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ENTREVISTA CATHERINE POLETTI
from Revista TRAIL n.95
Texto y fotografía: Quim Farrero
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Catherine Poletti, (Saintes, Francia) es, en muchos aspectos, el rostro visible del UTMB. Aunque, tal como ella puntualiza, no el único. Catherines es la punta del iceberg de una organización monumental para lo que son las carreras de montaña. Persona directa, franca, de ideas claras y verbo conciso, puede proyectar una cierta rudeza de carácter en esos momentos de tensión en los que se basa su proyección pública, cuando está en el vértice de todo el desarrollo del espectáculo UTMB. Esa posible rudeza desaparece cuando está relajada; en la distancia corta, Catherine es una persona afable, buena conversadora y atenta que hace que el interlocutor se sienta cómodo. Al frente de un gran equipo, coordina y da la cara por una organización de la que sabe todo lo que hay que saber, en un evento que ha vivido desde el mismo momento en que una idea entre amigos se materializó para hacer que una pianista con formación tecnológica vinculara su vida al proyecto.
Sus orígenes no están vinculados a la montaña… No. Nací en Saintes, en la costa atlántica francesa, cerca de Cognac, la otra punta de Francia en relación a Chamonix. Estudié en la universidad de Grenoble, donde conocí a Michel (Poletti, codirector y también fundador del UTMB). Estudiaba informática, matemáticas y ciencias sociales.
¿Cómo se llega de la costa a la organización del UTMB? Lo que para mi representa el mayor contraste no es mi origen marítimo, ni mis estudios de matemáticas o informática, si no que vengo del mundo de la música. Yo era pianista. Toda mi familia son músicos, de mis hermanos (tengo dos) uno es primer violín en París y el otro es también primer violoncello en Nancy. Esto ha condicionado bastante mi función en el UTMB donde, mientras Michel se encarga de la vertiente deportiva y técnica, yo me encargo más del concepto evento: comunicación, espectáculo, imagen etc. Nos lanzamos a la aventura de la primera edición en 2003 porque con Michel viajábamos bastante para ir a muchas de las pruebas de trail que se celebraban en Francia. Yo lo acompañaba. Una vez celebrada la primera edición, plantee la necesidad potenciar la parte más de espectáculo de la carrera: la música, la salida, animación, imágenes. Uno de mis mejores amigos, Didier Lafond, es realizador y había hecho varias de las películas de esquí de finales del siglo pasado que han devenido clásicos, como Apocalypse Snow. Esto es lo que nos llevó a convertir el UTMB en algo más que una simple carrera. A ir un poco más allá.
¿Y los inicios en Chamonix? Hice mis estudios secundarios en Valence, que está, como Chamonix, en la misma zona académica que Grenoble, donde conocí a Michel en la universidad. En ese momento en las ciudades pequeñas no había mucho trabajo relacionado con la informática, había que irse a París. Nosotros no queríamos y, como yo tampoco me sentía muy ligada a ningún territorio, seguí a Michel ya entonces mi marido, de vuelta a Chamonix. Empezamos con una tienda de música. Eso me dio una idea muy clara de cómo es el mundo comercial en Chamonix. Tuvimos la tienda durante veinte años, durante los que vendimos discos, cds, vídeos. Tenía también una sección de informática en la que vendíamos ordenadores y periféricos. Empezamos por informatizar nuestra propia tienda y acabamos orientando el negocio al aspecto puramente informático. Todas estas experiencias, sumadas, nos han ayudado mucho en el desarrollo del UTMB.
