¿Culto al diablo o adoración a la Naturaleza? "(...) ¿Cuántos ardieron en la hoguera, por el delito de creer que toda la tierra es sagrada? Adorando a la Naturaleza, los paganos practicaban la idolatría y ofendían a Dios. ¿Ofendían a Dios, o más bien ofendían al capitalismo naciente?" Eduardo Galeano.
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A la memoria de: Francisca Tremol “Becada” Maria Joaneta Esperança Marigó Antonia Rosquellas Maria Puig Elisabeth Marti Lluïsa Estranya Margarida Puig “Cassadora” Beneta Noguera La Romeua La Pentinada La Riffana La Robina Margarida Xemenina Nacidas en Viladrau, asesinadas. 3
INTRODUCCIÓN Hoy quisiera exponeros una tarea con la que he venido trabajando, a lo largo de muchos años. Es cierto que en otras entradas de estos vuestros blogs, ya me he referido al tema que nos ocupa, pero hasta el momento, siempre lo había presentado de forma fragmentaria, bien como narrativa de acompañamiento a una ruta turístico-cultural por los bellos parajes de éste Montseny en el que vivo, o como información sobre un caso tardío y sorprendente de ejecución de una “supuesta” bruja, en pleno siglo de la Ilustración. Ambas entradas las podéis ver aquí: http://terraxamanrutes.blogspot.com.es/2007/01/una-rutaensangrentada.html Y aquí. http://terradesomnis.blogspot.com.es/2015/05/maria-pujol-lanapa-la-darrera-bruixa.html Pero en mi interior sentía que les debía mucho más a las protagonistas de ésta historia, que las explicaciones y análisis que inevitablemente introducía en ellas, era siempre incompletas y aunque no supiera –quizás ahora tampoco- o no pudiera, debía intentar dibujar, aunque sea en esbozo, un cuadro mucho más completo, total. Total es una palabra excesiva, lo sé, pero mi maestro en cuestiones de historia el Dr. Antoni Jutglar, siempre me decía que aunque una explicación total de un acontecimiento del pasado –revivirlo- era imposible, el historiador debería enfrentarse a él, con todas las herramientas disponibles, haciendo uso de todas las ciencias de que dispusiera.
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Otro maestro, el inolvidable Lluís María Xirinachs, con su “Métode Global”, del que podéis haceros una idea aquí: http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/10/el-metodeglobal-de-lluis-maria.html
Añadía que si bien no se puede ser especialista en todos los campos de la ciencia –eso se acabó en el Renacimiento- si que debemos esforzarnos en saber lo suficiente de la mayor parte posible de ellos, en vez de ser grandes especialistas debemos de tender a ser “globalistas”. Lo explicaré con un ejemplo prestado de sus explicaciones. Hoy la medicina tiende a ser muy especializada, endocrinos, cardiólogos, oftalmólogos, neurólogos, psiquiatras, traumatólogos, oncólogos… no hace falta seguir verdad?… pero son cada vez más los centros hospitalarios que tienden a considerar la necesidad de una colaboración –equipo- entre todas esas especializaciones en bien de la salud de los pacientes. Saber en profundidad cómo funciona la articulación del dedo meñique, no sirve para curar una soriasis, por ejemplo. En el caso de los acontecimientos históricos, puede ser aún más evidente. Educado en la universidad en el método del materialismo histórico, aprendí a poner buena parte de mi atención en las estructuras socio-económicas, condiciones de vida, medios de producción, incluso sistemas político-religiosos, instituciones, etc. Todo ello es necesario, muy… muy importante, “casi lo decisivo”, pero evidentemente, insuficiente. Enfrentados a un tema tan poliédrico como el de las brujas y la brujería, debemos además tener nociones de otras ciencias, no ya auxiliares, sino complementarias, tales como la geografía, la climatología, la psicología, la filosofía, el estudio de los mitos, tradiciones, visión del mundo de la época y muchas más y, todo ello, por descontado, debe ser en la medida de lo posible, 5
contrastado con las fuentes: documentales, iconográficas, literarias, orales, etc. Etc. Sin olvidar por ello que el historiador no deja de ver el pasado como con una especie de binoculares puestos al revés, mientras más alejado en el tiempo se encuentra el fenómeno a estudiar, mas difícil es ver los detalles con precisión y el fenómeno al que vamos a ocuparnos se encuentra a 700 u 800 años de distancia; es decir en un mundo tan diferente al nuestro que es casi imposible de imaginar. Pero aún así, sabiendo de antemano que todos mis esfuerzos están condenados al fracaso, os invito a acompañarme en éste viaje, tal vez, al final del mismo, hayamos aprendido alguna cosa que nos pueda ser útil en la vida de cada día, quizás nos demos cuenta de que en realidad aquellos tiempos, aquellas personas que son protagonistas de nuestra historia, no sean tan diferentes a los nuestros, a nosotros mismos.
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Y si empezamos, por el principio. Vamos a hablar de las brujas. Pero… ¿Qué es una bruja?. Si tuviera que contestaros de manera sencilla y con pocas palabras, os diría: Nada. Aunque sea desmotivador para la lectura de ésta entrada, creo que puedo afirmar que las Brujas no existen. No han existido nunca… Solo existen como una idea, una idea perversa formada en la mente de aquellos que las inventaron. Pero entonces, ¿cómo es que un número indeterminado pero más que considerable de personas fueron enviadas al cadalso?, eso es lo que vamos a intentar explicar, pero para ello necesitamos iniciar el viaje al pasado… Veamos, según el pensamiento de las autoridades políticas y religiosas que se inventaron eso de las brujas, un brujo o una bruja es una persona que practica la brujería. Mientras que el término brujería, se define como: el grupo de creencias, conocimientos prácticos y actividades atribuidos a ciertas personas llamadas brujas (existe también la forma masculina, brujos, aunque es menos frecuente) que están supuestamente 9
dotadas de ciertas “habilidades mágicas” (¿?) que emplean con la “finalidad de dañar”. Retengamos en nuestra memoria los conceptos “habilidades mágicas” y “finalidad de dañar”, porque son claves para comprender todo lo que vamos a explicar. Si bien la imagen típica de un brujo o de una bruja es muy variable según la cultura, en el mundo occidental se asocia particularmente a una bruja con una mujer con capacidad de volar montada en una escoba, así como su asistencia al Aquelarre (lugar de reunión de las brujas) y con la “caza de brujas” (búsqueda, identificación y destrucción de brujos y brujas).
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Unas brujas nacen y otras se hacen, porque unas lo son por familia (de madre bruja, hija bruja), otras, por seguir ciertas tradiciones populares (la séptima hija hembra de una familia, debe ser forzosamente bruja), además existen otras tradiciones que nos lo explican: nacer en determinado pueblo (por ejemplo Llers, o Ventalló), cerca de una determinada montaña (el Pedraforca), algunos defectos físicos al nacer. La bruja para hacerse, debe seguir un aprendizaje, llegar a una iniciación, adquirir la condición de bruja y ejercer como tal, todo ello, más que en la lectura de determinados libros o tratados, se haya basado en una experiencia vital, en una conversión, de persona “normal (¿?)” a bruja. La tradición divide la brujería en tres grandes grupos; para empezar, la divide entre masculina y femenina, siendo la primera percibida como algo más intelectual, más cercano a la alquimia y la medicina, a la astrología, y el contexto donde se enmarcaron los grandes “magos de la corte”, protegidos y consultados frecuentemente por el poder. En la brujería femenina distingue entre la bruja rural o barriobajera, curandera, útil para el pueblo llano de la que hablaremos más adelante con amplitud en el apartado de las funciones de las brujas y la sofisticada “bruja de la corte”, maestra en intrigas, venenos y pociones amorosas, de las que apenas hablaremos en ésta entrada, tenemos por ejemplo a La Voisin (Catherine Monvoisin),
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que en tiempos de Luis XIV se vió envuelta en un escándalo de envenenamientos y filtros amorosos que llegó a implicar a una de las amantes del rey, Madame de Montespan, y acabó siendo de las últimas personas condenadas a la hoguera por brujería. Quizás ella sirviera de inspiración para La Durand, personaje ficticio –suponemos– del marqués de Sade en “Juliette o las prosperidades del vicio”, donde la presenta como una mujer absolutamente amoral, y en su amoralidad, sumamente poderosa: cruel y libertina, practica con sus visitantes las más obscenas exhibiciones de sexo, tortura y muerte.
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Esta brujería sexualizada fascina y obsesiona a autores como el pintor Félicien Rops y Karl-Joris Huysmans, quienes contribuyen enormemente al mito, empezando a definir la figura de la bruja como mujer fatal, arrastrada por pasiones incontrolables; la frase de Pedraza lo define a la perfección: «El hombre es poseído por la mujer, la mujer por el demonio». Así, el mito, mezclado con briznas de realidad y por la idea romántica de lo prohibido, y la imagen romántica que empieza a obtener el propio Lucifer como ángel rebelde castigado por desafiar lo establecido, acaba llegando al siglo XX y de ahí a nuestros días.
La brujería a través de la historia
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Pero la brujería no és un fenómeno de la Edad Moderna, o de finales de la Edad Media, no. Desde la más remota antigüedad, en el Paleolítico, tenemos evidencia de que los seres humanos tenían lo que llamamos creencias mágicas, las representaciones parietales en algunas cuevas, nos muestran la existencia de brujos que en su contexto denominamos chamanes y que quedan fuera de nuestro actual trabajo. Podéis leer una aproximación a los chamanes prehistóricos aquí: http://terradesomnis.blogspot.com.es/2009/11/moments-delart-la-prehistoria-etapa.html
En el mundo antiguo, en Egipto, en Caldea, en Babilonia, en Persia, las prácticas mágicas que podrían incluirse de entrada en lo que denominamos brujería, eran algo habitual, normal, formaban parte de la vida, de la religión oficial,
también en la Antigua Grecia, como en el Imperio Romano. Las mujeres de algunas zonas como Tesalia, las sacerdotisas de Hécate, o de Isis, las Sibilas de los Santuarios de Delfos, 16
de Delos, o de Amón, eran reconocidas, respetadas, se les concedía un enorme prestigio... Incluso en los primeros tiempos del cristianismo –más tarde también- grandes Padres de la Iglesia, incluso Papas de Roma, fueron practicantes de la magia, de la astrología, de la alquimia, etc. El primer episodio serio de caza de brujas que conocemos, lo llevó a cabo el Emperador Romano Valerio en el año 367 –bajo la presión cristiana- pero fue breve y de poca repercusión. Las persecuciones un poco más en serio, empezaron al comienzo del Medioevo, Clodoveo I, rey de los francos del año 481 al año 511, promulgó la llamada Lex Salica condenando a las brujas a pagar fuertes multas. Carlomagno, en su código de leyes establecido entre los años 780 a 782, contemplaba la prisión para los adeptos a la brujería. 17
Los primeros “informes” sobre las actividades de las brujas datan del siglo X, a encargo del Obispo de Tréveris. Este texto, para uso disciplinario de los obispos, trata la brujería con desdén racionalista; como San Agustín, considera que las autodenominadas brujas o las que la población consideraba como tales no eran más que mujeres fantasiosas herederas de los antiguos cultos a diosas de la tierra o la fertilidad.
No obstante, hasta el año 1050, podemos afirmar que la Iglesia fue tolerante con la brujería, baste recordar que aún poco antes de esa fecha el Obispo de Glastonbury acudía a las grandes celebraciones druídicas que se celebraban en el bosque sagrado en su diócesis, en compañía de druidas. No es hasta el siglo XIII, que se empieza a perseguir realmente a la brujería a través de la inquisición; en el siglo XIV, se sustituye el concepto de la bruja como seguidora de deidades 18
paganas por el de adoradora del diablo; es en el XV, con la aparición del infame Malleus Maleficarum de Jacob Sprenger y Heinrich Kramer.
A partir de aquí, en parte gracias a este tomo y a la manipulación eclesiástica que sigue, que la figura de la bruja empieza a relacionarse con los aquelarres, el infanticidio y el canibalismo; el intento de crear un villano, una cabeza de turco para todos los desastres que asolaban el pueblo es evidente, y la opción lógica para la iglesia, en su misoginia, era usar a la mujer; y en particular a la mujer con poder, la bruja. A partir de ese año y hasta el S.XIX, la caza de brujas se extendió con mayor o menor intensidad por todas partes de Europa, teniendo su punto álgido entre los siglos XIV y XVIXVII.
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Aquí convendría recordar que el primer proceso contra una bruja de los que tenemos documentación data del 1258 y que la primera quema de una bruja se produjo en Tolosa –Navarraen el 1275. Sin duda de todos los juicios llevados a cabo en la Península Ibérica, el más destacado fue el de Zugarramurdi celebrado entre 1609, 1611 y 1620, con más de 1802 confesiones de brujería de las cuales 1384 son de niños/as menores de edad...
Pero no penséis que eso se acabaría con el Siglo de las Luces y los avances científicos de los S.XVII y XVIII, no, a finales del S.XIX, aún se ajustició en Galicia a un hombre al que cientos de vecinos “vieron convertirse en hombre lobo”!!!, para lo que aquí tratamos, no es relevante si ese hombre fue o no, un asesino en serie, seguramente lo fuera, lo sorprendente y terrible, es que cientos de personas afirmasen que era un licántropo, y aún lo es más que los sabios, doctos y cultos miembros del Tribunal, lo aceptasen y lo recogiesen en la sentencia...que le llevó al garrote vil. Humanísima y carpetobetónica forma de aplicar la pena de muerte en nuestro país, consistente en aplicar al condenado una especie de collar 20
de hierro que en la parte posterior incorpora una especie de tornillo que el verdugo va apretando y que provoca la muerte por asfixia y por rotura del cuello.
Por cierto, el dictador Franco, lo mantuvo en vigor hasta los últimos momentos de su régimen, con las ejecuciones de Peter Heinz y de Salvador Puig Antic, en el 1974. No existen datos fiables sobre los resultados de todos esos siglos de esquizofrénica persecución de brujas, autores consagrados como Jules Michelet, o Caro Baroja y otros muchos nos hablan de unos seis millones en toda Europa, hasta de ocho millones de víctimas, me parece una cifra algo inflada –personalmente y aunque no soy un experto en éste tema, creo que la cifra de más de 500.000 personas es suficientemente expresiva -, pero no deja de ser perversa la 21
ironía, al reconocer esa cifra de seis millones como la misma cantidad de víctimas producida por otra brutal, irracional e igualmente esquizofrénica persecución, la llevada a cabo por los nazis en sus campos de exterminio, claro que eso sucedió en el transcurso de tan sólo unos pocos años...
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LAS MULTIPLES CAUSAS DE LA CAZA DE BRUJAS AL FINAL DE LA EDAD MEDIA Y COMIENZOS DE LA EDAD MODERNA 23
En esos primeros días, en los que el cristianismo empezaba a ganar fuerza como religión, la Antigua Religión, los denominados paganos, eran algunos de sus rivales. Es natural que ellos quisiesen deshacerse de sus rivales, y la Iglesia Católica no escatimó esfuerzos en ello. Es sabido que los dioses de una antigua religión se convierten en los diablos de la nueva. Esto precisamente ocurrió con la antigua religión, ya que su dios tenía cuernos, por lo tanto era el diablo del cristianismo.
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Obviamente, para la iglesia católica, los paganos eran adoradores del diablo. Este tipo de razonamiento es usado aún hoy por la Iglesia Cristiana en general. Misioneros eran enviados a las tribus denominadas paganas, a quienes ellos llamaban adoradores del diablo, por el simple hecho de no adorar al mismo Dios del Cristianismo. No importaba si las personas eran buenas, felices o si el nivel moral de ellos era bueno, o inclusive mejor que el que muchos cristianos. Tenían que ser convertidos. Mis amigos hispano-americanos, comprenden perfectamente de lo que estamos hablando, el genocidio de los pueblos de Cenanahuac y del Tiwantisuyo, son junto a la cristianización de África un buen ejemplo de lo que queremos decir.
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Crisis General del S.XVII
En la primera mitad del S.XVII la Monarquía Española iniciaba a pasos agigantados una decadencia que la conduciría de ser la más influyente potencia mundial en los S.XV-XVI, a la pérdida de todo su prestigio e Imperio colonial, a finales del S.XIX, con la pérdida de Cuba y Filipinas, en aquel terrible año de 1898. La llegada en grandes cantidades del oro y la plata americanos a partir del 1580 en adelante, provocaron un proceso inflacionario de gran magnitud, los precios de los productos básicos –en particular el trigo- se multiplicaron a un ritmo muy superior al de los salarios, eso generó hambrunas entre las clases populares, conflictos entre éstas y los señores, pero también entre éstos últimos que viendo reducidas sus rentas y ahogada la gallina de los huevos de oro –el pueblo-, se dedicaron al provechoso ejercicio de desvalijar a los señores más débiles –crisis señorial-. También se produjeron grandes conflictos entre los estados europeos –Monarquía Hispánica y Francia, la separación de los Países Bajos, las llamadas guerras de religión,
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debidas a la Reforma Luterana, etc.– sumiendo a toda Europa en lo que se ha llamado la Crisis General del S.XVII y que se alargaría hasta bien entrado el S.XVIII. Como es lógico ésta crisis seria más grave allí donde la estructura económica fuera más atrasada y como es el caso de la monarquía de los Austrias que había delegado la administración de sus finanzas en los grandes banqueros – imagino conocéis la historia de las relaciones de Carlos I y Felipe II endeudados hasta el más mínimo doblón con el banquero alemán Anton Fugger - y con los comerciantes extranjeros –principalmente genoveses-, a los que evidentemente les importaban un pimiento las necesidades de la Corona o del país, de ahí aquellos versos de Quevedo : “Poderoso caballero es Don dinero, Que nace en las indias honrado, Donde el mundo le acompaña, Viene a morir en España Pero es en Génova enterrado...” Ésta crisis general que se extendió por toda Europa fue aún más notoria en los antiguos territorios de la Corona de Aragón, apartados de los beneficios del comercio americano, arrastrando una crisis demográfica ocasionada por las pestes de un par de siglos atrás, con unas autoridades desinteresadas en unos territorios poco productivos y generalmente poco sumisos y muy rebeldes. La pugna entre las autoridades tradicionales heredadas de tiempos pretéritos Generalitat, etc., y las nuevas, impulsadas por una Monarquía que intentaba centralizar y modernizar sus reinos, se reflejaban a todos los niveles, muy particularmente en el caso que nos ocupa- entre los tribunales civiles y/o religiosos, así los eclesiásticos que dependían de los Obispos, los de la Inquisición que dependía de la Monarquía y los 27
tribunales civiles que dependían de los grandes señores, se encontraban abiertamente enfrentados.
El intento de obtener un mayor prestigio por parte cada uno de éstos tres poderes será, una de las claves para entender el porqué de lo que llamaremos “la caza de brujas” que se produjo en aquellos años, en diversas partes de la península – Euzkadi, Galitza, Navarra, etc.-. Esa crisis, tenía particular gravedad en el seno de la Iglesia Católica, seriamente amenazada por la Reforma Protestante que ya le había arrebatado la práctica totalidad de la Europa del norte y del centro, incluso en Castilla – la muy católica-, Aragón y Catalunya se habían producido brotes pro-luteranos – los iluminados- que fueron brutalmente arrancados de cuajo. Además, cabe recordar aquí, la larga, terrible y brutal 28
persecución que se llevaba en la Monarquía contra los mal llamados herejes: moriscos, conversos y judíos. Ella fue pues la principal impulsora de la caza de brujas, pero no penséis que fue algo anecdótico, algo lamentable, pero puntual, irrelevante, un pequeño error, por el que es suficiente hacer acto de contrición y pedir perdón, no, fue toda una estrategia muy bien organizada para enfrentarse a una crisis muy profunda. Fijaros, entre el 1580 y 1600 el Inquisidor Nicolás de Remi escribía una carta al Papa en la que afirmaba sin vacilar que en su diócesis –la Lorena- “más de un tercio de la población tiene tratos con el diablo”,
durante quince años llevó a término una persecución implacable, condenando a muerte a más de 800 personas... en su opinión la situación era tan crítica que llegó a afirmar: “el mismo infierno parece un abrigo, un asilo, contra el infierno en la tierra...” quizás no se daba cuenta, pero con sus palabras expresaba mejor que nadie, la situación que vivían las clases populares de la época y el porqué de su alejamiento de la Iglesia Católica.
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Sí, las instituciones dominantes –Estado, Iglesia, nobleza- se sentían gravemente amenazadas ante unos cambios que no podían parar. El feudalismo propio de la Alta Edad Media había desaparecido, en su lugar, un nuevo sistema socio-económico se iba instalando: el capitalismo, en su fase inicial de capitalismo comercial –el Antiguo Régimen- . Nuevas formas de producir los bienes económicos, el paso de una agricultura de autoconsumo a una agricultura para el mercado, de una artesanía doméstica a una producción en manufacturas, la especialización, la transformación de una sociedad agraria y rural, a otra en la que la ciudad y sus habitantes –la burguesíavan ganando importancia económica y luchan por obtener derechos políticos, conllevan inevitablemente cambios de mentalidad, nuevas formas de ver y vivir en el mundo. Pero también conflictos.
Crisis de percepción
En Cataluña, como en el resto de zonas de Europa donde surge el fenómeno de la brujería, la población era eminentemente rural se agrupaba en pequeñas comunidades que, en las zonas montañosas cercanas al Pirineo, debido a las bajas temperaturas, la nieve, los malos caminos de montaña… hacía que en invierno permanecieran prácticamente aisladas, y más aisladas aún, las casas que quedaban fuera del núcleo de la población. La economía de estas poblaciones se centraba en la agricultura y algo de ganado que les aportaba leche y ayuda en las tareas del campo. Durante el invierno estas tareas disminuían o desaparecían y los lugareños debían vivir de lo recolectado en el verano y la leche que les proporcionaban sus animales. Estas sociedades que, durante el invierno, permanecían cerradas, con la llegada del buen tiempo aumentaban su vida 30
social, no sólo en relación a los vecinos de la misma población, sino también a nivel regional e, incluso, internacional, mediante los pasos fronterizos de los Pirineos que fomentaban un intercambio cultural muy importante. Nos encontramos ante una sociedad predominantemente campesina, basada principalmente en la agricultura, llevada a término mediante el trabajo familiar. La división del trabajo está relacionada con la estructura familiar, según sexo y edad. La unidad familiar formaría una unidad de producciónreproducción-consumo, esto hace que el matrimonio sea una condición necesaria para los campesinos ya que la familia es la que va a sacar adelante la producción, los hombres solteros o las viudas eran considerados perjudiciales por los problemas económicos y mal vistos por la comunidad rural.
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La mujer ha participado desde siempre en las tareas agrícolas, sobre todo en las épocas de más trabajo, como la siega o la vendimia, pero también tenía ocupaciones especificas de su sexo a parte de las labores domésticas como: hacer la colada, hilar y tejer la ropa, recoger leña y encender el fuego, amasar y hacer pan o vender en los mercados los exiguos excedentes, la contribución femenina a las tareas agrícolas era cuidar del huerto y las gallinas y, si tenían ganado, ordeñar, hacer queso, hacer embutidos… Por descontado a todo ello habría que añadir lo de cuidar a los niños más pequeños, a los ancianos, a los enfermos… Según las leyes de aquellos momentos, las niñas dependían del padre y las mujeres del marido. Sin un padre, un marido o un hermano, la mujer no tiene posición social ni dignidad.
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En esta época, la tasa de mortalidad infantil era muy alta (de cada 1000 nacimientos, morían de 200 a 400 antes de cumplir el año, y muchos más antes de los 7, las mujeres tenían que tener muchos hijos para poder salvar 2 o 3, y estos hijos eran muy importantes para la unidad familiar ya que aseguraban mano de obra en las tareas agrícolas, que era la base de su subsistencia. Resulta por lo menos “curioso” –sino sospechosover cómo, en una época donde la mortalidad infantil es tan alta, muchas “brujas” fueran acusadas precisamente por infanticidio. La mujer sin familia (soltera o viuda) debía buscar otros medios de subsistencia que la abocarían directamente a la marginación social: prostitución, mendicidad o delincuencia.
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El hecho de nacer en una familia miserable, estar desamparada en la vejez, agravarse la situación económica, sufrir una larga enfermedad o un defecto físico, hacia aumentar el número de mujeres marginadas ya que no podían vivir por sus propios medios. Estas mujeres marginadas son acusadas de infanticidios, de provocar tormentas y granizadas, de pudrir las cosechas, de matar el ganado… son las que culparán con todas las desgracias, tanto económicas como personales. Las acusaciones de brujería son la excusa para descargar el odio, el afán de venganza, el deseo de encontrar un culpable a tantas desgracias y, de paso, sirven para acabar con un sector marginal, improductivo y que, en la sociedad del s. XVII, era visto como peligroso. Por ello y no sin razones, muchas historiadoras feministas, hablan de la persecución contra las brujas, como de un auténtico ginocidio o feminicidio. Una mini glaciación.
