Alma de potrero El gran momento del 10 de Liverpool Nicolás de la Cruz
El otro quinquenio Cuando el sueño de los chicos se hizo realidad
Cábalas y mitos La magia en la cultura del fútbol uruguayo
publicación sobre la identidad del fútbol uruguayo SETIEMBRE / OCTUBRE 2016_edición_12 - issn 2393-5995
Santiago “Bigote” López
OTRO CAMINO OTRA RECOMPENSA 1
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Don Basilio. Paysandú y Minas Ganache Café. Calle Real 178. Ciudad de Colonia Palacio del Café. Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Pizzería y Parrilla El Luichi. Gaboto 1300 y Charrúa Silex. Buenos Aires e Ituzaingó Restorán y Parrillada Lo de Silverio. Rossell y Rius 1651 Club Enrique López. Ejido y Cebollatí Club Esparta. Colonia Valdense. Club Tito Borjas. Bélgica 2299 OTROS SITIOS AEBU. Camacuá 575 y Reconquista. Almacén Don Alberto. Máximo Santos 5207 AlPecho Remeras y Margass. Galería del Virrey, 18 de Julio y Quijano. Bazar 2 Tesoros. Av. Garzón 1307 A Centenario Fútbol 5. Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre, CF5. Uruguay 1998 y República Estación Petrobras. Ellauri y Gabriel Pereira Gol al futuro. Estadio Centenario, Sala Franzini. Intendencia de Canelones. Dirección de Deportes. Museo del Fútbol. Estadio Centenario. Peluquería Dawer. Orinoco y Amazonas. Peluquería Mauro. Francisco Canaro y Mario Cassinoni. Quiosco. Galicia 1146 Quiosco Paquín. Bulevar España y Benito Blanco. Taller Aquelarre. Escuela de Fotografía. Andes 1528 Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico de la selección nacional en todas sus categorías, a entrenadores, futbolistas, periodistas, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la ACJ, al departamento técnico de OFI, a Sala de Redacción de la Facultad de Comunicación de Udelar y en la Tecnicatura de Gestión en Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH, a la Asociación de Entrenadores (AUDEF), Asociación de Jueces, CAFO.
A poco de llegar a los dos años de vida, con una docena de ediciones de Túnel publicadas y distribuidas en forma gratuita, dos libros editados (El lado B y El último gol) y un concurso de relatos en marcha, hicimos una pausa para evaluar cómo seguir. El balance tiene claroscuros. Hay una gama de sensaciones acerca de cómo es el presente alcanzado. Estamos satisfechos de haber transitado de la idea al proyecto y de este a la realidad, pasos osados, arriesgados y desafiantes. Sabemos que hemos logrado algo y que nos falta mucho. También tenemos claro –y no es excusa, sino contexto– que disponemos de buenos recursos humanos y de algunas dificultades de índole material. No ha de ser difícil apreciar que hemos realizado un gran esfuerzo económico para garantizar la continuidad editorial de una publicación gratuita en un tiempo con mayores incertidumbres que certezas en materia de captación de publicidad orientada a la gráfica. ¿Y qué esperar cuando se trata de una publicación que no apuesta a lo efímero y efectista sino a reflejar lo más permanente e identitario del fútbol uruguayo? Hemos recibido buenos retornos conceptuales sobre nuestras entregas editoriales y algunos muy valiosos apoyos publicitarios, que más allá de su relevancia no han sido suficientes para compensar los egresos. Hoy se nos plantea la disyuntiva si vale la pena persistir y la respuesta no puede ser otra que renovar el esfuerzo y seguir adelante. Túnel seguirá editándose en su frecuencia habitual incorporarando nuevos sitios donde pueda leerse gratis: centros culturales, bibliotecas, instituciones académicas especializadas, clubes, librerías, bares, entidades gremiales, colectivos de futbolistas, entre otros. Pero la realidad nos obliga a pensar en formas complementarias de financiación. Así es que, como se puede apreciar en el aviso institucional que aparece en la página 2, se incorpora la suscripción a partir de la edición número 14, correspondiente al bimestre enero-febrero de 2017. Quienes quieran recibir Túnel en su casa o lugar de trabajo podrán suscribirse a través de tunel.com.uy El precio de la suscripción por seis números será de 600 pesos en todo el país o 20 dólares más gastos de envío para el exterior. Porque creemos en la diversidad de enfoques y miradas sobre el fenómeno cultural del fútbol, necesitamos el apoyo por la condición de Túnel, en tanto medio alternativo, alejado de centros de poder e intereses económicos. Apostamos a que Túnel sea un emprendimiento viable y a que, junto a ustedes, la pelota siga rodando.
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Dirección responsable Diego Graziosi Coordinación general Pedro Cribari Edición Marcel Lhermitte Escriben Ignacio Alcuri, Juan Aldecoa, Mauricio Bruno, José López Mercao, Agustín Lucas, Mateo Magnone, Mintxo (Fermín Méndez), Luis Morales, Martín Otheguy, Mauricio Pérez, Isabel Prieto Fernández, Patricia Pujol, Carla Rizzotto. Fotografía Andrés Cribari, Rodrigo López, Leonidas Martínez, Luis Morales
Permiso del MEC en trámite www.tunel.com.uy - redaccion@tunel.com.uy tuneluy - @tuneluy Ilustración Rodrigo López, Fernando Ramos Diseño Andrés Cribari, Rodrigo López Corrección Stella Forner Sitio web Pablo Scartaccini Foto de tapa: Andrés Cribari Contacto: tunel@tunel.com.uy Se utilizaron las tipografías Chau Trouville, de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
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Doping positivo
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Todo el cuerpo
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Levanta la rodilla izquierda unos veinte centímetros, hasta que su pie cuelga del aire como el de una bailarina de cabaret. Arquea casi imperceptiblemente la punta de los dedos, como si imitara el zapato de un duende y aprieta en el empeine la pelota como un huevo en la huevera. Entonces, dentro de su cuerpo, alguien destraba una polea y súbitamente se activa un mecanismo de resortes por el cual la rodilla sube con violencia, como la piña al mentón de un boxeador, al tiempo que la presión de sus dedos sobre la pelota cede y el pie inicia un movimiento circular hacia adentro sin otro fin que el de rodearla por completo y volver a depositarse en el mismo lugar en que estaba, y esto con la velocidad suficiente como para que la pelota no llegue a enterarse nunca de que, en ese ínterin y por efecto de la ley de gravedad, tendría que haberse caído. Cuando era niño, este tipo de chiches me estaban prohibidos. Podía pasar la pelota correctamente, mandarla a guardar, correr mucho y raspar en la marca, pero no podía darme gustos. Mi cuerpo me lo impedía. Años después, ya adolescente, vi un especial sobre Maradona en TyC Sports. En un bloque del programa, justo antes de ir a la pausa, la cámara se tomó diez segundos para encuadrar frontalmente la zurda del Diego, desde la punta del pie hasta la rodilla, y luego mostrar –en una cámara lenta preciosa, cargada de erotismo– cómo la bocha en principio apretada en su empeine quedaba justo en el mismo lugar, flotando en el aire, luego de que la pierna la abandonara súbitamente y diera una vuelta al mundo para colocarse, otra vez, en el mismo sitio, tal y como cuento en el primer párrafo. Era una tarde de sábado. Había almorzado y estaba al pedo, así que agarré una pelota, salí afuera y empecé a probar. Había tratado de hacer esa jugada miles de veces y nunca había podido. Tenía amigos que sí; los envidiaba. Pero recién esa vez, cuando vi la jugada en cámara lenta, entendí los mecanismos corporales que debían activarse para que esa pelota
no cayera. Entonces traté de imitarlos. Y lo logré. Sí señores, lo logré. Hoy tengo 31 años y ese es el único lujo que mi cuerpo – probablemente aburrido de que lo forzara a repetirlo hasta el hartazgo– me ha permitido en toda la vida. Hacer un lujo no tiene nada que ver con saber jugar al fútbol. Por algo los tipos que en los semáforos descosen una pelota de tenis con cualquier parte del cuerpo antes de que vuelva la luz verde, no son futbolistas profesionales. Además, como dijo Solari, el lujo es vulgaridad. Sólo cumple una función dentro de la cancha y es la de ofender al rival buscando forzar un golpe artero que lo deje con un jugador menos.
Hacer un lujo no tiene nada que ver con saber jugar al fútbol. Por algo los tipos que en los semáforos descosen una pelota de tenis con cualquier parte del cuerpo antes de que vuelva la luz verde, no son futbolistas profesionales. Pero la capacidad de ejecutarlo expresa, generalmente, una potencia futbolística, una base que no es suficiente pero sí necesaria, un destello que demuestra la capacidad de control sobre el propio cuerpo. Y ahí está la diferencia. Porque en el fútbol, controlar la pelota no importa; lo que importa es controlar el cuerpo, dominar esas terminaciones nerviosas que interactúan con la cosa redonda y de cuero y con el físico de los otros. Aceptemos el esquema de que, en los seres humanos, la psique y la carne son dos cosas distintas. Están separadas y la primera le da órdenes a la segunda. De lo rápido que viajan esas órdenes depende nuestra capacidad para controlar el cuerpo. En la
medida en que esa distancia se acorta, tenemos mayor soberanía. Ahora bien, imaginemos una eventualidad (por definición, imposible, puesto que hemos aceptado el esquema de que ambas dimensiones del ser están separadas) en que psique y carne se unan. Estamos proponiendo que la distancia entre los extremos se acorte tanto que ya no sea posible distinguirlas. Que se superpongan, se mezclen, sean indivisibles. Bueno, en el fútbol, esa eventualidad se llama Maradona. Si no me creen, miren al Diego en YouTube. La apariencia es que lleva la pelota atada. Pero hagan el esfuerzo de evitar el poder hipnótico de la redonda y fíjense en los movimientos de su cuerpo. Y luego compárenlos con los movimientos de los jugadores que lo rodean. Miren cómo su tobillo izquierdo puede girar casi noventa grados hacia afuera (sin involucrar al resto de la pierna) para introducir el pie debajo de la pelota y meter un pase al vacío imposible. Miren cómo sus cuádriceps pueden contraerse en una milésima de segundo y dispararlo en una carrera felina y luego vean cómo pueden contraerse de vuelta para frenarlo en seco mientras su perseguidor se desparrama. Y miren cómo puede amagar con la pierna, amagar con el torso, amagar con el pelo, y presten atención a cómo, con cada amague, los restos del defensa se desmoronan como los de un edificio viejo y podrido, mientras la pelota, en medio de ellos, rueda suavecita, sin que nadie la toque, hacia la línea de fondo, y antes de que se vaya, cuando el rival es sólo escombros, la zurda gatilla y pone el centro entre el punto penal y el borde del área chica. Eso no es un cuerpo. Es algo más. Yo no puedo separar el dedo medio del anular. Hace un par de días tuve fútbol 5. Volví a casa caminando, con un amigo. Hacía mucho que no jugaba y por eso me dolía todo, tanto que le comenté sobre lo insano que me parecía ese deporte, que destroza los tobillos, las rodillas y los dedos gordos (bueno, esto último me pasa sólo a mí). Y mi amigo, que es muy
de la paz mental y todas cosas, me dijo que todo lo contrario, que el fútbol 5 es una instancia de sanidad, porque es el único momento de la semana en que no piensa en nada, en que se abandona a los movimientos instintivos de su cuerpo. “Cuando pateás”, me dijo, “no pensás en cómo le vas a pegar; vas y le pegás. Y podés patearla dos veces exactamente igual y una clavarla en el ángulo y otra mandarla a la mierda. Y lo bueno es que eso no depende de vos, por lo menos no conscientemente; el cuerpo lo hace solo”. Para mí es todo lo contrario. Aquellos que nacimos con un hueco grande como un océano entre la psique y la carne y que, de niños, no lo achicamos mediante la incorporación de fundamentos técnicos, tenemos que pensar cada cosa que hacemos adentro de la cancha. Si la pelota viene de aire tenemos que calcular dónde va a caer en función de su velocidad y ángulo de incidencia y debemos correr hacia allí a pesar de que, aparentemente, vayamos hacia un vacío, porque una vez que estemos en nuestro destino coincidiremos con la pelota. Y tendremos que acomodar el pecho
formando un ángulo tal que dirija el rebote, con la violencia justa, hacia un lugar de la cancha que esté bajo nuestro control. Y si vamos a patear de media distancia tendremos que acomodar el cuerpo, esperar
En el fútbol, controlar la pelota no importa; lo que importa es controlar el cuerpo, dominar esas terminaciones nerviosas que interactúan con la cosa redonda y de cuero y con el físico de los otros. que la pelota se ubique en el lugar justo, evitar la ansiedad de golpearla antes de tiempo por miedo a que nos la roben y dar los dos o tres pasos necesarios, firmes, seguros, para poder pegarle con la parte del pie que queremos.
Para algunos, todo eso es instintivo. Su cuerpo y su mente son lo mismo. Para otros no y eso se nota incluso entre los futbolistas profesionales. El mejor ejemplo: Diego Forlán. En su caso, la psique y la carne son dos instancias claramente diferenciadas, los mensajes viajan lento de un lado al otro, pero su cuerpo se ha entrenado para convivir con esa incertidumbre. Cada movimiento de Forlán es un razonamiento inductivo, es la confianza en que sus previsualizaciones van a hacerse reales. Él sabe que si deja correr la pelota, se toma el segundo necesario para abstraerse de lo que pasa alrededor, ajusta el ritmo de la marcha –tal y como un basquetbolista prepara la bandeja– y finalmente impacta la pelota con el empeine en su centro de gravedad, como tantas veces la bola va a viajar violenta hacia los tres palos. Dos tipos de genialidad. _Mauricio Bruno
Historias de fútbol, historias de vida.
En librerías. 5
A 25 años de la gesta del Quinquenio de los Chicos
Si algún día por esas cosas Entre 1987 y 1991 ocurrió un fenómeno único en la era profesional de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF). Durante esos cinco años cuatro equipos de los denominados “en desarrollo” salieron campeones uruguayos: Defensor en 1987, Danubio en 1988, Progreso en 1989, Bella Vista en 1990 y Defensor, ya fusionado con Sporting Club Uruguay, repitió el logro en 1991. Hoy, 25 años después del último título que formó parte del “Quinquenio de los Chicos”, los símbolos de cada club campeón tratan de explicar cómo fue posible esa hegemonía de los más chicos sobre los poderosos. ¿Es posible que se repita un hecho similar en el fútbol uruguayo del siglo XXI? Los hinchas de cuadros chicos arrancan en un camión con la bandera en los hombros atadita a una ilusión. Salud, salud los hinchas de los cuadros chicos salud la barra de mi corazón salud, la camiseta más hermosa de este mundo salud, desde la panza de la vieja hasta el cajón. Los hinchas de cuadros chicos se mueren del corazón si algún día por esas cosas su cuadro sale campeón…
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‘A los cuadros chicos’, de Washington Canario Luna.
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La investigación y el análisis de lo que pasó a fines de los años ochenta y principios de los noventa en torno al Campeonato Uruguayo de Primera División de la AUF, con el Quinquenio de los Chicos como fenómeno histórico e inigualable –hasta ahora–, no puede dejar de lado los antecedentes de los inicios de este deporte tan popular que forjó la identidad de un país que nacía y crecía mirándose en el espejo de la corriente inmigratoria que hacía las valijas y cruzaba, como podía, hasta esta parte del globo. Durante la era amateur, comprendida entre 1900 y 1931, varios fueron los clubes que se consagraron campeones uruguayos además de Peñarol y Nacional. Wanderers fue el pionero entre los chicos: fue campeón en 1906, 1909 y 1931. No sólo los bohemios festejaron, sino
que el River Plate Football Club –inspiración y predecesor del actual Club Atlético River Plate– logró los uruguayos de 1908, 1910, 1913 y 1914. Rampla Juniors Fútbol Club también fue campeón, en 1927. El año 1932 le dio paso al profesionalismo, con los títulos mundiales de los Olímpicos en 1924 y 1928, y el Mundial de 1930 a cuestas para Uruguay, donde se jugaba el mejor fútbol del mundo. Desde el 32 hasta 1976 los equipos grandes se repartieron los títulos hasta que llegó el profesor José Ricardo de León, un adelantado. Una de las tribunas del estadio Luis Franzini lleva el nombre de la hazaña: 25 de julio de 1976. Esa tarde de invierno Defensor rompió con 44 años de hegemonía de tricolores y aurinegros, después de derrotar a Rentistas por 2-1 y darle paso a la vuelta olímpica al revés, hecho significativo para la historia de nuestro fútbol. Algunos años después, en 1984, fue Central Español el que escribió una nueva página de la historia grande en el fútbol local, para darle paso, tres años después, al comienzo de los cinco años con títulos de Defensor, Danubio, Progreso y Bella Vista. Sin dudas que el Profe De León en 1976 –y algunos años antes– marcó el camino y sentó las bases para que los demás se contagiaran y lograran lo impensado: ser campeones uruguayos. Para que ello ocurriera, además de la fortaleza de los equipos que lograron el título, los protagonistas remarcan que hubo un aspecto común que colaboró para que se emparejara la competencia: los grandes salieron a jugar en todas las canchas. De verdad. Adelante, Defensor “El gran detalle que recuerdo es que el año anterior (1986) fue nefasto para nosotros, casi nos vamos al descenso. En esa época,
después del 86, Eduardo Arsuaga ganó la elección y de ahí en adelante Defensor es lo que es hoy. En el 86 yo fui goleador uruguayo y peleamos el descenso; no jugamos una final por el descenso porque Bella Vista le ganó a Fénix y descendió Fénix. En el 87 se reestructuró todo: ganó la elección Arsuaga, que fue un fenómeno en la dirigencia –y lo sigue siendo– y ahí vino Raúl Möller con [Edgardo] Martirena y el profe [Juan Antonio] Tchadkijian. Quedamos algunos y en ese año empezamos a ir partido a partido; había una mezcla de gente joven con gente de experiencia y prácticamente había pocos cambios porque no nos lesionábamos. Repetíamos mucho el equipo y eso era bueno para todos. Héctor Tuja estaba en el arco, los dos zagueros eran el Vasco [Óscar] Aguirregaray y Juan Ahuntchain; los laterales eran Luis Cabrera y Eliseo Rivero, también estaba el Tajo [Fernando] Silva; en el medio teníamos a [Heber Silva] Cantera con Miguel Falero y después arriba estaban los pibes como Sergio Martínez, jugaba yo y jugaba el Cara [Servando] Vecino y Carlos Larrañaga. Esa mezcla de veteranos y jóvenes dio buen resultado; había un plantel muy bueno y a medida que pasaban los partidos nos afianzamos. Desde que agarramos la punta, en la tercera o cuarta fecha, no la soltamos”. Ese testimonio es de Gerardo Miranda, goleador y figura del Defensor campeón del Uruguayo 1987. El torneo era un cabeza a cabeza entre violetas y tricolores y los festejos llegaron tras 24 fechas disputadas. Un 16 de diciembre el Franzini volvió a ser testigo de una vuelta olímpica de Defensor, que logró el Campeonato Uruguayo tras derrotar 1-0 a Nacional, con gol de su goleador Gerardo Miranda, en lo que se popularizó
como el “Mirandazo”. Un emergente Manteca Martínez junto con la experiencia de Ahuntchain, Rivero, Aguirregaray y Silva Cantera hicieron posible que la alegría volviera a ser de color violeta. El autor del gol soñado trata de explicarle a Túnel por qué ocurrió ese fenómeno tan particular en el fútbol local: “Son rachas que se dan. Más que nada, porque Peñarol y Nacional empezaron a salir a jugar en todos lados y los otros equipos hicieron valer la localía. Nosotros en ese campeonato le ganamos a los dos en el Franzini. Ahí se empezó a ver que cuando sos local sos local, y te cuesta salir. Pasa en todas partes del mundo. Otra de las cosas que cambió fue que los equipos denominados ‘en desarrollo’ empezaron a vender sus jugadores al exterior, sin pasaje por Peñarol ni Nacional. Además, los dos equipos jugaban cosas importantes a nivel internacional”. Casi dos años después, el 15 de marzo de 1989, se produjo la fusión del Club Atlético Defensor con el Sporting Club Uruguay, equipo de básquetbol vecino –el decano y más ganador– que vivía una crisis económica. De esa manera –con muchas opiniones a favor y otras tantas en contra– nació Defensor Sporting Club: “La fusión significó la unión para crecer”, consignaban los diarios de la época. Y no tardaría en llegar un nuevo título, consagrándose el equipo tuerto de Punta Carretas como uno de los más importantes en esos años. Fue 1991 el año para estampar la tercera estrella y llevar una nueva Copa Uruguaya a las vitrinas. Claudio Arbiza, Silva Cantera y el joven Marcelo Tejera –con tan sólo 18 años– fueron las figuras de ese equipo que tenía baluartes como José Chilelli, Juan Ferreri, Peter Méndez, Ruben Silva, Héctor Samantha Rodríguez y Guillermo Almada, entre otros. ¿Dónde pudo haberse concretado el título de Defensor? En el Franzini, claro. Después de 26 etapas y 34 puntos sumados los tuertos llegaron a la última fecha, otra vez peleando punto a punto con Nacional y les alcanzó con empatar 0-0 ante Central Español para ser campeones. Después de dar la vuelta, los festejos siguieron hasta la noche y, en la sede de la calle Jaime Zudáñez, Jaime Roos volvió a tocar ‘Cometa de la farola’ y la interpretó junto a los jugadores del plantel campeón: “Para mí sonó como si hubiera sido escrita ahí mismo”, recordó el cantante en una entrevista. Tejera, la promesa joven surgida del club y el fútbol lírico de ese equipo, recuerda que las canchas en esa época no pasaban su mejor momento y “había pocas en las que se podía jugar”. Sobre esa campaña del 91, el volante agrega: “Nosotros teníamos bastante armado nuestro libreto: tirársela
Trofeo que obtuvo Bella Vista en 1990 como campeón uruguayo. (Foto: Andrés Cribari)
a William Gutiérrez arriba, ir a pelearla, buscar algún rebote y tratar de encontrar alguna jugada de gol. Tampoco éramos el Barcelona, pero a medida que fue pasando el campeonato y cuando faltaban cinco o seis fechas el equipo se fue acomodando y ahí nos dimos cuenta de que podíamos salir campeones y lo hicimos en la última
fecha contra Central Español en casa”. Marcos Marcelo destaca que las canchas en mal estado de la época colaboraban con el juego recio de los equipos veteranos: “En esa época, tanto Danubio como Defensor tenían equipos más armados, más de hombres. Ahora son muchos juveniles; fijate que ahí el único juvenil era yo, los demás 7
Ruben Silva, campeón tres años consecutivos en distintos equipos.
