guyarat). Krisna, junto con Aryuna, fue responsable de incendiar el bosque de Khandava para alimentar a Agni, el dios del fuego. La batalla de Kurukshetra En el Majabhárata, Krisna es primo de los líderes de ambos grupos contendientes: los pandavas y los kurus. Tuvo un papel importante en la lucha por el trono de la ciudad de Jastinápur (fundada por el rey Jastin, de la dinastía lunar) cuando se volvió amigo y aliado de los Pándavas (los cinco hijos de Pandu). Su hermano Balaram, favorecía en cambio a los malvados kurus. Cuando el kuru Dushasana trató de desnudar ante la corte a Draupadi (la esposa de los cinco Pándavas), Krisna la protegió proveyéndola de infinita tela para el vestido sari que la envolvía. Finalmente Krisna se puso en el bando de los Pándavas (donde estaba su mejor amigo, Aryuna). A pesar de ser Dios, accedió a ser el auriga (cochero) de la cuadriga de Aryuna en la gran batalla. Por eso se le conoce como Partha Sárathi (‘auriga del hijo de Prithu’). Al principio de la batalla, su primo Aryuna no quería pelear contra sus familiares, entonces Krisna le habló el Bhagavad-gītā (una sección del Majabhárata). Datación de la batalla

El Matsia-purana indica que Krisna tenía 89 años cuando se produjo la batalla de Kurukshetra.

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Según el tratado de astronomía Aria-bhattíia, del matemático Aria Bhatta (476-550), la era duápara iuga terminó y kali iuga comenzó el 18 de febrero del 3102 a. C. a las 14 h 27 min 30 s. Sin embargo no está decidido si kali iuga comenzó: el día en que Duriodana fue tirado al piso por su primo Bhima (hermano de Aryuna), durante la batalla de Kurukshetra. Según esta tradición (la más conocida), el año 2000 habría sido el año 5101 de la era kali iugá (la cual ―a diferencia de la era cristiana― comienza con un año 0). el día de la muerte de Krisna, 36 años después. Los últimos días Krisna reinó a los iadus en Dwáraka con sus 16 108 esposas (que incluían a Rukmini y SatiáBhama). De estas 16 108 esposas ocho eran sus esposas como príncipe, y 16 100 fueron rescatadas del demonio Narakasura, que las había retenido a la fuerza en su palacio. Tras matar a Narakasura rescató a estas 16 100 mujeres y las liberó, pero todas ellas volvieron con Krisna diciendo que, al haber sido retenidas por Narakasura, ni su familia las aceptaría ni nadie querría casarse con ellas, permaneciendo así abandonadas. Krisna se casó con ellas y las acogió en su nuevo palacio, ofreciéndoles un lugar respetuoso en la sociedad. Tuvo miles de hijos, entre ellos Pradiumna (quien a su vez tuvo como hijo principal a Aniruddha). El Visnú-purana menciona que Krisna abandonó Duarka 36 años después de la guerra del Majabhárata. El cazador Yará apunta al pie de Krisna al confundirlo con un venado amarillo. Ilustración de la edición Bardhamán (Bengala) del Majabhárata, impreso en xilografía. Al final, toda la familia de los iadus se mataron entre ellos, por efecto de una maldición, y Krisna fue muerto accidentalmente por un cazador (que lo confundió con un venado) a orillas del río Hiran en Prabhas Patán, a la edad de 125 años, 7 meses y 6 días. Antes de dejar el cuerpo, Krisna tranquilizó y bendijo al cazador por su acto, y atribuyó su sufrimiento a karmas generados en su manifestación previa como el avatar Rama. El mensaje esencial de los Vedas, tanto como el del Shrimad Bagavatam, y aún más claramente enunciado en Bhagavad Gita, es que Dios, el Señor del Universo, se manifiesta una y otra vez en forma humana sobre este planeta, dejando un cuerpo para tomar otro con el propósito de liberar a sus devotos de las miserias del océano de Maya (ilusión),que constituye este mundo de los sentidos. Llevándolos pues a alcanzar «la otra orilla»: la liberación de todas las limitaciones que constituyen nuestro ego, basado en las experiencias limitadas del limitado mundo material. Nuestra ilusoria conciencia de individualidad se debe a la ignorancia de que el Señor, ese Poder Perfecto, habita dentro de todas las criaturas, siendo nuestra real identidad y la fuente misma de la Vida. 35


Es el Creador, Conservador y Destructor de todo lo creado. Por eso, El se revela a aquéllos que buscan en Él su refugio, dándoles la experiencia interior de ese Poder real, que está dentro del hombre dotándolo de vida y con el que terminan fundiéndose. Éste es el mensaje más importante contenido en todas estas escrituras sagradas de origen hindú. Por otra parte, sorprendentemente, constituye un factor común en casi la totalidad de las escrituras, que narran la vida o enseñanzas de los grandes Maestros, a pesar de pertenecer a diferentes épocas, culturas y procedencias geográficas: Rama, Krishna, Budha, Sócrates, Zoroastro, Moisés, Patanjali, Lao Tse, Jesús, Mahoma, Sankaracharya, Santo Kabir, Shri Chaitanya, Shri Ramakrishna, etc. Todos estos grandes Maestros revelaban una experiencia a sus discípulos, iniciándolos en el Eterno Conocimiento de la Verdad. Estos discípulos más tarde recogían sus enseñanzas y describían las experiencias que obtenían al poner en práctica el Conocimiento, en el que el Maestro les había iniciado, siendo El el único guía para conducirles a través del camino. En todas las manifestaciones que ha tomado el Maestro, siempre hacia el final de su vida, les explica a sus discípulos acerca de su continua presencia en la tierra, bien haciendo alusión a sus anteriores encarnaciones, o bien, aludiendo a una segunda venida después de su muerte. En el Gita, Krishna dice: “Siempre que el bien decae extinguiéndose poco a poco, predominando en su lugar la maldad y el orgullo, Mi Espíritu se manifiesta en forma humana sobre esta tierra.” “En verdad te revelaré mis divinas manifestaciones, Oh Arjuna, mas sólo he de hablarte de las principales, pues no hay límite para las variantes menores.” Bhagavad Gita, 10-19 Y nosotros, los seres humanos, fuimos hechos «a Su propia imagen y semejanza». Somos, potencialmente, idénticos al Señor manifestado. El así lo quiso y es gracias a El que, después de tomar un cuerpo humano, nos hace posible reconocer nuestra auténtica identidad y propósito de esta vida. Pues el Señor se revela a sí mismo (revela su Conocimiento) a todos los seres humanos que se acercan a El con un corazón humilde y deseo sincero de conocer la Verdad. Los discípulos del Maestro, en épocas anteriores, le servían durante muchos años para desarrollar amor y devoción por El, y cuando el Maestro se sentía satisfecho con el amor y servicio de su devoto, por Su Gracia e Infinita Misericordia, le revelaba el Conocimiento, iniciándolo en una experiencia interior, a través de la cual, el devoto econocía la Forma Inmanifiesta de su Señor, como energía pura, la Vibración Primordial que las escrituras citan con diferentes nombre: el Santo Nombre de Dios, la Palabra, el Verbo, el Tao, Sat Nam, Pak Nam, Om, la Palabra Bhrámica, Jehová, etc. 36


Esta Santa Palabra o Verbo se manifiesta dentro del ser humano, no sólo como esa vibración, sino que de ella, a su vez provienen otras tres manifestaciones: Luz Divina; blanca y brillante, solamente visible a través del tercer ojo (tricuti), que es abierto en el momento de la iniciación. Constituye una experiencia real de visión de Luz, dentro de nosotros, adoptando diferentes formas que puede variar desde unos resplandores nebulosos, hasta una Luz más brillante que el sol. Se conocen casos de personas que han estado clínicamente muertas y luego vueltas a la vida, que relatan cómo han tenido la experiencia de ver esta Luz, produciendo una profunda transformación en el enfoque de sus vidas. La segunda manifestación se presenta como Música Interior (la armonía de las esferas), audición interior de sonidos que no tienen nada que ver con los sonidos del mundo exterior, aunque por similitud se podrían comparar a cantos de pájaros, ruido de cascadas, tañidos de campanas, cantos de grillos, sonidos de la naturaleza, instrumentos musicales, y numerosos sonidos diversos, que no son referibles siquiera. Una tercera manifestación es el Néctar (las «aguas vivas» de la vida eterna), que viene simbolizado en las representaciones del Señor Shiva sentado en meditación, por un pequeño chorrito en forma de surtidor emanando del centro de su cabeza. En el Gita se cita también bajo el nombre de Soma. Son unas aguas que caen de la base del cerebro hacia nuestra garganta y se pueden tragar materialmente, siendo la más física de las cuatro manifestaciones (Verbo, Luz, Música y Néctar). Es el responsable del mantenimiento de nuestro cuerpo, de nuestra salud y fuerza muscular, pero su efecto primordial es el éxtasis de gozo que produce, transportando la conciencia al estado de Anand (Dicha Suprema). Tiene diversidad de sabores y produce sensaciones de aromas diferentes. 37


No obstante, el Néctar es una experiencia puramente espiritual, que nada tiene que ver con el mundo físico que conocemos a través de nuestros sentidos externos. Estas cuatro manifestaciones interiores son la Forma Inmanifiesta del Maestro Perfecto o Guru, cuyo principal mandamiento para su discípulo es que medite constantemente, concentrando su mente en ese Santo Nombre que Él le ha revelado, a través del cual obtendrá la liberación. Pues, siendo la Perfección misma, por contacto continuo con él, nos elevará inevitablemente hacia la Perfección. Así pues, el Maestro Perfecto muestra prácticamente el modo natural de experimentar sus cuatro manifestaciones dentro de cada ser humano a través de la meditación en esa experiencia interior, a la que siempre tenemos acceso una vez que el Maestro «ha abierto la puerta». Esta «puerta» comienza a abrirse en la vida de un sincero buscador, cuando éste acude a escuchar Satsang (etimológicamente: compañía de la Verdad. Sat = Verdad; Sang = compañía), lo cual sucede, no únicamente por propia decisión, sino que en realidad es conducido allí por la invisible mano y la voluntad del Maestro Perfecto; atraído por El en un acto de Su Infinito Amor. Satsang es estar en la compañía de los devotos del Maestro (en la compañía de los Santos), y en su forma o aspecto meramente externo, Satsang es simplemente un discurso espiritual sobre la experiencia del Conocimiento, ya sea compartido entre el Maestro y sus discípulos, bien entre los mismos devotos; siendo éstos en realidad instrumentos del Maestro Perfecto. Mas este discurso espiritual oculta una real experiencia del Conocimiento, a la cual se puede conectar el neófito que tiene «oídos para oír», es decir, el que sin oponer a lo que escucha la resistencia de sus conceptos establecidos y sin reparar en las formas y los aspectos exteriores, se abre a lo que allí está sucediendo. Con tan sólo abrirse a satsang y estar en compañía de los devotos, el neófito puede empezar a experimentar, poco a poco, como «algo» dentro de él, se abre naturalmente a esa experiencia, produciendo una estable dicha en su estado de ánimo, y en su relación con lo que le rodea. De esta circunstancia surge un espontáneo deseo de agradecimiento que le invita a ofrecer sus servicios desinteresadamente. Motivado únicamente por el amor que le inspira esa experiencia interior, que, por contagio directo, comienza a despertarse dentro del nuevo discípulo. En la práctica del servicio al Maestro (cuyo deseo básico es propagar el Conocimiento a todos los hombres de la tierra), se encierra también la experiencia del Conocimiento, que se hace sentir como auténtica felicidad. La práctica del servicio, frecuentando al mismo tiempo la asistencia a satsang, eleva la conciencia, llevando al devoto al estado de humildad, indispensable y necesario para poder aceptar la imprescindible ayuda del Maestro. Además reporta mucha 38


comprensión sobre cómo practicar con éxito este Conocimiento, trayendo consigo la concentración necesaria para poder practicar la meditación, cuando ésta sea revelada. En la lectura de las diversas escrituras sagradas de todos los tiempos y procedencias, podemos encontrar numerosos relatos que ilustran la necesidad e importancia para el discípulo del satsang y servicio, como vía preparatoria para la iniciación en la meditación, que completa, junto con los dos anteriores, la senda tripartita de Satsang, Servicio y Meditación (sadhanas), que constituye el camino para la realización del Conocimiento:la unión con Dios. MEDITACIÓN

El término meditación, tal y como se entiende en la cultura oriental, no se refiere a reflexión o pensamiento profundo (sentido comúnmente aceptado en Occidente), sino exactamente todo lo contrario. Por meditación se entiende la eliminación total de cualquier tipo de pensamiento, mediante la concentración de la mente en un solo punto, como pasivo observador, sin calificar, enjuiciar ni deducir nada. Se puede observar que todo lo que tiene poder de atraer y absorber nuestra atención nos produce paz y satisfacción, como consecuencia inmediata del acto de concentración mental. Todo el mundo practica simulacros de meditación de un modo consciente o inconsciente; desde hacer «ganchillo» hasta contar ovejitas antes de dormirse, desde cantar todo el día mentalmente una misma canción, hasta gritar repetidamente un mismo sonido cuando 39


nos hacemos daño, para evitar, intuitivamente, que nuestra conciencia ponga su atención en la sensación de dolor. La concentración mental reporta un ahorro de actividad inútil. El agotamiento experimentado al final de la jornada diaria es debido, en su mayor parte, al gran volumen de actividad mental que desarrollamos, a veces necesaria y, bastante a menudo, innecesaria e involuntaria. Para producir cualquier pensamiento, para desarrollar cualquier proceso de cálculo o razonamiento, nuestro cerebro consume una cierta cantidad de energía vital, ya que sólo gracias a ella se hace posible el proceso del pensamiento. Tratando de estar tan sólo un minuto, sin pensar absolutamente nada, se puede comprobar fácilmente qué vano es nuestro esfuerzo por conseguirlo. Por el contrario, muchos pensamientos nos asedian continuamente en diferentes direcciones, sin ningún orden ni control, ajenos a nuestra voluntad y a pesar de no desear producirlos. Esto da idea de cuantos cientos y cientos de pensamientos innecesarios ocupan nuestra mente durante el día, manteniendo nuestro cerebro y sistema nervioso en continuo trabajo y desgaste inútil. Aquí es donde la meditación cumple perfectamente su papel. Cuando no tenemos nuestra mente ocupada en resolver algo concreto, necesitamos un punto que tenga el poder de absorber nuestra atención y concentrarla ahí, para experimentar paz y relax. De este modo aumentamos nuestra capacidad de rendimiento en nuestro quehacer diario, que en consecuencia deja de ser una tarea desagradable, convirtiéndose en un foco de satisfacción. Si además queremos experimentar paz constante, necesitamos un punto de concentración constante, que siempre esté con nosotros, y utilizable en cualquier circunstancia. Y esto solo es simplemente esta Vibración Primordial que, morando en nuestro interior, nos da la vida, acompañándonos en todo tiempo y lugar a través de todo tipo de situaciones hasta el momento en que ésta abandona el cuerpo físico, circunstancia que ocasiona la muerte. Esta Vibración Primordial se manifiesta por sí sola dentro de todo lo que existe y es la Realidad Ultima, soporte de toda la creación, siendo el ser humano el último eslabón de la cadena evolutiva ascendente. En esta forma humana se tiene la oportunidad, no sólo de vivir, sino de reconocer por qué vivir, pues el Maestro Perfecto vivo puede abrir la puerta que lleva al ser humano a fundirse de nuevo con su Fuente. Rompiendo así la ilusoria identificación con el ego temporal, que no es más que un mal sustituto de esa experiencia interior de total plenitud en sí misma, que ha sido descrita en los Vedas, Upanishads, el Gita y casi todas las escrituras hindúes, como el estado de Sat Chit Anand: Verdad, Conciencia, Dicha Suprema. O sea, la experiencia interior de la Verdad, esa energía omnipresente y eterna, despierta la Conciencia al estado de Dicha Suprema. También todas las escrituras coinciden en que esta Vibración Primordial no es audible con los oídos externos, ni pronunciable con los labios, ni abarcable por la mente ni el intelecto, ya que siendo una 40


experiencia infinita, se tiene más allá de la razón y la lógica humana. Así pues, se ha de trascender todo estado mental o racional, para poder acceder a esta experiencia, anulando el propio ego y la mente. Aquí precisamente —siendo impotentes por nosotros mismos para obtener esa experiencia de liberación— se concreta el papel del Maestro Perfecto o Satguru (verdadero Guru): revelar el modo natural de experimentar esta Vibración dentro de cada ser humano que, «con humildad y sincero deseo», busca la Verdad. Haciendo de puente, de transformador, entre ese estado perfecto e infinito con el que Él está fundido, y el estado imperfecto y limitado en que nos encontramos, debido a nuestra identificación con nuestra mente y nuestro ego. El Maestro Perfecto lleva al ser humano a su Fuente de origen. Al hacerle entrar en contacto con ese estado infinito e ilimitado en el que vibra esa Energía Interior, le libra de la esclavitud de su falso ego individual, que es como una fortaleza, fabricada por el miedo, a la inseguridad y agonía que produce vivir desconociendo su propia identidad: el no saber quién es, por qué está aquí y adónde va. Por eso se crea una falsa personalidad, que crece en el abonado terreno del miedo. MAESTRO, DISCIPULO, DEVOCIÓN El miedo es tan sólo una cara de la moneda de la vida, cuyo reverso es el amor. El amor es la llave que ha usado el Maestro, en todas las épocas, para abrir el corazón de sus devotos. El amor al Maestro, es lo que permite al discípulo desligarse de sus temores y trascender su ego, para fundirse dentro de sí con su Señor, a través de ese lazo tan fuerte que Él produce entre los dos: amor sublime, devoción, éxtasis de amor. Esto permite al discípulo entregarse completamente a los Pies de Loto de su Maestro para siempre, para que Él pueda elevarlo a ese estado de Sat Chit Anand, en el que el Maestro se encuentra. De otro modo, si no se produce esta entrega al Maestro, si no hay rendición del ego, no permite que el Satguru lo lleve a ese estado que está más allá de la razón del intelecto y los sentidos. Estado que nadie puede alcanzar por sí mismo. Así pues, sólo el Maestro Perfecto puede revelar esa experiencia de perfección, que está más allá de los límites de nuestros sentidos, nuestra mente e incluso nuestra muerte física. San Juan, en su evangelio, dice: «Al principio era el Verbo. El Verbo estaba con Dios. Y el Verbo era Dios.» «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.» «La Palabra era la Luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, les dio el poder de hacerse hijos de Dios.»

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Jesús, después de ayunar 40 días, mientras hacía meditación en el desierto, fue tentado por el demonio (deseo mental), más Él respondió: “No sólo de pan vive el hombre, sino de la Palabra de Dios.” Y en otra ocasión dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie llega al Padre si no es por Mí, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo quiere revelárselo.” La tan deseada y necesaria Paz no puede venir de fuera hacia dentro, sino a la inversa. Se ha de experimentar en el interior de cada ser humano, para que así se manifieste en el mundo exterior. Se puede vivir en este mundo como una flor de loto: aunque nace en aguas pútridas, nunca sus pétalos se ven tocados por ella. Flotando en la superficie, sube cuando el nivel de las aguas sube y de igual manera, desciende cuando el nivel baja, sin ser afectada por el movimiento del agua, ni la suciedad que ésta contenga. Similarmente, con mucha frecuencia en la literatura sagrada hindú, se ha comparado a los devotos del Señor Manifestado con las flores de loto; pues viven flotando en la superficie del océano de Maya (ilusión del mundo material), sin verse afectados por las miserias y la locura del mundo. Siempre extasiados en la Dicha Suprema de la devoción, continuamente protegidos por la Gracia de su Señor, a quien entregaron su vida hallando refugio en El. Esta explicación acerca de los diversos aspectos del Conocimiento, es tanto más necesaria cuanto que resulta infrecuente encontrar estas esenciales aclaraciones en las diversas traducciones y prolongaciones, no sólo del Bhagavad Gita, sino de las diversas escrituras sagradas que dan testimonio de esta Experiencia Suprema de Perfección. Fue de esta Revelación Interior y del Camino que conduce a ella, de lo que Krishna habló a Arjuna, y Jesús a sus discípulos; no era otra la razón por la que los primitivos cristianos morían cantando en el circo romano. También de ello habló Mahoma al igual que Budha y todas las demás manifestaciones que el Señor ha tomado en la tierra; sólo esta Verdad se encarna edad tras edad. El es ese Poder omnipotente, omnipresente y omnisciente que los hombres llamamos con diferentes nombres, como Dios, Alá, Brahman, Bagwan, Tao, etc. Esta es la Verdad de la que se da testimonio en el Bhagavad Gita.

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SU

VALOR

ESPIRITUAL

El Gita es la escritura sagrada más leída en la India y la más conocida en occidente por la belleza de su contenido y la universalidad de su mensaje, teniendo muchísimos puntos comunes con el mensaje esencial contenido en escrituras sagradas procedentes de otras latitudes, escritas en diferente época y que recogen las enseñanzas de otros Maestros. Aún así, es obvio que Todos revelaban la misma Experiencia y con el mismo propósito último. El Gita, dentro del cuerpo de las revelaciones divinas de la India juega el mismo papel que los Evangelios, dentro del cuerpo del Antiguo y Nuevo Testamento. Es como el exponente máximo de la doctrina que ya antes se había expuesto en los cuatro Vedas, los Brâhmanas, Vedanta-sutras, los Upanishads y el Shrimad Bhagavatam. Pero tampoco «fue suficiente», del mismo modo que un evangelio no bastó, ni siquiera los cuatro, pues le siguieron las epístolas como complemento explicativo de los pequeños y concretos casos de la vida discipular, que no quedaban suficientemente cubiertos en las narraciones evangélicas. Algo parecido ocurrió inevitablemente después del Gita, siguiéndoles algunas obras menores que trataban de profundizar más, en esta indescriptible e inagotable fuente de inspiración que es la Revelación del Conocimiento de Dios, llegando con el transcurso del tiempo hasta un punto, en el que El Señor se hubo de manifestar públicamente de nuevo, a través de Gautama Budha (500 años a. C.), para revelar este Conocimiento Eterno a los hombres. Pero esta vez complementó su labor creando una institución monacal, para proveer a sus iniciados de un ambiente disciplinado dentro de unos refugios o monasterios (que actualmente se llaman ashrams), cuyo propósito básico era garantizar el progreso del discípulo dentro de la estrecha senda del camino espiritual (algunas escrituras la describen como «el filo de la navaja»). Lo cual dio pie igualmente a numerosas escrituras que describen la perfección de 43


Budha y la doctrina y el amor que compartió con sus discípulos. La estructura monacal y la vida de total entrega y renuncia que hacían los devotos que buscaban refugio en ella, les permitió recibir de su Maestro enseñanzas más específicas y concretas, lo cual naturalmentese ve reflejado en la exhaustividad explicativa de los relatos budistas. Pero tan pronto como el Maestro les abandonó físicamente, a pesar de que eran iniciados y tenían acceso a la experiencia del Conocimiento, pronto el intelecto comenzó a enredarse con la prolífera información espiritual que el Maestro les había legado, hasta que comenzó a perder su simpleza original, sofisticándose cada vez más convirtiéndose en lo que hoy se conoce como el Zen. Todas las religiones del mundo están constituidas por tres elementos, que ordenados de acuerdo a su importancia son: 1.° Principios 2.° Mitología 3.º Ceremonias 1.° Los Principios fundamentales de cualquier religión se pueden resumir en uno solo: Unir al hombre con Dios (re-ligere, en latín: reunir). Siendo además un factor común a todas las religiones del mundo, naturalmente no por coincidencia. Este principio básico es el Conocimiento Unitivo, la experiencia directa de Dios que es revelada por el Maestro Perfecto vivo de la época, y aquí es donde aparece el segundo estrato. 2.° La Mitología la constituyen todos los relatos, historias y leyendas que describen o tratan de describir la gloria del Maestro que reveló aquel Principio a los hombres que se acercaron a El con humildad y le reconocieron. A pesar de que estos relatos posiblemente son experiencias verídicas que tuvieron aquellos iniciados, con el tiempo, después que el Maestro los deje, desapareciendo con Él la Fuente de la experiencia, sólo quedan sus discípulos, y cuando éstos desaparecen, tan sólo quedan los seguidores no iniciados y las escrituras, lo cual degenera inevitablemente, convirtiéndose en un Mito. 3.° Las Ceremonias son, al igual que la Mitología, los residuos ya vacíos de algo que en su día tuvo un contenido. Pues los discípulos a quienes les fue revelada esa experiencia interior y experimentaron sus beneficios, mostraron su agradecimiento al Maestro en formas de acuerdo a su cultura, sus creencias y la tradición de esa época, y esto daba origen a una serie de ceremonias que fue lo único que pudieron heredar aquellos neófitos no iniciados, los cuales imitaban las ceremonias apoyándose al tiempo en las enseñanzas legadas en las escrituras que, al carecer de la experiencia de la Gracia del Maestro ya desaparecido, se convertían en pura moral dogmática que les decía lo que se debe hacer y lo que no, incapaz de hacerles transcender esa dualidad, ni de elevar sus conciencias hasta unirlas con el Uno. Y desgraciadamente, esto es todo lo que queda hoy en las llamadas religiones: Mitología y Ceremonias. Si no está el Maestro que revele el 44


Principio Universal que han revelado todos los Maestros de la antigüedad y de donde han surgido todas las religiones; están vacías y no cumplen su propósito. En cualquiera de los casos, las escrituras no son suficiente para alcanzar la experiencia directa de Dios, ni la iluminación, aunque sea la mejor de todas ellas. En el mismo Gita dice Krishna: “Aquél que de verdad desea conocer el Yoga va más allá de las palabras de los libros.” Bhagavad Gita, 6-44 “Para un sabio dotado de Visión Espiritual, los Vedas tienen tanta utilidad como un pozo que ha sido cubierto por una inundación.” Bhagavad Gita, 246 También Jesús decía: “Las escrituras son letra muerta. ¿Por qué no venís a Mí que soy la Fuente de la Vida?” Y todos los Maestros han dicho lo mismo, aunque quizá con palabras diferentes: sólo a través del Conocimiento interior de Dios que revela el Maestro Perfecto vivo, se puede alcanzar la liberación, el Reino de los Cielos, la Morada de Brahman, el Nirvana, o como se le quiera llamar. En esta misma vida y sin necesidad de llegar a la muerte física. Las Escrituras tan sólo cumplen el papel de señales indicatorias. Todas apuntan a un mismo punto: «busca al Maestro Perfecto vivo y entrégale tu vida cuando le encuentres, pídele que te revele el Conocimiento de Dios y refúgiate en Su Gracia». Éste es, en definitiva, el mensaje central del Gita, en torno al cual gira el diálogo entre Krishna y Arjuna recogido en un poema, escrito en prosa poética de una dulzura incomparable y una sabiduría serena y envolvente, propia de quien está en unión con Dios. Benditos sean los sabios que leyendo esto discriminen y los ignorantes que oyendo estos versos despierten. Cómo no es mi intención reproducir complatamente el Gita aquí, primero os ofrezco un breve RESUMEN

CAPÍTULO

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CAPÍTULO

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Capítulo 1. Arjuna, hijo de Pandú y perteneciente a la familia de los Pandavas, le dice a Krisná (considerado como Dios), que el no puede ir a pelear con los descendientes de Dhritarashtra, pues éste era hermano de su padre y por tanto, pelearía con sus primos, abuelos, tíos y toda su familia, por lo que se le destrozaría el corazón si lo hiciese. Capítulo 2. Krisná le dice que debe pelear contra los Kauravas (descendiendientes de Dhritarashtra) diciéndole que podía matar gente siempre y cuando no sufriera ni por los vivos ni por los muertos, y así no incurriría en pecado. Capítulo 3. Arjuna sigue con sentimientos contradictorios respecto a la lucha en contra de los Kauravas, por lo que Krisná le habla del camino yogui, y el Karma, diciéndole que aquél que, manteniendo todos sus sentidos bajo control y libre de apego se entrega al camino del Karma Yoga, de la acción sin apego, lo cual lo convierte en un gran hombre en verdad. Le dice que realice sus acciones con pureza libres de la esclavitud del deseo, así complacerá a los Dioses y ellos lo complacerán a su vez a él. Capítulo 4. Krisná le revela a a Arjuna que el es Dios y que siempre que el bien decae extinguiéndose poco a poco, predominando en su lugar la maldad y el orgullo, su espíritu se manifiesta de forma humana sobre esta tierra, para salvar a aquéllos que hacen el bien y destruir a aquéllos que actúan con maldad. También le dice que viene a este mundo era tras era y que aquéllos que lo reconocen como Dios y lo adoran con sus obras, se liberan del ciclo de nacimientos y muertes después que abadonen su cuerpo físico. Capítulo 5. Arjuna le pregunta a Krisná cuál camino es el mejor, si el yoga de la adoración mediante la acción desinteresada o la vida de renuncia, a lo que Krisná le contesta que los dos caminos lo llevan al estado de Dicha Suprema, sin embargo, le señala que de los dos, es mejor el camino de la acción con desapego. Continúa diciéndole que aquél que antes de abandonar este mundo, estando aún en este cuerpo físico, consigue superar los impulsos del deseo y la pasión, éste hombre es un auténtico Yogui y su dicha es permanente. Capítulo 6. Este capítulo se refiere a la meditación. Krisná explica a Arjuna que cuando un sabio alcanza los estados más altos del Yoga, sabe que el camino a seguir es el de la acción. Mas cuando ya llega a su destino, llega a la tierra del reposo y la paz, y es entonces cuando finalmente renuncia a la acción. Le dice también que el alma es fiel amiga del hombre, sólo cuando ha sido conquistada por el Espíritu. Señala que para un hombre carente de voluntad que aún no ha conquistado su alma, ésta puede convertirse en su propio enemigo, y solo cuando el alma encuentre la paz, él estará en paz: entonces su alma se habrá unido a Dios. Para tal situación le explica que debe 46


encontrar un sitio cómodo en donde sentarse y una vez preparado así el asiento, en total reposo debe de practicar el Yoga, para la purificación de su alma, uniendo su mente con la fuerza vital que habita en su cuerpo hasta poner su mente en paz. Capítulo 7. Krisná le explica a Arjuna su espíritu invisible, que no hay nada superior a el, que el es el Dios Supremo y que es el sostén de todos los mundos. Le dice que de él proceden los tres Gunas, los tres estados del alma: Sattva, Rajas y Tamas y que esas almas están en él. Dice que su gloria no la ven todos, pues está escondido detrás de su misterioso velo, por lo que engañados por su apariencia, la gente no lo reconoce, que el no tuvo principio y nunca ha de tener fin. Capítulo 8. Krisná le explica a Arjuna el significado de Brahman, Atman, karma, Espíritu Supremo, reino terrenal y reino de la Luz. 1. Brahman es el Principio Indestructible, lo Supremo y lo Eterno. 2. Atman es el Espíritu en el hombre. 3. Karma es la fuerza de la creación a partir de la cual toma vida todo lo que existe. 4. La materia es el reino terrenal, que, llegada su hora, lo perdemos. 5. Pero el Espíritu es el reino de la Luz, energía que da la vida a este cuerpo, y en este cuerpo se produce el más excelso de los sacrificios. 6. Espíritu Supremo es el Fin Supremo. La Suprema Morada de Krisna, aquéllos que llegan a Ella nunca regresan. Le señala que aquéllos que mediante el Yoga de la Devoción le entregan toda su alma para siempre, muy pronto llegan a el y una vez que estas grandes almas llegan a el, la Morada del Gozo Supremo, ya nunca han de volver a este mundo humano de penas y sufrimientos. Por último, le explica que siempre habrán dos caminos: el camino de la luz y el camino de la oscuridad. El primero conduce a un lugar del que no se regresa, mientras que el otro te obliga a regresar a esta existencia de tristeza y sufrimiento. Capítulo 9. Krisná le dice a Arjuna que sólo porque tiene fe le va a revelar el más alto de los misterios: el Conocimiento y la visión espiritual interior. Le dice que una vez alcanzado esto, su alma estará libre de pecado. Una vez abierto el tercer ojo, capacitado de visión divina, comienza a andar el camino del recto obrar. Es muy fácil de seguir y conduce a la más alta Morada, pero aquéllos que no tienen fe en esta Verdad, no recurren a el regresan sin cesar al ciclo de la vida y la muerte. Capítulo 10. Krisná le explica a Arjuna su origen y le dice que aquél que sabe que no tuvo principio, que es “el No-Nacido”: el Señor de todos los mundos, ese mortal está libre de la confusión y a salvo de toda ignorancia. Señala que los siete grandes sabios videntes de tiempos ancestrales, al igual que los cuatro fundadores de la especie humana, en el estaban y de su mente surgieron. Y a su vez, de ellos proviene la generación de la raza humana, por tanto el es el Origen Único de todo lo que existe. 47


Capítulo 11. Krisná se la manifiesta a Arjuna en su Suprema Forma Divina. Arjuna observa como su Señor tomaba incontables formas de impresionante aspecto, con multitud de ojos correspondientes a innumerables caras, con gran profusión de ornamentos divinos, y blandiendo numerosas armas celestiales y así Arjuna comienza a ver el poder infinito de sus incontables brazos de sus ojos que son el sol y la luna, y de su cara contempló un llameante fuego de sacrificio, dando luz y vida al universo entero, en el fulgor de una inmensa ofrenda. Una vez mostrada la verdadera identidad de Krisná, Vishnú, éste le dice a Arjuna que sus enemigos están condenados a muerte, que el sólo será un instrumento para alcanzar lo que él ya había decretado, que era la muerte de sus enemigos, así que peleará como el guerrero que era. Arjuna lleno de miedo al ver la verdadera forma de Vishnú, le pide por favor que vuelva a su forma humana de Krisná. Krisná al tiempo que regresa a su forma humana, le dice a Arjuna que no le tema y que el es muy afortunado porque absolutamente nadie excepto el conocían su forma divina. Capítulo 12. Yoga de la devoción. Arjuna pregunta a Krisna que de todos los hombres que lo adoran, quiénes son los mejores devotos, si los que adoran su forma fisica como Dios manifestado en forma humana o aquéllos que lo adoran como luz pura en su forma imperecedera, a lo que Krisná le contesta que sus mejores devotos son los que le entregan las riendas de su vida adorándolo continuamente con su amor, teniéndole una fe inamovible, así como aquéllos que llevando una vida en armonía con su mente controlada, amando por igual a todas las cosas que existen, regocijándose en el bien de todas las criaturas, en verdad, también van a el. Capítulo 13. Krisná le explica el conocimiento a Arjuna. Le dice que el cuerpo es el campo. Que ese campo se conforma por deseo, placer, sufrimiento, capacidad de asociación, inteligencia, búsqueda y sus modificaciones, sinceridad, humildad, mansedumbre, benevolencia, rectitud, devoción al Maestro, firmeza, autocontrol. Le dice que el auténtico conocimiento que nos conduce a la Visión Espiritual es el constante anhelo por disolverse en el Espíritu Interior y firme determinación en el Conocimiento de la Verdad que nos lleva a la liberación. Todo lo que se oponga a esto es ignorancia. El ser supremo es la Luz de todas las luces que brillan, disipando todo vestigio de oscuridad. Él es el Conocimiento y la meta del Conocimiento que mediante el Conocimiento se alcanza. Él mora en el corazón de todos los hombres. Tanto Prakriti, la Naturaleza, como Purusha, el Espíritu, carecen de principio. De la Naturaleza surgen todas las cosas materiales: Es la hacedora, los instrumentos para hacerlas, y también las cosas una vez hechas. Del Espíritu surge la consciencia que es capaz de sentir placer y sentir dolor. Cualquier cosa que tome existencia en este mundo, ya sea inmóvil o capacitado de movimiento, es el resultado de la unión del Campo y del conocedor del Campo. 48


Capítulo 14. Explicación de los 3 Gunas. SATTVA, RAJAS y TAMAS, son las tres fuerzas de la naturaleza: luz, fuego y oscuridad. Su poder es el de limitar en cuerpos finitos la infinita libertad del Espíritu Infinito. SATTVA debido a su pureza, da inteligencia y conduce a la vida pulcra, apegando al hombre al bienestar material y al conocimiento intelectual y la filosofía, tratando de encontrar en ello la felicidad terrena. RAJAS, cuya naturaleza es la pasión, produce en el hombre la ansiedad, la persecución de logros y los apegos. Esta cualidad de la naturaleza empuja al hombre a la acción, apegándolo a sus resultados. TAMAS, nacido de la ignorancia, debilita al alma, sumergiéndola en la oscuridad de la confusión. Produce en los hombres estados de apatía y abulia, haciéndoles perder su vigor y su iniciativa, hasta el punto de caer en la total negligencia. Sattva es lo que produce el deseo de sabiduría, Rajas, la codicia y la ambición, mientras que Tamas trae consigo la negligencia, la ilusión y la ignorancia. Aquéllos que viven bajo la influencia de Sattva recorren el camino que conduce hacia lo alto. Aquéllos que actúan bajo la influencia de Rajas, andan por un camino que les conduce a un estado medio. Mas aquéllos que están sometidos a la influencia de Tamas degradan hacia estados inferiores siguiendo un camino descendente. Capítulo 15. Krisná le dice a Arjuna que en este mundo hay dos principios fundamentales; uno es el perecedero, y el otro el imperecedero. El perecedero es la creación y todo lo que ella contiene, mientras que lo imperecedero es lo que no cambia, lo Inmutable. Pero aún hay otro Principio que se le da el nombre de Espíritu Supremo, el más alto sin igual: éste es el Eterno Señor que penetrándolo todo, mantiene al universo entero y que en este mundo él es proclamado como el Espíritu Supremo, pues está más allá de lo perecedero, e incluso de lo imperecedero, por lo que aquel que lo vea a través de su ojo espiritual como el Espíritu Supremo, ya ha conocido todo lo que hay que conocer, por eso lo adora y lo ama con toda su alma. Capítulo 16. Krisná le explica a Arjuna que en el mundo hay dos tipos de naturaleza: la naturaleza divina y la naturaleza demoníaca. Que la divina ya se la ha explicado y que la demoníaca se encuentra en los hombres que careciendo de principios, ignoran qué es lo que se debe hacer y qué es lo que no se debe hacer; su corazón está empocilgado con todo tipo de impurezas, su conducta es irreverente y miente sin reparo. Le señala que tres son las puertas que conducen a ese infierno, condenando al alma a la oscuridad y la muerte: la lujuria, la ira y la codicia. De estas tres puertas el hombre debe apartarse. Cuando un hombre se aleja de estas tres puertas que conducen su alma a la oscuridad, comienza a labrarse su propia salvación, encaminándose así hacia el Sendero Supremo. Capítulo 17. Krisná enseña a Arjuna que entre los hombres mortales hay tres clases de fe, de acuerdo con su propia naturaleza, que son: 49


de luz, de fuego y de oscuridad. Aquellos hombres en los que predominan las cualidades sáttvicas adoran a los dioses de la luz. Del mismo modo, los hombres de naturaleza rajásíca, adoran a los dioses del poder y la riqueza. E igualmente, aquéllos cuya naturaleza es preponderantemente tamásica adoran a los espíritus nocturnos, fantasmas y fuerzas elementales. En este capítulo también explica Krisná a Arjuna sobre los tres tipos de alimentos, las tres clases de sacrificios, los tres estados de armonía, y las tres formas de hacer caridad, y como es que los llevan a cabo los sattvicos, los rajásicos y los támicos. Capítulo 18. Arjuna pide a Krisná que le hable respecto a la esencia de la renuncia y de la esencia de la rendición, por lo que el le explica que la renuncia es la abstención a la acción, para evitar el apego egoísta a los frutos de las acciones. Mas la renuncia a los frutos de las acciones es lo que se llama la Rendición. Continúa diciéndole que la Rendición puede ser de tres clases: El servicio desinteresado, los donativos, y la autodisciplina, que jamás se deben abandonar pues son medios de purificación, sin esperar recompensa alguna a cambio. También le explica las cinco causas primarias de toda acción, que necesariamente intervienen en la realización de cualquier acto que son: el cuerpo, el yo inferior, los poderes de percepción, los poderes de la acción, y, finalmente, el Designio Divino. Dice que cualquier acción que el hombre realiza, ya sea buena o mala, mediante el pensamiento, palabra, u obra, es producida por estas cinco causas primarias de la acción. Le enseña también las tres clases del conocimiento según sus cualidades y de acuerdo a la esencia de los Gunas y de las tres clases de sabiduría y las tres clases de concentración, según el estado de preponderancia de cada uno de los tres Gunas. Tomado de Ramona Polanco. Como podéis ver la gran riqueza y variedad de los temas recogidos en el texto, han sido, son y serán estudiados por grandes pensadores y maestros de todas las culturas y tradiciones, pero es que además, en ésta obra se ha de sumar al contenido, una gran Belleza. Los maestros nos dicen que para leer el Gita, como cualquier otra de las grandes obras místicas de la humanidad, hay que colocarse en una determinada vibración mental. No es suficiente con comprender las palabras, una tras otra, las frases o conceptos, hay que resonar con el texto, entendiendo que resonar quiere aquí decir, estar dispuesto a trasladar a nuestra vida cotidiana, aquello que nos está llegando del mensaje. Como ejemplo reproducimos el segundo capítulo, en la traducción hecha por Annie Bessant, segun dicen una de las más bellas. En éste capítulo, de vital importancia, Krisna enseña a Arjuna la esencia del conocimiento, el Jñana Yoga, recordemos aquí que la palabra Yoga suele traducirse como unión, en éste caso de Arjuna -cualquiera de nostros- con Krisna , el Yo Superior, o la divinidad. CAPITULO II: VERDADERA NATURALEZA DEL ESPIRITU SANKHYA YOGA (Consta de 72 slokas) 50


El Sabio Sanjaya dice: 1. Viéndole tan lastimeramente desalentado y con los ojos llenos de lágrimas, díjole Krishna a Arjuna estas palabras: El Bendito Señor Krishna dice: 2. ¿De qué te viene, ¡oh Arjuna!, ese innoble e infamante abatimiento que cierra las puertas del Cielo? 3. No cedas a la impotencia, ¡Oh Pârtha!, que no es propia de ti. Sacude esa vil pereza del corazón. ¡Yérguete, Parantapa ! Arjuna dice: 4. ¡Oh Madhusûdana! ¿Cómo lanzaré yo mis flechas contra Bhîshma y Drona, que tan dignos son de reverencia? ¡Oh matador de enemigos! 5. Con mendrugos me sustentara de limosnas en este mundo, antes que matar a tan nobles maestros, porque si matara a esos maestros anhelosos de bienes, rociaría con su sangre los festines de mi vida. 6. No sé qué fuera mejor: que los venciéramos o que nos vencieran; pues quienes enfrente se han reunido contra nosotros son los hijos de Dhritârashtra, cuya muerte acabaría con nuestra vida. 7. Mi corazón se apesadumbra a causa de mi mente irresoluta y mi voluntad se ve solicitada por el deber. Yo te pregunto a qué mejor puedo resolverme. Soy tu discípulo. Suplicante, ruégote que me enseñes. 8. Porque nada veo que pueda consolar la aflicción que conturba mis sentidos, aunque alcanzara la indisputada monarquía de la Tierra y aún la soberanía de los seres celestiales. El Sabio Sanjaya dice: 9. Luego que hubo así hablado Arjuna, dijo de nuevo a Govinda : “¡no pelearé!” Y quedó silencioso. 10. Entonces, ¡oh Bhârata!, respondió Krishna sonriente al que tan abatido se veía entre ambas huestes: El Bendito Señor Krishna dice: 11. Te lamentas de lo que no debieras lamentarte. ¡Aún son tus palabras de engañosa sabiduría! El sabio no se lamenta ni por los vivos ni por los muertos. 12. Ni Yo, ni tú, ni esos príncipes de hombres, en tiempo alguno hemos dejado de ser, ni dejaremos de ser en adelante. 13. Así como el morador del cuerpo pasa en él por la infancia, la juventud y la vejez, así también pasa a otro cuerpo. Quien es firme, no se apesadumbra por esto. 14. El contacto con la materia, ¡oh hijo de Kunti!, da calor y frío, placer y dolor, que en alternativos vaivenes se funden transitoriamente. Sopórtalos con valor, ¡oh Bhârata ! 15. El hombre a quien ni el placer ni el dolor conturban y entre su balanceo permanece firme, es merecedor de la inmortalidad. 16. Lo que no existe no tiene ser y lo que existe jamás cesará de ser. La verdad de ello ha sido percibida por los videntes de la esencia de las cosas . 17. Indestructible es Aquel que todo lo penetra. Nada ni nadie puede aniquilar a este imperecedero Ser. 51


18. Finitos son estos cuerpos del encarnado Ser, eterno, indestructible e inmenso. Así, pues, ¡pelea, oh Bhârata! . 19. Ignorantes son quienes miran como matador al que mora en el cuerpo, y quienes lo creen muerto. El Espíritu no puede matar ni morir. 20. Porque nunca tuvo principio, ni tendrá fin, ni habiendo sido cesará jamás de ser. Es nonato, perpetuo, eterno y no muere cuando muere el cuerpo. 21. ¿Cómo puede pues, ¡oh Pârtha!, matar o morir, quien sabe que es indestructible, perpetuo, nonato e indisminuíble? 22. Como un hombre desecha las ropas viejas y se viste de otras nuevas, así el morador del cuerpo deja el cuerpo viejo y entra en otro nuevo. 23. Arma alguna puede herirle, ni fuego abrasarle, ni agua humedecerle, ni viento orearle. 24. Porque es invulnerable, incombustible, impermeable e inoreable. Es perpetuo, omnidifuso, permanente, incorruptible y eterno. 25. Invisible, inescrutable e inmutable. Si así lo reconoces, no has de afligirte. 26. Mas aún cuando lo creyeres de continuo nacido y de continuo muerto, tampoco así, ¡oh armipotente!, debieras afligirte. 27. Porque, en verdad, del nacimiento dimana la muerte y de la muerte el nacimiento. Así, no debes afligirte por lo inevitable. 28. Los seres son inescrutables en su origen, manifiestos en su estado promedio, ¡oh Bhâ- rata!, e igualmente inescrutables en su condición ultérrima . ¿Cómo pues, halla lugar en ti el lamento? 29. Por maravilla tienen unos al Espíritu; como de maravilla hablan otros de Él; como de maravilla oyen otros hablar de Él. Mas, aún oyendo, nadie en verdad comprende . 30. Siempre invulnerable es, ¡oh Bhârata!, el morador del cuerpo. Así, no te aflijas por criatura alguna. 31. Además, advierte tus deberes y no vaciles; porque nada hay más correcto para un Kshattriya que la guerra justa. 32. Felices, ¡oh Pârtha!, los Kshattriyas que militan en tal lucha, porque es no buscada coyuntura que les abre las puertas del Cielo . 33. Pero si con desprecio de tus deberes y mancillando tu honor rehusas emprender esta justa guerra, caerás en pecado. 34. Las gentes pregonarán tu perpetua deshonra; y para quien bien se estima, mucho peor es la deshonra que la muerte. 35. Los jefes creerán que por cobardía rehuyes el combate, y te verás menospreciado por ellos, que tan animoso te juzgaban. 36. Voces despectivas derramarán sobre ti tus enemigos, difamando tu esfuerzo. ¿Qué mayor afrenta? 37. Muerto, ganarás el Cielo; victorioso, dominarás la Tierra. Así, pues, yérguete, ¡oh hijo de Kunti!, y determínate a luchar. 38. Aceptando por igual el placer y el dolor, la ganancia y la pérdida, el triunfo y la derrota, apréstate a la batalla. Así no caerás en pecado. 39. Las enseñanzas que te he expuesto están acordes con el Sankhya. Óyelas ahora en concordancia con el Yoga. Si te 52


compenetras con estas enseñanzas, ¡Oh Pârtha!, quebrantarás las cadenas de la acción. 40. En esta doctrina no hay esfuerzos perdidos ni tampoco pecado. Una chispa de este conocimiento salva al hombre del gran peligro . 41. El Discernimiento determinado, sólo tiene un fin, ¡oh joya de los Kurus!; pero dispersos y mudables son los pensamientos del que duda. 42. Floridos discursos salen, ¡oh Pârtha!, de la boca del necio que se regocija en la letra de los Vedas diciendo: “nada hay sino esto ”. 43. Con egoísta deseo tienen el Cielo por meta y se representan el futuro nacimiento como recompensa de sus acciones, practicando muchas y diversas ceremonias para gozar de riqueza y poderío. 44. Este Discernimiento determinado a la contemplación firmemente sostenida1 no es propio de quienes viven apegados a las riquezas y al poderío, y cuya mente se halla subyugada por tales pensamientos. 45. Los Vedas tratan de las tres cualidades . Sobreponte a ellas, ¡oh Arjuna! Permanece firme en la Pureza , más allá de los pares de opuestos , desdeñoso de bienes y en la plenitud de Atman. 46. Tan provechosos son los Vedas para el brahmín iluminado como el agua de un estanque en un lugar totalmente inundado. 47. Atiende tan sólo a la acción y no a las ventajas que puedas allegar de ella. No te determine la recompensa ni tampoco te aficiones a la inacción. 48. Cumple tus acciones, ¡oh Dhananjaya !, morando en Unión con la Divinidad, renunciando a todos los apegos y por igual sereno en el éxito que en el fracaso. Este equilibrio se llama Yoga. 49. La acción es, ¡oh Dhananjaya!, muy inferior al Yoga de Discernimiento . Refúgiate en la Pura Razón . ¡Miserables los que trabajan por la recompensa! 50. El unido con la Pura Razón se abstrae en este mundo de las buenas y malas acciones. Así pues, aplícate al Yoga, porque el Yoga es habilidad en la acción . 51. El sabio unido a la Pura Razón renuncia a la recompensa que le ofrecen sus actos y libre de las ataduras del renacimiento se encamina a la Bienaventurada Sede. 52. Cuando tu Discernimiento se haya desprendido de esta maraña de ilusiones, sentirás indiferencia por cuanto has oído y por cuanto has de oír. 53. Cuando ya apartada tu mente de las Escrituras repose con firmeza en la contemplación1 de Dios, entonces alcanzarás el Yoga. Arjuna pregunta: 54. ¿Cuál es, ¡oh Keshava!, la señal de quien permanece firme en la contemplación de Dios y es de mente serena? ¿Cómo el de mente serena puede hablar, cómo sentarse y cómo andar? El Bendito Señor Krishna responde: 55. Cuando un hombre extirpa, ¡oh Pârtha!, todos los deseos de su corazón, y se satisface en Atman por Atman, entonces puede llamarse de mente serena. 53


56. Aquel cuyo corazón está libre de ansiedad en el dolor, indiferente al placer, desapegado de la pasión, del temor y de la cólera, aquel puede llamarse sabio de mente serena. 57. El que a nada se apega, ni se inmuta en la suerte próspera o adversa, ni gusta ni repugna; un hombre tal, es de equilibrada mente. 58. Cuando, además, aparta sus sentidos de los objetos de sensación, como tortuga que encoge sus miembros en la caparazón, entonces, es de equilibrada mente. 59. Los objetos de sensación, aunque no el gusto por ellos , abandonan al abstinente morador del cuerpo que de ellos no gusta; y aún el mismo gusto abandona al que persevera en la visión de Dios. 60. ¡Oh hijo de Kunti! Los fogosos sentidos arrastran impetuosamente aún el corazón del sabio que contra ellos forcejea. 61. Sojuzgados todos sus sentidos, puede el hombre estar en armonía Conmigo que soy su aspiración suprema; porque quien ha subyugado sus sentidos es de equilibrada mente. 62. El hombre que se complace en los objetos de sensación, suscita en sí el apego a ellos; del apego surge el deseo ; del deseo el apetito desenfrenado ; 63. Del apetito desenfrenado dimana la ilusión ; de la ilusión la desmemoria ; de la desmemoria, la pérdida del discernimiento ; y por la pérdida del discernimiento perece el hombre . 64. Pero el que dueño de sí mismo se mueve entre los objetos de sensación, con los sentidos libres de gusto y repugnancia, sojuzgados por Atman, logra la Paz. 65. En esta Paz se extingue toda pena, porque en el de corazón pacífico, muy pronto alcanza equilibrio el Discernimiento . 66. No hay Pura Razón para quien está desacorde, ni para el desacorde hay devoción . Para quien carece de devoción no hay Paz , ¿y cómo puede ser feliz quien no tiene Paz? 67. Del de sentidos erráticos que a ellos abandona la mente, huye el conocimiento como barco sobre las aguas impelido por la tormenta. 68. Así, ¡oh armipotente!, aquel cuyos sentidos están por entero desapegados de los objetos de sensación, es de equilibrada mente. 69. Lo que es noche para los demás seres, es día para el hombre disciplinado; y cuando en vigilia están los demás seres, es noche para el sabio vidente . 70. Logrará Paz, aquel en cuyo interior muera todo deseo, como mueren los ríos en el Océano, que, aunque siempre lleno de agua, jamás se desborda. Pero no logrará Paz quien tenga deseos. 71. Quien extirpa todo deseo y camina hacia adelante, libre de aflicción , de egoísmo y vanidad , ese logra la Paz. 72. Este es el Eternal estado del Espíritu, ¡oh hijo de Prithâ! Quien a Él llega, nunca más se desvía. Quien en la hora de la muerte, permanece aún en él, se funde en el seno de la Divinidad. Así, en el Glorioso Upanishad del Bhagavad Gîtâ, la Ciencia del Eterno, el Libro de la Unión Divina, el coloquio entre Sri Krishna y 54


Arjuna, es el Segundo Capítulo titulado: VERDADERA NATURALEZA DEL ESPIRITU. Muchos y muy variados, son los que se han atrevido a hacer comentarios sobre los versos del Bhagavad Gita, el lector interesado, sólo tiene que buscar en la web, para encontrarlos. Los de Sankara son los más apreciados. Evidentemente, no me siento capacitado para hacer públicos mis pensamientos-sensaciones, sobre el Gita, me bastará para haceros una nueva recomendación, especialmente para aquellos que no se atrevan aún a leerlo entero.

Recomendación –Resumen de Ramana Mahashi sobre el Bhagavad Gita. Un aspecto atractivo de la Bhagavad Gita Saram - de la que no existe traducción en la lengua castellana- es que esta colección implica en cierto modo la combinación de las influencias de Krishna y de Ramana Maharshi, dos grandes soles en el panorama de la nodualidad y que son Uno, pues ambos son un mismo Ser, el cual es nuestro propio Ser. Invocación El Señor quien, elimina las aflicciones

de

sentado Arjuna,

en ¡que

Él

Su nos

carro, proteja!

Dijo Sanjaya: 1º) Al ver a Arjuna abatido por el desánimo y la piedad, con los ojos llenos de lágrimas y la mente confusa, Madhusudana (Krishna) pronunció estas palabras. (Bh. G. II, 1) 55


Krishna dijo: 2º) Este cuerpo, hijo de Kunti [Arjuna es el hijo de Kunti], es llamado «campo». Y los que están versados en esto dicen que aquello que es consciente de él es el «conocedor del campo». (Bh. G. XIII, 1) 3º) Descendiente de la dinastía de Bharata [de nuevo se refiere a Arjuna, como es habitual], date cuenta de que soy el «conocedor del campo» en todos los campos. El conocer el campo y el conocedor del campo es para Mí la sabiduría. (Bh. G. XIII, 2) 4º) Oh «el que vence al sueño» (Gudakesa), soy el Ser que mora en el corazón de todos los seres. Soy el principio, el medio y el fin de todo ser. (Bh. G. X, 20) 5º) Todo lo que nace debe morir y todo lo que muere renace sin duda. No debes, por tanto, lamentarte por lo que es un hecho inevitable. (Bh. G. II, 27) 6º) Nunca ha nacido y nunca muere el Ser Uno. Ni comienza a existir un día para desaparecer sin volver jamás a existir. No tiene comienzo (es innacido), es eterno, imperecedero, ancestral, y no muere cuando el cuerpo muere. (Bh. G. II, 20) 7º) El Ser es invulnerable: no se quema, ni se moja, ni se seca. El Ser es eterno, omnipresente (lo penetra todo), permanente (inmóvil), inmutable y único. (Bh. G. II, 24) 8º) Sabe que Aquello que interpenetra todo es indestructible. El Uno, Inmutable, no puede ser destruido. (Bh. G. II, 17) 9º) De lo irreal no surge el ser. Lo real no puede dejar de ser. Esto es lo que han percibido claramente los veedores de la verdad. (Bh. G. II, 16) 10º) Así como el espacio, que todo lo penetra, debido a su sutilidad no puede ser contaminado/dañado/afectado por nada, asimismo el Ser, aunque anime al cuerpo, no puede ser dañado/manchado/afectado por nada. (Bh. G. XIII, 32 [33 en otras versiones]) 11º) Ni el sol, ni la luna, ni el fuego pueden iluminar Eso (el Ser). Es Mi Suprema Morada y quien llega a Ella no regresa más. (Bh. G. XV, 6) 12º) El Supremo Estado es no-manifestado, Inmutable. Es Mi Sublime Morada y quienes llegan a Ella no retornan jamás. (Bh. G. VIII, 21) 13º) El sabio que está libre de orgullo e ignorancia, el que ha conquistado el mal de la identificación con lo ilusorio y vive siempre 56


dedicado a lo espiritual [o sea, siempre dedicado al Ser, con la atención fija en el Ser], liberado por completo de los deseos, y de los opuestos placer y dolor, alcanza ese estado imperecedero. (Bh. G. XV, 5) 14º) Aquel que abandona los preceptos/consejos de las escrituras y actúa bajo el impulso de la pasión del deseo, no logra la perfección ni la felicidad ni la más elevada meta. (Bh. G. XVI, 23) 15º) Aquel que ve al Ser Supremo residiendo en todos los seres por igual, permaneciendo como el Imperecedero entre lo perecedero, ve (verdaderamente). (Bh. G. XIII, 27) 16º) Sólo por la devoción inquebrantable (fija/constante contemplación amorosa), Arjuna, es posible conocerme, verme realmente y unirse a Mí. (Bh. G. XI, 54) 17º) La fe de cualquier persona concuerda con su carácter/mentalidad/naturaleza, Arjuna. Cada persona está constituida esencialmente por su propia fe. La persona viene a ser lo que es su fe. (Bh. G. XVII, 3) 18º) Aquel que tiene fe, concentración [dedicación intensa, fijando toda la conciencia en la suprema realidad] y autocontrol[calma/dominio de las pasiones (mente y sentidos)] logra el conocimiento verdadero. Y con él llega de inmediato la paz suprema.(Bh. G. IV, 39) 19º) A los que siempre viven en un estado de amor y devoción constante hacia Mí, les concedo la sabiduría [el yoga del entendimiento/conocimiento] para que se identifiquen Conmigo [o: por medio del cual ellos Me alcanzan]. (Bh. G. X, 10) 20º) Vivo en sus corazones [en su interior, en su Ser, en cada uno] y por compasión disipo con la resplandeciente luz del conocimiento las tinieblas surgidas de la ignorancia. (Bh. G. X, 11) 21º) A aquellos cuya ignorancia ha sido destruida por la sabiduría[descubrimiento/conocimiento de sí, o sea, del Ser], esa sabiduría como la luz del sol les revela la Realidad Suprema. (Bh. G. V, 16) 22º) Se ha dicho que los sentidos son poderosos, que la mente (pensamiento) es más poderosa (superior) que los sentidos, y que la razón (inteligencia) es más poderosa (superior) que la mente. Pero más poderoso todavía que la razón, es Él. (Bh. G. III, 42) 23º) Por lo tanto, al comprender que el Ser está más allá de la razón (es superior a la razón), estabilízate en el Ser, tú de poderosos brazos, 57


y de este modo destruye el deseo, ese enemigo difícil de vencer. (Bh. G. III, 43) 24º) Lo mismo que un flameante fuego convierte las maderas en cenizas, así también, Arjuna, el fuego del conocimiento reduce a cenizas todas las actividades (obras). (Bh. G. IV, 37) 25º) Aquel cuyas iniciativas están libres del deseo y cuyas acciones han sido purificadas (incineradas) en el fuego del conocimiento, es llamado sabio por los que saben. (Bh. G. IV, 19) 26º) La Liberación en lo Absoluto envuelve eternamente a quienes se han liberado a sí mismos del deseo y de la ira, dominado sus mentes, y llegan a conocer el Ser. (Bh. G. V, 26)

27º) La quietud debe alcanzarse gradualmente por medio de un firme (constante) sumergimiento de la mente en el Ser, sin pensar en nada más (sin permitir que surjan y se multipliquen los pensamientos).(Bh. G. VI, 25) 28º) Cada vez que la inquieta mente se descarríe y salga a vagabundear (surgimiento de los cambiantes pensamientos), estabilízala y tráela de vuelta a descansar en el Ser. (Bh. G. VI, 26) 29º) Con sus sentidos, la mente y la razón sometidos (calmados), el 58


santo que busca devotamente la liberación, sin deseo, miedo ni ira, es de hecho siempre-liberado (eternamente libre). (Bh. G. V, 28) 30º) Aquel que tiene su mente absorta en el Ser mediante este yoga y ve la identidad de todo (ve la total igualdad de todo), contempla su Ser en todos los seres y a todos los seres en su Ser (se ve a sí mismo en todos los seres, y ve a todos los seres en sí mismo). (Bh. G. VI, 29) 31º) A los que me honran con una devoción total, Yo les garantizo su liberación. (Bh. G. IX, 22) En la Bhagavad Gita tradicional, este verso acaba diciendo algo parecido a esto: «(...) Yo les proveo de lo que les falta y les preservo lo que ya tienen». La Bhagavad Gita Saram tiene ese pequeño cambio al final, introducido por Ramana Maharshi para enfatizar lo que realmente se quiere transmitir, pues dicha providencia no se basa en ayudas materiales/ilusorias sino en proveer todo aquello que ayude al devoto a despertar del sueño de la dualidad, y por lo tanto le vuelva consciente de su eterna libertad. Al devoto sincero, por lo tanto, se le provee en todo momento de todo lo necesario/idóneo para su total liberación. (A los demás también se les provee de todo, pero debido a su actitud de negación de la verdad, rechazan la ayuda y así retardan su despertar). 32º) Entre todos ellos sobresale el sabio que se dedica con constancia y firmeza a la contemplación del Uno (del Ser). Él me ama de todo corazón, y él también es plenamente amado por Mí. (Bh. G. VII, 17) 33º) Al final de numerosos nacimientos, la persona con sabiduría llega a Mí al tomar conciencia de que el Ser divino es todo. Rara vez se encuentra una persona tan excelente como ésta. (Bh. G. VII, 19) 34º) Se dice que está establecida en la sabiduría aquella persona que está libre de todos los deseos y está contenta consigo misma (permanece felizmente sumergida en el Ser). (Bh. G. II, 55) 35º) Alcanza la paz quien abandona todos los deseos, viviendo sin apego, libre de "yo" y "mío". (Bh. G. II, 71) 36º) Aquel que no perturba al mundo ni es perturbado por el mundo, aquel que está libre de los placeres mundanos y libre de la ira, del miedo y de la ansiedad, es amado por Mí. (Bh. G. XII, 15) 37º) Aquel que es indiferente ante el honor y el deshonor, y tiene la misma actitud con los amigos y los enemigos, el que ha abandonado el empeño por emprender cualquier empresa, de él se puede decir que ha trascendido las gunas. (Bh. G. XIV, 25) [El término "gunas" se suele traducir por "cualidades" (de la naturaleza en general, incluidas las personas). Se podría traducir también por "tendencias", y la tradición hindú agrupa las tendencias o cualidades (gunas) de la naturaleza (incluida la naturaleza humana o incluso de otros tipos de 59


seres) en tres categorías principales (mezclables en mayor o menor proporción según sea cada individuo): 1) sattva: bondad, pureza, armonía, elevación, espiritualidad, sabiduría, felicidad. 2) rajas: pasión, ímpetu hacia la acción, deseo, inquietud, movimiento, cambio. 3) tamas: ignorancia, inercia, letargo, pereza, torpeza, dejadez] 38º) No hay ningún deber que realizar (ausencia de la necesidad de implicarse en actividades) para el que se satisface solamente con el Ser y disfruta y se alegra en el Ser únicamente. (Bh. G. III, 17) [Porque para quien está profundamente sumergido en el Ser, las actividades en que pueda verse envuelto su cuerpo/personalidad no significan nada ni existen] 39º) Para él no tiene aliciente alguno actuar o no actuar, pues no está esclavizado por el hechizo del deseo, por lo que no tiene nada que ganar por las acciones realizadas, ni tiene nada que perder por las acciones no realizadas. Así, no depende de nadie ni de nada para lograr ninguna cosa. (Bh. G. III, 18) 40º) El que está satisfecho con lo que se presenta (satisfecho con lo que viene a él por casualidad, sin anhelarlo ni temerlo), habiendo trascendido los opuestos, libre de envidia y ecuánime ante el éxito y el fracaso, aunque actúe no está apegado a los resultados de sus acciones. (Bh. G. IV, 22) [«Tiene siempre clara conciencia del hecho: "Yo no hago nada" (...)» (fragmento de un comentario de Sankara citando esa frase del verso de la Bh. G. V, 8)] 41º) ¡Oh, Arjuna! Dios habita en el corazón de todas las criaturas, animándolas como marionetas (que se mueven mecánicamente sin vida propia) a través de Su poder de crear ilusiones. (Bh. G. XVIII, 61) 42º) Entrégate a Él con todo tu corazón, ¡oh, Arjuna! Y por Su gracia alcanzarás la Paz Suprema y la eterna Morada. (Bh. G. XVIII, 62) [Paz Suprema, o eterna Morada, se refiere al puro Ser, reconocido y vivido en total plenitud y eternamente] Los versos finales son de Muruganar, un gran devoto de Ramana Maharshi. Como éstos no los tengo traducidos, los copio en inglés, seguidos de una traducción basada en la ayuda de Google Translator: Versos de Bendición Así brilla la quintaesencia de la Gita que consiste en los versos seleccionados por Bhagavan Sri Ramana Maharshi. El que, con fervor y devoción, 60


estudie estos versos, cuarenta y dos en total, alcanzará fácilmente el conocimiento impartido por la Gita. CONCLUSIONES La experiencia que Krishna revela a Arjuna, tal y como se nos describe en el Gita, es la experiencia directa de Dios a través del Conocimiento revelado por el Guru a su discípulo una vez que se ha establecido una relación de amor entre ambos, o mejor que establecido yo diría re-establecido. Porque el Amor del Señor (manifestado físicamente como Guru) hacia la especie humana como “sus hijos” es constante incondicional y universal. Tan sólo es el discípulo quien, reconociendo a su Maestro, reestablece su relación filial, devolviéndole el amor que incondicional y gratuitamente está recibiendo de El, aunque a cambio tan sólo reciba indiferencia o incluso ofensas. Reestablecer este vínculo de amor es cerrar el ciclo que rige la creación entera: el ciclo del amor; es dando como se recibe. En su debida estación todos los árboles ofrecen gratuitamente sus frutos para ser aprovechados por cualquiera o quien quiera, sin pedir a cambio que los rieguen con agua o que les limpien las ramas o las hojas o les den calor. Pero la lluvia, el viento, la tierra y el sol se encargan de eso de acuerdo a la justicia divina. Y al igual que el árbol surgió de una semilla, éste produce semillas que contienen sus frutos multiplicando aquella primera, para que regresando a la tierra den vida a nuevos árboles, asegurando así la continuidad de este juego: el ciclo del amor. Igualmente el agua que una vez se evaporó del océano no descansará hasta completar su ciclo, formando primero una nube que un día ha de llover sobre alguna montaña para luego formar arroyos, riachuelos y ríos, que saltando sobre todo tipo de obstáculos se precipitan inexorablemente hacia el océano; su origen y su meta. Para fundirse y desaparecer en él. Al igual que una piedra cogida de la tierra y lanzada al espacio, sube separándose de ella tan sólo para bajar regresando con mayor rapidez. O al igual que el fuego, siempre dirige su llama al cielo. O al igual que un niño perdido de los brazos de su madre llorará con ansiedad hasta regresar a ella. Igualmente nuestro espíritu anhela sin sosiego encontrar a su dueño, a su Señor. “¿A dónde iré a parar si renuncio a Tus Pies? ¿Quién en el mundo entero puede darme el Nombre que limpia al pecador? ¿A quién más le son tan queridos los desamparados?” Tulsidas

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Y tan sólo hay un modo de traer auténtica y definitiva paz y satisfacción a nuestra mente: a través del Conocimiento impartido por el Maestro Perfecto vivo. El cual te revela las Cuatro Eternas Verdades: Nombre, Luz, Música y Néctar. Una sola de estas manifestaciones sería suficiente para llevarnos a la perfección, pues las cuatro son perfectas, siendo el Nombre el origen de las otras tres. Incluso es posible que el Maestro en algunas épocas en sus diferentes manifestaciones físicas, tan sólo haya revelado una de ellas, o parte de ellas (Nombre y Luz). Por ejemplo en el Gita, Krishna le habla a Arjuna primordialmente del Nombre (siendo Krishna mismo su manifestación corpórea) y de la Luz. Mientras que el Soma (el Néctar) y los Gandarvas (seres lumínicos que continuamente producen músicas celestiales) los menciona sólo a nivel anecdótico. No da a entender específicamente que también le revelase a Arjuna la experiencia del Néctar y la Música, mientras que sin embargo, las “Cuatro Eternas Verdades” fueron reveladas por Buda y otros muchos Maestros y Avatares, que siglos más tarde revelaron el mismo Eterno Conocimiento interior de Dios, a los hombres contemporáneos a su época que se acercaron a ellos pidiendo ser aceptados como discípulos. Santo Kabir (siglo XV) y Guru Nanak (siglo XVI) considerados también como manifestaciones del Señor, describen extensamente y con palabras bellísimas en prosa poética, sus experiencias de éxtasis debido al Néctar y la Música interior. Lo mismo se puede decir de la sucesión de los diez Gurus Sikhs, e incluso místicos españoles, como San Juan de la Cruz y Santa Teresa describen experiencias similares que obtuvieron por la gracia de Cristo. Concibiendo a “Cristo” como el ungido, el elegido por el Señor Eterno universal, no necesariamente ligado a la persona de Jesús, que sin embargo fue una de sus manifestaciones y no la primera ni la última. 62


Este Conocimiento como el único camino para la realización práctica de la perfección, como meta del ser humano, y la necesidad de un Maestro, de un Guru verdadero que revela este Conocimiento interior; es el mensaje que recoge y transmite toda la literatura sagrada universal. De hecho, es esa misma experiencia directa de la Verdad o la perfección, de Dios o como se le quiera llamar, lo que ha motivado a Maestros y santos a tratar de describir (harto imposible), la dicha incomparable que tal experiencia produce al ser humano. Siendo el Maestro y la experiencia que El revela, el protagonista obligado de todas las sagradas escrituras de todos los tiempos y de todas las partes del mundo. A continuación hago una recopilación de citas de diferentes escrituras y Maestros, precedentes y posteriores a la época en que Krishna reveló este Conocimiento a Arjuna, que también nos hablan de este mismo Conocimiento y del Maestro que lo revelaba siendo Su mensaje esencial el mismo que contiene el Gita tal y como hemos podido leer en la presente obra. Esto nos puede abrir la conciencia a la evidencia de la universalidad atemporal de este mensaje: «En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.» S.Juan 1:1 «En el principio estaba el Creador, y con él estaba la Palabra, y la Palabra era el Supremo Dios.» Vedas «Estos ignoran voluntariamente que por la Palabra de Dios fueron hechos, en los tiempos antiguos, los cielos y la tierra.» S.Pedro, 11:3,5 «La Palabra de Dios se hizo hombre, para que podáis aprender de un hombre, como un hombre se vuelve Dios.» Clemente de Alejandría «La meditación en el Nombre o Sonido Primordial, es el camino real hacia la salvación.» Upanishads «Así os revelo la Palabra que el más sabio me ha enseñado, la Palabra que es lo mejor que los mortales pueden escuchar. Quien me rinda obediencia y fije su atención en Mí, obtendrá al Ser Omnipresente y logrará la inmortalidad: realizará a Dios.» Zaratustra «El Tao que puede expresarse no es el verdadero Tao. El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno.» Tao Te King El nombre de Dios es Jehová.» (Jehová etimológicamente en hebreo, significa impronunciable.) Antiguo Testamento «Es recordando tu Nombre como yo debo vivir y morir.» Mahoma 63


«Al unirme al Nombre vi luces inmensas en movimiento, como millones de soles brillando juntos.» Guru Arjun «Cuando encuentres al verdadero Guru él despertará tu corazón, te revelará el secreto del amor y el desapego; entonces sabrás en verdad que él transciende este universo.» Santo Kabir «Gloria a la Palabra de la Sabiduría: tú eres la Palabra celestial del Padre, reveladora del camino de la verdad; tú eres la Luz oculta, disipadora de las tinieblas y eliminadora del error.» Actos de Santo Tomás «La luz que hay en todo es la misma Luz que hay en ti, debido a su efulgencia todas las cosas tiene brillo, ¡es la Luz del Guru que brilla dando testimonio de él!, lo cual agrada a Dios, ella es el auténtico arti (canto de alabanza)» Guru Nanak «El centro místico primordial es la oculta Luz interior, de una pureza, efulgencia y sutileza tal, que está más allá de la comprensión.» El libro Zohar del Esplendor (escritura judía) «Sirve al Dios vivo para que el movimiento eterno de la vida te sostenga, escapando así a la eterna quietud de la muerte.» La Esencia del Evangelio de la Paz «La tierra brillará con la Luz de su Señor.» Korán «Antiguamente el hombre perfecto del Tao era sutil, penetrante, y tan profundo que apenas era entendido… Al regreso al origen se le llama paz: significa regreso al destino. Al regreso al destino se le llama eternidad. A aquél que conoce la eternidad se le llama iluminado… En este estado supremo él puede alcanzar el Tao. Aquél que alcanza el Tao jamás perece. Aunque el cuerpo perezca él nunca muere.» Tao Te King «La Luz es el Poder Progenitor.» Taittiriya Samhita (Vedas) «Oh mi amado. Yo vivo al cobijo del Nombre, sin el Nombre no podría haber vida. La mente sólo se contenta cuando consigue el Nombre… y ahora mi verdadero Guru ha establecido el Nombre en mí.» Guru Ram Das «El hombre es el enlace entre Dios y la Naturaleza. Del mismo modo que Dios se ha hecho hombre, el hombre ha de ascender hacia Dios.» Jili (Sufi) «Vosotros investigáis las escrituras porque pensáis que en ellas hallaréis la vida eterna; y ellas dan testimonio de Mí; y aun así rehusáis venir a Mí para obtener la vida eterna.» San Juan, 5:39,40 «La morada de la Palabra es el Hombre: y su verdad es amor. Benditos aquéllos que por estos medios han comprendido todo, y han conocido al Señor en Su verdad.» 64


El libro olvidado del Edén (Odas de Salomón) «La Luz del cuerpo es el ojo. Así que si tu ojo es uno, (tercer ojo) tu cuerpo entero estará lleno de Luz.» San Mateo, 6:22 «Este es el mensaje que hemos oído de El y anunciamos que Dios es Luz y que en El no hay oscuridad.» Epístola I de S. Juan 1:5 «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.» Mateo, 2:32 «¿Dónde está el Reino de los Cielos? No podrá decirse: Helo aquí o allí, porque el reino de Dios está dentro de vosotros.» S. Lucas, 17:21 «Entonces la misericordiosa y desbordante Gracia del santo y eterno espíritu conferirá nueva vida al sincero buscador, de tal modo que le dotará de un nuevo ojo, un nuevo oído, un nuevo corazón y una nueva mente. El contemplará los signos manifiestos del universo y penetrará los ocultos misterios del alma. Mirando con el ojo de Dios percibirá dentro de cada átomo una puerta que le conducirá al estado de absoluta certeza. El descubrirá en todas las cosas los misterios de la Revelación Divina y la Evidencia de una Manifestación Eterna.» Baha U’llah «Radiante es su Luz, aunque invisible por escondido en el lugar secreto del corazón, el Espíritu es la suprema morada y éste mora en todo lo que se mueve, respira y ve. Reconócelo como todo lo que es y lo que no es, el fin del amor; un anhelo que va más allá del entendimiento; lo más íntimo del corazón de todas las criaturas.» Mundaka Upanishad «Sólo aquél que está en comunión con la Palabra está libre de la atadura a las consecuencias del karma.» «Tú eres el espíritu que lo penetra todo: es tu Luz la que ilumina todos los corazones. A través del Conocimiento del Guru tu Luz brilla y te satisface: aquello que te satisface se convierte en tu adoración.» Guru Nanak «Yo me inclino ante mi más adorable y omnisciente Maestro, quien revelándome el Conocimiento me ha salvado del gran océano de la ignorancia que conduce a interminables nacimientos y muertes.» Shri Sankaracharya «Surdas dice: el Maestro Perfecto ha derramado su Gracia sobre mí y me ha mostrado a Dios, ¡tan cerca de mí! ¿Por qué vagas de un lado para otro inútilmente? Si quieres encontrar a Dios, vete al Guru.» Surdas «Ese Señor que incluso el gran Brahma, todos los hombres santos y los dioses no pudieron encontrar por ellos mismos, a pesar de haber buscado exhaustivamente —ese Señor lo encuentran ordinarios 65


mortales a través de la Gracia de un Maestro. Es por esto que Kabir dice: Oh hermano buscador, entrégate con devoción al Maestro que es la Encarnación del Señor.» Santo Kabir «No hay muchos Gurus. Hay un Solo Guru.» Swami Ramdas «Es solo mediante el poder del Buda que uno puede ver la tierra de Buda, tan claramente como uno ve la imagen de su cara reflejada en un espejo puesto delante de uno mismo.» Amitayur Dhyana Sutra (escritura budista) «Tú puedes descubrir indescriptibles riquezas espirituales dentro de ti mismo, si te acoges a las enseñanzas del Maestro. No se le puede jamás entender a través de la razón, aunque se empleen eras enteras en ello. Lo mire como lo mire, veo que en Su creación nadie ha alcanzado la salvación sin Su Gracia, sea cual fuere su karma. Aquél que se entrega a Su voluntad está totalmente libre del ego. Aquél que está interior y exteriormente saturado con su Maestro, que es la Palabra personificada, gana un asiento de honor en Su presencia. Piensa en los Pies del Maestro en tu corazón. Recordándole constantemente cruzarás el océano de la ilusoria materia.» Guru Nanak «La sílaba “gu” significa oscuridad, y la sílaba “ru” significa disipador: así pues, “Guru” es aquél que disipa la oscuridad mediante la revelación de la Luz. El Guru es la Causa Suprema, es el destino último, el Guru es sabiduría transcendente, el Guru es supremo descanso, el Guru es la meta más alta, el Guru es suprema riqueza. Debido a que enseña la Esencia Suprema, el Guru es el más grande.» Advaya Taraka Upanishad «El Guru es el mediador, él lleva el hombre a Dios.» Ramakrishna «El templo de Dios es el cuerpo, de él surgen los rubíes del Conocimiento.» Guru Grant Sahib «Las lámparas son diferentes pero la Luz es la misma; viene del Más Allá. Si te quedas mirando a la lámpara estás perdido, pues entonces surge la diversidad y la dualidad. Fija tu vista en la Luz y te sacará de la dualidad.» Jalal al-Din Rumi «Durante el tiempo en que no poseía la perfecta pureza de este verdadero Conocimiento , careciendo así de conexión interior con estas Cuatro Nobles Verdades, yo sabia que aún no había alcanzado la más alta y absoluta iluminación en el mundo de Dios... Mas cuando lo recibí supe que había obtenido la iluminación más alta y universal en el mundo de los hombres y de los dioses.» Buda «Y medita en tu Señor poniendo en El tu propia mente con humildad y respeto y en silencio, por la noche y por la mañana.» Koran VII 66


«Los Vedas, los Tantras y los Puranas y todas las sagradas escrituras del mundo han llegado a ser como una profanación... porque han estado siendo constantemente repetidas por bocas humanas. Pero el Absoluto Brahman nunca ha sido profanado dado que nadie ha sido aún capaz de expresarlo en palabras humanas.» Ramakrishna «Este mundo le ha dado millones de nombres al Señor, pero el repetirlos no les da salvación a la gente. Pocos en verdad son aquellos que conocen el Nombre original, que es el Señor en su forma activa creando y sosteniendo el universo. Pocos, en verdad, son aquéllos que adoran este Nombre.» Kabir «El sol viene y se va, pero no se nos ocurre buscar la luz de un día que ya se ha ido. Buscamos el nuevo sol naciente. El sol siempre está ahí y surge de un modo nuevo y muy hermoso. Del mismo modo, Dios es el mismo y ahora esperamos que venga de un modo nuevo, para darnos Su Conocimiento. Krishna dio este Conocimiento, Jesús dio este Conocimiento, pero ahora de nuevo debemos buscar un nuevo Maestro que nos muestre la Luz. » «Yo no he venido a establecer una nueva religión o secta, sino que he venido para darles el Conocimiento de la Verdad. Si venís a Mí con un corazón humilde, con toda seguridad recibiréis este Conocimiento espiritual, el más antiguo de todos, el cual si lo practicamos, nos dará la perfecta paz mental.» Shri Sant Ji Maharaj Con toda seguridad el Señor del Universo está AQUI y AHORA.

