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Un año de Túnel Un año, siete ediciones, sensaciones encontradas. Aún no estamos del todo conformes porque sabemos que siempre hay cosas para mejorar y a eso apuntamos. Si fuera por los elogios, el partido estaría ganado por goleada. Pero sabemos que los amigos, mucho más los conocidos y qué decir de quienes ahora nos descubren, a veces pueden elogiar por educación, por reconocimiento al esfuerzo, guardándose lo que realmente piensan. Lejos de “creérnosla”, buscamos nuestros puntos débiles, las áreas de vulnerabilidad, atendemos la crítica y autocrítica como instrumentos para mejorar. Integramos un colectivo abierto, ponemos mucho oído a los comentarios de quienes nos leen. Nos interesa continuar. Pretendemos que Túnel siga siendo una utopía que bregamos por construir en realidad; sin renunciar a lo hecho, lo mejor siempre debe estar por venir. El fútbol es un juego, el fútbol es un negocio, el fútbol es una cosa seria. Sí nos interesa el fútbol en tanto juego, en su aspecto lúdico, estético, formador e
integrador de niños y niñas, adolescentes y jóvenes. Nos interesa menos el fútbol como negocio, como fuente de riqueza y poder. No nos molesta que otros lo hagan siempre que no contaminen la belleza y la razón de ser del juego. Menos Figueredos y más vocacionales, menos lucha al todo vale por los derechos televisivos y más fútbol que exprese el placer por el juego. Menos dirigentes y representantes ricos, poderosos e implacables en sus órdenes y dictados, mayor respeto al actor que no es otro que el futbolista, el entrenador, el canchero, el masajista, el kinesiólogo y el médico, mayor respeto –en fin– al espectador. Menos negocios de barras y mayor participación de genuinos amantes del deporte. Eso pretende ser Túnel, de ahí la quimera de hacer una revista de distribución gratuita, que haga circular en el mundo del fútbol las ideas de los especialistas, las experiencias de los futbolistas, el sentimiento
de los simpatizantes y la rica historia y tradición del fútbol uruguayo. Una revista de ideas y sensaciones, de realidades e ilusiones, de memoria activa, de saber de dónde venimos en un deporte seña de identidad de los uruguayos. Túnel ingresa en una segunda etapa que buscará consolidar su presencia. Sin renunciar a la distribución gratuita intentaremos llegar a más lectores, a más hogares, sin importar el lugar geográfico en que se encuentren. Es por eso que incorporamos un sistema de envíos de Túnel en formato digital, para todo el país y el exterior.* Queremos llegar lo más lejos posible, a todos los rincones de la nación, a todos los sitios donde uruguayos –y muchos que no lo son– siguen de cerca los vaivenes de nuestro fútbol y su sorprendente protagonismo internacional. * Versión digital de la revista en www.tunel.com.uy
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Dónde se consigue o lee la revista Túnel
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Gol al futuro Estadio Centenario, Sala Franzini Museo del Fútbol Estadio Centenario Socio Espectacular 18 de Julio 1618 y Carlos Roxlo Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil El Yelmo de Mambrino Gutiérrez Ruiz 1156 y Maldonado Librería Las Hortensias Chucarro y Massini Libros Libros Br. Artigas 1825, Tres Cruces Librería Papacito 18 de Julio 1409 frente a la Intendencia Librería Papacito 18 de Julio 888 y Convención Librería La Lupa Bacacay y Buenos Aires Librería Lautréamont Maldonado y Pablo de María Pocitos Libros Avenida Brasil 2561 Librería Luzgala Avenida Lezica, Colón Librería Purpúrea Plaza del Entrevero, 18 de Julio y J. Herrera y Obes Librería Abrazo Gral. Flores 272 local 2, Colonia del Sacramento Librería Babilonia Tristán Narvaja 1591/1601 y Mercedes Nueva Galería Libros Tristán Narvaja 1536 y Colonia Byblosur Libros Magallanes 922 Librería Martín Fierro Atlántida Librería Ganesha Ciudad de Canelones Pompona Libros José Enrique Rodó 280, Ciudad de Canelones Librería ABC Independencia 802, Florida Librería La Canasta Sarandí 644, San José Maca libros Ciudad de Durazno Centro Cultural de España Rincón 629 Centro Cultural Florencio Sánchez Grecia 3281, Cerro Biblioteca Alfredo Zitarrosa Ciudad del Plata Km 29.500 Av. Penino Ariel García Ramón Bergalli 485 A.4 Maldonado Biblioteca Club Banco Hipotecario Colonia 2189 y Alejandro Beisso AEBU Camacuá 575 y Reconquista Restorán y Parrillada Lo de Silverio Rossell y Rius 1651 y 4 de Julio Cerveza Mastra Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Palacio del Café Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Bar Andorra Canelones 1302 y Aquiles Lanza Casa de comidas Ginebra Piedras 511, Ciudad Vieja Silex Ciudad Vieja, Buenos Aires e Ituzaingó Bar de Vida Agraciada 3889/97 y Ángel Salvo, Paso Molino Bar Palacio Garibaldi y Tuyutí Rotisería 2 Acordes Giannattasio y Becú, Lagomar Restorán El Figón, La Floresta Pizzería y Parrilla El Luichi, Gaboto 1300 y Charrúa Cafetería del Teatro Politeama Tomás Berreta 310, Ciudad de Canelones Bar Las Flores Bulevar España 2051 y Blanes Club Tito Borja Cerro Club Esparta Colonia Valdense AlPecho Remeras y Margass Galería del Virrey, 18 de Julio y Quijano Peluquería Dawer Orinoco y Amazonas Peluquería Mauro, Francisco Canaro y Mario Cassinoni Centenario Fútbol 5 Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre, La Blanqueda Paquín Bulevar España y Benito Blanco Quiosco Galicia 1146 esquina Ejido Estación Petrobras Ellauri y Gabriel Pereira Helvecia Libros Café Luis A. de Herrera 1020 Nueva Helvecia Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la ACJ, al departamento técnico de OFI, a la Facultad de Comunicación de Udelar y en la Tecnicatura de Gestión en Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo NOVIEMBRE / DICIEMBRE 2015_edición_07 - issn 2393-5995
Permiso del MEC en trámite www.tunel.com.uy - redaccion@tunel.com.uy tuneluy @tuneluy Dirección responsable: Diego Graziosi Coordinación general: Pedro Cribari Edición: Marcel Lhermitte Escriben: Ignacio Alcuri, Juan Aldecoa, Daniel Baldi, Mauricio Bruno, Agustín Lucas, Mateo Magnone, Emilio Martínez Muracciole, Fermín Méndez, Luis Morales, Martín Otheguy, Mauricio Pérez, Patricia Pujol, Carla Rizzotto Fotografía: Andrés Cribari, Mabel Facal, Raúl Fontana, Fede Gil, Leonidas Martínez Ilustraciones: Rodrigo López, Fernando Ramos, Walter Tabárez Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López Corrección: Stella Forner Sitio web: Pablo Scartaccini Se utilizaron las tipografías Chau Trouville, de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín Sommaruga; y Adobe Garamond Pro Foto de tapa: Leonidas Martínez Contacto: tunel@tunel.com.uy Impreso en Gráfica Mosca Depósito legal 368.357
SÍ, LA VERDAD QUE SÍ
Jugador libre El de hoy no será un día cualquiera para Waldemar Pérez, ya que luego de pasar meses en cautiverio dentro de un equipo italiano de segunda división, será puesto en libertad. La decisión de devolverlo a su hábitat natural partió de los dirigentes del club, siguiendo la tendencia de no quedarse con especímenes que no logran aclimatarse y sufren pese a las atenciones de los cuidadores. Waldemar había sido encontrado por los cazadores cuando todavía era un cachorro, por destacarse entre otros miembros de su especie. Utilizaron euros como cebo y al otro día lo embarcaron para ser exhibido como una rareza del otro lado del mundo. Jamás le faltó comida ni atenciones, y hasta intentaron cruzarlo para que sobrellevara mejor el cambio de ambiente, pero él notaba la diferencia entre aquellas praderas irregulares en las que se movía a sus anchas, y estos campos de verde
uniforme donde solamente podía correr por el segmento que su entrenador le permitiera, so pena de castigos económicos o la suspensión total de las idas al campo. Los nervios de esta situación comenzaron a afectarlo y se volvió menos atractivo de ver que otros ejemplares que eran mejores obedeciendo órdenes. El público sufría cada vez que lo veía correr y varios se organizaron en una campaña cuyo objetivo era devolverlo al lugar de donde había venido. Una manifestación en la puerta de la institución incluía pancartas con mensajes como “¡Desháganse de él ya mismo!” y “Me duele verlo dentro de la cancha”, lo que apresuró una asamblea del club para decidir su futuro. La única forma de parar el escándalo era dejarlo en libertad, así que los mismos dirigentes que unos meses antes lo habían atrapado, fueron con él hasta su tierra, haciendo del viaje un evento del que sacaron rédito político.
Cuando Waldemar bajó del vehículo con vidrios ahumados sintió la tierra debajo de las suelas y vio a lo lejos a otros como él, aunque con pelajes en peor estado y un porcentaje mayor de grasa abdominal. “Vete, vete”, le dijo uno de los dirigentes y él caminó despacio hasta donde estaban los demás, dándose vuelta cada pocos pasos para relojear la camioneta, que terminó partiendo a gran velocidad. Los otros futbolistas se acercaron con cautela, oliendo su perfume importado y la enorme caravana que lo identificaba como ejemplar que había cruzado el océano. El desprecio fue inmediato. Después de un saludo cortés volvieron a pelearse por un balón, mientras Waldemar descubría en lo más hondo de su corazón que aquella libertad no era algo tan lindo, después de todo. _Ignacio Alcuri
Historias de fútbol, historias de vida.
En librerías.
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Riolfo y De los Santos: recuperarse afuera de las canchas
Cracks
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Suena, dentro, un ruido seco. Un ruido sordo que genera sospechas. Crack. Algo pasó. Algo cambió las cosas. Hace unos minutos se preparaban para entrar, trataban de concentrarse en lo que tenían que hacer. El cuerpo está caliente y no se siente dolor. No lo sentirán hasta después, cuando aparezca la hinchazón producto del derrame y la cosa se ponga más jodida. En la cabeza dan vueltas miles de ideas. Se siente impotencia, se siente bronca, se siente algo amargo parecido a la injusticia. Romperse es una de las situaciones más desafortunadas para un futbolista. Romperse es parar para recuperarse, y romperse es tener que armarse para volver. Volver será el objetivo y mientras eso no sucede, transcurre un período de paciencia, rebeldía y trabajo.
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En eso se parecen mucho Diego Riolfo y Guillermo de los Santos. Se encuentran, se saludan y se intercambian el número de celular. Los dos sufrieron una lesión en un partido de fútbol y los dos caminan con alguna dificultad. Los dos entraron en boxes, y preparan, a su ritmo, la vuelta a la pista. Guillermo, que apenas ha pasado un mes de período post operatorio, lleva puesta, debajo del jean, una venda que le ajusta la rodilla. La inseguridad se siente aún y le da temor de que algo más ocurra. Falta tiempo para que vuelva a entrenar con sus compañeros y eso no colabora en el ánimo, pero focalizar en mejorar pronto es lo importante ahora. Diego ya termina su período de recuperación. No fue fácil el proceso aunque lo llevó con mucho optimismo. De tanta información que consiguió sobre la rotura del ligamento cruzado de rodilla, conoce detalles que nunca imaginó. “Es una lesión que sucede, en la mayoría de los casos, por una mala rotación de la rodilla”, dice. Guillermo Nos sentamos a charlar en un bar cerca del Estadio Franzini. Pasan hinchas gritando; lo saludan. Él levanta la mano, devolviendo el gesto. Mientras conversamos, se vive en el Parque Rodó la previa del partido que jugó Defensor contra Huracán de Argentina, con la ilusión de conseguir el pase a la semifinal de la Copa Sudamericana. Aún no
sabemos que no lo conseguirá, y se vive el bullicio, la esperanza, el nerviosismo. Aun así, Guillermo habla pausado. Deja el celular sobre la mesa. Su padre, que lo acompaña, se sienta a su lado. Guillermo tiene 24 años y en la Violeta usa el 2 en la espalda. El 27 de setiembre, en el partido que jugó Defensor contra Villa Teresa, Guillermo se rompió. “Fue una jugada muy tonta: voy a pisar para ir al lado izquierdo y siento que se me va la rodilla. Siento un ruido. Un crack. He tenido lesiones en el ligamento interno y tengo la sensación de cómo es, pero esa sensación era nueva, nunca la había tenido. Sentí un ruido atrás. Me fui a levantar y no pude, y ahí me di cuenta de que algo estaba mal; que algo se había roto y enseguida se me vino a la cabeza la rotura de los cruzados. Los doctores querían minimizar la situación porque yo estaba conmocionado, caliente por la lesión, pero al otro día me hicieron la resonancia y me dieron el resultado: era. Y parte del menisco externo. Me fui para casa después de la lesión. Sentí dolor después de que me enfrié porque no podía estirar la pierna y eso es un dolor inmenso. Se me quedó trancada la rodilla. La pelota se iba para afuera y en el juego no tenía trascendencia mi movimiento. Fue una jugada pava por eso. En frío, pensé que podría haber hecho otra cosa, pero las cosas pasan y hay que asumirlas. Al otro día me hicieron la resonancia. Mi madre trabaja en Impasa y se quedó
esperando el resultado. Yo volví a casa. Me llamó al mediodía el doctor diciéndome el diagnóstico y me recomendó hablar en la semana con el doctor Voituret para la operación. Ahí se me vino todo abajo. Es la lesión y el momento que estaba pasando, uno de los mejores de mi carrera, y el tiempo que lleva recuperarse. Me dijeron de seis a siete meses, eso varía dependiendo del organismo del jugador. Llevo ya tres semanas y voy tachando los días. [Bromea haciendo cruces en el aire]”. Antes de la operación, Guillermo pasaba un buen momento. “En esta etapa de Defensor, llegué muy maduro con la experiencia que tuve en Cerro, en la selección uruguaya y en Nacional. Estos dos meses tuve la virtud de la velocidad y podía cubrir al lateral y al compañero de zaga. Y el anticipo, creo que el juego fuerte me ha caracterizado. Firmé un año de contrato. Tenía una cláusula que si salía una posibilidad a fin de año, me iba, pero ahora a recuperarme y pensar en el año que viene”. Diego Llega y se para en la puerta. Mira. Espera. Diego sabe que es un jugador “chiquito” y que su velocidad en la cancha maravilla a unos cuantos. Es su don y su arma. Tiene 25 años y empezó a jugar al fútbol a los 18. Le faltan cuatro materias para terminar la carrera de economista y, como un mantra, repite: “En julio del año que viene me recibo”. Cinco meses atrás sufrió una lesión en la rodilla. Y reconoce que, si
Diego Riolfo: “No hay información sobre las lesiones. […] No sabemos cómo se generan o cómo se recupera. El jugador se enfrenta a eso cuando se lesiona. Aprendés a cuidarte y cambiar tus hábitos de alimentación y de entrenamiento. Quizás, si no hubiese tenido la lesión, llevaba una vida no tan sana. Estoy aprovechando esto para cambiar mi vida y guiar el deporte de mejor manera”.
bien hoy su vida está acondicionada para el fútbol, eso estaba fuera de los planes. En el bohemio usa la camiseta 14. El 17 de mayo, en el partido entre Wanderers y Juventud de las Piedras, Diego se rompió. “A los diez minutos de partido. [Sacude la cabeza, como quien no lo cree]. Habíamos quedado eliminados de la Copa Libertadores el viernes anterior; perdimos con Racing. Era el siguiente partido y veníamos con un bajón anímico importante. Habíamos quedado afuera por poquito. Alfredo Arias, el DT, preguntó a los jugadores que disputamos ese partido si estábamos con la cabeza para jugar. Algunos dijeron que no querían y otros dijimos que sí. En los primeros minutos, yo no estaba metido. No había tenido en cuenta la importancia del partido para el fútbol local y fue una jugada que me agarró sorprendido. Recibí una pelota de espalda y cuando fui a girar, me metieron el cuerpo. Me agarraron flojo, apoyé la pierna para adentro del centro de gravedad del cuerpo y la rodilla se me fue. Me hizo un ruido. Por más que no sentí un dolor extremo, ese ruido fue como de que se rompió algo, una cuerda. Me asusté y me quedé quieto. Salí caminando. El médico me preguntó si podía seguir, le dije que me había asustado y me fui al vestuario. A los veinte minutos ya se me había hinchado la rodilla y no podía caminar. Fue complicado porque me la vi venir, sabía que había pasado algo fuerte. A
Diego Riolfo y Guillermo de los Santos sufrieron lesiones severas que los radiaron durante extensos períodos de las canchas. (Foto: Andrés Cribari)
los dos días me hicieron la resonancia y se confirmó la rotura del ligamento cruzado. El médico me vio y me planteó la operación. Hay varios tipos de lesión: por giros para adentro, giros para afuera, por saltos fuertes. Me fueron explicando sobre estos temas, porque tu vida se ve afectada por la lesión y uno se empieza a interiorizar. Mi vida cambió por esto. Por suerte, fue todo bastante rápido. A los ocho días me operaron. Empecé con muletas para poder caminar. Llegar a casa es lo doloroso. Ya no están los médicos para pasarte calmantes ni para ayudarte a mover. El primer mes es
muy duro por el aspecto mental, porque te ves inválido, como dependiente de otras personas. Ese es el momento más complicado. Me operó el doctor Alfredo Rienzi, y me dijo que en dos semanas ya me daría el alta. He dedicado mucho tiempo a esta recuperación. Yo no usé ni venda ni férula. Las primeras veces que apoyé la pierna me sentí un poco inestable e inseguro, pero fui agarrando confianza de a poco. Desde el primer día hice muchos ejercicios isométricos con pierna estirada, ejercicios de presión para que la rodilla no quede en curva. Compré un electro estimulador 5
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Riolfo está concluyendo el período de una recuperación que no fue fácil pero que sobrellevó con mucho optimismo. (Foto: AC)
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para el músculo, porque me pasaba acostado. Sirve para no perder tanta masa muscular porque el cuádriceps del jugador desaparece. Podría volver a jugar antes de los seis meses, que es lo usual”. En la primera etapa de recuperación, Diego perdió la posibilidad de entrenar con sus compañeros, de seguir formándose, profundizando en su desarrollo. “Hasta los tres meses de recuperación estuve sin tener contacto formal con el equipo. El club me dio libertad para que me operara con el médico que yo quería y sólo me volvieron a aclarar que hasta que no pasaran los tres meses no podía correr. Sólo podía hacer hidroterapia y ejercicios. Hay mucha confianza del club conmigo y mía con el club, que hizo que esté recuperándome en menos tiempo. Ahora ya empecé la etapa física y me incorporé al equipo en el Viera”. Antes de la lesión, Diego pasaba un buen momento. “Tengo contrato hasta diciembre de 2016 y tuve una posibilidad de irme al exterior antes de la lesión. Otra vez había generado muchas expectativas
para poder salir al exterior. A lo largo de mi carrera me han pasado estas cosas que, de alguna manera, me han hecho más fuerte. Me gustaría jugar en Brasil o en México porque el fútbol de ahí me interesa”. Guillermo y Diego Ninguno de los dos debutó en lesiones con esta de ahora. Sin embargo, reconocen que no estaban preparados para un corte brusco en sus carreras. Diego dice que los jugadores no tienen información suficiente sobre las lesiones ni tampoco cree que haya mucho interés en conocer más. Guillermo dice que él había ya jugado con lesiones leves, pero que esta es la más grave que ha soportado. “No hay información sobre las lesiones y no hay interés en saber. Se hacen ejercicios de prevención para no lesionarse y aprender cosas de otros países. Los saltos, los excesos de entrenamiento o forzar la rodilla son algunas de las formas en que los jugadores se lesionan. Pero no tenemos información. No sabemos cómo se generan o cómo se recupera. El jugador se enfrenta a eso cuando se lesiona. Aprendés
Una perla La charla sigue y hablamos de su rapidez, de los jugadores contemporáneos, de lo que sueña en el fútbol. Diego hace una pausa, porque no se anima a decir lo que va a decir. “Si te digo que me gusta Messi sería como un niño. Pero yo trato de imitarlo y me doy cuenta de la complejidad de lo que él hace. Por eso lo admiro mucho, porque intento hacer lo que hace ya que soy chiquito, pero él frena y arranca, frena y arranca, y eso me genera admiración. También define contra el palo y eso es admirable”.
