Álvaro mutis memoria de bélgica 27 52

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La familia Mutis en Bélgica Cuando su padre, Santiago Mu­tis, aceptó en mayo de 1926 el nom­ bramiento como Secretario en la Legación de la República colombiana en Bélgica,2 empezó para Álvaro el viaje que lo iba a marcar para siempre. Con apenas dos años –casi tres–, se embarcó con su padre y con su madre Carolina con destino a Bélgica, adonde llegaron en julio de ese mismo año. La familia se instaló en Bru­selas, donde nació, en julio de 1927, en Saint-Gilles, su hermano Leopoldo. Mutis recuerda: “Allí [en el hospital donde nació Leopoldo] también hubo que operar a mi ma­ má porque se puso mal; no me acuerdo qué pasó, porque no me die­ron explicación. A los niños no les daban explicación, pero algo pasó allí” (2003). Su hermano Leopoldo lo molestaba con ese hecho de haber na­ cido en Bélgica, a diferencia de él, nacido en Colombia: “‘Alvarito es colombiano, yo soy belgicano’. No sabía decir belga” (2007a). Aproximadamente en agosto de 1927, la familia Mutis salió de Bélgica hacia Colombia. Un viaje que no está en la memoria de Álvaro, probablemente por ser todavía muy joven. ¿Cuál fue el plan original de la familia? ¿Tal vez fueron solamente unas vacaciones? Aunque

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Véanse los apartados “Santiago Mutis Dávila: una...” y “Huellas de los Mu­tis en los archivos...” para tener más información sobre Santiago Mutis y su carrera diplomática y comercial en Bélgica, y sobre los archivos belgas de las comunas Saint-Gilles e Ixelles y de Extranjería, respectivamente. Valga ano­tar que para entonces existían varias comunas separadas, las cuales confor­man actualmente la Región de Bruselas-Capital, la “Bruselas de las diecinueve comunas”.

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a otros entrevistadores en algún momento les dio otra versión,3 a mí me dijo que mientras vivieron en Bélgica no fueron de vacaciones a Colombia: “Visitar la finca Coello era cuando ya estábamos en Colombia. Estuvimos en Bélgica sin ir de vacaciones a Colombia” (2003).

Álvaro Mutis, Bélgica. Fuente: archivo familiar, sin fecha. en el apartamento en

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O, tal vez, ¿quisieron regresar para es­ tablecerse de nuevo en Colombia? En ese caso, fue un regreso que terminó no sien­ do tan definitivo: los Mutis volvieron a Bélgica en abril de 1928 y se ubicaron en un departamento en la Rue Alphonse Renard 14, en la comuna de Ixelles, una dirección que Álvaro Mutis siempre recordó. Él contaba ya con cinco años y varios de sus recuerdos tienen que ver con esa segunda estadía.

Por ejemplo: Cobo Borda, 1989: 5; Sheridan, 1981: 621; Quiroz, 1993: 18; Pacheco, 1988: 244 y Goldman, 2001.

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Mostrándole en 2007 las fotos de la casa en su estado actual, dijo: “Era un apartamento. El tercer piso. No, el de la mitad; debe ser el segundo piso. Era este… deuxième étage (segundo piso)”.

Estado reciente (2007) del apartamento donde vivió la familia Mutis Jaramillo desde 1928 hasta su salida del país, Rue Alphonse Renard 14, en la comuna de Ixelles, Bruselas Fuente: archivo personal de la autora.

Mostrándome la siguiente foto, di­jo: “Mira, Bruselas. Ese es mi padre, ese soy yo y ese es mi hermano; no es muy lejos de la casa donde vivíamos” (1996).

Álvaro Mutis con sus padres y hermano, la abuela Susana y otros (sin identificación), Bruselas Fuente: archivo familiar, 1929.

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Los abuelos ma­ternos los visita­ban frecuentemente, e incluso, se queda­ron viviendo por un tiempo con la fa­milia.

¿Te acuerdas quién, y cuántas veces, los visitó desde Colombia? Por ejemplo, ¿los abuelos? Los abuelos de parte de mi mamá fueron varias veces. De parte de mi pa­pá vivía solo mi abuela que no se movió nunca de Colombia. Su marido, Pedro Mutis, había muerto muy joven también [El padre de Mutis moriría muy joven]. Mis abuelos por parte de mi mamá, Jerónimo y Susana, sí iban mucho a Bélgica. Se quedaron en la casa; después hicimos un viaje todos a Colonia, Alemania, unos días… Yo sé que tu abuela materna estaba con ustedes cuando nació Leopoldo. Sí, la abuela se quedó viviendo un tiempo largo, ya no me acuerdo cuánto, pero sé que fue un tiempo largo. Ella vino sola, sin el abuelo. Él estaba cuidando la hacienda. Pero también el abuelo vino varias veces (2007b).

Las escuelas4 Así recordó Mutis unas experiencias en un jardín infantil en Bruselas:

Entré a un colegio de monjas, como una especie de kindergarten. No recuerdo el nombre de ese lugar, pero sé que no me gustó. Sobre todo, no me gustaron dos cosas que hacían las monjas: los pellizcos y las torcidas de las orejas. Entonces le dije a mi padre: “A mí no me gusta que me hagan eso”.Y recuerdo que dijo: “A mí tampoco. No vuelva”. Mi madre, que había estudiado en el Sacre Cœur me dijo: “Bueno, hay que tener cierta paciencia con las monjas” (2003). Yo estuve primero en un kindergarten; allí le jalé el pelo a una niña que estaba en un pupitre en frente mío, y empezó a llorar, y entonces me expulsaron de ahí (2007b).

Si bien en Bélgica suele ser común el inicio de la primaria a la edad de seis años, en 1928, con apenas cinco años, Álvaro cursó su primer año de primaria en el Instituto Saint-Jean-Baptiste de La Salle, en Bruselas, del cual conservó un palmarés.

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En “Las escuelas y los colombianos” se presenta información adicional sobre la estadía de Mutis en las diferentes escuelas y sobre la presencia de otros colombia­ nos allí.