eran todos veteranos y se hacían sentir, eran complicados”. Salve Danubio El Danubio campeón del Uruguayo 1988 se podría decir que fue un “gran campeón” en la historia de nuestro fútbol. Es que los que lo disfrutaron hablan de que ese equipo dirigido por Ildo Maneiro jugaba un fútbol espectacular, con mayoría de jugadores de la casa. La alineación titular sale de memoria: Javier Zeoli; Luis da Luz, Daniel Sánchez, Fernando Kanapkis y Nelson Cabrera; Edison Suárez, Ruben Pereira, Eber Moas y Edgar Borges; y Ruben da Silva y Gustavo Dalto. Sólo Kanapkis y el Pecho Sánchez no pertenecían al club de la franja y habían llegado desde Fénix y River, respectivamente. La particularidad
de ese año es que los danubianos además del Campeonato Uruguayo ya se habían quedado con el Torneo Competencia, por lo que la victoria se trasladó durante todo el año. De los 24 partidos que disputaron los de la curva sólo perdieron ocho puntos: dos derrotas y cuatro empates –se sumaban dos puntos por victoria–. Fueron 40 unidades de 48 posibles las que consiguió Danubio, que se quedó con el primer puesto el 27 de noviembre de 1988 y dejó a Peñarol y a Defensor con 31, nueve puntos detrás. Realmente fue un campeón récord, con números interesantísimos. El equipo de Maneiro convirtió 52 goles, siendo Ruben Polillita Da Silva el máximo anotador de esa campaña, con 23; Moas y Suárez convirtieron 7. Da Silva, que se mantuvo hasta hace pocos años como el goleador histórico de Danubio –superado
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De Palermo, o de algún otro país
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Si bien el Campeonato Uruguayo que logró el Central Español Fútbol Club no entra en los cinco años de hegemonía de los chicos, vale la pena recordar esa vuelta olímpica que se metió en el recuerdo de todos los palermitanos, en 1984, con Líber Arispe como entrenador. Héctor Tuja, Julio Garrido, Javier Baldriz, César Pereira, Carlos Barcos, Obdulio Trasante, Fernando Operti, Miguel Berriel, Wilfredo Antúnez, Tomás Lima, Abel Tolosa, Miguel del Río, Óscar Falero, Pablo Silva, Uruguay Gussoni, José Ignacio Villarreal, Daniel Viera, Fernando Vilar, Fernando Madrigal, Daniel Andrada y Ruben Borda integraron ese plantel campeón que quedaría en la historia de Central. El goleador del Uruguayo, que se jugó a dos ruedas (24 fechas), fue Villarreal, con 18 anotaciones. En la última etapa, disputada el 30 de setiembre, Central tenía que ganarle a Huracán Buceo para consagrarse y lo logró por 2-1, con dos goles de su goleador. De esa manera los del barrio Palermo –ya mudados a Parque Batlle– fueron campeones (35 puntos) y dejaron a Peñarol en el segundo puesto (34). La vuelta olímpica de un club chico volvía a hacer “caer la estantería” de nuestro fútbol y se convertía en un hito histórico no sólo por el hecho en sí, sino porque Central Español venía de ser campeón en la B en 1983 de la mano de Roberto Fleitas.
por otro ídolo de la casa, Diego Perrone, que marcó uno más y superó su récord, con 72 anotaciones–, recuerda que “después de que se ganó el Competencia el grupo estaba fuerte y pensamos que podíamos ganar el Uruguayo, empezamos a creer en nosotros”. En el Competencia, la actuación danubiana también había sido genial: de doce partidos ganó nueve, empató dos y perdió uno. Eran buenos tiempos para un equipo que un año después jugaría la Copa Libertadores de América y, con otra gran campaña, lograría meterse en las semifinales que terminó perdiendo con el campeón de esa edición, Atlético Nacional de Medellín. La década de 1980 fue sin dudas un momento de despegue para Danubio, y Polillita tiene la explicación de por qué ese equipo fue tan contundente: “Se armó un buen equipo, un buen plantel, y demostramos buenas cosas en el Centenario ante los grandes. Éramos un equipo muy bien trabajado, cada uno de los que lo integrábamos sabíamos cuál era nuestro rol dentro del campo”. En los Jardines y en la Unión se paró el mundo. El rey de La Teja “El recuerdo más lindo que tuvimos fue al finalizar la temporada, haber logrado una campaña tan estupenda con el campeonato y además haber eliminado a los dos grandes de la Copa Libertadores. Eso marca un poco lo que era el fútbol en ese entonces, cuando los grandes salían a jugar a las canchas chicas y ese Progreso armó un equipo muy fuerte porque el año anterior había hecho pocos puntos y el objetivo era sumar para dejar al equipo afianzado en Primera. Después de siete u ocho fechas nos dimos cuenta de que podíamos estar para algo grande y se dio”. Pedro Catalino Pedrucci, dueño de esas palabras y símbolo del Club Atlético Progreso campeón uruguayo de 1989, que grabó a fuego esa vuelta olímpica en la historia de los gauchos del Pantanoso, acompañado en esa campaña por Ruben Acosta, Luis Berger, Sergio Cid, William Gutiérrez, Alejandro Larrea, Gustavo Machaín, Julio Maidana, Johnny Miqueiro –goleador de esa campaña, con siete tantos–, Dardo Pérez, Robert Púa, Leonardo Ramos, Luis Ramos, Leonel Rocco, Fernando Silva, Próspero Silva y Víctor Silva. Ese Uruguayo fue especial porque se jugó a una rueda –como el que acaba de comenzar– pero ese aspecto no evitó que Progreso lo obtuviera con varios puntos de ventaja. Los gauchos, presididos en ese entonces por el actual presidente de la república, Tabaré Vázquez, jugaron doce encuentros de los que ganaron nueve, empataron dos y perdieron uno. Los 20
Club Atlético Defensor 1987.
puntos que lograron fueron más que los 15 que sumaron Nacional y Peñarol, sus escoltas, que vieron cómo una vez más un título se iba para las vitrinas de un cuadro chico. Los dirigidos por Saúl Rivero metieron de arranque cuatro triunfos en fila, vencieron a River, Danubio, Nacional y Defensor. Venía todo bien hasta que en la quinta fecha llegó la única derrota del torneo, ante Wanderers, por 2-0. Como si fuera una máquina, esa derrota le dio impulso para ganar cinco partidos consecutivos. Los que sufrieron a los tejanos esta vez fueron Huracán Buceo, Cerro, Liverpool, Peñarol y Rentistas. En la 11a fecha lo esperaba la gloria, que quería ser acariciada y para ello sólo bastaba un empate ante Central Español, en el Parque Palermo. Con sufrimiento, valentía y humildad, el 1-1 le dio el título a Progreso, el fútbol fue armonía y la caravana mágica recorrió las calles de Parque Batlle hasta llegar a La Teja, donde los festejos se hicieron realidad. En la última fecha, por cumplir con
Danubio Fútbol Club 1988.
el calendario, otro empate ante Bella Vista daba por terminada esa campaña histórica de Progreso. “Uno recuerda los equipos, cómo era el campeonato, y se da cuenta de que esos logros se obtuvieron, en primer
orden, porque el nivel del campeonato era muy bueno. Hoy no es así, cualquier equipo te complica afuera. Y en segundo lugar, los grandes salían a todas las canchas y eso empareja las cosas”, cierra Pedrucci.
No se come la pastilla Hay protagonistas dentro de la cancha y también están los que desde afuera, con su voz, analizan el fútbol y en algunos casos sienten más que el solo hecho de estar apegados a una profesión que los acompañó durante tantos años. Enrique Yannuzzi, el dueño de “Los olvidados que dicen presente”, periodista y comentarista de trayectoria en Radio Universal, Canal 10 y Canal 5, vivió el Quinquenio de los Chicos a flor de piel y se emocionó con el título de su Bella Vista en 1990 –la cabina de prensa número 2 del estadio José Nasazzi lleva su nombre–. Como los que estaban adentro de la cancha o afuera de la línea de cal, el pensamiento de Quique toma una dirección similar: “Generalmente los grandes hasta el 83 y el 84 jugaban en el estadio Centenario, salvo en el Tróccoli, Belvedere –a veces– y Jardines del Hipódromo. A partir de 1985 se abrió la tranquera y empezaron a ir a todos lados, sobre todo en el Quinquenio de los Chicos, y eso hizo que el campeonato fuera mucho más parejo”. Las localías eran un plus para esos equipos, pero además tenían otras fortalezas: “El Progreso del 89, por ejemplo, jugaba con cuatro delanteros y te arrancaba la cabeza. Yo creo que hoy se puede dar algo parecido a lo que pasó en aquella época en la medida en que los campeonatos no sean tan desparejos”.
CENTENARIO FÚTBOL 5 CORDÓN DEPORTE Y RECREACIÓN
Reservas: 2 480 1733 - 091 050 023 Uruguay 1998 esquina República centenariofútbolcinco
• 2 canchas de fútbol 5 cerradas • Parrillero • Salón de eventos y cumpleaños • Vestuarios • Gimnasio • Servicio de cantina 9
Concurso Literario
RELATOS DE Defensor Sporting Club 1991.
Como quería el Mariscal En 1990 le tocaba hacer historia al Club Atlético Bella Vista, el equipo papal del Prado de Montevideo, que entonces estaba dirigido técnicamente por Manuel Keosseian. El bigotón, que tomó la conducción de los papales en el noventa, venía de ser campeón uruguayo en la B con Fénix y Rentistas, y no quería ser menos esta vez en Primera División. “Después del Competencia –nos fue muy mal– llegaron nuevos jugadores y el equipo se empezó a hacer fuerte; se sumaron Ruben Silva y el Mellizo [Julio] Morales, entre otros, y terminaron siendo baluartes.
El Beto [Alberto] Acosta ya estaba, pero también vino el Pocho [Ruben] Navarro y ellos dos, que eran nacidos en Bella Vista, fueron creando una mística muy especial. Había otros que también eran de la casa y fueron muy importantes, como el Flaco Álvaro Gutiérrez, Ricardo Canals –que no era titular– y [Henry Ariel] López Báez. El sentido de pertenencia que tenían ellos le dio un diferencial al equipo, eran la base”, recuerda Manolo. Esa campaña del noventa, el logro más importante en la historia del club auriblanco, apiló 16 victorias, siete empates y tres derrotas en 26 partidos, en los que Bella Vista
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Los grandes y Uruguay
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El período entre 1987 y 1991 no sólo tuvo la particularidad de que cuatro equipos que no son ni Peñarol ni Nacional fueron campeones en ese lapso de cinco años en los que se compitió a nivel local. En las competiciones internacionales los grandes se hicieron fuertes y lograron títulos. Peñarol, con el gol agónico de Diego Aguirre, fue campeón de la Copa Libertadores de América en 1987 ante América de Cali en Santiago de Chile, lo que resultó ser su último título a nivel internacional; después ante Porto perdió la Copa Intercontinental. Nacional, un año después, también obtuvo la Libertadores, alcanzó el número de tres copas después de ganarle la final en el Centenario a Newell’s Old Boys de Rosario y le agregó a fin de año la vuelta olímpica en la Intercontinental ante el PSV holandés, tras empatar en los 120 minutos de juego y ganar en los penales. Pedro Pedrucci le encuentra una explicación a estos hechos: “Teníamos una competencia muy dura a nivel local y eso fortalecía a Nacional y a Peñarol. Después, cuando los grandes salían a jugar internacionalmente quizás se les hacía más difícil enfrentar a equipos de nuestro fútbol que a equipos de Colombia o Ecuador”. El contexto a nivel de selecciones en América también nos tenía en las tapas de los diarios, con el color que ya predominaba en las televisiones de nuestro país desde su primera aparición, en 1981. La selección uruguaya no era ajena a los triunfos continentales y en la Copa América de Argentina 1987 consiguió la 13a tras despachar en la semifinal al campeón del mundo, la Argentina de Maradona, y en la final a Chile. Dos años después, en la Copa América de Brasil 1989, Uruguay tuvo una gran actuación que no le alcanzó para ser campeón. Después de clasificar en la segunda posición, detrás de Argentina en el grupo B, la celeste obtuvo el vicecampeonato tras derrotar en la fase final 3-0 a Paraguay y 2-0 a Argentina para llegar a definir el título con Brasil en la última fecha. La selección locataria terminó dando la vuelta después de un solitario gol de Romário ante 170.000 espectadores en el estadio de Maracaná, en Río de Janeiro. La base de ese gran equipo que jugó en 1989 se repitió en el Mundial de Italia 90. El grupo no fue nada fácil: el empate 0-0 ante España en el debut y la derrota por 3-1 ante Bélgica obligaba a la selección a derrotar a Corea del Sur para meterse en octavos de final. La victoria llegó con gol de Daniel Fonseca a los 90 minutos en el estadio Friuli de la ciudad de Udine y el tercer puesto nos clasificó para jugar los octavos de final ante Italia, que nos eliminó con un 2-0 en el estadio Olímpico de Roma.
FUTBOL
Club Atlético Progreso 1989.
sumó 39 puntos, siete más que su escolta Nacional. Ese Uruguayo a dos ruedas fue largo, pero en el fútbol se dice que hay partidos que luego resultan clave para llegar al objetivo de ser campeón: “El día que sentí que se podía dar fue cuando le ganamos a Nacional en el Nasazzi (10), ese fue el quiebre porque faltaban pocos partidos. No es que la vi, pero nos sacamos a Nacional de encima y también le ganamos a Peñarol en el Estadio”. Esas dos cachetadas a los grandes en pocos días confirmaron el buen momento papal, que después siguió su camino tras vencer a Defensor y Liverpool. Un empate ante Central Español le paró el carro al equipo de Keosseian pero las condiciones estaban dadas para que el 23 de diciembre por la tarde en el Nasazzi el Prado fuera una fiesta. Y así fue porque, a falta de dos etapas para que terminara el Uruguayo, Bella Vista se consagró campeón tras empatar 1-1 ante Cerro. Los villeros comenzaron arriba en el marcador pero el centro de Pocho Navarro y el cabezazo de Ruben Silva hicieron que el sueño se convirtiera en realidad. Esta vuelta olímpica fue otro hito en la historia del fútbol uruguayo, que año a año escribía nombres de vecinos nuevos que iban llegando al barrio. “Y te potenciás también, ¿no? Un año es campeón Defensor, después Danubio, después Progreso, y te das cuenta de que se puede, que podés lograrlo”, cierra Keosseian, que se suma a los demás entrevistados y agrega ese aspecto común de la época: “Los equipos grandes iban a casi todas las canchas chicas; ya de por sí llegar, el vestuario, era todo distinto. En aquella época los vestuarios no son lo que son ahora, las canchas no estaban buenas, y me parece que no influía tanto la gente en la tribuna, no ejercían tanta presión desde afuera”. _Juan Aldecoa
La revista Túnel y la Tecnicatura en Gestión de Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH convocan al concurso literario “Relatos de fútbol”, sobre las siguientes bases:
1. Los participantes podrán presentar relatos de fútbol en
Primer premio: Un pasaje con estadía (dos noches de hotel con desayuno incluido) para asistir a la Feria del Libro de Buenos Aires, un vale valor $ 5.000 (cinco mil pesos uruguayos) para compra de libros en Gussi y una tarjeta Socio Espectacular con libre acceso al cine, teatro y fútbol por seis meses.
2. Cada relato tendrá una extensión máxima de doce mil carac-
Segundo premio: Un vale valor $ 3.000 (tres mil pesos uruguayos) para compra de libros en Gussi y una tarjeta Socio Espectacular gratis por seis meses.
cualquier género o modalidad que consideren el tema convocante en alguno de sus diversos aspectos. teres con espacios, estará escrito en letra Times New Roman, cuerpo 12, con interlineado en espacio y medio, y será presentado en formato papel con original y dos copias.
3. Se aceptarán relatos escritos en español e inéditos, es decir,
sin publicación en cualquier soporte (papel o electrónico). Deberán presentarse en sobre cerrado con seudónimo en su tapa. En otro sobre cerrado se indicará el seudónimo, sin excepción de índole alguna, el nombre completo del autor o autores, domicilio, teléfono o celular y correo electrónico. El incumplimiento en este sentido motivará la descalificación de la obra.
4. El plazo de recepción es el 30 de setiembre de 2016 en las
Tercer premio: Un vale valor $ 2.000 (dos mil pesos uruguayos) para compra de libros en Gussi y una tarjeta Socio Espectacular con libre acceso al fútbol por seis meses. El jurado podrá otorgar las menciones que considere pertinentes. El jurado podrá declarar desierto el premio y el fallo será inapelable. Las decisiones que tome el jurado no podrán ser objeto de impugnación y estará facultado para resolver cualquier situación no prevista en las bases en la forma que considere oportuna.
6. El fallo se dará a conocer en la edición de noviembre de la
revista Túnel y habrá un acto de entrega de premios en diciembre.
sedes del Claeh de 9 a 19 horas.
7. Todos los relatos seleccionados serán publicados en formato
Facultad de la Cultura Avenida Uruguay 1224 esq. Cuareim, Montevideo. Facultad de Medicina y Derecho Parada 16 de la Av. Roosevelt, Punta del Este, Maldonado.
papel y, a tales efectos, los autores cederán sus derechos a la revista Túnel por el término de un año.
5. El Jurado, integrado por Óscar Brando, Pilar de León y Daniel
Vidal, podrá otorgar primer, segundo y tercer premio según el siguiente detalle:
La participación en el concurso supone la aceptación de las presentes bases en su totalidad y la conformidad con la decisión del jurado.
Organizan
Apoyan
Las fotos fueron cedidas por los entrevistados. 11
Ruben Silva. El tricampeón uruguayo
La patria es el barrio
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El Bar Almar, antes La Mosca Blanca, riega de neón la esquina y puebla de humo el aire. Adentro las historias de bigote aguantando el mostrador. La prestancia está en el trapo que lo limpia, lo acaricia más bien. El trapo está empuñado en la mano del cantinero. El cantinero, el analista, el confeso amigo, el consuelo, o el desconsuelo final. En los bares hay fútbol, digamos el fútbol crítico: la folclórica imagen del juego o la infame burla expiatoria sobre el jugador y la pelota, y ese vínculo de amor técnico entre uno y otro, que no son nada, además, sin el resto. El resto es supuestamente simple: “Los delanteros ganan partidos, los defensas ganan campeonatos”. Diciendo esto último conocí a Ruben Silva años atrás, en pugna por un sueño que se llamó Institución Atlética Sud América, y que escribió nuestros nombres en los libros de lo que llamamos gloria (ese nombre de mujer que se parece tanto al éxito). Pero el nombre del hombre de quien hablo, un moreno espigado de mirada horizontal, ya estaba escrito a lo largo del cuaderno amarillento, desde los años noventa, cuando con la camiseta papal dio la primera vuelta de un mareo de copas, que nada tienen que ver con el alcohol.
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“Si no creés en mí ni me hablés para dirigir. Yo no voy a mostrarme a ningún lado. Yo quiero ganar por mi trabajo que es director técnico. Yo soy director técnico. Pero igual no me la creo, siempre me acuerdo del Coco Beethoven Javier que decía: todo lo rígido se rompe”. La casa, cercana al Bar Almar, antes La Mosca Blanca, se fue agrandando con los años, con los hijos. Con los nietos. Conforme fueron pasando las camisetas, se colaban en el eco del túnel llantos de gurises como el de Luciano, que hoy se debate en el medio campo de Central. “El fútbol es algo medio matemático. Buen plantel, buena gente, una dirigencia que más o menos apoye, un objetivo en común, hacen que te vaya bien. Un buen equipo pero con egoístas, mala gente, hace que al final te vaya mal. La lógica llega
hasta ahí. Nacional del 92 por ejemplo: el mejor equipo, profesional. No éramos amigos, algunos más que otros por los años en el club, pero nada más. Salimos campeón uruguayo cinco fechas antes. El clásico de la cadenita y el gol de bolea de Dely Valdés. Jugaban Revelez y De León. Estábamos el Quique Saravia, Canals y yo. Jugaban Méndez, Morán y Carlos Soca, estaba el Chango Pintos Saldanha y el Tony Gómez. Gutiérrez, el Bocha Cardaccio y el Pelado Peña, pero Gutiérrez estaba robado. De diez Suárez y Lemos, y Gerardo Miranda. El misionero Vidal González, el Dely, Wanchope, O’Neill, Pepe García: un cuadrazo. No nos llevábamos todos bien ni nada por el estilo, pero el objetivo era claro. Y esa es la diferencia con otros equipos. En Nacional había que ganar. Lo sabe el que corta el pasto, el que te sirve la merienda, lo saben todos”. En plena emoción en el relato aparece Rosana, la abuela, la madre y la esposa. Nos presentamos mientras Zaira aún busca un brazo de muñeca que el abuelo Ruben prometió coser. “En Defensor pasó lo mismo. No te faltaba nada, te daban todo, y entonces también había que ganar. Otra gran diferencia: cuando todos tiran para el mismo lado. Muchas veces los celos, las envidias, las camarillas, hacen que no todos tiremos para el mismo lado. El que encontró la fórmula fue Ahuntchain, la cosa era hacer un gol y ganábamos”. Es cierto que las camisetas te van marcando la piel. Eso de que la sangre es de colores. Te van rayando como con un corte, parecido a un lápiz. Se aprende matemática, historia, se educa el cuerpo, la reacción, los reflejos. Se convive en grupo, se marcha en comunidad o no se marcha, sólo se está. Por eso hay camisetas que se olvidan y otras que flamean en el cuerpo con el viento del tiempo. “Para marcar la historia vos tenés que ganar en determinados momentos, si no es una historia relativa. Nadie jamás dijo que estábamos para campeones en Bella Vista. Siempre fue el partido que viene. Podíamos perder en cualquier momento. Por eso el festejo y la alegría fueron tremendos”.
Reviviendo la vergüenza de una tarde, Ruben recuerda un viaje en ómnibus con su hijo a un partido del baby, cuándo alguien desde el asiento le dijo al chico: Si jugás la mitad de lo que jugaba tu papá vas a ser un crack. Nunca me voy a olvidar de aquel 23 de diciembre, nunca más. “Y yo tampoco, el 23 de diciembre salimos campeones con Bella Vista”. Zaira encontró el brazo de la muñeca y ahora se acerca, hay un diálogo de mimos y palabras, y la niña vuelve al mundo animado de un dibujito y al baúl de los juguetes abierto: dispersas las historias por la casa. “Lo único es el estudio y disfrutar. Mientras estén en esta casa van a estudiar. Mi hija está en tercero de abogacía, ahora dejó un poco porque nació la nena pero ya le dije, también, tenés que volver a estudiar. Yo viví en un complejo de viviendas. Mi viejo me educó muchísimo. Mis amigos estaban en la esquina, y mi viejo me decía: ‘Cuando empiezan a tomar vino, venite. Porque aunque vos no tomes vino van a decir que estabas tomando vino. Y cuando vayan al bar pedite una Sprite porque si te ven con Coca Cola para la gente también es vino”. Cuando la palabra “mística” aparece en la conversación, a Ruben le sale el barrio. Vocifera recordando una pelea en el túnel, una arenga desde ese subterráneo húmedo donde el eco se queda, a punto de entrar a la cancha. “La primera vez que me citaron al primero de Huracán Buceo, mi viejo no me dejó ir porque era de mañana y yo tenía que ir a estudiar. Mi viejo jugó al fútbol, era bastante famoso, pero en los campeonatos de barrio. Eran famosos los jugadores del barrio en esa época”. Imitando a Máspoli en una mímica para nada burlona, cargada de admiración, se acuerda cuando este lo hizo debutar en primera, y vuelve a los gurises que entrena, a la pasión en el crecimiento de los más chicos en torno a la pelota: “Hasta hoy me arrepiento de no haber terminado de estudiar. A los de sexta y séptima les digo: acá lo más importante es el estudio. Si tienen que faltar, falten, el entrenamiento se recupera, el estudio no. Después, de grandes, es mucho más complicado”.
