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Rolando Vomero El juez y su inapelable pasión por el viejo Central

Roberto Matosas Sus ideas abonadas en cincuenta años de fútbol

Perennes Futbolistas que vencen el paso del tiempo

publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo JULIO/AGOSTO 2015_edición_05 - issn 2393-5995

CARLOS SÁNCHEZ

RENDIRSE JAMÁS 1


Crónica de un reportaje fallido

Fútbol y mostrador Se le ocurrió al director unos meses antes. Quería publicar un artículo sobre cómo se vivía el clásico en un típico boliche montevideano. Tuvieron tiempo de planificar todo. Lo charlaron varias veces, se imaginaron la forma en que se presentarían en el local, quién sacaría las fotos y cuál sería el enfoque del tema. Pensaron que no resultaría demasiado difícil encontrar un bar cuyos parroquianos compartieran, además de las consabidas copas de todos los días, el partido más esperado del fútbol uruguayo. Después de algunas averiguaciones, supusieron que habían dado con el lugar indicado: Las Flores, en Constituyente y Blanes. Pero resulta que cerraba los domingos. Se decantaron entonces por otro ubicado en el Paso Molino. Aquella tarde, una hora antes del evento, el director y el fotógrafo pasaron a buscar al periodista. Se dirigieron a su destino. El director iba al volante. Cuando llegaron al Viaducto, decidieron hacer un reconocimiento visual previo. Estacionaron junto al cordón. En el interior del boliche sólo vieron familias, parejas de mediana edad y algún que otro joven almorzando. Ningún clima de clásico. “Vinimos muy temprano”, murmuró el jefe. “Son las tres menos cuarto”, acotó el hombre de las cámaras. “Todavía falta un poco”, remató el periodista, por decir algo, porque ya intuía que algo no marchaba tal cual aguardaban.

Hicieron un poco de tiempo. Adentro del local nada había cambiado. “Vamos a buscar otro. Esto no es nota”, sentenció el director. Arrancaron por Luis Alberto de Herrera hacia el lado del shopping. A las pocas cuadras, vieron una pizzería abierta. En las mesas, ni un alma; junto al mostrador, ídem. Siguieron viaje. Al pasar por otras tres o cuatro esquinas, el que manejaba les comentaba a sus acompañantes, un poco más jóvenes que él: “Acá había un boliche que siempre estaba lleno”, “Allá paraban los obreros de la fábrica tal”, “Una vez me reuní con Fulano en este bar”… Las persianas metálicas de los locales, cerradas como los párpados de un muerto, les informaban, lapidarias, sobre cómo habían cambiado las cosas de ayer a hoy. A todo esto, ya se había hecho casi la hora en que Peñarol y Nacional bajarían al engramillado del Centenario. El que manejaba, a través del espejo retrovisor, clavó sus ojos en los del periodista, que iba en el asiento trasero. “Ya desde ayer empecé a pensar que no salía”, dijo, sin amargura. Una vez reconocida su derrota, pusieron proa al Mercado Agrícola. “Nos tomamos un café y después los dejo en sus casas”, propuso el director. Todavía, al dar la vuelta al Palacio Legislativo, tuvo tiempo de señalarles un local ocupado por un club político: “Ahí estaba la cervecería de Julio, y en este otro local había un bar que

además tenía billares”. “Hacía años que no paseaba por Montevideo y menos con un guía”, acotó, entre risas, el fotógrafo. Ya en el hermoso lugar en que se ha transformado el Mercado, sentados delante de sendas tazas de café, vieron cómo un grupo de personas se reunía en una especie de living presidido por un gran televisor en la pared. Todos miraban la pantalla, pero no parecían tener interés en comunicarse con el de al lado. No por casualidad, desde los altavoces ubicados en alguna parte del techo, un locutor advertía que quien incurriese en cualquier actitud violenta sería retirado de inmediato del lugar. Dos o tres guardias de seguridad, distribuidos estratégicamente en torno a la pequeña multitud, parecían decir con su severa mirada: “Para eso estamos nosotros aquí”. Aquella misma noche, sentado frente a la computadora, el periodista escuchó las sirenas policiales que llegaban de la cercana 18 de Julio. Los hinchas del ganador “festejaban”. Presa de una cierta frustración, se dijo para sus adentros: “Tenía razón el director, no daba para una nota”. Empero, ya que la revista en que trabaja pretende centrar su mirada “sobre la identidad del fútbol uruguayo”, quizá el fenómeno tuviese su explicación, precisamente, en los cambios culturales que ha experimentado y aún hoy experimenta la sociedad oriental.

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Dónde se consigue o lee la revista Túnel

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Gol al futuro Estadio Centenario, Sala Franzini. Museo del Fútbol Estadio Centenario. Socio Espectacular 18 de Julio 1618 y Carlos Roxlo. Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno. Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil. El Yelmo de Mambrino Gutiérrez Ruiz 1156 y Maldonado. Libros Libros Br. Artigas 1825, Tres Cruces. Librería Papacito 18 de Julio 1409 frente a la Intendencia. Librería Papacito 18 de Julio 888 y Convención. Librería El Narrador Gabriel Pereira 3036 bis y Libertad. Librería Lautréamont Maldonado y Pablo de María. Pocitos Libros Avenida Brasil 2561. Librería Luzgala Avenida Lezica, Colón. Librería Purpúrea Plaza del Entrevero, 18 de Julio y J. Herrera y Obes. Librería Abrazo Gral. Flores 272 local 2, Colonia del Sacramento. Librería Babilonia Tristán Narvaja 1591/1601 y Mercedes. Nueva Galería Libros Tristán Narvaja 1536 y Colonia. Byblosur Libros Magallanes 922. Librería El Nacional Hall de la Biblioteca Nacional, 18 de Julio y Emilio Frugoni. Librería Martín Fierro Atlántida. Librería Ganesha Ciudad de Canelones. Pompona Libros José Enrique Rodó 280, Ciudad de Canelones. Librería ABC Independencia 802, Florida. Librería La Canasta Sarandí 644, San José. Maca libros Ciudad de Durazno. Centro Cultural de España Rincón 629. Centro Cultural Florencio Sánchez Grecia 3281, Cerro. Casa de la Cultura San Carlos. Dirección de Desarrollo Turístico de Canelones Roger Ballet entre 3 y 1, Atlántida. Biblioteca Club Banco Hipotecario, Colonia 2189 y Alejandro Beisso. AEBU Camacuá 575 y Reconquista. Restorán y Parrillada Lo de Silverio Rossell y Rius 1651 y 4 de Julio. Bar Republicano Maldonado y Wilson Ferreira Aldunate. Cerveza Mastra Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra. Palacio del Café Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra. Bar Andorra Canelones 1302 y Aquiles Lanza . Casa de comidas Ginebra Piedras 511, Ciudad Vieja. Silex Ciudad Vieja, Buenos Aires e Ituzaingó. Bar de Vida Agraciada 3889/97 y Ángel Salvo, Paso Molino. Rotisería 2 Acordes Giannattasio y Becú, Lagomar. Restorán El Figón, La Floresta. Pizzería y Parrilla El Luichi, Gaboto 1300 y Charrúa. Cafetería del Teatro Politeama Tomás Berreta 310, Ciudad de Canelones. Bar Las Flores Bulevar España 2051 y Blanes. Club Tito Borja Cerro. Club Sparta Nueva Helvecia. AlPecho Remeras y Margass Galería del Virrey, 18 de Julio y Quijano. Peluquería Mauro, Francisco Canaro y Mario Cassinoni. Centenario Fútbol 5 Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre, La Blanqueda. Paquín Bulevar España y Benito Blanco. Quiosco Galicia 1146 esquina Ejido. Estación Petrobras Ellauri y Gabriel Pereira. Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la ACJ, y en la Tecnicatura de Gestión en Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.


Al contrario de lo que ocurre en los partidos en los que se miden tricolores y aurinegros, cuando juega la celeste, los hinchas de uno y otro dejan de lado su rivalidad. Así las cosas, el boliche recupera su calidad de tribuna plural. Quizá esto se deba a que enfrentar al extranjero (el Otro “en estado puro”) suprime las diferencias entre peñarolenses y nacionalófilos… Hasta el próximo clásico. (Foto: Leonidas Martínez).

Casi sin pedirle permiso, sus manos bajan al teclado y empiezan a aporrearlo. Antes de mucho, ya tiene resuelta la introducción: “A partir de finales del siglo XIX y principios del XX, los boliches se transformaron en lugares que propiciaron la génesis de buena parte de la vida cultural uruguaya. Allí se reunían filósofos, políticos, artistas, escritores, diletantes y simples ciudadanos de a pie que, por el mero placer de intercambiar ideas, pasaban sus existencias entre copas, café, humo de tabaco y abundante charla. El fútbol, como una manifestación más de la cultura, no quedó ajeno a ese proceso. En la época de la radio, en esos lugares, una heterogénea humanidad se autoconvocaba para escuchar el relato de los ‘speaker man’ y, mientras ocurrían, comentaba las incidencias del partido como si las hubiese visto (no por casualidad, en cierto momento llegó a ser famoso el ‘relator que televisa con la palabra’). Mas, en pocos años, se produjeron nuevas transformaciones. La llegada de la televisión vino a modificar el estado de

las cosas. Ahora se podían ver los juegos en ‘vivo y en directo’, lo que hacía que las ‘discusiones de boliche’ sobre el tema se basaran más en los hechos y menos en la imaginación. Empero, los cambios tecnológicos y sociales no se detienen. Con el advenimiento de la tevé por cable, la gente ya no se reúne a mirar fútbol a la vera de un mostrador. Muchos uruguayos de hoy prefieren hacerlo en su casa, cuya sala, según una propaganda en boga, se puede transformar en una tribuna más cómoda y segura que la del estadio. Por otro lado,

la intolerancia, por lo general traducida en violencia directa hacia el otro, además de haberse apoderado de las canchas, ha hecho presa de casi todos los espacios de reunión. Entre ellos, de los que otrora fueran esas verdaderas ágoras rioplatenses. Así las cosas, aquel clima de diálogo, verdadero caldo de cultivo en el que los cientos de miles de ‘directores técnicos’ que ha dado el país hacían gala de su saber futbolero, se encuentra en vías de desaparecer”. _Luis Morales

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SU ÉPOCA DE JUGADOR Y LOS CAMBIOS EN EL FÚTBOL

Matosas medio siglo después

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Roberto Matosas (75 años) fue un claro exponente de una gran época de los clubes uruguayos a nivel internacional. Integró el Peñarol de los sesenta, el de los grandes y desequilibrantes futbolistas. Él no sólo fue uno más, en el mejor sentido de la expresión, sino que gracias a su gran rendimiento, fue transferido a River argentino para terminar su carrera en México, con presencia mundialista defendiendo la selección nacional.

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Allí reside. Ejerció primero como entrenador y ahora como especialista en coaching y desarrollo de la inteligencia emocional aplicada al fútbol. Fue un jugador dotado de extraordinarias condiciones que le permitió lucirse en distintas posiciones, desde zaguero, la más habitual, hasta lateral y volante. En una de sus habituales visitas a Uruguay, en el marco del desarrollo de un ciclo de seis de charlas promovidas por la OFI, Matosas accedió a charlar con Túnel sobre su visión del fútbol.

futbolistas ha variado por la gran incidencia de los aspectos físicos; otra cosa que ha cambiado es que los equipos antes mantenían mucho más los jugadores –por lo menos por dos o tres años–. Hoy la base cambia cada seis meses y eso hace muy inestable cualquier rendimiento consistente.

Usted fue protagonista del fútbol de los sesenta y comienzos de los setenta. ¿Qué cambios ha habido desde esa época? Aspectos físicos fundamentalmente. Los métodos antes siempre nacían en Europa y llegaban acá cuatro o cinco años después. Ahora llegan en tiempo real; entonces la gente se ha preocupado más de aspectos físicos; además la calidad técnica de los

¿No pasa en igual medida en México? También pasa. Pasa en los países donde los equipos no son fuertes. Por ejemplo, en España hay tres equipos fuertes, en Italia hay cinco, en Inglaterra pasa menos, pero hay un nivel de juego en el que todos los jugadores se pueden acoplar en cualquier equipo que jueguen. En Francia lo mismo. Son instituciones con mucha

¿Eso está agravado en un fútbol económicamente débil como el nuestro? Más aún porque se necesita vender a los jugadores para subsistir.

más estructura, que son compradores no vendedores. Cuando compran lo hacen para mejorar el equipo. Nosotros cuando vendemos, cuesta encontrar. Por eso tiene cada vez más importancia que los futbolistas de las fuerzas inferiores estén muy bien preparados. Lo que sigue sin importar, yo dudo de que acá importe, es que el futbolista tenga una buena base técnica, porque veo partidos del fútbol uruguayo y la técnica no está en su mejor expresión. Cuando dice que la nueva metodología de entrenamiento influye en la calidad técnica de los jugadores, ¿es para bien o para mal? Diría que para bien, porque ha obligado al futbolista a cuidarse más. Hoy en día, si físicamente no está bien, por muy técnico que sea no rinde, porque los rivales, aunque sean de mitad de tabla para abajo, están muy bien preparados físicamente. Hubo


Roberto Matosas en un bar del Cordón en su última visita a Montevideo. (Foto: Andrés Cribari).

unos años en que se prestaba atención a la parte física y se descuidaba en un gran porcentaje el trabajo con balón. Hoy, por lo que me dice mi hermano [Luis, entrenador de fútbol], ya ha entrado una nueva metodología: la periodización táctica. Es decir, cada vez se hacen más ejercicios que tienen que ver con el planteamiento del juego, con la pelota de por medio. Hubo un tiempo en que se usaban paracaídas, pesas u otros complementos que no tenían que ver con el juego. Se puede trabajar mucho físicamente, pero siempre que la pelota esté de por medio. Hubo períodos en los que la pelota estuvo ausente, y acá parece que todavía sigue ausente o no tiene el porcentaje de presencia que necesitamos. Nada motiva más al futbolista que saber que habrá un entrenamiento variado con pelota. En su época de futbolista tuvo grandes directores técnicos, ¿mantiene algo de vigencia aquel pensamiento? Tuve cuatro entrenadores que marcaron muchos de los aspectos que trabajé luego como entrenador. Primero Bela Guttmann, el que enfatizó fundamentalmente el cuidado físico, el cuidado personal. Él dijo algo cuando llegó acá que yo seguí al pie de la letra hasta que me retiré y que funcionó. Decía: “Hay que apagar la luz a las diez de la noche”. ¿Algún futbolista hoy apagará la luz a las diez de la noche?

