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Oro británico: La pintura de Alfred R. Thomson en los juegos de la XIV
from ANTiDOGMA #6
by uc_2021
El arte de Jorge Marín es inquietante y nos desafía a buscar nuestra propia reflexión y experiencia estética. La escultura, a diferencia de otras artes, nos ofrece la posibilidad de enfrentarnos con tres dimensiones, por lo que es un vehículo inagotable de expresión y de lecturas. Con una trayectoria de más de 25 años, Marín se ha convertido en un destacado representante de la escultura figurativa contemporánea, tanto en México, como en el mundo.
Sin conocer exactamente cuál sería su vocación, desde niño se sintió inclinado hacia la observación minuciosa de su realidad circundante. En sus dibujos más tempranos ya plasmaba la búsqueda por el detalle y la perfección de las formas, mas siempre inmersos en una realidad paralela, inventada por él. Nació en Uruapan, Michoacán en 1963, en una familia numerosa y comparte profesión artística con dos hermanos, también escultores. Estudió en la Escuela Nacional Artes Plásticas-UNAM y en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía Manuel del Castillo Negrete-INAH. Sus estudios de restauración e historia del arte, lo fueron acercando a la producción artística de distintas épocas y fue incrementando una cultura estética que ya tenía de manera empírica. Jorge Marín es una persona interesada en muchas manifestaciones artísticas y culturales, tales como la fotografía, el cine, la literatura, la psicología y, por supuesto las artes gráficas, la pintura y la escultura.
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Como en toda expresión artística cuando es genuina, cuando es la esencia de tu creatividad, la búsqueda de Jorge Marín nunca cesa y es así que se refleja en las distintas etapas de su obra. Para quienes seguimos su producción desde décadas atrás, hemos sido testigos de la facultad que tiene para imaginar y plasmar volúmenes sin importar el medio que utilice. En la década de los noventa, se detona su vocación y realiza una serie de acuarelas en la que dibujaba y coloreaba figuras masculinas aladas, que flotaban en unas atmósferas apenas delineadas, que contaban con tan solo ciertos elementos arquitectónicos. También, recuerdo muy bien de esa etapa de juventud, un elenco de obras de mucho contraste entre sí. Por un lado, encontramos retratos de hombres y aves (que todavía no se fusionaban entre sí), en colores azules y rojos muy intensos. Mientras que, por otro lado, tiene una serie de figuras masculinas de cerámica que son totalmente blancas y algunas de ellas se encuentran posadas en contrastantes bancos o sillas fucsia o azules.
Más adelante, produce una serie de excepcionales cerámicas policromadas con seres fantásticos materializados de las maneras más diversas y siempre dejando algo al descubierto y algo oculto sobre sus identidades. De esta etapa datan las mujeres con tocados etruscos montadas sobre armadillos, o figuras de inspiración prehispánica, así como también ancianos y ancianas desnudas de tamaño casi natural. Cabezas sin órbitas oculares, maternidades y, lo que es aun menos común y más interesante: paternidades. Hombres con sus crías, mitad humanos, mitad animales. Las paternidades también las veremos más adelante, ya en bronce.
Los personajes de Marín no siempre han tenido esos cuerpos atléticos, en la plenitud física, que la mayoría del público identifica, sino todo lo contrario. Ha sabido plasmar el espectro completo, “las tres edades del hombre”, tema por demás apasionante y tantas veces tomado como inspiración y representación por los más grandes artistas de distintas épocas: Durero, Tiziano, Caravaggio, Claudel, Rodin o Giacometti, entre otros.