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La respuesta a ¿Quién es? sólo la obtendremos como resultado de nuestro sincero deseo de encontrarle y entregarle nuestro amor. Ni siquiera es necesario ir a buscarlo a parajes lejanos, exóticos o secretos, de acuerdo a nuestras creencias o conceptos de lo que El es o debe ser. Es mucho más fácil. El ya nos conoce y está esperando que seamos lo suficientemente humildes como para reconocer que necesitamos ayuda y pedírsela sinceramente. Hemos de aceptar la necesidad de un Maestro que tome las riendas de nuestra vida, dado que rigurosamente hemos demostrado a través de miles y miles de ensayos durante los años que tenemos de vida, que somos incapaces de llevar nuestra vida a un estado permanente y consistente de dicha continuamente renovada, imposible de cansarte o llevarte a la rutina. Al igual que la sed sólo es justificable debido a la existencia del agua para saciarla, y la función del hambre es asegurar que nutriremos el cuerpo con el alimento que con ese fin existe. Del mismo modo la innata búsqueda de la satisfacción no es una necesidad irrealizable, impuesta como una cruel condena perpetua. Por el contrario, el hecho de que exista denota la evidencia de que ha de existir una experiencia capaz de saciar esta necesidad. Y necesariamente esta experiencia, por Su Gracia, existe hoy. «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.» Mateo, 7:7 «Vendré a ti como un ladrón y no sabrás la hora en que vendré a ti.» Apocalipsis, 3:3 Tomado de JULIO PARDILLA

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THOT-HERMES: LOS PILARES DEL ESOTERISMO OCCIDENTAL

“El alma es una luz velada. Cuando se la abandona, se oscurece y se apaga; pero cuando se vierte sobre ella el óleo santo del amor, se enciende como una lámpara inmortal”. Édouard Schuré. “Lee. Creas o no, pero lee. Y la vibración que encontrarás dentro despertará una respuesta en tu alma”. Ha sido un fenómeno bastante frecuente que en el rechazo de las jóvenes generaciones, a los valores religiosos, espirituales, místicos y tambien culturales de occidente, hayan sido supravalorados aquellos procedentes del Oriente. Ésta manera de proceder, aunque empezó con la generación romántica de finales del S.XVIII comienzos del XIX, continuando con la generación Beat de mediados del S.XX, llegó a su ápice en los años 60-70 del siglo pasado con el movimiento Hippy. Las estampas del Sagrado Corazón de Jesus,

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de la Virgen Maria y de los santos cristianos, fueron sustituidas en las decoraciones de dormitorios, cocinas y salones, por aquellas de Ganesha,

Buda, de Gaia -la Madre Tierra- o algún mandala tibetano. Y no es de extrañar, dado el agotamiento de unas normas de comportamiento, de unas actitudes, sumamente alejados de las necesidades de los que deseábamos una nueva espiritualidad, más acorde con los nuevos tiempos que nos ha tocado vivir. Pero con el tiempo y despues de muchísimos Oooommm!, con profundos cambios en nuestras perspectivas vitales, hemos podido volver a mirar con nuevos ojos, nuestra propia tradición. El Maestro Eckhart, Jacob Boehme, Duns Scott, Giordano Bruno y tantos otros, empezaron a recuperar sus lugares en nuestras estanterias de libros 70


espirituales, al lado de los Sankaras, Ibn Arabi, DT. Suzuki, Idries Shah, Ramana Maharshi o el Gita... No sin sorpresas, descubrimos que tambien en Occidente, a pesar de la represión, de las persecuciones, de las hogueras, existía una vía mística, esotérica, tan profunda y auténtica como aquella que creíamos casi exclusiva de las frondosas y fértiles selvas de la península del indostán o de la cumbres del Himalaya. Y ya sin asombro, descubrimos algo que comenzábamos a intuir que el mensaje era exactamente el mismo en todas partes y desde el principio de los tiempos. Aquel "Conócete a tí mismo y conocerás al universo y a los dioses" que coronaba el frontispicio del Templo de Apolo en Delfos, se expresará de mil maneras diferentes, en mil lenguas, paises y gentes también diferentes, pero siempre ha estado ahí, como la última y primera de las verdades.

Los lectores de éste blog, han podido en las últimas entradas, recorrer la vida y obra de personajes claves para la formación de nuestra peculiar manera de ver la última realidad, como Pitágoras, Ammonio Saccas, o el mismo Akhenaton el faraón "Hereje", todos ellos nos han traído una aproximación a nuestros orígenes, hoy daremos nuevo paso, acercándonos aún más, al primero - o uno de los primeros- de los grandes maestros de la humanidad: Thot-Hermes, más conocido como Hermes Trimegisto.

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Hermes Trismegisto es el nombre griego de un personaje mítico que se asoció a un sincretismo del dios egipcio Dyehuty (Thot en griego) y el dios heleno Hermes. Hermes Trismegisto significa en griego 'Hermes, el tres veces grande', Ἑρμῆς ὁ Τρισμέγιστος. En latín es: Mercurius ter Maximus.

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Hermes Trismegisto es mencionado primordialmente en la literatura ocultista como el sabio egipcio, paralelo al dios Thot, también egipcio, que creó la alquimia y desarrolló un sistema de creencias metafísicas que hoy es conocido como hermetismo. Para algunos pensadores medievales, Hermes Trismegisto fue un profeta pagano que anunció el advenimiento del cristianismo. Se le han atribuido estudios de alquimia como la Tabla de esmeralda —que fue traducida del latín al inglés por el mismísimo Isaac Newton— y de filosofía, como el Corpus hermeticum. No obstante, debido a la carencia de evidencias concluyentes sobre su existencia, el personaje histórico se ha ido construyendo ficticiamente desde la Edad Media hasta la actualidad, sobre todo a partir del resurgimiento del esoterismo. Orígenes mitológicos Según las creencias egipcias, los dioses habían gobernado en el Antiguo Egipto antes que los faraones, civilizándolos con sus enseñanzas. En ellas, el dios egipcio Thot era el dios de la sabiduría y el patrón de los magos. También era el guardián y escribiente de los registros que contenían el conocimiento de los dioses.

A este mitológico dios egipcio, se le representa como un ser híbrido, hombre con cabeza de ibis, coronado en ocasiones con un disco lunar. Considerado el dios de la sabiduría teniendo autoridad sobre los demás dioses. Inventor de la escritura en grabados o jeroglíficos, de los números, la música, las artes y las ciencias. Dios del símbolo lunar y medidor del tiempo; encargado de prever el futuro. Es el escribano sagrado, puesto que registra los acontecimientos de los dioses. Como guardián del conocimiento, también es considerado como el dios que maneja la vida y el destino de todos. Ayuda a los humanos al desarrollo de la civilización y, a su vez, tiene el poder para resucitar a los muertos. 73


Al dios Thot se le atribuye el mítico y sagrado libro de los antiguos egipcios, libro compuesto por símbolos y jeroglíficos realizado en hojas o láminas de oro puro; el conocido Libro de Thot. Escrito desde el comienzo de la civilización egipcia, incluso antes de ser construidas las pirámides. Libro mudo por su escritura en grabados o jeroglíficos y libro del conocimiento: “aquella cosa que da conocimiento a todo lo demás”. En el Libro de Thot, cuenta la historia, se podía encontrar condensado al universo entero desde el mundo material con todos sus componentes, hasta el mundo intelectual y espiritual. Era ciencia y espiritualidad, progreso y evolución de la vida. Era astrología y deseo de una cultura por descubrir y explorar la vida; la vida más allá de lo aparente y evidente.

Muchos investigadores vinculan el origen del Tarot o del Tarot Egipcio con el Libro de Thot. Esta asociación probablemente se deba a los símbolos aparentemente encontrados en el Libro de Thot y quizás a los temas relacionados con los diversos aspectos del espíritu estudiados por los sacerdotes egipcios, ya que el libro de Thot se componía de símbolos y jeroglíficos en los que se plasmaba la sabiduría del dios Thot en 78 láminas de oro puro con las figuras de los Arcanos mayores y menores. A pesar de esta vinculación y su difusión, el Tarot Egipcio que conocemos son creaciones de autores modernos y no de ilustraciones antiguas. Quien comenzó a relacionar el origen del Tarot a la civilización egipcia, concretamente, al famoso Libro de Thot fue el escritor Antoine Court de Gébelin. Court aseguraba haber visto parte del texto egipcio original, expresando que su contenido no era más que la descripción de los arcanos mayores del Tarot, llegando a afirmar que el tarot de Marsella estaba basado en un Tarot, cuyas figuras no serían otra cosa que las “páginas” del libro de Thot. Como veíamos en otras entradas del blog es este sistema de adivinación y autoconocimiento llamado Tarot. Sistema que encierra un invaluable conocimiento y sabiduría sobre el cosmos, la energía, la 74


vida, la materia, la conciencia y sobre nosotros mismos; nuestra esencia y desarrollo. Sabiduría oculta y manifiesta para todo aquel ser que sepa buscar, para poder hallar; que sepa pedir para poderle conceder.

Clemente de Alejandría estimaba que los egipcios poseían cuarenta y dos escritos sagrados, que contenían todas las enseñanzas que poseían los sacerdotes egipcios. Más tarde, varias de las características de Thot se asociarían al Hermes de la mitología helenística, incluyendo la autoría de los «cuarenta y dos textos». Este sincretismo no fue practicado por los griegos, sino que en el primer o segundo siglo de la era cristiana, se le comenzó a llamar a esta fusión «Hermes Trismegisto», probablemente por cristianos que tenían noticia de los textos egipcios. No obstante, en algún momento la ambigua noción de divinidad se transformó en la de un personaje histórico de los tiempos iniciales de la civilización occidental, al cual además se le atribuyeron otros escritos filosóficos. Siegfried Morenz ha sugerido en Religión de Egipto: «La referencia a la autoría de Tot [...] se basa en la antigua tradición, y la cifra de cuarenta y dos probablemente se debe al número de nomos de Egipto, y, por tanto, pretende transmitir el concepto de integridad». Platón, en Timeo y Critiascomentó que en el templo de la diosa Neit en Sais, había salas que contenían registros históricos secretos de sus doctrinas que tenían hasta una antigüedad de 9000 años. A la identificación entre Thot y Hermes en la figura de Hermes 75


Trismegisto ha de añadirse otra posterior, de carácter esotérico, por la cual Hermes Trismegisto es también Abraham, el patriarca hebreo, que habría comenzado dos tradiciones: una solar, pública, recogida en el Antiguo Testamento y otra privada, trasmitida de maestro a discípulo, accesible en el Corpus hermeticum.

También hay quienes consideran que se trata de Melquisedec el llamado sabio de Salem (posteriormente Jerusalén) quien también fue conocido y reverenciado en Egipto y que fue mencionado en los escritos bíblicos como un Sacerdote del Altísimo y que no tuvo principio ni fin y que el mismo Abraham le reverenciaba y le pagaba diezmo por lo que se presume que fue un personaje muy importante. La literatura hermética La llamada «literatura hermética» es en cierto modo, un conjunto de papiros que contenían hechizos y procedimientos de inducción mágica. Por ejemplo, en el diálogo llamado Asclepio, el dios griego de la medicina, se describe el arte de atrapar las almas de los demonios en estatuas, con la ayuda de hierbas, piedras preciosas y aromas, de tal modo que la estatua pudiera hablar y profetizar. En otros papiros, existen varias recetas para la construcción de este tipo de imágenes y detalladas explicaciones acerca de cómo animarlas (dotarlas de alma) ahuecándolas para poder introducir en ellas un nombre grabado en una hoja de oro, momento esencial del proceso. No obstante, no se queda ahí la literatura atribuida a esta figura mitológica. Los escritos herméticos, en general, dan cuenta de un determinado enfoque acerca de las leyes del universo. En el Asclepio se nos habla constantemente de Dios, a quien se llama "El Todo Bueno", para describirnos las leyes del Universo. 76


Por ejemplo, en el pasaje número veinte del Asclepio, Dios es expresado como la inconcebible Unidad que constituye el Universo. Una unidad, cuya característica esencial es que posee naturaleza masculina y femenina al tiempo. Esta característica se la otorgará Dios a su vez, por reflejo, a todas sus criaturas. En el Asclepio, como decíamos, la figura de Dios no tiene la consideración de quien ha hecho todas las cosas, sino que Dios mismo "es" todas las cosas. Todos los seres vivos, todo lo material e inmaterial, son para Hermes partes que actúan dentro de Dios. Pero sólo los humanos somos un reflejo exacto de Dios, el Todo Bueno. También nos habla Hermes del Tiempo. De acuerdo con el Asclepio, parágrafo 27, el Mundo es el receptáculo del Tiempo, que mantiene la vida en su correr y agitar. El Tiempo por su lado respeta el Orden. Y el Orden y el Tiempo provocan, por transformación, la renovación de todas las cosas que hay en el Mundo. Recordemos que en esta obra, el propio Hermes aparece como un personaje que dialoga con Asclepio, siendo que la conversación se sitúa en el antiguo Egipto. Como curiosidad, añadiremos que en el Asclepio habla Hermes de dioses que están en la Tierra. Al preguntarle Asclepio a Hermes dónde están tales dioses, Hermes le responde que en una montaña de Libia y acto seguido le cambia el tema. Esos dioses se irán finalmente, y dejarán a la humanidad desasistida. Entre los tratados atribuidos a Hermes Trismegisto destaca el Corpus hermeticum. El Corpus hermeticum es una colección de 24 textos sagrados escritos en lengua griega que contienen los principales axiomas y creencias de las tendencias herméticas. En ellos se trata de temas 77


como la naturaleza de lo divino, el surgimiento del Cosmos, la caída del Hombre del paraíso, así como las nociones de Verdad, de Bien y de Belleza.

Contenido Según la tradición, el Corpus fue redactado por Hermes Trismegisto, originariamente una simple transfiguración del dios egipcio Thot, pero que posteriormente fue tenido por un sabio que en tiempos atávicos había fundado la alquimia y otras ciencias herméticas. Estudiosos judíos y renacentistas como Marsilio Ficino, lo consideraban contemporáneo de Moisés. Las obras de Hermes Trimegisto, que se denominaban con el nombre genérico de Hermética, tuvieron una influencia muy importante en el desarrollo del mundo espiritual del Renacimiento, particularmente en las obras de autores como Pico della Mirandola y otros entusiastas de la alquimia y el neoplatonismo. El Corpus comienza con la revelación de Poimandres, el pastor de hombres (uno de los epítetos del dios de los gnósticos y los neoplatonistas), a Hermes Trismegisto durante el sueño.

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Los textos afirmaban ser meras traducciones griegas de originales egipcios, si bien estudios filológicos modernos, como los de Caubabon y Yates, apuntan a una redacción griega original que surgió probablemente entre los siglos II y III de nuestra era. Fueron ampliamente leídos en los últimos siglos de la Antigüedad clásica y algunas sectas religiosas, como la de los harranitas (que tomaron el nombre de sabeos tras la conquista islámica), los adaptaron como libros canónicos. Aunque su uso fue decayendo con la cristianización del Imperio romano, todavía en el siglo V San Agustín de Hipona argumentaba contra los textos. El Corpus hermeticum fue recuperado por Cosme de Médici en 1463, que adquirió un manuscrito bizantino que contenía los primeros XIV libros, los cuales fueron traducidos ese mismo año al latín por el humanista florentino Marsilio Ficino. En 1471, gracias a la imprenta se publicaría la primera versión impresa. La estructura del Corpus es la siguiente: CORPUS HERMETICUM (tratados I–XIV, XVI–XVIII) Tratado I. De Hermes Trimegisto: Poimandres. Tratado IIA. De Hermes a Tat: discurso universal (tratado perdido). Tratado IIB. (Título perdido. Falta el comienzo del tratado y el título; según Estobeo era De Hermes: de los discursos a Asclepio. Tema: el movimiento. Denominaciones de dios). Tratado III. De Hermes: discurso sagrado. Tratado IV. De Hermes a Tat: la crátera o la Unidad. 79


Tratado V. De Hermes a Tat, su hijo: que dios es invisible y, a la vez, muy evidente. Tratado VI. Que el bien sólo es en dios y en ningún otro. Tratado VII. Que la ignorancia de dios es el mayor mal entre los hombres. Tratado VIII. Que ningún ser perece, sino que equívocamente se denomina destrucción y muerte a lo que no es sino cambio. Tratado IX. En torno al pensar y al sentir [Que sólo en dios y en ningún otro existe lo Bello y lo Bueno]. Tratado X. De Hermes Trimegisto: la llave. Tratado XI. El pensamiento a Hermes. Tratado XII. De Hermes Trimegisto a Tat: el pensamiento común. Tratado XIII. De Hermes Trimegisto a su hijo Tat: discurso secreto de la montaña, en torno a la regeneración y al voto de silencio. Tratado XIV. De Hermes Trimegisto a Asclepio. Tratado XVI. De Asclepio al rey Amón: definiciones. Tratado XVII. (Lo incorpóreo). Tratado XVIII. Sobre cómo el alma es obstaculizada por las afecciones del cuerpo. Anexo del códice VI Nag Hammadi. La Ogdóada y la Enéada. Se le atribuye también la redacción de la Tabla de esmeralda,

que fue considerado por los alquimistas, el libro fundacional de la alquimia. Otras de sus obras más destacadas serían el Kybalión

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(en el cual se expresan de forma sintética las leyes del Universo), ciertos libros de poemas y el "Salida del alma hacia la luz del día", también conocido como «Libro de los muertos», una serie de conjuros que guían el alma del difunto por el más allá después de la muerte.

por haberse encontrado ejemplares de él dentro de los sarcófagos de algunos destacados personajes egipcios y tambien esculpidos aunque sólo en las paredes de la pirámide del faraón Teti I

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. Resurgimiento medieval Durante la Edad Media y el Renacimiento los escritos atribuidos a Hermes Trismegisto, conocidos como Hermetica, gozaban de gran crédito y eran populares entre los alquimistas. La tradición hermética, por lo tanto, se asocia con la alquimia, la magia, la astrología y otros temas relacionados. En los textos se distinguen dos categorías: de «filosofía» y «técnica» hermética. La primera se ocupa principalmente de la argumentación teórica sobre la que se sostiene el pensamiento mágico y la segunda trata sobre su aplicación práctica. Entre otros 82


temas, hay hechizos para proteger los objetos por «arte de magia», de ahí el origen de la expresión «sellado herméticamente». El erudito clásico Isaac Casaubon, en De rebus sacris et ecclesiaticis exercitiones XVI (1614),

mostró por el tipo de caracteres griegos que los textos escritos tradicionalmente en la noche de los tiempos, eran en realidad más recientes: la mayor parte del Corpus hermeticum «filosófico» puede ser de una fecha alrededor del año 300. Sin embargo, fueron descubiertos en el siglo XVII errores de la datación de Casaubon por el estudioso Ralph Cudworth, que argumentó que la denuncia de falsificación sólo puede aplicarse a tres de los diecisiete tratados contenidos en el Corpus hermeticum. Además, Cudworth señaló que los textos eran una formulación tardía de una tradición anterior, posiblemente oral. Según Cudworth, el texto debe considerarse como un término ad quem, y no a quo, es decir, que el texto es el fruto de una tradición anterior y no su origen, como podría hacer pensar Casaubon. La tradición cristiana medieval lo veneró como protector y guía de los hermetistas, que practicaban las artes de la alquimia, la magia y la astrología. La tradición islámica Antoine Faivre ha señalado que Hermes Trismegisto tiene un lugar en la tradición islámica, aunque el nombre de Hermes no aparece en el Corán. Hagiógrafos y cronistas de los primeros siglos de la Hégira islámica identificaron a Hermes Trismegisto con Idris, el nabi de las suras 19, 57, 21, 85, a quien los musulmanes también identifican con 83


Enoc.

Según Antoine Faivre, a Idris-Hermes se le llama Hermes Trismegisto porque fue triple: el primero, comparable a Thot, era un «héroe civilizador», un iniciador en los misterios de la ciencia divina y la sabiduría que anima el mundo, que grabó los principios de esta ciencia sagrada en jeroglíficos. El segundo Hermes, el de Babilonia, fue el iniciador de Pitágoras. El tercer Hermes fue el primer maestro de la alquimia. «Un profeta sin rostro», escribe el islamista Pierre Lory, «Hermes no posee características concretas, o diferentes a este respecto de la mayoría de las grandes figuras de la Biblia y el Corán». Resurgimiento moderno Los ocultistas modernos sugieren que algunos de estos textos pueden tener su origen en el Antiguo Egipto, y que «los cuarenta y dos textos esenciales», que contenían lo fundamental de sus creencias religiosas y su filosofía de la vida siguen escondiendo un conocimiento secreto. Bases del pensamiento hermético Toda la filosofía hermética se basa en siete principios: el principio del Mentalismo, el principio de Correspondencia, el principio de Vibración, el principio de Polaridad, el principio del Ritmo, el principio de Causa y Efecto, el principio de Generación. Os ofrezco a continuación el primero de una serie de videos sobre el hermetismo que me han parecido excelentes para explicar de forma sencilla pero con un cierto detalle, la complejidad del tema del que estamos hablando. 84


En éste primer video se habla sobre todo de la figura de Hermes desde diversas perspectivas, en los siguientes se irán explicando los siete principios o Leyes Fundamentales. 1 La doctrina hermética es sin duda la corriente esotérica que más ha influido en el esoterismo occidental. Sus textos han sido estudiados por los filósofos a través del tiempo, como Filón de Alejandría, Anaxágoras, Platón en la Grecia antigua; hizo su aporte al cristianismo primitivo así San Agustín hace referencia de ella en De Civitate Dei, e influyó en otros escritores cristianos como Boecio, Lactancio, Origenes, Dionisio, Juan de Scotto para el desarrollo del Esoterismo Cristiano. Igualmente entre los Hermetistas Arabes se encuentran: Jabir Ibn Hayyan, Al Razi y en un texto corto del hermetismo llamado La Tabla Esmeralda, en la cual se expresan principios naturales y filosóficos, expone las leyes que rigen los cambios en la naturaleza y constituye un verdadero breviario de alquimia. En la Edad Media el Hermetismo influyó en filósofos como Paracelso, Raymundo Lulio, Maimonides.

El Hermetismo es la ciencia de la naturaleza oculta en los jeroglíficos y símbolos del antiguo Egipto. Es la investigación del principio de la vida, es la ciencia de las propiedades ocultas, de las virtudes escondidas y de las relaciones que se establecen entre los tres reinos en el mundo. Estos reinos dejan aparecer entre sí afinidades y rechazos: plantas, minerales y animales entretejen con los astros lazos que permiten la aprehensión de cadenas o de series susceptibles de comprender los secretos de la naturaleza.. Es la reproducción por el hombre del fuego natural y divino que crea y genera los seres. Para esta comprensión no obstante se requiere una 85


iniciación previa, ya que en efecto entre el mundo sideral investido por la voluntad divina, el hombre y la naturaleza, se establecen una serie de relaciones, que por si sola la razón es impotente para expresar. Como ha venido sucediendo en las últimas entradas de éste blog, prefiero recoger las palabras de estudiosos mucho mejor capacitados para exponer determinados temas. Limitarme a decir –como hacen los “entendidos oficiales”- que Thot-Hermes es un personaje mítico – aún siendo probablemente la estricta verdad- añade poco al conocimiento del lector interesado. Opino que trasladar al personaje a la materialidad, aunque sea en el plano imaginativo, o desde la intuición de quienes hayan alcanzado un nivel superior de percepción, aportará mucho más al conocimiento, convencido como estoy, de que éste no se consigue tan sólo con la utilización de la razón lógica – imprecindible sí, pero insuficiente-, sino también, con el concurso de la imaginación, la intuición, los sentimientos y las emociones, especialmente, si las imágenes transmitidas tienen como complemento añadido la intención y un profundo contenido moral –de la de verdad: solidaridad, fraternidad, amor al prójimo- y de belleza.

Por ello, en ésta ocasión recurriré al auxilio de Édouard Schuré (18411929) un escritor francés, nacido el 21 de enero de 1841 en Estrasburgo. Falleció en París el 7 de octubre de 1929. Es escritor, filósofo y musicólogo, autor de novelas, de piezas de teatro, de escritos históricos, poéticos y filosóficos. Se le conoce mundialmente 86


sobre todo por su obra Los Grandes Iniciados, en la que me he basado. Nació en una familia protestante. Huérfano de madre a la edad de 5 años y de padre a la edad de 14 años, vivió a continuación con su profesor de Historia del instituto Jean Sturm hasta la edad de 20 años. Tras su bachillerato, Édouard Schuré se inscribe en la Facultad de Derecho para contentar a su abuelo materno que era el decano; pero esta disciplina lo aburre considerablemente, por lo que pasa la mayoría de las tardes en la Facultad de Letras con jóvenes estudiantes y artistas enamorados como él de la literatura y el arte. Entre ellos su amigo músico Victor Nessler y el historiador Rudolf Reuss. Tras terminar sus estudios de derecho, decide dedicarse a la poesía. En 1861, obtuvo sin embargo su licencia en derecho. Estudió a los filósofos con gran interés, particularmente Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Schelling, Fichte, Schopenhauer y Nietzsche. Intuitivamente atraído por los misterios antiguos, leyó con gran intérés un libro que contiene una descripción detallada de los Misterios de Eleusis, lo que le causó una gran impresión. A la muerte de su abuelo, heredó lo suficiente para vivir de sus posesiones e ingresos. Abandonó rápidamente el derecho y se trasladó a Alemania con el fin de escribir una historia de Lied que ya había emprendido bajo la dirección de uno sus profesores del instituto, Albert Grün, un refugiado político alemán que lo inició en la literatura alemana y en la filosofía de Hegel. Alsaciano, Edouard Schuré posee una doble cultura lo que le da un espíritu abierto e incluso universal que se ampliará aún más a raíz de su encuentro con Margarita Albana. En 1866, Schuré está aún en Berlín, frecuenta asiduamente los salones literarios que a ella le apasionan. El 18 de octubre de 1866, se casa con Mathilde Nessler (1866-1922) y el matrimonio se establece en París. Publica su Historia de Lied, lo que lo introduce en los círculos literarios. Se le recibe en los salones de la Condesa de Agoult, donde conoce a Renan, Michelet, Taine y Jules Ferry. Dirá de sí mismo, como lo destaca G. Jeanclaude en su obra sobre Schuré: “Tres grandes personalidades actuaron de una manera soberana sobre mi vida: Richard Wagner, Margarita Albana y Rudolf Steiner. Si pudiera investigar el misterio de estas tres personalidades y hacer la síntesis, habría solucionado el problema de mi vida“. Entre sus obras, podemos destacar: Historia del drama musical; Ricardo Wagner: sus obras y sus ideas; Los grandes iniciados; Jesús: el último gran iniciado; Rama y Moisés: el ciclo ario y la misión de Israel; La Atlántida: Lemuria / Evolución planetaria / Origen del hombre; La Evolución Divina y los Grandes Iniciados, que podéis descargaros aquí:

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http://itorlaabakaakad.bligoo.com.ve/media/users/12/608318/files/733 73/Schure_Edouard_-_Los_Grandes_Iniciados.pdf Veamos que nos explica sobre Hermes-Tot. LA

ESFINGE

Frente a Babilonia, metrรณpoli tenebrosa del despotismo, Egipto fue en el mundo antiguo una verdadera ciudadela de la ciencia sagrada, una escuela para sus mรกs ilustres profetas, un refugio y un laboratorio de 88


las más nobles tradiciones de la Humanidad. Gracias a excavaciones inmensas, a trabajos admirables, el pueblo egipcio nos es hoy mejor conocido que ninguna de las civilizaciones que precedieron a la griega, porque nos vuelve a abrir su historia, escrita sobre páginas de piedra. (Champollion, L’Egypte sous les Pharaoro; Bunsen, Aegyptiscfae Alterthümer; Lepsius, Denlunaeler; Paul Pierret, Le livre des Morts; Francois Lenormant, Histoire des Peuples de l’Orient; Máspero, Histoire andenne des Peuples de l’Orient, etc.). Se desentierran sus monumentos, se descifran sus jeroglíficos, y sin embargo, nos falta aún penetrar en el más profundo arcano de su pensamiento. Ese arcano es la doctrina oculta de sus sacerdotes. Aquella doctrina, científicamente cultivada en los templos, prudentemente velada bajo los misterios, nos muestra al mismo tiempo el alma de Egipto, el secreto de su política, y su capital papel en la historia universal. Nuestros historiadores hablan de los faraones en el mismo tono que de los déspotas de Nínive y de Babilonia. Para ellos, Egipto es una monarquía absoluta y conquistadora como Asiria, y no difiere de ésta más que porque aquélla duró algunos miles de años más. ¿Sospechan ellos que en Asiria la monarquía aplastó al sacerdocio para hacer de él un instrumento, mientras que en Egipto el sacerdocio disciplinó a los reyes, no abdicó jamás ni aun en las peores épocas, arrojando del trono a los déspotas, gobernando siempre a la nación; y eso por una superioridad intelectual, por una sabiduría profunda y oculta, que ninguna corporación educadora ha igualado jamás en ningún país ni tiempo?. Cuesta trabajo creerlo. Porque, bien lejos de deducir las innumerables consecuencias de ese hecho esencial, nuestros historiadores lo han entrevisto apenas, y parecen no concederle ninguna importancia. Sin embargo, no es preciso ser arqueólogo o lingüista para comprender que el odio implacable entre Asiria y Egipto procede que los dos pueblos representaban en el mundo dos principios opuestos, y que el pueblo egipcio debió su larga duración a una armazón religiosa y científica más fuerte que todas las revoluciones. Desde la época aria, a través del período turbulento que siguió a los tiempos védicos hasta la conquista persa y la época alejandrina, es decir, durante un lapso de más de cinco mil años, Egipto fue la fortaleza de las puras y altas doctrinas cuyo conjunto constituye la ciencia de los principios y que pudiera llamarse la ortodoxia esotérica de la antigüedad. Cincuenta dinastías pudieron sucederse y el Nilo arrastrar sus aluviones sobre ciudades enteras; la invasión fenicia pudo inundar el país y ser de él expulsada: en medio de los flujos y reflujos de la historia, bajo la aparente idolatría de su politeísmo exterior, el Egipto guardó el viejo fondo de su teogonía oculta y su organización sacerdotal. Ésta resistió a los siglos, como la pirámide de Gizeh medio enterrada entre la arena, pero intacta. Gracias a esa inmovilidad de esfinge que guarda su secreto, a esa resistencia de granito, el Egipto llegó a ser el eje alrededor del cual evolucionó el pensamiento religioso de la Humanidad al pasar de Asia a Europa. La 89


Judea, la Grecia, la Etruria, son otras tantas almas de vida que formaron civilizaciones diversas. Pero, ¿De dónde extrajeron sus ideas madres, sino de la reserva orgánica del viejo Egipto?.

Moisés y Orfeo crearon dos religiones opuestas y prodigiosas: la una por su austero monoteísmo, la otra por su politeísmo deslumbrador. Pero, ¿Dónde se moldeó su genio?. ¿Dónde encontró el uno la fuerza, la energía, la audacia de refundir un pueblo salvaje como se refunde el bronce en un horno, y dónde encontró el otro la magia de hacer hablar a los dioses como una lira armonizada con el alma de sus bárbaros embelesados?. — En los templos de Osiris, en la antigua Thebas, que los iniciados llamaban la ciudad del Sol o el Arca solar, porque contenía la síntesis de la ciencia divina y todos los secretos de la iniciación. Todos los años, en el solsticio de verano, cuando caen las lluvias torrenciales en la Abisinia, el Nilo cambia de color y toma ese matiz de sangre de que habla la Biblia. El río crece hasta el equinoccio de otoño, y sepulta bajo sus ondas el horizonte de sus orillas. Pero, en pie sobre sus mesetas graníticas, bajo el sol que ciega, los templos tallados en plena roca, las necrópolis, las portadas, las pirámides, reflejan la majestad de sus ruinas en el Nilo convertido en mar. Así, el sacerdote egipcio atravesó los siglos con su organización y sus símbolos, arcanos impenetrables de su ciencia, en aquellas criptas y en aquellas pirámides se elaboró la admirable doctrina del Verbo Luz, 90


de la Palabra Universal, que Moisés encerrará en su arca de oro, y cuya antorcha viva será Cristo. La verdad es inmutable en sí misma, y sólo ella sobrevive a todo; pero cambia de moradas como de formas y sus revelaciones son intermitentes. “La Luz de Osiris”, que en la antigüedad iluminaba para los iniciados las profundidades de la naturaleza y las bóvedas celestes, se ha extinguido para siempre en las criptas abandonadas. Se ha realizado la palabra de Hermes a Asklepios: “¡Oh Egipto, Egipto!, sólo quedarán de ti fábulas increíbles para las generaciones futuras, y nada durará de ti más que palabras grabadas en piedras”. Sin embargo, un rayo de aquel misterioso sol de los santuarios es lo que quisiéramos hacer revivir siguiendo la vía secreta de la antigua iniciación egipcia, en cuanto lo permite la intuición esotérica y la refracción de las edades.

Pero antes de entrar en el templo, lancemos una ojeada sobre las grandes fases que atravesó el Egipto antes del tiempo de los Hicsos. Casi tan vieja como la armazón de nuestros continentes, la primera civilización egipcia se remonta a la antiquísima raza roja. (En una inscripción de la cuarta dinastía, se habla de la esfinge como de un monumento cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos, y que había sido encontrado fortuitamente en el reinado de aquel príncipe, enterrado bajo la arena del desierto, donde estaba olvidado después de muchas generaciones. Véase Pr. Lenorman, Histoire d’Orient, II, 55. Y la cuarta dinastía nos lleva a unos 4000 años antes de J. C. Júzguese por ese dato cuál será la antigüedad de la Esfinge). La esfinge colosal de Gizeh, situada junto a la gran pirámide, es obra suya. En tiempos en que el Delta (formado más tarde por los aluviones del Nilo) no existía aún, el animal monstruoso y simbólico estaba ya tendido sobre su colina de granito, ante la cadena de los montes líbicos, y miraba el mar romperse a sus pies, allí donde se extiende hoy la arena del desierto. La esfinge, esa primera creación del Egipto, se ha convertido en su símbolo principal, su marca 91


distintiva. El más antiguo sacerdocio humano la esculpió, imagen de la Naturaleza tranquila y terrible en su misterio. Una cabeza de hombre sale de un cuerpo de toro con garras de león, y repliega sus alas de águila a los costados.

Es la Isis terrestre, la Naturaleza en la unidad viviente de sus reinos. Porque ya aquellos sacerdotes inmemoriales sabían y señalaban que en la gran evolución, la naturaleza humana emerge de la naturaleza animal. En ese compuesto del toro, del león, del águila y del hombre están también encerrados los cuatro animales, de la visión de Ezequiel, representando cuatro elementos constitutivos del microcosmos y del macrocosmos: el agua, la tierra, el aire y el fuego, base de la ciencia oculta. Por esta razón, cuando los iniciados vean el animal sagrado tendido en el pórtico de los templos o en el fondo de las criptas, sentirán vivir aquel misterio en sí mismos y replegarán en silencio las alas de su espíritu sobre la verdad interna. Porque antes de Aedipo, sabrán que la clave del enigma de la esfinge es el hombre, el microcosmos, el agente divino, que reúne en sí todos los elementos y todas las fuerzas de la naturaleza. La raza roja no ha dejado otro testigo que la esfinge de Gizeh; prueba irrecusable de que había formulado y resuelto a su manera el gran problema. HERMES La raza negra que sucedió a la raza roja austral en la dominación del mundo, hizo del alto Egipto su principal santuario. El nombre de Hermes Toth, ese misterioso y primer iniciador del Egipto en las doctrinas sagradas, se relaciona sin duda con una primera y pacífica 92


mezcla de la raza blanca y de la raza negra en las regiones de la Etiopía y del alto Egipto, largo tiempo antes de la época aria. Hermes es un nombre genérico como Manú y Buddha pues designa a la vez a un hombre, a una casta y a un Dios. Como hombre, Hermes es el primero, el gran iniciador del Egipto; como casta, es el sacerdocio depositario de las tradiciones ocultas; como Dios, es el planeta Mercurio, asimilado con su esfera a una categoría de espíritus, de iniciadores divinos; en una palabra: Hermes preside a la región supraterrena de la iniciación celeste. En la economía espiritual del mundo, todas esas cosas están ligadas por secretas afinidades como por un hilo invisible. El nombre de Hermes es un talismán que las resume, un sonido mágico que las evoca. De ahí su prestigio. Los griegos, discípulos de los egipcios, le llamaron Hermes Trismegisto o tres veces grande, porque era considerado como rey, legislador y sacerdote. Él caracteriza a una época en que el sacerdocio, la magistratura y la monarquía se encontraban reunidos en un solo cuerpo gobernante. La cronología egipcia de Manetón llama a esa época el reino de los dioses. No había entonces ni papiros ni escritura fonética, pero la ideografía existía ya: la ciencia del sacerdocio estaba inscrita en jeroglíficos sobre las columnas y los muros de las criptas. Veamos el tercer video dedicado a la importantísima Ley de Causa y Efecto: Considerablemente aumentada, pasó más tarde a las bibliotecas de los templos. Los egipcios atribuían a Hermes cuarenta y dos libros sobre la ciencia oculta. El libro griego conocido por el nombre de Hermes Trismegisto encierra ciertamente restos alterados, pero infinitamente preciosos, de la antigua teogonía, que es como el fíat lux de donde Moisés y Orfeo recibieron sus primeros rayos. La doctrina del Fuego Principio y del Verbo Luz, encerrada en la Visión de Hermes, será como la cúspide y el centro de la iniciación egipcia. Veamos ahora algunas supuestas notas biográficas elaboradas por la autora Josefina Maynadé a la que ya nos hemos referido en algunas otras entradas del blog, de su obra: “Hermes el maestro de sabiduría” que podéis descargaros aquí:

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https://arjunabarcelona.files.wordpress.com/2015/07/maynadehermes-el-maestro-de-sabiduria.pdf “Pocos días después del plenilunio que sigue al equinoccio de otoño, cuando tenían lugar las grandes festividades religiosas de los Misterios, antes de abrir el alba, un hombre alto y bien formado, de tersa y brillante piel rojiza, de pura sangre egipcia, vestido a la manera de los ciudadanos acomodados de Menfis, llamaba a la puerta trasera del Templo de Ptah, lugar habitado por la comunidad de sacerdotes qué tenían a su cargo los oficios sagrados. Vestía el aludido una estrecha túnica de tela de algodón a rayas diagonales verdes y rojas, con amplio mandil almidonado a pliegues, sujeto por un cinturón de cuero y oro. Tocaba su cabeza, de amplia y pensativa frente, un rico lienzo sirio bordado con hilos de colores, ceñido con corona de metal a la manera egipcia y cuyos paños laterales caían en forma simétrica sobre sus anchos hombros. En sus brazos sostenía un envoltorio cubierto con una alba y fina tela primorosamente calada.

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La puerta tardaba en abrirse y el hombre daba muestras de creciente impaciencia. De vez en cuando volvía la cabeza a un lado y a otro, frunciendo el ceño en la semiobscuridad que antecede al amanecer, en tanto oteaba a lo largo de los caminos de acceso al Templo, como si temiera ser descubierto. Por fin rechinaron los goznes de hierro, la puerta se abrió pausadamente, y el visitante entró tras un mudo ademán hospitalario del más joven de los sacerdotes de Ptah. Dio el misterioso visitante unos pasos hacia el interior y, franqueado el umbral, se detuvo sin cambiar de postura. Cuando el sacerdote hubo corrido el cerrojo de la puerta, acercó con interés su candil de aceite y resinas perfumadas al desconocido, mirándole de arriba abajo. Luego, díjole: ¿Qué quieres de los siervos de Ptah?. Con voz varonil y segura aunque levemente velada por la emoción, respondió el recién llegado: — Soy portador de una ofrenda preciosa, la más grata a mi corazón. Fiel a la llamada del Sumo Sacerdote, os traigo a mi hijo recién nacido. Es para mí una honra altísima ofrecerlo a vuestro superior cuidado, para el servicio del dios. El joven sacerdote lanzó una exclamación de júbilo. Dejó en seguida en el suelo el candil metálico, levantó ambos brazos con las palmas de las manos de frente, y se inclinó con reverencia ante el desconocido. Luego, sin decir palabra, desapareció por el fondo en tinieblas de la estancia. El visitante permaneció inmóvil, de pie, mirando en la dirección por donde había desaparecido el sacerdote. Este no tardó mucho en reaparecer, precediendo y alumbrando al anciano Hierofante.

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El recién llegado lo vio avanzar alto y majestuoso, con su larga barba cana cortada en punta y su alba túnica hasta los pies, sujeta a la cintura con una simple faja amarilla. Al llegar frente a él, el joven lampadóforo se hizo a un lado. Sonriendo y con los ojos iluminados, el Hierofante se dirigió al recién llegado con estas palabras: — ¡Bienvenidos seáis, tu y el ser que has engendrado por la voluntad de los dioses!. Los ojos relucientes del anciano se fijaron acto seguido en el tierno envoltorio que sostenía el anónimo visitante, y levantando con manos temblorosas una punta del velo que lo cubría, añadió: — ¿Cuándo sellaron los astros su primer vagido?. — En la media noche del día de la luna llena — contestó el aludido, inmóvil como una estatua. — ¡Es el esperado! — susurró el Hierofante, como hablando consigo mismo, con voz que era al mismo tiempo suspiro. Y dirigiéndose al hombre ¡Sea tres veces bendito, ya que un día ha de ser “Tres Veces Grande”!. Levantó entonces en actitud de agradecimiento y loa los brazos, con las palmas de ambas manos abiertas al cielo, y añadió cerrando los ojos, como si concentrara en la acción de gracias todas las fuerzas de su ser: — En nombre de la Madre Isis que lucía, en su plenitud en el cénit celeste, ¡sea bendito!. Dirigióse luego hacia occidente, con las palmas de las manos de frente y prosiguió ceremoniosamente: 96


— En nombre de Apis, el Toro sideral que preside la Era que comienza, ¡bendito sea!. Volvióse acto seguido cara a oriente y añadió: - En nombre de la zodiacal Serpiente, el Uraeus secreto, ¡que su bendición sea tuya!. Finalmente, dobló su cuerpo, con las palmas de las manos dirigidas a la tierra y con voz gravé y profunda, invocó: — En el nombre de Osiris, el Sol Nocturno, señor de los Misterios, ¡te bendigo!. Avanzó entonces dos pasos en dirección al desconocido tendiendo hacia él los brazos, en actitud de súplica y requerimiento, sin decir palabra. El hombre, depositó en ellos suavemente el precioso envoltorio. — Desde hoy — dijo el anciano — tu hijo se halla bajo la custodia de esta sagrada comunidad. Velaremos por su crecimiento externo e interno. Tu generosa acción, tu renuncia, son una ofrenda inapreciable al presente y al futuro del mundo. ¡Que los grandes dioses premien a ti y a su madre, la Santa primogenitora del Enviado!. Las puertas del Templo se volvieron a abrir lentamente. El hombre avanzó unos pasos, levantó la faz y sus ojos negros, grandes y rasgados, se posaron un buen rato sobre el sol alado que orlaba la piedra del dintel de entrada.

A la temprana luz del día, pudo ver entonces el Hierofante lucir en ellos dos grandes lágrimas. Era el precio humano de la renuncia definitiva al hijo recién nacido. El anciano depositó entonces la dulce carga en los brazos del joven sacerdote y dirigiéndose al desconocido, sacó de su dedo índice una gran sortija de oro formada por un ágata labrada, rodeada de diamantes y rubíes incrustados, y se la entregó, en tanto le decía: — Tómala. Es el talismán del dios. Tu le diste el germen. Tu esposa la materia. Osiris el espíritu. A través de él, la protección divina se cernirá siempre sobre tu hogar. El hombre tomó la sortija y la colocó en el índice de su diestra y puso ésta en señal de reconocimiento sobre su pecho, en tanto bajaba la cabeza ante el anciano sacerdote. 97


Después, avanzó decidido hacia la gran puerta y traspuso el umbral. Al emprender el sendero de retorno al hogar, el primer rayo de sol se posaba sobre la faz misteriosa de la Esfinge. Aquel día, toda la comunidad se hallaba en pie desde la hora del alba. Corrió la nueva y todos los sacerdotes se habían congregado en la gran sala hipóstila del Templo, ante el altar de las consagraciones, en torno al anciano Hierofante. Un estremecimiento de emoción invadió todos los pechos cuando éste depositó suavemente la dulce carga que llevaba, sobre el ara redonda y procedió a quitar las envolturas que cubrían al niño. Un grito de admiración resonó en todas las gargantas después que el Sumo Sacerdote hubo reconocido minuciosamente, en el cuerpecito desnudo, los siete signos de la perfección. Sonriendo triunfalmente, lo alzó en sus brazos y lo fue mostrando a cada uno de los sacerdotes presentes para tal comprobación, en tanto el pequeño, ya despierto, agitaba sus diminutos miembros al aire perfumado del lugar. Con mal reprimida satisfacción, iba murmurando el anciano: — Vedlo, vedlo, hermanos míos... Lo auguraban los astros… Es, en verdad perfecto...

Obedeciendo al ritual de la hora, dos sacerdotes ayudantes abrieron pausadamente la gran puerta principal del Templo, que daba al oriente. Un rayo de sol atravesó casi horizontalmente la sagrada estancia y se posó sobre el gran disco alado de oro bruñido, que presidía el altar, en tanto, procediendo de un lugar desconocido, sonaban, templados 98


al tenor de las notas astrales, los tubos de bronce de la diaria anunciación de la visita del Padre que estremecían el aire con extrañas resonancias mágicas. El Hierofante levantó en sus brazos al pequeño hasta la luz del sol y su pequeña silueta gesticulante se perfiló en suave sombra sobre el disco áureo bañado de sol. Con voz algo gangosa por la emoción que lo embargaba, dijo: — A ti lo consagro, ¡Oh Sol! y al dios, tu imagen, señor del gran país de Egipto. Apadrinado solemnemente por la comunidad de tu templo, que te adora, le pongo por nombre, Thot-Hermes, “El que guía hacia la Luz”. Haz, ¡Oh Padre! que pueda cumplir tan alto destino y que las humanidades futuras pronuncien con reverencia este nombre. Por el aula enorme del Templo de Ptah, llena de misteriosos ecos, resonó entonces como manifestación de gozo irreprimible, esta palabra repetida por múltiples lenguas reverentes y enternecidas: “Thot-Hermes... Thot-Hermes...Thot Hermes...”. ADOLESCENCIA

En el vasto recinto amurallado, rodeado de bosques de acacias y de palmeras que ocupaba el Templo del dios Ptah, creció Hermes bajo la vigilancia y los solícitos cuidados de los sacerdotes que constituían aquella comunidad. Aunque sujeto en cierto modo, desde su tierna infancia, a las disciplinas preconizadas por sus ayos y maestros, no faltaban al joven Hermes, simultaneados con sus estudios, recreos y expansiones propios de su edad. 99


Sus infantiles juegos tuvieron por escenario los remansos del Nilo poblados por gansos acuáticos, por mansos y esbeltos ibis y diversas aves canoras de plumajes multicolores. A menudo, frecuentaba en sus juegos el muchacho las proximidades del llamado Muro Blanco que, no lejos del Templo, cerraba con unos cortados montes calcinados el árido Desierto de Libia, cerca del cual se alzaba la mole gigantesca de la Esfinge. Gustaba especialmente Hermes de navegar por el río, siempre bajo la vigilancia de uno de los sacerdotes pedagogos y, de pie en un breve esquife, remar activamente aguas arriba con un solo remo, manteniendo el equilibrio con sus fuertes piernas desnudas sobre su liviana embarcación. Cuando en los meses de otoño el agua bajaba clara y mansa, sin perceptibles ondas, algunas veces se aventuraba navegando hasta una islita cercana que dilataba entonces sus orillas sobre el río bajo.

En este breve oasis poblado de palmeras de dulce y dorado fruto; gozaba Hermes de la soledad y de la vasta contemplación de las perspectivas. Empinado en la palmera más alta, oteaba desde allí, enmarcado por las finas palmas cimbreantes, a lo lejos, la vista prodigiosa del Delta, hasta el mar de un intenso azul uniforme, donde desembocaba el río dividido en múltiples brazos. Allí aprendió el inquiridor muchacho la difícil lección de observar, de oír y de contemplar. El suave rumor del río era como una música de fondo para sus acostumbradas soledades meditativas. Sobre él, los pájaros melodiaban sus diversos trinos, croaban al atardecer las ranas del color del río y el dilatado graznido de los ibis que pululaban por las orillas en busca del ansiado sustento, ponía una nota única y esporádica de percusión extraña, sobre la dulce sinfonía del paisaje. Allí se saturaba de sol, de aire, de lluvia. Sobre la hierba y el limo se tendía a veces para contemplar las caravanas fantásticas de las nubes del oriente que coronaban los Montes Arábigos, o el cielo 100


amarillo-dorado, liso y sin nubes, de transparencias únicas, del poniente, en la hora inefable del anochecer egipcio. Otras veces emprendía caminatas de exploración por los arenales de allende las dunas del Muro. Blanco, fortaleciendo sus piernas, ya que había zonas en las que sus pies se hundían hasta los tobillos en la fina arena donde el viento levantaba a menudo polvorientas tolvaneras que hacían dificultoso el avance a pie, velando todas las perspectivas. Pero esas frecuentes correrías y aquellos explayes contemplativos no alteraban sus horas dedicadas al tenaz y metódico estudio, bajo la experta guía de los sacerdotes especializados en las diversas asignaturas. Hermes fue, desde temprana edad, un prodigio de inteligencia. Poseía una sagacidad sin límites para la profundización de los temas más arduos y acosaba siempre a preguntas a sus maestros sobre los más difíciles temas de la enseñanza.

Por ello le fueron abiertos, a poco de rozar la adolescencia, los archivos del saber secreto, los viejos papiros que contenían las recetas médicas y los axiomas sabios. Pero lo que más sugestionaba a Hermes eran la ciencia astronómica, la matemática del Universo y el misterio del más allá de la vida y de la muerte. Allí aprendió no sólo la sabia escritura de los jeroglíficos, el dibujo y la pulcra grafía policromada que su mano hábil grababa sobre las finas hojas del papiro, sino las reglas de la geometría y los módulos secretos de la arquitectura, basados en las leyes físicas, matemáticas y astronómicas. 101


La historia lo cautivaba. De ella desentrañaba la lección de sabiduría y cada experimento evolucionario y cíclico, de acuerdo con los ritmos de las épocas zodiacales. En conexión con tales ciclos, le encantaba estudiar su relación con las etapas geográficas y geodésicas a causa de los grandes fenómenos y transformaciones cósmicas que periódicamente cambiaban la faz del planeta, como cambiaban las condiciones materiales y psíquicas de las sucesivas humanidades. Sus preguntas requerían cada vez mayor contenido de conocimiento en sus profesores. Y cuando las respuestas de éstos no satisfacían sus crecientes ansias de saber, recurría al que era fama que “todo lo sabía”: el anciano Hierofante. Así crecía Hermes; sano, inteligente y hábil, puro de cuerpo y mente. En aquel medio culto, amparador y afectivo de la comunidad religiosa del templo, transcurrieron la infancia y la primera juventud del que había de ser más tarde, artífice y mentor de la nueva etapa cíclica de civilización en el país de Egipto. Al aflorar la hombría, Hermes se habla convertido en un mozo de gallarda apostura, espigado y recio, de proporciones armónicas y semblante de líneas correctísimas. La expresión de sus ojos grandes y rasgados, era indescriptible. Un poder magnético que seducía e imponía a un tiempo, se desprendía de su mirada persistente, ahondante, que acariciaba y dominaba a todos aquellos en quienes se posaba. Veamos un nuevovideo de la serie dedicado en ésta ocasión a la Ley de Correspondencia: Sus gestos eran lentos y firmes, como si hubieran adquirido ya la afirmación de la madurez y su contacto era electrizante y siempre benéfico, como si se desprendiera de él un don armonizador y revitalizante. Con el crecimiento, su piel cobriza había adquirido esa pátina noble y aterciopelada, de leve color de humo, que era el orgullo de la raza egipcia, descendiente directa de la antigua y hermosa raza atlante. En él joven Hermes se centralizaban la ternura y el interés de toda la comunidad religiosa de Ptah. Sin embargo, en su fuero interno, le parecía que, a medida que se sazonaban sus propias facultades, no correspondía en la misma dimensión requerida, aquella constante dedicación y afecto de sus maestros y protectores. A medida que se intensificaba en el joven estudiante el afán, en parte insatisfecho, de más saber, se iba sintiendo un tanto desgajado del solícito y paternal ambiente que a todas horas le rodeaba. Trataba a veces de definir la causa del impreciso desgajamiento de aquellos santos seres a quienes todo lo debía, pero no acertaba a comprender. Sólo el Hierofante atisbaba las causas reales. Conocía como nadie las capacidades y las reacciones de su ahijado y sobre todo, conocía la fundamental misión de su vida. Al consultar los astros en el instante de su nacimiento, supo la forma en que se desenvolverían sus 102


facultades y las incidencias mismas de su vida, a través de las grandes oportunidades que le depararía el destino al divino Enviado. Y al comprobar, no sin cierta pesadumbre, que aquella poderosa individualidad escapaba poco a poco al medio cultural y psíquico que podía ofrecerle la comunidad, el buen sacerdote comprendió la difícil encrucijada de aquella alma y pidió inspiración a los guías espirituales, rectores de la Era que amanecía en el horizonte de la humanidad. Cada vez con mayor frecuencia, los grandes y profundos ojos negros del joven Hermes, se evadían del límite de sus aulas, ya estrecho para sus desenvueltas capacidades y sus ansias crecientes de evasión, como si su alma inquieta requiriera más dilatados ámbitos de conocimiento y de experiencia. A menudo abandonaba en silencio sus instrumentos de labor, sus punzones y sus pinceles, los papiros grafiados, los planos geométricos, las claves matemáticas y salía del Templo, deambulando solo y a su sabor por los contornos. Aquellos rodeos terminaban siempre al ponerse el sol o ya entrada la noche, al pie del misterioso monumento de la Esfinge. A medida que su poder inquisitivo crecía, su curiosidad por la enigmática efigie que patentizaba la inmemorial edad de la civilización egipcia, aumentaba. Obligado a reprimir, ante el obstinado silencio de sus maestros, el constante por qué de las cosas que le acuciaba, ¿A quién preguntar la génesis, el verdadero y total significado en el tiempo, en el espacio y en la mente humana de aquella figura monstruosa, mitad hombre y mujer, mitad león alado que oteaba siempre con sus profundos ojos de piedra la salida del sol, de cara al oriente?. ¿A quién consultar?. Desde hacía un tiempo le parecía a Hermes que hasta el anciano Hierofante “que todo lo sabía”, eludía contestar a sus preguntas. Avanzada la primavera, la cinta angosta y dilatada del Nilo, reflejaba, casi inmóvil, el azul intenso y rutilante del cielo. En sus aguas se proyectaban, fieles y nítidos, los penachos de las palmeras cercanas, agitadas por la refrigerante brisa del norte. Hermes se hallaba de pie junto a la Esfinge, quieto y mudo, mirando fijamente su enorme faz andrógina como requiriendo al silencio revelador del atardecer, el misterio que guardaba. La estrella nocturna, compañera del sol, apareció en el cielo índigo, como si lo perforara desde el remoto infinito, y se posó sobre la gigantesca frente pensativa de la pétrea figura tendida. Por fin su voz, pletórica de curiosidad, hendió el silencio que le circundaba y dirigiéndose a aquel impasible ser milenario y monstruoso, le requirió en voz alta en estos términos: — ¿Quién eres, extraño ser de cabeza humana, de cuerpo leonino, de poderosas garras y poseedor de alas?. Monumento de las edades pretéritas, ¿Qué representas, qué nos ocultas, qué requieres de nosotros, los humanos?. ¿Qué pretendes enseñarnos?. ¿Qué enigma entrañas que no me es posible descifrar?. 103


— Tu propio enigma y el enigma del Universo. — contestó una voz grave y autoritaria, a sus espaldas. Volvió Hermes sorprendido la cabeza, y vio tras de sí la imponente figura del Hierofante. — No hay pregunta que no pueda ser contestada — añadió entonces el sumo Sacerdote en tono más dulce y paternal al tiempo que sus labios insinuaban una sonrisa. — Entonces — objetó, repuesto de su sorpresa, el muchacho, tomándole ambas manos — Entonces, ¿Por qué callas cuando con insistente interés te requiero?. — Hijo mío — contestó lentamente el anciano, al tiempo que rodeaba con su brazo derecho los recios hombros del ahijado — ¿Has atinado alguna vez a preguntarte a ti mismo: “¿Quién soy?. ¿De dónde vengo?. ¿A dónde voy?”. ¿Has escuchado a tu propio corazón aquietando tu mente?. En él subyace otra sabiduría que es necesario lograr. Tu mente inquiridora pretende indagar los grandes misterios del Universo, pero... ¿Te has detenido a reflexionar sobre el misterio de tu propio ser?. Hay cosas, hijo mío, que nadie nunca te podrá enseñar. Hay enigmas que sólo pueden ser descubiertos por uno mismo. Como nadie puede enseñar a la fruta el secreto de su dulzor, más que su propia normal madurez, así le llega algún día al hombre inquiridor, sabio y puro, la interna revelación. Antes que la Naturaleza te abra sus secretos, tienes que conocerte y abrirte a tu propia divinidad escondida. Esto llegará para ti. Pero la fruta todavía no está 104


madura... Ahora, en este período de transición, tienes que completar tus estudios y experiencias, pero no en los textos sagrados, que no guardan ya secretos para ti, sino en el libro de la vida que todavía ignoras. Hermes se quedó inmóvil en el mismo lugar, reflexionando largo rato sobre las palabras del Hierofante. Después, en completo silencio, iniciaron ambos el camino de retorno al Templo. Al franquear su umbral, el Hierofante se detuvo, se encaró con su ahijado, y le dijo en tono decidido:

— Mañana, antes del amanecer, abandonarás el Templo. Ya eres un hombre, y como tal, debes conocer toda la gama de las experiencias humanas. De lo contrario, nunca serías un ser completo y tu misión futura requiere esa faceta para tu integridad. Antes de adquirir el grado de superhombre, tienes que realizar un vivido examen de tu personalidad. Te hallas bien parapetado contra los posibles peligros y tentaciones que no dejarán de presentarse; eres sano de cuerpo y alma, te hallas en posesión de todos los conocimientos asequibles al hombre en el aspecto concreto, y tienes todas las habilidades. Tu conducta, a semejanza de todos los seres ejemplares que te han rodeado hasta el presente, se halla fundamentada en el más alto sentido de responsabilidad y en la más limpia moralidad. Más el mundo te reserva todavía el mejor de los archivos a desentrañar: el 105


viviente archivo del corazón humano. Ve e investiga ese libro sabio: la vida de los demás hombres que forman parte de ti mismo. Entra valientemente en la ciudad, frecuenta sus zonas luminosas y sombrías; participa de sus esperanzas y deseos. Lucha y trabaja como los demás. Búscate en tus semejantes, y siempre hallarás material propicio para tu propia edificación. Por cosas repugnantes que veas, piensa siempre que en todos los seres habita la divinidad, Trata, pues, de comprenderlos, de amarlos, de ayudarlos en una forma que no lo parezca. Así te irás comprendiendo más a ti mismo, entrarás en posesión de mayor saber y vendrá un día en que muchas experiencias inéditas te serán colmadas. Entonces, cuando tu recobrado corazón te lo pida, vuelve al Templo, tu morada, hijo mío. Y muchas puertas que ahora te son vedadas, se te abrirán, y muchas respuestas que te son negadas, se te revelarán. Antes de penetrar en el interior del Templo, levantó Hermes los ojos llenos de lágrimas al sol alado que ornaba el dintel. Luego miró al Hierofante y dijo con voz temblorosa: — Cumpliré tu deseo; recordaré tus recomendaciones. Seré digno de ti. ¡Qué tu pensamiento me acompañe!. La actitud y la estampa del muchacho abrieron de pronto una brecha en la memoria del anciano sacerdote. Vio de nuevo proyectada allí mismo, casi exacta, una escena semejante, ya lejana. Se cerraba una etapa intermedia entre dos visiones equiparadas. Maquinalmente, el viejo sacerdote extrajo de su dedo índice una sortija alargada, talismán de Ptah, y, colocándola en el índice derecho de Hermes dijo, con voz velada por la emoción: — Esta sortija no la pueden llevar más que tu padre... y tú. Hermes agachó la cabeza y le besó la mano. Y ambos se perdieron en la resonante penumbra del Templo. LAS PRIMERAS PRUEBAS Un poco al sur del Delta, en la orilla occidental del Nilo, se extendía la rica y populosa ciudad de Menfis, capital del primero de los siete nomos o regiones en que se dividía el país de Egipto, morada a la sazón del último de los Faraones de la tercera dinastía. Hacía tiempo que el poder político de los reyes prevalecía sobre el ascendiente religioso en todo el vasto y antiguo país, desde la alta Nubia sometida, hasta las mismas bocas bajas del río y a ambos límites del mar. Sin embargo, y merced al influjo de una tradición más que milenaria, los monarcas egipcios querían mantener bien sujetas las riendas de ambos poderes: el civil y el religioso. Pero al desconectarse moralmente los últimos monarcas, de la auténtica autoridad religiosa, habían ido degenerando poco a poco hasta convertirse en déspotas del pueblo que gobernaban. Ya que la desmedida ambición de riqueza, obstruye la sensibilidad y la conexión de los monarcas con la voluntad divina que sobre todos impera sin ostentaciones. 106


Pero ese fragmentario y despótico ejercicio del poder, pretendía ejercerlo el Faraón reinante con el beneplácito de las jerarquías religiosas, al igual que lo ejercieran los antiguos reyes divinos. Y para justificarlo, querían seguir ostentando la dignidad de altos Iniciados en los Misterios. Esa trasgresión de la verdadera dignidad sacerdotal había suscitado conflictos intestinos entre la monarquía y el cuerpo de sacerdotes, cuando la conducta de ciertos monarcas se revelaba contraria a la moral de los principios religiosos. Muchos Hierofantes, amantes de la buena ley, se habían manifestado en contra de ese estado de cosas y se habían negado a que los Faraones siguieran ostentando emblemas y dignidades que no les pertenecían, corroyendo de esa forma, de manera arbitraria, la más pura tradición de Egipto. Pero esa actitud había costado cara a más de un Sumo Sacerdote, representación legítima del dios solar, y a toda su comunidad religiosa. El Hierofante de Ptah de fines de la tercera dinastía faraónica, era uno de ellos. Antes de la ascensión al trono del Faraón reinante, había presidido las pruebas reglamentarias a que debía someterse el pretendiente a Iniciado antes de asumir la dignidad real como encarnación viviente del “Poder del dios solar” con que se le designaba. Y sabía el Hierofante que el Faraón, a pesar de su afán de ostentar el título de Iniciado en los Misterios, había fracasado rotundamente ya en las primeras pruebas. Sin embargo, la despótica voluntad soberana se impuso, y al serle negados por el Sumo Sacerdote los sagrados atributos, los arrebató a la fuerza bajo cruentas amenazas y se proclamó a sí mismo: “Faraón regente por la voluntad divina”. Paremos un momento oara poder ver el video correspondiente a la Ley de Vibración: 107


Los labios prudentes del Hierofante de Ptah sellaron con el silencio toda legítima protesta, en bien del país y de la comunidad, confiando en la directa y tácita intervención divina cuando la hora fuera llegada. Al consultar la palabra de los astros al respecto, la esperanza en el inmediato futuro iluminó su espíritu y le reafirmó la confianza. Se acercaban los tiempos en que la sabiduría y el poder que iluminaron a Egipto a través de los antiguos Templos, prevalecerían otra vez sobre el esporádico gobierno de aquellas menguadas generaciones de reyes indignos de su sitial divino, que habían perdido por su ignorancia, su codicia y su crueldad, la investidura que a la auténtica realeza correspondía. Hermes apareció por la mañana, a la hora del mercado, en la gran plaza porticada de Menfis, corazón bullicioso de la ciudad, y deambuló un buen rato bajo los recios soportales de granito. Toda la plaza se hallaba a la sazón abarrotada de compradores y de vendedores que ofrecían a voces sus mercancías al público desde sus tenderetes transportables, sobre mantas tendidas o en cofres y canastos repletos.

En el centro de dicha plaza había un pequeño estanque de pórfido bordeado de lirios en flor que alimentaba un estrecho canal del Nilo. Una fuente lo presidía, constituida por una piedra pulimentada de cima semiesférica, con varias bocas bajas de cobre, de las que manaban sendos chorros de agua. Multitud de chiquillos chapoteaban descalzos en el estanque en aquella tibia mañana de primavera. De vez en cuando, las palomas y 108


los gansos se aproximaban, bebían y se deslizaban por la superficie del estanque o bien se perdían entre los cañaverales tiernos del regato que lo nutría. Hermes se abrió paso entre la multitud vociferante y afanada y contempló un buen rato la idílica escena. Luego tendió sus dos manos hasta uno de los chorros, y agachado entre la chiquillería, en su hueco bebió afanosamente. Esto llenó su corazón de gozo. Aquella multitud hormigueante que sin cesar transitaba, los pregones de los vendedores lejanos y cercanos, los trajes multicolores, la abundancia de frutas y verduras expuestas allí a montones, los tarros de miel de Arabia, las tortas de maíz, los panes de trigo o de centeno, las semillas húmedas y henchidas, las ristras de quesos tiernos, las canastas de huevos, las alambradas tendidas de pescado seco o fresco, las medidas de arroz, los agudos pregones sostenidos aquí y allá como un ritual profano, todo ese espectáculo insólito y amable, era para Hermes como una modalidad nueva e ignorada de la vida de la ciudad. Deambuló a sus anchas por las calles adyacentes, ávido del espectáculo, de luz y de vitalidad que a su vista se ofrecía. Desembocó de nuevo en la plaza y se sentó sobre la recia base de una de las columnas que sostenían los soportales, junto a una joven vendedora de abanicos de palma coloreada y de perfumes a granel. Desde allí se divisaba un amplio ámbito del mercado común. Permaneció sentado un buen rato contemplando a la bullanguera multitud.

De pronto, cortó el aire rumoreante y apacible, el son agudo de una trompeta. Como por encanto, aquella humanidad vociferante guardó silencio, como obedeciendo a una consigna. 109


Abriéndose paso a empujones entre el gentío, aparecieron en el centro de la plaza varios nomarcas del nomo menfita, agentes del fisco del Faraón, precedidos por los guardias reales armados. Iban a cobrar los crecidos impuestos a los vendedores, un arbitrio sin ley que agobiaba a las humildes gentes. A los que no podían pagar al contado el precio exigido, por el fisco real, les incautaban las mercancías. No valían en contra las súplicas ni las quejas. Si alguien osaba rebelarse, le castigaban los guardias al instante, duramente. Luego, en los carros reales arrastrados por bueyes o en las alforjas de los asnillos que formaban recua, se amontonaba la flor de los productos usurpados, camino de Palacio. En un rincón cercano de la plaza, resguardada por un toldo de estera verde, exhibía una pobre anciana unos cestos de huevos y unos tarros de frutas en arrope. Los nomarcas se le aproximaron y exigieron a la buena mujer con malos modos el pago del impuesto. La mujer, presa del pánico, hurgó con mano temblorosa el menguado zurrón donde guardaba las monedas. No alcanzaban la suma exigida. Entonces, los nomarcas le arrebataron las exiguas monedas de las manos y, como complemento, la cesta de los huevos. La anciana se puso a gritar y a forcejear, defendiendo sus productos, protestando por aquel vandalismo sin entrañas, sin soltar su cesta. Los guardias hicieron entonces uso del látigo contra la pobre anciana quien, entre golpes y forcejeos, cayó al suelo, derribando los tarros de confituras y arrastrando consigo la cesta de huevos que se estrellaron contra el suelo. La gente se amotinó en torno, vociferando indignada e insultando a los agentes y a los guardias. Estos arremetieron contra la multitud.

Hermes, que presenció toda la escena y experimentó todo el dolor y la protesta suscitados por aquel brutal atropello, sintió los quejidos de la pobre anciana como si brotaran de su propio pecho. Vio el odio y la tristeza dibujarse en los semblantes de aquellas pobres gentes atropelladas que trabajaban desde el alba a la noche, sin comer 110


apenas, vistiendo pobremente, para alimentar el lujo de los vagos y la codicia de los gobernantes. Movido de indignación y de conmiseración por la anciana golpeada, robada y derribada, que gemía desgarradoramente, se adelantó y trató de levantarla en tanto le prodigaba palabras de consuelo. Al verlo, uno de los guardias sacudió sobre las espaldas del noble joven, duramente, el látigo de cuero mudado hasta hacerle brotar sangre. No se inmutó. Sosteniendo a la anciana con sus vigorosos brazos, se abrió paso entre el grupo de gente que se había formado en torno, y trató de apartarla de aquella malhadada escena. Pero la sangre manaba a borbotones de su carne lacerada y se sintió tambalear. Próximo a caerse con su dolida carga, notó que unos brazos le sostenían al tiempo que perdía el conocimiento. Cuando volvió en sí, se encontró tendido boca abajo sobre una mugrienta estera, en un mísero figón del barrio más pobre de la ciudad. Un hombre vendaba, después de aplicar unos ungüentos en las heridas, su espalda lastimada, en tanto que una mujer de expresión bondadosa aproximaba a sus labios una vasija de espesa cerveza de mijo de Nubia. — Bebe, muchacho — le dijo, al ver que abría los ojos, la mujer del figonero — Bebe. Esto te reanimará. Tranquilízate. Mi marido conoce los mejores remedios para las heridas. Pronto sanarás. Hermes bebió y dio las gracias. Con mucha dificultad se puso en pie. La espalda y el cuerpo todo, le dolían terriblemente. Durante tres días fue huésped de aquella hospitalaria gente. Cuando, ya más repuesto, trató de pagar de su peculio los gastos ocasionados, rechazaron la oferta, diciendo: — Eres noble, y amas a los pobres. ¡Qué “los dioses aumenten tu buen corazón!. Sigue tu camino en paz. Hermes se despidió agradecido y prosiguió sus andanzas. Atravesó aquella insalubre barriada habitada por obreros, labradores y pescadores, muchos de ellos sin trabajo en aquella época del año.

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El hambre imperaba en la mayoría de las míseras viviendas. Enorme cantidad de niños, flacos y desnudos, exponían las pústulas de su piel al sol, entornando los ojos enrojecidos. La conjuntivitis, ocasionada por el polvo del desierto, la ardiente luz y la falta de alimentos, hacían estragos entre aquella promiscuidad de gente enferma y hacinada. Los viejos, puestos en cuclillas y arrimados a los árboles o a las paredes de las chozas, pasaban gran parte del tiempo contemplando, con una expresión invariable de tristeza y de sumisión resignada, el valle del Nilo, hacia el sur, de donde venían las pródigas crecidas, y con ellas, el trabajo y el pan. Más allá, en una barriada aparte, grupos de mujeres de todas las edades, en su mayoría jóvenes, pero ajadas por el vicio en el que hallaban el menguado sustento de sus familias, se exhibían semidesnudas y pintarrajeadas con los ojos ribeteados de carbón y el pelo aceitoso teñido de azul. Más hacia el norte, siguiendo la misma vereda, unos pobres pescadores que tenían sus chabolas en la misma orilla, izaban, del exiguo fondo del río, la red vacía. Hermes sabía ya lo que era la crueldad, el dolor, el hambre, el vicio y la miseria del mundo. Su gran corazón piadoso trataba de inquirir el por qué de aquel tremendo pecado de la sociedad, la causa de tanta injusticia. Meditó de pie largo rato, en su anónima soledad distante, mirando las aguas deslizarse lentísimas. Todo lo simbolizaba el Nilo: el bien y el mal, la abundancia y la penuria, la sabiduría y la ignorancia, el curso de la historia, el acicate de la evolución de las almas... Comenzó a comprender. Reemprendió el camino siguiendo la dirección contraria, remontando la corriente del río.

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Anduvo un buen rato rozando la orilla y vio a su derecha la masa rumoreante y verde de un bosque de palmeras. A su sombra halló el frescor que deseaba. Deambuló al azar bajo los árboles de cimbreantes copas y halló sendas cuidadas, bordeadas por pequeños canales en cuyas márgenes crecían flores. Soplaba allí una brisa refrigerante y aromada y Hermes se tendió sobre el césped y se bañó en el agua limpia de uno de aquellos canales. Sin embargo hacía todo aquello con el alma como evadida, casi indiferente al paisaje, a la hora y a la circunstancia que vivía. Su mente se hallaba absorta, meditando en las recientes experiencias. “La vida es la gran Maestra” le había dicho el Hierofante. “Aprende de ella”. Estas palabras tuvieron la virtud de avivar sus recuerdos, como si desde aquel momento formaran parte de su ser. Rehuyó las oleadas de indignación y de protesta, de ansias vivas de reparación que le asaltaron poco antes. Sentía que su misión era otra. Que, de momento, tenía sólo “que vivir y comprender”. Todo formaba parte de sí mismo: el pecado y la virtud, el gozo y el dolor, la injusticia y el afán de remediarla. El mismo era la causa y el efecto, y, acaso, su unión colmada en una posible armonía, en una superación de aquellos mismos repetidos elementos contrarios que constituían la trama de la vida externa. La solución era el conocimiento. Y, siguiendo los consejos de su protector y maestro, se dispuso a aprender, a observar, a leer en el libro de la vida. Se levantó, dispuesto a seguir el sendero externo y el interno, requiriendo con afán las nuevas experiencias que le reservaba el mundo. Tomó la cuidada senda bordeada de palmerales, por la cuneta que marginaba el canal de riego. Pronto, oyó tras de sí el trote y los cascabeleos de caballos. Volvió la cabeza. 113


Por el mismo sendero se acercaba, veloz, un carro ligero tirado por dos caballos de erizadas crines y adornados con gualdrapas multicolores. Hermes se hizo más a un lado para dejar libre paso al auriga. Como una exhalación, casi rozándolo, pasó un lujoso carro guiado por un joven que iba de pie, elegantemente ataviado. No bien acabó Hermes de advertirlo, cuando carro y conductor desaparecieron entre la densa nube de polvo que el trote de los caballos levantaba. Pero a los pocos instantes oyó un grito que más parecía aguda queja. A pocos pasos de allí, algún obstáculo había hecho saltar una rueda del carro que volcó sobre el infortunado conductor, quien opreso de una pierna por la otra rueda, era arrastrado por el tiro en marcha sobre la polvorienta carretera. Corrió Hermes con ágiles piernas detrás del maltrecho carro, dando voces para que pararan los caballos. Estos, desembridados y a la deriva, frenaron el trote, obedeciendo a un certero instinto. Hermes los alcanzó, paró las caballerías y extrajo, casi exánime de debajo del carro destrozado, al joven y elegante auriga. Lo dejó tendido sobre la hierba a la vera del camino y examinó el cuerpo contusionado y lleno de heridas. Tenía el tobillo izquierdo roto. Desgarró Hermes un extremo de su traje y, mojándolo en el agua del estrecho canal, lavó las heridas y humedeció la frente del joven para reanimarlo. Cuando lo hubo logrado, lo ayudó a levantarse, pero el dolor de la pierna rota privó al joven de tenerse en pie. Entonces colocó un brazo del herido en torno a su cuello, lo sujetó fuertemente por la cintura y así cojeando, lo condujo hasta el caballo más próximo quien, 114


obedeciendo la voz del amo, se dejó montar dócilmente por el malhadado auriga con la ayuda solícita de Hermes. Luego libres de los arreos del carro, tomó éste por la brida a ambos caballos y así llegaron poco a poco hasta la residencia palaciega del joven caballero. Ya en manos de sus familiares y servidores, hizo Hermes ademán de despedirse.

