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La tolerancia: una virtud que es problema (antídoto y veneno para la democracia)

Letras Libres

La tolerancia: una virtud que es problema

(antídoto y veneno para la democracia)

Por Mateo Quintero López Docente Saberes de Vida A los seres humanos se les enseña a respetar al otro en su “otredad”, sus opiniones, las formas de ser y de estar, las manifestaciones culturales, lingüísticas y simbólicas. Sin embargo, debemos recordar que ese otro, aunque es nuestro semejante, no es nuestro igual dado que la igualdad, en tanto que ideal promulgado por la Revolución de 1789, enseñó que somos iguales entre iguales, no entre distintos, y eso, para nuestro siglo XXI ha sido un problema que no hemos sabido canalizar óptimamente. Curiosamente, desde el siglo XVIII hasta este siglo vertiginoso, la desigualdad, la inequidad y dominio de unos sobre otros ha mostrado que los colores de piel son sinónimo de odio, que las mujeres siguen desmereciendo derechos y oportunidades solo por ser mujeres; que los menos favorecidos económicamente deben trabajar el doble por un despreciable sueldo que les permita vivir dignamente, que la religión es todavía una bandera que oscila entre el odio y el amor, que la dignidad tiene precio,

Róbinson Henao Letras Libres

que lo ajeno nos sigue representado un problema, un temor y un odio encarnado que obliga a destruir1 . La democracia, una de las grandes herencias que la civilización grecolatina dejó, es hoy un modelo político en el que la gran mayoría de naciones del mundo se inscriben para permitir que todos los miembros de la Nación tengan, en teoría, libertad para pensar, actuar y decidir, un modelo que garantiza una “igualdad” que es monstruosamente rara. Esta se reconoce como el sistema donde votar y pensar son las grandes banderas para su sostenibilidad, es un aparato fuerte y feroz porTolerar aproxima a soportar, pero cuando se soporta que allí, hombres y mujeres que no puede aparecer el abuso, el se conocen, sí se sometimiento y la violación de saben semejantes bajo una identidad y los derechos humanos. memoria colectiva, la cual es frágil, como lo ha enseñado Benedict Anderson2 . Para que la democracia funcione se ha pensado que es necesario el respeto, pero la tolerancia ha aparecido como un arma de doble filo que genera tranquilidad, aunque también un grave peligro para el desarrollo de la sociedad3 . La tolerancia, una virtud que se enseña desde la infancia, nos ha conducido a graves atolladeros dentro del desarrollo de los colectivos humanos. Tolerar aproxima a soportar, pero cuando se soporta puede aparecer el abuso, el sometimiento y la violación de los derechos humanos. Es un antídoto para aprender a agenciar al otro en su espacio y esencia, pero es también un veneno que sirve para llenar de poder desmesurado a quienes creen que con violencia, irrespeto e irreverencia fanática pueden garantizarse una autoridad para apalastrar a quienes no son iguales a ellos. Por lo tanto, la tolerancia entrega a la democracia un soporte para que primen los derechos, aun así, es también una espada traidora que apuñala, desintegra y pone en riesgo la estabilidad de la población, el bienestar social.

1 Umberto Eco, Construir al enemigo. Barcelona: Lumen, 2012, 15. 2 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. México: Fondo de Cultura Económica, 1993, 27. 3 Slavoj Žižek, En defensa de la intolerancia. Madrid: Sequitur, 2008, 57.

Los recursos virtuales como los hashtag no solo condenan globalmente la inequidad y la desigualdad, sino que también regulan el lenguaje violento

Con eso y todo, la intolerancia, como las utopías, conducen a las poblaciones a pensar en lo que el historiador Josep Fontana denominó como “proyecto social”, es decir, el futuro. ¿Por qué?, porque, para dar un breve ejemplo, el racismo, que vemos aflora mucho más en las campañas políticas, en los certámenes deportivos, en la convivencia escolar y en el regionalismo, ha obligado a que señalemos a quien es diferente por su color de piel como un enemigo. Sin embargo, las redes sociales, que lo visibilizan casi todo, nos muestran lo indignante que es el abuso de poder, la grosería y la violencia pandémica. Los recursos virtuales como los hashtag no solo condenan globalmente la inequidad y la desigualdad, sino que también regulan el lenguaje violento –que es donde comienza la violencia como tal– , las acciones y gestos desobligantes, la explotación y la discriminación, y también generan una conciencia histórica, ética, educativa, política y humana para rechazar a aquellos que por sus “supremacías” escoltadas desde las riquezas, las posiciones geográficas, las historias triunfalistas, los estudios biologicistas y avances tecnológicos, lastiman la dignidad humana, la destruyen, la aniquilan. Es menester finalizar en torno a una reflexión. La tintura biológica y bella de nuestras pieles, la riqueza lingüística e idiomática, la multiculturalidad, las manifestaciones simbólicas y rituales deben de ser comprendidas desde la meditación humana, apoyadas por las Humanidades y las Ciencias Sociales para evitar tolerar lo que desintegra y poder llamar con vehemencia a la erradicación del dolor, la desigualdad y ofensa. Tolerar trae bien y trae mal para la democracia, pero debemos ir más allá y pensar a los otros como próximos y a crear una sana convivencia, que es más importante que la misma paz, puesto que esta es un asunto de pactos.

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