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García Vigil Fútbol en el pentagrama

Clásico de la Villa El barrio dividido por una pasión

Alejandro Garay Donde empieza el proceso celeste

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EMILIANO ALFARO: DE REGRESO A CASA

Vini, vidi, vinci Paseó su fútbol y sus goles por canchas de Sudamérica, Europa y Medio Oriente. Entendió que su momento, y el del club de sus orígenes, requerían su regreso. No lo dudó y los hechos parecen ir confirmando su decisión.

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Frío como cálculo de economista

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Su equipo pierde 1-0, la cara le transpira y la tensión le agarrota los dedos de las manos. Mientras una gota de sudor cuelga de uno de sus párpados y amenaza con cegarlo parcialmente, ve cómo el reloj, desafiando toda lógica, adelanta los segundos –corren como desesperados hasta clavarse, exhaustos, en el minuto noventa– a una velocidad mucho mayor que la normal. Luego, en la parte inferior izquierda de la pantalla, se estampa un bruto número 4, pintado de rojo, indicando los descuentos, y piensa que todavía hay una oportunidad. Pero ese simulacro de tiempo real se esfuma a una velocidad directamente proporcional al cálculo que algún anónimo ingeniero japonés decidió para medir la duración de los partidos y él, pese al sentimiento de injusticia –un comentarista diría que dominó el partido, tuvo mayor posesión del balón, hizo gala de un gran volumen de juego y gozó de las mejores oportunidades de cara al arco rival–, no tiene más opción que levantarse y ceder su asiento al próximo desafiante. Recibe burlas, naturalmente, como todo aquel que pierde al Playstation en una noche de asado y amigos. Pero la saña es mayor –también naturalmente– como lo es siempre con todo aquel que no tiene suficientemente desarrollada la capacidad de entrar y salir del juego a voluntad: se calienta, putea, eventualmente puede martillar la mesa con el joystick –¿se le sigue diciendo así?– hasta quedarse solamente con un plástico partido en la mano, e insiste, previo a abandonar la sala dando un portazo, en la prueba objetiva de que su actuación ha sido superior a la de su oponente y de que su derrota sólo puede ser explicada por una conspiración entre la mala suerte y la errática interpretación que la consola de videojuegos realizó de las indicaciones que su cerebro transmitió a través del movimiento de sus dedos: –¡Te cagué a pelotazos, cagón! ¡Mirá las estadísticas! Las estadísticas, diosas frías y mudas del fútbol mundial. En marzo de 2013 la selección

uruguaya de fútbol pasaba por su peor momento en la era Tabárez. Un empate de local con Paraguay y una derrota de visitante contra Chile dejaban al equipo séptimo en la tabla de posiciones. Fue entonces, en medio de la ola de críticas que inundaron la radio, la tele y las redes sociales –“el proceso está agotado”, “no se puede jugar con un grupo de amigos”, “hay que poner a los que están mejor”, “¿por qué no cita al Tanque Silva?”– que di con algo nuevo, un tipo de crítica situado epistemológicamente en el extremo opuesto a los gritos indignados de periodistas con orgullosas décadas de boliche y periodismo deportivo a cuestas: el ranking del economista Javier de Haedo. Lo vi en el portal del diario El Observador y me costó un rato entender de qué iba la cosa. Vale aclarar, sin embargo, que el ranking no era nuevo. Venía siendo publicado con cierta regularidad, pero supongo que el hecho de que llegara a mis manos –creo que lo vi compartido por algún amigo de Facebook– en ese momento particular y no en otro estaba directamente relacionado con el preocupante diagnóstico que los números arrojaban: la selección figuraba séptima en la tabla de posiciones, pero ponderando una serie de factores –que explicaré a continuación– los cálculos del economista la reubicaban en un puesto más abajo, penúltima. Mejor dicho: casi afuera. La cosa es más o menos así: De Haedo elaboró un modelo alternativo de tabla de posiciones según el cual los puntos obtenidos de local y de visitante dejan de tener el mismo valor. Así, según este modelo, un equipo suma puntos cuando gana o empata de visitante (3 en el primer caso, 1 en el segundo) y resta cuando pierde o empata como local (3 en el primer caso, 2 en el segundo). Si gana de local o pierde de visitante no pasa nada. Debido a que a esa altura de las eliminatorias la gran mayoría de los puntos de la selección uruguaya habían sido ganados como local, esta ponderación arrastraba al equipo hacia

La supercuantificación del fútbol está de moda. Hace rato que sabemos cuántos kilómetros por partido corren los jugadores, qué porcentaje de posesión tiene un equipo y con cuántos mililitros de gel capilar queda impregnada la pelota luego de que Cristiano Ronaldo la conecta de cabeza.

el fondo del ranking: al no obtener puntos de visitante, sumaba pocos “positivos”; y al haber empatado tres partidos como local –“dejado escapar los tres puntos”, según indica el manual del periodismo deportivo que debe decirse en estos casos–, se enchoclaba con varios negativos. Todo el mundo sabe lo que paso después: Uruguay ganó 12 de los últimos 15 puntos –6 de ellos como visitante– y entró cómodo al repechaje. ¿Cuál era la utilidad de este modelo? Supongo que calcular, de un modo más exacto al que ofrecería la tabla de posiciones común y corriente, las probabilidades de que Uruguay se clasificara al Mundial. De Haedo parecería decirnos: “Ojaldre, miren que nos quedan 15 puntos por disputar, pero 9 de ellos son de visitante, así que en realidad estamos más abajo de lo que parece”. Naturalmente, su principal problema para predecir con cierto margen de exactitud lo que iba a pasar estuvo en la hipótesis que definió como axioma: a saber, que cualquier equipo, bajo cualquier circunstancia y ante cualquier rival, tiene más problemas para sumar puntos en un partido jugado como visitante que como local. Esta


hipótesis, medio escondida –aunque, vale destacarlo, explícita– en una nota al pie de aquel artículo, informa sobre algo que muchas veces olvidamos cuando leemos estadísticas: los números siempre surgen de una presunción que está hecha de palabras, de discursos, de ideología, y en este caso se trata de una que pretende negar el carácter contingente del fútbol; es decir, que desconoce que no existe el partido “tipo”, en el cual el local siempre tiene mejores oportunidades que el visitante –como soñaría el estadístico–, sino que cada encuentro es particular y está hecho de sus circunstancias, está condicionado por factores específicos de su contexto, que van desde los físicos, los técnicos, los psicológicos, hasta los aleatorios –¿alguien ha imaginado alguna vez qué tan diferente podría haber sido un partido si el delantero que recibe el saque inicial decide dar el primer pase al volante central y no al lateral derecho?–. La supercuantificación del fútbol está de moda. Hace rato que sabemos cuántos kilómetros por partido corren los jugadores, por qué zonas específicas de la cancha lo hacen, cuántos pases llegan a destino y cuántos no, qué porcentaje de posesión tiene un equipo y con cuántos mililitros de gel capilar queda impregnada la pelota luego de que Cristiano Ronaldo la conecta tras cabecear un córner al punto penal. El equipo ideal del último Mundial fue elegido por un índice preso de una ilusión extrema de medición y control, según el cual –y aquí cito a la FIFA– “cada pase, entrada y movimiento sobre el terreno de juego se mide y se evalúa para determinar si tiene un efecto positivo o negativo sobre la capacidad del propio equipo de marcar o conceder un gol”. El supuesto “número frío” ha reemplazado al discurso y esto no es una particularidad del fútbol: pasa en la política, en la que las encuestadoras hace rato le ganaron la pulseada a los intelectuales; o en la economía, que ha dejado de concebirse como una práctica social y ha pasado a ser una realidad

Ilustración: Gabriel Ciccariello

abstracta cuya decodificación sólo sería accesible a técnicos especialistas. Aquí, como en el fútbol, lo malo no son los números, sino la idea subyacente de que los números “se hacen solos”, el ocultamiento de que tras ellos se esconden ideologías y la imposibilidad de discutir esas ideologías debido a ese ocultamiento. En Uruguay, sin embargo, el fútbol parece estar lejos de esto. Prima todavía el

llamado teorema de Alberto Sonsol, que indica que cuanto mayor es el nivel de decibeles en el cual se emite una opinión, mayor es su grado de verdad relativo a otras opiniones. ¿Esto es bueno o malo? No sabría decirles. Pero por cada Sonsol siempre hay un Julio César Gard. Capaz que en el fondo no son tan distintos. _Mauricio Bruno

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Permiso del MEC en trámite redaccion@tunel.com.uy Dirección responsable: Diego Graziosi Coordinación general: Pedro Cribari Edición: Marcel Lhermitte Redacción: Mauricio Bruno, Marcelo Fernández Pavlovich, Diego Graziosi, Luis Morales, Mauricio Pérez, Patricia Pujol, Carla Rizzotto, Federico Zugarramurdi Columnas: Ignacio Alcuri, Daniel Baldi, Andrés Berterreche, Martín Otheguy Fotografía: Andrés Cribari, Ignacio Iturrioz, Andrea López, Leonidas Martínez Ilustraciones: Gabriel Ciccariello, Rodrigo López Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López Corrección: Stella Forner Relaciones institucionales: Beatriz Remedio Producción comercial: Yamandú Graziosi, Roberto Zanolli Colaboraron: Santiago Cribari, Hernán Merlino, Valentín Medina, Pablo Scartaccini Se utilizaron las tipografías Chau Trouville, de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín Sommaruga; y Adobe Garamond Pro Foto de tapa: Leonidas Martínez

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“Más que en la garra, creo en la convicción y en la posibilidad de hacer lo correcto a pesar del temor y del miedo de la circunstancia”. (Fotos: Ignacio Iturrioz)

Diálogo sobre fútbol con el maestro Federico García Vigil

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El hombre orquesta

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Federico García Vigil nació en Montevideo, en 1941. Se crió cerca del zoológico, en La Mondiola, ese lugar que reniega del nombre que le han puesto las inmobiliarias (Pocitos Nuevo) y que hoy reivindica su centenario como sitio obrero y de inmigrantes. Allí creció, entre barrio, empedrado y mostrador. En Las dos V, boliche que vio parar a su barra, se respiraba ese barrio, y también fútbol y política. Vivió el campeonato Mundial de Fútbol de 1950. También en la zona, y de muy pequeño, acaso por su parentesco con el Bocha Lagomarsino, se arrimó –o lo arrimaron– a ver una orquesta que, en este caso, no era precisamente una sinfónica ni estaba ligada a la música.

¿Cómo se involucra afectivamente con Defensor siendo del barrio La Mondiola? La familia se formó allí, en Buxareo 1167. Recuerdo que ahí, en la casa de la abuela, escuchamos los partidos de Maracaná, por radio, los goles. Recuerdo muy bien todo eso… El Bocha [Lagomarsino] tenía unos ocho años más que yo. Era golero de Defensor. Jugaba cuando podía: el golero titular era Radichi. Por Bocha iba toda la familia los domingos a ver a Defensor y al final nos hicimos hinchas. Yo era muy chico, tenía diez u once años, después del campeonato del mundo, allá por el cincuenta. Después quedé relacionado y fui jugador de voleibol de Defensor, me hice amigo de toda la barra porque iba a la concentración. Todo lo que pasó después, cómo fue evolucionando el fútbol, lo que pasó con el fútbol brasileño, lo que pasó en Maracaná, la aparición de la “Naranja Mecánica” de los holandeses,

la aparición del catenaccio… Después aparecen los demás holandeses hasta Van Basten. Y cosas que no se entienden mucho: el fracaso de Del Bosque con la selección española en el último Mundial, la locura de la selección brasileña, que de Filipao vuelve a Dunga, que es algo así como ir para atrás. Directores técnicos de países que no tienen mucha tradición, como Costa Rica o Venezuela, enseñan rápidamente un fútbol moderno, los jugadores lo toman mecánicamente con ingenuidad y sin experiencia, cosa que se les nota en alguna jugada, pero se transforman en equipos complicados. En África levantan un continente jugando al fútbol, de una manera nueva, con directores técnicos europeos. También Japón. O sea, yo no puedo ponerme a opinar en un país de fútbol como este, y esto se publica. Es un punto de vista totalmente de aficionado y con cabeza analítica, porque la tengo y porque también me dediqué a dirigir.


Como cuando está al frente de una orquesta, transmite lo suyo desde la claridad con seguridad. Ha visto mucho fútbol y desde hace mucho, ha pensado el fútbol, lo ha conversado con quienes para él son especialistas. Pero no elige el lugar del francotirador, aquel desde el cual se erige una visión de campo privilegiada, sino desde la humildad de quien sabe escuchar, analiza y, al conocer, se da cuenta también de lo que aún no conoce. ¿Qué referentes violetas destaca? El profesor [José Ricardo] De León. Pasaba todos los días por la puerta y conversábamos. Conocí a él y al hermano. Todos los días salía a caminar y pasaba por acá. Siguió haciendo ejercicio hasta el final de su vida. Era un fenómeno, un tipo divino. Él tenía una teoría, la defendió y la llevó a la práctica y se jugó por ella. Fui a algunas prácticas donde se jugaba sin golero y el jugador que tenía un camino hacia la posibilidad de hacer un gol, tenía la obligación de patear y hacer el gol. Y el defensa tenía la obligación de no permitirle de ninguna manera que ingresara al arco. Extremaban la marca. También José Pepe Sasía, que me mostró que en Uruguay hay extraordinarios jugadores de fútbol, pero que no saben jugar a este deporte con su estrategia, su sistema, las maneras. Esas contradicciones son las que me hacen encarar esta entrevista con tremenda humildad y con el carácter de súper aficionado. Lo único que te puedo dar es paralelismo y diferencias entre lo que es dirigir organismos grandes como una orquesta sinfónica y un equipo de fútbol. Por ejemplo, esos tipos como [el colombiano Carlos] Valderrama, Marcelo Tejera, Antonio Pacheco, Nico Olivera, el Chino Recoba, que entran a la cancha y es como si pusieran un chip que rápidamente te organiza el equipo y empieza a funcionar de otra manera, pero son jugadores que no tienen resistencia para aguantar los dos tiempos. Ese es un problema, fundamentalmente de los uruguayos, que no sé por qué no pueden jugar un partido entero. No lo sé de verdad, no es peyorativo. Esos jugadores que nombré, de repente ahora no sirven, porque atrasan absolutamente la velocidad con que el director técnico se plantea una estrategia o sistema de juego y de ataque: se juega un toque, un toque, un toque, entonces desaparecen esos jugadores maravillosos. ¿El fútbol como deporte ha evolucionado? Todos los deportes evolucionaron. Yo juego al tenis y si miramos las raquetas

de cuando empecé a jugar con las que usamos ahora, no tienen nada que ver. En atletismo antes se corría a una determinada velocidad. Ahora van bajando cada vez más los tiempos, se usan distintos zapatos, ropa. La natación cambió una barbaridad: el estudio científico de cómo hacer en una brazada los diferentes momentos de presión para ganar algún metro más… ¿Es un estudioso del fútbol? Estudio a los personajes. Por ejemplo, Juan Ramón Carrasco. Él sabe lo que quiere, lo pone en práctica y de pronto fracasa: gana o recibe. El Maestro Tabárez tiene su sistema, su criterio. Sí hay una cosa que es indiscutible: la estructura de educación y de producción pedagógica, de cómo se va armando un país para producir una serie de generaciones de fútbol. En eso no hay discusión: tiene toda la razón y ha puesto en práctica algo que le ha dado resultado sin lugar a dudas. Ahora, lo que pasa con los jugadores adentro de la cancha y los sistemas, no sé. A veces me parece que ese juego del pase largo hacia adelante, bien a la uruguaya, no sirve para nada, y a veces ganás dos o tres partidos con ese sistema. Entonces quedás sin habla, nunca más opinás. Es muy complejo… No sólo lo vio, lo conversó y lo pensó. Federico también jugó al fútbol pero entiende que no era su deporte. La fricción, la forma en que se usa el físico y el desarrollo de una musculatura muy preparada parecen haber jugado en su contra. Aun así, jugó en el Ajedrez, que se llamaba así por el boliche que estaba en Pagola y 26 de Marzo. Fue un half derecho que, conociendo sus limitaciones, lograba hacer bien fundamentalmente la primera parte del asunto: muy pocas veces lo pasaban, pero a la hora de tener la pelota elegía entregarla lo más rápido posible, para que alguno que “sabía” se hiciera cargo y la llevara. Lo plantea de un modo lógico, porque en ciertas cosas, tanto el fútbol como la orquesta tienen su lógica. ¿Hay lógica en el fútbol? En algunas cosas, sí. Igual que la dirección de orquesta. El factor aleatorio surge, el factor mágico o de inspiración, el de la precisión que produce la adrenalina en determinadas circunstancias de responsabilidad de un jugador, surge. En el último minuto, Recoba agarra una pelota y la pone donde hay que ponerla, porque está convencido de que es la única solución. Si hubiera sido en la mitad del

