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Un Biólogo en el Cine: El jardinero fiel (The Constant Gardener, Fernando Meirelles, 2005)
MTVBAC son las siglas de la vacuna contra la tuberculosis desarrollada por el grupo de Carlos Martínez, profesor de la Universidad de Zaragoza. Todo empezó hace más de 25 años cuando se aisló una cepa de la bacteria Mycobacterium tuberculosis en pacientes afectados por el sida que habían desarrollado la enfermedad. Dicha cepa bacteriana era bastante peculiar ya que al examinarla se determinó que era un mutante con su virulencia atenuada, pero con su capacidad inmunogénica intacta. Es decir, en una persona con su sistema inmune funcionando correctamente, esa cepa mutante no sería capaz de causar la enfermedad, pero sí sería capaz de activar al sistema inmune, lo que la convertía en una candidata perfecta para elaborar una vacuna contra la tuberculosis. Pero eso hay que demostrarlo científicamente, porque las vacunas son medicamentos y deben pasar por un ensayo clínico para demostrar su eficacia.
En primer lugar, se realizaron diversas pruebas en animales de laboratorio, es lo que se conoce como ensayos preclínicos o fase 0. Una vez terminados, entonces comenzaron los ensayos en seres humanos en el año 2012. Es lo que se conoce como la fase 1 del ensayo clínico. Las pruebas se realizaron en un pequeño grupo de voluntarios en Suiza. En el país de las montañas y el reloj de cuco no hay tuberculosis, pero lo que se quería determinar era si la vacuna era segura y no causa ningún daño a los humanos.
Una vez establecida dicha seguridad, se volvió a repetir el ensayo en un pequeño grupo de bebés en Sudáfrica. ¿Y por qué en Sudáfrica? Pues porque en ese país la tuberculosis es uno de los principales problemas sanitarios. También tuvo éxito ya que se demostró su seguridad. Entonces tuvo lugar la fase 2 del ensayo clínico probando la vacuna en un grupo mayor de bebés y también en adolescentes y en adultos. En la fase 2 ya no solo se vuelve a comprobar la seguridad, también se comprueba si la vacuna es realmente eficaz y previene contra la enfermedad.
El ensayo se completó con éxito y desde finales del año 2022 se ha comenzado la fase 3, que básicamente consiste en reclutar a un mayor número de personas para confirmar los resultados de la fase 2. Es decir, si la fase 3 tiene éxito se demostrará científicamente que la vacuna MTVBAC realmente previene contra la tuberculosis. En todo este proceso se llevan gastados más de 20 millones de euros que han sido financiados por la fundación TBVI, la Unión Europea y la empresa farmacéutica Biofabri. Y para el ensayo de fase 3 harán falta unos 65 millones de euros más. Si consigue superar la prueba, la vacuna se fabricará de la manera más barata posible procurando que sea asequible para los países en desarrollo, que son los más afectados por la tuberculosis.
Estas historias de cooperación entre entidades públicas y empresas farmacéuticas para desarrollar vacunas y medicamentos no son extraordinarias, más bien son de lo más común. Han sucedido en el pasado, suceden en el presente y sucederán en el futuro. Pero, como en todas las cosas, a veces hay garbanzos negros. En el año 1996 hubo una epidemia de meningitis meningocócica en África que acabó con la vida de 12.000 personas. Una de las iniciativas para acabar con la enfermedad la llevó a cabo la compañía farmacéutica Pfizer en la región nigeriana de Kano. Se inició un ensayo clínico de fase 2 para probar la eficacia de un nuevo antibiótico: la trovafloxacina. Cien niños fueron tratados con dicho antibiótico y otros cien fueron tratados con el tratamiento estándar a base de ceftriaxona y cefalosporina. Al finalizar el ensayo, cinco niños habían muerto en el primer grupo y seis en el segundo. Además, algunos de los supervivientes de ambos grupos sufrieron una serie de secuelas, pero se pensó que podrían ser debidas a la enfermedad. Sin embargo, se encontró que el doctor Abdulhamid Isa Dutse, médico nigeriano responsable del ensayo, había falsificado las cartas de consentimiento de las familias afectadas. Poco a poco se fue desvelando una trama de corrupción entre diversos responsables sanitarios de Nigeria y la compañía Pfizer. En 1999, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) retiró la trovofloxacina de la venta debido a que podía causar graves daños hepáticos. En el año 2002, las familias afectadas y las autoridades de Kano denunciaron a la farmacéutica y siete años después se llegó a un acuerdo en los tribunales estadounidenses por el que Pfizer pagó 75 millones de dólares en indemnizaciones.
Esta fue la historia que inspiró al novelista John le Carré para escribir su novela El jardinero fiel. Publicada en el 2001, fue llevada al cine en el 2005 por el director Fernando Meirelles, con Ralph Fiennes y Rachel Weisz como protagonistas. Inicialmente al gobierno de Kenia no le hizo mucha gracia que se rodara la película en su territorio, ya que el escándalo de la trovofloxacina había sido en Nigeria, pero al final dieron su visto bueno, pues si se hubieran negado seguramente les habrían criticado por igual. La película fue un éxito de crítica y público e incluso le permitió ganar a Rachel Weisz el Oscar a la mejor actriz de reparto.
Ralph Fiennes interpreta a Justin Quayle, un aburrido y gris diplomático británico destinado en Kenia. Está separado y su único hobby es la jardinería. Entonces recibe la noticia de que Tessa (Rachel Weisz), su mujer, ha sido brutalmente asesinada en la región del lago Turkana. Justin comienza a investigar las circunstancias de la muerte de su esposa y descubre que una compañía farmacéutica está usando a la población keniata para el ensayo de un medicamento antituberculoso que tiene graves efectos secundarios. La compañía no actúa sola y en la trama de corrupción están involucrados tanto funcionarios del gobierno keniata como del gobierno británico. En la película, además, se nos habla del daño que provocaba la epidemia de sida entre las sociedades africanas, no sólo en el aspecto sanitario, sino también en el aspecto de rechazo social.
Reconozco que a mí me gustó bastante cuando la vi en el cine, aunque ahora que la he vuelto a ver creo que no está aguantando bien el paso del tiempo. Un problema es que cae en el cliché de la todopoderosa malvada compañía farmacéutica occidental que no se para ante nada ni nadie para conseguir beneficios. Pero una cosa es que sus ejecutivos sean diabólicos y otra es que sean estúpidos. Si tienes un medicamento con tantos efectos secundarios detectados en la fase 2 de un ensayo clínico, lo lógico es que no pase a fase 3, porque si llegara a comercializarse iba a haber tal montón de denuncias que la compañía farmacéutica quebraría (aunque hay que reconocer que a veces pasa, es lo que ha ocurrido con Purdue Pharma y el fentanilo). Otro problema que tiene es que se hace algo lenta. Meirelles se recrea en la fotografía de los paisajes africanos, que luce mucho en la gran pantalla - la secuencia de los flamencos es muy bella - pero en el pequeño formato de la televisión se pierde dicha espectacularidad lastrando la narración. De todas formas, es una película interesante por el tema que trata, así que, si tienen ocasión de verla, no se la pierdan.