CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 30 de octubre de 2019
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Foto publicada en desinformĂŠmonos.org
No son 30 pesos, son 30 años Susana González* y Pablo Seguel** La Jornada - 28 de octubre de 2019
Lo que partió como una protesta por el alza en la tarifa del Metro en Santiago, en una semana se transformó en la mayor movilización en la historia del país. Sebastián Piñera pasará a la historia como el mandatario que declaró una guerra imaginaria contra ciudadanos desarmados con saldo de 3 mil 162 detenidos, mil 51 heridos de bala, 17 personas muertas por acción o inacción del gobierno. También lo será por haber sido el presidente al que 1.3 millones de personas en las calles de Santiago y un millón en regiones demostraron su repudio con la mayor manifestación de la historia bajo la consigna: “No son 30 pesos, son 30 años”. Los hechos. Al anunciar el alza de 30 pesos en la tarifa del Metro, que alcanzó 1.10 dólares, la respuesta no se hizo esperar. Los estudiantes secundarios llamaron a evasiones masivas en este medio de transporte el 7 de octubre, en una semana se realizaron al menos 52 manifestaciones de este tipo. El gobierno de Piñera no tardó en calificarlos de delincuentes y manejó la situación como un problema policial y judicial. El viernes 18 de octubre y con las jornadas de evasión difundidas por diferentes medios, el gobierno decidió cerrar el Metro y resguardar las estaciones con 90 por ciento de la policía de Santiago, lo que colapsó el transporte público y aumentó la molestia en la población. Conforme pasaban las horas, el conflicto se agudizó, las protestas se desplegaron en el centro de la capital y barrios residenciales. A las 20 horas se inició el primer cacerolazo masivo, que aumentó la tensión y comenzaron los primeros ataques incendiarios contra estaciones de Metro. Mientras Santiago desarrollaba la mayor protesta de su historia, Piñera comía pizza en el sector más acomodado del país. Se filtraron fotografías y creció así la rabia. A medianoche, sobrepasado por las protestas, Piñera en cadena nacional tomó la fatídica decisión de declarar estado de emergencia en Santiago y facultó al general del Ejército Javier Iturriaga a restringir la libertad de movimiento y reunión. 1
La indignación ante dicha decisión significó que al día siguiente el conflicto se extendiera al resto del país. Diversos símbolos del neoliberalismo comenzaron a ser atacados, principalmente contra el Metro, locales de las aseguradoras de fondos de pensiones (AFP), bancos, peajes en autopistas, cadenas multinacionales como Walmart y s upermercados. La reacción nuevamente fue militar. Se instauró el estado de emergencia en otras dos regiones, además se decretó toque de queda, medida utilizada por última vez en Santiago en la dictadura cívico-militar de Pinochet. Tras horas de silencio, Piñera informó el fin al alza del pasaje del Metro, pero ya era demasiado tarde. El domingo, con ocho fallecidos en las manifestaciones y un millar de detenidos, Piñera se dirigió nuevamente al país. En su discurso afirmó que el país se encontraba en “guerra contra un enemigo poderoso”. La criminalización de las manifestaciones aumentó el descontento y las protestas. Para el martes 22 de octubre, lo que se inició como una manifestación contra el alza del Metro se transformó rápidamente en una p rotesta nacional contra la precarización de la vida y las consecuencias sociales del neoliberalismo profundizado en los últimos 30 años. Los días siguientes se realizaron marchas en las principales ciudades, una jornada de paro nacional entre el 23 y 24 y la mayor movilización de la historia de Chile el viernes 25. El resultado: un gobierno acorralado, sin iniciativa política y con la peor aprobación ciudadana de un gobierno democrático (14 por ciento, según la encuesta Cadem). ¿Cómo se gestaba ese malestar? Chile es un país de ingresos medios altos, con una baja tasa de pobreza y un alto índice de desarrollo humano (PNUD). Pese a ello, la alta desigualdad excluye a los chilenos de los “beneficios” del modelo, basado en la privatización de las diversas esferas de la vida (salud, educación, pensiones, vivienda, agua potable, etcétera). Esto ha generado una sensación de grave injusticia, desprotección y segregación social, reforzado por una serie casos de corrupción estatal y política. Situaciones que no han tenido espacio en una 2
institucionalidad construida y diseñada para resguardar a unos pocos y evitar transformaciones estructurales. Luego de México, Chile es el país más desigual de la OCDE. El ingreso promedio del 10 por ciento más rico de la población es 19 veces mayor que el del 10 por ciento más pobre; 53.1 por ciento de los trabajadores del país gana menos de 550 dólares al mes y 80 por ciento de los mayores de 18 años está endeudado, y pagan millonarios créditos por estudiar en la universidad y para cubrir necesidades de salud (Fundación Sol). En promedio los aranceles universitarios son de 5 mil 500 dólares anuales, razón de fuertes movilizaciones sociales en los 2006, 2011 y 2014. El actual sistema pensiones que es privado, ideado por el hermano del presidente, ha sido blanco de fuertes críticas; 82 por ciento de los montos de las pensiones no alcanzan la línea de la indigencia, más de 60 por ciento recibe una jubilación de entre 69 y 206 dólares; las pensiones de las mujeres son aún más bajas (Dictuc UC). La privatización de los derechos en Chile alcanza niveles absurdos. Es el único país que ha privatizado las fuentes de agua dulce a grandes empresarios mineros y agrícolas, lo que genera graves sequías en poblados del país con duras consecuencias. La percepción sobre la corrupción ha aumentando de la mano a la desconfianza en las principales instituciones del país y del sistema económico. Casos de colusión empresarial en rubros como el farmacéutico (2007-08), avícola (2016), papeles higiénicos (2014), se suman a una serie de casos de corrupción política, judicial (2019), policial (2018) y militar (2019). La crisis está lejos de resolverse. La élite empresarial y política, salvo excepciones, no tiene la capacidad de responder el malestar de una ciudadanía que ha dicho basta. Los chilenos saben que el sistema es injusto, que beneficia a unos pocos y que los costos del mismo recaen en los trabajadores, por ello han dicho basta, “no son 30 pesos, son 30 años”. *Cientista política **Historiador y sociólogo 3
“El diluvio es tan fuerte que nubla la vista”.
Entrevista a Raúl Zibechi sobre las actuales revueltas latinoamericanas Gloria Muñoz Ramírez - desinformémonos.org - 28 octubre 2019 De las actuales revueltas latinoamericanas, del papel de los pueblos indígenas, los jóvenes y las mujeres, del rol de Estados Unidos, de las elecciones en Bolivia y en Argentina, de la coyuntura en México, de la ultraderecha y del qué sigue para quienes buscan un mundo más digno, habla en entrevista Raúl Zibechi, periodista y escritor uruguayo, conocedor, caminante y acompañante de diversas luchas de América Latina. ¿Qué está pasando en Latinoamérica? ¿Por qué ahora las revueltas en Ecuador, Haití, Chile? Estamos ante el fin de un período marcado por el extractivismo, fase actual del neoliberalismo o Cuarta Guerra Mundial. En este sentido, creo que estamos ante el otoño del extractivismo, porque su período de oro fue antes de la crisis de 2008, cuando los altos precios de la commodities permitieron mejorar la renta de los más pobres sin tocar a los ricos, sin reformas estructurales, como reforma agraria, urbana, impositiva, y así. Las revueltas son bien diferentes en cada país. En Ecuador tenemos un levantamiento -han habido una decena desde 1990- bien organizado y dirigido por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), que por primera vez fue parcialmente desbordada por los pobres urbanos. En Chile, en cambio, es un estallido, sin convocantes ni direcciones pero con una creciente organización territorial a través de asambleas populares. Los sectores más organizados son los mapuche, los estudiantes y las mujeres, que están jugando un papel destacado. Creo que la gente está harta, enojada, cansada de tanta desigualdad y de empleos, salud y educación basura. Lo que hay son servicios pésimos para gente descartable. Eso es percibido sobre todo por los más afectados, las y los jóvenes, que ven que no tienen futuro en este sistema. La gente aprovecha grietas, como el paro de los transportistas en Ecuador, para hacerse escuchar. 4
¿Cuál es tu lectura de lo que ocurre en Bolivia, en cuanto a las elecciones presidenciales en las que se reeligió Evo Morales y las posteriores movilizaciones? Un fraude más. Evo Morales y la camarilla que lo rodea, como el vicepresidente Álvaro García, se aferran al poder que es lo único que les importa. Ésta es una lección importante: carentes de toda ética, a los dirigentes de izquierda sólo les queda su obsesión por el poder. Esto merece un análisis profundo. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Qué sucedió para que el interés único sea el poder y todo lo que lo reviste, como el lujo y el control de la vida de los demás? Morales no debió presentarse a estas elecciones porque convocó un referendo y ganó el No a su candidatura. Violentó la voluntad popular y ahora vuelve a hacerlo. Es claro que la derecha pretende aprovechar esta situación, pero no olvidemos que la OEA a través de Luis Almagro defiende el régimen de Morales y esto me parece muy sintomático. Quienes hablan de golpe de Estado ocultan que hay un pacto con la derecha, los militares y la OEA, o sea Estados Unidos, para sostener al gobierno de Morales. Debemos reflexionar por qué la izquierda no imagina soltar el poder, porqué no conciben la política sin aferrarse al Estado. Entre otras cosas, porque abandonaron la construcción de poderes populares, porque no les interesa que la gente esté organizada y hacen todo lo posible por evitarlo, incluso a través de la represión y el terrorismo de Estado, como en Nicaragua. ¿Qué papel juegan los pueblos indígenas en las revueltas? Son el núcleo principal, junto a las mujeres y los jóvenes. Lo que sucede en Chile tiene tres antecedentes: la lucha del pueblo mapuche, la de los estudiantes desde hace más de un década y la de las mujeres que el año pasado ocuparon universidades y plantaron cara al patriarcado académico. Me hace mucha gracia cuando dicen que Chile se despertó. Los que despertaron fueron los periodistas y académicos que estaban en el limbo. Los de abajo nunca durmieron. Un año atrás la respuesta de todo Chile al asesinato de Camilo Catrillanca fue impresionante, con cortes de calles durante un mes en Santiago y en otras treinta ciudades. 5
