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DESCARTES. EL PROBLEMA DEL MÉTODO RACIONALISMO Y MÉTODO Descartes es el padre del racionalismo continental, corriente filosófica moderna que, en el Siglo XVII, confía plenamente en la razón como medio para conocer la realidad, desconfiando del conocimiento sensible y la experiencia en el que posteriormente (en el Siglo XVIII) se centraría el empirismo inglés; además el racionalismo iniciado por Descartes, apoyándose en la existencia de ideas innatas, aplica un método deductivo que tiene como paradigma las matemáticas. El problema del método en Descartes tiene un planteamiento autobiográfico: habiéndose formado en la filosofía escolástica, advierte el anacronismo de una filosofía que no responde a los problemas y preocupaciones de su época. Piensa, sin embargo, que las matemáticas deben inspirar el nuevo método racionalista desde el cual emergerá una ciencia rigurosa y segura. Descartes plantea una revolución copernicana al concebir la razón como fundamento del método y de toda su filosofía; si la fuente del conocimiento antes de Descartes se encontraba en la naturaleza, para Descartes el conocimiento se va a justificar a partir del sujeto, de la razón. El método cartesiano se resuelve, pues, en un estudio del proceder de la mente. Además, la estructura y los elementos de su método racionalista son válidos para todos los hombres, dado que la razón humana es una y la misma para todos. De este modo Descartes, con su racionalismo, pretende resolver el problema del conocimiento que plantea una época de crisis, de grandes cambios en la que se habían hundido creencias y concepciones milenarias (se había descubierto un Nuevo Mundo, circunnavegado la tierra, se estaba dando el paso del geocentrismo al heliocentrismo, se había pasado desde el teocentrismo medieval al antropocentrismo renacentista, la revolución científica, etc…). En este desconcertante contexto histórico, Descartes considera que la experiencia puede ser engañosa pero sin embargo la deducción racional, propia del procedimiento que siguen las matemáticas, proporciona conocimientos absolutamente ciertos. Con el firme objetivo de no caer de nuevo en el error, Descartes plantea la necesidad de un método inspirado en las matemáticas. Así, Descartes entiende por método un conjunto de reglas ciertas y fáciles que hagan imposible para quien las observe tomar lo falso por verdadero, y que conducen gradualmente al conocimiento de todo lo que el hombre es capaz de conocer. Sus reglas, extraídas del proceder matemático, son: (tal y como se expone en el Discurso del Método) 1.- Regla de la evidencia. Consiste en evitar cuidadosamente la precipitación, y no integrar en los juicios nada más que lo que se presenta con claridad y distinción. 2.- Regla del análisis. Dividir las cuestiones que se han de examinar en el mayor número de partes posibles y necesarias para su mejor solución. 3.- Regla de la síntesis. Ascender gradualmente en el conocimiento desde la concepción de lo simple hasta el conocimiento de lo compuesto. Se trata de la deducción, o construcción de lo compuesto a partir de lo simple.