partido de repente no habría sido así. La semana anterior había hecho un gol olímpico… Son cosas producidas por un momento de inspiración extraordinaria y de posibilidad de realización de algunos seres humanos. ¿En la orquesta también? Sí, también. Son dos organismos exactamente iguales: un equipo de fútbol y una orquesta sinfónica. El primero tiene once jugadores en la cancha y la orquesta más o menos cien, puede haber alguno que esté enfermo en la fila de las cuerdas, en las filas múltiples, pero las otras son exactamente iguales. Se entra a la cancha con los que puso Beethoven. Las orquestas sinfónicas son todas iguales en el mundo, igual que los equipos de fútbol. Nosotros dirigimos orquestas sinfónicas en Checoeslovaquia, París, Túnez, Tokio Montevideo, Buenos Aires, México, Río, Chicago. Vos llegás y siempre tenés la misma distribución: los primeros violines acá, los violonchelos allá, los clarinetes allá, las tres flautas, los cornos, etcétera. Lo único que cambia es que los que están detrás de los instrumentos son otras personas, con otras mentalidades, con otra formación, con otra disciplina o condiciones de formación técnica, económicas, de infraestructura, con otros salarios. En cuanto a las posibilidades, ¿es como la diferencia entre el fútbol europeo y el de acá? También hay un paralelismo. Hay superproducción en algunos países muy desarrollados en ese aspecto, con conservatorios muy desarrollados, tanto que llega un momento en que están cubiertas todas las plazas. Se hacen los concursos de ingreso y quedan sin trabajo. Entonces vienen, como también vienen los jugadores extranjeros de básquetbol. Y estos países los contratan para tocar en las orquestas sinfónicas como jefes de sección: primer clarinete, primera trompeta, primera flauta, primer violonchelo y además dan clases en la Universidad y forman jóvenes bajo su cátedra. Es una forma de aprovechar a los técnicos que vienen de afuera, no sólo para que jueguen ahí, sino para que enseñen a jugar. Como algunos jugadores de fútbol y directores técnicos, García Vigil tuvo que emigrar. Pero lo suyo fue un exilio, ni siquiera económico, sino político. Tocaba en el Sodre, era catedrático en la Universidad y cuando se apagaron las luces de nuestro estadio, lo 5


calificaron como “Ciudadano C”, lo sacaron de la cancha, se quedó sin trabajo y “no podía pasar ni por la puerta del teatro Solís”.

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FGV: –En el 85, con la vuelta a la democracia, me llamaron y me dieron el teatro y la orquesta. Mientras tanto yo había estudiado en el exterior e hice la carrera allí. Había dirigido muchas orquestas afuera. Mi beca fue en Francia: primero en el Conservatorio de Estrasburgo y después en el Conservatorio de París. Estudié en Buenos Aires. Son como las carreras de los directores técnicos. En ese momento era una carrera de director de orquesta y ¿dónde había que estudiar? Las recorrí todas: la escuela de Alemania, la de Inglaterra, la francesa. Son diferentes métodos, diferentes escuelas, diferentes maneras. Ahí empieza a formarse tu capacidad analítica: considero que hay que utilizar una combinación de muchas escuelas que te vayan convenciendo, para lograr un estilo propio, absolutamente determinado y con resultados excelentes. Eso fue lo que aprendí; volví y empecé a trabajar acá, felizmente.

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¿Cómo hace un director técnico o un director de orquesta para saber si está ante un gran equipo de fútbol o ante una gran orquesta? Tardás más o menos cinco minutos. Por ejemplo, la semana pasada fui a dirigir una orquesta a Brasil. Viajé un domingo y la primera práctica o ensayo fue el lunes. Trabajan de nueve a doce horas todos los días, de lunes a viernes, y el sábado es el concierto. Siempre trabajás una semana sin conocimiento previo. Un concierto, por ejemplo, está compuesto por la Quinta sinfonía, de Beethoven, el Concierto para violín y orquesta, de Tchaikowsky, y la Obertura de los Maestros Cantores de Núremberg, de Wagner. Los músicos saben que va eso, tienen la música en su casa y saben que viene un director invitado que va a dirigir y también que el primer ensayo con él es el lunes. Ellos trabajan toda la semana, con distintos directores o con el director estable, que a veces se turna, cuando viene un director invitado. Al director estable lo conocen más, pero no quiere decir que obtenga un mejor resultado. Entonces, cuando llegás a la orquesta y entrás al escenario, la orquesta ya sabe si sos un director, por el estrés que produce la orquesta en el director y por la personalidad que impone su actitud ante la orquesta. En los primeros cinco minutos, cuando están afinando y bajás la batuta, los observás y ya sabés.

Es como cuando los jugadores están calentando, están haciendo jueguitos. Los mirás y ya sabés: aquél juega bien, aquél no, aquél es un patadura. Rápidamente te avivás y cuando bajás la batuta, evidentemente confirmás.

“Tengo algunos músicos ‘Messi’, que no los entiendo pero que me dan un resultado sorprendente”.

“Un equipo de fútbol y una orquesta sinfónica son dos organismos exactamente iguales: el primero tiene once jugadores en la cancha y la orquesta más o menos cien, puede haber alguno que esté enfermo en la fila de las cuerdas, en las filas múltiples, pero las otras son exactamente iguales. Se entra a la cancha con los que puso Beethoven. Las orquestas sinfónicas son todas iguales en el mundo, igual que los equipos de fútbol”.

¿Eso se adquiere con la experiencia? Sí, en las orquestas tenés todos los personajes: los que llegan temprano, los que llegan tarde, a los que le gusta la música, los que llegaron a esa profesión no se sabe por qué, los de izquierda, los de derecha, los homosexuales, los heterosexuales, los prolijos, los desprolijos, los contestatarios, los sumisos, los que se pasan haciendo chistes todo el tiempo, los que no tienen sentido del humor. Es como una caricatura de la sociedad, y si vas a Alemania, son iguales, también son una caricatura de la sociedad alemana. Son impenetrables, parece que no te transmiten nada, pero tocando sí. Entonces, esa especie de caricatura te permite conocerlos rápidamente y saber cómo manejar ese equipo, apoyarte en los músicos, trabajar más con las secciones donde es más necesario y llegar a un buen resultado al fin de semana para hacer el concierto. Hay orquestas muy disciplinadas: las del área sajona, por algo los holandeses o los alemanes juegan como juegan. Y hay orquestas que son los reyes de la indisciplina, entre ellas Uruguay y Argentina, y los profesores de Uruguay y Argentina, que son los italianos. Y entre los italianos, los romanos. Ésos son los reyes de la joda. Son contestatarios, tienen humor y si la cosa se pone brava, tienen todos los mecanismos para arreglarla. Es como si te enfrentaras a una orquesta con treinta Alberto Sordi. No sabés qué hacer, entonces tenés que aplicar otra cosa que tiene la dirección de orquesta, que es piramidal. “Lo siento mucho, señores,

La influencia de Pepe Sasía Me hice bastante amigo del Pepe Sasía. En los últimos años de vida del Pepe empecé a ir todos los domingos y me sentaba a su lado, ya estaba enfermo, me comentaba los partidos y me puso bien clarito lo complejo que es el fútbol. Por eso cuando me plantearon esta entrevista, indudablemente me puse a repasar las charlas que tenía con el Pepe. Era un tipo muy analítico, muy inteligente y además conocía el fútbol por todos lados. Un día me dijo acá, en el Franzini, mirando un partido: “En Uruguay surgen jugadores de fútbol extraordinarios que no saben jugar al fútbol”. Esa frase tan genial me puso en alerta para cualquier tipo de manifestación relativa al fútbol, porque yo no soy un especialista. Hay gente que se dedica a analizar, del Maestro Tabárez para abajo. Todos opinamos. Es un deporte maravilloso, pero para mí, con una complejidad enorme y unas contradicciones analíticas: ¿cómo?, si yo pensaba que era esto y ahora resulta que es esto otro.


pero esta profesión no es democrática, esto es una monarquía, y aquí arriba estoy yo, y ustedes son un instrumento humano, son cien módulos humanos, con sus maravillas y sus errores, porque pueden equivocarse, pero cuando yo levanto la batuta, funciona como un instrumento humano. Van a tocar como yo quiero que toquen, van a interpretar la música como yo entiendo que el autor quería que fuera interpretada”. Hay que atrapar a ese organismo que son cien, no once, para que jueguen de la misma manera, para buscar el mismo resultado, y para hacer el gol en el momento que yo quiero, tenés que tener un poder de absorción absoluto y de mando a la milésima de segundo. Para eso está la batuta. Hay una vinculación de dirección a través de la géstica, sin hablar, y casi de hipnosis. Ahí se logra precisión absoluta que es fundamental para la dirección de orquesta. Pero el director técnico no está en la cancha, está afuera, no juega. Y el director de orquesta es el que produce el inicio, mueve los jugadores como si fuera Play Station. Es el responsable de hacer la música con un instrumento humano para el público. Cuando uno siente una sensación interna superior, de quinta dimensión, la transmite en la géstica; el sonido de la partitura es interpretado de acuerdo a tu géstica, si trasciende en el público sentís como que acá entendimos todo lo que está pasando –director, orquesta, público– y nos unimos en una cosa extraordinaria que es el concierto. Cuando eso no pasa, te aburrís, es como esos partidos plomazos, y te querés ir. En todo grupo humano que busca un objetivo, sea una orquesta sinfónica o un equipo de fútbol, no sólo debe tomarse en cuenta la técnica, la táctica y las habilidades de cada individuo que compone el colectivo. Está también el factor anímico, aquello que es imposible trasladar a lo cuantitativo, que juega un papel preponderante y que tiene mucho que ver con la espontaneidad.

¿Cómo es el Federico hincha? En todo lo que no sea dirigir una orquesta, en todo lo que no sea mi vida profesional, de lo que supongo sé casi todo y que me estresa bastante a pesar de que lo hago con serenidad dentro de lo posible, en todas las otras actividades –en la cancha, en el deporte, que sigo jugando tres o cuatro veces por semana– trato de ser absolutamente sincero, honesto y exploto y me arrepiento. Soy absolutamente espontáneo y todo eso me hace aflojar de una profesión en la que estás presidiendo diariamente una asamblea de cien tipos, donde todos te miran, y si no te miran está mal. Tienen que mirarte para tocar juntos, y te miran y te juzgan, se emocionan, te condenan, te aplauden. Sos el conductor, tocan como vos querés que toquen. ¿Se sobredimensionó el papel de lo anímico en lo bueno del fútbol uruguayo? ¿En la garra, por ejemplo? Creo que se sobredimensionó por no entender esos momentos, los minutos que se llevan jugados, la necesidad de convertir, aquellas cosas que son mágicas, que en el último minuto llevan a Recoba a clavarla en el ángulo. Es la orden interior que le produce una precisión en el pie, y pone allí la pelota... Eso no es la garra, eso es inspiración y es algo histórico: había necesidad de hacer el gol y le salió. Porque había una orden de precisión en el movimiento, hasta en la manera de colocar la pelota en el pasto, había una convicción. Más que en la garra, creo en la convicción y en la posibilidad de hacer lo correcto a pesar del temor y del miedo de la circunstancia. Sobreponerse al miedo al fracaso en el instante preciso, porque son apenas segundos, ése es el valor. Sí hay eso, y a veces la historia nos dice: dale que podés. _Marcelo Fernández Pavlovich

n o v e d a d e s

Cortita y al pie ¿Un técnico? [Marcelo] Bielsa. ¿Uruguayo? El Profe De León. ¿Jugadores? De muy chiquito, Atilio García, porque le vi hacer muchos goles en el Estadio y de cabeza. El Pepe Sasía. Garrincha, que lo vi en 1960 en Maracaná, con Federico Britos, el violinista. Era un malabarista, tremendo bohemio. ¿De los contemporáneos? Una cosa inexplicable, que es Messi, más allá de mi capacidad analítica. Aunque tengo algunos músicos “Messi”, que tampoco los entiendo pero que me dan un resultado sorprendente. En todas las orquestas. ¿De los últimos quince o veinte años? Para mí Marcelo Tejera fue un tipo divino. Me gustan esos jugadores. Fui director de la orquesta sinfónica de Colombia y vi jugar a Valderrama. Estuve en Colombia charlando con Pacho Maturana y con Bolillo Gómez; creo que toda la evolución que hubo en el fútbol de Colombia y Ecuador se debió a esos dos que, además, absorbieron eso del fútbol uruguayo. Acá, de los jugadores uruguayos, por regularidad y rendimiento, en este momento, al Cebolla [Rodríguez] nunca dejaría de ponerlo. Me da cierta certeza realmente. A Suárez no lo entiendo todavía pero lo respeto enormemente y me sorprende. Ahí estoy entrando en el aficionado, pero no condeno a nadie, ni clasifico a nadie, no hago ranking, porque me sorprende. Hay jugadores que realmente… Robben, el de la selección holandesa, es un jugador simple, claro, hace eso y yo lo pongo. El aspecto anímico es una cosa aleatoria que me gustaría que fuera de todo el equipo, que se sintiera en todo el equipo, que fuera hacia adelante o hacia atrás o estuviera contenido. Pero la cosa individual de los seres humanos es válida, a veces la genialidad. Es un juego que tiene de todo, hasta trampa, picardía, engaño, amagues de velocidad y quedarse quieto, de pronto quedarse parado y salir a toda velocidad. El fútbol es algo insospechado.

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ALEJANDRO GARAY, ENTRENADOR DE LA SELECCIÓN URUGUAYA SUB 15

Los primeros pasos

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En clara sintonía con la filosofía de Óscar Tabárez, defiende la concepción que ha caracterizado al proceso que, después de mucho tiempo, ha logrado una seña de identidad que marca a todas las categorías y en las que los mayores, “con humildad”, contribuyen a moldear a los más chicos para “llegar a ser un futbolista de selección”.

Foto: Andrea López

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La charla con Alejandro Garay fue extensa y atravesó buen número de temas inherentes a su función de entrenador nacional de la Sub 15 y a los más generales del fútbol uruguayo, sus fortalezas y sus debilidades. Firme en sus convicciones, no se cansa de explicar de una y otra manera lo que significa trabajar al frente de un grupo de “chiquilines”, como le gusta afirmar, las responsabilidades y los desafíos que de ello devienen.


