Pablo Forl谩n
El jugador que le tuvo que ganar a la hinchada
Gonzalo Porras El fiel de la balanza del Nacional 2014
Alfredo Arias
Consecuente en su apuesta por la tenencia
publicaci贸n gratuita sobre la identidad del f煤tbol uruguayo noviembre/diciembre 2014_edici贸n_01
camilo mayada
El gol de la valija
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Doping positivo
túnel NOV-DIC 2014
Argentina, te queremos
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El Chango Cárdenas acababa de pudrirla desde treinta y cinco metros y más de veinte mil porteños movían medio Estadio Centenario. La otra mitad estaba quieta, la ocupaban montevideanos. Entre apáticos y frustrados, chistaban porque un cuadro argentino estaba por salir campeón del mundo en su tierra. Y eso que el cuadro que estaba perdiendo era británico. En medio de ellos, Alberto gritaba como un desaforado. Corría el 4 de noviembre de 1967 y Racing de Avellaneda le ganaba al Celtic de Glasgow por la Copa Intercontinental. Alberto Methol Ferré ya no era un purrete por entonces. Tenía casi cuarenta pinos y era un intelectual reconocido, escribía regularmente en Marcha y acababa de publicar el que sería su libro más importante: El Uruguay como problema. Ese día había arrancado solo para el Estadio, masticando bronca ante el generalizado cipayismo de sus compatriotas, que querían que Racing perdiera: esclavos de una falsa idea de nación –sostenía Alberto–, difundida por los intelectuales de la burguesía montevideana desde la segunda mitad del siglo XIX, pensaban que las fronteras de la patria eran las que se le habían ocurrido al pelucón británico de Lord Ponsonby durante la Convención Preliminar de Paz, en 1828, y que todo aquello que estuviera al occidente del Río de la Plata nos era extraño y hostil. No, eso era falso, pensaba Alberto. La patria era más grande. La patria eran todos los pueblos de la hermana América Latina que habían sido sojuzgados por el imperialismo británico desde tiempos inmemoriales. La patria era Artigas, pero también era Bolívar y San Martín. Y, obviamente, la patria era Perón, quien además era hincha de Racing. Y Racing era el equipo que estaba defendiendo el honor de la patria grande ante la agresión imperial del fútbol británico. Y los uruguayos, en vez de solidarizarse con sus
hermanos del Plata, tomaban partido por el invasor. Tal vez por eso, movido por la rabia y la pasión, cuando Cárdenas, al minuto 56, sacudió la zurda y el golerito Fallon voló solo para verla apretarse contra el ángulo izquierdo del arco de la Colombes, pensó en su gran amigo, el flaco Abelardo, gran hincha de Racing, y se quebró – diría Julio Ríos– desde el punto de vista emocional. Y entonces Alberto se dio media vuelta, miró la inmensidad de la tribuna Olímpica tapiada de uruguayos enmudecidos y amargados y, tomándose la zona testicular de su cuerpo con ambas manos, gritó bien fuerte: –¡Pa’ todos ustedes! ¡Liberales mitristas! ¡Mamaderas del Imperio Británico! Puede que esta historia sea un invento, pero eso no significa que lo que invoca también lo sea. Más claro: en Uruguay el latinoamericanismo ha sido, en general, una expresión disidente, una voz de aquellos que han desafiado la cultura política hegemónica y nunca una expresión dominante. Sobre algo de esto nos informa la “excepcionalidad uruguaya” –la “Suiza de América”, el “como el Uruguay no hay”–, esa idea de que se puede ser chiquito, civilizado y democrático a pesar de haber tenido la mala suerte de tener que parar en un continente lleno de latinoamericanos. Por otro lado, la historia no es idéntica a sí misma. Una década de gobiernos “progresistas” en América
Latina ha incidido sobre la conformación de las identidades uruguayas: donde antes primaba un sentimiento de superioridad social e intelectual con respecto a los pueblos que nos rodean... hoy prima más o menos lo mismo, pero con la novedad de la emergencia de un “latinoamericanismo posible”. Con Chávez, Lula, Correa, Néstor, Evo y Pepe, la unión de los pueblos dejó de ser una idea para parecer un proyecto político concreto. Y esto le dio fuerza al latinoamericanismo uruguayo. El último mundial fue una buena oportunidad para comprobarlo. Confieso que me sorprendió ver, apenas eliminado Uruguay, cómo una respetable cantidad de amigos reales y virtuales comenzaron a hinchar por Argentina. Pero más que eso, me sorprendieron los argumentos: palabras más, palabras menos, la idea era algo así como que, una vez eliminado Uruguay, hinchar por Argentina debería ser una reacción natural entre aquellos que soñamos con una mayor cercanía entre ambos pueblos y que no hacerlo expresaría complicidad con el imperialismo o, cuando menos, una muestra de estar todavía confundidos por las trampas de la falsa conciencia. Bajo esta pretensión asoma, aunque sea inconscientemente, la idea de que el fútbol es –y debe ser– una base para la construcción de relatos identitarios. En este caso, de uno que sirviera para romper las barreras que nos separan de aquellos con los que deberíamos compartir nuestro destino. “Latinoamérica para los
Minuto cero
Pelota al medio
Ilustración: Rodrigo López
latinoamericanos” parecían pregonar el Diego y Víctor Hugo desde De zurda, reinterpretando la doctrina Monroe en clave Patria Grande. A mí me gustan los argentinos. Me cae bien su gobierno y su presidenta, amo a Maradona, admiro a la selección argentina de básquetbol y siempre quiero que ganen sus tenistas –incluso cuando jugaba el banana de Gaudio–. He llegado a ver partidos enteros de rugby –deporte cuyas reglas desconozco– y a amargarme por una derrota de los Pumas en algún mundial. Sin embargo, en el fútbol siempre quiero que pierdan. Mañana podría jugar Argentina contra la selección del Tercer Reich reforzada por un combinado del cuerpo de marines de Estados Unidos, y yo desearía que Argentina perdiera. Y es que, exageraciones de lado, defiendo un estatuto diferente para el fútbol, un estatuto que esté lejos de replicar mecánicamente líneas políticas o admiraciones de otro tipo y que lo rija –sea cual sea– por alguna suerte de esencia interna. Y si el fútbol tiene una política que le es propia, una política que incluso puede ser válida para algo que esté más allá del propio juego, creo que no es la de servir como polea de transmisión de proyectos identitarios, sino la que se repite en cada estadio del mundo siempre que juegan dos equipos que nada le significan al espectador: hinchar por el más débil dentro de la cancha. Eso habrían querido Alberto y Perón. _Mauricio Bruno
¿Por qué una publicación más sobre fútbol cuando ya existen numerosas que a diario informan y sobreinforman? Para quienes estamos inmersos en este proyecto la respuesta a esta interrogación es relativamente sencilla de explicar y confiamos que de entender. TÚNEL no pretende competir con ninguna otra publicación sobre fútbol. Intentará abordar la identidad de nuestro fútbol que, con el mayor respeto, creemos que ninguna otra publicación periódica lo hace debido a las urgencias coyunturales. Por eso, el desafío pasará por trabajar el tema identitario del fútbol uruguayo desde una multiplicidad de miradas, disciplinas y sensibilidades. La idea central de TÚNEL es ahondar en lo más permanente y estructural, en ese ADN que nos distingue en este juego con otras maneras de expresarse en otras latitudes. Apreciamos, disfrutamos y respetamos al fútbol de nuestros vecinos más inmediatos, grandes protagonistas del fútbol mundial, pero se sabe y es aceptado que los uruguayos somos diferentes. Ni mejores ni peores si uno considera la cantidad y calidad de los títulos alcanzados, la incidencia en términos absolutos y, no está de más reiterarlo por su sorprendente relevancia, en razón de sus limitaciones demográficas. El fútbol uruguayo es distinto también a otros en la región y, obviamente, al que se juega en otros continentes. ¿Por qué somos como somos? ¿A qué se debe esa extraordinaria capacidad de adaptación del futbolista uruguayo a cualquier otra concepción y estilo de juego? Es impensable concluir que la impresionante cifra de títulos mundiales, olímpicos y sudamericanos, de selecciones nacionales o clubes se puedan explicar por imperio de la suerte u otro don exclusivo de los uruguayos y extrafutbolístico. Sea en los torneos premundiales de la década del veinte del siglo pasado, sea en los recientes de Argentina 2011, Sudáfrica 2010 o Mundial Sub 20 en 2013, los representativos nacionales interpretaron con inteligencia y talento las claves técnicas, tácticas y anímicas de este deporte, pesando –en todos los ejemplos citados– más las fortalezas que las debilidades propias de nuestros futbolistas. TÚNEL apuntará a estos y otros asuntos de interés para los seguidores, más o menos expertos, en un abordaje sin pausas ni preconceptos de las cuestiones sustantivas, lejos de las explicaciones simplistas o del tentador fuego de artificio mediático. La publicación será bimensual y de distribución gratuita en centros especializados, entre los cuerpos técnicos de las instituciones, y en una red de puntos en Montevideo y en ciudades de todo el país. Mucho nos interesan sus aportes y opiniones, escríbanos a tunel@tunel.com.uy
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo noviembre/diciembre 2014_edición_01
Permiso del MEC en trámite redaccion@tunel.com.uy Dirección responsable: Diego Graziosi Coordinación general: Pedro Cribari Edición: Marcel Lhermitte Textos: Ignacio Alcuri, Daniel Baldi, Mauricio Bruno, Marcelo Fernández Pavlovich, Diego Graziosi, Luis Morales, Martín Otheguy, Mauricio Pérez, Sengo Pérez, Patricia Pujol, Carla Rizzotto, Federico Zugarramurdi Fotografía: Archivo Diario El Popular, Andrés Cribari, Raúl Fontana, Andrea López, Leonidas Martínez, Sengo Pérez Ilustraciones: Marcos Ibarra, Rodrigo López, Gerardo Mantero Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López Corrección: Stella Forner Relaciones institucionales: Beatriz Remedio Producción comercial: Yamandú Graziosi, Roberto Zanolli Colaboraron: Santiago Cribari, Hugo Filevich, Ignacio Iturrioz, Hernán Merlino, Valentín Medina, Pablo Scartaccini Se utilizaron las tipografías Chau Trouville, de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín Sommaruga y Adobe Garamond Pro Foto de tapa: Andrés Cribari
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LO QUE TENEMOS, LO QUE NOS FALTA
Una identidad que nos identifica
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Un deporte muy común practicado por todas las personas que integramos este bendito país (amigos, compañeros, vecinos y familiares) es hablar de fútbol. Y una rara particularidad que tiene este hermoso deporte es que todos creemos que sabemos de él y opinamos de los hechos con total certeza y convicción, creyéndonos poseedores de la llave mágica de la victoria sin llegar a entender cómo el técnico y los jugadores no lo vieron, si yo sé perfectamente lo que debían hacer en esa jugada o dónde pegarle cuando el jugador se aprontaba. El fútbol es así y por eso es tan lindo. Pero créanme y perdónenme por lo que les voy a decir. En realidad, no sabemos nada. El fútbol es más que todo eso: es estudio, trabajo, preparación, planificación, estrategia, metodología, disciplina, psicología grupal e individual, informática, estímulo, reacción, infraestructura, nutrición, educación, lenguaje verbal y corporal, idiomas… De modo que, permítame decirle señor, sí, a usted que está sentado en el sofá de su casa comiendo maní y con un vaso de cerveza en la mano mientras mira fútbol, o a usted, señora, que cree que para lo único que les pagan a esos “pataduras”
es para pegarle a una pelota y no entiende cómo le pegó tan mal, que, con todo el respeto que me merecen, no creo que posean la visión más acertada de esto. Y déjenme agregar también que tampoco lo han logrado entender muchas de las personas que hoy están activamente trabajando en el fútbol. Siguen apuntando para otro lado sin creerlo importante, y por esa razón, culpa de esta gente, hemos perdido pisada respecto a otros países y cada vez la diferencia se vuelve más notoria. La identidad del fútbol uruguayo dice que ganábamos con garra charrúa, con la pelota bajo el brazo, con picardía… pero la identidad de hoy, porque voy al diccionario y veo que la definición de la palabra es “lo que se dice que es”, me hace pensar que estamos obsoletos y vencidos. Nos quedamos en el tiempo y seguimos pensando que vamos a ganar con cosas que ya está demostrado que no son así. A nuestra identidad actual deberíamos agregarles todos los equipos, sin cuestionamientos: nutricionistas, gente en informática que nos haga informes de nuestro equipo y de equipos rivales, apoyo audiovisual, asistentes
Ilustración: Gerardo Mantero
sociales, educación a los jugadores, formar en formativas más allá de los resultados y tantas otras cosas que sólo algunos pocos hacen. No vengan con que no hay dinero. Con un pase de un jugador ya cubriríamos todas esas necesidades. Es tener deseo de hacerlo, nada más. El fútbol evolucionó y debemos comenzar a evolucionar también nosotros. Por suerte la selección apuesta a eso y unas poquitas instituciones del medio local también lo hacen. Los resultados están a la vista, basta con ver la tabla de posiciones o recordar cuál fue el único equipo uruguayo en hacer una digna Copa Libertadores. Todavía hay gente en los equipos que siguen creyendo que lo más importante es salir campeón en séptima, gastar dinero en un montón de cosas banales y cuestionar si una formación académica en el jugador es importante o no sirve para nada. Una pena. Ojalá la identidad de este fútbol comience a cambiar para que volvamos a tener equipos figurando en el plano internacional. _Daniel Baldi
Construimos lo que te imagines con placas de hormigón premoldeado: Desde un simple muro a la casa de tus sueños. R u t a I n t e r b a l n e a ri a K m . 4 8 . 5 0 0 . L a s T o s c a s . T e l : 4 3 7 2 3 9 0 8 . C e l : 0 9 8 3 4 6 6 5 1
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JUAN CARLOS OBLITAS: SU ANÁLISIS DEL FÚTBOL URUGUAYO
Así nos ve el ciego Jugador, técnico y ahora comentarista de televisión en su Perú natal, Juan Carlos Oblitas, amplio conocedor del fútbol uruguayo, estrena un espacio sobre cómo se aprecia el fútbol uruguayo desde afuera.
Elegido para el antidoping, Juan Carlos se demoró en orinar aquel domingo 23 de agosto de 1981, el resto de la selección peruana ya había partido hacia el aeropuerto de Carrasco para regresar a Lima y él fue trasladado en un patrullero al que le abría camino una moto donde ondeaban dos pequeñas banderas peruanas. “Por supuesto no sabían que en el interior iba yo, pero la gente saludaba, aplaudía, me sorprendió ese comportamiento, la caballerosidad, el civismo”. Y no era para menos esa sorpresa en un deporte en el que muchas veces asoman agresividades y violencias incomprensibles dentro y fuera de la cancha, que lo asemejan más a una guerra que a un juego”. Y ese no fue un domingo cualquiera. Perú le había ganado a Uruguay con una brillante exhibición de fútbol y este exquisito zurdo de treinta años y un metro setenta y seis había sido uno de los grandes protagonistas en ese tarde que acercaba a Perú a España 82 y alejaba a Uruguay.