Los pueblos originarios tienen dos grandes cualidades. La primera es la organización territorial comunitaria que se está profundizando al aparecer el activismo juvenil y de mujeres, que democratizan las comunidades. La segunda es que encarnan formas de vida potencialmente no capitalistas, algo que ningún otro sector de la sociedad puede ofrecer a las luchas. Educación, salud y alimentos en clave no mercantil, a lo que debe sumarse la construcción de poderes de otro tipo, no estatales. Por eso los pueblos son referentes para todos los que luchan. Por eso los blancos urbanos agitan banderas mapuche y las mujeres, estudiantes y campesinas ecuatorianas aceptan la orientación de los indígenas. Me gustaría decir que los pueblos originarios son hoy el principal referente de las revueltas, incluso de sectores de las clases medias urbanas. En Quito las mujeres profesionales limpiaban diariamente los baños de la Casa de la Cultura, mientras las mujeres y varones originarios debatían en asambleas improvisadas. Lo hicieron como gesto de respeto y de aceptación activa de su liderazgo, en una actitud que debe hacernos reflexionar desde el corazón, porque emociona profundamente. Uruguay rechaza la Guardia Nacional que, por cierto, en México se aprobó. ¿Cual es el saldo de las fuerzas armadas en las calles? En los próximos años veremos cada vez más militares en las calles. Lula y Dilma, en Brasil, los llevaron a las favelas y nadie levantó a voz, porque son negros y porque son “delincuentes”. El tema del crimen organizado es una pretexto perfecto, porque sirve para limpiar la conciencia de las clases medias de la izquierda, que son las que menos violencia sufren. El futuro ministro de Interior del Frente Amplio en Uruguay, Gustavo Leal, se desempeña ahora en ese ministerio y se dedica a perseguir las bocas de venta de pasta base, con una saña especial ya que derriba sus viviendas cuando son encarcelados. No son narcos, en el sentido estricto, sino pobres que sobreviven en la delincuencia, a los que aplica métodos represivos idénticos a los que utiliza Israel con los palestinos. Sin embargo, se han descubierto en Europa cargamentos de cocaína de hasta cinco toneladas embarcados en el puerto de Montevideo. 6
La salida de los militares es inevitable, porque los de arriba declararon la guerra a la población. Y eso no tiene ninguna relación con izquierda o derecha, es una cuestión de clase y de color de piel, es la política del 1% para sostenerse arriba. ¿Qué lectura le das a México en este contexto latinoamericano? Desde hace tiempo en México se viene incubando algo similar a lo de Chile, un fenomenal estallido que ha sido postergado por la guerra primero y ahora por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Pero la olla acumula presión y es inevitable que en algún momento suceda un enorme levantamiento, cuando la rabia supere el miedo. No sabemos cuándo, pero el proceso está en marcha, porque la política de profundización del extractivismo del actual gobierno es una maquinaria de acumulación de rabias. Por otro lado, veo en México un poder débil, un gobierno que se echa atrás frente al narco como sucedió en Culiacán, pero le mete presión a los pueblos como sucedió en Morelos, cuando asesinaron al defensor comunitario Samir Flores Soberanes. AMLO negocia con el narco y pasa por encima de los pueblos originarios, lo que revela la miseria ética de su gobierno. Dice que se trató de salvar vidas, lo que puedo entender. Pero, ¿quién defendió la vida de Samir y de tantos otros asesinados en ste, su primer año de gobierno? Argentina y las elecciones ¿Es la solución el regreso al progresismo? El problema es que regresa otra cosa que no es el progresismo. En Argentina no vuelve el kirchenismo de 2003, sino un régimen peronista muy represivo, que será más parecido al Perón de 1974 o al de Menem de 1990. El ciclo progresista se terminó, aunque haya gobiernos que se reclaman de esa corriente. El progresismo fue un ciclo de altos precios de las commodities, que permitió traspasar ingresos a los sectores populares por los altos superávits comerciales. Pero además de este factor económico, el ciclo se termina por otro factor decisivo: se termina la pasividad, el consenso entre clases, se activan los movimientos y esto marca un límite claro al ciclo que sólo era posible por la aceptación abajo de las políticas de arriba. Creo que el nuevo gobierno tiene que enfrentar enormes dificultades por el peso de la deuda que deja Macri, que fuerza a una política de austeridad. El problema es la expectativa popular de que las 7
cosas cambien rápidamente y se produzca una mejora notable en la actividad económica y los salarios. Sabemos que esto no es posible, entonces se abre un período de imprevisibilidad en el cual la gente no va a esperar pasivamente que le entreguen beneficios. En Argentina veremos una potente profundización del extractivismo, en particular el petróleo y el gas de Vaca Muerta. Costa Rica y Panamá con revueltas estudiantiles. ¿Qué papel juegan los juegan los jóvenes? Los jóvenes son uno de los sectores más activos. Si los indígenas están siendo despojados y las mujeres violadas y asesinadas, los jóvenes saben que no tienen futuro, porque una vida digna no puede consistir en trabajo ocho o diez horas en un Oxxo, que con el viaje de ida y vuelta a la casa suma casi catorce horas sometidos al empleo, sin tiempo ni ánimo para hacer otra cosa que consumir con lo poco que le queda de su salario. En el mejor de los casos que tenga un salario. Sólo una minoría tiene acceso a estudios superiores, con becas que les garantizan hasta los 40 años una vida cómoda, lo que supone un contraste agudo con los jóvenes de los sectores populares, indígenas y negros. Salen de sus barrios y son objeto de la violencia policial o del narco, lo que sugiere que viven en una situación de aguda fragilidad. Esto los lleva en ciertos momentos a integrarse al crimen organizado, que les garantiza una vida más cómoda. Pero sobre todo acumulan rabia, mucha rabia. En Ecuador, veteranos dirigentes comunitarios estaban sorprendidos de que los jóvenes se les fueran encima a los gendarmes, a mano pelada, por pura bronca, sin medir consecuencias. Consiguieron reducir a cientos de policías que luego fueron entregados a la ONU o a otras autoridades, porque los dirigentes intervinieron para que no los lastimaran, que si fuera por ellos los liquidaban ahí mismo, al pie de las barricadas. Porque esta juventud pobre no tiene experiencias de lucha organizada y tiende a sacarse la rabia atacando a sus enemigos, en lo que puede generar auténticas masacres. Pero están ahí, desbordando todas contenciones imaginables: desde la familia y el barrio hasta los aparatos represivos y, por supuesto, las organizaciones de izquierda. Aquí tenemos que trabajar duro para organizar. 8
El papel de la ultraderecha y el caso de Bolsonaro en Brasil Desde el momento que Bolsonaro accedió al gobierno, atraviesa una sucesión de tropiezos, enseñando una enorme incapacidad para gobernar. Se han desatado crisis en su propio partido, entre el presidente y sus aliados, con los empresarios y los grandes agricultores. La verdadera ultraderecha son las fuerzas armadas, en particular el ejército, que juega el papel de estabilizador del gobierno. Creo que el gran problema de Brasil es la tremenda inseguridad en la vida cotidiana que sufren las camadas populares, en general pobres y negras, que las lleva a buscar refugio en las iglesias evangélicas y pentecostales, así como en figuras que dan una imagen de “seguridad”, como Bolsonaro. Lo que debemos respondernos es porqué los sectores populares abandonaron al Partido del Trabajo (PT) y se volcaron hacia la ultraderecha. La respuesta simplista es que están influidos por los medios. Una posición que defienden académicos que se creen inmunes a los medios y que subestiman las capacidades populares. La realidad es que la vida de quienes viven en favelas es tremenda: precariedad laboral, abrumadora presencia de la policía militar, crímenes y asesinatos por parte del Estado, salud y educación de pésima calidad, temor por los hijos, que caen víctimas de las balas en porcentajes alucinantes. Las madres temen por sus hijos y éstos por su futuro. Un clima ideal para la captura ultraderechista, en particular de los varones que se sienten desplazados por el empoderamiento de sus pares. En este contexto, ¿cuál es el papel de Estados Unidos? La región está siendo escenario de una disputa por la hegemonía global entre Estados Unidos y China. La penetración china está mostrando que es incluso peor que la yanqui. En Ecuador se construyen obras de infraestructura, como represas hidroeléctricas, con esclavos chinos que conmutan sus condenas trabajando en condiciones forzadas, con castigos corporales inclusive. Nadie debe creer que el capitalismo y el imperialismo chinos seas menos opresivos o agresivos que el yanqui. El problema es que Estados Unidos necesita reposicionarse en América Latina para compensar su creciente debilidad en África, 9
Asia y Oriente Medio. Una de las tendencias que veremos en el futuro inmediato, es la destrucción de los Estados-nación, proceso que ya ha comenzado en México y en países de Centroamérica. Por ese lado, debemos esperar lo peor. ¿Hacia dónde? La principal característica de este período post ciclo progresista, es la inestabilidad. Las derechas no pueden gobernar, como lo demuestran Chile y Ecuador. Pero los progresismos tampoco, como lo demuestran Bolivia y Nicaragua. Pero cuidado, el problema no es tal o cual gobierno (el gobierno siempre es un problema), sino el sistema. Estas revueltas no son contra un presidente sino contra un modelo de destrucción de la naturaleza y de control social masivo a través de políticas sociales y militarización, que se complementan para mantener a la población sojuzgada. La respuesta de hacia dónde, no puede ser otra que la organización popular en cada territorio, para resistir y construir los mundos nuevos. Me gusta hablar de arcas, porque es necesario sobrevivir colectivamente el diluvio que viene. Desinformémos puede ser considerada como un arca de la inter-información de los abajos, como el mecanismo para acoplar nuestras conductas, como diría Alberto Maturana. O sea, una información hacia adentro del campo popular o arcas colectivas, que es imprescindible para orientarnos en algún sentido emancipatorio, pero sobre todo para mover-nos en medio de una tormenta que no deja ver nada, porque el diluvio es tan fuerte que nubla la vista.
