TRAIL n.72

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BARDENAS R EALES

EL DESIERTO EN CASA 53


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PAISAJE DE YESO Y ARCILLA Texto: Eliseu T. Climent Fotografía: Quim Farrero

Las Bardenas Reales acercan a la experiencia del desierto. Se trata de un espacio abierto, de una aridez extrema, seductor y frágil. Un universo de arcilla, arenisca y yeso que el agua, el sol y el viento se encargan de moldear. Las formas y expresiones de sus montes escriben el relato de este lugar solitario, reino del silencio, únicamente quebrado por el constante vuelo de cazas del Ejército del Aire y sus ejercicios de puntería en el polígono de tiro anexo. Contradictoria y esquizofrénica, así es la das? ¿Cómo se pueden imponer a los usuarios y visirealidad de las Bardenas Reales, una de las más surrealistas, duales y bipolares que jamás haya visto. En este espacio natural de alto valor ecológico y paisajístico, declarado en 1999 Parque Natural de la Comunidad Foral de Navarra y un año más tarde Reserva de la Biosfera de la UNESCO, se dan cita dos especies aladas que compiten por el dominio de su espacio aéreo: los buitres y los cazas de la Armada Española. ¿Cómo encajan en un mismo escenario una Reserva de la Biosfera y un campo de tiro de las Fuerzas Arma54

tantes severas restricciones de acceso a pie en ciertas zonas durante el periodo de nidificación de aves, mientras estas son sobrevoladas diariamente por ruidosos aviones de combate? Sólo hay una respuesta, que nos dio magistralmente un guarda del lugar: “A los buitres no les estresa el ruido de los cazas, pues conviven con ellos hace casi 70 años, pero sí las personas”. Sin palabras. Las Bardenas Reales se erigen como un antioasis, una suerte de isla desierta en medio de una tierra humanizada a base de pastos y cultivos. A pocos kiló-


“El desierto es una tierra bella, inútil e insustituible.” Albert Camus

metros, la abundancia fluvial del Ebro extiende sus tentáculos. La vega de esta gran arteria lo baña todo de fertilidad. Fuera de su área de influencia, la tierra se vuelve blanquecina, se reseca y aclara, cobrando una textura agrietada de vieja piel de rinoceronte. La aridez gana presencia y se intensifica a medida que nos adentramos en las Bardenas Reales. Las Bardenas poseen, como tantas otras cosas en esta vida, la cara y la cruz de una misma moneda. La Bardena Negra está cubierta por un ligero manto de vegetación bajo el cual se oculta su carácter terroso. En ella sobreviven también los pocos pinares de la zona. La Negra se resume en planos y profundos barrancos, entre otros, el del Viso, el de Lázaro, el del Avejar y el barranco de Valdenovillas. Y grandes paredes, con desniveles de hasta más de 250 metros, se alzan para formar la impresionante muralla de las Caídas de la Negra. En el lado opuesto, la Bardena Blanca es la expresión más próxima a un desierto o paisaje extraterrestre. Se despoja de vegetación, sin árboles. Ni una sombra.

Tan solo flora esteparia, discreta y baja. Un entorno en constante transformación por su carácter blando y maleable. Las lluvias, el sol y los vientos han ido moldeando sus montes y formaciones, cual alfareros. La Blanca nunca es la misma, o sí, en líneas generales. De un año a otro, aparecen nuevos surcos, alguna cavidad arcillosa se derrumba, una de sus miles de afiladísimas aristas se perfilan todavía más. La Blanca es mágica. Perderse por su laberinto de vallecitos y barrancos, por sus rincones más recónditos y aéreas cumbres nos transporta o, mejor, nos ausenta del presente. Soledad y silencio. A este lugar hay que acceder con delicadeza y máximo respeto, obedeciendo en todo momento las limitaciones de acceso que impone la ordenación del parque natural por nidificación de aves. Su fragilidad, como la de sus pobladores, han de regir nuestras acciones. El territorio no es, no nos cansaremos de recordarlo, un parque temático ni un lugar donde correr con el cronómetro y la mirada clavada en el mero esfuerzo. Se trata de explorar y sentir en propia piel la expe55


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“Donde la tierra se seca, el alma se vuelve la más sabia y la mejor.” Heráclito

riencia de transitar por un paisaje, en este caso estepario y semi-desértico, de sentir bajo los pies el continuo manto de la arcilla seca y cuarteada, sin prácticamente piedras; se trata de observar y grabar en la retina momentos y encuadres, más allá del esfuerzo de los músculos. Se trata de dejarse llevar, sin más. La Blanca es de las dos, la Bardena más impresionante y monumental. La luz le confiere a primera y última hora del día un juego de sombras auxiliadas por la disposición de aristas, filos y brechas que pueblan estas caprichosas formaciones. La más característica, por dar la bienvenida a los visitantes en la entrada del parque, es Castildetierra. La singular aguja funciona a modo de monolito preliminar o prólogo de lo que nos espera; la antesala de la función. El espectáculo bardenero de la Blanca está formado por planos, moles, cabezos y cortados. Las extensiones a pérdida de vista contrastan con las agudas formaciones surgidas en medio de la nada, como por generación espontánea. Mientras que el plano depara un rodar sin sorpresas, rectilíneo e hipnotizante, la sinfonía de picos y puntas obliga a un sube y baja 56