Pero la madre de Kufú, que era una hermosa menfita, alta y esbelta y que poseía gran encanto y dignidad personales, le rogó que se quedara en su casa para acompañar al herido, ya que había demostrado tanta dedicación e interés en su salvamento. En aquellos primitivos tiempos, imperaba en las costumbres egipcias la ley del matriarcado. O sea, que la mujer regenteaba el hogar y tenía la máxima autoridad sobre el marido y los hijos. Ella administraba los intereses familiares y en la sociedad era atendida y respetada como primera ciudadana en derechos. Accedió Hermes por fin a tanto ruego, y aprovechó entonces la coyuntura para ofrecer sus funciones de sanador, una ciencia que tan a fondo conocía. Aplicó al enfermo y a sus heridas el tratamiento curativo adecuado, de acuerdo con sus estudios de terapéutica que aprendiera entre los sabios sacerdotes de Ptah. Desinfectó, curó, entablilló y vendó cuidadosamente la pierna rota, ordenó la forma del lecho, preparó las hierbas sanadoras y se las administró a sus horas. El Joven Kufú era de noble familia, emparentada con la del viejo Faraón reinante, Snefru. 115


Agradecido por los múltiples providenciales beneficios que había recibido de Hermes, se fue encariñando con él. Culto y delicado, el noble joven quedó pronto prendado de las dotes de carácter, del saber y de la cortesía de su nuevo compañero, así como de sus habilidades. Al finalizar la siguiente luna, se hallaba Kufú totalmente restablecido. La compañía de Hermes había sido para su alma una medicina, más efectiva aún, que aquellas que con tanto acierto le propinó para sanar su cuerpo. Y con ánimo de recompensar su valeroso acto, sus curaciones y sus atentos servicios, le invitó a una regia cacería por el Sur del país, cosa que declinó Hermes, dado su amor y respeto por los animales, así como por todos los seres vivientes.

Entonces lo invitó a permanecer una temporada en su palacio y a participar de su fastuosa vida de príncipe. A tal efecto, le rogó aceptara unos lujosos atavíos y valiosas joyas que Hermes tampoco aceptó, alegando su condición religiosa y su actitud de renuncia para sí, de los bienes materiales. Hizo el agradecido príncipe que tomara parte en los juegos que periódicamente organizaba con otros nobles jóvenes, en los jardines de su residencia. En ellos, puso de manifiesto, con la admiración y asombro de sus compañeros, su fuerza, su destreza y su resistencia. Pero el ejercicio de tales cualidades no significaba en él el menor asomo de emulación ni de competencia. Por ello, renunció a los bien ganados premios. 116


Para un final de fiesta y en su honor, aprestaron una hermosa falúa de curvos cabos en cuyas proa y popa aparecían unos ibis de cabeza negra y pecho rojizo, con las alas tendidas. En esa embarcación navegaron aguas arriba varios días hasta alcanzar una zona de lagos en que el Nilo se ensancha por la afluencia del río Teb, que separa las tierras ricas de las gentes rojas, de las de piel obscura.

En los lagos y en las pequeñas islas que formaban, idílicas y umbrosas como oasis, permanecieron varios días de reconfortante reposo y contemplación de las innumerables bellezas de aquella elevada región del país. De retorno decidieron visitar, más allá de las llanuras bajas de Fayum, el gran Lago Moeris, que servía de embalse al agua del Nilo y que regaba, en los meses de sequía, una considerable extensión de tierras cultivables hasta los límites del Muro Blanco, junto al Desierto Líbico. Allí contemplaron los jóvenes, admirados, el complicado juego de las exclusas, la red de los diversos canalillos de riego y el gran canal que lo alimentaba con las aguas subidas del Nilo. Gozaron bañándose en las limpias aguas del Lago, se adornaron con sus flores y sus algas y lo navegaron cabalgando en grandes odres de piel soplada. Y retornaron contentos a la principesca mansión, donde les esperaban para agasajarles, todos los refinamientos y los placeres de un fastuoso hogar. A manera de plácida y provechosa convivencia, ofreció Kufú a su compañero y bienhechor que permaneciera con él y con alguno de sus compañeros, en fraternal promiscuidad de gozos y de ideales. A tal efecto, procuró que las más hermosas mujeres egipcias, asirias, árabes y de la alta Nubia, amenizaran su estancia, con los mejores arpistas eunucos y las danzarinas de Menfis. 117


Aunque no era aquel medio de su predilección, no rechazó Hermes, acobardado, la convivencia y las tentaciones que ofrecía aquel medio y aquella morada lujosa llena de encantos, de perfumes y de voluptuosidades. Pasó allí una temporada provechosa, siempre en actitud de espectador, sin perder el dominio de los sentidos, la pureza de pensamiento ni la rectitud de conducta. Nada le atraía para su propio solaz. Sus goces eran de tipo superior. Dejaba a un lado los refinados manjares, los licores de Arabia, los vinos rosados de Siria, tan embriagadores; la cerveza caliente y aromada del Sur, y la rubia, endulzada con miel de la Libia del Norte. El prefería el agua del Nilo, fresca y riquísima, filtrada en las arcillas rojas, y saciaba el hambre con un sencillo yantar que bastara a sus necesidades. Nunca contempló con codicia ni sensualidad a las bellísimas mujeres que le ofreciera el noble Kufú, sino que las consideraba, admirado de su variada perfección, como compañeras a las que debía amistad y al propio tiempo, agradecimiento por su dádiva constante de belleza. Y en silencio, alababa al creador de tanta hermosura y experimentaba una profunda emoción a su vista y una honda alegría en su corazón. Y desde el fondo purísimo de su alma las reverenciaba. Poco a poco, el trato, el ejemplo de su virtud y su vasta y profunda cultura, así como su benéfico magnetismo personal, ganaron un gran ascendiente sobre la voluntad de Kufú. Y la más acendrada amistad unió para siempre sus vidas. Ambos eran jóvenes, hermosos, sanos de cuerpo y alma. A pesar de sus distintos temperamentos y aspiraciones, se comprendían 118


mutuamente.

Kufú era el más beneficiado de esta amistad. Al lado de Hermes experimentaba una beatitud, un secreto anhelo de mejoramiento, un amparo espiritual y una admiración hacia él que de manera insensible iba haciendo mella en su naturaleza. Sus enseñanzas, sus diálogos, le enriquecían la mente; su proximidad purificaba su corazón y estimulaba las potencialidades de su espíritu. Y sentía que su vida iba haciéndose, insensiblemente, menos superficial. Se inclinaba cada vez más al estudio. Se interesaba más por las personas que lo rodeaban y especialmente, por la gente del pueblo, sufrida y doliente. Y anhelaba en su corazón mayor justicia y sabiduría en la forma de gobierno del país, y la necesidad de dotar a aquellos seres de mejores condiciones de vida, y de más asequibles medios de emancipación y cultura. Con creciente ahínco, se consagraba al estudio de las leyes, a la historia de las sabias regencias de las dinastías antepasadas, a las reglas de conducta y sabiduría que rigieron la vida de aquellos iluminados regios gobernantes que hicieron la grandeza y el prestigio de Egipto. Pero los notorios beneficios de aquella íntima relación amistosa entre Kufú y Hermes, no podían detener por más tiempo la trayectoria experimental de este último. Algo le acuciaba interiormente a proseguir su camino. Frente a ésta visión un tanto idílica del futuro faraón Kufú, los historiadores "oficiales" nos explican que el reinado de Kufú fué de los más tiránicos y dictatorials. Opresor de su pueblo al que sometió a una presión fiscal insoportable y a unas obligaciones constructivas 119


permanentes -pirámide de Kufú -Keops-, obras públicas: canales, embalses, templos. Un buen día, se despidió de su generoso anfitrión y excelente compañero. Hermes deseaba vivamente conocer las esferas intelectuales y cultas del nomo de Menfis y especialmente, de la ciudad. Pensaba así enriquecer sus conocimientos en todas las facetas de la existencia y las actividades más nobles del país y volver luego al Templo, culminadas las experiencias de los hombres y del mundo. Kufú comprendió las razones de su amigo y al tiempo de despedirle le dio una recomendación para el escriba más reconocido entre todos los que constituían el famoso gremio de Menfis, por su talento, su erudición, y su conocimiento de las lenguas del mundo antiguo.

En medio de un amplio departamento donde trabajaban a sus ordenes gran cantidad de escribas de todas las edades, consagrados a la escritura de documentos legales y a la copia de textos valiosos, el escriba mayor al que iba recomendado, recibió a Hermes, sentado, sin apartar siquiera de sus piernas entrecruzadas, los rollos de papiro que iluminaba y grababa. Al verlo tan joven y sencillamente vestido, ni siquiera soltó de la mano punzones y pinceles, le miró varias veces de soslayo, y sonreía irónicamente al considerar los elogios que del joven visitante le había hecho el padre de Kufú. Hermes, a su vez, observaba al infatuado escriba. Pero su mirada era noble y directa. Sin embargo, su intuición, su sensibilidad y su 120


agudeza mental, le daban la clave inmediata de la tesitura de un alma. En aquel momento descubría una faceta incógnita todavía para él: la del hombre egocéntrico y ensorbecido en el que el conocimiento verdadero no precede a la erudición y al saber aprendido. Y se afirmó en la idea de que el primer requisito de la verdadera sabiduría es la humildad. Prosiguió su camino. Transcurría a la sazón la más calurosa lunación del verano. El vaho de las arenas recalentadas del Desierto Líbico, impregnaba de una atmósfera ardiente, bochornosa, a menudo irrespirable, todo el valle del Nilo próximo al Delta. Por los alrededores se extendían en despoblado, por la parte oeste, los vastos hornos y los talleres de ladrillos y de alfarería. Más allá, en solares llanos y dilatadísimos, se cocían naturalmente al sol quemante de aquellos días, los ladrillos ordinarios de adobe, hechos de arcilla nilótica y de arena cribada del desierto. La refracción, de un rojo vivísimo, de aquellas extensiones de masa laborada, hería tenazmente las pupilas.

Los pobres obreros desnudos y sudorosos, aparecían allí, sin excepción, con los ojos enrojecidos, y congestionados. Nada podía substraerse al tirano imperio del color flamígero de la tierra: la piel, los ojos, el sudor, el leve indumento de las gentes. Recorrió Hermes aquellas extensiones consagradas a material de adorno y construcción, se interesó por los trabajos y la vida de los obreros, y atenuó cuanto pudo, con su intervención, los severos castigos de los capataces. Su alma se llenó de compasión por aquellas auténticas manadas de seres esclavos que trabajaban de sol a sol, a cambio de una menguada ración de arroz, de pan de centeno y de pescado salado.

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Decidió luego conocer el barrio inmediato donde se alojaba el importante gremio de los constructores, tan vasto y floreciente en todo el país de Egipto y que comprendía a un gran número de artesanos de oficios complementarios, además de las profesiones nobles; desde los arquitectos, decoradores y lapidarios, hasta los grabadores, carpinteros, forjadores de metales, pintores, esmaltadores y albañiles. Por el lado opuesto, este barrio lindaba con el más céntrico y lujoso de los orfebres, plateros, joyeros, tallistas de piedras finas y fundidores. Estos barrios se hallaban circundados por acacias de hoja finísima, palmeras y grandes matas de helechos. Las adelfas de distintos colores, menudeaban en torno a los breves canales de conducción del agua del río. El verdor resistente de esas plantas vivaces, atenuaba el estrago de las recias solanas de descampado en tiempos de sequía. En aquella zona, los pozos de bajo pretil, cubiertos por una gran piedra cuadrada o semiesférica, mantenían todavía las escasas reservas de agua fresca de su fondo, librándolas de insectos y parásitos. Tales pozos eran visitados a todas horas por una apiñada vecindad de mujeres y de niños provistos de sendas cántaras de alfarería. Después de muchas horas de trabajo, en las que ayudaba voluntariamente a técnicos y a obreros en sus diferentes oficios, merced a sus conocimientos teóricos y prácticos, se dirigió Hermes, agobiado por la sed, a un pozo cercano donde una apiñada multitud esperaba su turno para la extracción del agua, bajo la sombra de los palmerales. Una hermosa mujer, ya madura, tocada con un breve manto amarillo de orlas purpúreas ceñido a la frente con un aro dorado, sacaba 122


trabajosamente, atada a la soga chorreante, una panzuda cántara del pozo. Hermes se adelantó presuroso y ayudó a la mujer tomando la carga de sus manos. Con sus nervudos brazos, ascendió con rapidez el pesado recipiente y lo apoyó sobre el brocal en tanto pedía a su dueña permiso para beber en él. Con el beneplácito de la bella aguadora, bebió Hermes afanosamente. Cuando hubo el mozo calmado su sed, hizo ademán la mujer de cargar su cántara, pero Hermes se adelantó y con ambas manos la colocó sobre sus anchos hombros ofreciéndose a llevarla hasta la morada, allí cercana, de la dama. Y así anduvieron los dos, uno al lado del otro. De vez en cuando, ella lo miraba de soslayo con sus grandes y hermosos ojos almendrados y hallaba especial complacencia contemplando el noble semblante sudoroso de Hermes y su recia estampa de adolescente que frisaba ya la hombría. — ¿Quién eres, amable joven? — Decidió a preguntarle, por fin — No pareces un obrero, ni tampoco un vagabundo sin hogar. ¿Eres acaso un noble egipcio llegado de otro nomo con alguna libre finalidad, aficionado a los oficios de este barrio menfita?. ¿O eres extranjero?. Hermes respondió simplemente: — Me ha traído aquí el ansia de mayor saber. — Esta es nuestra casa — dijo la dama al llegar al umbral de una confortable vivienda situada en una avenida de jóvenes y cimbreantes palmeras — Mi marido es arquitecto y tiene aquí importantes talleres de planeamiento y construcción. Ambos se detuvieron y se contemplaron. En aquel momento apareció en la puerta un hombre alto y de distinguido porte, de canosa cabellera y barba de pulcro afeitado a la usanza egipcia. Salía con intención de ayudar a su esposa, como tenía por costumbre, a descargar la cántara de agua, cuando se halló cara a cara con Hermes. El arquitecto hizo ademán entonces de ayudar al complaciente mozo y tendió hacia él la mano para coger el ánfora al tiempo que Hermes la bajaba de sus hombros para depositarla sobre la grada del umbral. Sus manos se encontraron... La mujer no pudo reprimir entonces un grito de sorpresa.

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Inmediatamente, con un gesto instintivo, casi delirante, cogió entre las suyas las dos manos enlazadas del esposo y del joven forastero y las acercó a su corazón. Bajó los ojos, apretando los húmedos párpados, y con el seno palpitante murmuró: — Gracias, Dios todopoderoso. Sin proferir palabra, asombrados y perplejos, los dos hombres se miraban y miraban, intermitentemente, las sortijas gemelas de sus dedos. Al cabo de un rato, el arquitecto, sonriendo con emoción, oprimió entre las suyas la mano de Hermes, en tanto, que en la mente de este último resonaban, como por ensalmo, aquellas últimas palabras pronunciadas por el Hierofante en su despedida del Templo: “Esta sortija no la pueden llevar más que tu padre... y tú”. — ¡La sortija de mi padre! — balbuceó en voz baja, como un eco de aquel recuerdo, en tanto contemplaba fijamente la joya en la mano de su progenitor. La mujer se echó en sus brazos, riendo y llorando, en tanto repetía con voz entrecortada: — ¡Hijo mío!. ¡Hijo mío!. Ambos esposos atrajeron al interior de su morada al hijo recién hallado. El padre, le dijo entonces: — El dios Ptah te ha conducido hasta aquí. — Su templo es mi morada — respondió Hermes — Pero en este providencial encuentro, veo su sabiduría. 124


¿Cual

es

tu

nombre?.

— Thot-Hermes, hijo de Osiris, el Sol Nocturno. La esposa cubrió el semblante con ambas manos y trato de reprimir sus sollozos. El padre la ciñó por el talle y la atrajo hacia si en tanto la miraba con una bondad y una comprensión infinitas. — Querida mía — díjole con emocionada voz — ya sabes que nunca nos ha pertenecido. Tú y yo le dimos sólo, por la voluntad divina, la envoltura carnal. Supimos que los astros anunciaban para nuestro hijo una superior misión. Restituimos al dios su dádiva. Estamos en paz... — Se volvió hacia Hermes y añadió — Si éste es tu destino y si así lo deseas, sigue tu camino, hijo mío. Tus padres no se interpondrán nunca en él. Pero sabe siempre que ésta también es tu morada. Hermes agradeció de todo corazón el feliz encuentro y la generosa oferta y permaneció unos felices días con los que le dieron el ser material. En el decurso de esta breve permanencia en la casa de sus progenitores, ayudó a su padre en sus tareas arquitectónicas, le sugirió proyectos, le resolvió a la perfección, amparado en sus vastos conocimientos matemáticos, difíciles problemas de construcción y observó con alegría que su padre era un aventajado técnico y un hábil constructor y que le adornaban múltiples cualidades personales. Advirtió sobre todo su humildad y su auténtico sentimiento religioso y se sintió orgulloso de él. 125


Este supo valorar por su parte los méritos visibles que adornaban a su hijo y presintió en su expresión el futuro que le tenían reservado los dioses astros que regulaban el porvenir de los hombres y del mundo, y supo colocar, sobre sus propios anhelos personales, el dictamen de lo superior sobre lo que en verdad no le pertenecía, puesto que había hecho un tiempo renuncia, ante el dios Ptah, del ser más caro a su corazón. La madre, en cambio, llevada, por su amor, adoraba al hijo noche y día, y presentía que ya le sería difícil renunciar a él después del providencial reencuentro. Por su parte, Hermes experimentaba con inefable complacencia el influjo de aquellos dulces lazos y todo su ser se iba sintiendo, poco a poco, opreso y subyugado. En él tuvo lugar una silente lucha interior. ¿Qué camino tomar?. Una noche, soñó que el Hierofante entraba en su habitación, y le decía: — Tu padre te espera en la mansión de Ptah. Tus experiencias mundanas están cumplidas. Ha sonado la hora de tu retorno. Va a comenzar en breve tu verdadera misión... Despertó con la firme decisión de volver al Templo. Faltaba de él cuatro lunas y había aprendido, en su decurso, muchas cosas. Se dirigió a sus padres, reafirmados ya en una tranquila aunque melancólica actitud de conformidad, y les dijo: — Padres míos, he de volver al Templo. El dios Ptah reclama allí mi presencia. Tenga yo la virtud de separarme dulcemente de vosotros y de bendeciros en su nombre. Os llevaré siempre en mi corazón. Y con frecuencia vendré a vosotros. ¡Sed felices!. Dichas estas palabras, los abrazó con ternura y salió precipitadamente de la morada paterna. Y en tanto se dirigía al Templo, tenía el íntimo convencimiento de que, al superar la prueba de aquel tentador retenimiento en la casa de sus padres, hallados de tan providencial manera, había superado la más sutil y difícil de las experiencias a que había estado, en aquel período, sometido. LOS

MISTERIOS

DE

OSIRIS

Fuiste sensible a mi llamada — dijo, al ver de nuevo a su hijo adoptivo, el gran Hierofante —. Ello prueba que las experiencias mundanas no han obturado tus despiertos sentidos superiores. Por el contrario, tu alma alerta, consciente de su alta trayectoria, los ha abierto todavía más a la realidad. Tal era el objetivo de esta etapa vivida fuera del Templo y de la comunidad. ¡Sé, pues, bienvenido de nuevo en la mansión del dios!. Todos los miembros de la sagrada congregación se sumaron al regocijo del Hierofante, porque todos amaban a Hermes y en él tenían puestas sus esperanzas. 126


Poco tiempo después, desde la terraza superior del Templo, se veían correr, desbordadas, las aguas del Nilo en su mayor crecida, prometiendo espléndida cosecha. Al mismo tiempo, en el interior del Santuario, se preparaban las fiestas del solsticio, que eran para el pueblo como la promesa de las siembras, una vez posado el obscuro limo propicio, que la mano del dios arrastraba desde las fuentes misteriosas del Nilo, hasta las anchas riberas del Delta que fecundaba. Más tarde, en torno ya a la recolección, tendrían lugar allí las máximas festividades religiosas, las que correspondían al “Brazo de occidente” de la gran cruz zodiacal del año que iniciaba la estación otoñal. Entonces, el Hierofante llamó aparte a Hermes y le dijo solemnemente, mirándole con poder en el fondo de los ojos: — Al filo del primer novilunio de otoño tienen lugar, en el subterráneo secreto del Templo, las pruebas de los Grandes Misterios. Prepárate a arrostrarlas valientemente, ya que sin ellas no podrías ostentar el título máximo de Iniciado. Si triunfas, Isis te conducirá en su barca hasta el reino de Osiris, dador de la Luz. — Estoy dispuesto — respondió con firmeza, Hermes. Cerca de la media noche, cuando en el firmamento lúcido de Egipto la Madre celeste se juntaba con el Padre y la noche era obscura, alguien llamó suavemente a la puerta de la celda donde Hermes dormía. Abrió. El sacerdote lampadóforo, con la lámpara en la mano, le llevaba la orden de que realizara sus abluciones, vistiera la túnica de blanco lino, y desprovisto en absoluto de atributos y emblemas, se presentara en la gran sala hipóstila, ante el altar del dios Ptah. Así lo hizo el apelado. En la inmensa aula sagrada se hallaban a la sazón reunidos y de pie, formando círculo, los más ancianos y venerables sacerdotes de la comunidad. En medio de ellos, erguido y reconcentrado, en actitud de profunda introversión, se hallaba el gran Hierofante. Al aparecer Hermes, abrió los ojos y le hizo seña de que se acercara. Hermes penetró entonces en el interior del círculo silencioso, y se colocó frente al Sumo Sacerdote.

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Este tendió hacia él los brazos y, oprimiendo los del joven, lo atrajo hacía sí, lo miró en los ojos con todo su magnético poder, como si tratara de calar las profundidades de su alma, y le dijo por fin sentenciosamente: — Hermes, hijo mío. El momento solemne ha llegado. ¿Estás dispuesto?. — Sí — respondió con voz segura. — Invoca, pues, a tu guía divino. El te conducirá — añadió el venerable anciano. Reinó entonces un prolongado silencio en la sala. Al cabo de un rato, sintió Hermes que, por detrás, alguien vendaba fuertemente sus ojos. Conducido así de la mano, anduvo un buen trecho en dirección desconocida. No oía nada, no veía nada. El más absoluto vacío le rodeaba. Por fin, una voz extraña le dijo que descendiera cuatro escalones. Después, que subiera un falso escalón. Al momento de realizar este supuesto ascenso, sintió que nadie le sostenía y que el suelo se movía bajo sus pies. Trató de mantenerse firme. Entonces creyó percibir el quedo rumor de un remo al hendir rítmicamente el agua quieta. Sin duda, navegaba. Esperó, en actitud impasible. Transcurrido un buen rato, la misma voz le ordenó ascender una alta grada. Subió. Anduvo unos pasos, y la voz le mandó ascender unos cuatro breves escalones. Unos pasos más, y sintió que descorrían la venda que cubría sus ojos. Los abrió, pero se hallaba envuelto en densas tinieblas. La voz desconocida le dijo:

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— Isis te ha conducido en su barca hasta el umbral del Amenti, el reino subterráneo de Osiris, Señor de los Misterios. Disponte ahora a entrar en él. Su acompañante le empujó suavemente por la espalda y ambos descendieron por un angosto pasillo subterráneo cuya rampa se iba acentuando cada vez más. Después de un buen rato de descenso a tientas, percibió Hermes al final, enmarcada por la angostura rectangular del pasillo, una vaga claridad espesa y rojiza. Ya próxima a ella, una mano férrea le sujetó por el brazo, arrastrándolo en dilección al recinto que allí se abría. A la leve claridad de la estancia volvió Hermes la cabeza y vio a su lado un extraño ser de figura humana y cabeza de perro, cuyos redondos y relucientes ojos le miraban fijamente… Abandonemos momentáneamente el ritual de iniciación al que volveremos más adelante.

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Continuemos con el texto de Schuré Trataremos ahora de encontrar esta visión de los maestros, en rosa mística que se abre en la noche del santuario y en el arcano de las grandes religiones. Ciertas palabras de Hermes, impregnadas de sabiduría antigua, son propias para prepararnos a ello. “Ninguno de nuestros pensamientos — dice a su discípulo Asklepios — puede concebir a Dios, ni lengua alguna puede definirle. Lo que es incorpóreo, invisible, sin forma, no puede ser percibido por nuestros sentidos; lo que es eterno, no puede ser medido por la corta regla del tiempo: Dios es, pues, inefable. Dios puede, es verdad, comunicar a algunos elegidos la facultad de elevarse sobre las cosas naturales para percibir alguna radiación de su perfección suprema; pero esos elegidos no encuentran palabra para traducir en lenguaje vulgar la Visión inmaterial que les ha hecho estremecer. Ellos pueden explicar a la humanidad las causas secundarias de las creaciones que pasan bajo sus ojos como imágenes de la vida universal, pero la causa primera queda velada y no llegaríamos a comprenderla más que atravesando la muerte”. Así hablaba Hermes del Dios desconocido, en el pórtico de las criptas. Los discípulos que penetraban con él en sus profundidades, aprendían a conocerle como ser viviente. (La teología sabia, esotérica — dice M. Maspéro — es monoteísta desde los tiempos del antiguo Imperio. La afirmación de la unidad fundamental del ser divino, se lee expresada en términos formales y de una gran energía en los textos que se remontan a aquella época. Dios es el Uno único, el que existe por esencia, el solo que vive en substancia, el solo generador en el cielo y en la tierra que no haya sido engendrado. A la vez Padre, Madre e Hijo, él engendra, concibe y es perpetuamente; y esas tres personas, lejos de dividir la unidad de la naturaleza divina, concurren a su infinita perfección. Sus atributos son: la inmensidad, la eternidad, la independencia, la voluntad todopoderosa, la bondad sin límites. “Él crea sus propios miembros que son los dioses”, dicen los viejos textos. Cada uno de esos dioses secundarios, considerados como idénticos al Dios Uno, puede formar un tipo nuevo de donde emanan a su vez, y por el mismo procedimiento, otros tipos inferiores.

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El libro habla de su muerte como de la partida de un dios. “Hermes vio el conjunto de las cosas, y habiendo visto, comprendió, y habiendo comprendido, tenía el poder de manifestar y de revelar. Lo que pensó lo escribió; lo que escribió lo ocultó en gran parte, callándose con prudencia y hablando a la vez, a fin de que toda la duración del mundo por venir buscase esas cosas. Y así, habiendo ordenado a los dioses sus hermanos que le sirvieran de cortejo, subió a las estrellas”. Se puede, en rigor, aislar la historia política de los pueblos, mas no así su historia religiosa. Las religiones de la Asiria, Egipto, Judea y Grecia no se comprenden más que cuando se vislumbra su punto de unión con la antigua religión indoaria. Tomadas aparte, son otros tantos enigmas y charadas; vistas en conjunto y desde arriba, con una soberbia evolución donde se domina y se explica recíprocamente. En una palabra, la historia de una religión será siempre estrecha, supersticiosa y falsa; sólo hay verdad en la historia religiosa de la humanidad. Desde tal altura no se sienten más que las corrientes que dan la vuelta al globo. El pueblo egipcio, el más independiente y el más cerrado de todos a las influencias exteriores, no pudo substraerse a esta ley universal. Cinco mil años antes de nuestra era, la luz de Rama, encendida en el Irán, irradió sobre el Egipto y vino a ser la ley de Ammón-Rá, el dios solar de Thebas. Esa constitución le permitió desafiar tantas revoluciones. Menes fue el primer rey de justicia, el primer faraón ejecutor de aquella ley. Él se guardó bien de arrebatar al Egipto su antigua teología, que era la suya también, y no hizo más que confirmarla y ensancharla, añadiéndole una 131


organización social nueva: el sacerdocio, es decir, la enseñanza, en un primer consejo; la justicia en otro; el gobierno en los dos; la monarquía concebida como delegada y sometida a su fiscalización; la independencia relativa de los nomos o municipalidades, como base de la sociedad. Es lo que podemos llamar el gobierno de los iniciados. Tenía por clave de bóveda una síntesis de las ciencias conocidas bajo el nombre de Osiris (O-Sir-Is), el señor intelectual. La gran pirámide es un símbolo y su gnomon matemático.

El faraón que recibía su nombre de iniciación en el templo, que ejercía el arte sacerdotal y real sobre el trono, era, pues, un personaje bien distinto del déspota asirio, cuyo poder arbitrario estaba cimentado sobre el crimen y la sangre. El faraón era el iniciado coronado, o por lo menos, el discípulo y el instrumento de los iniciados. Durante siglos, los faraones defenderán, contra el Asia despótica y contra la Europa anárquica, la ley del Morueco, que representaba entonces los derechos de la justicia y del arbitraje internacional según enseñara Rama con su ejemplo. Hacia el año 2200 antes de Jesucristo, el Egipto sufrió la crisis más temible por que un pueblo puede atravesar: la de la invasión extranjera y de una semiconquista. La invasión fenicia era en sí misma la consecuencia del gran cisma religioso en Asia, que había sublevado a las masas populares, sembrado la discordia en los templos. Conducida por los reyes pastores llamados Hicsos, esa invasión lanzó un diluvio sobre el Delta y el Egipto medio. Los reyes cismáticos traían consigo una civilización corrompida, la malicia 132


jónica, el lujo del Asia, las costumbres del harén, una idolatría grosera. La existencia nacional del Egipto estaba comprometida, su intelectualidad en peligro, su misión universal amenazada. Pero llevaba en sí un alma de vida, es decir, un cuerpo orgánico de iniciados, depositarios de la antigua ciencia de Hermes y de Am-mónRá. ¿Qué hizo aquella alma?. Retirarse al fondo de sus santuarios, replegarse en sí misma para resistir mejor al enemigo. En apariencia, el sacerdocio se inclinó ante la invasión y reconoció a los usurpadores que llevaban la ley del Toro y el culto del buey Apis. Sin embargo, ocultos en los templos, los dos consejos guardaron allí, como un depósito sagrado, su ciencia, sus tradiciones, la antigua y pura religión, y con ella la esperanza de una restauración de la dinastía nacional. En esta época fue cuando los sacerdotes difundieron entre el pueblo la leyenda de Isis y de Osiris, del desmembramiento de este último y de su resurrección próxima por su hijo Horus, que volvería a encontrar sus miembros dispersos arrastrados por el Nilo. Se excitó la imaginación de la multitud por la pompa de las ceremonias públicas. Se sostuvo su amor a la vieja religión representándole las desgracias de la Diosa, sus lamentos por la pérdida de su esposo celeste, y la esperanza que ella tenía en su hijo Horus, el divino mediador. Pero al mismo tiempo, los iniciados juzgaron necesario hacer inatacable la verdad esotérica recubriéndola con un triple velo.

A la difusión del culto popular de Isis y de Osiris corresponde la organización interior y sabia de los pequeños y de los grandes Misterios. Se les rodeó de barreras casi infranqueables, de peligros 133


tremendos. Se inventaron las pruebas morales, se exigió el juramento del silencio, y la pena de muerte fue rigurosamente aplicada contra los iniciados que divulgaban el menor detalle de los Misterios. Gracias a esta organización severa, la iniciación egipcia llegó a ser, no solamente el refugio de la doctrina esotérica, sino también el crisol de una resurrección nacional y la escuela de las religiones futuras. Mientras los usurpadores coronados reinaban en Memphis, Thebas se preparaba lentamente para la regeneración del país. De su templo, de su arca solar, salió el salvador del Egipto, Amos, que arrojó a los Hicsos del país después de nueve siglos de dominación, restauró la ciencia egipcia en sus derechos y la religión viril de Osiris. De este modo los Misterios salvaron el alma del Egipto de la tiranía extranjera, y esto para bien de la humanidad. Porque tal era entonces la fuerza de su disciplina, el poder de su iniciación, que encerraba en sí una mejor fuerza moral, su más alta selección intelectual. La iniciación antigua reposaba sobre una concepción del hombre a la vez más sana y más elevada que la nuestra. Nosotros hemos disociado la educación del cuerpo de la del alma y del espíritu. Nuestras ciencias físicas y naturales, muy avanzadas en sí mismas, hacen abstracción del principio del alma y de su difusión en el universo; nuestra religión no satisface las necesidades de la inteligencia, nuestra medicina no quiere saber nada ni del alma ni del espíritu. El hombre contemporáneo busca el placer sin la felicidad, la felicidad sin la ciencia, y la ciencia sin la sabiduría. La antigüedad no admitía que se pudiesen separar tales cosas. En todos los dominios, ella tenía en cuenta la triple naturaleza del hombre. La iniciación era un adiestramiento gradual de todo el ser humano hacia las cimas vertiginosas del espíritu, desde donde se puede dominar la vida. “Para alcanzar la maestría — decían los sabios de entonces — el hombre tiene necesidad de una refundición total de su ejercicio simultáneo de la voluntad, de la intuición y del razonamiento. Por su completa concordancia, el hombre puede desarrollar sus facultades hasta límites incalculables. El alma tiene sentidos dormidos: la iniciación los despierta. Por medio de un estudio profundo, una aplicación constante, el hombre puede ponerse en relación consciente con las fuerzas ocultas del universo. Por un esfuerzo prodigioso, puede alcanzar la perfección espiritual directa, abrirse las vías del más allá, y hacerse capaz de dirigirse a ellas.

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Entonces, solamente, puede decir que ha vencido al destino y conquistado su libertad divina. Entonces sólo, el iniciado puede llegar a ser iniciador, profeta y teurgo, es decir: vidente y creador de almas. Porque sólo el que se domina a sí mismo puede dirigir a los otros; sólo es libre el que puede libertarse, únicamente puede emancipar el que está emancipado. Así pensaban los iniciados antiguos. Los más grandes de entre ellos vivían y obraban en consecuencia. La verdadera iniciación era una cosa bien distinta a un sueño nuevo, y mucho más que una simple enseñanza científica, era la creación de un alma por sí misma, su germinación sobre un plano superior, su floración en el mundo divino. Trasladémonos al tiempo de los Ramsés, a la época de Moisés y de Orfeo, hacia el año 1300 antes de nuestra era, y tratemos de penetrar en el corazón de la iniciación egipcia. Los monumentos figurados, los libros de Hermes, la tradición judía y griega, (IAMBAIXOT, περί Μυστηρίων λόγος), permiten hacer revivir sus fases ascendentes y formarnos una idea de su más alta revelación. ISIS - LA INICIACIÓN - LAS PRUEBAS En tiempo de los Ramsés, la civilización egipcia resplandecía en el apogeo de su gloria. Los faraones de la XX dinastía, discípulos y portaespadas de los santuarios, sostenían como verdaderos héroes la lucha contra Babilonia. Los arqueros egipcios hostigaban a los Libios, los Bodrones y los Númidas, hasta en el centro del África. Una flota de 135


cuatrocientas velas perseguía a la liga de los cismáticos hasta las bocas del Indus. Para resistir mejor al choque de la Asiria y de sus aliados, los Ramsés habían trazado caminos estratégicos hasta el Líbano, y construido una cadena de fuertes entre Mageddo y Karkemish. Interminables caravanas afluían por el desierto, de Radasich a Elefantina. Los trabajos de arquitectura continuaban sin descanso y ocupaban a obreros de tres continentes. La sala hipóstila de Karnak, cuyos pilares alcanzan la altura de la columna Vendóme, era reparada; el templo de Abydos se enriquecía con maravillas escultóricas, y el valle de les reyes con monumentos grandiosos. Se construía en Bubasta, en Luksor, en Speos e Ibsambul. En Thebas un arco de triunfo recordaba la toma de Kadesh.

En Memphis el Rameseum se elevaba rodeado de un bosque de obeliscos, de estrellas, de monolitos gigantescos. En medio de aquella actividad febril, de aquella vida deslumbradora, más de un extranjero aspirante a los Misterios, venido de las playas lejanas del Asia Menor o de las montañas de la Tracia, llegaba a Egipto, atraído por la reputación de sus templos. Una vez en Memphis, quedaba asombrado. Monumentos, espectáculos, fiestas públicas, todo le daba la impresión de la opulencia, de la grandeza. Después de la ceremonia de la consagración real, que se hacía en el secreto del santuario, veía al faraón salir del templo, ante la multitud, y subir sobre su pavés llevado por doce oficiales de su estado mayor. Ante él, doce jóvenes ministros del culto llevaban, sobre cojines bordados en oro, las insignias reales: el cetro de los árbitros con cabeza de morueco –carnero-, la espada, el arco y la maza de armas. Detrás iba la casa del rey y los colegios sacerdotales, seguidos de los 136


iniciados en los grandes y pequeños misterios. Los pontífices llevaban la tiara blanca, y su pectoral chispeaba con el fuego de las piedras simbólicas. Los dignatarios de la corona llevaban las condecoraciones del Cordero, del Morueco, del León, del Lys, de la Abeja, suspendidas de cadenas macizas admirablemente trabajadas. Las corporaciones cerraban la marcha con sus emblemas y sus banderas desplegadas. Por la noche, barcas magníficamente empavesadas paseaban sobre lagos artificiales a las reales orquestas, en medio de las cuales se perfilaban, en posturas hieráticas, las bailarinas y tocadoras de tiorba. Pero aquella pompa aplastante no era lo que él buscaba. El deseo de penetrar el secreto de las cosas, la sed de saber: he ahí lo que le traía de tan lejos. Se le había dicho que en los santuarios de Egipto vivían magos, hierofantes en posesión de la ciencia divina. Él también quería entrar en el secreto de los dioses. Había oído hablar a un sacerdote de su país del Libro de los muertos, de su rollo misterioso que se ponía bajo la cabeza de las momias como un viático, y que contaba, bajo una forma simbólica, el viaje de ultratumba del alma, según los sacerdotes de Ammón-Rá. Él había seguido con ávida curiosidad y un cierto temblor interno mezclado de duda, aquel largo viaje del alma después de la vida; su expiación en una región abrasadora; la purificación de su envoltura sideral; su encuentro con el mal piloto sentado en una barca con la cabeza vuelta, y con el buen piloto que mira de frente; su comparecencia ante los cuarenta y dos jueces terrestres; su justificación por Toth; en fin, su entrada y transfiguración en la luz de Osiris. Podemos juzgar del poder de aquel libro y de la revolución total que la iniciación egipcia operaba a veces en los espíritus, por este pasaje del Libro de los muertos: “Este capítulo fue encontrado en Hermópolis en escritura azul sobre una losa de alabastro, a los pies del Dios Toth (Hermes), del tiempo del rey Menkara, por el príncipe Hastatef, cuando iba de viaje para inspeccionar los templos. Llevó él la piedra al templo real. ¡Oh gran secreto!; él no vio más ni oyó más cuando leyó aquel capítulo puro y santo; no se aproximó más a ninguna mujer ni comió más carne ni pescado”. (Libro de los muertos, capítulo LXIV). Pero ¿Qué había de verdadero en aquellas narraciones turbadoras, en aquellas imágenes hieráticas tras las cuales se esfumaba el terrible misterio de ultratumba? — Isis y Osiris lo saben — le decían. Pero ¿Quiénes eran aquellos dioses de quienes sólo se hablaba con un dedo sobre los labios?.

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Para saberlo el extranjero llamaba a la puerta del gran templo de Thebas o de Memphis. Varios servidores le conducían bajo el pórtico de un patio interior, cuyos pilares enormes parecían lotos gigantescos, sosteniendo por su fuerza y pureza al arca solar, el templo de Osiris. El hierofante se aproximaba al recién llegado. La majestad de sus facciones, la tranquilidad de su rostro, el misterio de sus ojos negros, impenetrables, pero llenos de luz interna, inquietaban ya algo al postulante. Aquella mirada penetraba como un punzón. El extranjero se sentía frente a un hombre a quien sería imposible ocultar nada. El sacerdote de Osiris interrogaba al recién llegado sobre su ciudad natal, sobre su familia y sobre el templo donde había sido instruido. Si en aquel corto pero incisivo examen se le juzgaba indigno de los misterios, un gesto silencioso, pero irrevocable, le mostraba la puerta. Pero si el sacerdote encontraba en el aspirante un deseo sincero de la verdad, le rogaba que le siguiera. Atravesaba pórticos, patios interiores, luego una avenida tallada en la roca a cielo abierto y bordeada de obeliscos y de esfinges, y por fin se llegaba a un pequeño templo que servía de entrada a las criptas subterráneas. La puerta estaba oculta por una estatua de Isis de tamaño natural. La diosa sentada tenía un libro cerrado sobre sus rodillas, en una actitud de meditación y de recogimiento.

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Su cara estaba cubierta con un velo. Se leía bajo la estatua: “Ningún mortal ha levantado mi velo”. — Aquí está la puerta del santuario oculto — decía el hierofante —. Mira esas dos columnas. La roja representa la ascensión del espíritu hacia la luz de Osiris; la negra significa la cautividad en la materia, y en esta caída puede llegarse hasta el aniquilamiento. Cualquiera que aborde nuestra ciencia y nuestra doctrina, juega en ello su vida. La locura o la muerte: he ahí lo que encuentra el débil o el malvado; los fuertes y los buenos únicamente encuentran aquí la vida y la inmortalidad. Muchos imprudentes han entrado por esa puerta y no han vuelto a salir vivos. Es un abismo que no muestra la luz más que a los intrépidos. Reflexiona bien en lo que vas a hacer, en los peligros que vas a correr, y si tu valor no es un valor a toda prueba, renuncia a la empresa. Porque una vez que esa puerta se cierre, no podrás volverte atrás. — Si el extranjero persistía en su voluntad, el hierofante le volvía a llevar al patio exterior y le dejaba en manos de los servidores del templo, con los que tenía que pasar una semana, obligado a hacer los trabajos más humildes, escuchando los himnos y haciendo las abluciones. Se le ordenaba el silencio más absoluto. Llegaba la noche de la prueba. Dos neócoros (Empleamos aquí como más inteligible la traducción griega de los términos egipcios) u oficiantes volvían a llevar al aspirante a la puerta del santuario oculto. Se entraba en un vestíbulo negro sin salida aparente. A los dos lados de aquella sala lúgubre, a la luz de las antorchas el extranjero veía una fila de estatuas con cuerpos de hombre y cabezas de animales; 139


de leones, de toros, de aves de rapiña, de serpientes que parecían mirar su paso sonriendo con ironía. Al fin de aquella siniestra avenida, que se atravesaba en el más profundo silencio, había una momia y un esqueleto humanos en pie y frente a frente. Y con un gesto mudo los dos neócoros mostraban al novicio un agujero en la pared, frente a él. Era la entrada de un pasadizo tan bajo que no se podía penetrar en él más que arrastrándose. Aquí recuperamos el tema de la iniciación a los Misterios, pero lo hacemos continuando de la mano de Schure. — Aún puedes volver atrás — decía uno de los oficiantes —. La puerta del santuario aún no se ha vuelto a cerrar. Si no quieres, tienes que continuar tu camino por ahí y sin volver atrás. — Me quedo — decía el novicio, reuniendo todo su valor. Se le daba entonces una pequeña lámpara encendida. Los neócoros se marchaban y cerraban con estrépito la puerta del santuario. Ya no había que dudar: era preciso entrar en el pasadizo. Apenas se había deslizado en él, arrastrándose de rodillas con su lámpara en la mano, cuando oía una voz en el fondo del subterráneo: “Aquí perecen los locos que codician la ciencia y el poder”. Gracias a un maravilloso efecto de acústica, aquellas palabras eran repetidas siete veces por ecos distanciados. Era preciso avanzar sin embargo; el pasadizo se ensanchaba, pero descendía en pendiente cada vez más rápida. 140


En fin, el viajero se encontraba frente a un embudo que conducía a un agujero: una escala de hierro se perdía en él; el novicio se aventuraba a bajar. En el último escalón, su mirada asustada se hundía en un pozo horrible. Su pobre lámpara de nafta, que apretaba convulsamente en su temblorosa mano, proyectaba un vago resplandor en tinieblas sin fondo... ¿Qué hacer?. Sobre él, la vuelta imposible; bajo él, la caída en el vacío, la noche espantosa. En aquella angustia, distinguía una grieta en el terreno por su izquierda. Agarrado con una mano a la escala, extendiendo su lámpara con la otra, veía unos escalones. ¡Una escalera!, era la salvación. Se lanzaba por ella; subía, se escapaba del abismo. La escalera, atravesando la roca como una barrena, subía en espiral. En fin, el aspirante se encontraba ante una reja de bronce que daba a una ancha galería sostenida por grandes cariátides. En los intervalos, sobre el muro, se veían dos filas de frescos simbólicos. Había once en cada lado, dulcemente iluminados por lámparas de cristal que tenían en sus manos las bellas cariátides.

Un mago llamado pastophoro (guardián de los símbolos sagrados) abría la verja al novicio y le acogía con una sonrisa benévola. Lo felicitaba por haber soportado con felicidad la primera prueba, y luego, conduciéndole a través de la galería, le explicaba las pinturas sagradas. Bajo cada una de aquellas pinturas había una letra y un número. Los veintidós símbolos representaban los veintidós primeros 141


arcanos y constituían el alfabeto de la ciencia oculta, es decir, los principios absolutos, las claves universales que, aplicadas por la voluntad, se convierten en la fuente de toda sabiduría y de todo poder. Esos principios se fijaban en la memoria por su correspondencia con las letras de la lengua sagrada y con los números que se ligan a esas letras. Cada letra y cada número expresa en aquella lengua una ley ternaria, que tiene su repercusión en el mundo divino, en el mundo intelectual y en el mundo físico. Del mismo modo que el dedo que toca una cuerda de la lira hace resonar una nota de la gama y vibrar todas sus armónicas, así el espíritu que contempla todas las virtualidades de un número y la voz que pronuncia una letra con la conciencia de su alcance, evocan un poder que repercute en los tres mundos. De este modo, la letra A, que corresponde al número 1, expresa en el mundo divino: el Ser absoluto que emanan todos los seres; en el mundo intelectual: la unidad, manantial y síntesis de los números; en el mundo físico: el hombre, cúspide de los seres relativos que, por la expresión de sus facultades, se eleva en las esferas concéntricas del infinito.

El arcano 1 se representaba entre los egipcios por un mago vestido de blanco, con un cetro en la mano y la frente ceñida por una corona de oro. El ropaje blanco significaba la pureza, el cetro el dominio, la corona de oro la luz universal. 142


El novicio se hallaba lejos de comprender todo lo que oía de extrañó y de nuevo; pero desconocidas perspectivas se entreabrían ante él a las palabras del pastóphoro, ante aquellas hermosas pinturas que le miraban con la impasible gravedad de los dioses. Tras cada una de ellas, entreveía por relámpagos de intuición toda una serie de pensamientos y de imágenes súbitamente evocadas. Sospechaba por la primera vez la parte interna del mundo por la cadena misteriosa de las causas. Así, de letra en letra, de número en número, el maestro explicaba al discípulo el sentido de los arcanos, y le conducía por Isis Urania al Carro de Osiris; por la torre derribada por el rayo a la estrella flamígera, y, en fin, a la corona de los magos. “Y sábelo bien — decía el pastóphoro — lo que significa esa corona: toda voluntad que se une a Dios para manifestar la verdad y obrar la justicia, entra desde esta vida en participación del poder divino sobre los seres y sobre las cosas, recompensa eterna de los espíritus libertados”. Al oír hablar al maestro, el neófito experimentaba una mezcla de sorpresa, de temor y de admiración. Eran los primeros resplandores del santuario, y la verdad entrevista le parecía la aurora de una divina reminiscencia. Pero las pruebas no habían terminado.

Al concluir de hablar, el pastóphoro abría una puerta que daba acceso a una nueva bóveda estrecha y larga, a cuya extremidad chisporroteaba una enorme hoguera. “Pero ¡eso es la muerte!”, decía el novicio, y miraba a su guía temblando. “Hijo mío — respondía el pastophoro —, la muerte sólo espanta a las naturalezas abortadas. Yo he atravesado en otros tiempos aquella llama como un campo de rosas”. Y la verja de la galería de los arcanos se volvía a cerrar tras el postulante. Al aproximarse a la barrera de fuego, se daba cuenta de que la hoguera se reducía a una ilusión óptica creada por maderas resinosas, dispuestas al tresbolillo sobre unas rejas. Un sendero trazado en medio le permitía pasar rápidamente al otro lado. A la prueba de fuego sucedía la prueba de agua.

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El aspirante tenía que atravesar una agua muerta y negra al resplandor de un incendio de nafta que se encendía tras de él, en la cámara del fuego. Después de esto, los oficiantes le conducían, tembloroso aún, a una gruta oscura en la que no se veía más que un lecho mullido, misteriosamente iluminado por la semioscuridad de una lámpara de bronce suspendida en la bóveda. Le secaban, rociaban su cuerpo con esencias exquisitas, le revestían con un traje de fino lienzo y le dejaban solo, después de haberle dicho: “Descansa, medita y espera al hierofante”. El novicio extendía sus miembros fatigados sobre el tapiz suntuoso de su lecho. Después de las emociones diversas, aquel momento de calma le parecía dulce. Las pinturas sagradas que había visto, todas aquellas figuras extrañas, las esfinges, las cariátides, volvían a pasar ante su imaginación. ¿Por qué una de aquellas pinturas le obsesionaba como una alucinación?.

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Veía obstinadamente el arcano X representado por una rueda suspendida por su eje entre dos columnas. De un lado sube Hesmanubis, el genio del Bien, bello como un joven efebo; del otro, Tiphón, el genio del Mal, que con la cabeza hacia abajo se precipita al abismo. Entre los dos, en la parte superior de la rueda, se hallaba sentada una esfinge con una espada en sus garras. El vago zumbido de una música lasciva que parecía partir del fondo de la gruta, hacía desvanecer aquella imagen. Eran sones ligeros e indefinidos, de una languidez triste e incisiva. Un tañido metálico excitaba su oído, mezclado con arpegios y so nidos de flauta, suspiros jadeantes como un aliento abrasador. Envuelto en un sueño de fuego, el extranjero cerraba los ojos. Al volverlos a abrir, veía a algunos pasos de su lecho una aparición trastornadora de vida y de infernal seducción. Una mujer de Nubia, vestida con gasa de púrpura transparente, un collar de amuletos a su cuello, parecida a las sacerdotisas de los misterios de Mylitta, estaba allí en pie, cubriéndole con su mirada y manteniendo en su mano una copa coronada de rosas.

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Tenía ese tipo nubio cuya sensualidad intensa y chispeante concentra todas las potencias del animal femenino: pómulos salientes, nariz dilatada, labios gruesos como un fruto rojo y sabroso. Sus ojos negros brillaban en la penumbra. El novicio se había levantado y, sorprendido, no sabiendo si debía temblar o regocijarse, cruzaba instintivamente sus manos sobre el pecho. Pero la esclava avanzaba a pasos lentos, y, bajando los ojos, murmuraba en voz baja: “¿Tienes miedo de mí, bello extranjero?. Te traigo la recompensa de los vencedores, el olvido de las penas, la copa de la felicidad...”. Él novicio dudaba; entonces, como llena de cansancio, la nubia se sentaba sobre el lecho y envolvía al extranjero en una mirada suplicante como una larga llama. ¡Desgraciado de él si se atrevía a desafiarla, si se inclinaba sobre aquella boca, si se embriagaba con los pesados perfumes que subían de aquellos hombros bronceados!. Una vez que había cogido su mano, y tocado con los labios aquella copa, estaba perdido... Rodaba sobre el lecho enlazado en un abrazo abrasador. Pero después de satisfacer el deseo salvaje, el líquido que había bebido le sumergía en un pesado sueño. Cuando despertaba, se encontraba solo, angustiado. La lámpara lanzaba una luz fúnebre sobre su lecho en desorden. Un hombre estaba en pie ante él; era el hierofante, que le decía: — Has vencido en las primeras pruebas. Has triunfado de la muerte, del fuego y del agua; pero no has sabido vencerte a ti mismo. Tú que aspiras a las alturas del espíritu y del conocimiento, has sucumbido a la primera tentación de los sentidos, y has caído en el abismo de la materia. Quien vive esclavo de los sentidos, vive en las tinieblas. Has preferido las tinieblas a la luz; quédate, pues, en las tinieblas. Te advertí de los 146


peligros a que te exponías. Has salvado tu vida; pero has perdido tu libertad. Quedarás bajo pena de muerte, como esclavo del templo. Si al contrario, el aspirante había tirado la copa y rechazado a la pecadora, doce neócoros provistos de antorchas, llegaban para rodearle y conducirle triunfalmente al santuario de Isis, donde los magos, colocados en hemiciclo y vestidos de blanco, le esperaban en asamblea plena. En el fondo del templo espléndidamente iluminado, veía la estatua colosal de Isis, en metal fundido, con una rosa de oro en el pecho, coronada con una diadema de siete rayos y sosteniendo en sus brazos a su hijo Horus. Ante la diosa, el hierofante recibía al recién llegado y le hacía prestar, bajo las imprecaciones más tremendas, el juramento del silencio y de la sumisión. Entonces le saludaba en nombre de toda la asamblea como a un hermano y futuro iniciado. Ante aquellos maestros augustos, el discípulo de Isis se creía en presencia de dioses. Engrandecido ante sí mismo, entraba por la primera vez en la esfera de la Verdad. OSIRIS - LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN

Y, sin embargo, sólo quedaba admitido a su umbral. Porque ahora empezaban los largos años de estudio y de aprendizaje. Antes de elevarse a Isis Urania tenía que conocer la Isis terrestre, instruirse en las ciencias físicas y androgónicas. El tiempo lo repartía entre las meditaciones en su celda, el estudio de los jeroglíficos en las salas y patios del templo, tan vasto como una ciudad, y las lecciones de los maestros. Aprendía la ciencia de los minerales y de las plantas, la historia del hombre y de los pueblos, la medicina, la arquitectura y la música sagrada. En aquel largo aprendizaje no tenía sólo que conocer, sino devenir: ganar la fuerza por medio del renunciamiento. Los sabios antiguos creían que el hombre no posee la verdad más que cuando ésta llega a ser una parte de su ser íntimo, un acto espontáneo del alma. Pero en ese profundo trabajo de asimilación, se dejaba al discípulo abandonado a sí mismo. Sus maestros no le ayudaban en nada, y con frecuencia le chocaba su frialdad, su indiferencia. Le vigilaban con atención; le obligaban a seguir reglas inflexibles; se exigía de él una obediencia absoluta; pero no le revelaban nada más allá de ciertos límites. A sus inquietudes, a sus preguntas, se le respondía: “Espera y trabaja”. Entonces se manifestaban en él rebeldías repentinas, pesares amargos, sospechas horribles. ¿Se había convertido en esclavo de audaces impostores o de magos negros, que subyugaban su voluntad con un fin infame?. La verdad huía; los dioses le abandonaban; estaba solo y era prisionero del templo. La verdad se le había aparecido bajo la figura de una esfinge. Ahora la esfinge le decía: “Yo soy la duda”. Y la bestia alada con su cabeza de mujer impasible y sus garras de león, se lo llevaba para desgarrarlo en la arena ardiente del desierto. 147


Pero a esas pesadillas sucedían horas de calma y de presentimiento divino. Comprendía entonces el sentido simbólico de las pruebas por que había atravesado al entrar en el templo. Porque el pozo sombrío donde había estado a punto de caer, era menos negro que el abismo de la insondable verdad; el fuego que había atravesado, era menos terrible que las pasiones que quemaban aún su carne; el agua helada y tenebrosa en que había tenido que sumergirse, era menos fría que la duda en que su espíritu se hundía y se ahogaba en las malas horas. En una de las salas del templo se alineaban en dos filas aquellas mismas pinturas sagradas que le habían explicado en la cripta durante la noche de las pruebas, y que representaban los veintidós arcanos. Aquellos arcanos que se dejaban entrever en el umbral mismo de la ciencia oculta, eran las columnas de la teología; pero era preciso haber atravesado toda la iniciación para comprenderlos. Después, ninguno de los maestros le había vuelto a hablar más de aquello. Le permitían solamente pasearse en aquella sala y meditar sobre aquellos signos. Pasaba allí largas horas solitarias. Por aquellas figuras castas como la luz, graves como la Eternidad, la verdad invisible e impalpable se infiltraba lentamente en el corazón del neófito. En la muda sociedad de aquellas divinidades silenciosas y sin nombre, de las que cada una parecía presidir a una esfera de la vida, comenzaba a experimentar algo nuevo: al principio, una reconcentración en el fondo de su ser; luego, una especie de desligamiento del mundo que le hacía elevarse por encima de las cosas. A veces, preguntaba a uno de los magos: “¿Se me permitirá algún día respirar la rosa de Isis y ver la luz de Osiris?”. Se le respondía: “Eso no depende de nosotros. La verdad no se da. Se la encuentra. Nosotros no podemos hacer de ti un adepto: hay que llegar por el trabajo propio. El loto crece bajo el río largo tiempo antes de abrirse en flor. No apresures el florecimiento de la flor divina. Si ella tiene que venir, vendrá a su debido tiempo. Trabaja y ora”. 148


Y el discípulo volvía a sus estudios, a sus meditaciones, con un triste gozo. Gustaba del encanto austero y suave, de esa soledad por donde pasa como un soplo el ser de los seres. Así transcurrían los meses y los años. Sentía operarse en su ser una transformación lenta, una metamorfosis completa. Las pasiones que le habían asaltado en su juventud se alejaban como sombras, y los pensamientos que le rodeaban ahora le sonreían como inmortales amigos. Lo que experimentaba por momentos era la desaparición de su yo terrestre y el nacimiento de otro yo más puro y más etéreo. En este sentimiento, a veces ocurría que se prosternaba ante las escaleras del cerrado santuario. Entonces ya no había en él rebeldía, ni un deseo cualquiera, ni un pesar. Sólo había un abandono completo de su alma a los Dioses, una oblación perfecta a la verdad. “¡Oh Isis! — decía él en su oración — puesto que mi alma sólo es una lágrima de tus ojos, que ella caiga en rocío sobre otras almas, y que al morir por ello, sienta yo su perfume subir hacia ti. Heme aquí presto al sacrificio”. Después de una de aquellas oraciones mudas, el discípulo en semiéstasis veía en pie a su lado, como una visión salida del suelo, al hierofante envuelto en los cálidos resplandores del poniente. El maestro parecía leer todos los pensamientos del discípulo, penetrar todo el drama de su vida interior. — Hijo mío — decía —, la hora se aproxima en que se te revelará la verdad. Porque tú la has presentido ya, descendiendo al fondo de ti mismo y encontrando allí la vida divina. Vas a entrar en la grande, en la inefable comunión de los iniciados. Porque eres digno de ello por la pureza de tu corazón, por tu amor a la verdad y tu fuerza de renunciamiento. Pero nadie franquea el umbral de Osiris sin pasar por la muerte y por la resurrección. Vamos a acompañarte a la cripta. No temas, pues eres ya uno de nuestros hermanos. 149


Al llegar el crepúsculo, los sacerdotes de Osiris, llevando antorchas, acompañaban al nuevo adepto a una cripta baja sostenida por cuatro columnas apoyadas sobre esfinges.

En un extremo se encontraba un sarcófago abierto, tallado en mármol. (Los arqueólogos han visto durante largo tiempo en el sarcófago de la gran pirámide de Giseh, la tumba del rey Sesostris, basados en Herodoto, que no era iniciado, y a quien los sacerdotes egipcios no han confiado casi más que narraciones sin valor y cuentos populares. Pero los reyes de Egipto tenían sus sepulturas en otras partes.

La estructura interior tan rara de la pirámide prueba que debía servir 150


para las ceremonias de la iniciación y prácticas secretas de los sacerdotes de Osiris. Se encuentran allí el Pozo de la verdad, que hemos descrito; la escalera ascendente; la sala de los arcanos... La cámara llamada del Rey, que encierra el sarcófago, era aquella donde se conducía al adepto la víspera de su grande iniciación. Estas mismas disposiciones estaban reproducidas en los grandes templos del Egipto alto y medio). — Ningún hombre — decía el hierofante — escapa a la muerte, y toda alma viviente está destinada a la resurrección. El adepto pasa en vida por la tumba para entrar desde ahora en la luz de Osiris. Acuéstate pues en esa tumba, y espera la luz. Esta noche franquearás la puerta del Espanto y alcanzarás el umbral de la Maestría. El adepto se acostaba en el sarcófago abierto; el hierofante extendía la mano sobre él para bendecirle, y el cortejo de los iniciados se alejaba en silencio de la cripta. Una pequeña lámpara depositada en tierra ilumina aún, con su resplandor dudoso, las cuatro esfinges que soportan las columnas pequeñas de la cripta. Se oye un coro de voces profundas, bajo y velado. ¿De dónde viene?. ¡El canto de los funerales!... Ya expira; la lámpara arroja un último resplandor y se apaga por completo. El adepto queda solo en las tinieblas: el frío del sepulcro pasa sobre él, hiela todos sus miembros. Pasa gradualmente por las sensaciones dolorosas de la muerte, y queda aletargado. Su vida desfila ante él y cuadros sucesivos como una cosa irreal, y su conciencia terrestre se vuelve cada vez más vaga y difusa. Pero, a medida que siente su cuerpo disolverse, la parte etérea, fluida, de su ser, se destaca. Entra en éxtasis...

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¿Qué es ese punto brillante y lejano que aparece imperceptible sobre el fondo negro de las tinieblas?. Se aproxima, se agranda, se convierte en una estrella de cinco puntas cuyos rayos tienen todos los colores del arco iris, y que lanza en las tinieblas descargas de luz magnética. Ahora es un sol quien le atrae en la blancura de su centro incandescente. — ¿Es la magia de los maestros la que produce aquella visión?. ¿Es lo invisible que se hace visible?. ¿Es el presagio de la verdad celeste, la estrella flamígera de la esperanza y de la inmortalidad?. — La visión desaparece, y en su lugar un capullo brota en la noche: una flor inmaterial, pero sensible y dotada de un alma. Porque se abre ante él como una rosa blanca y extiende sus pétalos; ve vibrar sus hojas vivas y enrojecerse su cáliz inflamado. — ¿Es flor de Isis, la Rosa mística de la sabiduría que encierra el Amor en su corazón?. — Más he aquí que la rosa se evapora como una nube de perfumes. Entonces, el extático se siente inundado por un soplo cálido y acariciador. Después de haber tomado formas caprichosas, la nube se condensa y se vuelve una figura humana. Es la de una mujer, la Isis del santuario oculto; pero más joven, sonriente y luminosa. Un velo transparente se arrolla en espiral a su alrededor, y su cuerpo brilla a través. En su mano sostiene un rollo de papiros. Se aproxima despacio, se inclina sobre el iniciado acostado en la tumba, y le dice: “Soy tu hermana invisible, soy tu alma divina, y éste es el libro de tu vida. Él contiene las páginas completas de tus existencias pasadas y las páginas blancas de tus vidas futuras. Un día las desarrollaré todas ante ti. Me conoces ahora: llámame y volveré”. Y mientras habla, un rayo de ternura ha brotado de sus ojos... ¡Oh presencia de un doble angélico, promesa inefable de lo divino, fusión en el impalpable más allá!... Pero todo se quiebra, la visión se borra. Un desgarramiento atroz, y el adepto se siente precipitado en su cuerpo como en un cadáver. Vuelve al estado de letargo consciente; círculos de hierro retienen sus miembros; un peso terrible pesa sobre su cerebro; se despierta..., y en pie ante él está el hierofante acompañado de los magos. Le rodean, le hacen beber un cordial, se levanta. — Ya has resucitado — dice el sacerdote —: ven a celebrar con nosotros el banquete de los iniciados, y cuéntanos tu viaje en la luz de Osiris. Porque eres desde ahora uno de los nuestros. Transportémonos ahora con el hierofante y el nuevo iniciado sobre el observatorio del templo, en el tibio esplendor de una noche egipcia. Allí es donde el jefe del templo daba al reciente adepto la grande revelación, contándole la visión de Hermes. Esta visión no estaba escrita en ningún papiro. Estaba en las estelas de la cripta secreta, conocida sólo por el hierofante. De pontífice en pontífice, la explicación se transmitía verbalmente. 152


— Escucha bien — decía el hierofante —: esta visión encierra la historia eterna del mundo y el círculo de las cosas. LA VISIÓN DE HERMES (La visión de Hermes se encuentra al comienzo de los libros de Hermes Trismegisto bajo el nombre de Poimandres. La antigua tradición egipcia sólo nos ha llegado bajo una forma alejandrina ligeramente alterada. Yo he tratado de reconstituir ese fragmento capital de la doctrina hermética, en el sentido de la alta iniciación y de la síntesis esotérica que representa).

“Un día Hermes se quedó dormido después de reflexionar sobre el origen de las cosas. Una pesada torpeza se apoderó de su cuerpo; pero a medida que su cuerpo se embotaba, su espíritu subía por los espacios. Entonces le pareció que un ser inmenso, sin forma determinada, le llamaba por su nombre. — ¿Quién eres? — dijo Hermes asustado. — Soy Osiris, la inteligencia soberana, y puedo revelarte todas las cosas. ¿Qué deseas?. 153


— Deseo contemplar la fuente de los seres, ¡Oh divino Osiris!, y conocer a Dios. — Quedarás satisfecho. En este momento Hermes se sintió inundado por una luz deliciosa. En sus ondas diáfanas pasaban las formas encantadoras de todos los seres. Pero de repente, espantosas tinieblas de forma sinuosa descendieron sobre él. Hermes quedó sumergido en un caos húmedo lleno de humo y de un lúgubre zumbido. Entonces una voz se elevó del abismo. Era el grito de la luz. En seguida un fuego sutil salió de las húmedas profundidades y alcanzó las alturas etéreas. Hermes subió con él y se volvió a ver en los espacios. El caos sé despejaba en el abismo; coros de astros se esparcían sobre su cabeza, y la voz de la luz llenaba lo infinito. — ¿Has comprendido lo que has visto? — dijo Osiris a Hermes encadenado en su sueño y suspendido entre tierra y cielo — No — dijo Hermes —. Bueno: pues vas a saberlo. Acabas de ver lo que es desde toda la eternidad. La luz que has visto al principio, es la inteligencia divina que contiene todas las cosas en potencia y encierra los modelos de todos los seres. Las tinieblas en que has sido sumergido en seguida, son el mundo material en que viven los hombres de la tierra; el fuego que has visto brotar de las profundidades, es el Verbo divino. Dios es el Padre, el Verbo es el Hijo, su unión es la Vida. — ¿Qué sentido maravilloso se ha abierto en mí? — dijo Hermes —. Ya no veo con los ojos del cuerpo, sino con los del espíritu. ¿Cómo ocurre eso?. — Hijo de la tierra — respondió Osiris — es porque el Verbo está en ti. Lo que en ti oye, ve, obra, es el Verbo mismo, el fuego sagrado, la palabra creadora. — Puesto que así es — dijo Hermes —, hazme ver la vida de los mundos, el camino de las almas, de dónde viene el hombre y adonde vuelve. — Hágase todo según tu deseo. Hermes se volvió más pesado que una piedra y cayó a través de los espacios como un aerolito. Por fin se vio en la cumbre de una montaña. Estaba oscura; la tierra era sombría y desnuda; sus miembros le parecían pesados como hierro. — ¡ Levanta los ojos y mira!. — dijo la voz de Osiris.

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Entonces, Hermes vio un espectáculo maravilloso. El espacio infinito, el cielo estrellado le envolvían en siete esferas luminosas. De una sola mirada, Hermes vio los siete cielos escalonados sobre su cabeza como siete globos transparentes y concéntricos, cuyo centro sideral él ocupaba. El último tenía como cintura la vía láctea. En cada esfera giraba un planeta acompañado de una forma, signo y luz diferente. Mientras que Hermes deslumbrado contemplaba esta floración esparcida y sus movimientos majestuosos, la voz dijo: — Mira, escucha y comprende. Tú ves las siete esferas de toda vida. Al través de ellas tiene lugar la caída de las almas y su ascensión. Los siete planetas con sus Genios son los siete rayos del Verbo Luz. Cada uno de ellos domina en una esfera del Espíritu, en una fase de la vida de las almas. El más aproximado a ti es el Genio de la Luna, el de inquietante sonrisa y coronado por una hoz de plata. Éste preside a los nacimientos y a las muertes. El desagrega las almas de los cuerpos y las atrae en su rayo. Sobre él, el pálido Mercurio muestra el camino a las almas descendentes o ascendentes, con su caduceo que contiene la ciencia. Más arriba la brillante Venus sostiene el espejo del Amor, donde las almas por turno se olvidan y se reconocen. Sobre éste, el Genio del Sol eleva la antorcha triunfal de la eterna Belleza. Más arriba aún, Marte blande la espada de la justicia. Reinando sobre la esfera azulada, Júpiter sostiene el cetro del poder supremo, que es la Inteligencia divina. En los límites del mundo, bajo los signos del Zodíaco, Saturno lleva el globo de la sabiduría universal. (Desde luego que estos dioses tenían otros nombres en la lengua egipcia. Pero los siete dioses cosmogónicos se corresponden en todas las mitologías por su sentido 155


y sus atributos. Ellos tienen su raíz común en la antigua tradición esotérica. Como la tradición occidental ha adoptado los nombres latinos, nosotros los conservamos para mayor claridad). — Veo — dijo Hermes — las siete regiones que comprenden el mundo visible e invisible; veo los siete rayos del Verbo Luz, del Dios único que los atraviesa y gobierna. Pero ¡Oh maestro mío!, ¿En qué forma tiene lugar el viaje de los hombres a través de todos esos mundos?.

— ¿Ves — dijo Osiris — una simiente luminosa caer de las regiones de la vía láctea en la séptima esfera?. Son gérmenes de almas. Ellas viven como vapores ligeros en la región de Saturno, dichosas, sin preocupación, ignorantes de su felicidad. Pero al caer de esfera a esfera revisten envolturas cada vez más pesadas. En cada encarnación adquieren un nuevo sentido corporal, conforme al medio en que habitan. Su energía vital aumenta; pero a medida que entran en cuerpos más espesos, pierden el recuerdo de su origen celeste. Así tiene lugar la caída de las almas procedentes del divino Éter. Más y más prisioneras de la materia, más y más embriagadas por la vida, se precipitan como una lluvia de fuego, con estremecimientos de voluptuosidad, a través de las regiones del Dolor, del Amor y de la Muerte, hasta su prisión terrestre, donde tú gimes retenido por el centro ígneo de la tierra y donde la vida divina parece un vano sueño. — ¿Pueden morir las almas? — preguntó Hermes. — Sí — respondió la voz de Osiris —; muchas perecen en el descenso fatal. El alma es hija del cielo y su viaje es una prueba. Si en su amor desenfrenado de la materia pierde el recuerdo de su origen, la brasa 156


divina que en ella estaba y que hubiera podido llegar a ser más brillante que una estrella, vuelve a la región etérea, átomo sin vida, y el alma se desagrega en el torbellino de los elementos groseros. A esas palabras de Osiris, Hermes se estremeció. Porque una tempestad rugiente le envolvió en una nube negra. Las siete esferas desaparecieron bajo espesos vapores. Vio allí espectros humanos lanzando extraños gritos, llevados y desgarrados por fantasmas de monstruos y de animales, en medio de gemidos y de blasfemias sin nombre. — Tal es — dijo Osiris — el destino de las almas irremediablemente bajas y malvadas. Su tortura sólo termina con su destrucción, que es la pérdida de toda conciencia. Pero mira: los vapores se disipan, las siete esferas reaparecen bajo el firmamento. Mira de este lado. ¿Ves aquel enjambre de almas que tratan de remontarse a la región lunar?. Las unas son rechazadas hacia la tierra, como torbellinos de pájaros bajo los golpes de la tempestad. Las otras alcanzan a grandes aletazos la esfera superior, que las arrastra en su rotación, una vez llegadas allá, recobran la visión de las cosas divinas. Pero esta vez no se contentan con reflejarlas en el sueño de una felicidad imponente. Ellas se impregnan de aquellas cosas con la lucidez de la conciencia iluminada por el dolor, con la energía de la voluntad adquirida en la lucha. Ellas se vuelven luminosas, porque poseen lo divino en sí mismas y lo irradian en sus actos.

Templa, pues, tu alma, ¡Oh Hermes!, y serena tu espíritu oscurecido, contemplando esos vuelos lejanos de almas que remontan las siete esferas y allí se esparcen como haces de chispas. Porque tú también puedes seguirlas; basta quererlo para elevarse. Mira como ellas se enjambran y describen coros divinos. Cada una se coloca bajo su genio preferido. Las más bellas viven en la región solar, las más 157


poderosas se elevan hasta Saturno. Algunas se remontan hasta el Padre: entre las potencias, potencias ellas mismas. Porque allí donde todo acaba, todo comienza eternamente, y las siete esferas dicen juntas: “¡Sabiduría!, ¡Amor!, ¡Justicia!, ¡Belleza!, ¡Esplendor!, ¡Ciencia!, ¡Inmortalidad!”. — “He ahí — decía el hierofante — lo que ha visto el antiguo Hermes y lo que sus sucesores nos han transmitido. Las palabras del sabio son como las siete notas de la lira que contienen toda la música, con los números y las leyes del universo. La visión de Hermes se asemeja al cielo estrellado cuyas profundidades insondables están sembradas de constelaciones. Para el niño, sólo es una bóveda con clavos de oro; para el sabio es el espacio sin límites, donde giran los mundos con sus ritmos y sus signos evocadores y las claves mágicas; cuanto más aprendas a contemplarla y a comprenderla, más verás extenderse sus límites, porque la misma ley orgánica gobierna todos los mundos”. Y el profeta del templo comentaba el texto sagrado. Él explicaba que la doctrina del Verbo Luz representa la divinidad en el estado estático, en su equilibrio perfecto. Él demostraba su triple naturaleza, que es a la vez inteligencia, fuerza y materia; espíritu, alma y cuerpo; luz, verbo y vida. La esencia, la manifestación y la substancia, son tres términos que se suponen recíprocamente. Su unión constituye el principio divino e intelectual por excelencia, la ley de la unidad ternaria, que de arriba abajo domina la creación.

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Habiendo conducido así a su discípulo al centro ideal del universo, al principio generador del Ser, el Maestro lo difundía en el tiempo y el espacio, lo sacudía en floraciones múltiples. Porque la segunda parte de la visión representa a la divinidad en estado dinámico, es decir, en evolución activa; en otros términos: el universo visible e invisible, el acto viviente. Las siete esferas relacionadas con siete planetas simbolizan siete principios, siete estados diferentes de la materia y del espíritu, siete mundos diversos que cada hombre y cada humanidad se ven forzados a atravesar en su evolución a través de un sistema solar. Los siete Genios, o los siete Dioses cosmogónicos, significaban los espíritus superiores y directores de todas las esferas, salidos también de la evolución inevitable. Cada gran Dios era, para un iniciado antiguo, el símbolo y el patrón de legiones de espíritus que reproducían su tipo bajo mil variantes, que, desde su esfera, podían ejercer una acción sobre el hombre y sobre las cosas terrestres. Los siete Genios de la visión de Hermes son los siete Devas de la India, los siete Amshapands de Persia, los siete grandes Ángeles de la Caldea, los siete Séphiroths (Hay diez Séphiroths en la Kábala. Los tres primeros representan el ternario divino, los otros siete la evolución del universo) de la Cabala, los siete Arcángeles del Apocalipsis cristiano. Y el gran septenario que abarca el universo no vibra únicamente en los siete colores del arco iris, en las siete notas de la escala musical; se manifiesta también en la constitución del hombre, que es triple por esencia, pero séptuple por su evolución. (Daremos aquí los términos egipcios de esa constitución septenaria del hombre que se vuelve a encontrar en la Kábala: Chat, cuerpo material Anch, fuerza vital; Ka, doble etéreo o cuerpo astral; Hati, alma animal; Bai, alma racional; Cheibi, alma espiritual; Ku, espíritu divino. Veremos el desarrollo de las ideas fundamentales de la doctrina esotérica en el libro de Orfeo y, sobre todo, en el de Pitágoras). De modo — decía el hierofante para terminar — que has penetrado hasta el umbral del gran arcano. La vida divina se te ha aparecido bajo los fantasmas de la realidad. Hermes te ha hecho conocer el cielo invisible, la luz de Osiris, el Dios oculto del universo que respira por millones de almas, anima los globos errantes y los cuerpos en movimiento. Ahora puedes tú dirigirte a él y elegir tu camino para ascender hasta el Espíritu puro. Porque tú perteneces desde ahora a los resucitados en vida. Recuerda que hay dos clases principales en la ciencia. He aquí la primera: “Lo externo es como lo interno de las cosas; lo pequeño es como lo grande: sólo hay una ley, y el que trabaja es Uno. Nada hay pequeño ni grande en la economía divina”. He aquí la segunda: “Los hombres son dioses mortales, y los dioses son los hombres inmortales, dichoso el que comprende estas palabras porque posee la clave de todas las cosas. Recuerda que la ley del misterio cubre la gran verdad. El conocimiento total sólo puede ser revelado a nuestros hermanos que han atravesado por las mismas pruebas que nosotros. Es preciso medir la verdad según las inteligencias: velarla a los débiles, a los que volvería locos, ocultarla a 159


los malvados que sólo pueden percibir fragmentos que emplearían como armas de destrucción. Enciérrala en tu corazón y que te hable por tu obra. La ciencia será tu fuerza, la fe tu espada y el silencio tu armadura infrangible”.

Las revelaciones del profeta de Ammón-Rá, que abrían al nuevo iniciado tan vastos horizontes sobre sí mismo y sobre el universo, producían sin duda una impresión profunda cuando eran dichas sobre el observatorio de un templo de Thebas, en la calma lúcida de una noche egipcia. Los arcos, las bóvedas y las terrazas blancas de los templos dormían a sus pies, entre los macizos negros de los nopales y los tamarindos. A distancia, grandes monolitos, estatuas colosales de los Dioses, fijas como jueces incorruptibles, sobre el lago silencioso. Tres pirámides, figuras geométricas del tetragrámaton y del septenario sagrado, se perdían en el horizonte, espaciando sus triángulos en el tenue gris del aire. El insondable firmamento hormigueaba de estrellas. ¡Con qué nuevos ojos miraba aquellos astros que le pintaban como moradas futuras!. Cuando, en fin, el esquife dorado de la luna emergía del sombrío espejo del Nilo, que se perdía en el horizonte como una larga serpiente azulada, el neófito creía ver la barca de Isis que navegaba sobre el río de las almas y las lleva hacia el sol de Osiris. Él se acordaba del Libro de los muertos, y el sentido de todos aquellos símbolos se revelaba ahora a su espíritu. Después de lo que había visto y aprendido, podía creerse en el reino crepuscular del 160


Amenti, misterio interregno entre la vida terrestre y la vida celeste, donde los difuntos, al principio sin ojos y sin palabra, recobran poco a poco la vista y la voz. Él también iba a emprender el gran viaje, el viaje del infinito, a través de los mundos y las existencias. Ya Hermes le había absuelto y juzgado digno.

