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La crítica sociológica tiene la desgracia –o la fortuna– de construir derribando y crear destruyendo” Discurso de graduación de la generación 2013-2017 de la licenciatura en Sociología
Las siguientes palabras fueron leídas en la ceremonia de fin de cursos de la Licenciatura en Sociología de la Universidad de Guanajuato. La autoría de la reflexión corresponde a los alumnos de Sociología de la generación 2013-2017. El discurso ha sido reproducido casi en su totalidad, exceptuando algunos fragmentos que no podrían ser comprendidos fuera del contexto específico. &
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Buenos días a todos los que nos acompañan el día de hoy. Éste, nuestro último comentario como estudiantes de esta Universidad, ha sido construido colectivamente, como ha sido construido gran parte de lo que hemos reflexionado y realizado en este trayecto.
En primer lugar, hemos de agradecer. Agradecer a nuestras familias, por su apoyo, a pesar de que nuestra profesión sea poco común y su posición en el mercado de trabajo sea incierta en el estado actual de la sociedad.
A los miles de obreros mexicanos que con su trabajo diario financian la universidad pública; y a quienes la defendieron y la defienden para hacer de éste un espacio plural y popular.
A los profesores y profesoras que nos guiaron en este camino; a los y las que se comprometen con su labor como docentes y como investigadores, a los que creen en nosotros y lo que hacemos, a los que escuchan y confían en la palabra del estudiante. Agradecemos también a los que no nos apoyaron, por hacernos un poco menos ingenuos y un poco más críticos, y por mostrarnos eso a lo que la Universidad y la ciencia social no deben encaminarse.
Por otro lado, pensamos que no hay mejor manera de concluir este proceso que por medio de una reflexión sobre nuestra propia disciplina, sobre lo que hacemos y hemos de hacer.
Durante estos 4 años y medio de formación dedicamos nuestro tiempo a aquello que nos apasiona, con el objetivo no de calificaciones perfectas, ni de puntos, ni por el futuro ilusorio de un trabajo bien remunerado, sino por el mero placer de aprender, de comprender el contexto en el cual estamos inmersos. ¿No es, acaso, éste, el espíritu que debería impulsar a las ciencias?
Gracias al empeño y al apoyo de compañeros y profesores, se han podido echar adelante varios proyectos: los foros estudiantiles de sociología, el seminario sobre Marx y la
revista estudiantil Re-Tratando Entornos. Construir estos espacios evidentemente no fue fácil, y esto es lo importante: hubo que dedicarles tiempo y esfuerzo extra, hubo que sortear múltiples obstáculos institucionales, desde los tediosos trámites burocráticos hasta el de toparnos con esas estructuras de las cuales tanto hace mención nuestra disciplina.
Ahora hemos pasado de preguntarnos ¿para qué sirve un sociólogo?, a preguntarnos ¿cuál va a ser mi papel en la sociedad ahora que un documento diga que soy sociólogo?
Primeramente, hay que asumir que, si los científicos sociales pueden ocupar la posición para ser críticos y autocríticos, es claro que es porque somos un grupo por demás privilegiado. Hemos visto cómo en el trigésimo primero congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, celebrado recientemente en la ciudad de Montevideo, Uruguay, los académicos dicen estar muy inconformes con la forma en que funciona la sociedad, a la vez que están muy cómodos con su posición de poder. Muchos sociólogos han preferido vivir de discursos que morir de realidad. ¡Porque sí!, la sociología también puede reproducir las estructuras de poder y dominación. La sociología no siempre es oposición, ni crítica, ni tampoco transformación, pues la producción intelectual cae muchas veces en la trampa de las exigencias económicas y políticas, pero también de aquellas de tipo social como el estatus que ciertas afinidades intelectuales y personales producen.
Nosotros asumimos a la disciplina sociológica como una ciencia que debe incomodar, porque creemos en un tipo de sociología cuyo papel es cuestionar, antes que afirmar. Uno de los papeles más importantes del sociólogo es analizar con una mirada crítica, siempre con evidencia y con fundamentos teóricos, históricos y objetivos. Sin embargo, esta crítica, creemos, no puede detenerse en los procesos y estructuras sociales, sino también tiene que atreverse a analizar el propio funcionamiento de la disciplina.
Desde nuestras aulas, hemos observado cómo la sociología y las ciencias sociales en general, se han encerrado cada vez más en las universidades, lo cual ha generado una producción del conocimiento que no rebasa a la comunidad académica, ni parece impulsar que la rebase: la ciencia social sólo es leída por científicos sociales. De esta manera ¿qué impacto puede producir si no llega a quienes día con día viven en carne propia aquello que decimos estudiar? Así, la ciencia se estanca, y su postura y su utilidad crítica se vuelven estériles.
Por ello, en este punto de nuestro proceso formativo, más que en cualquier otro, es necesario preguntarnos ¿qué sociólogos seremos cuando nuestros contextos piden a gritos hacerle frente a la desigualdad, a la pobreza, a las crecientes olas de violencia e
inseguridad, a la injusticia, a las constantes violaciones a derechos humanos, todo bajo una supuesta democracia? ¿Qué sociólogos seremos ante esta realidad que nos rebasa?
Como grupo, defendemos que el quehacer sociológico no se detiene en la producción del conocimiento. Estos productos deben desbordar nuestras investigaciones, nuestras bibliotecas universitarias, y nuestros círculos intelectuales. Pero las tareas pendientes van aún más allá. Creemos que la sociología tiene un gran potencial de transformación social, pero este potencial no radica sólo en la difusión y aceptación de ciertos tipos de sociología.
Habría que cerrar estas reflexiones, aun cuando no sean conclusiones ni verdades últimas, señalando que defendemos cierto tipo de sociología, que creemos en la posibilidad de una sociología crítica y en el potencial transformador de la crítica sociológica, pero que esa sociología crítica no puede construirse sin haber hecho antes una crítica de lo sociológico. Que no habrá esfuerzo que valga la pena si no ha sabido evadir las trampas del sentido común que invade al pensamiento científico. Que no hay por qué creer en discursos vacíos, monótonos, repetitivos, sin antes haber conocido las bases de su funcionamiento en la realidad social. La sociología es crítica si logra brindar a la gente los instrumentos para mirar su realidad social de una manera que tal vez no sea muy cómoda, pero que logre cuestionar la base de los privilegios y el juego de relaciones de poder en las sociedades.
Los sociólogos cuestionamos, criticamos, exponemos a las instituciones, al Estado, a los fenómenos sociales... ¡a nosotros mismos! Trabajamos así, a pesar de conocimientos inseguros sobre interrogantes fundamentales. La crítica sociológica tiene la desgracia - o la fortuna - de construir derribando y crear destruyendo.
Álvarez Paz Jessica Nohemi Contreras Valadés Gerardo Froylán Ortiz Vidal César Edén de Nazareth Picón Vargas Yamil Zuriel Plascencia García Sharon Reyna Macías Manuel Saúl
León, Guanajuato. 13 de diciembre 2017