Trail n.78

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SIERR A DEL

MONTSEC

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LA ÚLTIMA FRONTERA Texto: Eliseu T. Climent Fotografía: Quim Farrero

El macizo del Montsec es tierra de frontera. Separa el Pirineo de la cota baja rural y une dos realidades autonómicas, Cataluña y Aragón, con su conjunto de tres sierras. Árido, abrupto y contundente, la realidad de este espacio rural en inevitable proceso de despoblación nos transmitirá soledad aliñada con desniveles, distancia y roca caliza.

Hacia el sur, la tierra se calma de la indómita marea montañosa. La ondulación orográfica se suaviza con el paso de los kilómetros, la temperatura asciende y los campos de cereal tapizan de amarillo un paisaje solitario, cuando la primavera está a punto de llegar a su fin. Hacia el norte, al contrario: la marea montañosa se perpetra en una suerte de activación excesiva. Surgen paredes y alturas, y hasta nieve en las cumbres más altas. Los valles se vuelven profundos y en ocasiones dibujan tétricos congostos donde la fuerza del agua excava incansablemente su lugar de paso. Algún pueblo queda 66

suspendido allí arriba en el espacio y en el tiempo. La frontera entre ambos universos no la conforma una fina línea sino un cosmos ambivalente, de cara y cruz. Es el Montsec, con sus tres conjuntos de sierras, la muralla divisoria entre las tierras altas del Pirineo y del Prepirineo, y la cota baja de una realidad rural que se orienta hacia la amplia llanura leridana. Como un dique de contención, el Montsec se encarga de frenar el avance de la masa mineral procedente del norte. Su vertiente septentrional, formada por eternas laderas que se elevan más de 1.000


Izquierda, llegando a la cumbre de Sant Alís. Derecha, entre túneles por el congosto de Montrebei.

metros por encima de nuestras cabezas, se pueblan de bosques y fuentes, y algunos campos y masías. Los pocos pueblos encaramados lucen un proceso de despoblación imparable. En cambio, su vertiente meridional depara un compendio de verticalidad en mayúsculas. Tan sólo hay que alzar la vista cuando se pasa bajo las paredes de Vilanova de Meià o las de Àger, por no hablar de las de los congostos de Montrebei y Terradets. Todas ellas encierran un mundo calcáreo de tonos grisáceos salteados de un rojizo abrasivo. Cada pared es un microcosmos que se eleva durante cientos de metros, un espacio con entidad propia donde conviven especies aladas de envergadura, reptiles sin miedo al vacío y humanos equilibristas seducidos por resolver las mejores líneas de escalada. La apariencia mineral del Montsec es esta y queda pronto resumida en una tríada compuesta por el llamado Montsec d’Ares, junto con el Montsec de Rubies y el aragonés Montsec de Estall. Y probablemente su aspecto abrupto y su acentuada aridez

fuesen los principales inspiradores del discutido origen del topónimo. Monte siccus, el monte seco, se erige por contraposición a los valles húmedos pirenaicos, como última frontera antes de las geografías benévolas de cota baja. No obstante, hay quien ha querido encontrar en el origen del topónimo una referencia a la verticalidad, y por ello ha justificado un original monte sectum , o montaña cortada. En cualquier caso, seco y cortado son los dos rasgos identitarios de estas montañas que representaron en tiempos medievales una plaza fuerte geoestratégica. Desde aquí se controló el tránsito entre territorios, y durante los reinos de taifas el señor feudal Arnau Mir de Tost se hizo con el control de la zona, poco después del año 1.000. De dicho capítulo de la historia quedan sus vestigios, testimonios de un pasado ajetreado y de núcleo duro, donde la cristiandad medieval ganó la partida a la cultura sarracena. No hay más que visitar el castillo de Mur para deducir la rotundidad con que se impuso el señor Mir de Tost. 67


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El valle de Àger es un espacio rural todavía en uso con una posición geográfica estratégica.

Àger, centro de operaciones Àger fue antaño el epicentro del Montsec d’Ares. Continúa siéndolo hoy en día para un turismo variopinto. El Àger reconquistado tuvo fortaleza y posteriormente se le añadió una desproporcionada colegiata que funcionó durante los siglos XIV y X V. Actualmente, el pueblo cuenta con numerosos servicios para el forastero y recibe los días festivos a los amantes del parapente, escaladores, corredores, senderistas y ciclistas de montaña. La cumbre del Montsec d’Ares, Sant Alís (1.676 m), se ha convertido en pista de despegue de las alas de pendiente. De camino por la estrecha carretera que asciende a esta, el Observatorio del Montsec propone la experiencia nocturna de un cielo limpio de contaminación atmosférica y lumínica. El de Ares es el más occidental de los Montsecs catalanes. En la otra vertiente del visitadísimo congosto de Montrebei, la Ribagorza aragonesa posee el de Estall, la tercera sierra que concluye el conjunto. Igual de árida, abrupta y despoblada, mantiene la coherencia y hace honor al nombre compartido. Entre Aragón y Catalunya, una obra faraónica her68

mana desde hace algunos años ambas comunidades. Se trata de un puente colgante sobre Montrebei y una serie de pasarelas que salvan una pared imposible para el humano de a pie; una atracción turística prescindible, masificada y hasta vergonzosa, que desafía el vacío a la vez que reduce el espacio natural en parque de atracciones. Hay que reconocer que descubrir el congosto de Montrebei por su camino excavado en la roca supone un tránsito hacia el más allá. Sus paredes alcanzan los 500 metros de altura, con lo que la luz solar tiene problemas para filtrarse. Si deseas recorrer este camino, escoge bien el día y la hora para evitar las hordas de seres humanos en tránsito y en busca de la imagen atractiva de este encajonamiento mineral. Podrás arrancar desde la vertiente meridional, pasado el pueblo de Corçà y a pocos kilómetros de Áger. La ermita románica de la Virgen de la Pertusa despide a quien utiliza este sendero balizado hoy como GR-1. Impasible a los siglos, la austera construcción se yergue sobre una afilada cresta como testimonio de soledad y retiro espiritual, antes de que las aguas fronterizas del río Noguera Ribagor-


Si algo no le falta al macizo del Montsec es verticalidad y paredes de caliza excepcional.

