02 sueños incumplidos, la ruta 40

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Historias que contar, cosas que compartir

Nº 1 - Abril de 2015

Sueños i n c u m p l i do s

Escuché hablar por primera vez de la Ruta 40 siendo un muchachito. Fue en una de esas incursiones hacia el interior del país que solía emprender mochila a la espalda y una ilusión sin límites por conocer. Me impulsaba sobre todo, el gusto por explorar, descubrir o redescubrir lugares sin importar mucho si estaban cerca o lejos; total, el presupuesto era el mismo, sin dinero.


Relato de Daniel Soto Rodrigo

scuché hablar por primera vez de la Ruta 40 siendo un muchachito. Fue en una de esas incursiones hacia el interior del país que solía emprender mochila a la espalda y una ilusión sin límites por conocer lugares. Me impulsaba el gusto por explorar, descubrir o redescubrir sitios sin importar mucho si estaban cerca o lejos; total, el presupuesto era el mismo, sin dinero. Tenía quince o dieciséis años cuando comencé a encontrar gusto a eso de tener por techo la loneta de una carpa. Desde siempre aprecié las virtudes de la mayor intimidad. Tres son multitud y cuatro insufrible; por lo tanto, mis escapadas eran solo o con un compañero o, muy esporádicamente, una compañera. Más de dos era un escollo para todo. Viajamos ‘a dedo’, por lo que nos llevaran a dos ya era muy difícil, más era imposible. Pero además, siempre disfrute de la soledad, tanto en esta ocasión que les cuento, como en muchas otras. Allí iba con mi almita a la aventura llevando encima algunas latas rapiñadas de la alacena materna: algo de paté, sardinas, un poco de arroz o cualquier otro comestible susceptible de durar varios días. Bueno, y un poco de dinero. No demasiado. Para el tren o el autobús que me sacara de Buenos Aires y otro poco para pan, algún vino (también descubrí pronto sus bondades) y si cuadraba, un trozo de carne para mi placer soberano: un asadito privado en mitad de ninguna parte. Pero volvamos a aquella mañana. Fue en octubre. El mes más bonito en la Ar-

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gentina (al menos el que más me gusta). Cuando llegaba ese mes comenzaba a desbocarse el gusanillo de salir mochila al hombro. No recuerdo el día, pero sí que era temprano. Mi pobre vieja intranquila me despedía desde el balcón convencida que pasaría a buscar a Miguel antes de ir a no recuerdo dónde le había dicho que iría. Lo cierto es que lo del compañero era para tranquilizarla, al igual que el destino, mucho más plácido que al que en realidad me dirigía. Para ser sincero, ni yo sabía adónde iría. Lo único que tenía decidido era enfilar hacia el interior. Generalmente salía hacia la costa y dado las distancias y el tiempo, el radio de sitios a recorrer ya lo tenía bastante trillado, así que opté por cambiar de rumbo. Por tanto, colectivo hasta la estación de Once (miradas desaprobatorias por mi voluminosa mochila en medio de la plebe en hora punta) y una vez en la Terminal la cosa cambió. Los trenes llegaban abarrotados, pero se iban casi vacíos. Acomodé mis pertrechos y a disfrutar de viaje hasta Luján (unos 65 kilómetros y dos horas de tren suburbano). Aún estaba bastante fresco. Entre micro y tren pasaron más de tres horas y otra media más para llegar desde la estación de Luján al punto donde me encontraba. Total, serían las 12 más o menos. Atrás quedó la capital. Me sitúo a la salida de una estación de servicio junto a un comedor que siempre está hasta el tope de camiones y coches. Un buen lugar para hacer ‘autostop’ que le dicen ahora; nosotros simplemente ‘a dedo’. Plena ruta 7 de la que kilómetros más adelante se desprenden las rutas 8 y 9 y el enlace con la 188. Vale decir, un amplio abanico de posibilidades para llegar al primer punto interesante al que me llevaría el primer bondadoso voluntario. Un rato más tarde, no sé cuánto, salía hacia la ruta un enorme camión con acoplado. Un Scania Vabis azul, recuerdo. El chofer se ve que había comido bien y estaba de muy buen humor. -Adónde vas pibe? –preguntó-. -A donde usted vaya –respondí-. -Subí. Voy por la 7 hasta Córdoba.