“Siempre tuve una buena vinculación con los uruguayos”, dice Juan Carlos Oblitas, apodado el Ciego por jugar con lentes de contacto. Quien no la tuvo con él fue José Hermes Moreira, el lateral uruguayo que lo sufrió viéndolo pasar como un avión en ese partido que resultó clave finalmente para la clasificación de Perú al mundial de España 82. Tan frontal en sus opiniones como en su juego, Oblitas, ahora comentarista de Gol TV, no deja de mostrar al aire la sapiencia, que también paseó durante años como técnico exitoso. “Alianza Lima juega a la uruguaya”, comentó su joven compañero de cabina –de esos que sólo pisaron una cancha para dar el puntapié inicial de un partido por el día del periodista–, definiendo profundamente al equipo peruano que entrena Guillermo Sanguinetti, aquel lateral derecho uruguayo de Wanderers de gran trayectoria en Gimnasia y Esgrima de la Plata. “¿Y cómo es jugar a la uruguaya?” enmendó el Ciego y agregó: “¿Acaso Defensor juega como Nacional, o como
Peñarol o como Danubio?”. Y no tuvo respuesta. “No me gustan los estereotipos”, me dijo cuando le recordé esta conversación. “Tú y Uruguay es el tema”, le dije entrando al área de la entrevista con pregunta dominada: ¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando te digo “Uruguay”? “El 72, en Universitario, el técnico era uruguayo, Roberto Scarone, jugando la Copa Libertadores, contra Peñarol y Nacional, empatamos los dos partidos en Montevideo, en el último partido con el empate, clasificaba Peñarol, Nacional tenía que hacerle cinco goles en el último partido, le hizo tres y clasificamos nosotros. Nos enteramos por la radio”; en el equipo jugaba otro uruguayo, Rubén Techera, ex Rampla y Nacional, “era nuestro hombre de pelea en el mediocampo”. “Después recuerdo lo del 81, Barbadillo por derecha yo por izquierda, La Rosa y Uribe por el medio, Velásquez y Cueto en el medio sector, pero en esa época nosotros ya volanteábamos, nos 5
al jugador, a todos los jugadores, a la par de la capacidad técnica. ¿Se puede inculcar? No, es raza. Lo que podemos es tratar de contagiarlo haciéndoles ver a los chicos ese ejemplo.
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adelantamos a la época, ya éramos lo que después serían aleros, jugábamos un 4.4.1.1, pero eso fue un pedido que le hicimos Barbadillo y yo a Tim, el técnico [Elba de Padua Lima, brasileño]. Ya no podíamos jugar como punteros-punteros, el espacio se había reducido, Uruguay tenía una selección extraordinaria: para sacarse el sombrero.
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¿Y cómo explicas el éxito histórico del fútbol uruguayo? Es un fenómeno que nos sorprende a todos. Hace poco en una universidad participé de una charla y se tocó ese tema: es increíble cómo con tres millones sigue exportando, año tras año, jugadores con una calidad impresionante ¡y tantos! Creo que la única explicación es el trabajo en los clubes, que saben que la única forma de supervivencia es esa, la venta de jugadores. Todo lo contrario sucede acá que se pensó que jugadores de la dinastía que tuve la suerte de integrar iban a seguir saliendo solos y dejamos de trabajar. Y ahí están los resultados. El gran trabajo de Uruguay radica en la formación de los jugadores, el gran problema es que se están yendo demasiado jóvenes, entonces uno ve el campeonato uruguayo lleno de jugadores de regreso y poca gente joven. ¿Y la famosa garra?, ¿se ganan partidos sólo con garra? Existe una mística, tienen una mística que les hace sacar resultados en determinados partidos. Es real. Pero debería ser normal, debería ser intrínseco
Yo tuve a Don José Ricardo de León, en el Veracruz, fue el mejor técnico con el que trabajé. A algunos gustaba, a otros no, pero fue un adelantado a la época. A mí no me vengan con cojudeces, ¡el primero en hacer pressing fue él! Hablamos de los holandeses pero De León empezó con el pressing mucho antes. Pero ojo, se centraba tanto en el pressing que descuidaba la posesión del balón. Los holandeses después, la hicieron completa, pressing y posesión.
Veo a Uruguay y me da la sensación de que empiezan a jugar cuando la pelota la tiene el rival; en Perú veo lo contrario, es decir no trabajan la marca. ¿Lo ves así? Ese es el gran déficit del fútbol peruano. Tuve a don José Ricardo de León en el Veracruz; fue el mejor técnico con el que trabajé. A algunos gustaba, a otros no, pero fue un adelantado a la época. A mí no me vengan con cojudeces: ¡el primero en hacer pressing fue él! Hablamos de los holandeses pero De León empezó con el pressing mucho antes. Pero ojo, se centraba tanto en el pressing que descuidaba la posesión del balón. Los holandeses después la hicieron completa: pressing y posesión. Aprendí de él a entrenar sin arquero para mejorar las marcas. El Pepe era un tipo extraordinario, políticamente de izquierda, contestatario, un tipo sensacional, trabajador puro de campo, no teórico, sus charlas antes de los partidos eran cortas, más que nada motivacionales, ya sabíamos lo que teníamos que hacer porque ya lo habíamos trabajado durante la semana. Un adelantado. En el aspecto táctico fue del que más aprendí. ¿Y Roberto Scarone? Roberto tenía algunas premisas: llegar puntual, hablar y vestirse bien, y trabajar, claro. Con él en Universitario fuimos campeones y jugamos la final de la Libertadores en 1972. También tuve a [Juan Eduardo] Hobberg, jugábamos como era él, sobriamente, nos sacó también campeones (1974). Uno aprende de todos los técnicos, pero “el técnico” para mí fue Ricardo. ¿Jugadores uruguayos? Además de Rubén Techera, Carlos Daniel Jurado, él era meter, meter y pegar, porque todos jugábamos bien y él ponía el trabajo sucio, era indispensable. ¿El jugador uruguayo sabe pegar? Sí, y es la diferencia con nosotros. Cuando pegamos nos expulsan, los uruguayos saben cómo hacerlo. En ese sentido, ¿cuál era el jugador más “uruguayo” de los peruanos? Percy Rojas, paradójicamente delantero, mi compadre te pegaba y
nadie se daba cuenta. Y cuando hablo de pegar no significa pegar un piñazo o patada alevosa. No somos mañosos pero es necesario, el fútbol es todo eso, por eso tengo cierta admiración por el maestro Tabárez, porque en la selección uruguaya y en todas las categorías que maneja ha tratado de quitar esa áurea de que te pego y todos los partidos tienen que terminar en bronca. Siento que les ha imbuido que la garra es inherente a ellos, el amor propio, pero no necesitamos papelones”. ¿Jugaste contra Juan Joya? No, él era mucho mayor. Era puntero izquierdo como yo, pero dicen que casi siempre jugaba mejor por la Olímpica, ahí eran sus mejores 45 minutos, curiosamente a mí se me daba lo mismo. El Centenario y el Nacional de Chile fue donde mejor jugué. ¿Julio César Balerio (arquero uruguayo, nacionalizado peruano, jugó las eliminatorias para Francia 98)? Julio César llega a Cristal a pedido mío, una de las mejores decisiones que tomé, un arquero adelantado, sabía jugar al fútbol, entendía, sabía jugar con los pies, lo que se busca ahora en el mundo entero, saber salir jugando de atrás con los pies. Además era un estudioso, sabía, estudiaba cómo pateaban los penales quienes los pateaban. Además era líder, un tipazo, pero fumaba mucho (murió en 2013 con 55 años). ¿Cómo ves a Uruguay ahora? He visto a los mismos, creo que les puede pasar lo de España. Dije alguna vez que se necesitaba un cambio, y ese cambio no podía venir con Del Bosque. En Uruguay tiene que haber un cambio y no lo va a lograr con el maestro, o será muy difícil, es el tema del grupo. ¿En dos palabras cómo definirías al fútbol uruguayo? Mentalidad ganadora y capacidad individual en algunos jugadores extraordinarios. Hambre de gloria. ¿Una selección ideal uruguaya para Oblitas? La del 81, de haber sido dirigida por Ricardo de León. ¿Uruguay como país? Me encanta Montevideo, Uruguay en general, fui hace tres años, mi esposa quería conocerlo, salimos a caminar por la rambla y me dijo algo que ya se me había pasado por la cabeza: “Si tú me dices para ir a vivir a otro país yo me vengo a vivir acá”.
Aprendí de él (José Ricardo De León) a entrenar sin arquero para mejorar las marcas. El Pepe era un tipo extraordinario, políticamente de izquierda, contestatario, un tipo sensacional, trabajador puro de campo, no teórico, sus charlas antes de los partidos eran cortas, más que nada motivacionales, ya sabíamos lo que teníamos que hacer porque ya lo habíamos trabajado durante la semana. Un adelantado. En el aspecto táctico fue del que mas aprendí.
¿Te marcó alguna vez ese atildado [risas de ambos] lateral uruguayo, el Peta Ubiña? En el 73 jugamos contra la Mutual que era casi la selección –nos preparábamos para un partido extra contra Chile por las eliminatorias–. La cancha era terrible, había llovido mucho en Montevideo, era puro barro. Ahí me marcó Ubiña… me reventó, cada vez que me marcaba me mandaba a la tribuna, pero eso sí, siempre me pedía disculpas: “Perdoná, pibe”, me decía. Roberto Scarone, uruguayo, nuestro técnico le llamó varias veces la atención, recordándole que era un partido amistoso y que jugábamos uno importante una semana después, pero nada. Era duro pero honesto, siempre iba a la pelota, pero te mataba físicamente, era su juego, un jugador respetuoso pero dentro de esa línea. Vistiendo la blanquirroja, entró a la cancha 64 veces, fue campeón de América en el 75, jugó dos mundiales, 78 y 82, como técnico quedó afuera del de Francia por diferencias de goles –entró Chile–, la mejor campaña de una selección peruana desde las eliminatorias del 81, cuando la integraba como jugador. Como jugador fue uno de los punteros mentirosos más verdaderos de la historia del fútbol peruano. _Texto y fotos Sengo Pérez, desde Lima. 7
ALFREDO ARIAS: LA APUESTA por una idea
Méritos y merecimientos
El mejor entrenador del fútbol uruguayo en la temporada 20132014, según lo consagró la prensa a través de la encuesta Fútbol x 100 del diario El Observador, se formó como futbolista en las juveniles de Nacional, pasó por Peñarol y jugó en equipos de España, México y Chile. Pero fue en Wanderers donde jugó más tiempo, con tres pasajes por el club, incluyendo su participación en la Copa Libertadores de 1983. A los 30 años se retiró del fútbol “ya que por un tema contractual con el equipo Tampico Madero de México, tendría que estar dos años sin poder jugar”, según consigna la página oficial del club bohemio. Durante veinte años estuvo al frente de una pizzería –“no tan linda” como en la que nos encontramos para hacer la entrevista– hasta que en 2008 decidió hacer el curso de
entrenador en la Asociación Cristiana de Jóvenes. Dirigió al Montevideo Cricket Club de la Liga Universitaria y en 2010 pasó a dirigir las juveniles de Wanderers, hasta que a finales de 2011, tras la partida de Daniel Carreño a Palestino de Chile, asumió la dirección técnica del primer equipo, con el cual se consagró campeón del torneo Clausura 2014. Tiene contrato hasta el 31 de diciembre pero adelantó que la directiva le ofreció firmar por cinco años más, y su intención es aceptar. Inspirado por el modelo de juego de Pep Guardiola y tras dirigir el primer semestre en primera le pidió a Víctor Hugo Mesa, dirigente de Wanderers, ir a ver a La Masía –las inferiores del Barcelona– para ver cómo entrenaban. Era imposible: los entrenamientos se hacen a puertas cerradas y lo que
Foto: Raúl Fontana
Con la convicción de que lo merecido es más importante que lo conseguido, el técnico de Wanderers nunca renunció a su estilo de juego a pesar de los malos resultados de sus inicios, y tras hacer historia con el equipo bohemio logró revertir el “vende humo” por “vende fútbol”. En esta entrevista con TÚNEL, Alfredo Arias desarrolla conceptos tácticos y estratégicos sobre su filosofía de juego, analiza la identidad del fútbol uruguayo y señala el punto de inflexión que provocó “que una tribuna llegue a pedir más huevo en vez de más juego”.
dejan ver es muy poco. “Pero justo coincidió que [Recreativo] Huelva había contratado a Sergi Barjuan –ex jugador del Barcelona y de la selección española– que trabajó junto con Guardiola cuando ambos dirigían en formativas. Y Mesa tenía injerencia ahí y me pudo dar la oportunidad de ir. Estuve 35 días”, recuerda. ¿Volviste con una concepción distinta del juego? No. Volví con la misma idea. Pero lo que me interesaba era saber cómo entrenaban ese concepto, esa idea de fútbol que plasmaban los domingos. Allá reafirmé que aunque no todo lo que estábamos haciendo estaba bien, había muchísimo que sí. Pero me permitió darle un orden metodológico. Pude ver cómo se hacía y preguntar por qué esto y lo otro. A la vuelta tratamos de plasmar eso con el cuerpo técnico; con las ideas propias que uno siempre tiene, pero con esa base. Porque acá tenés que adaptarlo. No podés tratar de aplicar exactamente el mismo modelo europeo porque no funciona. Somos muy sui generis porque las carencias son grandes: de infraestructura, de apoyo logístico y de apoyo de lo mínimo y básico que se necesita para entrenar. Entonces eso ya te limita. ¿Cómo inciden esas condiciones de entrenamiento a la hora de intentar jugar al ras del suelo? Jugar en un mal campo de juego, ¿afecta las decisiones tácticas de los jugadores? Es una de las batallas que he tenido que dar. Las canchas han mejorado enormemente. Y aunque cada día mejoran más, aún te vas a enfrentar a canchas malas en este medio. Pero la idea de juego la tenés que mantener igual. Ojo: pido el mejor campo para jugar, pero si no lo tengo no cambio para nada la idea. Nos costará un toque más o dos. No iremos tan rápido, ni seremos tan intensos. Pero la idea de juego tiene que ser la misma. ¿Se debe jugar de la misma manera en las formativas que en el primer equipo, para que el jugador se adapte más fácil al ascenso? ¿O es mejor que el jugador pase por distintos estilos para que tenga mayor adaptabilidad? Creo que la idea de juego que elegís es incambiada. Es una sola. Una vez que elegiste ese estilo, podés aplicar –hasta en un mismo partido– diferentes sistemas, tácticas y estrategias. Tenés que cambiar porque si no te hacés muy previsible y saben cómo jugarte. Pero lo que no puede
cambiar es la idea, porque sobre esa idea entrenás: jugar a ras del piso, saliendo tocando desde atrás, sin saltear líneas. Después tenés que elegir la metodología de entrenamiento para que eso se pueda practicar y repetir la mayor cantidad de veces posible, desde el lunes al día del partido. El jugador tiene que conocer todos los sistemas porque de repente en un partido te expulsan a un jugador, o el rival en vez de jugar con un punta te juega con dos o con tres, o te juegan con una línea de cinco… A raíz de todo eso, podés ir cambiando el sistema, pero no el estilo de juego. Podés jugar con tres zagueros y dos carrileros volantes o con una línea de cuatro, pero en los dos sistemas vas a pedir que salgan jugando. Lo mismo con los delanteros: podés jugar con dos por adentro, o con dos por afuera y uno por adentro, pero le vas a decir que bajen a recepcionar, se junten con sus compañeros y avancen tocando. Las tácticas también pueden ser diferentes: puedo presionar al rival o esperarlo en mi cancha. Y las estrategias pueden ser distintas: podés elegir tirar los córners al primer palo o al segundo, dependiendo de la altura de los defensores rivales. O elegir jugarlos por abajo. Pero el estilo de juego, la idea de juego, no cambia. En ese sentido, en el partido contra Peñarol, algunos periodistas comentaron que ganaste renunciando a tu estilo, por poner línea de cinco y una marca sobre Antonio Pacheco. No renuncié al estilo. Cambié el sistema porque pusieron a [Juan Manuel] Olivera y a [Marcelo] Zalayeta para cabecear. Entonces yo puse uno más para que hubiera dos que fueran sobre ellos y sobrara uno. Puse a un lateral a marcar a [Fabián] Estoyanoff porque el tipo me desbordaba. Y puse al más veloz mío a marcar a Pacheco por su importancia y porque cada vez que le robaba la pelota se podía escapar rápido y Pacheco no iba a poder seguirlo. De hecho, a [Leandro] Paiva le hicieron tres fouls hasta que en la tercera le mostraron amarilla a [Damián] Macaluso. Cambié la táctica y el sistema pero el estilo no: yo seguía buscando meter un gol. Toco y me voy ¿Qué rol cumple la pelota en el entrenamiento de esta idea de juego? Para cualquier filosofía de juego, e incluso para la táctica, es importante la pelota. Es la esencia del juego. Siempre la
Ojo, pido el mejor campo para jugar, pero si no lo tengo no cambio para nada la idea. Nos costará un toque más o dos. No iremos tan rápido, ni seremos tan intensos. Pero la idea tiene que ser la misma. respeto. Tanto para la elección del estilo como de la táctica y de la estrategia, la pelota siempre tiene que estar presente. Aclaro que respeto a quienes le dan la pelota al rival o que plantean su estilo de juego y su táctica y estrategia a tenerla menos. Los respeto porque así se han ganado campeonatos y se ganan partidos. No lo comparto porque creo que es ir contra la naturaleza del fútbol, contra su esencia. Porque –repito– la esencia del juego es la pelota. Todos queremos tenerla. Con nuestro cuerpo técnico hemos comprobado que los entrenamientos se hacen mucho más llevaderos a través de la pelota. La misma carga, o a veces hasta más carga física, si se trabaja a través de la pelota, no lastima, no estresa y no cansa. Nos ha dado mucho resultado. ¿Cualquier jugador se puede adaptar a este estilo de juego o se debe buscar cierto perfil? No hemos elegido perfil de jugadores. A veces yo escucho que dicen: “Tal equipo juega bien porque tiene buen pie y nosotros no lo podemos hacer porque mis jugadores no tienen buen pie”. El Barcelona ahora tiene jugadores de buen pie, pero no siempre fue así. Nosotros no tuvimos la posibilidad de elegir a los jugadores con un perfil de “buen pie” o de “inteligente” o de “técnico”. Hemos entrenado con los jugadores que hemos tenido a través de las temporadas, y nos sentimos más cómodos así que saliendo a buscar, porque no tengo muy claro –sinceramente– qué perfil tengo que buscar. Si pudiera elegir uno diría: “Uno que venga con la cabeza abierta y con todas las ganas de jugar. De correr cuando no tiene la pelota y de jugar cuando la tiene. Uno que siempre se muestre como opción de pase y que siempre intenté recuperar rápido la pelota cuando no la tenemos”. Ese es el perfil que yo buscaría, pero no he tenido la oportunidad de buscarlos e igual hemos 9
conseguido con estos jugadores, que capaz que no se acercan a ese perfil, muy buenos valores en nuestro esquema de juego.
