REPORTAJE TERRITORIO
58
MAC IZO DEL MONC AYO
59
TERRITORIO
DOS CARAS Y UNA MONTAÑA Texto: Eliseu T. Climent Fotografía: Quim Farrero
El Moncayo representa un privilegio para los corredores de las zonas próximas, de cota baja. La montaña aparece aquí como un regalo que supera los 2.300 metros y parece surgir de la nada. Por ello, posee el carácter de montaña sagrada, donde se cuecen historias, mitos y leyendas. Para el corredor, el Moncayo le ofrece grandes desniveles, diversidad de paisajes y estratos, y la posibilidad de gozar de una tierra solitaria y poco explotada. Hay montañas que hacen funciones de faro; montañas que poseen un carácter especial, una suerte de capacidad de liderazgo en la región donde se yerguen. Son cumbres que emergen con intensidad y alta visibilidad por encima del territorio; viajeros y vecinos las divisan sin dificultad a leguas de distancia. Su singularidad es posible porque no tienen parangón ni competencia en el lugar. A su alrededor, todo es llano, o casi. La cota baja conforma la moqueta roja por encima de la cual lucen su estrellazgo. En su base se ordenan campos y pinares, o yermos que se extienden a pérdida de vista en una especie de sumisión 60
frente a la prepotencia mineral. Nos vienen a la mente siluetas idénticas de algunos de los volcanes más famosos, como el Etna en Sicilia, el monte Fuji en Japón o para los amantes de las alturas solitarias, el Damavand en Irán. Y el Ararat en Turquia que, como el anterior, se eleva por encima de la cota de los 5.000 metros. El Moncayo viene a engrosar la lista de montañasfaro, aunque no forme parte del club de los conos magmáticos. Al contrario, el macizo del Moncayo halla su origen en los escenarios glaciares que se dieron durante la era cuaternaria. Su protagonismo, que se
Las hoyas glaciares delatan el origen glaciar del Moncayo.
traduce en los 2.314 metros de altitud, lo catapulta al primer puesto del Sistema Ibérico. Como el resto de cumbres anteriormente citadas, el Moncayo toma cuerpo por contraste con el territorio circundante. El valle del Ebro queda cercano y muy abajo, con dificultades supera los 200 metros de altura. La ciudad de Zaragoza, regada por el ancho río, se levanta cada mañana con la presencia de la mole glaciar. Aunque esta se encuentre a 70 kilómetros de distancia de la capital aragonesa, no hay accidente geográfico que eclipse su presencia. El macizo del Moncayo, además, es territorio-bisagra entre dos comunidades autónomas, Aragón y Castilla y León, con las correspondientes provincias colindantes. Zaragoza y Soria se lo rifan, a la par que representan la cara y la cruz de una misma moneda. La vertiente aragonesa goza de protección jurídica mediante la creación temprana del Parque Natural del Moncayo en 1978, mientras que la castellanoleonesa se debate todavía hoy en un tira y afloja que no consigue resolver, ya que dicha figura de protección
suscita a partes iguales reticencias y simpatías. Son cara y cruz, por otra parte, medioambiental. La vertiente septentrional del Moncayo se encuentra tapizada de una rica y variada vegetación. Al despegar desde Tarazona, la aridez rural monopoliza el paisaje, pero no por mucho tiempo. Los campos flanquean la mole montañosa que alberga un nutrido abanico de ecosistemas y de estratos vegetales. No es de extrañar que en este espacio de alto contraste se pase en pocos kilómetros de temperaturas templadas y hasta cálidas a un ambiente de alta montaña. En el camino hacia la cumbre, la encina deja paso a pinares, robledales y a encantadores hayedos. En esta vertiente, se dan también los desniveles más acusados y donde podremos practicar el ascenso mantenido. Como ejemplo, plantéate empezar en Tarazona y culminar el Moncayo. En poco más de 21 kilómetros, lograremos los 2.000 metros, algo nada despreciable. Durante el camino, atravesaremos el pueblecito de Grisel, habitado por 70 almas. A mitad de recorrido, Lituénigo (756 m) nos puede auxiliar 61
TERRITORIO
El hayedo cubre buena parte de la vertiente norte de esta emblemática montaña.
antes de emprender el ascenso propiamente dicho a la cumbre, donde esperan 12 kilómetros y algo más de 1.600 metros positivos. A tan sólo tres kilómetros de la cima, el santuario de la Virgen del Moncayo (1.600 m) hace las funciones de restaurante durante los fines de semana. A partir de este punto, no tardará la montaña en despojarse del manto forestal. Allá por la cota 1.800, el pino cede el relevo a la sabina rastrera, más resistente a las fuertes pendientes y a la inclemencia meteorológica propia de las alturas. Esta curiosa especie más ancha que alta procede del centro asiático y se extiende por todo el Sistema Ibérico meridional. No será de extrañar que observe nuestro paso en sierras como las de Javalambre, Penyagolosa, Albarracín o la Serranía de Cuenca, donde el rigor climático despliega todo su encanto. En el Moncayo, punto culminante de este sistema montañoso, la sabina rastrera teje un denso tapiz que cubre el suelo y que dificulta notablemente el avance cuando perdemos el camino en momentos de baja visibilidad. Por suerte, el sendero a la cumbre está bien abierto, gracias al paso de caminantes atraídos por las altu62
ras del lugar. Tendremos que tomar, no obstante, precauciones durante los meses fríos y con las primeras y últimas nevadas, porque las pendientes en la parte final de la ascensión son acusadas y pueden ser motivo de accidente. Tres eran tres... En la tradición cristiana, el tres designa la perfección: es el trébol, la trinidad, la triangulación, el movimiento continuo, el ritmo ternario, el un, dos, tres. Tres también define el Moncayo en una tríada de cumbres vecinas y fácilmente enlazadas que superan los 2.000 metros. Y tres circos glaciares que las preceden como antesala de las alturas. Son tres circos como tres hoyas, como las denominan en la zona: la Hoya de San Miguel, la de San Gaudioso y la de Morca. Tres es, pues, la suma del Moncayo (2.314 m), el cerro de San Juan (2.283 m) y el cerro del Corralejo (2.280 m). En el extremo oriental del terceto, aguarda el Lobera (2.226 m) y en el lado opuesto, la peña Negrilla (2.118 m). Aquí arriba el cierzo sopla con ganas, cuando sopla y quiere, porque no existe accidente geográfico cer-
63
TERRITORIO
En invierno, esta montaña recibe los rigores de los vientos del Norte.