constante, con ascensos cortos y aéreos tramos de verdadero funambulismo. Destacan, entre las piezas de este rompecabezas, los cabezos de la Ralla y el Rallón, las cumbres del Pizkerra y del Sanchicorrota; las paredes y cortados de la Estroza, del Rincón del Bú y del Balcón de Pilatos, estos dos últimos en la Negra. En la Plana del Rallón, el Paso de los Ciervos esquiva una legión de afilados montículos en un vertiginoso descenso hacia el desfiladero. En este punto, sin más perspectiva que un marco formado por una genial combinación de agujas, aristas y cielo, nos enrolamos en un particular viaje al centro de la Tierra. La omnipresente huella humana Pero lo que interpretaríamos como un territorio inexplorado, un desierto virgen por el cual avanzamos al más puro estilo explorador, ha sido colonizado por el ser humano desde tiempos remotos. Hoy en día, conviven tres actividades: la ganadería, la agricultura y el turismo. Este último despliega sus múltiples facetas, que abarcan desde motoristas emuladores de los intrépidos pilotos de rallys desérticos hasta familias y autocares de jubilados que se contentan con atisbar


Del saqueo y la rapiña A parte de un excepcional refugio de avifauna, las Bardenas Reales han sido desde siempre residencia de furtivos, maleantes, ladrones, bandoleros y contrabandistas, todos ellos fugitivos de la ley. No en balde, por estas latitudes se ha acuñado la expresión “echarse o irse a la Bardena”. Una suerte de tierra de nadie, espacio fronterizo entre Navarra y Aragón, desolado y aprovechado ya en tiempos de musulmanes para penetrar hacia la rica vega del río Ebro, entre Zaragoza y Tudela. Y así, desde el siglo XI hasta el XIX se dieron cita todo un elenco de fueras de la ley, atraídos por el laberinto bardenero y la infinidad de escondrijos y cavidades que posee el pequeño desierto. Aquí campaban a sus anchas desde antiguos combatientes hasta forajidos rasos, especializados todos ellos en el saqueo, el robo y la rapiña. Ya a principios del siglo XIII y ante la situación de inseguridad que se vivía, se unieron varios pueblos de Navarra y Aragón para restablecer el orden en el territorio. Como esta, se han sucedido más acciones a lo largo de los siglos sin conseguir paliar una realidad de Far West. En los anales del bandolerismo bardenero, destaca la figura de Sancho Rota, Sanchicorrota. El insigne bandido, que vivió a mediados del siglo XV, tenía a sus órdenes un grupo de 30 profesionales del sector que se dedicaba a asaltar a todo aquel que cruzase estos parajes. Asesinatos y robos eran las principales fechorías que solía cometer en su reino de las Bardenas. No tardó el rey Juan II en decidir plantarle cara, y mandó a 200 hombres a caballo a acabar con él. El bandolero contaba con el conocimiento del lugar y ello le permitió en un primer momento ofrecer resistencia, a pesar de su minoría numérica. Al final, acorralado y solo, se clavó un puñal en el pecho. Su cuerpo fue expuesto en la horca de Tudela como demostración del poder de la justicia real y, de paso se

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este paraje desde la entrada del parque natural, con las correspondientes admiraciones del cabezo de Castildetierra. No obstante, el aprovechamiento de recursos de esta tierra despoblada adoptó múltiples rumbos tiempos atrás: la caza y el carboneo fueron dos de ellos. Y, con permiso de la dominante actividad agrícola especializada en cultivo de cereal y secano, la ganadería trashumante forma una parte sustancial del patrimonio bardenero. Por la Cañada Real de los Roncaleses que, como su nombre indica, tiene su origen en el valle pirenaico del Roncal, acceden aquí cada otoño miles de cabezas de ganado ovino huyendo del frío de las altas montañas. La trashumancia resulta un verdadero espectáculo ancestral y un patrimonio histórico que hay que proteger a toda costa. Esta vía pecuaria es, con toda probabilidad, la más importante y aprovechada turísticamente: en la actualidad está señalizada como Sendero de Gran Recorrido GR-13 y por ella también discurre un itinerario de bicicleta de montaña de 189 kilómetros. A la de los Rocaleses, se le suman otras de orden no menos importante, pero sí más desconocidas, como la Cañada Real de Murillo el Fruto a Salazar (con 95 kilómetros) o la de Tauste a Urbasa Andia (con 135 kilómetros). Algunas de estas llegan a medir hasta 75 metros de ancho o, dicho con otras palabras, configuran las vías de alta capacidad ganadera.

