Psycho Viena | Lilia Pereira

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Psycho Viena Lilia Pereira



Psycho Viena Lilia Pereira


© 2012 Lilia Pereira Diseño interior y de portada: UnH Design UnH Ediciones Director Editorial: Fernando Piciana Editor: Diego Arandojo Catálogo, información y venta online: www.unhediciones.com.ar Contacto: info@unhediciones.com.ar Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, almacenada, o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor y/o autor. Inscripción en la Dirección Nacional de Derechos de Autor en trámite. Todos los derechos reservados.

Buenos Aires | Argentina | 2012


A mi nono Gracias por ense単arme a contar las estrellas...


pr贸logo. . .


¿Un prólogo para un libro digital basado en una performance fotográfica sobre asesinos seriales? ¿Es posible hacerlo? Lo intentaremos. En primer lugar vamos a apelar a la propia artista quien nos informa: “Estas fotografías forman parte de la serie Psycho Viena realizada en el año 2010. Se trata de la creación de siete asesinos seriales construidos según los principios de los simulacros y del género fantástico. Los personajes concebidos son: ‘El Carnicero’, ‘El Payaso’, ‘El Niño’, ‘El Bailarín’, ‘La Geisha’, ‘El Seismesino’ y ‘La Nona’. Fueron creados con la mirada puesta en la destrucción y transgresión de los límites de lo humano, pivoteando en torno a la angustia como autoconocimiento de la llamada ‘zona oscura’, en asociación con el inconsciente y ubicando a los asesinos como víctimas-victimarios de la realidad. Nos encontramos en las imágenes, entonces, con el asesino, los instrumentos que usa para ejecutar sus crímenes y los objetos sobre los que actúa. También ese asesino psicópata está entre nosotros en los noticieros y en las series televisivas, en muchos de los filmes que se proyectan en las salas cinematográficas o los vemos en el reproductor de DVD, en la cruda realidad y elaborado culturalmente”. Entendemos aquí el simulacro como la representación de una realidad mediante la imagen fotográfica en la que se mantiene una relación interactiva entre ella y lo representado en una única experiencia. Se trata de atrapar antológicamente lo representado, sobredimensionarlo hasta convertirlo en aquello que representa, pues el horror es un sentimiento catártico. El acto de trasladar el espanto del volumen a la superficie plana de la fotografía obliga al receptor a construir con su imaginación un doble significado, el de lo que ve en la imagen y el de la realidad que la imagen evoca. La raíz de esta producción fue el estudio de un grupo de artistas europeos de la década del sesenta del siglo pasado conocidos como los “activistas vieneses”. Cabe que nos preguntemos cuáles fueron las identidades de los miembros del grupo mencionado y qué propósitos los movían en las ejecuciones de sus performances. Ellos fueron Günter Brus, Rudolf Schwartzkögler, Otto Muehl y Hermann Nitsch, en cuyas acciones artísticas la sangre simbolizaba el néctar de la pasión o proporcionaba el elemento fundamental de una prédica política. La intención consistió en poner al espectador en una situación de shock y no de deleite o complacencia visual, someterlo a la terrible presión de enfrentarse con las más íntimas y profundas emociones de los seres humanos confrontándolos con la violencia propia como la que se encuentra en la sociedad y en la cultura. Ignorarla es hipócrita; asumirla, valiente. Lilia Pereira muestra en las piezas que ha elaborado esa valentía, pues su contenido perturba pero purifica al asumirla. Miremos estas imágenes como si estuviéramos cayendo sobre ellas. O gritando.

Lic. Lidia Castellini


palabras de autor. . .