Ilustración: Fernando Ramos
Reconocer los orígenes es aceptarse, decirse sí, decirse hola. Encontrarse en el mundo es tener una noción de patria, porque la patria siempre se extraña. Se anhela. Se llora. Se le escriben canciones, poesías, se le dedican goles, alegrías. Ahora, ¿cuál es la patria? ¿De qué se trata? ¿Dónde queda? La patria es la cama, la esquina, la cuadra. La vieja. El cuadro. Aquella novia. Todo lo aquello. La melancolía, el vértigo de la nostalgia. “Yo jugué en Unidad Buceo, el equipo de las viviendas. Los del cuartel venían porque pagaban al contado. Era fútbol en plena dictadura. Pero en la cancha no había policías, los jueces unos tigres bárbaros, si se tenían que agarrar a piñas se agarraban. Mi hermano jugaba en Juventud del Buceo. Yo tenía dieciocho o diecinueve años, mi hermano era un gurí. No sabés las patadas que le volaban. Desde chiquito jugabas con los más grandes. Veinte contra veinte. No sabíamos nada, corríamos atrás de la pelota dos o tres horas. Era otra cultura. También jugué en el Cosmos, el Hugo Laborde era el dueño de la panadería y del cuadro, y juntaba a los mejores en Ramón Anador y Estibao: Daniel Junior, Eduardo Pierri, Manuel Corbo, el Chifle, el Piolín
Ponce. Salimos campeones en el campeonato de la Iglesia San Pedro [Leguizamón y Anzani] y en el campeonato de Unidad Buceo. Todos los de Huracán Buceo jugaban en los cuadros. Eran como quince equipos, pero en el Cosmos te daban asado”. ¿Cómo explicar que una persona puede salir campeón uruguayo tres veces seguidas con diferentes equipos, dos de ellos considerados chicos? Yendo al origen. Yendo a las raíces. Hurgando en la memoria las cosas más puras, las menos sucias por el trajín. “Después me fui al pesado del barrio, el Barcelona, aunque en el Unidad ganaban por lo legal o por lo criminal. No iba cualquiera a jugar ahí. La cancha de Unidad se llenaba. Todo el barrio los domingos de tarde. El corazón te hacía así [se pega en el pecho]. Nunca me puse tan nervioso como cuando jugaba en el barrio. En la cancha de Unidad terminaba el partido y había que largar. No había cómo zafar. No había amenazas ni nada. Jugabas muzzarela, te limpiabas el raspón y a la otra ibas y se la ponías. Una cosa es que yo te lo cuente y otra es haberlo vivido. Se hablaba en la semana en el almacén, en la esquina, en todos lados”.
Me acompaña hasta la puerta, salimos a la vereda, vemos cómo está el barrio. El Bar Almar, antes La Mosca Blanca, aún está encendido. Alguien saluda, la noche cae sobre Montevideo. Nos abrazamos, es un abrazo de camisetas campeonas. Me llevo una estela de historias. Bajo el cordón, voy por la calle. “Se fue yendo la gente del barrio, eran 512 familias en aquella época. Mis amigos con los que me crié están en Australia, en España, en Estados Unidos, uno vive en el Marconi y otro en la Costa de Oro. Cuando nos encontramos caemos en los mismos cuentos de siempre. Había dieciséis familias por vivienda, y por cada edificio había dos familias negras. Era el año 68. Éramos los pobres. Éramos los mugrientos que peleaban y tomaban vino. Yo a muerte con las viviendas. El Buceo son las viviendas. Yo viví el trato del negro. Tenía una profesora que me decía Black. En el único lugar donde yo no sufrí discriminación fue en el fútbol”. _Agustín Lucas
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Nicolás de la Cruz, el número 10 de Liverpool
Alma de potrero Como la gran mayoría de los niños de este país, Nicolás empezó a ser feliz jugando a la pelota. El primer picado fue muy chiquito, a los tres años, en la cancha que tenían a mano los que jugaban descalzos: la del Club Social y Deportivo Cohami, el baby del Complejo Habitacional Millán, de avenida Millán y Lecocq, lugar donde vivía junto con su familia y donde ahora vive ya independizado. Nos recibió en su apartamento, justo a un año de su debut en la primera de Liverpool. Lucía el buzo celeste de la selección uruguaya, un short blanco y el fútbol dibujado en la cara. Tiene diecinueve años y es un hombre tranquilo.
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¿Sos jugador de potrero? Puede ser sí. No sé, siempre fui así. Capaz que dicen eso porque soy muy atrevido en la cancha, pero yo lo siento normal, sólo salgo a jugar. Tengo cosas de potrero. Jugaba siempre en el barrio, hice baby fútbol acá en el club. Era un tiempo divino que se extraña. Cómo pasa el tiempo de cuando éramos más chicos y jugábamos todo el día. En mi casa sólo comía y dormía, estaba todo el día en el club. Éramos bastantes, nos conocíamos entre todos, se pasaba bien. Íbamos hasta a la escuela juntos. Todo el día con la pelota. En la práctica cuando había o si no nos metíamos a jugar con los más grandes. Un poco se enojaban, pero le dábamos igual. Foto: Leonidas Martínez
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Como buen generador de juego, Nicolás, o Bolita –ese diminutivo del sobrenombre de su padre que tanto le gusta– está donde se lo piden: tanto con la creatividad al servicio de la guinda, acaso para darle utilidad a la belleza adentro de un 11 contra 11, como de vicepresidente de su ex club de fútbol infantil, tal vez porque reconoce que en la infancia las fantasías son útiles y es necesario acompañarlas. Por más que demuestra que cada jugada está construida con la sustancia de los sueños, él prefiere tener la carrera a sus pies, la diez en su espalda y la pelota lista para hacer mejores a todos sus compañeros.
Potrero con los más grandes, fútbol de ringui ranga, ¿no? Sí, varias veces algunos te perdonaban, pero otros no. Como mucho te pegaban y te pedían disculpas.
En Cohami tuviste a tu viejo como entrenador, ¿cómo fue eso? Sí, mi padre fue mi técnico varios años. Lo sigue siendo ahora, es el más viejo del club, lleva veintiún años ahí adentro y piensa seguir. Me exigía mucho más que al resto. Y si no le hacía caso me decía “cuando lleguemos a casa vas a ver”. Pero me gustaba porque siempre me ayudó exigirme más. Papá siempre me marcó cosas, mi madre también. Me enseñaron que con humildad y respeto se llega a todos lados y eso para mí es muy importante. Por más que ahora estoy independizado, eso es bueno porque me va a ayudar para el futuro, siempre los tengo al lado cuando preciso algo. Me ayudan mucho. ¿Tanto provoca o significa Cohami en vos que ahora sos directivo del club? Sí, soy vicepresidente. Me invitaron unos amigos que están hace tiempo como directivos. Me preguntaron si quería dar una mano y acepté. Me gusta estar con los niños porque siempre estuve. Cuando puedo cumplo con las reuniones de directiva, voy a las prácticas y, si me dan los tiempos, también voy a los partidos. ¿Cómo arrancaste en inferiores luego del fútbol infantil? Empecé en la octava de Defensor. Vino un captador a un torneo que jugamos con la selección de la liga. Me llamó, fui, me gustó. Pero me quedaba lejos, entrenábamos en el cuartel enfrente a canal 5, y mi hermano, Carlos Sánchez, que estaba en Liverpool, me dijo para ir y fui. Tenía doce años.
¿Fue sólo el convencimiento del Pato lo que te llevó a Liverpool? Sí, y también que me invitara Wilson di Cono, que era captador del club. Hace como seis años y medio, estaba en preséptima. Teníamos un buen equipo. Con el tiempo conseguimos un torneo Apertura en la sub 16 y el campeonato Uruguayo de cuarta del año pasado, que nos llevó a jugar la Copa Libertadores sub 20 que salimos vicecampeones. No somos la mejor generación de Liverpool, que fue la 96, que ganó tres títulos uruguayos, pero desde que empecé se notaba que el club apostaba o apostaría a las inferiores. Eso está bueno. ¿Cómo fue tu carrera en las juveniles? Porque da la sensación de que subiste a primera bastante rápido. Hice toda la escalera: séptima, sexta, sub 16, quinta y en el primer año de cuarta fue cuando ascendí con Juan Verzeri. Ellos se fueron a hacer la pretemporada y cuando volvieron me dijeron que me iban a subir. Subo en la tercera o cuarta fecha, no recuerdo bien; entreno con ellos dos semanas, bajo, juego en tercera contra Cerro, ahí fueron a verme y por suerte jugué bien. Después de eso, a la próxima semana, me concentran contra Juventud de Las Piedras y me quedo 19. Sufrimos una derrota y a la próxima Verzeri me pone de titular contra El Tanque Sisley. Ganamos 1-0 en Florida. ¿Cómo lo viviste, siendo tan chiquilín? Tranquilo. Venía trabajando para eso, pero no pensaba jugar tan rápido en primera. Se dio así, Juan me dio mucha confianza y el Papa [Paulo] Pezzolano me ayudó mucho 15
Nicolás de la Cruz
en ese momento. Algo de lo que me dijo él lo tengo grabado para siempre: que las primeras pelotas las pase bien así gano confianza para todo el partido. Es bastante distinto jugar en inferiores o en primera. Mirá, cuando debuté, en las primeras fechas, contra El Tanque o Defensor, que no me conocían, me dejaban jugar y eso me servía porque había muchos espacios. Después de ese partido, que encima fue televisado, ya me hicieron sentir más la marca. ¿“Sentir la marca” es que te van moliendo a patadas? Y sí, me frustra bastante, me saca. Ahora estoy más acostumbrado. Pero en juveniles era lo mismo y varias veces fui expulsado por protestar o devolver alguna. ¿Cuál es el contraste de jugar con los de tu edad y pasar a mayores? El roce, mucho. Y los espacios que hay para jugar. En ese sentido el torneo de cuarta es mucha patada, se pega, se permite más. Incluso más que en primera, donde a veces te dan una pero en el afán de buscar la pelota. En juveniles a veces van sólo a lastimarte. Inferiores, primera, casi en paralelo un proceso en la sub 17 de Uruguay; hiciste la soñada. Sí, estuve con Fabián Coito en 2012. Tenía quince años, daba dos de ventaja y físicamente era bastante chico. Fue una buena experiencia. Hice todo el proceso pero no quedé. Fueron al Sudamericano y clasificaron al Mundial. Ahí se hizo otra convocatoria y tampoco quedé. Me sirvió porque tengo más conocimientos sobre los compañeros y de Fabián, de cómo trabaja. Ahora estamos juntos en la sub 20 y vamos a ver qué pasa.
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Se puede decir que viviste buena parte del proceso de selecciones, incluso ascendiendo junto al mismo entrenador. Si bien no hice sub 15 ni fui al Sudamericano ni al Mundial de la 17,
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el proceso es lindo de vivir, se aprende mucho, y sabemos que para el Maestro Tabárez es importante. ¿Qué representa la figura del Maestro Tabárez? Un grande. Aporta mucho, está constantemente en el Complejo Celeste, nos motiva a todos porque lo vemos ahí. Él nos conoce, nos habla, es muy directo y frontal. Si estamos en un amistoso en la semana él está o si vas a comer él está sentado en el sillón, y siempre que quieras hablar está dispuesto. Acabás de nombrar al Maestro, hablaste de Coito, de Verzeri, de tu papá. ¿Con cuál te quedás? Si tengo que destacar a uno va a ser a mi padre. Fue mi primer entrenador, me sigue enseñando cosas y es mi primer crítico cuando hago las cosas mal. Pero también me gusta ser muy agradecido y ahí entran Juan, que me hizo debutar en mayores, Fabián, de quien sigo aprendiendo, y hoy en día de Mario Saralegui. Y si hay una persona a la que tengo que agradecer mucho es a Gabriel Oroza. Él me encontró la posición en la cancha. ¿Dónde jugabas? ¿Por qué te puso de 10? Me ponían de volante por afuera. Una vez que tuve mucha confianza con Gabriel le dije que no era mi posición porque yo no tenía ida y vuelta. Obvio que él ya se había dado cuenta de que yo no jugaba cómodo por afuera, y ahí me cambió. Fue en cuarta división. ¿Has tenido momentos complicados? Sí, tuve dos operaciones de meniscos, una en cada rodilla. Eso me llevó a bajones anímicos. Por suerte estuve bien rodeado por la familia y por mis amigos porque me llevaron mucho tiempo de recuperación. También he sufrido dos o tres desgarros que me sacaron de la cancha. Es complicado lesionarse, parece eterno volver.
Sencillamente “Nacional me dejó mucho espacio en esa jugada, eso me pareció raro. Se empezaron a venir todos, alguno se abrió, yo pensé que me iban a cortar pero bueno, tenían superioridad numérica y quizás por eso no lo hicieron; luego fue mérito de Carlos [Bueno], que marca la diagonal, se lleva a [Diego] Arismendi para donde él quiere, se la paso y me queda todo el espacio para atacar. Por ahí la fortuna estuvo en que el primer pase no le salió bien y en el segundo la puso justa”. Con esa simpleza Nicolás de la Cruz definió el gol de la victoria 2-1 de Liverpool sobre Nacional. Sin querer contradecirlo, cualquier ser humano en su sano juicio y que vio la jugada reconocería que De la Cruz se queda corto. Pero para él es normal. El talentoso ve simple lo que para el resto es casi improbable.
De hecho llegaste a jugar contra Nacional porque la última prueba del día antes al partido salió bien. ¿Cómo vivís las lesiones? Lo manejo con mucha ansiedad, siempre quiero jugar. Hay veces que es complicado. Ya me ha pasado más de una vez. Cuando volví con Peñarol habíamos puesto fecha para volver ahí. Fue un 1-0 que nos hizo gol [Carlos] el Hormiga Valdez. Pero después, siempre ansioso porque quiero estar. Te tocó una época en la que, si bien las inferiores de Liverpool iban o van bien, en primera el club pasó situaciones complicadas, una de ellas irse a la B en 2014, otra tener que cambiar dos veces de entrenador el año pasado. Es verdad, el club viene mejorando mucho en juveniles, se lograron cosas importantes y han subido muchos buenos valores. Pero bueno... no porque pase abajo se tiene que reflejar en primera. Creo que hubo errores, ya sean de los directivos o de los jugadores –más de los jugadores porque son los que entran a la cancha–. Ahora se están tomando en cuenta esas cosas, hay que aprender. Ojalá estemos para más. Tenemos un buen plantel, con muchos jugadores experimentados, referentes como Carlos Bueno o Joe Bizera por su trayectoria, o Guille de Amores, que aunque sea joven sabe mucho, y con ellos más varios juveniles creo que conformamos un buen plantel. En cuanto a lo de cambiar entrenadores fue chocante. Pasar por tres técnicos en un torneo es mucho. La culpa era nuestra, pasaba por un tema anímico. Entramos en un bajón y por más que viniera Pep Guardiola a dirigirnos, nos hacían un gol y nos veníamos abajo. Por suerte Mario lo mejoró mucho. ¿Qué tocó Saralegui? Lo anímico, el orgullo y tener hambre de gloria. Fue un semestre en el que trabajó mucho lo psicológico partido a partido. Después o junto a eso se enfocó mucho en la defensa. Todo eso fue la base. Si vos mirás la estadística del año pasado, en los partidos del final, que eran claves para nosotros, no recibimos goles. Y continuó, porque hasta el partido con Nacional en Belvedere llevábamos cinco partidos sin que nos conviertan y seis sin perder. No es casualidad que llevemos cinco meses trabajando con Mario y estemos consiguiendo cosas buenas. Los procesos largos sirven mucho.
“El torneo de cuarta es mucha patada, se pega, se permite más. Incluso más que en primera, donde a veces te dan una pero en el afán de buscar la pelota. En juveniles a veces van sólo a lastimarte”. (Foto: Leonidas Martínez)
descenso, y eso iba a significar un golpe muy duro. Hay plantel y estamos con ganas de superarnos. Cuando se sorteó el fixture si nos decían que terminado el partido con Nacional teníamos siete puntos luego de jugar contra los grandes y con Racing entremedio de visitante, que siempre es muy difícil, lo recontra firmábamos. Ahora nos tocan rivales de nuestra medida y es con ellos que hay que batallar. Sabíamos que es un torneo corto. Hay que olvidarse del descenso porque dejando eso atrás es cuando te soltás un poco más.
Y el Bolita de la Cruz, ¿para qué está? Voy día a día. Disfruto el momento junto a la familia y con los amigos. Y después lo mismo: para pelearla. Además quiero reafirmarme en primera y hacer una buena preparación para el Sudamericano sub 20, que si Dios quiere y Fabián lo toma en cuenta, quiero ir con todo. Hay que seguir entrenando fuerte si queremos conseguir lo que Liverpool no tiene en la vida, que es el campeonato Uruguayo. La gente se lo merece porque siempre nos apoyó.
Cuando arrancaste a jugar al fútbol, ¿te imaginabas este presente? Cuando sos más chico te imaginás mucho más allá, todo: la selección mayor o jugar en un grande de Europa. Pero ahora, más grande, pienso en el momento. No tengo ni idea si puede salir algún pase; eso que lo manejen los que lo tienen que manejar: un grupo de empresarios y el club. Para eso hay tiempo. Quiero preparar el día a día. _Mintxo
¿Para qué está Liverpool este año? Para pelearla. El año pasado terminamos con el cuchillo entre los dientes porque sabíamos que si perdíamos un partido nos íbamos al 17
JORGE BURGELL
Jorge Burgell en el encierro de la dictadura
La esquina del fútbol y la radio
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Montevideo. Es 21 de octubre de 1975 y el sol pega fuerte. Apenas pasó el mediodía, arrancan las primeras horas de la tarde y el ruido típico del centro se siente en Colonia y Martín C. Martínez. Algunas mujeres ya esperan el 143 que va a Ciudad Vieja y otras se van sumando. Él tiene su maletín de librero, de cuero oscuro, en la mano derecha, bien agarrado. El peso es considerable, viaja con varios tomos dedicados a la odontología y sus especialidades. Se acerca el ómnibus y las mujeres forman, como en paso de baile, casi una fila desprolija pero silenciosa. El señor del maletín espera, en último lugar, su turno para subir. Se agarra del pasamano del coche para aprovechar el envión. No tendrá éxito. Se escuchan gritos, puteadas, promesas de golpes, después patadas, piñazos. El señor del maletín ya no tiene maletín. Una capucha negra hasta el cuello le tapa todo lo visible, todo lo que ya no será posible ver. Los lentes ya volaron tras un golpe de esos tantos que le cayeron por todo el cuerpo. Lo subieron a patadas a un auto y cerraron la puerta. Jorge Burgell fue llevado a un centro de detención clandestino en Punta Gorda.
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*** Colonia. Es 7 de enero de 1947 y nace Jorgito, en Boca del Rosario. Pronto llegará a la casa amplia, de muchos cuartos y patio generoso con árboles y frutas, donde viven sus padres primerizos, Elsa y Mario. Años más tarde nace Marta, su única hermana. Mario es chofer y trabaja en una
empresa de patrones argentinos que exporta hacia Buenos Aires arena y piedra que se extraen en la zona de la desembocadura del río Rosario, en el Río de la Plata. Muy seguido viaja a Montevideo para abastecer a la empresa de elementos de trabajo. Entre la niñez y la adolescencia, en varias ocasiones Jorge se suma a esos viajes en época de vacaciones. De gurí el fútbol fue sinónimo de Boca Juniors, el cuadro del pueblo que competía en la Liga de Nueva Helvecia. No sólo para él, también para Carlos, su amigo inseparable, quien aparece en cada uno de los cuentos de infancia y juventud. Jorge, que vistió esa camiseta y jugó de delantero, recuerda con satisfacción la cancha con vestuarios y una red de iluminación que llegó a funcionar tan bien que daba piola para disputar torneos a la noche en veranos de antojo. ¡La envidia de los demás clubes a la redonda que concurrían gustosos, en esa época, a los cuadrangulares nocturnos con baile posterior! Un día, llegó Enrique Erro a la plaza de Rosario, la ciudad más cercana y vinculada a La Boca y, según su parecer, dijo unas cuantas verdades. A Jorge adolescente le sonaron razonables. Se había planteado escuchar, durante la campaña electoral de 1962, a dirigentes de todos los partidos. El interés por la política y la idea de la unidad de la izquierda empezaban a despuntar. Cuando se hizo más grande, apareció el deseo de ser entrenador de fútbol que tuvo como antecedente la organización, junto con Carlos, de los partidos de sub 12 –así
le denominaban– hasta sub 17 por lo menos, ante equipos cercanos. Armaban los partidos y la forma de jugar del equipo boquense. Se había sumado a ese sentimiento complejo de amor por el deporte. Para estudiar Notariado, consiguió la Beca de Bienestar Universitario y viajó a Montevideo a compartir apartamento con un primo que estudiaba Medicina, y luego, con su amigo Carlos, estudiante de Derecho. De entrada se había acercado al Centro de Estudiantes y estaba militando en la Universidad. También se había afiliado a la Juventud Comunista y –como de costumbre– se lo había comentado sólo a Carlos. La militancia le ocupaba mucho tiempo. Pero la materia Obligaciones fue el palo en la rueda y después de cursar el primer año tuvo que volver a La Boca sin chistar. Tenía 19 años y Boca Juniors necesitaba un DT. Aunque los jugadores eran casi todos mayores que Jorge, se tiró el lance y aceptó dirigir a esos hombres dedicados a las ocho horas de pico y pala. Todo esto tres años antes de convertirse en entrenador egresado del Instituto Superior de Educación Física (ISEF). La experiencia llegó primero. “En 1966 estuve todo el año en Colonia. Seguía estudiando Obligaciones. No fui buen estudiante porque todo era lo otro, la militancia. Había mucho que hacer, trabajar en varios círculos a la vez: hacer alianzas, difundir publicaciones, desarrollar tareas gremiales y políticas. En esa época tenía algunos libros de entrenamiento de fútbol en los que me apoyaba. Me
da cierta vergüenza decir que uno de ellos era Entrenamiento moderno, de Omar Borrás, con quien tuve muchas discusiones después y fui tan opositor a su accionar. Era un libro que él había traducido, los gráficos estaban en inglés. Pero me daba elementos para hacer la preparación física, payada total porque no tenía fundamentos, estaba formado por mi preocupación, solamente. Ya estaba naciendo el entrenador que quería ser. El equipo jugaba muy bien. Fue una gran experiencia. A toda esa muchachada, que era mayor que yo, le quedó ese recuerdo de que habían hecho cosas distintas, como trabajar fundamentos: cómo pegarle a la pelota, cómo tirar y cómo entrar a una pelota por alto”. Burgell se sonríe con la picardía que le arrima el recuerdo. *** Se enamoró en la Universidad. Conoció a Estela en 1968, mientras ella también estudiaba Notariado aunque estaba más adelantada en la carrera. Se casaron por civil y con fiestita familiar en julio de 1972. Burgell buscaba trabajo con la idea de aumentar sus ingresos para ampliar la familia. Un profesor de la Facultad de Odontología le comentó que una comisión de publicaciones de los docentes de la facultad necesitaba venderlas. Ellos tenían los materiales pero les faltaba gente, y a Jorge que era gente, le faltaba material para vender. “Eran folletos de poco precio pero pude añadir otros materiales, libros de interés general para empezar. Me
dieron un stand en el hall de entrada de la Facultad, agregué un pequeño pasadiscos y vendía discos. También ponía música en el hall. Y todo eso me estaba sirviendo como medio de vida. Al poco tiempo, me contacté con un librero especializado en Odontología y me di cuenta de que esos libros daban un buen margen porque el costo era mayor. Empecé a vender en cuotas y a hacerme un poco experto en esa temática”. En la tarea clandestina, desde el golpe de Estado, Burgell tenía un objetivo que cumplir. Atendía algunos miembros de la dirigencia sindical. Su tarea era llevar y traer correspondencia entre ellos, asegurarles un lugar donde pasar el día y la noche a resguardo. “La detención fue el día en que se lanzó el llamado Operativo Morgan, aunque esa denominación la conocí hace relativamente pocos años. Tenía otro nombre en ese momento: Operativo 300 Carlos. Se suponía que iban a capturar a ‘300 Carlos Marx’, que con eso destruían al partido. Fueron bastante más que 300”. El 21 de octubre de 1975, Estela estaba con sus dos hijos, Silvana de un año y medio, y Federico de apenas mes y medio, en la casona de la calle Durazno, cerca del Parque Rodó, en la que también vivían otros familiares. Pasaría un mes y medio hasta tener noticias de la suerte de Jorge. “El riesgo existía, obviamente. Me había enterado de detenciones pero eran ocasionales. Estaba en la red de enlaces y eso fue lo primero que cayó el primer día del operativo contra los comunistas que se prolongaría por años, desde
Jorge Burgell fue el creador de Panorama deportivo, periodístico radial producido y emitido en la cárcel por los presos políticos de la dictadura cívico-militar uruguaya. (Foto: Rodrigo López)
“Durante un tiempo salíamos con una cuadrilla con voluntarios para arreglar y mantener las dos canchas de fútbol y las de básquetbol y vóleibol donde se hacían normalmente los recreos de una hora. Como la cancha chica tenía una subida de un lado y del otro otra bajada, de ángulo a ángulo, cuando llovía demoraba en secarse y no teníamos fútbol”.