¿Cómo nace la idea del UTMB? La idea no era nueva, ya hacía tiempo que había carreras alrededor del Mont-Blanc. Aunque no de la misma forma. La mayor parte era asfalto y se habían planteado récords personales, relevos de tres, de dos, de siete… Lo organizaba el Club des Sports de Chamonix. Luego hubo el accidente del túnel del Mont-Blanc (en 1.999 murieron 39 personas en un incendio en el interior del túnel N. de la R.) y permaneció cerrado tres años. Cuando en 2002 se quiso rearrancar la vuelta al MontBlanc, no tuvo éxito y sólo se inscribieron dos equipos. Se anuló y entonces un pequeño grupo de nueve personas -creo recordar-, entre ellas René Bachelard, presidente del Club des Sports de Chamonix, que estaba muy disgustado por la anulación. Empe-
zamos a hablar de qué podríamos hacer. Estábamos en los inicios de la ultra resistencia en el mundo del trail. Vimos que sería interesante darle la vuelta al concepto y plantearlo en formato individual, con el mínimo asfalto posible y en una sola etapa. Así lo hicimos en 2003. Nos decidimos en octubre de 2002 y inscribimos la carrera en todos los calendarios internacionales que pude encontrar por internet con un pequeño texto que preparé. No teníamos mucho dinero. Nosotros teníamos la empresa de informática, pero a mi no me gustaba y la había dejado, con lo que tenía tiempo para dedicar al proyecto. Los primeros años yo era la única persona trabajando a tiempo completo para el UTMB. Michel dedicaba las tardes y los fines de semana. En diciembre de 2002 nos llegó la primera inscripción, lo cual nos sorprendió mucho porque en ese momento, en muchas carreras, la gente se inscribía incluso el mismo día. Inscribirse en diciembre para finales de agosto era sorprendente. La cantidad de inscripciones fue subiendo hasta las trescientas, que para nosotros ya estaba bien, pero siguió aumentando y con quinientas empezamos a preocuparnos. Acabamos con setecientas veinte inscripciones. La primera salida se hizo a las seis de la mañana y no en la plaza del Triangle de l’Amitié si no delante de La Poste (a 50 metros de la salida actual N. de la R.), con un pequeño arco, una carpa y una tienda de tres por tres metros. Michel decidió correrlo y con él se animaron el resto de compañeros, con lo que me asignaron la dirección de la carrera, en términos coloquiales “me pasaron
el muerto”. Tras la salida me vi sola, de madrugada, un sábado, casi nadie en la calle… y me di cuenta de lo que pesaba la tarea. Tenía que saber donde estaba toda esa gente en todo momento.
¿Y cómo fué? Mi hija Isabelle y su marido Michel, también informáticos, nos habían preparado un sistema para duplicar el cronometraje que utilizá-
bamos, el del Club des Sports de Chamonix. Ya entonces nos permitía tener información para saber en qué tramo estaban los corredores. El sistema de cronometraje principal dejó de funcionar y esa pequeña aplicación nos salvó la vida. Eso nos animó a buscar la manera de ser autosuficientes. Fue el inicio de LiveTrail y en seguida vimos que sería fantástico poder colgar en internet las clasificaciones en tiempo real.
Pero antes de todo esto, en 2002, hay mucho trabajo que hacer… El primer año no fue difícil. Antes del accidente del túnel ya se había hecho alguna cosa y rearrancar algo con la colaboración del Club des Sports de Chamonix no fue demasiado complicado. Pero al acabar el primer año, algunos de los ayuntamientos que colaboraron nos dijeron que había sido fantástico pero que ellos no estaban allí para trabajar para el Club des Sports de Chamonix. Era un razonamiento lógico y lo que nos planteamos fue trabajar con cada
uno de ellos, y poco a poco conseguimos que cada población se fuera implicando y se hiciera responsable de su parte, de representar su territorio, siempre con nuestra ayuda. Ellos se encargarían de buscar voluntarios entre su gente, de esta manera, los corredores locales, a medida que cruzan su territorio, van encontrando a sus vecinos que colaboran en la carrera. Eso es lo que da a la prueba esa diversidad a nivel de organización, no sólo con lugares y paisajes diferentes, si no también con ambientes diversos. Como todas las actividades al aire libre, el trail exige adaptación, incluso a nivel organizativo. Esta opción hace que todos tengamos que ser capaces de adaptarnos a los diferentes puntos de vista de los demás.