Siete asesinos seriales… Siete fantasías… La fotografía me permite jugar y plasmar mis imaginaciones, mis sueños y, tal vez, hasta mis deseos. Esta serie de imágenes, a las que denominé Psycho Viena en homenaje al grupo de artistas europeos de la década del sesenta del siglo pasado conocidos como los “activistas vieneses”, comienza con las tomas de “El Carnicero”, primer actor elegido... Música bastante oscura, iluminación tenue y ambiente que, a cada momento, se torna más y más denso. Escena preparada. Iluminación chequeada. Todo listo. Comenzamos. Primeros disparos y la charla se da espontáneamente sobre temas varios, entre ellos las películas que nos atemorizaban de chicos y esos típicos personajes que aún hoy nos persiguen cuando el sol se oculta y siguen apareciendo en nuestras peores pesadillas. Continuamos con el trabajo. El ambiente se espesa a cada movimiento. Sólo somos nosotros dos y la sangre… “Ese néctar de la pasión y la violencia”, según los activistas vieneses. El juego sigue. Propongo conversar sobre fantasías violentas, irreales, pero terroríficas. “El Carnicero” apela emotivamente a su memoria, se deja llevar. La sesión pasa a segundo plano, como si mi cámara de fotos fuera invisible. La atmósfera creada me da una sensación muy extraña, deja de ser mi creación. “El Carnicero”, casi olvidándose del lugar, del momento, del instante, me relata una historia de su infancia, la cual hasta ese momento no tenía presente, al menos concientemente. La situación que estábamos viviendo, la trajo al presente. Un pasado que se escapa del marco que la contiene: “Corría alrededor de las camillas, había un olor tan particular que casi siento que vuelvo a percibirlo ahora… Es vago el recuerdo, de hecho es la primera vez que lo recuerdo. Jugaba a investigar, me escapaba de mi viejo, esperando que terminase su guardia en el hospital… Yo hurgaba en todos los rincones. Me vienen imágenes horribles a la cabeza. No se distinguir si son reales o no, aunque en ese momento todo era diversión y no me impresionaba... Estoy mareado, no quiero seguir. ¿Podemos cortar aca?”. Lo vi pálido, llorando, casi al borde del desmayo. Decidí que las tomas se terminaban ahí… Con el resto de los “asesinos” surgieron otras historias, diferentes, simpáticas, lúgubres, espantosas... Algunos actores (que no lo son, sino que oficiaron de tales sólo por mi pedido) se entretuvieron mucho con las tomas, algunas de ellas fueron muy extensas y otras definitivamente brevísimas, como las de “El Niño”, que me dijo sin pudor: “Li, basta por favor, tengo frio”. Todos se divierten, se ensucian, entran en la psique de los personajes, hablan, ríen, lloran, se impresionan y hasta tienen miedo de involucrarse demasiado en el rol que les tocó en gracia. Estos son mis “asesinos”, producto de mi imaginación inquieta y del aporte de cada uno de los actores; personajes que inventé y que hoy se vuelven reales a través del lente de mi cámara. Lilia Pereira


el carnicero. . .









el payaso. . .









el ni単o. . .









la geisha









el bailarĂ­n. . .









la nona







el seismesino. . .











Psycho Viena Arte, radicalidad y trasgresión son los pilares fundamentales en los que se cimienta Psycho Viena, una serie de fotografías que plasman los momentos más oscuros de siete singulares asesinos que fueron extraídos de los más retorcidos pensamientos de Lilia Pereira. Inspirada en el Wiener Aktionismus (Activismo Vienés), un breve, violento y polémico movimiento artístico que sacudió la conservadora escena cultural austríaca de mediados del siglo XX con propuestas provocadoras en las que el cuerpo se utilizaba como campo y materia de acción, la joven fotógrafa argentina captura con su cámara la adicción a la violencia, a la sangre, al sufrimiento ajeno y a la humillación de estos homicidas ficticios que no responden a ningún patrón preestablecido, ni estrato social, ni género, ni siquiera a un entramado generacional específico. Son seres con graves trastornos de personalidad, psicópatas, enfermos con la incapacidad de amar o de ser amado, con conductas agresivas y compulsivas, sádicos, faltos de remordimientos y culpa… Una mirada a un mundo que no queremos ver, que nos da terror, pero que a su vez nos atrae por su morbosa belleza. Psycho Viena inquieta.

Fernando Piciana Lilia Pereira nació hace 32 años en la provincia de San Juan, Argentina. Curiosa por naturaleza, descubrió su pasión por la fotografía desde muy joven. Graduada en artes visuales y grabado en la Escuela de Bellas Artes Carlos Morel, hoy vive en Buenos Aires y dedica su tiempo a trabajar para publicaciones nacionales e internacionales como experta en técnicas fotográficas y a plasmar en sus obras el extraño encanto que esconde la oscuridad.


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