Él le había dicho la clave del gran enigma: “Una sola alma, la grande alma del Todo, ha engendrado, al repartirse, todas las almas que se agitan en el universo”. Armado con el gran secreto, él subía a la barca de Isis, que partía. Elevada a los espacios etéreos, ella flotaba en las regiones intersiderales. Ya los anchos rayos de una inmensa aurora traspasaban los velos azulados de los horizontes celestes; ya el coro de los espíritus gloriosos, de los Akhium Seku que han llegado al eterno reposo, cantaba: “¡Levántate, Ra Hermakuti, sol de los espíritus!. Los que están en tu barca, están en exaltación. Ellos lanzan exclamaciones en la barca de los millones de años. El gran ciclo divino se colma de gozo devolviendo gloria a la gran barca sagrada. Se celebran regocijos en la capilla misteriosa. ¡Levántate, Ammón- Rá Hermakuti, sol que se crea a sí mismo!”. Y el iniciado respondía con estas orgullosas palabras: “He alcanzado el punto de la verdad y de la justificación. Yo resucito como un Dios vivo e irradio en el coro de los Dioses que habitan en el cielo, porque soy de su raza”. Tales pensamientos y tan audaces esperanzas podían pasar por el espíritu del adepto en la noche que seguía a la ceremonia mística de la resurrección. Al día siguiente, en las avenidas del templo, bajo la luz que ciega, aquella noche sólo le parecía un sueño; pero ¡qué sueño inolvidable aquel primer viaje en lo impalpable y lo invisible!. 161


De nuevo leía la inscripción de la estatua de Isis: “Ningún mortal ha levantado mi velo.” Una punta del velo se había levantado, sin embargo, pero para volver a caer en seguida, y él se había despertado en la tierra de las tumbas. ¡Qué lejos estaba del término soñado!. Porque es bien largo el viaje en la barca de los millones de años. Pero, por lo menos, había entrevisto el objetivo final. Su visión del otro mundo, aunque no fuera más que un sueño, un bosquejo infantil de su imaginación aún llena de los vapores de la tierra, ¿Podía hacerle dudar de esa otra conciencia que había sentido germinar en sí mismo, de ese doble misterioso, de ese Yo celeste que se le había aparecido en su belleza astral como una forma viva, y que le había hablado en su sueño?. ¿Era un alma hermana, era un genio, o sólo era un reflejo de su espíritu íntimo, presentimiento de un ser futuro?. Maravilla y misterio. Seguramente era una realidad, y si aquella alma era la suya, era la verdadera. Para volverla a encontrar, ¿Qué no haría?. Viviría millones de años, pero no olvidaría aquella hora divina en que había visto a su otro Yo puro y radiante. (En la doctrina egipcia el hombre era considerado como no teniendo conciencia en esta vida mas que del alma animal y del alma racional, llamadas batí y bal. La parte superior de su Ser, el alma espiritual y el espíritu divino, cheybi y Ku, existen en él en estado de germen inconsciente, y se desarrollan después de esta vida, cuando el hombre llega a ser un Osiris).

La iniciación había terminado. El adepto era consagrado sacerdote de Osiris. Si era egipcio, quedaba agregado al templo; si extranjero, le permitían a veces volver a su país para fundar allí un culto o cumplir 162


una misión. Pero antes de partir, prometía solemnemente por un juramento terrible, guardar un silencio absoluto sobre los secretos del templo. Jamás debía revelar lo que había visto u oído, ni divulgar la doctrina de Osiris más que bajo el triple velo de los símbolos mitológicos o de los misterios. Si violaba ese juramento, una muerte fatal le alcanzaba pronto o tarde, por lejos que estuviese. Pero el silencio era el escudo de su fuerza. Vuelto a las playas del mar Jónico, a su ciudad turbulenta, bajo el choque de las pasiones furiosas, en aquella multitud de hombres que vivían como insensatos ignorándose a sí mismos, con frecuencia volvía a pensar en el Egipto, en las pirámides, en el templo de Ammón-Rá. Entonces, el sueño de la cripta volvía, y como el loto se balancea allá sobre las ondas del Nilo, así siempre aquella visión blanca sobrenadaba por encima del río fangoso y turbio de la vida. En las horas escogidas él escuchaba su voz, que era la voz de la luz. Despertándose en su ser, una música íntima le decía: “El alma es una luz velada. Cuando se la abandona, se oscurece y se apaga; pero cuando se vierte sobre ella el óleo santo del amor, se enciende como una lámpara inmortal”. Veamos ahora, algunos de los textos que la tradición atribuye a Hermes. En primer lugar, me gustaría ofreceros una versión, para mi muy especial del Kibalión, quizás uno de los textos más importantes de la literatura esotérica de todos los tiempos, considerado además como la quintaesencia de la Alquimia, que como ya hemos repetido en numerosas ocasiones en otras entradas de éstos blogs, no pretendía la transformación del plomo en oro, sino la del propio operador alquímico en un ser plenamente realizado. Ésta versión –en catalán, más adelante veremos y comentaremos otra en castellano- fue realizada por un muy querido y desgraciadamente malogrado, hermano en el camino del conocimiento hace ya muchos años. Ha destacar que en éste conciso texto se encuentra recogido todo lo que hemos ido exponiendo a lo largo de ésta entrada, de manera que ahora quizás sí que tendremos abiertos "los oidos del conocimiento", así sea! EL KIBALIÓ. Els llavis de la saviesa estan tancats, excepte per les oïdes de l’enteniment. Els principis de la veritat són set; aquell que els coneix i els compren posseeix la clau amb el toc de la qual s’obren de cop totes les portes del Temple. El Tot és ment; l’univers és mental i se sosté en la ment del Tot. Tal com és a dalt, és a baix; tal com és a baix, és a dalt. Res no reposa, tot es mou, tot vibra. 163


Tot es dual; tot té dos pols; tot té el seu parell oposat; semblant i dissemblant són el mateix; els oposats són idèntics en naturalesa però diferents en grau; els extrems és troben; totes les veritats no són més que mitges veritats; totes les paradoxes poden ser reconciliades. Tot flueix, per dins i per fora; tot té les seves marees, totes les coses pugen i baixen; l’oscil·lació del pèndul és manifesta en tot; la mesura de l’oscil·lació cap a la dreta, és la mesura de l’oscil·lació cap a l’esquerra; el ritme compensa. Tota causa té el seu efecte; tot efecte la seva causa; tot succeeix d’acord amb la Llei; “casualitat” no és més que un nom per a la Llei no reconeguda; hi ha molts plans de causalitat, però res no escapa a la Llei. El gènere és en tot; tot té els seus principis masculí i femení; el gènere és manifesta en tots els plans. A sota i a darrera de l’univers del temps, de l’espai i del canvi, ha de trobar-se sempre la realitat substancial, la veritat fonamental. Així com tot està en el Tot, igualment el Tot està per tot. A aquell que entengui de debò aquesta veritat li ha vingut un gran coneixement. Éste maravilloso y sencillo compendio de la sabiduría de la Tradición Perenne de la humanidad, se conoce también como la Tabla Esmeralda. Veamos un poco de su historia. La Tabla Esmeralda un gran misterio:

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Se dice que el poder de la piedra como de sus inscripciones es tremenamente poderoso y puede llevar a una persona, depende como la utilice, a lo mejor y a lo peor... a los polos energéticos del bien y del mal. La Tabla Esmeralda se compone de doce tablillas de color verde esmeralda formadas por una sustancia creada por transmutación alquímica. El material del que están hecho las tablillas es imperecedero, además de resistente a todos los elementos y sustancias. La estructura atómica y celular se fija; ningún cambio ha tenido lugar en ellas nunca. “En esta Tabla hay grabados caracteres en la antigua lengua de la Atlántida (Atlantis), caracteres que responden a las ondas de pensamiento en sintonía liberando la vibración mental asociada en la mente del lector”. Hay muchas leyendas acerca del origen de la Tabla Esmeralda lo cual desdibuja la verdadera historia de sus orígenes. Una de estas historias nos cuenta que Hermes era hijo de Adán y que escribió la Tabla Esmeralda para ayudar a la humanidad a redimirse de los pecados que había cometido su padre en el Jardín del Edén. La tradición Hebrea identifica al autor de la Tabla como Seth, tercer hijo de Adán, y que posteriormente fué salvada del Diluvio Universal por Noé llevándola en su Arca. Después del Diluvio, Noé escondió la Tabla Esmeralda en una cueva cerca de Hebrón donde posteriormente fué descubierta por Sara, esposa de Abraham. Otra leyenda describe a Hermes dando la Tabla a Miriam, hija de Moisés, para que la pusiera a salvo y Miriam la escondió dentro del Arca de la Alianza donde todavía se encuentra. Algunos historiadores cuentan que la Tabla fué encontrada alrededor del año 1.350 de nuestra era en una cámara mortuoria secreta que se encontraba bajo la pirámide de Keops. Otra leyenda describe a Hermes como un filósofo que viajaba por Ceilán en el año 500 antes de C., el cual encontró la Tabla Esmeralda escondida en una cueva y después de estudiarla aprendió la forma de viajar tanto por el Cielo como por la Tierra. El Hermes de esta leyenda pasó el resto de su vida viajando por toda Asia y también por Oriente Medio enseñando y curando a sus discípulos. Curiosamente el libro sagrado Hindu “Mahanirvanatantra” mantiene que Hermes era la misma persona que Buda y en otros tantos textos religiosos Hindúes se refieren a cada uno de ellos como “el Hijo de la Luna”. El origen de la Tabla Esmeralda de Hermes ha sido tan misterioso como su interpretación y está considerada por los eruditos como la piedra angular del pensamiento alquímico occidental. Las enseñanzas del Hermetismo, escuela que reúne conocimientos ocultos egipcios, se le atribuyen a Hermes Trismegisto (tres veces Mago), y postulan básicamente la triada hermética: Dios, el Cosmos y el hombre. El hombre es imagen del Cosmos, y el Cosmos es creado por Dios, tal y como se explica en la Tabla Esmeralda de Hermes: “como es Arriba es Abajo; como es Abajo es Arriba“, los seres humanos somos la semejanza del Cosmos, por lo tanto somos la 165


semejanza de Dios”. El hombre debe acercarse a Dios mediante el pensamiento elevado o Nous, y el Logos, o Palabra, puesto que Dios creó el Universo mediante el poder de la palabra, que es una manifestación del pensamiento creador. La Tabla nos enseña que Dios es un principio Único. El contenido nos dice: Verdadero, sin falsedad, cierto lo que está de abajo es como y lo que está arriba es como para realizar el milagro de

y lo lo

muy verdadero: que está arriba, que está abajo, la Cosa Unica.

Y así como todas las cosas provinieron del Uno, por mediación del Uno, así todas las cosas nacieron de esta Unica Cosa, por adaptación. Su padre es el Sol, su madre la Luna, el Viento lo llevó en su vientre, la Tierra fué su nodriza. El Padre de toda la Perfección de todo el Mundo está aquí. Su fuerza permanecerá íntegra aunque fuera vertida en la tierra. Separarás la Tierra del Fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente, con mucho ingenio. Asciende de la Tierra al Cielo, y de nuevo desciende a la Tierra, y recibe la fuerza de las cosas superiores y de las inferiores. Así lograrás la gloria del Mundo entero. Entonces toda oscuridad huirá de ti. Aquí está la fuerza fuerte de toda fortaleza, porque vencerá a todo lo sutil y en todo lo sólido penetrará. Así fue creado el Mundo. Habrán aquí admirables adaptaciones, cuyo modo es el que se ha dicho. Por ésto fui llamado Hermes Tres veces Grandísimo, poseedor de las tres partes de la filosofía de todo el Mundo. Se completa así lo que tenía que decir de la obra del Sol. Por poco catalán que sepáis –siempre podréis utilizar el traductor de Google-, inmediatamente apreciaréis las diferencias entre los dos textos. Mientras el segundo aparece mucho más oscuro, complejo y mucho más difícil de comprender, el primero – el de mi compañero y amigo- brilla por su claridad y sencillez, siendo su mensaje inteligible aunque no se sea un experto. ENSEÑANZAS DEL HERMETISMO “Aquí comienzan los Himnos que relatan la salida del Alma hacia la Luz del Día. 166


su resurrección en el Espíritu, su entrada y sus viajes en las regiones del más allá”. “Libro de los Muertos” I ¡Oh vosotros, Espíritus divinos que hacéis penetrar a las almas perfectas en la morada sacrosanta de Osiris, abrid ante mi alma la Via que conduce a su Morada!. ¡Que pueda como un niño renacer a la Vida!. Sean santificados vuestros Nombres, ¡Oh dioses reguladores de los Ritmos sagrados, que presidís las etapas de los Misterios!. ¡Oh Dios de la Verdad y de la Justicia!. Destruye el mal que hay en mí. Haz que desaparezcan mis malignidades y mis crímenes. Extirpa de mi corazón todo aquello que me aleja de Ti. Pueda yo devenir vigoroso en la Tierra cerca del Espíritu Solar. Pueda llegar en paz al puerto de salvación cerca de Osiris. Los vientos favorables empujan tu Barca hacia el puerto propicio. Las divinidades de las cuatro Regiones del Espacio Te adoran, ¡Oh Tú, inmensa substancia divina de la que proceden todas las Formas y todos los Seres!. He aquí que acabas de pronunciar una Palabra, y la Tierra, silenciosa, Te escucha... ¡Oh Divinidad única!. Tú regías ya el Cielo en una época en que la Tierra, con sus montañas, aún no existía. No hay un miembro en mi cuerpo en que no resida uña divinidad. La Palabra y el Silencio se equilibran en mi boca. En verdad, yo soy aquel que camina hacia la plena Luz del Día. En presencia de Osiris, me convierto en Maestro de la Vida, Mi ser es permanentemente inalterable y eterno. En verdad, cuando haya aniquilado a mis enemigos internos será un gran día sobre la Tierra. Me pongo en campaña contra mis enemigos. Ellos han sido ofrecidos a mi poder, y yo los aniquilo ante las divinas Jerarquías. Avanzo. Y aquí que la luz se hace resplandeciente. Ataco y subyugo los demonios de cabeza de cocodrilo. Yo adoro las silenciosas divinidades ocultas en la obscuridad, consuelo y realzo a los que lloran y que con sus manos cubren sus semblantes sumidos en la desesperación... Oí vuestras lamentaciones, y abro el sendero hacia la Luz. 167


Yo estimulo los brotes de la fuerza universal del renacer. Ciertamente, llevo en mí los gérmenes y posibilidades de todos los dioses... Soy un hijo de la Tierra. Largos fueron mis Años... Me acuesto al fenecer el día y renazco a la vida en la mañana de acuerdo con los ritmos milenarios del Tiempo. Soy un hijo de la Tierra y le permanezco fiel. Tan pronto muero como renazco a la Vida. Y vuelvo a florecer y a renovarme según los milenarios ritmos del Tiempo. Yo os contemplo, ¡Oh dioses antiguos, y a vosotros, grandes Espíritus de Heliópolis!... ¡No tratéis por la palabra de vuestra boca de soltar los demonios a fin de detener mi avance!. (Helo aquí, al impuro que ronda en torno mío y que se dispone a asaltarme). Pero en verdad, yo me he purificado en el Lago de la Balanza del Juicio. Me he bañado en los rayos del Ojo Divino... Doquiera me hallo, aparecen la Verdad y la Justicia. Soy su testimonio sobre la Tierra. En medio de las Sombras del Pasado, entre los Espíritus de las Edades pretéritas, desde el Alba de los tiempos, perpetuamente, en el seno del dios del Devenir, Khepra, he recorrido el cirio de las Metamorfosis... Penetré en la región de las Tinieblas y súbitamente, mi semblante se develó ante el Ojo radiante que contempla... ¿No he superado por mi propia energía los obstáculos?. ¿No he dirigido la palabra a los dioses?. Por tanto, no podrán destruirme los demonios, ya que soy el Heredero de los dioses de

Heliópolis.

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LA CONFESIÓN (Papiro Nu)

¡Yo te saludo, Gran dios, Señor de Verdad y de Justicia!. Poderoso Maestro, ¡me presento ante tí!. Permíteme contemplar tu radiante belleza... Tu nombre es: “Señor del Orden del Universo” Llevo en mi Corazón la Verdad y la Justicia, ya que de él arranqué todo mal. Yo no he causado sufrimiento a los hombres. No empleé la violencia con mis parientes, no troqué la justicia por la injusticia, no frecuenté la compañía de los malvados, no cometí crímenes, no obligué a trabajar para mí con exceso, no intrigué por ambición, no maltraté a mis servidores, no blasfemé contra los dioses, no privé al indigente de su subsistencia, no cometí actos execrables para los dioses, no permití que ningún servidor fuera maltratado por su amo. No hice sufrir a nadie, no provoqué el hambre, no hice llorar a mis semejantes, no maté ni mandé asesinar, no creé enfermedades entre los hombres, 169


no usurpé las ofrendas de los templos, no robé el pan de los dioses, ni las dádivas destinadas a los Espíritus santificados. No cometí actos degradantes en el recinto sacrosanto de los templos. Nunca disminuí la ración de la ofrenda, ni traté de aumentar mis dominios usando de medios ilícitos. No usurpé los campos a nadie, no manipulé los pesos de la balanza, ni alteré su nivel. No privé de la leche a ningún niño, no usurpé el ganado en los prados, ni de la trampa las aves destinadas a los dioses. No pesqué con cadáveres de peces, ni obstruí la corriente natural de las aguas. No apagué la llama de ningún hogar en tanto debía arder. No viole las reglas que rigen las ofrendas de la carne, no tomé posesión de reses destinadas a los templos divinos. Jamás impedí a un dios manifestarse. ¡Soy puro!. ¡Soy puro!. ¡Soy puro!. ¡Soy puro!. ¡He sido purificado como el gran Fénix de Heracleópolis, ya que soy dueño de las Respiraciones que dan la vida a todos los Iniciados!.

DEL PAPIRO NEBSENI Oh tú, Espíritu que te manifiestas en Ker-aha cuyos brazos rodean llameante fuego, nunca actué con violencia. Oh tú, Espíritu que te manifiestas en Hermópolis y que respiras el divino soplo, mi corazón detesta la brutalidad. Oh tú, Espíritu que te manifiestas en el Cielo bajo la forma de León, yo no disminuí la medida de trigo. Oh tú, Espíritu que te manifiestas en Letópolis y cuyos ojos, dañan como dos puñales, nunca cometí fraude. Oh tú, Espíritu que te manifiestas en el Amenti, deidad de ambas fuentes del Nilo, jamás difamé. Oh tú, Espíritu que le manifiestas en la Región de los Lagos y cuyos dientes relucen como el Sol, yo jamás agredí. Oh tú, señor del Orden Universal 170


que te manifiestas en la Sala de Verdad-Justicia, jamás acaparé los campos de cultivo. Oh tú, Espíritu que te manifiestas en Bubastis y que caminas hacia atrás, sabe que nunca escuché tras las puertas. Oh tú, Espíritu Aati que apareces en Heliópolis, nunca he pecado de palabrería. Oh tú, Espíritu Tutuf que apareces en Ati, jamás formulé maldiciones por ofensas que me fueron infligidas. Oh tú, Espíritu Uamenti que apareces en las cuevas de tortura, nunca cometí adulterio. Oh tú, Espíritu que te manifiestas en el templo de Amsu y que contemplas cuidadosamente las ofrendas que te son rendidas, sábelo: jamás en la soledad dejé de ser casto. Oh tú, Espíritu destructor que te manifiestas en Kaui, nunca violé las disposiciones de mi tiempo. Oh tú, Espíritu que apareces en la Región del Lago Hekat bajo la forma de un niño, nunca dejé de atender las palabras de Justicia. Oh tú, Espíritu que tienes el semblante detrás de la cabeza y que sales de la morada escondida, jamás pequé contra natura con los hombres. Oh tú, Espíritu ornado de cuernos y que sales de Satiu en mis discursos, jamás emplee exceso de palabras. Oh tú, Hi, que apareces en el Cielo, sábelo: nunca fueron altaneras mis palabras. Oh tú, Neheb-Kau, que sales de tu ciudad, nunca intrigué para darme importancia. Oh tú, Espíritu cuya cabeza se halla santificada y que sales inesperadamente de tu escondrijo, sabe que no me enriquecí más que en forma lícita. ¡Mirad!. El Cielo está abierto, la Tierra está abierta... Las Puertas son grandes; se han corrido los cerrojos de los Portales y he aquí que Ra aparece en el horizonte... ¡Mirad!. ¡Aquí está Toth, el Señor de los Misterios! El procede a las libaciones ante el Maestro de Millones de Años, y abre el camino a través del Firmamento... ¡Heme aquí!. ¡Yo llego para restablecer el Orden Cósmico. “La

Tradición

Hermética”

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El babuino es otra de las representaciones de Thot Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender. El verdadero sabio que conoce la naturaleza del Universo, emplea la Ley superior contra las leyes inferiores y por medio de la alquimia, transmuta lo indeseable en sí mismo, en lo realmente valioso. Y así triunfa. El ser superior se distingue, no por sueños anormales, visiones o imágenes fantasmagóricas, sino por el empleo inteligente de las fuerzas superiores sobre las inferiores, librándose de ese modo del dolor de los bajos planos y vibrando en los más elevados. La transmutación es el arma del Maestro. Como arriba, así es abajo. Toda causa tiene su efecto. Todo ocurre de acuerdo con la ley. El azar no es más que el nombre que se da a una ley desconocida. El conocimiento, lo mismo que la fortuna, deben emplearse. La ley del uso es universal y el que la viola, sufre por haberse puesto en conflicto con las fuerzas naturales. Ante todo, debes despojarte de esta vestidura que llevas: los hábitos de la ignorancia, los principios de la maldad, el instinto de corrupción, los malos pensamientos. Ellos constituyen la muerte viviente, la sepultura que llevas en tí mismo. “Escritos Sagrados de Hermes Trimegisto” El primero de nuestros tiranos internos es la ignorancia. Después vienen los deseos, la tristeza, la injusticia, la ambición, el error, la 172


astucia, la ira, la temeridad, la malevolencia. Pero esos tiranos se alejan del sabio verdadero. Cuando conozcas bien, hijo mío, la naturaleza de Dios, sentirás una alegría inefable de verte libre de esta parte negativa de tí mismo que es la ignorancia. Con la temperancia, te vendrá el poder del entusiasmo permanente como una ofrenda. ¡Oh gran virtud!. ¡Apresurémonos a conseguirla!. Nos sentaremos entonces en el trono de la Justicia que, sin lucha, vence todo mal. Poseeremos un gran sentido de la rectitud y de la generosidad, cualidad divina. La verdad hará huir toda mentira. Y la plenitud del bien vendrá, como una gloria. Entonces no habrá ya tiranos ni verdugos en nosotros. Los habremos vencido. Ya conoces ahora el camino de la humana regeneración, que señala el nuevo nacimiento a las santas delicias de la contemplación. ¡Goza de felicidad perfecta!.

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DESVELANDO A AKHENATON Weigall: «Akenatón nos expuso, hace tres mil años, el ejemplo de lo que debía ser un esposo, un padre, un hombre honesto, de lo que debía sentir un poeta, enseñar un predicador, perseguir un artista, creer un sabio y pensar un filósofo. Al igual que otros grandes señores, lo sacrificó todo a sus ideales y su vida mostró hasta qué punto sus principios eran impracticables». ¿Quien de nosotros no ha oído hablar nunca de Akhenaton? ¿ O de la bella Nefertiti? ¿Quien no se ha asombrado ante unas imágenes que nos muestran a un Faraón extraño, deforme? Algunos, llevados por la curiosidad, hemos encontrado a un Hereje, a un Rebelde, cuando no a un niño enfermizo, con ataques epilécticos de los que despertava con extrañas e incomprensibles revelaciones. Poeta, Soñador, o senzillamente Loco, son algunos de los epítetos que egiptólogos, novelistas, estudiosos o simples aficionados, le han dedicado, casi sin pestañear, a lo largo de los últimos siglos. Probablemente de Akhenaton y Nefertiti se ha escrito mucho más que de cualquier otro faraón, incluso que de algunos tan importantes para la historia del antiguo Egipto como Tutmosis III, Ramses II y tantos otros. ¿Porqué? No creo que el interés se deba a la notícia que apareció en la prensa hace unos años: "En el caso actual, el del faraón egipcio, se hace seguimiento del haplogrupo (un haplogrupo es una serie de alelos en una zona concreta de un cromosoma) R1b1a2, situado también en el cromosoma Y. En ambos casos las conclusiones se refieren, por tanto, a la población masculina. Hay que tener en cuenta que Tutankamón (el hijo de Akhenaton y archifamoso por que su tumba fué hallada intacta a principios del S.XX por el arqueologo inglés Howard Carter) no tuvo hijos varones. Los investigadores de la empresa de análisis genéticos iGENEA señalan que además de sus genes, estudiaron los de su padre y su abuelo. Prescindiremos de este “nimio” detalle y usaremos las mismas matemáticas de primaria para comprobar que la noticia peca de sensacionalista. (¿Publicidad de iGENEA?) Asumamos, de una forma muy conservadora, que un siglo abarca tres generaciones humanas, y que, como promedio, cada varón tiene dos hijos varones que alcanzan la edad reproductora; cada uno de éstos tiene otros dos a su vez, y así sucesivamente. Tutankamón nació hacia el año 1345 a.C., por lo que desde entonces han transcurrido 100 generaciones. Si en cada generación se duplica el número de varones descendientes del famoso faraón, debemos esperar que 299 hombres vivos sean descendientes suyos. Resulta que 299 = 6,3 • 1029, más de seiscientos mil cuatrillones, la población total actual multiplicada por un uno seguido de veinte ceros. Concluyendo, que la mitad de los europeos (incluso que más del 70% de los españoles) seamos “parientes” de Tutankamón no tiene nada de extraordinario". 174


Dejando las bromas aparte, lo cierto es que Akhenaton y su esposa Nefertiti, son - por lo menos en mi caso- una pareja de lo más atrayente. Con el paso de los años habré leído una buena decena de libros y varias docenas de artículos especializados, alguna que otra novela... He investigado, he recorrido museos, incluso pateado algunos yacimientos en el fantástico viaje que pude hacer a aquel país con el Museo Egipcio de Barcelona, del que ya os he hablado en alguna otra ocasión. Pero el misterio permanece inalterable. En la presente entrada, que he dividido en tres partes para que no os sea tan pesada, nos dedicaremos a penetrar en ese misterio, acompañados de la mano de ese gran conocedor del Antiguo Egipto que es Christian Jaq, concretamente de su obra

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que podéis descargaros aquí: http://www.fiuxy.net/ebooks-gratis/4127326-descarga-gratis-nefertitiy-akenaton-por-christian-jacq-epub.html En ésta ocasión me he limitado a ofreceros un amplio resumen del texto, acompañándolo, cuando me ha parecido necesario, de imágenes y comentarios o textos, que puedan clarificar determinados aspectos, anecdotas o hipótesis del autor, las cuales comparto en su inmensa mayoría. Pocos autores como Christian Jaq, consiguen transmitirnos una sensación tan grande de proximidad, empatía, me atreviria a decir, con los citados protagonistas. Así que sin más preludios empezemos. "El 17 de noviembre de 1714, un jesuita, el padre Claude Sicard, se encuentra explorando el emplazamiento de Tunah al- Gebel, en el Medio Egipto, a más de doscientos kilómetros al sur de El Cairo. El lugar es impresionante, mágico. El cielo azul, el desierto, los cálidos colores de un otoño muy benigno crean un clima sin igual. Tunah alGebel es una ciudad de los muertos, un mundo de silencio y de paz profunda, Ante Claude Sicard se extiende una inmensidad desértica, bordeada por una colina. De pronto, algo atrae su atención, una cosa sorprendente, una especie de piedra grabada que brilla bajo el sol. El jesuita se acerca. No se había equivocado. Se trata, en efecto, de una obra del antiguo Egipto, pero una obra verdaderamente extraña. Su estética difiere mucho de todo cuanto el viajero ha visto hasta ahora. Los personajes -un rey, una reina y una princesa- tienen el cuerpo y el rostro deformados. La escena representa una ofrenda a un curioso sol, del que brotan rayos que terminan en manos.

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Sin saberlo, Claude Sicard ha encontrado un testimonio esencial del reinado del faraón Akenatón y su esposa Nefertiti. Lo que tiene ante sus ojos es una de las «estelas fronterizas» que señalaban los límites de la ciudad del sol, Aketatón, la nueva capital fundada por la pareja real. Al-Amarna no es una excepción a la regla. «Este inmenso circo de montañas redondas que se encuentran en torno al Nilo - escribe Bernand Pierre describiendo el lugar-, ese fuerte que se extiende dentro del anfiteatro, ese palmeral verde que se extiende varios kilómetros a lo largo del río, y detrás del cual se ocultan poblados construidos en adobe, todo esto compone uno de los paisajes más puros y más bellos de Egipto». Al-Amama se presenta como un mundo cerrado, rodeado por alturas difíciles de franquear, atravesadas por algunos uadis. El lugar se repliega sobre sí mismo, con una sola abertura: el Nilo. Abertura vital, puesto que el río es la principal vía de circulación, por la que bogan un gran número de embarcaciones, transportando hombres, animales, géneros alimenticios y materiales diversos. No lejos de allí, se encuentran las canteras de alabastro. Enfrente, la ciudad sagrada del dios Thot, Hermópolis. El visitante que se dirige hoy a Al-Amama se expone a sufrir una cruel decepción. Espera, sin duda, tener la ocasión de admirar los templos, palacios y quintas que formaron la ilustre capital de una pareja real cuya fama traspasó los siglos y cuyo destino nos sigue pareciendo tan fascinante como misterioso. 177


Pero la ciudad santa de Nefertiti y Akenatón ya no existe. Apenas unas cuantas piedras diseminadas aquí y allá, unas pocas tumbas excavadas en los acantilados, nos susurran lo que fué una gloriosa ciudad. Ha desaparecido casi por completo. Sus escasos vestigios sólo atraen hoy la atención de los especialistas. Reinan en ellas el desierto, el silencio y la ausencia. Entre el Nilo y los acantilados, una inmensa llanura, vacía, árida, casi dolorosa. El descubrimiento de Sicard permaneció mucho tiempo aislado. JeanFrançois Champollion no identificó a Akenatón durante su célebre viaje de 1828-1829. Hubo que esperar a mediados del siglo xix para que se formulase una hipótesis exacta, la de que el extraño monarca formó parte de la XVIII Dinastía y reinó entre Amenofis III y Horemheb. Las excavaciones realizadas a finales del siglo xix, tanto en Al-Amarna como en Karnak, fueron decisivas para situar a Akenatón en el lugar que le correspondía en la sucesión de los reinados y permitieron exhumar un material a partir del cual se reconstruyó su aventura. La historia de Akenatón y Nefertiti no es fácil de escribir. No abundan los datos que pueden tenerse como seguros. Las fechas del reinado continúan siendo objeto de controversia: de 1377 a 1360 según Redford, de 1364 a 1347 según Trigger y sus colaboradores, autores de una reciente historia social del antiguo Egipto, y de alrededor de 1353 a alrededor de 1336 para Yoyotte y Vernus en su trabajo de síntesis sobre los faraones... ¿Quiénes fueron realmente Nefertiti y Akenatón? ¿Se rebelaron contra los sacerdotes de Amón? ¿Fueron unos revolucionarios? ¿Quisieron crear una religión nueva y una nueva sociedad? ¿Inventaron el monoteísmo?

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Recientemente se extrajeron de ciertos pilonos del templo de Karnak, en particular del pilono noveno, levantado por Horemheb, miles de pequeños bloques, muchos de ellos decorados y con unas dimensiones medias de cincuenta y dos por veintiséis centímetros. Los grabados que aparecen en un buen número de dichos bloques, cuya denominación científica es talatates, se refieren a los primeros años del reinado, no menos enigmáticos que los últimos. Su estudio, que está lejos de haber terminado, aportó ya algunas luces sobre la manera en que Nefertiti y Akenatón organizaron su reino. Por ejemplo, se encontraron en Karnak más de cuarenta y cinco mil pequeños bloques, que son otras tantas piezas de un rompecabezas gigantesco, del que sólo se ha logrado recomponer una parte muy pequeña, debido a que los primeros descubridores de talatates cometieron errores lamentables.

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¿Aparecerán algún día las momias de Nefertiti y Akenatón, cuyo examen permitiría penetrar muchos misterios? ¿Se exhumarán textos o monumentos con inscripciones que daten de las últimas fases de sus reinados? ¿O tendremos que contentarnos con lo que el tiempo y los hombres han respetado? Se ha insistido mucho igualmente sobre la ternura, la bondad y la dulzura del rey. H. de Campigny piensa que esa actitud se explica por un acontecimiento ocurrido durante la infancia de Akenatón: «A los ocho años, Akenatón vio a los soldados de su padre, el faraón Amenofis III, amontonar ante éste, siguiendo la sangrienta costumbre de la época, las manos cortadas -en algún otro lugar hemos leído que se cortaba el falo- a los enemigos vencidos y caídos en la batalla.

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El espectáculo conmovió al pequeño, y el olor característico le removió hasta tal punto que le hizo sentirse mal. Más tarde, cuando relataba este recuerdo de su infancia, confesaba que el simple pensamiento de la guerra evocaba en su memoria el olor a cadáver». Este testimonio tendría una importancia capital si no fuera por el hecho de que se trata de una pura invención, del principio al fin. Que yo sepa, no existe ningún documento egipcio que dé constancia de la anécdota. Para el americano Breasted, «Akenatón era un hombre ebrio de divinidad, cuyo espíritu respondía con una sensibilidad y una inteligencia excepcionales a las manifestaciones de Dios en él.... un espíritu que tuvo la fuerza precisa para diseminar ideas que sobrepasaban los límites de la comprensión de su época y de los tiempos futuros». Weigall, autor de un libro sobre Akenatón, dice que fue «el primer hombre a quien Dios se reveló como la fuente de un amor universal, exenta de pasiones, y de una bondad que no conoce restricciones». Se podría componer así una verdadera letanía favorable al rey y a la experiencia amarniana. Pero hay que reconocer que, con mucha frecuencia, estos panegíricos rozan con el papanatismo y prescinden por completo de la documentación. Ahora bien, la corriente en contra de Akenatón es todavía más potente y más segura de sí misma, hasta el punto de inducir en ciertos eruditos una especie de histeria vengadora. Según Lefébure, 181


Akenatón era una mujer disfrazada de hombre. El egiptólogo francés pensaba en Acencheres, hija de un rey Horus del que no se ha encontrado ningún rastro. Para Marlette, uno de los pioneros de la egiptología francesa, el faraón herético no fue otro que un prisionero castrado que las tropas egipcias se habían traído del Sudán. Llegado al poder por vías tortuosas, el desdichado se había vuelto loco.

B.D. Redford, autor de la obra «científica» más reciente sobre Akenatón y Nefertiti, se muestra enemigo encarnizado del rey. En su opinión, este último no era, en el mejor de los casos, más que un poeta. Dotado de una inteligencia escasa, enamorado de sí mismo, nulo en lo que se refiere a la política internacional, perezoso y reinando sobre una corte corrompida, Akenatón se comportó como un soberano totalitario, que negaba la libertad individual y fue el campeón de un poder universal, exigiendo una sumisión absoluta. Arrastrado por su pasión, el acérrimo adversario de Akenatón le acusa de locura por la simple razón de que hacía celebrar las ceremonias rituales bajo el sol, insoportable en Egipto de marzo a noviembre. Claude Traunecker, autor de trabajos muy notables sobre la época amarniana, califica la experiencia de Akenatón de «lamentable fracaso». Ciertos egiptólogos acusan incluso al faraón maldito de haber provocado la decadencia y la caída del Egipto ramessida, es decir, de unos hechos ocurridos cerca de trescientos años después de su muerte... 182


Dado que esta corriente apasionada en contra de Akenatón no se apoya en ninguna base seria, los adversarios del rey han tratado de encontrar argumentos indiscutibles. ¿No habrá sido Akenatón un gran perturbado? No faltaron eruditos para afirmar que la mezcla de sangre egipcia y asiática resultó perjudicial para el faraón, que fue un hombre tan refinado como degenerado. ¿Acaso no se observa, al mirar los retratos del rey, su extraño cráneo, sus labios gruesos, su pelvis excesivamente ancha, su vientre hinchado? El egiptólogo francés Alexandre Maret nos ofrece esta descripción abrumadora: «Amenofis IV era un adolescente de talla mediana, de osamenta endeble y formas redondas afeminadas. Los escultores de la época nos han legado fielmente ese cuerpo de andrógino de senos protuberantes, caderas demasiado anchas, muslos demasiado torneados, que le dan un aspecto equívoco y enfermizo. La cabeza no es menos singular, suavemente ovalada, con los ojos un poco oblicuos, una nariz larga y fina, la protuberancia de un labio inferior prominente, el cráneo redondo y hundido, inclinándose hacia delante como si el cuello fuese demasiado débil para soportarlo». Por su parte, el egiptólogo alemán Erman nos proporciona un testimonio que él juzga decisivo. «El joven rey, que estaba físicamente enfermo, como se ve en sus retratos, era sin la menor duda un espíritu inquieto. Llevó a cabo sus reformas desde el principio con un celo excesivo, que forzosamente tenía que perjudicarle.»

Los científicos modernos han llevado su minuciosidad hasta el punto de interrogar a los médicos para identificar con el máximo de certidumbre la supuesta enfermedad de Akenatón. Según se dice, se trataba del «síndrome de Fröhlich», que el egiptólogo inglés Aldred expone en estos términos: «Los hombres que padecen esta enfermedad muestran frecuentemente una corpulencia análoga a la de Akenatón. Las partes genitales permanecen sin envoltura y pueden estar tan rodeadas de grasa que no sean visibles. La adiposidad se reparte de distinta manera según los casos, pero se da, 183


sin embargo, una distribución de la grasa típicamente femenina, sobre todo en las zonas del pecho, el abdomen, el pubis, los muslos y las nalgas». La voz del enfermo no muda, sus órganos genitales se mantienen en el estadio infantil y es incapaz de procrear, experimentando incluso aversión por los niños. Pese a toda su genialidad, Akenatón no fue, en opinión de estos autores, más que un hombre enfermo, cuyo psiquismo exacerbado se expresaba en visiones místicas. En otras palabras, un personaje romántico y apasionado, que se sobreponía de vez en cuando a su oscuro mal y se refugiaba en una religiosidad que le hundía poco a poco en el fanatismo. Nacimiento del hijo de un rey El futuro Akenatón nació probablemente en el palacio de Malgatta, en la orilla oeste de Tebas. el palacio había sido construido por orden de Amenofis III para servir de residencia a la familia real. La elección del lugar es interesante: la orilla oeste, y no la orilla este, donde se alza la ciudad-templo de Karnak, en la que reina el dios Amón. El faraón parece alejarse deliberadamente del dominio de los sacerdotes de Amón, para habitar un palacio suntuoso, en la orilla en que la diosa del «Bello Occidente» acoge a las almas en su camino hacia el otro mundo. El lugar no tenía nada de triste ni de severo. Al contrario, jardines floridos rodeaban el palacio de Malgatta, que, de acuerdo con los escasos vestigios que se conservan, deleitaban la mirada. Todo en él era lujo y encanto. La decoración, de un refinamiento extremo, cantaba las maravillas de la naturaleza. Pinturas murales, y suelos ornamentados mostraban aves, peces, vegetales. Dicho de otro modo, cantaban la belleza de la obra del Creador. Cuando nace Akenatón, no está destinado a reinar. Teóricamente, el trono está reservado a su hermano mayor.

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El segundo hijo de Amenofis III pasará una infancia feliz en ese palacio de ensueño, donde podrá primero contemplar, y luego comprender la manifestación terrestre del Creador, a través de la magnificencia de la naturaleza. Una infancia tranquila, ya que Amenofis III reina sobre un Egipto fabulosamente rico, que goza de un verdadero apogeo. El rey ha recogido la herencia de los poderosos monarcas que crearon el «Imperio Nuevo», en cuyo transcurso el país de los faraones se convirtió en la primera potencia del mundo mediterráneo y en el faro de la civilización. El prestigio de las «Dos Tierras», formadas por el Alto y el Bajo Egipto, es considerable. En el interior, el país disfrutaba de un equilibrio sereno, gracias al cual la creación artística recibe un extraordinario impulso. Una economía bien administrada ha hecho de Egipto un país próspero y feliz. El pensamiento religioso alcanza una profundidad extrema, inspirando la 185


mano de los arquitectos, los pintores y los escultores, hasta hacerla parecer con frecuencia la mano de un dios. Las ceremonias sagradas revisten un fasto sin precedentes. Las recepciones de la corte están marcadas por el sello de una elegancia refinada.

La corte de Amenofis III da pruebas de una dignidad que concuerda con el país más grande del mundo y concede un lugar considerable a la teología y al simbolismo. Hay en ella hombres de rara calidad, como el maestro de obras Amenhotep, hijo de Hapu, o los arquitectos Suti y Hor, o Beki, el director de los graneros, que son pensadores excepcionales. Las estelas y las estatuas han conservado el testimonio de su experiencia espiritual, de una intensidad notable. A la floración de los textos sagrados, se añade un deslumbrador programa arquitectónico, que 186


hace del reinado de Amenofis III uno de los instantes más luminosos de la aventura humana. La política exterior de Amenofis III La civilización del Nuevo Imperio descansa en gran parte sobre la actitud de los faraones con respecto al mundo exterior y a los principales países vecinos, algunos de los cuales suponen amenazas en potencia.

El Egipto de Amenofis III es un estado soberano, dotado de unas fuerzas armadas tan importantes que ningún país, ni siquiera los 187


gobernados por «grandes reyes», como el de Babilonia o el de Mitanni, se atreverían a atacarlo. La doctrina del «ministerio» egipcio de asuntos exteriores no ha variado desde comienzos del Nuevo Imperio: el asiático es el agresor; Egipto no hará más que defenderse. Su territorio forma un santuario confinado en sus fronteras, las franjas del Delta al norte, la primera catarata al sur. Para proteger mejor el país, se han creado zonas tampones, situadas bajo protectorado egipcio. Al sur, se extiende Nubia, verdadera provincia, controlada por el faraón con mano de hierro. Al noreste, hay un mosaico de pequeños reinos, mucho más difíciles de mantener bajo tutela. También de allí puede venir el peligro. Hacia 1380 a. de C., Egipto posee un Imperio que se extiende desde las costas sirias hasta el Oronte y desde Nubia hasta la tercera catarata. Amenofis III maniobra con destreza para no ofender la susceptibilidad de sus interlocutores. No considera la violencia y la represión como un buen medio para mantener la paz en sus Estados. Prefiere ejercer una vigilancia discreta, dejando a los pueblos en libertad para practicar su religión y sus costumbres. Retengamos un hecho capital: la manera en que Amenofis III lleva su política exterior conduce a numerosos contactos religiosos y sociales entre Egipto y las comarcas vecinas. Se da un verdadero «intercambio de dioses», un encuentro, a veces fraternal, entre ideologías más o menos complementarias. Las razas y las creencias aprenden a vivir sin enfrentarse. Egipto se abre al mundo, y el mundo se abre a Egipto. Este clima tan particular no será ajeno al nacimiento de la religión atoniana. A pesar de los brillantes éxitos que jalonan su reinado, Amenofis III chocó con un problema delicado: el progresivo aumento de la potencia militar de los hititas.

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El rey Subbiluliuma se hace cargo en 1370 de los destinos del pueblo hitita. Desde el principio se apresura a reforzar sus ejércitos, y la rigidez de su carácter no le inclina precisamente a una entente cordial. Seguro de sus fuerzas, provoca abiertamente al faraón invadiendo el país de Mitanni, aliado tradicional de Egipto. Lo lógico hubiera sido esperar una reacción violenta e inmediata por parte de éste. Sin embargo, Amenofis no interviene de modo directo. Rechaza el comienzo de una era de conflictos sangrientos y prefiere firmar un pacto de no-agresión con los hititas. Ese contrato moral precisa que, a partir de ahora, ambos pueblos respetarán las fronteras establecidas y que no se procederá a otras operaciones militares. Amenofis III no erradica esta situación. Sin duda está convencido de que los hititas no se atreverán a sobrepasar ciertos límites y que sus ardores guerreros, pronto apagados por el prestigio de Egipto, se limitarán a unas cuantas acciones sin trascendencia. Todos estos acontecimientos afectan de cerca al joven Akenatón. Vive su génesis y asiste a las lentas modificaciones de la situación diplomática de su país. Simple observador, no sabe todavía que esas circunstancias exteriores a Egipto ejercerán una gran influencia sobre su destino. Amenofis III no se enfrenta únicamente con problemas diplomáticos. Existe también en el interior de Egipto una fuente de conflictos. En efecto, en el centro de la civilización de Amenofis III, se alza la inmensa y opulenta ciudad de Tebas. Prodigiosamente rica, administra con provecho los tributos de guerra traídos del extranjero por los reyes conquistadores que precedieron al faraón actual.

Tebas, gran centro religioso, ornamentada con templos magníficos, no se contenta con orientar la vida espiritual de Egipto. Rige también su vida económica. Ciudad cosmopolita, acoge a mercaderes y comerciantes extranjeros, favorece los intercambios comerciales y, día tras día, contribuye a la expansión material de la «Dos Tierras». Menfis y Heliópolis, las antiguas capitales que 189


conservan todavía un cierto renombre desde el punto de vista religioso, se desdibujan detrás de Tebas la Magnífica, que, uno tras otro, los faraones de la XVIII Dinastía no han dejado de embellecer. Con la fortuna, nace el deseo de poder. Un problema latente cobra poco a poco proporciones inquietantes. Tebas es la ciudad santa del dios Amón, «El Oculto». Divinidad secundaria durante el Antiguo Imperio y el Imperio Medio, Amón se ha convertido durante el Imperio Nuevo en el dios nacional. Su gran sacerdote, encargado de cumplir su voluntad, reina sobre una casta eclesiástica muy jerarquizada, en la que se incluye un clero dirigente, formado por los «Padres Divinos» y los «Profetas de Amón». Estos signatarios disponen de bienes propios y de riquezas considerables, constituidas por tierras, materias primas de todo tipo, rebaños, etc. Su fortuna la administra un personal importante, entre el que figuran escribas, obreros y campesinos. Al comienzo de su reinado, Amenofis III conserva su autoridad sobre el conjunto de los cultos y los cleros. El de Tebas no es una excepción a la regla, pese a seguir siendo el más importante de Egipto. En el periodo que nos ocupa, la dirección de los asuntos del país permanece exclusivamente en manos del rey. Sería excesivo afirmar que el clero de Amón constituye un Estado dentro del Estado. Pero no se puede negar que algunos sacerdotes se sienten atraídos por el poder temporal y que la preeminencia de su señor Amón, reconocido como dios del Imperio, les concede un estatuto privilegiado. LA

MADRE

DE

AKENATON,

TIYI,

REINA

DE

EGIPTO

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No obstante, el matrimonio de Amenofis III y Tiyi constituye un acontecimiento insólito, por lo menos a nuestros ojos. El gran rey, en lugar de elegir por esposa a una mujer de sangre real, eleva a la dignidad de reina a una joven que, sin ser de rango despreciable, no pertenece a su entorno próximo. Se pensó que el matrimonio era una especie de desafío lanzado al gran sacerdote de Amón, un escándalo con respecto a las reglas habituales. Tal opinión deriva de una visión romántica de Egipto, una visión que carece de todo valor. El faraón no tiene la menor obligación de rendir cuentas a ningún clero. Simplemente, da la impresión de que, al casarse con una mujer de origen modesto, Amenofis III deroga la costumbre que preconiza al rey la unión con una mujer de sangre real. Proclamada «Gran heredera, Hija real, Hermana real, Esposa real», Tiyi es reconocida como reina, con todos los poderes y todos los deberes que confiere este cargo a la cabeza del Estado y al lado del faraón. Personalidad sobresaliente de la historia egipcia, Tiyi no es una reina sin relieve, que se mantenga discretamente a la sombra de su omnipotente marido. Desde el principio de su «reinado», se afirma como una mujer de gobierno, que participa en las grandes decisiones políticas y, en ciertos casos, incluso las provoca. Tiyi toma parte en todas las ceremonias oficiales, en todas las fiestas, y acompaña a su marido en sus viajes a través del país. Detalle sorprendente, aparece siempre al lado del rey en las manifestaciones públicas en que la corte de Egipto exhibe su esplendor. Cierto que Egipto no fue nunca misógino ni relegó exclusivamente a la mujer a las actividades domésticas. Las mujeres egipcias accedían a las más altas funciones, y su condición social era con frecuencia muy notable. Hubo un linaje de damas muy grandes, que representaron un papel decisivo en el gobierno del país.

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Tiyi pertenece a este linaje. Es la compañera de Amenofis III y trata los asuntos de Estado con una eficacia que nadie pone en duda. El poder de la reina se manifiesta de la manera más patente cuando se hace construir un templo en el Sudán. Desempeñando el papel de una «maestra de obras», ensalza el ejercicio de realeza mediante la construcción tradicional del templo. Poseemos una prueba excepcional de la influencia de la reina y de su competencia. El rey Dusratta de Mitanni envía una carta a Amenofis IV, el nuevo soberano, donde se lee esta asombrosa declaración: Todas las palabras que he intercambiado con tu padre, las conoce tu madre, Tiyi. Nadie más que ella las conoce, y las podrás conocer por ella... Desde el comienzo de mi realeza y durante todo el tiempo en que Amenofis III, tu padre, continuó escribiendo, escribió sin cesar a propósito de la paz. No había ninguna otra cosa sobre la cual me escribiese sin cesar. Tiyi...conoce todas las palabras de tu padre, que me escribía constantemente. Es a Tiyi, tu madre, a quien debes 192


interrogar sobre todo lo que se refiere al tema (Cartas Amarna EA 28 y 29). Imposible indicar más claramente que la reina Tiyi estaba informada de los «expedientes» más importantes y que, en ciertos casos, era la única en soportar tan pesada carga. Tiyi compartió con su hijo los secretos de que era depositaria. Fue ella, por lo tanto, quien expuso al faraón la situación interna de Egipto y el estado de las relaciones internacionales, de acuerdo con sus puntos de vista. Cierto que Akenatón no ignoraba todo eso y que se había forjado ya sus opiniones propias, pero su madre le aportó «complementos de información» de un valor inestimable. La reina Tiyi contribuye de manera decisiva a la formación del pensamiento político de Akenatón. Tiyi tiene ideas precisas sobre el porvenir de su país. Ante todo, no desea que Egipto se encierre en sí mismo. Las «Dos Tierras» son ricas, su civilización más exuberante que nunca. Los dioses colman de beneficios al pueblo que les venera. Pero la reina no se contenta con esa felicidad, cuyas bases le parecen a veces frágiles. Impulsada por su afición a los vastos horizontes, actúa en el sentido de una expansión a la vez económica y religiosa. Abre Egipto a las influencias exteriores y procura crear un Estado cosmopolita, donde los pueblos aprendan a conocerse sin confundirse. Gracias especialmente a los intercambios comerciales, es posible ofrecer a los distintos países puntos de comparación y modos de comprensión, mientras que Egipto continuará siendo el centro y el foco luminoso del mundo. En el aspecto religioso, Tiyi hizo evolucionar de modo extraordinario las ideas de su tiempo.

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¿Se contentó el hermano de la reina Anen Sumo Sacerdote de Heliópolis, con disfrutar de las prerrogativas de un gran dignatario o se convirtió en uno de los defensores de la antigua religión solar, a la que se ve reaparecer poco a poco durante el reinado de Amenofis III? Tiyi compartía esta concepción de lo sagrado, en que la divinidad se expresaba de la manera más directa bajo la forma del sol. Favoreció al clero de la antigua ciudad santa de Heliópolis, Este reequilibrio sutil y modesto se desarrolló sin ningún conflicto. Durante una ceremonia, en el momento de montar en una barca llamada Esplendor de Atón, la reina Tiyi proclamó ante los miembros de la corte su inclinación a la mística solar. El dios Atón recibió así oficialmente la confirmación de la adhesión de la pareja real. Con Tiyi, no existe todavía una «religión atoniana». Sólo una tendencia a promover una corriente muy antigua de ideas, que, por lo demás, comparte con su marido, Amenofis III. El futuro Akenatón no pudo ser indiferente al clima religioso de la corte real. La fuerte personalidad de sus padres representó un papel determinante en la evolución de la suya propia, sobre todo a partir del momento en que se produjo el acontecimiento que decidiría su destino: la muerte de su hermano mayor. Amenofis III y Tiyi juzgaron a su segundo hijo capaz de acceder al trono de Egipto. Tomaría el nombre de Amenofis IV, LAS PREMISAS DEL CULTO DE ATÓN Y LA EDUCACIÓN DE UN REY El mundo de lo sagrado es la base de la civilización egipcia. Las formas de expresión adoptadas para dar cuenta del mismo son, pues, esenciales. Cada faraón, en el curso de su reinado, elige un «programa» sagrado, que insiste sobre uno u otro aspecto de lo divino. El dios Atón constituirá el centro del pensamiento de Akenatón, que descubrió su existencia durante su educación en el palacio. ¿Fue Atón una «invención» de la época de Amenofis III o se hallaba ya presente en el panteón tradicional? El dios/diosa Atum, una divinidad andrógina de los comienzos de la historia egipcia. Atum, padre de todos los dioses, es el mismo túmulo primordial, el gran “El-Ella” del doble sexo (andrógino). La raíz de su nombre (tm) significa tanto la nada como el todo. Atum es la totalidad de la existencia y de la no existencia. El dios/diosa de la vida y de la muerte. La piedra Benben que vemos en la fotografía anterior, es en la mitología egipcia , más concretamente en la Cosmogonía de Heliópolis, era la montaña primordial que surgió del Nun u océano primordial , en la que el dios creador Atum se generó a sí mismo y a la divina pareja. En los Textos de las Pirámides, línea 1587, Atum se define a sí mismo como “colina”, y se dice que se transformó en una pequeña pirámide, ubicada en el Annu, el lugar donde residía. El término Benben, cuyo significado puede ser “el radiante”, era una 194


piedra sagrada venerada en el templo solar de Heliópolis, sobre la “colina de arena”, el templo donde el dios primordial se manifestaba, en el lugar donde surgen los primeros rayos del sol naciente. El mismo culto también se celebraba en Napata y en el oasis de Siwa, donde la piedra cónica, en época tardía , fue comparada a un “ombligo” u ónfalos, la piedra sagrada u “ombligo del mundo” del santuario griego de Delfos. Vinculada siempre al dios creador y la mitología desarrollada por el clero heliopolitano, la piedra Ben Ben “fue sin duda un rayo de sol” en opinión de Gardiner. En realidad, se supone que es la sacralización del lugar por donde sale el sol o pudo ser un trozo de meteorito con propiedades radiactivas o hierro meteórico, a semejanza de la piedra negra de Pesinunte, origen del culto a la diosa Cibeles o la Piedra Negra de la Ka´aba. Existía ya, antes del reinado de Akenatón, una tendencia que consistía en equilibrar los diversos cultos egipcios y en no conceder la supremacía absoluta a los ricos sacerdotes de Tebas. Amenofis III precipitó esta revolución, sobre todo en el campo de las ideas religiosas, insistiendo en la importancia del dios Atum, el primer creador, y en la riqueza simbólica del culto solar. Un clima intelectual semejante era propicio a las mutaciones más variadas. Pero ¿por qué eligió Akenatón al dios Atón para ser, en cierto modo, el portavoz de un Egipto nuevo? Atón no es una divinidad inédita en la religión egipcia. Desde la época de Tutmés I, se le considera como una potencia creadora, que no se reduce a la forma exterior del sol. Cuando el faraón muere, su alma inmortal se eleva hacia el cielo y se une al disco solar, el Atón, para resplandecer eternamente. Poco a poco, se empieza a concebir a Atón como el cuerpo de Ra. Rejmire, «El que conoce como el sol», compara incluso a su rey, Amenofis III, con el dios Atón «en el momento en que se revela a sí mismo». Al hacerse inseparable de la persona del faraón, Atón disfruta forzosamente de una gloria cada vez más dilatada.

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Ya durante el reinado de Tutmés IV se rinde culto a Atón. En la época de Amenofis III, se conoce a un hombre que es «Intendente de la morada de Atón» y se sabe que se honra al dios incluso en el interior del recinto de Tebas. En Heliópolis y Menfis existen cleros de Atón, que reactualizan progresivamente los elementos de la antigua religión cósmica. Está claro que Akenatón tomó del antiguo fondo egipcio la arquitectura y los símbolos de su reforma religiosa. Tutmés IV y Amenofis III, respectivamente abuelo y padre de Akenatón, tuvieron con el sol divino una relación más estrecha que los faraones precedentes. Una multitud de indicios convergen en el mismo sentido: el dios Atón afirma su presencia en el pensamiento religioso ya en la época de Amenofis III. Años de formación Ra, Horus de la Región de Luz (Horajti), Chu, Atón... Otros tantos dioses solares que formaban parte del paisaje intelectual del joven príncipe, otras tantas formas metafísicas que atrajeron su atención más allá del culto oficial de Amón, dios del Imperio y amo de Karnak. Un palacio como el de Malgatta significó por sí solo una enseñanza para el adolescente. Allí descubrió lo sagrado en la naturaleza y en las representaciones creadas por los artistas. El camino hacia Dios estaba allí, ante sus ojos, en las paredes donde pintores geniales habían sabido dar vida, en aquello que tienen de eterno, a la fauna y la flora. 196


El muchacho estudió los textos sagrados de la tradición egipcia, tan rica en experiencias espirituales. Como todo futuro rey, estaba obligado a adquirir un buen conocimiento de los jeroglíficos, tras haber sido iniciado en las ciencias sagradas. Según la ley de Maat, un faraón debía ser a la vez un científico y un sabio. Un personaje fuera de lo común parece haber ejercido una gran influencia sobre la educación de Akenatón.

Se trata de Amenhotep, hijo de Hapu. Científico prodigioso, que fue divinizado después de una larga y extraordinaria carrera al servicio de Egipto, era un arquitecto genial y un administrador de gran envergadura y gozaba de toda la confianza de Amenofis III. El rey honró a su amigo de manera poco corriente, concediéndole la autorización para construir su propio templo. Jefe a la vez del ejército y de los escribas, Amenhotep, hijo de Hapu, se presentaba sobre todo como «Director de todos los trabajos del rey». A la cabeza de los maestros de obras, estaba considerado como un verdadero heraldo de la divinidad, como ser capaz de percibir y aplicar los designios del Creador. Por eso, de acuerdo con sus inmensas virtudes, alcanzó la edad sagrada de ciento diez años, que la tradición egipcia atribuía a los sabios. Amenhotep, hijo de Hapu, era el símbolo viviente del ser realizado, en el que se unían la espiritualidad más viva y la potencia de la acción creadora. ¿Qué dicha para el joven príncipe conversar con este sabio entre los sabios, que conocía tan bien el corazón de la piedra como el del hombre? Durante largas veladas, en el silencio perfumado de los jardines de palacio, el futuro rey y el maestro arquitecto hablaron de 197


lo sagrado, evocando a Hator, la vaca celeste, Anubis, el chacal que purifica el mundo, Horus, la luz de los orígenes..., todos ellos dioses que hacen referencia al único, la fuerza creadora que, a cada instante, recrea el universo y toma los mil rostros de los dioses. Amenhotep, hijo de Hapu, enseñó al hijo del rey que debía construir su vida como se edifica un templo. El futuro Akenatón se benefició también de la enseñanza de otros preceptores, puesto que la corte de Amenofis III abundaba en seres de gran valía. Nos basta como prueba uno de los más bellos textos del periodo preamarniano, el himno compuesto por los hermanos arquitectos Suti y Hor, que, por un curioso azar, llevan los nombres de los dos dioses hermanos más célebres de la mitología egipcia. Suti y Hor estaban encargados de dirigir las construcciones de Amón, desempeñando así uno de los más altos cargos del Estado. Ahora bien, su estela funeraria ofrece un texto que, en contra de lo que se podría esperar, no exalta al dios Amón tal como lo concebían los tebanos, sino a un curioso Amón solar, muy próximo al dios de Akenatón. Veamos algunos pasajes, a los que el futuro rey fue sin la menor duda muy sensible:

Himno al Sol Saludo a Amón cuando se levanta como Heru del horizonte oriental por el maestro de las obras de Amón Suti y por el maestro de las obras de Amón Hor. Ellos dicen: “Homenaje a ti que eres el perfecto Ra de cada día, que se levanta cada mañana sin tregua, y que es el Khepri cargado de trabajo. 198


Tenemos tus rayos en los ojos y no son capaces de percibirlas. El oro más puro no es comparable a tu esplendor. Escultor que se ha tallado a si mismo, tu has puesto su cuerpo, oh escultor que nunca ha sido esculpido. Tu, único en tu especie, tu que viajas a través de las alturas de la eternidad, y bajo cuya imagen están las formas de millones de seres, cada uno es su esplendor, como es el esplendor del firmamento, tus colores son más brillantes que sus colores. Cuando navegas atravesando los cielos, todos los hombres te contemplan, tu sigues (debajo de la tierra, así) oculto a sus ojos. Tu te presentas a ti mismo cada mañana como una tarea diaria. La navegación de tu barca es impecable bajo el mando de Tu Majestad. En un corto día tu devoras un espacio de millones de cientos de miles de kilómetros. Cada día es para ti, como un momento y después de viajar así te retiras. De la misma manera logras atravesar las horas de la noche. Llevas a cabo este curso sin tregua en tus esfuerzos. Todos los ojos ven por tu gracia y dejan de ver cuando se retira Su Majestad. Tu pones los seres en movimiento para salir. Tus rayos crean la mañana, abren los ojos que despiertan. Tu te acuestas en las regiones de Manu y en el mismo instante duermen como si estuvieran muertos. Homenaje a su disco Atón del día, que ha creado los seres humanos y que les ha dado la vida. Gran halcón de plumaje moteado que ha llegado el fin de levantarse por sus propios medios, apareciendo por su propia voluntad y no se reflejan en el mundo, Heru el anciano que está en el centro de Nut celeste, para quien los gestos de alegría se hacen a la salida como en la configuración. Fundador de lo que produce la tierra, Jnum, Amón de los seres humanos, que lleva con él a lo largo de los habitantes de las Dos Tierras de los más grandes a los más pequeños. La madre Beneficente del Neter y de los hombres, paciente e incansable, cuando los hace en número incalculable. El que corre, el que se ejecuta, el que realiza sus revoluciones, Khepri del nacimiento ilustre, aumentando su perfección en el vientre de Nut celestial, dando vida a las Dos Tierras de su disco de Atón, el primordial de las Dos Tierras, que ha creado a sí mismo y que vio a sí mismo mientras estaba creando a sí mismo. Maestro único que llega a los extremos de las tierras cada día, considerado por los círculos que en ellos, surgiendo como una figura que contempla desde lo alto lo que pasa durante el día. Se compone de las estaciones con los meses, establece las llamas atmósfera a su gusto, y hace que la frescura del aire a su gusto. El hace que el cuerpo humano extenderse o retraerse. 199


La tierra entera gesticula como los monos, que despiertan a su aumento cada día para saludarlo. “ El maestro de obras Suti y el maestro de obras de Hor dice:

“Yo soy maestro en su APIT y director de las obras en el santuario oficial en el que su hijo ha hecho a quien amas. El maestro de las Dos Tierras, Nebmaat-Ra, dotado de vida. Mi maestro me ha confiado la dirección de sus monumentos conociendo mi vigilancia. He sido un maestro enérgico en lo que concierne a sus monumentos, después de haber hecho las cosas de conformidad con tus deseos, porque sé que tu se te complaces en las observancias de Maat. Tu haces grande al que practica en la tierra y como he practicado me ha hecho grande. Tu me han brindado a favor de la tierra en Karnak, porque tomo parte en tu séquito, cuando te muestras en público. Yo soy un hombre justo, que tiene horror de las injusticias. No un hombre que se enorgullece de las palabras de un mentiroso. En particular, mi hermano, mi doble con quien compartir opiniones, porque salió del vientre (en el momento mismo que yo) en este día bendito. El director de las obras de Amón en Luxor, Suti-Hor, dice: “Mientras que yo soy el amo, al oeste, el es el capitán del este y viceversa. Estamos dirigiendo grandes monumentos de APIT, el sur de Tebas, la ciudad de Amón. 200


Permíeme que envejeca en tu ciudad, para actuar actuando de acuerdo a tu perfección, para estar en el lugar al oeste de la paz los corazones. Que yo pueda estar unido con los favoritos y seguir mi camino en paz. Dame un viento suave en el momento del embarque y puedo recibir las bandas de la cabeza en el día de la fiesta wag “. El disco solar se define como «aquel que crea a todos», con lo que quiere un estatuto de demiurgo. Recordemos, sin embargo, que Suti y Hor son servidores de Amón. Por lo tanto, oponer de manera radical la religión tradicional de Amón y la religión innovadora de Atón supondría un error total de perspectiva. Amenofis III y Atón Todos los indicios tienden a demostrar la existencia de un entendimiento perfecto entre Amenofis III y su hijo. Armonía psicológica y afectiva, sin duda, pero también coincidencia de puntos de vista en cuanto a la dirección de los asuntos del Estado. En cierto modo, Amenofis III pone las bases de la política que seguirá su hijo, permitiendo sobre todo que Atón y el antiguo culto solar se afirmen oficialmente con mayor vigor. Mediante pinceladas sucesivas, Amenofis III aporta modificaciones cada vez más importantes a la mentalidad religiosa de su tiempo. La luz del dios Atón empieza a manifestarse. Entre las instituciones políticas del antiguo Egipto, figura lo que se llama la «corregencia», es decir, el poder compartido, durante un tiempo más o menos largo, entre un faraón que va envejeciendo y el sucesor que ha elegido. Se conocen varios ejemplos, hasta el punto de que algunos se han preguntado, no sin motivo, si no se trataría de una regla, cuya mayor ventaja consistiría en asegurar la formación «sobre el terreno» del futuro soberano. El rey en ejercicio le transmitiría así su experiencia. Cuando Amenofis IV, el futuro Akenatón, es coronado ritualmente, ¿Amenofis III, su padre, acaba de morir o sigue vivo todavía? Dicho de otro modo, ¿hubo una corregencia entre Amenofis III y su hijo? La cuestión ha suscitado debates interminables entre los egiptólogos. ¿No hubo corregencia? ¿Hubo dos años, seis, ocho o doce de corregencia? ¿Amenofis III permanecía en Tebas, mientras que Akenatón reinaba en su nueva capital? ¿Residían los dos reyes juntos en Aketatón? Estas preguntas permanecen sin una respuesta definitiva. DEL AÑO 1 AL AÑO 3: ATÓN SE INSTALA EN KARNAK El año 1 del reinado de Akenatón comienza, lógicamente, con su coronación ritual. Esta última, hecho fuera de lo común, no tiene lugar en el templo de Karnak, sino en Hermonthis, en la región tebana, una elección que, claro está, no se debe a la casualidad. Hermonthis es «la Heliópolis del sur», la ciudad correspondiente, en el sur, a la gran 201


ciudad solar del norte. Se trata, pues, del primer homenaje rendido al antiguo culto solar y a su clero.

Es probable que quien dirigió la ceremonia de coronación no fuese otro que Aanen, el hermano de Tiyi, que desempeñaba cargos religiosos tanto en Karnak como en Hermonthis. Así se afirmaba el lazo entre los diversos cultos. Los faraones que prepararon la vía para el «atonismo» tendieron cada vez más a apoyarse en el clero de Heliópolis, a fin de frenar las ambiciones tebanas. Las relaciones políticas y religiosas entre Akenatón y Heliópolis fueron privilegiadas. Dado que desconfiaba de los tebanos, el rey tenía necesidad de una corporación religiosa ejemplar. Por su parte, los heliopolitanos estaban probablemente muy interesados por el ideal solar del rey, cercano al culto al que se consagraban. ¿Estos datos precisos permiten afirmar que la religión de Atón se concibió en Heliópolis, el On de la Biblia, donde «Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios»? El estado actual de la documentación no permite dar una respuesta definitiva, pero es seguro que el pensamiento de Heliópolis influyó en Akenatón de manera determinante. Al menos en parte, el culto de Atón se presenta como una «reactualización» de las antiguas prácticas religiosas de Heliópolis. El disco solar, encarnación del dios Atón, es figuración de la vida en su función de luz. Sus rayos terminan en manos que sostienen el signo ankh, «vida», una simbología que insiste sobre el acto esencial del don y de la ofrenda. Así se prolongaba la filosofía tradicional de Heliópolis, que definía a Atum, el creador, como «Aquel que es y Aquel que no es» y que trae a la existencia lo que debe ser creado. No se da ninguna ruptura entre Heliópolis y Al-Amarna. Los principios básicos de la civilización egipcia no han variado. Akenatón no se contenta con elegir la Heliópolis del sur como teatro de su coronación. Adopta un título absolutamente inhabitual, 202


definiéndose como «Primer profeta de Ra-Horajti, que se regocija en la región de luz en su nombre de Chu que es Atón».

Ra-Horajti contribuye a la creación permanente de la vida: Chu es la luz solar vivificante; Atón aparece por primera vez como un concepto sintético que engloba todas estas nociones. Atón, divinidad luminosa, vibra y se regocija en la «región de luz», es decir, el universo entero, en el que se inscribe Egipto. El nombre de esta potencia creadora aparece grabado en un doble cartucho, con objeto de manifestar su realeza celeste y terrestre, su reinado efectivo sobre levante y poniente, sobre la aparición de la vida y su desaparición momentánea en las tinieblas. Amenofis IV no combate al dios Amón. No entabla ninguna lucha religiosa contra los sacerdotes de Amón. Se limita a convertir Karnak en el templo de Atón. El acto es «revolucionario» en la medida en que parece cambiar al «propietario» divino de un templo. En realidad, no se expulsa a Amón de su morada. Continúa siendo su dueño, aunque una nueva forma divina ocupe, al comienzo del reinado de Amenofis IV, el primer plano de la escena religiosa. Como se ve, no se trataba de implantar una modesta capilla en honor del dios Atón, sino de organizar un nuevo culto en el interior de la inmensa Karnak.

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En esos nuevos templos, aparece representado por primera vez el disco solar cuyos rayos terminan en manos. Además, el nombre del dios Atón está situado en un cartucho, es decir, el óvalo que, en las inscripciones jeroglíficos, rodea al nombre de los faraones. Se considera, por consiguiente, a Atón como un rey-dios, identificándole con el propio faraón. Señor del cielo y de la tierra, Atón tiene como símbolo un disco solar, en torno al cual se enrosca una serpiente. Del cuello del reptil cuelga la famosa «llave de vida». En Egipto, la serpiente no evoca el mal, sino que está vinculada a la idea de las incesantes metamorfosis de la vida. Los talatates, los pequeños bloques que formaban esos monumentos, nos han permitido conocer las escenas escogidas por Akenatón para ilustrar su reinado.

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Pero hay algo más sorprendente todavía, las estatuas colosales del faraón, de cinco metros de alto, que muestran una asombrosa deformación del rostro y de ciertas partes del cuerpo. Las facciones han sido alargadas y agrandadas. Tienen los ojos rasgados, las orejas enormes y con los lóbulos agujereados, la nariz muy larga, la barbilla y los labios gruesos. Esos colosos estaban adosados a los pilares de uno de los templos de Atón, en Karnak. Amenofis IV, que lleva en las muñecas y los bíceps brazaletes adornados con cartuchos conteniendo los nombres de la divinidad, sostiene en la mano derecha el flagellum y, en la izquierda, el cetro heka. Y aunque esos atributos, lo mismo que la doble corona, son absolutamente tradicionales, el cuerpo del rey presenta particularidades insólitas: senos, caderas y pelvis femeninos. Algunas de esas estatuas muestran al soberano desnudo y sin sexo. Como Osiris, Amenofis IV, que está en la postura del rey muerto y divinizado, ha perdido su sexo, que debe ser recuperado por Isis, encarnada en la reina. Nefertiti actúa teológicamente a semejanza de Isis a fin de recrear el poder genésico del rey. A eso se debe el que la divinidad sólo pueda encarnarse, en su totalidad, en una pareja. ¿Acaso el rey asexuado no es el símbolo perfecto de esta unicidad divina? A la vez hombre y mujer, representa el principio único antes de la separación de los sexos. Según Yoyotte, los extraños colosos son la expresión de un simbolismo extremo, que muestra al rey a semejanza de Atón, es decir, como «padre y madre» de la creación. No es al individuo Amenofis IV al que exponen a la mirada, sino a un rey-dios. Creer que los colosos son retratos fieles del monarca sería, en mi opinión, un error. El rey ha pedido a los escultores que creen una estética particular, correspondiente a la nueva formulación de Atón, que ha convertido en el corazón de su reinado. 205


Existen probablemente dos retratos de Amenofis IV, uno conservado en el Louvre y procedente del taller del escultor Tutmosis, en AlAmarna;

el otro conservado en el Museo de El Cairo. El primero, de sesenta y cuatro centĂ­metros de altura, forma parte de un grupo construido en esteatita, mostrando el rostro magnĂ­fico de un rey plenamente sereno.

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El segundo, esculpido en roca calcárea, representa al monarca tocado con la corona azul. La representación, admirable, es de un clasicismo perfecto. La expresión de recogimiento se refleja con una intensidad poco común.

A esas dos obras se les puede añadir sin duda una máscara de yeso, procedente igualmente del taller de Tutmosis. A excepción de los labios, muy gruesos, ambos retratos no tienen nada en común con los rostros deformados de los colosos de Karnak, o de cualquiera de las otras muchas representaciones

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Estos últimos tenían por objeto dar cuenta de una nueva formulación teológica. Puesto que Atón recibía por primera vez el homenaje de un culto real, debía también disfrutar de formas artísticas inéditas. La postura del rey es coherente: un nuevo dios instalado en Karnak, templos nuevos para acogerle, nuevas representaciones esculpidas para dar cuenta de una nueva teología. El conjunto hallaba su modelo en las muy antiguas tradiciones de Heliópolis, al tiempo que las reformulaba. Así se dieron los primeros pasos de la «aventura atoniana» EL AÑO 4 Y EL AÑO 5: LA FIESTA DE REGENERACIÓN DEL REY Y EL REINADO DE NEFERTITI El culto de Atón está ya muy desarrollado en este cuarto año de reinado: templos nuevos, miles de personas a su servicio, altares copiosamente cubiertos de ofrendas de alimentos. Las ciudades de Egipto reconocen la supremacía de Atón y le envían metales preciosos, ropas, telas, aceites, vino, carnes, etc. Los templos pagan una especie de impuesto sagrado para que el culto del dios puesto en el pináculo por el faraón quede correctamente asegurado en el interior del recinto sagrado de Karnak. Estas aportaciones en materiales diversos y en alimentos están lejos de ser despreciables. Por consiguiente, todas las divinidades rinden oficialmente homenaje a Atón. El proceso se ajusta totalmente a la tradición y no se observa en parte alguna la menor huella de rebeldía. El clero de Amón, como todos los demás, cumple sus deberes habituales. El poder real se ejerce plenamente. Sin embargo, hay una innovación importante: Atón, que tiene su liturgia propia en Karnak, no se encarna en una estatua que tenga forma particular, a diferencia de otras divinidades, como Anubis, Hator o Ptah. En el año 4, Amenofis IV toma una decisión sorprendente: celebrar su primera fiesta del Sed, dicho de otro modo, el ritual mágico de regeneración de la potencia real.

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Amenofis IV es un hombre joven y no ha reinado más que cuatro años. ¿Padece ya una fatiga física o psíquica que le fuerza a celebrar este ritual excepcional? Resulta difícil creerlo. Me inclino más bien a pensar que el faraón, que ha concebido ya las próximas etapas de su reforma religiosa, necesita un «suplemento» de poder mágico, un incremento de su dinamismo creador. La obra que se ha prometido cumplir exige esta «Carga» metafísica, que la totalidad de los dioses y las diosas ofrecen al alma del rey. El panteón, en su conjunto, es invitado a dirigirse a Tebas. Se puede admitir que la regeneración del rey y el aumento de su poder fecundador se realizaron en este lugar, situado bajo la soberanía de Atón, definido como el dios viviente, el gran dios, aquel a quien pertenece la fiesta del sed, el señor del cielo y de la tierra. A la cabeza del Estado se encuentra el faraón, como responsable de toda la pirámide social y política del país. Su autoridad descansa en la consideración oficial de su divinidad. Según los egipcios, el país estuvo gobernado primero por los dioses, siendo la primera dinastía de nueve dioses y la segunda de otros nueve. La tercera es la de los semidioses, tras la cual vienen las dinastías humanas. La divinidad oficial del faraón era adquirida en la ceremonia de coronación, y se renovaba en la fiesta del jubileo o heb sed, que recibe su nombre por el dios chacal llamado Sed. El propósito de la misma era renovar la energía del faraón. La tradición dictaba que se celebrase al trigésimo año de reinado, y después de eso nuevamente cada tres años; pero como las expectativas de vida no hacían probable que se pudiera alcanzar esa fecha, muchos la adelantaban para poder vivir el momento. Además, se cree que también podía celebrarse el jubileo ante una grave enfermedad del faraón o alguna catástrofe que amenazara al reino. Los faraones que cumplían con el plazo de treinta años, pero no vivían para alcanzarlo, se conformaban con la promesa de “millones de jubileos” en la otra vida.

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El festival duraba unos cinco días. Estaba ideado para sustituir a un ritual más antiguo en el que el rey era sacrificado cuando sus súbditos veían que estaba en decadencia, a consecuencia de lo cual era incapaz de mantener el equilibrio de las fuerzas creadoras. En esa época remota era sustituido por otro rey joven en pleno disfrute de sus fuerzas vitales. Con el tiempo y la evolución de las costumbres, el sacrificio se sustituyó por una ceremonia mágica de igual valor en la que se enterraba una estatua personificando al rey. La fiesta de heb sed incluía complicados rituales. Había ofrendas a Sechat-Hor, que había alimentado a Horus (o al faraón) con su leche sagrada, y procesiones de sacerdotes en las que el faraón tomaba parte en presencia de la esposa real y de los hijos. Cubierto con el manto de Osiris, recorría con su séquito las capillas para obtener el consentimiento de los dioses y poder así renovar su soberanía. El rey levantaba un pilar djed ayudándose de cuerdas, un símbolo fálico que representaba la fuerza, la potencia y la duración del gobierno del faraón.

Uno de sus cometidos durante la ceremonia era realizar una carrera, vestido con una falda corta y una cola de animal a la espalda. Así recorría la distancia entre dos marcas, un modo simbólico de delimitar su territorio al tiempo que demostraba que aún estaba en forma para gobernar el reino. Después de eso recibía de los sacerdotes la corona blanca del Alto Egipto y la roja del Bajo Egipto, y se sentaba en ambos tronos. Más tarde el faraón disparaba cuatro flechas hacia los cuatro puntos cardinales, para dar muerte a las fuerzas del mal y extender a 210


todo el país la fuerza vital o ka que le habían comunicado los dioses. Al concluir la larga serie de rituales, se celebraba un banquete.