El resultado ha sido positivo: el UTMB es un motor económico para todos. El aspecto económico, a veces, impacta al corredor puro y duro. Organizamos el UTMB con espíritu de empresa y, por tanto, la parte consistente en desarrollar la economía de cada territorio no nos parece extraña. De hecho, es uno de nuestros objetivos. Durante mucho tiempo esto no ha sido habitual en el mundo de las organizaciones asociativas que se suelen basar en la solicitud de subvenciones. En ese caso, estás pidiendo que te den dinero sin dar gran cosa a cambio. Nuestra forma de trabajar es muy diferente. Firmamos contratos en los que cada una de las partes se compromete a algo. Hay un intercambio y cada uno busca su parte de interés. Para muchos no somos más que una empresa, pero eso es lo que nos permite organizar-
nos con cada persona con la que nos vamos a apoyar para trabajar por el éxito de la carrera. Cada uno de ellos ve algo de interés en trabajar con nosotros. Incluso los voluntarios, que vienen a vivir un momento extraordinario. Los hay que hacen lo que sea por poder ayudarnos en la montaña, o por pasar una semana aquí trabajando con nosotros. Cada uno encuen-
tra su beneficio, el que sea, en la acción que lleva a cabo, si no, no se sostiene. La percepción no puede ser de sólo dar. Si es así, en poco tiempo se llega a la conclusión de que hay alguna otra cosa más importante a hacer.
¿Cómo gestiona el estrés de estar al frente de la organización? Lo primero a tener en cuenta es que no lo hago sola. La idea es organizar las diversas competencias a tu alrededor. Nadie es bueno en todo, y allí donde una no llega hay que buscar a quien llegue y confiar en él. Como música, tengo conciencia clara de qué es una orquesta y cual es la función del director, que sabe un poco de todo, pero toca peor que cualquiera de sus músicos. En cierta forma es lo mismo. Procuramos hacer de forma interna todo lo que podemos. Al inicio con un equipo pequeño, de cuatro personas y luego nueve hasta llegar a los treinta actuales. Y luego, para la seguridad, los rescates o las imágenes, hemos establecido alianzas con otras empresas expertas en esos
dominios. Trabajamos con Fanny Productions, Wide, Zoom… gente especializada en sus campos. Eso nos permite disponer siempre de gente experta. Tenemos lucidez para ver dónde queremos mejorar y hasta dónde podemos llegar en ese ámbito y, si hace falta, recurrir a alguien que nos ayude. Es como una orquesta sinfónica. Para que un equipo funcione es necesario que su gente, externos o no, se sientan a gusto. Es importante la noción de equipo.
Hay también puntos de vista críticos con el UTMB… No puedo decir que sea siempre agradable. Sentirse atacado no gusta a nadie. Pero por otro lado también quiere decir que hay un éxito reconocido. Yo me lo tomo así. Siempre he querido que el UTMB sea independiente y siga su camino, sin ocuparse demasiado de lo que piensen o hagan los demás. Hemos sido objeto de comentarios muy ofensivos en redes sociales, por ejemplo. Pero también hay que tener en cuenta que en redes se da salida, principalmente, a las opiniones negativas sobre cualquier cosa. No creo que haya que dar demasiado juego. Es tal vez la parte negativa
pero, a pesar de todo, la mejor fase de mi vida empieza en 2003 con la primera edición del UTMB. Yo no puedo practicar deporte porque tengo un problema en los huesos, me cuesta entender a Michel cuando sale a hacer actividades muy largas, me parece masoquista, pero la satisfacción que él siente, yo la obtengo organizando.
¿Por qué registrar el término “ultra-trail”? Lo registramos en 2004, aconsejados por Jean-Claude Marmier, que había trabajado, entre otros, con Thierry Sabine en el Dakar y había organizado muchas expediciones en montaña. La idea fue registrarlo como marca (no como concepto) para definir los límites y establecer qué es el ultra trail. Para otorgarle una definición. Al registrarlo, establecimos que debía ser una actividad realizada en caminos, de por lo menos ochenta kilómetros, en una sola etapa. Es lo que creíamos que debía ser un ultra-trail en 2004. Cuando registramos la marca, ese concepto no existía, se hablaba de “ultra-maratón”. Nosotros decidimos llamarlo “ultra-trail”; era trail por un lado y ultra resistencia por otro, se trataba de mezclar “trail running” y “ultra endurance”. Tras el éxito del UTMB, empezaron a aparecer carreras “ultra-trail”, algunas de veinte kilómetros. Decidimos utilizar el registro para intentar definir lo que debía ser el “ultra-trail”. Hay muchas carreras que utilizan el término y lo único que les pedimos es comprometerse con una carta de principios. Es gratuito. Es simplemente comprometerse a que ese evento cumple unas ciertas condiciones. Se trata de ser coherentes e impedir que, por ejemplo, una carrera de asfalto se llame “ultra-trail”.