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¿Estudiás al equipo adversario o te enfocás más en tu propuesta sin pensar en el rival? El rival no puede cambiar tu estilo o tu idea de juego. Pero es importante estudiarlo para saber sus fortalezas y sus debilidades, porque no a todos los rivales podés salirle a jugar de la misma manera. Sí con la misma idea de salir siempre jugando –por ejemplo–, pero si el rival te plantea una presión sobre ellos no podés salir jugando con los zagueros, aunque sí con los laterales. También tenés que ver al rival en la estrategia. Las estrategias para mí son las pelotas quietas: por dónde te ataca, si hace jugadas, quién le pega. Todo eso involucra un estudio y cuanto más sepas del rival, mejor. Lo mismo pasa en el mundo y en la vida: cuanta más información manejes, mejor. ¿Cuánto tiempo toma que el jugador –o el equipo– se adapte a tu idea de juego? En esta idea de juego que tengo, que se basa en la tenencia de la pelota, juega a nuestro favor el gusto del jugador por la pelota e inmediatamente el jugador quiere jugar así. Inmediatamente. También sé que si en otro momento me planteo otro estilo de juego más directo, con pases más verticales, con llegadas más veloces, con pocas transiciones y saltándome las líneas, el jugador también va a aceptarlo. Pero creo que por el gusto del jugador le cuesta más esta última idea. Entonces, por más que mi idea de juego necesite buenos fundamentos, como el control y el pase en reiteración constante, y que el jugador a veces se fastidie porque le insistas con el “borde interno; de primera; no giro”, lo acepta porque le gusta la pelota. Quizás lo otro lo hace más fácil. Si le decís: “pegale y andá a peinar, y vamos a pelear esa segunda pelota” –que es válido y me ganan muchísimo de esa manera–,el jugador lo va a aceptar, lo va a hacer, pero no le gusta tanto.
a partir del partido entre Uruguay y Holanda de 1974 hubo un clic y se empezó a castigar al jugador que jugaba pero no corría. Porque los holandeses c orrían, pero no se fijaron en que también jugaban. GARRA Y CALIDAD Existe la creencia de que la identidad del fútbol uruguayo está asociada al juego directo y de contragolpe. ¿Es así? Es parte de nuestra identidad porque así la hemos repetido año tras año y generación tras generación. Pero eso no quiere decir que está en nuestros genes, ni que tiene que ser para toda la vida. El juego directo tuvo su efectividad en su momento y ahora sufrimos por ese juego. Es decir, cuando tenemos que protagonizar los partidos o jugar de locales nunca tenemos el control del partido, y por el contrario los rivales sí, porque nos falta tenencia de pelota. Con esta identidad de juego a Uruguay le vendría bien jugar siempre de visitante. De hecho en las eliminatorias y en partidos por copas internacionales se han ganado clasificaciones como visita y no de local. Eso tiene algo que ver con el análisis del juego y con la identidad: nos cuesta ir al ataque, nos cuesta tener la pelota y saber qué hacer con ella cuando el rival se nos mete atrás. Por el contrario, nos viene bárbaro que nos ataquen y jugar de contragolpe y directo. Pero cuando necesitás los tres puntos de local y el otro equipo se te mete atrás, no le podés cambiar la localía: tenés que jugar. Eso es lo que creo que nos está costando y que tiene que cambiar en nuestro fútbol. Pero la identidad no es para etiquetar ni para polarizar. La identidad, en todos los sentidos, tiene una gama de colores,
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de gustos, de variables. No está ligada al juego directo o a la tenencia de la pelota. Uruguay y el fútbol uruguayo si tienen una identidad ha sido siempre la del sacrificio y la de ser siempre punto y no banca. Eso sí es una identidad. Los campeones del cincuenta jugaban muy bien. Algunos de ellos me dijeron –con la humildad que tenían–: “Mirá que si bien es cierto que ese partido lo deberíamos haber perdido por las condicionantes del estadio, la hinchada, etcétera, en la cancha le habíamos ganado a ese mismo equipo unos meses atrás. Teníamos flor de equipo”. El equipo de Peñarol del 66 jugaba muy bien y el de Nacional del ‘71 también tenía muy buenos jugadores. Cuando me dicen que la identidad del fútbol uruguayo es el juego directo y el contragolpe, les contesto que he visto equipos uruguayos que han jugado de todas las maneras. Y hablo de estos equipos porque muchas veces se habla de la identidad como algo que viene desde el pasado y nos corre por las venas. Hoy el juego ha mutado y evolucionado para bien. Las reglas del juego han hecho, con el fair play y el espectáculo masivo en que se ha convertido el fútbol mediante la televisación, que se respete sobremanera el juego limpio. En cambio, cuando hice formativas en Nacional, se practicaba el tranque para el pique. Hoy en la suelta neutral –como le dicen ahora– uno le cede el balón al rival por caballerosidad. En aquel entonces era capitán el que trancaba más fuerte, y nadie le iba a dar el pique ganado al otro porque era como un gol. Ese sentimiento o regla no escrita condicionaba el juego: tenías que ser más peleador, más luchador, más “vivo”. Hoy aún hay gente que reclama esa viveza y picardía en los jugadores. Pero ahora hay reglas escritas y explícitas. No podés hacer un gol con trampa, ni usar la trampa para ganar, porque si se sabe sos castigado. Eso lleva a que plantees otro tipo de juego también, porque no podés ir a un juego de lucha y roce constante cuando te limita la regla.
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Foto: Andrés Cribari
La regla te lleva a que vos intentes jugar más colectivamente y sin roces.
SOBRE PASES Y TENENCIA
Sin embargo la selección uruguaya hace décadas que no ha logrado cambiar su estilo de juego por uno que tenga más tenencia de pelota, ¿a qué se debe? Hubo un cambio en nuestra mentalidad a partir del partido contra Holanda en el 74. Lo viví: Yo estaba haciendo formativas en Nacional y ese día volvimos a entrenar y fue como decir: “¿Qué pasó acá?, ¿De qué nos perdimos?”. Holanda nos pasó por arriba. Pero el análisis en nuestro país se enfocó en que corrían más que nosotros y por eso nos habían pasado por arriba físicamente. Es cierto que nos pasó por arriba físicamente, pero fundamentalmente futbolísticamente. En esa selección holandesa están las raíces de lo que ahora ves en el Barcelona o en España, o en los equipos con mucha tenencia como el Manchester City o el Bayern Munich.
En los últimos años se puso de moda hablar de posesión, pero para entender el proceso que tuvo su máxima expresión en el Barcelona de Pep Guardiola hay que remontarse a sus raíces en la segunda mitad del siglo XIX en canchas escocesas. Fue el Queen Park FC de Glasgow –amateur desde su lejana fundación hasta nuestros días– el que introdujo en 1870 la primera revolución que sorprendió a los seguidores del fútbol. En vez del clásico juego de traslado individual que caracterizaba al fútbol británico, acentuado en sus albores porque los diez jugadores de campo trataban de llegar al arco rival, el Queen Park FC varió radicalmente su propuesta. En lugar del impulso de un solo jugador tratando de eludir cuanto rival se le opusiera en el camino al área del oponente, el equipo albinegro comenzó a practicar un juego de pases asociados. Desde una modalidad de juego parecida a la del rugby, el Queen buscó imponer el pase toda vez que un jugador recibía la marca de un adversario. Claro, nadie vaya a pensar que se lograba una secuencia de pases larga sin perder el balón: en principio los tres o cuatro que se alcanzaban ya contrastaban con el juego vigente en los años sesenta de ese siglo. Tampoco es cuestión de creer que en esas largas trece décadas de fútbol internacional desde la época del QPFC a los subyugantes años de Guardiola nada interesante desde el punto de vista táctico ocurrió. Pero este artículo refiere al tránsito del fútbol escocés de 1870 al catalán de 2008. Ya habrá oportunidad en futuras ediciones de hablar de la talentosa y efectiva Hungría de 1954, del impactante Brasil de 1970 y la sorprendente Holanda de 1974 y 78, y –por qué no– del Uruguay de la década del veinte que asombró en tierras europeas, todas ellas propuestas emparentadas en la búsqueda de la tenencia del balón, del pase inteligente, de hacer realidad que se puede ganar haciendo un fútbol más vistoso y disfrutable. Tarde o temprano esta búsqueda de la apuesta al pase como medio de dominar el juego iba a desembarcar en nuestras tierras, siempre tan atentas a lo que sucede en las ligas más fuertes y competitivas. Por cierto, a la manera uruguaya. Porque las propuestas de Wanderers, River o Defensor no son las mismas que las de Vélez de Gareca, Newell’s de Martino o el Huracán de Cappa. Cada uno tiene su sello de identidad, el punto en común es tratar de prevalecer en el juego con la máxima de proteger la tenencia del balón sin perder de vista el objetivo principal del juego: el arco rival. No todos los equipos que manifiestan esta intención tienen un jugador como Messi, que con inesperados y relampagueantes cambios de ritmo desequilibra y vulnera la eventual resistencia de los defensores. El Wanderers de Alfredo Arias, con los condicionamientos y limitaciones del fútbol local, de cambios permanentes de planteles y relativas bajas retribuciones, muestra sin embargo semana a semana algo nuevo que quiebra la rutina y ha sabido encontrar el respaldo de los seguidores del viejo club del Prado más allá de los resultados. _D. G.
Holanda del 74 ¿En Uruguay en vez de imitarlos decidieron apelar más a lo físico? Uruguay castigó a los jugadores que intentaban jugar bien en pos de los más corredores, más luchadores, “más dinámicos” como les llamaban. E hizo que una tribuna llegue a pedir “más huevo” en vez de “más juego”. No fue de un año para el otro, fueron veinte o treinta años.
