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La crisis de representación y credibilidad del sistema de partidos mexicano. Una explicación a través de la dimensión histórica: Del México de Cárdenas hasta nuestros días César Edén de Nazareth Ortíz Vidal

La crisis de representación y credibilidad del sistema de partidos mexicano. Una explicación a través de la dimensión histórica: Del México de Cárdenas hasta nuestros días 16

César Edén de Nazareth Ortíz Vidal 17

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Resumen

Este texto tiene como finalidad recapitular la transformación de la esfera política mexicana a través del sistema de partidos. Se enfatizan los factores internos que influyeron en la transformación del sistema de partidos, no por ello minimizando los factores externos que incidieron de manera decisiva. Se finaliza con una serie de reflexiones a manera de conclusión.

Introducción

La década de los ochenta trajo consigo múltiples transformaciones políticas, económicas y sociales a nivel global (orientación al modelo neoliberal sustituyendo al modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) o la caída de la Unión Soviética a principios de los noventa) que influyeron de manera importante en el sistema político nacional, propiciando que este modificara su estructura.

Los años 2000 visibilizaron los cambios que se venían gestando en el sistema de partidos. La alternancia encabezada por el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Vicente Fox, parecía poner fin a décadas de autoritarismo y corrupción. “La transición democrática mexicana es algo que ya sucedió […] Ello pasó entre 1977 a 1997. Y antecedió a la alternancia en el poder ejecutivo federal […] transitamos de un sistema casi monopartidista a un sistema plural de partidos […] (Woldenberg, 2012:26)”. Esta afirmación parece descabellada, pero lo cierto es que el sistema de partidos mexicano se ha transformado en los últimos cien años, conservando muchos de los vicios y prácticas de la época del priísmo autoritario.

16 El siguiente texto es un apartado del capítulo cuatro titulado “El contexto social, político y religioso” del borrador para tesis de la licenciatura en Sociología. El nombre de la tesis es “El uso de elementos religiosos en la esfera política. Los casos del PRI, PAN y PRD en las campañas electorales presidenciales de México. 2000-2012”. 17 Egresado de la licenciatura de sociología en la Universidad de Guanajuato. Correo: edennaza24@gmail.com

Los resultados que tuvo el sexenio de Calderón, tras un proceso electoral manchado por controversias, puso en tela de juicio las palabras de algunos periodistas y analistas políticos que hablaban de que habíamos pasado a una época de democracia, dejando detrás los vicios del viejo régimen priísta. El 2012 desmintió que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se encontraba moribundo, con Peña Nieto como candidato a la presidencia, el partido otrora oficial regreso a Los Pinos.

Algunos especialistas señalan que la política mexicana sólo ha representado una vía para mantener y repartir privilegios, no un medio de representación y ejercicio popular, esto a pesar de la serie de reformas electorales que, en el discurso, han buscado modernizar el sistema político mexicano. Así que la llamada transición democrática, encabezada por el cambio de gobierno en el 2000, no sería más que una falacia, ya que, como algunos mencionan, aquellas prácticas con las que el PRI se mantuvo en el poder durante décadas han sido adoptadas por otros partidos, en menor o mayor medida (Tahar Chaouch, 2012).

El panorama político nacional en la actualidad

¿Qué contexto político nos ha dejado la primera década del siglo XXI? ¿Qué partidos han surgido en el panorama político? ¿Cuál es la percepción de los ciudadanos para con el sistema político mexicano?

El sistema de partidos a nivel nacional está formado por: Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN), Partido de la Revolución Democrática (PRD), Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Partido del Trabajo (PT) y el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). Además de partidos intermitentes como Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza o el Partido Encuentro Social (Gil, 2014). Por otro lado, existen algunos partidos locales.

La orientación del voto en los periodos electorales 2000, 2006 y 2012 muestra la existencia de una relativa competitividad en el mercado electoral, reduciéndose las distancias de las preferencias del voto entre los tres partidos predominantes PRI, PAN y PRD. Los datos muestran que en las dos últimas elecciones los partidos ganadores no han superado el 40% de los votos: en el año 2006 al PAN con un 35.9%, solo 0.6 puntos porcentuales sobre el PRD, mientras que en el año 2012 el PRI se colocó a la cabeza con 38.2% seguido del PRD con un 31.6%.

Fuente: Elaboración propia a partir del Informe País realizado por el IFE & El COLMEX. (2014).

La participación electoral en los tres últimos periodos federales muestra una creciente conducta orientada al abstencionismo, ya que en los comicios del 1994 el abstencionismo fue de 22.84%, en el 2000 fue de 36.03%, en el 2006 fue de 41.78% y en el 2012 fue de 37.92% del padrón electoral. Teniendo como punto crítico el año 2006 y logrando un leve repunte en el 2012.