Cuando yo entraba a jugar, decía: “Este que tengo enfrente, ¿habrá apagado la luz a las diezde la noche?”. Eso me dio fuerza. Yo me acostaba a las diez, pero además entrenaba. Segundo, hubo un gran cambio en mi vida de futbolista cuando conocí al profesor José D’Amico en Argentina. Fue el primer entrenador que iniciaba el entrenamiento con la pelota. Yo decía: “Este tipo no es de esta galaxia”. Balón por dos: “¿Qué hacemos?”. “Lo que ustedes quieran. Pásensela por todo el campo”. “¿Por todo el campo?”, decíamos nosotros, acostumbrados a dar vuelta la cancha. Tercero, conocí al mejor entrenador fundamentador de los porqué del fútbol y del cómo: Renato Cesarini. Por ejemplo, él decía: “¿Quién marca el pase en el fútbol: el que tiene la pelota o el que se desmarca?”. Todos dijimos: “El que se desmarca”. No, el que tiene la pelota, porque cuando hace “esto” [levanta su cabeza], está diciendo: “¿Quién la quiere?”. Conclusión, decía él, “a balón conducido, equipo parado”. Si él conduce, los demás piensan “¿y este loco qué va a hacer?, me paro”. Cuando él se para, entonces los demás buscan. Esto lo conocí a los 25 años, cuando debía saberlo desde los 15. Yo aprendí a jugar al fútbol con Renato Cesarini en River. Cuarto, la gran influencia de José Ricardo de León, porque todo futbolista quiere que el entrenador le responda dos

preguntas: ¿cómo vamos a jugar? y ¿cómo vamos a entrenar lo que vamos a jugar? Ya De León hacía periodización táctica, como se llama ahora. Porque todos los días había que entrenar lo que íbamos a jugar el domingo. ¡A los 35 años conocí a un tipo que me respondió las dos preguntas! Fueron cuatro entrenadores que me marcaron. Además agregué otra cosa: cómo entrenamos la inteligencia emocional, de la que depende el temor, la preocupación, la duda, la tristeza, la ansiedad precompetitiva. ¿Cómo entrenamos eso? De eso nadie se ocupa. El único que se ocupó de eso transversalmente fue De León, porque al darnos seguridad en lo que íbamos a hacer el domingo, ya la ansiedad bajaba. Pero en lo de armar el equipo, siempre confiado en los grandes jugadores que tenía. Peñarol con Spencer, Joya, Abbadie, Gonçalves, Rocha, Sasía, esos jugadores que hacían chiquita a la pelota, que ganaban ellos el partido. ¿Se imagina a esa gente con otra estructura? ¿En qué se inspiró para incorporar el trabajo de la inteligencia emocional? Porque fueron problemas que viví dentro de la cancha. Entonces, ¿cómo preparo al niño, al joven y al profesional para lo que van a encontrar y para preguntas que no quieren hacer? Acá en Uruguay está prohibido 5


El coaching En su blog personal, Roberto Matosas define que el coaching tiene un amplio significado y su traducción no siempre queda muy clara. Es aprendizaje, entrenamiento, conducción, asistir con ideas y alternativas de actuación en muchos campos profesionales. Muy utilizada en los ambientes empresariales y por extensión también en el deporte.

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“Tuve cuatro entrenadores que me marcaron: Bela Guttmann, Renato Cesarini, José D’Amico y José Ricardo de León”. (Foto: Andrés Cribari).

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hablar de que un futbolista tiene temor ante el juego. No, acá somos todos de tres huevos, pero no es cierto. ¿Cuánto puede disminuir el rendimiento de un futbolista cuando tiene dudas, preocupaciones y situaciones sin resolver, por el mismo juego o por su estado de ánimo? ¿Quién no quiere rendir al cien por ciento? ¿Preparamos para rendir al cien por ciento? Sí lo preparamos física, técnica y tácticamente. ¿Y lo emocional? Por eso la periodización táctica dice: “No hay que fragmentar más”. Como en la escuela: no es veinte por ciento matemáticas, veinte por ciento inglés, etcétera. Entonces, los problemas que no tuve resueltos como jugador, los trabajé como entrenador, teniendo una base de muchos entrenadores, pero sobre todo de estos cuatro que apoyaban mi búsqueda en otro aspecto. Nunca me interesó buscar más sobre técnica, sí me interesó buscar sobre variedades de entrenamiento y tuve la fortuna de encontrar a los alemanes por el año 1978; encontré sus libros y con la ayuda de un traductor, a hacer cosas que hacían ellos y saqué una ventaja enorme, además de contagiar a otros entrenadores sobre cómo había que entrenar. Los entrenamientos en la época nuestra eran un suplicio: siempre dar vueltas a la cancha, salvo con Alberto Langlade que nunca lo hacía porque tenía otra mentalidad. Pero después, estábamos esperando que llegara el jueves para hacer fútbol. Entonces mi experiencia como jugador me llevó a lo que aún continúa: la búsqueda, el aprendizaje permanente. Como entrenador, el primer equipo que dirigí fue el Querétaro, en primera división. Yo era director de las “fuerzas básicas” (en México se llaman así las inferiores) en Monterrey. El equipo Querétaro había ascendido e iban siete u ocho fechas y no había ganado un partido; entonces me lo ofrecieron, acepté y fui allá. Las hijas de un dirigente de ese

club iban a un instituto muy famoso en todo México: el Instituto Tecnológico de Monterrey. El director de la secundaria era un hombre brillante. Me dijeron que me podía ayudar con charlas sobre motivación y dije: “Justo lo que preciso”. Ahí recordé la famosa cita china: “Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro”. Yo andaba buscando algo insistentemente, y ahí apareció lo que buscaba: a ese hombre que me explicara qué era la motivación, qué eran las pláticas, de qué manera empezar a trabajar el aspecto emocional que está tremendamente descuidado en el fútbol. Me llamó mucho la atención que la inteligencia se pudiera desarrollar. En mi época los inteligentes eran los que sacaban nueve o diez en matemáticas, el resto no existíamos. Entonces me autoetiqueté: a mí no se me da el estudio. Entonces le dije: “¿Qué pasa con los muy inteligentes?”. Y me dio una respuesta brillante: “¿Inteligente con respecto a qué?”. Porque la inteligencia no es un componente único. ¿Es inteligente? ¿Más o menos? Eso no existe. La inteligencia está compuesta por varias habilidades sujetas a desarrollo. Me llamó mucho la atención y él captó que yo estaba muy interesado y, cuando me dijo eso, en dos minutos por mi cabeza pasaron 35 años de suplicio escolar: no disfruté la escuela, ni la secundaria, siempre me mandaban a examen. De “las 8 horas” me salvó el fútbol. Acá tenemos una ventaja: cuesta tanto todo, que uno se va formando por lo que cuesta. Pero uno empieza a madurar después de los veinticinco o treinta años, cuando tiene que tener toda esta información a los quince años. Ya sé que nos cuesta todo, pero por qué no darlo antes. ¿Cómo aprecia el fútbol uruguayo hoy? Técnicamente, como hace cuarenta años, incluso a nivel de selección. Sí que éramos cuartos en Sudáfrica. Sí, pero por la calidad de los jugadores, no por un planteamiento que uno diga que hay trabajo. Jugadores

que juegan en Europa, vienen con otra estructura, y no con la que les damos acá. Y jugadores con otra estructura que tienen arriba de veintiocho años. Acá aprenden qué es la necesidad, pero se forman en Europa. Cuando están allá piensan: “Si yo hubiera tenido en Uruguay lo que tengo ahora...”. Y allá, como todos piensan igual, también se contagian ellos. ¿Los que vienen de Europa se contagian con los de acá? ¿O los que vienen de Europa siguen jugando como jugaban allá? ¿Verdad que no? Cuando usted jugaba al fútbol, ¿era relevante la tenencia de balón? Siempre fue, lo que pasa es que las marcas no eran tan espesas al lado del área rival como en la actualidad. Ahora un equipo se le mete atrás y ¿cómo lo saca de ahí? Además nosotros, en Peñarol, teníamos tipos excepcionales: puntero derecho como Abbadie, diez pulmones como tenía Forlán, ¿quién seguía a Forlán?, Gonçalves, que decían que daba una vueltita, sí, pero cómo le marcaba el ritmo al juego. La pelota iba por aire y estaba Spencer. No todos cabeceaban bien. Cabeceaban bien Spencer y Rocha. Pero había todos los aspectos técnicos dentro del equipo; había dos o tres que manejaban los aspectos básicos del fútbol, pero siempre con la pelota de por medio. Sin entrenar, como podríamos haber entrenado. Como yo siempre digo: “Nosotros obtuvimos éxito, pero Peñarol tenía que haber arrasado en aquellos años, teniendo los jugadores que teníamos (Spencer, Rocha, Gonçalves, el Pardo Abbadie, etcétera), tenía que haber sido campeón todos los años”. Incluso cuando yo ya estaba en River, que fue una de las mejores épocas de Peñarol. Pero ganaba un campeonato, otro lo ganaba Nacional. Pero Nacional, con todo el mérito que tenía, no tenía la calidad técnica de los jugadores de Peñarol, ni la madurez. Van a pasar muchos años para que surja otro jugador como Rocha o Cubilla, que además de astuto, era


“Veo partidos del fútbol uruguayo y veo que la técnica no está en su mejor expresión. Acá en Uruguay está prohibido hablar de que un futbolista tiene temor ante el juego. No, acá somos todos de tres huevos, y no es cierto”. (Foto: Andrés Cribari).

“¿Cuánto puede disminuir el rendimiento de un futbolista cuando tiene dudas, preocupaciones y situaciones sin resolver, por el mismo juego o por su estado de ánimo? ¿Quién no quiere rendir al cien por ciento? ¿Preparamos para rendir al cien por ciento? Sí lo preparamos física, técnica y tácticamente. ¿Y lo emocional? Por eso la periodización táctica dice: ‘No hay que fragmentar más’”.

muy frío, o como el Pardo Abbadie que era un entrenador dentro de la cancha. Ese equipo fue una combinación de personalidades. Y con cosas diferentes que cada uno aportaba: Spencer aportaba pique explosivo y cabezazo. No se le podía descuidar porque en el último minuto metía el mismo pique que podía hacer al principio del partido. No era un jugador de mucho espacio en la cancha. ¿Usted hizo formativas en Peñarol? Llegué aquí, jugué un partido en Cuarta. La tercera jugaba de preliminar en el Estadio y la reserva jugaba los miércoles en las canchas chicas. El técnico era Hugo Bagnulo y me mandaba jugar en la reserva; allí conocí a varios “tigres” muy maduros, de mucho temple, y me vino bien jugar los miércoles con la reserva, y en la Tercera los sábados. Llegué en setiembre, y al año siguiente con veinte años debuté en primera con la Copa Libertadores, cuando se le ganó a Olimpia la primera copa. ¿Siempre jugó en la misma posición? No, inicié en la posición de Gonçalves, como número 5, entonces entraba a jugar cuando él se lesionaba. Cuando llegó Bela Guttmann, me puso de lateral izquierdo. Entonces, faltaba un 8, faltaba un central, faltaba un lateral, faltaba un aguatero: Matosas para ahí. Eso me dio un empujón bárbaro.

Después de Guttmann vino [Roque Gastón] Máspoli, empezó conmigo como lateral, se lesionó Cano y me puso ahí, y ahí quedé. ¿En River también jugó en esa posición? También en todas las posiciones, menos de lateral derecho: de back de los dos lados, de lateral izquierdo y de número 5. Era la época de [José Manuel] Ramos Delgado. D’Amico me ponía de 10. Pero claro, jugábamos porque técnicamente tratábamos más o menos bien a la pelota, pero no teníamos ni idea. Hasta que conocí a De León, a los 35 años, con el que uno sabía que entraba a la cancha a hacer algo específico como equipo. Él llegó a México y salió campeón el primer año. Sí, con el Toluca, el segundo equipo que dirigió. El primer equipo fue Atlético Español. Después fue al Toluca, que hacía cuatro años que no salía campeón. Un equipo muy serio, que los dueños fueron siempre los de la cerveza Corona. Con el “pressing” y con el “achique” sorprendió a todo el mundo. A un equipo le contamos 22 off sides en un partido. Al año de campeón se fue porque le dijeron: “Vaya a hablar con el dueño por el tema del sueldo”. Fue y el dueño le dijo: “¿Cuánto quiere ganar?”. Él contestó: “¿Cuánto cree usted que merezco?”. “Tanto”. “Adiós, ¡qué poco que valoran!”. _Pedro Cribari 7


Los veteranos en el fútbol local: ¿son referentes o están de vuelta?

Viejos son los trapos

Viejo mi querido viejo ahora ya camina lerdo; como perdonando el viento yo soy tu sangre mi viejo.

En las tres categorías de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), comenzando por la Segunda División Amateur, pasando por la Segunda División Profesional hasta llegar a la Primera División, y en el interior del país en la Organización del Fútbol del Interior (OFI), los planteles se nutren de futbolistas jóvenes, de mediana edad y en muchos casos con jugadores mayores de treinta. ¿Por qué se ocurre eso? ¿Qué ascendencia tienen en los jóvenes? ¿Cómo se mantiene un futbolista de los grandes con respecto a la juventud que hay en los planteles? ¿Ese balance entre experiencia y juventud es buscado o casual?

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Existen lugares en el mundo en los que a las personas se las respeta por su edad, como en Japón, que la vejez es símbolo de estatus. En la cultura occidental –y en las otras– se resalta, cada una con su visión, a su manera, el aspecto negativo de la vejez. Se cae en el deterioro, la imposibilidad de esforzarse y la visión inútil de esa parte de la población. El deporte, específicamente el fútbol, no es ajeno a esos juicios de valor. Sin caer en el famoso “Uruguay, país de viejos”, se

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El entrenamiento de la velocidad Los factores relacionados con la velocidad de ejecución que determinan el rendimiento. De Gilles Cometti, profesor de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Bourgogne, Francia.

puede observar que en el fútbol profesional y amateur uruguayo los futbolistas de experiencia, de edad avanzada, son una parte fundamental y un rasgo identitario de la cultura futbolera. Siempre habrá que hacer la salvedad de que si un jugador es viejo lo es para el deporte y porque se dice que la carrera del futbolista es corta, pero no lo será, por supuesto, para la vida. Sobran los ejemplos de jugadores de la vieja escuela en las canchas de todo el país.

Manual ACSM para la valoración y prescripción del ejercicio Un libro de referencia en la medicina y ciencia del deporte, y en el campo de la salud y la condición física. Del Colegio Americano de Medicina del Deporte.

Gestión y Organización de un Evento Deportivo Este libro es una auténtica guía metodológica para investigadores, diseñadores de eventos y directores de operaciones. De Michel Desbordes y Julien Falgoux, con prólogo de Michel Platini.

Yo soy tu silencio y tu tiempo. Él tiene los ojos buenos y una figura pesada; la edad se le vino encima sin carnaval ni comparsa. Yo tengo los años nuevos y el hombre los años viejos; el dolor lo lleva adentro y tiene historia sin tiempo. ‘Mi viejo’, Piero

Tanto la definición de la B como de la A en las temporadas que acaban de terminar tuvieron como protagonistas a muchos de esos futbolistas que crecieron a la sombra de los años noventa en Primera División. “Estando en un cuadro del interior como Tacuarembó uno lo que quiere es tratar de dejarles enseñanzas a los chicos. Ser un referente, si se puede. Pero no hay diferencias, somos todos iguales. Ellos me respetan y me quieren mucho, los

Medicina del Fútbol La opinión de los mejores especialistas a nivel mundial sobre los problemas médicos más importantes, habituales y específicos del fútbol. De William Garret, Donald Kirkendall y Robert Contiguglia.

Marketing Deportivo en 13 historias Cómo idear o mejorar sus proyectos en el ámbito deportivo un iendo la experiencia de los autores con la teoría y estudios sobre marketing en los servicios deportivos. Coordinador: Alberto Blázquez Manzano.


conozco desde inferiores, saben que cuando les hablo es para bien. Yo insisto mucho en el tema profesional, hay que cuidarse, saber que cuando andamos en la calle somos gente pública porque defendemos a un club profesional, a un cuadro grande del interior. Los niños saben que tienen un equipo profesional ahí. Trato de hacer cada entrenamiento al máximo, bien, para lograr los objetivos. La humildad, el sacrificio, las ganas: eso es lo que trato de dejar”, le cuenta Aldo Díaz a Túnel. Aldo es el goleador histórico del Tacuarembó Fútbol Club. El delantero nacido en Paso de los Toros es el símbolo del club rojo del norte y se despidió de la Primera División con un gol de chilena espectacular ante Nacional en el Parque Central. Con el Tacua fue campeón uruguayo de la B en 2014 y logró el ascenso a la A. En Primera logró convertir, en este último campeonato, quince goles, ubicándose en el top five de la tabla de goleadores por detrás de Iván Alonso (Nacional), Michael Santos (River) y Yoel Burgueño (El Tanque Sisley). Díaz, el máximo artillero del Campeonato Uruguayo 2006-2007, goleador de la B en 2013-2014 es, hoy en día, el goleador histórico de Tacuarembó en el fútbol profesional con 125 goles. Su primera anotación se la marcó a Peñarol en el estadio Centenario, en setiembre de 1999. Fue vicecampeón con Defensor de Paso de los Toros en la Copa Nacional de Clubes de OFI, jugó en Peñarol de San Gregorio de Polanco y en el fútbol profesional jugó en Liverpool, Central Español, Deportivo Colonia y Bella Vista. “Me gusta entrenar. Me gusta cuidar mi físico, trabajo con él. Soy prolijo en eso y en la alimentación. En estos años y ya con 40 puedo estar vigente, sin ninguna lesión. Eso me permite rendir cada fin de semana. Más allá de las limitaciones que haya a veces, somos profesionales. Hay que ser responsables. El fútbol te devuelve lo que vos hacés, cada entrenamiento es importante. Yo quiero seguir jugando. Donde he estado traté de hacer las cosas bien, de cuidarme”. Jorge Castelli, actual

Aldo Díaz y Jorge Contreras. El isabelino a los 40 años buscará nuevamente ascender a primera división con Tacuarembó. El golero de Racing ya es abuelo, es el mayor de los jugadores en actividad del fútbol uruguayo. En setiembre llegará a los 44 años. (Foto: Leonidas Martínez).

entrenador de Danubio, define a Aldo Díaz como “el isabelino que unió Tacuarembó con Paso de los Toros”. Tan es así, que junto a Franco Sosa tienen una escuelita de fútbol para niños de 6 a 13 años y fue el propulsor, junto a la Fundación Celeste, de la Escuela Celeste, ubicada en Pueblo Achar, localidad del departamento de Tacuarembó. El Mensajero del Gol sigue vigente y con 40 años tratará de volver a la A.