¿Cómo se realiza la captación de los jugadores para la selección? ¿Qué atributos deben tener? Para captar un niño lo primero que hay que ver es que se destaque jugando, porque todo lo otro viene después: conocerlo, ver cómo es, cómo se maneja, qué valores humanos tiene y qué se le puede ir inculcando. Es decir, lo primero es que juegue y a partir de eso comienza todo. Tenemos por vínculos referencias de todos los gurises, en lo posible del interior, de todos lados. Vamos a verlos y por lo general nunca se enteran de que estamos observándolos para que ellos no jueguen condicionados. Los queremos ver en su hábitat, jugando normal. A veces vamos a ver a Juan y descubrimos a Pedro, eso es algo que puede suceder. Después hay que ver si se adapta y entra en el perfil de futbolista que queremos. Le vamos dando pautas de lo que pretendemos: un futbolista moderno. Sabemos que son muy pocos los que llegan y no les mentimos jamás en cuanto a que las posibilidades son pocas. ¿Cómo son las charlas? Por lo general nunca hablamos de fútbol, hablamos sí de las posibilidades que da el fútbol como deporte de equipo, que pasan a formar parte de un colectivo, que pasan a ser uno más y dejan de ser la figura de su club, porque por lo general los que son seleccionados, o bien fueron figuras en el baby fútbol o lo son en su categoría. Ahora pasan a integrar un grupo adonde les va a costar más destacarse. Eso ya es un choque para ellos, se da un plano horizontal de entrada y después se hace una charla bajándoles criterios de comportamiento, de una serie de normas vinculadas a ser futbolista de selección pero, sobre todas las cosas, a ser un niño que se encauce dentro de determinados parámetros para convivir. Puede ser en el liceo, puede ser en el ómnibus, puede ser en su casa y ni hablar en el grupo de selección. ¿Invitan a jugadores de otras categorías a dar charlas? Sí, siempre. Los mayores están siempre a disposición nuestra cuando tienen la posibilidad, además tuvimos la suerte de haber dirigido a muchos de ellos o haber estado en algún momento con ellos en su formación. Mi pasaje tanto por Danubio como por Nacional me da un vínculo muy directo con los jugadores de la mayor. Cualquier cosa que uno les pide para los chiquilines [Sub 15] dejan lo que sea y van. Brindan tanto desde lo material, como guantes, zapatos y esas

cosas, hasta dar una charla o interactuar. Eso para nosotros es un elemento de apoyo importantísimo porque de cien charlas que le podamos dar nosotros, el efecto que les produce una de Diego Lugano, Andrés Scotti, de [Sebastián] Eguren o de [Nicolás] Lodeiro la absorben mucho más. La verdad es que la admiración que tienen por ellos hace que les rinda más que nuestro goteo permanente. Es decir, hay un objetivo de hacerles sentir que están ingresando a un proceso de Selección que va más allá de la categoría. Eso es lo primero. Saben que van a ser parte de un proceso y puede que sean futbolistas o no. Pueden estar en este momento y que no estén en la Sub 17, la Sub 20 y volver en la mayor o que no estén ni en la Sub 15 o Sub 17 y después en la Sub 20 entren. Queremos que en este proceso incorporen hábitos que el futbolista moderno necesita respecto de sus cuidados, su alimentación, su descanso, su mejoramiento intelectual. Una cosa que no se negocia, además del esfuerzo y la actitud, es el estudio. Controlamos el carné, les facilitamos que concurran a clases, a veces dejan de ir a algún entrenamiento porque tienen un parcial. Creemos que el que mejora intelectualmente comprende mejor el juego. Luego se van a enfrentar a determinadas situaciones de juego y por lo general toman mejores resoluciones siempre que tengan un bagaje de conocimientos extra fútbol. Los ayuda en todos los sentidos, porque el fútbol es un deporte que en algunos casos es muy cruel, te puede hacer pasar de un lugar muy humilde a un hotel cinco estrellas sin término medio. Un chiquilín que convocamos por sus condiciones técnicas y viene de un sector socioeconómico bajo, es seleccionado para un viaje y se encuentra que tiene que pasar por un aeropuerto, un hotel cuatro o cinco estrellas y ahí viene un proceso de aprendizaje que va desde cómo utilizar los utensilios para alimentarse hasta para higienizarse en el baño. Todo eso debemos ir atenuándolo para que no sea un shock tan grande, como cuando aparecen cosas materiales que por su destaque futbolístico empiezan a aparecer sin ningún esfuerzo, aunque estamos en la antípoda de eso. Decimos que el que premia es el esfuerzo y queremos hacerle ver eso, entonces ellos se ven beneficiados por la situación de ser destacados en sus clubes y ser convocados a una preselección e

“Una cosa que no se negocia, además del esfuerzo y la actitud, es el estudio. Nosotros controlamos el carné, le facilitamos que puedan concurrir, a veces dejan de ir a algún entrenamiento porque tienen un parcial. Creemos que el que mejora intelectualmente comprende mejor el juego; y se enfrentarán a determinadas situaciones de juego y por lo general tomarán mejores resoluciones siempre que tengan un bagaje de conocimientos extra fútbol”.

inmediatamente aparecen elementos como ropa, zapatos, teléfonos caros, que él se lo gana entre comillas; yo no gastaría de esa manera. Pero bueno, es en la forma que luego los representantes y dirigentes empiezan a apostar a él, cuando lo que yo creo es que se debería apostar a la cabeza y a llenarle la heladera. En cuanto a los representantes hay de todo, es un elemento nuevo en el fútbol que desde hace tiempo se ha instaurado, son necesarios, pero así como hay futbolistas y técnicos buenos y malos, o buenas y malas personas, hay buenos y malos representantes y empresarios que se dedican al fútbol. Hay gente que ha entendido que tutoriarlos es la manera de que crezcan. Tutoriarlos en el sentido que los apoyan para el estudio, los alimentan bien, se preocupan de su crecimiento. Sí le dan lo básico para que se entrenen y viajen pero no los seducen con autos, aunque hay otros que sí; son formas de trabajar. ¿Cómo es el apoyo de la AUF para el equipamiento del Complejo Celeste? ¿Están conformes? Sí. Para lo que es el medio del fútbol uruguayo, el complejo es una isla. Además tiene un crecimiento constante, lento pero permanente respecto a incorporar elementos que hacen a una 9


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mejor tarea y a la formación y confort de los chiquilines.

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O sea, que ahí los chicos ya notan una diferencia significativa. Totalmente. El complejo no tiene lujos y comparado con el de otros equipos de América, no digo de Europa, ¿como lo podría decir para que no suene peyorativo?... es un complejo básico. Es humilde pero satisface las necesidades básicas del cuerpo técnico y jugadores, y se va mejorando constantemente. Se ha mejorando el amueblamiento, los colchones, aire acondicionado en todas las habitaciones. Todo eso es gracias al Maestro y su equipo que permanentemente están tirando para mejorarlo. Nuestro Complejo tiene todo lo básico, no nos podemos quejar, pero comparado con otros no tiene lujos. Es funcional. Para mí hay algunas cosas que mejorar, obviamente, pero estoy conforme con que no tenga lujos, porque además también los jugadores de la mayor, más que nada con el proceso Tabárez, son personas que todo el tiempo están volviendo a sus raíces, entonces el Complejo les da ese contacto con la realidad. Además condice con lo que es el fútbol uruguayo. A veces los clubes dicen que gastamos mucho en el complejo. Uno piensa que Diego Godín viene del Atlético Madrid y capaz que tiene un jacuzzi en su habitación personal y acá las habitaciones son compartidas con un baño común y equipamiento habitual. El Maestro ha impulsado la idea de que los espacios comunes cumplan un rol integrador. Es muy importante hasta la distribución de las mesas en el comedor. Hay una sala de estar en la cual estamos todos, donde a veces interactúan los mayores con los más chicos. Ahí es donde está la mayor virtud y Tabárez es muy visionario en que nos sintamos un todo, tanto los que están almorzando o desayunando, como los que estamos trabajando o estamos sentados, descansando o leyendo. Existe una suerte de núcleo que es fermental, te sentás a conversar con cualquiera, a tomar mate y se da una ida y vuelta permanente a todos los niveles, y esa es una de las cosas que yo rescato más del Complejo: la horizontalidad que se genera en ese ámbito. Para ciertos temas específicos como las adicciones o sexualidad, ¿ustedes recurren a profesionales? Permanentemente. Nos hemos preparado para poder hablar lo básico y general, pero también nos apoyamos en especialistas.

Recurrimos permanentemente porque además el Maestro nos da mucho apoyo en eso. Muchas veces no nos alcanza el calendario para utilizar todos los recursos que se nos ofrecen. La selección logró una pertenencia a nivel de la gente a raíz de los resultados obviamente, porque el fútbol es el resultado también, pero más que nada por esa gran empatía que ha generado la sencillez que tiene la mayor. Nos favorecemos con eso una enormidad porque todo el mundo quiere estar en el Complejo e ir a dar algo; eso ha generado este grupo histórico, que cambió un poco aquello de que veníamos a no ponerle todo a la selección, a esto otro de una causa común, a dar todo y a estar siempre dispuesto para la selección. Ellos sufren mucho cuando hay dificultades o pozos deportivos. Sufren muchísimo cuando la gente se va desaprobándolos, pero son profesionales, están a gran nivel y saben entender a la gente y jamás tendrán una actitud negativa hacia quien los reprueba o no está conforme. Entonces cuando los mayores tienen ese intercambio con ellos son muy llanos y se brindan de corazón, y ni qué hablar de los recursos que están en la sociedad que pueden estar vinculados a las adicciones, a todo un abanico de opciones para la formación de los chicos que es lo que yo más favorezco, porque por ejemplo la UTU se ha revalorizado, hay cantidad de carreras cortas en las que hay cero desempleo, y todo eso lo utilizamos. También trabajan con nosotros dos psicólogas: Elizabeth Gutiérrez y Laura Ferrari. ¿Qué importancia tiene el programa Gol al Futuro en este aspecto a nivel de las formativas en los clubes? Me parece que es una experiencia que habría que multiplicarla, porque realmente para los chicos del fútbol uruguayo que les llega eso es de una ayuda impresionante. Para la población que tenemos dentro del circuito del fútbol, es invalorable el aporte de este

programa en cuanto a recursos técnicos, medicina, podología, odontología. Por Gol al Futuro salió el bachillerato deportivo que está todo vinculado al área del deporte. Ha tenido un desarrollo extra para todos los muchachos que están en el circuito formativo. Me gustaría que tuviera un alcance mayor, para todos los chiquilines que salen del baby fútbol. Es decir, estamos atendiendo a cinco mil gurises, cuando del baby fútbol salen muchísimos más por año, que no quedan dentro del circuito del fútbol y que son los que tenemos que atender, porque de lo contrario los perdemos. Nadie puede asegurar a los doce o trece años que el chiquilín va a ser futbolista. Hay algunos que hoy tienen ciertas dificultades y que uno los ve al año y son otros totalmente, como también están los que a esa edad deslumbraban y después decaen. ¿Cómo se explica que Uruguay, teniendo una población tan baja, genere tantos futbolistas? Si tuviera esa respuesta habría ido a todos los foros internacionales. Es increíble, cada vez que vamos a un evento internacional, enseguida se arrima todo el mundo a preguntar cómo hacemos. Creo que hay un cúmulo de cosas que hacen que sigamos “sacando” futbolistas en la cantidad y calidad que tenemos. Obvio que debe haber algo genético, pero lo primero es que somos el país más futbolero del mundo en números y cantidades: es el deporte nacional. El deporte que le compite está muy lejos en la relación cantidad de población-deportistas. Por ejemplo en Colombia, que ha invertido en programas de desarrollo muy buenos, que es un ejemplo, el ciclismo tiene un poder impresionante en los medios y en la cantidad de gente que lo practica, también el básquetbol y otra cantidad de deportes que compiten con el fútbol. En Uruguay, el deporte que le compite es el básquetbol y está lejísimos de llegar al porcentaje de deportistas que lo practica. En segundo lugar, algunos

Entrenador de la selección Sub 15 de Uruguay, Alejandro Garay nació hace 56 años en Villa Soriano, “en el medio del campo”. Como jugador defendió al Hum de Villa Soriano, al Angus de Fray Bentos, luego Pepe Sasía lo llevó a Cerro, donde estuvo varios años, jugó en Venezuela, tuvo un pasaje muy corto por Colombia; regresó para alistarse en Rampla y se retiró en Cerrito, a los 28 años, por una lesión “bastante grave”. Era volante. Tiene dos hijos: Manuela y Felipe; y dos nietos: Salvador y León. Su madre y alguno de sus once hermanos aún viven en el campo. Dice tener también “una cantidad de hijos adoptivos” que le ha dado el fútbol.


componentes del baby fútbol hacen que pasen determinadas dificultades en su formación que hacen que cuando llegan, no hay quien los supere. Hay un proceso de la formación que es bastante bueno. El uruguayo es trabajador en las formativas, y eso que hay muchas dificultades en la infraestructura. La competencia interna es muy mala, comparada con otros países. Pero acá hay entrenadores que trabajan mucho y bien. ¿Hoy se trabaja con métodos más globales en formativas? Cada vez más. Hay gente que trabaja en forma muy analítica en la técnica, pero a raíz de los tiempos escasos que tenemos a los chiquilines, todo el mundo adopta el método global, porque genera situaciones de juego puntuales la mayor cantidad de veces posible en un espacio y tiempo determinados, y después si detectamos que alguien tiene ciertas dificultades, se le puede plantear el trabajo analítico extra horario, para que lo haga en su casa en el tiempo libre o en el club. Entonces el espacio reducido es una herramienta impresionante, porque además también por el calendario los chiquilines juegan muy poco tiempo al año. La competencia interna es una debilidad frente a la región. El único que se nos parece en algo es Paraguay pero lo subsana jugando igual diez veces entre Cerro Porteño y Olimpia. Acá tenemos dos clásicos por año en séptima y si tienen finales repetirán algunos. Hay todo un tema de violencia que no se ha podido manejar; habría que recurrir a algunas herramientas que no se han utilizado, como copiar lo del básquetbol. Si para que jueguen Peñarol y Nacional hay que hacer todo un despliegue de seguridad, que paguen con puntos o que no compitan, que se los castigue, pero no a los chiquilines, que siempre están de rehenes. Hay países en los que a los partidos no van los grandes. Ya en Argentina mismo juegan los partidos de juveniles y, como los tienen en los complejos lejos de la ciudad, hay muy poca gente. Ni hablar de Brasil: juegan Gremio e Internacional, los partidos son de una intensidad impresionante y sólo público de la sub 19 que sería la cuarta nuestra. Y juegan diez partidos entre ellos. Acá, el chiquilín que juega más partidos, puede jugar 32 al año, que jamás juega todos, porque hay que rotar, hay que hacerlos jugar a todos. Paraguay, que es el que más se asemeja a nosotros, no baja de 45 a 50 partidos. Ni hablar de Colombia, Brasil o Argentina que andan arriba de los 60 al año. El Maestro ahora está peleando para que el

La competencia interna en formativas “es muy mala”, pero “hay entrenadores que trabajan mucho y bien”. (Foto: Andrea López)

piso sea de 40 partidos al año en todo el país y acá queremos hacer cosas para ver si en Montevideo podemos jugar 45 a 50 al año. Porque vamos a jugar contra Chile o Colombia y ellos tienen una cantidad de partidos impresionante en la categoría. Eso es lo que a esa edad los hace crecer. Uno compara dos chiquilines con características y condiciones similares a principio de año y los observa a los seis meses: si uno jugó y el otro no, el primero tiene un desarrollo y un despegue enorme. La responsabilidad es de los grandes que tenemos que garantizar que jueguen todos. ¿Cuál es el nivel de preocupación de los entrenadores, sobre todo de la selección, por los resultados? ¿Hay más preocupación por los resultados o por la formación? Los clubes que están por encima del resultado ya tienen una marca en el orillo. No voy a dar nombres, pero hay un club en particular para el cual, si salen campeones mejor, pero ellos tienen una línea de formación. Hay otros clubes a los que sí los condiciona el resultado. En la selección, en mi primera etapa, cuando entré, el resultado y ganar me presionaba mucho. Cuando empezamos a tener una relación mucho más cercana con el Maestro, a mí el resultado me afecta, porque como uruguayo me gusta ganar siempre, pero me he dado cuenta de que, en algunos casos, perder me ha mejorado, me ha puesto ante el desafío de querer capacitarme más o de buscar otras alternativas. Eso es gracias a la línea que transmite el Maestro: si ganamos mejor, pero él quiere sacar chiquilines responsables, como pasa con algunos grupos que van a un hotel y te llaman de la gerencia y uno piensa que es porque rompieron o se llevaron algo y es para felicitarte por lo bien que se portaron. Y

además juegan bien. La selección mayor se va a ir nutriendo de esa camada de gurises. ¿Cómo reaccionan los niños ante la adversidad y ustedes qué les dicen? Nosotros entendemos el juego fútbol como la posibilidad de expresarnos al máximo nivel físico, intelectual y técnico dentro de un período determinado. Yo puedo modificar la realidad si estoy dentro de la cancha y autorizado a jugar, es decir, si el técnico me puso y si el juez no me echó. Hemos bajado el nivel de las expulsiones a un mínimo en todas las selecciones y no se pierde la ambición de ganar: para nada. Si hay que poner algo más, el uruguayo lo pone. Se ha instaurado una forma de jugar respetando al rival y al reglamento y a veces hay que tener muchísimo cuidado al manejar eso. El fair play es muy lindo, pero la copa es mejor. La gloria es de los ganadores. Pero, el que llega a la final no deja de ser exitoso. Lo que decía [Alejandro] Sabella cuando el vicecampeonato mundial, lo hemos hablado tanto con el Maestro, con [Juan] Verzeri: llegar a la final o a un cuarto puesto es un mérito. Los niños hacen lo que hace un niño normal: lloran y se amargan un buen rato y después están jugando. Los mayores tienen otro proceso, hay otra cantidad de elementos en juego. Empieza a pesar lo económico, lo que se pierden. Para Garay “un niño es una cosa muy seria”. Recuerda a su esposa, fallecida, especializada en preescolares, que siempre le decía: “El juego de los niños es algo muy serio como para que los grandes pretendan imponerlo”. Y el entrenador concluye: “Nuestra categoría tiene todavía mucho de juego de niños, de lúdico, de dejar expresar”. _Diego Graziosi / Pedro Cribari 11


EMILIANO ALFARO

De Roma a la Cuchilla

túnel ENE-FEB 2015

Foto: Andrea López

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Emiliano Alfaro pica en diagonal en busca de un pase profundo que fue a parar justo a espaldas de los zagueros de Torque, en medio de una llovizna intensa y permanente. La pelota, como tantas otras veces, cae en sus pies, pronta para recibir el último golpe que la deposite en la red. El goleador logra puntearla por encima del arquero y la mira de reojo, mientras ella se traslada, mansamente, hacia la red, haciendo infructuoso el intento de uno de los zagueros que trata de evitar el primer gol. Corrían 37 minutos del primer tiempo del partido entre Torque y Liverpool, que significó el reencuentro de Alfaro con el gol y con su gente. Cerca de 400 hinchas de Liverpool se trasladaron esa lluviosa tarde de setiembre al Estadio Juan Antonio Lavalleja, de Trinidad (Flores), para ver el debut de su equipo en la Segunda División Profesional, en busca de un pronto retorno a Primera.