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Postal del Instituto Saint-Jean-Baptiste de la Salle, Bruselas Fuente: archivo Instituto Saint-Jean-Baptiste de La Salle, sin fecha.

Foto del palmarés del Instituto Saint-Jean-Baptiste de la Salle en el que aparece Álvaro Mutis Fuente: archivo familiar, 1929.

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¿Qué recuerda de la escuela? Bueno, tengo buenos recuerdos. Primero, la construcción tan enorme, como una manzana…, y los árboles que había, los parques internos donde jugábamos en las horas de recreo, y que había un ambiente riguroso, pero amable. Un ambiente muy bueno, donde estudiaban también muchachos argentinos, peruanos y un chileno (2003). Mi padre pasaba por mí a la escuela cuando venía de la Legación. Él pasaba siempre a recogerme (2007a).

De esta época, también recordó cómo pudo escaparse de las clases en algunas ocasiones:

Estoy acordándome de unas cosas. Mi mamá era una persona con un carácter muy independiente. No le gustaba ajustarse a las fórmulas de la vida, era muy libre, en el mejor sentido de la palabra; enton­ ces, ¿sabe qué pasaba?, que muchas veces estando yo en el colegio, decía: “Vamos a París, ya llegaron allá los tíos. Vámonos, vámonos. Y al diablo con el colegio”. Mi padre se ponía furioso. ¡Furioso! “Si lo tenemos aquí es para que hable francés y aprenda francés”. “Si va a París lo va a hacer”. Yo me acuerdo que aceptaba feliz el hecho de salir porque de todas maneras el colegio, del que tengo un buen recuerdo, era un colegio con disciplina, con horarios, con cosas. Yo heredé un poco lo de mi madre, esa especie de libertad, de disponibilidad, esa es la palabra, y fue más de una vez. Inclusive cuando fuimos a Hamburgo, yo también estaba en el colegio (2003).

Si bien en varias entrevistas Mutis habló de otro colegio en el que estudió en Bruselas, el renombrado Colegio Saint-Michel, administrado por los jesuitas, en su memoria varios elementos se mezclaron con respecto a este tema, pues no hay claridad sobre cuánto tiempo realmente estudió allá, un par de meses o un par de días (aparentemente, fue una estadía de corta duración). Igualmente, hay cierta confusión sobre si, al terminar allí su estadía, regresó a Colombia o reingresó al Instituto Saint-Jean-Baptiste de La Salle.

¿Por qué no continuó en Saint-Michel? Fue por el hecho de que salimos antes. Estuve matriculado seis meses, una cosa así, y nos fuimos (1996). Y de Saint-Michel, ¿qué recuerdas? Bueno es otro mundo, los jesuitas, contra los que no tengo nada, tienen una disciplina mucho más rígida y ¿qué pasó? No acabé el año. 32


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¿Fue el año en el que ustedes viajaban? Sí.Y como mi padre había estudiado con los Hermanos Cristianos en Bogotá, pues, estaba muy contento de que yo estudiara allá también (2003). Una cosa que querría aclarar respecto al Colegio de Saint-Michel. Yo en Saint-Michel estuve nada más una semana, unos días, y de allí me sacaron mis padres.Yo no me acuerdo si había un problema de transporte o de…, no era contra el colegio, sino un problema de comodidad doméstica, y por eso me fui a [Instituto Saint-JeanBaptiste de] La Salle. Saint-Michel era antes pero fue una semana, no vale la pena ni mencionarlo. Ni recuerdo nada (2007a). El experimento de Saint-Michel fue una cosa que se hizo, ni siquiera durante una semana, durante cuatro o cinco días, pero no dio ningún resultado. Era más cercano y más fácil Saint-Jean-Baptiste de La Salle (2007b).

La vida social: niños y padres El entorno social del niño Álvaro en Bruselas estaba conforma­do principalmente por colombianos. En el Instituto de Saint-JeanBaptiste de La Salle había varios niños colombianos, como los her­­­manos Manuel y Gabriel de Pombo, Álvaro Aparicio y Gabriel Carrizosa. Además, la Legación colombiana organizó encuentros en los cuales participaron los Mutis. “Hubo fiestas. Todas las Navidades. Siempre había regalos y el pesebre. Siempre íbamos, claro, como mi padre era funcionario, ahí estaba todo digamos chez soi (en casa)” (2003). Así recordaría, por ejemplo, una fiesta de Navidad:

Mira [señalando una foto] donde estoy con todos los niños… Es que en la Legación, cuando estaba mi padre allá, se hacía una fiesta de Navidad, para Noël, y se invitaban a todos los niños colombianos. Íbamos disfrazados. Entonces, yo iba disfrazado de diablo. ¿Qué raro no? Mi hermano estaba disfrazado de pollito. En una especie de clóset había un señor, disfrazado de payaso, que daba los regalos.Y tú los podías escoger. Cuando entré, vi un carro, un Citroën pequeño. Entonces, cuando los niños hicimos fila e íbamos pidiendo, yo le dije: “Quiero ese carro”. Entonces, el señor se dirigió al coche, al 33


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automóvil, e inmediatamente me dio una trompeta absurda. Me acuerdo muy bien que la boquilla era de madera.Yo vi esto que me habían hecho, y estaba furioso, como puedes comprender. ¡Pero furioso! Porque era… Una trompeta, une trompette… [Carmen, la esposa de Mutis, interviene]: Cuando esperaba un coche… Yo esperaba el carro, el coche. Entonces tiré la trompeta al suelo y la destruí con los pies, con una furia absoluta. [Mirando la foto]: En la cara se me ve que todavía estoy soñando con el automóvil. [Todavía observamos la foto y le pregunto]: “¿Y quién era el marqués, aquí en el frente?”. Álvaro Gómez Hurtado (1996).

Álvaro y Leopoldo Mutis (disfrazado de pollito), y Álvaro Gómez Hurtado (como noble), en las escaleras de la Legación de Colombia en Bruselas (Álvaro no estaba muy seguro cuál era él) Fuente: archivo familiar, sin fecha.