cano que lo detenga. Desde lo alto, también, se entabla un diálogo entre cumbres: se percibe cierta complicidad entre estas montañas y la sierra soriana de Urbión, porque tanto las unas como la otra comparten origen glaciar. Y con las del Norte: el Pirineo cercano se hace presente cuando el día se encuentra limpio de nubes. Aquí arriba la erosión ha redondeado las estridencias y ha conseguido limar asperezas minerales. Las formas suaves tranquilizan y engañan al ocultar una vertiente septentrional modestamente abrupta. Y así es. El Moncayo es un animal bicéfalo, sin medias tintas. Su vertiente meridional se vuelve, por la acción del sol y las temperaturas, áspera y aislada. La apodan, no sin razón, la cara oculta. Pequeños pueblos se encuentran separados entre si no por kilómetros sino por cientos de curvas de estrecho asfalto. La cara oculta es silencio absoluto, roto únicamente por el vuelo de alguna ave rapaz de dimensiones considerables. La roca caliza forma cañones y muelas, entre cuyas paredes se ha abierto paso la vida humana. Algunas poblaciones han conseguido atraer a visitantes. Ágreda se ha convertido en el centro de 64
servicios comarcales de la vertiente soriana. En Beratón es donde la vida humana por estas latitudes toma más altura. De hecho es el pueblo más elevado de la provincia de Soria, situado a 1.391 metros. Desde aquí, la solitaria Muela de Beratón espera. Si el objetivo es el ascenso a las cumbres altas del Moncayo desde esta vertiente, habrá que tomar el empinado sendero hacia el pico Lobera que arranca a un par de kilómetros del pueblo desde la carretera que lleva a Cueva de Ágreda. La excursión sumará unos 9,5 kilómetros hasta la cumbre, con 700 metros de ascenso. Recuerda que el Lobera dista del Moncayo tres kilómetros por la cuerda, sin pérdida alguna y ciertamente cómodos. Calcena y la Calcenada De vuelta a Aragón, Calcena encierra el Moncayo por su extremo meridional. Es el último de los pueblos de su cara oculta. La omnipresencia de adherente roca caliza, con tonos que oscilan del gris al naranja pasando por una paleta de ocres, ha obligado al casco urbano a adaptarse a sus caprichos. Este se encarama por una de las laderas, sin alternativa posible.
El Moncayo se eleva 2.000 metros por encima del paisaje rural.
A sus pies, huertas y un río, el Isuela. Calcena todavía se mantiene intacta gracias al aislamiento impuesto por las comunicaiones deficientes. Sus estrechas callejas conforman un dédalo de rincones y espacios de soledad y silencio, que tienen como contrapunto la monumental colegiata de la Virgen de los Reyes. En ella se dan cita una profusión de estilos que correponden a momentos históricos diversos: románico, barroco, plateresco o renacentista, y para postre una torre mudéjar como herencia de la cultura musulmana que pobló estas tierras. A su alrededor, el pueblo goza de unos de los paisajes más áridos y agrestes del macizo al que dedicamos estas páginas. En este escenario tiene lugar anualmente la cita reina de la zona, la Calcenada. Para quien no esté al corriente, tendrá que saber que la Calcenada se celebra desde el 2002 el primer fin de semana de uno de los meses más calurosos del año, agosto, y que tiene por objetivo circunvalar el macizo del Moncayo recorriendo el Sendero de Gran Recorrido GR-260. El evento, traducido en cifras, suma lo siguiente: 104 kilómetros no competitivos con un desnivel positivo
de 2.400 metros, recorridos mayoritariamente por pistas. El objetivo del itinerario es enlazar la mayoría de pueblos que rodean esta montaña mágica, a saber: Calcena, Purujosa, Borobia, Cueva de Ágreda, San Martín de la Vírgen del Moncayo, Lituénigo, Litago, Alcalá de Moncayo y Talamantes. Obviamente, esta distancia viene acompañada de sus hermanas menores, las distancias de 40 y 20 kilómetros. La Calcenada, más allá de las abrasadoras temperaturas que la cargan de épica, se convierte para el forastero en la puerta de exploración de este territorio; una suerte de menú-degustación que permite apreciar el alto contraste que se da entre las dos vertientes inconexas del Moncayo. Llegar y marchar La manera más cómoda de acceder a la zona es a través de la AP-68. Si vienes desde el oeste, toma la salida 18 (Tudela-Tarazona) y dirígete a Tarazona por la carretera nacional N-121. Desde el este, toma la salida 19 (Gallur) y llega a Tarazona por la carretera N-122.
65