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“¿Qué esconde esta belleza si no es el vacío, lo trágico de estas tierras indefinidas?” Emmanuel Muheim

convirtió en un verdadero festín para carroñeros. Hoy, entre la toponimia bardenera, se cuenta con el cabezo de Sanchicorrota, uno de los más importantes de la Bardena Blanca, homenaje y memoria del ilustre malhechor y donde cuenta la leyenda que tenía su madriguera. El polígono, la Junta de Bardenas y el monje Paradojas de la vida, el centro de este parque natural lo ocupa el citado polígono de tiro del Ejército del Aire. La situación resulta, cuando menos, inédita, pero poco se puede hacer por su desmantelamiento. Se han alzado voces de oposición en el territorio, se ha realizado un balance de las muertes provocadas por los ejercicios aéreos y los consiguientes accidentes, se ha intentado demostrar el riesgo de contaminación radioactiva causado por el uso de uranio empobrecido en las maniobras militares, pero nada. Todo sigue su imperturbable curso, a pesar de que hace 17 años las Bardenas fuesen también declaradas Reserva de la Biosfera de la UNESCO, por su alto valor ecológico y su singularidad geomorfológica. Casualmente, en diciembre de aquel mismo año, se declaraba el polígono de tiro Zona de Interés para la Defensa y que58

daba así excluido del espacio natural protegido. ¿Qué es lo que frena el traslado del polígono de tiro y la definitiva restauración de este espacio natural? Entre muchos otros factores, sencillamente el arrendamiento de la tierra a la Junta de Bardenas, la cual goza de privilegios en la zona desde el siglo IX, como el derecho de uso. El usufructo le fue otorgado por colaborar con los reyes de Navarra y posteriormente con la casa de los Austria.El órgano gestor está compuesto por 19 municipios, dos valles pirenaicos, el del Roncal y el de Salazar, y el monasterio de la Oliva. Este campo de entrenamiento es el único existente en España para maniobras de tiro aire-tierra y el más grande de Europa Occidental. Actualmente, el polígono acoge un 20% de su capacidad máxima, 100 operaciones diarias, de las cuales hasta 1991 se aprovecharon un 90%. En los ejercicios de tiro, se utilizan bombas de ejercicio, sin explosivo. Los entrenamientos son diarios, por las mañanas hasta mediodía. Más tranquilos estaréis si vais a correr por la tarde. El polígono fue inaugurado el 9 de junio de 1951. Por aquel entonces, el régimen del general Franco arrendó a la Junta de Bardenas las más de 2.200 hectáreas con un contrato a 25 años y por 20.000 pesetas anua-


“El desierto no cesa de hablar a quien sabe escucharlo.” Nadia Tadzi

les. Las renovaciones se han sucedido y también las protestas ciudadanas, recurrentes desde finales de los años 70 del siglo XX y concretadas en movimientos pacifistas, como la Asamblea Antipolígono y la reciente Bardenas Ya. Hasta el Parlamento navarro votó en marzo de 2008 a favor de la no-renovación del contrato y del desmantelamiento del centro. Pero a pesar de la oposición, la entonces ministra de Defensa socialista Carme Chacón anunció la renovación del contrato por 10 años más prorrogable a 20. Traducido en euros, dicha decisión representaba para la Junta de Bardenas un ingreso anual de siete millones de euros durante la primera década, que se doblaría los siguientes 10 años. En las negociaciones se incluía, además, la cesión de la propiedad de este territorio a la Junta de Bardenas, hasta la fecha gestora y usufructuaria. Aunque alguno de los congozantes de la Junta se pronunció en contra, la mayoría vio la decisión con buenos ojos por representar una fuente de ingresos para los diferentes municipios de hasta un 30% de su presupuesto anual. Y hasta el Prior de la abadía cisterciense de la Oliva, el padre Daniel, consiguió articular un discurso en que, ahora sí, el pacifismo cris-

tiano harmonizaba con maniobras de carácter bélico. “Somos hijos de nuestro tiempo y de nuestras circunstancias”, confesaba en una entrevista al periódico El País en enero de 2016. “Nosotros ya nos hemos acostumbrado a los aviones.” Igual que los buitres... Resultará que tendrá razón el guarda del parque.

AL TANTO... Acceder. Para acceder a la Bardena Blanca por Arguedas, toma la autopista AP-15 o la autovía A-68. Para llegar a la Bardena Negra, desde Ejea de los Caballeros toma la carretera A-125 hasta Valareña. Continúa unos kilómetros más y gira a la izquierda por una pista en buen estado con paneles informativos en su inicio. Centro de información. En la entrada del Parque Natural por Arguedas, encontrarás el Centro de Información, poco antes de llegar al cabezo de Castildetierra. Web: bardenasreales.es Restricciones. Existen severas limitaciones de acceso por nidificación de aves entre los meses de febrero y septiembre en las zonas de la Ralla, el Rallón y Pizkerra. Respétalas.

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