a cuidarte y cambiar tus hábitos de alimentación y de entrenamiento. Quizás, si no hubiese tenido la lesión, llevaba una vida no tan sana. Estoy aprovechando esto para cambiar mi vida y guiar el deporte de mejor manera”, cuenta Diego. Para Guillermo también se trata de una experiencia que lo tomó por sorpresa. Se va enterando a medida que pasa el tiempo y va consultando a los médicos cómo seguir. “Este primer mes, me dijeron que tratara de caminar lo mejor posible. Todavía me duele un poquito. Ahora tengo la rodilla vendada porque me da firmeza. Si me saco la venda me da impresión de que me queda la rodilla suelta. Es el miedo. He jugado con esguince de tobillo y de ligamento interno en la rodilla, pero lesiones graves es la primera”. En otras cosas, no se parecen. Diego no empezó jugando en las inferiores, como sí cuenta Guillermo. “Comencé a jugar en la escuelita de Juan Jacinto Rodríguez, a los cuatro años, en Cerro. A los seis, empecé en Cerromar, un cuadro de baby fútbol. Estuve un año yendo a la escuelita de Defensor. Luego dejé y seguí en baby. Cuando tenía diez años, me llamaron de Cerro. Hice todas las inferiores. Con diecinueve años me subieron a primera. El 15 de febrero cumplí veinte años, y cinco días después debuté contra Defensor en el Tróccoli”. En 2011, Guillermo se puso la celeste en el Mundial Sub 20 en Colombia y en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. “Defender a la celeste, en cualquier división, es lo más lindo que le puede pasar a un jugador. Yo había dicho que lo más lindo que te podía pasar era escuchar el Himno dentro de una cancha de fútbol. Me marcó mucho para mi carrera. Después, en junio de 2013, me fui a préstamo a Nacional por un año. Estuve los primeros seis meses, me fue muy bien, pero no pudimos salir campeones. El técnico era el Vasco Arruabarrena. En el segundo semestre, ya no me fue tan bien. Vino [Gerardo] Pelusso y alternaba, no era siempre titular. No era un buen momento de Nacional. Veníamos perdiendo muchos partidos. Fue uno de los peores desempeños en la Copa Libertadores. Ahí empecé a trastabillar en mi carrera. Vino Álvaro [Gutiérrez], se me venció el préstamo pero renové por un año más y también jugué poco. Si bien por razones extra profesionales había bajado mi rendimiento, había jugado poco”. Diego cuenta otra forma de transcurrir de su carrera. “Mi amigo,
el que me llevó a entrenar a Central Español cuando tenía dieciocho años, no siguió jugando. Es el preparador físico de Rentistas, Matías Filippini [se ríe]. Terminé el liceo y me quedó el verano libre, entonces me sumé a entrenar con él en la pretemporada. Ya jugaba en la Liga Universitaria. Estuve dos meses haciendo pretemporada y no me ficharon. Como yo arrancaba la Facultad de Economía, hablé con el director técnico que era Fernando Helo y me dijo que le gustaba mi forma de juego pero que le costaba insertarme porque tenía ya armado un equipo. Seguí entrenando y haciendo la facultad. Tenía la incertidumbre de si me iban a fichar o no. Estuve dos años en Central cuando me ficharon en cuarta. Después me subieron a primera. Nunca pensé en dedicarme al fútbol. Mi vida estuvo muy centrada en el estudio, mis padres me hicieron hincapié en que fuera un profesional y viviera de eso. No tuve necesidad de salir a trabajar desde chico. El fútbol fue algo de prueba y de hobbie, pero al final, de rebote, terminé jugando”. Para contar cómo fue su primer partido, Diego se entusiasma. Sonríe y recuerda. “De Central me quedó un sentimiento lindo porque es un club que reúne gente muy bien. Fueron mis primeros años en primera. Mi debut fue en el Parque Palermo contra Cerro. Entré faltando cinco minutos para terminar el partido. Me tocó entrar de puntero derecho, por el lado de la tribuna de la hinchada de Cerro. Me decían cualquier cosa. No estaba acostumbrado a que me gritaran. Nunca me había pasado algo igual. Entré con el partido empatado y estaba nervioso, la pelota me rebotaba en los pies. Fue una sensación rara y algo soñado para mí. El paso a Wanderers fue muy curioso, porque yo estaba con Central en la B y jugamos un partido amistoso en el Parque Viera. Alfredo Arias era el director técnico. Ese día, yo jugué
Guillermo de los Santos: Cuando se confirmó la rotura de ligamentos cruzados “se me vino todo abajo. Es la lesión y el momento que estaba pasando, uno de los mejores de mi carrera, y el tiempo que lleva recuperarse. Me dijeron de seis a siete meses, eso varía dependiendo del organismo del jugador. Llevo ya tres semanas y voy tachando los días”.
inspirado, hice tres goles, asistencias, todo. El técnico preguntó por mí y se hicieron los contactos entre los clubes. Wanderers puso un dinero para comprar mi ficha. El primer partido en Wanderers fue contra Cerro, también. Fue en un segundo tiempo y estuvo lindo porque estaba suelto, con más confianza. Estaban el Tony Pacheco y el Chapa Blanco. Después me fui un año a España. Viví solo unas semanas hasta que viajó mi madre y después mi novia, que vivió conmigo un año. A los dos meses me junté con Andrés Lamas que se había lesionado la rodilla y se estaba recuperando. Él me hizo adaptarme muy rápido. Al principio, me fue muy bien hasta que tuve un esguince de tobillo y ya no pude agarrar continuidad. Entraba y salía, entonces después de catorce partidos de la
Copa del Rey preferí volver a Wanderers para tener continuidad jugando. Cuando volví de España fue mi mejor año en Uruguay. Me tocó una etapa con Alfredo [Arias], el año que salimos campeones me usaban como jugador número 12, era el primer cambio del partido y me ponían para que lo cambiara. Y a mí me disgustaba porque yo sentía que hacía méritos para jugar de titular pero el equipo ganaba y la base titular se mantenía. Después de que salimos campeones con Wanderers es que jugué de titular muchos más partidos”. Para Guillermo, llegar a Defensor también tuvo que ver con buscar una continuidad de juego. “Me llamó mi representante y me dijo que estaba la posibilidad de Defensor y a los dos días ya estaba el contrato. Jugué muy poco en el campeonato pasado y quería tratar de jugar la mayor cantidad de veces posibles en este. Defensor tiene los mismos objetivos que Peñarol y Nacional, es otro grande del país. Fue el último equipo uruguayo en entrar entre los cuatro mejores clubes de América en la Libertadores, y eso fue lo que me motivó para venir a Defensor. Tuve la suerte de debutar contra Bolívar en Montevideo y el segundo partido fue en La Paz, fue muy duro y pudimos sacarlo adelante. Nunca había jugado en La Paz. El cuerpo técnico me dio la confianza y, más que nada, mis compañeros, que me hicieron sentir como en casa. Estas cosas me hicieron rendir y disfrutar los partidos que jugué”. La presión Sigue la charla y aparece la palabra “presión”. La presión por el buen rendimiento, la hinchada, el club, los contratos, los posibles pases, la continuidad; aspectos que los jugadores sienten y viven. Diego destaca que cuando se abre el período de pases, a veces se
• 2 canchas cerradas de césped artificial • Salón con parrillero para cumpleaños y reuniones • Escuela de fútbol para niños • Gimnasio: clases de Karate, Zumba, Pilates y Entrenamiento Funcional Luis A. de Herrera 2581 esquina 8 de octubre Tel: 24801733 centenariofútbolcinco
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De los Santos había tenido algunas lesiones leves, pero la que padeció en el partido contra Villa Teresa es la más grave que le ha sucedido. (Foto: AC)
pasa mal. Que la espera se hace tediosa, que la paciencia tiene que aparecer y que muchas veces la calma no llega porque los periodistas y los conocidos preguntan todo el tiempo: “¿Y? ¿Te salió el pase al grande?”. Guillermo, que también reconoce esos condimentos, contó lo que sintió cuando llegó a Nacional. “Es un club que
cuando llegás te tira la historia arriba, ha ganado muchas cosas a nivel local e internacional. La gente también lo siente así y tiene la necesidad de ganar todos los partidos y los campeonatos que juega. He tenido la primera etapa en la que me fue bien y esa presión fue favorable, pero cuando empezamos a
Dos valores
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En la conversación aparece Ainara. Según Guillermo, es el partido más difícil. “Peor que jugar en La Paz”, dice y se ríe. Es su hija de tres años. “Estoy disfrutándola porque es lo más lindo que tengo en este momento. Tengo más tiempo con ella por el tema de la lesión. Esta profesión es muy privilegiada porque si no tenés doble competencia entrenás de mañana y tenés toda la tarde libre para estar con tu familia. Yo uso ese tiempo para estar con ella”, cuenta. Sobre sus referentes, dice: “Mis referentes en el fútbol ahora son Godín y Piqué. En la vida es mi padre [Daniel De los Santos. Jugó de 5 en Cerro desde el 1985 al 1996], que me dio herramientas desde chico para manejar en la cancha y en la vida. Hoy me da la tranquilidad para seguir adelante”, dice Guillermo y lo mira, por primera vez durante toda la charla, lo mira.
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perder partidos se hizo muy cuesta arriba, porque la gente es muy exigente y a veces no te salen las cosas y tratás de remediarlas lo mejor posible y es peor. La presión se hace mayor. Pensé en dejar el fútbol. Lo he hablado con mis compañeros de Defensor. Lo que yo vivía en mi casa era muy feo, entonces lo que me hacía despejarme era el fútbol. En el tiempo que estuve en Cerro y en Nacional, lo primero que me despejaba era el fútbol. Salía de mi casa y podía estar entrenando tres o cuatro horas y me olvidaba de lo que pasaba. Cuando empezamos a perder partidos, la gente no estaba conforme con mi rendimiento. Es normal, porque el hincha siempre quiere que estés al cien por ciento, y a veces los periodistas se piensan que podemos estar al cien por ciento, pero no es así, porque fuera de la cancha somos seres humanos y nos afectan las cosas que nos pasan. Yo estaba pasando por el peor momento de mi vida y lo que era mi escape tampoco estaba siendo disfrutable porque el ambiente no era el mejor. Lo que era mi escape me estaba dando más problemas, entonces me costaba levantarme para ir a entrenar. Marcela, quien era mi esposa en ese entonces, me decía que tenía que ir a entrenar, que me levantara. Y uno la veía con la enfermedad que tenía y que te diga esas cosas y te dé para adelante, era lo que me daba las fuerzas para ir a entrenar aunque no estaba disfrutando. Traté de dejar varias veces pero gracias a ella no dejé. Hoy le estoy agradecido porque me hizo llegar hasta esta instancia donde sí estoy disfrutando y es de las cosas más lindas que me está pasando en este momento”. Diego y Guillermo atraviesan distintas etapas de su recuperación. Pasaron momentos jodidos pero ahora queda mirar para adelante y seguir. _Patricia Pujol
Katriel Pérez, de Deportivo Sarandí, es derribado en el partido ante Molles Fútbol Club, jugado por la novena fecha del torneo Clasificatorio de la Liga de Fútbol de Durazno . (Foto: Mabel Facal, octubre de 2015)
Un trotecito a lomo del fútbol que abarca la diversidad del 99,9% del territorio nacional
Buena, caballo “¡Fa! Es complicado”, dijo Rodrigo Ramón, atorado por la interrogante que le planteó Túnel: ¿Cuál es la mayor gloria deportiva? Las opciones fueron dos: ¿Ser un futbolista profesional y ganar la final de un campeonato uruguayo en un clásico Nacional-Peñarol, o entrar primero al pago montando su pingo en el raid Batalla de Sarandí? “¡Fa! Es complicado”, dijo, y lo invadió la risa. Rodrigo es futbolista. Juega de defensa en el Deportivo Sarandí, la institución más antigua del fútbol del departamento de Florida, y también de la liga de Durazno, que es en la que compite desde 2011. Muchos mundos El público sarandiense es más bien pasivo, aunque no se priva de algún grito al juez o la celebración eufórica de un gol. Pero no hay que esperar cánticos desde una tribuna, ni que una hinchada llegue al estadio en ómnibus, blandiendo manos y entonando estrofas, como lo hace, por ejemplo, la del
Juventud Unida, en el departamento de San José. “Los Empalagosos de Lavalleja” se llama la barra de ese club de la ciudad de Libertad; embanderan todo lo que pueden, llevan bombos, fuegos artificiales y cantan; cantan mucho. La camiseta del Juventud Unida es verde, como el pasto de su estadio, cuyo sistema de riego es computarizado. Emancipación Antes de competir en Durazno, el Deportivo Sarandí lo hacía en la liga de Sarandí Grande. “Crecer, fundamentalmente en formativas”, es
uno de los argumentos que se dan para explicar la emancipación. “Al principio no estaba bien visto”, comentó a Túnel el dirigente Agustín Lucián, mientras sostenía en sus manos los talones de las entradas que ese día, un domingo de octubre, él mismo estaba vendiendo en el ingreso a la cancha del Liceo Faustino Harrison, donde Deportivo Sarandí fue local ante Molles. Deportivo le ganó 6-1 y se colocó en la punta del Clasificatorio de la Liga de Durazno, torneo del cual una semana más tarde fue campeón. Antes de Durazno, se pensó en Florida, pero las condiciones 9
Cualquier cuadro de Sarandí Grande, juegue en la liga que juegue, tiene asumido de antemano que el fin de semana que hay raid no contará con algunos jugadores. Es prácticamente una seña de identidad del fútbol sarandiense. Braian Ganachippi, del Club Deportivo Social Sarandí, logró –con la yegua Cariya- el cuarto puesto en la edición 2015 del tradicional raid Batalla de Sarandí. (Foto: Fede Gil, octubre de 2015)
de la liga de la capital departamental eran mucho menos flexibles que las de Durazno. Y creció. Hoy, entre primera e inferiores, en el Deportivo Sarandí juegan al fútbol unos setenta deportistas. Casi como una falta con aviso Cualquier cuadro de Sarandí Grande, juegue en la liga que juegue, tiene asumido de antemano que el fin de semana que hay raid no contará con algunos jugadores. Es prácticamente una seña de identidad del fútbol sarandiense. Unos faltan porque corren caballos propios o ajenos, y otros porque se sumaron a la movida que genera el evento hípico, incluyendo el tradicional baile de la noche anterior a la competencia. El profesor Andrés Caetano, que ha sido jugador, dirigente y hasta técnico de Barrio Viña de Sarandí Grande, sostiene que “el problema con los jugadores” de su pago siempre ha sido el compromiso. “El tema es que cumplan, que vayan a entrenar y que, por sobre todo, no te dejen tirado el día
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Varios caballos de fuerza
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En los raids, los premios promedian los cuatro mil dólares en pruebas largas, de acuerdo a los datos surgidos de un estudio realizado en el año 2011 por el ingeniero Alejandro Ferrari, con el auspicio de los ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca, y Turismo y Deportes. Las apuestas anuales de raid y enduro se estiman en 1.250.000 dólares. A nivel nacional hay aproximadamente 800 jinetes para estas disciplinas.
de un partido porque hay un raid por no sé dónde. Acá hay mucha gente que prefiere el raid, y eso no pasa en otros lados”, asegura. Agustín Lucián cree que, en términos generales, el compromiso y la mentalidad del jugador de fútbol en Sarandí Grande son totalmente distintos a los de otras ciudades del país. “El raid prima sobre el fútbol. Históricamente el fútbol no se juega cuando hay actividad hípica, incluso cuando perfectamente se podrían jugar los partidos en horarios diferentes al del raid”, comentó el periodista sarandiense Dino Cappelli. “Los jugadores, generalmente, son también los que varean los caballos y quienes los corren. En el 99 por ciento de los casos de esos jugadores el raid está primero que el fútbol. El fútbol en Sarandí Grande es el segundo deporte”. El ídolo inmediato Juan Carlos de Lima fue campeón de América y de la Intercontinental con Nacional, y protagonista del último quinquenio del fútbol uruguayo con Peñarol. Puede contar, como pocos, cómo es cara a cara la máxima gloria deportiva con la que sueñan futbolistas y proyectos de futbolistas uruguayos desde la más tierna infancia. Pero su aprendizaje futbolístico inicial fue con los ídolos de su pago natal: Florida. “Me crié a una cuadra del estadio [Campeones Olímpicos]. Prácticamente veía todos los partidos del fin de semana”, contó de Lima a Túnel. En su niñez y adolescencia “no llegaba el fútbol uruguayo por tele”. Además –apunta– en su casa no había televisión. Si bien escuchaba la radio y alimentaba su sueño de ser profesional, el fútbol que veía y del cual
aprendía era el que destilaban “el Pato [Jorge Omar] Ferreri, Washington Cuadro, Santos Cuadro y Carlitos García, y otros que uno siempre miraba”. Pelota y monturas* Si bien el Club Deportivo Social Sarandí nació en 1907 como Sarandí Football Club, hay elementos suficientes para pensar que anda en el fútbol desde antes de nacer, en 1905. Sus fundadores jugaban en la plaza Estanislao Pisón, a veces contra cuadrillas de empleados del ferrocarril. Allí Sarandí recibió, muy posiblemente en 1908, al CURCC. Para achicar diferencias el CURCC le permitió a Sarandí jugar con dos arqueros, pero ni así pudo evitar perder por goleada: 5-0. En la década de 1920 Sarandí comenzó a jugar en la liga de Florida, y en 1927 obtuvo el título del torneo Balón de Oro. Sumó, a lo largo de décadas, títulos en la liga de Sarandí Grande, y ahora añade un lauro en una tercera liga: la de Durazno. Sin embargo, en el amplio y espléndido hall de la sede del Deportivo Sarandí no hay ninguna foto de su rica historia futbolística. Sus paredes están repletas de imágenes de llegadas de raids. En esa disciplina, en forma consecutiva, el club ha salido campeón nacional en los últimos ocho años. En la sede hay, entre otras instalaciones, piscina, cancha de fútbol 5, salón de fiestas y, junto a la cantina, una pequeña sucursal de Maroñas Entertainment. Vivir del amateurismo Aunque la mayoría juega gratis, sea por amor a la camiseta o la causa que fuere, hay centenares de futbolistas de OFI que
cobran por mes o partido. El periodista Jorge Benoit explicó que el acuerdo de mayor remuneración que tiene hoy un futbolista de OFI es un sueldo fijo de unos veinticinco mil pesos mensuales, más el alquiler de una vivienda. Eso ocurre en Salto. En Flores se conoce el caso de un jugador que percibe unos seis mil pesos por partido, más la vivienda. Un acuerdo similar tiene un jugador de la Liga Mayor de San José. Una temporada de la Liga Mayor maragata, de acuerdo a cálculos del periodista Gerardo Viñas, “mueve como un millón de dólares” entre sueldos de jugadores, jueces, seguridad y demás gastos.
La mayoría de los
Tierra equina, pero futbolera Sarandí Grande es la ciudad con más clubes de fútbol por habitantes en el departamento de Florida. Hay un club cada 875 personas, cuando en la capital departamental hay un club de fútbol cada 3.058 habitantes. Florida es un departamento ecuestre (tiene dos por ciento de la población humana del territorio nacional, pero cinco por ciento de la equina), y Sarandí Grande, conocida como “cuna del raid hípico”, es la ciudad ecuestre por antonomasia.
veinticinco mil pesos
El otro país En Uruguay, fuera del territorio montevideano, hay más de trece mil jugadores de fútbol. Hay 655 clubes que compiten en un total de 66 ligas integradas por instituciones de unas trescientas localidades de prácticamente el 99,9 por ciento del territorio nacional, entre ciudades, villas, pueblos, parajes y sus respectivas zonas de influencia. Hay clubes desde donde se olfatea en el habla la cercanía de tierras
futbolistas que participan en OFI juegan gratis, pero hay centenares que cobran por mes o partido. El acuerdo de mayor remuneración que tiene hoy un futbolista de OFI es un sueldo fijo de unos mensuales, más el alquiler de una vivienda. Eso ocurre en Salto. En Flores se conoce el caso de un jugador que percibe unos seis mil pesos por partido, más la vivienda.
brasileñas, hasta donde el río acerca aromas porteños o entrerrianos. Y las realidades de unos no son comparables a las de otros. Mientras que Wanderers de Artigas concentra en locaciones alquiladas cuando es visita en torneos interdepartamentales, los clubes de Nico Batlle tienen desde jugadores que no entrenan porque entre semana trabajan en Montevideo o están
afectados a empresas forestales y se les complica llegar al pueblo. Por planteles de Wanderers de Artigas han pasado desde Ruben Paz y Horacio Peralta a Carlos Bueno, Ruben Beninca y Víctor Píriz Alves, mientras que en los de los clubes de Batlle y Ordóñez cuesta encontrar registros de futbolistas que hayan tenido actividad en clubes profesionales. No se piensa en ese fútbol cuando se habla de “fútbol uruguayo”. Es fútbol uruguayo, pero no cabe en los canales y radios de Uruguay, que transmiten desde Montevideo y devuelven a cada pueblo la imagen de un espejo distorsionado. Ese otro fútbol es, unidimensionalizado, el fútbol “del interior”. Pese a las distancias culturales –en muchos casos de raíz histórica– que hay entre los diferentes puntos del territorio nacional, la simplificación dicotómica Montevideointerior es implacable. Por ende cuesta entender a ese fútbol “del interior” como intrínseco a la base de un iceberg del cual vemos, en la superficie, al fútbol profesional en sus diferentes niveles. Si se desmorona el primero, el segundo sentirá, inevitablemente, los efectos. _Emilio Martínez Muracciole * Información extraída del libro Juegos y deportes. Florida 1880-1920, de José Monti; suplemento del semanario Punto y Aparte en el marco de los 100 años del Deportivo Sarandí, en 2007 (investigación y redacción de Eduardo Runco); y del libro Historia de Sarandí Grande, de Alfredo San Juan.
