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Playing God o el nuevo Frankenstein

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zoom Playing God o el nuevo Frankenstein

Paolo Gulisano Médico, bioético y escritor

En el ámbito del debate actual en la bioética, la lectura de una de las obras maestras de la literatura inglesa, Frankenstein o el moderno Prometeo por el mejoramiento de las condiciones de vida de la comunidad humana. Recientemente se informó que dos equipos de neurocirujanos, uno italiano y el otro chino, estarían en grado de quien ideó la operación, como el neurocirujano italiano Sergio Canavero, del hospital turinés de Molinette, autor de algunos estudios sobre la sostenibilidad de tal intervención. Contaban también con un voluntario que aceptó someterse al experimento, Valery Spiridonov, ruso, afectado llamada Werding-Hoffman disease. La operación debería ocurrir, según el plan, en la Harbin Medical University, del nordeste de China. Heaven. Se trata de un acrónimo de Head Anastomosis Venture «paraíso». Este tipo de experimento es una suerte de escala al cielo.

Ciertamente no faltan motivaciones «humanitarias»: salvar una mente prisionera de un cuerpo enfermo, afectado por graves patologías invalidantes como las neurológicas o por tumores devastadores e incurables, pero la hipótesis de mover una cabeza —con el cerebro y todo su depósito de emociones, sentimientos y recuerdos— a otro cuerpo abre perspectivas absolutamente inquietantes.

Justo doscientos años atrás, una muchacha inglesa, Mary Shelley, escribía una novela, Frankenstein, cuyo subtítulo El moderno Prometeo, tipo gótico que tenía pleno desarrollo y producción durante el siglo XIX romántico, pero re tancia de su papel en el camino del progreso para el mejoramiento de las condiciones de vida de la comunidad humana.

Releyendo las páginas de esta novela viene a la mente la expresión «Playing God», o «jugar a ser Dios», una expresión usada hoy por muchos profesionales en el campo de la bioética. Remi y de su dignidad. El acto de jugar a ser Dios, tomando su puesto, revela la plena conciencia de la voluntad de querer estar en el lugar de Dios, con todo lo que esto implica. la factibilidad técnica de su proyecto de realizar una criatura a partir de pedazos de cadáveres ensamblados quirúrgicamente, a los que se transmite energía eléctrica —considerada como el elemento vital de la materia— exclama: «¡Se puede hacer!». Es el «imperativo tecnológico» al que debe responder la ciencia moderna: si es técnicamente posible, ¿por qué no hacerlo? La ética

exige, por el contrario, que se den las razones de estos actos y propone una pregunta crucial: aquello que es técnicamente factible, ¿es también moral o, al menos, humanamente lícito?

Cierto, las motivaciones que llevan a este tipo de desafíos parecen humanitarias: dar esperanza a quienes padecen enfermedades graves, pero la perspectiva de tal «juego» con la técnica conduciría inevitablemente al deseo de ser eterno. Poner el propio cerebro en un cuerpo nuevo, quizá más joven y excelente, para tener muchos años disponibles, mientras conserva su propia memoria e identidad. Pero ¿realmente será así? Nos estamos acercando al overreaching¸ al exceso.

Aquello que Mary Shelley había imaginado en su novela de hace doscientos años, parece convertirse hoy en una terrible realidad, aquella de una ciencia que no tiene ningún respeto por la vida y que se arriesga a traer muerte y destrucción y no bienestar y armonía.

Shelley consideraba que la cosa más espantosa de su novela no era el monstruo salido de poner ningún freno a su ambición. Mary Shelley había comenzado a preguntarse cómo sería el futuro si los muertos tuvieran la posibilidad de retornar a la vida, cómo vivirían y cuáles serían las consecuencias morales y psicológicas en el momento en que se ponen en peligro los experimentos parecía darle una seguridad al punto de hacerlo pensar que posee un poder sobre la vida y la muerte. Pero ¿es este el verdadero enfoque de la ciencia? ¿No es tal vez primero contemplar la naturaleza por lo que realmente es?