Con frecuencia se fundaba un nuevo templo con ocasión de esta fiesta, o bien se destinaba a tal efecto un patio en el recinto de un santuario ya existente, con el trono a un lado y espacio para que la gente contemplara la ceremonia. Eran muchos los invitados a presenciar el festival: miembros de la administración, gobernadores de las distintas provincias y príncipes y embajadores extranjeros. También se construía un edificio donde el rey se cambiaba de ropa para los diversos rituales. Dicha fiesta es una confirmación teológica de la coronación. Afirma la omnipotencia del faraón. El poder de todas las divinidades se concentra en su persona simbólica. Además, el ritual subraya la realidad sagrada y la importancia de la pareja real. Los talatates encontrados en el noveno pilono demuestran que Nefertiti y Akenatón representaron los papeles centrales en esta fiesta, cuyos orígenes se remontan a la primera Dinastía. Akenatón encarnó a Ra, Nefertiti a Hator. En el momento de la unión de Ra y Hator, el sol divino vive una comunión celeste con la diosa del universo, encargada de revelar y embellecer la creación. En las paredes de este templo de Atón, había varias representaciones del rey y la reina intercambiando muestras de afecto. Así se ponía de relieve la idea del matrimonio, del amor inalterable que unía al rey y 211


la reina. En efecto, la vida divina se transmite a la humanidad entera a través de la pareja real. Aunque la simbología no es nueva, su figuración traduce la inclinación de los soberanos hacia expresiones más realistas que en el pasado. Por ejemplo, en uno de los bloques se ve el lecho conyugal recibiendo los rayos del sol divino. A un lado, Amenofis IV y Nefertiti abrazados. El acto carnal, evocado con la nobleza habitual en el arte egipcio, reviste aquí un carácter sagrado, puesto que va a ser realizado por la pareja real, elevada a la altura de una entidad divina. Por lo demás, es el lecho vacío lo que aparece iluminado, no el aspecto humano. Gracias a la fiesta del sed, la pareja reinante adquiere una nueva potencia. «Equipada» con la magia divina, en el máximo de su eficacia, está preparada para desarrollar su acción. ¿Nefertiti, reina faraón? Nefertiti fue mucho más que una esposa y que una madre. Numerosos indicios dejan suponer que la reina fue, después de su marido, la principal «cabeza pensadora» de la reforma religiosa y que participó de la manera más activa en el establecimiento del culto de Atón. Como Hatshepsut y Tiyi, Nefertiti pertenece a la estirpe de reinas excepcionales que imprimieron una huella profunda en su época. Influyendo sobre el curso de los acontecimientos, participando de manera constante en el ejercicio del poder, desempeñaron su «oficio» de reinas con una energía sorprendente. El compromiso religioso de Nefertiti no deja lugar a dudas. No permanece indiferente a la reforma decidida por su esposo. Incluso es posible que fuese su instigadora. Hasta su muerte, se la verá presente, al lado del rey, en todas las ceremonias oficiales en honor de Atón.

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Gran sacerdotisa del culto, cumplió cotidianamente con sus deberes religiosos. Los textos y numerosas escenas figuradas subrayan la comunión espiritual que unía al rey y la reina. ¿Simple fraseología cortesana o testimonio de un amor profundo? La ritualización no excluye lo cotidiano. El matrimonio de Nefertiti y el príncipe Amenofis se decidió sin duda en el nivel más alto del Estado. Por lo demás, parece tan poco convencional como el de Amenofis III y Tiyi, puesto que el futuro rey hubiera debido unirse a Sit-Amón, la princesa heredera. ¿Hay que pensar en un matrimonio de amor desde el principio? No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que nació entre los dos seres un sentimiento profundo. Los artesanos de Al- Amarna expresan magníficamente la felicidad de la pareja real, que basaba su alegría de vivir en un ideal sagrado. Su amor resulta indisociable del culto del sol divino y del conocimiento de su irradiación. Pero ¿quién era esta Nefertiti, destinada a convertirse en la soberana del reino de Egipto? Su nombre, que significa «La bella ha venido», ha hecho creer durante mucho tiempo en su origen extranjero. Nefertiti. Se trata de un nombre egipcio bastante clásico, y la prueba de la identificación Taduhepa-Nefertiti demuestra más bien lo contrario. Según los análisis más completos, «La bella ha venido» fue, pues, una egipcia de pura cepa. El nombre de Nefertiti tiene una significación teológica precisa. «La bella» no es otra que la diosa Hator, «que ha venido» de las comarcas lejanas a las que había huido. Para que el amor y la armonía reinen de nuevo en Egipto, el faraón debe realizar los ritos que harán regresar a la diosa lejana. Como subraya justamente Claude Traunecker, «La bella ha venido» es «un nombre teológico atribuido a la esposa real en el momento de la fiesta tebana del sed» a la que hicimos alusión, es decir, durante el acto esencial de la regeneración mágica del principio real. 213


El descubrimiento del busto de Nefertiti En una tarde soleada el 6 de diciembre de 1912, un trabajador egipcio en una excavación a lo largo de las orillas del Nilo se encontró con lo que puede ser el hallazgo más sorprendente en la historia de la egiptología.

Ludwig Borchardt, el arqueólogo alemán a cargo de la excavación, garabateados con entusiasmo en su diario hace un siglo: "Las herramientas fueron puestas a un lado, y las manos ahora se utilizaron ... Me tomó un tiempo considerable hasta que toda la pieza fue completamente libre de toda la suciedad y los escombros. "Lo que surgió fue un busto de piedra caliza de 3.300 años de edad, de una antigua reina, coloreado con una laca yeso. Una corona de cima plana alza por encima de una ceja finamente definida. Sus pómulos eran altos, la nariz distinguida. Una delgada, elegante cuello - algunos ahora lo describen "cisne" - se levantó de la base del busto. "Celebramos la pieza más animada de arte egipcio en nuestras manos", escribió Borchardt. El egiptólogo francés Pierre Montet, hablando del descubrimiento de uno de los famosos bustos de la reina, evoca dicho azar en estos términos: «Cuando se cerraron provisionalmente las excavaciones de Tell alAmarna a principios del verano de 1914, los restos descubiertos y el inventario fueron mostrados a un representante del Servicio de Antigüedades, que se esforzó por distribuirlos en dos partes equivalentes. En el lote alemán, figuraba un bloque enyesado de muy 214


escaso interés, que, al llegar a Berlín, se transformó por milagro en una cabeza de reina tocada con un alto birrete. En un estado perfecto de conservación, era la obra más atractiva –no digo la más bella- que salió jamás del suelo egipcio. Se trataba de Nefertiti la esposa de Akenatón... » Borchardt se dio cuenta en seguida de que con ojo o sin él la escultura, que identificó inmediatamente con Nefertiti, pese a que la pieza no presenta ninguna inscripción, era la caraba. Lo que siguió fue una operación de escamoteo en toda regla. Lo acostumbrado era que las misiones de excavación enseñaran sus hallazgos a las autoridades arqueológicas de Egipto, en esos momentos francesas, que decidían que piezas se quedaban y cuáles podían retener los foráneos. Cómo se lo hizo Borchardt para que el funcionario de turno le dejara el busto no está claro pero desde luego fue algo turbio: los egipcios tienen todo el derecho al denunciar que les privaron torticeramente de una obra esencial de su patrimonio. Nefertiti fue a parar a Alemania. Da buena prueba de la mala conciencia de Borchardt el que el busto no se exhibiera hasta muchos años después (1924). La escultura provocó sensación en Alemania y en Egipto ni te digo. Desde el primer momento fue reclamada como la hija perdida del Nilo. Los alemanes no estaban dispuestos a soltar su presa.

Todo el mundo conoce ese rostro admirable, cuya finura se alía con la serenidad. Gracias a él, la vida de una gran reina de Egipto ha conquistado realmente la eternidad. Lo que nos parece una obra maestra no es, de hecho, más que un modelo de escultor, un trabajo inacabado. No se incrustó más que un ojo. Este tipo de trabajo servía 215


al maestro escultor para perfilar el esbozo, antes de ejecutar la obra definitiva. La cabeza conservada en el Museo de El Cairo, no menos bella, fue descubierta por el inglés Pendlebury durante la campaña de excavaciones de 1932-1933 en Al-Amarna.

Ninguna inscripción permite identificar formalmente a la reina. No obstante, la comparación con otras obras autoriza una atribución probable. La cabeza, de perfil admirable y ojos no incrustados, debía de estar situada sobre una estatua. La expresión es meditativa. Más allá incluso de una belleza que las palabras no alcanzan a describir, transmite una experiencia espiritual de una intensidad absoluta. No cabe duda de que se reproducen fielmente los rasgos de la adoradora de Atón, que vive en el corazón de la luz celeste. Cuello largo, nariz recta y fina, labios delicados, barbilla puntiaguda... Nefertiti, «La bella», era, en efecto, una mujer muy hermosa. Por lo demás, esos retratos no muestran ninguna de las famosas «deformaciones» amarnianas con que aparece a veces en ciertas representaciones. Aunque modernos estudios parecen contradecir éstas ideas: ¿fue la belleza de la soberana el producto de una motivación ideológica? Hace unos años Dietrich Wildung, a la sazón director del Museo Egipcio de Berlín, dirigió un estudio del busto de la reina en el hospital universitario de La Charité, en la capital alemana. La pieza se sometió a una tomografía axial computarizada (TAC), una técnica de imagen con escáner que, milímetro a milímetro, desveló un hallazgo que dejó sin habla a los investigadores: en el interior del famoso busto había una escultura, el rostro esculpido en piedra caliza de una mujer de 216


edad avanzada, hombros caídos, cuello flaco y profundas arrugas en torno a la boca. El artista del taller del maestro escultor Tutmosis había aplicado sobre ella una capa de yeso tras otra hasta modelar el rostro perfecto que hoy conocemos, apoyándose en un preciso sistema de cuadrícula que aseguraba la repetición exacta de la forma ideal a cualquier escala. «No cabe duda –afirma Laboury–. El rostro de Nefertiti es la proyección volumétrica de esa cuadrícula.» En la realidad no existe una persona con una simetría tan absoluta de los dos hemisferios faciales. Tras analizar todas las mediciones y los datos del TAC, el egiptólogo llega a una conclusión: «Simplemente es demasiado perfecta. Es imposible que alguien tenga cada uno de los dos ojos situados a la misma distancia exacta con respecto a la punta de la nariz». Esto sugiere, en primer lugar, que la Nefertiti de las estatuas y los bustos era el resultado de una iconización popular que se llevó a cabo mediante piezas de fabricación en cadena, objetos de culto producidos en serie para los templos de todo Egipto. Y en segundo lugar, que la belleza de la reina, al margen del aspecto que pudiera tener en realidad, pretendía ser una demostración de poder político”.

Existían, pues, distintos cánones estéticos durante el reinado y sería inexacto retener exclusivamente el más espectacular y el más inhabitual. Tomando el conjunto de los talatates conocidos, Nefertiti aparece aproximadamente el doble de veces que Amenofis IV. Un bloque procedente de las excavaciones de Hermópolis y conservado en el Museum of Fine Arts de Boston revela un detalle extraordinario. En dicho bloque figura una barca estatal perteneciente a Nefertiti, esto es, una de las grandes embarcaciones utilizadas en los ritos reales. La reina aparece coronada y se la ve golpeando con la maza a un adversario, al que aferra por los cabellos antes de abatirle. Escena muy clásica en el arte egipcio, de ordinario se halla estrictamente reservada al rey, y no se ve nunca a la reina en tal actitud, 217


específicamente guerrera. Por consiguiente, en este episodio ritual, se considera a Nefertiti como un faraón varón. Más profundamente, se la identifica con el rey, a la vez masculino y femenino, que, al abatir al «enemigo», somete las fuerzas caóticas y oscuras, a fin de que Egipto permanezca en la luz de Dios. Por lo demás, la maza simbólica blandida por el faraón se llama a veces «la iluminadora», e intenta menos destruir que purificar. La interpretación de una «faraona guerrera» es claramente insuficiente. Se trata en realidad de hacer triunfar la luz sobre las tinieblas, liberando energías positivas. J.H. Harris ha propuesto interpretar las estatuas colosales de Karnak desprovistas de sexo como una representación de Nefertiti, apoyándose para ello en su asombroso estatuto real en Kayak. Según Harris, el rey y la reina simbolizan la pareja primordial, origen de toda creación, encarnando el primero al dios Chu y la segunda a la diosa Tefnut. Se ha puesto en duda la existencia de una estatua colosal de Nefertiti, aunque la hipótesis no tiene nada de inverosímil si se admite que se la consideraba como un rey-dios.

Pero ya sea Amenofis IV o Nefertiti, ese tipo de estatua gigante y asexuada es, como hemos visto, una traducción visual de la teología de Atón, que insiste sobre el carácter primordial del dios, a la vez padre y madre de todos los seres. A la luz de estos indicios precisos, ¿hay que deducir que Nefertiti no fue una reina ordinaria y que se comportaba como un auténtico faraón, en posesión de las prerrogativas tradicionales de un rey en ejercicio? Nefertiti conduce un carro, recibe directamente los rayos 218


del sol, maneja el cetro del «poder», de la autoridad suprema, consagra las ofrendas... Pudiendo ser calificada de «divina», Nefertiti se presenta sola ante el altar de Atón. Tiene una relación teológica directa con el dios, sin necesidad de la presencia de su marido. En los «pilares de Nefertiti», la reina, que toca el sistro, es «aquella que encontró a Atón». En otras palabras, el equivalente exacto de Akenatón. EL AÑO 4: LA ELECCIÓN DEL EMPLAZAMIENTO DE LA NUEVA CAPITAL Tal era el caso de Atón. Tras haberle construido templos en Karnak, el rey juzgó oportuno ofrecerle un lugar virgen de toda influencia, que le estuviese consagrado enteramente.

Dicho lugar no ha sido designado al azar. La futura ciudad santa de Atón se alzará poco más o menos a medio camino entre Tebas y Menfis. Supondrá un polo de equilibrio entre la capital del sur, encarnación del esplendor del Imperio Nuevo, y la del norte, símbolo de la gloria del antiguo Imperio. La nueva capital de Egipto será un tercer término, una revelación, que superará a las anteriores, englobándolas. En la orilla este, frente a la ciudad de Atón, se alzaba Hermópolis, la vieja ciudad santa del dios Thot, el señor de los jeroglíficos, o palabras de Dios. Patrono de los escribas, guardián del conocimiento, Thot es también un dios-luna, visir y escriba del sol. Situadas cada una a un lado del río, las ciudades del sol y de la luna reconstruirán la unidad del cosmos, cuya luz se expresa a través de las dos luminarias. Para los egipcios, la luna no era otra cosa que el «sol de la noche». Sol y luna son también los dos ojos del Creador, cuya mirada vuelve a crear el mundo cada mañana. La elección del faraón se basa en motivos metafísicos y simbólicos. En el año 4, Amenofis IV hace su primera visita oficial al lugar en que será construida la futura capital. Mediante esta declaración, el rey 219


vincula de manera directa su reforma a los más antiguos cultos egipcios. A partir de ahora, la veneración de un dios solar constituirá el primer valor religioso del reino. Lo cual equivale a decir que, al crear una nueva capital, Amenofis IV no lleva a cabo un acto revolucionario brutal e inesperado. Medita su elección, la anuncia, hace probablemente varios viajes al lugar y comienza a organizar los grandes trabajos. No imaginemos ni por un instante a un faraón místico, solo frente a funcionarios hostiles y un pueblo receloso. Amenofis IV es el rey. Los grandes cuerpos del Estado le obedecen. Que un rey construya una nueva capital no tiene nada de extraordinario. El acontecimiento se ha producido ya varias veces en el pasado. La creación de la ciudad de Atón, que se convierte en la cuestión más importante del reinado, exige una modificación de la política económica. Es posible que Amenofis IV pusiese fin a los trabajos permanentes de restauración de los edificios de Karnak. Arquitectos, escultores, grabadores, dibujantes tendrán que consagrar en adelante sus esfuerzos al nacimiento de una ciudad entera. Lo mismo sucederá con los equipos de obreros especializados.

Una buena parte de las rentas consagradas a Tebas pasará a la nueva capital. La corte, los servicios administrativos, los altos funcionarios, los órganos vitales del reino han de acostumbrarse a la idea de cambiar de residencia. Durante todo el quinto año del reinado, se despliega una intensa animación. Aketatón, «la región de luz de Atón», empieza a nacer. Piedra tras piedra, se alzan los templos, los palacios y las casas. Como todo faraón, Amenofis IV tiene la obligación de respetar Maat en su acción y de hacerla vivir. En caso contrario, la civilización se vería en peligro. Si Amenofis IV insiste tanto en su lazo privilegiado 220


con Maat, se debe quizá a la amplitud de la reforma que emprende. Quiere manifestar de la manera más clara que dicha reforma se inscribe en el orden de las cosas, en la Regla eterna, y que no procede del desorden. Se trata de un punto esencial a los ojos de un egipcio. Si el faraón pretende escapar a Maat, si genera el desorden, está abocado a un fracaso seguro. La construcción de la ciudad del sol tiene que colocarse bajo la protección de Maat, como tiene que colocarse el rey. Todo está, por lo tanto, preparado para el nuevo acontecimiento. El rey se halla dispuesto a realizar el acto decisivo que le introducirá de manera irreversible en la vía que ha decidido seguir. El día decimonoveno del tercer mes de la estación peret, el nombre de Amenofis IV aparecerá por última vez sobre un monumento. EL AÑO 6: EL ADVENIMIENTO DE AKENATÓN Y LA CREACIÓN DE LA CIUDAD DEL SOL Hasta el sexto año de su reinado, el sucesor de Amenofis III se llama Amenofis IV, transcripción griega del nombre egipcio «Amónhotep», es decir «Amón está satisfecho» o, más exactamente, «El principio oculto está en plenitud». A través de este nombre, la estirpe de los Amenofis rendía un homenaje directo al dios del Imperio y al señor de Karnak. En el año 6, Amenofis IV toma una decisión que se ha calificado de revolucionaria: cambia de nombre. Abandona el de Amenofis para convertirse en Akenatón.

No se trata de un nuevo reinado, sino de un ser nuevo que nace de manera mágica. Akenatón y Amenofis IV son el mismo faraón, puesto que los años del reinado continúan siendo enumerados sin volver al año 1. Akenatón no suprime a Amenofis IV. Deja que subsistan representaciones de sí mismo en que aparece portando su antiguo 221


nombre. Lo que quiere, en realidad, es adoptar un nombre de reinado que concuerde con su reforma religiosa. Al nuevo nombre del rey corresponde un nuevo eje de gobierno sagrado. Para un antiguo egipcio, el nombre es una parte inmortal del ser. Sigue viviendo tras la desaparición física de quien lo lleva. Contiene una energía espiritual que debe ser preservada, de modo que, al recorrer los «bellos caminos del otro mundo», el resucitado conserve su identidad. Al convertirse en Akenatón, el rey proclama su adhesión al dios Atón e indica que será el señor de su reinado. Sin embargo, el faraón no renuncia a los títulos tradicionales de los soberanos de Egipto, que comprenden cinco nombres simbólicos. Conocemos esta situación completa de Akenatón por los textos de las estelas fronterizas: Horus viviente: toro amado de Atón... Las dos soberanas: grande de realeza en Akenatón. Horus de oro, aquel que exalta el nombre de Atón. El rey del Alto y del Bajo Egipto: el que vive de Maat, el dueño de las Dos Tierras, Neferkeperuré, el único de Ra. El hijo de Ra: el que vive de Maat, el dueño de las coronas, Akenatón de gran duración de vida, a quien se le da la vida eternamente. Se observará que están presentes dos divinidades, además de Atón: Horus, el dios con cabeza de halcón, encarnación simbólica de la realeza desde la primera dinastía, y Ra, del que Akenatón se proclama «el único», dicho de otro modo, el solo ser capaz de transmitir la luz divina, gracias a su función de faraón. ¿Qué significa el nuevo nombre, Akenatón? El egiptólogo inglés Cyril Aldred parece haber llegado a la verdad al traducir Akenatón por «El espíritu eficaz de Atón», es decir, el canal consciente por el que circula la luz de Atón. Al principio del nombre de Akenatón, hay la palabra akh, que ocupa un lugar privilegiado en la lengua y el pensamiento egipcios. Implica la idea de una realización del ser en la luz. El iniciado que ha franqueado las temibles pruebas del mundo de los muertos se transforma en un ser de luz, cuyo resplandor será benéfico para aquellos que sigan el mismo camino. Por lo tanto, el rey Akenatón, gracias a su nombre, es aquel que hace resplandecer al dios Atón. Además, akh se refiere también a una noción de «utilidad». La filosofía religiosa del antiguo Egipto no separaba la noción de «luz espiritual» y la de «eficacia» o «utilidad». Una espiritualidad desencarnada no es más que ilusión. Una espiritualidad radiante es forzosamente «útil» y «eficaz», ya que da la vida y nutre a los seres con lo esencial. Continuidad y no negación. Así se presenta la acción del rey al cambiar de nombre. A la mutación del nombre corresponde, en realidad, otra acción: la fundación religiosa de la ciudad de la luz, Aketatón. 222


Cambio de ser del faraón, cambio de capital para Egipto. Las dos formas de realidad son equivalentes, construcciones sagradas de la misma naturaleza. El nacimiento de la ciudad del sol requería una evolución en el ser del rey. Y este último era indispensable para que la ciudad de Atón viese el día. Los textos nos dan la fecha precisa de la fundación teológica de Aketatón, la ciudad de Atón: el día decimotercero del cuarto mes del invierno del año 6 del reinado. «Atón -está escrito- conoce a cada dios y a cada diosa.» Conoce también sus lugares sagrados respectivos. Por eso el rey, su intérprete, tenía que descubrir el territorio que no pertenecía a ningún dios ni a ninguna diosa, un espacio reservado exclusivamente a Atón y en el cual se expresaría en toda su gloria. La ciudad de Atón nace en un suelo virgen de influencias pasadas y se afirma como una creación total. La ceremonia de fundación debe ser Inolvidable. Ha sido preparada cuidadosamente por los ritualistas. Conocemos sus momentos principales por los textos de las estelas fronterizas. El rey apareció sobre un gran carro de electro semejante a Atón cuando brilla sobre su región de luz y llena la tierra con su amor Por una buena ruta, ya trazada, se dirige al corazón de la nueva capital en construcción. Allí, ofrece un sacrificio a Atón: La tierra resplandecía de júbilo y todos los corazones se regocijaban viendo al rey hacer una gran ofrenda a su padre, ofrenda de cerveza, de pan, de ganado con cuernos largos y cortos, de caza, de vino, de frutas, de incienso, de libaciones, de hortalizas. A continuación, Akenatón se dirige a la corte, reunida para la ceremonia, y a los miembros de su gobierno. Están presentes los «grandes de palacio», lo mismo que los oficiales superiores del ejército y los escribas de alto rango. Todos se prosternan y besan la tierra en presencia del rey. Akenatón afirma que ha construido un 223


monumento para su padre Atón allí donde ha oído la voz.

Fue Atón, quien le reveló que aquel lugar sería para siempre «la región de luz del disco solar». ¿Por qué Akenatón se fuerza a sí mismo, mediante este compromiso pronunciado con tanta firmeza, a no extender Akenatón más allá de unos límites muy precisos? La tesis según la cual se trataba de la expresión de un acuerdo concluido con los sacerdotes de Amón, limitando así las ambiciones del rey, no tiene ningún valor. El clero tebano carecía de medios para oponerse a la voluntad del rey. No formaba en modo alguno una «oposición» capaz de obstaculizar en ningún sentido la actividad de las construcciones reales. En realidad, Akenatón ponía coto en el tiempo y el espacio a su propia experiencia. En mi opinión, sólo adoptando esta perspectiva puede descifrarse el reinado de la pareja real. Nefertiti y Akenatón querían que Aketatón fuese la capital durante un solo reinado, un «episodio» de la civilización egipcia. En efecto, cada reinado correspondía a la realización de una idea simbólica, de un programa teológico. A Nefertiti y Akenatón les correspondió la tarea específica de hacer resplandecer el poderío divino concebido como «Atón», a partir de una sede terrestre original y de acuerdo con formas artísticas adaptadas. Traslado de la corte real Durante este sexto año de reinado, la corte abandona Tebas para dirigirse a Amarna.

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La ciudad de Atón fue construida muy rápidamente, ya que se hallaba habitada cuatro años después de la inauguración de las obras. Había que hacer surgir del desierto una ciudad agradable a Dios y al hombre, desarrollar un plan de irrigación, plantar árboles, crear jardines. Más preocupados por la velocidad que por la perfección, los artesanos no «remataron» la obra como tenían por costumbre. Los artesanos de Tebas que vinieron a instalarse a Aketatón, pero tuvieron que luchar contra un enemigo poderoso: el tiempo. Como hemos dicho, Akenatón tenía prisa. Por lo tanto, el conjunto de las paredes maestras sufrió a veces las consecuencias de la rapidez de los trabajos. Tradicionalmente, el arquitecto egipcio destina la hermosa piedra tallada a los edificios sagrados, símbolos de eternidad. La nueva capital está dominada por el adobe. En los monumentos más importantes, se utilizaron mucho pequeños bloques ensamblados de acuerdo con la técnica de construcción con ladrillo, lo que permitía ir más deprisa y utilizar una mano de obra no especializada. También los escultores se vieron obligados a abreviar el tiempo dedicado a sus creaciones. Por ello inventaron un procedimiento de fabricación de las estatuas en que se servían de varios tipos de piedra. Las partes visibles -cabeza, brazos o pies fueron trabajadas en cuarcita, mientras que se perfeccionaba la obra con incrustaciones de vidrio y cerámica. Los testimonios conservados tienden a demostrar que la ciudad de Atón era bella y acogedora, con amplias avenidas, espacios verdes y barrios muy bien concebidos. La corte encontró una capital atrayente, en la que podía latir el corazón de Egipto. LAS «MALAS PALABRAS»: ¿AKENATON CONTRA EL CLERO TEBANO? Algunos autores imaginaron que los sacerdotes de Amón habían sido asesinados o exiliados, que el templo de Karnak había sido pasto de las llamas, que Akenatón emprendió una «caza de los impuros», destinada a extirpar de Egipto el mal y el vicio, simbolizados por el clero tebano.

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Tan horribles acontecimientos pertenecen al campo de lo imaginario. No hubo ninguna acción violenta, ningún conflicto sangriento entre Akenatón y los sacerdotes situados a la cabeza del clero tebano. ¿Akenatón en lucha abierta contra el clero de Amón? Una imagen simplista y modernista, que no corresponde a la realidad egipcia. La civilización faraónica no conoce las guerras de religión por la simple razón de que ignora la palabra dogma. Ninguna institución religiosa se considera en posesión de una verdad definitiva y exclusiva, que está obligada a imponer a los demás. El faraón no es el detentador de un libro y unos dogmas sagrados. No hay nadie a quien convertir. Como receptáculo de lo divino y primer servidor de su pueblo, actúa como mediador entre el cielo y la tierra. Un conflicto entre la Iglesia y el Estado es absolutamente imposible, ya que no hay una Iglesia y un Estado, sino una teocracia, un poder sacralizado, cuyo primer deber consiste en magnificar lo divino en la forma articular adoptada durante un reinado. El faraón es un rey-sacerdote, incluso el único sacerdote de Egipto. Él y sólo él celebra la totalidad de los cultos. Su imagen, presente en las paredes de los templos, se anima mágicamente al amanecer. El ser del faraón se encarna en un sacerdote, que actúa en su nombre. Akenatón no experimentaba ninguna hostilidad personal en contra del dios Amón. Amón-Ra, «El único de las manos numerosas», se convirtió en el gran dios de Estado, que hacía salir a los dioses de su boca y a los hombres de sus ojos. «Buen pastor», Amón vela por la prosperidad del mundo, y este himno que le glorifica no se aleja mucho de los textos que celebran a Atón: Él hace crecer la hierba para los rebaños, el árbol frutal para los hombres, crea aquello de lo que viven los peces en el río, las aves en el cielo. Infunde el aliento a aquel que está en el huevo... Los humanos no son los únicos en reconocer la generosidad de Amón, puesto que los animales salvajes, e incluso los desiertos, cantan sus alabanzas. No puedo por menos que citar este magnífico párrafo del Papiro de Leyde, que evoca maravillosamente el «alcance» simbólico del dios Amón:

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Misterioso de aspecto, de apariencia deslumbradora, Dios maravilloso de múltiples formas, todos los dioses acuden a Él para que los engrandezca con su belleza, ya que Él es Dios. Él es Ra cuando se une a su cuerpo. Él es el Grande que está en Heliópolis, es Amón surgido del océano primordial. Él guía a la humanidad. Es el Señor universal, Príncipe de los seres. Único es Amón, que se oculta a los ojos de los hombres. Se sustrae a los dioses, nadie conoce su naturaleza, ningún dios conoce su verdadero aspecto. No tiene apariencia que pueda ser dibujada, es demasiado misterioso para que su gloria se revele, es demasiado vasto para ser escrutado... Todo cuanto sale de la boca de Amón, los dioses lo aceptan como si fueran órdenes... Jefe espiritual de la religión atoniana, Akenatón relegó a un segundo plano al clero de Amón, puesto al mismo nivel que las demás corporaciones de sacerdotes y obligado, por lo tanto, a rendir como ellas homenaje a Atón. La posición del rico clero de Amon dejó de ser preeminente, Y si esta modificación no presentaba ninguna dificultad en el aspecto teológico, probablemente no sucedía lo mismo en la vida cotidiana. Ciertas susceptibilidades se vieron sometidas a dura prueba, y ciertas carreras quedaron prematuramente interrumpidas. Las riquezas de Karnak no pertenecían a los sacerdotes de Amón, sino al faraón, que las empleaba a su guisa. No obstante, eran los sacerdotes quienes las administraban. Con la creación de Aketatón, la nueva capital, el circuito económico se desvía. A partir de ahora, las principales riquezas se dirigen hacia los templos de Atón, y no hacia los de Amón. El rey lesionó forzosamente intereses individuales. Y si es cierto que prestó oído a «malas palabras», lo hizo sin duda a conciencia, 227


relegando a la sombra a signatarios a los que juzgaba incapaces de cumplir sus funciones religiosas. ¿Guerra abierta entablada por Akenatón contra los sacerdotes de Tebas? De ningún modo. ¿Desconfianza del rey con respecto a algunos de ellos? Con toda seguridad.

Los poderes de los grandes sacerdotes, que dejaron de ostentar sus títulos tradicionales, tenían que disminuir fatalmente para que el poderío de Atón resplandeciese. Akenatón reina. La nueva capital ha sido fundada. A partir de ahora, el culto de Atón será el más importante de Egipto, y el rey lo situará por encima de todos los demás. EL AÑO 9: ¿ATÓN FANÁTICO? Akenatón da orden de destruir las estatuas de Amón y de martillar el nombre del dios. «Por todas partes –escribe Legrain- se proscriben o destruyen por orden real las imágenes de Amón. Pocos monumentos, tumbas, estatuas, estatuillas, incluso objetos menudos escaparon a las mutilaciones... Se llega a escalar hasta lo más alto de los obeliscos y a descender al fondo de las tumbas para destruir los nombres y las Imágenes de los dioses.»

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Tampoco se salvan los pequeños escarabajos. El signo jeroglífico que sirve para designar a «los dioses» es suprimido de las inscripciones, puesto que se halla en contradicción con la noción de un dios único. Sin embargo, la descripción de los hechos es demasiado apocalíptica. Cierto que Akenatón ordenó martillar los nombres divinos, estableciendo así un «vacío mágico» alrededor de Atón. Pero no hay que olvidar algunos detalles intrigantes. Por ejemplo, en la tumba de Ramosis, no se destruyó el primer nombre de Akenatón, esto es, Amón-Hotep. En la tumba de Kerue, el nombre de Amón fue borrado en todas partes, a excepción de los cartuchos reales de Amenofis III y Akenatón.

En una estela de Amenemhet, se suprimió el nombre de Amón, pero el de Osiris permaneció intacto, pese a ir acompañado por el de varios dioses antiguos, Isis, Horus, Geb y Nut. No obstante, dicha estela resulta muy provocativa, puesto que se define en ella a Osiris como el primero de los dioses, creador del cielo y de la tierra... Se podrían citar otros casos en que no se llevaron a cabo las supresiones de los nombres divinos. Al martillar el nombre de los dioses, Akenatón suprime su facultad de encarnación y aniquila su influencia. Atón reina como único señor.

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Se le trata de loco, de fanático, de sectario, de epiléptico, de soñador convertido en verdugo, de demente empeñado en vengarse de un clero al que odiaba. Akenatón divulgó aspectos del pensamiento egipcio hasta entonces mantenidos secretos y es cierto también que el martilleo de los nombres fue una «operación» mágica, y no una destrucción sistemática. Si Akenatón experimentó la necesidad de prestar de nuevo juramento, si el nombre de Atón tenía que imponerse de manera mágica por la supresión del resto de las divinidades (a excepción una excepción verdaderamente notable- de Ra), se debió a que la reforma religiosa tenía que ser acelerada. Lo mismo que la ciudad del sol quedó encerrada en límites espaciales que no sobrepasaría, la existencia de Akenatón lo fue en hitos temporales, en cuyo interior se desarrolló la revelación atoniana. Ninguna guerra de religión, ninguna sevicia contra aquellos que no veneraban a Atón, ninguna persecución. La decisión de Akenatón no se explica ni por razones políticas ni por causas sociológicas. Se trata de un itinerario puramente mágico, impuesto por el «programa atoniano», perfectamente acorde con el genio del reinado. Los escultores dejaron intactos en muchas regiones y muchas aldeas los nombres de las antiguas divinidades. Akenatón no era tan ingenuo para creer que les daría tiempo a recorrer todo Egipto. Sencillamente, consideraba importante intervenir en algunos puntos neurálgicos. No se dio en el país ninguna rebelión, ni religiosa ni civil. Los egipcios conservan en sus nombres el de las divinidades tradicionales y no los reemplazan por el de Atón, lo que significa que su ser espiritual permanece fiel al panteón clásico.

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En la propia ciudad del sol, existen numerosas huellas de la religión practicada durante siglos. La policía real no interviene ni toma ninguna medida contra aquellos que adoran otras divinidades que Atón. La simbología religiosa tradicional no fue ni suprimida, ni perseguida, ni abandonada. No imaginemos a una horda de fanáticos, cincel en mano, precipitándose sobre los templos y las tumbas. Sólo algunos escultores, designados por el rey, trabajaron minuciosamente, borrando el nombre de Amón. ¿EL EJERCITO SE HIZO CARGO DEL PODER? La importancia creciente de la clase militar en el Imperio Nuevo, los soldados del faraón habían obtenido victorias importantes en Asia y garantizaban la seguridad del territorio. Por ello recibieron un cierto número de favores y disfrutaban de un prestigio nuevo en la sociedad egipcia. Su ascensión social tenía que traducirse inevitablemente por ciertos conflictos entre esos «nuevos ricos» y las clases acomodadas tradicionales, formadas por los escribas y los administradores. Ciertos grandes signatarios amarnianos, como Ay y Horemheb, son soldados. Figuran entre los allegados del rey, que desdeña a la sociedad tebana para formar su propia casta de fieles. Durante mucho tiempo, se ha extendido la leyenda de un Akenatón ultrapacifista, que rechazaba incluso la idea de la guerra, 231


ensimismado en su sueño de paz eterna. La realidad es muy diferente. Como todo faraón, Akenatón era el jefe de un ejército poderoso y bien organizado. Que en Aketatón hubo soldados en un número importante es un hecho cierto. E igualmente patente resulta el hecho de que estaban a las órdenes del faraón y que se integraban perfectamente en la sociedad atoniana. Ver al rey como una especie de «jefe de banda», apoyándose sobre la soldadesca para poner de rodillas a los sacerdotes de Tebas es propio de una novela negra y no corresponde a la historia egipcia. La sociedad faraónica no conocía la lucha de clases. El rey no tenía por qué tomar partido en favor de una categoría social y en contra de otra. El ejército no tomó el poder en la ciudad del sol. La ciudad de Atón no fue un enclave rousseauniano en el territorio egipcio. Akenatón no creía en el «buen salvaje», ni se comportaba como un poeta desencarnado. Jefe del ejército y de la policía, contaba con ellos para mantener en calma su capital y asegurar el orden público. Militares y policías no forman, sin embargo, una clase dominante, capaz de imponer su voluntad al rey de Egipto. Akenatón no está más influido por los militares de Aketatón de lo que está amenazado por los sacerdotes de Amón en Karnak. Unos y otros son servidores del faraón y no manifiestan ninguna veleidad de rebelión contra él. AKETATÓN, CAPITAL DE UN REINADO «Grande por su encanto, agradable a los ojos por su belleza.» En tales términos evocaba un habitante de Aketatón la ciudad del dios Atón, verdadera «visión celeste». A finales del noveno año de reinado, la nueva capital de Egipto está construida en gran parte. El dios Atón ha recibido su «sede», en la que puede revelarse a los humanos. Akenatón ha cumplido el primer deber de un faraón: ser el maestro de obras de su reino. Ocupando una superficie de unos cien kilómetros cuadrados, se extiende por la orilla oeste. De norte a sur, tiene trece kilómetros de largo. Aunque el lugar haya sido asolado, los excavadores han logrado descifrar en el suelo el plano de los edificios, captar la distribución de los barrios y ofrecer reconstrucciones posibles. Por eso puede afirmarse que Aketatón comprendía un barrio norte y un barrio sur, cada uno con su suburbio. Entre ellos, el centro de la ciudad, donde se alzaban el palacio y el templo principal.

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Aketatón, cuya población ascendía como mínimo a los cuarenta mil habitantes, no era una aldea. «Durante su corta existencia, fue la capital del mayor imperio del mundo -escribe Pendlebury-. En ella se trataban todos los asuntos del reino. En sus calles se codeaban todas las naciones del mundo conocido, cretenses, micenios, chipriotas, babilonios, judíos y muchas otras razas. El centro de Aketatón estaba organizado en torno a la desembocadura de la arteria principal, que nacía en el palacio septentrional y terminaba en el gran palacio, el cual comprendía varios espacios abiertos, con un gigantesco patio en el centro del edificio, bordeado por estatuas colosales de Akenatón. Así se proclamaba la grandeza de la religión atoniana y de su servidor, el rey. Hemos de imaginar un edificio verdaderamente imponente, de unos doscientos setenta metros de largo, con una inmensa fachada, unido por un puente de ladrillo que cruzaba el camino a una pequeña residencia, la casa del rey, donde la pareja real se mostraba a los signatarios desde la «ventana de aparición».

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La decoración del palacio era muy cuidada: tambores de columnas de alabastro incrustados con motivos lotiformes, fustes de arenisca o de cerámica simbolizando ramilletes de cañas pintados en verde, capiteles representando hojas y flores de loto. El pavimento se ornaba con motivos naturalistas: pantanos, matas de juncias y de papiros, patos emprendiendo el vuelo. Ejecutadas a la aguada sobre un fondo de yeso o de estuco, las pinturas murales, de colores vivos, recuerdan las del palacio de Amenofis III en Malgatta. También ellas celebraban los esplendores del paisaje y la dicha de vivir bajo el sol de Atón. A lo largo de las rampas, los relieves mostraban a la pareja real haciendo ofrendas a Atón, seguida por Mery-Atón tocando el sistro, o bien un decorado de frisos de extranjeros sometidos al dios. Suntuosos jardines rodeaban esta residencia. Al norte del palacio, varios edificios administrativos albergaban las oficinas de la policía, del tesoro, del servicio de asuntos exteriores. Pero el joyel de esta parte de la ciudad era el gran templo de Atón, cuya entrada estaba señalada por dos torres de ladrillo, análogas a los pilones tradicionales. La vía de acceso conducía a la «Casa de la Alegría». Se pasaba por un vestíbulo con columnas, luego por una serie de patios descubiertos, y se alcanzaba por fin el corazón del edificio, el Gem-Atón, «Atón ha sido encontrado». Al lado de la vivienda de Akenatón existía un templo de dimensiones más modestas, la «Casa de Atón», especie de capilla, cuyo eje apuntaba hacia la entrada del uadi donde se había excavado la tumba real.

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El gran templo estaba rodeado por los talleres necesarios para la práctica del culto. Se han identificado especialmente las panaderías, que ocupaban dos largas filas de habitaciones estrechas y paralelas en el exterior del recinto. Cada habitación formaba una panadería independiente, con sus hornos circulares y sus artesas de ladrillo a lo largo de las paredes. En el barrio norte vivían los comerciantes y los pequeños funcionados. Reinaba en él una animación constante. Allí se abrían los despachos de los escribas, y tiendas donde se compraban los productos más diversos, transportados por barco y desembarcados en los muelles anejos a la capital. Pero había también un gran palacio, junto al río, la principal residencia real, bien protegida y claramente separada de la ciudad. De este lugar partía la arteria principal, que, más al sur, pasaba delante de un Palacio destinado a Mery-Atón, la primogénita. Salas de recepción, cuartos de baño, templo solar al descubierto, jardines, patios con las paredes pintadas, representaciones de paisajes y animales recreaban una visión paradisíaca de la naturaleza, «una transposición al plano arquitectónico del admirable himno al sol compuesto personalmente por el rey». Las excavaciones pusieron al descubierto una especie de parque zoológico, con espacios cerrados, comederos, etc. En resumen, todo un dispositivo dedicado al bienestar de las aves y de otras especies. El barrio sur, en el que residían los altos funcionarios y donde trabajaban ciertos escultores, se caracteriza por la presencia de un extraño edificio, el Maru-Atón. Incluye lagos poco profundos, jardines, pabellones, capillas... Así se diseña un nuevo paisaje teológico para cantar los favores de Atón. Un observatorio permitía a la reina, cuyo papel ritual aparece subrayado en este lugar, participar en el renacimiento diario del astro.

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Los palacetes más bellos estaban rodeados por un jardín y protegidos por un muro de una longitud de ochenta metros. Caballerizas, establos, graneros, formaban el medio ambiente económico. Se ha descubierto una granja de cerdos, donde se criaba a los animales, alimentados con grano, en recintos especiales. La carne salada se conservaba en jarras desinfectadas con yeso blanco. En el interior de los palacetes había una amplia sala de recepción sostenida por columnas de madera pintada, utilizada para acoger a los invitados y celebrar comidas y banquetes. Había ventanas que distribuían la luz. A su alrededor, se abrían diversas habitaciones, despachos, salones, cuartos de almacenamiento. Al fondo de la casa, las habitaciones privadas: dormitorios, duchas, servicios, salas de masaje. Si se examina el plano tipo de las casas más modestas, se comprueba que se construían sobre una base cuadrada y que comprendían una planta baja alzada, a veces precedida por un antepatio, un recibimiento, una habitación central que daba a un número más o menos importante de otras habitaciones, una cocina exterior y una escalera que permitía llegar a la terraza. A decir verdad, es casi imposible encontrar dos casos idénticos. Esos elementos clásicos se combinan de las maneras más variadas.

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El barrio de los obreros, un pueblo dentro de la ciudad, se presentaba como un conjunto de callejuelas paralelas, que se cortaban en ángulo recto. El artesano guardaba sus herramientas en la entrada de la casa. Venía después un cuarto de estar, una cocina y una o varias habitaciones. Cada familia poseía su capilla, donde se celebraban banquetes sagrados y se veneraban a dioses como Amón, Isis, Bes o Tueris. El estudio de Aketatón pone de relieve la gran coherencia de la sociedad egipcia, donde no se rompieron nunca los lazos entre la población de la ciudad y la población campesina. La ciudad, aun siendo la capital, no es un monstruo frío aislado de la naturaleza, sino una serie de pueblos unidos unos a otros. Imposible, por consiguiente, favorecer la aparición de ghettos o de un proletariado urbano, puesto que ricos y pobres viven entremezclados. El faraón y la familia real ocupan un lugar aparte. Su función exige que permanezcan aislados, en el centro de un conjunto de monumentos sagrados. AKETATÓN, CIUDAD DE ATÓN Atón está representado por un disco solar del que salen rayos que terminan en manos, algunas de las cuales ofrecen la «llave de vida». En el borde inferior del disco, un uraeus, cobra erguida que lleva en el cuello una llave de vida. La asimilación de los rayos solares con los brazos de la divinidad es una concepción simbólica muy antigua. Su representación existe ya en una estela de Gizeh que data de la época de Amenofis II. El círculo del sol es análogo al del mundo, que está regido por la ley de la serpiente, de las metamorfosis incesantes. Las manos del sol ofrecen vida y felicidad, revelan las fuerzas divinas que, 237


cotidianamente,

aseguran

la

buena

marcha

del

cosmos.

“Respiro el dulce aliento que sale de tu boca”, declara Akenatón. Veo tu belleza cada día, mi deseo es oír tu dulce voz, semejante al viento del norte, sentir mis miembros vigorizados por la vida, gracias a ti. Dame tus manos, que guardan tu espíritu para que pueda recibirlo, vivir gracias a él. Pronuncia mi nombre en la eternidad, y no perecerá jamás. (Trad. de Gardiner) El rey dirige a su dios una verdadera declaración de amor. Atón es a la vez emisor y receptor. Emisor, porque es manantial del universo; receptor, porque toma la forma del sol, que la acción del rey hace salir al amanecer. Con demasiada frecuencia, se ha confundido al dios Atón con el disco solar. En realidad, se trata sólo de su forma favorita. Aunque se expresa muchas veces a través del sol, Atón no es solamente un astro. Fuerza vital por excelencia, energía que hace crecer toda cosa, Atón adopta exclusivamente el «canal» del sol para manifestarse con el máximo de esplendor. Hay que decir que el globo solar no era para los egipcios una potencia anónima. Se trataba de un verdadero rostro de Dios, al que se dedicaban vivas alabanzas. Por lo tanto, hay que insistir en que la religión amarniana no es una adoración ingenua del astro del día. De hecho, Atón no se expresa en el disco solar, sino en el globo del ojo del sol. 238


Esta indicación abre amplias perspectivas. En efecto, el ojo del sol constituye uno de los temas capitales del pensamiento egipcio. En el ojo sagrado se encuentran la medida de todas las cosas y el secreto de todas las construcciones vivientes. Al tomar la forma del ojo del sol, Atón indica que tiene en su poder la clave de la armonía universal y que el hombre, para percibir su sabiduría, debe abrir su ojo interior. Atón es el motor del mundo y lo recrea en cada instante. Rige el destino de los seres y de las cosas. Por la mañana, los hombres contemplan el esplendor de un mundo renovado cuando Atón surge en el horizonte; al atardecer, sufren la prueba de una muerte pasajera cuando Atón desaparece en el occidente. Atón es un rey que dirige los destinos del universo. Atón es vida que da la vida. Señor del cielo y de la tierra, reside en su templo de la piedra levantada, en el interior de su ciudad, capital de Egipto. Su mensaje no se halla fijado en una doctrina. La omnipotencia de la luz no puede ser encerrada en un dogma. Habiendo creado el cielo lejano, Atón se alza en él y, desde las alturas de la región de luz, contempla su creación. Millones de vidas están presentes en él y las concede por intermedio de sus rayos. Su luz penetra en los corazones, donde se transforma en la fuerza creadora por excelencia, el amor. Conocemos la enseñanza de Atón gracias a un cierto número de textos, cuyo redactor fue muy probablemente el propio Akenatón, Dos textos merecen ser traducidos aquí en su integridad, el «pequeño himno a Atón» y el «gran himno». Su lectura resulta indispensable para conocer la religión atoniana en su misma fuente. El

«pequeño

himno»

a

Atón

239


Se ha encontrado este texto grabado en cinco tumbas de Al- Amarna. En tres ocasiones, es Akenatón quien pronuncia las palabras. En los otros dos casos, se ha autorizado a los dignatarios a expresarse en su nombre. ¡Oh, Atón viviente, señor eterno, eres espléndido cuando sales! Eres resplandeciente, perfecto, poderoso. Tu amor es grande, inmenso. Tus rayos iluminan todos los rostros, tu brillantez da vida a los corazones cuando llenas las Dos Tierras con tu amor Dios venerable que se ha formado a sí mismo, que crea cada tierra y lo que en ella se encuentra, todos los hombres, los rebaños y el ganado, todos los árboles que crecen en el suelo. Viven cuando tú apareces para ellos. Tú eres el padre y la madre de todo lo que has creado. Cuando apareces, los ojos te contemplan, tus rayos iluminan la tierra entera. Todo corazón te aclama al verte, cuando te manifiestas como su señor Cuando te pones en la región de luz en el occidente del cielo, se postran como si muriesen, con la cabeza cubierta, sus narices privadas de aire, hasta que brillas de nuevo en la región de luz en el oriente del cielo. Sus brazos adoran tu ka, nutres sus corazones con tu perfección. Se vive cuando tú resplandeces, todas las comarcas están en fiesta. Cantantes y músicos gritan de alegría en el patio de la capilla de la piedra levantada [el benben] y en todos los templos de Aketatón, el lugar de rectitud en que te regocijas. En sus centros se ofrecen los alimentos. Tu hijo venerado pronuncia tus plegarias, oh Atón viviente en sus apariciones. Todos aquellos a los que has creado saltan de alegría ante ti. Tu venerable hijo exulta, oh Atón viviente cotidianamente dichoso en el cielo. Tu descendencia es tu hijo venerado, el único de Ra [el rey]. El hijo de Ra no cesa de exaltar su perfección, Neferkeperuré, el único de Ra. Yo soy tu hijo que te sirve, que ensalza tu nombre. Tu poder y tu fuerza son firmes en mi corazón. Eres el Atón viviente cuyo símbolo perdura, tú has creado el cielo lejano para brillar en él, para observar lo que has creado. Eres el Uno en quien se encuentra un millón de vidas. Para hacerlas vivir, insuflas el aliento de vida en su nariz. Por la vista de tus rayos, todas las flores existen. Lo que vive y surge del suelo crece cuando tú brillas. Abrevados con tu vista, los rebaños triscan, las aves baten alegremente las alas en el nido. Las disponen para orar al viviente Atón, su creador. dijous, 4 de febrer de 2016 DESVELANDO A AKHENATON 2 2/3 Viene de la entrada anterior

240


El

«gran

himno»

a

Atón

Fue grabado en la tumba del confidente del rey, Ay. Para facilitar su lectura, he intercalado títulos que precisan el tema principal abordado en el pasaje. EL ACTO DE ADORACIÓN Adoración de Ra-Horajti que se regocija en la región de luz en su nombre de Chu que es Atón, eternamente viviente; el gran Atón viviente que está enfiesta de regeneración, el señor de todo lo que el disco rodea, señor del cielo, señor de la tierra, señor de la 241


morada de Atón en Aketatón; [adoración del] rey del Alto y el Bajo Egipto, que vive de Maat, el señor de las Dos Tierras, Neferkeperuré, el único de Ra, el hijo de Ra que vive de Maat, el amo de las coronas, Akenatón, de gran duración de vida, y su gran reina amada, la Dama de las Dos Tierras, Nefer-Neferu-Atón Nefertiti, que viva para siempre, en salud y en juventud: El visir, el portaabanico a la derecha del rey, Ay, dice: NACIMIENTO E IRRADIACIÓN DEL PRINCIPIO SOLAR Tú apareces en la perfección de tu belleza, en el horizonte del cielo, disco viviente, creador de Vida; sales en el horizonte de oriente, llenas cada región con tu perfección. Eres bello, grande, brillante, elevado por encima de todo el universo, tus rayos rodean las regiones hasta el límite de todo lo que creas. Tú eres el principio solar [Ra], riges los países hasta sus extremos, los sujetas para tu hijo, al que amas. LA AUSENCIA DEL PRINCIPIO SOLAR ES SEMEJANTE A LA MUERTE Te alejas, y, sin embargo, tus rayos tocan la tierra: Estás delante de nuestros ojos, y tu camino sigue siendo desconocido te pones en el horizonte occidental, el universo queda en tinieblas, como muerto. Los hombres duermen en sus habitaciones, con la cabeza envuelta; nadie reconoce a su hermano. Si les arrebatan sus bienes de debajo de la cabeza, ni siquiera se dan cuenta. Todos los leones salen de sus cubiles, todos los reptiles muerden. El mundo yace en el silencio, es la más profunda de las tinieblas, su Creador descansa en el horizonte. EL RETORNO DEL SOL ES UNA FIESTA DEL ESPIRITU, DEL CORAZÓN CUERPO. EL UNIVERSO ENTERO CONOCE LA ALEGRÍA DIVINA Tú [Atón] sales al amanecer, en el horizonte, resplandeces, disco solar, en el día, disipas las tinieblas, 242


difundes tus rayos. El doble país está en fiesta, los hombres se despiertan, se mantienen erguidos sobre sus pies. Eres tú quien les hace levantarse. Con su cuerpo que se ha vuelto puro, se visten. Sus brazos hacen gestos de adoración ante tu orto. El universo entero se pone al trabajo, cada rebaño está satisfecho de su pasto, árboles y hierbas reverdecen, las aves, volando fuera de sus nidos con las alas desplegadas, hacen los actos de adoración a tu Potencia vital Todos los animales brincan sobre sus patas, todos los que vuelan, todos los que se posan, viven cuando tú sales. Las barcas izan las velas, remontando descendiendo la corriente. Cada día está abierto, tú apareces. En el río, los peces saltan hacia tu rostro. Tus rayos penetran en el corazón de la Muy Verde [el mar]. EL PRINCIPIO SOLAR SE HALLA EN EL ORIGEN DE LA VIDA Y LA HACE CRECER EN TODAS SUS MANIFESTACIONES

243


Tú haces que el embrión nazca en las mujeres, tú produces la semilla en el hombre, das vida al hijo en el seno materno, le pones en paz, con lo que detiene las lágrimas. Tú eres la nodriza del que se alberga todavía en el seno, insuflas constantemente el aliento para dar vida a toda criatura. En el momento en que la criatura sale de la matriz para respirar, abres su boca completamente, le ofreces lo que le es necesario. El pajarilla está en su huevo, pía dentro de su cáscara. Tú le insuflas el aliento en el interior, le das vida. Has ordenado para él un tiempo de gestación medido con rigor, haciéndole completo. Rompe su cáscara desde el interior, sale del huevo, pía en el instante fijado, sale y anda sobre sus patas. EL PRINCIPIO SOLAR ES UNO Y MÚLTIPLE ¡Qué numerosos son los elementos de tu creación, ocultos a nuestros ojos, Dios único sin igual! Tú creas en universo según tu Corazón-conciencia, siendo así que estabas solo. EL PRINCIPIO SOLAR CREA DIFERENCIAS ENTRE LAS RAZAS, PERO REPARTE SUS BENEFICIOS SIN DISCRIMINACION Hombres, rebaños, animales salvajes, todo lo que vive sobre la tierra, desplazándose sobre sus pies, todo lo que está en las alturas y vuela, con las alas desplegadas, los países de Siria y de Nubia, el país de Egipto, tú sitúas cada hombre en su función, le otorgas lo que le conviene. Las lenguas son múltiples, en su manera de expresarse, sus caracteres son diferentes, 244


el color de la piel es distinto, has diferenciado los pueblos extranjeros. Tú creas un Nilo en el mundo inferior, lo haces surgir según tu conciencia para dar vida a los hombres de Egipto, según la manera en que lo has hecho para ti mismo. Tú eres su Dueño, te preocupas de ellos, señor de todas las regiones, sales para ellas. Disco del día, grande en dignidad, das la vida a todo país extranjero, incluso alejado Sitúas un Nilo en el cielo, que desciende para ellos, da formas a las corrientes de agua para regar sus campos y sus ciudades. ¡Cuán excelentes son tus designios, oh, Señor de eternidad! El Nilo en el cielo es un don tuyo a los extranjeros, a todo animal del desierto que anda sobre sus patas; para la tierra amada [Egipto], el Nilo viene del mundo inferior. EL PRINCIPIO SOLAR RIGE LA ARMONÍA DEL MUNDO. CREA TODO CUANTO EXISTE, PERO PERMANECE EN LA UNIDAD

Tus rayos amamantan todos los campos, sales, viven, crecen en ti. Regulas armoniosamente las estaciones, desarrollas toda tu creación. El invierno tiene como función dar el frescor; el calor, la de hacer que los hombres te aprecien. Creas el cielo a lo lejos, te alzas en él, 245


abarcas con la mirada toda tu creación, permaneces en tu Unidad. Sales en tu forma de disco viviente, que aparece y resplandece, que está lejano, que está próximo, extraes eternamente miles de formas a partir de ti mismo, permaneces en tu Unidad. Ciudades, regiones, campos, caminos, ríos, todo ojo te ve frente a él. Tú eres el disco del día por encima del universo²¹ Te alejas, ninguno de los seres engendrados por ti existe salvo para contemplarte únicamente. EL REY AKENATÓN ES EL ÚNICO QUE CONOCE EL PRINCIPIO CREADOR

Ninguno de aquellos a los que engendras te ve, resides en mi corazón. No existe otro que te conozca, a excepción de tu hijo Akenatón. Tú le haces conocedor de tus proyectos, 246


de tu poderío. SON LOS «MOVIMIENTOS» DEL PRINCIPIO DETERMINAN LOS RITMOS DE LA VIDA

SOLAR

LOS

QUE

El universo viene a la existencia sobre ni mano, como tú lo creas. Sales, y él vive. Te pones, y él muere. Eres la extensión duradera de la vida, todo vive de ti. Los ojos permanecen continuamente fijos en tu perfección hasta que te pones. Te pones occidente, y todo trabajo se detiene. EL REY AKENATÓN Y SU ESPOSA NEFERTITI SON LOS PRIMEROS BENEFICIARIOS DE LA CREACIÓN. POR ESO SON RESPONSABLES DE ELLA Cuando sales, haces crecer todas las cosas para el rey; el movimiento se apodera de todas las piernas, pones en orden el universo, lo haces surgir para tu hijo, nacido de tu Ser, el rey del Alto el Bajo Egipto, viviente de la Armonía universal, el señor del doble país, hijo de Ra, viviente de la Armonía universal, dueño de las coronas, Akenatón, que la duración de su vida sea grande... que su gran esposa a la que ama, la dama del doble país, Nefertiti, viva y rejuvenezca para siempre, eternamente. Cuando Atón se eleva en el cielo para iluminar la tierra, sus rayos descienden hacia el rey, su hijo bienamado. Las manos del sol son portadoras de millones de fiestas de regeneración para el faraón, el hijo nacido de la luz. Atón transmite al rey la duración de su propia vida, es decir, la eternidad de la mañana y la eternidad de la tarde. 247


Para celebrar esta regeneración, ritmada por un ritual de la mañana y un ritual de la tarde, Akenatón se revestía con la túnica blanca característica, que habían llevado todos los reyes anteriores a él. La aparición de Atón provoca una alegría que inunda los corazones. La tierra vive una fiesta luminosa. Las aclamaciones brotan de los pechos para reconocer a Atón como rey. El culto de Atón se nutre de esta alegría, que saluda la belleza de la creación, modelada por lo divino. Akenatón aleja la noche y la muerte. Canta lo que vive, lo que se mueve, todo lo que encarna el dinamismo del ser, ya se trate de comer, de respirar, de jugar o de amar. Cada mañana supone la espera de un renacimiento, durante el cual se ofrece la vida de nuevo a todas las criaturas. Por la gracia de Atón, nacen la alegría de los hombres, la salud de los cuerpos, la risa de los niños. Por su virtud creadora, se abren las flores y se forman los frutos. Quien glorifica su nombre en la oración se beneficia de sus más dulces ofrendas, el murmullo del viento y del agua. Tan pronto como Atón brilla, el vigor anima a las criaturas, los animales triscan alegremente, las aves vuelan por todas partes. Los corazones se llenan de un suave calor y todos se complacen en respirar. Atón es también la fuerza de amor que hace que los seres vivientes coexistan sin destruirse y traten de vivir en armonía. «Uniendo todas las cosas con los lazos de su amor», Atón se mantiene atento tanto a las pequeñas cosas como a los grandes acontecimientos. Su pensamiento es «el acontecimiento que produce la vida». Nada está excluido de su amor. Quien sitúe a Atón en su corazón no conocerá ni la miseria ni la pobreza, puesto que contemplará maravillado la presencia de Dios en todas las cosas. No hay llamadas patéticas dirigidas a Atón, ni súplicas para obtener curaciones o ayudas. La religión de Atón se centra en la alegría. Fertilidad de la naturaleza, abundancia de alimentos son las pruebas tangibles de la irradiación de Atón. Atón -observa Pendlebury- es un dios únicamente creador. Ha creado a todos los seres vivientes y ha subvenido a todas sus necesidades, pero ahí termina su obra. No se encuentra en él ni rastro de una voluntad que recompense el bien o castigue el mal.» Según Akenatón, cuando se acaba la vida de alguien en este mundo, comienza una vida diferente en el cielo. Tan pronto como uno muere, el alma viaja hasta alcanzar «el Tribunal Mayor» en el Cielo. Asciende tanto que al final alcanza la presencia de Osiris y espera rendir cuentas con palabras así: «He venido a Tu presencia siendo libre de los errores. A lo largo de mi vida hice todo lo que podía para satisfacer a la gente devota. No derramé sangre ni robé. Tampoco sembré cizaña ni hice diabluras. No cometí adulterio o fornicación». Los que pueden hablar así participan en la congregación de Osiris mientras los que no pueden y cuyas malas acciones pesan más que las buenas, se arrojan al fuego y los demonios los torturan allí. También en los epitafios presenciamos la pura creencia a la que pertenece la religión de Akhenaton:«Lo que Tú has hecho es 248


demasiado y nuestros ojos no pueden percibir la mayoría de ello. ¡Oh Dios, el Único! Nadie posee tanta fuerza como Tú. Eres Tú quien ha creado este Universo como Tú y solo Tú deseaste. Eres Tú quien hace apropiado el mundo para los seres humanos, para todos los animales, sean grandes o pequeños, estén en el suelo o en el cielo. Y eres Tú quien sustenta y alimenta a todos ellos. Todo nace gracias a Ti. Todos los ojos Te ven por esto. En verdad, mi corazón es Tuyo y Tú estás en mi corazón.» Las ideas citadas arriba se creían en Egipto hace aproximadamente 4.000 años.

Ahora bien, aunque la dimensión moral y, por lo tanto, humana está efectivamente excluida de la luz en su irradiación divina, engendra no obstante un destino. Atón y el rey llevan el nombre de «Destino que da la vida». Mediante su aparición, Atón responde a todas las preguntas que se formulan los seres. La intensidad de su luz es vida absoluta, total, existencia aquí abajo y vida eterna. ¿MONOTEÍSMO? Muchos comentaristas de la época amarniana, especialistas o no, sacaron una conclusión que, al repetirse de libro en libro, se ha convertido casi en una evidencia que no se discute: fuera cual fuese la experiencia religiosa de Akenatón, éste fue el inventor del monoteísmo. Dicha evidencia me parece en extremo discutible. En la tumba de Neferhotep, que data de la época de Horemheb, se define a Atón como «el cuerpo visible de Ra». Las relaciones entre las dos formas de la luz divina son esenciales. Ra es la luz en su principio divino y abstracto. Acción pura que crea la vida, es a la vez invisible y visible. Atón, Indisociable de esta energía primordial, le da cuerpo y la manifiesta de manera deslumbrante. 249


La dependencia de Atón con respecto a Ra se halla perfectamente marcada. Atón no es el dios único que arroja a la nada a las demás formas divinas. Al contrario, es una de esas formas, nacida de la luz del principio a fin de caracterizar un tiempo y un reinado. Cada potencia divina es única en relación con dicho principio. De Amón, por ejemplo, se dice: «Amón, el uno que es único y cuyos brazos son numerosos» (papiro Boulaq 17), lo que podría ser una excelente descripción de Atón y nos permite señalar que no existe ningún antagonismo fundamental entre un dios y otro dios, que no puede darse una guerra de cultos, puesto que el pensamiento religioso del antiguo Egipto no se expresa en forma de dogmas.

Volviendo a la religión solar de Heliópolis, centrada en Ra, Akenatón le ofrece un nuevo poder de expresión al poner en la cumbre a un «pequeño» dios, que forma parte del panteón tradicional, Atón. Con ello le convierte en una especie de rey de las divinidades, que, incluido Amón, le rinden ahora homenaje. Atón es luz, alegría, movimiento. Los textos que le celebran no hablan de muerte y resurrección. Es decir, no hablan del dominio de Osiris, el juez de los difuntos y guardián del tribunal del otro mundo. No hay en el arte amarniano representaciones de los símbolos y de los cultos osirianos. Akenatón convierte en uno a Ra, el señor de los espacios celestes, y a Osiris, el señor de los espacios subterráneos. Integra el ser de Osiris en el de Ra. Incluye el más allá en la luz, y la muerte, en la alegría de la irradiación solar. 250


Dicho de otro modo, el más allá de Akenatón corresponde al de un Osiris unido a Ra, un ser transmutado y unido a la luz del origen, lo que está perfectamente de acuerdo con las enseñanzas de la espiritualidad egipcia más antigua. Hecho esencial, se sigue practicando la momificación, que tiene por objeto transformar el cuerpo mortal en cuerpo inmortal e identificar al individuo con el ser cósmico, Osiris. Pero aunque se conserva el escarabajo depositado sobre la momia, destinado a servirle como «corazón de las transformaciones» en el más allá, no se graba ya sobre su superficie un pasaje del Libro de los muertos, sino una plegaria a Atón. ¿Atón fue impugnado en su propia capital? Algunos egiptólogos, Erman, por ejemplo, lo han pensado así. «Cuando echamos hoy, después de varios milenios, una ojeada sobre el reino de Tell alAmarna -escribe-, nos sentimos tentados a no ver en él más que un mundo sereno y enteramente bañado por los rayos del sol. Una joven pareja real con unas hijas encantadoras, una ciudad resplandeciente de templos encantados, de palacios y palacetes, de jardines y de estanques, todo ello aureolado por una fe gozosa, que sólo conoce las acciones de gracias dirigidas al creador pleno de bondad y la justicia con respecto al prójimo, aun en el caso de que pertenezca a un pueblo extranjero... ¡Algo tan maravilloso y tan raro en el mundo! Desgraciadamente, ese esplendor debía de ser puramente exterior, y sin duda las miserias y las preocupaciones no se hallaban ausentes de la corte de Tell al-Amarna. A pesar de todo el celo del rey, la nueva creencia fue rechazada por la mayoría del pueblo, que continuó adorando en secreto a sus antiguos dioses.»

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En efecto, me parece necesario desconfiar de una visión «paradisíaca» de la vida en Al-Amarna. Sin embargo, el término «adorar en secreto» me parece muy discutible. El rey no podía ignorar que una parte de la población egipcia, tanto en Al-Amarna como en otras partes, seguía practicando devociones ancestrales y que su dios no tenía la exclusiva del corazón de muchos de sus súbditos. Las creencias populares perduraron en Aketatón, lo mismo que en las demás ciudades de Egipto. Las clases bajas permanecieron apegadas a la tradición, aun respetando la aparición de una nueva forma divina, Atón, de la que dependía su dicha y su prosperidad. El faraón no es un hombre político. Es un rey-dios. No puede ser «contestado», en la medida en que su ser simbólico forma el eje que une el cielo con la tierra. De él depende el bienestar espiritual y material de todo el país. Ni monoteísmo ni politeísmo Monoteísmo y politeísmo son dos aspectos dogmáticos igualmente insuficientes para dar cuenta de la naturaleza de lo sagrado. Punto esencial, los egipcios no creían ni en Dios ni en los dioses. Conocían y experimentaban. Para acceder a la inmortalidad, hay que conocer, no creer. De ahí la importancia de los textos y los rituales, concebidos como una verdadera ciencia del ser. ¿Qué nos enseñan esos textos y rituales? Que cada divinidad es la expresión del Uno, pero que el Uno no suprime lo múltiple. El dios «monoteísta», privado de dioses, no supone ningún progreso, sino que traduce una insuficiencia de percepción de lo sagrado. En cada templo, hay el uno y sus manifestaciones. «El dios único que se transforma por sí mismo en una infinidad de formas -se dice de Amón-; cada dios está en él.» La creencia en la reencarnación en Egipto, India y Grecia se desarrolló a partir de una versión deformada de la creencia correcta en el Más Allá y de un deseo de la inmortalidad del alma. Ni en el Egipto de Akenatón ni en la Grecia de Pitágoras nadie formuló una idea tan deformada.

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Según Akenatón (1362 a.C.), cuando se acaba la vida de alguien en este mundo, comienza una vida diferente en el cielo. Tan pronto como uno muere, el alma viaja hasta alcanzar «el Tribunal Mayor» en el Cielo. Asciende tanto que al final alcanza la presencia de Osiris y espera rendir cuentas con palabras así: «He venido a Tu presencia siendo libre de los errores. A lo largo de mi vida hice todo lo que podía para satisfacer a la gente devota. No derramé sangre ni robé. Tampoco sembré cizaña ni hice diabluras. No cometí adulterio o fornicación». Los que pueden hablar así participan en la congregación de Osiris mientras los que no pueden y cuyas malas acciones pesan más que las buenas, se arrojan al fuego y los demonios los torturan allí. También en los epitafios presenciamos la pura creencia a la que pertenece la religión de Akhenaton: «Lo que Tú has hecho es demasiado y nuestros ojos no pueden percibir la mayoría de ello. ¡Oh Dios, el Único! Nadie posee tanta fuerza como Tú. Eres Tú quien ha creado este Universo como Tú y solo Tú deseaste. Eres Tú quien hace apropiado el mundo para los seres humanos, para todos los animales, sean grandes o pequeños, estén en el suelo o en el cielo. Y eres Tú quien sustenta y alimenta a todos ellos. Todo nace gracias a Ti. Todos los ojos Te ven por esto. En verdad, mi corazón es Tuyo y Tú estás en mi corazón.» Las ideas citadas arriba se creían en Egipto hace aproximadamente 4.000 años. En la antigua Grecia, la creencia en la resurrección y la inmortalidad del alma estaba bastante arraigada. El gran filósofo Pitágoras (500 a.C.) creía que el alma, al abandonar el cuerpo, alcanzaba una vida peculiar. De hecho, cualquier alma tiene la misma clase de vida hasta que deja la Tierra. Está cargada con algunas responsabilidades en la Tierra. Si comete algún error, será castigada, arrojada al Fuego y torturada por los demonios. A cambio de lo bueno que haga, su grado será elevado y tendrá una vida feliz. Teniendo en cuenta que esta 253


creencia podía haber sufrido cambios con el tiempo, todavía podemos ver que hay semejanzas fundamentales con el credo del Islam sobre la resurrección. La versión de Platón tampoco es muy diferente. En su famoso tratado La Repúblicadice que el alma olvida la vida corpórea totalmente cuando deja el cuerpo. Sube a un mundo apropiado espiritual, un mundo saturado de sabiduría e inmortalidad y liberado de toda escasez, deficiencia, error, miedo y de la pasión y el amor que la afligió mientras vivía en la Tierra. Ahora que está libre de todas las malas consecuencias de la naturaleza humana, se la dota con la felicidad eterna. Por traducciones erróneas similares y alteraciones varias, las religiones del antiguo Egipto, de los indios, y de los griegos se hicieron irreconocibles. La reencarnación puede ser una deformación de la doctrina al principio correcta de la inmortalidad del alma y vuelta al Juicio Divino. Después de que la reencarnación fue insertada en las creencias de los antiguos egipcios, se hizo el tema fundamental de las canciones y las leyendas de toda la región del Nilo. Elaborado posteriormente por las elocuentes expresiones de los filósofos griegos, esto se extendió debido a la expansión de la influencia griega.

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Ammit el dios cocodrilo, león, hipopótamo que devora a los que nos superan el juicio de Osiris. En la práctica no podemos hablar de monoteísmo en el sentido que le damos actualmente en nuestra cultura, sería más propio decir que era un henoteísmo, en donde se reconoce la existencia de un dios superior al resto y digno de ser adorado de forma exclusiva. Hablando con propiedad, la «religión» egipcia es lo que une el ser a lo sagrado por una multiplicidad de vías, todas las cuales se orientan hacia un centro que no puede ser percibido directamente por el individuo, cuyas «competencias» espirituales serán siempre notoriamente insuficientes. Por eso la creencia, por sincera que sea, no puede reemplazar un conocimiento obtenido con la práctica de los símbolos y los ritos. Akenatón no tuvo jamás la intención de crear el monoteísmo y de luchar contra el politeísmo. Ese tipo de problema es completamente ajeno a la mentalidad egipcia. La espiritualidad egipcia consiste en el conocimiento de la circulación de energía que existe entre lo uno y lo múltiple, entre el centro y la periferia. Cada faraón está obligado a formular, mediante una puesta en evidencia particular de la potencia divina, un camino hacia ese conocimiento. AKENATON,

MAESTRO

ESPIRITUAL

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Poder espiritual y poder temporal son indisociables en la función del señor de las Dos Tierras. El rey de Egipto era a la vez un hombre de gobierno, un ritualista, un científico y un iniciado en los misterios. Akenatón no fue una excepción a la regla. Incluso insistió de manera muy particular sobre su papel docente en el campo de lo sagrado, lo que hizo de él un maestro espiritual, a semejanza de muchos de sus predecesores. Con ocasión de su coronación, Akenatón toma el título de «El mayor de los videntes» o, según otra interpretación, «Aquel que ve al Grande [dios]». Akenatón es el único sacerdote de Atón o, por lo menos, el único responsable religioso autorizado a hablar en nombre de Atón. Akenatón es «Aquel que da a conocer el nombre de Atón». En efecto, nadie más que él conoce la verdadera naturaleza de Dios. Akenatón, hijo de dios, es un rey-sacerdote como los grandes faraones de los primeros tiempos de Egipto. Se afirma como el único intermediario entre Dios y los hombres, no por vanidad, sino porque el individuo es demasiado limitado para abrir las puertas del mundo de los dioses. El faraón no es un individuo, sino el espíritu del Egipto inmortal, el símbolo viviente de la comunidad de los egipcios, el hombre cósmico en el que cada individuo encuentra su justo lugar. Frente a Dios, el rey se muestra como el servidor más atento y más recogido, ya que debe percibir lo incognoscible y lo invisible. Frente a los hombres, es esplendor y omnipotencia, no por sí mismo, sino para transmitir lo que ha recibido. 256


La luz de Atón ha agudizado la conciencia del rey. Su deber consiste en compartir esta revelación y en transmitir su experiencia de lo sagrado. Por eso se comporta como un maestro espiritual. Varios textos indican que Akenatón conversaba diariamente con discípulos a los que intentaba hacer comprender la naturaleza de Atón. ¡Cómo prospera -declara el rey- aquel que escucha mi vital enseñanza, aquel que fija cada vez más su mirada en Atón! Cada uno es el servidor que escucha mi enseñanza, mi corazón está satisfecho de toda tarea que Tú cumples para mí. [El rey] se opone a aquel que ignora su enseñanza, recompensa al que conoce su perfecta enseñanza vital, que la escucha y actúa según su ley. Akenatón no propasa su doctrina, sus impresiones personales sobre lo divino, sino que expone principios teológicos relativos a la naturaleza de la luz divina. Un dignatario hace esta confidencia: Akenatón se pasa el día instruyéndome, tan grande es el celo que pongo en practicar su enseñanza.

Y Ay pondera: Mi Señor me ha hecho avanzar porque yo practicaba su enseñanza. Escuchaba sin cesar su voz; mis ojos veían cada día su perfección; mi Señor, sabio como Atón, encontraba su felicidad en la rectitud. ¡Cuán próspero es aquel que escucha la enseñanza vital! Bek, el maestro escultor, disfrutó también de numerosas conversaciones con el rey. Akenatón es el rey en la tierra; Atón, el rey en el cielo. Son a la vez él mismo y el otro, el más allá de lo real y lo real. Los rayos de Atón inundan a su hijo, el rey. Las manos del sol divino tienden millones de fiestas de regeneración al hijo que ha nacido de él. Atón ha captado el deseo del corazón del rey, le ama y le crea en tanto que Atón, dotándole de la eternidad. Atón crea cada día al 257


faraón como su forma, le construye a su imagen, ya que el rey aplica la regla de Maat y vive de ella. Es preciso subrayar esta idea de «construcción» por la luz. En todas las épocas se ha concebido al faraón como una obra de arte, construido como un templo, modelado en el tomo de un alfarero, ideado como una obra maestra por la cofradía de las divinidades. Como hijo de la eternidad procedente del sol, naciendo de nuevo cada mañana con el sol, Akenatón, en su aspecto divino, podía convertirse en objeto de una veneración de orden ritual, sin ninguna relación con lo que hoy denominamos culto de la personalidad. No se honra de ese modo al individuo Akenatón, sino al faraón en su esencia supraterrestre. LA

DIOSA

NEFERTITI

El nombre de Nefertiti va precedido con frecuencia de la frase NeferNeferu-Atón, «Perfecta es la perfección de Atón». Por consiguiente, es la reina la encargada de expresar esta «perfección» del dios, indicada por el término egipcio nefer, que se traduce también por «bello, bueno, justo». Aquello que es nefer ha alcanzado una armonía que no tiene nada de estática e inerte. En la ciudad del sol, las tareas rituales de Nefertiti eran considerables. Participaba activamente en muchas ceremonias y dirigía algunas de ellas. Probablemente estaba encargada de un santuario, «La morada del reposo de Atón», y tenía a sus órdenes un clero femenino. Pero sin duda hay más todavía. Subrayar así el papel de la reina equivale a atribuirle un lugar a la cabeza del Estado. Significa asociaría al poder real de la manera más directa y más manifiesta. 258


Pero significa también, sin duda, conferirle un estatuto divino idéntico al de Akenatón. Nefertiti es a la vez Isis y Neftis, las dos diosas principales del mito osiriano. Es también Hator, la diosa más importante del mito solar. Y por último, en mi opinión, es también la diosa Nefertiti, la diosa mayor del culto de Atón, celebrado en la nueva capital. LOS TEMPLOS DE ATÓN De unos ochocientos metros de longitud en su eje oeste-este y de trescientos de ancho en el eje norte-sur, el gran templo de Atón era el joyel y el centro espiritual de la nueva capital de Egipto. El edificio, que ostentaba el nombre de «Morada de la alegría de encontrar a Atón», estaba incluido en un recinto, el per-heb, o «Morada de fiesta», haciendo así eco a un templo solar del Antiguo Imperio. La noción de «fiesta», capital para el antiguo Egipto, sigue siendo esencial en el culto de Atón, cuyas apariciones provocan una alegría que se extiende a toda la naturaleza. Después de la muerte de Akenatón, el edificio fue víctima de una destrucción total y no queda de él más que un terreno arrasado.

Sin embargo, gracias a una técnica de construcción muy particular, tenemos la suerte de poder imaginar con bastante aproximación la obra de Akenatón. «Se empezaba -explica Jacques Vandier- por excavar zanjas de cimentación en el suelo virgen, en el lugar en que se alzarían los futuros muros. Dichas zanjas se rellenaban después con yeso calcáreo, sobre el cual se trazaban, mediante cuerdas tensas untadas previamente de negro, los límites exactos de esas paredes. El suelo de toda la superficie del templo se cubría igualmente de yeso y se marcaban sobre él todos los elementos arquitectónicos previstos.» Protegido por los cascotes procedentes de la destrucción del templo, el suelo marcado de este modo se ha mantenido 259


prácticamente intacto. Así, por una especie de milagro, al contar con un plano dibujado sobre el yeso, se logró reconstruir el edificio sin correr demasiado riesgo de error. El templo de Atón se diferenciaba mucho de los demás edificios destinados al culto por la XVIII Dinastía. De ordinario, se pasaba progresivamente de las grandes salas descubiertas a una pequeña sala oscura, el naos, donde procedía cada mañana a una especie de reanimación de la divinidad, a fin de que el mundo de los hombres continuase existiendo. Por consiguiente, el templo tradicional del antiguo Egipto no era accesible a los fieles. Algunos de ellos podían entrar en las primeras salas descubiertas, pero sólo a los sacerdotes les estaba permitido penetrar en las piezas cubiertas. El faraón es el único interlocutor del dios, con el que se encuentra en la parte más secreta del templo. El templo de Atón responde a otras reglas. Cierto que se conserva la idea de progresión hacia Dios y que se continúa observando una sucesión de las salas. Pero ya no hay recintos oscuros. Ninguna de las salas tiene techo. El verdadero templo de Atón es la totalidad del cielo. Y en la tierra, debe traducirse por un edificio abierto a ese cielo inmenso, en que la luz brilla sin límites. El gran templo presenta al fiel un itinerario que se inicia en una puerta monumental y continúa por una avenida bordeada de esfinges, filas de árboles, una serie de pequeños pilonos, provistos de mástiles para banderolas, y varios grandes patios, terminando por el espacio más sagrado, el lugar en que se alzan numerosos altares.