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Doping positivo
Elogio de la desmesura
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Fui niño durante la década del noventa, cuando el dólar barato hizo de Argentina un país del primer mundo, aunque en forma imaginaria y por poco tiempo.
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Para nosotros –los uruguayos– eso tuvo algunas consecuencias notorias, como ver a Susana Giménez regalando un millón de dólares todas las semanas y la invasión de argentinos que verano tras verano tomaban por asalto nuestras playas. Entonces yo vivía en Piriápolis, balneario que todavía conservaba cierta importancia dentro del circuito turístico regional. Por eso durante los primeros meses del año convivía con personas que hablaban de boludo y de chabón, que siempre que se dirigían a vos parecían estar sobrándote y que tenían tanta plata que no sólo no rehuían el momento de pagar la luz y el agua sino que directamente te preguntaban dónde podían conseguir más facturas. Cualquier uruguayo sabe, por otra parte, que la idea de que sería positivo para nuestro país que Argentina desapareciera del mapa y todos sus habitantes fallecieran es una de las primeras que nuestro medio social nos inculca cuando niños. Es un concepto muy simple, en apariencia, pero su aplicación en Piriápolis –y supongo que en cualquier lugar turístico de Uruguay– siempre fue compleja: por un lado, el deseo de verlos caer derrotados –tan caro a nuestra identidad nacional– era reforzado por la conciencia de saber que, como trabajadores de la industria turística, mediante la venta de nuestra fuerza de trabajo estábamos entregándole las mejores horas del día, del año y de la vida a un grupo de personas con el cual no nos unía ninguna relación de afecto y que en general nos trataba –o eso nos parecía– con desprecio; sin embargo, por otro lado, también sabíamos que para poder hacer un mango necesitábamos como el aire la llegada de la plata dulce argentina y además –como ocurre en toda relación de dependencia cuasi servil– envidiábamos secretamente su riqueza y su poder. (En realidad, era un turismo de medio pelo, que pagaba siempre con una queja; yo no me daba cuenta, para mí todos los argentinos eran millonarios y si alguna duda podía quedarme, bastaba con hojear la Caras o la Gente).
Ilustración: Rodrigo López
Otro elemento venía a complicar la convivencia fraternal veraniega: el fútbol. Porque por más que ninguno de los niños del barrio se animara nunca a decirlo en voz alta, todos sabíamos que jugaban mejor que nosotros y eso nos hacía odiarlos un poquito más. Esto no quiere decir que nos ganaran siempre; ni siquiera la mayoría de las veces. Pero sí que dentro de nuestra infantil concepción acerca de qué era jugar bien o jugar mal, ellos nos superaban: “dominaban” mejor y más veces la pelota –para ellos sería “hacer jueguito”–, tenían
gran facilidad para meterte un caño apenas ibas a marcar desordenado, mentían con el cuerpo tan fácil como con la boca y conocían toda una batería de chiches y lujos que para nosotros eran inimaginables. Además, se equipaban mejor: usaban camisetas originales y traían unas pelotas de marca que daban ganas de patearlas bien lejos para que se perdieran en la cañada y poder ir a buscarlas de noche, aprovechando el plus de conocer la geografía local. Eso sí, los primeros partidos siempre los ganaban. El primero de todos, por
goleada, una goleada más desconcertante que humillante, en el sentido de que cuando terminaba el partido no sentíamos vergüenza, sino más bien incredulidad. Quedábamos descolocados, como aquel que luego de sentir una brisa suavecita, que apenas le mueve el pelo, mira para abajo y descubre que alguien le ha robado la ropa que traía puesta. Pero rápidamente pasaba una de dos cosas: o nos adaptábamos a ellos, tal y como Neo, el personaje de Matrix, primero se come flor de paliza del veloz Morfeo pero luego aprende a interpretar la lógica de sus movimientos y le llena la cara de dedos, o ellos se adaptaban a nosotros, de igual manera que esos picantes mediapunta argentinos que Peñarol y Nacional traen todos los años, que enloquecen al lateral rival los dos primeros partidos pero que al tercero ya no pueden parar la pelota en menos de tres movimientos. Es decir, la cosa se emparejaba, pero no por ello dejábamos de sentir que eran mejores. Recién ahora, pasado el tiempo, me doy cuenta de que no eran mejores que nosotros, sino que se creían mejores, y que se lo creían con tanta fuerza que hacían que nosotros nos lo creyéramos también, y que la imagen que tenían de sí mismos –tan grandilocuente, tan soberbia– los animaba a cruzar fronteras que nosotros nunca hubiéramos osado desafiar. Tenían una imagen completamente distorsionada de sí mismos, pero esa distorsión era tan fuerte que se proyectaba más allá y los ayudaba a torcer la propia realidad en su beneficio. Los uruguayos y los argentinos son como dos hermanos, todos lo sabemos. Uno es mesurado, tranquilo, camina con
El entrenamiento de la velocidad Los factores relacionados con la velocidad de ejecución que determinan el rendimiento. De Gilles Cometti, profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Bourgogne, Francia.
Recién ahora, pasado el tiempo, me doy cuenta de que no eran mejores que nosotros, sino que se creían mejores, y que se lo creían con tanta fuerza que hacían que nosotros nos lo creyéramos también, y que la imagen que tenían de sí mismos... pies de plomo y para no caerse se apoya en los andamios de la realidad. Cuando se propone un fin, examina todos los caminos antes de elegir por cuál ir y sólo avisa que llegó a destino una vez cruzada la frontera. El otro es desmesurado, imprudente, arriesgado, soluciona sus problemas escapando hacia adelante, tira al piso los andamios y trata de usarlos como puentes –a veces se cae– y cuando quiere algo actúa como si ya lo hubiera conseguido. Uno le pide permiso a la realidad; el otro trata de ir más rápido. Por eso es que a los argentinos les duelen más las derrotas que a nosotros. Cuando un argentino pierde es como si la realidad se fracturara y lloviera sobre su cabeza en forma de cristales filosos, porque la derrota es un absurdo, algo que carece de sentido, que no está dentro del universo de posibilidades. (Pienso en esta imagen y
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me viene a la cabeza, en seguida, Malvinas). Para un uruguayo, la derrota es una posibilidad cierta –tal vez la más cierta–, es el destino natural que la realidad depara en caso de equivocarse. Para la RAE la mesura es, entre otras cosas “demostración exterior de sumisión y respeto”, y leyendo esto no tengo dudas de que la gran virtud del fútbol argentino es su desmesura. Cuando entra a la cancha, el jugador argentino no respeta ni se somete ante nadie, porque está convencido de que nadie es mejor que él. No mide. Va a llevarse lo que piensa que es suyo incluso desde antes de que sea puesto en disputa. Lo mismo, por supuesto, vale para el hincha y el periodista y por eso es que siempre que Argentina queda eliminada de un campeonato, esto ocurre, para su ambiente futbolístico, “de forma sorpresiva”. Pero la desmesura no tiene nada malo, o por lo menos no creo que deba admitirse ese sentido esencialmente negativo que le adjudica el racional, sensato, moderado y envidioso Uruguay. Hace poco un periodista de El Mundo en España nos hinchó el orgullo –como siempre pasa, por otra parte, cuando en Europa o Estados Unidos hablan bien de nosotros– al decir que el Atlético de Madrid era “el mejor equipo uruguayo” del mundo. Momento, señores, que se me termina el espacio y tengo que dejar por acá, pero pensar que se puede salir campeón en una liga disputada por Real Madrid y Barcelona, y luego ir y hacerlo, es una locura bien argentina. La seguimos.
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Asado y anécdotas futboleras con Arispe, Rivero, Farías, Gómez y Lamas
¿Te acordás, hermano?
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De izq. a der.: Hamlet Tabárez, Liber Arispe, Francisco Gómez, Hamilton Rivero, Héctor Farías y Alfredo Lamas.(Foto: Leonidas Martínez)
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Se conocieron cuando daban sus primeros pasos hacia el profesionalismo y luego algunos de ellos coincidieron en el fútbol de Venezuela. En aquella lejana época se enraizó una amistad que dura hasta hoy y que reunió a varios en El Tricolor, el cuadro de veteranos de la La Teja, para no perder contacto con su pasión; y a todos para comer juntos y rememorar los buenos viejos tiempos en el rancho La Amistad. Los periodistas de Túnel supieron de estos banquetes por El último gol, el libro de Hamlet Tabárez, quien coordinó el encuentro y oficiara de cicerone.
El miércoles 14 de octubre, al mediodía, Tabárez y el periodista viajaron rumbo a la zona de La Teja. Una vez que dejaron atrás la ruta y tomaron por Carlos María Ramírez, el guía le indicó al conductor: “Pasando la Plaza Lafone, doblás a la derecha en José Castro y enseguida ves el rancho”. Cuando llegaron, se encontraron con una construcción sencilla pero bien cuidada, con un jardín delantero que se continúa en un patio con parrillero. Allí los esperaba un grupo de una docena de hombres. Se acercaron y, a medida que los van encontrando, Tabárez les presenta a quienes
flashes, en un estadio repleto, uno gritó, en broma: “¡Solamente los de la primera!”. Otro le contestó: –Pero el Negro, acá, dice que él jugó en primera. –¡Que traiga los recortes! Si no, no sale–amenazó, entre risas, el primero. Hacer una entrevista colectiva no es sencillo, así que acordaron que cada uno, por orden, le contara su historia al periodista. Se sentaron en torno a la mesa y, a lo largo de dos horas, desgranaron anécdotas en las cuales reaparecieron sobre el mapa de Montevideo canchas que ya no existen; en las que jugaron equipos cuyos nombres, en muchas ocasiones, han sido olvidados por todo el mundo, menos por ellos; y se rememoró la manera de jugar o la personalidad de una miríada de estrellas cuyo brillo –como la antigua luz que llega de las del firmamento– volvió a destellar en el relato de quienes fueron testigos de sus hazañas. Había un cierto clima de nostalgia. Empero, sus recuerdos –de los que la memoria suele borrar las partes más ríspidas y tristes– siempre están teñidos de un ligero toque de humor. HAMILTON OTAVIANO RIVERO Como todos sus amigos, a pesar de la edad –anda por los setenta–, conserva muy buen físico. Se sentó en una silla próxima al periodista y lo miró con sus ojos claros, penetrantes, vivaces, que todavía parecen buscar la pelota para enviarla a la red. “¡Hagan silencio, que el Queque habla bajito”, advirtió uno. En efecto, con voz que parece contar un secreto, Rivero inició su relato: –Yo era un nueve goleador, era petiso pero goleador. Empecé jugando en el club Tellier, en la Extra. Después fui a Liverpool…
serán entrevistados: Arispe, Rivero, Farías, Gómez y Lamas. Este último, ocupado en la parrilla, sobre la que ya están la carne y el pollo, atiende también la masa de unas pizzas que ha puesto a leudar cerca del fuego. Sólo con credenciales En eso, llegó el fotógrafo, que vino por su lado, y les pidió que posaran en grupo para registrar el momento. Mientras los integrantes de este equipo de lujo se iban colocando ante el hombre de la cámara, como lo hicieron alguna vez frente a los
¡Ay, Paquito! Cuando terminó de nombrar los clubes por los que pasó y los fenómenos con los que se enfrentó o compartió vestuario, el periodista le preguntó: –¿Se hacía dinero, como ahora, en el fútbol de su tiempo? –En aquella época no había plata. Ganabas como para vivir, nada más. No existían los pases grandes. El de Roberto Matosas, el más grande en aquel entonces, fue de doscientos mil dólares, creo. Cuando fui al América de Belo Horizonte, Danubio pidió veinticinco mil dólares por el pase y dijeron que era muy caro. Ahora eso vale un chiquilín de catorce años. El Paco Casal juntaba pelotas en el Estadio; y, dos por tres, me venía a mangar: “Queque…”, y yo le compraba un chorizo o una Coca Cola. ¡Mirá lo que es ahora el Paquito! ¡Lástima que no lo tuvimos nosotros!
Hamilton Rivero: “En aquella época no había plata. Ganabas como para vivir, nada más. No existían los pases grandes. El de Roberto Matosas, el más grande en aquel entonces, fue de doscientos mil dólares, creo. Cuando fui al América de Belo Horizonte, Danubio pidió veinticinco mil dólares por el pase y dijeron que era muy caro. Ahora eso vale un chiquilín de catorce años”.
De otra época –Usted jugó en la selección, ¿no? –se interesa el hombre de Túnel, que ha investigado. –Tuve la suerte, en 1967, cuando jugaba en Liverpool, de que me llamaran para la selección uruguaya. Era la época en que estaban todos los monstruos de Peñarol y Nacional: Mazurkiewicz, Sosa, Matosas, Manicera, Cococho Álvarez… Estando en la selección, una vez me llamó el técnico para ponerme cuando faltaban quince minutos. Antes no era como ahora, que igual te ponen en los descuentos. 15
A algunos no les gustaba que les dieran pocos minutos. Se me arrimó uno y me preguntó: “¿Vas a entrar?”. ¡Imaginate! Estaban todos aquellos monstruos… ¡Entré lo mismo! Era otra cosa…
miraban con la boca abierta. Después siento que le dicen a los periodistas: “¡Si este es así con una moneda, qué va a hacer después con la pelota!”.
ALFREDO LAMAS Sobresaliente Después de dejar el asado encaminado y las pizzas en el horno, se hizo un tiempito y se arrimó a la mesa donde conversaban los otros. Es un hombre de estatura superior a la normal y de andar ágil. Para romper el hielo, el periodista le dijo: –Estuve mirando fotos de cuando usted jugaba en Peñarol y era el más grande del cuadro. Siempre sobresale… –Lo que pasa es que me subía arriba de la pelota para parecer más alto –le respondió el ex futbolista con una sonrisa. El hombre tiene el don de ser un excelente narrador oral. Así las cosas, ante la admirada atención de los presentes, en los minutos que siguieron contó una serie de anécdotas de lo más disfrutables.
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¡De La Teja! –A mí no me gustaba el fútbol, jugaba al básquetbol en Verdirrojo. Yo no jugué al baby fútbol. Tenía catorce años y ya jugaba en el primero del Buen Trato. Después me fui a Racing, ahí empecé mi carrera, de quinta a primera. En Racing me encontré con este fenómeno [señala a Hamlet Tabárez], él estaba un año más adelantado, jugaba en cuarta y yo en quinta. La cuarta esa salió campeona y yo jugaba en quinta y era suplente en cuarta. Jugaban Madruga, Mazurkiewicz, Cascarilla Morales… ¡Lejos, salían campeones! Aunque ya nos conocíamos de vista, cuando empezamos a jugar juntos, él me empezó a invitar a su casa: “Vamos y te quedás a dormir allá”, me decía. Me hacía calentar. Me decía: “¡Salí, vivís en La Teja! ¡Flaco, tenés que salir de ese barrio, tenés que ir a Malvín, donde vivo yo!”. Yo me calentaba y le decía: “¿Qué tiene que ver eso?”. Hasta el día de hoy me agarra de pinta con eso. Me dice: “¡Pensar que yo te saqué de La Teja para Malvín y ahí te puliste! ¡Si no, andá a saber adónde hubieses terminado!”.
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Por unas monedas –Carlos Maggi iba con el hijo y conmigo a verlo antes de los partidos para ver cómo dominaba la pelota –dijo uno de los visitantes. –¡Era para actuar en un circo! ¡Si me hubieran visto de un circo, me llevan! –respondió entre risas Lamas. –¿Dónde aprendió? –insistió el otro. –En Racing. Allí no era ir y cobrar. La práctica terminaba a las seis de la tarde y después cobrarías a las once o las doce
Alfredo Lamas: Estando en Peñarol “jugábamos un partido contra un equipo ruso. Ese día diluviaba. Mientras esperábamos a ver si paraba, estábamos practicando. Entonces, agarré una moneda y empecé a dominarla: pin, pin, pin. Los rusos me miraban con la boca abierta. Después siento que le dicen a los periodistas: ‘¡Si este es así con una moneda, qué va a hacer después con la pelota!’ ”.
de la noche. Porque no había plata, por esto o por lo otro… Entonces, ¿qué hacíamos? Empezamos a agarrar monedas y las dominábamos como si fuesen una pelota. ¡Pin!, la tirábamos para arriba; ¡pan!, la dejábamos en la frente; ¡pun!, la tirábamos para atrás y le dábamos de taquito… Años después, con Peñarol, jugábamos un partido amistoso en el Estadio contra un equipo ruso. Ese día diluviaba. Mientras esperábamos a ver si paraba, estábamos practicando en un espacio que hay abajo, ellos de un lado y nosotros en la otra mitad. Entonces agarré una moneda y empecé a dominarla: pin, pin, pin. Los rusos me
¿Qué tomás? –Jugué un año en el Cosmos. Estaban: Pelé, Chinaglia, Carlos Alberto, Manuel Maria –que fue puntero del Santos– y el peruano Ramón Mifflin… De acá fuimos: Juan Masnik, Omar Caetano, Julio Correa y yo. Julio Correa fue el mejor jugador uruguayo de todos los que fuimos, la rompió. Pero se echó arriba a Pelé y marchó. Pelé es un tipo bárbaro, pero él tenía contrato con la Pepsi Cola y donde comíamos había que tomar Pepsi. ¡Y el testarudo de Correa iba y pedía una Coca Cola! Correíta, un botija bárbaro, divino, pero estaba porfiado. Yo le decía: “¡Pero vos estás loco!” Al año, nos vinimos, y Correíta también. Creo que le dieron diez mil dólares por haber sido el mejor jugador del Cosmos esa temporada. Era un montón de plata. Ahora está en Treinta y Tres, siempre lo llamo y hablamos. De película –La compañía dueña del Cosmos era la Warner Brothers. Tengo fotos con Robert Redford, con Paul Newman, los llevaban a ellos para hacer propaganda y cuando apareció Pelé fue el boom. Ahí, muchos latinoamericanos –ecuatorianos, mexicanos, colombianos y demás– empezaron a seguir al Cosmos, que llenaba los estadios. Eran estadios chicos, de diez o veinte mil personas, porque recién empezaba el fenómeno del fútbol en Estados Unidos. No son caballos Lamas contó que, tras su retiro de las canchas, hizo el curso de entrenador y dirigió en Liverpool, Progreso, Rampla y luego se fue a la Liga Universitaria. –¿Prefería dirigir a los más jóvenes? –Me gustaba trabajar abajo, con los pibes. Pero siempre había problemas: no había pelotas, no había esto, no había lo otro… Así no se puede trabajar. Una vez me vino a buscar Pistola Marsicano, porque él paraba acá, con nosotros. Me dijo: “Vení a dirigir a Progreso”. Yo le contesté: “Pero Progreso, Pistola, ¡no seas malo!”. “Dale”, insistía él. “Bueno, vamos a hacer una cosa, vos me conseguís treinta pelotas ya y agarro”. “¡Flaco, treinta pelotas no tiene el primero!”, me dijo. Entonces yo le contesté: “Si cada jugador no tiene una pelota, yo no voy a dirigir. Si me conseguís una pelota nueva para cada jugador, y una cancha, voy”. Me prometió todo. Fui a practicar a la cancha y vinieron los del primero. Entonces los dirigentes me dijeron: “¿Por qué no va a correr por el
cantero de la ruta?”. Yo les contesté: “¿Por qué no va a correr usted con su hijo por el cantero? Si llega a haber un accidente y un auto me mata a un botija, ¿qué hago? Es un equipo de fútbol. No son caballos para correr por el cantero, son niños que quieren hacer deporte, necesitan una cancha de fútbol”. Un espectador especial –¿Ve fútbol? –interroga el periodista. –Sí, pero me gusta verlo solo. A veces acá me dicen: “Vení, vamos a hacer una comida, que hay partido”. “No, yo no vengo”, les contesto. Si estoy en casa, veo los partidos en el cuarto. De vez en cuando, mi señora viene y quiere ponerse a conversar conmigo. “¡No me hablés! ¡Dejame tranquilo! Vos tenés el otro televisor allá”, le digo. A mi mujer le gusta el fútbol, pero empieza: “Mirá qué lindos zapatos tiene aquel, le hacen juego con la camiseta” o “Mirá el corte de pelo de ese muchacho, ¿por qué todos se lo cortan así?”. “¡No empecés! ¡No seas mala, andá a ver un desfile de modas, esto es un partido de fútbol!”, le contesto. Soy histérico. Me gusta ver solo el fútbol. Iba a la cancha de Liverpool, hasta que no fui más porque te encontrás con uno y con otro y empezás a hablar. Y cuando termina el partido, te preguntás: “¿Cómo salió? ¿Quién hizo los goles?”. No viste nada. Entonces, directamente, no voy. Justo cuando el Flaco cierra su última anécdota, un contertulio se acerca con un álbum de figuritas del año 1958 y un montón de fotos. En ellas aparecen varios jugadores de Racing. Lamas las comenta. “En esta foto hay un montón de muertos”, dijo el que las trajo. “Quizá, pero mientras alguien los recuerde, como ahora, todavía
viven”, reflexiona el periodista para sus adentros. FRANCISCO GÓMEZ Un día de tristeza A pesar de sus setenta y dos años, su persona emana una vitalidad que lo hace parecer mucho más joven. –¿Usted jugaba en Huracán Buceo? –disparó el entrevistador. –¡En la época del Topo Gigio! – señaló uno desde el otro extremo de la mesa. –¡Me venís a hacer un reportaje justo cuando ayer fue un día de tristeza! –dijo con énfasis Gómez. –¿Por qué? –interrogó el periodista. –Fue el día que perdimos la final contra Bella Vista en el Estadio. Un domingo a las diez de mañana, se llenó el Estadio y quedó gente afuera. Perdimos 2-0. –Nosotros veníamos de Atlántida por Avenida Italia y veíamos gente y gente con banderas de Huracán, y nos preguntábamos: ¿adónde va toda esa gente? –acotó Lamas. –Fue el 13 de octubre de 1968. La época del Topo Gigio fue desde 1967, cuando subimos de Intermedia a la B, le ganamos a Canillitas en el Parque Central; después, en el 68, perdimos esa final; y en el 69 salimos campeones, dos partidos antes de terminar el campeonato, de galope. Cómo sería ese cuadro que perdimos tres partidos en tres años, una campaña espectacular. El fenómeno del Topo Gigio En ese momento, desde la habitación contigua, se acercó otro de los amigos con un plato rebosante de porciones de pizza.