Tras diecisiete ediciones, y miles de corredores en la montaña, nunca se ha dado un incidente realmente grave en el UTMB. Eso
es mucha responsabilidad. Hay accidentes en los que la organización tiene alguna responsabilidad y debe trabajar en evitarlos y, además, debe tener previstos todos los mecanismos de reacción: corredores que se pierden, que no llegan… Ahí estamos muy atentos. Luego está la fatalidad y, ahí, cuando alguien decide realizar una actividad en montaña debe entender que eso conlleva una dosis de riesgo. Nada está exento. Concierne a cada uno saber valorar sus capacidades y tener conciencia de qué riesgos se pueden asumir o no. Como directora de la carrera creo que es importante ser capaz de separar estos dos conceptos. Si un corredor cae y se da de cabeza contra una piedra, la organización no puede preverlo, no podemos proteger todas las piedras. Eso es fatalidad, y está siempre por todas partes, incluso jugando al ping-pong. Nuestra responsabilidad es asegurar el rescate y hacer lo que hemos dicho que haríamos. Hace años empezamos con las carreras puntuables para procurar que la gente venga lo más preparada posible pero, de todos modos, aunque así garantizamos una cierta experiencia, nada se hace con riesgo cero. En 2010 se detuvo la carrera cuando
ya estaba en marcha a causa de la meteorología. Eso es lo que podíamos hacer nosotros para garantizar la seguridad. Hubo gente que se quejó diciendo que habría podido continuar, pero si lo hubieran hecho y, por ejemplo, se hubieran torcido un tobillo, nosotros no hubiéramos podido ir a buscarlos. Hasta 2012 o 2013, en el UTMB fuimos añadiendo servicios de cuidado y confort para el corredor (quiroprácticos, masajistas, podólogos…) por todas partes. Luego cambiamos. Establecimos puntos de asistencia con médicos, en los que éstos tienen la potestad de impedir continuar a un corredor si creen que su estado no lo permite. Buscamos un equilibro entre ese confort y el espíritu de la carrera y la seguridad. No es un equilibrio evidente, porque hay que tener en cuenta a las autoridades administrativas, que exigen ciertas condiciones. Cada año revisamos el sistema de seguridad. Pero si un corredor no puede acabar la carrera por falta de un masaje, por ejemplo, no es nuestra responsabilidad. Priorizamos la seguridad sobre el confort.
Sobre esa asunción de la responsabilidad ¿Ha apreciado estos años un cambio en el perfil de corredor? Si. Pero también es un objetivo abrir el trail a más gente. Hay muchos corredores y por tanto muchos puntos de vista diferentes. Esto hace más interesante al trail. A menudo utilizamos el ejemplo de unas vacaciones de esquí en las que se alquila un apartamento, un forfait y la meteorología es muy adversa. Cada uno reacciona de una manera, unos esquían, otros no. En el desafío virtual que planteamos este verano fue muy evidente. Hizo muy mal tiempo esa semana, hubiéramos tenido serios problemas para celebrar el UTMB, con
48 horas seguidas de lluvia. Pero a pesar de todo, hubo gente que arrancó el día “D” para el desafío.