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Así supe que pondría rumbo al noroeste. Lo malo era que no podía llegar hasta Córdoba. Mucho viaje y no tenía más permiso que una noche fuera, cuando mucho dos. Así que había que aprovechar el tiempo. Hace muchísimos años que no voy por esa zona. Sé que ahora hay autopistas y mejoras notables, pero por entonces, la Ruta 7 era un infierno de tráfico. Convergían como un embudo invertido todos los caminos pampeanos con ganado y grano hacia el puerto de Buenos Aires. Los camiones no daban un minuto de solaz. Aunque ancho, el asfalto era de un carril para cada lado y un trozo amplio de banquina. Es bastante fácil imaginar el descalabro. La hilera de grandes transportes pesados era terrorífica y muy rara vez podían adelantarse unos a otros. En síntesis, los camiones apenas superaban los 60 ó 70 kilómetros a la hora. Había tiempo para todo. Mientras el chofer hablaba sin parar, yo le daba vuelta al mapa en la memoria para elegir un punto donde quedarme que fuera lo suficientemente lejano como para conocer un nuevo lugar con relativa calma y lo cautelarmente cerca como para no pasarme los dos días viajando. Primero pensé en bajar en Carmen de Areco y desde allí cualquiera me llevaría unos pocos kilómetros hasta San Antonio de Areco. Un lugar de profundas raíces gauchas, sumamente bonito -3-


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y apetecible para ese tiempo, pero enseguida recordé que tenía familiares en el lugar que, de pequeño que era, complicado lo tendría para esquivarles y así se enteraría mi madre de la mentirilla que le había dicho (con el ánimo de evitar alarmarla aún más). Por fin decidí: Junín. Poco más de 200 kilómetros y allí, cerca del núcleo urbano, estaba la Laguna de Gómez. Un espejo de agua en aquellos años muy visitado por lo pescadores que encontraban buenos ejemplares de pejerrey y se divertían con las combativas tarariras (un depredador nato de 20 a 30 centímetros, de afilados dientes que se revuelve tanto o más que las truchas cuando se siente atrapadas). Los primeros, un plato exquisito por su fina carne. Las segundas, espinas con algo de carne, pero sabrosas a la parrilla aunque eso, muy difícil de comer. Como en mi mochila siempre iba un carrete y algunos anzuelos, la posibilidad de pescar algo siempre tenía su peso a la hora de decidir y por doble efecto; primero por el gusto de hacerlo y segundo, un plato suculento y gratis. A la vera de la laguna no tendría problema para levantar mi carpa, ni para juntar leña pronto. Era el lugar ideal y tras decidirlo, me convertí en ávido interlocutor de mi chofer parlanchín. Pero tengo que decir, mire por donde, que este hombre, cuyo nombre lamento no recordar, despertó grandes inquietudes en mí. Dijo comprenderme bien porque de joven tenía ansias similares de conocer lugares. Sólo que la vida le había obligado a trabajar antes de tiempo y primero acompañando a su padre, transportista también, y después como conductor, llevaba casi toda su vida al volante recorriendo el país. Tendría alrededor de 40 años, algo rubio pero inconfundiblemente pampeano, con una boina caída sobre la derecha y la punta de los dedos bien amarillentos por el constante cigarrillo que sostenía. Así, casualmente, me contó que su padre hacía la ruta de Mendoza a Buenos Aires o a La Plata e incluso en ocasiones, hasta el puerto de Bahía Blanca. Como transportaba mercaderías generales, solía llegar a pueblos perdidos en la precordillera andina para cargar minerales o parecido y aquello, según contaba, era de libro de Verne. Metía el camión por caminos de tierra poceados y lleno de curvas, en oportunidades junto -5-

Cueva de las manos pintadas Santa Cruz.

Yacimiento población de los Quilmes.(Tucumán).

Paso por las alturas, Salta.

Lago Gutiérrez, Río Negro.


Villa el ChaltĂŠn y monte Fitz Roy. Santa Cruz.

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pegado a precipicios. -Había que tener muy templados los nervios y la única forma de hacerlo era estando allí arriba del camión, junto al viejo –contaba el chofer-. Como reviviendo cada instante, me contaba como echaban varias horas para recorrer 160 kilómetros entre dos poblaciones que vaya uno a recordar cómo se llamaban. La verdad es que la conversación era interesante, el hombre, que por nombrarlo de alguna manera vamos a llamarle Juan, se entusiasmó con el tema y se ve que los recuerdos le brotaban incesantes. Dejó de ser un diálogo para convertirse en monólogo, pero yo le escuchaba con atención. Hablaba de pueblitos perdidos en la montaña que cuando llegaba el camión salían los ‘changuitos’ de las casas para saludarle al paso. En ocasiones, los hombres le invitaban a matear junto al fogón, si era invierno, o a la sombra de lo que se pudiera si era verano. En cuanto el padre de Juan paraba el camión, las mujeres se ponían a preparar tortas fritas para acompañar al ‘cimarrón’ (mate amargo). No faltaba alguna tragedia como algún animal de la casa desbarrancado, lo que era una indudable pérdida para la modesta economía familiar, “pero en general –decía Juan sonriendo y por supuesto fumando- la gente vivía contenta. No tenía nada, pero siempre estaban alegres, dispuestos a charlar y compartir sus escasas pertenencias con quien acertara a pasar por el lugar”. Así, entre relato y relato, fueron pasando las horas y los kilómetros y casi sin darme cuenta estaba llegando a Junín. Un colectivo de línea me llevó hasta el cruce a la Laguna y de allí, un vecino de la barriada cercana me dejó subir a su coche. El último tramo hasta la ribera lo hice a pie. Cuando terminé de montar la carpa y preparar para el fuego y demás, serían las siete, supongo, y ya comenzaba a oscurecer. Cabe apuntar que cuando digo que co-7-

Villa de Esquel. Neuquén.