Francisco Gómez: “En el 69 salimos campeones dos partidos antes de terminar el campeonato, de galope. Cómo sería ese cuadro que perdimos tres partidos en tres años”.
Lo colocó sobre la mesa y uno de la barra comentó: –La mejor pizza la hace el Flaco Lamas. Todos arremetieron. El periodista también; para, tras breves instantes, confirmar el aserto, la boca hecha agua. La charla se detuvo y todo el mundo masticaba con fruición.
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–¿Ya les contaste que bajaron con Huracán? –interrogó, en tono de broma, uno que llegó desde el patio. –Yo me vendí por una heladera – ironizó Gómez–. Cuando perdimos la final, con nosotros jugaba Raúl Casas. A él lo prendieron fuego. Lo ensuciaron mal, dijeron que se había vendido. A mí también. Él era el capitán en el 68, y en el 69 fui yo. Cobrábamos los premios antes de jugar. Todos los sábados, cuando jugábamos en el Parque Central, lo llenábamos. –¡Qué tiempos aquellos! –Otra época. ¡Todo era otra cosa! Nada que ver.
espacio… Antes no se corría ni se marcaba tanto, entonces había más espacio, era más individual la cosa. –Ningún jas subía, eran todos jases de marca –señaló Gómez. –En la defensa, eran cinco contra cuatro y, a lo sumo, el 5 ayudaba. –Era: pareja de backs, dos laterales y el centrojás y ¡cinco delanteros! Los punteros iban por la raya y los dos laterales no tenían chance de subir. –También los jugadores tenían más continuidad –dijo alguien. –Era distinto. Había relativamente pocos jugadores y se vendían muy pocos. No salían, como ahora, que es un desfile. Entonces, ahora, acá no se puede tener un jugador estrella de primera división más de una temporada.
HÉCTOR FARÍAS
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Un equipo de lujo –En Rampla, cuando yo debuté, que fue en el 59, estaba el fenómeno argentino este: Ángel Labruna. Y como en el 60 o 61 también vino Migues, la delantera era: Félix Pérez, el hermano de Domingo; Gil, Migues, Labruna, y yo jugaba de puntero izquierdo. Nunca me voy a olvidar de un partido en el Parque Nelson. Jugaban Labruna y Migues, yo por la izquierda y Félix Pérez por derecha. No sé quién tiró un centro por la izquierda, medio bajo; igual que Godín contra Colombia en el Estadio, el Cotorra Migues hizo lo mismo pero de parado, desde un metro afuera del área… ¡un balazo! ¡Se la clavó en el ángulo! ¡Nunca me voy a olvidar de ese gol del Cotorra!
bárbara y te dicen: “¿Te
Un palo podrido –¿Te acordás cuando rompiste el palo? – casi que lo instó a contar el suceso Tabárez. –En el Estadio de Cerro, en un centro cerrado a la olla, todo el mundo entró a cabecear. Yo también, pero salté muy alto y me iba a dar contra la red. La pelota pasó por encima, yo seguí de largo y manoteé el palo con una mano y la red con la otra. El palo de ese lado estaba podrido y se vino abajo. Se suspendió el partido. Trajeron el arco de práctica, lo colocaron ahí, pero no hubo caso. Jugamos el pico de partido que quedaba otro día. –En la cancha de Uruguay Montevideo, en Camino de las Tropas y Simón Martínez, una vez, por una maniobra para no jugar el partido, hubo un sabotaje. ¡Serrucharon el palo! Y cuando llegaron los cuadros, se suspendió el partido –añadió Gómez.
acordás de fulano? –que
LIBER ARISPE
Héctor Farías: “Si ahora hacés un recuento de todos los equipos de primera, sacás algunos buenos jugadores. Pero en aquellos años, hacías un recuento y sacabas quince o veinte… Lo mismo pasaba en los barrios. A veces nos
Un caballero del fútbol –¡Qué jugador era Labruna! Se ataba los zapatos de fútbol como si fueran zapatos de salir, con una moñita. No daba todas las vueltas que se le dan a los cordones de los zapatos de fútbol normalmente. ¡Y no usaba vendas! Agarraba las medias y se las ponía directamente.
juntamos acá con algunos
Lo que va de ayer a hoy –¿Cómo se relacionaba usted, que era un pibe, con esas glorias del fútbol? –se interesó el hombre de la prensa. –¡Ah, cómo me cuidaban! –¿Usted era un “9 falso” o de punta? –Yo era un “punta de lanza”, siempre de punta, en el área, por izquierda y por el centro. –Por lo general, antes, todos los equipos tenían dos punteros, uno por izquierda y otro por derecha, bien pegados a la raya. Jugaba un 5, solo, en el medio de la cancha –acotó el Pelado Gómez. –Pienso que si ahora hacés un recuento de todos los equipos de primera, sacás algunos buenos jugadores. Pero en aquellos años, hacías un recuento y sacabas quince o veinte… Lo mismo pasaba en los barrios. A veces nos juntamos acá con algunos que tienen una memoria bárbara
¡cómo la rompía!”.
que tienen una memoria
no jugó en ningún lado–,
y te dicen: “¿Te acordás de fulano? –que no jugó en ningún lado–, ¡cómo la rompía!” – concluyó Farías. –Lo que pasa es que, al jugar de punta, con los entrealas y los punteros que tenía, había más juego que ahora. Ahora jugás de punta y estás solo contra el mundo. En aquel entonces, en el mediocampo había poca gente, era una zona de tránsito – señalaron desde la mesa. –Claro –intervino el Pelado Gómez–, meten un montón de gente en el medio y atrás para defender. –Era otra cosa. Había más jugadores de fútbol, mucho más técnicos; y ahora se corre más, se marca más, hay menos
Un niño inteligente Se arrimó a la mesa y se sentó junto al periodista. Lo miró y le preguntó: –¿Sos primo o algo de Julio César Morales? –No, a mí, allá en Mercedes, mis amigos me decían Cascarilla, porque soy de la época de cuando él jugaba –recordó el hombre de Túnel. Ya instalado en el diálogo, el ex futbolista le contó: –Yo hablo del fútbol, de todos los muchachos… A los nueve años empecé a jugar en el baby, en la cancha que había en el Palacio Legislativo, en el Club Colón, de la calle San Martín. Me venían a buscar, y el hombre que manejaba el equipo era de mucho dinero. Él nos daba diez pesos para que fuéramos desde el Cerrito al Palacio en taxi. Eso era como si ahora te dieran quinientos pesos. Y yo veía que el boleto en ómnibus costaba diez centésimos… ¡Entonces me iba en ómnibus!
Una cancha del Cerrito –El rancho nuestro estaba en Chimborazo y Juan Acosta. Era chiquitito. Nosotros éramos siete. –En tu barrio había jugadores de fútbol y pungas. –Y los pungas estaban todos en Industria y General Flores, ¡y ja, ja, ja, de punta en blanco! Estaba el Ciclón del Cerrito, el Alas Rojas, el Corralito, que tenía la mitad de la indumentaria de Peñarol y la otra mitad de Nacional… –¡Un caso único! –comentó Hamlet Tabárez con admiración. –Pero yo, como niño –continuó Arispe–, no jugaba a las mismas cosas que los demás: a la bolita, a la arrimadita con las chapitas, a las figuritas… Al fondo del ranchito nuestro había una cancha… [hizo un silencio y se quedó mirando como si estuviese frente a la inmensidad del mar)… y yo me pasaba ahí, jugando al fútbol. Agarraba la pelota y hacía: tic, tic, tic, por acá, por acá, por acá [hizo como si dominase una pelota imaginaria: primero con el empeine, después con la rodilla, la cabeza, de nuevo el empeine, la pasa para atrás, la pone en la nuca, la deja caer, de taquito la levanta, la atrapa entre el muslo y la pantorrilla flexionando la rodilla, de nuevo un taquito para adelante…], ¡y así seguía! Todo eso era como cuando vamos a la escuela y hacemos los numeritos y aprendemos todo.
Liber Arispe: “José Ricardo de León, como ese tipo no habrá otro en el mundo. Él se cruzaba de brazos y nos miraba, callado. Cada quince días, hablaba una hora. Había un silencio total. Sólo él hablaba. Todos
La escalera –Yo corría, hacía chilenas, y cuando iba a cabecear con uno más alto, cuando él hacía así [imita al rival que flexiona una pierna para saltar], yo hacía así [hace un movimiento como si pisara sobre la pierna del otro] ¡la escalera! ¡tic, tic! Y cabeceaba por encima de él.
sentados, escuchándolo,
Técnicos De pronto, Arispe se cruzó de brazos y miró a la audiencia, serio. –José Ricardo de León, como ese tipo no habrá otro en el mundo. Él se cruzaba
otros te daban la camiseta
calladitos. Nunca tuve un entrenador así. ¡Cómo nos hablaba! Como ese hombre no hubo otro, porque los ¡y andá a jugar!”.
de brazos, así, y nos miraba, callado. Cada quince días, hablaba una hora. Había un silencio total. Sólo él hablaba. Todos sentados, escuchándolo, calladitos. Nunca tuve un entrenador así. ¡Cómo nos hablaba! Como ese hombre no hubo otro, porque los otros te daban la camiseta ¡y andá a jugar! –Antes de él, los viejos técnicos, como Alejandro Morales y Hugo Bagnulo, eran jugadores de fútbol que dirigían. Él era profesor de Educación Física, estaba preparado. Aunque nunca lo hizo ostensible, porque era compañero de fútbol de todos esos viejos. El Viejo Morales igual te pegaba –explicó Tabárez. –Si te tenían que atracar en el vestuario, atracaban –afirmó otro de los contertulios. –Pero el Profe era otra cosa –sostuvo Tabárez–, un día, los periodistas estaban con aquello de que el jas derecho jugara con el 4, el back derecho con el 2, el izquierdo con el 3, el jas izquierdo con el 6, el centrojás con el 5… y así. Entonces, un día vino el profe De León y tiró todas las camisetas mezcladas arriba de la mesa de masajes y nos dijo: “¡Agarren!”; nosotros nos mirábamos, porque no estábamos acostumbrados. Agarramos la primera camiseta que encontramos y salimos todos con cualquier número. Los periodistas decían: “¡Están locos!”. El día después Desde afuera avisaron que la comida está casi lista. Puesto que nos interesaba saber cómo ha sido la vida de estos cracks después de abandonar el fútbol, el periodista decidió que llegó el momento de preguntar sobre el particular: –¿Qué hicieron una vez que se retiraron de las canchas? –Cuando dejé de jugar al fútbol, no sabía hacer nada –arranca Rivero, con su pequeña voz–. Yo lo iba asimilando. A medida que pasaba el tiempo, te ibas dando cuenta de que te iba llegando la hora. Volví y mi cuñado tenía una fábrica de estampar buzos y empecé a trabajar con él. Hasta el
La Amistad, un lugar de encuentro de futbolistas y amigos de todas las épocas. (Foto: LM)
Hamilton Otaviano Rivero (Queque) Comenzó en el club Tellier, en la Extra. Siguió en Liverpool, hasta 1968, cuando pasó a Nacional. Luego fue a Danubio. Tuvo un pasaje por América de Belo Horizonte, en Minas Gerais. Después fue a Venezuela, con Pepe Sasía como entrenador; allí jugó junto a varios uruguayos: Walter Iturralde y Pipo Rossi, Quico Salomón y Hamlet Tabárez, entre otros. Estuvo en el Galicia y luego en el Portuguesa. Fue campeón en repetidas oportunidades. Regresó a Uruguay en 1977. Tuvo un pasaje por Huracán Buceo desde donde partió rumbo a Guatemala. Allá jugó en el Aurora y el Antigua. Terminó su carrera en el Firpo de El Salvador. Se retiró a los treinta y seis años, cuando se rompió los ligamentos. Alfredo Lamas (el Flaco) Comenzó su carrera profesional en Racing. Estuvo un año en Internacional de Porto Alegre, desde donde volvió a Peñarol. Ganó varios campeonatos con los aurinegros y fue citado para la selección uruguaya que concurrió al mundial de 1970, en México. Pasó por el AEK Atenas, de Grecia. Tuvo un pasaje por el Cosmos, de Nueva York. De regreso a Uruguay, jugó en Rentistas y cerró su carrera como futbolista.
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Francisco Gómez (el Pelado) Se formó en Liverpool. Pasó a la Extra y de allí fue al famoso Huracán Buceo del Topo Gigio, hasta 1969. Siguió su carrera una temporada más, en el Galicia, de Venezuela, país en el que vivió hasta 1986. Héctor Farías (el Pelado) Con diecisiete años, en 1959, debutó en la primera de Rampla. Siguió en Racing y luego pasó a Venezuela, donde jugó en Unión Deportiva Canaria, en Caracas. De ahí pasó al Deportivo Anzoátegui, de Puerto La Cruz, donde jugó hasta 1973. Después hizo el curso de entrenador y siguió dirigiendo al Anzoátegui y las selecciones del estado del mismo nombre. De regreso a Uruguay, dirigió la cuarta de Rampla y en Juventud de Las Piedras fue ayudante de Julio Acuña, cuando subió de la B a la A. También dirigió a Peñarol universitario, con el que fue campeón en el 89, 90 y 91. Concurrió a dos olimpiadas universitarias, las de Japón y Estados Unidos, en el 93 y el 95, dirigiendo a la selección uruguaya. Liber Arispe (el Bola) A los dieciséis años debutó en la primera de Colón. Siguió su carrera en Defensor. De ahí, fue a Independiente de Argentina. Después a Nacional y de allí regresó a Defensor.
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noventa, cuando nos fundimos. Después, por intermedio de un familiar, empecé a trabajar en Cutcsa, en mantenimiento, manejaba un camioncito. Hasta ahora, que me jubilé. Al principio extrañaba como loco. Al fútbol lo tenés adentro. Jugué hasta los cincuenta y pico de años en el equipo de los talleres de Cutcsa. La historia de Alfredo Lamas, si bien difiere un tanto de la del resto, demuestra que los futbolistas de antes, a pesar de ser estrellas, no se hacían ricos, ni mucho menos: –Cuando volví fui a Rentistas. Yo ya no tenía más ganas de jugar. Estuve seis meses y cuando terminé el contrato, me fui para Buenos Aires. Allá compré una farmacia porque tenía un íntimo amigo que desde chiquito había trabajado en el rubro farmacéutico y él se fue a Argentina a trabajar en una farmacia. Le habló de mí al dueño y el hombre le dijo: “¿No querrá tu amigo invertir en un negocio? Ponemos juntos una farmacia. Te pongo a ti al frente”. “Sí, no hay problema”, le dijo mi amigo. Me llamó, y le giré lo que me había sobrado de lo que hice en el Cosmos (porque primero me compré una casa). La farmacia fue un éxito. Explotó enseguida. Llegamos a tener una cantidad de empleados, porque trabajábamos con todas las obras sociales. El único problema era que demoraban un poco en pagar. Al año ya me había comprado un terreno muy
grande en la esquina de Triunvirato y Los Incas, dos avenidas grandes, como General Flores y 8 de Octubre, en Villa Urquiza. Allá estuve un montón de años. Tengo un hijo que se casó con una argentina y tengo tres nietos. Desde un costado, intervino Farías: –Conseguí el pase a Venezuela porque en Racing me debían una plata, fui a hablar con el presidente y le dije: “Me salió esto y me quiero ir”. Él me dijo que no había ningún problema. Me fui ganando doscientos cincuenta dólares mensuales, ¡nueve veces más que acá, ocho mil pesos! Con el Flaco Lamas éramos los que ganábamos más, creo que él ganaba nueve. Me fui y me quedé allá veinte años. Del fútbol, económicamente, ni hablar que no me quedó casi nada. Traje algo de Venezuela y tenemos una casita. Lo demás es puro trabajo. Ahora hace diez años que trabajo como chofer. Me jubilé hace poquito. Pero no alcanza… El Pelado Gómez, por su parte, se reinventó como trabajador del mar: –Me volví porque mi padre había hecho una cooperativa para armar un barco de pesca. Él ya se quería jubilar y, de
acuerdo con los estatutos, los hijos tenían derecho a ocupar el cargo de él. Me vine y desde entonces sigo en la pesca. Ya no con ese barco, sino con otros. Sigo trabajando, no embarcado, en tierra. Cuando dejé el fútbol, no volví a saber nada, ni me enteraba de lo que pasaba. No hice ningún curso de director técnico ni nada. En el momento en que Gómez cierra su relato, el mismo que se asomó un ratito antes vuelve a hacerlo e informó que ya están sirviendo. Todos se levantaron y empezaron a salir del rancho. Mientras, Arispe y el periodista se quedaron mirando el álbum de figuritas, que ya amarillea. Cada página tiene un equipo: Uruguay Montevideo, Peñarol, Defensor, Miramar, Nacional… El Bola va comentando quiénes eran los jugadores cuyas fotos se han conservado en la reliquia: “Fulano era un goleador tremendo; Mengano la rompía, este medía como dos metros, este otro era rapidísimo”. Cuando llegaron a la página de Sud América, frunció el ceño y preguntó: “¿Qué dice acá?”, porque el nombre está medio borrado. El periodista le leyó en voz alta: –Balbuena.