El juego de Playing God en Frankenstein de Mary Shelley concluye trágicamente. Culmina con la conciencia de que ha sido una grotesca parodia, un juego cruel, un divertimento a expensas de otros, que tiene como consecuencia la liberación de fuerzas pertenecientes al lado oscuro del alma humana. El resultado del racionalismo, como Mary Shelley había comprendido perfecta en signos y símbolos que el hombre debe reconocer e interpretar, recorriendo un camino de la gante de la Ilustración. Sacado de en medio el misterio, sobreviene lo misterioso, como una de en la búsqueda del poder sobre la naturaleza y sus elementos, camino iniciático y ceremonial a un dominio de las cosas que la ciencia no alcanza plenamente a garantizar. Il destino di Frankenstein (Editorial Ancora, 2015), en el cual repasan la vida y obra de Mary Shelley y analizan cuidadosamente el origen de esta extraordinaria y profética novela. Los autores Playing God a sus orígenes culturales y a sus consecuencias. Amplían el panorama de nuestra visión porque nos invitan a interesarnos por una tradición antiquísima. No es casual que el subtítulo de la obra de Shelley sea El moderno Prometeo; los lectores son conducidos hacia el siglo V a. C., cuando Esquilo escribió Prometeo encadenado, que representa la trágica relación entre el creador y la criatura. Esta relación se puede resumir en una sola palabra de origen griego, hybris ante la grandeza de Dios. Gradualmente, la tradición literaria ha ido presentando motivos de los hombres: John Milton hace decir esto a su Lucifer en Paradise Lost y aun antes Marlowe a su Doctor Faustus. En cada caso las consecuencias en el transcurso de la modernidad han resultado

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El como un «movimiento de pensamiento que, aprovechando los recursos de la tecnología, de la cibernética y de la ingeniería genética, apunta a la construcción de un ser humano perfecto»1 podría inducir a circunscribir el transhumanismo a fenómenos que requieren intervenciones quirúrgicas y técnicas genéticas. En realidad, el transhumanismo es una corriente heterogénea de pensamiento, tanto difundida como acogida acríticamente, que, de hecho, tiene el objetivo de sobrepasar «la especie humana actual» —por decirlo de alguna manera— también sin intervenciones genéticas u orgánicas.

¿De qué estamos hablando? Vayamos a algunas fuentes.

LA FINALIDAD TRANSHUMANISTA DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO

P. Giorgio Carbone Estudio Teológico Dominicano, Boloña

[1] S. Battaglia, Grande Dizionario della Lingua Italiana, Supplemento 2009, UTET, Turín 2008, p. 831.

[2] Gender Outlaw: on Men, Women and the Rest of us, Rutledge, New York 1994, p. 115.

[3] J. Money, Amore e mal d’amore [Love and Love Sickness, Baltimore 1980], Feltrinelli, Milán 1983, pp. 298-299.

En algunos ambientes bastante representados en la publicidad, como la industria del vestido o de la música, se ha difundido la así por una de sus creadoras, Kate Bornstein: vertirse en modo consciente y libre en uno po que quieran a cualquier ritmo de cambio. reglas de género»2 de género admiten que la persona humana puede autoformarse y posicionarse libremente dentro de una curva de identidades por el llamado varón identitario y la llamada mujer identitaria, los puntos de esta curva valentes, tanto vale uno como otro. Aquello que cuenta es la percepción de sí mismo y el ejercicio de la libertad sin límites. En esta visión es la elección desvinculada de la corporeidad la que crea la verdadera naturaleza del individuo.

En los orígenes de la teoría de género no está Judith Butler, como alguno todavía sostiene. Judith Butler ha contribuido de modo género en la política internacional sobre los años 90 del siglo pasado, pero no hizo más que usar la nueva acepción del término género acuñada en 1955 por John Money. Y este médico de Baltimore que comienza a separar sex de gender, es decir, el sexo entendido como «estado personal, social y legal de mas a criterios somáticos y de comportamiento más generales que el simple criterio genital […]. La identidad de género es la experiencia privada del rol de género, el rol de género es la manifestación pública de la identidad de género de hombre, mujer o individuo ambivalente (en mayor o menor medida), que es experimentada en particular en la imagen de sí y en el comportamiento. El rol de género es todo aquello que una persona hace y dice para indicar a otros y a sí misma el grado en que es hombre, mujer o ambivalente: comprende la excitación y la respuesta sexual, pero no está limitado a ellas»3 .