Chile, el fin de la razón neoliberal
Luis Hernández Navarro - La Jornada - 29 de octubre de 2019 El baile de los que sobran es el himno de la generación de los 80 en Chile. Fue compuesta en 1986 por Los Prisioneros, uno de los mejores grupos de rock de ese país, en un ambiente “lleno de fogatas, balazos y militares escondidos en todos lados”. Hoy, 33 años después, miles de jóvenes que aún no habían nacido en aquel año, la entonan en las multitudinarias protestas que sacuden 10
a esa nación desde el pasado 14 de octubre. Algo les dice. A todo pulmón, acompañados por guitarra, desafiando a la fuerza pública, cantan: “Nos dijeron cuando chicos / jueguen a estudiar / y no fue tan verdad, porque esos juegos al final / terminaron para otros con laureles y futuro / y dejaron a mis amigos pateando piedras”. El baile de los que sobran da cuenta de la gran promesa incumplida del mito liberal en Chile y de la pesadilla que, día a día, viven los que no caben en el modelo. Resume el hastío, la rabia, el agobio, el malestar acumulado de una generación que, en medio de una represión atroz, combinando fiesta y protesta, ha hecho saltar por los aires el falso “oasis dentro de una América Latina convulsionada”, del que se jactaba el presidente Sebastián Piñera. Nada raro hay de que una canción emblemática de hace tres décadas suene con fuerza ahora. Después de todo, el Chile del general Augusto Pinochet no es cosa del pasado. Más allá del despliegue mercadotécnico para embellecer sus horrores, sobrevive en sus fuerzas armadas, en su marco legal, en sus instituciones de gobierno, en su clase política, en su cultura. La doctrina neoliberal que guía el funcionamiento de su economía como si fuera un oráculo, maquillada con la fantasía de su inevitabilidad, es su herencia directa. En su momento, las fuerzas políticas tradicionales se negaron a ajustar cuentas con el pasado dictatorial. Pragmáticamente, se desentendieron y, en los hechos, exoneraron a los responsables de crímenes de lesa humanidad. Decididos a mirar sólo hacia adelante, el centro-izquierda agrupado en la Concertación y la derecha de la Nueva mayoría, arroparon y profundizaron el modelo económico del pinochetismo, con el beneplácito de una clase media embriagada por el consumo suntuario y las posibilidades de endeudamiento. Pero, más allá de sus quimeras, el capitalismo salvaje en versión chilena generó enormes desigualdades. Chile es, después de México, el país más desigual de la OCDE. Una desigualdad alimentada por la cruenta superexplotación de la fuerza de trabajo, el despojo indiscriminado de tierras, territorios y recursos naturales, la mercantilización de la vida pública, la injusticia para los de abajo, la guerra racista contra el pueblo mapuche y un modelo de representación política oprobioso y elitista. 11
De la mano de la precarización laboral, la inseguridad en el empleo y la abolición de numerosas conquistas gremiales caminó la privatización de las pensiones, la seguridad social, la sanidad, la educación pública y el agua. Negocio redondo. El Estado no garantiza proveer derechos sociales universales garantizados como salud, educación, pensiones, vivienda, pero financia a compañías privadas para que los proporcionen. El temor a enfermarse sin poder pagar el tratamiento médico, o llegar a la vejez sin los recursos suficientes para vivir con dignidad es el pan nuestro de cada día. La media de las pensiones es de, apenas, 290 dólares, menos de la mitad del promedio salarial. En Chile, una parte muy importante de la población vive agobiada por los préstamos, muchos de los cuales deben pagar a tasas usurarias. Setenta por ciento está endeudada. Para estudiar, quienes asisten a las universidades, empeñan su futuro. Y ni así tienen garantizada la subsistencia. No puede extrañar entonces que, ante tantos y tan variados agravios, lo que arrancó como una simple protesta estudiantil contra el aumento al boleto del Metro sea hoy la movilización popular más importante en la historia reciente de Chile. La ciudadanía se convocó y organizó. Los inconformes prendieron fuego al Metro y a edificios emblemáticos, asaltaron supermercados y farmacias, ocuparon plazas públicas y realizaron gigantescas manifestaciones y cacerolazos locales. Su ira parece no haber tocado fondo. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable”, declaró el presidente Piñera, en la mejor tradición pinochetista. Y lanzó al Ejército a las calles a hacer lo que aprendieron con el genocida: asesinar, torturar, ejercer violencia sexual. Pero, a pesar de esa brutalidad, como si el miedo les fuera ajeno, los jóvenes desafiaron el estado de emergencia y los toques de queda. En unos cuantos días, la imagen de Chile como país ordenado y estable, con una economía boyante y un modelo deseado por sus ciudadanos, naufragó. Para desgracia de los delincuentes de cuello blanco que ofician como sus profetas, la supuesta infalibilidad de la fe neoliberal reprobó el examen de la realidad. Con su rebeldía, esos que 12
expresan los ultrajes padecidos cantando en las calles El baile de los que sobran parecen haberla hundido. “Somos los de abajo y venimos por los de arriba”, advierten en sus manifestaciones. En el horizonte se vislumbra una Asamblea Constituyente que refunde al país. Twitter: @lhan55
La afrenta continental
Hermann Bellinghausen -La Jornada - 28 de octubre de 2019 Latinoamérica, que nominalmente comienza al sur del río Bravo y llega hasta la vecindad Antártica, anida más de una veintena de naciones que ahora, en tiempos de redes sociales y trascendentes despertares indígenas, parecen estarse hablando como nunca después del ciclo independentista en la segunda década del siglo XIX. Se dice fácil. La dudosa “integración” regional siempre brilló en el discurso, aunque no quedase claro si con ella se pretendía poner en orden el “patio trasero” de Estados Unidos, su “zona de interés” irrenunciable desde la Doctrina Monroe, o por el contrario construir un bloque regional para dejar de ser del interés exclusivo de Washington, el Pentágono y las grandes corporaciones estadunidenses que han ocupado, cultivado, explotado, extraído y extenuado las riquezas naturales del subcontinente durante 170 años. Un proceso que se inicia con la invasión a México y la enajenación de la mitad de su territorio, y lo continúan las bananeras, petroleras y mineras que ocuparon y saquearon la que algunos románticos llaman “Nuestramérica”. El número de golpes de Estado, invasiones militares y filibusteras, guerras civiles y amafiamientos territoriales propiciados, patrocinados y sostenidos por Estados Unidos es tal que a ningún país del área la faltan episodios de injerencia y daño directo. La afrenta imperial, permanente hasta hoy, nunca generó respuestas continentales. Para impedirlo han servido la Cuarta Flota, la CIA, la devaluadísima Organización de Estados Americanos (OEA), los tratados de libre comercio y la “renta” permanente de territorios (plantaciones, bases militares, campos petroleros) en Centroamérica, grandes extensiones de Sudamérica y colonias explícitas como 13
Puerto Rico: el síndrome de Guantánamo devora las ambiciones yanquis. Este sí que ha sido nuestro destino manifiesto, la verdadera maldición de la Malinche. Sin esquematizar demasiado, las revueltas populares en aparente reacción en cadena, revelan un descontento unánime contra el estado de cosas propiciado por los intereses yanquis. Así como los países se libraron de España hace dos siglos, ¿podrán desafiar con eficacia la tutela imperial de Washington? Es mucho estirar la liga tal vez, pero no se recuerda un ciclo de concatenaciones y simultaneidades en la revuelta como ahora. Contra las políticas económicas impuestas por las agencias internacionales. Contra los gobiernos que las implementan y sostienen corrupta y autoritariamente. Contra desigualdad inherente al capitalismo. Chile es la última mecha que prende, pero ya antes de Ecuador vimos desafíos nacionales en Haití, Nicaragua, Honduras, Brasil y Argentina, así como la reacción electoral, antineoliberal en principio, y por hartazgo ante la violencia y la corrupción en México, que ha de verse a la luz de las recientes experiencias “progresistas” en la región, que no dejaron de obedecer las reglas del capitalismo y le fueron funcionales hasta ser sustituidas inestablemente por gobiernos proyanquis. El actual ciclo de protesta popular –al que los gobiernos responden con violencia, mala fe, manipulación mediática y criminalización estúpida como vemos en Haití, Ecuador y Chile, y antes en Nicaragua– encuentra al imperio sumergido en una bancarrota moral interna sin precedente, a merced del granguiñolesco titular de la Casa Blanca y sus pocos émulos en la región, más allá del peligrosísimo payaso Bolsonaro y el desvergonzado títere Almagro, quien degradó totalmente lo que quedaba de la OEA. Macri ya se va. Cuba y Venezuela, en resistencia nacional, atraviesan una dificultad crónica bajo bloqueo, que en el caso venezolano hace poco alcanzó para generar grandes protestas de signo contrario a las que vemos en Haití, Ecuador y Chile, y que a diferencia de éstas, cuentan con el respaldo de Washington, la OEA, el trono de España y la Comunidad Europea. Bolivia también experimenta turbulencia. Con un gobierno incómodo para Washington, el Fondo Monetario Internacional y la OEA, las protestas no revisten tanto reclamos contra la política eco14
nómica impulsada por el FMI y los intereses estadunidenses, como por el presunto fraude electoral y un descontento larvado en muchos sectores bolivianos, no sólo en la derecha, tras la tercera relección de Morales y el grupo de empresarios y políticos que lo rodean. Para que el actual ciclo de descontento no acabe como la “primavera árabe” en un reforzamiento autoritario, una brutalidad neoliberal más descarnadamente fascista y fundamentalista (adelantada por Bolsonaro, no se rían) y un desmembramiento de las fuerzas reunidas (estudiantes, mujeres, indígenas, trabajadores, artistas, intelectuales), se necesita poner en primer lugar de cualquier estrategia aquello que cancele el predominio imperial de Washington. ¿Qué sigue después de inundar las plazas, tumbar o arrodillar presidentes? La ilusión de lograrlo votando gobiernos que prometen cambiar el rumbo no ha sido suficiente, y como vimos en Brasil, Chile y Argentina, rebota en regímenes de ultraderecha. Falta mucho por andar.