Alfaro tiene 26 años y tras recorrer por algún tiempo las canchas de Argentina, Italia y Emiratos Árabes Unidos, decidió pegar la vuelta a Uruguay y a su querido Liverpool, el cuadro que lo lanzó a la fama y que le permitió pegar el salto al fútbol internacional. No era un buen año para el conjunto negriazul, pero el regreso del “Emi” permitió matizar un poco la tristeza que causó el descenso deportivo. Por eso no extrañó a nadie que cuando Alfaro fue sustituido, a los 77 minutos del partido, una ovación lo despidiera de pie. Era parte del reconocimiento de la hinchada de Liverpool a uno de sus ídolos contemporáneos, al botija que pegó la vuelta en el peor momento de la institución y que, con fútbol y goles, quiere devolver el club a la categoría principal. De Treinta y Tres a Montevideo Su primer contacto con el fútbol de la capital fue en 2004, cuando tenía 16 años. Jugaba en la selección juvenil de Treinta y Tres, y fue citado por el técnico Gustavo Ferrín para integrar la selección uruguaya Sub 17, que se preparaba para disputar el Sudamericano en Venezuela. Cuando se enteró de la noticia pensó que se había sacado el Cinco de Oro. “Cualquier niño que patea una pelota sueña, en algún momento, poder

llegar a la selección, y para nosotros, en el interior, es un sueño que se ve lejos”, recuerda Alfaro, sentado en el living de su casa, donde recibió a TÚNEL. Su rendimiento en esos campus de entrenamiento comenzó a despertar el interés de varios clubes de Montevideo. Alguno de ellos ya había intentado adquirir su ficha, pero se encontraron con la negativa de la familia. “En mi casa se priorizaba el estudio y venirme para Montevideo implicaba relegar, al menos por un tiempo, un montón de cosas, sobre todo por la adaptación que significa llegar del interior a la capital; por un motivo o por otro se fue dejando para después”, cuenta. Su presencia en la Sub 17 hizo que los tiempos se aceleraran. Entre las ofertas eligió la de Liverpool, una institución que cumplía con las condiciones para potenciar su carrera deportiva, sin perder de vista su formación como persona; un equipo menor que apostaba a la formación de juveniles como parte de un proyecto a largo plazo, pero que también brindaba facilidades para continuar los estudios. Además, el club tenía gente preparada para contener y apoyar a los adolescentes del interior que padecían el desarraigo y extrañaban a sus familias. “Para un niño, un adolescente, de quince o dieciséis años venirse del interior es todo un tema, porque tus amigos se quedan allá, venís a estar solo


en Montevideo, y si bien son pocos kilómetros en distancia, no podés ir siempre. Es como estar en otro país. Estar en Liverpool me dio ciertas facilidades que hicieron que la adaptación fuera más fácil”. “Nos trataban de una manera especial, sabían que éramos gurises de afuera y que necesitábamos la contención futbolística, pero también la contención familiar, porque estábamos solos y era difícil”, expresa Alfaro. El proceso de adaptación fue más rápido de lo habitual, ya que no sólo contaba con la experiencia de la selección juvenil, sino que, junto a otro joven con grandes condiciones, Elías Ricardo Figueroa, llegó directo al equipo profesional. “A veces bajábamos a jugar en Tercera o algún partido en Cuarta, pero muy poco. Primero debutó él, después yo, y empezamos a seguir fijos en Primera División”, cuenta. Su debut se produjo a los pocos meses de llegar, con sólo 17 años. Fue en el estadio de Belvedere, frente a Miramar Misiones. “Perdíamos 1-0 y terminamos ganando 2-1”, recuerda.

El pase al exterior En Liverpool, Alfaro se hizo amigo de la red. Convirtió más de 40 goles oficiales y su nombre comenzó a sonar en algunos de los mercados más poderosos del mundo, hasta que en 2010 se le abrieron las puertas del fútbol argentino. Su destino fue San Lorenzo de Almagro. Posteriormente, jugó en Italia (Lazio) y Emiratos Árabes Unidos (Al Wasl Football Club). “Fueron experiencias distintas, desde todo punto de vista; cada una de ellas me dejó enseñanzas”, explica Alfaro. “A San Lorenzo me fui con la expectativa de ser campeón, en el auge de mi carrera porque había ‘explotado’ en Uruguay. Me llevó el Cholo [Diego] Simeone. Llegamos y nos encontramos con un montón de dificultades, no podíamos ganar, fue un año difícil, pero me sirvió como experiencia”, narra. Cuando terminó el préstamo a San Lorenzo debió volver a Liverpool. Su objetivo de consolidarse en el exterior no se había concretado, pero decidió “no bajar los brazos” y redoblar el esfuerzo para “salir de vuelta, ahora sí en forma definitiva”.

De regreso a Liverpool, luego de haber llevado sus goles a San Lorenzo, Lazio y Al Wasl de Arabia. (Foto: Leonidas Martínez)

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Su destino fue la Lazio. “Me encontré con un equipo grande de Italia, competitivo en todos los sentidos, donde no podés regalar nada, porque hay veinte en tu posición. Entre ellos [estaba el delantero alemán Miroslav] Klose, goleador histórico de los mundiales, un tipo ejemplar”. Consciente de que no tendría los minutos suficientes para continuar con su desarrollo personal como futbolista consideró que lo mejor era buscar posibilidades de jugar en otro mercado, y se le abrió la chance en un lugar desconocido: Emiratos Árabes Unidos. “No sabía cómo era, porque en Uruguay no tenemos mucho conocimiento de cómo son las cosas allí. Me informé y decidí ir, porque Juan Manuel Olivera y el Canguro [Richard] Porta me dieron para adelante, me dijeron que era un fútbol que estaba creciendo.

Fui, me fue bien, tuve la suerte de jugar todos los partidos y de hacer goles, fue una experiencia bárbara que me dejó enseñanzas no sólo positivas, sino también de las otras, y que a nivel cultural me hizo aprender un montón de cosas”. En el país asiático estuvo un año, tras lo cual volvió a la Lazio, donde sufrió una lesión en su rodilla. Ahí comenzó a pensar en pegar la vuelta.

Más allá de su vínculo

De Roma a Belvedere

todo, esto es trabajo y

Con 26 años estaba convencido de que debía jugar y que en Lazio no tendría las oportunidades que pretendía. No sólo por el nivel de los jugadores con los que competía, sino porque retornar de una lesión hacía más difícil lograr su objetivo. Desde Montevideo las noticias tampoco eran buenas: después de varios años y pese a ser considerado un

mañana no se sabe lo que

La Celeste ¿Tenés una deuda personal con la selección? ¿Te hubiera gustado estar más tiempo en el plantel? Sí, claro, me gustaría estar hoy mismo. Pero es difícil por el nivel de los delanteros de la selección que es impresionante a nivel mundial. Hoy decís “Uruguay” y te dicen “Suárez” o “Cavani” en cualquier parte del mundo. Los delanteros que están son jugadores de gran nivel. Si bien puede haber alguna posibilidad de recambio, reconozco que hoy es algo muy difícil, más jugando en Segunda División. Es algo que veo lejos, pero el fútbol es dinámico y hoy podés estar en una situación complicada y mañana estar de vuelta arriba, y quién te dice no tener nuevamente la posibilidad de estar. Es difícil, pero la situación puede cambiar en cualquier momento y las puertas se pueden abrir.

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¿Qué te dejó tu experiencia con la selección uruguaya? Muchísimas cosas. Estar en ese grupo fue espectacular, porque ha logrado muchas cosas. Es un grupo como cualquiera de trabajo, que me abrió las puertas desde el primer momento. Si bien en mi caso hice todo el proceso, sudamericanos Sub 17, Sub 20 y mundiales de las dos categorías, llegar a la selección mayor fue alcanzar una meta que tenía planteada. Pero con eso no me puedo quedar, trato de seguir pensando que puede haber una posibilidad. Me dejó una experiencia de vida y futbolística espectacular el compartir cosas con un grupo que ha conseguido cosas importantes para el fútbol uruguayo, y traté de aprovecharlo al máximo en todos los sentidos.

con Liverpool, Alfaro no descarta la posibilidad de jugar en otros equipos uruguayos: “No cierro las puertas a nada, porque si bien uno respeta mucho

puede pasar”.

club modelo, Liverpool descendió a la Segunda División. Fue entonces que comenzó a manejar la idea del retorno, con dos objetivos: ayudar al club en un momento complicado y jugar en un equipo en donde estuviera “tranquilo” tanto a nivel deportivo como personal para volver a sentirse futbolista. La negociación cristalizó y Alfaro fue cedido a préstamo por un año (hasta junio de 2015) al negriazul. El cambio fue importante. Pasó del fútbol profesional italiano a la Segunda División uruguaya, con todo lo que implica a nivel de infraestructura y económico. “Es una decisión que tomé sabiendo qué iba a pasar”, dice, aunque afirma que el fútbol uruguayo no cambió mucho desde que le tocó debutar. “Se ha mantenido estable desde hace muchos años, aunque se ha profesionalizado en algunas cosas. Sigue habiendo la misma tendencia: los jugadores que debutan jóvenes se van al exterior y vuelven los más veteranos ya con la carrera hecha. Quizás ha

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cambiado un poco el enfoque del vestuario. Cuando debuté, hace diez años, éramos dos o tres juveniles y el resto era gente grande, hoy te ponés a ver un vestuario y la mayoría son juveniles y dos o tres grandes. Desde esa perspectiva ha cambiado”, dice Alfaro. Más allá de eso, y su experiencia internacional, Alfaro no se considera un referente. “Me siento como un compañero que está para sumar desde la experiencia que tengo y de lo que me ha tocado vivir, y también desde el día a día. Uno puede tener mucha experiencia pero si en el día a día no te volcás a dar el ejemplo no sirve de nada. Siento que para la edad que tengo he recorrido un camino que me da un poco de experiencia, pero con eso no basta”. “Día a día hay que demostrar que querés seguir adelante y con eso se da el ejemplo. Siempre traté de hacerlo, no sólo ahora, cuando tenía 16, 17 años ya sabía que el único camino para lograr un objetivo era el trabajo. Está un poco trillado pero es real: el trabajo, la constancia y un montón de cosas hacen que a la larga los frutos se vean. Eso hay que mantenerlo en todo momento”,

“A San Lorenzo fui con la expectativa de ser campeón, en el auge de mi carrera, […] me llevó el Cholo Simeone. Encontramos un montón de dificultades, no podíamos ganar, fue un año difícil, pero me sirvió como experiencia”.

señala Alfaro, que por ahora no quiere pensar mucho en el futuro, sino que se dedica al presente. Ese presente que hoy es Liverpool, el equipo al que volvió para sentirse jugador de fútbol y lograr el ascenso, ese que está cerca. _ Mauricio Pérez

“Cuando debuté éramos dos o tres juveniles y el resto gente grande, hoy la mayoría son juveniles y dos o tres grandes”. (Foto: Andrea López)

“Me siento hincha de Liverpool” ¿Qué implica pasar de un fútbol súper profesional como el italiano a jugar en la Segunda División de Uruguay? Es un cambio enorme, está clarísimo: en materia de infraestructura, en la parte económica. En Uruguay encuentro cosas que en el exterior no, y a veces hay que poner en la balanza determinado tipo de situaciones para analizar qué es lo conveniente. Uno de tus objetivos al regresar a Liverpool era volver a sentirte futbolista. ¿Se cumplió ese objetivo? Sí, porque tengo la posibilidad de formar parte de un equipo, que es lo que siempre he querido. Si me quedaba en la Lazio iba a estar relegado en cuanto a posibilidades de jugar y por más que estés en Europa, si no jugás, la cabeza te empieza a trabajar de otra manera, más viniendo de una lesión de un tiempo, como era mi caso. Hoy estoy jugando, estoy teniendo continuidad, a nivel grupal estamos consiguiendo cosas importantes, y eso ayuda para que lo personal resalte un poco más. ¿Te sentís ídolo en Liverpool? No sé si me siento ídolo, pero sé que la gente está muy agradecida. Desde antes que me fuera al exterior, siempre me demostraron mucho cariño y agradecimiento, y eso es recíproco. Al haber vuelto en una situación como esta la gente lo agradece y me lo demuestra, no sólo en los partidos, sino también día a día, en las redes sociales. ¿Sos hincha de Liverpool? Como todo niño del interior es muy difícil ser hincha de un equipo menor o que tu padre sea hincha de un equipo menor

y te lo inculque. Llegué a Liverpool con 16 años y viví de todo: me trataron como en mi casa desde el principio, me dieron la oportunidad, me tocó debutar, clasificamos a la Copa Sudamericana por primera vez en la historia, después a la Libertadores. Hay un montón de factores que hicieron que me fuera metiendo cada vez más en lo que es Liverpool. Me considero hincha, pero tampoco me gusta “vender humo” y decir “soy hincha de Liverpool”. Todo este tiempo y las cosas vividas me han hecho sentir un cariño grande por el club. Ser hincha capaz que implica otra cosa. Me siento hincha de Liverpool, pero no me gusta ir diciéndolo por ahí, porque se puede interpretar mal, pero cuando estoy en el exterior y juega Liverpool quiero que gane, y cuando descendió me dolió en forma impresionante. Obviamente, soy un profesional y esto es un trabajo, pero el respeto por la institución que te abrió las puertas y donde te ha tocado vivir tantas cosas durante tu vida, no va a faltar nunca. Con el tiempo, y hoy, en otra etapa de mi carrera, te digo que me considero hincha de Liverpool. Cuando llegaste de Treinta y Tres a la selección Sub 17, ¿pensaste en algún momento que podías alcanzar lo que lograste hasta ahora en tu carrera? Yo soñaba con jugar al fútbol, con llegar a Primera División, jugar en la selección mayor. No sé si me veía realmente ahí, pero lo soñaba. En el momento en que llegué a Montevideo, me puse como objetivo cosas a futuro, objetivos cortos, pero pensando en cosas a largo plazo y las fui cumpliendo, por suerte se fueron dando.

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Valentín, nuestro guía, junto a su amigo Gonzalo. (Foto: Andrés Cribari)


Fútbol e identidad

Viaje al corazón del Cerro El director no lo citó en una redacción o un boliche, como se estila, sino que se encontraron en un estadio de fútbol, durante un partido. Mientras distraídamente miraba evolucionar a los jugadores sobre el terreno, el periodista se entusiasmaba con la propuesta del otro: escribir acerca del clásico del Cerro enfocando el asunto desde el punto de El árbitro dio el pitazo final y, al retirarse, se cruzaron con un conocido del director, quien –refiriéndose al encuentro que el cuadro de sus amores acababa de perder– le comentó: “¿Viste que no tenemos conexión entre las líneas? Así no le ganamos a nadie”, señalando a su compañero de charla, el interpelado le respondió: “No sé, no me di cuenta porque estaba hablando con él”. Tampoco el periodista se había fijado en el detalle. Desde hacía rato tenía la mente ocupada en imaginar cómo escribiría el reportaje. El guía Para desembarcar en una territorio desconocido, nada mejor que tener un lugareño para conducir al visitante. Valentín nació en Francia, en una familia de exiliados que huyeron de la dictadura (1973-1985). Sin embargo, desde la más tierna infancia supo de la existencia del equipo de fútbol que, según le contaba su papá, existía al otro lado del océano, en una ciudad que ni siquiera podía imaginarse –Montevideo– y en un barrio ignoto: el Cerro. Así las cosas, uno de sus primeros y más preciados recuerdos es el de aquel día en que, al cumplir cinco años, su padre le regaló la camiseta de Rampla. Cuando, tras la restauración democrática, retornaron a Uruguay, sus padres y él –que por entonces tenía ocho años– se instalaron en la calle Perú. Por ese mismo tiempo, su viejo lo llevaba todos los fines de semana a ver al equipo rojo y verde; así empezaba a tejerse en su corazón lo que, con el transcurso del tiempo, se transformaría en pasión.

vista de la construcción de la identidad. La conversación duró tanto como el juego. A lo largo de la charla, para ilustrarlo, el director le fue desgranando una serie de anécdotas relativas a las hazañas deportivas de ambas instituciones: las giras europeas, los cracks que brillaron en ellas, los lugares emblemáticos en los que se reunían sus hinchas.