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A todo esto, debemos añadir las largas temporadas de sequía alternadas con fuertes inundaciones y riadas. El período que va de 1600 a 1630 es muy lluvioso y las cosechas se pudren; los inviernos fueron muy rigurosos, con heladas muy fuertes, lluvias torrenciales y fuertes granizadas, los especialistas en climatología nos hablan de una mini edad de hielo, o mini glaciación. «Y començó con una forma de diluvio que durando el llover ultimo de octubre, primero, y segundo de Noviembre 1617 con extraordinaria impetuosidad, vinieron los Rios a parecer Mares, y los torrentes tan grandes riberas, que entre ellos, y estos causaron notabilissimas ruhinas; en muchas partes, se puso señal, como en Manresa, Cervera, Tarrega, y otras Villas; para passar aquella crecida por unica, y Monstruosa ala posteridad, y mas por el daño que dio universal a todo el principado.» Los desbordamientos debidos a las lluvias torrenciales de noviembre de 1617 ocasionaron, como mínimo, la destrucción completa de 389 edificios, 17 molinos hidráulicos, 22 puentes, 7 acequias y el hundimiento parcial de las murallas de 6 ciudades.
Entre el 30 de Octubre y el 2 de Noviembre una depresión mediterránea (ahora lo denominaríamos una llevantada) 35
desencadena lo que es conocido como el año del diluvio en Catalunya, y que Mariano Barriendos, en su libro “El temps a Catalunya dia a dia”, nos describe así: “Todas las condiciones climáticas y meteorológicas fueron favorables para que durante la primera semana de Noviembre de 1617 las lluvias provocaran el desbordamiento con efectos catastróficos en casi todos los cursos fluviales principales de Catalunya. Es una tragedia de la que se guarda una escasa memoria pero que en un contexto de cambio climático podemos pensar que se puede volver a dar.” No hubo quejas ni reclamaciones ni actitudes violentas contra ninguna autoridad a la que se pudiera considerar responsable, y en esta actitud moderada jugó un papel muy importante la Iglesia al interpretar la catástrofe natural como la respuesta a unos comportamientos pecaminosos apartados de la fe católica. Asociar el mal tiempo con la presencia del demonio y el castigo divino era un hecho habitual en el antiguo régimen. Estamos en un contexto en el que el elemento religioso impregnaba la vida social y cultural de la gente. Se luchaba contra la sequía con rogativas y la lluvia con procesiones que invocaban a los santos. Y dentro de esta cosmovisión popular, inculcada por la Iglesia, las brujas (servidoras del diablo) tenían el poder de generar tempestades. Para combatirlas se utilizaba el sonido de las campanas y los “comunidors” (esconjuraderos).
Estas pequeñas construcciones, instaladas al lado de las iglesias para guarecer al sacerdote de las inclemencias del 36
tiempo, se construían para conjurar y exorcizar algo que en aquel tiempo aterrorizaba a la población: el mal tiempo. Nos encontramos ante una sociedad familiarizada con las desgracias y la muerte, pero que no podía entender el por qué de tantas encadenadas, por lo cual lo relacionaban con los maleficios y la brujería. La desconfianza se infiltraba en las mismas familias y cualquier desavenencia se contemplaba desde este punto de vista, explotando ante una desgracia inexplicable, como pudiera ser una enfermedad, que ya no era algo privado de la familia porque era la sociedad la que estaba enferma y había que solucionar el problema con medios sociales. Atribuir las desgracias a la brujería era una sistematización de esta situación social. No se puede decir que la Iglesia tuviera la culpa de esta persecución, hubo muchos que quisieron parar este fanatismo incontrolado, pero si que podemos decir que contribuyeron en épocas anteriores con sus sermones a fanatizar a los fieles contra los supuestos tratos de las brujas con el diablo, convirtiendo en bruja a cualquier persona que, a sus ojos, era contraria a las leyes y mandamientos de la Iglesia. De ahí a la declaración de “hereje” –el que piensa mal- hay un solo paso. Para luchar contra las artes mágicas y maléficas de las brujas, el pueblo se defendía mediante otros “rituales mágicos”, realizados por el cura con agua bendita y oraciones. Y, como todo tiene un precio, los parroquianos, incluidos los propietarios de casas abandonadas, deberían pagar una parte fija de sus cereales.
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Reconstruir todo lo que las inundaciones y riadas habían destruido, era otro problema añadido a la precaria e insostenible situación que se estaba viviendo en estas zonas rurales. Sin poder contar con financiamiento para las reconstrucciones, había que endurecer el sistema tributario subiendo impuestos o creando tributos específicos. La recuperación era difícil y muy desigual entre poblaciones grandes con más recursos y poblaciones pequeñas, para las cuales la destrucción de las infraestructuras limitaba su capacidad para recuperarse y les llevaba a un empobrecimiento casi irreversible. Es normal que entre las personas y entre las poblaciones surgieran rencores y envidias, agravadas por la incertidumbre del siguiente aguacero.
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El cargo de Adoradores del Diablo, tantas veces dado a los brujos y brujas, es ridículo. El diablo es una invención del cristianismo. Los seguidores de la antigua religión no tenían el concepto del diablo en la religión. La tendencia a dividir el poder en “bueno” y “malo”, es característico de civilizaciones avanzadas y complejas. Los Antiguos Dioses, a través de su evolución, siempre fueron muy “humanos”, en el sentido de que ellos tenían su lado bueno y su lado malo. Fue la idea del dios “todo bondad y amor” la que generó la necesidad de un antagonismo. Esta idea del dios “todo bondad” fue creada por Zoroastro, en Persia, alrededor del siglo VII a.C. Esta idea se extendió al oeste y fue adoptada por el mitraismo y más tarde por el cristianismo. Cuando el cristianismo empezó a ganar fuerza, la antigua religión fue empujada lentamente hacia fuera. En la antigüedad, hasta la época de la Reforma, sólo existía fuera de los límites de las ciudades. Los no-cristianos de aquella época fueron conocidos como paganos. El término Pagano, proviene del latín pagani, que significa los que viven en los pagos, o en el campo. Como los que vivían fuera de las ciudades eran mayormente pertenecientes a la antigua religión, fue por ello que los no cristianos fueron conocidos con el término paganos. Este término era apropiado para los no católicos de esa época, pero hoy día sigue siendo utilizado por ellos para referirse a los que no comparten sus creencias, de una manera derogatoria lo cual es bastante incorrecto.
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Y, ya que había que echarle la culpa a alguien, era más lógico pensar que eran “los de fuera” los que acrecentaban sus males. Era costumbre atribuir características de bruja a todas las mujeres de “otro pueblo”, como si fuera diferente. Y dio la casualidad de que, en esta misma época hubo una migración masiva de franceses que veían España como una tierra de oportunidades. A principios del XVII se decía que en Cataluña: “había una tercera parte más de franceses que de naturales, que casi todos viven sin hacer nada” (J. García Mercadal, 1959) Lluvias torrenciales, crisis económica, hambrunas, malas cosechas y, para rematar, la peste, conocida por el nombre de la epidemia milanesa, todo era culpa de los franceses, como dice Jeroni Pujades. Y si añadimos a todo este malestar que, como ha ocurrido siempre y en todas las épocas, los inmigrantes suelen reunirse entre ellos, celebrar sus propias festividades, rendir culto a sus dioses, hablar un idioma incomprensible y, en definitiva, hacer 40
cosas “extrañas” ante una sociedad que ya no los miraba muy bien, les faltó tiempo para ver en ellos las “brujas” causantes de todas sus desgracias, las que hacían aquelarres en parajes solitarios, bailaban danzas endemoniadas, recitaban sortilegios incompresibles y fabricaban ungüentos y venenos que acababan con su ganado, sus cosechas y sus familias. Es por esto que la brujería la encontramos primero en las zonas más próximas a la frontera, antes del 1619 en Urgell y Cerdanya, entre 1619 y 1627 se extiende al Berguedà, Bages, Solsonés, Anoia, Vallés y Montseny.
Cuando la cantidad de alimento disminuye mucho, las tensiones en el sistema social no son solo nutricionales, sino que afectan a sentimientos, símbolos y evaluaciones de las relaciones sociales, y en estas situaciones, las élites son capaces de aprovecharse para fortalecer su posición a costa de los más pobres. Y esto fue lo que sucedió en el caso que hemos expuesto, un caso muy extremo, en el que se dieron muchos factores, pero toda la historiografía existente sobre este tema 41
admite que el primer tercio del s. XVII fue el periodo culminante de la caza de brujas en un contexto de malestar social, conflictos políticos y ortodoxia religiosa, además de soportar una pequeña glaciación caracterizada por inviernos largos y fríos, veranos frescos y húmedos, y una gran cantidad de fenómenos atmosféricos. Todo esto generó una actitud de rechazo hacia cualquier práctica que fuera considerada diferente o extraña. Las rivalidades locales y el odio generado por el malestar social hicieron recaer sobre las victimas la responsabilidad de los males o las calamidades naturales, fueron los chivos expiatorios de los males de aquella época. Es interesante ver cómo la presencia de brujas juega un papel muy importante en las plagas de la sociedad campesina, convirtiéndose en la principal causa de las calamidades climáticas y proporcionando una interpretación a los procesos medioambientales que, para los campesinos de aquella época, eran inexplicable. Extraído de Magis quam a die, aeternum…
Las causas psicológicas de la demonología de la Edad Moderna.
Durante la Edad Media, antes de la institucionalización de los gremios, los gobiernos municipales y las universidades, las mujeres fueron ocupando espacios en todos los terrenos, fueron además de campesinas, maestras de diversos oficios, pobladoras, abadesas, escritoras, y también se dedicaron a diversos campos del conocimiento humano, entre ellos los comprendidos dentro de la denominación de “ciencia”. Una ciencia que para las mujeres se concentraba en esa época principalmente en el campo de la medicina. Las mujeres fueron más allá de los límites impuestos para ellas en los modelos de
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género dominantes y se convirtieron en un problema para la élite masculina feudal y patriarcal. Como reacción, a partir de los siglos XIII y XIV toma cuerpo entre sacerdotes y eruditos, hombres privilegiados, una corriente de opinión misógina, que fue contestado por mujeres como Christine de Pizan, dando lugar a la llamada “querella de las mujeres”.
Durante el Renacimiento la corriente misógina se afianza, dando lugar a un período de regresión para las mujeres en todos los terrenos. Es también entonces cuando la lucha por el control masculino del conocimiento, de la ciencia, se recrudece, comenzando entonces la caza de brujas. Carmelo Lisón, dice: "Algo que parece tan fantástico y absurdo como la brujería ha conquistado y dominado la mente humana en la mayor parte del mundo ayer y hoy y, posiblemente —no encuentro razón para dudarlo— mañana”. Tanto las prácticas de brujería como la misma creencia en ésta, explícita o no (el 43
“haberlas, haylas”), constituyen un ejemplo notable de los comportamientos extremos de que es capaz el ser humano por desconocimiento de su psicología profunda. Voltaire pensaba que el raciocinio y la educación habrían bastado para erradicar de Europa la extravagancia brujeril. Sin embargo, desde la perspectiva moderna podemos juzgar que las opiniones de estos hombres de la Ilustración pecaban de simplistas, porque ni la ignorancia ni la necedad dan debida cuenta de la complejidad psicológica de la brujería. En la época anterior a la psicología psicoanalítica resultaba muy difícil pensar en la existencia intrínseca de un mundo de fantasías sádicas y macabras, entre otras razones, porque esta idea habría despertado la alarmante sospecha de que quizás todos tengamos un fuero interno poblado de “demonios”. Fue Freud quien expondría que éste era precisamente el caso, para mortificación de la vanidad humana. En las circunstancias socioculturales del pasado, todo lo que resultaba desfavorable y parecía misterioso (y siglos atrás había muchas cosas misteriosas), tendía a ser atribuido al influjo del demonio o de las brujas, sus secuaces en este mundo.
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Muchas de las fuerzas primitivas y ocultas que el hombre presiente en su corazón implican, efectivamente, una amenaza psicológica. Contra estas fuerzas, los humanos nos hemos defendido inventando ritos diversos, ceremonias mágicas, sortilegios, fórmulas esotéricas y amuletos que proporcionasen una sensación, ilusoria, claro, de seguridad. Para comprender el fenómeno de la brujería es esencial el reconocimiento del poder de la sugestión, incluida la autosugestión. Una de las manifestaciones más extremas de la sugestión es aquel trance autohipnótico en que se revelan contenidos que el sujeto no posee en su sistema consciente y que parecen incomprensibles o contrarios a su personalidad ostensible. Esto fue lo que sin duda ocurrió en tantos casos de confesiones públicas de brujas, en las que en una atmósfera de acusaciones mutuas acababan convenciéndose – por miedo- de su participación en imaginarios aquelarres, verbalizando sus fantasías, al principio sin coerción física alguna. Tenían alucinaciones visuales de naturaleza conversiva. La brujería siempre ha producido intensa ambivalencia: miedo y odio, por una parte, y fascinación y secreta admiración, por otra. El poder que ostentan las brujas en nuestras leyendas y tradiciones es enorme. Pero este poder nunca ha existido fuera de nuestra imaginación, fuera de ese funcionamiento mental primitivo que, en mayor o menor grado, compartimos todos los seres humanos y que late escondido debajo de nuestra racionalidad.
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Aquello que, por inaceptable, se relega inconscientemente al inconsciente (valga la redundancia), acaba manifestándose después de alguna manera. La idea del demonio representa uno de los más típicos ejemplos del retorno de lo reprimido, fenómeno muy conocido por los psicoanalistas. Curiosamente, en la figura del demonio acaba viéndose tanto a un malvado instigador a la satisfacción de los instintos, como a un ser sobrenatural que nos castiga cruelmente por dicha satisfacción, esto es, por los pecados. Es muy significativo que el demonio sea interpretado como tentador y como punitivo a la vez; que represente tanto la incitación al desenfreno como el castigo atroz por ceder a la tentación. Claramente, se trata de una fantasmagoría proyectiva de nuestros conflictos intrapsíquicos entre las pulsiones instintuales, por una parte, y la censura moral del Superyó, por otra. Aunque parezca extraño, la creencia en los demonios constituyó un progreso en la 46
evolución psicológica de la Humanidad, porque permitió que muchos de los peligros proyectados que el hombre de la Antigüedad sentía que le acechaban por doquier, se concentraran en sólo uno o unos personajes míticos terribles. La sensación de amenaza se circunscribió, resultando entonces la situación más fácil de tolerar mentalmente. Además, con esto se consiguió ver al demonio, defensivamente, como una entidad completamente ajena a lo humano. A este personaje de ficción, cúmulo de proyecciones, se atribuyen los propios impulsos malévolos, culpabilizantes y vergonzantes. Dichos impulsos se perciben luego como impuestos desde fuera (las "tentaciones del diablo"), lo que resulta psicológicamente mucho más manejable, por lo menos a corto plazo, que si son identificados como propios. No nos es fácil reconocer la maldad, las aberraciones, la crueldad que, en mayor o menor grado, llevamos escondidas en nuestro ser.
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Al demonio se atribuían también las catástrofes de origen ignoto y todas las enfermedades de etiología desconocida, antaño la mayoría. El psiquismo humano tolera mal la sensación de ignorancia ante los fenómenos naturales. Al igual que se creía que el omnipotente Dios era la causa de aquellos de naturaleza favorable, se pensaba que el casi omnipotente Satán lo era de aquellos de signo desfavorable. Estas creencias son vestigios universales de la percepción maniquea de los progenitores en la infancia. Para el niño pequeño existe, por una parte, la madre o el padre bueno y, por otra, el malo, ambos todopoderosos (y ambos el mismo, claro). Estas imágenes escindidas perduran introyectadas en la psique del adulto, y son las que luego acaban proyectándose. Comprensiblemente, preferimos pensar que las fuerzas del bien son más poderosas que las del mal. Lo contrario resultaría demasiado terrorífico. Luzbel era sólo quasi-omnipotente; por eso no es un dios sino un ángel caído.
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Las brujas, emuladoras de Satán, eran "culpables" de toda suerte de desgracias: de plagas, de aojamientos, de monstruosidades, de horrendos homicidios, es decir, de la supuesta actualización de tendencias ocultas en la mente de sus semejantes. La mayor parte de las brujas de tiempos pasados serían probablemente personas bastante elementales, sin control voluntario sobre su psiquismo trastornado. No abundarían las simples simuladoras. Con seguridad, serían víctimas de su propia sugestión. Además, una vez aisladas socialmente, hubo de actuar sobre ellas el factor de la privación sensorial, capaz de inducir estados psicóticos sobre todo en las mentes inmaduras. Las supuestas brujas de antaño sentirían de verdad lo que decían haber experimentado y esto habrá hecho más verosímiles tanto sus conjuros como sus declaraciones. Por asombroso que parezca, las que eran jóvenes, en su autosugestión, podían estar convencidas, por ejemplo, de haber tenido coito con el diablo, a pesar de su doncellez.
Una manifestación tan antisocial como la de la brujería también debió servir de medio de expresión a la rebeldía propia de adolescentes proclives a oponerse escandalosamente a las costumbres cristianas de sus mayores. En el caso de las viejas, 49
la brujería activa —no la simplemente asumida por los lugareños— debió vehiculizar sentimientos de venganza ante su apartamiento social. Además, siendo el núcleo central de la psicología de la bruja su supuesta posesión de poderes especiales, se entiende que esta identidad resultase compensatoriamente atractiva sobre todo a las personas con sentimientos de inferioridad basados en deficiencias o situaciones desfavorables, o en una inmadurez general. Claramente, la identidad brujeril de estas mujeres se prestó también a la satisfacción de tendencias masoquistas, por su calidad de perseguidas. Ciertamente, los delirios de las brujas fueron igualados por las fantasías de sus perseguidores religiosos. La compilación de éstas más notable e influyente fue, sin duda, el Malleus Maleficarum, enciclopedia demonológica escrita a finales del siglo XV por dos monjes dominicos alemanes, Kramer y Sprenger, con bula papal de Inocencio VIII, que tuvo como finalidad el asistir a los inquisidores en su exterminio de las brujas. Este tratado ha sido acertadamente considerado por el psicoanalista John Nemiah (1980) como "uno de los grandes libros de la psicopatología".
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La estructura del discurso del Malleus Maleficarum es la siguiente: 1.Este crimen (la brujería) es el más grave de todos los conocidos hasta ahora y la frecuencia de las brujas es tan alarmante en la actualidad que estamos ante una emergencia que sólo podrá combatirse mediante una guerra. 2.Todo aquel que dude de la existencia de esta emergencia será considerado hereje, cómplice, hechicero. 3.Los inquisidores son infalibles y puros y los enemigos son inferiores. 4.La condena es prueba suficiente de culpabilidad. 5.Cualquier cosa que se salga de lo usual resultará sospechosa. Se garantiza la continuación de la masacre mediante la tortura que apunta a delatar cómplices que a su vez serán torturados para delatar. El resultado es que termina reduciéndose el poder jurídico o derecho jurídico a la coerción directa o derecho administrativo policial porque contra el Mal, contra el enemigo, todo vale y si se cometen excesos son perdonables en aras de ese objetivo superior a todo que es salvar a la humanidad. En efecto, muchos de los casos descritos parecen historias clínicas sacadas de textos de Psiquiatría (obsesiones, conversiones histéricas, delirios esquizofrénicos, etc.) Habría que añadir que la psicopatología que salta a la vista en dicha obra no es sólo la de las "posesas". En el Malleus Maleficarum puede leerse ejemplo tras ejemplo de las proyecciones que configuraron los prejuicios oscurantistas de aquella época, justificados con la lógica más burda. A una anciana que no había sido invitada a una boda de prosapia en su pueblo, la observan unos pastores en el monte orinando en un agujero y mojándose los dedos con la orina. El cielo se nubla y cae un granizo que arruina la ceremonia nupcial. ¡Post hoc, ergo propter hoc!, (sucede después de esto, luego es por esto). El pueblo adivina malevolencia en la mujer o le atribuye la que ellos habrían experimentado en su situación de exclusión. La 51
pobre vieja es acusada de practicar brujería y sentenciada a morir en la hoguera.
Los elementos eróticos y misóginos eran fuertes como puede esperarse de una sociedad reprimida sexualmente, dominada por varones, con inquisidores procedentes de la clase de los curas, nominalmente célibes. - Aproximadamente el 85% de los acusados de la brujería fueron mujeres, - La actividad sexual ocupaba un lugar privilegiado en los delitos que se les imputaban. En los juicios se prestaba atención minuciosa a la calidad y cantidad de los orgasmos en las supuestas copulaciones de las acusadas con demonios o el diablo y a la naturaleza del "miembro" del diablo (frío, según todos los informes). 52
Según los inquisidores, el método del diablo para reclutar adeptos era la seducción, y las orgías y los aquelarres periódicos eran la recompensa para sus fieles servidores. Los jueces sentían una curiosidad insaciable por los detalles de esas relaciones sexuales, y su diligencia en forzar los interrogatorios se veía recompensada con todo tipo de sucias fantasías, lo que demuestra que el celo puesto en perseguir a las brujas tenia motivos bastante carnales. - Las mujeres que fueron acusadas de practicar la brujería eran por lo general jóvenes y muy atractivas, todo lo contrario de la imagen estereotipada de una bruja. - Las "marcas del diablo" se encontraban "generalmente en los pechos o partes íntimas", según el libro de 1700 de Ludovico Sinistrani. Como resultado, los inquisidores, exclusivamente varones, afeitaban el vello púbico de las acusadas y les inspeccionaban cuidadosamente los genitales. En los siglos de psicosis antibrujeril, a las distintas modalidades de herejes les tocó jugar en España ante el Santo Oficio el 53
papel antonomástico de víctimas propiciatorias, reservado en otros países para los acusados de brujería, aunque hay que añadir que la Iglesia llegó a considerar que eran brujos todos los herejes. El religioso Del Río, doctor por Lovaina, aseguró en su obra Disquisiciones mágicas de 1599 que, incuestionablemente, los herejes eran magos, recomendando que se les diese tormento. Apoyándose en estudios de numerosos "eruditos demonógrafos", expuso la tesis de que Martín Lutero fue engendrado en una mujer por un macho cabrío. De todo esto se saca la enseñanza de que hasta las teorías más peregrinas y el odio más enloquecido pueden encontrar justificación y sortear la racionalidad aun en personas instruidas. Las alucinaciones e ideas delirantes de los esquizofrénicos, naturalmente, giraban en torno a temas diabólicos. Los sociópatas argüían que sus acciones delictivas eran producto de la coerción irresistible de Satán.
Estaba claro que había que eliminar a las abogadas del demonio en la tierra, las brujas, mujeres fálicas con la escoba entre las piernas, supuestas perpetradoras de tanto mal. Dio esto pie, a su vez, a que la mitomanía, la credulidad pueril, la sugestión tendenciosa, el masoquismo y, sobre todo, el sadismo, campasen por sus respetos. Filósofos reconocidos 54
como Montesquieu y Bodin, contribuyeron activamente a la propagación de las creencias brujeriles. Jean de Meung calculó que la cantidad de brujas que en los sabbaths volaban por los cielos de Francia ascendía ¡a una tercera parte de la población femenina! San Agustín también creyó en las brujas. Caro Baroja (1966), en uno de sus estupendos libros sobre la brujería, cita que este insigne padre de la Iglesia, en La ciudad de Dios, afirmaba que "ciertas mesoneras imbuidas de aquellas malas artes, dando de comer queso a los viajeros, luego los convertían en jumentos que servían para transportes". Como hemos visto, ni la educación ni la vocación religiosa fueron obstáculo para la psicosis brujeril compartida. Hasta papas hubo, como Silvestre II, León III o Bonifacio VIII, acusados de practicar la magia negra. En el siglo XIV, el papa Juan XXII mandó a la hoguera al obispo de su ciudad natal sospechando que había urdido un maleficio hechiceril contra él.
Los votos de castidad y obediencia, represores a ultranza de los impulsos sexuales y agresivos —biológica y psicológicamente imposibles de eliminar— hacen que las personas que los profesan se hallen más expuestas a explosiones incontroladas de los instintos. Por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, algunos directores espirituales de las congregaciones de mujeres corrieron un riesgo serio de ser 55
acusados por éstas de haberlas incitado con confesiones demasiado inquisitivas a revelar pormenores inmencionables, haciéndolas tomar consciencia de un mundo insospechado de fantasías y sensaciones sexuales. Varios de estos sacerdotes, sobre todo los jóvenes y apuestos, fueron oficialmente acusados de haber creado con artes diabólicas un convento de posesas. Más de uno fue ejecutado. La historia de la brujería es un caso social más del retorno de lo reprimido, fenómeno que, no por elemental, deja de ser espectacular.
Imaginémonos ahora lo que serían las reacciones de la población de los medios rurales de hace cuatrocientos o quinientos años ante la fenomenología brujeril. Por lo que nos dicen las crónicas y a juzgar por lo que conocemos de la psicología de personas ignorantes y analfabetas, los allegados y vecinos de aquéllas tomadas por brujas sucumbirían fácilmente a una psicosis histérica. Se sabe, en efecto, que solían ver imágenes diabólicas por doquier. También se sabe que, de los que no compartieron estas alucinaciones, se supuso a menudo que ¡el demonio les había hecho algún hechizo para impedírselo! Hay que intentar comprender la ominosa 56
sensación de extrañeza de aquella gente simple de pobres recursos cognitivos y verbales ante unas manifestaciones siniestras de origen completamente desconocido y tan alejadas de la impresión que habitualmente les causaban aquellos vecinos y familiares, ahora seguidores de Satán... Algunos actos sobrenaturales de brujería fueron "presenciados" por numerosos testigos. Mencionemos dos testimonios del siglo XVI recogidos por Lisón (1992): "Y luego la dicha mujer se bajó por la pared abajo, andando de pies y manos, como una lagartija; y cuando llegó a media pared levantóse en el aire a vista de todos y se fue volando por él después de haberse todos admirado", y, "Acompañado [el inquisidor] de una veintena de testigos, soldados la mayor parte de ellos, para que pudieran dar fe, un viernes, a eso de la medianoche, instalaron [a la bruja] a que se untara con el ponzoñoso ungüento mágico para volar al aquelarre; la mujer accedió gustosamente. Una vez embadurnada subió a una ventana a tal altura que si un gato cayera quedaría hecho pedazos; invocó al demonio que vino inmediatamente y la condujo por el aire, a vista de todos". Estos ejemplos estrambóticos de “folie à plusieurs” (locura conjunta), hoy raros en Europa pero no inexistentes del todo (ovnis, apariciones marianas) ilustran el inmenso, contagioso y temible poder de la sugestión.