Vivir en paz y con dignidad Gloria Muñoz Ramírez - Los de abajo La Jornada - 26 de octubre de 2019
La revuelta en tiempos de redes. La tecnología actual ha permitido seguir en vivo las revueltas en Chile desde el pasado 18 de octubre. No hay poder humano que pueda parar la circulación de imágenes de la represión a cargo de las fuerzas armadas. La persecución de los carabineros contra los jóvenes, la vejación sexual contra las mujeres, los disparos a matar. La organización institucional del saqueo y de los actos vandálicos. La bota militar encima de los cráneos, como en los peores tiempos de la dictadura pinochetista. Y también a través de las redes y los medios alternativos se d ifunden las multitudinarias manifestaciones en las plazas, los actos culturales, la música y la creatividad hecha protesta. En pleno toque de queda una mujer canta desde lo alto de su edificio, mientras en otro departamento tocan el piano; al tiempo que un hombre solitario 15
toca con su f lauta El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara, que se ha convertido en himno de un movimiento que insiste en que no está en guerra. La guerra la declaró el presidente Sebastián Piñera y se enfrenta cada día a millones de “vándalos” que no sólo quieren vivir en paz, sino con dignidad. Los medios electrónicos y la toda la clase política están rebasados. No hay interlocutor visible, como sí lo hubo en las p rotestas de Ecuador, o rganizadas por el movimiento indígena. ¿ Diálogo con quién en Chile? P iñera pide perdón mientras asesina. Son más de 20 muertos, más de dos mil detenidos, miles de h eridos. La represión no cede, p ero el pueblo chileno tampoco. Se desafían los toques de queda, se pintan los rostros y las calles, las cocinas de las familias deben estar vacías, pues las ollas y cucharas están en los c acerolazos. Este viernes, el séptimo día de movilizaciones, más de un millón de personas están en las calles desafiándolo todo, pues no hay regreso a la nada. ¿Qué sigue? ¿La fuerza popular se puede convertir en organización y desde ahí impulsar el cambio hacia la justicia y la igualdad? ¿La renuncia de Piñera? ¿Una asamblea constituyente? La revuelta está posicionada, el futuro está en construcción. Chile despertó. Falta la construcción del mañana. Con ellos. www.desisnformemonos.org - losylasdeabajo@yahoo.com.mx
Imágenes de Chile, descarga del alma
Omar González* - La Jornada - 26 de octubre de 2019 Estuve en Chile en las postrimerías del último gobierno físico de Augusto Pinochet, y también cuando Estados Unidos y la oligarquía criolla no le permitían gobernar a Salvador Allende. Lo que más me llamó la atención tras el golpe de Estado, fue la muerte de la alegría. La gente se resguardaba en sus casas a las 10:00 pm. No había vida nocturna, ni se escuchaban carcajadas sonoras, ni cuecas multitudinarias con pañuelos rojos. Doy fe que nunca más oí la risa, una risa estridente, democrática, como solía decir el gran poeta cubano Nicolás Guillén. 16
En Valparaíso, la clase media hacía pasarela en los festivales, banalizaba sus lecturas y renunciaba, incluso, a los imprescindibles autores chilenos. Varios adolescentes no supieron responderme un par de preguntas elementales sobre Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Los grandes cineastas chilenos aún desconfiaban y tenían los negativos de sus obras a buen recaudo en los archivos del Icaic, en La Habana. Santiago estaba muerta y Concepción muy oscura y desolada, como los pueblos de Rulfo, pero con ínfulas de Múnich. Varios años después retorné una vez más: Chile estaba norteamericanizándose de tal modo que me fue difícil reconocer algunos lugares otrora frecuentados por mí. Una pitonisa me dijo, así de pronto, que mi aura estaba oscura y que debía evitar los aviones y a los señores viejos y calvos. Algo de razón tenía la pobre mujer. No olvidaré jamás que aquella visita coincidió con los dos conciertos que iba a ofrecer Michael Jackson en Santiago, de los cuales sólo uno se efectuó, pues los carabineros se negaron olímpicamente a garantizar la seguridad del estadio en la segunda ocasión, y, como es de suponer, hubo que suspenderlo. Pero aquel hecho, no obstante la caprichosa conducta del “rey del pop”, sirvió para probarme que los carabineros eran quienes mandaban realmente en Chile. Pinochet seguía siendo el único, el verdadero rey. Esta vez me fui a Lebu, un pequeño y hospitalario pueblo minero del Sur, a un festival de cine que quizás fuese entonces el más original y humano del mundo, y aproveché la ocasión para saber del poeta Gonzalo Rojas, otro grande pero desconocido amigo a pesar de sus lauros. Los adultos de Lebu y de Chile continuaban tristes, pero los niños no. Los ancianos vivían un interminable toque de queda. Igual que en Berlín (Occidental y Oriental) cuando lo visité 30 años después de la derrota del fascismo. Qué raro y corrosivo era el humor entonces, y aún en Chile. En fin, sin idealizar la circunstancia actual, este Santiago de hoy me parece sencillamente otro, único en su historia. Ojalá se abran para siempre las grandes alamedas... Ojalá sigan las calles llenas de 17
pueblo... Ojalá Chile logré sepultar el dolor y la tristeza para toda la vida y sea, para alegría de todos y todas, como él Chile que los chilenos se merecen y sueñan. Piñera ya es pasado, lo enterró este pueblo, lo borró la historia. * Escritor cubano. Coordina la Red de Redes En Defensa de la Humanidad en Cuba
El derecho de vivir en paz
Al-Dabi Olvera* - La Jornada - 26 de octubre de 2019 La canción más escuchada en Chile durante estos días insurrectos es El derecho de vivir en paz, compuesta por el teatrero y cantautor Víctor Lidio Jara en 1971, contrapone una reivindicación esperanzadora ante la invasión estadunidense de Vietnam. Hoy, la población chilena, que resiste en las calles al régimen militarizado del magnate neoliberal Sebastián Piñera, la actualiza en un giro de discurso con eco para todo el continente. Y es que el discurso bélico de las derechas en América se ha renovado. Junto con medidas de profundización del capital y el control de la población, surge un nuevo lenguaje, uno que es producido y que a la vez produce la paranoia guerrerista. “Una guerra es, además de sus actos y sufrimientos, un torrente de palabras”, escribe el traductor y ensayista Adán Kovacsics en su libro Guerra y lenguaje. Ahí relata cómo el Imperio Austrohúngaro generó el primer cuartel de prensa durante la primera conflagración mundial: poetas, periodistas, narradores desfilan por ahí cantando loas a la patria y a la guerra. Kovacsics contrasta este acto con el tratamiento mediático de la invasión estadunidense a Irak, y argumenta la complicidad entre la guerra y la palabra. A lo largo del continente, la derecha ha actualizado el lenguaje bélico, primero contra el comunismo, después ante la práctica del narcotráfico, aunque su rivalidad real sea con las insurrecciones populares. El lenguaje bélico ruega por el régimen de excepción de fronteras cerradas (México), el intervencionismo colonial-humani18
tario (Haití y Venezuela), los toques de queda (Ecuador y Chile). Es reproducido en las calles, en los diarios, y especialmente en su nuevo campo de disputa: las redes sociales, y activado cuando se le reproduce, aun a manera de denuncia. En Culiacán, durante el fallido operativo para detener al capo Ovidio Guzmán –el hijo de El Chapo Guzmán–, las etiquetas “Irak”, “Siria” y el videojuego Call of Duty ocuparon Twitter. Sumida en un lenguaje bélico desde el calderonismo, la discusión pública en México volvió a estancarse en representación exótica de la guerra sin mencionar al factor común de las etiquetas: la invasión estadunidense. En los días siguientes, Twitter no salió de los mensajes que llamaban al presidente “pocas bolas” y de representar a Culiacán como ciudad “en llamas”. Al mismo tiempo, las redes sociales fueron ocupadas por imágenes de subterráneos en llamas en Santiago de Chile, y el discurso bélico colonial y racista de la derecha en Ecuador, atrincherada detrás de policías y palabras frente a la “turba”, o frente a los pueblos indígenas, el primer objetivo histórico del discurso guerrerista. El clímax del lenguaje bélico de estas semanas fue simultáneo a su primer descalabro. Cuando el magnate Piñera apareció en medios de comunicación para decir “estamos en guerra”, la población chilena rompió hábilmente el lenguaje y trazó de inmediato un símil con la retórica pinochetista de la amenaza interna y externa. Ante las balas y los gases lacrímogenos, tuvieron gestos, algunos humorísticos y otros conmovedores, y así fueron conformando su lucha con dos mensajes: #NoEstamosEnGuerra, y el título de la canción de Jara. Estas frases orbitan en un lenguaje desobediente en lo lingüístico. No es la guerra, es el de “hartazgo generalizado” y el “levantamiento” de las ideas que recorren desde abajo el continente. En Uruguay se alzan las palabras “ milicos nunca más” en protesta ante la creación de una guardia nacional que deja en el ejército funciones de seguridad pública. Costa Rica y Colombia podrían comenzar a generar protestas con representaciones muy alejadas de la total negati19