Garra y calidad Andrés Scotti no sólo trascendió en el ámbito local sino que selló el pasaporte por todo el mundo, tanto con clubes como con la selección uruguaya. Comenzó su vida futbolística en el Club Atlético Independiente de Trinidad, equipo del departamento de Flores, para luego pasar a Central Español y seguir su carrera

• 2 canchas cerradas de césped artificial • Salón con parrillero para cumpleaños y reuniones • Escuela de fútbol para niños • Gimnasio: clases de Karate, Zumba, Pilates y Entrenamiento Funcional Luis A. de Herrera 2581 esquina 8 de octubre Tel: 24801733 centenariofútbolcinco

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por Wanderers, Nacional y Defensor, donde se desempeña actualmente. En el exterior anduvo por Chile, México, Rusia y Argentina, y es parte del plantel que participó en Sudáfrica 2010 y Argentina 2011. Con el Uruguay del maestro Óscar Washington Tabárez nos devolvió las ganas de salir a la calle y generó una grifa que es reconocida en todo el mundo. En diciembre cumplirá 40 años. “Para algunos que recién empiezan a vivir sus primeras experiencias, la influencia de los grandes es enriquecedora. He jugado con gente de 38, de 42 años, y me dejaron muchas cosas para mi carrera, consejos: no es lo mismo que te lo diga una persona que ya las vivió a que te lo diga uno de tu edad cuando no tiene esas vivencias. Ni qué hablar que los jugadores, con esa edad, por algo están ahí. Con el ejemplo te enseñan mucho”. Scotti dice que la alimentación juega un papel determinante para poder mantenerse dentro de la cancha. Volvió desde el fútbol del exterior a Nacional porque quería vivir ese desafío de los vaivenes que tienen los clubes grandes y el fútbol local en general: “En Uruguay tenés lesiones que en otros países no tenés. La espalda, la rodilla, los tendones, ligamentos; en ese aspecto, por el tema de los pisos de las canchas, seguimos

unos cuantos pasos atrás”. El deporte colectivo tiene la dificultad del ensamblaje de ideas, momentos, diferentes cabezas y tácticas. Para Scotti lo ideal es que en un plantel haya un mix de jugadores grandes y jóvenes: “En momentos de mucha tensión no sabés cómo te va a responder el joven. Los grandes más o menos lo sabés, ya tienen esas vivencias. Todos viejos tampoco es bueno, los veteranos tienen un ritmo; no tienen la frescura y la irresponsabilidad de un joven para tomar algunas decisiones. Los grandes son más responsables, en algunas cosas no te favorece la improvisación”. El ejemplo. La responsabilidad. Detalles que hacen la diferencia: “Lo mejor que podés decir es con el ejemplo, eso dice mucho más que las palabras. Los gurises ven si te entrenás, si sos responsable, si llegás en punto. Ellos están atentos”. El abuelo “Cariñosamente los gurises me dicen ‘viejo’. Hay jóvenes con la edad de mis hijos pero soy muy querido por ellos en el vestuario. Soy de perfil bajo. Trato de darles algún consejo para la vida personal, el cuidado que tienen que tener. Que aprovechen que están en un club de

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La mirada del entrenador

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“El hecho de que haya jugadores de experiencia es fundamental para el desarrollo del equipo en todos los aspectos: en lo futbolístico, en lo socioafectivo, sobre todo cuando son referentes y líderes positivos. En Defensor tuvimos tres jugadores que fueron muy importantes en eso: Andrés Fleurquin, Nicolás Olivera y Nacho Risso, que realmente han ido marcando las pautas de convivencia en un vestuario, lo que es muy positivo para los planteles”, le dice Fernando Curutchet a Túnel. Hace un año, Curutchet como entrenador de Defensor Sporting protagonizó la mejor campaña del club a nivel internacional. Llegó con la viola a las semifinales de la Copa Libertadores de América y estuvo a punto de clasificarse a la final que ganó San Lorenzo de Almagro. Esa campaña, que previo a la llave semifinal sufrió un impasse por la Copa del Mundo de Brasil 2014, tuvo una combinación de futbolistas en el plantel de todas las edades: “Es importante que haya un plantel equilibrado en los puestos, en una columna vertebral que es fundamental, y eso se logra muchas veces con jugadores que aportan un grado de experiencia mayor que otros, ya sea por edad o por trayectoria. [Mathías] Cardacio, por ejemplo, es un jugador de experiencia con 27 años. Aportó muchísimo sin ser un líder natural como puede ser Fleurquin. Hay jugadores que, con sus características, asumen ciertos roles importantes para el equipo sin ser necesariamente líderes”. El equilibrio en un plantel es la clave para algunos de los entrevistados. Es una cualidad que buscan los entrenadores cuando comienzan a trabajar con un plantel que muchas veces es extenso y bien variado: “Hay una franja de jugadores de 23 a 28 años, que es la plenitud de los futbolistas en cuanto a su rendimiento. Esos no están en el país. Entonces, los planteles generalmente se están formando con muchos jugadores jóvenes y los mayores de 30, que regresan o están acá, aportan muchísimo y son realmente necesarios para acompañar el ímpetu de esa juventud y hacer más equilibrados los planteles. No es un mito o una creencia, es algo que en el mundo del fútbol se maneja porque los líderes positivos aportan muchísimo. También hay gente mayor que evidentemente no aporta y esos sí son contraproducentes”. Con los años y el trabajo se aprende. No debe haber un deportista por estos lados del mundo que no quiera dar el máximo para su rendimiento personal y el del colectivo que integra. Para ello, Curutchet analiza cómo debe tratar con los futbolistas que tienen sus años arriba sin que este aspecto signifique generar diferencias entre sus dirigidos: “Se debe medir esa carga con el compromiso del jugador de que él vaya regulándose. El jugador de experiencia sabe cuándo puede seguir cierto ritmo y cuándo no. Uno tiene que aprender a ir viendo eso”.

Jorge Contreras: “Hay que dar el ejemplo. Sos el mayor. En mi caso si no me entreno me cuesta mucho. Trato de hacer todos los trabajos, no dejar nada de lado, entrenarme a la par de todos. Los jóvenes te ven corriendo, dejando todo, y ellos están orgullosos de tenerme al lado”.

Primera División”. Jorge Loco Contreras es golero, tiene 43 años y en setiembre cumplirá 44. Es el futbolista en actividad de más edad en el fútbol uruguayo. El año pasado llegó hasta el final del Torneo Apertura con chance de ser campeón y bancó la toma. Sus locuras, atajadas y la particularidad de que siendo un jugador de la A es abuelo, le han hecho ir ganándose un lugar en el corazón de los hinchas futboleros. Sobre todo en Juventud y Racing, donde se convirtió en símbolo de ambas instituciones. El cuidado personal, el entrenamiento, las ganas de seguir y el buen descanso han sido fundamentales para su carrera. “Dar el ejemplo. Sos el mayor. En la pretemporada del año pasado nos tocó correr diez kilómetros y el profe me dijo que yo hiciera cinco; le dije que iba a hacer los diez, igual que todos. Me costó pero lo hice. En mi caso si no entreno me cuesta mucho. Trato de hacer todos los trabajos, no dejar nada de lado, entrenar a la par de todos. Los jóvenes te ven corriendo, dejando todo, y ellos están orgullosos de tenerme al lado”. El Loco hizo las formativas en el Club Atlético Cerro, cuadro del que se declara hincha. Vive, como siempre, en la villa y su vida ha estado ligada al club albiceleste ya que su padre fue canchero y equipier. De chiquilín era delantero, pero en la semana previa a un clásico con Rampla, en Quinta División, faltaba un golero y Jorge se quedó bajo los tres palos para siempre. Debutó en Primera División a los 29 años, trabajó en la construcción, jugó en Colombia, en la B, atajó, se comió algún gol, pero siempre estuvo ahí. “Dejá jugar a los jóvenes”, “viejo”, “retirate”, son algunas de las cosas que le gritan en las canchas


de fútbol uruguayas. Contreras se lo toma bien, cuenta que siempre se ríe y termina hablando de Julián, su nieto: “Tiene un año y medio y lo disfruto al máximo. Ya metió estadio, metió Roberto. Ya salió a la cancha conmigo”. La nueva ola Facundo Mallo nació el 16 de enero de 1995 en Montevideo y es producto de las divisiones formativas del Liverpool Fútbol Club. Debutó en el primer equipo negriazul el 15 de noviembre de 2014 ante Progreso, por la novena fecha del Campeonato Uruguayo de Segunda División Profesional. Ese día los negros de Belvedere le ganaron 6-0 a Progreso, pero Facundo lo recordará porque a los 64 minutos entró a la cancha en remplazo de Gonzalo Freitas. Una semana después, el 23 de noviembre, Liverpool visitó el estadio Mario Sobrero de Rocha y Mallo apareció entre los titulares de Alejandro Apud, quien en ese entonces era el entrenador del campeón de la B. No le bastó con debutar en el once inicial, sino que a los 31 minutos puso el primer gol del partido para su equipo. Después, a los 87, el exquisito goleador olimareño, Emiliano Alfaro, estiró el score para poner el 2-0 y darle el triunfo a un Liverpool que de punta a punta fue el mejor de la temporada. Luego, jugó siete partidos de manera completa y en otros cuatro alternó entre titular y suplente, marcando además otros dos goles. El 2015 comenzó muy bien ya que fue convocado para entrenar con la selección sub 20 de Fabián Coito que se preparaba para el Mundial de Nueva Zelanda. De hecho, algunos partidos de su equipo se los perdió por estar entre los seleccionados, en el Complejo Uruguay Celeste y de gira por Europa: su debut con la celeste fue en un amistoso ante Uzbekistán en el estadio Municipal de Tocha, en Portugal. Uruguay, vestido de blanco, cayó derrotado 1-0 pero Facundo jugó los noventa con la camiseta número 13 en su espalda. Si bien no quedó entre los 21 mundialistas, la experiencia que empezó a tomar este chiquilín de 20 años es interesante. De algún modo, ese roce se lo debe a los viejos: “Siempre se habla de los referentes. A veces decís “que no venga nadie porque me puede tapar el puesto”. Pero en realidad si te lo ponés a ver de otra forma, más en esta etapa que recién estás empezando, es el momento en que tenés que chupar rueda como se dice. De los que de verdad ya las pasaron. Son ejemplos que a veces te dirán cosas que te sirven, en otras ocasiones le errarán, pero siempre aprendés de ellos”. Facundo mide 1,83 y juega de defensa. Ya con el Mundial sub 20 en curso fue incluido en la lista preliminar de treinta futbolistas para participar de

Leyenda de foto: Andrés Scotti, que cumplirá en diciembre 40 años, es partidario de los planteles con un mix de jóvenes y experientes. (Foto: Leonidas Martínez).

Andrés Scotti: “En momentos de mucha tensión no sabés cómo te va a responder el joven. Los grandes más o menos lo sabés, ya tienen esas vivencias. Todos viejos tampoco es bueno, los veteranos tienen un ritmo; no tienen la frescura y la irresponsabilidad de un joven para tomar algunas decisiones”.

los Juegos Panamericanos de Toronto 2015, de la que también quedó afuera de los 18 convocados. No sólo juega al fútbol, también le mete pienso a la cuestión: “Somos un país de exportación de jugadores. Los más chicos, si tienen las condiciones, se van; y los otros están acá porque ya se fueron y volvieron o por intención propia de querer estar acá. Y se da ese equilibrio que también buscan los técnicos y los dirigentes de saber que tienen referentes en el plantel que te van a poder mantener en ciertas situaciones. Nosotros esa experiencia capaz que no

la tenemos, pero le damos la frescura al equipo. Se necesita de los dos, un equilibrio de las dos partes”, dice acerca de sus experiencias. Se le viene por delante otro desafío, que es jugar en la A de nuestro fútbol, con otro marco, otro contexto y más ojos encima de sus rendimientos. Está tranquilo pero ansioso. Juan Verzeri será su director técnico, un tipo que sabe trabajar con los más jóvenes. Mallo estudia en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF): “Este año se me complicó porque ahora la entrada es libre. En mi generación entraban 140, y ahora entraron 400. Y está bien, la idea es buena. La educación es para todos. Pero el ISEF no tiene los recursos y está hasta las manos. Además, este año le agregaron el sistema informático para anotarte a los cursos y exámenes. Entrené de mañana y cuando me fui a anotar al mediodía no quedaban cupos para las materias. Me anoté a una sola. Estoy entre segundo y tercero, metiéndole”. Sobre su primera experiencia en el fútbol de grandes y los espejos en los que se reflejó, Facundo cuenta las impresiones que se llevó en el día a día, en los entrenamientos de Liverpool: “Este fue mi primer año en Primera División así que fue el momento en que me choqué con gente más grande que yo y tuve dos referentes, que eran los más grandes del plantel: Agustín Lucas y Sergio Bica, que me impresionó. Estaba en línea como si fuera un chiquilín, tiene un físico que parece de diez años menos. [Paulo] Pezzolano, en los tests de aeróbico era el que más corría, lejos. Y en algún ejercicio en el año capaz paraba un poco, ellos saben manejarse. Saben cómo manejar su cuerpo, conocen sus posibilidades”. _Juan Aldecoa 11


Doping positivo

Un tiro en el pecho

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No hay ninguna duda de que un país que reivindica el suicidio por motivos deportivos está muy lejos de resolver sus problemas de violencia en los estadios de fútbol. Y que mucho más lo está en la medida en que es incapaz de darse cuenta de la relación que puede existir entre ambas cosas. Tampoco creo que haya demasiadas dudas de que la razón de que seamos incapaces de vincular ambos extremos –como lo prueba la celebración estúpida de la leyenda de Abdón Porte– es el hecho de estar inmersos en una ficción –que eso son todos los relatos identitarios–, según la cual cuando empieza a rodar la pelota se pone en juego algo de lo que somos, algún aspecto esencial a nuestra vida y no, simplemente, se juega un juego cuyo sentido comienza y acaba adentro de la cancha. Dicho de otra manera: una cosa es jugar y ser consciente de que en ese momento uno suspende su sentido de la realidad y se somete voluntariamente y por un determinado margen de tiempo a una serie de reglas absurdas. Y otra es que esas reglas absurdas cobren vida propia, traspasen las fronteras del juego y se transformen en usinas generadoras

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del sentido de la vida de quienes las inventaron. Y a no pensar que cuando digo que el fútbol es absurdo lo estoy atacando; todo lo contrario, creo que hay que celebrar y reivindicar su sinsentido. Vale recordar la definición de la RAE para el absurdo: “Contrario y opuesto a la razón; que no tiene sentido”; “Extravagante, irregular”; “Chocante, contradictorio”; “Dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado”. Pensemos por un segundo en la imagen de un grupo compuesto por un adrenalínico y arbitrario número de adultos millonarios corriendo atrás de una pelota y vestidos con graciosos uniformes de colores que, supuestamente, “representan a un país” (¿?) y nos daremos cuenta de que no hay más racionalidad ahí que en un concurso de tiro al blanco con enanos organizado por un grupo de corredores de bolsa de Wall Street pasados de merca. (Lo mismo vale si los que corren atrás de la pelota no son millonarios: nada vinculado a la lógica explica que un tipo que labura sesenta horas semanales en la construcción dedique el domingo a matarse a patadas gratis en una cancha de tierra en alguno de los dos millones de campeonatos amateur que hay en Uruguay).