Del Queen Park FC al Barcelona de Guardiola
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a partir del partido entre Uruguay y Holanda de 1974 hubo un clic y se empezó a castigar al jugador que jugaba pero no corría. Porque los holandeses corrían, pero no se fijaron en que también jugaban. Foto: Andrés cribari
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Ojo: hemos ganado en esos veinte o treinta años. Pero a partir de ese partido entre Uruguay y Holanda hubo un clic y se empezó a castigar al jugador que jugaba pero no corría. Porque los holandeses corrían, pero no se fijaron en que también jugaban. Lo que tendríamos que haber hecho es seguir jugando o intentando jugar, y darle ese entrenamiento a través del juego, y no haber llegado a los extremos de ver niños de entre 12 y 14 años corriendo por los canteros entre doce y catorce kilómetros, hasta que juegan en primera división. Con la búsqueda de la excelencia física se empezó a entrenar para otro deporte, y los deportes se deben entrenar específicamente. Pero como perdimos ese partido contra Holanda, y nos pasaron por arriba, sentimos que lo nuestro no servía. Porque hasta ese momento lo nuestro era tener muy buenos jugadores además de meter esa “garra uruguaya” y pelear cada pelota a muerte. Desde entonces se empezó a priorizar el físico, la estatura, lo aeróbico, las valencias físicas sobre las técnicas, y se empezó a entrenar olvidando la pelota. No pasó sólo en Uruguay, fue mundial la cosa. A todo el mundo le pareció que Holanda corría mucho –y era
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cierto– y hablaban de un “fútbol total” pero lo enfocaban para el lado físico, no lo para el lado técnico y para el fútbol colectivo que planteaban, o la presión que hacían para recuperar la pelota en campo contrario. Pensamos que corrían mucho y que ese despliegue físico hizo que nos quitaran la pelota, y no veíamos que era porque presionaban ordenadamente los espacios que debían presionar y cuando agarraban la pelota jugaban muy bien. CAMBIA, TODO CAMBIA Para Arias el fútbol evoluciona hacia un juego más colectivo de tenencia de pelota: “En Italia, la Juventus va primero y hace un juego colectivo, salen desde atrás tocando y no saltean líneas. El Bayern Munich en Alemania está robando con ese juego y el Manchester City en Inglaterra que nunca salía campeón lo logró el año pasado jugando así”. Y no sólo en Europa ocurren estos cambios: “Lo mismo pasa en Argentina con equipos como Vélez y Newell’s”, agrega. Sin embargo en Uruguay esos cambios no parecen llegar. Acá hay muchos equipos que también hemos cambiado y en formativas
se está trabajando bien. El maestro [Óscar Washington Tabárez] lo dijo en una conferencia de prensa: “Nosotros estamos necesitando más tenencia de pelota”. Pero claro, el mayor tiempo que los agarra [a los jugadores] son dos semanas. Los que tenemos que darle esa posibilidad a Tabárez somos nosotros en los clubes y sobre todo en formativas. Pero más que los técnicos, son los que forman la opinión los que tienen que ser coherentes: Un día dicen “no sabemos hacer dos pases”, y al otro día cuando un equipo que intenta hacer más de dos pases pierde dicen “con la posesión no se gana nada”. Si los que forman la opinión no son coherentes, es difícil todo lo restante. Porque el problema es que el único que se juega el puesto todos los domingos es el técnico. Ni los que cortan boletos, ni los utileros, ni los jugadores, ni los dirigentes, ni los periodistas ven amenazada su fuente de trabajo. Con todo lo que eso implica. Porque perder el trabajo para cualquier persona tiene que ver con la dignidad. Y en un país donde tenés 16 posibilidades de dirigir en primera, y de esas 16, cuatro o cinco de que realmente te paguen al día, tener esa posición y después verte meses y meses relegado es duro, tenés que preparar la cabeza. Porque si no corrés
el riesgo de transmitirle esa presión al jugador que termina teniendo más miedo a perder que ganas de ganar. ¿Cómo manejas esa presión? Lo tiene que manejar eso con su propia convicción. A mí me resultó más fácil seguramente que a otros. Porque me tocó estar veinte años alejado del fútbol haciendo pizzas y vendiendo bebidas. La vida me demostró que a pesar de haber sido un jugador de fútbol podía vivir de otra cosa y hacerlo dignamente. Eso me ayudó. Porque el día que me pusieron al frente de un plantel de primera no me importó si perdía o ganaba porque era cumplir un sueño. Claro que sufrí las presiones de que no ganamos al principio, y cuestionaban: “¿Vas a seguir jugando así?”. Y sí, porque no tenía miedo de volver a hacer pizzas o a trabajar de cualquier cosa, porque sé que la vida continúa. El problema es para el técnico que ve su fuente de trabajo amenazada todos los domingos por un resultado. Y que no ve coherencia a su alrededor. Si el técnico ve coherencia en los dirigentes y en los que forman la opinión, de repente puede aguantar. A partir de esas presiones resultadistas, ¿es posible llevar tu estilo de juego a un cuadro grande o a la selección nacional? Creo que es posible, y no porque me este candidateando sino porque lo han demostrado otros. Alemania, aun
ganando, eligió otro estilo y lo pudo hacer. Lo que pasa es que acá siempre se cuestiona al que intenta jugar de otra manera. ¿Eso cómo se cambia? Cambiándolo. Ya se está dando y se va a cambiar sin ninguna duda. Todo cambia. Van a empezar a probar, porque todo el mundo tiene ese aparatito en la casa (señala a la televisión donde están pasando un partido de la Copa UEFA) y miran ese fútbol. Entonces cuando después ves los partidos del fútbol uruguayo decís: “Ah no”. En todo el mundo está cambiando la filosofía de juego. Lo de “a lo Peñarol” ya no existe. Aquello de “la tiramos para arriba y ganamos aunque sea en el minuto 90, sin importar cómo la metés” ya no existe. Ya la propia hinchada de Peñarol no aguanta más eso. En algún momento tanto la selección, como Nacional y Peñarol, van a intentar jugar mejor al fútbol porque si no nadie va a ir a la cancha y no vamos a ganar nada. No quiere decir que esta manera de jugar sea “la verdad” o sea lo mejor, porque se pierde también. De hecho, yo pierdo normalmente, pero nada te asegura el resultado. Entonces si la otra forma no te lo asegura, probá por el otro lado. Y ya se está probando: Defensor está jugando bien, Racing intenta jugar bien.
N O V E D A D E S
El entrenamiento de la velocidad Los factores relacionados con la velocidad de ejecución que determinan el rendimiento. De Gilles Cometti, profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Bourgogne, Francia.
Manual ACSM para la valoración y prescripción del ejercicio Un libro de referencia en la medicina y ciencia del deporte, y en el campo de la salud y la condición física. Del Colegio Americano de Medicina del Deporte.
Si nada te asegura el éxito, ¿por qué jugás de esta forma? Por el gusto que me da, y por respetar la esencia de por qué se elige este juego: por la pelota. Ni siquiera por los goles. Porque cuando los niños arrancan en baby fútbol no saben ni siquiera dónde se hace el gol, pero corren detrás de ese imán que es la pelota. Hoy hay mucha gente que se reúne después del trabajo a jugar al fútbol 5, ¿y lo hacen por el resultado? No. Porque pierden. Ganan y pierden. Si es por el resultado sólo seguirían yendo los que ganan. Lo que lo hace tan atractivo es el juego de la pelota: todos quieren tenerla. ¿Por qué entonces cambiamos tanto cuando es profesional, y nos volvemos amarretes, y empezamos a entrenar de otra manera? ¿Por el resultado? Si tampoco te lo asegura. Y un equipo sin nombres y sin estrellas puede equiparar a otro con nombres y estrellas con base en el juego y la pelota. El que la agarra es el que tiene el control del partido, aunque capaz que no gana. Pero te permite defender a través de la pelota y equilibrar partidos que de otra manera serían muy difíciles. Porque vos podés contratar los mejores jugadores, pero a la pelota todavía no la puede contratar nadie. _Diego Graziosi _Federico Zugarramurdi
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Camilo Mayada: el sueño del viaje al exterior, la selección y la vida nomás
El gol de la valija
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Esta historia empieza un mes atrás. Camilo acepta la entrevista. Entrenamiento en el Complejo de Danubio, partidos de domingo, charlas en bares que muestran sobre la mesa capuchinos y sándwiches calientes. Viaje mediante de la selección a Omán y Arabia. Camilo apronta la valija. Esta vez la hace y no la tendrá que deshacer sin viajar. Ya le pasó una vez, es una historia casi para el olvido. Sucedió en 2012, cuando le había salido el pase al Groningen de Holanda. En el aeropuerto, antes de subirse al avión, sonó el celular. Del otro lado de la línea, el contratista le comunicó lo que jamás hubiese querido escuchar: “El pase se cayó”. Junto con eso, la alegría de la partida y un montón de expectativas. Ahora sube al avión que vuela con el maestro Óscar Washington Tabárez. Aterriza en un país donde encuentra personas que cubren sus cuerpos de manera singular y donde más tarde saludará a Luis Suárez, quien será su compañero en la cancha cuando se pongan la celeste. Camilo, que es de Villa San José en Empalme Sauce, en el kilómetro 26,500 del departamento de Canelones, vuelve a Montevideo, donde vive ahora, y se pone la de la franja. Muestra un montón de fotos que Elizabeth, su madre, nacida en San Bautista, Canelones, ha guardado durante algunos años con indicaciones al dorso: fecha, cuadro, generación. Una de ellas lo retrata en 1995, a sus cuatro años, jugando para el ahora extinto
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¿Cómo estuvo el viaje a Arabia Saudita y Omán con la selección uruguaya? Estuvo buenísimo. La segunda convocatoria la disfrutás un poco más porque vas más relajado y estás más integrado al grupo. Ya me conocían más y estuvo la vuelta del Maestro al grupo, eso estuvo bueno y también que estuviera Luis [Suárez]. Lo vimos a la mañana siguiente y lo saludé porque ya lo conocía, me preguntó cómo estaba, como un compañero más. Con el Maestro nos saludamos, hablamos de cosas cotidianas, de la vida nomás, y estuvo muy lindo reencontrarlo. ¿Tuvieron oportunidad de visitar lugares y conocer la cultura? Para visitar no nos dio el tiempo, pero en el espacio del hotel o mismo cuando íbamos al estadio te das cuenta de que es una cultura diferente.
Buen Porvenir, y cuenta que su técnico –el Galleta– lo alzó a upa y él le cinchó de los pelos porque no lo puso de titular. Camilo quería juego, pasto, pelota. Juan, su padre, que nació en Montevideo, es empleado desde hace 43 años del Mercado Modelo, y a pesar de que los horarios de la ronda “son complicados”, acompañó e incentivó la carrera futbolística tanto como Elizabeth. Camilo con 23 años es el tercero de cuatro hijos del matrimonio que lleva junto 32 años. Tatiana (28 años), Marcos (26 años) y Alenka (14 años) completan la familia. Hubo muchos momentos inolvidables. Sin embargo, uno quedó marcado a fuego. Con una media chilena, le pegó de zurda a una pelota que explotó en campeonato. Mientras llegaba al piso luego de la pirueta, no pudo ver cómo ni dónde entró la pelota en aquella final del Uruguayo contra Wanderers en el Parque Central, pero con el resto de aire que quedaba –porque siempre le queda un resto– corrió a festejar. No había hecho goles en todo el campeonato, pero hizo “el” gol. El éxito del momento duró poco. El ruido del festejo se acalla y el silencio de otro comienzo se instala. El día que viajaba con la selección uruguaya, en el aeropuerto, antes de partir a Arabia, sonó el celular. Un dirigente de Danubio le contó que le darían el Premio Charrúa al mejor jugador y él decidió que fuera a buscarlo una persona de la directiva, “así el club queda representado”.
Las mujeres están todo el tiempo con el... ¿turbante se le dice? [Se refiere al velo o burka que cubre casi totalmente el cuerpo de las mujeres]. Se meten a la playa con esa ropa y te choca. No pueden manejar ni ir al estadio a ver los partidos. Lo que vi es que los hombres tienen una pasión tremenda por Uruguay y estaban desesperados por tener una foto con Luis. Lo agobian bastante. Viernes 5 de setiembre de 2014. Camilo debutó en la selección mayor contra Japón. Entró en el minuto 83 para sustituir a Martín Cáceres, y tres días después fue titular contra Corea, y a su vez fue sustituido al minuto 91 por el también sauceño Mathías Corujo. En la nueva tanda de amistosos, Camilo entró al minuto 85 por Egidio Arévalo Ríos en el partido contra Arabia Saudita, y en el minuto 78 por Diego Rolán contra Omán. Desde el
aeropuerto, antes de partir hacia Uruguay, comentó que la experiencia había sido “espectacular”. ¿Cómo te sentiste en la selección mayor? Fui como aficionado a ver el partido con Colombia de la selección en el Mundial de Brasil. Fue una experiencia bárbara. Lo vi como hincha. Lo disfruté de otra manera porque como hincha estás pendiente de lo que hacen los demás y como jugador estás pendiente de resolver para darle una alegría al resto. Ahí te das cuenta que es muy difícil sentir lo mismo afuera y adentro. El que no lo vivió no lo sabe. Ahora estaba ahí, compartiendo el grupo con los del Mundial, y está buenísimo. Yo había tenido la suerte de conocer a parte del plantel y estuve con ellos.
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Foto: AndrĂŠs Cribari
¿Ya sabías que ibas a jugar contra Arabia y Omán? No sabía. Había estado en el momento en que se habló de la estrategia del juego y quién iba a jugar. Me tocó entrar las dos veces y aproveché las oportunidades, se re disfruta. Es lindo cuando te llaman y te dicen que tenés que entrar. Te quedás re contento y tratás de estar tranquilo para hacer lo que sabés; no tenés que inventar nada raro ni salirte del libreto. En los otros partidos jugué menos minutos y tuve menos oportunidad de demostrar, pero cuando me tocó entrar, traté de jugar la pelota seguro, es la manera de soltarte de a poquito. ¿Se evalúan entre los jugadores? Nos dan indicaciones los más grandes a los más jóvenes. Alguna idea de lo que pretende el Maestro, lo que pretende el equipo como juego, y te dan indicaciones para que puedas llevarlo a cabo en la cancha y sentirte mejor. Comparando con el fútbol local, ¿se nota alguna diferencia dentro de la cancha? Sí, se nota la diferencia. El ritmo te lo marca el rival y en la selección están los
mejores jugadores; eso te favorece porque te hace las cosas más fáciles. Te exige estar al máximo de tus condiciones, tenés que rendir. Por algo a uno lo llevaron. Nada viene de regalo, es mucho más lindo y disfrutable estar con esos jugadores en la cancha. Se expresa en forma clara y pausada. Se toma tiempo para responder cada pregunta. Prejuicio mediante, Camilo no parece futbolista. No tiene tatuajes, no usa caravanas, no usa ropa deportiva en ámbitos extrafútbol. En varias ocasiones recuerda que de su generación, la de 1991, sólo él llegó a jugar en la selección uruguaya, posibilidad que le brindó distintas experiencias de juego y viajes al exterior. Tenemos un prejuicio. ¿Existe un look futbolista? No sé cómo describirlo, pero existe sí. Te das cuenta cuando uno está vestido de futbolista. Se ponen medio a la moda, se ponen de acuerdo y parece que se vistieran todos parecidos. El corte de pelo también. Veo a uno que no conozco y digo “¡Pah! este tiene pinta de jugador de fútbol”.
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¿Te sentís diferente? No evalúo, ni mejor ni peor, cada uno tiene su estilo. No tengo el perfil del futbolista en multitud. Me siento distinto en el perfil, creo que soy bastante perfil bajo, no me gustan las redes sociales y esas cosas.
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¿Qué pensás del fútbol femenino? La verdad es que no estoy muy enterado, pero una vez jugué un partido contra una selección uruguaya de fútbol femenino sub 17, yo estaba en Danubio en una sub 16, y nos dijeron que no jugáramos fuerte. En ese partido ganamos. Jugaban bien. Es más, hay excelentes jugadoras. Les ves la condición física, que sería la diferencia entre el hombre y la mujer. Ves jugadoras rapidísimas que hacen regates. Espectacular. Y no es que parece un hombre, sino ¿por qué una mujer no va a poder jugar? Estoy a favor y lo apoyo pero no se le da la repercusión que se le da al de hombres. Pero eso creo que lo genera el público. Creo que es algo que mueve más pasión, será...
Técnicos “En juveniles de Danubio me acuerdo de gerardo rodríguez, por toda la confianza que me dio. Me destacaba virtudes para que yo ganara confianza. Fue el que más me marcó. En mayores, por la confianza que me dio y lo que puso en mí, Leo ramos fue un técnico que me ayudó para lograr el despegue que necesitaba. tuve la posibilidad de tener a excelentes técnicos como gustavo Matosas, sergio Markarián, Eduardo Acevedo, Daniel sánchez, Jorge giordano, Juan ramón carrasco. En la selección tuve a Diego Aguirre, luego a Juan verzeri y por último al maestro tabárez, que está por encima, despegado. Le tengo demasiado respeto, lo tengo en un escalón por encima de todos”, dice camilo.
alguno evalúe que es elevada y para otro puede ser baja. No sabés cuál es el valor del mercado. ¿Quién te pone ese valor? Es el mercado.
Foto: Leonidas Martínez
Y plata... Y plata. ¿Cómo te llevás con que los futbolistas tengan un precio de venta? Es raro, pero uno está al margen de eso. Es bueno saber que si uno está en buen nivel puede llegar a valer más. No tengo idea cuál puede ser mi precio de mercado, porque estoy afuera de las negociaciones. Estar en la selección puede darte puntos a favor y aumentar la cotización un poco más, pero realmente no te podría decir lo que pienso que valgo porque no tengo idea. El día que se haga mi pase me enteraré de la cifra. Pero ese día, tal vez
¿Cómo es tu relación con tu representante? Desde chico tengo el mismo representante. Alexis Papasan y Gustavo Silva. En sexta división conocí a Alexis, él trabajaba con otra gente y me quedé con él porque tuve mayor relación. Se asoció con Silva y estamos juntos desde entonces. Nunca tuve la necesidad de cambiar, siempre fue todo de palabra, pero la palabra vale más que nada. Por más que haya venido cierta gente en su momento a ofrecerme algunas cosas, siempre fui leal y estoy esperando que se dé la oportunidad del pase. Tengo una excelente relación. Es su negocio y no tengo duda de que están poniendo todo su empeño para que me vaya bien. Tengo confianza, me consultan y me tienen al tanto. Me parece que tiene que ser así y no puede ser que te manejen sin consultarte tu decisión. ¿Cuándo supiste que te ibas a dedicar al fútbol? Nunca supe que me iba a dedicar a esto. El primer recuerdo es la práctica de la escuelita. Pila de niños, pasaron tantos y yo tuve la suerte de haber seguido, seguido, seguido… Hoy me pongo a pensar en mi generación y somos dos o tres los que seguimos. Me acuerdo de que quería ser bombero. Cosas de gurí.