vidad y la turbamulta salvaje de los medios y el cine de Hollywood. De esta manera, las nuevas protestas, en su potencia de romper con el dependentismo del Fondo Monetario Internacional, se acompañan con la posibilidad de fracturar las representaciones hasta de la propia protesta, la administración de la solidaridad e incluso de la paz, palabra utilizada históricamente por la derecha para perpetuar, invisibilizar y actualizar otras violencias. Así como la canción de Víctor Jara habla de un derecho, un otro derecho a la paz en un sentido concreto: la vida, quizá podríamos repensar los apellidos del movimiento que en 2011 irrumpió en México para descarrilar la retórica bélica calderonista, y actualizar las palabras tomadas del mensaje labrado en la entrada del caracol zapatista de Oventik: sí, paz, pero con justicia y dignidad. *Cronista
La revuelta chilena
Juan Trujillo Limones* - La Jornada - 25 de octubre de 2019 Santiago, Chile. Se trata de quizá el momento político más convulsionado desde el traumático golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Este país austral lleva ya cinco de un estado de excepción disfrazado de “emergencia” por actos violentos que han sido perpetrados premeditadamente por agentes infiltrados. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) “centenares de personas habrían resultado heridas, algunas de ellas afectadas por la utilización indiscriminada de gas lacrimógeno y un uso desproporcionado de la presión por parte de fuerzas de seguridad”. Asimismo, “al menos 2 mil 128 habrían sido detenidas y 376 personas habrían resultado heridas, de las cuales al menos 173 por arma de fuego”, además de 18 víctimas fatales. Aunque el presidente Sebastián Piñera pidió perdón a sus “compatriotas” y anunció una agenda social, insiste en gobernar con el toque de queda nacional y con el ejército en las calles. ¿Hasta dónde quiere llegar el gobierno con esta situación insostenible? 20
Los estudiantes que evadieron masivamente la entrada al Metro sólo hicieron evidente que con la imposición de 30 pesos, la injusticia es estructural. Esa acción, en realidad, representó la bandeja de plata para la articulación de un operativo premeditado de un grupo de infiltrados para la destrucción simultánea de cinco estaciones del transporte colectivo Metro. Sin ninguna fuerza policiaca de contención en esos puntos, la desconfianza en el gobierno fue sembrada en la sociedad. Hay evidencias videograbadas incluso, de que la policía carabinera ha provocado diversos incendios en establecimientos comerciales. Que esa provocación deviniera en la imposición del estado de emergencia y en las restricciones de manifestación y tránsito, indignó a una sociedad chilena que ahora se volcó a las calles para hacer sonar esas emblemáticas cacerolas como símbolos del descontento de miles de hogares y sus familias. Un movimiento independiente, horizontal y pacífico se levanta para gritar, bailar y expresar las demandas que desde hace 29 años se han incubado en la desigual sociedad chilena. El gobierno derechista de Piñera intentó administrar el conflicto los primeros tres días, pero la noche del martes en cadena nacional, tuvo que asumir mayor responsabilidad y otorgar desde el púlpito, las reformas sociales a las pensiones, salud, salario mínimo, tarifa eléctrica, reducción de sueldos de los congresistas, el plan de reconstrucción de infraestructura y reasignación del gasto público. Pero la sociedad civil sin partidos ni organizaciones quieren la renuncia del presidente. Mientras tanto, se difunden videos de policías y militares disparando con balas letales a civilies, no hay ningún cambio, destitución o renuncia en el gabinete. Los nombres de los muertos aparecen a cuenta gotas, sus historias y trágicos desenlaces. Según la CIDH, hasta este miércoles hay además 12 mujeres violadas, 121 desaparecidos y miles de torturados. Y con la política de control del gobierno seguirán creciendo los caídos, heridos y golpeados, vejados y humillados en las comisarías. Mientras las organizaciones como la Central Unitaria de Trabajadores y otros sindicatos convocaron a un paro laboral de 48 horas, 21
la clase política en el Congreso exhibió su pleito entre diputadas y la mesa directiva en cadena nacional, fruto de la evidente fractura que ya existe en el gobierno. No sólo llamaron al ministro del Interior, Andrés Chadwick Piñera, “asesino”, le han exigido dar marcha atrás al ejército en la calle y su renuncia. La clase política ha quedado sobrepasada, la salida a esta crisis social sólo podría venir de la sociedad civil. Tampoco la posición de Sergio Mico, director del Instituto Nacional de Derechos Humanos, ha sido contundente, sino más bien blanda ante las flagrantes violaciones a los derechos humanos. Incluso, como si se tratara de otro partido político, visitó al presidente en La Moneda para hablar desde ahí con la prensa. No obstante, ha recibido al menos 20 querellas que denuncian un centro de tortura clandestino en los túneles del Metro Baquedano. Así, las historias de los muertos comenzaron a publicarse como la de Alex Nuñez Zandoval, de la comuna Maipu, quien falleció por la paliza propinada por carabineros. José Miguel Uribe, Manuel Rebolledo, Kevin Gómez y Romario Veloz fueron asesinados por soldados. Y es que ante la provocación violenta y el estado de excepción impuesto para controlar militarmente la capital, se está orillando a los sectores más empobrecidos a atacar a las infraestructuras públicas. Así, se desprestigia al movimiento pacífico y se exacerba la zozobra entre la gente. Aunque se intente gobernar con las fuerzas castrenses, éstas están descoordinadas y existe confusión entre unas y otras, por ejemplo en al menos un punto de la ciudad de San Antonio, pues la gente en los supermercados se siente protegida por los militares, pero no con los ataques de los carabineros. Éste, por una parte es el punto de intervención del movimiento social pacífico e independiente que se articula en torno a esta revuelta de las cacerolas. Y es que los residentes han formado grupos de autodefensa civiles con chalecos amarillos que vigilan sus barrios e incluso previenen que los comercios sean quemados. Por otro lado, la esperanza de transformación social parece emerger de esa avalancha de jóvenes y sus familias de todas las clases sociales que caminan, cacerolean, bailan y cantan por miles en Santiago y también en la sureña Concepción, con más de 80 mil personas. 22
Se trata de una verdadera revuelta popular nacional capaz de sostenerse por más días y que no dejará que le arrebaten su dignidad y tampoco la perpetuación del viejo lastre de la dictadura militar (1973-1990). Lo que vendrá, está en los pies y en las manos de esos jóvenes que hoy son incansables y caminan hasta las últimas consecuencias. * Antropólogo
Un gran desorden bajo los cielos
Raúl Zibechi - La Jornada - 24 de octubre de 2019 El aumento del precio del pasaje de autobús en Santiago era de 30 pesos (un dólar son 720 pesos), elevando el costo a 830. Es evidente que la reacción popular no fue por esos 0.04 dólares por billete, sino que obedeció a causas muy profundas que tienen nombre: neoliberalismo/ extractivismo/ acumulación por despojo. El levantamiento en Quito fue, formalmente, contra el fin de los subsidios a los combustibles, que siempre encarecen los alimentos y escalan los precios. Los pueblos originarios y los trabajadores aprovecharon la brecha abierta por los transportistas, que no tienen intereses populares sino corporativos, para lanzarse a la yugular del modelo. En ambos casos, y en muchos otros, lo que está sucediendo es que los pueblos están hartos de una desigualdad que no para de crecer bajo los gobiernos de los más diversos signos. Porque la desigualdad es estructural y está ligada de forma estrecha al modelo extractivista, que se resume en polarización social, pobreza creciente y concentración de poder en las élites financieras y las grandes empresas multinacionales. Las gigantescas movilizaciones populares, en Quito, en Santiago, en Puerto Príncipe, por no hablar de Barcelona, Hong Kong y París, muestran dos cosas que están pautando la situación: el poder que ha adquirido la movilización popular, capaz de configurar hondos virajes políticos, y que las acciones colectivas trascienden gobiernos, 23
cuestionando un modelo que produce miseria abajo y lujo arriba. Para ser más precisos: junio 2013, con 20 millones de brasileños en las calles en 350 ciudades, fue un grito contra la desigualdad que sepultó la gobernabilidad lulista al no haber comprendido el gobierno la profundidad del clamor. Diciembre de 2017 fue clave, pero en un sentido inverso, ya que sepultó la gobernabilidad conservadora y clasista de Macri (https://bit.ly/2MWWh4M). Sin embargo, esas apreciaciones siguen siendo generales y no tocan lo central. Caminar por las calles de Quito estos días de octubre, donde permanece el olor pegajoso del humo de las llantas quemadas, te fuerza a la reflexión. Los intercambios con personas de los más diversos movimientos, rurales y urbanos disipa la niebla de la confusión sistémica en la que nos movemos. La primera apreciación es que en el levantamiento jugaron un papel decisivo las mujeres y los jóvenes, que desbordaron a los dirigentes históricos. Ellas protagonizaron la mayor marcha de mujeres en la historia de Ecuador, aportando los saberes de la reproducción y el cuidado de la vida, sumando lucidez al fervor juvenil sin menoscabo de la combatividad. La segunda es la diferencia entre un levantamiento organizado y un estallido espontáneo. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) es una organización de base comunitaria, muy bien estructurada y por eso tuvo la capacidad para sacar a los provocadores de las marchas, incluso a los encapuchados. Algo que no está siendo posible en Chile, donde las manifestaciones son sistemáticamente infiltradas por agentes de la policía que alientan saqueos que vuelven a la población en contra de las protestas. La tercera es que el levantamiento fue posible gracias a las comunidades rurales en primer lugar, que aportaron lo necesario para asegurar la permanencia durante 12 días en la lejana Quito. Dos fuerzas destacaron: las comunidades de la sierra central, al norte y al sur de la capital, y los pueblos amazónicos, cuya llegada organizada como guardia indígena fue decisiva en las jornadas finales. También hubo una presencia importante de las comunidades urbanas, los barrios pobres donde los jóvenes jugaron un papel activo y 24