4.- Enumeración. Hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que esté seguro de no olvidar nada. Sometiendo la mente a la disciplina de este método tan simple, Descartes considera que se podrá eludir todo error o confusión. DUDA METÓDICA Y COGITO ERGO SUM Descartes en las Meditaciones metafísicas pone en tela de juicio los conocimientos a través de la duda metódica en dos niveles: 1.- Primer nivel de duda. Los sentidos con frecuencia nos engañan (así un bastón en el agua). Por lo tanto, no es posible fiarse de ellos. 2.- Segundo nivel de duda. O duda hiperbólica, por la que mediante el artificio del genio maligno o Dios engañador pone en duda la propia constitución de la mente. Desde este nivel de duda los conocimientos de las matemáticas quedan también bajo sospecha. La aplicación de la duda metódica ha dejado en suspenso hasta las creencias más habituales , e incluso las verdades matemáticas. No obstante, Descartes encuentra como indudable el propio sujeto de conocimiento, sentando de este modo las bases del racionalismo y de toda la filosofía moderna (tanto para Descartes como para, por ejemplo, Locke o Hume, las ideas en la mente son el objeto inmediato del conocimiento humano: la realidad exterior no puede ser conocida como tal, sino por medio de estas ideas). Observando esta verdad, “pienso, luego existo”, no es posible dudar de la existencia de un sujeto que piensa y estructura la realidad. Aparece así como primera verdad indudable el sujeto entendido como pensamiento, res cogitans o sustancia pensante. Y además esta primera evidencia cartesiana se percibe con tal claridad y distinción, que estas dos características se van a convertir en su paradigma de toda verdad, o criterio de certeza. Descartes analiza las ideas presentes en la res cogitans, o primera evidencia. Así distingue entre: 1.- Ideas adventicias: están en la mente humana “como venidas de fuera”, parecen representar sustancias del mundo real (caballo, pájaro…) 2.- Ideas facticias: representan cosas “inventadas” por el sujeto que piensa (p.ej., caballo alado) 3.- Ideas innatas: están siempre en la mente humana. En este tipo de ideas Descartes encuentra la idea de infinito, desde la que demostrará la existencia de Dios a través del argumento ontológico de San Anselmo. Una vez que Descartes ha demostrado la existencia de Dios, sitúa en él el último fundamento de los conocimientos evidentes, de las verdades que concebimos con claridad y distinción (así siguiendo el criterio de certeza). Descartes concluirá que Dios, ser infinito y bueno, no puede engañar al hombre de un modo continuo e inevitable. Como consecuencia de ello, a las ideas adventicias advertidas por los hombres según el criterio de certeza, les corresponde una realidad corpórea distinta a ellas. Dios es la garantía de la existencia del mundo, o sustancia extensa. Quedan así reintroducidas de modo ajeno a la duda las realidades corpóreas de carácter distinto a la sustancia pensante, la res extensa (así como el cuerpo material distinto del pensamiento).


RES COGITANS Y MECANICISMO Además de la sustancia pensante (el cogito cartesiano), la metafísica de Descartes ha planteado la existencia de la res divina, como sustancia infinita. Esta res divina queda demostrada a través del argumento ontológico de San Anselmo y, mediante esta res divina, cabe la aceptación de una res extensa o mundo (Dios, ser infinito y bueno no puede engañarme de modo continuo e inevitable, por lo que a las ideas adventicias – ideas de cosas materiales que creo recibir de fuera-, corresponden realidades corpóreas, externas a la res cogitans). Hemos de admitir, por tanto, que existe una sustancia corpórea (mundo) además de la sustancia pensante, de la res cogitans (ideas adventicias en el cogito). Y de la misma manera, hay que admitir la existencia de un cuerpo en el hombre. Descartes concibe la naturaleza de los cuerpos como una sustancia extensa, ocupando un lugar en el espacio y, por tanto, como reductibles a una estructura matemático-geométrica. Así pues, Descartes concibe el universo como una gran máquina –siguiendo, pues, un paradigma mecanicista-. En él todos los fenómenos se explican por los movimientos de las partículas en las que se divide la materia. Todo en la sustancia extensa, por consiguiente, se reduce a extensión y movimiento. La teoría cartesiana de los vórtices o torbellinos intenta explicar la organización y los movimientos del universo en su conjunto, desde la circulación de la sangre hasta las órbitas de los planetas. Desde el paradigma mecanicista de Descartes quedan descartadas las “fuerzas ocultas” que animaban el universo renacentista, o la búsqueda de las causas finales de Aristóteles. Como el universo en su conjunto, también el cuerpo humano, es considerado un puro mecanismo. Para explicar su actividad no hay que recurrir a ningún alma. Una importancia consecuencia de esta concepción de las sustancias en Descartes, es que en el hombre se conjugan dos sustancias de naturaleza totalmente heterogénea: el alma (res cogitans) y el cuerpo (res extensa). Siendo la res cogitans y la res extensa dos sustancias de naturaleza distinta, se hace incomprensible su relación o comunicación. Este problema lo heredarán otros racionalistas, e intentarán darle solución (así el monismo panteísta de Spinoza). Si cada una de las sustancias existe con absoluta independencia, lo cual es algo que se deduce de la misma noción de sustancia en Descartes, ¿cómo puede este dualismo explicar la “unidad” que es el hombre?. La única respuesta que encuentra Descartes está en Dios: Dios hizo de tal manera el mundo que son válidos en él los conceptos e intuiciones de la mente. Descartes también apuntó que la unión entre las dos sustancias en el hombre se realizaría en el cerebro, a través de la glándula pineal.


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