Paso por Uspallata. Mendoza.


Una laguna en plena cordillera.

menzaba a oscurecer y hacerse de noche es casi lo mismo. Estamos tan al sur que cuando el sol comienza a reclinarse hacia el poniente, en un ‘plis plas’ se acabó. Ya es de noche. En media hora o menos, asunto liquidado. Un buen fuego alumbra bastante y calienta también, que las noches de octubre siguen siendo frías. Durante el día, lo dicho anteriormente, un tiempo espléndido con la primavera en plenitud. Todo el paisaje, donde se mire, salpicado de color, pero de noche la cosa cambia. El invierno aún no ha decidido su marcha y junto con la luna reclama su sitio. Hay que preparar algo temprano y luego sentarse dentro de la carpa para quedar a cubierto del rocío helado. Siempre llevaba en uno de los bolsillos de la mochila una pequeña linterna y mejor guardado un farol pequeñito de cuatro pilas de las grandes; todo un adelanto para la época, pero temible porque se tragaba más rápido las pilas que yo un bife de novillo. Como podía suceder que las pilas dijeran nones en el momento menos oportuno, guardaba dentro de un recipiente hermético una vela y una caja de fósforos ‘ranchera’, los que eran de rascar -8-

de verdad y todo bien protegido de la humedad. Debo confesar y confieso que, en el capítulo de recursos naturales, además del humilde pero efectivo equipo de pesca antes descrito, tras cumplir los 18 años me hice con un pistolón de caza que disparaba un cartucho de 12 mm por vez. Obviamente con permiso y con la tranquilidad de aquellos años. Cuando se presentaba la ocasión de alguna perdiz o martineta, pues al buche. La cena de aquella primera noche junto a la Laguna de Gómez fue sencilla: un salamín calabrés que estaba exquisito (aún recuerdo hasta el sabor picantón), una latita de paté y una barra de pan. El paté ocupaba poco espacio y saciaba bastante por lo que nunca faltaba en la mochila. Durante aquellos tiempos me harté tanto de eso que desde hace años, nada más probarlo me empalaga. Pero volviendo a la cena, para asentar todo, una buena mateada. Es curioso, la costumbre del mate la perdí hace muchos años. Muchísimo antes de venir a España. Fue cuando dejé de tener tiempo hasta de almorzar. Siempre me gustó comer despacio, disfrutando de la comida y del vino. Cuando me vi obligado a hacerlo en tres bocados, opté


Ruta 40. Un paso de montaña.

por un sándwich, unas porciones de pizza o un par de empanadas… Por la noche me tomaba el desquite con una buena cena. Con los mates y la tranquilidad de la noche solía contarme a mi mismo las cosas, sucesos o ideas en algún cuadernito que siempre me acompañaba. No un diario, porque no era tal, sino un simple cuaderno en el que apuntaba cosas para recordarlas luego. Aún hoy lo hago. Lo malo es que por entonces, era un tilingo que me dejaba olvidado mi cuaderno de ‘memorias’ en cualquier lado con lo cual, además de perder las anotaciones, corría el riesgo de divulgar asuntos que convenía mantener como confidenciales. Más de una vez me pasó. Una pena porque mira lo que me hubiese gustado ahora leer lo escrito aquella noche. Recuerdo todo con bastante claridad pero…, han pasado 48 años. Pero sí, casi todo el tiempo lo gasté recordando los pasajes de la aventura que me contó Juan, por la Ruta 40. Allí, aquella noche de 1966 o cuando mucho 1967, se despertó mi profunda curiosidad por esa ruta que, ni por asomo, llegaba a recorrer toda la extensión del país. -9-