Me gustaban los camiones de bomberos. Nunca tuve claro qué quería hacer. Seguía estudiando y jugando al fútbol. Nunca lo tomé como para ser un profesional. Lo tomé con seriedad y era constante. Sabía que era un camino largo pero no sabía qué me esperaba. ¿Te parece importante que un jugador siga estudiando? Sí, es muy valioso. Por ejemplo, el estudio del inglés. Cuando viajás tenés que comunicarte. Más allá del jugador de fútbol hay una persona. No te digo que tengas que ser ingeniero o economista, pero algo de estudio te da conocimiento y podés llegar a ser una persona más capacitada para enfrentar cierto tipo de situaciones. Hice hasta quinto año de liceo y tengo esa sensación de que tendría que terminar. Me quedó ese debe, creo que no es tarde. Me lo planteo, pero lo he dejado postergado porque capaz que me voy. Viernes 26 de setiembre, Complejo Danubio Fútbol Club. La hora de llegada está pactada para las 9-9.30, ese el mensaje que persiste en todos los jugadores a los que se les pregunta por la hora de comienzo. Hay media hora stand by hasta el inicio efectivo del entrenamiento. Cada uno la entiende a su manera. Camilo llega a las 9 porque primero hace ejercicios en el gimnasio. Al finalizar la práctica, sale de la cancha. Se toca la pierna izquierda, por detrás. Le preguntamos si le duele. “Un
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Foto: Andrés Cribari
poco. Siempre me duele. Tengo el posterior acortado y eso hace que cada vez que termine un ejercicio me duela”. Se declara demorón para bañarse y armar el bolso, así que ante la advertencia, acordamos un nuevo encuentro.
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Este plantel que salió campeón uruguayo es un mojón importante para Danubio… Si vos mirás a Danubio en los últimos diez años, salió cuatro veces campeón. Se ha puesto un listón medio alto. Capaz que el hincha se puso a mirar eso y ahora que estamos en un mal momento por ahí se pone medio especial. Es algo hazañoso y lo tenemos presente. En la historia de
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Danubio, que con 82 años tiene cuatro títulos uruguayos, estar en el plantel campeón no es para nada menor. Son cosas que quedarán para el recuerdo. ¿Y el gol de la final? ¿Cómo tomaste la decisión de pegarle así? A mí la media chilena me sale de zurda nomás, y yo soy derecho. Me siento más cómodo para hacerla de zurda. Justo en ese momento picó y me quedó así. Sentí que era la opción. Son decisiones en milésimas de segundos. Fue una jugada en la que yo arranqué, toqué una pared para Faber, no me devolvió, pateó al arco y rebotó en la espalda de un compañero nuestro, creo que Cotugno, él queda
tirado en el piso y le queda a Pastorini, que despeja mal de cabeza. Me queda a mí, con un perfil no muy cómodo. Me viene a presionar Santiago Martínez y yo trato de aguantarlo como un 9, que no es lo mío. Me quedó picando ahí y dije: “¡Pah! Le tiro una chilena”. No llegaste a ver el gol. Claro, yo quedé de espalda. Caí al piso, miré y la vi entrar y salí a correr con el resto que me quedaba. Vos corrías en los minutos finales como si nada... Más allá de la capacidad física, creo que jugaba lo motivacional y el amor
Leonardo Ramos “Antes de llegar al club a trabajar hace dos años, habíamos venido con Progreso a jugar como ocho veces. Ya vi cosas interesantes de Camilo. Es bastante tímido en el trato con la gente. Por momentos, demasiado retraído como jugador. Quisimos fortificar lo que es, que es un gran jugador. De hecho, cuando vine siempre le comentaba que tenía que convencerse de lo gran jugador que era. Salió mejor jugador del campeonato, tiene una posibilidad de irse al exterior y para nosotros fue el jugador emblema de nuestro periplo en el club. Era un jugador muy resistido por la hinchada, y terminó siendo un ídolo. Antes que viniéramos nosotros, había jugadores marcados por un campeonato en el que se hicieron nueve puntos. Era el caso de él, de Salvador Ichazo, y otros más, todos jugadores de Danubio. Ellos pusieron el hombro en momentos malos del club y se hicieron cargo de cosas que no debían. Hoy Cami no es el mismo jugador que en el torneo pasado. Allí sobresalió totalmente y hoy está a la par del resto de los jugadores, pero sigue siendo más que el resto. Tiene que ver con este ida y vuelta constante de que se va y se queda. Es un tipo muy de familia, que está conteniéndolo, pero se bajonea rápido. Es un gran tema, por el cual no ha desplegado en este torneo su potencial, que lo llevó a estar en la selección. Esta citación a la selección tapa un poco el tema de la posible venta”. Leonardo Ramos, Director Técnico de Danubio desde el Campeonato Clausura 2012-2013.
propio. Quizás estaba cansado como el resto, pero sacaba fuerzas de adentro por lo que se estaba viviendo. Uno nunca sabe si lo va a volver a vivir. Estaba jugando una final del Campeonato Uruguayo con Danubio. Después te ponés a pensar el año que viviste, todas las cosas buenas y malas que pasaste. Es la final. Todos le pusimos el mayor empeño y me salió un plus. ¿Ese “ser campeón” es efímero? Lamentablemente es así. Ya fue. Pero cuando hablan de Danubio tienen que decir que es el campeón uruguayo. Si pierde, es un notición. Ta. Ese orgullo te queda. Sabés que esto es así, pero la moraleja es que creo que tendría que haberlo disfrutado un poco más. Si bien fue tremendo orgullo, siento que tenía que haber celebrado más porque es un año de sacrificio y trabajo, pero cuando empieza el campeonato que sigue, el resto queda atrás. ¿Cómo fue tu debut en primera? Me acuerdo que era la primera vez que iba convocado al plantel, la primera vez que me tocó ir al banco y justo me tocó entrar. Fue en la mañana del 4 de octubre de 2009 en Jardines del Hipódromo. El partido fue con Cerro y estaba muy disputado. Nadie te va a regalar nada en un momento de esos. Si tenés que entrar es porque el técnico te necesita. Me tocó entrar cuando el partido iba 3-0 y terminamos ganando 4-2. Me tocó entrar por [Hamilton] Ricard y el técnico era [Jorge] Giordano. Justo iba a entrar por Ribair Rodríguez que tenía amarilla y cuando estoy por entrar, Ricard levanta el brazo y dije: “¡Fa, se me cae el cambio, me quiero matar!”. Miro al técnico y me dice: “Ya que estamos, entrá vos por él”.
Elizabeth, la mamá “Creo que su historia es un proceso. Me acuerdo que a las tres de la tarde pasaba el ómnibus de la escuelita de Danubio y él tenía 40 minutos de viaje primero hasta tomarlo. Iba al Complejo de Danubio y se bajaba en la Curva [de Maroñas]. Un amigo nuestro lo pasaba a buscar y se lo llevaba hasta la parada del ómnibus otra vez y me lo acompañaba, porque mi esposo trabajaba de noche y yo tenía la bebé chiquita. Supe que iba a ser futbolista desde niño. Nunca dejamos de considerar la educación y todo lo que implica educar a un hijo en este mundo tan vertiginoso donde hay que cuidarlos, contenerlos, apoyarlos, saber cómo está ubicado como persona. Yo lo veía diferente a otros. Sus piernitas eran cortitas y era muy menudito pero hacía cosas que otros no. Se destacaba. Tengo una familia muy futbolera, por mi parte y por parte de mi esposo. En casa de mis padres, en San Bautista, se vivía siempre el fútbol. Juan Pedro Mayada, el papá de Juan, el abuelo de Camilo, jugó en Miramar. Y el tío, Ramón Mayada, hermano del padre de Camilo, jugó en Bella Vista. Así que imaginate, una familia muy futbolera. Ahora, nosotros vamos a ver a Camilo a todos los partidos que podemos. Si se va del país lo vamos a seguir apoyando. A veces charlamos más seguido cuando está lejos. Esperemos que le toque irse, merecido lo tiene, ¿no? Cuando viajó con la selección, no sabíamos que iba a recibir un premio como mejor jugador. Cuando salgo al portón a esperar a mi esposo me dice: ‘Tengo una cosa para decirte’. Y yo no lo sabía. Lo habían parado a la entrada del barrio y todos los vecinos ya lo sabían. Me puse muy contenta. La gente es muy solidaria con nosotros en el barrio. A veces digo que esto es como un reality. [Se ríe] No me afecta cuando escucho cosas malas en los medios. A veces, como uno conoce a los jugadores, le molesta que se prejuzgue sin saber. Cami es ubicado, muy centrado, perfil bajo. Ahora estamos tranqui, madurando día a día, tomando las cosas desde otro lugar. Pero no toda la vida son éxitos. No siempre van a ser campeones”.
por esta mini racha de perder y mañana volvemos a la victoria, pero pensar que estuvimos un campeonato entero sin ganar y soportamos, entrenamos y estábamos bien de la cabeza, aunque muy bien no estábamos. Esto es muy emocional y de repente, después, de un día para el otro salís campeón. El jugador de fútbol no se olvida de jugar al fútbol, pero la parte emocional es muy importante, por ahí estábamos afectados y un poco reprimidos emocionalmente por todo lo que pasaba.
Suena un reguetón lento, con fondo de dub. El sonido ambienta la previa de la práctica en el Complejo. Luego, algunos jugadores señalarán como disc jockey a Ignacio González. ¿Le dan el crédito o le echan la culpa? Se escucha la voz de Denis Elías. Camilo se desmarca, esa no es la música que le gusta, aunque dentro de su valija musical hay “de todo”. “Alguna cumbia también”.
Es muy interesante lo que mencionás: la parte emocional es muy relevante. Me ha costado mucho. Lo reconozco. No quiero echar a perder lo bueno que he hecho en los últimos años por un partido. Eso me sirvió para demostrar que si me concentro y confío en mis virtudes al cien por ciento, puedo ser un jugador importante e interesante para el equipo. Me planteo eso ahora.
¿Cómo viviste el campeonato (Apertura 2012) en que Danubio terminó solamente con nueve puntos? Era un momento complicado. A veces hablamos con Salvador [Ichazo] del tema. Y le digo que ahora nos preocupamos
Desde hace tiempo, en algunos medios se informa sobre un posible pase tuyo al exterior… Eso viene desde hace mucho tiempo. En 2012 estuve por irme al Groningen de Holanda. Estaba en el aeropuerto en
enero y se cayó. Estaba con la valija y todo. Y ta, de ahí en más me dijeron del Cagliari a mediados de año y tampoco. Tuve un bajón en lo futbolístico. Fue en la época de [Juan Ramón] Carrasco, cuando el club no anduvo y bueno… Después empecé a levantar el nivel y se empezó a cristalizar que podía salir algo. Ahora salió que me iba fuerte, fuerte. Son tantos años de ilusiones que es difícil. Miércoles 22 de octubre. Bar Andorra. La presencia del grabador no lo perturba. Lo conoce, lo acepta, lo incluye. Sabe también que existe el off the record. Es más, al finalizar alguna de las charlas consulta si el material que ha brindado es suficiente para la nota. Incluso agrega chistes sobre la cantidad de preguntas y encuentros que fueron acordados. “Debería ser la nota del año”, bromeó. No esperaba tantas preguntas y no preveía tantas respuestas. No hubo chances de adelantarse a la jugada. ¿Qué tan vinculado estás a la política y cómo te sentís en relación con este fenómeno de las elecciones en el país? Me siento ajeno, o muy ajeno, porque no soy partidario de ninguna idea, pero sé que es importante porque define el futuro del país. Si me preguntás 19
ahora cuáles son las ideas que tienen los candidatos, me agarrás mal parado. Es algo que viene desde mi casa, porque no me incentivaron el tema político, pero no tengo rechazo. Es bueno que tengamos la posibilidad de votar. ¿Cómo te llevás con los medios? Soy abierto a responder y hablar con los periodistas. Nunca me sentí agobiado. Todo tiene su límite, si mañana uno tiene más repercusión y te buscan para hablar muchos medios es más complicado, me parece que no podés salir a hablar en todos los medios todos los días. En algunos medios se emiten juicios descalificativos hacia algunos equipos o jugadores. ¿Cómo te llevás con eso? A veces te llegan comentarios. Y nada, yo qué sé... El periodista tiene la libertad de decir lo que se le canta, porque estudió para eso y supuestamente sabe de lo que está hablando o, por lo menos esa sería la idea. No es lindo que hablen mal de uno, pero hay que estar abierto.
Carlos Canobbio “En los asados del plantel a veces hay un vino, una cerveza, y Camilo nada”, dice Carlos Canobbio, jugador de Danubio. “En las habitaciones de las concentraciones jugamos al truco y Camilo se sienta a mirar, se queda acompañando, cosa que yo no podría hacer”. “Es algo tímido, muy profesional. Sobre su posible pase al exterior, creo que tendrá las armas para enfrentar una vida en otro lado”, afirma.
Ahora, lo que sí es injusto es cuando se es tan duro. Yo no voy a salir a hablar mal de un periodista públicamente, decir por ejemplo: “¡Qué mal analiza el partido este!”. Después capaz que en el comedor de casa se lo decís a tus padres, pero eso no se dice públicamente. La hinchada de Danubio tiene un paladar especial, además. Son exigentes. A los juveniles se los respeta bastante. Luego de varios partidos como estos empezás a escuchar un murmullo, ya no te dan para adelante. Costó ganarme la confianza de la gente de Danubio, me he ganado el respeto pero,
a la vez, ahora que nos tocó una racha de ir perdiendo, la gente parece olvidarse de todo. Es así. Ahora me toca perder. La verdad, lo que me interesa es que mi familia esté contenta y muy poco más el resto. Muchas veces hay insultos, ¿los bancás o tenés la capacidad de no escucharlos? Con el tiempo te vas adaptando. Cuando sos más joven pasás de jugar en juveniles, con tu familia en las tribunas, gente conocida que nunca te va a gritar un disparate, a caer en una cancha con otra gente, te pueden putear y al principio eso te cuesta un poco. Hay que ir trabajándolo de a poco y con el tiempo no le das importancia, porque si perdés el foco por una persona que te habla de afuera…
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A vos te pasó que le hablaste desde adentro de la cancha a alguien que estaba en la tribuna. Sí, fue algo con lo que me calenté nomás... No voy a decir que estuve mal. Era un gurí. Me molestó que fuera con saña, porque el club no estaba mal. Estábamos empatando un partido con Rentistas y un hincha de Danubio se puso a gritar como loco. Le sacaba mérito al rival. Todos los rivales son difíciles, nadie te regala nada.
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Data Vistiendo la celeste, debutó en el Sudamericano Sub 20 2011 en Perú contra Argentina, como titular. En ese campeonato, jugó todos los minutos de todos los partidos, y convirtió un gol. En el Mundial posterior de la categoría, en Colombia, jugó los tres partidos como titular: acumuló 217 minutos de juego. En la selección mayor debutó frente a Japón el 5 de setiembre de 2014, entrando a los 83 minutos. En la misma Fecha Fifa fue titular frente a Corea, cuando jugó hasta el minuto 92. También participó de la última gira amistosa, ingresando a los 85 minutos contra Arabia Saudita y a los 77 contra Omán, por lo que acumuló 117 minutos con la Celeste de los grandes.