Imaginen que les sucediera lo siguiente: anochece en un frío domingo electoral de otoño cuando caen en la cuenta de que el circuito de votación cierra en diez minutos y ustedes todavía no han ido a cumplir con el ritual de la democracia. Se abrigan rápidamente y cuando están por salir de su casa se preguntan en voz alta: “Pero hombre, la semana pasada fueron las elecciones departamentales, el ciclo electoral de nuestro país ha terminado, ¿qué coño se supone que debo ir a votar?”. Y alguien responde: “Las elecciones de Accuweather y la embajada de Francia. Dale, vamos”. Acto seguido, se ponen la bufanda y rumbean para el circuito. Nada de esto tiene sentido, por supuesto, y es que se trata de un sueño, en este caso uno que tuve hace algunas semanas y que supongo me traumatizó lo suficiente como para todavía no poder olvidarlo. (Igualmente, no más que la primera pesadilla que recuerdo: corría el año 1990, yo tenía cinco años, y Sergio Checho Batista me perseguía con claras intenciones de asesinarme, vestido tal cual aparecía en el álbum de Pannini, porque yo venía declarando reiteradamente que él había sido “el peor jugador del Mundial”).


Ahora bien, imaginen no poder despertar de ese sueño, imaginen entrar al circuito electoral, que la urna fuera una olla de hierro fundido como las que usan las brujas en los dibujitos y que las listas de los partidos fueran frascos de mostaza, ketchup y otros condimentos, utilizados por los votantes para darle sabor a lo que sea que allí se esté cocinando. O que el Checho no dejara nunca de corrernos, armado con una cuchilla para filetear queso Colonia. O cambiemos la metáfora: imaginen a un grupo de niños enardecidos organizando una caceroleada en Montevideo como protesta por la muerte de Kimba o Rimba o como fuera que se llamara el padre del Rey León. Y ahora recuerden la reacción del público uruguayo ante la sanción a Suárez durante el mundial pasado. Y luego busquen las siete diferencias. Para todos aquellos que en algún momento nos apasionamos por este juego, el fútbol es como los sueños o las películas: su duración se extiende en un margen de tiempo sin principio ni final, durante el cual creemos, sufrimos -–y a veces gozamos– en y con lo que está pasando. Es imposible controlar lo que sucede allí dentro y las cosas que pasan obedecen a algún tipo de capricho que nos es ajeno: Dios, el guionista, el mayor o menor tamaño de los testículos propios o ajenos, la relación con

El fútbol es como los sueños o las películas: su duración se extiende en un margen de tiempo sin principio ni final, durante el cual creemos, sufrimos –y a veces gozamos– en y con lo que está pasando.

nuestros padres, la corrupción de Figueredo o la consabida mala suerte provocada por la presencia del Colorado Liberman en un estadio de fútbol, cualquiera puede ser la sinrazón que encontremos para tratar de explicar las cosas que pasan. Pero a diferencia de los sueños y las películas, el fútbol parece no tener final, es un sueño del que no despertamos, un relato en el que seguimos creyendo cuando nos levantamos de mañana al otro día y vamos a laburar. Cuando entran Peñarol y Nacional a la cancha y Rodrigo Romano dice, con esa solemnidad y grandilocuencia impostada

que tanto lo caracterizan, que “aquí no se juega un partido de fútbol, se juega mucho más”, y cuando un rato después un grupo de hinchas, que creen lo mismo que él, comienza a romper el estadio y a tirar butacas a la cancha, o a darse de bomba con la Policía, o entre ellos, y otros miles cantan y celebran la violencia derramada, es claro que nuestras peores pesadillas han invadido la realidad, que en algún punto nos tomamos un blíster entero de las pastillitas azules de Morfeo y nos quedamos atrapados para siempre dentro de nuestras fábulas. ¿Cómo se sale de ahí? Abdón Porte no pudo. Vaya uno a saber todos los problemas que tenía, independientemente del fútbol –no imagino cosa más difícil que ponerse en el lugar de una persona que toma una decisión como la suya–, lo cierto es que no pudo y se pegó un tiro en el pecho. Y ni siquiera su memoria pudo salir de ese lugar. Quedó encerrada en la locura por un fútbol más loco que le dedicó banderas y tribunas y que cree que pegarse un tiro “por amor al club” es una conducta respetable pero que luego no entiende o no quiere entender cuando el tiro, en vez de hacia uno mismo, va hacia el que está enfrente, hacia algún pobre tipo vestido con una graciosa combinación de colores diferentes. _Mauricio Bruno

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Mundial de Fútbol femenino Canadá 2015

Romperrécords El celular se sacude encima de la mesa. Es una llamada de Jorge que me pregunta por los partidos que he visto del Mundial. Jorge Burgell es una de esas personas que rara vez no sabe algo sobre el fútbol femenino. Trabajó junto a Matilde Reisch en 1995, cuando la Asociación Uruguay de Fútbol concibió la institucionalización del fútbol femenino. También fue el que salió a buscar equipos para el primer campeonato y el que no dudó en armar la lista de jugadoras para conformar la primera selección uruguaya. En 2007, cuando éramos compañeros en un diario, me invitó a un partido de fútbol entre mujeres y durante el viaje me paseó por la historia de los clubes, sus jugadoras y su hinchada. De aquel Jorge me quedó un referente, que en este oficio se diría fuente, pero me gusta decirle amigo. Por eso no me sorprendió para nada esa llamada en la mañana fría de un día de junio. Hablamos de jugadoras, de formas de juego y cortamos. Y ahí se me ocurrió escribir, como a dos voces –o a dos cabezas–, mezclando lo que pude ver y pensar, y lo que Jorge vio y pensó sobre el Mundial. Esto es lo más parecido a un eco.

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*** No le digo pero ya lo tengo decidido: evitaré comparaciones con el fútbol masculino porque pretendo describir el deporte por lo que es y no por sus huecos. Sin embargo, me dice: “Los hombres corren más, son más veloces, potentes y tienen más tránsito en la cancha”. Y sí, hacia adentro del deporte hay diferencias también. Es que en la zona norte del mundo, en Estados Unidos, Europa del norte y Asia del este, el fútbol femenino es profesional; se labura de eso. Las ligas se pueblan de equipos fuertes y los partidos tienen lugar en la televisión. En la zona sur, las cosas son muy distintas. Amateurismo y pocas chances de emigrar, combinado con el cruce entre proyectos de vida, estudio y trabajo. Ser mujer y jugadora de fútbol es un cóctel osado en un mundo macho y complejo. Lo curioso es que no amedrenta. Y hacia ahí vamos con Jorge, que conoce las entrañas del esfuerzo –y del casi delirio– de muchas gurisas y mujeres. *** 14

De 12, en la primera edición de 1991 en China, a 16 en 1999 en Estados Unidos y de 16 a 24 en Canadá 2015. El número de selecciones que disputaron la Copa del Mundo se abulta porque el fútbol femenino crece, la cantidad de jugadoras que se asocian también, y el desarrollo que la FIFA impulsa parece aún poco aunque se anunció sostenido. No sorprende a nadie ya que las selecciones favoritas hayan llegado a las fases finales: Alemania, Estados Unidos (las únicas que acumulaban dos títulos del mundo), Japón, Inglaterra y también Francia. El caso de Suecia y Noruega sí sorprendió un poco, ya que ambas selecciones habían llegado a las fases más picantes del torneo en ediciones anteriores, pero esta vez quedaron en octavos. Suecia acumuló terceros puestos en 1991 y 2011, y un segundo en 2003, mientras que Noruega fue campeona del mundo en 1995. Y encima, estas dos selecciones fueron las pioneras. En 1986 plantearon a la FIFA el deseo del desarrollo del fútbol para las mujeres, así que, cuando menos, se les debe ese reconocimiento. Las debutantes fueron muchas y variadas: Camerún, Costa de Marfil, Costa Rica, Ecuador, España, Suiza, Países Bajos y Tailandia, y algunas sobrepasaron las expectativas. También hay figuritas repetidas. Las jugadoras, protagonistas de la competencia, cuentan historias de sacrificio, de retraso de la maternidad, de apoyo familiar o de ninguna esperanza de entendimiento familiar. Las historias, que a veces son hermanas, dependen de los países y de las trayectorias de las selecciones. Aquellas que han disputado las siete copas del mundo, suelen relatar apoyos y reconocimientos. Pero hay de las otras, más complejas, que se ligan a países con menor desarrollo del deporte femenino y sobreviven en ámbitos donde aparece la discriminación y la invisibilización –permitime el oxímoron–. De algunas cosas se habla aún más bien poco. *** Aunque coincidimos con Jorge en que en Canadá no hubo ni sorpresas ni piñata, sí le dedicamos un rato más extenso al desempeño de Colombia. Tal vez porque

Marta, quien fue cinco veces la mejor jugadora del mundo, se consagró como la más goleadora de la historia de los mundiales femeninos al marcar el tanto número 15 de su carrera contra República de Corea.

Brasil no avanzó y no pudimos hinchar por otra selección latinomericana. Nos quedamos con ganas de ver más goles de la brasileña Marta, la número 10 que fue cinco veces la mejor jugadora del mundo. Aunque hizo el que tenía que hacer: se consagró como la jugadora más goleadora de los mundiales marcando el número 15 contra República de Corea, superando a la alemana Brigit Prinz, que había anotado 14 goles antes de retirarse. Brasil ganó todos los partidos de la fase de grupos y perdió por un gol en el minuto 80 con Australia en octavos. A las colombianas les tocó bravo, compartieron grupo con Inglaterra, Francia y México. El mejor recuerdo habrá sido el partido que les diera la victoria histórica contra las francesas por 2-0, resultado que les facilitó jugar en octavos contra Estados Unidos, que aun siendo una de las selecciones favoritas, se complicó en la marca, aunque terminó ganando el partido 2-0. La arquera Sandra Sepúlveda fue fundamental para que el equipo avanzara en la competencia. Junto con las delanteras Jorely Rincón, de 21 años, y Lady Andrade, de 23, mostraron que el fútbol sudamericano sorprende mientras brilla con creatividad, añadiendo a la buena técnica algunos movimientos para despistar a las oponentes. “De fantasía, de circo, de playa”, repite Jorge que acuerda en destacar el desempeño colombiano con una pizca de asombro. “Hasta creo que las estadounidenses temían ser burladas”, dice. Es que


Colombia decidió ser desequilibrante en el ataque, forzando la participación de hasta ocho jugadoras en algunas oportunidades ofensivas. Entre las debutantes de países menos destacados, vale anotarle un poroto a Camerún que pasó a octavos, mientras que Nigeria, que disputó su séptima copa, no pasó la fase de grupos. Sus jugadoras intentaron suplir algunas dificultades técnicas mediante el despliegue de la potencia física, aprovechando su rapidez y movilidad. Eso hizo la delantera Gaelle Enganamouit, de 23 años, que hizo un hat-trick contra Ecuador y mostró que a sus 1,71 metros les sobra empuje. El encuentro en octavos con las disciplinadas jugadoras de la selección China hizo que se despidieran del torneo. El par femenino de técnica y experiencia aniquiló al de físico y actitud. *** Cuando se habla de mundiales se habla de dinero, espectáculo y pantallas. En esta edición, la cantidad de encuentros fue de 52, lo que significó una trepada importante en el número de espectadores en estadios y a través de pantallas. Teniendo en cuenta las seis copas anteriores, hubo cuatro millones y medio de espectadores en los estadios. Canadá fue un escenario inmejorable. Una cifra récord de canadienses siguió por televisión el partido inaugural, en el que la selección anfitriona venció a China 1-0, con un gol de penal en la hora. Había que ver cómo la capitana, Christine Sinclair, se calzó la pelota bajo el brazo y esperó hasta patear. Esa imagen la disfrutó un total de 1,8 millones de telespectadores (cifra tres veces mayor a la cantidad de Alemania 2011) y 53.500 personas la vieron en el estadio de Edmonton, lo que representó también un récord de concurrencia en eventos deportivos en adhesión a la selección nacional canadiense. A esta barra hay que sumarle la audiencia China: 2,3 millones de personas. En Estados Unidos, donde el fútbol femenino es fuerte, 3,3 millones de espectadores vieron a su selección contra Australia, una cifra que triplicó la alcanzada en el primer partido de la selección estadounidense en la fase de grupos de 2011. Los japoneses también acompañaron: 4,2 millones de personas vieron el encuentro debut del grupo entre Japón y Suiza con victoria nipona. De la recaudación de las ventas en estadios en Alemania 2011, la FIFA declaró un beneficio de 25 millones de euros, cifra que será superada ampliamente cuando presente los números de Canadá. ***

A este collar le faltan perlas. Una de ellas es el juego limpio que caracteriza a los campeonatos mundiales de fútbol femenino. La disputa por la pelota se hace notoria pero no incluye jugadas forzadas, donde el desempeño de la fuerza física se antoja determinante. Más bien el juego se caracteriza por desarrollarse en espacios amplios. Tampoco se echa mano a las protestas desmedidas a los árbitros –que en este Mundial fueron 50 y todas mujeres; Claudia Umpiérrez (que estuvo en la final del mundo en Vacouver) y Luciana Mascaraña, las únicas uruguayas–. No es común ver empujones, ni tumulto de jugadoras ni acciones consideradas antideportivas. Ahí coincidimos con Jorge, eso produce menos fricción y un espectáculo más amable. Y en la charla no podemos evitar una comparación. En el Mundial de Fútbol de Brasil 2014 la media de minutos de juego por partidos fue de 57, mientras que en Canadá ese tiempo perdió 5’: 52’ de juego para las mujeres. Algunas de las respuestas