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Pero Mutis también recordaba a los adultos, a las familias co­ lombianas de su entorno. Así habló de los Carrizosa: “Es una familia también muy colombiana, muy bogotana. Diplomáticos de carrera, muchos de ellos. Muy elegantes, familia grande, y muy amigos de mi familia desde antes, de los abuelos, los padres de mi padre. Eran como continuar la familia” (2003). Y de los Pombo:

Los Pombo fueron muy amigos, muy vinculados a la familia de mi padre. Ellos tenían un almacén que todavía, hasta hace poco, existía en Bogotá. Por cierto, hay una señora que tiene un almacén de modas, Pepa Pombo, que es de esa familia y era gente muy rica, muy elegante, muy bien colocada en la sociedad y, como le digo, muy amigos de mi familia. Ellos iban a comer a la casa en Bélgica (2003).

También recordaba a las seño­ ras Valderrama, de Santander, dos hermanas solteras, “gente que vi­ vía allá, gente rica” (2003); a un médico, el doctor Franco (sin más datos) y a Alberto Camilo Suárez.

[Observando la foto]: ¡La Grand Place d’Anvers! (Risa). C’est mon père, ici, il n’y a pas de date, non… con el doctor Alberto Camilo Suá­r ez, un colombien en Belgique (1996). Alberto Camilo Suárez, el gran amigo de mi padre, era abo­g ado y profesor. Después fue profesor en Bogotá. ¿Por qué estaba en Bélgica? Yo no sé (2003). Santiago Mutis Dávila y Alberto Camilo Suárez, Grote Markt (Grand Place), Amberes Fuente: archivo familiar, sin fecha.

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Además, mencionó, obviamente, a los diplomáticos de ese en­ tonces, a Abel Casabianca y José Camacho Carreño. Este último firmó, como testigo, el acta de nacimiento de Leopoldo Mutis. “Camacho… Mis padres y él eran amigos. Iba a la casa a veces, se reían mucho, contaban chistes, eran jóvenes” (2007a). Según Álvaro, en aquella época había toda una comunidad colombiana en su entorno, más grande que la de París, de la cual

vale la pena investigar; ¿por qué Bélgica era una preferencia de esa ge­neración, en los años veinte? Entonces, ¿por qué los colombianos nos sentíamos en Bélgica mucho más a gusto, más natural, más con­fortable que en Francia, por ejemplo? ¿O que en Inglaterra? ¿Alemania? ¡Raro! Muchas familias que vivieron en Bélgica, los Pombo, por ejemplo, podrían vivir perfectamente en Londres y se vestían como londinenses. Pero no, Bélgica. Porque había algo familiar. No sé, es muy curioso… Eso se rompe con la guerra, en el año 39. Bueno, no se rompe completamente. Cuando termina la guerra, hay otro ambiente, otra vida. Había gente viviendo allá [Bélgica], los Peñaranda, por ejemplo (2003).

Pero durante su estadía en Bélgica, la familia Mutis hacía parte de un grupo más internacional:

Yo no te puedo decir cuántos [colombianos] había, porque no era la gente que más veíamos […] De mi padre y mi madre, lo que te pue­do decir es que frecuentaban a pocos colombianos. No porque se lo propusieran, sino porque ellos eran muy jóvenes. Estoy su­ poniendo: quizá querrían conocer gente de otros países y además, el mundo diplomático: ingleses, españoles, italianos..., en fin, es más [enriquecedor] (1996). También conocieron venezolanos, argentinos, rumanos; en fin, es una vida, claro (2003). Y acota sobre la vida social de sus padres: Mi madre era una mujer de vida social no muy intensa. En mi casa había pocas recepciones porque era un apartamento. Las recepciones se hacían en la embajada misma, en un salón magnífico. Y a veces iban a la casa compañeros, colegas de mi padre. Algunos de ellos franceses, otros del Ministerio de Asuntos Exteriores belga, y también colombianos que vivían en Alemania o en Suiza y que al

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pasar por Bélgica iban a la casa porque la familia de mi padre fue una familia muy conocida en Colombia, por el sabio Mutis y por todo esto. Iban a almorzar, por ejemplo, o a cenar. Mi mamá preparaba algunos platos, otros la muchacha. Pero recepciones no recuerdo ninguna. Comidas entre amigos, eso sí… Es que, además, estamos hablando de gente muy joven. Les gustaba salir, ir a los cabarets, a la ópera, a los teatros de variedades. Les encantaba (2003).

Recuerdos e imágenes de la ciudad de Bruselas Mutis recuerda varios lugares relacionados con su niñez en Bélgica; obviamente, muchos de ellos están relacionados con Bruselas. En nuestras conversaciones, Mutis hizo referencia a lugares, como l’Avenue Louise, las plazas pequeñas, la catedral… (2003). Hay registro fotográfico de algunos sitios concretos. Por ejem­ plo, la foto siguiente fue tomada probablemente en la Rue SaintMi­chel 16, en el centro de Bruselas. Es posible identificar el lugar y la fecha gracias a la imagen del almacén de carbón Chantier Houiller y al cartel que se ve en el frente (Bruselas, Archivos de la Ciudad de Bru­selas, 1929: 519).

Álvaro y Leopoldo Mutis, Rue Saint-Michel 16, Bruselas Fuente: archivo familiar, 1929.

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En la primera entrevista de 2007 recordó otro lugar y una anécdota simpática de su niñez en Bruselas:

Cuando mi mamá iba al banco, a hacer algunas gestiones, cambiar cheques, hacer cosas de la casa, el banco quedaba cerca; no me acuerdo qué banco era, ni nada… Pero de todas maneras, allí nació mi odio por los bancos. Entonces, entraba mi mamá conmigo y yo me salía, afuera a la calle, en la puerta me ponía. Pero quedarme adentro del banco, ¡ni muerto! Eso me pasa todavía hoy. No sabes lo que siento, cómo me desagrada ese ambiente. Odio ese ambiente. Y entonces, claro, pobre banco belga, yo me salía, y me decía mi mamá: “No se mueva de la puerta”. Esa era la frase: “No se mueva de la puerta, que yo lo vea”. Pero entrar, ¡no! (2007a).