Mientras «el término sexo debe estar reservado a indicar aquello que corresponde a los órganos genitales y a sus funciones», «la identidad/rol de género comprende todo aquello que tiene que ver con las diferencias

[4] Allí mismo, pp. 32-33.

[5] Véase allí mismo, p. 30. Para un análisis más profundo y una valoración crítica de las tesis de Money, remito a G. M. Carbone, Gender. L’anello mancante, Edizioni Studio Domenicano, Boloña 2015, pp. 15-25.

[6] J. Money, ob. cit., pp. 46-47.

[7] S. Firestone, La dialettica dei sessi, [The dialectic of sex, New York 1970] Guaraldi, Florencia 1974, p. 12. En las citas sucesivas se indica entre paréntesis el número de la página. psicológicas y de comportamiento entre los sexos, independientemente del hecho de que estén intrínsecamente o extrínsecamente ligados a los genitales»4. El género, la identidad/rol de género no son solo una consecuencia derivada del conjunto de caracteres sino que pueden separarse de la identidad

Money sostiene que, como el sexo psicológico y los roles sexuales están determinados por el ambiente y la cultura, así también el género, el rol de género y la orientación de género están determinados por el ambiente gía: como los niños aprenden una lengua en la primera infancia en razón del ambiente y de la lengua que escuchan, así en la primera infancia aprenden el género al que pertenecen en base al nombre con el que son llamados, los vestidos que llevan y los juegos que practican5 .

Sobre la base de algunas búsquedas experimentales sobre la relación entre el eje cromosómico del niño es irrelevante»6. Esta conclusión —es necesario reconocerlo— era funcional a la actividad quirúrgica de John Money, que era la de intervenir con tratamientos hormonales y operaciones, ablativas primero y reconstructivas luego, sobre niños nacidos con ambigüedad genital. En otros términos, disociar la identidad sexuada del vancia del dato genético y, por el contrario, enfatizar el papel del ambiente social y, por ende, de la cultura recibida en el caso del niño o de la opción libre en el caso del adulto para dar vía libre al cirujano que intenta llevar al sujeto nacido con ambigüedad genital hacia un género en lugar de otro. Después de presentar el experimento a Bru después del radical desmentido público del paciente, Money fue inhabilitado por el gremio médico y la clínica en la que operaba fue cerrada. A pesar de este estrepitoso fracaso, su teoría de separar el sexo y el género fue extremadamente popular en la política. Fue de una tesis del feminismo radical: la dicotomía entre el hombre y la mujer no se basa en ducida por la cultura y la sociedad. cos y genéticos son irrelevantes para la identidad de género, si el género de pertenencia es el resultado de la cultura o la elección, entonces ser hombre o ser mujer no tiene una base biológico-genética, sino es una distinción de naturaleza social y cultural y, por lo tanto, ser hombre o mujer puede cambiar a medida que cambian la cultura y la sociedad. Hace poco tiempo, a principios de los años setenta del siglo pasado, el pensamiento feminista radical de los Estados Unidos veía en el ser masculino y en el ser femenina no un dato resultante de la biología o de la genética, sino dos clases en lucha perenne. Y que, por igualitaria se proponía abatir la distinción entre hombre y mujer. La teoría de género de Money y más aún la teoría del neutral gender estos objetivos políticos.

Tan explícito como radical es el pensamiento de Shulamith Firestone, que apunta a «retornar al pansexualismo sin obstáculos, porque la perversidad polimorfa freudiana probablemente sustituirá la sexualidad hetero, homo y bisexual»7 último de la revolución feminista no consiste en la eliminación de los privilegios, sino en la misma cancelación de la distinción entre los sexos (11). […] El tabú del incesto hoy sirve solo para preservar a la familia. Si nos desembarazamos de la familia nos desembarazaremos también de las represiones que ven a la Una vez que todo sea nivelado en paridad,

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[8] U. Veronesi, Entrevista en “Il Riformatore”, 18 agosto 2007.