¿Cuál es el futuro del UTMB? Por lo que respecta al UTMB en el Mont-Blanc, hay lo que es necesario. Estamos trabajando para expandirnos en el plano internacional, con sistemas de franquicias, con carreras que forman parte del UTWT y con UTMB for the Planet, una plataforma virtual en la que estamos trabajando. En unas semanas aparecerá una plataforma UTWT Virtual Club. El UTMB Mont-Blanc es como la locomotora que tira del resto. Con la crisis actual, tanto climática como sanitaria, nos estamos dando cuenta de que habrá que buscar la fórmula para que la gente viaje menos y mejor. Todos los grandes eventos que hay por todo el mundo deberían potenciar que la gente, más allá de ir a correr, busquen la fórmula para optimizar el viaje y pasar tiempo en destino para descubrir el lugar, para aprovechar en cierta manera el desplazamiento. Nosotros hemos trabajado siempre en los aspectos medioambientales del UTMB y eso forma parte de nuestra evolución, que no tiene como objetivo saturar el valle, si no expandirse y facilitar a corredores de otros países con una incidencia más modesta en el mundo del trail la posibilidad de participar en carreras no muy lejos de sus casas.
¿Y el UTMB post-Covid? De hecho, ya hace tiempo que pedimos a los corredores que lleven su propio vaso, por razones ambientales, pero ahora también sanitarias. Probablemente vamos a facilitar que los corredores se laven las manos al llegar a un avituallamiento, por ejemplo. Es un concepto higiénico que, pandemia aparte, tal vez habíamos olvidado un poco. Todo el mundo llegaba a un avituallamiento y metía las manos en las bandejas para coger la comida que le apetecía, sin tener en cuenta qué había hecho antes con esas manos. Es un tema de higiene mínima. Seremos más vigilantes a la hora de controlar corredores que, por ejemplo, se cambian la ropa dejando la sucia encima de la mesa, o incluso las zapatillas. Más allá, tenemos que ver en qué situación estaremos, si hacen falta máscaras, o si la salida clásica del UTMB es posible, tal vez hay que cambiar cosas y todo dependerá de la situación sanitaria del momento. Hay
muchas posibilidades y no tenemos la fórmula. Estamos trabajando con el doctor Basset, responsable médico de la carrera y estamos atentos a la OMS. Seguimos estudios y publicaciones y, ahora mismo, hay poca o nula constancia de focos de infección en actividades al aire libre. Nosotros decidimos cancelar la carrera cuando vimos que no podíamos ofrecer a los corredores la carrera que habíamos prometido. La gente que viene de todas partes del mundo viene por una suma de factores, una gran salida con la música de Vangelis, cruzar Chamonix repleta de espectadores, y llega de la misma forma. A eso sumamos que mucha gente no podía viajar. Valoramos muchas posibilidades, corredores con máscara, reorganizar avituallamientos, reducir la cantidad de corredores… pero, de entrada, no podíamos entrar a decidir quién viene y quién no y qué hacíamos con ellos en posteriores ediciones. La gente ha pagado por una serie de conceptos y hay que ofrecerlos. Hasta 2021 tenemos tiempo de replantear cosas y, en el momento que abramos inscripciones, probablemente algo más tarde este año (seguramente en enero en lugar de diciembre), será con una propuesta concreta y que seamos capaces de llevar a cabo. Estamos preparando un plan “B” del mismo modo que hace años lo hicimos con el recorrido. Todo el mundo, antes de venir, estará informado de cual es el plan “B” y en qué condiciones se llevaría a cabo. El objetivo es que cuando abramos inscripciones, podamos decir qué pasará si la crisis sanitaria está aún en marcha punto por punto. No nos arrepentimos de haber anulado la carrera tres meses antes. La base es respetar la palabra dada, y que el corredor pueda saber que se inscribe con unas condiciones determinadas. Una inscripción es como un contrato. Se toma una decisión y cada uno debe asumir la suya. Puedo entender que haya gente descontenta con las condiciones de cancelación o por no haber podido celebrar la carrera, pero están en el reglamento y, como organización, hay gastos de los que responder durante el año previo a la carrera, además de salarios con los que cumplir.
Un libro: La saga de Corto Maltés (cómic), de Hugo Pratt Una película: Blade Runner, de Ridley Scott Música: Preludios de J.S.Bach