Elaboración propia a partir de la página web del INE, del Censo de participación ciudadana 2012 del INE y La desilusión sexenal de Oscar Jiménez.

El Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México realizado por el INE y El Colegio de México del 2014, muestra varios datos respecto a las percepciones y prácticas referidas al ejercicio de los derechos ciudadanos, del cual tomamos algunas variables que dan cuenta de las creencias del nivel de representatividad del sistema partidista mexicano.

Refiriendo al sentimiento de identificación o afinidad hacia algún partido, a los encuestados del Informe País se les preguntó “¿Usted se identifica con algún partido?”, los resultados fueron que un 46.8% de las personas no se identificaban con ningún partido, el 24.2% se consideraba priista, el 14.3% panista y el 7.1% perredista, siendo estos los valores más altos.

Respecto al nivel de confianza de los encuestados hacia diversos grupos políticos se consideraron diversos niveles de gobierno y actores. El 32.3% y el 34.7% respondieron tener nada y poca confianza, respectivamente hacia el gobierno federal, lo cual significa un 67% de los encuestados con una postura negativa, siendo sólo un 7.1% quienes respondían tener mucha confianza y 24.2% algo. A nivel estatal el 36.7% responde nada, un 34.9% poca (esto significa que el 71.6% tiene una postura negativa ante el gobierno estatal), 21.9% algo y 4.6% mucha. A nivel municipal los datos no varían significativamente, 37.5% dicen no tener confianza alguna, 34.8% solo poca (72.3% responden negativamente) por 21.2% que responden algo y 4.6% mucha.

Abordando el nivel de confianza hacia actores específicos se preguntó a los encuestados “¿Cuánta confianza tiene a los partidos políticos?”, el 3% respondió mucha, 14% algo, 35% poca y 46.9% nada, por lo tanto 81.9% muestra una valoración negativa hacia los partidos políticos.

Al preguntárseles por el nivel de confianza de los encuestados para con los diputados resultó que solo el 2.5% responde mucha por 48.6% que dice no tener nada de confianza, 12.9% responde algo y 34.4% responde poca, siendo que un 83% tiene una postura negativa hacia el nivel de confianza hacía los diputados.

Los datos nos sugieren la falta de identificación de la ciudadanía para con sus representantes en el sistema partidista, al menos así lo perciben los encuestados. Esto vendría a influir en la manera en que participan y en cómo orientan sus acciones dentro del sistema político, así como el 46.8% de los encuestados no se sienten cercanos o identificados con algún partido político.

Al movernos en diferentes niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) es posible observar que conforme la experiencia de gobierno es más local, la desconfianza aumenta, pasamos de 67% federal,

71.6% estatal a 72.3% municipal. Mientras que, al hablar de actores específicos o concretos a la vista de los encuestados, como los partidos políticos o diputados, las valoraciones negativas superan el 80%.

Por lo tanto, tenemos una ciudadanía que se siente distante de la vida política en el país (entendida ésta como la toma de decisiones desde la estructura política) no siente representados sus intereses y necesidades por las vías institucionales, no sólo porque, dado el contexto político mexicano, no exista confianza, sino que la autoridad y el ejercicio del poder despersonalizado les es ajeno.

El recuento histórico

Si algo ha caracterizado históricamente a la política mexicana surgida de mediados de los cuarenta, es la constante presencia de prácticas clientelares 18 y corporativistas 19 , suscrito en un contexto en el cual existe una casi nula incidencia política autónoma de los sindicatos 20 , organizaciones civiles y la sociedad en general (Castro, Ducatenzeiler, & Faucher, 1990).

El PRI ha ocupado el poder desde su creación en el año de 1946 hasta el término del sexenio de Ernesto Zedillo en el año 2000, quien cede la batuta a Vicente Fox Quezada y posteriormente Felipe Calderón encabezaría el gobierno federal, ambos pertenecientes a las filas del PAN, para después ser recuperado por el Partido Revolucionario en las elecciones del año 2012 con el entonces candidato Enrique Peña Nieto.

