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Dj Peebles: Punk distinto

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Ruidos

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Dj Pebbles: Punk distinto. David Puente

Elena Corchero esconde su cara tras una cabellera rizada que aporta a Dj Pebbles un aire juvenil casi irreal. Unos rizos de anuncio de champú. Ahora Elena trabaja como escaparatista pero durante muchos años fue una de las Dj más salvajes de la ciudad. Entre la segunda mitad de los 80 y la primera de los 90, estuvo pinchando en algunos de los locales que ofrecían “música nueva”, en un momento en el que la ciudad salía oficialmente de la Transición y afrontaba sus primeros años como ciudad europea y pre-olímpica. En esos años el tejido discotequero de la ciudad estaba mutando. De las salas de fiestas y locales con raíces en los 70 y más atrás, gestionadas por empresarios con gafas de culo de vaso y bigotes tupidos, pasaremos a un ramillete de promotores más juveniles que buscan montar fiestas en espacios nuevos, esta vez ya sin bolas de espejos. Era el momento en el que Studio 54 del Paralelo, donde ahora se encuentra la sala de conciertos Barts, traía a Barcelona a los más granado de la new wave más accesible del momento. “También pinchábamos a The Residents a los que vi en Studio 54 en junio del 83. Yo no tenía ni idea de qué iba a ver. Estaba en el bar Juaneles con unos amigos y me dijeron de ir a un concierto. Me enseñaron la imagen de la entrada y me quedé fascinada con aquel gran ojo. Y dije: “Vamos, vamos...”. Y la verdad es que fue una experiencia tal que entré en una nueva dimensión musical”.

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Por su parte, en el barrio de Gràcia el KGB -siglas que corresponden a Kiosko General de Barcelona-, estiraba horarios con bula papal recogiendo las migajas de primera hora de la mañana. La discoteca de la calle Alegre de Dalt tuvo que lidiar con las embestidas de los vecinos que consiguieron cerrar el local un puñado de veces por orden del distrito del barrio. Empezaban a revolotear bulos que aseguraban que el local era propiedad de un pez gordo del ayuntamiento y por eso cerraba cuando le daba la gana. “Los conciertos del Studio 54 los alternábamos con los del KGB, donde también trabajé tanto en barra, como en la cabina, en horario de noche y de after. Pinché en el KGB con Amable y con Pablo, con Juan Carlos que murió... Los adalides del primer indie. Pixies, L7, mucho Bowie, mucho The Cure… se fusionaban muchas cosas. Incluso el presentador de televisión Ángel Casas Show montaba fiestas en el KGB y colaboré con él haciendo unos coros, salí al escenario a presentar un concierto…

bueno, un circo. Allí en el KGB vi en directo a Primal Scream, New Model Army, Alien Sex Fiend, The Black Crowes, Cassandra Complex…”. Los sonidos EBM centroeuropeos empezaban a cimbrearse ante los embates del indie de raigambre inglesa. Los maleteros de finales de los 80 empiezan a traer de Londres lo más granado del rock independiente que marcará el paso de los 90, desde locales como el A Saco, primero con base en L’Hospitalet y después en el nuevo Zeleste del Poble Nou.

Pebbles nos habla de una de las primeras discotecas con hechuras de nuevo club de la ciudad. El Studio Ono, inaugurado en diciembre de 1979, muy cerca de la famosa iglesia de Santa Maria del Mar.. “De los locales más salvajes, en las galerías Maldà de la calle del Pi que por entonces se llamaba Pino. Destacaba por un columpio en la pista. Una vez me encontré a Nina Hagen y a Lene Lovich que habían estado actuando en Studio 54. Pero no me acuerdo de quién pinchaba en aquel local. Bueno si, Micky Buendía. La verdad es que por entonces los Dj pasaban bastante desapercibidos. Hasta que llegamos nosotros, los gremlins, que era como nos conocía la gente. Yo creo que somos la primera generación que vive la música como si fuera una religión las 24 horas del día”. Una vez el Studio 54 empieza a perder fuelle a mediados de los 80, Pebbles y sus amigos se van quedando sin opciones. “Si, hasta que no abre Distrito Distinto hubo un tiempo en el que no teníamos un lugar donde ir, no encontrábamos un local que satisficiera nuestras necesidades musicales. Llegamos a poner un estrobo en casa y nos quedábamos embobados con un osciloscopio mientras escuchábamos a Brian Eno después de habernos puesto hasta el culo. Esos eran nuestros afters. Death in June, esas cosas muy oscuras. Ian Curtis era mi religión. Un erudito. Hubo un momento en el que mi pareja de entonces, Toni Romero, que era Dj y fotógrafo, decidió montar un after en el Edición Limitada, una disco que había enfrente del Pippermint en la calle Bori i Fontestà y en la que también pinché. Entrabas por un parking. Ahí poníamos tralla, claro. Bueno, tralla para aquella época y para aquel público de entonces. Para nosotros era lo normal. Front 242, Nitzer Ebb…”.