Las jugadoras más destacadas del fútbol femenino suelen portar apodos de sus colegas varones, como es el caso de Necib, a quien le dicen La Zidane femenina o la surcoreana Ji Soyun, que sobrelleva el mote de Pequeña Messi. posibles a esta particularidad es que ante eventos de lesión suele tomarse varios minutos para reanudar el partido. La media de goles por partido es 2,7. Aunque el dato no explica nada si a uno se le escapa una rareza: en todos los mundiales aparecen marcadores abultados (10-1 o 6-0, como sucedió en Canadá), que evidencian las diferencias de nivel entre los equipos. *** Las debutantes europeas Suiza y España se fueron pronto. Aun así, Suiza alcanzó varios récords en Vancouver. El único encuentro que ganó fue por 10-1 contra Ecuador, cifra que igualó la mayor cantidad de goles en un partido, el 11-0 de Alemania contra Argentina en el primer encuentro de 2007. Y la delantera suiza Fabienne Humm marcó el hat-trick más rápido en la historia de

los mundiales, al hacer tres goles en cinco minutos. España se vio superada por Brasil y República de Corea, aunque su buen desempeño en las clasificatorias europeas daba para fantasear. Esta vez no ganó ningún partido. Las selecciones favoritas del norte volvieron a hacer lo esperable: desarrollar un torneo de alta competencia en un buen nivel. La técnica de Francia y Alemania volvió a aparecer. Japón, que es un equipo rápido en las transiciones, mostró jugadoras atléticas y con gran dominio de la pelota, aun en el juego bajo presión. La defensa es disciplinada y compacta: ahí no pasa ni una mosca. Y encima se dieron el lujo de guardar en el banco a Homare Sawa, la mejor jugadora del mundo de 2011. La figura fue Mana Iwabuchi, de 22 años –y apenas 1,55 de altura–, que anotó contra Australia y las mandó a semifinales. Estados Unidos mostró durante todo el torneo un juego equilibrado. En el arco, la reconocida Hope Solo, con 176 partidos internacionales disputados, tuvo un buen desempeño tras algún tiempo desvinculada de la selección. Ella fue quien echó por tierra, junto con la arquera de Alemania, Nadine Angerer (destacada en 2013 como mejor jugadora del mundo), aquel juicio que sostenía que ese puesto lucía el punto más opaco del fútbol femenino. La mediocampista Megan Rapinoe y Carli Lloyd, y la delantera Abby Wambach, con más de 248 partidos internacionales y 183 goles, fueron también figuras destacadas de las estadounidenses una vez más, ahora en Canadá. La alemana Celia Sasic fue la goleadora del campeonato, con seis goles marcados, la siguió en la lista su compañera Anja Mittag; dos nombres viejos y siempre vigentes. *** Ahora, como lo hizo antes, Jorge me habla de Louisa Necib, la número 14 de Francia, que es la mejor asistidora de la selección. Imposible no haber visto sus ojos maquillados durante los partidos: primer plano para ella. Y aunque suene ridículo, otras veces simpático pero siempre absurdo, se suele comparar a las jugadoras más destacadas con jugadores reconocidos. Es el caso de Necib, a quien le dicen La Zidane femenina, y la surcoreana Ji Soyun, que sobrelleva el mote de Pequeña Messi. La jugadora Verónica Boquete de España, en quien la selección Roja tenía puestas todas las fichas para este mundial, se mostró molesta ante las preguntas insistentes sobre a qué jugador se parece. Lo dijo bien clarito antes del debut con Costa Rica: “Nadie va a ver aquí a Xavi o Iniesta”. _Patricia Pujol 15


Carlos Sánchez, un premio a la perseverancia

Rendirse jamás

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El eslogan le va como anillo al dedo a este jugador programado para remarla desde la cuna. El abandono de su padre, el rechazo de varios clubes y una lesión que casi lo deja fuera del fútbol, lejos de derrotarlo lo fortalecieron.

Subió al ómnibus de River para volver a casa, igual que en un partido cualquiera. Pero no fue un partido cualquiera. Nunca lo es un superclásico, y esta vez ni siquiera pudo terminar de jugarse porque a cuatro de sus compañeros los quemaron con gas tóxico. Por eso apenas alcanzó a gatear los escalones del ómnibus, se tiró boca abajo al piso, tal como había ordenado la Policía; y así tuvo que abandonar La Bombonera. Un déjà vu. Aunque hace quince años lo que estaba en juego era un casillero de cerveza o una damajuana de vino, no la Copa Libertadores. Sin custodia, obviamente, tuvo que salir corriendo esa tarde del campito del barrio Borro y trepar a un camión en marcha. “Si ganan no salen de acá”, había sido la amenaza a la visita. Cortita y al pie. No quería ir para atrás en el partido; pero tampoco dejar la vida en un torneo barrial. Pensó que no salía más de ahí, lo mismo que aquella noche en La Boca. El destino o la casualidad –Dios seguro que no, porque él no es creyente– conspiraron para que disputara este año su primera Copa América. Antes de viajar a Chile nos recibió en el Complejo Celeste; o nosotros lo recibimos a él en una especie de living improvisado que armamos para la charla. Lo más cantado es decir que el llamado a la selección le llegó un poco tarde, en noviembre de 2014, a los 29 años. Sin ir tan lejos, su hermano Nicolás de la Cruz viste la camiseta uruguaya desde antes de cumplir los 15. ¿Qué te faltó a vos y que le sobró a tu hermano? Me faltó mantenerme en un club fijo. Él del baby fútbol ya saltó a Liverpool.

Yo salí del baby fútbol y me probé en un montón de clubes. Era difícil quedar. Había jugadores que venían acomodados, en esa época se usaba mucho. Mi hermano tuvo el camino más allanado, yo la remé más. Carlos tiene nueve hermanos, de cuatro padres diferentes. Sólo Pato, el original; y él, conocido como Patito en la infancia, llevan el apellido Sánchez. “Nunca convivimos los diez juntos, como mucho habremos vivido siete, porque a medida que íbamos creciendo, los más grandes se iban yendo”. Mamá Nelly trabajaba como empleada doméstica, se iba de la casa a las ocho de la mañana y regresaba a las siete de la tarde. “Nos cuidábamos entre nosotros”, dice con diplomacia cuando en realidad quería confesar desde el vamos que “la diversión era pelearse”. ¿Y tu padre? Se separó de mi madre y no lo vi más desde los ocho años. Ahora falleció. ¿Te duele haber perdido el vínculo? No, no lo extrañaba. Como padre no me dejó nada. Con tono pausado, va soltando las palabras justas y necesarias, como si quisiera evitar releer ese capítulo. Aunque parece dispuesto a sacar un aprendizaje: no repetir la historia con sus hijos varones, Máximo y Juan Manuel, y la nena que nacerá en setiembre. Por lo pronto, ellos están instalados en la presumida Recoleta, en Capital Federal, y cada tanto viajan a su casa en Belvedere. Pato, en cambio, anduvo de barrio en barrio y de casa en casa de pequeño. Nació en Ciudad Vieja, en la zona de la Aduana, y después estuvo en La Teja, Colón y Lezica. Sus hijos tampoco sufren la escasez de comida que vivió Carlos cuando era chico.


Foto: Leonidas MartĂ­nez.


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(Foto: Leonidas Martínez).

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Eran épocas duras. Pero la angustia se escondía vaya a saber dónde al tocar la pelota. Por más que el cielo se cayera, siempre estaba al firme para cualquier picadito. Los años de baby fútbol los hizo en el club Carlitos Prado, y en séptima pasó a Peñarol. “Entrenaba en Las Acacias y tenía que tomar dos ómnibus para llegar. Salía al mediodía de casa y volvía a las siete”. El club debía estar más cerca; así que dio con Salus: “Cada torneo que terminaba con el Salus me iba a probar a otro equipo, a uno de Primera donde me pudiera mostrar más. Nosotros estábamos en la B y el club se estaba por fundir”, recuerda. Probó en Liverpool. En última instancia, no era más que otro rebote en su carrera, otra cachetada a su perseverancia. Fueron trescientos aspirantes, y quedaron tres: Carlos, que se probó con una vieja camiseta de River, de las truchas; y otros dos. La suerte estaba de su lado. Julio Ribas fue quien luego lo subió a la máxima categoría. “Físicamente era muy bueno, tenía mucha entrega y marca. Además pasaba bien la pelota. Era un volante importante, de ida y vuelta”, dijo a El Observador Carlos Barcos, ayudante de Ribas. Una rotura de los ligamentos cruzados lo obligó a parar en su mejor momento. “Había jugado contra los grandes, me había ido muy bien. Habían ido a verme

para jugar afuera y tuve la desgracia de lesionarme contra Nacional”.

“Un sueño que tengo

¿Por qué te llevó tanto tiempo la recuperación? Porque en Liverpool cambiaron los médicos, y justo me tocó a mí esa etapa. Cuando estaba en plena recuperación, vinieron doctores nuevos, que no trabajaban de la misma manera y tuve que empezar de cero. Me costó mucho más.

un equipo europeo. En

¿Cómo viviste ese tiempo? Lloraba. Me costaba tener movilidad en la pierna, y me dolía de noche. La verdad es que fue un momento bastante feo. No podía más. Estuve a punto de dejar el fútbol. ¿Quién te convenció de que no lo hicieras? Mi señora. Ella me dijo que siguiera, que el fútbol era lo que más me gustaba. Estaba embarazada de mi primer hijo, Máximo, y fue el envión para salir adelante. ¿Pensaste qué ibas a hacer si dejabas? No, pero seguro nos íbamos a rebuscar. Me arreglé con Selene un 22 de octubre y el 11 de noviembre me lesioné. Agarró lo peor. Me pasa factura por eso, dice que me bancó cuando no era nadie [se ríe].

es jugar algún día en diciembre se termina el contrato en River, esperemos que se pueda cumplir. Con la edad que tengo va a ser difícil pero me encantaría”.

El salto “Un mundo, un mundo; gigante”. Su énfasis contagia, y convence. River Plate es más de lo que imaginó. Venía de Mendoza, una ciudad calma en comparación con la capital argentina; y de jugar en Godoy Cruz, un equipo del interior que suele estar mezclado en la mitad de la tabla, y en alguna temporada más descollante disputa una copa internacional. Lo que mata es el contraste, dicen; y Carlos lo sintió. “No pensé que era tan grande, con tanta


gente alrededor del estadio. Ahí mismo hay colegios y ves mucha actividad”. ¿La ciudad? ¿La gente? No fue terrible pero sí complicado. Más que nada el movimiento. No hay un lugar donde no te cruces con un hincha de River. Fue un cambio fuerte, pero lo pude llevar bien, por suerte. ¿Y con los hinchas de Boca? Tranquilo. Te piden que no les hagas un gol, que si quedás frente al arco la tires para afuera. Nada más. Yo pensaba que si el archirrival me cruzaba en la calle me iba a querer relajar o pegar. Pero me llevé la linda sorpresa de que son humanos. El pedido no fue concedido. El pelado, que a los ocho años reclamó un corte al ras para hacer desaparecer los rulos por el resto de sus días, le convirtió un gol a Boca en el partido de ida de los octavos de final de la Libertadores. Fue de penal, después de imponerse a su compatriota Rodrigo Mora, entre otros compañeros, para ejecutar el tiro. Estaba nervioso, se acomodaba las medias, pero la metió al lado del palo derecho; y en el festejo se agarró orgulloso el escudo de la camiseta. El mismo escudo del club que un día le soltó la mano. Negocios son negocios, podrá refutar algún dirigente. Pero el uruguayo renunció a Primera División y a la Copa Sudamericana con Godoy Cruz para jugar en la B con el cuadro de Núñez. Tal vez el momento más duro para los millonarios. ¿Cómo es jugar en el Nacional B? Difícil, porque River lleva mucha gente a la cancha. Al fútbol no le venía bien que estuviera en la B. Tampoco a la televisión, entonces era una presión muy fuerte. Además, en el juego los chicos siempre le quieren ganar a los grandes, se preparan mejor porque quieren salir en el diario del lunes con el titular: “Equipo chico le ganó al grande”. Si sacan un punto también es histórico para ellos, por lo que no salen a proponer sino que esperan alguna jugada de pelota quieta, o algún error del rival para convertir. Es más duro jugar en la B. Ese año agotador terminó con el ascenso. Pero si te he visto no me acuerdo, pensaron en Núñez, y al “uruguayo, uruguayo” lo borraron de un plumazo. “No me voy feliz. Quería seguir acá. Dejo el club para liberar un cupo, pero nadie vino a decirme en la cara qué estaba pasando. Ramón Díaz me dijo que era parte del grupo y ahora estoy totalmente afuera. Con Ramón tengo buen diálogo, esperaba el llamado de un dirigente”, soltó el jugador a Radio La Red antes de tener que emigrar a México para sumarse al plantel de Puebla por un año.

Carlos Sánchez llegó a Liverpool luego de superar una prueba de aspirantes en la que se presentaron más de 300 jugadores. (Foto: Rodrigo López).

¿Ramón Díaz te excluyó del equipo o fue la dirigencia? Fue una decisión más dirigencial que del técnico. Ellos precisaban el cupo de extranjero. Me hicieron tramitar la ciudadanía argentina para liberarlo, pero como llevaba tiempo no se pudo hacer. Y el indicado era yo porque Ramón Díaz no me iba a tener muy en cuenta, no iba a ser titular. Entonces, para ocupar el cupo sin jugar, los dirigentes decidieron que me fuera

a préstamo. No creo que haya sido todo del técnico, sino más de los dirigentes, porque de un día para el otro me consiguieron otro equipo. ¿Cómo volviste después de que te borraron? Volví porque la dirigencia había cambiado, de lo contrario no volvía. El fútbol mexicano me había gustado, me sirvió mucho como experiencia, y estábamos 19


El clásico entre River y Boca en el que la hinchada xeneize quemó con gas tóxico a jugadores de los millonarios “es una mancha para el fútbol que no se va a borrar nunca”. (Foto: Leonidas Martínez).

muy cómodos. En ese momento, en River estaban viendo si se iba Ramón Díaz, y finalmente asumió Marcelo Gallardo. Sabía que iba a empezar todo de cero.

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Gallardo lo ayudó mucho, reconoce. Y de alguna manera lo empujó a ser un pilar del equipo millonario. A su regreso, la cabeza de Pato tampoco era la misma. En México se dio cuenta de que no estaba dando lo mejor de sí y que debía progresar para convertirse en una figura irreemplazable. Y así fue: el mediocampista acumula cinco

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goles en lo que va del año, y aguarda por la reanudación de la copa para seguir sumando. ¿Qué conclusión sacaste del partido en el que hinchas de Boca les arrojaron gas tóxico a tus compañeros? Que es una mancha para el fútbol, un deporte tan lindo y más como lo viven los argentinos. Para ellos el fútbol ocupa más del noventa por ciento de su vida cotidiana. Entonces no hay palabras para describir lo que pasó. Es una mancha que no se va a borrar nunca.

¿Qué pensaste en esa hora y media que estuvieron los jugadores de ambos equipos dentro de la cancha? Que no nos íbamos más. Teníamos miedo de la salida porque siempre que vamos a La Bombonera terminan rotos los vidrios del ómnibus. Pero esta vez la Policía nos dijo que iba a haber tiros por la ventana. ¿Y hubo? No escuchamos nada porque estaba todo cerrado. Pero fue terrible.


“Luego del clásico en que hinchas de Boca nos arrojaron gas tóxico, pensé que no nos íbamos más. Teníamos miedo de la salida porque siempre que vamos a La Bombonera terminan rotos los vidrios del ómnibus. Pero esta vez la Policía nos dijo que iba a haber tiros por la ventana”.

¿Sintieron falta de solidaridad de los jugadores de Boca? Por momentos sí, porque no creían lo que les estaba pasando a mis compañeros. Pensaban que estábamos inventando todo para que los suspendieran. En un momento ellos empezaron a calentar, pusieron la pelota al medio para que nosotros fuéramos a jugar, pero había compañeros que no podían abrir los ojos.

¿Te acostumbraste a que tu vida esté más expuesta? Aunque no salgas, siempre estás expuesto. Estás acá adentro y dicen que estás afuera. ¿Cómo hacés para desmentir eso? Te da bronca y tristeza pero no le tenés que dar bola porque si no es peor. Si salís a declarar públicamente parece que te estuvieras cubriendo, entonces mejor es dejarla pasar. En Buenos Aires te inventan todo. Ojo, a veces puede ser verdad, pero si es así te lo agrandan también.

¿Y los barras? Todo es cola, no sabés de dónde salen pero siempre hay alguien que está metido.

¿Te gustaría jugar afuera? Un sueño que tengo es jugar algún día en un equipo europeo. En diciembre se termina el contrato en River, esperemos que se pueda cumplir. Con la edad que tengo va a ser difícil pero me encantaría. Igual se verá más sobre la fecha.

¿Cómo es tu relación personal con la barra? Me ha tocado hablar con barras, en las concentraciones, incluso en la previa de partidos con Boca y nunca los locos fueron a decirme “ganen porque los vamos a matar a todos”. Nunca me vinieron a apretar o a amenazar a la familia. En algún momento se enojaron porque había jugadores que salían al boliche; pero son jóvenes y aprovechan su momento. ¿Les controlan hasta las salidas? Y… allá todo se comenta.