Martes 30 de setiembre. 18 horas. Un bar en Avenida Brasil, en Pocitos. Camilo se disculpa porque retrasará la llegada a la entrevista. Su mensaje dice que está viendo por televisión el partido entre Barcelona y PSG. Aun así, llega antes. Se muestra dispuesto a ser atorado a preguntas. Sonríe, saluda a los mozos. Pide capuchino y sándwich caliente. Sólo interrumpirá la charla la luz del celular que indica que un mensaje ha llegado. Levanta el teléfono de la mesa y pide disculpas. Va a contestarlo ahora. Otra vez sonríe. ¿Qué sueña, qué quiere, qué siente? ¿Qué dice Camilo cuando no dice? ¿Tenés pareja, Camilo? Ahora no. Ahora sí. [Duda] Estoy iniciando algo. Estuve cuatro años de novio y terminé en diciembre del año pasado. Ahora estoy de novio. Tuvimos un conflicto en el medio y eso me hizo perder foco. Es difícil hacer todo. Si te fueras al exterior, ¿tu novia se iría contigo? Recién estoy empezando. Sí me gustaría tener una persona que me acompañe, pero sé que la profesión del futbolista es egoísta, porque esa persona puede tener sus aspiraciones personales: estudio, trabajo. Ella es recibida, es contadora, tiene su trabajo... No pretendo que deje todo por mí, porque la quiero y me imagino todo lo mejor por delante, pero no pretendo que deje todo por uno, porque no sabés. Es difícil la decisión. Estamos empezando. La relación a distancia es difícil.
Foto: Leonidas Martínez
Pensando sobre el final de tu carrera, ¿sería tu idea volver a Danubio? Yo sé que voy a volver a jugar a Danubio, pero no me hago rehén de mis propias palabras, porque esto es un trabajo y no sabés qué circunstancias vas a tener o qué vas a precisar. Hoy estoy abierto a lo que dispare el futuro. Sí te puedo decir que ahora, inmediatamente, no jugaría en un club grande porque tengo el deseo de salir al exterior pero… Sería lindo terminar mi carrera en Danubio. ¿Cuáles son tus sueños? Crecer deportivamente. Que me salga el pase, porque es algo que se me volvió muy esquivo. Ojalá se cumpla. Lo de la selección ya se me dio, y quiero que siga. Son esas cosas que parece que no van a pasar nunca. Estoy esperando que llegue. Tener una carrera exitosa, una trayectoria, retirarme orgulloso de mi carrera y de lo que hice, formar una familia y tener tiempo de disfrutarla. _Patricia Pujol _Marcelo Fernández Pavlovich 21
PABLO FORLÁN: HISTORIAS DEL PEÑAROL DE LOS 60
El jugador que le ganó a la tribuna
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Salió campeón de todo con Peñarol, pero le costó comprarse a la hinchada. Vistió la tricolor por bronca a la dirigencia aurinegra que le prometió su regreso y nunca cumplió. Estuvo vendido al Real Madrid, pero ni él sabe por qué no fue. Forlán dice ser de pocas palabras, pero tampoco se calla.
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Ese tobillo derecho que le dificulta el andar evidencia el trajín de veinte años de carrera, catorce títulos ganados –ningún cuadrangular, aclara– y tres mundiales en su haber. El metro ochenta y cuatro de altura se sigue imponiendo en una fisonomía conservada gracias al tenis, que practica desde que colgó los botines en 1984. Siempre tuvo habilidad para los deportes. “Pasa por la motricidad fina de cada persona; puede ser muy buena, buena o regular”, explica. Si la modestia lo hubiera dejado, seguro decía que la suya estaba entre las mejores. Por algo en su Mercedes natal lo buscaban para el vóleibol, básquetbol y hasta la paleta. “A decir verdad, era bueno en todo”, se sincera finalmente. Pero el fútbol le tiraba más que el resto. De ahí que era capaz de cruzarse la ciudad en bicicleta para entrenar en el Club Bristol, donde su padre era técnico. La ambición de pelear campeonatos, que más tarde se convertiría en hábito, despertó en el campito. El cuadro barrial que conformaba con los compañeros del colegio Don Bosco se aburrió de alzar trofeos. Y ahí ya se endulzó, y agrandó. Al punto de arribar en 1970 al San Pablo, que venía de trece años sin títulos, y asegurarle a su presidente que ese año darían la vuelta. “Venía mal acostumbrado”, admite el Boniato, o Cacho para los mercedarios. Presumir que eligió la defensa casi desde la cuna sería desacertado. Tenía vocación de delantero, le gustaba atacar; como mucho iba al mediocampo. De hecho, en ese puesto lo probó Peñarol, el cuadro de sus amores, en julio del 63. A decir verdad, no le importó demasiado dejar el trabajo de tornero mecánico en Talleres Bruno; como si
hubiera anticipado su debut junto a Alberto Spencer, Julio César Abadie, Luis Maidana y José Sasía. En octubre del 64, el DT Roque Máspoli lo mandó al banco como suplente de Néstor Tito Goncalves. Pero terminó como lateral izquierdo en lugar de Cacho Caetano que cumplía una fecha de suspensión, y al partido siguiente pasó a la derecha por el lesionado Edgardo González. Y allí se quedó. ¿Cómo recibió ese equipo de grandes estrellas a un juvenil de 19 años? Cuando llegaba un pibe joven o un extranjero lo recibían bien. Siempre había alguno que miraba con mala cara o con indiferencia. Me pasó a mí en aquel momento y sigue pasando hoy en todos los cuadros. ¿Se acuerda de quién lo miró feo? Sí, pero esas son cosas que quedan para uno. ¿Ser una persona introvertida le restaba dentro de la cancha? Es verdad, no era de mucha charla, aunque los años te llevan a hablar un poco más. Sin embargo, dentro de la cancha tenía mi temperamento, que se fue acrecentando con la experiencia. Los que son tus mayores se empiezan a retirar y vas tomando la posta. Además, el propio calor de la lucha, de saber que hay un contrario que te quiere ganar, te va llevando a sacar lo tuyo. Afuera sí podía ser introvertido, pero como jugador no tenía timidez ninguna. ¿Qué le aportó a ese consagrado cuadro aurinegro? Le aporté algo que salió naturalmente con la ayuda del técnico: la dupla
con Abadie, que le daba una llegada muy buena al equipo por el lado derecho. En lo personal, desbordaba muchas veces por el costado y tiraba el centro. Había gente que se quejaba de que tirábamos muchos centros, y yo contestaba ¿qué querés que hagamos si de esa manera nos cansamos de ganar? La identidad del fútbol uruguayo está muy ligada a la garra, y se la suele contraponer con la habilidad. ¿Usted le daba más garra que habilidad al equipo o al revés? Fui un jugador técnico que se proyectaba al ataque. No era de mucha marca pero le pegaba bien a la pelota, tenía buen pase corto y largo, y un ida y vuelta muy bueno. Se dice que con Abadie inventamos la figura del carrilero por derecha. ¿Entonces era hábil? No sé si hábil, porque habilidad tiene el que hace un caño, una moña o una pisada. Yo era técnico, ponía la pelota donde quería. ¿Qué jugador de la actualidad sería? Dani Alves, del Barcelona. Atacaba tanto como él. Pero dijo que no tenía mucha marca, ¿eso le complicó la vida con la hinchada?, ¿cómo se llevaba? Al principio más o menos: entré en un puesto en el que no jugaba, era el más joven junto con [Ladislao] Mazurkiewicz. Por eso y porque a veces los punteros nos tenían a mal traer, ya que no era un gran marcador, cuando teníamos problemas por la derecha se la agarraban conmigo. Después de un año los vencí.
Foto: Andrea López
¿Qué se le cruzaba por la cabeza en ese momento? Nunca le di importancia al afuera, de lo contrario no podría haber seguido jugando. Te silban, te gritan, y se escucha. Pero me daba más fuerza para seguir. Esa es una parte de la garra. La gente cree que sólo es trancar fuerte, pero también es pedir la pelota, driblar y si no te salen bien las cosas seguir, seguir y seguir hasta vencer. Eso también es garra. ¿Sentía bronca? Me daba bronca, pero creía en lo mío, entonces no me importaba. ¿Cómo se iba a casa después de los silbidos? Como nos iba bien y ganábamos casi siempre nos íbamos a casa tranquilos.
carrera, admite, y el que más recuerda. De arriesgar, tal vez muchos hubieran apuntado a la final de la Intercontinental que Peñarol le ganó al Real Madrid por dos goles en ambos encuentros. Sin embargo, admite que no hubo juego que igualara la hazaña conseguida frente a las gallinas –de ahí nació precisamente este apodo–. Remontar un dos a cero después de haberse agarrado a las piñas con la hinchada contraria, ido al estadio en taxi porque nunca les mandaron la “bañadera” y soportado las sobradas del arquero Amadeo Carrizo cuando paraba los tiros al arco con el pecho convirtió esa
Washington Cataldi me
¿En Brasil le pasó? Allá me recibieron muy bien, y eso que el hincha es bravo también. Cuando andás mal, en todos lados pasa lo mismo. No es fácil.
dijo: “Cuando termines
La revancha
a España porque serás
Dicen que a todos les llega. A Forlán le tocó en la Copa Libertadores del 66, el 20 de mayo, en el desempate con River Plate. Fue el mejor partido de su
jugador del Real Madrid”.
la gira y vuelvas a Montevideo, enseguida vas a tener que regresar
Hasta el día de hoy no supe por qué no fui.
partida en una proeza carbonera, y a sus protagonistas en héroes. ¿Cómo fue pasar al San Pablo después de siete años en Peñarol? Fue bueno, porque el fútbol que yo practicaba, de toque y pase corto, al brasilero le sale por naturaleza. Desde atrás comienzan jugando bien a la pelota, entonces en vez de perjudicarme me ayudó. ¿Ya había cumplido un ciclo con la aurinegra? No. Salió el pase, era joven y no lo dudé. ¿Tuvo la oportunidad de jugar contra Pelé? Sí, con Peñarol y San Pablo. El negro era un jugador espectacular, pero difícil, de temperamento. No lo corrías pegándole ni trancándolo fuerte, iba al frente. Técnicamente era completo: driblada, le pegaba bien con las dos piernas y, sin ser muy alto, se elevaba de una manera impresionante para cabecear. Un jugador fuera de serie. Como delantero, lo más grande que he visto. ¿Quién sería el Pelé de hoy? [Lionel] Messi. Pero la Fifa no entiende. Como los dirigentes no jugaron al fútbol o no salieron del campito, no se dan cuenta de que el premio no puede ser uno, tienen que ser cuatro, por línea: golero, zaguero, volante y delantero. 23
La deuda
Es el único que le faltó: el título mundial con la selección. Jugó tres campeonatos del mundo, en el 66, 70 y 74, y en el primero estuvo cerca de llegar a la semifinal; sin embargo, dice que un juez inglés los robó. “Hubo una pelota que entró más de un metro en el arco y un penal que no cobró. Nos ganó Alemania porque nos echaron a dos jugadores”. Sí levantó la Copa América, en el 67, después de vencer a Argentina con gol de Rocha y con su suegro Nino Corazzo como técnico. Pero el destino no le tenía preparado ese premio máximo que anhela cualquier futbolista. No obstante, “ser campeón no tiene precio, no se compra ni con un dólar ni con cien millones”. Sea donde sea.
Foto: Andrea López
¿Quiénes serían los tres que restan entonces? En la mitad de la cancha Xavi Hernández, como zaguero [Diego] Godín y de golero [Gianluigi] Buffon.
¿Jugó el clásico vistiendo la tricolor? No recuerdo… [piensa]. Creo que sí. Nunca dejé de decir que soy de Peñarol y que moriré siendo aurinegro. Eso no me lo quita nadie.
Jugó seis años en San Pablo como ídolo, luego uno en Cruzeiro, ¿por qué volvió de Brasil? Podría haber terminado mi carrera en San Pablo, el presidente no me quería dejar venir. Pero yo deseaba que mis hijos crecieran en Uruguay. Les pasó a muchos muchachos que regresaron con sus hijos crecidos y les costó la readaptación. Por eso los traje de chicos.
¿La gente entiende eso? Alguna sí y otra no.
¿Priorizó su familia? Sí, tomé esa decisión y perdí mucho dinero.
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¿Y todo eso para jugar en Nacional? En Peñarol me prometieron contratarme de nuevo, pero pasaban los días y Luis Cubilla, que fue campeón con los dos equipos aunque peñarolense de toda la vida, me dijo: “Mirá que a mí me pasó lo mismo cuando estaba en River de Argentina. No te van a llamar, venite a Nacional”. Le volví a decir que tenía prometida la vuelta, que en todo caso me esperara. Cuando faltaba un día para cerrar el libro de pases me recordó que esperaría hasta el último minuto. No me llamaron de Peñarol y fui a Nacional de calentura.
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¿Cuánto tiempo jugó? Dos meses: cuando se fue Luis yo también lo hice. ¿Qué pesa más en ese caso: lo profesional o la pasión? Como profesional te ponés la camiseta del cuadro que te contrata y cuando entrás a la cancha te olvidás de todo. Cuando se dice que tal partido está arreglado es todo mentira; el jugador que entra a la cancha quiere ganar. Ni perder ni empatar: quiere ganar.
Si lo llamaran hoy, ¿jugaría en Nacional? No, no, no. Me convenció Cubilla y además estaba muy enojado. Son cosas que no te hacen pensar. Capaz que la edad influyó un poco también. Hoy no lo hubiera hecho, ni diez ni veinte años atrás. Fue por impulso, por calentura y porque el negro me pinchaba. El gran pase Siempre pone el mismo ejemplo, le parece el más gráfico. “A Spencer, implacable delantero ecuatoriano, lo vinieron a buscar dos veces del Milan. Y no se quiso ir. Estuvo diez años en Peñarol –del 60 al 70– y convirtió 54 goles sólo en Libertadores. Dudo que alguno pueda igualar su marca. Hoy juegan dos copas y se van a Europa”, suelta. De ahí que en otras épocas el debut en un equipo podía retrasarse más de la cuenta. Él tuvo suerte, pero otros debieron sobrellevar la espera. ¿Mayor sentido de pertenencia? Es posible. ¿Menor predilección por el viejo continente? Quizás. Lo cierto es que los jugadores no tocaban y se iban así, tan presurosos como en estos tiempos. Eso permitía a los clubes locales contar con un plantel estable y trazarse objetivos a largo plazo; contrario a lo que sucede por estos días, cuando la regularidad es prácticamente una utopía. ¿Tuvo chance de jugar en Europa? Estuve vendido al Real Madrid, en el año 67. Estábamos jugando la copa Carranza [Trofeo Ramón de Carranza], en Cádiz, y un día Washington Cataldi
me dijo que a la tarde fuera al lobby del hotel porque íbamos a conocer a Santiago Bernabeu. Estuvimos charlando y me dijo: “Cuando termines la gira y vuelvas a Montevideo, enseguida vas a tener que regresar a España porque serás jugador del Real Madrid”. Hasta el día de hoy no supe por qué no fui. ¿Cómo? No supe más nada. Estaba cómodo en Peñarol, lo mismo que le pasó a Spencer. ¿Quiere decir que no quiso ir al Madrid? Yo quería ir, pero nunca me enteré por qué no fui y tampoco le pregunté a Cataldi qué había pasado. Increíble: hoy hubiera estado atrás del asunto. En el 68 fuimos a jugar una copa de verano a Mar del Plata y con [Pedro] Rocha nos reunimos en la sede de River con el presidente y el contratista, y también estuvimos cerca del pase. Hasta firmamos un contrato y todo. Y tampoco fuimos, ninguno de los dos; después casualmente terminamos ambos en San Pablo. No era el furor. No estaba esa fiebre de querer jugar un poquito e irse. El futbolista de equipo chico quería andar bien para ir a Peñarol y Nacional. ¿Y se ganaba tanto dinero como ahora a determinado nivel? Los ex jugadores siempre dicen “si yo hubiera ganado lo que ganan ahora”. Y los anteriores a ellos también decían lo mismo. Siempre se ganó bien. ¿Qué diferencias encuentra entre el fútbol de ayer y hoy? En aquella época había que ingeniárselas más para jugar, al menos en América, porque los campos no eran del todo buenos. Hoy son mesas de billar las canchas del mundo, hasta en Uruguay se ha mejorado bastante. Por eso se juega muy rápido y a dos toques: paro y paso. Y se ha perdido un poco la pisada, la jopeada, el caño. Ver un buen caño es dificilísimo.