Pero el lugar por excelencia, por su fuerte presencia en la me­ moria de Mutis, es el Bois de la Cambre, un parque público de apro­ ximadamente ciento veinte hectáreas, cerca de la casa de los Mutis: “Llegamos a Bélgica un día de semana y ese primer sábado mi padre me llevó al Bois de la Cambre. A mí me fascinó. ¡Me fascinó!, y dije: ‘¡No, esto…! Aquí me voy a quedar a vivir toda mi vida’. Y esa fue siempre mi impresión en Bélgica” (2003). Mutis me mostró dos fotos que, según él, fueron tomadas allí mis­mo, en ese par­que pú­blico, y comentó: “Mi padre, mi madre, mi hermano, dos primas y yo; es en el Bois de la Cambre. Antioqueños de vacaciones” (1996).

Álvaro Mutis y su madre en el Bois de la Cambre, Bruselas Fuente: archivo familiar, sin fecha.

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En una entrevista con Fernando Quiroz di­jo: “Otra imagen im­ bo­­rrable es la del Bosque de la Cambre, a donde tantas veces me llevó mi padre. Es un bosque im­ponente, incrustado en la historia belga, don­de recuerdo haber vis­to representar la his­toria de Genoveva de Brabante o El pájaro azul de Maeterlink, y haber escuchado magníficos conciertos” (1993: 18).

Santiago Mutis, Carolina Jaramillo, Álvaro Mutis y su hermano Leopoldo con dos primas en el Bois de la Cambre, Bruselas Fuente: archivo familiar, sin fecha.

Ese bosque lo va acompañar en su memoria para siempre:

Hay una cosa muy curiosa; muy curiosa no, ¡por Dios, qué tonto soy! Hay esas cosas que quedan. Entonces voy a Europa, paso por Francia, estoy en Italia, donde van muy bien mis libros, por cierto… y si puedo darme un pequeño salto a Bélgica, ¡ay, soy feliz!Y llego a Bélgica y… todavía a esta edad, ¡estoy en mi tierra!Yo no tomo taxis en Bruselas; yo camino como loco. Y busco, claro, naturalmente, un hotel que quede cerca de la rue Alphonse Renard y eso es lo que camino. Pero tomar un taxi en Bruselas, ¡que horreur! ¡Pour se balader, non! Les rues, l’atmosphère, les magazines…

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[Mutis rio al principio con la enumeración que le hago de diversos sitios, pero de repente me dice, con tono decidido]: ¡No! El parque, el Bois de la Cambre!Yo soy un especialista en el Bois de la Cambre. Todavía cuando voy [a Bélgica], lo primero que hago, después de ir al centro –a la plaza principal de Bruselas–, voy y me meto al Bois de la Cambre. Y mando al demonio, para no decir una grosería, todo compromiso que tenga pendiente. Me dejan estar en el Bois de la Cambre, tout le temps que je veux. Veo los pozos, ¡ay!, veo los lagos, ¡por Dios!, los patos aterrizando, no, acuatizando como unos hidroaviones. ¡Por Dios! Y todavía, ochenta años después o, como sea, setenta y cinco años después de haber estado, todavía me llega una sensación que me sube por el cuerpo. ¡Esta es mi tierra! ¿Para qué hacerse fantasías? ¡Ya! ¡Esa es mi tierra! ¿Más que Colombia, más que México? Sí, es mi tierra… estos otros son países extranjeros (2007a).

El regreso a Colombia Mutis tiene cierta confusión en sus recuerdos, especialmente con respecto a algunos datos y fechas, y se le dificulta relacionarlos con la edad que tenía en aquel momento, de ahí que haya poca claridad con respecto a la fecha del regreso a Colombia. Menciona entonces distintas edades suyas y fechas en las cuales la familia pudiera haber retornado a Colombia –como se puede constatar en las citas y en otras biografías–,5 pero, muy probablemente, la familia regresó a Colombia entre finales de 1929 y principios de 1931, cuando Álvaro tenía seis o siete años.

Tal como sucedió en mis entrevistas, entre las diferentes biografías se encuen­ tran frecuentemente datos diferentes y contradictorios. Por ejemplo, Mutis repetidamente menciona un regreso a Colombia a la edad de nueve años (Quiroz, 1993: 18), lo que equivaldría a que regresaron aproximadamente a finales del año 1932 o principios de 1933; también se refiere a una estadía de nueve años en Bélgica, lo que implicaría que su estancia fue hasta 1935 (Cobo Borda, 1989: 4). No obstante, ninguno de estos datos coincide con la fecha del deceso de su padre, ocurrida en 1931, fecha con la cual frecuentemente relaciona su regreso a Colombia.

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Mutis relaciona ese regreso en ciertos momentos con la enfer­ medad de su padre y con el fin del trabajo en la Legación, aunque al parecer ya había terminado en 1927,6 así como con algunos nuevos retos en Colombia:

Mi padre se puso muy enfermo y regresamos a Colombia (1996). Mi padre estaba enfermo. No se puso cuidado cuando llegó a Co­ lombia y tuvo una enfermedad, una cosa en el estómago.Yo sospecho que era un cáncer. Pero esta palabra no nos gustaba, no se decía. Murió al año. Regresó porque se terminaron sus funciones en Bélgica (no por la enfermedad). Tenía una oferta interesante en la Presidencia, en la Secretaría de la Presidencia.Ya había sido edecán de Ospina y edecán de don Jorge Holguín también, pero no alcanzó. Es que llegó y se enfermó. Duró enfermo un año y medio. Murió de treinta y tres años (2003).

Postal de Amberes, panorama del muelle y el puerto

Fuente: archivo privado, sin fecha

Postal de Amberes, el Escalda, muelle Fuente: archivo privado, sin fecha.