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La ermita de la Pertusa, erigida sobre el filo de la roca, conforma un punto de observación de primer orden.

zana inundasen el fondo de la cuenca, retenidas por el pantano de Canelles. La Pertusa dialoga con su hermana aragonesa Santa Quiteria. La una como la otra, simétricamente opuestas, idénticamente encaramadas al filo de sendas crestas. Desde el norte, la cercanía del congosto atrae a los menos dados al esfuerzo, pues el aparcamiento queda cerca de la atracción natural. Metros y kilómetros La cantidad de senderos y pistas construyen un laberinto de infinitas posibilidades donde correr sin hallar un alma de camino a la nada. Eso sí, la aridez asegura un espacio duro donde el visitante tendrá que vérselas con la piedra y la roca, dueñas y señoras del lugar, además de tener que cargar con una reserva de agua por la falta de fuentes. En el Montsec, los kilómetros se cuentan por decenas y los metros de ascenso por centenares. Aunque hay recorridos para todos los gustos, quien más disfrutará es quien pueda plantearse itinerarios de una cierta envergadura. En Áger, una cómoda visita a la vecina vía romana que asciende al puerto homónimo, nos remonta a tiempos 70

cuando dicha población fue una plaza fuerte. El recorrido es corto y ascendente, pero cuando se corona el puerto de carretera, se puede volver por el despoblado de Montlleó y el pequeño pueblo de Agulló. Correr por suave terreno ondulado también es posible en el Montsec: tan solo hay que tomar la pista en excelente estado que desde el camping Vall d’Àger que conduce al pueblecito de L’Ametlla de Montsec. Una incursión rápida a media altura consistirá en la ascensión desde el mismo camping al santuario de la Virgen de Colobor para descender posteriormente por el sendero de la ermita de La Pedra. Para alcanzar el pico de Sant Alís, cumbre del Montsec, seguiremos después de Colobor por la pista que desemboca en la pequeña carretera de acceso a esta. El último tramo será por asfalto, con algún atajo, a no ser que queramos subir por la llamada Canal de l’Embut, un camino equipado con cadenas que nos dejará a pocos metros de la cima. Sólo apto para tolerantes al vértigo. Los amantes de lo vertical, a quienes gusta ganar metros en poca distancia, no podrán marchar de la zona sin haber recorrido el apodado Camino de las


En Montrebei, no sólo existen humanos pedestres: el kayakista es otra de las especies endémicas.

100 curvas. Este se encuentra en el Montsec contiguo, el de Rubies. El acceso se realiza desde la carretera C-13 que lleva a Tremp. Viniendo del sur, tendremos que dejar atrás el impresionante congosto de Terradets, divisoria entre el Montsec d’Ares y el de Rubies; abandonaremos la carretera principal para tomar a la derecha la solitaria LV-9121 en dirección a Llimiana. Tras cruzar el amplio barranco de Barcedana, aparcaremos. La pista paralela al barranco está señalizada como GR-1-4. Empieza a correr por ella en modo calentamiento, ya que en unos kilómetros un indicador a la derecha nos orientará hacia la ermita de Sant Salvador del Bosc. En cuanto la pista se convierta en senda, prepárate para contar las curvas en esta ascensión a los cielos. Sant Salvador del Bosc se resume en una construcción diminuta y esencial, encaramada como de costumbre a la parte superior de una formación rocosa. Echa un vistazo a su interior. Los exvotos de los feligreses ponen la carne de gallina. Podremos seguir subiendo hasta el Tossal de les Torretes (1.676 m), cumbre de este Montsec, o escapar por la pista que nos devolverá al valle de Barcedana, donde iniciamos la ruta.

Al Tossal de les Torretes podremos acceder también desde el área de aparcamiento de la Font de les Bagasses, en el mismo congosto de Terradets. Prepárate para salvar 1.300 de desnivel positivo en poca distancia. El antiguo camino al despoblado de Rubies gana altura de manera decidida, antes de convertirse en pista. Llegados a las ruinas, accederemos a la parte superior de la sierra a través de la Portella Blanca, un paso natural entre rocas. Desde el Tossal de les Torretes, al igual que de Sant Alís, las perspectivas son únicas. Entre el Pirineo y los campos bajos de cereal y secano, el Montsec se yergue con equidistante frialdad, separa dos mundos y los une a la vez. Algo así como un eje central. Llegar y marchar A Àger podrás llegar por la carretera C-12, tanto si vienes del sur como del norte. El pueblo posee todo tipo de servicios. Si tu objetivo es el Montsec de Rubies por la ermita de Sant Salvador o el camino de la Font de les Bagasses, la antigua estación ferroviaria de Cellers es un albergue-refugio agradable. 71


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