1975 a 1983 por lo menos. Supe de casos que fueron a detener a algún compañero a su domicilio y como en esa casa ya había varios familiares detenidos y, justo ese día estaban preparados los bolsos para la visita al cuartel, cuando entraron a la casa y vieron los bolsos, dijeron: ‘¡Qué familia!”. Jorge interrumpe el cuento y se ríe, y no nos queda otra: nos reímos. “Hay que tener claro que estábamos haciendo vida política y lo que teníamos derecho a hacer. Lo hacíamos en clandestinidad porque nos quitaron la posibilidad de usar locales, pero no hacíamos otra cosa que política, difundir material, organizar y colaborar
con la resistencia. Yo pasé a la clandestinidad el día del golpe de Estado. Eso tuvo un costado medio incómodo, algo desagradable ante mis amigos y conocidos porque tenía que aparecer ante todos como un tipo que había dejado de militar y que estaba preocupado por la situación económica de su familia. Así estuve dos años y medio muy intensos, porque estaba día y noche en esa situación de riesgo. Caí porque tenían detectado a mi contacto, nos encontramos en Colonia y Juan Paullier, subí al auto, intercambiamos las cosas, me bajé en Colonia y Martín C. Martínez y estaba subiendo al 143. Me cayeron y golpearon. Me tiraron al suelo
en la parte de atrás del auto. En poco rato me bajaron y me pusieron atado contra un vehículo. Vi, por debajo de la capucha, que era una camioneta militar y, paradójicamente, sentí un alivio, porque hasta entonces no sabía quién me había secuestrado y para qué. Yo no sabía quiénes eran. Respiré cuando supe que era el Ejército. Pensé: es legal, no son un grupo fascista por la libre. Ese cierto alivio no duró mucho. De ahí fui de cabeza a la casa de Punta Gorda, centro clandestino de detención y tortura, al lado del Hotel Oceanía. Que era ese lugar lo supe mucho después. Esa casa se fue llenando, había gente por todos lados. El clima del ambiente era de terror, de locura. Estuve un día y medio de plantón, hasta bien entrada la noche del 22. Tenía pensado ir para afuera con mi familia el 24 de octubre. Yo decía que estaban equivocados y que no tenía nada que ver, reclamaba que me dijeran por qué estaba allí. Esa noche me sacaron de ahí hasta la ex Cárcel del Pueblo del MLN, en la calle Juan Paullier casi Maldonado. Estaba a pocas cuadras de mi casa pero no lo supe en esos momentos. Era como un depósito de seres 19
fútbol y la radio
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“Ya estando en el cuartel desde el 2 de diciembre, fue como pasar del infierno al purgatorio. Estábamos en un galpón grande, los hombres contra la pared y las mujeres en el centro, vigilados permanentemente. Nos sacaron las vendas a las 24 horas. No nos dejaban hablar. Estábamos incomunicados. A los pocos días me trajeron un colchón. Estela y la familia se enteraron, indirectamente, que estaba vivo. Del 21 de octubre a mediados de diciembre no tuve pertenencias, nada. Pedí los lentes, que eran importantes porque en el rapto me los volaron. Tener los lentes era un avance. Ahí ya supimos
años. No recibió ninguna explicación. Estuvo cuatro años y medio sin libertad. *** Mudo. Le costó unos quince largos minutos de visita recuperar el aliento. El 15 de marzo de 1976 fue el reencuentro con su familia. Habían pasado cinco meses. A la cita acudió Estela con los dos chiquilines y Elsa, su madre. Cuenta Burgell que creía estar preparado para ver a Federico, que se había hecho la idea de que lo encontraría más grande, que le costaría reconocerlo porque seguramente ya no sería tan bebé como cuando lo
“Me acuerdo del primer partido que estuve en la transmisión. Me llevaron desde el tercer piso al primero. Había una radio, una mesa, un micrófono y un soldado que me vigilaba. Estaba el otro preso, que era el que venía haciendo la transmisión. Sobre la mesa, los suplementos deportivos, gorditos, todos. Estábamos a mediados de 1978 y yo no veía un diario desde octubre de 1975”. que estaba en el cuartel del kilómetro 14 de Camino Maldonado, Infantería 2 y 3, porque escuchaba pasar los autos de publicidad móvil anunciando actividades en esa zona. Seguíamos siendo vigilados y castigados. Empezamos a intercambiar bolsos con mi familia, yo mandaba cosas y ellos también. Era el medio de comunicación. Me llegaba con ropa y alimentos y yo mandaba ropa sucia. Todavía no me veían. Ni bien pudimos, pedimos libros. Allá por febrero un juez militar se instaló en el cuartel. Procedía cotejando el acta que escribían los torturadores”. A Jorge Burgell lo condenaron: “Dos a ocho años por asistencia a la asociación subversiva”. Él no sabe por qué, en medio de su detención, le subieron la condena de seis a dieciocho
dejó de ver y que tendría cara de niño. Los gurises llegaron y aquellas ideas de caras se materializaron. Cuenta que cuando vio a Silvana, con ojos grandes, pelo rubio, mirada fija, quedó perplejo. No pudo hablar por varios minutos. Había pasado tiempo. Federico gateaba sobre la mesa de madera que separaba a los adultosvisita. Ellos no podían tocarse. El tiempo crece a los hijos, aun sin padre. Para eso no se había preparado tanto. Se instala un silencio en nuestra conversación. Es el primero y el último. *** San José. Es marzo de 1977. Jorge y otros nueve compañeros encapuchados suben al vehículo de traslado. El destino aparente es el Penal de Libertad, pero,
¿cómo saberlo? Al llegar les toca un fin de semana entero de aislamiento, “para que vean de qué se trata”. “Nuestra mayor ambición, increíblemente, era ir al penal, porque sabíamos que no íbamos a salir en libertad. Sabíamos que lo mejor que podía pasarnos era irnos de los cuarteles, porque eran un infierno mayor que el penal sin que este fuera una jauja. Teníamos las versiones de familiares de que era otra cosa”. La dinámica del penal incluía salidas al patio, tareas, conversación. También había ruido, pero era un ruido de movimiento, de supervivencia en acción. “Era recreo todos los días, estar en una celda con otra persona, donde todos los trabajos los hacían los presos. Todo funcionaba con el preso como centro, en el cuartel eras un anexo y la pasabas muy mal”. Burgell abre un cajón del mueble de madera que hay en uno de los cuartos de su casa y saca un sobre manila escrito con lapicera azul: “Jorge preso”. Adentro hay papeles que hablan de su detención, de su estado físico, de la evaluación de su conducta, de su familia. Son copias de los papeles originales que duermen en el Archivo General de la Nación, que es eso: un gran repositorio de información de nuestras cosas. Sólo que algunas cosas son más nuestras que otras. En uno de esos registros figura como “autorizado a acompañar en las transmisiones de fútbol” que se organizaban en Difusión y Grabaciones, una especie de radio que era llevada adelante por presos con experiencia en prensa y que preparaba programas musicales –con discos que llevaban los familiares– y con informativos generales y culturales tomados de páginas o recortes de diarios que eran proporcionados por los militares. Una vez armados esos programas, eran difundidos a todo el penal por un sistema de parlantes. El documento no tiene fecha pero Jorge recuerda bien cuándo fue: durante el Mundial de Fútbol en
JORGE BURGELL
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humanos a la espera. Reconocí a algunos. Había tres guardias: una que golpeaba mal, otra normal y otra que te dejaba sacar las vendas y hablar. Ahí conocí a Nuble Yic. Me dijo que había tenido un infarto y que era del Cerro, que trabajaba en la carne. Lo volví a ver en diciembre, cuando nos llevaron desde el Infierno Grande al primer cuartel. Ahí estuve seis días. Era un alivio poder caminar y conversar. El 28 me dijeron: ‘Ocho –que era mi número desde que me agarraron–, te llevamos’. El Uno era mi contacto, que era al que le estaban dando en Punta Gorda. El día anterior había caído Vladimir Turiansky –dirigente sindical, fundador de la Central Nacional de Trabajadores, militante del Partido Comunista–, y fui derecho a la tortura, al submarino en todas sus variantes, a la colgada para atrás. Ahí empecé a sentir esa sensación de frío y calor alternados en todo el cuerpo”. En cada traslado se activaba la incertidumbre. Eso también es parte del infierno. “Después de idas y vueltas, el 2 de noviembre, en la madrugada, nos llevaron a un infierno total en un gran galpón, gritos, radios sintonizadas en dos emisoras distintas sonando al mismo tiempo, un tocadiscos con música a veces. Era un ruido todo, no había silencio nunca: gritos, gemidos, radio prendida. Sucedían paradojas terribles: nos pasaban discos que nos habían sacado a nosotros. Uno de ellos tenía unos versos contra la tortura en la voz del actor Julio Calcagno. Era descabellado. Escuchábamos alegatos musicales contra la tortura en medio de la tortura más brutal y descarnada. Estuve un mes en Avenida de las Instrucciones, pero a los fondos del cuartel, del 13, en el Servicio de Material y Armamento”. Para Jorge, que divide la ciudad en la unidad de medida canchas de fútbol, el cuartel queda “hacia el Suero”, queriendo decir: el Parque Carlos Suero, la cancha de Colón Fútbol Club, en Instrucciones y Colman.
La detención de Burgell fue en el marco del Operativo Morgan. “Esa denominación la conocí hace relativamente pocos años. Tenía otro nombre en ese momento: Operativo 300 Carlos. Se suponía que iban a capturar a ‘300 Carlos Marx’, que con eso destruían al partido. Fueron bastante más que 300”, recuerda. Penal de Libertad. 23 de marzo de 1985 (Foto: 0103_91FPCT.CDF.IMO.UY - Autor: Agencia fotográfica Camaratres)
Argentina, en 1978. El encierro encontró un hueco por donde respirar. “Durante un tiempo salíamos con una cuadrilla con voluntarios para arreglar y mantener las dos canchas de fútbol y las de básquetbol y vóleibol donde se hacían normalmente los recreos de una hora. Como la cancha chica tenía una subida de un lado y del otro otra bajada, de ángulo a ángulo, cuando llovía demoraba en secarse, y no teníamos fútbol. Entonces ideamos una obra de ingeniería que duraba meses (así teníamos posibilidad de salir y conversar): desmontar la parte alta y trasladar la tierra al otro lado, porque el objetivo era que la lluvia no impidiera jugar. Sucedía que cada tanto había relevamientos en los cuales te consultaban dónde querías trabajar y qué tareas sabías hacer. ‘Yo soy entrenador deportivo, por eso estoy dispuesto a estar en cualquier competencia deportiva’, dije.
“Los fines de semana tomábamos las transmisiones de los partidos del campeonato uruguayo. Yo me encargaba de definir qué radio escuchar. Un soldado me custodiaba. Rara vez me daban órdenes, pero cuando sucedía me decían: ‘Ponga a Víctor Hugo’. No tenía alternativa. Tampoco entendía por qué a Víctor Hugo”. Propuse realizar campeonatos entre los presos, en el que participaran todos los pisos del penal. No sucedió en mi estadía, pero había sucedido antes. Estaba prohibido el contacto entre los presos de los distintos pisos. Cuando salías de las celdas tampoco podías mirar ni saludar. La mayoría de las sanciones que tuve estaban relacionadas con el saludo a alguien. El día posterior a la fecha inaugural del Mundial de Argentina, pasó por la celda del tercer piso, donde estaba yo, un
preso a hacernos una encuesta como relevamiento. En la celda teníamos un pizarrón dibujado y ahí escribíamos algunas cosas, como entretenimiento. Yo tenía información deportiva porque habíamos acordado que Estela me llevaba dos Gráficos en cada visita mensual, cuando estaba autorizado entrar revistas o libros, y otro compañero pedía otros dos distintos, entonces intercambiábamos. Luego los leían los 48 presos del sector. Otros recibían la revista Sport y también nos informábamos
a través de la radio, porque todos los mediodías nos hacían escuchar el informativo de Radio Montecarlo. Había un sistema de audio interno y se empezaron a crear programas propios del penal. No se escuchaba bien, los parlantes retumbaban dentro de la estructura hueca de la cárcel. Con la información que iba recolectando de las revistas, yo escribía en el pizarrón una formación probable de las selecciones. El día del primer partido, el que estaba encargado de la transmisión para el penal dijo cualquier cosa: al arquero lo puso de defensa, al puntero izquierdo de delantero. Ese mismo preso fue el que apareció en mi celda, abrió la ventanita y nos hizo la encuesta. –Soy entrenador y vendedor de libros, pero cualquier trabajo me sirve. Y también puedo asesorar al que pasó el partido de ayer, porque dijo cualquier cosa. Tengo la información 21
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“Partí de un esquema, con una nota central,
FÚTBOL Y TENDENCIAS
la información del deporte nacional, algo de deporte internacional y creé el ‘Punto final’, que era la última noticia distinta, rara o
L@s inadaptadxs de siempre
cómica. Increíblemente, después de salir en libertad –ya por 1982– presentamos, con un compañero, Pedro, un proyecto similar en CX 30, Radio Nacional, directamente a Germán Araújo. Era lo que sabíamos hacer”.
Los programas en la radio de la cárcel se transmitían al mediodía y antes de la cena de los presos, que era el momento en que estaban en sus celdas. (Foto: Rodrigo López)
acá –señalando en dirección al pizarrón–. Dijo cualquier cosa el tipo. –¿En serio podrías ayudar en eso? –Sí, claro. –Se lo voy a plantear al capitán. Al otro día me avisa que van a hacerme un papelito que me permitiera salir de la celda. Pasó toda la primera fase de grupos del Mundial y nada. Cuando se va a jugar la segunda fase, viene uno con el papelito escrito a mano, que sería el pase o la acreditación para que yo saliera de la celda. Desde 1978 a 1980 me sirvió para salir de la celda, me daba mucho aire para mis movimientos y pasaba mucho tiempo en la celda de Grabaciones que daba vista a las canchas, mi celda estaba del otro lado, daba vista al oeste, al campo”. Jorge lo saca del sobre manila. Es un papel amarillento, con dos ganchitos de máquina de metal, escrito a mano con
lapicera azul. Fue su pase-libre para ir de su propia celda a la de Grabaciones y a la inversa. “Me acuerdo del primer partido que estuve en la transmisión. Me llevaban desde el tercer piso al primero. Había una radio, una mesa, un micrófono y un soldado que me vigilaba. Estaba el otro preso, que era el que venía haciendo la transmisión. Sobre la mesa, los suplementos deportivos, gorditos, todos. Estábamos a mediados de 1978 y yo no veía un diario desde octubre de 1975. Agarré uno y me pasó algo rarísimo, que no me había pasado antes ni me pasó después: me temblaba todo el cuerpo. Dejé el diario sobre la mesa y me dije: me tengo que calmar. Esperé diez minutos y recién entonces los pude agarrar otra vez”. “Le dije a mi compañero de transmisión que con ese material se podía hacer un informativo deportivo porque es un contacto con la vida, con lo que pasa afuera aunque
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“Otra del 5º, cerca del Cementerio del Norte. Cada cuartel tenía sus rasgos diferenciales. En este, cada tanto llegaba un soldado o un sargento o un teniente y, desde la puerta, se hacía escuchar. Precisaban un carpintero y había. Otro día: ¿Un médico? Y había tres o cuatro. ¿Un constructor y dos albañiles? Allá iban. ¿Arquitecto? También. ¿Alguien práctico en carneadas de cerdos? Y sí, van tres. Había mucha capacidad artesanal y profesional en esos presos políticos. Mucha calidad humana, sobre todo. Una gran riqueza existía en aquella selección de la sociedad uruguaya. Al lado de ellos, con ellos, la cárcel era menos cárcel”.
sea en lo deportivo. Hay que plantearlo y todo arrancó. Se fue creando un programa llamado Panorama deportivo, que tenía hasta cortinas musicales. Lo había diseñado con una estructura. Y empecé a escribir a máquina, cosa que nunca había hecho. Demoraba pero tenía tiempo de sobra. Lo hacíamos tres veces por semana, unos quince minutos. Me acordé de un informativo de la vieja Radio Sport a las nueve de la mañana, que te daba toda la información en quince minutos. Partí de ese esquema, con una nota central, la información del deporte nacional, algo de deporte internacional y creé el ‘Punto final’, que era la última noticia distinta, rara o cómica. Increíblemente, después de salir en libertad –ya por 1982– presentamos, con un compañero, Pedro, un proyecto similar en CX 30, Radio Nacional, directamente a Germán Araújo. Era lo que sabíamos hacer”. Los programas en la radio de la cárcel se transmitían al mediodía y antes de la cena, momento en que los presos estaban en sus celdas. “Recuerdo que tenía repercusiones diversas. Los fines de semana tomábamos las transmisiones de los partidos del campeonato uruguayo. Yo me encargaba de definir qué radio escuchar. Un soldado me custodiaba. Rara vez me daban órdenes, pero cuando sucedía
me decían: ‘Ponga a Víctor Hugo’. No tenía alternativa. Tampoco entendía por qué a Víctor Hugo. Cuando no tenía orden, alternaba los comentarios y los relatos de distintas emisoras: el primer tiempo de una y el segundo tiempo de otra. Recuerdo uno de los golpeteos más ruidosos del penal por este motivo. Puse a Ruben Casco, que dos por tres mandaba unos comentarios encubiertos, entrelíneas, sobre la realidad, sobre lo que pasaba. Relataba, hablaba y bromeaba. Y se produjo un golpeteo con mucho entusiasmo que estuvo muy bueno”. La radio del penal, los campeonatos de fútbol en las canchas del patio, las transmisiones de los partidos del torneo uruguayo profesional, fueron puentes de conexión entre presos y punto de contacto con el afuera. “Cuando me fui en libertad, en junio de 1980, un compañero quedó encargado de la tarea que hacía”. Panorama deportivo siguió escuchándose dentro del penal por casi cinco años más. La vida periodística de Burgell también continuó y continúa. Trabajó en la sección de Deportes de diarios y semanarios, y participó en varios programas radiales relacionados con la información deportiva. Actualmente publica en La Diaria y en Túnel.
Había que cambiarle la cara al fútbol uruguayo de una vez por todas y desarticular esa imagen violenta y falocéntrica que aún campeaba en las canchas y especialmente en las tribunas. Por eso a nadie le extrañó que después de apuntarle al lenguaje que se usa en los medios, las instituciones del Estado, las organizaciones educativas y la propia Policía, el Mides decidiera ir tras el deporte más popular de todos, el que no reconoce distinciones de clase en la sociedad. La oportunidad llegó de la mano de su concurso ¿Y si cantamos sobre otra cosa?, que proponía a las hinchadas alentar al equipo de sus amores sin discriminar por cuestiones de etnia, género, orientación sexual o discapacidades. Los barrabravas que lograran crear un espectáculo de cánticos originales y creativos que no ofendieran a las minorías serían premiados con dinero, entradas a los partidos y viajes al exterior con sus equipos, siempre y cuando se comprometieran a corear los cantos. No era la única táctica del equipo multidisciplinario del Mides, que comenzó a colarse también entre las hinchadas para entregar copias de la Guía del Lenguaje Inclusivo, elaborada en colaboración con la Secretaría Nacional de Deporte. Entre las recomendaciones, se sugería no usar la
expresión “hay que matarlos a todos”, sino “hay que matarlos/las a todos y todas” o, en caso de que fuera escrito, “hay que matarlxs a todxs” o “matarl@s a tod@s”. También se indicaba que no era conveniente amenazar de muerte a “los hinchas” del rival, ya que eso invisibilizaba a las mujeres que gustan del fútbol, sino amenazar a “la hinchada”. No se debía insultar a los policías, sino al “funcionariado policial”, y no apretar a los dirigentes sino a “la clase dirigencial”. Después de haber filtrado a sus funcionarios en las barras, el Mides recibió una decena de propuestas de cánticos nuevos, realizó sugerencias y modificaciones, y finalmente dio a conocer los finalistas del concurso. Algunos de los flamantes cantos de guerra que se incluían eran los siguientes: No tiene padre (versión 1) Peñarol no tiene padre tampoco tiene tutor tiene un hogar sustituto que lo ofrece en adopción No tiene padre (versión 2) Nacional no tiene padre con su mujer anda mal tiene un hijo que precisa mucha atención especial
Entregá el marrón Entregá el marrón entregá el marrón que gozar del sexo ya no implique sumisión Mi buen amigo Manya/bolso no discrimina. Siempre te corre seas gallo o seas gallina. No nos importa tu orientación. Que ser violento ya no implique la exclusión. Ellos y ellas se la ligan sin que importe lo sexual. Nunca dejo de arrobarte antes de pegarte igual. La ceremonia de entrega de premios debía realizarse en la sede del Mides, pero los grupos de hinchas inclusivos de Peñarol y Nacional que habían resultado ganadores se enfrentaron violentamente en las escalinatas, robándose los trapos hechos para la ocasión y provocando la suspensión del evento. No fue por diferencias deportivas. Unos eran hinchas fervientes de la arroba y los otros del uso de la x. _Martín Otheguy
_Patricia Pujol 23
Otro camino, otra recompensa
La bandera del Bigote
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Foto: Rodrigo López
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Cuando juega al fútbol, no lo hace por plata. Cuando pelea por algo, lo hace desde adentro. Así es, un futbolista inusual en un medio obvio.