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Aunque es verificable la carta del 11 de febrero de 1927, firmada por Carlos Ar­ beláez, anunciando el relevo de Santiago Mutis Dávila de la Secretaría de la Le­ gación por parte de José Camacho Carreño, algunas dificultades en la posesión efectiva de ese funcionario en su cargo abren la posibilidad de que el traslado final de los Mutis no se hubiera producido en dicho año. Véase “Santiago Mutis Dávila: una carrera diplomática y comercial en Bélgica”.

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El Murla, barco en el que la familia Mutis Jaramillo regresó a Colombia. Fuente: Die Seegeschichte des Norddeutschen Lloyd 1857 bis 1970 [La historia marítima de Norddeutschen Lloyd 1857 - 1970], Augsburgo, Arnold Kludas, 1998, p. 41.

Pero, en últimas, el viaje definitivo de los Mutis Jaramillo a Colombia empezó en el puerto de Amberes, donde la familia se embarcó en el Murla.7

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A los dos o tres días viajamos a Amberes, ¡oh!, cuando vi el barco, un barco que se llamaba Murla –de la Hamburg America Line–. Usted ve cómo tengo recuerdos… Un barco pequeño, mitad de carga, mitad de pasajeros, que hacía el viaje hasta Buenaventura, que es un puerto de Colombia. No podía aceptarlo, no quería subir. Vi que subieron las maletas y vi que subió mi padre para ver los camarotes. Se asomó hacia la barandilla y dijo: “Vamos”. Miré todo Amberes, los diques y todo, pero para mí era allá, al fondo, los edificios. Me dio una tristeza tremenda. Subí al barco con todo este dolor y con toda Bélgica dentro y el mar me curó bastante. El mar tiene una fuerza tremenda, tiene un poder muy grande. Entonces, no es que me consolara, sino como que me decía: “Ya volverás a pasar por

Para mayor información sobre este barco, véase “Los viajes transatlánticos y sus barcos”.

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aquí, no te preocupes. Mira, todo es inmenso, nada se pierde”. Una serie de filosofías elementales, pero muy buenas. Y nos quedamos en Colombia. Murió mi padre y mi madre se fue con sus padres y me llevaron (2003). Murla… Era el regreso definitivo, la despedida de mi tierra. No había muchos pasajeros; es que era un barco carguero. Era casi –y de allí viene mi…– era casi un tramp steamer: era un barco usado, sin pinturas, trabajado (2007a).

Mutis se lo relató así, en entrevista, a Eduardo García Aguilar: La presencia de los barcos en sus novelas parece tener origen en la infancia. Te voy a contar una cosa. Como sabes, la edición del tramp steamer lleva los planos y el perfil del barco8 en el que regresamos mi padre, mi madre, mi hermano y yo de Bruselas antes de la guerra. Mi madre tuvo la curiosidad de guardar los planos del barco, de esos que le dan a uno para poderse mover en el pequeño barquito, un barco mínimo de seis mil toneladas, con doce camarotes. Siempre para mí, desde niño, los barcos han tenido una fascinación absoluta y los puertos también (García Aguilar, 1993: 32).

¿Volver a Europa? “Para nosotros, Europa era Bélgica” (2003).9 Presumiblemente, Álvaro, Leopoldo y su madre Carolina volverían a Bélgica después del deceso de su padre, ocurrido el 2 de junio de 1931, en Bogotá. Este último dato fue confirmado por Santiago Mutis Durán, hijo de Álvaro, con

Revisé la primera publicación de la novela (México, Ediciones del equilibrista, 1988) y varias de las ediciones siguientes (Norma, 1992; Biblioteca El Tiempo, 2003; igual cuando fue incluida en Empresas y tribulaciones... de Alfa­guara, tanto en 1995 como en 2007) pero en ninguna aparecen los planos y el perfil mencionados. De igual manera, Santiago Mutis en conversación personal manifestó nunca haberlos visto.

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Adolfo Castañón formula más ampliamente esta idea: “Bélgica es Europa en más de un sentido. Es la frontera entre una Europa y la otra, el Norte y el Sur, la ciudad católica y la protestante, la cultura flamenca y la cultura latina” (2004: 133).

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lo que podemos, entonces, contradecir con certeza las versiones de algunas biografías10 en las que se afirma que el papá del escritor murió en Bélgica.

Allí murió mi padre, desgraciadamente muy joven, tenía treinta y tres años. Regresamos a Bélgica con mi madre, y después regresamos a Colombia (1996). Después murió mi padre y volvimos a Bélgica, pero ya de paseo; estábamos de vacaciones (2003).

No es claro si este viaje fue de vacaciones o se realizó con el ob­jetivo de quedarse. En la entrevista con Fernando Quiroz, Mutis co­mentó que vivieron dos años más en Bélgica:

Después de la muerte de mi padre, estuvimos dos años más en Bélgica. Vivíamos con mi abuelo, que tenía en Europa una agencia propia para comercializar su café, al margen de la Federación Nacional de Cafeteros. Pero cuando murió mi abuelo tuvimos que regresar definitivamente, entre otras razones porque mi madre heredó Coello y decidió ponerse al frente de la finca (Quiroz, 1993: 19-20).

No hay información que permita verificar mejor esta estadía; lo que sí se puede constatar es que el abuelo Jerónimo murió en mar­ zo de 1933, fecha que coincide aproximadamente con los dos años (1931-1933) que Álvaro recuerda en esta entrevista. Mutis recuerda dos visitas posteriores a Bruselas, probablemente en 1934 y 1936,11 cuando estaban de vacaciones en París visitando a los tíos de Carolina, quienes vivían por temporadas en esa ciudad:

Yo no le podría decir en qué fechas volvimos las dos veces a Bruselas. Después regresamos, fue antes de la guerra, desde luego, creo que en

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Por ejemplo: Díaz-Granados, 2004 (a y b); Fredo, 2013; Centro Virtual Cervantes, s. f.