A los veintitantos, presa de la nostalgia, volvió de vacaciones a Francia y, casi sin proponérselo, terminó por quedarse allí más de una década. A pesar de la distancia, no sólo siguió a su equipo en las buenas y en las malas, sino que también se transformó en un conocedor de su rica historia. Hace unos meses regresó a Uruguay y, en breve, espera con ansiedad vivir otra vez ese momento mágico por el que lleva esperando tanto tiempo: el clásico de la Villa. He aquí una breve semblanza del hombre joven que una esplendorosa mañana de setiembre, mate en ristre, aguarda al periodista sentado en los escalones del Teatro Florencio Sánchez. Su misión: llevarlo a recorrer el Cerro. La mejor vista Caminan por la calle Grecia hasta la esquina de Inglaterra. A una cuadra, en dirección al mar, está el Olímpico. Mientras se dirigen al escenario de innúmeras batallas futboleras, Valentín comenta con indisimulado orgullo: “Según una revista deportiva que hizo un relevamiento a nivel mundial sobre el tema, Rampla tiene uno de los estadios con mejor vista desde sus tribunas”. La espléndida postal de la bahía de Montevideo ante los ojos de ambos no lo desmiente. Decanato polémico Pasan frente al varadero: un muelle y varios barquitos puestos en seco, algunos

con el casco picado por la viruela del herrumbre, que parecen asomarse al estadio contiguo. Con el brazo extendido hacia la orilla opuesta de la bahía, Valentín traza una imaginaria línea recta. “Antes, había una lancha que hacía el viaje de allá hasta acá. Y los días de partido, venía llena de hinchas; porque Rampla se fundó en la Aduana y después se mudó para este lado. Por eso, los de Cerro, aunque se creó después, dicen que el verdadero club del barrio es el de ellos, ya que nació acá. Pero nosotros cumplimos cien años, de los cuales hace más de noventa que estamos en el barrio. Además, si te fijás, en el escudo de ellos no hay ninguna imagen de este lugar y el de Rampla tiene la fortaleza”, le cuenta. Al periodista lo sorprende el detalle. Empero, su asombro crece un punto cuando su cicerone, dando muestras de una ecuanimidad que no se ve en los fanáticos irracionales, matiza: “A lo que ellos responden que es cierto, pero que está vista desde la Aduana”. Al reemprender la marcha, todavía están riéndose. Las ratas de los sábados A su izquierda, tienen el edificio del liceo 11. El guía le cuenta: “Yo estudié allí”. Y detrás de esta información sumaria viene la anécdota. “Cuando estábamos en la B y nos tocaba jugar acá los sábados, los gurises de Rampla subíamos a la planta alta del liceo para mirar el partido desde ahí. A veces, directamente nos fugábamos y, saltando a través del embarcadero, nos colábamos a la cancha. Los de Cerro, para 17


“Antes era muy diferente, podíamos sentarnos juntos en la misma tribuna. Eso hoy es imposible”. primero, una multitud de obreros cuesta abajo por el cerro hacia la entrada y, un momento después, otra cantidad de gente subiendo, como hormigas entrando y saliendo de un hormiguero”, rememora quien conduce al periodista. Al conjuro de estas palabras, a este último, que mira al oeste, le parece ver aquellas hileras infinitas de fantasmas vueltos de un mundo desaparecido. Picapiedras y cangrejos

Una pizzería “clásica” en Grecia e Inglaterra. (Foto: Luis Morales)

llevarnos la contra, también se instalaban allá arriba y si, por desgracia, nos hacían un gol o perdíamos, ellos festejaban como si estuvieran en la tribuna”. La historia a cada paso

Panorama desde lo alto Están frente a la entrada al memorial. “Si seguís por ese camino, te encontrás con una cancha. Ahí, los sábados de tarde, juegan picados los veteranos de Rampla”,

Otros clásicos barriales Ahora le señala un terraplén que, a espaldas del busto del Che Guevara, empieza a quedar rodeado por una marejada de casitas humildes que trepa por la pendiente bajo la mirada insomne del ojo único del faro de la fortaleza. “Ahí está la famosa cancha de La Terraza. El otro clásico del barrio siempre fue entre este club y el Centroamérica. En los tiempos de antes, para jugarlos, dice mi viejo, había que ser guapo, porque eran de hacha y tiza”. “¿Ves aquel techo rojo y verde, allá, casi al llegar al agua?”, interroga. El periodista asiente. “Es el del gimnasio del club Verdirrojo. Obviamente, está asociado a Rampla. Durante mucho tiempo, el clásico del fútbol tenía su correlativo en básquetbol entre Verdirrojo y Barrio Obrero, que era el club de

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En el Cerro, alcanza con tender la vista hacia casi cualquier sitio para ver los vestigios de algún período importante de la historia de Uruguay. Están parados bajo la protectora sombra de los añosos eucaliptos de la rambla que, bordeando la medialuna de arena de la playa, va desde el club de pesca hasta la entrada al Memorial de los Desaparecidos. Al fondo, al pie de la elevación que corona la fortaleza, como si de la osamenta de un animal prehistórico se tratase, se aprecia el esqueleto del que otrora fuera uno de los frigoríficos más grandes de los que se instalaron en el barrio y marcaron su idiosincrasia: el Swift. “En la época de gloria de la industria de la carne –me contaba mi padre–, a la hora del cambio de turno, se veía,

“¿Cómo les dicen a ustedes los de Cerro?”. Valentín, con una sonrisa de niño pícaro, responde: “¡Ah!, ‘friyis’ y ‘picapiedras’ son los apodos más frecuentes”. “¿Y por qué?”, vuelve a la carga el periodista. “‘Friyis’ viene de la época de los frigoríficos, porque casi todos los de Rampla trabajaban en la industria de la carne. Ahora sólo los muy veteranos usan ese término”. “¿Y lo de ‘picapiedras’ tiene algo que ver con los dibujitos animados?”. “En realidad –ilustra el cicerone– lo que sucede es que en los años veinte, el dueño del varadero, un inglés de apellido Miller, donó el terreno lindero, donde se construyó el Olímpico, que antes se llamaba Parque Nelson en honor al almirante británico. Como la costa era rocosa, hubo que picar toda esa piedra para hacer la cancha y la tribuna. Y los hinchas de Rampla iban a colaborar con la tarea, que duró un tiempo largo”. “Tomá… ¿Y ustedes a ellos, cómo los llaman?”. “‘Cangrejos’, porque el Tróccoli se hizo encima de un cangrejal que había donde ahora está el estadio”.

explica Valentín, mirando en dirección a Santa Catalina. Luego, levanta la vista hacia la ladera tapizada de árboles que se empina hasta las blancas paredes de la fortaleza y le cuenta: “A mí me gusta preparar el mate y caminar por allí, para despejarme”. “¿Vamos?”, propone el periodista. Cuando llegan a la cima, con el corazón galopándoles en el pecho, se detienen y, tras recuperar el aliento, con la panorámica que desde allí se aprecia como un mapa en tres dimensiones desplegado ante ellos, el guía explica: “La mayoría de la hinchada de Rampla proviene del casco viejo del barrio, que se encuentra contra la bahía. De la curva para allá, todo es de Cerro; y en Cerro Norte, Casabó, Santa Catalina y los nuevos barrios que surgieron hacia el oeste y crecieron mucho desde que yo era chico hasta ahora, también. Pero nosotros compensamos el número porque tenemos hinchas por todo Montevideo”.

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los hinchas de Cerro. Y cuando este desapareció, algunos ‘cangrejos de alma’ pero que al mismo tiempo eran fanáticos del básquetbol y no podían vivir sin algún cuadro al que alentar, se pasaron a Verdirrojo, sin dejar de ser de Cerro”. El hombre de la prensa se queda pensando en esa hermosa paradoja. Obreros del fútbol “Allá está el puente sobre el Pantanoso”, lo saca de sus cavilaciones la voz de Valentín. “Ah, sí”, reacciona. “Me contó mi viejo que antes, en la época de las grandes luchas obreras, a la línea imaginaria que pasa por allí le llamaban ‘el paralelo 38’, haciendo referencia a la zona desmilitarizada que separó a las dos Coreas tras la guerra de los años cincuenta. En aquel tiempo, muchas veces las huelgas terminaban con la Policía queriendo entrar al Cerro, incluso con tanquetas, pero los sindicalistas la paraban con barricadas sobre el puente. Y esa identidad obrera y luchadora del barrio se reflejaba en el fútbol. Por ejemplo, en una de las huelgas grandes de la Federación de la Carne, creo que en el 69, la Mutual, a pedido de algunos de los grandes jugadores de entonces –te estoy hablando, por ejemplo, del Peta Ubiña y el Pepe Sasía–, organizó un amistoso a beneficio de los sindicalistas en conflicto”. Grafitis, jugadores y árbitros Mientras descienden rumbo a la parada del ómnibus, el periodista toma nota de un detalle: en muchas paredes aparecen grafitis de Rampla o de Cerro. “Cuando alguien de un cuadro pinta uno; no tarda demasiado en aparecer otro del rival al lado o enfrente”, le explica Valentín. Desde una esquina señala una casa: “Ahí vive Juan Martín Mujica. Pero del barrio han salido jugadores de la talla de Jorge Manicera, William Martínez, Miguel de Britos, el Loco Juan Pintos, el Beto Gil, Juan Carlos Borteiro... Cracks que hicieron historia, tanto en Cerro como en Rampla, en los grandes y hasta en la selección… También hubo varios árbitros: José Luis Martínez Bazán, Eduardo Dluzniewski, Julio Matto, José Luis da Rosa... Algunos eran hinchas de Cerro y otros de Rampla, pero hay que decir que ninguno de ellos perjudicó o favoreció jamás a uno u otro”.

La previa en el Tito Borjas, entre truco y copas. (Foto: Andrés Cribari)

Del Cerro han salido jugadores de la talla de Jorge Manicera, William Martínez, Miguel de Britos, el Loco Juan Pintos, el Beto Gil, Juan Carlos Borteiro... Cracks que

beben. En los ojos de todos ellos, que no pierden detalle de los movimientos de los afuereños, se encienden chispas de desconfianza. Por suerte, en ese momento aparece Valentín (al que la totalidad de los presentes conoce de chico y, pese a ser de Rampla, lo aceptan como a uno de ellos). Entonces, la hostilidad se disuelve en la curiosidad que genera la idea de la nota que les cuentan los extraños.

hicieron historia, tanto

Un referente

en Cerro como en Rampla,

El cantinero, a quien todos llaman “Armenio” y tiene tatuado un escudo de Cerro en el brazo derecho, les sirve unas copas. Del otro lado del mostrador, un hombre de mediana edad empina un vaso de cerveza y, luego de hacer fondo blanco, lanza su grito de guerra: “¡Cerro, Cerro, viejas locas!”. Mientras el resto celebra la ocurrencia, Valentín comenta por lo bajo: “Es el Polvorita, un referente de la hinchada”.

en los grandes y hasta en la selección… También hubo varios árbitros: José Luis Martínez Bazán, Julio Matto, José Luis da Rosa…

La previa en el Tito Borjas

Charla con el presidente

Llegó el gran día, en unas horas se disputa el clásico de la Villa. Poco después del mediodía, el periodista y el fotógrafo desembarcan frente al Tito Borjas. En la vereda de enfrente, junto a un medio tanque recién apagado, varios hinchas hacen tiempo charlando. Custodiados por la mirada de pocos amigos de los locatarios, los forasteros cruzan hasta la puerta del club. Se asoman. En el interior, en torno al verde perfecto de una mesa de billar, cuatro parroquianos juegan al casín; un poco más allá, dos parejas de veteranos están enzarzadas en una partida de truco; junto a la barra, unos cuantos hombres

Se acerca un señor calvo. El cicerone lo presenta: “El Pelado, Roberto Díaz”. Este los invita a salir, porque en la calle los espera el presidente de Cerro, Miguel Panosian, que acaba de llegar. Luego de los saludos de rigor, el periodista va al grano: “Comparados con los de los tiempos de su juventud, ¿cómo se viven los clásicos ahora?”. “Antes era muy diferente, podíamos sentarnos juntos en la misma tribuna. Eso hoy es imposible”, contesta con un tono de reflexiva añoranza el otro. “Dentro de poco me retiro, porque el fútbol me afecta la salud”, agrega. “No me diga”, se extraña el periodista. “Cada partido es una amenaza 19


Los muros también se identifican con los equipos de la Villa.

El grito de los hinchas en las paredes. (Fotos: Luis Morales)

Tróccoli, comenta: “¡Qué belleza!”. El presidente asiente con la cabeza y, con aire de admiración, le cuenta: “Hace un tiempo nos ofrecieron comprarlo. ¡Querían cortarlo y llevárselo entero! Pero no está en venta”.

“Rampla se fundó en la Aduana, por eso los de Cerro dicen que el verdadero club del barrio es el de ellos. Rampla cumplió cien años, de los cuales hace más de noventa que está en el barrio. Además, si te fijás, en el escudo de Cerro no hay ninguna imagen de este lugar y el de Rampla tiene la fortaleza”.

Como debe ser de infarto… imagínese hoy”, concluye Panosian. Ahora les muestra un libro sobre Cerro, ilustrado con muchas fotos. En una página aparece el Tróccoli en todo su esplendor. “El estadio se inauguró en 1964, con un partido contra River argentino. Les ganamos 5 a 2. En River jugaron, por ejemplo, Amadeo Carrizo, al que suplantó el Loco Gatti; Roberto Matosas, Luis Cubilla, Ermindo Onega y Luis Artime… En Cerro, Troche,

Miguel de Britos, Cortés, Espárrago…”, reseña el presidente. “Ese año Rampla fue vicecampeón uruguayo”, tercia Valentín, zumbón. “Y nosotros veníamos de perder aquella final del sesenta con Peñarol”, no se achica el otro, para concluir, contemporizador: “En aquel tiempo decir Cerro o Rampla era como decir Peñarol y Nacional”. El periodista, que al pasar de las páginas ha visto una foto del mural que hizo Leopoldo Nóvoa en el exterior del

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Se han hecho las cuatro y media de la tarde. Los últimos parroquianos abandonan el bar. El Pelado se despide: “Voy a bañarme y vestirme prolijo para ver mi cuadro, ¡como debe ser!”, informa antes de marcharse. Amigos Mientras caminan hacia la casa de Valentín, se cruzan con media docena de vecinos: “¿Vas?”. “Claro”. Se repite el

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breve diálogo. Después que pasan, el guía los pone en antecedentes: “Ese es de Cerro, aquel de Rampla…”. Cuando llegan a su casa, de la vivienda de enfrente se asoma un hombre joven con la camiseta de Cerro. “Es Gonzalo, mi amigo de la infancia”, explica Valentín. El otro cruza y, entre chanza y chanza, deciden sacarse una foto juntos, cada cual con la casaca de su club. Al retirarse Gonzalo, el dueño de casa les cuenta: “Cuando éramos chicos, un día que nos ganaron, vino a babosearme y lo eché de casa. Nunca había sufrido tanto… A los pocos días, mi padre solucionó el asunto comprándome un banderín de Cerro en el que me hizo escribirle unas palabras sobre nuestra amistad”. Los otros hinchas Llegan temprano al Olímpico. Han ido por Turquía, porque los de Cerro entran por la parte de arriba. Tienen tiempo. Valentín, que se ha puesto la camiseta de Rampla y una campera por encima, propone: “Vamos hasta la esquina a ver cómo está la cosa”. Nada más llegar a Grecia, un joven vestido de negro se les viene encima y, tras gritarle un insulto irreproducible, le espeta a Valentín: “¿Estás buscando la reacción?”. Los de la prensa y su guía piensan que se trata de un ex compañero de este último que le gasta una broma. Pero cuando otros dos o tres energúmenos se vuelven hacia ellos con gesto amenazante, deciden que ha llegado la hora de retirarse. Mientras apresuran sus pasos de vuelta al estadio, el periodista echa una última mirada por Grecia hacia México, por donde baja una multitud albiceleste. Como un grito mudo que quiere advertirles que otra forma de vivir el fútbol es posible, en lo alto de una pared ve el cartel de la pizzería llamada RamCer. A la hora señalada “¡Pi-ca-piedra! ¡Pi-ca-piedra!”, ruge una tribuna; “¡Cerro, Cerro!”, le contesta la de enfrente. Nubes de papel picado, estruendo de petardos, banderas al viento, serpentinas, bengalas encendidas. El juez pita. La pelota rueda. Vuelve a palpitar el corazón futbolero del Cerro. _Luis Morales