La edad no ha sido una limitante para Carlos. A la selección se sumó más tarde de lo habitual, con las ventajas y desventajas que eso trae: la ventaja de tener más experiencia en lo futbolístico, y la desventaja de no conocer de lleno a los compañeros para aceitar los movimientos dentro de la cancha. “Pero a medida que vayamos entrenando y jugando nos vamos a llevar mejor”, augura, porque tiene pensado vestir un tiempo más la camiseta de su país. _Carla Rizzotto

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¿Puede salir campeón un equipo uruguayo a nivel internacional?

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“Tan lejos, tan cerca”

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Planificación. Eso es lo que falta para que el fútbol uruguayo tenga la posibilidad de retomar la senda de triunfos del pasado. Así opina Fernando Curutchet, entrenador del último equipo uruguayo en llegar a una semifinal de la Copa Libertadores, y quien fuera el orador central de la primera conferencia temática de la revista Túnel. Es que pasaron muchos años desde la última vez que un equipo uruguayo pudo gritar campeón en un torneo continental. Fue en 1988, de la mano de Nacional. Desde entonces pasaron veintisiete años sin triunfos, con algunas esporádicas campañas que hicieron ilusionar con quebrar ese “maleficio”. Pero la realidad está a la vista y es dura de aceptar. Desde aquel lejano 1988, Uruguay, Bolivia y Venezuela son los únicos países del continente que, a nivel de clubes, no pudieron gritar “campeón”. Eso es demasiado para un país que estuvo acostumbrado a codearse con la gloria, y donde el fútbol es mucho más que un deporte: es parte sustancial de su idiosincrasia y su cultura. Las explicaciones pueden ser variadas, ya que se trata de una cuestión multifactorial, en la que convergen cuestiones estructurales, de capacidad técnico-táctica de los jugadores y los técnicos, el poderío económico de los clubes y también –por qué no– la suerte. Pero existe una pregunta que se repite al comienzo de cada nuevo torneo: ¿Puede salir campeón un equipo uruguayo a nivel internacional? Esa fue la interrogante que planteó Túnel en su primera conferencia temática sobre el fútbol uruguayo. Curutchet, entrenador del último equipo uruguayo en llegar a una semifinal de la Copa Libertadores, con Defensor Sporting, aceptó el desafío y analizó –acompañado por el periodista Ricardo Piñeyrúa, que ofició de comentarista– las fortalezas y debilidades del fútbol uruguayo a la hora de competir a nivel internacional. Curutchet afirmó que los triunfos históricos del fútbol uruguayo no pueden analizarse sin tener en cuenta el contexto en que se concretaron, ya que hay razones por las que antes se jugaba mejor al fútbol. Por ejemplo, en los años sesenta los clubes uruguayos tenían una situación económica bastante buena, lo que permitía que los

En una conferencia organizada por Túnel, Curutchet y Piñeyrúa analizaron los porqués de la sequía de títulos internacionales de los clubes uruguayos. (Foto: Andrés Cribari).

“En Uruguay, existen falencias a nivel de infraestructura y a nivel organizacional, lo que afecta el nivel de competencia interno y, por ende, las posibilidades de obtener victorias en el plano internacional”. mejores jugadores de Sudamérica jugaran en Uruguay. Esto tuvo cierta continuidad en los años setenta y ochenta, cuando los clubes uruguayos tenían la capacidad de conformar y mantener un plantel durante casi dos años, lo que redundó en las victorias de Peñarol y Nacional. “La década del noventa es una época de confusión en el fútbol uruguayo […] No sabemos a dónde queremos ir, no sabemos dónde estamos parados. Estamos atados a un pasado muy importante, pero tan atados

que no nos permite visualizar un futuro y apostar por ese futuro; nos quedamos enredados”, valoró Curutchet. El problema continuó a partir del año 2000 y se acentuó en 2010, cuando comienza “la sangría de jugadores jóvenes”, lo que lleva a que los planteles logren apenas una estabilidad de un año o un año y medio como mucho. “Es díficil establecer la consolidación de un equipo para pelear por una copa internacional”, aseguró. Sin embargo, más allá de todas las falencias que existen, Curutchet brindó una respuesta positiva a la pregunta planteada: “Sí, se puede”. Pero para eso se requiere cumplir con un requisito indispensable: la planificación. “Estamos tan lejos, como estamos tan cerca”, afirmó el entrenador. El dilema ¿Existe una planificación estratégica adecuada por parte de los equipos para ganar un torneo internacional? Según Curutchet, esa es la pregunta que se deberían hacer todos los actores del fútbol uruguayo al momento de analizar la realidad y que se debería contestar


honestamente. La respuesta inicial sería “no”, ya que en Uruguay existen falencias a nivel de infraestructura y organizacional, lo que afecta el nivel de competencia interno y, por ende, las posibilidades de obtener victorias en el plano internacional. Estas falencias, en su mayoría de índole económica, se traslucen en deficiencias que llevan a los deportistas uruguayos a competir en desigualdad de condiciones ante los equipos extranjeros. Uno de los aspectos sustanciales para cambiar la realidad es procurar una mejor organización de los campeonatos, ya que actualmente en Uruguay se juegan unos treinta partidos oficiales al año, lo que es muy poco comparado con los demás países. Curutchet consideró que si los clubes piensan cómo establecer un torneo que sea competitivo se beneficiaría a todos los actores del fútbol (jugadores, técnicos y árbitros) y mejorarían las posibilidades de los clubes a nivel internacional. “Tenemos que ser proactivos y buscar algo más, no quedarnos en lo que nos pasó en los años noventa, en esa confusión que tuvimos. Porque con menos hacemos más los uruguayos, pero también tenemos una capacidad de creatividad que está manifiesta en un montón de cosas y a veces las desaprovechamos. Tenemos que animarnos y tomar riesgos, porque si no tomamos riesgos vamos a llegar al lugar donde siempre hemos llegado”, afirmó Curutchet. El objetivo, por tanto, debería ser transformar las debilidades en fortalezas, con base en una planificación que atienda a mejorar la competencia interna. Sin embargo, Curutchet reconoció que hay una situación en particular “que no depende de nosotros, que nos está condicionando y quizás sea la más importante”, que refiere a la integración de los planteles. En Uruguay, los planteles duran seis meses, porque los clubes tienen que vender para poder subsistir. Más allá de esto, al culminar su exposición, Curutchet vaticinó una respuesta. “Para mi sí. Como dije al principio, estamos tan lejos, pero a la vez estamos tan cerca, hay posibilidades”. Para esto es indispensable apuntar a la planificación, la conformación de un proyecto serio en cuanto a la elección del cuerpo técnico y los jugadores, que se sustente en el tiempo, y al convencimiento en el objetivo, pero también a que el plantel esté integrado por una generación que explote el máximo de sus posibilidades en el momento justo. Por eso dijo ser optimista en que los equipos uruguayos vuelvan a estar en la élite del fútbol: “Porque lo merecemos y la historia así lo indica, y debemos ser fieles a nuestra historia”, afirmó.

Ordenar la casa Piñeyrúa compartió los criterios expuestos por Curutchet en cuanto a que el problema principal del fútbol uruguayo refiere a aspectos vinculados con la planificación, pero dijo que no está de acuerdo con la

Es indispensable apuntar a la planificación, la conformación de un proyecto serio en cuanto a la elección del cuerpo técnico y los jugadores, que se sustente en el tiempo y al convencimiento en el objetivo, pero también a que el plantel esté integrado por una generación que explote el máximo de sus posibilidades en el momento justo.

idea de que esto puede discutirse porque es fútbol. “Esto no es fútbol, es otra cosa”, afirmó. “Podemos discutir si jugamos con línea de cuatro, de cinco o de ocho, si nos matamos defendiendo y si la tiramos para afuera, pero ningún objetivo se

logra, en ningún área de la vida, si no hay planificación”. “No vamos a conseguir cosas si no conseguimos ordenar la casa”, lo que incluye impulsar una mejora de la competencia interna, que en Uruguay es mala, afirmó. Piñeyrúa recordó una frase que le dijo el técnico Daniel Carreño: “En Uruguay ningún equipo se prepara para salir campeón de la Libertadores”. Esto implicaba que no existía ningún equipo que diseñara un proyecto deportivo con el objetivo firme de ser campeón en algunos años. “Todo el proceso que se vivió en los últimos años en la selección uruguaya muestra que con planificación y trabajo se consiguen cosas muy importantes, o sea, se puede tener la aspiración para ser campeón y conseguirlo”, manifestó. “Me quedo con el concepto de planificar, marcarse objetivos, buscar las formas de hacer las inversiones adecuadas y tener paciencia. Hay que tener paciencia. Necesitamos una dirigencia que sea más paciente, que tenga una idea de un proyecto y apueste a ese proyecto y lo sostenga. Una dirigencia que se abstraiga del resultado de un partido y piense en el trabajo que se hace. Dirigentes que dejen de lado el corazón para pensar en el fútbol”, expresó Piñeyrúa. 23


Rolando Vomero: Justicia, fútbol y Central Español

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Un juez con la camiseta puesta

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En Uruguay el fútbol es un tema del que se habla en todos lados: en el bar, en la plaza, en el trabajo, en el ómnibus, con la familia, con los amigos. También en el Poder Judicial. Como en todos los ámbitos, la mayoría de sus integrantes son hinchas de Peñarol o de Nacional, aunque algunos logran salir de ese molde. Entre ellos, Rolando Vomero, hincha de Central Español. Vomero es un hombre con dilatada trayectoria dentro el Poder Judicial. Ministro del Tribunal de Apelaciones en materia Penal y ex presidente de la Asociación de Magistrados del Uruguay. Durante su carrera le tocó intervenir en casos resonantes para la Justicia uruguaya, por ejemplo, fue quien dispuso el primer, y hasta ahora único, procesamiento de un general en actividad por los crímenes de la dictadura. En los corrillos judiciales se hizo fama de hombre serio e introvertido, pero eso cambia cuando se habla de unos de sus amores: Central Español Fútbol Club. Porque Vomero es hincha de Central casi desde que tiene memoria. Si bien vivió más de treinta años a pocas cuadras del Parque Palermo, en una zona con muchos hinchas de Central, la explicación es más sencilla: su padre, Rolando Vomero, fue jugador de Central. Y uno importante: Vomero padre fue el autor de los dos goles con los que Central le ganó 2-1, de atrás, a Montevideo Wanderers, el día que se coronó campeón del Torneo Competencia de 1944. Fue la primera vez que un equipo menor se consagraba campeón en la era profesional. Y además, invicto. El trofeo engrosa las vitrinas de la sede de Central, junto a una fotografía de ese histórico equipo. “Mi padre es el segundo de abajo”, dice Vomero, con una sonrisa. ¿De qué jugaba? “De nueve, de ocho o de diez. No sé si era habilidoso, pero era pescador, hizo los dos goles en esa final. Hoy ese título está un poco disminuido porque hay varios equipos que hemos ganado el Campeonato Uruguayo, pero en ese momento fue importante”. Vomero, el magistrado, todavía no había nacido. “Mi abuelo era manya, y mi padre jugó un campeonato en Misiones. Ondino Viera lo quiso llevar a Nacional, pero

finalmente vino a Central. Y la camiseta le quedó pegada en la piel”. El primer partido que Vomero recuerda fue en el Estadio Centenario, contra Nacional, en 1953, año en que Central descendió por primera vez. “Habíamos ido con mi tío y mis primos, que eran de Nacional; nos ganaban 2-0 y había un hincha que nos gritaba ‘Váyanse a la B’. Quiso el destino que empatáramos. Siempre me acuerdo de él”, rememora. Durante varios años fue a la cancha con su padre. Después comenzó a llevar a sus hijos. ¿Cómo, en un país con tanta preponderancia de Peñarol y Nacional, se logra transmitir la adhesión a un cuadro menor? “Tuve que luchar muchísimo para que sean hinchas de Central. Primero porque todo el mundo les dice que sean hinchas de Peñarol o de Nacional. Segundo, porque además mi esposa y su familia son todos de Rampla, y no es posible ser hincha de dos cuadros chicos”, responde. Por todo esto, para el juez Rolando Vomero, Central Español es más que un equipo de fútbol: es parte de su vida.

“Uno tiene que ser

Fútbol y Justicia

victimario”.

Pese a eso nunca quiso ser dirigente. Antes de ser magistrado integró algunas subcomisiones de Central, pero “después nunca más”, dice. “Me han propuesto pero siempre dije que era imposible ser juez y dirigente de un club”. ¿Por qué? “Porque es una actividad compleja; es una actividad económica donde un juez no debe estar metido”, afirma. Sin embargo, sí aceptó participar en tribunales jurisdiccionales de la Asociación Uruguaya de Fútbol. “Fui suplente del Tribunal de Apelaciones dos años, pero nunca me convocaron. Después estuve diez temporadas en el Tribunal de Penas, donde ‘saqué’ sanciones parejas de pérdida de puntos para los dos cuadros grandes”. También promovió un cambio de interpretación de una norma: fue tras ver la lesión que sufrió el jugador Guillermo Rodríguez durante el partido entre Uruguay y Perú, por el Sudamericano Sub 20. Es que el Tribunal sancionaba el “planchazo” como “puntapié”, y aplicaba dos partidos de suspensión para el infractor. La imagen de la lesión lo hizo cambiar.

desapasionado en el momento de resolver. Ante cualquier situación de la vida uno se indigna; uno ve homicidios brutales y se indigna, ahora cuando tengo que resolver tengo que hacerlo fríamente, basándome en las pruebas, no por lo que haya dicho la prensa, no porque sea una mala persona la víctima y una excelente persona el

“Antes de empezar el campeonato, planteé que me parecía mal cómo estábamos penalizando el ‘planchazo’, que creía que era agresión y que teníamos que sancionarlo con tres partidos”. Quiso el destino que el primer expulsado por un “planchazo” fuera un jugador de Central. “Llegué al Tribunal y dije: ‘Tres partidos’. Se me caían las lágrimas [risas]. A la semana siguiente viene otro expulsado, y el presidente del Tribunal dice: ‘vamos a ponerle dos partidos’. ‘No, no, no, Central se llevó tres partidos, van todos con tres partidos’. Se terminó el tema. Les quise mostrar lo siguiente: acá se viene a actuar sin camiseta, si alguien viene a actuar con camiseta, que se vaya para otro lado”, cuenta. ¿Es díficil sacarse la camiseta? “No. Es doloroso. Pero, en mi caso, estoy acostumbrado a dictar sanciones mucho más severas que tres o cuatro partidos. La diferencia es que cuando juzgo a alguien fuera del fútbol, por mi trabajo, no lo


Es “imposible ser juez y dirigente de un club”, porque “es una actividad compleja; es una actividad económica donde un juez no debe estar metido”. (Foto: Rodrigo López).

conozco y juzgo lo que hizo. Aquí hay un componente adicional: se le tiene cariño a una camiseta. Y eso es lo que se hace difícil. Por suerte, cuando me eligieron para el Tribunal de Penas, lo primero que dije fue: ‘sepan que los goles para Central los hizo mi padre, no esperen que yo haga un gol’. Nunca me hicieron un problema, sabían que los iba a mandar al diablo. El prestigio a Central se lo podía dar si actuaba bien. Bajamos dos veces estando yo en el Tribunal”.

¿Cree que a veces les pesa demasiado el corazón para tomar decisiones? “El quid de la cosa está en que los integrantes de los tribunales son designados por cuota política, y eso quiere decir que la integración política y sus decisiones pueden ser políticas. Por eso en determinado momento todos los jueces nos fuimos de la AUF, por el desprestigio de la dirigencia de la AUF y por otras cosas vinculadas al fútbol”. Eso ocurrió en noviembre de 2004. Todavía se recuerda.