Akenatón permanece siempre visible, lo mismo que el sol. El dios y su representante se mantienen en comunicación permanente, en todos los lugares del templo. Ninguna pantalla se interpone entre ellos. No obstante, la estructura fundamental del edificio sagrado sigue siendo idéntica a lo que ha sido siempre: una ruta desde el exterior hacia el interior, desde una portada de acceso hasta un sanctasanctórum. Hay que franquear una serie de salas, que corresponden a otras tantas etapas hacia el lugar de la ofrenda suprema, presentada por el faraón. El gran templo de Atón albergaba muchas estatuas del rey y la reina divinizados. Sus paredes estaban cubiertas de relieves, cuyo tema principal consistía en la ofrenda a Atón presentada por la pareja real. 260


No queda de todo esto más que escasos fragmentos, pero ellos nos permiten creer en la existencia de colosos que sin duda recordaban a los de Karnak, en los que, a semejanza de Atón, se evoca al faraón, como padre y madre. Lo mismo que en el pasado, el templo es el centro sagrado de la ciudad, pero también su centro económico. Se levantaron otros santuarios para el dios. Sin hablar de Tebas, donde se conservaron los santuarios de Atón, hay que citar Heliópolis, Menfis, algunas ciudades del Delta y sin duda un emplazamiento en Nubia y otro en Siria, todo lo cual corresponde al desarrollo normal del culto ofrecido al dios principal de un reinado. Los artesanos de Akenatón trabajaron en todo Egipto, de norte a sur, incluso en las provincias sometidas al control egipcio. Se trata de un comportamiento totalmente habitual, que demuestra, si fuera necesario demostrarlo, que la autoridad del faraón se extendía a la totalidad del territorio. Akenatón no era un monarca encerrado en una ciudad mística, rodeada de enemigos. Una vez creada Aketatón, Atón tenía que estar presente en un máximo de templos, donde le acogían divinidades del lugar. EL CULTO COTIDIANO El culto comprende dos actos importantes: el primero, una procesión hacia el altar principal a través de la sucesión de las salas, comparadas en los altares secundarios; el segundo, «el cumplimiento de la gran ofrenda» ante el altar principal, cargada de provisiones. Según Badawy, había mesas de ofrenda dispuestas en el lado norte del templo, y otras en el lado sur, utilizadas las primeras durante los ritos de la salida del sol, las segundas durante los ritos del ocaso. Cada día del año, danzas y cantos formaban parte integrante del culto. Losmúsicos, hombres y mujeres, formaban una casta religiosa, iniciada en ritos precisos. Estaban encargados de poner el alma humana en resonancia con la de los dioses. Se advertirá que los músicos, que no debían ver a Atón, llevaban una venda para proteger sus ojos de los rayos ardientes y para poder concentrarse en la expresión de su arte.

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En cambio, las mujeres no llevaban esa venda, sin duda a causa de su afinidad al oro celeste. El disco se nutría de la sustancia inmaterial de la música y el canto, ofrenda sutil que penetraba directamente en su ser y se traducía por una emisión armónica de origen divino, garantía a su vez de la felicidad terrestre. A esta fase animada y alegre del culto sucedía el silencio y la contemplación, cuando el disco aparecía en el oriente. El rey y la reina, imitados por los celebrantes, contenían el aliento cuando el primer rayo traspasaba las tinieblas, anunciando el nacimiento de una luz tan potente que pronto llenaría el mundo. Varios textos amarnianos prueban que la religión atoniana preserva la noción fundamental del ka, la energía creadora de naturaleza no humana que puede encarnarse en todo cuanto vive, sin ser alterada por la manifestación. Por eso, en el momento de la muerte, un ser humano «retorna hacia su ka», hacia la energía primordial de la que procede y que ha utilizado mejor o peor durante su paso por la tierra. Y no sólo la religión atoniana no modifica la concepción tradicional del ser (el ba, el ka, el nombre), sino que permite que se desarrolle un culto privado, del que se han encontrado algunas huellas en las casas de particulares de la ciudad del sol. El faraón es un ser cósmico. En él se unen lo masculino y lo femenino. Los rayos de Atón, el sol divino, no iluminan sólo a Akenatón, sino a Akenatón y Nefertiti. Y aunque los textos afirman que el rey, servidor de Atón, es el único ser que conoce verdaderamente a su padre celeste, la reina, en la comunión de la pareja, comparte este conocimiento trascendente. Akenatón y Nefertiti son indisociables, como lo son Ra y Hator. Ni durante el Antiguo Imperio ni en la época de Akenatón le está permitido a un particular dirigirse directamente a la divinidad. 262


Hay demasiada distancia entre el individuo y la realidad divina. El ser del faraón, que es a la vez cielo y tierra, actúa para que la divinidad, aun conservando su naturaleza celeste, esté presente y sea eficaz sobre la tierra. Ir hacia lo divino implica «pasar» por la pareja real, Akenatón y Nefertiti dan testimonio de su amor abrazándose, incluso delante del pueblo.

No se trata de una simple muestra de afecto, sino de un verdadero rito. Los rayos de Atón abrazan el país; Atón tiene al rey abrazado por sus rayos." Akenatón abraza a Nefertiti. De esta manera, como señala justamente Claude Traunecker, vive de Maat, la regla universal que se encarna en la esposa amada y que ni el tiempo ni los hombres pueden alterar. Los egipcios excluyen lo profano de las escenas de las «moradas de eternidad». Sólo se evoca la vida cotidiana para transcenderla en un universo de resurrección. Cuando el rey y la reina se abrazan, cumplen un acto mágico y forman un símbolo del amor que une la luz a su creación. La pareja real aparece desnuda en diversas ocasiones,

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Incluso las princesas

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Los egipcios no experimentaban ninguna desconfianza con respecto al cuerpo. En los campos, los obreros trabajaban desnudos.

Importantes personajes de la corte, no dudaban en mostrarse desnudos en sus estatuas del Ka eterno

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Siguiendo la moda, icluso las damas de la corte 266


o los sacerdotes de determinados cultos

Y como no las gentes sencillas, sirvientes, esclavos....

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En el secreto de sanctasanctórum, frente a Dios en su abstracción, el rey está desnudo. Era cosa corriente que los miembros de la familia real viviesen desnudos en la intimidad de sus apartamentos privados. Que se hiciesen representar durante esas escenas de intimidad constituye una de las características del arte amarniano. Nefertiti y Akenatón afirman, una vez más, que no existe ningún obstáculo entre la luz divina y la pareja real. En el espíritu de Akenatón, su vida familiar es el símbolo más perfecto de la vida divina. Ofrece a los hombres de Egipto el modelo de la vida cotidiana que debe llevar el hombre justo para acceder a la visión interior de Atón. «El amor conyugal –señala Pirenne- es, por consiguiente, la manifestación suprema de la divinidad. Por eso, lejos de ocultar su vida íntima a los ojos de sus súbditos, el rey sólo se muestra en público acompañado de su esposa, a la que testimonia abiertamente su ternura.»

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En la mayoría de las obras de arte, el dios Atón, manifestado por el sol, es indisociable de la entidad sagrada formada por el rey y por la reina. Akenatón y Nefertiti son el gran sacerdote y la gran sacerdotisa del culto del sol nuevo. Ofician juntos en pro de la mayor felicidad de Egipto. Las representaciones en que el amor conyugal ocupa el primer lugar no son, pues, gratuitas. Tienen un alcance teológico muy claro. Tienden a demostrar que el amor vivido por la pareja ofrece la vía para una realización armoniosa de la comunidad egipcia en su conjunto. Antes de la época de Akenatón, la familia real fue el modelo de una dignidad sagrada, de la que se excluían la familiaridad y el sentimentalismo. Akenatón no niega los antiguos valores, pero metamorfosea su medio de expresión. Puesto que la familia es efectivamente sagrada, ¿por qué no mostrar el amor de un marido por su mujer, de un padre por sus hijos? Una mirada demasiado rápida al arte amarniano podría hacernos creer que Akenatón, individualista empedernido, renunció al esplendor de los antiguos reyes y que decidió mostrarse como un hombre sencillo y un padre de familia absolutamente corriente. Supondría olvidar demasiado pronto que Akenatón es en primer lugar faraón, es decir, un rey entronizado ritualmente, iniciado en los misterios y encargado de toda la herencia espiritual de sus antepasados. Akenatón tiene perfecta conciencia del hecho de que no es un individuo como los demás y de que todos sus actos tienen valor de modelo. La abundancia de las representaciones familiares se debe a una concepción metafísica, no a un gusto subjetivo. Para el rey, el flujo divino pasa de manera irremisible por la comunidad familiar.

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La intimidad de la familia real, tal como la presentan los bajorrelieves, es puramente ritual y no tiene nada de anecdótico. Lo que se evoca es una familia sagrada, que hace presentes sobre la tierra las fuerzas divinas, aboliendo toda distinción entre la «familia» de las divinidades y la familia real encargada de encararlas. VIVIR EN AKETATON La vida cotidiana en la ciudad del sol seguía el ritmo de la celebración de los rituales en honor de Atón. El rey, la reina y sus hijas salían a diario de su magnífico palacio para dirigirse al gran templo. La población tenía ocasión con frecuencia de ver pasar a los soberanos, de pie, a veces abrazados, sobre un carro espléndido, deslumbrante como un sol. «¡Vida, prosperidad, salud!», gritaba la multitud, mientras que el rey sujetaba con una mano la brida de sus caballos y enlazaba a su esposa con la otra. El desplazamiento en carro tenía el valor de un rito.

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Constituye por sí solo una procesión desde la morada temporal del rey, su palacio, hasta la morada de eternidad del dios, el gran templo. Proporcionaba también la ocasión de manifestar de la manera más patente la unión sagrada de la pareja solar, que Atón iluminaba con sus rayos. Akenatón y Nefertiti encarnan en realidad potencias divinas. En efecto, son divinidades a las que el pueblo de la ciudad del sol puede aclamar. La población de la ciudad del sol se asociaba al culto de Atón a través de esta «procesión». Después de su recorrido por la «vía real», la arteria principal de Aketatón, se podía ver al rey y la reina penetrar en el recinto sagrado. Una vez terminado el culto, la pareja real volvía al palacio. Akenatón concedía en él numerosas audiencias privadas, algunas de ellas reservadas a sus discípulos. El faraón se mantenía en contacto directo con sus principales colaboradores. Cuando salía de palacio, conversaba con los habitantes de la capital. El pueblo escuchaba esas conversaciones, que recaían siempre sobre la naturaleza luminosa de Atón y sobre la vida que ofrecía. Una de las escenas más famosas de la vida amarniana consiste en la «aparición» del rey en su loggia, abierta en el paso aéreo que conducía del palacio a los edificios oficiales. A Akenatón le gustaba mostrarse así a su pueblo, como el sol que se alza en el horizonte y atraviesa con sus rayos los inciertos colores de la aurora.

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Desde la loggia, enviaba collares de oro, metal solar, a los signatarios que habían servido bien al Imperio. Estas escenas de fiesta no son simplemente protocolarias. En realidad, poseen un carácter sagrado. No sólo el oro es una «producción» del sol divino, cuyo resplandor encarna, sino que también la «ventana de aparición» evoca la «ventana celeste» de los más antiguos textos religiosos. Por esta abertura de naturaleza cósmica pasa la luz solar. De este modo y por su función, Akenatón se identifica con el poder creador que da la vida, bajo la forma de un metal que contiene el sol. Durante las festividades, que daban lugar a conciertos al aire libre y a banquetes populares, Nefertiti se hallaba siempre al lado de Akenatón. La pareja real rinde homenaje a sus fieles servidores. Culto, audiencias públicas y privadas, ceremonias protocolarias... Así transcurre la vida en la ciudad del sol, donde el rey, aunque protegido por una guardia personal vigilante, parece estar muy próximo de sus súbditos. Empleados del templo, artesanos, comerciantes, obreros llevan en Aketatón la misma existencia que en las demás ciudades del Egipto antiguo, con jornadas de trabajo a veces cargadas, pero también con numerosos periodos de reposo. Las fiestas tradicionales son reemplazadas por las frecuentes apariciones públicas de la pareja real, ocasión para festejos.

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La comida real, tal como figura en la tumba de Huy, chambelán de la reina madre Tiyi, transcurre de la manera más agradable. Los servidores aportan platos excelentes y variados al comedor del palacio, mientras que los artistas y los tañedores de lira dan un concierto. No se ha olvidado la tradición de las brillantes veladas tebanas. Tampoco la moda. Las elegantes, que ahora residen en Aketatón, continúan rivalizando en gracia y belleza. Utilizan con frecuencia para sus vestidos un lino muy fino, casi transparente, que revela las curvas de su cuerpo. Entre los adornos más apreciados figuran las pelucas complicadas, las joyas, los cinturones de flecos. En el barrio más rico de Aketatón, había varias quintas suntuosas, que no desmerecían en nada de sus homólogas tebanas. Las extensiones de agua y los jardines comunicaban a la ciudad del sol una dulzura de vida que los egipcios han considerado siempre, en todas las épocas, como una de las claves esenciales de la dicha. Durante todo el reinado de Akenatón, ningún incidente vino a perturbar la paz de la capital. LOS HOMBRES DEL FARAON Para reformar la religión, crear un arte, construir una capital, Akenatón, como cualquier otro faraón, tuvo que rodearse de un grupo de consejeros, amigos y altos signatarios. El rey no tenía el poder de trastocar, con un toque de varita mágica, la administración egipcia. Cualesquiera que fuesen sus intenciones, necesitaba tiempo para modificar las estructuras sin paralizar el país, sin impedir que las oficinas funcionasen, que los escribas comprobasen la buena circulación de los géneros, etc. La economía de la época amarniana no se distingue de la llevada en etapas anteriores. Akenatón no provocó ninguna revolución. Hubo personalidades tebanas que conservaron su rango durante el reinado de Akenatón. Entre ellas, hay que citar a lpy, el gobernador de la ciudad de Menfis, cuyas prerrogativas fueron mantenidas; a Bek, 274


el jefe de los escultores de Al-Amarna, que era hijo de Men, jefe de los escultores de Amenofis III; al visir Ramosis, que actuó como un verdadero «lazo» entre el Egipto tradicional y el Egipto de Akenatón. Numerosos hijos de funcionarios heredaron y desempeñaron legalmente los cargos de sus padres, ya fuese en las grandes ciudades del país, ya fuese en la nueva capital. Uno de los casos más interesantes es el del maestro escultor Bek, que acabamos de citar. Su padre había trabajado en la ciudad santa de Heliópolis, sin duda en el templo del dios Ra. El rey Amenofis III reconoció sus méritos y más tarde hizo lo mismo con su hijo. Según una inscripción de Asuán, sabemos que Bek fue uno de los discípulos directos de Akenatón. El faraón le transmitió una enseñanza, concediéndole audiencias privadas para revelarle los misterios de la luz de Atón. Nombrado jefe de los escultores y jefe de los trabajos, Bek fue sin la menor duda uno de los creadores del estilo amarniano y uno de los autores de ciertas obras de arte que todavía nos está permitido contemplar. Situado a la cabeza del principal taller de la capital, dirigía un grupo de artesanos elegidos, que trabajaban siguiendo las órdenes procedentes de palacio. Arquitectura, pintura, escultura no quedaban abandonadas a la fantasía individual, sino que respondían a un «programa» simbólico y teológico preciso. Se consideraba el papel de esos hombres como esencial. El nombre del escultor, en jeroglífico, 275


significa «Aquel que hace vivir». Al inscribir, mediante la mano, el espíritu en la materia, el artesano revela el secreto mismo de la vida. Por eso, en todas las épocas, el maestro de obras del faraón fue uno de los personajes más grandes del Estado. Se conserva una curiosa representación de Bek en una estela que se encuentra ahora en el Museo de Berlín. El monumento, en que el escultor aparece en compañía de su esposa, Ta-heret, está dedicado a «Horajti, Atón viviente». Bek tiene un enorme vientre unos pechos colgantes. También el cuerpo de su mujer está deformado y se caracteriza por unas caderas muy pesadas. En otras palabras, los personajes han sido representados conforme a los criterios del arte oficial más exagerado. Tanto el uno como el otro derivan de las imágenes del faraón padre y madre. Demuestra, una vez más, que no se produjo ningún conflicto, que los dos reinados y las dos concepciones religiosas se sucedieron de manera armoniosa, que el plan ideado por el faraón se cumplió sin tropiezos. Ninguna ruptura, por lo tanto, entre el período antiguo y el nuevo en lo que se refiere a la gestión de la economía faraónica.

Ramosis fue confirmado en su puesto por Akenatón, que aumentó todavía más sus responsabilidades. El visir conversaba a diario con el rey y le presentaba un informe detallado de sus actividades. Su deber exigía, según lo expresa un texto, que «todos los asuntos estén sanos y salvos». El visir no debía olvidar en ningún momento que llevaba un collar simbólico dedicado a la diosa del orden cósmico y de la armonía universal. Ramosis fue secundado o reemplazado por otro visir, llamado Najt, que habitaba en uno de los barrios sur de Al-Amarna. Uno y otro 276


fueron altos funcionarios discretos y competentes, que aseguraron el bienestar de los habitantes de la nueva capital. Akenatón, como todo faraón, necesita colaboradores leales. Los encuentra entre sus amigos personales, o bien los elige entre personalidades a las que ofrece responsabilidades de acuerdo con sus competencias. Los textos amarnianos nos inclinan a pensar que Nefertiti y Akenatón escogieron personalmente a los que formarían parte de su entorno y ocuparían los puestos clave en Aketatón. Conocemos el nombre y la función de algunos de esos hombres.

Meri-Ra, ya citado, era «Gran Sacerdote de Atón», encargado de velar por el buen desarrollo de las ceremonias en el gran templo. Hatiay, intendente de los trabajos del rey y arquitecto, no oculta su buena fortuna. En cambio, el maestro de obras Maa-Najt-Tutef habita una casa modesta en el centro de la ciudad. Al célebre escultor Tutmosis le agradaba más la comodidad. Fue en una de las habitaciones de su taller donde se encontró la extraordinaria cabeza pintada de Nefertiti. Ahmosis, el portador del sello real, Parennefer es el copero de Su Majestad, Ranefer se encarga de una tarea delicada: es el conductor del carro real y tiene que ocuparse de los caballos, El médico de la corte se llama Pentu. Maya, general del ejército. Muchos de los signatarios de Al-Amarna son, pues, hombres nuevos, que deben su fortuna y su carrera a Akenatón. Según Huy, Akenatón eligió a sus «oficiales», no entre la casta de los nobles, como era la costumbre, sino entre las clases más bajas de 277


la sociedad. Otro funcionario de Al-Amarna confirma esta revelación, explicando que debe su situación a una intervención directa del rey. Anteriormente, se debatía en la miseria. Por la voluntad de Akenatón, se ha convertido en un confidente cuyas opiniones se escuchan y en un hombre con riquezas apreciables. Casi ingenuamente, nos confiesa que su sorpresa ha sido total, ya que jamás hubiera supuesto que gozaría un día de tal acomodo. Se advierte, por lo demás, el desarrollo de una lengua popular y el retroceso de la lengua clásica hablada en Tebas. En el lenguaje amarniano, entran numerosos neologismos asiáticos, huellas de la vida cosmopolita de la capital. Otros detalles, como el confort relativo, pero apreciable, de las casas más modestas, nos inducen a suponer que Akenatón provocó una evolución que algunos intérpretes no vacilaron en calificar de socialismo anticipado.

Akenatón, como hemos visto, fue un maestro espiritual que no vacilaba en enseñar directamente su doctrina a aquellos que tenían 278


ojos para ver y oídos para oír. Le gustaba ese contacto directo con sus súbditos, que le permitía, como dicen los textos, «crear un ser humano». Ése fue, por lo demás, el criterio principal que le guió al ofrecer responsabilidades: la aptitud de su interlocutor para percibir la realidad de la luz de Atón, no de manera mística, sino de un modo realista que le permitiese aplicar la enseñanza en las actividades más cotidianas. El rey prescindió de las condiciones de nacimiento o de la pertenencia a una casta, cosa que, en realidad, no suponía ninguna innovación. Ya durante el Antiguo Imperio, individuos de origen modesto podían acceder a las más altas funciones. El célebre lmhotep había sido fabricante de jarrones al principio de su carrera, antes de entrar al servicio del rey. Que el rey se rodeó de hombres nuevos es una realidad innegable. Pero su decisión no tiene nada de revolucionaria. Todos los faraones hicieron lo mismo. La corte de Akenatón se presenta como una sabia dosificación entre antiguos funcionarios tebanos y personalidades «creadas» por el rey. Evolución social, es posible; revolución, de ninguna manera. El «Padre Divino» Ay y el general Horemheb Dos personajes merecen una atención particular entre los hombres del faraón. Ay, que ostentaba el título teológico de «Padre Divino» o «Padre del Dios», era probablemente tío de Akenatón. Había ejercido ya funciones muy importantes en Tebas, en la corte de Amenofis III. Fue uno de los primeros en trasladarse a la nueva capital, donde no perdió nada de su influencia, sino todo lo contrario. Algunos no vacilaron en considerarle como el alto dignatario más importante del régimen. Se sabe con certeza que era uno de los íntimos de la pareja real. Ay fue un hombre experimentado y particularmente valioso. Buen conocedor de la élite del país y habiendo resuelto un buen número de asuntos complicados, era el hombre de enlace ideal entre Tebas y la nueva capital. Sin duda por eso ocupó los puestos clave antes, durante y después del reinado de Akenatón, dando testimonio de una notable habilidad de maniobra y de un fino sentido de la diplomacia cortesana.

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Ay reconoce que ha recibido una enseñanza espiritual directamente del rey. había sido situado a la cabeza de los altos funcionarios. Hombre de deber, escuchaba las órdenes del faraón y las ejecutaba. El rey le había adoptado. Él se mostraba perfectamente veraz y honrado ante el dueño de las Dos Tierras. Era el servidor del ka de Su Majestad y se regocijaba cuando le veía en el palacio. Jefe de los nobles, de los compañeros reales, de todos cuantos sirven al faraón, Ay conocía todo lo que alegraba al rey, que era un sabio y «conocía como Atón». El rey había visto a Maat, la regla de vida, en el cuerpo de Ay, que detestaba la mentira. Ay fue recompensado con la entrega real de varios collares de oro, en presencia de una multitud admirativa. Ningún cortesano había sido honrado hasta entonces de semejante manera. Pero los favores materiales que recibió tan hábil personaje no deben enmascarar su papel religioso. Ay no era exclusivamente un administrador. Ay aspira a la sabiduría, no al poder personal. La referencia constante al ka permite comprender que un dignatario del reino, por muy alto que esté situado, debe preocuparse por la energía creadora, de la que todo depende. A la muerte de Akhenaton, y posteriormente de su hijo, Tutankamon, Ay sería elevado a la categoria de faraón, aunque estuvo en el cargo muy pocos años.

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También el célebre general Horemheb perteneció a esta estirpe de grandes dignatarios profundamente apegados a su función y deseosos de llenarla con dignidad y eficacia. El cine ha maltratado de manera particular al general Horemheb, transformándole en un soldadote borracho y brutal. Horemheb era ante todo un escriba real y, por consiguiente, un letrado y un jurista apasionado por la legalidad. No era raro en Egipto que la dirección de los ejércitos fuese confiada a «civiles» cuyas competencias administrativas parecían adaptadas al manejo de las tropas y del material. Horemheb no fue el único responsable militar de Aketatón, pero probablemente supervisó el conjunto de los servicios que aseguraban el buen funcionamiento del ejército, el mantenimiento y el cuidado de los cuarteles. Horemheb es un hombre de orden. Horemheb fue un fiel servidor de Akenatón. Durante el reinado de la pareja solar, el general se contentó con hacer su trabajo y obedecer las órdenes. También acabó siendo nombrado Faraón

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sucediendo a Ay. Curiosamente en la lista de los faraones de Egipto, elaborada en la época de los ramasidas, concretamente poeSeti I y su hijo Ramses II, Homenheb sucede a Amenthoped III, dando por supuesto que ni Akhenaton, ni Ay, ni Tutankamon, jamás existieron.

¿UN ARTE REVOLUCIONARIO? Cambiar el arte suponía también contribuir a la gran revolución religiosa, escapar al control que ejercía el clero de Amón sobre toda representación de las imágenes divinas, liberarse de sus cánones hieráticos.» En realidad, es fácil reconocer las obras de arte del período amarniano, cuyo estilo extraño, que ha sido juzgado a veces como monstruoso, llama inmediatamente la atención del espectador. Akenatón, el constructor, creó un arte original que correspondía a su visión del hombre y del universo. ¿se puede afirmar que Akenatón sacó de la nada un arte totalmente desconocido hasta entonces, un arte opuesto a los criterios tradicionales de la belleza egipcia?

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La tumba de Ramosis en Tebas nos proporciona un curioso elemento que facilita la respuesta. Una parte de la tumba de este gran dignatario está decorada de acuerdo con los cánones clásicos;

la otra responde a las directivas del arte amarniano. Se comprueba, por lo tanto, en el mismo lugar la coexistencia de dos estilos muy diferentes. El estilo del arte amarniano, pródigo en curvas exageradas, volúmenes extraños, figuras que se alargan y se distorsionan más allá de lo que permite la razón, señala un momento excepcional de la sensibilidad egipcia. Sin embargo, paralelamente a esta «exploración», se observa que ciertos artistas conservan durante el reinado de Akenatón el estilo clásico del período de Amenofis III. 283


En tanto que primer maestro de obras, el faraón infunde al arte egipcio su verdadero aliento. Los colegios de artesanos le obedecen y, en ningún caso, son esclavos de su fantasía. ¿Cuáles son los grandes temas celebrados por el arte amarniano? En primer lugar, la familia real en el ejercicio del culto de Atón. La vemos rindiendo homenaje al dios Atón y dándole las gracias por sus beneficios.

Se percibe su éxtasis místico ante el resplandor del astro divino. Receptáculo de la luz, la familia real «dinamiza» la vida que viene del cielo y la hace así benéfica para la humanidad. Esta admirable idea se halla igualmente desarrollada en las escenas en que el rey y la reina, de pie en el «palco de aparición», distribuyen recompensas a sus servidores. Además de un «regalo» material, se trata de una acción simbólica, a través de la cual el hombre que ha comprendido la enseñanza de Akenatón participa, como el rey, en la realidad de Dios.

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Por primera vez en el arte de Egipto, se ven representadas escenas familiares, verdaderamente sorprendentes. Pensemos, por ejemplo, en el rey jugando con sus hijas, o con su mujer sentada en las rodillas, en el rey besando a una de sus hijas, en el rey y la reina recibiendo desnudos a un dignatario y su mujer. Recordemos también el tema de la princesa comiendo pato,

puesto que jamás se había representado hasta entonces el acto de nutrirse de un modo tan realista. Se observan un cierto número de innovaciones técnicas, por ejemplo, un gusto pronunciado por una estatuarla en la que se mezclan 285


diversas clases de piedras. Los cuerpos pueden ser de piedra calcárea blanca, las cabezas de jaspe, las manos de cuarcita, los pies de granito. Las intenciones religiosas, basadas en el simbolismo de los materiales, son patentes. Al arte amarniano le gusta la ornamentación brillante, especialmente las incrustaciones de pastas de vidrio multicolores o los motivos moldeados en loza. Se ven muchos animales en el arte amarniano. Viven en plena libertad en las pinturas, en una especie de paraíso donde, para su mayor felicidad, la naturaleza es independiente del hombre. No se trata, en mi opinión, del naturalismo ingenuo en que se complacía un rey soñador, pacífico admirador de un edén ilusorio. Los antiguos estaban demasiado próximos a la naturaleza para no conocer- a la vez sus bellezas y sus peligros. La naturaleza, como la familia real, es un testimonio viviente de la presencia divina. El arte amarniano no celebra sólo el ave de carne, sino también el ave símbolo, el principio aéreo que es una de las leyes creadoras del mundo. Por eso el ave no perecerá nunca a manos del cazador, ni será envilecida cayendo en una trampa.

Ese naturalismo fue el más importante de los modos de expresión del arte creado por el rey. Es innegable que Akenatón desarrolló una verdadera filosofía de la naturaleza, creación de la luz. Pero no se trata de una rama separada de la filosofía religiosa tradicional, ya que está vinculada a la presencia y al respeto de Maat, la norma eterna del universo. Pero no nos engañemos. Los artesanos encargados por el rey de ejecutar un programa simbólico preciso no caen en una estética centrada en una naturaleza profana. Las plantas de los pantanos, las extensiones de agua, las aves que emprenden el vuelo, los terrenos que triscan, los peces, todo ello es una encarnación del paisaje de los orígenes, de la dicha primordial, de la edad de oro de la creación, cuando ninguna presencia desviante venía a perturbar la armonía de 286


un cosmos perfectamente ordenado según la ley eterna de la creación por el espíritu. El faraón recrea esos instantes de gracia y los hace reales con su presencia, garantía del equilibrio fuera del cual no existe para el hombre ninguna posibilidad de alcanzar la sabiduría. Algunos historiadores del arte han intentado descubrir en el arte amarniano influencias extranjeras. Y aunque la pista asiática ha perdido casi por completo sus partidarios, no se ha abandonado por completo la referencia a Creta. Se sabe que, tras el saqueo de la ilustre ciudad de Knossos y el pillaje de las demás ciudades cretenses, pensadores y artesanos se vieron obligados a expatriarse. Muchos de ellos decidieron vivir en Egipto y, en la representación de plantas y animales, se reconoce con gran facilidad una cierta prolongación del arte cretense en el arte amarniano. Reconozcamos, sin embargo, que apelar a influencias exteriores no explica nada y carece de justificación. El arte amarniano es típicamente egipcio. Sus temas son tradicionales, aunque algunos de ellos hayan sido desarrollados en un estilo específico y aunque se dé una preferencia especial por ciertas escenas. Naturalmente, nos falta todavía abordar el problema más espinoso del arte amarniano, es decir, la representación del propio Akenatón. Todos conservamos en la memoria su rostro deformado hasta la monstruosidad, sus rasgos atormentados, que provocan a veces un sentimiento de malestar. ¿El mayor de los místicos de la historia egipcia fue verdaderamente ese personaje de una fealdad casi repulsiva? Recordemos la existencia de un documento esencial que nos permitirá situar correctamente el debate. Me refiero a una máscara funeraria de yeso descubierta en Amarna.

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Muy probablemente, nos muestras las verdaderas facciones de Akenatón, cuya cara, tranquila y serena, pertenece a un hombre normal, no deformada por ninguna «monstruosidad». Si se considera dicha máscara como una indicación decisiva, estamos obligados a admitir que Akenatón se hizo representar voluntariamente con una apariencia extraña. «No creo en modo alguno -precisa François Daumas- que Amenofis IV tuviese las «características físicas» que traducen las famosas estatuas de Karnak, que son la expresión de la teología real.» Y Pirenne añade esta aclaración: «El cuerpo femenino de Amenofis IV no es más patológico que la cabeza de halcón de Ra». En efecto, el dios Atón es «padre y madre» de los hombres. Su representante en la tierra, el rey Akenatón, debe aparecer como el ser asexuado que magnifican precisamente las extrañas estatuas de Karnak. «El reino de Dios -apuntaba con razón Merejkowski- llegará cuando los dos sean uno, cuando lo masculino sea femenino y no haya ya ni masculino ni femenino.» Algunos textos ptolemaicos, como los del templo de Esna, subrayan insistentemente el símbolo de la androginia, el «estado espiritual» que traduce la unicidad divina. En lo que respecta a las deformaciones físicas propiamente dichas, es razonable admitir que nuestros ojos no están preparados para ver el «Akenatón teológico», demasiado alejado de nuestros criterios estéticos. Resulta evidente que los artesanos no recibieron la orden 288


de reproducir el aspecto físico de Akenatón, sino de representar un personaje simbólico.

Esta estética, por cierto muy estudiada y nada accidental, con unas proporciones concretas, etc., correspondiente a una teología que es, a su vez, la expresión del reinado, no debe ser juzgada en función de criterios emotivos, sino percibido como expresión de una espiritualidad. Podríamos afirmar que como ocurre con el manierismo italiano, el arte de Amarna es un estilo que surge en un período convulso, ante la reacción de romper con todo lo creado anteriormente, acaba con los cánones, la armonía y la simetría anterior. Los cuerpos y las facciones se alargan, predominando el simbolismo sobre el naturalismo. Este nuevo estilo aparece de forma casi repentina, con pocos años de margen, ya que en los primeros años de reinado vemos como Akhenatón, en ese momento Amenhotep IV, sigue la tradición artística, para pasar en poco tiempo a servirse del nuevo estilo. En el arte de Amarna podemos dividir tres periodos. En los primeros años se exageraron las formas, llegando incluso a la caricatura, con rasgos casi deformes. Siguió una época de suavización de ese estilo. Al final del reinado las representaciones se acercaron a las tradicionales, en un estilo mucho más suavizado.

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Akenatón no quiso revolucionar el arte egipcio, cuyas reglas esenciales respeta. El arte armaniense por lo tanto, no debe ser juzgado desde los criterios racionales, sino que debe ser entendido como la expresión de una espiritualidad correspondiente a una teología usada en el nuevo reinado. Representa pura simbología. Como los demás faraones, creó una forma artística en armonía con el genio de su reinado. Sus artesanos tuvieron que insistir especialmente en el movimiento de los cuerpos y la animación de los seres por la luz del sol divino. EL AÑO 12: PAZ Y GUERRA El año 12 del reinado, el segundo mes de la estación peret, en el octavo día, un acontecimiento feliz animó la vida apacible de la ciudad del sol. Se organizaron grandes festividades para acoger a embajadores que acudían desde diversos países extranjeros con objeto de ofrecer atributos a Akenatón y Nefertiti. «Para esta ceremonia -señala Aldred-, el faraón y la reina fueron llevados en su palanquín de Estado hasta sus tronos, situados en el lugar del desfile, bajo un gran baldaquino dorado. Detrás de ellos, se encontraban las seis princesas y su séquito. Se ha elegido un terreno al aire libre, al este de la ciudad, para recibir un gran aflujo de población. La atmósfera es apacible. Están presentes las seis hijas de la pareja real. Durante la ceremonia, juegan y charlan. Una de ellas se entretiene con un cervatillo. Detalle conmovedor… El rey y la reina, asidos tiernamente de la mano, ven venir hacia ellos a los representantes de los países que reconocen la autoridad del faraón. Los nubios, con su larga falda, traen sacos de oro, ladrillos y arandelas de oro, marfil, leopardos, antílopes, panteras. Los asiáticos, a los que reconoce por sus barbas rematadas en punta, ofrecen jarrones, armas, escudos, piezas de carros dispuestas para armarlos, 290


un león, un caballo. Los habitantes del maravilloso país del Punt son portadores de incienso. Los libios, identificables por la pluma hincada en el pelo, traen como regalo huevos y plumas de avestruz. Por último, los cretenses presentan magníficos y valiosos jarrones. Todo marcha a la perfección en el mejor de los mundos. ¿La ceremonia pública no es la prueba manifiesta de que el faraón reina sobre el mundo entero y que la omnipotencia de las Dos Tierras sigue siendo indiscutible? Por lo menos, así es en apariencia.

¿Por qué el rey ha querido manifestar su esplendor? ¿Existe una motivación que no fue precisada en las relaciones escritas de la entrega de tributos? Aldred está convencido de ello. Según este especialista de la época amarniana, Akenatón, al presentarse como el monarca reconocido por todos, tanto en el interior como en el exterior del país, celebraba su advenimiento como rey único. Aldred opina que Amenofis III, el padre de Akenatón, acababa de morir, tras doce años de corregencia. Acogiendo a los embajadores, Akenatón celebraba su toma del poder de manera brillante. Al final del año duodécimo del reinado, Tiyi ha dejado de existir. Su desaparición supuso una cruel prueba para el rey. En efecto, su madre tenía un gran conocimiento de los asuntos internacionales y probablemente había continuado aconsejando a la pareja real en cuanto a las opciones que se les ofrecían. Basta para demostrarlo esta carta del rey de Mitanni, dirigida a Tiyi:

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Todo va bien para mí. Que todo vaya bien para ti. Que todo vaya bien para tu casa, para tu hijo, que todo vaya perfectamente bien para tus tropas y para todo lo que te pertenece. Tú eres la que sabe que siempre he sentido amistad por Amenofis III, tu marido, y que tu marido, por su parte, sintió siempre amistad por mí... Tú eres la que conoce mejor que nadie las cosas que nos hemos dicho el uno al otro. Nadie más las conoce... Debes continuar enviando felices embajadas, una tras otra. No las suprimas. Yo no olvidaré la amistad con tu marido. En este mismo momento y más que nunca, tengo diez veces más mucha más amistad por tu hijo Akenatón. Tú eres la que conoce las palabras de tu marido, pero no me has enviado todo mi regalo de homenaje que tu marido ordenó que se me enviase. Yo había pedido a tu marido estatuas de oro macizo... Pero tu hijo ha chapado en oro estatuas de madera. Puesto que el oro es polvo en el país de tu hijo, ¿por qué han sido la causa de una tal pena para tu hijo que no me las ha dado?... Ni siquiera me ha dado lo que su padre tenía costumbre de dar (Cartas de Al-Amarna, EA 26). Tiyi estaba profundamente apegada a la política de paz llevada por su marido Amenofis III. Su conocimiento de los diversos casos le permitía defenderla con eficacia, y sin duda actuó junto a Akenatón como una especie de ministro de Asuntos Exteriores al más alto nivel. Su desaparición privó al monarca de sus juiciosos consejos y le obligó a ocuparse él solo de problemas internacionales que, al parecer, no conocía a la perfección. La muerte de la reina madre tuvo lugar en un mal momento. Como veremos, la situación política de Asia se modificó profundamente durante el reinado de su hijo. Akenatón no parece haber sido capaz de llevar a cabo un análisis pertinente de la misma y de sacar las conclusiones que se imponían. 292


Toda una literatura presenta a Akenatón como un pacifista, un no violento, un ser dulce y débil empeñado en evitar la guerra a toda costa. En el año 12 del reinado, hubo probablemente una acción militar en Nubla. Estelas descubiertas en Buhen y Amada demuestran que el ejército egipcio intervino en un sector en el que existían minas de oro y que sofocó con severidad una rebelión tribal. Sin embargo, más que de guerra, hay que hablar de una operación de policía. Durante el Imperio Nuevo, Nubla es una verdadera colonia, sometida a la ley egipcia. El faraón no tolera que se produzca en ella ninguna perturbación. Hay numerosos egipcios que viven en Nubia, funcionan en ella templos, especialmente un santuario de Atón. Hay también nubios que sirven en el ejército egipcio. Los hijos de los jefes de tribu se educan en Egipto. Akenatón no es ni un pacifista soñador ni un partidario a ultranza de la guerra. Se contenta con proseguir la política internacional preconizada por Amenofis III y Tiyi: una paz apoyándose en tratados con las potencias extranjeras. Al sur, en Nubia, el ejército y la policía egipcios intervienen para restablecer el orden tan pronto como se ve amenazado. Pero no ocurre nada grave desde hace muchos años en esta región egiptizada. Al nordeste, en cambio, en los países de Asia parcialmente bajo el control egipcio, todo cambia. Los trabajos de A. Altman han demostrado que la estabilidad política de los protectorados egipcios, como Biblos o el Amurru, termina poco después de las campañas asiáticas de Tutmés IV. El proceso de 293


degradación, peligroso para la seguridad de Egipto, se inicia mucho antes del reinado de Akenatón. El rey hitita Subbiluliuma destruye definitivamente el equilibrio de fuerzas en el Oriente Próximo antiguo, que Egipto domina todavía. En efecto, hasta su reinado, el imperio faraónico había ejercido una soberanía militar difícil de atacar. Pero Subbiluliuma es ambicioso y quiere convertir su país en una gran nación. Comienza, pues, por someter las tribus que le estorban en el interior de sus propias fronteras. Hace cesar las querellas intestinas y pone fin a los problemas graves que amenazan su poder. Una vez restablecido el orden, pacifica sus provincias y leva tropas, a las que asegura un encuadramiento militar de calidad. La Sirio-Palestina, bajo control egipcio, está dividida en tres provincias, controladas por tres funcionarios. El primero reside en Gaza y se ocupa del país de Canaán, es decir, Palestina más una parte de la costa fenicia, hasta Beirut. El segundo reside en Sumur y vela por el país de Amurru, que se extiende desde Biblos hasta el sur de Ugarit y el Oronto. El tercero habita en Kudimu. Está encargado de la provincia de Apu, que va de Qades, en Siria del Sur, hasta el norte de Palestina y Damasco. ¿Por qué la situación se degrada hasta tal punto? ¿Por qué las relaciones exteriores de Egipto se deterioran? En el año 12 de su reinado, Akenatón recibían aún de manera normal los tributos de los Estados extranjeros, especialmente de las regiones de Asia. A cambio, el faraón les concedía el «aliento de vida», y esos países, por lo menos oficialmente, permanecían sometidos al imperio faraónico. El rey afirma que se trata de «posesiones» y que Dios se los ha confiado «para que refresque su ardor en ellos» y los apacigüe con la fuerza de su mano. Sin embargo, después del año 12, tales declaraciones dejan de corresponder a la realidad, puesto que los países extranjeros no pagan ya los tributos habituales a la corte de Akenatón. De repente, el equilibrio parece romperse, y la fraseología oficial no alcanza a enmascarar el malestar que surge entre los vasallos de Egipto. Varios indicios tienden a demostrar que Akenatón no envió los regalos suficientes a los soberanos extranjeros, descuidando así sus deberes protocolarios, cuya importancia no debió de ser subestimada por el amo de Egipto. Se trataba indiscutiblemente de una falta grave. Akenatón era consciente de las dificultades con que tropezaba la política egipcia. Mantuvo una línea de conducta muy firme, como expresa una de sus cartas a un príncipe sirio, poco tiempo antes de los ataques hititas: Me encuentro bien, yo, sol en el cielo; mis carros y mis soldados son muy numerosos; desde el Alto Egipto hasta el Bajo Egipto, desde la región en que sale el sol hasta la región en que se pone, el país entero está en buenas condiciones y satisfecho.

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En otras palabras, el poderío egipcio sigue siendo considerable, y los ejércitos del faraón no tienen rival. En opinión del rey, esta simple afirmación debería calmar los ardores belicosos y asegurar la paz. Akenatón no quiere utilizar directamente el armamento de que dispone. Considera que sus fuerzas de disuasión son lo bastante impresionantes para que sus posibles adversarios no se atrevan a moverse. El rey-juez estima que una política pacifista, apoyada sobre bases sólidas, dará a largo plazo buenos resultados, mientras que las intervenciones armadas no harían más que envenenar la situación. Su padre, Amenofis III, compartía la misma opinión, pero practicaba una «táctica» muy flexible. Sabía oponer a las tribus entre sí, fomentar la división de los clanes, impedir el nacimiento de coaliciones peligrosas. Aprovechando de maravilla las querellas intestinas de los reyezuelos, Amenofis II mantuvo firmemente el control egipcio sobre los países vecinos. Akenatón, que concede el primer lugar a las preocupaciones espirituales y que intenta echar los cimientos de una fe nueva, desprecia demasiado ese sistema de intrigas, que presenta la ventaja de dejar subsistir una agitación poco peligrosa. Al parecer, Akenatón no vela personalmente sobre su red de espionaje y deja su responsabilidad a hombres de probidad a veces dudosa. Mal informado, el faraón tiene una visión demasiado parcial de los acontecimientos. Además, Akenatón se debate en una situación económica difícil y no dispone de tantas riquezas como sus predecesores. Amenofis III había prometido mucho oro a los vasallos de Egipto. Akenatón no logra mantener sus promesas. Cuando hace regalos a los soberanos fieles a Egipto, comete graves errores. Por ejemplo, el rey de Babilonia reprocha a Akenatón haberle enviado un oro de muy mala calidad; los aliados de Egipto se sorprenden, en diversos grados, ante la actitud de Akenatón. No conocen las dificultades internas de Egipto y todavía no son muy conscientes del peligro hitita. Les choca sobre todo la escasa diligencia que pone el faraón en enviarles unas riquezas que consideran como debidas. Sin duda ése es el motivo de que los tributos extranjeros no lleguen ya a la corte de Egipto. 295


Sin embargo, el ejército egipcio no ha perdido nada ni de su valor ni de su fuerza. Pese a creer en las virtudes de la diplomacia y la persuasión, Akenatón no se comportaba como un pobre soñador, incapaz de tomar conciencia de la crisis de civilización que se desarrollaba ante sus ojos y que él mismo había provocado en parte. Por lo tanto, no es aberrante pensar que Akenatón estuvo con frecuencia muy mal informado y que ciertas cartas, si no la mayoría de ellas, no llegaron hasta él. Aunque sea muy difícil llegar a una certidumbre en este aspecto, emitiré la hipótesis de que Akenatón fue traicionado por ciertos miembros de su corte y que dispuso, debido a disimulos voluntarios, de informaciones incompletas sobre la evolución del poderío hitita.

Alexandre Moret ha defendido la tesis de que Akenatón deseaba magnificar a un dios-sol que fuese un lazo sagrado entre Egipto y los demás pueblos. Un dios agresivo, nacionalista y batallador, aun en caso de victoria, no hubiera sido más que un dios estrechamente egipcio. Por el contrario, un dios pacífico y tolerante conquistaría el corazón de todos los hombres, evitando los conflictos. Para ello, Akenatón había previsto la construcción de tres grandes ciudades consagradas a Atón, una en Egipto, otra en Nubia y otra en un emplazamiento que no se ha determinado todavía con certeza. Las tres ciudades representaban, de manera simbólica, la totalidad del mundo conocido, que se volvía con amor hacia los rayos del sol divino. Era el mismo Dios quien debía establecer las relaciones amistosas entre las naciones, no las armas o las riquezas. Atón, padre espiritual de todos los seres, borraba las razas en favor de la «parcela de luz» común a todos los vivientes. Henos de nuevo en pleno romanticismo. 296


Se advierte claramente que Akenatón se vio desbordado por la evolución política y militar de las comarcas asiáticas, que conocía mal y que no visitó -como habían hecho algunos de sus predecesorespara mantener una paz a distancia. El balance es duro. Biblos se ha perdido. Mitanni, aliado importante de Egipto, ha dejado de existir. Los hititas se han anexionado Siria. Bandas de saqueadores recorren Palestina. Akenatón ha perdido la iniciativa a causa de sus vacilaciones. Sigue intentando practicar una política de alianzas y tratados, que no alcanza a frenar las ambiciones de los hititas, que invaden Mesopotamia y la Siria del Norte, destruyen Mitanni, amenazan el Líbano sur. Ningún ejército egipcio se alza frente a ellos. ¿Le hubiera sido posible a Akenatón detener el avance hitita? Los especialistas en la historia militar egipcia responden afirmativamente. Pero reunir un ejército lo bastante fuerte exigía una organización particular y un esfuerzo de guerra importante. Akenatón no quiso realizar tal esfuerzo, a la vez social y económico. Las informaciones recientes permiten pensar que Akenatón no permaneció totalmente inactivo durante los últimos años de su reinado. Según parece, envió tropas a Siria. ¿Para qué tipo de intervención y con qué resultado? Akenatón no fue responsable del declinar del poderío egipcio. No obstante, tampoco supo detenerlo. LOS DRAMAS DEL AÑO 14 En el año 14 cayó enferma Meket-Atón, la segunda hija de la pareja. ¿Qué edad tenía? Imposible decirlo con exactitud. Por lo menos doce años. A pesar de los cuidados que se le prodigaron, la chiquilla sucumbió. Fue enterrada en la tumba real que Akenatón había hecho preparar para su familia. Excepcionalmente, los artistas recibieron orden de representar las escenas rituales del duelo, lo que nos permite participar en la inmensa tristeza de Akenatón y Nefertiti. Los bajorrelieves de la tumba de Al-Amarna muestran al rey y la reina llorosos.

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En todos estos cuadros, reina una desesperación que nos conmueve todavía. El golpe del destino se abatió sobre Akenatón de la manera más violenta, turbándole profundamente. El drama tenía forzosamente que conmover hasta lo más profundo a la pareja real. Perder a una hija a la que se había puesto bajo la protección de Atón significaba una desdicha que la población entera podía considerar como una especie de rechazo divino. A partir de entonces, todo se desdibuja. La desaparición de su segunda hija supuso sin duda una prueba insuperable para la reina Nefertiti. Se han formulado varias explicaciones posibles intentando levantar el velo que cubre los últimos años de la existencia de Nefertiti. Según una teoría, la reina tomó conciencia de los graves peligros que la política de Akenatón hacía correr a Egipto y a fin de salvar el país de la rutina, abandonó más o menos la religión de Atón. Nefertiti logró entonces ponerse en contacto con los sacerdotes de Amón, quienes durante sus entrevistas, le demostraron el carácter perjudicial de la experiencia emprendida por su marido. Convencida por sus advertencias, se retiró a un palacio en compañía del joven Tutankatón, que reinará más tarde con el nombre de Tutankamón, y quien por cierto parece ser que murió envenenado por unas uvas que le regalaron los sacerdotes de Amon...

Ayudada en su tarea por el «Padre Divino» Ay, preparó al niño para tomar el poder a expensas de Akenatón, enfermo y cada vez más desconcertado por el cariz de los acontecimientos. En el espíritu de Nefertiti, era el único medio de preservar la continuidad monárquica y asegurar un necesario retorno al orden. 298


Viendo que la salud del rey «herético» declinaba, Nefertiti buscaba así evitar una venganza brutal del clero de Tebas contra todos aquellos que se habían declarado en favor de Akenatón. Dada su personalidad, Nefertiti aseguraba una posible «unión» entre la revolución de Akenatón y el conservadurismo de los partidarios de Tebas. Los hechos se ajustaron a las esperanzas de la reina. Akenatón murió, ella educó de acuerdo con sus designios al joven Tutankatón y lo presentó como candidato al trono a los sacerdotes de Amón, que le aceptaron como tal. El muchacho se convirtió así en el rey legítimo Tutankamón, el restaurador del poderío de Amón. Esta historia, con sus múltiples peripecias, implica una especie de traición por parte de Nefertiti. Hay aún otra explicación de los acontecimientos. La discordia entre la pareja real no se debió a la iniciativa de Nefertiti, sino a la de Akenatón, que, aterrorizado por el fracaso de su empresa «revolucionaria», decidió volverse hacia los sacerdotes de Amón y pactar con ellos. Fiel a la ortodoxia atoniana, Nefertiti se opuso entonces violentamente a esta línea de conducta. Abandonó a su esposo para vivir en el aislamiento y preservar su fe en el disco creador, esa fe que seguía siendo la única razón de su vida. Akenatón envió a Tebas a su corregente Smenker para iniciar las negociaciones. Una entrevista semejante no podía por menos que ser tormentosa. Ofendidos, los sacerdotes de Amón obligaron al enviado del «herético» a aceptar todas sus condiciones, incluso al precio de una humillación.

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Según Pendlebury, uno de los célebres excavadores del emplazamiento de Al-Amarna, Nefertiti no murió hasta el año 3 del reinado de Tutankamón, tras haber ejercido una regencia perfectamente fiel al culto de Atón. Fue la reina la que impidió al joven faraón, que tenía una decena de años, responder a los avances del clero de Amón y regresar a Tebas. Por lo tanto, la «herejía» sólo finalizó con la muerte de la reina. Si aceptamos esta versión de los hechos, está claro que fue Akenatón quien traicionó su propio ideal, por desaliento o por cobardía. El rey carecía ya de las fuerzas necesarias para continuar su tarea, pero Nefertiti se negó a renunciar a su obra común. Tomando sola las riendas del poder, «La bella ha venido» obtuvo del dios sol una energía extraordinaria y negó toda concesión al clero tebano. Al continuar reinando tras la muerte de Akenatón, observó la línea de conducta definida por la revolución amarniana y preservó la pureza de la nueva fe hasta su último día. Hizo incluso más, educando al joven Tutankatón e intentando transmitirle la antorcha. Esta reconstrucción de los acontecimientos me parece en extremo fantástica. La verdad es probablemente mucho más sencilla y mucho más trágica. En el año 14, o poco después, la reina Nefertiti, demasiado quebrantada por la muerte de una o varias de sus hijas, murió a su vez en el palacio norte de Aketatón, al que se había retirado a causa del estado de su salud. En el espacio de unos meses, Akenatón pierde a su esposa y a una o varias de sus hijas. Herido ya su corazón por el fallecimiento de Meket-Atón, el rey tiene muy pronto que afrontar la prueba de la soledad del poder. Desde el principio de la aventura atoniana, Nefertiti había permanecido siempre a su lado, compartiendo con él deberes y poderes y ofreciéndole su consejo en toda circunstancia. La luz de Atón se expresaba a través de la pareja divina. Privado de Nefertiti, Akenatón no puede llenar la función teológica y simbólica que exige el culto del sol divino. Por consiguiente, no le queda más remedio que buscar un corregente. DEL AÑO 15 AL AÑO 17: EL FINAL DE UN REINADO A finales del año 14 o a principios del 15, Akenatón asocia a su trono a un hombre que lleva el nombre de Smenker, «El ka de Ra está firmemente establecido». Se observara que se trata de nuevo de una referencia a Ra, no a Atón. Como hemos visto la corregencia era un fenómeno relativamente frecuente, el mismo akhenaton fue corregente con su padre. En el tiempo que Ajnatón, aparecen hasta dos corregentes al unísono entre los cuales parece existir una mujer. Evidentemente, el simple hecho de que una mujer alcance la posición de rey ya es de por sí una especie de atentado mitológico, puesto que por definición el arquetipo mítico del Rey en Egipto, corresponde exclusivamente a un hombre. Por eso sólo encontramos a cinco 300


mujeres ejerciendo de rey en toda la larga y milenaria historia de Egipto. Uno de los corregentes de Ajnatón es uno de estos casos, y el mejor de los candidatos posibles es la propia esposa del rey: Nefertiti. El otro corregente sería el enigmático Smenjkare. Ambos pudieron actuar en calidad de reyes durante unos pocos años antes de que finalizara el propio reinado de Ajnatón y su relevo por Tutanjamón, probablemente hijo suyo. Lo que sí es una certeza, es que durante los últimos años de reinado de Ajnatón, una mujer recibía el tratamiento de rey La corregencia durará alrededor de tres años, hasta la desaparición de Akenatón. ¿Quién era? ¿Un hijo de Amenofis III y de una esposa secundaria, o un hermano de Tutankatón, el hijo de Kia? No disponemos de ningún dato que precise su origen. No se da ninguna indicación ni sobre su familia ni sobre sus padres. Hay quien sostiene tambien, que la corregente pudiera ser la propia Nefertiti, que alcanzaría así el papel de faraona, aquí la podemos ver en dos funciones reservadas al faraón, en la primera está ejecutando a un enemigo,

en la segunda aparece dirigiendo una batalla

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El papel exacto de Mery-Atón, la primogénita de la pareja real, plantea asimismo muchos problemas. En ciertos relieves, su nombre aparece grabado por encima del de Kia, incluso del de Nefertiti. En el año 15, se la ve cumpliendo los actos culturales en compañía de su padre. ¿Es ella quien habita «la casa de la favorita»? ¿Se puede considerar que no sólo sucedió a su madre en sus funciones religiosas, sino que reinó sola después de la muerte de Akenatón?.

Se cree que Smenker y Mery-Atón fueron matrimonio. Una tumba de Al-Amarna parece mostrarles juntos, en tanto que soberanos 302


reinantes. Puesto que Akenatón está ausente de la escena, ¿se puede admitir que ha muerto y que nos encontramos en presencia de sus sucesores? En el año 16, mientras que Akenatón vivía todavía, su corregente visitó probablemente Tebas. ¿Por qué ese viaje? Sin duda para preparar el retorno de la corte real a Tebas. 0 Akenatón está muy enfermo o ha muerto ya. Había llegado la hora de poner fin a la experiencia atoniana, y de hacerlo sin tropiezos especiales. El traslado de la corte, de los ministerios y de los altos funcionarios exigía tomar disposiciones administrativas. Es de imaginar que la tarea fuese atribuida a un corregente. Una vez terminada, desaparece de la escena. En el año 16, el ejército egipcio interviene en Siria del norte por orden de Akenatón. El faraón continúa gobernando. Juzgando que los hititas van demasiado lejos, se decide por fin a reaccionar.

Incluso es posible que las tropas del general Horemheb hayan atacado Karkemish. La campaña militar tuvo efectos beneficiosos para la seguridad de Egipto. Si los hititas habían trazado proyectos de invasión, renunciaron a ellos al comprobar que los soldados del faraón estaban dispuestos a combatir. Fue el último acto oficial conocido del reinado de Akenatón. LA MUERTE DE AKENATON Y SU SUCESIÓN Akenatón murió apaciblemente en su capital durante el verano de 1359 a. de C. Aunque la fecha sea muy discutible, es en cambio probable que el esposo de Nefertiti regresase a la luz divina de la que había nacido sin que estallase ningún disturbio en Aketatón. Akenatón fue probablemente enterrado en la tumba real de Aketatón, que albergaba ya los cuerpos de Meket-Atón y Nefertiti. Por lo demás, 303


sorprende el hecho de que ni los textos ni las escenas se referían al fallecimiento de la reina. Después de tres años de corregencia, Smenker desaparece del primer plano de la escena. Aparece en la historia entonces un nuevo personaje, el joven Tutankatón, «Símbolo viviente de Atón», que probablemente tenía una decena de años. Había vivido en la ciudad del sol, donde gozaba, al parecer, de la protección de Nefertiti. Fue ese niño el que se convirtió en el nuevo faraón, con el nombre de Tutankamón, «Símbolo viviente de Amón». El acto mágico se realiza ahora en sentido inverso. Akenatón había modificado su nombre, abandonando a Amón en favor de Atón. El nuevo rey abandona a Atón en favor de Amón, puesto que residirá en Tebas, después de haber sido coronado en Karnak. ¿Quién eligió a Tutankamón como sucesor de la «pareja» AkenatónSmenker? No lo sabemos, tal vez el mismo Akenatón. 0 quizá un colegio de sabios, que habían adivinado en el niño capacidades para el gobierno. Pudo ocurrir incluso que Nefertiti, como «Gran esposa real», designase a Tutankamón antes de morir. El retorno a Tebas y al culto de Amón no se efectuó con brusquedad. Una estela de Berlín muestra a Tutankatón, antes de su cambio de nombre, en adoración delante de Amón-Ra. No imaginemos, pues, una querella de dioses, una revancha acerba de Amón sobre Atón. La transición, correctamente preparada tanto en Aketatón como en Tebas, siguió un proceso ritual, que terminó por la restauración de los antiguos cultos.

No obstante, un célebre edicto parece lanzar las más graves acusaciones contra Akenatón: Los templos de los dioses han pasado por tiempos detestables. Sus patios se habían convertido en caminos por los que todos podían 304


pasan El país estaba agotado por las plagas, y los dioses eran descuidados. Su Majestad [es decir, el nuevo rey, Tutankamón] buscó lo que podía ser útil a Amón... Los dioses habían vuelto la espalda al país: los dioses y las diosas no acudían cuando se les pedía consejo. ¿Realidad histórica o fantasía? Ni una cosa ni otra. Los santuarios de los dioses tradicionales no fueron destruidos ni sufrieron ninguna degradación durante el reinado de Akenatón y los breves años de la experiencia atoniana. Pero a la muerte de un rey, peligra siempre el equilibrio de las Dos Tierras. El país atraviesa por un periodo de caos. Es como si un viento destructor soplase sobre Egipto. Para rechazar el peligro, una sola solución: que un nuevo rey suba al trono. Gracias al advenimiento de Tutankamón y de acuerdo con el proceso simbólico habitual, se expulsa el desorden del país, que vuelve de nuevo a los tiempos primordiales, a la edad de oro.

El clero tebano no emprendió ninguna guerra contra los adoradores de Atón. Al fin y al cabo, Tutankamón había formado parte de ellos. El soberano cuyo reinado señala el retorno de Amón como dios del Imperio había vivido en la ciudad de Atón. «Aquellos cuyo nombre es conocido», dicho de otro modo, los miembros estimados de las ricas e influyentes familias tebanas, recuperaron los puestos de responsabilidad en la administración civil y religiosa. Los hombres elevados a funciones capitales por Akenatón retornaron a su anonimato. Existe otra prueba de la paz civil y religiosa que reinó entre la capital de Akenatón y Tebas. Al morir Tutankamón tras algunos años de reinado, era de esperar que el nuevo faraón fuese un tebano que no hubiese participado para nada en la experiencia atoniana.

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Y sin embargo, se produce exactamente lo contrario. El hombre que sube al trono es Ay, el confidente más íntimo de Akenatón, el cortesano en cuya tumba se había grabado el «gran himno» a Atón. Ciertos eruditos ven en Ay el ejemplo perfecto del oportunista que supo adaptarse a las situaciones más difíciles y que, tras disfrutar de los favores de Akenatón, se conquistó también los favores de los tebanos. Diabólicamente hábil, tramó intrigas lo bastante sólidas para que su renombre amarniano no se opusiese a su toma de poder. Se trata de una versión muy modernista y muy política, en el mal sentido de la palabra, una visión que no comparto. Ya de edad y hombre experimentado, Ay estaba considerado como un sabio, ya que había respetado durante «su carrera» la ley de Maat. Sucesor de un hombre muy joven, Ay carecía ya de ambiciones personales. Conciliador, ponderado, con un perfecto conocimiento de la administración y de la corte, el reinado de Ay, que duró alrededor de dos años, fue breve y apacible. El general Horemheb estuvo primero al lado de Tutankamón, luego junto a Ay. A la muerte de este último, subirá al trono, prolongando el linaje amarniano.

Después de haber guerreado en Asia bajo las órdenes de Akenatón, al que había servido fielmente, Horemheb aparece como un «hombre fuerte», que había tenido tiempo para entrenarse en la práctica del poder. Sin embargo, no se comporta como un militar, sino como un jurista. Promulga un importante decreto reformando unas leyes retrógradas, convertidas en caducas e injustas. Probablemente casado con una hermana de Nefertiti, Horemheb no demuestra ninguna hostilidad con respecto a su antiguo señor. Nombra gran sacerdote de Ra en Heliópolis a un antiguo dignatario amarniano, manteniendo así la tradición solar. Si bien es exacto que se vinculó directamente el reinado de Horemheb al de Amenofis III, borrando de la historia a Akenatón, Tutankamón y Ay, hemos de precisar que lo hicieron los analistas ramesidas, muchos años más tarde. Horemheb adoptó una actitud intransigente frente a los hititas, pero no emprendió ninguna guerra, aunque hizo ejecutar a uno de los hijos 306


del rey hitita, que se dirigía a Egipto para casarse con AnkhesenpaAtón, hija de Akenatón y Nefertiti y viuda de Tutankamón, la cual, al solicitar su matrimonio con un extranjero, había cometido un acto de traición. Como se ve, la sucesión de Akenatón se desarrolló sin violencia. No hubo ni guerra civil ni enfrentamiento entre los partidarios de uno y otro dios. E incluso fueron allegados del rey difunto los que reinaron en Egipto durante varios años. DESAPARICIÓN DE UNA CAPITAL Una vez que Akenatón y Nefertiti desaparecieron, la experiencia atoniana había finalizado. La nueva capital había cumplido ya su misión. La existencia en Tebas de un templo del corregente Smenker demuestra que el retorno de la corte real a la antigua capital estaba programado. Todos los templos atonianos permanecieron abiertos todavía durante tres años después de la muerte de Akenatón. Los colegios de sacerdotes continuaron sirviendo al dios solar. Durante diez años como mínimo, se celebró el culto de Atón en Tebas, en Menfis y en Heliópolis, las tres principales ciudades teológicas de Egipto.

Cierto que la situación religiosa había cambiado. Atón volvía a ser una divinidad como las demás. El dios del Imperio era de nuevo Amón. El nombre del faraón ya no estaba mágicamente protegido por Atón, sino por Amón: Tutankamón. También la gran esposa real ha modificado su nombre, cambiando Ankhesenpa-Atón, «La que vive para Atón», por Ankhesenpa-Amón, «La que vive para Amón». Por lo tanto, es completamente inexacto afirmar que se inició una oleada de persecuciones contra la memoria de la pareja solar y contra 307


los adoradores de Atón inmediatamente después de la desaparición de Akenatón. No existía una secta atoniana situada al margen de la sociedad egipcia, ni una minoría militante en favor de esta divinidad. La religión egipcia no funcionaba en términos de creencias o de relaciones de fuerza entre dos convicciones. Atón había sido el genio de un reinado, no la expresión de una verdad revelada de una vez para siempre. Si se cerraron los templos de Atón unos años después de la desaparición de la pareja real, se debió a que habían perdido su razón de ser. Atón, Akenatón y Nefertiti habían formado una tríada divina, reemplazando el Panteón tradicional de las antiguas divinidades. Desvanecida la tríada, el conjunto de los demás cultos recobró su plena actividad. Se ha acusado con frecuencia a Horemheb de haber destruido Aketatón y de haber traicionado a su antiguo señor, haciendo pasar a Akenatón por un herético y un mal rey. La verdad difiere mucho de esta versión imaginaria de los acontecimientos. Una vez que subió al trono, es decir, unos diez años después de la muerte de Akenatón, Horemheb, como todo faraón de la XVIII Dinastía al acceder al poder supremo, empezó por cumplir sus funciones de maestro de obras. Emprendió una serie de grandes trabajos en Karnak, en especial la construcción del noveno pilono. De acuerdo con la tradición, utilizó elementos arquitectónicos de los reinados anteriores para incluirlos en sus propios monumentos, elementos que, en su caso, le serán proporcionados por las piedras de los templos atonianos de Karnak.

Por lo tanto, los templos construidos en Tebas por Akenatón fueron desmontados y cortados en bloques, uno por uno, con gran orden y 308


método. No se trató de una destrucción incontrolada, perpetrada por fanáticos y excitados, sino de un desmantelamiento ritual, que se efectuó con todo cuidado. A continuación, los bloques -los talatates, a los que nos hemos referido con frecuencia- fueron introducidos en el interior del segundo y el noveno pilonos, en capas sucesivas, constituyendo así un relleno eficaz. Desgraciadamente, los arqueólogos que descubrieron los bloques no comprendieron su significado. De lo contrario, se hubieran dado cuenta de que los antiguos egipcios los habían colocado en el orden inverso al que habían sido desmontados. Por lo tanto, no tomándolos al azar, sino ajustándose a la lógica del sistema, les hubiera sido fácil reconstruir las paredes que formaban anteriormente. En el nombre de Horemheb se incluye el de dios Horus, cuyo protegido era. Horemheb residió con tanta frecuencia en Menfis donde se había excavado la primera tumba, la correspondiente a su rango de general- como en Tebas. No inició ninguna persecución ni contra Akenatón ni contra Atón, pero sí practicó una «política» arquitectónica conforme con la tradición faraónica. ¿Y qué fue de Aketatón, la capital creada por la pareja solar? Al comienzo del reinado de Tutankamón, la ciudad estaba todavía habitada, aunque su actividad había empezado ya a reducirse. El traslado de los ministerios y de las distintas administraciones exigió sin duda varios meses. Según Redford, se puede calcular que la ciudad de Atón no fue abandonada definitivamente por lo menos hasta tres años después de la muerte de Akenatón.

Los notables y los altos funcionarios fueron los primeros en partir. Los artesanos y los obreros, los últimos. Y luego, llegó el último día, el último amanecer en una capital moribunda, de la que salía el último convoy. Los viajeros subieron a bordo de los barcos, dirigiéndose unos hacia el norte, en dirección a Menfis, otros hacia el sur, en dirección a Tebas. Se había dado definitivamente la vuelta a una página de la historia egipcia. 309


¿Akenatón el maldito? Según algunos autores, unos cincuenta años después de la muerte del rey, surge una poderosa corriente contraria a Akenatón, que le convierte en un «perverso», un «criminal». Se suprime su nombre de los documentos oficiales, haciéndolo desaparecer también a martillazos de los monumentos en que estaba grabado. Al mismo tiempo, se arrasa por completo la ciudad del sol. El examen atento de la documentación induce a matizar el análisis. Cierto que dos ilustres faraones de la XIX Dinastía, Seti I y Ramsés II tomaron la iniciativa de reducir a la nada la experiencia atoniana. Pero se trata, subrayémoslo bien, de una toma de posición por parte del faraón, no de un levantamiento popular o de una manifestación masiva en contra de Atón. El asunto parece todavía más extraño si se piensa sobre todo que Ramsés II lleva en su nombre el de la divinidad solar por excelencia, Ra. Lo mismo que había hecho Horemheb, Ramsés II elimina a Akenatón, Tutankamón y Ay de los anales reales,

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Lista de los faraones de Egipto en el templo de Seti I, en el lugar de la raya roja faltarían los nombres de Akhenaton, Tutankamon y Ay, como si Horemheb hubiera sucedido directamente a Amenofis III, pese a haber sido uno de los personajes más destacados de la experiencia amarniana. La acción de los ramesidas no debe ser considerada como un movimiento de odio en contra de un Akenatón maldito, sino como una disposición simbólica normal, inscrita en la norma faraónica. ¿UNA POSTERIDAD BIBLICA? La experiencia espiritual de Akenatón y los textos de la época amarniana suscitaron más de una vez el asombro de los científicos cristianos que estudiaron el periodo, ¿Cabe pensar que, en cierto sentido, la fe de Akenatón fue una prefiguración del futuro cristianismo, una visión tan profunda de la unicidad divina que se tradujo forzosamente en el monoteísmo? Deberíamos explicar que en realidad la religión atoniana no fue nunca monoteísta en sentido estricto, sino más bien un henoteísmo, es decir: El henoteísmo o monolatría (del griego: heis, henos "un" y theos "dios") es la creencia religiosa según la cual se reconoce la existencia de varios dioses, pero sólo uno de ellos es suficientemente digno de adoración por parte del fiel. Históricamente, el henoteísmo ha aparecido en pueblos politeístas que, por ciertas circunstancias de carácter espiritual, han alcanzado el monoteísmo. De esta manera el henoteísta no es un politeísta ni un monoteísta en sentido estricto. El henoteísmo comparte con el politeísmo la creencia en varios dioses, aunque no los considera tan dignos de veneración como el dios propio del henoteísta. Y comparte con el monoteísmo la creencia de que sólo un único dios es merecedor de adoración, aunque no niega frontalmente la existencia de otros dioses.

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Existe evidencia de que el judaísmo fue henoteísta en sus comienzos, para luego evolucionar hacia el monoteísmo estricto cerca del siglo VII A.C Tal vez la experiencia atoniana ejerció su influencia, a distancia, sobre el cristianismo naciente. En este caso, habría que suponer una transmisión de ideas y de símbolos, lo cual es perfectamente plausible. Un papiro de Oxirrinco registra estas palabras de Cristo:

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¿Preguntáis quiénes son los que nos conducen al Reino? ¿Preguntáis si el Reino está en los cielos? Las aves del aire, y todas las bestias que hay bajo tierra y sobre tierra, y los peces del mar, son ellos los que os conducen, y el Reino de los cielos está en vosotros. Extraño eco de los textos amarnianos, a decir verdad. En sus palabras, Cristo no cede a un naturalismo sentimental, sino que enseña a sus discípulos que los secretos de la divinidad están insertos en la naturaleza. Observándola, comulgando con ella, el hombre descubre que el secreto de la vida se halla oculto en su propio corazón. Toda la enseñanza de Akenatón converge hacia esa toma de conciencia. Se podrían citar otros textos cristianos inspirados, más o menos directamente, por el pensamiento de Akenatón. Recordemos, por ejemplo, el más célebre de ellos, el salmo 104, atribuido al Rey David:.

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1 Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; Te has vestido de gloria y de magnificencia. 2 El que se cubre de luz como de vestidura, Que extiende los cielos como una cortina, 3 Que establece sus aposentos entre las aguas, El que pone las nubes por su carroza, El que anda sobre las alas del viento; 4 El que hace a los vientos sus mensajeros, Y a las flamas de fuego sus ministros. 5 El fundó la tierra sobre sus cimientos; No será jamás removida. 6 Con el abismo, como con vestido, la cubriste; Sobre los montes estaban las aguas. 7A tu reprensión huyeron; Al sonido de tu trueno se apresuraron; 8 Subieron los montes, descendieron los valles, Al lugar que tú les fundaste. 9 Les pusiste término, el cual no traspasarán, Ni volverán a cubrir la tierra. 10 Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; Van entre los montes; 11 Dan de beber a todas las bestias del campo; Mitigan su sed los asnos monteses. 12 A sus orillas habitan las aves de los cielos; Cantan entre las ramas. 13 El riega los montes desde sus aposentos; Del fruto de sus obras se sacia la tierra. 14 El hace producir el heno para las bestias, Y la hierba para el servicio del hombre, Sacando el pan de la tierra, 15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, El aceite que hace brillar el rostro, Y el pan que sustenta la vida del hombre. 16 Se llenan de savia los árboles de Jehová, Los cedros del Líbano que él plantó. 314


17 Allí anidan las aves; En las hayas hace su casa la cig:ueña. 18 Los montes altos para las cabras monteses; Las peñas, madrigueras para los conejos. 19 Hizo la luna para los tiempos; El sol conoce su ocaso. 20 Pones las tinieblas, y es la noche; En ella corretean todas las bestias de la selva. 21 Los leoncillos rugen tras la presa, Y para buscar de Dios su comida. 22 Sale el sol, se recogen, Y se echan en sus cuevas. 23 Sale el hombre a su labor, Y a su labranza hasta la tarde. 24 !!Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra está llena de tus beneficios. 25 He allí el grande y anchuroso mar, En donde se mueven seres innumerables, Seres pequeños y grandes. 26 Allí andan las naves; Allí este leviatán que hiciste para que jugase en él. 27 Todos ellos esperan en ti, Para que les des su comida a su tiempo. 28 Les das, recogen; Abres tu mano, se sacian de bien. 29 Escondes tu rostro, se turban; Les quitas el hálito, dejan de ser, Y vuelven al polvo. 30 Envías tu Espíritu, son creados, Y renuevas la faz de la tierra. 31 Sea la gloria de Jehová para siempre; Alégrese Jehová en sus obras. 32 El mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y humean. 33 A Jehová cantaré en mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva. 34 Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová. 35 Sean consumidos de la tierra los pecadores, Y los impíos dejen de ser. Bendice, alma mía, a Jehová. Aleluya. Algunas de sus partes son incluso traducciones del gran himno de Atón. Al principio de su obra, el salmista pide a Yahvé que le bendiga «vestido de fasto y de esplendor, envuelto en luz como en un manto». Ese Dios resplandeciente toma a los vientos como mensajeros, instala a la tierra sobre sus bases y la hace inquebrantable. Él establece la 315


armonía en el universo, como un gran dios creador del Egipto antiguo. Yahvé, como Atón, impone límites precisos a su obra, a fin de que las fuerzas naturales sean las componentes de una obra maestra de belleza y rigor. El salmista compone después estos versos, que no sorprenderán a los lectores que conocen ya el gran himno de Atón: Haces brotar las fuentes en los barrancos. Las aguas avanzan en medio de las montañas, abrevan todas las bestias del campo, los onagros calman en ella su sed, el ave de los cielos se posa junto a ellas, bajo el follaje, eleva su voz. Desde tus altas cámaras, abrevas las montañas. La tierra se sacia con el fruto de tus obras. Tú haces crecer la hierba para el ganado, y las plantas para el uso de los humanos. (…) (…) El [Yahvé] hizo la luna para marcar los tiempos, el sol conoce su poniente. Tú traes la tiniebla, y es la noche, todos los animales de los bosques se agitan, los cachorros del león rugen tras la presa y reclaman a Dios su comida. Cuando sale el sol, se retiran y van a acostarse en sus guaridas; el hombre sale para la labor, a hacer su trabajo hasta el ocaso. ¡Cuán numerosas son tus obras, Yahvé! Todas las hiciste con sabiduría, la tierra está llena de tu riqueza... (...) Si ocultas tu rostro, se espantan, si apartas tu aliento, expiran, a su polvo retornan. Si envías tu aliento, son creados, tú renuevas la faz de la tierra. El autor de este salmo conocía muy bien la espiritualidad amarniana y juzgó su ideal digno de ser registrado en un texto a la gloria de Yahvé. Así, a través de la Biblia, el pensamiento de Akenatón se convirtió en inmortal. Se sabe con certeza que los escribas hebreos, tradujeron numerosos textos egipcios, especialmente las «sabidurías», conservando con frecuencia su fondo religioso.

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¿Quién no conoce en sus grandes líneas la historia de Moisés, el prodigioso conductor de hombres que, a los ochenta años, osó enfrentarse a un faraón que reducía a la esclavitud a sus hermanos hebreos? El conflicto entre el líder de los hijos de Israel y el rey de Egipto, en el que intervinieron un gran número de actos de magia, terminó con el éxodo que permitió a los judíos salir de Egipto y partir en busca de la Tierra prometida. Moisés consiguió convencer a los hebreos, cuya condición social no era tan mala como afirma el polémico texto de la Biblia, para que se convirtiesen de nuevo en nómadas. Moisés tuvo que emplear toda su autoridad para persuadir a sus hermanos de raza de que debían abandonar las «Dos Tierras» y lanzarse a la aventura. Por lo demás, sufrió muchas decepciones, agravadas por el hecho de que algunos proscritos y personajes dudosos vinieron a mezclarse con el clan hebreo. ¿Cuándo se produjeron estos acontecimientos? Después de haber vacilado durante mucho tiempo, se admite generalmente hoy en día que el éxodo tuvo lugar hacia el año 1220 a. de C., es decir, durante el reinado de Merneptah,

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hijo y sucesor de Ramsés II. La única posibilidad que resta sería situar el éxodo en 1290 a. de C. Cualquiera que sea la solución, está claro que Moisés llevó a cabo sus hazañas en el Egipto de los ramesidas, los «liquidadores» de la experiencia atoniana. Ahora bien, toda una tradición compara a Moisés con Akenatón, como si el primero hubiese recogido elementos de la herencia espiritual del segundo. Moisés, dice la Biblia, poseía toda la sabiduría de los egipcios, una sabiduría nada de despreciar, puesto que concernía a los misterios del cielo y de la tierra, las leyes de la creación, las ciencias sagradas enseñadas en el secreto de los templos. Moisés, cuyo nombre es egipcio, fue probablemente educado en la corte de Egipto. Según la leyenda, una princesa le salvó de las aguas y le adoptó legalmente. Hay que señalar, además, que, en el simbolismo egipcio, el «salvado de las aguas» es aquel que alcanza la inmortalidad.