Cuerpo técnico y jugadores de Peñarol, previo a su partido con Santos por la Copa Libertadores de América, en el Estadio Centenario el 28 de marzo de 1965. De izquierda a derecha: Roque Gastón Máspoli (DT), Manuel Melgar (2º kinesiólogo), Dante Cocito (kinesiólogo), Néstor Goncálvez, Pedro Rocha, Pablo Forlán, Carlos Pérez, Juan Joya, José Sasía, Luis Maidana, Luis Varela, Héctor Silva, Ernesto Ledesma, Omar Caetano.(Foto: 0189-25_25-25FPEP.CDF.IMO.UY - Autor: fotografos de El Popular)
¿Y lo físico? Ha mejorado mucho. Igual el jugador de antes podría hacerlo hoy, porque se adaptaría. Es verdad que en aquella época había jugadores a los que les gustaba comer, tomar y fumar, pero ahora también los hay. Conociendo este universo, ¿qué intentó transmitirles a sus hijos Pablo y Diego? Hacer lo mejor posible dentro del campo, pero sobre todo afuera. La parte más importante es la que muchas veces el jugador de cualquier deporte profesional erra: los cuidados personales. En las comidas, en los excesos, en el sueño. Las noches se hicieron para dormir, no es lo mismo de las 22 a las 8 horas que de las 6 a las 14. Eso lleva a tener una carrera prolongada. ¿Muchas tentaciones? Tal vez hoy más que antes, aunque en mi época también había. Ahora se habla de las botineras, pero las mujeres en el fútbol existieron toda la vida. No había programas de chimentos y esas cosas, pero estaban; sólo que hoy se muestra más que antes.
El retiro De Nacional a Sudamérica, y por último Defensor. En la viola jugó cinco años –del 79 al 84–, casi tantos como en Peñarol. Llevó la cinta de capitán, salió dos veces campeón; “tenía más experiencia, más edad, estaba cascoteado en el buen sentido, entonces la llevaba de otra manera”. Pero la carrera del jugador es corta; frase trillada aunque cierta. Y él intuyó que la suya había concluido. Tenía 39 años. ¿Sintió que era el momento de retirarse? No, yo estaba muy bien. Fijate que era una persona que hacía vida sana, trataba de cuidarme mucho; en veinte años tuve un solo desgarro y nunca lesiones graves. Mis únicos problemas fueron las torceduras de tobillo, algo normal, que me dejaron secuelas en el derecho, un poco de artrosis. ¿Por qué se retiró entonces? Porque veía que había chicos que venían de abajo, con muy buenas condiciones. Y dije: “Ta, me llegó la hora”. Como quien dice, me retiré
aplaudido y querido en Defensor. Estuve bien en irme a tiempo. ¿Es difícil tomar la decisión? Hay gente a la que le ha pegado fuerte. Creo que uno tiene que prepararse. Yo lo fui haciendo unos años antes, empecé el curso de técnico, después comencé a trabajar, entonces me mantuve cerca y de alguna manera lo sobrellevé. Obviamente que me vienen ganas de entrar a la cancha. Mismo hoy, cuando voy al estadio a ver a Peñarol aparecen recuerdos y pienso “qué ganas de jugar”. Dirigió en Montevideo, en San Pablo y en Arabia. Ahora hace años que no está al frente de un equipo. Le gustaría, se siente pleno para eso, pero la edad parece no acompañar las exigencias del fútbol actual. “La gente con experiencia no tendría que estar guardada en la casa sino tener la oportunidad de compartir sus conocimientos”. Quién dice, capaz algún día esté de regreso. _Carla Rizzotto 25
GONZALO PORRAS: SACRIFICIO Y TALENTO
Y un día llegó a Nacional
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Nació en Nuevo París en enero de 1984 y desde muy chico comenzó a correr detrás de una pelota de fútbol. A los seis años empezó a jugar en el equipo del barrio, el Lanza México 68. Siempre en el medio de la cancha. Tenía los mismos sueños que todos los niños que juegan a la pelota en los campitos que aún existen en el oeste de Montevideo: llegar a Primera División, jugar en un cuadro grande, lograr el pase al exterior, vestir la camiseta de la selección y salir campeón. Porras, a diferencia de muchos otros, logró cumplirlos casi todos.
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Su carrera estuvo signada por el sacrificio. Nada le llegó “de arriba”. Y eso se transmite cuando el grabador se prende. Porras parece una persona introvertida, muy distinta a la que fin de semana tras fin de semana se planta en la mitad de la cancha de uno de los cuadros grandes de Uruguay. Su ida y vuelta en el terreno de juego no se condice con su forma de hablar calma y pausada, aunque, como lo hace dentro de la cancha, muestra la personalidad suficiente para contestar sobre todos los temas, sin medias tintas. Su primer contacto con el fútbol profesional fue en 2002, en Alianza FC, club nacido de la fusión de Salus, Villa Teresa y Huracán del Paso de la Arena, de la mano del entrenador Fernando Balda. Porras tenía 18 años y llegó a un equipo plagado de jugadores de extensa trayectoria a nivel nacional e internacional: Enrique Saravia, Fernando Kanapkis, Javier Barragán y Héctor Indio Morán, quienes se encargaron de inculcarle los “códigos” del mundo fútbol y explicarle los desafíos que le esperaban. “Era un cuadro de gente mayor, campeones del mundo, y siempre me hablaron para bien y traté de quedarme con lo mejor que me decían”, recuerda Porras, en diálogo con TÚNEL. “En Alianza FC me sentí un profesional, porque al haber subido joven y tener gente de tanta experiencia, a uno lo hacen sentir
profesional y le van marcando cosas para en un futuro seguir con la carrera”, agrega. Sin embargo, en los hechos, “profesional” no es la mejor palabra para definir las condiciones en que se trabajaba en aquel modesto club de la Segunda División. “Era muy sacrificado. Era un equipo de barrio, que estaba compitiendo a nivel AUF con mucho sacrificio, había mucho trabajo de parte de los dirigentes, [pero] no había mucha plata”. Eso implicaba que las condiciones para entrenar no eran las mejores. “Para tener agua caliente, se usaba la caldera y los más chicos teníamos que ir a buscar leña”, recuerda Porras. Todas esas vivencias fueron curtiendo su espíritu. “Ese pasaje por Alianza y vivir todo ese tipo de cosas son las que después me hicieron valorar cuando realmente tenía todo […] Me pongo a pensar de dónde salí, de los sacrificios que hacía en ese club y valoró mucho más las cosas cuando las tengo”. Su pasaje por Alianza FC se extendió por dos años, hasta que el club fue desafiliado con base en las normas de “libre deuda” que comenzaron a regir para las instituciones del fútbol uruguayo. Allí comenzó otra realidad.
Durante su carrera, Gonzalo Porras fue dirigido por varios técnicos de renombre a nivel local, entre ellos, Julio Ribas, Juan Ramón Carrasco, Juan Verzeri, Ángel Brunell, Gustavo Matosas, Leonardo Ramos y ahora Álvaro Gutiérrez. “Cada uno con su filosofía de trabajo y de juego. Creo que le he sacado las cosas buenas a cada uno de ellos”, señala Porras. “Acá no hay dueños de la verdad sino que cada entrenador tiene su filosofía y su manera de trabajo”. Foto: Leonidas Martínez
Fútbol profesional En 2004 llegó a la tercera de Liverpool (donde fue dirigido por Juan Verzeri), y de la mano de Carlos Barcos debutó en Primera División. “Las cosas de Alianza me marcaron y cuando fui a Liverpool lo valoré más y traté de aprovechar al cien por ciento”, señala Porras. El contexto era distinto: el club tenía más hinchas, más socios, un complejo deportivo, concentración propia, buenas canchas y no faltaban materiales para trabajar. Su paso por el equipo de “la cuchilla” fue relativamente corto, ya que por cuestión de cupos fue bajado a tercera. “Fue muy duro, pero por suerte me fui a préstamo a Juventud de Las Piedras”. En la institución pedrense, comenzó a consolidarse como un jugador relevante, logró el ascenso a Primera División, de la mano de Julio Ribas, y un posterior pase a River Plate, donde fue dirigido por Juan Ramón Carrasco. Sus buenas actuaciones le valieron el pase al exterior: al Toluca de México. Las diferencias con el fútbol local eran importantes. “Sólo me preocupaba de ir a entrenar y jugar al fútbol, porque tenías todo: un complejo deportivo, buenas canchas, cobraba buenos salarios y en fecha, jugaba en un fútbol muy competitivo, con mucho marketing, las canchas siempre llenas, y eso a uno lo motiva y le dan ganas de seguir haciendo las cosas bien para quedarse en esos lugares”, dice. Estuvo seis meses, pero pocas oportunidades de mostrarse en la cancha, ya que jugó sólo 71 minutos. Pese a esto, durante su pasaje por el fútbol azteca pudo constatar la buena valoración que tienen los jugadores uruguayos en el exterior. “A nivel local, [Uruguay] es un país donde se hace todo basándose en el sacrificio, capaz que a un equipo grande lo pueden llevar adelante sus socios, su gente, pero en los otros equipos no. Entonces se valora mucho
más el jugador de fútbol uruguayo por la infraestructura que tiene, la situación económica, las canchas en las cuales jugamos, y que siempre salen jugadores”, destaca. “Es un plus que tenés cuando jugás a nivel local. Vos te esforzás el doble para poder salir y hacer una diferencia económica afuera. Me pasó de haber salido y valorar todo ese tipo de cosas”. “Sigue pasando y no es bueno para lo profesional, pero sí para decir: ‘voy a hacer las cosas bien para estar en el lugar que quiero estar’, y que te motive y te incentive a hacer las cosas aún mejor. Te tiene que fortalecer para poder salir o para llegar a un grande de tu país”, señaló Porras. Ganar siempre El retorno a Uruguay lo encontró nuevamente en River Plate. La experiencia adquirida, junto con sus condiciones, lo transformaron en un jugador importante del campeonato uruguayo, y sus actuaciones eran destacadas por los periodistas especializados. Su nombre comenzó a “sonar” en forma insistente para llegar a un cuadro grande, pero tuvo una escala previa en Danubio, donde se consagró campeón uruguayo y fue figura. “Son cosas que lo marcan a uno para sentirse ganador. [Salir campeón] es algo inolvidable, es el mayor logro que hay en el fútbol y es el premio a tanto sacrificio y esfuerzo que uno hace en el día a día”, destaca Porras. Como consecuencia de sus buenas actuaciones llegó el ansiado pase a un equipo grande. Su destino fue Nacional. “En Nacional tenemos que ganar todos los domingos, tenemos que salir campeón de todos los torneos que juguemos y eso te lleva a exigencias mayores, pero profesional tenés que ser en todos los equipos donde estés”, destaca Porras. Sin embargo, ese micromundo que representa un cuadro grande en Uruguay no lo tomó de improviso. “Cuando uno
Gonzalo Porras comenzó a jugar como volante central en Alianza FC, al influjo del entrenador Fernando Balda. “Me hablaba de que tenía buen manejo de pelota y que necesitaba un jugador así en esa posición para el sistema táctico que quería, y me fui formando como volante central”, cuenta Porras. Una de sus características principales en esa posición es “intentar siempre darle un buen destino a la pelota”. “Me caracterizo por ser un jugador al que le gusta estar en contacto con la pelota”, dice Porras. En este sentido, el volante central ocupa una posición relevante en el fútbol actual. “Es una posición en la que pasa muchas veces la pelota por vos y tenés que tener mucha visión periférica y rapidez mental. En muchas jugadas, antes de recibir la pelota, tenés que levantar un poco la cabeza para ver dónde está el compañero y ya tener el pase en la mente antes de recibir, […] porque con la rapidez mental podés suplir muchas cosas técnicas. Si tenés el pase en mente, te va a salir mucho más fácil y le vas a dar la salida mucho más rápida al equipo”, afirma.
