Dónde vamos a encontrar otra Pavez. Pedro Lemebel

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DONDE VAMOS A ENCONTRAR OTRA PAVEZ .Por Pedro Lemebel Ay, Andrés, cómo le hago para escribir tu epitafio, prima querida, si tanto hablamos de esto en esas caminatas por el gay town, el Parque Forestal y el frontis del mµseo donde cada domingo reunías a la galucha paseante que se apretaba la guata riendo con tu función de teatro callejero en las escaleras del Bellas Artes. Cómo le hago, amiga, para despejar este nudo que no me permite escribir, este ahogo que me deja tu partida. Si no puedo creer, no me cabe en la cabeza que nunca más voy a encontrar tu figura altiva de condesa cunetera alegrando el arrebol de la tarde. Esta maraca ciudad no te merece· y ha perdido un color al dejarte ir por el gris destemplado del anonimato. Pero todos te conocían, desde antes, desde los rasguñados días en la dictadura cuándo gritabas con tu voz ronca: VAMOS AL TEATRO. Y era así, por el paseo Ahumada de entonces, por la Vega, por Bellavista, en Horcones, en Quintero. El verano del 84, llegaste a la playa con cuatro palos y unos trapos multicolores, y en un dos por tres, la magia del teatro · pobre · inundaba de risas las caritas quemadas de los niños, los ojos tristes de las.mujeres pobladoras, los hacías soñar. Y para todos hilvanabas un verso, un chiste, una flor de papel arru ª9º en h!_boca deslenguada, mi amiga de tantas noches, de tantas fiestas y carnavales pulguientos que inventaba tu mágica cabeza. Cómo vamos a seguir sin ti, pájaro de raído corazón y plumaje violento. Tanto que contar, tanto que recordar en esta hora, y, sin embargo, la memoria se atropella, la página se humedece y las letras mojadas bailan solas en esta lluvia final. Tantas veces nos reímos al elegir las palabras de este sidoso adiós. Para qué hacerse el examen macabro, si al saberlo nos morimos de imprésión, decíamos, pero tú no te moriste al con- tármelo, y seguirnos riendo en el humo marihuano que inundaba las farras de los '90. Seguimos jodiendo con el bicho, el chiste, el premio, la Poífa Gol, y tantos nombres sarcásticos que le pusimos al sida para espantar el olor de la tragedia. Incluso~ en una de tus tantas recaídas, una loca te escribió un homenaje mortuorio en la revista Lamda, y yo, al leerlo, casi me morí de impresión al pensar que te habías ido sin enterarme. Entonces, entre sollozos, tomé el teléfono y llamé a tu casa para saber dónde te estaban velando. Y casi me muero por segunda vez al escuchar tu voz aclarándome que todo había sido mi mal entendido. Pero no te dio rabia con la loca desubicada, al contrario, te reíste e incluso encontraste bonito el homenaje póstumo. Y ahora resulta cierto, querida prima. Tan cierto que el mismo teléfono se quedó mudo como si la señora muerte no hubiera pagado la cuenta. Te fuiste y ya no hay nada qué hacer. No resultó el tratamiento de Ayahuasca

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· "TANTAS VECES NOS REÍMOS AL ELEGIR LAS PALABRAS DE ESTE SIDOSO ADIÓS. PARA QUÉ HACERSE EL EXAMEN MACABRO, SI AL SABERLO, NOS MORIMOS DE IMPRESIÓN, DECÍAMOS, PERO TÚ NO TE MORISTE AL CONTÁRMELO, Y SEGUIMOS RIENDO EN EL HUMO MARIHUANO QUE INUNDABA LAS FARRAS DE LOS 'go:' que otra prima te hizo tomar para mejorarte. Tampoco, ·el humor negro para subir las defensas, 11i los arrullos cariñosos de las amigas del Circo Teatro que te cuidaron hasta el final. Nada pudo evitar el desenlace y partiste, teatrera y vagabunda, como la vida hizo de ti una quimera. Estoy tan triste que ando solo buscándote en las sombras que· se mecen en el agua verde del parque. Nada me podrá devolver a mi niña torcida, mi paloma torcaza, mi Pavez, la

Paulina Show, la reina del Zapatito de Oro, la bruja linda del parque. Como ·ves, la primavera nuevamente entibia el Santiago verdejo, pero tú no estás para inventarle alas de mimbre al pájaro del teatro. Qué haremos, prima, con tu equipaje de máscaras y coliflores de seda que bordabas.con tanta paciencia y delirio. Dónde irán ahora tus amores de percala, tus amantes pungas, a pasar su madrugada descalza. Algunas flores pisoteadas quedaron frente a la pérgola,

luego que tu carnaval pasó gimiendo malabares de luto. Las mujeres floristas, tus amigas, alfombraron de nomeolvides el tranco del adiós, como tú querías. El cortejo alegre recorrió Pío Nono, hizo un alero en el parque y allí se detuvo un rato para que tus cercanos hicieran los ritos de la actuación. Y algo pasó que el vehículo quedó en pana, como si tu no quisieras irte nunca de ese escenario a la intemperie. Las locas comadres tuvieron que empujar la carroza de la diva sacando músculos de macho coligüe. Parecía que te ibas riendo o teatralizando hasta el final la comedia delirante de tu muerte. Ay, querida prima, peleaste brava por el retorno a la democracia, y la democracia nunca te devolvió la mano, jamás te dio la migaja limosnera del Fondart, de sus becas teatreras sólo para actorcillos de la tele, figurines estirados, mariquillas gritones haciendo de galanes en la pantalla de la Concertación. Ni siquiera cuando apareciste en el noticiario sangrando frente a los tribunales, herido por los pinochetistas. Nunca hubo reconocimiento para la escena callejera, que en los ochenta animaba la protesta. Ese teatro de propinas que no tenía camarín y se maquillaba frente a los niños, tosiendo por las bombas lacrimógenas. Es como si nunca hubiera existido ese panfleteado clamor. Salvo excepciones, no soporto el teatro, yo te decía, y tú, con displicencia de Sara Bernard, me contestabas: Es que usted, tía, no lo entiende. Y tenías razón, el teatro no se entiende, se vive sobre las tablas zangoloteadas ·de la sobrevivencia, es calle viva, tumulto manoseado, vereda contaminada y aglomeración. El otro, "es puro teatro", como dice la cantante. Y se nos murió la Pavez, parece letra de cueca, pero la verdad de tu extinción no le lleva músicª, apenas unos zancos, algunos tambores acompañando el féretro en la carpa de la Negra Ester, salió cierto eso de que Andrés Pérez te iba a venir a buscar, chatita. Corrió la lista, decías tú cuando alguna prima sé iba de lo mismo, y todas nos aterrábamos cuando agregabas: "Que pase · 1a que sigue". Pero ahora te tocó el turno a ti, y ya no es chiste. La humorada queda colgando en la comisura de una carcajada rota. Hoy, una vez más cruzo el parque. Santiago se eleva sobre las nubes con su arquitectura de cartón, los acróbatas en las esquinas hacen sus maromas a la rápida estirando la mano a los automovilistas, y todo parece igual, como si nada. Solamente al atravesar el puente Loreto, un rasmillón de sol broncea las escamas del Mapocho culebreando entre las piedras. A lo lejos, sus vapores semejan una piragua en llamas, un cortejo enfiestado que los restos de la tarde lo m1vegan rumbo al encuentro de su caricia pleamar.

SABÍA USTED QUE: ••• No hay nadie más solo que Frei en el Día del Amigo.


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