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Centrémonos ahora en un caso particular, el del torturador. No nos referimos sólo al verdugo –que también- sino muy especialmente a aquel que tiene la responsabilidad directa de la tortura.
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La Psicología del torturador.
El torturador es un enfermo cuya peligrosidad radica en hacer del descuartizamiento, la secesión de los miembros, la sangre destilada en porciones o inmensamente o el tiempo mismo, su forma de vida oculta. Es un problema mental ya que el sadismo, hacer sufrir, se integra a su masoquismo, gozar sintiendo pesar, lo que en la cotidianidad los hace ser excesivamente débiles cuando no poseen el dominio sobre el otro a través del arma, el garrote, las esposas o ataduras, e incluso la máscara que les permite el anonimato brutal. Son valientes sólo cuando están protegidos. La capacidad que un ser tenga para torturar a otro no puede ser concebida dentro de los límites de la normalidad. Cuando 60
uno se plantea el análisis de este tema naturalmente desemboca, en materia psicología, en el análisis del sadismo. Ciertamente podemos concebir la existencia de un potencial básico de agresión en el ser humano; lo vemos claramente en la conducta de todo niño. Pero dicho potencial agresivo y destructor pasa por todo un proceso de elaboración y canalización que forma parte del curso normal de crecimiento y desarrollo personal. Cuando el hombre adulto y normal ingresa a formar parte de la vida en comunidad, la educación y su propio potencial madurativo lo han transformado en un ser capaz de convivir con sus semejantes en un nivel de relación digna, decorosa y respetuosa de los demás. Esto se ha logrado en un contacto ineludible con el mundo que lo rodea, el cual lo aporta al sujeto un campo de desarrollo de su existencia.
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Dicho campo tiene su propia estructura constituida por la tradición histórica, legal, moral, etc. Este campo se puede modificar en un momento de la historia y no por ello los hombres normales se ven obligados a hacer una regresión a los estratos más primitivos de su ser. Ellos han de buscar los canales adecuados para emprender el mundo nuevo, por si o por no. No se justificara jamás, ni siquiera en nombre de los más altos ideales, la adopción de conductas que correspondan, aun distorsionadas, a los niveles más primarios de la constitución humana. Porque el hombre en su crecimiento normal no va superponiendo capas más arriba de las otras, sino que se va trasformando y modelando en una constante relación dialéctica con el contexto que lo rodea. Esto hace que el hombre adulto no sea niño envuelto por sucesivos estadios de socialización sino una persona diferente al niño. Posee, como ser adulto, sus propios y característicos mecanismos para la regulación y orientación de su conducta. Cuando un individuo exhibe caracteres de conducta que son propios de muy anteriores estadios de su existencia es porque no ha completado de una manera armónica y acabada su desarrollo normal. Esto es en último termino lo que diferencia al hombre normal del anormal. Lo vemos todos los días en los enfermos de los hospitales psiquiátricos y en las escuelas de recuperación psíquica.
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El ser afectado por muy diversas causas en su desarrollo intelectual exhibe una conducta agresiva y destructiva, castigadora y a veces brutal hacia sus semejantes. Se trata aquí de un atraso en el desarrollo de su inteligencia y de otros aspectos de su personalidad. No ha podido incorporar los datos inmediatos de su contexto social, carece de la permeabilidad suficiente para observar y elaborar internamente las pautas culturales y en consecuencia brota de él la violencia en sus formas más primarias. La oligofrenia no es la única razón por la cual se puede producir una carencia evolutiva. Los déficit en los desarrollos emocionales y sexuales determinan también alteraciones en la conducta que se manifiesta por las formas más variadas de la agresión, a menudo altamente refinadas. Las características de las circunstancias, como decía en párrafos anteriores, enfrentan a los individuos a la necesidad de adoptar estilos de vida. Pero, no hay ninguna circunstancias que obligue a tomar un estilo de vida anormal cuando no se es normal con anterioridad.
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Resulta claro que el psicopatólogo que ningún sujeto puede realizar un acto de violación sexual, bajo cualquier circunstancia, si no es un violador. Nadie puede consumar un acto de vejación homosexual si no es un homosexual por lo menos en potencia. Esto ha sido dicho por todos los autores que mundialmente, se han ocupado del tema. La tortura institucionalizada se realiza en el curso de una situación en la cual el acto pasional no tiene lugar. Es el producto de una planificación perfectamente deliberada, a través de la cual el planificador es responsable de lo que hace. De este modo, el acto de la tortura, si bien implica para su realizador una estructura de personalidad enferma, es el fruto de una opción de estilo de vida y en cuya opción la enfermedad juega una parte de la cosa.
El sadomasoquista padece de un infantilismo psicosexual; no ha podido desarrollarse, su maduración es lenta y lleva en si una carga exagerada de agresividad y dependencia. Diríamos que su vinculación con los demás es muy similar a la del niño con sus padres. Necesita dominar a alguien pero ser 64
dominado por el, logrando así al mismo tiempo, libertad y seguridad. Se trata de un sentimiento paradójico, ambivalente; de ahí que no hablemos de sadismo y masoquismo separadamente sino de sadomasoquismo. Aparece como una forma compleja que asume la afectividad y que en ultima instancia, en forma, en forma simplista, podríamos reducir a la formula libertad-sumisión. Para el sadomasoquista el someterse a la fuerza es ser casi tan fuerte como aquel que la ejerce. El placer que produce ser flagelado o promover dolor a otro nos parece un carácter secundario del sadomasoquismo; lo más importante es la relación afectiva de naturaleza ambivalente que se genera.
Entendemos que este análisis se ajusta cabalmente a la personalidad del torturador. En efecto, el torturador satisface su necesidad de dependencia ejecutando la orden de quien lo utiliza como instrumento y colma de aspiraciones de dominio convirtiéndose en el dispensador de la vida o de la muerte. En este último aspecto, sádico propiamente dicho, asume su papel más despreciable socialmente. No pretende solazarse solamente con el dolor del otro, sino destruirlo como persona. 65
Su principal deseo no es lastimar sino establecer su superioridad. Por lo general el torturado es visto como un individuo fuerte, independiente, libre, con una ideología propia, capaz de establecer y romper relaciones interpersonales. Es contra esto que no puede el torturador, el sadomasoquista, y de la única manera como logra imponerse al otro es destruyéndolo en su univoca personalidad.
De ahí que sean validos para el todos los procedimientos de tortura, físicos o morales. Tiene que sentir que posee al otro ya que no se posee a si mismo. Y cuando cree que lo ha logrado o que esta a punto de hacerlo, se torna humanista, contemporizador, bueno, asume el rol de la figura paterna.
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Pero si no es escuchado, si no obtiene los fines objetivos que se ha propuesto (declaración o delación) tampoco logra sus fines subjetivos (dominación, dependencia del otro). Como por su particular organización psíquica no puede resolver su conflicto básico de relación afectiva, cierra su problema circular tornando a la tortura o a la amenaza. Llega a liberar al torturado pero bajo amenaza, forma de dominio a la distancia, única manera de no romper una relación que no puede establecer de otro modo. El torturador, el sadomasoquista esta terriblemente solo, porque está gravemente enfermo.
Ni con su mandante ni con su torturado logra establecer una relación definitiva, segura y con ella alimenta la causa de su enfermedad; la carencia afectiva. Desde un punto de vista psicológico, quiero dejar bien aclarado mi opinión acerca de la personalidad sadomasoquista del torturador, reiterando su condición de enfermo resultante de una organización familiar o social igualmente enferma.
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El sadomasoquista puede ser responsable de sus actos en última instancia, pero es un producto de una forma particular de relaciones interpersonales. El hecho de que su escala de valores sea repudiable no significa que el único responsable de su ejercicio sea él. Lo son: por un lado, quienes participaron en su desarrollo y, por otro lado la sociedad que a la vez de haber generado las causas de la enfermedad familiar, mantiene y utiliza al enfermo para sus designios igualmente patológicos.
La tortura es abyecta porque tiene el sentido de un ataque moral. Este ataque a la norma moral o al principio ideológico se dirige a romper el eslabón que la sustenta, y así provocar la claudicación moral del torturado. Se pretende con esto que lo que se defiende en el plano moral o ideológico pierda valor con esta claudicación. Todos lo que participan en la misma
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ideología sufren las peripecias del torturado y se debilitan o fortalecen según este fracase o triunfe sobre los torturadores. Por esta razón hay un real e importante empecinamiento para que el torturado fracase, porque no solamente lo debilita transitoriamente, sino que lo anula definitivamente como persona pensante, y todo esto tiene repercusión en la propia ideología por la que es sometido a la tortura. La repulsa universal de la tortura deriva del contexto en el que la agresión se realiza: un sujeto torturador, actúa sin la atenuante del arrebato emociona y arremete, por mandato, a un sujeto inerme, siguiendo un plan quesee desarrolla en el tiempo y usufructuando el privilegio de la impunidad circunstancial – ya que el torturado está indefenso – y de la impunidad residual, ya que el torturador está protegido por quienes ordenan la tortura.
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La agresión se lleva a cabo por la doble vía del ataque corporal y de los más variados procedimientos con los que se obliga al sujeto a someterse a las condiciones más humillantes. Todos los relatos de las torturas tienen caracteres semejantes.: celda con excrementos, golpes, interrogatorios confusos, insultos, amenazas y ataques sexuales. Todos estos procedimientos están orientados hacia la claudicación de la escala de valores del torturado, exigiéndole que abandone sus principios en defensa de su vida severamente amenazada. El ataque sexual, que es una forma constante de tortura, requiere un amplio margen sádico para poder ser realizado, así como un alto coeficiente de resentimiento social. La mayor parte de los torturados son personas severamente perturbadas del punto de vista psicológico, correspondiendo la mayoría de ellos a personalidades psicopaticas y a sujetos intelectualmente marginales. Las características personales del torturador hacen que sean tratados por sus mandantes como meros instrumentos despreciados.
La existencia de torturas es un índice de crisis social. Cuando aparecen estos métodos de represión, es porque un sistema de 70
valores caducos pretende subsistir sobre los principios emergentes, a los que solo puede oponer la fuerza del poder arbitrario. Por eso la tortura tiene algo de gran teatro del horror. Una mascarada tenebrosa dirigida a la víctima y al público implícito… Esta mascarada da sentido del exhibicionismo del esbirro, de su preparación de la escena. ¿Y qué es la escena? ¿Cómo es la escena? Un festival de sangre. La victima esta presa; es esencial hacerle sentir que está totalmente en manos de sus torturadores, bajo su dominio omnipotente. Partiendo del hecho de que aquella no puede responder directamente a la agresión, se trata de crear la atmósfera de anonadamiento y terror en que siente que le pueden hacer cualquier cosa: “ te vamos a romper el culo” “ te vamos a destrozar los huevos”, “ te vamos a violar”, “te vamos a cortar las tetas”, “ a tus hijos les vamos a decir lo que te estamos haciendo”, “ a tu marido y a tu mujer los vamos a dejar espantosos”, “ no vas a poder caminar ni respirar, te vamos a ahogar”. Es tan importante como lo que efectivamente se le hace al prisionero, el clima de amenaza. Amenaza terrorífica que es el agente psíquico de la promesa de disolución de la persona del detenido.
Festival de la mugre, si. Actuación desenfrenada de los núcleos perversos del, en este momento del suplicio, agente policial. Revancha de la impotencia de su niño sádico y envidioso contra 71
el goce y la creatividad de sus padres. Allí está el otro o la otra, no ya una persona sino, desde ahora, simple objeto para ejercicio del, aquí en esta cámara, torturador. La idea final del torturador es algo parecido a : “mosca, te voy a aplastar, pero antes te voy a hacer sufrir un poco, vas a sentir como estallan tus partes como brota tu sangre”. A propósito del tema de los torturadores podemos recordar lo que sucedió en la última guerra mundial. Las autoridades del ejército aliado denunciaron primero, juzgaron y castigaron después, a los que fueron llamados criminales de guerra. Entre estos estaban los torturadores de los campos de concentración alemanes. Todos los pensadores y científicos demócratas estudiaron y criticaron severamente, y así lo hicieron público a través de una fuerte promoción publicitaria, las monstruosidades practicadas por la gestapo. Es decir que no se justifico la tortura ni aun en circunstancias de guerra ni por razones de seguridad de estado. En los documentos del ejército norteamericano a propósito del juicio de Nuremberg se ve discriminar claramente aquellos individuos que lucharon frontalmente por una ideología, aun equivocada, de aquellos otros que cometieron actos de verdadero salvajismo en las cámaras de tortura.
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Estos Ăşltimos fueron considerados como psicĂłpatas, perversos, todos ellos fueron fuertemente distorsionados en su estructura intelectual, emocional y sexual. Y en ellos recayeron las penas mĂĄs importantes.
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Las funciones de las brujas
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Pero entonces, cuáles eran los motivos que sirvieron para llevar a las brujas al cadalso?. Podríamos determinar dos tipos de funciones que podían llevar a una persona a tener que soportar la acusación de brujería. Unas las reales, las podríamos definir como funciones terapéuticas. En las zonas rurales, entre las clases populares, la curandera, conocida como “domina herbarum” –la señora de las plantas- y más corrientemente como Belladona –buena o bella señora-, recibía el mismo nombre que se daba a las hadas, y a la planta de gran poder curativo, muy utilizada en la farmacopea medieval. Como ya dijimos en el post anterior, siguiendo el ejemplo de nobles, obispos y reyes, se produjo un cambio en la mentalidad con que el pueblo se enfrentaba al dolor y la enfermedad. Los ricos iban al médico, la gente del pueblo a la curandera.
Solía ofrecer remedios naturales que se enfrentaban con éxito a la mayoría de las enfermedades, ayudaba en los partos, 75
curaba en los casos de heridas, contusiones, roturas de huesos, infecciones. Por lo que hemos podido comprobar con los brujos sanadores de muchos pueblos indígenas de la actualidad, disponían de unos conocimientos amplísimos y una gran pericia sanatorial. La transmisión de esos conocimientos -que se daban en un medio que no conocía apenas la escritura- se producía directamente de maestra a discípula, a lo largo de muchos años de aprendizaje. A menudo dicho aprendizaje se veía complementado con el intercambio de conocimientos con otras curanderas, en los llamados “esbats”, que a menudo los Tribunales transformaron en Sabbats o Akelarres. Como és lógico la mayoría de esas curanderas eran gente de avanzada edad, pues en la juventud y madurez, las mujeres debían atender a las funciones domésticas y al trabajo en los campos y normalmente viudas, que malvivían con lo que los pacientes –igual de pobres y miserables que ella- le podrían dar. Solían vivir en cabañas, o en refugios en medio del bosque alejadas de los pueblos, porque evidentemente no tenían recursos económicos, tras la pérdida del marido y la emancipación de sus hijos/as.
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Y aquí traigo a colación una anécdota personal, vivida en mi peregrinación a Santiago a mediados de los 80, en la parte más interior de la ría de Noya. Alquilamos una barquita de pescadores para que nos diese un vuelta por la ría para observar los maravillosos paisajes de alta montaña, a la orilla del mar, con las vacas pastando, con los cuartos traseros y la cola en el agua...Lógicamente surgió el tema del “haberlas haylas”, de una cosa pasamos a la otra y finalmente me hice con la dirección de una de ellas...Fuimos a verla, yo cargado de máquina de afotos, papel y boli y unas cuantas preguntas “interesantísimas” sobre la brujería, etc., etc., etc.,...apenas me respondió claro!, me cobró unos cuantos duros por nada y en menos de diez minutos me ventiló...pero ni el lugar, ni ella, ni las pocas cosas que me dijo valían mucho la pena, apenas las recuerdo, lo que sí me quedó grabado fue como enseñaba a su nieta, una niña de 7 u 8 años a romper hechizos, con unas tijeras y unos trozos de papel de periódico, auténtica lección de antropología, inolvidable.
Cuando la curandera conseguía tener éxito, era la “Domina herbarum”, la Belladona, todos la apreciaban y respetaban... 77
Sino...Que pasa hoy cuando un médico no nos cura?, o cuando se equivoca?, pues que le metemos un pleito - si tenemos las ganas y el suficiente tiempo y dinero para ello-, que creéis que harían en aquellas circunstancias?, pues sencillamente llamarla bruja...Una joven madre que pierde a su hijo de pocos días, en su desesperación a quien culpará de esa muerte? Alguien ha de tener la culpa, no?, pues claro, la curandera, que ahora pasa a ser la “bruja esa”, y ya está!. En ambos caso, tanto la Belladona, como la bruja eran temidas, por su poder sobre la vida y la muerte. Cualquier mujer que gozara de cualquier tipo de independencia era proclive a ser considerada bruja. Los inquisidores creían que las mujeres que quedaban fuera del control masculino, al margen de su tutela a través de la familia, o que se mantenían fuera o en los bordes de los roles femeninos prescritos para ellas, eran elementos perturbadores del orden social establecido. Mujeres solas, solteras o viudas, pobres, viejas, extranjeras, melancólicas, sanadoras, el espectro podía ser variado. Las mujeres sin hombres, solteras y viudas, mayores de cuarenta años, podían fácilmente ser consideradas brujas, pero muchas también eran casadas, jóvenes... Las extranjeras también podían ser un objetivo fácil, ya que por ser mujeres y recién llegadas, eran objeto de desconfianza. Muchas brujas eran mujeres que tenían o actuaban con independencia, que estaban dispuestas a replicar y a defenderse. En Inglaterra las mujeres que sabían nadar eran consideradas brujas, ya que si sabían nadar era porque el agua las rechazaba.
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Las brujas eran en muchos casos mujeres de extracción campesina y pobre. Esto es cierto para la mayoría de las sanadoras, aunque también las había con una situación social acomodada. Las sanadoras de extracción pobre y campesina trabajaban para la comunidad, para las clases populares. En general eran las únicas que asistían a los pobres. Por otra parte, otro sector que padeció la persecución durante la caza de brujas fueron las comadronas. Muchas de las mujeres acusadas de brujería fueron comadronas. Esto se explica por el hecho que durante la Edad Media y Moderna, existía la idea generalizada de que el nacimiento tenía cualidades mágicas y que por esta causa, las comadronas, al conocer los misterios del nacimiento, tenían poderes especiales. Las mujeres habían ejercido como sanadoras desde hacía siglos, existiendo una larga genealogía de mujeres sanadoras. En Europa fueron las responsables de la salud de la comunidad hasta que se inició la caza de brujas, siendo conocedoras, transmisoras y revisoras de una sabiduría ancestral popular que se transmitía de madres a hijas. De hecho, para diversos estudiosos y estudiosas son consideradas las primeras médicas y anatomistas de la historia de occidente, además de las primeras farmacólogas, con sus cultivos y recolección de
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plantas medicinales. Eran las conocedoras de los secretos de la medicina empírica. Por esta causa eran conocidas por la comunidad como “mujeres sabias”. Sin embargo, las instituciones, temerosas de su influencia las llamaron “chafarderas”, antes de llamarlas brujas.
Las mujeres conocían las aplicaciones medicinales de muchas hierbas y plantas y el conocimiento sobre muchas de ellas se aprendían de generación en generación desde tiempos anteriores a la institucionalización del cristianismo. Al mismo tiempo descubrieron nuevas fórmulas y aplicaciones a través de la experimentación. La gente consideró este conocimiento como un cierto tipo de magia, al igual que lo creyeron los jerarcas de las iglesias cristianas y los gobernadores de los estados. Parece ser que estas mujeres mezclaban sus prácticas curativas con viejos ritos paganos anteriores al cristianismo. Esta pátina mágica que arropaba el conocimiento de las plantas y la elaboración de cremas y ungüentos parece derivar de estos 80
viejos ritos religiosos. Éste fue uno de los factores que contribuyó a considerar la existencia de una especial relación entre estas mujeres y el cuerpo, con el sanar del cuerpo pero también con la relación entre cuerpo y mente.
Las brujas-sanadoras usaban analgésicos, calmantes y medicinas digestivas, así como otros preparados para aminorar los dolores de parto, a pesar de la postura contraria de la Iglesia, por la cual a causa del pecado original las mujeres debían parir con dolor. Usaron la belladona para parar las contracciones de la matriz en caso de posible aborto y algunas fuentes apuntan a una bruja inglesa como descubridora de la digitalina, que se utiliza actualmente para tratar las enfermedades coronarias. Estas mujeres sabias también aconsejaban a mujeres sobre métodos anticonceptivos y 81
practicaban abortos. De hecho, Paracelso, considerado el “padre de la medicina moderna”, afirmó en el siglo XVI que todo lo que sabía lo había aprendido de las brujas. Con la caza de brujas, parte de este conocimiento se perdió. Los profesionales hombres, procedentes de familias acaudaladas, presionaron contra la posible competencia de las mujeres sanadoras recibiendo el apoyo de los estamentos privilegiados, que se dieron cuenta de la importancia de controlar las fuentes del saber, siendo la medicina una de las primeras disciplinas que la Iglesia y el estado tenían un especial interés en controlar. La organización institucional de la medicina era importante en este proceso de control de las fuentes del saber, debido al prestigio y la reputación que conllevaba, pero, sobre todo, porque implicaba controlar decisiones sobre la vida y la muerte, sobre locura y no locura, etc. Las mujeres estaban por supuesto excluidas de este círculo elitista. Las primeras mujeres sanadoras acusadas fueron mujeres instruidas que trabajaban para clientes de la misma extracción social, es decir, para los estamentos privilegiados. En el siglo XIII la Universidad de París acusó a Jacqueline Felicie de practicar la medicina ilegalmente.
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Nadie dudaba de su capacidad o profesionalidad contrario, fue usada en su contra, porque se atrevió a otros siendo mujer, cuestionando la competencia médicos y demostrando que podía curar en casos en médicos habían renunciado.
sino al sanar a de los que los
Por otra parte, las fuentes que se han estudiado hasta ahora apuntan a que establecieron redes y se reunían para intercambiar conocimientos sobre hierbas medicinales a la vez que se constituían en mediadoras para la divulgación de diversos tipos de noticias, alimentando las relaciones entre mujeres. Es posible que estas redes estuvieran relacionadas con las rebeliones campesinas de la época, ayudando por ejemplo a su difusión.
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Imaginarias El primer significado que daban los europeos a la brujería era el de una práctica de la magia nociva, negra o maligna. Creían en la magia simpática y estaban convencidos de que se podía asesinar una persona clavando agujas en un muñeco realizado a imitación de la víctima, estaban convencidos de que había personas que provocaban granizadas sobre las cosechas, la impotencia de un recién casado... Así pues, la brujería tendría algo que ver con las primitivas creencias mágicas y en la afirmación en los maleficia(maleficios). Además, aquí podemos encontrar el mayor parecido entre la brujería europea y la práctica actual de la brujería en sociedades primitivas no europeas o en culturas modernas como el vudú.
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La primera característica de los maleficia consiste en ser actos mágicos, más que religiosos. La segunda es que son actos nocivos, más que benéficos. En la práctica de la religión los hombres se limitan a suplicar a los espíritus o deidades de quienes esperan o confían que provoquen los resultados deseados. Si la petición fracasa es porque dios no se ha dignado a satisfacer su demanda. Otra de las características de la religión es que se trata de una actividad comunitaria y organizada, al contrario que la magia. La religión se sirve de las artes de la persuasión, tratando a los seres superiores con un sentimiento referencial. Muchas religiones han evolucionado progresivamente a partir de la magia, mientras que otras han degenerado en magia. Los efectos de la actividad religiosa son muy a menudo beneficios empíricos y profanos, exactamente iguales a los de la magia, lo que provoca la confusión entre religión y magia. En la magia, los dioses no intervendrían y los objetivos serían inmediatos, profanos y empíricos, mientras que la religión tendría un carácter organizado, público, suplicatorio y teológico: sus objetivos no serían empíricos ni mundanos, buscando la inmortalidad, en el más allá. También existiría una magia que tendría carácter público, como la practicada en Roma y supondría la intervención de dioses y otros espíritus; pero también existen diferentes formas de religión que presentarían características mágicas, con actividades en las que el ser humano domina o manipula fuerzas misteriosas y sobrenaturales. Las actividades en las que se suplica y se deja el poder en manos del espíritu o la divinidad serían fundamentalmente religiosas.