Pebbles vive la pandemia confinada en casa con su hijo -su padre es Robert X, durante muchos años residente del Moog- y la novia de su vástago. “Soy persona de riesgo. Tengo un enfisema pulmonar, hace tres semanas que no bajo a la calle”. Me comenta que en aquellos años de mitad de los 80 también vivió la movida madrileña porque era amiga del fotógrafo Alberto García Alix, considerado el fotógrafo “oficial” de la Movida. Me explica que tiene un retrato suyo realizado por ll artista del pop-art Ceesepe que murió en 2018. “Estuve en la plaza de los Cubos con toda esta gente. Eran colegas de mis amigos y estuve en muchos sitios que eran interesantes. Madrid era otra onda. Hicieron más cosas que aquí, pero Barcelona era la crema. Lo de Barcelona era como un punk refinado. Yo es que estuve yendo con punkies cuando las tribus urbanas. Eran enemigos de los rockers con el Loquillo a la cabeza. Los punkies luchaban por cortar tupés para colgarlos en las Ramblas. Se peleaban por una cuestión estúpida, por instinto animal... Era todo muy bizarro. Una cuestión tribal que en los 80 pegó muy fuerte con todas esas tribus urbanas. Con 16 o 17 años me sentaba en las escaleras del Zurich de Plaza Catalunya perdiendo el tiempo con gente como Panko, el de Ojos de Brujo. Había dos tipos de punkies, el tipo Sid Vicious y el modelo Johnny Rotten”.

“Hubo un momento en el que Juanito La Negri necesitó un suplente para pinchar en Distrito y me eligió a mí con lo que se convirtió en mi mentor”. Elena se refiere a Distrito Distinto, la añorada discoteca de la Meridiana, famosa también por estirar horarios hasta bien entrada la mañana. Estamos hablando de un momento en el que nadie, es decir nadie, se acercaba de noche a la Meridiana para otra cosa que no fuera ir al Distrito. El hecho de que estuviera tan alejada del centro permitió que aquel local se convirtiera en un microcosmos asalvajado de la noche barcelonesa. Un punto y aparte de dispersión y química. La mítica discoteca estaba encajada entre dos bloques de pisos grises, el color que predominaba en aquella parte de la avenida Meridiana que toca con la calle Aragón.

Destacaba su espléndida terraza, ideal pajareos mañaneros, que la situaba en las primeras posiciones de entre las preferencias para terminar la noche. El artífice del éxito del local, uno de los primeros en mezclar público hetero y gay, una fórmula que le daría buenos réditos ya en los 90 a empresas como Night Sun Group o Matinee, fue Joan Guals que luego se dedicó al negocio hotelero. Guals apareció muerto en su casa a finales de 2007 con evidentes signos de violencia.

En lo musical el Distrito va a ser uno de los primeros garitos en Barcelona en los que se escuchen los primeros temas del house de toda la vida. Producciones de Marshall Jefferson, Frankie Knuckles, el Promise Land de Joe Smooth…. Por el local se dejaba ver un jovencísimo Ángel Molina que se colocaba debajo de la cabina para estar pendiente de los discos que pinchaba Elena, a la que saludaba tímidamente con la mano. “Cuando yo empecé era una discoteca completamente gay y no iban mujeres. Después lo cogió Jesús que llevó también las riendas de la sala KGB y junto al responsable último del garito, Joan Guals aka La Gualsa, propusieron un giro empresarial más abierto a un público mixto. Antes del Distrito Distinto los locales para gays eran inexpugnables para los heteros. A esta nueva orientación le dieron mucho bombo en cuestión de relaciones públicas. Te podías encontrar en la barra a Grace Jones. Una noche que estaba pinchando tan tranquila me tocan la espalda, me giro y era Sade. Casi me da un colapso porque había estado pocas horas antes en su concierto. Yo en esa época pinchaba funk pero iba introduciendo música electrónica. Éramos los raros de Barcelona. Yo escuchaba Brian Eno, Tangerine Dream, y luego entró la EBM. Nosotros viajábamos mucho a Tolouse y a Montpellier porque aquí no había manera de encontrar según qué discos”.

Elena también fue residente habitual de otro local sin parangón en los primerísimos 90. El FistBar! ubicado en el barrio hoy conocido como el Born, pero que entonces era poco transitado por las noches. El minúsculo bar de Delfí Ramírez, un iluminado de la época, fue uno de los primeros locales por donde se dejaban caer los primeros guris que pulularon por este barrio, hoy gentrificado a tope. Hasta el FistBar! se acercaban los extranjeros ávidos de nuevas sensaciones musicales que iban del post punk a la no wave, pasando por el industrial y los primeros recopilatorios de Warp. “También tenías conciertos en la sala Verdi y allí vimos por primera vez a Nitzer Ebb. Y también vi a los Einstürzende Neubauten que tocaban en el Ars Studio, que no sé muy bien qué estaban haciendo allí porque no era el sonido del local, pero fue su primer concierto en España en el 91. El Ars Studio era el templo del house de Barcelona con César De Melero, para muchos el primer Dj conocido de la ciudad y con un cierto status. Los Neubauten también estuvieron tomando copas en el FistBar! antes de su concierto al que nos invitaron y después nos fuímos de marcha con ellos. Pero bueno, es que en el FistBar! te podías encontrar a los miembros de Psychic TV, a Lydia Lunch, a los The Jesus & Mary Chain que también nos invitaron a su concierto. Era el bar preferido de los artistas internacionales que venían de gira”. Pebbles destacaba tanto por su gusto musical a los platos como por su arte a la hora de rechazar peticiones musicales. “Delfí siempre nos decía que no debíamos sucumbir a los intereses del público. Fue uno de los primeros locales en la ciudad en el que el Dj pinchaba para él mismo. Nos decía Delfí que éramos nosotros los Dj los que nos teníamos que divertir”. Elena reconoce que lo dejó en su punto exacto. “Todavía hay gente que me pide que vuelva. Eso quiere decir que colgué los auriculares en el momento justo”.

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