Si bien el PRI accede al poder por primera vez tras las elecciones posteriores a su fundación, sus antecesores, el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y el Partido Revolucionario Mexicano (PRM) ya habían sustentado una monopolización el ejercicio del poder político (Ayala Anguiano, 2005). Para ejemplificarlo, desde el año de 1929

18 Clientelar: relación de intercambio informal y particularista entre actores con poder y estatus desiguales […] refleja una desconfianza generalizada en la autoridad impersonal, una tendencia a basarse en la activación de relaciones primarias difusas para lograr diversos objetivos sociales, económicos y políticos, y, fundamentalmente, una posición de dependencia personal de los superiores en la jerarquía de status (Castro, Ducatenzeiler, & Faucher, 1990). 19 Corporativista: estructuras mediante las cuales las organizaciones funcionales no circunscritas territorialmente representan de manera oficial intereses privados frente al Estado, cuya existencia y derecho de representación están formalmente sujetos a la autorización o aceptación del Estado, derecho que se reserva a los líderes formales de esas organizaciones, prohibiendo y excluyendo otros canales legítimos de acceso al Estado para el resto de sus miembros (Castro, Ducatenzeiler, & Faucher, 1990). 20 Subrayando la importancia histórica de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) o el Sindicato

Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Siendo un ejemplo de las relaciones clientelares y corporativista del Estado.

hasta antes de 1964 el partido del gobierno había logrado posicionar a seis presidentes y alrededor de 200 gobernadores y 282 senadores (González Casanova, 1976).

Los fundamentos de esta monopolización pueden encontrarse en el gobierno de Lázaro Cárdenas, a través de un pacto social entre el Estado y la sociedad. Los sindicatos y organizaciones campesinas aceptaban subordinar sus intereses a los nacionales con la condición de que el gobierno redistribuyera los beneficios económicos del proyecto de industrialización que se pondría en marcha. De este modo, diversos sectores de la sociedad se organizaban en torno al partido oficial subordinándose a sus políticas, mientras a aquellas agrupaciones autónomas que surgían se buscaba cooptarlas, para del mismo modo alinearlas 21 (Bizberg, 2010).

La toma de posesión de Fidel Velázquez en la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en 1950, aunado al creciente proceso de industrialización, y por lo tanto a la incorporación de la población al sector productivo de la industria e incrementando la afiliación sindical, permitió al gobierno en turno el control de las demandas obreras, afianzando de este modo el mecanismo corporativista (Zapata, 2010).

El gobierno de Ávila Camacho, por medio de este sistema, pudo favorecer en cierta medida a los trabajadores urbanos, debido al proyecto de industrialización. No fue sino hasta el periodo de Miguel Alemán en el cual este pacto tomo otra orientación aplazando la redistribución de los beneficios económicos y girando hacia la acumulación de esos beneficios en el gobierno. Es aquí donde algunos autores señalan que el sistema corporativista tomó su carácter de instrumento de control social (Bizberg, 2010).

Los reclamos no se hicieron esperar, durante los gobiernos de Alemán (1946-1952), Ruiz Cortines (1952-1958) y López Mateos (1958-1964) las huelgas y movimientos sindicales aumentaron en cantidad y frecuencia (Zapata, 2010).

La estrategia optada por López Mateos para frenar esta efervescencia fue utilizar mecanismos de cooptación, represión y exclusión selectiva. Los movimientos tuvieron lugar dentro de sindicatos y grupos estratégicos, como el de maestros, el electricista o el petrolero, esto posibilitó que se repartieran privilegios en estos grupos estratégicos (Bizberg, 2010).

Los antecedentes de las movilizaciones sindicales, obreras, agrarias e inclusive estudiantiles, entre los años 1958 y 1968, impulsaron al entonces presidente Echeverría a incrementar la oferta de servicios sociales y prestar atención a los reclamos salariales

21 A esto se le denominaría como “sistema de partido hegemónico”, en el cual el partido por medio de mecanismos como el corporativismo, clientelismo y cooptación mantenía el monopolio del ejercicio del poder y el control del sistema político y económico.

(Zapata, 2010). Echeverría en el campo intentó la conciliación entre las organizaciones corporativistas y las independientes por medio del Pacto de Ocampo, aunado a un nuevo reparto agrario que tuvo lugar en los valles Yaqui y Mayo, en el Estado de Sonora (Bizberg, 2010).

Con este contexto social de fondo, en los años 1946 y 1977 tuvieron lugar una serie de reformas electorales, cuyo propósito se decía que era el de modernizar el sistema político y así dar paso a un sistema de partidos competitivo. El resultado de estas reformas fue una mayor oferta de partidos políticos, pero, en consecuencia, se dio paso a un control oligopólico de la representación y participación política, girando en torno a tres fuerzas políticas (Prud’homme, 2010).