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La segunda característica esencial de los maleficia es que por definición son nocivos. Existe una magia blanca cuyo propósito es generar algún beneficio para uno mismo o para otro. Se trata de una magia productiva que quiere estimular el crecimiento de las cosechas o ayudar a las mujeres a engendrar hijos. También es curativa, pues pretende sanar las dolencias de las personas. Los actos de magia amorosa caen a menudo dentro de la llamada magia gris, pues las ganancias amorosas de uno pueden muy bien significar pérdidas para otros. También existen los llamados hechizos, como la destrucción de la imagen de una persona para ocasionarle una enfermedad o la muerte, la pronunciación de maleficios y la utilización de brebajes. La hechicería se puede distinguir del maleficium por dos principales razones. La primera es que el hechizo puede ser tanto benéfico como nocivo. La segunda consiste en que algunos actos maleficios no suponen la utilización de ninguna 86
técnica, sustancia o parafernalias particulares para producir sus efectos, como el aojamiento o “mal de ojo”, que supone una actitud interna del brujo o la bruja, destinada a desear la muerte de una persona. Estos actos son esencialmente maleficia, y no constituyen actos de hechicería.
La magia baja se difunde por transmisión oral. Adopta la forma de encantamiento y ensalmos sencillos. Casi todos los maleficia atribuidos a las brujas en la Edad Moderna entran dentro de esta categoría. La mayoría de brujos y brujas procedía de los estratos bajos de la sociedad. La mayor parte de la alta magia es magia blanca, mientras que la magia baja utilizaba los hechizos y maleficios con la pretensión de ocasionar daños a los demás. El desarrollo de la creencia en las brujas en la Europa medieval resultó notablemente influido por un tipo particular de magia erudita o semierudita: el arte ceremonial de evocar a los 87
demonios. La práctica del maleficium como un poder obtenido por el pacto de una bruja con el demonio fue creación de los demonólogos, conocedores de esta magia erudita. Así en la definición de brujería intervendría el maleficium y el pacto con el diablo. La brujería era demonismo, adoración del diablo. La bruja adquiría sus poderes con un pacto con el diablo. La supuesta vinculación entre magia y demonismo data desde el siglo IV, fecha en la que se creía que los magos, al igual que otros herejes, rendían culto al diablo como dios suyo, en concurridas asambleas nocturnas a las que solían acudir volando. En estos aquelarres o sabbats, rendían homenaje al diablo, practicaban la glotonería, realizaban bailes impúdicos, practicaban infanticidios y canibalismo infantil... es decir, todos los actos que representaban una inversión de las normas morales de la sociedad. Tomado de la Velleta Verda. Por ejemplo, la famosa acusación que se hacía a las brujas de salir volando montadas en una escoba, por el agujero de la chimenea para acudir a los akelarres... Supongo que por muy crédulos que seáis ninguno de vosotros podrá ni suponer que una tontería así pueda ser cierta...Bueno, por lo menos esa opinión era la habitual en toda Europa hasta el siglo XIV, así cuando en el S.XIII una mujer alemana confesó a un sacerdote que ella lo hacía, el sacerdote le recomendó que se tomase unas infusiones y se tranquilizase, en otras palabras le insinuó que estaba mal de la cabezota...Pero con el cambio de coyuntura, esa tontería se convirtió en una de las principales acusaciones y llevó a la hoguera o a la horca a multitud de mujeres...
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Claro que no todos los encargados de juzgar eran igual de cazurros. En pleno período de represión de la brujería, el médico de cabecera del Papa, estaba de vacaciones por la Selva Negra...Hubo una detención de una pareja de ancianos acusados de brujería...La mujer declaró repetidas veces que ella era de las que salía volando por la chimenea, pero el médico – que no podía creerlo- decidió comprobarlo. Se trasladó hasta el pueblo y pidió al Tribunal que le permitiera investigar...La mujer le reiteró sus palabras pero añadió que sólo podía hacerlo en su casa. Imaginaos la movida, el médico, el tribunal, los gendarmes, el verdugo, too diooos pa casa la bruja!... La mujer puso un barreño en el suelo, cogió un pote con una pomada que vertió en el barreño, añadió agua y procedió a untarse sus partes 89
íntimas con dicho mejunje...Al cabo de unos momentos empezó a temblar y sufrir espasmos, hasta que cayó sin sentido en el suelo. Permaneció durante varios días inconsciente, aunque el médico utilizó todos sus conocimientos para despertarla, sin éxito... Cuando finalmente despertó, explicó con todo lujo de detalles su participación en un akelarre, evidentemente todos los presentes habían podido verificar que no había salido de la habitación, cuando su marido ya harto de toda esa historia le dijo que dejara de mentir, ella le respondió que le había puesto los cuernos con el diablo, bajo la apariencia de un hermoso joven...
El médico intrigado investigó la pomada y descubrió que estaba formada por diversas plantas solanáceas: Datura, Mandrágora, Beleño, Belladona, junto con grasa y aceite, esas plantas contienen una gran cantidad de atropina, una sustancia alucinógena muy poderosa que actúa en contacto con los vasos sanguíneos de los genitales con gran fuerza. Pero a pesar de lo que la razón demostró sobradamente, los inquisidores siguieron asesinando a gentes inocentes, o como mucho a drogatas y alelados. Otro de los “crímenes” habituales, era el de mantener relaciones sexuales con el demonio...las que más morbo tenían 90
eran las “nefandas”, o contra natura...La verdad oficial de la iglesia era que el diablo, un ángel caído, pero un ángel al fin y al cabo, o sea un espíritu, no tenía órganos sexuales. Si no tenía órganos sexuales como podía mantener relaciones con nadie?, no obstante, eso lo confesaron casi todas las inculpadas...y se aceptó como verdad indiscutible... Muchos investigadores de la brujería han evidenciado que las confesiones de las acusadas tienen demasiados puntos en común como para considerarlas pura casualidad. O los fenómenos confesados son ciertos, o debe haber otras causas para explicar tantas coincidencias. Recordemos que después de los procesos de brujeria, solía haber un Gran Acto de Fe, como veremos cuando hablemos de los procedimientos. En él, la parte más significativa era el Sermo Generalis y la lectura de las condenas. En ellas se explicaban detalladamente los crímenes cometidos por las procesadas. Éstos actos de fe, eran públicos y a ellos acudían casi todos los vecinos de todas las edades. Así, se acumulaban en la memoria colectiva, pretendían ser un ejemplo para el conjunto de la población, pero acababan convirtiéndose en imágenes que se transmitían de generación en generación.
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Por las declaraciones de las acusadas lo de los Akelarres debía de ser algo guay, pero guay de verdad, una mezcla de fiestorra por todo lo alto, comilona hasta reventar, bailoteo frenético hasta altas horas de la madrugada y mucho, mucho, mucho sexo del duro, duro. Precisamente todo aquello que en la vida ordinaria las gentes de las clases bajas no podían tener nunca. Predominan las afirmaciones de que los diablos eran supereducados, cariñosos y las trataban con sumo respeto – como nadie -, los manjares eran exquisitos y superabundantes, “los dulces se cogían a paletadas”, las vajillas y cubiertos eran de oro y plata, las mantelerías de sedas con brocados, las relaciones sexuales con jóvenes bellos y delicados...y si a cambio de todo eso, tenían que renunciar a Cristo, hacer hechizos, dar un beso en el culo a un macho cabrío y cocinar y comerse a algún niñito...pues bueno... No hay que ser muy listo para comprenderlo...el hambre, unas infames condiciones de vida, la represión sexual, una situación social convulsa que explicaremos en el siguiente post, si a todo ello además, le añadimos unos cuantos gramos de alguna sustancia psicoactiva...Tenemos pues ya listo, el explosivo cóctel necesario para explicar este triste fenómeno.
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Pero sin duda, las causas más frecuentes de las acusaciones se encuentran en lo que podríamos llamar las funciones imaginarias, o fantasiosas. Institor y Sprenger, los famosos autores del no menos conocido “Malleus Maleficarum” del que hablamos en el post anterior, eran sin lugar a dudas unos obsesos. La palabra maleficarum, deriva de maleficiendo, que podría significar algo así como: male de fide sentiendo, es decir, tener malas opiniones, las que se apartan de la rectitud o dogma, por lo tanto, las brujas se convertían inmediatamente en herejes; como todo aquel que no creía y acataba la verdad revelada por las escrituras y defendida por la Santa Madre Católica y Apostólica Iglesia, piensa mal, luego está equivocado, es un hereje y por lo tanto susceptible de ser quemado en la hoguera. Creo que más o menos es el mismo argumento que utilizaba Stalin para enviar a Siberia a los disientes: Quien puede estar en contra de la patria de los 93
obreros, del socialismo?. Sólo los enfermos mentales...pues ala, al Gulap!. Sin lugar a dudas nos explican lo que es una bruja, por sus acciones: Renegar de Dios; volar por los aires; hacer encantamientos amatorios –pensad una cosa, el adulterio se castigaba con la pena de muerte, si un hombre era pescado en flagrante idem, con bastante seguridad sería ajusticiado, excepto si se defendía diciendo que lo habían hechizado, esta claro, no?-;
convertirse o convertir a los hombres en animales, principalmente en gatos negros, pero en casi cualquier otro animal, lobos –el famosísimo hombre lobo-, en oso, etc.; envenenar a los hombres, a los animales y a las cosechas; 94
provocar granizadas y tempestades, etc. No puedo resistirme a la tentación de explicaros una anécdota. Una de nuestras inculpadas fue condenada a la horca, por el testimonio de unos pastores que la vieron acudir volando a la cima de una montaña, orinar en un agujero del suelo y posteriormente remover la orina con un dedo. Al instante, el demonio? Hizo salir una negra nube que descargó una violenta tormenta de granizo sobre los invitados a una boda a la que la bruja no había sido invitada. Toma ya!;otras acusaciones fueron las de raptar y asesinar a niños, para ofrecerlos a Satanás; acudir a los akelarres; y otras lindezas por el estilo. Entre las pruebas concluyentes de que una era bruja cabe destacar: el testimonio de un solo testigo, ver al sospechoso reunido con personas reconocidas como brujas, ser pariente aunque sea algo lejano con una bruja, manifestación de maleficios después de una amenaza por parte del sospechoso, o sea cuando decimos aquello de que “ojala te partas una pata” cuidadin..., temor a ser interrogado! –anda que no!-, decir malas palabras –tacos-, o blasfemias –me c*** en tos los santos!-, Fealdad –yo no me libraría y vosotros?- o belleza excesivas, una de las acusadas en el juicio del Brull era conocida por el sobrenombre de Belleza de les Aigües, lo tuvo claro! La tuvieron en pilinguis durante semanas; ausencia o irregularidades en la menstruación, olor corporal desagradable –si allí no se lavaba ni dios!- , señales en el cuerpo, berrugas, manchas de pigmentación, deformaciones congénitas o no, cicatrices.
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Otra de las brujas después de haber confesado todos los crímenes de los que se la acusaba, reconoció que el demonio la había marcado indeleblemente, arrancándole tres dedos del pié izquierdo...El presidente del Tribunal, la hizo descalzar...y el pié de la confesante estaba intacto, para su gran sorpresa y la de todo el Tribunal... Pero vayamos por partes. Los maleficios podían ser de tres clases: El hechizamiento que se parece bastante a lo que conocemos del vudú centro y suramericano, se realizaba sobre una efigie en cera, barro, madera, ropa o cualquier otro material, que representaba a la persona a la que se quería hacer daño. Para que fuera más eficaz, solía añadírsele alguna parte de su cuerpo –pelos, trozos de uña, pero también, orina, excrementos o sangre-. Se clavaban agujas en la parte del muñeco que representaba al cuerpo que se quería perjudicar.
Podría hablaros mucho de éste tipo de hechizos, dejadme solamente que os comente que dispongo de una Tesis Doctoral de la Universidad de Málaga, realizada por un médico que fue a Tahití a estudiar las “muertes por Vudú”, quedaríais alucinados...en ese medio concreto, en un determinado ámbito cultural, funciona, el brujo/a mata a sus víctimas... de miedo. Otro tipo de maleficio es la Ligadura, orientado a paralizar determinadas partes del cuerpo de la víctima, solía realizarse utilizando en vez de un muñeco, los órganos sexuales de un animal. 96
El más conocido y frecuente de los maleficios es el conocido como “fascinación” o “mal de ojo”...todos conocéis casos, así que no me extenderé sobre ésta forma rudimentaria de hipnotismo... Yo mismo como tutor en algún centro de secundaria, me he enfrentado a alumnas y a sus familias, convencidas de que sufrían de “mal de ojo”, en pleno S.XXI!!!.
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Y finalmente los filtros de amor... que fueron los brebajes que más popularidad alcanzaron. Dichos filtros, solían componerse de ingredientes tan repugnantes, como poco saludables, Pierre d’Hattam recomendaba el siguiente: “Pondrás en un mortero nuevo un sábado –Sabbat- el hueso izquierdo del cráneo de un sapo, el cráneo y los sesos disecados de una gata negra que matarás cuando esté en celo, y los de un lagarto; la matriz disecada de una perra que esté salida y semen humano o sangre menstrual de la persona que dé el filtro a la otra, para apoderarse de su voluntad...”
El Sabbat o Aquelarre.
Sin lugar a dudas, el acontecimiento capital en la vida de las brujas era acudir al Sabbat. Existen dudas más que razonables sobre si el Sabbat es una pura invención de los inquisidores. En todo caso, la mayoría de las confesiones de haber asistido a un aquelarre se producen bajo tortura, o se reconoce haber ido bajo los efectos alucinógenos de determinadas plantas solanáceas como la Datura, el Beleño, la Belladona y la Mandrágora y, ya hemos visto que las experiencias de los intoxicados por las mismas son por lo menos dudosas. Las reuniones campestres de la coven en que rendian culto al diablo se denominaban Sabbat, derivada del nombre que recibía la asamblea de los cabalistas judíos en la noche del Sábado-Sabbat. No obstante, se utilizó más la palabra vasca aquelarre ( akel = prado, arre= del macho cabrio), lo que evidencía cuanta importancia alcanzó la brujeria en el pais Vasco.
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Además de los aquelarres semanales, los más importantes tenían lugar la noche de Walpurguis el 30 de abril y la de Hallowen el 31 de octubre. Probablemente se celebraran tambien otros muy importantes por Carnaval y durante los solstícios -sobre todo el de verano, el 24 de junio-, así como en las vísperas de las festividades religiosas más importantes. A éstas reuniones especiales, acudian además de las adeptas e iniciadas, multitud de simpatizantes, se habla de centenares o de miles de “alegres” en determinados aquelarre. El más famoso fué el que se celebraba en el Broocken, el pico más alto de las montañas de Harz en Alemania, tambien eran conocidos por toda Europa los Aquelarres que se celebraban en Biterna en Italia, al que acudían tambien nuestras brujas catalanas; y según puede deducirse de las actas del proceso de Logroño contra las brujas de Zugarramurdi en el S.XVII, en Hendaya se celebró un aquelarre con 12.000 asistentes.
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Hemos visto que las brujas acudían a los aquelarres montadas a lomos de sus escobas, en algunos casos, después de salir por el agujero de la chimenea, o volando por las ventanas. En ocasiones, lo hacían a lomos de animales, casi siempre negros, un rocín, un puerco, un gallo, etc. Por el camino iban murmurando conjuros y en ocasiones invocando al diablo. Nuestra Gostanza -de la que hablaremos más adelante- le llamaba: ¡Gallito! y el demonio la trasladaba al Sabbat. El acto previo de recepción consistía en la presentación de los brujos y brujas con un cirio -también negro- en las manos, ante Satanás, el cual acudía normalmente en la forma de un macho cabrio. Postrándose ante él le besaban el culo, acompañando el ósculo con una blasfemia.
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La abertura del aquelarre siempre tenĂa lugar con la iniciaciĂłn de nuevos miembros, los que supuestamente debĂan hacer el juramento de obediencia al diablo, firmando contratos con sangre, profanando crucifijos y otros objetos sagrados -particularmente las hostias de la misa-.
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Seguidamente el diablo les asignaba un “familiar”, un animal -gato negro, ratón, comadreja o un sapo- que les serviría de ayuda para llevar a cabo algunos de los mandatos de las brujas, siempre y cuando lo alimentasen bien. La iniciación era seguida de una adoración o culto general, el qual incluía frecuentemente un informe de las actividades realizadas durante la semana y se hacían planes para la semana siguiente. Las brujas que no habían sido “malas” podían ser severamente castigadas, por ejemplo yendo a formar parte del banquete, o lo peor, no siendo admitida su pleitesía por el demonio.
La parte central del Aquelarre consistía en un gran banquete. La tradición sostiene que las neófitas debían presentarse con un niño pequeño -no bautizado- en brazos para ofrecérselo a Satanás y que en el caso de no encontrar a ninguno, debían incluso, ofrecer a sus propios hijos, en ocasiones, se realizaba la celebración de la parodia de una misa -la misa negra- que en el caso de que implicase una petición al diablo, debía
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comportar el aditivo de sacrificios humanos, preferentemente los niños no bautizados. La parte final del Aquelarre consistía en la elección de la Reina del Aquelarre -que después debía unirse carnalmente al diablo -, seguía una gran danza entorno a la hoguera -normalmente acompañada con la música de instrumentos de viento y de percusión- la cual iba creciendo en intensidad hasta convertirse en más salvaje e indecente, a menudo todo acababa en una gran orgia sexual.
Después se producía el regreso a casa, por procedimientos semejantes a los del viaje de ida, pero mucho más rápidos. Puede ser interesante recoger aquí el testimonio del médico del Papa Julio III, Andrés Laguna.
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En el 1545, se encontraba trabajando en la región francesa de Lorena, cuando un matrimonio fue apresado, acusándoseles de ser brujos, de quemar trigo, de matar ganado y de chupar la sangre a los niños. Al ser torturados, confesaron -¡como no!ser culpables. Laguna nos cuenta: “Entre las cosas encontradas en la ermita de los brujos, había una jarra medio llena de un determinado ungüento, con el que se untaban, cuyo olor era tan fuerte y desagradable que se veía que estaba hecho con hierbas frías y de efectos soporíferos hasta el máximo grado, como la cicuta, la belladona, el beleño y la mandrágora. De éste ungüento, por medio de un condestable amigo mío, pude obtener una caja llena que más tarde, en la ciudad de Metz, utilizé para untar de los pies a la cabeza a la mujer del verdugo, quien a causa de sospechas abrigadas sobre el marido era totalmente incapaz de dormir y daba vueltas y más vueltas en la cama medio enloquecida. Y éste me pareció un sujeto adecuado sobre el que se podrían hacer algunas pruebas, puesto que se habían probado en vano un número infinito de remedios, y puesto que a mí me pareció que el ungüento en cuestión era muy apropiado y sólo podía resultar de utilidad. Al ser untada, ella cayó de súbito en un sueño profundo, con los ojos abiertos como los de un conejo y no me imaginaba como podría despertarla. Por todos los medios posibles y frotando sus extremidades, con infusiones de aceite de raíz de cortus y euforbio oficinal, con vapores y humos en la nariz y finalmente con sanguijuelas, la acucié tanto, que al cabo de treinta y seis horas, recobró sus sentidos y la memoria.
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Sus primeras palabras fueron:¿Por qué me despertáis a horas tan inoportunas? Estaba rodeada de todos los placeres y delicias del mundo. Y clavando los ojos sobre su marido -que allí estaba oliendo a hombres ahorcados- le dijo sonriendo: “Rufián, has de saber que te he puesto cuernos con un amante más joven y mejor que tú”; y dijo muchas otras cosas muy extrañas... De todo ello podemos deducir que lo que hacen las malditas brujas es ilusorio, debido a pócimas y ungüentos muy fríos: que son de tal naturaleza que corrompen la memoria y la imaginación, de modo que las desgraciadas se imaginan, e incluso creen muy firmemente, que todo lo que han soñado mientras dormían lo hicieron despiertas”. Uno de los aspectos más interesantes que se ponen de manifiesto en las actas de todos los Juicios es el del famoso “pacto con el diablo”, o “venta del alma” que prácticamente todos los acusados/as no dudaron en reconocer.
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En la Biblioteque Nationale de París, existe una entrada de un documento manuscrito atribuido directamente a Satanás. Forma parte de la documentación de un famosísimo proceso de brujería que se produjo en un monasterio de monjas en la ciudad de Loudin y que el gran director de cine Ken Rusell llevó a la gran pantalla, en su memorable: “Los Diablos de Loudin”, película de culto, como casi todas las del gran cineasta británico. Pacto que fuera inmortalizado, en su versión más elegante, estilizada y romántica, por Goethe en su famoso “Fausto”... La mayoría de nuestras brujas aceptan la existencia de ese pacto y de su aceptación...a cambio de su alma, que era retirada del Libro de la Vida en el que Dios va apuntando los pecados y las buenas obras de todos nosotros, a la espera del Juicio Final donde se nos pasará cumplida cuenta de todas ellas –temblad malditos/as!-, renunciando con ello a la posibilidad de la salvación, para convertirse en servidoras del Diablo – 107
renunciando a Dios y a la Virgen y comprometiéndose a hacer malas obras - y asegurándose con ello, un lugar de privilegio en el infierno, tras la muerte...Normalmente, ese pacto escrito con la sangre de la candidata a bruja por un demonio, tenía que ser firmado, también con sangre por la novicia...
Una vez cumplido éste pequeño tramite, el nombre de la bruja quedaba registrado en el Libro Negro y el diablo se comprometía a otorgar unos cuantos poderes: “causar o curar enfermedades, provocar tormentas o sequías, provocar impotencia a los hombres y esterilidad a las mujeres, arruinar las cosechas y los ganados, a tener “comercio carnal” con los demonios – con “incubos” diablos con atributos masculinos para ellas, o con “súcubos”, con atributos femeninos para ellos - , predecir el futuro –“adivinos”?-, dar vida a objetos inanimados –telequinésia?-, dar vida a los muertos –zombies?-, utilizar a voluntad a los espíritus, estar en dos o más lugares a la vez –ubiquidad?-, hacerse invisibles, convertirse en animales...”, cuando no sencillamente, riquezas y tesoros...
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además, el diablo les entregaba un animal al que debían cuidar con esmero
y les asignaba una especie de “demonio de la guardia”, que actuarían como servidores de las brujas e intermediarios entre ellas y el diablo... Creo que las conclusiones saltan a la vista. Aplastados por la nobleza, sumidos en la miseria, el hambre y la enfermedad, abandonados por la Iglesia, olvidados por la Monarquía, el pueblo se alejó de sus guías tradicionales, bajo presión, necesitaba encontrar en sus sueños algo/o a alguien que les aliviara en su dramática situación, quien les permitía tener unos poderes capaces de enfrentarse a la nobleza, con sus maleficios, supuestos envenenamientos, filtros de amor, etc.? quien les daba riquezas, comida a espuertas, trato delicado, fiestas, bailes y libertad sexual, frente a una Iglesia oscurantista y represora?...si el camino a la santidad era imposible, si el infierno estaba asegurado para todos, si la misma vida era ya un infierno, quien...quien podía ayudarles...a quien podían recurrir para escapar a ese infierno en la tierra que era su vida diaria, pues nadie mejor que el propio Satanás, el Ángel caído, el Príncipe de la Oscuridad, que
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enfrentado a Dios y a la Iglesia, les ayudar铆a en la satisfacci贸n de sus deseos...
En la entrada siguiente veremos los procedimientos que segu铆a la Santa Inquisici贸n y los tribunales civiles.
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LOS PROCEDIMIENTOS DE LOS TRIBUNALES Cuando en una determinada zona, existía la sospecha de la existencia de núcleos de herejes o de brujas, la represión se iniciaba con el envío de tres o cuatro monjes inquisidores, los cuales reunían a toda la población en la iglesia. Un solemne sermón exhortaba a los fieles a que aportasen todos sus recursos para colaborar y a los culpables a que solicitasen el divino perdón, presentándose ante los jueces en un plazo que oscilaba entre quince y treinta días -Tiempo de Gracia-. Durante ese período los que confesaran su error podían contar con la benevolencia y misericordia del tribunal. La confesión voluntaria solía evitar la pena de muerte y la prisión perpetua. Además del Edicto de Tiempo de Gracia, se hacía público el Edicto de Fe, que ordenaba a todos los cristianos, bajo pena de excomunión, a que denunciaran a los sospechosos de herejía o brujería. Pasado el plazo de un mes, ya no se podía contar con la misericordia del tribunal. Los sospechosos eran perseguidos, la menor sospecha daba lugar a una minuciosa investigación.
Los inculpados eran convocados mediante una citación, a veces verbal, a veces escrita que transmitía el cura de la parroquia 112
quien se personaba en el domicilio del acusado, acompaĂąado de testigos dignos de fe. Si se negaba a acudir, o se daba a la fuga, la inquisiciĂłn lo comunicaba a los poderes civiles quienes procedĂan a encargase del caso.