El torneo de truco se pasó para mañana, así que los veteranos mentirosos tendrán 24 horas más para ensayar las jugadas. En un rincón del salón está todo armado para un festejo de cumpleaños; ya llegaron los invitados, sólo falta el homenajeado. Mientras tanto en una sala a puerta cerrada, intentando esquivar el alboroto, se encuentra reunida la comisión directiva. Es la primera reunión pos regreso a la A. Esa cuadra de Camino Corrales está iluminada. Los autos que van y vienen por la avenida José Pedro Varela le dan cierta vida a la esquina. La sede del Club Social y Deportivo Villa Española es inconfundible. El rojo y amarillo de las paredes que dan al frente sobresalen en el monótono paisaje; y desde lejos se alcanza a ver un boxeador pintado en la fachada. Nacido en 1940 como club de boxeo, de ahí surgió el peso pesado Alfredo Evangelista, famoso por haber aguantado 15 rounds de pie ante el legendario Muhammad Alí. Santiago López, Bigote, frecuenta esa esquina desde que tiene uso de razón. Se crió en el barrio montevideano elegido por los inmigrantes españoles, aunque recién de grande conoció la historia del célebre luchador uruguayo. “Yo tengo 34 años y él había peleado antes –en mayo del 77 fue el combate con Cassius Clay–; mi viejo sí se acuerda bien. Pero el año pasado Alfredo –nacionalizado español– volvió a Montevideo, con mi barra de amigos le hicimos un video a modo de homenaje y diseñamos la camiseta de fútbol con su cara. Ahí me enteré de su grandeza”. Con la pelota o la onda, Bigote pateó cada calle del barrio, el de Funsa y del demolido Cilindro. “Cuando había básquet todo el barrio estaba ahí. Me acuerdo del sudamericano que ganó la selección uruguaya, éramos chicos y nos colábamos,
hacíamos un relajo bárbaro”, suelta frente al esqueleto del Antel Arena. Él, al igual que muchos villeros de ley, se buscó un lugarcito detrás del vallado para ver la demolición del viejo estadio. “Sonó el impacto de la bomba y en dos segundos no quedó más Cilindro. Fue bastante triste”. Pero el barrio no perdió vida, dice, “vamos a ganar mucho más con el Antel Arena que con el Cilindro como había quedado” después del incendio. ¿Qué cambió en el barrio desde tu infancia a estos días? La gente. Se perdió la reunión, el verse cara
“En mi vida siempre fui bastante radical con algunas cosas, y en el fútbol viví experiencias que me llevaron a pensar así. Se llenan los bolsillos gracias a mí, eso está mal, es impresentable. Fui creando ideas en mi cabeza, y hoy de grande tomo más la bandera y me animo a decir cosas. No me lo inculcaron en el baby fútbol, aprendí porque la pasé mal, porque mis compañeros la pasaron mal, y porque había cosas que no me gustaban”.
a cara. Ahora somos amigos por WhatsApp, y está de menos. En nuestra banda tratamos de encontrarnos en la sede al menos dos veces por mes, además de hablarnos mil cosas por WhatsApp. Bigote elige una mesa, la más apartada del festejo. La parrilla marcha esta noche de lunes a ritmo de fin de semana. De repente aparece un directivo, se acerca y saluda con un beso. Luego otro, pues otro beso; y así hasta completar el cupo. Entre beso y beso, Santiago cuenta que la sede es como su casa, y a esa altura ya resulta obvio: “La cantina está abierta desde el año pasado que la agarró mi cuñado, pero estuvo como nueve años cerrada. A un amigo nuestro lo mataron ahí en la puerta, no andaba en buenas cosas, como diría el Indio Solari, ‘venía rápido y se le soltó un patín’. Lo vinieron a buscar a la sede y no tuvo escapatoria”. Ahora sólo amigos y familia, aclara. Su compañera Natalia y su hija Mariana –de cuatro años– son las primeras. “Igual me calienta cuando dicen que el barrio es zona roja, me enferma. Yo ando por todos lados, estoy enamorado del barrio. Elegí comprarme mi casa acá; es mi lugar en el mundo”. No tiene ningún cargo en el club, ni quiere tenerlo, al menos no el de presidente. “¿¡Estás loca!? No, está heavy”. ¿Qué está heavy? El fútbol en sí. Me tiene un poco harto el sistema. Y siendo presidente tenés que lidiar con el sistema todo el tiempo. Peor. Desde que volvió de Guatemala amaga con dejar el fútbol. “La nena crecía allá, mientras mi viejo envejecía acá sin poder verla. Entonces en un momento 25
La bandera del Bigote
¿Tuviste miedo alguna vez? Yo soy bastante kamikaze en ese sentido, mi señora es remiedosa, pero cada día que tenía libre recorríamos, y nunca nos pasó nada. Jamás vimos un hecho de violencia. Pero que existían, existían; porque prendíamos la tele y chorreaba sangre.
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¿Pensás qué sería de ustedes si se hubieran quedado allá? Hubiese seguido jugando, no nos iría mal, tendríamos un poco más de dinero. Capaz que en el fondo seríamos unos infelices. Pero no me lo cuestiono. Somos felices donde estamos.
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Es que en el barrio no es Bigote a secas, es el Bigote de Villa Española, que no es lo mismo. Aunque siempre intente ponerse a la misma altura que el resto, sabe que es un referente. Por algo el presidente Fabián Umpiérrez pensó en él cuando se propuso poner al cuadro en carrera. “Volví de Guatemala sin querer jugar más al fútbol. Pero en una comida de cumpleaños del club, Fabián me comentó que iban a volver a la C. Habían jugado un amistoso con Basáñez y les había encajado cuatro goles. Era un desastre. Me dijo ‘no aguanto perder, armate una barra’. Hablé con Fernando Cañarte, El Caña, y ahí nos embarcamos en esta locura de llevarlo a la A”. No quedaba otra que ponerse la camiseta, “no me cabía la idea de no hacer nada desde adentro siendo hincha del club, me parecía hipócrita de mi parte”.
Sumaron a Damián Santín, a Pablo Silva de las inferiores, a Martín González, todos identificados con los colores. “Y después pibes del barrio que habían jugado en el interior y eran hinchas”. Con un mismo objetivo: subir escalón por escalón hasta llegar a la máxima categoría. “Hoy se logró, pero si no se hubiese logrado, igual lo hubiésemos disfrutado. Estuvo bueno pasar por las tres categorías, fue tremendo aprendizaje”. ¿Cuáles son las diferencias más notorias entre una y otra categoría? De la C a la A hay un abismo. El fútbol es amateur de verdad, jugábamos contra
“Pocas veces me pasó en el fútbol de estar por plata. La vez que me pasó sentí ganas de no jugar más. No me tocó jugar en la elite, no me tocó jugar en la selección, me tocó jugar en Municipal, un equipo grande de Guatemala, ganando buena plata y decidí que quería irme. Pero el fútbol muestra eso, que se gana plata, que se pasa bien, y en realidad no es así. En el fútbol uruguayo ni se gana plata ni se pasa bien”. pibes que ni siquiera entrenaban, era drástico. Les hacíamos seis goles a algunos cuadros. En el cuadrangular final éramos todos bastante parejos, si bien llevábamos una diferencia sobre el resto, eran partidos complicados. Además nosotros éramos el grande de la divisional, no podíamos fallar. Entre la B y la A, la B es mucho más difícil. Es una divisional jodida, a nosotros nos costó. El primer año no pudimos ascender y lo hicimos el segundo. Se marca mucho, los pibes están con hambre de gloria, saben que el único salvavidas es ascender, entonces te arrancan la cabeza. En la A se juega más, es más vistosa.
¿En cuál te sentís más cómodo? A mí me encantó la C. Me gustó mucho ir por todos los barrios, jugar en canchas horribles pero en los barrios. La B también tiene lo suyo. De la A me gusta ir a jugar al Tróccoli, por ejemplo; pero el Centenario no me gusta mucho. Lo mío son las canchas chicas, con el tejido cerca, que te comés una puteada. En el primer partido de este campeonato, contra Rampla en el estadio Obdulio Varela, un rato antes salí a dar una vuelta por el barrio. La gente cuelga banderas, tiene una mística, me llena eso. “¿Te querés matar, no?”, le dice uno en la sede. “Y sí, ni me hables”, contesta Bigote al pasar, sin ánimos de ir más allá. Ayer era Su partido –su, con mayúscula–, el del regreso a la A, una meta que lo había mantenido enfocado e ilusionado los últimos tres años. A él y a todos los villeros. “Era como sacarme un peso de encima, sabía que cuando comenzara a rodar la pelota, el objetivo estaba cumplido”. Pero ya sabemos que el fútbol, además de hermoso, es ingrato; y justo en la vuelta, a Santiago le tocó mirarla desde el banco. Entró ocho minutos, y la bronca le puede durar ochenta años. “Lo que pasa es que yo había germinado una semillita, la flor era este primer partido, y no pude verlo desde adentro de la cancha. Me pareció demasiado injusto, aunque queda feo que yo lo diga”. Cuando habla de sí mismo se siente egocéntrico, por eso “te lo traslado a otro equipo, a otro futbolista, que con lo emblemático que es tendría que jugar. Si pierde o gana es lo de menos, ponelo y que disfrute de que volvió a la A”. ¿Alcanza con un buen cuadro para volver a la A? No, no. Hay un par de factores clave: primero, una buena gestión de la directiva desde el punto de vista económico es fundamental. Y segundo, el sentido de pertenencia de los jugadores hacia el club, el amor a la camiseta. Creo que aun con una buena gestión, sin el sentido de pertenencia no se hubiera logrado. ¿Está bien que los jugadores tengan que levantar un club o esa es una responsabilidad exclusiva de los dirigentes? Creo que los jugadores se tienen que involucrar en el juego; porque además de deportivo es un juego político y económico, y los futbolistas no pueden
Pablo Bengoechea
con mi mujer nos preguntamos: ¿vale la pena cambiar plata por felicidad? Nos fuimos de viaje a Cuba y encontramos una realidad que nos refortaleció la idea de que no se tranza felicidad por plata, regresamos a Guatemala, rescindí el contrato y nos fuimos”. Jugaba en el Club Social y Deportivo Municipal, uno de los equipos guatemaltecos más ganadores, con siete millones de socios –agrega Santiago–. “Me reconocían en todos lados. Al principio andaba en ómnibus, y cuando subía todos me miraban. ¡Tenía que firmar autógrafos en el bondi!”. Lo deslumbró el paisaje volcánico y la vegetación; el contraste socioeconómico le impactó. “Niños cargando azúcar, descalzos, con ampollas en los pies. Y Mercedes último modelo que ni siquiera existen acá, pasándoles como si nada por al lado”.
“Me calienta cuando dicen que el barrio es zona roja, me enferma. Yo ando por todos lados, estoy enamorado del barrio. Elegí comprarme mi casa acá; es mi lugar en el mundo”, dice el Bigote de Villa Española. (Foto: Rodrigo López)
mirar para el costado. Por eso cuando se involucraron los jugadores de la selección en el tema del sponsor de la camiseta, está de más. Equivocados o no, cada uno tendrá su opinión, pero a mí me encanta que lo hagan. Me encanta que Godín, que es el capitán celeste, se esté preocupando indirectamente por mí. Hasta ahora no habían alzado la voz, no se involucraban con el fútbol uruguayo; me parece que se hartaron y yo los aplaudo. Villa Española votó en contra de la propuesta de Nike… Sí, y no estoy de acuerdo. Pero es difícil juzgar a Villa Española cuando antes tenía deudas con un montón de empresas. A veces jugábamos gracias a Tenfield aunque nos estábamos embargando. Son decisiones difíciles. No comparto la de la directiva en este caso, pero tampoco la juzgo ni ahí. Si yo tuviera que votar lo haría en contra del sistema, pero yo no soy nadie. La conciencia antisistema no se gesta de un día para el otro, es un proceso mental y emocional de años. En verdad, este futbolista antisistema que insta a sus colegas –sobre todo a los principiantes– a pelear por sus derechos y a no dejarse
pisotear por los oportunistas, aceptó en sus inicios un sueldo de 650 pesos en la mano. “En el fútbol no había un sueldo mínimo, era el mínimo nacional, 1.200 pesos. Te descontaban 550 y te quedaban 650. Esta anécdota siempre la cuento: iba
“Yo digo que Nike no es Robin Hood. Lo tengo claro. No viene a salvar a un pueblo, sino a llevarse la plata de un pueblo. Que deje más plata y que todo sea más equitativo es otra cosa, pero no es Robin Hood. Cuando se vaya Paco –Casal–, van a venir Hugo y Luis. Los intereses van a ser siempre los mismos. Cuando invierten en un negocio es para ganar, no para hacer beneficencia”.
en bicicleta a la AUF a cobrar el sueldo, el presidente era Eugenio Figueredo y tenía un lugar reservado en el garaje para estacionar su auto. El tipo de seguridad no me dejaba poner la bici justo en ese lugar, pero yo no le daba bola. ‘Este mamadera se llena los bolsillos con plata que yo genero, tengo que venir en bicicleta a cobrar 600 pesos y este se la lleva toda’, pensaba. A la cuarta vez, imaginate. Era una baraja yo también. Con otros compañeros nos tomamos un par de cervezas, fuimos a cobrar, arrancamos el cartel de Figueredo; le queríamos pegar al de seguridad, no cobramos el cheque; fue cualquiera”. ¿Por qué fuiste gestando esa conciencia? En mi vida siempre fui bastante radical con algunas cosas, y en el fútbol viví experiencias que me llevaron a pensar así. Se llenan los bolsillos gracias a mí, eso está mal, es impresentable. Fui creando ideas en mi cabeza, y hoy de grande tomo más la bandera y me animo a decir cosas. No me lo inculcaron en el baby fútbol, aprendí porque la pasé mal, porque mis compañeros la pasaron mal, y porque había cosas que no me gustaban. Fue un aprendizaje de vida. 27
Me gustó mucho ir por todos los barrios, jugar en canchas horribles pero en los barrios. La B también tiene lo suyo. De la A me gusta ir a jugar al Tróccoli, por ejemplo; pero el Centenario no me gusta mucho. Lo mío son las canchas chicas, con el tejido cerca, que te comés “No me gusta que los pibes no cobren, no me gusta que la pasen mal, no me gusta que tengan que salir a laburar con la ilusión de jugar al fútbol, no me gusta que el sistema juegue con esa ilusión. Y sin embargo, la pelota sigue girando”. (Foto: Rodrigo López)
¿Qué no te gustaba? Qué no me gusta, querrás decir. No me gusta que los pibes no cobren, no me gusta que la pasen mal, no me gusta que tengan que salir a laburar con la ilusión de jugar al fútbol, no me gusta que el sistema juegue con esa ilusión. Y sin embargo, la pelota sigue girando. ¿Cuál es la ilusión? Ser Suárez. El hecho de pensar: hoy la paso mal pero mañana la puedo pasar bien. Yo prefiero que la pase bien y alegrarme si el día de mañana es Suárez, a que la pase mal para ser Suárez. La ideología no es esa, se puede pasar bien y ser Suárez.
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¿Pasarla mal en qué sentido? En todo. En bañarse con agua fría, entrenar en canchas deplorables, tener que salir a laburar para comer.
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¿Te hubiera gustado ser Suárez? No, horrible, detestable. Debe ser un infeliz, pero en el buen sentido. Me parece un genio, un crack, pero cuando no podés hacer cosas que los demás pueden hacer me parece que sos un infeliz. Si yo no pudiera ir a un almacén a comprarle un chocolate a mi hija y tuviera que ir un tipo de seguridad en mi lugar, me sentiría bastante infeliz. Esa vida te la regalo. El Indio Solari dice que cuando la persona se come al personaje no hay vuelta atrás. A ellos se los come el personaje. Nadie conoce al Luis Suárez verdadero, todos conocemos al que nos muestra. Aunque es verdad que rompe con toda la imagen de jugador de fútbol, porque es un loco que
llora en cámara, que se enoja, patalea. Esa parte sensible es divina. Pero no me gustaría llevar su vida, me mato. A mí a veces me embola ser el Bigote de Villa Española, imaginate. Las cosas a medias no le van. Si participa en una reunión general de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, es el primero en levantar la mano para dejar sentada su opinión. Sin embargo, jamás tuvo un cargo en el sindicato. “Siempre increpé a la mutual, pero en el buen sentido, de una forma constructiva; cosas que me parece que están mal y hay que cambiarlas. Pero habría que empezar a cuestionarse de cambiar el sistema desde adentro; no tanto opinar sino construir. Entrar sería una opción, hoy no la pienso, quizás mañana. Si tengo la posibilidad de llegar a un jugador de fútbol lo voy a hacer, pero no sé si me pondría a pensar en armar una lista. Sé que hay que pelear contra un sistema jodido y perverso, eso me embola un poco”. ¿Sirve la mutual? Sirve. Los jugadores la respetan mucho. Creo que no crea muchas políticas sociales, es ahí donde hay que apuntar: a crear semillas que luego den su fruto. Pero a la hora de reclamar, la mutual se sienta y logra que cobres. Tiene una forma muy dinámica, implementada hace mil años. Lo que yo planteo es algo más profundo, que creo es a lo que apunta la selección: “no seamos la selección pateando la pelotita”.
una puteada”.
Ellos están planteado algo drástico: “eduquémonos, vamos por acá, no peleemos cosas por pelear”. Entendamos que es un deporte, entendamos que es un negocio y participemos. La mutual no participa, deja que se haga. Deja que algunos partidos se jueguen a las doce del mediodía. No, mi amor, a las doce no. La mutual tiene que ser amiga de la AUF, la AUF no puede poner un partido a esa hora porque a la tele se le ocurre. El que juega soy yo. Y yo quiero jugar a las tres de la tarde para que mi barrio me acompañe, si vos no lo podés televisar es problema tuyo, no mío. La AUF se rige por un sistema que se llama Tenfield y la mutual no tiene muchas herramientas para meterse en eso.
un uruguayo revolucionario en este medio? Lo dije porque quise hacer una comparación entre Maradona y Messi. Maradona estaba recomprometido con lo social, el loco tenía su bandera y no le importaba vivir en la burbuja del futbolista famoso. Messi vive en otro mundo, le interesa más estar en su burbuja que ver lo que pasa a su alrededor. Fabián O’Neill es un loco lindo. En el sentido de que todo el mundo dice “pah, yo quiero ser millonario, quiero jugar en el Inter” y él no, él “quiero ser feliz”. El loco tiene algo de revolucionario en ese sentido, vive la vida que quiere, no la que le quieren imponer. ¿Y vos? Yo soy un bicho raro, como Agustín Lucas. No sé si somos revolucionarios, porque no nos da para hacer la revolución. No tenemos peso. ¿Por qué? Por no haber jugado en equipos grandes. Hoy en día somos más conocidos por lo que decimos que por lo que jugamos.
Pablo Bengoechea
“A mí me encantó la C.
Si yo hubiese jugado en otras ligas, mi palabra tendría más peso, como pasa con Godín. Lo que dice Godín yo lo dije cincuenta mil notas atrás. No me di cuenta de que Tenfield era una monarquía cuando me lo dijo Godín, yo la viví y la vivo todos los días. Pero él tiene un peso, entonces movió los cimientos. Capaz que Godín es el primer revolucionario del fútbol.
¿Fue una circunstancia no haber jugado en un cuadro grande o no quisiste? En 2008, cuando salí goleador de la B, tuve la chance de ir a los grandes. No se concretó, no sé por qué, pero no me quitaba el sueño tampoco. Creo que no se cumplió porque nunca fue mi sueño; porque en una temporada hice 25 goles, podría haber ido perfectamente. El máximo goleador de la B hizo 27, yo estuve ahí. Las
¿Hoy es Tenfield y mañana será otro igual? Es lo mismo que la puja entre Nike y Puma. Yo digo que Nike no es Robin Hood. Lo tengo claro. No viene a salvar a un pueblo, sino a llevarse la plata de un pueblo. Que deje más plata y que todo sea más equitativo es otra cosa, pero no es Robin Hood. Cuando se vaya Paco –Casal–, van a venir Hugo y Luis. Los intereses van a ser siempre los mismos. Cuando invierten en un negocio es para ganar, no para hacer beneficencia. La cosa es que quede más plata en las arcas de la AUF para que los jugadores se puedan manejar mejor. Esa es la idea, que todos la pasemos mejor. Una vez dijiste que Maradona era el primer revolucionario del fútbol. ¿Existe 29
“Cuando se involucraron los jugadores de la selección en el tema del sponsor de la camiseta, estuvo de más. Equivocados o no, cada uno tendrá su opinión, pero a mí me encanta que lo hagan. Me encanta que Godín, que es el capitán celeste,
Fotos: Luis Morales
Fútbol e identidad
se esté preocupando “La AUF se rige por un sistema que se llama Tenfield y la mutual no tiene muchas herramientas para meterse en eso”, sentencia Bigote López. (Foto: Rodrigo López)
indirectamente por mí. Hasta ahora no habían alzado la voz, no se
cosas se dan por causalidad, y a mí nunca me inquietó.
a todas las canchas y hay una desventaja brutal.
involucraban con el
¿Peñarol o Nacional? Odio a los dos por igual. Nos han pisado tanto la cabeza a los cuadros chicos que me dan asco. Son los que mandan en el fútbol. Los grandes votan algo, y los chicos van detrás. Te das cuenta en las últimas elecciones; Peñarol tiene seis o siete cuadros que lo acompañan y Nacional lo mismo. Se manejan así, porque se deben favores, ‘te cambio la localía y te doy plata’. Es impresentable que en el fútbol uruguayo los cuadros grandes no se quieran mover de sus canchas, y siempre jueguen en el Centenario. Es joda, yo tengo que ir a jugar
¿Qué cosas lindas te dio el fútbol? Las ganas y la pasión por una institución.
parece que se hartaron
¿Qué pueden pelear en la A? Tenemos un objetivo claro que es no descender. Para los cimientos del club que estamos generando la meta es no bajar. Después, todo se va dando. Plaza Colonia demostró que no es imposible pelear un campeonato en la A, aunque la historia y los números muestran que pocos equipos chicos salen campeones. Cuando el cuadro ascendió, Bigote pensó
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Ricotero hasta la muerte
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Los Redondos tocaron una fibra suya. Dijeron cosas que él quería escuchar, que él necesitaba reivindicar. Los vio por primera vez en vivo a los diecisiete años en Jesús María, Córdoba y alucinó. Es, además de Villa Española, su otro lugar en el mundo. “Llego al toque y me cuestiono pila de cosas. Estamos en un lugar donde todos pensamos lo mismo, y queremos lo mismo. Yo te respeto a vos, vos a mí, son cosas que se pierden en la vida”. Decidido a empuñar la bandera del Indio Solari, cada vez que Santiago López convierte un gol muestra la remera de la banda que lleva debajo de su camiseta. “Siento que rompo el molde”, dice. Sólo una vez la cambió por la de Todos somos familiares, en el marco de una campaña para concientizar al fútbol sobre la desaparición de personas en la dictadura y la importancia de no dejarlo en el olvido. “Tengo pensado hacerlo de vuelta, cuando juguemos para la tele en el Estadio, pero con algo más armado. Tal vez un discurso, que diga algo así como ‘hoy hice un gol y mi mamá festeja, pero un día como hoy de tal año, una niña des-
fútbol uruguayo; me y yo los aplaudo”.
“ya está, me voy por la puerta grande”, pero los colores del club siguieron siendo más fuertes que sus propios deseos. Dice estar en los descuentos como futbolista, ¿qué pasara una vez que tome la decisión? Dará un paso al costado, literalmente. Dejará la cancha para ir a la tribuna, a alentar con el resto de los villeros. _Por Carla Rizzotto
apareció y su mamá la llora’. Hay que tener un poco más de solidaridad para que al menos aparezcan los cuerpos, enterrarlos y hacer el duelo”. Bigote dice lo que piensa y hace lo que siente, le guste a quien le guste. Hizo las inferiores en Villa Española hasta quinta división, se le vino el rock encima y abandonó las canchas por un tiempo. “Me gustaba andar en la esquina con mis amigos, tomar un vino cuando tuviera ganas y salir cuando tuviera ganas. Curtir la cultura de barrio”, cuenta. “¿Si me lo recrimino? ¿Estás loca? No, me encantó. Es otra de las cosas que si no la hubiese hecho, me hubiese arrepentido. Esas cosas me formaron como individuo. Cuando las vuelvo a hacer me siento joven”. La vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo, canta el Indio. Conocedores de su locura, los hinchas le pintaron el año pasado una bandera que reza La vida sin el Villa es matar el tiempo a lo bobo. Esa música es su filosofía de vida. “He dejado de jugar al fútbol por ir, he dejado cualquier cosa. Y lo seguiría haciendo. Ahora el Indio tiene ganas de tocar allá abajo, en Ushuaia.
Nace un hincha Yo soy del Villa. Desde que papá me regaló la bandera y la camiseta. Ese día me dijo: “Hoy subimos. Así que vamos juntos a la cancha”. Mi madre, que estaba preparando la comida, se asomó por la puerta de la cocina y le preguntó: “¿Te parece, con el tiempo como está?” y lo miró igual que me mira a mí cuando vamos por la calle y quiere que le haga caso. Mi padre le contestó: “Lo abrigo bien y llevo el paraguas, pero hoy no podemos fallarle al Villa”. Nunca había entrado a la cancha. Algunos sábados sentía los gritos y los cantos de la hinchada desde mi casa, que está a dos cuadras de aquí. Así que estaba muy nervioso, igual que hoy. Las tribunas estaban llenas. Todos gritamos mucho y saltamos como locos cuando hicimos el gol. Y al final del partido, a papá le chorreaban lágrimas por la cara. Le pregunté por qué lloraba. Él se rió y me dijo que era la alegría. Después no volvimos a venir. Hasta hoy. Cuando terminamos de almorzar, papá
me puso la camiseta y me dio la bandera. Justo cuando salíamos, nos alcanzó mamá. “El viento está helado, sin campera no podés ir, y levantate la capucha”, me dijo, antes de despedirme con un beso. En la puerta de la cancha nos encontramos con el tío Roberto. Se abrazaron con papá y él dijo: “¡Casi diez años esperando, pero volvimos a primera!”, y los dos se daban palmadas en la espalda. Desde acá arriba veo a los jugadores; a la hinchada contraria; y a la nuestra. Allá, entre las banderas rojas y amarillas, anda mi primo, el Jonathan. A él, como es más grande, a veces lo dejan tocar el bombo. Y enfrente, del otro lado del paredón, arriba del techo, están los vecinos de la vuelta de casa. Cada vez que juega el Villa, ponen la bandera y gritan como si estuvieran acá adentro. Una vez invitaron a papá, pero él les respondió que vive mejor los partidos pegado al alambrado.