–¡El Chino Balbuena era murguista y yo lo iba a ver cantar en la sede de Rentistas! –rememoró entonces el ex campeón del Defensor del 76. Se unieron al resto. Ya cerca de las tres de la tarde, desde lo alto el sol parece unirse a la celebración de la amistad. Junto al parrillero, Lamas le sirve a cada uno. Recién cuando el plato del último estuvo lleno, ocupó su lugar en la mesa, frente al periodista. El asado y el pollo quedaron exquisitos. Entre el ruido de los cubiertos contra los platos y los vasos que se llenaron con diversas bebidas, las anécdotas se multiplicaron, entre risas, bromas y recuerdos. Retirada Ya son las cuatro de la tarde, empieza a sentirse el fresco que sube desde la bahía cercana. Los hombres de Túnel emprenden la retirada. El periodista se va con una sensación muy similar a la que experimentó al visitar algún museo, porque en las mentes de esos amigos, se dice, está guardada una parte importante de la memoria del fútbol uruguayo. _Luis Morales
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Hinchas de Newell’s comparten el amor por su camiseta unidos en una filial
Unos setenta hinchas de Newell’s Old Boys componen la filial del equipo rosarino en Uruguay. (Foto: AC)
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Uruguay tiene lepra
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Es así desde que en 2010 se creó una filial de Newell’s Old Boys en suelo uruguayo. Y es donde rosarinos expatriados y uruguayos conquistados compartimos el amor por esta camiseta. Bruno Traversa cree que hubo algo mágico. Viajó de Montevideo a Rosario para esparcir las cenizas de su papá en el césped de la cancha de Newell’s y ese mismo año, 2013, el rojinegro salió campeón. No hay quien lo convenza de que pudo tratarse de un hecho azaroso, como si esa conexión de sucesos lo acercara más a su padre. El papá de Bruno era uruguayo, y leproso. Leyó bien: uruguayo y leproso (apodo que llevan los hinchas gracias a un clásico organizado para ayudar a enfermos de lepra). Nunca vivió en la ciudad santafesina
cuyos habitantes inhalan y exhalan fútbol. Conoció a NOB en Buenos Aires, a donde llegó en busca de un mejor pasar. Fue el primer partido que vio en televisión desde la habitación de una iglesia que lo acogió en un principio, y se enamoró. Ese amor lo compartió sólo con uno de sus tres hijos, el menor, fundador de la filial. A Pablo Mato lo deslumbró en el 91 un estilo de juego. El de Marcelo Bielsa. El resumen del fútbol argentino que veía en La hora de los deportes cada domingo y las páginas de El Gráfico que consumía con fidelidad hablaban de una idea de juego colectivo; sin un superhéroe como Beto Alonso en River o Maradona en Boca. La estrella era el equipo, y este joven uruguayo, tenaz hincha de Fénix, quedó maravillado.
“Acostumbrado al fútbol uruguayo, al pelotazo, al trancazo, lo de aquel Newell’s me pareció monstruoso. Lo empecé a seguir y se generó un afecto”. La vuelta del Tata Martino al club, esta vez como técnico, y en un momento en que el equipo estaba más cerca de la B que de la máxima categoría, lo terminó de cautivar: “Podría haber agarrado la selección colombiana, pero eligió salvar al cuadro de sus amores”. Igual que Maxi Rodríguez, Gabriel Heinze, Nacho Scocco y Diego Mateo. María Eugenia Berneche se ennovió en 2010 con un rosarino hincha del club que vio nacer a Lionel Messi. La relación a distancia murió al año, pero hay amores que duran para siempre. Y ella, uruguaya y danubiana, prometió seguir alimentando
ese impulso incondicional por Newell’s más allá de cualquier cosa, incluso de una desilusión amorosa. Al punto de pasar diez horas en un ómnibus para llegar al estadio Marcelo Bielsa, ver sólo el segundo tiempo de un partido contra Boca, que encima se perdió; y volver para atrás otras diez horas en ómnibus. El transporte pudo no ser su mejor aliado, pero sí lo fue la tecnología. Y en esas búsquedas de páginas web y redes sociales vinculadas a la lepra o a sus simpatizantes se topó con Bruno. Y luego Bruno encontró por casualidad a Patricio Espondaburu en la tribuna de Rampla con una camiseta de NOB. Y después se contactaron los hermanos Stefan, Paola y Romina Díaz para gestionar entradas a la cancha a través de la filial. Casi en forma simultánea, María Eugenia me reclutó a mí, una rosarina más que vive en Uruguay, luego de comentar en Facebook que vería tal partido de Ñuls desde Montevideo. Así, “fueron apareciendo leprosos de abajo de las piedras”, suelta María Eugenia, la vicepresidenta. Es que si no surgían voluntariamente, la directiva ponía en marcha el plan b: la persecución. “Una vez vi a dos pibes jóvenes con la remera de Ñuls entrando en un club del centro, los corrí una cuadra y cuando los alcancé se ve que se asustaron, porque nunca llamaron a la filial”, cuenta Bruno. Otra vez su radar interno divisó una camiseta en Paso Molino, se bajó del 125 casi por la ventana y al interrogar al sujeto escuchó las palabras que nunca hubiera querido oír: “Me la regalaron, no tengo nada que ver con el cuadro”. Más allá de algunos desengaños, una planilla Excel suma setenta leprosos inscritos en la filial. En Montevideo, su mayoría; en Rocha, en Tacuarembó y en Piriápolis. En cuanto al país de procedencia, la cosa viene pareja: parece, porque el conteo tampoco es de lo más exhaustivo, que somos tantos argentinos como uruguayos. “Cuando me presenté, pensé que sería el único chiflado que dijera ‘soy uruguayo, hincha de la lepra, aunque
La filial acorta distancias, ayuda a distribuir la pena en un partido perdido, y cuando la racha es buena, a sentirse más campeón. Y en algún momento contribuirá a llevar adelante una acción benéfica a nombre del club, meta que persiguen las “sucursales” de la lepra en todo el globo.
nunca en mi puta vida pisé Rosario’, pero descubrí que no soy el único loco”, confiesa Pablo. La filial acerca a Pablo a ese Rosario que todavía no conoce; a los hermanos Díaz y a mí, a nuestro origen; y a Bruno, a su papá. La filial acorta distancias, ayuda a distribuir la pena en un partido perdido, y cuando la racha es buena, a sentirse más campeón. Y en algún momento contribuirá a llevar adelante una acción benéfica a nombre del club, meta que persiguen las “sucursales” de la lepra en todo el globo. ¿Dónde queda la sede de la filial? No existe, o mejor dicho, existen varias. La casa de Bruno para ver el empate rabioso en el último clásico con Rosario Central, un hostel para sufrir juntos la eliminación de la Libertadores contra Atlético Mineiro en semifinales (por lo menos comimos un buen asado), la azotea del apartamento de María Eugenia para celebrar algún aniversario del club, o un bar sin ninguna excusa. “Ahora es mucho más fácil seguirlo porque si no lo pasan por el cable, prendés la computadora y lo encontrás en alguna página web. O simplemente preguntás ‘¿cómo vamos?’ en el grupo que tenemos en
Cuestión de fe Hay quienes viajamos seguido a Rosario para visitar a los afectos y de paso acudimos a nuestro templo futbolero, o viceversa. Y están los que planean desde hace tiempo esa cita soñada. Pero todos rezamos por igual en los sorteos de las copas internacionales para que a la lepra le toque enfrentar a un equipo uruguayo (en mi caso, de ahora en más pediré que el partido no caiga justo el día del parto de mi hija, como pasó contra Nacional en marzo de 2014). El resto de los leprosos, de fiesta en el Centenario con aquel triunfo, claro.
WhatsApp, y alguien siempre te mantiene informado. Pero antes, sobre todo en 2004 que salimos campeones, lo veía solo y tenía que irme a un cibercafé para intentar agarrarlo aunque sea por la radio”, recuerda el presidente. Dicen que las buenas campañas sirven para alistar hinchas infantes, capaces de lucir la camiseta del archirrival e interrumpir una tradición familiar por un buen festejo. Ojo, porque los extranjeros pueden llegar a tener un comportamiento similar. Patricio Espondaburu, obstinado hincha de Rampla, paseaba por Avellaneda justo cuando Newell’s se jugaba, hace once años, el título contra Independiente. “Estaba lleno de hinchas de Newell’s en la vuelta, pregunté qué cuadro era porque no lo conocía y me enganché. Me encantó la gente, me gustaron los colores, las canciones de la hinchada”, detalla. Así nació un sentir tan grande como el picapiedra. “La pasión es la misma, son mis dos clubes. Rampla está a punto de fundirse y saqué plata del cumpleaños de mi hija para poner en una colecta. Lo mismo haría por la lepra”, admite. El diseño original que se tatuará en la pierna –mitad de Newell’s y mitad de Rampla– perpetuará esta bigamia futbolera. En definitiva, no son más que historias de amor, por una hinchada, por una pareja, por una idea de juego o por un padre. Con algo en común: Newell’s Old Boys. Y con la idea, aunque trillada, de que el corazón no sabe de fronteras. _Carla Rizzotto 23
El fútbol a través de la óptica de Juan Ramón Carrasco
Al ángulo más expuesto Un grupo de jóvenes jugadores se apilaban contra una de las áreas. Miraban atentamente cómo Carrasco los instruía y, a la vez, les pedía el próximo movimiento. Afuera, detrás del alambrado de una de las canchas del complejo que tiene River en Colón, otros tantos futbolistas observaban la práctica. Una y cuantas veces fueron necesarias, el entrenador hizo repetir el tiro libre para que la jugada saliera bien. Preparaba uno de esos movimientos que le gustan tanto, como a lo pícaro, para que la pelota no fuera al arco sino al pie del elegido. Hasta que salió. Después sí, buscó el mejor lugar, termo y mate bien cebado, miró a los ojos y empezó la charla. Carrasco es Carrasco.
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¿Cómo fue volver a River, un lugar donde hiciste buenas campañas locales e internacionales? Siempre que volvés a un lugar donde te reciben, o te recibieron, muy bien, porque como jugador tengo recuerdos muy lindos deportivamente, es como familiar. Después, tener el privilegio de haber hecho una campaña futbolística que creo que marcó en lo que hoy en día es una realidad: los equipos mal denominados chicos van y juegan de igual a igual al grande, sacándole puntos o ganándole, con River, con Fénix, fueron los bastiones o los iniciadores de no colgarse del travesaño, de no ir a perder sino a ganarles.
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Además, con River metiste aquella Copa Sudamericana histórica para el club… Tenemos el mejor puesto a nivel internacional en la copa de Uruguay. Por ahí no lo resaltan porque es River, pero es verdad. Eso fue muy bueno, no sólo por el hecho de llegar sino por cómo se llegó. Se jugó contra equipos internacionales como el San Lorenzo de [Diego] Simeone, con el Vitória de Brasil, y hasta con la Liga de Quito, que nos goleó en la altura, pero que acá en Uruguay se le ganó 2-1 y merecimos más diferencia. Me quedo con lo plasmado, con lo que mostraba ese River, que decían que no parecía un equipo uruguayo. ¿Qué creés que asocian, para que se diga algo así? Como que asocian que en Uruguay no se puede jugar a ese tipo de fútbol. Creo que eso de jugar así, como los equipos grandes que obtenían logros internacionales
jugando con tres puntas, con jugadores de buen pie, con el paso del tiempo te quieren hacer creer que era milagroso o era la garra. La garra no; la garra es pedir la pelota y atreverse a ganar, esa es mi interpretación de la garra. Pero acá lo asocian con que ganaste defendiéndote, o por una pelota quieta, o de casualidad. No lo veo así. Además, este River al que llegaste, quizá con planteamientos de juego diferentes, venía de mantenerse al mejor nivel con Guillermo Almada. Te lo digo como jugador: el club siempre tuvo esa vocación de tratar bien la pelota, adaptarse a lo que es el hincha. De repente trascendió más con nosotros y también con Almada, pero lo que hicimos fue mantener la identidad del club, no es que nosotros cambiamos algo. Estuviste prácticamente dos años sin dirigir, ¿se te hizo largo? Separemos. De la parte profesional, no es que uno diga “da lo mismo”. Gracias a Dios, la preocupación mía pasaba por aquello de que te metan en la bolsa de los que no tenés trabajos porque no tenés equipo. Estábamos en una pausa en la que apuntamos mucho a otras cosas: a la familia, por ejemplo, que es algo que por el fútbol a veces no podés hacer. Fueron dos años y algo que me pasé llevando al colegio a mis niñas, llevarlas al club, ir a buscar a mis nietas, ver a mis hijos grandes; todo ese tiempo lo invertí en disfrutar lo que no podés cuando estás trabajando. Después, mi descanso fue un descanso activo. Fui elaborando en mi cabeza muchísimas cosas de las que
se van a ir viendo paulatinamente. ¿Por qué? Porque de repente, si tenés la suerte de que te acompañen los resultados desde el principio, se te acelera muchísimo lo que podés incrementarle. Pero si no se te dan los resultados, más la expectativa que se generó desde que nosotros llegamos, más la vara alta que ya tenía River, a veces es contraproducente para desarrollar ese futbol dinámico, con vértigo, con presión y decisiones espontáneas para hacer daño; todo eso no es de un día para el otro. Invertí el tiempo en eso: mirar videos, ver partidos. Tenemos un video que son contados con los dedos de la mano quienes lo tienen. En él se ve lo que no tenés que hacer, pero visto en equipos como el Bayern Múnich, el Chelsea, Real Madrid, Barcelona, River argentino, Nacional. Son imágenes con fallos que se generan en el fútbol y pasan inadvertidos. Tratamos, justamente, de achicar todo ese margen de error. A veces vos les pedís cosas a los jugadores y, por nuestra metodología de trabajo, resulta que va en contra de lo que ellos ven en esos grandes equipos. Nosotros somos muy de la teoría y la práctica, entonces explicamos las cosas que queremos de cada jugador: si hacés esto es por esto y esto. Por eso te decía, todo este tiempo lo aproveché para crecer. ¿Cuánto ha cambiado desde que arrancaste jugando y dirigiendo en Rocha? ¿Cómo definís tu forma de jugar tantos años después? Una cosa es la forma nuestra. Otras se van a ir viendo de a poco, como presionar desde el punta, no jugar o tener un equipo largo. Después apuntar a otro biotipo de jugador:
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Foto: Leonidas MartĂnez
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“Uno va creciendo. Por más que uno haya tenido determinado reconocimiento eso no quiere decir que ‘llegaste’. No hay que quedarse ahí”. (Foto: Raúl Fontana)
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antes preferíamos jugadores chicos porque nos parecía que en espacios reducidos hacían daño, porque tienen técnica y velocidad y la orden que les manda el cerebro llega más rápido, pero después te agarran, no te dan espacios, te juegan más a lo físico, y ese biotipo no te es más determinante. Por eso ahora apunto a otra clase de jugador, con potencia, con técnica, y por supuesto también lo físico. Uno va creciendo. Por más que uno haya tenido determinado reconocimiento eso no quiere decir que “llegaste”. No hay que quedarse ahí. Nosotros éramos unos adelantados cuando arrancamos, vamos acorde a la tecnología de lo que es el mundo. Serán los otros que se vienen arrimando a lo que ya en los inicios hacíamos, aunque nos decían cómo íbamos a jugar con tres puntas, que no había pausa, o como cuando una tarjeta amarilla era cambio y cuando se pateaba sin ángulo también era cambio, y ahora vemos que el Barcelona con [Luis] Suárez, Neymar y [Lionel] Messi, la delantera con más goles en el mundo, cuando uno está sin ángulo se la pasa al que está mejor posicionado para que haga el gol. Nosotros, basados en la disciplina enérgica, en la que si no se pasaba era cambio,
tratamos de inculcarlo pero no porque uno fuera malo, sino por acostumbrar a que haya una opción mejor y más contundente. Hoy el fútbol es dinámico, todos tienen que jugar o conocer que si jugás de 5 tenés que jugar de 8, si sos puntero tenés que saber jugar por el centro; a los pibes les digo que cuando les pregunten “de qué jugás”, digan “defensa” si es defensa, no lateral ni central; o “volante” si es volante y ahí el técnico dirá o preguntará si de contención o mixto y verá dónde da mejor resultado. Siempre has dicho que sos muy autocrítico, ¿en qué aspectos hacés más énfasis con vos mismo? Uno trata de mejorar. A esta altura, al relacionamiento, a cómo te dirigís a un jugador, al trato con la prensa misma. Son aspectos en los que trato de ser más paciente. Antes no era malo, siempre fui muy exigente conmigo. Si sos muy exigente y te ponés objetivos: que no te gusta ganar de casualidad, no te gusta ganar por un error del rival, más allá de que todo eso es bienvenido, entonces para plasmar esa exigencia tenés que ser muy disciplinado. Si le das demasiada libertad al jugador, termina jugando a la pelota.
Y jugar a la pelota es en el campito. Es muy diferente jugar al fútbol. Para plasmar eso tenés que ser muy estricto, tenés que trabajar mucho, tenés que corregir en la cancha horas, tenés que explicarle al jugador las diferentes formas de parar la pelota. Y esas cosas pasan. Muchas veces los jugadores vienen de abajo sin esos fundamentos o nunca se los corrigieron en otros lugares, y eso en nuestro sistema frena. Te digo todo esto porque a ese jugador, hoy en día, le explico de otra manera, le explico, me tomo el tiempo. Antes yo era más de “no, no, no puede jugar” y listo, no jugaba más. En el exterior dirigiste Emelec de Ecuador y Atlético Paranaense de Brasil, ¿qué balance hacés sobre esas experiencias? De Emelec un montón. Tarde me di cuenta de que el presidente me daba mensajes de que no podía jugar con tres puntas en la altura y yo todavía estaba con eso de que las tres puntas es mi sello. Tendría que haber escuchado, fui caprichoso. Las tres puntas en la altura es un daño grande, a no ser que vos estés trabajando en la altura. Estábamos en el llano de Guayaquil y cada vez que lo quisimos hacer cuando subimos nos fue mal.
Brasil es un fútbol muy rico en lo económico y en lo deportivo, pero con poca paciencia. No sólo en el caso nuestro, sino a nivel global. Se convive mucho con las derrotas en pocos partidos. Además hay un círculo de entrenadores que de repente salen últimos, los destituyen y a los quince días están trabajando en otro equipo grande. Llegamos a un país en el que los extranjeros dirigen poco, creo que [Jorge] Fossati anduvo por ahí y en su momento creo que fue [Daniel] Passarella, y ellos se corporativizan. El Atlético Paranaense a nivel internacional no tiene mucho nombre, pero dentro de Brasil es una potencia enorme, estructuralmente los complejos tienen como un hotel cinco estrellas donde conviven y concentran los jugadores; impresionante. Nos decían que habíamos batido el récord de duración: cinco meses. Jugamos 39 partidos, ganamos 25, empatamos 7 y perdimos 7. El promedio estadístico estaba buenísimo. Después en el Estadual, en el Apertura salimos campeones, en el Clausura nos ganó el Coritiba que creo que tiene el récord de partidos ganados que casi se lo batió el Real Madrid. Y el Paranaense estaba en la B, íbamos a jugar el campeonato para subir. Vamos a una final con Coritiba, empatamos en la cancha nuestra 2-2 y nos ganan por penales luego de empatar 0-0. O sea que anduvimos de igual a igual con una potencia de ese momento. Y sin refuerzos, porque después recién llevamos a [Gabriel] Marques y a [Martín] Ligüera desde acá. Eso fue en el Estadual, empezamos al campeonato de la B, habíamos ganado dos y perdido dos, y nos sacan. Pero, a su vez, jugamos la Copa de Brasil. Entran 65 equipos de todo el país y quedamos entre los cinco. Dejamos afuera al Criciuma, al Cruzeiro, que al año siguiente salió campeón del Brasileirão, y perdimos con el Palmeiras
“Si vos le das demasiada libertad al jugador, termina jugando a la pelota. Y jugar a la pelota es en el campito. Es muy diferente jugar al fútbol. Para plasmar eso tenés que ser muy estricto, tenés que trabajar mucho, tenés que corregir en la cancha horas, tenés que explicarle al jugador las diferentes formas de parar la pelota”.
que salió campeón. Nos despidieron y nos volvimos, no pedí explicaciones. Te cortaron el proceso, digamos. El tiempo de trabajo es importante. No fue casualidad lo de Fénix, ni lo de River, ni lo de Nacional; lo de la selección, sacando los resultados adversos, siempre me quedará aquello de que estábamos cuartos, en zona de clasificación, era la selección más goleadora de la eliminatoria, despertaba y generaba expectativa con fútbol y goles, pero capaz, como yo di lugar, no tuvieron esa paciencia que han tenido con este proceso que se ha clasificado dos veces quinto, en la repesca, con muchos goles en contra y sin embargo nunca se le cuestionó el equilibrio, como se me cuestionó a mí.
Por eso digo: todo lo que se ve no es porque yo diga “jueguen”; es porque trabajo. ¿Te agarró muy joven lo de la selección? Futbolísticamente no. Pero me agarró joven en la forma en cómo me manejaba. La forma de trabajo era impresionante, pero claro, la forma de cómo yo declaraba y confrontaba, cuando perdimos contra Venezuela aprovecharon para… ¿me entendés? Difieren en juego, pero esta selección de Tabárez tiene trabajo y méritos para estar donde está, ¿Cómo la ves? A veces sacan de contexto lo que digo. No hablo mal del Maestro Tabárez, que quede bien en claro, me saco el sombrero como trabajador, como profesional, ha ganado cosas que yo no sé si en mi carrera las voy a ganar. Lo que sí soy es antagónico a la filosofía del juego. ¿Te acordás de alguna crítica que te haya parecido injusta o dolorosa? Esto, lo de la selección. Fue totalmente injusto. Porque, repito: estábamos cuartos en zona de clasificación y con todos los pesados, teniendo la selección más goleadora. Hubo mucho invento, como que no manejaba códigos, como que cuando sacaba un jugador por indisciplina lo ponía, que yo no tenía códigos. Le daban otro matiz. Yo, como siempre defendiéndome, digo que si saco un jugador por indisciplina ¡pongo un compañero!, no pongo un amigo mío. Entonces te lo ponen al revés y el que no razona compra. Nunca escuché, esto lo pienso yo, que sea una falta de código que un entrenador ponga un jugador en el minuto 90 para que se termine el partido porque le están apedreando el rancho. Y ahí para mí hay una falta de respeto hacia el jugador que entrena, ponelo para que tenga su rato, no para hacer tiempo en el cambio.