decisivo. Un sector de las clases medias urbanas superó el racismo fomentado por los medios y apoyó con agua y alimentos a los pueblos originarios. Por último, está la interpretación de lo que viene sucediendo. Entre los diversos análisis, creo que el más profundo es el que ensaya Juan Cuvi y sus colegas, en un trabajo titulado El agotamiento de un modelo de control social (https://bit.ly/2W6nLsV ). Este modelo nació a comienzos de la década de 2000 con Lucio Gutiérrez y fue desarrollado por la década de Rafael Correa. En efecto, el modelo está en crisis, pero no se avizora nada que lo pueda sustituir a corto plazo. Por eso el caos en curso, que durará un tiempo imprevisible, hasta que maduren las fuerzas capaces de superarlo. Debemos pensar en términos de décadas, más que de años y, menos aún, comprimir los cambios en curso a los tiempos electorales. Tampoco podemos pensar que lo que venga sea necesariamente mejor que lo que caduca. Un gran desorden, como señalaba Mao Zedong, puede ser algo positivo. Un gran orden, es el cementerio social que necesitan los capitales para seguir acumulando. No alcanza con el desorden para modificar las cosas. El sistema cuenta con la protesta social para reconducirla hacia sus intereses, aprovechando la confusión que puede serle funcional, si no encontramos los modos de convertir la coyuntura en un escenario favorable a los pueblos.
“No al toque de queda en las neuronas”
León Pascal Cheetham* - La Jornada - 24 de octubre de 2019 Días infernales en Chile producto del Estado de Emergencia y toque de queda, instaurado, torpemente, por el gobierno del presidente Sebastián Piñera. Vengo llegando de recorrer en bicicleta las calles. Es una imagen dantesca: grupos de militares con sus fusiles parados en las esquinas, junto a camiones y tanquetas. El comercio está muerto: todo cerrado. Reina un ambiente rancio, una mezcla extraña entre pena e incredulidad que nos recuerdan los 17 años 25
que vivimos en dictadura con Pinochet ¿Qué nos pasó para llegar a esto?: Chile dejó de ser el supuesto “país pujante, ordenado y ejemplar” de América Latina. Los destrozos y saqueos vandálicos ocupan los titulares de la prensa con ese morbo policiaco característico, que tanto vende. Pero esos son los síntomas del conflicto: no la enfermedad en sí. Robos masivos a supermercados, locales comerciales, paraderos de buses e infraestructura pública, sumado a la destrucción de 41 estaciones del Metro: “La niña inmaculada y ahora profanada” del transporte diario de tres millones de chilenos endeudados, fue la gota que derramó el vaso, la chispa que provocó la explosión social en las calles con el anuncio insensible del aumento en 30 pesos en los pasajes del TranSantiago. “La revolución de los de a pie” y su rebeldía no es sólo producto del aumento en los pasajes del transporte público. Es la suma de las injusticias sociales: es el cansancio de la sacrificada familia chilena de clase media que viven con 400 lucas mensuales (unos 10 mil 500 pesos mexicanos), promedio. La gente rompiéndose el lomo se aburrió del “no futuro” para que sus hijos estudien en las universidades privadas y logren “surgir”, social y económicamente. Son las injustas AFP y las ridículas jubilaciones; la paupérrima Salud de Fonasa, sumado al monopolio de los medicamentos de tres reconocidas marcas de farmacias inhumanamente coludidas inflando los precios; es el desempleo y la falta de oportunidades; son los estudiantes estigmatizados como vándalos por exigir educación gratuita y de calidad, etcétera, etcétera, etcétera. Desde este fin de semana Chile es otro. Existe una rebelión popular que está recién comenzando. Las movilizaciones no están coordinadas por los partidos políticos ni líderes reconocidos: hace rato la ciudadanía dejó de creer en la política. La gran mayoría de los movilizados son hordas de gente “común y corriente”, que de forma “natural” salió a manifestarse y tocar cacerolas de forma pacífica. El gran error del gobierno fue sacar a los militares a las calles. Ni en Europa, ni en Barcelona, con sus graves revueltas, han salido los militares de sus cuarteles: este es una torpe decisión, un 26
grave error político que le costará muy caro a la derecha. Es retroceder y abrir una herida aún no cerrada en Chile. EL golpe militar y la violación de los derechos humanos. No hay que ser ingenuos: los jóvenes de las poblaciones populares no le temen a los milicos. Viven entre balaceras y violencia extrema, en barrios con calles de barro, sin árboles, plazas ni luminarias, donde reina el poder del narcotráfico. Los saqueos y barricadas, desgraciadamente, continuarán in crescendo, si no hay un gesto urgente de empatía social, ahora. Este es un balón de gas que ya estalló y no se podrá nunca apaciguar con más gasolina represiva estatal. Muchos amigos y amigas de mi generación vivimos la represión mientras estudiábamos. Nos la jugamos con todo por recobrar la bendita democracia, que tanto dolor y sufrimiento nos costó. “No al toque de queda de las neuronas”, neoliberales e insensibles del gobierno y sus ministros que se han reído en la cara de la gente llamándolos a “comprar flores que están más baratas”; o “ir a los consultorios a hacer vida social mientras esperan número de atención”; a despertarse más temprano: “para ahorrarse unas chauchas (centavos) para el pasaje”. El malestar ciudadano generalizado continuará en este delicado escenario que duele, preocupa y asusta. Si Piñera no es capaz de hacer un necesario mea culpa, de frente al país, comprometiéndose a hacer cambios sociales, políticos y económicos radicales: iremos de mal en peor. Lo primero: suspender la COP25. No hay vida sustentable en Chile y sería un triste espectáculo para el mundo recibir a otros mandatarios con protestas y militares en las calles. Este pobre país no tiene recursos para destinarlos para tan magno evento comunicacional: Hay que ahorrar hasta la última chaucha en pro de la gente. La atención de los medios de comunicación mundiales seguirán puestos en este Chile que despertó, con ira y sin miedo, en contra de la injusticia social. Para que reine la paz: debe existir respeto y amor por la gente. Y este gobierno está al debe, en estas y otras materias básicas. * Periodista y escritor 27
Haití y la necesidad de otro mundo Cristóbal León Campos - Rebelión- 29 · 10 · 2019
Inicia la séptima semana de protestas en Haití, cuyo ejemplo es el extremo de las consecuencias suscitadas por las políticas neoliberales aplicadas en América Latina, su condena arrastrada por siglos, lo sumerge en una constante crisis de gobierno y social, durante todo el año de 2019, una cadena de manifestaciones itinerantes sean registrado, teniendo la común características con los recientes acontecimientos en otros países latinoamericanos en el rechazo tajante a las medidas económicas implementadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el imperialismo estadounidense, pero en Haití, los causes se desbordan porque a diferencia de otros países, este no ha tenido en décadas un periodo intermedio de estabilidad, aunque sea cierto también, que en muchos países (como Chile) ese periodo de estabilidad resultó ser más farsa que verdad, la pobreza extrema, la desigualdad, la violencia estructural, la sobre-explotación y el racismo, son elementos que definen casi por norma la realidad de la nación caribeña, que además, carga sobre su espalda, una permanente campaña de ocultamiento por los grandes medios de comunicación, pues de las crisis, protestas y reclamos sociales en Haití no se habla, ni siquiera para descalificarlos y tergiversarlos, el silencio es tal, que verdaderamente pone en entre dicho la integridad humana. Haití es la evocación continua de la necesidad de construir otro mundo. Las protestas reiniciaron por la escasez de combustible y el aumento de su precio, la falta de comida, medicamentos, gas, agua potable y por la devaluación de la moneda, esto agudizando la crisis económica que se vive en el país más pobre de Latinoamérica, donde la mayoría de la población sobrevive con dos dólares al día, o, mucho menos. El pueblo ha tomado las calles para enfrentar al neoliberalismo, trabajadores y trabajadoras resisten la represión brutal que ha deja muchos asesinados y encarcelados, mantienen la fuerza para continuar, varios sindicatos y el movimiento feminista junto a diversos partidos políticos se van agregando, la organización de base permite otorgarse solidaridad entre los desposeídos (algo que el poder burgués jamás comprenderá), el magisterio y los estudiantes se han sumado al paro general, el pueblo se agrupa bajo 28