A mí me gusta ver a los jugadores corriendo detrás de la pelota. Pero a veces me distraigo. Quizá por eso papá me advirtió: “Atendé al partido. ¡Hoy es un día histórico y lo vas a recordar para toda la vida!”. Entonces yo le pregunté qué era “histórico”, y él largó una carcajada y me contestó: “Quiere decir: ‘muy importante’, ya vas a entender cuando seas más grande”. Pero yo sé lo que es “muy importante”, por eso estoy con los ojos bien abiertos y trato de no perderme ningún detalle de lo que pasa a mi alrededor. Terminó el partido. Los jugadores caminan rumbo al portón. De este lado del alambrado, papá se apresura hacia el lugar por donde van saliendo. Pasan entre la gente. Están tristes, y algunos tienen cara de enojados. Papá les grita: “¡No importa muchachos! ¡Bien igual! Vamo’arriba el Villa!”, y yo repito, con todas mis fuerzas: “¡Vamo’arriba el Villa!”. _Luis Morales
¿Vas a ir? Y sí, no queda otra.
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homosexuales en el fútbol
Pelota al medio El fútbol es un deporte de contacto con una marcada inflexión machista, en el que la homosexualidad, aún hoy, parece estar presente sólo en las bromas. Sin embargo, desde hace una década, existe un equipo, Uruguay Celeste, basado en la diversidad sexual. Otros siguen sin aceptar esta realidad cada vez más difícil de ocultar.
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Basta con ir a una cancha para saber que el fútbol es “cosa de machos”, aunque esté plagado de conductas poco varoniles. Si no recordemos el dedo mayor de Gonzalo Jara entre los glúteos de Edison Cavani. Eso es aceptado, en cierta forma, porque se toma como un insulto y no se admite bajo ninguna circunstancia que pueda ser acoso. Es más, para hacer este artículo, entrevisté –quise hacerlo, mejor dicho– a dos jugadores profesionales. Uno de un cuadro de los llamados “chicos”, y el otro de uno de los “grandes”. Me atendieron con amabilidad, teniendo en cuenta que me comunicaba de parte de un reconocido periodista deportivo. Cuando les dije que quería hablar sobre la homosexualidad en el fútbol, se acabaron mis pretensiones. Uno me dijo que eso no existía; el otro que no me podía decir nada porque nunca había jugado con alguien homosexual. Incluso me negaron conocer a Wilson Oliver, el futbolista campeón de América, que debió dejar el fútbol porque no le aceptaban su condición de gay. Ambos me dieron ‘salida’, no sin antes aclararme que no querían ser citados. Así de simple.
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Uruguay Celeste Los dos futbolistas que hablaron con Túnel dijeron no conocer la existencia de un seleccionado gay. Sin embargo, gente ligada a ese deporte aseguraba que sí había uno, aunque no podían precisarlo. Logramos hacerlo por medio del relator Martín Rodríguez (ver recuadro). Mario Mussio es el presidente de Uruguay Celeste Deporte y Diversidad, que, efectivamente, no es una selección, sino un cuadro de fútbol amateur, integrante de la Liga de Integración de
Fútbol Uruguay (LIFU), que apuesta a la diversidad. La confusión viene porque, al ser el único cuadro en Uruguay que tiene en su constitución la diversidad sexual de sus jugadores, es el único representante del país que integra a los LGTB (lesbianas, gays, trans y bisexuales) y concurre a los mundiales de ese colectivo. Este equipo también incluye a heterosexuales: “Lo nuestro era el tema de la inclusión. Si venís a practicar, a traer
“Sacamos la idea de la selección gay de fútbol, primero porque no somos un seleccionado y, segundo, porque si hay una selección gay es porque hay una hetero. De ahí se puede concluir que la selección de Uruguay vendría a ser la de todos o la de algunos”. el agua o lo que sea, no me importa tu orientación sexual, sino que estás con la causa, y no se necesita ser homosexual; por eso hablamos de diversidad”, dice Mussio. Uruguay Celeste practica en la cancha del Centro Juvenil Salesiano, en Batlle y Ordóñez y Sayago. Hasta allí llegó Túnel una fría noche de invierno. Los jugadores estaban entrenando, ajenos a nuestra presencia. Mussio nos recibió con una sonrisa. Es un hombre afable y
un gran tomador de mate. Contó de los comienzos, porque él es fundador, así que bien podía hablar de lo que vivieron para conformar el equipo que hoy sale a la cancha: “A principios de 2006 nos enteramos de que se iba a jugar el primer mundial LGTB en Latinoamérica. Sería en Buenos Aires, al año siguiente, en 2007. Sabíamos que ya era común en Estados Unidos y en Europa, pero en esta parte del mundo nunca había pasado”. El “enteramos” me sonó a mucha gente, así que solicité que fuera más específico. Sonrió y pidió que lo guiara porque él se iba por las ramas. Luego comprobé que era su característica; debí encauzarlo varias veces: “Me refiero a quienes íbamos a los boliches de la comunidad, que en aquel momento eran Espejismo y Caín. Y decidimos hacer un llamado público, a través de los medios de prensa, para conformar un equipo que nos representara en el Mundial. Hubo mucha prensa y nos tomaban para la chacota. Embromaban con el jabón en las duchas, los vestuarios… ese tema es increíble, hay una morbosidad con los vestuarios…”. Vuelve a sonreír mientras me ve a los ojos, aunque sé que su mirada no está ahí, sino en el recuerdo que lo asalta, y al cabo de ese instante continúa: “Era una época en la que se debatía bastante sobre la homosexualidad y el fútbol”. Mirá por dónde andaba su pensamiento, no en el vestuario, sino en el debate. Le pregunté si las bromas le resultaban molestas, agresivas: “Es que queríamos enfocarnos en el tema futbolístico, no en si había metrosexuales, homosexuales, bisexuales, heterosexuales… Costaba entender”. Lo que los movía era ir a ese Mundial porque quedaba cerca. Lo que urgía era
“Lo nuestro era el tema de la inclusión. Si venís a practicar, a traer el agua o lo que sea, no me importa tu orientación sexual, sino que estás con la causa, y no se necesita ser homosexual; por eso hablamos de diversidad”, afirma Mussio. (Fotos: Rodrigo López)
reclutar jugadores para empezar a trabajar cuanto antes: “El 18 de julio de 2006 se realizó la primera práctica en las canchitas frente al estadio Centenario. Fue muy curioso, porque si bien poco más de una docena se animaron a entrenarse, alrededor había un montón de gente, pero se acercaban de a poco”. En este caso, en la canchita del Salesiano ya habían comenzado a
calentar. Corrían y saltaban de acuerdo a las instrucciones del director técnico. No todos lucen atléticos. El físico no es la única diferencia con los jugadores profesionales. Juegan en una liga amateur. Estudian, trabajan, se ganan el pan con otras ocupaciones, pero el fútbol no deja de ser una pasión y, al igual que el mejor de los jugadores de la selección nacional, representan a Uruguay cuando salen al
Palabras diversas Túnel entrevistó a dos jugadores de Uruguay Celeste. Jonathan y Alejandro. El primero es gay; el segundo, heterosexual. Los dos tienen porte de jugador de fútbol, aunque Jonathan tiene un físico más trabajado. Ambos están desde el comienzo, pero llegaron al equipo por canales distintos. Alejandro cuenta que juega desde el baby fútbol y que estuvo seis años sin poder hacerlo porque tenía horario rotativo en el trabajo; que iba en un ómnibus escuchando el informativo, “decían que estaban practicando en el Parque Batlle porque había un mundial en 2007. Fui y me integré. Me copó la idea de participar en un mundial. Después tuvimos gira por el interior, los viajes a Chile, México…”. Está casado, tiene hijos. Mientras estaba con Túnel fue su hija grande a buscarlo. Le pregunté si había que tener una fortaleza especial para que no le llegaran los insultos de la hinchada
exterior: “Nos presentamos al mundial de Buenos Aires, en setiembre de 2007. Eran unos treinta equipos y salimos octavos. En 2012, en México, fuimos vicecampeones. También hemos ido a competir a Chile”. El Mundial dura una semana, de lunes a domingo. Juegan dos partidos por día, por lo que el desgaste físico es importante. En general, son de 35 minutos con diez
contraria. Me contestó: “Llega un momento que lo naturalizás. No te cuestionás eso que el otro se está cuestionando: si son gays o no. Yo me olvido, como que no me pasa nada”, contestó. Jonathan cuenta: “Estaba en la marcha [del Orgullo Gay] cuando un muchacho me comentó que iba a empezar a armar el cuadro. Fui al Parque Batlle para ver qué onda, no sabía nada de fútbol, ni jugar y pasaron los años y aprendí”. “A esa edad recién descubría lo que era el mundo gay, el fútbol no me interesaba demasiado, más allá de que era fanático de Nacional. Y bueno, después me empezó a gustar, le agarré pasión, como todo uruguayo. Ahora me encanta”, dice sonriendo. Para Jonathan, ponerse la camiseta tiene dos significados: “El tema del orgullo porque soy gay y después el de la camiseta, que no deja de ser de Uruguay. Para mí es exactamente lo mismo, con algo distinto que jugamos algunos homosexuales y heterosexuales. El compartir es lo lindo. Después que se naturaliza empieza la amistad, por eso uno sigue en el cuadro. Es un gusto venir. Son mi otra familia”, afirma.
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homosexuales en el fútbol
de descanso; sólo la final se hace de 45 minutos. Diversidad y relacionamiento Ya quedó aclarado que son un equipo, con la particularidad que representan a Uruguay en los mundiales LGTB. Por si quedan dudas, Mussio vuelve sobre el asunto: “Sacamos la idea de la selección gay de fútbol, primero porque no somos un seleccionado y, segundo, porque si hay una selección gay es porque hay una hetero. De ahí se puede concluir que la selección de Uruguay vendría a ser la de todos o la de algunos”. Debo de mirarlo perpleja, porque su sonrisa se ensancha y me obliga a imitarlo. Para ser franca, nunca lo había pensado y me resulta interesante. Casi tanto como conocer el relacionamiento con los otros equipos. Así que le pregunto si en la liga se les conoce como el equipo de la diversidad. Contesta: “Sí, todos saben a quiénes enfrentan”. “¿Y eso juega?”, pregunto con la esperanza de que me entienda. “Tienen sus piques dentro de la cancha, pero los chiquilines están tan
Mario Mussio, presidente de Uruguay Celeste Deporte y Diversidad.
acostumbrados que hasta les juega a favor. A veces los hinchas del equipo contrario le gritan al juez ‘ah, no les cobrás a estos putos’, pero termina el partido y todos se dan la mano”. Le doy algún rodeo al asunto, porque mientras hablamos, escucho lo que se dice a mis espaldas, en la cancha, mientras entrenan, y no sé cómo encarar a Mussio. Tengo temor a ofender, pero al final lo zampo: “Ahora yo los escucho a ellos decirse cosas por el estilo. El tono es de broma, pero se dicen cosas que pueden sonar homofóbicas”. ¡Bingo!, parece que me entendió: “Sí, puede dar esa sensación, ¿verdad? Lo que pasa es que a veces se desvirtúa el término. La palabra ‘puto’ no necesariamente se refiere a lo homosexual. También se utiliza para denigrar a otra persona, o para embromar, como es este caso. No defiendo esas cuestiones, pero se dan”, dice y se ceba otro mate. No me convida y lo envidio. Tengo frío y la boca seca. “Una vez tuvimos un hecho de violencia –recuerda–; fue en el 2008, cuando jugábamos en la Asociación
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El relator que abrió el armario
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Martín Rodríguez es periodista deportivo y relator de fútbol. Trabaja en 13 a 0, TV Ciudad, Canal 10 y en La Diaria. Rodríguez es gay. Túnel lo entrevistó y lo primero que quisimos saber es si ser homosexual le había perjudicado a nivel profesional: “Hace casi un año y medio que salí del clóset para todo el mundo. La verdad es que no siento que me haya perjudicado, quizá eso me dio más notoriedad, aunque no fue el objetivo, pero se dio así. Me tratan con mucho respeto. Lo único que a veces encuentro raro es que no me hablen del tema, no me pregunten”. Martín sufrió el proceso de decir su condición, sobre todo porque era consciente de que estaba en un entorno con pronunciado machismo. Le pedí opinión sobre el testimonio de los jugadores que aseguraban que en el fútbol no había gays. A su entender “eso es imposible. Lo que hay es una enorme represión y no se animan a decirlo”. Sostiene que homosexuales hay en todas las profesiones, “lo que pasa es que algunas son más tolerantes que otras y justo el fútbol es de las más cerradas. Se siente una profunda soledad”. “Es difícil hablarlo”, concluyó.
“En noviembre cumplimos los diez años y tenemos programado un torneo internacional. Vienen argentinos, chilenos y bolivianos. Para nosotros es importante, porque pone en el tapete el tema de la diversidad. Es nuestra causa, una buena razón para nuestra vida”.
Nacional de Fútbol Amateur (ANFA), que fue la primera liga que jugamos en Montevideo. Nos cruzamos con un equipo y terminamos mal. No fue tanto por los jugadores sino por una persona afuera que se puso violenta. El tipo se agarró a trompadas con uno de los gurises, Alejandro, que no es gay. Después se armó una bataola. Los ves así, pero si los provocan pueden llegar al guante. Fue la única vez que tuvimos un hecho de violencia. No lo denunciamos victimizándonos de una situación porque ellos también pegaron. Tampoco te vas a quedar quietito esperando que te rompan la cara. Fue sólo un partido. Lo llevamos al tribunal de la liga, luego se jugó el partido de la segunda rueda y no pasó nada”. Repite que no ha habido “la tal” violencia homofóbica, pero que es obvio que piensan que el equipo, por sus características, es más blando que el resto. A ninguno le gusta perder con nosotros. Eso es como… ¿viste cómo es?”. “Sí,
Pelota al medio
Alejandro y Jonathan.
claro”, le dije, mientras veía a los jugadores y pensaba que no debe ser un equipo fácil de ganar. Pablo Izurco es el tesorero de Uruguay Celeste. Él me informó que tienen apoyo del Ministerio de Turismo y Deporte con alguna partida que los ayuda en los viajes; que se financian realizando distintas actividades, rifas; que se presentan a proyectos del Mides que tienen que ver con inclusión y diversidad: “En 2013 hicimos una gira por el interior. Nuestra idea era jugar con un equipo local que no fuera profesional, en el estadio más importante de cada departamento. El dinero dio para cinco lugares. Hicimos alianza con las intendencias. En Durazno, Trinidad, San José, Rivera y Maldonado. Nosotros poníamos la copa y las intendencias se hacían cargo de la comida. Fue una experiencia hermosa”. El equipo también tiene un integrante que es una persona con discapacidad, y Mussio me dice que las mujeres también pueden practicar, pero no jugar en la Liga porque es de fútbol masculino. Es más, tiene una integrante trans: “Victoria comenzó su proceso con nosotros. Antes jugaba con nosotros contra los otros equipos. Ahora no puede, pero sí en los torneos LGTB. Viajó con nosotros a Chile y jugó sin problemas”. Ahora en el equipo juega un chileno. No es el primer extranjero con el que
cuentan. Ya tuvieron un mexicano, un paraguayo, algunos argentinos: “Llegan porque conocen a alguien del equipo, o porque se enteraron por pertenecer a la comunidad”. Desde hace dos años cuentan con el servicio honorario (todo es honorario) de la psicóloga Leticia Arezo: “Sirve mucho porque se utiliza ese día para decir lo que tengas que decir, algo a un compañero, un hecho que te molestó. Y bueno, se discute, etcétera, pero se arregla ahí. Habla del tema grupo, de la relación humana”. “En noviembre cumplimos los diez
años y tenemos programado un torneo internacional. Vienen argentinos, chilenos y bolivianos. Para nosotros es importante, porque pone en el tapete el tema de la diversidad. Es nuestra causa, una buena razón para nuestra vida”. Un jugador tiene la pelota, otro lo marca, alguien imposta la voz, gritando remilgado: “¡No se sienta presionada!”. El fotógrafo, y yo reímos. El que lleva el balón se desmarca, tira al arco y mete el gol. Pelota al medio. _Isabel Prieto Fernández
T E O R Í A Y P R Á C T I C A PA R A LO S E N T R E N A M I E N T O S Manual de Cinesiología Estructural
501 ejercicios de contraataque en fútbol
En esta obra se analizan a través de ejercicios simples, las articulaciones y los grandes grupos musculares del cuerpo. Este conocimiento constituye la base de los programas de ejercicios que deben aplicarse para reforzar la musculatura.
El entrenador Santiago Vázquez Folgueira, plantea de forma didáctica y progresiva ejercicios de contragolpe de lo individual a lo colectivo. La obra recoge ejemplos de situaciones de juego extraídas de distintas competiciones.
Editorial Paidotribo 35
Entre la cábala y el mito
La magia en la cultura del fútbol A los 43 años Fabricio Vomero sigue jugando al fútbol, una pasión que no lo abandona pese a su trabajo como psicólogo y a ser máster de antropología. Esto lo hace una figura apropiada para hablar del pensamiento en el fútbol, particularmente el que se expresa en las cábalas.
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¿Además de tu actividad profesional, siempre has jugado al fútbol a nivel amateur? Sí, empecé en el baby fútbol de Central de Montevideo y luego en Central de Tacuarembó en juveniles. Cuando vine a estudiar, jugué en el Rangers de la Liga Universitaria y hasta ahora en el fútbol de padres en la Liga Colegial. Nunca trabajé sobre fútbol en materia antropológica a nivel universitario. Eso se debe a que soy un fanático, juego al fútbol a nivel senior, disfruto mucho, y creo que pensarlo en términos científicos me haría cuestionar ese goce. Lo quiero mantener como actividad de disfrute, no de pensamiento. Sigo prefiriendo el fútbol en su espíritu amateur. Allí está ausente la dimensión comercial y sus reglas, que evidentemente las impone.
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¿Cómo funcionan las diferentes categorías de pensamiento en el fútbol? Nos preciamos de ser racionales, pero creo que el fútbol está impregnado de magia y de cábala. Es difícil que un jugador o un técnico no las tenga y en ese sentido es famoso Hugo Bagnulo. Bagnulo era muy amigo de mi abuelo, incluso tenía una foto suya en una pared de su casa. Mi abuelo jugaba en Central, y Bagnulo estuvo vinculado a esa institución. La última vez que lo vi fue en la cancha de La Luz y don Hugo, que era una gloria del fútbol uruguayo, estaba sentado atrás de un arco, sobre una piedra, con un pañuelito en la cabeza porque había un sol tremendo. Sólo en Uruguay
pasan esas cosas. Era un grande del fútbol, un gran estratega y a la vez un cabalista incomparable. A propósito de esas particularidades de Uruguay, la gente de la FIFA hizo un informe sobre el baby fútbol y –por una circunstancia azarosa– pudimos dialogar. Cuando les dije que era psicólogo y antropólogo me propusieron hacer una nota para reflexionar sobre la dimensión futbolística de Uruguay, que es inexplicable para otros países, sobre todo teniendo en cuenta las dimensiones poblacionales, y para explicarse cómo el fútbol atraviesa las clases sociales, la política, atraviesa todo. Es que en Uruguay hay una enorme cultura de fútbol, que el niño recibe incluso desde antes de nacer, porque existe en los clubes la dimensión del hincha intrauterino. Aquí el niño nace y el primer regalo es una pelota, una camiseta de fútbol. La adhesión a un equipo de fútbol es algo que se le transmite al niño al nacer, como el nombre y la nacionalidad. Se puede cambiar en muchas cosas, pero es difícil que alguien cambie de club de fútbol. ¿Cómo se va generando esa cultura del fútbol? Un padre que lleva a su hijo a practicar empieza a reprimir el uso de la mano y a estimular el uso del pie, de ciertos movimientos y articulación, que tienen que ver con el desarrollo de una musculatura propia para el fútbol. Pero no sólo eso, sino que le incorpora una serie de decisiones de carácter que el fútbol requiere. En nuestra cultura del fútbol hay cosas innegociables,
como la actitud y las ganas. El jugador puede tener carencias en todas las áreas, tanto las técnicas como las físicas, pero no puede tener carencias temperamentales. Cuando los turistas pasan frente a las canchas se paran a mirar, sacan fotografías, filman. Les debe parecer algo “bárbaro” hacer jugar así a niños pequeños. Pero “Divulgar los secretos de la magia le hace perder eficacia. Las cábalas son absolutamente personales, incluso algunas inconfesables”, sentencia Fabricio Vomero. (Ilustración: Rodrigo López)
“En los Juegos Olímpicos del 24, en semifinales, Uruguay estaba perdiendo con Holanda. El 9 de Uruguay pateaba y el golero del rival sacaba todas las pelotas, hasta que descubren que tenía en el fondo del arco un
ellos, ya desde muy chiquitos, adoptan el aprendizaje de cómo moverse dentro de la cancha, de la utilización de las reglas. Además, esa cultura del fútbol estimula y desarrolla una inteligencia especial y espacial, una particular forma de leer situaciones y tomar decisiones a gran velocidad. A su vez, esa cultura impone un lenguaje, una forma de hablar, un vocabulario y también una ética de comportamiento.
¿Esto es patrimonio de las clases populares o se da en todos los niveles? En todos. Jugué años en la Liga Universitaria. Es una liga muy seria y por allí pasan jugadores que podrían haber jugado en primer nivel y en muchos casos no lo hicieron porque eran gente de clase alta o de clase media, sectores sociales para los que el fútbol es muy excluyente. Cuando me recibí de psicólogo, tuve la oportunidad de trabajar en juveniles con
conejo embalsamado. En un embate el 9 patea al conejo y lo destruye. A partir de ese momento vienen los goles uruguayos. El mito que se construyó a partir de eso es determinante. Le cortaron el ritual mágico al golero holandés”.
Los límites de la razón Vomero cuenta que “Ernesto Sábato empezó con el pensamiento racional y estudiaba física, pero en determinado momento entendió que en el hombre había dos fuerzas paralelas, y que ninguna manda sobre la otra. Fue becado a París para especializarse en mecánica cuántica y terminó estudiando el pensamiento mágico. Y eso lo escribió Freud, que inauguró una narrativa que descentraba al sujeto como un yo racional para reconocer al deseo humano y pensamientos que van más allá de la conciencia. Sábato reconocía una influencia muy grande de Dostoievski y también lo hacía Nieztche, que llegó a decir que el único que le había enseñado algo de psicología humana fue Dostoievski, al tiempo que Freud decía que no lo leía para no sentirse invadido por sus ideas. Y todos esos genios universales reconocían que había modos de pensar y sentir que trascendían y trasvasaban lo estrictamente racional”.
la selección uruguaya, de 2000 a 2003, y allí conocí muchas cosas que pasan en el primer nivel y muchos técnicos con un pensamiento mágico enorme, cabalistas. No recuerdo mucho al detalle sus cábalas pero sí el peso que tenía en ellos la noción de “mufa”. Había jugadores “mufa”, hinchas “mufa”, directivos “mufa”: los veían venir, los asociaban a perder y los querían alejar. Muchos jugadores tenían objetos a los que asociaban con la suerte. Recuerdo uno que cuando jugaba llevaba sobre el pecho la foto de su padre, ya muerto. Había formas de entrar a la cancha, actitudes como tocarse un testículo o recurrir a ciertos gestos para conjurar la suerte. Cuando los zapatos eran nuevos, se escupían. Sin embargo, esto es algo de lo que nadie quiere hablar, porque divulgar los secretos de la magia le hace perder eficacia. Las cábalas son absolutamente personales, incluso algunas inconfesables. Hablar exorciza el efecto mágico. Incluso es de muy mal gusto indagar sobre las cábalas. No se acepta la interpelación de la lógica. Alcanza con que funcione. 37
Uruguay iba perdiendo y le asigna a un par de incidentes las claves del partido: el sopapo que Obdulio Varela le da a Bigode y la pelota bajo el brazo, hablándole Obdulio en español a un juez que hablaba inglés. En la reconstrucción de ese acontecimiento, el uruguayo pone eso por encima de los goles, porque tuvo una incidencia emocional en el partido”.