Los dos amores

_Andrés Berterreche

Ya la primera vez que la vio quedó prendado de su belleza. Lo recordaría el resto de su vida. Era un 6 de enero, luminoso, había salido con todo su orgullo a mostrarle al barrio el equipo completo: camiseta albiceleste, pantalón y medias negras, y hasta aquellos championes con tapones venidos de contrabando desde el Chuy. Era a comienzos de los setenta, Cerro lucía aquel equipo que recordaría siempre, con la habilidad de Jorge Laclau, la presencia de José Gervasio Gómez, la garra del Bolita Arispe, el Sandía Kenez, Juan Vicente Morales, la velocidad del Felipe Galarraga, entre otros. Algunos de ellos campeones con el Defensor del 76. La camiseta tenía pintado el 10 con drypen y él se paraba como un crack saludando a todos los vecinos que le gritaban haciendo referencia a un tal Pintos que él no llegó a conocer. Por eso y porque quedó impactado por esos mechones rubios que el viento tibio de enero hacía jugar como los flecos de una cometa no reparó en la nueva bicicleta, producto de otros zapatitos, colorada con vivos verdes, en la que pasó montada “la rusita”. La reencontró en el liceo, en el 11, estaban en clases distintas pero no podía sacarle los ojos de encima en cada recreo. Ella lo ignoraba, fijándose en el galancito de un par de generaciones más arriba. La primera vez que la abrazó fue el día que vino llorando porque se habían llevado a su padre por comunista. Él ya hacía tiempo que iba a la visita del penal a ver a su viejo, preso por tupa. Ambos obreros frigoríficos, su padre del Artigas, el de ella del Nacional. El destino los juntó de nuevo en un baile del Rowing. Después de su clase de boxeo con Pedro Carrizo iba a hacer tiempo a una barra tomando su clásico medio y medio, caña con vermouth, también para darse valor. La vio en la pista de música tropical haciendo alarde de su capacidad sensual de menear su cadera. Él, más duro que una roca de granito, la convenció de ir a la pista de lentos, donde la habilidad del disc jockey era la de dar vuelta el casete sin que se notara el límite de continuidad en el pasaje de música. Hablaron de todo, menos de fútbol, ¿para qué? Pensó: demasiadas diferencias. Sin embargo, con el amanecer a sus espaldas, se fueron de la mano y borrachos de besos, caminando desde la Aduana hasta el Cerro. Recordó todo esto justo antes de entrar ese domingo a ser presentado a la familia como novio formal. Estaba tan nervioso como con el hecho que después de muchísimo tiempo se daba ese día el clásico de la Villa. Al entrar empalideció al ver sobre las paredes junto a los banderines respectivos las fotos de diferentes equipos de Rampla. Soportó el examen exhaustivo, las preguntas una tras otras que le “medían el aceite”. El ruso viejo imponía cuando menos respeto, cuando no simplemente susto. Hizo alarde de su capacidad de autocontrol. Hasta que la lluvia de halagos al equipo rojo y verde y el desprecio a su glorioso villero albiceleste le nubló la vista. Enrojeció hasta las orejas, se paró y sin poderlo contener, desde el corazón y con todos sus pulmones le salió el histórico grito capicúa: ¡Cerro, Cerro!

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¿qué nos pasó?

Copas eran las de antes Luego de una gran campaña en 2011, Peñarol fue el último equipo uruguayo en llegar a una final de la Copa Libertadores. (Foto: Gentileza diario La República)

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Competir por copas no es para cualquiera. Acariciarlas, tampoco. Levantarlas, menos. Hace tiempo que un equipo uruguayo no gana algún título de disputa internacional. Motivos habrá un montón. Circunstancias, coyuntura, características estructurales. ¿Qué fue lo que sucedió desde la última lograda? ¿Quién tira la primera piedra?

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En letras mayúsculas, bien grandes, negras, se lee un titular: “Lucha entre campeones: Peñarol enfrentará a Jorge Wilstermann”. La bajada, también en negrita pero un poco más pequeña, ayuda a contextualizar: “Se iniciará un torneo de atrayentes perspectivas”. “Una idea de indudable acierto: enfrentar entre sí a los campeones de América con el pensamiento y la esperanza puesta en un partido entre el mejor de nuestro continente y el mejor de Europa”. Y la crónica continúa con una honestidad casi implacable: “Es indudable que no pueden emitirse juicios más o menos concretos sobre las posibilidades del cotejo por el desconocimiento que existe alrededor de las posibilidades exactas del team visitante”. El “fútbol boliviano no posee atributos técnicos mayormente valiosos fundamentando esencialmente su producción, en una magnífica agilidad, en un gran espíritu de lucha, en acción rápida y simple, y además en intervenciones fuertes, enérgicas”. El partido entre el campeón uruguayo y el boliviano se disputó en el Estadio Centenario. La crónica entera se leyó en la publicación de El Diario, el 18 de abril de 1960. Así comenzaba el Torneo Campeones Sudamericanos, en el que se disputaba la Copa Libertadores de América, con la participación de tan sólo siete equipos. El martes 19, la crónica periodística del mismo medio manifestó la alegría en imprenta: “Peñarol derrotó al campeón de Bolivia”. Pero no todo era color de rosas. El diario también contaba que había sucedido un derrumbe en la fábrica de Azulejos Olmos en Empalme Olmos,

continuaban los conflictos de la industria cervecera con la planta de Norteña en Paysandú y Montevideo que, a esa altura, se encontraban paralizadas. A la tarde, en el Estadio Centenario, Peñarol, con penal errado y todo, ganó el partido 4-0. “Fue notoria la superioridad de los uruguayos que ya a los 20 minutos contaban con tres goles a su favor”. Los jugadores de Peñarol fueron saludados por los 32.000 espectadores que acudieron al encuentro. En una entrevista con los anotadores de la tarde, el ecuatoriano Alberto Spencer, figura del carbonero, dijo sobre los goles: “Fue todo suerte”. Según el cronista, “Peñarol no brilló pero sus recursos fueron superiores”. “Recursos” que si bien no fueron explicados parecían hacer referencia, entre otras cosas, al destacado plantel, en el que se encontraba el argentino –ya desde muchos años atrás nacionalizado oriental–Juan Hohberg, el uruguayo Luis Cubilla y Spencer. Dos meses antes, el 18 de febrero de 1960, El Diario entrevistó al director técnico aurinegro, Roberto Scarone. Fue duro en sus declaraciones. A su juicio, el equipo necesitaba incorporaciones. “Peñarol cuenta en sus planteles con hombres capaces, algunos básicos y otros perfectamente recuperables. Pero aun así, varias zonas del conjunto deben ser dotadas de mayor poderío y en ello puede situarse el trabajo atacante de medio campo y uno de los costados avancistas”. En el título ya se anunciaba a Hohberg como “necesario”, en combinación en ataque con el recién llegado Spencer, y con apoyo de la experiencia de William Martínez y Carlos Borges. Peñarol venía

de una gira por Chile y Argentina en la que Spencer no había anotado y eso provocaba descontentos en la dirigencia y parcialidad aurinegra. Así comenzó la historia de la Copa Libertadores, torneo que organiza la Confederación Sudamericana de Fútbol cada año, desde hace 56. La primera edición se la llevó Peñarol. ¡Clinck, caja! Dos años después de la primera vez, en 1962, se incorporó Nacional a jugar el torneo, segundo cuadro uruguayo que disputó la copa. Más tarde se integraría una mayor cantidad de clubes a cada edición. Casi diez años después, en 1971, los bolsos conseguían el título de la Libertadores en un tercer partido disputado en Lima, Perú, contra Estudiantes de La Plata, club argentino que venía de conseguir el título de la copa por tercer año consecutivo. El 9 de junio fue inolvidable para los tricolores, que ganaron 2-0 en el Estadio Nacional, ante 41.000 espectadores. Y los triunfos empezaron a tocar timbre. Ese mismo año, ganó la Intercontinental y un año después, la Copa Interamericana. Existen distintas claves para el éxito deportivo. Una de ellas es la formación del equipo. Este estaba integrado por jugadores que se encontraban en un excelente nivel competitivo, tal vez en el mejor momento de sus carreras. Entre ellos, el argentino Luis Artime, Víctor Espárrago, Luis Cubilla, Ildo Maneiro y el golero portugués Airton Correa, conocido como Manga, desechado tras la participación de Brasil en el Mundial de Inglaterra y reconvertido en uno de los mejores de mundo en aquel Nacional. Los primeros pasos estaban dados. Los


clubes uruguayos conseguían títulos, eran reconocidos en la región y en el mundo. We were fantastic! Lo que pasó, pasó Se hablaba de una destacada rivalidad, un “tuya y mía” constante. Un año Nacional se llevaba la copa y al otro, Peñarol la conquistaba. Ambos coqueteaban con la victoria en torneos de clubes. Además, otros cuadros comenzaban a meterse en disputas fuera de fronteras. Fue el caso de Wanderers, el primer uruguayo sin ser Peñarol o Nacional que jugó la Copa y que clasificó mediante la recién iniciada Liguilla, y debutó en la Libertadores de 1975, Defensor lo hizo en 1977, Danubio en 1978, Bella Vista en 1981, Progreso en 1987, Cerro en 1995, Racing en 2010, Liverpool en 2011. También se fueron integrando a las competencias de clubes otros equipos uruguayos que participaron en la Copa Sudamericana y Copa Conmebol, dotando de experiencia internacional a los planteles y cuerpos técnicos. La participación no aseguraría triunfos. En la década del setenta los títulos fueron magros y tras las últimas copas ganadas por Peñarol en 1987 y Nacional en 1988, vinieron 26 años de sequía de títulos a nivel de clubes en campeonatos extra fronteras para los equipos uruguayos. Y no lloverían. Pero, ¿qué variables intervinieron en este estado de cosas? Defensor Sporting, que participó de la última edición de la Copa Libertadores 2014 –título que conquistó San Lorenzo de Almagro de Argentina–, fue el equipo uruguayo que se posicionó mejor en el torneo, ubicándose tercero tras ser eliminado por Nacional de Paraguay en semifinales. Fernando Curutchet, su director técnico, probó una respuesta: “Creo que en general se ha emparejado mucho el fútbol. Incluso hasta finales de la década de 1980, Uruguay era una potencia a nivel de clubes y de selecciones también, dentro de Sudamérica. Es a partir de 1990 que comienzan a irse jugadores a Europa, y empieza a costar mucho mantener una regularidad en los planteles. Esa es una causa para no conseguir títulos ahora. Los países como Argentina y Brasil son exportadores pero cuentan con mayor cantidad de jugadores en su pirámide. Chile recién empieza a salir campeón con Colo Colo en 1991. Defensor, antes de jugar la semifinal de la Copa 2014, ya había vendido dos jugadores. Es muy difícil mantener el cuadro. El Atlético Nacional

Danubio fue gran protagonista de la Copa Libertadores disputada en 1989. (Facsímil del diario La Hora)

de Medellín, en Colombia, es un caso particular porque el director técnico hace cuatro años que está trabajando con el equipo y el plantel ha variado muy poquito, recién el año que viene se va uno de los jugadores a Europa. Eso da continuidad en el trabajo y provoca mejores resultados que no es lo mismo cuando hay que armar un equipo cada seis meses. La competitividad es mucho más pareja. Hasta los años ochenta los equipos uruguayos se iban al exterior, tenían buenos planteles y se ganaba bien. Ahora no es tan así, los demás países juegan mucho mejor, tienen más recursos y los están invirtiendo en el desarrollo del fútbol”. Sobre la década de 1960 y 1970 en el fútbol uruguayo, Curutchet, explicó: “Para los jugadores irse de Uruguay no era un gran negocio y los equipos de Europa tampoco compraban porque los países europeos estaban recién remontando de la crisis de 1945. No había costumbre de gastar fortunas en jugadores porque todavía no era un negocio”. Para Ildo Maneiro, director técnico del Danubio Fútbol Club, que llegó a la semifinal de la Copa Libertadores en 1989 –además de haber sido jugador de Nacional en 1971–, la principal variable que influye en la falta de títulos de clubes es la pérdida de competitividad: “El fútbol uruguayo no tiene competitividad en Sudamérica. El campeonato uruguayo y los clubes están por debajo potencialmente de la mayoría de los equipos, además de lo que significa para nosotros la dificultad de trasladarse. Estamos en un puntito del mundo en el que todo nos queda lejos e históricamente los futbolistas uruguayos sufren mucho todos los desplazamientos, como ir a México, Bolivia, Colombia, Chile, y eso genera dificultades para obtener buenos resultados. Sé que se compite con buen criterio porque se arman planteles para competir por el éxito local, pero no hay capacidad económica para

armar un equipo competitivo a nivel de Sudamérica. Los clubes de casi todo el mundo, especialmente los uruguayos, están renovando cada seis meses los planteles. No se consolida ningún grupo. Pasa lo que a Peñarol, que tiene muchos jugadores veteranos y no resulta. Si no pasás a lo bueno que ha hecho Defensor y River en la Copa Sudamericana hace un par de años, que sorprendía porque tenían una buena propuesta. Defensor ha tenido muy buenas, pero no como para ver las posibilidades de pelear un campeonato. Los clubes brasileños son poderosos, hay mucha plata, tienen peso político. Eso es desventaja para nosotros”. Y concluyó: “El que se juega hoy es un campeonato devaluado”. 1971. Nacional disputaba la Copa Libertadores. Final contra el tricampeón, Estudiantes de La Plata. Sobre ese tiempo, Maneiro recordó: “Era en guerra. No había televisión, no había imagen [las transmisiones eran muy precarias en relación a lo que vendría después], ir a La Plata y entrar a la cancha de Estudiantes era muy pesado. Para entrar al vestuario había que pasar por vivo. Nacional se preparó porque tenía un equipo con experiencia, un técnico informado que no se dejaba pasar por arriba, tenía sus contactos y contestó con lo mismo que nos daban ellos allá. Cuando vinieron al Estadio se sentía el peso del local”. Diez años antes, cuando comenzó la Copa Libertadores “Peñarol ganaba de pesado todos los partidos y Nacional en el Estadio era imbatible. Peñarol tenía jugadores altos como Spencer, Rocha, Forlán, que tiraba centros, y Abadie. Hacían valer lo local y no había tanta prensa, tanta cámara [se ríe]. Era otro mundo, otro fútbol”, recordó Maneiro. “Nosotros íbamos al Pacífico y hacíamos goleadas. También en Bolivia. El fútbol profesional no existía en algunos lados y Nacional hacía seis o siete goles. Pienso que hasta 1973 que vino Ecuador acá (yo no jugué ese partido pero estaba en el 23


grupo) y Uruguay ganó 4-0, el potencial de ese cuadro era buenísimo. Nada que ver con lo que hoy es el desarrollo de clubes de Ecuador. Ahora se conforman equipos para determinada cosa. Hay equipos que se arman para ganar un campeonato a tres años. Eso ha empezado a surgir. Es impensable. Lo que tiene el Real Madrid y el Bayern Munich, con un poderío económico súper, juegan a algo diferente, tienen los mejores técnicos y jugadores del mundo”. Tenemos que hablar

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Tiene el hat trick en la tabla de goleadores de la Copa Libertadores –si se permite el nuevo uso de la expresión–. Fernando Morena jugó diez ediciones con la camiseta de Peñarol y es el segundo goleador histórico de ese torneo. En 1981 jugó en Valencia, España, y ganó una Supercopa de Europa. Sobre los torneos de clubes, sostuvo: “Hay variantes en la historia de las copas en función de clubes que crecen y el crecimiento da la posibilidad de ganar títulos. Independiente, que es el club que más ganó copas, descendió en el fútbol argentino. No sale campeón el que tiene un gran equipo, porque el fútbol tiene sorpresas. Uno de mediana categoría puede eliminar a otro mejor en segunda vuelta. Van cambiando los estilos del deporte, hay apertura en el fútbol mundial. Hoy se ven jugadores de todas las nacionalidades en Inglaterra, Alemania, Italia, Francia, y antes había sólo dos extranjeros por equipo. ¿Quién iba a pensar que el Peñarol de 1987 iba a salir campeón de América? Tenía un equipo muy joven, inexperiente, y le ganó a todos. Siempre hay variables que influyen. La cantidad de futbolistas que estaban anclados antes en su país hoy están repartidos por el mundo. Hay equipos que tienen ventajas por los planteles pero no significa que esté confirmado que salga campeón”.