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Con la selección “sacando los resultados adversos, siempre me va a quedar aquello de que estábamos cuartos, en zona de clasificación, era la selección más goleadora de la eliminatoria, despertaba y generaba expectativa con fútbol y goles, pero “Yo no hablo mal del Maestro Tabárez, que quede bien en claro, me saco el sombrero como trabajador, como profesional, ha ganado cosas que no sé si en mi carrera las voy a ganar. Lo que sí soy es antagónico sobre la filosofía del juego”. (Foto: RF)
capaz, como yo di lugar, no tuvieron esa paciencia
¿Con toda esa información que genera opinión pública, te fueron creando un personaje? No tengo ninguna duda. De hecho me pasa a veces, cuando vienen a conversar conmigo o me piden algún autógrafo, que me dicen “pero qué distinto que sos” o “no pensé que eras así, pensé que eras más antipático”. Yo qué sé, ese es el personaje que te venden. ¿Cómo te cae el personaje? Horrible. Porque yo no soy así, lejísimos de eso. No es fácil llegar a la verdad. Si te tuvieras que proponer un techo, ¿cuál sería? Ahora, a corto y mediano plazo, lograr algo a nivel internacional, una Sudamericana o una Libertadores; un Campeonato Uruguayo con River, que lo necesita porque ha hecho los méritos como para lograrlo.
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¿Cuánto hay de disciplina y obediencia para lograr tus objetivos? Sabemos que en lo que enseñamos hay que machacar, hay que insistir. El jugador se tiene que familiarizar, al principio le cuesta pero cuando agarra se va poniendo más cómodo. Es una transición que depende de esas cosas.
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¿Vos eras obediente y disciplinado cuando jugabas? El tema es la forma nuestra ahora, que no es peor ni mejor, pero hay que ser disciplinado. Porque es como un motor. Tenés que hacer muchas cosas para que eso sea armónico para que lo que continúa funcione. Si no estás a ese nivel se sabe que no rendiste. En otros sistemas pasa más desapercibido. Si enseñamos jugadas en velocidad, si no tenés técnica o no tenés
precisión, no va a salir. Mucho más fácil es automatizar eso, meter la fichita para que esté clarita, y ya lo hacés como que es tuyo. Ahí se ven las chances. Por eso el tema de la exigencia y la disciplina táctica. Vos me preguntás si yo era… lo que pasa es que me metía en la mayoría de las metodologías de mis entrenadores. Era distinto, porque me pedían que cuando la pelota me llegara hiciera jugar a la ofensiva, pero con lo que a mí me surgiera, no era que se trabajaba. Por ahí yo le decía al punta: “Cuando engancho así vos picá que te la pongo adelante”, pero decidía yo. ¿Cómo fuiste moldeando tu sistema de juego? Con cosas que me pasaban como jugador. Muchas veces tenía que ir a pedirle la pelota al defensor porque me marcaban mucho, los técnicos decían “hay que marcar a Carrasco” y me costaba agarrar la pelota. Entonces tenía que ir a buscarla, porque sin la pelota no puedo jugar. Eso era un desgaste, tratando de desmarcarme y discutiendo con mis compañeros porque no me la daban. Cuando me propuse ser entrenador traté de buscar el sistema para solucionar eso. Y todo lo otro: prefiero enseñar sobre la situación en sí y, sobre todo, lo que lleva mucho trabajo es transmitir cuando tenés la pelota por qué el pase afuera, por qué tener la pelota, por qué pausa y cambio de ritmo, por qué tirarla adelante, cuándo es el pase atrás, cuándo es el centro, cuándo el anticipo; todo en función de lo anterior. ¿Cómo te instruiste, dónde buscaste los saberes? Al principio desde la práctica misma, con
como la han tenido con este proceso, que se ha clasificado dos veces quinto, en la repesca”.
aquel dream team que armamos, por un lado para desarrollar la idea y, por otro, para que esos mismos jugadores encontraran equipo. También con videos, obvio, es muy importante, y en estos momentos estoy leyendo un libro de [Marcelo] Bielsa, Las once maneras de llegar al gol, y otro de [Pep] Guardiola. ¿Por qué señalás que te marcó tanto Miguel Ignomiriello? Con Ignomiriello hasta el día de hoy nos llamamos. Él siempre está, en algún acontecimiento de la familia, cuando arreglamos acá en River, cuando no nos salían las cosas, cuando le ganamos a Peñarol, siempre llama desde La Plata. Eso ahora, pero cuando estaba sin trabajar él venía, lo hospedaba, y hacíamos comidas con toda esa generación de Nacional. Fijate que yo tendría 16 años… él me enseñó a ser profesional desde chico, lo que es la vida del adolescente, con responsabilidad para llegar al nivel profesional. Y después, bueno, cosas de los vicios como no fumar, no alcohol, respetar al compañero, mantener cierta higiene; todas cosas que, además de lo futbolístico, te enseñan a moverte en la vida. _Fermín Méndez
Los Auténticos Decadentes El silbido de Arturo mientras barre las hojas que cubren la tribuna es parte de la sonora fauna del Méndez Piana. Cuando todo calla, la escoba raspando el cemento acaricia los tímpanos. Atrás los tiros errados del blanco, fallas al hombre punteado que se pierden tras los muros del polígono. Las bocinas de la calle difícil, las frenadas obvias, el griterío de los de al lado, a la vez, peloteando. Tienen casi la misma fauna sonora, mas un color nos diferencia, años de historias de barrio, y las mismas ganas de quedarse con el viejo clásico de la medianera ¿Hay algún clásico en el mundo en el que a las canchas de ambos equipos apenas las separe un muro? Ahí está el silbido de Arturo, el canturreo que entona en sus mejores días. Ahí está como cuando a mis diecisiete entré por primera vez en el vestuario de los grandes, que terminaron aquella tarde a las piñas. Bienvenido a ser hombre, niño. Marcenaro no daba crédito. Yo pensé en la intensidad de las cosas. Estuvo también en aquella recordada victoria a Danubio un domingo eterno mañanero, la última vez que los de la franja usaron la infrecuente casaca verde surcada por el blanco. Estuvo cuando el River de Carrasco opacó las diabluras de Pablito Meloño –de un primer tiempo inolvidable– con cuatro certezas que derribaron las tres inflamaciones de red de las mil rayas. También en aquel empate a dos con Progreso, cuando duré menos de media hora por arrebatado y juvenil, y pegué dos patadas acordes a la tormenta, que no terminaron más que con el rojo del cartón reflejado en mis ojos locos; los compañeros bancaron el mostrador como tantas veces, entre barro y chubascos eléctricos. El día que convertí con la casaca anarca de Misiones, también estuvo; Casella le pegó como con la mano, yo atiné a colocar la testa como pude, el golpe en el caño derecho le dio color, y no supe qué hacer en la carrera del festejo. Los ruidos son los mismos, y encuentro en los rincones mis edades. Recuesto mi nuca contra el vestuario y hay treinta gurises dando vueltas, otros cien fantasmas del recuerdo. Hay voces jóvenes, viejos ecos, música de celulares, y está el llanto familiar de los caños, la melodía de las goteras, las baldosas muertas, la burla del tiempo en los azulejos. El campeonato empezó después de cinco meses en los que se hace difícil no ser decadente. Auténtico y decadente. Lo que pasa con los futbolistas cuando ni juegan
Ilustración: Fernando Ramos
ni cobran a muy poca gente le importa. Pero la realidad es que el campeonato al fin comenzó y esa casaca tan linda que el viejo Néstor te tira en un gesto que emociona, me sacudió el corazón lleno de polvo. El short y las medias están doblados sobre el banco de pórtland lustrado. Gustavo se ocupa de que a nadie le falte nada, el Cabeza Rondeau recorre –como hace más de treinta años– los cien pasos que separan el vestuario del banco de suplentes. Tras el arco la bandera con el rostro siempre atento a la jugada del Pelado De Castro, y una chiquillada bullanguera con redoblantes y bombos. Mi viejo y mi vieja como en una postal de la niñez, mi hermano que se sube las medias y se ajusta los championes. Hay veteranos con el mismo semblante sumando arrugas, hay botijas que no habían nacido aún cuando debuté en primera. Los pibes del club, como
los pibes que éramos, se ponen la casaca por abajo del short con el amor necesario y la seriedad justa. En sus ojos están los sueños de todos los cracks que llegaron hasta donde pudieron. En la decadencia de nuestro fútbol lo que queda es ser auténtico. Los auténticos decadentes. Perdimos si ganamos algo dijo Fito, y vaya si venimos ganando. El gol de Huracán en el debut cabaretero de la Segunda División fue una picardía de potrero de un argentino que se lo gritó a la cámara. No hubo mucho más que eso y un puñado de codos, otro tanto de hachazos, jugadas mal hilvanadas, nervios normales, folclore abundante. El humo del maní es la señal arcaica de que hay fútbol y de que –según dice un salmo– la pelota no se mancha. _Agustín Lucas 29
Momentos artísticos en la vida de José Pepe Sasía
Voz de gorrión
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El fútbol uruguayo ha generado una enorme cantidad de historias míticas, como ningún otro fútbol lo ha hecho. Por idiosincrasia, necesidad, o porque realmente la ilógica cantidad de logros deportivos se construyeron con base en hechos que serán narrados por los siglos, con el decorado inevitable que el tiempo le da a los buenos cuentos. Por supuesto, no hay historias sin personajes. En el prólogo de Al fondo de la red, libro autobiográfico de José Sasía, el escritor Enrique Estrázulas sentencia sobre el Pepe: “Simboliza un arquetipo legendario de guapeza dentro y fuera de los campos de juego cuyas anécdotas se narran, se multiplican, se exageran y se inventan en los mostradores de Montevideo y otros foros del diálogo popular. Se trata, entonces, de un personaje de ficción, dado que ante el solo hecho de nombrarlo, vuela la imaginación de muchísimos narradores orales”. Estrázulas fue su amigo, y el primero en alentarlo a escribir un libro. Sasía escribió dos, el nombrado y Orsai en el paraíso –también autobiográfico–, ambos con el auxilio del periodista José Luis González quien, a su vez, incluyó al Pepe en la gama de personajes que forman la novela Las luces del Estadio. Es que durante toda su vida, siendo futbolista, antes y después, estuvo vinculado a elementos de la cultura uruguaya, en distintos formatos y dimensiones. Una de las facetas que ha alimentado el mito de José Francisco Sasía.
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Carnaval Nació en Treinta y Tres, y a los siete años llegó a Montevideo con sus padres y hermanos, que a la larga serían nueve. Se instalaron en el barrio Aires Puros, donde su vida fue tan dura como feliz, con la pelota y el potrero como arma y mundo esencial. Tan esencial y primario que le condicionaba cualquier otra actividad: “Estudié música, y mi maestro fue Donato Raciatti. Me gustaba el fuelle como loco, pero tampoco llegué a nada con eso. Apenas aprendí solfeo. ¿Sabés lo que pasaba? Que casi al lado de lo de Donato había un campito. Entonces yo nunca, o casi nunca, llegaba a la casa de él. ¡Pobres viejos! Las veces que me hice la ‘rata’ a las clases de
música…”, le comentaba al periodista Julio Decaux en 1977. Donato Raciatti, quien fue uno de los más grandes bandoneonistas del Río de la Plata, vivía a unas cuadras de los Sasía. “Cuando le preguntó a Raciatti cómo iba Pepe en las clases, se enteró de que no iba casi nunca”, recordaba, no sin
notoria culpa, la inquietud de su madre, doña Mariana. Así como le gustaba el tango, encontró en el Carnaval un mundo en el que se sintió cómodo y lo apasionó, desde abajo y desde arriba del escenario. “Cantaba bien el Pepe, era segundo en el coro”, nos contó Carlos
Modernell, más conocido como “El Diablo Verde” o “El Gauchito del Talud”, una de las figuras más reconocidas del Carnaval montevideano, letrista de varias retiradas emblemáticas y hermano de la vida de Sasía desde la adolescencia. Modernell “sacó” varios conjuntos en su carrera carnavalera, los primeros fueron la murga Empujá que Cabe Otro y los humoristas Los Farabutes Cantores, en la década de 1950. Ambos proyectos tuvieron al Pepe cerca: “En Empujá que Cabe Otro cantó algunas noches, pero no estaba en el plantel de la murga. Igual se sabía las letras porque caía seguido a los ensayos”, recuerda Modernell, quien probablemente se refiriese, por ejemplo, a estos versos:
Sasía “simboliza un
Los choferes del transporte pudieron por fin lograr que los dejaran sin gorra en el coche trabajar. Si usted ve alguno con gorra, es casi un caso clavao que el tipo sufre de caspa o si no que es un pelao.1
de un personaje de ficción,
Lo mismo sucedía con Los Farabutes Cantores, que salían de la casa de Rubito, hermano mayor del Pepe. Ya jugando en la primera de Defensor, Sasía se las revolvía para hacer tablados con sus compadres. “Entonces no era como ahora que el Carnaval es un arte. En aquel momento ser murguero era ser un reo y ni los directores técnicos del fútbol te bancaban eso. La burguesía, los que no saben que el Carnaval es por treinta días el desahogo de la gente humilde, te miraban con malos ojos”, reflexionaba ante la consulta del periodista César Di Candia. En dicha entrevista, realizada en 1990, Sasía justificaba su pasión: “Cantaba y tocaba los tambores. Hacía de todo. En el Ipiranga hicimos un conjunto de dieciséis tambores y nos presentamos a las Llamadas. Llegamos últimos pero nos sacamos el gusto. A mí me gusta mucho cantar. Soy socio del Noa Noa que es un rancho donde nos reunimos a cantar. […] Un tango con ritmo de murga, un bolero a tres voces como los que cantaban Los Panchos que se prestan tanto. Son esas costumbres que están tan arraigadas a lo nuestro, en lo que es el uruguayo, que la gente extranjera cuando las ve de cerca, queda como asombrada”. El Ipiranga fue el club del barrio donde comenzó su carrera futbolística, y donde además de una cuerda de tambores, fundó una murga: Los Pirichiritirifláuticos. Es la época que Sasía recordaba con más cariño: “El Ipiranga vivía una época de esplendor. […] ¡El carnaval del barrio y nuestros coros bajo la noche con estrellas! Me tira tanto que siendo técnico llegué a venirme de Grecia en una licencia de cinco días especialmente pare ver carnaval”.
arquetipo legendario de guapeza dentro y fuera de los campos de juego cuyas anécdotas se narran, se multiplican, se exageran y se inventan en los mostradores de Montevideo y otros foros del diálogo popular. Se trata, entonces, dado que ante el solo hecho de nombrarlo, vuela la imaginación de muchísimos narradores orales”. Situación similar, aunque con algo más de riesgo, vivió jugando en Argentina: “En carnaval, para el corso del barrio, me vine de Buenos Aires escapándome de la concentración de Boca. Un error injustificable. Acababan de darme una plaqueta como goleador del mes y creo que por eso me la bancaron”. Su pasión fue de la mano con el respeto hacia quienes, desde la creación artística popular, fueron voz y sostén reivindicativo en los peores años: “Tanto el carnaval como el canto popular son dos facetas de la vida que me han atrapado desde muy joven. Cómo puede olvidarse uno de todos aquellos que lucharon fuera del país, como Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa y otros tantos. Vivimos jornadas emocionantes cuando muchas de estas figuras regresaban desde el exterior, provocando grandes manifestaciones de expresión popular a todos los niveles. […] Pero quiero expresar que no sólo los muchachos del canto popular fueron los que lucharon, sino también las murgas hicieron punta, al punto tal que el carnaval se convirtió en un tremendo baluarte en la lucha por recobrar la democracia en nuestro país”, manifestó para el libro número 1 de la colección “El Uruguay visto por sus protagonistas”, que contiene sus testimonios y los de Luis Peta Ubiña, compañero en la selección y con quien, durante alguna concentración, se juntó a leer al poeta ítaloargentino José Ingenieros. En los ochenta, Sasía se acercó a Falta y Resto. Así lo recordaba el periodista Jorge Pasculli: “Tuve el privilegio de conocerlo
por dos causas en común. Éramos hinchas fundadores de la Falta, y siempre nos veíamos siguiéndola por cada tablado. Con el Flaco Raúl [Castro] un día nos sacamos el gustazo de hacerle un largo reportaje para Orsai, un semanario de humor deportivo que sacábamos por el 83. Era tan humilde el Pepe que minimizaba todo lo que tenía que ver con él”. Literatura y música Roberto Fontanarrosa lo conoció muy bien. En 1965, durante la final de América que Peñarol perdería con Independiente, el Pepe fue expulsado de la cancha por tirarle arena en la cara al golero Santoro. La relación entre el jugador y su club venían chuecas, ya que Sasía presidía la Mutual desde 1961, algo poco grato para el presidente Washington Cataldi. La expulsión en la final fue la gota que rebasó el vaso y fue vendido a Rosario Central donde, también, fue gran figura. El Negro, reconocido fanático de Central y creador de algunas de las narraciones literarias sobre fútbol más memorables, también lo utilizó, a decir de Estrázulas, como “personaje de ficción”, en dos de sus cuentos. En ‘Lo que se dice un ídolo’, el narrador se refería al lado más temperamental del goleador: “Sí, andá a decirle al Pepe Sasía eso, andá a decirle al cordobés Willington que no se puede pegar siendo delantero. O al negro Pelé, sin ir más lejos, que tiene el récord de tipos quebrados. Andá a decirle al Pepe Sasía que a los delanteros les es más difícil pegar. El Pepe te metía cada hostiazo que te arrancaba la sabiola. Le bajaba cada plancha a los fulbá que te la voglio dire”. A su vez, en la discusión de boliche que centraliza ‘El 8 era Moacyr’ se hace referencia a su pasaje por el fútbol argentino: –También vinieron Loayza, me acuerdo, el Pepe Sasía, a Boca… –Y bueno… –recordó el Pochi– Sasía vino de última acá, a Central, con el Gitano, Borgogno… Fontanarrosa y el Pepe tuvieron algunos encuentros. Así recordaba, uno de ellos, el escritor rosarino: “Un día me lo encontré al Pepe Sasía, que había jugado en Rosario Central muchos años antes, y le pregunté si se acordaba de un partido amistoso que Central había jugado en Rosario con el Real Madrid en el medio del barro. Se me acercó y me dijo: ‘¿Si me acuerdo?… ocho caños le hice a Marquitos’. Ese día la rompió el Pepe”. Otro se dio en Montevideo, en una ocasión que el Negro vino a ver una función de Fontanarrisa, obra de Eduardo Cervieri, inspirada en el escritor. Organizaron una comida en lo de Cervieri e invitaron a Sasía. El momento lo recordó el actor Enrique Gallego Vidal: “Él quedó como un niño, me acuerdo, cuando 31
Hace una punta de años que no veo al Pepe Sasía. Al amigo aquel, tal vez la noche se tragó los versos que apenas recuerdo, escribí una vez…
Alfredo Zitarrosa y Canario Luna, dos referentes y amigos del Pepe Sasía.
llegó, pa´no podía creer ‘¿Vos sos Sasía?’, le iba a molestar y le aplaudía...”. La conexión, incluso, se originó en la inspiración que tuvo Fontanarrosa para empezar a escribir narraciones sobre fútbol, el cuento ‘Aprendiz el barro’, de Enrique Estrázulas: “Estaba dedicado al Pepe Sasía, el mítico jugador de Peñarol. No narraba un partido ni a cuántos minutos había sido el gol. Era una historia referida al ambiente del fútbol, pero que no se refería al juego”. Estrázulas incluyó el cuento en su libro Los viejísimos cielos, editado en 1975, y no fue lo único que escribió sobre su amigo. Exactamente veinte años después, uno antes de que Sasía falleciera, Jaime Roos editó El Puente. La novena canción del CD es ‘Al Pepe Sasía’, con letra de Estrázulas más música del propio escritor y Jaime Roos. “La música la silbé en un grabador en una buhardilla en París, y me salió misteriosamente. La letra después la
perfeccioné, los arreglos y también alguna puntadita en la música que fue de Jaime Roos, que lo admiro profundamente e hizo una composición magistral a mi criterio”, contaba el autor en el programa Utopía, de CX36. Jaime Roos, más preciso, nos comentó: “La canción ‘Al Pepe Sasía’ me fue mostrada por Enrique en 1994, canturreada a capella por él en una casete, junto a varios tangos, para ver si me interesaba hacer algo con ella. Él le había puesto ‘Cuplé del Pepe Sasía’, pero no era un cuplé. Le sugerí que se llamara ‘Al Pepe Sasía’. Yo le agregué una parte melódica, mantuve otras partes de su tonada original, tan sencilla y genuina al mismo tiempo. Armonicé el tema, le pedí que cambiara un par de palabras, y así quedó. Por eso la letra es de él, y la música está compartida entre los dos”. La canción comenzaba con un recitado de Estrázulas, grabado en el café Sorocabana:
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Campeón con Peñarol y con la celeste
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José Francisco Sasía nació en Treinta y Tres, el 27 de diciembre de 1933. A los siete años llegó con su familia a Montevideo. En la peluquería de su padre se armaron los primeros equipos de fútbol que defendió: el Aires Puros, el Olimpia y el Ipiranga, entre otros. A los trece años, gracias a gestiones de su madre, llegó a las formativas de Defensor, donde debutó en cuarta con quince años y salió campeón invicto en 1949. A los dieciséis debutó en Primera contra Rampla. En 1952 recibió un balazo en una pierna, en una trifulca de barrio, por lo que tuvo que abandonar la práctica del fútbol por dos años. Tras la recuperación, jugó en Defensor hasta 1959, cuando fue vendido a Boca Juniors. En 1961 vino a Peñarol, con el que se coronó campeón de América y del Mundo, y tres veces del Uruguayo. En 1965 emigró a Rosario Central, donde jugó una temporada. Al año siguiente regresó a Defensor y en 1968 jugó en Nacional. Al año siguiente vistió la camiseta de Racing y, en 1970, volvió a Defensor por tercera vez, cerrando su carrera profesional. Con la selección uruguaya jugó los mundiales de Chile, en 1962, e Inglaterra en 1966. Disputó tres copas América y fue campeón en Ecuador, en 1959. Como técnico, Sasía dirigió a los clubes uruguayos Rampla Juniors, Racing, Cerro, Liverpool y Progreso; Deportivo Galicia, de Venezuela; Aucas, de Ecuador; Olimpia, de Paraguay; y al Aris Salónica griego, al que llevó a las semifinales de la Copa UEFA 1979/80. Falleció el 30 de agosto de 1996.