¿Es efectiva la magia? Creo que hasta cierto punto sí, ya que más allá que la realidad no funcione de acuerdo a la imposición de ese deseo, tiene efectos prácticos, en cuanto asegura al individuo que puede, de algún modo, interferir en la realidad. Jacques Lacan, psicoanalista francés inspirado en el budismo, decía que el hombre tiene tres pasiones: el amor, el odio y la ignorancia. Como que de algún modo
quiere ignorar lo real. El pensamiento mágico pretende controlar esa zona de la realidad. Desde el punto de vista racional nos dicen que lo real se impone al individuo más allá de sus deseos. O sea, que donde el pensamiento racional dice “no se puede hacer nada con lo real”, el pensamiento mágico dice: “Sí, se puede”. ¿Esto tiene que ver con algunas características del fútbol uruguayo? Son mitos y es difícil detectar de dónde vienen, pero creo que deben estar en el origen de nuestro fútbol. En lo que fue su primera gesta, en los Juegos Olímpicos del 24, en semifinales, Uruguay estaba perdiendo con Holanda. El 9 de Uruguay* pateaba y el golero del rival sacaba todas las pelotas, hasta que descubren que tenía en el fondo del arco un conejo embalsamado. En un embate el 9 patea al conejo y lo destruye. A partir de ese momento vienen los goles uruguayos. El mito que se construyó a partir de eso es determinante. Le cortaron el ritual mágico al golero holandés. Me hago la película del holandés viendo al conejo destruido e imagino cómo se le vino el mundo abajo, porque si lo tenía allí es porque le otorgaba un valor mágico. Sobre esas historias se construyen los mitos, que siguen operando a lo largo del tiempo. Empecé a estudiar antropología después que leí a Lévi-Strauss y me pareció impactante. Siempre tomé de él la idea de cómo determinadas instituciones permiten que cada individuo defina su humanidad a través de ellas. No importa si es el Barcelona
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“El cuarto del terror”
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Prefirió omitir su nombre, pero aún milita en el fútbol del interior, habiendo jugado en uno de los equipos “grandes” de nuestro medio. Respecto a las cábalas refirió que “algunas de ellas son corrientes. Si nos fue bien en un partido difícil, volvemos a comer en el mismo lugar en que lo hicimos antes de jugar, comemos lo mismo, nos sentamos en el mismo orden y tratamos de repetir todo lo que hicimos anteriormente. Si se da lo contrario, cambiamos radicalmente la conducta en todos sus detalles. Los técnicos también participan de esas cábalas. Algunos, si un cambio en determinado minuto trajo suerte, lo repiten en el mismo minuto, aunque eso no parezca justificarse por el trámite del partido”. A diferencia del pensamiento religioso, que pide la intermediación de una fuerza superior para lograr efectos sobre la realidad, la magia se enfrenta a lo real sin mediaciones, en una suerte de “mano a mano”. En la cultura del fútbol coexisten y se intersectan ambas modalidades. Sobre ello, nuestro entrevistado expresa: “La conducta cabalística se mezcla con la religiosa y, por supuesto, las tácticas y las estrategias tienen un soporte lógico. Conocí a un grupo de jugadores de primer nivel que durante la semana iban a buscar agua a la Gruta de Lourdes y antes de cada partido se empapaban con ella. Pero las cábalas personales son múltiples y no se revelan”. En relación con la “mufa” dice: “Esa noción es muy fuerte. Tuve ocasión de jugar con un muchacho que tenía esa fama. Tan fuerte era que cuando cambió de club, nadie quería concentrar en la habitación que él ocupaba. Incluso una mano anónima escribió en la puerta: ‘el cuarto del terror’. Con eso está todo dicho”.
o es un club de barrio. Allí se van a trazar un montón de vidas, de humanidades, de subjetividades, que hacen que no importe que sea un partido de altísimo nivel o uno de campito. Para esa gente, ese partido es de máxima importancia subjetiva. El pensamiento cabalístico también personaliza la mala o la buena suerte… Sí, y te pongo un claro ejemplo: Héctor Tuja. Salió campeón en el 84 con Central, pasó a Defensor y también fue campeón. Ascendió con Racing de la B y tuvo una brillante campaña en Rampla Juniors. Estuvo en el quinquenio de Peñarol, que lo llevó no sólo por sus condiciones –que las tenía– sino por su valor mágico especial: era un ganador. En cuanto a lo que llamamos “mufa” también hay ejemplos. A nivel mundial, pese a que ganó todo, ahora se dice que Maradona es “mufa”. Si a un cuadro le va bien y Maradona va a verlo, pierde. Por una cuestión familiar, a mí me gusta el Nápoli. El año pasado lo fue a ver Maradona y perdió. Pero esa generación argentina del 86 me resulta admirable. Eran unos “reos”, unos guerreros y unos cabalistas de primer nivel. Además tenían un técnico acorde con ellos, porque si hay un director técnico que manejó en Argentina la cábala y las fórmulas mágicas, ese fue Bilardo. En otras palabras, el pensamiento mágico no intenta comprender lo real, sino someterlo a sus designios. El pensamiento mágico busca imponerle sus reglas a la realidad. En cuanto a su efectividad, evidentemente que tiene que haber un logro, de otra manera no se apelaría a él. No sé si leíste ‘El hechicero y su magia’ y ‘La eficacia simbólica’, de Lévi-Strauss. Son dos artículos de la antropología estructural fundamentales para entender esto. En ellos trata de cómo
la magia produce ciertos efectos reales. En esos textos habla de un individuo al que su pueblo comienza a considerar responsable de acciones que tienen efectos maléficos. Entonces la comunidad lo convoca, lo condena a muerte y a los pocos días muere, sin que le hagan otra cosa que condenarlo socialmente. A partir de eso, Lévi-Strauss reflexiona sobre cómo se produce cierta eficacia en algunos procesos. Creo que en el fútbol esto es muy común ya que lo que se busca es esta eficacia simbólica, mediante ciertos mecanismos que permiten que en la realidad sucedan cosas a través de la creencia, lo que termina teniendo un cierto efecto performativo que tiene efectos de realidad. ¿Existe también en nuestro fútbol un espacio donde la magia se desdobla en el mito? En el Mundial del cincuenta, Uruguay iba perdiendo y le asigna a un par de incidentes las claves del partido: el sopapo que Obdulio Varela le da a Bigode y la pelota bajo el brazo, hablándole Obdulio en español a un juez que hablaba inglés. En la reconstrucción de ese acontecimiento, el uruguayo pone eso por encima de los goles, porque tuvieron una incidencia emocional en el partido. Los propios brasileños los consideran fundamentales, pero nosotros los enaltecemos y lo ponemos a la altura del gol de Ghiggia. En la propia frase “los de afuera son de palo” había mucho de magia. Una de las cosas que más me gusta de esa generación de jugadores es que todos provenían de clases populares, no eran señoritos, será porque yo provengo también de allí. Uno de mis abuelos era pintor de casas y el otro obrero metalúrgico. ¿En las clases populares hay cierta consustanciación con lo cabalístico? Mi abuelo paterno de chico me llevaba a
ver a Central; el materno era hincha de Rampla y fanático del fútbol. Cabalista de primera, veía el partido siempre en el mismo lugar, del mismo modo. Era otra dimensión futbolística porque mi abuelo paterno, además de hincha, fue jugador, técnico y tomaba cierta distancia del hincha. Pero mi abuelo materno era hincha a morir, amaba a Rampla y siempre tuvo esa dimensión más popular del fútbol, no tanto la visión dirigencial. Tal vez por eso me he resistido siempre a serlo. No quiero que esa perspectiva afecte mi condición de hincha. Es que no puedo olvidar el velatorio de mis abuelos, con sus respectivas banderas en el cajón. La bandera de mi abuelo es símbolo sagrado para mi familia, y ha de tapar a más de uno en el momento de la partida, tal vez como última protección. Trabajé en Fénix y conocí un hombre que murió muy joven. Era el Negro Acosta, gran jugador de fútbol pero además canchero y utilero de la primera de Fénix. Tenía una cultura increíble, sabiduría de vestuario y conocía mucho de fútbol. Todos los que lo conocimos aprendimos con él mucho del fútbol y de la vida. Me contaba que todas las semanas iba gente a la cancha a depositar las cenizas de sus seres queridos. Es decir, esas gramillas son espacios sagrados. El último deseo de mi abuelo fue que tiráramos sus restos en el Palermo. Para alguien que tiene las cenizas de sus deudos en una cancha, ese espacio se vuelve sagrado. Aun para personas muy racionales. _José López Mercao
Entre la cábala y el mito
“En el Mundial del 50,
*El partido se jugó el 6 de junio de 1924. Uruguay ganó 2-1 y los goles fueron convertidos por el Vasco José Pedro Cea y Héctor Scarone. El nueve de Uruguay al que se alude era Pedro Perucho Petrone.
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Juan Lazaroff, el relato histórico de Danubio
“Una vez, en un partido que le ganamos a Peñarol en el Centenario, después de Maracaná, el Chueco
Una vida en blanco y negro
le hizo un caño a Obdulio Varela, eludió a un par y la jugada terminó en gol de Danubio. Cuando
Don Juan Lazaroff está por cumplir 96 años. Nació en Bulgaria y se vino, junto a sus padres y su hermano Miguel, siendo muy pequeño a vivir a Montevideo. Más precisamente a la Curva de Maroñas. Como todo niño, pasaba buen tiempo en la escuela. La del barrio, la única en la zona, era la número 49, República de Nicaragua. No siempre existe relación directa, simbólica o no, entre los lugares de origen y las identidades forjadas con el tiempo. Pero a veces sí: en esta escuela nació Danubio, la “universidad del fútbol uruguayo”. El niño Juan fue uno de sus fundadores. Como en el túnel del tiempo, nos lleva a momentos inolvidables –por gloriosos en lo deportivo o por gloriosos en lo pícaro– y vive cada recuerdo como si todo hubiese sido ayer, con risas, llantos y la incondicional pasión por dos colores. ¿Qué simboliza Danubio en su vida? Fijate que el día en que el club cumplió 84 años, falleció mi mujer. Fijate cómo es la vida. Con Susi nos casamos el 14 de diciembre de 1946. Danubio estaba en la B. Al año siguiente subió a primera por primera vez. Así que el casamiento le trajo suerte. Y el 1 de marzo de este año, el día que el club cumplía 84 años, Susi falleció. La extraño terriblemente, pero así es la vida.
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¿Cómo vive los partidos? ¿Se apasiona, se pone nervioso? Me pongo nervioso sí, pero lo disimulo. No lo transmito para los demás, por lo menos lo intento. Porque si vos te ponés muy nervioso y pataleás si al cuadro le va mal, le transmitís algo feo a quienes te rodean. En mi caso a la familia Lazaroff.
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Cuénteme sobre el fútbol en la escuela, donde se origina el club. En los recreos jugábamos partidos de cuarenta contra cuarenta, era formidable. La escuela estaba donde ahora está el Club Unión Ciclista, y tenía un patio enorme. Los partidos eran encarnizados. Ahí aprendí a hacer moñas, porque éramos tantos niños jugando que agarrabas la pelota y te marcaban de a cinco, entonces en una baldosa tenías que zafar. Creo que el buen juego histórico de Danubio viene un poco de ahí, de la necesidad de ser hábil en el patio de la escuela para poder escapar de las marcas, casi por obligación. Nos gustaba tanto que Miguel, mi hermano mayor, en un momento me dijo: “Vamos a armar un cuadro para jugarles a los de la Plaza
de la Unión”. Los de la Plaza jugaban bien, le habían ganado al Dryco, que por aquellos años era un cuadro bastante fuerte y famoso. El director de la Plaza era el maestro Torres, un tipo fantástico, inolvidable para mí. Hablamos con él y coordinó que el partido se jugase a los quince días. Nuestro cuadro no tenía nombre, así que se me ocurrió llamarnos Tigre, no me acuerdo muy bien por qué, pero en definitiva éramos el Tigre de la Curva de Maroñas. No teníamos camisetas, así que cada uno buscó una camisa blanca y el que no tenía, usaba el guardapolvo de la escuela por adentro del pantalón. Y mamá, que desde casa trabajaba como costurera del London París, nos cosió un trocito de tela percalina negra en la camiseta, como una escarapela. Jugamos el partido y perdimos 1-0. Quedamos deshechos, terriblemente amargados. Pero había que seguir intentándolo. Lo primero fue pensar seriamente en las camisetas. Pero no teníamos plata. La Curva de Maroñas era un barrio muy pobre, más de lo que lo es hoy. Estaban naciendo algunas fábricas textiles, estaba la curtiembre, alguna pinturería, pero lo más importante era la gente, muy humilde, trabajadora. Las camisetas costaban $ 4,87. Lo recuerdo muy bien porque aún conservo el recibo. Para juntar esa plata se nos ocurrió hacer una rifa de cien números, a cinco centésimos cada uno. La cuestión estaba en qué rifar. Tenía que ser algo barato para nosotros, así que se nos ocurrió un juego para tomar agua, o sea una jarra
con cuatro vasos. Fuimos a la ferretería de la Curva, nos recibió doña María, y mi hermano, que llevaba la voz cantante, le dijo que queríamos ese juego para rifar y así comprar las camisetas. Por más que era muy barato, realmente no teníamos cómo pagarlo. “Perfecto, sale tanto”, nos dijo. “No tenemos ni un peso”, le dijo mi hermano. “Bueno, llévenselo y cuando cobren la plata de las rifas vuelven y me lo pagan”. Debo contarte que nunca volvimos… ¿Pudieron comprar las camisetas, por lo menos? Quien luego fue historiador de Danubio, Alcides Olivera –hermano mayor de Armando y Álvaro, fundadores del club con mi hermano y conmigo– nos compró diez números de rifa [Juan se entusiasma con el recuerdo, ya que aparentemente siempre se dijo que habían sido veinte números: “mentira, compró diez”] con la condición de que la camiseta del cuadro fuese blanca y negra, a rayas, en honor a Wanderers, que había sido el último campeón uruguayo. Alcides era muy amigo del presidente de Wanderers, así que de ahí venía el deseo. Casualmente, los colores eran los mismos que los de aquel primer partido. El total de la venta de las rifas nos dio cinco pesos, así que después de comprar las camisetas nos quedaban $ 1,3. Con eso compramos un silbato para las prácticas. Realmente estábamos arrancando desde cero. Ya con las camisetas, ¿qué pasó con el nombre del cuadro? Había sido tan duro el golpe por la derrota
volvió a su cancha le dijo: ‘Perdóneme capitán, que se la pasé por entre los gajos’. Imaginate, Obdulio casi lo mata”.
en el primer partido que, para cambiar de pisada totalmente, no quisimos llamarnos más Tigre. Había que cambiar. Estábamos en casa con el resto de los compañeros, conversando sobre el tema, y mi madre, María, se sumó con una sugerencia: “Le pueden poner Maritsa. Es un lindo nombre y me recuerda a un río donde me refrescaba en Bulgaria”. Sonaba lindo pero no para cuadro de fútbol de varones, era muy femenino. Así que retrucó que podíamos ponerle como otro río de la zona, con nombre masculino: el Danubio. Nos gustó y quedó. Eran días especiales del fútbol, con Uruguay campeón del mundo nuevamente. Supongo que era el tema del momento. Es que no se hablaba de otra cosa que no fuera fútbol. Todo el mundo quería jugarlo y dedicarse al fútbol. Tal vez nos contagiamos de ese ímpetu para querer jugar la revancha contra el cuadro de la Plaza. Nuestro golero era otro Olivera, primo de Armando y Álvaro, después teníamos un grandote que se llamaba Israel Medina y le decíamos Caldera, y la delantera era: mi hermano Miguel, un tal De León, yo y los hermanos Olivera. Armando fue, de esa barra inicial, quien más tiempo jugó en el club. Yo jugaba de puntero izquierdo. La revancha la ganamos, y así agarramos viento en la camiseta. En El Diario de la noche había una página dedicado al fútbol infantil, y allí mi hermano mandaba un anuncio que decía: “Danubio desafía a jugadores
Juan Lazaroff nació en Bulgaria, pero desde niño vive en Montevideo. Hoy, a los 95 años, recuerda los antecedentes y las anécdotas que acompañaron la fundación de Danubio. (Foto: Andrés Cribari)
menores de 15 años a jugar un partido, en cancha a definir, los domingos a las 15 hs.”. Allí nos respondían y empezamos a jugar partidos. Ganamos una liga del barrio, después un campeonato que organizaba Nacional. Nos iba bastante bien. ¿Cuándo nació la camiseta con la franja? En 1936 entramos al campeonato de Liga Parque Rodó, organizado por el club Universal Ramírez, y allí el presidente era un tal [Juan Lorenzo] Castaldi, que además era árbitro de primera división. Cuando nos anotamos, nos preguntó cómo era nuestra camiseta. “Blanca
y negra, a rayas verticales”, le dijimos. “Tienen que cambiarla porque la camiseta del Universal es verde y blanca, también a rayas verticales. Se van a confundir”, nos respondió. Volvimos para el barrio sin tener mucha idea de qué hacer, hasta que a Alfredo López, quien también integraba el equipo, se le ocurrió que podíamos tomar el modelo de la camiseta de River argentino, aunque en lugar de la franja roja, sería una franja negra. En ese campeonato salimos segundos, ya que justamente perdimos la final con el Universal. Pero quedó para la historia porque le dio vida a la camiseta histórica de Danubio. 41
Juan Lazaroff
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“El Cumba Burgueño era
Usted dejó de jugar antes de los veinte años, después pasó a ocupar cargos directivos y a ser testigo directo del desarrollo institucional de Danubio. Supongo que ha visto de todo. En 1948, entró como dirigente Antonio Souto, que era muy amigo de Ernesto Lazzatti, quien había sido capitán de Boca y de la Selección Argentina, y por ese año estaba terminando su carrera. Sauto lo convenció de venir a jugar a Danubio. Lazzatti, que era mediocampista central, vio que el equipo jugaba bien y les decía a sus compañeros “los pases no los quiero ni en la espalda, ni al pie inhábil. Los quiero exactamente a mi pie hábil. Y también quiero que los ‘halfs de ala’ sean como un abanico. Si llevo la pelota por el medio, que suban y sean opción de pase hasta que termine la cancha”. Y así sucedía, ese equipo realmente jugaba bien. Uno de los jugadores de esa época, para mí el símbolo histórico de Danubio, fue Carlos Chueco Romero, campeón de la B con 16 años, suplente de Julio Pérez en el Mundial del 50, un fenómeno. Yo soy el presidente de la Comisión de Nomenclátor y sugiero que una de las tribunas de Jardines lleve su nombre. Tenía una habilidad tremenda. Una vez, en un partido que le ganamos a Peñarol en el Centenario, después de Maracaná, el Chueco le hizo un caño a Obdulio Varela, eludió a un par y la jugada terminó en gol de Danubio. Cuando volvió a su cancha le dijo: “Perdóneme capitán, que se la pasé por entre los gajos”. Imaginate, Obdulio casi lo mata.
lo fueron a buscar, no
¿Qué lugar ocupa Jardines del Hipódromo en su vínculo con Danubio? Cuando el club empezó a crecer y necesitábamos un lugar para jugar de local, alquilamos lo que hoy es el Parque Forno. Allí jugamos un tiempo, pero queríamos
un infierno, así que nos pusimos a pensar cómo hacer para que no pudiese jugar contra nosotros. Uno dijo ‘la única solución es mandarlo preso’. Fuimos a la comisaría 16 y denunciamos que nos habían robado unas gallinas: ‘El culpable fue Juan Burgueño’. Así que jugó y Danubio ganó el partido. Los dirigentes de Sud América lo echaron, así que el Cumba se fue a jugar a Atlanta en Argentina. De ahí lo trajimos para Danubio, un poco porque jugaba muy bien y otro poco para enmendar la macana”.
una cancha propia. En un momento, a principios de los cincuenta, se acercó a Danubio un hombre llamado Alfredo Scarcella, que nos dijo que podía conseguir un predio muy bueno en los Jardines del Hipódromo, de tantas manzanas. Ya en Danubio estaba trabajando el arquitecto Luis Alberto Torres, y como empezamos a fantasear con construir un estadio en ese predio, hizo los planos. Cuando llegó el momento de pedir precios por la construcción, nos dimos cuenta de que era muchísima plata, inalcanzable para el club. No teníamos con qué pagarlo, así que desechamos la idea. Yo, que también estaba en la directiva, quedé muy apenado, me parecía una lástima, considerando el terreno que habíamos conseguido, en un lugar tan hermoso. Un día, yendo con Susi de paseo al Centro, pasamos por el Cine Rex (hoy Sala Zitarrosa). En el momento que entramos estaban pasando el noticiero, y particularmente las imágenes de un ferrocarril que viajaba por una cima, mientras los pasajeros miraban para abajo, por la ventana, un partido de fútbol. Esa
imagen me despertó una idea que enseguida le dije a Susi: “Tengo la solución. La tierra que está en el terreno, en vez de usarla como superficie para hacer el estadio, tenemos que venderla y hacer la cancha en el pozo”. Susi, que me apoyaba en todas esas ideas, me dio para adelante una vez más. De ahí mismo fuimos a lo de Scarcella, quien también se entusiasmó con la idea y me dijo de ir a hablar con el arquitecto Torres. A Torres le pareció un plan interesante, pero le parecía difícil vender tanta tierra. “Yo me ocupo de venderla”, le dije. Puse un anuncio en el diario El Día que decía algo como: “Vendo tantas toneladas de tierra, llamar al 47636…”. Entonces empezaron a venir desde las fábricas a ver la tierra, y uno tras otro nos decía “esta tierra no me sirve, tiene cal”. Hasta que un día, apareció un tal Pisano sentado en la sede de Danubio. Yo entro y me dice: “¿Usted es Lazaroff?”. “Sí, soy yo”, le dije. “Bien, yo vine a comprar la tierra”, siguió. Ahí le respondí que la tierra tenía cal. “No me importa, tenemos máquinas especiales que eliminan la cal de la tierra”, me devolvió. Le pregunté cómo se llamaba la firma y me contestó Cerámicas del Sur. Fuimos al terreno y terminaron comprando todas las toneladas de tierra que había. Con la plata de esa venta hicimos el estadio. En 1951 pusimos la piedra fundacional, en un acto en el que yo hablé y, después de muchísimo tiempo de trabajo, lo inauguramos el 25 de agosto de 1957. En plena construcción, a Torres se le ocurrió que debía tener una torre, similar a la del Centenario. Una vez terminada, yo le pregunté al arquitecto “¿No está muy delgada esa torre?”. “Juan, vos dedicate a lo tuyo, que yo me dedico a lo mío”, me respondió medio enojado. Finalmente, en una noche de tormenta, la torre se cayó y casi aplasta la casilla donde vivía el canchero. Allí intervine y propuse que, en lugar de levantar otra más gruesa, se cortara en diagonal la base de la que estaba y se le agregara un mástil. Creo que quedó lindo. Además de Romero, Danubio tuvo otro mundialista en el 50, el Cumba Juan Burgueño. Y es medio insólito cómo lo trajimos. Teníamos que jugar contra Sud América, donde él jugaba, que venía de ganarle a todos los equipos. El Cumba era un infierno, así que nos pusimos a pensar cómo hacer para que no pudiese jugar contra nosotros. Uno dijo, “la única solución es mandarlo preso”. Fuimos a la comisaría 16 y denunciamos que nos habían robado unas gallinas: “El culpable fue Juan Burgueño”. Así que lo fueron a buscar, no jugó y Danubio ganó el partido. Los dirigentes de Sud América lo echaron,
así que el Cumba se fue a jugar a Atlanta en Argentina. De ahí lo trajimos para Danubio, un poco porque jugaba muy bien y otro poco para enmendar la macana. Un amigo en común me contó, sin tanto detalle, una historia suya referida a un partido contra Peñarol en el Centenario, en un día de mucha lluvia. ¿Me la puede desarrollar? Yo era delegado del club y vivía en un apartamento, en el sexto piso, en 18 de Julio y Martín C. Martínez. En el tercero vivía el general Omar Porciúncula, director general del Ejército y presidente de la AUF. Hablamos de principios de la década de 1960. En esos momentos, salvabas la economía del año con las recaudaciones de los dos partidos en el Estadio contra Nacional y Peñarol. En la mañana del partido contra Peñarol estaba lloviendo, así que me llamó el presidente de Danubio, Julio Oyenart, y me dijo: “Juan, andá hasta lo de Porciúncula y pedile que suspenda el partido. Con este clima no vamos a recaudar nada”. Bajé hasta lo de Porciúncula y me atendió Meba, la esposa. Le pregunté por su marido y me contestó que no estaba, que había salido temprano. Yo sabía que me estaba mintiendo. Al rato, me llamó de nuevo Julio, volví a bajar pero tampoco tuve suerte. Eso mismo un par de veces más. Así que el partido se iba a jugar aunque estuviese lloviendo. Ya en el vestuario, Julio me preguntó qué podíamos hacer. Le respondí: “La única solución es cortar un palo”. “Yo mismo lo corto. ¿Me acompañás?”, le dije. Y Julio aceptó acompañarme. Tengamos en cuenta que los palos aún eran de madera. El juez era José María Codesal*, que había jugado conmigo al fútbol y hasta habíamos sido compañeros de zaga. Cuando faltaba poco para que arrancara el partido, bajamos a hablar con los hinchas, les contamos lo que queríamos hacer y uno me dijo “yo en el camión tengo un serrucho”. Me lo trajo y arrancamos con Julio, por el túnel, para el arco de la Ámsterdam. Cuando estábamos llegando a la cancha sentí los gritos de
“Había sido tan duro el golpe por la derrota en el primer partido que, para cambiar de pisada totalmente, no quisimos llamarnos más Tigre. Había que cambiar. Estábamos en casa con el resto de los compañeros, conversando sobre el tema, y mi madre, María, se sumó con una sugerencia: ‘Le pueden poner Maritsa. Es un lindo nombre y me recuerda a un río donde me refrescaba en Bulgaria’. Sonaba lindo pero no para cuadro de fútbol de varones, era muy femenino. Así que retrucó que podíamos ponerle como otro río de la zona, con nombre masculino: el Danubio. Nos gustó y quedó”.