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Ante la misma consulta, Gerardo Pelusso, director técnico que llevó a Cerro a la Libertadores en 1995, y llegó a las semifinales del torneo con Nacional en 2009 y al año siguiente con Universidad de Chile, destacó el proceso que se vivió en el fútbol mundial desde 1990 y el impacto que tuvo en el medio local: “En 1990 fue cuando se incrementó la venta de futbolistas uruguayos al exterior. Si tenemos en cuenta el Mundial de Italia 90, en la misma estadía de la selección de Uruguay, fueron vendidos la mayoría de los jugadores de esa selección a Europa. Ese es el elemento más fuerte que tenemos en contra. Los mejores jugadores se van todos al exterior y los futbolistas que están en la franja de su mejor rendimiento –que se calcula entre los 22 y los 28 años– están jugando en otros países. Entonces, hay que jugar con figuras del futuro, jugadores que vienen apareciendo y con poca experiencia, y con futbolistas que vienen pegando la vuelta, que dieron lo mejor de sí en lugares donde se gana muchísimo dinero, en las grandes ligas, y vuelven a jugar sus últimos años”. Las últimas hazañas “Tras otra hazaña, Peñarol fue el triunfador con mucho más coraje que fútbol”. Cualquiera que tuviera el diario La Hora del 31 de octubre de 1987, y abriera la página 33, se encontraba con una nota que destacaba a los punteros del equipo. Para el cronista, fueron claves para la victoria. “Son las cartas del triunfo de este Peñarol finalista”. Un día antes se leyó: “El cálculo frío y meticuloso no es suficiente aliciente para lograr una victoria. Por mejor plantado que un equipo esté, en el terreno de juego, cuando se juega una final, aparecen imponderables que hacen variar el fiel de la balanza a favor de aquellos que apabullan al rival. La mentalización de la que tanto habló el técnico [Óscar

Washington] Tabárez dio resultados. En tanto, que el Dr. Ochoa no tuvo en cuenta ese factor, o si lo tuvo, no se notó”. “Peñarol es todo vehemencia, potencia y exuberancia, pero poco fútbol convincente. No llega tocando con claridad”, anotó el cronista, que destacó que “el pero de su rebeldía, anudado a su juventud y motivado hasta el límite de sus fuerzas”, fueron las claves del éxito. Los aurinegros superaron a América de Cali de Colombia y se quedaron con su quinta Copa Libertadores, tras la anotación de Diego Aguirre a los 120 minutos, en un tercer partido disputado en Santiago de Chile. Pero antes, antes de este antes, Nacional y Peñarol también habían participado de torneos regionales, como la Copa Río de la Plata, Copa Ciudad de Montevideo Internacional y Copa del Atlántico. Nacional inclusive como campeón uruguayo de 1947 participó del Campeonato Sudamericano de Clubes de 1948 realizado en Chile, que ganó Vasco Da Gama y que años después, en 1996, la Confederación Sudamericana de Fútbol lo reconoció como oficial. Y llegó 1988. El 26 de octubre, La Hora tituló: “Nacional por una copa muy deseada”. “Basta recordar que desde 1980 el equipo albo no llegó a la máxima conquista en torneos internacionales oficiales”. Nacional se mediría con el equipo argentino Newell’s Old Boys, en el Estadio Centenario, tras la derrota en Rosario 1-0. La crónica destaca el “trabajo táctico afinado” aunque subraya la capacidad técnica del equipo argentino. Además, Sergio Olivera aparecía como un “arma novedosa” en el equipo dirigido por Roberto Fleitas. Para ese partido hubo récord de venta de entradas: 64.179 localidades; 7.500 estaban reservadas para los rosarinos. Pelusso, que participó como DT en varias copas y con equipos de distintos países, contó: “En 2009-2010 me tocó llegar a las semifinales con Nacional primero y Universidad de Chile, después.


La de 2009 fue un esfuerzo fantástico de los que trabajaron en Nacional, los jugadores armaron un grupo que se formó como buen equipo que estaba en buen momento y dio al máximo. Nos enfrentamos a Estudiantes, que luego fue campeón de la Copa, y nos cruzamos con Cruzeiro, ellos estaban un pelito más arriba de nosotros, pero fue muy ajustada. En 2010, fue una Libertadores que me va a quedar como la que pudo haber sido y no fue porque el Mundial de Sudáfrica paró la Copa Libertadores en semifinales, y evaluando a los equipos que quedaban, nosotros estábamos muy bien. Y resulta que se paralizó y fuimos el equipo de Sudamérica que mandó más jugadores al Mundial. Teníamos cuatro jugadores de selección: en la chilena Marco Estrada y Miguel Pinto, y Mauricio Victorino y Álvaro Fernández en la uruguaya. Cuando terminó el Mundial, dos jugadores fueron vendidos: Estrada a Francia y Fernández a Estados Unidos. Los otros dos que llegaron estaban fundidos, porque un Mundial por más que no juegues te saca todas las energías físicas y mentales, dejás todo. Cuando volvimos el equipo se había resentido, habíamos parado, tuvimos que dar unos días de licencia, volvimos a prepararnos de nuevo, y a los dos meses el cuadro era una sombra del que había sido. Hay cosas que se te tienen que dar: si hubiéramos seguido de largo, nos tocaba Chivas de Guadalajara que venía en caída y nosotros estábamos cada vez mejor. Pero luego del Mundial, fue exactamente al revés”. Morena, que además de participar en la región jugó en Europa por torneo de clubes con la camiseta del Valencia, recuerda con mucha nitidez lo que combinaba Peñarol en 1982. “Ese año igualamos al Peñarol de 1961, ganando el torneo Preparación, el Campeonato Uruguayo, la Libertadores y la Copa Intercontinental. Íbamos a jugar la Copa Interamericana pero no se jugó. El equipo tenía todo para ganar. Recuerdo que para

Defensor Sporting acarició la gloria en 2014. Llegó hasta la semifinal. (Foto: Leonidas Martínez)

las semifinales, [Washington] Cataldi, presidente de Peñarol, quería jugar con equipos de alta gama por un tema de recaudación, y eso nos dio la posibilidad de jugar contra River Plate de Argentina y Flamengo de Brasil, que era el campeón anterior. Les ganamos en Montevideo y en el exterior. Eso fue muy importante. El equipo tenía muchas virtudes: el plantel estaba muy unido y también el cuerpo técnico. Se habían dado unos problemas con los contratos a principio de año y luego fueron solucionados”. A los saltos Danubio en 1989 avanzó y avanzó, y en Calama sucedió lo imposible. Pasó a tres mil metros de altura que impiden el buen aire, y a 1.800 kilómetros lejos de Montevideo. Maneiro recuerda la participación de Danubio en 1989 en la Libertadores, y se ríe. Se ríe por lo inverosímil. Se ríe como quien sabe que cuenta una mentira. Intenta explicar algunas variables que destacaron al franjeado de entonces, llegando a la semifinal. Intenta y no sabe si lo logra. “Sucedió que se conformó un equipo. Danubio tenía una generación muy buena, que se encontraba en un buen momento, e hizo un buen papel, pero no estaban preparados. Cuando llegamos a Santiago de Chile para ir a jugar al norte, a Calama, zona de altura y desierto,

para jugar con el Cobreloa, no teníamos reserva de hotel o había pero mal hecha [se ríe] y entonces hicimos contacto con un compañero mío, Ignacio Prieto (chileno, campeón con Nacional en 1971), y surgió un lugar para estar donde hace la concentración de Universidad Católica. No había una preparación. Cuando vino la definición nosotros jugamos con el equipo de Pablo Escobar. Era imposible. Nosotros llegamos allá y nos encontramos con un escenario que nos asustó a todos... y nos metieron seis goles. El equipo tenía un potencial futbolístico; pero claro, si a vos no te dejan dormir en toda la noche, escuchás retumbar cohetes o te podías imaginar que eran metralletas en aquella época. Un jugador podía pensar cualquier cosa, aunque antes no teníamos la información que tenemos ahora. De cualquier forma yo pienso que estaban más protegidos. Yo veía a River y a Nacional atendiendo a la prensa un día antes y nosotros estábamos como sitiados en el hotelito”. La del estribo Curutchet, el último entrenador uruguayo que avanzó más en la Libertadores, evaluó que hasta la década de 1970 “había una relevancia en la rivalidad entre Peñarol y Nacional, en la que si un año salían campeones unos, al otro año querían ser campeones los

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Nacional 1988. El último campeón.

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otros. Y después volvemos a 87 y 88 que también se plantea esa rivalidad que se llevaba hasta lo internacional. Hoy es impensado proponer esto”. Con el fin de aclarar, Curutchet explica dónde se halla la competitividad. “Nosotros no competimos en infraestructura con ningún país de Latinoamérica. Imaginate lo que puede hacer Rentistas que participó en una Copa Sudamericana. Nosotros, ¿en qué nos volvemos competitivos? En la calidad de los entrenadores y en la calidad de los jugadores que siguen saliendo. Con base en eso, como esto es un juego colectivo

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y lo podés afrontar con funcionamiento de equipo, pero te encontrás con cuadros en que el sueldo mensual del director técnico equivale al presupuesto anual de las inferiores de Defensor. Basándonos en el trabajo, el funcionamiento del equipo nos permitió acceder a la semifinal de la Libertadores”. “De la experiencia de la Copa incorporé la necesidad de manejar que el fútbol internacional es muy diferente al fútbol local. El internacional te exige mayor preparación desde el punto de vista táctico y esa preparación que pensábamos que la teníamos, la tuvimos.

Fue una sorpresa porque era una primera experiencia de llegar a una Copa Libertadores y sé que estuvimos a la altura como cuerpo técnico. Cuando no estás a la altura podés ganar algún partido, pero nosotros hicimos más puntos que el resto de los equipos que participaron. Fuimos primeros en la serie y después perdimos con The Strongest de Bolivia y perdimos de visitante con los paraguayos. Tuvimos un gran rendimiento. No es que sólo nos pasó en algunos partidos. Eso sí nos dejó claro que estamos para ese nivel”. Curutchet no olvidará la experiencia, ni lo harán los hinchas de Defensor, ni se le ocurrirá al plantel de jugadores: “La alegría de que un equipo uruguayo esté a nivel internacional en los primeros lugares. Me quedo con eso. Para mí uno de los grandes orgullos y una de las cosas que más me emocionó fue que en el partido contra Atlético Nacional que ganamos 1-0 en Montevideo, y en el partido que ganamos en el Centenario contra el Nacional de Paraguay –pero que no clasificamos a la final– había mucha gente en el estadio gritando por Defensor aun sin ser hinchas. Se los dije a los jugadores en las charlas previas al partido. Teníamos una gran responsabilidad en ese momento y el gran desafío era llevar la celeste debajo de la violeta. Todos gritaban por Defensor y eso era emocionante. Nos sentimos identificados con el fútbol uruguayo”. _Patricia Pujol


El psicólogo del hincha Psicólogo: Estimado hincha promedio, creo que esta terapia no puede avanzar si seguimos explicando su actual sensación de incomodidad y descontento en la vida por los mediocres resultados de su equipo. Hincha: No entiendo. El fútbol es mi vida. P: Bueno, es que usted no parece haber superado la fase anal, a diferencia de la mayoría de las personas con más de cuatro años. H: ¿Qué? P: Lo que quiero decir es que es momento de empezar a hablar de su fijación anal por el rival de todas las horas. H: Nada de cosas raras… P: Es que no tiene nada de raro ni de malo, justamente. ¿Qué opinión tiene del rival de todas las horas, de sus hinchas y jugadores? H: Son todos putos [ríe]. P: Pero sin embargo usted quiere mantener sexo con ellos. H: … P: Voy a ser claro. Yo creo que el origen de sus problemas está en su homosexualidad latente reprimida y cuanto antes la acepte, más fácil será lidiar con ello. H: ¿Eh? Escuchá, gallina, empezá a correr que el c… P: [Interrumpe]. Justamente a eso me refiero. A esa necesidad de penetrar a un rival al que identifica claramente como masculino, o a su deseo de recibir placer oral de él. ¿De qué otro modo se explica que se celebre como una “cosa de locos” eso de “andar dejando tantos culos rotos”? Usted disfruta, alienta y premia el sexo con hombres a la vez que condena a quienes lo practican. Es imposible que no se sienta perturbado. H: Nosotros sólo hablamos de salir campeón cog… P: [Interrumpe]. Pero a usted no lo hace menos homosexual ser el que da placer y/o dolor a un hombre que ser el que lo recibe, de la misma forma que ir periódicamente a Melo a levantarse travestis con orgullo no lo haría menos gay que pagarle a hombres para que lo sometan sexualmente. H: Es distinto, ir a Melo es bien de hombre… P: Era un ejemplo, no se lo tome tan literalmente. Yo no sabía que usted iba a Melo. No se asombre. ¿Se da cuenta de que en algunos cánticos usted dice no ser “como los putos” del rival, pero cinco minutos después valora positivamente esa condición como atributo propio? H: ¡La culpa es de este puto análisis que empecé con usted! P: En este caso, ¿“puto” en un sentido positivo o negativo? H: ¡Psicólogo mamadera, mujer mía! P: Me interesa ese concepto porque también lo usa para referirse al rival futbolístico. Es decir, ¿usted considera que el rol de la mujer consiste en una humillación equiparable a ser dominado y derrotado en una contienda deportiva? H: Ah no, vos seguro sos de las gallinas, de las eternas hijas. P: Se nos acabó el tiempo de hoy, pero vamos a quedarnos con ese concepto para la próxima: el vínculo de hijos y padres. Creo que ahí también hay que rascar algo que nos ayude a explicar sus trastornos.

Foto: Leonidas Martínez

_Martín Otheguy 27


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Desde la creación del primer campeonato organizado por la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) en 1996, el fútbol femenino en Uruguay ha logrado muchos avances, aunque no siempre consistentes. Alcanzó su mayor éxito en 2012, cuando la selección nacional Sub 17 consiguió por primera vez la clasificación a una Copa del Mundo. Sin embargo, referentes de este deporte creen que su desarrollo está estancado y son poco optimistas al proyectar que un suceso similar se repita en el corto plazo. En 1995 la FIFA obligó a la AUF a oficializar la práctica del fútbol femenino en Uruguay mediante la creación de una competición interna y la formación de una selección nacional. Desde entonces, anualmente, el máximo órgano rector del fútbol brinda una ayuda económica, que actualmente es de 37.500 dólares, para sostener esta actividad. Luchando contra los estereotipos machistas que, aún hoy, asocian la práctica del fútbol femenino al lesbianismo y tildan de “machonas” a las que disfrutan correr detrás de una pelota, más de 2.500 mujeres y niñas se animan a hacerle frente a los prejuicios, tanto en el ámbito de la AUF como en los de la Organización del Fútbol del Interior (OFI) y la Organización Nacional de Fútbol Infantil (ONFI).

FÚTBOL FEMENINO EN URUGUAY

Cuando todo cuesta más

Los prejuicios, la carencia de inversiones y la falta de compromiso de los clubes no permiten avanzar el fútbol femenino en Uruguay. (Foto: Andres Cribari)

Crece desde el pie Según la profesora Fabiana Manzolillo, ex entrenadora de la selección nacional y actual directora técnica de Colón, “tener un campeonato exclusivo de fútbol infantil femenino en ONFI es un avance enorme. Se notan las diferencias entre quienes han participado en los campeonatos de ONFI y las que empiezan a jugar a los quince años. Tienen una base de aprendizaje mucho mayor”. Ella no tuvo esa oportunidad. Cuando participó en el primer campeonato organizado por la AUF “ya era grande” (tenía 24 años) y antes sólo había podido jugar con “primos, tíos y otros familiares, más que nada”. En 2002 ONFI habilitó a las niñas a jugar junto con los varones en equipos de fútbol infantil; y a partir de 2005 creó un campeonato exclusivamente femenino en dos categorías: sub 10 y sub 13. Tres años después la categoría de sub 10 pasó a ser de sub 11 y en 2014 se agregó la categoría

para menores de 9 años. Actualmente las niñas pueden tener un doble fichaje: jugar en un equipo mixto y en otro exclusivamente femenino. En cuanto a campeonatos juveniles, la AUF inició a fines de 1999 competencias en dos categorías que varían entre sub 15 o sub 16 y sub 18 o sub 19 (según esté fijado el siguiente sudamericano). En 2012, se realizó un torneo sub 15 en conjunto entre la AUF y OFI, y a partir de 2013 OFI se lanzó con su propia competición en la categoría sub 16. “Pero las juveniles no cuentan con el apoyo de los clubes que tendrían que tener”, señala Graciela Rebollo, la entrenadora que llevó a la selección sub 17 al Mundial de Azerbaiyán 2012. En efecto, la actividad en las formativas de la AUF se vio interrumpida entre 2004 y 2007. Rebollo indicó que “como las juveniles son difíciles de trabajar y los logros no se ven inmediatamente, muchos


de los clubes no le dan importancia al pasaje por juveniles y algunas chicas con 13 o 14 años ya hacen el salto a primera”. “Es un proceso a pasos agigantados respecto a los varones”, remarcó. Hay casos excepcionales como el de Colón, que es el único equipo que tiene fútbol infantil con niñas que juegan desde los nueve años. Los resultados están a la vista: son las últimas campeonas en sub 16 y en mayores. Manzolillo aclaró: “Hay chiquilinas (de la sub 16) que podrían estar jugando en primera división, pero yo las quiero cuidar y quiero que jueguen primero en su categoría”. No se puede vivir del amor El fútbol femenino local comparte las carencias de cualquier deporte amateur en nuestro país: falta inversión que atraiga profesionales capacitados para mejorar el nivel de la competencia a nivel local e internacional.