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En el caso de que un acusado estuviese ausente, o dado a la fuga, quedaba inmediatamente excomulgado provisionalmente como medida cautelar y al cabo de un aĂąo, si persistĂa en no comparecer era excomulgado a perpetuidad. Una vez detenido, el acusado era encarcelado a la espera de comparecer ante el tribunal, cosa que podĂa extenderse durante bastante tiempo,
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como fue el caso de San Juan de la Cruz que permaneció durante seis años encerrado a la espera de su juicio por tener tratos con el demonio y por hereje, hay que tener en cuenta que procedía de familia judía. Dos Inquisidores con igual autoridad, estaban encargados de cada tribunal, ayudados por asistentes, notarios, secretarios, alguaciles, policías y consejeros especiales, además de los “Boni Viri”- hombres buenos - una especie de jurado formado por un número de personas que podía oscilar entre 2 o 20 y que gozaban de voz consultiva, aunque no asistían a los interrogatorios de los que sólo conocían los sumarios y las sentencias. La autoridad de los Tribunales eran tan grande que les permitía excomulgar o condenar por igual a reyes, príncipes y gentes del bajo pueblo. Los Inquisidores fueron pues personajes formidables, y en general gozaron de cierto prestigio de personas justas y misericordes, no obstante algunos, comoTorquemada o Spengler, se ganaron una mala fama, acusados de excesiva crueldad y de cometer excesos y abusos. Los Tribunales de la Inquisición se establecían por períodos definidos en determinadas localidades, desde las cuales los inquisidores emitían las órdenes demandando que se presentase ante ellos cualquier culpable de herejía. Los Inquisidores podían interponer demandas contra cualquier persona sospechosa.. Si los inquisidores decidían juzgar a una persona sospechosa, el clérigo que inducía la sospecha, era el encargado de entregar la citación. La policía inquisitorial buscaba a aquellos que se habían negado a obedecer las citaciones y no se reconocía para éstos sospechosos el derecho de asilo -refugiarse en una iglesia- que se concedía a los criminales vulgares. A los acusados se les daba una relación de los cargos que había contra ellos, podían responder de los cargos haciendo uso de la palabra tanto tiempo como pudieran necesitar. Generalmente 117
los nombres de los acusadores no eran revelados a los sospechosos. Posteriormente, los acusados eran obligados bajo juramento sobre las Sagradas Escrituras a responder a todas las acusaciones que se les imputaban, el interrogatorio se desarrollaba en presencia de dos religiosos y de un notario encargado de redactar el informe de las disposiciones, de manera que se convertĂan en sus propios acusadores. En un primer momento la acusada era desnudada e investigada conciencudamente, buscando las tristemente famosas "marcas de las brujas"
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De hecho los Inquisidores tuvieron pronto en su poder bosquejos de modelos de interrogatorio que habían servido para otros casos. A partir de 1530, dado que cada vez era más intensa la persecución indiscriminada de brujas, los acusados de brujería eran obligados por las autoridades especialistas en el asunto, a contestar una especie de cuestionario redactado de antemano por los Tribunales, que constaba de unas veintinueve preguntas con algunas variantes. Estas preguntas sacadas del Malleus eran las siguientes: 1) Cuánto tiempo hace que ejerces la brujería? 2)Por qué razón te has hecho bruja? 3) De qué modo llegaste a ser bruja y cual fue la ocasión que se te presentó para ello? 4)A quién has escogido por íncubo? 5)Cómo se llama tu señor entre los demonios? 119
6)Qué clase de juramento y en que condiciones se los has prestado? 7)Qué dedo has levantado para prestarlo? 8) En qué lugar has consumado tu unión con el íncubo? 9)Qué otros demonios o seres humanos han participado contigo en el aquelarre? 10)Qué has comido en éstos últimos días? 11)Cómo preparasteis el banquete del aquelarre? 12)Te sentaste tu a la mesa del banquete? 13)Qué clase de música había y bailaste tu? 14)Quien te dio el íncubo para realizar el coito? 15)Que clase de estigma ha señalado tu cuerpo? 16)Qué males has causado a las personas, a qué personas y cómo la has hecho? 17)Por qué has causado éstos males? 18)Cómo podrías repararlos? 19)Qué hierbas o medios podrías utilizar para hacerlo? 20)Quienes son los niños ha quienes has encantado y por qué lo has hecho? 21)Qué animales has hechizado para que enfermaran o para hacerlos morir y por qué lo has hecho? 22)Quienes son tus cómplices? 23)Por qué Satán te da golpecitos durante la noche mientras duermes? 24)Qué clase de fórmula utilizas para el ungüento con que untas tu escoba? 25)Cómo explicas tu capacidad para volar por los aires? 26)Qué tempestades has levantado y quien te ha ayudado a levantarlas? 27)Que plagas has desencadenado sobre los campos? 28) Que haces con las criaturas perniciosas y como las usas? 29) Tiene Satán un límite sobre tu acción maléfica?
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Los jueces recurrieron muchas veces a la astucia para conseguir las confesiones que necesitaban, prometiendo la indulgencia, presentando testimonios falsos en los momentos cruciales, sin embargo había una regla que solía cumplirse y era: la de probar de una manera absoluta los cargos contra el juzgado, lo que en aquel tiempo quería decir simplemente que el inculpado se confesase autor de los crímenes que se le imputaban. El testimonio de dos testigos era, generalmente, considerado como prueba definitiva de culpabilidad. En algunos casos, se permitía la presencia de un abogado defensor, cuando se trataba de un noble o de un personaje popular, pero en general se desanimaba a los hombres de leyes a que acudieran a defender a sus clientes, bajo el riesgo de ser excomulgados o de ser considerados protectores y encubridores de los mismos. Los Inquisidores usualmente tenían una especie de jurado compuesto de clérigos y de laicos que les ayudaba en la 121
elaboración de los veredictos. Podían mantener indefinidamente detenidos a aquellos sospechosos que les parecía que mentían u ocultaban alguna cosa. La tortura A partir del 1252 el Papa Inocencio IV, restableció la práctica de la ley romana sancionando el uso de la tortura al objeto de extraer la verdad a los sospechosos. Hasta esta fecha éste procedimiento había sido extraño a la tradición canónica. Si el acusado se negaba a confesar se le torturaba, sólo era válida una confesión arrancada mediante la tortura física, si no lloraba, o mantenía un gran entereza y seguridad durante la tortura era considerado culpable. Ordalías diversas (sumergir el cuerpo atado de pies y manos en diagonal en el agua, si flotaba era culpable, si no o bien se moría -lo más probable- o quizás fuera inocente;
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la punción con una aguja afilada y muy larga, si no salía sangre o no se sentía dolor, era también culpable; en ocasiones éstas agujas eran retráctiles, por lo que no se clavaban
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con el fuego y otras. La Iglesia prefería las confesiones porque las consideraba más convincentes que las pruebas. Si el acusado se negaba obstinadamente a reconocer sus culpas, el Inquisidor podía usar medios violentos. Había varios grados y los Inquisidores podían elegir el medio que considerasen más oportuno. El culpable podía ser encarcelado, encadenado, sometido a ayunos, privado de dormir, etc. Estos regímenes penitenciarios podían durar varios años. Si el acusado persistía, se le sometía a tortura. Sólo había una restricción: evitar la mutilación y el peligro de muerte, aunque de hecho esta restricción no fuera más que una simple fórmula. Una vez concluidos los preparativos en la sala de las torturas, el juez incitaba al sospechoso a hacer la confesión. Proseguía su exhortación mientras el acusado era desnudado y tenía ante sus ojos los objetos de su propio suplicio, que le eran mostrados para crear un miedo “saludable”.
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Si el acusado se obstinaba, el verdugo y en algunas ocasiones el mismo Inquisidor, empezaba por las pruebas menos dolorosas. Los monjes y los escribanos aguardaban para empezar a transcribir. De vez en cuando se acordaba una pausa, en la que el acusado era nuevamente interrogado por el juez. Cada prueba no debía sobrepasar la media hora y estaba prohibido, en la misma sesión, repetir la prueba. Una vez acabado el ciclo, cuando el presunto culpable perdía el conocimiento, o cada vez que el juez lo consideraba oportuno, el médico -en la mayoría de las ocasiones el “barbero o sencillamente el carnicero” de la zona- lo reconocía y aconsejaba la conveniencia de proseguir o de parar el interrogatorio. El proceso entero se podía reproducir tras unos días, para dar tiempo a la recuperación. Los Inquisidores podían empezar con la flagelación,
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considerada como el mĂŠtodo mĂĄs benigno, continuar con el potro -o la rueda-,
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seguir con la estrapada -sistema utilizado para torturar a monna Gostanza y Joana Negre entre otras- consistente en sujetar las manos a la espalda y, con una cuerda atada a las muĂąecas asĂ dispuestas, se levantaba del suelo a la vĂctima, a la que previamente se habĂa lastrado con grandes pesos ligados a los tobillos.
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Otro sistema frecuentemente utilizado era la empulguera un tornillo con el que se apretaban los dedos pulgares hasta reducirlos a pulpa. Pero los cazadores disponĂan ademĂĄs de sillas provistas de afilados clavos que eran calentados por debajo;
zapatos rellenos de objetos punzantes; cinturones con agujas que podĂan envolver diversas partes del cuerpo, hierros al rojo vivo, tenazas candentes y culminar con las brasas, en la tristemente famosa ordalĂa del fuego.
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En ocasiones se llevaba a cabo la ordalía del agua, consistente en colocar un trozo de tela sobre la cara del acusado vertiendo agua constantemente de manera que no podía respirar. Un autor contemporáneo nos explica: “He visto miembros despedazados, ojos sacados de la cabeza, pies arrancados de las piernas, tendones retorcidos en las articulaciones, omoplatos desencajados, venas profundas inflamadas, venas superficiales perforadas. He visto a las víctimas levantadas en lo alto, luego bajadas, dando vueltas, la cabeza abajo y los pies arriba. He visto como el verdugo azotaba con el látigo y golpeaba con varas, apretaba con empulgueras, cargaba pesos, pinchaba con agujas, ataba con cuerdas, quemaba con azufre, rociaba con aceite y chamuscaba con antorchas. En resumen, puedo atestiguar, puedo describir, puedo deplorar como se violaba el cuerpo humano... Daría una fortuna si pudiera desterrar el recuerdo de lo que he visto en las cámaras de tortura”. 130
Creemos que será muy ilustrativo reproducir parcialmente el acta de la tortura de Joana Negre ejecutada en Sallent a mediados del s. XVI, condenada a muerte por el Noble Señor Don Miguel de la Clariana, ilustre patricio que soportó estoicamente el infamante espectáculo y los gemidos de la víctima, gemidos y chillidos que fueron escrupulosamente reproducidos, con gran celo profesional por el Notario, que aún hoy, nos hacen estremecer: Se había dispuesto que la desnudasen y la atasen de las manos y de los pies, boca arriba sobre el potro. Los justicieros eran tan piadosos que medían el tiempo de la tortura en padrenuestros, avemarías y credos.
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“Morta só!. No (h)y sé res, no (h)y sé res, no (h)y sé res! Dexaume morir! Maria Santísima! Siau amb mi, Maria!. No sé res! Mare de Déu del Roser, jo só morta, jo só morta! Adéu siau! Ay! No sé res! Ay los meus germans! Ay, ay! Maria Sanctísima! Senyor Governador, tingau pietat de mi!” “Ay, ay, morta só! Jo no sé res, no sé res, no sé res! Mataume, mataume, mataume!. Jo só morta! No sé res, no sé res, no sé res! Ay, ay, jo só morta, adéu siau!. Ay, ay ay ay ay ay ay ay ay ay ay ay ay ay ay! No sé res sino Déu y la Verge Maria! Ay ay ay ay! No! Com Déu es en lo Cel, no ho sé, no ho sé, no ho sé! Viafós! Viafós (crit d’alarma, demanant ajuda)!.No sé res! La mia ànima sen aniria al Infern! Jo só morta!”. “E havent estat per espay de tres Credos, lo jutge maná als ministres que afluxassen les cordes” Las declaraciones obtenidas mediante tortura, debían ser ratificadas posteriormente por el acusado, pero en la mayoría de las ocasiones los escribanos y notarios, interpretaban lo que el acusado reconocía de forma espontánea. Si el acusado después de soportar todas las pruebas no confesaba sus culpas, el Tribunal debía en teoría absorberlo, pero casi siempre los jueces continuaban el mismo interrogatorio pero sobre otros temas. Era muy difícil, escapar de las garras de los inquisidores. 132
En cuanto a las penas impuestas podemos decir que la acusación de brujería no implicaba automáticamente la condena a la hoguera o a cualquier otro tipo de muerte violenta. Las condenas a muerte oscilan, según los casos, aproximadamente entre el 40 y el 50 por 100 de los acusados (21 por 100 en Génova, 49 por 100 en el norte de Francia, sólo en Vaud se llega, entre 1537 y 1630, al 90 por 100). Las sentencias y las penas para aquellos que habían confesado o que eran considerados culpables eran pronunciadas conjuntamente en una ceremonia pública -el “Sermo Generalis”- al final de los procesos. Mas conocido por el nombre de “Acto de Fe”, la ejecución pública de las personas condenadas a muerte por los crímenes de brujería y herejía. Sin lugar a duda se trata de una de las ceremonias judiciales más impresionantes de la Iglesia Católica Romana que han 133
podido darse a lo largo de los siglos. Se celebraba con gran pompa y solemnidad y solían acudir a presenciarla multitudes enteras, incluidos los notables, la realeza y las jerarquías de la Iglesia . Normalmente consistía en la procesión de los condenados a un lugar público, una gran plaza, o delante de la iglesia,, en el que se había construido un gran estrado, a fin de que el acusado pudiese ser bien visto sin dificultades.
A primera hora de la mañana el Inquisidor hacía su Sermón que interrumpía de vez en cuando, para pedir al pueblo proclamaciones de fe. A continuación se daban a conocer las gracias concedidas, los condenados abjuraban de sus crímenes y oraban de rodillas, se les levantaba la pena de excomunión que hasta entonces habían padecido. Después se daba cuenta de las sentencias. Primero las más leves, después las más graves. Después de pronunciada, no había ninguna posibilidad de apelación. Veamos la descripción de uno de éstos actos de fe, concretamente el que se celebró el 30 de junio de 1680 en la Plaza Mayor de Madrid en presencia del Rey Felipe IV, según la narración que nos hace José del Olmo: “La simbólica cruz verde flotaba por encima del “teatro” construido en la Plaza Mayor.
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Desde el alba, la masa se arremolinaba para poder ver a los condenados, admirar los desfiles, la belleza de los uniformes y la fuerza de la religi贸n. Los habituales de la Inquisici贸n, entre los que se encontraban los grandes nombres de Espa帽a, serv铆an de escolta, en una exacta simbiosis de nobleza y fe.
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Los acusados eran más de cien. Primero, treinta y cuatro condenados en efigie, de los que treinta y dos fueron entregados al poder civil. A continuación venían los culpables menores que habían abjurado de levi, eran los bígamos, los supersticiosos, etc. Una mujer tuvo que pronunciar la abjuración de vehementi, impuesta a los acusados que son sospechosos de herejía. Le seguían cincuenta y cuatro judaizantes, reconciliados por la abjuración en forma, propia de los culpables convictos. Fueron condenados a muerte veintiuno de los acusados. Para dos de ellos se retrasó la pena, aunque diecinueve obstinados fueron conducidos a la hoguera de sesenta pies cuadrados. Los convertidos, en primer lugar fueron estrangulados, los demás fueron lanzados vivos a la hoguera. El Rey se retiró en cuanto empezaron a brotar las llamas, no sin antes haber tocado las maderas con sus propias manos. El humo y el nauseabundo olor de la carne quemada llenaron la plaza y los gritos de dolor de los condenados compitieron con el rugido de la multitud, creando un ambiente dantesco”. Las condenas.
Entre los castigos más terribles destacaban: la confiscación de bienes, la cárcel y la pena de muerte. Una vez pronunciada la sentencia por el Inquisidor, éste hacía entrega del culpable al poder civil, quien era el encargado de cumplir con ella. La pena de muerte se aplicaba mediante el “suplicio del fuego”, el hereje, o la bruja, serían quemados vivos, tras largos y dolorosísimos suplicios.
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La primera tuvo lugar en Sevilla en el 1484 y la última en Galicia a principios del S. XIX. Si el condenado abjuraba en el último momento de su crimen y confesaba los nombres de sus compañeros o compañeras y colaboraba con el Inquisidor favoreciendo la detención de otros culpables, podían darle la comunión, extrangularlo y tirarlo ya muerto a la hoguera, lo que era considerado un favor muy especial. Mientras que si los que juzgaban era un tribunal civil, mayoritariamente se ejecutiva la pena mediante la horca:
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Excepcionalmente, podían llegar a cambiar su condena por la de cadena perpetua. Cuando un difunto era acusado de herejía o de brujería, la Inquisición podía mandar exhumar el cadáver, los huesos eran exhibidos por las calles encima de cañizos y posteriormente quemados en una hoguera. Las penas de prisión variaban según la gravedad de las faltas. Podían ser el “murus estrictus” -muro estrecho- lo que quería decir un oscuro calabozo, en el que se encadenaba al acusado, en ocasiones a la misma pared, no les estaba permitido recibir visitas.
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El “murus largus”, la cárcel normal, con la posibilidad de moverse, de hacer ejercicio, de hablar con otros prisioneros y recibir visitas del exterior. En muchas ocasiones, se imponía también un período de servicios en las Galeras, como remero. La confiscación de bienes afectaba evidentemente a todos los acusados declarados culpables, aquellos que morían o que lograban escaparse del Tribunal, no se escapaban de esta confiscación que afectaba a los bienes de toda la familia, herederos, etc., que además habían de pagar los costes del proceso, a menudo hasta los haces de leña con que habían sido sacrificados sus familiares y el convite o banquete que solían efectuar los Inquisidores con sus ayudantes después de dictada la sentencia. Algunas penas menores, podían ser “rescatadas” a cambio de “limosnas” que engrosaban las arcas de los tribunales Inquisitoriales.
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Las penas o castigos “leves” podían consistir: en la obligación de realizar un peregrinaje, podían ser “mayores”: a Roma, Santiago o Canterbury, el mejor era sin dudas el que conducía a “Tierra Santa”, o “menores” a alguna iglesia o ermita de las proximidades. El acusado disponía de tres meses para cumplirla y debía dar prueba escrita de su cumplimiento. En ser flagelados. El condenado era conducido a la iglesia con los pies descalzos, en camisa y calzoncillos, llevando en sus manos un cirio y las varas con las que después sería azotado. Asistía a una misa y al correspondiente Sermón, después entregaba las varas al sacerdote, quien lo flagelaría. Seguidamente era obligado a recorrer la ciudad y era nuevamente flagelado en la última estación. El condenado debía entonces reconocer todos sus pecados y ser merecedor del castigo que le habían infligido.
O en una mortificación cualquiera, como llevar unas cruces, el San Benito, normalmente una especie de túnica de fieltro amarillo, con unas grandes cruces rojas de unos dos palmos y medio de largo y dos de ancho que debían llevarse bien visibles sobre las ropas, una en el pecho y la otra en la espalda; o a llevar de por vida una especie de cucurucho de gran tamaño a modo de sombrero. A los que levantaban falsas acusaciones se 140
les obligaba a llevar dos tiras de ropa roja sobre los vestidos, así como lo que cometían perjurio, o aquellos que habían profanado la Eucaristía. Estas son las poderosas armas de que disponía la Inquisición. Como cabe suponer, el final de todo ello solía ser una condena, entre las más terribles destacaban: la confiscación de bienes – que recordad se extendían hacia los ascendentes y descendientes- , la cárcel y la pena de muerte. La pena de muerte se aplicaba mediante el “suplicio del fuego”, en el que la bruja sería quemado vivo, tras largos y dolorosísimos tormentos. Más utilizada en Catalunya fue la horca. Si el inculpado abjuraba de sus crímenes y confesaba los nombres de sus compañeras, favoreciendo la detención de otros culpables, podían darle la extremaunción, estrangularla rápidamente y echarla ya muerta a la hoguera. Cuando el acusado era un difunto, o alguien que había conseguido huir de la justicia, se exhumaba el cadáver, los huesos eran exhibidos por las calles y posteriormente quemados en la hoguera, o si había huido, se hacía una efigie del inculpado y se la quemaba. Evidentemente, no tenían derecho a ser enterrados en camposanto y su maldición se alargaba hasta el más allá. Generalmente las brujas eran enterradas boca abajo,
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para que su alma no fuera hacia el cielo y también, se les inflingían castigos al cadaver como clavarles 7 clavos en la mandíbula:
Los “Actos de Fe” a los que fueron sometidas nuestras brujas comarcales, serán ceremonias importantes, con centenares, o millares de asistentes-testigos, recordadas a lo largo de varias generaciones, lo que ayudó, no poco, a mantener viva la historia de la brujería, adornada con las miles de anécdotas y exageraciones que cada una de ellas le fue añadiendo, hasta convertirse en terroríficas – o sencillamente disparatadas y divertidas- historias que el folclore recoge, como leyendas. Sabemos que algunas de ellas asistieron a “Actos de Fe” de otras brujas como espectadoras, que conocían sus historias y sus declaraciones, que por un "extraño fenómeno", del que ya hemos hablado anteriormente, llegado el momento harían suyas. Veamos con detalle el interrogatorio a Monna Gostanza di Libbiano, curandera y partera (comadrona) en Italia, un siglo más tarde, hacia 1534.
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La audiencia de la soga (la tortura de Gostanza di Libbiano h. 1534)
El 7 de noviembre se inició el auténtico proceso inquisitorial. Desnuda ante los magistrados, no confiesa nada hasta que no es alzada con la soga. Los dolores de la tortura y el sufrimiento de los miembros sujetos por detrás de la espalda mediante la cuerda que sostiene el peso del cuerpo, originándole dolorosas luxaciones y fracturas, la harán hablar: «yo las he medido [las palabras] atroche y moche, como persona de poca inteligencia».
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La pobre mujer responde que sus sistemas eran conocidos por el hecho de ser naturales, como el recurso del caldo de pollo y de las especias y que, por tanto, si se han producido las curaciones es porque «Dios ha curado». Gostanza, exhortada a admitir toda la verdad, implora piedad porque confiesa haber dicho todo lo que sabía: «Si no queréis que diga falsedades, yo no sé nada más». Pero no la escuchan y, de nuevo, con las manos atadas detrás de la espalda, es alzada a una altura de tres brazos sobre el suelo. Se lamenta mientras que el tirón de su cuerpo le hace gritar «Madre de la misericordia, ayudadme, misericordia» más y más veces hasta que se la hace descender. A la pregunta de «si sabes cómo se hechiza a los hombres, a las mujeres y a los niños» responde «SÍ señor. Y queriendo decir la manera, el señor vicario no quiso que la dijera, ni saberla». El juez quiere conocer, sin embargo, si ha ejecutado estos hechizos y si las víctimas han sobrevivido: ella responde que sí, porque algunos también habían sido salvados por ella después del hechizo, excepto un par de cuya muerte no se consideraba responsable. Prosigue el relato con un largo elenco de personas envueltas en sus maleficios: hombres jóvenes, mujeres e incluso una niña que la seguía siempre y que tenía la culpa de ser la hija de una señora que «maltrataba» a su nieta Dianora.
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Llegamos a la pregunta crucial: ¿nunca ha ido de noche junto a otras mujeres que ejercen la misma profesión que usted? Roffia –el delegado de la inquisición- no ha hecho una explícita referencia al aquelarre, pero Gostanza comprende inmediatamente el sentido de la pregunta y, cediendo significativamente, responde: «yo no he ido nunca sobre esos animales sino en asno» y convencida por dos de sus más viejas conocidas cuando era joven. Pero mientras atravesaba un bosque se había encomendado a Dios por el miedo e, inmediatamente, se halló sola «en aquella oscuridad» y «estuve tres días hasta que volví a casa». Sin embargo, volvió a aquel lugar unas seis veces más «cuando era joven». Para ir allí gritaba «Gallito», y el diablo «venía en seguida bajo la forma de un animal, es decir, de un cabrito sobre el que me montaba, y me llevaba
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a un lugar donde se bailaba, fiestas».
se cantaba
y se hacían mil
Cuando llegábamos a aquel lugar «nos daban de comer buenas viandas [ ... ] y aquellos demonios no querían que se conversase sobre Dios sino que querían que se hablase del diablo y decían "si queréis ir con él, os daremos muchos tesoros", y poseían tantos tesoros y tanto oro que no tenían fin».
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Para Gostanza era el País de la Cucaña, de la abundancia, de la felicidad. En su relato fantástico describe, bajo la apremiante petición del vicario, el lugar y el encuentro con el Diablo Mayor: “éste estaba sentado sobre un trono bellísimo, dentro de su resplandeciente palacio y todos los que entraban le hacían la reverencia inclinándose solemnemente, como también ella había hecho. El demonio le impuso, además, que a partir de aquel momento y en adelante le adorase solamente a él, que renegase de Dios, de la fe y de todos los santos y que fuese por el mundo haciendo brujerías, «echando a perder» a los niños que no habían sido aún bautizados”. ¿Y las otras mujeres? Ellas obsequiaban al Enemigo con grandes hostias que freían en grandes sartenes y luego las utilizaban para ritos orgiásticos: pero ella no ha hecho nunca esas cosas. «¿Durante cuánto tiempo ha estado yendo a dicho lugar?», pregunta el vicario, «unos treinta años» responde Gostanza.