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No queda claro si cuando Mutis mencionaba los regresos, a sus nueve u once años de edad, después de haber estado nueve años en Bélgica, o cuando dice que la familia regresó de forma definitiva a Colombia entre 1936 y 1937 “porque los vientos de la guerra soplaban en Europa” (1996), se estaba refiriendo a estos viajes, posteriores, de vacaciones.

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el 34 y el 36. De vacaciones, dos veces, unos dos meses, estuvimos en la casa de los tíos en París. Nos íbamos en tren a Bélgica y nos quedábamos en un hotel. […] Cuando volvimos a Bélgica con mi mamá, fue porque sus tíos Soledad y José María estaban en París. Entonces, nos dijo: “¡Vamos a París!”. Y arrancamos. Hubo una buena cosecha de café, y todo porque mi mamá arregló la hacienda. Llegamos a París, y dije: “yo quiero ir a Bélgica”. “¡Ah! ¿Y qué vamos a hacer allá?” (2003).

De estos tíos de su madre, Mutis relató: En dos ocasiones fuimos a casa de unos tíos de mi mamá en París; gente inmensamente rica y que no tuvo familia. Mi mamá era la so­brina, era como la joven de la casa. La querían muchísimo. Ellos hicieron una cosa, que después la encontré en el libro de un escritor que yo quiero enormemente, Valéry Larbaud, que es Barnabooth. Ellos se dedicaron a vivir en hoteles, en una suite de un hotel estupendo con sus propios cuadros, con sus libros, algunos floreros y algunas cosas. Eran los tíos de mi mamá: Soledad, la hermana del padre de mi mamá, de apellidos Jaramillo Uribe, y su marido, el señor José María Gómez, que eran inmensamente ricos. Entonces era genial porque llegaban a Francia. Entonces allí íbamos nosotros también. Unos hoteles de una elegancia extraordinaria. Era una vida un poco artificial, porque nosotros vivíamos bien, pero no en una forma tan pomposa. Entonces estos viajes a París eran una maravilla. Iba al Bois de Boulogne, en fin, jugaba en la calle, hacía de todo… (2003). Pues llegábamos a París y estábamos ocho días allí y acompañaba a mi mamá a los almacenes con una pereza espantosa, al Bon Marché…, etc. (2007b).

En otra ocasión, Álvaro se acordó de unas vacaciones en las cuales viajaron a Hamburgo:

Me acuerdo que una vez, durante la primera estancia, en unas vacaciones, dijo mi mamá: “Tanto que te gustan los barcos, tanto que te gustan los puertos, vamos a ir a Hamburgo”. Dije: “¿Hamburgo? ¡No, no! Amberes”. “Conoce otro puerto, Hamburgo”. “No quiero”. “Álvaro, te va a gustar”. “No”. Fuimos. No me gustó. Me quedé en el hotel, no quería salir, me sacaron a la fuerza (2003).

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La elección de Hamburgo probablemente tuviera que ver con que el abuelo materno, tal como le dijo Mutis a Quiroz, tenía su propia agencia para la comercialización de café, y al parecer era justamente en esa ciudad:

Mi abuelo tenía su propia oficina en Hamburgo para vender su café (Sheridan, 1981: 620). El abuelo materno, Jerónimo Jaramillo Uribe, uno de los fundadores de Armenia, inició las haciendas de la familia en el Viejo Caldas y el Tolima, y para comercializar sus productos tuvo oficinas en Ham­ burgo (Cerón Correa, s. f.).

El reino perdido Bien cuando salieron en 1931, cuando su padre aún estaba vivo, o en cualquiera de los viajes posteriores, la salida de Bélgica fue un duro golpe para el niño Mutis, pues Europa representaba su mundo, y al verse obligado a dejarlo atrás, experimentó un fuerte sentimiento de pérdida. Así lo recuerda:

Pero la cosa que recuerdo con una tristeza, como si estuviera viviéndolo ahorita, en este momento, es cuando vi que estaban ha­ ciendo las maletas, cerrando los baúles, y dije: “Vamos a Colombia, ¿verdad?”. Y mi mamá me dijo: “Sí, nos vamos. Nos vamos de Bélgica”. Eso fue en el 31, la primera partida para Colombia. En­ tonces dije: “No”. Esperé que llegara mi padre de la oficina. Mi padre era un hombre de una educación impecable y un hombre muy sentimental. Me sentó y me dijo: “Mire mijo, esto no tiene remedio, no se puede hacer nada, yo no me puedo quedar aquí, su mamá tampoco puede quedarse. Tenemos que ir a Colombia”. Empecé a llorar, naturalmente, y me consolaron un poco (2003). Yo lloraba en una forma impresionante. ¿Por qué lloraba? Porque no entendía por qué teníamos que dejar Bélgica. Para mí, eso es muy normal en los niños.Tu vida ya es allá. Entonces, ¿cómo voy a dejar todo esto? ¡No! Mis compañeros, el Bois de la Cambre; en fin todo, todo. ¡No! ¿Cómo? Y entonces, mi madre, que era antioqueña, me sentó y me dijo: “Mire, yo también tengo ganas de llorar. No voy a llorar, porque si nos ponemos a llorar todos, esto se va a volver una tragedia. Pero óigame bien, esto se acabó, esto terminó”. Es esta 46


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característica antioqueña de siempre tener los pies en la realidad; a pesar de que son unos locos increíbles, hay esta cosa de no engañar­se. “Nos vamos a Colombia, no podemos volver aquí. Viene la gue­rra. No podemos vivir aquí”. Eso era en los años 36 y 37. “Entonces, Álvaro, c’est fini. Pour le reste de ta vie tu vas vivre en Colombie et cette histoire, c’est finie!”.12 ¿El regreso a Colombia fue más que todo por la guerra? Sí, por la guerra. También porque se bajaron los precios del café y porque yo vengo de una familia, tanto de padre como de madre, de cultivadores de café (1996).