Mientras tanto, el gobierno de López Portillo se dio a la tarea de desarticular los movimientos agrarios y sindicalistas autónomos, con el fin de retomar el control del otrora modelo corporativo. Esto lo hizo a través de la cooptación, la negación de registro a sindicatos independientes y la represión por medio de la fuerza pública (Bizberg, 2010). A pesar de las reformas electorales, principalmente la de 1977, no fue sino hasta la orientación del país hacía el modelo económico neoliberal, antecedido por la crisis económica vivida durante los años ochenta, cuando la vieja estructura política sustentada en el modelo de un partido hegemónico 22 (la cual tenía como cimiento al corporativismo, al clientelismo y al autoritarismo) terminó por resquebrajarse, pues esto implicó, por un lado, que con las reformas neoliberales la presencia del Estado en la sociedad se redujera y, por otro, gracias a la crisis económica, fuera imposible sustentar la infraestructura necesaria en la cual se mantenía el modelo político mexicano de partido hegemónico, esto debido a la insuficiencia de los recursos económicos que lo solventaran (Loaeza, 2006):

Un sistema sustentado en el autoritarismo 23 y corporativismo, el cual dependía en gran medida de un mercado protegido y de una transferencia de recursos hacia los sectores sociales incorporados en el partido oficial.

Desde 1982 la crisis fiscal del Estado redujo esa transferencia y limitó la capacidad de su propio partido para obtener votos, a través de concesiones y privilegios (Alarcón Olguín & Reyes del Campo, 2015: 4).

22 Refiere al dominio ejercido por un partido sobre los medios burocráticos, sociales, económicos e ideológicos, a través de mecanismos como el corporativismo, el clientelismo o el autoritarismo, entre otros, que le permiten mantenerse en el ejercicio del poder en determinado territorio. 23 Imposición, por medio de la coacción física o ideológica, de la voluntad de quien o quienes ejercen el poder al momento de la toma de decisiones.

Por su parte, durante su sexenio, De la Madrid buscó por otros medios mantener el sistema autoritario que se resquebrajaba progresivamente, por medio del mercado neoliberal, creyó que éste beneficiaría a la clase media y de este modo legitimarían al régimen, mientras que a través de los mecanismos corporativistas de cooptación controlaría al otro segmento de la población (Bizberg, 2010). Pero el nuevo modelo económico no hizo más que erosionar las bases económicas y políticas del corporativismo, sumado a la crisis económica sufrida durante el periodo y a las movilizaciones sociales y sindicales que le antecedieron, mostrando la falta de legitimidad del sistema político.

Esta ruptura en el sistema político permitió, por ejemplo, que el PAN ganara las capitales de Durango y Chihuahua. Mientras, por otro lado, a raíz de la tecnocratización 24 el PRI y la falta de elecciones internas justas para candidato a la presidencia en 1988, produjo una división del ala izquierda dentro del Partido Revolucionario, de donde surgiría el Partido de la Revolución Democrática, teniendo a la figura de Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, apoyados por el

24 Modelo en el cual los puestos burocráticos son ejercidos por individuos formados y especializados en sus roles. Se basa en una profesionalización de los puestos dentro del aparato burocrático, por lo que a la manera de tomar decisiones estas se reducen a lo numérico. recién formado y reconocido constitucionalmente Partido Mexicano Socialista (PMS), en lo que se denominaría como el Frente Democrático Nacional (Ortiz, 2010). Las medidas sexenales de Carlos Salinas de Gortari en materia económica y política, teniendo como antecedente el controversial proceso electoral por el cual llegó a la presidencia, (redefinición del intervencionismo del Estado, liberalización de los mercados, privatización de empresas públicas, etc.) buscaban frenar la fractura que el sistema político mexicano basado en el partido hegemónico había sufrido y darle un giro al medio de control corporativista. A través de un modelo clientelar, sustentado en el Programa Solidaridad, Salinas buscaba sustituir el clientelismo a través de las instituciones corporativistas, por una interacción directa entre el ciudadano y el gobierno, y de este modo obtener legitimidad (Bizberg, 2010). Esto no sucedió, pues el gobierno en turno al perder los recursos que le facilitaron al PRI mantenerse tantos años en el poder, permitió el acceso en la disputa por el ejercicio del poder a otros actores, como lo son otros partidos políticos, con intereses económicos que van hasta el plano internacional. Así que la adopción del modelo neoliberal terminó erosionando el monopolio del ejercicio del político nacional por parte del Partido Revolucionario (Loaeza, 2010).