Jueces adentro En virtud de los cuestionamientos que existían contra la gestión de la AUF, la Suprema Corte de Justicia (SCJ) se pronunció contra la permanencia de los magistrados del Poder Judicial como miembros de sus órganos jurisdiccionales. La resolución dejaba en claro que no existía ninguna norma legal ni constitucional que impidiera la participación de los jueces en estos órganos.

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Sin embargo, “a los efectos del prestigio y la imagen del Poder Judicial ante la sociedad, no resulta conveniente que los jueces de la República integren organismos decisorios en el seno de una asociación civil fuertemente cuestionada en la actualidad por un sector de la opinión pública (lo que debe asumirse como un hecho notorio) y que entre sus normas rectoras contiene una que precisamente prohíbe a las asociaciones nacionales, clubes o miembros de clubes el acceso a los Tribunales de Justicia de la República (Art. 63 del Estatuto de FIFA), derecho que debe estimarse inherente a la persona humana y a la forma republicana de gobierno (Art. 72 de la Constitución)”, señalaba la resolución. Poco a poco, los jueces comenzaron a retirarse. “No fue una orden, sino que se nos sugirió que nos fuéramos retirando”, recuerda Vomero. Su última actuación fue a principios de 2005, tras emitir un fallo de quita de puntos a un equipo grande. “Después presenté renuncia. Nos fuimos todos”. Esa situación cambió en 2007, después de que el presidente de la AUF, José Luis Corbo, fuera a hablar con los representantes de la Corte y planteara que era “imprescindible” la presencia de los magistrados del Poder Judicial como garantía de imparcialidad. “Entonces la Corte nos autorizó a volver, porque era un prestigio para el Poder Judicial que pensaran que los jueces podíamos brindar la solución”, señaló el magistrado. Vomero y sus colegas Luis Charles y Milka Núñez fueron designados como integrantes del Tribunal de Alzada. “Es el único Tribunal con integración técnica y no política y el primero presidido

por una mujer. En el Tribunal hemos actuado con objetividad e imparcialidad, porque así tiene que ser. Tuve un compañero en el Tribunal de Penas que llegó casi en actitud militante. Lo aprecio mucho, pero no se puede ir a un Tribunal a administrar Justicia con actitud militante”, señaló Vomero. “En los tribunales es posible mantenerse objetivo si usted tiene una formación previa. Además, los abogados podrán ser excelentes abogados, pero no saben ser jueces. No saben. Entonces cuando se ponen a fallar generalmente le erran. En el Tribunal de Penas, al ser un Código sancionatorio, está vinculado con conceptos del derecho penal, y sacaban sus fallos basándose en el derecho civil, la resoluciones eran correctas, los fundamentos eran equivocados desde mi punto de vista”, agregó. Vomero consideró que es precisamente la formación como magistrados lo que les permite actuar con ecuanimidad. “Uno tiene que ser desapasionado en el momento de resolver. Ante cualquier situación de la vida uno se indigna; uno ve homicidios brutales y se indigna, ahora cuando tengo que resolver tengo que hacerlo fríamente, basándome en las pruebas, no por lo que haya dicho la prensa, no porque sea una mala persona la víctima y una excelente persona el victimario”. En los tribunales de la AUF “es más difícil desapasionarse”. ¿Por qué? “Porque está el cariño por mi camiseta y la rivalidad con el otro, eso se ve más claramente en quienes van a los tribunales por los cuadros grandes, porque siempre están en competencia. Pero uno tiene que mirarlo con frialdad, desapasionarse lo más posible

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El caso Diego Posadas

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La violencia en el fútbol es un problema relevante en Uruguay. Pero no es algo de hoy en día, sino que parte de un proceso en que se fue incrementando esa violencia. En su calidad de magistrado, Rolando Vomero debió intervenir en uno de los hechos más tristes de violencia en el fútbol: el homicidio del joven Diego Posadas (16 años), hincha de Nacional, quien fue degollado el 12 de junio de 1994, por otro adolescente, hincha de Peñarol, frente al monumento a los campeones de 1950. Vomero era juez de Menores. “Fue algo horrible”, dice hoy, más de veinte años después. “Era locatario Peñarol, y Nacional quería llevar una barra bullangera, entonces la dirigencia de Nacional compró cien entradas y se las dio al jefe de la barra, quien las negoció (a unos se las regalaba, a otros se las vendía más baratas), entonces Peñarol, la semana anterior al partido, hizo socios al barrer, y les entregaba las tarjetas de socio en el club Estudiantes de la Unión, y desde ahí salió la manifestación, en caravana, que se iba agrandando y se cruzaron con barras de Nacional”. El enfrentamiento entre estos grupos terminó con la muerte de Posadas. Vomero comenzó con la investigación, que culminó con la internación en el Iname (hoy Sirpa) del responsable. Pero una de las cosas que recuerda es que algunos “barras” referían al buen vínculo que existía entre ellos. “Uno de ellos, que también era pesado de Basáñez, me decía: ‘Pero con los muchachos de Nacional somos amigos, porque en un partido de Basáñez-Cerro a mí me pegaron un balazo en la cabeza y los muchachos de Nacional me iban a ver’. No sé, parecía la Primera Guerra, se tiran balazos y después van y se abrazan”.

“Alguna vez le dije a algún árbitro: ‘somos casi colegas, pero yo tengo un poco más de tiempo para resolver y ustedes tienen que resolver en un instante’. Pero, si ahora le doy la mano y mañana estoy en la tribuna y usted está arbitrando sería algo espantoso que escondido en la tribuna yo lo insultara, lo que no quiere decir que no le proteste, que fue offside, que fue penal. Es razonable que uno como hincha lo haga”.

y fallar, y ser justo en el fallo, tanto si hay sanción como si no la hay. Ser juez me facilitó la tarea”, dijo Vomero. ¿Cambió en algo su visión del fútbol al estar en un ambiente más político? “Haber actuado en los tribunales me ha significado hacer amistades con magníficas personas de otros clubes, porque en los tribunales no había ‘corrupción’. Podía haber que a alguno le doliera muchísimo sancionar a su club, pero el principio era la honestidad. Además, como venían piedras de todos lados contra los tribunales uno como que se hacía más amigo”, expresó. El juez y el árbitro Vomero no esconde que es un hombre pasional, que vive los partidos de su cuadro intensamente. Pero ser juez e integrar un tribunal de la AUF lo llevó a entender la función del árbitro. “Cuando voy a un partido, como todo el mundo, protesto un fallo arbitral, no lo insulto”. ¿Nunca insultó a un árbitro? “Bueno [risas], desde que integré el Tribunal de Penas nunca más, pude haber gritado alguna cosa, protestar sí, pero eso está en la tapa del libro, el insulto no”, dijo. ¿Cuál es la diferencia entre un árbitro y un juez? “La FIFA los llama referí. Al juez, en mi caso, lo asocio con


El juez Vomero asegura que nunca vio un incidente en una cancha donde jugara Central. (Foto: Rodrigo López).

el magistrado. Por eso, alguna vez le dije a algún árbitro: ‘somos casi colegas, pero yo tengo un poco más de tiempo para resolver y ustedes tienen que resolver en un instante’. Pero, si ahora le doy la mano y mañana estoy en la tribuna y usted está arbitrando sería algo espantoso que escondido en la tribuna yo lo insultara, lo que no quiere decir que no le proteste, que fue offside, que fue penal. Es razonable que uno como hincha lo haga”. ¿Ser juez lo hizo valorar en forma distinta el error arbitral? “Quizás al momento de la jugada no, pero a los cinco minutos sí. Porque en el momento de la jugada uno está en el calor del partido, y puede ver la cancha siempre flechada contra su cuadro, pero no es así. Seguro que hay

errores arbitrales de todo tipo, la televisión los marca, porque es fácil con cincuenta cámaras, y en el offside siempre protestamos, porque nadie puede estar mirando las dos cosas”. “Es dificil pero uno tiene que partir de la base que el árbitro cometió errores y no horrores”, expresó Vomero. El equipo campeón En 1984, hace 31 años, Central se coronó campeón uruguayo por primera y única vez en su historia. Fue un momento especial para los hinchas palermitanos, incluido Vomero. ¿Qué sintió cuando Central se coronó campeón? “Se lo voy a transmitir con lo que dijo mi hijo, que tenía trece o catorce años: ‘Nunca pensé que íbamos a

El gol más gritado Cuando se le pregunta a un hincha de Central Español cuál fue el gol que más grito en su vida, se imagina, casi por reflejo, que la respuesta será el segundo gol de José Villarreal, el 30 de setiembre de 1984, ese que le permitió gritar “campeón”. Pero el gol que más gritó el juez Vomero es mucho más reciente, en 2009. Fue un partido entre Central Español y River Plate, dirigido por Juan Ramón Carrasco. “Ese día estaba de turno, y cuando salí para la cancha ya perdíamos 1-0. En el camino, segundo gol de River Plate. Llego al Palermo y perdíamos 2-1, y entonces nos echaron a un jugador. Y después a otro, y a otro, y a otro. A cuatro jugadores nos echaron, y en la última jugada, cuando el partido se terminaba: gol de Central, el Piojo [Sergio] Pérez… Estuve una semana sin poder hablar. Lo grité con todo”, cuenta Vomero.

subir de la B y salimos campeones, no lo puedo creer’. Yo tampoco lo podía creer”. “Además Central no lo buscó, pretendía salvarse del descenso y faltando tres fechas alcanzó la punta. Recuerdo que el presidente convocó a los socios ese domingo y dijo: ‘hicimos un presupuesto para salvarnos del descenso, estamos peleando el campeonato’. Pidió ayuda. Creo que la gran virtud de Central es que cuando lo tuvo a tiro [al campeonato] lo peleó, y los cuadros grandes se cayeron, al contrario de lo que uno podía pensar. Primero se cayó Nacional y después se cayó Peñarol”. ¿Es su mayor recuerdo? “Deportivamente sí”, contestó Vomero, aunque reconoció que pudo asistir a pocos partidos de ese campeonato, porque su hijo jugaba al baby fútbol e iba verlo. Pero pudo ir al último partido, porque ese día la Liga Palermo paró la actividad de Central “para que pudiéramos concurrir”, dice. ¿Qué recuerda de ese partido? “A pesar de que íbamos ganando 1-0, yo decía que nos iban a ganar, que nos iban a dar vuelta el partido. Hasta el último momento pensé eso, más cuando empató Huracán, dije: ‘acá se termina la esperanza’. Lejos de eso ganamos […] Después salimos a festejar por 18 de Julio y nos aplaudían”. _Mauricio Pérez 27


BIBLIOTECA EDICIONES TÚNEL

El lado B Una historia y dos protagonistas. Agustín Lucas desde la cancha y el vestuario, Fermín Méndez, desde la tribuna, narran sus vivencias sobre el periplo de Liverpool en su regreso a Primera. El lado B se presentará el 8 de agosto a las 19.30 horas en la sede negriazul, y el 15 de agosto a las 18 horas en la biblioteca Eusebio Giménez en Mercedes, ciudad natal de Méndez. A continuación un adelanto del libro. Putear en verso

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La concha de tu madre. El insulto quiere herir pero sólo hierve. La madre está como puede o no está. La vieja es la vieja y siempre lo será. Siempre jugué bien para mi vieja y eso no tiene precio. Siempre me abrigó hasta en la distancia, sacando todo eso que nos pone el mundo en el camino y siendo transparente. Sólo eso. Siendo madre. Pero que se vaya a la concha de su madre igual. Mal parido. Devoto de sí mismo. Cobarde infame del tablón. A la concha de tu madre andate. Porque yo también tengo cosas para decir. Porque también tengo derecho. La pelota picó demasiado feo en una mata entre tantas, en un pozo mal abrigado de tierra. En una serie de tapones secos en el nuevo barro de lo viejo. Picó mal y atiné a acomodarla, con todos los defectos técnicos a disposición uno del otro para mejorar lo inmejorable del anterior. Y se fue la pelota al óbol. La vi irse picando con el suspenso de un órgano de iglesia, con la simpleza cruel de un grillo que se te escapa y que va a

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cantar su infamia toda la noche. Se me fue la gallina afuera con toda la gracia, burlona como siempre. Y la venté a la mierda. La saqué literalmente del estadio. Y llovieron los insultos desde mi cabeza. Y casi enseguida llovieron desde la tribuna. Íbamos empatando un imperdible y no había más pelotas, o las había escondido la viveza criolla y rival. Y no fue como aquella vez en el Parque Palermo, cuando aquel hincha de Central me mandó a escribir poesía, al que yo respondí con el dedo pulgar extendido y el resto apretando la palma en son de amistad y concordancia. No, esta vez fue distinta. –¡Dedicate a escribir! –me gritó con furia, con ardor en el alma. Y me dolió. Ardor con ardor se paga. Y lo puteé. Hay ardores y ardores. A la concha de su madre lo mandé, y ante el retruco de un tercero colgado del alambre repetí el insulto para ese también. Reenvié el mensaje. El árbitro que atina a tranquilizarme y yo que lo miro con odio. Dispuesto a cualquier cosa. El rival apura el saque de manos. Una nueva jugada nace. El partido sigue, crece con el barullo, termina.

Con los flashes posteriores –los flashes del recuerdo– elaboré toda una teoría de mi enojo. Poco importó eso que todos llaman profesionalismo. Ese profesionalismo de no contestar a la tribuna, ni al árbitro, ni al rival. Poco importa tantas veces el profesionalismo. La indignación detonó con el grito tribunero y lo busqué entre la muchedumbre. Lo sigo buscando. Porque yo no soy una cosa que patea la pelota o escribe poesía. Ni yo ni ninguno de los veintidós en pugna por el vicio del gol. Somos once sentimientos contra once más. Once historias por contar. Once vidas como en una montaña rusa de haberes y deberes, deudas, hambre y emoción. Así que a la concha de tu madre y yo a mi vida. A escribir poesías de lo que me parece que pasa, de lo que sana y de lo que no. Poesías del alma y del dolor. Poesías boludas e inertes. Poesías de fútbol y de amor que es casi lo mismo. Poesías y patadas, sí. Eso. _Agustín Lucas


Charla en el bar Touring –¿Sabés lo que pasa? El fanático es un tipo muy raro… –Yo qué sé. Mirá que me banco que me griten goles, pero eso no. Minutos después de comenzada la conversación lo veo. Un hincha tenso, como cualquiera de nosotros cuando el tiempo pasa y se necesitan goles. No es de ahora su estado de nerviosismo. Hace ratos que los gritos dejaron de ser esporádicos para ser un manantial de puteadas. Es indescifrable saber qué partido está jugando. Y es más raro aún porque, si antes vociferaba contra ellos, ahora su boca incontinente es con nosotros. El mundo que lo rodea tiene sus mismos colores. Al principio me pareció gracioso. Agustín quizá no lo notó desde la cancha, pero yo, que me siento cerca, puedo relojear las intenciones desde el arranque. Si fuera por él, todos serían sus marionetas. Como si nada le gustara más, sabe de todo: ve el espacio vacío atrás del lateral izquierdo y ordena un “¡tirásela!, que el seis está dormido”; “¡y vos corré! así ganás la posición”, le dice al zaguero central. O te aplica la del sabelotodo aunque su carrera futbolística sea incomprobable: “¿El cinco? El cinco tiene que barrer para los costados, así, mirá” y hace un gesto simulando mover lateralmente una escoba –que vaya a saber uno si alguna vez la vio en su vida, o, lo que sería peor, si la vio la haya utilizado para sacar la tierra de abajo de la alfombra–. Mira como buscando cómplices, pero ni se percata que molesta a todos. Para rematarla, se explaya con un “y después largarla, papá, darles juego a los que saben”. Al arquero que no dé rebotes, a los centrales que se miren, a los carrileros que no enganchen para adentro, a los delanteros que salgan del orsái… Ahora que lo pienso bien, está un poco panzón este hincha. Quizá se tragó al entrenador que todos llevamos dentro. –Yo quiero un agua sin gas, maestro. Bien fría. –A mí un café en pocillo, por favor.