Mutis describió a Quiroz el mundo que le representó Europa y su sensación de “reino perdido”, parodiando el título de José Bianco, al dejarlo atrás:

12

No es que Europa tuviera un prestigio particular por ser Europa. Era mi mundo. Un mundo de amigos, de referencias, de calles, de idiomas, de gustos, que formaban parte esencial de mi niñez. Nun­ca me lo había planteado, pero pensaba que allí iba a vivir el resto de mi vida. Me encantaba Colombia, es cierto.Y sobre todo, Coello, nuestra finca en el Tolima, pero Colombia era una aventura, un viaje del cual siempre regresaba. […] Con una actitud que siempre he creído que fue la mejor, para que no me quedara ninguna tentación de volver, mi madre me dijo entonces: “Esto se acabó. Es mejor que piense de una vez por todas que acá no vamos a volver a vivir”.Yo no podía creerlo. Sentía que el mundo se me iba de las manos. Se me iban las barcazas que cruzaban, de un extremo al otro, Bruselas. Se me iba el faro que animaba el trabajo nocturno en el puerto de Amberes. Hay un verso muy hermoso de Rubén Darío, que utiliza José Bianco como título de una de sus novelas: La pérdida del reino. El verso completo dice: “La pérdida del reino que estaba para mí”. Era eso. Perdía mi reino, que era Europa (Quiroz, 1993: 19-20). Tampoco la llegada a su nuevo hogar le fue fácil: Cuando se decidió, cuando en fin mi padre cambió de trabajo y tenía que salir de Bélgica, algo que para ellos era lógico, yo no entendí: “Esta es mi tierra, este es mi país, ¡aquí vivo yo! ¿Qué diablos voy

“Álvaro, ya se acabó. Por el resto de tu vida vas a vivir en Colombia, y esta historia ya se acabó” (traducción propia).

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a hacer a esa Colombia? No tengo nada qué ver”. No sabes, y yo lloré… Y me pasó esto tan fuerte, que cuando llegué a Colombia, llegué con rabia, llegué con… [Hace un gesto de desesperación]. “Esta gente cómo grita, ¡ay! ¡Cómo hablan de bobo! ¿Qué es esto?, ¡ay por Dios!, ¡Ay, no!” (2007a). Yo tenía que estudiar en Bogotá. La familia de mi padre quería que yo estuviera allí también.Yo a esa ciudad, con ese frío, y sobre todo a los bogotanos, con esa manera de hablar, no los soportaba (1996).

Sin duda alguna, este niño, que había crecido en Europa, estaba un poco fuera del promedio colombiano, como se cuenta de su primer retorno: “Una infidencia preciosa de uno de los parientes próximos de Mutis nos recuerda que cuando niño, en su primer retorno de Europa, llegó vestido de saco y corbatín, como los niños de entonces, y con zapatos de charol, al puerto colombiano de Buenaventura” (Pinilla, 1988: 148).

El adulto Mutis: viajes a Bélgica Mutis regresó lo más pronto que pudo a Europa, para visitar ese país de su niñez. El primer viaje tuvo lugar en 1953, cuando Mutis viajó a París por razones de trabajo pero, debido a una huelga allí, la cual se logró confirmar que fue en agosto de ese año (Shorter y Tilly, 1974: 139-140), tuvo que aterrizar en Bruselas:

Entonces, tan pronto pude viajar a Europa, después de la guerra, cuando ya tuve un trabajo fijo, lo primero que hice fue ir a Bruselas. Pero, lo curioso, para que vea cómo todo lo que tiene que ver con Bélgica para mí siempre ha tenido un aspecto ligeramente fantástico y de un supuesto azar, aunque yo no creo en el azar, creo que todo está arriba planeado, ¡pero bueno!, yo iba a París en Air France y desde allá iba a tomar el tren para Bélgica. Adoro el tren, como que me aburre el avión espantosamente. Durante el vuelo empezó una huelga en París, por lo cual aterrizamos en Bruselas. Yo dije: “¿Qué es esto?”. Esto está preparado. Estas cosas son una maravilla. Entonces nos quedamos en Bruselas con mi esposa –no era Carmen–. Ella quería ir a París, porque no conocía París y yo, yo adoro a París. ¡Me encanta! Soy feliz en París. Pero entonces, necesitaba a Bruselas, pero más que a Bruselas, el suelo belga, het

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platte land [el país llano]. Bueno, y para arrancar de allí, esa vez, dije: “Bueno, vamos a París, está bien”.Y volví a sentir, ligeramente, una impresión que tuve cuando me vi obligado a regresar a Colombia a mis once años (1996).

También a García Aguilar contó esa grata experiencia: Después de esa primera visita en la infancia supongo que durante mucho tiempo no volvió a París. ¿Qué sintió durante su primer regreso? Esto, como ya lo dije, fue una de las cosas más perturbadoras y gratificadoras para mí. En efecto, no volví a París entre 1936 y 1950. Cuando regresé, viajábamos con Alberto Zalamea, un gran amigo mío, y Marta Traba, su esposa, que ya no está con nosotros desgraciadamente. Había huelga en París y tuvimos que aterrizar en Bruselas, lo que fue una especie de regalo extra, y entramos a París otra vez por tren. Fue exactamente la misma sensación que tuve en mis visitas de niño. No había nada nuevo (García Aguilar, 1993: 80).

En un segundo viaje, en 1983, Álvaro y su esposa, Carmen, viajaron con el autor Gabriel García Márquez y su esposa Mercedes, a Bélgica. De ese viaje, la siguiente anécdota:

13

Otro viaje que hice a Bélgica fue en automóvil, y esto sí que puede tener interés para el trabajo que estás haciendo. Fernando Botero, que es un gran, gran amigo, que quiero muchísimo, me invitó a la inauguración de su primera exposición en Londres, en la Marlborough Gallery.13 Entonces llegamos a Londres. Estuvimos allí y me dijo: “Se acabó todo, las fiestas, las inauguraciones, todo, ahora quiero ir a Bélgica”. ¿A Bélgica? “Sí, quiero ir a visitarla”. De Londres pasamos a Ámsterdam y allí nos encontramos con Gabo y su mujer. Botero y su esposa se regresaron. Entonces tomamos la ruta, atravesamos casi toda Holanda y pasamos a Bélgica [hacia París]. Íbamos a Bruges, y era uno de estos momentos en que el viaje se hace largo y ya nadie habla, nadie habla, yo iba manejando.Yo no sé, de repente dije: “Bélgica, país de grandes ciclistas y cazadores”.