«En aquel otro mundo ... »
El interrogatorio prosigue el 9 de noviembre. El vicario exige la confirmación de la confesión: «dije lo que dije, pero lo dije por el castigo de la soga». Los jueces, implacables y no convencidos, la someten de nuevo a la soga: Gostanza grita «Madre de la misericordia, Virgen santa, revelad a estas personas la verdad. ¡Misericordia, Dios Eterno, misericordia!». Frente a una nueva denegación de la imputada, la tortura arreció: «Cuando el Reverendo señor Vicario vio que insistía en su negativa y en negar lo que había dicho las otras veces, hizo que fuera sacudida la cuerda». Gostanza es maltratada; pero resiste todavía sosteniendo que la confesión ofrecida era fruto del temor a la soga. Sin embargo, tras 149
implorar misericordia, finalmente declara: «si queréis que os diga mentiras, las diré [ ... ], hacedme descender que os diré todo». Una vez en tierra, se la cubre y se la hace sentar, y, así, comienza una interminable confesión, pero una confesión de mentiras según su propia advertencia. Ella es quien sabe curar de los maleficios, quien va al diabólico aquelarre y también quien echa maleficios con los gestos y las miradas. Si el vicario lo desea se lo puede demostrar: el juez renuncia de buena gana a la prueba. «Interrogada sobre si era ungida cuando iba a aquel lugar, dijo, no señor, todo eso son pamplinadas»: comienza ahora el viaje de y en la fantasía. «Interrogada sobre quién estaba en dicho lugar», respondió que «estaba allí una cristiandad mayor de la que hay en este mundo, todos bien vestidos y en un orden mayor que en este mundo»; el Diablo Mayor la prefería entre todas, ya que era la más bella y joven; el aquelarre era un banquete pantagruélico, no se hacía más que «Comer y beber, y decir tonterías todos juntos».
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En los siguientes días se toman en consideración otros elementos; se quiere saber si el material hallado en su laboratorio está constituido por instrumentos del oficio de curandera o por trastos infernales:
el aceite medicinal «O verdadero pelitre era bueno para los males, es decir, para las inflamaciones, verrugas y para todas las dolencias, las malas enfermedades», y también se usaban derivados de la betónica, de la calabaza, del clavo de clavero y de varias hierbas. Respecto a la piedra del rayo pedernal-
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, se la había dado su hijo «y la tenía en casa porque la gente le decía que "a quien la tiene en casa no le caen rayos"». El vicario vuelve a preguntar en seguida sobre el vuelo nocturno y el aquelarre. Gostanza afirma que durante la misa no puede asistir a la elevación del cáliz: de hecho «Cuando se alza a Nuestro Señor, ella se vuelve y no lo mira, ya que así me ordenó Gallito»; y añade que cuando tomaba la comunión conservaba la hostia para darla al Diablo Mayor. El Inquisidor le pregunta si alguna vez el demonio le había hecho cambiar de apariencia: «SÍ messer, porque el diablo, que siempre está conmigo y no me abandona nunca, me hace entrar en las habitaciones y en las casas, aunque estén cerradas, a través de las gateras, de las ranuras de las ven tanas y umbrales y por todas las partes que quiera».
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En efecto, la noche de Navidad había sido vista completamente maltrecha: todas las heridas eran el resultado de una precedente misión por la que se había introducido en una habitación para chupar la sangre de una niña; pero el padre de ésta, habiendo visto un gato negro en su cuna, la había golpeado y echado fuera con una escoba. Fue por esto por lo que «había sido vista con un brazo herido, golpeada y pisoteada». El proceso había llegado a un momento demasiado ferviente como para que el joven inquisidor local pudiese tomar una decisión; y así, a partir del 19 de noviembre será el propio inquisidor de Florencia, monseñor Dionigi de Costacciaro, quien se ocupará personalmente del asunto. Este sentía curiosidad por esa muer, que le inducirá a pensar más en un caso de locura, víctima de las acusaciones en el interior del pueblo (como, por otra parte, ocurría frecuentemente en todos los pueblos de Europa) que en cualquier otra cosa; sin embargo, y seriamente, le dirigirá las preguntas del caso. Una vez que la situación ha llegado a este punto, Gostanza juega su última carta secundando las certezas que su inquisidor quiere que sean confirmadas. Huir y soñar: tras la violencia, el vuelo
Ahora, el relato de los primeros interrogatorios se hace más articulado. La mujer cuenta sobre su triste infancia y de su juventud, más feliz, con fantasía y como en un sueño, como si en realidad nunca la hubiese vivido. Hija de un patricio florentino, Lotto Niccolini, y de doña Aquiletta, su sierva, había sido raptada de la villa paterna, a la edad de ocho años, por algunos pastores y llevada a un lugar montañoso, lejos de su morada.
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Allí había sido forzada a casarse con el hijo de Francesco de Vernio, «y pensad cuán tormento fue dormir con el dicho Lenzo, mi marido, teniendo yo tan poca edadl». No sabemos con claridad cuánto de todo esto haya podido ser verdad: conocemos, sin embargo, por el relato de Gostanza y de otras mujeres de su época, la existencia de un verdadero drama concentrado en el estupro, consumado en el interior de la familia, con el que las niñas de tierna edad eran iniciadas a la vida conyugal. La joven Gostanza, pequeña, raptada, trasladada «a otro mundo», experimentó por primera vez de este modo su relación con el amor, es decir con aquello que quizá había imaginado de otro modo. La pequeña y potencial «bruja» es, también en esto, semejante a una pequeña y potencial «santa», a menudo sustraída de la vida de familia y del mundo, para ser trasladada a un convento, en una tierna edad, y ofrecida al Señor. Varias veces Gostanza destacará la dulzura de sus relaciones con el Enemigo, un hombre «bello, bellísimo,
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exuberante de energías» que, a diferencia de su consorte, le hacía «tantas caricias y fiestas a su alrededor».
Este es su mayor abandono onírico, el de una mujer que recuerda la violencia sufrida de pequeña como una pesadilla: «OS digo que los lobos no comían tanta carne como me fue sustraída, ya que, siendo una niña de la dicha edad, me echaron a perder y me revolcaban entre las sábanas, puesto que os quiero decir mis vergüenzas y para deciros puramente la verdad, después de haber estado allí, en Vernia, durante dos meses, que a tres no llegaron, aquella monna Cornelia, que me había lisonjeado dándome pan blanco y haciéndome carantoñas, tantas, empezó a decir: "Yo quiero que vengas conmigo, ya que estarás bien"». Comienza así el viaje iniciático de Gostanza al aquelarre: para huir de los males de esta tierra intentará 155
refugiarse entre los bienes de aquel otro mundo. Este nexo aparece claro en su narración: si el destino le ha obligado, desde pequeña, a someterse a las violencias del hombre que la ha raptado y poseído mediante la fuerza, será ella misma quien rescate su felicidad volando hacia una realidad de ensueño donde todo es de color, rico, lleno de placeres y, sobre todo, donde otro hombre, esta vez bello y gentil, se ocupará de ella.
Este es su relato: la noche de su primer viaje, durante la que había sido acompañada por las mujeres que la querían consolar de su dramática situación, había sido bastante tormentosa, «ya que tronaba, llovía y relampagueaba». El lugar destinado para el supremo encuentro, al que finalmente llegaron, se revelará muy diferente del que se nos describe en tantos tratados y manuales jurídicos, como los de Institor, Sprenger, Bodin, Cospi o Scipione Mercurio. En efecto, este espacio sacro (de signo negativo) no estaba en una zona montañosa sino en una ciudad, «más bella que Florencia, todo de oro, y donde había bellos palacios y todo tan bello, bellísimo, que quien iba allí una vez habría vuelto siempre».
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La Ciudad del Diablo
Es el mundo de la ciudad, por tanto, el que atrae la fantasía de Gostanza; un hecho singular, si se considera que en los numerosos documentos procesales, relativos a interrogatorios por actos de brujería, la imagen del aquelarre aparece generalmente ajena a toda caracterización espacial o, en algunos casos, referida a una realidad rural constituida por antros, valles y altas cumbres que por su aspecto angosto y oscuro se adaptaban mejor a una ambientación diabólica. Algunos elementos del relato de Gostanza se configuran como tópicos: uno de éstos es el nogal de la cita que recuerda, evidentemente, al ya mal afamado «Nogal de Benevento». Para Gostanza el confín entre el espacio imaginario y el espacio real es muy débil: de hecho, en sus narraciones abundan las referencias a su vida cotidiana y a su mundo, por tanto a sus pueblos y a los de su entorno, en un intercambio fantástico y según un laborioso acoplamiento de imágenes estereotipadas y de elementos de la geografía real. El escenario del aquelarre, su lugar «sagrado» con un carácter sacro, obviamente a la inversa es, entonces, la Ciudad del Diablo. En los interrogatorios de los procesos por brujería, los inquisidores están muy atentos siempre para descubrir el locus delicti, la materialización del espacio fantástico; las brujas, por el contrario, son minuciosas en la descripción de realidades indefinidas en la que, habitualmente, dedicaban más atención a los actores del drama y a sus acciones que al lugar que las acogía. La única realidad que existía para ellas era la del deseo, la construcción de un mundo en donde es posible rastrear sin dificultad las señales de una serie de aspiraciones, objetos y personajes que «realmente» les faltaban en su vida cotidiana. 157
La realidad urbana es el lugar de los sueños de Gostanza, habitado por aquel patriciado que probablemente había conocido únicamente en calidad de clientela suya: los abundantes torrentes de alimentos y las mesas dispuestas pantagruélicamente estaban seguramente ausentes en su mundo de constantes carestías. También los dulces y las golosinas están presentes en «confecciones sin fin, de tal forma que formaban montes que podían ser rebajados con la pala». Una vez satisfecho el deseo de alimento, afloran en Gostanza las referencias a una sexualidad que, probablemente, tampoco había conocido: ella misma se define «potente como un león»; el demonio era galante y delicado, «con apariencia de hombre bello, bellísimo, exuberante de energías» que «me cogía, me abrazaba y me hacía mil caricias». Gostanza podía darse a él sin temor de ser fecundada, ya que su semen era una cosa «gélida» que se deslizaba hacia afuera: esta era una observación que también interesaba a los jueces que la interrogaban. 158
Gostanza repite sus fantasías eróticas a Dionigi de Costacciaro e, inmediatamente, el juez la acusa: ha dicho que se unía con el diablo «del mismo modo en que lo hacía su marido, pero esto no es posible siendo todos los ángeles incorpóreos y sin instrumentos adecuados para la generación como los hombres y que, por tanto, tratándose del diablo, tanto el llamado por ella Grande como los otros inferiores a éste, sin instrumentos para poder realizar el coito y para hacer otras carnalidades, se deduce que la enjuiciada haya declarado en falso». Gostanza continúa: «a mí me parecía que fuese el joven más bello entre los cristianos que se pudiese ofrecer a la vista, así me lo parecía, y que tuviese boca, brazos, piernas y todos los demás miembros».
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Nos hallamos ante un debate teológico de particular valor y que, por tanto, interesa especialmente al padre inquisidor: ¿puede el diablo, de naturaleza incorpórea, habérsele aparecido a la mísera Gostanza en toda su tangibilidad? Sobre este punto, las nuevas exposiciones de la mujer son más arduas: el demonio, en efecto, había tenido abundantes atenciones con ella, y ella no quiere renunciar a este sueño fantástico. Por su parte, los inquisidores buscan de un modo más preciso los signa arcani, es decir, todos aquellos símbolos, tanto de la corporeidad satánica como de la acción ejercida por el demonio en lo cotidiano, que atestigüen la inquietante presencia diabólica. Pero Gostanza prosigue su camino: su relato, que es ya un puzzle coloreadísimo de sensaciones, visiones, cuentos, imágenes transmitidas por la cultura folclórica y religiosa, se hace cada vez más articulado y abundante.
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Así como los diablos «vestían bien con todo tipo de colores, suntuosa y ricamente», la idea vinculada al lugar es, como ya se ha dicho, la de una ciudad fantástica, la «Ciudad del Diablo» (también ésta es la opuesta a la Civitas Dei) con «muros decorados con bellas cornisas y bellos palacios muy suntuosos». El lugar de las delicias al que se refería Gostanza era, seguramente, la Florencia de los Médici, que ya había citado explícita mente como término de comparación y que probablemente conocía, dada la procedencia paterna (hija de Michele de Firenze ). Por otra parte, las monumentales fiestas de Estado que en aquellos años Borghini preparaba para la familia del Granduca, con juegos pirotécnicos y de agua, fantásticos para aquellos tiempos, pudieron haber influido en la fantasía de la pequeña Gostanza; o la misma muerte de Cosimo I en 1574: una ciudad atravesada por un magnífico cortejo que recorrió todos los lugares sacros de la ciudad; e, incluso, también las sucesivas entradas triunfales o los cortejos nupciales y papales no fueron menores en pompa y magnificencia.
En el padre inquisidor ante una visionaria:
se refuerza la convicción de hallarse «tiene por seguro que la imputada 161
esté mal de cabeza y loca de hecho, ya que los diablos están destinados al fuego eterno y eterno tormento. Tuvo suerte nuestra Gostanza, pués el inquisidor, seguramente un hombre culto y racionalista, decidió absolver a la acusada. Desgraciadamente, ese no fué el caso de los cientos de miles, o quizás millones, de otras inculpadas, como las que veremos, en la siguiente y última entrada. La genial escritora Toti Martinez de Lezea, hablando sobre las brujas, en éste caso del Pais Vasco, nos dice: “Hablar de las brujas vascas es hablar de supersticiones, persecuciones y hogueras, pero también de Historia, leyendas, antiguas creencias, medicina popular y tradiciones. Vecinos mojigatos, inquisidores depravados, clérigos analfabetos y alcaldes prepotentes vieron demonios donde sólo existía el deseo de escapar a la dura realidad diaria y también de mantener viva una cultura perseguida que no había desaparecido o que, en todo caso, sobrevivía semioculta. Éstas palabras nos sirven como adecuada introducción al siguiente apartado dedicado a las brujas de Viladrau.
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Las Brujas de Viladrau.
En Catalunya la persecución fue intensísima y también bastante antigua pues el primer caso se produjo en 1330, así como en los S.XV y XVI, entre 1618 y 1620 además de las 14 164
de Viladrau, fueron ejecutadas 6 en Sant Feliu Saserra, 5 en Terrassa, 4 en Taradell, 1 en Vilalleons, 4 en Seva, 4 más en Taradell, 3 en Susqueda y la lista continúa. Entre 1620 y 1622 fueron ejecutadas unas 300 mujeres... Dice un refrán de por aquí que: “de Arbúcies a Sant Hilari, dotze cases, tretze bruixes...”, en clara referencia a la proliferación, real o supuesta, de brujas en la comarca y los datos históricos parecen confirmarlo.
El caso de Viladrau revienta la estadística, según los censos en el pueblo y sus alrededores vivían hacia 1620 unas 75 u 80 familias, 14 personas entre ellas –todas mujeres-, fueron acusadas de brujería y sufrieron gravemente los efectos de dicha acusación y eso sólo en dos de los procesos de los que tenemos constancia, aunque con toda probabilidad hubo bastantes más. Pero cómo empezó todo? Los acontecimientos se precipitaron como consecuencia de una enorme tormenta que cayó sobre el término municipal de Viladrau los días 2 y 3 e noviembre del 1617 –recordáis el apartado de la mini glaciación?-,
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la magnitud de la tempestad debió ser impresionante, pues destruyó las cosechas, provocó el desbordamiento de la Riera Major y del Rio Ter, arrancando puentes de piedra y destruyendo molinos... Los habitantes del Mas Espinzella –un gran mas, entre Viladrau i Taradell-, denunciaron que por la noche del día 2, habían visto el resplandor de una hoguera en la ermita de Sant Segimón en la falda del Matagalls, en lo que suponían era una reunión de brujas y que al día siguiente por la tarde, vieron descender a dos de las acusadas, por el camino que descendía del Matagalls.
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Hoy en día el día de Tots Sants, en Viladrau se representa para los críos y turistas, la Leyenda del “Cavaller d’Espinzella”, una especie de Sant Jordi que dotado de armadura y a lomos de una moto tapizada en piel y con una cola de caballo, a golpe de espada, hace huir a los demonios. Ganas me han dado en más de una ocasión de intervenir a gritos y desenmascarar a semejante “héroe”. Como ya hemos explicado, cuando una autoridad sospechaba que en algún sitio se producía un brote de brujería, normalmente se enviaban unos siniestros personajes llamados “los familiares de la Inquisición”, éstos “familiares” que no llevaban ningún distintivo visible, ni uniforme, eran los ojos y oídos de los tribunales. No es de extrañar que cuando a una comunidad llegaba un personaje desconocido todo el mundo suponía lo que era, por lo tanto la gente de bien callaba y se apartaba de ellos, los rehuía –ésta actitud a lo largo de cien o doscientos años bien puede haber sustentado la idea de que la gente de los pueblos de montaña es reservada y desconfiada, no me extraña!-, pero claro, todos aquellos que tenían litigios, disputas o lo que sea con sus vecinos o parientes, veían llegada su hora... de la venganza...
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Entre éstos “familiares” destacó en nuestra comarca, un tal Cosme Soler, alias “Tarragó”, enviado gentil y desinteresadamente –pa arrimar el hombro- por el Obispo de Tarragona, el Tarragó ese –por cierto un converso que había sido investigado por la Inquisición- presumía de poder encontrar en la piel de las brujas, justo al lado del omoplato izquierdo una señal impuesta por el demonio, unas arrugas en la piel similares a la huella del pie del diablo, si os miráis con atención esa parte del cuerpo, seguro que la encontraréis. También fueron famosas dos niñitas de unos 6 años que decían que mirando a los ojos de una bruja la podían reconocer, pues veían un pequeño sapito –que por cierto solo ellas podían ver-, esos argumentos y delaciones tan sólidas llevaron a la horca a más de 10 mujeres. Bastaba el testimonio de una persona acusando a otra, para poner en marcha la maquinaria represora que siempre pasaba por la cámara de torturas, que acababa en la horca, o en la hoguera – aunque en Catalunya no era muy frecuente, pues se reservaba sólo para los que habían tenido la suerte de morir, o de huir, antes del proceso-, y que casi siempre llenaba las arcas de los tribunales, que expropiaban de sus miserables bienes a los acusados y descendientes directos y hacían pagar a las familias hasta la madera para construir el cadalso, o la leña de las hogueras, amén de los dispendios, dietas y comilonas de los miembros del tribunal mientras durase el proceso, claro está!.
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A menudo el inicio de un proceso por brujería, implicaba la promulgación de un impuesto especial que debían de pagar todos los ciudadanos del municipio y/o alrededores. Inmediatamente se procedió a la detención de las inculpadas, solían presentarse en la casa el alguacil y hombres armados, acompañados del rector, antes de la salida del sol, procedían a un registro minucioso y solían llevarse a la acusada sin muchas contemplaciones... El interrogatorio constaba en la repetición sistemática de un cuestionario previamente redactado, sacado del terrible “Malleum Maleficarum” –Martillo de los que hacen maleficios-, redactado por dos Inquisidores alemanes de principios del S.XVI, Jacobo Spenger y Enrique Institor que ya conocemos. Entre las desgraciadas destacamos a: Antonia Rosquelles. No sabemos que edad tenía en el aquel mes de abril del 1620, pero nos la podemos imaginar como una mujer mayor, sobre los 50 años, acusada de provocar bocios, aquella enfermedad que se daba frecuentemente entre las 169
personas mal alimentadas, o con carencias vitamínicas notables, se caracteriza por una fuerte hinchazón en el cuello, era muy, muy frecuente;
de provocar granizadas y tempestades; de arruinar las cosechas; de acudir a akelarres –las reuniones de las brujas, según la terminología vasca que se extendió por toda Europa a raíz del juicio contra las supuestas brujas de Zugarramurdi-; y finalmente, como guinda al ya sabroso pastel, de provocar la muerte de niños recién nacidos, no hará falta que os recuerde que en tiempos de hambruna, epidemias, malnutrición, etc., los bebés son los más débiles y propensos a morir. El caso de Elisabeta Martí que tenía ni más ni menos que 70 años cuando fue detenida, es escalofriante. Condenada a muerte por numerosísimos delitos (traduzco aproximadamente): “apóstata –los que renuncian voluntariamente a la fe en Jesucristo-, idólatra, sacrílega, 170
adúltera, autora de numerosos encantamientos, hereje, infamia, crímenes nefandos –que practicaba el sexo por detrás-, provocaba bocios, envenenaba a los animales, estropeaba las cosechas, provocaba granizadas y tormentas, y envenenaba a los niños”...
Pese a su edad soportó con entereza durante varios días las torturas más crueles y despiadadas, por tres veces aguantó hasta perder el conocimiento la llamada “del potro”, estirada desnuda en un banco, mediante unas sogas la estiraban de las manos y los pies, la duración del tormento, como era costumbre, se media en tres padresnuestros y tres avemarías... y hasta ocho veces, la llamada “de la soga”, desnuda, de pie con las manos atadas a la espalda, se la levantaba tirando de ellas por medio de una polea que colgaba del techo..., era costumbre zarandear violentamente la cuerda...a partir de la tercera vez, se añadían pesos en los pies de la víctima –de medio y de un quintal-..., mientras eso sí, los padrenuestros y las avemarías, competían para silenciar los aullidos de dolor de las atormentadas. El caso de ésta anciana es excepcional.
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En cambio, Esperança Marigó, otra de las inculpadas, se asemeja más a lo que serían nuestras reacciones: lo confesó todo de buenas a primeras...por qué? En el primer interrogatorio, se hacía presentar a la acusada –normalmente una mujer de edad avanzada- ante los miembros del Tribunal, tres o cinco, según los casos, presididos por un gran señor, un Obispo o un noble, con otros miembros del mismo: sacerdotes, notarios, jueces, los “bone viri” -los testigos-, el médico – generalmente el barbero del pueblo más próximo- ah! y por cierto, el verdugo con todos sus instrumentos bien preparados y a la vista de todos. Se hacía desnudar a la acusada ante todos ellos, tened en cuenta que en aquellos años, nadie se desnudaba nunca en la vida para nada – se lavaban con ropa, incluso para hacer el amor, la ropa interior llevaba un agujero adhoc -, se le leía el acta de acusación y se le advertía de los instrumentos que se utilizarían, como y que efectos tendrían 172
sobre su cuerpo, el dolor que le provocaría, etc. Pero esa confesión no la libró de la tortura. Debéis tener en cuenta que los tribunales sólo admitían la veracidad de una confesión producida bajo los efectos de la tortura, que posteriormente habían de ser ratificadas por el acusado...Además si un acusado no confesaba, a pesar de los muchos y variados métodos utilizados, se suponía que esa resistencia –sobrehumana- era debida a la ayuda del diablo, lo que implicaba un grado de culpabilidad aún mayor. Se les repetía el cuestionario con las 29 preguntas extraído del Malleus que ya hemos visto, una y otra vez, hasta que las pobres confesaban...que confesaban?...evidentemente, lo que los jueces querían oír, esa era la única manera de huir de la tortura...
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Al cabo de un rato, debían parar para que la víctima recuperase mínimamente el aliento y no se desmayase, porque entonces ya no servía de nada la tortura. Y vuelta a empezar... Mirad que conozco éstos textos desde hace muchos, muchos años, pero aún me pone la piel de gallina; no comprendo cómo alguien puede estar sentado escribiendo esas cosas durante horas, días, semanas e incluso meses...sin que se le revuelva el estómago ante semejante barbaridad. La condición humana.... Antes o después, las víctimas de semejante interrogatorio confesaban, el que? Pues lo que los inquisidores estaban esperando. Montserrat Solera “Flassada” y Margarida Font “gavatxona”, (Seva) nacidas en ésta población. La concatenación de juicios, torturas y acusaciones que llevaron a ésta barbarie persecutoria de horror y muerte, empezó con la siguiente declaración llevada a cabo por el hostelero de Santa Maria de Corcó – l’Esquirol,
pueblo que se hizo mucho más famoso como consecuencia de no participar en la huelga general del 1919, de ahí que la palabra “esquirol”, signifique rompehuelgas en casi todos los idiomas del mundo – Joan Reixach el 7 de julio del 1620:
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“Hace unos 6 meses, poco más o menos, llegó a mi casa un hombre que estaba de camino, a cenar. Y mientras cenaba, me dijo que el día anterior había entrado en el hostal que hay un poco más abajo – en el de la Graneta – y mientras estaba allí se dió cuenta de que allí había una bruja, cuando la ha visto se ha marchado a una capilla cercana la de Sant Genís, para hacer oración...Por la mañana que era domingo, volvió a la capilla para asistir a misa...y según me dijo, la Iglesia estaba llena de brujas, que reconoció a 5 o 6, pero aseguró que si pudiera verlas con más atención, reconocería a muchas más...” El hombre en cuestión no era otro que el “Tarragó” de quien ya hablamos, pues bien, el tal “Tarragó”, identificó, reconoció y acusó de brujas ante el tribunal, por lo menos a: Margarida Parolera, a su hija Ángela Serra, Elisabeth Fàbregues, a la mujer del Templat y a la Graneta vieja... Por el ya conocido sistema de encontrar la huella del demonio en una marca en la piel, al lado del omoplato izquierdo...