La voz solista estuvo a cargo de Pablo Pinocho Routin, histórico murguista e integrante, por esos años, de la banda estable de Roos. Routin nos comentó su vivencia con Sasía: “Al Pepe lo conocí hace más de veinte años, en un restorán que él tenía frente al Puerto de Montevideo. Allí ensayábamos con una de las bandas que tenía el Canario Luna (El Canario Luna y sus Amigos), donde participábamos algunos integrantes de Falta y Resto. Para nosotros era todo un acontecimiento que él estuviera ahí, ya que se trataba de una figura emblemática, con enorme relevancia en la historia de nuestro fútbol. Lo recuerdo como alguien muy generoso y humilde; en ninguno de los momentos que compartimos se hizo notar como una persona destacada. Por el contrario, agradecido de que estuviéramos allí nos invitaba a comer seguido. Si éramos amigos del Canario, éramos sus amigos. Recuerdo esos momentos con mucho cariño”. Sobre la canción que interpretó, y que en el mismo año fue editada en su CD Noches de Carnaval, Pinocho reconoce: “Cantarla me emociona y regocija mucho, por haberlo conocido a él, pero también por haber conocido a Enrique Estrázulas, quien me ha contado un montón de historias y detalles sobre su relación con Sasía”. Efectivamente fue muy amigo del Canario Luna, del Polaco Goyeneche, tras su estadía en Buenos Aires, y de Alfredo Zitarrosa, entre otros. Sobre Alfredo, el Pepe recordaba –en Al fondo de la red– la sensación por su ausencia durante eñ exilio: “Cuando en el 84 volví a escucharlo cantar por la radio recuperé el Uruguay. Yo había estado viviendo en otro país con el mismo nombre y la misma capital. No cantaba Zitarrosa”. A fin de año, el cantor lo llamaba por teléfono: –Llamo para saludarlo por estas fiestas. Pudo haber sido al revés, ¿no? ¿Usted tiene mi teléfono? –Sí, Alfredo, lo tengo. Hablando de fútbol, el Pepe dijo alguna vez: “Hay centros a muchos y centros a uno”. Podría corregirse: “centros al uno”. Cuarteta del salpicón de Empujá que Cabe Otro, escrito por Carlos Modernell para el carnaval de 1957. Letra cedida por la historiadora Milita Alfaro. 1
_Mateo Magnone
Ademar Martínez: la calidad escondida
Ademar Martínez reparte su tiempo entre el trabajo de “profe” en Sudamérica Universitario, los estudios en el ISEF y como futbolista, defendiendo la camiseta de Villa Teresa en Primera División. (Foto: AC)
El cántaro fresco Ademar Martínez nació en 1990 en Melo, Cerro Largo. Cuenta que lo apodaron Piolín, como el pájaro, por la cabeza. Es mediocampista y derecho, pero sólo para pegarle a la pelota. Habla de su familia, de su vida, de la política y de sus pasiones: el fútbol, desde chiquito; la Educación Física, ahora. Estudia en el ISEF, es profe de Sudamérica Universitario y hoy la vida y el trabajo lo encuentran defendiendo a Villa Teresa en Primera División. ¿Chorizo, Piolín o Píldora? En verdad no me dicen ninguno. Piolín me decían de chico por el pajarito: pura cabeza. Mi abuelo era el Chorizo, después le empezaron a decir igual a mi padre, aunque también le dicen Píldora. Todo esto porque mi abuelo tenía el saladero María Elizenda. Contame de tu infancia y adolescencia en Melo. Mi infancia fue como la de todo gurí del interior, tranquilo. Fui a la escuela N° 2 y siempre fui loco por el fútbol. Jugué en Continental y en Boca. Mi padre fue dirigente de Boca y me crié en ese vestuario. Desde que tengo uso de razón voy a los entrenamientos y a los partidos de Boca de Melo. Soy fanático.
Los capitalinos tenemos ese problema de siempre bajar a tierra el fútbol por los equipos de Montevideo, ¿cómo vivías la distancia entre Melo y la capital? Venía una vez cada tanto al apartamento de mi abuela, a algún circo que a Melo no iba y al Parque Rodó. Pero después el fútbol para mí era en Melo. Mis ídolos eran los jugadores de Boca y los jugadores de la selección de Cerro Largo. Creciste viendo el fútbol de la Organización del Fútbol del Interior (OFI) y después fuiste parte de la selección. Sí, salimos campeones del Este con la selección de Cerro Largo. Llegamos a la final de la Copa de Campeones de OFI dos
años y las perdimos: un año con Soriano y el año anterior con Colonia. Perdí dos años en mayores, con Colonia y con Soriano, un año en sub 18 con Florida y dos años en sub 15 –un año con Durazno y el otro con Paysandú–. En algún momento tengo que volver a salir campeón del interior. ¿Cómo se viven esos campeonatos de OFI? Son los más lindos. Están de más. Salir campeón del Este no es lo máximo a nivel del interior, pero en lo interno sí. Aparte Cerro Largo desde 2008 no salía campeón; nosotros ganamos en 2013. En el Pul [frigorífico que se encuentra en la entrada de la ciudad] nos estaba esperando un camión y fuimos en caravana por todo 33
Melo, terminamos en la fuente de los 200 años, nos mojamos todos y después fuimos para la plaza. Pila de gente había. Era lo que yo iba a ver de chico, lo que acompañaba, y me tocó vivirlo a mí. Fue increíble.
“En 2009 jugué en Cuarta
Después te tocó vestir la camiseta de Cerro Largo Fútbol Club, el equipo profesional del departamento, ¿qué diferencias hay entre la selección y la Primera División de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF)? El sentimiento para mí era el mismo porque también fui hincha de Cerro Largo. Mi padre fue socio fundador del club en 2003, fui a todos los partidos que pude, después me tocó jugar. Pero es distinto porque la gente se pone más exigente. Los jugadores al principio eran en su mayoría de Melo, pero después cuando se profesionalizó más, estuvo en la A, la exigencia pasó a ser otra y los jugadores ya no eran los que ves todos los días en el barrio, en el pueblo. A veces se les reprocha la entrega en Cerro Largo Fútbol Club: al no estar todos los días ahí, “¿al jugador qué le interesa si pierde o gana si no siente la camiseta?”. La gente de Cerro Largo es así.
el color– te la creés. De
Jugaste con Rino Lucas y Adolfo Lima. Con Tino [Adolfo Lima] juego desde que tengo cinco años. En Continental jugamos juntos todo el baby fútbol. En siete años no perdimos un partido. Salimos campeones los siete años. Nicola Pérez –de Isidoro Noblía– también, era el golero. Y después con el Tino jugamos en las selecciones juveniles y coincidimos en Cerro Largo. Pero los dos son tremendos jugadores, Rino [Lucas] también. En esa campaña que Cerro Largo clasificó a la Copa Sudamericana se paraban bien atrás, se la tiraban a ellos y resolvían.
Primera”.
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¿Qué te gusta hacer cuando volvés a Melo? Ver a la familia, ver la gente que no ves nunca cuando estás acá, ir a la casa del Gordo Quintas a hacer un asado, a tomar una cerveza. No mucho más que eso. Cuando puedo –mi padre me tiene medio
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División de nuevo, y ahí de guacho –como jugás en Peñarol y estás para boludo nomás. Creo que a todo el mundo le pasa, pero si madurás rápido y te das cuenta de que si no le metés no llegás, cambiás. Te vas para Melo todos los fines de semana y dicen ‘ah, mirá, el que juega en Peñarol’. Y es mentira, porque si te gusta el fútbol de verdad lo importante es llegar a
en capilla por eso– ir a campaña. No voy mucho, tendría que ir más. Ir a ver al Boca. ¿Y cuándo no tenés que trabajar? Trato de aprovechar cuando estoy medio libre para estudiar, para meterle al ISEF. Me quedan dos años; tengo que hacer la Práctica Docente I y II. Estoy haciendo la Tecnicatura de Fútbol también, mi idea es, más temprano o más tarde, recibirme. ¿En qué año llegaste a Montevideo? En 2008, cuando terminé el liceo. Antes mis padres no me dejaban venir. Me vine a hacer las inferiores a Peñarol. Ese año salimos campeones uruguayos con el Chueco [José Batlle] Perdomo. Después, en 2009 jugué en Cuarta División de nuevo, y ahí de guacho
María Elizenda* “Según datos del último censo agropecuario, Cerro Largo disponía en 1966 de 6,5% y 8,5% –respectivamente– del stock bovino y ovino del país. En determinado momento (19641965), a raíz del restablecimiento momentáneo de relaciones comerciales con Cuba y ante la perspectiva de extensión a otras áreas, se presentó la posibilidad de instalar en el departamento una industria de la carne que, partiendo de la etapa saladeril, ascendiera al peldaño de la industria frigorífica. El Saladero María Elizenda, que intentó convertirse en un frigorífico regional, faenó 13.600 reses y exportó 1000 toneladas de tasajo a Cuba, Perú y Brasil, a la vez que dio ocupación a 300 personas”. * Extraído de colección Nuestra tierra. Los departamentos, 1970.
–como jugás en Peñarol y estás para el color– te la creés. De boludo nomás. Creo que a todo el mundo le pasa pero si madurás rápido y te das cuenta de que si no le metés no llegás, cambiás. Te vas para Melo todos los fines de semana y dicen “ah, mirá, el que juega en Peñarol”. Y es mentira, porque si te gusta el fútbol de verdad lo importante es llegar a Primera. En 2010 arranqué el año en Tercera, después vinieron Diego Aguirre y el Tito [Jorge] Gonçalvez, hicieron un recorte de jugadores y quedé libre. De ahí me fui a Boca a jugar la Copa de Campeones y después a la B a jugar en Cerro Largo Fútbol Club la segunda mitad del año. Pero entre esa época y tu momento actual pasó de todo. Sí. La segunda mitad del año de 2010 la jugué en Cerro Largo. Volví en verano a hacer la pretemporada con el club y en marzo di la prueba de ingreso en el ISEF y dejé de jugar al fútbol a nivel profesional para pasar a jugar en Peñarol Universitario. Cuando arranqué en el ISEF me hice un amigo, el Javi Tais, que es de Minas, y me invitó a jugar en Sportivo Minas. Jugué ahí un campeonato en la liga local minuana; estudiaba e iba los fines de semana a jugar. En el verano de 2012 jugué en la selección de Cerro Largo y salimos campeones del Este, le ganamos la final a Rocha. Después me fui a jugar a Barrio Rivera de Maldonado. Yo iba a jugar en Sportivo Minas de vuelta, pero uno que jugó en el Boca, José Luis Scavino, me llamó y me dijo que faltaba un volante. Me preguntó si quería ir a hacer una práctica en Pan de Azúcar, que me quedaba un poquito más cerca que Maldonado. Fui, hice fútbol y me dijeron para arreglar. Les dije que no podía ir a entrenar todos los días porque estudiaba y no les convenció mucho, pero después me dijeron que sí. Jugué ese año y me citaron a la selección de Maldonado, pero dije que no porque jugué en 2013 con la selección de Cerro Largo. El pueblo tira. Conocés el fútbol de Lavalleja, Maldonado y Cerro Largo, ¿en qué se diferencian? En organización el de Maldonado y Minas están un poco mejor que el de Melo. En Melo ahora están viendo cómo hacer porque hay pocas canchas, pero se trata de jugar un poco más. El fútbol de Minas es muy luchado, y el nivel interno en Maldonado está por encima de los otros dos. ¿Cómo definís al fútbol melense? Al tener cerca la frontera tiene un mix: se trata de jugar bien pero no se puede dejar de meter. Yo tenía un técnico, histórico en el fútbol del interior, el Chico [Osmar] Houguet que decía que en el fútbol si sólo jugás podés ganar un partido, porque si el
otro equipo mete más que vos te gana; en cambio, si sólo metés también podrás ganar un partido, pero hoy en día ya no se gana más sólo metiendo. Entonces hay que meter y jugar. ¿Tuviste relación en tu infancia con la frontera? Sí, porque mi abuela es de Aceguá y se va a la frontera. por lo menos a traer las cosas más baratas. ¿Cómo se compone tu familia? Mis viejos, que están separados, y mi hermana. ¿Estás en pareja? Sí, hace dos años y poco. Mariana Gómez se llama, Mapi le dicen. Jugaba en la selección uruguaya de handball, renunció por ser fiel a sus principios. No se llevaba con el técnico y se fue. Jugó un Mundial, en San Pablo, y los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011. ¿Cómo es la relación de deportista a deportista? Ella ya se recibió de profe. Anda volando. Lo bueno de la relación es que tenemos todo en común. Ella es fanática de Peñarol, yo también soy hincha desde chico. Vamos a la cancha juntos; todos los partidos que puede me va a ver. Me hace la crítica, entiende muy bien el fútbol. En la parte física también, mucho más. Cuando no coincidimos la voy a ver también, ella juega en la Scuola Italiana. ¿No tenés problema con decir que sos hincha de Peñarol? Soy hincha desde chico. Yo qué sé... voy a mirar fútbol. Ojo, cuando jugué en el club me hice menos hincha. Incluso lo he enfrentado y no me pasó nada. Lo que me resultó rarísimo fue jugar contra Cerro Largo en Melo. Me sentí raro, estaba en
“Matías Bentancur, que fue el que me trajo al Villa – conoce a Francisco Fusco–, más o menos me explicó cómo era: un cuadro de barrio. Hablando con el Vito [Beato] también, me dijo que lo que había te lo daban, pero que no había mucho. Llegué y es tal cual: tiene todas sus carencias pero las suplen con un corazón enorme”. mi casa, en el Ubilla, donde jugué toda mi vida, estaban todos mis conocidos ahí. ¿Qué relación tenés con la política? ¿Te interesa? Me interesa pero no me involucro mucho. Mi familia sí, mi padre y mi madre son militantes. Mi madre apoyó a Constanza Moreira en Melo, abrieron un espacio nuevo, Casa Grande; y mi viejo está con Pablo Guarino. Cuando voy a Melo se charla un poco de cómo me está yendo, del estudio, pero después toda la tarde discuten de política los dos. ¿Por qué creés que el futbolista no se involucra tanto en política? No se ve mucho. Piensan que no les va a influir. Ya de por sí la política y el deporte están mezclados. Los dirigentes políticos o arrancan en el fútbol o terminan ahí, o
El Máquina ¿Quién es el Máquina? Un cra, una fiera; Marcelo se llama. Tiene una frutería abajo de casa, acá en Montevideo, y otra en Rodó y Minas. Es un guerrero. A él lo conocí en 2008, cuando me vine para Montevideo, recién estaba arrancando con su frutería y ahí estaba el loco. Él saluda a todo el mundo: “¿Qué hacés, Máquina?”. Lo conoce todo el barrio. Un día me vio caminando y me dijo: “Vos debés jugar bien al fútbol”. Y ahí nos pusimos a charlar, yo era guacho, le dije que jugaba en Peñarol y empezamos a hacer relación. Cuando dejé el fútbol siguió la amistad y cuando arreglé en Cerro Largo el tipo se recopó con que iba a jugar en primera y me dijo: “Ta, yo te voy a seguir, voy a ir a todos lados”. Y me siguió a todos los partidos. Se iba a Melo, increíble. El primer partido contra Danubio, yo estaba en el banco y ni entré y el loco se fue hasta allá. Fue con su familia y se quedaron en campaña con mi padre. El loco es rehumilde, arrancó de abajo, con un carro. Un día pasó por la esquina de casa, había un autoservice, y le dijo a la señora que si le alquilaba la frutería él se la levantaba. Graciela, la dueña del lugar, le dijo que sí y ahí arrancó. Se levanta a las tres de la mañana todos los días y va al mercado bien temprano para agarrar la mejor fruta. Ahora la tangerina y la banana en Villa Teresa las pone él y si le querés pagar algo se enoja. Me dice “mi pollo”.
En Villa Teresa “hay diferencias económicas y de infraestructura que influyen. Si bien lo lindo del fútbol es que podés disminuir todas esas debilidades en la cancha cuando rueda la pelota, a la larga se notan y es lo que nos está costando”. (Foto: LM)
están entre los dos siempre. Es imposible que no estén relacionados. Ahora en el ISEF tengo una materia, Teoría del Deporte, que consta un poco de eso: la política, de alguna manera, en el deporte. ¿Qué referencias tenías de Villa Teresa? Matías Bentancur, que fue el que me trajo al Villa –conoce a Francisco Fusco–, más o menos me explicó cómo era: un cuadro de barrio. Hablando con el Vito [Beato] también, me dijo que lo que había te lo daban, pero que no había mucho. Llegué y es tal cual: tienen todas sus carencias pero las suplen con un corazón enorme. Ya tenías la experiencia de jugar en la A, ¿cómo ves la presencia de Villa Teresa en primera? En lo deportivo es obvio que te cuesta. Hay diferencias económicas y de infraestructura que influyen después. Si bien lo lindo del fútbol es que podés disminuir todas esas debilidades en la cancha cuando rueda la pelota, a la larga se notan y es lo que nos está costando. Pero la gente siempre está. Alientan y están muy agradecidos por el ascenso. ¿Qué es Vito Beato para Villa Teresa? El Vito no es sólo el técnico. Los dirigentes a veces se descansan mucho en su figura porque él está en todo; trata de que no falte nada, la fruta la consigue él, está atrás de la ropa, del lugar para concentrar, de todo. Vito Beato es Villa Teresa. _Juan Aldecoa 35
Lavado de activos en el fútbol uruguayo
Pelota limpia
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A partir de 2016 nada será igual. Los clubes tendrán que transparentar sus negocios. Los empresarios tendrán que adaptarse. Las autoridades incrementarán sus posibilidades de control. El gobierno impulsará un proyecto para declarar a los clubes como sujetos obligados a reportar operaciones sospechosas de lavado de activos, con el foco en las transferencias de jugadores.