Detalle de la cubierta del libro El lado B. (Ilustración: Fernando Ramos. Colorista: Ignacio Calero).

–Imaginate al hincha, Agustín. Impotente, con fracasos acumulados o construidos sobre una base anterior que también debe ser un fracaso, más liviano, si se quiere. –No es justo. Hay un alambrado. Si él putea, yo lo puteo. No hay pureza en lo humano. Pensar en el hincha es sentirse hincha, como el viento se considera viento. No fanático, pero sí alguien que en cada grito esconde un defecto. Generación tras generación nos educaron –con devoción, en cuentos interminables– para que el fútbol sea un juego, y terminamos poniendo en juego la educación, forzada hasta el excremento y su equivalencia metafórica: ganar. ¿Dónde fue que se nos quemó el apunte que explicaba que lo mejor está por venir? Patean piedritas, canalizan estados, verdad la ficción que imagina y crea mundos diferentes. Sobrevivir es la cuestión, y atesoran una pelota como búsqueda de un estado un poco más seductor que la incómoda realidad. Clemencia. Mentira y acción. Quién no lo buscó en una cancha.

Los viejos filósofos estarían horrorizados de ver fútbol en el talud. Gana lo pasional, que también tiene su buena parte de irracional. Ver a ese hincha que pierde la compostura es cosa de todos los días. Es el que va con desgana al laburo, quien discutió con la familia, el que quiere todo y no pone nada, como finge quien no sabe aunque quiera hacerlo. En definitiva, andamos mendigando cariño en canchas que simulan no ser nada más de lo que son: máquinas de reciprocidades. Por ahí, sospecho, que ese grito del final cuando la pelota picó mal y Agustín la sacó del estadio es eso: el sueño que no se riega, quedarse sin piel, hombres y mujeres inmovilizados, almohadas que dejan de lado la complicidad, la curva del tiempo, el hueco que nos falta, la angustia, el rumor, la vergüenza, la súplica del perdón. –¿Cómo fue que te dijo? –¡Dedicate a escribir! –Que se vaya a la concha de su madre… _Fermín Méndez

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SÍ, LA VERDAD QUE SÍ

Cierre providencial –Les agradezco a todos haber venido y se imaginarán por qué los llamé. Quizás no sea el mejor momento para dar este anuncio, pero sinceramente no creo que exista el momento ideal. Así que con todo el dolor del alma les comunico que a partir de este instante abandono la práctica profesional del fútbol. En primer lugar quiero agradecer a mi familia, por el apoyo desde la época de las inferiores... Pocas personas escuchaban la conferencia de prensa de Carlos Quaglietti. Tres, para ser más precisos: el central y el lateral de derecho de su cuadro, el San Justino, y un delantero del Sportivo Anglicano que había quedado de pescador mientras el resto de sus compañeros defendía un córner. Corrían 25 minutos del segundo tiempo. Quaglietti terminó de hablar y se quedó quieto varios segundos, esperando el aplauso. Finalmente llegó desde la tribuna contraria, algo que lo llenó de orgullo, ya que se jactaba de ser un futbolista que no se hacía odiar por los rivales. En realidad las palmas eran para el arquero del Sportivo Anglicano, que acababa de descolgar un

peligroso centro al borde del área chica. Satisfecho, aunque con la vergüenza de reconocer que su cuerpo ya no era el mismo de antes, el lateral izquierdo bajó su mirada al césped del campo de juego y comenzó su última caminata hacia los vestuarios. Sus compañeros de la línea de tres creyeron que estaba jodiendo, hasta que vieron cómo cruzaba la línea del óbol y los dejaba con diez jugadores. El San Justino ya había hecho los tres cambios. –Pero, ¿qué hacés, imbécil? –le gritó el entrenador. –La decisión es irreversible. Así se lo prometí a mi señora y mi hija, que les mando un beso si me están mirando –contestó con el casete puesto. Su señora y su hija efectivamente lo estaban mirando, pero desde tan lejos que no escucharon nada. Por lo inexplicable, la salida de Quaglietti pegó más fuerte que una expulsión. El desconcierto se apoderó de la defensa, que de un segundo a otro se había transformado en línea de dos, y el técnico seguía más preocupado en putear al

futbolista que ya caminaba dentro del túnel que en ordenar a los diez restantes. –¡Te vas a pudrir en el infierno, basura! –Sinceramente no sé lo que ocurrirá conmigo a partir de mañana, pero daré el 110 por ciento de mí como en cada entrenamiento y cada partido. Lo que hasta entonces había sido un 1-1 trabajoso, se convirtió en una derrota por dos goles de diferencia que alejó a San Justino de las copas internacionales y arrancó una racha de dos meses sin conocer la victoria. A Quaglietti, mientras tanto, le siguieron lloviendo los insultos. Al menos una vez por semana se refieren a la memoria de su fallecida madre o a la anatomía de su relajada hermana. Ni siquiera los hinchas del Sportivo Anglicano, beneficiados por su retiro, le perdonan la menor desviación de lo que ellos entienden como justo. –¿Qué levantás la bandera, pelotudo? Ya está pensando en el día que deje de ser juez de línea. _Ignacio Alcuri

FÚTBOL Y TENDENCIAS

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¿Qué indica el placard?

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Martín sabía que la noticia iba a conmocionar el ambiente en el que se manejaba, prejuicioso y poco acostumbrado a este tipo de confesiones. Iba a despertar el chisme y el chiste fácil, pero ya no podía ocultarlo más o preocuparse por el “qué dirán” y lo que traería consigo: las miradas raras, la desaprobación silenciosa, el dedo señalador a sus espaldas, la discriminación de los colegas. Había sentido esa pulsión desde chico, desde que relataba partidos imaginarios mirándose al espejo, probándose ropa e imitando voces. Pero cuando creció intentó ocultar esa realidad y se convirtió en un “tapado”, según él mismo cuenta. Durante años sufrió la angustia de soportar en silencio los chistes, las tomaduras de pelo y el ninguneo que se hacía a gente como él, hasta que un buen día decidió publicar en su perfil de Facebook un logo del IPEP y detrás de él la sombra de un hombre relatando un partido. “Algunos sabían, porque empecé el proceso de contarlo en

forma selectiva a gente con la que sentía gran confianza. En 2014 lo supieron mis compañeros de laburo y ahora puse la foto porque me gusta y no tengo nada que ocultar. Sí, soy periodista deportivo”, le contó con valentía a Túnel. Tuvo dos etapas antes de hacer pública su “orientación periodística diferente”. “Al principio lo viví con angustia por no tener el valor de decirlo, y después tuve una etapa peor, que fue no cuestionarme. Iba para adelante y hacía la vida del periodista de política o de cultura que no era”, comentó. Después, cuando empezó a ir a la parrillada El Tigre (o incluso alguna vez a Azabache) se dio cuenta de que “había empezado un proceso que ya no iba a parar, que era el proceso de la asunción”. De ahí a mirar a escondidas Pasión u otros shows televisivos de polémica deportiva fue sólo un paso. Descargaba capítulos de Fanáticos, de Juan Carlos Scelza, frecuentaba a los dueños de Fonomanía y Herracor y practicaba chivos de rulemanes cuando nadie lo veía.

Su decisión de pasar a relatar fútbol abiertamente, ya no a escondidas, “fue un momento importante para decir: ahora vamos por todo, vamos a abrir la puerta de la cabina y salir”. Y sabe que haber confesado su orientación periodística puede generar momentos incómodos, porque sigue habiendo un estigma. “Que te insulten por la calle por ser periodista deportivo cuando vas paseando tranquilamente con tu novio es lo mínimo”, explicó. Y es que periodistas deportivos tapados hay en todas las profesiones. “Es mentira que hay más abogados periodistas deportivos; los hay médicos, contadores, arquitectos”, contó. También están aquellos que toda su vida reprimieron lo que sentían y se dedicaron al periodismo tradicional, solamente para “destaparse” cuando eran mayores. Hoy, Martín sale a dar la cara por todos ellos. _Martín Otheguy


El ídolo Lo vi y lamento haberlo hecho. Lo vi y me odio por eso. Pero lo vi y no puedo negarlo. Me da bronca después de tantas alegrías que me brindó a lo largo de la vida. Cómo olvidar su debut en la primera de Peñarol. Recuerdo que los hinchas que ese día acudimos al estadio para alentar al carbonero (yo había ido con mi viejo, ambos hinchas fanáticos del manya) nos preguntábamos quién sería ese juvenil de apenas diecinueve años que el técnico decidía poner de titular y contra Defensor. Ahí lo conocimos… y la descosió. Yo estaba en cuarto año de liceo y será por esa energía adolescente típica de la edad que grité sus dos golazos de manera alocada y me enamoré de su juego y sus gambetas. Al otro día, cuando fui al liceo, me la pasé gastando a todos los hinchas de Defensor que habían ido a mi clase por la pintada de cara que ese pibe debutante les había hecho. Allí estaba el mejor jugador que vi en mi vida, mi máximo ídolo, ese pedazo de crack que jugó tres años seguidos en Peñarol y luego emigró a Europa para seguir su carrera en Italia y encantar a todo el viejo continente con su talento. Mientras él destilaba fútbol en el equipo al que le tocara jugar o en la selección uruguaya, en paralelo yo comencé con mi carrera y tuve que dejar de ir a ver a Peñarol con mi papá los fines de semana. El viejo siguió yendo pero yo tuve que dejar. A lo que nunca renunciamos fue a aprontar el mate los sábados o domingos por la mañana y sentarnos a ver el partido de la Juve, donde nuestro máximo ídolo jugaba, y así seguir deleitándonos con sus jugadas a través de la pantalla chica. Luego pasó al Atlético Madrid y con el viejo cambiamos y comenzamos a ver el fútbol español. Y finalmente lo hizo en el Liverpool de Inglaterra, antes de su ansiado retorno a Uruguay, para terminar la carrera en su club de origen, en el glorioso Peñarol. Cuando anunció su regresó en una conferencia de prensa, mi viejo se largó a llorar de la emoción.

Nuestro ídolo confesó que quería volver después de doce años afuera para terminar su carrera en Peñarol y sacarlo campeón luego de cuatro años de sequía. Recuerdo que mi viejo y yo nos miramos de manera cómplice y sonreímos al unísono. Y ahora lo vengo a ver y me quiero matar. Si existe un jugador correcto en el fútbol uruguayo, ese es él. Nunca una expulsión, nunca una palabra de más con los árbitros. Y si existe un polo opuesto, ese es el tres de Nacional. Un “mala leche” total, artero y mal intencionado. Pero al tres no lo vi y a él sí. En la caminata me imagino a mi padre tomándose de la cabeza, rogándome y rogándole al cielo. No lo quiero hacer, viejo, en serio, no lo quiero hacer, contesto en mi mente como si lo estuviera escuchando. Finalmente llego y me paro frente a él, ante mi máximo ídolo. Él me mira con la humildad que lo caracteriza y comienza a

explicarme que el tres de Nacional le había pegado un codazo sin pelota y por eso él le había tirado esa patadita boba. Sin duda debe ser cierto, pero al tres no lo vi y a él sí. Levanto la tarjeta roja hacia el cielo ganándome los insultos de toda la hinchada de Peñarol que recuerda las partes íntimas de mi madre. También mi vieja es fanática del manya y debe estar sufriendo este momento junto a mis dos hijos en casa, quienes iban a ver el partido por tele con la camiseta de nuestro ídolo puesta. Con la furia del rojo en lo alto, él me mira por última vez a los ojos de manera suplicante y yo siento que el corazón se me hace añicos. Pero sigo inhiesto, sin reflejar la más mínima emoción en el rostro, apuntando el cartón hacia el cielo despejado de esa tarde montevideana. Mi ídolo no puede creer recibir una expulsión en su último clásico y a mí me dan ganas de llorar por ser el verdugo de su carrera. Pero lo vi y lo tengo que echar. _Daniel Baldi

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Ilustración: Fernando Ramos

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Verdad o consecuencia

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Soy poco resultadista. Es más, a veces me preocupan las victorias: salen de debajo de las piedras seres con lenguas largas chorreando babas. Los mismos seres que después desaparecen en los confines de los programas de televisión. La escenografía siempre barata, la parla prendida y la labia al servicio de acalambrar mentes indispuestas, mentes vagas, mentes cansadas a la merced de la pantalla y de esos seres que salen de debajo de las piedras, con lenguas largas, chorreando babas. Desde el lugar 169 –en lo que vendría a ser Olímpica con Ámsterdam– del Estadio La Portada de La Serena divulgué mis pensamientos en una libreta desvalida y en el frío andino que atravesaba la campera. Yo no tengo dudas de que Rolan es un crack, pero realmente Suárez es inmenso incluso no estando. Desde la mano contra Ghana vienen sucediéndose cosas relevantes, hechos históricos por la hazaña o por lo mediático: la mano, el penal errado. El cuarto puesto. La copa en lo del vecino. Las eliminatorias en las que volvimos a tener miedo. El Mundial otra vez, la rodilla de Luis, el cáncer de Walter. El llanto de los ingleses (un guiño con los argentinos), y la famosa mordida. La eliminación sumisa ante Colombia y volver a América, sin Lugano, sin Forlán y sin Suárez, suspendido por delincuentes. Si me olvido de algo, hay tres millones de técnicos para corregirme.

En el grupo de los países porreros, la nuestra fue una selección auténtica: una mezcla de dolores y glorias, ausencias, nuevas presencias y una mochila que largas lenguas chorreando babas se encargan de cargar, mientras los pibes se la juegan (cualquier similitud con la vida real es pura coincidencia). Soy poco resultadista y subjetivo. Claro está que Giménez es un nuevo gran valor y que el Cacha es constante como un hachero con el filo certero que todo lo corta. Pero en mi medio vaso lleno, Palito Pereira fue sin dudas el mejor de los nuestros. Jugamos de gurises con las mismas mil rayas negras y blancas, una mañana de escarcha dominguera, en una cancha perdida de la periferia montevideana. Y lo vi jugando igual, desde la butaca inolvidable de La Portada. El mejor del mundo se estacionaba en sus espaldas, trillaba la cancha como un labriego. El lateral celeste lo custodiaba aferrándose a un 4-4-2 mezquino y fértil. Me salía de la vaina por escuchar esas conversaciones exaltadas entre mi amigo y el segundo mejor de la historia. Defendiendo al Cacha como en un lío de cantina, pecho al pecho del rival, el olor al aliento del otro. El vaho del invierno. El perfume de los minutos subiendo por las casacas tecnológicas. La primera fue un cruce, creo que hasta perdón se pidieron. La segunda la ganó el crack con un dribbling largo no

tan vistoso. En la siguiente fue al piso el dueño de la frase eterna: “No salgo nada”. La cuarta un sablazo. La quinta un pequeño tumulto. La sexta un tumulto más turbio. Fútbol intenso de cine. Por momentos el estadio era una jauría nerviosa. Por momentos un teatro en silencio, donde juro haber escuchado “te llevan”. El cambio trae una crisis. El debut lleva sus nervios. Y un equipo sin estrellas es por consiguiente un equipo luchador, o no es nada. Y si no hay al menos una sorpresa, el neón se apaga, pestañeando. Cavani estuvo en toda la cartelería copera, pero no pudo con su sombra. Como Zamorano sin Salas, Román sin Palermo, Recoba sin Alonso, y Pacheco sin Peñarol. El ruido de lo que vendría empezaba a quebrar sus acordes y el gol salvador no aparecería. El episodio posterior con Jara, en el ocaso de la participación uruguaya, fue un compendio entre la estupidez mediática, el machismo reinante, el resultado a cualquier precio y la chanchada. Ha habido avivadas, existieron y existirán dedazos, codos y trompadas en el área, pero el tema no es el dedo sino que el otro al fin y al cabo es un colega, uno más en el mundo, y estaba –está– pasándola realmente jodido ¿Hasta dónde vamos por el fútbol? Soy un fundamentalista del cabezazo de Zidane. _Agustín Lucas


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