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Reivindicado por la tradición judía como el profeta que despertó la conciencia de los hebreos. Moisés es también, de acuerdo con la tradición faraónica, un sabio tributario de la ciencia egipcia. Dos papiros ramesidas hacen alusión a un extraño personaje, llamado Mosé. Muy influyente, tenía derecho a castigar a los funcionarios que cometían faltas y, detalle increíble, podía incluso destituir a un visir. Si Moisés y Mosé fueron el mismo hombre, podríamos preguntarnos si no hubo un faraón que tuvo como brazo derecho al futuro héroe del Éxodo. Otro relato, en el que es difícil separar el folklore de la historia, revela que Moisés participó en una expedición victoriosa contra los etíopes. Fue él quien dominó la rebelión, y los informes elogiosos sobre él le valieron grandes honores. Este éxito se transformó en triunfo cuando el faraón decidió asociarse al poder, nombrándole corregente. La tradición esotérica judía parece confirmar estos datos, por lo menos dentro del mundo simbólico. En efecto, según ella, Moisés fue a veces considerado al mismo tiempo como un dios y como un rey, en otras palabras, como un auténtico faraón. «Cuando Dios le hizo rey, Moisés recibió un nombre sagrado. Fue coronado de luz y se revistió con una túnica de claridad. Instalado en un trono celeste, se convirtió en depositario de un cetro de fuego divino.» Convengamos en que no se puede evocar mejor el coronamiento simbólico de un faraón. De todo esto hay que retener que Moisés, jefe guerrero y conductor de pueblos, debe mucho a la civilización y al pensamiento del Egipto antiguo. Íntimo de los grandes del reino, conocía desde el interior el gobierno de Egipto y supo servirse de sus competencias y de su influencia para sacar a los hebreos de Egipto. Moisés, príncipe de los profetas, enseña personalmente la palabra que ha recibido de Dios. Verdadero maestro espiritual, comparte primero la revelación con el gran sacerdote, luego con sus dos hijos y, por fin, con los ancianos. Tras lo cual, se dirige al pueblo para comunicarle la sabiduría. Ahora bien, hemos visto la gran importancia 319


que Akenatón concede a su papel de maestro espiritual, dedicando una gran parte de su tiempo a educar personalmente a su entorno. Las relaciones con la divinidad son las mismas para Akenatón y Moisés, y ambos tienen la misma manera de ofrecer a los demás la revelación que se les ha comunicado. Sin embargo, la comparación es artificial, ya que todo faraón, al estar en contacto directo con la potencia divina a la que representa en la tierra, es también un maestro espiritual para todo Egipto.

Se ha querido asimismo encontrar analogías entre Moisés y Akenatón en cuanto al fondo de su doctrina. Dios habló a Moisés para que propagase por el mundo una verdad precisa: «Yo soy el Dios único, me muestro a ti en mi esplendor único». Hay autores que van mucho más lejos: “Aunque la gran mayoría de los egipcios no daba mucho crédito al atonismo, y la corte de Akhenatón siguió los rituales de la religión externa por un sentido del deber, existía un círculo interno de alrededor de 300 iniciados que aprendieron de Akhenatón los misterios del sol.

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Entre éstos se encontraban José el hijo de Jacob, que Robert Feather, en El Misterio del Rollo de Cobre de Qumrán, afirma era el visir de Akhenatón, Nakhte. La Biblia registra que José se casó con Asenat, hija de Potifera, sacerdote de Atón en Heliópolis, podemos

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Egipto nuevos descubrimientos (T2): 1- Heliopolis, la cuna de los Dioses y los arqueólogos descubrieron una capilla privada a Atón en las ruinas de la casa de Nakhte en Akhetaton. Robert Feather piensa que después de la muerte de Akhenatón, algunos de estos iniciados fueron al templo del sol de Heliópolis y otros, incluyendo a José y su familia, fueron a la isla Elefantina, en la tierra de Cus (Etiopía), donde se construyó otro templo del sol y establecieron una rama del judaísmo que existe en la actualidad. Los Misterios formaron la base de la tradición judeo-cristiana desde el principio. Después de la muerte de Akhenatón, las enseñanzas del atonismo, sus ritos y preceptos, fueron casi completamente destruidos por los fanáticos de la religión establecida. Este ha sido el destino de todas las enseñanzas de misterio que involucran al sol en el pasado. La mayoría de los historiadores y escritores religiosos piensan que el monoteísmo de Akhenatón fue un breve aberración en una larga tradición de politeísmo egipcio y que murió con él. Pero, enterradas en las páginas de los textos históricos y de las Escrituras hay indicios de que sus ideas sobrevivieron en la fe judía. También sobrevivieron en las enseñanzas secretas de los Esenios y en las Cofradías de los Terapeutas, que están asociadas con el 321


cristianismo primitivo. Los terapeutas (del griego τεραπένω, que significa curar o servir) fue un grupo judío en la diáspora, similar a los esenios. El nombre proviene de las pretensiones del grupo de curarse de las enfermedades del alma y cuyo ejemplo podía servir para curar a los demás. La primera referencia sobre el estilo de vida de los Terapeutas se halla en el De vita contemplativa del filósofo judío Filón. El autor señala que en Egipto y concretamente en los alrededores del el lago Mareotis, cerca de Alejandría, existían hacia el siglo I muchos hombres y mujeres que hacían un género de vida particular: renunciaban sus bienes, dejaban su familia y todos los negocios temporales, vivían en la soledad y tenían cada uno una habitación separada a cierta distancia unos de otros, que llamaban semneo o monasterio, es decir, lugar de soledad.

Allí según el mismo escritor se entregaban enteramente a los ejercicios de la oración, la contemplación y la presencia de Dios; se juntaban para orar por la mañana y por la noche; no comían hasta después de puesto el sol y algunos pasaban muchos días sin comer; se mantenían con solo pan y sal añadiendo a veces un poco de hisopo. Leían en sus semneos los libros de Moisés, de los profetas y de los salmos, en donde buscaban sentidos místicos y alegóricos, persuadiéndose a que la sagrada escritura bajo la corteza de la letra encerraba sentidos profundos y ocultos. También tenían algunos libros de sus ancianos y componían himnos y cánticos para excitarse a alabar a Dios: hombres y mujeres guardaban continencia. Ejercían un arte de curación superior al practicado en esa época las ciudades. Se reunían todos los sábados para conferenciar entre sí. Las similitudes con la doctrina de Akhenaton y con los pitagóricos resulta evidente.

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En cuanto a los Esenios, mucho más conocidos, digamos aquí tan solo que entre ellos se ha querido ver el germen del cristianismo y Ernest Renán llegó a escribir que «el cristianismo fue en gran medida el esenismo triunfante» En la historia de Egipto, el sacerdote egipcio Manetón escribió, "Moisés, un hijo de la tribu de Levi, educado en Egipto e iniciado en Heliópolis, se convirtió en un Sumo Sacerdote de la Hermandad... Fue elegido por los hebreos como su jefe y él adaptó a las ideas de su pueblo la ciencia y la filosofía que había obtenido en los misterios egipcios, cuando estableció una rama de la Hermandad egipcia en su país, de la que descienden los Esenios. El dogma de un 'solo Dios', que él enseñó, fue la interpretación de la Hermandad egipcia y la enseñanza del Faraón que estableció la primera religión monoteísta conocida por el hombre [Akhenatón]. Las tradiciones que estableció de esta manera eran conocidas completamente sólo por unos pocos de ellos, y fueron conservadas en los misterios de las sociedades secretas, los Therapeutea de Egipto y los Esenios." Después de regresar de Heliópolis, Moisés se convirtió en una molestia para los sacerdotes de Amón-Ra y la corte de Ramsés II a causa de sus ideas Atonísticas. El historiador Josefo registra que Moisés fue enviado en una expedición militar a Cus, en un esfuerzo de los cortesanos del faraón para deshacerse del "disidente". Allí no sólo encontró una esposa sino también otro puesto de avanzada del atonismo en la isla Elefantina. Robert Feather cree que fue en el desierto de Cus que Moisés vio la zarza ardiente y recibió su misión. Anderson cree que Moisés se encontró con este árbol de oro durante una iniciación en el templo del sol de Heliópolis. Pero es más probable que lo vio en el templo del sol de la isla Elefantina, justo antes de su regreso a Egipto.

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También es probable que algunos de los sacerdotes Atonitas que eran descendientes de José y su familia se unieron a Moisés en su misión. Cuando entraron a Canaán, se establecieron alrededor de Shiloh y así llegaron a ser conocidos como sacerdotes Silonitas. Ellos se volvieron prominentes en la época de Ezequiel (589 AC), Onías IV (160 AC) y Jesús (4 AC).Estos eran también tiempos en los que los Esenios eran activos. Los Esenios de Qumrán, basados en los sacerdotes Silonitas, llegaron a tener un judaísmo mucho más puro que rechazaba el sacrificio de animales, ídolos, amuletos y la sepultura con los bienes terrenales que fueron introducidos en el judaísmo del resto de los israelitas. Durante el Éxodo, estos sacerdotes eran pro-Moisés y contra los sacerdotes de Aarón.

Es probable que los sacerdotes de Aarón, que se descarriaron en la idolatría del becerro de oro (la diosa egipcia Hathor) mientras Moisés estaba en la montaña, pueden haber sido responsables de la reintroducción de otra práctica egipcia de sacrificio de holocausto, prohibido por el atonismo. En el Monte Sinaí, Dios le dio a Moisés el primer juego de tablas para presentar a los hebreos. Sin embargo, cuando él bajó de la montaña y vio cómo el pueblo había caído en la idolatría, se dio cuenta de que no estaban listos para lo que estaba en las tablas. Así que él rompió las tablas y volvió a subir la montaña donde Dios grabó diez simples mandamientos en un segundo juego de tablas.

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¿Qué es lo que pudo haber estado en las primeras tablas? ¡Tal vez los misterios solares! En cualquier caso, los misterios fueron dictados por el boca a boca de Moisés a los sacerdotes Silonitas de los Esenios. Muchos estudiosos están llegando a la idea de que Jesús era un miembro del movimiento esenio de Qumrán y que muchas de sus enseñanzas son similares a las enseñanzas de los Esenios. Los Esenios y Terapeutas se consideraban a sí mismos de ser los hijos de la luz y así lo hicieron los primeros cristianos. En la iniciación secreta de Jesús en Qumran, Robert Feather muestra cómo los descendientes de estos sacerdotes egipcios, originalmente designados en el momento de Akhenatón, podrían haber mantenido su cohesión al comienzo de la Qumran Esenios (610 AEC). Los arqueólogos encontraron en las catacumbas de Roma un dibujo de Jesús sosteniendo una vara de poder cuando resucitaba a Lázaro de entre los muertos, que muestra que los primeros cristianos entendieron que el origen del poder de Jesús vino del sol. La Biblia registra que justo antes de que Jesús resucitase a Lázaro, él "alzó sus ojos" al sol y oró. La vara es un símbolo de la fuerza vital, que cada Dios sol egipcio y Dioses sol de Babilonia, India y Perú se muestran empuñando en pinturas y grabados en las paredes. Según Gene Savoy en su libro 'El Documento Essæi (Esenio): Enseñanzas Secretas de una Raza Eterna', Jesús recibió enseñanzas secretas de los Esenios, que él llama la paradosis, significando un proceso de divinización por uno se hacía inmortal. Savoy insinúa que el mirar al sol (sungazing) es un factor clave en esta enseñanza secreta.

Él escribe: "Que los Essæi [Esenios] miraban el sol en esos tiempos [salida y puesta] sugiere que el sol se utilizaba como intermediario 325


por el cual los hombres de la tierra estaban unidos por ‘cuerdas de luz’ con el cielo... y eran nutridos en una divina comida de la que los ángeles se alimentaban..." Los Terapeutas creían que las almas puras eran regresadas al sol y que la luz del sol de hecho es el alimento celestial, incorruptible del alma. Las "cuerdas de luz" de Savoy que une todo el mundo puede ser pensada como una red de energía. Jesús transmitió las enseñanzas secretas de los Esenios en los misterios del sol a sus discípulos, incluyendo a María Magdalena. Los primeros cristianos, que no estaban enterados de estas enseñanzas, en un primer momento adoraban al espíritu de Cristo en el sol, pero hacia el siglo III se sumieron en un culto a la personalidad de Jesús, que ha continuado hasta nuestros días. Fragmentos de estas enseñanzas secretas pueden encontrarse en los rollos del Mar Muerto y en el Evangelio Esenio de la Paz, que estuvo escondido en la biblioteca del Vaticano durante siglos antes de Edmond Bordeux Szekely lo descubrió en 1928. En un fragmento de éste se nos dice: ""Y si queda después dentro de vosotros alguno de vuestros antiguos pecados e inmundicias, buscad al ángel de la luz del sol. Quitaos vuestro calzado y vuestras ropas y dejad que el ángel de la luz del sol abrace todo vuestro cuerpo. Respirad entonces larga y profundamente para que el ángel de la luz del sol os penetre.

Y el ángel de la luz del sol expulsará de vuestro cuerpo toda cosa fétida y sucia que lo mancille por fuera y por dentro. Y así saldrá de vosotros toda cosa sucia y fétida, del mismo modo que la oscuridad de la noche se disipa ante la luminosidad del sol naciente. Pues en verdad os digo que sagrado es el ángel de la luz del sol, quien limpia toda inmundicia y confiere a lo maloliente un olor agradable. Nadie a quien no deje pasar el ángel de la luz del sol podrá acudir ante la faz de Dios".

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El Ángel de la Luz del Sol, es definido de la siguiente manera: ¡Arriba! ¡Asciende y gira! ¡Tú, inmortal, brillante, alígero Ángel del Sol! ¡Sobre las montañas! ¡Proyecta tú Luz sobre el mundo! Ángel del Sol, eres Fuente de Luz. Penetra las tinieblas. Abre los portales del horizonte. El Ángel del Sol, lejos de la tierra mora, más sus rayos con calor y vida nuestros días llena. El carro de la mañana trae luz del sol naciente y alegra los corazones de los hombres. El Ángel del Sol ilumina el sendero con rayos de esplendor. ¡Ángel del Sol! ¡Sobre lanza tus rayos sobre mí! ¡Que me alcancen y que me penetren! Me entrego a Ti y a Tú abrazo, Bendecido por el Fuego de la Vida. Torrente ígneo de Alegría Sagrada que de Ti hacia mí fluye. Avanzo hacia Ti, ¡Ángel del Sol! como ningún hombre puede mirar al sol con su vista, así como ningún hombre puede mirar a Dios de frente, no sea consumido por las llamas que guardan al Árbol de la Vida". En la Pistis Sophia, un antiguo evangelio suprimido durante más de mil años e ignorado por las iglesias ortodoxas, incluso después de su publicación en el siglo pasado, Jesús, después de su resurrección, profundiza en los misterios solares y cuán necesarios son para entrar en el reino del cielo: "Vosotros habréis de buscar los misterios de la Luz, que purifican el cuerpo de la materia y lo convierten en luz refinada sumamente purificada. Amén os digo... Me he roto en pedazos y he traído a ellos todos los misterios de la Luz, para que yo los purifique... de otra forma, ningún alma de la raza total de los hombres habrían sido salvados, y que no serían capaces de heredar el Reino de la Luz..." De cómo se produce esta purificación es insinuado aún más en este pasaje: "Ahora, por lo tanto, el que reciba los misterios de los bautismos, se convierten en un sabio grande y excesivamente violento fuego, y abrasará los pecados y penetrará hasta el alma secretamente y devorará todos los pecados que el falso espíritu ha hecho rápidamente". La recepción de este fuego a través de mirar al sol con los brazos en alto en una formación de ‘Y’ o doblado en el codo y las manos hacia fuera y mirando al sol, fue llamado por los griegos "fuego en flor", porque el resplandor o la esencia del sol así canalizada quema las impurezas en el plexo solar, el cual, por cierto, está asociado con el sol y con fuego. 327


William Henry escribió en María Magdalena: que cuando Jesús enseñó a sus discípulos la oración del Señor, él también les enseñó esta posición de oración, que él aprendió de los egipcios, que la llamaron la posición Ka.

Moisés también lo aprendió de los egipcios y lo utilizó para invocar la luz de Dios durante la batalla de los israelitas contra los amalecitas. Significativamente, la batalla fue ganada al atardecer. Estas ciencias espirituales y técnicas no se dieron a conocer a todos los fieles. Según la Pistis Sophia, los misterios debían ser dados solamente a aquellos iniciados que demostraron ser dignos a través de años de pruebas. También se mantuvieron en secreto debido a la amenaza de la persecución. ¿Se inspiró Moisés en el personaje de Akenatón y en sus enseñanzas? Nada lo demuestra, aunque está claro hoy en día que los orígenes del cristianismo resultan incomprensibles sin hacer referencia a la espiritualidad egipcia. Incluso más aún: "Según la Orden Rosacruz AMORC, ésta habría sido fundada en el antiguo Egipto por el faraón Tutmosis III (1504-1447 a.c.) quien agrupo a los Iniciados de las antiguas escuelas Osirianas en una fraternidad única. Bajo su impulso los iniciados que trabajaban entonces en escuelas de misterios con reglamentos propios e independientes, se convirtieron en una única orden regida por un solo código. Cerca de setenta años después, el faraón Amenhotep IV nacía en el palacio real de Tebas y 328


estaba destinado a convertirse en uno de los hombres más importantes de su época. Según la AMORC fue admitido muy pronto en la Orden secreta fundada por Tutmosis III y más tarde se convertiría en su Gran Maestro. Al cabo del tiempo abandonó su antiguo nombre por el de Akhenaton, que significa "Devoto de Aton". En Egipto fue el promotor de una revolución en materia de arte, religión y cultura sin precedentes. Desafiando al clero de Amon, proclamó por primera vez que no existía más que un solo Dios, y esto en una época en la que el politeísmo estaba expandido por toda la superficie de la tierra, e hizo del disco solar el símbolo del Dios único al que veneraba. Sin embargo poco tiempo después de su muerte (1.350 A.C.) el poderoso clero de Tebas restauró el culto a Amon, pero su obra ya formaba parte de la historia. Este movimiento místico surgido en Egipto, es el que se convertirá con el transcurrir de los siglos en el Rosacrucismo. Algunos autores del siglo XVII hacen referencia igualmente a los orígenes egipcios de la Orden Rosacruz. Así por ejemplo Michael Maier (1568-1622), filósofo y médico alemán, que sirvió como consejero de Rodolfo II de Habsburgo, en su obra "Silentium Post Clamores" publicada en Frankfurt en 1617, sitúa el origen de la "Orden und Fraternität des Rosen Creutzes" (Orden y Fraternidad de la Rosa-Cruz) en el antiguo Egipto. Según Arthur E. Waite, reconocido escritor e historiador de la Rosa-Cruz, en esta obra Maier precisa que los Rosacruces son "los sucesores de los colegios de Brahamanes hindús, de los egipcios, de los misterios de Samotracia de Orphos y de Eleusis, de los Magos de Persia, de los Pitagóricos (...)" y otros. De igual forma en su obra Tractatus Apologeticus Integritatem Societatis de Rosae Cruce (Tratado de Apología sobre la Rectitud de la Sociedad Rosa Cruz) Robert Fludd (1574-1637), médico parecélsico, astrólogo y místico inglés, afirma que "su sabiduría [de los Rosacruces] fue extraída de los jeroglíficos egipcios, que pueden contemplarse en las pirámides de Memphys, donde los filósofos antiguos la escribieron". Y no quisieramos acabar éste apartado sobre las relaciones entre los cultos atoniano y cristiano, sin reproducir el símbolo de la Orden Jesuita:

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CONCLUSIÓN UN SOL PARA LA ETERNIDAD Akenatón no fue ni un humanista, ni una figura crística, ni un romántico humanitario, ni un místico desencarnado. No tuvo que luchar contra su pueblo, que no se rebeló contra él. Ni Akenatón ni Nefertiti fueron los apóstoles fanatizados de una religión sectaria. No emprendieron ninguna «guerra santa» contra el clero de Amón. La pareja solar tuvo un reinado apacible, durante el cual gozó de la fidelidad habitual de los cleros, el ejército, la policía y las diversas administraciones. Formado por maestros venerados, educados en el conocimiento de los símbolos antiguos, Akenatón es ante todo un faraón, heredero de la sabiduría egipcia.

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Ésta visión de Christian Jaq, es totalmente opuesta a la de otro gran experto egiptólogo Nicholas Reeves (autor, entre otros excelentes libros, de Todo Tutankamón) al poner por escrito en su nueva obra divulgativa, Akhenaten, Egypt's false prophet (Thames & Hudson, 2001), para Reeves, Akenatón fue un 'falso profeta', un tipo manipulador que actuó en su propio provecho, para mantener y aumentar su despótico poder, y que empleó para ello medios absolutamente tiránicos, como el puro terror. Nada pues del idealista, el metafísico, el soñador Akenatón que ha querido una parte de la tradición egiptológica. Incluso las sorprendentes y delicadas imágenes del nuevo arte amarniano que muestran, rompiendo el rígido canon egipcio, al faraón en escenas de intimidad familiar, relajado e informal, besando a su mujer o acariciando a sus hijas, no serían sino propaganda política para hacer aparecer más humano al nuevo régimen y al dictador Akenatón.

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Reeves compara esas estampas a las de Hitler acariciando a su perro, Stalin rellenando su pipa o el Mao beatífico de las postales. Admite, no obstante, la posibilidad de que Akenatón sufriera un desorden genético raro, el síndrome de Marfan, una enfermedad que no implica desórdenes mentales ni impotencia (a diferencia del síndrome de Froehlich, propuesto por autores anteriores, como Aldred) pero que tiene como síntomas, entre otros rasgos que presenta el faraón en muchas representaciones, cara larga, dedos en forma de patas de araña, curvatura anormal del cuello y columna, elongación craneal, hipogenitalismo y acumulación irregular de grasa subcutánea. Además, la enfermedad provoca una falta de visión cercana a la ceguera, lo que explicaría la extraordinaria intimidad física que muestra la familia real, la habilidad musical del rey, su habitual uso de bastón y, last but not least, su adhesión a Atón, el disco solar, 'quizá la única divinidad cuyo símbolo podía ver'. Akenatón no fue un monje. No sólo tuvo al menos seis hijas con Nefertiti y -probablemente- a Tutankamón con una esposa secundaria, la misteriosa Kiya, sino que su harén estaba lleno de mujeres 'expertas en una gran variedad de habilidades sexuales'. Por lo visto, está muy acreditada egiptológicamente esa especialización de las concubinas reales, incluyendo sadomasoquismo. Akenatón practicó el incesto con al menos una de sus hijas -y probablemente con otras dos-, elevada a la categoría de gran consorte. Reeves sugiere, apoyado en textos, que pudo haber, además de motivaciones rituales y de estrategia política, otra razón en el cambio: un intento de asesinato del faraón a cargo de sectores que veían lo que se les venía encima. Akenatón establece, más que un monoteísmo, una nueva tríada divina: Atón, él mismo y su reina, Nefertiti. Sólo el faraón y su consorte poseen las claves del nuevo 332


culto. El pueblo ha de adorarlos a ellos y sólo a través de ellos llega a Atón. Reeves subraya que cualesquiera que fueran las auténticas creencias de Akenatón, 'el atonismo fue en la práctica poco más que un instrumento pragmático de control político'.

En realidad, apunta, el dios de la religión de Akenatón era él mismo. Pero volvamos a nuestro autor. Como los demás monarcas, Akenatón se preocupó exclusivamente de una cuestión: la fuente de vida. El arte amarniano es una descripción de la realeza como una fuerza sobrenatural, fuera de las normas humanas y encarnada en formas misteriosas, que escapan a la lógica y a lo razonable. «La imagen que se destaca poco a poco de la investigación actual -escribe Claude Traunecker- es la de un soberano responsable y enérgico, un rey valiente y lógico que -y quizá ahí estuvo su errorllevó su pensamiento hasta el final; un rey que quiso restablecer un poder divino próximo a lo que era al comienzo de la historia de Egipto.» Se puede admitir, siguiendo a B.G. Trigger, que Akenatón no pensó jamás en imponer una doctrina monoteísta, que no se proponía el menor objetivo político cuando puso en primer plano el culto de Atón, que no padecía ninguna tara psicopatológica y que era completamente apto para cumplir su misión. Akenatón fue un soberano fuerte desde el punto de vista político. Mantuvo el poder en su absoluta realidad y fue un jefe del ejército lo mismo que sus predecesores. 333


Más aún, Akenatón actuó efectivamente como un rey-dios, recobrando las prerrogativas simbólicas del Antiguo Imperio. Magnificó el poder faraónico en tanto que formulación terrestre de lo divino. El disco solar era el símbolo de la creación espiritual, pero también el garantizador del poder sacralizador del rey.

Una luz para la eternidad. Es lo que resalta en la experiencia atoniana, que, en mi opinión, encaja perfectamente en el marco de la espiritualidad egipcia. Esta dimensión de la meditación está presente en el culto de Atón. Contemplar el sol, tomando conciencia de que transmite lo divino, es un acto sagrado. Intentar comprender la aventura amarniana exige, en cierto modo, la meditación sobre una luz que, más allá de la historia, es de orden eterno. Como

siempre,

Añadido

espero

que

os el

haya

sido

útil

e interesante. 16/02/2016

¿Quién es Drunvalo Melchizedek?

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Como ya he dicho en anteriores mensajes, por naturaleza soy muy desconfiado hacia todos aquellos personajes que se dicen portadores de un mensaje revelado en exclusiva, sea por Dios, los dioses, criaturas extraterrestres, o ángeles, como es el caso de Drunvalo Melquisedec. Opino que la Verdad, en el caso de existir tal cosa, como única verdad, ha de ser evidente para todos, por ejemplo, una tormenta eléctrica, una puesta de sol, una alta montaña, un árbol grandioso, están ahí, ante nuestros sentidos y conocimiento de forma evidente. Podemos interpretarlos de formas diversas, para uno será una manifestación del martillo de Thor, para otros un lugar sagrado, para la mayoría quizás tan sólo algo hermoso, o magnífico, incluso puede que para unos pocos sea algo terrorífico y amenazador, pero está ahí. Las “revelaciones” de Drunvalo, suelen ser de otro tipo, hay que entrar en su terreno de juego para poder aceptarlas. Ciertamente, muchas de las cosas que explica se basan en conocimientos tradicionales, la geometría sagrada, por ejemplo y demuestra un profundo conocimiento de ella, especialmente en lo que hace referencia a la “Flor de la Vida”, símbolo al que algún día no muy lejano debería dedicar una entrada en éste blog. Pero en otros campos… bueno… hay quien lo califica de fraude… de charlatan… de embaucador… incluso de pesetero, es decir de aprovecharse económicamente de sus incautos seguidores, como tantos y tantos otros “gurus” del supermercado de la Nueva Era. Por mi parte, no tengo una opinión formada, sólo el escepticismo y la desconfianza que señalaba en la introducción. Justo cuando acababa la tercera parte de “Desvelando a Akhenaton” recordé que en alguna parte de la obra de Drunvalo “El antiguo secreto de la flor de vida” volumen 1, el autor hacía algunas referencias a Akhenaton y hacia ellas me dirigí para cotejarlas con las que exponía en el trabajo. 335


A pesar de muchas discrepancias, creo que el lector se merece conocerlas y juzgarlas por si mismo. Debo dejar constancia una vez más, de que no las comparto, no puedo decir que en general –alguna cosa si debe de considerarse-, pero por lo menos si en su mayoría. También quisiera, hacer una introducción al personaje, tomada de uno de sus fervientes seguidores. Tomado del Libro “La 4ta. Dimensión” de Bob Frissell Permítaseme que empiece por hablar del tataratatarabuelo de Drunvalo, Machiavinda Melchizedek. Machiavinda fue el personaje destinado por el Centro galáctico para habitar entre nosotros. Él ha estado aquí desde el mismo momento en que fuimos creados. La Gran Fraternidad Blanca y lo que podría llamarse la Gran Fraternidad Oscura, son dos cuerpos de conciencia que se oponen el uno al otro en todas las formas imaginables. Machiavinda pertenecía a la Gran Fraternidad Blanca. Esta Fraternidad hace todo cuanto está a su alcance para lograr nuestra evolución, mientras que la Gran Fraternidad Oscura intenta inducimos al temor, y retrasar nuestra evolución. Las fuerzas de estas dos fraternidades procuran equilibrarse, la una a la otra, de forma que la evolución tenga lugar en su justo momento, ni demasiado pronto ni 'demasiado tarde. Visto desde una elevada perspectiva -desde la cuarta dimensión, o desde otra más elevadaeste equilibrio no es más que unidad de conciencia. Las dos fraternidades son dos aspectos diferentes del Uno, que trabajan armónicamente. Nosotros, en la dimensión en que nos movemos, nos encontramos sometidos a la conciencia de la polaridad, que lo ve todo en términos de bien y mal. El mal puede realizar cosas perniciosas y aterradoras pero, a nivel de polaridad de conciencia, todo cuanto pueda llegar a realizar no es otra cosa que simples lecciones. Debido a los asombrosos acontecimientos sucedidos en 1972 (más adelante, dedicaré todo un capítulo a tales hechos), la Gran Fraternidad Oscura que, además, sabía lo que iba a acontecer, alistó a cuatro miembros adicionales procedentes de la constelación de Orión, mientras que la Gran Fraternidad Blanca envió, a su vez, otros cuatro miembros, para contrarrestar la acción de sus adversarios. Drunvalo fue uno de ellos. Se le escogió debido a su larga experiencia en la Orden de Melchizedek, en el ámbito de la decimotercera dimensión. Había pertenecido a ella casi desde el principio, es decir, desde el equivalente a mil millones de años terrestres. Apenas si sabía lo que era la conciencia de la polaridad y, precisamente por ello, por su gran inocencia, se le envió a nuestro mundo. Drunvalo era lo que se puede entender como un «figurante». Otra persona ocupaba su cuerpo hasta que él mismo se encontrase 336


preparado para utilizarlo. A esa otra persona se le proporcionó un cierto entrenamiento y preparación que, posteriormente, fueron utilizados por Drunvalo. Todo esto se realizó de común acuerdo. Según las leyes universales del más alto nivel, es ilegal apoderarse de un cuerpo de forma irregular. Así pues, a la persona que prestó su cuerpo para que fuera ocupado posteriormente por Drunvalo se le concedió algo muy especial. Drunvalo no dijo de que se trataba específicamente. Drunvalo puede recordar prácticamente cada minuto de su recorrido a través de todas las dimensiones por las que tuvo que pasar, desde la decimotercera en que se encontraba, hasta llegar a la tercera en que nos hallamos nosotros. No obstante, y de forma premeditada, quiso correr un velo sobre la memoria de su decimotercera dimensión. Según él, resultaba sumamente penoso acordarse, en nuestra dimensión, de lo que había vivido en aquella de la que procedía. No hay manera de que uno pueda existir en este mundo tridimensional, acordándose plenamente de lo que es aquella decimotercera dimensión. Recuerda, no obstante, que encontrándose en aquella dimensión su padre le pidió que viniera a nuestro mundo, y también recuerda el módulo en el que se le lanzó al Gran Vacío, es decir, a la dimensión, o espacio sideral, que debía atravesar para llegar hasta nosotros. Durante mucho tiempo tuvo que dirigir su módulo, a través del Gran Vacío. No puede calcular cuánto duraría esa travesía medida en nuestro tiempo, pero constituyó un lapso sumamente largo, tal vez millones de años. Siguió moviéndose a través de ese vacío, hasta que de nuevo apareció la luz, y pudo llegar al fin en el momento y al lugar exactos en que había de encontrarse con Machiavinda. De aquí, y atravesando el centro de una nebulosa, llegó a la estrella central de la constelación de Orión. Esta estrella es una de las primeras, llamadas estrellas-puerta, que permiten el acceso a otros niveles dimensionales. Por ejemplo, en nuestra galaxia existen trece diferentes estrellas-puerta; pero la que se encuentra en el centro del cinturón de Orión es de un tipo muy especial. En esta clase de estrellas-puerta actúan conjuntamente una luz inmensa con una inmensa oscuridad. Muchos de los Grises proceden, precisamente, de esta parte de la galaxia. Tras cruzar el cinturón de Orión, Drunvalo se dirigió a las Pléyades. Su meta era un planeta concreto de la cuarta dimensión, envuelto en una atmósfera verde. En ese planeta él carecía de forma, pero podía mantenerse totalmente consciente; o, para decirlo con otras palabras, su forma era una especie de bola de luz. Se introdujo en el cuerpo de un bebé y se mantuvo en él durante quince años terrenales. Pronto quedó informado de que las Pléyades tenían una universidad galáctica. Sus habitantes moraban en los supertonos más elevados de la cuarta dimensión, y todo su aprendizaje se realizaba de forma 337


placentera y alegre, puesto que todas las materias se enseñaban utilizando juegos. Una vez que Drunvalo aprendió todo lo que necesitaba saber en las Pléyades, voló al tercer planeta de Sirio B. Este mundo es casi todo él océano. Los habitantes de Sirio pertenecen también a la cuarta dimensión, pero en un supertono inferior al existente en las Pléyades. No experimentan el placer ni la alegría en el mismo grado que los pleyadianos. En este planeta acuático Drunvalo carecía de cuerpo, siendo pura conciencia. Su existencia se resolvió al unirse a un gran ser, a una ballena orea hembra. Nadó con esta ballena durante casi un año, y mientras vivió con ella, la ballena le contó la historia de la Tierra, ya que ella poseía dentro de sí todo el registro memorístico del planeta. Este feliz interludio concluyó cuando se presentaron tres humanoides pleyadianos, de cuatro a seis metros de altura, y le hicieron saber que su tiempo allí había concluido. Le llevaron a la parte sólida del planeta y le proporcionaron un cuerpo, perfectamente acabado, de varón adulto de Sirio (Drunvalo destaca que los seres, en la mayoría de los lugares de la galaxia, no dejan que sus cuerpos físicos se deterioren, como nos sucede a nosotros). En ese cuerpo se había instalado previamente una memoria celular, que le permitiría conocer el manejo de la aeronave que se le había destinado para su nueva expedición. Drunvalo, con una tripulación de 350 miembros, se introdujo en esta aeronave de Sirio que disponía de un modelo de vuelo espacial con destino a la Tierra. El itinerario espacial estaba concebido para que se volase desde Sirio B directamente hacia Sirio A. Al sintonizar el cuerpo de forma sucesiva con las vibraciones solares, el calor solar deja de ser «calor», y las radiaciones no producen la menor molestia. En noventa segundos se encontraron fuera del ámbito de nuestro Sol, gracias a la íntima conexión que tenemos con Sirio. Utilizando este sistema de vuelo, Drunvalo y su tripulación alcanzaron el campo gravitacional de Venus, planeta en el que vive la raza de los Hathor, la más avanzada de nuestro sistema solar. Tras algunas aventuras vividas en la realidad dimensional de Venus (los viajeros se encontraron con lluvias torrenciales de ácido sulfúrico) llegaron a la Tierra, entrando en un supertono más elevado que nuestro nivel dimensional, lo que les permitió hacerse invisibles para nosotros. Drunvalo abandonó entonces su cuerpo sírico, convirtiéndose en una bola de energía luminosa. Esta transformación la sintió como un cambio en su conciencia; dicho de otro modo, fue algo fácil si se compara con el cambio que habría de dar posteriormente para entrar en la tosquedad de la conciencia de la polaridad. Así pues, se introdujo en el cuarto nivel dimensional de la Tierra, y desde allí fue investigando las posibilidades de vida existentes en los distintos niveles. No encontró nada en el cuarto nivel. El quinto era incluso un estado de vacío más absoluto que el 338


anterior. Finalmente, encontró a los maestros en el décimo, undécimo y duodécimo supertonos de la sexta dimensión. Allí se unió a ellos y estuvo recibiendo sus enseñanzas desde el año 1819 al año 1850. En 1850 nació como mujer en la tribu Taos de Nuevo México. Siguió viviendo en ese cuerpo de mujer durante cuarenta años, y en 1890 lo abandonó de forma voluntaria y consciente, por el método de suspender la respiración. Regresó al nivel de la sexta dimensión, en la que permaneció hasta 1972 En el mes de abril de 1972, Drunvalo tomó su cuerpo actual. El proceso se llevó a cabo por medio del proceso respiratorio. El espíritu parte con la expiración y Drunvalo inspira. Eso es todo; un proceso que se realiza de una forma limpia y legal. Los dos espíritus han estado comunicándose durante un lapso de siete a nueve años antes de que se produzca este cambio; lo han solicitado y han obtenido permiso para llevarlo a cabo en todos los niveles. Drunvalo no cuenta todas estas experiencias para demostrar con ellas que es un ser especial. Al contrario, pretende que todo eso le sirva a usted como recordatorio de lo verdaderamente especial que es usted. Considere, por ejemplo, la posibilidad de que también usted es un maestro de alto nivel, que se encuentra aquí para llevar a cabo una tarea concreta. Piense también que, a fin de poder llevar a cabo adecuadamente su trabajo, es necesario que se comporte de la forma más humana posible; es decir, que si bien tiene necesidad de dormir y de olvidar, también, y al mismo tiempo, se le estará recordando su auténtica naturaleza. De este modo, usted ya ha realizado la primera parte del proyecto, de modo perfecto. Ahora le llega el tumo de emprender la segunda parte. Drunvalo puede recordar, y ésta es la diferencia. Se encuentra aquí como un catalizador para proporcionamos cuanto nos sea necesario para la llamada de nuestro verdadero despertar.

El Rescate de la Conciencia Humana La Vida de Akenatón: Un Destello Brillante de Luz Durante un periodo corto de tiempo de 17 años y medio, apareció un destello brillante de luz, despuésdesapareció nuevamente. Y ese destello brillante de luz blanca es lo que salvó nuestras vidas espirituales. Comenzó aproximadamente en el 1500 A.C., cuando prevalecía la adoración y las discusiones sobre tantos dioses. Los maestros 339


ascendidos decidieron finalmente que se tenía que hacer algo. Eligieron un plan. Thoth me contó la siguiente historia. En el primer paso, decidieron traer a un verdadero ser con conciencia Crística, en un cuerpo real de conciencia Crística, para que pudiéramos poner en los registros akáshicos el recuerdo de lo que significaba la conciencia Crística. Se había perdido en la caída. Este cuerpo de conciencia Crística sería mucho más alto que los del planeta en ese tiempo. Este sería un ejemplo a seguir para las personas de la Tierra. Esa fue la primera parte del plan. Este era un paso muy osado y lo lograron. Los maestros ascendidos habían decidido que la persona con conciencia Crística debería convertirse en rey de Egipto. Con el fin de hacer esto, tenían que romper las reglas, y me refiero a todas ellas. Lo que hicieron fue acercarse al rey de ese periodo, Amenotep II y pedirle un favor.

Thoth simplemente entró físicamente a la habitación, caminó directamente hacia él y dijo "Mira, yo soy Thoth, lo que estoy seguro que fue muy difícil de creer para el rey. Para ese momento los Egipcios probablemente pensaban que todos esos neters en sus historias eran seres míticos. Pero aquí está parada una persona real que era uno de los neters. Thoth dijo, "Tenemos un serio problema aquí en Egipto y necesito de tu ayuda." 340


De alguna forma Thoth logró que Amenotep II hiciera algo que ningún rey Egipcio hubiera hecho jamás. El hijo de Amenotep estaba a punto de volverse rey y Thoth dijo, “Quiero que tu hijo no se convierta en rey; quiero poner un linaje externo en el trono de Egipcio.” Amenotep II accedió a hacerlo. Debe haber sido una experiencia sumamente profunda. No se lo que habrá hecho Thoth, probablemente entró brillando o levitando o algo parecido. Pero hizo algo para convencer al rey de que era necesario. Una vez que recibieron el permiso del rey, tuvieron que crear realmente el cuerpo viviente, lo que no fue fácil. Creando los Cuerpos de Akenatón, después Nefertiti ¿Entonces cómo hicieron esto? Fueron con Ay y Tiya - que eran mucho muy viejos, sin importar como lo vean, y les dijeron, "Quisiéramos que tuvieran un bebé." Tenían que recurrir a alguien que fuera inmortal, para obtener los genes inmortales, porque ellos tienen una cuenta diferente de cromosomas, 46 + 2 en lugar de 44 + 2. Ay y Tiya aceptaron y tuvieron un bebé. El bebé le fue entregado a Amenotep II para convertirse en el próximo rey. Entonces el pequeño creció y se convirtió en rey. El se volvió Amenotep III, que después se unió; no estoy seguro si física o interdimensionalmente, y no sé con quién, pero tenía que haberse unido con alguien que tuviera los niveles de cromosomas superiores. En cualquier caso, su hijo fue conocido como Amenotep IV y para ese bebé tenían planes especiales. Ese bebé, Amenotep IV, tiene un nombre más popular, ustedes lo conocen como Akenatón. Mientras tanto, Ay y Tiya esperaron una generación y después tuvieron otro bebé. Este bebé fue una niña cuyo nombre era Nefertiti. Nefertiti creció con Akenatón y se casaron. En realidad eran hermano y hermana, porque tenían la misma línea sanguínea. La historia de Osiris es similar - hermano y hermana casándose y convirtiéndose en una nueva posibilidad en la vida. Entonces estas dos personas crecieron y se convirtieron en el rey y la reina de Egipto. La Nueva Norma y el Dios Único Durante un tiempo, Amenotep III y su hijo Akenatón gobernaron juntos el país, dos reyes al mismo tiempo, rompiendo nuevamente las reglas. Mientras tanto, construyeron una gran ciudad nueva llamada Tel el Amarna en el centro exacto de Egipto. Todavía no sabemos cómo la ubicaron en el centro exacto. Akenatón puso una piedra allí que dice, "Este es el centro del país." Hoy no podríamos haberlo hecho mejor desde un satélite. Esto te hace preguntarte quiénes eran estas personas que podáin localizar con tanta precisión, el centro de un país de cientos de millas de largo. Es bastante asombroso. Construyeron toda una ciudad con piedras blancas. Era hermosa, como de la era espacial. Akenatón y su padre gobernaron simultáneamente el país durante un tiempo desde dos lugares, desde Thebas y desde Tel el Amarna. El padre renunció al trono mientras todavía estaba vivo, lo que rompe 341


nuevamente las reglas, y le otorgó el país a Akenatón, que entonces se convirtió en el primer faraón de Egipto. Antes de Akenatón no había faraones, solo reyes. Faraón significa aquello en lo que te convertirás. En otras palabras, estaban mostrándole a la gente en lo que se convertirían en el futuro. Akenatón, Nefertiti y sus hijos no eran exactamente humanos. El propósito principal de Akenatón era deshacer todas las religiones ocultas y llevar al país de vuelta hacia una sola religión que creyera que había simplemente un Dios. En ese momento todas las personas estaban adorando estatuas, por lo que estaban acostumbradas a creer en cosas. Akenatón tenía que darles algo que pudieran ver para creer en ello, por lo que les dio la imagen del Sol como Dios, porque esta imagen era algo que no podían volver a poner en sus altares. Existía otra razón para darles la imagen del Sol. El les dijo que el ailento de vida, el prana, provenía del Sol. Esto es verdad en los términos del pensamiento tridimensional, aunque el prana realmente está en todas partes -existen cantidades infinitas de prana en cualquier punto. Debido a que el prana también proviene del Sol, esta imagen muestra los rayos bajando; y dos de los rayos son pequeños anks, que los rayos están sosteniendo sobre la nariz, hacia el aliento, mostrando que la vida eterna proviene de la respiración. En esta misma imagen también se ve un loto, la flor nacional de la Atlántida. Fueron los Naacales los que llevaron el loto a la India. En los escritos Sánscritos Hindúes, se habla de los Naacales y todavía se habla de ellos en los tiempos modernos. Llegaron mucho antes que Buda y estuvieron allí durante los tiempos Budistas. Noten que Akenatón, la figura principal, tiene un cuello largo y delgado, manos delgadas, una cintura alta, muslos anchos y pantorrillas delgadas. La explicación egipcia usual es que tenía una enfermedad y era deforme, por supuesto, también lo era Nefertiti y todas sus hijas. (Evidentemente todos tenían la misma enfermedad.) Yo creo algo muy diferente. El Reino de la Verdad, que Representa una Genética Diferente Además de volver nuevamente monoteísta a la religión, Akenatón también dijo, "En esta nueva religión, no vamos a tener más mentiras, no más falsedades. Y vamos a cambiar nuestro arte para que refleje la verdad total." Así que durante la Dieciochoava Dinastía, nunca antes y nunca después, hubo una forma de arte totalmente único. Los artistas fueron instruidos para esculpir o pintar las cosas, tal como las veían sus ojos, como una fotografía. Y comenzaron un arte que se veía realista en lugar de estilizado, como había sido antes. Es importante recordar esto cuando están observando arte de la Dieciochoava Dinastía, porque eso significa que lo que sea que vean, es exactamente lo que vio el artista. No se les permitía mentir. 342


Este asunto sobre la verdad fue llevado a tal extremo, que ni siquiera se les permitía usar ropa, porque usar ropa era esconderse y esa era una forma de mentir. No se le permitió a nadie usar ropa durante la Dieciochoava Dinastía, excepto para propósitos ceremoniales u otros especiales.

Maat. Tiene una pluma en la parte superior de su cabeza. Ella se convirtió en uno de los neters más importantes en esta nueva religión, debido a su nombre, que se traduce como verdad o veracidad. Ella era el asunto importante en todo. Todo tenía que ser absolutamente verdadero y no debía haber distorsiones, ni mentiras, para que todo pudiera volver al enfoque. Esta fue una parte importante de las enseñanzas de Akenatón.

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Esta es una estatua de Akenatón en el Museo del Cairo . Akenatón media 14 ½ pies de alto, sin contar con su tocado. Cuando me paré junto a esto, la parte superior de mi cabeza le llegaba a la parte más ancha de sus caderas. Nefertiti medía diez pies y algo más. Ella era realmente pequeña para su raza. Las hijas también eran muy altas. Esto es de acuerdo con Thoth. Recientemente ha llegado evidencia sólida de esto a manos oficiales y no saben que hacer al respecto. Encontraron dos sarcófagos en Tel el Amarna, la ciudad de Akenatón. Uno de los sarcófagos tenía la Flor de la Vida grabada directamente sobre la cabeza de la momia que estaba dentro y el segundo sarcófago contenía los huesos de un niño de siete años, ¡pero tenía ocho pies de altura! Ese sarcófago está ubicado en el sótano del Museo del Cairo en este momento, o cuando menos probablemente esté. Es la única prueba real hasta ahora de cómo se veían estos cuerpos. De acuerdo a las enseñanzas de Thoth, esta estatua de Akenatón es exactamente como él se veía, como si le hubieran tomado una fotografía. Este es un busto de Nefertiti

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Cálculos matemáticos para la elaboración de la belleza ideal según el cánon de la época de Amarna que fue encontrado en Tel el Amarna. Ya casi no queda nada de esa ciudad. En algún momento la ciudad fue desmantelada ladrillo por ladrillo y esparcida por todo el mundo. Los Egipcios no querían que ustedes supieran que Akenatón y Nefertiti habían vivido alguna vez. 345


La única razón por la que lo sabemos, es porque enterraron algunas cosas en habitaciones muy profundas bajo la tierra, que las personas del pasado no encontraron. Este busto fue encontrando allí. Muchas personas piensan que Nefertiti era una mujer hermosa, pero no se dan cuenta de que era extremadamente alta y que su cuerpo era muy inusual en cierta forma. Fisiológicamente, esos cuerpos son inmensamente diferentes a los cuerpos humanos. Existen todo tipo de diferencias, diferencias cerebrales y otras cosas inusuales. Por ejemplo, tienen dos corazones. La única razón por la que nosotros tenemos un corazón, es porque tenemos un sol. Pero estos son seres Sirianos, realmente eran miembros de los 32 seres que estaban alrededor de la flama original, y sus cuerpos son de la estrella de Sirio. El sistema estelar de Sirio tiene dos estrellas, Sirio A y Sirio B. Es un sistema binario, como son la gran mayoría de los sistemas estelares. Y en esos sistemas las formas de vida tienen dos corazones. Si hay solamente un sol, las formas de vida tienen un corazón. (Si hay más de dos estrellas en el sistema, seguirán teniendo dos corazones.) Este es el Rey Tut, quien asumió el poder directamente después de que Akenatón fue depuesto. El Rey Tut solo tenía dieciocho años cuando se convirtió en rey. Nadie sabe con certeza de donde provino. La transparencia dice que era un yerno de Nefertiti y Akenatón, casado con su hija. El era parte de este linaje obviamente, aunque su cráneo no parece tan grande. Pero tiene las orejas grandes. De acuerdo con Thoth, se le permitió tomar el poder al Rey Tut durante solo un año. El gobernó durante la transición entre Akenatón y la siguiente fase. El Rey Tut estaba en comunicación telepática con Nefertiti, mientras ella dirigía el país a través de él durante ese año. Ella se estaba escondiendo. Memoria: La Llave de la Inmortalidad Podrían preguntarse ahora, si Akenatón y otros eran inmortales, ¿entonces por qué están muertos? Les daré la definición de inmortalidad desde el punto de vista Melchizedek y espero que esto ayude. Alguien más puede tener una definición diferente, Pero esto es lo que yo siento. La inmortalidad no tiene nada que ver con vivir en el mismo cuerpo para siempre. De todas formas vivirán por siempre; siempre han estado vivos y siempre lo estarán, pero puede que no estén conscientes durante todo el tiempo. La definición desde nuestro punto de vista tienen que ver con la memoria. Cuando se vuelven inmortales, alcanzan el punto en donde su memoria permanece intacta a partir de allí. En otras palabras, son conscientes a partir de ese momento, sin ningún lapso de inconsciencia. Esto significa que se quedan en el cuerpo tanto tiempo como quieran y cuando quieren dejarlo, lo dejan. Permanecer en un solo cuerpo para siempre sería una prisión o una trampa, porque esto significaría que no podrían irse. Puede haber una razón para dejar ese cuerpo y en algún momento se darán 346


cuanta de que quieren ir más lejos de donde sea que se encuentren. Esta es la definición de vida eterna: Visto con simpleza, tienen una memoria continua e intacta. Vamos de vuelta ahora a lo que pasó después de que Akenatón fue destronado. Con el fin de llevar al país de vuelta hacia las viejas formas, que es lo que querían hacer, el país pasó a un estado de transición. Las personas que se convirtieron en el rey y la reina directamente después de él, son algo casi cómico, dejaron que Ay y Tiya tomaran el poder del país. Tenemos una larga demora de tiempo aquí, entonces se convirtieron en el rey y la reina. Está escrito en los registros. Gobernaron durante treinta años más o menos y después le dieron el poder a Seti I quien se convirtió en el primer rey de la Decimonona Dinastía. Él cambió todo inmediatamente de vuelta hacia la vieja forma, borró todo y llamó a Akenatón con el mismo nombre que llamaron a Jesús - "el criminal". Lo llamó el peor rey que hubiera vivido debido a su enseñanza de que solo existía un solo Dios. ¿Qué le Sucedió Realmente a Akenatón? La mayoría en Egipto odiaban a Akenatón, excepto un pequeño grupo. Los sacerdotes lo odiaban más que todos, porque las creencias religiosas egipcias estaban centradas en los sacerdotes. Ellos controlaban a las personas, su forma de vida y la economía. Se volvieron ricos y eran más poderosos que cualquiera. Entonces Akenatón llegó y dijo, "No necesitan sacerdotes; Dios está dentro de ustedes. Solo existe un Dios y pueden acceder a Dios desde ustedes mismos." Los sacerdotes reaccionaron para protegerse a ellos y sus intereses creados. También, Egipto tenía el ejército más poderoso en el mundo y cuando Akenatón se convirtió en faraón, estaban listos para irse a la guerra, para salir y conquistar el mundo. Akenatón dijo que no. El era completamente pacifista y dijo, "Regresen a nuestra tierra. No ataquen a nadie a menos que sean atacados." Hizo que los militares regresaran y se quedaran ociosos y a ellos no les gusto eso. Así que no solo tenía a los sacerdotes, sino también a los militares en su contra. Encima de todo eso, las personas estaban en sus pequeñas religiones y ellos adoraban reverenciar a sus pequeños dioses. Esto no les haría finalmente ningún bien, no los llevaría a donde necesitaban ir de acuerdo al plan del ADN para el universo, que era regresar a casa con Dios, el Dios único, sin embargo, estaban muy involucrados en lo que estaban haciendo. Cuando se le dijo por la fuerza a las personas que ya no podían desarrollar ciertos actos religiosos, esto creó gran animosidad contra Akenatón. Sería como si nuestro presidente dijera, "Esta bien, no hay más religiones en los Estados Unidos; solo existe la religión del presidente." Y si el presidente regresara a toda la milicia de vuelta a suelo Norte Americano, con un punto de vista aislacionista, no sería muy popular. Tampoco lo era Akenatón. Pero el sabía que tenía que hacerlo a pesar de todo, incluso aunque significara su propia muerte. 347


Tenía que hacerlo para corregir el camino que nuestro ADN colectivo había codificado dentro de la Realidad. Adicionalmente, necesitaba poner dentro de los registros akáshicos el recuerdo del propósito sagrado que sostenía la conciencia Crística. ¿Entonces qué pasó? De acuerdo con la historia aceptada, los sacerdotes y los militares se unieron y le dieron un veneno a Akenatón que lo mató. De acuerdo con Thoth, eso no fue exactamente lo que sucedió, porque no podían matarlo. Podía beber el veneno pero no le haría daño. Ellos hicieron algo mucho más exótico. Thoth dice que los sacerdotes contrataron a tres hechiceros negros de Nubia, que hicieron un brebaje similar al que se usa ahora en Haití, para hacer que alguien parezca muerto. Se lo dieron a Akenatón en una reunión pública convocada por los sacerdotes y los militares. Después de que Akenatón bebió el líquido, todos sus signos vitales parecieron detenerse. Tan pronto como el doctor real lo pronunció muerto, se apresuraron a llevarlo a una habitación especial en donde lo estaba esperando un sarcófago. Lo colocaron dentro del sarcófago, colocaron la tapa con un sello mágico y lo enterraron en un lugar oculto. Thoth dice que Akenatón tuvo que esperar dentro del sarcófago durante casi 2000 años, antes de que se rompiera un pedazo del sello y se deshiciera la magia. Entonces regresó a los Salones de Amenti. Esto no fue un problema para Akenatón. Thoth dijo que para un ser inmortal como Akenatón, fue como tomar una siesta. Mi pregunta es, ¿realmente él permitió que esto le sucediera? La Escuela de Misterios de Akenatón

Lo que es importante aquí es un hecho: Akenatón desarrolló una escuela de misterios. La escuela fue llamada La Escuela de Misterios Egipcia de Akenatón, la Ley de Uno. Como resultaron las cosas, el tuvo solamente 17 años y medio para producir resultados. El llevó 348


estudiantes de la Escuela de Misterios del Ojo Izquierdo de Horus (el lado femenino), de la que hablaré posteriormente, graduados que tenían cuando menos 45 años de edad, dentro de la Escuela de Misterios del Ojo Derecho de Horus. Esta información del ojo derecho nunca había sido enseñada antes en Egipto. Les enseñó durante doce años, después de los cuales solo tenía cinco años y medio para ver si podía llevarlos a la inmortalidad. ¡Y lo logro! Llevó cerca de 300 personas hacia la inmortalidad. Creo que todos, o casi todos eran mujeres. Alguien preguntó alguna vez, "¿Por qué no trabajó Akenatón de forma diferente con la población, para no ponerse en una situación tan peligrosa?" Pero ¿pueden pensar en una forma de cambiar a toda una población en un periodo tan corto de tiempo, sin causar conflicto? ¿Podrían hacer esto en los Estados Unidos en este momento - en un año convertir a todas las religiones en una? Creo que no existe una forma, excepto hacerlo, incluso si significa ser "asesinado". Además, lo único que realmente necesitaba hacer, era vivir su vida. Esto quedaría en los registros akáshicos y sería una memoria que todos tendríamos en nuestro ADN. En un solo día estaría codificado y después podían hacer lo que quisieran con él. No estaba realmente preocupado. El sabía que el país, la sociedad y las costumbres, regresarían a la vieja forma. Pero si consiguió a estas 300 personas inmortales que irían más allá de él y de Egipto. La Hermandad Esenia y Jesús, María y José Después de que Akenatón se fue, los 300 Egipcios Inmortales se unieron a la Hermandad Tat y esperaron aproximadamente desde 1350 A.C. hasta cerca del año 500 A.C., como 850 años más o menos. Después emigraron hacia un lugar llamado Masada, Israel y formaron la Hermandad Esenia. Incluso hoy Masada es conocida como la capital de la Hermandad Esenia. Estas 300 personas se convirtieron en el círculo interno y personas mayormente ordinarias formaron el círculo externo, que se volvió muy grande.

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María, la madre de Jesús, fue uno de los miembros del círculo interno de la Hermandad Esenia. Ella era inmortal incluso antes de que Jesús lo fuera. José provenía del círculo externo. Esto es de acuerdo con Thoth; no está escrito en los registros. Era parte del plan Egipcio que el siguiente paso sería traer a alguien que demostrara exactamente cómo volverse inmortal, comenzando como un humano ordinario, poner la experiencia en los registros akáshicos y hacerlo real. Alguien tenía que hacerlo. De acuerdo con Thoth, María y José se unieron interdimensionalmente (de lo que hablaremos más tarde) para crear el cuerpo de Jesús, lo que permitiría que entrara su conciencia desde un nivel mucho muy alto. Cuando Jesús llegó aquí, comenzó su vida en la Tierra como humano, como cualquiera de nosotros. El era totalmente humano. Y a través de su propio trabajo se transformó al estado inmortal a través de la resurrección, no a través de la Ascensión y puso dentro de los registros akáshicos la forma exacta para hacer esto. Esto es de acuerdo con Thoth y fue planeado mucho tiempo antes de que ocurriera.

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PARA LEER EL TAO TE KING La Tradición es de esencia doble, religiosa y metafísica; puede calificarse muy exactamente de exotérico el lado religioso de la doctrina, que es en efecto el más exterior y el que está al alcance de todos, y de esotérico su lado metafísico, que constituye el sentido profundo de la misma, y que es, por otra parte, considerado como la doctrina de la élite; y esta distinción conserva bien su sentido propio, dado que son éstas las dos caras de una sola y misma doctrina». Conviene añadir que, para Guénon, el esoterismo es siempre y por todas partes el mismo, cualesquiera que sean los nombres que se le dan según la variedad de los países y tradiciones. Si el conocimiento verdadero de la última Realidad es el objeto final de la búsqueda esotérica, los métodos utilizados, aunque frecuentemente análogos, no son forzosamente idénticos; pueden variar como varían también las lenguas y los individuos. «La diversidad de los métodos, escribía Guénon el 3 de octubre de 1945, responde a la diversidad misma de las naturalezas individuales para las cuales están hechos; es la multiplicidad de las vías conducentes todas a una meta única». Renée Guenon

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El Tao te King es el más fácilmente amable de todos los grandes textos religiosos, divertido, agudo, tranquilo, modesto, indestructiblemente provocador e inagotablemente refrescante. Ursula K. Le Guinn.

El Tao Te King me acompaña desde la juventud. Desde entonces, he intentado primero comprender y luego practicar los principios enunciados por Lao-Tsé, aunque deba reconocer que no siempre me resultó fácil. La primera traducción que leí, la de Carmelo Elorduy, aunque excelente, me cogió demasiado jóven e inexperto, no la aproveché como la obra se merecía. Pienso que fueron las obras de Alan Watts el Camino del Tao

y sobretodo el Camino del Zen,

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los que me abrieron las puertas para la comprensión del pensamiento oriental. En esta apertura, no quisiera dejar de citar, otras pequeñas obras, ahora desaparecidas "La Paraula del Buda" de las publicaciones de la Abadia de Montserrat, y "La Meditación budista" de Amadeu Solé-Leris que me encantaría ofreceros, pero de los que no encuentro enlaces en la red. Hacia mediados de los 80, me creí capaz de escribir alguna cosa sobre el taoísmo, aunque, afortunadamente me limité a aquellos aspectos más políticos y/o sociales de las relaciones e influencias entre taoísmo y anarquismo, que publiqué en el blog en el 2008 y que podéis leer aquí: http://terradesomnis.blogspot.com.es/2008/01/sobre-elanarcotaoismo.html es bueno leer aquellas cosas que escribiste hace 20 o 30 años atrás, en ellas puedes encontrar los dos aspectos del Tao: lo que constantemente cambia y aquello que se mantiene eternamente inmovil. Pero bueno, vayamos a la entrada de hoy. En ella quisiera ofreceros un conjunto de materiales y reflexiones que puedan serviros de 353


manera teórica, pero también práctica, para acercaros a esa maravillosa obra que es el Tao Te King, y sobre todo, al Tao, eso que no puede ser nombrado, pero si experimentado, solo con poner toda nuestra atención en el "Aquí y Ahora" que cantaban los pájaros de "la Isla" de Aldous Huxley. Pongámonos a ello.

Es el Tao Te King considerado por los estudiosos como una de las grandes joyas en lo que a espiritualidad oriental se refiere, figura en todo ranking entre los primeros puestos de los libros más importantes del mundo, siendo cada vez más apreciado por occidente. Considerado por los estudiosos como uno de los más valiosos textos confiados a la humanidad, su mensaje es fresco e imperecedero, de una vigencia absoluta. Es el Tao Te King un compendio de pensamientos en forma de sentencias en ocasiones o aforismos impactantes por lo concisos. Se estima que data del siglo IV a. de C. y le es atribuida la autoría a Lao-Tsé, que como se verá más adelante es un personaje tan impactante y misterioso como la obra en sí, de todos modos respecto a la autoría del Tao Te King aún hoy los entendidos tienen discusiones sobre el tema. 354


En cuanto a estructuras el Tao Te King posee 81 capítulos, y este número (8+1=9) considerando el valor simbólico que tiene en la tradición y cultura china está lejos de ser casual, están en el representadas las ideas de unidad, armonía e integración de contrarios, de balance.

Breve digresión sobre el simbolismo del número 9.

En los escritos homéricos este número tiene un valor ritual. Deméter recorre el mundo durante nueve días en busca de su hija Perséfone; Leto sufre durante nueve días y nueve noches los dolores del parto para dar a luz a los gemelos Apolo y Artemisa; las nueve Musas han nacido de Zeus en nueve noches consecutivas de amor con Mnemosine. El nueve parece ser así la medida de las gestaciones y las búsquedas fructuosas, y por tanto simboliza el coronamiento de los esfuerzos, el término de una creación. También el nueve interviene frecuentemente en la imagen del mundo descrita en la Teogonía de Hesíodo. Nueve días y nueve noches son la medida del tiempo que separa el cielo de la tierra y ésta del infierno: “Un yunque de bronce cae del cielo durante nueve días y nueva noches antes de alcanzar, al décimo día, la tierra; y asimismo 355


un yunque de bronce cae de la tierra durante nueve días y nueve noches antes de alcanzar, al décimo día, el Tártaro”. También advierte Hesíodo que el castigo de los dioses perjuros es permanecer nueve años lejos del Olimpo, apartados del lugar donde se asienta el consejo y se celebra el banquete de las divinidades. Según Dioniso Areopagita, los ángeles están jerarquizados en nueve coros, o tres tríadas: la perfección de la perfección, el orden en el orden, la unidad en la unidad. Nueve es uno de los números de las esferas celestes y, simétricamente, también el de los círculos infernales. Esta es la razón de los nueve nudos del bambú Taoísta y la de los nueve grados del trono imperial chino, ya que, según todas las tradiciones, tanto orientales como occidentales, el microcosmos está hecho a imagen del macrocosmos. Los cielos budistas son igualmente nueve, y el cielo chino tiene nueve alturas y 9999 esquinas. Nueve es el número de la plenitud y también la medida del espacio chino. No es casual que el Tao-te King cuente con 81 capítulos (9 por 9; 8+1= 9). Según el esoterismo islámico, descender nueve escalones sin caerse significa haber dominado los nueve sentidos. También el nueve es el número que, correspondiendo a las nueve aberturas del hombre, simboliza las vías de su comunicación con el mundo. Entre los aztecas, el rey Nezahualcoyotl construyó un templo de nueve plantas para designar las nueve etapas que debía recorrer el alma antes de alcanzar el reposo eterno. Para ellos el nueve es la cifra simbólica de las cosas nocturnas e infernales. Entre los mayas, nueve es la cifra sagrada de la diosa luna y Bolon Tiku (diosa nueve) es la diosa de la luna llena. Al nueve se le ha llamado el número del hombre, pues su gestación dura nueve meses, tras los cuales el bebé está listo para iniciar una vida con nuevas posibilidades en el mundo manifestado. Al sumar todos los números de nuestro sistema se obtiene la cifra 45 (1+2+3+4+5+6+7+8+9=45) que sumada da 9, de ahí que se le llame “el perfecto”. En resumen, el nueve es el símbolo de la multiplicidad que, finalizada una etapa, retorna a la unidad y es, por extensión, el de la solidaridad cósmica y la redención para emprender un nuevo ciclo de perfeccionamiento. Continuemos con el Tao Te King

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Tao Te King significa libro del Tao y del Te, más adelante se analizarán estos dos términos. El Tao Te King está estructurado en dos libros, el libro del Tao y el libro del Te, el primero abarca del capítulo 1 al 37 y el segundo del 37 al 81. Es el primero de carácter más bien metafórico y filosófico y el segundo más práctico, no es un libro que un no versado mínimamente en filosofía y cultura oriental pueda entender fácilmente, porque en él son muy comunes las imágenes, simbolismos y metáforas muy difíciles de asimilar para la mente de un occidental promedio. Es probablemente el libro que más ha influenciado la espiritualidad china, la primera traducción que se conoce a una lengua de occidente data del siglo XVII y fue hecha por misioneros jesuitas, es considerado como el libro mas traducido después de la Biblia. El lenguaje que utiliza el Tao Te King es en extremo polisémico, los significados son siempre múltiples, por lo cual, las interpretaciones sobre el mismo no dejan de surgir, siempre un pasaje tiene más "jugo" para extraer de él. Se preguntaba, no sin cierta ironía, Ursula K. LeGuinn, que dada la gran cantidad de versiones del Tao Te King que existen en el mercado, si Lao-Tsé no tendría más traductores que lectores. Es el Tao Te King amén de lo espiritual un libro interesantísimo en muchos otros niveles, ya que se lo puede interpretar también desde lo metafísico, lo personal e íntimo, lo político, lo social. La idea del Tao no es original del Taoísmo. Dentro del alma de los filósofos chinos, desde las épocas más remotas, estaba extendida la idea de cierta realidad superior que trascendía lo mundano. Ya se relacionara con la ley universal del universo, ya con la ley ética en la vida individual, familiar y social de los seres humanos, ya fuera con la 357


misma esencia metafísica del universo (en el Taoísmo), la verdad es que se refería al mismo concepto, a la idea del Tao.

Lao-Tsé invita al ser humano a superar el mundo exterior empírico y vivir el mundo de la esencia pura, del Tao, del cual emanan todas las cosas y donde se encuentra la fuente real de lo absoluto. En muchos elementos, la filosofía de Lao-Tsé en relación con el Tao se parece mucho a la del Advaita Vedanta, la filosofía de Sankaracharya. La vivencia del Tao dentro de nosotros equivale a la vivencia vedántica del Atma, que permite la unión con el Brahman absoluto, exactamente lo mismo que la iluminación o realización del Buddha para el budista, o el Satori en el budismo zen. Para Lao-Tsé, el Tao dentro del ser humano, así como dentro de cada ser, es uno y el mismo que el Tao, lo presente en todas partes dentro del Todo, uno y universal. Universal y supra-universal a la vez. Podríamos decir, de manera claramente intuitiva y como un primer acercamiento, que el Tao es la esencia absoluta, el no-ser que no entró aún en el espacio-tiempo, que no obtuvo aún definición. Su manifestación constituye el Te. La palabra Te tiene en el Tao Te King distinto significado del que tenía en la filosofía pre-Taoísta y en la confucionista, donde significa virtud y camino. Sin embargo, para LaoTsé, Te es la energía del Tao, la posibilidad latente de que pueda hacerse visible, manifestarse en el mundo. Sin Te el Tao no puede manifestarse, no puede existir. El Tao guía el universo, y por medio de 358


Te existe. La movilización de la energía de Te dentro del hombre es lo que lo hará ético y virtuoso, es decir, de acuerdo al Tao. Sería imposible, para el objetivo y la extensión de esta entrada, hacer un análisis exhaustivo de todas las ideas metafísicas y filosóficas que se exponen con gran profundidad en el Tao Te King. Nos bastará con la observación de que para Lao-Tsé, como así se expresa en el primer capítulo del Tao Te King, tanto el ser como el no-ser tienen la misma fuente: el Tao Es, pero como carece de toda definición, es denominado misterio o el misterio de los misterios, concepto de igual significado que el de Parabrahman entre los iniciados vedantas. Lao-Tsé caracteriza también al Tao como madre del universo cuando dice: “Existe algo indiferenciado (no-ser) pero pleno, que existió antes que el cielo y la tierra (que el espíritu y la materia). Insonoro y sin forma. No depende de nada y nada lo cambia. Puede considerarse la madre del universo (sin existencia de padre). No sé su nombre. Lo denomino Tao”. En relación con la aplicación del Tao en el ser humano, Lao-Tsé refiere la wu wei, que es la acción por medio de la energía espontánea de la naturaleza y no por medio de las limitadas fuerzas de la voluntad, que están conducidas por la semipenumbra del conocimiento empírico. La voluntad del ser humano debe llegar a ser una fuerza viva de la naturaleza y no la suma de sus disposiciones egoístas, porque si no, su acción no estará de acuerdo con el Tao, no movilizará, no activará el Te y obrará erróneamente. Pero, ¿que es el Taoísmo? es difícil también abordar el tema por la gran variedad de significados del término y como en muchos casos a través de la historia fue deformado y pervertido este concepto. Cabe decir que si hablamos de la fuente más pura el Taoísmo es una vía filosófico espiritual pura de China. El autor Geoffrey Parrinder definió una vez al Taoísmo como "la religión auténticamente nativa y personal de China y su contribución al desarrollo de la humanidad", sin embargo incluso esta aseveración dista de ser correcta ya que el seguidor más puro del Tao Te King no hace del mismo una religión sino una vía de búsqueda tanto espiritual como filosófica, pero definitivamente no hay en él ninguna tentativa de formación de "iglesia" alguna, es sí una vía mística sin lugar a dudas que permite encontrar respuesta a profundas inquietudes espirituales e incluso para el religioso que lo lee, religiosas también. Es el Tao Te King un libro Místico (del griego mistos, misterio sagrado), hay en él principalmente una faceta intelectiva, así como esotérica (entendida la palabra en su primigenia significación y sin ninguna de las connotaciones actuales de la palabra esotérico). Los antecedentes del Tao Te King Es usualmente aceptado como fundador de la filosofía a Lao-Tsé, pero siendo estrictos es mucho mas antigua la filosofía a la figura del sabio 359


incluso, hablamos de tiempos donde la historia y el mito se funden. Afirma Pierre Frison (una de las mas grandes autoridades en el estudio de las tradiciones espirituales en su dimensión esotérica, entendido esotérico como interno) "el origen del Tao es intemporal. Se puede pues, en lo que concierne a la China y a su antigua historia, ser más afirmativo que en muchos otros casos; y se sabe así que este origen de la Tradición que puede llamarse propiamente china se remonta a alrededor de 3700 años antes de la Era Cristiana. El I – Ching o Libro de las Mutaciones.

La historia de la China, o de lo que se llama así hoy día, no comienza propiamente más que en Fo-hi, que se considera como su primer emperador; y es menester añadir de inmediato que este nombre de Fo-hi, al cual está vinculado todo el conjunto de los conocimientos que constituyen la esencia misma de la Tradición china, sirve en realidad para designar todo un periodo, que se extiende sobre una duración de varios siglos. Fo-hi, para fijar los principios de la Tradición, hizo uso de símbolos lineales tan simples y al mismo tiempo tan sintéticos como es posible: el trazo continuo y el trazo quebrado, signos respectivos del yang y del ying, es decir, de los dos principios activo y pasivo que, procediendo de una especie de polarización de la 360


suprema Unidad metafísica, dan nacimiento a toda la manifestación universal. De las combinaciones de estos dos signos, en todas sus disposiciones posibles, son formados los ocho koua o «trigrammas», que han permanecido siempre como los símbolos fundamentales de la Tradición Extremo-Oriental. Se dice que, «antes de trazar los trigrammas, Fo-hi miró el Cielo, después bajo los ojos hacia la Tierra, observó las particularidades de ésta, consideró los caracteres del cuerpo humano y de todas las cosas exteriores».

Este texto es particularmente interesante porque contiene la expresión formal de la Gran Tríada: El Cielo y la Tierra, o los dos principios complementarios de los que son producidos todos los seres, y el hombre que, participando de uno y otro por su naturaleza, es el término medio de la Tríada, el mediador entre el Cielo y la Tierra. Conviene precisar que se trata del «hombre verdadero», es decir, del que, llegado al pleno desarrollo de sus facultades superiores, «puede ayudar al Cielo y a la Tierra en el mantenimiento y la transformación de los seres, y, por eso mismo, constituir un tercer poder con el Cielo y la Tierra». 361


Toda la Tradición fue pues contenida primero esencialmente y como en germen en los trigrammas, símbolos maravillosamente aptos a servir de soporte a posibilidades indefinidas: no quedaba más que extraer de los mismos todos los desarrollos necesarios, sea en el domino del puro conocimiento metafísico, sea en el de sus aplicaciones diversas al orden cósmico y al orden humano. Para eso, Fo-hi escribió tres libros, de los cuales el último, llamado Yi-king (IChing) o «Libro de las mutaciones»,

es el único llegado hasta nosotros; y el texto de este libro es todavía de tal modo sintético que puede ser entendido en sentido múltiples, por lo demás perfectamente concordantes entre ellos, según que uno se atenga en ello estrictamente a los principios o que se quiera aplicarles a tal o cual orden determinado. Así, además del orden metafísico, hay una multitud de aplicaciones contingentes, de desigual importancia, que constituyen otras tantas ciencias Tradicionales: Aplicaciones lógica, matemática, astronómica, fisiológica, social, y así seguidamente; hay inclusive una aplicación adivinatoria, que por lo demás es considerada como una de las más inferiores de todas, y cuya práctica es abandonada a los juglares errantes. Por lo demás, hay ahí un carácter común a todas las doctrinas Tradicionales al contener en sí mismas, desde el origen, las posibilidades de todos los desarrollos concebibles, comprendidos los de una variada multiplicidad de ciencias de las que el occidente 362


moderno no tiene la menor idea, y de todas las adaptaciones que podrán ser requeridas por las circunstancias ulteriores. El gran escritor argentino Jorge Luis Borges escribió un poema dedicado al I-Ching: El porvenir es tan irrevocable Como el rígido ayer. No hay una cosa Que no sea una letra silenciosa. De la eterna escritura idescifrable Cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja De su casa ya ha vuelto. Nuestra vida Es la senda futura y recorrida El rigor ha tejido la madeja No te arredres. La ergástula es oscura, La firme trama es de incesante hierro Pero en algún recodo de tu encierro Puede haber una luz, una hendidura El camino es fatal como la flecha Pero en las grietas está Dios, que acecha. No hay pues lugar a sorprenderse de que las enseñanzas encerradas en el Yi-king, y que Fo-hi mismo declaraba haber sacado de un pasado muy antiguo y muy difícil de determinar, hayan devenido a su vez la base común de las dos doctrinas en que la Tradición china se ha continuado hasta nuestros días, y que, sin embargo, en razón de los dominios totalmente diferentes a que se refieren, pueden parecer a primera vista no tener ningún punto de contacto: el Taoísmo y el confucianismo. El chamanismo ancestral y su influencia en el Taoísmo Hemos hablado en otras ocasiones acerca del aporte del chamanismo a las diferentes culturas y prácticas. La conexión entre el Taoísmo y el chamanismo es muy directa. De hecho, hay quien afirma que el Taoísmo es una síntesis de prácticas chamánicas de la China antigua. Se mezclan en algún punto las historias con el chamanismo, este punto también se ha prestado para que mucha confusión se genere y se diga que el Tao es una forma de Chamanismo, lo cual es desconocer por un lado lo que el chamanismo es y por otro lo que el Tao es. En sentido amplio chamanismo es toda práctica religiosa que necesite de un hombre o sacerdote que se sienta poseído por el espíritu, en sentido estricto toda forma en la que se considere necesaria para la práctica religiosa la intervención de un hombre particular, el chamán a cargo. Por un lado en el Tao como vía primigenia no hay ritos ni liturgia por otro lado no existe esta figura antes descrita. 363


Desde hace algunas décadas van apareciendo cada vez más y más pruebas que indican la importancia que tuvo el chamanismo en la cultura de la China antigua, al menos hasta los tiempos de la unificación política llevada a cabo durante la dinastía Qin, y la cultural que le siguió durante la dinastía Han. Pero un tema tan controvertido y tan alejado de las esferas habituales del conocimiento s habitualmente tocado con un exquisita asepsia, pues en realidad no hay nada más opuesto al modo de conocimiento académico que el propio modo de conocimiento chamánico. Las evidencias que continuamente se presentan ante los investigadores han forzado a admitir que el chamanismo fue tremendamente importante en el neolítico y durante la formación de las primeras dinastías chinas.

En el interesante artículo de Weisheu se hace un exhaustivo repaso a los materiales dispersos sobre el chamanismo, las experiencias extáticas y las ascensiones al cielo por parte de los chamanes, proporcionando al lector en español con una de las interesantes reinterpretaciones de la antigua historia china. Ella asegura que “la experiencia extática fue el elemento principal tanto en el período prehistórico como en la etapa protohistórica e histórica inicial.” Repasando la evolución de estas experiencias estáticas, comprueba cómo a partir de las transformaciones sociales que sucedieron durante la dinastía Han, los chamanes pierden su función social, reservada entonces a funcionarios que ocasionalmente convocan a médiums para comunicarse con los espíritus si así lo requieren los 364


rituales, pasando esos conocimientos a los santos “inmortales del Taoísmo, como queda caracterizado en sus vuelos mágicos, recordándonos que se ha sugerido “que los inmortales Taoístas eran originalmente chamanes quienes habían sido figuras prominentes en culturas regionales del sur de China.” Entre las pruebas que Weisheu aporta sobre la extensión de estas experiencias extáticas, están los rituales de sacrificio realizados por miembros de la aristocracia durante los servicios funerarios para comunicarse con los espíritus de los muertos, muchas veces facilitados por el ayuno prolongado (de hasta siete días) y la ingestión masiva de alcohol. Existe pocas dudas de que los reyes de la dinastía Shang actuaban como chamanes en jefe, y que asistidos por otros especialistas, monopolizaban los rituales extáticos con un objetivo político. Los numerosos bronces desenterrados en sus tumbas, y la sacralidad de los mismos, sugiere que son un homenaje a sus ayudantes animales (participantes en las experiencias chamánicas), que jugarían un papel clave en los actos chamánicos de ascensión al cielo y descenso a la tierra. La reinterpretación de numerosas obras del arte más antiguo de China como una representación de “la transformación mágica del hombre al ámbito animal” característica de las experiencias chamánicas, o de imágenes de las máscaras que utilizarían los chamanes que simbolizarían su acceso a los ancestros, ya está presente en las culturas neolíticas más antiguas de China, como la de Liangzhu, “que floreció a lo largo del tercer milenio a.C. en la costa oriental del Sur de China”, desde donde podrían haber influido a esa dinastía Shang en la que los motivos chamánicos son tan prominentes.