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Del interrogatorio, mediante tortura, de éstas mujeres, por el simple hecho de estirar del hilo del ovillo, fueron saliendo más y más nombres, que dieron lugar a más juicios, más torturas y más condenas... Algunos de los acusados, por temor a la tortura y pensando que tal vez confesando de buenas a primeras, se escaparían de ella, no vacilaron en acusar a todas aquellas personas con los que tuvieran la más mínima diferencia...Éste es el caso de Pere Torrent “Cufí”. El tal “Cufí”, pensaba que el proceso era un simple trámite y que lo dejarían libre rápidamente, por eso no dudó en explicar habladurías y chismes, acusando con total ligereza a mucha gente...no obstante cuando fue sometido a tortura y se dio cuenta de la trascendencia de sus declaraciones anteriores, desmintió sus primeras acusaciones: “yo las había inculpado mal y por malicia, sin saber nada malo de ellas; ahora por descargo de mi conciencia, las disculpo y digo la verdad que no hay nada de malo en ellas...Todo lo que dije anteriormente, era mentira y lo dije pensando que así me libraría...” No obstante, la maquinaria represiva siguió su curso, los jueces dieron crédito a todas las acusaciones y lo que resulta aún más grave, las inculpadas sometidas a brutal tortura, confirmaron punto por punto, lo que los interrogadores esperaban encontrar...
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Pues a lo que íbamos, entre 1620 y 1648 aproximadamente, en el reducido ámbito de los pueblecitos que estamos recorriendo, un número indeterminado de personas que puede oscilar entre las 25 y las 60, principalmente mujeres, aunque también hay hasta cuatro hombres, fueron detenidas, brutalmente torturadas y finalmente ejecutadas, acusadas de brujería, de hacer maleficios, de envenenar a los ganados, de provocar tormentas y sobre todo, de infanticidio...la única acusación realmente seria y que no pudo –ni falta que hacía- ser demostrada por los tribunales civiles que aquí actuaron con una violencia irracional. Bajo la dirección de un personaje siniestro Antoni Vila de Sabassona, Gobernador General de la Varonía de Taradell y Viladrau, amén de Señor de otros muchos lugares, es decir un pez gordo de la época, que veía peligrar su posición ante el avance de los modernos tribunales inquisitoriales , estaba dispuesto a mostrar su utilidad pública –a cualquier precio- y que además andaba a la greña con el Obispo de Vic, por un tema de jurisdicciones territoriales –entiéndase impuestos-. Del Brull, fueron varias de las brujas condenadas a muerte, Valentina Vinyas del Brull, declaró que “de Elisabet Beneta, conocida como Belleza de las Aguas, a la que han colgado por bruja en el término de Seva, he oído decir que había envenenado a su propio hijo, matado a varios cerdos de la Morera del Brull y que había matado a quince o dieciséis criaturas de diferentes lugares...” Como vimos, la acusación de la responsabilidad de las brujas en la muerte de criaturas se repite en todos los procesos, pero sobre éste particular como en casi todo lo demás, habrá mucha más fantasía e invención que no realidad. El caso del hijo de Montserrat Torrents es paradigmático, se decía que la criatura había nacido muerta y que había sido enterrada en el huerto de la casa por su marido. Pero las habladurías llevaron a los jueces a desenterrar a la criatura, pero en lugar de un niño encontraron una calabaza envuelta en 177
trapos... Lógicamente se atribuyó todo a la actuación de Margarida Portussa, “Parolera vella”...
Pero en los interrogatorios posteriores se aclararon los hechos...la criatura que nació no era hija de Pere Torrents, el marido de Montserrat y como éste lo sabía, para calmarlo, le hicieron creer que la criatura había nacido muerta y le dieron una calabaza envuelta en trapos sanguinolentos, para que los enterrase, mientras que la verdadera criatura, fue abandonada cerca de una casa importante del pueblo, sin saberse que fue de ella, o si alguien la había recogido... Todo lo que se escapaba de lo normal, o era misterioso, en éste caso un desliz extramatrimonial que se quiere tapar a cualquier precio, se atribuía a las brujas... Una de nuestras brujas, Joana Negre explica así como llegó a realizar el famoso “Pacto con el demonio” en su confesión bajo los efectos de la terrible tortura por la que estaba pasando (respeto la sintaxis del documento original):
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”Estando casada con Janot Fumanya “Casanova”, estando en una casa de Puigcordellat de la parrochia de Llussà, hace unos 36 años aproximadamente una mujer joven que era conocida como “Na Elías” que estaba en la Pinossa de Puigcordellat, me dijo que la acompañara a buscar peras a una viña próxima, por el camino “Na Elías” –que ya murió- me pregunto si quería darme al demonio y nunca más tendría angustias para conseguir comida y que si quería vengarme de una amante que mi marido tenía de la manera que yo quisiera, el demonio me ayudaría. Le contesté que estaba de acuerdo...” Antonia Rosquellas, explica algo semejante: “para aprender tuve que hacer acatamiento al demonio, si iba en su compañía, me daría dinero bastante...” Otra bruja, acepta porque así podrá vengarse del cerdo de un vecino que se le había comido las coles de su huerto... La lista podría hacerse interminable... pero las conclusiones serían las mismas El relato continúa: “cuando estábamos en las Golas de les Eures nos salió al paso el demonio en forma de un gentil hombre, moreno, de piel oscura, con los ojos negros y muy 179
brillantes y “Na Elías” le dijo: “Bersabuch, aquí os traigo una vasalla” y Bersabuch respondió: “Sea bienvenida” y seguidamente se abrazó a “Na Elías” y la conoció carnalmente por las partes sucias porque yo la ví ya que no se apartaron de mí...Después se abrazó a mí y tuvo relaciones por el mismo sitio, si bien yo no obtuve ninguna satisfacción, me pareció que me lanzaba alguna cosa fría...”
En el supuesto akelarre celebrado en Sant Segimón, Esperança Marigó, nos explica que: “Allí encontramos a onze brujas de Viladrau, de Seva y de otros sitios que desconozco, se nos apareció el demonio en forma de un gallo negro, nos hizo música con un tamburil y un flaviol –una especie de flautín- y todas bailamos y mientras bailábamos tuvo tratos carnales con todas nosotras, todas lo fuimos a adorar y le besamos por 180
detrás, aún recuerdo que cuando lo besé por detrás sentí mucha peste, y cuando lo adoramos el demonio nos exhortó a hacer maleficios y a hacer caer granizo...” Pere Torrent “Cufí”, confiesa que en uno de los aquelarres celebrados cerca del Coll Formic, el demonio le dio a comer unos alimentos extraordinarios, aunque reconoce que “bien pudieran ser de aire, de lo ligeros que eran, pero te quitaban el hambre”. Desgraciadamente, la autosugestión inducida por el terror, esa especie de locura colectiva de la que hemos hablado en algunos apartados anteriores, dieron sus trágicos frutos, con centenares de miles, quizás millones de personas – especialmente mujeres- quemadas o ahorcadas sin las más mínimas pruebas de culpabilidad.
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Consecuencias
A cada acusada los inquisidores pedían otro nombre, que iniciaba una cadena de muerte y barbarie. Cualquiera podía denunciar, y una vez denunciada la primera bruja, se iniciaba la cadena. Además, en este “delito” los inquisidores utilizaban a menores, particularmente a las niñas, a quien se presionaba para atestiguar contra sus madres. Llegó un momento, hacia principios del siglo XVII, que las acusaciones se descontrolaron. Cualquiera podía ser acusado, hasta las mujeres de los oficiales e inquisidores, hasta los acusadores mismos. La única forma de impedir esto fue parar todo el proceso. Así, las mismas autoridades que alimentaron la cadena de muertes, empezaron a negar y desacreditar las acusaciones por brujería. La magnitud de la masacre es difícil de determinar, dado el vacío que todavía existe con respecto al tema a pesar de los múltiples estudios existentes, la reticencia a aceptar algunos estudios realizados por mujeres y la tendencia de los investigadores hombres a obviar la cuestión o tratarla con un exceso de prudencia. Las estimaciones más conservadoras apuntan a 200.000 personas ejecutadas durante este período. G. R. Quaife da una estimación de alrededor del millón de personas y Matilda Joslyn Gage dio ya en 1893 una estimación de 9 millones, estimación que apoyaría Mary Daly. La proporción de mujeres va del 80 al 100 %, dependiendo del momento y el lugar.
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Geográficamente, la caza de brujas comenzó en las montañas de Alemania e Italia, expandiéndose después rápidamente dentro y fuera de estos países, a Francia, Inglaterra, el norte de Europa, España. En Alemania, Francia y Bélgica la persecución fue más brutal que en otros países. Aunque no parece haber muchas diferencias entre países católicos y protestantes, se estima que la persecución fue más dura en los países protestantes. En España, por ejemplo, los inquisidores se concentraron más en ciertas herejías religiosas, como la de los “iluminados”, siendo menos proclives a creer en la brujería, a pesar de lo 184
cual, también los inquisidores españoles se vieron infestados por la caza de brujas en su época más álgida, a finales del siglo XVI y principios del XVII. Así, en el caso de España la persecución fue menos aguda que en otros países europeos, dado que la Inquisición española actuó con más precaución en este tipo de procesos. Sin embargo, durante la época álgida de la caza de brujas el número de ejecuciones se elevó notablemente, aunque sin alcanzar el rigor de otros países. Al contrario que en el resto de Europa, la Inquisición española mantuvo una postura más escéptica con respecto a la brujería. Era necesario tener pruebas y la confesión por sí misma no bastaba, ya que, según la propia Inquisición, la tortura o el miedo a ella, así como las preguntas orientadas podían llevar a declarar lo que nunca había pasado. El tiempo de tortura estaba limitado a una hora, mientras que en Alemania podía durar desde un día y una noche, hasta cuatro días y cuatro noches.
Aunque en algunas regiones de la península parece que se daban más casos de brujería que en otras, podían encontrarse 185
brujas en cualquier parte, especialmente en las zonas rurales. Parece ser que la mayor o menor concentración se debería a la mayor o menor abundancia de hierbas medicinales en la zona y a la persistencia o no de ritos religiosos anteriores al cristianismo. En el País Vasco es donde hubieron más condenas. En 1610 fueron condenadas las brujas de Zugarramurdi. Otros procesos relevantes son los de Toledo y Granada. En 1655 fueron ejecutadas 40 personas en Valencia, 31 de las cuales eran mujeres. Galicia era también considerada territorio de brujas, las meigas. En Cataluña, entre 1616 y 1619 fueron condenadas a la horca 300 mujeres. Dentro del Principado catalán algunas poblaciones fueron conocidas por la existencia de brujas; entre ellas destacan Caldes de Montbui, Vallgorguina, Terrassa, Ullastret, Llers, Viladrau y Girona. Valoración En los últimos años en el área peninsular se han producido dos tipos de estudios, unos de carácter general, basados fundamentalmente en fuentes inquisitoriales, y otros de carácter regional que apuntan nuevas perspectivas de investigación. A través de éstos podemos encontrar básicamente argumentaciones que giran en torno de la idea que en el área peninsular no tuvo lugar una “caza de brujas” al estilo europeo y que, contrariamente, existió una especie de “racionalismo hispánico” al respecto. Los fundamentos del concepto acumulativo de brujería y el estereotipo de la bruja “moderna” son los mismos en Europa y en la Península, salvo pequeñas variaciones de carácter regional, pero, llamativamente, según el nivel actual de las investigaciones los resultados derivados de dichos fundamentos ideológicos serían diferentes. Se han aportado diferentes argumentaciones para dar credibilidad a dicha idea. Para que se produjera la “caza de brujas” europea fue necesario que la clase dirigente creyera 186
que el delito de brujería era de máxima magnitud, que se practicaba a gran escala y que las brujas formaban parte de una secta organizada y conspiradora de adoradores del diablo. En principio, esto no tuvo lugar en la Península. Por otro lado, la “caza de brujas” es fundamentalmente una operación judicial, y resulta evidente que la Monarquía hispánica poseía unas bases legales diferenciadas respecto de las europeas. Sobre todo por la presencia de la Inquisición, que gozaba de una auténtica transferencia de jurisdicciones y competencias sobre brujería, y que efectuaba una singular conexión entre jurisdicción eclesiástica y civil. Asimismo, sabemos que las jurisdicciones reales, eclesiásticas, civiles y hasta señoriales también actuaron frente a la brujería.
De esta manera, si nos fijamos en las evidencias que nos muestran las fuentes inquisitoriales, no disponemos de bases documentales para afirmar que se produjo en el mundo ibérico una dinámica similar a la “caza de brujas”. Aunque, por lo que hace a la actitud de la Inquisición, muchos autores defienden un cambio a partir de las instrucciones del 1614, nosotros opinamos que no se produjo un cambio de mentalidad homogéneo y la escisión entre la postura crédula y racionalista 187
continuó presente en el mundo hispánico. A todo ello conviene añadir que nosotros estaríamos de acuerdo con Doris Moreno cuando afirma que no se puede estudiar la Inquisición sin tener en cuenta los mecanismos de interrelación vertical y horizontal entre los poderes centrales y locales. En este sentido se está empezando a producir un revisionismo que apuesta por entrar en profundidad en el estudio de los tribunales regionales y las elites de poder inquisitoriales Desde esta nueva orientación metodológica, si nos fijamos en los estudios de carácter regional, observamos que en algunos territorios sí que se produjo un ambiente que propició una “brujomanía” al estilo europeo, como por ejemplo el País Vasco y Mallorca. Pero, a través del estudio del caso catalán hemos encontrado indicios para pensar que en Cataluña pudo haberse producido una “caza de brujas” al estilo europeo. Esto nos hace pensar que nuestras valoraciones se podrían extrapolar al resto de la Península, incluso teniendo en cuenta la complejidad y diversidad de ésta y la dificultad de establecer una explicación única para sus orígenes y desarrollo. La base de nuestra argumentación gira en torno al hecho de que faltan datos e investigaciones sobre tribunales seglares y locales para determinar si tuvo lugar dicho fenómeno. En el caso de Cataluña, pese a que las fuentes inquisitoriales nos indican que no se produjo una “caza de brujas”, Doris Moreno a través del estudio de la zona de Tarragona, ha podido comprobar cómo los tribunales seglares, al menos durante el XVI, gozaban de competencias por lo que respecta al delito de brujería.
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Aunque la Inquisición gozaba de mayores competencias, existen pruebas que muchos casos fueron tratados por la justicia seglar y no llegaron a instancias de ésta. Una justicia seglar que provocó muchas muertes frente a la tónica más benevolente de la Inquisición. El trabajo que Pladevall realizó sobre las brujas de Vic, que no fueron procesadas por la Inquisición, nos indica que las conclusiones generalizadas a partir de la documentación inquisitorial pueden ser inciertas, ya que las brujas procesadas en Vic durante la segunda mitad del siglo XVII fueron mayoritariamente condenadas a muerte. Por otro lado, los datos que nos han llegado a través de los cazadores de brujas procesados por la Inquisición, nos muestran la existencia de un número superior de víctimas a las que encontramos en los documentos inquisitoriales. Por lo que hace a la perspectiva del debate erudito sobre realidad o falsedad de la brujería, hemos tenido ocasión de realizar una interesante aportación de primera mano. Actualmente estamos trabajando un documento enviado por el Padre jesuita Pedro Gil al virrey de Cataluña Duque de Alburquerque, Francisco Fernández de la Cueva, en 1619. El hecho de que Pedro Gil se dirija a una autoridad civil nos 189
induce a pensar que esta jurisdicción tenía competencias importantes sobre brujería. Se trata de un memorial en defensa de las brujas, que las presenta como víctimas de la ignorancia, y es un testimonio de la postura racionalista e incrédula sobre el fenómeno. ¿Nos mostraría, acaso, que la postura dominante en la Cataluña del siglo XVII era la incrédula, acorde con la tradición del racionalismo hispánico? Lo interesante, sin embargo, es que junto al texto catalán aparecen unas extensas glosas redactadas en latín por un anónimo Doctor de la Universidad de Perpiñán en las que se exponen argumentos basados en la interpretación más intransigente y crédula (y, en este sentido, europea) sobre la brujería. La utilización de Martín del Río o Bodin como autoridades es un factor incontestable en la solidaridad con la descrita línea de pensamiento europeo. La propia redacción del memorial por parte del jesuita Gil y, sobre todo, el hasta ahora desconocido texto del glosador de Perpiñán, añadirían nuevos elementos de duda al supuesto “racionalismo hispánico”. Estos documentos son posteriores a los sucesos de Zugarramurdi, y no obstante, evidencian una continuidad de los métodos e ideologías que Salazar denunciaba, con el corolario terrible del procesamiento y de la condena a muerte de personas inocentes. ¿Hasta qué punto estos planteamientos ideológicos y de práctica judicial no exponen un clima similar o identificable con las “cazas de brujas” europeas?
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Finalmente, queremos destacar aquellos extremos que sería necesario investigar en un futuro. En el caso europeo hemos observado la falta de estudios sistematizados de brujería que realicen una comparación entre las diferentes regiones europeas, que sin duda nos serían de gran ayuda para el estudio del área peninsular. También sería necesario descubrir si se produjo una lógica, una intención política detrás de las persecuciones por parte de las autoridades. Si existió una conexión entre los aspectos sexuales de la brujería y los valores forzados por autoridades y teólogos y la “caza de brujas”. Así como la relación entre la proliferación de la ciencia y el progreso político del XVII y dicho fenómeno. Por lo que respecta a la lucha de sexos, nosotros creemos que resulta poco probable debido a que la mayor parte de testimonios de los juicios son mujeres.
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Algunos de los aspectos comentados anteriormente serían aplicables al caso peninsular, pero no obstante, urge más averiguar si realmente tuvo lugar una “caza de brujas” o un “racionalismo hispánico”. Para llegar a tal objetivo es necesario explorar otras jurisdicciones aparte de las inquisitoriales, así como una mayor profundización de los estudios regionales buscando una homogeneidad de criterios, la comparación con el caso europeo, una diferenciación más clara entre la mentalidad de la cultura popular y la de elite, y por último, saber si entre el medio rural y el urbano se produjeron diferencias sustanciales. Por tanto, el tema de la brujería peninsular durante el siglo XVII posee todavía múltiples territorios interesantes por explorar en un futuro.Tomado de Anna Armengol.
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Bueno pues con ésta valoración llegamos al fin de ésta entrada dedicada a ls brujas y sobretodo a las causas de ése crimen contra la humanidad o ginocidio, esperemos que nos haya hecho reflexionar lo suficiente como para darnos cuenta de que el verdadero horror de todo ello se encuentra en el interior de nuestras propias mentes.
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La visión de los brujos. “Cuando te acuestas en la hierba al anochecer y miras al cielo, te asombra el infinito número de estrellas que existen en él ? Crees que nuestro planeta es sólo un punto más en el universo, y sin embargo aún te maravillas de ello ? Has experimentado, al estar en medio de un bosque, o al enfrentarte al poderoso mar, o al mirar hacia la silenciosa montaña, la sensación de que estás contemplando algo sagrado y mas grande de lo que hubieras imaginado ? Crees que eres parte de la naturaleza, mas que el dueño de ella ? Eres escéptico respecto a todo lo que te han dicho acerca de Dios, pero sin embargo, aún existe dentro tuyo la sensación de que existe algo mas grande y eterno ? Si respondiste “Sí” a todo lo anterior, eres un brujo/a. Y muy probablemente ya lo habías experimentado, pero no sabías como llamarlo.”
No me parecía justo acabar éstas entradas sobre la brujería quedándome sólo en la exposición de unos hechos terribles del pasado, por muy necesario que pueda parecerme conocerlos... Además, a parte de unas pocas anécdotas y falsas confesiones, forzadas por la brutalidad de los poderosos, deliberadamente nada, o casi nada, había dicho sobre lo que de verdad pensaban/piensan las/los brujas/os. Por ello tenía una cuenta pendiente que ahora, una vez acabada la descripción, puedo permitirme cancelar. Aunque para ello tenga que abusar de vuestra paciencia y capacidad de aguante, mis queridos lectores. De todas formas, éste abuso no lo considero en absoluto baladí, gratuito, pues estoy plenamente convencido de que la lectura atenta y reflexiva de las siguientes líneas, pueden daros muchas orientaciones. Nadie sabe que pensaban/sentían/sabían las pobres protagonistas de nuestra historia, probablemente muy poco, o casi nada, seguramente la superstición, los miedos, la incultura, la miseria física y mental, eran su pan nuestro de cada día. O al menos, eso es lo que puede deducirse de lo nos han transmitido las actas de unos juicios fraudulentos y predecibles desde mucho antes de empezar a celebrarse. Lo que sí parece bastante obvio, es que los esfuerzos de sus perseguidores iban mucho más allá de tal o cual persona, o de unos hechos más o menos horripilantes concretos, la Iglesia, las autoridades, todo el sistema socio-político-económico, se sienten amenazadas, no por 195
aquella desdichada que se creía que asistía al akelarre montada en su escoba gritando: “Tondum, rentum tormentum...” –que por cierto no quiere decir nada- y otras chorradas por el estilo, como recorrer los caminos transformada en gato negro, sin salir de su cuarto..., o por aquella viejecita que al no ser invitada a una boda, provoca con orines y un dedo una granizada... Detrás de todos éstos detalles había algo más, mucho más y eso, entre otras cosas, era el resurgimiento/y o mantenimiento de las antiguas creencias y tradiciones que lentamente, favorecían una actitud cada vez más alejada por parte del pueblo, hacia la Iglesia Católica, convertida en una poderosa institución, pilar de la sociedad estamental, injusta y bárbara... Os ofrezco un video de una pequeña obra de teatro relativamente reciente (2007) de Federico Gonzalez Frías, entre otras mucha cosas, director de la revista Símbolos, de la que,a pesar de que podríamos discrepar en muchas cosas, se ofrece algo que bien pudiera ser semejante a un supuesto aquelarre de brujas bastante eruditas -en el que caso de haberlas, estoy convencido de que os gustará: https://youtu.be/mDCeR0n9Cs4 Lógicamente, éste alejamiento llevaba a los medios cultos hacia la filosofía, las ciencias, el arte que dieron lugar al Renacimiento en algunos países de Europa, pero en ese Renacimiento, se produjo también un resurgir del paganismo, de la magia, de los conocimientos esotéricos... A buen seguro que algo de todos estos conocimientos y tradiciones llegó a los oídos de nuestras heroínas, cómo y en que grado supieran interpretarlo, seguirá siendo un misterio insondable... Lo que vamos a tratar de exponer a continuación constituye una aproximación de lo que podríamos calificar como “la visión de la realidad” en que se basa el complejo sistema de conocimientos y acción de los brujos, sus bases teóricas diríamos, aunque para los quienes ven y viven el mundo de este modo no tiene, en absoluto, nada de teórico. Para realizar ésta aproximación he tenido que trabajar a lo largo de muchos años, con gran cantidad textos de autores de diversas y variadas escuelas y por encima de todo, con la práctica con los varios brujos que he tenido la suerte de llegar a tratar y de los que siempre he aprendido muchísimo en muchos campos del conocimiento. Si bien es cierto que la mayoría de tratados serios sobre brujería, son modernos y los brujos a los que me refería contemporáneos, un principio básico de la etnología es el estudio comparado. Por ejemplo, si una determinada ceremonia o ritual, se celebra hoy en día en un determinado pueblo indígena de sudamérica con un determinado sentido simbólico y 196
tenemos la constancia de que una ceremonia muy semejante se celebraba en un pueblo asiático hace miles de años, en un mismo nivel de desarrollo técnico-cultural, podemos suponer que el sentido simbólico de ambos es parecido. En éste sentido y admitiendo de entrada todas las matizaciones que queráis, cabe suponer que ciertas prácticas brujeriles europeas de finales de la edad media que siguen teniendo vida en determinados pueblos aborígenes de diversas partes del mundo, puedan enmarcarse en un mismo campo de referencia cultural y/o ideológica. Luego, las definiciones de los brujos actuales, deberían ser muy parecidos a los que pudieran darnos las posibles brujas de los S.XVI-XVII si es que de verdad hubo tal cosa, lo que dudamos. Por ello, la terminología utilizada en éste post, está mucho más cerca de la brujería mesoamericana que del druidismo, o de la brujería europea, pero eso tiene poca relevancia puesto que en esencia – si el criterio de analogía etnológica es correcto- comparten la misma, o muy aproximada “visión de la realidad”. podéis ver ésta presentación que puede sustituir parcialmente, a la lectura del texto: http://www.slideshare.net/terraxaman/el-camino-del-chamn Utilizamos deliberadamente la palabra brujo, pese a que en nuestra área cultural, las palabras bruja/brujo o brujería, tienen unas connotaciones maléficas y demoníacas que distorsionan el sentido que le queremos dar, pues ha sido esta visión fantasmagórica la que finalmente se ha impuesto por varias razones, y lo hacemos, no sin antes aclarar que en nuestra perspectiva, brujo/a no implica ninguna connotación negativa, ni maléfica, ni mucho menos demoníaca. Chamán, sacerdote, curandero, hombre de conocimiento, druida, brujo, son algunas de las palabras que comparten un mismo significado, aunque existan determinadas diferencias que no son aquí relevantes. La imagen resultante de estas coincidencias y otras que se podrían añadir nos permitirá identificar más adecuadamente el sentido que damos a la palabra de brujo en este texto. La práctica de los ejercicios y técnicas que aquí vamos a desarrollar, constituyen según nos dicta la experiencia, una puerta de entrada a la vivencia directa de lo sobrenatural, es decir de una realidad diferente a la ordinaria, una “realidad aparte”, y es sólo mediante esta experiencia que pueden cobrar todo su sentido aquellas explicaciones. Sabemos que exactamente esto es aquello que se espera que diga un charlatán, pero la verdad o validez de esta visión o vivencia de la realidad, sólo puede ser enjuiciada desde dentro de ella misma y por sus resultados; sólo la 197
eficacia transformadora y operativa –en nosotros mismos - de esta manera de ver el mundo y de las prácticas que comporta, podrá demostrarnos su corrección, validez o verdad. Además, cabe la posibilidad de que a una persona le funcione y otra no, pues todos y cada uno de nosotros, somos únicos e irrepetibles, además de imprescindibles. Y no existe un único camino que pueda ser hoyado por dos personas distintas. La descripción teórica y racional del mundo, según la tradición de los brujos, ha de ser considerada tan sólo, como una herramienta – un mito, si se quiere- que tiene la función de proporcionar un apoyo operativo para comprender e interactuar funcionalmente con la Realidad que está “más allá” de la percepción ordinaria, de toda teoría y de toda Razón. Para poder adaptarnos en esta nueva realidad, en este nuevo mundo, hace falta tener una visión de la “Realidad” distinta de la ordinaria y congruente con las nuevas posibilidades vivenciales. La visión del mundo de los brujos, hunde sus raíces en el misterio, aunque es evidente que tiene un sustrato multiétnico común, podríamos rastrear su origen hasta mucho antes de las primeras grandes civilizaciones, incluso nos atreveríamos a afirmar que existen indicios seguros (El Brujo de Lascaux aprox. 30.000 antes de nuestra era) de que se celebraban rituales que se podrían denominar brujeriles quizás ya en tiempos del Hombre de Neandertal, aproximadamente unos 300.000 años antes de nuestra era.