Y lo que son las cosas, se convirtió en uno de los objetivos más tempranos de mi vida y nunca lo pude cumplir. Recorrí buena parte de la geografía argentina, que ya es decir, teniendo en cuenta las distancias, pero la 40 nunca. Qué cosa. La idea siempre se mantuvo latente en algún rinconcito de la mente esperando su oportunidad. Más de una vez, abrumado por la añoranza le hablé sobre el tema a Maite que, como siempre, se mostró dispuesta a emprender aventura. Renació con fuerza un día en la que charlando con David, mi amigo y socio de Senderos de Galicia (nuestra pequeña empresa) se entusiasmó con la posibilidad y hasta llegamos a a plantearnos un plazo máximo. Poco después se sumaron a nuestra ilusión nuestros amigos de Villena (Alicante), Anamary y Paco y más tarde, en una visita a la Argentina, charlando con mi prima Laura y su esposo, Norberto, decidieron que también tomarían parte. Se quiera o no, comencé a ver el sueño más realizable que nunca. Hasta programé una propuesta comercial para Toyota, Mitsubischi o Land Rover, para que nos cediera los coches a cambio de un reportaje


Ruta 40. Paso por el cañón del Diablo

final. Vale decir, ilusión a pleno motor. Sin embargo, las cosas no fueron bien. El mayor palo fue el temprano fallecimiento de mi prima. Se fue joven –como mi pobre hermana- y eso dinamita la voluntad. Las cosas no van nada bien en lo económico, como tampoco el aspecto físico colabora. Los achaques se van sumando a la fiesta y cada vez son más y cada vez más pronunciados y cada vez más mortificantes… Pero la ‘Ruta’ sigue siendo motivo de entusiasmo que rápidamente seduce a quienes aman la aventura y la naturaleza, en las últimas semanas se ha dejado sentir el rescaldo de una pasión que se resiste a extinguirse. En una reunión celebrada en el coqueto piso que Marga y Manolo, en primera línea frente a la ría de Vigo, en Moaña (Pontevedra), salió una vez más el tema. Marga y Manolo son amigos de Maite (mi esposa) de toda la vida, y por extensión, amigos míos desde que llegué a Galicia, precisamente cuando nacía Adrián, el único hijo de la pareja, hace ya casi 25 años. Pues eso, charlando en la reciente y dominical reunión de amigos volvió a colación este tema ya etiquetado como improbable. Pero hete aquí que nació el interés

de Adrián y de su novia Marielvy que no dudaron un instante en sumar ideas enfocadas a conseguir la financiación del grupo, mediante algún patrocinio o película documental. También contamos con el apoyo decidido y el entusiasmo de Rosalía, dispuesta a sumarse al grupo. Lo cierto es que, a día de hoy, febrero de 2015, el Desafío de la Ruta 40 sigue siendo para mí un sueño incumplido y lamentablemente, creo que así quedará.

Una ruta de 5.000 kilómetros Para quien no conozca, les cuento que la Ruta Nacional 40 es relativamente reciente. Como tal se conoce desde 1935, aunque se dividía en dos partes, norte y sur, teniendo como punto intermedio la ciudad de Mendoza (la escultura de la Virgen marca el Kilómetro 0 de la ‘cuarenta’: Tramo Sur (3.115 km.) y del Sector Norte (1.551 km.). En realidad es la conexión de varias rutas provinciales, comarcales o incluso algunas nacionales, formando un recorrido de punta a punta del país. Algo así como la columna vertebral argentina discurriendo en paralelo a la Cordillera de Los Andes, desde

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Valle de la Luna San Juan.

La Quiaca (localidad jujeña frontera con Bolivia, hasta Cabo Vírgenes, extremo continental en Santa Cruz). Lo que traducido a distancia es hablar de más de 5.000 kilómetros. Más abajo está la Isla Grande de Tierra del Fuego y a efecto aventura, quienes sueñan con realizar este recorrido (como es el caso) lo hacemos poniendo como meta Ushuaia (lo que significa agregar algunos kilometritos más). Hasta no hace muchos años, a la 40 también se la conocía como el ‘corredor minero’ y planteaba un tránsito arriesgado y sólo apto para muy experimentados conductores lugareños o profesionales del transporte que utilizaban segmentos en cualquier época del año. Planificar cubrirla de extremo a extremo era prácticamente impensable. Con los años, la demanda turística arrastrada por la mayor facilidad para el acceso a vehículos 4x4 confiables y seguros, más la promoción de actividades excitantes junto a una propuesta realmente única comenzó a fraguar la gran aventura. En pocos años se ha convertido en una ruta mítica, como un símil de la legendaria Ruta 66 que cruza de Este a Oeste los