El final del sexenio de Salinas y el inicio del gobierno de Zedillo estuvo marcado por la crisis económica de 1994 y el surgimiento de varios movimientos sociales que golpearían la ya casi inexistente credibilidad del sistema político mexicano encabezado por el PRI, poniendo de manifiesto que el mecanismo corporativista había perdido su fuerza y el neocorporativista 25 había sido un fracaso. Dentro de estos movimientos se destacan El Barzón, de corte agrario, logrando que el gobierno renegociara las carteras vencidas de los deudores miembros de su movimiento, a través del Fondo Bancario para la Protección al Ahorro (FOBAPROA).

Por otro lado, se encuentra La Unión Nacional de Trabajadores (UNT), herederos de los movimientos sindicales independientes de los cincuenta y sesenta, siendo unos críticos del sistema económico y del sistema de seguridad social, que si bien, no se conformó como un contrapeso importante ante el sindicalismo corporativista, sí ha logrado mejorar las condiciones laborales de sus afiliados. Del mismo modo, el indigenismo se vio representado a través del surgimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), producto de la descomposición del modelo corporativista en el campo. Este movimiento defiende la identidad indígena ante la globalización y el capitalismo, impulsados por las ideas de la teología de la liberación y el marxismo. Cumplieron un papel importante como uno de los factores que influyeron en que los partidos políticos negociaran la reforma política que le dio autonomía al entonces Instituto Federal Electoral (Bizberg, 2010).

Mientras tanto, los gobiernos panistas, encabezados por Vicente Fox y Felipe Calderón optaron por hacer uso del aparato corporativista del PRI. Abiertamente han favorecido, por estos medios, al sector empresarial. Hemos visto como durante los 12 años de gobierno del PAN, los contratos con externos crecieron. Del mismo modo, hemos sido testigos del uso de la represión en ambos sexenios, los atropellos de San Salvador Atenco en abril del 2006 o el violento desalojo de los manifestantes de miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca por parte de la Policía Federal Preventiva el 29 de octubre del 2006 (Bizberg, 2010). Sumado a la creciente ola de violencia en el sexenio de Calderón como resultado de su guerra contra el narcotráfico, la tasa de violencia en el 2011 era de 18 asesinatos por cada 100 mil, mientras que 12 millones de personas habían sido víctimas de la violencia (Olivares, 2013).

25 La diferencia con el corporativismo es que la representación de intereses se hace a través de instituciones del Estado, en una relación directa entre el gobierno y el ciudadano, y no a través de estructuras ajenas al aparato gubernamental.

Por lo tanto, podemos observar que en algunas regiones del país la represión y criminalización de la protesta social, las violaciones a los derechos humanos y la violencia que parecían ser parte del pasado autoritario del priismo siguen vigentes. La desilusión de la ciudadanía queda patente ante la incapacidad de los gobiernos panistas por consolidar lo que muchos creyeron sería la transición democrática: “Se creyó que con la alternancia en la presidencia el nuevo régimen asumiría como política de Estado el respeto a los derechos humanos. No fue así, al nuevo régimen sobrevivieron un buen número de usos y costumbres del autoritarismo priista, en particular la impunidad y la sumisión” (Aguayo & Treviño, 2010).

Consideraciones finales

Por lo tanto, bajo el mandato de Lázaro Cárdenas el sistema de partidos mexicano se conformó bajo el modelo político de partido hegemónico, encarnado en la figura del Partido Revolucionario Institucional. Posteriormente, en la década de los años ochenta, se dio paso a un sistema de partidos, entre comillas competitivo, pero oligopólico, producto de una serie de reformas políticas entre 1943 y 1977, al surgimiento de movimientos sociales y sindicales durante 1959 y 1968, y principalmente a las transformaciones a nivel mundial en el plano económico y político como la orientación económica hacia el modelo neoliberal y a la crisis económica de los ochenta. Esto terminó por erosionar los fundamentos económicos del corporativismo mexicano y del sistema de partido hegemónico.

En los tres últimos periodos electorales (2000, 2006 y 2012) se ha observado una ruptura con un sistema político de partido hegemónico, teniendo la llegada al poder federal del PAN en figuras como Vicente Fox y Felipe Calderón para, posteriormente, en el 2012 ver el regreso del PRI a la silla presidencial con su entonces candidato Enrique Peña Nieto. Podría decirse que México pasó a un sistema de partidos competitivo, sin comillas, pero de carácter oligopólico.

De este modo podemos entender cómo, a través de la dimensión histórica, se ha ido transformando el sistema político mexicano formado desde el cardenismo. Ante una sociedad mexicana que desconoce a sus representantes políticos, desconfía de ellos, inclusive los desaprueba y los ve como ajenos a su realidad. Por lo tanto ¿puede hablarse actualmente de un verdadero ejercicio de representatividad entre la clase política y la sociedad mexicana?

Referencias

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