el nombre de Foro Patriótico que ha propuesto ante el deseo de renuncia del presidente “ un “gobierno de transición por un período de tres años para atajar los problemas de hambre, miseria y desempleo que afecta a más del 80% de la población, y la reforma de las instituciones estatales según las necesidades de la población”. La lucha haitiana siempre tiene un toque más elevado en su densidad, pues no sólo se lucha por frenar medidas anti-populares, sino que se lucha por sobrevivir como pueblo, nación y seres humanos. Frente a las movilizaciones populares, el presidente haitiano, Jovenal Moïse, ha declarado que “no se encuentra aferrado al poder si no a las reformas que pretende implementar”, pero no dice que las reformas pretendidas son modificaciones constitucionales, modificaciones a la ley aduanera y del sector energético, todo, para seguir beneficiando a las saqueadores y explotadores, el presidente Moïse, es acusado de corrupción y se ha exigido su renuncia, por lo que justifica su aferrado amor al poder diciendo que es necesario “ver cómo podemos sacar provecho de esta crisis, cómo hacer de esta crisis una oportunidad”, la realidad no es más que el cinismo de quien oprime, la oportunidad planteada es la permanencia de un estado de indefensión agudizado por la injerencia imperialista y neocolonial, Haití es la muestra de la soberbia y la venganza, la primera colonia liberada de América es hoy el país más lastimado por todas esas viejas potencias nostálgicas de su hegemonía, la muestra es el botón de oro, Haití vive una ocupación desde principios del siglo XXI, con el pretexto del envío de “ayuda humanitaria”, una coalición de naciones la mantienen asediada, el aval de la ONU a esta condición es otra de las muchas incongruencias en el seno del organismo internacional, el pasado 17 de octubre la ONU dio a conocer la continuación de su política intervencionista con el programa BITUH, que dará continuación del MINUJUSTH que precedió a los Cascos Azules, quienes cometieron múltiples vejaciones contra el pueblo haitiano. Una de las grandes movilizaciones que se han registrado en estas nuevas jornadas de resistencia, fue justamente dirigida a ese intervencionismo, los manifestante se dirigieron al cuartel general de la ONU cerca del Aeropuerto Internacional de Puerto Príncipe, ahí expresaron su repudio al apoyo del Grupo Central al gobierno de 29
Jovenal Moïse, este grupo lo conforman nada menos y nada más que un representante especial de la Secretaría General de la ONU, los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, Francia, Estados Unidos y los representantes de España, la OEA y la UE, todos estos piases y estas organizaciones guardan un silencio culposo sobre la real situación que se vive en Haití, todos desde luego, son cómplices de la opresión de larga duración que ha padecido, todos se benefician y extraen grandes riquezas, el neocolonialismo es real, tan real como la bota imperialista en el mundo. Haití libra una larga batalla contra todo el sistema mundial y es olvidado por la gran mayoría de naciones. Ya es tiempo de dar luz a la verdad en Haití y extremar las manifestaciones de apoyo, la liberación haitiana es también la emancipación de los pueblos latinoamericanos. Ninguna solución favorable al pueblo haitiano vendrá de las políticas neoliberales impuestas por el FMI, el imperialismo y neocolonialismo, Haití como toda Nuestra América enfrenta el reto y la necesidad de construir un nuevo orden mundial, esta región del mundo está llamada a ser vanguardia en esta impostergable urgencia, la resistencia contra el neoliberalismo ha de conducir a los pueblos a la abierta crítica de todo el sistema capitalista y a la formulación de un proyecto emancipador global, el socialismo tiene que levantar la mano para dar cauce a las demandas sociales, reformularse para concretar el anhelo de un mundo realmente justo, libre y humano. Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
No creemos en lo que sabemos
Javier Sicilia - Revista Proceso - 27 Octubre, 2019 Para Sergio Aguayo, uno de los rostros de la dignidad Si algo sabemos de nuestra época es que la capacidad tecnológica que ha desarrollado la humanidad en su afán de dominar la vida en provecho suyo está a punto de destruirla. Después de Auschwitz e Hiroshima –que mostraron el alcance de los Estados para generar una industria de la muerte– se han agregado las amenazas del calentamiento global, el terrorismo internacional y el crimen organizado. 30
Sólo por hablar del cambio climático –en el que los expertos tienen datos más duros que sobre la emergencia de esos nuevos totalitarismos relacionados con el terrorismo y el crimen–, se nos ha dicho que de no tomarse medidas drásticas, el proceso del calentamiento global será irreversible en 30 años. Las consecuencias las sabemos: pérdida de ciudades costeras; sequías; hambre; liberación, a causa del derretimiento del hielo polar, de plagas ya controladas; descenso de las capacidades cognitivas por el aumento del dióxido de carbono; desplazamiento de más de 50 millones de personas de zonas que se volverán inhabitables; e incremento de la violencia. La exponente más visible y clara de esta tragedia es Greta Thunberg: “No quiero tu esperanza –dijo este año en la Asamblea del Foro Económico contra la ilusión que los jefes de las naciones hacen pasar como esperanza– ni quiero que la tengas. Quiero que entres en pánico, que sientas el miedo que siento todos los días y luego quiero que actúes como si tu casa estuviera en llamas”. A sus 16 años esta muchacha esta diciendo lo que el filósofo Günther Anders escribió en 1982 anunciando la tragedia de las sociedades tecnológicas que 37 años antes vio nacer con Auschwitz e Hiroshima: “La paciencia no debe contar para nosotros como virtud (…) Por el contrario, porque el desastre es tan monstruosamente grande (…) debemos promover la impaciencia como virtud; incluso como una de las virtudes más indispensables”. Pese a ese saber, pese a que la jovencita Thunberg nos conmueve hasta volverla parte del show mediático, en el fondo no le creemos. Pensamos que las cosas que moralmente parecen imposibles no pueden existir, y digo moralmente porque el cambio climático es responsabilidad de nuestras invenciones tecnológicas y de los hábitos que nos crean. Para muestra de esa irresponsabilidad hay que mirar las cumbres donde los jefes de las naciones y los expertos se reúnen a buscar una solución a la catástrofe después de trasladarse en aparatos –aviones y automóviles– que en su producción de CO2 la generan. En México, el apoteótico cambio de la 4T se anuncia con la construcción de un aeropuerto, una refinería y megaproyectos de alto impacto ambiental. Nosotros mismos en nuestra cotidianidad no dejamos de fabricar y consumir productos industriales que generan 31
altas dosis de CO2. Todos los día subimos en transportes motorizados y al mismo tiempo que exigimos políticas públicas que eviten el calentamiento global, nos indignamos porque sube el precio de la gasolina. La razón de esta contradicción, de esta increencia en lo que sabemos; la razón de lo que Jean-Pierre Dupuy llama “la invisibilidad del mal” y Anders “la ceguera ante el apocalipsis”, es la desproporción que hay entre nuestra capacidad de producir y consumir y nuestra incapacidad para representarnos los efectos de ello. “Los objetos que estamos habituados a producir con ayuda de una técnica ya imposible de detener –escribe Anders en su carta al hijo de Adolf Eichmann– y los efectos que somos capaces de desencadenar son tan gigantescos y aplastantes que no podemos identificarlos como nuestros ni concebirlos (…) Entre nuestra capacidad de fabricación y nuestra capacidad de representación se abrió una fosa que día con día se hace más grande”: la incapacidad que durante su juicio Eichmann tenía (es el ejemplo que Anders utiliza para ilustrar esta realidad) de relacionar su trabajo de transportar judíos con el exterminio de los campos de la muerte es de la misma índole que la incapacidad que tenemos de relacionar el acto banal de encender nuestro automóvil o subirnos a un avión con la brutalidad en costos ecológicos y humanos del cambio climático. Como sucede cuando nos hablan de las espeluznantes cifras de asesinados y desaparecidos que hay en México, “lo ‘demasiado grande’ nos deja fríos (…) No existe ser humano capaz de representarse (en la cotidianidad de su vida) una cosa de tan espantoso tamaño como la destrucción de miles o millones de personas” y en consecuencia no le damos la importancia ni la enfrentamos con la radicalidad con la que deberíamos hacerlo y que Thunberg exige. En nombre de nuestros absurdos hábitos de consumo y de los equilibrios del mercado y de la política, preferimos arrasar con la vida tal y como todavía la conocemos que darle credibilidad a lo que sabemos. Contra la verdad que Anders y ahora la jovencita Thunberg develan se levanta la inmensa desproporción entre la banalidad de nuestros actos y sus catastróficas consecuencias que la sociedad 32
tecnológica creó, se levanta la invisibilidad del mal en la que estamos atrapados y frente a la cual sólo queda la resistencia. No sé si Thunberg y quienes como ella resisten lograrán detener la catástrofe. Lo que sí sé es que gracias a seres como ella podrá retrasarse. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a Morelos.