Estados Unidos. La Ruta 40 añade grandes dosis de aventura ya que discurre por un terreno abrupto, exigente al máximo y de alto riesgo. Todo un reto para los aventureros (como es el caso) que lamentamos cada kilómetro de asfalto que cubre la carretera. Nos apena que se pierda su estado salvaje, pero es entendible en casi todos los sentidos su modernización. En primer lugar por los habitantes de los pueblos, villas y caseríos diseminados por la franja cordillerana que tienen por primera vez un acceso más o menos sencillo al ‘resto del mundo’. Para ellos la aventura ha sido sobrevivir en medio de una naturaleza a veces inhóspita, otras exigente, pero siempre exuberante, majestuosa. Ahora pueden llegar de una población a otra con facilidad, accediendo a servicios o suministros que no poseían. También es entendible desde el punto de vista turístico, para la nación en si, pero más aún para los sitios que descubren una fuente de recursos genuinos hasta no hay mucho, insospechada. El visitante se encuentra con imponentes parques nacionales, regiones de asombrosa belleza telúrica y restos de culturas indígenas de las que no había

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ni siquiera oído hablar y eso, sin duda, tendrá un efecto desarrollista en las zonas implicadas. Evidentemente, es entendible que se pretenda facilitar los medios para canalizar los ingresos en esa materia. Creo, y es opinión personal, que no cabe el riesgo de saturar o sobre explotar este recurso. La Ruta 40 sigue siendo un reto al alcance de pocos, aunque el 48% de ella ya esté asfaltada. Hay que pensar que quedan más de 2.500 kilómetros en estado puro, buena parte de ellos trepando hasta más allá de los 4.800 metros de altura, atravesando zonas de hielos o nieves eternas, y ventisqueros que ponen a prueba hombres y máquinas.

Una empresa de magnitud Para que se hagan una idea de la magnitud de la empresa, daré algunos datos. Reitero que es la travesía más larga del país recorriendo toda la extensión argentina de norte a sur (aunque oficialmente se describe como de sur a norte) cubriendo 5.224 kilómetros (contando las variantes y enlaces posibles para acceder a destinos únicos). Cabe señalar que la segunda más larga es la Ruta 3 que une Buenos Aires y Ushuaia (3.100 kilómetros). La Ruta 40 recorre zonas de enorme relevancia turísticas (como Bariloche, Esquel, Mendoza, Catamarca, Salta, Jujuy y más…) con el valor añadido de que entrelaza en su itinerario 11 provincias: Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz (y para los más apasionados podemos añadir Tierra del Fuego). No cabe duda que se ha constituido en todo un emblema. Una aventura en el cono sur de América, al alcance de pocos, más allá de la temeridad que encierra, por los altos costes que supone su materialización: no menos de un mes de dedicación, 5.000 kilómetros a recorrer en circunstancias imprevisibles (consumo de combustible en altura, con fuerte viento en contra, en carreteras heladas o encharcadas, cruzar ríos o atravesar zonas pantanosas que obligarán a los vehículos a

esfuerzos límite). A mayores, cuentan los largos desplazamientos. Argentina no queda de paso a ningún lado. Sus aeropuertos internacionales no son de enlace, sino terminales. Por lo tanto, vaya donde se vaya, hay que contar con muchas horas de vuelo y el consiguiente coste económico. Una vez en Buenos Aires, o Córdoba, toca desplazar toda la infraestructura necesaria para emprender un reto de esta envergadura y por supuesto, los coches. Llevarlos hasta el punto de inicio de la ruta ya es un desafío. Si se pretende salir de norte a sur, unos 2.000 kilómetros hasta La Quiaca. Si se elige en sentido inverso, 2.200 kilómetros hasta Cabo Vírgenes, o 3.100 hasta Ushuaia. Como no es difícil suponer, los innumerables atractivos turísticos ‘obligan’ a visitas puntuales. No vas a pasar por Mendoza y saltarte la Ruta del Vino y San Juan donde las grandes bodegas elaboran caldos de renombre distinguidos internacionalmente. No vas a pasar por Bariloche y no visitar su centro cívico y el lago Nahuel Huapí, ¿y El Bolsón..?, uno de los parajes más bonitos del mundo entre lagos glaciares, bosques y la cordillera andina…, y las ruinas de los Quilmes..?, y los yacimientos fósiles de dinosaurios..?, y los valles Calchaquíes..?, y el glaciar Perito Moreno..? Como les decía, la Ruta 40 atraviesa 20 parques nacionales, sube hasta más allá de los 5.000 metros en el Abra del Acay, en Salta (el paso en coche más alto del mundo); conecta 27 pasos cordilleranos transfronterizos y cruza más de 20 ríos (18 de ellos importantes) sobre 236 puentes. Permite el acceso a 18 Reservas naturales y pasa junto a 13 grandes lagos y salares. Atraviesa las inacabables estepas de Santa Cruz y Chubut por las que se accede a auténticas maravillas como el Chaltén (una pequeña villa enclavada a 3.405 metros en un lugar ‘que no existe’, en pleno Parque Nacional de los Glaciares) y pasa por la Cueva de las Manos Pintadas (pinturas rupestres del 7.300 aC). Atentos los más aventureros porque si se sigue el dibujo de la primitiva Ruta 40, todavía es posible cruzar el río Neuquén en balsa, en Paso Huitrín. n

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PAISAJE. Avanzando en plena Patagonia.

La Huella Andina Un sendero de 550 kilómetros que atraviesa cinco Parques Nacionales

esde febrero de 2012, Argentina con un nuevo atractivo turístico vinculado a su sorprendente naturaleza: la Huella Andina, el primer sendero de largo recorrido del país que a lo largo de 560 kilómetros une el Lago Aluminé, en Neuquén, con el Lago Baguilt, en Chubut, pasando por cinco Parques Nacionales: Lanín, Los Arrayanes, Nahuel Huapi, Lago Puelo y Los Alerces. Además, integra los servicios turísticos que ofrecen las localidades cercanas como Junín de los Andes, San Martín de los Andes, Villa Traful, Villa La Angostura, San

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Carlos de Bariloche, Villa Mascardi, Valle del Manso, El Foyel, El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo, Epuyén, Cholila, Villa Lago Rivadavia, Villa Futalaufquen, Esquel y Trevelin. Los senderos ofrecen diferentes alternativas para recorrerlos, con sus correspondientes indicaciones sobre los grados de dificultad de cada uno. Hay alternativas para realizar otras variantes a pie, a caballo o bicicleta y la intención es que al menos un 60% de todo el tramo sea de baja dificultad para que lo pueda realizar la mayor cantidad de gente, como familias o grupos de la tercera edad.

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Todos los tramos de este gran sendero están señalizados para facilitar su recorrido por caminantes con pocos conocimientos técnicos de orientación y cartografía. Para la consolidación de la traza definitiva se han y se están reutilizando huellas y senderos preexistentes que se integran entre sí para crear este sendero troncal de 560 kilómetros. El itinerario está dividido en etapas que se podrán recorrer en una jornada. El proyecto Huella Andina nace para poner en valor los recursos naturales y culturales de la zona oeste cordillerana del país, fomentando a través del senderismo un turismo sustentable y el desarrollo de las comunidades locales. La Huella Andina está localizada dentro de la franja territorial entre la Ruta Nacional 40 y la Cordillera de los Andes, y transita longitudinalmente la Reserva de la Biósfera Andino Patagónica, formando un eje troncal que integrará la red de senderos que ya existen en este territorio. El desarrollo general de este sendero es la primera experiencia en el Marco del Proyecto Senderos de Argentina, una iniciativa liderada por el Ministerio de Turismo de la Nación (MINTUR) en conjunto con la Administración de Parques Nacionales (APN) y el Consejo Federal de Turismo (CFT), cuyo objetivo final es contar con una red de senderos interconectados en todo el territorio del país. n

Un guardabosque ante la imponente presencia de un varias veces centenario alerce

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República Argentina Datos varios

l vocablo Argentina, proviene del vocablo latino Argentum con el que se designa a la plata. Los conquistadores españoles que llevaron a España cantidades de ese metal, hablaban de las sierras de plata. Los portugueses por su parte designaban al río de Solís como Río de la Plata. El nombre de Argentina fue utilizado por primera vez en 1602 por Marín Del Barco Centenera en sus crónicas de época.

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En 1860 el presidente Santiago Derqui normalizó por decreto que el nombre de República Argentina fuera aceptado por el Gobierno como legal (antes era Provincias Unidas del Sud).

Superficie: El territorio de la República Argentina es el octavo más grande del mundo y el cuarto de América. Su extensión en el continente es de 2.780.470 km2. Lo que significa el equivalente a las superficies sumadas de doce países europeos: España, Portugal, Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania, Austria, Bélgica, Holanda, Noruega, Finlandia y Suiza. Debe sumarse a la cifra antes señalada, 980.874 km2 correspondientes a las superficies de la Tierra del Fuego, sector Antártico e islas del Atlántico Sur. El territorio continental de Argentina proyectado imaginariamente en Europa, se extendería desde Suecia hasta el centro del Sahara. La superficie total de la República Argentina es entonces de 3.761.344 km2.

GEOGRAFÍA Y CLIMA: La RA en el extremo austral del continente americano, es un vasto triángulo apoyado en los Andes, al que surca en el noroeste una amplísima quebrada de singular belleza cromática, para internarse hacia el este en la selva tropical y llevar las aguas de dos inmensos ríos hasta el estuario más ancho del mundo. El triángulo se va afinando hasta terminar una vez transpuesto el estrecho que une los océanos Atlántico y Pacífico, en la isla de nombre legendario de la Tierra del Fuego. El país se divide en cinco grandes regiones: el Noroeste o Altiplano; el Noreste o Mesopotamia; La Pampa húmeda, la Patagonia y la Antártida e islas australes. El Noroeste Es una región montañosa de vigorosos contrastes físicos y de gran riqueza mineral. El Altiplano, con una altura media de 3.700 metros y picos que superan los 5.000 metros. La altiplanicie, conocida también como la Puna, es un paisaje severo y sobrecogedor, contrasta con los eternos picos nevados y el violáceo de las rocas vivas con el verde de los valles en los que se siembran vides, naranjas, tabaco y azúcar. Noreste Esta región presenta dos ámbitos diferentes: por un lado el Chaco y la Mesopotamia en la otra. La primera es una zona de llanura boscosa, totalmente plana y uniforme. El tipo de clima subtropical genera bosques de grandes árboles de madera dura. Hacia el oriente abundan los espacios claros donde aparece el paisaje de praderas o sabanas ar-

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Cataratas del Iguazú, en el extremo este del país, frontera con Brasil

boladas. Esta configuración favoreció la radicación de núcleos humanos que impulsaron el aprovechamiento forestal y los cultivos de algodón. La Mesopotamia por su parte, está casi en su totalidad rodeada por los ríos Paraná y Uruguay. En su extremo norte se halla la meseta de Misiones, recortada por la erosión fluvial que se extiende en la provincia homónima. Una de sus sierras, la de Victoria, corta el lecho del río Iguazú y provoca las imponentes cataratas. La tierra colorada, característica de la zona, es el resultado de la descomposición, en clima húmedo y cálido, de rocas abundantes en hierro, como los basaltos y las areniscas. Más hacia el sur, en la provincia de Corrientes, se extiende una región deprimida y anegadiza, con lagunas y esteros, de los que sobresale el del Iberá. En la provincia de Entre Ríos, aparece un tipo de relieve de planicies con lomadas conocidas por el nombre de cuchillas, separadas por amplios valles fluviales. En la parte meridional de la

Mesopotamia, el río Paraná forma una intrincada red de islas bajas, aluvionales, separadas por riachos y canales: el Delta. Cuyo: "País de los desiertos" significa Cuyo en voz indígena, denominación que debe a las vastas travesías que cubren las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. Las altas montañas de la región evitaron que estas tierras fueran páramos estériles, mediante la formación de ríos alimentados por las nieves eternas de Los Andes. El hombre de la región, que es una de las más productivas de la República, aprovechó las características del suelo y construyó canales de riego que transformaron los arenales en tierras aptas para el desarrollo de las mejores viñas. De hecho de esta región surgen el 90% de los vinos que produce la RA, primer productor americano. En Mendoza se encuentra el Aconcagua, que con sus 6.962 metros se erige en el pico más alto del continente americano.

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La Pampa Húmeda: La Pampa Húmeda es una llanura continua, sin accidentes, cubierta por un manto de humus que le da una gran fertilidad. Zona especialmente apta para la explotación agrícola ganadera, es la zona más poblada del país. El vocablo "pampa", de origen quechua, significa llanura sin árboles. La llanura argentina carecía originariamente de esta clase de vegetación. Componen esta región las provincias de Buenos Aires, La Pampa, sur de Córdoba y sur de Santa Fe. Esta región, que ocupa gran parte del país, alberga en sus praderas a más de 60 millones de cabezas de ganado vacuno, casi 30 millones de equinos y un censo amplísimo de ganado ovino y porcino. Las Sierras Pampeanas, en el centro oeste, a continuación de la llanura, es un extenso espacio donde se alternan las llanuras, valles y planicies con sierras. Conforman una unidad de relieve constituidas por rocas muy antiguas, en el que las laderas occidentales son particularmente abruptas.

La Patagonia: Se entiende por Patagonia, toda región localizada al sur del Río Colorado. Se diferencian claramente dos subregiones: los Andes patagónicos y las Mesetas patagónicas. La subregión andina está formada por una serie de cordones separados por valles transversales ocupados por ríos caudalos o por lagos de origen glaciar como el Nahuel Huapi, Buenos Aires, San Martín, Viedma y Argentino. Entre las mayores alturas se encuentran los volcanes apagados Lanín (3.776 m.) y Tronador y los cerros San Lorenzo y Fitz Roy. Existen enormes extensiones de campos de hielo, así como densos bosques de hayas y araucarias. En la mitad más austral de la cordillera patagónica el glaciarismo adquiere proporciones de tal magnitud, que todo el interior de las montañas está ocupado por una masa homogénea de hielo. Fenómeno que no se registra en ninguna otra parte del mundo, fuera de las zonas polares. La belleza natural de la región ha impulsado a