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Este breve sumario de algunas de las ideas surgidas en los últimos años respecto al chamanismo y las practicas extáticas en la antigua China puede ser un buen punto de partida para observar el arte, la cultura, la religión y la historia de China desde un nuevo ángulo, un ángulo que empezara a liberarse de una vez de la estandarización de las ideas antiguas llevada a cabo durante la dinastía Han. No olvidemos que esa estandarización sólo supuso, de hecho, la división del universo chino en dos mundos distintos y a veces opuestos, el de los rituales y creencias respaldados por la corte y el de las religiones populares. (Walburga Ma. Wiesheu. Ascensos al cielo y descensos a la tierra. El chamanismo en la cosmovisión de la China antigua). Se mezclan en algún punto las historias con el chamanismo, este punto también se ha prestado para que mucha confusión se genere y se diga que el Tao es una forma de Chamanismo, lo cual es desconocer por un lado lo que el chamanismo es y por otro lo que el Tao es. En sentido amplio chamanismo es toda práctica religiosa que necesite de un hombre o sacerdote que se sienta poseído por el espíritu, en sentido estricto toda forma en la que se considere necesaria para la práctica religiosa la intervención de un hombre particular, el chamán a cargo. Por un lado en el Tao como vía primigenia no hay ritos ni liturgia por otro lado no existe esta figura antes descrita. Desde hace algunas décadas van apareciendo cada vez más y más pruebas que indican la importancia que tuvo el chamanismo en la cultura de la China antigua, al menos hasta los tiempos de la unificación política llevada a cabo durante la dinastía Qin, y la cultural que le siguió durante la dinastía Han. Pero un tema tan controvertido 366


y tan alejado de las esferas habituales del conocimiento es habitualmente tocado con un exquisita asepsia, pues en realidad no hay nada más opuesto al modo de conocimiento académico que el propio modo de conocimiento chamánico. Las evidencias que continuamente se presentan ante los investigadores han forzado a admitir que el chamanismo fue tremendamente importante en el neolítico y durante la formación de las primeras dinastías chinas. ¿Cuáles son las circunstancias que, al cabo de alrededor tres mil años, hicieron necesaria una readaptación de la doctrina Tradicional, es decir, un cambio incidiendo, no sobre el fondo que permanece siempre rigurosamente idéntico a sí mismo, sino sobre las formas en que la doctrina en cuestión es en cierto modo incorporada? En todo caso, lo que parece cierto, es que la doctrina, tal como había sido formulada en la época de Fo-hi, había cesado de ser comprendida generalmente en lo que la misma tiene de más esencial; y sin duda, tampoco las aplicaciones que de la misma habían sido extraídas antaño, concretamente bajo el punto de vista social, correspondían ya a las condiciones de existencia.

Se estaba entonces en el siglo VI antes de la era cristiana; y es de destacar que en ese siglo se produjeron cambios considerables en casi todos los pueblos, de suerte que lo que pasó en China entonces parece deber ser vinculado a una causa, quizás difícil de definir, cuya acción afectó a toda la humanidad terrestre. Ya hemos hablado en otras entradas de éste blog, sobre la trascendencia de los siglos VII a 367


V a.C., no puede ser achacado exclusivamente a la casualidad, la aparición en poco más de 150 años de Maestros espirituales de la categoría de Lao-Tsé, Confucio, Buddha, Mahavira, Pitágoras, Zoroastro y tantos otros. El "no - hacer" o Wu Wey Para adentrarnos un poco más en el Tao es importante saber que éste es una sensación, la cual se cultiva. Dentro del chamanismo existen muchas prácticas referentes que pueden servir para tener una sensación de esa fuente inagotable que alimenta todo lo que existe. Basta con aprender a sentir el vacío que dejamos al caminar o movernos, prestando atención a las partes huecas como la parte superior de las pantorrillas, la parte lumbar de la espalda y también en los brazos. Esa sensación de vacío la ampliamos hasta que abarque el cuerpo y la usamos cada vez más para que los movimientos sean impulsados por esa fuerza. Con esto de a poco vamos a lograr sentir una fuerza que es como potencia impulsora. La intención es que nuestros actos sean enervados por esta fuerza, tanto que de hecho podemos aprender a dejar que la energía fluya a través de nosotros y luego ser conscientes de las acciones, que son naturales cuando la fuerza guía nuestros actos. Esto es conocido como wey wu wey o hacer sin hacer. Que es la base del Taoísmo. Esta fuerza, a medida que la vas atesorando puedes llegar a un estado de consciencia el cual te permite entrar tu mente en un punto centrado tan delgado como el filo de una navaja bien afilada. En ese espacio se encuentra una sensación contenida de vacío y potencia, la cual generalmente se manifiesta cuando meditamos en la sensación del cuerpo. Cuanto más tratas de comprender o contener esta fuerza, se disipa, mientras tratas de pensarla o razonarla se pierde, pero cuando está, sólo eres. A esa sensación generalmente se le llama Tao. Esa fuente inagotable cuando la dejas ser y sigues ese estado de desvanecimiento es como encontrar el big bang que se reproduce dentro de uno y fluye, y genera una explosión interna que se retroalimenta a si misma.

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En las tradiciones chamánicas existe el mismo idéntico concepto del No-Hacer y quizás, si lo analizamos, en el fondo tenga el mismo significado que tiene en el Tao. En ambos caso, por cierto, su significado está muy lejos de la inercia o de la resignación ante las circunstancias. Entre las tradiciones chamánicas, el No-Hacer consiste en hacer cosas que uno regularmente no haría en su vida cotidiana o asumir un papel que uno no tiene en su vida. Este cambio, este “salirse de uno mismo” durante horas o días, obligaría al practicante a estar más alerta de su entorno, de las cosas que ocurren y que le son dichas a su alrededor, es decir, le impondría casi que por obligación concentrarse en estar en el aquí y en el ahora, no sólo a nivel físico sino también a nivel mental, a nivel de auto-examinar y escuchar el discurso interior de la mente (eso que conocemos como nuestro monólogo interior). Por ejemplo, Don Juan, el chamán yaqui que aleccionó a Carlos Castaneda, sugería que el No-Hacer era un ejercicio conveniente para acumular energía y no dispersarla en el inútil discurso mental cotidiano. Ejercicios prácticos para ello serían, por ejemplo, vestirse como un mendigo e ir a pedir limosna en algún semáforo durante unos 2 o 3 días, no exactamente para hacer “conciencia social”, sino para ver qué pasa cuando uno “es” algo que “no es” normalmente. Otros ejercicios de No-Hacer serían por ejemplo, caminar hacia atrás (dentro de tu casa) por una hora (o más, si es posible); si se es 369


diestro, hacer las cosas con la mano izquierda; no emitir palabra ni sonido alguno durante un día completo (lo cual implicaría además no leer ni escribir, ni mandar mensajitos ni ninguna otra forma de comunicación escrita). Volviendo al Tao Té King, la utilización del No-Hacer es diferente, pero al final me parece que tiene un objetivo similar al chamánico. Entiendo este No-Hacer como un no oponerse al fluir de las cosas, como no anteceder el deseo propio ni la importancia personal (obrar en función de uno mismo) a los acontecimientos o a las cosas que quieran realizarse. Es decir, no dejarse llevar por eso que creemos ser (un nombre, un rol social, una profesión, una función dentro de un grupo familiar), abstraerse de eso, callar el monólogo interior (que no es más que el enfermizo parloteo del ego), escuchar en el silencio y reconocer lo que desde ahí, se es y se debe hacer. Al final, me parece que ambos conceptos del No-Hacer llevan a la misma conclusión: un obligado estar en el aquí y el ahora y por ende, a la reconexión con la verdadera esencia de lo que somos que nos lleva a escuchar la voz del Ser (de Dios, del Universo, de la Conciencia o de como usted lo quiera llamar).

Percibir esta fuente es el fundamento de la vida, pues desde allí tienes una sensación de que es el universo y todo es igual que ese flujo, todo lo material y visible simplemente sigue ese principio y es lo que da un sentido a todas las cosas, y quizás sea tan difícil en las sociedades actuales comprender el hacia dónde vamos o de dónde 370


venimos, pues no podemos sentir en nosotros el flujo del Tao. De otro modo esta cuestión, aunque no sea fácil de colocar en palabras, sería interiormente entendible para nosotros. Así que simplemente volver a esa sensación es la base de lo que somos, es el principio de nuestro camino como seres humanos y que en las culturas ancestrales esta sensación era la base del comportamiento así como de todas las decisiones. Tal como afirmaba Lao-Tsé una vez existió una sociedad que veneraba al Tao y seguía sus leyes. Quizás esta sociedad no fue una utopía para tratar de explicar sus enseñanzas sino que simplemente muchas de las prácticas de aquel entonces fueron el recuerdo de lo que una vez fue una sociedad más equilibrada. Con esto no solo quiero afirmar la unión de las prácticas chamánicas con el Taoísmo, sino además dar un sentido a esta forma de vida, que para muchos, todavía es la forma básica para establecer su camino como personas, pero muchas veces se agotan en el formalismo de lo que podría ser y no en la sensación plena del Tao. Que esta sensación es más que algo somero, sino que es la base de quien somos y desde esta se establecen hasta los patrones de convivencia útiles para compartir y hacer cualquier actividad en conjunto o para aclararse como individuos. (Tomado de Albert Suazo) Budismo, Taoísmo y Zen.

En los países de nuestra cultura occidental, cada vez hay más personas interesadas en el conocimiento del taoísmo original o filosófico. Hay quienes se acercan al taoísmo a partir del conocimiento del budismo Zen; hay quienes se acercan al Zen a partir del estudio del taoísmo. Las corrientes de espiritualidad de la Nueva Era y hasta la proliferación de escuelas de artes marciales de Oriente, entre otros, han popularizado también plurales aspectos del taoísmo. Es natural que, si observamos las diferencias, el budismo y el taoísmo se encuentran tan distantes como la luna y el río. Pero si examinamos sus semejanzas, podemos comprender el motivo por el cual los sabios budistas y taoístas de la antigüedad fueron capaces de realizar un poderoso sincretismo que ha perdurado hasta el momento actual, inspirando a culturas tan diversas. En efecto, el taoísmo es una filosofía milenaria de progenie china, que se desarrolló a partir de los escritos atribuídos a los patriarcas Lao Tsé, Chuang-Tsé y Lieh Tsé. Las obras de estos sabios constituyen un cuerpo de enseñanzas que ha inspirado diversas escuelas de pensamiento, corrientes artísticas y prácticas espirituales, trascendiendo a nuestros días como una especial visión de la naturaleza y del sentido existencial. 371


Cuando la mente China entró en contacto con el pensamiento hindú, en la forma del Budismo, alrededor del siglo I d.C, dos desarrollos paralelos sucedieron. Por un lado, la traducción de los sutras budistas estimularon a los pensadores chinos y los llevó a interpretar las enseñanzas del Buda hindú a la luz de sus propias filosofías. De esta manera surgió un muy fructífero intercambio de ideas, que culminaron, en la escuela Hua-yen -sanscrito: Avatamsaka- de budismo en China y la escuela Kegon de Japón. Por otro lado, el lado pragmático de la mentalidad china respondió al impacto del budismo hindú, concentrándose en los aspectos prácticos y desarrollándolos en una forma especial de disciplina espiritual que recibió el nombre de Ch’an, una palabra normalmente traducida como “meditación”. Esta filosofía Cha’an fue eventualmente adoptada por Japón, alrededor del año 1200, y ha sido cultivado allí bajo el nombre de Zen, una tradición que se mantiene viva hasta la actualidad. Zen es una mezcla única de filosofías e idiosincrasias de tres culturas diferentes. Es una forma de vida típicamente japonesa, y aún así refleja el misticismo de la India, el amor de la naturalidad y espontaneidad del Taoísmo y el pragmatismo profundo de la mente Confucianista. A pesar de su carácter tan especial, Zen es puramente budista en su esencia pues su objetivo no es ni más ni menos que el de Buda: el lograr la iluminación, una experiencia conocida en Zen como Satori. La experiencia de la iluminación es la esencia de todas las escuelas de filosofía orientales, pero el Zen es la única que se concentra 372


exclusivamente en esta experiencia y no está interesada en ninguna interpretación más allá de ésta. En las palabras de Suzuki, “Zen es la disciplina en iluminación”. Desde el punto de vista del Zen, el despertar de Buda y el enseñar de Buda, que todos tenemos el potencial de lograr la iluminación son la esencia del Budismo. El resto de la doctrina, incluido en los voluminosos sutras, es visto solamente como suplementario.

La experiencia del Zen es, por lo tanto, la experiencia de la iluminación, de satori, y ya que esta experiencia, finalmente, trasciende toda categoría de pensamiento, de hecho podríamos asegurar que el ser humano que experimenta el satori, no es diferente al Hombre Sabio del Tao. Zen no se interesa en ninguna abstracción ni conceptualización. No tiene ninguna doctrina o filosofía especial, ningún credo ni dogma formal y enfatiza su libertad de todo pensamiento fijo, esto la hace verdaderamente espiritual. Más que cualquier otra escuela de misticismo oriental, Zen está convencido de que las palabras nunca expresarán la verdad última. Debe haber heredado su convicción del Taoísmo, que mostraba la misma actitud sin compromisos. “Si alguien pregunta sobre el Tao y otro le responde, ninguno de ellos lo conoce”. Dijo Chuang Tzu. La iluminación en Zen no significa retirarse del mundo, sino al contrario, una activa participación en la vida cotidiana. Este punto de 373


vista atrajo mucho a la mentalidad china que le daba mucha importancia a una vida práctica y productiva y a la idea de la perpetuación de la familia, por lo que no podía aceptar el carácter monástico del Budismo hindú. Los maestros siempre hacían hincapié que Ch’an, o Zen, estaba en nuestra experiencias diarias, “la mente de todos los días”, como proclamaba Ma-Tsu. Se enfatizaba el “despertar” en el medio de las actividades diarias y dejaban muy en claro que veían a la vida diaria, no sólo como la forma de lograr la iluminación, sino como la iluminación misma. En Zen, satori significa la inmediata experiencia de la naturaleza Buda de todas las cosas. Lo primero y más importante entre éstas, están los objetos, hechos y personas involucradas en la vida cotidiana, de tal manera que aunque enfatiza las cosas prácticas de la vida, Zen aun así es profundamente mística. Al vivir enteramente en el presente, dándole atención completa a los asuntos diarios, alguien que ha logrado satori, experimenta la admiración y misterio de la vida en cada situación. La perfección del Zen es por lo tanto vivir la vida diaria de forma natural y espontánea. Cuando a Po-chang se le pidió que definiera Zen, dijo: “Cuando tengo hambre, como, cuando estoy cansado, duermo”. Aunque esto suene a simple y obvio, como tantas otras cosas en Zen, es de hecho una tarea bastante difícil. Recobrar la naturalidad de nuestra naturaleza original requiere de un largo entrenamiento y constituye un gran logro espiritual. En las palabras de un dicho Zen muy famoso: Antes de estudiar Zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos; mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son montañas y los ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación las montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos. El énfasis sobre la naturalidad y espontaneidad muestra claramente las raíces Taoístas, pero la base para este énfasis es estrictamente Budista. Es la creencia en la perfección de nuestra naturaleza original, la realización de que el proceso de iluminación consiste meramente en transformarnos en lo que ya somos desde un principio.

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Hay dos escuelas principales de Zen en Japón actualmente, difieren en sus métodos de enseñanza. La escuela Rinzai o “repentina”, utiliza el método koan, se da prominencia a entrevistas formales periódicas con el maestro, llamadas sanzen, durantes las cuales se le pregunta al estudiante su visión actual sobre el koan que ha estado tratando de resolver. La resolución de un koan involucra largos periodos de intensa concentración que lleva a una revelación repentina de satori. Un maestro con experiencia sabe cuando un estudiante ha llegado al borde mismo de la iluminación repentina y le es posible adentrarlo a una experiencia satori con acciones inesperadas, tales como un golpe con una varilla o un grito fuerte. La escuela Soto o gradual evita los métodos de shock de Rinzai y apunta hacia la maduración gradual del estudiante Zen, “como la brisa de primavera que acaricia la flor, ayudándola a florecer”. Propugna “el sentar tranquilo” y el uso de su propio trabajo común como dos formas de meditación. Ambas escuelas le confieren la mayor importancia a zazen, o meditación sentado, que es practicado en los monasterios Zen todos los días durantes muchas horas. La postura correcta y la respiración son las primeras cosas que debe aprender un estudiante de Zen. En el Zen Rinzai ¡, zazen es usado para preparar la mente intuitiva para poder manejar el koan, y la escuela Soto lo considera la forma más importante para ayudar al estudiante a madurar y evolucionar hacia satori. Más que eso, es considerado como el logro visible de la naturaleza Buda de uno mismo; cuerpo y mente siendo fusionada en 375


una unidad armónica que no requiere ninguna mejoría. Como dice un poema Zen: Sentado tranquilo, haciendo nada, la primavera llega, y el pasto crece por sí solo. Desde una perspectiva espiritual, el taoísmo y el budismo han tenido temas comunes, sincréticamente resueltos, desde que el budismo penetró en China, y su influencia se ha sentido también en lo cultural en otros países asiáticos. Aunque suele ponerse como ejemplo del anotado sincretismo el budismo Zen, lo cierto es que su huella puede encontrarse también en otras escuelas de budismo, incluyendo el Vajrayana.

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Desde una determinada perspectiva, podemos decir que el taoísmo rinde culto al Tao, la vacuidad que es el origen de todos los fenómenos, y que, desde esta perspectiva, podemos identificar el concepto con lo que en el budismo Zen se ha denominado la Mente Única. Sin intentar mezclar el caldo con el arroz, más bien, esa perspectiva es parte fundamental de la comprensión del núcleo de la cuestión. La coincidencia ha sido explicada por diversos Maestros bajo la sencilla afirmación de que a la cumbre de la montaña se puede llegar por diversos caminos: no se trata de arrimar el agua a ningún molino, sino que desde hace tiempo el agua y el molino se arrimaron. Algunos comentaristas de ambas tradiciones espirituales han visto otros puntos coincidentes: entre la no-acción del taoísmo y el nirvana budista y entre el Te, la virtud del sabio taoísta y el Camino del Medio del budismo. Pero lo cierto es que hoy, en su consideración religiosa, ambas tradiciones siguen su propio camino, de modo que el taoísmo y el budismo poseen sus particulares formalizaciones. Si apreciamos que, más que un culto, el taoísmo filosófico es una forma de vida en la que el adepto, además de sus percepciones de alquimia interior, aprende el comportamiento del Tao observando la naturaleza y la experiencia, es desde esta perspectiva que podemos hablar con propiedad del cultivo del Tao. Es cierto que el mundo moderno entiende que la sabiduría es acumulación de conocimientos. Pero la percepción del Tao no llega por allí. Debemos ir con cautela, como quien camina sobre el hielo quebradizo. Los sabios taoístas no tienen todas las respuestas; incluso a veces parece que no tienen ninguna. Pero podemos aprender de sus detalles, de sus metáforas. La lectura de los clásicos, Lao Tsé, Chuang Tsé y Lieh Tsé, son una buena pesca. Si nos llenamos de objetos y de deseos, cada uno de ellos puede ser una pesada ancla. Lo mismo ocurre si nos llenamos de prácticas y ocupaciones. El proceso de acumular cosas puede hacer sonar la campana de las emociones por un rato, pero lo que precisa nuestra mente es la quietud. La receptividad es algo importante. ¿Cuál es la precisa atmósfera para nuestra quietud? Se suele hablar de la alquimia interior, del refinamiento de nuestras emociones. Pero también es importante la alquimia exterior. Nuestro entorno, nuestras relaciones, nuestro bullicio, son consecuencia de nuestras afinidades. Emplazando nuestra mente en la quietud observaremos lo innecesario. Todo cuanto es innecesario en nuestros hábitos, deseos y posesiones. Sentarnos solos, cómodamente, sin pensar, es un buen comienzo. No es sencillo, porque a veces pareciera que si no pensamos no existimos. Si observamos nuestros pensamientos como cadenas de palabras, notaremos que rompiendo un eslabón se desahace la cadena, y que a fin de cuentas esa sarta de palabras no éramos nosotros. Algunas personas relacionan una tradición espiritual con la práctica en un recinto cerrado, como un templo o un monasterio.

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Sin embargo, los antiguos taoístas encontraron en los espacios abiertos, en las cumbres y en los hermosos parajes, la mejor fuente de inspiración, haciendo de cada paisaje un sitio sagrado, un templo en el camino. La fluida espontaneidad del taoísta le aleja de prácticas preestablecidas. El encuentro con la quietud es más bien una alquimia emocional, sentir nuestra naturaleza, lo que es no es equivalente a "pensar en nuestra naturaleza". El concepto del vacío, que es la naturaleza del Tao, es siempre algo controvertido y el que causa más extrañeza. Si abandonamos la comprensión conceptual, es posible aproximarnos a la experiencia. Acercarnos a la mesa no es comer, pero puede ser el primer paso. Dijo Lao Tsé: "El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao. El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre. Sin nombre, es el principio del universo; y con nombre, es la madre de todas las cosas. Desde el no-ser comprendemos su esencia; y desde el ser, sólo vemos su apariencia. Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo origen, aunque distinto nombre. Su identidad es el misterio. 378


Y se

halla

en la

puerta

este de

toda

misterio maravilla".

El lenguaje nos permite formalizar la realidad. Lo que concebimos como real es la apariencia del Tao, sus plurales manifestaciones. En su esencia carece de nombre; es el gran origen, la Fuente de lo que llamamos realidad. El Principio y sus manifestaciones no son cuestiones distintas. Es nuestra ignorancia lo que nos hace ver una separación. Somos capaces de comprender que las manifestaciones tienen un origen, pero una comprensión racional del Tao es como adivinar el pensamiento de una ardilla. El Gran Camino es la experiencia y en esa percepción directa nos quedamos sin palabras. ¿De qué trata, entonces, el vacío, la naturaleza original, el Tao de Lao Tsé?

"No persigas mora en sé sereno en y el dualismo

las el la se

marañas vacío unidad de desvanecerá por

externas, interno; las cosas, sí solo".

Estas palabras, que parecen salidas de un texto taoísta, son de Sosan, tercer patriarca del budismo Zen. El practicante, como expresó Tozán, el cuarto patriarca Zen, es

379


"Íntimo con el Origen, familiar con la Vía". O como lo describió Yoka Daishi, "¿No ves a este hombre sereno caminando, que está más allá del saber y no persigue nada? No evita pensar vanamente ni busca la verdad". Eno,

el

sexto

patriarca

Zen,

resolvió

el

poema

"Nuestro cuerpo es el árbol de nuestra mente como el resplandor de nos pasamos la vida limpiando sin dejar que sobre ella el polvo del "No existe el ni marco para pues todo ¿dónde podría

de

la un esa se

siguiente árbol la

Jinshu Bodhi espejo luna pose", modo:

de luna es

posarse

la del el

Bodhi espejo; vacío, polvo?".

El Sutra del Corazón (Prajnaparamita Hridayan Sutra) enseña:

"la forma y el vacío mismo es forma".

es

vacío

Decíamos, en el primer párrafo, que algunas personas se interesan por el taoísmo y por el budismo, en el camino de la comprensión de los puntos esenciales de alguna de las dos tradiciones. Es normal que esto pueda causar dificultades. Nuestra mente clasifica y discrimina; es capaz de crear cualquier enredo. ¿Cómo remediarlo? Como enseñó Padmasambhava a su discípulo Nanam Yeshe, el joven mendicante de 380


Shang: "deja la atención libre de toda acción dualista; no afirmes ni niegues y reposa en la no acción espontánea sin aceptar ni rechazar nada". Aún podríamos añadir algunas diferencias más, para facilitar a nuestros lectores la diferenciación entre budismo y taoísmo. El budismo expone la universalidad del sufrimiento, como elemento constituyente de la condición humana, vencer al sufrimiento mediante la práctica de las normas o reglas derivadas de su enseñanza es el objetivo fundamental. Para ello la privación y la represión del deseo, las prácticas hasta cierto punto ascéticas, la meditación se muestran como el camino hacia Nirvana -despertar-. Además, existe la idea del Karma, el peso de las acciones cometidas a lo largo de la multitud de vidas pasadas, que nos condiciona en ésta. Por si todo ello fuera poco, la vida humana aparece encadenada a la rueda de las eternas reencarnaciones, siempre vinculadas al sufrimiento. El taoísmo se presenta de forma mucho más amable, ofreciendo una serie de enseñanzas, pautas para hacernos disfrutar de la vida, considerada hermosa, agradable. El objetivo del Hombre del Tao es vivir una vida lóngeva, llena de salud y vitalidad, feliz. En armonía con la Naturaleza y con el Kosmos.

Biografia de Lao-Tsé

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Poco se conoce acerca de la vida de Lao Tsé. Tanto su existencia histórica, como su autoría del Dào Dé Jing (Tao Te King), son objeto de controversia. Sin embargo, se convirtió en un importante héroe cultural para generaciones del pueblo chino. La tradición asegura que nació bajo un ciruelo en una aldea de la Prefectura de Ku (Kǔ Xiàn) del estado de Chǔ, actualmente distrito de Lùyì de la provincia de Henan, durante los últimos años del Período de Primaveras y Otoños, y tuvo como primer nombre Li-Er (orejas de ciruelo), aunque otras versiones sostienen que él era Po Yang-Li, proveniente de una familia de pescadores. Algunas leyendas sostienen que la gestación de Laozi requirió 81 años (la cantidad de capítulos que tiene su obra Dao De Jing) y cuando por fin nació, ya tenía el cabello blanco, arrugas en su rostro -propias de un anciano- y orejas bastante más grandes que las normales. Lao-Tsé es un título honorífico compuesto de dos sinogramas: el primero (lǎo) significa "anciano" y el segundo (zǐ), que quiere decir "maestro", es un antiguo título reservado a eruditos. Algunas historias relatan que su nombre propio era "Ĕr", su apellido Lĭ (su nombre completo sería Lĭ Ĕr) y su nombre de cortesía Boyang. Dān es un nombre póstumo por lo que también es llamado Lao Dan. Existen varias transcripción al alfabeto latino. En español es muy utilidada la adaptación tradicional "Lao-Tsé" (con las variantes Laotsé, Lao-Tse, etc.), similar a la transcripción EFEO francesa "Lao-Tséu" y a la Wade Giles inglesa "Lao Tzu". "Laozi" (técnicamente Lǎozǐ) es la transcripción por el sistema pinyin, oficial en China, Taiwán y en la 382


ONU, por ello esta forma es cada vez más utilizada, especialmente en otros idiomas europeos. Finalmente, la adaptación "Laocio", aunque infrecuente, es la más coherente con los nombres de otros filósofos chinos con el título de "zi" como Confucio y Mencio. Durante la Dinastía T'ang (618-907) fue honrado como antepasado de ésta, ya que las religiones Taoístas afines a la dinastía T'ang relacionaron el apellido de la familia reinante con el nombre póstumo atribuido a Lao-Tsé (Lao-Tang), pero esa visión no era compartida por los sectores Taoístas opositores a la monarquía, como lo eran los Taoístas filosóficos de las sociedades secretas. Las clases gobernantes de ese período le atribuyeron a Lao-Tsé el título de Taishang Xuanyuan Huangdi, que significa Misterioso y Primordial Emperador Supremo. "Xuanyuan" y "Huangdi" son el nombre propio y el título del Emperador Amarillo. El encuentro de Confucio con Lao-Tsé. Una de las anécdotas preferidas por los biógrafos taoístas de Lao-Tsé, es la que nos narra el supuesto encuentro de éste con Confucio.

El maestro Kong (Confucio) saludó a la multitud de sus discípulos, que habían acudido para asistir a su partida, y su carro partió veloz en medio de una nube de polvo. Al llegar a la capital del reino de Zhou, el cochero detuvo el carruaje ante la biblioteca real. El maestro Kong (Confucio) bajó de su cuadriga, se limpió el polvo de su vestido de seda púrpura, reajustó su birrete de letrado y subió los escalones del edificio. Había venido a pedir audiencia al conservador de los archivos, cuyo nombre era Lao Tan. Aunque dicho anciano era tan 383


discreto como un tigre de caza entre hierbas altas, se rumoreaba que poseía la más alta comprensión del Tao y que era el maestro secreto de algunos altos dignatarios. El Maestro Kong (Confucio), el príncipe de los eruditos, quería salir de dudas. Estaba impaciente por medir su ciencia con la de él. El ilustre filósofo atravesó un laberinto de estanterías y fue introducido en el antro del bibliotecario. Era un apartamento modesto donde, contra toda pre-visión, no había ni un solo libro, ni el más mínimo rollo. La pieza principal estaba asombrosamente vacía, amueblada únicamente con dos esteras y una mesa baja. Allí estaba el viejo archivero, sentado sobre su alfombra de paja trenzada. Aún estaba secándose los cabellos que, evidentemente, acababa de lavarse. Dejó la toalla y levantó la cabeza hacia su visitante. Sus largos cabellos blancos estaban totalmente despeinados, aureolando su cráneo cano y calvo. Su mirada, extraviada, parecía sumergida en un abismo sin fondo. Su rostro era tan inexpresivo como un viejo tocón. Aunque Confucio, no fué Taoísta -no sabemos si en vida llegó a realizar el Tao-, os ofrezco a continuación la excelente película sobre su biografía. Con ella, además de visualizar su encuentro con Lao-Tsé, podremos entender mejor el ambiente social, económico, político y religioso de la época de ambos personajes. Al maestro Kong (Confucio), el buen orador, le abandonó su elocuencia. Tosió débil y repetidamente y empezó a balbucear: -Perdóname, Maestro, he llegado un poco pronto. Sin duda te molesto… Quizá no hayas terminado de arreglarte… ¿Estás cansado? -¡En absoluto! Pasa -dijo riéndose el anciano, con una sonrisa que dejó al des-cubierto dos hileras de dientes agujereados- ¡Siéntate! No te sorprenda mi silencio. Simplemente vengo a remojarme en la Fuente ancestral… Pero dime, ¿a qué debo el honor de tu visita? He oído decir que eres un sabio célebre en los principados del Norte. Los discípulos afluyen a tu escuela para ser admitidos. ¿Qué podría enseñarte un viejo archivero como yo? ¿Estás buscando un libro raro? -Hay quienes afirman que posees un profundo conocimiento del Tao. Dado que me considero un eterno estudiante, vengo a preguntarte al respecto. -Bueno, ¿sabes?, a mi edad, mi cabeza está vacía y mi boca tan atónita que no siempre encuentro las palabras para contestar. Pero antes de nada dime: ¿cómo has buscado tú el Tao? -He estudiado detenidamente a los Seis clásicos. Conozco a la perfección el libro de las Odas, los de la Historia, los Ritos, la Música, las Mutaciones, y el de la Primavera y el Otoño. Los he compilado, explicado y argumentado. He extraído de ellos principios para iluminar a los demás. Esos preceptos son tan útiles para gobernarse a sí mismo como para dirigir un Estado. El viejo Lao sacudió la cabeza, chasqueó la lengua. Sus ojos brillaron como brasas y profirió estas palabras: -¡Qué suficiente eres, qué arrogantes son tus palabras! ¿Acaso todo ese celo no es dañino? Y dime, ¿los príncipes te han escuchado? 384


Al oír esta pregunta, el maestro de la moral y de los ritos olvidó todo decoro. Se quitó su birrete de letrado, se enjugó la frente con sus largas mangas, suspiró ruidosamente y contestó: -Es cierto que a los gobernantes les resulta difícil practicar mis consejos. Yo mismo he sufrido dolorosos fracasos al querer aplicarlos en algunas funciones oficiales que he tenido el honor de desempeñar…

El anciano se golpeó los muslos y se echó a reír: -¡Por supuesto! No puede ser de otra manera. Las osamentas de quienes escribieron todos esos libros seculares quedaron ya reducidas a polvo. La huella dejada en el camino no es la sandalia como tal. Las palabras son cáscaras vacías para quien no comparte el soplo que las forjó. Quien se entrega al estudio crece día a día. Quien se consagra al Tao mengua día a día hasta alcanzar el Vacío primordial. ¡Y con el No-obrar nada hay que se pueda alcanzar! Lo mismo que el agua de un manantial brota espontáneamente, la virtud del hombre perfecto es natural y no requiere perfeccionamiento alguno. ¡Abandona todo ese fárrago de reglas morales que perturban la mente y vuelve a tu naturaleza original! El Maestro Kong (Confucio), el virtuoso de la retórica, se quedó boquiabierto, el rostro carmesí. Se inclinó maquinalmente y abandonó la sala sin decir palabra. Cuando su carro se detuvo en el patio de su residencia, sus discípulos acudieron como un enjambre de abejas ávidas de beber el néctar de sus palabras. -¡Dinos, Maestro, cómo te ha ido en tu entrevista con ese tal Lao Tan! El filósofo frunció el ceño y, con aspecto enfurruñado, contestó: 385


-A un pájaro en vuelo se le puede alcanzar con una flecha. A un pez que nada en las aguas profundas se le puede atrapar en una red. Pero al dragón que se alza por los aires ¿quién puede detenerlo? ¡Y ese Lao Tan es uno de ellos! El maestro Kong (Confucio) estuvo tres días sin hablar ni comer. Pasó tres meses encerrado en su casa sin recibir a nadie en absoluto. Cuando finalmente salió de sus aposentos, fue para regresar directamente a la biblioteca real de Zhou con el propósito de enfrentarse allí de nuevo con el viejo dragón. Apenas cruzado el umbral del apartamento del bibliotecario, el filósofo se inclinó hasta rozar el suelo y declaró: -Los cuervos y las urracas incuban sus huevos, los peces lanzan su freza, el nacimiento del hermano menor hace llorar al primogénito, la oruga se metamorfosea en mariposa. Hace mucho tiempo que ya no participo de estos cambios que son la ley del mundo. ¿Cómo podría entonces pretender transformar a los demás? El viejo archivero sonrió y murmuró: -Está bien, has encontrado la entrada del Sendero. Tal fue la estocada maestra que dio Lao Tan, más conocido por el nombre de Lao-Tsé, el «Anciano», el patriarca de los Taoístas. Logró la proeza de sacar de la miseria de lo mental al maestro Kong (Confucio), el incorregible moralista, para hacerle aspirar el aroma sutil del Tao. Un maestro Kong (Confucio) que más tarde pasó a la posteridad con el nombre universalmente conocido de Confucio. Tras dicha hazaña, con una satisfacción sin duda mezclada con lasitud debido al inmenso trabajo espiritual que había realizado, Lao-Tsé abandonó su cargo de bibliotecario. Sin decir nada a nadie, sin dejar el menor escrito, se marchó con los primeros rayos del alba, encaramado a un búfalo de pelaje azulado.

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El inalcanzable patriarca caminó hacia poniente sobre pistas polvorientas hasta alcanzar los confines del Imperio del Medio, dejando que el viento y la lluvia borraran sus huellas. Y gracias a la sagacidad de un aduanero, que guardaba el paso del oeste, contamos con uno de los textos más bellos de la humanidad. El guardián de la frontera reconoció, en efecto, al personaje con quien se había cruzado en otros tiempos mientras consultaba los archivos de Zhou. Puesto que conocía su reputación, captó que su intención era abandonar para siempre el imperio sin dejar ninguna huella escrita de sus sublimes palabras. Así pues, insistió para que pasara la noche en el puesto fronterizo, con el pretexto de que amenazaba tormenta. Y el funcionario de aduanas hizo hablar al patriarca en el curso de la velada, que él alargó hasta la aurora con vasos rebosantes de aguardiente añejo de contrabando. Y lo hizo sin escrúpulo alguno, pues conocía este antiguo adagio: El sabio es como un espejo, no puede cansarse de reflejar la Verdad. Lao-Tsé fue elocuente más allá de toda medida, y el oscuro empleado de la concesión anotó su verbo de fuego con la aplicación de un burócrata puntilloso. ¡Tal fue el inestimable peaje que el aduanero perspicaz sustrajo al Viejo Dragón! El autor real del Dao De Jing podría haber creado un personaje ficticio para que el origen del texto pareciese más misterioso, haciéndolo entonces más fácil de popularizar. Se ha discutido que Laozi podría ser un seudónimo de Dan, Prefecto de los Grandes Escribas (Tài Shǐ Dàn); o de un anciano de Lai, una prefectura del estado de Qi; o alguna otra persona de existencia histórica. La obra Como ya hemos dicho con anterioridad, de ésta obra nada es seguro, salvo que es china y muy antigua, y que habla a personas de todo el mundo como si se hubiera escrito ayer.

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Está escrito en parte en prosa, en parte en verso; pero tal como definimos ahora la poesía, no mediante la rima ni la métrica, sino como una cierta intensidad de lenguaje según sus modelos, todo él es poesía. “Yo –dice Úrsula K. LeGuinn- quería captar esa poesía, su extraña y concisa belleza”. La mayoría de las traducciones han cogido en su red ciertos significados, pero prosaicamente, han dejado que se les escurriera la belleza. Y en poesía la belleza no es un simple adorno, es el significado. La belleza es la Verdad. Veamos ahora unos cuantos capítulos del Tao te King. He preferido comparar dos versiones modernas, una de ellas, la más conocida y apreciada la de Stephen Mitchell, columna de la izquierda que podéis descargaros aquí:

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http://www.fiuxy.net/ebooks-gratis/4134862-descarga-gratis-Tao-teching-por-Lao-Tsé -stephen-mitchell.html La otra, una versión de un traductor sudamericano, el monje zen Juan Felipe San Riki Jaramillo , que podéis descargaros aquí: http://blogs.fad.unam.mx/asignatura/ingrid_fugellie/wpcontent/uploads/2015/09/TAO-TE-CHING.-Sanriki-Jaramillo.Septiembre-2015.pdf

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Veamos algunos de los capítulos, en dos de sus diversas traducciones. Versión Stephen Mitchell 1) El Tao del que puede hablarse no es el Tao eterno. El nombre que puede nombrarse no es el Nombre eterno. Lo eternamente real es innombrable. El nombre es el origen de todas las cosas particulares. Libre de deseo, comprendes el misterio. Atrapado en el deseo, solo ves sus manifestaciones Y, sin embargo, misterio y manifestaciones brotan todos de la misma fuente. A esta fuente se le llama oscuridad.

Versión Sanriki Jaramillo El Tao que puede ser nombrado no es el Tao eterno. El nombre que puede ser pronunciado no es el nombre eterno. Lo Innombrable es el principio del Cielo y la Tierra. Lo Nombrable es la madre de las Diez Mil Cosas. Sin deseos se puede ver el Misterio; Con deseos se puede ver sus manifestaciones. Los dos brotan de la misma fuente, pero tienen diferentes nombres para una misma realidad. Oscuridad dentro de la oscuridad, Profundo misterio, Puerta de la transformación de todos los seres. 390


Oscuridad de oscuridades; he aquí la puerta a toda comprensión. 2) Cuando contemplamos algo y lo vemos bello, algo, en cambio, resulta feo. Cuando contemplamos algo y lo vemos bueno, algo, en cambio, resulta malo. El ser y el no-ser se crean mutuamente. Lo difícil y lo fácil se apoyan mutuamente. Lo largo y lo corto se definen mutuamente. Lo alto y lo bajo dependen mutuamente. El antes y el después se suceden mutuamente. Por ello, el Maestro actúa sin hacer y enseña sin decir. Las cosas surgen y él deja que vengan; las cosas desaparecen y él deja que partan. El Maestro tiene, pero no posee; actúa, mas no espera nada. Cuando su obra termina, la olvida; por eso es imperecedera.

5) El Tao no toma partido; da nacimiento tanto al bien como al mal. El Maestro no toma partido; da la bienvenida tanto a santos como a pecadores. El Tao es como un fuelle: está vacío y, sin embargo, es

Bajo el cielo, cuando algo se concibe como bello, aparece lo feo. Cuando todos reconocen algo como bueno, surge lo malo. Por lo tanto, ser y no-ser se engendran uno al otro, Tener y no tener se originan juntos, Difícil y fácil se producen mutuamente, Largo y corto se contrastan uno al otro, Alto y bajo se apoyan uno al otro, Palabra y sentido se armonizan uno al otro, Adelante y atrás se siguen uno al otro. Esta es la ley de la naturaleza. Por eso el sabio va de un lado al otro sin hacer nada, enseñando sin hablar. Las Diez Mil Cosas se elevan y caen sin cesar. Pero él crea, sin buscar posesión; Trabaja, sin esperar reconocimiento; Hecho el trabajo, pronto lo olvida. Porque no lo reclama, Su mérito perdura para siempre. Cielo y Tierra no tienen compasión, Ven a las Diez Mil Cosas como perros de paja. El sabio no tiene compasión, Ve a las personas como perros de paja. El espacio entre Cielo y Tierra 391


infinitamente capaz. Cuanto más lo usas, más produce; cuanto más hablas de él, menos lo comprendes. Mantente en el centro. 8) La bondad suprema es como el agua, que todo lo nutre sin pretenderlo. Se contenta con los lugares inferiores que la gente desdeña, Por eso es como el Tao. Al morar, vive cerca del suelo. Al pensar, mantente en lo simple. En el conflicto, sé considerado y generoso. Al gobernar, no intentes controlar. Al trabajar, haz lo que disfrutes. En la vida familiar, permanece plenamente presente. Cuando te contentes con ser simplemente tú mismo, y no te compares ni compitas, todos te respetarán.

parece un fuelle: Vacío, pero no se agota. Mientras más se mueve, más da de él. Mientras más conocemos, más pobres somos. Mejor es mantener el centro, Conservar el vacío interior. El hombre de bondad superior es como el agua. El agua en su quietud Da vida a las Diez Mil Cosas sin esfuerzo. Fluyendo por los lugares que los hombres desprecian se acerca al Tao. Al habitar, abraza a la Tierra; Al meditar, va profundo al corazón; Al tratar a los demás, es suave y bondadoso; Al hablar, es veraz; Al gobernar, es justo; Al trabajar, es competente; Al actuar, es oportuno. Si no hay lucha, no hay error. La falta de quietud impide la superación.

11) Unimos los radios en una rueda, pero es el agujero central lo que permite que el carro se mueva. Torneamos la arcilla para hacer una vasija, pero es el vacío interno lo que contiene aquello que vertemos en ella. Hincamos estacas para construir una cabaña, pero es el espacio interior lo que la hace habitable.

Treinta radios convergen en el eje de la rueda, Pero en el orificio del centro está su utilidad. Modela la arcilla en forma de un vaso; En el vacío interior está su utilidad. Abre puertas y ventanas para un cuarto; Pero son los huecos los que les dan su utilidad. Por lo tanto, del ser surge la ganancia, Del no-ser, la utilidad.

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Trabajamos con el ser, pero es el no-ser lo que usamos. 22) Si quieres ser todo, acepta ser parte. Si quieres ser recto, acepta estar torcido. Si quieres ser pleno, acepta estar vacío. Si quieres renacer, acepta morir. Si quieres que te sea todo dado, abandónalo todo. El Maestro, residiendo en el Tao, es un modelo para todos los seres. Puesto que no se exhibe, la gente puede ver su luz. Puesto que nada tiene que demostrar, la gente puede confiar en sus palabras. Puesto que no sabe quién es, la gente se reconoce en él. tuesto que no tiene una meta en mente, todo cuanto hace es un éxito. 27) Un buen viajero no tiene planes fijos ni está empeñado en llegar a parte alguna. Un buen artista permite que su intuición le guíe a donde quiera. Un buen científico se libra de conceptos y mantiene su mente abierta a lo que es. Así, el Maestro es accesible a todos y no rechaza a nadie. Emplea todas las situaciones y no desperdicia nada. A esto se le llama encarnar la luz. ¿Qué es un buen hombre sino maestro de un hombre malo?

Rendirse y triunfar, Doblegarse y permanecer recto, Vaciarse y estar lleno, Gastarse y estar nuevo, Tener poco y ganar mucho, Tener mucho y estar perdido. Por lo tanto, los hombres sabios abrazan la unidad y son un ejemplo para todos. Sin hacer ostentación, brillan al frente. No se ensalzan, y por eso logran distinguirse. Sin buscar provecho, reciben reconocimiento. Sin jactancia, nunca titubean. No pelean y nadie pelea con ellos. Por eso dicen los antiguos: “Rendirse y triunfar” ¿Tiene valor estas palabras? Es el único camino para conservar la integridad.

Un buen caminante no deja huellas, Un buen orador no tiene tropiezos, Un buen contador no necesita ábaco. Una buena puerta no necesita cerrojos ni candados, Sin embargo, nadie puede abrirla. Por eso el sabio se ocupa de todos los hombres Y nunca los abandona. Se ocupa de todas las cosas, Sin descuidar ninguna. A esto se llama “clara visión”. ¿Qué es un hombre bueno? El maestro de todos los hombres. ¿Qué es un hombre malo? La tarea de un hombre bueno. 393


¿Qué es un mal hombre sino la tarea de un hombre bueno? Si no comprendes esto, te perderás por inteligente que seas. Éste es el gran secreto. 29) ¿Quieres mejorar el mundo? No creo que pueda hacerse. El mundo es sagrado. No puede mejorarse. Si lo manoseas, lo arruinas. Si lo tratas como un objeto, lo pierdes. Hay un tiempo para estar delante y un tiempo para estar detrás. Un tiempo para estar en movimiento y un tiempo para estar en descanso. Un tiempo para estar vigoroso y un tiempo para estar exhausto. Un tiempo para estar a salvo y un tiempo para estar en peligro. El Maestro ve las cosas tal cual son sin intentar controlarlas. Deja que sigan su propio curso y reside en el centro del círculo. 32) El Tao no puede ser percibido. Más diminuto que nada, contiene incontables universos. Si los hombres y mujeres poderosos pudieran permanecer centrados en el Tao todo estaría en armonía. El mundo sería un paraíso. Las gentes hallarían paz y la ley estaría escrita en sus corazones. Con los nombres y las formas reconoce que son provisionales. Con las instituciones

Si el maestro no es respetado Y el discípulo no pone atención, A pesar de su talento, surgirá la confusión. Este es el punto crucial del misterio. ¿Piensas que puedes atrapar el mundo y mejorarlo? Yo no creo que algo así se pueda hacer. El mundo es un recipiente sagrado Que no se puede forzar. Si tratas de cambiarlo, lo arruinarás. Si tratas de atraparlo, lo perderás. Por eso, a veces, las cosas van adelante y, a veces, atrás; A veces la respiración es difícil, a veces, fácil; A veces hay fortaleza y, a veces, debilidad; A veces uno está arriba y, a veces, abajo. Por lo tanto el sabio evita extremos, excesos y complacencia.

El Tao, permanente, no tiene nombre. Aunque pequeño como leño informe, nadie lo puede doblegar. Si reyes y señores pudieran conducirlo, Las Diez Mil Cosas les obedecerían. Se unirían Cielo y Tierra Y una suave lluvia caería. Los hombres ya no necesitarían ni normas ni enseñanzas, Encontrarían el orden por sí mismos. 394


reconoce cuándo deben cesar sus funciones. Sabiendo cuándo parar, puedes evitar cualquier peligro. Todo acaba en el Tao como los ríos confluyen en el mar.

Dividido el todo, las partes necesitan nombre; Al aparecer los nombres, Hay que saber que es el tiempo de parar. Al saber parar se evita el peligro. El Tao en el mundo es como un río que fluye sin trabas hacia el mar.

33) Conocer a otros es inteligencia; conocerse a sí mismo es verdadera sabiduría. Ser maestro de otros es fuerza; ser maestro de sí mismo es verdadero poder. Si comprendes que tienes suficiente, eres auténticamente rico. Si permaneces en el centro y abrazas la muerte de todo corazón, perdurarás siempre. 41) Cuando un hombre superior oye del Tao, inmediatamente comienza a encarnarlo. Cuando un hombre normal oye del Tao, medio cree, medio duda de él. Cuando un hombre estúpido oye del Tao, se ríe a carcajadas. Si no riera no sería el Tao. Así pues se dice: La senda hacia la luz parece tenebrosa, la senda hacia delante parece retroceder, la senda directa parece la más larga, el verdadero poder parece débil, la verdadera pureza parece deslustrada,

Conocer a los otros es sabiduría, Conocerse a sí mismo es iluminación. Dominar a los demás requiere fuerza, Dominarse a sí mismo, es ser fuerte. El que sabe que tiene suficiente es rico, Perseverancia es un signo de fuerte voluntad. El que se mantiene firme dura largo tiempo. Morir sin desparecer es longevidad. El discípulo avanzado oye acerca del Tao y lo practica con dedicación. El discípulo corriente oye acerca del Tao y piensa en él de vez en cuando. El discípulo inferior oye acerca del Tao y se ríe a carcajadas. Si no fuera asunto de risa, el Tao no sería el verdadero Tao. Por lo tanto, se ha dicho: “El camino luminoso parece oscuro, Avanzar parece retroceder, La vía fácil parece difícil.” La virtud superior parece vacía, La gran pureza parece mancillada, La abundancia de virtud parece inadecuada. El poder de la virtud parece débil, 395


la verdadera constancia parece voluble, la verdadera claridad parece oscura, el arte más elevado parece simple, el mayor amor parece indiferente, la mayor sabiduría parece ingenua. No es posible hallar el Tao en parte alguna; sin embargo, nutre y completa toda cosa. 48) En la búsqueda de conocimiento cada día se añade algo. En la práctica del Tao cada día se abandona algo. Cada vez es más superfluo forzar las cosas hasta que al fin se llega a la noacción. Cuando nada se hace, nada queda por hacer. La verdadera maestría se alcanza dejando que las cosas sigan su curso. No puede alcanzarse interfiriendo. 49) El Maestro no tiene mente propia. Obra con la mente de la gente. Es bueno con quienes son buenos. También es bueno con quienes no lo son. Esto es verdadera bondad. Confía en quienes son confiables. También confía en quienes no lo son. Esto es verdadera confianza. La mente del Maestro es como el espacio. La gente no le comprende.

La verdad esencial parece falsa, El cuadrado perfecto no tiene esquinas. Los grandes talentos maduran tarde, Las notas altas son difíciles de oír, La gran imagen carece de forma. El Tao, aunque grande, permanece oculto y sin nombre. Sólo el Tao alimenta y conduce todas las cosas a la realización.

Si perseveras en los estudios, cada día aprenderás algo; Si perseveras en el Tao, cada día perderás algo. Haciendo cada vez menos, se logra la no-acción. Cuando no se hace nada, nada se deja de hacer. El mundo se gobierna dejando que las cosas sigan libremente su curso. No se puede gobernar permaneciendo lleno de ocupaciones.

El sabio no piensa en sí mismo, Hace suyas las necesidades de los otros. Ser bueno con la gente que es buena Y también con la gente que no lo es. Esa es la Virtud superior. Ser leal con los que son leales Y también con los que no lo son. Esa es la lealtad superior. El sabio es tímido y humilde, parece confuso. Los hombres lo miran y escuchan. El sabio los trata como niños. 396


Le miran y aguardan. Él los trata como a sus propios hijos. 52) En el principio era el Tao. Todo surge de él; a él todo retorna. Para hallar el origen de algo, remonta su rastro hasta la fuente. Cuando reconozcas a los hijos y encuentres a la madre, estarás libre de pena. Si cierras tu mente con juicios y traficas con deseos, tu corazón se turbará. Si libras tu mente de juicios y no te dejas arrastrar por los sentidos, tu corazón hallará paz. Ver en la oscuridad es claridad. Saber ceder es fortaleza. Usa tu propia luz para retornar a la fuente de la luz. Esto es practicar la eternidad.

El principio del Universo Es la madre de todas las cosas. El que conoce a la madre, también conoce a los hijos; El que conoce a los hijos, retorna a la madre Y así se libera del miedo a la muerte. Mantén tu boca cerrada, Bloquea tus sentidos Y la vida será siempre plena hasta el final. Abre tu boca, Vive siempre ocupado Y la vida estará más allá de toda esperanza. Ver lo pequeño es penetración, Mantenerse débil es fortaleza. Servirse de la luz, para regresar a la claridad Y de esta manera evitar las desgracias, A esto se llama seguir lo permanente.

56) Los que saben no hablan. Los que saben no hablan, Los que hablan no saben. Los que hablan no saben. Cierra tu boca, Conserva tu boca cerrada, desembota tus sentidos, Cuida tus sentidos (puertas), desafila tu astucia, Modera tu agudeza, desata tus nudos, Simplifica tus problemas, suaviza tu mirada, Oculta tu brillo, decanta tu polvo. Se uno con el polvo de la Tierra. Ésta es la identidad primordial. Ésta es la unión primordial y Sé como el Tao. misteriosa. No puede ser acercado o El que ha llegado a este estado, apartado, No hace diferencias entre amigos beneficiado o dañado, y enemigos, honrado o difamado. Ganancia y pérdida, honor y Se da continuamente. desgracia. Por eso perdura. Ésta por tanto es la suprema nobleza del hombre. 66) Todos los ríos fluyen al mar ¿Por qué mares y ríos son reyes 397


porque el mar está más abajo que ellos. La humildad le otorga su poder. Si quieres gobernar a la gente debes situarte por debajo de ella. Si quieres dirigir a la gente debes antes aprender a seguirla. El Maestro está por encima de la gente y nadie es oprimido. Va delante de la gente y nadie es manipulado. Todo el mundo le está agradecido y, debido a que con nadie compite, nadie puede competir con él.

de todos los valles? Porque permanecen debajo de ellos, Por eso reinan sobre todos los valles. Por eso el sabio, cuando guía al pueblo, lo sirve con humildad; Cuando lo conduce, siempre se pone atrás; De esta manera, cuando el sabio gobierna el pueblo no se siente oprimido; Cuando se para al frente, nadie se siente herido. Todo el mundo le ayuda, sin cansarse de él. Como no compite con nadie, Nadie compite con él.

71) No-saber es auténtica sabiduría. Presumir que se sabe es una enfermedad. Primero, date cuenta de que estás enfermo; sólo entonces podrás recobrar la salud.

Conocer que el conocimiento es ignorancia es la perfección. Creer que la ignorancia es conocimiento es como padecer un mal. Como el sabio padece este mal está libre de él. Al estar cansado de padecerlo, no lo padece más.

73) El Tao siempre está en paz. Vence sin competir, responde sin hablar, llega sin ser llamado, logra sin un plan. Como una red, recubre el universo entero. Y aunque sus mallas son amplias, nada hay que se le escape.

Quien es valiente y temerario, morirá asesinado; Quien es valiente y no temerario, mantendrá la vida; De los dos, uno recibe beneficio y el otro daño. Algunas cosas no reciben el favor del Cielo. ¿Quién sabe la razón? El Tao del Cielo no lucha, y sin embargo, vence; No habla, y sin embargo, responde; Sabe acudir sin ser llamado; Realiza sus planes sin apremio. Vasta se extiende la red del Cielo, Aunque su malla es burda, nada 398


se le escapa. 74) Si comprendes que todo cambia, cesarán tus intentos de aferrarte. Y si no temes morir, nada habrá que se te niegue. Intentar controlar el futuro es como usurpar el lugar del maestro carpintero. Al usar sus herramientas, lo más probable es que te cortes la mano.

78) Nada hay en el mundo tan blando y adaptable como el agua. Sin embargo, en disolver lo duro y lo inflexible nada puede superarla. Lo blando vence a lo duro; lo suave, a lo rígido. Todos saben que esto es verdad, mas pocos lo ponen en práctica. Por ello el Maestro permanece sereno en medio de la pena. El mal no puede penetrar su corazón. Porque ha renunciado a ayudar, es la mayor ayuda de la gente. Las verdaderas palabras parecen paradojas. 81) Las palabras verdaderas no son elocuentes; las palabras elocuentes no son verdaderas. Los sabios no precisan probar su opinión; quienes precisan probar su opinión no son sabios.

Si los hombres ya no temen la muerte, ¿De qué sirve amenazarlos con ella? Pero si fuera posible hacer que la temieran siempre Y se pudiera aprehender y ejecutar a los infractores de la ley, ¿quién se atrevería a violarla? Alguien tiene entonces encomendada la tarea de matar. Tratar de tomar su lugar, Es como aserrar madera en lugar del carpintero, Raro sería que no te hirieras la mano. En el mundo, nada es más suave y blando que el agua, Pero nada la supera al atacar lo duro y lo fuerte, En esto no tiene igual. El agua vence a lo más duro, Lo débil vence a lo fuerte, Todos en el mundo saben esto, Pero nadie es capaz de practicarlo. Por eso, el sabio dice: “Sólo el que carga la humillación del pueblo es capaz de gobernarlo; “Sólo el que carga los desastres del país merece ser llamado el rey del universo.” Las palabras verdaderas a menudo suenan paradójicas. Las palabras verdaderas no son bellas, Las palabras bellas no son verdaderas. Los hombres buenos no discuten, Los que discuten no son buenos. Los que saben no son eruditos, Los eruditos nada saben. 399


El Maestro no tiene posesiones. Cuanto más hace por otros, mayor es su felicidad. Cuanto más da a los demás, más grande es su riqueza. El Tao nutre porque no fuerza. Porque no domina, el Maestro guía.

El sabio no acumula cosas; Mientras más hace por los otros, más tiene, Mientras más da a los otros, mayor es su abundancia. Lo propio del Tao del Cielo es dar sin causar daño; Lo propio del Tao del sabio es actuar sin luchar.

Enseñanzas Las enseñanzas de Lao-Tsé, y consecuentemente las de la Filosofía Taoísta, están basadas en el análisis de la Naturaleza en su más amplio sentido, con el fin de obtener el enfoque acerca del funcionamiento natural de la existencia, para determinar cuál es el Orden Natural de las cosas. Esta visión Universalista es la que Lao-Tsé toma como punto de partida para su tesis filosófica, analizando el funcionamiento dual de la naturaleza universal existente (Yin-Yang) para luego ahondar en conceptos más amplios acerca del origen cosmológico del Universo, y así determinar el funcionamiento fluido u Orden Natural con el cual las diferentes formas han ido mutando para perpetuar la continuidad de la existencia. En base a esto, Lao-Tsé determina cuál es el Orden Natural que los seres vivos, y principalmente el Hombre debe llevar a cabo para mejorar su existencia y avanzar hacia el continuo cambio en pos de la superación, explicando como es que al no seguir estas normas naturales, el hombre se ha descarriado de su armonía cósmica y ha generado sus propias calamidades por contradecir el ritmo natural y lo ha sustituido por ordenanzas y actitudes absolutistas, superficiales y dogmáticas que acabaron por desequilibrar a la humanidad, favoreciendo a sus clases dominantes a costa del infortunio de las clases inferiores. A raíz de estas observaciones cosmológicas y naturales, Lao-Tsé desarrolla diferentes conceptos filosóficos que pretenden explicar los aspectos más trascendentes de la vida de la humanidad, abarcando así toda clase de campos de estudio, desde la cosmología y sus explicaciones acerca del origen del Universo, hasta los aspectos de la vida diaria de la sociedad humana, como la sociología, la política, la economía y la religión.

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La base del pensamiento cosmológico y filosófico de Lao-Tsé es el Tao, un concepto abstracto generalmente poco entendible y hasta malinterpretado por los occidentales, y orientales que desconocen los conceptos del pensamiento Taoísta. La malinterpretación superficial y religiosa hace creer que el Tao es un dios o algún otro tipo de "entidad espiritual o suprema", pero en realidad Lao-Tsé describe al Tao como el origen de todo, la fuente primordial de todo lo existente, tanto lo físico como lo abstracto, por lo que define al Tao como un concepto superprofundo de unidad primordial que escapa a la idea fijista y mítica de un dios, un ser, o cualquier otra personificación; contrariamente, Lao-Tsé describe al Tao como abstracto, amorfo, intangible, inaudible e inasible, por lo que las posteriores formas de la naturaleza han surgido del Tao, y así también lo que carece de forma, por lo que el Tao no se describe como una de estas dos cosas, sino como la primordialidad neutra de la cual todo lo demás surge, siendo así el origen cosmológico y esencia de todo lo existente; y el concepto básico de la filosofía Taoísta, pero no una sustancia vaporosa o un ser sobrenatural. Acerca del origen del Tao, Lao-Tsé plantea que al ser éste la primordialidad esencial de todo, es entonces el Tao el origen de las cosas y no el Tao la creación de algo o alguien más, debido a que son las cosas definidas del universo las que fluyeron de las mutaciones constantes y consecuentes del Tao, por lo que éstas son las cosas que el hombre logra conocer y catalogar bajo nomenclaturas, pero el Tao en sí no es una cosa, sino que es la cosa en sí; no de la forma absolutista de imperatividad jerárquica, sino como esencia infinita generadora de los posteriores cambios que tomaron forma en las diferentes manifestaciones; por lo que tanto los seres vivos, los objetos inanimados, la Tierra misma y el Cielo, todos han de ser formas que surgieron de cambios anteriores de la propia naturaleza, siendo así la Naturaleza la Madre de todas las cosas, y en su punto 401


ancestralmente neutral la Naturaleza no había adoptado formas pero existía en sí misma, y por si misma fluyó y adoptó formas en las cuales manifestarse, y es a eso lo que Lao-Tsé llama Tao, explicando que Tao es sólo uno de los nombres posibles de darle, pero no el nombre original en sí, ya que son los hombres quienes requieren de nombrar las cosas para reconocerlas, pero la Naturaleza en sí misma carece de nombres ya que no los necesita.

A raíz del Tao, Lao-Tsé argumenta la dualidad consecuente de éste, y por ende la relatividad natural de la existencia. Lao-Tsé llama Ser (You) y No-Ser (Wu) a los dos aspectos ontológicos emergentes del Tao; el Ser como categorización de todo lo manifiesto y perceptible del Universo, englobando así todos sus aspectos y creaciones, y el No-Ser como el aspecto oculto y metafísico de la existencia, siendo éste la etereidad ontológica de lo manifiesto, pero no un "antítesis" del Ser, ya que la metafísica Taoísta no trata de antagónicos como los occidentales acostumbran a ver, sino que para Lao-Tsé la naturaleza es relativa y dialéctica, por lo que Ser y No-Ser son dos aspectos diferentes pero complementarios, ambos provenientes del Tao, y no dos posturas distintas que se confrontan entre sí. El Ser es el mundo fenoménico en el cual suceden las cosas, y el No-Ser el aspecto nofenoménico de ese mundo fenoménico, por lo que no existiría uno sin otro, y ninguno implica la anulación de su contraparte; no es el No-Ser un reino vaporoso y espiritual, y no es el Ser una tangibilidad absoluta y permanentemente inmutable; ambos son parte del devenir cósmico del Tao, y esto es lo que Lao-Tsé explica en su filosofía. Siendo el Tao la raíz de todo lo existente tanto en sus manifestaciones físicas como en sus aspectos abstractos, el Tao entonces es en sí mismo absoluto, pero paradójicamente implica que nada es absoluto porque todo en la naturaleza requiere de cambios que permitan la continuidad progresiva del propio fluir cósmico, razón por la cual el 402


Tao no existe en sí mismo como un ente jerárquico, sino como esencia de todo lo demás que ha surgido de él, y tanto los aspectos metafísicamente duales como Ser y No Ser, y las dualidades cósmicas como Cielo y Tierra, han de ser precisamente manifestaciones de la relatividad y complementariedad de los cambios mutacionales que el Tao efectuó y que dieron origen a la existencia; de modo que si el Tao fuera absolutista, la naturaleza no habría mutado y no se habrían originado cambios dialécticos que dieran origen a la existencia. Éste es un principio altamente importante en la filosofía Taoísta, ya que implica que el orden natural de las cosas es el fluir constante y que permite los cambios que generan la evolución en todos los aspectos de la naturaleza, razón por la cual Lao-Tsé insiste en la relatividad mutacional del Tao, ya que éste es el único modo de lograr que las diferentes cosas logren amoldarse a los cambios para mutar y transformarse en formas mas eficientes que permitan continuar el fluir natural de la existencia, ya que de lo contrario, se produciría el estancamiento que detendría el avance u Orden Natural de las cosas. Este concepto ha sido aplicado por Lao-Tsé en toda su filosofía. En cuanto al Orden Natural del Tao, Lao-Tsé explica que este es el modo en que la naturaleza permite la continuidad de la existencia, por lo que el Tao no realiza cosas en favor de intereses personales, ya que carece de intereses propios, sólo es el fluir constante de la existencia, favoreciendo así a todos los seres y cosas en pos de su continuidad en vez de declinarse sólo por unos pocos, por lo que el Tao es imparcial y justo, es el equilibrio y la armonía que la filosofía oriental impulsa a seguir para mejorar la existencia, contrariamente a los tabúes y reglas absolutistas que el hombre impuso para favorecer a unos pocos, a costa del infortunio de todos los otros. Lao-Tsé enseña que todo es causa y efecto, por lo que cada aspecto que podemos percibir hoy, es originario de otro aspecto oculto que le antecedió históricamente, explicando así como el Universo mismo y sus cosas existentes son resultado de hechos anteriores, y no de creaciones espontáneas. De esta idea nace el Principio de Acción y Reacción que los Taoístas mencionan al explicar cómo es que todo lo existente deviene de algo anterior; todo tiene un por qué, mostrando como el Tao no hace las cosas arbitrariamente, sino que todo es causal, y no casual, y esto no se limita solo al origen cosmológico del Universo, sino a la vida diaria de todos los seres vivos, incluido entre éstos el hombre, ya que todo lo que está establecido en la esfera de la sociedad humana no ha de haber sido eterno ni absoluto, sino que fue creado por las propias causas que los hombres han desarrollado, siendo la vida actual la consecuencia de los propios hechos que la humanidad ha desarrollado anteriormente.

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Con la importante tónica del cambio constante, Lao-Tsé explica como este Principio de la Mutación Perpetua es lo que originó el universo y todo lo conocido, a raíz del Tao y sus consecuentes cambios metafísica y físicamente ontológicos llamados Ser y No-Ser. Lao-Tsé explica que el Tao en su Unidad es mínimo y absoluto, pero tras mutar y relativizarse da origen a la Dualidad, la cual se explicó anteriormente como Ser y No-Ser, pero así mismo, el mundo del Ser se subdivide en una consecuente tercera fase de esta mutación del Tao, originando así el Universo conocido, representado por Lao-Tsé como Cielo y Tierra, siendo éste el mundo fenoménico donde tras las posteriores mutaciones naturales consecuentes se originaron los diferentes elementos y los seres vivos, entre los cuales se encuentra el hombre. Tras la división del Tao, Lao-Tsé hace hincapié en el hecho de que toda la naturaleza es relativa y se sucede de cambios constantes dialécticamente complementarios, llamándole así a los dos aspectos opuestos y complementarios Yin y Yang, presentes en todo el devenir cósmico de la naturaleza, tanto en los orígenes metafísicos como en los seres vivos y el mundo fenoménico, aplicándose así también para analizar todo lo existente, incluidos los aspectos sociales y humanos que Lao-Tsé estudia en su filosofía. Lao-Tsé explica como Yin y Yang no son elementos confrontados, sino que sus características opuestas se complementan para conformar así la Totalidad del Tao, siendo que de esa forma, las mutaciones naturales permiten que lo asociado como Yin se vuelva Yang, y viceversa, dando así el ritmo dialéctico que permite la fluidez natural de la Energía (Chi), la cual representa la vitalidad de lo existente, 404


siendo de esa forma Yin y Yang la mecánica de funcionamiento dialéctico de la Energía, en otras palabras, la relatividad y el cambio natural que permite la fluidez de la Naturaleza, la cual obtiene armonía al hallar equilibrio entre sus dos aspectos opuestamente complementarios.

Tras mutar el Tao y cambiar constantemente la naturaleza, todo lo existente se ha creado, por lo que Lao-Tsé sostiene que todo es naturalmente Tao ya que el Tao es el origen común de todas las cosas. Siendo así, todas las cosas funcionan en armonía con la naturaleza cuando cumplen la función natural que poseen dadas sus 405


características, a las cuales Lao-Tsé se refiere como la Virtud –tambien traducido como Poder- (Te) que las cosas obtienen del Tao. Con este sentido de Virtud como cualidad de cada forma existente para lograr su desempeño natural, Lao-Tsé explica que el orden natural de las cosas es seguir su desenvolvimiento nato, y no descarriarse en maneras contrarias a su comportamiento natural, ya que estas desequilibran la naturaleza y acaban por destruirla. De esa forma LaoTsé habla de la Virtud en el hombre como el funcionamiento armonioso en pos de su naturaleza y su desenvolvimiento social, en contraste con el comportamiento rutinario forjado por ordenanzas impuestas artificialmente que resultan contradecir la naturaleza universalista que el hombre debería seguir naturalmente para perpetuar su bienestar en el mundo Así, con este análisis cosmológico Lao-Tsé basa sus enseñanzas en el funcionamiento natural de las cosas, explicando que la naturaleza prosperó debido a sus constantes cambios evolutivos y a la no obstrucción de su desarrollo natural, mostrando esto como ejemplo para la vida del hombre, argumentando como las normas y tabúes impuestos no han de ser la propia naturaleza del hombre sino reglamentaciones artificiales impuestas por mandato jerárquico, siendo estas normativas restricciones que impiden al hombre desenvolverse con libertad y naturalidad para forjar un desarrollo próspero acorde a su naturaleza, por lo que la libertad que el hombre necesita sólo la alcanzará tras liberarse de las ataduras superficiales para así adoptar la forma de vida libre y sin restricciones, que le permitan desenvolverse armónicamente como la naturaleza enseña, y de esa forma alcanzar el hombre la prosperidad para su vida y el desarrollo del bien común. Os invito a continuación a ver éste bellísimo corto sobre el Tao del Viajero -que somos todosEl Hombre Sabio del Tao. “Renée Guenon, en un excelente artículo sobre Confucianismo y Taoísmo nos habla del Hombre Sabio y nos dice: “Lao-Tsé u no escribió más que un solo tratado, por lo demás extremadamente conciso, el Tao-te-King o «Libro de la Vía y de la Rectitud»; todos los demás textos Taoístas son, o comentarios de ese libro fundamental, o redacciones más o menos tardías de algunas enseñanzas complementarias que, primeramente, habían sido puramente orales. El Tao, que se traduce literalmente por «Vía», y que ha dado su nombre a la doctrina misma, es el Principio supremo, considerado bajo el punto de vista estrictamente metafísico: es a la vez el origen y el fin de todos los seres, así como lo indica muy claramente el carácter ideográfico que le representa. El Te, que preferimos traducir por «Rectitud» antes que por «Virtud» como se hace a veces, y eso a fin de no parecer darle una acepción «moral» que de ningún modo está en el espíritu del Taoísmo, el Te, decimos, es lo que se podría 406


denominar una «especificación» del Tao en relación a un ser determinado, tal como el ser humano por ejemplo: es la dirección que este ser debe seguir para que su existencia, en el estado en que se encuentra al presente, sea según la Vía, o, en otros términos, en conformidad con el Principio. Lao-Tsé u se coloca pues primero en el Orden Universal, y desciende después a una aplicación; pero esta aplicación, aunque apuntando propiamente al caso del hombre, de ningún modo se hace bajo un punto de vista social o moral; lo que se considera en ella, es siempre y exclusivamente el vinculamiento al Principio supremo, y así, en realidad, no salimos del dominio metafísico.

El «no-actuar» en punto ninguno es la inercia, es antes al contrario la plenitud de la actividad, pero es una actividad transcendente y enteramente interior, no manifestada, en unión con el Principio, y pues, más allá de todas las distinciones y de todas las apariencias que el vulgo toma sin razón por la realidad misma, cuando ellas no son más que un reflejo lejano de aquél. Para el Taoísmo, es cuestión de muy otra cosa, de una realización plenamente efectiva de ese estado transcendente. Colocado en el centro de la rueda cósmica, el sabio perfecto la mueve invisiblemente, por su sola presencia, sin participar en su movimiento, y sin tener que preocuparse de ejercer una acción cualquiera; su desligamiento absoluto le hace señor de todas las cosas, porque no puede ya ser afectado por nada. «Ha alcanzado la 407


impasibilidad perfecta; la vida y la muerte le son igualmente indiferentes, el desfondamiento del universo no le causaría ninguna emoción. A fuerza de indagar, ha llegado a la verdad inmutable, al conocimiento del Principio universal único. Deja evolucionar a los seres según sus destinos, y se tiene, él, en el centro inmóvil de todos los destinos… El signo exterior de ese estado interior es la imperturbabilidad; no la del bravo que se abalanza solo, por el amor de la gloria, sobre un ejército dispuesto en batalla; sino la del espíritu que, superior al cielo y a la tierra, a todos los seres, habita en un cuerpo al cual no se atiene, no hace ningún caso de las imágenes que sus sentidos le proveen, conoce todo por conocimiento global en su universalidad inmóvil. Ese espíritu, absolutamente independiente, es señor de los hombres; si le placiera convocarlos en masa, en el día fijado todos acudirían; pero no quiere hacerse servir». «Si un verdadero sabio hubiera debido, bien a su despecho, encargarse del cuidado del imperio, quedándose en el no-actuar, emplearía los ocios de su no-intervención en dar libre curso a sus propensiones naturales. El imperio se encontraría gustoso de haber sido remitido a las manos de ese hombre. Sin poner en juego sus órganos, sin usar de sus sentidos corpóreos, sentado inmóvil, vería todo desde su ojo transcendente; absorbido en la contemplación, quebrantaría todo como hace el trueno; el cielo físico se adaptaría dócilmente a los movimientos de su espíritu; todos los seres seguirían el impulso de su no-intervención, como el polvo sigue al viento. ¿Por qué ese hombre se iba a aplicar a la manipulación del imperio, cuando es que dejar ir basta?».

Pero una cuestión se plantea: ¿cómo puede uno llegar al estado que se describe como el del sabio perfecto? Aquí como en todas las doctrinas análogas que se encuentran en otras Tradiciones, la 408


respuesta es muy clara: se llega ahí exclusivamente por el conocimiento; pero este conocimiento, ese mismo que Kong (Confucio)-tsen confesaba no haber obtenido en punto ninguno, es de muy distinto orden que el conocimiento ordinario o «profano», no tiene ninguna relación con el saber exterior de las «letras», ni, con mayor razón, con la ciencia tal como la comprenden los modernos occidentales. No se trata ahí de una incompatibilidad, ello, aunque la ciencia ordinaria, por los límites que plantear y por los hábitos mentales que hace tomar, pueda ser frecuentemente un obstáculo a la adquisición del verdadero conocimiento; pero quienquiera que posea éste debe tener forzosamente por desdeñables las especulaciones relativas y contingentes en que se complacen la mayoría de los hombres, los análisis y las búsquedas de detalle en que se embarazan, y las múltiples divergencias de opinión que son la inevitable consecuencia de ello. «Los filósofos se pierden en sus especulaciones, los sofistas en sus distinciones, los buscadores en sus investigaciones. Todos esos hombres están cautivos en los límites del espacio, cegados por los seres particulares». El sabio, al contrario, ha rebasado todas las distinciones inherentes a los puntos de vista exteriores; en el punto central donde él se tiene, toda oposición ha desaparecido y se ha resuelto en un perfecto equilibrio. «En el estado primordial, esas oposiciones no existían. Todas son derivadas de la diversificación de los seres, y de sus contactos causados por la rotación universal. Cesan de inmediato de afectar al ser que ha reducido su yo distinto y su movimiento particular a casi nada. Ese ser no entra más en conflicto con ningún otro ser, porque está establecido en lo Infinito, disuelto en lo indefinido. Ha llegado y se tiene (con el sentido de quedarse) en el punto de partida de las transformaciones, punto neutro donde no hay conflictos. Por concentración de su naturaleza, por alimentación de su espíritu vital, por reunión de todas sus potencias, se ha unido al principio de todas las génesis. Estando su naturaleza entera, estando su espíritu vital intacto, ningún ser podría mermarle».

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«Su punto de vista en él, es un punto desde donde estoy y eso, sí y no, aparecen todavía no distinguidos. Ese punto es el pivote de la norma; es el centro inmóvil de una circunferencia, sobre el contorno de la cual ruedan todas las contingencias, las distinciones y las individualidades; desde donde nada se ve más que un infinito, que no es ni esto ni eso, ni sí ni no. Ver todo en la unidad primordial todavía no diferenciada, o desde una distancia tal que todo se funda en uno, he ahí la verdadera inteligencia… No nos ocupamos de distinguir, pero vemos todo en la unidad de la norma. Así hace el sabio; dice sí o no, por el bien de la paz, y permanece tranquilo en el centro de la rueda universal, indiferente al sentido en el que la misma gira». Apenas hay necesidad de decir que el estado del sabio perfecto, con todo lo que implica no puede ser alcanzado de un solo golpe, no son accesibles más que al precio de esfuerzos de los que bien pocos hombres son capaces. Los métodos empleados a este efecto por el Taoísmo son por lo demás particularmente difíciles de seguir, y la ayuda que los mismos proveen es mucho más reducida que la que se puede encontrar en la enseñanza Tradicional de otras civilizaciones, Por lo demás, inclusive en China, el Taoísmo jamás ha tenido una muy amplia difusión, y jamás tampoco ha apuntado a eso, habiéndose abstenido siempre de toda propaganda; esta reserva le es impuesta por su naturaleza misma; es una doctrina muy cerrada y esencialmente «iniciática», que como tal no está destinada más que a una élite, y que no podría ser propuesta a todos indistintamente, ya que no todos son aptos para comprenderla ni sobre todo para «realizarla». Se dice que Lao-Tsé u no confió su enseñanza más que a dos discípulos, que ellos mismos formaron a otros diez; después de haber escrito el Tao-te-King, desapareció hacia el oeste; sin duda se refugió en algún retiro inaccesible del Tíbet o del Himalaya, y, dice el 410


historiador Sse-ma-tsien, «no se sabe ni dónde ni cómo acabó sus días».

Todo lo que es arrastrado en las revoluciones de la rueda cambia y pasa; solo permanece lo que, estando unido al Principio, se tiene invariablemente en el centro, inmutable como el Principio mismo; y el centro, al que nada puede afectar en su unidad indiferenciada, es el punto de partida de la multitud indefinida de las modificaciones que constituyen la manifestación universal”.

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