[9] U. Veronesi, G. Giorello, La libertà della vita, Cortina, Milán 2006, p. 91. la mayor parte de la gente podría preferir el sexo opuesto simplemente porque es físicamente más conveniente (59). […] Nuestro ser la eliminación de la misma condición de feminidad y de infancia (104). […] El tabú sexual del adulto/niño y de la homosexualidad desaparecerán, así como las amistades no sexuales. Todas las relaciones íntimas in

No nos distraigamos en el aspecto moral de estos temas, quedémonos en su visión antropológica, porque la antropología precede a la ética, saber qué es el hombre es determinante para saber cuál es su bien. Subrayo una particularidad del texto de Firestone, «una vez que todo sea nivelado en paridad», la igualdad y la liberación invocadas son instrumentales para nivelar. El objetivo es obtener un hombre para el que la clase social, la identidad sexual y la edad sean factores que no cuenten más; un individuo neutro, amorfo, sin edad.

Aún más explícito es un maitre-à-penser italiano: «La especie humana evolucionará hacia un “modelo único”, las diferencias entre hombre y mujer se atenuarán y los órga y la clonación el sexo no será más la única vía para procrear, acabará con privar del todo al permanecerá, pero solo como un gesto de afecto; por lo tanto, ya no será tan importante si elegimos practicarlo con un compañero del mismo sexo»8 .

«¿Cuál es el sentido de que para tener un hijo se requiera siempre un hombre y una mujer? […] Después de todo, no pocos seres vivos primordiales se perpetúan a sí mismos mediante la autofecundación. Cierto, para las especies evolucionadas la dualidad masculino/femenino ha parecido siempre inderogable. ¿Pero podemos decirlo ahora, en el momento en que somos capaces de manipular el ADN y clonar? ¿Por qué tanto miedo de la clonación si la tenemos delante de los ojos cada vez que asistimos a un parto de gemelos? […] El deseo sexual cesaría así de ser uno de los mayores elementos de competencia». Cada uno podría vivir «aquella ansia de bisexualidad que está profundamente enraizada en nosotros»9 .

Prescindiendo de las valoraciones morales sobre el mérito de los temas planteados y queriendo restringir nuestras consideraciones solo a los aspectos antropológicos, estamos ante una nueva corriente de opinión que propone una nueva sexualidad en razón del hecho de que propone una nueva visión de hombre «modelo único», unisex.

En Australia, en documentos personales y en el pasaporte, bajo el título sexo, uno puede marcar «masculino» o «femenino», da. Es una novedad jurídica ofrecida a todos aquellos que no tienen una clara percepción de su propia pertenencia de género.

En mayo de 2013, la República Federal de Alemania votó una ley que permite no señalar el sexo del individuo en la partida de nacimiento. La norma podría parecer útil para casos de neonatos con ambigüedad genital para quienes es difícil captar el sexo ictu oculi co para saber si es femenino o masculino. En realidad, se ha permitido al individuo permanecer toda su vida con sexo indeterminado, eso es, con un sexo x, ni masculino ni femenino. Lo que es funcional para proponer una nueva visión del hombre.

El músico Genesis P-Orridge ha transformado completamente su cuerpo con radicales intervenciones quirúrgicas, como la implantación de prótesis mamarias, la reconstrucción de la nariz, de pómulos y boca. Se ha convertido así en el ejemplo viviente más conocido de la pandroginia, es decir, la fusión en un mismo sujeto de características

[10] C. Colli, Entrevista a Genesis P-Orridge, 5 agosto 2009.

[11] Véase T. W. Sadler, Embriologia Medica, Masson, Milán 1998, pp. 327ss.

[12] [www.conchitawurst.com].

[13] Véase G. M. Carbone, ob. cit., pp. 119ss.