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¿Cuánto vale el pase de un jugador de fútbol? Esta es una pregunta de difícil respuesta, porque en los hechos ese “precio” se conforma por valuaciones objetivas, pero también, y sobre todo, por valuaciones subjetivas. Para definir el “precio” de un futbolista se tienen en cuenta elementos tales como edad, características físicas y técnicas, profesionalismo y contracción al trabajo, proyección, capacidad de liderazgo, posibilidades de reventa y capacidad de generar un boom en los ingresos de la institución gracias a la venta de merchandising. También se ponderan otros factores vinculados con una suerte de misticismo, de realismo mágico sobre la importancia de un jugador para una institución, sobre su capacidad de ganar partidos, de agrandarse en las difíciles, de su pedigrí de campeón o de que “es un ganador”. Se trata de aspectos intangibles, que hacen que las cifras de una transferencia excedan el ámbito de lo meramente racional. Es, precisamente, ese aspecto “irracional” que conforma el precio de venta de los jugadores, entre otras cosas, que hace que el fútbol sea considerado uno de los sectores de riesgo para que grupos criminales canalicen operaciones de lavado de activos de sus actividades ilícitas, según señala un informe del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI). Con esto a la vista, y sin un ánimo de demonizar ni al fútbol ni a los clubes, el gobierno tiene previsto incrementar los controles sobre esta rama de actividad, afirmó a Túnel el contador Carlos Díaz Fraga, director de la Secretaría Nacional Antilavado de Activos, que funciona en la órbita de la Presidencia de la República. Se impulsará un cambio normativo para que las asociaciones civiles comiencen a ser sujetos obligados a reportar operaciones sospechosas (ROS) de lavado de activos, lo
que implicará un cambio sustancial en la operativa de los clubes, que deberán realizar un control estricto del origen de los fondos de quienes quieran adquirir un futbolista o invertir en la institución. El mundo fútbol Sobre fines del siglo pasado, la globalización y el desarrollo de los medios de comunicación tuvieron una influencia directa en ese proceso de expansión del “planeta fútbol”. En los lugares más recónditos del mundo, hombres y mujeres corren detrás de una pelota, van a la cancha o se sientan frente a la televisión a mirar un partido de fútbol. El fútbol es, por lejos, el deporte más popular del mundo. Ese aumento de la popularidad del fútbol tuvo como resultado un aumento del precio de venta de los derechos de televisión y de publicidad, lo que implicó un incremento en la rentabilidad del negocio; así el mercado del fútbol profesional tuvo un crecimiento exponencial. El deporte más popular del mundo se transformó en una de las industrias más prolíficas de la actualidad, en un negocio multimillonario que moviliza, según la empresa Deloitte, unos 500.000 millones de dólares al año, lo que representa 0,71 por ciento de la economía global. Incluso, la FIFA se convirtió en una de las diez multinacionales más importantes del mundo. Esto coadyuvó a otro fenómeno: la globalización sin precedentes del mercado de jugadores, con un incremento en las cifras de las transferencias entre clubes de distintos países y continentes. Cada año, cientos de millones de dólares traspasan las fronteras de los estados como parte del proceso de compra y venta de jugadores. En línea con este proceso, el fútbol se transformó en un sector vulnerable a la incidencia de grupos criminales que utilizan la infraestructura y las necesidades
financieras de los clubes para el desarrollo de operaciones de lavado de activos. Ocurrió en varios países, como Bélgica, Francia y México, donde personas vinculadas con el crimen organizado asumieron la gestión de clubes como forma de blanquear capitales de origen ilícito. En el caso de México, se determinó que el propietario de un equipo era el cabecilla de un cártel del narcotráfico, que utilizó el fútbol como vehículo para entablar otros negocios y vincularse con dirigentes políticos. También ocurrió en Colombia, donde a fines de los ochenta y principios de los noventa los dos grandes cárteles de la droga, el de Medellín y el de Cali, financiaban –cada uno– a los equipos más poderosos del país. El fútbol uruguayo “El fútbol ha sido una preocupación del propio GAFI en los últimos tiempos. Hay estudios y publicaciones que refieren al fútbol como uno de los sectores más riesgosos para que las actividades criminales canalicen sus operaciones de lavado de activos. Es uno de los aspectos que tenemos que tener en cuenta” al momento de elaborar las estrategias de prevención contra el lavado de activos, explicó Díaz Fraga. “Estamos hablando de transacciones en las que difícilmente pueda establecerse un precio objetivo. Se trata de un sector que realiza transacciones sobre intangibles, que sería la capacidad, la calidad o lo dotado que es un jugador de fútbol, y eso lo convierte en un sector de riesgo. Pasa lo mismo con el precio de los caballos –aunque creo que no es la mejor analogía– o con las obras de arte: no tienen precio cierto”, dijo Díaz Fraga. En Uruguay, ese problema se acentúa aún más porque los clubes de fútbol están exonerados del pago de impuestos y de cumplir diversas formalidades de la
administración tributaria, señaló Díaz Fraga. Pero ese problema no es exclusivo del fútbol, sino que comprende a todas las organizaciones sin fines de lucro que tienen características similares. “No es sólo el fútbol”, señaló. En este marco, Uruguay tiene la necesidad de cumplir con las recomendaciones de la comunidad internacional, en cuanto a “incluir a todas las organizaciones sin fines de lucro como sujetos obligados de ROS, y de controlar todas las actividades desde el punto de vista del lavado de activos”. De esa forma, confluyen “el interés general del país de no caer en ninguna lista y el interés superior de que grupos criminales no puedan lavar activos”. “No se trata de demonizar al fútbol por el fútbol mismo, sino de admitir que este tiene carencia de los controles que existen en otras actividades y que además tiene vulnerabilidades propias, en tanto es muy difícil evaluar objetivamente las transacciones que se realizan. No es más que eso, pero no es menos que eso”, agregó. Fútbol transparente La Ley 18.494 establece la obligación de diversos actores económicos de denunciar “las transacciones, realizadas o no, que en los usos y costumbres de la respectiva actividad, resulten inusuales, se presenten sin justificación económica o legal evidente o se planteen con una complejidad inusitada
Foto: AC
o injustificada. También deben ser informadas las transacciones financieras que involucren activos sobre cuya procedencia existan sospechas de ilicitud”. “La idea es que todas las transacciones respondan a una realidad económica. Ante eso, el club deportivo tiene que establecer
La Justicia y el fútbol El fútbol, como tantas otras actividades económicas, constituye un sector de riesgo “propicio” para el desarrollo de operaciones de lavado de activos. En el caso del fútbol, estos riesgos están asociados con dos aspectos: la conformación de los clubes como sociedades anónimas y la compraventa de los futbolistas y la intermediación de los contratistas. “Que los clubes sean sociedades anónimas, que pertenezcan a una empresa o a una persona, de por sí configura un riesgo para el blanqueo de dinero. También los pases de los futbolistas e intermediación de contratistas son un campo fértil para el lavado de activos. Son los principales factores de riesgo, y la legislación debe precaver para evitar que eso suceda”, afirmó a Túnel el juez especializado en Crimen Organizado, Néstor Valetti. En este sentido, la legislación uruguaya “se va agiornando conforme a las normas internacionales”, pero aún “faltan algunos pasos”, agregó. Sobre estos puntos, consideró que Uruguay “todavía está a salvo” en relación con la propiedad de los clubes, ya que el proceso de SAD es incipiente, y los clubes aún no pertenecen a una persona o una sociedad anónima, sino que “pertenecen a los socios”. “No está a salvo”, en cuanto a lo que puede pasar con la compraventa de jugadores.
si la transacción es racional o irracional, además de determinar si los dineros que están involucrados [en el negocio] se reciben efectivamente, su origen, las formas de pago, es decir, si las transacciones son reales”, explicó Díaz Fraga. “Las medidas implican ‘transparencia’. Nada más que eso, no es violar ningún derecho, sino al contrario, es ejercer el derecho de conocer las actividades de determinado grupo de instituciones deportivas, religiosas, o lo que fuere, que se nutren del dinero de la gente […] La globalización nos ha llevado a que el mundo nos pida cada vez más transparencia”. “El elemento básico que tenemos que manejar todos es agarrar una gran bandera que diga ‘ética’: ética para nosotros y para las instituciones y todos los involucrados, y no hacernos trampas al solitario. El deporte es muy importante, pero cuanto más sano sea el deporte más importante será. Es lo que pensamos con muchísima convicción. A partir de lo que se visualiza por los ilícitos constatados en la FIFA, se puede decir que estamos pasando por una formidable crisis 37
Cada año, cientos de millones de dólares traspasan las fronteras de los estados como parte del proceso de compra y venta de jugadores. En línea con este proceso, el fútbol se transformó en un sector vulnerable a la incidencia de grupos criminales que utilizan la infraestructura y las necesidades financieras de los clubes para el desarrollo de operaciones de lavado de activos.
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“Toda aquella actividad que pueda favorecer el ocultamiento de bienes o de activos debe ser combatida, porque es una forma de combatir el crimen organizado”, aseguró Carlos Díaz Fraga. (Foto: LM)
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ética en el fútbol del mundo. […] Esto tiene que ser un factor motivante”. A Díaz Fraga le preocupa esa suerte de moda referida a los gerenciamientos deportivos. “No hay quizás mejor ejemplo que la necesidad de regular este tipo de figuras. Tenemos todos los recursos para que esas instituciones transparenten cien por ciento su gestión, porque tienen la capacidad administrativa de hacerlo. Naturalmente serán sujetos obligados y tendrán que presentar sus declaraciones y serán controlados en todos los aspectos vinculados con el lavado de activos”. Uno de los objetivos es transparentar los ingresos y evitar que tengan un origen ilícito, no un afán recaudatorio. “Una cosa es presentar declaraciones juradas y otra que tengan que pagar impuestos, porque para pagar impuestos se debería modificar la Constitución. No hay ninguna finalidad tributaria, sino la necesidad de que estas actividades transparenten su gestión”, ya que se debe tener en cuenta “que hay organizaciones sin fines de lucro que están satisfaciendo necesidades de la gente que el Estado no ha podido hacer, e ir contra ellas no sólo sería injusto, sino antiético”, señaló Díaz Fraga. De esta forma, la futura normativa debería distinguir entre algunas asociaciones civiles que son muy modestas y humildes, y aquellas a las que ponerles algún control puede implicar un conflicto para con la actividad que desarrollan.
Los empresarios El secretario antilavado afirmó que este cambio podría incluir a los empresarios deportivos, que ofician como intermediarios en la transferencia. “Para el lavado de activos los sujetos obligados tienen que ver con los riesgos que ofrezcan al lavado de activos. En el sector inmobiliario son ‘sujetos obligados’ todos los que intervengan en la compra o venta de inmuebles”, por lo que en el caso del fútbol se puede hacer un símil. “Aunque no fueran propietarios de la ficha de los jugadores, sino simples intermediarios, deberán dar cuenta de la racionalidad de esa transacción y cómo se ha hecho, y, como sucede en otros sectores, deberán conservar durante cinco años los registros de todas las transacciones en las cuales han intervenido. Eso es lo que está planteado. Veremos las dificultades que puedan plantearse y nos vamos a reunir todas las veces que sea necesario”, subrayó Díaz Fraga. Trancazo al “pase puente” En Uruguay, la venta de un futbolista está gravada por dos impuestos: el IRAE (Impuesto a la Renta de las Actividades Económicas), con 25 por ciento sobre la renta neta, o por el IRNR (Impuesto a la Renta de No Residentes), con 12 por ciento sobre la renta, según el origen de quién sea beneficiario de esa ganancia, o sea el intermediario o empresario dueño de los derechos económicos.
Sin embargo, esa tributación requiere que los futbolistas sean residentes fiscales en Uruguay, que estén inscritos en un club uruguayo por lo menos durante sesenta días y que hayan participado durante ese lapso en competencias de índole oficial. Es decir, quedan por fuera los jugadores que no residen en el país y que son inscritos por un club por algunos días o apenas unas horas. Por la venta de ese jugador se tributa un impuesto ficto, cuya tasa efectiva es de 2,93 por ciento (en caso de IRAE) y de 3,75 (en el caso del IRNR). Esta situación habilitó la aparición de una modalidad de transferencia que permitió a clubes de escaso poder económico “contratar” a grandes jugadores del fútbol sudamericano como Daniel Osvaldo, Sergio Agüero, Ezequiel Lavezzi, Javier Pastore, entre otros. Al menos por unas horas, ya que ninguno de ellos llegó a siquiera practicar en un club. Se trata de los denominados “pases puente”, por los cuales los empresarios utilizan los clubes uruguayos como un paso previo a la transferencia de los jugadores hacia el mercado europeo, de forma de obtener un beneficio tributario, y que han sido duramente cuestionados por las autoridades de Argentina y Brasil. En este sentido, el cambio en la normativa antilavado no será la única modificación referida a las transferencias deportivas en Uruguay, ya que el proyecto establece una tasa básica de 25 por ciento de IRAE y 12 por ciento de IRNR para todos los pases de jugadores hacia el exterior, lo que eliminará el “beneficio” fiscal. Leonardo Costa, experto en derecho tributario y en prevención de lavado de activos, explicó en diálogo con Túnel que de esta forma “se elimina la posibilidad que la venta de jugadores, cuando están en el país menos de sesenta días, sean considerados de fuente extranjera y, por tanto, con una tributación más benévola”. “Ahora se considerará de fuente uruguaya cualquier jugador que sea fichado en un club deportivo uruguayo, por lo tanto se gravará la totalidad del pase por el mero hecho de que se registre en un club uruguayo”, aseguró Costa. De esta forma se igualará la carga impositiva, lo que quitará incentivo a este tipo de negocio, señaló Costa. El experto afirmó que estas operaciones se podrán seguir haciendo, pero “no tendría sentido, porque la carga del 12 por ciento deja sin efecto los beneficios”. Esto afectará muy poco a los clubes uruguayos, “salvo aquellos que vendían plataformas para hacer pases puentes; pero el fútbol no vive de los pases puente, salvo algún club en especial. No percibo que vaya a afectar demasiado”, expresó Costa. _Mauricio Pérez
Para terminar el año riéndonos… Dice la leyenda que hace mucho tiempo, en un partido del baby fútbol de Israel, dos padres se juntaron al borde de una cancha para conversar. Adentro se disputaba el match de los gurises de la categoría de nueve años. Al ver lo bien que la dominaba el cinco, pelilargo y aguerrido, uno le comenta al otro: –Che, José, qué bien anda tu hijo. –Vas a ver que este nos va a salvar a todos –responde el papá. –¿Cómo se llama? –Jesús.
Parece que una vez, un árbitro uruguayo se apersonó en el Ministerio de Trabajo para pedir una lista de todas las prostitutas declaradas en el año 1976. En el ministerio lo miraron con intriga. –¿Por qué quiere saber eso? –se animó a preguntarle un osado oficinista. –Porque cada fin de semana, en todas las canchas en las que me toca arbitrar, me gritan: “Sos un hijo de siete mil putas”, de modo que quiero saber cuál de todas puede llegar a ser mi madre.
Me contaron que una vez, un representante fue a probar un jugador a una séptima. Al llegar, pidió reunión con el técnico. –Vas a ver –le dijo este representante al entrenador–, ¡es un crack! –¿En serio? –preguntó el DT, entusiasmándose con la descripción del pibe. –Definitivamente –insistió el empresario– le pega con las dos piernas por igual. Mirá –dijo y llamó al muchacho para demostrárselo. Cuando el joven estuvo frente a ellos, le puso la pelota frente a él. –Pegale –le ordenó. Juancito tomó carrera y cuando llegó, elevó los dos pies por el aire al mismo tiempo y le pegó a la pelota con ambos zapatos al unísono, cayéndose de culo al piso.
Una personal. Los otros días estaba dirigiendo el partido de sexta entre Racing y Peñarol. Yo soy el técnico de la sexta división del club de Sayago. El equipo aurinegro estaba
Foto: Mabel Facal
ganándonos 1-0 pero nosotros estábamos haciendo méritos para el empate. En ese momento un perro entró a la cancha, el juez paró el partido y se arrimó al banco de suplentes de nosotros. –Técnico –me dijo–, hay que sacar el perro para que el partido continúe. Yo lo miré con seriedad y, sin saber qué hacer y con ganas de que el cotejo se reanudase lo antes posible, le contesté: –Llamá a César Millán. Casi me expulsaron de la cancha. Reconozco que no estuve bien.
Esta es muy real. Pasó en una cancha de baby fútbol de Montevideo. Una madre se arrimó a la cancha y le gritó al hijo: “¡Corré! ¿O querés estudiar el resto de tu vida?”.
Una vez mi querido amigo Tierno De León, jugando creo que para Progreso, se arrimó al alambrado de la cancha de Basáñez e invitó a cada uno de la barra brava del club local a pelear a la salida. Al término del partido, mientras estaba en el vestuario, llegaron a informarle que en la puerta de la bombonera había unos cuarenta tipos esperándolo. Al parecer
estaban sacando número para ver quién le pegaba primero. El ingenioso Tierno no tuvo otra idea que meterse en el baúl del auto del utilero y así pudo abandonar airoso el recinto pasando en medio de toda la hinchada, quienes al ver salir el auto del equipier se abrían paso para dejarlo pasar.
Anécdotas graciosas en el fútbol hay muchas. Me despido con esta de la radio de Colonia. Estaba jugándose el campeonato del Sur y Colonia visitaba a San José. Los tres periodistas encargados de llevar la transmisión a la ciudad salieron hacia tierras maragatas con la mala fortuna de que el auto se les quedó a mitad de camino. Como tenían toda la plata de los sponsors y ninguno de los tres quería perderla, no tuvieron otra idea que sentarse dentro del auto, colocar la antena de transmisión en el techo e inventar el partido carga a carga desde la banquina de la ruta 1. Cada tanto uno se comunicaba con la ciudad y cuando le informaban que había habido un gol y les decían de quién, estos ingeniosos relatores trataban de imaginárselo y lo narraban a la ciudad con un poco de delate. ¡Feliz año! _Daniel Baldi 39
FÚTBOL Y TENDENCIAS
La máquina de hacer laterales izquierdos Ilustración: RL
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Cuando las autoridades de la Asociación Uruguaya de Fútbol se enteraron de la existencia de la máquina de hacer laterales izquierdos, la selección llevaba ya muchos años sin poder abastecer sus necesidades en ese puesto. Nadie sabía bien qué había pasado, pero desde las épocas de Alfonso Guacha Domínguez el país no lograba ser autosustentable en la producción de laterales por la banda izquierda. Se quiso disimular la tragedia con la invención de los carrileros, cambiando de perfil a los derechos y usando a un zaguero como Darío Rodríguez hasta que cumplió 54 años, pero nada podía ocultar el hecho de que la capacidad de nuestra nación para generar un lateral izquierdo decente, al igual que el neoliberalismo, había dejado de funcionar en los noventa y era más pobre que la de Brasil y Argentina. Desde entonces, la selección no pudo cerrar un centro en contra al segundo palo, no llegó a un cruce a tiempo en la banda izquierda, no metió un centro desbordando y con perfil zurdo. Y el desinterés por ocupar esa zona se hubiera prolongado en el fútbol local de no haber llegado a los
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oídos de la dirigencia un nuevo invento de los psicólogos deportivos alemanes: una máquina que preparaba mentalmente a los futbolistas para el puesto que les tocara. Bastaba con que los jugadores se metieran quince minutos en el dispositivo para que, gracias a un lavado de cerebros a través de un sistema de electrodos, salieran obsesionados con cumplir las necesidades del puesto programado. Cuando el Maestro Tabárez comenzó el proceso de la selección, supo de inmediato que la Celeste necesitaba comprarle a los alemanes la máquina de hacer laterales izquierdos. Las negociaciones comenzaron de inmediato. El Pato Celeste, que había vendido dos mil camisetas autografiadas por Lothar Matthäus en Berlín Oriental antes de que cayera el muro, tenía contactos con la Deutscher Fußball-Bund y logró la cesión del aparato para la Asociación Uruguaya de Fútbol, cobrando a cambio una medalla con su nombre en el próximo título que lograra nuestro país. Tabárez, que tenía pensado utilizar la máquina solamente en un par de jugadores
con potencial de laterales, cometió un error. Dejó la máquina funcionando una noche de concentración en el Complejo Celeste, cuando varios de los futbolistas estaban curioseando y con ganas de matar el aburrimiento. Aquella noche, todos los volantes y delanteros decidieron probar la novedad y enchufarse los electrodos por un rato. Todos menos Luis Suárez, que estaba enfermo en su cuarto. Desde entonces, Cavani, Rolan, Stuani, Lodeiro, De Arrascaeta, todos los jugadores de la selección, excepto Suárez, siguen los mandatos que la máquina imprimió en sus cerebros. Sin importar el puesto en que los ubiquen o si son los únicos delanteros en cancha, recuerdan su programación neurológica cada vez que se ponen la camiseta celeste y bajan a marcar el lateral, superpoblado ahora por volantes y delanteros con vocación defensiva. La AUF, mientras tanto, negocia desesperada con la federación holandesa, que se quedó con la máquina de hacer delanteros de punta. _Martín Otheguy