La ciudad más austral del mundo: Ushuaia

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crear varios Parques Nacionales: Lanín; Nahuel Huapi; Los Arrayanes; Los Alerces; Lago Puelo; Francisco Perito Moreno; Los Glaciares; Laguna Blanca y Tierra del Fuego. La subregión de las mesetas se extiende desde el río Colorado hasta la Tierra del Fuego sobre una superficie que supera los 800.000 kilómetros cuadrados. Las mesetas o pampas son planicies altas que descienden escalonadamente desde la cordillera hasta el mar, en cuya costa forman acantilados rocosos. Cubiertas por una estepa arbustiva de magros pastos duros, sólo pueden sustentar la ganadería extensiva de ovinos, de especial significación económica en la enorme superficie. A 500 kilómetros de la costa patagónica y sobre la plataforma continental, se halla el archipiélago de las Islas Malvinas. Su relieve corresponde al de una meseta recortada por la erosión. La vegetación, baja y achaparrada por la intensidad de los vientos, sólo ofrece hierbas y algunos arbustos. El clima es frío y húmedo. En enero de 1833, este archipiélago fue ocupado por Gran Bre-

taña, desalojando por la fuerza a la guarnición argentina allí instalada al mando del comandante Luis María Vernet. La Antártida: La región de la Antártida y las islas que forman el arco de las Antillas del Sur configuran el confín austral del mundo. Este arco, que debe su nombre a que su conformación es igual al del mar Caribe, está formado básicamente por la Isla de los Estados, el banco Burdwood, la roca Negra, los islotes Cormorán y las islas Georgias del Sur, Sandwich del Sur, Orcadas del Sur y Shetland del Sur. Se cree que son la parte más elevada de una cadena de montañas hundidas, quizá una prolongación de la Cordillera de los Andes que continúa luego en la península Antártica con picos que superan los 4.000 metros. Esta península se encuentra ubicada al poniente del mar de Weddel; su costa occidental, al igual que el continente sudamericano, es accidentado con numerosos archipiélagos que la acompañan y prolongan, mientras que el perfil oriental es regular.

Avenida 9 de Julio.punto neurálgico de la megaciudad de Buenos Aires.

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La zona continental es una meseta cubierta de un gran manto de hielo del que sobresalen bloques de roca. En toda la región existe actividad volcánica, pero es más intensa en el archipiélago de las Shetland del Sur, donde su violencia ha obligado desde 1968, a evacuar las bases establecidas en la Decepción, cresta del cráter hundido. Variedad climática: Debido a la extensión meridional del país, la RA cuenta con una gran variedad climática. Tal diversidad climatológica influye en el paisaje, particularmente a través del régimen de lluvias, tanto por la acción escultórica del agua que genera accidentes del relieve, como por el desarrollo de la vegetación espontánea que enmarca ese relieve. Con respecto a la temperatura, el país no participa del clima tropical, con la excepción del extremo norte. La diferencia de temperatura entre verano e invierno es siempre sensible, con una variación anual promedio de 15 grados.

PARQUES NACIONALES ARGENTINOS Jurisdicción

Superficie

Distancia

Río Pilcomayo - Formosa Iguazú - Misiones El Palmar - Entre Ríos Calilegua - Jujuy El Rey - Salta Chaco - Chaco Nahuel Huapi - Neuquén Lanín - Neuquén Laguna Blanca - Neuquén Puelo - Chubut Los Arrayanes - Neuquén Los Glaciares - Santa Cruz Tierra del Fuego - T. del Fuego Perito Moreno - Santa Cruz Los Alerces - Chubut

60.000 ha. 55.500 8.500 76.000 44.162 15.000 428.100 194.600 1. 11.250 14.100 1.100 445.900 63.000 84.500 187.500

1.360 km. 1.351 360 1.430 1.708 1.120 1.583 686 1.362 1.702 1.677 3.400 3.598 2.191 1.994

RIO DE LA PLATA Estuario de América Meridional formado por la desembocadura y unión de los ríos Paraná y Uruguay. Tiene una longitud de 280 kilómetros y mide 40 km. de ancho en su parte interior y 220 km. en su desembocadura con una profundidad media de 20 metros. El cauce es fronterizo entre la República Oriental del Uruguay y la República Argentina.

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Ruta 40: el desafío

Fotos de la Oficina de Turismo de la República Argentina.

Para que se hagan una idea de la magnitud de la empresa, daré algunos datos. Reitero que es la travesía más larga del país recorriendo toda la extensión argentina de norte a sur cubriendo, oficialmente, 5.224 kilómetros (contando las variantes y enlaces posibles para acceder a destinos únicos). Cabe señalar que la segunda más larga es la Ruta 3 que une Buenos Aires y Ushuaia (3.100 kilómetros).

Revista digital. Publicación sin ánimo de lucro. Propiedad intelectual © Daniel Soto Rodrigo. Edición nº 1 - Abril de 2015. Los textos, opiniones y demás contenidos proceden de colaboradores y son responsabilidad de los firmantes. Correo electrónico: djsoto49@gmail.com


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