La galería Marlborough Fine Art confirmó la fecha de la primera exposición de la obra de Botero: “Fernando Botero, Recent Paintings” del 11 de mayo hasta el 3 de junio en 1983 (comunicación personal, 16 de octubre de 2002).

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Gabo me miró y dijo: “¿Qué es eso? ¿Se enloqueció?”. Yo estaba pensando en voz alta. Me dijo: “Sshh, sshh…”. Bueno, en fin, se rieron todos, se rieron por cuenta mía. Llegamos a Bruges y buscamos un hotel. Encontramos un hotel, cerca de la gare, pas grand chose mais très sympa… très bien,14 salimos a caminar y fuimos, en la plaza principal de Bruges a un restaurante muy agradable. Pedimos ostras y champagne, y más ostras y más champagne, y salimos caminando por las calles de Bruges.Yo quería ver donde estaba enterrado Charles le Téméraire. En fin, todas las cosas que me interesan, y de repente vi un patio maravilloso. Era de noche; un patio enorme, casi como una plaza y entramos.Yo vi primero el fenómeno; no dije nada, porque pensé, eso es la champagne.Yo veía que el muro hizo así [como si estuviera respirando], y de pronto, Gabriel me dijo: “Oiga, ¿usted está viendo lo mismo que yo estoy viendo?”. “Sí, pero es la champagne”, le dije. Creo que fue Carmen, quien siempre está parada en la realidad, quien dijo: “¡Idiotas!, ¿Ah, no?, ¡Mira…!”. ¿La pared respiraba? Sí, esa pared estaba respirando, estaba toda cubierta de hiedra y con el aire, la hiedra hacía esto… El aire lo movía todo en el mis­mo ritmo y de veras lo parecía. Entonces fue cuando [Carmen] dijo: “Tenemos que irnos a acostar” (1996).

Gabriel García Márquez recordaría también ese viaje y esas palabras de Mutis, “país de grandes ciclistas y cazadores”:

14

Sin embargo, la enseñanza más enigmática de aquellos viajes fre­ néticos fue a través de la campiña belga, enrarecida por la bruma de octubre y el olor de caca humana de los barbechos recién abandonados. Álvaro había manejado durante más de tres horas, aunque nadie lo crea, en absoluto silencio. De pronto dijo: “País de grandes ciclistas y cazadores”. Nunca nos explicó qué quiso decir, pero nos confesó que él lleva dentro un bobo gigantes­ co, peludo y babeante, que en sus momentos de descuido suelta frases como aquella, aun en las visitas más propias y hasta en los palacios presidenciales, y tiene que mantenerlo a raya mientras

“Cerca de la estación, no era gran cosa, pero era muy simpático… muy bien” (traducción propia).

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escribe, porque se vuelve loco y se sacude y patalea por las ansias de corregirle los libros (García Márquez, 1996: XII-XIII). Un tercer viaje de Mutis a Bélgica tuvo lugar en 1989 cuando viajó a Europa a recibir el Prix Medicis Étranger. El autor fue contactado por la televisión belga para filmar una entrevista que finalmente realizan durante un viaje al puerto de Amberes: Me pasan cosas muy curiosas; cuando obtuve el Prix Medicis Étranger, con la Neige de l’Admiral, que es mi primera novela, la televisión bel­ga me invita y me llaman por teléfono y me dicen: “Queremos ha­ cer un programa con usted”. Bueno, entra Maqroll a oír y a hacerme trabajar. Entonces me dicen: “¿A qué lugar de Bélgica quiere ir? Donde quiera”. ¡Donde quiera! Les dije: “A Amberes”. Les pareció perfecto. Movieron un equipo completo a Amberes. Entonces… ¡Amberes! Yo no lo podía creer. Estuve en las ferias de libro en Bélgica, Bruselas y Amberes. Amberes ¡qué maravilla! Y me pasó esa historia típicamente belga. Nos subimos a las diez de la mañana al remolcador nuevo, y cuando llegaron las dos de la tarde, dos y media, no había comida, no habían subido comida y nos moríamos de hambre, todos. Esa fue mi estadía con ellos. Hicimos el programa en el remolcador; todo el viaje duró hasta las seis de la tarde. […] ¡Ah! ¡Tienes que haber hecho el viaje que hicimos nosotros! Le pedí al remolcador, al capitán, que me paseara por todo el puerto. Me dijo: “¿Todo el puerto?”. Le respondí: “Todo el puerto”. Allí vino el hambre, claro, porque él pensó, “yo saco a estos tipos un momento y regreso y goodbye”; y yo dije: “No, hasta allí”. Hubo un barco de la Flota Mercante Grancolombiana que estaba en el último rincón del puerto. “Quiero verlo todo”, le dije. Entonces ahí te darás cuenta de que es un puerto vivo.Ya había escrito bastante sobre Amberes, pero yo sabía que es uno de los puertos que conservan todavía su carácter intacto. Eso sí, hay muchas cosas técnicas y todo, pero todavía tiene un aire de puerto (1996). Subimos al barco y salimos a las seis de la tarde. El remolcador lo es­ trenamos, era nuevo, o lo acababan de arreglar. Y nosotros lo estrenamos. Estaba divino. Fui a hablar con el piloto, me lancé en francés, se me quedó mirando; dijo –¿cómo se dice en flamenco?–: “No hablo francés”.Y le dije, empecé así: “¡Ay, mi flamenco! ¿Qué se hizo?”

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[…] Y hablé con el capitán y me dijo: “Sólo a un poeta se le ocurre hablar en francés a un piloto de remolcador de Amberes”. Son flamencos todos (2003).

Puerto de Amberes Fuente: archivo personal de la autora.

Remolcador Fuente: archivo personal de la autora.

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