Hasta la llegada de las religiones patriarcales como las judeo-cristianas, y en general todas las que tienen origen en el denominado Creciente Fértil, 198
la tierra se tenía que cuidar y no someterla, no existía el concepto de “naturaleza salvaje“ – en el sentido de hostil, peligrosa, algo que tenemos que eliminar como sea (ved nuestras ciudades)- los grandes bosques, las inmensa llanuras, los fecundos prados, eran más bien considerados como jardines a los cuales hacía falta tratar con cuidado; los enormes rebaños de herbívoros a los cuales se daba caza y la multitud de frutos que se recolectaban, eran considerados sagrados y respetados profundamente, mirando de proveerse sólo de aquello que es necesario para la supervivencia y nunca abusando en exceso, previniendo para asegurar las necesidades de las siguientes generaciones. Los fenómenos de la naturaleza: las grandes montañas, la lluvia, el viento, el rayo, los ríos y fuentes, las cuevas, incluso los peligros más evidentes, el león, el gran oso de las cavernas, el lobo, o la misma muerte, fueron considerados emanaciones muy especiales del tejido del Universo y elevados a la categoría de dioses. Incluso la humanidad misma fue considerada divina y la Gran Madre, la Madre Tierra rigió los destinos de todos, acompañada del Padre Espíritu. La concepción de una realidad constituida por campos de energía que no son en absoluto tal y como ordinariamente los percibimos a través de los diversos sentidos, ha sido una intuición constante de la humanidad y la encontramos tanto en la visión religiosa y filosófica de la práctica totalidad de los pueblos antiguos, como en las más modernas teorías científicas. Esta filosofía se denomina panteista, y se puede resumir cómo sigue: “La última realidad, el más grande objeto de veneración es el Universo. La Naturaleza es una sagrada parte de este, de la cual nosotros a su vez también formamos parte, de manera inseparable, ya sea en la vida o en la muerte”. El panteísmo es un concepto antiguo, y probablemente muchas personas viven esta creencia sin saberlo. Los Taoistas, Budistas, Animistas, Hindúes, Ecologistas, Humanistas, Chamanistas, Druidas e incluso muchos ateos, comparten esta forma de pensar. De hecho, no se requiere creer en ningún Dios (en el sentido clásico de la palabra) para vivir el panteísmo. Básicamente significa “dios (teo) en todo (pan)”. Todos formamos parte de dios de manera indisoluble. No se requiere una “salvación” por parte de terceras personas. No se requiere de un “bautismo”. No existe la “excomunión”. No hay “cielo” ni “infierno”. No es necesaria la culpa, la autoflagelación, el castigo, el sufrimiento sin sentido.
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Si dios está en todos nosotros, y nosotros formamos parte de dios, entonces nosotros somos sagrados. Segundo, si dios está en los otros, en nuestro prójimo, entonces las otras personas son igualmente sagradas, sin exclusión. Tercero, si dios está en la naturaleza, en el ambiente, en los animales y las plantas, entonces estos son sagrados, y merecen nuestra atención y cuidados. Cuando decimos: “veneramos el universo”, no estamos hablando de un ser supernatural, sino que hablamos de como nuestros sentidos y emociones nos hacen responder al sobrecogedor misterio y poder que nos rodea. Somos parte del universo. Nuestra Tierra fue creada en el universo, y algún día su existencia acabará y volverá a ser un todo con él. Los antiguos druidas solían denominar “El Wyrd” a este Misterio y los de hoy en día “Awen” a este Poder. El “Wyrd” era imaginado como una inmensa telaraña cósmica y tridimensional, de la cual estaban suspendidas como las gotas de rocío en las madrugadas de primavera, la totalidad de las cosas y fenómenos, con el añadido que cuando una brisa de aire mueve una cualquiera de las gotas, todas las otras vibran con aquella. El “Awen” concepto bastante posterior era definido como el “espíritu fluido” que inunda todas las cosas: las rocas, los ríos, las plantas y animales, el aire que respiramos, y a nosotros mismos y a nuestros dioses. De la misma forma, nosotros que no éramos nada, de un momento a otro FUIMOS, nacimos, y adquirimos conciencia. Asimismo, dejaremos de ser y volveremos a ser uno con la tierra. Carl Sagan dijo: “somos de la misma materia de la cual están hechas las estrellas”, y tenía razón. Disfrutamos de “vida”, vivimos, pero en realidad tendremos que decir “disfrutamos de conciencia”. Es en este preciso momento que este montón de átomos que somos nosotros consigue diferenciarse del resto del Universo y decir “yo soy”. Por ésa razón, este breve periodo de lucidez que denominamos vida está destinado a ser empleado de la mejor 200
forma posible: disfrutando de ella al máximo, creando cosas nuevas, haciendo obras que mejoren la realidad para nosotros mismos y para nuestros compañeros de viaje, y respondiendo con gratitud a un Universo que permite que existamos. El universo nos ha creado, nos ha sostenido y nos tomará de vuelta. Esta certeza hace que nos sintamos en nuestro “hogar” en cualquier parte en la que estemos. Aquí pertenecemos. Este es nuestro paraíso. La tierra prometida es justo en la que estás parado ahora. No está en un futuro lejano, o en algún lugar tras la muerte. No esperamos el fin del mundo porque sabemos que no tiene fin, a menos que así lo dispongamos nosotros. No hay infierno a menos que así lo queramos.
La Naturaleza, será por lo tanto nuestra madre, nuestro hogar, nuestra paz, nuestra seguridad, nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Por ello debemos tratarla como cualquier hijo lo haría con su madre: con respeto; o como cualquier creyente trataría sus templos, o sus imágenes sagradas: con veneración y admiración ante su intrincada y frágil belleza. Para los brujos, el mundo no está compuesto por los objetos tal y como se presentan ante nuestra percepción, a través de los cinco sentidos y el pensamiento, sino que está compuesto por campos de energía a los cuales denominan “las emanaciones del Gran Espíritu” o del “Águila” – en nuestra cultura occidental la palabra ánima –alma, aliento vital, tiene una cierta semejanza-, emanaciones que conforman de hecho la única realidad, la verdaderamente trascendente. Estas emanaciones, están agrupadas en grandes racimos o bandas que constituyen por si mismas, otros tantos mundos, independientes entre sí. Los grandes brujos, nos 201
hablan de hasta 48 de estas bandas, aunque no puede descartarse la existencia de otras muchas. Curiosamente Rupert Sheldrake y otros científicos contemporáneos, nos dicen que el mundo que nos rodea está formado por una infinitud de campos de resonancia mórfica, desde una persona, hasta una especie animal o vegetal, un planeta, o el Universo entero, pueden explicarse desde la perspectiva de estos campos de resonancia mórfica, aunque no sean observables desde la percepción ordinaria, como tampoco los son los átomos, o demás partículas subatómicas . Desde la percepción ordinaria, los seres humanos tenemos acceso tan sólo a dos. Una es la banda dónde se encuentra agrupada la vida orgánica y la otra es una banda que contiene estructuras “presumiblemente” sin conciencia, como los minerales, los gases y los líquidos. Dentro de la banda de emanaciones de los seres orgánicos, existe una franja en particular que se refiere a la banda del ser humano y que determina los estrechos límites de la percepción de lo conocido. Las emanaciones normalmente alineadas –percibidas- se conocen como “conciencia normal” y los brujos suelen denominarlas el lado derecho o tonal. Dentro de la banda de los seres humanos queda un gran número de emanaciones accesibles, pero que por razones sociales, culturales u otras son rechazadas, permanecen como posibilidades latentes, aunque normalmente son ignoradas durante toda la vida. Son aquellas intuiciones que asociamos a conceptos como magia, sobrenatural, espiritual y que hemos aprendido a arrinconar en algún lugar perdido de la mente. Las emanaciones que hay más allá de la banda de los seres humanos, constituyen propiamente aquello “desconocido”, y casi nunca son alineadas en el contexto de la gente común. Precisamente por esto, una parte muy importante del trabajo de aprendizaje de los brujos, consiste a desarrollar las capacidades y entrenarse para percibir estas emanaciones. Aquello que determina qué emanaciones serán seleccionadas o alineadas en un momento específico de percepción se denomina “el punto de anclaje” y se podría definir como la propiedad de la conciencia de seleccionar las emanaciones adecuadas para producir la percepción simultánea de todos los elementos que constituyen el mundo que está siendo percibido. Para el hombre ordinario, común, la posición de su “punto de anclaje” produce un alineamiento singular, que denominamos “el mundo ordinario”, el de todos los días. Un pequeño movimiento en la posición de este punto de anclaje, producirá un nuevo alineamiento de emanaciones que hasta aquel momento habían sido rechazadas. Un gran cambio en su posición provocará la alineación de otras bandas de emanaciones. Es lo 202
que suele suceder con la ingestión de determinadas substancias psicoactivas, o con experiencias traumáticas de gran intensidad.
El requisito inicial de todo aprendiz, consiste a adquirir la habilidad de conseguir deliberadamente el movimiento del punto de anclaje, para sobreponerse más allá de los estrechos límites de su percepción ordinaria. Aunque este aprendizaje no resulta fácil, basta un pequeño movimiento para producir cambios enormes en la vida de cualquier persona, tanto en su forma de ser, como de comportarse y/o percibir el mundo que le rodea. Todo el sistema de aprendizaje de los brujos, tiene este objetivo y por esto se divide en dos áreas: las enseñanzas del lado derecho; y las enseñanzas para el lado izquierdo; y no son sino formas de “no-hacer” para mover el punto de anclaje y sus expresiones más representativas son: la acecho –estar siempre atento al momento, como un cazador que se enfrenta a un peligroso depredador- y el sueño – escuchar los mensajes que nos envía el mal llamado subconsciente- . Desde el inicio de la vida, los seres humanos se ven empujados a desarrollar la capacidad de seleccionar sólo una parte de la totalidad de las emanaciones accesibles y a ordenarlas según la percepción, de forma que resulten funcionales para el individuo; de no hacerlo así, las emanaciones serían percibidas como un inconmensurable caos. A la facultad que agrupa las emanaciones apropiadas para infundir orden y sentido a la percepción de cada objeto en particular, se le conoce como atención, y no es un fenómeno fortuito sino que responde a un 203
entrenamiento específico que realizamos a lo largo de toda nuestra vida y las características fundamentales quedan delineadas ya en los primeros meses y años de vida. Para los brujos existen tres niveles distintos de atención: la primera atención, es el ordenamiento de percepción en el mundo de lo conocido, lo ordinario; la segunda atención, opera y pone orden en la esfera de lo desconocido, la “realidad aparte”; y la atención tercera, integra a las dos primeras, permitiendo entrar –actuar- en lo que no se puede conocer. Para la gente común y para el aprendiz de brujo, la primera atención es la más importante, porque es el campo de operaciones, en el que su vida tiene lugar. De hecho, el manejo especializado y estratégico de sus acciones en la primera atención, el control de la atención, es lo que le permitirá el éxito en su vida ordinaria y eventualmente, el acceso a la segunda. El ámbito de lo que el hombre sí puede conocer, está constituido por siete grandes bandas de emanaciones, y se dividen entre lo conocido y lo desconocido. El ámbito de lo conocido, es en realidad una parte minúscula del total de emanaciones accesibles al hombre, no obstante es la porción en la cual permanecerá toda su vida y contiene todos los elementos de lo que percibe como realidad, el mundo de todos los días, todo lo que cada persona es y hace a lo largo de toda su vida. Lo desconocido es una porción prácticamente infinita que comúnmente queda sin utilizarse, aunque los seres humanos tengan la posibilidad de percibirla.
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En el momento de su nacimiento, un niño no percibe el mundo del mismo modo que los adultos, esto se debe a que su atención no está operante todavía como primera atención, por lo tanto no comparte el mundo conceptual de quienes le rodean. Aunque se encuentra rodeado por las mismas emanaciones que los otros, no ha aprendido a seleccionarlas como los adultos. Esto lo habrá de conseguir despacio, a medida que vaya creciendo y asimilando la descripción del mundo que le proporcionan sus mayores. De manera natural, cada una de las personas que entran en contacto con un bebé, especialmente los adultos, se constituye en un maestro que le describe incesantemente el mundo y aunque inicialmente el niño no comprende la descripción, puesto que no percibe el mundo en estos términos, poco a poco la irá asimilando, aprendiendo finalmente a percibir la realidad de acuerdo con los términos de la descripción que le han inculcado. De hecho, será la descripción adquirida la que determinará la forma precisa en que su propia percepción –atención- seleccione y organice los campos de energía que le rodean. Por lo tanto, aquello que percibimos cotidianamente, es la descripción misma que fluye constantemente de nosotros hacia el exterior, construyendo nuestro mundo individual. El fluir de la descripción se mantiene ininterrumpidamente, sosteniendo de este modo la percepción del mundo que nos es familiar, momento a momento, día a día, año tras año. Si este fluir - por la razón que sea - se suspende, la realidad que está generando también se desploma, experiencia que los brujos denominan – parar el mundo -. Y el resultado de esa experiencia, de ese “parar el mundo” es “Ver” el mundo tal y como en Realidad es, es decir, la capacidad de percibir el mundo tal y como se revela una vez que el fluir de la descripción se ha detenido. El diálogo interno, la conversación mental que sostenemos continuamente con nosotros mismos, es la expresión más inmediata –la primera- de la descripción asimilada por cada uno. Es una especie de guardián, la tarea fundamental del cual es proteger esta descripción, alimentándola con su propio contenido – los pensamientos – y generando quehaceres que la refuerzan. Es debido a las cosas que nos decimos a nosotros mismos que percibimos el mundo y nos comportamos de la manera como lo hacemos. Comúnmente solemos sustituir la realidad en torno nuestro por nuestros propios pensamientos. Miramos el mundo, las cosas, personas o a nosotros mismos, al mismo tiempo que pensamos cosas sobre lo que vemos y acabamos tomando nuestros pensamientos como si fueran la cosa real. Nos decimos que el mundo es de esta, o de
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aquella manera y acabamos convencidos de que el mundo es así, por y en sí mismo. Naturalmente, todo aquello que sucede como consecuencia del diálogo interno, se detiene cuando conseguimos cesar este diálogo, por eso es por lo que los brujos consideran parar el diálogo interno como la llave que obre la puerta entre los mundos, o entre las diversas bandas. La capacidad de seleccionar entre las diferentes bandas de emanaciones según los términos de una descripción que es compartida por los otros humanos se denomina “primer anillo de poder”, con él, enganchamos los elementos del mundo y los proyectamos en la descripción. Al mismo tiempo, los anillos de poder de toda la gente, están constantemente enganchados entre si, por lo que la construcción de la realidad, en términos de la descripción es en cierto modo, una tarea colectiva, en la cual participan todos aquellos que están involucrados en cada situación específica, el que posibilita la percepción de cada objeto en particular de manera muy parecida por todos los participantes. Para percibir el mundo en términos distintos a la descripción ordinaria del mundo, los brujos utilizan “un segundo anillo de poder” que los permite construir otros mundos. Aunque todos los seres humanos disponemos de este segundo anillo, sólo se puede utilizar cuando se bloquea el primero, lo que rara vez sucede en la vida de la gente común.
Una característica del funcionamiento del primero anillo es que puede ser bloqueado a causa de realizar acciones no funcionales ajenas a la descripción, conocidas como “no-hacer”. Cualquier tipo de acción que no 206
sea congruente con la descripción ordinaria del mundo o del si mismo, constituye un no hacer que interrumpe el flujo de la descripción y esta interrupción a su vez, suspende el hacer, el mundo conocido, de forma que el no hacer, constituye el camino de acceso al lado desconocido de la realidad, el nagual, la realidad aparte, la conciencia del otro yo. Como el no hacer, se practica desde el lado derecho de la conciencia, pero tiene la facultad de llevarnos a facetas del lado izquierdo, su práctica sistemática crea puntos de contacto entre ambos lados que lentamente, se acercan a la integración, resultado que se conoce como totalidad de uno mismo. Todo aquello a lo que nos referimos cuando decimos “yo” – el ego -, es también un elemento de la descripción que hemos asimilado. Esta parte, nos mantiene encadenados a una determinada forma de ser y de comportarnos que aunque parece absoluta y definitiva, pero -como ya hemos visto- puede ser interrumpida o suspendida del todo, lo que abre posibilidades ilimitadas en cuanto al que podamos ser o hacer. En este sentido, el no hacer que suspende el fluir de la descripción es una puerta abierta a la libertad y al cambio. Al interrumpir el fluir de la descripción, nos liberamos del hechizo del “ego” que consiste en hacernos creer que él mismo constituye nuestra única realidad, pudiendo reconocer entonces, nuestra verdadera naturaleza de campos de energía, libres y fluidos. A partir de este momento, podemos darnos a la tarea de reinventarnos a nosotros mismos de manera voluntaria e intencionada. Uno de los aspectos más comprensivos de la visión de los brujos, es la concepción dual de la realidad expresada en los términos de tonal y nagual. El tonal es el espacio que se mueve el hombre común a lo largo de toda su vida, incluye todo cuánto el hombre común es, piensa y hace; la razón, el pensamiento y la descripción del mundo, todo el espectro de lo conocido. Por su parte, el nagual sería todo aquello que queda fuera del tonal, algo que en su sentido último no se puede pensar, ni explicar racionalmente. El tonal seria como una isla en la cual transcurre toda la vida, los seres humanos no conocen nada más allá de los estrechos límites de la isla. El nagual seria todo este insondable misterio que se extiende en torno a ella. El nagual no puede ser comprendido o verbalizado, no obstante, puede ser atestiguado, experimentado. En última instancia, todo ocurre en el nagual, aunque sin la protección del tonal que da orden y sentido a las emanaciones, las personas sucumbirían ante el impacto devastador del caos aparente del nagual.
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Entre los pueblos mal denominados primitivos los mitos y los rituales, están íntimamente unidos. El ritual, la ceremonia, es el tiempo “fuera del tiempo”, el espacio dónde los seres humanos serán transfigurados y habrán de encarnar a los seres mágicos de los que hablan sus canciones y leyendas; el tiempo en que los seres de poder, luz, amor y conocimiento vienen a la tierra y se igualan con los hombres, o dicho de otra forma, el tiempo en que los hombres se convierten en los seres mágicos que sueñan ser. Del mismo modo, el camino del brujo, en el cual los brujos son seres mágicos viviendo con alegría y poder, en medio de la sociedad de todos los días, es un mito de nuestro tiempo. No porque los brujos o los Hombres/mujeres de Conocimiento, no tengan una existencia concreta, que si la tienen, sino porque tienen la misma función que los otras mitos: reflejar nuestras más queridas y dignas aspiraciones como seres mortales e invitarnos a hacerlas realidad en nuestra experiencia.
Uno no es totalmente nunca un brujo/a, o un hombre/mujer de conocimiento, aunque estemos permanentemente luchando por llegar a serlo, siempre estamos en el camino. El mito del/a Brujo/a es una maravillosa invitación a encarnarlo y de este modo, volverlo real en nuestra propia persona. Empieza por el trabajo de llevar algo de tiempo mágico a nuestra vida de todos los días, cuando en lugar de comportarnos como máquinas elegimos el acto a propósito, el no hacer. Estos son momentos de luz a través de los cuales dirigimos nuestras vidas y lo que nos sucede desde 208
dentro, son como el momento mágico de una ceremonia, en los que la vida nos habla personalmente y nosotros la entendemos, en que la vida se hace nuestra amiga y comprendemos lo que significan el poder y el conocimiento. El reto para quien sigue el camino de los brujos es trabajar duramente para conseguir que estos momentos mágicos en que consigue encarnar el mito, sean cada vez más frecuentes y continuos, hasta que la magia predomine sobre la sumisión y la armonía sobre el caos. Hasta que su sueño de poder y libertad predominen sobre la realidad de la gente de todos los días. Hasta que el sueño se vuelva realidad. Dicen los brujos que una persona adelanta hacia al saber como hacia la guerra: con miedo, con respeto, bien despierto y con absoluta confianza, por esto el camino del brujo es parecido al de un guerrero. El brujo, como el guerrero, siempre está en lucha. Su lucha es contra sus propias debilidades y limitaciones, contra las fuerzas que se oponen al ensanchamiento de su conocimiento y poder, contra las fuerzas de su destino como hombre corriente y común, determinado en todo por su historia personal y circunstancias. El aprendiz de brujo, quiere rescatar la posibilidad de elegir por si mismo, como ser y como vivir. Es una lucha por la armonía y la quietud, por la libertad a sabiendas de que esta empieza dentro de un mismo, para proyectarse de allí hacia todo lo que compone el mundo en que actúa. Es una lucha callada, suave y alegre. La forma de proceder de los brujos es la de vivir constantemente el desafío de ser, que por esto no admite una definición exacta o totalizadora. Más bien la actitud del guerrero es una noción, una dirección, una persistencia a elegir la manera fuerte y auténtica de realizar cada acto. Quizás el sello más representativo del brujo, sea su persistencia en buscar la impecabilidad en cada una de sus acciones, hasta de las más mínimas. Entiende la impecabilidad como el dar lo mejor de un mismo en cada cosa que hace, lo que desde el punto de vista de la energía, significa su uso óptimo. Cualquier cosa que uno esté haciendo puede buscar hacerla a la manera de los brujos, a la manera de aquel que siempre está en lucha y nunca abandona, que no admite la dejadez ni la entrega, convirtiendo el más pequeño de sus actos en un desafío de poder, llevarlo hasta más allá de los límites, cada vez ser mejor, más potente, más suave, más real… Entre las armas fundamentales del brujo, se tiene que destacar la voluntad, un poder que emana de si mismo para tocar y sentir el mundo, para dirigirlo. Un poder que tendrá que llevarlo a batallas más grandes e intensas, que su razón no se atrevería a enfrentar. 209
Y es que el brujo, ya no es un ser humano enfrentado a los miedos y fantasías de su pensamiento, sino que atiende a su sentimiento y lo que lo impulsa es su poder personal, esta energía que con tanto esfuerzo ha ido ahorrando e incrementando. Cuenta también como formidable escudo, con la conciencia plena de su muerte inminente y por lo tanto hace de cada acto su última batalla y por lo tanto, da lo mejor de sí. Con la muerte como compañera constante que infunde poder a todos sus actos, transforma en tiempo mágico su tiempo como hombre vivo sobre la tierra. Esta conciencia de la muerte inminente le dota del desenganche necesario para no aferrarse a nada y para no negarse a nada.
Desenganchado de todo, consciente de su muerte inminente y en constante lucha, el brujo aprende a construir su vida gracias al poder de sus decisiones. Trabaja para conseguir el control de si mismo en cada momento y al hacerlo, consigue el control de su mundo personal. A tomado en sus manos el rumbo de su vida y lo dirige estratégicamente; cada cosa que hace es un paso adelante de su estrategia. De hecho, control y estrategia son dos factores siempre presentes en su manera de andar por la vida. Bueno, hasta aquí he llegado. Se que el texto es confuso, denso, una plasta... he dejado muchas cosas en el tintero, intentando ir al grano, a la esencia, aunque sé que no lo he conseguido. Pero espero que sabréis leer entre líneas, captando lo que las palabras no han sabido exponer con claridad. 210
Como podéis imaginar, éste texto sólo es una propuesta de interpretación, ni un dogma, ni lo correcto, ni la verdad, sólo un intento sincero de exponeros lo que creo/se sobre éste tema. Antes de acabar, me gustaría ofreceros la presentación anterior, pero ahora en vídeo. Ya conocéis el texto, podéis conectar unos auriculares y escuchar la música, a buen seguro que también os conducirá hasta las puertas del control sobre vosotros mismos. https://youtu.be/wnLkdCqc-Ng Espero que os haya sido útil e interesante. Ahora os toca a vosotros...
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Índice
Introducción
pág.
4
Definiciones
8
Las múltiples causas
23
La Psicologia del torturador
59
Las funciones de las brujas
74
Los procedimientos de los Tribunales
111
La audiencia de la soga
144
Las brujas de Viladrau
163
Consecuencias
182
Epilogo
194
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