Codesal: “¡Juan, pará, ¿qué vas a hacer?!”. “Voy a cortar un palo”, le dije. “¡Pero estás loco, van a suspender a Danubio de por vida!”, me gritaba. Así seguimos discutiendo hasta que en un momento nos convenció. Pero realmente estábamos con la idea de cortar el palo para que el partido no se jugara. Al final ¿cómo estuvo la recaudación? Horrible. Habremos vendido dos mil
entradas. Y el partido lo empatamos 2-2. El segundo gol lo hizo el argentino Héctor Pederzoli. Una locura por el bien de un hijo, como es Danubio para usted, podría ser visto como un acto bastante noble… ¡Y no te he contado casi nada! Por ejemplo, en 1966, Wanderers era dirigido por Hugo Bagnulo y venía muy bien el campeonato. Les tocaba jugar contra nosotros. El técnico de Danubio era Rafael Milans, que en la previa me dijo: “Wanderers anda muy bien porque Bagnulo los motiva mucho durante los partidos, les grita todo el tiempo desde el borde de la cancha”. Ahí me puse a conversar con el Chino Héctor Salvá, que había venido a jugar ese año, pensando en cómo contrarrestar ese aliento. Y el Chino me dijo: “Podemos traer una cuerda de tambores y que se pongan a tocar bien fuerte en la tribuna, bien atrás de Bagnulo, para que los jugadores no lo puedan escuchar”. Y eso hicimos, conseguimos una cuerda de veinte tambores. Los porteros tenían la orden de dejar pasar a los tamborileros, de tribuna a tribuna, en caso de que Bagnulo se moviera. Arrancó el partido y el ruido de los tambores era tremendo, él gritaba como loco y los jugadores de Wanderers no escuchaban nada. Se movía para todos lados y la cuerda de tambores lo seguía. Estaba malísimo. Ganó Danubio 3-1.
Una vida en blanco y negro
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¿En qué momento se dieron cuenta de que el proyecto inicial, de cuadro de amigos en la infancia, pasaba a ser más ambicioso? Después de unos años de competir en ligas barriales, ya siendo adolescentes, se empezó a arrimar mucha gente grande, con muy buenas ideas, viendo que el cuadro se sostenía con el tiempo. De esa forma, en 1941, Danubio se inscribió en la divisional extra, donde había cientos de equipos. Al año siguiente, salimos campeones. Allí pasamos a la Intermedia y también salimos campeones. Llegamos a la B, donde estuvimos dos años, hasta subir a la A en 1947. En seis años, Danubio pasó de no ser nada, a estar en primera división.
¿A sus hijos biológicos les ha inculcado conscientemente la pasión por Danubio? Algo que siempre he pensado y que me gusta repetir es lo siguiente: los hijos se hacen hinchas del cuadro del padre, no tanto cuando lo ven reír, sino cuando lo ven llorar por ese amor. _Mateo Magnone *Mundialista en 1958 y 1966, y padre de Edgardo Codesal, quien se nacionalizó mexicano y arbitró partidos en el Mundial de 1990, destacándose la final.
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Sebastián Fernández
Alberto Espasandín: “El profesionalismo no es para todos”
La gestión como clave del desarrollo deportivo
túnel set-oct 2016
El deporte de alta competencia en Uruguay ha sido, históricamente, dirigido por un “voluntariado”, que fue importante para su desarrollo y subsistencia, pero que no está en condiciones de brindar las respuestas adecuadas que exigen los nuevos tiempos. Por este motivo, es necesario apostar a una profesionalización de la gestión de las entidades deportivas, afirmó el ex entrenador de básquetbol Alberto Espasandín.
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En 2004 Alberto Espasandín asumió al frente de la selección uruguaya de básquetbol. Fueron cuatro años intensos, con muchos desafíos. Un proceso con resultados positivos a nivel deportivo: en esos años, Uruguay fue vicecampeón Sudamericano en Caracas 2006 y medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007 –única medalla obtenida por el básquetbol uruguayo en la historia de este torneo–. Esa experiencia le permitió vivir de primera mano la realidad del deporte uruguayo. Por un lado, tenía a su cargo un plantel de jugadores profesionales –muchos de ellos jugando en el exterior–, que tenían la posibilidad de vivir exclusivamente para la práctica del deporte. Por otro, debía convivir con carencias a nivel de infraestructura, que eran suplidas por el esfuerzo de los dirigentes de la Federación Uruguaya de Básquetbol (FUBB), sumado a “un gran espíritu de colaboración y de compromiso” de los propios jugadores, quienes siempre demostraron amplia disposición y adhesión a la selección nacional. Hoy, nueve años después de abandonar ese cargo y tras desempeñarse como gerente deportivo de la FUBB, Espasandín sigue vinculado al deporte desde otra función. Es coordinador del área de Deportes Federados de la Secretaría Nacional de Deportes (SND), cargo desde el cual puede volcar su experiencia, pero sobre todo sus conocimientos en gestión deportiva,
un área en la que se ha especializado y que considera clave para el desarrollo del deporte. “A medida que el deporte se ha profesionalizado exige tomar decisiones profesionales. Esto implica asumir el deporte en su multidimensionalidad; no solamente en su parte técnica, sino en lo relacionado con lo social, económicofinanciero, cómo fenómeno cultural del país […] El deporte hay que tomarlo como un espectáculo y para eso hay que encararlo profesionalmente”, afirmó Espasandín en diálogo con Túnel. La importancia de gestionar “En la medida que el deporte se ha profesionalizado –en una escalada progresiva a partir de la Segunda Guerra Mundial– y convertido en un espectáculo que convoca a multitudes, y que se ha perfeccionando mediante la técnica y los aportes científicos para mejorar el entrenamiento deportivo y su planificación, la gestión deportiva pasó a ser fundamental”. En la actualidad es inconcebible pensar en una actividad deportiva profesional que no tenga detrás “una actividad planificada, organizada, proyectada a mediano y largo plazo”. “Pero también una institución deportiva que brinde servicios deportivos a una comunidad –como pueden ser los clubes polideportivos típicos de Uruguay– tiene que pensar de qué forma ofrecer un mejor servicio a los usuarios o asociados”.
Espasandín es consciente de que la gestión deportiva todavía no se ha impuesto con mucha fuerza en Uruguay y que la actividad deportiva sigue en manos de un “voluntariado”, que en su momento fue importante para el desarrollo y la subsistencia del deporte, pero que no está dando respuestas adecuadas, en la mayoría de los casos, a las necesidades actuales. “Cuando yo jugaba al básquetbol jugaba en canchas de bitumen, de piso duro, y tenemos las secuelas de rodillas, de cadera, problemas de salud muy grandes porque practicábamos en esos entornos; hoy el deporte exige otras condiciones de entrenamiento, preparación y competencia. […] Exige un profesionalismo mayor”, afirmó. “En el fútbol se ve claramente: hay muy pocos escenarios que reúnen las condiciones para que se pueda desarrollar un deporte como es el fútbol actualmente, con buenos campos de juegos”. Esas falencias aumentan en los torneos de formativas: “Los chicos que se están formando para el deporte que se jugará dentro de cinco, seis o siete años están jugando en condiciones imposibles para practicar, es difícil enseñar a jugar un deporte cuando los terrenos no son adecuados”, señaló. Desde su rol en la SND pudo certificar que las falencias en materia de gestión son casi estructurales y que afectan las diferentes actividades. “Vemos con preocupación las dificultades que presentan algunas federaciones deportivas para cumplir con los objetivos mínimos que es la difusión
“Hoy es inconcebible pensar en participar de una actividad deportiva profesional sin una actividad planificada, organizada, proyectada a mediano y largo plazo”, asegura Espasandín. (Foto: Andrés Cribari)
del deporte y tratar de desarrollar su especialidad deportiva”. Pero también ven que hay federaciones que están trabajando muy bien y abren la expectativa de un futuro promisorio. El rugby, el básquetbol y la natación “son federaciones que están haciendo las cosas
muy bien y están encaminadas hacia proyectos realmente profesionales de desarrollo del deporte. Eso nos estimula y nos convence aún más de que las cosas se pueden hacer. Ser capaces de transformar ese voluntarismo en criterios de gestión profesional es bueno; es fundamental
El mundo básquetbol Para un país como Uruguay competir a nivel mundial siempre es difícil, sobre todo en los deportes colectivos o por equipos. Eso es comprobable en el básquetbol, en el que la clasificación a un Juego Olímpico es muy difícil. “Participan sólo doce países y los países europeos tienen un nivel impresionante”, destacó Espasandín. “Para competir es necesario que hagamos como el fútbol, que tengamos la posibilidad de que varios jugadores nuestros puedan emigrar y jugar en Europa. Ahora [Bruno] Fitipaldo dio el salto de la Liga Argentina a Europa; [Matías] Calfani emigró hacia Argentina y ojalá en unos años esté en Europa”. Ese proceso es fundamental para el desarrollo de los jugadores y redundará en beneficio para la selección nacional. La muestra más concreta es Argentina. “La ‘generación dorada’ lo fue gracias a que todos los jugadores estaban en Europa; no les alcanzaba con ser jugadores de la Liga Nacional Argentina, para llegar a lo que llegaron debieron jugar en Europa, y posteriormente acceder a la NBA. El camino es ese, es inevitable”. Por este motivo, Espasandín valoró la posibilidad que se le abre a una de las jóvenes promesas del básquetbol uruguayo, Juan Ignacio Ducasse, que tendrá la posibilidad de jugar en un Highschool de Estados Unidos y luchar por la posibilidad de obtener una beca universitaria. “Si llega a una buena universidad, en cuatro años tendremos un jugador de primer nivel mundial, porque el básquetbol universitario de Estados Unidos es una verdadera escuela de jugadores”, afirmó Espasandín.
rodearse de gente, o contratar gente, que esté formada específicamente en distintos ámbitos del deporte”, aseguró. Los riesgos del profesionalismo Los clubes y las federaciones dedicadas al deporte de alto rendimiento no pueden obviar una premisa básica: el profesionalismo no es para todos. Y eso se denota con ejemplos empíricos. “El profesionalismo o pseudoprofesionalismo que quisieron comprar los clubes deportivos fue también la causa de la disolución de muchísimos clubes”. “En los años sesenta en Montevideo había ochenta clubes de básquetbol, hoy quedan cuarenta; la mayoría de los que desaparecieron fueron por aventuras profesionales que quisieron correr, se metieron en gastos que no estaban capacitados para asumir y tuvieron que abandonar la práctica del deporte. Eso fue muy negativo, porque hoy podrían ser instituciones en donde se practicara el deporte y se formaran deportistas”, afirmó Espasandín. Ese fue uno de los problemas cuando el básquetbol hizo una apuesta por la integración de clubes del interior a una Liga Nacional. “Sostener un equipo de alto 45
Alberto Espasandín
nivel profesional no es para todos, quizás puede haber una o dos instituciones en el interior que puedan sostener un equipo profesional para una competencia extendida en el tiempo. Porque eso es otra cosa: no podemos mejorar nuestro deporte si las competencias se extienden seis o siete meses, el deporte profesional hoy exige estar en competencia nueve o diez meses al año”. “El que no pueda estar nueve o diez meses compitiendo debe estar en un nivel inferior y punto. El deporte de alta competencia o profesional no es para todos o para quien quiere, sino para quien puede. Hay una falta de sinceramiento, en general, en todos los deportes, de quién puede ser profesional y quién no”, aseguró. Por ejemplo, en España, desde el Estado se dispuso la obligación de los clubes profesionales de fútbol y básquetbol de convertirse en sociedades anónimas deportivas (SAD), con un criterio de sostenibilidad y que tuvieran el patrimonio suficiente para solventar las deudas que asumían. “Los únicos que se salvaron fueron Barcelona, Real Madrid y Athletic de Bilbao, los demás fueron compulsivamente obligados a convertirse en SAD”, contó. Pero ese no fue el camino que eligió la SND. “Es mucho mejor que [la forma de profesionalizar] surja de la propia democracia interna de las federaciones deportivas, queremos apoyar a las federaciones y trabajar en conjunto con ellas y no imponer absolutamente nada. […] La SND está apoyando más, y tratamos de convencer a las instituciones deportivas que se integren a las pautas estratégicas que pensamos que son lo mejor para el deporte, pero las federaciones deportivas son entidades autónomas y pueden tomar sus propias decisiones”, destacó.
“Sostener un equipo de alto nivel profesional no es para todos, quizás puede haber una o dos instituciones en el interior que puedan sostener un equipo profesional para una competencia extendida en el tiempo. Porque eso es otra cosa: no podemos mejorar nuestro deporte si las competencias se extienden seis o siete meses, el deporte profesional hoy exige estar en competencia nueve o diez meses al año”.
Deporte en el interior El deporte uruguayo, en particular el de alta competencia, está centralizado en Montevideo, ya que “las federaciones son capitalinas, en el mejor de los casos del área metropolitana, y no tienen alcance a nivel nacional”. Por eso, uno de los objetivos estratégicos de la SND es llevar el deporte a todo el país. Pero ese proceso de integración tiene algunos obstáculos, como los costos de la locomoción. Una posible solución a ese problema es apostar a la regionalización de las competencias.
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Un hombre con trayectoria
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Alberto Espasandín tiene una larga trayectoria vinculada al deporte de alto rendimiento, en general, y al básquetbol en particular. Inició su carrera en las categorías formativas del club Montevideo, con el que debutó en Primera División. En forma paralela comenzó su carrera como entrenador: tenía sólo dieciséis años cuando asumió el mando de las categorías más pequeñas. Después pasó a Neptuno, donde jugó cinco años, al mismo tiempo que dirigía en sus divisiones formativas. Se retiró como jugador a los treinta años, pero no estuvo mucho tiempo separado de la actividad. En 1981, asumió como entrenador jefe del Club Nacional de Fútbol, en lo que fue el inicio de una dilatada trayectoria, que incluyó clubes como Aguada, Trouville y Malvín, la selección uruguaya y cinco años en la Liga de Baloncesto Profesional de México. Trabajó intensamente en temas de formación de entrenadores y de gestión deportiva. En 1975, se recibió de profesor de Educación Física y desempeñó varios cargos en la Comisión Nacional de Educación Física. En 1986, ingresó como docente en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) y entre 2000 y 2004 estuvo a cargo de la creación y dirección del Departamento de Posgrados del ISEF. Allí creó la carrera de Gestión de Instituciones Deportivas y Educativas, con vistas a la formación de profesionales en materia de gestión. Hoy es director de la Tecnicatura en Gestión de Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura (Claeh).
“Es importante que cada especialización deportiva, cada disciplina y federación deportiva, intente potenciar aquellos departamentos en que son fuertes, pero también formar estructuras en otras partes del país”, dijo. Otro de los objetivos es el desarrollo del deporte entre las mujeres. En ningún país se llega a que cincuenta por ciento de los deportistas federados sean mujeres, pero en Uruguay la inequidad de género es “realmente asombrosa”. “En España, apenas veintiuno por ciento de los deportistas federados son mujeres; en el ámbito anglosajón, el porcentaje de mujeres aumenta mucho. En Uruguay, es inaceptable que sólo 6,7 por ciento de los deportistas federados sean mujeres”, evaluó Espasandín. Planificación y resultados La planificación a largo plazo de un proyecto deportivo suele confrontar con la exigencia de los resultados inmediatos. Cómo se hace para que ese ‘resultadismo’ no afecte los procesos a largo plazo es una de las preguntas clave a la hora de hablar de gestión deportiva. Espasandín tiene una posición formada: “Trabajar bien y en forma profesional no te asegura buenos resultados deportivos, pero trabajar mal te asegura que no los tendrás. Si se obtiene un resultado deportivo trabajando mal es pura casualidad”. En Uruguay hay un ejemplo: “No es casualidad lo que ha sucedido con el fútbol y con el proceso del maestro Óscar Washington Tabárez, porque los resultados se están viendo en forma continua en las distintas categorías, no fueron un hecho aislado”. Y destacó el trabajo de la Federación Uruguaya de Natación: “Cambió sus autoridades hace un año y medio y cambió radicalmente su forma de trabajar. Han logrado avances importantes en poco tiempo, pero se han planteado resultados a diez años, no en forma inmediata”, dijo. Un proyecto deportivo debe enfrentar otro problema: la posibilidad de que el deportista realice su actividad en forma profesional. “El deportista comienza por su deseo de trascender, de lograr mejorar su marca personal, y de crecer profesionalmente”. Pero llega un momento en que el profesionalismo es una necesidad, como puede verse entre los deportistas de elite que participan en los Juegos Olímpicos, para quienes “toda su vida tiene que girar en torno al deporte y la práctica deportiva”. En Uruguay, eso no siempre es posible, aunque los apoyos económicos “han
mejorado muchísimo”. “En los últimos diez años se multiplicó por catorce el dinero que se transfiere desde la SND hacia las federaciones”, pero “siempre es insuficiente, porque el deporte actual exige cada vez más inversión. El costo de una medalla olímpica es cercano al millón de dólares en inversión. Cuando Milton Wynants ganó la medalla de plata, la inversión por medalla era de unos quinientos mil dólares”. Si se tienen en cuenta los aportes que recibió Wynants en su trayectoria profesional “estamos cerca de esa cifra, no estamos hablando de cifras inalcanzables”. En la medida que un deportista logra determinadas marcas, comienza a obtener apoyos, “que en algún momento hay que transparentar”, porque si bien “a nadie le gusta que se hable de lo que gana o deja de ganar, hay deportistas en Uruguay que reciben apoyos importantes, la mayoría de empresas estatales”, pero aún “está faltando apoyo de empresas privadas”. ¿Pero en un país con recursos escasos como Uruguay, el Estado debe subvencionar el deporte profesional o debe apostar al desarrollo del deporte con fines sociales o educativos? “Esa es una discusión que será eterna. Es imposible desarrollar el
Espasandín afirma que trabajar bien y en forma profesional no asegura buenos resultados deportivos, pero si se trabaja mal sólo se los puede obtener por casualidad. (Foto cedida por Espasandín)
deporte en nuestro país si no se desarrollan sus distintas dimensiones: el deporte comunitario; el deporte y educación; y el deporte competitivo. Es incorrecto pensar que mejorando el deporte competitivo se mejorará por añadidura las otras manifestaciones del deporte, o que si sólo trabajáramos en la formación de deportistas
y en el deporte comunitario se mejoraría el deporte de alto nivel. El deporte hay que considerarlo como un sistema que está interconectado y hay que abordarlo en su complejidad”. La gestión deportiva es una herramienta fundamental para eso. _Mauricio Pérez
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sí, la verdad que sí
Espontáneo
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La pelota no había terminado de atravesar la línea de gol y él ya había alzado sus brazos en esa pose tan característica que la silueta era marca registrada y acompañaba todos los artículos del merchandising oficial. Esquivó los abrazos de sus compañeros de equipo; las empresas que pautaban en la camiseta le pagaban unos dólares extra si en las fotografías del partido se podían distinguir con claridad. Sin bajar la velocidad, llegó hasta uno de los banderines del córner, en donde la transmisión televisiva había colocado una de las dos cámaras que filmaba en alta definición, como él había podido comprobar durante el reconocimiento del campo. Le dio unos segundos al camarógrafo para que hiciera foco en su rostro y luego gesticuló
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con una mezcla de furia, gracia y confianza. No en vano Furia, Gracia y Confianza eran las tres fragancias de su línea de perfumes, cuyas cajas llevaban destacada la silueta con los brazos en alto. No olvidó quitarse el botín de su zurda mágica y besarlo para la cámara, ya que los últimos datos señalaban que los pósters de cuerpo entero no se vendían tanto y la fábrica de calzado deportivo se merecía un tratamiento igualitario. Terminó el ritual y se dirigió hacia la mitad del terreno caminando muy cerca de la tribuna contraria, alimentando la fama de rebelde sin causa que tan bien medía entre los adolescentes de alto poder adquisitivo. En ese mismo momento, del otro lado del estadio, un montón de hinchas se
colgaban del alambrado, se agarraban bien fuerte los genitales o se abrazaban con el tipo que tenían al lado aunque jamás lo hubieran visto en su vida. Ellos se cagaban en las redes sociales, los contratos, los focus groups y las visitas estratégicamente programadas al hospital de niños, siempre con fotógrafos a la vista. Sabían que lo más lindo del fútbol no era el sponsor sino el gol. Y si este engominado culorroto que no se quedaba un minuto después de las prácticas a sacarse fotos con la gente seguía metiendo goles todos los partidos, lo querrían más que a la vieja. Que la querían bastante, dicho sea de paso. _Ignacio Alcuri