Manzolillo afirma que “la falta de entrenadores recibidos es un obstáculo enorme. De los 16 equipos que juegan en primera los que estamos recibidos son los que pelean arriba: Nacional, Cerro y Colón”. En el resto de los equipos dirigen “el tío de, el abuelo de o el papá de; gente que le encanta el fútbol, juntan ellos mismos a las jugadoras, el club les otorga el nombre y en algunos casos la camiseta, y se lanzan a jugar”, explicó. Los únicos cuerpos técnicos que cobran por su trabajo son el de Nacional y el de Colón. Respecto a las futbolistas, Rebollo asegura que el fútbol femenino “es totalmente amateur” y por ende no reciben ningún dinero por jugar. “Salvo una época en que Nacional le daba un viático para boletos a las jugadoras, y también en Colón cuando vino un empresario –que tenía espíritu de técnico– que le pagaba a quienes realmente se destacaban o venían del interior”, puntualizó. La entrenadora de

Colón dijo que actualmente se les paga el pasaje a tres jugadoras que vienen del interior, pero al resto no se les paga nada. El campeonato local es muy desparejo. Hay tres equipos fuertes (Nacional, Cerro y Colón) que pelean arriba en la tabla de posiciones y excepto en los partidos que se enfrentan entre sí “el resto se define por goleada”, contó Manzolillo. Rebollo, cuya hija juega en Colón, entiende que el bajo nivel del torneo afecta la competitividad y provoca que incluso los cuadros fuertes “se estanquen: no tienen un campeonato realmente competitivo que les exija y las ayude a crecer”. Manzolillo coincide y entiende que esa es una de las razones que explican por qué a nivel sudamericano de clubes “estamos muy lejos”. “No agarramos el balón ni por asomo”, contó. En la última Copa Libertadores, Colón perdió los tres partidos y dos de forma abultada: con Colo Colo (Chile) 8-2, y con Adeco (Brasil) 4-0. A nivel de selecciones la distancia en el nivel es un poco menor. En el último sudamericano jugado en setiembre de 2014 en Ecuador “ganamos dos y perdimos dos”, dijo Manzolillo. Rebollo explica que en el torneo local la diferencia entre los equipos fuertes y los otros es que los primeros “trabajan un poco más prolijo y de manera más seria. En los otros cuadros hay más irregularidades: a veces practican, a veces se suspende. Entonces la que se destaca o sobresale tiende a ir a los cuadros con un poco de mejor infraestructura y apoyo, donde hay otro espíritu”, y Manzolillo coincide. Pero incluso en las formativas de los mejores cuadros, Rebollo cree que hace falta mayor preocupación por apoyar a las jugadoras en el estudio, en la alimentación y en el entorno familiar y social. “No hay un seguimiento serio y entonces a la larga se pierden futuras deportistas que son las que pueden marcar la diferencia en una generación”, agregó. Procesos y compromisos Rebollo considera que la AUF debe tener una política a nivel de clubes que obligue a todos los de primera división “a comprometerse y tener un plantel femenino. Así como te exigen tener formativas en todas las categorías, tienen que exigir tener un plantel femenino”. “En la teoría, en los papeles, está, pero no hay una exigencia real porque dicen que requiere inversión”, comentó. Argumentó que la inversión que hay que hacer “es mínima, porque todavía hoy, por desgracia, es mano de obra barata. Porque a igualdad de 29


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Aún son pocas las mujeres que se dedican al fútbol en Uruguay. (Foto: Andres Cribari)

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responsabilidades, hay desigualdad de derechos”, dijo en referencia a la diferencia salarial que existe, por ejemplo, entre los técnicos que dirigen las selecciones nacionales masculinas y quienes están al frente de los planteles femeninos. “Y no es cuestión de género –aseguró–, sino del fútbol femenino, porque los entrenadores hombres también ganan lo mismo”. Respecto a la selección nacional ambas entrenadoras, que supieron estar al frente de planteles celestes, reclaman que se respeten los procesos. Manzolillo fue la última entrenadora de la selección mayor en el sudamericano que se realizó en setiembre de 2014 en Ecuador, pero su contrato terminó al bajar del avión y todavía no se ha designado a quien ocupará ese lugar. Contó que “el tema de la selección es complicado desde el cambio de directiva [en la AUF]. Con [Sebastián] Bauzá se trabajaban procesos largos: si había un sudamericano nos daba un año para trabajar con la selección femenina. Pero señala que Wilmar Valdez “no quiere procesos largos”. Según explicó, el presidente de la AUF argumenta –haciendo una comparación con el plantel masculino– “que si el maestro Tabárez tiene a sus jugadores un mes antes de ir a un mundial, nosotras tenemos que poder hacerlo también para ir a un sudamericano”. Manzolillo declaró que todavía no se sabe cuándo se designará al futuro cuerpo técnico de la selección mayor. “Cuando [la presidenta del Consejo de Fútbol Femenino de la AUF] Nair (Ackermann) pueda conversar con Valdez –si tiene tiempo– se pondrán de acuerdo”,

vaticinó. Según Manzolillo, la presidenta del Consejo de Fútbol Femenino de la AUF “sabe cómo es nuestra realidad en el fútbol femenino y siempre está peleando por procesos largos de selección, porque considera que está ahí el trabajo, pero está atada de pies y manos”. “No puede hacer nada sin que el Ejecutivo masculino lo

“Como el fútbol femenino no reditúa todavía, los clubes no se involucran y no hay inversiones de privados. Primero fue por un tema de imagen: se asociaba al fútbol femenino con el lesbianismo”. apruebe. Entonces de nada vale tener a alguien que realmente conoce la realidad del fútbol femenino –que no es la misma que la del fútbol masculino– y pelear porque se hagan las cosas diferentes, cuando no se le da la aprobación”, concluyó. El futuro que no viene Tras la clasificación de la selección sub 17 a la Copa del Mundo en 2012, Manzolillo pensó que iba a haber un antes y un después. “Pero para mí sigue todo igual, seguimos viviendo en una sociedad machista”. Rebollo recuerda

que el pasaje al Mundial de Azerbaiyan obtenido en el sudamericano de Bolivia en 2011 “fue un boom”. “Durante una semana estuvimos en todos los medios de prensa, en todas las radios y en la televisión, y de invitadas en algún lado; empecé a ver más niñas jugando al fútbol en las plazas, en las escuelas”, ilustró. Pero al igual que Manzolillo cree que el fútbol femenino se ha estancado. “Como el fútbol femenino no reditúa todavía, los clubes no se involucran y no hay inversiones de privados. Primero fue por un tema de imagen: se asociaba al fútbol femenino con el lesbianismo”, explica Rebollo, y Manzolillo agrega: “Seguimos con la lucha de género. Si seguimos con los prejuicios de que la nena no puede jugar al fútbol, no vamos a poder avanzar. Somos muy pocas las mujeres que nos dedicamos a este deporte”. La entrenadora de Colón reconoce que “las niñas ahora tienen un espacio en donde desarrollarse que antes no tenían”, pero cree que “seguimos siendo un país machista: al varón se le regala una pelota y a la nena una muñeca, como diciendo ‘vos te vas a dedicar a jugar al fútbol y vos a ser mamá’”. “Eso sigue siendo así”, reafirma. Por estos motivos, sumado a “que no te dan procesos largos de selección” y que tenemos un campeonato de bajo nivel, Manzolillo siente que la clasificación al Mundial fue un caso aislado y duda que se pueda repetir. Rebollo es un poco más optimista: “Creo que viene una cantidad de niñas con muy buen nivel –más que el que yo agarré en 2011– pero hay que tener un seguimiento y políticas deportivas con proyección y profesionalismo (que no pasa por cobrar buenos sueldos, sino por la formación y la preparación)”. Apuesta a seguir trabajando en formativas para “poder revertir la imagen” y que “no quede como que lo nuestro [el vicecampeonato sudamericano y la clasificación al Mundial] fue un caso excepcional o un ‘toque de suerte’”. “Hay que apostar a que los clubes le abran la puerta a las mujeres porque de ellos nos tenemos que nutrir si queremos avanzar en la rama femenina”, expresó Rebollo, pero reconoció que es difícil porque hay gerentes que dicen: “Mientras esté yo en el club no va a haber fútbol femenino”. “Así que esperemos que cambien algunas cabezas”, concluyó. _ Federico Zugarramurdi


Fútbol del interior muy poco interiorizado

Como jugador de fútbol nacido en el interior del país, me tocó vivir el difícil proceso de abandonar mi tierra a los dieciséis años. En un fútbol uruguayo centralizado en la capital, la posibilidad de progreso se dirime acá, en este minúsculo pedacito de tierra. Dejar el interior resulta fundamental para los jóvenes soñadores que anhelan seguir sus carreras en clubes como Peñarol, Nacional, Defensor o Danubio. Es impresionante la cantidad de jugadores que emigran cada año de todas partes del país. Tienen entre trece y diecisiete años y acá los recibimos en nuestras diferentes instituciones. Muchas veces ocurre que estos jóvenes triunfan, pero otras, la mayoría de ellas, se encuentran con que la realidad supera sus expectativas. Se topan con las dificultades típicas de nuestro fútbol, y así, alejados de sus familias, comienzan a extrañar sin que nadie los controle y guíe en los estudios. Rápidamente se transforman en jugadores de fútbol full time, apostando todo a este deporte sin que nadie atienda otros aspectos de ellos. Son pocos los que vienen y logran dar con las comodidades necesarias para el triunfo. Son escasos los equipos que los reciben, cobijan y tratan de obligarlos a estudiar y tener buenas calificaciones. Las casas clubes ofrecen pocos atractivos. A veces están hacinados en habitaciones sin el menor estímulo para aprender cosas básicas de la vida: hacerse

la cama, limpiar la habitación, cocinar. Nadie les enseña hábitos. Matías Almeyda (ex jugador de fútbol profesional y actual técnico de Banfield de Argentina) señala que en la casa club de River Plate argentino fue donde aprendió a limpiarse la habitación, hacerse el desayuno, tenderse la cama... En definitiva, donde le enseñaron modales. Acá el ocio impera, los jugadores extrañan, van a la práctica, vuelven a la casa, duermen la siesta y así pasan hasta el otro día. Muchos se desencantan y terminan volviéndose para sus ciudades natales donde comienza a gestarse alrededor de ellos un aura de fracaso. A veces la vuelta a la ciudad de uno se torna muy dura, la gente los señala como “los que se volvieron” o “los que no aguantaron”, cuando en realidad acá no recibieron ningún tipo de ayuda. Se transforman en jugadores apagados y es difícil quitarles ese peso de encima. Algunos logran sobreponerse y salir adelante; otros quedan jugando en sus clubes del interior sin volver a tener otra posibilidad. “Sueños rotos, promesas incumplidas”, señala Lugano en uno de los prólogos que escribió para mis libros. Hace un tiempo tuve la idea de armar bibliotecas en los clubes para que estos gurises tuvieran la oportunidad de leer libros. Enseguida me apoyaron instituciones como Nacional, Wanderers, Danubio, Juventud de las Piedras y Rampla. Les agradezco enormemente su

Foto: Leonidas Martínez

colaboración, en esos libros puede estar la llave para que varios de estos jóvenes tengan otra alternativa de vida si el fútbol los deja por el camino. El futbolista del interior sufre mucho y tiene que madurar muy rápidamente en una ciudad que ni siquiera conoce. Tendríamos que potenciarlo y darle herramientas para su correcto desarrollo. En el interior radica la mayor cantidad de jugadores que triunfaron en la selección: Diego Lugano, Diego Godín, Egidio Arévalo Ríos, Christian Stuani, Luis Suárez, Edinson Cavani, Sebastián Abreu, Cristian Cebolla Rodríguez, Gastón Ramírez, entre tantos otros de una lista interminable. _ Daniel Baldi

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Fútbol y tendencias

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Líbranos del gol

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Dios estaba en el medio de África contemplando a un niño que sufría de inanición y al que le quedaban pocos minutos de vida. –Vamos, chico, piensa en mí y alejaré todos esos buitres. Quizás hasta haga llover una porquería que sirve de alimento. ¿Estás seguro de que no crees en mí? –¡Dios, por favor, Dios, te lo pido por favor! El Todopoderoso saltó en el lugar. Aquellos gritos venían de muy lejos y se colaban en su mente como una molesta interferencia. –¡Dios, oh Dios, por favor, sólo eso te pido! Quiso volver a concentrarse en el niño, pero fue imposible. Además, estaba más muerto que vivo y sería difícil que tuviera un despertar religioso en ese estado tan lamentable. En un abrir y cerrar de ojo, Dios apareció en donde lo habían llamado. Era un estadio repleto, en donde dos equipos disputaban un partido de fútbol. El técnico de la escuadra verde apretaba con fuerza la cruz de su cadenita. –Por favor, Dios, que no nos hagan el gol en este córner. ¡Oh, Dios, te lo pido por favor! –¿Me llamó para defender un tiro de esquina? Y bueno, en peores asuntos he intervenido –dijo, recordando al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Hizo un movimiento con todos sus brazos y el arquero saltó por encima de

todos, capturando el balón con las manos. Despejó la pelota y el partido continuó cero a cero. No alcanzaba; tenían que ganar para poder salir campeones. Dios se fue y continuaron las acciones. El entrenador creyente adelantó al equipo, descuidando la defensa. Dicho y hecho, un balón perdido se transformó en un contragolpe letal y la ocasión perfecta para que el delantero rojo cortara una racha de semanas sin convertir. –Dios, oh Dios, necesito tu ayuda de nuevo. –¡Basta de gritos! –dijo Jehová, mientras estudiaba si ayudar a una anciana costarricense que se estaba ahogando. Volvió a la cancha. –Que no nos hagan el gol en este ataque, por favor Dios, te lo pido Dios querido. Un nuevo movimiento de brazos y un tosco defensa de casi cuarenta años, que había quedado como último hombre, robó el balón con maestría y salió dribleando rivales. Cruzó la mitad de la cancha y arrancó para el arco con determinación. Quedaban segundos para la finalización del match. –Ahora me quedo. La vieja ya debe de haber muerto –pensó Dios. –¡Que haga el gol, Dios, por favor! Que se equivoque uno de ellos y podamos hacer el gol para salir campeones, te pido por favor. Dios no actuó. Una cosa era ayudar, pero perjudicar a otra persona estaba

Ilustración: Rodrigo López

fuera de sus límites. Además, no sería necesario. El veterano ya estaba dentro del área rival. El gol era inminente. –Penal, penal, penal, penal... ¡gracias Dios! Penal, penal, penal, gracias, gracias. –Yo no hice nada. El tipo había sufrido una clarísima zancadilla. Cayó de manera aparatosa y miró al juez, deseoso de saber si, además de la pena capital, expulsaría a quien había cometido la falta. –No, no, no, no, no, no, no, no, no, no. Los pensamientos ensordecedores del técnico llamaron la atención a Dios, que en ese momento estaba dudando si ponerle picantina al chorizo al pan. Dirigió su mirada al árbitro, quien con su mano izquierda hacía el clásico movimiento de “levántese que no fue nada”. La prensa se pasaría una semana entera discutiendo el penal no cobrado que pudo significar un campeonato. El juez recibió una dura sanción y las pocas veces en las que habló del tema, dijo no recordar el momento. Dios sabía por qué. Su ojo era como el Ojo de Thundera y podía ver más allá de lo evidente. Cuando miró al árbitro, no solamente lo vio en cuclillas, descartando la infracción, sino que vio la figura que temporalmente había poseído ese cuerpo. Los cuernos y la cola eran inconfundibles. _Ignacio Alcuri


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