la órbita de carrasquilla José Restrepo Jaramillo (en adelante jrj) nace el mismo año en que Tomás Carrasquilla publica su primera novela, Frutos de mi tierra. Carrasquilla tenía entonces treinta y ocho años, y en los veinticinco calendarios que median entre ese momento y la aparición del primer relato publicado de jrj, el fecundo autor de Santo Domingo había escrito la obra más vasta y lograda de la narrativa colombiana en toda su historia, y no puede dudarse de que, por lo menos en el plano regional, ese opus constituía el planeta alrededor del cual comenzaba a perfilarse todo trabajo cuentístico y novelístico posterior, situación que mantuvo vigencia durante su larga vida, y aún más allá de su muerte en 1940, como lo pone de presente, por ejemplo, la obra inaugural de Manuel Mejía Vallejo (La tierra éramos nosotros, aparecida en 1945, su primera ficción extensa, inscrita por completo dentro de tal horizonte), escritor nacido a comienzos de la tercera década del siglo xx. Sólo cuando otros mode los narrativos latinoamericanos, norteamericanos y europeos, a fines de los cincuenta y comienzos de los sesenta, horadaron en Antioquia la cerrada y poderosa órbita establecida por Carrasquilla –y horadar no significa disolver–, se pudo asistir entre nosotros a la aparición de escrituras renovadoras, aireadas en un ámbito contemporáneo, cambio que hay que registrar independientemente del nivel que esos autores hayan alcanzado luego en la totalidad de su obra. Para comprender a fondo la naturaleza de la atracción, primero, y segundo, el vínculo que la obra de Carrasquilla le imponía a los demás narradores durante su extenso reinado –a los de su generación y, como dijimos, por lo menos a dos generaciones más–, existen dos textos fundamentales por la agudeza, amplitud del contexto teórico de análisis y sindéresis de sus planteamientos, cuyos autores son el colombiano Jaime Mejía Duque y el cubano Ambrosio Fornet (el ensayo de éste redondea y precisa los señalamientos del primero), aproximaciones
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