llega a un equipo grande sabe que tienen que pasar ese tipo de cosas, porque cuando los enfrentás (me ha tocado enfrentar a Nacional), ves cómo cae la presión de la gente”. “La semana previa a un partido se habla mucho de que se tiene que ganar, hay exigencia para hacer las cosas bien, porque no tenés margen de error. Tenés que ganar todos los fines de semana”, afirma. Hasta ahora, esa responsabilidad le sienta bien, y sus actuaciones dan cuenta de ello: por entrega y por juego Porras se transformó en pieza clave del equipo tricolor, y uno de los insustituibles en el esquema de Álvaro Gutiérrez. Seguir creciendo Generalmente, se dice que la carrera del jugador de fútbol tiene fecha de vencimiento. Se trata de una realidad biológica, por cuanto en alguna etapa de la carrera la respuesta física ya no es la misma, y los más veteranos comienzan a dejar paso a las nuevas generaciones, como parte de un recambio natural y lógico. En este sentido, Porras considera que existen diferencias entre los jóvenes que van surgiendo en clubes como Danubio y Nacional, que en su época. “Ahora hay más formación en cuanto a todo; desde juveniles vienen más formados”, pero eso “depende los equipos”. “Hoy en Nacional los juveniles tienen todo, no les falta nada y trabajan sólo en la parte futbolística y principios y códigos en la vida que le pueda marcar el entrenador; tal vez en un equipo menor esas comodidades no la tienen y va más a sacrificio, a pulmón, y las ganas que pueda llegar a tener uno”. Sin embargo, el volante todavía está lejos de pensar en el día después. “No quiero ponerme un techo”, dice con voz firme. “Ahora tengo un objetivo corto que es ganar el Apertura y el torneo que viene se plantearán otros objetivos”, dice. Porras, conforme con su carrera, considera que su pase a un cuadro grande fue parte de una evolución progresiva. “Creo que las cosas se dan en su debido momento y llegan cuando tienen que llegar. Hoy estoy haciendo las cosas bien por y para Nacional, porque vine a aportar mi granito de arena. Voy a seguir trabajando de la misma manera”, destaca Porras, quien desde abajo y a base de esfuerzo y talento se abrió su lugar en el mundo del fútbol. _Mauricio Pérez 27
“A mi se me murió el fútbol”
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Tenía que decirlo
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Es claro: no me gusta que mi cuadro se vaya a la B. Hay que elegir qué es lo importante para uno. En la vida, mucha gente se preocupa por la guita. Y es legítimo. Ahora bien, en cierto sentido, la guita va y viene, a veces está, a veces no (y no hablo de indigencia, ¿ta claro?). Pero la salud no. Si se va, no vuelve, o tal vez vuelva muy tarde... En el fútbol, muchos se preocupan por estar en la B. Y es legítimo. A mí me importa que juegue, esté en la letra que esté… Eso pensaba cuando Bella Vista se fue a la B en su última vez, lo que a fin de cuentas terminó siendo, como el mundo futbolero sabe, no solamente descender de divisional, sino dejar de competir a nivel profesional (o semiprofesional si nos ponemos más finos, lo que podría llegar a ser definido como semiamateurismo). En el fondo sabía que no era sólo un descenso, que el pozo era mucho más profundo. Y pasaban por mi cabeza los fines de semana con mi abuelo –hincha de Wanderers él–,
a quien no le gustaba ir a la cancha cuando estaba nublado, por el riesgo de lluvia, pero su nieto insistía en que había que ir, e íbamos. Si era a ver a Wanderers, mejor. Si no, algo podría haber en el Nasazzi... íbamos a cualquier partido que hubiera en el Prado. El nieto le salió “rival”, pero él ni se inmutó. Al contrario, se alegró muchísimo cuando sus vecinos del Prado salieron campeones en 1990. Luego, cuando él estuvo internado y terminó yéndose, hice la tonta promesa de ir caminando del hospital a la cancha esos domingos. No sirvió para nada, pero la costumbre quedó. Es cierto, el club compite en formativas, al menos por ahora. Pero no es lo mismo. De hecho, no voy. Y no practico aquella costumbre, ni comparto con mis amigos de tribuna la charla sobre cualquier cosa si el partido es una doma, como las esperanzas de volver a viajar con el Bella, o sus cargadas por ser este escriba demasiado racional en la cancha, que en el ámbito académico funciona a la inversa (esa especie de
ningún lugar, por ser demasiado kantiano para el fútbol, demasiado futbolero para Kant). De forma contraria a muchos compañeros de tribuna y camiseta, nunca soñé con que mi equipo fuese más grande. Es cierto que de este modo, salvo el desencadenamiento de un extrañísimo milagro, jamás habría sentido lo que es ganar una copa internacional, y tampoco habría sentido lo que es jugar un superclásico, de esos que son híper taquilleros en el mundo, en más de una acepción. Pero no es menos cierto que el hincha de cuadro grande difícilmente pueda llegar a sentir el silencio en el estadio cuando tu equipo les hace un gol. O compartir el viaje en ómnibus con los jugadores en Santiago de Chile cuando van a hacer el reconocimiento del campo de juego y estar dentro de la cancha, en San Carlos de Apoquindo, mientras ellos pelotean. Tuve la maravillosa suerte de que me pasara dos veces. Dos veces en la vida nunca vienen
nada mal, lindo pa’ poderlo contar. Hoy no me queda lugar donde gritar. Podría hacerlo en el básquet, en mi trabajo o en casa, podría incluso patear al perro que no tengo. Pero no. Mi pequeño lugar para la irracionalidad consciente –a pesar de lo que digan mis compañeros de tribuna– era sábado o domingo en el Nasazzi o en Tacuarembó, donde podía gritarle al mundo lo injusto que es, sin usar palabras bonitas y complejas. Ese espacio donde poder descargar otras frustraciones trancadas –sin violencia, respetando al rival y a los míos–, donde soñar con imposibles que la cotidiana no permite, donde podías reírte en la derrota y preocuparte ante el triunfo. Ese pequeñísimo lugar ya no está. Y sé que a muchos les chupa un huevo. También sé que a mí me va a pasar lo mismo. A mí se me murió el fútbol. Si es poco o mucho, sólo lo sé yo... Qué tristeza, la puta madre que lo parió... _Marcelo Fernández Pavlovich Foto: Andrés Cribari
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Fútbol y tendencias
El hincha racional La pasión tiene buena prensa entre los hinchas del fútbol y los jugadores. Que el cariño por un cuadro sea un “sentimiento inexplicable”, se lleve en el corazón o no pueda parar, es lo máximo a lo que aspira el hincha que dice padecer una “locura sin explicación”. Sin embargo, una nueva tendencia se abre en el fútbol uruguayo: los autodenominados “inadaptados de a veces” o “hinchas racionales”, que están haciendo peligrar la identidad de nuestro deporte. Incluso en los momentos de mayor fervor, estos hinchas intentan no dejarse ganar nunca por la pasión en lugar de la razón, a la que consideran superior a la hora de juzgar cualquier hecho o comportamiento. Comenzaron por sustituir tímidamente las banderas de Bob Marley o del Che Guevara por otras con la figura de René Descartes con los colores de sus equipos. De a poco, en medio de las gradas, se animaron a sacar algunos de sus carteles, que apelan siempre al raciocinio o los datos certeros: “La Unión, 57% manya” o “Buena parte de Salto es bolsilluda”. Surgieron después los trapos con las frases sinceras, como “Te sigo sólo de local porque es menos peligroso” o “Por vos no dejo la vida aunque sí casi todos los domingos”. Pero decidieron ir por más. No tuvieron reparos en empezar a gritar sus verdades en medio de las canchas, por dolorosa que fuera su lógica. “¿Eso fue penal, cuervo? ¡Estoy a 100 metros de la jugada y no
Foto: Leonidas Martínez
veo nada, te tengo que dar la derecha porque estás a cinco metros!”, o “¡Pibe, estás ganando 10.000 dólares por mes por hacer esto y tenés 22 años! ¡Bien por vos, yo soy oficinista y no los voy a ganar en mi vida!”. Su cruzada por el sentido común los ha llevado ahora a ensayar sus propias canciones de hinchada, donde apelan a ver el fútbol desde la lógica. Vení Raquel Hoy te vinimos a ver, aunque por vos yo no doy la vida. A veces te vengo a alentar. Nunca puteo a la policía. Vayas a donde vayas pongo la tele y capaz te sigo. Si la tocamos en vez de pegar capaaaz que podemos ganar.
Tutá Tutá Señores voy a la cancha porque una entrada gané de arriba aunque prefiero quedarme a ver el Barça contra Almería. Qué vamo’ a salir campeones cuando hay diez puntos por descontar. Parece menos probable que ganar otro Maracaná. Por ahora los hinchas racionales son pocos, pero si no los contenemos a tiempo o comienzan a aplicarse penas ejemplarizantes, el día de mañana el fútbol dejará de ser eso por lo que tanto luchamos: un lugar donde descargar las frustraciones cotidianas. _Martín Othegui
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Clínica Veterinaria
Zoolymar-Vet Lagomar Giannattasio Km 21:100 Tel: 2682 3950
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SÍ, LA VERDÁ QUE SÍ
Trapos son los trapos Una seguidilla de resultados negativos dejó al equipo peleando el descenso y a sus dirigentes peleando en la tribuna contra aquellos hinchas que los responsabilizaban por el mal momento. Quienes entendían un poco de fútbol sabían que el principal responsable de la debacle era el director técnico, un inepto con una millonaria cláusula de rescisión. Pero, bueno, ellos lo habían elegido. Necesitaban algo que distrajera la atención de la turba enardecida y del periodismo deportivo ávido de sangre. Por suerte el hijo del tesorero había completado un curso técnico de marketing y planteó una idea que convenció a la comisión directiva. Ese mismo lunes, los suplementos deportivos dejaron de lado el último fracaso deportivo y en su lugar hablaron de la campaña para la confección de una bandera gigante, cuyos spots televisivos estaban protagonizados por los hinchas más famosos de la institución. La movida no solamente calmó a las fieras, sino que motivó a los jugadores, que dejaron de seguir las torpes indicaciones del entrenador y retomaron la senda del triunfo. Los hinchas lo tomaron como un buen augurio y las donaciones se multiplicaron. Hubo que importar tela del color de la camiseta, porque la que había en plaza se agotó y el dinero seguía entrando. El equipo llegó a la última fecha salvado del descenso y a una victoria de clasificar a una copa internacional, algo impensado un par de meses antes. Como golpe de efecto, los dirigentes anunciaron que ese día se desplegaría la bandera por primera vez. No fue sencillo, ya que
debieron obtener el permiso policial para llevarla, enrollada, la noche anterior. El juez pitó el inicio del encuentro y la tribuna explotó en un solo grito emocionado. Los jugadores salieron a comerse la cancha. El imbécil del técnico sonreía, convencido de ser una parte fundamental del éxito. Iban quince minutos del primer tiempo cuando el jefe de la barra brava dio la esperada orden. Los que estaban más abajo comenzaron a desplegar la inmensa bandera, que escaló por la tribuna gracias a todas las manos que tiraban de ella. En menos de un minuto, esa sección del estadio quedó cubierta por una tela en la que podía leerse, en una tipografía con serifa: “En 1917, dos primos hermanos decidieron inscribirse en el Campeonato Interbarrial de Balompié”. A la parcialidad visitante le resultó extraño que semejante esfuerzo logístico y económico se hubiera destinado a una frase tan aburrida, cuando podían estamparse palabras como “pasión”, “gloria” o “campeón”. Todo cuadro es “campeón” de algo. La bandera siguió subiendo. Mientras el exceso de tela caía hacia afuera del estadio, aparecía más bandera contando el resto de la historia. De lejos era como ver el comienzo de una película de Star Wars. El texto contó las dificultades para conseguir a los primeros once futbolistas, el primer triunfo de la era amateur y la inauguración de la sede social en noviembre de 1924. A esa altura iban treinta minutos de juego. En el trapo apareció la épica remontada del clásico de 1933, cuando
“después de ir perdiendo por tres tantos contra cero, la rebeldía se contagió en el vestuario y en el segundo tiempo ganamos cinco a tres”. Había sitio para una escritura florida. Algunos hinchas se quejaban de que ni podían ver el partido ni leer lo que decía la bandera, ya que apenas veían pasar a una o dos gigantescas letras sobre sus cabezas. Y en espejo. La presión de una sevillana en el abdomen dejaba calladito y dócil al más rebelde en cuestión de segundos. No quedó fuera un solo detalle de la rica historia del club. Ni el vicecampeonato de 1956, ni la honrosa participación en la copa internacional del año siguiente. También se recordó a los presidentes que dejaron huella, así como a dirigentes destacados y casi todos los nombres de los 487 obreros que trabajaron en la construcción del estadio (por más que la investigación fue exhaustiva, solamente consiguieron 472 nombres). Hasta hubo tiempo (espacio) para referirse a aquel penal no cobrado en diciembre de 1981 que costó un campeonato. El despliegue continuó hasta altas horas de la noche, mucho después de que el partido terminara uno a cero a favor, con un gol que sólo gritaron los que lo seguían por radio. Mientras tanto, del lado de afuera, el barrio quedaba tapado por una cascada de tela color verde agua. ¿Por qué verde agua? La historia está explicada con lujo de detalles en la bandera, así que no vale la pena repetirla. _Ignacio Alcuri
Por Marcos Ibarra
Choclo y Lapera / pelotazos
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Ilustración: Rodrigo López
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Bundesliga*
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Tanto tiempo sin trabajar lo había deprimido. Por fortuna, las hijas -ya casadas- los ayudaban a él y a Isabelita, su mujer. A pesar de todo, no podía decirse que lo pasara tan mal. Cuentas pagas, comida caliente a diario, fútbol todos los domingos. Y ahora, televisión por cable. ¿Qué más se puede pedir? En contacto con el universo del entretenimiento, sus antiguas angustias se desvanecieron. Ya no lo humillaba tener que aceptar la caridad de sus hijas; ni que la pobre Chabela anduviese vendiendo chucherías de puerta en puerta, mientras él se pasaba el día entero tirado en su sillón favorito, hipnotizado por el inagotable fluir de las imágenes. Solo los domingos a la tarde se apartaba por algunas horas del aparato. Es que al Rovers* no le podía fallar. Veinte años llevaba sin faltar a un partido. Estaba de Dios. Las lluvias torrenciales quisieron que ese fin de semana la etapa del campeonato se suspendiera. Ocurrió después del almuerzo. Aburrido, hacía zapping cuando encontró el canal 58, que transmitía la Bundesliga. Miró con desgano aquel partido entre dos equipos de los que nunca había oído hablar. Pero, sin darse cuenta, al cabo de un rato estaba cautivo del vertiginoso ritmo de las jugadas. ¡Aquello sí era jugar al fútbol!, se dijo para sus adentros. El fin de semana siguiente, volvió a ocupar su sitio en la tribuna. Aunque él no se dio cuenta, los que lo conocían de siempre -tres o cuatro hinchas que habían envejecido a su lado en los tablones- lo notaron raro. No se desgañitó cada vez que los muchachos del Rovers no lograban hilvanar una jugada; ni se prendió del alambrado gritando como un loco cuando por fin hicieron el gol -comentaron más
tarde en la sede del club, entre vinos, tabaco y truco. Regresó a casa con una sensación de inanidad entre pecho y espalda. Tratando de conformarse, alegó ante sí mismo: bastante hacían aquellos pobres tipos -albañiles, mecánicos, estudiantes o simples vagos metidos a futbolistas- por dar un espectáculo en esos peladares llenos de cráteres que eran los campos de juego de Nuestra Señora. Por costumbre o por lo que fuese, todavía peregrinó de cancha en cancha durante varios meses, cada vez con más tedio, cada vez más decepcionado. Hasta que un radiante domingo de otoño se quedó en casa frente al televisor, esperando la hora del fútbol alemán. Por aquellos días las series y películas que tanto placer le daban antaño, perdieron toda su gracia, como un amor erosionado por la costumbre. Echado en el sillón de la mañana a la noche, no paraba de fumar y hacer pronósticos sobre las posibilidades de su nuevo equipo. Al Bayer Munich, pese a contar con una constelación de estrellas en su plantilla, no le iba bien esta temporada. Las derrotas jalonaron el curso del tiempo. Con cada resultado adverso, la presión y la taquicardia lo ponían tan mal que, sin alternativa, se tragaba unas cuantas pastillas de las que el médico le recomendara solo para casos extremos. Era el último partido de la liga y el Bayer, hundido en la cola de la tabla, se jugaba la permanencia en primera. El juego estaba uno a cero a favor de los rivales. Durante el entretiempo se encerró en el baño y se zampó casi medio frasco de pastillas de una sentada. Cuando, casi en la hora, les metieron el segundo, sintió como si una aguja de acero le atravesara la
cabeza. Gritó el peor insulto que jamás se le ocurriera y descargó una furibunda andanada de puñetazos sobre los brazos del sofá. En ese preciso instante se abrió la puerta de calle. Su hija mayor quedó como paralizada en el umbral. -¡Papi! ¿Qué te pasa? (En la pantalla, un grupo de hombres sudorosos y en ropas deportivas se abrazan llorando). -Estos pataduras... -Pero papá, ponete a pensar un poco; no vale la pena amargarse así por unos tipos que no conocés, que hablan otro idioma y viven a miles de kilómetros de aquí, que ganan fortunas por patear una pelota y no tienen la menor idea de quién sos vos, ni les importa si existís o no. -¿Qué estás diciendo, atrevida? Con los muchachos del Bayer no te metas. Me dan la única alegría que tengo en esta vida. Si no fuera por ellos, hace rato me hubiese suicidado. -Bueno, tampoco es para tanto. Yo solo quería... (Por la puerta que da a la cocina, se asoma la cabeza llena de ruleros de Chabela). -Pero claro, viejo, la nena tiene razón. (Todo se pone rojo). -¡Pues se van a la mismísima mierda, la nena y vos! *El Mercedes Rovers Fútbol Club, fundado en 1905, es el decano del fútbol de la capital del departamento de Soriano. _Luis Morales * Este cuento forma parte del libro Satanás en el huerto de los olivos, de su autoría, publicado en mayo de 2004 por Cauce Editorial