[14] Véase E. Perucchietti, G. Marletta, Unisex, Arianna Editrice, Cesena 2015, pp. 97ss. de los dos sexos. En una entrevista, él mismo explicó que «juntando las partes de dos cuerpos, se podría lograr un paso más adelante, un tercer ser humano, es decir la pandroginia. Esto también está conectado con el concepto de evolución: a partir del amor, pasamos a ser lo mismo que el otro hasta que también entendamos que el ADN es un programa que controla cómo evolucionamos y que si lo sometemos a experimentos, lo cambiamos y exploramos, podemos convertirnos en cualquier otro, nos convertimos en personas que controlan la evolución»10 .

El objetivo está explícitamente establecido: monitorear la evolución para avanzar hacia «un tercer ser humano». Las identidades sexuales y el género se reducen con la búsqueda del ser pandrógino. El gender bender, que es la superación del género, se realiza proponiendo como el objetivo de la cultura, de los estilos de vida y de la «evolución» libre y controlada al sujeto hermafrodita. Este modelo de hermafrodita evoca más la mitología y la imaginación mórbida que la realidad, porque es imaginado como un sujeto en el que coexisten genitales masculinos y femeninos externos. En realidad, los casos de hermafroditismo o pseudohermafroditismo nunca presentan la coexistencia de genitales externos de ambos sexos, sino a lo sumo la coexistencia de tejido testicular y de tejido ovárico en la misma gónada11 . do, pero sobre todo de Europa, se centraron en Thomas Neuwirt, un ciudadano austriaco nacido en 1988, que toma el nombre de Conchita Wurst cuando canta y se presenta como una mujer vestida de manera llamativa y elegante, con tacones altos, maquillaje y pestañas, y con una espesa barba negra. Convertido en un ícono de los derechos de las minorías y promotor del espíritu de la tolerancia, cantó en la sede de la ONU en Viena y frente al Parlamento Europeo, hasta que fue proclamado la «Voz Europea» de 2014. En el video que él mismo produjo explica y Austria, la palabra wurst se usa para decir «no me importa nada», «no es importante». Y esto es lo que quiero comunicar: «no importa de dónde vienes o cuál es tu apariencia». [...] La palabra wurst también se usa para indicar el pene, la palabra conchita también se usa para indicar la vagina»12 .

Considerando este caso solo como un fenómeno cultural, nos enfrentamos ahora a una aplicación concreta y viva de la superación de la dualidad sexual, y de cualquier tipo: en nombre del respeto y la tolerancia del otro —objetivos plausibles, pero huma cultural y mediático una persona humana que no es ni masculina ni femenina, o puede ser ambas cosas, pero en todo caso no importa. Hemos llegado al indiferentismo sexual o a la indistinción sexual.

Los hechos periodísticos son numerosos. Me gustaría mencionar solo el caso de la guardería infantil sueca «Egalia» para niños neutros: no deben llamarse por nombres masculinos ni por nombres femeninos, sino estrictamente neutros, y no deben vestirse como niños o niñas13. O el caso de la colección de moda de verano «Sans Genre» presentada en París en 2014 por el diseñador Rad Hourani, en el que se cancelan las diferencias entre la moda femenina y la moda masculina14 .

1. Obedecer, y no rebelarse, a la realidad. Por lo tanto, como dice la raíz etimológica de obedecer, escuchar la realidad, apreciarla y amarla. Y la primera realidad es mi cuerpo. Con respecto a este enfoque, es útil la enseñanza del papa Francisco contenida en la encíclica Laudato si en el número 155: «La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedic-

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to XVI que existe una “ecología del hombre” porque “también el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo”. En esta línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar verdadera ecología humana. También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es nece-

saria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud que pretenda “cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma”». 2. Reapropiarnos de una evidencia que la mirada tecnocrática nos ha hecho olvidar: yo soy mi cuerpo. Mi cuerpo no es una opción que pueda modi una parte sustancial e integral de mi identidad. Por lo tanto, estoy llamado a amarme a mí mismo, en cuerpo y alma, a saber leer las leyes presentes en el cuerpo y cultivar la contemplación de estos preciosos dones.

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