Diálogo presidencial con indígenas en Sonora Magdalena Gómez - La Jornada - 29 de octubre de 2019
La decisión del Presidente de recorrer todos los pueblos indígenas del país se ha justificado bajo el paraguas de apoyarlos para superar la marginación social y económica en que se encuentran. Inició en Oaxaca la semana anterior y en esa entidad, que es la que más conoce, declaró que la cultura indígena oaxaqueña es la mejor no sólo del país, sino del mundo. Lo cual, sin demérito de esos pueblos, es un verdadero exceso, pues evoca en última instancia aquello de las culturas superiores e inferiores. Pues bien, el pasado fin de semana lo dedicó a los pueblos de Sonora. Importa señalar algunas de las características de este ejercicio sui géneris llamado diálogo. En primer lugar fue evidente el trabajo previo desde la instancia indigenista nacional y de la entidad al promover asambleas para discutir y preparar lo que plantearían al Presidente, en lo cual destaca la reivindicación de los centros coordinadores indigenistas en cuyo espacio se realizaron dos de las cuatro reuniones, las de San Bernardo, en el municipio de Alamos, y la de Etchojoa, con los pueblos guarijío y mayo. En contraste, destacó la realizada en Guaymas, con el pueblo de Pótam, en su espacio de gobierno tradicional, La Ramada, y con la presencia del conjunto de gobernadores yaquis de los ocho pueblos: Vicam, Pótam, Huírivis, Belem, Rahum, Tórim, Loma de Bácum, Loma de Guamúchil-Cócorit, y además de la tribu pascua yaqui de Tucson, Arizona. Ahí sí hubo 33
diálogo, frente a frente, de las autoridades indígenas con el Presidente acompañado de su comitiva, incluida la gobernadora del estado. Seguramente se acordó no transmitirlo y ya en el formato oficial del templete y los discursos, que se aplicó en los eventos previos, se compartió el acuerdo principal, esto es que a propuesta yaqui se formaría una comisión de diálogo en torno a los temas de territorio, agua y desarrollo a cuyos resultados se le denominó plan de justicia. La última reunión de la gira fue en Punta Chueca con los pueblos seri, pima, papago kikapú y migrantes indígenas. El Presidente, en las cuatro reuniones, reivindicó su experiencia en el Instituto Nacional Indigenista de 1976 a 1982, la cultura indígena, la historia del país, los apoyos de bienestar y agrícolas, la mejora de planteles escolares, la lucha contra la corrupción, en fin, la llamada Cuarta Transformación (4T). Sin duda fue significativa su presencia para esas comunidades. Tamb ién lo es que el discurso indígena no se expresó en un conformismo con las becas y planteó temas de interés colectivo, Para ejemplificar: el representante de las comunidades guarijías leyó el documento donde pidieron se respete su libre determinación y autonomía, sistemas de gobierno y de representación. Solicitaron obras de infraestructura para el bienestar común y apoyo a la economía regional indígena, así como el derecho a la salud y a la educación. Que se brinde acompañamiento jurídico y social para el caso de la presa Bicentenario-Los Pilares, en San Bernardo, para que se garantice el ejercicio de los derechos de las comunidades indígenas y se respeten las decisiones que el pueblo y los gobernadores guarijíos han tomado. Destacó: “Los gobernadores ya están en la mejor disposición que la presa se concluya, ya que es un proyecto que nos traerá desarrollo e impulso de la economía la calidad de vida, la alimentación hacia un futuro mejor”. A esta declaración se sumó la gobernadora de la entidad y el presidente López Obrador indicó que están disponibles los 600 millones que faltan para concluirla y que si lo invitan asistirá a su inauguración. Por supuesto están enterados de que el pasado 21 de febrero la autoridad tradicional obtuvo un amparo contra la autorización de impacto ambiental y la de construcción dadas por autoridades federales, lo cual entraña división interna. En Etchojoa, el representante del pueblo mayo abordó un 34
tema sobre el que el Presidente ha omitido opinar: “Le solicitamos de la manera más urgente se nos apruebe la reforma constitucional y legal sobre los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos para que por fin seamos reconocidos como sujetos de derecho público”. Destacó que la prioridad regional es la recuperación de nuestros territorios en términos agrarios, productivos y ambientales, evitar más despojos y que se aplique la justicia. Pidió que se impida el proyecto petroquímico en Topolobampo, Sinaloa. El neoindigenismo en curso ofrecerá oportunidades de participación y/o de recursos a comunidades proclives a las relaciones institucionales. En contraste, los pueblos organizados en defensa de sus territorios, afectados por las políticas neoliberales extractivistas y por los proyectos del Tren Maya y el Corredor Transístmico, entre otros, continuarán con sus luchas al margen de la 4T.
Macrocriminalidad y redes ilícitas de poder Mario Patrón - La Jornada - 24 de octubre de 2019
El pasado jueves, el país se cimbró tras los acontecimientos violentos ocurridos en Culiacán. La permanencia de la violencia y el rebasamiento en fuerza del crimen organizado frente a las fuerzas militares nos dan cuenta de la magnitud estructural que comporta este problema para la solidez del mismo Estado y sus instituciones, y somete a cuestión el posible contubernio que el gobierno ha tenido con las organizaciones delictivas, permitiendo así su empoderamiento y proliferación. Las cifras son todavía inciertas; algunas fuentes hablan de un saldo de 14 muertos y 21 heridos. Si bien la postura presidencial fue la de poner la vida por encima de una captura, no podemos olvidar las fallas en la estrategia de diseño, planeación y ejecución del operativo, así como la respuesta estatal después del mismo. Apenas tres días antes, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, presentaba, junto con el presidente López Obrador, un informe sobre la inseguridad y violencia en el país. Presumía en él los puntos de inflexión a la baja en las tasas de homicidios, robo de automóviles y percepción de la inseguridad. 35
Lo sucedido en Culiacán es una expresión más de la ola violenta en la que está sumergido el país desde la declaratoria de la “guerra contra el narco”, mientras las cifras sitúan a México como uno de los tres países más violentos del mundo, junto con Siria e Irak. Datos oficiales revelan que tan sólo de 2006 a abril de 2018 se registraron 250 mil 547 homicidios en México. Durante el gobierno de Felipe Calderón se registraron mil 965 homicidios al mes, y 2 mil 286 con Enrique Peña Nieto. En promedio, durante 2017 se registraron 86 homicidios diarios, y 94 en 2018. En el primer semestre de 2019 se registraron 17 mil 608 homicidios, 4.4 por ciento más que el mismo periodo en 2018. Este recrudecimiento de la violencia se inserta también en el contexto de múltiples masacres. En los primeros 11 meses del presente gobierno se han registrado 15 masacres, distribuidas en 10 entidades federativas, con un saldo total de 136 muertos y 44 heridos. La más reciente fue la ocurrida en Aguililla, Michoacán, donde fallecieron 13 policías estatales; sin embargo, la más sangrienta en este periodo fue la ocurrida en el mes de agosto en Coatzacoalcos, Veracruz, con un saldo de 26 muertos. La pronta liberación de Ovidio Guzmán ante las amenazas del crimen organizado pone en jaque la solidez de las instituciones garantes de la seguridad. Culiacán, Aguililla, Coatzacoalcos, pero también los casos de graves violaciones como Ayotzinapa, son síntomas de un Estado rebasado por la violencia, la delincuencia, la corrupción, la impunidad y el propio contubernio y aquiescencia de las instituciones con el crimen organizado. Si consideramos las cifras mencionadas y el papel del crimen organizado y su poderío ascendente visibilizado en Culiacán, y los insertamos en contextos de complicidad del Estado, podemos dar cuenta de la pertinencia de un concepto como el de macrocriminalidad para el análisis de la crisis de violencia en el país. Este concepto, proveniente de la dogmática alemana –con autores como Kai Ambos–, parte de la existencia de entornos de realidad más complejos, en donde empresas criminales tienen control territorial sobre zonas enteras debido a que suman poder armado, más poder económico, más poder político. Se trata de las redes ilícitas de po36
der que cooptan tanto al Estado y sus instituciones como a entes privados, principalmente económicos y financieros. Así, hablar de macrocriminalidad en México nos remite a dos posibilidades: una institucionalidad frágil, debilitada por las redes ilícitas de poder, o un Estado tomado, cooptado por las mismas redes, es decir, una institucionalidad que es parte del crimen organizado. El crimen organizado se ha vuelto, desde varios años atrás, una estructura de poder que ha tomado distintas territorialidades bajo su dominio y desde ahí ha ejercido y ampliado su control; hechos como los de Culiacán son expresión de ese poder. La macrocriminalidad en México sitia una ciudad entera, libera 55 reos del penal, infunde pánico generalizado y negocia la libertad de los criminales. Después de la conferencia mañanera sobre seguridad, tres días bastaron para recordar que el crimen organizado en México ejerce poder sobre varios asuntos de la vida pública. A una semana de los hechos, quedan abiertas las heridas de un pueblo que sangra desde hace 13 años y muchas dudas respecto al papel de las instituciones y el Estado ante el crimen organizado, la efectividad de la nueva estrategia de seguridad y el futuro del país en medio de una guerra que no ha cesado. La militarización de la seguridad pública fue la principal estrategia de Calderón y Peña en el combate a la violencia. En diciembre de 2019 cumpliremos 13 años de esta estrategia sin que México se pacifique. El énfasis puesto por AMLO en la Guardia Nacional pareciera repetir lo que hicieron otros gobiernos, pero sobre todo olvidar que la construcción de paz no pasa sólo en una dimensión –el combate a pie de tierra–, pues se requieren estrategias de prevención, de reconstrucción de tejido social, de saneamiento y democratización de instituciones policiales, de reactivación económica de zonas, de combate a la corrupción y del fortalecimiento del Estado democrático de derecho.
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30 de Octubre de 2019
CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA